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Universidad Central de Venezuela

Facultad de Humanidades y Educación


Comisión de Estudios de Postgrado
Doctorado en Historia

PODER NAVAL DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA,


1823 – 1830
Trabajo de Grado para optar al título de Doctor en Historia

Autor: Tutor:
MSc. José Gregorio Maita Ruiz Dr. Alberto Navas Blanco

Caracas, Marzo de 2018

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Universidad Central de Venezuela
Facultad de Humanidades y Educación
Comisión de Estudios de Postgrado
Doctorado en Historia

PODER NAVAL DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA,


1823 – 1830
Trabajo de Grado para optar al título de Doctor en Historia

Autor: Tutor:
MSc. José Gregorio Maita Ruiz Dr. Alberto Navas Blanco

Caracas, Marzo de 2018

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DEDICATORIA

Dedicado a la memoria del querido y admirado profesor Francisco Javier


Nieves-Croes Aguirre. Brillante académico, convencido patriota, hábil negociador y
defensor de nuestros mares y fronteras, además de esclarecido asesor de nuestra
Armada.

Dedicado también a las personas que me han llevado hasta este importante
logro: Mi hermana, la Abogada Roymar Susana Maita Ruiz; quien siempre ha sido mi
apoyo moral y material más firme desde que tengo uso de razón. Mi madre, la también
Abogada Maritza Ruiz Marrero; quien me enseñó que los sueños se alcanzan luchando
diariamente por ellos, tal como lo he comprobado en el derrotero navegado hasta ahora.
Mi padre, el Profesor Roy Maita Villanueva, de quien aprendí el gusto por la historia y
el mundo militar, iniciando bajo su impulso y guía, la travesía que me ha llevado a ser
historiador y oficial naval.

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AGRADECIMIENTOS

Las grandes metas rara vez son producto de un esfuerzo estrictamente


individual. Siempre hay personas, amigos, aliados; que nos apoyan en el sendero para
alcanzar un logro. Por ello, es imprescindible agradecer a los que de una u otra forma
brindaron un apoyo decisivo para la materialización de este trabajo.

En primer lugar debo agradecer a quienes me dieron las primeras luces sobre el
tema de investigación cuando apenas me estaba aproximando al mismo,
recomendándome fuentes o compartiendo conmigo sus apreciaciones. Personas como el
capitán de navío Jairo Bracho Palma, y los licenciados Jonás Estrada y Carlos Lindarte.

Un segundo grupo de personas también son acreedoras de mi agradecimiento,


por haberme asesorado y apoyado en los trámites del permiso para cursar el Doctorado
en Historia, impulsar la aprobación final, e incluso ayudarme en los trámites de
inscripción. Serían la sargento segunda Delimar Cáceres, el teniente de fragata Antonio
Medina, la capitán de navío Gisela García, el contralmirante Henri Angulo Arias, el
vicealmirante José Sequeira Do Sacramento y la licenciada Saibeth Aguilar.

Más tarde, colegas e investigadores, tales como el Lic. Ramón Rivero Blanco, el
Ing. Andreas Von Mach, el Dr. Feliciano Gámez Duarte, el Dr. Fernando Falcón, el Dr.
Jorge Ortiz – Sotelo, el capitán de navío Luis Farage Dangel, el Dr. Edgar Blanco
Carrero, el MSc. Gonzalo Pulido Ramírez, el Lic. Ricardo Antequera, el Lic. Jorge
Berrueta, el Dr. Tomás Straka, el MSc. Manuel Capote, el vicealmirante Eladio Jiménez
Rattia y el Prof. Miguel Prepo; me brindaron diferentes y variados aportes para mi
investigación. Desde recomendarme fuentes, hasta sugerirme enfoques, o incluso revisar
partes determinadas de mi trabajo, apoyar la difusión de esta investigación o conectarme
con otros investigadores.

También debo agradecer a varios profesores que me apoyaron, y que con sus
brillantes acotaciones me permitieron dar los golpes de timón necesarios para conducir
esta investigación hasta buen puerto. Serían el Dr. Rodrigo Fernández del Río, la Prof.
Anahías Gómez y el Dr. Alejandro Mendible. Del Centro Nacional de Historia debo

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agradecer al Prof. Pedro Calzadilla, así como a mis colegas y amigos Carlos Franco y
Neller Ochoa, quienes desde el inicio apoyaron esta investigación.

Agradezco también a todo el equipo del Museo Bolivariano, en Caracas; y del


Museo Nacional de Colombia, en Bogotá, por la receptividad ante mis solicitudes de
información y los datos brindados, así como también al Sr. Randall D. Fortson,
referencista del Navy Department Library, de la Armada de los Estados Unidos.

No podía dejar de agradecer a mi tutor, el Dr. Alberto Navas Blanco, quien


desde el comienzo creyó en la viabilidad de este tema de investigación y me guió en
todo el proceso del doctorado.

Finalmente, y más importante, agradezco a Dios, sin cuya voluntad no habría


podido alcanzar esta meta.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………….....11

I) CONTEXTO MUNDIAL, REGIONAL E INTERNO DE COLOMBIA HACIA 1823…….....20

A) Contexto internacional hacia 1823……………………………………………………………….21


a) Derrotas y retroceso de España……………………………………………………………………21
1) Las derrotas de España hasta 1820………………………………………………………………..22
2) El Trienio Liberal y su impacto sobre la guerra en América……………………………………...23
3) La “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís” y los nuevos esfuerzos bélicos de España……26
b) Surgimiento de nuevos Estados en América y el rol de Colombia………………………………..27
1) Estados surgidos de la Monarquía Española hacia 1823……………………………..……………27
2) Visión general de la guerra en las ex colonias española, 1823 – 1830……………………………28
3) Importancia estratégica de Colombia……………………………………………………………...31
c) Apetencias y maniobras del Imperio Británico……………………………………………………31
1) Objetivos británicos en América…………………………………………………………………...33
2) La deuda colombiana en Gran Bretaña, medio británico para sus objetivos………………………34
d) El rol de Estados Unidos…………………………………………………………………………...35
1) Objetivos de Estados Unidos………………………………………………………………………36
2) Impacto de la Doctrina Monroe……………………………………………………………………38
B) Evolución política y militar interna de Colombia, 1823 – 1830………………………………...39
a) Situación política……………………………………………………………………….…………39
1) Un acercamiento a la formación constitucional de Colombia……………………………………40
2) Facciones políticas enfrentadas…………………………………………………………………..49
b) Situación financiera………………………………………………………………………………76
1) Secuelas económicas de la guerra………………………………………………………………...77
2) Los empréstitos…………………………………………………………………………………...80
c) Situación militar…………………………………………………………………………………..93
1) Ejército…………………………………………………………………………………………...95
6
2) Marina……………………………………………………………………………………………98
C) La República de Colombia y su potencial como poder marítimo………………………….….103
a) Colombia y su potencial como poder marítimo a la luz de Mahan………………………………...104
1) Concepto de Poder Naval según Mahan y los elementos que lo condicionan……………………..113
2) Aplicación del concepto mahaniano de Poder Naval a Colombia…………………………………121
b) Importancia del poder naval para la seguridad y defensa de Colombia…………………………...123
1) España como amenaza marítima para Colombia…………………………………………………..123
2) Otras posibles amenazas marítimas para Colombia……………………………………………….125
3) Posibilidades de comercio marítimo de Colombia………………………………………………...127
c) Importancia del poder naval colombiano en el escenario internacional, 1823 – 1830…………….129
1) España vs. Colombia, 1823 – 1830: una guerra marítima…………………………………………129
2) La posición central de Colombia en América……………………………………………………...131
3) Apoyo militar colombiano a otros países hispanoamericanos……………………………………..132

II) APOGEO Y DECLIVE DEL PODER NAVAL COLOMBIANO, 1823 – 1830……………..135

A) Antecedentes, 1816 – 1823………………………………………………………………………138

a) Expediciones de Los Cayos, 1816…………………………………………………………………139

1) Primera Expedición de Los Cayos y el Combate Naval de Los Frailes…………………………...139

2) Segunda Expedición de Los Cayos o Expedición de Jacmel………………………………………141

b) Desarrollo naval, 1817 – 1823……………………………………………………………………..142

1) La liberación de Guayana y el control del Orinoco………………………………………………..143

2) Las Cortes de Almirantazgo y la guerra de corso………………………………………………….147

3) La campaña en la costa neogranadina, 1820 – 1821……………………………………………….152

4) El bloqueo a Puerto Cabello, 1821 - 22 y la caída de Maracaibo en manos de Morales…………..162

B) Operaciones navales, 1823 – 1830……………………………………………………………….184

a) La Campaña del Zulia, 1823……………………………………………………………………….184

1) El plan de campaña colombiano y la conformación de la Escuadra de Operaciones sobre el


Zulia......................................................................................................................................................184

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2) Un análisis de la táctica colombiana en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo………………...192

3) Una visión estratégica global. ¿Pudo resolverse la campaña de manera diferente?.........................212

4) Impacto de la campaña en el crecimiento de la armada colombiana………………………………233

5) La toma de Puerto Cabello, fin de la presencia española en el territorio de la República de


Colombia……………………………………………………………………………………………...239

b) Cruceros en el Caribe y la captura de la corbeta Ceres, 1824……………………………………..243

c) Operaciones planteadas y ejecutadas, 1825 – 1827………………………………………………..252

1) Apoyo en el asedio de San Juan de Ulúa…………………………………………………………..252

2) Planes para la liberación de Cuba y Puerto Rico…………………………………………………..264

3) Otras operaciones y planes…………………………………………………………………………297

d) Guerra de Corso, 1823 – 1830……………………………………………………………………..301

1) Auge del corso colombiano, 1820 – 1826…………………………………………………………304

2) El declive, 1827 – 1829……………………………………………………………………………332

e) Actuación de la Armada Colombiana en la liberación del Perú, 1823 – 1826…………………….341

1) Antecedentes a la campaña colombiana en Perú………………………………………………….342

2) Inicio de la campaña peruana………………………………………………………………………344

3) Transporte y escolta de tropas y suministros por la armada colombiana, 1824…………………...354

4) Retorno de tropas a Colombia y bloqueo del Callao, 1825 – 1826………………………………..367

f) La marina colombiana y las amenazas internas……………………………………………………372

1) Acciones frente a La Cosiata………………………………………………………………………373

2) Patrullaje marítimo y las últimas guerrillas realistas………………………………………………377

g) Operaciones navales durante la guerra con Perú, 1828 – 1830……………………………………381

1) Inicio de la guerra y la Batalla de Punta Malpelo………………………………………………….384

2) El bloqueo de Guayaquil…………………………………………………………………………...391

3) La conclusión de la guerra y la expedición al Pacífico…………………………………………….405

C) Aspectos administrativos………………………………………………………………………...419

a) La Marina colombiana y su organización, 1823 – 1826. El auge…………………………………420

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1) Legislación y organización………………………………………………………………………..420

2) Adquisición de buques……………………………………………………………………………..459

b) La Marina colombiana y su organización, 1826 – 1830. El declive……………………………….510

1) Problemas presupuestarios…………………………………………………………………………510

2) Escasez de personal……………………………………………………………………………...…522

3) Degradación de los medios………………………………………………………………………...525

D) Diplomacia y poder naval colombiano………………………………………………………….536

a) Alianza con México y proyección hacia el Caribe…………………………………………………536

1) Tratado de 1823……………………………………………………………………………………539

2) Planes colombo – mexicanos para Cuba…………………………………………………………...544

3) Colaboración naval entre México y Colombia…………………………………………………….551

b) Relaciones con Gran Bretaña, Estados Unidos y la Santa Alianza……..………………………….561

1) Relación con Gran Bretaña………………………………………………………………………...562

2) Relación con Estados Unidos………………………………………………………………………577

3) Relación con las potencias de la Santa Alianza……………………………………………………597

c) Congreso Anfictiónico de Panamá y la diplomacia en Hispanoamérica…………………………..618

1) Política caribeña……………………………………………………………………………………618

2) Planes para Cuba y Puerto Rico, y el Congreso……………………………………………………634

3) Lo naval en los tratados de Panamá………………………………………………………………..638

III) DECAIMIENTO DEL PODER NAVAL COLOMBIANO. IMPACTO DENTRO Y FUERA


DE LAS FRONTERAS……………………………………………………………………………...648

A) Causas posibles del declive naval de Colombia………………………………………………...648

a) Causas económicas y presupuestarias…………………………………………………………….649

1) Los empréstitos y el quiebre financiero de Colombia……………………………………………..650

2) El dilema de financiar al ejército o la armada……………………………………………………...656

b) ¿Proyecto marítimo vs Proyecto terrestre?.....................................................................................662

9
1) Bolívar como pensador estratégico terrestre……………………………………………………….663

2) Santander como pensador estratégico marítimo…………………………………………………...671

3) Contraste de pensamientos estratégicos……………………………………………………………678

B) Impacto a lo interno……………………………………………………………………………...680

a) La vulnerabilidad del comercio marítimo colombiano…………………………………………….680

b) El separatismo……………………………………………………………………………………...682

C) Impacto a lo externo……………………………………………………………………………..684

a) Aborto de los proyectos libertadores en el Caribe…………………………………………………684

b) Indefensión ante amenazas externas……………………………………………………………….688

CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………..692

ANEXOS……………………………………………………………………………………………..698

FUENTES……………………………………………………………………………………………765

10
INTRODUCCIÓN

Es pertinente comenzar explicando que al escribir “República de Colombia” nos


referimos al Estado fundado por iniciativa de Simón Bolívar y de muchos otros patriotas
venezolanos y neogranadinos, que existió entre 1819 y 1831. Su nombre fue “República
de Colombia”, tal y como consta en todos sus documentos, incluida su Constitución y
leyes fundamentales. De manera pues, que no nos referimos a la actual República de
Colombia, que comprende básicamente los territorios de la antigua Nueva Granada y es
vecina de la actual Venezuela.

La República que protagoniza este estudio es popularmente conocida como


“Gran Colombia”, producto de una convención pedagógica pensada para que el lector
con poco dominio de la historia pueda diferenciar al Estado al que nos referimos, de la
actual Colombia. Ciertamente este no es el único caso en el que la historiografía da un
nombre un tanto arbitrario a un Estado desaparecido, aún con pleno conocimiento
general de que su nombre oficial, o el nombre que le daban sus contemporáneos, era
otro. Ejemplos de esta situación serían “Imperio Seleúcida” – que nunca fue usado en
aquella época –, o “Imperio Bizantino” – a pesar de que los contemporáneos
consideraron siempre a ese Estado como Roma.

Aún a riesgo de confundir al lector poco conocedor, elegimos emplear el nombre


oficial que el Estado ya referido tuvo realmente, es decir, “República de Colombia”.
Consideramos que el uso del auténtico nombre de aquella República desaparecida
contribuye a un conocimiento más preciso para el público general, además de ajustarse
mejor al rigor que la disciplina histórica precisa. Es por ello que hablaremos de
República de Colombia o Colombia, para referirnos al Estado que nos ocupa. Hecha
esta aclaratoria, podemos empezar.

Batallas triunfales como Boyacá, Carabobo, Pichincha, Bomboná, Junín o


Ayacucho marcaron el fin del dominio español en Sudamérica y sellaron las
independencias de las nuevas repúblicas de la región. Estas batallas fueron la máxima
expresión del poderío alcanzado por las fuerzas militares terrestres de la República de
Colombia. Dichas victorias, logradas por un ejército comandado por Simón Bolívar y
primordialmente venezolano por su composición en oficiales, son hoy en día
11
consideradas como propias por el actual ejército venezolano, a tal punto que figuran en
su escudo de armas. Lamentablemente, gran parte de la producción historiográfica no ha
ahondado más allá de esta visión triunfalista, parte de la historia oficial en las actuales
repúblicas sucesoras de la antigua Colombia.

Por otra parte, varios triunfos de la República de Colombia en el mar, así como
la diplomacia emprendida por este Estado entre 1823 y 1830, constituyen indicios del
poder naval que dicha república comenzaba a acumular y que han sido poco o nada
estudiados. En efecto, tras el triunfo en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo en
1823, la escuadra colombiana tuvo otras sonadas victorias, tales como la captura de la
goleta española Ceres frente al puerto de La Habana en 1824, el Combate Naval de
Malpelo en 1828 frente a fuerzas peruanas, o la práctica circunnavegación de
Sudamérica entre 1829 y 1830.

La marina colombiana además proyectó operaciones para apoyar a otros países


hispanoamericanos en su independencia, tal como el asedio del Castillo de San Juan de
Ulúa en Veracruz (México) en 1825 y la planteada expedición para liberar Cuba y
Puerto Rico, discutidas en el Congreso Anfictiónico de Panamá. Se tienen datos
también de una intensa actividad corsaria emprendida por Colombia en el Caribe, el
Atlántico, y las propias costas de la Península Ibérica, para forzar a España a reconocer
su independencia. Estos hechos son sólo algunas señales de algo bastante más grande
que lleva a preguntarse: ¿qué tan fuerte llegó a ser la antigua República de Colombia en
el mar?... Es decir, ¿cuán grande fue su Poder Naval?...

Esa es la interrogante que nos planteamos responder, a nivel cuantitativo, y tanto


o más a nivel cualitativo. Pretendimos pues, hacer un estudio hermenéutico sobre los
hechos históricos, a fin de poder reinterpretarlos y tener una visión, al menos
aproximada, de cuán poderosa fue la Armada de la República de Colombia entre 1823 y
1830. Cuánto influyó la misma en las relaciones diplomáticas con los vecinos
americanos, la enemiga España, y las potenciales competidores, rivales y/o amenazas;
proyectando su poder e influencia más allá de sus fronteras. También pretendemos
responder cómo se dio este desarrollo naval en Colombia, además de por qué se detuvo
y declinó el poder naval de esa República, al punto de que en la actualidad es casi
desconocido.

12
Comenzamos esta aproximación histórica en 1823, específicamente con la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo, por ser éste el enfrentamiento naval más
importante y estudiado de la guerra emancipadora, por ser la primera vez que Colombia
reunió una escuadra como tal para una batalla frontal con las fuerzas navales españolas,
y por ser el inicio del repunte del poder naval colombiano. Sin embargo, de ninguna
manera podemos considerar este momento histórico como el inicio de la armada
colombiana. Eso sería un grave error.

La República de Colombia no se “sacó del sombrero” una escuadra en 1823. Por


el contrario, en 1823 se vio materializado el trabajo y desarrollo de muchos años, desde
1811. Muchos fueron los esfuerzos, los combates librados y la experiencia acumulada
por los comandantes y tripulaciones patriotas en todos los años anteriores de guerra.
Baste con recordar solamente – para no extendernos – las expediciones libertadoras de
Los Cayos y de Jacmel en 1816, y toda la actividad naval llevada a cabo desde ese año
hasta 1823. Es por ello que dedicamos una parte importante del trabajo a los
antecedentes de la Armada de la República de Colombia desde 1816.

Los hechos hasta ahora señalados muy someramente, fueron decisivos para la
consolidación de la recién nacida República de Colombia, para vecinos también recién
independizados como México, las Provincias Unidas de Centroamérica o Perú; para
futuros Estados hispanoamericanos aun no independizados, como Cuba; y para la caída,
surgimiento y consolidación de viejas y nuevas potencias en el escenario caribeño y
continental, tales como España, el Imperio Británico y Estados Unidos.

En efecto, terminada ya en 1823 la guerra en territorios de Colombia, la


contienda contra España se desplazó a territorios peruanos por el sur, y a las aguas del
Mar Caribe por el norte. Al consolidarse la República de Colombia como Estado
funcional, comenzó también – con mayor o menor formalidad – a establecer relaciones
con otros países también recién independizados de España y aún en proceso de guerra,
así como con potencias extra regionales y ultramarinas, que seguían con mucho interés
las transformaciones que se estaban dando en el escenario continental. En el epicentro
de estas complejas relaciones de poder estaba desempeñando un papel estratégico la
Armada de la República de Colombia, puesto que era el único instrumento del país para
luchar la guerra con España en el Mar Caribe y ejercer un liderazgo creíble ante
México, Centroamérica, Haití, y los independentistas cubanos y dominicanos; además
13
de ser la mejor herramienta para disuadir de cualquier agresión a potencias ultramarinas
y garantizar la seguridad nacional.

Fue a partir de 1823 y hasta 1830, que la República de Colombia existió como
un Estado plenamente funcional; ya no como un ejército en campaña, sino como una
República que alcanza reconocimiento internacional, estableciendo relaciones de igual a
igual con potencias extranjeras y con otros Estados latinoamericanos recién
independizados, que costea fuerzas armadas en proceso de profesionalización y que
comienza a definir su proyección de poder más allá de las fronteras propias. Es en este
período que se culmina la liberación del Perú, que la suerte de Cuba y Puerto Rico
estuvo muy cerca de ser otro y que se dirimen relaciones de poder en el Caribe, cuyo
desenlace trajo consecuencias vigentes aún hoy.

Y sin embargo, la historiografía tradicional suele dar por concluida la Guerra de


Independencia con la Batalla de Carabobo, o si acaso con la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo, considerando la Campaña del Sur y la Campaña del Perú como apéndices a
la principal cadena de sucesos; y a la República de Colombia como una etapa final del
proceso independentista, más que como el inicio de un nuevo país independiente, en el
que se estaban trazando las líneas maestras de lo que después serían cuatro repúblicas.

La historiografía militar y naval venezolana ha pasado por alto el desarrollo


naval de Colombia después de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, prestando poca
atención a las complejas relaciones de poder que se dieron en la cuenca del Caribe en el
período señalado, y demostrado menos interés todavía en el hecho de que la República
de Colombia fue un actor principal en dicho escenario gracias a su armada. Este
verdadero agujero en la historiografía nacional no está para nada separado del hecho de
que en los siguientes dos siglos de vida republicana, Venezuela, y también Nueva
Granada, hayan sido naciones con escasa conciencia marítima, logrando repuntes muy
breves de su poder naval.

Un punto de pertinencia y relevancia de esta investigación es que esperamos


coadyuve a crear conciencia marítima en la Nación, rescatando una parte crucial de
nuestra historia que había sido mayoritariamente ignorada, demostrando que las actuales
Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, tienen más tradición naval de lo que hasta
ahora se había pensado; y que la seguridad y defensa de nuestro país no puede
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sustentarse sin una adecuada dosis de poder naval, que garantice la soberanía en los
extensos espacios marítimos y fluviales de la República.

El método utilizado fue el explicativo, propio de la investigación documental


teórica, descrito por Fidias Arias y Luis Peña. Esto refiriéndonos específicamente a
recopilar, procesar y analizar la información. Además de este método clásico de la
investigación documental, se hizo uso de disciplinas auxiliares como la geopolítica y las
relaciones internacionales o las ciencias navales, y de técnicas particulares como el
estudio de piezas de museo. Esto a fin de poder llevar a cabo un trabajo completo sobre
el poder naval de la República de Colombia, que comprendiera el estudio de la armada,
el análisis geopolítico y el estudio de las relaciones internacionales. Para poder llegar a
cumplir los objetivos trazados para esta investigación y enfrentar el problema de que la
mayor parte de los detalles y aspectos técnicos no se han conservado completos o se han
perdido, se recurrió a la hermenéutica1 para poder “leer entre líneas” los hechos y así
alcanzar las respuestas a las interrogantes planteadas. En general, cruzamos datos de
fuentes bibliográficas, con fuentes de primera mano de la época, para tener una visión
más clara de los hechos y aplicamos herramientas de análisis internacional. Se trata pues
de una metodología que mezcló el clásico método de la historia con el análisis
geopolítico2, la hermenéutica, las relaciones internacionales y las ciencias navales.

A nivel teórico, nuestra principal referencia fue la obra de Alfred Thayer Mahan
Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 – 1783, de la cual tomamos el concepto
de “Poder Naval” establecido por este autor norteamericano, reforzado por las
reflexiones de dos autores venezolanos: el capitán de navío Armando de Pedraza y el
contralmirante Julio Chacón Hernández. Empleamos estos análisis sobre el poder naval,
y de los factores que lo determinan, para aplicarlo a la República de Colombia,
pudiendo entonces cuantificar el poder naval que tuvo o pudo llegar a tener dicho país.

1
“2. f. Arte de interpretar textos, originalmente textos sagrados. 3. f. Fil. En la filosofía de Hans-Georg
Gadamer, teoría de la verdad y el método que expresa la universalización del fenómeno interpretativo
desde la concreta y personal historicidad.” En Diccionario de la Lengua Española. Disponible en:
http://dle.rae.es/?id=LwUON38 (Revisado online el 26 de diciembre de 2017, a las 08:59 am)
2
Definiéndola como una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los sucesos
políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de otras disciplinas
de envergadura tales como la historia, la geografía descriptiva y la geografía política. Disponible en:
https://www.definicionabc.com/geografia/geopolitica.php (Revisado online el 26 de diciembre de 2017, a
las 09:08 am)

15
Otro basamento teórico clave que empleamos en el trabajo es el del análisis
geopolítico, llegando incluso a aproximarnos a la visión estratégica que del Estado
colombiano y de su tiempo tenían los líderes de la aludida república. Concretamente, se
estudian las inclinaciones y/o concepciones geopolíticas de Santander y Bolívar,
precisando la inclinación marítima o terrestre de cada uno, y reinterpretando así su
dicotómica relación no sólo como el conflicto entre el Santander neogranadino vs el
Bolívar venezolano, el Santander liberal vs el Bolívar conservador, el Santander
civilista vs el Bolívar militarista, o el Santander legalista vs el Bolívar popular, sino
también, posiblemente, el choque de un Santander talasocrático vs un Bolívar
epirocrático. Con esto se busca hacer un aporte en la parte conceptual, pues la relación
Bolívar-Santander no se ha abordado en función de la dicotomía tierra-mar en la
historiografía neogranadina/colombiana ni venezolana.

Comenzando con los antecedentes a esta investigación, tenemos que en la


historiografía venezolana no existen obras específicamente dedicadas al poder naval de
la antigua Colombia; sin embargo, se acercan bastante a este punto las obras La Batalla
Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia y La Armada de Venezuela en la
Guerra de la Independencia de la historiadora Hadelis Jiménez López, el libro Guerra
Gran Colombia – Perú, 1828 – 1829. Impacto de las campañas navales desarrolladas
durante el conflicto del Vicealmirante Eladio Jiménez Rattia; y el clásico de referencia
obligatoria: Historia Naval de Venezuela de Francisco Alejandro Vargas.

Por otra parte, la historiografía colombiana nos ofrece una excelente obra que es
un antecedente directo a este trabajo: Acción de la marina colombiana en la guerra de
independencia 1806 – 1830 de Leónidas Florez Álvarez; y también Bloqueo, rendición
y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana al mando del Almirante D. José
Padilla. (Documentos para su historia) de Enrique Ortega Ricaurte. De la historiografía
ecuatoriana podemos mencionar Historia Resumida de la Armada del Ecuador de José
Gabriel Vargas Molina. Otro trabajo digno de ser mencionado como antecedente directo
es Principales naves de guerra a vela de la Gran Colombia, realizado por el
investigador Gerardo Etcheverry y publicado en el sitio web especializado en historia
naval española y latinoamericana www.todoababor.es. Un trabajo a tomarse en cuenta
es la tesis de la Dra. María Elena Capriles, titulada El corsarismo en Venezuela.
Corsarismo e insurgencia entre 1810 y 1829, que fue presentada en la Universidad de

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Huelva en 2010. Por otra parte, tres grandes estudios históricos navales constituyen una
referencia obligada, además de ser antecesores naturales del presente, el cual aspiramos
que venga a ser una suerte de continuación de los mismos en la línea histórica. Los tres
trabajos aludidos son: Demonios del Mar. Piratas y corsarios en Venezuela 1528 –
1727, de Luis Britto García; La aventura naval de la Compañía Guipuzcoana de
Caracas, de Gerardo Vivas Pineda; y La Defensa Marítima en la Capitanía General de
Venezuela (1783 – 1813), del Capitán de Navío y Doctor en Historia Jairo Bracho
Palma

La historiografía española nos ofrece antecedentes interesantes, como por


ejemplo la tesis doctoral de Feliciano Gámez Duarte, titulada El desafío insurgente.
Análisis del corso hispanoamericano desde una perspectiva peninsular: 1812 – 1828 y
presentada ante la Universidad de Cádiz en 2014. En dicho trabajo se exponen datos
muy interesantes sobre la guerra de corso desatada por Colombia contra España hacia
1826, y también el trabajo de Serrano Mangas titulado “La Armada española frente a la
oleada de corsarios colombianos de 1826”. Pero aun así, no hemos encontrado ninguna
obra que se centre, tal como el trabajo que presentamos, en estudiar el Poder Naval de la
antigua República de Colombia. También de España la recopilación El Teniente
General Don Pablo Morillo. Primer Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta 1778
– 1837 realizada por Antonio Rodríguez Villa.

Además de las fuentes ya mencionadas, podemos mencionar varios clásicos de


la historiografía venezolana y colombiana, escritos por autores muy cercanos en el
tiempo al período estudiado, a base de documentos de primera mano o que son en sí
mismas documentos de primera mano. De Venezuela podemos mencionar las Memorias
del General O´Leary, compiladas por su hijo Simón Bolívar O´Leary, y que constituyen
una extensa recopilación del archivo del Libertador Simón Bolívar; además de las
Obras Escogidas de Bolívar, recopiladas por Vicente Lecuna. De Colombia – la actual
– resaltan Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional de José
Manuel Restrepo; Viaje por Colombia 1825 y 1826 del marino y viajero sueco Carl
August Gosselman, obra ésta que constituye un excelente documento primario y que
nos da una visión detallada de la Colombia de 1825-6, además de uno de los pocos
informes detallados producto de testigos presenciales acerca de la escuadra colombiana.
Del mismo tipo de obra tenemos Viaje por la República de Colombia en 1823 de

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Gaspard-Théodore Mollien, quien también brinda un relato presencial de aquella época,
y también del mismo estilo y época referimos Viaje a la Gran Colombia en los años
1822 – 1823. De Caracas y La Guaira a Cartagena por la cordillera hasta Bogotá, del
viajero inglés William Duane, además la obra Diario de un Diplomático Británico en
Venezuela, de Sir Robert Ker Porter.

En cuanto a hemerografía, se pudo contar con todos los números de la Gaceta de


Colombia, editada entre 1821 y 1830, la cual era a la vez principal periódico del país y
órgano oficial de información del Estado. Esta publicación contiene abundantes
decretos, disposiciones, tratados internacionales firmados por Colombia, discursos y
proclamas de Bolívar y Santander, informes de hechos bélicos y, desde luego, informes
relacionados con la Armada. Esta es una de las fuentes de la época principales con las
que podemos contar para abordar este tema. También contamos con varios periódicos
publicados en Caracas en el período estudiado, tales como: El Colombiano y El
Constitucional Caraqueño, entre otros. Como complemento adicional, se contó con
algunas notas de prensa publicadas en Estados Unidos y Europa sobre el tema de
estudio.

Respecto a recopilaciones documentales más modernas, podemos mencionar De


Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881 coordinada
por Dolores Damarys Cordero y Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de
Panamá preparada por Germán A. De la Reza. Entre otras recopilaciones, más antiguas
en su fecha de edición y prácticamente imprescindibles para este trabajo, podemos
mencionar Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio, en
sus tomos del 3 al 5; Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende
todas las leyes, decretos y resoluciones dictados por sus congresos desde el de 1821
hasta el de 1827, publicada en 1840 en Caracas; y Origen y objeto de las reclamaciones
del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de Colombia, publicada en
Venezuela en 1827. También podemos mencionar ensayos que nos aportan análisis
verdaderamente valiosos, tales como Relaciones Internacionales de América Latina de
Demetrio Boersner, Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830 de Fermín Toro
Jiménez y El Régimen de Santander en la Gran Colombia de David Bushnell.

Pasando a los centros de documentación e información, podemos mencionar el


Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, la Biblioteca
18
Nacional, la Biblioteca “CN. Armando De Pedraza” (especializada en temas navales), la
Biblioteca Central del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, la
colección de piezas del Museo Naval “Ana María Campos”, la Biblioteca Virtual “Luis
Ángel Arango” del Banco de la República (Colombia), la colección de piezas del Museo
Bolivariano, los archivos digitalizados y colección online de la Biblioteca Nacional de
Colombia y del Archivo General de la Nación de Colombia.

Así, con fuentes bastante diversas, a las cuales les planteamos interrogantes poco
o nada formuladas por la historiografía previa, pudimos llevar a término una
investigación con la que esperamos aportar nuevos datos, y sobre todo nuevas visiones
al período histórico de la mal llamada “Gran Colombia”. En efecto, es momento de
superar los conceptos y enfoques largamente repetidos sobre la República de Colombia,
abriéndonos a considerar nuevos aspectos de su breve pero intensa e importante
existencia, tal como el de su poder naval.

19
I) CONTEXTO MUNDIAL, REGIONAL E INTERNO DE COLOMBIA HACIA

1823

LO INTERNACIONAL está inherentemente ligado al estudio de cualquier tema


naval, y es que, como es extensamente conocido, el mar ha constituido desde hace
milenios un espacio geográfico a través del cual las naciones interactúan y se
relacionan, en el cual comercian, intercambian productos y cultura, y a través del cual
también hacen la guerra. Es así pues que este tema del Poder Naval de la República de
Colombia tiene una innegable inclinación hacia lo internacional. Es por ello que antes
de poder entrar en materia directamente, desentrañar los datos desconocidos de su
marina de guerra, las campañas y batallas libradas y planeadas en el mar, y todo lo
demás que nos proponemos hacer; es pertinente que revisemos y dejemos bien claro el
contexto general en el que navegaremos en las próximas páginas.

Concretamente debemos establecer este contexto en dos ejes: la situación


internacional hacia el año 1823, ya que es el punto de la historia en que arranca nuestro
trabajo, y una mirada general a la evolución interna de Colombia entre 1823 y 1830,
dando especial atención al funcionamiento de su sistema político, sus fuerzas armadas y
su situación financiera, para entonces analizar qué potencialidades tenía aquella
república para convertirse en un poder naval, qué amenazas la obligaban a ello y qué

20
importancia tenía el desarrollo del poder naval tanto para la seguridad y defensa de la
propia Colombia como el escenario regional.

A) Contexto internacional hacia 1823

El año de 1823 está marcado por una serie de hitos, tanto en la dinámica interna
de Colombia y su guerra de independencia contra la ex metrópoli, como dentro de la
propia España; así en como en la dinámica internacional americana y europea. No fue
sin justificación que se eligió este año como punto de inicio de nuestro estudio.
Primeramente debemos revisar cómo se estaba desarrollando la guerra en las antiguas
posesiones españolas en América, específicamente en los territorios que se van
agrupando como República de Colombia, revisando luego el surgimiento de los nuevos
Estados hispanoamericanos; y seguidamente la postura, maniobras e intereses de Gran
Bretaña y Estados Unidos, como principales actores políticos al lado de la agonizante
metrópoli española y los Estados recién surgidos de ella.

a) Derrotas y retroceso de España

Como es conocido, en 1815 llegó al norte de Sudamérica la Expedición


Pacificadora comandada por el general español Pablo Morillo, siendo ésta la mayor
expedición militar enviada por la Corona española al continente. Aunque obtuvo
triunfos rápidos y fulminantes entre 1815 y 1816, tales como la rendición de Margarita,
Cartagena y Bogotá, logrando el restablecimiento de la autoridad española en casi toda
Nueva Granada y Venezuela, salvo en los llanos de Casanare y Apure donde operaron
las guerrillas de Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez respectivamente; en
1820 la situación había cambiado dramáticamente para España, y tres años después el
pabellón español desaparecería de todo el territorio colombiano.3

3
De Mier, José M. La Gran Colombia Tomo I, p. XXXVII

21
1) Las derrotas de España hasta 1820

Con las Expediciones de Los Cayos de 1816, los patriotas venezolanos y


neogranadinos lograron la ocupación firme e irreversible de la isla de Margarita, la
penetración en el oriente venezolano y luego, a partir de 1817, la ocupación de
Guayana, que se convirtió en la base de su poder. Tal y como temió Morillo en 1816, la
posesión de Guayana le permitió a los patriotas innumerables ventajas estratégicas y
económicas, lo cual a su vez los puso en posición para desmontar todo el dispositivo de
control militar y político que los realistas habían puesto a punto en Nueva Granada y
Venezuela.

Tras los tropiezos de la Campaña del Centro en 1818, Bolívar y el liderazgo


patriota comprenden que Morillo obtenía la mayor parte de sus recursos del Virreinato
de la Nueva Granada, y que para vencerlo en Venezuela, deberían antes quitarle las
tierras del Virreinato. Es así como inició la Campaña de la Nueva Granada, que se
coronaría brillantemente con el triunfo en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819,
el cual provocó la huida del Virrey Juan de Sámano, y la caída de Bogotá y el centro de
la Nueva Granada en manos patriotas.4

Fue la primera gran derrota española en territorios de la venidera República de


Colombia. Con mapa en mano, vemos que al perder el centro neogranadino, los realistas
quedaron con diversas fuerzas aisladas entre sí: las del Istmo de Panamá, las del sur
neogranadino y Quito, las de la costa caribeña neogranadina y las del centro-norte de
Venezuela, siendo éstas las más poderosas. Este verdadero cataclismo para la Corona
española vendría seguido en 1820 por el Trienio Liberal, que lejos de fortalecer al
Estado español de cara al conflicto en este lado del Atlántico, lo debilitó al dividirlo en
facciones – liberales vs. monárquicos absolutistas – que se ocuparon más de combatirse
entre sí que a los independentistas americanos.

4
Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica del proyecto
americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 586
22
2) El Trienio Liberal y su impacto sobre la guerra en América

Se conoce como “Trienio Liberal”, al período de tres años, 1820 – 1823, en el


cual España volvió a ser una Monarquía Parlamentaria regida por la Constitución de
Cádiz de 1812; esto en marcado contraste con el período de renovado absolutismo de
Fernando VII tras su regreso al poder en 1815 al finalizar las Guerras Napoleónicas.

El 1° de enero de 1820 en Cabezas de San Juan, el coronel Rafael de Riego se


insurreccionó contra la Corona y reclamó el restablecimiento del Constitución de 1812.
En febrero se unieron al levantamiento más unidades militares y el pueblo madrileño
también se sumó al movimiento. El 6 de marzo Fernando VII restableció la
Constitución de 1812 y manifestó hipócritamente: “¡Marchemos todos francamente, y
yo el primero, por la senda constitucional!”5

Esta conmoción interna en España resultó de lo más oportuna para las fuerzas
independentistas, pues ocurrió cuando unos 20.000 hombres estaban disponiéndose a
embarcarse y zarpar rumbo a América para el mes de junio. De hecho, el mal estado de
los buques comprados a Rusia, a bordo de los cuales se transportaría a dicho ejército,
fue el pretexto que encendió la insurrección.6

De esta forma, España no sólo no pudo enviar una poderosa contraofensiva a


América cuando más necesaria era, sino que a su vez se vio dividida internamente.
España vivía profundas contradicciones internas, de las cuales se aprovecharon las otras
potencias europeas y también los independentistas americanos. Esta situación interna en
España provocó dificultades para abastecer a las tropas que combatían en América,
desmoralizando a jefes y subalternos por igual. Ante la falta de directrices concretas, y
con el pensamiento de que quizá el restablecimiento de la Constitución de 1812 podría
llamarse de nuevo al seno del imperio a los insurgentes americanos, Morillo cumplió la
orden dictada e inició gestiones para llegar a un armisticio con Bolívar. 7 Sin
extendernos en narrar los pormenores de esta negociación – los cuales son bastante
conocidos – diremos que en Trujillo el 25 de noviembre de 1820 se firmó el Tratado de
Armisticio y Suspensión de Armas entre la República de Colombia y la Monarquía

5
Sanz, Victor. Nuevo bosquejo de la Historia de España, p. 225
6
Humbert, Jules. Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días, p. 172
7
Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, pp. 256 – 257

23
Española. Al día siguiente se firmó el Tratado de Regularización de la Guerra entre
ambas partes. Se enterraba así, aunque fuese teóricamente, la “Guerra a Muerte” que se
venía practicando por los dos bandos desde 1813 al menos.

Ahora bien, ¿cuál fue el efecto de la firma de estos acuerdos?, ¿quién fue el
beneficiario real de los mismos? Es justo decir que a nivel militar tanto realistas como
patriotas necesitaban un respiro y reorganizar sus fuerzas; sin embargo, mientras que el
tiempo corría en contra de los realistas debido a la cada vez mayor degradación de las
condiciones de sus hombres y medios, y al escaso apoyo material y humano llegado de
la Península; los patriotas tenían el tiempo jugando a su favor, pues venían acrecentando
sus fuerzas y su poder mientras más territorio controlaban, además de ir ganando
reconocimiento internacional.

Desde el punto de vista político, tenemos que los tratados de noviembre de 1820,
lejos de cumplir con la política del nuevo régimen liberal español, fueron un
reconocimiento “de facto” de la condición de beligerantes de los independentistas
colombianos, lo que sin duda fortalecía su posición.8

Pero la consecuencia más importante y más interesante de los Tratados de 1820


no ha sido demasiado divulgada por la historiografía tradicional. La intención final del
armisticio firmado por Bolívar y Morillo en Trujillo era comenzar una negociación a
mayor escala entre ambas partes. Bolívar envió en 1821 dos comisionados a España a
negociar: José Rafael Revenga, miembro del gabinete, y José Tiburcio Echeverría,
gobernador de Bogotá. Ambos delegados no fueron reconocidos oficialmente por el
gobierno español, y se les expulsó del reino tras reanudarse la guerra en Venezuela y
Nueva Granada, además de que sus propuestas resultaron inaceptables para los
españoles.9

Casi en paralelo al armisticio y a la misión de Revenga y Echeverría en España,


Francisco Antonio Zea planteó al embajador español en Londres, una propuesta en
octubre de 1820. Dicha oferta incluía un pacto de alianza entre Colombia y España para
mutua defensa contra terceros, un mercado común, doble ciudadanía para los nacionales
de ambos países, se abría el sistema al ingreso de Chile y el Río de la Plata, y se
8
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Por un Gobierno Representativo. Génesis de la República de
Colombia, 1809 – 1821, pp. 165 – 166
9
Humbert, Jules. Ob. Cit., p. 176
24
aceptaba el dominio español sobre México y Perú, además del predominio de la “Madre
Patria”10. La propuesta de Zea tampoco fue aceptada. El régimen liberal español no
estaba dispuesto a tales concesiones.

Mientras Revenga y Echeverría negociaban en España, la guerra se reanudó. El


28 de enero de 1821 la Provincia de Maracaibo, que había sido leal a España desde
1810, sancionó un acta declarándose libre e independiente de la Península y
manifestando la intención de su pueblo de unirse a la República de Colombia.11 Los
patriotas no se negaron a auxiliar este nuevo brote rebelde y así quedó roto el armisticio.
En junio de ese año el ejército español en Venezuela fue contundentemente derrotado en
la Batalla de Carabobo, y para finales de 1821 solo Puerto Cabello y otras plazas
costeras quedaron en su poder. Por otra parte, se profundizaron los avances patriotas en
la costa neogranadina iniciados en 1820. Para mediados de 1822 los españoles habían
sido casi expulsados totalmente al mar. El Trienio Liberal no benefició en nada el
trabajo de las fuerzas militares españolas en el norte de Sudamérica.

Sin embargo, gracias a la habilidad e inteligencia del general Francisco Tomás


Morales, los realistas se apoderaron a finales de 1822 de Maracaibo, amenazando con
desencadenar una contraofensiva a gran escala, apoyada desde Cuba y Puerto Rico, que
llegara incluso hasta Bogotá, aprovechando que tras la Batalla de Carabobo el grueso
del ejército colombiano; con Bolívar, Sucre y otros destacados jefes a la cabeza, se
había desplazado al sur, donde ganaron las batallas de Bomboná (7 de abril) y de
Pichincha (24 de mayo), ocupando en consecuencia todo el sur de la Nueva Granada y
la antigua Real Audiencia de Quito. De esta manera, cuando llegó la “Invasión de los
Cien Mil Hijos de San Luis”, España aún tenía una pequeña oportunidad de
reemprender la lucha en el norte de Sudamérica.

10
Agustín Sánchez, Andrés y Almudena Delgado, Larios. “España y las independencias de sus dominios
de ultramar, 1808 – 1823” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 128 - 129
11
https://es.wikisource.org/wiki/Acta_de_Independencia_del_Estado_Zulia y Meleán, Jorge Sánchez. “28
de enero de 1821: el Zulia se declara libre e independiente del gobierno español”. Disponible en:
http://publicaciones.urbe.edu/index.php/academiahistoria/article/viewFile/4460/5384 (Descargado On
Line el 19 de agosto de 2016 a las 04:07 pm).
25
3) La “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís” y los nuevos esfuerzos
bélicos de España

Debemos volver nuestra mirada otra vez a Europa para entender la Invasión de
los “Cien Mil Hijos de San Luis” a España y el fin del Trienio Liberal. La Santa
Alianza, se sintió amenazada por los sucesos acaecidos en España, y más cuando en
1822 triunfaron los exaltados liberales en las elecciones. Así, Francia, Rusia, Austria y
Prusia, con la abstención británica, decidieron enviar un cuerpo expedicionario francés a
España12.

Francia, actuando con la tácita aprobación de Gran Bretaña, y tras lo acordado


con las otras potencias aliadas, invadió España, lo que la historiografía española
denomina la “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis”; teniendo como principales
objetivos la restauración de Fernando VII como monarca absoluto, abolir la
Constitución de 1812 y el régimen liberal.13 La invasión fue bastante rápida y
fulminante: el 7 de abril de 1823 los franceses cruzaron la frontera en Bidasoa sin previa
declaración de guerra, el 24 de mayo cayó Madrid, a comienzos de octubre Cádiz y para
finales de ese mismo mes habían caído Cartagena, Alicante y Lérida, en diciembre
quedó totalmente abolido el régimen constitucional y restablecida la monarquía
absoluta, llegando así a su fin el Trienio Liberal en España.14

Naturalmente, la caída de los liberales marcó una nueva etapa en la política


americana de la Corona española. Esta vez no se daría lugar a ninguna negociación con
los insurgentes, sino que se tomaría el camino de una confrontación total y sin
restricción.15 Afortunadamente para Colombia, la consumación de la caída de los
liberales y el retorno del régimen absolutista se dieron cuando ya sus fuerzas navales
habían ganado la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y ya había caído el Castillo de
San Felipe en Puerto Cabello, último bastión español en su territorio. Sin embargo,
como veremos más adelante, éste no fue el final de la guerra contra España, ni en los
espacios los continentales de Sudamérica, ni en los espacios marítimos del Caribe, el
Atlántico y el Pacífico. España opondría una férrea resistencia en Perú, movilizaría

12
Sanz, Víctor. Ob. Cit., p. 227
13
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 253 – 254
14
Sanz, Víctor. Ob. Cit., p. 227
15
Agustín Sánchez, Andrés y Almudena Delgado, Larios. Ob. Cit., p. 138

26
buques frente a la costa pacífica sudamericana y reuniría tropas y buques en Cuba para
continuar su lucha.

b) Surgimiento de nuevos Estados en América y el rol de Colombia

Evidentemente, a la par que España fue sufriendo derrotas en los campos de


batalla de América, fueron surgiendo y consolidándose nuevos Estados independientes.
Unos, por su posición estratégica, las relaciones entre su dirigencia y la Corona
española, su ideología, etc., tuvieron un conflicto emancipador más corto y menos
virulento. Otros, por las mismas variables, vivieron un conflicto más largo y destructivo
contra España. A continuación repasaremos qué Estados habían surgido en América
para 1823 y veremos brevemente sus condiciones políticas, económicas y militares; nos
aproximaremos a una visión general de la guerra entre España y los nuevos Estados
entre 1823 y 1830, y analizaremos la importancia estratégica que tuvo Colombia en esta
guerra de escala continental.

1) Estados surgidos de la Monarquía Española hacia 1823

Para 1823 existen ya en América nuevos Estados surgidos de los imperios


español, portugués y francés con mayor o menor grado de consolidación. En 1804 había
nacido la República de Haití, la cual para 1823 superaba las luchas intestinas
unificándose bajo el liderazgo de Jean Pierre Boyer, sucesor de Alexandre Petión; quien
además había anexado el Haití Español (actual República Dominicana) a su país en
1822, unificando la isla de La Española. Esta república de ex esclavos no había sido
reconocida por ningún país, enfrentaba un virtual bloqueo comercial y temía seriamente
una invasión francesa, a la par que el Gobierno colombiano le marcaba cada vez más
distancia.

En julio de 1816 se había completado la independencia de las Provincias Unidas


del Río de la Plata, que para 1823 habían perdido la banda occidental, Paraguay, que
formó una república independiente ya en 1813; y la banda oriental, Uruguay, que había
sido ocupada por los portugueses y sería heredada por el nuevo Imperio del Brasil. En
abril de 1818 completó su emancipación la República de Chile, que para 1823 seguía
27
ayudando a la independencia del Perú y manejaba una flota respetable en el Pacífico
sur, estando a su vez segura gracias a su remota posición geográfica. La República de
Colombia se formó legalmente entre 1819 y 1821, completando para 1823 la expulsión
de los españoles de su territorio. En febrero de 1821 surgió el Imperio de México como
país independiente, bajo el mando del Emperador Agustín Iturbide; en 1823 Iturbide fue
derrocado y México se convirtió en república con el nombre de Estados Unidos
Mexicanos. En diciembre de 1821 surgió el fugaz Estado del Haití Español (actual
República Dominicana), el cual fue invadido y anexado por Haití en enero de 1822. En
septiembre de 1822 surgió el Imperio del Brasil cuando el príncipe Pedro se alzó contra
su padre, el rey Juan VI de Portugal, convirtiéndose en el Emperador Pedro I. Brasil
entró a la comunidad internacional como socio de la Santa Alianza y protegido del
Imperio Británico, ocupando además el territorio rioplatense de Uruguay, y despertando
los temores de sus vecinos. En junio de 1823, tras la caída de Iturbide, surgieron las
Provincias Unidas de Centroamérica, producto de una reacción conservadora contra el
nuevo régimen liberal mexicano. Finalmente, en Perú la guerra estaba lejos de decidirse,
existiendo un gobierno republicano peruano con un precario poder, que controlaba si
acaso la mitad del territorio del país y que solicitaba desesperadamente el auxilio de las
repúblicas vecinas. El Virreinato del Perú era el centro del poder colonial español en
Sudamérica, sus grandes recursos naturales y población le permitían a España, aún en
1823, soñar con la posibilidad de una contraofensiva que barriera a las repúblicas recién
formadas en la región.16

Como veremos más adelante, por la virulencia de su enfrentamiento con España,


su posición céntrica en América y su vecindad con Perú, además del poder y prestigio
alcanzado por sus líderes y su ejército, la República de Colombia estaba llamada a
seguir combatiendo en primera fila contra España, mientras que en otras repúblicas, la
guerra estaba terminando o ya había terminado.

2) Visión general de la guerra en las ex colonias españolas, 1823 – 1830

Después de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, podemos decir que la


guerra en territorio colombiano propiamente dicho se limitó al bloqueo y asedio de

16
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 257
28
Puerto Cabello, que terminó el 7 de noviembre de ese año. De esta manera terminó la
guerra dentro de las fronteras de la República de Colombia, algo más que esperable
tomando en cuenta la larga degradación a la que se vieron sometidas las fuerzas
españolas al privárseles del apoyo metropolitano.17 Sin embargo, esto no quería decir
que la guerra hubiese terminado, ni para Colombia, ni para las demás repúblicas.

México aún enfrentaba la terca resistencia española en el Castillo de San Juan de


Ulúa, en Veracruz, desde el cual, y con el apoyo de las fuerzas acantonadas en la
cercana Cuba, España amenazaba con una expedición que sometiera de nuevo el país.
Chile por su parte tenía buques y tropas implicados en la liberación del Perú (parte de la
fuerza multinacional del general José de San Martín) y se esforzaba por capturar la
fortaleza española de Chiloé, desde la cual se amenazaban los puertos chilenos y el
tráfico por el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos. El Río de la Plata tenía
grandes fuerzas comprometidas en Perú con el general José de San Martín, al tiempo
que seguía expectante ante un posible ataque español y además la amenaza de un ataque
brasileño en combinación con la Santa Alianza.

De esta manera, tenemos que entre 1823 y 1830 las guerras de independencia de
Hispanoamérica tuvieron dos grandes “Teatros de Guerra”18:

1ero, el “Teatro del Perú y el Pacífico”, donde Colombia de manera protagónica, junto
con fuerzas de Chile y el Río de la Plata, apoyó a los independentistas peruanos en su
lucha contra las fuerzas virreinales. Este “teatro” se definió favorablemente para los
hispanoamericanos con la Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, aunque no
finalizó allí.

17
Ibídem., p. 279
18
Tomamos aquí el concepto de Teatro de Guerra, que data del siglo XX, para ayudarnos a explicarle la
situación estratégica al lector. Ofrecemos la siguiente definición de Teatro de Guerra: “conjunto de
espacios terrestres, marítimos y aéreos afectados por la guerra en cualquiera de sus formas. En ella ejerce
su autoridad el mando supremo militar. Por exigencias orgánicas, el teatro de la guerra se articula en
teatros más reducidos, llamados de operaciones.” Borreguero Beltrán, Cristina. Diccionario de Historia
Militar, p. 327. Necesario también es aclarar al lector que en ninguno de los dos “teatros” señalados por
nosotros existió un Mando Supremo o Conjunto, aunque es rescatable que en la guerra en Perú el Ejército
Libertador Unido (que agrupaba unidades colombianas, peruanas, chilenas y argentinas) si tuvo un
comandante único, Simón Bolívar; y que Bolívar dio al almirante peruano Guise, mando sobre los buques
peruanos y colombianos involucrados en la guerra. Por otra parte, en el “teatro” del Atlántico-Caribe,
Colombia y México trataron de coordinar sus esfuerzos, pero no lograron operacionalizar acciones
combinadas.

29
En el Océano Pacífico las acciones de combate ocurrieron desde el Cabo de Hornos y el
Estrecho de Magallanes al sur, hasta las costas de Guayaquil al norte. Este “Teatro de
Guerra” giró en torno a los envíos de tropas, armas y suministros desde Colombia al
Perú en buques colombianos, peruanos y chilenos. Los hispanoamericanos buscaron
mantener abiertas estas líneas marítimas de comunicación y capturar las fortalezas
costeras, como el Callao y Chiloé, mientras que los españoles buscaron precisamente
cortar dichas líneas y mantener en su poder estas fortalezas. Podríamos dar por cerrado
este “teatro” con la caída de Chiloé en manos chilenas en enero de 1826 y con la
rendición del Callao también en enero de 1826 ante fuerzas colombianas, peruanas y
chilenas.

2do: el “Teatro Atlántico-Caribeño”, con operaciones desde Cayo Hueso al norte hasta
las costas de Venezuela al sur, y desde las costas mediterráneas de España al este hasta
Veracruz al oeste. Este “teatro” es quizá el menos estudiado y donde la guerra se
prolongó más tiempo. La historiografía tradicional da por terminada la guerra en
México con la caída de San Juan de Ulúa el 23 de noviembre de 1825, y en general en
América con la caída de Chiloé y el Callao en enero de 1826, pero la realidad es que la
escuadra española merodeó por aguas mexicanas y colombianas hasta 1827, y que
unidades navales regulares y corsarias, mexicanas y colombianas, operaron en aguas
peninsulares españolas hasta 1826 como mínimo, teniéndose una última invasión
terrestre española a México, que terminó con la Batalla de Tampico el 11 de septiembre
de 1829. Este hito podría servirnos como referencia para cerrar este “Teatro de Guerra”,
pero debemos explicar que España no firmó con México un tratado de paz hasta 1836, y
con la República de Colombia no llegó a firmar ninguno, pues reconoció a Ecuador
como país independiente en 1840, a Venezuela en 1845 y a la Nueva Granda (ya
rebautizada como Colombia) en 1881. Es decir, hablamos del “Teatro de Guerra” con
mayor extensión geográfica, con más tiempo de duración de sus operaciones (pues
iniciaron en 1811 con el comienzo general de los procesos de independencia) y quizá el
menos estudiado con rigurosidad.

30
3) Importancia estratégica de Colombia

Como el lector se dará cuenta, la República de Colombia fue el único Estado


hispanoamericano que después de 1823 participó simultáneamente en los dos “Teatros
de Guerra” antes expuestos, haciéndolo además de forma protagónica y no secundaria.
Esta es la primera razón por la cual podemos afirmar que Colombia tuvo una
importancia estratégica de primera orden en las guerras de independencia contra
España. En efecto, debido a su posición céntrica en el continente americano, la
República de Colombia se vio obligada a combatir en diversos “Teatros de Guerra”
como actor principal, con lo cual aseguró su propia independencia y la de sus vecinos.19

La importancia estratégica de la República de Colombia no sólo se limitó a lo


estrictamente militar, sino también a su actuación en la política internacional. Colombia,
al tener una postura sólidamente republicana en sus líderes – a diferencia de otros países
donde se insinuaron formas de monarquía parlamentaria o se llevaron a cabo, tales
como México, el Río de la Plata o Perú –, al abrigar en su seno una gran cantidad de
población parda y negra que gracias a sus méritos de guerra ascendió socialmente más
que en los Estados vecinos, dando lugar a una sociedad un poco más igualitaria y con
vocación claramente abolicionista de la esclavitud; y al extender el Libertador Simón
Bolívar un mensaje consistente de unificación continental, tomó un papel muy visible
en la escena internacional, llegando a inquietar a Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos, pues sus objetivos nacionales empezaron a amenazar los de estas naciones.20

c) Apetencias y maniobras del Imperio Británico

Desde el siglo XVI Inglaterra había sido la gran rival de España en la carrera
colonial de América. Ya en el siglo XVIII la rivalidad anglo-española se hizo más
virulenta, dándose varias guerras y conflictos menores entre ambas potencias, conflictos
a su vez agravados por la permanente alianza de España con Francia – el gran rival de
Gran Bretaña en Europa –, debido a los Pactos de Familia entre las dos ramas de la
dinastía Borbón.

19
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 321
20
Ibídem, p. 258

31
En los primeros momentos de la Revolución Francesa, España se vio obligada a
ser aliada de Francia, a pesar de que el régimen revolucionario había decapitado a la
otra rama de la familia real, pues no contaba con apoyo de ninguna otra potencia para
hacer frente a la Francia revolucionaria. En este contexto se explica la actitud hostil de
Gran Bretaña, materializada en acciones como los ataques al Río de la Plata en 1806 y
el apoyo – más teórico que real – a los proyectos de Francisco de Miranda. Sin
embargo, con la invasión napoleónica a España en 1808 y la usurpación de su trono,
Gran Bretaña se vio obligada a ser aliada de España contra Francia; eso sí, manteniendo
un doble juego que le permitió recibir a la misión diplomática venezolana en 1810 y a
tolerar que sus comerciantes vendiesen armas a los independentistas, acumulándose una
deuda nada despreciable a favor del capital británico.

Ya concluida la Guerra de Independencia Española, expulsados los franceses de


la península Ibérica, y liquidado el imperio napoleónico; Gran Bretaña miró al futuro
con más claridad y maniobró en la escena internacional. El Gobierno británico se puso
como meta evitar que surgiese una nueva potencia hegemónica en Europa que
amenazara su vulnerable situación insular. En paralelo, pragmáticamente se alió con las
potencias de la Santa Alianza (Francia, Prusia, Austria y Rusia), restauradoras del
Antiguo Régimen; pero sin comprometer sus intereses comerciales y su carrera colonial.
Las independencias de Hispanoamérica le abrían a Gran Bretaña la puerta a recursos y
mercados ambicionados desde hacía tres siglos.21

De esta manera, cuando en el Congreso de Verona de 1822, Austria, Francia,


Prusia y Rusia decidieron intervenir en España para poner fin al régimen liberal, Gran
Bretaña se abstuvo de apoyar tal intervención; conservando las manos libres para su
trato con los nuevos Estados que se formaban en América.22 Esta acción de Gran
Bretaña, como veremos más adelante, fue coordinada en parte con Estados Unidos, que
también estaba interesado en establecer buenas relaciones con los nuevos Estados de
Hispanoamérica. De hecho, lo que hoy en día conocemos como “Doctrina Monroe”,
comenzó con una propuesta británica a Estados Unidos, contenida en el llamado
“Memorándum Polignac”, en el que los británicos le ofrecían a los norteamericanos

21
Ibídem, p. 252
22
Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela, Tomo Primero: La Colonia, La
Independencia, La Gran Colombia, p. 531

32
suscribir una declaración conjunta oponiéndose a cualquier proyecto de la Santa Alianza
de restaurar la autoridad española en América. Los norteamericanos rechazaron tal
propuesta y su presidente, James Monroe, pronunció el conocido discurso que dio lugar
a la ya mencionada doctrina. Estados Unidos tomó en solitario una bandera que
originalmente le había sido ofrecida por Gran Bretaña.23

1) Objetivos británicos en América

En la década comprendida entre 1820 y 1833, Gran Bretaña llevó a cabo en


América una serie de acciones que según el autor Fermín Toro Jiménez, son reveladoras
de sus objetivos: En 1820, a través de Gregor Mac Gregor y con apoyo en las
autoridades de Belice y Jamaica, conquistó la Costa de los Mosquitos en Nicaragua, y
ofreció a España la compra de las islas de la Bahía, en 1825 el Rey Mosco impuesto por
los ingleses fue coronado con la pompa y circunstancia de un soberano británico, que en
caso de muerte transmitía su poder, como Regente, al Gobernador británico de Belice, y
en 1830 Gran Bretaña se apoderó por la fuerza de la isla de Roatán para incorporarla al
territorio de Belice. En 1828 la diplomacia británica creó la República Oriental de
Uruguay como solución a la guerra que Brasil y el Río de la Plata venían sosteniendo
desde 1825 por dicho territorio; esta “solución” le dio a los británicos libre acceso
comercial al sistema fluvial Río de la Plata – Paraná – Paraguay al internacionalizarse
sus riberas. En 1830 se concretó la desintegración de Colombia – según Toro Jiménez
con un rol principal de las intrigas británicas –, lo que eliminó de la escena internacional
a un Estado capaz de oponerse a sus proyectos, y abriendo a sus exportaciones toda la
fachada meridional del Caribe. Finalmente en 1833 Gran Bretaña ocupó las Islas
Malvinas, obteniendo el dominio de las rutas marítimas hacia el Cabo de Hornos.24

¿Qué revelan estas acciones? Evidentemente Gran Bretaña buscó colocarse


ventajosamente en posiciones clave del continente americano para asegurarse acceso a
recursos naturales y mercados, en concordancia con el desarrollo industrial capitalista
que estaba experimentando. Esta directriz estratégica la obligaba entonces a tomar una
posición bastante clara en la escena internacional: no respaldar los proyectos de la Santa

23
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 254
24
Ibídem, p. 253
33
Alianza respecto a América25, y reconocer a los nuevos Estados surgidos en América
para poder establecer relaciones formales; es decir, establecer acuerdos comerciales
ventajosos y cobrar las deudas contraídas por dichos Estados con sus comerciantes y
proveedores de armas, pertrechos y buques.26

2) La deuda colombiana en Gran Bretaña, medio británico para sus objetivos

Desde el inicio, la lucha por la independencia fue bastante difícil para los
patriotas. No sólo que su enemigo era mucho más poderoso, sino que el propio territorio
a liberar no albergaba prácticamente ninguna instalación industrial de armamentos. En
la América Española prácticamente no existían astilleros, diques secos, fundiciones de
artillería, etc. Por todo ello, los independentistas se vieron obligados a adquirir en el
extranjero las armas, pertrechos y buques que necesitaban para la contienda.

Al casi no disponer de dinero, el liderazgo de la futura República de Colombia


se vio obligado a pagar sus compras en especie, (con bienes como mulas, tabaco, cacao,
etc., sobre todo tras de la liberación de Guayana) o bien contraer empréstitos
(mayormente en Gran Bretaña, el mayor centro financiero mundial) dando como
garantías las riquezas naturales de Colombia; y comprometiéndose a pagar una vez
finalizada la lucha o al menos ya consolidada la República.27

Más adelante explicaremos con detalle los empréstitos contraídos por Colombia
ante el capital británico, y los efectos que los mismos tuvieron sobre la estabilidad
interna de la República; y concretamente sobre el desarrollo de su marina de guerra. En
esta parte nos limitaremos a explicar que habiendo Colombia conquistado por sí sola su
independencia y más bien habiendo ayudado a países vecinos a conquistar la suya, y
teniendo su liderazgo político y militar una postura irreductiblemente republicana y anti
colonial, sólo un punto débil ofrecía la República de Colombia en la arena internacional,
vulnerable a presiones de una potencia extranjera: sus deudas.

25
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 534
26
Ibídem, p. 535
27
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 279

34
En efecto, la impagable deuda colombiana con el capital británico no sólo
comprometió su futuro desarrollo industrial y comercial, además de debilitar sus fuerzas
armadas; sino que también fue el punto de presión sobre el cual actuó Gran Bretaña para
conducir a la República de Colombia en pro sus intereses imperiales en la región.
Incluso, podríamos decir, como verá el lector seguidamente, que la crisis que terminó
disolviendo a esta República comenzó justamente por los problemas económicos
originados por la deuda externa con Gran Bretaña.28

d) El rol de Estados Unidos

Estados Unidos nació tres décadas antes de que comenzaran los procesos de
independencia en Hispanoamérica, lo cual fue apenas una de las tantas ventajas que
tuvo la nación del norte respecto a sus vecinas del sur cuando comparamos sus
independencias. Estados Unidos tuvo apoyo directo de Francia y España para su
independencia, lo cual produjo que su guerra emancipadora entrara en la agenda
internacional europea, dando como resultado que dicho conflicto se cerrara con el
reconocimiento formal de Gran Bretaña y de los demás países de Europa a su nuevo
estatus de nación soberana. En contraste, los Estados hispanoamericanos surgen de una
conmoción en España y en toda Europa, a la vez que los regímenes republicanos que
adoptan son vistos con repulsión por las potencias de la Santa Alianza y que el rey
Fernando VII mientras vivió no estuvo dispuesto a asumir la derrota de sus armas en
América, retardando el reconocimiento de las independencias hispanoamericanas.

Para cuando la República de Colombia comienza a tomar forma entre 1819 y


1821, Estados Unidos ha pasado ya la primera fase de su desarrollo como nación
independiente. Ha expandido su territorio al oeste con ocupación de tierras indígenas, y
comprado Luisiana a Francia en 1808; también ha sobrevivido y vencido en la guerra
con Gran Bretaña de 1812 – 1815, que más bien estimuló su desarrollo industrial y
militar; y justamente en 1819 compra Florida a España y firma con ésta el Tratado
Adams – Onís, mediante el cual fija sus fronteras, obteniendo salida al Pacífico a través
de Oregón. Hacia 1822 Estados Unidos comienza a manifestar con más firmeza sus

28
Ibídem, p. 259-260

35
posturas en la escena internacional y reconoce a los nuevos Estados hispanoamericanos,
iniciando con Colombia, Chile y el Río de la Plata. Ya para 1823 hace pública su
posición de no permitir la recolonización europea de América: la llamada Doctrina
Monroe.

Estados Unidos tuvo entonces ventajas de su anterior nacimiento, de su rápido


desarrollo industrial, de sus coincidencias con Gran Bretaña en cuanto a principios
políticos liberales y, desde luego, debido a su posición geográfica de vecindad
inmediata con las tierras del ex imperio español. Revisaremos pues qué objetivos tenía
el Gobierno norteamericano en la región y cuál fue el impacto de la Doctrina Monroe.

1) Objetivos de Estados Unidos

Con el reconocimiento de las independencias de Colombia y Chile, Estados


Unidos le tomó la delantera a Gran Bretaña en cuanto a las relaciones con
Hispanoamérica, y eso a pesar de que Gran Bretaña venía protegiendo, alentando y
apoyando subrepticiamente a los independentistas hispanoamericanos desde fecha muy
anterior a 1810. En efecto, con estos reconocimientos (Colombia, Chile y el Río de la
Plata en 1822, y Brasil en 1825), y con la Doctrina Monroe, Estados Unidos empezó a
establecer un sistema americano de relaciones internacionales en el que buscó el
liderazgo. Estados Unidos argumentó su política para con los nuevos Estados en el
deseo de establecer un sistema continental defensor de la libertad y la forma republicana
de Estado, en contraste con las monarquías europeas; dejando muy clara su postura de
rechazo a los proyectos de la Santa Alianza, defendidos sobre todo por Fernando VII de
España y Luis XVIII de Francia.29

Ahora bien, ¿qué perseguía Estados Unidos con estas maniobras?, después de
todo ese país había guardado una estricta neutralidad hasta 1820 al menos. Cuando
revisamos su actuar en todo el período, nos damos cuenta que el Gobierno
norteamericano mantuvo su neutralidad mientras su poder militar y económico hacia
totalmente imposible un enfrentamiento contra España o una coalición de potencias
europeas. Además de eso, Washington necesitaba algo muy importante; lograr avances

29
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 259

36
territoriales sin llegar a conflictos armados de dudoso desenlace. Este objetivo se
cumplió primero con la compra de Luisiana a Francia en 1808 y se completó con el
Tratado Adams – Onís en 1819. Otro asunto clave para Estados Unidos era llegar a una
relación de mutuo respeto y entendimiento con Gran Bretaña, la mayor potencia naval
del mundo y única con poder real para impedir cualquier aventura militar europea en
América. Estados Unidos logró ese objetivo con el fin de la Guerra Anglo-
Estadounidense de 1812 – 1815.

Habiendo logrado el entendimiento con la ex metrópoli, y las adquisiciones


territoriales ansiadas, Estados Unidos pudo entonces sentirse libre para entrar en la
carrera con Gran Bretaña por los recursos naturales y los mercados de Hispanoamérica.
En efecto, más allá del discurso de solidaridad republicana entre americanos, y repudio
a las amenazas de las monarquías europeas; el motor del cambio diplomático realizado
hacia los nuevos Estados se originó en el deseo de la clase burguesa norteamericana de
competir con Gran Bretaña en el continente americano.

Aunque Estados Unidos se considerase aliado de Gran Bretaña a nivel político-


ideológico contra las monarquías absolutistas europeas y en respaldo de las
independencias de las nuevas naciones, en el plano comercial aspiraba a competir con
Gran Bretaña en la América antes española. Esto se comprueba de manera muy sencilla:
lo primero que hizo Estados Unidos con Colombia, y con los demás Estados recién
constituidos, fue negociar la firma de acuerdos comerciales ventajosos donde se le
concedía el trato de “Nación más favorecida”, ganándole así la delantera a los
británicos.30

Por otra parte, y en concordancia con el objetivo de hegemonía comercial,


Estados Unidos buscaba ya en la década de 1820 establecer su hegemonía política en el
continente americano. La Doctrina Monroe, más allá de que aún Estados Unidos no
tuviese la fuerza militar necesaria para hacerla valer, establecía un área de influencia
exclusiva para sí, que comprendía prácticamente todo el continente americano y que
además no estaba sujeta a negociación con las potencias europeas. Como explicaremos
más adelante, este objetivo chocaría frontalmente con el ideal de una Confederación

30
Ibídem, p. 350

37
Hispanoamericana sostenido por el Libertador Simón Bolívar y por el Gobierno de la
República de Colombia.

2) Impacto de la Doctrina Monroe

Estados Unidos buscó configurar un sistema hemisférico en el que tuviese la


supremacía. La piedra angular de dicho sistema fue el discurso pronunciado por el
Presidente James Monroe el 2 de diciembre ante el Congreso, base de lo que se
conocería después como la “Doctrina Monroe”; la cual ha sido desde entonces un
principio esencial de la política exterior norteamericana, que mantiene el objetivo
permanente de la supremacía en el continente americano.31

El efecto inmediato internacional de la Doctrina Monroe fue que puso


firmemente a Estados Unidos, junto con Gran Bretaña, en oposición a los proyectos de
la Santa Alianza para la América antes española. En consecuencia, las potencias aliadas
desistieron de sus ideas de apoyar a España en una gran operación de reconquista de
América. Incluso Rusia, quien con más entusiasmo que nadie respaldó tales proyectos,
varió sus miras; tanto que el presidente norteamericano John Quincy Adams dijo al
Congreso que Rusia había ayudado a fijar una política de contención respecto a las
demás potencias europeas, no quedándoles más alternativa que reconocer tarde o
temprano las independencias de los nuevos Estados de América.32 Este acercamiento
ruso a las posturas de Estados Unidos llegó incluso más allá, cuando el Gobierno
norteamericano le pidió al Zar que mediara entre Fernando VII y los Gobiernos de las
nuevas repúblicas, a fin de alcanzar la paz; todo con el objetivo de postergar la ofensiva
colombo – mexicana proyectada sobre Cuba y Puerto Rico, aun en manos españolas.

31
Fragmentos del séptimo mensaje anual del Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, al
Congreso norteamericano. 2 de diciembre de 1823 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración
Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 43 – 44, “Monroe Doctrine 1823” en American History. From
Revolution to Reconstruction and beyond. Disponible en: http://www.let.rug.nl/usa/documents/1801-
1825/monroe-doctrine.php y Renehan, Edward J. Jr. The Monroe Doctrine. The Cornerstone of
American Foreign Policy, pp. 64 - 77
32
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 535

38
B) Evolución política y militar interna de Colombia, 1823 – 1830

Habiendo revisado brevemente la situación internacional hacia 1823 en


particular, y en general hasta 1830, llega el momento de revisar qué ocurría dentro de
las fronteras de la República de Colombia a nivel político, económico y militar. Esto
nos dará el marco adecuado para explicar el desarrollo, auge y declive del poder naval
de Colombia la grande. Es oportuno señalar que tradicionalmente la historiografía ha
interpretado a la República de Colombia como un completo fracaso desde el comienzo,
pero cuando analizamos detenidamente su estructura institucional y el funcionamiento
que la misma tuvo por lo menos hasta 1828, nos damos cuenta que la República de
Colombia no fue un Estado menos funcional que sus vecinos, llegando incluso a
superarlos en algunos aspectos.33

a) Situación política

Enlazando la situación política interna de Colombia con lo expresado en la idea


anterior del contexto internacional, podemos decir que la República de Colombia tuvo
como líneas generales de su política exterior: primero, la fijación de sus límites
geográficos con sus vecinos; segundo, lograr el reconocimiento internacional
(primordialmente España, Estados Unidos y Gran Bretaña); tercero, levantar un sistema
de alianzas con los recién creados Estados hispanoamericanos; cuarto, establecer una
relación pacifica con el Imperio del Brasil; quinto, reunir en asamblea a los nuevos
Estados para levantar una Confederación Hispanoamericana (hecho consumado en el
Congreso Anfictiónico de Panamá); sexto, regular y defender internacionalmente la
guerra de corso emprendida contra España y finalmente llevar adelante una política
coherente de empréstitos e inmigración selectiva desde Europa hacia su territorio.34

Todo ello exigía primero tener un Estado bien formado con instituciones sólidas
y coherentes, solvente a nivel financiero y dotado con unas fuerzas armadas adecuadas
para su seguridad, defensa y preservación del orden interno. Este proceso de creación de
la República de Colombia comenzó cuando el Congreso de Angostura sancionó la Ley

33
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 175
34
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 338 - 339
39
Fundamental de la República de Colombia, el 17 de diciembre de 1819.35 Esta ley
estableció la unión de Nueva Granada y Venezuela en un nuevo Estado republicano, y
también que en enero de 1821 debería reunirse en la Villa del Rosario de Cúcuta un
congreso con representantes de ambos territorios para redactar la constitución de la
nueva república que se estaba proyectando. Dicho congreso llegó a reunirse y redactó la
llamada Constitución de Cúcuta o Constitución de 1821. Es para nosotros necesario
revisar dicha constitución; las circunstancias en las cuales se redactó y cómo funcionó la
estructura institucional establecida por ella. Con estas ideas en claro, podremos entonces
estudiar con mayor precisión las luchas políticas entre las diversas facciones que
aparecieron en Colombia hasta 1830. Luchas que como veremos más adelante, tuvieron
incidencia en el desarrollo de la marina de guerra colombiana.

1) Un acercamiento a la formación constitucional de Colombia

No podemos comprender ninguna constitución sin primero analizar las


circunstancias en las que la misma fue redactada. Debemos señalar que de acuerdo a la
reglamentación electoral aprobada por el Congreso de Angostura, entre el 7 de agosto y
el 11 de noviembre de 1820 se llevó a cabo la elección de diputados para el congreso
que habría de reunirse en Cúcuta a comienzos del año siguiente. De esta elección
debemos comenzar diciendo que el sistema electoral no varió demasiado, siendo una
elección censitaria, muy parecida a la del Congreso de 1811; es decir con una nula
participación de los miembros de las clases más bajas y debiendo cumplir los candidatos
varios requisitos que los ubicaban entre las capas medias y altas de la sociedad. Otra
particularidad de esta elección, y que resultaría grave a largo plazo, es que para finales
de 1820 vastos territorios de Venezuela y Nueva Granada aún estaban en poder español,
situación que además fue reconocida por los líderes militares patriotas cuando firmaron
los acuerdos de noviembre de 1820 con el general Morillo. De hecho, en paralelo a la
elección de representantes para el Congreso General de Colombia – que como dijimos
habría de reunirse el siguiente año en Cúcuta – realizada en los territorios liberados; en
las zonas todavía bajo control realista se llevaron a cabo elecciones de diputados para

35
Véase:
https://es.wikisource.org/wiki/Ley_Fundamental_de_la_Rep%C3%BAblica_de_la_Gran_Colombia

40
las Cortes Generales que se reunirían en España. Esto tras la jura de los ayuntamientos y
cabildos de la Constitución española de 1812, tal como lo ordenó el régimen liberal de
España.36 De esta manera, la representatividad del futuro Congreso de Cúcuta se vio
seriamente comprometida.

Previendo esta situación, en el reglamento electoral elaborado en Angostura, se


especificó que los diputados elegidos no sólo representarían a provincias determinadas,
sino a la nación entera, eligiéndose entonces en las provincias libres representantes que
actuarían en nombre de las provincias aún bajo yugo español.

El 6 de mayo de 1821, cuando se instaló el Congreso General de la República de


Colombia en la Villa del Rosario de Cúcuta, acudieron al mismo 57 representantes de
las 19 provincias, faltando así pocos diputados para completar los dos tercios de quórum
mínimo establecido por el reglamento. Complicando la situación, antes de esta fecha
murió Juan Germán Roscio, Vicepresidente de la República, por lo que fue nombrado
en su lugar, por Simón Bolívar, Antonio Nariño, héroe y líder más notorio de la primera
fase de la independencia en la Nueva Granada. Comenzó así el trabajo de este cuerpo
representativo popular.37

Ahora bien, ¿cuál fue de entrada la correlación de fuerzas políticas en el


Congreso de Cúcuta, tomando en cuenta la cantidad de territorios aún ocupados por los
realistas?... Mientras que tras la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) la mayor parte
de la Nueva Granada había sido liberada, restando solo la costa caribeña, el Istmo y
zonas alejadas en el sur; para mayo de 1821 en Venezuela, aun las regiones del
occidente, centro y norte seguían en poder del enemigo, por lo que ciudades de primera
importancia como Maracaibo, Coro, Barquisimeto, Valencia, Caracas o Cumaná no
pudieron participar en la elección. Al momento de instalar el Congreso, había 44
diputados neogranadinos y apenas 27 venezolanos. De los diputados venezolanos, la
mayoría eran militares, mientras que entre los neogranadinos predominaban los civiles
liberales, que de inmediato tomaron el control del Congreso debido a su clara mayoría,
sobre todo luego del ascenso de Francisco de Paula Santander a la vicepresidencia. De
los legisladores civiles venezolanos sobrevivían apenas Fernando de Peñalver, Diego

36
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 168
37
Ibídem, p. 170

41
Bautista Urbaneja, Pedro Gual, José Rafael Revenga y Luís López Méndez, entre otros
menos destacados. En el bloque neogranadino resaltaban Francisco Soto, Vicente
Azuero, José Ignacio Márquez, Miguel Santamaría, Joaquín Mosquera, José María del
Castillo y Rada y José Manuel Restrepo, que constituían el grupo fuerte de líderes
civiles, acompañándolos los militares José María Obando, José Hilario López y Tomás
Cipriano de Mosquera, futuros presidentes de la Nueva Granada después de 1830.38

Las discusiones sobre la estructura del Estado mismo no tardaron en llegar. La


idea una República centralista fue defendida por voces como las de José Manuel
Restrepo (neogranadino), Pedro Gual (venezolano), Fernando Peñalver (venezolano),
Vicente Azuero (neogranadino) y Francisco Soto (neogranadino), entre otros,
argumentando la necesidad de superar las diferencias regionales para crear un Estado
fuerte. Por su parte los federalistas tuvieron sus líderes en los neogranadinos Antonio
Nariño, quién propuso la creación de la “República de los Estados Equinocciales de
Colombia”, máxima expresión del federalismo en Cúcuta; y José Ignacio de Márquez,
que argumentaron la necesidad de respetar la diversidad geográfica y cultural,
planteando imitar el sistema federal de Estados Unidos. Al final, prevaleció el sistema
centralista, creando de entrada tres grandes departamentos: Cundinamarca, Venezuela y
Quito. El Congreso sancionó la Ley Fundamental de los Pueblos de Colombia el 12 de
julio, el 30 de agosto la nueva Constitución y el 14 de octubre cerró cesiones.39 Lejos de
operar por consensos, el Congreso de Cúcuta trabajó en torno a mayorías, pasando por
encima de las inconformidades de minorías que resultaron ser más fuertes y persistentes
de lo esperado.

Mención aparte merece el sistema electoral implantado, el cual resulta bastante


complejo, pero que nos resume muy bien el historiador Ángel Almarza:

“El sistema electoral implementado sería de segundo grado, dividido


en la selección de electores en asambleas parroquiales y éstos a su vez se
reunirían en asambleas electorales para sufragar por los diputados
provinciales, senadores del departamento, Vicepresidente y Presidente de
la República.

38
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 315
39
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 172
42
[…] las asambleas parroquiales existirían en cada parroquia sin importar
su población, y tendrían la obligación de reunirse cada cuatro años. Estas
asambleas estarían integradas por los sufragantes parroquiales, vecinos de
cada parroquia, y serían presididas por su juez con asistencia de cuatro
testigos… Para participar, era necesario ser colombiano, estar casado o
ser mayor de 21 años, propietario de alguna propiedad valorada en al
menos 100 pesos, o ejercer “algún oficio, profesión, comercio o industria
útil, con casa o taller abierto sin dependencia de otro en clase de jornalero
o sirviente”. El objeto de estas asambleas es seleccionar el elector o
electores que correspondan al cantón, uno por cada “cuatro mil almas”.

Para representar a la parroquia era necesario, además de los


requerimientos anteriores, ser vecino del sector, saber leer y escribir,
mayor de 25 años, propietario de algún inmueble valorado en al menos 500
pesos o gozar de un empleo de 300 pesos de renta anual, o “profesar
alguna ciencia o tener un grado científico”[…]

[…] en las asambleas electorales o de provincia se reunían los electores


nombrados por los cantones, y eran organizados por los cabildos de las
capitales provinciales… Cada provincia nombraría un representante por
“treinta mil almas de su población”. Para ser representante de una
provincia se requiere haber obtenido la pluralidad absoluta, esto es, un
voto más sobre la mitad de todos los electores. Además de las cualidades
de elector, deberá ser natural o vecino de la provincia que representa,
dueño de una propiedad valorada en 2.000 pesos, una renta de 500 pesos
anuales, o “profesor de alguna ciencia”. Su permanencia en el cargo era
de cuatro años.

[…] cada departamento tendría 4 senadores, y el tiempo en sus funciones


sería de ocho años. Los senadores tienen condiciones similares a las de los
diputados, pero con la variante de que deben ser propietarios de bienes
raíces valorados en 4.000 pesos. Para ser Presidente o Vicepresidente de
la República se necesitan las dos terceras partes de los votos de los
electores que concurrieron a las asambleas de provincia, aunque la
primera vez la elección quedaría en manos del Congreso.”40

Ya sancionada la Constitución, los debates, diferencias o claros disgustos acerca


de ella no terminaron, llegándose a temer por parte de neogranadinos y venezolanos la

40
Ibídem, pp. 173 – 174
43
colonización de un territorio por el otro y defendiéndose con vehemencia la necesidad
de un vínculo más laxo de carácter federal.41

Aunque la Constitución de Cúcuta se redactó a partir de la de Angostura, hizo


mayor hincapié en cuanto a libertades personales y limitaciones al Poder Ejecutivo. De
esta manera se entró en colisión con las posturas del Libertador,42 a pesar de haber
recogido la forma centralista de Estado. Cuando revisamos los documentos de Bolívar,
nos damos cuenta que sus críticas hacia la Constitución de 1821 fueron en aumento,
hasta llegar a la promoción a ultranza de la Constitución Boliviana y el encendido
debate previo a la Convención de Ocaña de 1828. Si la máxima figura política de la
República de Colombia fue también uno de los primeros en cuestionar el contenido de
la Constitución de 1821, ¿qué tanto podía esperarse de otras autoridades y líderes?...43
Es destacable también comentar que la Constitución de 1821 tuvo un marcado carácter
anti esclavista y laico, dando como resultado la Ley de Manumisión (19 de julio de
1821), que sentó las bases para una abolición gradual de la esclavitud; así como la
eliminación del Santo Oficio o Inquisición en el territorio de la República, un golpe
definitivo a la posición preeminente de control social que la Iglesia había tenido durante
el régimen colonial.44

No podíamos dejar de mencionar la inconformidad de la municipalidad de


Caracas, que llegó a jurar casi bajo protesta la nueva constitución, siendo el argumento
principal que dicha ciudad no fue representada en Cúcuta ya que estaba aún bajo
dominio español. Es decir, Caracas además de cuestionar la nueva constitución por su
carácter centralista, cuestionaba también la propia legitimidad del Congreso que la había
redactado, y en consecuencia su deber de cumplirla. Este peligroso ejemplo de Caracas
para la estabilidad de la nueva república fue imitado por otras ciudades venezolanas,
como Valencia, al avanzar la década de 1820.45 Aun así, con el juramento bajo protesta
de Caracas, la inconformidad del propio Bolívar y el mal sabor de boca de los líderes

41
Guerrero, Carolina. “Los Constituyentes de la Unión Colombiana: una creación limitada y menguada”
en Procesos Constituyentes y Reformas Constitucionales en la Historia de Venezuela: 1811 – 1999. Tomo
I, p. 92
42
Guerrero, Carolina. Ob. Cit., p. 99
43
Siso Martínez, José Manuel. 150 años de vida republicana, p. 106
44
Ídem, p. 106
45
Guerrero, Carolina. Ob. Cit., p. 93
44
civiles venezolanos al ver rechazadas sus aspiraciones federalistas; comenzó a funcionar
el sistema de instituciones en Colombia.

Revisaremos ahora cómo empezó a funcionar el Poder Legislativo, representado


en el Congreso General de la República de Colombia. El mismo tuvo cinco legislaturas
a partir de la sanción de la Constitución y la realización de elecciones según lo que la
misma establecía. Dichas legislaturas fueron las de 1823, 1824, 1825, 1826 y 1827;
siendo convocada la de 1828 pero no pudiendo sesionar ya que no se completó el
quórum dado que la venidera Convención Constituyente de Ocaña generó mayor interés
nacional y terminó desplazando al Congreso General.46

Justamente el 2 de abril de 1823, se reunieron en Bogotá la Cámara de


Senadores y la Cámara de Representantes, iniciando sus sesiones el 8 de abril y
terminado el 6 de agosto. El venezolano Rafael Urdaneta fue el primer Presidente de la
Cámara de Senadores, mientras que el neogranadino Domingo Caicedo fue el de la de
Representantes. Esta primera legislatura tuvo entre sus prioridades la organización de
las Fuerzas Armadas, así como la consolidación de la independencia.47

El historiador Ángel Almarza destaca que aún caracterizado por intensas luchas
de facciones políticas e intereses particulares, por enjuiciamiento de personajes
públicos, y permanentes temores hacia la acumulación de poder en manos de Bolívar, el
Congreso General de Colombia en sus cinco legislaturas resulta una muestra de lo
importante que fue en la República de Colombia el sistema democrático representativo
y cuan vivos estuvieron estos principios políticos durante el período estudiado.48

Pasemos ahora a ver cómo funcionó el Poder Ejecutivo. Tenemos que Simón
Bolívar y Francisco de Paula Santander asumieron funciones como Presidente y
Vicepresidente de la República, respectivamente, el 2 de octubre de 1821, sancionando
Bolívar la nueva Constitución el 6 del mismo mes. El Congreso le otorgó al Libertador
poderes especiales para que pudiese continuar dirigiendo personalmente la guerra; es
decir poderes para tratar con las zonas insurrectas a la República o aun en manos del
enemigo, o para disponer de los territorios que fuese liberando. 49 Recordemos que para

46
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 177
47
Ibídem, p. 183
48
Ibídem, p. 186
49
Ibídem, p. 174
45
octubre de 1821 se acababa de ganar la Batalla de Carabobo, pero aún no se completaba
la toma de Cartagena, mientras que varias plazas de la costa venezolana permanecían en
manos españolas, a la par que los territorios de la Real Audiencia de Quito y del sur de
la Nueva Granada. Antes de partir, Bolívar nombró al primer gabinete de Colombia,
todos hombres de confianza suya: Pedro Gual como Secretario de Relaciones
Exteriores, José Manuel Restrepo como Secretario del Interior, José María del Castillo y
Rada como Secretario de Hacienda y Pedro Briceño Méndez como Secretario de Guerra
y Marina. Confió a Santander el ejercicio del Poder Ejecutivo y el 9 de octubre salió
para el sur a continuar la guerra.50

Revisemos con más detenimiento los poderes especiales que el Libertador


Presidente recibió del Congreso. Al respecto, el historiador José Gil Fortoul nos
comenta:

“[…] mayor importancia que la Constitución tienen los tres decretos


expedidos por el Congreso en 29 de septiembre y 9 y 10 de octubre [de
1821] […] El segundo decreto confiere las más amplias facultades
dictatoriales al Presidente en campaña, Bolívar. Puede éste mandar las
armas en persona todo el tiempo que estime conveniente, quedando el
Vicepresidente encargado en la capital de las funciones del Ejecutivo;
puede aumentar el ejército en los lugares que vaya libertando; exigir
contribuciones en los mismos; admitir al servicio oficiales de cualquier
graduación y cuerpos enteros del enemigo; conferir grados y ascensos
militares, solicitando la aprobación del Senado “cuando sea posible”;
organizar a su arbitrio los países que liberte; conceder premios y
recompensas a los pueblos o individuos que contribuyan al éxito de la
campaña; imponer penas a los criminales o desafectos, sin atenerse a las
formalidades rigurosas de la ley; conceder indultos, generales y especiales;
“obrar discrecionalmente en lo demás de su resorte, según lo exija la salud
del Estado”.”51

En 1822 se triunfó en las batallas de Bomboná y Pichincha – liberando el sur de


la Nueva Granada y Quito –, y para finales de 1823 la guerra en territorio colombiano
había terminado, como hemos venido explicando. Pero no así para el Libertador

50
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 473
51
Ibídem, p. 457
46
Presidente, que se aprestaba a marchar al Perú a destruir las fuerzas españolas allí
acantonadas; en virtud de los acuerdos de alianza firmados entre Colombia y Perú52 y de
la solicitud formal del Gobierno peruano de que acudiera personalmente a dirigir la
guerra, y dentro de lo establecido por los poderes especiales que recibió del Congreso
colombiano. Tras haber enviado los primeros contingentes de tropas al Callao y al
general Antonio José de Sucre como ministro plenipotenciario, el 7 de agosto de 1823
se embarcó Bolívar en Guayaquil rumbo al Callao, llegando a Lima el 1° de septiembre
y recibiendo el 19 la autoridad suprema.53 De esta manera Bolívar se alejó más aun del
ejercicio del Poder Ejecutivo en Colombia, dejándolo en manos de Santander, aunque
dictando lineamientos y directrices desde Perú, por correspondencia.

En general, tanto Bolívar como Santander tuvieron que prescindir o dejar de lado
lo establecido en el texto constitucional y gobernar de forma cercana a la dictadura,
debido a las exigencias de la guerra. Por ejemplo, el Consejo de Gobierno, compuesto
por los Secretarios de Estado y un miembro de la Alta Corte de Justicia, tuvo funciones
meramente consultivas54, o que Bolívar delegó en intendentes y gobernadores
venezolanos como Carlos Soublette, Juan de Escalona, Francisco Rodríguez del Toro o
Cristóbal de Mendoza, funciones civiles y militares unificadas, pasando por encima de
lo establecido por la Constitución – que las separaba – al tener como prioridad
consolidar la unión entre las regiones del país.55

El catedrático Fermín Toro Jiménez nos resume de la siguiente forma la gestión


de Bolívar y Santander en este período:

“Los rasgos más resaltantes del nuevo diseño político, plasmado o no en la


Constitución, fueron en esta ocasión: primero, el centralismo, no sólo
referido a la personalidad de Bolívar […]

52
Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua entre la República de Colombia y el Estado del Perú
y convenio con el Perú sobre auxilio para la guerra de la independencia en “Relaciones diplomáticas de
Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
53
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 490
54
Ibídem, p. 458
55
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 316
47
Segundo, se adoptó el modelo centralizador de las Intendencias americanas
del Despotismo Ilustrado, conforme a la Ordenanza de los Intendentes de
Nueva España que, haciendo caso omiso de la ortodoxia formal de la
división de los poderes, puso en manos de los Intendentes,
simultáneamente, la máxima autoridad civil y militar, en contradicción con
el texto constitucional, que se legitimaba no sólo por la guerra de
liberación inconclusa, sino también como experiencia eficaz colonial de
concentración de poder, necesario para la naciente República, en armas.
Tercero, produjo una Vicepresidencia transformada por la ausencia de
Bolívar, en campaña por el Sur, en un poder autónomo manejado por la
Oligarquía política de Cundinamarca. A pesar de ello, en el Gabinete
ejecutivo, las figuras claves en Interior y Justicia, Marina y Guerra y
Relaciones Exteriores, eran al menos en los primeros momentos, allegados
a Bolívar, como José Manuel Restrepo, Pedro Briceño Méndez y Pedro
Gual; luego, José Rafael Revenga y José María del Castillo y Rada.
Cuarto, el fundamento popular de la República se hizo presente
rápidamente. En las elecciones votó, a pesar del sistema de sufragio
censitario, el Ejército Libertador en pleno y se suprimió el sistema según el
cual los miembros de los Concejos Municipales se renovaban por sí
mismos al concluir sus mandatos […]

Quinto, en lo económico significó el restablecimiento del sistema fiscal


español, particularmente en cuanto correspondió a los monopolios del
Estado; sexto y último, se adoptó el recurso del endeudamiento externo
para financiar los gastos de la guerra, lo que ató estrechamente la
República a los intereses británicos.”56

En 1825 se celebraron nuevas elecciones para la presidencia y vicepresidencia.


Mientras que Bolívar resultó electo con 583 votos sobre un total de 609 votos emitidos
por los Colegios Electorales; Santander obtuvo 286, seguido por Pedro Briceño Méndez
con 76. Sin embargo, en las provincias de Caracas, Apure, Maracaibo, Coro, Mérida,
Margarita y Rio Hacha, Santander no logró ningún voto, a la vez que quedó en minoría
en las provincias de Cartagena, Santa Marta, Popayán y Guayaquil.57 Este patrón de
votos nos muestra como las grietas del particularismo regional se estaban abriendo ya,
revelándose en esta elección en torno a la animadversión o simpatía hacia Santander,
expresada la primera en casi toda Venezuela y la costa caribeña neogranadina, mientras
que la segunda en el centro neogranadino y Quito. Podríamos sintetizar con la siguiente
56
Ibídem, pp. 319 – 321
57
Almarza Villalobos, Ángel Rafael. Ob. Cit., p. 185
48
cita de Gil Fortoul esta aproximación a la forma constitucional – y su funcionamiento –
de la República de Colombia entre 1821 y 1830:

“En resumen, durante los diez años de la era colombiana, todo fue
provisional o condicional, inclusive la Constitución. De hecho, el Ejecutivo
se convirtió en dictadura, paliada por la relativa independencia de los
Poderes Legislativo y Judicial hasta 1828; dictadura absoluta al disolverse
la Convención de Ocaña. Formada Colombia por hombres que debían, casi
todos, su autoridad al prestigio conquistado en los campos de batalla, el
ejército fue necesariamente árbitro de sus destinos. Mientras hubo guerra
con el extranjero, hasta sellarse la libertad del Perú, el ejército persiguió
un propósito patriótico; pero enseguida sus jefes fueron los más activos
agentes de discordia.”58

2) Facciones políticas enfrentadas

La historiografía tradicional nos ha hablado de la República de Colombia como


un país desgarrado por divisiones internas, protagonizadas por diferentes facciones que
se atacaron con ferocidad hasta desintegrar aquel Estado. También ha sido expuesto en
incontables obras historiográficas que las diferentes fuerzas políticas se agruparon en
torno a dos personajes visibles que las lideraron: Simón Bolívar y Francisco de Paula
Santander. Eso aunado a la pugna entre centralismo y federalismo, junto con los deseos
separatistas de los venezolanos, que al final fueron los que liquidaron la unión
colombiana. En resumen, se ha hablado siempre de dos facciones, una bolivariana y otra
santanderista, y en función de esta bipolaridad se ha articulado ese discurso
historiográfico.59

Si bien el objetivo de este trabajo no es estudiar las luchas políticas internas de la


República de Colombia, resulta necesaria una revisión y análisis rápido de las mismas,
puesto que tuvieron cierto impacto en el desarrollo y declive de la marina de guerra
colombiana y del poder naval colombiano en general entre 1823 y 1830.

58
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 522
59
Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828. Un último intento por salvar la unión colombiana”
en Memorias de Venezuela, abril de 2009, Nº 8, pp. 8 – 9
49
Contrastando con el discurso historiográfico tradicional que ya presentamos;
consideramos más adecuado hablar de dicotomías o relaciones dialécticas en el
panorama político colombiano entre 1821 y 1830. Estas dicotomías serían:
neogranadinos vs. venezolanos, militares vs. civiles, centralistas vs. federalistas,
liberales vs. conservadores, y bolivarianos vs. santanderistas60; las cuales se fueron
desarrollando al avanzar la década de 1820, articulándose poco a poco en torno a la
fricción personal entre Bolívar y Santander, que explotó a raíz del proyecto de cambio
de la Constitución de 1821 por la Constitución Boliviana de 1825. Estas dicotomías se
hicieron más visibles luego del estallido del movimiento separatista venezolano
conocido como La Cosiata – que además nunca se enmarcó del todo en la bipolaridad
Bolívar vs. Santander –, y se manifestaron con su máxima fuerza en el foro de la
Convención de Ocaña, llegando finalmente a una espiral de violencia inimaginable
pocos años antes con la dictadura de Bolívar de 1828 y el intento de magnicidio contra
éste en septiembre de ese año. Este proceso dejó casi liquidada a la República de
Colombia, que apenas pudo vencer a Perú en la guerra de 1828 – 1829 y que no pudo
detener el separatismo venezolano en 1830. Evidentemente, la marina de guerra no
podía escapar de una crisis estructural de tal magnitud que desintegró a la propia
República.

