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El homoerotismo en el “Ciclo de Juvencio” de Catulo

Christian Bryan Cachay Luna 17030140

Resumen

El presente trabajo aborda los poemas del “Ciclo de Juvencio” de Catulo, nos
centramos en identificar la relación presente entre el yo poético (cuerpo propio)
y Juvencio. En primer lugar, presentaremos un estado de la cuestión referente a
las relaciones homosexuales en el contexto latino. De manera siguiente, nuestro
análisis identificará ejemplos de estas relaciones en los poemas seleccionados.
La variada producción de Catulo nos permite observar la gran cantidad de temas
y tópicos presentes en la literatura latina, así, el “Ciclo de Juvencio” se muestra
como uno en los que se representa el tema amoroso, guiado por un hilo narrativo.

1. Las relaciones en el mundo latino

Desde la antigua Grecia, pasando por Roma, fue de conocimiento público que
muchos poetas dedicaran sus versos a ejemplificar relaciones entre personas
del mismo sexo, en especial, entre varones. Esto respondería no solo a un
fenómeno literario, sino también a un fenómeno social, dentro del cual las
relaciones de pederastia y homoerotismo tenían ciertas normas para su normal
desarrollo en la época clásica. Es necesario tener en cuenta, que, para la Grecia
o la Roma antigua no se distinguían roles de género como tales, sino que estos
iban de acuerdo a la condición social del individuo, algo que se daba
indiscriminadamente.

Según Gonzáles (2011): “Libre/esclavo; ciudadano/extranjero; joven/viejo;


hombre/mujer; rico/pobre, [estas relaciones] que, en definitiva, no son más que
relaciones de poder pues el sistema se basaba en la dicotomía activo/pasivo,
más que en la oposición heterosexualidad/homosexualidad” (p. 48). Dando a
entender que el término activo estaba orientado al vir, es decir el hombre con
responsabilidades ciudadanas que tenía poder en todas las áreas de su vida. Y
el término “pasivo”, denotaba las actitudes de quienes se veían bajo el poder de
este vir. Entonces, reconocemos que en la cultura latina, la sexualidad está
definida por protocolos distintos a los nuestros, para los latinos “tendríamos […]
los protocolos de actividad, ciudadanía y edad” (Mora, 2009, p. 13).

El primer protocolo, hace referencia a lo que mencionamos anteriormente, los


viri cumplen un rol activo en la sexualidad, son los que penetran: “Ser activo, eso
quería decir ser un macho, cualquiera que fuese el sexo de la pareja pasiva”
(Veyne, 1991, p. 200). Por lo tanto, pueden ejercerla en cualquier momento y
con casi cualquier sujeto. La ciudadanía, el segundo protocolo, limita el poder-
penetrar del vir, pues este no lo puede ejercer contra otros viri, mas sí contra del
esclavo (recordemos que son considerados objetos sobre los cuales se ejerce
un poder), cuyo rol pasivo estaba normalizado.

1.1. Pederastia

Si bien el uso de este término en nuestra época se refiere a una situación de


abuso por parte de una persona mayor hacia un menor de edad, en la época
clásica, esta denotaba un tipo de relación que se establecía entre un joven de
una familia acomodada y un hombre mayor. Cabe resaltar que el término
homoerotismo o heterosexualidad no se encontraban presentes en la
antigüedad, sino que estos datan del año 1890 (Mora, 2009), pero que han sido
acuñados para acercarnos a una definición de este tipo de relaciones que,
debido al contexto cultural y social, se encuentran alejados de la realidad de
nuestros tiempos, además es necesario establecer la diferencia existente entre
una relación homoerótica y una pederasta. En la cual, toda relación establecida
de este modo, bajo la óptica de la cultural actual, sería denominada como
pedofilia.

