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Los valores humanos

en el apóstol de las
vocaciones

por Urbano Sánchez García

Cuadernos Mosén Sol


7
Tortosa
1994

Contenido

Presentación
Personalidad excepcional
Exigía valores que testimoniaba
Vigor físico inexplicable
¿Defectos en la personalidad de Mosén Sol?
Todo un líder
Creatividad al servicio del amor
Con una afectividad rica y profunda
El arco iris de sus sentimientos
Corazón apasionado por dar y darse
Entusiasta y radical
Dinamismo exuberante y universal
Firme y muy valiente
Responsable y dueño de sí
Coherente con un proyecto

Presentación

Don Manuel como hombre, el beato mosén Sol


visto desde los valores humanos, ha sido un
tema que siempre me ha impresionado. He aquí a
manera de presentación unas cuantas fechas que
hablan por sí solas:
1954. Año de la Menti Nostrae que actualiza
la necesidad de los valores humanos en el
sacerdote. Ingreso en la Hermandad. Como
probando estudio la figura de don Manuel. De
manera especial me atraen sus valores humanos.
1961. Como operario sacerdote escribo bajo
la dirección de don Buenaventura Pujol un
trabajo extenso: Don Manuel en sus valores
humanos.
Recibo una invitación que me llenó de gozo:
¡escribir un folleto sobre el beato mosén Sol!
No dudo en el tema: rehago y actualizo lo
escrito treinta años atrás. Con la base de la
biografía de don Antonio Torres, he completado
mi trabajo con las últimas biografías sobre don
Manuel. Procuré dar el tono actualizado, de
divulgación y sencillez, con viejos materiales.
Mantengo el enfoque de «testimonios» para
evitar una interpretación personal.
Presento mi nuevo trabajo: Valores humanos
en el apóstol de las vocaciones, una
interpretación del beato mosén Sol en sus
valores humanos. Un trabajo centrado en frases
del mismo don Manuel y en testimonios de
quienes le trataron. ¡Y un homenaje de gratitud
después de cuarenta años de haberle conocido!
Me alegrará saber que este trabajo ha servido
para conocer a don Manuel como hombre y para
comprender mejor el alcance de la santidad del
beato mosén Sol.
URBANO SÁNCHEZ México 1994
1
Personalidad excepcional

Los que trataron al apóstol de las


vocaciones quedaban admirados: don Manuel era
un santo y todo un hombre. Hoy podría
traducirse esta frase en otra equivalente: don
Manuel fue un sacerdote auténtico que gozaba de
una personalidad excepcional. Sin profundizar
en teorías elegimos un rasgo fundamental de la
personalidad: plenitud integrada de los valores
y facultades. Y a manera de introducción
comprobaremos, con textos de quienes trataron a
don Manuel, o lo conocieron a fondo como
biógrafos, que mosén Sol gozó de plenitud en
valores y virtudes humanas, poseyó los rasgos
del líder social, logró la difícil ecuación
entre corazón, cabeza y vida, y manifestó una
madurez humana sorprendente.

1. Los que trataron a don Manuel

A lo largo de las biografías sobre don


Manuel (especialmente en la de don Antonio
Torres) leemos afirmaciones de quienes quedaron
sorprendidos por la figura humana del apóstol
de las vocaciones. Ellos no hablan de
personalidad integrada pero sumando las
opiniones sí que podemos asignar a mosén Sol
una personalidad integrada, organizada y rica
en valores:
- Sencillez y firmeza: «Difícilmente se
hallará un hombre más accesible, más
amable, más llano, más sencillo...».
(El poseía una) sensibilidad exquisita,
firmeza de voluntad, completo imperio
sobre sí mismo (788, 806, dr. José
Solé) [1].
- Plenitud y armonía: «Lo que hace que
la figura de don Manuel se destaque...
es la integridad, la plenitud de sus
cualidades» [2].
- Equilibrio: «No es posible concebir,
en lo humano, espíritu más sensible,
corazón más tierno, trato más dulce que
el de don Manuel. Supo juntar... lo más
grande y lo más pequeño... ser ejemplar
de santa energía y tenacidad, no cejar
ante ninguna dificultad, hacer triunfar
por la dura constancia el propio
criterio y a la par ser ejemplo de
dulzura y delicadeza en todo y con
todos. Ser hombre de una idea fija, de
una idea que le absorbe todo el
espíritu y no ser, a pesar de ello,
hosco, intransigente y unilateral, sino
ser modelo de ductibilidad y de
flexibilidad» [3].
- Prudencia y tolerancia: «No era
taciturno ni locuaz, sino prudente y
atento. Sabía cuándo debía hablar y
cuándo callar. No era amigo de burlas;
su única graciosidad era la sonrisa.
Tenía un carácter atrayente, dulce y
pacífico. Jamás se inquietaba ni estaba
de malhumor. Decía lo necesario para
edificar, bien aconsejar y hacer
agradable la virtud. Su temperamento
era tranquilo y tolerante, sin que por
ello fuera insensible. De carácter
atrayente, afectuoso y afable. Era de
estatura regular, más bien alto y un
poco gordo. De temperamento
equilibrado, no nervioso: reflexivo y
por nada precipitado» [4].
- Simpatía y dignidad: «Difícilmente se
encontrará quien tuviera una sola vez
en su vida trato con nuestro don
Manuel, que no quedara prendado de su
persona... Todo en él era atrayente: su
figura simpática y digna, su
conversación deliciosa y a la vez
edificante» (791, Juan Bautista
Calatayud).
- Todas las virtudes: «Temperamento
equilibrado, bondadoso, trabajador,
infatigable, podemos decir que don
Manuel cultivó todas las virtudes por
modo extraordinario» [5].

2. Así describen sus biógrafos al beato mosén


Sol

Los biógrafos tienen una autoridad especial.


No conocieron directamente al personaje pero a
fuerza de estudiar al protagonista y de
escuchar a cuantos le conocieron sacan unas
conclusiones muy fundamentadas sobre su
personalidad. Por orden histórico presentamos
algunos juicios de los que escribieron sobre la
vida de mosén Sol:
- Antonio Torres: «Fue suave, dulce y
apacible... alegre; de espíritu
emprendedor y expansivo, optimista,
abierto a todos los horizontes del
bien, amplio y generoso...; firme y
perseverante...» (5).
- Germán Mártil: «Aquella vida
extraordinaria, que había sido un
torrente de luz y de bien para los
hombres, un himno continuo, alto y
vibrante a la gloria de Dios y un
ejemplo bellísimo de abnegación y de
trabajo...» [6].
- Juan de Andrés Hernansanz: «Corazón
grande es la característica más acusada
en la personalidad de mosén Sol. Dejó
la impronta de su grandeza en todo: en
rasgos heroicos y en sencillos detalles
de la vida... Don Manuel está
convencido de que se consigue más con
amabilidad que con trabas acumuladas y
atenazamientos innecesarios...» [7].
- Francisco Martín y Lope Rubio:
«Difícil resumir una 'personalidad tan
compleja y variada'». «De inclinación a
la obesidad, en don Manuel brillaban
las cualidades características de tales
temperamentos: bueno y afable, abierto
y atrayente, generoso a la vez que
prudente, propenso a una ira que se
empeña en reprimir y dispuesto a llevar
siempre adelante, con tenacidad y un
dejo de 'santo orgullo', todo aquello
que se propone conseguir» [8].
- José María Javierre: «Al rematar este
reportaje habré contado la historia de
mosén Sol, un cura bueno y audaz: él
creyó sinceramente que valía la pena
vivir en las fronteras del
misterio...». «¿Que cómo era mosén Sol?
Un pedazo de cura bueno, ejemplar y
piadoso; con una dosis de buen humor
impagable. Humor rural, sano, de
campesino...» [9].

2
Exigía valores que testimoniaba

¿Cómo interpretó el beato mosén Sol la


personalidad a la hora de exigir valores y
virtudes humanas a los operarios? Quizás don
Manuel no fuera consciente, pero lo que exigía
a los operarios —ser hombres-era su gran
preocupación y su testimonio personal.
1. Ser hombres

Don Manuel no utilizó las frases modernas,


tales como «personalidad integrada», «madurez
intelectual, afectiva o social», cuando
exhortaba a los operarios sobre la conducta a
seguir. Sin embargo sus expresiones son
equivalentes:
- «Ser hombres. No basta que seamos
sacerdotes muy espirituales, tenemos
necesidad de algo más los operarios:
hemos de ser hombres» [1].
- «Hemos de ser hombres. Hemos de
tener, y si no adquirir los que no las
tengan, ciertas picardías santas: el
sentido práctico en el trato social».
Que no nos tomen el pelo. Los defectos
naturales se pueden remediar, «pero esa
falta de carácter y de sentido común,
cuesta mucho más y no se remedia tan
fácilmente y esos cerebritos pequeños
son difíciles de corregir» [2].
- Los operarios han de ser
«distinguidos en talento y, sobre todo,
de buen carácter y juicio, hombres de
corazón» [3].
- «Hemos de estar a cierta altura por
nuestro criterio bueno, por nuestra
ilustración, por nuestro buen nombre,
en cualquier sentido bueno» [4].
- «Todos los operarios han de ser
distinguidos sacerdotes bajo algún
concepto, y en algunos conceptos más
que en otros, ilustración, talento,
grandeza de carácter y criterio,
espontaneidad, seguridad de virtud...»
[5].
- «Sobre esto, y más que esto,
magnanimidad de corazón y seguridad de
santidad» [6].
- «El talento solo, aun con piedad, no
nos bastaría si faltara el juicio, y en
caso de menor talento y mayor juicio o
carácter, será preferible éste al de
mayor talento» [7].