Primeramente debemos acercarnos a la rivalidad entre venezolanos y


neogranadinos. El insigne académico José Manuel Siso Martínez nos dice que el
descontento caraqueño se basó en que fue designada Bogotá como capital y Santander
como Vicepresidente, a la vez que se descartó el sistema federal, tan importante para los
venezolanos desde 1811.61 Este sentimiento fue reconocido por el propio Santander en
sus Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada, donde
expresó que el sentimiento contrario de los venezolanos lo motivó en principio a
rechazar la vicepresidencia de la nueva república.62 Así, cuando ocurrió la rebelión de
Páez en Venezuela, Santander escribió a Bolívar el 15 de julio de 1826:

60
Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las comandancias.
Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29.
Caracas, 2011, p. 51
61
Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 107
62
Santander, Francisco de Paula. Apuntamientos para las memorias sobre Colombia y la Nueva Granada,
p. 12
50
“Dos años hace que estoy hablando a V. del c1ub de Venezuela, como de
un agente que me hacía temer un desastre para la causa pública, y V.
recordará, que cuantas veces insistí en que viniera V. al gobierno, otras
tantas le hablaba de la enemiga mortal que me habían declarado algunos
venezolanos, que aunque de un número muy inferior respecto de la
población del departamento, era cabalmente el bando que se había
apoderado ele la imprenta y oprimía la voluntad general. Nada de esto ha
debido sorprendernos, ni a V. ni a mí, porque desde Cúcuta hemos previsto
esta guerra de localidad, ya porque era yo el segundo magistrado de la
República, y ya porque Bogotá debía ser la capital provisional de
Colombia.” 63

El historiador Tomás Straka nos comenta más sobre este club al que Santander se
refirió. Explica que se trata de una suerte de “segunda generación” de líderes
independentistas que defendieron a ultranza el liberalismo y que llegarían al poder a
mediados del siglo XIX, pero que hicieron su entrada a la escena política hacia 1822,
llamándose “Club de Caracas”. Herederos del liberalismo de Cádiz de 1812 y
simpatizantes del Trienio Liberal, se oponían a la unión colombiana por nacionalismo,
criticaron a la Constitución de 1821 por ser centralista y conservadora y denunciaron el
personalismo de Bolívar al que llegaron a acusar de monárquico. Defendieron también el
federalismo, aunque más motivados por un virulento sentimiento anti Bogotá que por
verdadera convicción ideológica. En sus publicaciones Santander es el gran villano.
Mucho de la construcción ideológica de este club sigue vigente en Venezuela en el siglo
XXI64, lo que nos da una idea del alcance y poder de sus ideas en aquellos días. Baste
decir que en las elecciones de 1825 Santander no obtuvo un solo voto del colegio
electoral de Caracas y apenas uno de cinco en el de Valencia.65

Por su parte, Fermín Toro Jiménez atribuye parte de este choque entre
neogranadinos y venezolanos al hecho de que la antigua oligarquía del Virreinato se fue
apoderando del poder republicano en Bogotá, desplazando a sus homólogas de Caracas y

63
Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial del Vicepresidente de la República de Colombia al
Libertador Presidente de la misma, sobre los sucesos de Venezuela en 1826, p. 3
64
Linares, José Gregorio. “La traición a Bolívar” en Ámbito Cívico Militar, Edición Nº 45, pp. 68 - 71
65
Straka, Tomás, “De la “República aérea” a la “república monárquica”. El nacimiento de la república
venezolana, 1810 – 1830” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 427 - 428
51
Quito, potenciada en su meta además por la ausencia de Bolívar.66 Otra parte de las
causas se la atribuye al regreso masivo desde Cuba y Puerto Rico de emigrados realistas.
Esta élite retornada uniría sus intereses con ex jefes del ejército – convertidos en
latifundistas – y con comerciantes extranjeros para conspirar contra la unión colombiana
y hacerse con el poder en Venezuela; acercándose a su meta cuando captaron una figura
prominente y con un liderazgo capaz de enfrentar al de Bolívar: el general José Antonio
Páez.67

De nuevo recurrimos a Santander, quien en 1826 culpó, sin mayor sutileza, a los
venezolanos por la posible separación del país. Así le escribió al Libertador el 15 de
julio:

“[…] hoy complacíamos a los facciosos de Venezuela que se desesperan


por aparatar de si los efectos de mi permanencia en el gobierno; mañana
tendríamos que complacerlos, si solicitaban que se erigiese una
monarquía; al otro día, si querían que se degollase a lodos los bogotanos,
y en una palabra, el gobierno, cualquiera que fuese, sería el juguete de las
voluntades caprichosas de estos perturbadores o de otros. ¿Podría
tolerarse un estarlo semejante de cosas?”68

En las memorias de su choque con Bolívar, Santander también apuntó como en


Nueva Granada se fue asociando Venezuela al personalismo de Bolívar que él denuncia
y a otros males:

“Ni el Congreso, ni aun el mismo Vicepresidente, les ofrecían esperanzas


de salvación. En un esfuerzo denodado veían sólo los medios de
contrarrestar a Bolívar. Así era que unos proponían el proyecto de romper
de una vez la unión de Colombia, y hacer revivir la República de Nueva
Granada, y otros trabajaban eficazmente para formar una revolución en la
capital, y oponerse a la entrada del Presidente. La efervescencia era
general, y los ánimos estaban grandemente exaltados. La revolución se

66
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 317
67
Ibídem, pp. 317 – 319
68
Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial… Ob. Cit., p. 4
52
habría verificado si Santander no se hubiera empeñado en frustrarla. Y
esta era la tercera revolución que impedía contra Bolívar. Atajó la primera
a su regreso del Perú en 1826, que intentaron aprisionarlo; frustró la
segunda en Enero de 1827, que se quiso proclamar la independencia de la
Nueva Granada y su separación de Venezuela y de la autoridad del
Presidente.”69

“Los cuerpos militares de Venezuela hicieron nuevas protestas de adhesión


y consagración a Bolívar, y vomitaron nuevas injurias contra Santander.”70

Al mismo análisis llega el historiador colombiano Jorge Pérez Villa, quien da un


papel fundamental en la rivalidad entre neogranadinos y venezolanos al juicio llevado a
cabo a Santander por el Consejo de Ministros, constituido por militares venezolanos y
en el que además se violó el debido proceso. Este juicio causaría en los neogranadinos
un profundo resentimiento hacia los venezolanos, especialmente los militares.71

Respecto al choque entre conservadores y liberales, tenemos que el mismo


comenzó y se centró en temas constitucionales; es decir la defensa o no de la
Constitución de 1821 frente al proyecto de establecer la Constitución Boliviana de
1825. El historiador Alejandro Cardozo Uzcátegui analiza que el establecimiento de la
Constitución Boliviana de 1825 solo podía hacerse con el respaldo irrestricto del
ejército, el cual era la principal base de apoyo con la que contaba Bolívar, y al cual
además él consideraba “incorruptible”, debido a su visión idealizada del mismo.72 Así
vemos como la pugna entre conservadores y liberales se articula con las otras
mencionadas al principio. Santander por su parte señaló en las ya referidas memorias de
su conflicto con Bolívar, el cambio ideológico que el Libertador experimentó:

69
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias con el Libertador Bolívar, p. 38
70
Ídem, p. 38
71
Pérez Villa, Jorge. “La injusta detención de Santander en Bocachica” en Boletín Historial N° 172,
Volumen 76. Academia de la Historia de Cartagena de Indias, Cartagena, abril de 2012, p. 35
72
Cardozo Uzcátegui, Alejandro. “Imaginario, símbolos y cultura política de lo cívico-militar desde la
colonia hasta la fundación de la Patria (1769 – 1830)” en El Incesto Republicano. Relaciones Civiles y
Militares en Venezuela 1812 – 2012, p. 41
53
“[…] el tiempo, que purifica los hechos, modera los arrebatos de la
imaginación y presenta a los hombres en su verdadero ser, ha dejado notar
que el lenguaje del autor del discurso presentado al Congreso de Guayana
no es el de la Constitución de Bolivia y que la proclama expedida en 1821
para presentar a Colombia la Constitución de Cúcuta, en nada se parece a
la proclama del 28 de Agosto de 1828, en que se anunció a los colombianos
que la Constitución quedaba abolida. La diferencia de estas piezas y de
muchas otras de la propia mano, da motivo para sospechar que aunque el
autor es uno mismo, sus afectos, sus intenciones y sus ideas han
cambiado.”73

En su análisis, Francisco de Paula Santander se aventuró incluso a establecer


hitos de ese cambio en Bolívar que él señala, tales como la rebelión de Páez en
Venezuela:

“Para nosotros es casi cierto que Bolívar no pensó en destruir la


Constitución colombiana y levantar sobre sus ruinas un Gobierno vaciado
en la nueva Constitución de Bolivia, sino cuando vio en Venezuela á Páez
rebelado contra el Gobierno y en pugna a viva fuerza contra el régimen
constitucional. Por lo menos basta entonces se observó que Santander,
volviendo sobre sí y calculando lo que su patria tenía derecho a esperar de
él en un lance tan importante, empezó a mirar con desconfianza la marcha
del Presidente y á temer que sus miras no fueran desinteresadas.”74

O la larga estancia del Libertador en Perú:

“Al viaje de Bolívar al Perú, para el cual impartió el Congreso su permiso


legal, atribuyen algunos patriotas el cambio de sus ideas políticas, y se
adelantan hasta lamentar la hora en que se le concedió tal licencia. Los
triunfos alcanzados en aquel país, los honores casi divinos que le
prodigaron en el Alto y Bajo Perú, los desmedidos encomios con que los
colombianos alabamos sus hazañas y los pérfidos consejos de algunos

73
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 9
74
Ibídem, p. 18

54
traidores patriotas; dicen, trastornaron su cabeza y le hicieron concebir el
proyecto de dominar todos los nuevos Estados de Sur América a expensas
de sus libertades y también de su independencia. Nosotros, sin avanzarnos
a investigar si este proyecto fermentaba desde más antes en la cabeza de
Bolívar, o si lo concibió en el Perú, nos atrevemos a afirmar que no fue
precisamente su viaje al Perú el que produjo la transformación que
lamentamos sino la innecesaria prolongación de su residencia en Lima
después de la batalla de Ayacucho. La presencia de Bolívar en el Perú el
año de 1823 era indispensable para dar impulso a la libertad de aquel país,
amenazada de un formidable y ya victorioso ejército de la anarquía y de
las defecciones; pero su permanencia allí después de haber tan
gloriosamente llenado su misión, no era tan precisa como en Colombia.
Disculpemos a los peruanos el que se hubiesen arrojado en manos de una
nueva dictadura no habiendo quedado un español enemigo dentro de su
territorio. El enajenamiento de sus agradecidos corazones, el prestigio del
vencedor y las artes; con que éste supo manejarse para adormecer la
vigilancia patriótica debían obrar sin obstáculo en aquella ocasión; mas
¿Cómo podremos excusar al Congreso de Bogotá el que cerrando los ojos
a los deseos de Bolívar no le hubiese llamado decididamente en 1825 ó
l826, cuando las cuestiones de las elecciones constitucionales empezaban a
agitar a Colombia? Puede ser que no se hubiera atajado el mal que la
acometía porque Bolívar hubiese rehusado venir a su patria, resistiendo su
negativa de cuantas razones le suministrara su fecundo ingenio. Sin
embargo, hoy no lamentáramos con remordimiento la omisión de semejante
paso. Sea, pues, lo que fuere de acontecimientos que ya están fuera de la
esfera del poder humano, para nosotros es evidente que en el Perú tuvo
origen la desavenencia de Bolívar y Santander, y que desde allí se arrojó la
manzana de la discordia, que no sólo debía desamistarlos, sino dividir a
Colombia, a Bolivia y al mismo Perú.”75

Llegando incluso a establecer enfáticamente el punto crítico entre ambas


posturas: la Constitución Boliviana.

“Digámoslo de una vez: el proyecto de Constitución que Bolívar trabajó


para la nueva República de Bolivia ha sido el origen de las desavenencias
con Santander y de los escandalosos desórdenes ocurridos en Colombia en
los años de 1826 y 1827. Por más que el nuevo legislador acompañó su
Constitución de un brillante discurso adornado con todas las hermosuras
75
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 18 – 19
55
que le sugirió su genio los hombres reflexivos no pudieron cerrar los ojos a
los principios políticos que ella contenía, ni a las palpables
contradicciones que había entre su parte dispositiva y el mencionado
discurso. Reparaban que entre la Constitución boliviana y una
Constitución monárquica no existía otra diferencia real que la variación de
las voces, porque un Presidente vitalicio, sin responsabilidad alguna, con
el derecho de nombrar su sucesor, y de destituirlo, era más poderoso que
un monarca de Inglaterra o de Francia. Observaban que no obstante que
en el discurso se aseguraba que el Presidente de Bolivia tenía atadas las
manos para hacer el mal y la cabeza cortada para pensar en usurpaciones
la Constitución le confería una autoridad extensa sobre todos los ramos de
la administración con la prerrogativa de no incurrir en responsabilidad.
Advertían que la composición del cuerpo Legislativo introducía una
.novedad que había escapándose a la sabiduría de naciones
experimentadas y que participando del sistema censorio y tribunicio de
Atenas y Roma, junto con otras funciones de las Constituciones modernas,
formaba un monstruo que debía alterar el orden público.”76

En efecto, juzgando caduca y/o inadecuada la Constitución de 1821, Bolívar


promovió la que él mismo había redactado para Bolivia en 1825. Santander y los
liberales neogranadinos la rechazaron tajantemente, quejándose del cambio operado en
el pensamiento del Libertador. Así, se formaron entonces dos partidos opuestos; uno
que apoya a Bolívar y otro a la institucionalidad establecida.77 Si bien no es posible
decir que todos en el primer grupo fuesen venezolanos y militares, y que en el segundo
todos fuesen neogranadinos y civiles, en realidad ésta fue la tendencia mayoritaria.
Santander narró y resumió así la situación:

“Bolívar, en vez de reprimir o siquiera desaprobar un movimiento popular


en Guayaquil, escribió oficialmente a las autoridades locales enviándoles
la Constitución boliviana, asegurándoles que en ella estaba consignada su
profesión de fe política, y que era la que podía hacer la felicidad pública.
¡Qué sorpresa no causó esta nota oficial en todos los ánimos aun en los de
hombres decididos amigos de Bolívar! […]

76
Ibídem, pp. 19 – 20
77
Pérez Villa, Jorge. Ob. Cit., p. 33

56
[…] él sabía que Bolívar había desechado con desprecio la invitación que
Páez le hizo en 1825 por medio de Antonio Leocadio Guzmán, para que se
apoderase del mando perpetuo, imitando a Napoleón cuando regresó de
Egipto a Francia, a cuyo efecto le escribió una larga carta en la que se
empeña en probar que Colombia se hallaba en iguales circunstancias que
el pueblo francés en tiempo del Directorio, y le promete el apoyo del
Ejército. Sabía, además, que Bolívar había denunciado una carta que un
extranjero le dirigió desde Europa provocándolo a que se proclamase
soberano de Colombia […]

[…] Santander reprobó con indignación todos estos actos ilegales y


declaró de la manera más solemne que no consentiría jamás en la
destrucción del Código de la Nación, ni en la prematura y violenta
convocatoria de la Convención, sino cuando no quedase un solo pueblo que
le ayudase a sostener las instituciones juradas. En público y privadamente,
de palabra y por escrito, se mostró enemigo de toda innovación que no
estuviese fundada en las leyes fundamentales de la República, censuró la
Constitución boliviana, refutó todas las actas de Guayaquil, Quito, Cuenca,
Cartagena y Maracaibo, y procuró afirmar la opinión nacional y levantar
el espíritu público, desenvolviendo ello los principios de 1a verdadera
libertad y los bienes del Gobierno popular, representativo, electivo,
responsable y alternativo.”78

Santander llegó a comparar a Bolívar con Napoleón y a los bolivarianos con los
bonapartistas.

“Entonces se vio hacer la pintura del Gobierno constitucional de la


República con los mismos negros tintes con que se hizo la del Directorio de
Francia por los que tenían interés en justificar la usurpación de Bonaparte.
No había vicio de que el Gobierno no estuviera inficionado: todos los
males que la naturaleza de las sociedades, la infancia de un estado, la
guerra, la ignorancia u otras causas necesarias producen, eran atribuidos
a la Constitución, á las leyes y al Gobierno. La reforma se predicaba como
indispensable. Bolívar y su Constitución eran las únicas áncoras de
salvación, y el que lo contradecía o lo dudaba era denigrado con los
epítetos de ingrato, pérfido, ladrón del empréstito y enemigo del
Libertador. ¿Habría sido posible, bajo tales auspicios, restablecer la

78
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 20 - 23
57
amistad entre los dos Magistrados, o siquiera conservar una aparente
buena armonía? De modo alguno […]

[…] Desde entonces ya no hubo sino dos partidos pronunciados el de los


constitucionales o liberales, que pertenecían a la causa sostenida por
Santander, y el de los bolivianos o serviles, que eran los que pedían
facultades extraordinarias para Bolívar y la Constitución boliviana.”79

El choque entre conservadores que respaldaban a Bolívar, la Constitución


Boliviana y en general un Poder Ejecutivo fuerte; contra los liberales que defendían a
ultranza la Constitución de Cúcuta, un Poder Ejecutivo limitado por el Legislativo y
garantías de derechos civiles, se combinó con los otros conflictos y llegó a su máximo
en la Convención de Ocaña.

Respecto a las desavenencias entre el liderazgo civil y el militar en la República


de Colombia; tenemos que en un primer momento, iniciando la década de 1820, se
intentó cubrir la misma con la creación de Jefes Civiles y Militares en los distintos
territorios – sobre todo en la antigua Capitanía General de Venezuela – fusionando así
las autoridades civil y militar en un solo cargo.80

El historiador Cardozo Uzcátegui analiza que cuando la guerra llegó a su fin con
la liberación del Perú, Bolívar no vio otro instrumento más confiable para fraguar la
unidad de Colombia que el ejército que llevaba ya más de una década comandando;
pues lo consideraba una noble maquinaria, lleno de lealtad, ética, patriotismo, eficiencia
y firmeza. Es decir, según Cardozo Uzcátegui, el Libertador tuvo una activa
responsabilidad en elevar a una posición política privilegiada a los mandos del ejército,
iniciando o potenciando así las fricciones con el liderazgo civil.81 Bolívar más de una
vez expresó su recelo hacia dicho liderazgo civil y centró toda su gestión de la
República alrededor del ejército.82

Esta preeminencia del “Bolívar general” sobre el “Bolívar político y presidente”


queda expresada claramente en el siguiente escrito del propio Libertador:
79
Ibídem, p. 27
80
Rodríguez, Frank. “Pugnas y controversias en torno al fuero militar en el Congreso Constituyente de
1830” en Mañongo, N° 41, Vol. XXI, Julio – Diciembre 2013, p. 406
81
Cardozo Uzcátegui, Alejandro. Ob. Cit., p. 39
82
Ibídem, p. 43

58
“Yo juré en el fondo de mi corazón no ser más que un soldado, servir
solamente en la guerra, y ser en la paz un ciudadano. Pronto a sacrificar
por el servicio público mis bienes, mi sangre, y hasta la gloria misma, no
puedo, sin embargo, hacer el sacrificio de mi conciencia, porque estoy
profundamente penetrado de mi incapacidad para gobernar a Colombia,
no conociendo ningún género de administración. Yo no soy el magistrado
que la República necesita para su dicha: soldado por necesidad y por
inclinación, mi destino está señalado en un campo, o en cuarteles. El bufete
es para mí un lugar de suplicio. Mis inclinaciones naturales me alejan de
él, tanto más cuanto que he alimentado y fortificado estas inclinaciones por
todos los medios que he tenido a mi alcance, con el fin de impedirme a mí
mismo la aceptación de un mando que es contrario al bien de la causa
pública, y aun a mi propio honor […] Si el Congreso General persiste,
después de esta franca declaración, en encargarme del Poder Ejecutivo, yo
cederé sólo por obediencia; pero protesto que no admitiré el título de
Presidente sino por el tiempo que dure la guerra, y bajo la condición de
que se me autorice para continuar la campaña a la cabeza del ejército,
dejando todo el gobierno del Estado a S.E. el general Santander, que tan
justamente ha merecido la elección del Congreso General para
Vicepresidente, y cuyos talentos virtudes, celo y actividad ofrecen a la
República el éxito más completo en su administración.””83

En términos bastante duros se refirió Bolívar a la élite civil de la República en


carta a Santander:

“Por fin, por fin, han de hacer tanto los letrados, que se proscriban de la
República de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya. Esos
señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber
que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está, y
porque ha conquistado este pueblo de mano de los tiranos; porque además
es el pueblo que quiere, el pueblo que obra; y el pueblo que puede; todo lo
demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, o con más o
menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que
ciudadanos pasivos […]

¿No le parece a usted, mi querido Santander, que esos legisladores, más


ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a
conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina?

83
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 472 – 473
59
Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte, que si no son los llaneros
los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la
legitimada Colombia”84

Citando estas mismas palabras, el historiador venezolano Tomás Straka


determina que con Bolívar comienza el pretorianismo y cierto populismo militar que ha
pervivido en Venezuela.85 Por lo que no podemos considerar este análisis como
exclusivo de la historiografía neogranadina.

En carta a Santander, fechada en Chuquisaca (Bolivia) en noviembre de 1825,


Bolívar expresó:

“Si por allá no hay más peligros urgentes, diga Vd. a mis amigos, que
serán los interesados en llamarme, que ya yo he hecho bastante por
Colombia; pero que haré infinitamente más si me dejan en libertad de
obrar como yo juzgo que conviene […] Para nada sirvo en el interior de
Colombia, porque de un momento a otro puedo ser envuelto por una
facción, en tanto que, quedándome fuera, a la cabeza de un grande ejército,
me hallo fuera del alcance de peligro y amenazo, por consiguiente, con una
fuerza formidable a los partidos criminales. Cuente Vd., siempre y en todo
caso, con 20.000 hombres a volar donde los llame la salud de la patria.
César en las Galias amenazaba Roma, yo en Bolivia amenazo a todos los
conspiradores de la América […]”86

Estas palabras nos dan una idea de cómo Bolívar se vio a sí mismo como general
y Presidente de Colombia. Más que como un actor político convertido en Jefe de
Estado, Bolívar se piensa más como una especie de árbitro que, estando más allá de las
facciones políticas, vela por el bien de la República, siendo justamente el ejército su
instrumento para ejercer dicho arbitraje. Su ejemplo de Julio César resulta también muy

84
De Mier, José M. Ob. Cit., pp. XLVIII – XLIX
85
Straka, Tomás. Ob. Cit., p. 454
86
Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General Francisco de Paula Santander. Chuquisaca,
noviembre de 1825, p. 284

60
esclarecedor, y el mismo no podía sino exaltar los temores de los más liberales, siempre
recelosos de que un solo hombre acumulara tanto poder en la República.

Sorprendente también resulta el texto de un carta dirigida por Bolívar a Páez


desde Lima, el 4 de agosto de 1826 – cuando ya la rebelión de Páez ha comenzado y se
ha extendido – pues culpa al liderazgo civil.

“El ejecutivo guiado por esta tribuna engañosa (el congreso bogotano) y
por la reunión desconcertada de aquellos legisladores, ha marchado en
busca de una perfección prematura y nos ha ahogado en un piélago de
leyes y de instituciones buenas, pero superfluas por ahora. El espíritu
militar ha sufrido más de nuestros civiles que de nuestros enemigos: se le
ha querido destruirle hasta el orgullo: ellos deberían ser mansos corderos
en presencia de sus cautivos y leones sanguinarios delante de los
opresores, pretendiendo de este modo una quimera […]”87

Y el 8 de octubre del mismo año escribió a Santander en los siguientes términos

“El mal será irremediable, pero no será nuestro, será de los principios,
será de los legisladores, será de los filósofos, será del pueblo mismo; no
será de nuestras espadas […]”88

Es decir, Bolívar en su discurso libró de toda culpa al ejército por la crisis


política que padecía la República, mientras que culpó de manera clara al liderazgo civil.
Después de los sucesos de La Cosiata en Venezuela en 1826, la confrontación entre el
liderazgo militar y el civil siguió incrementándose. El juicio del oficial venezolano
Leonardo Infante, condenado a muerte por tribunales civiles, acusado del asesinato del
teniente Francisco Perdomo, fue un verdadero escándalo que sacudió la “opinión
pública” colombiana. Infante no sólo era un oficial carismático, sino que ostentaba

87
Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo V, Carta al General José Antonio Páez. Lima, 4 de agosto de
1826, p. 472
88
Ibídem. Carta al General Francisco de Paula Santander. 8 de octubre de 1826, pp. 489 – 490
61
haber salvado la vida del Libertador durante la Campaña del Centro en 1818. El
liderazgo militar venezolano y bolivariano consideró la sentencia contra Infante como
excesiva, una estocada más del pérfido liderazgo civil contra el ejército.89 Lo que debió
ser un proceso penal ordinario, se convirtió en un campo de batalla político. Tal era el
nivel de alteración que vivía la República de Colombia.

El liderazgo civil colombiano llegó más lejos aún, solicitando al Gobierno desde
cuanto espacio, foro o tribuna disponían, que se redujera significativamente el número
de miembros de las fuerzas armadas. Alegaban que la guerra había terminado, que el
mantenimiento del ejército era demasiado costoso y que era necesario suprimir el
espíritu conflictivo y despótico que los militares promovían en la sociedad.90

Esta pugna entre civiles y militares fue más allá de la rivalidad entre
neogranadinos y venezolanos, pues dentro de la propia Venezuela se dio el caso de
choque entre uniformados y no uniformados. En efecto, durante los sucesos de La
Cosiata, la confrontación se evidenció entre el Intendente del Departamento de
Venezuela, Juan de Escalona, y el Comandante General, José Antonio Páez. Escalona
representando el poder civil, y Páez el poder militar, protagonizaron a comienzos de
1826 un pulso que sacudió la estabilidad de toda Colombia. Si bien Páez fue destituido
por el poder civil en Bogotá, no fue sino la propia persona del Libertador quien
restableció el orden; eso sí, al precio de ratificar y aumentar los poderes de Páez,
pasando por encima de las instituciones, o lo que es lo mismo, del poder civil.91 Páez, y
los que lo apoyaron, dieron un golpe mortal al sistema jurídico-político de la República
de Colombia, e impusieron la preeminencia militar sobre el poder civil. Al no dar el
castigo debido a Páez, Bolívar no hizo más que dar su tácita aprobación a la rebelión.92

Las relaciones dicotómicas expuestas hasta ahora llegaron a niveles de alta


conflictividad que liquidaron a la República de Colombia, pero no eran las más
antiguas. La relación dicotómica de más vieja data en el panorama político colombiano

89
Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios, suprimidas las comandancias.
Relaciones entre civiles y militares en la Gran Colombia” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29.
Caracas, 2011, p. 52
90
Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. Ob. Cit., p. 53
91
Rodríguez, Frank. Ob. Cit., pp. 406 – 407
92
Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. Las relaciones político-militares de la transición política en
Colombia 1810 – 1838, pp. 165 – 166

62
para 1823 era la de los centralistas vs. federalistas. Aunque la “Primera República” de
Venezuela en 1811 – 1812 nació con un casi total consenso por el sistema federal, no
ocurrió lo mismo en Nueva Granada. Baste recordar que la “Patria Boba” de 1811 –
1815 se perdió más por la auténtica guerra civil entre centralistas y federalistas, pero
independentistas ambos, que por la reacción de la Corona española, que no llegó sino
hasta 1815 con la Expedición Pacificadora de Pablo Morillo. Esta situación se volvió
más complicada cuando se formó una nueva república tan vasta y con tan malas
comunicaciones internas.

Ya mucho antes de 1819, cuando se empezó a formar la República de Colombia,


Bolívar había manifestado claramente su postura contraria al federalismo. Y nunca dejó
de expresarla. Así le escribió a Santander a finales de 1821 tras asumir la presidencia.

“Yo estoy resuelto a no reconocer federación alguna, porque es contraria a


la ley fundamental que me han hecho jurar, y porque nadie tiene derecho
(ni aun el pueblo mismo) a alterar todos los años el sistema social. Bien lo
puede usted decir así a todo el mundo de mi parte: añadiendo que yo no
serviré la presidencia sino en tanto que ejerzo las facultades ilimitadas que
me concedió el congreso; porque estoy íntimamente convencido de que la
República de Colombia no se gobierna con prosperidad y orden sino con
un poder absoluto. Yo no tengo la culpa de que los españoles desde la
eternidad hayan sido esclavos y de que nosotros hayamos sido los últimos
en la escala de la esclavitud. Para Colombia se necesita un ejército de
ocupación para mantenerla en libertad, como se necesitó en Franca para
mantenerla en sujeción.”93

Santander respondió

“Si en la obediencia de la constitución se encuentra el mal, el mal será, dije


ante el congreso el día que tomé posesión de mi destino, y lo he repetido
durante mi administración. Hoy los dos estamos colocados en
contradicción legal; usted puede hacerlo todo sin obligación de responder
de nada, y yo no puedo hacer sino lo que me prescribe la constitución, so

93
De Mier, José M. Ob. Cit., p. LII
63
pena de que de hecho y de derecho me sumerjan en un océano de oprobio y
detestación […] quiero rogarle que cuando me censure o me quiera decir
sus llanezas, se acuerde de que mi regla es la constitución limpia y pelada
[…]”94

El historiador venezolano Germán Carrera Damas señala que en la década que


duró la República de Colombia, apenas si pudo iniciarse la andadura del aparato
constitucional. Carrera Damas analiza que la extensión territorial y la dificultad para las
comunicaciones dieron argumentos sólidos al federalismo; aunque no exagera el papel
de éste en la disolución de la antigua Colombia, recordando que tendencias
disgregadoras también se vivieron en Argentina, México y Estados Unidos.95

Las diferencias entre centralistas y federalistas fueron el debate central que llevó
a la República de Colombia a suspender el aparato constitucional vigente desde 1821
para embarcarse en el proceso de crear una nueva carta magna, a través de la Gran
Convención Nacional, o como ha sido más denominada por la historiografía: la
Convención de Ocaña. Instalada el 9 de abril de 1828, la Convención tuvo como
propósito reformar la Constitución de Cúcuta de 1821; y desde el inicio estuvo marcada
por el enfrentamiento virulento entre centralistas y federalistas. Los centralistas se
agruparon bajo el liderazgo de Simón Bolívar, proponiendo además mayor autoridad
para el Poder Ejecutivo. Los federalistas se agruparon bajo el liderazgo de Francisco de
Paula Santander, y tuvieron como bandera alcanzar mayor libertad para los
departamentos y mayores derechos civiles. Cuando los bolivarianos se vieron en
minoría, abandonaron la Convención y proclamaron la dictadura de Bolívar, la cual fue
asumida el 24 de junio de 1828. Este fue un movimiento militar y popular que buscó
mantener a Bolívar al frente de la República y desconocer cualquier disposición tomada
en Ocaña. Bolívar prometió convocar a un nuevo congreso en el plazo de un año.96

Ya llegados a este momento, podemos entonces hablar de un “Partido


Bolivariano” y un “Partido Santanderista” más o menos establecidos. El primero de

94
Ibídem, pp. LII – LIII
95
Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica del proyecto
americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 604
96
Sin Autor. “Acontecimientos políticos de una guerra continental” en Memorias de Venezuela, Mayo
2014, pp. 68 – 69

64
carácter conservador, militarista y centralista con apoyo respetable en Venezuela y otras
regiones de la República. El segundo de carácter liberal, civilista y federalista, con
apoyo mayoritario en las regiones centrales de la Nueva Granada. Esta alineación
alrededor de Bolívar y Santander fue lenta y gradual, extendiéndose a lo largo de la
década de 1820, mientras la propia relación personal entre los dos hombres iba
deteriorándose. Se trató más de una progresiva articulación de intereses que de
monolíticas construcciones ideológicas iniciadas desde el comienzo.

Tradicionalmente la historiografía ha atribuido a Bolívar y Santander la


condición de haber sido imprescindibles para la República de Colombia en sus primeros
pasos. El Libertador uno, el “Administrador de la Victoria” el otro. Así, por ejemplo,
Gil Fortoul atribuye buena parte de la crisis política que disolvió a Colombia a la
ausencia de Bolívar.97 Por lo que el choque personal entre estos dos hombres se
convirtió en el centro de gravedad en torno al cual se articularon todos los demás
conflictos y diferencias de opinión en el país.

Santander expuso su punto de vista de cómo comenzó su conflicto con Bolívar:

“[…] Bolívar se mostró quejoso de que Santander no le hubiese enviado


inmediatamente a Trujillo del Perú todos los auxilios de tropas, armas y
municiones que le pidió en 1824. Cesó este disgusto muy pronto, y tan
luego como se persuadió de que no estando reunido el Congreso y
habiendo ya enviado al Perú el contingente señalad en el Tratado de Lima
no podía el Gobierno por si solo disponer de un soldado ni de un fusil para
trasladarlos y emplearlos en otro país.”98

Por su parte el historiador norteamericano David Bushnell concuerda en su


análisis, dando gran importancia al retraso de Santander para enviar refuerzos y
suministros a Bolívar en Perú, pero recuerda también como muchos en Colombia

97
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., p. 466
98
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 17
65
juzgaban aquella guerra como innecesaria, pues ya se había liberado la totalidad del
territorio nacional; siendo dicha opinión mayoritaria en Venezuela.99

Germán Carrera Damas a su vez atribuye al choque de personalidades entre


Bolívar y Santander un rol central en la crisis, analizándola como una colisión entre
sectores de la clase social dominante que salía del coloniaje y que se manifestó con toda
su fuerza al terminarse la guerra contra España.100 Revisando la correspondencia entre
estos dos hombres, así como al revisar los trabajos historiográficos clásicos para este
período, nos percatamos que el choque Bolívar – Santander tuvo su “incubación”
durante la estadía del primero en Perú, y explotó cuando éste regresó a Colombia. En
este sentido, las palabras de Santander nos resultan elocuentes:

“Para concluir esta larga carta, no me resta más, que suplicar a v; que al
entrar en Colombia recuerde el estado en que la dejó el año de 1821. Y lo
compare con el actual, después de cinco años de mi gobierno; vea los
monumentos que existen en prueba de sus adelantamientos, y consulte a los
pueblos, si los males que sufren proceden directa o indirectamente del
vicepresidente de la República o si son efecto de la infancia de ella misma,
de la prolongada y costosa guerra que hemos sufrido, de las
preocupaciones que supo arraigar el gobierno enemigo, de la falta de
recursos intelectuales y pecuniarios y de la inexperiencia de todos los que
tenemos parte en la administración pública. Consulte V. todo esto, y por
muchas que serán las fallas que encuentre, yo estoy bien seguro, de que no
habrá un ciudadano .que le diga, que el vicepresidente le privó de su
libertad o propiedades, y que en odio suyo infringió las leyes.”101

Santander justificó ideológicamente sus diferencias con Bolívar, mostrándose a si


mismo como un convencido legalista y liberal, mientras que a su contraparte como
menos ortodoxo con la ley y amenazador de las libertades ciudadanas:

99
Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, p. 95
100
Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827: Aprender a edificar una República Moderna, p. 182
101
Santander, Francisco de Paula. Carta confidencial… Ob. Cit., pp. 6 - 7
66
“Primero era ser leal a la Patria que a un amigo; primero era mostrarse
buen magistrado y ciudadano, que amigo agradecido; las libertades
públicas, próximas a desaparecer, eran primero que la amistad de un Jefe
que intentaba, si no aniquilarlas, a lo menos limitar su esfera.”102

El retorno de Bolívar al país no sólo trajo los posibles resentimientos del mismo
contra Santander por su supuesta falta colaboración con la campaña militar en Perú, sino
que puso a ambos hombres en total confrontación en torno al asunto de la Constitución
Boliviana.103 Este conflicto pronto escaló a un nivel verdaderamente escandaloso de
ataques verbales y desaires públicos, lo que evidentemente era reproducido a escala
mayor por los seguidores de uno y otro. Santander escribió:

“Bolívar continuaba manifestándole en público consideraciones, y por


detrás se burlaba de su adhesión a las leyes, criticaba sus providencias y
fomentaba las calumnias que los enemigos del Gobierno habían levantado
acerca de la negociación del empréstito de 1824.”104

“A todos los funcionarios públicos calificaba de ignorantes; los Diputados


en el Congreso eran a sus ojos necios los unos, locos los otros y los que
menos, enemigos de la independencia. La Constitución era un código de
necedades; las leyes, la ignominia de Colombia; los empleados en la
Hacienda, defraudadores; los jueces, venales; los republicanos, ideólogos;
los censores de la Bolivia, pigmeos; sólo los militares, que se habían
declarado en favor de sus proyectos, eran virtuosos é incorruptibles.”105

“El Reconciliador, La Lira, El Meteoro de Caracas, redactados bajo los


ojos de Bolívar, el primero por su Secretario Revenga, el segundo por su
confidente Guzmán, y el tercero por su amigo Carabaño, redoblaron sus
afrentosas injurias y atroces denuestos contra Santander.”106

“Los diarios asalariados en Cartagena, Quito y Guayaquil repetían las


ideas de los de Caracas; por todas partes se predicaba la reforma, se pedía
la dictadura y se dejaba traslucir el desenlace del drama y la persecución

102
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 25
103
Donís Ríos, Manuel. “Francisco de Paula Santander, ¿venezolano?” en El Desafío de la Historia, Año
4, N° 29. Caracas, 2011, p. 55
104
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 26
105
Ídem, p. 26
106
Ibídem, pp. 32 – 33
67
de los amigos de la causa de la libertad. Bo1ívar escribió á Santander una
carta en Marzo de 1827, toda de su puño, anunciándole que no contestaría
más cartas suyas en razón de que ya no le tenía por su amigo, y poco
después le mandó el número 1° de El Meteoro, con esta dedicatoria en la
primera foja: el autor, en homenaje al General Santander, y al pie la
rúbrica del Libertador.”107

Más allá de que tomemos como totalmente ciertos los alegatos de Santander, o
que los refutemos, su testimonio nos muestra cuán lejos llegó el choque entre ambas
facciones, lo que no puede ser considerado ligeramente. Hablamos de que en una
república recién creada, heterogénea a nivel geográfico, social, étnico e ideológico,
devastada por más de diez años de una guerra sin terminar aun – pues España no
mostraba disposición alguna a reconocer la independencia – y asumiendo cada vez más
responsabilidades militares a nivel continental, con gran descontento popular debido a
las paupérrimas condiciones de vida de las masas, con una aguda crisis fiscal y una
monumental deuda externa, la primera y segunda autoridades nacionales se enzarzan en
un conflicto cada vez más virulento que hace volar por los aires la frágil
institucionalidad establecida y da rienda suelta a muchos otros conflictos latentes que se
articulan alrededor de este. Difícilmente podemos encontrar en la historia otros casos en
los que una crisis política reuniera tantos elementos de manera tan “perfecta” como para
hacer colapsar un Estado.

Si el conflicto personal directo de Bolívar y Santander fue el eje en torno al cual


se articularon todos los demás conflictos, el estallido de La Cosiata en Venezuela en
1826 fue el gran detonante que puso de manifiesto todos los problemas internos de
Colombia, y que empujó al país a la Convención de Ocaña. En efecto, aunque la
insurrección en Venezuela tuvo como origen el decreto del 31 de agosto de 1824,
mediante el cual el Congreso ordenaba la movilización de 50.000 hombres debido al
temor de un nuevo ataque español108, la realidad profunda que se escondía tras el
impase entre Páez y Escalona y la rebelión, era la existencia de un movimiento
nacionalista y secesionista liderado por reputados notables como Francisco Javier

107
Ibídem, p. 33
108
Guzmán Mirabal, Guillermo. “La Cosiata. Crónica de una rebelión venezolana” en El Desafío de la
Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp. 45 - 46
68
Yánez, Martín Tovar, Andrés Narvarte, Tomás Lander, Felipe Fermín Paúl, Alejo
Fortique y José Iribarren, entre otros. Todos postreros representantes de la élite
mantuana que protagonizó los hechos de 1810 – 1811. Este grupo, que ya hemos
señalado como “Club de Caracas” o “Club de Venezuela”, rechazaba el centralismo, el
predominio de la élite bogotana en detrimento suyo y a la persona de Santander, pero
sin ser precisamente bolivariano.109 Es decir, La Cosiata no estaba articulada en la
bipolaridad Bolívar – Santander que hemos venido explicando, aunque sí se convirtió en
detonante y demostradora de la magnitud de la crisis política que el país vivía.

Tomás Straka considera a La Cosiata como el clímax del caudillismo incubado


desde 1812 y que marcaría a futuro a Venezuela. Argumenta esto con el hecho de que
Bolívar, pasando por encima de la Constitución, promete una reforma que no podía
hacerse hasta 1831 y convoca la Gran Convención nacional, que se reuniría en Ocaña en
1828. El fracaso de la misma fue lo que lo condujo a asumir la dictadura.110 Eso sin
mencionar que la solución de compromiso de Bolívar con Páez en 1827 fue
estrictamente personal y personalista, y de espaldas a los procedimientos que establecía
el ordenamiento legal del momento.111 Vale la pena revisar con un poco de detenimiento
cómo Bolívar manejó dicha crisis.

A finales de 1826 el Libertador regresó a Venezuela desde Perú, con el objetivo


de poner fin a La Cosiata. Llegando a Maracaibo, lanzó una proclama para evitar la
guerra civil, proponiendo la reunión de una Gran Convención Nacional que reformara la
Constitución. Pasó luego a Coro y después a Puerto Cabello, amnistiando más tarde a
los rebeldes y restituyendo la autoridad de Páez. El 4 de enero de 1827 Páez y Bolívar
se encontraron en Valencia y entraron juntos a Caracas el 10 de enero. Convencido de
que había logrado la paz, el Libertador aprovechó la estadía en su ciudad natal para
visitar viejos amigos y familiares y el 5 de julio partió para Bogotá. No podía imaginar
que la unión no resistiría mucho tiempo más, y que sería la última vez que vería su natal
Caracas.112

109
Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 117
110
Straka, Tomás. Ob. Cit., p. 462
111
Irwin, Domingo y Micett, Ingrid. “Caudillos, militares y poder. Una historia del pretorianismo en
Venezuela” en Mañongo, N° 41, Vol. XXI, Julio – Diciembre 2013, p. 63
112
Sin Autor. “Último viaje del Libertador a Caracas” en Memorias de Venezuela, Mayo 2014, p. 79

69
Aunque La Cosiata comenzó como algo muy local y no articulado con los
grandes conflictos político-ideológicos de nivel nacional que se dirimían en Bogotá, se
convirtió en vitrina de la crisis estructural de Colombia. Por ejemplo, puso de
manifiesto una vez más el conflicto entre civiles y militares.

Juan Carlos Chaparro Rodríguez señala que es notable que Bolívar no solo
manifestara su apoyo a Páez, sino que además expresara distanciamiento con la élite
política civil de Bogotá, declarando que era claro que las leyes e instituciones creadas
bajo la dirección de Santander y los legisladores neogranadinos eran superfluas,
habiendo incubado divisiones que enfrentaban entre sí a provincias y que habían
mancillado el honor militar. Según el Libertador, los burócratas civiles eran ingratos
con los militares que les habían libertado derramando su sangre en los campos de
batalla.113 En este sentido nos resultan reveladoras las palabas escritas por Bolívar al
general Santa Cruz justamente a comienzos de 1827.

“Ahora se verá en Europa y la América que las leyes no valen nada y que
la autoridad verdadera consiste en los hombres. Las leyes y los
legisladores nos han perdido, en tanto que el general Páez y yo hemos
salvado la república. Quisiera Dios que este ejemplo sirviera de algo en el
espíritu de nuestros ciudadanos”114

La anticipación de la convocatoria para la Convención Nacional fue una medida


de emergencia ante los sucesos acaecidos en Caracas y Valencia en 1826.115 Justamente,
la percepción de que la propia integridad de Colombia estaba en juego fue el principal
argumento para adelantar dicha convocatoria por encima de lo que dictaba la
Constitución, que fijaba un mínimo de diez años – es decir, hasta 1831 – para modificar
la carta magna.116

113
Chaparro Rodríguez, Juan Carlos. “Veremos con la ayuda de Dios… Ob. Cit., p. 53
114
Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta al General Andrés de Santa Cruz. Inicios de 1827,
pp. 68 – 69
115
Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828… Ob. Cit., p. 7
116
Plaza, Elena y Combellas, Ricardo (Coordinadores). Procesos Constituyentes y Reformas
Constitucionales en la Historia de Venezuela: 1811 – 1999. Tomo I, p. 100

70
Sin embargo, para los defensores más ortodoxos del marco jurídico vigente, la
propia convocatoria de la Convención era ya inaceptable.

“Desde que el Congreso manifestó deseos de convocar la Convención,


perdió la confianza de los colombianos, que habían sostenido el sistema
constitucional, y sus trabajos posteriores justificaron estos recelos. El
Congreso, al saber que Bolívar se dirigía con un ejército a Bogotá, que se
negaba a cumplir la ley, que disminuía el número de tropas permanentes, y
que ejercía todos los poderes del Gobierno con desprecio de la
Constitución, se intimidó, y en vez de apoyar los proyectos que le
presentaba el Vicepresidente Santander, abrazó el partido de no disgustar
al Presidente Bolívar.”117

Se inició así la andadura de la República hacia la Gran Convención, el foro en el


que se debatirían todas las ideas, el espacio en el que quedarían expuestos todos los
conflictos explicados hasta ahora, la arena en la que las dos facciones ya formadas se
enfrentarían con la mayor agresividad. El 9 de abril se instaló en Ocaña la Gran
Convención, asistiendo 67 representantes de los 107 elegidos. Los venezolanos,
movidos ante todo por la búsqueda de la separación, tomaron el discurso federalista y se
constituyeron así en aliados circunstanciales de los santanderistas.118 Bolívar por su
parte presentó su mensaje a la Convención, el cual fue una crítica lapidaria a la
Constitución de 1821 y a todo el sistema instaurado desde entonces.119

Como ya se ha dicho, el debate se polarizó entre quienes apoyaban a Bolívar y


su propósito de fortalecer el centralismo en torno a la figura presidencial, para así
impedir la disolución de la República; y quienes se concentraron alrededor de
Santander, con una visión federalista. En realidad el debate nunca pasó de ser un
diálogo entre sordos, marcado por ataques cada vez más ofensivos; tanto en el foro,
como a través de la prensa, en los salones de reuniones sociales, o incluso en las
calles.120

117
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., p. 37
118
Sin Autor. “La Gran Convención de Ocaña de 1828… Ob. Cit., p. 10
119
Siso Martínez, José Manuel. Ob. Cit., p. 123
120
Plaza, Elena y Combellas, Ricardo (Coordinadores). Ob. Cit., p. 101
71
Aproximándonos ya al objetivo central de este trabajo, miramos a los demás
factores de crisis que formaron el contexto de las sesiones de la Convención de Ocaña.
Tenemos que Bolívar decidió no acercarse a la misma para no ser acusado de
presionarla; por lo que representantes suyos, como Miguel Peña, se encargaron de
defender sus posturas. En paralelo a la Gran Convención ocurrió el alzamiento del
general Padilla en Cartagena, la amenaza del general La Mar en Perú contra el sur de
Colombia, el motín de Chuquisaca contra el presidente Antonio José de Sucre en
Bolivia, la invasión peruana a Bolivia y ciertos movimientos de los caudillos orientales
– viejos adversarios de Bolívar – en Venezuela. Es decir, la agitación política
comenzaba a contagiarse a las fuerzas armadas, al tiempo que el prestigio exterior de la
República se derrumbaba y sus enemigos extranjeros buscaban sacar provecho de la
crisis. Finalmente, los santanderistas no lograron el quorum necesario para imponer sus
ideas y el 11 de junio declararon suspendidas las sesiones. Los bolivarianos
abandonaron la Convención y Bolívar con apoyo popular y militar dio inicio a la
dictadura el 24 de junio de 1828.121

Respecto a la visión que el propio Bolívar tuvo del momento histórico y de la


Gran Convención Nacional y que pueden explicar su decisión de tomar la dictadura,
tenemos:

“[…] nuestro gobierno está esencialmente mal constituido […]

[…] Hemos hecho del Legislativo sólo el cuerpo soberano, en lugar de que
no debía ser más que un miembro de este soberano […]

El derecho de presentar proyectos de ley se ha dejado exclusivamente al


Legislativo, que por su naturaleza está lejos de conocer la realidad del
gobierno y es puramente teórico.

El arbitrio de objetar las leyes concedido al Ejecutivo es tanto más


ineficaz, cuanto que se ofende la delicadeza del congreso con la
contradicción […]

Nuestro ejército era el modelo de la América y la gloria de la libertad; su


obediencia a la ley, al magistrado y al general parecía pertenecer a los
tiempos heroicos de la virtud republicana […] Tan generosas virtudes se
121
Cardozo Uzcátegui, Alejandro. Ob. Cit., p. 46

72
han eclipsado, en cierto modo, delante de las nuevas leyes dictadas para
regirlo y para protegerlo […] el funesto influjo que ha debido tener en la
subordinación, el haberle sujetado a tribunales civiles, cuyas doctrinas y
disposiciones son fatales a la disciplina severa, a la sumisión pasiva y a la
ciega obediencia en forma a la base del poder militar, apoyo de la sociedad
entera. La ley que permite al militar casarse sin licencia del Gobierno ha
perjudicado considerablemente al ejército en su movilidad, fuerza y
espíritu […]

Se han promovido peligrosas rivalidades entre civiles y militares con los


escritos y con las discusiones del congreso, no considerándolos ya como
los libertadores de la patria, sino como verdugos de la libertad. ¿Era ésta
la recompensa reservada para los héroes? Aun ha llegado el escándalo al
punto de excitarse odio y encono entre los militares de diferentes
provincias para que ni la unidad ni la fuerza existieran […]

La demora en Europa de la persona a quien por órdenes expedidas en 1823


tocaba responder de los millones que se deben por el empréstito contratado
y por el ratificado en Londres; la expulsión del encargado de negocios que
teníamos en el Perú, y que gestionaba el cobro de los suplementos que
hicimos a aquella república; por último la distribución y consumación de
los bienes nacionales, nos han forzado a suplir con numerosas
inscripciones en el libro de la deuda nacional valores que ellos pudieron
dejar satisfechos. El erario de Colombia ha tocado, pues, a la crisis de no
poder cubrir nuestro honor nacional con el extranjero generoso que nos ha
prestado sus fondos confiando en nuestra fidelidad. El ejército no recibe la
mitad de sus sueldos […]

Al describir el caos que nos envuelve, casi me ha parecido superfluo


hablaros de nuestras relaciones con los demás pueblos de la Tierra […]
discorde Colombia, menospreciando sus leyes, arruinado su crédito, ¿qué
alicientes podrá ella ofrecer a sus amigas? ¿Qué garantes para conservar
siquiera a las que tiene? Retrogradando, en vez de avanzar, en la carrera
civil, no inspira sino esquivez. Ya se ha visto provocada, insultada por un
aliado, que no existiera sin nuestra magnanimidad.”122

Llama poderosamente la atención el nivel desconfianza que Bolívar expresa


hacia el liderazgo civil del país, y su apasionada defensa de los militares y el
ejército. Ya sobre los debates de la Convención, expresó:

122
Pérez Arcay, Jacinto. “Mensaje a la Convención Nacional de Ocaña.” Carabobo. Un punto
itinerario…, pp. 230 - 235
73
“En las sesiones, en sus proyectos y pensamientos (de la Convención) no
les ocupaba otra idea que la de destruir, anonadar la fuerza del ejecutivo,
tan sólo porque yo lo ejercía, y al paso que parecían halagar al pueblo con
una excesiva libertad, preparaban su ruina, desatendían sus peticiones y lo
que era más peligroso, provocaban al ejército” 123

Se manifiesta entonces que el Libertador percibió en tono personal todo el


conflicto, más que como un enfrentamiento entre diferentes visiones de cómo constituir
el Estado. Respecto al establecimiento de la dictadura de Bolívar, volvemos a mirar las
memorias de Santander:

“Los militares fieles a las leyes que no pudieron ser ganados con ascensos
y halagos recibieron sus letras de retiro o sus licencias absolutas; los
cuerpos que no habían abrazado la causa de Bolívar, fueron trasladados a
otros puntos o reformados; varios empleados civiles y de Hacienda que se
habían mantenido fieles en derredor del Gobierno legítimo, quedaron
suspensos de sus destinos, o tuvieron que renunciarlos.”124

“Todos murmuraban, aunque en secreto; todos temían una conmoción,


menos los individuos del Gobierno, que estimaban como sinceras efusiones
del corazón los actos, que sólo eran hijos de órdenes superiores del temor o
de la moderación. Colombia estaba gobernada por un poder ilimitado, que
convirtió en crímenes las acciones que siquiera pudieran indicar
desagrado y que cual otro señor de Turquía podía disponer libremente de
la vida y de la seguridad de los colombianos. En tales circunstancias un
puñado de jóvenes inconsiderados, auxiliados por algunos militares,
emprendieron destruir ese régimen tiránico y restablecer la Constitución
de 1821. Entusiasmados con las acciones celebradas de Harmodio,
Pelópidas y Bruto, quisieron imitarlos, y aunque no les faltase resolución
para ello, su desgracia les privó de recoger iguales frutos. El 25 de
Septiembre estalló una revolución en la misma capital, que el Gobierno
logró reprimir, menos por la sagacidad y valor de sus defensores, que por
la precipitación é insuficientes medidas de los conjurados. No era menester
tanto para que toda la rabia de Bolívar se dirigiese contra Santander. Hay
un movimiento contrario al nuevo régimen: luego Santander es su autor o
cómplice, fue la consecuencia que dedujo el Gobierno, sin otro

123
Bolívar, Simón. Obras Completas Tomo IV, Carta a José Fernández Madrid. 1828, pp. 436 – 437
124
Santander, Francisco de Paula. Historia de las Desavenencias… Ob. Cit., pp. 41 – 42
74
antecedente. Inmediatamente fue arrestado, privado de comunicación y
entregado a la custodia de aquel mismo Crofstom, agente de la farsa en la
Quinta de la Sáenz. Bolívar mismo examinó a sus criados y les ofreció la
libertad y les amenazó después, si no declaraban que Santander tenía parte
en la conjuración. A Zuláibar, uno de los conspiradores, le prometió
también Bolívar templar la severidad de la pena si declaraba cuál era la
complicidad de aquél.”125

Es digno de mención que nunca se pudo probar la vinculación de Santander con


el atentado de septiembre de 1828, más allá de que por contexto o por el tono de sus
palabras, pareciese probable que sí. Lo que más nos interesa de todo esta situación, es la
rebelión de Padilla. En efecto, en una república que estaba a tal grado de agitación
política como hemos expuesto hasta ahora, el hecho de que quien quizá era el jefe
políticamente más resaltante de la Armada, protagonizara una insurrección contra el
Gobierno y antagonizara con un general de probada lealtad a Bolívar – como lo era
Montilla – no podía sino perjudicar políticamente a la Armada, y dejarla debilitada en
las relaciones de poder dentro de la República. Este punto será analizado con detalle
más adelante.

Tras el comienzo de la dictadura de Bolívar, los acontecimientos se precipitaron


con increíble rapidez. En noviembre de 1829 Venezuela anunció su separación de la
República de Colombia, en abril de 1830 Bolívar renunció de manera definitiva al poder
ante el Congreso Constituyente, el 13 de mayo Quito se separó también y el 4 de junio
Sucre fue asesinado. El 22 de septiembre se aprobó la nueva constitución de Venezuela,
siendo elegido Páez como presidente. Al día siguiente fue sancionada la carta magna de
Ecuador y Juan José Flores asumió la presidencia. El 17 de diciembre murió el
Libertador y el intento de restauración de Urdaneta y Montilla en 1831 fue tan poco
trascendente que apenas si ha sido divulgado por la historiografía venezolana.126

Esta sería pues una breve relación analítica de la serie de hechos políticos que
provocaron la crisis política que disolvió a la República de Colombia. Un proceso del
que lógicamente no iba a poder escapar la Armada y que explica en buena parte el
declive que el poder naval colombiano experimentó a partir de 1826, e incluso por qué

125
Ibídem, p. 55
126
Sin Autor. “Venezuela rompe con la Gran Colombia” en Memorias de Venezuela, Mayo 2014
75
el tema ha sido tan poco estudiado hasta la actualidad. Disuelta la República de
Colombia, los Estados que se fraguaron dentro de sus fronteras heredaron una serie de
conflictos fronterizos que han complicado sus relaciones127, a la par que la historiografía
olvidó muchos de sus logros y éxitos, como los de su marina de guerra.

b) Situación financiera

Como se dijo anteriormente, la República de Colombia atravesó durante casi


toda su existencia por una crisis política que terminó en su disolución y desaparición. La
historiografía tradicional ha explicado casi de manera exclusiva el colapso de dicho
Estado en base a la crisis política. Sin embargo, poco se ha estudiado la situación
financiera de la República de Colombia, y menos aún cómo ésta incidió en la crisis que
ya explicamos y en el debilitamiento de sus fuerzas armadas, concretamente de su
marina de guerra. En este sentido, el historiador David Bushnell plantea que los gastos
militares de Colombia eran insostenibles, empezando porque dicho país tuvo en la
guerra de independencia una participación mucho mayor a lo que sus recursos le
permitían.128

Buena parte de estos gastos militares fueron los de adquirir una escuadra que
pudiera cubrir las necesidades – cada vez mayores – de enfrentar y vencer a los
españoles en las costas y en mar abierto. Bushnell explica que incluso antes de haberse
confirmado los empréstitos negociados en Gran Bretaña, Santander comprometió dichos
fondos para pagar contratos navales, siendo autorizado por el Congreso para expedir
órdenes de pago; esto con la finalidad de enviar refuerzos a Bolívar en Perú, así como
reforzar la defensa marítima. El mencionado autor también presenta el dato de que al
Departamento de Venezuela se le autorizó a gastar 62.500 libras en defensa de costas.129

En relación con esto, el Libertador escribió a Santander el 6 de junio de 1825:

127
Briceño Monzón, Claudio Alberto. “Cuando las hermanas discuten: los países de la Gran Colombia, su
territorialidad y sus problemas fronterizos” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, pp.
70 – 71
128
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 101
129
Ibídem, p. 150
76
“No se o1vide de mi indicación sobre los dos millones de pesos en Londres,
a cuenta de lo que nos debe el Perú, pues el 15 de Enero de 1826 tenemos
que pagar allá un millón de pesos, de intereses, y el 15 de Julio otro millón.
No cuento sino con esta cantidad para no quedar mal. Los gastos aquí son
enormes todavía, y las rentas aún siguen improductivas. A fuerza de
trampas, de plazos y ofrecimientos, vamos saliendo de año en año, porque
era inmensa la deuda que pesaba sobre esta pobre República […] En esta
parte es prodigioso lo que se ha hecho, y si el Congreso adopta el proyecto
de amortizar la deuda doméstica por medio de un empréstito, como
hicieron en los Estados Unidos, los colombianos cogerán arbitrios para
reponer sus fortunas arruinadas; el ejército quedará a cubierto de su
deuda de sueldos y haberes; y toda la deuda de la República quedará
reducida de 40 a 50 millones de pesos, que es una bagatela, respecto de los
sacrificios y gastos de diez y seis años. He arrendado cuantas minas tenía
el Gobierno, he mandado a Europa por máquinas para las Casas de
Moneda y Salinas, he celebrado cinco contratos para inmigración de
extranjeros, y he tomado otras medidas que deben aumentar el Tesoro
nacional y la riqueza individual de los ciudadanos.”130

En el período que comprende este estudio, la República de Colombia enfrentó


una aguda estrechez financiera, producto de la propia guerra, que a su vez la llevó a
contraer una serie de empréstitos en el extranjero que le resultaron impagables y
aceleraron el virtual colapso de sus finanzas.

1) Secuelas económicas de la guerra

Para cuando el Castillo de San Felipe en Puerto Cabello cayó en manos de las
fuerzas del general Páez, la guerra llevaba ya trece años en los territorios que
conformaban a la República. No se había tratado además de una contienda cualquiera,
sino de un conflicto devastador, que llegó en varios momentos a ser una guerra de
exterminio practicada con igual ferocidad por ambos bandos. Guerra condimentada
además con desastres naturales como el terremoto de 1812, de cuya ruina estaban aún
lejos de recuperarse las tierras del centro y norte de Venezuela once años después.
Como dijimos más arriba, los territorios y los habitantes de lo que llegó a ser la

130
Santander, Francisco de Paula. Cartas precedidas de una noticia preliminar, p. 88
77
República de Colombia, se vieron sometidos a un esfuerzo bélico que superaba las
capacidades económicas, e incluso demográficas, de los mismos. Germán Carrera
Damas afirma que esta situación llevó a que Venezuela estuviese realmente agotada
económicamente antes de 1821 – cuando tomó forma la República – y que luego se
consumiesen rápidamente los recursos de la Nueva Granada y los de Quito.131

Para agravar más la situación, la República de Colombia nunca estuvo en paz; ni


teóricamente, ni en la práctica. Tras la expulsión de los españoles hacia el mar en 1823,
vino la larga, sangrienta y costosa Campaña del Perú, que terminó en 1826 con la
rendición del Callao. En paralelo, la guerra en el Caribe y el Atlántico no terminó en
1823 – como se explicará con detalle más adelante – sino que continuó con una serie de
ataques e incursiones de las escuadras colombiana y española en las aguas del contrario,
a la vez que se sostuvo un creciente gasto para dotar con medios idóneos a la Armada
colombiana; pues mucho después de la victoria en el Lago de Maracaibo, la posibilidad
de un ataque español sobre el largo litoral atlántico-caribeño seguía siendo una
preocupación. Esto sin mencionar la guerra de 1828 – 1829 contra el Perú, que hizo
forzar aún más las finanzas de Colombia.132

La guerra no sólo causó enormes gastos, sino que destruyó o inhabilitó muchas
de las fuentes de ingreso y riqueza de los territorios. Por ejemplo, destruyó el negocio
de la exportación de cacao en Venezuela, pues desarticuló el circuito comercial con
España y el resto de Europa, destruyó gran parte de las haciendas y plantaciones de
cacao, provocó el éxodo o exterminio de muchos terratenientes y casi hizo volar por los
aires la institución de la esclavitud, sostén vital para la producción de este rubro. Otro
ejemplo lo constituye la depredación sobre el ganado de los llanos venezolanos por
parte de ambos contendores, lo que conllevó casi a la desaparición de toda la actividad
económica en la zona. No en vano fue la Provincia de Guayana, que para 1817 se había
conservado casi ilesa de los estragos de la guerra, la que cargó con el peso de soportar el
esfuerzo bélico de los patriotas. Sin embargo, hacia 1819 la capacidad de este territorio
para llevar dicha carga estaba ya consumida.

131
Carrera Damas, Germán. Colombia, 1821 – 1827… Ob. Cit., p. 239
132
Ibídem, p. 547

78
La guerra también condujo al debilitamiento de la industria minera en la Nueva
Granada, la cual era el soporte principal de la economía del antiguo virreinato. Solo la
acumulación de riquezas en la sede del poder virreinal pudo oxigenar económicamente a
los patriotas a partir de la liberación de Bogotá en 1819; no obstante, estos recursos
fueron rápidamente consumidos.

La guerra que comenzó a partir de 1811 en Venezuela y Nueva Granada además


de desarticular la economía colonial, también creó necesidad de manufacturas y bienes
que no se producían en estos territorios, y para cuya producción no existía base técnica
alguna, ni tampoco personal capacitado. Hablamos de la necesidad que tuvieron los
patriotas de adquirir armamento, pertrechos de guerra y buques. Ante la casi total
ausencia de infraestructura, medios y mano de obra calificada para producir tales
materiales de guerra, no quedó más opción al liderazgo patriota que acudir al empréstito
en el extranjero para obtener dinero, que a su vez fue invertido en esos mismos países –
primordialmente Gran Bretaña – en la compra de los productos ya mencionados. Estos
empréstitos se negociaron colocando como garantía de pago las rentas producidas por la
explotación y exportación de los recursos naturales de la futura República, una vez se
concluyera la guerra contra España.

Para 1821, los empréstitos contraídos por el liderazgo patriota venezolano y


neogranadino, habían alcanzado ya una suma bastante alta. Cantidad además bastante
difícil de determinar por las condiciones poco claras, confusas y/o secretas en que
dichos empréstitos se habían negociado. De esta manera, la República de Colombia
nació con una abultada deuda externa, además con su territorio devastado por la guerra.

Así pues, el colapso de la economía colonial, la ruina del territorio y de sus


capacidades productivas, la necesidad de importar armas y pertrechos, y el
endeudamiento previo a la conformación de la República, llevaron a que la misma
naciera y existiera en constante fragilidad financiera. Para complicar aún más la
situación, Colombia asumió responsabilidades bélicas muy por encima de lo que sus
capacidades económicas reales le permitían, lo que condujo a su gobierno a un nuevo
ciclo de empréstitos en el extranjero luego de 1823. El capital de estos nuevos
empréstitos sirvió en buena medida para incrementar las capacidades de la Armada,
pero también originaría un déficit fiscal insostenible a partir de 1826 que, al poner casi

79
en bancarrota a la República, provocaría que el Gobierno prácticamente liquidara la
marina de guerra.

2) Los empréstitos

Las finanzas de la República de Colombia se nutrían de los impuestos sobre la


importación y exportación, los pocos monopolios estatales y los impuestos internos.
Evidentemente, estas fuentes no alcanzaban para cubrir los colosales gastos que la
guerra generó al Estado. Debido a esto, la República acudió masivamente al crédito
interno y externo. El crédito interno generó un gran endeudamiento con los contados
comerciantes y productores que podían prestarle dinero al Estado, pero sin llegar a un
escenario de crisis. El crédito externo, por su parte, sí jugó un rol crucial en la crisis que
terminó liquidando a la unión colombiana. Resumiendo velozmente – para luego
estudiarlos con más detenimiento – los empréstitos contratados por Colombia en el
extranjero; tenemos que el primero data de 1822, fue negociado por Francisco Antonio
Zea y consistió en el préstamo de 2.000.000 de libras esterlinas. El segundo, data de
1824 y superó los 3.000.000 de libras esterlinas, siendo negociado por Manuel Antonio
Arrubla y Francisco Montoya. Estos préstamos, sobre todo el de 1824, permitieron a
Colombia soportar el esfuerzo bélico hasta 1825, pagar parte de la deuda interna,
mantener la administración pública y desarrollar la Armada. A partir de 1826, sin
embargo, se precipitaría sobre la República una aguda crisis de deuda, que afectó
directamente a la Armada.133

Respecto al primer empréstito, comenzamos entre finales de 1819 e inicios de


1820, cuando el Gobierno establecido en Angostura envió a Londres a Fernando
Peñalver para solicitar un préstamo de 3 millones de pesos. Allá Peñalver se reunió con
Luis López Méndez, quien después de las victorias patriotas en Guayana en 1818, había
negociado varios préstamos que invirtió en comprar armas y reclutar veteranos que
envió a Venezuela. Méndez comprometió más de 2 millones de pesos de la República,
tras lo cual paró su gestión y regresó a Angostura, siendo reemplazado por Francisco
Antonio Zea.134 Sobre este asunto Santander escribió:

133
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 332
134
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 517 – 518
80
“Bolívar autorizó en 1819 á Zea para negociar un empréstito, que en efecto
se negoció en París en marzo de 1822 por 10 millones de pesos, de los
cuales no se vio un solo peso en nuestras arcas, y nadie critica, ni declama
contra ello. El congreso de Colombia libre y voluntariamente decretó en
1823 la negociación de otro empréstito hasta por 30 millones de pesos que
se contrajo solo por 20; examinó posteriormente la negociación; oyó las
quejas y reclamos de los que quisieron dirigírselos, expidió resoluciones
favorables al honor del gobierno, y sin embargo no hay día en que no se
hagan acriminaciones contra el que puso el ejecútese a la ley.”135

El empréstito negociado por Zea en 1822 totalizó £2.000.000 ante la firma


Herring, Graham & Powles, de Londres. Se hizo un descuento de veinte por ciento que
al Gobierno colombiano le pareció razonable al momento, a la vez que se descontaron
los gastos que Zea tuvo en su misión a España en 1821; y además la mencionada firma
retuvo una importante cantidad que no fue entregada a Colombia sino hasta 1824, lo que
redujo sustancialmente la suma disponible de forma inmediata por la República.
Comenzó así un círculo vicioso de dependencia hacia el capital británico que sometió a
Colombia a presiones de diversa naturaleza y la subordinó a los intereses imperiales de
Londres.136

Carlos Hernández Delfino nos relata con detalle la errática e inconveniente


negociación que Zea llevó a cabo en Londres:

“Al llegar a Londres, en junio de 1820, Francisco Antonio Zea comenzó sus
negociaciones con los acreedores y en agosto de 1820 suscribió un acuerdo
en el que reconoció las deudas que le presentaron. De inmediato emitió
pagarés por el monto de capital reconocido, el cual se acercaba a
£548.000 (es decir, 2.740.000 pesos fuertes, casi la mitad de las rentas
ordinarias estimadas para el año fiscal 1824 – 1825) […]

[…] en 1821 decidió acompañar a José Rafael Revenga y a José Tiburcio


Echeverría en la misión que el Libertador les había encomendado ante la
Corona española para lograr el reconocimiento de Colombia. Para cubrir
los costos de ese viaje Zea contrató un empréstito por £66.666 que solo
produjo £20.000 […]
135
Santander, Francisco de Paula. Apuntamientos… Ob. Cit., p. 13
136
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 372 – 373
81
Para cumplir con los pagos de los pagarés, Zea contrató, en febrero de
1822, un empréstito por £140.000, como un alivio temporal mientras
concretaba una operación mucho mayor, pues la situación fiscal de
Colombia era en extremo crítica […] Un mes más tarde Zea contrató un
empréstito por £2.000.000 con la casa londinense Herring, Graham &
Powles, con 20 por ciento de descuento, lo que significa que mientras la
República asumía una deuda por la cantidad indicada sólo recibiría
£1.600.000, de lo que había que deducir varias cantidades. El remanente
final que le quedó a la República fue sólo de £600.000. La tasa de interés
se fijó en 6 por ciento, el plazo de pago en veinte años y los acreedores
recibieron en garantía los ingresos aduaneros de Colombia.”137

Como continuación de estas complicaciones, José Rafael Revenga fue designado


en 1822 como ministro plenipotenciario ante el Gobierno británico, llegando a Londres
a comienzos de 1823. Revenga debió asumir los asuntos políticos y comerciales dejados
pendientes por Zea, manejando también la negociación de nuevos empréstitos. Tal fue
el grado de inquietud entre los prestamistas de Londres por los manejos de Zea, y por la
decisión del Gobierno de desconocer los acuerdos hechos por éste, que Revenga pasó
algunos días en la cárcel debido a las denuncias de los disgustados acreedores. El
historial crediticio de Colombia se abría de pésima forma.138 Ante estos hechos, resulta
difícil no coincidir con el historiador Juan Carlos Reyes, quien califica de “torpes” las
gestiones de Zea.139

Reyes cita una carta de Bolívar a Santander fechada en Cúcuta el 30 de mayo de


1820, en la que el Libertador se expresa en términos muy duros hacia Zea y la
negociación realizada:

“[…] el señor Zea es tan bueno que ha hecho cosas que usted no puede
imaginar. Ha hecho que unos nuevos Welzares se apoderen de las misiones

137
Hernández Delfino, Carlos. “Los empréstitos de la Gran Colombia (segunda parte)” en El Desafío de
la Historia, Año 1, Nº 2. Caracas, 2008, p. 31
138
Ibídem, p. 32
139
Reyes, Juan Carlos. “Estudio Preliminar” en Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo
una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para
todo lector en general, y para el comerciante y colono en particular, p. CLIV
82
influyendo en el Congreso para que se les regalasen a unos aventureros
extranjeros, con agravio de la justicia, de la razón y de los libertadores.”140

Cita también un artículo del periódico caraqueño El Venezolano de diciembre de


1822, en el que se denuncia el mal procedimiento llevado a cabo por Zea.

“[…] empréstito de dos millones de libras esterlinas, o diez millones de


pesos, contratado por el Sr. Antonio Zea para el servicio de la República
[…] este señor no estaba autorizado para negociar tal empréstito […] se
revocaron de su orden los poderes al señor Zea y a los demás agentes
diplomáticos, que estaban en Europa, exceptuando únicamente a los Sres.
Revenga y Echeverría, que a la sazón residían en la Corte de Madrid.”141

Y otros documentos más que nos muestran cuán lejos llegó este escándalo:

“República de Colombia – Secretaría de Relaciones Exteriores – Palacio


de Gobierno en Bogotá a 29 de septiembre de 1822 – 12.

Al honorable Francisco Antonio Zea, encargado de negocios, etc.

Con fecha de 15 de octubre del año pasado, tuve la honra de comunicar a


V.S. […] la adjunta revocatoria de todos los poderes que le había confiado
el gobierno de Colombia […] Bien extraño ha parecido en verdad que V.S.
se haya aventurado a contraer nuevos empeños en nombre de este país sin
su participación, sin esperar su aprobación y en contravención de sus
órdenes […] El Gobierno le expondrá como es su deber a los ojos de todos
para cubrir su alta responsabilidad y salvar su reputación.

Pedro Gual.”142

“Al honorable Francisco Antonio Zea, etc.

140
Archivo del Libertador Documento 3593, en: Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia… Ob.
Cit., p. CLV
141
Sin Autor. “Interior” en El Venezolano. Caracas, 1° de diciembre de 1822, Nº 25 en Ibídem, p. CLX
142
Gaceta de Colombia, Nº 51 en Ibídem, pp. CLX – CLXI

83
Palacio de Gobierno en el Rosario de Cúcuta a 15 de octubre de
1821 – S.E. el Libertador Presidente de la República ha creído conveniente
en las actuales circunstancias limitar sus negociaciones diplomáticas en
Europa, a la Nación española solamente y en consecuencia ha nombrado a
los Sres. Rafael Revenga y Tiburcio Echeverría, sus Ministros
Plenipotenciarios en la Corte de Madrid. En esta virtud ha ordenado que
se revoquen a V.S. por el Ministerio de mi cargo los poderes que tenía para
representar al Gobierno de Colombia en las potencias extranjeras cesando
enteramente en el ejercicio de las comisiones que se le habían confiado.-
[…] S.E. el Libertador Presidente desea que V.S. se restituya lo más pronto
a este país, y yo particularmente tendré la mayor satisfacción en que el
viaje de V.S. sea feliz y agradable.

Dios guarde a V.S. muchos años.

Pedro Gual.”143

Y finalmente presenta Reyes un decreto con fecha de 7 de julio de 1823


mediante el cual el Gobierno desaprueba la conducta de Zea pero reconoce las deudas
que sean comprobadas legítimamente por los acreedores.144 Reyes también afirma que
la prensa venezolana fue por esos días un hervidero de críticas y acusaciones, nutridas
por traducciones de artículos de la prensa londinense, exponiéndose también editoriales
y artículos de opinión, por lo que concluye que “el empréstito de Zea” se convirtió en
“el escándalo más importante y llamativo de los primeros años de la República de
Colombia”.145

Sería Manuel José Hurtado quien arreglaría en parte el caos dejado por Zea.
Hurtado llegó a Londres a comienzos de abril de 1824 y pactó con Herring, Graham &
Powles el pago de sus créditos al 80%, con intereses al 6%, reconociendo además las
comisiones de la negociación anterior. Se entregaba también a dicha firma vales que
Zea no alcanzó a firmar y que sumaban £54.550. La firma a su vez entregaba £162.000
pendientes del empréstito contratado por Zea. Este arreglo abrió las puertas para el
empréstito negociado a mediados del mismo mes por Manuel Antonio Arrubla y
Francisco Montoya, ambos comisionados del Gobierno colombiano. Arrubla y Montoya
negociarían con la firma B.A. Goldschmidt & Co., de Londres, un préstamo de

143
Gaceta de Colombia, Nº 51 en Ibídem, pp. CLXII
144
Reyes, Juan Carlos. Ob. Cit., p. CLXIV
145
Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia… Ob. Cit., pp. CLXIX
84
£4.750.000 colocando como garantía la renta del tabaco y lo demás en subsidios. Este
préstamo le proporcionó cierta y breve holgura al tesoro colombiano, permitiéndole a
Santander enviarle al Libertador lo que precisaba en su campaña peruana y también
emprender un ambicioso plan de crecimiento de la Armada.146

Los orígenes de la negociación del empréstito de 1824 se remontan al año


anterior, cuando Santander reportó al Congreso las grandes dificultades económicas por
las que atravesaba la República, tal como nos comenta Carlos Hernández Delfino:

“En su mensaje al Congreso de 1823, Santander informaba sobre la


absoluta precariedad de la hacienda nacional que impedía cumplir con las
necesidades más básicas del Estado; los préstamos internos, otorgados por
la influyente clase mercantil, habían alcanzado ya niveles exacerbados sin
pago alguno de capital o intereses por parte del Gobierno. En esas
condiciones, el estamento político se resolvió por un nuevo empréstito
extranjero que fue autorizado por el Congreso en julio de 1823.

Para negociar el empréstito fueron designados Manuel Antonio Arrubla y


Francisco Montoya, importantes hombres de negocios antioqueños,
quienes venían financiando regularmente al Gobierno con préstamos de
corto plazo. Estos agentes actuarían bajo la dirección de Manuel José
Hurtado, senador y hombre de negocios de Bogotá, quien sustituyó a
Revenga como comisionado de Colombia en Londres […]

En esas circunstancias, Arrubla y Montoya contrataron en abril de 1824 un


nuevo empréstito con la casa B.A. Goldschmidt & Co. por £4.750.000
(23.750.000 pesos), a un plazo de treinta años y con la garantía de las
rentas públicas de Colombia, con un descuento de 15 por ciento y a una
tasa de interés de 6 por ciento pagadera con anticipación a la entrega total
de los fondos. Hurtado, Arrubla y Montoya recibieron una comisión sobre
el monto nominal del empréstito como remuneración por sus servicios, lo
que planteó un conflicto de intereses que no sería atípico en el marco de
esa negociación. El saldo que le quedó a Colombia, después de hechas las
deducciones contempladas en el contrato, fue solamente de £2.941.000.”147

146
Quintero Peña, Arcadio. Lecciones de Historia de Colombia: La Gran Colombia, pp. 179 – 180
147
Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., pp. 32 – 33
85
Gil Fortoul expone también que la garantía sobre la cual se contrató este
empréstito fue la renta por las exportaciones de tabaco y subsidiariamente las de otros
productos; que el interés anual sería de 6%, debiendo hacerse el pago por semestres y
adelantar la República £47.000 el primer año y £47.500 en los siguientes para el fondo
de amortización.148 A todas luces, unas condiciones de pago muy difíciles – por no decir
imposibles – para Colombia.

Las propias condiciones con las que se firmó el empréstito despertaron


enseguida los temores y suspicacias de la “opinión pública” colombiana. La prensa no
tardó en hacer conjeturas y dirigir duros señalamientos hacia los que negociaron el
préstamo.149 Por su parte, Fermín Toro Jiménez afirma que el empréstito de 1824, aun
cuando ayudó a fortalecer de manera temporal y efímera a Colombia – debido a que se
invirtió buena parte de los fondos en gastos del ejército y en fortalecer la armada –, solo
aumentó la dependencia económica de dicha república hacia el imperio británico.150

La precaria economía colombiana simplemente no aportaba los recursos para


pagar los empréstitos de 1822 y 1824. Solo los intereses anuales sumaban más de un
tercio de los ingresos públicos de la República. Al no poder lograrse las metas
planteadas con dichos empréstitos, la prensa y los adversarios del Gobierno centraron
sus ataques en Hurtado, Arrubla y Montoya, llegando a acusarlos directamente de
malversar y/o robar dinero de la nación durante el proceso de contratación del
empréstito.151

La prensa oficial respondió a estos ataques con gran énfasis argumentativo.


Presentamos un pequeño ejemplo:

“Aunque un folleto de Caracas nos ha ofrecido tratar del empréstito y no


dudamos que nos comunique luces exquisitas en una materia bastante
nueva en Colombia, deseamos por nuestra parte concurrir a ilustrarla.
Empezaremos por confesar que las operaciones, de solicitar, negociar, y
148
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 519 – 520
149
“Exterior. Inglaterra. Empréstito Colombiano”. El Colombiano. Caracas, miércoles 9 de junio de 1824.
Nº 58, p. 3 y “Empréstito Colombiano 1824”. El Constitucional Caraqueño. Caracas, lunes 4 de octubre
de 1824. Nº 4, p. 1
150
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 373
151
Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 33

86
concluir un empréstito nacional son complicadas, y difíciles; que más
requieren práctica que mucha lectura de libros de economía política, y que
nuestros funcionarios como magistrados nuevos han podido cometer
errores aunque sin deliberada voluntad de perjudicar a la República […]

[…] El poder ejecutivo cuando después de muy detenidas discusiones y de


una experiencia irresistible, ha1ló que era indispensable proponer al
congreso la negociación de un empréstito en Europa, formó el
correspondiente presupuesto y lo hizo presentar al cuerpo legislativo: allí
se bosquejaron las operaciones que debían hacerse; el descuento que debía
sufrir; las comisiones de negociación y dirección que debían pagarse; los
seguros de remisión, el interés que debía reservarse por los dos primeros
años; en una palabra todas cuantas ideas pudo suministrar al gobierno el
ejemplo de otros pueblos, como el de los Estados Unidos. El congreso bajo
estos datos, y previos muchos y detenidos debates expidió el decreto, cuya
ejecución hemos visto realizada con mejores condiciones que las que el
ejecutivo había previsto en el enunciado presupuesto.

[…] podemos asegurar que en cumplimiento de la ley del congreso de 1° de


julio, y del decreto de igual fecha revocado por el que hoy hemos
publicado, la negociación no se contrajo sino a 20 millones de pesos, valor
nominal, empleándose el excedente hasta cubrir los 30 millones en
consolidar la antigua deuda contraída 'por las operaciones del difunto Zea.

La suma efectiva que el prestamista, debe entregar a los agentes de la


República, está sujeta a plazos, y devenga el avance un premio a estilo de
las negociaciones de esta especie: esta es la razón por la cual la República
no ha recibido todavía el montante del empréstito, rebajados los intereses
correspondientes a dos años que deben quedar asegurados en Londres, y
un uno por ciento para amortizar él capital, y por la cual también el
gobierno no puede tener ya cubiertos los objetos que fijó e1decreto citado,
caso que la cantidad total los cubriera.”152

El artículo continúa, defendiendo a los agentes del Gobierno por sus


negociaciones y argumentando el poco dinero que cobraron, además declara que las
repúblicas latinoamericanas no tenían crédito en Gran Bretaña, por lo que la casa
prestamista hizo un gran esfuerzo, y afirma que Colombia recibió el préstamo en las
mejores condiciones.

152
“Empréstito Colombiano”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 31 de octubre de 1824. N° 154, p. 2

87
José Manuel Restrepo, prominente figura del Gobierno en aquella época,
también hace una defensa apasionada del trabajo llevado a cabo por los encargados de
negociar el empréstito:

“Más fueron tan ventajosas las circunstancias y tan alta la idea que se
tenía entonces en la Inglaterra del poder y recursos de Colombia, que
nuestros comisionados consiguieron negociar el préstamo a un precio que
no se esperaba. Fue el ochenta y cinco por ciento, con el seis por ciento de
interés, e hipotecando especialmente para la satisfacción de éste los
productos del tabaco, sin perjuicio de quedar obligadas también las demás
rentas del Estado. Celebróse el contrato con los señores B. A. Goldschmidt
y compañía, de Londres, el 22 de abril.”153

Sin embargo, muy a pesar del discurso patriótico de Restrepo, la realidad es que
el empréstito de 1824 sacudió a Colombia. Dicha negociación ayudó decisivamente a
acrecentar la ruptura entre Bolívar y Santander. El Libertador no ocultó su disgusto por
la situación tan penosa de la administración pública, la pobreza generalizada en el país y
el nulo efecto que tuvo el empréstito para solucionarla. El quiebre de la casa
Goldschmidt se llevó £402.098 del empréstito; debido a que Hurtado las dejó
depositadas con la misma firma en vez de enviarlas directamente a Colombia, quizá
buscando aprovechar los intereses que generaría ese dinero al ser depositado. Más allá
de las dudas manifestadas por la prensa e incluso por Bolívar, la investigación llevada a
cabo por el Congreso en 1826 halló libres de responsabilidades penales a los
negociadores.154

Aun así, el empréstito golpeó duramente la reputación de Santander. En


periódicos, folletos y libros se le culpó de malversación, cuando no de robo puro y
simple. El historiador Guillermo Camacho Montoya afirma que es incuestionable que

153
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo III),
p. 410
154
Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 35
88
Santander violó la normativa establecida y pagó cantidades muy altas, pasando por
encima del Congreso.155

Ocupándonos del uso dado al dinero prestado a la República de Colombia en


1824, el historiador Arcadio Quintero Peña nos ofrece un balance general aproximado,
afirmando además que, contextualizando el empréstito con la desastrosa situación fiscal
del país, no puede sino considerarse como una hazaña lo logrado por el Gobierno, y
descarta las opiniones sobre despilfarros y malversaciones. Quintero Peña presenta que
de los 30.000.000 de pesos del empréstito, 10 millones fueron para arreglar las deudas
generadas por Zea, 2 millones aproximadamente se gastaron en la campaña del Perú,
2.750.000 se perdieron con la quiebra de B.A. Goldschmidt & Co., 1.250.000 se
invirtieron en dos fragatas y dos goletas en Estados Unidos, 1 millón fue destinado a la
agricultura y los restantes 13 millones se gastaron en atender urgencias extremas que
tenía la administración pública.156 Aunque las cifras presentadas parecen demasiado
redondas y generales – por lo que solo podemos tomarlas como aproximaciones –,
Quintero Peña niega que hayan existido despilfarros, sino más bien “inversiones
desacertadas”, como la compra de buques que resultaron inútiles, o inversiones para los
arsenales de Cartagena. El mencionado autor también llama a tomar en cuenta la
inexperiencia de los altos funcionarios públicos colombianos en asuntos financieros.
Restrepo por su parte asegura que fue la quiebra de la casa Goldschmidt la que condenó
a Colombia:

“La primera desgracia de la República fue la quiebra de la casa B. A.


Goldschmidt, de Londres, que había hecho el empréstito de 1824. Su
fortuna de ningún modo pudo resistir el fuerte sacudimiento causado por la
baja que sufrieron los fondos colombianos, que en los meses de enero y
febrero llegaron a perder cuarenta y uno por ciento. El 15 de febrero de
este año suspendió sus pagos, y enseguida se declaró en quiebra la casa
[…]

En la quiebra de la casa B. A. Goldschmidt perdió Colombia algo más de


dos millones de pesos, que se habían dejado en poder del prestamista, con
el destino de pagar los intereses y para otros objetos en que debía
emplearse aquella suma.
155
Camacho Montoya, Guillermo. Santander, el hombre y el mito, pp. 100 – 101
156
Quintero Peña, Arcadio. Ob. Cit., pp. 337 – 339
89
Las dificultades que produjeron esta bancarrota y los graves embarazos en
que puso a la República, dieron un golpe mortal a su vacilante crédito, del
que jamás pudo convalecer. Son bien conocidos los funestos efectos que
produce un descrédito, sobre todo en los Estados modernos. Desde aquella
época los sufrió Colombia muy dolorosamente, y su falta de crédito interior
y exterior fue uno de los graves males que hicieron harto penosa su
existencia futura.”157

David Bushnell coincide con Restrepo, y afirma que 1826 marcó el colapso total
del crédito externo de Colombia; señalando que la crisis monetaria originada en Gran
Bretaña provocó la quiebra de la casa Goldschmidt, lo que a su vez arrastró a la
República y produjo su colapso financiero.158 Para 1826 Colombia reconoció una deuda
pública externa de £6.688.950 y una deuda interna de 58.770.769 pesos159, llegándose al
tope de endeudamiento posible que podía manejar. En este sentido, la siguiente noticia
publicada en El Colombiano de Caracas, nos resulta muy elocuente.

“[…] empréstito para el Gobierno Colombiano de 4.750.000 lib. A 89 por 100


ganado 6 por 100 de interés.

La causa principal de la suspensión de esta casa se considera ser los


esfuerzos hechos por sostener el crédito de los diferentes Gobiernos en cuyo
favor celebraron contratos de empréstito; y el demérito de aquella especie de
propiedad, ha sido tan grande en este momento los fondos portugueses están
al descuento de 22, los mexicanos a 5 por 100, al descuento de 16; y los
colombianos al descuento de 49 por 100 inferior al precio contratado.

¡Que mortificado, cuan inexcusables somos nosotros al reflexionar, que de


todos los Estados Americanos del Sur nosotros solos no hemos remitido ni un
peso a Inglaterra para pagar el interés de nuestros empréstitos; en suma, que
hemos tomado prestado más que otros, y pagado menos.

Si a la verdad nosotros fuésemos llamados para auxiliar a toda la América,


algo podría alegrarse a favor de este sistema; pero como no lo somos, nos
aventuramos a creer, que una milicia nacional bien organizada convendría
más a la sobriedad de nuestras instituciones republicanas, y sería más

157
Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., pp. 497 – 498
158
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 155
159
Hernández Delfino, Carlos. Ob. Cit., p. 35
90
conducente a la economía y a la fuerza. No podemos cansarnos en recordar
la memorable exposición del Secretario de Hacienda de que con una renta de
6.106.726 ps., nuestro ejército y marina solo nos costaron el año pasado
11.794.596.”

De los once millones y medio así consumidos durante el año pasado, la mitad
remitida a Inglaterra nos hubiera colocado en una actitud respetable en
cuanto a nuestras rentas en el mercado europeo: podría haberse negociado
un nuevo empréstito, en términos ventajosos: se habrían redimido las prendas
de nuestra buena fe dada por nuestros amigos, y agentes en Europa, hombres
que han arriesgado su carácter, fortunas, y confianza en nuestra
puntualidad”160

El 3 de mayo apareció en El Colombiano de Caracas la siguiente carta de Manuel


José Restrepo, fechada en Londres el 28 de febrero, y tomada a su vez del Correo de
Londres del 2 de marzo. En dicha carta Restrepo explica la situación de la deuda.

“El infrascrito Manuel José Restrepo, Ministro Plenipotenciario en la Corte


de la Gran Bretaña, sabiendo que existe una grande inquietud en los
ánimos de los tenedores de vales de dicha República, en cuanto al pago de
los dividendos de estos, a causa de la reciente quiebra de los S.S. B.A.
Goldschmidt y C. últimos agentes de la República, cree de su deber
informarles de los pasos que ha dado a fin de conservar la más escrupulosa
buena fe. Tiene la satisfacción de asegurar que ha arreglado con la casa de
los S.S. Barclay, Herring, Richardson, y C. en New Boayd Street número 11
el pase de los dividendos sobre el empréstito negociado el año de 1824 y
que deben para el primero de mayo siguiente: y que habiendo el gobierno
colombiano dispuesto, que se deposite para embarcarse el dinero con que
se ha de hacer el pago de los dividendos sobre el empréstito contratado con
los S.S. Goldschmidt y C. que deben para el 15 de julio siguiente, hace
algún tiempo que despachó un buque con el objeto de traerlo a Inglaterra.

Manuel José Restrepo

Londres Febrero 28, 1826. – Del Correo de Londres, Marzo 2, 1826.”161

160
“Los S.S. Goldschmidt y compañía”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de abril de 1826. N° 153,
p. 3
161
“Empréstitos Colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 3 de mayo de 1826. N° 155, p. 1
91
Más allá de las palabras tranquilizadoras dirigidas por Restrepo a los acreedores
de la República, la realidad fue que Colombia quedó imposibilitada de pagar sus deudas
tras la quiebra de la casa Goldschmidt. A esta situación crítica también ayudó el
incumplimiento de Perú en el pago de un millón de pesos en deuda con Colombia por
concepto de auxilios para la guerra de independencia contra España. Fue México el que,
en virtud de los acuerdos firmados con Colombia, le prestó al país £63.000 que
permitieron salvar el crédito nacional. Dicho acuerdo fue negociado e impulsado por
Vicente Rocafuerte.162

A pesar de que la situación financiera del país era poco menos que crítica, la
prensa oficial siguió tratando de calmar a la “opinión pública” y combatir lo publicado
por la prensa independiente y/o adversaria al Gobierno:

“[…] Los anarquistas, los enemigos de las instituciones colombianas, y del


gobierno constitucional cansados de inventar cargos sobre la deuda
extranjera, de ponderar su magnitud, de anunciar una bancarrota, y de
culpar en ello al poder ejecutivo y solo al ejecutivo, no largan de la boca ni
de su venenosa pluma la especie que Colombia está gravada con una deuda
enormísima […]

[…] Menos de 30 millones de pesos es lo que hoy adeuda la República a los


extranjeros después de 17 años de revolución […]

[…] ¿habrá quien de buena fe crea que Colombia es incapaz de amortizar


en 20 años 30 millones de pesos cubriendo los réditos que cada año deben
ir en disminución a la par del capital? Nosotros no lo creemos: nos basta
ver que el año último hasta 30 de junio de 1826 produjeron las aduanas 5
millones y 60.000 pesos, y que suponiendo que en 20 años no suba este
producto, dos y medio millones pueden destinarse cómodamente a la
amortización de la deuda y al pago de los intereses. Esta demostración es
concluyente […]”163

El historiador Tomás Straka señala que la mayoría de las nuevas repúblicas


hispanoamericanas tuvieron que endeudarse para poder pagar la guerra de

162
De Mier, José M. Ob. Cit., p. CVI
“Deuda Pública de Colombia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 24 de junio de 1827. N°
163

297, p. 3
92
independencia. La burbuja financiera de la década de 1820 se sostuvo mientras
encontraron quien les prestara, pero ya hacia 1825 la deuda era astronómica. Straka nos
presenta el dato de que para 1830 Colombia debía casi 8 millones de libras esterlinas, lo
que trajo como consecuencia que al momento de disolverse la unión, Venezuela
heredara el 27,7% de la deuda, la cual arrastró por alrededor de un siglo llamándosele
popularmente “Deuda Colombiana”.164

Gil Fortoul por su parte expone que el Gobierno de Colombia nunca pudo pagar
regularmente siquiera los intereses de la deuda. En vano recurrió al cobro adelantado de
impuestos directos y a contribuciones extraordinarias. En efecto, la necesidad de
mantener un numeroso ejército en tierra y una escuadra cada vez más grande en el mar
debido al perenne temor de una nueva arremetida española, así como asegurar las
instituciones contra cualquier amenaza interna, terminó arruinando a la joven
república.165 Este auténtico colapso financiero que vivió la República de Colombia a
partir de 1826 no solo disparó una serie de problemas políticos internos que estaban
latentes desde la fundación de la misma, sino que condenaría a la práctica disolución a
la marina de guerra.

En efecto, como explicaremos más adelante con detalle, la crisis financiera de


1826 obligaría al Gobierno a practicar una drástica reducción de gastos, lo que incluyó
el gasto militar. Ante la disyuntiva de disminuir el presupuesto de la armada o el del
ejército, el Gobierno se decantaría por hacer una reducción mucho más drástica del
presupuesto naval que del ejército terrestre, lo que comprometería el futuro de la
armada.

c) Situación militar

Ha llegado el momento de presentar un estado general aproximado de la fuerza


militar con la cual contaba la República de Colombia en el período estudiado. Según
Fermín Toro Jiménez, quien a su vez cita al enviado norteamericano Charles Todd y al
experto David Bushnell; hacia 1820 el total de hombres en armas que mantenía

164
Straka, Tomás. “La deuda de cien años” en El Desafío de la Historia, Año 4, N° 29. Caracas, 2011, p.
67
165
Gil Fortoul, José. Ob. Cit., pp. 520 – 521
93
Colombia ascendía a 36.000, mientras que para 1825, según cifras oficiales, era de
24.895.166 Evidentemente se hace bastante difícil llegar a cifras exactas debido al
carácter heterogéneo, no permanente y en general poco organizado que tuvieron las
fuerzas armadas de la República de Colombia, sobre todo antes de 1825.

Según otras fuentes, como el informe del cónsul de Suecia en Filadelfia, Severin
Lorich, fechado el 4 de agosto de 1823167, Colombia contaba con un ejército de unos
25.000 hombres, siendo alrededor de la mitad tropas regulares y el resto milicias;
variando la calidad de los soldados desde el nivel de tropas “de élite” veteranos, con
muchos años de servicio, en unidades como los batallones “Voltígeros”, “Rifles”,
“Bravos de Apure” o “Albión”, hasta otras unidades mal apertrechadas y entrenadas.
Por su parte la armada – como veremos con detalle más adelante – contaba hacia 1823,
sobre todo con buques de pequeño porte como bergantines, goletas, cañoneras,
flecheras, bongos, etc., y con una pequeña cantidad de corbetas y fragatas. Colombia era
un país donde las fuerzas armadas tenían un gran peso político, ocupando muchos
generales cargos de primer orden en la administración civil, subordinándose muchas
decisiones de Estado a las necesidades de la guerra, estando el propio Presidente de la
República en campaña en el sur del país y luego en Perú; quedando el poder efectivo en
manos del Vicepresidente, quien también era general. Mientras que Bolívar estaba a
favor de un ejército permanente, numeroso y bien acondicionado para garantizar la
seguridad y defensa de Colombia, ya que la guerra contra España aún no terminaba, y
también como disuasivo contra desórdenes internos; Santander abogaba por una
reducción sustancial del ejército y su asistencia por parte de milicias ciudadanas, a fin
de reducir gastos, empleando el dinero en fortalecer la marina – pues la guerra con
España se había centrado en el mar a partir de 1823 – y en desarrollar la agricultura e
industria nacionales.

Revisemos entonces por separado la situación del ejército y de la armada de la


República de Colombia.

166
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 329 - 330
167
Lorich, Severin. Observaciones sobre Colombia, su Gobierno, etc. (Informe de Severin Lorich, Cónsul
de Suecia en Filadelfia. Despacho No. 831, fechado el 4 de agosto de 1823). Disponible en:
http://hem.bredband.net/rivvid/historia/lorich3.htm (Revisado online el 10 de enero de 2016 a las 10:25
pm.)

94
1) Ejército

El cónsul sueco en Filadelfia, Severin Lorich, describió así al ejército de


Colombia en 1823:

“Todo ciudadano está obligado a tomar las armas para la defensa del
Estado. Se cree que es posible evaluar las fuerzas disponibles de tropas de
tierra en 21.000 hombres, de los cuales 3.500 de caballería y 600 de
artillería. Si se les agrega un cuerpo de 4.000 hombres que está destacado
en Perú bajo las órdenes del Presidente Bolívar, se tiene un total de 25.000
hombres, y con toda seguridad no se necesitará más que de la mitad para
anular todo proyecto ulterior de España de reducir este país. Solamente la
mitad del ejército se compone de tropas regulares, disciplinadas y bien
vestidas, pero incluso ellas no valen lo que las tropas suecas en cuanto a la
disciplina y al ejército. La opinión general en Colombia está muy
fuertemente inclinada contra la España, y hay de qué alimentar este odio,
pues no se necesita viajar muy lejos en el país para encontrar por doquier
las huellas de la crueldad bárbara de los españoles.

La República de Colombia está pues suficientemente asegurada contra toda


invasión de parte de España y la rivalidad entre las otras potencias
europeas no podrá ya más conducir a un ataque abierto contra ella,
cualquiera sea el atractivo que pudiese tener para la Inglaterra o la
Francia, por ejemplo, el Istmo de Panamá, Puerto Cabello o
Maracaibo.”168

Según el análisis del historiador Carlos Vidales, tenemos que Lorich basó sus
informes en fuentes oficiales, emanadas de la Secretaría de Guerra y Marina, así como
el Congreso Nacional, todo esto producto de sus cordiales relaciones con los líderes del
país.169

168
Ídem
169
Vidales, Carlos. “El agente diplomático sueco Severin Lorich y su misión en la Gran Colombia
(1823)”. Universidad de Estocolmo, Centro de Estudios Latinoamericanos, Informes de Investigación, Nº
64, mayo de 1991. Disponible en:
https://www.academia.edu/2456170/El_agente_diplom%C3%A1tico_sueco_Severin_Lorich_y_su_misi
%C3%B3n_en_la_Gran_Colombia?auto=download (Revisado On Line el 22 de febrero de 2018 a las
10:13 pm), pp. 11 - 12

95
Curiosamente las fuentes de archivo españolas arrojan un balance de fuerzas
muy inferior al informe de Lorich, y en una fecha posterior, cuando más bien el tamaño
del ejército colombiano debió haberse incrementado.

“Los informes llegados a Madrid señalaban que las fuerzas terrestres


colombianas, entendiendo por Colombia casi todo el antiguo Virreinato del
Perú, estaban reducidas a 11.460 hombres, distribuidos de la siguiente
forma:

5.000 en el Perú, auxiliares

3.400 en Venezuela

3.060 en Santa Fe […]”170

Volviendo a lo dicho anteriormente sobre la intención de Santander de


reducir progresivamente al ejército y reemplazarlo por una milicia de ciudadanos,
el experto David Bushnell nos comenta:

“[…] existían solamente quince batallones efectivos de milicianos en todo


el país, y Santander no hizo ningún esfuerzo apreciable por mejorar la
situación hasta el mes de agosto de 1824, cuando ordenó la organización
de un cuerpo de milicianos a través de la república, fundado el servicio
general obligatorio y sometido en cada departamento a la supervisión del
comandante general. Sin embargo, este decreto se convirtió en el blanco
de muchas críticas irresponsables, especialmente por parte de la fracción
oposicionista liberal de Caracas que se quejaba absurdamente de que ella
significaba el establecimiento de la ley marcial o de algo muy parecido.
El nuevo sistema funcionó bien en Bogotá, pero estuvo a punto de
provocar una rebelión en Caracas, y el general Soublette informó que a lo
largo de la nación el alistamiento se veía obstaculizado tanto por la
inercia de la población como por la falta de cooperación de las
autoridades. Uno de los problemas suscitados fue un debate sobre la

170
Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”,
Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado de las fuerzas de la
República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad es de 1826. Archivo
Histórico Nacional, Estado 214.
96
conveniencia de la elección de los oficiales por los mismos milicianos, lo
que representaba una reforma ardientemente defendida por todos los
ideólogos de la democracia y fuertemente combatida por la
administración. Santander aceptaba que los nombres de los oficiales de
más baja graduación fueran originalmente sugeridos por los mismos
milicianos, pero la Gaceta Oficial atacó repetidamente el principio de
elección de los oficiales como una insana manía de democratización.”171

En base a todo lo expuesto, podemos concluir que hacia 1823, y por lo menos
hacia 1826, las fuerzas terrestres de la República de Colombia sumaron unos 25.000
hombres, llegando quizá a los 30.000 en 1825 tras las campañas en Perú y Bolivia. De
ese número, la mitad la constituían tropas veteranas, equipadas y entrenadas, mientras
que la otra mitad eran tropas inexpertas, nuevos reclutas o milicianos.

Más allá de las comparaciones que Lorich hace entre los soldados colombianos y
las tropas de línea europeas; podemos contra argumentar que a pesar de su poco
ortodoxa formación y deficiente equipamiento, la infantería colombiana estuvo en
muchos combates a la altura de su oponente europea, venciendo a batallones españoles
en innumerables combates. Además de eso, debe tomarse en cuenta la casi perfecta
adaptación del combatiente colombiano a su entorno natural, producto en gran medida
de su idiosincrasia y cultura. Respecto a la caballería, podemos afirmar que las fuerzas
montadas colombianas del período estudiado, fueron quizá las mejores de América y
una de las mejores del mundo; siendo el arma decisiva en la mayoría de las batallas y
asombrando a los jefes militares españoles, que no tuvieron complejo en reconocer su
fuerza y habilidad. La artillería por su parte, vendría a ser quizá la parte menos fuerte
que tenía el ejército colombiano en aquel período, muy lejos de los estándares de
Europa. Sin embargo, es oportuno recordar la poca utilidad que la artillería tenía en la
guerra en Sudamérica, donde había contadas ciudades fortificadas, con muy pocos
caminos aptos para transportar cañones sobre sus cureñas, y con abundantes pantanos,
selvas y sabanas. En contraste, bien podríamos considerar como el punto más fuerte del
ejército colombiano su oficialidad. En efecto, hombres como Bolívar, Sucre, Páez, y
muchos otros, llevaron a las tropas colombianas a victorias sobre los españoles que
resultaron tan brillantes como asombrosas, superando de forma rutinaria incontables
171
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 310

97
dificultades de tipo geográfico, logístico, operacional, y de mando y conducción, así
como – obviamente – estratégico y táctico. No sería exagerado decir que el ejército
colombiano llegó a ser hacia mediados de la década de 1820 la mejor máquina de guerra
terrestre del continente americano, no por su número ni equipamiento, sino por la
habilidad de sus oficiales, y la ferocidad, resistencia y perfecta adaptación al entorno
natural de sus soldados.

2) Marina

La Armada de Colombia comenzó como una fuerza corsaria que reunió,


organizó e impulsó el Almirante Luís Brión a partir de 1816 y hasta 1821. Al crecer en
términos materiales y humanos, la armada colombiana se fue convirtiendo en un factor
importante en el Caribe, tenido en cuenta por Estados Unidos y Gran Bretaña; llegando
a tomar un papel importante en las negociaciones internacionales de Colombia, como en
el Tratado Gual – Anderson de 1824, en el que fue clave el papel desempeñado contra el
tráfico mercante español; o las negociaciones de Colombia con México para apoyar el
asalto a la fortaleza de San Juan de Ulúa, y en los proyectos de liberación de Cuba y
Puerto Rico a partir de 1825. Desde 1822 la armada colombiana inició una ambiciosa
transformación impulsada por Santander, para convertirse definitivamente de una fuerza
corsaria en una auténtica marina de guerra nacional.172

Santander decretó el 28 de junio de 1822 la creación de las academias navales de


Cartagena, Puerto Cabello y Maracaibo. Bolívar por su parte fundó otra más en
Guayaquil. El 22 de julio del mismo año se creó la Infantería de Marina. Más tarde se
creó la Secretaría de Marina como parte de la Secretaría de Guerra. A partir de 1822
comenzó un programa de adquisición de buques, destinado a establecer una adecuada
defensa de las fachadas marítimas de Colombia sobre el Atlántico, el Caribe y el
Pacífico; para ello, buena parte del empréstito de 1824 fue utilizado en la compra de dos
fragatas en Estados Unidos. Según Fermín Toro Jiménez, la Armada de Colombia llegó
a contar en su apogeo en 1826 con 2 navíos, 8 fragatas y 14 corbetas. Asimismo, el 28
de julio de 1824 el Congreso decretó mejorar las fuerzas sutiles para cumplir tareas de

172
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 330 – 332
98
guardacostas en el litoral, ríos y lagos, ordenándose la construcción de cincuenta
pailebotes cañoneros en puertos de la República.173

Por su parte, el cónsul Lorich escribió sobre la Armada de la República de


Colombia el 4 de agosto de 1823:

“Las fuerzas marítimas de Colombia, a las órdenes de un bravo negro


llamado Padilla (recientemente promovido al grado de Brigadier), se
componen de una fragata de 44, 5 corbetas de 20 a 24, 7 bergantines de 12
a 18, y 6 goletas, ninguna de las cuales tiene más de 6 cañones.”174

Curiosamente, las fuentes de archivo españolas muestran un parte muy inferior:

“En cuanto a las fuerzas de mar:

1 navío (sueco, reparándose en Nueva York)

1 fragata (sueca, reparándose en Nueva York)

2 corbetas (suecas, reparándose en Nueva York)

1 bergantín (sueco, reparándose en Nueva York)

2 fragatas de servicio

2 corbetas en Cartagena de Indias

2 bergantines en Cartagena de Indias

1 fragata nueva en Nueva York.”175

173
Ídem
174
Lorich, Severin. Ob. Cit.
175
Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”,
Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117 – 129, citando a Estado de las fuerzas de la
República de Colombia. No lleva firma ni fecha, aunque con toda seguridad es de 1826. Archivo
Histórico Nacional, Estado 214.
99
Mención aparte merece el informe elaborado en Cartagena por quien al parecer
era un espía enviado por los españoles. El informe de este presunto agente fue entregado
en La Habana a estadounidenses y terminó siendo publicado en la Baltimore Gazette
and Daily Advertiser.176 Según este informe, la escuadra colombiana estacionada en
Cartagena para el 8 de febrero de 1826 consistía en:

_Una corbeta comprada a la Compañía Británica de las Indias Orientales, dotada con 34
cañones: 28 largos de 18 libras en su cubierta de cañones, y 4 carronadas en el alcázar.
A medio tripular, con menos de 100 hombres de los cuales menos de 20 eran marineros
realmente buenos, y el resto pardos mitad indios e inexpertos. Ligeramente escorada y
con apariencia de velero sin brillo.

_ Corbeta “Ceres”, antiguamente al servicio de España. Dotada con 26 carronadas de 32


libras. Con muy buena tripulación, y en mejor situación que cualquier buque en el
puerto. La mayor parte de sus tripulantes eran ingleses o estadounidenses.

_ Una corbeta de guerra con 20 cañones (de 18 y 24 libras) con un tercio de su


tripulación a bordo, siendo no más de 30 buenos marinos, y el restante pardos
inexpertos, además de estar escaso de oficiales.

_ Una corbeta de guerra con 18 cañones (carronadas de 24 libras), falta de oficiales y


marineros. Con cerca de un tercio de su tripulación, tenía muy pocos marinos diestros,
siendo el resto pardos inexpertos.

_ Un buque desarmado, con comandante y pocos oficiales asignados, con pocos


marineros y sin acondicionarse aún. Estaba antiguamente al servicio de la Compañía
Británica de las Indias Orientales. Hecho para portar 36 cañones, pero sin todo su
armamento a bordo. Se presumía que podía portar cañones largos de 18 libras.
Apariencia de ser fuerte pero poco marinero.

_ Un bergantín desarmado, dotado con 24 carronadas; está solo en servicio como


escuela naval. Jóvenes oficiales pardos y otros destinados al servicio naval asisten a
clases a bordo. Incierto si será alistado para hacerse a la mar o no.

176
Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force” en The Baltimore Gazette and Daily Advertiser.
Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2

100
_ Una goleta dotada con 10 carronadas, con poca tripulación mayormente parda y sin
buenos oficiales.

