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El poblamiento

temprano de la
floresta húmeda
de colombia:
una síntesis
regional para
un modelo de
poblamiento
de la cabecera
noroccidental
de la cuenca
del Amazonas

Francisco Javier Aceituno Bocanegra


17

L
a principal característica del poblamiento de la cuenca del Amazonas, incluyendo la
Amazonía colombiana, es la escasez de datos referentes al poblamiento temprano; de
manera, que una buena estrategia para enfocar dicho problema es insertar el
poblamiento del Amazonas en una escala continental.
En el debate del poblamiento de América, cada día son más los datos que indican que
Suramérica estaba poblada desde al menos ~12.500 años antes del presente, si no antes
(DILLEHAY, 2000; MIOTTI et al., 2003); esto significa que el modelo Clovis ya no es suficiente para
explicar el poblamiento más antiguo del continente. Llevando esta posición al poblamiento
de la cuenca del Amazonas, no hay datos que indiquen que esta gran región de Suramérica
fuera poblada por las primeras oleadas de gente que llegaron al subcontinente; sin embargo,
no se puede rechazar dicha posibilidad. Hasta el momento, únicamente se cuenta con datos
hipotéticos, derivados de simulaciones migratorias y datos paleoecológicos, que han tratado
de demostrar, si la cuenca del Amazonas fue o no una barrera geográfica para los pobladores
pleistocénicos.
Se ha discutido mucho sobre la cobertura vegetal durante el Tardiglaciar superior; lo que
parece evidente, a raíz de los datos palinológicos es que durante la última glaciación
Suramérica tuvo un clima más frío y seco que el actual, con un descenso en la temperatura
de unos ~4° centígrados y en la precipitación entre un 40 y un 60% (VAN DER HAMMEN, 2006,
p. 21). Sobre los efectos de tales descensos, realmente no hay un consenso entre los expertos;
por una parte, Van der Hammen (2006, p. 21), gran defensor de la teoría de los refugios,
defiende la idea de que la Amazonía se fragmentó en una gran variedad de paisajes, con
una fuerte expansión de las sabanas, en detrimento de los bosques húmedos reducidos a
islas de selva húmeda. Por otra parte, Colinvaux (1997), contrario a dicha teoría, critica la
teoría de los refugios, argumentando que la floresta tropical conservó los bosques durante
el pleniglacial, aunque con una configuración floral diferente a la actual. Algunos autores,
como Meggers, defensora de la teoría de los refugios, consideró que tales cambios debieron
inhibir la colonización del Amazonas, hasta bien entrado el Holoceno (OLIVER, 2001, p. 55).
Por el contrario, Van der Hammen (2006, p. 23) cree que la vegetación semiabierta, debió
brindar amplias posibilidades para la caza, entre los grupos tempranos.
En términos generales, el debate del poblamiento de la cuenca del Amazonas, ha estado
marcado por la controversia sobre la capacidad de carga real de la floresta tropical. En los
años 50, Meggers (1954) señaló las limitaciones para la complejización social y el
crecimiento demográfico del Amazonas; algunos años después, Lathrap (1970) difundió el
concepto de cultura de selva tropical, para argumentar que las primeras sociedades del
Amazonas debieron ser comunidades agrícolas y que la existencia de sociedades forrajeras
fue el resultado de un proceso reciente de desplazamiento forzado, hacia los interfluvios
de tierra firme. En la década de los 90, como resultado de varios trabajos etnográficos
Bailey et al. (1989) plantean en un artículo seminal la ya famosa hipótesis de las calorías
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cultivadas, según la cual, dadas las limitaciones ambientales de la selva tropical, es imposible
la existencia de sociedades forrajeras puras en la floresta tropical.
Sin embargo, las ideas anteriores no soportan la evidencia de los datos etnográficos y
arqueológicos actuales de la cuenca del Amazonas (véase MORA, 2003; POLITIS, 2007; ROOSEVELT
et al. 1996). De este modo, independientemente de la exactitud cronológica del poblamiento
temprano de la cuenca del Amazonas, lo que es un hecho demostrado, es que los primeros
pobladores fueron sociedades forrajeras, rompiendo con el mito de los cazadores-
recolectores, como una clase social inferior de agricultores desplazados.
Respecto, a la capacidad de carga del Amazonas y el poblamiento temprano, en un
artículo reciente Lanata et al. (2008, p. 24-29) plantean que la cuenca del Amazonas,
junto a los Andes y al cono sur, fue una de las tres zonas principales para la dispersión
humana en Suramérica. En dicho artículo, con base en una simulación paleoecológica,
se plantea que el Amazonas pudo haber tenido una de las mayores densidades
demográficas, debido a que, dadas sus características ambientales, debió ser una source
population. Esto significa que la cuenca del Amazonas, lejos de la hipótesis de las calorías
cultivadas (BAILEY et al., 1989; BAILEY; H EADLAND , 1991), fue un potente atractor ecológico
para los pioneros grupos forrajeros, que pudieron haber llegado al subcontinente hacia
el ~13.000 a.P. Sin embargo, hasta el momento no hay fechas tan tempranas que
contrasten dicha hipótesis.