Un punto a tener en cuenta para dar una definición del concepto de pederastia,
es cómo se vislumbraba este tipo de uniones entre hombres dentro de las
producciones literarias de esos tiempos. Si bien se tiene registro de uniones
esporádicas entre hombres, no se manejaba el concepto de relación estable,
mejor dicho, no se guarda un registro en ninguna de las obras. En cambio, la
pederastia no solo era una institución bien cimentada durante ese tiempo, sino
que también alcanzó su máxima representación en el epigrama. Esta institución
de la pederastia, era basada en una relación recíproca de aprendizaje, es decir,
el hombre adulto, que en su mayoría de veces era algún conocido de la familia
del joven, asumía el rol de proteger y vislumbrar por la formación en virtudes y
valores del jovencito, sin salir de los límites pedagógicos, aunque mucho se
hablaba de que estas relaciones escapaban de los lugares exclusivamente
destinados al aprendizaje, y llegaban a tornarse en una relación homoerótica.

La permisión de la relación pederasta durante la época clásica, se refuerza


por una cultura que propiciaba este tipo de uniones, considerándolas sanas y de
mucha importancia para el joven. Porque no solo se planteaba la normalización
de estas actitudes, sino también la de reuniones en gimnasios en donde se
alentaba al “desnudo”, para Gonzáles (2011): “La desnudez era cosa cotidiana,
e incluso elegante, que giraba en torno al androcéntrico culto a la belleza física
que imperaba en la tradición estética griega” (p. 45). Terminaba por tornarse en
“espectáculos eróticos”, en donde el culto al cuerpo y al mantener un estado
físico óptimo era premiado.

Llegaba hasta el establecer parámetros para el desarrollo de una relación


sexual, pero es de saber que, “estaba más o menos claro para un romano que
los muchachos impúberes solo podían ser parte pasiva en la relación” (Mora,
2009, p. 16), esto denotaría que, en muchos de los casos, el tercer protocolo (la
edad) no hace referencia a una prohibición, sino a una visión estética: el pasivo
no debía parecer mayor que el activo. Si bien esto se suscitaba con los jóvenes
adinerados, la situación era distinta con aquellos que no tenían dinero y se
dedicaban a la prostitución, en donde muchas veces pasaban de ser utilizados
solo para la relación sexual, a ser esclavos de la persona que los había
comprado.

2. Análisis del “Ciclo de Juvencio”

En base a las afirmaciones y conceptos expuestos en el primer apartado, nos


proponemos ubicar ejemplos de prácticas homoeróticas en los poemas que
comprenden el “Ciclo de Juvencio” de Catulo. Según Antonio Ramírez de Verger
(1988), son ocho los poemas que conforman esta serie: 24, 48, 81 y 99, a los
que hay que añadir las 15, 16, 21 y 23, en los que no se le cita directamente (p.
22). Aunque seguimos a Ramírez (1988), tenemos en cuenta las discusiones
señaladas por Skinner (2007) con respecto a las agrupaciones o “ciclos” que se
encuentran en la poesía de Catulo, en este debate el “Ciclo de Lesbia” y el “Ciclo
de Furio y Aurelio” poseen una clara aceptación frente a otros grupos (p. 42). Sin
embargo, la propuesta de Ramírez (1988) presenta al “Ciclo de Juvencio” como
un conjunto de poemas que es complementado por otros que pertenecen al
“Ciclo de Furio y Aurelio” (p. 22), abordaremos la relación entre ambos ciclos en
nuestro análisis.

Al igual que en el “Ciclo de Lesbia”, esta serie tiene un cierto hilo narrativo,
en los que se menciona (directa o indirectamente) a Juvencio. Otro aspecto a
mencionar sobre este conjunto de poesías es el hecho de que en la relación
afectiva entre el hablante lírico (que encarna la figura del vir) y Juvencio nunca
se concreta el acto sexual, por lo que podría hablarse de una relación
pederástica, donde el vir cuida y vela por el joven, además de defender su pudor.
Citaremos algunos pasajes ilustrativos a continuación:

Si alguna vez has deseado de todo corazón


mantener algo casto e inocente
conserva el pudor de mi jovencito1 (Catulo, 1988, p.58)

y si pueden excitar las cosquillas


no digo de los jovencitos, sino de esos
velludos incapaces de menear sus duros lomos2 (Catulo, 1988, p.59)