Además de esto, el informe relaciona un buque de guerra con bandera extranjera


que estaba a punto de ser transferidos a Colombia:

_ Un navío dotado con 67 cañones, pero construido para 74. Con cañones largos de 24
libras en su cubierta inferior, y carronadas en su cubierta superior. Buque viejo, pero al
parecer fuerte. Siendo sus grandes fallas: sus juntas de hierro, y daños en su forro
inferior de cobre. Roto en muchos lugares y pudriéndose, debía dársele un nuevo forro
con cobre antes de que pudiera estar en estado adecuado para ir en un crucero. Su forro
estaba muy mal, y empeorando. No podía ser reparado en Cartagena. Fue comprado por
la casa de banco de B. A. Goldschmidt & Co. de Londres, para enviarse a Cartagena en
especulación. Tenía 500 suecos a bordo, quienes serían desembarcados cuando fuese
transferido, y por lo se debía tener un transporte para ellos, o si no se vendía regresarían
en él. Los marineros estaban sin embargo en libertad de entrar al servicio de Colombia
si lo deseaban, el Gobierno colombiano había ofrecido salarios mayores para ellos.

Y buques de guerra que esperaban en Cartagena para entrar al servicio de Colombia.

_ Una fragata nueva comprada por el Gobierno colombiano, construida en Nueva York.
Lista ya, se encontraba en Puerto Cabello, y se le esperaba en Cartagena. Era la primera
de su clase, construida sobre un plan mejorado, teniendo popa elíptica, pareciendo de 44
cañones pero portando 64. Navegaba solo con los hombres mínimos necesarios para
entregarla en Cartagena, quedando totalmente equipada pero sin tripulación cuando la
recibiera Colombia.

_ Una fragata gemela de la anterior, construida en Filadelfia y que sería entregada en las
mismas condiciones. Se encontraba surta en el puerto de Nueva York, preparándose
para zarpar y esperando que se despeje el hielo. Se estimaba que llegara a Cartagena en
pocas semanas.

_ La corbeta “Bolívar” que se encontraba en Nueva York por reparaciones. Montaba 26


carronadas de 32 libras. Su tripulación estaba constituida mayormente por pardos.

Y buques al servicio de Colombia pero cuyo destino era desconocido.

101
_ Dos bergantines de 14 y 18 cañones, en algún puerto al este.

_ Dos bergantines y una goleta en mal estado, desmantelados y abandonados, presas de


mar propiedad de corsarios.

Estas diversas informaciones, aunque contradictorias en parte, nos dan una idea
bastante cercana del tamaño y poder alcanzado por la escuadra colombiana entre 1823 y
1826, revelándonos también sus debilidades; a saber: escasez de tripulantes y oficiales,
incapacidad de personal e infraestructuras para reparar y mantener los buques
adquiridos, e incapacidad para construirlos, debiendo comprarlos en el extranjero.

Es pertinente ahora volver al punto de la visión más volcada al mar que tuvo
Santander, en contraste con la visión más centrada en tierra de Bolívar, Bushnell
comenta:

“A la par con los esfuerzos de reemplazar el ejército regular con una


milicia – e igualmente sin éxito – se hacía el intento de aumentar el poder
naval a expensas de las fuerzas terrestres. Las tesis que favorecían el
anterior intento eran impulsadas no solo por los oficiales navales de
Colombia, que eran relativamente pocos, sino también por los voceros
oficiales y extraoficiales de la administración de Santander, y parecía
tratarse de una idea muy razonable. Se señalaba que Colombia tenía costas
muy extensas que se encontraban expuestas a cualquier ataque, mientras
que las únicas tierras fronterizas habitadas eran los límites con el Perú.
Para la defensa contra un intento de reconquista español o contra una
invasión extranjera era así mucho más importante una marina de guerra
que un ejército. A través del pillaje sobre embarques enemigos e incluso por
medio del transporte de cargas privadas, una marina podía llegar a
sufragar sus propios gastos, mientras que la sola palabra “ejército” era
considerada como sinónimo de bancarrota. En fin, la marina era mucho
más compatible con las instituciones libres, ya que resultaba prácticamente
imposible derrocar el gobierno de Bogotá con navíos de guerra, y se
pensaba además que los marinos se encontraban naturalmente menos
inclinados a apoyar una dictadura militar […]

El problema principal a este respecto era que Colombia no estaba en


capacidad económica de adquirir una flota naval completa, carecía de
suficientes facilidades para mantenerla y de marineros para manejarla. De
esta manera, los esfuerzos por ampliar la marina colombiana estaban

102
destinados a convertirse en un empecinamiento inútil de la administración
de Santander.”177

En resumen, podemos decir que la Armada de la República de Colombia


experimentó un importante desarrollo y crecimiento institucional y a nivel de medios
para hacer la guerra a partir de 1822, impulsado por el Gobierno de Santander y como
respuesta a la nueva guerra marítima que se planteó contra España a partir de 1823. Esta
política de desarrollo naval fue de la mano con la visión santanderiana de reducir el
tamaño del ejército y que parte de sus funciones las tomara una nueva milicia
ciudadana, para así liberar fondos que invertir en el desarrollo económico y en el
crecimiento de la armada. La escuadra colombiana a su vez le dio al país una cierta
posición de fuerza en el escenario regional que le ayudó a conducir un poco mejor sus
relaciones internacionales.

C) La República de Colombia y su potencial como poder marítimo

Nos toca ahora estudiar a la República de Colombia y el potencial que ésta tenía
para desarrollar su marina de guerra y mercante; así como para hacer valer sus intereses
en el mar. Es decir, de convertirse en una potencia naval y marítima. En esta parte de
nuestro estudio, nos apoyaremos en la teoría del Poder Marítimo del almirante,
historiador y estratega naval estadounidense Alfred Thayer Mahan, en cuya obra más
emblemática: Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 – 1783, fue analizada por
primera vez la importancia que tiene para una nación ejercer control de los mares,
siendo también la primera obra en la que aparecen los conceptos de poder marítimo y
poder naval.

Si bien es cierto que Mahan escribió sus obras entre finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX – casi una centuria después del período que estudiamos –,
también lo es que Mahan basó sus análisis en la historia, demostrando con los propios
acontecimientos históricos la validez de sus conclusiones. Justamente, Mahan estudió
los siglos XVII y XVIII, en los cuales las grandes potencias marítimas: Gran Bretaña,

177
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 311

103
Francia, España y Holanda, se disputaron el control de las rutas comerciales oceánicas
hacia otros continentes. El período en el que se ubica el tema de estudio de este trabajo
es casi inmediatamente posterior al trabajado por Mahan, y aunque durante el mismo
desapareció casi completamente el sistema colonial europeo en América, no cesó la
lucha entre las grandes potencias marítimas. Por el contrario, las independencias de
Estados Unidos primero, y de Iberoamérica después, abrieron más oportunidades a la
potencia marítima hegemónica: Gran Bretaña; al tiempo que permitió que a largo plazo,
nuevas naciones entraran a la carrera del comercio marítimo mundial, como Estados
Unidos. De esta manera, aunque Mahan no centró sus estudios ni en el período
abordado por este estudio, ni tampoco en la misma región, los principios estratégicos y
las conclusiones a las que llegó, le son totalmente aplicables.

a) Colombia y su potencial como poder marítimo a la luz de Mahan

Alfred Thayer Mahan abrió sin saberlo camino a la geopolítica. En efecto, gran
parte de su análisis se sustenta en las condiciones geográficas del Estado, y cómo el
Gobierno y la sociedad lo aprovechan o no para desarrollar su poder marítimo. Si bien
es cierto que en los tiempos de Bolívar y Santander no existían conceptos como poder
naval, poder marítimo o geopolítica; dichos términos – empleados con el cuidado y
rigor respectivo – nos sirven como herramientas para entender, desde nuestro tiempo, el
tema estudiado. Aclarado esto, podemos entonces pasar a revisar las condiciones
geográficas de la República de Colombia, para luego aplicarle los principios
identificados por Mahan.

Sobre su extensión, población y costas, analizó Fermín Toro Jiménez:

“[…] albergaba una población estimada en la misma Gaceta de


Colombia, número 17 del 10 de febrero de 1822, […] como un total
general de dos millones seiscientos cuarenta y cuatro mil seiscientos
habitantes […]

Para otros, la población de la República de 2.677.000 habitantes


distribuida por regiones, consistía en 1.327.000 habitantes en la Nueva
Granada, 800.000 en Venezuela y 550.000 en Ecuador.
104
[…] una situación geográfica internacional privilegiada, con fachadas
marítimas sobre el Atlántico, el Caribe y el Pacífico, dos cuencas
hidrográficas de magnitud como era la del Orinoco y la del Magdalena;
finalmente, una composición de climas y regiones diversas y
complementarias. Un total de ciento quince mil leguas cuadradas.”178

Por su parte, el diplomático norteamericano Mr. Brend, en nota sobre Colombia


hacia 1822, expresó:

“Con respecto al poder y capacidad de Colombia para mantener su


independencia, ninguna duda bien fundada puede ocurrir sobre ese punto;
si, de un lado, consideramos la grande población de la República, que
excede 3.600.000 almas, la extensión de su territorio, sus recursos
artificiales y naturales, y su situación; y, del otro, el mucho talento militar
que han mostrado sus generales y oficiales, y el valor y la disciplina de sus
tropas manifestada en todas las ocasiones […]

[…] se puede formar cierta idea del grado del poder, esplendor, y
prosperidad futura de la nueva República, al considerarla situada en el
centro del universo, con una extensión de costa de 1200 millas en el
Atlántico, desde el Orinoco hasta el Istmo de Darién, - y de 700 millas en el
Pacífico, desde Panamá a la Bahía de Tumbes, y exenta en todas las
estaciones de aquellos huracanes que causan tantos desastres en las
Antillas, en el Golfo de México, y en otros parajes.

Los grandes canales que forman el Orinoco y sus ríos tributarios, el Zulia,
con el Lago de Maracaibo, el Magdalena, el Cauca, y el Atrato, que todos
ellos se desaguan en el Atlántico, hace de Colombia la parte más
favorecida del universo para la navegación interna; y, por la unión de
todos los climas, encierra en sí, en grande abundancia, las producciones de
los tres reinos de la naturaleza.”179

178
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 328 – 329
179
Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo una relación geográfica, topográfica,
agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y para el
comerciante y colono en particular, p. xxxix

105
En la misma obra, Francisco Antonio Zea dedica muchísimas páginas a describir
los puertos y vías fluviales de la República, buscando obviamente atraer el comercio
extranjero al país. Estas descripciones resultan muy útiles para medir el potencial
marítimo y naval de aquel Estado.

“El Lago de Maracaibo es un cuerpo de agua de forma oval, su dirección


es del sud al norte, y se comunica por un canal muy estrecho con el Golfo
de Venezuela. Su largo es de 150 millas, y el ancho de 90, y su
circunferencia de 450. Generalmente la superficie de sus aguas se halla
bastante agitada; y durante ciertos vientos, particularmente los del norte,
forman ondas que se levantan a una grande altura. Su agua es siempre
fresca, excepto cuando una violenta tempestad arroja en él el agua salada
del Golfo. La profundidad de este lago es grandísima, y es navegable para
navíos del más alto bordo.”180

“El Cauca, el Magdalena, el Meta y el Orinoco tienen sus manantiales en


las montañas de que arriba hemos hablado. Todas las partes de este país
abundan tanto en ríos que a la verdad será difícil hallar otro paraje en el
mundo tan favorecido con los medios de fertilizar el terreno.”181

“El Orinoco, no es solamente uno de los mayores ríos del Sud de América,
pero a más uno de los más hermosos; su principal distintivo es el curso
singular e intrincado de sus aguas. Su origen no es muy conocido, pero
según la opinión de La Cruz, nace en un pequeño lago llamado Ipava, que
está al 5° 5´ de latitud septentrional […] prosigue hacia el noreste,
abrazando el Meta, el Apure, el Arauca, y otros ríos grandes, con una
infinidad de ríos pequeños, desembocando por fin en el Océano Atlántico
en varios brazos, en frente de la Trinidad; su boca principal se halla
considerablemente al sudeste de aquella isla. Las bocas del Orinoco son
muy peligrosas para navegantes. La mayor tiene seis leguas de ancho; siete
bocas son navegables para navíos de alto bordo. Las islas formadas por
estas son muy extensas, y están habitadas por Indios Guaraounos, y
Mariusos.

180
Ibídem, p. 17
181
Ibídem, p. 23
106
Este hermoso río se comunica con el Marañón. El río Casiquiari, que se
conjetura era un brazo del Orinoco, pero que ahora se sabe es un brazo del
río Negro, se comunica también con el Marañón, por medio del río
Negro.”182

“El mar que baña las costas occidentales de Colombia es el Pacífico; y el


que baña las septentrionales, es el que los ingleses llaman Mar Caribe,
porque en efecto la cadena de las Antillas desde la Trinidad a Cuba y
Tierra Firme forma una sola área limitada únicamente por países
antiguamente habitados por caribes.”183

“Un inconveniente común a todos los puertos de Caracas, es que están


expuestos a olas, pero de tan enorme volumen, que aunque no parecen ser
ocasionadas por los vientos, no son por eso menos peligrosas. La rada de
Puerto Cabello es el paraje en el que los navíos hallan un asilo seguro y
tranquilo.”184

“La Guaira es antes una rada que un puerto. El mar está en continua
agitación, y los navíos sufren igualmente por la acción del viento, el curso
de la marea, el mal anclaje, y por la broma; pero este puerto tiene la
ventaja de no estar a más de cinco leguas de Caracas.

La Guaira es una bahía abierta a todos los vientos y su anclaje nada


seguro. Además las ondas prevalecen aquí demasiado, lo que junto con el
viento contribuye a aumentar los inconvenientes del puerto. Su profundidad
no excede cuarenta y ocho pies, a un cuarto de legua de distancia de la
orilla; de consiguiente la cargazón no se puede tan fácilmente embarcar, y
la altura de las olas impide que se embarquen aquí mulas como en Nueva
Barcelona y Puerto Cabello.”185

“El Gobierno ha tratado hacer enteramente de La Guaira un puesto


militar, y su comercio únicamente una plaza de embarcación para la
capital. La mayor parte de los comerciantes de La Guaira no son más que

182
Ibídem, pp. 24 - 25
183
Ibídem, p. 27
184
Ibídem, p. 28
185
Ibídem, p. 53
107
los agentes de los de Caracas, de la que La Guaira no es sino el muelle.
Todos los negocios se hacen en Caracas. Los comerciantes va a La Guaira
a recibir el cargamento que les envían de Europa, o el que compran.”186

“La defensa militar de las costas de Tierra Firme consisten en seis puntos:
- El Castillo de San Antonio en Cumaná; el Morro de Nueva Barcelona; las
fortificaciones de La Guaira coronadas con ciento y cincuenta cañones;
Puerto Cabello; el fuerte de San Carlos a la embocadura del lago de
Maracaibo; y Cartagena. Puerto Cabello es, después de Cartagena, el
puerto fortificado más importante. El puerto por lo que ya hemos dicho, es
uno de los más hermosos de los dos mundos. El arte no ha tenido apenas
que añadir nada a las ventajas que la naturaleza del paraje ofrece.”187

“El puerto de Cumaná tiene una rada capaz de contener todos los navíos
de Europa. Todo el Golfo de Cariaco, que tiene treinta y cinco millas de
largo, y sesenta y ocho de ancho, ofrece un excelente anclaje. El grande
océano no está más tranquilo o pacífico en las costas del Perú, que el mar
de las Antillas desde Puerto Cabello, y especialmente desde el Cabo
Codera, al Punto de Paria. Los huracanes de las islas de las Indias
Occidentales no se sienten nunca en estas regiones, y sus barcos no tienen
puentes.”188

“La isla Margarita tiene tres puertos. El más importante es el de Pampatar,


situado al sudeste de la costa. Tiene un puerto grande y hermoso, en el que
los navíos están protegidos contra todos los vientos y tempestades. Su
entrada está defendida a un lado por un fuerte, y al otro por baterías. Estas
son las principales fortificaciones de la isla.

Pueblo del Mar es otro puerto, o para hablar más exactamente, una rada
abierta. Es un lugar de poco tráfico, y está a legua y media de Pampatar.

Pueblo del Norte es, como su nombre lo denota, un lugar situado al norte
de la isla. Un bajío hace que la entrada de este puerto sea difícil para los
marineros que no están acostumbrados a él. Dos baterías defienden su
entrada contra piratas. Cerca de este puerto hay una aldea habitada por
pescadores.”189

186
Ibídem, p. 54
187
Ibídem, p. 98
188
Ibídem, p. 113
189
Ibídem, pp. 186 - 187
108
“El lago es navegable para navíos de alto bordo; pero esta ventaja está
inutilizada por un banco de arena peligroso que está a la misma entrada, y
sobre el que los barcos, que hacen doce pies de agua, casualmente se
encallan.”190

“El hábito que los ciudadanos de Maracaibo contraen de navegar en el


lago desde que son niños, ya sea por placer, pesca, o el transporte de
géneros a las orillas meridionales, les dan una temprana inclinación por la
navegación. Sin embargo no hallando aquí medios suficientes para
practicar este arte, marchan en tropas a Puerto Cabello, La Guaira, y los
otros puertos, en donde una navegación más activa les da al mismo tiempo
empleo, y los medios de gratificar sus deseos. Desempeñan con igual
habilidad viajes de costa o más lejanos. En aquellos intervalos en que la
guerra suspende sus empresas comerciales, se embarcan a bordo de
corsarios. Las cercanías del lago, en cuyas aguas se ejercitan en su
juventud, les hace tan excelentes nadadores como buenos
chapucadores.”191

“Las bocas del Orinoco tienen una ventaja sobre todas las otras partes de
Tierra Firme. Ofrecen la más pronta comunicación con la Península. El
viaje de Cádiz a Punta Barima, se hace a veces en 18 o 20 días. La vuelta a
Europa ocupa de 30 a 35 días. Estas bocas estando a barlovento de todas
las islas, los navíos de Angostura pueden mantener un comercio más
lucrativo con las Islas de las Indias Occidentales, que con La Guaira y
Puerto Cabello.”192

“El Río Grande del Magdalena es un río majestuoso y navegable, del que
aún no conocemos mucho; pues aunque M. Bouguet, el célebre matemático,
viajó por la mayor parte de sus orillas, no ha dejado más que una noticia
muy imperfecta sobre esta materia.”193

190
Ibídem, p. 191
191
Ibídem, pp. 197 - 198
192
Ibídem, p. 210
193
Ibídem, p. 242
109
“[Santa Marta] Tiene un puerto grande y cómodo, está protegido por altas
montañas, y enfrente tiene una cuesta redonda, que le defiende del lado de
las montañas nevadas.

El puerto tiene dos fuertes para su defensa.”194

“El Magdalena y el Cauca son los dos ríos más importantes de esta
provincia. El Cauca en particular corre por Cartagena, y se junta con el
Magdalena más debajo de Mompox.”195

“[…] Cartagena, situada en una pequeña península, o isla arenosa, que se


junta a otras y al continente por dos lengüetas de tierra artificiales; que la
más ancha de ellas tiene 70 varas de ancho […]

No muy lejos de la ciudad en la tierra, sobre una cuesta que domina a las
dos fortalezas, hay un castillo llamado San Lázaro. Esta cuesta tiene 150
pies de alto, y se comunica con varias otras hacia el este, que son más altas
aun; las que terminan en una montaña a 552 pies sobre el mar, en cuya
cima hay un convento de agustinos, llamado Nuestra Señora de la Popa
[…]

La Bahía de Cartagena es una de las más grandes, como también de las


más anchas de toda la costa. Se extiende dos leguas y media de norte al
sud, tiene excelente anclaje, y como está rodeada de tierra, es tan suave
que los navíos navegan como si fuese por un río. La única falta de esta
bahía, pero que es lo que sin embargo constituye su principal defensa, son
los muchos bancos que están cerca de su entrada: estos exigen un buen
piloto para entrar en el puerto. Antiguamente la entrada estaba a una
distancia considerable al sud de la ciudad, por el Estrecho de Boca Chica;
pero desde el tiempo en que el Almirante Vernon hizo su tentativa sobre
este puerto, el paso fue cerrado, y uno más cómodo, que existía antes,
cerca de la plaza se volvió a abrir, e hicieron grandes fortificaciones.”196

“Panamá, una ciudad y un puerto de mar, edificado cerca de una bahía


grande del Pacífico, la que tiene el mismo nombre. De esta ciudad el Istmo

194
Ibídem, p. 247
195
Ibídem, p. 249
196
Ibídem, p. 254 - 255
110
de Darién ha tomado muy a menudo su apelación, aunque ahora se llama
indiferentemente el Istmo de Panamá o de Darién […]

Panamá no tiene más que su hermosa bahía, cubierta de islas, que sea al
presente digna de notar; entre estas está la rada donde anclan los navíos
de los puertos del sud con seguridad […] La marea sube y baja desde 13 a
16 pies en Panamá, mientras que en Puerto Bello el flujo y el reflujo no
sube más que el mismo número de pulgadas.”197

“La ciudad de más importancia en esta provincia es Puerto Bello, en la


costa del Mar Caribe […] Esta ciudad está a 60 millas al norte de
Panamá: está situada cerca del mar, del lado de una montaña que abraza
al puerto.”198

“El puerto de Puerto Bello es, como su nombre lo indica, excelente […]
Como la ciudad y el puerto están rodeados por tierras elevadas, el paraje
es muy seguro para las embarcaciones, y particularmente como esta parte
del Mar Caribe está expuesta a terribles tormentas. Enfrente de la ciudad
hay al noroeste otra bahía pequeña excelente, donde carenan los navíos.

La entrada del puerto está defendida por un castillo, llamado Todo Hierro,
en la punta septentrional, donde el canal tiene tres cuartos de milla de
ancho. El lado meridional está cubierto de bancos peligrosos, de suerte que
los navíos tienen que ponerse junto al castillo; y al lado opuesto del
anclaje, hay al sud otro castillo llamado de la Gloria; entre éste y la ciudad
se avanza una punta de tierra en el abra, sobre la que antiguamente estaba
el castillo de San Jerónimo.”199

“Por medio de su río, Guayaquil exporta el producto de sus departamentos


al Perú, al Panamá, y a Quito, por los que recibe géneros europeos de
Tierra Firme; y alquitrán, pez, añil, y cordaje, de Nueva España y
Guatemala.”200

197
Ibídem, pp. 265 - 266
198
Ibídem, p. 266
199
Ibídem, pp. 268 - 269
200
Ibídem, p. 320
111
“El puerto de Punta está muy frecuentado por los navíos que trafican con
Panamá y, el Perú, y tiene mucho comercio con ellos en provisiones y en
sal.”201

“Guayaquil fue nombrado real arsenal en 1767, y la abundancia de madera


excelente que producen sus cercanías, le dan título a ello. El árbol que trae
un bálsamo, y varios otros, son excelentes para quillas, y famosos porque
resisten a la broma, y a la podredumbre. A pesar de estas ventajas, la
construcción de navíos está muy descuidada, y el comercio en el río y en la
costa se hace por medio de balsas, en las que reciben los géneros de los
navíos de Europa, Lima o Panamá.”202

Por su parte, Severin Lorich, cónsul de Suecia en Filadelfia, escribió en su


informe sobre Colombia unas palabras que bien podrían servirnos para resumir y
concluir lo antes citado de la obra de Zea.

“La extensión de Colombia al Norte, sobre la cuenca del Caribe con una
superficie de 200 millas suecas y sus costas de 120 leguas, bañadas al Este
por el Atlántico y al Oeste por el mar Pacífico, ofrecen facilidades
inmensas al comercio y a las comunicaciones tanto con la Europa, sus
colonias de las Indias Occidentales y la América Septentrional como con el
Perú, Chile, México y las Indias Orientales. Al Norte las ciudades de
Cumaná, de Caracas, con el puerto llamado de la Guayra, ofrecen los
productos del país y reciben en cambio los de los países extranjeros. Esto
estimula la industria en general y distribuye el bienestar en todas las
clases. El resultado es naturalmente una emulación de esfuerzos y una
igualdad de fortunas que no pueden sino favorecer y consolidar las
nacientes instituciones de Colombia.

La naturaleza no parece haber otorgado en ninguna otra parte tantas


facilidades como aquí a la comunicación entre los habitantes. El río del
Orinoco, al que afluyen los de Apure, de Meta y un centenar de otros, debe
facilitar eminentemente el comercio de la Nueva Granada hacia las islas
llamadas de sotavento de las Indias Occidentales, con gran detrimento del
comercio de los Estados Unidos en esas mismas regiones. El lago de

201
Ibídem, p. 321
202
Ibídem, pp. 324 - 325
112
Maracaibo, con el río del Zulia, y los ríos de la Magdalena, de Cauca y de
Atrato abren completamente la Nueva Granada al comercio del mundo.”203

Evidentemente, la República de Colombia tenía una capacidad geográfica – tanto


por su ubicación como por sus características – especialmente favorable para desarrollar
su poder marítimo. Sin embargo, según la teoría de Mahan, no sólo basta con eso para
que una nación se haga poderosa en el mar.

1) Concepto de Poder Naval según Mahan y los elementos que lo condicionan

Alfred Thayer Mahan no nos dejó plasmado un concepto perfectamente


delimitado de lo que para él era Poder Naval. Sin embargo, las reflexiones del
contralmirante Julio Chacón Hernández y del capitán de navío Armando De Pedraza nos
pueden dar luz. Para De Pedraza el poder naval es un “instrumento de la política y su
rol primordial es satisfacer los objetivos que ésta le fije”204. Este concepto tan
aparentemente simple, se explica porque el autor circunscribe “poder naval” dentro de
un concepto mayor, que es el “poder marítimo”, el cual define así: “Comprende la
macroestructura de comercio, de comunicaciones y de explotación de los recursos de
mar”205. En la obra de Mahan, el norteamericano habla del “Sea Power”, un concepto
que en su idioma original reunía los dos que maneja y diferencia De Pedraza. Por su
parte, el contralmirante Chacón Hernández presenta sus definiciones de poder naval y
poder marítimo. El poder naval lo definió como el “Conjunto de unidades navales y
posiciones que constituyen la fuerza de una nación en el mar”206, mientras que del
poder marítimo escribió: “Es la parte del poder nacional que permite el uso del mar en
la consecución de los objetivos y políticas de la nación”207. El concepto de Chacón
Hernández nos resulta muy apropiado para este estudio, pero sin olvidar que el mismo

203
Lorich, Severin. Observaciones sobre Colombia, su Gobierno, etc. (Informe de Severin Lorich, Cónsul
de Suecia en Filadelfia. Despacho No. 831, fechado el 4 de agosto de 1823). Disponible en:
http://hem.bredband.net/rivvid/historia/lorich3.htm (Revisado online el 10 de enero de 2016 a las 10:25
pm).
204
De Pedraza, Armando. Poder Marítimo – Poder Naval (Libro III), p. V
205
Ídem
206
Chacón Hernández, Julio. Poder Marítimo Venezolano, p. 27
207
Ídem
113
deriva de uno mayor, que sería el poder marítimo, el cual engloba el conjunto de fuerzas
y capacidades que un Estado tiene en el mar.

Según Mahan, existen seis factores o elementos que condicionan el poder naval de
un país:

“La principales características que afectan al Poder Naval de las Naciones


pueden enumerarse del modo siguiente: I Situación geográfica, II
Configuración física, incluyendo en ésta, por su relación con ella, los
productos naturales y el clima, III Extensión territorial, IV Número de
habitantes, V Carácter de estos habitantes VI Clase de Gobierno,
incluyendo las Instituciones nacionales que haya.”208

Sobre la situación geográfica, Mahan escribió:

“Puede decirse, en primer lugar, que si una Nación está situada de tal
manera que no se ve obligada a defenderse por tierra ni puede pensar en
extender su territorio de igual forma, al tener que dirigir todos sus
designios hacia el mar, lleva ya en si una ventaja positiva con relación a
otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental […]

La situación geográfica puede ser de tal naturaleza, que requiera una


concentración o dispersión de las fuerzas navales.”209

Colombia vendría a encajar a la perfección en dicho caso, ya que sus


fronteras con Brasil, la Guayana Británica y Centroamérica resultaban
intransitables al estar cubiertas por densas selvas; siendo la única frontera
transitable y habitada la zona costera y andina del límite con Perú, pues con este
último país gran parte de la línea fronteriza atravesaba también vastas extensiones
selváticas inexploradas. Esto pudo haber sido una ventaja, pues Colombia pudo
haber centrado su defensa en el litoral atlántico-caribeño, contra la amenaza de

208
Mahan, Alfred. T. Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 – 1783, p. 86
209
Mahan, Alfred. T. Ob. Cit., p. 86
114
España u otra potencia de la Santa Alianza. Como desventaja tendría la existencia
de dos litorales inconexos entre sí – el del Pacífico y el del Atlántico-Caribe –, lo
que le obligaría a dividir su fuerza naval.

Mahan continúa…

“La situación geográfica de un país puede ser tal, que no sólo favorezca la
concentración de sus fuerzas, sino que presente, además la ventaja
estratégica ulterior de proporcionar una situación central que pueda ser
base excelente de operaciones para las que hubieran de emprenderse
contra sus enemigos probables.”210

“Si la Naturaleza ha colocado a un país en circunstancias tales que,


además de tener facilidades para atacar, cuenta con acceso fácil al mar
libre, y al mismo tiempo domina uno de los grandes pasos del tráfico del
mundo, es evidente que la importancia estratégica de su situación es
grandísima”211

Colombia tenía una posición central en el continente americano. Dominaba


una ruta de conexión rápida – aunque indirecta – entre los océanos Atlántico y
Pacífico: el Istmo de Panamá. Además, por su cercanía a las Antillas Menores
tenía la posibilidad de ejercer cierto control sobre los accesos al Caribe oriental
desde el Atlántico.

Mahan comparó el Mediterráneo en la antigüedad – por su posición central


– con el Caribe desde que se inició la colonización europea de América:

“Tiene, además, actualmente una analogía muy marcada por muchos


conceptos, con el Mar Caribe, analogía que aumentará todavía más si por
fin llegara alguna vez a abrirse el Canal de Panamá. Así, pues, el estudio
de las condiciones estratégicas del Mediterráneo, que tantos hechos ha

210
Ibídem, p. 87
211
Ibídem, p. 89
115
presentado en sus aguas, será un excelente preludio para un estudio similar
del Mar Caribe, que tan poco historia tiene relativamente.”212

En tiempos de Bolívar y Santander, ya se hablaba de la posibilidad de abrir un


canal interoceánico en el Istmo de Panamá; pero aún sin él, ya la República de
Colombia había aprovechado su dominio sobre el mismo, enviando a través de dicho
paso los ejércitos que pelearon las campañas de Perú y Bolivia.

Sobre la configuración física, Mahan analizó:

“La costa de un país constituye una de sus fronteras, y cuanto más fácil sea
atravesar una frontera, tanto mayor será la tendencia de todo pueblo a
comunicarse por ella con el resto del mundo. Tal es, pues, el caso con la
mar. Si supiéramos existiese un país con mucha costa, pero sin ningún
puerto, dicho país no podría tener comercio marítimo propio ni flota
alguna mercante o militar.”213

“Los puertos numerosos y profundos son un origen de poderío y riqueza, y


con doble motivo si están en la desembocadura de ríos navegables a los
cuales afluye el comercio inferior de un país en tiempo de guerra son, en
cambio, origen de debilidad por la misma facilidad de su acceso, si no
están debidamente defendidos […]

Además del contorno de la costa, en lo que se incluye el acceso fácil al


mar, hay otras circunstancias físicas que impulsan o desvían a los pueblos
de él.”

En este sentido, se podría tener una visión mixta de Colombia. Con un largo y
extenso litoral, tanto hacia el Atlántico-Caribe como hacia el Pacífico, y por lo tanto
difícil de defender en toda su magnitud sin una escuadra adecuada; pero dotada con
gran cantidad de puertos magníficos y con algunos obstáculos naturales que le
posibilitaban cierta defensa contra el enemigo, tales como las selvas y montañas del
valle del Magdalena y del Cauca, la barra de Maracaibo, la cordillera de la costa en

212
Ibídem, p. 41
213
Ibídem, p. 43

116
Venezuela y el laberinto de caños del delta del Orinoco. Colombia podía aspirar a una
efectiva defensa costera y a un lucrativo comercio marítimo, sí se procuraba una flota
adecuada y defensas idóneas en los puertos, habiendo adelantado los españoles lo
segundo. En cuanto a lo primero, Mahan enfatizó:

“[…] resulta que no es posible asegurar las comunicaciones por completo


si no se tiene absoluto dominio del mar, por no ser posible saber el sitio
que elegirá para el ataque el enemigo que pueda venir de más allá del
horizonte visible; pero sin embargo, si se dispone de una fuerza naval
suficiente, colocada en sitio central, habrá grandes probabilidades de
poder atacar a la Escuadra enemiga – que en este caso será a la vez, base
y línea de comunicaciones de la Potencia hostil – antes de que haya podido
hacer daños de importancia.”214

De manera que si la República no se procuraba una escuadra capaz de cubrir su


larguísimo litoral, viviría en constante peligro de invasión.

Sobre la extensión territorial, Mahan nos explica:

“La última circunstancia que influye en el desarrollo de una Nación como


Potencia marítima, y que depende del país en sí y no de los habitantes que
lo pueblan, es la extensión territorial. Esta la expondremos en pocas
palabras, relativamente.

No consideraremos al estudiar su influencia sobre el desarrollo del Poder


Naval, el área que cada país puede tener, sino la extensión de su costa y el
carácter de sus puertos. En iguales condiciones geográficas y físicas, la
extensión de costa es un elemento que puede ser de fuerza o debilidad
según sea grande o pequeño el número de sus habitantes. Los países
pueden compararse bajo este punto de vista a las fortalezas en las que la
guarnición necesita ser proporcionada a la enciente.”215

214
Ibídem, p. 49
215
Ibídem, p. 53
117
En este particular, Colombia tenía la ventaja de que todo su litoral estaba
ampliamente poblado, existiendo ciudades como Cumaná, Caracas, La Guaira,
Valencia, Puerto Cabello, Coro, Maracaibo, Santa Marta, Cartagena, Portobelo, Panamá
y Guayaquil ocupando toda su fachada marítima, o a escasa distancia de la misma.
Asimismo, prácticamente todo el territorio colombiano era accesible desde el mar, bien
fuera directamente o a través de las vastas cuencas fluviales que cruzaban el país.

Respecto al cuarto factor, el número de habitantes, Mahan explica:

“Así como al tratar de ésta hemos dicho que para nuestra objeto tenía más
importancia la longitud total de la costa y sus características, que el área
del país, asimismo, en lo que a la población se refiere, es mucho más
interesante que el total, tener en cuenta la parte proporcional que se dedica
a profesiones marítimas o que, al menos, puedan adiestrarse en poco
tiempo lo suficiente para servir a bordo y manejar el material naval.”216

En este aspecto Colombia manifestaba una debilidad clara, como se estudiará más
adelante. El régimen colonial nunca estimuló demasiado la actividad marítima, por lo
que la República heredó muy pocas instalaciones adecuadas para construir o al menos
reparar y mantener buques. Además de eso, poco porcentaje de la población se dedicaba
a actividades como la pesca o el comercio marítimo, aun cuando la mayoría de las
ciudades del país se encontraban cerca del mar. Este factor explica la gran cantidad de
extranjeros que tuvieron que ser integrados a la Armada y la siempre crónica escasez de
marineros nacidos en Colombia que pudiesen tripular los buques de la escuadra
nacional.

En concordancia con esto, Mahan señala la importancia del quinto factor, el


carácter nacional:

“Si el Poder Naval se basa realmente, en el comercio pacífico y extenso,


según ya hemos dicho, entonces todas las Naciones que han sido en un

216
Ibídem, p. 55
118
tiempo u otro, poderosas en el mar, deben haberse distinguido por una
gran aptitud comercial. La Historia muestra que esto es exacto casi sin
excepción, pues salvo los romanos, no hay ejemplo importante de lo
contrario.

Todos los hombres buscan el lucro y ambicionan más o menos el dinero,


pero el modo de buscar provecho ha tenido una influencia muy marcada
sobre la fortuna comercial y la historia de cada país.”217

“No es verosímil que un pueblo que la sienta y que tenga extensa costa, no
trate de buscar las riquezas por medio del comercio marítimo ante el temor
de los peligros que el mar ofrece o por natural aversión hacia él. En los
países que disponen de otros medios se puede buscar y hallar la riqueza de
otra manera, pero aunque se obtenga no quiere decir ya por esto que
conduzca ella sola de por sí a tener Poder Naval […]

Las clases nobles de Europa, heredaron de la Edad Media un altanero


desprecio por el comercio pacífico, lo cual ha ejercido una influencia
modificadora en su desarrollo, variable con el carácter nacional de cada
pueblo.”218

En relación con este elemento, tenemos que la sociedad venezolana tenía


tradición agropecuaria, mientras que la neogranadina era de base minera. Aun así, en el
territorio había varias regiones con vocación marinera, tales como Guayaquil,
Cartagena, Panamá, Maracaibo o Margarita. Y por la misma naturaleza del régimen
colonial, toda la economía se articuló en función de los puertos, por donde salían los
productos locales hacia la Metrópoli y llegaban las manufacturas. Por lo tanto, si bien
no puede considerarse al conjunto de los pueblos de Colombia como de vocación
marinera, sí puede decirse que existía la potencialidad de que al menos los de ciertas
regiones dieran el impulso inicial necesario para desarrollar el poder naval y marítimo
del país.

Finalmente, Mahan establece la clase de gobierno como el último factor o


elemento condicionante del poder naval de un país:

217
Ibídem, p. 62
218
Ibídem, p. 67

119
“Al estudiar los efectos causados por los Gobiernos e instituciones sobre el
Poder Naval de una Nación, trataremos de limitarnos a examinar sus
causas inmediatas y evidentes y los resultados palpables, evitando las
tendencias filosóficas y la deducción de consecuencias relacionadas muy
remotamente con el asunto […]

Parece probable que si un Gobierno obrase de completo acuerdo con las


inclinaciones naturales de su pueblo, lograría dar el máximo impulso a su
desarrollo bajo todos conceptos; y respecto al Poder Naval, se han
obtenido los mejores resultados cuando ha habido una inteligente dirección
por parte de los gobernantes y éstos se han identificado por completo con
el espíritu del pueblo, penetrándose de sus verdaderas inclinaciones. Esta
clase de Gobiernos son de carácter más seguro y permanente cuando están
constituidos, principalmente, por voluntad del pueblo o de sus mejores
representantes naturales, aunque suceda algunas veces que estos
Gobiernos libres fracasen y se vean, en cambio otros que afectando
carácter despótico, dirigidos con juicio y firmeza, hayan creado, en
ocasiones, un gran comercio marítimo y una brillante Marina militar con
más energía y prontitud de lo que hubiera podido lograrse con los
procedimientos más lentos propios de un pueblo libre. El inconveniente
principal del segundo sistema es la dificultad de asegurar la continuación
de la política a la muerte del déspota.”219

Respecto a este último elemento, veremos más adelante que el Gobierno de


Colombia se esforzó por desarrollar el poder naval del país. Buscó adquirir los medios
adecuados, dotarse en el extranjero del personal capacitado necesario y motivar a la
población nacional a participar en dicho esfuerzo. También, en menor medida, buscó
construir la infraestructura necesaria para llevar a feliz término estos objetivos. No
obstante, esos esfuerzos del Gobierno colombiano se verían afectados por el carácter
nacional y por los propios problemas internos de la nación, tales como la crisis de la
deuda a partir de 1826 y las luchas entre facciones, que terminaron afectando de forma
determinante la política naval que se venía llevando a cabo.

En resumen, podemos decir que de los seis elementos; Colombia tuvo buenas
posibilidades en cuanto a situación geográfica y extensión territorial, posibilidades de
intermedias a buenas respecto a configuración física y clase de gobierno, y debilidades

219
Ibídem, pp. 72 - 73

120
manifiestas en cuanto a número de habitantes y carácter nacional. Es decir, el país tenía
las potencialidades para aspirar a ser una potencia naval y marítima en el escenario
regional y quizá mundial, pero debía pasar por una serie de transformaciones sociales y
económicas, conducidas acertadamente por su Gobierno.

2) Aplicación del concepto mahaniano de Poder Naval a Colombia

No podemos aplazar más el acercarnos a una definición precisa de poder


marítimo y poder naval, pues son los conceptos elementales en la teoría de Mahan.
Sobre el primer concepto tenemos:

“El poderío marítimo consiste en la facultad que tiene un Estado para


aprovechar el mar en su propio beneficio. Se dice está compuesto por dos
elementos: los intereses marítimos de carácter económico y social; y el
poder naval.

Los intereses marítimos son el conjunto de beneficios de carácter


económico, político, social y militar que obtiene una nación de todas las
actividades relacionadas con el uso del mar.”220

Mientras que sobre Poder Naval…

“El término poder naval había sido de su invención y, como posteriormente


reconoció, lo había utilizado para llamar la atención. Desafortunadamente,
él evitó darle una definición precisa. Según aparece a lo largo de sus
obras, se le pueden aplicar dos significados: 1) control del mar mediante la
superioridad naval; y 2) la combinación del comercio marítimo, posesiones
en ultramar y el acceso privilegiado a mercados exteriores que produce
riqueza y grandeza a la nación. Sin embargo, el lector quedaba a menudo
en la duda de a cuál de los dos significados se refería el autor en un
momento determinado. El propio Mahan le dio un nuevo sentido cuando
escribió: Este maravilloso y misterioso poder es un complejo organismo,

220
Tébar Martínez, Rocío. “Teoría del Poder Marítimo”. Estrategia Uruguaya. Disponible en:
https://estrategiauruguay.files.wordpress.com/2014/06/teorc3ada-del-poder-marc3adtimo.pdf p. 3
121
dotado de vida propia, que recibe e imparte impulsos continuamente y que
se mueve y entrelaza en mil corrientes con una infinita flexibilidad.”221

Podríamos definir Poder Naval de manera muy sencilla: como la expresión del
poder militar del Estado en el mar, ejercido a través de sus fuerzas navales, armada o
marina de guerra, tanto en acciones armadas o bélicas, como en la diplomacia naval.
¿Es aplicable esta conceptualización al caso de la República de Colombia?... Estamos
convencidos de que sí.

En primer lugar, el concepto de Poder Naval es bastante neutro en términos


cuantitativos, no refiriéndose solo al caso de un Estado que en efecto haya reunido una
poderosa fuerza naval – como ciertamente son los ejemplos que usa Mahan en su obra –
, sino en general a la capacidad militar de un Estado en el mar.

En segundo lugar, como veremos más adelante, la República de Colombia llegó a


reunir una fuerza naval respetable en el contexto regional, gracias a la cual pudo jugar
un rol protagónico en la derrota de España en las guerras de independencia de
Hispanoamérica; a la par que su gobierno se esforzó por desarrollar las bases para un
sólido poder naval de cara al futuro, consistente en personal debidamente adiestrado,
instalaciones adecuadas, y estructura legal y administrativa, además de – obviamente -
buques de guerra.

En tercer lugar, la República de Colombia llevó a cabo unas dinámicas relaciones


internacionales, condicionadas en gran medida por sus fuerzas navales, bien fuesen sus
corsarios o su marina de guerra regular, llegando incluso a formar una ambiciosa alianza
naval con México y a proyectar la liberación de Cuba y Puerto Rico, en franco desafío a
los intereses de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.

221
Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S. Navy, su
contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones Internacionales,
Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/mahan.pdf (Descargado On
Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 14

122
b) Importancia del poder naval para la seguridad y defensa de Colombia

Ahora bien, además de preguntarnos si el concepto mahaniano de Poder Naval es


aplicable a la República de Colombia, y si la misma en efecto tuvo o no un poder naval
digno de ser tomado en cuenta; cabe preguntarnos: ¿qué tan importante era para la
seguridad y defensa de esa república desarrollar su poder naval? Como veremos
seguidamente, Colombia enfrentó a partir de 1823 – y sobre todo a partir de 1824 – una
guerra con España desarrollada en el mar. Pero además de España, Colombia también
tuvo la amenaza de agresión de otras potencias hostiles, que solo podían atacarla a
través del mar. Finalmente, Colombia estaba obligada a desarrollar una marina de
guerra poderosa si aspiraba a formar un comercio marítimo sustancioso, que ayudara en
la tan necesaria recuperación económica tras más de una década de guerra.

1) España como amenaza marítima para Colombia

Como han referido muchos autores, tras la Batalla de Carabobo en 1821, la


guerra contra España se desplazó de los espacios continentales al mar. En efecto, al
visualizar todo el teatro de guerra entre 1821 y 1823, encontramos que sólo en el mar
los españoles pudieron mantener la iniciativa, quedando a la defensiva en tierra tras sus
derrotas de Carabobo, Bomboná y Pichincha. En 1822 con la caída de Maracaibo,
observamos más que un simple golpe de mano del general Morales sobre un estratégico
puerto. Se trató del principio de una verdadera contraofensiva española, destinada
probablemente a crear una cuña entre Nueva Granada y Venezuela, que permitiera un
avance sobre Bogotá, decapitando así a la recién creada república. La campaña terrestre
y marítima emprendida desde finales de 1822 hasta julio de 1823 que terminó con la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo lo que logró, estratégicamente hablando, fue
aniquilar una seria tentativa de reconquista territorial lanzada desde el mar.

Esta victoria de Maracaibo, y el despeje de la amenaza explicada anteriormente,


hizo regresar la situación estratégica a un punto muy parecido al alcanzado tras la
Batalla de Carabobo, pero con ventajas aún mayores para los patriotas. Tras Carabobo,
los realistas aun retenían La Guaira, Cumaná, Puerto Cabello, el sur de la Nueva
Granada, el Istmo de Panamá y la Real Audiencia de Quito; pero tras la victoria de
Maracaibo, los españoles solo conservaban Puerto Cabello. Esta situación, aunque
123
pareciera fácil, no debía ser subestimada nuevamente por los líderes militares
colombianos, pues justamente desde Puerto Cabello el general Morales había lanzado su
ofensiva sobre Maracaibo. De esta manera, Puerto Cabello debía ser liberado de manera
urgente y los españoles expulsados al mar. La consolidación de la República, así como
la garantía de su independencia demandaban asegurarse la defensa contra cualquier
posibilidad de reconquista española que pudiese ocurrir, por pequeña que fuese.222
Puerto Cabello cayó en noviembre de 1823 ante las fuerzas terrestres comandadas por el
general Páez, y con la decisiva participación de una flotilla al mando del capitán de
navío Beluche, que bloqueó el puerto y abasteció a las fuerzas de Páez. Sin embargo, la
guerra entre Colombia y España no terminó allí.

Como estudiaremos con detalle más adelante, Colombia llevó la guerra contra
los españoles al Virreinato del Perú, centro de su poder en Sudamérica. Dicho
desplazamiento de la guerra al Perú se debió a la solicitud de ayuda hecha por los
independentistas peruanos a Colombia, así como la conclusión estratégica de Bolívar de
que Colombia no estaría libre de amenazas hasta que Perú no fuese liberado de la
presencia del enemigo. Tradicionalmente la Campaña del Perú ha sido estudiada con un
enfoque terrestre; pero justamente este trabajo mostrará cómo el ejército auxiliar
despachado al Perú fue transportado, abastecido y reforzado por mar, generándose así
una poco estudiada guerra marítima entre Colombia y España a lo largo de la costa
pacífica de Sudamérica. Por lo menos en un momento de dicha guerra, los españoles
amenazaron con ataques sobre Guayaquil, Buenaventura e incluso Panamá, haciendo
peligrar toda la fachada del país al Océano Pacífico.

Sin embargo, la mayor amenaza marítima de España hacia Colombia provenía


del norte, del Mar Caribe y el Océano Atlántico. España retenía aun en sus manos Cuba
y Puerto Rico, estando estacionada en La Habana, al mando del almirante Ángel
Laborde y Navarro, la Escuadra de los Mares de la América Septentrional –
prácticamente todo lo que quedaba de la Real Armada Española –, la cual amenazaba
directamente la seguridad de todo el litoral atlántico-caribeño colombiano. Esta
escuadra también buscaba entorpecer los envíos de tropas al Perú a través del Istmo de
Panamá y distraer fuerzas de aquel escenario. En respuesta, Colombia incrementaría su

Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica del proyecto
222

americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 588

124
escuadra, enviaría sus buques en cruceros sobre las aguas enemigas a cazar su comercio
y lanzaría un enjambre de corsarios sobre el Caribe y el Atlántico, que llevarían sus
depredaciones hasta las Islas Canarias y la Península Ibérica. Ya que España y la
República de Colombia nunca firmaron la paz, podemos decir que la amenaza marítima
española sobre Colombia nunca expiró, registrándose el último crucero de Laborde
sobre costas venezolanas en fecha tan tardía como 1827.

Lógicamente, si el Gobierno colombiano deseaba asegurar la independencia


nacional contra España, no había más camino que incrementar y adecuar el poder naval
de la República para detener en el mar, o incluso disuadir, cualquier intento de
reconquista emprendida por su enemiga.

2) Otras posibles amenazas marítimas para Colombia

Para complicar aún más la situación de la República de Colombia, después de


1823 aparecieron nuevas amenazas. En dicho año, España consiguió el apoyo de la
Santa Alianza, concretamente de Rusia y Francia, que se mostraron entusiastas con la
idea de auxiliar a Fernando VII en la reconquista de América. Mientras que Rusia, por
su lejanía del Atlántico y la debilidad de su flota, dejó rápidamente esta postura y aceptó
incluso la solicitud de Estados Unidos para mediar entre España y las nuevas repúblicas;
Francia siguió manteniendo su apoyo a España, esperando obtener ganancias
territoriales y/o comerciales en América, concretamente en el Caribe. En efecto, Francia
tenía aún pendiente el asunto de la independencia haitiana que se negaba a reconocer,
aspirando de hecho a reconquistar el país. Por otro lado, el Gobierno francés comenzó
una campaña de intimidación hacia Colombia, rechazando su régimen republicano; y
movilizando tropas y fuerzas navales en el Caribe para ello. A mediados de la década de
1820 Francia llegó a sostener un breve bloqueo de La Guaira, protestando por las
acciones de los corsarios colombianos contra sus buques, y también con el objetivo de
mostrar su poderío a Colombia y disuadirla de firmar alguna alianza con Haití. Si bien
Francia no podía desafiar la supremacía naval británica, contaba con fuerzas suficientes
para impulsar los proyectos españoles y hacer tremendo daño a Colombia, tanto en mar
como en tierra.

125
Otra amenaza para Colombia surgió de América: los Estados Unidos. Aunque
ese país fue el primero en reconocer su independencia, e incluso los líderes colombianos
juzgaron favorablemente la Doctrina Monroe, hacia 1825 las tensiones entre
Washington y Bogotá se habían incrementado sensiblemente debido a diferencias
irreconciliables respecto a la guerra de corso y a la actitud contraria de Estados Unidos a
que Colombia emprendiese una campaña militar para expulsar a los españoles de Cuba
y Puerto Rico. Este punto lo abordaremos detenidamente más adelante, baste por ahora
exponer que el Gobierno norteamericano consideró hacer causa común con la Santa
Alianza si Colombia, México o ambos, invadían Cuba y Puerto Rico y afectaban sus
intereses comerciales, políticos o estratégicos.

Aunque con una política muy prudente y comedida hacia Colombia, Gran
Bretaña en realidad desconfió profundamente de sus planes para Cuba y Puerto Rico.
Evidentemente, Colombia no contaba con la fuerza naval necesaria para repeler a la
Marina Real Británica en caso de que las diferencias con ese país llegasen a un estado
de guerra. Sin embargo, esa posibilidad siempre fue la más lejana entre las posibles
amenazas para Colombia presentes en el Caribe. Es destacable además que el Imperio
Británico compartía con Colombia dos fronteras; el límite marítimo entre Trinidad y la
costa atlántica venezolana, y la frontera del río Esequibo entre la Guayana Británica y la
Guayana venezolana.

Otra posible amenaza, aunque nunca llegó a mostrarse como tal, era la vecindad
de Colombia con el Reino de los Países Bajos a través de las colonias neerlandesas de
Aruba, Curazao y Bonaire. Aunque el Gobierno holandés fue siempre bastante
permisivo con las actividades de los patriotas – pues le abría la posibilidad de un
lucrativo comercio que la Corona española le negaba –, ya después de 1823 al crearse y
estabilizarse Colombia la situación tendía a cambiar. Si bien Holanda ya no era la gran
potencia marítima del siglo XVII, seguía teniendo un poder suficiente para amenazar la
seguridad de Colombia en caso de conflicto.

Finalmente, Colombia encaró una inesperada amenaza en el Pacífico y el sur:


Perú. Como explicaremos más adelante, las diferencias políticas entre los gobiernos de
los dos países degeneraron hacia un estado de guerra en 1828, del cual sacó amplio
provecho la armada peruana, pues la principal fuerza naval colombiana se encontraba en
el Caribe. De esta manera, y tal como le ocurriría a Rusia en la guerra de 1904 – 1905
126
contra Japón – hecho que Mahan se esforzó en analizar y difundir sus lecciones –,
Colombia se vio tremendamente afectada por la debilidad de poseer dos litorales sin
cercana y rápida conexión entre sí, debiendo descuidar la defensa de uno de los dos o
dividir su fuerza naval. En este punto nos resulta útil el comentario del académico Jorge
Terazgo Cuadros:

“Este libro [Influencia del Poder Naval en la Historia 1660 - 1783],


recordemos, fue escrito 10 años antes de la guerra Ruso-Japonesa. Veamos
esta teoría, analizando los errores cometidos por la Fuerza Naval Rusa en
su equivocada aplicación de la Estrategia Naval, para enfrentar a un
enemigo preparado, listo y con conocimiento del significado del valor y
empleo del Poder Naval.”223

Como estudiaremos más adelante, Colombia pudo enfrentar la amenaza peruana


en el Pacífico y el sur con grandes esfuerzos de su armada; constituyendo un ejemplo
excelente para demostrar las teorías de Mahan. Es posible que este marino, historiador y
estratega norteamericano no haya estudiado la guerra colombo-peruana de 1828 – 1829
por eurocentrismo y una visión quizá discriminatoria hacia América Latina, no teniendo
más ojos sino para la Real Marina Británica, a la cual quiso que la marina
norteamericana emulara.

3) Posibilidades de comercio marítimo de Colombia

Aunque pudiese resultar más que evidente, es necesario recordar que la tarea
fundamental de toda marina de guerra es proteger el comercio marítimo de su país. En
ese sentido, Terazgo Cuadros nos recuerda:

“Mahan estableció que la misión primaria del Poder Naval era mantener
libres las líneas de comunicaciones marítimas a la navegación propia, e

223
Terazgo Cuadros, Jorge. “Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S. Navy, su
contribución como historiador, estratega y geopolítico”. Diplomado de Relaciones Internacionales,
Universidad Viña del Mar. Disponible en: http://www.cialc.unam.mx/pdf/mahan.pdf (Descargado On
Line el 22 de septiembre a las 09:35 pm) p. 19
127
impedir su utilización por parte del adversario. Los puntos estratégicos en
un teatro de guerra determinado no deben ser considerados
separadamente, como si fueran independientes. Después de determinar sus
valores individuales desde el punto de vista de la posición, de la fuerza
militar y de los recursos, quedarán por considerar sus mutuas relaciones
en cuanto a la posición relativa, distancia y ruta más convenientes para
trasladarse de uno a otro.”224

En consecuencia, es oportuno recordar que los patriotas financiaron su esfuerzo de


guerra no sólo con empréstitos en el extranjero, sino que frecuentemente pagaron sus
compras con la venta de recursos naturales y productos locales, o incluso llegaron a
pagar en especie. Ciertamente, con un país devastado por la guerra y urgido por
recuperar su economía, el Gobierno colombiano no podía tener titubeos a la hora de
promover el comercio marítimo nacional e impulsar las exportaciones. De igual manera,
el comercio marítimo también resultaba imprescindible para Colombia debido a la
imperiosa necesidad de importar una larga lista de rubros que por diferentes razones no
estaba produciendo desde hacía varios años o que simplemente no podía producir.

La guerra de corso emprendida contra España en el Caribe desde 1816 en


adelante, les mostró muy bien a los líderes patriotas venezolanos y neogranadinos cuán
importante era proteger el comercio marítimo propio e impedir el del enemigo. De cierta
manera, después de su creación y consolidación a partir de 1823, el Gobierno
colombiano heredó muchos de los desafíos organizacionales y logísticos que antes
habían tenido las autoridades coloniales: nada más y nada menos que cubrir las
necesidades básicas de alrededor de tres millones de habitantes. En contrapartida, el
repliegue español hacia Cuba y Puerto Rico daba a la Real Armada Española – y a más
de un corsario bajo pabellón español – la libertad de atacar y aniquilar el comercio
marítimo hacia y desde Tierra Firme sin tener que lidiar con el descontento de la
población, dejando justamente esa dificultosa tarea a la nueva República. De esta forma,
proteger y asegurar el comercio marítimo era para Colombia no sólo un asunto de
recuperar su economía maltrecha por la guerra, sino de garantizar la propia seguridad
económica de sus ciudadanos, y la sustentabilidad del Estado.

224
Ibídem, p. 22

128
Sin un poder naval adecuado, las rutas comerciales marítimas de Colombia
podían ser bloqueadas por su enemiga, y la República correría el riesgo de morir por
estrangulamiento económico. Como referente cercano a esa época, podemos citar que
en gran medida el Imperio Napoleónico fue vencido por Gran Bretaña debido al
estrangulamiento producido al bloquear sus rutas comerciales en el Atlántico.

c) Importancia del poder naval colombiano en el escenario internacional, 1823 –


1830

Como hemos venido explicando, no podemos visualizar la guerra entre


Colombia y España de una manera limitada a estos dos países, y menos aún a partes
determinadas del territorio colombiano; como Venezuela. Debemos abordar las guerras
de independencia hispanoamericanas con una perspectiva continental, dándonos así
cuenta que se trató de un proceso de colapso del poder imperial español en toda
América.

Insertos ya en dicha perspectiva continental, podemos evaluar y ponderar el peso


de la participación de Colombia en dicha guerra; comprendiendo entonces su relevancia,
y dentro de ella, la importancia que tuvo la marina de guerra colombiana.

Debemos recordar y enfatizar varios puntos: primero, que la guerra entre España
y Colombia entre 1823 y 1830 fue mayormente marítima. Segundo, que Colombia
ocupaba una posición central en el continente americano, pudiendo proyectar su poder
hacia cualquier región del mismo, siempre a través del mar. Y tercero, que Colombia
prestó un apoyo militar decisivo a otros países para su liberación de España, planeando
incluso operaciones de mayor alcance geográfico y estratégico. Analizando por
separado estos puntos podremos entonces entender la importancia que tuvo en la escena
internacional el poder naval alcanzado por Colombia.

1) España vs. Colombia, 1823 – 1830: una guerra marítima

Desde la capitulación del Castillo de San Felipe en Puerto Cabello ante las
fuerzas del general Páez, hasta la separación de Venezuela de la República de
129
Colombia, transcurrieron casi siete años completos. De estos siete años, poco más de
dos los ocupó la campaña terrestre en Perú, que comenzó con el envío de las primeras
tropas del Ejército Auxiliar de Colombia en Perú a finales de 1823, hasta la caída de la
Fortaleza del Real Felipe en el Callao a comienzos de 1826. En paralelo a dicha
campaña, se llevó a cabo otra – muy poco estudiada por demás – a lo largo de la costa
pacífica de Sudamérica que obviamente tuvo carácter marítimo y que hizo posible el
triunfo sobre los españoles en el antiguo Virreinato del Perú.

Aparte de las dos campañas antes descritas, se llevó a cabo en el Mar Caribe y el
Océano Atlántico una guerra marítima bastante intensa entre España de un lado, y
México y Colombia del otro. Como ya explicamos anteriormente, el Teatro de Guerra
se extendió – como mínimo – desde Cayo Hueso en la Florida al norte, hasta las costas
de Colombia al sur, y desde la costa mediterránea de España al este, hasta Veracruz al
oeste. Esta guerra marítima se peleó desde 1823 hasta por lo menos 1828, por lo que
sería la fase más larga y más extendida geográficamente – también la menos estudiada –
de las guerras de independencia hispanoamericanas.

Si esta parte de la guerra ha sido tan poco estudiada por la historiografía de las
actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, es por la ausencia de grandes
batallas; lo que llevó a los historiadores a pasarla por alto. Sin embargo, un estudio más
detenido nos lleva a pensar que justamente la ausencia de grandes batallas en los
territorios y costas de Colombia después de 1823 se debió al poder disuasivo de la cada
vez más fuerte marina de guerra colombiana; que precisamente debió incrementar su
potencia de manera sostenida para hacer frente a las tentativas españolas de nuevos
ataques sobre las costas colombianas con el fin de reconquistar el país, tal y como había
pasado a finales de 1822 en Maracaibo.

En contrapartida, si la historia no llegó a ser testigo de un gran ataque sobre


Cuba y Puerto Rico, como proyectaron varios líderes colombianos; fue debido a la
paridad de fuerzas navales a la que llegaron Colombia y España. Dicha paridad hizo
demasiado riesgosa una aventura en la que una de las partes se lo jugara todo en un
ataque decisivo sobre el territorio enemigo. Es decir, no fue que después de 1823 no
hubiese guerra entre España y Colombia en el Caribe y el Atlántico, sino más bien que
ésta fue intensa y estuvo muy reñida, lo que provocó la aparente calma que se vivió en
la costa colombiana.
130
2) La posición central de Colombia en América

Ubicada al norte de Sudamérica, con costas sobre el Caribe, el Atlántico y el


Pacífico, asomada a Centroamérica a través del Istmo de Panamá y a las profundidades
de la selva amazónica a través de la cuenca del Orinoco y del río Negro, conectada por
los Andes con el Virreinato del Perú, y prácticamente equidistante entre los extremos
septentrional y meridional del antiguo imperio español; la República de Colombia tenía
la posición central del continente americano. Pero además de su posición central,
Colombia también poseía cierta “insularidad” de acuerdo a la teoría de Mahan.

“Su punto relevante fue el desarrollo del concepto de insularidad, contra el


común concepto de continentalismo. Por insularidad, señaló como al
estado que se encontraba rodeado de mar, y bajo cuya definición entraba
Gran Bretaña y Japón, entre algunos pocos ejemplos. Sin embargo agregó
al concepto de países insulares a aquellos estados que, ocupando una
posición continental y sin tener vecinos continentales como rivales
potenciales, también debían ser catalogados como “estratégicamente
insulares”.”225

De acuerdo a este concepto de “insularidad”, la República de Colombia poseía


entonces un poco de esta condición. Para el final del año 1823 su única frontera hostil
sería el límite sur con el Virreinato del Perú; y sin embargo, debemos hacer aquí una
aclaratoria: las tropas españolas se habían hecho fuertes en la sierra del centro y sur del
Perú, mientras que la costa y el norte del país estuvieron casi siempre en manos de los
independentistas. Es decir, Colombia no tuvo grandes ejércitos españoles merodeando
cerca de su frontera sur después de 1823. Esto le permitió enviar, por mar, al ejército
auxiliar que llevó a cabo la ya mencionada Campaña del Perú. Por otra parte, la frontera
con Brasil atravesaba vastas extensiones de selva inexplorada y deshabitada por ambos
países, siendo además los dos Estados neutrales y casi indiferentes entre sí; por lo que
pudiéramos decir que la República de Colombia y el Imperio del Brasil estaban “de
espaldas” el uno al otro. El límite con las Provincias Unidas de Centroamérica también
atravesaba una selva casi intransitable, siendo además Centroamérica un Estado aliado.

225
Ibídem, p. 26

131
Finalmente, la frontera con el Imperio Británico también se ubicaba en una selva
inexplorada y desocupada por la República, además de ser Gran Bretaña un país aliado,
al menos teóricamente.

Entonces, ¿cuál era la interfaz de contacto de Colombia con España después de


1823?... casi exclusivamente el mar. Es decir, estratégicamente, y en el contexto de la
guerra continental contra España, la República de Colombia cumplía el concepto
mahaniano de insularidad estratégica. Interesantemente, el sector del Gobierno
colombiano que impulsó el desarrollo del poder naval estaba consciente de esta
situación, aunque claramente no hayan hablado de “insularidad estratégica”, pues
faltaban varias décadas aún para que dicho concepto tomara forma.

Siendo entonces la República de Colombia una “isla” en el centro del continente


americano, queda en evidencia la importancia que debía dársele al desarrollo de su
poder naval, no sólo por su propia seguridad y defensa, sino como pieza fundamental de
la guerra de las nuevas repúblicas hispanoamericanas contra la ex metrópoli.

3) Apoyo militar colombiano a otros países hispanoamericanos

El Gobierno colombiano; plenamente consciente de la posición central de


Colombia en América, y de que por lo tanto deberían expulsar a los españoles de los
territorios vecinos o el país estaría en perenne peligro, tempranamente comenzó a
formar alianzas con los demás Estados hispanoamericanos y a gestionar el envío de
apoyo militar. De esta manera el 6 de julio de 1822 Colombia firmó con Perú un
Tratado de de Unión, Liga y Confederación Perpetua, y ya para a comienzos de 1823 –
aun con Maracaibo en manos de Morales y sin haberse decidido la campaña – Bolívar
se encontraba en Guayaquil esperando zarpar hacia Perú, habiéndose adelantado ya el
general Antonio José de Sucre con una pequeña avanzada para auxiliar al vecino del sur
en su liberación contra España. El 21 de octubre de 1822 Colombia firmó un pacto
similar con Chile, buscando ante todo unificar los esfuerzos militares de los vecinos de
Perú en la campaña militar que debía liberar dicho país. El 3 de octubre de 1823
Colombia firmó también con México un Tratado de Unión, Liga y Confederación
Perpetua, en función de auxiliar a dicho país en la captura de la fortaleza de San Juan de

132
Ulúa en Veracruz, y más tarde de luchar juntos contra la Real Armada Española en el
Caribe y liberar Cuba.

En los tres casos de alianzas presentados, existía el factor común de la necesidad


de que Colombia dispusiera de un adecuado poder naval, ya no sólo para su propia
seguridad, sino también para poder auxiliar a sus vecinos.

“Para Mahan el Poder Naval contribuye a la realización nacional, como


elemento de la política exterior. Sus consideraciones demostraban que el
factor esencial y supremo para asentar y mantener el poder militar de un
país en regiones marítimas exteriores, era la posesión de una flota superior
a la de cualquier posible adversario.”226

Además de la clara necesidad estratégica, el historiador Germán Carrera Damas,


basado en importantes documentos, opina que Simón Bolívar mostró su clara
concepción americanista de la independencia, ilustrándolo su campaña en Nueva
Granada en 1819. En base a lo estratégico, la independencia de Venezuela impuso la
necesidad de asegurar la de Nueva Granada, creando la República de Colombia y a su
vez la necesidad de extender la guerra aún más allá. La necesidad de consolidar y
garantizar la independencia de Colombia, provocó que Bolívar ensanchara su proyecto
integracionista americano.227

Reforzando lo antes dicho, citamos directamente su reflexión:

“[…] a partir de la batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto de 1819, los


hombres que habían llevado adelante la lucha por la Independencia en la
antigua Capitanía General de Venezuela se repartieron en dos grupos
desproporcionados. El más numeroso, representado por José Antonio Páez,
se mantuvo por sus actos y su pensamiento en el escenario venezolano,
entendiéndolo con criterio no solo corto sino también todavía estrecho,
pero que marcaba una considerable superación del regionalismo histórico

226
Ibídem, p. 23
Carrera Damas, Germán, “Casos de continuidad y ruptura: génesis teórica y práctica del proyecto
227

americano de Simón Bolívar” en Las Independencias de Hispanoamérica, p. 589


133
básico que en Venezuela, como en otras de las colonias españolas
americanas, más de una vez prevaleció afectando el curso de la guerra. El
grupo menos numeroso, representado por Simón Bolívar, proyectó su
acción y su pensamiento en escenarios que a muchos les resultaban
insospechados, sumergiéndose en cuestiones y conflictos de una
complejidad inusitada y desalentadora, cuya vinculación con la suerte de
la lejana ex-Capitanía General de Venezuela pasaba por la determinación
de asegurar la existencia de la República de Colombia. Se tomó así un
camino que tras recorrer los Andes debía conducir a las colonias
españolas del Caribe y, no faltó quien los soñara, a la Metrópoli.”228

Tenemos pues, que el aumento y fortalecimiento del poder naval colombiano en


la década de 1820 no era importante solamente para la seguridad y defensa de la
República de Colombia, sino que podía resultar decisivo a escala continental en la
guerra de los nuevos Estados hispanoamericanos contra la ex metrópoli española.

228
Ibídem, p. 590

134
II) APOGEO Y DECLIVE DEL PODER NAVAL COLOMBIANO, 1823 – 1830

SI BIEN EL PUNTO DE INICIO de este estudio es el año de 1823, con la


campaña naval y terrestre que culminó en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo; es
imprescindible retroceder más atrás en el tiempo para explicar los orígenes,
antecedentes y formación de la escuadra colombiana. Ahora bien, enfrentamos el
problema de que la República de Colombia comenzó a existir en 1819 y tomó forma
constitucional en 1821, pero su marina de guerra tiene un origen de varios años antes.
¿Qué tan atrás en el tiempo debemos ir entonces?...

Para responder esa pregunta debemos hacernos otras: ¿desde cuándo existe
Colombia?, ¿cuándo aparece el primer buque, tripulación y ejército de Colombia?... Sin
teorizar demasiado, estas preguntas apuntarían como antecedente más lejano a la
Expedición Libertadora Mirandina de 1806, pues en el curso de esta operación militar
varios buques enarbolaron el tricolor amarillo, azul y rojo, y se habló del “Continente
Colombiano” en el juramento de la tripulación del Leander, el buque insignia de
Francisco de Miranda; así como en la proclama difundida al desembarcar en La Vela de
Coro. Sin embargo, este hito histórico aunque es referencia obligada, no resulta preciso,
puesto que la expedición de Miranda no cristalizó en la formación de alguna institución
135
política o militar definida y estable, que pueda vincularse directamente con la República
de Colombia.

Más tarde en 1811, arranca el proceso de la Primera República en Venezuela y


de la llamada “Patria Boba” en Nueva Granada. En el caso venezolano, esta Primera
República durará hasta 1812, abriéndose una Segunda República en 1813 con la
Campaña Admirable, que durará hasta 1814. En el caso neogranadino, la “Patria Boba”
durará hasta la ocupación del país por las fuerzas del general Pablo Morillo entre finales
de 1815 y 1816. Ya durante este período de 1811 a 1815, tanto en Venezuela como en la
Nueva Granada, se formaron fuerzas navales que sirvieron a estas repúblicas y que
libraron muchos combates. En el caso neogranadino, la fuerza naval creada tuvo su
núcleo en Cartagena, mientras que en Venezuela estuvo más dispersa, teniendo núcleos
de desarrollo en La Guaira, Puerto Cabello y el oriente del país.

En estas experiencias políticas, las fuerzas navales neogranadina y venezolana


surgieron y operaron de manera paralela y separada; aunque en 1815, cuando Cartagena
se convierte en el último refugio para los patriotas de ambos territorios, tras el colapso
de la Segunda República en Venezuela y la llegada de Morillo, se comienza a suscitar
una convergencia de los procesos de formación de ambas fuerzas navales. En efecto, en
Cartagena los patriotas de Venezuela y Nueva Granada no sólo comparten la escena,
sino también el mando, trabajando mancomunadamente y fusionando de facto sus
fuerzas. Esto se reflejaría incluso en los corsarios y demás hombres de mar venidos del
extranjero, que sin importar si se habían afiliado a la causa emancipadora de la mano de
los venezolanos o los neogranadinos, comenzaron a formar parte de una entidad más
grande, que en ese momento aún no recibía un nombre preciso.

Ya en 1816, con las expediciones organizadas desde Haití, los patriotas


neogranadinos y venezolanos comienzan a operar bajo mando único, formando también
una escuadra unificada. Es justo en esta coyuntura que podemos empezar a hablar de
antecedentes directos de la futura marina de guerra colombiana, pues el proceso iniciado
en ese momento histórico no presenta interrupciones ni retrocesos, sino que continúa en
dinámica ascendente hasta 1823, proyectándose más allá. Es a partir de 1816 que
encontramos a los próceres navales neogranadinos, venezolanos y extranjeros,
trabajando en un único cuerpo que se irá volviendo cada vez más sólido
institucionalmente y con cada vez mayor poder bélico. Llegados a este punto,
136
podríamos entonces tratar de periodizar la evolución de la armada colombiana desde
1806 hasta 1830, como un aporte para el mejor entendimiento de dicho proceso:

1) Período Pre Incipiente, 1806 – 1810: Esta etapa estaría comprendida básicamente por
la Expedición Libertadora Mirandina, la cual es el primer referente histórico para las
independencias de los territorios de la futura República de Colombia, y en especial de
su marina de guerra, por el hecho de que se usa por primera vez el pabellón tricolor a
bordo de naves de guerra y se habla ya del “Continente Colombiano”.

2) Período Incipiente, 1811 – 1815: Comprende el desarrollo paralelo, simultáneo y


separado de fuerzas navales independentistas en Venezuela y Nueva Granada, desde el
inicio del proceso de independencia hasta la “pacificación” de ambos territorios por la
expedición de Pablo Morillo.

3) Período Formativo, 1816 – 1823: Comprendido desde la Expedición de Los Cayos


hasta el inicio de la Campaña del Zulia. Es en el curso de este proceso, como
explicaremos más adelante, que la fuerza corsaria que se forma en 1816 se va
transformando en una auténtica marina nacional republicana.

4) Período de Auge, 1823 – 1826: En esta etapa el poder bélico de la ya formada


Armada de la República de Colombia, se incrementará al máximo; haciendo posible
proyectar y ejecutar campañas militares más allá de las fronteras nacionales.

5) Período de Decadencia, 1827 – 1830: Durante este período, la crisis financiera y


política en la que se ve sumergida la República, deja sentir sus consecuencias en la
armada, debilitándola rápidamente hasta su disolución junto con el propio Estado en
1830.

Habiendo definido estos períodos, podemos entonces comenzar a explicar la


formación de la armada colombiana a partir del tercero, es decir, el que inicia en 1816
con las expediciones organizadas por Bolívar y Brión en Haití. Seguidamente,
estudiaremos las operaciones navales emprendidas desde 1823 a 1830, así como la
evolución administrativa y declive, y el factor diplomático ligado a lo naval.

137
A) Antecedentes, 1816 – 1823

La historiografía tradicional a menudo olvida conectar las Guerras de


Independencia en Hispanoamérica con los sucesos acaecidos en el resto del mundo, algo
que muy recientemente ha venido a cambiar con el concepto de “Revoluciones
Atlánticas”.229 Tenemos que justo antes de organizarse en Haití las expediciones navales
que a la postre cambiarían el curso de la guerra en Venezuela y Nueva Granada; al
norte, en Estados Unidos, estaba terminando la llamada Guerra de 1812 o Guerra
Anglo-Estadounidense (1812 – 1815). Sin profundizar demasiado en este conflicto,
bastará decir que el mismo estimuló en gran medida a la industria naviera
norteamericana, y que la República norteña expidió muchísimas patentes de corso para
derrotar a Gran Bretaña, como ya lo había hecho durante la Guerra de Independencia.230
Estos corsarios alimentarían a las nacientes armadas hispanoamericanas en lucha contra
la metrópoli española, tal como explica Megan Tawes:

“Sin guerra que pelear, Baltimore se llenó de corsarios inquietos, sin


comisión o propósito. Muchos de ellos no la pasaron bien en la vida civil y
quisieron volver a navegar como corsarios. Inmediatamente después de las
Guerras Napoleónicas, los envíos internacionales regresaron y los
corsarios regresaron a su vida civil normal […] Después de gastar su botín
de la Guerra de 1812, la mayoría de los capitanes y marineros estaban
desempleados y miraron las revoluciones sudamericanas como un camino
para hacer dinero rápidamente y solucionar sus problemas monetarios.
Durante la Guerra de 1812, Baltimore era un hervidero de corsarios al
tiempo que se hacía popular la independencia sudamericana, haciéndose
también popular navegar como corsario de las revoluciones
latinoamericanas.”231

Esta avalancha de corsarios desocupados salidos de la Guerra de 1812 provocó


un auge del corso hispanoamericano, generándose dos períodos definidos. El primero,

229
Lettieri, A.; Garbarini, L. Las Revoluciones Atlánticas (1750-1820). Buenos Aires, Editorial
Longseller S.A., 2001.
230
Bruce, Robert B. y otros. Técnicas Bélicas de la Época Colonial 1776 – 1914, p. 209
231
Tawes, Megan E. “The Santa María. Baltimore Privateering and Piracy during the Latin American
Revolutions”. University of Maryland, 2015. Disponible en:
http://digitalcommons.law.umaryland.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1043&context=mlh_pubs
(Revisado On Line el 18 de febrero de 2016 a las 09:03 pm) pp. 12 – 13
138
de 1810 a 1815, en el que participaron mayormente franceses, en los casos de
Venezuela y Nueva Granada; y el segundo, de 1816 a 1823, en el que los patriotas
alcanzan triunfos definitivos contra los realistas.232 Abriendo este período tenemos a las
Expediciones de Los Cayos en 1816

a) Expediciones de Los Cayos, 1816

El Estado de Cartagena fue el pionero en dar patentes de corso y hostigar al


comercio español en las Antillas ya en 1812, y al año siguiente los españoles debieron
reforzar su fuerza naval en Cuba para defenderse. De manera que para 1815, Cartagena
contaba con una plantilla de capitanes corsarios, entre los que se contaba Luis Aury, que
ayudaron a defender la ciudad cuando llegó Pablo Morillo y a evacuar a los líderes
patriotas a finales de ese año.233 Con la caída de Cartagena en manos de Morillo, estos
corsarios marcharon al sur de Haití junto con el liderazgo patriota con el que venían
trabajando, aportando decisivamente a la organización de una expedición para reiniciar
la lucha en Tierra Firme.234 En efecto, en Los Cayos (Haití), se dieron cita hombres
como Luis Aury y Luis Brión, que junto con asociados menores aportaron los buques y
tripulaciones necesarias para continuar la lucha. Estos acontecimientos hacen de 1816
un punto de inflexión en las Guerras de Independencia en Hispanoamérica.235

1) Primera Expedición de Los Cayos y el Combate Naval de Los Frailes

La Expedición de Los Cayos marcó el inicio del auge del corso


hispanoamericano. Es de destacar el episodio de la asamblea de líderes patriotas que
tuvo lugar en febrero de 1816.236 En ella, se enfrentaron dos facciones; una liderada por

232
Vidales, Carlos. “Corsarios y piratas de la Revolución Francesa en las aguas de la emancipación
hispanoamericana” en Caravelle, Año 1990, Volumen 54, Número 1, pp. 247 – 262. Disponible en:
http://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_1990_num_54_1_2428, pp. 250 - 251
233
Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto Rico”. San
Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en:
http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf, pp. 2-3
234
Santana, Arturo. Ob. Cit., pp. 6 – 7
235
Gámez Duarte, Feliciano. “1816, un año decisivo en las guerras de la independencia de
Hispanoamérica” en Revista Aula de Letras. Humanidades y Enseñanza. Disponible en:
http://www.auladeletras.net/revista/articulos/gamez.pdf, p. 2
236
Vidales, Carlos. Ob. Cit., p. 252
139
Mariño, que tenía como respaldo a Luis Aury y su escuadra corsaria, y la otra liderada
por Bolívar, quien contaba con el apoyo incondicional de Luis Brión y del propio
presidente haitiano Alexandre Petión. La historiografía tradicional se detiene en este
punto para valorar como Brión apoyó el mando único de Bolívar, sin darse cuenta que
al mismo tiempo que se dirimía la dirección del movimiento emancipador, también se
resolvía la jefatura de la escuadra por los próximos años.

Luis Aury y Luis Brión, los dos candidatos obvios, eran en muchos aspectos
opuestos. Mientras que Aury manejaba una flota corsaria y había extendido sus
operaciones desde el Río de la Plata hasta el Golfo de México, amasando en el proceso
una gran fortuna y manteniendo siempre su condición de corsario al servir a varias
banderas; Brión se había centrado en servir a Venezuela y a Bolivar, tomando ya en
1814 la ciudadanía venezolana, y gastando su propia fortuna familiar en formar la
escuadra. Además de eso, Brión era un convencido de las nuevas ideas ilustradas, y
venía de luchar en la República Bátava contra británicos y rusos, además de defender su
natal Curazao contra los ataques de Gran Bretaña.237 Evidentemente, Brión era un
hombre mucho más adecuado para transformar a futuro la armada desde una fuerza
corsaria a una verdadera armada nacional.

Con la Expedición de Los Cayos, se comienza a formar una escuadra, que no


sólo transportó a Tierra Firme a los líderes patriotas para reiniciar la lucha, sino que
también se trabó exitosamente en combate y comenzó a crecer, primordialmente con los
buques capturados a los realistas. Más tarde creció con buques adquiridos a los ingleses,
y después con embarcaciones menores construidas en astilleros en Margarita, el Orinoco
y el Apure. Esta escuadra pudo también proveer al ejército en las siguientes campañas, y
contribuir a la defensa de Margarita y el oriente venezolano.238 Dicha primera escuadra
que zarpa de Haití estuvo integrada por siete goletas, a saber: la Bolívar, comandada por
el Capitán de Fragata Renato Beluche; la Mariño, por el Capitán de Fragata Tomás
Duboil; la Brión, por el Capitán de Fragata Antonio Rosales, la Piar, al mando del
Capitán de Fragata John Parnel; la Constitución, al mando de Jean Monier; la Feliz, al
mando de Charles Leauminet; y la Conejo, al mando del Capitán de Fragata Bernardo

237
Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad. Caracas, Editado por el Autor, 1992
238
Florez Álvarez, Leónidas. Acción de la marina colombiana en la guerra de independencia 1806 –
1830. Bogotá, Memorial del Estado Mayor del Ejército de Colombia, 1919. Descargado de:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia.htm, p. 87
140
Ferrero; y venció al bergantín realista Intrépido y la goleta Rita en el Combate Naval de
Los Frailes, al noreste de Margarita.239 Este combate no sólo tuvo gran importancia
estratégica o táctica, sino también simbólica. Además de crear tempranamente una
tradición de victoria para la escuadra liderada por Brión, también marcó los primeros
ascensos por méritos de combate, pues el propio Brión fue ascendido a Almirante, y
Beluche a Capitán de Navío. Así, surgía el almirantazgo en Venezuela, pues Brión fue
el primer oficial naval en portar dicho título.

Ahora bien, ¿por qué la expedición se dirigió a Margarita?... además de su


importancia estratégica, Margarita era el único territorio que podía ofrecer seguridad al
liderazgo patriota, ya que la parte norte de la isla se encontraba bajo control del coronel
Juan Bautista Arismendi, que se había levantado contra los realistas en noviembre de
1815.240 El 8 de mayo, seis días después del combate, Bolívar lanzó una proclama en
Santa Ana del Norte que abrió el camino de la Tercera República. Según el historiador
José Luis Salcedo Bastardo, en ese momento “nació la Colombia que fue el sueño
sublime de Bolívar”.241

2) Segunda Expedición de Los Cayos o Expedición de Jacmel

A pesar de los fracasos de Carúpano y los obstáculos encontrados en Ocumare


por las fuerzas terrestres, la fuerza naval patriota seguía dominando los mares frente a la
costa venezolana, por lo que pudo continuarse con el esfuerzo bélico. 242 Ya en Haití,
Bolívar y Brión solicitan nuevamente ayuda a Petión, recibiendo el 29 de septiembre de
1816 la goleta Bruja, enviada por Arismendi desde Margarita. La Expedición de Jacmel
zarpó el 21 de diciembre, compuesta por cuatro bergantines, seis goletas y dos

239
Maita Ruiz, José Gregorio y Palencia Hernández, Alexis Saúl. Importancia Histórica y Estratégica de
la Expedición Libertadora de Los Cayos, 1816. Disponible en: https://terrestrium-
navalium.blogspot.com/2016/04/importancia-historica-y-estrategica-de.html (Revisado On Line el 16 de
febrero de 2017 a las 08:47 pm)
240
Gómez León, Iván. “En Santa Ana del Norte nació la Tercera República de Venezuela” en Memorias
de Venezuela, Junio – Julio de 2014, Nº 30, p. 8
241
Gómez León, Iván. Ob. Cit., p. 9
242
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., p. 43
141
transportes, comandando las fuerzas navales el Almirante Brión. Llegaron a Juan
Griego el 28 de diciembre, para continuar la gesta emancipadora.243

En el curso de las expediciones desde Haití, los corsarios y líderes patriotas


hicieron buenos enlaces con los comerciantes de las Antillas, siendo especial la formada
en la isla de San Bartolomé, entonces bajo soberanía sueca. En 1816, durante la primera
expedición, la escuadra se detuvo en esa isla a vender un barco español capturado junto
con su carga. Resalta en particular la relación formada por Luis Brión con el gobernador
Rosensvärd, quien le permitió hacer del archipiélago de Five Island una parada regular
para transbordar armas y pertrechos en ruta a Venezuela. Al parecer esta amistad databa
de la época en que Brión había vivido en San Bartolomé. Todo esto a su vez fue
permitido por la Corona y la corte en Estocolmo,244 la cual también se cuidó de
mantener en discreción sus transacciones con los patriotas a fin de evitarse problemas
en Europa.245

En resumen, podemos decir que con las Expediciones de Los Cayos, se echaron
las bases de la futura armada colombiana; al reunir bajo el pabellón tricolor a un grupo
de corsarios fieles y aguerridos, con vocación patriótica, y a la vez establecer una red de
contactos en las Antillas que serían vitales para abastecer a las fuerzas independentistas
y comunicarlas con el extranjero.

b) Desarrollo naval, 1817 – 1823

El período comprendido entre la campaña de Guayana en 1817 y la del Zulia en


1823 fue el de mayor transformación de la armada. En efecto, en este período, se
transitó de una escuadra corsaria a una escuadra nacional; y de una escuadra
“venezolana” en su mayor parte, a una escuadra colombiana.

243
Lanz Castellano, Julio C. Historias marineras y algo más…, p. 299
244
Vidales, Carlos. “San Bartolomé. Las Antillas suecas y la independencia hispanoamericana (1810 –
1830). Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/sbarteb.htm (Revisado On Line el 18 de
febrero de 2016 a las 08:56 pm). Cita a: Rosensvärd a Wetterstedt, Gustavia, 22/04/1818, RA/SB, V:A.
Original en sueco y Acta del Consejo de Gobierno, Stockholm, 02/01/1819. RA, Statsrådsprotokoll,
Kolonialärenden. Comunicación Real a Rosensvärd. Original en francés, acta firmada por Wetterstedt y
por el rey Carl Johan
245
Ídem. Cita a: Instrucción real a Johan Norderling, Estocolmo, 06/05/1819. RA, Statsrådsprotokoll,
Kolonialärenden. Original en francés. Cf. Vidales, 1988, pp. 29/41

142
Además del desarrollo institucional, la armada también se desarrolló en su poder
de fuego, obteniendo brillantes victorias sobre su enemiga realista y contribuyendo de
manera decisiva al triunfo de los independentistas en Venezuela, Nueva Granada, Quito
y el Istmo. En este proceso, el gran guía y conductor de la institución fue el Almirante
Luis Brión. Junto a los esfuerzos de éste, encontramos también los aportes de una
pléyade de corsarios y marinos venidos de ultramar que aportaron sus recursos,
capacidades, experiencia y contactos para la causa patriota. En este proceso del que
hablamos destacan cuatros aspectos bien definidos: la Campaña de Guayana y sus
efectos en 1818 y 1819, el desarrollo de la Corte de Almirantazgo y la guerra de corso a
partir de 1817, la campaña sobre la costa neogranadina de 1820 – 1821 y el bloqueo de
Puerto Cabello en su primera etapa de 1821-1822.

1) La liberación de Guayana y el control del Orinoco

Tras el éxito de las dos expediciones organizadas en Haití, se suceden algunos


tropiezos para los patriotas en el oriente venezolano a comienzos de 1817. Sin embargo,
ya en el segundo trimestre del año se harían contundentes sus avances en Guayana,
gracias en buena medida al poder de la escuadra y a la visión estratégica de Brión. Esto
fue posible, entre otros factores, por la gran cantidad de corsarios particulares que se
unieron a la causa. Éstos eran armadores y capitanes particulares, con dinero y víveres
necesarios para tal empresa, aventureros, amantes de la libertad y enemigos de la
tiranía.246

Para enero de 1817, los realistas tenían el dominio del Orinoco, por lo que el
mando patriota comprendió la necesidad de organizar astilleros en Margarita y
comenzar a construir embarcaciones de pequeño porte, además de fortificar la isla y
permitir el resguardo de la nueva flota en desarrollo.247 Al parecer, fue Brión quien
primero le propuso a Bolívar centrar los esfuerzos hacia el Orinoco en 1817, y luego
hacia el Magdalena en 1820, en contraste con las ideas de éste de tomar Caracas y las
ciudades costeras. Esto se deduce por la correspondencia de Brión con Bolívar desde

246
Méndez Sereno, Herminia. El Almirantazgo Republicano 1819 – 1822, p. 64
247
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 90 – 91
143
1815 hasta la caída de Angostura.248 Puestos de acuerdo Bolívar y Brión, y previendo
que Margarita sería atacada por Morillo, comienzan a construir una flota de flecheras en
San Félix249, que más adelante rendiría grandes frutos a la causa. Listo ya, Brión zarpó
con su escuadra el 31 de marzo de 1817 hacia el Orinoco, la cual constaba de unos 5
bergantines, 7 goletas y 12 embarcaciones menores.250

Apenas llegando la escuadra de Brión al delta del Orinoco, se produce el


sangriento Combate Fluvial de Pagayos, en el que el Capitán de Fragata Antonio Díaz
pone en fuga a los realistas, y Bolívar hace levantar el Fuerte Brión en Casacoima,
asegurando la entrada de la flota patriota al río.251 A este combate siguieron otras
victorias, como la Batalla Fluvial de Cabrián el 3, 4 y 5 de agosto de 1817; lo cual dio a
los patriotas un dominio absoluto del Orinoco, que no tardó en ser aprovechado para
abrir rutas de suministro e intercambio comercial con las Antillas, lo que a su vez
permitió aumentar el poder de la maquinaria de guerra de Bolívar.252 Para este fin, Brión
organizó especialmente una fuerza de guardacostas en el Orinoco, encargada
exclusivamente de mantener las comunicaciones a través del río y la costa atlántica.253
Es en este contexto que empiezan a llegar a Margarita una gran cantidad de corsarios y
legionarios extranjeros, que van a fortalecer al ejército y la marina patriotas. En la
marina destaca la llegada de Nicolás Joly, quien incluso se casó con una hermana del
general Juan Bautista Arismedi254, y serviría a Venezuela hasta la década de 1840.

Por aquellos días, la escuadra patriota rara vez puede enfrentar directamente a la
realista, siendo Pagayos y sobre todo Cabrián excepciones brillantes. Era entonces más
común que la escuadra usase la economía de fuerzas, la acción combinada de fuerzas
terrestres y los buques, y los golpes audaces y veloces de los corsarios, siendo siempre
muy útil la infantería de marina, recién creada por Brión en 1817. Esta situación produjo
un hondo desgaste en las fuerzas navales de José María Chacón y Juan Gabasso, al
servicio de Morillo.255 A mediados de 1818, Bolívar ordenó a Brión dirigirse a

248
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 43, 48
249
Hartog, Johan. Biografía del Almirante Luis Brión, p. 122
250
Ídem
251
Ibídem, p. 124 y Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 93 y 94
252
Ibídem, pp. 100 – 101 y Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 130 - 134
253
Ibídem, pp. 134 y 140
254
Ibídem, p. 147
255
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 53 – 54
144
Margarita y ampliar sus fuerzas para volver a la ofensiva en las costas orientales
venezolanas. Brión empleó bien sus contactos en Trinidad y otras Antillas, logrando
aumentar el tamaño de su flota, y en cooperación con fuerzas de Bermúdez tomó
Güiria256, además de mantener presión sobre otros puertos como Carúpano, Cumaná y
Barcelona a lo largo de ese año, que terminó de manera exitosa para la escuadra
patriota. En efecto, los corsarios extranjeros como Aury y Joly habían arrebatado el
dominio de las aguas orientales a los realistas, haciendo retroceder sus naves hacia La
Guaira y Puerto Cabello.257

Ya para 1819, la escuadra patriota continuó con su férreo dominio del Orinoco,
al tiempo que comenzaban a llegar aventureros extranjeros, como la célebre “Legión
Británica”, que empezaron a desplegarse en los escenarios de guerra, gracias también a
la escuadra.258 Estas operaciones se vieron favorecidas por las precarias condiciones de
mantenimiento de los buques realistas en sus bases de La Guaira y Puerto Cabello, que
los condenaron a reducir sus salidas al mar y entregar el dominio del mismo a la cada
vez más grande marina venezolana. En este particular, las palabras del propio Morillo
resultan ser las más esclarecedoras.

“[…] el estado de inacción en que se halla nuestra Marina reducida a


Puerto Cabello, donde entre esperar recursos para habilitarse y
regresar cuando ha salido sin batirse con los enemigos, deja
abandonadas las costas y en disposición de ser insultadas por el
primero que lo intente.”259

“Justamente, en ninguna ocasión hemos necesitado más de los auxilios


de nuestra escuadrilla, pues ya que no ha impedido la llegada y los
desembarcos de las primeras tropas inglesas, habiendo bloqueado
estrechamente las que se encuentran en Margarita, se les hubieran
trastornado todos sus planes de reunión; el hambre y las enfermedades

256
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 150
257
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 105 - 106
258
Ibídem, p. 106
259
Rodríguez Villa, Antonio. El Teniente General Don Pablo Morillo. Primer Conde de Cartagena,
Marqués de la Puerta (1778-1837) (Tomo II), p. 20

145
los hubieran acabado, y la discordia y desunión, poniéndolos en los
últimos extremos, los hubiera reducido a un término desesperado.”260

Esta situación se veía reforzada por el continuo cuidado y atención que Brión
prestaba al fortalecimiento y desarrollo de su escuadra, convirtiendo también a
Margarita en centro diplomático y de negocios para los agentes que partían al extranjero
a buscar armas y pertrechos; además de ser la isla sede también de la Corte de
Almirantazgo, además de almacén y astillero.261

Ese mismo año de 1819 se suscitó también una fuerte migración de carpinteros,
artesanos y comerciantes suecos desde San Bartolomé, los cuales se dedicaron
primordialmente a la reparación de naves corsarias y otras actividades relacionadas con
la guerra. Es evidente que este personal con altas destrezas técnicas incidió muy
favorablemente en el esfuerzo bélico patriota.262 Cabe mencionar que también en 1819
el presidente de Estados Unidos, James Monroe, envió al comodoro Oliver Hazard
Perry a Venezuela con la fragata Constellation, y las corbetas John Adams y Nonsuch.
Las órdenes del comodoro eran: demandar indemnización por la captura de mercantes
norteamericanos por parte de corsarios venezolanos y recibir garantías de que los
corsarios se abstendrían de atacarlos de nuevo. Perry completó su misión
satisfactoriamente y firmó un tratado el 11 de agosto, tras lo cual partió de regreso a
Estados Unidos. Sin embargo, murió de fiebre amarilla en Trinidad, lo que causó que el
acuerdo no se ratificara.263 Esto es una muestra del nivel al que había llegado la guerra
de corso por parte de los venezolanos en ese momento.

Para 1820, cuando se firmaron los tratados de armisticio y regularización de la


guerra, el dominio marítimo patriota se había consolidado; en gran medida por la visión,
liderazgo y gestión de Luis Brión sobre la armada.264 De hecho, ese año comenzaría una

260
Ibídem, p. 82
261
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 64 y 65
262
Vidales, Carlos. “San Bartolomé. Las Antillas suecas y la independencia hispanoamericana (1810 –
1830). Disponible en: http://hem.bredband.net/rivvid/historia/sbarteb.htm (Revisado On Line el 18 de
febrero de 2016 a las 08:56 pm)
263
Wombwell, A. James. The Long War Against Piracy: Historical Trends, pp. 204.
264
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., pp. 66 70
146
nueva campaña, destinada a liberar el litoral caribeño de la Nueva Granada, encerrando
a los realistas en el centro-norte y noroccidente de Venezuela.

2) Las Cortes de Almirantazgo y la guerra de corso

Hasta ahora hemos mencionado una y otra vez la presencia de corsarios


extranjeros en el período formativo (1816 – 1823) de la armada colombiana. Esta
presencia fue regulada y estimulada por una institución muy especial: la Corte de
Almirantazgo, la cual fue un factor clave para el desarrollo de la fuerza naval patriota en
dicho período, al estimular la guerra de corso. Ahora bien, es preciso recordar al lector
qué era un corsario y qué era la guerra de corso.

El corsario no era más que un particular – armador de buque o capitán de una


nave – que pone uno o más buques al servicio de un determinado gobierno. Dicho
gobierno otorga al particular una Patente de Corso, por medio de la cual lo autoriza a
navegar bajo su pabellón y a atacar en su nombre al comercio del enemigo; recibiendo a
cambio determinada parte del botín tomado, además de ser acreedor de protección y
defensa a nivel internacional como agente al servicio del gobierno que le dio la Patente,
la cual lo distingue de ser un simple pirata. La guerra de corso viene a ser, en
consecuencia, la práctica de un Estado o Gobierno de otorgar masivamente patentes de
corso con la finalidad de interrumpir el comercio enemigo y alzarse con la victoria. La
institución encargada de supervisar, regular y controlar esta práctica es la Corte de
Almirantazgo, la cual otorga las patentes, efectúa los juicios de presa, dispone los
botines, etc. La guerra de corso permitió a los patriotas venezolanos y neogranadinos,
así como a los bonaerenses, uruguayos y chilenos, dotarse de fuerzas marítimas con las
cuales plantar cara a los realistas, obteniendo cierto dominio del mar. Esto transformó el
Caribe y el Océano Atlántico en un extenso teatro de guerra, 265 donde las mermadas
fuerzas de la Real Armada Española no lograron controlar a los cada vez más audaces y
voraces corsarios de los patriotas hispanoamericanos.266

Tras el triunfo de la escuadra de Brión en la Expedición de Los Cayos, España


tuvo que enviar más buques al Caribe, sin lograr resultados. Entonces la Corona recurrió

265
Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 45
266
Ibídem, p. 53
147
a otorgar patentes de corso para perseguir a los independentistas en el mar; práctica que
ya venía implementando desde los tiempos de la Real Compañía Guipuzcoana de
Caracas contra enemigos externos, y desde 1812 contra los independentistas; pero que
ahora llegaría a un nuevo nivel. Esto trajo la desastrosa consecuencia de legitimar el
corso patriota, además de mostrar claramente la debilidad naval de la Monarquía
Española, dando mayor impulso a sus enemigos.267

Ninguna de las ex colonias en rebelión contra España contaba con tradición


naval. En ninguna de ellas existían astilleros y arsenales comparables a los de Europa, ni
tampoco había academias náuticas. Por ello, desde el principio los independentistas se
vieron en la necesidad de recurrir al corso para poder disponer de fuerzas marítimas,
compensando así las ventajas del enemigo.268 Justamente, sería en el puerto de
Baltimore donde los agentes de los patriotas hispanoamericanos encontraron una
verdadera cantera de experimentados corsarios, dispuestos a enfrentar a los españoles en
el mar. En efecto, el declive de las casas comerciales del noreste de Estados Unidos,
debido a la competencia inglesa y francesa a raíz de la Guerra Anglo-Estadounidense,
dejó a los armadores y marinos de Baltimore con solo tres opciones de subsistencia:
continuar en el declinante negocio mercante, entrar al tráfico de esclavos o unirse a los
hispanoamericanos en su rebelión contra España. Para ellos, que venían de combatir
contra la todopoderosa Marina Real Británica – la mayor del mundo en ese momento –,
la elección era sencilla.269

Baltimore también escondía otras claves que explican la partida de una inmensa
oleada de corsarios hacia Sudamérica. Esta ciudad era la más cercana a la costa
sudamericana en el noreste de Estados Unidos, además de ser ella (y toda Maryland) el
centro del catolicismo en ese país. Esta coincidencia religiosa aumentó la simpatía por
la causa emancipadora hispanoamericana entre los marinos de Baltimore.270 Entre los

267
Ibídem, pp. 54 – 55
268
Hopkins, Fred. “For Freedom and Profit: Baltimore Privateers in the Wars of South American
Independence” en The Northern Mariner/Le Marin du Nord, XVIII Nos. 3-4, (Julio - Octubre de 2008),
pp. 93-104. Disponible en: http://www.cnrs-scrn.org/northern_mariner/vol18/tnm_18_3-4_93-104.pdf
(Descargado On Line el 04 de abril de 2017 a las 08:42 am), p. 94
269
Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of Baltimore” en
Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_mhm.pdf
(Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), p. 392
270
Ídem
148
capitanes de la ciudad que se unieron a los independentistas podemos mencionar a John
Dieter, Daniel y James Chayter, James Barnes, John Daniel Danels, Thomas Boyle,
John Clark y José Almeida.271 De este grupo, tenemos abundante información sobre
Danels, quien llegaría a ser capitán de navío de la armada colombiana, y Almeida, quien
cerró su célebre carrera como corsario en Hispanoamérica navegando bajo el tricolor
colombiano.

Estos corsarios primeramente recibían la patente de corso de manos de algún


agente bonaerense, artiguista o, en este caso, colombiano, en el propio territorio
norteamericano. Seguidamente, adquirían un buque y contrataban una tripulación. Una
goleta de pilotaje usada, equipada y en buen estado, podía costar entre 25.000 y 40.000
dólares, mientras que un buque nuevo entre 35.000 y 42.000. A los tripulantes se les
pagaba una parte del botín, ganando en promedio casi 100 dólares tras un crucero de
tres meses. Mucho más que los 1,87 dólares por día que ganaba un carpintero de puerto.
Este nivel de lucro en el corso explica que para 1820, según el Niles' Weekly Register,
habían entre quince y veinte mil norteamericanos dedicándose al corso al servicio de los
independentistas hispanoamericanos. Unos dieciocho capitanes corsarios mantenían sus
hogares y familias en Baltimore, entre ellos Thomas Boyle y John Daniel Danels. 272
Lamentablemente, la historiografía venezolana no ha estudiado debidamente esta
“Conexión Baltimore” en nuestra independencia.

