I Congreso Internacional de Psicosomática Psicoanalítica
Cali, 2018
LA ENFERMEDAD PSICOSOMÁTICA EN EL HOSPITAL GENERAL
Reflexiones de dos psiquiatras
Victoria Catalina Durán Bornacelli
Daniel Felipe Saucedo Rodríguez
DL es una adolescente de 16 años con diagnóstico de epilepsia desde
los 13. A los 14 años fue diagnosticada con un Trastorno Mixto de Depresión y Ansiedad y estuvo en manejo por psiquiatría y psicología durante aproximadamente un año y medio, con Sertralina y psicoterapia, presentando mejoría por lo que fue dada de alta por ambos servicios. Neurología clínica continuó el manejo del su caso, por convulsiones frecuentes, requiriendo múltiples ajustes a su tratamiento hasta lograr control con Levetiracetam y Lorazepam. Sin embargo, por dificultades administrativas de su servicio de salud, ocasionalmente se veía suspendido el manejo del primer medicamento (anticonvulsivante) y la adolescente volvía a presentar crisis convulsivas y era llevada a los servicios de urgencia médica por su progenitora.
En esta ocasión, consultó al inicio de la noche al servicio de urgencias
por episodios convulsivos (3 en las últimas 5 horas) con alteración del estado de conciencia, orientación, conducta negativista y ansiedad. Ante el reporte de antecedentes de patología mental de la paciente (anotado en su historia clínica) la actitud médica tomada es la suspensión del tratamiento que tenía, inicio de antipsicótico y antidepresivo, con un nuevo diagnóstico de Trastorno Mixto de Ansiedad y Depresión, dejando a la adolescente en observación hasta la mañana siguiente que llegara el psiquiatra de turno.
Durante la noche, la paciente presentó varios episodios de movimientos
de inicio súbito, tonico-clónicos generalizados, desviación de la mirada, I Congreso Internacional de Psicosomática Psicoanalítica Cali, 2018
alteraciones de conciencia con posterior retorno a la conducta
negativista, mutista y poco colaboradora; todo esto interpretado por el galeno como parte de un trastorno psiquiátrico ante lo cual procedió a ordenar la inmovilización de la paciente sin otros cambios al tratamiento farmacológico que había iniciado.
Al siguiente día, en la valoración por el psiquiatra al medio día, encontró
una adolescente sin respuesta al llamado, con poca respuesta al estímulo doloroso, con movimiento de chupeteo en la boca. De inmediato alerta al personal de salud del servicio de urgencias para la atención inmediata de la paciente, encontrándose una letárgica respuesta del equipo de enfermería quienes estaban solamente a la espera de la orden de traslado de la paciente a la unidad de salud mental. Finalmente, la adolescente requirió traslado a la Unidad de Cuidados Intensivos para manejo de status convulsivo y fue necesario proceder con medidas de revisión y re-educación al equipo médico y paramédico del servicio.
Las palabras griegas psyche y soma significan, respectivamente, mente
y cuerpo; de ellas deriva el término psicosomático, aplicado a la influencia de la mente sobre el cuerpo.
Tomando en cuenta la definición de Stoudemire y McDaniel (2000), la
medicina psicosomática trata de la “investigación científica de la relación entre los factores psicológicos y los fenómenos fisiológicos en general y de los mecanismos en la patogenia”; pero, si nos ubicamos desde una perspectiva más amplia, la medicina psicosomática es una filosofía de abordaje que enfatiza en los aspectos psicosociales de las enfermedades (Ulnik, 2008); lo cual concuerda con el planteamiento de que “La Medicina Psicosomática no es una parte de la Medicina, es una concepción de la Medicina” (Henry Ey, 1978) y con lo expuesto por Sócrates (400 a.c.): “Del mismo modo que no es apropiado curar los ojos sin la cabeza, ni la cabeza sin el cuerpo, tampoco es apropiado curar el cuerpo sin el alma”. I Congreso Internacional de Psicosomática Psicoanalítica Cali, 2018
Lo anterior, favorece la recordación de una concepción de enfermedad
no solamente como resultado de procesos orgánico/ambientales, sino también de elementos no físicos que participan tanto en la generación, perpetuación, mejoría o empeoramiento de los síntomas; dando pie a rituales y abordajes que distan de la ciencia positivista, para la intervención sobre aspectos espirituales, emocionales, psíquicos, etc., en el proceso de curar la enfermedad. Sin embargo, la llegada de la era científica en vez de participar como fuente de integralidad en la valoración de los procesos de enfermar y curar parece haber aumentado la fragmentación de “lo físico” como algo observable, medible y explicable; versus lo “no físico” como fenómenos fuera del alcance de la explicación científica y, por ende, despreciables. De la misma forma, la medicina dicotomiza el ser humano en mente y cuerpo y, a su vez, la medicina supra especializada, fragmentó el cuerpo en órganos y partes, dejando de lado la visión del individuo como un ser holístico.
Pero, retomando el planteamiento socrático mencionado, ¿se puede
curar un cuerpo sin tratar la mente o el alma?, ¿se puede intervenir sobre lo mental sin siquiera reconocer la existencia de lo orgánico y viceversa? Estos cuestionamientos parecen aún más pertinentes, si tomamos en cuenta que en más de un 30-40% de los consultantes al hospital general se observan síntomas físicos inexplicables para el galeno, lo que termina incrementando significativamente el uso de los servicios y gastos de los sistemas de salud (Konnopka et al., 2012; Kroenke, 2002; Lipowski, 1986). Pero esta inversión de recursos humanos, instalaciones físicas, pruebas diagnósticas y tratamientos, no garantiza una mejoría en muchos de los casos y se reportan consultantes frecuentes y quejas múltiples tanto del equipo asistencial de salud como del paciente y su familia, ante la ausencia de “curación”.
Así pues, la visión fragmentadora de la medicina se enfrenta con la
problemática de buscar explicaciones que resultan fuera del alcance de su conocimiento pues requieren un abordaje integral del individuo. Aquí aparece la frustración del facultativo pues no cuenta con las I Congreso Internacional de Psicosomática Psicoanalítica Cali, 2018
herramientas para resolver la demanda del paciente y la frustración del
paciente al no ver resuelto su problema; en consecuencia, el daño de la alianza terapéutica o la imposibilidad de forjar una.
Para intentar explicar un poco más este fenómeno, proponemos revisar
la relación médico paciente y algunos de los factores que se involucran en la misma. Inicialmente, revisemos la siguiente viñeta clínica: