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Marcuse
Capitulo III
La pregunta central del capítulo es por la posibilidad que tiene el arte de plantear su
“diferencia cualitativa”. La pregunta se hunde en lo más profundo del debate por el arte
revolucionario o su carácter político. ¿Cómo el arte puede ser político sin perderse en ese
elemento político, sin dejar de ser arte? Lo que se pone en juego es la cuestión de su
autonomía, es decir de su cualidad específica.
Sin embargo, existe una autonomía abstracta e ilusoria que consiste en suponer que el fin
del arte se encuentra en la relación con su propia forma, y por lo tanto más allá de todo
contenido. Esta separación entre forma y contenido (político, por ejemplo) no es sino una
autonomía ilusoria y abstracta. La realidad del arte, en cambio, depende de su esencial
capacidad de transformar lo que es (la sociedad, es decir los modos establecidos de
sentido), y esa transformación es ya una modulación formal de un contenido y de una
nueva percepción.
“En este sentido el arte participa inevitablemente de lo que es y sólo como fragmento de
lo existente se pronuncia contra lo que es. Esta contradicción se conserva y se resuelve
(aufgehoben) en la forma estética que ofrece al contenido y la experiencia familiares el
poder de enajenación -que conduce a la creación de una nueva consciencia”