En concordancia con esta realidad, Brión creó en Margarita dos organizaciones


marítimas por orden del Libertador, estableciendo en Pampatar de manera provisional el
Cuartel General y la primera Corte de Almirantazgo, el 12 de febrero de 1817. Este
cuerpo pondría coto a las actividades de los capitanes que navegaban sin patente, por lo
que eran considerados como piratas por los afectados, en su mayoría buques neutrales.
Como parte de esta nueva política, se promulgó el 4 de marzo la primera Ordenanza de
Corso.273

La acertada decisión de Bolívar de promulgar la ordenanza de corso, aumentaría


el poder marítimo de la República. El mencionado instrumento legal era muy similar a
las ordenanzas españolas y argentinas, que regulaban los juicios de presa, el derecho de

271
Hopkins, Fred. “For Freedom… Ob. Cit., p. 95
272
Ídem. Cita: Nile´s Weekly Register, 8 de enero 1820.
273
Hartog, Johan. Ob. Cit., pp. 104 y 106
149
visita de los corsarios sobre buques mercantes o el apresamiento de naves sin patente
legítima de ningún Estado.274 A la par que Brión nutría la escuadra con buques del
Estado y corsarios, o con la nueva Infantería de Marina, también se esforzaba por
establecer la Corte de Almirantazgo y regular la guerra de corso. Para ello, el Almirante
no dudó en castigar con pena de muerte a unos cuantos capitanes insubordinados que
violaron la ordenanza, pues coincidía con Bolívar en que el corso al servicio patriota
debía estar signado por la caballerosidad y otros valores, ya que ello podía manchar o
hacer resaltar el buen nombre de la República. En este contexto se publicó también el 4
de marzo el reglamento para otorgar patentes de corso, que establecía un juramento
previo de fidelidad a la República por parte del corsario.275

Por estas razones sería tan importante la Corte de Almirantazgo, ya que su


misión era reglamentar la práctica del corso. Esta Corte, junto con los corsarios,
contribuyeron a dar cimientos a la futura armada colombiana, así como a sostener el
honor y derechos de la República, empezando a obtener respeto para el Gobierno por
parte de otras naciones. La Corte de Almirantazgo permitió a los patriotas lograr el
predominio marítimo hacia 1820, empleando el corso también para resguardar la
soberanía nacional, además de para edificar la marina. La Corte permitía también a la
República actuar dentro del Derecho de Gentes, recurriendo al derecho a represalia
contra la obstinada negación de Fernando VII a reconocer nuestra independencia. De
esta manera, la guerra de corso quedaba enmarcada en la legalidad.276

Tal como hemos venido explicando, al no encontrar en territorio nacional


suficientes hombres de mar y naves, el corso se nutrió de extranjeros. Ciertamente,
aunque muchos fueron simples aventureros, que aprovecharon las patentes para
dedicarse solo a su lucro personal y descuidaron las tareas asignadas;277 muchos otros
prestaron valiosos servicios a la causa emancipadora, tales como: Nicolás Joly, Joseph
Raffetti, Henrique Faggart, Azor Orne, Alejandro Bolches, Vicente Dubril, Javier
Curtis, Antonio Alegre, Félix Nattá, James Bares, José Almeida, Andrés Sicard, Agustín
Franchesqui y el general Everaux, entre otros.278

274
Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 86
275
Díaz Ugueto, Manuel. Ob. Cit., p. 46
276
Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 51
277
Ibídem, p. 62
278
Ibídem, p. 63
150
Además de perjudicar el comercio enemigo, el corso producía dividendos en
metálico al subastarse en puerto los buques apresados y su carga. Estos ingresos
despertaban el entusiasmo popular, facilitando nuevos enrolamientos para la marina y,
claro está, aportando ingresos para mantener y desarrollar la armada. Al desarrollarse
más la guerra de corso, el comercio de Tierra Firme con las Antillas y España fue
hostigado, además de las rutas hacia Cuba y Puerto Rico. En este último caso, los
corsarios tenían el estímulo de apresar buques negreros, ya que la República había
abolido la trata de esclavos.279 De esta manera, la guerra de corso tenía la particularidad
de no sólo ser autosustentable, sino que además financiaba el crecimiento de la escuadra
y permitía el auxilio a las fuerzas de tierra con víveres, armas, municiones e incluso
dinero en metálico.280 La campaña de los corsarios cumplía los objetivos de estrangular
el comercio español, bloquear las comunicaciones enemigas, atacar los convoyes de
tropas realistas y dañar de toda forma posible a la armada española. Además de eso, los
corsarios se dedicaron también a hacer propaganda revolucionaria.281

El jurista y firmante del Acta de Independencia de Venezuela, Francisco Javier


Yanes, fue el presidente de la Corte de Almirantazgo, y su motor.282 Él instituyó las
bases del derecho marítimo venezolano respecto al comercio, corso, presas y crímenes
del mar, basándose en la institución homóloga de España, así como en las ordenanzas
de corso españolas y en el Derecho de Gentes.283 Para él, los procedimientos de la Corte
despertarían la confianza pública sólo si se basaba sólidamente en la ley. A su vez, los
gobiernos extranjeros verían a esta institución como un ente legítimo para regular la
guerra marítima respecto al derecho común de la época. Así, la Corte cumpliría con su
misión intrínseca de probar a las naciones del mundo la legitimidad de la causa
emancipadora, dotando al Gobierno republicano de legalidad.284

El 26 de marzo de 1819 se instituyeron dos Cortes de Almirantazgo, por


disposición del Congreso. Una en Angostura, con jurisdicción sobre el Orinoco y la otra
en Pampatar, que ya existía desde 1817, para ejercer su poder en la costa y mar abierto.
Luego, ésta última se trasladaría a Juan Griego, y en 1821 a La Guaira, tras el triunfo de

279
Ibídem, p. 65
280
Ibídem, p. 66
281
Ibídem, pp. 67 y 74
282
Ibídem, p. 12
283
Ibídem, p. 15
284
Ibídem, p. 49
151
Carabobo y la liberación del centro-norte de Venezuela.285 Llegados a 1819, parece que
las ordenanzas de corso que databan de 1817 eran inadecuadas para la nueva República
de Colombia, que estaba comenzando a tomar forma. Contenía preceptos inútiles o
incompatibles con la República, lo cual originaba dudas y complicaciones para la
ejecución de las funciones de la Corte de Almirantazgo. Esto llevó a que Francisco
Javier Yanes elaborara el borrador de una nueva ordenanza en 1819 que, aunque aún
basada en las españolas, sí encajaba en la estructura institucional colombiana,
permitiendo entonces que las Cortes de Almirantazgo trabajaran en conjunto con los
poderes de Colombia.286

En 1822, tras la muerte de Brión y la reforma en la estructura de toda la armada,


como explicaremos más adelante, la Corte de Almirantazgo desapareció, pasando sus
funciones a las comandancias de los cuatro Departamentos de Marina. Esto no ocurrió
de forma rápida, sino que después de la reforma, la Corte siguió operando hasta que el
propio Yanes escribió al Gobierno solicitando la disolución de la misma, ya que según
las Ordenanzas de Corso de 1822 sus funciones eran asumidas por el Despacho de
Marina, siendo en consecuencia nulas sus sentencias y por tanto no vinculantes para los
extranjeros.287

3) La campaña en la costa neogranadina, 1820 – 1821

Tradicionalmente se ha dicho que el triunfo de los independentistas en la Batalla


de Boyacá aseguró la liberación de la Nueva Granada, marcando un punto de inflexión
en la guerra. Eso es verdad, hasta cierto punto. Tras dicha victoria, sólo fue liberada una
gran porción del centro de la Nueva Granada, faltando parte del sur, así como la costa
caribeña y el Istmo, por no hablar de Quito y gran parte de Venezuela, que seguían en
manos españolas. Para terminar de asegurar la Nueva Granada, y así arrebatarle su base
económica al general Morillo, cercándolo en el centro-norte de Venezuela, era
imprescindible liberar la costa caribeña neogranadina, que incluía plazas como Río
Hacha, Santa Marta y especialmente Cartagena; por lo que en 1820 comenzó una
operación naval más grande que todas las anteriores, destinada a liberar la costa

285
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 155 y Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 16
286
Ibídem, pp. 51 y 88 - 89
287
Ibídem, pp. 67 y 92
152
caribeña de la Nueva Granada. Dicha campaña ha sido muy poco estudiada en la
historiografía venezolana, eclipsada por la previa campaña terrestre que culminó en
Boyacá y la siguiente que culminó en Carabobo.

Para ese momento, España reacciona ante la pérdida de la supremacía naval en


la costa venezolana, aunque de manera tardía y algo torpe; envía a la División de la
Costa Firme, al mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, hacia Puerto
Cabello, la cual se componía en su mayoría de viejos y podridos buques comprados a
Rusia.288 Por su parte, la campaña naval sobre las costas de Cartagena, Santa Marta y
Río Hacha se coronará con éxito a finales de 1821, trayendo como consecuencia la casi
duplicación del litoral bajo control patriota, así como también las tareas de defensa de la
escuadra. Esto ocasionaría que el Congreso General de Colombia en ley del 4 de
octubre de 1821 – ya fallecido el Almirante Brión –, decrete la división de la
jurisdicción marítima en cuatro Departamentos de Marina. Cada Departamento tendría
un puerto capital, con su propio Comandante General y un Auditor de Marina, quienes
llevarían los juicios de presas, piratería y demás asuntos marítimos, reemplazando así a
la Corte de Almirantazgo. Por encima de los cuatro comandantes, estaría el Director de
Marina, residente en la capital de la República y dependiente del Secretario de Guerra y
Marina.289

Regresando a la campaña iniciada en 1820, tenemos que Brión juzgó con gran
acierto que para llevar a adelante esta compleja operación, debían conquistar
rápidamente un puerto en la zona para asegurar el litoral; ya que el punto de partida era
la isla de Margarita, demasiado lejana hacia oriente. El primer puerto a atacar, entonces,
sería Río Hacha, tratando luego de continuar tierra adentro hacia Valledupar. Más tarde,
debía ocuparse Santa Marta.290 En febrero de 1820 llegó a Margarita el general Mariano
Montilla, destinado a comandar las operaciones en tierra, poniéndose al frente de los
contingentes irlandeses que debían ser el núcleo de la expedición.291 Tras zarpar de Juan
Griego, la expedición llegó frente a Río Hacha el 11 de marzo, constando la misma de
un total de diez buques, entre bergantines, goletas y transportes, y 700 irlandeses junto
con 400 margariteños reclutados por Brión. Se cañonearon las defensas costeras todo el

288
Méndez Sereno, Herminia. Ob. Cit., p. 58
289
Ibidem, p. 90
290
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 163
291
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 111
153
día y los infantes desembarcaron en la jornada siguiente, ante lo cual los defensores
huyeron abandonando el fuerte y la ciudad.292 El día 12 Padilla, como segundo de
Brión, pudo hacer ondear el tricolor colombiano en su pueblo natal – Río Hacha – por
primera vez.293

El siguiente blanco fue Sabanilla, cerca de Río Hacha, puerto que fue atacado el
11 de junio, el cual cae esa misma noche sin mayor resistencia dando a Brión y su
escuadra una primera cabeza de playa en la costa. El 25 de junio se dio la Batalla de
Tenerife, sangriento combate en la cual el Coronel Maza atacó impetuosamente a la
escuadra realista, volando al mayor de sus buques, mandado por el Comandante Vicente
Villa, y apresando el resto. Este triunfo fue de grandes consecuencias para la causa
republicana porque le dio el predominio en el Magdalena.294 Para el 28 del mismo mes,
se logró establecer contacto con las tropas colombianas del interior del país a través del
río Magdalena.295

El 6 de julio Brión proclamó el bloqueo total del litoral de las provincias de


Cartagena y Santa Marta296, el 12 las fuerzas de Montilla capturaron Barranquilla, y las
flecheras y demás embarcaciones ligeras traídas por Brión desde Margarita comenzaron
a ganar dominio del Magdalena, remontando sus aguas hasta más allá de Mompox y
controlando la ciénaga.297 Finalmente, y tras muchos combates, avances y retrocesos,
Brión entró en Santa Marta el 11 de noviembre de 1820, finalizando la primera etapa de
la campaña.298 La toma de Santa Marta produjo un gran botín: 175 cañones y varios
buques, además de armas y pertrechos varios. También significó un gran triunfo moral,
pues se amplió el litoral bajo el control de la República, y fue una de las causas para que
Morillo aceptara reunirse con Bolívar y firmar el armisticio de noviembre de 1820.299
Sólo quedaba ahora una gran ciudad en la región por ser tomada: Cartagena, poseedora
de las mayores fortificaciones del antiguo imperio español.

292
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 165
293
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 47
294
Ídem
295
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 174
296
Hartog, Johan. Biografía del Almirante Luis Brión, p. 174
297
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 112
298
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 178
299
Ibídem, p. 181
154
Mientras la campaña se desarrollaba, Brión no dejaba de buscar los medios para
fortalecer la escuadra. Así, envió agentes a Estados Unidos a adquirir buques, pues sabía
que el famoso diseñador naval Henry Eckford estaba construyendo una corbeta de 28
cañones en Nueva York y otra de 24 cañones en Baltimore. El Almirante incluso
propuso a los agentes un pago en tres cuotas, además de cargar los buques con toda
clase de pertrechos y zarpar de regreso a Margarita; todo ello sustentado en un capital
de un millón de pesos.300 Esto es una muestra clara del crecimiento que iba
experimentando la escuadra en ese momento, pues ya el máximo jefe naval buscaba
adquirir naves de mayor porte y capacidad oceánica. En esos momentos también se dan
una serie de tensiones entre Montilla y Brión, pues el primero se sintió celoso de los
méritos del almirante. En medio de esta situación reaparece Luis Aury, el viejo rival de
Brión en Haití. Aury había capturado las islas de San Andrés y Providencia, y había
tenido algunos impasses con buques de Brión. Cuando Aury solicitó entrar al servicio
de Colombia y consiguió cierto apoyo de Montilla y de Santander, Brión hizo valer su
condición de Almirante y su influencia sobre el Libertador para vetar al viejo corsario
francés.301

“Bogotá, 18 de enero de 1821

Señor Capitán Luis Aury.

Contra los esfuerzos de V. y sin necesidad de sus servicios, se ha


elevado la República de Colombia al estado de no necesitar de más
corsarios que degraden su pabellón en todos los mares del mundo. En
consecuencia, podrá Ud. restituirse a sus buques y llevárselos fuera de las
aguas de Colombia, y con esta orden presentada a S.E. el Almirante Brión,
tendrá Ud. el puerto abierto.

Dios guarde a V. por muchos años.

Simón Bolívar”302

300
Ibídem, p. 166
301
Ibídem, p. 179
302
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), 183. Cita: O´Leary, Memorias, tomo XVIII, página 25
155
Los éxitos de Brión y Montilla en la costa neogranadina tuvieron un impacto
inmediato y acaso inesperado un poco al este, en la Provincia de Maracaibo. Este
territorio nunca manifestó afinidad por la causa independiente, desde el comienzo del
proceso en 1810. La rivalidad con Caracas, la fuerte presencia militar realista y el
aislamiento geográfico habían jugado a favor de que Maracaibo fuese un sólido bastión
realista, que hasta había sido premiado por su lealtad con un arzobispado y una
capitanía general separados de los de Caracas. Sin embargo, el 28 de enero de 1821
Maracaibo se alzó por iniciativa propia contra el régimen español y solicitó su adhesión
a la República de Colombia. Este hecho pondría fin al armisticio y generaría el regreso a
las hostilidades.303 El alzamiento marabino no puede entenderse sino a la luz de la
liberación de las vecinas Río Hacha y Santa Marta.

El 30 de enero, las tropas colombianas entraron a Maracaibo para asegurar la


ciudad. Luego, ni Bolívar, ni Urdaneta, ni nadie en el liderazgo colombiano estaba
dispuesto a entregar Maracaibo, con las grandes ventajas estratégicas que otorgaba. Por
eso, Bolívar ordenó a Urdaneta el 3 de marzo marchar a la ciudad y asumir la
comandancia de la misma. Más tarde, en mayo de 1821, el Congreso Constituyente de
Cúcuta creó el Departamento del Zulia, conformado por las provincias de Coro,
Trujillo, Mérida y Maracaibo, con capital en Maracaibo.304 Ese mismo mes, los buques
de la armada transportaron tropas a través del Lago de Maracaibo hacia la provincia de
Coro, rindiendo su capital el 11 de mayo. Este hecho constituye un hito; en primer lugar
por ser la última actuación de Brión al servicio de la República de Colombia305, y en
segundo lugar por cerrar de forma brillante esta primera etapa de la campaña costera.
Los realistas habían quedado encerrados en el centro-norte de Venezuela. En el resto del
año 1821 se darían dos grandes operaciones militares, la Batalla de Carabobo y el
segundo sitio de Cartagena.

El segundo sitio de Cartagena fue una operación predominantemente naval, con


una tremenda importancia estratégica y significado moral en la Guerra de
Independencia; y sin embargo no ha sido tomada en cuenta por la historiografía

303
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 182
304
Meleán, Jorge Sánchez. “28 de enero de 1821: el Zulia se declara libre e independiente del gobierno
español”, Publicaciones de la Universidad Rafael Belloso Chacín, Maracaibo, Enero de 2014. Disponible
en: http://publicaciones.urbe.edu/index.php/academiahistoria/article/viewFile/4460/5384 (Descargado
On Line el 19 de agosto de 2016 a las 04:07 pm), pp. 17, 19 y 20
305
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 183
156
venezolana. Procedemos ahora a narrarla muy resumidamente. El 24 de mayo entraron a
la bahía de Cartagena 43 embarcaciones menores, bien tripuladas y artilladas,
organizadas en tres divisiones y bajo el mando general de José Prudencio Padilla. A
partir de ese momento, el cerco colombiano sobre la ciudad comenzó a cerrarse hasta la
victoria final.306 Fue en esta campaña donde Padilla se perfiló como un oficial naval
capaz y aguerrido, siendo el antecedente directo en su carrera a la posterior campaña del
Zulia en 1823.

Exactamente, un mes después, en la madrugada 24 de junio de 1821 – horas antes


de la Batalla de Carabobo –, se produce la “Batalla de la Noche de San Juan”, en la cual
los colombianos lanzaron un ataque a gran escala sobre Cartagena. Como efecto directo de
la victoria patriota en este combate, el 4 de julio se rindió la fortaleza de Boca Chica,
ubicada en el islote de Tierra Bomba, dominando la bahía.307 Llegados a este punto,
resulta muy elocuente cómo resume y analiza la situación el historiador militar
colombiano Leónidas Álvarez Flores:

“El papel de la escuadra en este memorable sitio no guardó proporciones


con el desempeñado por las fuerzas sutiles al mando del capitán Padilla.
Su misión verdadera, la tarea asignada, era extremar el bloqueo para
reducir por hambre la plaza, en caso que las operaciones del ejército del
Magdalena no dieran el resultado que se esperaba.

Sin duda la agitación continua de los mares colombianos obligaba al


almirante a velar más por el cuidado de sus naves, que por aprisionar
algunas embarcaciones arribadas al puerto sin mayor contratiempo.
Debemos recordar que cosa parecida ocurrió a las fragatas de Morillo,
burladas también en algunas ocasiones y averiadas cuando quisieron
cruzar estrictamente para cumplir su cometido.

Las divisiones de fuerzas sutiles obraron con el arrojo que Padilla


empleaba en sus empresas; arrebataron, por decirlo así, a los cañones de
los fuertes las naves enemigas surtas bajo aquella defensa. Con la
destrucción de esta fuerza móvil y la reducción de los castillos de
Bocachica quedaba el núcleo de la plaza entregado a su propia suerte, esto

306
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., p. 120
307
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 185

157
es, al tiempo que duraran los víveres y por tanto el espíritu de sus
defensores.

Los españoles carecieron de la defensa exterior: una escuadra de alta mar


para tener alejada a la enemiga; la defensa exterior terrestre no tenía la
fuerza del caso para distanciar las avanzadas enemigas del núcleo de la
plaza. Faltóles asimismo que su defensa móvil explorara la bahía
suficientemente y obstruyera los pasos, tal como lo hicieron los patriotas en
1815, mediante un plan donde se armonizaran las fuerzas existentes y a la
vez las necesidades más perentorias […]

[…] Reducida la plaza, artillada de nuevo, provista de municiones para la


defensa, volvía a ser para los patriotas la posición dominante en los
litorales colombianos el punto de apoyo para defender el Istmo y la base
para las embarcaciones republicanas que defendían los litorales desde
Maracaibo hasta Panamá, y la gran plaza fuerte por cuya posesión se
habían agotado los cuantiosos recursos de españoles y patriotas […]”308

Finalmente, el 10 de octubre de 1821 Cartagena se rindió a las fuerzas de Padilla


y Montilla, arriándose la bandera española e izándose el tricolor colombiano. Por fin la
costa caribeña de la Nueva Granada había sido liberada, y la importante plaza
cartagenera estaba de nuevo en manos de los patriotas. Los republicanos encontraron en
los almacenes gran cantidad de pólvora, plomo y 3.000 fusiles. Muchos oficiales y 700
soldados españoles fueron embarcados para Cuba.309

En paralelo a la última fase del asedio de Cartagena, el Almirante Brión fue


agravándose de su tuberculosis, por lo que solicitó permiso para marchar a Curazao a
atender asuntos familiares y su propia salud. El 24 agosto Bolívar supo de la ausencia
de Brión y designó al general Lino de Clemente como Comandante General de la
Flota.310 La ausencia de Brión, la prolongación del litoral bajo poder republicano y el
crecimiento de la escuadra llevaron a que el Congreso decidiera reorganizar la marina,
según Ley del 4 de octubre de 1821. Reproducimos el texto de la misma:

308
Florez Álvarez, Leónidas. Ob. Cit., pp. 130 - 131
309
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 48
310
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 188
158
“LEY de 4 de Octubre [de 1821]

Sobre formación de cuatro departamentos de marina.

El Congreso General de Colombia, considerando: 1.° Que el estado


de guerra en que nos vemos empeñados. Bien a pesar nuestro, demanda
imperiosamente poner en movimiento todos los medios que estén a su
alcance, a fin de poner prontamente un término a los males que ella
ocasiona. 2.° Que la experiencia ha acreditado bastantemente que la
organización actual de la marina nacional, no es suficiente por sí misma y
por la inmensa extensión de nuestras costas para su defensa, protección del
comercio, y sostenimiento de nuestros derechos marítimos; ha venido en
decretar y creta lo siguiente.

Art. l. ° Se dividirán las costas de Colombia con sus ríos y lagos


navegables, en cuatro departamentos de marina a saber; la jurisdicción del
primero comprenderá las costas de las provincias de Guayana, Cumaná,
Barcelona a isla de Margarita: el segundo se extenderá a las costas de
Caracas, Coro y Maracaibo: el tercero, a las de Riohacha, Santa Marta,
Cartagena y costas del Atrato, hasta el estrecho de Veragua: y el cuarto, el
de las provincias libres, o que se libertaren en el mar Pacifico.

Art. 2. ° El Poder Ejecutivo destinará los buques de guerra que crea


convenientes a cada uno de los expresados cuatro departamentos; y
asignará en ellos el puerto que crea más a propósito para la residencia de
sus apostaderos respectivos.

Art. 3. ° En cada uno de estos departamentos habrá un comandante


general y un auditor de marina, con cuyo dictamen y consejo conocerá el
primero de todas las causas de presas y represas, piraterías y demás
crímenes cometidos en alta mar con apelación a la alta Corte de justicia de
la República.

Art. 4. ° Los comandantes generales de marina, tendrán por sus


servicios mil pesos anuales de gratificación, además de los sueldos que les
correspondan por sus grados, y los auditores, quinientos pesos de sueldo al
año; y además los emolumentos y obvenciones que les correspondan por la
ley.

Art. 5. ° Habrá un director de marina residente en la capital de la


República, con la misma autoridad y atribuciones que designa la
ordenanza; y con él se entenderán directamente los comandantes generales
de los departamentos navales, en todo lo que mira al mejor servicio, buen
orden y desempeño de sus obligaciones.

159
Art. 6. ° Mientras no se nombre el director, sus funciones recaerán en
el secretario del despacho de marina.

Art. 7. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que pueda conceder


patentes de corso, por períodos determinados, contra los buques y
propiedades de la nación española en alta mar, a los que las soliciten con
las formalidades y fianzas necesarias.

Art. 8. ° No se concederán patentes de corso a los buques nacionales


o nacionalizados, sin que sus armadores, capitanes, oficiales y marineros se
comprometan a servir a la República por el espacio de cuatro meses al año
continuos o con interrupción, según se les requiera, para cuyo servicio el
Gobierno les suministrará los víveres necesarios.

Art. 9. ° Si además de los cuatro meses, los armadores, capitanes,


oficiales y marineros fueren requeridos con sus embarcaciones para un
servicio extraordinario, serán mantenidos y pagados por el Gobierno por el
tiempo que durare el servicio, como los demás buques de guerra de la
República.

Art. 10. ° De las presas que se hicieren por los buques de los
particulares armados en corso y mercancía, se aplicarán solamente al
erario nacional los derechos de información como nacionales, y además un
cinco por ciento para hospitales militares, debiendo distribuirse lo demás
entre los capitanes, oficiales y marineros, según los convenios que hayan
hecho entre sí, y por ante un escribano antes de su salida del puerto, a
menos que el Poder Ejecutivo haya dictado un arreglo general para esta
distribución.

Art. 11. ° Se autoriza al Poder Ejecutivo para que provisionalmente, y


hasta la reunión del próximo Congreso, pueda expedir y poner en ejecución
los reglamentos de corso que estime convenientes para evitar los abusos,
que puedan de alguna manera interrumpir la buena inteligencia y armonía
con las naciones neutrales.

Art. 12. ° Continuarán observándose las ordenanzas de marina que


regían anteriormente, en todo lo que no se opongan al tenor y cumplimiento
de la presente.

Comuníquese al Poder Ejecutivo para su observancia.

Dada en el palacio del Congreso General de Colombia en el Rosario


de Cúcuta a 4 de Octubre de l821, 11 de la independencia - El presidente
del Congreso, José I. Marques. -El diputado secretario, Miguel Santamaría.
- El diputado secretario, Francisco Soto. - El diputado secretario, Antonio
José Caro. '
160
Palacio del Gobierno en el Rosario de C6cuta á 14 de Octubre de
1821. - Ejecútese. – Francisco de Paula Santander - Por mandado de S.E.
el Vicepresidente. – El secretario de marina y guerra, Pedro Briceño
Méndez.”311

En esa misma fecha, el Congreso expidió un decreto autorizando al Poder


Ejecutivo para conservar y aumentar la fuerza terrestre y marítima de la República, con
miras a finiquitar la guerra. Más tarde, el 12 de octubre de 1821, el Congreso en Cúcuta
decidió suspender la figura del Almirantazgo y adoptar una “Resolución de Gratitud al
Almirante Brión”. En ese momento, hacían ya tres semanas que Brión había muerto en
Curazao.312 El texto de la resolución parlamentaria decía:

“DECRETO de 12 de Octubre [de 1821]

Sobre acción de gracias al almirante Brión.

El Congreso General de Colombia, considerando, que por el nuevo


arreglo que se ha dado a la marina nacional, queda suprimida la
comandancia en jefe de todas las fuerzas navales de la República, que
estaba encomendada al celo, actividad y patriotismo del almirante Luis
Brión, ha resuelto lo siguiente.

1° Se encarga al Poder Ejecutivo presente a nombre del Congreso


General al Almirante Luis Brión, las más expresivas gracias por los
servicios importantes que ha hecho, Colombia con su fortuna y patriotismo,
en las épocas más calamitosas y apuradas de nuestra gloriosa revolución.

2° Mientras el Almirante Brión no sea propuesto para un destino


equivalente en el ejército, se le conservarán todos los honores que le
correspondan, como Capitán General de Marina.

3° El Congreso General encarga por último al Poder Ejecutivo


presente al Almirante Luis Brión una espada de honor en testimonio de la
gratitud nacional. .

Comuníquese al Poder Ejecutivo para su cumplimiento.

311
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones
dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 89
312
Hartog, Johan. Ob. Cit., p. 188

161
Dado en el palacio del Congreso general de Colombia en la
Villa del Rosario de Cúcuta, 12 de Octubre de 1821, 11 de la
independencia. El presidente del Congreso, José Ignacio Marques. – El
diputado secretario, Francisco Soto. – El diputado secretario, Antonio José
Caro.

Palacio del gobierno en el Rosario de Cúcuta, 13 de Octubre de


1821.-Franeiseo de Paula Santander.-Por orden de S. E. el Vicepresidente
de la República. – El secretario de guerra y marina. Pedro Briceño
Méndez.”313

Es destacable que el Almirante Luis Brión murió sin haber podido recuperar ni
un peso de lo que invirtió en la libertad de Venezuela y la Nueva Granada.314 Así
cerraba el año de 1821 para la Armada de la República de Colombia: con una nueva
organización tras la muerte de Brión, con una escuadra creciente y en fortalecimiento, y
con la costa neogranadina completamente despejada, además de las de las provincias de
Maracaibo y Coro, y el oriente venezolano. Al finalizar el año, sólo una plaza quedaba
aún en manos españolas: Puerto Cabello.

4) El bloqueo a Puerto Cabello y la caída de Maracaibo en manos de Morales

Es una afirmación de la historiografía tradicional que la Batalla de Carabobo


selló la independencia de Venezuela. Esta tesis no solo es discutible, sino realmente
inexacta. En primer lugar, para 1821 no podemos ya hablar de independencia de
Venezuela porque la misma era parte de la República de Colombia. Si extendemos
nuestra mirada al conjunto del territorio colombiano, es evidente que tras Carabobo la
guerra no estaba terminada. Prueba contundente de ello es que en 1822 se da la
Campaña del Sur, con las batallas de Bomboná y Pichincha que permitirán la liberación
del sur de la Nueva Granada y la integración de Quito en la unión. En segundo lugar, y
ya dentro de una visión regional sobre el entonces Departamento de Venezuela, tenemos
que después de Carabobo la guerra continuó. A los españoles les quedaban dos plazas

313
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones
dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, p. 109
314
Díaz Ugueto, Manuel. Luis Brión, Almirante de la Libertad, p. 57

162
costeras, Puerto Cabello y Cumaná, siendo la primera de ellas una de las mejor
fortificadas de todo el antiguo imperio. Esta situación la sintetiza muy bien el almirante
e historiador Antonio R. Eljuri-Yúnez:

“La batalla de Carabobo no había aniquilado definitivamente a las armas


españolas […] en casi todo el territorio nacional quedaban aun en buen pie
tropas realistas organizadas y veteranas, y también guerrillas acéfalas y
desordenadas que hacían mucho daño a las poblaciones indefensas. Un
gran número de soldados tenía aún el gobierno español en el territorio que
todavía estaba sometido a su jurisdicción, después de Carabobo.”315

Aun así, los éxitos siguieron llegando para las fuerzas colombianas
inmediatamente después de Carabobo: el 2 de julio el coronel realista Pereira se rindió
en La Guaira316, mientras que el coronel José Caturla capituló en Cumaná el 16 de
octubre ante el asedio combinado por mar y tierra del general Bermúdez y del Capitán
de Navío Agustín Armario.317 De esta manera, para finales de 1821, solo Puerto Cabello
seguía en manos de los españoles. Entonces la tarea principal para el ejército y la marina
colombianos en Venezuela, era sitiar y rendir dicha plaza. Para tal fin Bolívar decretó el
11 de septiembre de 1821 el bloqueo de Puerto Cabello por tierra y mar.318 Al frente del
bloqueo marítimo que nos ocupa, llegaría a estar el Capitán de Navío Daniel Danels.
Este personaje llegó a aguas venezolanas en 1818, como parte de la oleada de corsarios
venidos de Baltimore. En 1820 destacó participando bajo las órdenes de Brión en la
campaña de la costa neogranadina, y en 1821 participó en los bloqueos de Cumaná y La
Guaira, empleando sus bergantines Voluntario y Vencedor, y la goleta Centella. En
premio a sus servicios se le concedió la ciudadanía colombiana.319

315
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 14
316
Ibídem, pp. 13 - 14
317
Ibídem, p. 15
318
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 26
319
Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of Baltimore” en
Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_mhm.pdf
(Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), pp. 395, 398 y 399
163
El periódico Journal de París, en su edición del 29 de septiembre de 1821
recogió así la situación de los realistas en Puerto Cabello:

“Los realistas evacuaron a Puerto Cabello. La escuadra española se retiró


a Puerto Rico. Esta noticia ha causado gran sorpresa en esta capital, ya
que Puerto Cabello era la más fuerte de las plazas españolas en
Venezuela”320

Sin embargo, a pesar de su cerco en Puerto Cabello, el general La Torre empezó


a trabajar en planes de reconquista del territorio, apoyado sobre todo en la superior
fuerza naval al mando del Capitán de Navío Ángel Laborde, que compensaba su
inferioridad numérica en tierra. Esta superioridad naval española impidió a los
colombianos hacer un bloqueo marítimo efectivo, y permitió a su vez a La Torre lanzar
una campaña en la Provincia de Coro, que aunque no se coronó con éxito, demostró que
la máquina de guerra realista en Venezuela aún podía hacer daño.321 En paralelo a esto,
la República de Colombia enfrentaba enormes problemas presupuestarios para poner a
punto una escuadra capaz de bloquear efectivamente Puerto Cabello y liquidar la guerra.
En ese sentido, esta fase del asedio a la plaza porteña resulta clave en el desarrollo naval
colombiano, pues obligó a la República a dar un visible avance cualitativo en su
escuadra. La siguiente carta resulta elocuente de las dificultades antes mencionadas:

“República de Colombia – Secretaría de Marina y Guerra – Palacio


de Bogotá, a 22 de diciembre de 1821.
Al Excelentísimo señor General Carlos Soublette

Con fecha de 19 del presente mes me dijo el señor Secretario de


Estado, en el Despacho de Hacienda, lo que sigue:

“Con esta fecha digo al Intendente del Departamento del Magdalena


lo que sigue:

320
Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de Venezuela y los periódicos de París (1808 – 1825), p. 341
321
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 20

164
“El Gobierno, con el designio de arreglar la parte administrativa de
la marina de la República, haciendo al mismo tiempo todos los ahorros que
reclama la escasez actual de fondos y la necesidad de avivar la guerra
para poner término a la que sostiene tan tenazmente la Monarquía
española, ha dispuesto que por ahora se omita el establecimiento de
ministerios y tesorerías de marina por cuanto suponen semejantes
establecimientos la existencia de una grande Armada que no tenemos y
causan gastos considerables, y que las mismas Tesorerías Departamentales
o de Provincia entiendan en lo que por los reglamentos españoles
entendían los ministros principales de marina, distribuyéndose entre los de
cada caja el trabajo y atención por lo relativo a los dos ramos del ejército
y de la marina, como se hizo en Cartagena en la primera época de la
revolución. En consecuencia, dará V.S. las órdenes convenientes para que
esta disposición tenga su cumplimiento en todo el Departamento de su
mando.”

Lo traslado a V.S. a fin de que dando por su parte igual orden a los
jefes de marina se lleve a efecto esta disposición.
Dios guarde a V.S. muchos años – J.M. del Castillo”322

En enero de 1822 es colocado al frente del bloqueo naval el Capitán de Navío


Sebastián Boguier.323 La escuadra de Boguier no lograría demasiado, puesto que por el
mar, Puerto Cabello gozaba de excelente protección, adicional a lo cual los realistas
contaban en la bahía con suficientes buques. Por tierra, las murallas, fosos y baterías
constituían de momento una barrera infranqueable.324 Esta situación de superioridad
casi absoluta de los colombianos en tierra, y de cierta superioridad de los españoles en
el mar gracias a su escuadra, llevó por varios meses el asedio a un punto muerto; un
frágil equilibrio que podía romperse de cualquier forma y en cualquier momento. Así
reflejó la situación el Journal de París el 21 de enero de 1822:

“Los últimos periódicos de Nueva Orleans anuncian que las autoridades


españolas han declarado en estado de bloqueo a toda la costa de Colombia

322
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 3: Del Congreso de
Angostura a la Batalla de Carabobo, 1819-1821), p. 348
323
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 35
324
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 13
165
con la excepción de Puerto Cabello. Su fuerza naval se compone de una
fragata, dos bergantines, cuatro goletas, y de seis a ocho barcos corsarios.
Capturaron seis buques americanos que traían víveres de los puertos de los
Estados Unidos, como también dos navíos ingleses, de los cuales uno venía
de San Thomas y el otro de Barbados. Todos estos barcos fueron
conducidos a Puerto Cabello donde serán condenados.”325

El 31 de enero el Comandante de Armas de Caracas, general Juan de Escalona,


informó al Intendente, que se había visto a un bergantín-goleta español cruzar frente al
puerto de La Guaira, por lo cual se ordenó al capitán de navío Boguier salir a cazarlo
con su buque y dos goletas que pudiera armar y tripular con elementos de las fuerzas
sutiles.326 Según carta del general Páez conocemos el estado del sitio hacia el 14 de
abril.

“Comandancia General del Departamento de Venezuela

N° 1 – Cuartel General en San Esteban a 16 de abril de 1822 – 12

Al Señor Comandante en Jefe de la Escuadra contra Puerto Cabello

El 14 por la tarde hice mover mis tropas de Valencia poniendo ayer


mi Cuartel General en San Esteban después de haber hecho internar una
columna hasta las cercanías del pueblo exterior bajo las fuerzas de la
vigía. Conseguí lo primero, pero de lo segundo, solo pude inquirir por un
anciano que hice prisionero, que el bergantín Hércules había entrado en
Puerto Cabello convoyando dos goletas cargadas con víveres procedentes
de Curazao y que enseguida había salido a batir dos goletas más que
estaban en Borburata, cuya noticia confirmo por el fuego de cañón que se
sostuvo todo el día hacia la costa de Ocumare.

Retiré mis tropas a pernoctar en San Esteban y a las tres de la


mañana emprendí nuevamente sobre la plaza logrando ocupar toda la
población exterior bajo los fuegos de las baterías del interior y de la vigía y
el Reducto que a pesar de la resistencia que hicieron para sostenerlo, lo
ocupé a las seis de la mañana.

325
Rosas Marcano, Jesús. Ob. Cit., p. 345
326
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 35.
166
Es de absoluta necesidad que V.S. combine conmigo sus operaciones,
indicándome a punto fijo el día en que establece el bloqueo. Reitero pues a
V.S. que me indique a punto fijo el día en que se aproxima con la Escuadra,
el número de buques y la fuerza para determinar con acierto las
hostilidades.

Dios guarde a V.S.

José A. Páez”327

Las exigencias del general Páez eran muy acertadas, ya que la escuadra de
Laborde dominaba el mar frente a Puerto Cabello. Patrullaban la fragata Ligera, de 44
cañones, algunas corbetas y bergantines, más otros buques menores, todos operando
desde Cuba y Puerto Rico. La armada colombiana, por su parte, no había alcanzado el
nivel para competir contra tales medios. Este dominio marítimo le permitía a Laborde
abastecer con víveres traídos de Aruba, Curazao y Bonaire, a los más de cuatro mil
refugiados que La Torre mantenía en Puerto Cabello. Como respuesta a esta situación,
el general Soublette despachó al Capitán de Navío John Daniel Danels a Baltimore a
comprar una corbeta, y a un agente más a Gran Bretaña a comprar dos buques de guerra
adicionales. Hasta que esos buques no llegaran, la flota colombiana no iba a poder retar
el dominio español en la zona y rendir por hambre la plaza.328

A mediados de 1822 Danels estaba ya en Baltimore, con instrucciones de


adquirir una corbeta de 30 cañones por no más de 80.000 pesos. Finalmente Danels
compró a David Leavitt la corbeta Hércules, diseñada por Henry Eckford, por un precio
de 156.000 pesos fuertes y 44 centavos, pagaderos en tres cuotas; la primera
inmediatamente, la segunda a los cuatro meses y la tercera a los ocho.329 La nave tenía
tres mástiles y dos cubiertas artilladas, medía 124 pies de eslora, 29 pies con 11
pulgadas de manga, 14 pies con 11 pulgadas de calado y desplazaba 497 toneladas,
siendo bastante rápida y fuerte para el combate.330 Fue renombrada Bolívar al llegar a

327
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 36. Cita a: Archivo General de la Nación, Sección
Papeles del Señor Juan Viso, tomo I, folios 85 y 86
328
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 104
329
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 80
330
Selig, Steven M. Draughts: The Henry Eckford Story, p. 104
167
Venezuela en octubre.331 Esta unidad fue en su momento el mejor buque de guerra de la
República de Colombia, y siguió prestando servicios destacados en los años siguientes.
Gracias al historiador naval Francisco Alejandro Vargas conocemos su primera
tripulación: primer comandante, Capitán de Navío John Daniel Danels; segundo
comandante, Capitán de Fragata William S. Christie; primer oficial, Teniente de Navío
James D. Murray; segundo oficial, Teniente de Navío John Clark; tercer oficial,
Teniente de Navío Joseph C. Swain; cuarto oficial, Teniente de Navío John Holding;
quinto oficial, Teniente de Fragata Alexander Honack; sexto oficial, Teniente de
Fragata Samuel Golinton; Capitán de Infantería de Marina Patrick Kelly; Teniente de
Infantería de Marina William Hoffman; primer cirujano, Doctor H. Pudgeon y segundo
cirujano, Doctor George Comimber.332 Así reseñó Santander esta adquisición naval en
carta al Libertador:

“Tengo carta del Capitán de Navío Danels de Baltimore avisando salía


inmediatamente con una famosa corbeta de guerra que ha contratado por
orden de este gobierno con víveres por seis meses para ver si logramos
rendir a Puerto Cabello en todo este año, pues me he resuelto a hacer un
esfuerzo extraordinario en dinero porque este padrastro de Venezuela nos
será siempre molesto; esta corbeta reunida a cuatro buques de guerra que
tenemos de Maracaibo a La Guaira destruirá la miserable escuadrilla
española y cerrará herméticamente aquel puerto. Tengo cuatro oficiales de
marina soberbios, Danels, Boguier, que han servido a Soublette y
Bermúdez, magníficamente y Chitty y Beluche.”333

Previo a la adquisición de la Bolívar, la escuadra bloqueadora de Puerto Cabello


constaba de varios buques corsarios, destacando la goleta Represalia. El 28 de abril de
1822, antes de que Danels partiera hacia Estados Unidos como ya explicamos, llegó a

331
Hopkins, Fred. “For Flag and Profit: The Life of Commodore John Daniel Danels of Baltimore” en
Maryland Historical Magazine, Vol. 80 Nº 4, Invierno de 1985. Disponible en:
http://msa.maryland.gov/megafile/msa/speccol/sc3500/sc3520/015400/015464/pdf/danels_mhm.pdf
(Descargado On Line el 31 de marzo de 2017 a la 01:15 pm), p. 399
332
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 111
333
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 209. Cita a: Cartas de Santander, edición del gobierno de
Venezuela, 1942, tomo 1, página 183
168
Puerto Cabello el Capitán de Navío Sebastián Boguier con el bergantín Bolívar, seis
goletas y tres flecheras. Los roces de Boguier y Páez ocasionarán que el primero sea
relevado del mando en la zona por el Capitán de Navío Renato Beluche, quien se
hallaba bloqueando las costas de Coro.334 Los siguientes documentos nos resumen la
situación entre mayo y junio de 1822.

“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela

Bloqueo de Puerto Cabello

(3 de mayo de 1822)

Boletín

El 28 de abril fondeó en la bahía de Borburata la escuadrilla al mando del señor


capitán de navío Sebastián Boguier, compuesta de un bergantín, un falucho y
cuatro goletas […] El día 1º del corriente [mayo] se reunió a la escuadra del
señor capitán de navío Daniels con dos bergantines de una fuerza respetable, y
una goleta. Todos los días se nos presentan de la plaza, a pesar de la estrechez
con que los tienen dentro. El día 2 desembarcó el bergantín Vencedor dos piezas
de a veinticuatro, que fueron colocadas en la misma noche en el Trincherón […]

Cuartel General en Borburata, a 3 de mayo de 1822 – El Jefe del Estado Mayor


del Departamento de Venezuela, José de Lima.”335

“Comandancia General del Departamento de Venezuela.

Cuartel General en Borburata, mayo 4 de 1822. – 13 – N° 27

Excmo. Señor

Anoche he recibido la comunicación de V.E., incluyéndome el


nombramiento del Jefe de la Escuadra para el Sr. Renato Beluche. Como
desde el momento que penetré la desunión o disgusto de los capitanes de
buques, he trabajado constantemente por reunirlos; puedo decir a V.E.,
afortunadamente que he conseguido mi objeto y todos, todos están
entusiasmados en trabajar por la República y no separarse hasta lograr la
rendición de la plaza. El Capitán Danels es el primero que con sus buques
ha venido voluntariamente al bloqueo como informé a V.E., en mi

334
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 26
335
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 - 1824), p. 70.
Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 377 – 378
169
comunicación N° 25 en estas circunstancias y habiéndose marchado
Beluche para la costa de Coro desde el 30 último no me parece prudente
hacer ahora una innovación y reservo en mi poder los pliegos de ambos
comandantes hasta que V.E., me exhiba su contestación.

Descanse V.E., en que si de Puerto Cabello, que no lo creo, destacan


buques a Maracaibo irán al momento las flecheras como tiene prevenido.

Dios guarde a V.E.

José A. Páez”336

“Comandancia General del Departamento de Venezuela.

Cuartel General en Borburata a 7 de mayo de 1822. – 12°

Excmo. Señor:

La unión que observaba en los capitanes de buques de la escuadra en


los primeros momentos me hizo formar el mejor juicio de un buen resultado
y desvanecí los temores que tenía por la colocación en el mando del
Capitán Sebastián Boguier; pero inculcando secretamente, como es debido,
la verdad es que fue demasiado errado mi oficio y que los primeros
informes se acercaban demasiado a la verdad, porque el disgusto que ya se
palpa de bulto y la poca actividad yo mismo la presencio diariamente.

Tengo deseos de dar una orden al Comandante de la Escuadra, que


no sea eludida por él con reflexiones que no son del caso ni debe hacer
ninguno que está obedeciendo: lo cierto es que a esta fecha no ha hecho la
marina el menor servicio ni otra operación que aprontase para huir al
momento que vea enarbolar el pabellón de la fragata Ligera. Yo aseguro a
V.E., que un Jefe activo ya habría concluido con cuantos buques hay en la
bahía de Puerto Cabello y aun con la fragata, pues lo más fácil es
incendiarla como varias veces lo he mandado y no me ha sido posible
conseguir siquiera que se acerquen los botes al puerto. V.E. sabe, por
experiencia que un marino emprendedor es infatigable en el triunfo ¿y
cómo podré yo sufrir que la marina no haga más que estar fondeada en Isla
Larga donde apenas se divisa el puerto? Varias veces la he mandado
mover a ocupar la boca del puerto poniéndose a Barlovento para evitar
que entre algún buque por lo menos de noche y hasta ahora no lo he

336
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 37

170
conseguido porque no han faltado razones que alegar para probar que es
difícil.

Yo no puedo cargar sobre mí la crítica de los espectadores que


querrán atribuirme a falta de actividad la permanencia de Puerto Cabello
en poder de los españoles ni puedo tampoco manchar mis glorias
adquiridas a fuerza de emprender porque falte cooperación al tiempo
mismo que la República se consumirá en gastos y padecerá quién sabe
cuáles otros resultados. Por esto he deliberado mandar en alcance del
Capitán Renato Beluche con la orden de V.E., para que venga a encargarse
del mando en Jefe de la Escuadra como V.E. lo previene.

Dios guarde a V.E.

José A. Páez”337

“[goleta] Independencia, mayo 17 de 1822. – 12°

Excmo. Señor

Tengo el honor de anunciar a V.E., mi llegada a este bloqueo desde


ayer tarde, y el señor Comandante Sebastián Boguier me entregó el mando
conforme se lo mandaba V.E., en su oficio N° 28. El día 12 dejé la costa de
Paraguaná, Morales ocupaba la costa de Zazárida y el señor Coronel
Piñango según dijo un desertor estaba en El Pedregal.

El queche con la goleta cargada de los víveres estaba fondeada en la


Punta de Cardón con orden del señor Coronel de estar allí hasta que
comunicase con él lo que no había podido conseguir hasta la fecha de mi
salida de aquel puerto; por ser ocupado por el enemigo, lo que comunicó a
V.E., para su superior conocimiento.

Dios guarde a V.E.

Renato Beluche

Excmo. Señor Intendente de Venezuela”338

337
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 38. Cita a: Archivo General de la Nación, Sección
Papeles del Señor Julián Viso, tomo I, folios 140 y 141
338
Ibídem, p. 38. Cita a: Archivo General de la Nación, Sección Papeles del Señor Julián Viso, tomo I,
folio 156 y vuelto
171
“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela

Bloqueo de Puerto Cabello

(4 de junio de 1822)

Estado Mayor del Ejército y del Departamento de Venezuela

[…] La fragata Ligera, el bergantín Hércules, el corsario Morillo


y dos goletas mercantes que conducían víveres de Curazao para los
sitiados, se avistaron el 1º del corriente a las dos de la tarde; nuestra
Escuadra se dispuso al combate, pero el viento favorable que traían los
contrarios y la poca resolución que tenían de combatir, impidieron que
nuestros buques les dieran alcance, y sólo tuvieron esta gloria los
bergantines Vencedor y Bolívar, que llegaron a tiro de pistola de la fragata
y le derribaron el bauprés; de nuestra parte sufrió avería en un mastelero
el Vencedor, un oficial y tres marineros heridos. El señor comandante
Beluche ha mostrado una conducta bizarra, semejante a la que lo ha
distinguido siempre en su carrera militar. Los buques enemigos fondearon
fuera del puerto, para nuestra batería de la vigía les impidió la entrada a
la bahía […]

Frente a Puerto Cabello, a 4 de junio de 1822. 12º - El Coronel Jefe,


George Woodberry.”339

“Boletín del Ejército Libertador de Venezuela

Sitio de Puerto Cabello

(12 de junio de 1822)

Estado Mayor del Ejército y del Departamento de Venezuela

La mañana del 5 se hicieron a la vela algunos buques de nuestra


Escuadra con rumbo a barlovento, y algunos emigrados, validos de esta
oportunidad, salieron de Puerto Cabello el 8 en la noche, con destino a
Curazao. Aunque se han hecho los más vivos esfuerzos para cortar el agua
que entra a la plaza, no ha sido posible conseguirlo por la lluvia continua
que no ha cesado en todo este tiempo; mas el señor Comandante General
de la línea, para privar la venida de los vecinos a buscarla, quiso ver si la
metralla tenía alcancen desde la batería de la vigía hasta la boca del río, y

339
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 - 1824), p. 80.
Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438 – 439
172
dispuso se tirasen algunos tiros con ésta, la tarde del 10; efectivamente
bañó muy bien y aún mató a varios de los que estaban allí […] la fragata
Ligera se prepara a salir para la isla de Cuba, porque está enteramente
carcomida e incapaz de servir más, quedando en su reemplazo la Bailén, a
la que le están montando la artillería. Ayer tarde se hicieron a la vela para
Puerto Rico tres buques mercantes y el bergantín Hércules, que llevan todo
el hospital, inclusos entre ellos noventa militares heridos […]

Frente a Puerto Cabello, a 12 de junio de 1822. 12º - El Coronel


Jefe, George Woodberry.”340

Mientras estos hechos tenían lugar en torno a Puerto Cabello, el Vicepresidente


Francisco de Paula Santander promulgaba varios decretos que significaban un nuevo y
significativo avance en el desarrollo de la armada nacional.

“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos


de Colombia, Vicepresidente de la República, Encargado del Poder
Ejecutivo, etc.

Autorizado el Poder Ejecutivo por la ley de 10 de octubre del año 11º


para crear, aumentar, equipar y conservar una fuerza marítima por el
tiempo designado en su artículo 1º, y teniendo en consideración el
desarreglo en que se encuentra la que actualmente tiene la República, he
venido en acordar el siguiente reglamento provisorio, como medio de
lograr la creación, equipo y conservación de la que necesitan nuestras
costas y plazas.

Artículo 1º Se suspende la ordenanza de matrículas, como opuesta a


los principios de la Constitución, y perjudicial a la masa general de los
colombianos, incluyéndose en la suspensión todos los empleos creados por
dicha ordenanza.

Art. 2º Todo colombiano tiene libertad para navegar, pasear y


emplearse en los demás oficios que le prohibía la citada ordenanza, con tal
que no le sean prohibidos por la Constitución y las leyes vigentes.

Art. 3º En los lugares situados en la costa marítima, o en las riberas


de los ríos navegables, se verificará por las justicias un alistamiento de

340
Ibídem, p. 90. Cita a: Blanco y Azpúrua, VIII, 438

173
hombres de mar, desde la edad de dieciocho años hasta la de cuarenta, y se
denominarán, milicias de marina.

Art. 4º Las justicias conservarán en su poder una lista de los


marineros milicianos para que les sirva en el caso de que algunos sean
llamados al servicio de la Armada, otra pasarán al Gobernador de la
provincia a que pertenezcan los pueblos, y otra al Comandante General del
Departamento de Marina respectivo. Los Gobernadores remitirán copias al
Intendente, y el Comandante General de Marina, a los Comandantes de
Marina de su dependencia, o a los capitanes de puerto.

Art. 5º Cada marinero miliciano recibirá sin costo de la justicia


respectiva una boleta en que conste hallarse alistado, y en virtud de ella
será exento de cualquier otro servicio de tierra, fuera del caso urgente de
una alistamiento general.

Art. 6º Todo marinero extranjero podrá alistarse como marinero


miliciano en cualquier pueblo, sujetándose al servicio militar de marina,
cuando le toque, y prestándose a cuanto disponen las leyes de Colombia.

Art. 7º El Comandante General de Marina de cada Departamento,


calculará el número de marineros que necesita para tripular los buques
que tienen a sus órdenes, y de las edades que estime conveniente, y lo
solicitará del Intendente o Intendentes de los Departamentos que
comprendiese el Departamento Marítimo.

Art. 8º El Intendente distribuirá en los pueblos el número de


marineros que se le exija a proporción del número que en cada uno se
hubiere alistado, y las justicias lo remitirán a disposición del Comandante
General de Marina, o del oficial que éste designara, y el paraje que
hubiere señalado.

Art. 9º Cuando el armamento de una división de la Armada, o de un


buque sea urgente, el Comandante General de Marina se dirigirá
inmediatamente al gobernador de la provincia, o a las justicias de los
pueblos más inmediatos al paraje donde se ha de verificar el armamento, y
con su requerimiento procederán a la remisión y entrega de los marineros
perdidos, debiéndose seguidamente dar cuenta al Intendente para que
haciendo éste el llamamiento de marineros conforme a este reglamento,
sean reemplazados los que se habían recibido del juez territorial más
inmediato con los que le pase el Intendente de aquellos a quienes haya
cabido este servicio.

Art. 10. Las justicias de los pueblos procederán a la entrega y


remisión del número de marineros, bien por sorteo, por admisión

174
voluntaria sin enganche, o con él, siempre que no falten ni en el número ni
en la clase de hombres perdidos.

Art. 11. Desde el día en que los marineros de milicia partan del lugar
de alistamiento al paraje donde se necesiten, empiezan a devengar el prest
y salario que se les asigne, y desde el día que se embarquen el prest y la
ración que se dirá después.

Art. 12. Cuando no sea urgente el armamento de uno o más buques


de la Armada, el Comandante General de Marina hará enarbolar en el
arsenal una bandera roja en señal de que se llama a alistarse
voluntariamente los marineros. El oficial encargado de admitirlos exigirá
de cada uno de los que se presenten la papeleta de que se hablará, le
tomará su filiación, en la cual debe expresarse el tiempo del enganche, y el
juramento que ha de prestar de servir fielmente a la República, por aquel
tiempo. De la filiación que ha de quedar en la mayoría del Departamento
de Marina se sacarán dos copias, una para la Contaduría y otra para el
capitán del buque a que se destinare.

Art. 13. Igual operación podrá hacerse por el comandante particular


de marina de una plaza, o por el capitán del puerto, previas las órdenes del
Comandante General de Marina del Departamento.

Art. 14. La urgencia de un armamento, en que no haya tiempo de dar


parte al Gobierno, debe juzgarla al Comandante General del
Departamento Militar como encargado de su defensa, y de las plazas y
costas de su comprensión; y el Comandante General de Marina cumplirá
sus órdenes en el equipo y movimiento de la fuerza naval, a reserva de dar
cuenta al Gobierno. El Comandante de armas de una plaza que sea
amenazada puede juzgar de dicha urgencia, y dar sus órdenes al
comandante particular de marina, que las cumplirá sin oposición.

Art. 15. El tiempo que se designa para servir en la Armada, será por
lo menos de tres años siendo prorrogable a voluntad de los marineros aun
después de que se haya cumplido el tiempo del servicio, bien les haya
tocado por sorteo, admisión voluntaria, o enganche.

Art. 16. Se excluye de la regla anterior a los que hayan sido


destinados al servicio en virtud de sentencia judicial, en cuyo caso se
estará a los términos de la condena.

Art. 17. El marinero de milicias que quiera enrolarse en buque


particular, presentará juramento ante el capitán del puerto respectivo, de
que se presentará a servir a la República, en el caso de un alistamiento
general y urgente, bajo las penas que señalen las leyes.

175
Art. 18. Al desembarcarse un marinero de buque particular, recibirá
del capitán una papeleta en que conste su conducta, desempeño, plaza que
sirvió, y las demás calidades que justifiquen su aptitud y conocimientos;
esta papeleta es lo que se debe exigir conforme al artículo 12.

Art. 19. Debe el día en que se enganche un marinero se le destinará


al buque de depósito, y se le pasará por vía de enganche la cantidad que se
expresa en esta forma: 1º Al que justifique por la papeleta del artículo 17
haber servido en un buque mercante la plaza de marinero, se le darán doce
pesos por cada año a que se compromete servir en la armada. 2º Al que
hubiere servido como compañero, se le darán ocho pesos. 3º al que no
hubiese servido en clase alguna, y tuviese la práctica de la pesca se le
darán cuatro pesos.

Art. 20. Estas mismas cantidades se pasarán en el caso de enganche


por las justicias, cuando procedan conforme al tenor del artículo 10.

Art. 21. Destinado un marinero al buque de depósito se le proveerá


de dos camisas, dos pantalones, y dos chaquetas de brin, un sombrero de
paja con funda de lienzo, un pantalón y una camisa de lona para los
trabajos de recorrida de jarcias, y una manta; estos artículos se le
cargarán a la tercera parte de prest que se reserva en el tesoro nacional
conforme a la ley, y a un tercio del enganchamiento, dándosele los dos
tercios de éste en metálico.

Art. 22. Además del prest que la ley ha señalado a un marinero, se le


dará de ración, cuando estuviere embarcado en servicio público, una libra
de carne, o dos de pescado salado, media libra de galleta, cuatro onzas de
arroz o menestra, media libra de ñame u otra raíz, una libra de carbón
para guisar, media onza de aceite para cada tres días, o una onza de
manteca, y una onza de café o cacao triturado, otra de azúcar y un quinto
de botella de ron.

Art. 23. Los hombres de mar elegidos para cabos de guardia, tendrán
el haber de 18 pesos mensuales, y los gavieros, 14 pesos, sujetos al
descuento de la ley de 8 de octubre.

Art. 24. Los Comandantes Generales de Marina, o los particulares,


requerirán directamente a las justicias respectivas para la aprensión de sus
desertores, enviándoles las correspondientes filiaciones, y no procediendo
aquellos con la actividad y eficacia necesarias darán cuenta al Intendente
para que proceda a lo que haya lugar.

Art. 25. Para reemplazar las bajas que se causaren por muerte,
licencia o nulidad de los individuos de marina, se procederá en los mismos

176
términos que está dispuesto en los artículos 7º, 8º, 9º y 10 de este
reglamento.

Art. 26. Oportunamente se dará cuenta al Congreso de este


reglamento para su reforma, a cuyo, los Comandantes Generales pasarán
al Gobierno las observaciones que le suministre la experiencia.

Art. 27. El Secretario de Estado y del Despacho de Marina queda


encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.

Dado, firmado por mí, y refrendado por el infrascrito, Secretario de


Estado y del Despacho de Marina y Guerra en Bogotá, a 22 de julio de
1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por S.E. el Vicepresidente de
la República, Encargado del Poder Ejecutivo. – Pedro Briceño Méndez,
Secretario de Marina y Guerra.”341

“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos


de Colombia, Vicepresidente de la República, etc.

Siendo uno de los medios más eficaces para el aumento y


conservación de la Marina Nacional el proveerla de tropa de infantería
análoga a la clase de servicio que ha de hacer a bordo de los buques de
guerra, en virtud de la autorización conferida al Gobierno por la ley de 12
de octubre del año 11º, ha venido en decretar y

Decreta lo siguiente:

1º Se creará un batallón de infantería de marina, bajo el pie y fuerza


de los batallones de infantería del ejército.

2º Verificando el alistamiento de marineros milicianos en el modo


que previene el reglamento provisorio de 22 de julio corriente, y tomados
de preferencia los individuos que se necesiten para la tripulación de los
buques que tiene hoy la Escuadra de Colombia, se procederá a tomar los
reclutas necesarios para formar las compañías que se destinen a cada uno
de los departamentos marítimos, siendo del cargo del Comandante General
del Departamento Militar, expedir las órdenes al efecto y entender en su
organización.

341
Ibídem, pp. 97 - 102

177
3º Se destinan al primer departamento de marina, creado por la ley
de 12 de octubre del año pasado, dos compañías del batallón de infantería
de marina, al segundo, tres, y al tercero, otras tres.

El Comandante General de Marina de cada departamento las


distribuirá en las plazas donde pueda ser más necesario su servicio en
cualquier ocurrencia.

4º Las Ordenanzas de Marina mandadas observar por el artículo 12


de la citada ley de 6 de octubre, serán la regla que se observe sobre el
ejercicio de la autoridad correspondiente al servicio que haga este batallón
en tierra o a bordo.

5º El Comandante del batallón residirá en donde resida el


Comandante General del segundo departamento de marina; el segundo
sargento, en donde resida el del primero, quienes por frecuentes
comunicaciones se harán conocer el estado y organización del cuerpo, su
economía y régimen interior. El capitán más antiguo de las tres compañías
destinadas al tercer departamento ejercerá la respectiva comandancia.

6º Los Comandantes Generales de Marina dirigirán las propuestas


para los oficiales de las compañías que se le han asignado en su
departamento, escogiéndolos de entre los que hayan practicado la
navegación y acreditado valor. Los oficiales y tropa marina, existentes en
los departamentos, quedarán refundidos en este batallón.

7º Ejerciendo la autoridad militar de cada departamento o plaza


jurisdicción sobre la tropa de este batallón, es a ella a quien debe dirigirse
el Comandante General de la Marina, o Comandante particular de Marina
de plaza en solicitud de la fuerza necesaria para ponerla a bordo de uno o
más buques de la Armada.

8º El prest y paga de los oficiales y tropa de este cuerpo, será el


mismo que la ley ha señalado a los demás de esta clase de todas las otras
armas, y cuando se embarcase gozará de las exenciones que declara el
decreto del 29 de junio.

9º Cuando por órdenes del Gobierno en una urgente necesidad se


disponga el embarque de tropas de infantería del ejército, o de alguna otra
arma, se observarán las disposiciones de las Ordenanzas de Marina
mandadas observar por el Congreso General.

10. El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda


encargado de la ejecución de este decreto, que presentará a la próxima
Legislatura, con las observaciones que indique la experiencia para su
reforma.
178
Dado, firmado por mí, y referido por el infrascrito Secretario de
Estado y del Despacho de Marina y Guerra, en Bogotá, a 22 de julio de
1822. 12º - Francisco de Paula Santander. – Por Su Excelencia el
Vicepresidente de la República, Encargado del Poder Ejecutivo. – Pedro
Briceño Méndez.”342

“Francisco de Paula Santander, General de División de los Ejércitos


de Colombia, Vicepresidente de la República, etc.

Siendo la marina militar uno de los más importantes ramos que


contribuyen a la mejor defensa de la República, y deseando el Ejecutivo
empezar a fomentar el estudio de ella según lo permite el estado naciente
de Colombia, usando de las facultades que le atribuye la Ley de 28 de julio
del año 11, he venido en decretar y decreto, el establecimiento de una
escuela de náutica en la plaza de Cartagena, bajo las reglas siguientes:

1ª La escuela de náutica estará bajo la dirección del Capitán de


Fragata Rafael Tono, en calidad de maestro principal, y bajo la inmediata
inspección del Secretario de Estado y Marina, que podrá delegar en todo o
en parte dicha inspección.

2ª Serán admitidos en ella cuatro jóvenes, mayores de doce años, de


cada uno de los Departamentos civiles de la República, escogidos por el
Comandante General del Departamento Militar de entre los que aspiren a
servir en la marina o manifiesten aptitud y disposición: por ahora y entre
tanto el próximo Congreso no disponga otra cosa, se pagará su viaje de
cuenta del Erario, a cuyo efecto se ocurrirá al respectivo Intendente.

3ª Igualmente serán admitidos todos los oficiales de marina que


actualmente estén destinados al Cuerpo de la Armada, según lo permitan
sus destinos y comisiones del servicio, y los guardiamarinas que existan.

4ª Se admitirán también cualesquiera otros jóvenes que a su costa


deseen hacer este estudio.

5ª Será a cargo del Intendente del Magdalena facilitar un edificio


proporcionado a este objeto y auxiliar el establecimiento de la escuela en
el modo que estime necesario.

6ª Se dará a los alumnos de esta escuela lecciones de aritmética y


álgebra, de artillería, de geometría especulativa, y práctica, de geografía,

342
Ibídem, pp. 97 – 102. Cita a: Vargas, Francisco Alejandro. Historia de Nuestra Infantería de Marina,
pp. 3 y 4

179
de trigonometría rectilínea y esférica, de cosmografía, de navegación, de
dibujo, de idiomas francés e inglés y de las maniobras y faenas.

7ª Por ahora distribuirá el director el tiempo conveniente para


enseñar las materias expresadas, usando de las obras de Sicar, o del curso
de Vallejo, y ejercitará en tiempo oportuno a los alumnos por medio de
expediciones prácticas a cuyo efecto el Comandante General de Marina te
facilitará buque y cuanto se juzgue necesario.

8ª Finalmente presentarán examen los alumnos de la escuela de las


materias que se les hubieren leído, y se dará cuenta al Gobierno del
resultado.

9ª El director informará al Gobierno en tiempo oportuno de los


jóvenes y oficiales que pueden destinarse al servicio de la marina militar
para perfeccionar sus conocimientos, y practicarlos con utilidad de la
República.

10ª Se aplican a la escuela de náutica en virtud de lo dispuesto en la


Ley de 6 de agosto del año 11° la mitad de los fondos consistentes en la
Provincia de Cartagena y el resto que la ley ha señalado a la clase de
cadetes y aspirantes en la cual deben considerarse los alumnos que no
tengan otro grado.

11ª Todos estos fondos se pondrán a disposición del director para el


entrenamiento y subsistencia de los alumnos, y para la adquisición de los
instrumentos y útiles más necesarios de dicha escuela; el Intendente podrá
hacer un suplemento del tesoro nacional para dicho objeto con cargo de
reintegro de aquellos fondos.

12ª El director, sin perjuicio de trabajar en lo que se le deja


encargado, presentará el proyecto de reglamento para el manejo y orden
interior de la escuela.

13ª El Secretario de Estado y del Departamento de Marina queda


encargado de cumplir este Decreto y de presentarlo al próximo Congreso
con todos los informes que deben adquirirse para perfeccionar tan
importante establecimiento.

Dado y firmado en mi mano en el Palacio del Gobierno General, en


la capital de Bogotá, a 28 de junio de 1822.

Francisco de Paula Santander

Por Su Excelencia el Vicepresidente,

180
Pedro Briceño Méndez”343

La larga inacción de las fuerzas colombianas había permitido la aventura realista


sobre la Provincia de Coro, que no pasó a mayores gracias a las rápidas acciones de las
fuerzas del general Soublette. Sin embargo, Morales se dio cuenta de que con la
superioridad naval de su lado, podría golpear a placer cualquier punto de la costa antes
de que las fuerzas terrestres colombianas pudiesen responder. Enterándose de que
Maracaibo había quedado desguarnecida por el envío de tropas a reforzar Valencia,
Morales seleccionó dicha ciudad portuaria como su nuevo objetivo. El 14 de agosto de
1822 zarpó con 14 buques y 1200 hombres, evadiendo el bloqueo naval colombiano. El
24 llegó a Curazao, donde se aprovisionó y puso rumbo a la Guajira, desembarcando en
Cojoro. Derrota el 2 de septiembre al coronel Francisco Faría en Sinamaica, y dos días
después al coronel Castelli en El Paso del Socuy, aproximándose a Maracaibo. El 6 de
septiembre venció en Salina Rica a las fuerzas del general Clemente, últimas que se
interponían entre él y Maracaibo. Clemente regresa apresuradamente a la ciudad y lleva
consigo todos los buques útiles a Gibraltar, en la orilla opuesta del lago. El 9 de
septiembre el coronel Natividad Villasmil entregó el Castillo de San Carlos de la Barra
sin oponer resistencia. Morales al verse dueño de Maracaibo se entregó a toda clase de
abusos contra los republicanos, así como neutrales y extranjeros, incumpliendo los
tratados de Trujillo de 1820.344

El general español se había adueñado del puerto más estratégico del occidente de
Venezuela, desde el cual podía hostigar Coro al este, Trujillo y Mérida al sureste, y
Santa Marta y Río Hacia al oeste gracias a su dominio del mar, y a que el Lago de
Maracaibo le servía de vía para sus ataques, y como barrera a los colombianos que no
podían auxiliar rápidamente ninguna de las zonas.345 El 27 de septiembre Beluche avistó
frente a Curazao a la fragata Ligera, junto con los bergantines Hércules y Valeroso y la
goleta Cóndor, las cuales estaban cargando víveres para Puerto Cabello. El capitán de

343
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), pp. 153 – 154
344
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 25
345
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 23
181
navío levó anclas y zarpó hacia el este. Cerca del Archipiélago de las Aves capturó un
queche y lo llevó a La Guaira, informando de lo que había visto.346

Por su parte, el general Soublette escribió al Jefe del Estado Mayor General
urgiéndole en la necesidad de reforzar la dotación de infantería de marina de algunos
buques, específicamente la corbeta Constitución y el bergantín Patriota347; mientras que
Santander hizo un angustioso llamado al Libertador, en el que le exponía
dramáticamente los sucesos acaecidos. Aunque Bolívar sabía que hombres como el
general Urdaneta en Cúcuta y Pamplona, el general Montilla en Río Hacha, los
coroneles Manrique y Carillo en Trujillo y Cruz Paredes y Rangel en Mérida estaban
controlando la situación contra los ataques terrestres de Morales, el escenario le
planteaba un dilema: regresar a Venezuela o continuar la campaña en Perú. Así analiza
la situación el almirante Eljuri-Yúnez:

“Preparábase Bolívar para dirigir sus operaciones hacia el Perú y auxiliar


a los patriotas peruanos […] cuando recibió la noticia de los triunfos de
Morales […]

El Libertador balanceó con su genial talento político y sus dotes de


estratega la situación surgida en el Norte de la República, las
informaciones de una u otra fuente y la calidad y capacidad de los jefes que
tenían el mando y la responsabilidad de esas regiones; y concluyendo que
en el Norte ocurrían novedades de consideración […]

El dilema que se presentó a Bolívar era terrible. El Norte del país, por
tener un amplio y dilatado frente marítimo, podía recibir por mar ayuda de
las naves españolas que navegaban desde Panamá, Cuba y Puerto Rico
hasta las bocas del Orinoco, añadido a esto la debilidad de las plazas
secundarias, faltas de guarnición (solamente los apostaderos de Cartagena
y Santa Marta tenían naves y municiones); los pueblos atemorizados por el
pavoroso espectro de la guerra a muerte con el que los amenazaba
Morales, en fin, las súplicas del Vicepresidente, que le urgían a acudir en
ayuda de la República; todo esto lo llamaba al norte.”348

346
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 203
347
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 - 1824), p. 129
348
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 46
182
“[…] cuando se disponía a salir de Guayaquil, rumbo al Norte, surgió en
la espaciosa y pintoresca ría de Guayaquil una corbeta de guerra peruana,
en la cual venían a bordo el Coronel Francisco Mendoza y el Marqués de
Villa Fuerte, altos comisionados del Presidente de la República del Perú,
Don José de la Riva-Agüero, quienes traían por misión solicitar al
Libertador-Presidente de Colombia que se trasladara al Perú para que
dirigiera la guerra; no la civil, que estaba minando las esperanzas
independentistas de ese hermoso país, sino la guerra contra los ejércitos
españoles que lo dominaban.”349

Ya de camino hacia el norte para asumir el mando de la situación, el Libertador


tuvo noticias alentadoras: todos los ataques hacia el suroeste, sureste y oeste que había
lanzado Morales habían sido bloqueados, quedando contenido en Maracaibo y el lago.
Bolívar consideró entonces que podía regresar a Guayaquil y seguir ocupándose de la
campaña peruana.350 Otro hecho esperanzador para los colombianos ocurrió el 16 de
diciembre, cuando cerca de Curazao fue capturada la corbeta española María Francisca
por las fuerzas de Danels. Este buque, aparte de tener un enorme valor en sí mismo, iba
en ruta desde Cuba, cargado con dinero y otros auxilios para Puerto Cabello.351

Detenemos aquí nuestra narración, pues en la siguiente parte nos ocuparemos de


estudiar la Campaña del Zulia de 1823 y la resolución de este asedio. Respecto al sitio
de Puerto Cabello en su primera fase de 1821 – 1822, podemos decir que impulsó el
desarrollo de la armada colombiana hacia un nuevo nivel; llevándola de manera
definitiva a ser una auténtica armada nacional y republicana, dejando su anterior
condición de fuerza corsaria. En efecto, la propia necesidad de una escuadra adecuada
para enfrentar a la división naval de Laborde y bloquear efectivamente a Puerto Cabello,
hizo tomar conciencia a los líderes colombianos de que la guerra se había vuelto
marítima y que debían dotar a la República con una armada acorde a la situación. En ese
sentido, el envío de agentes a Estados Unidos y Gran Bretaña para adquirir buques y los
decretos de Santander para crear la Escuela Náutica de Cartagena y la Infantería de
Marina, entre otros hechos acaecidos, no parecen casualidades; sino parte de un
programa que buscaba adecuar la armada al desafío presentado. Por todo esto, podemos

349
Ibídem, p. 49
350
Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela, p. 269
351
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 44

183
decir que con el sitio de Puerto Cabello se cerró un período en el desarrollo de la
armada colombiana y se abrieron las puertas del siguiente.

B) Operaciones navales, 1823 - 1830

Entre los años 1823 y 1830, la Armada de la República de Colombia llevó a


cabo variadas operaciones navales, tales como el bloqueo de Puerto Cabello y la
Campaña del Zulia en 1823, los cruceros en el Mar Caribe en 1824, la participación en
la liberación del Perú entre 1823 y 1826, diversas operaciones en la guerra entre
Colombia y Perú de 1828 – 1829, una larga guerra de corso contra España en todo el
período estudiado y algunas operaciones contra la rebelión de Páez en Venezuela entre
1826 y 1827. A continuación se analizarán todas estas operaciones, evaluando el
desempeño de la armada colombiana en las mismas.

a) La Campaña del Zulia, 1823

Como habíamos explicado más arriba, a inicios de septiembre de 1822 el general


Morales capturó Maracaibo, comprometiendo gravemente la seguridad de la República.
Si bien para diciembre las fuerzas realistas habían sido contenidas en la cuenca del Lago
de Maracaibo; era necesario recuperar la región y despejar la amenaza de una
contraofensiva española, que bien apoyada desde Cuba y Puerto Rico podía revertir
buena parte de los logros patriotas alcanzados desde 1819. Para ello el liderazgo militar
colombiano inició la que sería la última gran campaña dentro de las fronteras de la
República, la Campaña del Zulia.

1) El plan de campaña colombiano y la conformación de la Escuadra de


Operaciones sobre el Zulia

Hablamos de “Campaña del Zulia” puesto que la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo no fue más que la culminación de una larga campaña militar iniciada en
enero de 1823 con el bloqueo del Golfo de Venezuela y el movimiento de varias fuerzas
terrestres alrededor de la cuenca del lago. Se trata además de una campaña mixta, con
184
carácter terrestre y marítimo, aunque se haya decidido en una acción naval. Debido a la
dimensión de las fuerzas implicadas, la extensión en el tiempo de la campaña y la
complejidad de las operaciones emprendidas, bien pudiéramos decir que la Campaña del
Zulia de 1823 está entre las más grandes emprendidas por las fuerzas armadas de la
República de Colombia dentro de sus fronteras; más compleja que la Campaña de
Boyacá en 1819 o que la de la costa neogranadina en 1820 – 21, y a la misma altura que
la Campaña de Carabobo en 1821. No puede dejar de mencionarse, desde luego, que la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue la mayor batalla naval librada por la armada
colombiana, y quizá la más grande vista en las Guerras de Independencia de
Hispanoamérica.

Lo que sigue en las próximas líneas no pretende ser una narración y/o
descripción de la Campaña del Zulia o de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, pues
las mismas cuentan con extensa bibliografía, constituida por compendios documentales,
narraciones y análisis de tipo táctico y estratégico que el lector podrá consultar. Lo que
se busca en esta parte del trabajo es explorar dicha campaña a fin de encontrar las claves
de cómo se desarrolló la armada colombiana a raíz de la misma, evaluar su actuación de
en la campaña para calibrar el poder alcanzado por ella hasta esa fecha, y encontrar
pruebas que desmientan algunos mitos historiográficos formados en torno a la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo. Explicado esto, podemos comenzar.

La situación a comienzos de 1823 bien puede ser resumida en las palabras del
general Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y Marina, en su exposición al
Congreso el 18 de abril de ese año:

“[…] la batalla de Carabobo había cambiado el carácter de nuestra


guerra, haciéndola pasar de continental a marítima. El enemigo reducido a
las principales plazas de nuestra costa, dominaba con su escuadra nuestras
aguas, y era forzoso buscarlo en el mar o tomar en él preponderancia para
poder establecer los bloqueos, y para precavernos de incursiones
repentinas. Contra todas las probabilidades, y a despecho de tanta
dificultad como se presentaba, las medidas redobladas del gobierno
tuvieron el efecto deseado. Nuestra escuadra ha ascendido de cinco buques

185
a diez y nueve, de las cuales seis son corbetas, siete bergantines y seis
goletas.”352

La guerra tenía ya exhausta a la República. El Zulia había sido devastado con la


invasión de Morales, Boyacá apenas podía ofrecer hombres provenientes de Tunja y
Socorro, mientras que Pamplona y Casanare estaban casi desiertos. Del Magdalena sólo
podía obtenerse reclutas y unas pocas municiones y vestuario. La mayor parte de
Venezuela seguía agotada tras más de una década de guerra, y Ecuador aún no había
sido consolidado. En esta situación, solo los recursos financieros de la Nueva Granada
podían sostener el esfuerzo de una nueva campaña militar.353 Aparte de todo esto, no
podemos dejar de recordar que a finales de 1822 ya Colombia estaba disponiéndose a
auxiliar al Perú en su liberación, por lo que la invasión de Morales ponía a la República
bajo la amenaza de una guerra en dos frentes.

Ante estas dificultades, es menester preguntarnos: ¿cómo logró la República de


Colombia preparar en pocos meses una escuadra destinada expresamente a retar en
combate decisivo a las fuerzas navales españolas? La respuesta es en realidad compleja,
pues la “Escuadra de Operaciones sobre el Zulia” fue formada tanto con buques de la
República, como naves fletadas, barcos corsarios, etc. Los siguientes documentos
resultan bastante elocuentes:

“República de Colombia – Departamento del Magdalena – Secretaría


de la Comandancia General – Cartagena, a 16 de noviembre de 1822 –
XII.

Al señor Comandante General de Marina en comisión.

Con testa fecha digo al señor Comandante Courtois, lo siguiente:

352
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Briceño Méndez, Pedro. “Memoria del
Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra al Primero Congreso Nacional Constitucional de
Colombia, en el año de 1823 [recurso electrónico] / [Pedro Briceño Mendes]”. Bogotá, Imprenta del
Estado, por Nicomedes Lora, 1823. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible
en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza20.pdf , p. 3
353
De Mier, José M. El Almirante Padilla. Acción granadina en la Batalla de Maracaibo, p. 23

186
Si usted pudiese habilitar con la mayor prontitud posible los dos
buques de su propiedad “Intrépido” y “Cazador”, para que sigan a
incorporarse con la escuadra sobre Maracaibo, hará usted un servicio muy
interesante a la República, y de más importancia si fuera mandándolos
usted mismo.

Pero si los intereses de usted exigen imperiosamente destinar con


objeto mercantil la goleta de su propiedad, el “Cazador”, el Gobierno deja
a la discreción y patriotismo de usted el poderlo verificar, despachando
siempre el “Intrépido” a reunirse al señor Coronel Padilla, presentándose
al Comandante General de Marina, a quien con esta fecha copio esta
comunicación.

Y lo comunico a usted para su inteligencia y fines consiguientes.

Dios guarde a usted.

El general Mariano Montilla”354

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en


el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor General Secretario de Estado y del Despacho de Marina y Guerra.

La goleta de guerra “Atrevida”, como V.S. sabe, fue comprada por


cuenta del Gobierno en Río Hacha en cantidad de tres mil pesos. Su dueño
ha venido a esta plaza luego que la ocupamos, en solicitud de otro buque
de los presas, que recompensase aquella suma, y en efecto, le cedí en pago
de la “Atrevida” la goleta “Zulia”, debiendo abonar el más valor de esta
goleta que es de $ 650… no ha querido el dueño de la “Atrevida” hacerse
cargo de la “Zulia” hasta que no regrese a Cartagena, en donde la
recibirá y saldaremos cuenta, siendo por consiguiente de la del Gobierno el
pago de los $ 3.000 que importó dicha “Atrevida”, y en oportunidad se
dirigirá la competente distribución documentada.

El General, José Padilla”355

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra –


Maracaibo, septiembre 20 de 1823 -13°

Señor Secretario de Estado y del Despacho de Marina y Guerra

354
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 3
355
Ibídem, p. 156
187
Hago a V.S. presente que como que las goletas “Antonia Manuela” y
“Leona” fueron fletadas por S.E. el General Soublette para la campaña
que acabamos de rendir, y habiéndome dicho este General de oficio que las
iba a devolver a sus dueños, he prevenido lo conveniente al primer
Comandante General de Marina de este apostadero, Nicolás Yoly, que […]
las haga seguir a La Guaira, de lo cual eh dado cuenta al señor General
Soublette para los efectos consiguientes. Y con el mismo fin lo aviso a V.S.

El General, J. Padilla”356

Además de estos documentos, tenemos tres cartas del Capitán de Navío Nicolás
Joly en 1824, en las que reclama indemnización por la pérdida del bergantín Gran
Bolívar en el forzamiento de la Barra de Maracaibo el 8 de mayo del año anterior.
Dicho bergantín era de su propiedad personal, no de la República; por lo que Joly exigía
su debida compensación, al uso de los corsarios.357 Estos casos resultan muestras
representativas de cómo la República echó mano de cuanto buque pudo encontrar para
afrontar el previsible combate naval que se avecinaba. Encontramos pues, compras a
particulares, arrendamientos y préstamos por parte de corsarios y/u oficiales de la
armada. También muestra la documentación un vigoroso esfuerzo por poner a punto
viejos buques:

“Comandancia General de la Escuadra – A bordo de la goleta


“Rosa”, en el puerto de Sabanilla, enero 24 de 1823

Al señor General Comandante General del Depto.

Habiendo llegado a este puerto he encontrado en los bergantines


“Intrépido” y “Queche Libertador”, tan sumamente imposibilitados de
poder remontar, que me ha sido preciso ordenar a sus comandantes siguas

356
Ibídem, pp. 158 – 159
357
Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Archivo Francisco Javier Yanes. Tomo XV Corte de
Almirantazgo V. Documentos: 72. Carta de Nicolás Joly dirigida a Francisco Javier Yanes ministro de
Alta Corte de Justicia donde le comunica que no ha recibido el pago del bergantín Gran Bolívar y le envía
unos papeles. Firmado: Nicolás Joly. Maracaibo, 22 de septiembre de 1824. Nota: contiene sobre de envío
en folio 240vto. f. 239. 73. Carta de Nicolás Joly dirigida a Francisco Javier Yanes donde le comunica
que su anterior apoderado vendió lo correspondiente al bergantín Gran Bolívar y expresa estar
inconforme por lo que envía a su actual apoderado Luis Barato a Bogotá para verificar la venta. Firmado:
Nicolás Joly. Maracaibo, 8 de noviembre de 1824. Nota: contiene sobre de envío en folio 242vto. f. 242.
74. Carta de Nicolás Joly dirigida a Francisco Javier Yanes donde reclama no haber contestado sus
anteriores cartas y le reitera que se le adeuda cierta cantidad de dinero por los buques de una escuadra.
Firmado: Nicolás Joly. Maracaibo, 30 de junio de 1825. fs. 244 – 245.
188
a Cartagena, en donde se carenarán con la prontitud que exigen las
actuales circunstancias.

José Padilla”358

Las fuerzas que España pondría frente a la flota colombiana, aún en formación y
con incipiente capacidad oceánica, estaban al mando del Capitán de Navío Ángel
Laborde y Navarro, Segundo Jefe de la Escuadra de los Mares de la América
Septentrional. Esta sección de la Real Armada Española tenía su cuartel general en La
Habana, y apostaderos en Santiago de Cuba y Aguadilla (Puerto Rico). Cuando en Cuba
se supo de la conquista de Maracaibo por Morales, Laborde recibió la fragata
Constitución, la corbeta Ceres, y los bergantines Esperanza, General Riego y San
Carlos, además de 57.849 pesos en oro y plata para auxiliar a Morales, objetivo último
de toda la operación planteada por el mando naval español.359

Por su parte, el general Soublette al enterarse del ataque de Morales, envió una
expedición naval al mando del capitán de navío Beluche, la cual conducía un batallón
de infantería que debía desembarcar en Paraguaná y otro más que debía ir a Maracaibo
para auxiliar al general Clemente. Esta expedición naval llegó más rápido a la zona que
las fuerzas conducidas por Páez, que encontraron a Clemente en Trujillo ya vencido y
en retirada. Beluche encontró la Barra en manos realistas por lo que decidió continuar a
Río Hacha, para evitar las naves españolas que patrullaban la zona.360 Estas primeras
fallas patriotas en tierra irían convenciendo al liderazgo colombiano de que sólo
mediante el empleo de una escuadra capaz el Zulia podía ser liberado.

Por otra parte, la elección del general Padilla como comandante de la escuadra
destinada al Zulia es un tema digno de ser estudiado con detenimiento. Padilla había
cosechado un prestigio y una gloria altísimas al liberar Cartagena, las cuales pesaban
más que su condición de zambo. El liderazgo de Padilla llegó a provocar roces con el
general Montilla, quien escribió a Santander el 30 de noviembre de 1822 diciendo:
“Soublette ha ordenado que a Beluche le sea dado el comando de la [corbeta]

358
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 9
359
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo (Narración), p. 75
360
Ibídem, p. 57
189
Constitución [el buque insignia de la escuadra para el Zulia]. Esto ha causado discordia
porque la disposición de Padilla no es compatible con la de Beluche, Joly o Chitty.
Ellos son los primeros y mejores oficiales de la escuadra. Veremos y manejaremos con
tacto este asunto. En cualquier caso, Padilla permanecerá con el comando en
Cartagena.” Sin embargo, Santander ignoró la solicitud de Montilla, respondiendo el 19
de febrero de 1823 con la ratificación de Padilla como Comandante de la Escuadra del
Zulia.361 Es evidente que para Santander el origen neogranadino de Padilla pesaba
mucho más que su condición de zambo, por lo que lo hacía preferible para un comando
tan importante, por encima de hombres como Beluche, Joly o Chitty, de origen
extranjero. Sobre este asunto el experto David Bushnell opinó:

“Es difícil realizar una apreciación perfectamente objetiva de los éxitos


obtenidos por Padilla. Se trataba de un oficial pardo con escasos
conocimientos técnicos de marinería, a despecho de un corto servicio como
contramaestre en la marina británica, que se había adherido desde una
fecha temprana al liberalismo santandereano. Santander mismo fue
acusado de querer atribuir a Padilla todo el crédito por la toma de la
ciudad, despreciando la colaboración del ejército terrestre. Pero aunque no
se acuerde a Padilla todo el éxito, es un hecho innegable que su victoria
modificó sustancialmente el equilibrio de las fuerzas navales en las aguas
venezolanas, y contribuyó así a prevenir cualquier futura incursión de
fuerzas españolas y a apresurar la entrega de Puerto Cabello a Páez unos
pocos meses más tarde.”362

A pesar de estas disputas y rivalidades disimuladas, la escuadra colombiana


comenzó a anotarse éxitos desde finales de 1822. El 16 de diciembre las corbetas
Bolívar y Carabobo, junto con el bergantín Vencedor y la goleta Mosqueta atacaron a
tres buques españoles que trataron de entrar al Golfo de Venezuela, capturando a la
corbeta María Teresa, que portaba 24 cañones largos de 9 libras y tenía 200 tripulantes,
además de llevar 25.000 dólares en especias. Este buque venía de La Habana junto con
dos bergantines mercantes cargados de provisiones para Morales, los cuales también
fueron capturados. Dos semanas después fue capturada la corbeta española María
Francisca cerca de Puerto Cabello, la cual portaba 32 cañones y llevaba 30.000 dólares

361
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 206
362
Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, pp. 312 – 313
190
a bordo. En contraste, los españoles habían capturado un bergantín mercante en ruta de
Londres a La Guaira, el cual portaba 9 cañones y estaba cargado con 9.000 fusiles,
1.400 carabinas, 50 piezas de latón, 400 barriles de pólvora, además de pistolas, balas y
demás material de guerra.363

En enero de 1823 Montilla reunió un Consejo de Oficiales, entre los que se


encontraban Renato Beluche, Nicolás Joly y Walter Chitty, además de prácticos del
Golfo, la Barra y El Tablazo. Allí Montilla les participó su idea de forzar la Barra y
apoderarse de Maracaibo en un rápido movimiento. La idea fue aprobada por la
mayoría, y Montilla se comprometió a lanzar un ataque terrestre para distraer a Morales,
a fin de que éste redujera las defensas en la Barra. Dicho ataque quedaría a cargo de los
generales Soublette y Gómez, con los batallones “Carabobo” y “Tiradores”. El hecho de
que la escuadra contase con prácticos que conocían a la perfección la zona de
operaciones, incrementaba notablemente las posibilidades de éxito. Para iniciar las
operaciones, Montilla dio a Padilla facilidades para concentrar y abastecer la escuadra
en Río Hacha, puerto que se convirtió en la base para iniciar la campaña; y decretó el 15
de enero de 1823 el bloqueo del Golfo de Venezuela, desde el Cabo Chichivacoa en la
Península de la Guajira hasta el Cabo San Román, en la Península de Paraguaná. 364 Así
tomaba forma el plan colombiano para liberar el Zulia e iniciaba la campaña.

Respecto al soporte logístico, el historiador colombiano José De Mier nos dice


que las ciudades de Santa Marta, Cartagena y Río Hacha fueron cruciales para financiar
y abastecer a la Escuadra del Zulia, lo que le permitió a Padilla fletar nuevos buques y
reparar los que ya tenía. Para inicios de 1823 ya la escuadra estaba integrada por la
corbeta Constitución, los bergantines Gran Bolívar, Independiente, Marte, Intrépido, y
Libertador, las goletas Espartana, Independencia, Terror de España, Rosalía y Rosa,
entre otras naves, además de buques que se encontraban en otras áreas, como las
corbetas Bolívar y Boyacá, empleadas en el bloqueo a Puerto Cabello, o la goleta
Cazadora.365 Se trataba aún de una escuadra modesta, pero sus jefes estaban más que
dispuestos y preparados para cumplir su misión. Respecto a las fuerzas terrestres,
llegaron piquetes de los batallones “Carabobo” y “Dragones de Venezuela”,
procedentes de Valledupar y Río Hacha, los cuales fueron fusionados como batallón
363
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 207
364
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., pp. 61 - 63
365
De Mier, José M. Ob. Cit., pp. 18 - 34
191
“Magdalena”.366 Así comenzaba la gran operación terrestre y naval colombiana que
finalizaría con la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

2) Un análisis de la estrategia y la táctica colombianas en la Campaña del Zulia

Debemos pasar ahora a analizar la estrategia y tácticas colombianas en la


Campaña del Zulia. Consciente de la importancia que el dominio del mar tenía; y tras
haber reunido una escuadra de seis corbetas, siete bergantines, seis goletas y cuarenta y
cinco flecheras y cañoneras, el siguiente paso para el alto mando militar colombiano era
proceder a bloquear de manera efectiva el acceso marítimo a Maracaibo, es decir, el
Golfo de Venezuela.367

Es necesario explicar que en aquella época un bloqueo naval era bastante


complicado de aplicar. Además de la difícil comunicación entre los buques una vez que
éstos han zarpado y se ocupan de patrullar la zona a bloquearse, debe considerarse
también la autonomía en víveres de cada unidad, además de los necesarios descansos
que las tripulaciones deben tener en puerto. Todo esto hacía imposible que en todo
momento, todas las unidades implicadas estuviesen ejerciendo el bloqueo. Este análisis
aplica para el bloqueo a Puerto Cabello, ejercido en un área bastante pequeña en torno a
la boca de dicho puerto; y aún más para el área a bloquear según el decreto del 15 de
enero de 1823, la cual abarcaba la totalidad del Golfo de Venezuela. Por esta razón, era
realmente imposible que la Escuadra del Zulia pudiese cubrir todo el Golfo, y menos sin
un puerto base en la zona. Para mayor dificultad, los fuertes vientos que soplan todo el
año en dicha área, sumado al fuerte oleaje, hacen difícil para cualquier buque
permanecer al ancla, al pairo o de crucero por mucho tiempo en el Golfo sin tocar
puerto para reabastecerse o para las necesarias reparaciones. Es por esto que la escuadra
al mando de Padilla se concentró en Los Taques, en la costa este del Golfo, en la
Península de Paraguaná.

La escasez de víveres y la necesidad de reforzar aún más la escuadra obligan a


Padilla a despachar a Beluche a La Guaira en abril, con la finalidad de solicitar al

366
Ibídem, p. 34
367
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 62
192
general Soublette más apoyo para la escuadra fondeada en Los Taques. Aunque con
cierta reticencia por parte de Soublette…

“Caracas, abril 11 de 1823

Al señor Secretario de Marina y Guerra

El señor Capitán de Navío Renato Beluche, que llegó el 7 del


corriente a Borburata en el bergantín Independencia, siguió ayer a esta
ciudad a conferenciar conmigo y me ha impuesto del estado de las
operaciones del señor Gral. Montilla hasta el 21 del pasado.

El objeto con que ha venido ha sido el de obtener buques menores


para forzar la Barra de Maracaibo y otros auxilios que me pide con
urgencia el señor Comandante Padilla. En el bloqueo de Puerto Cabello
hay en la actualidad tres pequeñas embarcaciones que dice Beluche son
aparentes para su empresa, pero yo no me atrevo a desprenderlas del
servicio a que están destinadas sin acordarlo con S.E. el Gral. Páez, pues
por falta de buques de esta especie y fuerzas sutiles en el bloqueo que hasta
ahora ha sido ineficaz, y separando lo que hemos llegado a conseguir, será
forzoso desistir de la operación contra Puerto Cabello. En verdad que es
cosa peregrina que después de tanto tiempo que se preparan las
operaciones en el Magdalena no se haya previsto antes la falta de
embarcaciones menores y que se pidan éstas y otros auxilios marítimos a
Venezuela, que no es país de marinos, que tiene la guerra en su seno y que
no puede cubrir sus cargas ordinarias, sin embargo, yo haré como siempre
cuanto dependa de mí por auxiliar al señor Comandante de lo que
ejecutaré.

Dios guarde a VS. muchos años.

C. Soublette.”368

…Beluche consiguió las goletas Leona y Antonia Manuela, 70 soldados del


batallón “Tiradores” y 4000 pesos.369 Para el 1º de mayo Beluche se encontraba en Isla
Larga, muy cerca del asediado Puerto Cabello, con el bergantín Independiente, las dos

368
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), pp. 114 - 115
369
Ibídem, p. 63 y Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4:
1822-1824), pp. 208 – 209
193
goletas ya mencionadas, además de la Juana y la Favorita, más la barca Heroína. Es en
este momento cuando se producirá un combate que a la postre resultaría decisivo para la
Campaña del Zulia y para la resolución de la guerra.

Pasado el mediodía Beluche se disponía a zarpar cuando las corbetas Carabobo


y María Francisca al mando del CN. John Daniel Danels, la cuales bloqueaban Puerto
Cabello, le hacen señales indicando que se aproximaban dos naves enemigas: se trataba
de la fragata Constitución y la corbeta Ceres, los dos buques mayores de la división
naval del CN. Ángel Laborde y Navarro. La sorpresa, combinada con la neta
superioridad de las fuerzas realistas decantó pronto el combate a favor de España. La
prioridad de llegar a Los Taques para reforzar a Padilla y cumplir así su objetivo, hizo
que el CN. Beluche optara por escapar aprovechando el viento y la mayor ligereza de
sus naves cuando empezaba a caer la noche. Por su parte, las dos corbetas de Danels
fueron capturadas, siendo el propio capitán tomado prisionero. Laborde entró a Puerto
Cabello el 4 de mayo, llevando consigo las naves y los marinos capturados. Beluche
arribó a Los Taques la noche del 2 de mayo, informando de inmediato la situación a
Padilla, tras lo cual se reunió una Junta de Guerra que decidió forzar la Barra y entrar al
Lago de Maracaibo.370 Los comandantes colombianos juzgaron que Laborde pronto
llegaría al Golfo y que no podrían vencer a la Constitución y a la Ceres, muy
probablemente reforzadas por la Carabobo y la María Francisca. Entrando al lago, esta
posibilidad se anulaba, puesto que las naves realistas no podrían pasar la Barra debido a
su mayor calado.

Visto según la perspectiva del momento y no retrospectivamente después de la


batalla, la situación de la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia el 3 de mayo de 1823
no era nada prometedora. Laborde apenas había llegado a aguas colombianas y había
capturado dos de las mejores naves de Colombia, dotadas además con tripulaciones
experimentadas y aguerridas, constituidas en su mayoría por oficiales y marineros
norteamericanos. El combate del 1º de mayo de 1823 en Isla Larga tiene una
importancia fundamental para comprender el desarrollo de la campaña naval llevada a
cabo por la República de Colombia para recuperar el Zulia, pero nos ocuparemos de
estudiarlo con detenimiento más adelante.

370
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., pp. 63 y 76

194
Tras la pérdida de la Carabobo y la María Francisca, a la escuadra de Padilla le
quedaban solo tres acciones para tomar: la primera, forzar la Barra y entrar al lago para
eludir a los más grandes buques de Laborde; la segunda, esperar en Los Taques y acudir
a una batalla naval en la que tendrían muy pocas posibilidades de ganar; y la tercera,
retirarse a Río Hacha, Santa Marta o Cartagena, abandonando completamente la zona a
las fuerzas navales españolas.371 Llegados a este punto, conviene revisar las
comunicaciones para tener una idea clara de la situación y entender las decisiones
tomadas por los jefes de la escuadra.

Comencemos por la relación de hechos que Beluche ofrece a Padilla:

“República de Colombia – Bergantín de guerra “Independiente”,


enfrente a los Taques, a 3 de mayo de 1823.

Señor Comandante General de la Escuadra.

A las dos y media de la tarde del 1° de éste, llegué a La Guaira, al


fondeadero de Isla Larga, con las goletas “Leona”, “Antonia Manuela”,
“Juana”, “Favorita” y barca “Eronión”, y al momento el Comandante de
la escuadra que bloquea a Puerto Cabello me informó que las dos fragatas
que estaban a la vista eran enemigas y se dirigían al puerto. A las tres me
hice a la vela con las corbetas “Carabobo” y “María Francisca” y dos
pequeñas goletas que hacían la fuerza de la escuadra, y seguí los
movimientos del Comandante Danells dando órdenes a los buques de mi
convoy que si las fuerzas enemigas eran superiores a las nuestras, de
seguir para el puerto de Los Taques a incorporarse a la escuadra del
mando de V.S. A las tres y cuarto estábamos fuera de la isla de Alcatraz,
gobernando al NO ¼ O con toda vela; el enemigo, demorando al N.E. ¼
N., el Comandante de la escuadra haciendo cabeza de la línea con la
“Carabobo”, en segunda la “María Francisca” y yo el tercero. A las tres y
media se hizo la señal de formar la línea de batalla a medio cable. A las
tres y tres cuartos la de estrechar más la línea y al mismo tiempo el
enemigo arribó sobre nosotros con toda vela. A las cuatro señal de
prepararse a dar el abordaje nuestras goletas navegando por sotavento,
distancia dos millas; a las cuatro y cuarto el enemigo quedaba a tiro de
cañón de a 18, guardando el barlovento; a las cuatro y tres cuartos se
rompió el fuego a tiro de fusil por las dos corbetas, batiendo a la fragata, y
el bergantín de mi mando a la corbeta. A las cinco tres obenques del palo
371
Jurado Toro, Bernardo. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo librada el 24 de julio de 1823, p. 81

195
de trinquete, las burdas del mastelero del velacho, las drizas del foque,
juanete y pico de la mayor, fueron cortadas; a las cinco y veinte minutos
cuatro obenques, burdas del palo mayor y los amantillos de la botavara
fueron cortadas, sosteniendo el fuego más vivo. A las cinco y media tres
cañones de la batería se quedaron inútiles por haber faltado los bragueros
recibiendo en este momento parte del fuego de la fragata que me puso al
nivel del agua tres balas de a 24, que me pasaron por el costado. A las
cinco y tres cuartos, teniendo gran parte de la maniobra cortada y con
driza de Gavia, dejé correr por sotavento y al habla de la “María
Francisca” para pasar más drizas de foque y brasas de gavias y de juanete
mayor. En este intermedio la “Carabobo” arribó en popa y la “María
Francisca” siguió la misma maniobra, movimientos que me hicieron ver
que abandonaba el combate; ceñí el viento, y la fragata, arribando en
popa, pasó entre mí y las corbetas y recibí todo su fuego que me puso en el
último peligro y de rendirme a la corbeta que no me abandonaba; pero el
valor de mis oficiales, animando a mi tripulación, me hizo maniobrar con
tanta precipitación, que pude conseguir coger el barlovento al enemigo en
lo que estuvo mi salvación. A los pocos minutos cesó el fuego de las
corbetas, que se rindieron a la fragata. Mi pérdida consiste en cuatro
muertos y cuatro heridos. Se ha sostenido en este desgraciado combate
todo el honor de las armas de Colombia por el tiempo de hora y cuarto
contra una fuerza doble a la que teníamos. La corbeta “María Francisca”
tenía catorce cañones por haberle sacado parte de la artillería para las
baterías de tierra; la “Carabobo” veintidós, desde el calibre de a 9 hasta
el de a 12.

V.S. conoce la fuerza del bergantín de mi mando y haber sostenido


una acción tan larga contra una corbeta de primer rango, hará ver a V.S.
que aún batidos, somos sin tacha. Lo que comunico a V.S. para su
inteligencia y gobierno.

Dios guarde a V.S.

Renato Beluche

Es copia de su original

José Padilla”372

Veamos ahora un extracto del Acta de Forzamiento de la Barra, 3 de


mayo de 1823:

372
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 18 - 20
196
“El señor Capitán de Navío Beluche, dijo que era de parecer se
pusiese por obra el forzar la barra y ocupar la laguna de Maracaibo,
porque de este modo nada menos se consigue que salvar la patria que por
ahora está en peligro con las mayores fuerzas del enemigo por la mar,
añadiendo que no debe perderse un momento […]

[…] los señores Comandante General y Mayor General de esta


escuadra, manifestaron también que su concepto era el que a costa de
cualquier sacrificio se proceda a forzar la barra y ocupar la laguna con las
fuerzas que tenemos en este puerto, aun cuando no es seguro y sí expuesto
al golpe, pero que es preciso hacerlo así en obsequio de la salud de la
patria y del honor de las armas de Colombia, pues siendo ya demasiado
superiores las fuerzas marítimas enemigas con el apresamiento de nuestras
corbetas de guerra “Carabobo” y “María Francisca”, son infructuosas las
que nosotros tenemos en este bloqueo, si no se toma la resolución
indicada.”373

Y finalmente la información enviada por Padilla a Montilla:

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra de


Operaciones sobre el Zulia – A bordo de la corbeta de guerra
“Constitución”, al ancla en Los Taques, mayo 3 de 1823

Señor General Comandante General del Ejército del Magdalena, Mariano


Montilla […]

Al amanecer del día de hoy ha llegado a este puerto el señor Capitán


de Navío R. Beluche con el buque de su mando y goleta “Leona” y
“Antonia Manuela”, aquella con un cañón de a dieciocho, y ésta con otro
de a 8, pero con sólo seis y ocho marineros cada una, cuyo auxilio, así
como cuatro mil pesos y setenta hombres de infantería de “Tiradores”, me
han sido remitidos por S.E. el General Soublette…

Los buques todos de esta escuadra han de entrar por la barra, según
me aseguran los prácticos, excepto la corbeta, que no pudiendo por su
calado verificarlo […]

373
Ibídem, pp. 21 - 22

197
Adición – El mismo señor Comandante Beluche me ha asegurado que
antes de entrar en el combate se le había informado haber mandado y
perdídose el bergantín “Pichincha”.”374

La crítica situación sobrevenida por la derrota en Isla Larga se evidencia en esta


comunicación:

“Caracas mayo 5 de 1823. – N° 66

Al Comandante de la corbeta Bolívar o al Comandante de cualquier otro


buque de la República que se encuentre en Los Cayos de San Juan o sobre
Punta de Tucacas.

Las corbetas La Carabobo y la María Francisca han tenido un


combate desgraciado el día 1° del corriente con una fragata y una corbeta
españolas frente a Puerto Cabello. Este sucesos ha dado al enemigo la
superioridad sobre nuestras fuerzas marítimas que no deben exponerse a un
combate desigual e impetuoso; en esta virtud dispongo que V.S. con la
corbeta de su mando y el bergantín Vencedor venga si es posible al puerto
de La Guaira con las precauciones necesarias, pero si V.S. cree que no
puede llevarse a efecto esta orden debe dirigirse a sotavento con los demás
buques que le acompañen para reunirse a la División que obra sobre
Maracaibo, y se pondrá a las órdenes del Sr. Capitán de Navío José
Padilla.

Lo prevengo a V.S. para su pronto y exacto cumplimiento.