2. La caracterología confirma la personalidad


de mosén Sol

Coetáneos y biógrafos hablaron extensamente


en el capítulo primero sobre la personalidad
excepcional de don Manuel. Sí, nuestro
protagonista era todo un hombre, poseía una
personalidad integrada. ¿Se puede encajar a
mosén Sol en algunas de las caracterologías
para tener una visión más completa de su
personalidad?
Si aplicamos la caracterología de Sheldon,
don Manuel destaca por su gran sociabilidad,
universal amabilidad, espíritu optimista,
incansable capacidad de trabajo, fortaleza de
voluntad, resistencia física. Presenta una
viscerotonía acusada (V-4.2), una somatotonía
equilibrada (S-3.2) y un tanto deficiente en
cerebrotonía (C-3). En la tipología de
Kretchsmer, don Manuel viene a ser una mezcla
de pícnico y atlético, un tanto ciclotímico.
La persona de mosén Sol en Nicolás Pende
queda configurada por ser un temperamento
hipertiroideo-hipersuprarrenal, es decir, que
se manifiesta como un colérico-sanguíneo por su
rápida y aguda inteligencia, por su voluntad
fuerte, tenaz e incansable dinamismo; todo un
jefe por su espíritu de lucha. Como persona era
elegante, algo impresionable, de gran espíritu
social, fácil para la amistad y de buen
corazón.
Dentro de la caracterología de Le Senne,
mosén Sol llena perfectamente las constantes de
emotividad y actividad pero no tanto la
secundariedad. Se encuentra, por lo tanto entre
el apasionado (EAS) y el colérico (EAP). Toda
una personalidad.

3
Vigor físico inexplicable

La morfología y la salud física explican


muchos de los valores y de las virtudes
humanas. Asimismo, el vigor físico condiciona,
aunque no determina la conducta de las
personas. De todas maneras para comprender
muchos rasgos de la personalidad humana de
mosén Sol necesitamos tener presente su
morfología, su vigor físico —inexplicable dada
la anomalía cardiaca— y los rasgos generales de
su psicología.

1. La figura externa

Existe una vinculación indiscutible entre


las expresiones corporales de la persona y su
dinamismo psicológico. Basta una ojeada al
rostro de una persona para darnos una idea de
lo que hay por dentro. Las caracterologías
profundizan y fundamentan la correlación entre
morfología y psicología. Nosotros lo
analizaremos en don Manuel.
Como marco general mucho ayuda la
descripción física que encontramos en la
biografía de don Antonio Torres: «Era don
Manuel en su aspecto y constitución física, de
talla más que regular, bastante corpulento, de
complexión fuerte, tez blanca, rostro hermoso y
simpático, ojos y cabellos castaños. Al verle
cual era: cariñoso, afectuoso, venerable...
hubo quien exclamó alguna vez: ¡Ah, ya tiene
bien puesto el nombre de Sol, ya!» (516).
José María Javierre, por su parte, describe
así la figura externa de mosén Sol: «Fue don
Manuel alto, quizá un metro setenta y cinco
centímetros de talla, recio, de complexión
vigorosa. Rostro agraciado, simpático, ojos y
cabellos castaños, calvicie prematura. Mirada
mansa, bondadosa. La voz dulce, insinuante,
'suavemente quejumbrosa'... Caminaba un
poquillo inclinado hacia adelante, acogedor. Le
rodeaba un aire atractivo, pacífico. Sonreía.
Causaba impresión agradable» [1].
En su biografía, don Germán Mártil presenta
la figura de don Manuel como: «Hombre de una
pieza, aun en lo físico, alto, robusto, de esa
talla fornida y bien hecha... de rostro
simpático, atrayente, varonilmente hermoso,
donde brillaban, amables, dulces ojos» [2].
Muchos de estos datos resaltan en las
fotografías que conservamos de mosén Sol. Entre
las numerosas que recoge Antonio Torres tres
nos llaman la atención de manera especial:
mosén Sol a sus 27 años; en plena madurez, como
fundador del Colegio de Roma; y por último el
gran don Manuel, tan venerable y paternal en su
última fotografía (27, 795 y 538).

2. Vigor físico extraordinario hasta los 65


años

Para evaluar su vigor físico nadie mejor que


uno de los médicos que le trataron. Es el joven
doctor Vilá quien afirma: «Su organismo era de
los más resistentes. De la bradicardia debería
seguirse atonía de vigor físico, de cerebro.
Pero nada de esto le ocurría, pues resistía un
trabajo cotidiano capaz de fatigar a cualquier
individuo joven...; las obras por él
emprendidas y desarrolladas demuestran lo
gigantesco de sus facultades psíquicas» (516).
Don Juan Bautista Calatayud, que convivió
varios años con mosén Sol, ofrece otros datos
muy interesantes: «Llegó hasta los 65 años con
una exuberancia de vida y tal perfección en
todas las funciones de su organismo que...
trabajaba desde la mañana hasta la noche con
actividad febril, sin experimentar cansancio.
Emprendía largos y molestos viajes... Comía de
todo y a la hora que se estimara conveniente,
sin que se notaran jamás las repulsiones
naturales... Hasta sus últimos momentos
conservó la lengua expedita, los oídos muy
afinados y despiertos; para leer toda clase de
letras y a la pobre luz de un quinqué... no usó
gafas» (518).
¡Buen panegírico fisiológico! Los médicos
insisten en el buen funcionamiento de un
estómago privilegiado. Practicó la natación
atravesando en sus años jóvenes el Ebro por la
parte más ancha: «Se bañó hasta los 70 años
—afirma el canónigo tortosino don Julián
Ferrer—. Un día estaba para tronar. Don Manuel
invita, se lanzan, les sorprende la tormenta y
se refugian en una caseta. Comentaba don
Manuel: '¡Xiquet, xiquet, no digas a nadie que
mosén Sol ha hecho a los setenta años esta
calaverada!'» (774).

4
¿Defectos en la personalidad de mosén
Sol?

En toda personalidad, y por muy perfecta que


sea, se encuentran defectos, antivalores. Don
Manuel no fue una excepción. Su personalidad
sigue siendo excepcional con las carencias
físicas, psicológicas y morales que detectamos.

1. Sus carencias psicológicas y morales

Resumimos las páginas que José María


Javierre dedica a los defectos de mosén Sol
[1].
- Según el abogado del diablo: «A veces
a don Manuel se le iba el entusiasmo
cuando predicaba... Sus escritos y
prédicas pecan de retóricas no muy
académicas».
- Sus cartas recogen expresiones
airadas: «Estoy de mal humor, rabio, me
enfado, riño».
- Excesiva familiaridad con las monjas
de clausura; exageró empujando chicas
al convento, era un «ladrón de
mujeres». A poco le mata un padre
airado.

Tomaba pellizcos de tabaco en polvo, de rapé.


El agua en verano le apasionaba.
Era dormilón por naturaleza.
- Y la inclinación instintiva de los
corpulentos a comer mucho. Consiguió
dominarse de tal modo, que ni los
operarios sabían si un manjar le
agradaba más que otro.

2. Los enfados de mosén Sol

La propensión colérica en don Manuel se


manifestaba en algún que otro enfado que no
pasaba del área psicológica:
En las expresiones:
- «Pida a Jesús que no me enfade... que
de veras hago el propósito y no sé
cumplirlo...» (626).

«Tengo los nervios siempre alterados por mi


poca fe» (626).
- Ante la apatía de los católicos en la
revolución de 1868, «enardecíase
singularmente y mostrábase pletórico de
santa indignación al declamar contra
'el estupor y la apatía que domina...
No podemos comprender la duda, la
vacilación y menos la cobardía'» (138).
- Comenta en un entierro en Roma con
bandera del diablo: «Habíamos de venir
los españoles con un ejército y echar a
estos garibaldinos» (325).
En ¡os hechos:
- En la plaza del Ángel de Tortosa
resuena una blasfemia. La escucha don
Manuel que se levanta «como movido por
un resorte eléctrico, de la silla... y
dirigíase precipitadamente a la puerta
de la calle, siguiéndole alarmados sus
deudos» (653).
- Don Manuel experimentó momentos de
indignación y malhumor. Así lo dice
expresamente a raíz de una visita al
padre Martín (629). Muchas veces se vio
en la necesidad de poner las cosas en
su sitio y sabe vindicarse ante el
padre Martín (373).
- El obispo de Tortosa le niega los
operarios y recibe una «fuerte» carta
de don Manuel (243).

Rezar con excesivas prisas el rosario «le


encoragina» (696).
- En el apartado de los «defectos» que
transcribe Javierre está la anécdota de
la sacristana terca: rompe las
vinajeras para que ponga otras mejores.

3. Anormalidad fisiológica y enfermedades

A los 65 años la salud de mosén Sol comenzó


a deteriorarse. Pero lo extraño o milagroso es
que no comenzara antes. El doctor Vilá explica
su anormalidad que sorprendía a los médicos:
«...extrañándoles cómo de aquella manera podía
vivir. La particularidad era la bradicardia: su
corazón latía de una manera perfectamente
rimada, pero con una frecuencia de 36 sístoles
por minuto» (516).
El corazón fue la gloria y muerte de don
Manuel. Su anomalía cardiaca le ocasionó
deficiencias de riego sanguíneo en el cerebro y
debilidad general. Le produjo largas temporadas
de inactividad, obligado a un reposo absoluto:
una vez estuvo año y medio inactivo. Don Manuel
se lamentaba: «Mi corazón no está ya para
excitaciones; que ya no lo tengo muy bueno y me
humilla». «El fervorín no lo concluí, porque
las piernas me tremolaban ya por mi emoción y
corté». «Voy siguiendo regular. Como, duermo y
paseo bastante, pero el corazón no acaba de
entonarse, ni subir más de las 36 o 38
pulsaciones». Su muerte: un ataque fulminante
al corazón [2].
¿Alguna explicación? ¿cómo se explica esta
deficiencia constitucional con su vigor físico
extraordinario en todas las facultades y hasta
los 65 años? ¿cómo un cerebro mal nutrido pudo
soportar un trabajo intelectual tan grande y
cómo su corazón «tan vulnerable» pudo resistir
los continuos sufrimientos de sus tareas
apostólicas? El doctor Vílá no acierta a
comprenderlo e intuía que su dinamismo era una
gracia de Dios. No le faltaba razón a don
Manuel al comentar que «su vida era un milagro
de Jesús sacramentado».

5
Todo un líder

Don Manuel, como las grandes personalidades,


poseía los valores y virtudes que caracterizan
al líder: inteligencia que manifiesta en los
proyectos, dotes de persuasión e influjo,
simpatía para captar amistades, decisión para
organizar y mandar, habilidad para conseguir
recursos, presencia agradable que inspira
seguridad, entusiasmo que vive y comunica, etc.
¿Poseía don Manuel las virtudes sociales y las
dotes de influencia propias del líder?
¿apreciamos en su personalidad la creatividad
con matices propios? Presentamos la respuesta
afirmativa en varios apartados.

1. Virtudes sociales del apóstol de las


vocaciones

Afectividad profunda, dinamismo constante,


libertad responsable y sociabilidad universal
son los cuatro pilares sobre los que se asienta
la personalidad de mosén Sol. Y dentro del área
social, múltiples son las virtudes que
manifestó don Manuel: extraversión, simpatía,
afabilidad, amistad, gratitud, respeto,
veracidad, comprensión, nobleza, fidelidad a la
palabra, arte de conversar e influir en los
demás, cortesía, tono sonriente... De los
innumerables testimonios elegimos algunos más
significativos:
- «Su figura simpática y digna, su
conversación deliciosa y a la vez
edificante... apto para alternar lo
mismo con las clases aristocráticas,
que con los más humildes del pueblo»;
se adueñaba tan pronto y tan por entero
de los corazones que «difícilmente se
encontrará quien no quedara prendado de
su persona y con ganas de gozar más de
su amable compañía y amena
conversación» (791).
- «Conversación efusiva y discreta,
discreción suma para dosificar afectos,
consejos; adueñándose de los corazones
les comunicaba sus propios criterios;
conocedor de los hombres, sabía ganarse
cooperadores, colocar a cada uno en su
puesto y pedirle el esfuerzo que podía
rendir» (p. XIV, prólogo de A.
Rodríguez).

Para un conocimiento más detallado de las


virtudes sociales en don Manuel, cf. la 2ª
parte de la biografía de A. Torres: amabilidad
(capítulo XIV), obsequiosidad (capítulo XV),
gratitud y sinceridad (capítulo XVI).

2. La personalidad social del operario según


don Manuel

Comprenderemos mejor los valores y virtudes


sociales de mosén Sol recordando cuanto pedía
en esta área de la personalidad a los
operarios:
- «Su amabilidad (la de los operarios)
debe ser constante, sin afectación; su
conversación, alegre y amena, sin
chocarrería; su templanza, edificante,
evitando en lo posible delicadezas
innecesarias y deseos de cosas
determinadas. Cuando se haya de
manifestar alguna necesidad, sea con
comedimiento y afabilidad, alegrándose
cuando se ven precisados a experimentar
alguna privación. Sean deferentes con
santa longanimidad en las
conversaciones que les molesten o en
los defectos que les mortifiquen; mas
obren con discreta gravedad cuando se
trata de desviar quejas y murmuraciones
contra los demás, y tengan reserva en
dar noticias indiscretas sobre asuntos
y personas, a no tratarse de cosas muy
conocidas...» [1].
- «No seamos cerrados y
reconcentrados... Seamos abiertos, y
sepan todos lo que estudiamos y
nuestras aficiones, y nuestros
sentimientos... fuera misterios y
tortuosidades de conducta, ni
excentricismo de carácter. Expansión y
abertura» [2].

Se pueden leer los textos de don Manuel que


recoge el librito Pensamiento y espíritu del
siervo de Dios Manuel Domingo y Sol [3], sobre
otras virtudes conectadas con la personalidad
social.

3. Dotes para ganar amigos e influir en los


demás

Dentro de las virtudes sociales destaca la


capacidad para ganar amigos e influir en los
demás. Es uno de los rasgos que más
impresionaban a quienes conocieron a mosén Sol:
— «Era de los que atraen desde el
primer momento en que se les ve; era un
verdadero conquistador de voluntades.
Todos se acercaban a él con cariño y le
dejaban con pena» (807, José Vergés).
- «Imposible hablar con él sin quedar
enamorado de su alma hermosa» (807,
Ambrosio Martínez).
- El célebre historiador tortosino
Bayerrí, se sorprende al no encontrar a
nadie que hablase mal de don Manuel.
¡Todos le querían! Los vecinos de la
Aldea, alumnos del Instituto,
dirigidas, religiosas, operarios,
seminaristas, familiares...
- «Sus hermanos, enamorados de su
persona y santamente encantados de sus
virtudes, eran a la vez sus admiradores
y generosos e incansables proveedores
de sus pobres... Lo amaban y
respetaban, y siempre fue en aumento la
veneración que sentían hacia él» (46).
- «Había sabido conquistar amigos en
todas partes y atraía involuntariamente
hacia sí a los que parecían estar más
alejados de él» [4].
- «Sólo el conocerle y tratarle bastaba
para inspirar cariño, porque era un
alma grande, generosa y sencilla, y
esta sencillez se retrataba en toda su
persona» [5].
- Dos de sus biógrafos aportan otros
datos contundentes sobre la amistad de
mosén Sol: «Desde primera hora don
Manuel es hombre de amigos. De los 46
anchos volúmenes que conservamos de sus
manuscritos, nada menos que 22 están
dedicados a su correspondencia desde
1867 a 1909» [6].

4. El secreto de su liderazgo

¿Dónde está la raíz de su poderosa


sociabilidad? Desde una perspectiva humana los
factores radican en la fuerte emotividad
orientada hacia los demás. Fue un hombre todo
corazón, «amable», que necesitaba amar y darse
a todos los que estaban unidos por cualquier
vínculo:
«A todos amó, a todos cuidó con entrañas de
padre» [7].
- «Tan sincero e intenso cariño
profesaba él a todos y a cada uno, que
son varios los que confiesan haber
creído ser ellos los predilectos de don
Manuel» (822).
- «Cualquiera que tratase a don Manuel,
quería convencerse de que le amaba con
preferencia» (822).
- «Virtud dominante, característica de
su persona, era la dulzura de su
carácter angelical...» [8].
6
Creatividad al servicio del amor

El líder es completo cuando se sitúa en una


actitud creadora, pero moderada, sin
radicalizaciones. ¿Apreciamos en la
personalidad de mosén Sol una creatividad con
matices propios?

1. Creatividad pastoral

Mosén Sol no fue un intelectual pero estuvo


dotado de una inteligencia creadora de índole
pastoral: ante los nuevos problemas que
surgieron en la España del siglo XIX aportó
respuestas nuevas.
Habría que recorrer todas sus actividades
apostólicas y comprobaríamos cómo junto a la
necesidad surgió su respuesta adecuada: obras
de apostolado seglar, colegios de San José,
especialmente el Colegio Español en Roma,
ayudas a las diócesis en la dirección de los
seminarios...
Y como obra clave y motora, la idea y
fundación de la Hermandad. Sin emplear el
término líder, sus contemporáneos le
contemplaron como persona inteligente, sus
biógrafos no eluden los factores de la
creatividad y el mismo beato habla de sus
deseos de responder adecuadamente a todos los
problemas:
- «Clarísima inteligencia...
transparencia de pensamiento... con
admirable clarividencia conoció las
necesidades de su tiempo...» (p. XII-
XV, prólogo de A. Rodríguez).
- «Clarísima inteligencia, que
acariciaba proyectos complicados,
organizaba, reflexionaba, allanaba
obstáculos» [1].
- «Espíritu emprendedor y expansivo,
abierto a todos los horizontes del
bien, amplio y generoso» (5).

«Sensible a los hombres y a los signos de los


tiempos» [2].

Don Manuel habla de la ambición santa que le


impulsaba a toda obra: «Una ambición santa
parecía que hubiera querido lanzarnos a todos
los campos». Para realizar sus planes surgió la
inspiración de la Hermandad: «Y al calor de
estos piadosos deseos cruzó por nuestra mente
la idea de algún instituto religioso en donde
pudieran verse colmadas aquellas aspiraciones»
[3]. Será la Hermandad con los fines señalados
por don Manuel: «1. el fomento, sostenimiento y
cuidado de las vocaciones eclesiásticas,
religiosas y apostólicas; 2. el fomento de la
piedad en la juventud; 3. el aumento de la
devoción y espíritu de reparación al corazón de
Jesús principalmente en el sacramento de su
amor» [4].

