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El Árbol

de la
vida
y el TAROT
INTRODUCCIÓN1

Es importante no olvidar, al estudiar las cartas y trabajar con ellas, lo que


hemos dicho sobre las disciplinas relacionadas con el Tarot. Estas láminas
tienen relación con las sefiroth del Árbol de la Vida y las letras del alfabeto
hebreo, así como con los planetas, metales y signos zodiacales, etc.
Recordemos también constantemente sus vínculos con el simbolismo de los
colores y especialmente con el significado de los números. Si logramos
establecer estas relaciones de modo adecuado, veremos que cada Arcano es
un mundo, y observaremos que nuestra inteligencia se despierta y el ángulo
de la visión se abre.
Toca al interesado ampliar, con la información que tenga a su alcance, los
significados de las cartas. El conocimiento de cada una de ellas puede
profundizarse a niveles insospechados.
Permita que éstas le hablen de un modo mágico y las verá actuar en su interior
como vehículos iniciáticos y adecuados transmisores de un Conocimiento Vivo
y una Tradición Primordial, con los que usted podrá ligar de esta manera.

1
La presente es una selección de textos de Federico González, Francisco Ariza y los colaboradores del Proyecto Agartha.
EL ÁRBOL DE LA VIDA

El Árbol cabalístico es una representación de la manifestación de la Divinidad.


En este esquema, observamos el despliegue de manifestación o vida que la
Divinidad produce y procesa en la creación. Las diez sefirot son los recipientes
o vasijas, Kelim, que acogerán la luz de la Divinidaden su manifestación,
comenzando desde Kether, la primera sefirá, y terminando en Malkut, la
décima y última, agrupándose en distintos niveles de manifestación:

-Atsiluth Nivel de Emanación Comprende la Tríada de las Raíces o “Gran


Rostro”, formado por las sefirot de Kether, Jokmahy Binah

-Beriyah Nivel de Creación Comprende la Triada de la


Etica: Jesed, Tiferet, Gevurah.

-Yetsirah Nivel de formación Comprende la Triada del Temple de


Animo: Netzaj, Yesod, Hod

-Asiyah Nivel de Acción Comprende la esfera de Malkuth

Atsiluth es el plano divino o “mundo


arquetípico” que da lugar a la manifestación
representada por las diez emanaciones o
sefirot, cada una de las cuales representa un
aspecto divino: Sabiduría (Jokmáh),
Inteligencia (Bináh), Misericordia (Jesed),
Rigor (Gevuráh), Belleza (Tiferet), Eternidad
(Netzaj), Esplendor (Hod), Fundamento
(Yesod) y Reino (Malkuth). Aquí se encuentra
reflejado el Hombre Superior y Divino: Adam
Kadmon, el Hombre Primordial

Beriyah o Briah, en este plano se ha


traspasado el Abismo y por tanto se ha
producido la gran separación entre el Sujeto -
la Divinidad-, y el Objeto -la creación misma-.
Las esferas que lo componen se encuentran a
caballo entre el plano mental (Tiferet) y el plano espiritual (Jesed, Gevuráh).
Se asocia a este plano a los Arcángeles.

Yetsirah, el nivel de la Formación se encuentra más próximo a la materia,


entre el plano mental y el plano astral. Comprende las esferas
de Hod, Netzaj y Yesod, mente concreta, emociones y personalidad, aspectos
desarrollados, en mayor o menor grado, por todos los seres humanos. Se
asocia a este plano los Angeles.