Dios guarde a V.S. muchos años,

Carlos Soublette”375

Para fortuna de la Escuadra del Zulia, Morales cometió el gravísimo error de no


defender adecuadamente la Barra, lo que hizo posible su forzamiento y la entrada a la
Bahía de El Tablazo. Morales había sobreestimado la capacidad del Castillo de San
Carlos y del fortín de Zapara para negar el acceso a los buques colombianos, y también
374
Ibídem, pp. 15 - 16
375
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo I), p. 98
198
había subestimado fatalmente la capacidad y determinación de Padilla y sus hombres.376
Así reflexiona el almirante Eljuri-Yúnez sobre este punto de inflexión de la campaña:

“¿Por qué no se tomaron prevenciones ante las informaciones de la


probable acción de los republicanos? No se defendió en debida forma la
entrada de la Barra a la que la naturaleza y la técnica oponían serios
obstáculos y la cual fue franqueada no sin dificultad por la escuadra
republicana. Pudo haberse barrenado algunas unidades en la entrada,
pero no se hizo, o atacado a la escuadra republicana, con el objeto de
debilitarla para destruirla posteriormente a su salida del canal de El
Tablazo aprovechando las dificultades que oponía la naturaleza a esa
operación […]

La naturaleza presentaba al General Morales un obstáculo, en el paso que


tenían que hacer los republicanos del bajo fondo de El Tablazo, operación
difícil y riesgosa, pero necesaria su ejecución, para operar contra
Maracaibo y conquistar allí el dominio del mar. Esto debió pensarlo
Morales, y debió actuar con sus fuerzas a la defensiva estratégica ante
fuerzas superiores; también pudo cegar este paso echando buques a pique
en su estrecho canal, o bien agotar los recursos del arte, y en caso de que
esto no fuera practicable, aprovechar el menor contratiempo que ocurriese
a los republicanos en este difícil paso para efectuar ataques de
hostigamiento que tendieran a debilitarlos o destruirlos.

Parece que esta fue la interpretación que se dio al movimiento que ejecutó
al reunir fuerzas y situarlas en la desembocadura de El Tablazo. Esta
decisión habría hecho ver que el General Morales conocía su situación y
que marchaba a defender el paso de El Tablazo […] Pero todo esto se
desvanece al ordenar Morales el retiro de los buques mayores hacia
Maracaibo y dirigirse personalmente a El Moján con las fuerzas sutiles,
dejando sólo una flechera en la defensa de dicho sitio.

No cabe dudas de que el General Morales carecía de conocimientos de


estrategia naval y de que sus actuaciones fueron más bien, en esta materia,
el fruto de improvisadas aventuras. En lugar de prepararse para la
defensa, en vez de tomar las providencias para resistir la acometida, se
concretaba a burlarse de Padilla y sus oficiales y a denigrar de ellos con
imputaciones ofensivas y calumniosas y denuestos de muy mal gusto.”377

376
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 51
377
Ibídem, pp. 112 - 113
199
Este error de Morales, que resultaría fatal, queda aún más en evidencia ante el
hecho de que tres años antes el entonces Gobernador de Maracaibo, Coronel Feliciano
Montenegro, había realizado una serie de pruebas, las cuales demostraron que si bien
era bastante difícil forzar el paso de la Barra, tampoco era imposible. ¿Sabía Padilla
esto?... es muy posible; pues ya en el Consejo de Guerra reunido en Río Hacha habían
participado prácticos de la zona, con cuyos reportes pudo elaborarse el plan de forzar la
Barra. ¿Morales sabía esto?... es posible también, pues algunos ex funcionarios del
gobierno colonial debían quedar en Maracaibo.378 Es patente pues que una mezcla de
exceso de confianza con simple negación de las capacidades de su enemigo, llevaron a
Morales a un descuido que le terminaría costando muy caro a la causa española en
América.

De acuerdo con el plan establecido, la escuadra compuesta por cinco


bergantines, siete goletas y las fuerzas sutiles iniciaron su paso por la Barra a las 14:30
horas del 8 de mayo. Con viento favorable y en ejecución casi perfecta, pasaron entre
los castillos, perdiéndose sólo el bergantín Gran Bolívar, que al quedar inmovilizado
recibió muchos impactos. Con sangre fría, su tripulación lo descargó, trasladó sus armas
y demás útiles a otros buques y lo incendió, para evitar su uso por el enemigo.379 Una
vez que la Escuadra del Zulia penetra en el lago, la situación cambia dramáticamente.
Ahora tendrían la ventaja sobre la flotilla reunida por Morales, y podrían negarle el uso
del lago como vía de abastecimiento.

Es desconcertante darnos cuenta que desde el 8 de mayo hasta el día 20, los
españoles no emprendieran ningún ataque contra la escuadra de Padilla, permitiéndoles
no solo forzar la Barra, sino atravesar El Tablazo y llegar a Punta Palmas, ya en el
estrecho que conecta a ésta con el Lago de Maracaibo propiamente dicho. Un ataque en
esos momentos en los que la escuadra colombiana estaba en posición tan vulnerable
habría sido devastador para ella. El 20 de mayo los españoles atacaron con once buques
mayores y catorce embarcaciones menores, pero fueron rechazados por los fuegos de
los bergantines Independiente y Marte, retirándose tras media hora de lucha y con más
de veinte heridos, además de perder la flechera Margarita. Los colombianos tuvieron
apenas tres muertos y tres heridos. El 25 Padilla devolvió el golpe, atacando con las

378
Machado, Eduardo Héctor. Campaña Naval del Lago de Maracaibo, p. 26
379
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 65
200
fuerzas sutiles y tres goletas a los españoles. Logró hundir la flechera Guaireña, de la
cual tomó sus armas, y rescató veinte prisioneros que los españoles habían tomado en
Garabulla.380 Enfrentamientos parciales como éstos demostraban la actitud agresiva de
los hombres de Padilla y el poco dominio de la situación que estaba mostrando Morales.

Al conocer el general Gómez que la escuadra de Padilla había forzado la Barra,


avanzó con sus fuerzas hasta el río Socuy, al norte de Maracaibo. Morales a su vez supo
de este movimiento y organizó tropas, al frente de las cuales marchó hasta dicho punto,
dejando Maracaibo a cargo del coronel Jaime Moreno con una reducida guarnición. Al
caer Morales en semejante distracción, dejó el camino expedito para que la escuadra de
Padilla transportara a dos compañías de ejército de Manrique (con quien Padilla había
establecido contacto desde finales de mayo) desde la costa oriental del lago. Manrique
se apoderó de Maracaibo el 16 de junio y capturó todo aquello que podía ser útil al
enemigo: armas, municiones, víveres, dinero, vestuario, etc. y desmanteló también las
baterías de la muralla que defendía la ribera del lago en la zona de El Milagro. 381 Tres
días después Manrique se retiró ante el regreso de Morales, pero ya el daño había sido
hecho. Morales cometió un tercer error, luego de no defender la Barra ni de hostigar a la
escuadra de Padilla en El Tablazo, que había costado muy caro a los españoles tanto en
términos materiales como de moral. Así lo analiza el almirante Eljuri-Yúnez:

“La imprudencia de Morales de dejar desguarnecida a Maracaibo, en


presencia de un enemigo que lo rodeaba y que controlaba las
comunicaciones marítimas del lago, a través del cual pudo movilizar
fuerzas adecuadas, costó caro a los realistas; los republicanos aumentaron
sus recursos logísticos a expensa de los realistas. Es inconcebible haber
debilitado la defensa de la capital en la circunstancia en la que los
republicanos poseían bastante fuerza naval, en la cual fácilmente podían
transportar tropas por agua, para atacarla en circunstancias favorables,
en mucho menos tiempo del necesario para que el ejército, situado a más
de 60 kilómetros, llegara a su defensa. Esta violación flagrante del
principio de economía de las fuerzas equivalía a abandonar la ciudad a los

380
De Mier, José M. Ob. Cit., p. 41
381
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 67
201
republicanos y con ello los contados recursos de los que disponía el
ejército.”382

Sin embargo, a pesar de haber propinado tres fuertes golpes a Morales, la


Escuadra del Zulia aún no había enfrentado a las fuerzas de Laborde. Éste oficial naval
había traído a aguas colombianas un total de cinco grandes buques: la fragata
Constitución, la corbeta Ceres, los bergantines General Riego, San Carlos y Esperanza.
La Constitución y la Ceres no pudieron ser introducidas al lago por su mayor calado
(superior a 4,5 m). Los otros tres sí pudieron entrar al lago el 16 de julio.383 ¿Por qué
había tardado tanto Laborde en alcanzar a Padilla en el lago?... Posteriormente, ya en
Cuba, Morales acusó de negligencia a Laborde justamente por éste y otros motivos. Sin
embargo, la respuesta de Laborde nos resulta esclarecedora.

“[…] desgraciadamente salieron errados nuestros cálculos y el General


[Morales] no recibió la correspondencia hasta muchos días después,
porque al recalar la goleta Especuladora el día 8 del mismo mes [mayo]
sobre la barra de Maracaibo halló fondeada la escuadrilla enemiga con
toda tranquilidad en su inmediación, disponiéndose para pasarla; luego el
general Morales no recibió oportunamente, como lo afirma, la noticia de
mi llegada a Puerto Cabello.”384

“[…] seguí sobre Puerto Cabello por las razones siguientes: 1º porque allí
estaba seguro de encontrar los enemigos a quienes buscaba; 2º porque
consideraba muy escasa de víveres la plaza de Puerto Cabello, según las
noticias que se me habían dado y por consiguiente muy exigente levantar su
bloqueo y ponerla en estado de proveerse de lo indispensable; 3º porque si
me hubiera sotaventeado sobre Maracaibo, siendo mucho más larga y
penosa la remontada para los buques de cruz que para las goletas, me
exponía a que informados los enemigos de mi llegada sobre aquellas costas
se hubiesen retirado a La Guaira, imposibilitándome el batirlos, o hubiesen
tomado el temible partido de venirse a cruzar sobre estas costas que
entonces quedaban desprovistas de fuerzas navales que pudiesen
protegerlas, y habrían por consiguiente causado daños al comercio de

382
Ibídem, p. 127
383
Ibídem, p. 90
384
Millares Carlo, Agustín y Sánchez Díaz, Carlos (Compiladores). Documentación realista sobe la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo, p. 7
202
incalculables consecuencias, a más de el desaire de poner en bloqueo esta
misma capital; 4º porque en aquel momento ignoraba yo hubiese fuerzas de
alguna importancia en el Saco de Maracaibo ni que intentasen forzar la
Barra, mucho menos que lo lograsen, porque esto confieso que jamás me
pasó ni podía pasar por la imaginación más delirante; y 5º porque así me
lo preveía en sus instrucciones el Excmo. Señor Contralmirante fundado en
lo mismo que llevo expuesto.”385

“[…] en la acción de 1º de mayo sufrieron averías los buques de mi cargo,


sí en Puerto Cabello no había maestranza, si fue necesario ir a buscar
sobre las costas maderas y pertrechos de buques perdidos para repararlas
[…]”386

“El día 2 de junio llegó a mi noticia la entrada de las fuerzas marítimas de


los enemigos en la Laguna de Maracaibo por comunicación que hicieron a
las autoridades de Puerto Cabello y a mí los comisionados del general
Morales en Curazao, por medio de un bote que despacharon al intento: en
esta comunicación en que se referían a otra del coronel Lorenzo desde la
ciudad de Coro manifestaban que el general deseaba buques menores
armados que oponer a los enemigos de la Laguna, y la necesidad de
socorrer con víveres el castillo de S. Carlos”387

Fuesen ciertos o no, excusas o razones válidas, los argumentos de Laborde; el


punto es que su tardanza de más de un mes en entrar al lago dio tiempo suficiente a la
escuadra colombiana para cortar el envío de suministros a Maracaibo, y además dar un
fuerte golpe de mano a Morales. Finalmente llegó el 24 de julio y con ese día, el choque
definitivo. Así resume el inicio de la batalla el Diario de la Escuadra de Operaciones
sobre el Zulia:

“[…] el señor General, con motivo de lo ocurrido el día de ayer, dispuso


que el Comandante de la “Espartana”, Capitán de Fragata James Bluck,
quedase a bordo del bergantín “Independiente” colocando en su lugar a su
segundo el señor Marey R. Mankin, y en lugar de éste el señor Stagg,
ordenando al mismo tiempo que el Capitán de la “Leona” pasase al

385
Ibídem, pp. 8 - 9
386
Ibídem, p. 9
387
Ibídem, p. 11
203
“Marte”, nombrando en su lugar también a su segundo el señor Juan
Macan, reemplazando el hueco que ésta dejaba Jaime Stuard, oficial de la
“Espartana”, destinando a este último buque al aspirante Santiago
Moreno, para que se entendiese en las señales.

No contento el señor General con esta mutación, dispuso también alterar el


orden de batalla, colocando los buques del modo que manifiesta el plano
que se envía por separado, persuadido que de este modo se lograría mejor
la cooperación de todos.”388

“[…] a la una y cincuenta y cinco logramos nuestros deseos. El viento se


afirmó por el N.E. y la marea vaciaba, de suerte que lo que aquel nos podía
sotaventar, aquella nos aguantaba a barlovento. Todo nos era favorable y
todo nos convidaba a atacar a los enemigos que se hallaban fondeados a
nuestra frente en una línea paralela a la costa y próximos a ella.”389

“Dos goletas ocupaban la cabeza meridional de la línea y a estos seguía el


bergantín “San Carlos”, después una goleta, y seguían alternativamente
los bergantines, goletas y goletas, ocupando el otro extremo a retaguardia
todas las fuerzas sutiles.”390

“A las dos se mandó al Comandante de éstas levase y siguiese desde luego


sobre las de igual clase enemigas, en atención a que por su menor andar,
debíamos adelantarlas.”391

La batalla en sí misma es bastante conocida como para detenernos a narrarla de


forma pormenorizada. Baste recordar que pasado el mediodía, la escuadra colombiana
cruzó el estrecho con viento a favor, sorprendiendo a la española que seguía anclada.
Laborde rápidamente suspendió su reunión en tierra con Morales, abordó la goleta
Especuladora, y dio orden a sus buques de acoderarse y esperar al ancla a su enemigo,

388
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 87 - 88
389
Ibídem, p. 88
390
Ídem
391
Ídem
204
disparando unas tres andanadas de metralla y fusilería. La escuadra colombiana avanzó
formando línea de combate, hasta colocarse en paralelo a la española, sin responder el
fuego hasta que estuvieron a toque de penoles. Entonces se disparó una mortal andanada
y se procedió al abordaje. El combate duró alrededor de tres horas, siendo bastante
violento al haberse convertido en una serie de abordajes de buque a buque, combates
con arma blanca y descargas de cañones y fusilería, todo ello entre gran humareda y
llamas. Los colombianos sumaron 44 muertos y 119 heridos, mientras que los españoles
tuvieron 800 bajas entre muertos y heridos, 69 oficiales y 369 soldados y marineros
prisioneros.392 Por otra parte, la escuadra colombiana capturó a los bergantines San
Carlos y General Riego, las goletas Mariana, María, Liberal, Guaireña, Monserrate,
María Habanera, Rayo, Estrella, Guajira y Cora, además del falucho Relámpago.393

Pasando al análisis táctico de la batalla, asunto primordial en esta parte del


trabajo, recogemos los comentarios del almirante Eljuri-Yúnez:

“Del análisis […] se desprende que la escuadra y fuerza sutil republicana


superaba a la realista en número de bocas de fuego (1/3 más,
aproximadamente) y en peso por andanada (un poco menos de 2/3 más,
aproximadamente); la escuadra y fuerza sutil realista superaba a la
republicana en número de buques (10 naves más) y en efectivos
humanos.”394

“El comandante de la escuadra realista, aunque por razones muy diferentes


a como lo hizo Brueys con la escuadra francesa a su mando en la célebre
batalla de Aboukir, esperó a la republicana con sus buques fondeados y
arrejerados, sacrificando así el principio de la movilidad y dejando por
completo la iniciativa en manos de los republicanos. Hecha abstracción de
las causas por las cuales los españoles combatieron en tan mala posición, y
de la rivalidad de los jefes, es necesario convenir en que el triunfo de la
flota republicana en esa acción naval se debió tanto a su superioridad
combativa como a la unidad de mando, al ardoroso espíritu de lucha, a la
voluntad de triunfar, a que la causa que defendían Laborde y Morales

392
Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela, p. 280
393
Gaceta de Colombia. Domingo, 24 de agosto de 1823
394
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 94
205
estaba desprestigiada y agonizante en estas regiones del continente
americano.

Es evidente también que la buena explotación de los factores tácticos


favoreció el éxito de los republicanos, quienes atacaron desde la posición
de barlovento, por lo que el viento arrojaba sobre los realistas las
bocanadas de humo y el agua proveniente de los piques cortos de sus
buques, permitiendo, además, a éstos desarrollar una buena velocidad
táctica.”395

“¿Por qué combatieron tan desventajosamente Laborde y Morales en esa


zona? La posición entre el islote de Capitán Chico, bordeado de bancos de
arena peligrosos, y El Milagro de poco fondo, era muy comprometida y
riesgosa. Han podido evadir la batalla y dirigirse al Sur, manteniéndose a
la defensiva estratégica, en espera de condiciones más favorables; con
razón Laborde dijo posteriormente que esa posición era un suicidio.”396

A partir de lo que sabemos de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, ¿es


posible que nos aproximemos al menos a definir la doctrina táctica que tenía la armada
colombiana?... Lo consideramos posible. A la luz de la observación y análisis de la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo, y de combates previos; podemos decir que las
tácticas navales colombianas venían a ser una suerte de collage o mezcla de diversas
escuelas tácticas, explicable por el variado origen y formación de su cuerpo de oficiales,
algunos de formados en la Real Armada Española, otros de origen británico, muchos
otros venidos de Estados Unidos y de la guerra de corso, y muchos otros criollos con
experiencia en fuerzas sutiles.

Encontramos pues que al parecer era un principio básico naval colombiano no


enfrentarse a fuerzas superiores, sino retirarse; algo evidente en el escape de Beluche en
el combate del 1º de mayo en Isla Larga y en la posterior decisión de forzar la Barra.
Evidentemente este principio es derivado del estilo de combate de los corsarios. Un
segundo principio identificable en las tácticas colombianas era el actuar con velocidad y
audacia, manteniendo siempre el factor sorpresa y por tanto la iniciativa en el combate;

395
Ibídem, p. 95
396
Ibídem, p. 96

206
esto queda evidenciado en el forzamiento de la Barra, así como la agresividad en los
combates preliminares contra la escuadra española y en la ocupación de Maracaibo el
16 de junio.

El tercer principio observable es el de no disparar a larga distancia, sino muy


cerca de las naves enemigas; esto muy probablemente se debió a tres factores: primero,
la presencia mayoritaria de carronadas en vez de cañones largos en los buques
colombianos, armas que podían disparar munición de gran peso y poder destructivo
pero a menor distancia, lo que obligaba a combatir de manera más cerrada; segundo, el
hecho de que las tripulaciones colombianas – especialmente los artilleros – por lo
general no contaban con un entrenamiento profesional, por lo que duelos de artillería a
larga distancia les habrían resultado desventajosos frente a un enemigo mejor entrenado;
y tercero, la escasez de munición los obligaba a emplear muy bien cada tiro, lo que
hacía descartable gastar balas de cañón en un combate a distancia, obligándolos por
tanto a acercarse para acertar la mayor cantidad de tiros posibles. El cuarto principio
sería el de decidir los combates con abordajes y no con el hundimiento de las naves
enemigas; un estilo de lucha también típico de piratas y corsarios, que no podían darse
el lujo de hundir los buques contrarios – con su cargamento – sino capturarlas para su
beneficio, ya fuese mediante el remate de las naves y su carga, o por la incorporación de
las mismas a sus fuerzas. Además de lo anterior, en los abordajes se podía compensar el
inferior entrenamiento de los marinos, artilleros e infantes de la escuadra frente a
tripulaciones profesionales, explotando los oficiales al máximo el factor sorpresa, la
mayor agresividad y mayor destreza en combate con armas blancas de sus hombres.

En resumen, tendríamos que debido al diverso origen de sus oficiales, a los


medios con los que contaban y a las propias características, fortalezas y debilidades de
sus combatientes, la armada colombiana desarrolló una doctrina táctica adecuada a sus
circunstancias, que la hacía peligrosa para su enemiga española si sabía atraerla al
combate en condiciones favorables. La doctrina táctica colombiana combinaba entonces
la velocidad y maniobra de los británicos, y sobre todo de los corsarios, con el empleo
de la carronada y las descargas a corta distancia de los norteamericanos; era además
muy diestra en abordar y capturar buques enemigos, gracias a la ferocidad de sus
oficiales, marineros e infantes, llegando a ser aterradoramente famosos los
margariteños, quienes en combate empleaban incluso aguijones de mantarraya. En

207
general, se trataba de una doctrina táctica ofensiva que resultó muy eficaz en la guerra
contra España.

Por otra parte, en su conjunto táctico la Batalla Naval del Lago de Maracaibo
comparte características con algunas de las grandes batallas navales de las dos décadas
anteriores. Esto no parece casual, y habla del conocimiento teórico y empírico de los
oficiales españoles, y sobre todo colombianos, que participaron en la misma. En primer
lugar, la batalla no fue un choque desordenado y caótico de embarcaciones sino el
auténtico enfrentamiento de dos formaciones, de dos líneas de buques, tal y como
fueron las batallas navales de las grandes potencias marítimas europeas desde finales del
siglo XVIII; solo con la notable diferencia de que aquí se enfrentaban goletas y
bergantines, en vez de navíos de línea. Es decir, difería la escala, no la esencia y
morfología del combate. En ese sentido, podemos encontrar en Maracaibo similitudes
con el Combate del Glorioso 1º de Julio de 1794 debido a la violenta arremetida de la
línea colombiana sobre la española, y sobre todo con la Batalla del Nilo o de la Bahía de
Abukir (1º al 3 de agosto de 1798), debido al enfrentamiento de la línea española al
ancla y estática contra la maniobra colombiana.

Por su parte, la violencia de los duelos individuales, con andanadas y descargas a


toque de penoles, y violentos abordajes, recuerdan en parte a la Batalla de Trafalgar (21
de octubre de 1805). Finalmente, el desarrollo de la batalla en un lago y el protagonismo
de las fuerzas sutiles se asemejan a la Batalla del Lago Erie (10 de septiembre de 1813)
durante la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812 – 1815. Nada de esto sería extraño,
después de todo, los oficiales navales colombianos tenían para 1823 larga experiencia y
probadas competencias como marinos de guerra, además de que muchos de ellos
manejaban conocimientos directos o indirectos sobre las guerras y batallas antes
aludidas. Además de esto, la Batalla Naval del Lago de Maracaibo ocurrió cerca del
final de la era de los grandes buques a vela, que se cerraría definitivamente con la
Batalla de Navarino en 1827, por lo que es razonable que en la misma puedan
encontrarse elementos comunes con varias batallas navales precedentes del mismo
período.

Ahora bien, ¿qué podemos rescatar a nivel estratégico de la actuación de la


armada colombiana en la Campaña del Zulia?... el trabajo del almirante Denis Ojeda
Lovera, titulado “El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval del
208
Lago de Maracaibo, nos ofrece una innovadora visión. En su trabajo, Ojeda Lovera
describe las acciones militares de la campaña que desembocó en la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, aplicando una aproximación sistemática a los hechos a partir de los
principios establecidos por Sun Tzu en El Arte de la Guerra.397

Siguiendo los postulados de Sun Tzu, el almirante Ojeda Lovera nos dice respecto
a la influencia moral del comandante:

“[…] el Capitán de Navío Laborde, igualmente, era un hombre de méritos


suficientes para comandar la flota realista; pero su indisposición de hacer
la guerra bajo las circunstancias presentadas en Maracaibo no le
garantizaba buenos resultados, por lo que su disposición hacia el resto de
sus cooperadores no era la mejor. Por su parte, Morales fue un hombre
destacado en su trayectoria militar, pero principalmente conocido por su
carácter sanguinario y decisivo, no obstante, actuó desesperadamente
presionando a Laborde, en desmedro de las consideraciones tácticas y
operacionales de su subalterno.”398

Esto se comprueba al revisar la documentación presentada por Laborde al


Ministro de Marina, donde afirmaba que desde el inicio no estaba de acuerdo con
combatir dentro del lago, y en las circunstancias buscadas por Padilla.399

Sobre el terreno analiza el almirante Ojeda Lovera:

“[…] el Contralmirante Padilla se mostró muy diligente cuando tomó la


decisión de llamar a una Junta de Guerra que optó por forzar la barra, en
vez de hacerle frente a las fuerzas de Laborde, puesto que este conocía la
capacidad de la fuerza realista y la posibilidad de ser derrotado junto a sus
hombres en un enfrentamiento en alta mar. La decisión de cruzar la barra,
de la cual poseía conocimiento de las condiciones de la misma, era la única
opción para acceder a un terreno más favorable y con mayores condiciones
para su aprovechamiento. Por parte de los realistas, las victorias
397
Ojeda Lovera, Denis. “El Arte de a Guerra”, combates preliminares y la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo, p. 5
398
Ibídem, p. 21
399
Carta del Capitán de Navío Ángel Laborde a Miguel Gastón, Jefe Superior de las Fuerzas Navales de
la América Septentrional. A bordo de la fragata “Constitución” surta en Curazao, 14 de agosto de 1823 en
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 88
209
alcanzadas previamente a la batalla evidencian el conocimiento del terreno
y la superioridad militar, como tampoco se puede negar que conocían las
ventajas presentes tanto en la barra como en el lago para los
republicanos.”400

Sobre el mando…

“[…] el General Morales jefe supremo de las fuerzas españolas mantuvo


serias diferencias con el Comandante de la flota española, el Capitán de
Navío Ángel Laborde, quien era de la idea de hacer la guerra bajo unas
consideraciones muy disímiles a las expuestas por Morales; sin embargo,
actuó bajo las instrucciones de éste con los resultados funestos para los
españoles […] Por otro lado, el Contralmirante Padilla demostró poseer
excelentes cualidades de mando, las cuales aplicó en toda su dimensión
durante la preparación y ejecución de las acciones de guerra, como
también supo considerar las observaciones del Consejo de Guerra y las de
los hombres bajo su mando y en clara armonía con aquellos que apoyaron
sus acciones desde tierra.”401

“[…] no cabe duda que el General Morales impuso sus apreciaciones


sobre la realidad presente en el lago, al capitán Laborde le tocó obedecer y
apegarse al honor de servir a los intereses de España, aún a sabiendas que
las posibilidades de la victoria no estaban de su lado. Delicada situación
para motivar y elevar el espíritu de los hombres que comandaba y que
seguramente sabían el destino que se les avecinaba, pues Laborde había
concluido que la capacidad de fuego de los buques republicanos en el lago
era superior a la realista, así como el éxito de las maniobras emprendidas
por los patriotas demostraron sus capacidades y decisión para lograr la
victoria, además que los suministros de las fuerzas realistas se encontraban
comprometidos.
Por parte de los republicanos existía una clara unidad de propósito, como
también los planes gozaban de aprobación unánime y cada comandante se
encontraba en pleno uso de sus destrezas sin mayores interferencias, de tal
manera que en lograron el objetivo de llevar a los realistas al terreno
adecuado, someterlos al desgaste y enfrentarlos en el momento propicio,
con la certeza que asegurando su posición en el lago alcanzarían la
victoria. Los patriotas habían estudiado concienzudamente los escenarios
de confrontación naval tanto en alta mar como en el lago, además de todos

400
Ojeda Lovera, Denis. Ob. Cit., p. 22
401
Ibídem, p. 23
210
los detalles necesarios para efectuar el comprometedor y crucial
forzamiento de la barra, como también respondieron adecuadamente las
fuerzas terrestres en apoyo a los movimientos navales, al desarrollar las
maniobras de distracción y el bloqueo de suministros.”402

“Aunque los comandantes de ambos lados, Padilla y Laborde, estudiaron


en todo momento la oportunidad para entablar combate, la Batalla Naval
del Lago se inicia en momentos en que las condiciones eran favorables a
los republicanos […] Todas las condiciones de viento, marea y ánimo del
personal habían sido rigurosamente estudiadas por Padilla, pues ese era el
momento propicio y lo aprovechó sin dilación. Padilla entendió que
alargar más la situación, después de tener más de sesenta días en constante
preparación, podría ocasionarle desgaste en su personal y permitir al
mismo tiempo que sus enemigos preparasen otras estrategias que le
hicieran difícil la contienda. Había perfecto control tanto por mar como
por tierra, Padilla sentía que tenía la ventaja de su lado, se había dado
cuenta además que los españoles perdieron su ocasión durante la mañana,
cuando las condiciones ambientales les eran favorables y en el intento no
fueron conclusivos para el ataque.”403

Si bien es poco probable que Padilla y sus oficiales llegasen a leer El Arte de la
Guerra, el análisis que hace el almirante Ojeda Lovera a la luz de este antiguo libro
resulta muy útil para valorar las acertadas decisiones que tomaron los oficiales
colombianos y que los condujeron a la victoria. Con todo lo hasta aquí expuesto,
podemos tener un visión bastante clara de la táctica y la estrategia empleadas por la
armada colombiana para vencer en la Campaña del Zulia en 1823, lo cual a su vez nos
muestra el poderío y la calidad alcanzados por la misma. Sin embargo, esto no es todo
lo que podemos encontrar. Es necesario ahora ampliar nuestra mirada sobre todo el
litoral colombiano, sobre todas las fuerzas navales españolas y colombianas presentes
en la zona, revisar todos los posibles cursos de acción que ambos bandos pudieron
tomar y tener en consecuencia una visión global. Con dicha visión, podremos evaluar
mucho mejor el poder alcanzado por la armada colombiana y valorar en su justa medida
la victoria alcanzada en Maracaibo.

402
Ibídem, p. 28
403
Ibídem, pp. 28 - 29

211
3) Una visión estratégica global. ¿Pudo resolverse la campaña de manera
diferente?

La disciplina histórica se ocupa de lo que fue, no de lo que pudo ser. Esa es una
realidad que define a esta profesión. Sin embargo, en el campo de la ciencia y el arte
militar sí resulta pertinente el estudio de los cursos de acción alternativos que pudieron
tomar los comandantes de las fuerzas enfrentadas. Este estudio brinda al analista militar
una visión mucho más amplia de la campaña o batalla estudiada, pues le permite extraer
conclusiones no sólo de cómo se peleó la misma, sino de cómo pudo haberse peleado
para obtener un mejor resultado en términos de costos materiales y humanos contra
beneficios obtenidos. Esto a su vez hace posible para el analista obtener un aprendizaje
estratégico, operacional y táctico que pueda emplear en el futuro, lo cual conduce a un
constante perfeccionamiento y evolución del arte militar.

Tomaremos prestado de la ciencia militar este tipo de análisis para poder


visualizar todas las posibilidades que se presentaban a la armada colombiana para
concluir favorablemente la Campaña del Zulia en 1823. Esto nos permitirá comprender
de manera definitiva el poder alcanzado por la misma en dicho momento, además de
desmontar varios mitos que la historiografía tradicional se ha encargado de consolidar.
Uno de estos mitos, quizá el más extendido, es que la escuadra que combate el 24 de
julio de 1823 constituía la totalidad de la armada colombiana. Nada más alejado de la
realidad, y cartas como las que siguen, lo corroboran. La primera es dirigida por Padilla
al general Montilla, y la segunda por Montilla al general Briceño Méndez.

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra de


Operaciones – Corbeta “Constitución”, al ancla en Santa Marta, enero 22
de 1823

Señor General Comandante General del Departamento. Una vez


listos la corbeta “Constitución”, bergantines “Marte”, “Intrépido”,
“Libertador”, bergantín goleta “Manuel”, goletas “Rosa”, “Diana”,
“Venus” y la barca “General Bermúdez”, di la vela del puerto de
Sabanilla […]”404

404
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), p. 7
212
“República de Colombia – Comandancia General del Departamento
del Magdalena y del Ejército contra Maracaibo – Cuartel General en
Fonseca, a 29 de marzo de 1823

Al señor Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra […]

La goleta de guerra “Terror”, que saldrá el día 4 a reunirse al


Coronel Padilla en el bloqueo, llevará los avisos sobre los cien mil pesos
que deben llegar a Maracaibo, y apenas lleguen la corbeta de guerra
“Boyacá” y goleta “Cazador” armada, que han salido de Cartagena el 18
de corriente y traen a su bordo efectos del Gobierno para Venezuela,
seguirán a reforzar también al Coronel Padilla […]”405

Como el lector podrá darse cuenta, en estas dos cartas, como en muchos otros
documentos, se mencionan varios buques que no combatieron en la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo, pero que estaban trabajando con la Escuadra del Zulia y que
además estaban listos para reforzarla. Es decir, los buques empleados dentro del lago no
eran los únicos de los que disponía la armada colombiana, y en consecuencia combatir
dentro del lago tampoco era la única opción visualizada por el mando militar de la
República a comienzos de 1823. Por otra parte, suele olvidarse también que en ese
momento Colombia era una nación totalmente movilizada para la guerra, por lo cual
pocas obras historiográficas presentan un despliegue militar general del país en ese
momento. El historiador Bernardo Jurado Toro nos dice que para marzo de 1823 había
un total de 18.368 hombres en armas en la República de Colombia, estando desplegados
en el Cauca 327, en Cundinamarca 1.055, en el Istmo 1.120, en el Magdalena 4.838, en
Boyacá 1.450, en el Zulia 1.821, en el Orinoco 751 y en Venezuela 5.682.406

Es llamativa la gran cantidad de hombres desplegados en el Magdalena y


Venezuela, es decir, al oeste y este de la zona ocupada por Morales. Juntas, las fuerzas
del Magdalena y Venezuela superaban en más de 10 a 1 a las realistas en el Zulia, lo
que nos lleva a pensar que su misión no era solo contener a Morales en la cuenca del
lago o proteger el flanco norte del país, sino coordinar sus acciones con las de la
escuadra, o incluso proceder a una invasión terrestre del Departamento del Zulia si la

405
Ibídem, pp. 14 - 15
406
Jurado Toro, Bernardo. La Batalla Naval del Lago de Maracaibo librada el 24 de julio de 1823, pp. 83
– 87

213
escuadra no tenía éxito. Es decir, a inicios de 1823 la mayor parte de la maquinaria
bélica colombiana estaba enfocada en recuperar el Zulia. Para seguir construyendo un
cuadro general de las fuerzas colombianas en mar y tierra a principios de 1823,
presentamos los siguientes documentos:

“Caracas, 20 de enero de 1823


Nº 4
Al Señor General Montilla.
El señor Secretario del Despacho de Marina, en orden de 7 de
diciembre insta porque lleve a efecto las disposiciones del Gobierno que
me había comunicado con fecha 22 de octubre, para que reunidas todas
nuestras fuerzas marítimas al mando del señor capitán de navío Danels,
busquen y destruyan las enemigas.
En este concepto y estando los buques de guerra enemigos a
barlovento, dispondrá V.S. que remonte la División del Magdalena a
incorporarse con la que se ha formado en este Departamento, que
actualmente cruza sobre Puerto Cabello y se compone de las corbetas
Bolívar, Constitución y María Francisca, con los bergantines Vencedor y
Patriota.
El señor comandante Danels tiene orden de despachar un bergantín
de guerra con esta comunicación que debe regresar inmediatamente con la
contestación de V.S.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.
Adición. Los buques que deben remontar son las dos corbetas y dos
bergantines, los más fuertes que pertenezcan al Estado; los demás con las
embarcaciones menores conviene permanezcan sobre estas costas, para
contribuir a las operaciones de V.S. la señal de reconocimiento y designará
y el punto en donde deber reunirse las fuerzas.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”407

407
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 146
- 147
214
“Caracas, 31 de enero de 1823.
Nº 8
Al Sr. General Mariano Montilla
El Capitán Joly ha ocurrido a mí para que solicite a su favor que V.S.
lo deje libre con su corsario para hacer un crucero que lo proporcione con
qué reponer sus pérdidas y cubrir los gastos de la habilitación.
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su
solicitud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana
los vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”408

Siguiendo con nuestro trabajo, debemos recoger el análisis del historiador José De
Mier:

“Conocedor cual ninguno de toda la situación del país, Santander, jefe de


Estado, comprende que está ya en vísperas de decidirse la suerte de
Maracaibo y aprecia claramente la razón que ha tenido Padilla para
anclar en Altagracia: colocarse entre la ciudad y la Barra para impedir la
entrada de auxilios y comunicarse con el ejército del Hacha, de tres mil
hombres buenos que salieron de esa ciudad a fines de mayo.
La actitud de Montilla es inexplicable y su encargado en el mando obra
con desidia, al no apoyar al ejército de Riohacha que ha salido y era
esperado frente a Maracaibo en la primera década de junio. La situación
de las fuerzas terrestres obliga parcialmente a las operaciones navales de
Padilla, quien esperaba, distrayendo al español, dar tiempo al ejército de
Riohacha para sus marchas, y que la escuadra que cubre las costas reciba
el refuerzo del “Bolívar”, “Boyacá”, “Pichincha”, “Vencedor”,
“Recluso”, los cuales se han añadido a la fragata “Colombia”. Reunir
todas las fuerzas patriotas haría rápida la derrota de Morales, pero como
vemos, no fue posible tal objetivo.”409

408
Ibídem, p. 147
409
De Mier, José M. El Almirante Padilla. Acción granadina en la Batalla de Maracaibo, pp. 44 – 45

215
Las palabras anteriores requieren poca explicación. Solo sería necesario recordar
cuáles eran los buques a los que se refiere este autor y dónde estaban. Las corbetas
Bolívar y Boyacá eran dos de las mejores unidades de la armada colombiana, y venían
empleándose en el bloqueo de Puerto Cabello desde finales de 1822, junto con los
bergantines Pichincha, Vencedor y Recluso. Por diversas razones estas unidades no
estuvieron presentes al lado de las corbetas Carabobo y María Francisca el 1º de mayo
de 1823, lo que facilitó la victoria de Laborde y la captura de éstas. Tampoco se unieron
a la Escuadra del Zulia en mayo de 1823 por mantener sus posiciones alrededor de
Puerto Cabello y por lo apresurado de la decisión de Padilla y su estado mayor de forzar
la Barra. Sin embargo, cuando revisamos la correspondencia de esos días, nos damos
cuenta de que existía cierta intención de reunir entre Puerto Cabello y el Golfo de
Venezuela a la totalidad de las unidades navales colombianas para librar un combate
definitivo contra la Real Armada Española.

“El bloqueo de Puerto Cabello – poco efectivo por la presencia de la


escuadra realista – permitía suponer el deseo patriota de atraer a dicha
escuadra hacia el oeste, para intentar un ataque combinado, por mar y
tierra, antes de que la escuadra defensora pudiera actuar eficazmente.
Puerto Cabello podía ser auxiliado por tierra desde Coro, pero si la
escuadra se embotellaba en el Saco [el Golfo de Venezuela] – o peor aún –
en el lago, se debilitaba la defensa de tan importante puerto y plaza fuerte.
Por lo tanto, la alharaca expedicionaria y la salida de unas pocas unidades
navales republicanas, del puerto de Cartagena, no estaba del todo mal
interpretada por el General Morales, como paparruchadas, las que creyó
ver confirmadas, cuando, veinte días después, los insurgentes no sólo no
aparecieron en La Barra, sino que arribaron a Los Taques y de nuevo se
hicieron a la vela, pero no rumbo a La Barra, sino que se salieron del
Saco, en demanda de unidades que debían unírseles. Todo lo cual sirvió
para confirmar aún más, la paparruchada insurgente. Pero, cumpliendo a
cabalidad el principio estratégico de “concentrarse para combatir y
dispersarse para vivir”, la escuadra se presentó en su verdadero
escenario: las aguas de La Barra del Lago de Maracaibo.”410

410
Machado, Eduardo Héctor. Campaña Naval del Lago de Maracaibo, p. 14
216
Este análisis se ve reforzado por la carta dirigida por el CN. Felipe Santiago
Esteves al general Soublette después del Combate de Isla Larga, tal como explica el
historiador naval Francisco Alejandro Vargas:

“El Comandante Esteves ofició el 4 al General Soublette pidiéndole su


parecer sobre si calculaba que la corbeta “Bolívar” sería mejor destinarla
con el bergantín “Vencedor”, ínterin se reparaba el “Pichincha”, para
reforzar la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia en caso de que los
realistas intentaran ir a atacarla antes de que tuviese tiempo de penetrar
por la Barra al Lago de Maracaibo, pues reunidos todos en un lugar que les
ofreciera ventajas para contrarrestar y evitar otras fatales consecuencias,
podían mantener por un tiempo el dominio del mar; mucho más, tomando
en cuenta que la corbeta “Bolívar” era la más fuerte de las embarcaciones
de guerra que mantenía el bloqueo de Puerto Cabello, pues montaba 23
cañones de un calibre muy regular y contaba con 180 hombres de selecta
tripulación, que cada uno hacía por dos españoles, según lo había
manifestado el oficial comisionado por el Capitán Murray.”411

Llegados a este punto es necesario detenernos a analizar el impacto que tuvo el


Combate de Isla Larga el 1º de mayo de 1823 en el desarrollo y desenlace de la
Campaña del Zulia. Para abordar este importante episodio, olvidado por la triunfalista
historiografía patria dominante en las actuales repúblicas herederas de la “Gran
Colombia”, nos apoyaremos en el trabajo del español Agustín Ramón Rodríguez
González.

Sobre las unidades españolas, Rodríguez González nos cuenta:

“La Constitución no era otra que la nombrada desde su botadura Santa


Sabina, ahora rebautizada siguiendo los avatares políticos, una muy
veterana fragata, pues había sido botada en Ferrol en 1781, nada menos
que cuarenta y dos años antes.
Era no solo una de las más grandes y poderosas fragatas construidas en
España en tiempos indudablemente mejores, sino una veterana de muchos
combates y campañas. Entre ellos, el más destacado fue cuando, junto con

411
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 156
217
la fragata Santa Matilde, se enfrentó en combate con la Minerva y la
Blance, al mando del mismísimo Horacio Nelson, en aguas próximas a
Cartagena el 19 de diciembre de 1796.”412

“La corbeta Ceres era un barco bien distinto. Comprado recientemente en


Nueva York y de factura estadounidense, era un magnífico y rápido buque
en su clase, muy alabado por Laborde, armado con 28 piezas, aunque otras
fuentes indican 27: 26 de a 18 libras en los costados y uno de a 12 en
colisa o montaje giratorio.”413

Sobre las fuerzas colombianas comenta:

“La fuerza puesta a su mando [del CN. Danels] era bastante más numerosa
que la de Laborde, e incluía las corbetas Carabobo, a su mando directo y
de 28 cañones; María Francisca, de 22 cañones y apresada anteriormente
a los españoles, al mando del capitán G.S. Christie, y la Bolívar de 24, al
del teniente T.M. Brotherton, y Pichincha al del teniente Mathews. Y
acababa de unírseles el Independencia, por excepción al mando de un
francés, René Belouche, armado con un cañón de a 18 en colisa y catorce
en las bandas, con 130 hombres de dotación. Finalmente estaban las
goletas Leona, armada con un cañón en colisa de a 18 y tres de a 9 libras y
con 80 hombres, cuyo mando desconocemos, y la Flor de la Mar, al mando
del teniente Wright, la Rayo, del teniente Woods, y la Manuel, de porte,
dotación y mando desconocidos para nosotros. También figuraban afectas
a la escuadrilla dos goletas más, desarmadas y seguramente destinadas a
abastecimientos.
El total era de tres corbetas, tres bergantines y cuatro goletas armadas, un
conjunto superior indudablemente a las dos únicas unidades españolas,
salvo por el calibre de las más pesadas piezas de la Constitución y el
tamaño y robustez de la veterana fragata. También en el número de
hombres embarcados la ventaja era de Daniel.”414

412
Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823” en Revista de
Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, pp. 37 – 38. Disponible en:
https://issuu.com/historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57
pm)
413
Ibídem, p. 38
414
Ibídem, p. 39
218
En esta parte el autor español comete algunas imprecisiones: el Pichincha era un
bergantín, no una corbeta y no participó en el combate. A la orden del CN. Beluche
estaban el bergantín Independiente, y las goletas Leona y Antonia Manuela (armadas),
las goletas Juana y Favorita (desarmadas y con carga), y la barca Heroína. Por otra
parte, la corbeta Bolívar no participó en el combate. Es decir, un total de dos corbetas,
un bergantín y dos goletas. Sí existía una pequeña ventaja numérica a favor de los
colombianos, pero una decisiva ventaja cualitativa a favor de los españoles.

Presentamos lo que el autor dice sobre el desarrollo del combate:

“[…] tal ventaja [de la escuadra colombiana] se vio reducida antes del
combate por los avatares propios del desgaste y operaciones de un largo
bloqueo: la corbeta Bolívar se había destacado con anterioridad del grueso
y solo reapareció iniciado el combate, visto el cariz que tomaba, su
comandante, Murray, decidió que la mejor parte del valor estriba en la
prudencia, y se mantuvo primero a la expectativa para luego desaparecer.
En cuanto al bergantín Vencedor, había embarrancado en un punto de la
costa y el Pichincha acudió en su auxilio, por lo que tampoco estos dos
bergantines se hallaron en el combate, reduciendo así la fuerza de Daniel a
dos corbetas, un bergantín y cuatro goletas armadas, con lo que el balance
se equilibraba notablemente.”415

Esto coincide con lo escrito por el historiador Francisco Alejandro Vargas:

“El 29 de abril de 1823 durante un crucero de observación que realizaba a


sotavento de Puerto Cabello el bergantín de guerra “Pichincha”, avistó a
un falucho realista que conducía a su bordo al Coronel Manuel de la
Carrera y Colina y habiéndose resuelto a darle caza sufrió una varadura
en Los Cayos de San Juan, y estuvo a punto de naufragar a no ser por el
oportuno auxilio de la corbeta de guerra “Bolívar” y bergantín también de
guerra “Vencedor” que accedieron a salvarlo, lográndolo aunque
haciendo dos pies de agua por hora. Tanto la “Bolívar” como el
“Vencedor” continuaron luego sus correspondientes cruceros haciendo
rumbo hacia Puerto Cabello y como observaran que no había ninguna
embarcación a su frente y que las corbetas de guerra “Carabobo” y

415
Ibídem, pp. 39 - 40
219
“María Francisca”, con otros buques más, se hallaban fondeadas dentro
de la bahía, no dudaron que aquellas habían sido apresadas por los
españoles en la infausta acción del 1º de mayo y, en consecuencia, sus
respectivos Comandantes, Tenientes de Navío Jaime M. Murray y Tomás
W. Brotherton, tuvieron a bien disponer que el “Vencedor” acompañase al
“Pichincha” hasta Curazao con el objeto de reparar allí sus averías y la
“Bolívar” pasara al puerto de Ocumare a tomar información sobre aquel
desgraciado combate naval en que también había caído prisionero el
Comandante de la Escuadra Bloqueadora de Puerto Cabello, Capitán de
Navío, Juan Daniel Danells.”416

Rodríguez González narra el plan inicial de cada comandante:

“Tras reagrupar sus fuerzas, Daniel formó una línea de combate,


encabezada por la María Francisca, seguida de la Carabobo y del
bergantín Independencia; en segunda línea estaban las cuatro goletas
armadas, y fuera de la formación, las otras dos mercantes desarmadas. Su
plan era abordar a los dos buques españoles, reforzando con las
dotaciones de las goletas los trozos de abordaje de sus tres mayores
buques. Pero reconoce que había sido tomado por sorpresa, a sotavento y
demasiado cerca de la costa.
Por su parte, Laborde se dirigió contra el enemigo resueltamente, haciendo
frente a las dos corbetas enemigas con la fragata Constitución, mientras la
Ceres se encargaba del bergantín Independencia. A todo esto, y habiendo
quedado libre la entrada en el puerto, las dos goletas españolas cargadas
de las ansiadas provisiones entraron sin dificultad, cumpliéndose así buena
parte de la misión encomendada al marino español […]”417

Y el desarrollo del combate…

“El fuego se rompió a eso de las cuatro y media de la tarde (Daniel habla
de cuatro y tres cuartos), no tardando la Ceres, con una andanada de 14
cañones, en dejar muy averiado y castigado al Independencia, que solo
podía oponer ocho y en general de menor calibre. Bien pudo haberlo
apresado, pero el comandante español, teniente de navío Espinós, juzgó

416
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, p. 155
417
Rodríguez González, Agustín Ramón. “El combate naval de Puerto Cabello en 1823” en Revista de
Historia Naval, Año 30, Nº 119, 2012, p. 41. Disponible en:
https://issuu.com/historianaval/docs/rhn_119_34_46 (Revisado On Line el 26 de septiembre a las 02:57
pm)
220
acertadamente que era mucho más importante apoyar a la Constitución en
su lucha contra las dos enemigas, por lo que dejó huir al baqueteado
bergantín.
No era el único que huía, pues las cuatro goletas armadas de Daniel
forzaron la vela, huyendo del combate tras los primeros disparos,
comprometiendo así el plan del comodoro americano.
La fragata española, a una distancia de uno y medio o dos cables, rompió
fuego contra las dos corbetas, que lo devolvieron animosamente. Eran 20
cañones españoles contra unos veinticinco corsarios, si bien de menor
calibre por lo general, pues eran piezas de 12, 9 y 6 libras, aparte de
carronadas de a 32 y de a 18, pero por ello mismo más rápidos en el
disparo. El fuego de los americanos se hizo hacia el aparejo de la fragata,
con bala, metralla y palanqueta, buscando desarbolarla para luego pasar
al abordaje. Y no cabe duda de que lo intentaron, pues consta que la
dotación de la Constitución gastó 3.000 cartuchos de fusil en rechazarlo.
Pero lo decisivo fue la superior altura y robustez de los costados de la
fragata y la mayor potencia y calibre de sus cañones.”418

“En cualquier caso, el oportuno refuerzo de la Ceres decidió el combate,


teniendo que arriar bandera las dos corbetas a eso de las 06.30 para
Laborde o las 06.40 para Daniel. Las bajas americanas, según confesión
del comodoro Daniel, llegaron a los 37 muertos y 21 heridos graves,
quedando él y el resto de sus dotaciones, unos 300 hombres, prisioneros
junto con las dos corbetas”419

Rodríguez González también comenta las posibilidades tácticas que tuvieron los
colombianos en este combate:

“Indudablemente, la intervención de la citada corbeta [la Bolívar] hubiera


podido poner en serios aprietos a cualquiera de los dos buques españoles
y, tal vez, dar la vuelta al resultado del combate. Acaso parezca más
explicable la renuencia de las goletas a entrar en combate, pero un análisis
más pormenorizado nos lleva a conclusiones muy distintas. Por citar una
de ellas, la Leona, este era un barco con 80 hombres de dotación y armado
con un cañón de a 18 en colisa y tres de a 9. no tenía por qué haberle sido
imposible situarse por las poco defendidas proas o popas de cualquiera de
los dos buques españoles y castigarles casi impunemente […] Si las cuatro
nada desdeñables goletas de velacho hubieran hecho algo parecido, las
cosas podrían haber sido muy distintas.”420

418
Ídem
419
Ídem
420
Ibídem, p. 43
221
El combate de Isla Larga el 1º de mayo de 1823 fue la causa directa de que los
oficiales navales colombianos se decidieran por forzar la Barra y entrar al Lago de
Maracaibo. El autor citado anteriormente destaca que en estas aguas poco profundas no
podían operar los buques de Laborde, lo cual dio ventaja a los colombianos. Rodríguez
González contrasta las cifras: del lado de Laborde habían un total de 37 embarcaciones,
armadas con 67 cañones de 16 a 4 libras, y tripuladas por alrededor de 1.645 hombres.
Del lado de Padilla 20 embarcaciones, con 2.200 hombres y 96 cañones. Una andanada
teórica española sumaba 594 libras, mientras que una colombiana ascendía a un total de
1.557 libras, lo cual fue determinante; así como también la terquedad de Morales, que
ignoró las recomendaciones de Laborde, no dejándole más opción que librar una batalla
que no podía ganar.421

Rodríguez González destaca la habilidad de Laborde para mantener operativa y


con capacidad disuasiva lo que quedó de la Real Armada Española en Cuba, logrando
evitar el proyectado ataque colombiano sobre Cuba y Puerto Rico, y prolongando la
guerra en el Caribe hasta 1830. Vinculando esto con lo sucedido en Puerto Cabello el
autor español reflexiona:

“En Puerto Cabello había quedado meridianamente claro lo que podían


hacer los españoles incluso con solo alguna veterana y remendada fragata.
Y los americanos, que lo habían aprendido bien, siguieron recibiendo
algunos recordatorios en combates parciales: ni los corsarios tipo corbeta
o bergantín eran enemigos para los buques de alto bordo de la Real
Armada ni, aunque lo intentaron reiteradamente y con grandes gastos, se
puede improvisar una escuadra de alta mar. Tampoco les ayudó el cambio
de actitud de las potencias neutrales, Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos, nada interesadas en que variara el statu quo en el Caribe.
Así que por muchos años, y de forma que pocas veces se ha explicado
convenientemente, Cuba y Puerto Rico siguieron formando parte de
España.”422

Estas afirmaciones pueden ser rebatidas con buenos argumentos. En primer


lugar, y como veremos más adelante, después de 1823 la armada colombiana se adentró
en el Caribe y el Atlántico a cazar el comercio español, por lo que no puede decirse que

421
Ibídem, p. 44
422
Ibídem, p. 45

222
el Combate de Isla Larga haya amedrentado a los jefes navales colombianos. En
segundo lugar, como también se expondrá seguidamente, ya a finales de 1823 Colombia
contaría con buques que le habrían permitido retar en un combate en mar abierto a las
unidades mayores de la armada española; y en tercer lugar, el Combate de Isla Larga
aunque brindó una victoria táctica a los españoles, se convirtió rápidamente en una
derrota estratégica con el escape de las naves al mando de Beluche y el posterior
forzamiento de la Barra. Podríamos decir incluso que a la postre el combate fue
perjudicial para la causa realista en estas tierras, pues además de impulsar la entrada de
Padilla y sus buques al Lago de Maracaibo, generó un desgaste en los buques españoles
y un exceso de confianza en Laborde, que lo retardó para entrar al Lago tras sus
enemigos, dejándoles así la iniciativa en la campaña.

Anteriormente señalamos que para 1823 la armada colombiana se había


reforzado con nuevos buques, que la pusieron en condiciones de poder retar en mar
abierto a la armada española, aunque tal enfrentamiento no llegó a darse. Estos datos
han sido pasados por alto por la historiografía tradicional, por lo que es pertinente
presentarlos aquí e integrarlos a nuestro análisis. Primeramente tenemos el caso de la
fragata que sería bautizada Venezuela; llegada entre finales de mayo e inicios de junio al
territorio de la República.

“Caracas, 3 de junio de 1823


Al Capitán G. Cheyne, Comandante de la fragata Constantine.
Aceptada la nueva proposición de los señores Jones Powels y Hurry
de ayer, he resuelto recibir la fragata Constantine por cuenta del
Gobierno.
Este buque se empleará en el servicio luego que se tome posesión
para lo cual aguardo los inventarios que deben presentar dichos señores.
Con respecto a V.S. he confirmado su convenio con los señores
Herring Powels y Graham, por el término de los seis meses. V.S.
confirmará con el mando de la fragata en el cargo de Capitán de Navío y
desde luego recomendaré a V.S. al Supremo Gobierno para que se le
admita al servicio con este empleo y encareceré cuanto pueda interesar en
su favor. Se conservarán a bordo los mismos oficiales y la misma
tripulación que ha venido de Inglaterra, cada uno con el destino que ocupa,
y con los goces que les están señalados hasta el mes de noviembre, que se

223
cumplirán los seis meses del convenio. Después de este tiempo, los que
quieran seguir en el territorio de la República se sujetarán a nuestros
reglamentos.
Lo comunico a V.S. para su inteligencia. – Dios guarde a V.S. – C.
Soublette.”423

Este caso de la fragata antes citada lo continuaremos desarrollando seguidamente,


pero resulta útil también dar un vistazo a la siguiente comunicación, que nos muestra
claramente cómo las diferentes fuerzas colombianas alrededor del Zulia debían trabajar
coordinadamente en pro del objetivo de liberar dicho Departamento.

“Bogotá, 16 de junio de 1823.


Señor Comandante General de la Escuadra contra Maracaibo.
Con esta fecha digo al señor Comandante General del Departamento
del Zulia lo que sigue:
Sin embargo de que por repetidas ocasiones desde el año pasado he
dicho a V.S. que el señor Comandante General del Ejército destinado a
obrar contra Maracaibo, está autorizado para disponer de todas las
fuerzas que estaban situadas alrededor del Lago, y especialmente de las
que corresponden a su Departamento del Zulia, y sin embargo también de
que S.E. el Vicepresidente, supone que V.S. ha procedido y procede bajo
aquel principio, me manda que le haga de nuevo las siguientes
prevenciones y aclaraciones.
1º Que el señor Comandante General del Ejército organizado en el
Magdalena contra Maracaibo, es Comandante en Jefe de todas las fuerzas
que deben concurrir a la campaña y es el que debe concebir el plan y
dirigir todas las operaciones, sin perjuicio de que V.S., como Comandante
General de una de las Divisiones, obre según sus facultades e intenciones
del modo que crea más conveniente para asegurar y facilitar el éxito,
mientras que no reciba las órdenes del Comandante en Jefe del Ejército,
luego que esté abierta la comunicación, que es el grande objeto que debe
V.S. proponerse, conforme le he dicho en mi orden de 5 del corriente, Nº
115.
2º Que el señor general Padilla, como Comandante General de la
Escuadra, es el que debe mandar inmediatamente los buques que la

423
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), p. 209

224
componen, pero recibiendo las órdenes sobre operaciones y direcciones del
Comandante en Jefe del Ejército.
3º Que mientras no se abra la comunicación con el señor
Comandante en Jefe del Ejército, debe V.S., como General más antiguo,
dirigir las operaciones que se ejecuten, bien sea para abrir las
comunicaciones, bien sea para distraer o batir al enemigo, pero sin
mezclarse en el mando de la Escuadra, que cooperará con V.S., bajo la
autoridad de un Comandante General.
4º Que siendo el objeto más importante y aun el decisivo de la
campaña, dominar absoluta y exclusivamente la Laguna, nada interesa
tanto como batir y destruir la escuadra que el enemigo mantiene dentro de
ella. Esta es la operación primera que V.S. y el señor general Padilla deben
proponerse, como que es la base fundamental de la campaña. Batidos los
buques enemigos, su Ejército no tendrá los recursos necesarios para
sostener por largo tiempo, y por el contrario, los tendrá el de la República
para prolongar las operaciones cuanto sea necesario: la moral del
enemigo decae, y pueden nuestras fuerzas moverse con facilidad y
socorrerse oportunamente.
Lo transcribo a V.S. para su inteligencia, gobierno y cumplimiento en
la parte que le toca. – Dios guarde, etc. – (Pedro Briceño Méndez).”424

Esta comunicación nos muestra cómo el Gobierno colombiano veía claramente


la prioridad de liquidar a las fuerzas navales enemigas, para luego liberar el Zulia. Es
decir, en esta campaña las fuerzas de tierra actuaban de apoyo para la escuadra, y no a la
inversa. Podemos ahora continuar con el caso de la fragata ya mencionada.

“Caracas, 17 de junio de 1823


Señor Capitán George Cheyne.
He recibido en el oficio de V.S. del 13 del corriente los inventarios de
la fragata Constantine, y demás documentos que acompaña.
En consecuencia, he prevenido al señor Comandante General de
Marina, proceda a tomar posesión del buque a nombre de la República, en
cuyo acto recibirá a V.S. el juramento correspondiente y le comunicará las
demás órdenes que deba ejecutar, debiendo V.S. entenderse en lo sucesivo
con la Comandancia, en todo lo concerniente al servicio.

Ibídem, pp. 213 – 214. Cita a: Fundación John Boulton. Sección Venezolana del Archivo de la Gran
424

Colombia, A, MCCLXV, 191 – 192


225
Lo digo a V.S. en contestación y para su inteligencia y gobierno. –
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”425

“Junio 21 de 1823

Al Secretario General de S.E. el Libertador […]

La situación militar de Venezuela ha mejorado muy notablemente


porque hemos retomando la preponderancia marítima, o a lo menos hemos
equilibrado la del enemigo con el arribo de la fragata “Colombia” a La
Guaira. Este buque fue contratado por un agente que envió el Gobierno a
Inglaterra con este objeto el año pasado; es buque nuevo, construido para
guerra; está armado con cuarenta y cuatro cañones y aparejado
completamente. Debía haber llegado desde principios de este año, pero los
acreedores de la República lo hicieron embargar al salir y no sabemos
todavía cómo es que se ha conseguido su libertad. El Gobierno había
mandado que cuando llegue esta fragata se formase una escuadra
compuesta de ella, las corbetas “Bolívar”, de veintiséis, y la “Boyacá”, de
veintidós, los bergantines “Pichincha”, de dieciocho, y “Vencedor”, de a
dieciséis, y de otro fuerte bergantín, el “Recluto” que se espera de
Inglaterra. Esta escuadra está destinada a buscar la enemiga dondequiera
que esté, excepto sobre La Habana, donde los españoles tienen más fuerzas
marítimas. Como la fragata enemiga sufrió mucho en el combate de 1° de
mayo por haber sido desarbolada, es probable que esté todavía sobre
nuestras aguas cuando salga a buscarla la nuestra.

Los demás buques pequeños como los bergantines “Libertador” y el


“Guatavita” y las goletas “Terror” y “Atrevida”, que aunque pertenecen a
la escuadra del General Padilla, no entraron al lago, irán a bloquear a
Puerto Cabello del modo posible, y el sitio se restablecerá.”426

En esta carta pudieran estarse refiriendo a la fragata Venezuela, recién llegada de


Gran Bretaña, y la llaman Colombia por error, o bien a otra embarcación. Seguimos con
otro documento más sobre la Venezuela, en la que parece mostrarse una deserción de su
tripulación.

425
Ibídem, p. 210
426
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 35 - 36
226
“Caracas, 4 de julio de 1823
Señor Capitán George Cheyne.
Con fecha 2 del actual me informa el señor Comandante General de
Marina haber tomado posesión de la fragata Constantine, y de haber
presentado una lista de los marineros que existían al tiempo de enarbolarse
el pabellón de la República, y apenas eran sesenta y tres entre hombres y
muchachos. Aseguro a V.S., que he tenido el mayor sentimiento al ver
desierto este buque, al tiempo en que podía ser útil su equipaje, una de las
primeras condiciones de esta transacción, y esta ocurrencia me hace
desear el saber qué convenio se celebró en Inglaterra con dicha
tripulación, pues no puedo nunca imaginarme que se le hubiesen
embarcado doscientos diez hombres, con la libertad de irse a tierra en
cualquier día.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette”427

Sobre esta fragata nos cuenta el investigador Gerardo Etcheverry, que la misma
entró en servicio en octubre de 1823, destinándosele a partir de 1824 a Cartagena,
empleándose como buque escuela en 1825, y dejándose de menciona hacia 1827.428

En fecha 1º de julio de 1823 el Consejo de Gobierno abordó en Bogotá el tema


de una fragata recibida por Soublette en La Guaira, pero sin mencionar el nombre del
buque.

“[…] el secretario de la guerra dio cuenta de la contrata celebrada por el


intendente interino de Venezuela, doctor Andrés Narvarte, con el inglés
William Jones, para que fuese a Inglaterra y comprara una fragata de
cuarenta y cuatro cañones, por cuenta del gobierno de Colombia, y bajo
las condiciones que expresaron. La fragata ha venido, y resulta, según el
reconocimiento de ella, que sin embargo de haber cuarenta y cuatro
cañones, de ningún modo es de este porte, siendo al mismo tiempo muy
poco velera y habiendo costado cuarenta y ocho mil libras esterlinas. En
consecuencia, el general Soublette se ha denegado a admitirla, y se
asegura que estando en el puerto de La Guaira se ha deteriorado mucho
427
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 210
- 211
428
Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela de Gran Colombia” en Todo a babor.
Disponible en: http://www.todoababor.es/datos_docum/nav_grancolombia.htm (Revisado On Line el 03
de agosto de 2015 a las 06:08 pm)
227
por un incendio. Como no han venido todos los documentos relativos a este
negocio, que se aguardan en el próximo correo, acordó el consejo que se
difiriese la resolución hasta entonces, y se levantó la sesión.”429

Pasando ya al caso de otro buque, encontramos el 9 de agosto de 1823 esta


interesante noticia en el periódico El Venezolano, de Caracas.

“Avisa el gobernador de Margarita con fecha del 30 del próximo pasado la


llegada a Pampatar del navío ESPERANZA para la República de Colombia
de porte de 64 cañones: el sobrecargo se encuentra en esta capital. Este
buque viene de Holanda, donde fue contratado por el H. Sr. Francisco
Antonio Zea.”430

Según esta noticia, la armada colombiana recibió un navío de línea en julio de


1823, ¿qué sabemos de este buque?... Según Gerardo Etcheverry, este buque fue
comprado por Zea a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales por un precio de $
80.000 y sirvió hasta 1824.431 Sabemos también que el buque era un “indiaman”, es
decir un enorme buque de carga de la clase empleada por los británicos y holandeses
para el comercio con la India, el Sudeste Asiático y el Lejano Oriente. Estos buques,
debido a su gran tamaño, capacidad de carga y robustez, podían convertirse en
peligrosas naves de guerra si se les armaba adecuadamente y se les dotaba de una
tripulación entrenada, pudiendo rivalizar en poder con las fragatas más grandes e
incluso con auténticos navíos de línea de las clases más pequeñas dotados con 60 a 75
cañones.

429
Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 1° de julio de 1823 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de
la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación
para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
430
“Sobre la guerra”. El Venezolano. Caracas, sábado 9 de agosto de 1823. N° 51, p. 1
431
Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela de Gran Colombia” en Todo a babor.
Disponible en: http://www.todoababor.es/datos_docum/nav_grancolombia.htm (Revisado On Line el 03
de agosto de 2015 a las 06:08 pm)

228
El Hoop en Fortuin (Esperanza y Fortuna en holandés), fue puesto en dique seco
en Flushing el 19 diciembre de 1822, después de que su propietario, Charles Loyaerts,
obtuviera permiso para ello, alegando que el dique seco de Amberes era demasiado
pequeño para la nave, lo cual hacía imposibles las reparaciones. El capitán era Sipke K.
Sipkes, y el armador era Soetemeer, que supervisó y apoyó los trabajos de reparación.
Se pretendió dotar al buque con al menos 22 carronadas de 24 libras, y 10 de 12 libras.
Estos preparativos levantaron sospechas de las autoridades, por lo que los implicados en
la reparación tuvieron que escribir al ministro de marina inmediatamente. El comisario
de policía a su vez escribió que el buque había sido comprado por comerciantes de
Ámsterdam para ser enviado a Brasil, pero el ministro no creyó en las cartas escritas por
el Procurador Criminal de la Provincia de Zelanda. En una carta posterior se dijo que el
propietario del buque era la firma Loyaerts de Amberes, que era tripulado por 80
hombres, y que su destino era Curazao.

Mientras tanto, el indiaman era cargado con pólvora, sables, fusiles y demás
equipo militar, portando todavía pabellón holandés. Salió de la dársena el 27 de mayo
de 1823 y se dirigió a Gran Bretaña, descubriéndose entonces en Amberes el engaño. En
junio se hizo claro su destino, debido a las modificaciones hechas, consistentes en dos
troneras en popa y la ampliación de las demás para poder albergar 50 cañones. El
indiaman Esperanza y Fortuna había sido completado en 1803, destinándosele al
comercio con las Indias Orientales. Se trataba de un buque robusto y de gran tamaño.432
La documentación posterior nos indica que el buque fue nombrado Libertador al llegar
a Margarita, sirviendo al menos hasta 1824 en la escuadra colombiana. Se trataba del
primer navío de línea adquirido por la República de Colombia, todo un salto adelante en
el desarrollo de su armada.

Encontramos una comunicación de septiembre de 1823 donde parece hacerse


alusión a este navío, aunque lo llaman Colombia y no Libertador. Debe tratarse de una
confusión.

432
Sin Autor. “Dutch East Indiaman became Gran Columbian warship Esperanza y Fortuna 1822 –
1823”. Disponible en: http://warshipsresearch.blogspot.de/2012/12/dutch-east-indiaman-became-
gran.html (Revisado On Line el 20 de enero de 2017 a las 09:00 pm).

229
“Caracas, 11 de septiembre de 1823.
Al Capitán de Navío Sebastián Boguier.
Con esta fecha doy orden al Ministerio de Marina para que se
entreguen a V.S. dos mil pesos con objeto de avanzar doscientos marineros
en Margarita y Cumaná, y mil, para cubrir los gastos que se hubieren
hecho en jornales por la reparación del navío Colombia; satisfacer
cualquiera otra orden de pago que V.S. reciba del señor general Armario,
por gastos del mismo navío, y para comprar y embarcar todos los bocoyes
que se puedan conseguir en Margarita y Cumaná. El navío y la corbeta del
mando de V.S. deberán completar su aguada en Cumaná.
El teniente de navío José María Lanz, tomará el mando del navío
hasta La Guaira, y vendrá bajo el convoy de la Boyacá y a las órdenes de
V.S.; también dado órdenes para que se embarque el teniente de fragata
José Díaz Luyando, el alférez de fragata Miguel Rafael Vargas, y
cualesquiera otros oficiales, desde tenientes de navío abajo que se
encuentren en aquel Departamento.
V.S. recibirá del Ministro de Marina en el puerto, la lanilla necesaria
para banderas del navío.
No dudo de la puntualidad y esmero con que V.S. va a ejecutar las
órdenes que acabo de comunicarle, y espero que si los fondos que he
puesto a su cargo no fueren suficientes, V.S. solicitará los que falten y
serán reintegrados a su regreso.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”433

Finalmente, la Gaceta de Colombia resume estas adquisiciones navales del año


1823:

“Nuestra armada ha sido reforzada con el navío Libertador de 64, antes


Esperanza – La fragata Colombia, antes Constantina, y el bergantín Urica,
antes Charles – Todos son producto de las operaciones fiscales del difunto
Zea.”434

433
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 249
- 250
434
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 19 de octubre de 1823. N° 105, p. 2

230
Estas informaciones nos llevan entonces al análisis, el cual nos muestra los otros
escenarios que pudieron haberse dado a partir de mayo de 1823 en las costas de la
República de Colombia.

El primer escenario habría sido que la escuadra, incluyendo la división que


bloqueaba a Puerto Cabello, hubiese podido reunirse frente a Curazao o Puerto Cabello
antes del 1º de mayo, pudiendo interceptar a las fuerzas de Laborde con altas
posibilidades de victoria. En este caso, una victoria sobre Laborde en mar abierto,
habría dejado sin ningún tipo de protección a los suministros requeridos por el general
Morales en Maracaibo y el brigadier De La Calzada en Puerto Cabello, acelerando
notablemente la caída de ambas plazas. Éste habría sido el mejor escenario para la
armada colombiana.

El segundo escenario sería que el consejo de guerra del 3 de mayo no se hubiese


inclinado por forzar la Barra, sino por mantenerse en Los Taques, llamando a todas las
demás unidades flotantes a unírseles en dicho punto. Al pasar los días y no presentarse
la escuadra de Laborde en el área, la confianza colombiana habría subido, lo que podría
haber conducido a que la división que bloqueaba Puerto Cabello se les uniese en el
Golfo de Venezuela. Dependiendo de la prolongación de esta situación, los nuevos
buques adquiridos habrían podido ser enviados a la zona, reforzando a la escuadra y
preparándola para un choque total y decisivo contra las fuerzas de Morales, con
altísimas probabilidades de victoria.

El tercer escenario habría sido que Morales hubiese defendido adecuadamente la


Barra, colocando su escuadrilla entre el Castillo de San Carlos y el de Zapara. Un
dispositivo semejante habría sido en extremo difícil de superar para la escuadra de
Padilla, la cual habría sido diezmada, debiendo regresar sus restos a Río Hacha. Así, los
españoles habrían ganado la supremacía en el litoral venezolano, prolongando la guerra.

Un cuarto escenario habría sido que las fuerzas bloqueadoras de Puerto Cabello
sobrevivientes al Combate de Isla Larga (las corbetas Boyacá y Bolívar), persiguiesen a
las fuerzas de Laborde hasta el Golfo de Venezuela, donde hubiesen podido lanzar un
ataque que quizá habría impedido que éste introdujera al lago parte de sus fuerzas.

231
Un quinto escenario sería que Morales hubiese aceptado las sugerencias de
Laborde de hacer un desembarco al sur de los Puertos de Altagracia, para que las
fuerzas terrestres atacaran por la espalda los muelles de la escuadra colombiana, lo cual
se vería reforzado por un sorpresivo ataque frontal de la escuadra de Laborde, que
debería conducir a la destrucción de la escuadra colombiana. Esta idea de Laborde muy
probablemente se habría estrellado con la realidad de la presencia del ejército del
general Manrique en los Puertos de Altagracia. Manrique habría bloqueado el ataque,
que a su vez habría alertado a la escuadra colombiana, incrementando las posibilidades
de rechazar el ataque español. Sin embargo, siempre cabría la posibilidad de que éste
plan de Laborde hubiese funcionado si Morales le hubiese permitido ejecutarlo.

Finalmente, un sexto escenario habría sido que Morales aceptara la otra propuesta
de Laborde, consistente en desplazar la escuadra al sur, al centro del lago, retando a
Padilla a una batalla mucho más equilibrada, donde el mayor número de naves realistas
habría podido desplazarse y maniobrar, aprovechando su superioridad en alcance de
artillería. En el caso de que Laborde hubiese logrado arrastrar a Padilla a esta posición,
las posibilidades de vencer del primero hubiesen sido bastante altas. Sin embargo, si
Padilla no hubiese caído en la trampa, permaneciendo en el estrecho, Maracaibo habría
quedado expuesta a un asalto anfibio del ejército de Manrique, transportado por la
escuadra. Esta situación habría provocado una violenta batalla en la propia ciudad, que
habría concluido muy probablemente con la victoria colombiana. Esto a su vez habría
dejado a la escuadra de Laborde mortalmente embotellada en el Lago de Maracaibo.

Llama la atención que de seis posibles escenarios alternos al que sí ocurrió,


apenas en uno había posibilidades prácticamente totales de vencer para los españoles.
Que dicho escenario se diera dependía por completo de la decisión de Morales de
apostarlo todo a la defensa de la Barra. Los otros dos escenarios con posibilidades claras
de ganar los españoles también dependían en gran medida de las decisiones de Morales.

¿Podríamos afirmar entonces que las fuerzas españolas perdieron la Batalla Naval
del Lago de Maracaibo debido a malas decisiones de Morales?... Aunque eso sería un
juicio simplista que ignoraría los méritos de las tripulaciones colombianas, no cabe duda
de que las malas decisiones de Morales fueron un ingrediente clave de la derrota
española.

232
Por otra parte, estudiar el hecho de que, al menos teóricamente, la escuadra
colombiana tuviese la posibilidad de obtener una victoria aún más contundente sobre la
escuadra española en el curso de año 1823, nos demuestra el poder alcanzado por la
misma. En efecto, un triunfo en mar abierto, contra las unidades oceánicas de la
escuadra de Laborde fue una posibilidad que pudo materializarse para la Armada de la
República de Colombia. De haber ocurrido eso, muchos hechos posteriores habrían sido
diferentes.

4) Impacto de la campaña en el crecimiento de la armada colombiana

Muchos trabajos han explicado ya el profundo impacto que la victoria de


Maracaibo tuvo en el desarrollo de la Guerra de Independencia. Muy resumidamente
podemos decir que dicha victoria eliminó las últimas esperanzas españolas de
reconquistar el territorio colombiano, permitiendo la captura de Puerto Cabello medio
año después y sobre todo el envío masivo de fuerzas al Perú con el frente norte
despejado. Estos son algunos comentarios al respecto de autores como el almirante
Antonio Eljuri-Yúnez y el historiador Bernardo Jurado Toro:

“La Batalla dio un golpe de muerte al poder naval español en la Gran


Colombia. Privados del dominio del mar no pudieron ejercer en adelante
acciones eficaces contra nuestra soberanía.

Quedaba únicamente por conquistar la fortaleza de Puerto Cabello, último


baluarte todavía en poder de los realistas, en el vasto territorio
comprendido entre las desembocaduras del Guayas y del Esequibo.
Defendida tenazmente por el general Sebastián de la Calzada, fue tomada
por asalto por las fuerzas del General Páez el 8 de noviembre de 1823. Los
realistas rindieron las armas y entregaron el castillo por medio de una
honrosa capitulación, con la cual se concluyó la guerra de la
Independencia de la Gran Colombia.

En el futuro las armas republicanas se emplearon para contrarrestar las


guerrillas que los realistas mantuvieron con gran tenacidad, y para acudir
en apoyo de otros pueblos en las luchas por su libertad.”435

435
Eljuri-Yúnez S., Antonio R. Ob. Cit., p. 156
233
“[la Batalla Naval del Lago de Maracaibo] además facilitó y adelantó la
libertad de este país (la Gran Colombia) y evitó una guerra en dos frentes,
porque si Padilla y Manrique hubieran sido vencidos, la reacción realista
hubiera tomado cuerpo y dado lugar al atraso en los triunfos de Junín y
Ayacucho […]”436

“[…] la batalla naval del lago disminuye en un ápice la importancia de la


de Carabobo, pero sí es necesario hacer notar que si en verdad la terrestre
sella la Independencia de Venezuela, por ser el mayor golpe sufrido por los
realistas, después de este hecho las fuerzas españolas fueron tomando
mayor cuerpo y resistencia aprovechándose de graves errores cometidos
por los patriotas, como la engañifa en la cual cayera Páez permitiendo que
las tropas de Morales se apoderaran de la provincia de Maracaibo;
pudiendo demostrarse esto, con el conocimiento firme de que después de
Carabobo hubo aproximadamente cincuenta y dos acciones antes de la de
Maracaibo. Con lo cual indudablemente la marina colombiana logró
ponerse a la altura de las numerosas glorias ya conquistadas, por el
ejército terrestre.”437

Este comentario de Jurado Toro es muy pertinente: la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo dotó de tradición de victoria a la armada colombiana, colocándola al mismo
nivel que el ejército. Ahora bien, ¿cómo incidió esta victoria en el desarrollo de la
propia armada?... Es lo que buscaremos responder.

En primer lugar debemos considerar los ascensos. Ya en la Gaceta de Colombia


en su edición del 7 de septiembre habían sido publicadas las recomendaciones de
ascenso hechas por el propio Padilla. En esta nota el general costeño recomienda para
ascenso al Capitán de Navío Renato Beluche, al Capitán de Navío Nicolás Joly, Capitán
de Fragata Rafael Tono, Capitán de Fragata Walter Chitty, Teniente de Navío Pedro
Lucas Urribarrí, Teniente de Navío Felipe Baptista, y Teniente de Fragata Tomás Vega,
entre otros.438 Finalmente, los ascensos fueron decididos por el Gobierno a partir del
Consejo Extraordinario de Gobierno del 10 de septiembre de 1823.

436
Ibídem, p. 160
437
Jurado Toro, Bernardo. Ob. Cit., pp. 107 - 108
438
“Recomendación”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 7 de septiembre de 1823. N° 99, p. 3
234
“[…] el mismo secretario de marina manifestó que por recomendación del
general José Padilla y por el mérito contraído en el combate naval del 24
de junio último, de Maracaibo, pensaba dar el gobierno los siguientes
ascensos, y son: a capitán de navío, al capitán de fragata Walter Dares
Chury [Walter D´Chitty]. A íd. íd., al capitán de fragata Rafael Tono; a
teniente de navío, al teniente de fragata Tomás Villanueva; a íd., al alférez
de navío Francisco Padilla; a íd., al alférez de navío Felipe Bautista; a íd.,
al alférez de navío Félix Romero; a alférez de navío, al de fragata Tomás
Vega, Jerónimo Refeto y Enrique Belmonte; a alférez de fragata, a los
guardias marinos Carlos Huick John, Manuel Thamor Stemar, Domingo
Deux, Victorino Valencia, Francisco Zamora; a teniente coronel graduado
de marina, al capitán de infantería de íd., José de los Santos Prado; a
teniente graduado, al subteniente de infantería de marina Joaquín García;
a alférez de navío, al de fragata Pedro María Iglesias; al empleo de
subteniente, a Alejandro Salgado, secretario de la comandancia general
del Zulia. El consejo no tuvo inconveniente en estos grados y ascensos, y se
levantó la sesión.”439

Estos ascensos fueron si acaso el primer efecto visible de la victoria obtenida el 24


de julio. También debemos mencionar los honores decretados para los vencedores por el
Vicepresidente Santander.

“Francisco de Paula Santander, General de División, Vicepresidente


de la República encargado del Poder Ejecutivo, etc.
Considerando que a la eficaz cooperación y ayuda de la División del
Zulia al mando del general de brigada Manuel Manrique, con la escuadra
de operaciones en el Lago de Maracaibo, se debe en gran parte el glorioso
y brillante suceso de aquella campaña, deseando recompensar en algún
modo tan distinguido servicio, he venido, en uso de las facultades
extraordinarias que me concede el artículo 128 de la Constitución y la ley
de 9 de octubre del año 11º, en decreta, como decreto:

439
Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 10 de septiembre de 1823 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la
Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del
General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca
Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
235
1º Los jefes, oficiales y tropa de la División del Zulia que atacaron y
ocuparon la ciudad de Maracaibo el 17 de junio del presente año, y los que
estuvieron a bordo de la escuadra en el combate del 24 de julio, llevarán
en el brazo izquierdo un escudo amarillo con esta inscripción en el centro:
Al valor y constancia, año de 1823.
2º El Secretario de Estado en los Despachos de Marina y Guerra
queda encargado de la ejecución del presente decreto, que se presentará a
la próxima Legislatura para su aprobación o reforma.
Dado, firmado por mi mano, y refrendado por el Secretario de
Marina y Guerra en el Palacio del Gobierno en Bogotá, a 17 de septiembre
de 1823, 13º - Francisco de Paula Santander. – El Secretario de Marina y
Guerra. – Pedro Briceño Méndez.”440

A pesar de estos honores, no disminuyeron los problemas logísticos de la fuerza


naval colombiana, producto a su vez del precario estado financiero de la República. Así
se evidencia en el acta del Consejo de Gobierno del día 15 de septiembre, donde
Bermúdez, Manrique y Padilla en comunicaciones del 6, 15 y 22 de agosto informaban
que la escasez de fondos estaba afectando gravemente a las fuerzas de mar y tierra,
haciendo difícil su permanencia en el Departamento del Zulia, recién liberado.441

Aun así, las dificultades no erosionaban en lo más mínimo las glorias


alcanzadas, por las cuales se formarían disputas entre los líderes de la escuadra. La más
importante de todas fue aquella que se dio entre Padilla y Beluche, en torno a la autoría
de la táctica ganadora. Al parecer, el cerebro táctico tras el triunfo de Maracaibo fue
Beluche.

“Pueden surgir discusiones, como en efecto ha sucedido, sobre a cuál de


los Jefes corresponde la gloria por el triunfo logrado en Maracaibo;
muchos se lo han adjudicado al Jefe de la Escuadra, pero el examen de los
hechos demuestra que el mérito absoluto en dicha campaña corresponde a
Renato Beluche, quien en la Junta Superior de Guerra celebrada en Los
Taques propuso y logró que se aprobara la arriesgada y difícil operación
de forzar La Barra, para penetrar en el Lago y destruir la escuadra

440
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 250
- 251
441
Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 15 de septiembre de 1823... Ob. Cit.
236
española concentrada allí, al amparo de las murallas y cañones de
Maracaibo; y luego, por ser él quien dirigió y el primero que llevó a cabo
con su buque el difícil cruce; y por haber encabezado los abordajes que
completaron la derrota de los peninsulares.”442

A nivel material, el triunfo de Maracaibo también tuvo un impacto directo en el


crecimiento de la escuadra. En efecto, los buques presas aumentaron el poder de la
armada o aportaron dinero a sus arcas mediante el remate de los mismos.

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en


el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor Secretario General de Estado y del Despacho de Marina y Guerra.

Mañana muy temprano doy la vela para Cartagena con los buques
siguientes: goleta de guerra de tres palos “Emprendedora”, bergantín
presa “Confianza”, goleta ídem “General Padilla”, ídem, ídem “Yoly”,
cuyos tres buques desarmados conduciendo enfermos, heridos e inútiles de
la próxima pasada campaña que son pertenecientes todos al tercer
Departamento de Marina. Estos buques presas siguen a Cartagena por no
haber encontrado aquí ningún comprador.

El General, José Padilla”443

“República de Colombia – Comandancia General de la Escuadra en


el Zulia – Maracaibo, septiembre 20 de 1823 – 13°

Señor General Secretario de Estado y del Despacho de Marina y Guerra

Aquí se han vendido en estos días algunas piraguas y tres goletas de


las presas de esta escuadra, y su importe ha sido distribuido conforme al
artículo 44 de la ordenanza de Corso. Pero comoquiera que ésta no había
previsto casos como el presente, he mandado hacer la distribución en estos
términos.

442
Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 74
443
Ortega Ricaurte, Enrique. Bloqueo, rendición y ocupación de Maracaibo por la Armada Colombiana
al mando del Almirante D. José Padilla. (Documentos para su historia), pp. 155
237
Se dividió en cuatro partes: la 1ª para mí, como Comandante
General; la 2ª, para los oficiales, en que se comprendieron todos los jefes y
subalternos, tomando cada uno su parte conforme a sus empleos y sueldos
que disfrutan, y las otras partes para las tripulaciones y guarniciones, no a
prorrata sino en los mismos términos que se hizo con los oficiales.

Yo me persuado que este paso que he dado ha sido el más prudente


[…]

J. Padilla”444

En resumen, podemos decir que el triunfo en la Batalla Naval del Lago de


Maracaibo dio a la armada colombiana una tradición de victoria, que la hizo mucho más
visible ante el liderazgo político de la República, colocándose en paridad con el ejército.
Esto se concretó en forma de ascensos y honores para los hombres que lucharon en la
Campaña del Zulia y en la Batalla Naval del Lago. Además de eso, el triunfo también
generó ciertos beneficios materiales para la institución naval gracias a los buques y
material enemigo capturado.

Este reparto del botín capturado, las indemnizaciones reclamadas por Joly por
concepto de la pérdida del bergantín Gran Bolívar, y el arrendamiento y/o compra de
buques a particulares nos llevan considerar la Campaña del Zulia como el punto de
inflexión entre la época de una armada corsaria y la de una armada nacional. En efecto,
prácticas como el reparto del botín y la presencia de buques de propiedad privada eran
típicas de una fuerza corsaria; pero por otra parte la adquisición o arrendamiento de
buques a particulares con dinero de la República son señas inequívocas de que la
armada colombiana estaba en plena transformación hacia una auténtica armada
nacional. Bien podríamos afirmar entonces que si la Batalla de Carabobo fue la
“graduación” del ejército colombiano, donde combatió uniformado por primera vez y se
muestra ya como una fuerza militar a la par del ejército expedicionario español; la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo fue la “graduación” de la armada colombiana, su
última batalla como armada corsaria y la primera como armada nacional.

444
Ibídem, p. 157

238
5) La toma de Puerto Cabello, fin de la presencia española en el territorio de la
República de Colombia

Morales capituló en Maracaibo el 3 de agosto de 1823, y para mediados del mes


no quedaban ya en el Zulia fuerzas terrestres o marítimas bajo pabellón español. Buena
parte se había embarcado a Cuba, otros habían entregado sus armas y se habían
desmovilizado, mientras que otra parte nada despreciable se había integrado con el
ejército y marina colombianos. Así describía Santander a Bolívar la situación a finales
de agosto:

“A S.E. el Libertador Presidente de Colombia, General Simón Bolívar, […]

Excmo. Señor:

Tengo la satisfacción de informar a V.E. que la campaña del Zulia se


ha terminado felizmente, habiendo sido devuelto Maracaibo con sus fuertes
al seno de la república. El ejército del Zulia, y más que todo, la Escuadra a
las órdenes del General Padilla, han abatido el orgullo español en
diferentes combates, y han arrancado al General en Jefe del ejército la
capitulación de que incluyo a V.E. una copia. V.E. debe ver este documento
cuanta ha sido la generosidad y beneficencia del gobierno, cuyas
instrucciones han cumplido los jefes de operaciones, y cuanto puede valer a
Colombia una conducta noble y gloriosa.

Estoy muy cierto de que V.E. recibirá esta noticia con el gozo que le
inspiran los sucesos felices que las virtudes del Ejército Libertador
producen para la República, y que en el resultado de ésta campaña hallará
realizada las seguridades que me atreví dar a V.E. El Gobierno siente el
más vivo placer en felicitar a V.E. como a Libertador de la Patria y Jefe
principal de sus defensores, por el feliz éxito de la contienda en el Zulia, y
le ofrezco la más eficaz cooperación, para que pueda V.E. obtener el título
de Libertador del Perú y ser el ángel de paz y unión en la América
meridional.

Soy de V.E., con sentimientos de la más alta consideración y respeto,


de V.E. atento servidor,

Francisco de Paula Santander

239
Dios guarde. – Palacio del Gobierno en Bogotá, a 25 de agosto de
1823. – 13º”445

A pesar de la importancia de este triunfo, a la escuadra y ejército colombianos


les restaba una última tarea para liberar la totalidad del territorio colombiano: capturar
Puerto Cabello. A este objetivo dedicaron sus esfuerzos la escuadra y el ejército bajo
mando directo del general Páez en los meses siguientes a la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo. Dirigiremos ahora la mirada a los acontecimientos que vinieron ocurriendo
en Puerto Cabello desde el Combate de Isla Larga el 1º de mayo de 1823.

Pocos días después del Combate de Isla Larga, la goleta española Rayo navegó
de Puerto Cabello a La Guaira, llevando a bordo a Danels y otros cuarenta oficiales a
bordo, pertenecientes a los buques capturados. Esta liberación debió obedecer al
acuerdo firmado por Danels y Laborde a bordo de la fragata Constitución, documento
del cual sólo se ha conservado una parte.446 Tras su liberación, Danels regresó a
Baltimore, y el CF. John Maitland recibió del CN. Mathews el comando del bergantín
Mosqueta, rebautizado Pichincha.447

Hacia el 20 de mayo, el general Páez decidió suspender el asedio de Puerto


Cabello, argumentando que sin una fuerza naval adecuada no tendría sentido continuar
el sitio; por lo que se atrincheró entre Valencia y Maracay, desde donde podría proteger
Caracas y los llanos, manteniendo comunicación con la costa oriental del Lago de
Maracaibo, para poder seguir el desarrollo de la Campaña del Zulia. 448 Páez solicitó en
vano apoyo naval a Soublette, pues contaba solo con los bergantines Urica y Pichincha,
los cuales podían solo vigilar el puerto, más que bloquearlo efectivamente. Para fortuna
de los sitiadores, los españoles no estaban en condiciones de auxiliar de ninguna manera
a Puerto Cabello tras su derrota en Maracaibo.449

445
Jiménez López, Hadelis. Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Gloria e Independencia, p. 129
446
Fragmento de copia de un tratado celebrado entre los prisioneros de guerra, a bordo de la
“Constitución” y los almirantes Laborde y Danels. Puerto Cabello, 10 de mayo de 1823. Archivo
General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran Colombia,
Papeles de Guerra y Marina, Tomo LIX, folio 43.
447
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 218
448
Ibídem, p. 219
449
Ídem
240
Sin embargo, para finales de septiembre Páez habría recibido suficientes
suministros gracias a la acción de la escuadra, pudiendo entonces comenzar operaciones
detrás de la ciudad. En el extremo oriental de su línea de asedio, cerca de lo más
recóndito de la bahía, al final del mangle, estableció la batería del Trincherón, muy
cerca de Borburata, puerto por el que era abastecido. El 7 de octubre Páez recibió de la
escuadra al mando de Beluche, a través de Borburata, un cañón de 24 libras, que
emplazó en el Trincherón, con el que pudo dominar el mangle. Más tarde fue instalada
también otra batería al oeste del Trincherón, protegiendo así la entrega de suministros
vía Borburata.450

Hasta ahora la historiografía se ha centrado en Páez y su ejército al abordar el


asedio y captura de Puerto Cabello; olvidando el rol jugado por la escuadra bloqueadora
comandada en esta etapa final por Beluche. Ésta escuadra entregó a Páez piezas de 18 y
24 libras, además de abundante material de guerra, procedente de lo capturado en
Maracaibo, y se estaba reuniendo también una escuadra en La Guaira. Por esos mismos
días el general Bermúdez también llegó a La Guaira con refuerzos y navegó hasta
Borburata a bordo de la flota al mando de Beluche. Gracias a estos aportes, Páez pudo
extender su línea de asedio, capturando el pueblo exterior y montando baterías frente las
de la Princesa y el Príncipe, que defendían el pueblo interior y el puerto.451

El resto de la historia es bastante conocido ya. Gracias a la información de un


esclavo de Puerto Cabello, Páez encontró una ruta a través del mangle que rodeaba a las
defensas españolas. Tras lanzar un ataque de distracción sobre las baterías de la Princesa
y el Príncipe, desencadenó el verdadero asalto a través del mangle, tomando el pueblo
interior. Mientras tanto, Beluche y Bermúdez se aproximaron desde el oeste con una
flota ligera que lanzó un fuerte bombardeo sobre las defensas de la ciudad. El Brigadier
Sebastián de la Calzada fue hecho prisionero y tuvo que capitular. El 8 de noviembre se
rendía Puerto Cabello, y fue arriada la última bandera española que ondeaba sobre
territorio colombiano.452 Se habían completado por fin los objetivos pendientes desde la
victoria en la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821; sin embargo, la guerra no
había terminado, tal y como dan a entender la mayoría de los libros de historia.

450
Ibídem, p. 222
451
Ídem
452
Ibídem, p. 223

241
Las siguientes instrucciones dadas a la escuadra resultan reveladoras:

“Bogotá, 7 de diciembre de 1823.


Al General Carlos Soublette.
Anoche ha recibido el Gobierno la plausible noticia de la toma de la
importante plaza de Puerto Cabello; en consecuencia me manda hacer a
V.E. las prevenciones siguientes:
1º Que todas las autoridades de marina que residen en La Guaira se
trasladen inmediatamente a Puerto Cabello, capital del Segundo
Departamento de Marina.
2º Que todas las flecheras que haya V.E. hecho venir de los
Departamentos de Orinoco y Zulia para el bloqueo y rendición de aquella
plaza las haga V.E. volver a sus destinos para que hagan en ellos el
servicio de proteger las costas contra invasiones y el de impedir el
comercio clandestino; por ellas remitiendo al señor Comandante General
interino del Orinoco los fondos necesarios para poner en estado de servicio
las de aquel.
3º Que las fuerzas sutiles tomadas en Puerto Cabello se habiliten y
pongan en estado de hacer el mismo servicio que las de Orinoco y Zulia,
estableciendo apostaderos en las bahías de Ocumare y Choroní y otras que
convengan al objeto indicado.
4º Que deje V.E. destinados en el puerto más conveniente de los del
Segundo Departamento la corbeta de guerra Bolívar y los bergantines
también de guerra Pichincha y Urica.
5º Que las corbetas de guerra Boyacá y Venezuela pueden ser
destinadas indistintamente al Primer, Segundo o Tercero Departamento de
Marina según adonde las crea más convenientes V.E.
6º Que el navío de guerra Libertador venga precisamente a
Cartagena para que en su arsenal se le hagan las obras y reparos
necesarios para ponerlo en completo estado de servicio.
7º Que los demás buques de guerra de las clases de bergantines y
goletas de que no se ha hablado antes pueden ser destinados al Primer
Departamento para que en él hagan el servicio de perseguir piratas,
proteger el comercio e impedir también el contrabando.
Estas prevenciones que hace a V.E. el Gobierno por mí conducto no
impiden que V.E. en virtud de sus facultades para dirigir la guerra en ese
distrito, haga reunir en el puerto que convenga, si ocurren temores de
alguna invasión marítima, todos los buques que crea necesarios al intento,
librando al efecto las órdenes convenientes a los Comandantes Generales
242
de los Departamentos marítimos en que estén destinados los buques que se
necesite reunir.
Todo lo cual comunico a V.E. de orden del Gobierno para su más
pronto y exacto cumplimiento.
Dios, etc. – (Pedro Briceño Méndez).”453

Estas instrucciones dadas a Soublette por el Ministro de Guerra y Marina, nos


indican que la guerra no había terminado. Al contrario, la escuadra se desplegaba para
defender el extenso litoral atlántico-caribeño del país, al tiempo que se reforzaba para
llevar la contienda mar afuera.

b) Cruceros en el Caribe y la captura de la corbeta Ceres, 1824

El episodio del que nos ocuparemos seguidamente, se circunscribe


concretamente a los cruceros emprendidos por buques de la armada colombiana en el
Caribe en el año de 1824. Excluimos de esta parte las actuaciones de los corsarios y de
la Escuadra Colombiana del Pacífico, las cuales abordaremos detalladamente más
adelante.

Tras los triunfos de Maracaibo y Puerto Cabello, la armada colombiana procedió


a desplegarse a lo largo del litoral atlántico-caribeño de la República, para maximizar
así su capacidad defensiva. Por su parte, el Capitán de Navío Renato Beluche fue
enviado en crucero de búsqueda y destrucción de enemigos hacia el norte, teniendo bajo
su mando a las corbetas Bolívar y Boyacá. ¿A qué amenazas enfrentaría esta vez?... En
ese momento, corsarios y piratas españoles estaban operando desde las ensenadas del
sur de Puerto Rico, amenazando el incipiente comercio marítimo colombiano, así como
la llegada de armas y suministros desde Europa, y también el envío marítimo de tropas
desde los puertos del norte de la República hacia el Perú a través del Istmo de Panamá.
Beluche cruzó al norte del Canal de la Mona a finales de diciembre de 1823, y en enero
y primeros días de febrero de 1824 patrulló cerca de las islas de Saona, Mona, Puerto

453
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 272
– 273. Cita a: Fundación John Boulton. Sección Venezolana del Archivo de la Gran Colombia, A,
MCCLXXV, pp. 172 – 173

243
Rico, Culebra y Saint Thomas. El 19 de febrero, ya en La Guaira, Beluche reportó a
Soublette que “nada respetable ha ocurrido […] aparte de haber liberado al bergantín
inglés Boston, Capitán Alexander Murdock, en ruta de Trinidad a Gibraltar con una
carga de cacao; y el bergantín francés Bonne Sophie, Capitán Chevanche, en ruta de
Havre de Grace a Martinica con una carga de bienes secos. Estos buques habían sido
apresados por un pirata salido de Puerto Rico, y con destino a esta costa.”454 Así
reseñó este primer crucero en el Caribe la Gaceta de Colombia:

“El capitán de navío Renato Beluche comandante de la división de las


corbetas de guerra Bolívar y Boyacá, ha dado parte con fecha 19 de
febrero de que en el crucero que verificó sobre las islas Suona, Haití,
Mona, Puerto-Rico, Saint Thomas, Culebra, Roques y Orchila, represó el
día 12 del mismo sobre la costa O, de Puerto-Rico dos bergantines: uno
inglés llamado Boston su capitán Alejandro Murdock que procedente de la
isla de Trinidad navegaba para Gibraltar con cargamento de cacao; y el
bergantín francés Bonne Sophie capitán Chevanche del Havre-de-Grace
para Martinica cargado de mercancías los cuales habían sido apresados
por un pirata español armado en Puerto-Rico, conducidos sobre aquella
costa. El comandante Beluche añade: que aunque se empeñó en la caza del
pirata para apresarlo, este se aterró tanto que no pudo lograrlo por no
exponer a varar los buques de su mando; pero que el pirata recogió la
gente con que había marinado sus presas, puso en libertad las
tripulaciones de ellas que tenía a su bordo, y logró escaparse sobre la
costa. Por los apresados se informó el mismo comandante del trato
inhumano que habían recibido de el pirata. Este es un pailebot pintado de
negro con faja blanca, armado con un cañón de a seis, y tripulado con
veinte hombres todos de Puerto Rico. El comandante Beluche puso en
libertad los dos bergantines sin haberles exigido nada a pesar de haber
transcurrido siete días desde el de su apresamiento hasta el de su
rescate.”455

454
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 226. Cita
a: “A bordo de la corbeta Bolívar salida de La Guaira, febrero 19 de 1824”. El Colombiano. Caracas, 3 de
marzo de 1824
455
“Extracto de un parte del capitán de navío Renato Beluche”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo
25 de abril de 1824. N° 132, p. 1
244
El 4 de marzo la corbeta Boyacá zarpó de Puerto Cabello escoltando al navío
Libertador hasta Cartagena. De allí partió hacia el norte, rumbo a aguas cubanas, a la
caza de buques españoles. La acompañaría en este crucero la corbeta Bolívar. Esta vez,
la pequeña división naval buscaba impedir cualquier operación contra el litoral
colombiano por parte de lo que restaba de la flota española basada en La Habana, al
mando del Capitán de Navío Ángel Laborde y Navarro, quien planeaba atacar las costas
venezolanas y neogranadinas a fin de hacerse con alguna cabeza de playa y emprender
la reconquista del territorio.456

El momento cumbre de este crucero se dio con el enfrentamiento de la Boyacá y


la Bolívar con la corbeta española Ceres, el 4 de abril de 1824. El enfrentamiento
ocurrió cuando las dos corbetas colombianas estaban fuera del puerto de La Habana, al
mediodía del domingo 4 de abril. La Bolívar y la Boyacá avistaron un buque que
avanzaba hacia ellas, reconociendo a las 2:00 pm que era la corbeta Ceres, la misma que
había combatido contra el bergantín Independiente el 1º de mayo de 1823 en Isla Larga,
y que había ayudado a capturar las corbetas Carabobo y María Francisca, junto con el
CN. John Daniel Danels. Así reportó la batalla el teniente Booth, comandante de la
infantería de marina a bordo de la Bolívar:

“En ese momento la Boyacá estaba dos millas hacia atrás, y estando bajo
fuerte presión del viento, llevó lejos su foque; nosotros hicimos frente para
ayudarla. A las 3 en punto pm. ambos buques corrieron contra el viento; el
buque español se fue hacia La Habana con las velas inferiores recogidas. A
las 7 pm. ambos buques fueron a su persecución, a medio tiro de pistola, la
Boyacá (estando a sotavento de la Bolívar y la Ceres manteniéndose lejos)
fue a la acción con valentía y estilo con una andanada bien dirigida, y
grueso fuego de fusilería, el cual fue contestado por cerca de 12 minutos,
cuando la Boyacá cayó atrás; el viento favoreció un poco, trayendo a la
Bolívar a la acción hacia su costado.
Después de dar dos andanadas, y la primera división a estribor con
disparos de fusilería, que ella regresó; un constante rugir de cañón que fue
mantenido en todos lados, hasta 50 minutos después de las siete pm.,
cuando la Ceres golpeó a la Bolívar, estando completamente averiada, con

456
Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a La Habana en
1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas” en Revista de la Armada,
N° 29, 19 de abril de 1993, p. 83 – 84

245
sus jarcias cortadas y teniendo algunos disparos peligrosos en su casco. La
luz del Morro distante a tres leguas, por el suroeste-oeste.
La Ceres montaba 36 cañones largos de 18 libras y dos menores, y una
tripulación de 326 hombres.
La Bolívar, Comodoro Beluche, Capitán (John) Clark, llevaba 23
carronadas de 32 libras, y un cañón largo de 12 libras, con 156 hombres.
La Boyacá, Capitán (Thomas) Brown, tenía 20 carronadas de 22 libras, y
dos cañones cortos de 32 libras, y 140 hombres.
La Bolívar no tuvo ningún muerto y solo cuatro heridos, entre ellos estaba
el Comodoro Beluche y el teniente Booth, comandante de los infantes,
ambos muy ligeramente. La Boyacá no tuvo ningún muerto y solo un
herido.”457

El autor Isidro Beluche, descendiente del CN. Renato Beluche, nos narra el
combate de forma un tanto más dramática:

“Beluche, con el arrojo de siempre, tomó la ofensiva y en persecución de


las naves enemigas se atrevió a llegar hasta las mismas costas de Cuba,
como ocurrió en la noche del 4 de Abril de 1824, cuando al mando de las
corbetas “Bolívar” y “Boyacá” batió y apresó a tres leguas del Morro de
La Habana a la “Ceres”, nave española de igual tipo, fuertemente
artillada con veintisiete piezas y con doscientos cinco hombres de
tripulación, de los cuales fueron muertos treinta y el doble heridos en la
acción aludida, que fue tan reñida que el propio Comodoro quedó herido
en una pierna por lo cual “tuvo que dirigirse a Pensacola en las Floridas,
para curarse y reparar las averías de la presa y de sus propios buques.
Antes de un año la marina colombiana se desquitó en la “Ceres” del golpe
de ésta y la “Constitución” le habían causado el 1° de Mayo del año
anterior al apresar las corbetas “Carabobo” y “María Francisca”.”458

Por más objetiva que sea nuestra mirada, es imposible no admitir que este
combate – al que podríamos denominar “Combate Naval del Morro de La Habana” –

457
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 226 – 227. Cita a: National Gazzette and Literary Regíster.
Filadelfia, 15 de mayo de 1824
458
Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 75
246
tuvo un sabor a revancha para la Armada de la República de Colombia y para el Capitán
de Navío Renato Beluche en particular. No sólo se coronaba con un gran éxito el
crucero, sino que se había capturado a una nave que casi un año antes los había vencido
y había apresado dos corbetas colombianas. Para destacar más la victoria, el combate
había ocurrido a la vista de las fortificaciones de La Habana; es decir, en las narices de
Laborde. A pesar de su triunfo, el CN. Beluche enfrentaba la dificultad de que la Ceres
había quedado severamente dañada, y se encontraba en aguas enemigas. Por ello navegó
con su presa a Pensacola, puerto al que llegó el 18 de abril. Tras dejar a la Ceres ahí
para ser reparada, navegó a Nueva York con el fin de buscar dinero para pagar las
reparaciones y enrolar cien marineros. Desde Nueva York envió un reporte a Colombia
con fecha del 18 de mayo de 1824 y regresó a Pensacola, arribando el 9 de junio.459
También se supo en Venezuela de la victoria de Beluche gracias a testimonios
particulares, como se evidencia en el oficio remitido el 27 de julio por el coronel
Francisco Avendaño, Comandante de Armas de La Guaira, al Comandante General del
Departamento, general José Antonio Páez. En dicha misiva, Avendaño escribe que los
pasajeros de un bergantín-goleta danés procedente de Nueva York informaron que el
CN. Beluche se encontraba en el puerto de Mobile, y que se disponía a regresar a
Venezuela con la Ceres.460

Entre tanto, así continuó informando la Gaceta de Colombia el triunfo de la


armada nacional:

“Con el mayor placer comunicamos que una división de nuestra armada


compuesta de las corbetas Bolívar y Boyacá al mando del bizarro capitán
de navío Beluche ha rendido frente a la isla de Cuba la corbeta de guerra
española Ceres de 28 cañones después de un fuerte combate. Aunque no se
ha recibido el parte del apresador, tenemos la noticia de un modo positivo
por Jamaica y La Habana.”461

459
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 227
460
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXVIII, folio 293
461
“Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 13 de junio de 1824. N° 139, p. 2
247
“Por las gacetas de New York de 14 de mayo referentes a diarios de
Pensacola sabemos positivamente el apresamiento de la corbeta de guerra
española La Ceres. El 18 de abril llegó a Pensacola el comandante
Beluche con nuestras corbetas Bolívar y Boyacá y la presa. Nuestras
corbetas se hallaban el 4 de abril frente a La Habana en su crucero cuando
descubrieron la corbeta española por barlovento; inmediatamente le dieron
caza y a las 7 de la noche la tuvieron a medio tiro de pistola, y descargaron
sobre ella la fusilería; la corbeta enemiga contestó por cerca de doce
minutos, después se sostuvo un vivo cañoneo hasta 50 minutos después de
las 7 de la noche en que se rindió La Ceres a la Bolívar hallándose
completamente destrozada su maniobra y teniendo varios balazos de
peligro en el casco. Esto sucedió a tres leguas del faro del morro de La
Habana. La Ceres montaba 36 cañones de a 18 2 obuses con un total de
326 hombres – De ellos tuvo 30 muertos y 60 heridos, de los cuales han
muerto después 30.