Arqueología temprana y el poblamiento


de la Amazonía colombiana

La Amazonía colombiana tiene una extensión de 406.000 km2, correspondiente al 35,56%


del territorio de Colombia y al 5,67% del total de la cuenca amazónica (CORREAL et al.
1990); sin embargo, el porcentaje que ocupa en el territorio nacional no se corresponde
con su peso en la arqueología nacional. Entre las causas del retraso arqueológico podemos
citar, como las principales: 1) el conflicto colombiano dificulta la ejecución de cualquier
proyecto de campo en esta región del país; 2) los altos costos económicos y los obstáculos
de ejecutar un proyecto en una región periférica para la administración y la estructura
académica del país; 3) la dificultad de encontrar sitios pleistocénicos debido a la
profundidad que deben estar los depósitos; 4) la ausencia de una tradición académica en
arqueología amazónica; 5) el presupuesto de algunos investigadores de concebir la floresta
tropical como una gran barrera geográfica para los primeros pobladores.
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Hasta el momento, el conocimiento de las dinámicas poblacionales tempranas se basa en los


estudios llevados a cabo en los sitios, Guayabero I, Peña Roja y en la sierra de Chiribiquete,
entre los años 80 y mediados de los 90 (Figura 1).
El abrigo rocoso Guayabero I, fue el primer sitio precerámico excavado en la Amazonía
colombiana, a finales de los años 80. Este sitio está localizado sobre la margen derecha del

Figura 1.
Sitios
Guayabero I,
Peña Roja
y en la sierra de
Chiribiquete,
entre los años 80
y mediados
de los 90.
20

río Guayabero, afluente del río Guaviare, siendo, uno de los hechos más relevantes es que
está asociado al conjunto pictográfico denominado “Monumento Guayabero” (CORREAL; PIÑEROS;
VAN DER HAMMEN, 1990), un conjunto de arte rupestre cuyas primeras investigaciones se remontan
a los años 50 (VAN DER HAMMEN, 1990). En este sitio se excavaron apenas 3 m2 y se obtuvieron
tres fechas tempranas de 7250±10 a.P, 3660±35 y 3500±80 a.P (CORREAL; PIÑEROS; VAN DER
HAMMEN, 990).

Las evidencias culturales están formadas por lascas en chert, areniscas cuarcíticas y cuarzo
(CORREAL; PIÑEROS; VAN DER HAMMEN, 1990), asociadas a las tres fechas anteriores, aunque la mayor
densidad de material se recuperó en las capas correspondientes al cuarto milenio. En el sitio
también se recuperaron fragmentos de ocre, resinas y semillas, lo que atestigua la relación
del sitio con las pinturas rupestres de la zona y el propio abrigo rocoso (CORREAL; PIÑEROS; VAN
DER HAMMEN, 1990). Sobre las estrategias de adaptación, no se conoce mayor cosa, dado que las
semillas no se determinaron y no aparecieron restos de fauna. En síntesis, lo importante de
este sitio es que constituyó el primer sitio precerámico, rompiendo la barrera cronológica de
la amazonía colombiana.
La sierra de Chiribiquete se encuentra en el interfluvio Ajajú-Apaporis, en la cuenca del río
Guaviare; junto con la Sierra de la Macarena, forma parte de los sistemas montañosos más
importantes de la Amazonía colombiana, que se caracteriza por un conjunto de mesetas
rocosas que pueden llegar a superar los 900 msnm (VAN DER HAMMEN; CASTAÑO, 2006, p. 167).
Realmente, el caso Chiribiquete se caracteriza por la riqueza en pinturas rupestres halladas
en las formaciones rocosas, hasta el punto que se conoce como la Capilla Sextina del Amazonas
(VAN DER HAMMEN, 2006, p. 26; VAN DER HAMMEN; CASTAÑO, 2006,p. 9). En el año 1992, una expedición
conjunta hispano-colombiana llegó a registrar hasta 34 abrigos rocosos con pinturas rupestres
(BAENA et al. 2004; VAN DER HAMMEN; CASTAÑO, 2006, p. 8); empero, las excavaciones fueron muy
reducidas y el material cultural se reduce a algunas lascas, fogones con abundante carbón y
restos de animales y semillas (VAN DER HAMMEN; CASTAÑO, 2006, p. 9).
Para la zona se cuenta con la nada despreciable cifra de 45 fechas de radiocarbono; sin
embargo, únicamente dos fechas están asociadas al precerámico, obtenidas ambas en el
abrigo del Arco I. La primera fecha es de 5560±70 a.P (Col.798) y está asociada a un fogón
con grandes trozos de carbón, huesos de animales (felinos y serpientes) y restos de ocre
(VAN DER HAMMEN; CASTAÑO, 2006, p. 18; VAN DER HAMMEN, 2006, p. 27); la segunda fecha es de
5320±70 a.P (Col. 841) y también procede de un fogón. El resto de las fechas o bien son
muy recientes, ya dentro de la era cristiana o demasiado antiguas, pertenecientes al
Pleniglacial Tardío (VAN DER HAMMEN, 2006, p. 26-27). Cabe destacar, en este mismo abrigo,
una fecha de 19.510±240 (Col.840), asociada a carbón y huesos de animal (CASTAÑO; VAN DER
HAMMEN, 2006, p. 19) y en el intervalo entre 19.000 y 24.000, hay restos de frutas de palma
asociados a un pequeño fragmento de roca con manchas de ocre (VAN DER HAMMEN, 2006, p.
27). Estas últimas fechas son muy tempranas, de manera que es probable que dichas capas
21

tan antiguas sean depósitos naturales con intrusiones estratigráficas. Actualmente,


Chiribiquete se encuentra en una situación de latencia, ningún equipo ha vuelto a trabajar
dada las dificultades de orden público de la zona a pesar de la importancia de este conjunto
para el poblamiento de las tierras bajas.
Nada mejor que las palabras textuales de Van der Hammen y Castaño (2006, p.167) para
valorar la importancia que podría llegar a tener Chiribiquete, si hubiera un programa de
investigación en la región; éstos autores afirman que
“Chiribiquete se caracteriza por tener elementos básicos, a partir de los cuales se fueron
dando variaciones estilísticas en otros sitios del río Guaviare, Guayabero y Apaporis. En
esencia es una profunda Tradición Cultural que trasciende el Amazonas Occidental y que, de
poderse comprobar la antigüedad de los hallazgos en sus etapas más tempranas a finales
del pleistoceno y comienzos del holoceno, podríamos estar pensando en uno de los sitios de
irradiación cultural más importantes…”

De los trabajos que se han hecho en Colombia, Peña Roja es el que cuenta con mayor
información y más publicaciones. Este sitio se encuentra en una terraza del río Caquetá
(GNECCO; MORA, 1997; MORA, 2003; MORCOTE et al., 1998); concretamente a 50 km aguas abajo del
río Aracuara (MORCOTE et al., 1998; MORA, 2003:86). Para el componente precerámico de Peña
Roja hay seis fechas: 9250 ± 140 (Beta 52.964); 9160±90 (Beta-52.963) y 9125 ± 250 a.P (GX-
17395); 8710± 110 a.P (Beta-64602); 8510± 110 a.P (Beta-64601) y 8090± 60 (UCR 3419)
(CAVELIER et al., 1995, p.:27; MORA, 2003, p. 92; PIPERNO; PEARSALL, 1998, p. 204) de manera que el
sitio estuvo ocupado entre el ~9100 y el ~8000 a.P, en un período ligeramente seco y cálido,
como lo indica el aumento del género Cecropia y el descenso abrupto de plantas acuáticas,
en una columna tomada en la isla Maríname (MORA, 2003, p. 102; OLIVER, 2001, p. 57).
El conjunto lítico está formado por artefactos unifaciales, tales como raspadores, raederas,
lascas concoidales, taladros, choppers y cuñas, hechos sobre rocas locales como chert, cuarzo
y rocas ígneas, y metamórficas. El otro componente lítico está compuesto por placas de
molienda, cantos rodados con bordes desgastados, golpeadores y yunques (CAVELIER et al.,
1995). En el conjunto lítico cabe destacar la presencia de un hacha con escotaduras en la
parte basal (OLIVER, 2001, p. 59), implementos similares a este tipo son representativos del
poblamiento temprano de la zona andina de Colombia (GNECCO; SALGADO, 1989; ACEITUNO; LOAIZA,
2007). Esta tecnología tan diversa está asociada a una economía de amplio espectro que
incluye la caza y la recolección de plantas, como lo demuestra la cantidad de macrorrestos
recuperados en este sitio (MORCOTE et al., 1998).
Peña Roja es un sitio clave para entender el poblamiento temprano por la información
paelobotánica recuperada, que consta de 26.708 restos de semillas, de las cuales 16.024 (68%)
corresponden a la familia Palmae y las 9080 (32%) restantes a frutas silvestres como Anaueria
brasiliensis, Parkia multijuga Inga spp., Passiflora quadrangularis y Caryocar spp. entre otras
22

(MORCOTE et al., 1998). En el conjunto de las palmas los géneros más abundantes son Oenocarpus,
Mauritia y Astrocaryum. Este porcentaje tan alto indica que las palmas fueron un recurso de
alta preferencia y probablemente estuvieron sometidas a algún tipo de manejo selectivo
(CAVELIER et al., 1995, p. 36-41; MORCOTE et al., 1998). Esta hipótesis cobra fuerza con el hallazgo
de fitolitos de Cucurbita y de Lagenaria siceraria plantas foráneas que indican la expansión
temprana de plantas en proceso de domesticación (PIPERNO; PEARSALL, 1998, p. 204-205).
Estos contextos son muy importantes para la arqueología amazónica, ya que se suman a la
lista de sitios tempranos de la cuenca del Amazonas y otras regiones adyacentes de tierras
bajas, como la cuenca del Orinoco (BARSE, 2003), que están demoliendo algunos mitos sobre la
Amazonía, como el difusionismo andino tardío de Meggers, la involución de los grupos
agrícolas de Lathrap o las limitaciones de las selvas húmedas para las sociedades forrajeras.

La relación tierras altas tierras bajas


en el poblamiento temprano
del Noroccidente de Suramérica

A grandes rasgos, el registro arqueológico muestra una gran variabilidad en la cultura material,
representada en diferentes tradiciones líticas, sectorizadas geográficamente y a veces
asociadas a diferentes zonas de vida (ACEITUNO; LOAIZA, 2007, p. 101). Esta disimilitud también
se evidencia en las fechas tempranas. En términos cronológicos, se puede hacer una diferencia
entre los contextos fechados antes y después del 11.000 a.P (Figura 2).
Las fechas más tempranas se encuentran en la Sabana de Bogotá, una meseta altoandina
donde se encuentran los sitios el Abra y Tibitó, cuyos componentes más antiguos datan de
12.400±160 a.P y 11.740±110 a.P respectivamente (CORREAL, 1981; 1986; CORREAL; VAN DER HAMMEN,
1977). La tecnología de estos sitios, denominada clase Abriense, es una tradición unifacial,
compuesta por artefactos tallados mediante percusión directa y, en algunos casos, llegan a
tener un borde retocado (CORREAL, 1986). Estos artefactos están asociados, en el caso del Abra,
a restos de fauna menor, principalmente venados (Mazama americana), curíes (Cavia porcellus),
guaguas (Agouti paca), borugos (Agouti taczanowskii) y armadillos (Dasypus novemcinctus)
(CORREAL, 1981); y a restos de mastodonte (Cuvieronius hyodon y Haplomastodon spp.) y caballo
(Equus spp.) en el caso de Tibitó (CORREAL, 1981). En el marco del debate del poblamiento, tanto
las fechas, a pesar de que son exiguas, como la tecnología lítica e incluso la asociación
cinegética, difiere del modelo Paleoindio Clovis, como bien lo han argumentado varios autores
(DILLEHAY, 2000; GNECCO, 1990; GNECCO; ACEITUNO, 2006), lo cual no ha evitado fuertes críticas por
parte de los más ortodoxos defensores del Paleoindio (LYNCH, 1990).
23

Figura 2.
Fechas tempranas
antes y después
del 11.000 a.P
24

Como se observa en la Tabla 1, si se exceptúan las fechas del Abra y Tibitó, el resto de las
fechas tempranas de la región andina de Colombia, se ubica entre el decimoprimero y el
décimo milenio antes del presente.
Tabla 1 Sitios tempranos localizados en la región andina de Colombia.

Sitio Región Muestra Fechas (a.P) Material Referencia


no calibradas
El Abra Sabana de Bogotá GrN-5556 12.400+160 Carbón Correal 1986
B-2134 10.720+400 Carbón Correal 1986
Tibitó Sabana de Bogotá GrN-9375 11.740+110 Hueso Correal 1981
Tequendama Sabana de Bogotá GrN-6539 10.920+260 Carbón Correal y Van der
Hammen 1977
GrN-6270 10.730+105 Carbón
GrN-6505 10.590+90 Carbón
GrN-6731 10.460+130 Carbón
GrN-7114 10.150+150 Carbón
GrN-7113 10.140+100 Carbón
GrN-6732 10.130+150 Carbón
GrN-6210 10.025+95 Carbón
GrN-6730 9.990+100 Carbón
GrN-7115 9.740+135 Carbón
Sueva Sabana de Bogotá GrN-8111 10.090+90 Carbón Correal 1979
San Juan de Bedout Magdalena medio B-40852 10.350+90 Carbón López 1991
Palestina Magdalena medio B-40855 10.400+90 Carbón López 1991
B-40854 10.230+90 Carbón López 1999
Torre 46 Magdalena medio B-70040 10.400+60 Carbón López et al. 1998
Porce 045 Porce medio B-72375 9120±90 Carbón Castillo y Aceituno 2006
El Jazmín Cauca medio Ua-24497 10.120±70 Carbón Uppsala 2005
El Jazmín Cauca medio B-95061 9020+60 Carbón Integral 1997
66PER001 Cauca medio B-121972 9730+ 100 Carbón Cano 2004
La Selva Cauca medio B-87188 9490±110 Carbón INCIVA 1995-1996
Sauzalito Río Calima B-23476 9760+100 Carbón Salgado 1988-1990
B-23476 9670+150 Carbón Salgado 1988-1990
B-23475 9600+110 Carbón Salgado 1988-1990
Jordán Río Cucuana B-116764 9760±160 Carbón Salgado 1998
(Dpto Tolima)
San Isidro Valle de Popayán B-65878 10.050+100 Carbón Gnecco 2000
B-93275 10.030+60 Carbón Gnecco 2000
B-65877 9530+ 100 Carbón Gnecco 2000
25

Con el fin de explicar la ocupación a escala macro de los bosques húmedos tropicales del
Noroccidente de Suramérica, se analiza la dispersión humana, a partir de las características
del registro arqueológico, el escenario ambiental, las fechas de radiocarbono y las estrategias
de explotación de los recursos.
El componente debitage de las diferentes culturas arqueológicas se caracteriza, por una parte,
por una tecnología unifacial de artefactos simples, que pueden agruparse dentro de la clase
Abriense, que es la más extendida en los Andes Septentrionales; por otra parte, por una
tecnología bifacial, representada por varios estilos de puntas de proyectil, entre las que se
encuentran las tipo Restrepo (pedunculadas tipo Paijaniense), halladas principalmente en el
valle medio del río Magdalena (LÓPEZ, 1999) y de forma puntual en la cuenca media del río
Porce (SANTOS, 2008), en el valle de Aburrá (ARDILA; POLITIS, 1989), en el golfo del Darién (CORREAL,
1986) y en la Sabana de Bogotá (LÓPEZ, 1995); las puntas triangulares de San Isidro (GNECCO,
2000) y la tipo cola de pescado, (variedad lago Madden) registrada en el golfo de Urabá
(CORREAL, 1981). Entre los implementos tallados con talla facial, destacan los raspadores plano-
convexos, uno de los tipos más representativos del Magdalena medio (LÓPEZ, 1999), aunque
también se han hallado en otras regiones, como la Sabana de Bogotá (LÓPEZ, 1995). Los otros
dos componentes son los modificados por uso y las hachas tallado-pulimentadas; en ambos
casos, estos implementos están estrechamente asociados a la manipulación de plantas y su
distribución es muy amplia abarcando regiones de las cordilleras Central y Occidental. Además
del elemento tipológico, en algunos casos, es evidente la dispersión de materias primas,
como es el caso del chert amarillo del Magdalena medio que llegó hasta la Sabana de Bogotá
y la Cordillera Central (LÓPEZ, 1999).
De acuerdo con el conjunto de las fechas tempranas, la dispersión humana de los Andes
Septentrionales fue un proceso que se dio entre el ~11.000 y el ~9500 a.P. En términos
ambientales este período coincide con el final del estadial el Abra, un fenómeno climático
a escala mundial conocido como Younger Dryas. Las diferencias ambientales en regiones
contiguas que actualmente soportan climas muy similares, es un indicador de las condiciones
inestables del Pleistoceno tardío. Este período de inestabilidad y grandes cambios se
caracteriza por una fuerte redistribución de la flora y la fauna, como fue la expansión de
los bosques en el Geotrópico, en detrimento de las sabanas y la extinción de la megafauna
(PIPERNO; PEARSALL, 1998, p. 105), cambios que de un modo u otro debieron afectar a la expansión
humana.
La dispersión de materias primas del valle del Magdalena hacia la Sabana de Bogotá y del
horizonte de puntas pedunculadas, la mayoría en chert amarillo, en la Cordillera Central,
Oriental y en el golfo de Urabá es una prueba, en algunos casos, de grandes desplazamientos,
asociados a la expansión territorial de grupos tempranos entre el Pleistoceno tardío y el
Holoceno temprano. Igualmente, la presencia de artefactos tipológicamente similares en
regiones muy extensas, fabricados con materias primas locales, como es el caso del cuarzo y
26

