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Sin embargo, pensar en currículo, supone una serie de elementos que van más allá
del diseño de planes de estudio, del seguimiento de políticas educativas o del
cumplimiento de los temas brindados por un libro de texto. El currículo debe
pensarse desde lo sistémico con la participación de todos, consolidarse en la
práctica y evaluarse de forma diagnóstica, formativa y sumativa.
Desde esta lógica, el currículo puede o no implementarse en la institución. En este
orden de ideas, Julián de Zubiría, se refiere a los niveles del currículo de acuerdo
con su alcance: el currículo propuesto, el currículo desarrollado y el currículo
logrado.
Partiendo de esto, nuestra mirada debe fijarse en lo que hacemos para llegar a un
currículo propuesto que tenga en cuenta, no solamente, los requerimientos a nivel
nacional, sino que, también, se construya en conjunto con todos los miembros de la
comunidad educativa, basándose en las características propias del contexto, que
evidencie los elementos de orden didáctico que subyacen a la práctica pedagógica,
que tenga en cuenta ritmos y estilos de aprendizaje y que configure un plan de
estudios dinámico y, también, un alcance secuencial para cada grado y sea flexible.
En cuanto al currículo desarrollado, es preciso generar procesos de formación de
los maestros que puedan llevarles a implementar el currículo atendiendo a los
elementos arriba mencionados y diseñar estrategias de acompañamiento que
permita al docente y al directivo docente, proponer alternativas de trabajo
nuevas, a partir del ejercicio de la reflexión en torno a la práctica pedagógica.
Finalmente, al referirnos a un currículo logrado, hablamos de aquel que se queda
en el interior del estudiante, el significativo, el que se fija en la memoria a largo plazo
y lo lleva a actuar competentemente en diversas situaciones. Este currículo
determina el éxito o el fracaso en nuestra labor, pero infortunadamente no se puede
evidenciar fácilmente. Por ello, es preciso diseñar instrumentos de evaluación de
la práctica pedagógica que permitan a los estudiantes, directivos docentes y
docentes, comprender el alcance de ese currículo logrado.
Para estudiar estas interrogantes, sugiere un modelo que se apoya en una filosofía
de la educación y en una psicología del aprendizaje para que actúen como
elementos que guíen las decisiones educativas, basadas en 7 etapas;
La primera etapa consiste en el estudio de los propios educandos como fuente
de objetivos educacionales. Para este autor, educar significa “modificar las formas
de conducta humana... tanto el pensamiento y el sentimiento como la acción
manifiesta”.
En la segunda etapa, Tyler resalta la necesidad de hacer un estudio de la vida
contemporánea de la escuela, con la finalidad de enseñar los conocimientos
actualizados y útiles para la sociedad y que exista una flexibilidad en el
“adiestramiento” del estudiante para que éste pueda aplicar sus conocimientos, ya
que muchas de las situaciones de la sociedad son similares a las que se presentan
en la escuela.
La tercera etapa está definida por la intervención de los especialistas que son
una fuente importante para sugerir los objetivos en las distintas asignaturas de
la escuela. Desde su perspectiva académica, los especialistas saben la forma
como cada asignatura puede contribuir a la formación del educando y como la
contribución que cada una hace en la formación general del educando según el
nivel de estudios en el que se encuentre y, sobre esa base, formular una lista de
objetivos de la educación.
La cuarta etapa la constituye el papel de la filosofía en la selección de los
objetivos, pues, éstos no deben ser numéricos, se debe seleccionar un número
importante de objetivos razonables, coherentes y que representen los valores más
altos que coincidan con la filosofía de la escuela.
La selección y orientación de las actividades de aprendizaje es la quinta etapa,
la cual consiste en organizar los objetivos para seleccionar y orientar las actividades
de aprendizaje.
La sexta etapa, la constituye la forma de organizar las actividades para un
aprendizaje efectivo. Es importante que la organización lleve a un efecto positivo
en los cambios de conducta y las actividades se refuercen entre sí, de tal manera
que existan relaciones horizontales y verticales. Es decir, la horizontalidad permite
establecer las relaciones que se dan entre las asignaturas que se desarrollan al
mismo tiempo, mientras que la verticalidad da cuenta de la acumulación de las
actividades educativas
La séptima etapa, establece la de evaluar la eficacia de las actividades de
aprendizaje, puesto que todo conjunto de experiencias supone criterios que ayudan
o dificultan el logro de los objetivos. Es necesario establecer un plan de evaluación,
por lo que debe hacerse una revisión rigurosa para saber si lo planeado ha orientado
al docente hacia los resultados previstos:
La evaluación tiene por objeto descubrir hasta qué punto las experiencias de
aprendizaje, tal como se las proyectó, producen realmente los resultados
apetecidos
Para que exista cohesión y alineamiento entre los trabajadores de una
organización, es necesario fomentar el establecimiento de una cultura
organizacional adecuada.
Desarrollar un diagnostico en mi institución educativa con base en los
problemas didácticos no es tan difícil, por cuanto, he tenido el tiempo suficiente
para conocer el interior de mi institución educativa y conocer el funcionamiento que
se le ha dado desde la parte administrativa hasta la funcionalidad de los docentes
en la aplicación de sus metodologías que me permiten diagnosticar sobre las
conductas pedagógicas y, sobre todo, procesales de quienes dirigen la parte
académica y estructural de la Institución y llevadas a cabo con charlas personales
con mis colegas con los cuales recibo opiniones e ideas sobre metas comunes y
compromisos unipersonales sobre cómo articular proyectos educativos y desarrollar
técnicas y métodos de aprendizaje.
1.3. Establezca su concepto qué se enseña y qué se aprende en el nivel de
Educación que labora.
José Arnaz Arnaz señala que, aun cuando los currículo difieren entre sí,
comparten una estructura o composición común de cuatro
elementos: objetivos curriculares, que son los propósitos educativos;
plan de estudios, es el conjunto de contenidos seleccionados para
el logro de los objetivos particulares, así como la organización y
secuencia que deben tener los contenidos que se aborden; las
cartas descriptivas, son las guías detalladas de los cursos; y el
sistema de evaluación, implica una organización respecto de la
admisión, evaluación, promoción y acreditación de los alumnos.
Pienso que todas estas teorías son importantes dentro de la individualidad de cada uno de
ellos y aportan conocimiento para quienes deseamos realizar cualquier actividad
académica; sin embargo, me he inclinado por acoger el método de Tyler y explicó en el
punto 1.2, el por qué