En ambos casos, el hablante lírico se dirige a otros hombres de su misma


edad, con los que comparte la posición de vir. En el segundo fragmento se dirige
a dos personajes, Aurelio y Furio; mientras que en el primero solo se ocupa de
Aurelio. A lo largo del ciclo, este será mencionado otras veces. En el poema 21,
la voz poética lo nombra nuevamente, manifestándole la inconformidad que le
causan sus intentos de seducir a Juvencio con fines sexuales. Pero este no es
el principal motivo de enojo:

Si lo cortejaras con el vientre lleno, callaría;


Pero me molesta enormemente que el jovencito
Aprenda de ti a pasar hambre y sed (Catulo, 1988, p.60)

En este fragmento notamos cómo la relación pederástica no puede ser


cumplida a cabalidad por Aurelio, ya que este no posee los recursos económicos

1
Fragmento del poema 15 titulado “¡No toques a mi jovencito!”.
2 Fragmento del poema 16 titulado “En defensa de su honradez”.
suficientes. En el poema 23 se reitera esta situación, pero el cuerpo propio ya no
se dirige a Aurelio sino a Furio, personaje que apareció en el poema 16. En este
poema se ironiza su posición económica, apuntando que es “muy afortunado”
por sus carencias. Aisladamente, este poema no parece guardar relación con el
resto del conjunto, pero si leemos el poema 24, su presencia cobra sentido. En
este, el hablante lírico se dirige a Juvencio para manifestarle el error que ha
cometido al vincularse sentimentalmente con “ese que no tiene esclavo ni caja
fuerte”. Si revisamos el inicio del poema anterior3, notaremos claramente que
está aludiendo a Furio. Pero dentro de este ciclo no solamente hay una defensa
y protección de Juvencio, sino que también hay pasajes que claramente
mencionan situaciones homoeróticas. Pasaremos a comentar algunos casos.

Una de las prácticas a las que se alude en estos poemas de Catulo es el


deseo sexual entre un hombre mayor (vir) y un joven, la cual escapa de los límites
de la pederastia.
A quien temo es a ti y a tu miembro
Que apunta a los jóvenes buenos o malos4 (Catulo, 1988, p.58)

Aurelio, padre de las hambres […]


Quieres dar por el culo a mi amado
Y no a escondidas: estás con él, juegas con él,
y pegado a su costado intentas de todo.5 (Catulo, 1988, p.60)

Otra de las manifestaciones homoeróticas mencionadas es la relación sexual


explícita entre dos vir. Un punto importante a mencionar es que estas se
presentan con una connotación de castigo o humillación. Una explicación, en
base a lo expuesto en el capítulo anterior, es que el hombre, al cumplir un rol
pasivo en la relación sexual, ya sea anal u oral, es ofendida su condición de vir.
No es de extrañar entonces que las veces en que aparece es empleada como
medio de degradación es cuando el yo poético se dirige a Aurelio y a Furio,
hombres mayores y en condición de viri:

Os daré por el culo y me la mamaréis,


mamón de Aurelio y marica de Furio, (…)6 (Catulo, 1988, p.59)

3 “Furio, no tienes esclavo ni caja fuerte” (Catulo, 1988, p.61).


4 Fragmento del poema 15 titulado “¡No toques a mi jovencito!”.
5 Fragmento del poema 21 titulado “Deja a mi jovencito”.
6 Fragmento del poema 16 titulado “En defensa de su honradez”.
es inútil, pues tú, al actuar contra mí,
me la vas a mamar a mí primero.7 (Catulo, 1988, p.60)

Otra de las manifestaciones del homoerotismo son los besos. Incluso en


estos, si nos detenemos en los verbos, hay una direccionalidad: la voz poética
es la que da el beso, mientras que Juvencio solo lo recibe. Existe así, una
caracterización del activo y el pasivo, del amante y el amado. Otro punto a tener
en cuenta es que cuando el hablante lírico habla acerca de su relación con
Juvencio, no hay pasajes que mencionen una relación sexual concretada.