Assiah, el nivel de la Acción es el más denso y corresponde a la materia tal y


como la conocemos, siendo en el hombre el cuerpo físico y su doble etérico.
Representa el plano físico y su sefirá esMalkuth

Si tenemos en cuenta que en el hombre existen 4 planos: físico, emocional


(astral), mental y espiritual, los Niveles de Manifestación contienen estos
planos del siguiente modo:
Assiah Plano físico (naturaleza) y astral
Yetzirah Plano astral y mental
Briah Plano mental y espiritual
Atziluth Plano espiritual y Divinidad

Queremos aquí insistir sobre el mandala del Arbol Sefirótico con el que
trabajamos. Se sugiere efectuar ritualmente la construcción de un nuevo árbol
por su mano y cargar en él todos los elementos que se han ido dando hasta
ahora. Igualmente ha de tratar de retener los nombres, su traducción, las
equivalencias entre distintas disciplinas, y ejercitarse en ellas. Tome lápiz y
papel y concéntrese en este trabajo. Puede también llevarlo a la tridimensión.
Los nombres hebreos de las sefiroth tienen un sentido mágico y teúrgico que
excede su simple traducción a la lengua profana. Estos nombres de poder
deben ser memorizados correctamente e invocados en alta voz, ya sea de
manera metódica, o cuando se juzgue oportuno en relación a hechos y
momentos cotidianos. Asimismo, el ir ubicando determinados acontecimientos
externos, y sobre todo realidades internas a distintos niveles de uno mismo,
son actividades sumamente convenientes. Cada plano, mundo o nivel de
conciencia corresponde a una realidad íntima que va de lo más periférico,
concreto y conocido (Asiyah), a lo más sutil, invisible y desconocido (Atsiluth).
Estas divisiones del diagrama plano son también mundos o niveles que los
hombres portamos dentro de nosotros. De lo conocido y grosero a lo profundo
y desconocido.

Una última correspondencia. La que relaciona a las sefiroth del Arbol con las
distintas partes del cuerpo humano, división común a distintas Tradiciones y
que en Occidente se expresa particularmente desde la Edad Media.
Recordaremos que para la Cábala el cosmos es un hombre gigantesco
llamado Adam Kadmon, y el ser humano una miniatura de él:

– Kether, Hokhmah y Binah constituyen su cabeza, estando estas dos


últimas sefiroth vinculadas al ojo izquierdo y al derecho respectivamente;
asimismo corresponden a cada uno de los hemisferios cerebrales.
– A Hesed le toca el brazo izquierdo y el derecho a Gueburah, mientras que el
corazón, o centro del Arbol, debe atribuirse a Tifereth.

– A Netsah la pierna y la cadera izquierda y a Hod la del lado derecho,


siendo Yesod la que se asimila a los genitales, quedando
finalmente Malkhuth en relación con los pies.

Hemos de recordar que, de acuerdo a las leyes de la analogía y la naturaleza


de los símbolos, lo que es derecho desde un punto de vista puede ser izquierdo
desde otro. Por lo tanto, puede también verse al Arbol de manera invertida a
como se indicó, correspondiendo en ese caso a la columna del amor lo derecho
y a la del rigor lo izquierdo, o sea la imagen de un hombre paradigmático vista
de frente o de modo posterior.

Puede el lector ejercitarse en tratar de visualizar estas sefiroth en


correspondencia con centros sutiles de su cuerpo. Si lo logra es interesante
pensar en próximas prácticas, incluidas las de inversión de polaridades de
energía.