las azadas del suroccidente, corroboraría la idea anterior (ACEITUNO; LOAIZA, 2007, p.108). En
otros casos, se observan similitudes en los patrones de economía, como es el caso de los
valles del río Calima, río Porce, meseta de Popayán y los contextos de la vertiente oriental de
la Cordillera Central. La notable orientación hacia la manipulación de plantas, sugerida por
los datos paleobotánicos y la tecnología lítica, desde el poblamiento inicial debió ser un
asunto, no solamente de similitudes adaptativas, sino también de movimientos de población
y colonización de nuevos territorios, favorecida por la experiencia acumulada en el manejo
de plantas de los bosques subandinos (ACEITUNO; LOAIZA, 2007, p. 108).
Con base en la orientación económica de los primeros habitantes, las similitudes del registro
arqueológico (distribución de artefactos y materias primas) y el rango cronológico entre
~10.500 y ~9500 a.P, el modelo de poblamiento más coherente para la zona andina es el de
desplazamientos multidireccionales, a pequeña escala, por parte de grupos con economías
flexibles que poblaron simultáneamente, desde diferentes latitudes, los bosques tropicales
de tierras altas y bajas, a través de los valles intramontanos que atraviesan y conectan las
diferentes vertientes andinas, incluidas las dos grandes cuencas fluviales del río Cauca y
Magdalena, respectivamente (ACEITUNO; LOAIZA, 2007, p.109-110). Este modelo de poblamiento
es más común en grupos con economías de amplio espectro, que dependen de recursos
distribuidos más uniformemente (ANTHONY, 1990).
Una vez analizada la estructura del poblamiento temprano de las tierras altas de Colombia,
se analiza la relación con las tierras bajas de la Amazonía colombiana, a partir de los siguientes
elementos: 1) cultura material; 2) estrategias de subsistencia; 3) genética.
La cultura material representada básicamente por la tecnología lítica, se puede comparar
desde dos aproximaciones: el modelo clinal y el modelo fósil guía. El modelo clinal se basa
en la premisa que el cambio tecnológico es regular y es una función de la distancia temporal,
y geográfica recorrida desde los puntos originarios de dispersión; por el contrario, el modelo
de fósil guía compara las industrias, con base en la expansión de elementos diagnósticos que
resisten el paso del tiempo y la distancia geográfica (WAGUESPACK, 2007). El primer modelo es
mucho más flexible y real porque se basa en la flexibilidad tecnológica, como respuesta a las
condiciones particulares de uso de la tecnología. En una escala macro de comparación entre
las tierras altas y las bajas, los elementos comunes son los implementos relacionados con el
manejo de plantas, siendo el caso más claro el de Peña Roja y la tecnología unifacial, que es
la estrategia de debitage más extendida en el Noroccidente de Suramérica, tanto en las
tierras altas como en las tierras bajas. El componente unifacial ha sido muy importante para
clasificar las culturas del período Arcaico de los bosques tropicales, caracterizado por la
tecnología unifacial, el uso de materias primas locales y la presencia importante de artefactos
relacionados con la obtención y procesado de recursos vegetales (RANERE, 1980). Sin embargo,
la expansión subcontinental del componente unifacial entre los grupos tempranos es tan
amplia, que es insuficiente para establecer un escenario claro de dispersión humana o
27