2. La caridad como raíz y la amabilidad como


expresión social

Las virtudes teologales no son objetivo de


este trabajo. Ahora bien, si no tenemos
presente el influjo de su vida teologal es
impensable la creatividad pastoral de don
Manuel, «apóstol de las vocaciones». El secreto
de toda la personalidad de mosén Sol radica en
la caridad ardiente que profesó a Dios y a los
hombres. Y una manifestación de este amor
teologal fue la amabilidad, corazón de las
relaciones sociales. Seleccionamos testimonios
y anécdotas sobre la amabilidad en don Manuel
que Antonio Torres recoge en un extenso
capítulo.
Su dulzura, su incansable afán de derramar
el bien le hacía conquistar los corazones
(806).
- Extremado en solicitudes: pide le
hagan un carinyet al «abuelo» (Osuna);
anima a Miñana a que coma salchichón
para remediar sus males; se preocupa de
la inapetencia de Vega, de la bilis de
Ginés, de la garganta de Blay, de la
cabeza de Caparrós, de las ropas de
invierno de Jovaní (809-812).

Se preocupa por todos en los viajes, atiende


con esmero a los huéspedes, cuida de manera
maternal a los que embarcaban bendiciendo sus
camarotes; prepara el caldo para un enfermo
(812).
«Nadie salió de su lado sin llevarse algo
bueno, una caricia, una estampita, una
bendición. Iba cargado de 'cosillas': 'Mis
bolsillos son inagotables'. Todo 'se le cae de
las manos', decían de él; le gustaba tener en
su cuarto 'un pequeño almacén de obsequios'»
[5].

7
Con una afectividad rica y profunda

¿Cuál es el valor humano que define


humanamente a don Manuel? Imagino que muchas
serán las respuestas, dada la personalidad tan
excepcional que poseyó. He aquí mi opinión: lo
que caracteriza a don Manuel, desde la
perspectiva de los valores humanos, es la
capacidad de sintonizar con el mundo exterior
transformando en sentimientos, emociones y
respuestas coherentes los estímulos externos.
De manera más directa: el rasgo prioritario de
nuestro protagonista es su afectividad,
profunda, rica y controlada. En él se dio una
ecuación estable entre corazón, cabeza y obras.

1. Corazón grande y muy emotivo

La afectividad en don Manuel estaba


integrada por unos sentimientos vigorosos,
equilibrados y dominados. La afectividad era la
raíz de su amor, el motor para su dinamismo y
una clave para su influjo social. ¿Qué puesto
asignar al corazón en la personalidad de mosén
Sol? Como en toda persona, el corazón de don
Manuel era una caja de resonancia para los
sentimientos, pero se trataba de un corazón
hipersensible y lleno de ternura. Como los muy
emotivos, mosén Sol se conmovía profundamente
ante acontecimientos grandes e insignificantes:
- «No es posible concebir, en lo
humano, espíritu más sensible, corazón
más tierno, trato más dulce que el de
don Manuel» [1].
- «Si alguna persona pobre le entregaba
una pequeña limosna para la Reparación,
se conmovía casi hasta llorar de
agradecimiento» (853).
- La muerte de sus amigos producía una
herida profunda en «su sensible
corazón» (445).
- «Cuando falleció su madre, deshecho
en lágrimas, no acertaba a separarse
del cadáver repitiendo sin cesar:
¡Mareta meua! ¡Mareta meua!» (43).
- El escribe ante la muerte de su amigo
Enrique de Ossó: «Me afectó mucho.
Estoy espantado de veras» (446-447).
- Ante la agonía del padre Martín (que
tanto le hiciera sufrir en vida), dice:
«Casi no pude dormir» (413).
- Cuando celebraba la santa misa, se
emocionaba de tal modo, que hacía
sentir aquella emoción a los que la
oían. «Cuantas veces tuve la dicha de
darle la santa comunión, temía no le
diera un síncope, por lo delicado de su
salud, al recibir al Señor con aquellos
afectuosos suspiros que le hacían latir
el corazón con violencia» (640, Tomás
Cubells).
- Viendo cómo se perdía la juventud
tortosina —cuenta el padre Llusá—
porque no había quien les ayudara a
salvarse, «el rostro del venerable
anciano se iba animando y encendiendo
más y más, hasta que se le asomaron a
los ojos las lágrimas» (209).

2. Afectividad y ternura

La sensibilidad—emotividad unida al amor se


convierte en gestos de ternura. Son muchas las
personas que experimentaron a don Manuel tierno
como un padre o como una madre:
- «Los cuidados de una madre tierna
para con su hijo enfermo no igualarían
sin duda a los que él me prodigaba
estando yo sano y robusto» (Gaspar
Anchón, canónigo de Valencia).
- Tarda don Manuel en regresar a su
casa. Le busca la criada en el
confesonario y allí «le encontré
abrazado a un ancianito, al cual con
fuerte voz consolaba. Lloraba el
ancianito a más no poder, y mosén Sol,
con aquel corazón de buena madre, le
estaba acariciando, apretándole contra
su pecho».
- Cuenta un colegial, José Hernández,
que manifestaba aflicción en el sueño:
«Se levantó de su cama y vino a
despertarme con solicitud de madre.
'¡Hijo mío! ¿Qué tienes? ¡Yo estoy
aquí!'».
- A un operario de México: «Me dice que
no sabe ya qué decirme, y ¡tantas cosas
como puede decirme! Pues quisiera
estarlos viendo por esa iglesia, a
todas horas, y qué comen y qué beben, y
en el confesonario... y cómo van y
vienen y pasean y duermen, y a qué
horas, y si hace calor o frío...».
- Comenta don Manuel la actuación de
sus colegiales «titiriteros»: «el
pueblo quedó muy contento, y a
nosotros, los padres, graves, nos caía
la baba de satisfacción».

8
El arco iris de sus sentimientos

Se comprende que la grandeza,


hipersensibilidad y profundidad afectiva de
mosén Sol se traduzca en toda la gama de
sentimientos y pasiones. Como muestra, he aquí
algunos ejemplos, además de los ya expuestos.

1. Dolor y tristeza

El que ama mucho, por fuerza ha de sufrir y


gozar mucho. Porque amar es desear el bien a
las personas amadas. Y cuando el objeto amado
es tan universal como en el caso de don Manuel,
ya se comprenderá que sufrirá mucho.
- Dolores y gozos: «No sé si los
dolores y gozos constituyen la vida de
todos; la mía, sí» (620). «Van dos
líneas para decirte nuestros dolores y
gozos» (418).
- Abandono completo: «Parecía que el
infierno se había conjurado para
lacerar nuestro corazón y matar
muestras esperanzas. Inspirábamos
recelos... Y aquellas oleadas de
agitación acabaron en un abandono
completo de los poderes de la
tierra...» (418).
- Contratiempos y desengaños: «¡Cuántos
contratiempos y cruces he tenido que
soportar, que yo solo me sé! ¡cuántos
desengaños he recibido de parte de
algunas personas...!». «Parece que
tiene empeño el diablo en levantar
crisis de apuros de todas clases para
acobardarnos, y sentiría se posesionase
la anemia de mi corazón... y necesito,
como los viejos, que me alienten» (438,
fundación en Portugal).
- Dolor más profundo y espiritual a
imitación de Cristo en Getsemaní:
«Estoy avergonzadísimo de haberle
indicado mi espina... Dígale al corazón
angustiado de Jesús que, si es posible,
pase pronto mi cáliz, que es el más
amargo que he tenido en mi vida» (621).
«En esos momentos comprendo y me
explico los imponderables sufrimientos
internos de Jesús en el huerto de los
olivos...» (621).

2. Pero también momentos de gozo

Las mismas personas y obras que hicieron


sufrir a mosén Sol también le proporcionaron
momentos de gozo. En su biografía podemos ver
lo que alegraba a mosén Sol:
Hablando a los primeros colegiales: «Me han
dejado consoladísimo con sus alientos y ganas
de honrar al Colegio» (128).
«Don Manuel —transcribe una teresiana—
estaba fuera de sí de gozo con los triunfos de
don Enrique» (128).
«Tan intensos afectos de gozo interior
producía a don Manuel el dar, que decía abrigar
el temor de que acaso perdiera mérito delante
de Dios su limosna, por la satisfacción que
experimentaba al notar la alegría con que era
recibida por el pobre» (846).
- Calumnian a don Manuel: busca una
canonjía en Roma. Su respuesta: «Se rió
largamente, porque le hizo mucha gracia
la extraña ocurrencia» (367).

Como muestra de su respuesta ante el


fracaso, recogemos un fragmento de una carta
que escribe desde Roma: «Abandono de las
criaturas, celos, desprecios... Hemos perdido
Condotti (¡gracias a Dios!). Nos despacharán de
Montserrat (¡así sea!)... A nosotros nos hace
reír todo esto, y si no fuera por mis pecados,
aún me reiría más» (387).

3. Alegría y humor constantes

El gozo era una vivencia ocasional en don


Manuel pero la alegría era una actitud
permanente. Estamos alegres cuando nuestro yo
entra en posesión con estímulos favorables,
posee una sensación de bienestar porque algo le
satisface. ¿Un santo del buen humor, don
Manuel?
«Nunca le abandonaba el buen humor» (845, Sanz
y Forés).
«Y siempre con aquella sonrisa en los
labios, más apacible que el arco iris» (807,
Ramón Vergés).
- También son expresión del buen humor
de don Manuel: los «motes» que ponía a
los operarios: «grave» a don Elías,
«abuelo» a don Francisco Osuna,
«tunante» a don Benjamín; a unas
religiosas, lloronas, palomitas...
- En sus bodas de plata sacerdotales:
«¿No te da vergüenza? Yo viejo
achacoso, y con tantos años mal pasados
y ¡me parece que era ayer! ¡Ay! ¡qué es
la vida! ¡todo se pasa! Aplica la
comunión por ti y por mí. Va un queso
rancio, no tengo más» (272).
Algunos textos revelan el secreto de su
alegría:
— «Con cinco minutos de pensamiento
en la eternidad y una visita a Jesús
sacramentado desaparecerá toda aspereza
de corazón» [1].
- «Tristeza es el mal más grave para el
alma después del pecado» [2].
- «Si después de haber cumplido con
celo nuestro ministerio... fuéramos a
morir a un hospital, ¡oh que señal de
predestinación!» (852).
- «Por la carta de Roma verá la
marejada y contradicciones y consuelos.
Son tribulaciones que no me afectan. Al
contrario, las miro como bendiciones de
Dios» (415).

4. Entre el temor, el optimismo y la audacia

Incompleta sería la afectividad de mosén Sol


si le faltaran gestos de abatimiento, de
impotencia, de temor y espanto, de inseguridad
ante lo desfavorable. He aquí algunos textos
más significativos:
- «Agitados nuestros corazones por el
temor y la esperanza, en busca de la
adquisición de un local» (418).
- «No estoy desesperado, pero sí
desesperanzado, y esta desesperanza
ocasionará el desespero de continuar
aquí» (343).

Pero podía más el optimismo. Unos cuantos


retazos de su vida colocan a don Manuel en la
categoría de los siempre optimistas, siempre
audaces:
- Cuando su obispo esperaba menos del
Colegio, él responde que sí lo
esperaba. Le preguntan por el número de
colegiales murcianos. Don Manuel no
peca por defecto: en pocos años, unos
300 (267).
- ¿Será el primer Colegio de Roma el
Español? «Antes de tres o cuatro años
confiamos que sea el primer Colegio
extranjero de Roma» (341).
Y da muestras de un corazón grande ante
desfallecimientos:
- «No faltan a ustedes penas, y a
nosotros nos sobran, y a mí me rebosan.
Así, corazón grande, y hacer
tranquilamente las resoluciones que
convengan ante Jesús, y vengan penas»
(624).
- A un operario «desfallecido», le
escribe: «Recibí la tuya. Más me ha
hecho reír que otra cosa. Vengan
tempestades. ¡Todo esto es consolador!
Si supierais lo que me llenan esas
rabotadas del diablo! El día que nos
falten creo habremos de temer» (595).

9
Corazón apasionado por dar y darse
La afectividad de don Manuel estuvo marcada
por la entrega apasionada hacia los demás. Sus
sentimientos y emociones estaban al servicio de
un corazón grande, entusiasta y radical. En la
personalidad afectiva predominó un don de sí
que no conocía límites de personas ni de
intensidad.

1. Un corazón grande

En la opinión popular, «corazón» es el


símbolo de la vida moral y afectiva. Quien
posee un buen corazón posee buenos
sentimientos, especialmente el amor. Por el
contrario, mal corazón se asigna a la persona
insensible, propensa al odio, descontrolada en
sus emociones. El corazón es la cámara de
resonancia de la afectividad. El corazón salta
de alegría, revienta de gozo, se parte de
dolor, se consume por la tristeza. No faltan
razones para afirmar que la persona de gran
corazón posee una afectividad madura. De aquí
que los que trataron a don Manuel usen estas
frases para definirle:
- «Corazón grande, sensible, generoso,
ardiente. Todo salía del corazón en
aquel hombre, criado para la patria del
amor». De «sensibilidad exquisita»
(785, dr. José Solé).
- «Amaba y se hacía amar... con calor
de humanidad. En su corazón había
espacio para todos los grandes amores»
(p. XIVs, prólogo de A. Rodríguez).
- «Corazón todo dulzura y caridad que a
nadie dejaba desairado».
- «¡Don Manuel tiene un corazón, que
cabe en él el mundo entero!».
- «Dios le dotó de un gran corazón
capaz de amar mucho a muchos, y su
misión era ir ganando corazones por el
amor» (762, cardenal E. Pía y Deniel).
- También para las cualidades
espirituales de don Manuel hay un
piropo femenino: «Jesús sí que estuvo
bien generoso con usted, le dio un
corazón que habría para cien» (334).
- «De modo tan maravilloso supo
hermanar toda su vida el más rico
corazón en ternura y bondad con
inteligencia poderosa, acompañada de
una virtud acrisolada en mil luchas y
contradicciones» [1].
- «Corazón grande: la característica
más acusada de su personalidad» [2].

2. Entrega universal

Por su capacidad de sintonizar con los


demás, mosén Sol sentía una fuerte inclinación
a considerar y tratar los intereses ajenos como
propios. El vibraba de tal manera por el
prójimo que no concebía otra manera de
realizarse sino en el dar-darse y recibir de
otro. Es común en los grandes hombres esta
capacidad ilimitada de amar, pero existen
personalidades — mosén Sol es una de ellas — ,
cuya área de entrega parece no tener límites en
personas e intensidad.
«Dios le dotó de un gran corazón capaz de
amar mucho a muchos» (762, cardenal E. Pla y
Deniel). La capacidad de dar y entregarse en
don Manuel fue universal. Es uno de sus rasgos
más típicos. No se limitaba a no excluir a
nadie de su amor teórico, sino que expresaba
manifestaciones de amor para con todos.
«Amaba tiernamente a sus hermanos y cuidaba
de ellos con abnegada solicitud» (44).
Especialmente, manifestó amor a España y a
Tortosa: «Juntamente con el amor a España vibró
siempre en el corazón de don Manuel un
entusiasta y ardentísimo amor a su patria
chica, a Tortosa» (892). «En sus fervorines,
jamás se olvidaba de hacer una vibrante y
sentidísima deprecación por España, por nuestra
patria» (869). «Nuestra ambición es... salvar a
España» (870).

3. El amor al servicio de la fe

La entrega natural impregnada de la fe se


convierte en caridad. Para probar esta donación
teologal habría que repasar todas sus
actividades apostólicas, las manifestaciones de
amor a Jesús en la eucaristía, la devoción
filial a María, etc. De aquí que a la hora de
poner un título a su vida uno de sus biógrafos
—Juan de Andrés— no dudase: «Un hombre que supo
darse».
— Por la candad de Cristo, mosén Sol
amaba a la infancia, a la juventud
laica, a los seminaristas, religiosas y
sacerdotes... Todo el mundo cabía en su
corazón: «Quisiera ir a lejanas tierras
y atraerme a los pobrecitos indios y
anunciarles que todos somos hijos... y
por ende, que negros y blancos, rojos y
amarillos, todos somos hermanos» [3].
- «Y de tal suerte debía ser este celo
(don y entrega, diríamos nosotros), que
no debíamos parar hasta decir con el
profeta: Zelus comedit me. Este deseo,
Señor, me está consumiendo el corazón y
la vida» [4].
- «Mucho ha sido mi amor a la
juventud... He tenido amor a la
juventud. La juventud es mi ideal»
(195).
- En los seminaristas fusionaba su amor
a la juventud y al sacerdocio. El amor
a un seminarista pobre —Ramón Valero—
sería la puerta para un torrente de
entrega hacia los aspirantes al
sacerdocio de España y de otras
naciones.
- «La nota característica de la
Hermandad ha de ser el amor al
sacerdocio en lo espiritual y temporal»
[5].

La dinámica de su amor: «Dar, y recibir para


dar, así gozaba». Así resume J. Mª Javierre la
amabilidad en Reportaje a mosén Sol [6].
Algunos textos confirman a don Manuel como un
corazón apasionado por dar y darse:
- Se quejan de que un pobre venía
muchas veces al Colegio. Don Manuel
responde: «Debemos practicar la caridad
cuantas veces sea conveniente; y, una
vez convencidos de la necesidad,
socorrerla, aunque para ello nos veamos
en el trance de vender hasta la camisa»
(329).
- «Una viejecita le puso a mosén Sol el
mejor epitafio, al besar la mano del
cadáver en la capilla ardiente: 'El
siempre me daba'» (329).
- «La dulzura de carácter de don
Manuel, su constante amabilidad, su
incansable afán de derramar el bien en
torno de sí, fue causa de que se le
rindiesen los corazones de cuantos
tuvieron la dicha de tratarle» (806).

10
Entusiasta y radical
Junto a la grandeza de corazón, podemos
calificar la personalidad de don Manuel como
entusiasta y radical.

1. El entusiasmo

En el beato mosén Sol se daban cita, como en


las grandes personalidades, unos criterios
profundos y unas pasiones muy arraigadas, pero
controladas, que daban origen a respuestas de
entusiasmo. ¿Qué manifestaciones presenta la
personalidad entusiasta? Toda la vida está
impregnada de amor, dinamismo exuberante, gozo
que se comunica, ímpetu ante las dificultades,
radicalidad a la hora de llegar hasta las
últimas consecuencias, decisión firme y
constancia en los proyectos y gran dosis para
comunicar a otros sus ideas. Veamos algunas
expresiones, datos y opiniones que confirman
este rasgo en la personalidad de don Manuel:
- «Voz inflamada, vehemente, estilo
tierno, fervoroso y cálido... La
peroración saturada de calor explayando
el fuego de su espíritu en afectos
encendidísimos y en frases llenas de
cordial emoción... Las ideas resultaban
sumamente emotivas» (725).

Transmitía entusiasmo en sus sermones:


«Lloré de ternura y devoción, y conmigo
lloraban casi todos los colegiales» (749,
Rafael García).
- Su oratoria «encendía los corazones y
saturaban las almas. Sus palabras caían
«como carbones encendidos sobre
nuestras almas juveniles y se abrasaban
éstas al contacto». Tenía don Manuel el
mérito de los grandes oradores:
conmover al hombre, hacerle sentir
hondo, apasionar rectamente su ánimo e
impulsarle luego por la senda del bien
y la práctica de la virtud (739, José
Matamoros).
- Se comprende que las religiosas por
su mayor emotividad quedaran impactadas
de manera especial: le contemplaban
endiosado, y hasta a la profesa se le
derrite en la mano la vela sin sentirlo
(729, 730).