La Bolívar al mando del capitán Clarck montaba 22 carronadas de a 32 y


un cañón de a 13 con 156 hombres. – Tuvo solo cuatro heridos, entre ellos
el comandante Beluche y el teniente Bouch ambos levemente.

La Boyacá al mando del capitán Brown montaba 20 carronadas de a 32 y


dos cortas de a 32 con 140 hombres. Tuvo solamente un herido.

Estimamos fácil dar nuevos golpes a la moribunda marina española, si


nuestros reglamentos sobre sueldos se reforman atendiendo el pedido de
los marineros. Destruida la marina española y aumentada
consiguientemente la nuestra, el comercio gozará de mejor protección, y
nuestras costas quedarán en perfecta seguridad. Por fortuna cuenta la
República con unos oficiales de marina animados de buenos deseos contra
la armada enemiga, colmados de gloria, y pesados de un valor
extraordinario.”462

Ya en septiembre, otra nota en la Gaceta de Colombia, resumió completamente


la aventura de Beluche, hasta su retorno al país:

“El capitán de navío Renato Beluche, comandante de una división marítima


compuesta de las corbetas de guerra de la República llamadas Bolívar y
Boyacá desde Nueva York a 18 de mayo de 1824 anuncia al gobierno que

462
“Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 4 de julio de 1824. N° 143, p. 2

248
el 4 del próximo pasado abril a las 7 de la noche se ha rendido a la
división de su mando la corbeta de guerra española nombrada la Ceres,
que navegaba en demanda del puerto de La Habana avistada a tres leguas
de el, cuando la atacó. La Ceres estaba armada con veintiséis cañones
largos de a diez y ocho y uno de a doce, tripulada con doscientos ochenta y
seis hombres y mandada por el teniente de navío don Martín María Espina.
El enemigo sufrió tanto en su aparejo y arboladura que le ha sido
imposible seguir a uno de los puertos de Venezuela sin haber corrido el
riesgo de ser apresado por la escuadra enemiga que dio la vela del puerto
de La Habana dos días después del combate. Esta ocurrencia le determinó
a seguir al O de la costa de la Florida y tomar el puerto de Pensacola con
el objeto de cambiar los palos mayor y mesana de la Ceres que fueron
pasados en el combate por cuatro balazos de a treinta y dos de su bordo.
De Pensacola tuvo que ir a Nueva York en busca del dinero necesario para
remediar las averías de la escuadra y enganchar cien hombres de mar para
completar sus tripulaciones. El nueve regresaba para Pensacola con estos
auxilios. La corbeta Ceres tuvo en el combate treinta muertos y sesenta
heridos: la Bolívar no tuvo más que un herido. Todos los marineros
españoles que fueron embarcados por fuerza les puso en tierra a causa de
que era imposible conservar tan gran número de enemigos sin estar
siempre con las armas en la mano. Los soldados de infantería de marina
los mantenía en seguridad a bordo y seguirían con él en todo el mes
próximo de junio que verificaría su salida de Pensacola con dirección a
Puerto Cabello y se lisonjea que la escuadra saldrá bajo tal pie de fuerza
que podrá batir y escarmentar a la enemiga si tratase de oponérsele en su
navegación.

El comandante Beluche llegó a Puerto Cabello con su presa sin


novedad.”463

La forma en que fue pagada la reparación de los buques en Pensacola queda


revelada con el oficio dirigido tiempo después por el CN. Felipe Santiago Estéves,
Comandante del Segundo Departamento de Marina, al general Carlos Soublette,
Director de la Guerra en el Distrito Norte.

463
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 26 de septiembre de 1824. N° 154, p. 1
249
“República de Colombia - Comandancia General de Marina del 2do
Departamento.
Al Excmo. Señor General Director de la Guerra.
Le acompaño a V.E. una copia de la cuenta de gastos hechos en
Pensacola con motivo de las averías que sufrieron en el combate de 4 de
abril último frente al morro de La Habana las corbetas de guerra Bolívar,
Ceres y Boyacá, cuyos documentos me ha remitido el señor comandante
general de la escuadra Capitán de Navío Renato Beluche, y las fianzas en el
superior conocimiento de V.S. para su debida inteligencia; esperando se
sirva tener la bondad de solicitar del Sr. Intendente Departamental el pago
de los gastos al Sr. Beluche, o cuando le sea posible reintegrarlo su total
impuesto por la escasez de la hacienda pública al menos una parte de el,
para salir de los empréstitos que ha contraído en Pensacola aquel
benemérito jefe.

Dios”464

Es decir, Beluche pagó con fondos propios y contrajo deudas en Pensacola para
solventar la situación con las tres corbetas en cuestión. No manejamos la información de
si la República le canceló posteriormente el dinero gastado, aunque considerando la
estrechez financiera del Gobierno y casos anteriores, como el del CN. Nicolás Joly y la
pérdida del bergantín Gran Bolívar el 8 de mayo de 1823, creemos que es poco
probable que Beluche haya recibido el pago correspondiente.

Esta operación naval; que ha pasado desapercibida para la mayor parte de la


historiografía venezolana, destaca en la historia de la armada colombiana por varias
razones: Primera, se trata del segundo crucero lejos de las costas propias que emprenden
los buques colombianos para cazar enemigos, lo que muestra que para finales de 1823 e
inicios de 1824 la escuadra de Colombia había pasado a una actitud agresiva frente a su
enemiga española, buscando tomar la iniciativa en el Caribe. Segunda, este crucero
llevó a una victoria sobre la escuadra española, lejos de las costas propias y cerca de las
del enemigo, como ya hemos referido; lo que subraya el poder alcanzado y la audacia
con la que comenzaba a operar la armada colombiana. Tercera, es la única victoria

464
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXXII, folio 22
250
obtenida por buques regulares de la escuadra colombiana – no corsarios – sobre los
españoles en lo profundo del Mar Caribe, siendo pues una operación de largo alcance.

En este sentido, opina el almirante e historiador Manuel Díaz Ugueto:

“Ciertamente, después de ésta y otras operaciones navales contra el tráfico


marítimo favorable a España, no sucedieron incursiones de importancia de
su Real Armada sobre las costas de Venezuela y la Nueva Granada, que
juntas formaban entonces, con Ecuador, la República de Colombia. El
dominio relativo de las comunicaciones marítimas había sido asegurado
por la Armada republicana, con la bien gloriosa victoria alcanzada en
Maracaibo y la toma de Puerto Cabello, hechos que facilitaron entonces el
empeñar los buques patriotas en interceptar y destruir cualquier intento
enemigo.”465

Aún con el enfoque más frío y objetivo, libre de toda exaltación nacionalista y
patriótica, resulta evidente que con el Combate Naval del Morro de La Habana se
manifestó un importante cambio en la dinámica de la guerra entre España y Colombia.
Si el general Briceño Méndez dijo en su exposición al congreso en 1823, que tras la
Batalla de Carabobo la guerra había dejado de ser continental para volverse marítima;
tras la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y la liberación de Puerto Cabello, la
contienda se había vuelto totalmente marítima, peleándose mar afuera y no cerca de la
costa como hasta 1823. Y más importante aún, el gran cambio era que ahora la armada
colombiana – y los corsarios al servicio de Colombia – tendrían la iniciativa estratégica.
La victoria en el Combate Naval de La Habana y la captura de la Ceres demostraron que
la Real Armada Española había perdido irremediablemente su empuje en la nueva
guerra marítima de larga distancia que libraban ambos bandos. También se demostró el
alcance y capacidad ofensiva de la armada colombiana, que empezaba a retar a la
española por el control del Caribe.

465
Díaz Ugueto, Manuel. “La Captura de la Corbeta de Guerra Española “Ceres”, frente a La Habana en
1824 y el dominio marítimo de La Gran Colombia en el Mar de Las Antillas” en Revista de la Armada,
N° 29, 19 de abril de 1993, p. 86

251
c) Operaciones planteadas y ejecutadas, 1825 – 1827

Para inicios de 1825, la República de Colombia prácticamente ha terminado la


guerra contra los españoles en el antiguo Virreinato del Perú, asegurando su frontera
sur. Esto permitió entonces al Gobierno colombiano volver a mirar al norte, hacia el
Mar Caribe, para ocuparse prioritariamente de ese Teatro de Guerra; el cual desde
finales de 1823 había sido secundario en la lucha contra España, en beneficio de la
Campaña del Perú. Para esas mismas fechas, la Real Armada Española empezó a dar
muestras de recuperación tras su derrota en Maracaibo de 1823, por lo que las
posiciones de España en Cuba y Puerto Rico se mostraban ahora tan amenazantes para
Colombia como lo había sido el Virreinato del Perú hasta la victoria de Ayacucho en
diciembre de 1824.

A fin de liquidar tales amenazas, el Vicepresidente Santander comenzó una


política de acercamiento y coordinación con México, aliado natural para Colombia en el
área; materializada a su vez en una estrecha coordinación naval conducente a apoyar los
esfuerzos de la armada mexicana para capturar la fortaleza de San Juan de Ulúa en
Veracruz – último bastión español en México – y luego a formar una expedición
colombo – mexicana que expulsara a los españoles de Cuba y Puerto Rico. En esta parte
del trabajo abordaremos el aspecto netamente naval y operativo de dicha alianza,
dejando para más adelante el análisis diplomático y estratégico.

A continuación, se explicarán los planes de la armada colombiana para apoyar


en el asedio de San Juan de Ulúa, luego los de la liberación de Cuba y Puerto Rico, para
finalizar exponiendo otros planes y operaciones menos importantes emprendidos entre
1825 y 1827.

1) Apoyo en el asedio de San Juan de Ulúa

En fecha tan temprana como el 3 de octubre de 1823 se firmó el Tratado de


Amistad, Unión, Liga y Confederación Perpetua entre la República de Colombia y los
Estados Unidos Mexicanos. Sin embargo, no fue hasta 1825 cuando ambas repúblicas
comenzaron un verdadero acercamiento en el aspecto militar. Ya para esa fecha, la
recién nacida república mexicana comenzaba a estabilizarse bajo el gobierno del general
252
Guadalupe Victoria, consolidándose tras la caída del Emperador Agustín Iturbide. Por
su parte, la República de Colombia podía ocuparse de liquidar la guerra marítima con
España en el Caribe, tras haber culminado la Campaña del Perú, como se explicó
anteriormente.

Sin embargo, y a diferencia de Colombia, México aún tenía en su territorio una


importante plaza ocupada por los españoles: el castillo o fortaleza de San Juan de Ulúa
en Veracruz. Dominando el principal puerto mexicano del Golfo, San Juan de Ulúa era
abastecido desde la cercana isla de Cuba, y mantenía abierta la posibilidad de una
reconquista española sobre el país. Una situación estratégica no muy diferente a la
generada en Colombia con la permanencia española en Puerto Cabello tras la Batalla de
Carabobo, pero agravada por la cercanía de Cuba. En efecto, el almirante Ángel
Laborde y Navarro, Comandante del Apostadero de La Habana, tenía como su primera
prioridad mantener abastecidas a las fuerzas españolas en Ulúa, y defender la plaza de
cualquier ataque mexicano o de otro Estado hispanoamericano que fuese en auxilio de
México.466 Evidentemente, una posible invasión española a México podría despertar los
ánimos de muchos antiguos realistas; pudiendo devolver el control de los enormes
recursos naturales de México a la Monarquía Española, poniendo a su vez en peligro la
independencia de las otras naciones recién emancipadas.

La temida posibilidad de un reforzamiento de Ulúa se materializó en agosto de


1824, cuando arribó desde La Habana una escuadrilla que transportaba 350 hombres y
60 presidiarios para que continuaran los trabajos en las fortificaciones. La escuadrilla
además acondicionó un hospital a bordo para trasladar a Cuba a los numerosos
enfermos de escorbuto que había en la fortaleza. Todo ello ante la impotencia de la
minúscula escuadra mexicana.467 El 27 de enero de 1825 llegaron más refuerzos,
consistentes en 345 hombres al mando del Brigadier José Coppinger, quien relevó al
general Francisco Lemaur como comandante de la fortaleza. Esta fuerza llegó a bordo
de dos bergantines y la fragata Sabina, ex Constitución; la misma con la cual se habían
enfrentado Danels y Beluche en Isla Larga el 1º de mayo de 1823.468

466
Castro Álvarez, Pedro Raúl. El nacimiento de la Armada de México. Los orígenes de una noble
Institución, p. 134
467
Ibídem, p. 136
468
Ibídem, p. 152
253
Por su parte, el Gobierno colombiano no se mostró indiferente a la situación,
como quedó registrado en el acta de la sesión del Consejo de Ministros del día
miércoles 1º de junio de 1825:

“El secretario de guerra y marina, por orden de su excelencia, manifestó


un proyecto que tenía el gobierno de reunir toda nuestra marina de guerra
para que fuese a bloquear el puerto de La Habana, o el de Santiago de
Cuba, a fin de impedir que vayan auxilios al Castillo de San Juan de Ulúa,
o también que vaya nuestra escuadra a cruzar en el golfo de Méjico,
cooperando así a la pronta rendición del expresado castillo. El proyecto
pareció al consejo muy bueno, y se convino en que podría nombrarse para
jefe de la escuadra al general Lino de Clemente y que llevara consigo los
mejores oficiales de marina. Se creyó que con este paso, Colombia
adquiriría importancia exterior y se llenarían grandes miras políticas. No
habiendo más negocios qué tratar, se levantó la sesión.”469

Se iniciaban así los preparativos de una campaña naval con un alcance estratégico
mucho mayor que la del Zulia en 1823. De hecho, sería la mayor campaña naval
proyectada por la República hasta ese momento, y era impulsada directamente por el
Secretario de Guerra y Marina y el Vicepresidente. En consecuencia, no tardaron en
tomarse medidas:

“República de Colombia - Secretaría de Marina y Guerra - Sección


1° - N° 19.

Palacio de Gobierno en Bogotá a 11 de agosto de 1825. 15°

Al señor General de Brigada Lino de Clemente

Su Excelencia el Vicepresidente de la República ha tenido a bien


nombrar a Vuestra Señoría Comandante General de la Escuadra de
Operaciones que debe formarse en el tercer departamento de marina: al

469
Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II
(Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio
y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

254
efecto tengo orden de prevenir a Vuestra Señoría se traslade
inmediatamente que reciba ésta a Puerto Cabello, y se embarque desde
luego en la corbeta Ceres o en cualquier otro buque de guerra que esté
listo, si no lo está aquel, para seguir a Cartagena sin pérdida de momento.
El Gobierno faculta a Vuestra Señoría para que le proponga al Jefe que
haya de nombrarse para que sirva la mayoría general de tal escuadra, a
quién podrá Vuestra Señoría desde luego traerse consigo, dándole la orden
conveniente al efecto, si es que se encontrase sirviendo en los
departamentos primero o segundo del mismo modo de facultad a Vuestra
Señoría para que lleve consigo a Cartagena a cualquier jefe u oficial de los
que sirven en la comprensión de ése y segundo departamento y se crea útil
para cualquier destino en la misma escuadra; a cuyos efectos se dan las
órdenes convenientes a los Señores Comandantes Generales de los mismos
primero y segundo departamento. Al fijar al Gobierno su elección en
Vuestra Señoría para este importante mando, ha tenido muy presentes sus
recomendables circunstancias adecuadas a la delicadeza y magnitud de la
empresa que va a confiársele y para remover cualquier inconveniente que
pueda presentarse a Vuestra Señoría al pronto cumplimiento de esta orden,
se le da en esa fecha la consiguiente al señor Intendente de ese
departamento para que facilite a Vuestra Señoría los auxilios que pueda
necesitar para su pronta salida de él. Dígalo todo a Vuestra Señoría de
orden del Gobierno para su inteligencia, pronto y exacto cumplimiento.

Dios guarde a Vuestra Señoría

Carlos Soublette”470

Según el historiador naval Francisco Alejandro Vargas, el plan del


Vicepresidente Santander consistía en formar una escuadra o división naval bajo el
mando del General de Brigada Lino de Clemente, con el Capitán de Navío Renato
Beluche como segundo, que navegara hasta el Golfo de México y contribuyera al
bloqueo de San Juan de Ulúa, derrotando a la escuadra española. Santander además
planeaba que mientras esa fuerza cumplía dichos objetivos, el resto de la escuadra, al
mando del Capitán de Navío Nicolás Joly, podría atacar Puerto Rico. 471 Esta conclusión
de Vargas se puede sustentar con el siguiente documento:

470
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, p.
141. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia
471
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 264 y 265.
255
“Yo he ordenado con respecto a operaciones marítimas lo siguiente, que
espero reserve U. mucho por lo que importa. Reunidos en Cartagena un
navío de 74, una fragata de 44, tres corbetas, dos bergantines y dos
goletas, se formará una división marítima a órdenes de Clemente y Beluche
que seguirá al Golfo mejicano a unirse con la escuadra mejicana, bloquear
Ulúa y batir la escuadra española. Al efecto, hemos celebrado un convenio
aquí con el Encargado de Negocios de Méjico, autorizado completamente
por su Gobierno al efecto, en el cual está pactando que pagará Méjico
todos los gastos de nuestra escuadra desde su salida de Cartagena, y
cuarenta días después de que salga de regreso de los puertos mejicanos, y
a indemnizarnos de las averías y pérdidas de buques. Yo he pensado, y está
de acuerdo el Consejo de Gobierno, en que por este medio nos
descargamos de un inmenso gasto de la marina, creamos marineros,
auxiliamos a Méjico y en él la causa general americana, y añadimos este
nuevo ramo de laurel a la gloria de Colombia. Mientras que esta escuadra
sigue a México, el resto de los buques de guerra que son cinco mayores,
seguirán a cruzar sobre Puerto Rico al mando de Joly. Padilla es Senador
y no puedo separarlo de nuestro territorio. Nos quedan algunos buques
menores como lanchas y pailebotes. ¿Qué cree u. de todo esto? Clemente
lleva instrucciones de jamás comprometerse contra las Naciones neutrales,
ni de intentar nada de firme contra La Habana, y menos ahora que está
guarnecida por tropas francesas.”472

Los preparativos siguieron adelante, y el 19 de agosto se firmó el Convenio de


Auxilios Navales a México, documento especial y particular en el proceso histórico de
la independencia de la República de Colombia, pues es el único donde se expresa y
desarrolla una alianza de carácter estrictamente naval. De hecho, bien pudiésemos
hablar de la primera alianza naval hispanoamericana.

“Bogotá, 19 de agosto de 1825


Firmantes:
Por COLOMBIA, Pedro Gual
Por MÉJICO. José A. Torrens

472
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de agosto de 1825 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 196 – 197

256
Pedro Gual, Secretario de Estado y relaciones exteriores de la
República de Colombia, i Don Anastasio Torrens, encargado de negocios
de los Estados Unidos Mejicanos cerca de la referida República,
hallándose debidamente autorizados por sus respectivos Gobiernos para
convenir en los medios con que la dicha República puede ausiliar con sus
fuerzas navales a los dichos Estados, hasta lograr la rendición del Castillo
de San Juan de Ulúa, único punto que el enemigo de ámbas ocupa dentro
de la jurisdicción Mejicana, en cumplimiento de lo estipulado en los
artículos 4o. i 5o. del tratado de unión, liga i confederación perpetua,
firmado en la ciudad de Méjico el día 3 de octubre del año del señor de
1823, han discutido i acordado los artículos siguientes:

Artículo primero. La República de Colombia se compromete i obliga


formalmente a ausiliar a sus amigos i aliados los Estados Unidos
Mejicanos con una fuerza naval competente hasta lograr la rendición del
dicho Castillo de San Juan de Ulúa.

Artículo segundo. Los Estados Unidos Mejicanos se comprometen i


obligan a pagar los sueldos correspondientes a los oficiales i tripulaciones
de la Marina Colombiana en servicio de guerra i a sostenerles con las
raciones necesarias de a bordo en buen estado, en conformidad del adjunto
memorandum, desde el día en que cada uno de los buques ausiliares salga
de los puertos de Colombia con destino al Golfo Mejicano, hasta cuarenta
dias despues de la rendicion de dicho Castillo de San Juan de Ulúa, los
cuales podrán prorogarse por cuatro meses mas a voluntad i espensas del
Gobierno Mejicano, siempre que juzgue conveniente su residencia por este
tiempo en el referido Golfo.

Artículo tercero. Los Estados Unidos Mejicanos se obligan ademas a


indemnizar a la República de Colombia de todos los daños, averías i
pérdidas de sus buques de guerra, miéntras permanezcan al servicio de
Méjico, un año despues de la terminacion de la presente guerra.

Artículo cuarto. Para evitar toda disputa, en cuanto el valor de las


indemnizaciones estipuladas en el artículo anterior, se conviene aquí
espresamente en que luego que la Marina Colombiana esté de regreso a
sus puertos, despues de terminadas sus operaciones contra el enemigo en el
Golfo Mejicano, el Gobierno de los Estados Unidos Mejicanos mandará a
bordo de la Escuadra ausiliar dos comisionados que en union de otros dos
nombrados por el Comandante de ella, vean, examinen i avalúen los daños,
averías i pérdidas que haya sufrido la Escuadra Colombiana, i si
desgraciadamente discordaren los dichos comisionados de una i otra parte,
podrá nombrarse un tercero que dirima la disputa, y su decision será
perfectamente obligatoria para ambas potencias.
257
Artículo quinto. Luego que la Escuadra de Colombia se presente al
frente de cualquier punto de la Costa de Méjico, se pondrá como ausiliar a
las órdenes del Gobierno de aquellos Estados Unidos, i obedecerá
enteramente las que se le comunicaren relativas al plan de operaciones que
crea conveniente seguir para lograr el objeto del presente convenio.

Artículo sexto. El Comandante de la Escuadra de Colombia


conservará, sin embargo, a bordo de los buques de su mando, el órden
económico i la disciplina i subordinacion militar conforme a las leyes de su
pais, sin que en ello pueda intervenir en manera alguna el Gobierno de los
Estados Unidos Mejicanos.

Artículo séptimo. Las presas de buques mercantes que se hagan por


las Escuadras unidas de Colombia i Méjico se distribuirán en dos
porciones iguales, de las cuales la una pertenecerá a la primera i la otra a
la segunda, para que se disponga de ellas conforme a las leyes de cada
pais respectivamente.

Artículo octavo. Los buques de guerra Españoles que se apresaren


por la Escuadra Unida de Colombia i Méjico, se incorporarán i pondrán
bajo el pabellon de aquella que hubiese abordado al enemigo o hubiese
sido la causa principal de su rendicion.

Artículo noveno. El presente convenio durará en su fuerza i vigor


por parte de la República de Colombia, por todo el tiempo estipulado en
los artículos anteriores, a ménos que su territorio sea de tal manera
invadido por el enemigo que haga necesario el regreso de sus buques para
su propia defensa, en cuyo caso solamente podrán volver a los puertos de
Colombia luego que reciban al efecto las órdenes del Gobierno respectivo,
i el de los Estados Unidos Mejicanos no obligado en tal caso a continuarles
el pago de los sueldos i raciones de que habla el artículo 2o. sino hasta el
dia de su arribo al primer puerto de la referida República.

Artículo 10o. El presente convenio será perfectamente obligatorio


para los Gobiernos de la República de Colombia i de los Estados Unidos
Mejicanos a cuyo efecto empeñan solemnemente su buena fe i el honor
nacional.

En fe de lo cual firmamos i sellamos las presentes con nuestros sellos


respectivos en la ciudad de Bogotá, a diez i nueve dias del mes de agosto
del año del Señor mil ochocientos veinticinco.

(L.S).
Pedro Gual;
258
(L.S.)
José A. Torrens.”473

En septiembre, Clemente y Beluche recibieron formalmente sus nombramientos


como Comandante en Jefe, y Mayor General (Jefe del Estado Mayor) y Segundo
Comandante respectivamente, de la expedición contra San Juan de Ulúa; trasladándose
a La Guaira, de donde zarparon rumbo a Cartagena el día 10 de ese mes. Como se
explicará más adelante, los retrasos en los preparativos colombianos no sólo le
impedirían a la República atacar a tiempo San Juan de Ulúa, sino que generarían
rumores en todo el Caribe sobre una expedición a Cuba, que en buena parte estaban bien
fundados.474 ¿Con qué medios contaba la armada colombiana para semejante misión?...
En la parte dedicada a la gestión administrativa de la institución, explicaremos con
detalle que para 1825 la escuadra estaba creciendo espectacularmente, siendo lo más
destacado el hecho de que Santander estaba esperando un navío de 70 cañones y una
fragata de 44 provenientes de Suecia, así como dos fragatas nuevas de 64 cañones
provenientes de Estados Unidos. Estas embarcaciones serían el núcleo de la escuadra
destinada a estos ambiciosos planes.

“Tengo entre manos y muy reservado el proyecto de bloquear La Habana


con una fuerte escuadra. Llevo tres objetos: 1° cooperar a la reducción de
Ulúa, sobre lo cual estamos de acuerdo con el Gobierno mejicano, que
paga los gastos: 2° encerrar a los españoles en la isla para que no se nos
metan a hostilizar nuestras costas; y 3° contribuir a realzar la gloria y
reputación de Colombia. No hablo de expedición formal, porque no
podemos hacerla por sí solos, estando muy bien guarnecida la isla. Espero
de Europa un navío de 74, que se llamará Bolívar, dos bergantines y dos
fragatas de 44, que todo lo tengo pagado; estos buques reunidos a los que
tenemos acabarán con la escuadra española, y luego puede ir una fragata y
un buen bergantín o corbeta al Pacífico para que no sea preponderante la

473
López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva
Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line). Cita a: Crédito de Méjico contra las
repúblicas que compusieron la de Colombia. Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1855, pp. 40-42.
474
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 266
259
fuerza marítima de los otros Estados. Si el bloqueo no nos rinde la cuenta,
pensaremos formalmente en Puerto Rico. Estoy autorizado por el Congreso
para todo esto, que ha sido buena fortuna.”475

“Dicen que en La Habana hacen preparativos para defenderse, y que en


todo caso de seguridad contra una invasión, saldrá una expedición contra
Méjico. Yo me alegraría mucho de que se realizara lo último, para poder
pensar con menos recelo en dar ocupación a nuestro ejército y a la marina.
Como todavía no han llegado los buques de porte que dije a U. esperaba de
Europa y de los Estados Unidos, no se adelanta el proyecto de ir a
bloquear la isla de Cuba, que le comuniqué a U. antes muy
extensamente.”476

En este sentido, el historiador Francisco Alejandro Vargas señala que en febrero


de 1825 don Joaquín de Arrieta presentó un informe a las autoridades españolas en
Cuba, el cual contenía un balance de las fuerzas navales colombianas para ese
momento. Según Arrieta, la República poseía cuatro corbetas de guerra, siendo la Ceres
– capturada a los españoles en abril de 1824 – la única con tripulación completa y en
condiciones de hacerse a la mar; una goleta armada casi sin tripulación y en malas
condiciones; un navío y una fragata con bandera sueca, bien armados y tripulados, listos
para para ser transferidos a Colombia; y una balandra inglesa en la misma situación. Los
colombianos esperaban además la llegada desde Estados Unidos de un navío y fragata
recién construidos, además de la goleta Bolívar, que se reparaba en Nueva York. Fuera
de Cartagena, Colombia tenía en servicio dos bergantines y una corbeta.477

Por su parte, Laborde no descuidó la defensa de Ulúa, y el 19 de septiembre


zarpó de La Habana un convoy bajo su mando, compuesto por las fragatas Sabina y
Casilda, y la corbeta Aretusa, acompañadas por varios bergantines mercantes que
transportaban víveres para los defensores de la fortaleza.478 El 11 de octubre se presentó
nuevamente Laborde frente a San Juan de Ulúa. Sin embargo, esta vez dio media vuelta
475
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de junio de 1825 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 181
476
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de julio de 1825 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 188
477
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 267 y 268
478
Castro Álvarez, Pedro Raúl. Ob. Cit., p. 155
260
y regresó con sus barcos a Cuba sin haber abastecido a la fortaleza. Aunque es bastante
difícil de explicar su decisión, el autor Pedro Raúl Castro Álvarez la atribuye a que
quizás, al observar que las ocho embarcaciones mexicanas se mantenían en su lugar,
creyó que las mismas contaban con armas más poderosas de las que en realidad tenían.
Sin embargo, Laborde más tarde argumentó que sus naves se dispersaron a causa de un
temporal, desarbolando a la fragata Sabina, lo cual le obligó a regresar a La Habana.
Esta decisión de Laborde condenó la suerte de los defensores de San Juan de Ulúa. 479
Nuevamente el carácter excesivamente prudente o poco arrojado de Laborde costaba
muy caro a España.

El 18 de noviembre de 1825 fue firmada la capitulación de San Juan de Ulúa por


el general Barragán del lado mexicano, y por el brigadier Coppinger del lado español,
que enseguida partió a La Habana a explicar la situación a Laborde. Así, el 23 de
noviembre se arriaba para siempre el pabellón español de suelo mexicano.480 Mientras
esto ocurría, Santander informaba a Bolívar de los retrasos en sus planes navales, en
carta fechada el 21 de noviembre de 1825:

“Por acá no ocurre nada de nuevo, después de mi última carta del 6 del
corriente. Las cosas de Europa subsisten in statu quo, y la España no
pierde momento en enviar tropas y buques a la Isla de Cuba. Nuestra
escuadra no se ha reunido aún, por la tardanza de los buques del Báltico,
que sabemos positivamente haber salido del puerto de Cramstadt.”481

Evidentemente, el retraso colombiano en materializar el acuerdo de auxilios


navales a México jugó en contra del prestigio nacional, y de alguna manera provocó que
el Gobierno mexicano juzgase ya innecesaria la cooperación naval entre los dos

479
Ibídem, p. 156
480
Ibídem, pp. 161 - 162
481
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 225
261
países.482 Esto se puede inferir por lo asentado en el acta de la sesión del miércoles 7 de
diciembre de 1825 del Consejo de Gobierno:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de relaciones exteriores
dio cuenta, por orden de su excelencia de una nota que se le había pasado
por el señor coronel Anastasio Torrens, encargado de negocios de Méjico
cerca del gobierno de Colombia, por la cual pide que, según las últimas
instrucciones que ha recibido de su gobierno, se rompa el convenio que
había celebrado con el secretario de relaciones exteriores, para que la
escuadra colombiana se uniera a la de Méjico para el bloqueo del castillo
de San Juan de Ulúa; el encargado de negocios de Méjico se funda en que
ya su gobierno ha adquirido buques de guerra y que por esto conceptúa
innecesario el auxilio de los de Colombia. Se acordó se le contestase que,
conforme a las noticias que tenía el poder ejecutivo, la escuadra española
que había en Cuba era muy superior a la mejicana y que era imposible que
ésta batiese sola a la primera; así que parecía exigir la prudencia el que no
se rompiese el convenio celebrado, sino que la escuadra colombiana
siguiera al golfo mejicano según las bases fijadas en el citado convenio. Se
trató también del destino que podría dársele a nuestra escuadra en caso de
no ir a Méjico, sobre lo cual hubo diferentes opiniones, y su excelencia el
vicepresidente manifestó que habiendo oído el dictamen de su consejo,
resolvería lo que juzgara más conveniente.”483

El tema volvió a tratarse en la sesión del 16 de diciembre:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de marina, por orden
de su excelencia, dio cuenta de una consulta hecha por los jefes de la

482
Capriles, María Elena. “Bolívar y la actuación de Venezuela en el Caribe a través de sus corsarios en
Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y México” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia No. 35,
p. 160
483
Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II
(Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio
y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
262
escuadra colombiana y del tercer departamento de marina, por la que
solicitan declaratoria acerca de cuál de las ordenanzas españolas debe
regir, si la de 1793 o la de 1802. Después de examinada detenidamente la
materia, se acordó que debe regir la primera, porque la segunda fue
derogada por real orden de 21 de septiembre de 1806 y, además, solamente
en la ordenanza de 1793 se habla de director de marina, empleo que
conservó la ley del congreso constituyente, por la cual se erigieron los
departamentos de marina.

Consultó después su excelencia el vicepresidente al consejo qué se hacía


con la escuadra colombiana en caso de que el gobierno de Méjico no
quiera cumplir el convenio celebrado con su agente. Su excelencia
manifestó su opinión y oyó la del consejo, encargando a sus miembros que
meditaran la materia para tomarla en consideración en otra sesión.”484

Y luego el 12 de enero de 1826:

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, menos el ministro


de la Alta Corte de Justicia de la República, presidiendo su excelencia el
vicepresidente encargado del poder ejecutivo, el secretario de guerra y
marina dio cuenta de la noticia que ha venido ayer, de la rendición del
castillo de San Juan de Ulúa, en Méjico, se convino en que con este fausto
acontecimiento se hallaba disuelto el convenio celebrado entre el
secretario de relaciones exteriores de Colombia y el encargado de negocios
de Méjico, para que nuestra marina fuese a ayudar a rendir aquel castillo.
Por esto el mismo secretario de la guerra leyó un proyecto de convenio, en
que se ponen las bases de una combinación de las dos escuadras,
colombiana y mejicana, para atacar y destruir la escuadra española de
Cuba. Pareció bien al consejo y se convino en que se remitieran dichas
bases a Méjico con un oficial, a fin de que nuestro ministro
plenipotenciario las acuerde con aquel gobierno.

El expresado secretario leyó también varios documentos en que se hallan


consignadas las frecuentes disputas que hay entre el comandante de marina
del tercer departamento y el general de la escuadra colombiana reunida en
Cartagena, Lino Clemente. Se convino en que estas disputas paralizaban
enteramente el servicio. Examinado el punto, la mayoría del consejo fue de
opinión de que, en virtud de la confianza que el vicepresidente había
manifestado merecerle el comandante general del departamento del
484
Ídem
263
Magdalena, Mariano Montilla, lo autorizara el ejecutivo para que cortase
las disputas que se suscitaran entre el comandante de marina y el general
de la escuadra, y que sus resoluciones se llevaran a efecto, pues de este
modo habría unidad de mando y no se atrasaría el servicio. Otro de los
medios que se propusieron fue que el general de la escuadra fuera al
mismo tiempo comandante de marina, más se prefirió el primero.”485

De esta manera, el Gobierno colombiano pudo aprovechar la victoria mexicana


para proponerle a su aliado un plan aún más ambicioso: la liberación de Cuba y Puerto
Rico, con la consecuente expulsión de los españoles del Caribe. Nuevamente el
gobierno de Santander subía las apuestas por la guerra naval, y tal como abordaremos
en la parte centrada en la diplomacia naval colombiana, este proyecto amenazaría con
reconfigurar todo el equilibrio de fuerzas en el continente americano.

La captura de San Juan de Ulúa era para Santander y los planificadores de guerra
colombianos solo un paso preliminar para eliminar la presencia española en el Mar
Caribe, no el objetivo final. De hecho, los preparativos hechos en Cartagena desde
finales de 1825 continuaron sin alteración, ahora con miras al verdadero objetivo
estratégico.

2) Planes para la liberación de Cuba y Puerto Rico

No son pocos los trabajos historiográficos referidos a los planes del Libertador y
de la República de Colombia para liberar Cuba y Puerto Rico del dominio español. Es
entre 1826 y 1827 que este proyecto toma forma real como un plan militar y que llega a
estar muy cerca de llevarse a cabo. Después de este lapso, los problemas internos de
Colombia anularán toda posibilidad para una empresa de semejante dimensión. Sin
embargo, ya hacia 1823 tenemos noticias de un precoz plan para una expedición
colombiana a Cuba. El ya citado Francisco Alejandro Vargas refiere parte a una carta
enviada por Vicente Rocafuerte a Pedro Gual, fechada en Maracaibo el 21 de noviembre
de 1823. En dicha misiva, Rocafuerte cuenta a Gual que José María Salazar, ministro
colombiano en Estados Unidos, le había manifestado a mediados de 1822 que Colombia

485
Ídem

264
podría ir a la conquista de Cuba, pues calculaba que Maracaibo y Puerto Cabello pronto
serían liberados. Rocafuerte argumentaba que este plan sería beneficioso para la
República, que podría enviar fuera sus tropas sobrantes, apoyando a su vez a los
independentistas cubanos que eran favorables a Colombia.486 Este interesante dato es
ampliado por Sergio Guerra Vilaboy, quien presenta un fragmento de la carta ya
mencionada:

“Se me aparecieron en mi casa los señores Salazar y Palacios, el uno


Ministro Plenipotenciario de Colombia en E.U. y el otro Cónsul General;
ambos me suplicaron a nombre de Colombia, me prestase y la ejecución
del plan que habían concebido de apoderarse de la Isla de Cuba: me
hicieron las mayores instancias para que tomara parte en este negocio de
tanta trascendencia. El señor Salazar me dijo: "Acaba de llegar la noticia
de que el joven General Manrique ha expedido de Maracaibo al Coronel
Morales y a todas las tropas españolas. Él es un joven de aspiraciones y de
gran mérito; es íntimo amigo nuestro y hará lo que convenga a la gloria de
nuestro país. Importa pues que antes que Ud. vaya a México, pase a
Maracaibo, lleve a Manrique nuestra correspondencia e instrucciones y le
manifieste la importancia de atacar a la Isla de Cuba, con los 3,000
hombres disponibles que tiene en el Zulia y la escuadra de Padilla, que
debe estar aún en el lago de Maracaibo. La ocasión es muy oportuna, pues
me consta que los españoles tienen poca tropa en la Isla, y ésta se halla
reconcentrada en las cercanías de La Habana; también sabemos que por
todas partes contamos con un gran partido a favor de la independencia.
Como esta invasión, hecha por el Gobierno de Colombia, inquietaría a la
Inglaterra y la Francia, que tienen esclavos en sus colonias, es preciso que
este golpe de mano se dé sin la anuencia del Gobierno de Colombia,
aprovechándose Manrique de las fuerzas que tiene en estos momentos. Y
para que el Gobierno de Bogotá no se alarme al saber tan inesperada e
imprevista empresa y pueda francamente disculparse con la Francia y la
Inglaterra, saldrán de aquí para Caracas, al mismo tiempo que usted para
Maracaibo, los señores Miralla, Castillo e Iznaga, residentes en La
Habana, y propietarios en la Isla de Cuba, con objeto de predisponer los
ánimos de Venezuela; después pasarán a Bogotá y explicarán al Gobierno
este golpe de mano ejecutado por un guerrero colombiano, cuya

486
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 263 y 264.
265
inexperiencia y juventud le sirven de excusa al delito de invadir la Isla de
Cuba sin licencia de ese Gobierno”487

Rocafuerte salió de Nueva York con destino a Maracaibo, a la par que el 23 de


octubre de 1823 salieron hacia La Guaira el argentino José Antonio Miralla y los
cubanos Gaspar Betancourt Cisneros, Fructuoso Gil del Castillo, José Agustín Arango y
José Aniceto Iznaga, animados por la propia legación colombiana en Estados Unidos.
Estos independentistas eran miembros del Comité Patriótico, del cual también era parte
Antonio Abad Iznaga, quien permaneció en Nueva York como enlace del grupo en ese
país.488

En la carta ya citada de Rocafuerte a Gual del 21 de noviembre de 1823, el


quiteño escribió al venezolano:

“Acabo de llegar á este país: el principal objeto de mi venida ha sido ver


este puerto, y anunciar a Ud. una especie de diputación de la Isla de Cuba
compuesta de los señores Arango, Iznaga, Betancourt y Castillo, que á
nombre de los jóvenes cubanos vienen a pedir protección á la República y
suplicar los libre del yugo "godo". Los acompaña también un joven
residente en La Habana: éste se llama Miralla, quien por su talento y
viveza tiene un gran influjo en aquella ciudad. El negocio ha tomado
origen en Filadelfia, entre Salazar, el General Dn Manuel Arce, Presidente
de Guatemala, y yo. Hablando del Castillo de San Juan de Ulúa se me
ofreció decir que el único modo de rendirlo, era conquistar la isla de Cuba
y fijar allí el nuevo sistema de Independencia, aprovechándonos del gran
partido que se ha formado á favor nuestro, desde dos años á esta pane. La
idea gustó mucho al General Arce, quien contestó que tenía listos en San
Salvador los cuatro mil hombres que componían el ejército que él mandó y
levantó contra las tropas de Iturbide; que sólo le faltaba el dinero y
algunos oficiales de artillería, para realizar la expedición; que para este
objeto se podría conseguir en México un millón y medio de pesos, por
medio de la Casa Mignony y Echevarría, de Veracruz. Salazar, entonces
nos dijo, que la República, podría también cooperar á la conquista de

487
Guerra Vilaboy, Sergio. México y Cuba: primeros esfuerzos por la independencia cubana, 1820-1830.
Veracruz, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Veracruzana, 1998. Disponible en:
http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/8785 Cita a: Julián Vivanco. José Antonio Miralla. Precursor de
la Independencia de Cuba, t. 1. La Habana, El Sol, 1959. pp. 30-31.
488
Ibídem, p. 37

266
Cuba; porque calculaba que las plazas de Maracaibo y Puerto Cabello,
quedarían evacuadas en todo noviembre, y que sería muy útil á la
República, enviar fuera de su territorio, parte de la mucha tropa que le
sobraría; que mientras mis fuerzas presentásemos, menos resistencia
harían los españoles, y mayor estímulo tendría el fuertísimo partido de
cubanos independientes. Después de una larga discusión, resolvimos: que
el señor Presidente de Guatemala, General Arce, irla á tomar posesión de
su empleo, pasando por la ciudad de México, conferenciando con sus jefes
y proporcionándose el dinero necesario para alistar 4 ó 5,000 hombres;
que los cubanos y habaneros que se hallan en los E. U., promoviendo la
independencia, y buscando inútilmente auxilios en esos helados países, se
pusieran en camino de Santa Fe de Bogotá con cartas de recomendación
para usted. El General Arce salió de New York para Tampico, el 18
pasado. Yo debí irle acompañando; pero como también salía una goleta
que venía á cargar cacao aquí, para seguir inmediatamente a Puerto
Alvarado, me suplicó el General viniese á esta plaza, á tomar razón de los
oficiales útiles que podría haber y examinar el aspecto del país y espíritu
del pueblo. Es probable llegue á México á fines de diciembre. Estoy
persuadido de que se realizará la expedición contra Cuba, en todo el curso
del próximo febrero.”489

Salta a la vista el entusiasmo de Vicente Rocafuerte por la idea, aunque no se


puede decir que la misma fuese un verdadero plan militar, sino el proyecto, un tanto
quimérico, de unos revolucionarios, notables y políticos. Sin embargo, Rocafuerte llegó
a entrevistarse con el general Manuel Manrique, quien condicionó la ejecución del plan
a la próxima rendición de Puerto Cabello, la cual se produjo efectivamente ese mes de
noviembre de 1823. Manrique había enviado a La Habana a José Pierson, quien estimó
que con 3.000 hombres bastaría para tener éxito en Cuba. Manrique a su vez transmitió
estas informaciones a Soublette, Carabaño y Santander.490 En estos términos escribió
Manrique a Santander el 20 de agosto de 1823:

“Ahora he tenido el gusto de conocer al Coronel Dr. José Pierson, quien


después de habérseme dado a conocer como h.; me ha descubierto los
sentimientos mis liberales, como si hubiera sido el primer patriota de
Colombia; se ha marchado para Cuba, comprometido a trabajar en la
libertad de La Habana. Por la copia que incluyo de la carta dirigida a

489
Ibídem, pp. 119 – 120
490
Ibídem, p. 39
267
Carabaño y al General Soublette, tocará Ud. más de cerca mis ideas y si
mereciera el concepto de Ud., podría principiarse a trabajar una vez que
sea rendido Puerto Cabello, o cuando lo juzgue más conveniente [...]
Pierson tenía buenas ganas de quedarse para manejar la cosa conmigo y
Carabaño, pero después convinimos en que debía ser más útil en La
Habana, arreglando y preparando el proyecto y comunicándome sus
progresos […]”491

Este primer proyecto de liberación de Cuba quedó sepultado con la muerte del
general Manrique el 30 de noviembre de 1823, poco después de la caída de Puerto
Cabello. Rocafuerte se trasladó entonces a México en busca de apoyo del gobierno de
ese país.492 Si bien estos hechos tienen un carácter casi anecdótico, puesto que no
llegaron a concretarse en una acción militar, los mismos constituyen un interesante y
poco conocido antecedente de los planes más elaborados que vendrían posteriormente.
También resulta interesante que desde este primer momento aparece ya la convergencia
de intereses entre Colombia y México por echar de Cuba y Puerto Rico a los españoles.

Al examinar la documentación epistolar y la hemerografía de la época,


interpretamos que el Gobierno y la sociedad colombianas estaban expectantes acerca de
los movimientos españoles en el Caribe. Esto tanto por temor a un nuevo ataque desde
el mar sobre el norte del territorio nacional, como por buscar una oportunidad en la que
los españoles bajaran la guardia y pudiera la República finiquitar la guerra con un golpe
contundente. Tal golpe podría ser la invasión de Cuba y Puerto Rico. En el caso de la
primera de estas islas, no faltaban revolucionarios y conspiradores a favor de la
independencia, con los cuales podría coordinarse Colombia. En ese sentido, la Gaceta
de Colombia publicó el 7 de diciembre la noticia de una conspiración independentista
en Cuba, la cual fue descubierta y sofocada.

“Por las gacetas de Jamaica hemos sido instruidos de una conspiración


que fue descubierta en La Habana el 18 de agosto último. Según las
expresadas gacetas y una proclama, del capitán general de aquella isla, la
conspiración tenía por objeto el establecer una república en Cuba, y

491
Ibídem, pp. 113 - 114
492
Ibídem, pp. 39 - 40

268
hacerse independiente: don José Francisco Lemus, que se dice era coronel,
debía ser el presidente, don José Lemus Valdés el vicepresidente, un fraile
Llopis estaba destinado para que fuera obispo, y don Juan Jorge Peoli, un
mercader de 200, o 300 mil pesos de capital, para general de marina. Un
oficial de la imprenta donde se estaban tirando furtivamente las proclamas
revolucionarias denunció este hecho, por el cual fue descubierta la
conspiración y los principales autores arrestados, por una declaración que
dio Lemus Valdés, quien tuvo miedo y denunció toda la trama. Quedaban
arrestados los principales, que sin duda perderán la cabeza, como lo indica
el capitán general Vives en su proclama. Este pinta como es de costumbre,
con los colores más negros la conspiración, acerca de la cual aguardamos
ver lo que digan plumas más imparciales.”493

A comienzos de 1824, el Libertador desestimaba sin embargo las posibilidades


de un nuevo ataque español sobre las costas septentrionales de Colombia:

“En las costas del Norte ha corrido un absurdo rumor de que Morales
volvía de La Habana. Esta noticia fue dada en Jamaica por un necio o un
malvado al imbécil de Amador, y éste lo ha participado a todas partes. De
lo que conceptúo resultará algún retardo en las tropas expedicionarias.
Desde luego, en Cartagena y en el Istmo dicen que creen la noticia para
tener pretextos con que retardar los auxilios; en tanto que la tal noticia no
tienen pies ni cabeza, porque en La Habana ha habido una revolución; el
gobierno español allí no trata más que de conservarse a fuerza de
bayonetas, para darle un asilo a su constitución, que bien pronto será
echada de toda la Península, pues los franceses van a paso redoblado de
suceso en suceso, en tanto que los españoles cuentan tantas catástrofes
como días. La Habana puede servir en efecto de rendez-vous a todos los
liberales de España; pero para sostenerla necesitan de muchas bayonetas
europeas, porque allí el contagio revolucionario es general. Por otra parte,
el gobierno español trata de hacer la paz con nosotros de cualquier modo,
como lo han declarado los ministros del rey y las cortes: así no están para
expediciones y para gastos extravagantes.”494

493
“Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 7 de diciembre de 1823. N° 112, p. 3
494
Carta al General Antonio José de Sucre. Pativilca, 16 de enero de 1824. Bolívar, Simón. Obras
Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo
de 1824, p. 877
269
Aun así, el Vicepresidente Santander, quien ejercía el poder real en el país como
encargado del Poder Ejecutivo, continuó sus coordinaciones con México para conservar
la iniciativa de la guerra del lado independentista. Así parece reflejarse en los
preparativos que el Gobierno de México adelantaba ya a finales de 1824. El 18 de
agosto de ese año el general Antonio López de Santa Anna fue encargado de organizar
en Yucatán una expedición contra Cuba. Entre los líderes de la misma figuraban el
cubano Francisco de Sentmanat, miembro de la célula revolucionaria de Filadelfia,
quien para marzo de 1825 ya contaría con 500 hombres en Campeche para atacar La
Habana, incluyendo en dicha fuerza dos compañías de cubanos, y dos o tres buques.
Santa Anna, escribió al Gobierno sobre una tácita repartición con Colombia: México
tendría la responsabilidad primordial de liberar Cuba y Colombia haría lo propio con
Puerto Rico.495

Las cartas siguientes muestran por un lado la angustia de Santander ante un


posible ataque español por el Caribe, y por el otro la disposición de Páez para atacar
Cuba y Puerto Rico.

“Los enemigos no cesan de jeringarnos con noticias; ahora he recibido un


parte de Venezuela hablando de una expedición española organizada y
equipada en Cuba contra aquel Departamento.”496

“Estoy casi seguro de no engañarme, en el concepto de que U. tardará muy


poco en libertar al Perú así que reciba los contingentes de tropas de
Colombia, y entonces no nos queda otro padrastro que La Habana […]
cuente U. conmigo y cuente con tres o cuatro mil hombres de Venezuela,
los más guapos, y que un mes después de recibidas las órdenes aquí,
estaremos en La Habana.”497

495
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 41
496
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 19 de julio de 1824 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 151
497
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 19 de agosto de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 56
270
Aun así, para mediados de 1824 no podemos hablar todavía de un verdadero
plan de ataque sobre las Antillas Españolas. Sobre lo hecho en 1825, el general José
Antonio Páez recordaría en su autobiografía:

“Considerando como una amenaza a la vida de las nuevas repúblicas el


dominio español sobre las islas de Cuba y Puerto Rico, entraba en los
planes de la confederación libertarlas del yugo hispano, mediante los
esfuerzos combinados de las mismas repúblicas.

Ya por los años de 1825 hubo en Méjico el proyecto de formar en la


Florida, si lo permitían los Estados Unidos, una expedición destinada a
libertar a Cuba, para la cual contribuirían con buques y hombres los
Estados Unidos, Méjico, Colombia, Buenos Aires, Perú, Chile y Santo
Domingo; pero tan atrevida como arriesgada empresa, no paso de ser una
amenaza contra España. Tuvo mejor fortuna la proposición de Bolívar de
reunir los diputados de todas las naciones americanas en el istmo de
Panamá, «centro del globo, que mira al Asia por una parte y por otra al
África y a la Europa».”498

Estos recuerdos de Páez son bastante imprecisos, pues Estados Unidos, Buenos
Aires, Perú y Chile nunca se involucraron en planes libertadores de Cuba y Puerto Rico.
Para marzo de 1825 los movimientos españoles en el Caribe continuaban siendo
observados por Colombia con sumo interés, temiéndose una nueva invasión.

“El 17 de enero han fondeado en el puerto la fragata de guerra Casilda, las


corbetas de guerra Aretusa y Diamante con cuatro transportes procedentes
del Ferrol conduciendo tropas, armamento y pertrechos. Se asegura que
esta expedición va para La Habana.”499

“Un amigo de la República escribe lo siguiente desde una de las colonias


extranjeras: “De los buques de guerra españoles que han arribado a
Puerto Rico la fragata Casilda es el único respetable, pero su tripulación
compuesta de sastres, zapateros, y peones inutiliza su fuerza. Además el

498
Páez, José Antonio. Memorias del General José Antonio Páez (Autobiografía), p. 287
499
“Puerto Rico”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N° 179, p. 3
271
comandante se visto afligido por los síntomas de sublevación de acuerdo
con los demás buques, en términos de haber rogado encarecidamente al
comandante de una corbeta francesa le diese convoy hasta La Habana, a lo
que no pudo acceder este. La corbeta Diamante es un barcote danés muy
grande que compraron en el Río de la Plata para conducir a España unos
pliegos. Una goleta corsario de Buenos Aires la rindió, y la corbeta
española armada Darvis y Velarde la rescató en 1817. La corbeta Aretusa
es otro barcote francés del comercio de la India, un plomo, y se está
deshaciendo. La expedición se completó en Galicia hasta 1600 hombres
con gente sacada de los campos a viva fuerza: todavía a bordo tienen sus
vestidos campesinos. Entre los oficiales han venido algunos de los que
estuvieron con Morillo en Venezuela, se dice que de Canarias vendrán mil
hombres a reforzar la guarnición de Puerto Rico.””500

Para comienzos de 1825 se encontraba en Bogotá José Anastasio Torrens,


ministro de México, quien comenzó una serie de negociaciones con Colombia,
incluyendo coordinaciones militares. En las conversaciones de Torrens con el Secretario
de Exteriores Pedro Gual, Torrens manifestó interés por la posible anexión de Puerto
Rico a Colombia, expresando que los puertorriqueños eran colombianos por inclinación.
Respecto a Cuba, declaró que quedaría en libertad de decidir su destino. 501 A manera de
resumen de las gestiones de Torrens en Bogotá sobre este asunto, presentamos la nota
confidencial que envió a su gobierno el 28 de junio.

“Habiéndose celebrado en estos días una Junta de Gobierno en virtud de


movimientos en Cuba, pasé a la Secretaría de Relaciones Exteriores con el
fin de descubrir las miras de C. sobre esta isla; á pocas palabras me dijo el
señor Gual que se trata de los auxilios de marina prometidos á México, y
que las atenciones del Perú han impedido prestar. Le hice saber entonces
que tenía instrucciones para solicitarlos, ofrecer pago de los sueldos
durante el tiempo de su servicio y combinar un plan de operaciones entre
ambos gobiernos. El plan es que los gobiernos de México y Colombia
declaren en estado de bloqueo no sólo á Ulúa sino también á La Habana y
Cuba, que la marina cruce delante de estos dos puertos de la isla y
desembarque mil colombianos que fortifiquen en un punto; de el cual no
hagan incursión alguna antes bien proclamen que no ban á forzar i los
habitantes á tomar un partido contra su inclinación sino á auxiliarlos si
500
“Marina Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de marzo de 1825. N° 179, p. 4
501
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 40
272
quieren hacer su independencia: y si no limitarse á quitar los recursos i los
españoles atacando su Comercio. Que reunido el Congreso de Panamá se
debe proponer que las nuevas repúblicas levanten una marina para llevar
la guerra á España (después de concluir con Cuba y Puerto Rico) cruzando
en el Mediterráneo y haciendo desembarcos; añadió que sin este plan no es
practicable el bloqueo de Ulúa, no habiendo en nuestras costas puertos
donde se reparen los buques que sufran de un combate: que en el caso del
plan irán al puerto guarnecido por los colombianos en Cuba.”502

Por su parte, el representante colombiano en México, Miguel Santamaría,


también adelantaba gestiones con los mismos objetivos:

“Hace algún tiempo que este gobierno me había manifestado los deseos de
combinar con el de Colombia un plan dirigido a libertar las islas de Cuba y
Puerto Rico del dominio español; la inteligencia que han llevado con él
varios individuos de la primera, y su actual estado después de la
restauración del poder absoluto en España, renovó las ideas y deseos. Pero
las atenciones y gastos del de Colombia en el Perú, le han tenido en
suspenso hasta saber el resultado de aquella campaña. Por consiguiente,
luego que se tuvieron las noticias del glorioso suceso de aquella, se me
invitó a varias conferencias, cuyo objeto ha sido acelerar la ejecución del
plan […]

[…] El Presidente me ha asegurado que Méjico estará dispuestos con el


contingente de 6.000 o más hombres, y lo que por ahora le faltan son
buques, que aguarda, aunque no puede asegurarse el tiempo preciso de su
llegada.

Será, pues, objeto de la misión del Ministro mejicano la combinación con el


de Colombia de cuanto diga relación con respecto a lo militar o político en
las consecuencias del proyectado plan. Espero poder dar a nuestro
Gobierno informes más decisivos dentro de quince días.”503

Este arduo trabajo de hombres como Torrens, Gual y Santamaría cristalizaría en


1825 en el Convenio de Auxilios Navales a México que ya hemos presentado, destinado

502
Ídem
503
Carta de Miguel Santamaría al Libertador Simón Bolívar. México, 1° de abril de 1825 en Memorias
del General O´Leary. Tomo IX, pp. 411 – 412
273
sobre todo para el bloqueo de San Juan de Ulúa, y a nuevos y más amplios preparativos
en ambos países. De esta manera, el presidente Victoria aprobó la expedición que
Antonio López de Santa Anna venía preparando en Yucatán. Santa Anna sólo esperaba
la llegada de unos buques que se construían en el extranjero, así como al batallón
colombiano “Girardot” que se trasladaría a Cartagena bajo el mando del general
puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé por orden del propio Bolívar. Valero se
había destacado en el bloqueo del Callao, teniendo algunos oficiales cubanos en sus
fuerzas. Por otra parte, la gran acumulación de buques de guerra en Cartagena indicaba
los preparativos para una gran operación militar en el Caribe.504

En agosto de 1825 la Gaceta de Colombia volvía a informar de movimientos


españoles en Cuba:

“No queda duda en que ha arribado a la isla de Cuba una escuadra


francesa de 15 velas y han desembarcado en un punto de la isla cinco mil
hombres de la misma nación. Los diarios ingleses no han hecho mención de
este armamento, ni parece que han translucido el plan; pero los diarios
franceses del mes de mayo que se suponen órganos del ministerio discutían
las desventajas que se causaban a la Europa si la isla de Cuba llegaba a
abrazar el partido de la independencia. Hemos podido trascender que el
gobierno español bien asegurado del desgraciado suceso de sus armas en
Ayacucho, y temeroso de que los estados americanos lleven sus victoriosas
armas a la isla de Cuba ha ocurrido al medio único de guarnecer la isla
con tropas francesas, y dejar libres las tropas española para emprender
alguna operación sobre cualquiera de los estados antes colonias españolas.
Para el efecto hay en La Habana 12 o 14 buques de guerra españoles, a
que se reunirán las dos nuevas fragatas de 54 Iberia y Lealtad y a las
tropas recientemente venidas de La Coruña y de Canarias se reunirán dos
regimientos españoles que estaban listos a dar la vela del Ferrol, o del
mismo puerto de La Coruña. A todo esto, en España se contaba con que
Olañeta y Tristán conservaban después de Ayacucho un fuerte cuerpo de
tropas, con que los pueblos peruanos eran fieles a la madre patria, y con el
descontento y anarquía de los colombianos.

Estas son las noticias de que podemos informar al público. Si hemos de


confiar en las opiniones de algunos articulistas nuestros compatriotas,
Colombia no debe temer ser invadida, pues la España se contentará con
504
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., pp. 45 – 46

274
asegurar las colonias que le quedan bajo su dependencia; pero si hemos de
calcular por los preparativos que de antemano ha hecho el gobierno
proveyendo los almacenes y parques, y dictando otras medidas que no es
tiempo de revelar, y por los recelos y activas providencias de los
comandantes generales de los departamentos litorales, creemos que hay
bastante motivo para no vivir adormecidos en una fatal confianza. El
pueblo colombiano, y sus heroicos defensores sabrán en todo caso
conservar su gloria y la obra de sus sacrificios.

Permítasenos aquí un desahogo patriótico mientras que los enemigos


públicos de Colombia no perdonan ocasión ni esfuerzo para turbar el
reposo de la República, proyectando planes de invasión, o de anarquía, los
patriotas se ocupan de despedazarse mutuamente por medio de la
imprenta, de desconceptuarse, de fomentar rivalidades, de disminuir la
fuerza moral de las leyes y del gobierno. A los dos extremos de la América
meridional crujen las imprentas publicando dicterios, y calumnias contra
los dos primeros magistrados de Colombia: en Buenos Aires contra el
Libertador presidente suponiéndole miras siniestras, y levantando de este
modo polvo para que se forme una nube que obscurezca su gloria y
reputación: en Caracas y Puerto Cabello contra el vicepresidente
imputándole deslices muy ajenos a un magistrado que lleva recorrida una
larga vida pública. En ambos puntos sirve de pretexto a los escritores el
amor a la patria, y el celo por las libertades públicas, virtudes que en otro
tiempo […] Dejémoslo aquí, y no olvidamos que los abominables corifeos
de los clubs en la época sangrienta de la revolución francesa también
apelaron al amor de la patria y de la libertad. Quisiéramos, Dios es testigo
de nuestras intenciones, que nuestra vez fuera bastante capaz para que se
nos oyera: sin una cordial unión, y un profundo respeto a las leyes,
Colombia no verá consolidada su independencia y sistema político.”505

A pesar de estas informaciones, el Libertador continuó desestimando el peligro


de un ataque español al norte del país:

“[…] ayer recibí noticias del Istmo del general Carreño en que da parte de
haber llegado a Chagres una fragata de guerra inglesa, con la noticia de
que a La Habana habían llegado 7.000 españoles convoyados de dos
buques franceses que traían armas y las desembarcaron en La Habana […]
añade el capitán inglés, que la expedición debía venir a Costa Firme. En

505
“España y Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 28 de agosto de 1825. N° 202, p. 3
275
consecuencia, el general Carrero le pide tropas a Castillo, y por esta
causa, he ordenado hoy mismo al general Salom que mande al Istmo 1.300
infantes y 100 caballos de las tropas que sitian el Callao, acostumbradas a
un clima ardiente. También el general Carreño había recibido ya o estará
recibiendo el batallón de Junín y el escuadrón de Granaderos con 1.600
plazas. Estas tropas pueden servirle en todo caso, pero no deben quedar en
el Istmo porque morirán de fiebre siendo de climas fríos. Dígales Vd, a los
intendentes del Istmo y de Cartagena, que en cualquier caso me pidan
auxilios, que yo se los mandaré inmediatamente, y que aún pueden
pedírselos al general Salom a Lima, que tiene orden de mandarlos.

Yo creo que lo probable es que la expedición española sólo servirá para


conservar a La Habana y Puerto Rico, y que en caso de hacer una
expedición, la harán sobre Méjico pues que a nosotros nos temen porque
tenemos más de 50.000 hombres veteranos que oponerles.”506

En esta situación, la acumulación de hombres y buques continuó en Cartagena.


Contamos con el dato de que el 23 de octubre de 1825 un oficial de la armada
colombiana dirigió una carta para su hermano, residente en Estados Unidos, donde
decía: “Presumo habrás oído que se prepara una expedición contra la isla de Cuba:
consiste ésta en un navío de 74, cinco fragatas, seis corbetas, un cierro número de
bergantines, goletas, lanchas cañoneras, etc. El número de tropas es de diez a doce mil
hombres y creemos generalmente que por la opinión de sus naturales será fácil el logro
de la empresa sin derramamiento de sangre. Nuestra salida está detenida porque se
esperan de Nueva York dos fragatas que deben llegar por momentos; de suerte que
dentro de pocos días me veras otra vez en el campo de la guerra [...] Las operaciones
de la Armada serán dirigidas por el general Lino Clemente, el comodoro [Renato]
Beluche y yo. Yo creo [que] ésta deseada expedición no encontrará oposición en los
generosos habitantes de la opulenta isla de Cuba [...]”507

Este documento constituye una auténtica revelación, aunque es pertinente una


pregunta: ¿quién fue el autor de esta carta? El hecho de que se dirigiera a un pariente tan
cercano en Estados Unidos vendría a indicar con casi absoluta seguridad que el autor era

506
Carta al General Santander. Potosí, 13 de octubre de 1825. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II.
Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 235
507
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre México y
Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. p. 89.
276
originario de ese país. Ahora bien, aunque habían muchos oficiales de origen
norteamericano en la armada colombiana a finales de 1825, sólo uno tenía antigüedad,
experiencia y prestigio suficientes para ser el tercero al mando, detrás de Clemente y
Beluche: el Capitán de Navío John Daniel Danels, de quien ya hemos hablado
anteriormente. En efecto, Danels siempre mantuvo a su familia en Baltimore y se retiró
del servicio en la armada colombiana en 1826.

El extracto de una carta similar también fue publicado en Maryland:

“Un periódico de Antigua muestra el siguiente extracto de una carta de La


Guaira, fechada el 2 de septiembre:
“Una expedición está por zarpar contra Cuba, el 15 del corriente desde
Cartagena. Dos fragatas mexicanas de 64 cañones, dos fragatas, tres
bergantines y treinta y dos goletas, y toda la armada colombiana, con
19.000 tropas. Ésta es la noticia del día, y un bote fue enviado ayer a
Cumaná, para ordenar al Pichincha y la Boyacá ir a Cartagena.”508

Llegados a este punto resulta oportuno revisar, aunque sea aproximadamente, las
capacidades militares de Colombia y México para llevar a cabo este plan, así como la de
España para evitarlo. El autor venezolano Fermín Toro Jiménez nos dice que la
correlación de fuerzas era desfavorable a la coalición colombo-mexicana,
presentándonos que en La Habana los españoles contaban con un navío de línea, seis
fragatas, dos corbetas y buques auxiliares (bergantines y goletas); mientras que del lado
colombiano se contaban tres fragatas, tres corbetas y una goleta509.

Por su parte, el historiador español Serrano Mangas nos presenta las siguientes
cifras hacia el año de 1826: Colombia con un navío de línea y cuatro fragatas; México
con una fragata y varios bergantines y goletas; y la escuadra de Laborde en Cuba con un
navío de línea, tres fragatas, una corbeta y un bergantín, llegando más tarde dos navíos y
una fragata procedentes de España.510

508
Republican Star and General Advertiser. Easton (Maryland), 8 de noviembre de 1825
509
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 368
510
Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”,
Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 121 – 122
277
El Gobierno mexicano estaba consciente de que no disponía de una flotilla
corsaria como la de Colombia, de marina regular como la suya, ni tampoco de su
experiencia en la materia. Por ello ese Gobierno realizó esfuerzos consistentes en la
adquisición de buques y la contratación del Comodoro David Porter en Estados
Unidos.511 Esta nueva escuadrilla al mando de Porter, formada por un bergantín nuevo
adquirido en Estados Unidos, un mercante armado y un corsario, realizó varios cruceros
de ataque por costas cubanas a finales de 1826 y comienzos de 1827, teniendo como
base el apostadero de Cayo Hueso, al sur de la Florida512. Estas operaciones de la
escuadrilla demostraron la poca operatividad de la escuadra de Laborde, que no pudo
detenerlos sino hasta 1828.

En cuanto a las fuerzas navales colombianas, sabemos por las propias


presentaciones de los Secretarios del Gobierno ante el Senado a principios de 1826, que
hacia febrero y marzo de ese año la Marina de Guerra de Colombia llegó al cénit de su
poder, contando en sus fuerzas: un navío de línea, cuatro fragatas, cinco corbetas, siete
bergantines y nueve goletas, junto a más de cuarenta buques de pequeño porte.513 Si
bien todas estas embarcaciones no estuvieron disponibles al mismo tiempo; por
encontrarse algunas en el Pacífico, y otras en mantenimiento, averiadas o desarmadas,
es de resaltar la presencia de dos grandes fragatas de 64 cañones, la Colombia y la
Cundinamarca, construidas en Estados Unidos y adquiridas nuevas, las cuales contaban
con los últimos adelantos tecnológicos y podían plantarle cara a cualquiera de los viejos
y podridos navíos que España aún tenía en servicio. Otro informe interesante fue el
publicado por The Baltimore Gazette and Daily Advertiser, el 15 de marzo de 1826. En
dicho artículo, un aparente espía al servicio de España contó en Cartagena un navío, dos
fragatas, cuatro corbetas y tres bergantines.514 La escuadra colombiana, apostada en
Cartagena y en plenos preparativos también fue vista por el marino, comerciante y

511
Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las
Independencias de Hispanoamérica, pp. 765 – 766
512
Ibídem, p. 779
513
Reporte del Secretario de Marina al Congreso de Colombia. 9 de enero de 1826. Foreign Office.
British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 1099
514
Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force”. The Baltimore Gazette and Daily Advertiser.
Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2.
278
viajero sueco Carl August Gosselman, quien dejó constancia escrita de la misma,
coincidiendo con las fuentes anteriormente citadas.515

Ciertamente, no es un objetivo de este trabajo precisar si Colombia y México


habrían podido vencer a la escuadra de Laborde e invadir Cuba y Puerto Rico. Más allá
de afirmaciones como la de Fermín Toro Jiménez de que el plan era “un tanto
quimérico”516, al contrastar las fuerzas españolas con las colombianas, puede observarse
una relativa paridad entre ambas fuerzas. Del lado español existían ventajas tales como
mayor número de naves y mayor experiencia en sus oficiales y tripulaciones, mientras
que del lado colombiano las ventajas eran la mayor calidad de los buques al ser nuevos
en su mayoría, y la moral en alto de sus oficiales y marinería. Al final, podríamos
concluir que hacia 1826 existía una cierta oportunidad para la República de Colombia
de emprender una invasión de Cuba y Puerto Rico, para la cual sería determinante el
resultado del enfrentamiento entre las armadas colombiana y española. En dicho
enfrentamiento, que habría sido definitivo, habría tenido un rol fundamental la destreza
táctica de Laborde y la de sus contrincantes (Clemente, Beluche, Padilla, Joly, Danels,
etc.) para explotar las fortalezas propias y las debilidades del enemigo.

Al parecer la gran operación naval que se preparaba en Cartagena estaba en


combinación con revolucionarios dentro de Cuba. A comienzos de 1826, Francisco
Agüero y Manuel Andrés Sánchez fueron descubiertos por los españoles cuando
preparaban una expedición, siendo ejecutados en marzo. Agüero había vivido en
Colombia y viajó a Cuba con pasaporte colombiano. Meses más tarde fue organizada la
“Expedición de los Trece”, equipada en Jamaica e integrada por cubanos, colombianos e
ingleses. Tras un reconocimiento de la costa cubana para luego efectuar un desembarco
que sería apoyado por Colombia y México, los expedicionarios trataron de reunirse con
Agüero, pero no lo lograron ya que el mismo ya había sido capturado.517

Para enero de 1826 ya Santander perfeccionaba su plan de ataque sobre Cuba y


Puerto Rico, tras la caída de San Juan de Ulúa en manos mexicanas:

515
Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la República, 1981.
Descargado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.htm, pp. 61 - 62
516
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 369
517
Capriles, María Elena. Ob. Cit., p. 159
279
“[…] estoy en el siguiente plan: como con la ocupación del castillo de San
Juan de Ulúa por los mejicanos, verificada el 18 de noviembre, se ha
disuelto el convenio que teníamos con el gobierno mejicano para darle
nuestra marina, ahora he despachado un oficial a Veracruz con un nuevo
plan reducido a reunir nuestras fuerzas navales de mayor porte, y
emprender una operación decisiva sobre la escuadra española que está en
La Habana, para destruirla de fondo en combate. Esta escuadra es fuerte,
pues los españoles la han aumentado mucho en todo el año pasado; cada
una de por sí, entre la armada de Méjico y la nuestra, es débil y no puede
hacerle frente; pero reunidas somos superiores y no hay duda que batimos
a los godos. Batida esta fuerza, quedamos seguros en el interior y costas,
porque los españoles no tienen en que conducir tropas; entonces podemos
disminuir el ejército y por consiguiente los gastos; podemos bloquear
Cuba, Puerto Rico o Canarias, o cruzar sobre los mares de Europa y
reducir al Gobierno español a una situación muy triste y embarazosa. El
proyecto lo ha aplaudido y adoptado el Consejo de gobierno, y quedamos
alistado la escuadra en Cartagena […] Los vecinos de la isla de Cuba son
muy peligrosos, y es menester procurar un golpe de mano que les cueste
harto caro como el de Maracaibo.”518

Pese al entusiasmo de Santander, la realidad es que el retraso en los preparativos


de la expedición estaban desgastando la economía de Cartagena, a los mismos buques y
la moral de los hombres que esperaban, empezando por el propio general Clemente,
cuya impaciencia ya era conocida.

“Mucho se habla de que la España va a hacer un grande esfuerzo para


atacarnos; reúne en La Habana una fuerte escuadra, y el Gobierno ha
proyectado oponerle otra, para lo que ha invitado a Méjico, como tan
interesada en la destrucción de las fuerzas enemigas en esta parte; pero
desconfío mucho de que el Gobierno logre realizar sus miras, porque
aunque ha conseguido buques y algunos muy superiores, no tiene
marineros, ni oficiales de marina, ni un Jefe capaz de crearlos, que es lo
más esencial. El General Clemente tiene el mando de la escuadra de
operaciones, y todos los días pide su relevo, y como nuestro Gobierno no
tiene todavía todo aquel vigor necesario para dar la contestación debida,
creo que al fin lo relevarán, y aquí serán nuevos embarazos. No sé si la

518
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 21 de enero de 1826 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 237
280
separación de Clemente de la escuadra pueda mirarse como una ventaja, o
como un mal; pero preveo que Padilla le sucederá, y que muchos jefes
darán su dimisión en consecuencia.”519

En efecto, aunque Santander había mostrado claramente sus simpatías por el


general Padilla, la mayoría de los oficiales de origen extranjero, quizá los más
experimentados y con mayores conocimientos técnicos, no estaban a gusto con el
mando dado a su persona. Poco después, Santander encontraría la manera de capitalizar
a favor de la República la renuncia de Clemente, nombrándolo Secretario de Marina, y
separando así ésta secretaría de la de guerra.

“República de Colombia – Sección 2° Secretaría de Estado del


Despacho del Interior

Palacio de Gobierno en Bogotá

a 9 de Marzo de 1826. 16°

Al Señor General de Brigada Lino de Clemente

Con fecha 3 del corriente ha expedido Su Excelencia el


Vicepresidente de la República el decreto siguiente: “Por cuanto el
incremento que recibe la fuerza naval de la República hace necesaria que
se restablezca la secretaría de Marina unida temporalmente a la de guerra,
tanto para darle organización y dirección de los ramos de su pertenencia,
oído el consejo de gobierno ha resuelto lo siguiente:

Artículo 1°. Se nombra al General de Brigada Lino de Clemente para


secretario del despacho de Marina de Gobierno de la República.

Artículo 2°. Hasta que se posesione de su destino al General


Clemente, la secretaría de marina se despachará como hasta ahora por el
secretario de guerra.

El secretario de Estado del despacho del Interior queda encargado


de la ejecución de este despacho. Tengo la honra de participarlo a Vuestra
Señoría para su satisfacción y cumplimiento.

519
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 21 de febrero de 1826 en
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 40-41

281
Dios guarde a Vuestra Señoría.

J. Manuel Restrepo”520

Estas rivalidades entre los líderes navales ponían el riesgo la propia ejecución
del plan. Cuando Clemente fue nombrado Secretario de Marina, Beluche tomó el mando
de la flota en Cartagena, pero luego Santander volvió a imponer sus simpatías por
Padilla, a quien expresamente relevó de sus deberes como senador para que marchase a
Cartagena a asumir el comando de la escuadra. Santander no toleraba que un extranjero
comandara la principal fuerza naval de la República y no un neogranadino. Sintiéndose
ofendido una vez más, Beluche solicitó permiso para atender su salud y asuntos
personales en Venezuela, a lo cual accedió Padilla, y se marchó de Cartagena.521
Mientras el Gobierno colombiano seguía con lentitud los preparativos para el ataque a
Cuba y Puerto Rico, llegaban nuevas noticias de La Habana, indicando que los
españoles mejoraban sus defensas y se aprestaban quizás para nuevas ofensivas.

“Por cartas de dicha isla hasta 9 de enero sabemos que la escuadra


española se repara con actividad, y que el gobernador capitán general ha
recibido plenas y omnipotentes facultades de la corte para hacer cuanto
crea conveniente a los intereses de S.M.C.

La notica de la rendición del castillo de San Juan de Ulúa causó bastante


consternación en La Habana: el gobernador decretó inmediatamente la
exacción de medio millón de pesos por vía de empréstito para la defensa de
la isla; luego que se removiesen como cien mil pesos los ha remitido a
Europa para completar la habilitación de los navíos Guerrero y San Pablo
que están en carena en Cádiz. Es cosa extraordinaria que el gobernador
español de Ulúa que hizo la capitulación ha ido a España con la noticia en
una goleta de las Provincias Unidas del Centro de América llamada
Paquete de Guatemala.”522

520
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, p.
146. Cita a: Archivo Familia Clemente Urrutia
521
De Grummond, Jane Lucas. Renato Beluche. Smuggler, Privateer and Patriot 1780-1860, p. 233
522
“Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 5 de marzo de 1826. N° 229, p. 4
282
La tensión se fue incrementando, pues los planes colombianos pronto fueron de
dominio público más allá de las fronteras nacionales. Así, el 11 de marzo fue publicada
por la Gaceta Extraordinaria de México una carta que decía: “Aquí he encontrado muy
en caliente la expedición para la isla de Cuba, tanto que el Gobierno ha dispuesto que
en todo marzo estén aquí diez mil hombres y listas las fuerzas navales compuestas al
presente de cinco fragatas, algunos corsarios, dos fragatas más que se esperan del
norte-americano de un momento a otro, y un navío y otra fragata suecos que están en la
bahía y que trata la nación de comprarlos”.523 La publicación de esta noticia en México
no debe extrañarnos, ya que se trataba del aliado de Colombia en la proyectada
operación. Sin embargo, es digno de señalarse el poco cuidado que tuvo el Gobierno
colombiano de mantener en secreto tan importante empresa.

El 26 de enero de 1826 el Senado mexicano aprobó los planes propuestos por el


Gobierno de Colombia y el 17 de marzo fue firmado el Plan de Operaciones para la
escuadra combinada de México y Colombia.524

“Méjico, 17 de marzo de 1826


Firmantes:
Por COLOMBIA, Miguel Santamaría
Por MÉJICO, Manuel G. Pedraza

Reforzada como lo ha sido la escuadra española en nuestros mares,


considerándola como una amenaza inminente contra el territorio de
Colombia, Estados Unidos Mexicanos y Provincias del centro de América,
y un obstáculo poderoso para nuestro comercio, considerando además que
está al alcance de nuestros medios intentar la destrucción de dicha
escuadra y conseguir de este modo la conservación de la paz y tranquilidad
de que actualmente disfruta la América toda, los gobiernos de México y
Colombia, por medio de sus comisionados competentemente autorizados, á
saber: el Excmo. señor general D. Manuel G. Pedraza, Secretario de
Estado en el Despacho de Guerra y Marina, por el de los Estados Unidos
Mexicanos, y por el de la República de Colombia, el Sr. Miguel
Santamaría, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la
misma, han convenido en el siguiente plan de operaciones contra su
enemigo común:
523
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit.
524
Capriles, María Elena. Ob. Cit., p. 158

283
Artículo primero. Colombia y México concurren á la formación de
una escuadra combinada compuesta de todos los buques mayores que
ambas naciones puedan armar.

Artículo segundo. Es del cargo de ambos Gobiernos despachar sus


buques respectivos en perfecto estado de armamento militar y marinero.

Artículo tercero. La escuadra combinada deberá abrir sus


operaciones á fines del próximo Mayo, si fuere posible.

Artículo cuarto. Al efecto se reunirá en el puerto de Veracruz como


más proporcionado en todos respectos.

Artículo quinto. Reunida la escuadra, un jefe único tomará el mando


general de ella, y el Gobierno de Colombia conviene en que éste jefe lo sea
el Comodoro Porter, si ciertamente estuviere al servicio de los Estados
Unidos Mexicanos: en caso contrario mandará la escuadra el General
Clemente, si los buques de los Estados Unidos Mexicanos no estuviesen
mandados por un oficial superior a dicho General en grado, antigüedad y
servicios, pues entonces á el corresponderá el mando.

Artículo sexto. El objeto principal de la escuadra combinada es


buscar y batir la escuadra española, bien sea que permanezca en La
Habana, que venga sobre México ó sobre Colombia ó sobre Guatemala.

Artículo séptimo. El Comandante general de la escuadra recibirá y


obedecerá las órdenes del gobierno de Colombia, cuando se encuentre en
los mares de Colombia, y del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos,
cuando se encuentre en los de México.

Artículo octavo. Los gastos y menoscabos de la escuadra combinada


serán a cargo de ambos Gobiernos por mitad, si el de Guatemala no
contribuye con la cuota parte; que si lo hace, sólo se dividirán por mitad
las tres cuartas partes restantes. En estos gastos y menoscabos se
comprenden todos los que se hicieren en mantenimientos, pagas,
municiones, artillería, armas, vestuarios, jarcias, velas, averías en los
cascos y arboladuras, pérdidas parciales ó pérdida total de la escuadra.

Artículo noveno. Es convenido que ambos gobiernos contribuirán


periódicamente cada dos meses con la parte que á cada uno de ellos
corresponde, según lo estipulado en el artículo anterior y en conformidad á
los presupuestos de gastos para el sostenimiento y manutención de la
escuadra.

284
Artículo 10o. Ambos gobiernos harán suplementos de todos géneros á
la escuadra combinada, según los requerimientos que les hiciere el
Comandante general de la escuadra cuando se encuentren en sus
respectivos mares.

Artículo 11o. Como estos suplementos serán suministrados porque


las distancias ú otras causas accidentales impidan el exacto cumplimiento
del artículo 9o., se obligan ambos Gobiernos á reponer la parte que de
ellos corresponda al que por los motivos expresados no haya podido
contribuir á los gastos en el período asignado de cada dos meses, tan luégo
como se remueva el impedimento; pues siendo estos gastos suplementarios,
deberán satisfacerse antes de la disolución de la escuadra, quedando
solamente para este caso la glosa y liquidación de los gastos generales y de
los extraordinarios que puedan ocurrir.

Artículo 12o. Se excitará por uno y otro Gobierno al de la República


Central para que contribuya con la cuota parte de los gastos de la
escuadra combinada, detallados en el artículo 8o., e igualmente se excitará
á los demás Gobiernos que hubiesen enviado Ministros al Istmo de Panamá
para que tomen alguna parte en dichos gastos, la mayor posible, pues el
objeto que se proponen México y Colombia en esta operación es de un
interés general.

Artículo 13o. Las presas que se hicieren por la escuadra combinada


se distribuirán entre las dos escuadras en proporción al número de
toneladas que cada una tenga y al capital con que contribuya cada uno de
los Gobiernos contratantes. Al efecto se remitirán las presas á un puerto de
Colombia ó México, para ser condenadas, justipreciadas y vendidas si
fueren mercantes. El Gobierno de Colombia cede á los individuos de la
escuadra la mitad de lo que les corresponda de las presas, cuyo reparto se
hará en los términos que exprese una relación particular que se comunique
á la escuadra; y el Gobierno de México conviene gustoso en adoptar para
su escuadra la misma base de distribución, á fin de guardar una perfecta
igualdad y evitar celos.

Artículo 14o. Siempre que un buque de la escuadra abordare o


rindiere y marinare otro de la enemiga de su porte, tendrá derecho á la
novena parte del total valor del buque rendido, y con las otras ocho partes
se procederá como lo determina el artículo anterior; bien entendido que el
buque beneficiado con el noveno por haber abordado y marinado no es
excluido de su parte en lo que se distribuya de la presa á toda la escuadra.

Artículo 15o. Los buques de guerra españoles que se apresaren por


la escuadra combinada corresponderán á la nación á que pertenezca el
buque que los hubiere rendido y marinado. Esto no impedirá que se haga el
285
presupuesto de su valor, que deberá exhibir la nación que conservare el
buque y procederse á lo establecido en los dos artículos precedentes.

Artículo 16o. Con todas las presas que se hicieren por la escuadra
combinada, bien sea que esté reunida, o por algún buque que se halle en
comisión, ó por accidente, se procederá conforme al artículo 13o.; pues la
gratificación que se concede por el 14 es únicamente en razón del mayor
esfuerzo que se requiere para abordar, rendir y marinar un buque de
guerra de igual fuerza.

Artículo 17o. Los heridos en los combates tendrán parte de presa


hasta la disolución de la escuadra.

Artículo 18o. Batida la escuadra española se disuelve la escuadra


combinada previa la orden de cualquiera de los Gobiernos contratantes, si
otro convenio no se hubiere ajustado en el curso de las operaciones.

En testimonio del anterior convenio los ante expresados


comisionados al efecto por los Gobiernos de México y Colombia lo
firmaron en la ciudad de México, á 17 de Marzo de 1826.

Miguel Santamaría,
Manuel G. Pedraza”525

Este plan fue tomado muy seriamente por el Gobierno mexicano, pues cuando el
navío Congreso Mexicano (ex Asia), se pasó del bando español al mexicano (finales de
marzo de 1826), su comandante recibió una copia del mismo. En las instrucciones
secretas se le indicaba que era posible que cuando se hallara en la latitud del Cabo, la
escuadra combinada colombo-mexicana se hallara en aguas colombianas o de las
Antillas, siendo también posible que en su ruta se topara con dicha escuadra, dándosele
el código de señales que la misma habría de usar para evitar equivocaciones.526

525
López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva
Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line). Referencia a: Boletín de Historia y
Antigüedades. Bogotá, Año 11, 18, 1904 (-12), t. 2, p. 341-344.
526
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre México y
Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. pp. 86 y 181-183
286
Hasta mediados de 1826 los movimientos españoles en Cuba causaron alarma en
Colombia, tal como se desprende de la revisión y análisis de las informaciones
publicadas por la prensa. Sin embargo, buen parte de los informes se revelarían luego
bastante inexactos.

“Corría en Cuba la noticia (cuando salió de allí el bergantín de los Estados


Unidos Spark) que el Gobierno colombiano preparaba una expedición para
atacar a Cuba, y el Gobierno mexicano debía a contribuir a este
contingente de la escuadra.

En Veracruz se ha reunido un número de tropas, y se esperaban más por


momentos, pues marchaban de todas partes del país. La cuota de las tropas
que ha de contribuir México, se dice ser 7500. Las tropas colombianas se
reunirán en Cartagena, y la cuota de aquella República se dice ser de
12.500 hombres. Se esperaba que las fuerzas saliesen para una reunión
general a mediados de enero, y el ejército colombiano debe llegar a Cuba
para 1 de abril.

Los que en La Habana estaban a favor de un Gobierno más liberal,


deseaban con ansia la llegada de la expedición.”527

“Informó en Cartagena el capitán del corsario nacional Ejecutivo que


cuantos pescadores había apresado en la costa de Cuba en diferentes días
le habían asegurado que el general español Morales había llegado en
febrero a Santiago de Cuba con el navío Guerrero, una fragata de guerra y
un número considerable de tropas. Los corresponsales del gobierno en
Jamaica aseguran con fecha 8 de marzo, que hasta el 22 de febrero no
había llegado tal expedición a Santiago de Cuba; pero toda la
correspondencia de La Habana está de acuerdo en que deben llegar dichos
navío y fragata de refuerzo de la escuadra, con mi o más hombres completo
de las últimas tropas despachadas del Ferrol, y cartas de los Estados
Unidos del Norte anuncian que Laborde debía salir de La Habana con la
escuadra española por febrero o principios de marzo sin conocerse el
punto y objeto de su dirección.

Esto es cuanto podemos comunicar relativamente a los rumores de


expedición española. El gobierno de Madrid ha contraído sus esfuerzos a
asegurar la posesión de Cuba y Puerto Rico con tropas, marina y amplias

527
“Expedición contra Cuba”. El Colombiano. Caracas, miércoles 29 marzo de 1826. N° 150, p, 3
287
facultades a sus jefes contra los preparativos que se decía, estaban
haciendo Méjico y Colombia para arrancarlas de la dominación española.
En Europa y aun en América no se ha dudado que los gobiernos
colombiano y mejicano tenían estas miras, y confirmaban las sospechas los
diferentes movimientos que han tenido las respectivas tropas y armadas.
Pensamos, que mientras los enemigos teman una invasión de cualquiera
confederación americana, se abstendrán de molestar nuestras costas y
alarmar a los departamentos litorales; pero que si no temen semejante
invasión, ellos saldrán a dar ocupación a sus fuerzas y a buscar modo de
resarcir los inmensos costos que deben impender en sus extraordinarios
armamentos. No nos atrevemos a hablar de la necesidad, utilidad, o
conveniencia de invadir a Cuba y Puerto Rico; nos contentamos con
recordar que Catón concluía en el senado romano todos sus discursos con
delenda est Cartago, y que Roma se salvó de Aníbal pasando al mar y
llevando su ejército a las puertas de su rival y jurado enemigo.”528

“Hace algún tiempo que corría aquí el rumor de que el General Morales,
habiendo llegado con fuerzas a La Habana, meditaba un ataque sobre estas
costas; pero la noticia más positiva de Jamaica, es que el General Morales
salió de La Habana el 15 último con destino a la costa de Cuba llamada
Batabano y Barbacoas, a fin de apaciguar una insurrección que rompió allí
en favor de la independencia. La revolución fue trazada de concierto con
dos comisionados colombianos que se despacharon de Cartagena a
Barbacoa hace algún tiempo para aquel designio, y cuyos nombres son
Agüero, y Sánchez. Parece que el primero tuvo la debilidad de confiar el
secreto de sus movimientos a un amigo el cual transmitió inmediatamente
la noticia a la capital de donde las autoridades españolas despacharon al
General Morales quien a su llegada aprehendió a los comisionados y los
obligó a confesar. Agüero sufrió su destino como hombre: fue ahorcado
igualmente que Sánchez. Ciento cincuenta habitantes, principalmente de la
clase mercantil fueron sumidos en calabozos a esperar sus sentencias.
Toda la isla de Cuba está en un estado de completa consternación, y lejos
de poder intentar ninguna expedición ofensiva no sabe cómo conservar su
misma tranquilidad interna. El correo de Magdalena ha llegado con
noticia de que el General Padilla llegó el 21 del corriente a Cartagena
desde Bogotá con instrucciones para el Intendente a fin de realizar la
meditada invasión de Cuban, de suerte que han principiado ya los
preparativos al efecto. La última división de las tropas auxiliares enviadas
al Perú ha regresado a Cartagena, y la guarnición de esta plaza se
compone ahora de ocho mil quinientos hombres.

528
“Noticias de la Isla de Cuba”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 18 de abril de 1826. N° 235, p. 4
288
Una escuadrilla española constante de un navío de 74, cuatro fragatas, tres
corbetas, y dos goletas, llegó a Santiago de Cuba de La Habana, a fines de
marzo. – Curazao Journal.”529

“En Cuba reina la mayor tranquilidad, y en nada más se piensa sino en


hacer dinero y en divertirse. La rendición del castillo de San Juan de Ulúa,
no se recibió con ningún sentimiento, pues se esperaba que en las actuales
circunstancias no pudiese mantenerse. Las tropas llegadas de España, son
de los hombres escogidos del país con excelentes bríos y muy bien
equipados por todos respectos. Sus uniformes son todos nuevos de los
mejores materiales, y elegantemente adornados: forman parte de los
99.000 vestuarios que la Rusia y la Francia han suplido a la España.
Varios oficiales que vinieron con estas tropas fueron antes amigos de la
causa constitucional. Se asegura que S.M. ha enviado positivamente a
buscar a Argüelles, y otros ministros principales de la causa constitucional
que se han refugiado en Inglaterra prometiéndoles la seguridad de sus
personas, y empeñándolos en que no pierdan tiempo en regresar [...]

[…] Ella no solo será sancionada por todas y cada potencia de Europa,
sino que directa o indirectamente será sostenida por estas potencias
cuando no por nuestro interés por el suyo propio. Cuando Fernando
recibió la noticia de la rendición del Asia de 74 cañones, S.M. en un acceso
de furia exclamó, ¿dónde están todos mis súbditos leales? A lo cual la reina
respondió: “En Inglaterra en aquella Isla feliz: manda a buscarlos
Fernando; porque los que te rodean no quieren más tu ruina”.

Sabemos que un buque con varias personas salió de este puerto hace
algunas semanas con intención de causar una irrupción en favor de los
colombianos en la isla de Cuba. Se nos ha informado la suerte de dos de
dichos individuos nombrados Sánchez y Francisco Agüere, los cuales
fueron ajusticiados en Príncipe, en dicha isla el 17 último. Parece que ellos
llegaron cerca de quince días antes, y habían estado ocultos hasta que la
imprudencia de Sánchez le condujo a la casa de su padrino (que por otra
parte no le conocía), y le mostró la proclama de que eran conductores,
aconsejándole que recogiese todos sus efectivos y saliese de la isla, porque
los colombianos se acercaban y degollarían a todos los realistas que
cayesen en su poder. La persona a quien esto se aconsejaba, dio noticia al
Gobernador, y descubierto el lugar donde se ocultaban, se despachó un
destacamento de treinta hombres en su busca, se les prendió y dio la

529
“Cuba. Extracto de una carta de Río Hacha a 28 de abril de 1826.” El Colombiano. Caracas, miércoles
31 de mayo de 1826. N° 159, p. 2

289
muerte. Agüere en el lugar de la ejecución se condujo con singular firmeza
y sufrió su suerte sin comprometer en lo más mínimo la causa que defendía.
Sánchez al contrario, manifestó todos los síntomas de temor, comunicó las
circunstancias en que estaba instruido acerca de los proyectados
movimientos, añadiendo muchas exageraciones, en cuya consecuencia se
dio orden a cuatro o cinco buques españoles de guerra, que saliesen de La
Habana a cruzar sobre la costa. El comodoro Jully con una escuadrilla
ligera se aguardaba también en aquel punto. Nuestro informante añade,
que en toda Cuba se han tomado las mayores precauciones, y se han hecho
los esfuerzos posibles para poner la isla en el mejor estado de defensa. –
Cornwall Cronicle Jamaieti, Abril 1”530

Aunque en un principio el plan colombiano de atacar Cuba y Puerto Rico parecía


inminente, luego el Gobierno decidió aplazarlo hasta obtener el apoyo de las demás
repúblicas hispanoamericanas en el Congreso Anfictiónico de Panamá, el cual inició el
22 de junio. Aún con esta asamblea sesionando, la vigilancia colombiana sobre los
movimientos españoles continuó. En ese sentido, Santander informó a Bolívar el 6 de
julio:

“[…] en la isla de Cuba no hay tales catorce mil hombres enviados de la


Península; el Gobierno de Madrid activa infinito la remisión de ocho mil,
para expedicionar contra el Estado americano que presente ventajas a la
empresa; la escuadra española es fuerte, más que la nuestra actual; pero
esperamos un navío y una fragata de 44 y ya está convenido el gobierno
mejicano en reunir nuestras fuerzas navales para buscar las enemigas que
se hallan en estos mares, y entonces seremos más fuertes numéricamente y
por la calidad de oficiales y marineros. Es falso que Méjico esté
negociando la paz por sí solo […]

La escuadra española, compuesta de un navío de 74, dos fragatas de 50, y


dos de 44 y una goleta, ha estado el 9 frente a Santa Marta, y el 14 frente a
Cartagena. Esto no es cosa de cuidado.”531

530
“Cuba. Traducciones de una carta de La Habana de 11 de febrero”. El Colombiano. Caracas, miércoles
5 de julio de 1826. N° 164, p. 2
531
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de julio de 1826 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 270 y 273
290
Aun así, la pérdida del ímpetu en las intenciones colombianas de liberar Cuba y
Puerto Rico se iba evidenciando a mediados del año 1826. En efecto, la crisis financiera
de la República, el movimiento separatista de La Cosiata en Venezuela y las
contradicciones cada vez mayores entre “bolivarianos” y “santanderistas” no dejaba ya
mucho espacio al liderazgo nacional para ocuparse de semejante aventura. El 4 de
octubre el representante de Colombia en México, Miguel Santamaría, escribió al
Secretario de Exteriores José Rafael Revenga: “El Presidente [de México] me reclama
con frecuencia el cumplimiento del Convenio y se lamenta la lentitud con que dice, se
procede en las hostilidades contra el dominio español en las Antillas […]”532 Así, la
expedición colombo-mexicana no siguió adelante, quedando pronto paralizada, debido
tanto a factores internacionales, tales como las presiones de Estados Unidos; como a los
factores internos de Colombia, ya señalados. Como expondremos más adelante, para
finales de 1826 la escuadra colombiana sería prácticamente liquidada debido a la
imposibilidad de pagar su mantenimiento, comprometiendo definitivamente el proyecto
libertador en el Caribe.

Sin embargo, a comienzos de 1827 el tema volvió a ser abordado con cierto
énfasis, esta vez directamente por el Libertador Presidente. La siguiente sucesión de
cartas resulta de lo más elocuente.

“La noticia que acabo de recibir de la guerra entre la Inglaterra y el


Portugal, me ha determinado a llevar a efecto la resolución de
expedicionar sobre Puerto Rico y ya comienzo a tomar mis medidas para
llevar a cabo esta empresa útil al país y gloriosa para nuestras armas. Así,
Vd. no debe disponer de la “Ceres” como digo arriba, sino ponerla
inmediatamente en carena para que pueda servir en la expedición. El
batallón Granaderos debe también ponerse en el mejor pie posible;
aumentarse y disciplinarse. Este es uno de los cuerpos con que yo cuento y
tal vez el primero para llenar esta empresa; empresa que nos va a asegurar
la estabilidad interior, y adquiriremos un renombre inmortal. Esta
expedición nos va a dar la ventaja de hacer más fuerte y duradera la
reconciliación en que trabajamos.

532
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit. Cita a: Roldan Oquendo, Omán. Las relaciones entre México y
Colombia 1810 – 1862. México, Secretaría de Asuntos Exteriores, 1974. p. 184

291
Aun cuando no podamos tomar a Cuba, una expedición a Puerto Rico
puede y debe hacerse fácilmente. Sacaremos y enemigos mutuos, y allá se
hacen amigos tiernos en el seno de la guerra y de los peligros.”533

“La escuadra española ha sido enteramente destruida como Vd. lo sabrá.


Esto no tiene duda.

De Europa no tenemos ninguna mala noticia: la contrario, todo nos


promete las mejores esperanzas. España está muy conmovida a causa del
orden constitucional que se ha establecido en el Portugal. La Francia ha
admitido el pabellón colombiano en sus puertos; se espera que hará lo
mismo con las demás repúblicas […]

Día 27 - En este momento recibo la noticia oficial de la guerra entre


España y los ingleses, que ha declarado la Inglaterra a consecuencia de los
últimos acontecimientos del Portugal a causa del establecimiento de una
constitución que la España absoluta no ha querido reconocer […]

[…] Parece llegado el momento de que hagamos la deseada expedición a


La Habana y Puerto Rico, pues que ninguna ocasión se presenta más
favorable. La Inglaterra nos dará buques y dinero. Así debe Vd. tener las
tropas colombianas y peruanas en el mejor pie de marcha para cuando yo
las pida.”534

“Después de las primeras noticias que se han recibido aquí sobre la guerra
entre Inglaterra y España no hemos tenido ninguna otra. Hemos si visto
algunos papeles públicos de aquellos días, y todos ellos hablan de los
negocios del Portugal en términos que no nos dejan duda alguna de la
guerra. Estos son, pues, los momentos que debemos aprovechar para
enviar una expedición a Puerto Rico, que ya estoy preparando. Constará
de 5 a 6.000 hombres, todos veteranos y mandados por el general Páez.
Padilla mandará la marina. Yo creo que poco nos constará apoderarnos de
Puerto Rico. Después veremos qué es lo que se puede hacer sobre La
Habana.”535

533
Carta al General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 25 de enero de 1827. Bolívar, Simón. Obras
Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de
mayo de 1824, p. 588
534
Carta al General Andrés de Santa Cruz. Caracas, 25 de enero de 1827. Ibídem, p. 540
535
Carta al General Antonio José de Sucre. Caracas, 5 de febrero de 1827. Ibídem, p. 544
292
“En este momento recibo noticias de Inglaterra y por ellas sé que toda la
bulla de la Gran Bretaña se ha reducido a amenazas con la España. No
habrá, pues, expedición a Puerto Rico, porque sin la cooperación de la
Inglaterra nos perdíamos. No haga Vd., pues, ningún preparativo.”536

“La Gran Bretaña no puede perder tan bella ocasión de asegurar su


comercio y aun sus esperanzas en el Nuevo Mundo.

En este concepto sería una locura emprender la expedición que


preparábamos contra Puerto Rico, porque sin la cooperación inglesa nada
haríamos, todo lo perdíamos y quedábamos a la puerta, como dicen. Así,
suspenda Vd. todos los preparativos y no haga ningún gasto. Si por el
próximo paquete tenemos alguna noticia de guerra, tiempo hay para todo.
Si a Vd. se le presentare una ocasión para Cartagena, escríbale esto mismo
de mi parte a los generales Montilla y Padilla, o mándeles esta misma
carta a fin de que cesen los preparativos que les mandé hacer en el correo
pasado.”537

“Aguardo con impaciencia la venida del paquete para saber noticias de


Europa, y más que todo, el resultado de los últimos acontecimientos
políticos de Portugal que han sido muy interesantes y que han llegado a
prometernos una guerra entre la España y la Gran Bretaña. Entonces
podré decir a Vd. definitivamente si tendrá lugar o no la expedición contra
Puerto Rico, porque si la guerra tiene lugar, podremos hacerla con
facilidad; pero si no tenemos el apoyo de la Inglaterra, nada podremos
hacer. Al contrario nos perderíamos irremediablemente.”538

“Antes de ayer ha venido el paquete de enero y no nos ha sacado de las


dudas en que nos puso el pasado con respecto a la guerra entre España y
Portugal. Las tropas partieron de las costas británicas, pero aún no ha
sabido de su llegada a Lisboa, sino en parte, y, por lo mismo, se ignoraba
el resultado de esta operación, de la cual depende, en mi concepto, la
suerte de la Península. Es natural creer que ésta ceda a las instancias de la
Inglaterra, que, como más fuerte, impondrá sus condiciones; y algunos
opinan que la del reconocimiento de la independencia de América será la
primera. De uno u otro resultado yo espero sacar un buen partido para
Colombia, que puede hacerse extensivo a los demás estados. Explicaré mi
536
Carta al General Andrés de Santa Cruz. Caracas, 5 de febrero de 1827. Ibídem, p. 546
537
Carta al General Pedro Briceño Méndez. Caracas, 6 de febrero de 1827. Ibídem, pp. 550 – 551
538
Carta al General Mariano Montilla. Caracas, 13 de febrero de 1827. Ibídem, p. 554
293
pensamiento: si la guerra tiene lugar, mi objeto es mandar una expedición
a La Habana, que nos dará la ventaja de descargarnos de los gastos que
nos causan en este país las tropas que lo guarnecen y darles abundancia
por miseria, gloria por ocio. Si no tiene lugar la guerra, entonces pienso
licenciar todos los cuerpos, y dejarlos en cuadro. Sólo de este modo
podremos medio marchar adelante, porque es tal la miseria que da
compasión.”539

Explicando en profundidad estas ideas, un tanto tardías, del Libertador sobre la


liberación de Cuba y Puerto Rico, tenemos las memorias del general Páez, quien
escribió:

“Consistía el plan del Libertador en mandarme a mí (con perdón sea dicho


de quien ha hecho jefe de la expedición a Sucre, cuando éste se hallaba a
cuatro mil leguas desempeñando la presidencia de Bolivia), en mandarme
a mí, digo, con diez mil hombres de infantería y mil de caballería, que se
embarcarían en la escuadra de Colombia, capaz de hacer frente a la que
los españoles tenían en el seno mejicano, para saltar en uno de tantos
magníficos puertos ocultos al mundo en la perla de las Antillas, por el
recelo de los gobernantes españoles, pero que se conocen por todos los que
piensan en desembarcos militares en aquella hermosa isla. Que la
habíamos de tomar era seguro, y ni el Libertador, que ordenaba la
empresa, ni yo, que había de ponerla por obra, dudamos jamás del buen
éxito de la expedición, una vez llegados nuestros barcos al fondeadero que
se había escogido. En primer lugar, contábamos con el número y valor de
nuestros soldados, para quienes los españoles jamás podrían presentarse
ya como invencibles, para quienes (lo diré llanamente) vencer a los
españoles se había hecho costumbre. La clase de tropa que formaría la
expedición daba segura garantía de su buen éxito, por poco que los
naturales ayudasen, no ya con hombres, que siempre nos darían, pero que
no necesitábamos tanto, sino con socorros materiales, con provisiones de
boca, con anuncios y de esas otras mil maneras con que un pueblo amigo
puede eficazmente dar la mano a un ejército invasor.