transmisión de elementos culturales, sobre todo si se tiene en cuenta que las posibilidades
limitadas de la tecnología lítica, favorece los procesos de convergencia tecnológica. Es decir,
podemos hablar de un tecnocomplejo lítico unifacial que no aporta mayores elementos a la
hora de esclarecer las relaciones culturales a escala continental.
Sobre las estrategias adaptativas hay importantes elementos comunes, aunque tampoco son
suficientes para establecer relaciones directas. Como ya se ha señalado, se ha escrito mucho
sobre las limitaciones alimenticias de la selva tropical (BAILEY et al., 1989; BECKERMAN, 1975; GROSS,
1975; PIPERNO, 2007; PIPERNO; PEARSALL, 1998); sin embargo, es obvio que casos como los Nukak-
Makú (POLITIS, 2007) o los sitios más tempranos de la Amazonía, han acabado con el mito de las
limitaciones alimenticias y han ampliado al rango cronológico del poblamiento de la cuenca
del Amazonas. Actualmente, se reconoce la capacidad de los grupos forrajeros para vivir en las
florestas tropicales, sin acudir a hipótesis de desplazamientos o refugios forzados.
En un nuevo escenario teórico, los datos de diferentes sitios han llevado a probar la hipótesis
de la alteración temprana de los bosques y la manipulación selectiva de las plantas, como
una estrategia efectiva de ocupación temprana de las selvas tropicales (ACEITUNO; LOAIZA, 2007;
CASTILLO; ACEITUNO, 2006; DICKAU et al., 2007; GNECCO; ACEITUNO, 2006; GNECCO; MORA, 1997; MORA,
2003; OLIVER, 2001; PIPERNO, 2007; PIPERNO et al., 1991; PIPERNO; PEARSALL, 1998; POLITIS, 2007; RANERE,
2006; SALGADO, 1988-1990). Datos procedentes de diferentes regiones cordilleranas de Colombia,
tales como el valle medio del río Porce (ACEITUNO; CASTILLO, 2005; CASTILLO; ACEITUNO, 2006), el
Cauca medio (ACEITUNO; LOAIZA, 2007), el valle de Popayán (GNECCO, 2000; GNECCO; MORA, 1997), el
valle del río Calima (GNECCO; SALGADO, 1989; RODRÍGUEZ, 1995; SALGADO, 1995) demuestran que los
grupos tempranos perturbaron los bosques de montaña, mediante su alteración bajo la forma
de parches antrópicos, que actuaron como laboratorios de domesticación y expansión de
plantas manejadas. Esta estrategia, seguida de una domesticación incipiente, también se ha
observado en el sitio de Peña Roja (MORA, 2003; 2006, p. 136), donde se ha planteado, con
base en la distribución del carbón y las semillas, que los grupos precerámicos practicaron
quemas intencionales, como estrategia de alteración y preparación del bosque. Alrededor
del ~8000 a.P aparecen fitolitos de Cucurbita spp. Lagenaria siceraria y Calathea allouia,
indicando el uso de plantas domesticadas, introducidas desde regiones más secas (MORA, 2006,
p. 94). Un campo de interés para estudiar las relaciones entre tierras altas y bajas es la
dispersión temprana de plantas domesticadas; como es el caso de la yuca (Manihot esculenta),
que de acuerdo con los últimos datos, procede del suroeste brasileño (PIPERNO, 2006, p. 46).
Los últimos datos para comparar la zona andina y la cuenca amazónica, provienen de la genética
molecular. En un estudio reciente, basado en la distribución de haplogrupos mitocondriales en
grupos indígenas actuales (KEYEUX et al., 2002; KEYEUX; USAQUÉN, 2006, p. 52-55), se plantea una
diferenciación clara entre la zona andina y la cuenca del Amazonas, que coincide con la barrera
geográfica de la Cordillera Oriental de Colombia. Los grupos de la zona andina de Colombia se
caracterizan por una alta frecuencia del haplotipo A y muy baja del haplotipo D, mientras que
28

