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de la
vida
y el TAROT
INTRODUCCIÓN1
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La presente es una selección de textos de Federico González, Francisco Ariza y los colaboradores del Proyecto Agartha.
EL ÁRBOL DE LA VIDA
Queremos aquí insistir sobre el mandala del Arbol Sefirótico con el que
trabajamos. Se sugiere efectuar ritualmente la construcción de un nuevo árbol
por su mano y cargar en él todos los elementos que se han ido dando hasta
ahora. Igualmente ha de tratar de retener los nombres, su traducción, las
equivalencias entre distintas disciplinas, y ejercitarse en ellas. Tome lápiz y
papel y concéntrese en este trabajo. Puede también llevarlo a la tridimensión.
Los nombres hebreos de las sefiroth tienen un sentido mágico y teúrgico que
excede su simple traducción a la lengua profana. Estos nombres de poder
deben ser memorizados correctamente e invocados en alta voz, ya sea de
manera metódica, o cuando se juzgue oportuno en relación a hechos y
momentos cotidianos. Asimismo, el ir ubicando determinados acontecimientos
externos, y sobre todo realidades internas a distintos niveles de uno mismo,
son actividades sumamente convenientes. Cada plano, mundo o nivel de
conciencia corresponde a una realidad íntima que va de lo más periférico,
concreto y conocido (Asiyah), a lo más sutil, invisible y desconocido (Atsiluth).
Estas divisiones del diagrama plano son también mundos o niveles que los
hombres portamos dentro de nosotros. De lo conocido y grosero a lo profundo
y desconocido.
Una última correspondencia. La que relaciona a las sefiroth del Arbol con las
distintas partes del cuerpo humano, división común a distintas Tradiciones y
que en Occidente se expresa particularmente desde la Edad Media.
Recordaremos que para la Cábala el cosmos es un hombre gigantesco
llamado Adam Kadmon, y el ser humano una miniatura de él:
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Ya sabemos que las letras hebreas, como las de cualquier lengua sagrada, son
simbólicas, y como tal hemos de considerarlas en nuestros estudios y
meditaciones. En efecto, dichas letras tienen una forma ideogramática, es decir
que expresan ideas y principios, íntimamente relacionados con los números y
las figuras geométricas. Al mismo tiempo esas letras son sonidos articulados
de un Verbo único, las cuales en sus múltiples combinaciones generan la
totalidad del lenguaje, es decir de lo que puede ser expresado, pues lo
inexpresable pertenece a lo puramente metafísico e inmanifestado.
Este es el caso de la letra Iod (o Yod), que constituye la primera del
Tetragramatón, YHVH, el Nombre Divino inefable. Esa primacía está indicada
por su misma pequeñez, que evoca un punto, o un germen, simbolizando así
la esencia indivisible, oculta y secreta de la divinidad. Esto último la pone en
relación directa con el centro geométrico, y por supuesto con la unidad
aritmética, símbolos también del Principio inmanifestado. Asimismo, tenemos
que el valor numérico de la Iod es diez, el cual expresa la totalidad de los
aspectos creados, simbolizados por las diez sefiroth y los diez dedos de las
manos, totalidad que está comprendida dentro de la propia unidad, pues 10 =
1 + 0 = 1. Por otro lado se dice que la letra Alef (que es la primera del
alfabeto), está compuesta de cuatro Iod, estando entonces relacionada con el
número 40, que a su vez se reduce de nuevo a la unidad, pues 40 = 4 + 0 =
4, y 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Todo esto muestra las vinculaciones
que existen entre el denario y el cuaternario, el primero simbolizando el
desarrollo completo de la manifestación, mientras que el segundo expresa el
vínculo que une esa manifestación a su principio, y viceversa. Esto mismo es
lo que justamente simboliza la cruz inscrita en la circunferencia. Esta misma
figura representa también los cuatro ríos del Pardés (o Paraíso), que emanan
del centro del Arbol de la Vida, distribuyendo la unidad a todos los confines de
la creación.
Por otro lado, es indudable la importancia que el número 40 tiene en la Cábala,
pues representa a las diez sefiroth en los cuatro planos del Arbol. Pero además
dicho número está relacionado con los cuarenta años que pasó Moisés en el
desierto antes de que el pueblo de Israel penetrara en la tierra prometida.
Número que es también el de un ciclo simbólico atemporal, pues estando todos
los planos de existencia unidos entre sí, también tienen una expresión
cronológica. Por último señalar que para los antiguos cabalistas el hombre
comenzaba a comprender los misterios a partir de los cuarenta años, edad que
indica la madurez necesaria para comprender las más profundas y secretas
verdades.
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Así pues, dependiendo de la persona que interprete el Árbol junto con el Tarot,
es la correspondencia final que se establece.
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Se podrá observar que la suma de las seis filas de números dan un mismo
resultado:
4 + 7 + 9 + 6 = 26 6 + 5 + 12 + 3 = 26
1 + 11 + 12 + 2 = 26 4 + 8 + 11 + 3 = 26
1 + 8 + 7 + 10 = 26 10 + 9 + 5 + 2 = 26