*****

Ya sabemos que las letras hebreas, como las de cualquier lengua sagrada, son
simbólicas, y como tal hemos de considerarlas en nuestros estudios y
meditaciones. En efecto, dichas letras tienen una forma ideogramática, es decir
que expresan ideas y principios, íntimamente relacionados con los números y
las figuras geométricas. Al mismo tiempo esas letras son sonidos articulados
de un Verbo único, las cuales en sus múltiples combinaciones generan la
totalidad del lenguaje, es decir de lo que puede ser expresado, pues lo
inexpresable pertenece a lo puramente metafísico e inmanifestado.
Este es el caso de la letra Iod (o Yod), que constituye la primera del
Tetragramatón, YHVH, el Nombre Divino inefable. Esa primacía está indicada
por su misma pequeñez, que evoca un punto, o un germen, simbolizando así
la esencia indivisible, oculta y secreta de la divinidad. Esto último la pone en
relación directa con el centro geométrico, y por supuesto con la unidad
aritmética, símbolos también del Principio inmanifestado. Asimismo, tenemos
que el valor numérico de la Iod es diez, el cual expresa la totalidad de los
aspectos creados, simbolizados por las diez sefiroth y los diez dedos de las
manos, totalidad que está comprendida dentro de la propia unidad, pues 10 =
1 + 0 = 1. Por otro lado se dice que la letra Alef (que es la primera del
alfabeto), está compuesta de cuatro Iod, estando entonces relacionada con el
número 40, que a su vez se reduce de nuevo a la unidad, pues 40 = 4 + 0 =
4, y 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Todo esto muestra las vinculaciones
que existen entre el denario y el cuaternario, el primero simbolizando el
desarrollo completo de la manifestación, mientras que el segundo expresa el
vínculo que une esa manifestación a su principio, y viceversa. Esto mismo es
lo que justamente simboliza la cruz inscrita en la circunferencia. Esta misma
figura representa también los cuatro ríos del Pardés (o Paraíso), que emanan
del centro del Arbol de la Vida, distribuyendo la unidad a todos los confines de
la creación.
Por otro lado, es indudable la importancia que el número 40 tiene en la Cábala,
pues representa a las diez sefiroth en los cuatro planos del Arbol. Pero además
dicho número está relacionado con los cuarenta años que pasó Moisés en el
desierto antes de que el pueblo de Israel penetrara en la tierra prometida.
Número que es también el de un ciclo simbólico atemporal, pues estando todos
los planos de existencia unidos entre sí, también tienen una expresión
cronológica. Por último señalar que para los antiguos cabalistas el hombre
comenzaba a comprender los misterios a partir de los cuarenta años, edad que
indica la madurez necesaria para comprender las más profundas y secretas
verdades.

***

La Cábala puede agruparse en dos grandes divisiones. La primera es la Cábala


de Bereshit –originada en la letra Beth, con la que comienza la creación–, y la
otra es la Cábala de Merkabah, o la Cábala del Carro, relacionada con la Tri-
Unidad de las sefiroth supremas. La primera se refiere a la Cosmogonía, y la
podemos vincular con las figuras geométricas del cuadrado y el círculo, tierra
y cielo respectivamente, y también con la horizontalidad y la verticalidad. Por
cierto, es con la Cábala de Bereshit con la que usted liga por intermedio de
esta Introducción. Hay cabalistas que vinculan directamente los veintidós
Arcanos Mayores del Tarot con las veintidós letras del alfabeto sagrado,
haciendo corresponder a la carta I, El Mago, con la letra Alef, y en sucesión las
que siguen. No todos los hermetistas proceden exactamente de la misma
manera en la cuestión de las equivalencias, y esto puede dar lugar a distintos
diagramas sefiróticos en que los senderos queden signados por cartas del
Tarot distintas. A continuación, damos una versión, con el fin de que el lector
pueda seguir tejiendo relaciones y correspondencias.

Esquema del Árbol de la Vida y los arcanos mayores del Tarot


LOS SENDEROS DEL ÁRBOL Y LOS ARCANOS MAYORES

Según la interpretación de Eliphas Levi, Papus y Wirth, la correspondencia


entre senderos y arcanos mayores es la siguiente:

Sendero 1 El Mago Alef


Sendero 2 La sacerdotisa Beth
Sendero 3 La Emperatriz Gimmel
Sendero 4 El Emperador Dalet
Sendero 5 El Sumo Pontífice He
Sendero 6 Los Enamorados Vau
Sendero 7 El Carro Zain
Sendero 8 La Justicia Jeth
Sendero 9 El Ermitaño Teth
Sendero 10 La Rueda de la Fortuna Yod
Sendero 11 La Fuerza Caf
Sendero 12 El Colgado Lamed
Sendero 13 El Arcano sin Nombre Mem
Sendero 14 La Templanza Nun
Sendero 15 El Diablo Samaj
Sendero 16 La Torre Ayin
Sendero 17 La Estrella Pe
Sendero 18 La Luna Tsade
Sendero 19 El Sol Kuf
Sendero 20 El Juicio Resh
Sendero 0 El Loco Shin
Sendero 21 El Mundo Tav