2. La radicalidad

La radicalidad de una persona va unida


frecuentemente con una afectividad llena de
entusiasmo. Mosén Sol manifiesta su radicalidad
llena de entusiasmo de joven seminarista y
mucho más en los ministerios sacerdotales:
Propósitos antes de ser ordenado sacerdote:
«...y por tanto resuelvo: 1. no comer ni beber
sino por necesidad; 2. no disfrutar en vestido,
muebles, fiestas, etc. Siendo tan alta, tan
sublime, la dignidad del sacerdote, resuelvo no
rebajarla, ni en visitas inútiles, ni en paseos
públicos, ni en conversaciones
particulares...». «Procuraré en las
festividades principales quedarme sin nada»
(18).
En su consagración como misionero: «Desde
hoy renuncio a todo lo que no es de vuestro
gusto... a todas las satisfacciones peligrosas
que el mundo quiera brindarme... Dadme un
espíritu encendido, como el de san Juan
Bautista; un celo ardiente, como el de vuestro
apóstol san Pablo...» (29).
Escribía don Manuel: «No podemos comprender
la duda, la vacilación y menos la cobardía...
Cuando ha llegado el momento de la actividad...
no comprendemos la resignación de algunos
resueltos a no salir de su cómodo quietismo...»
(138).
- La radicalidad también estuvo
presente a la hora de fundar la
Hermandad: «Por haber querido responder
al llamamiento y al acento de la voz de
Jesús... La impiedad descarada quería
ahogar las fuentes de las vocaciones.
Había resonado en nuestros oídos con
fuego mayor la voz de Jesús, de tierna
compasión, que nos decía: ignem veni
mittere in terram... y sin embargo la
veo fría: fría... estéril, por tanta
falta de operarios, ¡y abandonados mis
intereses por sacerdotes tan poco
dignos!» (273).
- En la última etapa de su vida: «Ya
soy anciano, y poco puedo, pero ganas
de hacer sí que tengo, y no quisiera
morirme, sino vivir y revolucionar el
mundo» (725).

3. Manifestaciones en el área de la fe

El entusiasmo y radicalidad de don Manuel


alcanzaron la mayor intensidad cuando se
relacionaban con el amor a Dios. Fueron los
intereses que más le afectaron. Como muestra,
algunos textos:
- «¡Ver tantos millones de almas! ¡ver
la Iglesia combatida! ¡ver los jóvenes
en peligro! y ¿no llorar, y no orar, y
no trabajar? Qui non zelat, non amat»
(724).

«Si supiera que la voluntad del Señor fuese


que me enterrasen vivo, en la sepultura me
echaba» (777).
— Estaba tan abrasado de amor por las
almas, que en un arranque de amor le
dijo a Jesús: «Ponme, Jesús mío, en la
boca del infierno, para que no caigan
más almas en él! ¡estar por Jesús en la
boca del infierno, es estar en el
cielo!» (396).
Lo bueno, lo grande, lo noble, todo cabía en
el corazón de mosén Sol. Su entusiasmo, como su
alma, es flexible y universal. Le entusiasmaba
la catequesis y la educación de jóvenes, se
entregaba con fervor a la dirección espiritual
y cuidado de religiosas. Enfervorizaba a sus
paisanos; a los jóvenes españoles con su pluma;
con la Hermandad y el Colegio de Roma quiere
abarcarlo todo, salvar todas las almas, llegar
a todas partes... Surge la idea de los templos
de Reparación, fomentar la devoción al Ángel de
España y, aunque viejo, no cejaba en su empeño.

11
Dinamismo exuberante y universal

Si los valores afectivos están polarizados


en la sensibilidad extrovertida y generosa, los
valores del área volitiva están marcados por un
dinamismo exuberante, firme en las convicciones
y valiente ante las dificultades.

1. Dinamismo exuberante

En la caracterología de Le Senne, la
actividad, la emotividad y la primariedad-
secundariedad, son los factores decisivos para
evaluar la personalidad. Los capítulos
anteriores mostraron la gran emotividad de
mosén Sol. Ahora presentamos su actividad como
un dinamismo exuberante. Efectivamente, el
impulso a la acción, a realizar cosas y
responder prontamente a los estímulos, es otra
de las características en su personalidad.
Como seminarista, pudo decir sin jactancia:
«Os digo, en verdad, que desde tercer (año) de
filosofía no sé lo que es sobrar tiempo; no sé
lo que es no tener nada en qué ocuparse» (17).
Su vida estuvo llena de proyectos y temores:
«Poco hemos hecho, nada; pero os puedo
asegurar, et non mentior, que desde el
subdiaconado mi cabeza no ha vivido sino de
combinaciones y proyectos y temores y
sobresaltos y alegrías y penas sobre los
intereses de Dios» (724).
Su vida sacerdotal estuvo influida por este
dinamismo exuberante. Así lo explicaba el mismo
don Manuel a los ordenandos de Tortosa: «Cuando
se piensa en la actividad que absorbe a un
comerciante, a un bolsista... Ni los placeres,
ni los convites les llenan... Y que el
sacerdote no viva en esta agitación de celo en
su campo... repito que no se concibe» (724).
Don Manuel, presionado por la gloria divina,
sentía la necesidad de la acción: «¿Cuándo dirá
usted a Jesús que me dé cuarenta y ocho horas
al día y gente para que podamos ir por esas
parroquias y animar las almas?» (744). «Pidan a
Jesús —escribe a don Benjamín Miñana— que me dé
cuarenta y ocho horas cada día y me quite la
necesidad de dormir» (745).
Su martirio, la inactividad: «Recuerdo —dice
don José Cambra— haber oído a don Manuel que el
tiempo que más le dolía era el que había de
emplear en afeitarse y comer: ¡Miserias,
xiquet, miserias!» (745). Afirmaba su
secretario de los últimos años, don Juan
Estruel: «Dado su carácter, le es un martirio
el tener que estar sin hacer nada» (542).

2. Servía para todo

La actividad de una persona se concentra en


unas cuantas tareas. La amplitud del campo de
operaciones es un factor para medir la madurez
personal. Mosén Sol era de las personas que
todo lo abarcaba, nada excluía. El sabe de
obras y proyectos, organizar fiestas, ensayos,
etc.
«Estoy tan metido entre piedra, cal, arena,
pozos, que no suelo hacer otra cosa» (163).
- «En cuanto al plano —de uno de los
colegios—, lo he de hacer yo únicamente
y no ningún arquitecto; que yo sé más
que ellos. El plano del gran Colegio de
Murcia lo ideé yo» (269).

«Don Manuel corrió al cuidado de trámites


legales, negociaciones entre el obispo de
Barcelona y el de Tortosa, dirección de obras,
remedio para los apuros económicos...» (185,
fundación del convento de Vinaroz).
«He tenido que quedarme a ser despensero y
enfermero. Fortuna que lo hago muy bien» (324).
Efectivamente, don Manuel servía para todo.
El ensayaba a los colegiales las veladitas. Y
no tenía inconveniente en transportar una cama
en la fundación del Colegio de Orihuela, o
darle a los fuelles, como sucedió en la
peregrinación de los luises a Roma. Fue
párroco, brilló como orador, era único en
asuntos de fundación de conventos, impulsó toda
clase de obras sociales, manejó con garbo la
pluma en periódicos y revistas por él fundadas,
trató con todas las esferas sociales. La lucha
interna no faltó y su actividad fue variada
hasta que no encontró en la Hermandad la idea
polarizante: «Fue su vida un batallar constante
y, con la ayuda de la gracia divina, un
continuo triunfo sobre las rebeldías de sus
pasiones, los movimientos de su corazón...»
(601).
Una fe ambiciosa le empujaba a toda
actividad y ningún apostolado escapaba a su
dinamismo:
— «Naturalmente ambicioso en sus
empresas de celo, pretendía don
Manuel abrazarlas todas y en grande
escala... A impulsos del vehemente afán
de no dejar ninguno desatendido, surgió
en su espíritu
la idea de la Hermandad» (234)
— «En el fondo de nuestra alma
despertaban mayores aspiraciones, y una
ambición santa parecía querernos lanzar
al mismo tiempo a todos los campos...»
(23).
— «Quisiéramos misionar, ir a
Filipinas, cuidar parroquias, llevar
religiosas y religiosos a los
conventos, dar ejercicios, asistir a
los enfermos, promover los intereses
materiales y morales de los obreros y
patronos, atender a las juventudes,
confederarlas, atraer a los seglares...
Seremos como los ángeles continuos del
sacerdocio formado por nosotros en
santo espíritu en todas las
diócesis...» (477).

Con humildad y sinceridad, don Manuel


consideraba a la Hermandad «tal vez la más
trascendental de todas las obras realizadas de
algunos
años a esta parte para la reformación del
clero, y por lo mismo, de
mayor gloria de Dios en nuestra España» (415),
puesto que pretende
«la formación del clero (que) es lo que
podríamos decir la llave de la
cosecha en todos los campos de la gloria de
Dios» [1].

12
Firme y muy valiente

El dinamismo exuberante tiene dos pruebas de


fuego para la persona: ¿es firme en las
decisiones? ¿reacciona con valor ante las
dificultades? La personalidad madura es
emotiva, activa y perseverante. El inmaduro se
manifiesta inconstante en sus propósitos y con
miedo ante el peligro. Mosén Sol sale airoso de
la doble prueba. Su carácter firme, muy
decidido, es captado en estas afirmaciones:
- «Don Manuel, por convicción y por
temperamento, cuando así lo demandaba
el mayor bien de sus dirigidas,
mostrábase enérgico y resuelto» (101).
- «No me he engañado nunca en mujer de
juicio y de cabeza hasta el presente; y
ninguna me ha dominado, por más
indomable que sea su carácter» (103).
- «Mi corazón no se cambia, aun en las
amarguras y resentimientos» (103).
- En las correcciones «no fue don
Manuel parco, siempre que lo creyó
conveniente, en reprender con claridad
y energía, llena de santa sinceridad y
pureza de intención, a sus dirigidos»
(498).
- «Me apena —escribe a un operario— que
habiéndole dado Dios buen juicio y
condiciones para ser un buen operario
respire siempre, por los poros de su
temperamento bilioso y carácter poco
humilde, ciertos resabios y
desconfianzas» (500).
- «Respecto a las pláticas, debo
advertirle que debe usted prepararse
cuanto pueda, pues son deficientes de
doctrina y de meollo» (501).
- En sus convicciones fue firme: «Eso
del cardenal Rampolla sobre su
resolución por la Gregoriana, me place,
pues estábamos resueltos a no transigir
sin expreso mandato del Papa...» (415).

La madurez afectiva y volitiva tienen su


convergencia en la actitud fuerte para llevar
adelante las decisiones, en el carácter
valiente ante las dificultades. Nos encontramos
ante uno de los rasgos que definen a don Manuel
y que más impresionaron a los que le trataron:
- Comentaba monseñor Vico que siguió de
cerca la fundación del Colegio Español:
«Pertenece usted a una raza de hombres
que difícilmente se acobardan delante
de las dificultades» (332).
- Escribió un obispo que le trató de
cerca, monseñor Rocamora: «Jamás se
arredró ante los grandes y numerosos
obstáculos que tuvo que vencer».
- Parecido es el testimonio de P.
Murall: «No se dejó intimidar nunca por
respetos humanos. Constante en la
virtud hasta la muerte.
- En el prólogo varias veces citado, A.
Rodríguez deja constancia de que «jamás
se arredraba ante ningún género de
dificultades. Actividad perseverante y
tenaz».
- Y en el mismo tono se expresa el
operario J. B. Calatayud: «Su voluntad
no conoció las indecisiones,
debilidades y flaquezas».
- Igualmente, el canónigo R. Chillida
dice de él: «Santa energía y tenacidad,
no cejaba ante ninguna dificultad» [1].

Para confirmar estas opiniones sobre don


Manuel recordemos algunas respuestas de
especial valor en su vida:
- Una vez encañonan a mosén Sol con un
revólver. El no se inmuta: «con toda
serenidad y calma, le dijo: «Ya puede
usted disparar, si quiere» (62).
- Y cuando se propagó el cólera en
Tortosa y muchos huyen, don Manuel pide
permiso a su prelado para vivir junto a
sus religiosas» (81).
- Cuando estalló la revolución de 1868,
ante los lamentos y la apatía
generalizada, mosén Sol continúa
formando a la juventud, enardece los
ánimos desde las revistas porque él
decía: «No podemos comprender la duda,
la vacilación y menos la cobardía»
(138).
- El problema de las vocaciones en
España era pavoroso. Lejos de
lamentarse mosén Sol pone su grano de
arena con los Colegios y la fundación
de la Hermandad.
- El Colegio Español puso a prueba de
manera especial el valor del apóstol de
las vocaciones: «Parecía que el
infierno se había conjurado para
lacerar nuestro corazón... las oleadas
de agitación acabaron en un abandono
completo de los poderes de la tierra...
A pesar de ello, seguimos nuestro
camino!» [2].

Además de la fortaleza de su temperamento,


don Manuel tenía «un secreto» para su firmeza y
valor: la fe que le unía a Dios. «Por la carta
de Roma verá la marejada de contradicciones y
consuelos. Son tribulaciones que no me afectan.
Al contrario, las miro como bendiciones de
Dios» (415).

13
Responsable y dueño de sí

Si hubiera que reducir la personalidad a


tres ejes, propondría los siguientes: la
capacidad de amar, el dinamismo constante y la
libertad responsable. Hasta ahora hemos
examinado los dos primeros ejes en la
personalidad de don Manuel. ¿Qué decir de su
madurez ética expresada en el ejercicio
coherente de su libertad? Esta dimensión
axiológica es la más cercana al ascetismo
cristiano y la que encierra unos valores
humanos universales.

1. Responsable

Al hablar de responsabilidad y dominio de sí


mismo nos encontramos con una persona que
acepta unos valores y se compromete ante los
demás y ante sí mismo. En nombre de la opción
fundamental la persona libremente responsable
impone la coherencia a todas las esferas y
relaciones de la personalidad. ¿Cuál fue la
respuesta de mosén Sol? Al encontrarnos ante el
«beato» mosén Sol habría que enumerar muchas de
las opiniones sobre la «santidad» de su vida.
Como no es objetivo de nuestro trabajo, nos
quedamos con dos de ellas:
- Trabajador infatigable. «Temperamento
equilibrado, bondadoso, trabajador,
infatigable, podemos decir que don
Manuel cultivó todas las virtudes por
modo extraordinario» (Carta
postulatoria).
- Nada que reprocharle. Es lo que viene
a decir una de las personas más
cercanas a don Manuel, Juan Bautista
Calatayud: «Aseguro que podría jurar en
la presencia de Dios no haber observado
jamás en mosén Sol nada desedificante,
y sí mucho que alabar» (791).

2. Dueño de sus emociones

El mundo de las emociones no escapa a la


responsabilidad. El amor, el temor, la ira, el
gozo... pueden motivar respuestas coherentes o
incoherentes respecto al proyecto de vida. El
mundo de las emociones ¿fue una fuente de
responsabilidad o irresponsabilidad en don
Manuel? ¿gozó mosén Sol de una afectividad sin
problemas? ¿fue un carácter sereno y pacífico
por naturaleza?
- Don Manuel supo dominar los impulsos
de un carácter fuerte como nos dice su
primer biógrafo, don Antonio Torres:
«Uno de los más ordinarios ejercicios
de mortificación de don Manuel era el
de refrenar la natural vehemencia de su
carácter, propenso a impacientarse e
irritarse» (625).
- Por supuesto que dominaba la rebeldía
de las pasiones. «Fue su vida un
batallar constante, y con la ayuda de
la gracia divina un continuo triunfo
sobre las rebeldías de sus pasiones,
los movimientos de su corazón, las
vehemencias de su carácter impetuoso y
fácilmente irritable» (601).
- Y hasta la legitima curiosidad
controlaba don Manuel: «Mi muy
apreciable y buena madre Escolástica:
He recibido hoy la suya. He tenido la
carta en mis manos las tres horas que
ha durado la operación, haciendo al
Señor el sacrificio de no leerla.
¡Tenía tantas ganas de abrirla!» (626).

3. ¿Siempre dominó sus emociones?

En el capítulo de los defectos transcribimos


algunas frases y gestos donde aparece el
carácter «fuerte» de don Manuel. ¿Cómo
coordinar el espíritu paternal, humor
constante, bondad sin límites, con ese
«carácter impetuoso, fácilmente irritable»? En
mosén Sol como en san Francisco de Sales
triunfó la gracia y la educación sobre los
defectos del carácter «fuerte», propenso a la
agresividad. Una personalidad entusiasta,
fogosa, con un criterio bien definido, tajante,
tendrá que dominarse mucho para no explotar con
frecuencia ante las deficiencias ajenas. Consta
que mosén Sol era de un criterio que no estaba
dispuesto a tolerar medias tintas. Algunas
frases aparecen desconcertantes:
- «Si la Hermandad no había de cumplir
con su fin, que desaparezca y venga
otro instituto más fiel!» (776).
- «Si habían de salir de nuestros
planteles como salían antes, que Jesús
envíe rayos y abrase todos nuestros
Colegios» (585).
- «Nadie hay tan desgraciado como un
sacerdote que no sea santo. Más le
valdría no haber llegado al sacerdocio»
(584). «No entréis para sólo seguir la
carrera. Más vale ser carbonero» (585).

Se dan caracteres fuertes inaguantables. La


menor ofensa basta para desencadenar la
tormenta. Don Manuel supo dominar su carácter
fuerte en situaciones un tanto difíciles:
Le vierten aceite y estropean el manteo en
un jueves santo. No se altera. Otro día es la
sopera hirviendo en la sotana. Sólo una leve
queja: «¡Ay xiquet, xiquet!» (625).
- «Uno de los más ordinarios ejercicios
de mortificación de don Manuel, era el
de refrenar la natural vehemencia de su
carácter, propenso a impacientarse e
irritarse» (625).

Con espontaneidad expresa mosén Sol sus


movimientos «primarios», los primeros
sentimientos propios de un carácter «fuerte».
Así sobre la fundación de Roma, que puso a
prueba su paciencia y autocontrol, escribía:
«Si tuviera que dejarme llevar de los ímpetus
de mi corazón, hoy mismo marchaba a Roma, daba
un puntapié al edificio de Condotti, y me ponía
en un albergue con los colegiales» (355). «A
seguir mis deseos, hubiera dado por establecido
el Colegio, yéndome yo a España a sublevar a
los obispos» (350).
Los impulsos vehementes, sin embargo, pronto
eran refrenados por su amor responsable. Como
ejemplo, a propósito del Colegio de Valencia
escribe: «Hubo momentos que estaba a punto de
ser infiel a la gracia, queriéndome enfadar y
vengarme; pero al fin... miré a Jesús y me
avergoncé de mi falta de fe y de constancia»
(621). «Las grandes tribulaciones y
persecuciones contra la Obra en Roma, Valencia,
Murcia, etc. etc., no han llegado a perturbar
mi ánimo, ni menos me han inquietado el
espíritu con aversión ninguna a las personas»
(626).
Ante el dolor, era mayor su control. La
serenidad ante el dentista en una extracción
muy dolorosa. Tal fue la admiración del
odontólogo que colgó el sillón en el techo para
edificación y recuerdo (619). Por austeridad no
usaba mosquitera. Le bastaban las pastillas
Zampironi. Una noche, don Juan Estruel las puso
en sitio distinto del acostumbrado: «No acertó
a encontrarlas, y a pesar de que sabía que no
le era posible conciliar el sueño por lo mucho
que le desazonaban los mosquitos, prefirió
pasar mala noche antes que despertarme» (618).

4. Control sobre el «ego» (humildad)

Estamos ante el área más difícil del amor


auténtico a sí mismo y uno de los cometidos de
la libertad responsable. Antonio Torres dedica
un capítulo de su biografía a la humildad en
don Manuel (603-615). A lo largo de su vida,
mosén Sol supo abrazar toda verdad, aun la
molesta, mantenerse sereno ante las ofensas,
permanecer tranquilo en los fracasos y
humillaciones y no resistir ante lo imposible.
Resumo algunos textos seleccionados:
— Don Manuel rehusaba todo lo que
pudiera parecer derecho de
superioridad, obligación de servirle.
Jamás tocaba la campanilla para que
acudiera el fámulo: arreglaba él su
habitación y vertía las aguas (603).

Cuando hablaban de él en su presencia cortaba


la conversación y ponía rostro severo. Al ver
un cuadro suyo dijo: Este no soy yo. Y con una
excusa lo quitó (604). Cuando ponderaban sus
empresas decía que nada había hecho sino
trastornar los planes de la providencia (605).
«Y, aun a riesgo de que no se me crea, quisiera
eludir la dirección de la Obra, ser sustituido
por los que con el tiempo, y estoy con-
vencidísimo, lo harán mejor que yo» (612).
Le sorprendieron diciendo con las manos
cruzadas e inclinada la cabeza: «No, no me
espantan mis pecados, sino el peso de los
beneficios de Dios» (608).
A sus pecados atribuía los reveses en las
empresas, contradicciones y desgracias: «Mis
pecados me impiden que Jesús me acabe de enviar
los operarios que necesito» (611).

14
Coherente con un proyecto

La personalidad requiere ante todo la


plenitud armónica, integrada y organizada, de
facultades y valores en orden a conseguir una
opción fundamental. El hombre con personalidad
logra integrar los valores de temperamento y
carácter de manera independiente en su pensar,
sentir y querer. En este contexto de plenitud
integrada, surgen los valores y virtudes de la
personalidad en las diversas áreas:
intelectual, impulsiva, afectiva, volitiva,
ética y social.
Los capítulos anteriores han expuesto cómo
las diversas esferas de la personalidad de don
Manuel estuvieron al servicio de su proyecto de
vida. ¿Cómo vivió mosén Sol la coherencia en
las tendencias relacionadas con el comer, el
sexo y el placer?

1. En la comida, bebida y descanso

Don Manuel era una persona «normal». En


efecto, como cualquier persona, comía y bebía.
Recoge J. M.ª Javierre la «tentación del agua»:
«Agua, en verano me apasiona» [1]. El beato
mosén Sol cuenta cómo era su vida en alguna
temporada en Roma: «Como le dije en mi
anterior, nos damos buena vida: pasear, rezar y
comer; aunque en esto de comer, nos hemos de
contentar con la fritata de huevo todos los
viernes y sábados. En cambio tenemos muy buena
agua, abundante y fresca» (330).
«Cuando se hallaba en Tortosa tomaba parte
en la recreación y luego dormía todos los días
una breve siesta» (764).
Los veranos, en especial sus últimos años,
debido al calor se alborotaban los nervios y se
imponían las vacaciones en Benicásim. Allí
echaba sus partidas al dominó, invitaba a
horchata, se daba sus buenos baños.
Aunque por naturaleza tendía a comer y
beber, mosén Sol manifestó desde seminarista su
responsabilidad coherente con la ascética
cristiana:
- Obsequios a María, mayo de 1854:
«Dejarse un plato o parte de él» (14).
- Ejercicios de preparación para el
sacerdocio: «Por tanto resuelvo: no
comer ni beber sino por necesidad.
Privarme de toda bebida que no sea
necesaria» (17-18).
- Propósitos de los ejercicios de sus
últimos años: «Ayuno, dos días cada
semana. Comida: privarse de todo lo muy
grato y tomar de todo con parsimonia.
Tampoco tengo afecto permanente a
comida, bebida, fuera de las
inmortificaciones o infidelidades,
v.gr., agua en verano que tengo pasión»
(616).
- «Basura que me sirviesen tomaría»
(617).
- «Al reconvenirle sus hermanos porque
no dormía, contestábales que las horas
del sueño eran las que más le dolían»
(45). «Siempre era escaso el tiempo que
dedicaba al sueño. Y en los últimos
años de su vida, andaba con escrúpulos
de que fuese excesivo» (617).

Exigente consigo mismo pero muy humano con


los demás. Aconsejaba a don Benjamín:
«Fiebrecillas de usted. No me hacen gracia. Más
que calor y cansancio, es miseria... Si
conviene, váyase un par de días a Albano u otra
parte a respirar aires más puros y a comer
quesos y salchichón: que el caldo de ternera no
es bastante» (809).

2. Castidad y austeridad

Mosén Sol poseía un carácter ardiente y


mantuvo contacto con un sinfín de mujeres. ¿No
tuvo tentaciones? ¿alguna crítica? ¿qué sentía
él mismo?
- Propósitos de ejercicios: «Pureza,
apartar amabilidades, miradas, afectos
tiernos, palabras cariñosas, tener
prontitud en rehuir el afecto de las
personas de uno u otro sexo. Para
arrancar el afecto sensible... sobre
todo de diferente sexo, no desear la
compañía de amigos, ni sentir su
separación. Puesto que no sólo he de
evitar el pecado, sino la ocasión de
él, insistiré fortiter et constanter en
vigilar sobre la vista y afectos
humanos de personas» (627). Y
manifiesta la clave: «Romper para
siempre y en todas ocasiones, como
tributo a Jesús, todo afecto sensible a
personas de diferente sexo» (627).
- «¡Débiles somos: pero, Jesús mío, he
oído tu voz! ¡no he sentido amores
profanos!» (627). «Solo el imaginar
posibilidades me remuerde» (626).
- Y el mismo don Manuel cuenta una
anécdota: «Dos distinguidas y elegantes
cortesanas me siguieron cuando yo me
retiraba a casa. ¡Pobres y desdichadas
criaturas! Mucho las he encomendado a
Jesús. Y, gracias a Jesús, que estuve
tan soso, pues ¡llevaba un malhumor yo
al venir del padre Martín!» (629).

Comenta J. Mª Javierre sobre las tentaciones


en esta materia: «Fue tan 'mirado', decían en
Tortosa, tan cuidadoso, que nunca murmuraron
sobre tal tema contra él. Nunca, ni una
palabra: y trató mujeres a miles. Al abogado
del diablo le costaba convencerse» [2]. Resume
don Antonio Torres: «¡Qué vigilancia tan
constante ejerció sobre sí mismo y qué
precauciones tomaba para evitar el más mínimo
contagio! Llevaba de continuo recogida la
mirada y regulaba con la más exquisita modestia
los movimientos todos y las actitudes de su
cuerpo. Fue particularmente remirado, precavido
y escrupuloso en sus relaciones con mujeres»
(626).
La libertad responsable también afronta el
dominio sobre el impulso de conservación física
para no caer en la pereza o en la comodidad que
rompe con los valores del evangelio. Aquí la
libertad responsable adopta el nombre de
austeridad y pobreza. Son virtudes que entran
plenamente en el área ascética. Para completar
el cuadro, valgan algunos textos más
significativos:
- Estos propósitos son de don Manuel:
«Conozco que para mantener el espíritu
eclesiástico, esto es, la modestia, es
necesario estar desprendido de todo, no
tener apego a muebles y vestidos; (por
lo tanto) procuraré, con anuencia de mi
director, en las festividades
principales quedarme sin nada» (18).
- Esta presentación de don Manuel es de
su primer biógrafo, don Antonio Torres:
«Rico por su casa y patrimonio, vivió
siempre despegado de todo afán de
poseer y rehuyó toda suerte de regalos
y comodidades para su persona. Dio
cuanto poseía. Se satisfizo con tener
pobre mesa y cama. En su trabajo,
habitación, en los muebles y utensilios
de ella, en sus costumbres y trato
personal, resplandecía una sencillez y
modestia franciscana» (864).

Sobre el dominio de sí mismo don Manuel


reflexionaba y hacía propósitos continuamente
en los ejercicios de seminarista:
- «Por los claustros no esforzar la
voz. En los actos de comunidad ni fuera
de ellos, no hacer gestos, ni proferir
palabras inoportunas, sino guardar una
gravedad completa en todas las cosas.
No levantar la vista, ni hablar sin
necesidad. Tener presente siempre el
age quod agís (17, ejercicios para el
diaconado).
- «Ser puntual en la oración.
Recogimiento de los sentidos.
Mortificación de la vista. Estar
algunos ratos sin recostarme en la
silla» (20, obsequios a María).
- «Callar en todo enfado. Hablar
despacio y con mansedumbre. Sufrir
desatenciones. Paciencia con monjas,
devotas» (620, propósitos de
ejercicios).

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