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¿Se debe analizar a las sociedades antiguas con las nociones con las que se pensaban a sí
mismas o con nuestros propios útiles? Guerreau nos dice que debemos recordar dos
principios:
*Las representaciones comunes que una sociedad tiene de sí misma nunca constituyen
elementos apropiados para una aproximación racional a dicha sociedad
*Una aproximación racional a un objeto social sólo se construye por ruptura con la opinión
común, la cual permiten plantear simultáneamente la primacía de las relaciones sobre toda
“sustancia” social y fijarse como objetivo la cohesión explícita de una estructura conceptual
abstracta.
Uno de los elementos fundamentales que sirven hoy para analizar las realidades sociales es
una división de esta realidad en cuatro grandes “ámbitos” o “instancias”:
política/economía/derecho/religión. También se le puede añadir cultura. Esta visión
corresponde al establecimiento a partir de comienzos del siglo XIX de un conjunto de prácticas
sociales y de nuevas instituciones: el parlamentarismo, las sociedades anónimas por acciones,
el Código Civil, el concordato. Esta división provoca dos efectos:
Estas subdivisiones deben ser reemplazadas por la utilización de una clave de lectura
intemporal. Una sociedad sólo puede explicarse en tanto que está constituida por un conjunto
estructurado de relaciones y no es posible su estudio si no se considera a esta sociedad en su
totalidad. Al tratarse concretamente de la Edad Media no se puede oponer política/economía.
Esta distinción fue uno de los aspectos principales de la destrucción de la relación feudal de
base, la relación de dominium, que era en su fundamento mismo, económica y política a la vez.
De igual manera, tomar a la religión como una categoría autónoma es impedir que se
comprenda a la Iglesia, como la única institución en la sociedad feudal.
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-SCHMITT, Jean-Claude, “La croyance au Moyen Age”, en IDEM, Le corps, les rites, les rêves,
le temps, París, Gallimard, 2001 [traducción del cátedra].
El período medieval ofrece un modelo consumado de una adecuación ideal entre un cuerpo
social y un sistema representaciones al cual todos los “creyentes” adhieren. La Edad Media
contrasta el ritualismo de la religión cívica de la Antigüedad grecorromana y con el agnotismo
moderno que se origina en el Renacimiento.
El autor critica las visiones reduccionistas de la creencia en la Edad Media. Dice que el
historiador se rehúsa a confundir el objeto de la creencia (por ejemplo Dios) con las cambiantes
modalidades de creer. Tampoco son capaces de sacar a la luz las operaciones de creencia en
nuestras propias prácticas (relaciones razón-ciencia).
No se puede hablar de la creencia en la Edad Media sin recordar de entrada el papel central de
la Iglesia en la definición de los objetos de la creencia (el cristianismo), la obligación de creer
(la ortodoxia) y la pedagogía de la creencia (el apostolado). Toda aproximación a las creencias
medievales es dependiente del testimonio de los clérigos, fueron durante mucho tiempo los
únicos que escribían.
Creencia en Edad Media engloba dos palabras: 1) palabra Credere: que significa “dar crédito”,
esperar a cambio el equivalente de lo que uno ha prestado. Supone por lo tanto una relación
con el otro (hombre o ser divino) 2) el sustantivo fides que designa confianza, fidelidad y fe
religiosa. Estas palabras se aplican al conjunto de las actividades sociales. La idea de contrato
inherente a las nociones de creer y de fidelidad se aplican a las relaciones anudadas por el fiel
tanto con su señor como con su Dios (se establecen relaciones de confianza mutua dentro de
un cuadro jerárquico y en una duración que permita la reciprocidad de los beneficios
esperados: protección del señor y ayuda del vasallo; homenaje del creyente a su Dios y
promesa de salvación en el Más Allá).
Límites de la creencia.
-PAGANOS: su creencia es denominada por los cristianos como “idolatría”, cuyos mitos
son denunciados como palabras vanas (fabulae).
La creencia no basta con ser afirmada o solicitada, le son necesarias pruebas tangibles
(signa, por ejemplo la aparición de la Virgen). Los signa son la regla, son pruebas
materiales pero también inmateriales. Y además se disponen sobre el eje del tiempo. Los
signos son mudos para aquellos que no saben ligarlos entre sí. Esto no significa que vivir
en el mundo sea un sometimiento al destino, sin posibilidad de dominarlo.
El autor va a analizar el acto individual de creer, equilibrio entre lo dado por seguro y la
duda que mina toda afirmación de este orden. Da un ejemplo: las mutilaciones de las
imágenes del diablo ¿se puede interpretar como miedo a esas imágenes? No es fácil para
el historiador penetrar en la conciencia del pasado. Además de la arquitectura de la Edad
Media, sería necesario estudiar los testimonios explícitos de autores medievales sobre sus
creencias personales (autobiografía cristiana). De los relatos de aparición se extrae la idea
de que los hombres de la Edad Media vivían en una familiaridad inmediata con los muertos.
Tales relatos ilustraría la creencia en los parecidos, que estaría dada a priori antes que el
relato, cuya función sería expresar esa creencia. Pero también se puede interpretar como
un proceso de enunciación (NO creencia consumada), la objetivación de la figura del
aparecido es inseparable de la socialización del relato. Lo que se alcanza de esta manera,
no es la creencia sino el acto social de creer.
La creencia es ante todo un proceso, un creer, más que un objeto. Los escolásticos
distinguieron entre creencia explicita (majores aptos para interpretarla) y creencia implícita
(los minores, que conocen el credo pero ignoran la implicaciones de lo que formulan).
La vida religiosa medieval era una máquina de producir creer al mismo tiempo de hacer
creer, independientemente de las fórmulas explícitas que las enunciaban. La creencia
medieval presenta más analogías con la religión cívica ritualizada de la Roma antigua.
El autor establece analogías con nuestra época y revela una problemática de la creencia
en general: la plasticidad de la creencia y de la verdad misma, el debate entre razón y
creencia, la dialéctica entre creencia individual y colectiva, la relación entre la dimensión
interior y la manifestación exterior, los usos y las manipulaciones de la credulidad.