Contábamos también con los esfuerzos de Méjico, que estaba de acuerdo


en dárnoslos muy eficaces. El que desee encontrar datos sobre este
particular en lo relativo a Méjico, puede consultar la Recopilación de leyes

539
Carta al Gran Mariscal Don Andrés de Santa Cruz. Caracas, 28 de febrero de 1827. Ibídem, p. 567

294
formada por el licenciado D. Basilio José Arrillaga, donde están los
documentos más importantes, y especialmente la ley de 12 de Mayo de
1828, en la que "se permitía la salida de las tropas nacionales para hacer
la guerra a Cuba u otros puntos dependientes del gobierno español", cuya
ley se circuló el mismo día por el secretario de Guerra y se publicó por
bando el 24. El año 23, el ministro de la Guerra, Sr. Pedraza, había
autorizado a D. Pedro de Rojas para las operaciones de corso y para
entenderse con los habitantes de Cuba, a fin de fomentar la revolución, que
en aquella isla se conoce con el nombre de «Soles de Bolívar», fallida por
causas que en parte veremos más adelante.

Tomada, pues, la isla de Cuba, según los planes del Libertador, su corazón
de fuego no se contentaba con la conquista solamente. Por fuerza, todos los
habitantes de la isla, así como los de Puerto Rico, serían libres sin
excepción alguna, con lo cual va dicho que en el número entraban los
infelices africanos que todavía sufren la suma de las desdichas humanas.
Porque pensar que nosotros creyésemos hacedero, ni que en la lógica de
los acontecimientos sea posible libertar un país, dejando sumida en la
servidumbre a una parte de sus habitantes, es absurdo en que nunca
hubiera incurrido el Libertador de Colombia.

Con los negros libertos, me decía éste, formara usted un ejército sin
pérdida de tiempo, para transportarlos a España y auxiliar al partido
liberal, en muestra de la grandeza de Colombia y para pedir su
reconocimiento oficial por quien quiera que las ideas del siglo coloquen en
el trono de Fernando.”540

En estas memorias, Páez mezcla diversos momentos históricos, muy diferentes


en las situaciones. Desde nuestro análisis, para el primer trimestre de 1827 una empresa
como la liberación de Cuba y Puerto Rico era ya poco más que una quimera. Con la
República fracturada por La Cosiata, polarizada entre Santander y Bolívar con respecto
a la venidera Gran Convención Nacional (la Convención de Ocaña), quebrada
financieramente, y habiéndose disuelto la escuadra a finales del año anterior, era
prácticamente imposible armar una respetable fuerza terrestre, embarcarla, transportarla
hasta Cuba o Puerto Rico, y mantenerla comunicada y abastecida hasta que obtuviese la
victoria, mientras que además se defendían las aguas circundantes de la escuadra

540
Páez, José Antonio. Memorias del General José Antonio Páez (Autobiografía), pp. 451 – 453
295
española y se le derrotaba. Sobre la viabilidad de la empresa también escribió Páez,
aunque de nuevo mezclando varios momentos históricos.

“Yo no sé en este momento si todos los planes de Bolívar eran realizables.


Digo, sí, bajo mi palabra de soldado, que entonces tal me parecieron y que
acogí su pensamiento con alegría y con aquel ciego entusiasmo con que me
había acostumbrado a vencer siempre. No creo que ninguno de mis
compañeros dudase tampoco de la posibilidad de vencer a los españoles
porque hubiese variado el terreno de nuestros comunes combates. Por mi
parte ya me figuraba en el recinto del Morro dictando la ley a un capitán
general de Castilla, como había tenido la fortuna de dictársela a Calzada,
sucesor del valiente y caballeroso Latorre, dentro de los muros de Puerto
Cabello.

El Libertador, persistente en su idea, como en todas las grandes


concepciones que brotaban de su ardiente imaginación, cuando termino la
campaña del Perú, sin dar tregua al pensamiento, lo encamino en el acto a
la independencia de Cuba […]”541

“Era Bolívar hombre de talla para ejecutar lo que repetidamente me


recordaba, y hubiéralo puesto en planta si una complicación de
circunstancias conjuradas contra nuestro final y grandioso proyecto, no
hubiera venido a dar con él por tierra. Fue la primera desgracia el
levantamiento de Bustamante en el Perú, motivo que obligo a
contramarchar las tropas que bajaban de los Andes para la expedición
sobre Cuba. El levantamiento con toda urgencia hacía necesarias las
tropas en la frontera colombiana, ingratamente invadida, si me es lícita la
frase. Desde aquel momento no se volvió a pensar en Cuba que las
necesidades interiores apenas daban lugar para atenderlas de momento en
momento, entrelazándose y sucediéndose con una rapidez a que apenas
bastaban el genio de Bolívar y su incansable perseverancia.”542

Con oportunidades reales o no, entre 1825 y 1827 la armada colombiana se


preparó para una gran operación de invasión sobre Cuba y Puerto Rico. Si bien esta
expedición conjunta con México jamás llegó a realizarse; la importancia de dichos

541
Ibídem, p. 453
542
Ibídem, p. 455
296
planes, así como el poder disuasorio alcanzando por la armada colombiana, pueden
cuantificarse a través del impacto que los mismos tuvieron en la arena internacional, tal
como estudiaremos en la parte dedicada a ese aspecto.

3) Otras operaciones y planes

Entre 1825 y 1827 la escuadra colombiana realizó otras actividades aparte de los
preparativos para bloquear San Juan de Ulúa y para el ataque a Cuba y Puerto Rico.
Principalmente, la escuadra continuó sus cruceros por el Mar Caribe, en operaciones de
búsqueda y destrucción de enemigos, así como de ataque al comercio español.

A partir de 1825 se construyeron en todo el territorio de la República varias


embarcaciones menores, como pailebotes y cañoneros. En enero de ese año el Capitán
de Navío Felipe Santiago Esteves, Comandante General del Segundo Departamento de
Marina, envió al Teniente de Navío Pedro Lucas Urribarrí a cazar los piratas que se
encontraban entre el Cabo Codera y La Orchila. Urribarrí los venció y persiguió hasta
aguas adyacentes a la isla de Vieques y Puerto Rico.543

En febrero de 1825 el Capitán de Navío Renato Beluche, al mando de la corbeta


Bolívar, obtendría nuevos triunfos. El día 10 de ese mes apresó a un bergantín español
Guadalupe, y el 28 a otro llamado Neptuno. Ambos buques estaban en ruta de Cádiz a
La Habana, transportando vino y otras mercancías españolas. También el día 28
Beluche apresó a la mercante española Tarántula, armada con dieciséis cañones de doce
y dieciocho libras, tripulada por setenta y siete hombres. A pesar de contar con todos
estos medios, la Tarántula se rindió incondicionalmente a la Bolívar sin disparar un tiro,
entregándose también veinte pasajeros que venían a bordo. Tal era el renombre
alcanzado por la armada colombiana, que los mercantes enemigos no osaban oponer
resistencia. Estas presas fueron llevadas por Beluche a Puerto Cabello, para que el
tribunal correspondiente las juzgara y ordenara el remate correspondiente. 544 Sobre este
caso publicó un periódico de Providence (Rhode Island):

543
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 134
544
Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 76
297
“Valiosa captura – La corbeta colombiana de guerra Bolívar ha capturado
a la famosa y bien armada nave Tarántula, de Cádiz (la cual llevó harina a
Nueva York hasta el año pasado), montaba 16 o 18 cañones largos, con una
tripulación de 120 veteranos, y llevaba a bordo, como se dijo, cerca de
medio millón de dólares en mercurio. Habiendo la Tarántula encallado en
un cayo, el avalador se vio obligado a ir a Cayo Hueso a intentar sacarla
de la barra, y sin la ayuda de un remolcador se hubiese perdido. Una gran
parte es reclamada por el remolcador, y la venta de la carga para
satisfacer esa demanda, puede esperarse ofenda mucho a más de setenta
propietarios de la misma en La Habana. Se piensa, que en caso de venta, el
gobierno de Cuba prohíba todo comercio con Cayo Hueso.”545

El 16 de abril zarpó de Cartagena la fragata Venezuela rumbo a Boston para


recibir reparaciones, llegando a su destino el 19 de mayo. La Venezuela transportaba
como pasajero al Dr. Francisco López, quien llevaba consigo un borrador para un
tratado de comercio y un arreglo para suprimir el comercio de esclavos, los cuales
presentaría al Gobierno de Estados Unidos.546 Por otra parte, el 18 de mayo arribó a La
Guaira la fragata mercante española Nuestra Señora de la Asunción, la cual había sido
apresada por la goleta corsario General Santander; mientras navegaba desde Cádiz a La
Habana. La nave apresada estaba cargada con 3.980 balas de cañón, 200 granadas, un
mortero y un obús.547

Coincidiendo con el inicio del declive del poderío naval colombiano, Laborde
pudo hacer un amago de ofensiva. La fragata Constitución había sido carenada y
rehabilitada, siendo puesta al mando del Capitán de Navío José María Chacón. La
Constitución zarpó de La Habana rumbo a Santiago de Cuba, acompañada por las
fragatas Lealtad, Iberia, Perla, y Casilda, además de la goleta Habanera, formando así
una división naval. En Santiago se les unió el navío Guerrero, comandado por el
Capitán de Navío Manuel de Cañas Trujillo, que había llegado de Cádiz. Con esta
fuerza, Laborde se presentó ante Cartagena en junio de 1826, logrando intimidar un
poco al mando naval colombiano. Sin embargo, Laborde no atacó a la escuadra de la

545
Rhode Island American. Providence (Rhode Island), 29 de marzo de 1825
546
New London Gazette. New London, (Connecticut). 25 de mayo de 1825
547
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 15 de mayo de 1825. N° 187, p. 3
298
República, a la que encontró bien cobijada por las fortificaciones de la ciudad, las
mejores del antiguo imperio español.548

Ese mismo mes se registró otro revés para la armada colombiana. El 10 de junio
el Providence Patriot & Columbian Phenix, editado en Providence, Rhode Island;
publicó: “La corbeta colombiana Bolívar, llegada a los Estados Unidos, con oficiales a
bordo para la escuadra que había sido comprada aquí por ese gobierno recientemente,
ha sido capturada por dos fragatas españolas.”549 Esta noticia no ha podido ser
comprobada con fuentes colombianas. La última mención que se hace de la Bolívar es a
finales de 1826, cuando se indica que está siendo reparada en Estados Unidos.

El 17 de julio fue enviada en crucero hasta Veracruz la goleta General


Manrique, nave que había sido capturada en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. Al
mando de la misma se encontraba el Teniente de Navío Matías Padrón.550 Es posible
que este crucero de la Manrique estuviese ligado al envío de comunicaciones para el
Gobierno mexicano.

La misma goleta General Manrique protagonizó otro episodio, esta vez bastante
violento, cuando el 30 de octubre de 1827 se batió contra el corsario bergantín español
Cometa cerca del Cabo de la Vela. La Manrique logró rechazar los intentos de abordaje
del Cometa y escapar a Río Hacha. Así reseñó el hecho la Gaceta de Colombia:

“El 30 de octubre próximo pasado a las 5 de la tarde se encontró sobre el


Cabo de la Vela la goleta Manrique con el bergantín corsario español el
Cometa*. Solo tenía aquella 20 hombres disponibles fuera de oficiales, a
éste parecía tener una tripulación de 150; y está en efecto armado con 22
cañones de a 24, 12 y 8; pero habiéndose hecho inevitable el combate por
la posición respectiva de los buques, la Manrique consiguió resistir tres
ataques al abordaje y se defendió gallardamente con la fusilería.
Desconcertado el Cometa con un tiro de bala, metralla y palanqueta que
recibió a boca de cañón, suspendió sus fuegos, y la Manrique, que para
entonces había ganado el barlovento, se aterró cuanto pudo, y al amanecer
el 31 entró en Río Hacha, con notable avería en el casco, velamen,

548
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo VI, pp. 4 y 5
549
Providence Patriot & Columbian Phenix. Providence - Rhode Island, 10 de junio de 1826
550
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 145
299
arboladura, jarcias principales y maniobra. En el combate quedó muerto
un marinero y heridos otros tres, un soldado de infantería de marina, y el
alférez de fragata Francisco Somoza, y contuso en la pierna derecha el
comandante José Antonio Padilla. Aunque el resultado de tan desigual
encuentro pone de manifiesto la bizarría con que todos se condujeron, el
comandante recomienda particularmente al alférez Somoza, al segundo
contramaestre Narciso Manrique, a los diez soldados de infantería de
marina que tenía a bordo, y al edecán del señor general Urdaneta, N.
Echeverría, que venía de pasajero.

Hallábase también a bordo como tal la señora de aquel general, con sus
niños y servidumbre; y entendemos que antes de desembarcar en Santa
Marta regaló aquella señora a los defensores de la Manrique quinientos
pesos para refresco.

*Este es el mismo corsario de que según decimos en otra parte de nuestra


gaceta, es armador el general Morales. Salió de Cádiz el 21 de junio último
bajo el mando del capitán don Juan José Batalla; y se sabe que dicho
general fue en efecto en el Is. Canarias.”551

El 23 de diciembre de 1827 zarpó de Puerto Rico el almirante Ángel Laborde y


Navarro, con el navío Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín Hércules, dirigiéndose a
las costas venezolanas en busca del navío Asia, que había desertado a México, tomando
el nombre de Congreso Mexicano, y que estaba en ruta de Acapulco a Veracruz. Entre
enero y febrero de 1828 la escuadrilla de Laborde pasó cerca de Pampatar, Cabo
Codera, Río Chico, Cumaná y La Guaira, a la caza del Congreso Mexicano. Laborde no
lanzó ningún ataque contra Colombia, deteniéndose frente a La Guaira para negociar un
intercambio de prisioneros con el general Páez, tras lo cual hizo escala en Curazao y se
fue con sus naves a La Habana.552

Si bien este último crucero que Laborde efectuó sobre costas colombianas, no se
tradujo en ataques o intentos de invasión, resulta muy revelador sobre el declive del
poder naval de Colombia hacia finales de la década de 1820. En efecto, Laborde trajo a
vista de las costas de la República una flotilla con cierto poder de fuego, y pudo cruzar
en la zona sin ser molestado por la escuadra colombiana. La documentación y los
551
“Combate de la goleta General Manrique”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 2 de diciembre de
1827. N° 320, p. 2
552
“Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828. N° 335, pp. 3 - 4

300
trabajos historiográficos precedentes no hablan de ningún tipo de reacción a este crucero
de Laborde, ni siquiera por el hecho de que Laborde trató de abastecer a las guerrillas
realistas de Cisneros y Arizábalo a través de la costa de Barlovento. Para 1828 la
escuadra colombiana estaba en un notable ocaso, y aún enfrentaría un peligroso reto
más.

d) Guerra de Corso, 1823 – 1830

Después de 1823, los corsarios no estaban integrados en la Armada de la


República de Colombia, sino que actuaron de forma separada. En términos actuales eran
como una fuerza marítima paramilitar que complementaba a la armada regular. Aunque
tenían esta peculiar condición, estudiaremos en las próximas páginas su desempeño;
pues fue a través de su acción que Colombia tuvo la proyección más efectiva de poder
naval hacia su enemiga España. Como explicamos ya, los corsarios eran particulares
que se unían a determinado Estado para atacar el comercio de su enemigo, llegando a un
arreglo para el reparto del botín, según lo estipulado en las leyes vigentes de ese Estado
y en la respectiva Patente de Corso dada al corsario. Este tipo de guerra marítima
irregular tenía ya siglos de tradición entre las naciones europeas, y había sido practicada
sistemáticamente por Estados Unidos durante su guerra de independencia y luego
durante la guerra de 1812 – 1815 contra Gran Bretaña.

En el caso de la República de Colombia, el instrumento legal que rigió esta


peculiar actividad fue la Ordenanza Provisional de Corso, sancionada el 30 de marzo de
1822 por el Vicepresidente Santander.553 Esta ordenanza siguió el proceso iniciado por
la primera, de 1817, pero fue mucho más completa desde el punto de vista jurídico. La
de 1822 contenía 54 artículos, que reglamentaban muy bien la materia.

En esta ley, se establecía que todo colombiano podía armar en corso una nave
propia para atacar el comercio del enemigo, mientras que para los extranjeros, debían
cumplirse algunas condiciones; como que el buque fuese nacionalizado colombiano,
que los fiadores tuvieran como domicilio a Colombia, y obtener la autorización del

553
Del Castillo, Pedro P. Teatro de la Legislación Colombiana y Venezolana Vigente Tomo Tercero.
Barcelona – España, Imprenta del Teatro de Legislación, 1852. pp. 55 - 70

301
Comandante del Departamento de Marina correspondiente al puerto base que emplearía
la nave corsaria. Un corsario además debía depositar una fianza o garantía a la
República, la cual ascendía dependiendo del tonelaje del buque.

Otros puntos contemplados en esta ordenanza, eran que el comandante de


Departamento de Marina debía facilitarle al corsario reclutar marineros no destinados a
la armada nacional, además de suministrarle al costo el equipo naval que precisase,
debiendo el corsario devolverlo al final de su crucero o descontársele de su fianza.
También, la ordenanza le permitía a cada armador y capitán corsario, acordar con las
tripulaciones el mejor modo de repartir el botín de las presas, lo cual sin duda era un
gran estímulo para la actividad. Otros estímulos eran que a los oficiales y marineros
corsarios se les garantizaban los mismos derechos que a los de la armada, es decir:
asistencia médica, pensiones de inválidos y demás protección legal; y que a los
corsarios se les ofrecían recompensas por la captura de naves de igual o mayor porte
que la propia, consistentes en un arreglo más favorable en el reparto del botín.

La ley que nos ocupa especificaba muy claramente la potestad que tenía el
corsario de visitar e inspeccionar cualquier nave nacional o extranjera. Estipulaba que
dicha visita debía hacerse sin violencia, pudiendo detener la nave solo en los casos
siguientes, según el artículo 14:

“1° Cuando el buque es de fábrica enemiga, y no conste haber pasado a


propiedad de neutral o amiga por venta, u otro derecho legítimo, lo cual
debe aparecer en los documentos que presente.

2° Cuando el Capitán, o el dueño, o el maestre, o el sobrecargo, o el


administrador, o la tercera parte del equipaje del buque son de Nación
enemiga, en cuyo caso necesitan probar legalmente que están al servicio de
nación amiga o neutral, y que han dejado de ser enemigos de la República.

3° Cuando a bordo del buque se hallen oficiales de guerra de tierra o mar,


o tropa enemiga, en cuyo caso debe reputarse el buque como enemigo.

4° Cuando se encuentren a bordo propiedades pertenecientes a enemigos


según los conocimientos de la carga, pólizas y contratas de flete. En este
caso, se hará esta diferencia: si el capitán o sobrecargo denuncia y
presenta estas propiedades, se le extraerán contra un recibo en que conste
302
las que sean, y se le pagarán los fletes que haya devengado hasta allí,
conforme a la contrata, bien entendido que si por no poder hacerse el
trasbordo, o extracción en el mar, se le enviare á puerto de la República,
deberá pagársele también las estadías que cause esta operación; pero si ni
el capitán niel sobrecargo hacen el denuncio y presentación de estas
propiedades, deberá detenerse el buque, y remitirse a un puerto de la
República para que sea juzgado, en cuyo caso no deberá abonarse al
buque detenido flete, estadías, ni derecho alguno.

5° Cuando el buque visitado sea de los que en esta ordenanza se declaran


por buena presa.”554

El resto de la ordenanza estipulaba los procedimientos a seguir por el corsario en


cada caso, desde cómo conducir su presa hasta puerto y procesarla, hasta los casos en
que estaba permitido abandonar o hundir una presa, el trato a los prisioneros, o los pasos
a seguir para desarmar un corsario. Sin duda, se trataba de un documento legal de
inestimable utilidad, tanto interna de la República a fin de controlar a los corsarios;
como externa, a fin de enfrentar los probables reclamos de naciones neutrales.

Como se explicó anteriormente, una serie de factores externos tales como las
Guerras Napoleónicas, el declive del poder naval español y la Guerra Anglo-
Estadounidense, estimularon la adhesión de muchos corsarios a la causa de los
independentistas venezolanos y neogranadinos. Ya entrada la década de 1820, muchos
corsarios llegados a Margarita a partir de 1816, se habían integrado en la armada
regular, convirtiéndose en próceres navales respetados hasta la actualidad. A partir de la
Ordenanza de Corso de 1822, la actividad corsaria en el país comenzó a declinar, debido
en buena medida a las estrictas disposiciones que la misma contemplaba, sobre todo
fiscales. Sin embargo, los antiguos corsarios que habían navegado bajo pabellón de
Buenos Aires o de Montevideo, siguieron llegando en gran número al Caribe,
poniéndose al servicio de Colombia. En consecuencia de este peculiar proceso, el corso
oficial degeneró hacia la piratería en aguas de las Antillas. A pesar de ello, el corso
colombiano, no desapareció en la región sino que continuó por un tiempo aunque muy

554
Ídem
303
disperso, experimentando un visible auge hacia 1826 para luego declinar
definitivamente y desaparecer.555

1) Auge del corso colombiano, 1820 – 1826.

Desde la fundación de la República de Colombia – y sobre todo luego de la


Batalla Naval del Lago – hasta finales del año 1826, el corso colombiano fue
aumentando su alcance geográfico y agresividad. Esto es bastante llamativo, pues en
general la actividad corsaria hispanoamericana comenzó a descender después de 1821,
tras haber tenido su edad dorada entre 1815 y 1820, sobre todo con los corsarios al
servicio del Río de la Plata y de la Banda Oriental. Luego de 1820, cuando la guerra fue
decantándose a favor de los independentistas en el Cono Sur, y los colombianos
empiezan a darle forma en el mapa a su República, el corso experimenta cierto declive,
para llegar a un nuevo cénit a mediados de la década, esta vez bajo el pabellón tricolor
de Colombia.

Ya de 1820 tenemos datos interesantes, como el que reportó el bergantín Flor de


Mayo en Santa Cruz de la Palma (Islas Canarias) el 19 de octubre. El capitán de la nave
informó que su bergantín había sido saqueado por un corsario colombiano que cruzaba
en las aguas cercanas, estimando que podía tratarse de uno de los dieciséis que habían
salido de la isla de Margarita, según otros informes llegados a las Islas Canarias. 556
Estos hechos se ubican antes de la Batalla de Carabobo, el bloqueo de Puerto Cabello y
la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, indicándonos que incluso previamente a estos
hitos ya los corsarios al servicio de Colombia habían alcanzado la orilla opuesta del
Atlántico, atacando al comercio enemigo. ¿De qué medios se servían estos aguerridos
hombres de mar? El historiador Feliciano Gámez Duarte comenta que al principio los
corsarios utilizaron mercantes armados, pero progresivamente comenzaron a diseñarse
buques específicamente para este propósito, destacando Baltimore como el puerto más

555
Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto Rico”. San
Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en:
http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf, pp. 25 – 26
556
Pérez Hernández, José Eduardo. “Alisios de guerra. La amenaza corsaria en La Palma: los insurgentes
americanos (1815 – 1828)” en XIX Coloquio de Historia Canario-Americana. Las Palmas de Gran
Canaria, 2012. Disponible en:
http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/download/9142/8591, p. 8
304
importante en la construcción de dichos nuevos tipos de embarcación. Hechos para ser
rápidos, sus cascos eran afilados, sacrificando capacidad de carga para poder escapar de
cualquier situación comprometida. Su desplazamiento no solía rebasar las 300
toneladas, y las tripulaciones eran de unos 100 hombres. Su armamento consistía en 12
a 16 cañones de 12 a 24 libras, llevando más frecuentemente carronadas, mucho más
útiles para el combate cercano y abordajes. Estos barcos fueron construidos en grandes
cantidades en Baltimore, Boston y otros puertos del noreste de Estados Unidos, siendo
tan veloces que sólo se les podían capturar en puerto.557

Evidentemente, no era la potencia de fuego lo más peligroso de estos buques


hechos para el corso, sino su velocidad y maniobrabilidad, que les daba una ventaja total
sobre los mercantes. Además, la poca disposición de las tripulaciones mercantes al
combate, las llevaba a rendir sus naves sin ofrecer resistencia, lo que a su vez
estimulaba aún más el corso. Aunque las carronadas eran las armas preferidas de los
corsarios, muchos de sus buques portaban obuses, cañones largos y cortos, culebrinas y
pedreros, bien fueran de hierro o bronce, fijos o en colisa. Las tripulaciones por su parte
iban armadas con cualquier medio que sirviese en un abordaje, tales como fusiles,
trabucos, pistolas, sabes, hachas, chuzos, garfios, espeques, etc.558

A comienzos de 1823 el Capitán de Navío Nicolás Joly, quien sería héroe en la


Batalla Naval del Lago de Maracaibo, buscaba continuar todavía con sus cruceros de
corsario, tal como lo revela el siguiente documento:

“Caracas, 31 de enero de 1823.


Nº 8
Al Sr. General Mariano Montilla
El Capitán Joly ha ocurrido a mí para que solicite a su favor que V.S.
lo deje libre con su corsario para hacer un crucero que lo proporcione con
qué reponer sus pérdidas y cubrir los gastos de la habilitación.
Como Joly ha servido con su corsario más que ningún otro armador,
desearía que, si las circunstancias lo permiten, accediera V.S. a su

557
Gámez Duarte, Feliciano. El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoamericano desde una
perspectiva peninsular: 1812 – 1828 (Tesis Doctoral), pp. 274 – 276
558
Ibídem, pp. 292 - 293
305
solicitud, exigiéndole, por último servicio, que transportara a la Guayana
los vestuarios y demás efectos de equipo que el Gobierno ha destinado para
el Ejército de Venezuela.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”559

Poco después, el 20 de enero, el Vicepresidente Santander decretó que los


buques neutrales con carga de mercancía enemiga quedarían sometidos a las acciones de
la armada y de los corsarios al servicio de la República.560 Este decreto puede ser
comprendido perfectamente en el contexto de enero de 1823, cuando se estaba
bloqueando el Golfo de Venezuela y Puerto Cabello. Evidentemente se buscaba impedir
cualquier auxilio a ambas posiciones realistas en el territorio nacional, así viniese a
bordo de buques neutrales. Sin embargo, este decreto, junto con la ordenanza de 1822,
tuvo un dilatado efecto en la guerra de corso; al permitir la captura de buques de países
neutrales en la guerra entre Colombia y España, lo cual ocasionaría a la República más
de un momento tenso con naciones neutrales como Estados Unidos, Gran Bretaña y
Francia.

Otro hecho interesante ocurrió el 15 de mayo del mismo año, cuando la goleta
española Amalias Centinelas fue asaltada por un corsario colombiano, en aguas
cercanas a Gibraltar. Así se registró el suceso en acta oficial:

“ASALTO A UNA GOLETA POR UN BARCO CORSARIO EN LA


GRACIOSA EN EL AÑO DE 1823

En la ermita del Arcángel San Rafael extramuros de esta Villa Capital Ysla
de Lanzarote una de las Canarias á veinte y cuatro días del mes de mayo
año de mil ochocientos veinte y tres: ante mi el Escribano y testigos que se
designaran pareció a esta hora de las once de la mañana el que dijo

559
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822 - 1824), p. 147
560
Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de
la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación
para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

306
llamarse Don Antonio del Rio y ser Capitán, Primer Piloto, y maestre del
bergantín Goleta Español nombrado Las Amalias (a) Centinelas y que el
día dos del presente mes por la noche dio a la vela del Puerto de Barcelona
que se halla en la Latitud Norte de cuarenta y / un grado y veinte y seis
minutos y en la Longitud de ocho grado veinte y ocho minutos al Leste del
meridiano de Cádiz con destino a la ciudad Puerto de Cuva [Cuba] en la
Ysla de Santiago del mismo nombre que se halla en la Latitud Norte de
veinte grados cincuenta y dos minutos al Oeste del mismo meridiano y que
habiendo navegado hasta el Sábado a medio día diez del corriente y
hallándose inmediatos al monte de Gibraltar por la parte del Leste le
visitaron los corsarios faluchos españoles de los quales uno era
guardacostas de Algeciras y el otro particular armado contra los franceses
que el capitán de unote los expresados corsarios les advirtió que el
gobierno español había declarado la guerra a la Francia y que ya se
hallaban detenidos en Algeciras tres barcos por uno de los faluchos de
aquel puerto que en vista de esta noticia y hallándose en calma hacia ya
algún tiempo y considerando que según el cariz no había señales de viento
favorables para desembocar determinó entrar en la Bahía de Gibraltar
auxiliado por la palamenta y de algunas ventolinas variables lo que
efectivamente benefició anclando en el fondeadero de Algeciras al medio
día en siete brazas de agua.

Que habiendo continuado la calma permaneció anclado en dicho


fondeadero hasta el quince al amanecer que habiéndose llamado y
afirmado el viento al NE se puso a la vela a las diez de la mañana siguiente
su navegación con el mismo viento hasta el domingo diez y ocho del
presente mes al amanecer que hallándose en la Latitud Norte de treinta y
un grado veinte y nueve minutos y en la Longitud de cuatro grados diez y
nueve minutos al oeste de Cádiz tiempo caliginoso viento Nordeste
gallando marejadilla del viento y del Norte y elevando la proa al Sudoeste
quarta al oeste del compas con la intención de pasar entre la costa de
África y las Canarias descubrió por la proa esta Goleta de dos gabias que
seguía la vuelta del este y estaban a muy corta distancia y como había
mucha neblina y era aún al amanecer hizo todas las maniobras y
diligencias necesarias a fin de liberarse del peligro de ser apresado en que
se hallaban, pero a las diez de la mañana teniendo ya a nuestro costado la
referida Goleta se ven en la necesidad de rendirse habiendo sido apresados
con la bandera Colombiana; que inmediatamente mandó el bote a bordo
del buque de mi mando y le llevaron al corsario con todos los demás
tripulantes a excepción de dos que dejaron a bordo de la presa tripulando
esta y carga como – Rol, patente, contraseña conocimientos y demás de los
que se apoderó el comandante declarando que toda era buena presa por la
bandera de Colombia que de aquel punto y permaneciendo a la de dicho
corsario se dirigieron a estas Islas a las que llegaron el veinte y anclaron
307
entre esta y la de la Graciosa donde nombran el Río con el corsario y presa
despachando esta el veinte y uno para la costa firme y echando los
marineros prisioneros en un despeñadero de esta de Lanzarote
conservando a su bordo al compareciente a su segundo, al pilotín,
contramaestre , y paje hasta el veinte y dos por la tarde que los echaron en
la expresada Ysla de La Graciosa que está desierta en la que
permanecieron hasta ayer veinte y tres por la mañana en compañía de unos
pescadores que les condujeron a esta de Lanzarote y a su Villa capital en la
que les pusieron inmediatamente en cuarentena de observación en esta
Ermita del señor San Rafael situada extramuros de ella .en esta atención
deseando hacer constar los hechos que deja relación y no quedan
responsables en manera alguna de las perdidas, daños y perjuicios que han
recibido los dueños del cargamento que traía a su bordo con motivo de
haber sido apresado por la Goleta Colombiana de que lleva hecho mención
en la vía y forma que mejor lugar haya en derecho y enterado del que en
este caso le compete otorga que los protesta una dos tres y las mas veces en
derecho necesarias contra el mar? Vientos cargabres y demás contra
quienes deba hacerlo, y pide a mi el escribano le de fe por fe y testimonio
esta protesta que asegura bajo de juramento hecho en debida de que
certifico no las hace de malicia sino por los motivos relacionados, y en
comprobación de su verdad presenta por testigos de vista que presenciaron
el apresamiento y demás hechos que lleva expuesto a Don Francisco Grau,
segundo piloto, a Don Eloy Bazalt pilotín y a Don Juan Sintas
contramaestre de la dotación del expresado buque que fue de su mando
quienes bajo de juramento que también hicieron según por derecho –
quienes aseguración que cuanto lleva expuesto su capitán en esta protesta
es la pura verdad de los sucesos que les han ocurrido en su navegación en
la que se afirman y se afirman bajo el mismo juramento: Así lo expresaron
otorgaron y firmaron hallándose presente como testigos Marcos Miguel
Lorenzo, Nicolás Hernández Matías Baptista de esta vecindad.”561

En diciembre del mismo año, la goleta corsario Zulme, se enfrentó cerca de la


punta de Icaco, no lejos de La Habana, con cuatro embarcaciones piratas; poniéndolas
en fuga pero quedando muy averiada, por lo que debió retirarse a Nueva Orleáns a
carenarse.

561
Martín Santiago, Felipe Enrique. “La independencia de Canarias bajo la tutela de la Gran Colombia
(1819-1830). Ataques navales en Lanzarote (1823-1825)” en revista Bien Me Sabe, Nº 663. Disponible
en: http://www.bienmesabe.org/noticia/2007/Septiembre/la-independencia-de-canarias-bajo-la-tutela-de-
la-gran-colombia-1819-1830-ataques-navales-en-lanzarote-1823-1825 (Revisado online el 25 de enero de
2017 a las 9:51 pm). Cita a: AHPLP (Archivo Histórico Popular de La Palma). ESCRIBANO MATIAS
RANCEL DE LANZAROTE. LEGAJO 2932, AÑO 1823. FOLIO 229-230.
308
“República de Colombia – Comandancia General del 3er
Departamento de Marina – Núm. 3° - Cartagena enero 10 de 1825 – 15.

Al Sr. Secretario de Estado en los despachos de Marina y Guerra.

Acabo de recibir parte de que la goleta corsario colombiano la


Zulme, a barlovento de la punta de Icaco, costa de La Habana se encontró
con cuatro piratas, y entró con ellos en acción. Dos de los piratas se
retiraron desde el principio del combate que continuó por tres horas con
los otros hasta que el uno fue echado a pique, y botado el otro. Nuestro
corsario perdió cinco hombres. Estos buques enarbolaban bandera negra,
y estaban tripulados cada uno con cincuenta hombres. La Zulme se ha
retirado a Nueva Orleans, a carenarse, porque quedó enteramente
destrozada. Celebraría haber recibido los pormenores de este suceso que
no puede menos e ser agradable a S.E. el vicepresidente de la República
pues acredita que los corsarios de este departamento corresponden a los
deseos del gobierno buscando, atacando, y escarmentando a los piratas, en
virtud de las estrechas órdenes que se les tienen dadas por esta
comandancia general, principalmente para que persigan a los corsarios
que enarbolan bandera colombiana. Dígnese V.S. ponerlo en conocimiento
de S.E. el vicepresidente. – Dios guarde a V.S. – J. Padilla.”562

El mismo mes de diciembre se produciría un revés importante para el corso


colombiano, tal como lo expone el Dr. Feliciano Gámez Duarte:

“[…] a las cinco y cuarto del día dos de diciembre de 1823, apareció en la
bocana del puerto de San Juan de Puerto Rico una corbeta con dos
pabellones en su palo mayor: el español y, por debajo de éste el pabellón
de Venezuela. Se trataba de la corbeta Orinoco que se entregaba con su
tripulación a las autoridades de la isla. A bordo no figuraba su capitán ni
oficial alguno. De manera inmediata, el práctico del puerto, el capitán del
mismo, Juan de Dios Robión, y quince soldados subieron para hacerse con
el control de la nave […] Tan pronto como las autoridades españolas se
hicieron cargo de este buque se inició una investigación para inquirir qué
había sucedido para impulsar a estos hombres a entregarse a sus
enemigos.

[…] durante una escala en el puerto de San Bartolomé, la tripulación,


aprovechando que el capitán y la oficialidad del buque estaban a tierra,
562
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 6 de febrero de 1825. N° 173, p. 3
309
decidieron cortar los cables y alejarse de aquel puerto y de los hombres
que comandaban la nave […]”563

Ateniéndonos a lo establecido por la ordenanzas de corso de 1822, presumimos


que los juicios de presas y remates de buques y cargas capturadas, se realizaba en las
comandancias de departamentos de marina, es decir, en Cumaná, Puerto Cabello y
Cartagena, y probablemente también en otros puertos de importancia, tales como
Angostura, Pampatar, Juan Griego, Barcelona, La Guaira o Maracaibo. Estas
actividades debieron producir muchas ganancias en dichos puertos y sus zonas aledañas,
generando interés popular hacia la continuación de la guerra de corso contra España. En
ese sentido, el siguiente editorial publicado por El Venezolano, nos muestra tal apoyo de
la opinión pública.

“Asentar en el presente siglo que el corso es uno de los restos que se


conservan de la antigua barbarie, es sin duda ignorar el derecho que lo
autoriza, y los principios que lo regulan en las naciones civilizadas, o
querer que por los abusos que en algunos casos suelen experimentarse se
renuncie aquel derecho por la parte beligerante que se cree más débil […]

[…] Inútil es declamar contra los armamentos en corso que autoriza el


gobierno de Colombia, mientras que la España igualmente los autoriza y
fomenta, pues el derecho de retorsión, y la necesidad de una justa defensa
exige imperiosamente se oponga al enemigo las armas y medios de que él
vale para destruirnos […]

[…] El daño que sufren los neutrales en la suspensión de su derecho para


hacer el comercio sin impedimento es reparable, al paso que el que
sufrirían los beligerantes es de gran consideración, y muchas veces
irreparable, pues todo aumento de fuerzas que pueda prolongar la guerra
produce estragos, muertes y otros daños irreparables […]”564

La apasionada defensa del corso por parte de este periódico, da un indicio de la


opinión pública en Colombia sobre este asunto. Más significativo aún se vuelve este
563
Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 192 – 193
564
“Corso” El Venezolano. Caracas, sábado 27 de diciembre de 1823. N° 66, p. 3

310
artículo considerando la proximidad e interrelación comercial de Caracas con el puerto
de La Guaira. Es preciso recordar que los juicios y subastas de presas generaban
importantes ganancias en los puertos donde se realizaban, por lo que podría pensarse
que un sector importante de la sociedad colombiana estaba beneficiándose directamente
con el corso. En este mismo sentido, encontramos en El Colombiano, de Caracas, una
interesante nota publicada el 11 de agosto de 1824, en la que se expone el caso del
corsario General Santander, el cual fue acusado de varios crímenes por el New York
Mercantile Advertiser y por el New York Evening Post.

“Al editor del dicho periódico.

Sr. – Cuando escribí la carta que tuve el honor de dirigir a V., sobre
las presas que se dicen hechas recientemente por el corsario armado de
Colombia General Santander, y la cual apareció en un número anterior de
su papel, omití sin intención, mencionar las observaciones finales del editor
del New York Mercantile Advertiser. No son menos dignas de
consideración que las otras extrañas aserciones de aquel sabio escritor, y
con éste objeto, y para hablar algo con respecto a una nueva comunicación
que después ha llegado a mi noticia, necesito que se me permita volver a
ocupar las apreciables columnas de V. el Editor del Mercantile dice:

“El caso del General Santander; es de una peculiar deformidad, pues


apenas pasaron dos semanas desde que salió del Misisipi (donde gozó
nuestra hospitalidad) cuando hizo presas al comercio americano, obrando
probablemente por noticias que adquirió en nuestros puertos.”

Este escritor quisiera que se diese por sentado que “el General
Santander ha hecho efectivamente presas al comercio americano.” Pero en
el primer estado del negocio esto es pretender demasiado y más de lo que
admitirán los hombres sensatos. En New York dice el editor la propiedad
de una parte de ella se sabe que es americana, esto es, se alega que es
americana por las partes en el asunto, por personas interesadas que deben
perder 60 a 80 mil fuertes, si se prueba oportunamente el hecho de ser
española. Esto es lo que dirán saberse en New York: bello modo de
saberse, por cierto! Pero sostengo; y pocos hombres imparciales estarán
inclinados a negar que la conducta del comandante del Santander es una
prueba más fuerte de lo contrario. Veamos cual ha sido. Él es un oficial de
conocimientos y experiencia, conoce el carácter severo del gobierno de
Colombia en todas las materias relativas al departamento naval, está
convencido de su decidida determinación a castigar cualquiera caprichosa

311
violación que hagan sus cruceros de los derechos de los neutrales; está
impuesto en las instrucciones escritas que en aquel acto poseía, y que
recibió de la autoridad competente en La Guaira, las cuales le previenen
que trate todos los pabellones neutrales, con el debido respeto, y que
principalmente respete los pabellones “de los Estados Unidos y de la
Inglaterra.” Conoce que su comisión y su carácter, su empleo y su fortuna,
están comprometidas; sin embargo al leer los papeles del Mecánico, no
duda en remitirlos a La Guaira seguro de que tenía a su bordo efectos
españoles. Ahora bien, Sr., expongo sin temor la contradicción de los
hombres imparciales, que ésta es una presunción mucho más fuerte por una
parte que lo que tan vagamente se sabe en Nueva York puede considerarse
razonablemente por la otra. Siendo esto verdad ¿qué se hace entonces el
vergonzoso cargo de fealdad peculiar que se objeta al comandante del
Santander? El capitán Chase oficial de que se hace mención, queda tan
libre de enormidad moral política o militar, como el editor del Mercantile
Advertiser. Como soldado, ciudadano, esposo, padre, pariente o amigo, no
necesita evitar una comparación con nadie, y si estuviese en los Estados
Unidos donde puede hallarse dentro de poco, él rechazaría la indecente
detracción a los ojos del propio calumniador. Pero por qué éste cargo de
fealdad peculiar? Porque quince días antes de encontrar el Mecánico, el
capitán Chase había estado en Misisipi, donde gozó de la hospitalidad de
los Estados Unidos, y porque sucedió así, él debe según la doctrina del
editor del Mercantile Advertiser, hacer su acatamiento al capitán del
Mecánico y decirle. “Sr.: V. se halla actualmente en el caso de deshonrar
el pabellón de su país, pues tiene a su bordo propiedad que V. llama
americana, pero que según sus papeles aparece ser española; conozco que
V. se dirige a México; que espera hacer un rico retorno a La Habana de
donde viene, y que el producto de su rico cargamento, junto con otros
obtenidos del mismo modo pondrá al gobernador Vives en estado de
equipar una expedición contra Colombia. Pero, Sr., quince días hace que
estuve en el Misisipi, donde experimenté mucha hospitalidad, habiendo
recibido diez o veinte barriles de agua y algunos hombres que estaban
ociosos y necesitaban salarios por tanto, Sr., faltaré a mi deber,
desobedeceré las órdenes de mi gobierno, pondré en peligro la
tranquilidad del país a quien estoy obligado a servir, y V. puede pasar
adelante, aunque estoy perfectamente convencido que V. emplea el
pabellón americano para cubrir un fraude enorme.” Que doctrina tan
consoladora! que grato sistema de derecho público quería establecer este
profundo editor del Mercantile Advertiser. Un observador superficial de
toda esta fanfarronada editorial sobre la hospitalidad, podría inclinarse a
suponer que el gobierno de los Estados Unidos ha concedido un privilegio
de limosnas a Colombia sin ninguna consideración a la reciprocidad de
buenos oficios o a la esperanza del retorno: sin embargo todos sabemos

312
que los actos de hospitalidad en esta parte son mutuos; y cuando establezco
un hecho, a saber, que un solo puerto en los Estados Unidos, Filadelfia ha
embarcado en tres meses sucesivos a un solo puerto de Colombia hasta la
suma de cuatrocientos mil pesos fuertes de los Estados Unidos en
producciones y recibido un retorno considerable, se verá que Colombia
retribuye la hospitalidad que reciben sus ciudadanos, bien sea concedida
bajo la sanción nacional, o por una benevolencia privada; pero no cederá
un ápice de sus derechos por esta razón. Ella no pretende superioridad,
pero no permitirá que se la trate como inferior a ninguna nación del mundo
en razón de una perfecta independencia. Continuará respetando todos los
pabellones neutrales como hasta aquí lo ha hecho, pero no pasará en
silencio el abuso de ningún pabellón neutral con agravio profundo de sus
más caros intereses.

Los cargos hechos por otro papel de New York es que el “Santander”
tiene una tripulación compuesta principalmente de marineros de los
Estados Unidos, en lo cual aun si fuese cierto, nada hay criminal, o
extraordinario; pero si fuese, los editores como dije en mi anterior carta,
deben tener siempre presentes mucho incidentes de su propia guerra
revolucionaria, y como caso en cuestión, deben particularmente acordarse,
que Franklin que no puede ser tachado de fealdad peculiar expidió en
Francia en el discurso de un día, treinta y seis patentes, y que los buques
de estas comisiones navegaron, “para hacer presas al comercio británico”
sin tener entre toda su tripulación ni un solo ciudadano americano.

“Los que tienen tejado de vidrio […]; pero el proverbio es algo


añejo, y así pasaremos a la conclusión.”

Desde que el artículo del Mercantile Advertiser llamó mi atención, se


ha dicho en el New York Evening Post, lo que sigue.

“Se ha dirigido al presidente de los Estados Unidos, un memorial por


varias compañías de seguros de esta ciudad, con motivo de las últimas
presas hechas por el cosario General Santander. Cerca de 70.000 pesos de
propiedad española a bordo de los buques apresados se han asegurado en
esta ciudad, y los presentes recomiendan al presidente que despache un
buque al gobierno de Colombia a pedir restitución de la propiedad
detenida.

Esta es una nueva lectura de la transacción. Aquí se nos asegura que


la propiedad es española y se entrega al viento la noticia del Mercantile de
que es americana. Si los suscriptores de New York fueron bastante necios
para conceder seguros a propiedades españolas atravesando los mares de
la India Occidental, ellos deben sufrir las consecuencias; y si fueron
informados del fraude proyectado de cubrirlo con el pabellón americano,
313
ellos deben sufrir. Por caridad común, debo esperar que este no sea el
caso, pero en todo evento, si el negocio resulta, como el capitán Chase,
parece haberlo concebido, y como asegura serlo el New York Evening
Post; si del examen ante el tribunal competente en La Guaira, resulta que
la propiedad es realmente española, de nada servirán memoriales y
reclamaciones de parte de los aseguradores; en tal caso ni una mínima
parte de la propiedad apresada se entregará, excepto que el tribunal por
consentimiento de los apresadores, la entreguen como un acto de
urbanidad hacia el respetado presidente de los Estados Unidos cuyo
nombre es sinónimo de todo lo que hay honorable en una vida privada, y de
ilustre en una vida pública.

Si en tiempos venideros se concluye un tratado entre Colombia y los


Estados Unidos estipulando que “los buques libres hacen las mercancías
libres”; que el pabellón cubre el cargamento, será así muy enhorabuena;
pero esto solo podrá suceder después que la España haya reconocido la
independencia de la América del Sur. Semejante tratado pondría ahora en
manos de la España una medida de molestar el nuevo gobierno: y esto no
puede en las circunstancias presentes ser apropiado por ningún.

Colombiano”565

Esta carta resulta significativa por el amplio conocimiento de la materia que


muestra su autor, lo cual nos hace pensar que, al menos en las zonas costeras de la
República de Colombia, existía un buen número de funcionarios, intelectuales y demás
notables muy interesados en que continuara la guerra de corso sin restricción, bien fuera
por beneficios materiales, patriotismo, o una mezcla de ambos.

El 9 de octubre de 1824 los corsarios colombianos Centella y Polly Hampton


capturaron a la mercante francesa Urania, en ruta de Burdeos a La Habana, hallando
mercancía española a bordo y conduciéndola a Puerto Cabello.566 Este incidente
causaría que más tarde, el 10 enero de 1825, llegase a Puerto Cabello una escuadra
francesa presentando reclamos y exigiendo satisfacciones a la República, siendo esa la
primera crisis internacional que encaró Colombia con una potencia neutral. Más

565
“Presas de Colombia”. El Colombiano. Caracas, miércoles 11 de agosto de 1824. N° 66, p. 2
566
República de Colombia. Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Martinica contra
la Marina de Colombia. Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1825 p. 9
314
adelante desarrollaremos con detenimiento dicha crisis colombo-francesa motivada por
la guerra de corso, entre otras causas.

¿Qué tan lejos llegaba la depredación del corso colombiano sobre el comercio del
Caribe?... El Colombiano nos ofrece datos interesantes; dice que entre 1823 y 1824
habían sido apresadas 4 fragatas (mercantes, no de guerra), 17 bergantines, 32 goletas, y
14 queches y barcas.567 El 25 de mayo se reportó un nuevo ataque en las Islas Canarias:

“ASALTO A UN BARCO FRANCÉS EN MAYO DE 1825

En el Puerto principal del Arrecife ysla de Lanzarote una de las Canarias a


los veinte y cinco días del mes de mayo, año de mil ochocientos veinte y
cinco: Ante mi el Escribano de S.M. del numero y marina de esta referida
Ysla y testigos que se designaron, pareció Don Domingo Martinón de esta
vecindad y comercio a quien doy fe conozco y dijo: Que la casa de los Sr.
Barry Dervieu – y compañía vecinos y del comercio de Marsella en – de
treinta de agosto del año próximo anterior de mil ochocientos veinte y
cuatro dijeron que habiendo subido la Barrilla un poco pues se vendía de
nueve a nueve y medio francos el qql. de aquella plaza y que siendo este un
doce por ciento mas pequeño que el de estas yslas podía hacerse una
expedición que dejase una buena utilidad, y que en caso de convención a
dicho Martinón esta propuesta podrían dichos señores fletar por cuenta del
compareciente un barco de ciento y veinte a ciento y treinta toneladas que
traería un cargamento de mercaderías y retornaría con otro de dos mil y
quinientos a tres mil qql. de barrilla insertándola en dicha carta una nota
de los géneros de que podía componerse el expresado cargamento. Que
habiendo recibido el tres de diciembre próximo pasado les contesto con
fecha veinte y tres del mismo diciendo a dichos señores que siempre que
pudiesen conseguir vender un cargamento de tres mil qq. de esta especie
resultase libre de fletes derechos y demás gastos que le causaren a si en
esta Ysla como en la plaza de Marsella a siete y medio francos, podían
desde luego dichos señores hacer una venta por dicha cantidad y después
que estuvieren celebradas solicitar los géneros que contenía la nota o
factura que les incluyó en dicha carta y remitírselos con el propio barco
previniéndoles últimamente que como solían cruzar en estos mares
corsarios enemigos sería bueno que las facturas y conocimientos viniesen a
nombre y como de cuenta de los mismos señores y a la consignación del
otorgante, y por supuesto todo asegurado: Que no habiendo recibido hasta

567
“Por los estados oficiales presentados…”. El Colombiano. Caracas, miércoles 19 de enero de 1825.
N° 89, p. 3
315
ahora ninguna contestación sobre el particular ha llegado hoy a este
Puerto una Bombarda con Pabellón francés nombrada - honorines su
capitán Blanchelli quien le ha manifestado de palabra – procedente de
Marsella en cuyo Puerto le había despachado y cargado de varios géneros
los supradichos señores Barry Denvieu – y compañía que venían a la
consignación del compareciente y otros interesados en estas Yslas y que
hallándose sobre Cabo Espartel fue tomado y robado el día cuatro del
corriente por un corsario perteneciente a la republica de Colombia
nombrado María Isabela su capitán Dotan, y que entre los géneros que le
robaron fue comprendida la mayor parte de los que venían para el
compareciente llevándose al mismo tiempo las cartas facturas y demás
papeles pertenecientes al cargamento que conducían; en esta atención
considerando el Don Domingo Martinón no debe ser responsable en
manera alguna del valor de los géneros que venían a su consignación ni
hallarse ya en la obligación de poner a bordo de dicho Buque el
cargamento de barrilla que había ofrecido por no haber recibido los que se
dirigían por dichos señores, en la vía y forma que mejor haya lugar en
derecho y enterado del que en este caso le compete otorga que hace total y
absoluto abandono del resto de los géneros a su consignación que pueden
quedar a bordo de la expresada Bombarda , y en su consecuencia protesta
una, dos , tres y las mas veces que sean necesarias contra propietarios,
cargadores, fletadores, aseguradores, consignatarios, recibidores,
pagadores y contra las mas personas que deba hacerlo, que todos los
daños, perjuicios, perdidas, atrasos, intereses, fletamentos, detrimentos o
menos cabos que se hayan ocasionados y ocasionen a los sobre dichos y a
los dueños del indicado buque por falta de cargamento de retorno, no sean
de mi cuenta y cargo sino de quienes por derecho haya lugar, a cuyo fin
deja vivas --- para usar de ellas contra quien donde como y usándole
convenga: y de que así lo protesta pide a mi el escribano se lo de por fe y
testimonio su resguardo, y para hacerlo en cualquier tiempo que se me
pida lo – en mi cuaderno corriente de escritura pública, y lo firma el
expresado Don Domingo Martinón hallándose presentes como testigos Don
Rafael Rancel, Don Eusebio de Cáceres y Don Casimiro Mc Kinstoh de
esta vecindad.”568

568
Martín Santiago, Felipe Enrique. “La independencia de Canarias bajo la tutela de la Gran Colombia
(1819-1830). Ataques navales en Lanzarote (1823-1825)” en revista Bien Me Sabe, Nº 663. Disponible
en: http://www.bienmesabe.org/noticia/2007/Septiembre/la-independencia-de-canarias-bajo-la-tutela-de-
la-gran-colombia-1819-1830-ataques-navales-en-lanzarote-1823-1825 (Revisado online el 25 de enero de
2017 a las 9:51 pm) . Cita a: AHPLP (Archivo Histórico Popular de La Palma). ESCRIBANO MATIAS
RANCEL DE LANZAROTE. LEGAJO 2934, AÑO 1825. Folio 196.
316
Ese mismo mes volvemos a tener noticias del corsario General Santander:

“República de Colombia – Número 138 – El Comandante General del


Segundo Departamento de Marina – Señor Secretario de Estado del
Despacho de Marina y Guerra.

El 18 del presente mes dio fondo en este puerto la fragata española


nombrada Nuestra Señora de la Asunción que fue apresada en su
navegación de Cádiz a La Habana por el corsario particular de la
República goleta General Santander, y según su factura conduce por
cuenta de los enemigos tres mil novecientos ochenta balas de cañón con
peso de mil cincuenta y cuatro quintales setenta libras, doscientas
granadas con el de cuarenta y seis quintales, un mortero con veinte y siete
y medio quintales, de peso y un obús con el de veintiocho quintales, sin
expresarse ni el calibre de las municiones y de las piezas de artillería ni la
calidad del metal de estos. – Dios guarde a V.S. – Puerto Cabello marzo 20
de 1825 – 15. – Felipe Esteves.”569

El 6 de junio Santander informó a Bolívar que había ordenado causa penal contra
el corsario Roma Libre por haber cometido piratería contra Francia.570 Esta drástica y
ejemplarizante decisión, evidentemente debió tomarse debido a las presiones –
prácticamente amenazas – del Gobierno francés contra la República de Colombia por
los casos de los ataques corsarios contra sus buques mercantes.

Se publicó en Madrid el 23 de septiembre que el bergantín español Carmen


reportó en Cádiz haber sido abordado por un bergantín corsario colombiano nueve horas
al este del Cabo Sines. Según su testimonio, el corsario se llevó vituallas, herramientas,
libros y aparejos. La nave atacante llevaba 20 marineros españoles, prisioneros del yate
español San Francisco de Asís y del bergantín Concepción, capturados previamente, el
2 y 10 de septiembre previamente. El capitán del Carmen también indicó que el corsario
estaba armado con tres cañones y una carronada en colisa, y desde hace días cruzaba

“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 15 de mayo de 1825. N° 187, p. 3


569

570
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de junio de 1825 en
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 179
317
alrededor del Cabo Sines.571 De información publicada en Madrid a 13 de octubre de
1825 sabemos que un nuevo corsario colombiano, la goleta Soublette, comandada por
un capitán de apellido Cunningham, arribó a Gibraltar poco antes. Desde Cádiz llegaron
también noticias de que varios corsarios se unieron con otros del Cabo San Vicente y
Santa María, capturando todos juntos buques españoles que venían de la costa de
Cantabria, además de algunos buques costeros.572

Gracias a El Colombiano, de Caracas, sabemos también de otros hechos


acaecidos a finales de 1825 con respecto al corso:

“Una carta recibida del vencedor capitán Brotherton en 1° de Julio


aseguraba que el bergantín había a la sazón encontrado con una escuadra
considerable de buques mercantes españoles, y parece que hablaron con él
a la altura de Cádiz el 7 del mismo mes, contando haber apresado 17
buques la semana antes, todos los que había tomado de una escuadra de
cincuenta velas. Nada más hemos sabido acerca de la expedición destinada
para La Habana, y creemos probable ocurran circunstancias que obligarán
a posponer por algún tiempo su meditada partida.”573

Entre el 22 y 23 de septiembre cerca de Perpignan, corsarios colombianos


atacaron buques franceses en ruta de Cuba hacia Burdeos y Marsella, saqueando su
carga. Esta información fue publicada en París el 6 de octubre.574 Así cerraba el año de
1825, con una evidente escalada en la agresividad de los corsarios colombianos sobre el
comercio español, ya fuese éste a bordo de naves españolas o neutrales. Los ataques
registrados muestran una dinámica ascendente y un progresivo desplazamiento hacia
aguas europeas. Mientras que en 1823 y 1824 la mayoría de los golpes dados por el
corso colombiano se registraron en el Caribe, contra el comercio entre Cuba y la

571
Sin Autor. “Colombian privateers active in the Mediterranean according to the Nederlandsche
Staatscourant dated 10 October 1825” en: http://warshipsresearch.blogspot.com/2011/09/colombian-
privateers-active-in.html (04 de abril de 2017, a las 07:22 pm)
572
Sin Autor. “Colombian privateers and the American, Colombian, Egyptian, Greek, Swedish and
Turkish navies according to the Nederlandsche Staatscourant dated 28 October 1825” en:
http://warshipsresearch.blogspot.de/2011/10/colombian-privateers-and-american.html (04 de abril de
2017, a las 07:19 pm)
573
“Presas Colombianas”. El Colombiano. Caracas, miércoles 28 de septiembre de 1825. N° 125, p. 3
574
Ídem
318
Península Ibérica; ya en 1825 notamos una gran cantidad de operaciones corsarias en las
Islas Canarias, en todo el perímetro costero español e incluso el Mar Mediterráneo. Sin
embargo, el clímax de la guerra de corso colombiana contra España llegaría al año
siguiente.

En 1826 se desató sobre aguas peninsulares una auténtica campaña corsaria, que
podríamos denominar “Campaña corsaria colombiana de 1826”, la cual es
prácticamente desconocida para la historiografía venezolana. Como presentaremos a
continuación, contamos con suficientes indicios y pruebas para afirmar que los ataques
corsarios registrados en aguas europeas durante 1826, e incluso los del año previo, se
debieron a un plan del Gobierno colombiano para obligar a España a reconocer la
independencia de la República.

El Dr. Feliciano Gámez Duarte señala de forma acuciosa la debacle que el poder
naval español sufría hacia 1826, cuyos restos estaban concentrados en América, factor
que permitió la impunidad casi total con la que operaron los corsarios colombianos en
ese momento.575 El historiador Serrano Mangas señaló que para 1826, cuando aparecen
en gran número frente las costas españolas los corsarios colombianos, empleando
buques nuevos, bien armados y tripulados, la Real Armada Española está en un estado
tal que no puede resistir siquiera el ataque de dos fragatas; todo esto basado en los
testimonios del secretario de guerra de la época, Luis María de Salazar.576 También
señala que la presencia de los corsarios colombianos en el Mediterráneo se hizo notoria
por el hecho de que para esa fecha solo ese país sostenía una guerra de tales
características contra España, y por el factor de que dichos corsarios contaron con el
apoyo de liberales españoles exiliados en Gibraltar, Portugal y Gran Bretaña, tales como
Van Halem, quien había pasado de Colombia a Estados Unidos para reunirse en
Londres con Mina y otros expatriados; o Beltrán de Lis, quien fue a Londres para

575
Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 122 y 287
576
Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”,
Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 120 – 121. Cita a: Luis María de Salazar al
Secretario del Despacho de la Guerra. Madrid, palacio 23 de junio de 1826. A.H.N. Estado 214;
Distribución que actualmente tienen los buques de guerra que hay armados en la Península y estado en
que se aprestan con objeto de ocuparse en las atenciones que ocurran. No pone quien lo remite. Madrid,
palacio, 7 de junio de 1826. A.H.N. Estado 214 y Luis María de Salazar al Secretario del Despacho de la
Guerra. Madrid, palacio, 23 de junio de 1826. A.H.N. Estado 214.
319
negociar con el cónsul colombiano la autorización parar armar buques en corso contra
España.577

Sobre este asunto, el historiador naval Francisco Alejandro Vargas nos dice que
al avanzar la campaña peruana de forma favorable a Colombia en el transcurso de 1824,
y ante el hecho de que Laborde estaba reforzando su escuadra en Cuba y amenazaba el
norte de la República, el General Soublette solicitó al Comandante en Jefe de la
Escuadra de Colombia en el Perú, trasladarse a Cartagena de Indias a causa de que el
“Gobierno español reúne en el Atlántico una Escuadra respetable; y el Gobierno de la
República está determinado a hacer los últimos esfuerzos para oponerle otra capaz de
resistirla y de defender nuestras costas de una nueva invasión”. Además de esto,
Vargas explica que los corsarios fueron enviados sobre las costas de la Península, y
narra que “Francisco Lifer, Cónsul español en Gibraltar, comunicó al Ministro de
Estado el 1° mayo de 1826 que de aquel puerto habían salido dos Goletas colombianas,
la República y la Trinidad, para establecer su crucero en las aguas de Barcelona, y con
igual fecha desde Algeciras, informaba don Manuel Aznares al propio Ministro que las
Goletas colombianas salidas de Gibraltar el 30 de mayo se hallaban desde la Punta de
la Mina, en la costa de África, a la de Carnero y Punta de Europa.”. Vargas finaliza su
idea teorizando que estas operaciones corsarias sobre España pudieron obedecer a un
plan de Bolívar para hostigar a España a fin de hacerla firmar la paz y reconocer la
independencia de Colombia, o también como una maniobra de diversión para impedir el
envío de refuerzos a la escuadra en La Habana.578

En su exposición ante el Congreso, presentada el 16 de febrero de 1827, el


general Carlos Soublette, Secretario de Guerra y Marina escribió: “En el curso del año
anterior nuestra marina militar no ha tenido encuentros con el enemigo; pero nuestros
corsarios han llevado las hostilidades hasta las costas de la península en el Atlántico y
Mediterráneo.”579 Esta afirmación vendría a demostrar que el Gobierno colombiano

577
Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 114, 123 y 124. Cita a: Consejo de Estado de 5 junio de 1826.
A.H.N. Estado 214
578
Vargas, Francisco Alejandro. Historia Naval de Venezuela Tomo III, pp. 20 y 21
579
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición que el
Secretario de Estado en el Despacho de Marina de la República de Colombia hace al Congreso de 1827
sobre los negocios de su departamento [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de
P.C., 1827. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza28.pdf, p. 12
320
estaba en perfecto conocimiento de los ataques corsarios llevados a cabo en 1826 sobre
costas españolas, obedeciendo por tanto una estrategia preconcebida; sin embargo, no
indica quien o quienes pudieron ser los autores intelectuales de dicha estrategia. Para
responder a esa interrogante, tenemos la siguiente carta, dirigida por el Vicepresidente
Santander al entonces Secretario de Guerra y Marina Briceño Méndez, la cual resulta
reveladora:

“Bogotá, 6 de enero de 1826

Mi estimado Perucho

He visto a Danels y me ha entregado su carta. El proyecto de destruir


el comercio español, harto miserable ya por las circunstancias y el no
bloquear sin regla los puertos peninsulares es excelente, y di mi
aceptación; pero es menester pensar primero que todo en destruir esa
escuadra del diablo que se está reuniendo en La Habana. No he hablado
con Danels extensamente; por esto apenas puedo hablar sobre la
indicación de su carta.”580

¿Fueron el vicepresidente Santander, el secretario Briceño Méndez y el capitán


de navío Danels, los planificadores de la campaña corsaria de 1826?... no podemos
afirmarlo categóricamente, pero este dato no puede desestimarse. Lo que sí podemos
sostener es que el gran número de ataques corsarios registrados en 1826 en el Caribe, el
Atlántico y el Mediterráneo obedecieron a una estrategia marítima de la República de
Colombia para llevar a España a pedir la paz.

Contamos con información de algunas de las operaciones realizadas por los


corsarios colombianos en 1826. Primeramente, en marzo el corsario colombiano
General Santander apresó cerca de La Habana un bergantín y una goleta españolas
procedentes de Cádiz, los cuales estaban escoltados por un buque de guerra de 74
cañones581, mientras que el corsario colombiano Ejecutivo capturó varias presas más,
que envió a Cartagena. Concretamente el 3 de marzo el Ejecutivo, al mando del capitán

580
Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p. 22
581
“Presas hechas por buques colombianos”. El Colombiano. Caracas, miércoles 10 de mayo de 1826. N°
156, p. 2. Refiere al Baltimore Federal Gazette.
321
Costa, arribó a Kingston, tras haber capturado varias presas en crucero por las costas
cubanas, cinco de las cuales envió a Cartagena.582 Entre el 16 y 17 de ese mismo mes,
llegó a Matanzas (Cuba) un bote cuyos ocupantes contaron que eran plazas de un
bergantín español que venía de Lisboa, el cual fue apresado y quemado por un corsario
colombiano frente al puerto.583

En todo el mes de mayo, se registró actividad de corsarios colombianos en aguas


españolas, concretamente frente a Gibraltar, Barcelona y la costa marroquí. El 15, el
mercante español San Antonio, en ruta de Santander a Barcelona, fue apresado por un
paquebote corsario colombiano, armado con un cañón giratorio de 18 libras y 25
tripulantes. El capitán, contramaestre y piloto eran estadounidenses, mientras que el
resto de la tripulación eran españoles e hispanoamericanos. El 16 fondeó en Gibraltar un
bergantín-goleta colombiano con 12 armas, entre carronadas y cañones, mandado por un
capitán de apellido Gandolfo y su tripulación la componían 40 hombres de diversa
procedencia. También estaba en el puerto otro bergantín corsario, de 18 cañones, al
mando de un capitán de apellido Samblett. En el área de Vera, hubo un sobresalto
general el 17 de mayo, cuando la población divisó unos catorce buques colombianos.
También los avistaron en Almería, reconociendo a uno de ellos como una fragata y a
otro como un bergantín, y fueron apresados en la zona dos faluchos por una goleta de
diez cañones. Esto hizo que en la zona se esperase con angustia al “Regimiento de
Caballería de Ligeros” para defenderla. Finalmente, frente a Gibraltar se reportaron
siete buques que inspeccionaban a todas las embarcaciones a su alcance. Aunque no se
comprobó que fuesen corsarios colombianos, pues sólo portaban una bandera roja en el
trinquete, se sospecha que estaban al servicio de la República.584

El 15 de julio se apostó cerca de Luarca una goleta colombiana que llevaba


apresado un quechemarín vizcaíno. Esa misma tarde apresó otro buque igual,
procedente de Bayona y cargado con 14.000 duros en fardería. Se supo por los
prisioneros del quechemarín vizcaíno que echó a tierra, que estaba dotada con un cañón
en colisa de 8 libras, dos pedreros y 25 hombres de tripulación. También cerca de
Luarca dos bergantines de guerra colombianos persiguieron y capturaron dos mercantes

582
Ídem
583
Ídem. Refiere a la Baltimore Federal Gazette.
584
Gámez Duarte, Feliciano. Ob. Cit., pp. 124 – 125. Cita a: Consejo de Estado de 5 junio de 1826.
A.H.N. Estado 214.
322
españoles, que quemaron y hundieron, sacando luego tres barcos del puerto de
Castropol, a plena vista de la población. El 18 de julio en la mañana estos buques se
presentaron en el puerto de Gijón, sacando tres buques mercantes procedentes de Bilbao
que estaban bajo el castillo de Santa Catalina, que se hallaba sin cañones. Los dos
bergantines colombianos abandonaron el puerto con sus presas. De nuevo, el saqueo
ocurrió a vista de la población local, sin haberse opuesto resistencia. Finalmente, la
misma goleta que había tomado los quechemarines, tomó otro buque el 22 de julio, un
quechemarín al mando del capitán Francisco Cruz de Jáuregui, que estaba en ruta de
San Sebastián a Burdeos.585

En agosto se reportó la entrada a Gibraltar del bergantín-goleta corsario


colombiano República con varias presas hechas en el Cabo de Gata. Para ese momento,
la presencia corsaria colombiana en el Estrecho de Gibraltar era la mayor preocupación
de las autoridades españolas.586 Resultaba claro que los corsarios utilizaban la colonia
británica de Gibraltar como puerto base para sus operaciones sobre todo el litoral
español, desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo, poniendo en jaque no sólo la
seguridad del comercio español con Cuba y Puerto Rico, sino también el propio
comercio local peninsular de cabotaje al cerrar la comunicación entre el Mediterráneo y
el Atlántico. Es lógico pensar que el Gobierno británico conocía a la perfección las
actividades de estos corsarios y las consintió de forma expresa o tácita, al permitir su
presencia en Gibraltar. Por otra parte, y considerando la cercanía geográfica, es también
lógico pensar que los corsarios remataran parte de sus presas en los puertos piratas del
Norte de África, los cuales tenían siglos manejando esta clase de actividades. Además
de eso, es pertinente recordar que buena parte de los capitanes y tripulaciones corsarias
al servicio de Colombia eran originarias de Estados Unidos, país que se había
enfrentado a los piratas berberiscos a comienzos del siglo XIX, por lo que podría
pensarse que estos hombres conocían bien la forma de capitalizar sus presas en puertos
como Argel y Túnez. Valdría entonces el esfuerzo de emprender una investigación

585
Ibídem, pp. 125 – 126. Cita a: El Administrador de Correos de Luarca al Administrador General de
Correos de Oviedo. Luarca, 17 de junio de 1826. A.H.N. Estado 215; El Administrador de Correos de
Oviedo, Antonio Guerra, al Director General de Correos. Oviedo, 19 de julio de 1826. A.H.N. Estado
215; El Cónsul español en Bayona al Duque de Infantado. Bayona, 24 de julio de 1826. A.H.N. Estado
215.
586
Ibídem, p. 115.
323
expresamente dedicada a dar luz sobre la posible “Conexión Berberisca” con el corso
colombiano en la década de 1820.

Ante esta crítica situación, la respuesta de las autoridades españolas fue retener a
los buques extranjeros con carga española en los puertos, con la excusa de cuarentenas
para evitar su captura por parte de los corsarios colombianos.587 La protección de la
zona del estrecho, en la que confluían importantísimas rutas comerciales era una alta
prioridad de Estado para España. Por ello, una Real Orden de 9 de octubre de 1825
había dispuesto que se reparasen las torres vigías desde Cádiz hasta Málaga y se les
dotase de los instrumentos necesarios.588 España, indefensa sin lo que quedaba de la
Real Armada, que estaba concentrada en La Habana bajo el mando de Laborde, recurría
a elementos medievales para defenderse del azote corsario…

Pero no sólo el Mediterráneo y el sur de España fueron golpeados durante la


campaña corsaria, sino también las costas del norte del país, tal como nos cuenta el Dr.
Feliciano Gámez Duarte:

“Tampoco las costas gallegas se vieron libres de las incursiones de los


corsarios. El capitán general de Galicia informaba a Madrid a principios
de agosto de que son continuas las presas que hacen los corsarios
colombianos y el frecuente desembarco de los contrabandistas en la Isla de
Arosa igualmente que en otros puntos, insultándola de modo que el que
verificaron en el puerto de Soro alteró la tranquilidad de los habitantes de
la villa de Noya y sus inmediaciones. En este lugar acudieron los
voluntarios realistas pidiendo a toda prisa algunas armas y municiones.

El comandante general de la provincia de Tuy avisaba que por la playa de


la Casadoura intentó desembarcar una lancha de gente armada, con 100
hombres o más. En su descargo, el comandante decía que con la escasa
fuerza que existe en la provincia no puede dar ningún pronto auxilio a
cualquier punto que sea atacado, siendo indispensable atender a una parte
sin dejar abandonada otras sumamente necesitadas de observación, ya por
la costa, ya por la frontera de Portugal, donde los refugiados españoles
han principiado a moverse.

587
Ibídem, p. 126. Cita a: El Duque del Infantado al Secretario del Consejo de Estado. Caserón, 1 de
agosto de 1826. A.H.N. Estado 215
588
Ibídem, pp. 126 - 127
324
El capitán general de Galicia, visto que el acoso de los corsarios,
revolucionarios y contrabandistas iba en aumento, solicitó que no se
disolviesen los tres regimientos de milicias provinciales, como estaba
resuelto. El Consejo accedió a la petición, a pesar de que la medida daría
lugar a reclamaciones de los demás Capitanes Generales.”589

Por razones que nos son desconocidas, la oleada corsaria descendió para finales
del año 1826. Gámez Duarte lo atribuye a que se acataran los acuerdos del Congreso de
Panamá sobre prohibir el corso, y a que las unidades navales españolas establecieron un
control más riguroso sobre el Estrecho de Gibraltar. Lo único cierto es que a partir de
este momento, en España sólo se reportarán casos aislados de corsarios. El autor citado
expone que para septiembre de 1826 el único problema del Consejo de Estado lo
constituía un único buque corsario que seguía haciendo presas en el Golfo de Cádiz, aún
con todas las medidas tomadas.590

Sin embargo, el éxito de esta campaña corsaria no puede ser tomado a la ligera.
De hecho, la propia ejecución de todos los ataques antes mencionados es en sí misma
llamativa. Para empezar, el Gobierno colombiano debió emitir previamente muchas
patentes de corso, con una vigencia suficientemente larga como para que los corsarios
pudiesen atravesar el Atlántico y permanecer en aguas europeas largos meses, cazando
sus presas. En segundo lugar, documentos como la carta de Santander a Briceño
Méndez, o la propia exposición de la Secretaría de Guerra y Marina nos muestras que en
Bogotá estaban plenamente informados de los ataques corsarios en aguas españolas, lo
que refuerza la teoría de Francisco Alejandro Vargas de que ésta campaña fuese parte de
una estrategia destinada a hacer volver a Europa la escuadra de Laborde en La Habana,
dejando así el camino abierto para una operación de gran magnitud sobre Cuba y Puerto
Rico. El olfato de Vargas sólo habría fallado en atribuirle a Bolívar la autoría de este
plan, pues los documentos señalan a Santander, Briceño Méndez y Danels como los
diseñadores del mismo.

589
Ibídem, p. 126. Cita a: El Duque del Infantado al Secretario del Consejo de Estado. Madrid, palacio, 12
de agosto de 1826. A.H.N. Estado 215; El Consejo a S.M. Madrid, palacio, 17 de agosto de 1826. A.H.N.
Estado 215.
590
Ibídem, pp. 127 – 128. Cita a: Papel dirigido al Secretario de Estado y del despacho de Marina. No
pone quién lo remite. Madrid, palacio, 26 de septiembre de 1826. A.H.N. Estado 214

325
Más allá de si la campaña corsaria de 1826 rindió los frutos esperados o no; es
innegable que causó un gran golpe psicológico en España y en las potencias neutrales,
pues demostró la capacidad y determinación colombianas de continuar la guerra e
incluso llevarla al corazón del territorio enemigo. El impacto en terceros países puede
ser medido por lo siguiente: “El 11 de octubre [de 1826, el comodoro] Porter
[comandante en ese momento de la armada mexicana] presentó un atrevido plan de
desarrollo y operaciones de la escuadra”. En el mismo, Porter declaró que España no
tenía fuerzas navales en la Península, por lo que proponía ir con la escuadra mexicana a
atacar su comercio. Explicó que podían usar el puerto de Gibraltar y vender las presas
en Argel, para luego hostigar Puerto Rico y Cuba, regresando después a Veracruz.591.
Este plan estaba claramente inspirado en los logros obtenidos por los corsarios
colombianos ese mismo año:

“[…] Mirando el asunto bajo sus aspectos diversos es conveniente que


nuestros buques de guerra salgan a la mar y se ocupen activamente en
causar daño al enemigo; aunque ellos cayesen en su poder no sería mayor
la perdida que si pereciesen de podredumbre amarrados a las argollas del
Castillo de Ulúa; si de lo contrario ellos se defendieran bizarramente antes
de rendirse, tanto se resarciría la República de honor como de caudal
consumido; pero, yo no juzgo probable que nuestros buques serán
apresados. Hace años que los colombianos están cruzando sobre las costas
de España y las de sus dominios al gran detrimento de su comercio y
provecho de ellos, y muy rara vez han logrado las fuerzas españolas su
captura […]”592

Si el Comodoro David Porter se inspiró en lo hecho por los corsarios


colombianos; es decir, usar como base Gibraltar para atacar al comercio español a boca
de puerto en aguas peninsulares, y propuso también vender las presas en Argel. ¿No
podría pensarse que los corsarios colombianos habían hecho también esto último?...
Como planteamos anteriormente, esta idea habría sido totalmente lógica en ese

591
Carranza y Castillo, Miguel. …Y la Independencia se consolidó en el mar. Ensayo histórico sobre la
guerra entre México y España (1821 – 1836), pp. 132 - 133
592
Ibídem, p. 133. Cita a: Documento del 11 de octubre de 1826, Archivo General de la Secretaría de
Marina.
326
contexto, por lo que la consideramos altamente probable. Queda entonces abierta la
posibilidad de una conexión entre los corsarios colombianos y los piratas argelinos y
berberiscos en general – lo que denominaríamos “Conexión Berberisca”, como ya
mencionamos – con la guerra de corso durante nuestra independencia.

Aún con estos éxitos en 1826, encontramos sin embargo voces descontentas,
como la del Capitán de Navío Felipe Santiago Estéves, Comandante del Segundo
Departamento de Marina, quien escribió al general Páez planteando sus inquietudes.
Páez a su vez consultó al jurista Francisco Javier Yanes, a quien ya habíamos
presentado anteriormente, y que había sido Presidente de la Corte de Almirantazgo.
Mostramos extractos de la misiva de Estéves a Páez:

“[…] desde el año pasado de mil ochocientos veinte y dos, se ha notado la


gran decadencia que ha ido teniendo el corso hasta el presente, en que
puede decirse está destruido enteramente, a causa de que por los enormes
derechos que se cobran a las presas, los armadores se han determinado a
desarmar sus corsarios, para evitar las pérdidas que con este motivo
sufrirían, dejando de esta suerte campo al enemigo para que haga iguales
armamentos y tome la misma posición hostil que tuvimos en los años
anteriores; pues se tienen noticias positivas de que en Cádiz se han armado
cuatro corsarios, de los cuales, en nuestras costas de barlovento, se sabe,
cruzan dos de ellos, la corbeta Fama y el bergantín goleta el Cometa,
quienes han capturado el corsario colombiano Aguilita y represado otras
presas que venían para aquí y las condujeron a Puerto Rico.”593

“Tal fue la abundancia de presas que llegaron al puerto de Juan Griego en


la isla de Margarita, que con sólo el doce y medio por ciento que pagaban
las presas y era lo único que ingresaba al erario, se sostuvieron cuantas
tropas vinieron allí de Europa, y con él, en fin, y con los corsarios se
hicieron las expediciones de Barcelona, Santa Marta y Cartagena, no
incluyéndose en ellas otros buques del Estado, que dos o tres que entonces
tenía. Dedúcese de esto, que nosotros hacíamos la guerra territorial con el

593
Exposición del Comandante de Marina Don Felipe Esteves. Caracas, 20 de octubre de 1826. –
Consulta del General Páez al Dr. Yanes. – Dictamen de éste. Academia Nacional de la Historia. “Inéditos
de 1826” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo IV, N° 13. Caracas, 30 de abril de
1917, p. 203
327
producto de los despojos que le quitábamos al enemigo en la marítima; y
era un recursos que cada día nos hacía más fuertes.”594

“El corso estuvo floreciendo hasta el año de 1822, en que el poder


ejecutivo expidió la ordenanza provisional de corso que rige al presente,
por la cual ordenó que las presas pagasen los derecho de importación
como nacionales, es decir sujetas al aforo, que haga la aduana, en vista de
sus registros; quedando de hecho más gravadas que el comercio, pues que
además tienen que pagar un cinco por ciento de hospital que por dicho
aforo se les deduce, y otro cinco por ciento que se les cobra por el valor
bruto de la venduta.”595

“[…] habiendo dado cuenta al supremo gobierno, este desaprobó la


resolución y previno el cumplimiento de la ordenanza de corso; y aunque
después se le han hecho directamente varias representaciones por los
armadores sobre este asunto, todas han sido negadas y el corso marchó a
su total decadencia.”596

“Con tan enormes derechos recibió el corso el golpe mortal que lo ha


conducido a su total ruina; de suerte que ya ninguna persona quiere entrar
en semejante empresa, porque sería precipitarse en su exterminio, no
reportando utilidad alguna, y los que antes hacían grandes armamentos se
han determinado a abandonar el corso, en vista de los perjuicios que han
recibido y que deben sufrir en adelante. Tal acaba de suceder con el
capitán de navío Juan D. Danels, a quien en estos últimos días le acaba de
acontecer el ejemplo más patente de un desengaño cierto [se refiere muy
probablemente al regreso de Danels a Baltimore] […]”597

“Penetrado de los perjuicios que he palpado no sólo en el caso referido,


sino en otros muchos que han sucedido, es que me he movido a dirigir a
V.E. esta representación, solicitando una reforma en el corso, que sea
capaz de estimular a los particulares a que emprendan armamentos, con la
esperanza de que un día obtengan el fruto de sus tareas, y las de que

594
Ibídem, p. 205
595
Ídem
596
Ibídem, p. 206
597
Ídem
328
destruyéndose o aniquilándose el comercio de nuestro enemigo, obligarlo a
hacer la paz.

Una razón muy obvia se presenta para la libertad o modificación de los


derechos del corso, y es que el erario jampas cuenta con ingresos
obtenidos por esta vía, porque son eventuales, y cualquiera cosa que quede
a su beneficio, debe estimarse como una ganancia directa e indirecta, ya
porque destruye al enemigo, y ya porque se reporta alguna utilidad
metálica y de adelanto en el comercio, sin haber expuesto ningunos
capitales. Otra ventaja más adquiere la nación con el corso, que es la de
atraer marineros que después sirven para los buques de guerra, sin
necesidad de irlos a solicitar a otros puntos. Y por consecuencia de lo
expuesto me tomo la libertad de indicar que la reforma más análoga sería
la de que sólo pagasen de derechos el 12 y ½ por ciento sobre la cantidad
líquida de venduta, los artículos de lícita importación, en esta forma: diez
para el Estado, inclusa la misma venduta, y dos y medio para el hospital
militar, quedando libre la exportación de los efectos prohibidos; pues de
este modo se concilian el interés del Estado y el de los armadores; más
V.E. con el acierto que caracteriza sus providencias, determinará lo más
conveniente.”598

Estéves también se refirió a la excesiva centralización del Estado para las


causas de juicios de presa…

“Si nos parece duro e injusto tener que ocurrir a Bogotá, para la decisión,
en último resorte, de cualquiera de aquellos asuntos, por la distancia y los
gastos que ocasiona, con mayor razón lo es que sentenciado un juicio de
presa en primera instancia, por la opinión de un solo individuo, se tenga
que ocurrir por apelación, para repararles agravios que haya causado, a
la misma Bogotá. ¿Cuántos perjuicios, costos y dilaciones no irroga
semejante recurso? Tal vez en muchas ocasiones los apresadores o
apresados prefieran primer abandonar sus derechos que ir a buscar la
justicia a 400 leguas de distancia. A esto se agrega la enormidad de la
fianza que se exige para el recurso y el acrecentamiento de las estadías de
un buque que está en puerto tres o cuatro meses estacionado, mientras se
decide el negocio; de suerte que en semejante caso está expuesto un
armador a ser totalmente arruinado. Todos estos escollos se evitan con el
establecimiento indicado, y aun mucho más, si las apelaciones de sus

598
Ibídem, p. 207
329
juicios se oyen por ante la corte superior, donde pueden prontamente, a
poca costa y tiempo, repararse los agravios; pues en los asuntos en que
éstas se interponen, son en la captura de buques neutrales. En estos es que
está siempre aventurado y expuesto el honor y crédito de la nación, y estos
son los que pueden comprometerla a una guerra.”599

Tres días después Páez consultó a Yanes:

“Caracas Octubre 23 de 1826.

Señor Dr. Francisco Javier Yanes.

Mi estimado amigo:

Me tomo la amistosa confianza de acompañar a Ud. la adjunta


exposición que me ha hecho el Sr. Comandante General del segundo
departamento de marina, para que tomándose la molestia de examinarla,
se sirva manifestarme su opinión sobre todos los puntos que abraza, y que,
a más de útiles, me parecen de alguna entidad. Por eso deseo sujetarla al
buen juicio y exquisitos conocimientos que Ud. posee en la materia.

Si a Ud. no le agradare que corra su consulta en el expediente, yo la


reservaré para mi gobierno particular, pues lo que principalmente me
interesa es la luz que resultará del análisis que Ud. haga.

Soy de usted amigo que siempre lo quiere,

José A. Páez”600

Recibiendo respuesta al día siguiente:

“Caracas Octubre 24 de 1826

Señor General José Antonio Páez

599
Ibídem, pp. 208 - 209
600
Ibídem, p. 210

330
Mi apreciado señor y amigo:

La exposición del Sr. Comandante General de marina, que se ha


servido pasarme, para oír mi dictamen, es tan verdadera en los hechos y
principios en que se apoya, como racional y conveniente en el medio que
indica para fomentar el corso.

La guerra que en la actualidad sostenemos contra España es


rigurosamente marítima, y ésta debe dirigirse a destruir el comercio y
debilitar las fuerzas de esa nación, hasta estrecharla a que pida la paz y
reconozca nuestra independencia.

Para esto no hay otro medio más cierto y eficaz que proteger los
armamentos en corso, pues nuestra marina militar no está en estado de
ocuparse en interrumpir el comercio y debilitar al enemigo de este modo
[…]

La demostración que hace el Sr. Comandante general de marina, de


los derechos que se cobran a las presas, no deja la menor duda de que ni
los armadores, ni los oficiales y tripulación puedan reportar del corso
ninguna utilidad, sin la cual es ridículo imaginar que haya en el día quien
exponga sus intereses y su vida en esa u otra tan duras empresas. Y si a los
referidos gravámenes se agrega otro de mucha entidad que impone a los
corsarios la ley de 4 de octubre del año 11°, es a saber, la obligación de
servir por cuatro meses al año, continuos o con interrupción, según se les
requiera, como también para cualquiera otro servicio extraordinario, se
conocerá que no es posible que en Colombia haya ni armadores, ni quienes
sirvan en los corsarios […]

[…] el medio más eficaz de dar impulso al corso es la modificación


de los derechos; me parece que estos pueden reducirse a un cinco por
ciento a favor del fisco, deducido del producto líquido; otro cinco por
ciento de venduta, en que también toca al fisco un dos y medio; y otro cinco
por ciento para hospitales militares, quedando libre de los demás derechos
y aun del de exportación los efectos prohibidos, incluso el tabaco, en caso
de que el administrador del ramo no lo compre por cuenta del Estado.

Esta medida no es contraria a los intereses fiscales, como algunos


pensarán; primer, porque los derechos que derivan de las presas enemigas
son contingentes e inciertos; y por lo tanto no ha podido jamás calcularse
sobre ellos, para subvenir a las necesidades de la República; segundo,
porque rebajándose aquellos derechos habrá más armadores que en la
actualidad, y por consiguiente habrá más presas, quedando compensada
superabundantemente la rebaja que se haga con el mayor número de estas.

331
En cuanto al otro punto que contiene la exposición del Sr.
Comandante general de marina, relativo al establecimiento de un tribunal
colegiado, para el conocimiento de las causas de presas, crímenes de
piraterías, me parece que al presente no es necesario, pues la misma
comandancia puede continuar conociendo de estos negocios, como hasta
aquí; porque sería molesto crear jueces para conocer de asuntos que
ocurrirían pocas veces, como yo creo que sucederá con los de presas, hasta
que la reforma de derechos que se haga estimule a los armadores y las
repetidas presas exijan un tribunal de aquella clase […]

Francisco Javier Yanes”601

Estas reflexiones de Estéves y Yanes nos muestran con claridad la situación de


declive que el corso colombiano estaba experimentando realmente, más allá del éxito
real y aparente de la campaña corsaria en aguas españolas. El hecho de que no tengamos
noticias de una reforma o modificación de la Ordenanza de Corso de 1822, así como
tampoco existan noticias de que la tendencia a la baja en el corso se haya revertido; nos
lleva a concluir que las propuestas del Capitán de Navío Felipe Santiago Estéves y del
Dr. Francisco Javier Yanes no fueron escuchadas por el Gobierno central, con los
perjudiciales efectos que ello trajo para la República.

2) El declive, 1827 - 1829

Aun con la situación presentada, los corsarios colombianos siguieron actuando.


Tenemos noticias de que en marzo de 1827 el corsario Pichincha, al mando del capitán
Andersen, capturó varias presas en aguas de las Islas Canarias, entre ellas una goleta
española de nombre Antonia. Por otra parte, el 19 de julio del mismo año fue capturado
el pailebote corsario General Armario en aguas de Trafalgar por la corbeta española
Descubierta.602

601
Ibídem, p. 210 - 213
602
Torrejón Chávez, Juan. “Emancipación de Hispanoamérica y guerra económica: la actividad corsaria”.
Universidad de Cádiz. Disponible en: http://www.armada.mde.es/archivo/rgm/2009/08/cap03.pdf
(Descargado On Line el 05 de junio de 2017 a las 10:21 pm) p. 226. Cita a: Archivo-Museo Don Álvaro
de Bazán. El Viso del Marqués. Corso y Presas. Asuntos particulares, leg. 5.244.
332
Hacia el 22 de diciembre, el Primer Departamento de Marina registró que el
corsario Libertad capturó a la fragata mercante Andrea, mientras que el Tercer
Departamento registró que el corsario Constancia capturó las goletas Voladora, Cráneo,
Esperanza e Intrépida, y que el corsario Ejecutivo capturó a la goleta Virgen del
Cármen y a la balandra Contienda.603

Ya para finalizar el año, ocurre un hecho que marcó el fin para uno de los
corsarios más famosos del continente americano, señalando también el ocaso del corso
colombiano. El 26 de diciembre de 1827 diecinueve marineros encabezados por el
español José de Vera se amotinaron en el puerto de San Eustaquio, y en combinación
con prisioneros, se llevaron el bergantín corsario Pichincha y a su principal armador:
José Joaquín Almeida.

Almeida había participado en la Guerra Ríoplatense – Brasileña iniciada en 1825


como corsario al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Para diciembre
de 1827 había capturado varios buques brasileños, cargados con diversos bienes,
incluyendo esclavos, contándose también negros libres en sus tripulaciones. Almeida
planeaba licenciar a la tripulación del Pichincha y efectuar una nueva leva, además de
vender a los esclavos capturados y a los negros libres, todo ello explícitamente
prohibido por las ordenanzas de corso argentinas y colombianas, que mandaban a los
corsarios a liberar los esclavos que cayesen en su poder. Desde 1821, cuando el corso
fue abolido por el Río de la Plata, Almeida había pasado al servicio de Colombia, pero
había vuelto a ponerse bajo pabellón albiceleste en 1825, cuando Buenos Aires emitió
otra vez patentes de corso para tratar de nivelar la balanza frente a la poderosa Marina
Imperial Brasileña. El servicio simultáneo como corsario para dos naciones también era
ilegal según la legislación colombiana y argentina, así como según el Derecho de
Gentes.

Habiendo sido licenciada la mayor parte de la tripulación, y estando la poca


restante en tierra, a bordo quedaron el capitán y cinco oficiales y tripulantes, junto con
diecinueve marineros negros portugueses que llevaban ya tres meses abordo, además del
mencionado José de Vera y un práctico de mar oriundo de las Canarias, dedicado al
tráfico de esclavos en San Eustaquio, recién enganchado a la tripulación.

603
“Presas Españolas”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 30 de diciembre de 1827. N° 324, p. 4

333
Descontentos los negros con la decisión de Almeida, aprovecharon que Vera se
ofreció a desempeñarse como el piloto que necesitaban y se amotinaron el 26 de
diciembre. Tras cierta resistencia, Almeida fue sometido, saliendo de la refriega con
varias heridas y un brazo roto. Los amotinados picaron los cables, abandonaron las
anclas y pusieron rumbo a Puerto Rico. Pasando cerca de Saint Thomas, Vera dejó en
un bote a los prisioneros, incluido el propio Almeida, quien juró no volver al servicio de
Colombia ni tomar las armas contra España, o al menos eso fue lo que Vera declaró más
tarde a las autoridades en Puerto Rico. Vera también modificó los detalles de su
historia, declarando que era práctico en Santa Cruz de Tenerife, donde fue capturado
por los corsarios y obligado a servir en la nave de Almeida, el Pichincha. Había
terminado la carrera de José Joaquín Almeida como corsario al servicio de las
independencias de Hispanoamérica.604

Almeida era un portugués emigrado a Baltimore, donde comenzó su vida como


corsario en 1812, en el contexto de la ya varias veces mencionada Guerra Anglo-
Estadounidense. Al terminar esta contienda en 1815, Almeida trató de comerciar en
Cartagena, donde fue vejado y torturado por las autoridades españolas, que le acusaron
de piratería. Tras volver a Estados Unidos, Almeida tomó el corso contra España como
una venganza personal, poniéndose al servicio del Río de la Plata, y luego de 1821,
sirvió a Colombia. Las circunstancias en las que Almeida fue capturado son confusas,
sabiéndose con certeza sólo que fue ejecutado el 14 de febrero de 1832 en La Habana,
tras ser enjuiciado y condenado por las autoridades. José Joaquín Almeida llegó a ser
una leyenda viviente del corso en las Américas.

Ese mismo mes de diciembre observamos un cambio drástico en la actitud del


Gobierno colombiano hacia el corso, impulsada entre otros factores por los reclamos del
Imperio Británico, poder que se había mostrado siempre amistoso con la República. Así
fue expuesto un caso muy emblemático en la Gaceta de Colombia:

“El agente mercantil de la República en la isla de Jamaica dirigió al poder


ejecutivo en 7 de julio último un fragmento de comunicación del almirante
604
Santana, Arturo. “Algunas notas sobre el corso insurgente hispanoamericano en Puerto Rico”. San
Juan – Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico. Disponible en:
http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/libros/ANCE.1986.c.10.pdf

334
francés Bergeret, en que habla de un buque que bajo el nombre de Sajo o
Josefa, y con el carácter de corsario colombiano, había cometido actos de
piratería, y usos artículos del Kingston Chronicle alusivos a la conducta de
este mismo buque. En vista de estos documentos el poder ejecutivo pidió
inmediatamente informes sobre la armadura en corso del expresado buque,
y se le ha dado el siguiente.

“República de Colombia – Secretaría de Estado del Despacho de


Marina. – Palacio del Gobierno en Bogotá a 16 de diciembre de 1828. – Al
señor Ministro Secretario en el Departamento de Relaciones Exteriores.

Señor Ministro

En consecución de lo que se sirvió V.S. decirme en su nota de 10 de


septiembre próximo pasado con que me incluyó el fragmento de una
comunicación del agente de comercio en Kingston, Jamaica, para que en
vista de tal fragmento diese orígenes por el ministerio de mi despacho, a fin
de que se averiguase si en alguno de los departamentos o apostaderos de
marina de la República, había sido armada la goleta Josefa, que con
pabellón colombiano se dice cometió actos irregulares en algunos
periódicos de Jamaica, y de los que habló el mismo agente en el fragmento
que V.S. se sirvió insertarme, di orden al comandante general del primer
departamento de marina a fin de que averigüe de un modo cierto si la
goleta de que se trata había sido armada en alguno de los puertos del
departamento de su mando, y en contestación a tal orden me dice con fecha
22 de octubre lo que copio.

“He tenido la honra de recibir la circular con el número 75 se sirve


V.S. transcribirme en fecha 16 de septiembre, y los documentos adjuntos,
que son fragmento de una comunicación del agente de comercio de
Colombia en Kingston, Jamaica, y de los artículos de la Gaceta de aquella
isla, relativos a los procedimientos de una goleta nombrada Josefa, que
armada en corso navega con el pabellón de la República. Bajo tal título, ni
por las noticias que suministran las copias se ha armado en este
departamento corsario alguno, y es el primer incidente que llega a
conocimiento de esta comandancia: más deberá observar a V.S. que las
Antillas vecinas tratan de desacreditarnos, y que no es extraño que la
Josefa con pabellón colombiano haya cometido piraterías, cuando
frecuentemente en Saint Thomas, San Bartolomé y otras colonias se arman
furtivamente buques que salen a hacer el corso, o más bien la piratería, ya
con el pabellón de Buenos Aires, o ya con el de Colombia. El hecho
recientemente sucedido sobre la isla de San Eustaquio comprueba esta
aserción. La corbeta de S.M.B. la Víctor su comandante Lloyd capturó
335
sobre la costa de esta isla una goleta pirata nombrada Dama Argentina
con pabellón de Buenos Aires; su tripulación era casi toda de las colonias
y algunos españoles de los refugiados o emigrados en ellos, los cuales
fueron ahorcados en la isla de San Cristóbal, siendo positivo que dicho
pirata fue armado en Saint Thomas, según me ha informado el comandante
de la misma corbeta que estuvo en este puerto a principios de este mes.
Hay además según noticias, aunque no oficiales, que buques del mismo
Buenos Aires, ya sean corsarios legítimos, o constituidos en piratas
enarbolan el pabellón de Colombia, para apresar o robar un buque, y los
desgraciados que caen en las manos de estos o de cualquiera otro inculpan
luego a Colombia, creyendo que tan infame canalla les pertenece porque
izaron su pendón, o porque ellos quieren figurarse colombianos; y como es
sabido que un mercante no puede imponerse de los documentos de un
buque armado que los detiene o roba, he aquí la causa de atribuirlo desde
luego a la nación que representa, o que no teniendo pabellón quieran
figurarse que es colombiano por alguna simple sospecha. Concluiré con
manifestar a V.S. que en el departamento de mi mando no se ha armado ni
conocido tal Josefa o Safo y que todo lo expuesto es cuanto puedo informar
a V.S. en cumplimiento de la circular citada que tengo el honor de
contestar.”

Tengo la honra de transcribir a V.S. la contestación inserta, con la


cual se satisface a la duda que pudiera ocurrir acerca de que el pretendido
corsario colombiano goleta Josefa hubiera podido ser armado en alguno
de los puertos situados al noroeste de la República y luego que me asegure
del mismo modo de que lo haya o no sido en la comprensión del apostadero
de marina de Cartagena, tendré la satisfacción del mismo modo que la
tengo ahora de avisar a V.S. lo que se me conteste sobre el particular.

Con perfecto respeto y distinguida consideración, soy de V.S.


obediente servidor.

Rafael Urdaneta”605

El 28 de enero 1828 tenemos la noticia de que tres buques españoles, enviados


por el Almirante Ángel Laborde y Navarro, se presentaron frente a La Guaira, con
oferta de canje de 50 marineros colombianos que llevaban a bordo como prisioneros,
procedentes de la goleta corsario Zulme, apresada anteriormente. El canje fue efectuado
y Laborde se retiró sin novedad.

605
“Corso”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 21 de diciembre de 1828. N° 392, p. 1
336
“El sr. coronel Ramón Ayala, comandante de armas de La Guaira recibió
el 28 de enero último un parlamento del general español don Ángel
Laborde, Comandante General del Apostadero de La Habana y Jefe de la
Escuadra Española, compuesta de tres buques que se dejó ver frente de
aquel puerto. En el proponía el canje de 50 marineros colombianos que
tenía prisioneros en su bordo. S.E. el Jefe Superior, benemérito general
José Antonio Páez fue informado de esta ocurrencia: el mismo día, y
autorizó el parlamento, aceptando el canje propuesto, siempre que se
admitiese por parte de la República los prisioneros tomados en Maracaibo,
Cumaná, etc. y que han sido juramentados. Al mismo tiempo S.E. creyó
conveniente ir a La Guaira a facilitar y abreviar esta negociación. El 30 se
recibió la contestación del general Laborde, conviniendo en el modo
propuesto para el canje, pero contrayéndose solo a los marineros
españoles que hubiesen sido, o fuesen tomados prisioneros; porque
respecto de las tropas de tierra no estaba autorizado para tratar y pedía
que fuese un oficial colombiano a recibir los prisioneros. En consecuencia
fue a bordo del navío Guerrero con esta comisión el alférez de navío
Domingo Díaz, quien condujo a la plaza de La Guaira los 50 marineros,
que resultaban ser en la mayoría parte de la goleta corsario Zulme,
perteneciente al tercer departamento de marina, y apresada hace algún
tiempo.”606

Esta incursión tardía de Laborde en aguas costeras colombianas demostraría que


la escuadra republicana estaba en franco declive a inicios de 1828, tal como veremos
más adelante. Por otra parte, el corso comenzó a causar graves inconvenientes a la
República con potencias neutrales, tal y como ya hemos señalado, a lo cual vino a
sumar que los botines rematados en puerto causaban trastornos a la economía local. Así
se desprende de la siguiente carta, dirigida por Carlos Soublette al Libertador a finales
de 1828:

“Por la Secretaría de Marina se impondrá U. de lo ocurrido en Puerto


Cabello con una presa portuguesa: cuando fui a la secretaría del General
Páez, ya estaba todo hecho, y me he limitado a solicitar una resolución del
Gobierno. Posteriormente ha llegado a La Guaira una fragata de que ha
tomado conocimiento la Intendencia, con 9.000 quintales de café, 15.000
quintales de azúcar y que sé yo cuantos cueros; no respondo de la exactitud

606
“Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828. N° 335, pp. 3 - 4
337
de las partidas, ni sé lo que la Intendencia determine; pero temo que nos
inundemos de estas presas y que nos veamos envueltos en reclamaciones de
los beligerantes. Además, es de considerarse el perjuicio que va a recibir
nuestra moribunda agricultura, pues con las dos presas mencionadas hay
suficiente carga para todos los buques que están en nuestros puertos, y
aunque el azúcar del país no se exporta, exportándose la brasilera, se dejan
de sacar nuestros frutos.

Fúndase mi temor, en que los mismos que hasta ahora poco hacían el corso
bajo pabellón colombiano, son los que ahora lo hacen bajo el de Buenos
Aires, y en que el que ha enviado al Conde de Palmellá a Puerto Cabello,
está indiciado de piratería en el Tribunal de Marina y citado por edictos a
que no ha obedecido; y entiendo que la fragata llegada a La Guaira, la ha
enviado el mismo, que es un tal Almeida”607

Evidentemente Soublette se refiere a José Joaquín Almeida, a quien ya nos


hemos referido. Esta carta nos muestra cuan incómodo se había vuelto el corso para las
autoridades colombianas hacia 1828, personificando Almeida mucho de lo que era esta
práctica. A mediados del año siguiente, 1829, el corso sería proscrito en la República de
Colombia. En este sentido, José Manuel Restrepo comenta: “Bolívar hizo expedir las
órdenes más eficaces para extinguir el corso, mandando recoger cuantas patentes se
habían franqueado, y que no se dieran otras. Las quejas de las naciones amigas por
varios actos de piratería y de pillaje marítimos cometidos por nuestros corsarios, y las
reclamaciones de indemnización, muchas de ellas harto costosas, persuadieron al
Libertador de que en el estado actual de la guerra de Independencia, el corso, en vez de
ser provechoso a nuestra República, le era perjudicial.”608 Los detalles de estas órdenes
del Libertador fueron publicados por la Gaceta de Colombia el 2 de agosto de ese año.