los amerindios de la cuenca amazónica presentan lo contrario, valores muy bajos del haplotipo
A y valores intermedios del haplotipo D. Esta diferenciación genética ha sido relacionada con
dos rutas de poblamiento diferenciadas; los grupos del noroccidente están asociados con grupos
continentales del Centroamérica, que utilizaron el istmo de Panamá y el corredor andino como
ruta de poblamiento, mientras que los grupos del suroriente, con valores similares a los grupos
antillanos, utilizarían el corredor insular antillano para su posterior dispersión hacia el sur del
continente (KEYEUX; USAQUÉN, 2006, p. 55).
Empero, estos datos no concuerdan con el registro arqueológico, ya que las fechas de
radiocarbono indican que el poblamiento de la cuenca del Amazonas fue anterior que la
macroregión antillana< de manera que la distribución actual de los haplotipos no refleja
bien el poblamiento temprano de la cuenca del Amazonas. En Suramérica se encuentran
bien representados los haplotipos A-D, los cuales para muchos investigadores, llegaron a
América en una única migración y el modelo de variación genética es consecuencia de la
diferenciación in situ y de los movimientos de población acaecidos durante el Holoceno
(SCHURR; SHERRY, 2004). De esta manera, la diferenciación actual tan marcada de los haplotipos
A y D no puede explicarse por poblaciones fundacionales diferentes, sino más bien como
efecto de procesos de flujo génico o deriva genética.
Esta diferenciación entre las tierras bajas y tierras altas, ha sido también planteada en el
modelo Neves-Pucciarelli, basado en la craneometría. De acuerdo con este modelo, hubo
una primera oleada migratoria anterior a Clovis, que se corresponde con una población
fundacional del tipo no mongoloide, denominados paleoamericanos (POWEL; NEVES, 1999, p.
160). Partiendo de un modelo circumpacífico, los paleoamericanos se distribuyeron
principalmente por el corredor andino y la costa pacífica, actuando los Andes como una
barrera geográfica importante en la evolución posterior. Sin embargo, el modelo
circumpacífico no excluye que los primeros pobladores de la cuenca del Amazonas puedan
corresponderse con grupos paleoamericanos que, cuando llegaron al tapón del Darién, se
dividieron en grupos que siguieron rutas diferentes, como fueron la ruta andina y pacífica,
por una parte, y la ruta circumatlántica, por otra parte (ANDERSON; GILLAN, 2000).
En este sentido, lo que se puede aseverar es que hay evidencias paleoamericanas en Brasil,
como es el tipo Lago Santa y que los grandes ríos pudieron ser las rutas naturales de dispersión
de los paleomaricanos como ha planteado Dillehay (2000). El planteamiento de Lanata y
otros al considerar a la cuenca del Amazonas como una source population, avalaría un
poblamiento temprano de esta región; en el mismo sentido, Roosevelt et al. (1996), como es
bien conocido, han rechazado cualquier relación del registro arqueológico de Piedra Pintada
con el modelo Clovis. Pero este escenario hipotético necesita de dispersiones humanas más
recientes o procesos microevolutivos para explicar las diferencias que señalan la mayoría de
los expertos entre las poblaciones de ambos lados de la Cordillera de los Andes.
29

CONCLUSIONES

El registro arqueológico temprano de la cuenca del Amazonas es escaso y muy fragmentado


de manera que son más los interrogantes que las respuestas en relación con el poblamiento
más temprano. Sin embargo, podemos sacar las siguientes conclusiones generales. El
poblamiento del Amazonas se remonta a la transición Pleistoceno/Holoceno; la cuenca del
Amazonas, al igual que otras regiones neotropicales, fue poblada por grupos forrajeros,
refutando cualquier teoría limitante sobre las selvas húmedas; que hay evidencias de procesos
de manipulación y domesticación de plantas tan tempranas como en regiones de tierra altas
de América.
En una escala más pequeña, en el caso del poblamiento de la Amazonía colombiana, el
registro arqueológico todavía es insuficiente para establecer las relaciones culturales y
démicas entre los Andes Septentrionales y la cuenca del Amazonas. La tecnología lítica se
inscribe en un gran tecnocomplejo unifacial que es demasiado general para un origen común;
en las orientaciones económicas, hay elementos comunes de manipulación y domesticación
de plantas que, hipotéticamente, deben reflejar algún tipo de contacto o relación que es
difícil ubicar en el tiempo; en este sentido, la ubicación de centros de domesticación y
localización de rutas de expansión de plantas puede aportar vías para las relaciones
continentales, como es el caso de Manihot spp o de las cucurbitáceas. Los datos
bioantropológicos actuales diferencian entre el poblamiento de los Andes y del Amazonas,
pero tales datos no son concluyentes, dado que reflejan las complejas dinámicas poblaciones
de nada menos que 10.000 años de historia en el continente.
En síntesis, a pesar de la escasez de datos, lo importante es que la historia del Amazonas cada
vez se aleja más de las visiones míticas y empieza a develarse como una región clave en
hechos tan importantes como la dispersión humana o la domesticación temprana de plantas.

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