Según la interpretación de Waite, la correspondencia es la siguiente:


Alef Sendero 0 El Loco
Beth Sendero 1 El Mago
Gimmel Sendero 2 La sacerdotisa
Dalet Sendero 3 La Emperatriz
He Sendero 4 El Emperador
Vau Sendero 5 El Sumo Pontífice
Zain Sendero 6 Los Enamorados
Jeth Sendero 7 El Carro
Teth Sendero 8 La Justicia
Yod Sendero 9 El Ermitaño
Caf Sendero 10 La Rueda de la Fortuna
Lamed Sendero 11 La Fuerza
Mem Sendero 12 El Colgado
Nun Sendero 13 El Arcano sin Nombre
Samaj Sendero 14 La Templanza
Ayin Sendero 15 El Diablo
Pe Sendero 16 La Torre
Tsade Sendero 17 La Estrella
Kuf Sendero 18 La Luna
Resh Sendero 19 El Sol
Shin Sendero 20 El Juicio
Tav Sendero 21 El Mundo

Así pues, dependiendo de la persona que interprete el Árbol junto con el Tarot,
es la correspondencia final que se establece.

Para la Cábala el nombre indica la esencia de lo nombrado y por lo tanto la


identidad. Esto es así porque ella configura una metafísica del lenguaje, y como
tal, las letras del alfabeto son producto del Verbo y la Grafía divinos, de su
Palabra y su Escritura.
El nombre divino, el Schem, está dotado de un misterioso poder total, y todo
aquel que conoce o participa de algún modo del conocimiento de ese nombre
se encuentra compartiendo automáticamente ese poder.
No es, por lo tanto, nada extraño que el nombre de Yahvé no pudiera
pronunciarse (e incluso escribirse correctamente), puesto que violar esta
prohibición equivaldría a jugar con un poder incontrolable más allá de todo
límite o proporción. Por lo que se trataba de nombrar indirectamente, o sólo
por algunos atributos a la deidad –y en determinadas circunstancias–, ya que
todo nombre sagrado lleva un poder intransferible, un secreto que comparte
con todos los nombres; con cualquier cosa nombrada y aun con la posibilidad
de nombrar.
Esto otorga una importancia extraordinaria a la palabra y a su expresión: la
escritura, lo que conlleva a transferir esta suprema valoración a los textos
sagrados, en particular a los cinco primeros libros de Moisés, y a la Biblia en
general, lo cual será heredado por las religiones "del libro": tanto por el
cristianismo (con el agregado del Nuevo Testamento) como por el islam
(Corán), lo que se proyecta en toda la cultura occidental. Haciendo la salvedad
de que estos textos no son letra muerta, sino palabra viva, permanente y
actual, y el libro un organismo con una energía íntima del que constantemente
surge una nueva luz, la verdad, para iluminar los secretos cosmogónicos y
metafísicos, revelados y velados a la vez. Desde luego que esto modifica
sustancialmente la relación entre el hombre y la escritura, y por lo tanto la del
hombre con la lectura, reflejo a su vez de la que mantiene con el nombre y la
palabra, derivadas del pensamiento y la conciencia, las que distinguen y
singularizan al fenómeno humano. Por lo que la concepción cabalística acerca
del hombre se encuentra estrechamente ligada con la posibilidad de nombrar,
lo que equivale a decir a la de crear, o re-crear, a la de formar y re-formar el
cosmos que en definitiva no es más que un conjunto de nombres proferidos
por la Palabra divina.
En la letra está pues el sentido de la creación, la que ha sido realizada
precisamente por las combinaciones y permutaciones de los signos del Santo
Alfabeto Cósmico, graficados por la pluma de Dios, cuyo nombre se teje de
manera oculta en cada una de esas letras y en todas las palabras y nombres,
incluso en los espacios vacíos que dejan libres los signos entre sí.
Dice Orígenes que al igual que la magia, el nombre y su poder no son algo
vano y sin importancia, sino bien por el contrario una ciencia temible, por lo
que hay que utilizar con prudencia y circunspección estos nombres mágicos,
cuya eficacia deriva de su pronunciación en su lengua original porque es
precisamente el sonido el que actúa.
Los doctores hebreos desarrollaron extensamente estos estudios,
fundamentalmente orales, aunque hay numerosos escritos destinados a
despertar los genios dormidos mediante el llamado y la escritura de sus
nombres, o atributos, como lo han efectuado todas las culturas tradicionales o
primitivas, aun cuando no hayan producido necesariamente un lenguaje
alfabético, por haberse expresado mediante glifos o emblemas ideogramáticos,
o de otra manera análoga, mediante símbolos que fijaban el nombre, y por lo
tanto lo que éste representaba, en perfecto acuerdo con el orden cósmico.