Tus ojos de miel Juvencio, si pudiera besarlos sin parar


Hasta trescientos mil besos te daría
Y nunca me sentiría satisfecho.8 (Catulo, 1988, p.75)

Te he robado, mientras jugabas, Juvencio de miel


Un beso más dulce que la dulce ambrosía.9 (Catulo, 1988, p.130)

Finalmente, nos referiremos a la separación. En el poema 81 (Catulo, 1988,


p.124), el yo poético le increpa a Juvencio el hecho de que este haya preferido
a su huésped (“otro hombre guapo, de quien empezarás a enamorarte”) antes
que a él. Esto causa un pesar en el hablante lírico, quien no termina de aceptar
la decisión de Juvencio. En el último poema de la serie, “Robo de un beso”, el
hablante lírico besa a Juvencio, pero él rechaza esta manifestación de afecto,
limpiándose la boca lleno de ira. Aunque el yo poético pide disculpas al joven,
este seguía enfadado. Es recién hacia el final del poema que el vir acepta el fin
de su relación con el joven: “Así que, si éste es el castigo que das a mi
desgraciado amor, ya nunca más robaré tus besos” (Catulo, 1988, p. 130).

Resulta interesante anotar que no es aquí el joven quien sufre, sino el vir. Esto
puede entenderse por las razones que motivaron el fin de la relación. No fue por
la edad de Juvencio, ya que no se menciona en ningún pasaje. El motivo de la
separación fue que Juvencio empezó a experimentar sentimientos por otra
persona, con lo que el pesar no caería en él sino en el vir.

7 Fragmento del poema 21 titulado “Deja a mi jovencito”. Aquí el hablante lírico se


dirige a Aurelio.
8 Fragmento del poema 48 titulado “Besos a Juvencio”.
9 Fragmento del poema 99 titulado “Robo de un beso”.
Conclusiones:

Presenciamos que en el “ciclo de Juvencio” están presentes diferentes


ejemplos que nos permiten afirmar la existencia de una relación pederasta y
homoerótica, las cuales están bastante ligadas a los conceptos y parámetros de
la cultura romana con respecto a las relaciones sentimentales entre hombres. En
la primera, nunca se concreta el encuentro sexual entre el hablante lírico, que
representa la figura del vir, y Juvencio. La segunda se sustenta porque no
solamente hay una defensa y protección de Juvencio, sino que también se hace
referencia al deseo sexual entre un hombre mayor (vir), además en algunos
pasajes hay presencia de la relación sexual explícita entre dos viri, lo cual es
empleado para señalar la degradación o la burla.

Finalmente, hemos de resaltar el vocabulario refinado y amable, que utiliza el


hablante lírico cuando se lo menciona directamente, lo que evidencia su papel
de protector, además existía un afán formativo. Pese a que Juvencio abandona
la relación que mantenía con el hablante lírico, este acepta la decisión del joven.
Bibliografía primaria.
Catulo. (1988). Poesías. Traducción, introducción y notas de Antonio Ramírez
de Verger. Madrid: Alianza Editorial.
Bibliografía secundaria
Ramírez de Verger, A. (1988). “Introducción”. En Catulo, Poesías (pp. 11-41).
Madrid: Alianza Editorial.
Skinner, M. (2007). “Authorial Arrangement of the Collection: Debate Past and
Present”. En Skinner, M. (Ed) A companion to Catullus (pp. 35-53). Oxford: Wiley-
Blackwell.
Bibliografía complementaria
Veyne, P. (1991). “Placeres y excesos”. En Ariès y Duby, G. (Dir.), Historia de la
vida privada. Tomo 1 (pp. 181-202). Madrid: Taurus.
Gonzáles, G. (Ed.) (2011). Poemas de amor efébico. Antología Palatina, libro XII.
Madrid: Akal.
Mora, M. (2009). Criterios para una definición de la literatura homoerótica latina.
Forma breve, 1 (7), pp. 11-23 Recuperado de
http://revistas.ua.pt/index.php/formabreve/article/view/2283/2143

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