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UNA REIVINDICACIÓN DE LA TEOLOGÍA

Leopoldo Cervantes-Ortiz
Julio-agosto de 2006

N unca como ahora resulta tan necesaria una introducción a la teología como ¿Para qué sirve
la teología?, de Alberto F. Roldán, porque en muchas iglesias latinoamericanas,
desgraciadamente, sigue instalado el anti-intelectualismo que supone que estudiar seriamente la
teología implica atribuir a la razón una superioridad innecesaria. Como si pensar la fe (o los
contenidos de la misma) fuera una labor cuyos resultados atentan de antemano contra la
espiritualidad o el crecimiento cristianos. Sorprendentemente, en un contexto europeo, adonde se
supone habría menos rechazo a la teología, pensadores tan connotados como Karl Barth y Oscar
Cullmann enfrentaron la misma oposición al “estudio creyente” de esta disciplina. De modo que la
pertinencia del trabajo de Roldán resulta indiscutible en un ámbito eclesiástico tan precario en
cuanto a textos de iniciación para estudiantes y cualquier persona preocupada por profundizar en
los misterios de la fe cristiana. Las palabras del autor son elocuentes: “La perspectiva con que
personalmente encaro la tarea de ‘teologizar’ implica, en su esencia, una actitud abierta a la
reflexión, a la evaluación y a la revisión de los postulados. La teología, como pensamiento situado,
significa una tarea siempre inacabada y abierta al futuro”. En la introducción, José Míguez Bonino
destaca la creativa respuesta que Roldán ofrece a la pregunta del título de la obra y advierte sobre
la necesidad de que las nuevas generaciones de estudiosos evangélicos tengan acceso a libros
como éste.
Estamos, pues, ante un libro analítico, disfrutable y dialogante, que ofrece iluminadoras
relaciones entre la teología y la misión-evangelización y otras áreas (pastoral, ética, apologética) y
disciplinas, al mismo tiempo que traza puentes con la existencia real de la iglesia. Roldán practica el
necesario e improrrogable diálogo con la preocupación evangelizadora. En ese contexto, una cita de
Spurgeon es especialmente efectiva: “Sed bien instruidos en teología, y no hagáis caso del
desprecio de los que se burlan de ella porque la ignoran. Muchos predicadores no son teólogos y de
ello proceden los errores que cometen. En nada puede perjudicar al más dinámico evangelista el
ser también un teólogo sano, y a menudo puede ser el medio que le salve de cometer enormes
disparates”.
El autor sigue fielmente las lecciones de quienes no encuentran oposición entre teoría y
práctica; su enfoque no olvida el diálogo cultural al ocuparse de la posmodernidad como problema-
desafío inexcusable para el cristianismo contemporáneo. Continúa así, consecuentemente, la
tradición protestante de atender apasionadamente los debates planteados a la teología por el
pensamiento de todas las épocas.
El rigor metodológico no le resta intensidad a la discusión de los temas y se agradece
muchísimo como cuando, en un par de capítulos, expone el desarrollo de la autoridad teológica y de
la teología en América Latina. Partiendo de una comprensiva visión de la sequía de otras épocas en
este campo, reconstruye (y reconoce) los pasos que se han dado para inculturar la reflexión en el
ambiente eclesial latinoamericano, católico y protestante. No obstante, su equilibrado énfasis en el
mundo evangélico será de especial utilidad para los lectores del continente pues sintetiza con
precisión los avatares de la reflexión teológica en sus vertientes ligadas al movimiento Iglesia y
Sociedad en América Latina (ISAL) y a la Fraternidad Teológica Latinoamericana.
Su tratamiento de la posmodernidad y de la teología de la prosperidad es un modelo de
enjundia en cuanto a la valoración de la influencia ideológica (poco percibida) de aquélla en las
iglesias neo-pentecostales. Aprovechando los análisis de estudiosos brasileños, Roldán se refiere a
los aspectos en que estas iglesias han abandonado el legado bíblico y evangélico para despeñarse
en la búsqueda del lucro. Estas tendencias las engloba en lo que denomina “mutaciones teológicas”
dominadas por los paradigmas posmodernos de la prosperidad y el éxito, entendidos como las
panaceas absolutas para el problema de la pobreza inveterada, esto es, como el cumplimiento del
sueño ancestral por superarla. Su juicio es contundente: “La teología de la prosperidad no toma con
suficiente realismo la existencia del mal y el sufrimiento en la experiencia humana”. Lleva a cabo
algo similar con el modelo que llama “simplista”, casi omnipresente en muchas iglesias y
denominaciones.
Un nuevo capítulo sobre los desafíos pluriculturales a la educación teológica, aludida
continuamente en el resto de la obra, propone algunas pautas para desarrollar y profundizar la
preparación de los nuevos pastores, donde las notas dominantes son el diálogo, la crítica y el
respeto por la diferencia. Así concluye este volumen, de lectura obligatoria para cualquier persona
preocupada por hacer presente el papel insustituible de la teología para la vida de las iglesias que
deseen ser fieles al Evangelio de Jesucristo.
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Un libro analítico, disfrutable y dialogante, que ilumina las relaciones entre la teología y la misión-
evangelización y otras áreas (pastoral, ética, apologética) y disciplinas, al mismo tiempo que traza
puentes con la existencia-práctica real de la iglesia. Además, propone y desarrolla el necesario e
improrrogable diálogo con la preocupación evangelizadora. Roldán sigue las lecciones de quienes
no encuentran oposición entre teoría y práctica. Su enfoque no olvida el diálogo cultural al ocuparse
de la posmodernidad como problema-desafío inexcusable para el cristianismo contemporáneo.
Continúa así, consecuentemente, la tradición protestante de atender apasionadamente los debates
planteados a la teología por el pensamiento de todas las épocas. Esta nueva edición incluye un
pertinente capítulo sobre la educación teológica, preocupación fundamental del autor, a la luz de lo
discutido en toda la obra.

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Este libro es una respuesta informada, valiente e incisiva a la pregunta que enuncia su título, pues
propone el ejercicio de la labor teológica a contracorriente del extendido rechazo a la teología
especulativa. El horizonte abierto de su iniciativa es el componente principal de una teología atenta
a los cambios culturales, como la posmodernidad, y sus estelas como la llamada teología de la
prosperidad y crítica de las derivaciones que desvirtúen su esencia de pensamiento estrictamente
cristiano y al servicio de la Iglesia.
Su énfasis en el adecuado diálogo con las corrientes evangelizadoras y misionológicas
permite superar el dualismo que caracteriza a amplios sectores de la educación teológica en
América Latina. De ésta última y los desafíos interculturales que se le plantean se ocupa en un
capítulo que completa esta nueva edición de la obra.

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