Sobre estas líneas, encontramos dos esquemas diferentes. A nuestra izquierda,


un grabado del Sefer Yetsirah, sin fecha conocida. A la derecha, una
representación triangular del abracadabra.
Abracadabra es de origen desconocido, y su primera aparición se encuentra en
las obras del siglo II de Serenus Sammonicus, según Oxford English Dictionary.
Serenus Sammonicus, médico del emperador romano Caracalla, quien en el
capítulo 52 prescribió que los enfermos de malaria llevasen un amuleto que
contenía la palabra escrita en forma de triángulo. El poder del amuleto, explicó,
hace que las enfermedades letales desaparezcan. Otros emperadores
romanos, incluyendo a Geta y Alejandro Severo, eran seguidores de las
enseñanzas médicas de Serenus Sammonicus y también podrían haber usado
el encantamiento.
Los gnósticos de la secta de Basílides la utilizaban como fórmula mágica para
invocar la ayuda de los espíritus benéficos contra las enfermedades y los
infortunios. Se encuentra en las piedras de abraxas que se usaban como
amuletos. Posteriormente, su uso se extendió más allá de los gnósticos.
El ministro puritano Increase Mather descartó la palabra por carecer de
poder. Daniel Defoe también escribió despectivamente sobre
los londinenses que colocaron la palabra en sus puertas para protegerse de la
enfermedad durante la gran peste de Londres, pero Aleister Crowley la
consideró como poseedora de gran poder, diciendo que su verdadera forma es
«abrahadabra».
Varias etimologías populares están asociadas con la palabra: desde frases
en hebreo que significan «iré creando conforme hable», o arameo «yo creo
como hablo», hasta etimologías folclóricas que apuntan a palabras similares
en latín y griego, tales como abraxas. De acuerdo con el Oxford English
Dictionary en línea, «no se encontró ninguna documentación que apoye
ninguna de las diversas conjeturas».
Así, las nociones cabalistas sobre el nombre y el poder de la palabra han sido
compartidas por diversas civilizaciones y creencias.

****

A continuación, se ofrece un sencillo 'talismán' numérico (recordemos que los


números son también letras) basado en la Estrella de David o Sello Salomónico,
emblema de Israel.

Se podrá observar que la suma de las seis filas de números dan un mismo
resultado:
4 + 7 + 9 + 6 = 26 6 + 5 + 12 + 3 = 26

1 + 11 + 12 + 2 = 26 4 + 8 + 11 + 3 = 26

1 + 8 + 7 + 10 = 26 10 + 9 + 5 + 2 = 26

Igualmente la suma de los números colocados en las puntas de la Estrella da


26 (13 para los dos extremos del eje vertical y 13 para los 4 restantes). Este
número, como sabemos, es particularmente importante en la Cábala hebrea –
y en otras tradiciones– y corresponde a la suma de las letras del Supremo
Nombre Sagrado YHVH, descompuesto de esta manera:
Y = 10, H = 5, V = 6, H = 5. Total = 26
Por otra parte la suma del hexágono interior da 52 (26 x 2), los que sumados
a los 26 exteriores dan 78 (26 x 3) como el total de todos los números de la
figura. Queremos recordar que este es el número de cartas que posee un juego
completo del Tarot.

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