“República de Colombia. – Ministerio de Estado en el Departamento


de Marina. – Sección 1° Núm. 7°. – Bogotá junio 29 de 1829. – A los
señores comandantes generales del primer departamento de marina y de
sus apostaderos de Cartagena y Guayaquil.

607
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 11 de diciembre de 1828 en
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 75
608
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo III).
p. 110

338
S.E. el Libertador presidente de la República, me manda prevenir a
V.S. de su orden, que en el instante que reciba a V.S. esta, suspenda la
expedición de patentes de corso en favor de cualquier buque nacional que
la tenga pedida, aunque haya principiado su armamento, y que con
respecto a los corsarios que se hallan actualmente en el mar, y hayan sido
despachados por la comandancia general del antiguo 4° Departamento de
Marina, o del actual apostadero, haga saber a sus capitanes, por todos los
medios que le sea posible, deben regresar al puerto de su armamento, para
el día en que expire el término de la patente que los había autorizado para
hacer el corso; en la inteligencia de que el corsario que no regrese al
puerto de su procedencia antes de concluir aquel término, serán su capitán
y tripulación irremisiblemente tratados como piratas; bien haciéndolos
perseguir por buques de guerra en el mar, o bien haciéndolos juzgar por el
tribunal de marina del departamento o apostadero de su procedencia; pues
que el gobierno desea hacer cesar más bien el corso, hasta que siendo
reformada la ordenanza que actualmente lo arregla, pueda volverse a
autorizar bajo reglas más estrictas, que puedan hacer que los capitanes de
los corsarios colombianos, que en lo sucesivo sean autorizados a hostilizar
a los enemigos de la República, no abusen en delante de la autorización,
ejerciendo depredaciones contra los súbditos de las demás naciones
aliadas, amigas o neutrales de la República de Colombia, con las cuales
muy lejos de permitir el gobierno se ejerzan acto de la naturaleza de los
referidos contra sus súbditos, desea, muy al contrario, cultivar la mejor
armonía con ellas, y evitar motivos que puedan interrumpir las amistosas
relaciones que tenga establecidas o pueda entablar en lo sucesivo, como
sucedería en efecto, sino se tratase de corregir o evitar los desórdenes que
pudiesen ocasionar tal mal. También dispone S.E. que cuantas patentes de
corso haya V.S. recibido o su antecesor, y existan en el archivo de la
comandancia de ese apostadero, debe V.S. remitirlas a la secretaría, y
adjunto a ellas un estado que comprenda los corsarios que hayan sido
armados en ese apostadero, en todo el tiempo en que fue departamento,
desde el día en que se libertó del poder español hasta la fecha del estado.
Este debe comprender el número de buques, su clase, porte, arqueo,
descripción de su armamento militar y marítimo, su capitán, número de su
tripulación, armador, fiador, cantidad en que haya consistido la fianza, en
cada uno de los cruceros que haya verificado cada corsario, desde el día
de su armamento primitivo hasta la fecha del estado, y expresión de las
presas que cada corsario haya hecho, los procesos que respectivamente se
hayan instruido a los corsarios al regresar de sus cruceros, aunque no
hayan introducido en el puerto buque alguno detenido, según se dispuso se
verificase al regreso de cada corsario en las órdenes fechas 6 de agosto del
año de 1824, bajo el número 43, expresando igualmente en el estado el
destino que se haya dado a las actuaciones hechas para examinar la

339
conducta que haya observado cada capitán de corsario, en el curso de los
cruceros diferentes, que respectivamente hayan ejecutado. Las noticias de
los expedientes que se hayan instruido, bien haya sido para examinar la
legalidad o ilegalidad de la detención de un buque, o bien para exigir la
responsabilidad del capitán de un corsario por su conducta en el mar,
deben ser de este modo. El expediente que se instruyó, con motivo de la
detención del buque tal, al capitán del corsario tal, fue remitido a la
secretaria de estado del despacho de marina, con comunicación de tal
fecha, y el instruido para examinar su conducta en el mar, en el crucero
que hizo el corsario tal, de tal a tal fecha, se remitió a la misma secretaría
adjunto a la comunicación de tal fecha, número tanto. Con este estado a la
vista, y reunidos los que vengan de los demás departamentos y apostaderos
de marina, podrá instruirse el gobierno en situación de contestar acertada
y satisfactoriamente a multitud de reclamos, que se intentan ante el
gobierno por los diferentes agentes diplomáticos y comerciales que residen
cerca de él, y han sido enviados por las diferentes naciones, que tienen
relaciones establecidas con Colombia, o que empiezan solamente a
cultivarlas, observando muy cuidadosamente su marcha en todos los ramos
de su administración.

Comunico a V.S. esta disposición del gobierno, que espera de V.S.


sea cumplida con la mayor exactitud y la brevedad posible.

Dios guarde a V.S.

Rafael Urdaneta.”609

Difícilmente las instrucciones giradas por el general Urdaneta habrían sido más
precisas. El documento anterior nos presenta claramente el alcance y los orígenes de la
decisión tomada por el Libertador Presidente. La presión de las naciones neutrales, así
como los innegables abusos y excesos cometidos por varios corsarios colombianos,
llevaron al Gobierno de la República a eliminar el corso. La guerra con España ya no
era una prioridad, mientras que el reconocimiento y convivencia con Gran Bretaña,
Francia y otras potencias marítimas era lo más importante en la política exterior de
Colombia.

609
“Corso”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 2 de agosto de 1829. N° 424, p. 1

340
e) Actuación de la Armada Colombiana en la liberación del Perú, 1823 – 1826

Entre 1823 y 1826 la República de Colombia intervino a pedido del Gobierno


peruano, en su lucha por la independencia. Esta campaña constituyó el clímax de las
Guerras de Independencia de Hispanoamérica y de las campañas de Bolívar, cuyos
momentos más brillantes fueron las batallas de Junín y Ayacucho, que han sido
inmortalizadas por las historiografía tradicional. Sin embargo, no se menciona el rol
cumplido por la armada colombiana en esta larga campaña, centrándose solo en la
actuación de las fuerzas terrestres en la sierra peruana.

La armada colombiana fue la encargada de transportar, escoltar y abastecer


todos los contingentes de tropas colombianas enviadas al Perú, desde los puertos de
Panamá y Guayaquil. Además de eso, la escuadra colombiana del Pacífico libró junto a
la peruana el Combate Naval del Callao contra una escuadra española, el 7 de octubre
de 1824. Las fuerzas navales colombianas del Pacífico también se encargaron de
bloquear la Fortaleza del Real Felipe en el Callao, desde su insurrección a favor de
España en enero de 1824 hasta su rendición dos años después, lo que cerró la guerra.

El Virreinato del Perú tenía un gigantesco territorio, un extenso litoral sobre el


Océano Pacífico e impenetrables selvas, escarpadas montañas y desiertos abrasadores
que cubrían sus fronteras terrestres al norte, este y sur. Para controlar el Perú, ya fuese
el objetivo mantenerlo dentro del imperio español o independizarlo, era imprescindible
entonces mantener el control de su costa y sus puertos. Así pues, no resulta extraño que
el proceso de independencia peruano comenzara a fluir a partir de la expedición naval
organizada por el Gobierno chileno en 1820 (con el objetivo de despejar la amenaza de
una reconquista desde el Perú), al frente de la cual fue puesto el general argentino José
de San Martín.

Para 1822 la lucha en Perú está francamente estancada, y mientras el Virrey


mantenía en la Sierra el ejército español más grande y poderoso de América, las
divisiones carcomían al liderazgo patriota peruano en la costa y el norte del país. Fue en
este contexto que el Gobierno peruano buscó el apoyo de la República de Colombia, la
cual casi había terminado la expulsión de las fuerzas realistas de su territorio, y en
particular de Simón Bolívar. Para acudir en ayuda de Perú, Colombia debería primero
consolidar la ocupación de sus territorios meridionales y luego formar una flota

341
adecuada en el Océano Pacífico, que le permitiera llevar rápidamente sus tropas al
escenario de guerra, sin tener que enviar sus ejércitos en una larga e insalubre marcha
por los Andes.

1) Antecedentes a la campaña colombiana en Perú

Tras el intento de llegar a ser un Estado independiente, el 14 de mayo de 1822 la


Provincia Libre de Guayaquil se integró legalmente en la República de Colombia,
dotando a ese país de un buen puerto en el Pacífico, cercano a Perú. Esto reforzó la
ventajosa posición colombiana, que ya contaba con los puertos de Panamá y
Buenaventura en el Pacífico, además de su largo litoral atlántico-caribeño. El 7 de abril
los colombianos vencen en la Batalla de Bomboná y el 24 de mayo en la de Pichincha,
con lo que se aseguran los territorios de la antigua Real Audiencia de Quito, en adelante
Departamento del Ecuador. El 13 de julio de 1822 la ciudad de Guayaquil fue ocupada
por Bolívar, garantizándose así su anexión a Colombia, y el 26 del mismo mes se
entrevistaron en ella Bolívar y San Martín, quienes discutieron la venidera campaña a
librarse en el Perú. Como es conocido, esta entrevista termina con la partida de San
Martín y la entrada de Bolívar al escenario peruano.

El 9 de octubre de ese año se funda la Escuela Náutica de Guayaquil, quedando


al frente de la misma el capitán de navío inglés John Illingworth y otros oficiales que
más adelante se harían célebres.610 Se ponía así la base de la Escuadra Colombiana del
Pacífico o “Escuadrilla de Colombia en el Sur”, como le llamó en esa época, la cual
sería imprescindible para la siguiente campaña en Perú. La escuadra del Pacífico tenía
como base la capacidad naviera de la ciudad de Guayaquil, que desde tiempos
coloniales había sido el único astillero significativo en la costa pacífica de América.

La recién creada y consolidada República de Colombia era un país con un


extenso litoral sobre el Océano Pacífico, además de dominar el Istmo de Panamá, que
servía de rápida interconexión entre el Caribe y éste. Era pues vital para Colombia
desarrollar una escuadra adecuada en el litoral pacífico, en paralelo a la que ya venía
desarrollando en el Caribe – Atlántico; como lo puso de manifiesto la campaña del Perú.

610
Vargas Molina, José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, p. 70
342
Así, Guayaquil sería designada capital del Cuarto Departamento de Marina y base
principal de la Escuadra Colombiana del Pacífico, lo que traería un hondo efecto sobre
la ciudad.

Guayaquil se convertiría en los siguientes cuatro años en el centro del esfuerzo


bélico colombiano en Perú; albergando al menos 3.000 soldados en la ciudad y
alrededores en 1823, más de 4.000 en 1824, y unos 6.500 en 1825.611 Esta extensa
presencia militar en Guayaquil impondría una gran carga económica y financiera: en
1823 Bolívar exigió a la ciudad un préstamo de 100.000 pesos para gastos militares y en
1824 impuso una contribución mensual de 16.000 pesos.612

El 19 de febrero de 1823 Bolívar supo de las últimas derrotas de los


independentistas peruanos, decidiendo formar un ejército de 6.000 hombres que podría
enviar al Perú: una mitad en marzo y la otra en abril; ante la muy probable solicitud de
ayuda del Gobierno peruano.613 Estas primeras fuerzas zarparon de Guayaquil el 13 de
marzo de 1823 a bordo de la corbeta Bomboná y del bergantín Chimborazo, ambas
unidades de la Escuadra Colombiana del Pacífico.614 Más tarde, el 18 de marzo, se
firmó en Guayaquil el Convenio sobre Auxilios de Colombia para la Campaña del Perú,
mediante el cual Colombia se comprometía a enviar 6.000 hombres en ayuda del Perú, y
más si fuesen necesarios.615 El convenio fue firmado por el general Juan Paz Castillo
por Colombia y el general Mariano Portocarrero por Perú. En el aspecto naval es
destacable el siguiente artículo: “[…] 11°.- Los barcos de guerra de la marina de
Colombia serán tratados en el Perú como los buques de guerra de aquella República,
siempre que estén en su servicio.”616, sentándose la base para que a futuro las escuadras
de Perú y Colombia trabajasen bajo un mando único.

611
Cubitt, David J. “Guayaquil in Gran Colombia 1822 – 1830” en Ehsea, Nº 15 I Julio – Diciembre de
1997, pp. 165 – 186. Disponible en:
http://dspace.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/6000/Guayaquil%20in%20Gran%20Colombia%2018
22-1830.pdf?sequence=1 (Descargado On Line el 04 de abril de 2017 a las 12:13 pm), p. 169
612
Ibídem, p. 170
613
Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Historia General de Venezuela. La Emancipación del Perú,
Tomo II, pp. 22 – 23
614
Larrazábal, Felipe. Simón Bolívar. Vida y Escritos del Libertador (Tomo III), p. 3
615
Destruge, Camilo. Guayaquil en la Campaña Libertadora del Perú, p. 36
616
Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., pp. 46 – 47 y Convenio con el Perú sobre Auxilio para
la Guerra de la Independencia en López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones
diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
343
2) Inicio de la campaña peruana

En el inicio de la campaña en Perú, la flota colombiana se ocupó mayormente


del traslado de los soldados, armas y suministros que integrarían el Ejército Auxiliar de
Colombia en Perú, tal como nos muestra la secuencia de sucesos.

En abril de 1823 continuaron los envíos de fuerzas colombianas al Perú: el día 6


la goleta peruana Macedonia desembarcó en el Callao una columna del batallón
“Boyacá”. El 12 de abril siguieron el resto del “Boyacá”, y los batallones “Voltígeros”,
“Pichincha” y “Rifles 1º de La Guardia”. Dos días después se embarcó en la goleta
Guayaquileña el general Sucre, quien llegaría al Callao el 2 de mayo. 617 El 11 de mayo
zarpó el batallón “Bogotá”. Más tarde los escuadrones de caballería “Húsares”,
“Dragones” y “Granaderos” el 14 de mayo, compuestos por muchos llaneros
venezolanos, completándose los 6.000 hombres prometidos a Perú. También siguieron
los batallones “Guayaquil” y “Vencedor de Pichincha”, organizados en Guayaquil;618
esta ciudad y el resto de Ecuador seguirían aportando hombres para la lucha, pues del
total de 15.000 colombianos enviados al Perú, 7.800 procedían de Venezuela y Nueva
Granada, mientras que los restantes 7.200 fueron de Ecuador619. Con los envíos de
tropas por mar antes mencionados se iniciaba la participación de la armada colombiana
en la independencia peruana.

El referido 14 de mayo de 1823, el Libertador ordenó al Secretario de Guerra


enviar 4.000 fusiles al Sur a través del Istmo620, lo cual nos muestra que la campaña en
Perú estaba involucrando a toda la República. El 15 de mayo Sucre escribió a Bolívar
explicándole que la goleta Guayaquileña había demorado su zarpe del Callao para
Guayaquil del 10 al 13 de ese mes esperando asegurar la llegada de todos los hombres
del batallón “Rifles” y evitar su encuentro con una corbeta enemiga que les estaba
dando caza.621 El mismo mes Sucre volvía a escribir al Libertador, pidiendo con prisa

http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
617
Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., p. 71
618
Destruge, Camilo. Ob. Cit., pp. 37 – 38 y Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., p. 58
619
Destruge, Camilo. Ob. Cit., p. 40
620
Documento 7402. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra, Guayaquil 14 de mayo de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
621
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de mayo de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo I, p. 35
344
que se enviasen de Guayaquil los transportes con 3 o 4.000 hombres del batallón
“Bogotá” y otras unidades, para iniciar la marcha por tierra. 622 Estas comunicaciones
nos muestran que el envío del Ejército Auxiliar de Colombia fue una empresa difícil y
con grandes complicaciones y peligros, que recayó en la escuadra del Pacífico, basada
en Guayaquil.

Dichos peligros incluyeron motines, como uno ocurrido con los tripulantes del
bergantín Romeo, que suponemos era un mercante fletado, pues no aparece en los
listados oficiales de buques de la marina. En comunicación para el Intendente de
Guayaquil, se ordena dar celeridad al juicio contra los amotinados, disponiéndose que la
goleta Guayaquileña les cace y se les fusile en el acto.623 Para mediados de junio de
1823, ya observamos a la pequeña escuadra de Guayaquil operando por completo en la
campaña peruana: pues la corbeta Bomboná se encontraba en los Puertos Intermedios
con la expedición peruana, el bergantín Chimborazo haciendo viajes entre Guayaquil y
el Callao para abastecer al ejército enviado al Perú, y la goleta Guayaquileña
patrullando las costas de Esmeraldas y Chocó, quedando disponibles solamente las
cañoneras que defendían el río Guayas, por lo que el Libertador ordenó establecer con
otros buques un servicio de correo marítimo entre Panamá y Guayaquil, que ayudaría en
la guerra.624 En el mismo momento, el coronel Tomás de Heres escribió al Libertador
informándole que la Guayaquileña no contaba ni siquiera con provisiones para su
tripulación, entre otras limitaciones logísticas del resto de la escuadra625, lo cual es una
muestra de las dificultades económicas enfrentadas por Colombia para abordar la
campaña peruana.

El 25 de junio el Chimborazo llegó al Callao cargado con víveres y zarparía de


regreso poco después llevando comunicaciones626, indicándonos que también fue la
armada colombiana la encargada de mantener comunicado al Ejército Auxiliar de

622
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Lima, 31 de mayo de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo I, pp. 43 - 44
623
Documento 7480. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil, 5 de junio de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
624
Documento 7499. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra. Babahoyo, 14 de junio de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
625
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 14 de junio de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 16
626
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 25 de junio de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 57
345
Colombia con su país, y más tarde sostener las comunicaciones de Bolívar con el
Gobierno colombiano mientras estaba en Perú. En ese sentido encontramos el 27 del
mismo mes nuevas comunicaciones que nos muestran como desde el Istmo se enviaron
armas y municiones al ejército destinado al Perú.627 El 13 de julio Sucre le escribe a
Bolívar avisándole que los víveres traídos por el bergantín Chimborazo llegaron
podridos, y que ese bergantín es el único que queda en servicio para transporte, porque
la corbeta Bomboná se quedaría con él.628 Esta escasez de buques en el Pacífico fue
observada por el Libertador, quien en agosto mandó al Intendente de Guayaquil a pagar
una corbeta francesa comprada por él en 25.000 pesos, indicándole que para cubrir ese
monto, organizara un empréstito entre los habitantes de la ciudad. Este buque debía
luego transportar más tropas al Callao, donde sería armado.629

El 5 de agosto Sucre informó a Bolívar que la corbeta Bomboná había sufrido


averías graves, rompiéndose sus cables y perdiendo su ancla, por lo que no podría
continuar participando en la expedición630, y dos días después, envía sus
correspondencias a bordo del mismo buque.631 Otra remesa de provisiones llegó al
Callao el 10 septiembre, estando involucrada la nueva corbeta Pichincha632, de
fabricación francesa y adquirida por 25.000 pesos, como ya se hizo referencia. Esta
corbeta contaba con 18 cañones de 18 libras, y entró en servicio para reemplazar a la
Bomboná, que estaba muy vieja y deteriorada. Seguiría activa hasta la guerra entre
Colombia y Perú de 1828-29, siendo el buque más poderoso de la Escuadra Colombiana
del Pacífico. El 14 de septiembre el Libertador dirige oficio al Comandante del Cuarto
Departamento de Marina, preguntando si ya han sido despachadas las carronadas
ordenadas para armar a la Pichincha, lo que muestra el interés del Libertador de formar

627
Documento 7541. Oficio de Demarquet para el Intendente de Panamá. Quito, 27 de junio de 1823.
Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
628
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Callao, 13 de julio de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 65
629
Documento 7710. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Guayaquil, 3 de agosto de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
630
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Chalas, 5 de agosto de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 77
631
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Arequipa, 7 de septiembre de
1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 87
632
Documento 7765. Oficio de José D. Espinar para el Comisario de Bogotá. Lima, el 10 de setiembre de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
346
una escuadra adecuada en el Pacífico, que pudiese garantizar el envío de suministros y
refuerzos para el ejército auxiliar.633

Dos días después fue enviado un oficio al Intendente de Guayaquil, con


instrucciones para que la corbeta Pichincha, el bergantín Chimborazo y otros que fuesen
necesarios, cruzasen a Panamá a recibir 600 hombres de los batallones “Istmo” y
“Girardot”, y llevarlos directamente al Callao. Además se ordena al Intendente del
Istmo que prepare buques que carguen en Guayaquil víveres suficientes para las tropas
enviadas.634 En misma fecha, es dirigido un oficio al Secretario de Guerra de Colombia,
con instrucciones respecto a un cuerpo de 3.000 hombres próximo a llegar a Panamá. Al
general Pedro Briceño Méndez se le ordena preparar buques en Guayaquil para ir a
buscar en Panamá los mencionados 3.000 hombres, de los cuales deberá tomar
reemplazos para los batallones “Istmo” y “Girardot”, dejando el resto en dicha ciudad a
orden del general Salom.635 En nota adjunta, se le ordena al Secretario de Guerra, que
consiga armamento para las tropas que llegarán de Panamá, o que lleguen armadas,
puesto que en Guayaquil no se contaba con fusiles.636

En paralelo a los movimientos de tropas, el Libertador seguía pendiente de


fortalecer la escuadra del Pacífico, motivo por el cual dirigió un oficio al Intendente de
Guayaquil el 17 de septiembre, designando a Agustín Gómez como Director de la
Escuela Náutica de Guayaquil, y ordenándole facilitarle a la misma una sede adecuada,
además del material necesario para formar a los nuevos oficiales de la escuadra.637 En
paralelo, el Libertador continuaba sus gestiones para armar correctamente a la
Pichincha, buscando dotarla de equipos, piezas, víveres, tripulantes y armas, así fuesen
provenientes de otras naves.638

633
Documento 7792. Oficio de José D. Espinar para el Comandante General de Marina. Lima, 14 de
septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
634
Documento 7799. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente de Guayaquil. Lima, 16 de
septiembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
635
Documento 7800. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de Colombia. Lima, 16 de
septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
636
Documento 7801. Oficio de José Gabriel Pérez para el Secretario de Guerra de Colombia. Lima, 16 de
septiembre de 1823. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
637
Documento 7804. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 17 de septiembre de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
638
Documento 7823. Oficio de Simón Bolívar para el Comandante de Artillería. Lima, 19 de septiembre
de 1823, Documento 7839. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante General de Marina. Lima, 23 de
347
Según la documentación, hacia finales de septiembre de 1823 la situación
empezó a complicarse, pues el Libertador ordenó que los buques procedentes de puertos
leales al Gobierno no atracaran en puertos ocupados por los disidentes del ex presidente
Riva Agüero.639 Claramente se ve que comprendía la importancia de controlar la costa y
las rutas de suministros, negándoselas al enemigo. Con este mismo objetivo, se envía un
oficio el 4 de octubre al Intendente del Istmo solicitándole urgentemente que envíe
fusiles al ejército en Perú, y que si llegan al Istmo parte de los 10.000 que Riva-Agüero
había encargado en las Antillas, los embargue y se los envíe al legítimo Gobierno,
contra el cual está luchando Riva-Agüero, interceptando sus buques y cortando sus
comunicaciones.640 Lo comprometida de la situación en Perú se revela en el siguiente
documento, un oficio dirigido a los representantes de Colombia en México, destinado a
buscar apoyo financiero y material de parte del Gobierno mexicano para la guerra en
Perú:

“Un fuerte ejército real aguerrido ocupa las más bellas y ricas Provincias
del Perú: las más abundantes en hombres y recursos y las productivas de la
verdadera riqueza de este Estado. Este ejército, a la feliz posición que
ocupa añade la de tener grandes medios de movilidad, porque posee gran
número de ganados de todas clases. Las tropas peruanas y las auxiliares de
Colombia, Chile y La Plata, ocupan toda la extensión de costas de este
Estado, y sus medios de movilidad son marítimos; de consiguiente, costosos
y difíciles. El General Sucre, con dos mil colombianos y mil chilenos, ocupó
a Arequipa en agosto último, y el General Santa Cruz, con cinco mil
peruanos, había ocupado en junio la Provincia de La Paz en el Alto Perú,
pasando el Desaguadero. El General español Valdés y el Virrey La Serna,
pudieron pasar el Desaguadero e incorporarse al General Olañeta,
haciéndose así superiores al General Santa Cruz, que se ha visto precisado
a emprender su marcha para repasar el Desaguadero y reunirse con el
General Sucre, que ha marchado de Arequipa sobre Puno.

septiembre de 1823, Documento 7854. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante Luzarraga. Lima, 25
de septiembre de 1823, Documento 7856. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante del Puerto del
Callao. Lima, 25 de septiembre de 1823, y Documento 7851. Oficio de José Gabriel Pérez para el
Comandante General de Marina. Lima, 25 de septiembre de 1823. Disponibles en:
www.archivodellibertador.gob.ve
639
Documento 7852. Oficio de José Gabriel Pérez al Ministro del Perú. Lima, 25 de septiembre de 1823.
Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
640
Documento 7927. Oficio de José Gabriel Pérez para el Intendente del Istmo. Lima, 4 de octubre de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
348
El General español Canterac ha marchado del Cuzco con una División,
también hacia Puno, para reunirse al Virrey La Serna y a Valdés […]
combatientes de una y otra parte. Si la victoria se decide por los españoles,
las tropas que han quedado en esta capital no pueden resistirlos, pues las
que están en el Alto Perú perderán una mitad de sus fuerzas, por lo menos.
El Libertador, que teme mucho un mal suceso por aquella parte, toma
anticipadamente medidas para conservar esta capital y el Callao y las
Provincias del Norte, con el objeto de recibir auxilios de Colombia y de
Chile y poner en movimiento en esta parte del Perú cuanto sea útil para
arrancar al enemigo su victoria […]”641

Obviamente, para inicios de octubre de 1823, unos seis meses después de


iniciada la campaña, la situación en Perú no era nada fácil; siendo la base del poder de
los independentistas su dominio del mar, en buena medida gracias al trabajo de la
escuadra colombiana. México nunca dio respuesta sustancial a los requerimientos más
allá de un pequeño préstamo, por lo que la estrategia de Bolívar continuó siendo
acumular fuerzas en Perú hasta poder medirse con el enemigo, siendo imprescindible
para ello el transporte y escolta realizado por los buques colombianos. De nuevo, la
documentación nos muestra el movimiento de tropas desde Panamá y Guayaquil 642 y en
relación con esto, tenemos dos comunicaciones del 15 de octubre; en una, el Libertador
ordena al Comandante del Cuarto Departamento de Marina que la goleta Guayaquileña
sea enviada a Perú con provisiones para 2.000 hombres643, y en la otra, del almirante
peruano Martin Jorge Guise al Libertador, se expone la grave situación en que se
encuentra la escuadra peruana, destacando que las tripulaciones de los buques surtos en
el Callao no recibían paga desde hacía seis meses, por lo que le solicita ayuda de
manera urgente.644

En este momento llegó a la zona la buena noticia de la victoria colombiana en el


Lago de Maracaibo, lo cual dio aliento a la tropa y oficialidad. Vencidos los realistas en

641
Documento 7937 Comunicación de José Gabriel Pérez para los ministros plenipotenciarios de
Colombia en México. Lima, el 6 de octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
642
Documento 7979. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 10 de octubre de
1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
643
Documento 8006. Oficio de José Gabriel Pérez al Comandante General de Marina. Lima, 15 de
octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
644
Carta del Almirante Martin Jorge Guise al Libertador Simón Bolívar. Fragata Protector, Arica, 15 de
octubre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo XII, p. 28
349
Maracaibo, Colombia tenía las manos libres para poner toda su fuerza en el teatro
peruano. De hecho, se corre la noticia de un próximo envío de 1.000 hombres desde
Guayaquil645 y se dispone el envío de un lote de armas hacia el Callao a bordo de la
goleta Guayaquileña.646 También, y a fin de racionalizar el uso de recursos, se ordena
tomar todo lo que quede útil de la corbeta Bomboná, incluyendo tripulación, en
beneficio de otras naves y finalizar el servicio de ésta.647 Al parecer, el efecto de la
victoria en Maracaibo se sintió en el teatro peruano a partir de octubre, tanto a nivel
material como moral: además del despacho de los 3.000 hombres mencionados
anteriormente vía Panamá, los cuales eran pertenecientes al Ejército del Magdalena del
general Montilla, con el cual se había tratado de recuperar Maracaibo en julio; se formó
en el Istmo un nuevo batallón, el cual zarpó para el Callao el 1º de noviembre, a bordo
del bergantín Chimborazo, y los mercantes fletados Ellen, Zodíaco y San Juan
Bautista.648

Ese mismo mes, se firmó un convenio con el Gobierno peruano respecto a las
tropas auxiliares colombianas, que establecía: “[…] 2°.- El Gobierno del Estado del
Perú se obligará a pagar todos los costos del transporte de estas tropas a su territorio.
3°.- El Gobierno del Perú se obligará a abonar a las tropas de Colombia los sueldos y
raciones desde el día en que se embarquen. Estos sueldos y raciones serán desde el
General inclusiva, hasta el soldado, esto es, los mismos sueldos y raciones que gozaron
el General, Jefes, Oficiales y tropa del Perú en Colombia […]”649; y como otra muestra
de revigorización militar, tenemos que el 16 de noviembre el coronel Tomás de Heres le
escribe al Libertador proponiéndole la compra del navío de línea Monteagudo en 80.000
pesos, mitad en metálico y mitad en propiedades, o su arrendamiento por siete pesos
mensuales.650 No tenemos noticia de la adquisición del mencionado navío, quizá debido

645
Documento 8145. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia. Lima, 30 de
octubre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
646
Documento 8092. Oficio de José Gabriel Pérez para el Comandante General de Artillería. Lima, 24 de
octubre de 1823 y Documento 8117. Oficio de José Gabriel Pérez para el general Antonio José de Sucre.
Lima, 27 de octubre de 1823. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
647
Documento 8143. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Lima, 30 de octubre de
1823. Disponible en: www.archivodellibro.gob.ve
648
Castillero, Ernesto J. La contribución de Panamá a la independencia del Perú, p. 27
649
Fuentes-Figueroa Rodríguez, Julián. Ob. Cit., p. 12
650
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 16 de noviembre de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 19
350
al elevado precio de venta y a que se trataba de una nave ya vieja, parte de la expedición
de San Martín.

El 19 de noviembre Bolívar dirigió un oficio al Intendente de Guayaquil


informándole que una corbeta, un bergantín y dos goletas enemigas cruzaban por el
Pacífico, además de algunos corsarios enemigos; por lo cual ordenaba que los buques
colombianos no salieran al mar solos, sino en convoy, además de priorizar la escolta a la
expedición venida de Panamá. Aunado a eso, el Libertador comentaba sus
desconfianzas por las divisiones internas en el liderazgo peruano.651 A partir de este
momento, y por varios meses, la actividad naval española – ya fuese de su marina
regular o de corsarios a su servicio – se volverá una preocupación de primer orden para
Bolívar. En par de cartas fechadas el 20 de noviembre, el coronel Tomás de Heres le
informa al Libertador que un corsario enemigo armado en EE.UU. apresó a un buque
mercante, y alerta sobre el peligro que corren la goleta Guayaquileña, la corbeta Limeña
(de la escuadra peruana ésta última), y los transportes en ruta desde Panamá. Informa
que el corsario es rápido, armado con catorce cañones y con 150 hombres de
tripulación652, también dice que la Limeña y la Guayaquileña juntas y bien tripuladas
podrían vencerlo, pero que si se descuidan, éste podría tomar alguno de los dos buques
o los trasportes que vienen de Panamá, siendo urgente que se pongan bajo la protección
del puerto del Callao.653

Ante informaciones y reportes de que el corsario se dejó ver frente al Callao,


Bolívar ordena que los buques que bloquean el puerto de Trujillo (la goleta
Guayaquileña, la corbeta Limeña, y el navío de línea Monteagudo) se dirijan a
Guayaquil, donde debían facilitárseles tripulaciones, dotaciones de infantería de marina,
armas, municiones y víveres, además de unírseles cualquier buque de guerra que
estuviese disponible, para luego salir a perseguir al bergantín corsario. 654 Es pertinente

651
Documento 8212. Oficio del Libertador para el Intendente de Guayaquil. Cajamarca, 19 de noviembre
de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
652
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 21
653
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 20 de noviembre de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 22
654
Documento 8239. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Huarás, 26 de noviembre
de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve, Oficio al Ministro de Guerra de Perú (José D.
Espinar). Huarás, 27 de noviembre de 1823 en Memorias del General O´Leary. Tomo XXI, pp. 32-33 y
351
explicar que en ese momento Trujillo se hallaba bloqueado por la escuadra debido a que
se había convertido en la base del ex presidente Riva-Agüero, quien se había pasado al
bando realista junto con sus seguidores.

Este nuevo peligro en el mar representado por los corsarios ponía en riesgo toda
la campaña en Perú, y llevó a Libertador a designar a inicios de diciembre al almirante
Martín Jorge Guise como comandante único para las escuadras peruana y colombiana
en el Pacífico.655 A la par de esto, Bolívar recibe las noticias que la Limeña no está lista
para combatir y que la Guayaquileña no tiene capacidad para perseguir al corsario,
recomendándosele también que evite exponer al navío Monteagudo, ya que su pérdida
sería muy lamentable.656 Bolívar por su parte ordena el 15 de diciembre al Intendente de
Guayaquil que extreme las medidas de seguridad en la escuadra, haciendo navegar los
buques en convoy, removiendo a los comandantes de dudosa fidelidad y haciendo
reparar extensamente a la goleta Macedonia (peruana) en Guayaquil.657

El 19 de diciembre el coronel Heres informa al Libertador que ya adquirió el


vestuario y equipos necesarios para que el ejército marche a la Sierra, y que el
Chimborazo llegó junto con otro buque, desembarcando 362 hombres del batallón
“Istmo”658, confirmándose para el día 22 que habían empezado a llegar los refuerzos
esperados desde Panamá659, y que en el Istmo se estaban embarcando 200 hombres de
caballería y 3.400 infantes; 600 de ellos reclutas venezolanos y los demás veteranos de
Cartagena y Caracas. Con ellos, podría contarse con más de 7.000 colombianos en el
Perú; junto con 2.500 a 3.000 peruanos; y 1.000 argentinos.660 Al día siguiente, le son

Documento 8254. Oficio de José D. Espinar para el Ministro de Guerra de Perú. Huarás, 28 de noviembre
de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
655
Denegri Luna, Félix. Historia Marítima del Perú (Tomo VI. Volúmen 2) La República 1826 a 1851,
p. 450
656
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 4 de diciembre de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 32
657
Documento 8303. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Cajamarca, 15 de
diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
658
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 19 de diciembre de 1823 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, pp. 40 – 41
659
Documento 8331. Oficio de José D. Espinar para el Secretario de Marina y Guerra de Colombia.
Trujillo, 22 de diciembre de 1823. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
660
Carta del Libertador al general Antonio José de Sucre. Trujillo, 22 de diciembre de 1823. Bolívar,
Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de
1799 a 8 de mayo de 1824, p. 855

352
giradas instrucciones al general Salom en relación con la presencia de cuatro corsarios
enemigos en la zona, así como reclutamiento en Perú, arreglo de buques, armamento,
vestuarios, etc. Dichas instrucciones fueron:

“1º Que de ningún modo salga al mar ninguno de nuestros buques de


guerra, sin que sea en convoy de tres o más, que vengan en estado de
batirse, bien tripulados y armados con buena tropa y excelentes oficiales.
2º Que todas, todas, las tropas procedentes del Istmo vengan
inmediatamente al puerto de Huanchaco, o en su defecto al de Pacasmayo.
3º Que vengan los 900 reclutas pedidos de los departamentos del sur de
Colombia.
4º Que conforme vayan desembarazándose las tropas de la División y las de
Popayán de sus actuales atenciones sobre Pasto y provincias de los Pastos,
se pongan en estado de marchar al Perú, equipándose perfectamente de
todo, todo, lo necesario.
5º Que construyan vestuarios y morriones para los 900 reclutas en el
concepto de que por tercias partes deben distribuirse en los batallones
Voltígeros, Vencedor y Pichincha.
6º Que construyan vestuarios suficientes para las tropas que vayan viniendo
del Istmo, y que probablemente llegarán desnudas.
7º Que se trabajen vestuarios completos en cantidad excedente, en Quito, en
donde son menos costosos y de mejor calidad.
8º Que se hagan capotes, no sólo para los 900 reclutas, sino para reponer
muchos que faltan a este ejército.
9º Que todos los objetos de guerra, equipo, hospital, botiquines y enfermos
que fueren a Guayaquil en el Monteagudo sean trasbordados en los buques
de guerra, y que éstos se vengan en convoy a Huanchaco o Pacasmayo.
10º Que el Monteagudo quede para transportar a Huanchaco los 900
reclutas pedidos.
11º Que éstos vengan custodiados por los veteranos que bajarán enfermos
en el mismo buque, y que traigan buenos oficiales.
12º Que se aleje de este buque y demás transportes el armamento, el cual
deberá venir en los buques de guerra.
13º Las tropas del Istmo que no se digirieren al Callao en derechura, sino
que según las órdenes anteriores hayan desembarcado en esa costa,
deberán permanecer en ella el menor tiempo posible para evitar las
enfermedades que pudiera sobrevenirles en la estación de invierno.
14º Que las órdenes comunicadas a V.S. sobre mudar los Comandantes,
Oficiales y tripulación de los buques de guerra peruanos, Limeña y
Macedonia, quedan en su vigor y fuerza para que estos mismos buques

353
puedan comboyar los transportes de tropas con quienes deberán venir al
menos dos o tres buques de guerra.
15º Que finalmente venga todo, todo, cuanto sea posible de esos
departamentos, haciendo para ello los más grandes esfuerzos, porque la
proximidad con que tenemos a los enemigos demanda tomar medidas, las
más eficaces, activas y enérgicas, para evitar los riesgos que amenazan al
Perú y al ejército y sur de Colombia.”661

Poco después el general Juan Paz del Castillo informó al Libertador que había
empleado dinero peruano en carenar al bergantín Chimborazo, debido a la extrema
necesidad de hacerlo y mantener la flota en operación.662 Así cerró el año 1823, y más
actividad esperaría a la escuadra colombiana en el siguiente.

3) Transporte y escolta de tropas y suministros por la Armada Colombiana, 1824

En enero de 1824 se recibió en Guayaquil la noticia de que un corsario enemigo


dotado con 18 cañones y 110 tripulantes había zarpado de Coquimbo, Chile663; por lo
que se ordenó aprestar el bergantín Chimborazo para que volviera a escoltar convoyes
de tropas664 y se giraron instrucciones para recibir los soldados que viniesen del Istmo y
de Guayaquil665, mientras que el coronel Heres reportaba que “Los corsarios están
haciendo diabluras a su gusto: no hay quien los incomode”.666

En febrero de 1824 se suscitaría otro hecho que complicaría aún más el


desarrollo de la campaña militar en la costa peruana: la rebelión de la Fortaleza del Real
Felipe en el Callao. Así lo resume el historiador peruano Rosendo Melo:

661
Documento 8350. Oficio de José D. Espinar para el general Salom. Trujillo, 23 de diciembre de 1823.
Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
662
Carta del General Juan Paz del Castillo al Libertador Simón Bolívar. Guayaquil, 30 de diciembre de
1824. Memorias del General O´Leary. Tomo IV, p. 360
663
Documento 8426. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca, 2 de enero de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
664
Documento 8427. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca, 2 de enero de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
665
Documento 8515. Oficio de José Gabriel Pérez al coronel Torres Valdivia. Pativilca, 11 de enero de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
666
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Lima, 11 de enero de 1824. Memorias
del General O´Leary. Tomo V, p. 49
354
“Los momentos eran de crisis. Poco después dos clases de la guarnición del
fuerte Independencia del Callao se amotinaron (febrero 5 de 1824)
quejosos por falta de pago: hubo lentitud y torpeza en el arreglo del
incidente y éste se convirtió en rebelión, reponiéndose la bandera ibérica en
los torreones. Regularizándose la rebelión los traidores capturaron en el
puerto al bergantín Balcarce, la fragata Guayas, que estaba en desarme y
otro bergantín que armaba en guerra contra los españoles un particular
para destinarlo al corso. Para recuperarlos, Guise, que había entablado
bloqueo por orden de Bolívar y se mantenía en el cabezo de la isla San
Lorenzo, exigió de la plaza la entrega de los buques mencionados (febrero
17). Desatendida su intimación, atacó dos días después buques y fuertes,
aunque sin resultado manifiesto. El 21 reiteró el ataque, reforzado por la
goleta Macedonia y el bergantín Congreso, estableciéndose con más rigor
el bloqueo.
El 25 del mismo (febrero 1824) repitió el ataque, esta vez sirviéndose de
tres lanchas con veinte hombres cada una, puestas a órdenes del
comandante de la Protector, Robert Biset Addison. Como al capturar la
Esmeralda, se había fingido abandonar el bloqueo, saliendo del puerto en
la tarde, para regresar en la noche destacando delante las lanchas, tras de
las cuales avanzaba Guise en la Protector, con poca vela.
La flotilla sutil del capitán Biset llegó hasta la Guayas, la abordó, la
capturó y la puso sobre sus velas; atacando luego a la Santa Rosa.
Mientras duraban estas operaciones escapó el Balcarce, sin que la
Protector lo estorbara por atender de preferencia a la protección de sus
embarcaciones menores, estrechadas por las cañoneras del puerto. La
ventolina era floja, poca la gente, activo el asedio de las fuerzas sutiles
españolas, y al cabo, no pudiendo sacar del puerto las presas dominadas, el
capitán Biset hubo de prenderles fuego. La Guayas y la Santa Rosa, picados
los cables y sueltas al desgaire envueltas en gruesas llamaradas, cayeron
ardiendo sobre otros buques en los que a su vez prendió el voraz incendio,
cuyo resplandor iluminaba la bahía con destellos siniestros, y al par que
acababa la noche se producía mayor confusión por el afán de los otros
buques en cambiar fondeadero, para evitar las llamas y el peligro de que
funcionara la artillería de los fuertes.
Biset pudo capturar cuatro de esos buques y salir de la rada antes de que
fuera completamente de día. En las primeras horas de la mañana, mientras
las de Guise iban a fondear tranquilamente en la isla de San Lorenzo, seis
naves llenaban el puerto de humo y de llamas.”667

667
Melo, Rosendo. Historia de la Marina del Perú (Tomo Primero), p. 169
355
La armada peruana estaba en una situación crítica, faltándole hasta el agua para
los buques. A falta de la Macedonia, la Limeña y otros buques, Bolívar puso a la orden
de Guise la corbeta Pichincha, el bergantín Chimborazo y la goleta Guayaquileña para
reforzar su escuadra668, comenzando de esta manera a trabajar juntos los buques
peruanos y colombianos. Con todo y estas medidas, además del goteo de refuerzos
llegados el año anterior, la situación para febrero de 1824 era bastante difícil, como la
resumió Bolívar en carta a Santander:

“Si hubieran venido ya al Perú los tres mil hombres que pedí a ustedes,
podríamos dar una batalla y ganarla a los enemigos: y ganarla en este
momento en que hablamos, porque después ellos duplicarán sus fuerzas con
el ejército del sur. Hasta ahora sé que sólo han llegado cuatrocientos
hombres del Magdalena al Istmo, de los cuales ha tomado Salom doscientos
contra Pasto. Carreño tuvo la bondad de mandarme su batallón del Istmo,
de los cuales sólo se han incorporado a nuestras filas doscientos cuarenta,
porque los demás han resultado enfermos, inválidos o desertores. Es decir,
que en lugar de tres mil hombres que esperaba, he recibido doscientos
cuarenta. Añada usted a todo esto que nuestras bajas son tan considerables
por las miserias que sufren nuestras tropas en este país, que no cesan en
proporción de siete a cuatro, como ya usted sabrá […]

[…] que si nos llegasen tres mil soldados veteranos de Colombia, antes de
un mes podríamos salvar éste y aquel país; usted sabrá si son veteranos los
que vienen, y si no son, dé usted por perdido todo, porque después aun
cuando se cuadruplique la cantidad de tropas, seremos inferiores a los
godos […]

[…] La marina española nos hará un daño horrible: dentro de tres meses
será tan fuerte que no podremos transportar las tropas del Istmo a
Guayaquil, y por consecuencia también difícil defender el sur. Esta marina
puede convoyar alguna expedición marítima que amagará primero las
costas de Loja y Cuenca, y después de Guayaquil […]

[…] diré una receta para curar a Colombia, y si no hay farmacéutico que la
sepa componer, que se mande hacer la mortaja para la enferma […]

1.ingrediente 16.000 hombres. 2.una escuadra respetable en el Pacífico.


3.dos millones de pesos en Guayaquil. 4.cuatro meses de tiempo por todo
plazo […]

668
Ibídem, p. 170
356
[…] Para armar una escuadra necesitamos de todo, y nada tenemos. En
primer lugar, el general Padilla, o el comandante Beluche con diez o doce
oficiales buenos. Segundo: Cañones y municiones de marina para armar
buques mercantes. Tercero: jarcia y telas para construir velas. Todo esto
debe venir a Chagres y pasar al Istmo, donde lo mandaremos a buscar
[…]”669

En carta a Salom, Bolívar de nuevo hace énfasis en la necesidad de una armada,


no sólo para defender las costas peruanas, sino para llevar desde el Istmo 12.000
hombres que espera vayan a Perú670, y nombra al Capitán de Navío Thomas Wright
Comandante General de la Escuadrilla de Colombia en el Sur (como fue denominada en
su momento), o lo que es lo mismo, máximo jefe de la Escuadra Colombiana del
Pacífico (como la llamaríamos modernamente).671 Otras medidas fueron preparar el
bergantín Chimborazo y la corbeta Bomboná672 para el combate y ordenar al almirante
Guise que sacara o hundiera los buques que pudiesen servir al enemigo dentro del
Callao, además hacer más riguroso el bloqueo al puerto.673 El 20 de marzo el Libertador
ordenó la compra de una fragata a un particular británico674, y el 22 perseguir al corsario
español General Moyano, ex Brujo, que había apresado a la nave mercante Montezuma,
y que contaba con 7 cañones y 80 hombres de tripulación. Se informaba además que
andaba cruzando la costa hacia Panamá, cazando convoyes colombianos675; además de
solicitar al Intendente de Guayaquil que enviase a Trujillo todas las armas y buques que

669
Documento 8852. Carta de Bolívar a F. de P. Santander. Pativilca, 10 de febrero de 1824. Disponible
en: www.archivodellibertador.gob.ve
670
Carta al General Bartolomé Salom. Pativilca, 10 de febrero de 1824. Bolívar, Simón. Obras Completas
Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824,
p. 913
671
Documento 8885. Oficio de Jose D. Espinar al Comandante Tomas Wright. Pativilca, 12 de febrero de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
672
Documento 8966. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de Guayaquil. Pativilca, 21 de febrero de
1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
673
Documento 8975. Oficio de José Gabriel Pérez al almirante Guise. Pativilca, 21 de febrero de 1824 y
Documento 8993. Oficio de José Gabriel Pérez al Almirante Guise. Pativilca, 24 de febrero de 1824.
Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
674
Documento 9136. Oficio de José D. Espinar para el Prefecto de Trujillo. Trujillo, 20 de marzo de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
675
Documento 9156. Oficio de José D. Espinar para el Intendente de Guayaquil. Trujillo, 22 de marzo de
1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
357
tuviese a la mano.676 Evidentemente el Libertador se preparaba para una batalla campal,
ya fuese en tierra o en mar, y no le faltaba razón para esperar algo así.

El 13 de enero de 1824, casi simultáneamente con el alzamiento del Callao,


había zarpado de Cádiz una flotilla con 1.000 hombres entre marinos y soldados,
compuesta por el navío de línea Asia y el bergantín Aquiles, al mando del Capitán de
Navío Roque Guruceta. Ésta sería la última fuerza naval enviada por España a
Sudamérica para sostener su imperio. El 15 de marzo habían llegado a las Islas
Malvinas, donde se prepararon para doblar el Cabo de Hornos tras un breve descanso.
Zarparon de Malvinas el 27 de marzo, llegando a Chiloé el 27 de abril, donde se
quedarían invernando hasta el 15 de agosto de 1824. Aunque Guruceta decidió navegar
a 300 millas de la costa con rumbo norte para evitar ser avistado, el 26 de agosto el
pesquero inglés Snipe, en ruta de Calcuta a Valparaíso, informó de su presencia, pues
casualmente los había visto. Guruceta arribó primero a Quilca, al sur del Perú,
recabando información de la situación, y llegó al Callao el 13 de septiembre de 1824,
poniendo sus buques a buen resguardo gracias a las fortalezas del puerto. La llegada de
esta fuerza naval no podía sino complicar aún más la situación de los patriotas en Perú.

El Libertador por su parte continuaba incrementando sus fuerzas navales,


adquiriendo en marzo la corbeta Kensington, la cual fue rebautizada como General
Santander.677 A mediados de abril se tuvieron noticias de la captura de la nave Boyacá
por el cosario español Brujo y de su deambular frente a la costa sin oposición.678 Luego,
llegaron a Guayaquil mil fusiles y 103 hombres provenientes de Panamá, estimándose
que para mayo podrían enviarse a Perú 5.000 hombres de diversa procedencia. 679 Ese
mismo mes Bolívar designa como Comandante del Cuarto Departamento de Marina al
Capitán de Navío Vicente Barbará, en reemplazo del CN. Wright, quien al parecer fue

676
Documento 9162. Oficio de José d. espinar para el intendente de Guayaquil, fechado en Trujillo el 22
de marzo de 1824
677
Documento 9243. Oficio de José Gabriel Pérez al Secretario de Guerra de Colombia. Trujillo, 31 de
marzo de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
678
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 14 de abril de 1824 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 72
679
Carta del Coronel Tomás de Heres al Libertador Simón Bolívar. Trujillo, 17 de abril de 1824 en
Memorias del General O´Leary. Tomo V, p. 76
358
destituido por un incidente con un mercante de bandera colombiana.680 El 28 instruyó al
almirante Guise sobre el bloqueo al Callao, indicándole que tras desembarcar a la última
expedición, las naves colombianas irían al Callao a sus órdenes para bloquear el puerto,
mientras que el ejército marcharía a finales de mayo o inicios de junio para sellar por
completo el cerco del Callao y Lima.681

Ya en mayo, el general Sucre solicitó al Secretario de Guerra y Marina la


habilitación del dinero necesario para transportar por mar a la 2da División Colombiana,
destinada al Perú682, y en junio el Libertador ordenó al Capitán de Navío John Spry que
se enviasen a Buenaventura al navío Monteagudo y las corbetas Limeña y Bomboná, a
fin de recoger tropas procedentes del Cauca, mientras que el resto de la escuadra
combinada colombo-peruana debía mantener el bloqueo del Callao y Pisco.683 El 6 de
julio Bolívar dirigió una comunicación circular a todos los comandantes de buques,
remitiéndoles el aviso del almirante Guise sobre la llegada del Asia y el Aquiles al
Pacífico, y ordenándoles aprestar sus respectivas naves y ponerse a las órdenes directas
de Guise.684 También se ordenó el apoyo logístico a los buques desde tierra con
víveres.685 Llama la atención que el Libertador ordenara enviar de regreso al Capitán de
Navío Vicente Barbará a Cartagena y llamase al Pacífico a Padilla o a Beluche, quizá
los dos mejores comandantes navales de la escuadra del Caribe – Atlántico.686

Mientras esto ocurría, en Europa el despacho de la expedición de Guruceta se


convertía en herramienta de propaganda:

680
Documento 9392. Oficio de José Gabriel Pérez para el Capitán de Navio Vicente Barbará.
Huamachuco, 27 de abril de 1824 y Documento 9380. Oficio de José Gabriel Pérez al Intendente de
Guayaquil. Huamachuco, 22 de abril de 1824. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
681
Carta al Martin Jorge Guise, Vicealmirante de la Escuadra Peruana. Huamachuco, 28 de abril de 1824.
Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de
marzo de 1799 a 8 de mayo de 1824, p. 958
682
Morera Aguilar, Carlos. Acarreo de Provisiones en la Campaña de Ayacucho: Consideraciones
Doctrinales (Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarium en Historia Militar), p. 36
683
Documento 9477. Oficio de Juan Santana para el Intendente de Guayaquil. Caraz, 3 de junio de 1824.
Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
684
Documento 9561. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Juan Spry y circular a los
comandantes de buques de guerra de Colombia, y al señor general Juan Paz del Castillo. Huariaca el 6 de
julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
685
Documento 9562. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de la Costa. Huariaca, 6 de julio de 1824
y Documento 9563. Oficio de Tomás de Heres para el Prefecto de Trujillo. Huariaca el 6 de julio de 1824.
Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
686
Documento 9580. Oficio de Tomás de Heres al señor Secretario de Guerra y Marina de Colombia.
Huánuco, 9 de julio de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
359
“Ha sido suficiente el solo anuncio de la partida de un navío de línea del
puerto de Cádiz para poner a temblar al orgulloso Bolívar. No se sabe
todavía en qué punto desembarcará el navío Asia sus tropas y ya se busca
abrir negociaciones con su comandante. Esperad entonces para tratar con
estos pretendidos Estados independientes a que se no pueda decir bajo cuál
denominación existen, si son república o monarquía, o si su deseo más
sincero no es el de volver bajo el imperio de su Metrópoli.”687

Llegado agosto, Bolívar ordenó al CN. Wright que marchara con su escuadra a
Guayaquil, para que transporte a Perú las tropas procedentes del norte de Colombia.688
Ya para mediados de agosto, el Ejército Libertador Unido del Perú contaba con el apoyo
de una flota consistente en 14 buques, con capacidad de carga para 3.000 hombres. Eran
unos números modestos, pero que aportaban una respetable movilidad en el extenso
litoral peruano.689 También llegó al Libertador la noticia de que Páez ya había
despachado desde Puerto Cabello, la División Auxiliar de Venezuela,690 compuesta por
2.694 hombres y comandada por el entonces coronel José Gregorio Monagas.

Mientras estos acontecimientos tenían lugar, la escuadrilla de Guruceta, con


refuerzos de Chiloé, arribaba a costas peruanas, tal como nos relata el historiador y
oficial naval peruano Jorge Ortiz Sotelo:

“[…] los ya antiguos rumores del ingreso al Pacífico de buques de guerra


españoles, se habían convertido en una dura realidad en abril de 1824,
cuando llegaron a Chiloé el navío Asia, al mando del capitán de fragata
Roque Guruceta, y el bergantín Aquiles […] El gobierno chileno también
tomó conocimiento de la cercanía e intenciones de la escuadrilla de
Guruceta y por ello se dirigió a Bolívar pidiéndole envíe a la [fragata]
Protector para que, unida a sus fuerzas navales, pudieran enfrentar a los
buques enemigos. En agosto, los rumores sobre los buques españoles eran

687
Journal des Debáts, 11 de julio de 1824 en Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de Venezuela y
los periódicos de París (1808 – 1825), p. 429
688
Documento 9680. Oficio de Tomás de Heres para el Capitán de Navío Thomas Charles Wright,
Tarma, 9 de agosto de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
689
Morera Aguilar, Carlos. Acarreo de Provisiones en la Campaña de Ayacucho: Consideraciones
Doctrinales (Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarum en Historia Militar), p. 39
690
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 19 de agosto de
1824 en Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 55
360
cada vez mayores, lo que llevó a Guise a preparar a la escuadra para
enfrentar a la amenaza naval que se le avecinaba.

Así, pidió insistentemente a Bolívar que se le asignasen cuarenta soldados


de infantería de marina, ya que tenía muy pocos a bordo; también pidió
pólvora, pues la disponible se encontraba mojada luego de más de un año
de operaciones. Igualmente alertado por las noticias de las naves enemigas,
en agosto Bolívar dispuso que la escuadra de Colombia, mandada por el
capitán de navío Tomas Carlos Wright, se uniera a la peruana en el Callao,
para hacer frente a la amenaza de los buques españoles. Mientras que la
escuadrilla colombiana se alistaba en Guayaquil, Wright despachó en
busca de Guise a una corbeta con pólvora. El encuentro se produjo en
Huacho, el 24 de agosto, y no conllevó más actividad para el buque
colombiano que el hacer entrega de dicha pólvora y retornar luego a
Guayaquil.”691

Para el Libertador, perder el control del Pacífico significaba quedar aislado, sin
refuerzos ni suministros en Perú, lo que le conduciría inevitablemente a la derrota,
además de exponer toda la costa pacífica de Colombia.692 Por su parte, el brigadier
español José Ramón Rodil, al mando de la Fortaleza del Real Felipe, se había provisto
de varios buques: como la corbeta mercante Ester (rebautizada Ica), de 30 cañones; los
bergantines Pezuela, Constante y O´Higgins, de 18 y 14 cañones respectivamente; y la
corbeta Perla. A estas fuerzas se unió el ya mencionado navío Asia, de 74 cañones y el
bergantín Aquiles, armado con 20 cañones. Rodil además contaba con los corsarios
General Valdez y Quintanilla.

El 5 de octubre se dio el primer choque entre estas fuerzas y la escuadra


combinada colombo-peruana de Guise. La fragata Protector y la corbeta Macedonia
estaban fondeadas cerca de la isla de San Lorenzo, a la salida del puerto del Callao; y
aprovechando una completa calma, salieron del puerto ocho lanchas cañoneras y cuatro
falúas españolas, que atacaron a los buques de Guise. La Protector y la Macedonia los
recibieron a cañonazos, hundiendo una lancha y poniendo en fuga al resto tras dos horas
de combate.693 Dos días después salieron del puerto el navío Asia, la corbeta Ica y los
bergantines Aquiles, Pezuela y Constante. Guise estaba con la fragata Protector, la

691
Ortiz Sotelo, Jorge. El vicealmirante Martín Jorge Guise, pp. 55 – 56
692
Denegri Luna, Félix. Ob. Cit., p. 450
693
Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 171
361
goleta Macedonia y el transporte bergantín Rápido, de bandera peruana; y la corbeta
Pichincha, el bergantín Chimborazo y la goleta Guayaquileña, colombianos. Al ver los
buques españoles, Guise ordenó a sus buques desplazarse al oeste, quedando envueltos
en la niebla. Al disiparse la misma, la Protector se hallaba por la amura de estribor del
Asia, recibiendo buena parte de su fuego. Los demás buques se dispersaron, pero antes
de entrar en combate cerrado, Guruceta dio media vuelta y regresó al Callao tras hacer
un daño considerable a la Protector.694

Así narró la batalla el propio Guise al Libertador:

“Callao, octubre 8 de 1824.


Al señor secretario general de S.E. el Libertador.
S.S.
Tengo el honor de informar a Ud. para conocimiento de S.E., que
ayer he tenido un ataque de la escuadra enemiga al frente de este puerto y
que, aunque no fue decisivo, no deja de hacer honor a nuestras armas.
La escuadra de mi mando se componía de la fragata Protector, goleta
Macedonia y transporte bergantín Rápido, y corbeta Pichincha, bergantín
Chimborazo y goleta Guayaquileña de Colombia, que se habían unido a mí
en la latitud de Huarmey. Con estos buques estaba fondeado en la isla de
San Lorenzo, sosteniendo el bloqueo, cuando a las seis de la mañana de
ayer observé que los enemigos salían a buscarme con el navío Asia, corbeta
Ica y los bergantines Aquiles, Pezuela y Constante.
Inmediatamente me hice a la vela para afuera con el fin de aceptar el
combate, pero no en la bahía como el enemigo al parecer lo intentaba, sino
a larga distancia, para tener lugar de empeñar una acción decisiva. El
enemigo me siguió entonces en línea de batalla, mientras que yo no había
podido formarla por no haber la Pichincha y la Guayaquileña obedecido
mis señales.
A las 9 ½ la escuadra enemiga por su mejor andar ya había ganado el
barlovento a esta fragata y sin embargo emprendí la acción virando sobre
el navío, cabeza de la línea, luego que estuvo a menos de tiro de fusil.
Yo esperaba que la Pichincha y la Guayaquileña, que se mantenían a
barlovento, viéndome comprometido y sacrificado por los fuegos del
enemigo, vendrían a ayudarme en virtud de mis repetidas señales. Pero mi
esperanza quedó frustrada al observar que no hacían movimiento alguno
favorable.
694
Ibídem, pp. 171 – 172 y 173
362
Por otra parte, el bergantín Chimborazo recibió al principio de la
acción tres balazos a flor de agua, que lo obligaron a orzar: de manera que
me vi privado también del auxilio de este buque con el que principalmente
contaba, en razón de estar mandado por el intrépido comodoro Wright.
Así es que me resolví por último a virar de la vuelta afuera después de
haber sostenido un combate en que el enemigo, a pesar de todas sus
ventajas, no logró el menor provecho. Por el contrario, a más de
acreditarnos su cobardía con haberse vuelto al puerto teniendo en su favor
las mayores probabilidades del triunfo, sufrió averías de consideración.
El palo de trinquete del navío con sus masteleros, la verga del mismo
palo, el palo mayor, el velamen y jarcia, todo fue atravesado por nuestras
balas. El velacho quemado por los tacos, y en fin, otras muchas averías en
el casco. Entre la gente es natural que también hubiese algún estrago.
Los que sufrió esta fragata no son en verdad proporcionados a los
peligros en que se vio comprometida. Solo dos hombres fueron muertos y
ocho heridos levemente. El aparejo recibió ligeros daños y la Macedonia
tuvo también un herido.
La conducta del señor Wright ha sido la de un bravo oficial: yo estoy
plenamente satisfecho de ella. La de los comandantes Drinot y Baxter, de la
Pichincha y Guayaquileña, aunque fue reprensible merece alguna lenidad,
porque su falta, en mi concepto, ha procedido más bien de inexperiencia
que de falta de celo o patriotismo.
Los oficiales y tripulación de esta fragata se han portado con
admirable valor. Sin defraudar el mérito de cada uno, me permito
recomendar especialmente a la consideración de S.E. a los capitanes
Roberthon y Freeman y al coronel Soyer, por el denuedo y bizarría con que
se han batido.
Soy de Ud.
M. J. Guise”695

Guruceta por su parte argumentó en su parte que una vez puestos en fuga los
buques contrarios, le había parecido “indecoroso ocuparse de aquellos barcuchos
fugitivos”.696 Valorar este combate, el más grande entre los que participó la escuadra
colombiana durante la liberación del Perú, no resulta tan fácil como parece. El
historiador peruano Rosendo Melo comenta que el resultado del Combate Naval del

Melo, Rosendo. Ob. Cit., pp. 172 – 173


695

696
García Camba, Andrés. Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú (Vol. 2).
Madrid, Editorial América, 1916.
363
Callao lo determinan los hechos: los buques españoles volvieron al puerto y anclaron
protegidos por los fuertes, mientras que los colombianos y peruanos regresaron a la isla
de San Lorenzo, faltando material del lado patriota, y valor del lado realista.697 Por su
parte, el ya citado historiador y oficial naval peruano Jorge Ortiz Sotelo comenta: “En
un sentido estricto no hubo vencedor en este encuentro, sin embargo, dado que el
tamaño y porte de la escuadra realista superaba ampliamente a la aliada, que no llegó
a combatir en su totalidad, creemos que no es exagerado señalar que se derrotó al
contrario al evitar que este alcanzara una fácil victoria.”698

Tras el combate, el brigadier Rodil supo que el almirante chileno Blanco


Encalada se preparaba para ir al Callao con su escuadra a apretar aún más el bloqueo,
por lo que envió los buques de Guruceta a Quilca, al sur, transportando tropa en ellos,
sin que la escuadra combinada de Guise pudiera impedirlo. Autorizado por Bolívar,
Guise zarpó hacia Guayaquil para reparar sus buques y reunirse allá con las corbetas
Limeña y Bomboná, el navío Monteagudo y el bergantín Progreso.699

Respecto a la escuadrilla de Guruceta, zarpó del Callao el 20 de octubre,


arribando a Quilca el 19 de noviembre. De Quilca zarpó el 4 de diciembre y fondeó en
Ilo el 14 para cazar a la escuadra chilena de Blanco Encalada, regresando a Quilca el 19.
El 1º de enero de 1825 Guruceta salió de Quilca rumbo al Callao, pero al enterarse de la
derrota española en Ayacucho, decidió abandonar aguas peruanas, desembarcando al
batallón “Arequipa”, que abandonó a su suerte, y el 2 de enero puso proa a las Filipinas
con el Asia y los bergantines Constante y Aquiles, además del transporte Clarington. El
resto de las unidades, o regresaron a Europa o fueron a Chiloé. En marzo, Guruceta paró
a reparar sus buques en las Islas Marianas, sublevándose la tripulación del Asia el 10 de
marzo y del Constante el 12, las cuales abandonaron a los oficiales y regresaron a
América. El Asia llegó a Acapulco donde su tripulación se puso a orden de México,
cuyo Gobierno los aceptó y el nombre del buque fue cambiado por el de Congreso
Mexicano. El Aquiles se sublevó el 14 de marzo, regresando a Sudamérica para ponerse
a la orden de Chile. Solo la Clarington logró llegar a Filipinas. Así, disuelta como un
terrón de azúcar, desapareció la última escuadra enviada por la Corona española a
América. La partida apresurada de Guruceta, que incluso dejó varado en Perú al ex
697
Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174
698
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 57
699
Melo, Rosendo. Ob. Cit., p. 174
364
virrey La Serna, dejaría totalmente indefensas las fortalezas del Callao y Chiloé, últimos
bastiones españoles en Sudamérica.

En paralelo, se produjo en Panamá el 6 de agosto un motín por parte de los


tripulantes de la corbeta General Santander, estando involucrado su comandante, el
Capitán de Navío John Spry, siendo todos juzgados. Bolívar dispone que la corbeta
Limeña y la Bomboná escolten el próximo envío de tropas que se hará desde Panamá700,
el cual sumaba – según el Libertador – 4.800 hombres, por lo que a fin de garantizar su
seguridad ante la posibilidad de que los españoles enviaran su flota al norte para
interceptar el convoy, le ordena el 26 de octubre a Guise que refuerce el bloqueo del
Callao.701 Guise, por su parte, llegó con la fragata Protector y los demás buques a
Guayaquil el 6 de noviembre, iniciándose las reparaciones al día siguiente con el apoyo
del Intendente Paz del Castillo.702 La situación de la guerra para mediados de noviembre
de 1824 es resumida por Bolívar en las siguientes dos cartas:

“Todavía no sé que hayan llegado a Guayaquil los refuerzos que han venido
al Istmo, más se esperan allí en todo octubre 4.000 hombres que habían
llegado al Istmo en septiembre con Valero y Monagas.

El “Asia” con el “Aquiles” y tres buques de guerra más han tenido un


combate con la “Prueba”, el “Chimborazo” y tres buques más de
Colombia y el Perú, el 7 del mes pasado. No hubo nada de importancia;
porque la “Pichincha” se portó muy mal y Guise no pudo hacer nada por el
mal estado de la “Prueba”: los enemigos son tan cobardes como siempre y
por eso no nos destruyeron. La “Prueba” y el “Chimborazo” se han ido a
reparar a Guayaquil. Wright se portó muy bien, y Guise mejor que nadie,
según dicen los marinos extranjeros que vieron el combate enfrente del
Callao. La escuadrilla española ha salido al mar, dicen que con el objeto de
ir al Sur ¡Ojalá que así sea! Yo temo que se vayan al Norte y dispersen
nuestros convoyes, y en este caso los refuerzos tendrán un fin muy
desastrado y en lugar de servirnos contribuirán a nuestra destrucción.
Desde luego que yo sepa esta noticia, haré atacar al enemigo a la
desesperada para que no aprovechen de su ventaja. Lo mismo será en el

700
Documento 9832. Oficio de Tomás de Heres para el general Juan Paz del Castillo, Huamanga el 15 de
octubre de 1824. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
701
Documento 9864. Oficio de Tomás de Heres para el señor Vicealmirante Martín Jorge Guise. Jauja, 26
de octubre de 1824. Disponible: www.archivodellibertador.gob.ve
702
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 59
365
caso de que vengan refuerzos de España como se asegura por todas partes.
Los buques franceses están godos, sirviéndoles como propios. Los
americanos e ingleses son nuestros amigos, pero neutros: la cuenta no es
igual. Siempre los tiranos se han ligado y los libres jamás ¡Desgraciada
condición humana!

Los chilenos prometen mucho y no hacen nada. Sin embargo, dicen que
saldrán en este es al mar con cinco buques de guerra a reunirse a nosotros.
Hasta ahora Chile no ha hecho más que engañarnos sin servirnos con un
clavo: su conducta es digna de Guinea.”703

“La escuadra española se ha ido, como Vd. sabe, para Quilca, con el objeto
ciertamente de recibir allí sus dispersos si eran destrozados, o su
emigración en un caso como éste. Así, yo creo que antes de un mes la
tendremos otra vez en el Callao, y entonces no dejarán de emprender algo,
si la escuadra de Chile no ha venido, como se espera. Los enemigos pueden
dirigir su marcha a Ica para estar siempre en estado de volver a tomar la
sierra, o de volverse a Arequipa o de entrarse en el Callao. Por lo mismo,
se necesita de mucha circunspección para obrar con acierto en el caso de
que ellos se vayan hacia Ica. En este caso lo mejor sería, siendo posible,
obrar por Córdoba para poder marchar por la sierra hacia Arequipa en
pos de ellos.”704

Iniciando diciembre, llegó a Guayaquil el CN. Spry, quien era viejo amigo de
Guise, y que había sido absuelto en juicio por el motín de la corbeta General
Santander.705 El 9 de ese mes se produce la Batalla de Ayacucho, que cambia
totalmente la situación en Perú al prácticamente exterminar a las fuerzas españolas en la
Sierra. Como ya dijimos anteriormente, esta derrota ocasiona la huida de la escuadra de
Guruceta hacia Filipinas, dejando a los españoles sin el necesario auxilio naval. Para
complicar más la situación realista, los buques chilenos al mando del Vicealmirante
Manuel Blanco Encalada llegaron a aguas peruanas, para reforzar el bloqueo del Callao.

703
Carta al General Francisco de Paula Santander. Chancay 10 de noviembre de 1824. Bolívar, Simón.
Obras Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8
de mayo de 1824, p. 41
704
Carta al General Antonio José de Sucre. Cancay, 26 de noviembre de 1824. Bolívar, Simón. Obras
Completas Vol. II. Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 8 de
mayo de 1824, p. 49
705
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 60
366
A partir de este punto, la escuadra colombiana tendrá en Perú dos tareas: repatriar las
tropas hacia Colombia y bloquear el Callao hasta su rendición. Así juzgó el Libertador
la situación, en carta al general Santander, fechada en Lima a 6 de enero de 1825:

“Los españoles han perdido toda esperanza de hacer más nada en la sierra;
pero los del Callao tienen esperanza en Olañeta, y se han puesto en
comunicación con él por medio de la escuadra. Estas esperanzas pueden
tener algún efecto; pero serán muy miserables, pues todo lo disponemos
para no dejarle recurso ni a la fortuna ni a las armas de los españoles, que
ya poco deben contar con ventaja alguna en américa; porque Ayacucho ha
sido el juicio final.”706

4) Retorno de tropas a Colombia y bloqueo del Callao, 1825 - 1826

Por otra parte, los malos entendidos entre Guise y Bolívar, llevaron a éste a
despojar al almirante peruano del comando único sobre la escuadra combinada y dárselo
al Capitán de Navío John Illingworth.707 El asunto al parecer tuvo su origen en un
impasse entre Guise y Paz del Castillo en Guayaquil. Guise fue acusado de malversar un
dinero destinado a la reparación de la fragata Protector y terminó siendo encarcelado y
enviado a Perú a lomo de mula. Guise sería liberado a finales de 1826, pero ya la afrenta
sería imborrable. Esta situación fue una de las manchas a la campaña colombiana en
Perú, y sería la raíz de la posterior animadversión del almirante Guise hacia Bolívar.708

Para el 11 de julio de 1825 tenemos noticias de que se está por enviar al Istmo
un tercer contingente de tropas colombianas, consistente en más de mil hombres,
provenientes del batallón “Araure”.709 También para diciembre se planeaba enviar otro
contingente710. En el mes de agosto encontramos abundante correspondencia que

706
Pérez Vila, Manuel (Compilador). Doctrina del Libertador, p. 218
707
Melo, Rosendo. Ob. Cit., pp. 175 – 176
708
Ibídem, p. 176 y Denegri Luna, Félix. Ob. Cit., pp. 455 – 456
709
Documento 10640. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el Prefecto de Arequipa. Cuzco, 11 de julio
de 1825, Documento 10644. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el Ministro de la Guerra. Cuzco, 11
de julio de 1825, Documento 10640. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el Prefecto de Arequipa.
Cuzco, 11 de julio de 1825. Disponibles en: www.archivodellibertador.gob.ve
710
Documento 10851. Carta del Libertador al General de División Bartolomé Salom. Tinta, 29 de julio de
1825. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
367
muestra más movimientos de tropas de regreso a Colombia711 y otra más hacia
septiembre.712 A la luz de lo expresado en estas comunicaciones, podemos estimar que
para finales de 1825 la armada colombiana había transportado de regreso a Colombia
alrededor de 5.000 hombres, es decir, la mayor parte de las tropas que se habían enviado
en los dos años anteriores y que continuaban con vida y en servicio. Considerando los
medios disponibles, menos de una docena de buques de mediano y pequeño porte, no
podemos menos que considerar una hazaña tal trabajo de transporte; y todo ello sin
relajar el bloqueo del Callao, del que seguidamente nos ocuparemos.

El asedio de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao comenzó desde su


alzamiento el 5 de febrero de 1824, y terminó con su rendición el 23 de enero de 1826,
siendo entonces uno de los bloqueos más largos de las Guerras de Independencia de
Hispanoamérica. Este largo asedio podríamos dividirlo en varias etapas: la primera iría
desde febrero de 1824 hasta el Combate Naval del Callao, el 7 de octubre, y la posterior
partida de la escuadra de Guruceta; la segunda, iría desde ese momento hasta la Batalla
de Ayacucho y la posterior capitulación del general español José de Canterac, que
incluía la entrega de la fortaleza en cuestión; y la tercera, que se prolongaría hasta la
rendición del brigadier Rodil, siendo la fase definitiva.

A lo largo del sitio, los defensores dispararon un total de 9.533 balas de cañón,
454 bombas, 908 granadas y 34.713 tiros de fusil; mientras que del lado de las fuerzas
sitiadoras al mando del general Bartolomé Salom fueron disparadas 20.327 balas de
cañón, 317 bombas e innumerables tiros de fusil. Suponemos que la mayor parte de
estos disparos fueron hechos en la tercera etapa, cuando pudo bloquearse la fortaleza
con todo rigor. Respecto a las fuerzas marítimas, podemos decir que no se pudo
practicar un bloqueo efectivo a la fortaleza sino también hasta la tercera etapa, cuando
se llegó a reunir una escuadra combinada colombo-peruano-chilena, bajo el mando del
Vicealmirante Manuel Blanco Encalada. En total, la escuadra aliada llegó a reunir a la

711
Documento 10986. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el comandante de los buques de transporte.
Copacabana, 13 de agosto de 1825; Documento 10994. Oficio de Felipe Santiago Estenós, para el general
Jacinto Lara. Copacabana, 14 de agosto de 1825; Documento 10997. Carta del Libertador para el General
Bartolomé Salom. Copacabana, 14 de agosto de 1825; y Documento 11009. Carta del Libertador para el
general Francisco de Paula Santander. La Paz, 19 de agosto de 1825. Disponibles en:
www.archivodellibertador.gob.ve
712
Documento 948. Carta del Libertador Simón Bolívar al Ministro de Guerra, General Carlos Soublette.
Oruro, 26 de septiembre de 1826. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
368
corbeta Pichincha y el bergantín Chimborazo por Colombia, la fragata Protector, la
corbeta Limeña, el bergantín Congreso y la goleta Macedonia por Perú, y las fragatas
O´Higgins e Independencia, además del bergantín-goleta Moctezuma por Chile.

Tras el triunfo en Ayacucho, los independentistas pudieron ocupar libremente la


ciudad de Lima, provocando un éxodo de realistas hacia la fortaleza, lo cual causó un
crítico hacinamiento. Se calcula que en el Real Felipe se acumularon 8.000 refugiados
realistas. Aunque la capitulación de Ayacucho incluía la entrega del Callao, el brigadier
José Ramón Rodil se negó rotundamente a rendir la fortaleza, esperanzado en que
llegaría una fuerza de auxilio desde España, lo cual nunca ocurrió. Para hostigar
efectivamente a Rodil, el general Salom estableció su campamento muy cerca de la
fortaleza, en Bellavista, y procedió a cercarla completamente, bombardeándola a diario
tanto desde tierra como desde el mar. Sin embargo, la sólida construcción y la poderosa
artillería del Real Felipe permitieron a Rodil resistir. Más efectivo resultó el bloqueo a
nivel logístico, pues pronto la falta de alimentos hizo estragos sobre el gran número de
refugiados. Se generó entonces mercado negro de alimentos a precios elevadísimos, y
más tarde se traficaría carne de caballos, bueyes e incluso de ratas.

En junio de 1825 el almirante Blanco Encalada debió regresar a Chile con sus
buques, para proceder al bloqueo de Chiloé, la última fortaleza española en territorio
chileno, que se rendiría apenas unos días antes que el Callao. Aun así, la escuadra
colombo-peruana, al mando del Capitán de Navío John Illingworth, continuó su lenta
pero segura asfixia de la Fortaleza del Real Felipe, en combinación con el ejército al
mando de Salom. Para esa fecha, ya las enfermedades comenzaban a cobrarse las vidas
de muchos defensores, y sólo el fanatismo de Rodil impedía la caída de la plaza, pues
ejecutaba sin miramientos a cualquier militar o civil que hablase de capitulación.

Rodil comenzó a expulsar hacia las filas patriotas a los civiles sin dinero y toda
clase de personas no aptas para la lucha, a fin de ahorrar alimentos. Al inicio, los
patriotas aceptaron a estas personas, pero al darse cuenta de la estrategia de Rodil, las
dejaron abandonas en la tierra de nadie, en medio del fuego cruzado entre la fortaleza y
los sitiadores. Miles de refugiados padecían escorbuto, disentería o desnutrición, lo cual
impactaba a la opinión pública en Lima. Incluso personajes como el marqués Bernardo
Torre Tagle, ex presidente del Perú y converso en realista, perecieron dentro de los
muros de la fortaleza. De todos los refugiados civiles, sólo la cuarta parte sobreviviría el
369
asedio. Ya en enero de 1826 el coronel Ponce de León desertó hacia las filas patriotas y
entregó el Castillo de San Rafael, parte integral de las fortificaciones del Callao. Esto
hizo casi imposible la defensa, puesto que Ponce de León conocía muy bien como
penetrar el sistema de fortificaciones y las defensas montadas por Rodil.

Ante la falta de alimentos y municiones, y lo evidente de que no llegaría ninguna


fuerza de auxilio, Rodil inició negociaciones para la capitulación con Salom el 11 de
enero. La resistencia de Rodil mereció los elogios de Bolívar, quien escribió a Salom
“el heroísmo no es digno de castigo” y ordenó que no se le fusilara. La capitulación
permitió a Rodil llevarse con él a España los últimos 400 soldados supervivientes de los
2.800 con los que había iniciado el sitio. El brigadier español también llevó con él los
estandartes de los regimientos “Real Infante” y “Arequipa”, quedando los demás como
trofeos para el vencedor, incluyendo la principal bandera española presente en la
fortaleza, la cual fue enviada por Salom a Bolívar, y actualmente es exhibida en el
Museo Bolivariano en Caracas. Fue la última bandera española que ondeó en
Sudamérica.

Como hemos podido observar, la campaña libertadora del Perú de 1823 – 1826
tuvo gran parte de la acción en el mar. En efecto, considerando las características
geográficas de Perú, habría sido imposible para el Libertador, para la República de
Colombia y para los propios patriotas peruanos, cumplir el objetivo de vencer a los
realistas sin el dominio de la costa, de los puertos y de las rutas marítimas. Sin este
dominio del Pacífico, no habrían podido enviarse con suficiente velocidad al Perú las
tropas, armas y provisiones necesarias, ni mucho menos establecer comunicaciones
adecuadas entre el Ejército Auxiliar de Colombia y el Gobierno colombiano en
Guayaquil, Bogotá, Panamá y otras capitales de la República.

Estas reflexiones a su vez nos permiten valorar el trabajo realizado por la


Escuadra Colombiana del Pacífico entre 1823 y 1826, el cual ha pasado desapercibido
para la mayor parte de la historiografía. Según la documentación, la escuadra del
Pacífico nunca contó más que con las corbetas Bomboná, Pichincha y General
Santander, el bergantín Chimborazo y la goleta Guayaquileña, además de lidiar siempre
con una gran escasez de víveres, dinero, armas e incluso agua potable. Aun así, esta
minúscula escuadrilla pudo transportar en menos de año y medio un aproximado de
10.000 hombres al Perú, y luego repatriarlo; cubriendo enormes distancias entre puertos
370
tan distantes entre sí como el Callao y Panamá, en los extremos de la línea de
suministros.

Además de transportar tropas, la escuadrilla antes detallada, fue capaz de escoltar


convoyes de buques mercantes fletados, cazar corsarios enemigos, superar motines e
incluso librar una batalla naval contra una fuerza enemiga muy superior sin perder una
sola de sus unidades. La escuadra colombiana también aportó a la independencia
peruana al prestar su base de Guayaquil para la reparación de varios buques peruanos,
así como reforzar a la escuadra peruana con sus propias unidades.

Mención aparte merece la actuación de la marina colombiana en el bloqueo del


Callao entre 1825 y 1826. Ciertamente la partida de la escuadra de Guruceta facilitó las
cosas para el Ejército Libertador Unido del Perú y para la escuadra aliada, sellando
luego la suerte del Callao y Chiloé la disolución de la misma. Pero eso no debe empañar
el hecho de que aún tras el triunfo de Ayacucho la resistencia del Callao era un grave
peligro para la independencia peruana y para toda la causa emancipadora en
Sudamérica. La permanencia de la bandera española en el Real Felipe era un verdadero
símbolo, alrededor del cual podían unirse los muchos realistas que quedaban aún en el
antiguo virreinato. Además de eso, nunca podía descartarse la posibilidad de que el
Callao fuese auxiliado o al menos abastecido por una fuerza española proveniente de la
Península o de las Filipinas. Ya el liderazgo colombiano había vivido con Puerto
Cabello el peligro de relajar el bloqueo a una fortaleza costera, pues fue desde Puerto
Cabello que Morales había podido lanzar un contraataque y tomar Maracaibo a finales
de 1822.

Evidentemente, el Callao no iba a ser rendido sólo por un bloqueo terrestre, sino
por la combinación de un cerco terrestre y marítimo, siendo incluso más importante el
segundo. Así, el lento pero efectivo bloqueo al cual fue sometido Rodil por la escuadra
de Illingworth, fue la clave de la victoria colombo-peruana en el sitio, aunque la
historiografía tradicional preste más atención al ruido de los cañones que a la progresiva
degradación física que sufrieron los españoles en el Callao, gracias al trabajo de la
escuadra.

371
En resumen, la Escuadra Colombiana del Pacífico cumplió un rol clave en la
independencia peruana entre 1823 y 1826; sin el cual habría sido imposible siquiera
llevar a cabo la campaña libertadora.

f) La marina colombiana y las amenazas internas

Ciertamente, combatir amenazas de origen interno, tales como rebeliones


militares o civiles, insurgencia y/o guerrillas, o secesiones, no es el objetivo principal de
las fuerzas armadas en un Estado moderno surgido a partir de una revolución liberal;
como pretendía llegar a ser la República de Colombia. En particular la fuerza naval
parece más alejada aún de estos propósitos que la fuerza terrestre, debido a que por sus
características singulares y esenciales, opera más hacia afuera de las fronteras
nacionales que hacia adentro. En efecto, la misión principal de una fuerza naval es la
defensa de las costas y espacios marítimos, así como los grandes ríos navegables, lagos
y demás cuerpos de agua; la protección del comercio marítimo nacional, y
eventualmente la neutralización del comercio contrario y, por supuesto, de la marina de
guerra enemiga.

Sin embargo, presentaremos a continuación cómo la Armada de la República de


Colombia ayudó a neutralizar amenazas de origen interno. Previo a la liberación de
Puerto Cabello y la total expulsión de las fuerzas españolas del territorio nacional, sería
bastante inadecuado hablar de “amenazas de origen interno” como algo separado a las
fuerzas militares enemigas, ya que el territorio nacional estaba en proceso de ser
liberado y consolidado bajo el nuevo régimen republicano. Es a partir de la total
expulsión del enemigo del territorio nacional que podemos entonces separar las
amenazas a la existencia de la nueva República en dos tipos: las externas y las internas.

Las amenazas externas vendrían a ser las restantes fuerzas militares españolas
que operaban en territorios vecinos o cercanos, tales como Perú, Puerto Rico o Cuba,
además de las de otros Estados potencialmente hostiles a la República de Colombia,
como por ejemplo Francia y demás miembros de la Santa Alianza, o al final del período
estudiado, el Perú. Por su parte, las amenazas internas las definiríamos como aquellas
originadas dentro del territorio de la República, sin conexión o al menos con gran

372
autonomía respecto a factores externos. Tales amenazas fueron, a partir de 1824, una
serie de hechos que pusieron en juego la existencia de la unión colombiana, a saber: 1)
El movimiento separatista de La Cosiata, en Venezuela; 2) Las guerrillas realistas que
operaron en el centro – norte de Venezuela; y 3) La rebelión del general José María
Córdoba en el sur de la Nueva Granada.

Todas estas amenazas tuvieron en común ser de carácter militar o armado, y


haber sido un peligro para la existencia misma del Estado. La Cosiata amenazó la
existencia de Colombia al tener como objetivo la separación de Venezuela y en
consecuencia la desmembración del país. Las guerrillas realistas tuvieron como objetivo
el restablecimiento del régimen colonial, lo que eliminaría a la República. Y finalmente,
la rebelión del general Córdoba coincidió con momentos de grave crisis del país y la
guerra contra el Perú, lo que pudo haber provocado una pérdida territorial masiva para
la República.

De estas tres grandes amenazas, La Cosiata y las guerrillas realistas de


Venezuela tuvieron una relación cercana y poco estudiada con el mar. Fue justamente
para combatir a estos dos peligros, que la armada movilizó y empleó cierta cantidad de
fuerzas; siendo en consecuencia parte importante del triunfo que la República de
Colombia obtuvo sobre ambos.

1) Acciones frente a La Cosiata

El movimiento separatista de La Cosiata ha sido ampliamente abordado por la


historiografía, y ya le dedicamos unas páginas en este trabajo, por lo que no nos
detendremos a explicar sus orígenes, sino a señalar los hechos violentos que se
suscitaron a raíz del mismo y la respuesta que dio al mismo el Gobierno central a través
de las fuerzas armadas, específicamente a través de la armada.

El estallido de La Cosiata se dio el 30 de abril de 1826, al día siguiente de que el


general José Antonio Páez entregó la Comandancia de Armas del Departamento de
Venezuela al general Juan de Escalona, Intendente General del mismo Departamento,
por orden del Vicepresidente Santander. Páez obedeció con gran malestar, ya que
Escalona tenía menor jerarquía, y había generales de mayor graduación sin cargo. En la

373
noche del 29 comenzó la violencia y el desorden en Valencia, y es que desde el 27
varios ciudadanos habían exigido a la Municipalidad de Valencia que no se cumpliese la
orden. Pronto el desorden en Valencia se salió de control, deviniendo en una rebelión.
Ante la inacción de las tropas del coronel Francisco Carabaño, que no acataron las
órdenes del gobernador Francisco Peñalver de controlar la situación, el tumulto llegó
hasta la casa de Páez, alzó al general en hombros y lo llevó hasta la Municipalidad,
donde asumió el mando nuevamente.

Seguidamente, y tras una muy bien argumentada justificación, la Municipalidad


de Valencia instó a otras ciudades de Venezuela a unirse al movimiento y apoyar al
general Páez en su reposición en el mando hasta que llegase el Libertador Presidente y
se reuniera la Gran Convención planteada para el año de 1831, pero que sería
anticipada. La Municipalidad de Caracas, en un principio muy hostil a Páez, se unió a la
rebelión y dio de facto al general llanero todo el poder en el Departamento. Fortalecido,
Páez sancionó una proclama el 19 de mayo dando las garantías necesarias para la sana
administración del Gobierno y llamando a Bolívar como árbitro y mediador ante el
Congreso y el Vicepresidente en Bogotá.

Como no podía ser de otra forma, el Gobierno en Bogotá declaró a Páez y sus
partidarios como rebeldes armados. El hecho de que Bolívar no considerase de la misma
manera la situación y enviase al general O´Leary a negociar con Páez, reforzó la
posición de los rebeldes, que no lo aceptaron. Al clamor por reformar la constitución y
adoptar el sistema federal se unieron varias ciudades, entre ellas Puerto Cabello, el
mayor puerto y base naval de Venezuela, sede del Segundo Departamento de Marina; el
8 de agosto de 1826. Le siguieron Maracaibo y Cumaná, e incluso Quito y Guayaquil en
el lejano sur del país. El 5 de octubre una junta en Caracas adoptó el sistema federal y
convocó una reunión para el 1º de noviembre que elegiría a sus representantes para la
venidera Convención Nacional. El 7 de noviembre se reunió de nuevo dicha junta, y
Páez dictó un decreto el 10 de diciembre para reunir los colegios electorales, y convocó
a un Congreso Constituyente que se reuniría en Valencia el 15 de enero de 1827.
Llegada la situación a este punto, no podía calificarse sino como una rebelión
separatista, y si el Gobierno central deseaba mantener la unidad del país, era
imprescindible tomar alguna medida de fuerza. Fue en ese momento en el cual la crisis
empieza a acercarse a una guerra civil.

374
La Municipalidad de Puerto Cabello, que se había declarado por la federación,
se alzó contra los avances de Páez; siendo liderados los leales al Gobierno por el
Capitán de Navío Sebastián Boguier, quien probablemente tenía una relación áspera con
Páez desde sus diferencias en el bloqueo de Puerto Cabello en 1822. Páez envió tropas a
Puerto Cabello, las cuales fueron repelidas por las de Boguier el 26 de noviembre.
Buena parte de las fuerzas que defendían la ciudad eran marineros e infantes de marina,
manifestándose así que Páez no contaba con ningún liderazgo en la armada, y que dicha
institución no apoyaba su rebelión. Páez entonces escribió al Libertador, pidiéndole que
fuese árbitro y que serenara la tempestad para evitar una guerra civil.713

Bolívar había salido de Lima el 4 de septiembre, entrando al país por Guayaquil,


donde fue recibido triunfalmente. El 16 de diciembre llegaba a Maracaibo, y el último
día del año 1826 arribaba a Puerto Cabello, ciudad que se mantenía fiel a la unión,
gracias a la defensa de la armada. Un día antes de llegar, el Libertador escribió a
Santander a bordo del buque que lo transportaba:

“Desde que recibí la noticia del movimiento de Puerto Cabello no he


titubeado ya en el partido que debía tomar […] “La Ceres” y el escuadrón
de granaderos deben de estar ya en el mar, y si no, repita Vd. la orden para
que vaya a Puerto Cabello, que yo haré otro tanto desde Maracaibo.”714

Esta carta apenas es una muestra de la movilización militar que el Libertador


llevó consigo a Venezuela a finales de 1826. Al revisar las Memorias del General
O´Leary, la correspondencia de varios de los líderes militares del país nos muestra
grandes movimientos de la escuadra, que parecen destinados a asegurar los principales
puertos de Venezuela contra los partidarios de Páez. Bolívar llegaba en tono
conciliador, pero de ninguna manera solo, o desarmado. Por el contrario, varias
unidades fueron transportadas por mar desde los departamentos del Magdalena y Zulia
hacia Puerto Cabello. Por otra parte, Bolívar decretó el 1º de enero el nombramiento de

713
Machado Guzmán, Gustavo. Historia Gráfica de la Guerra de Independencia de Venezuela, pp. 284 –
285
714
Carta al General Francisco de Paula Santander. A bordo del Estimbot, 15 de diciembre de 1826.
Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II, p. 509
375
Páez como Jefe Superior de Venezuela, dotándolo con la autoridad civil y militar.715
Fue esta combinación de disuasión mediante la fuerza, y de diplomacia, la que permitió
que Bolívar y Páez se encontrasen pacíficamente en las afueras de Valencia el 4 de
enero, y que seis días más tarde entrasen juntos a Caracas; solucionando en apariencia la
crisis.

Haciendo un análisis estratégico de la situación, nos damos cuenta de la


importancia que tuvo la resuelta defensa de Puerto Cabello por parte del CN. Boguier y
de la armada. Puerto Cabello era el puerto más cercano a Valencia, el centro de la
rebelión de Páez. En caso de que el conflicto hubiese escalado, un ejército leal habría
podido desembarcar en Puerto Cabello, caer sobre Valencia y a continuación avanzar
sobre los llanos, posible zona de repliegue de Páez, para así aplastar a los rebeldes; o
sobre Caracas, para consolidar de manera simbólica la restitución del orden en el
Departamento. Enviar en una larga marcha a través de los Andes, los Llanos o las
provincias de Barquisimeto y Coro a una fuerza leal habría sido muy lento, además de
riesgoso y caro; es decir, nada práctico. Es posible entonces que tales cálculos pasasen
por la mente de Páez, y por eso buscase someter Puerto Cabello por la fuerza, ganando
así la mejor fortaleza y base naval de Venezuela, y negándosela al Gobierno central. Al
ganar el control de Puerto Cabello, y quizá de otros puertos, Páez alejaría o retardaría la
reacción gubernamental, ganando tiempo para consolidar su posición, e incluso
establecer contacto con otros países y legitimar ante ellos la secesión.

Relacionado con lo anterior, basta observar un mapa de la República de


Colombia para 1826, recordar que en el territorio prácticamente no existían caminos de
calidad y considerar la lentitud de un viaje por tierra en comparación con un viaje por
mar con las tecnologías de aquella época, para concluir que sin el apoyo de una
escuadra para mover fuerzas rápidamente de unas regiones a otras, no podía pensarse en
mantener unida a la República contra una rebelión como La Cosiata o similares que se
suscitasen.

715
Machado Guzmán, Gustavo. Ob. Cit., p. 285

376
2) Patrullaje marítimo y las últimas guerrillas realistas

La contundente derrota de los realistas en la Batalla de Carabobo, no fue sin


embargo el final de sus fuerzas en los territorios de la actual Venezuela. A partir de
agosto de 1821 emplearon Puerto Cabello como centro de coordinación de los planes
para la resistencia y contraataque, apoyados desde Cuba y Puerto Rico, las últimas
posiciones de España en el Caribe. Justamente desde Puerto Cabello se lanzó la
ofensiva que condujo a la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.716

La derrota en Maracaibo tampoco llevó a los realistas a asumir el fin de su


causa, conservando más bien esperanzas en base a su escuadra estacionada en Cuba, la
cual seguía prácticamente intacta.717 Justamente, basados en la capacidad de esa
escuadra comandada por el almirante Laborde, los realistas – tanto de Cuba como de
Venezuela – planearon la reconquista de Tierra Firme y llevaron a cabo acciones con tal
fin entre 1826 y 1829. Parte crucial de estos planes era la organización de guerrillas en
el territorio del Departamento de Venezuela, y sumar a dicho esfuerzo a todos aquellos
sectores que por diversas razones se sintieran descontentos con el régimen
republicano.718

Justamente, la aguda crisis política y económica en la cual entró la República de


Colombia a partir de 1826 brindó a los realistas la oportunidad de intentar la
reconquista.719 En primer lugar, la Corona española había mantenido un cercano
monitoreo de la situación dentro de la República, gracias al trabajo de agentes
infiltrados en el propio territorio, así como de particulares que seguían siendo fieles en
secreto al Rey. A partir de esta información suministrada, los españoles pudieron
mantener una firme política de no reconocimiento de la independencia que ya había
ganado Colombia, así como de aliento y apoyo a cualquier resistencia armada que se
formase dentro de territorio colombiano contra el Gobierno republicano y a favor de
España.720 El eficaz espionaje español también enteró a las autoridades de Cuba y
Puerto Rico sobre los planes colombianos para expulsar al imperio de ambas islas, por

716
Berrueta, Jorge y Arismendi, Álvaro. La fiel guerrilla del rey. El accionar guerrillero en la Provincia
de Caracas como factor determinante en los planes de reconquista española (1821 – 1831), p. 19
717
Ibídem, pp. 32 - 33
718
Ibídem, p. 60
719
Ibídem, p. 61
720
Ibídem, p. 65
377
lo que el fomento de la resistencia en territorio colombiano también tuvo la función
defensiva de impedir, o al menos retrasar el ataque colombiano sobre las Antillas
Españolas.721

En este contexto, José Domingo Díaz alentaba a la Corona a enviar una


expedición militar a Venezuela, o al menos a algunos jefes para liderar a la resistencia
realista. A finales de 1826 llegó a La Guaira el Teniente Coronel José Antonio de
Arizábalo y Orobio, quien había vivido en Venezuela desde niño, había combatido en la
guerra y había sido comandante del Castillo de San Carlos en mayo de 1823, cuando
forzó el paso la escuadra del general Padilla. Arizábalo se había acogido a la
capitulación firmada por el general Morales en agosto de 1823 y juró no volver a
empuñar las armas contra la República. En enero de 1827 coincidió en Caracas con
Bolívar, con quien se entrevistó. El Libertador Presidente le ofreció el grado de coronel
y el mando de la artillería en Caracas, y Arizábalo pidió seis meses para pensarlo, tras lo
cual desapareció. En realidad estaba reuniendo fuerzas y poniéndose en contacto con
jefes guerrilleros como Juan Centeno, Doroteo Herrera, Inocencio Rodríguez y José
Cisneros; negándose éste último a reconocer su autoridad. Tras estas acciones,
Arizábalo envió mensajes a Puerto Rico, solicitando que el Capitán General, Miguel de
La Torre lo nombrase jefe militar de las fuerzas españolas en Costa Firme y le enviase
armas. Arizábalo recibió tal nombramiento el 27 de octubre de 1827, y más tarde se
acercarían a la costa buques cargados con armas para sus tropas. 722 Arizábalo pretendía
conformar nuevas fuerzas guerrilleras, y luego unirlas con las ya existentes para
recomponer las fuerzas regulares españolas en Venezuela.723

Con más de 1.500 hombres comenzaron las operaciones de Arizábalo, que en


ese primer momento fueron de poca importancia. Luego de organizar sus fuerzas,
colocó a Centeno, Rodríguez y Herrera como sus comandantes. En la población de
Lezama proclamó restaurada la autoridad del Rey de España, e hizo bendecir la bandera
española. Continuó sus ataques y trató de acercarse al litoral de Barlovento, tomando el
pueblo de Río Chico. Sería en esta zona donde recibiría el apoyo que traían los buques
de la Real Armada Española. Arizábalo no logró establecer contacto con la escuadra
española, quedó acorralado y su estrategia fracasó, lo que le llevó a capitular ante el
721
Ibídem, p. 66
722
Machado Guzmán, Gustavo. Ob. Cit., pp. 286 – 287
723
Berrueta, Jorge y Arismendi, Álvaro. Ob. Cit., pp. 84 – 85
378
Teniente Coronel Lorenzo Bustillos en las montañas de Tamanaco. Le acompañaban
Centeno y Herrera.724 Fue el fin de las guerrillas de Arizábalo, sólo quedaría el más
radical Cisneros en los Valles del Tuy, quien no sería neutralizado hasta ya disuelta
Colombia, más allá de 1830, gracias a las acciones del general José Antonio Páez.

Debemos ampliar ahora nuestra mirada para contextualizar y valorar


adecuadamente esta peligrosa situación que se cernió sobre la República a finales de
1827 e inicios de 1828. El 23 de diciembre de 1827 Laborde zarpó de Puerto Rico con
el navío Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín Hércules, poniendo rumbo a costas
venezolanas. Buscaban al navío Congreso Mexicano, ex Asia, que había desertado de la
expedición del Capitán de Navío Roque Guruceta en 1825 y se había entregado al
Gobierno mexicano en Acapulco. Correctamente informado, Laborde sabía que el
Congreso Mexicano ya estaba en aguas del Primer Departamento de Marina. En enero y
febrero de 1828 la escuadra de Laborde ya se deja ver patrullando entre Pampatar, el
Cabo Codera, Río Chico, Cumaná y La Guaira.

El 9 de enero Páez escribe a Bolívar avisando que Laborde fue visto cerca del
Cabo Codera:

“Los representantes [del Departamento de Venezuela para la Gran


Convención Nacional en Ocaña] tal vez no podrán ir a Cartagena porque
se han avistado frente a Cabo Codera dos fragatas y un bergantín de
guerra españoles, que tal vez serán parte de la escuadra de Laborde, y
tendrán que ir por tierra si aquellos no se retiran pronto. No temo la
invasión de los españoles; tengo ahora muy cerca de dos mil hombres en
persecución de Cisneros; este faccioso va destruido, y usaré de esa fuerza y
de cuanta más pueda reunir para defender con entusiasmo y con gloria el
país más digno de su libertad.”725

El 28 de enero tres buques enviados por Laborde se presentaron frente a La


Guaira, con oferta de canje de 50 marineros colombianos que llevaban a bordo como

724
Machado Guzmán, Ob. Cit., p. 287
725
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Valencia, 9 de enero de 1828.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 119
379
prisioneros. Los mismos procedían en su mayoría de la goleta corsario Zulme, apresada
anteriormente por los españoles. El intercambio se ejecutó sin inconvenientes726 y para
el 2 de febrero Laborde salía de aguas venezolanas, tras cazar sin éxito al Congreso
Mexicano y sin haber abastecido a Arizábalo.

Lo primero que debemos destacar de estos hechos es su ubicación en la línea del


tiempo. Las guerrillas realistas intensifican su actividad aprovechando la aguda crisis en
la cual entró la República a mediados de 1826. Esta crisis afectó decisivamente a la
armada a partir de 1827, y es el momento que Laborde aprovechó para regresar a las
costas colombianas; pues además dicho jefe venía reforzando su escuadra desde 1825
debido a la amenaza de un ataque colombiano sobre Cuba y Puerto Rico. El
debilitamiento de la armada abrió paso para una nueva y peligrosa amenaza que pudo
haber causado mucho daño a la República.

Si Arizábalo no encontró más zonas, aparte de Barlovento, que pudiesen servirle


como “ventanas al mar”, a través de las cuales pudiese establecer contacto con Cuba y
Puerto Rico, fue gracias a la red de puertos, apostaderos y fortalezas bajo control de la
armada colombiana. De hecho, el litoral barloventeño era una zona sin mucha presencia
de la escuadra, y peligrosamente cercana a Caracas. No es casual entonces que
Arizábalo buscase justamente por esa zona su contacto con el mar. Por otra parte, fue el
declive de la armada colombiana el que le permitió a Laborde regresar a aguas
colombianas. Si Laborde no se quedó más tiempo cazando al Congreso Mexicano o
buscando abastecer a Arizábalo, fue porque sabía que la escuadra colombiana aún podía
darle una desagradable respuesta.

Más que observar solamente esta situación de peligro entre 1827 y 1828,
debemos mirar que nada parecido ocurre entre 1824 y 1826, cuando la armada
colombiana estaba en auge. Es evidente que no es casual lo que señalamos. Este análisis
nos conduce entonces a tomar conciencia del rol cumplido por la armada para prevenir y
sofocar amenazas de origen interno en la República de Colombia.

726
“Escuadra Española”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de marzo de 1828. N° 335, pp. 3 - 4

380
g) Operaciones navales durante la guerra con Perú, 1828 – 1830

Entre 1828 y 1829, Perú y Colombia fueron a la guerra. Éste fue el primer
conflicto armado que estallaba entre Estados surgidos del ex imperio español, y el
segundo que se producía entre los nuevos países independientes de América, pues entre
1825 y 1828 se había desarrollado la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la
Plata y el Imperio del Brasil. La Guerra Colombo-Peruana de 1828 – 1829, o “Guerra
Gran Colombia – Perú”, como también se le ha llamado actualmente para diferenciarla
del conflicto entre Colombia y Perú de 1932 – 1933; significó un enorme desafío
político, militar y financiero para la República de Colombia.

En efecto, Colombia se hallaba en plena crisis política tras el fracaso de la


Convención de Ocaña, el inicio de la dictadura de Bolívar y el intento de asesinato a su
persona el 25 de septiembre de 1828. Aunado a eso, la República estaba en quiebra, en
Venezuela el movimiento separatista volvía a cobrar auge, la escuadra había sido
prácticamente disuelta a finales de 1826, y el ejército había sido reducido y
desmovilizado en buena parte.

No es propósito de este trabajo profundizar en las causas de la guerra colombo-


peruana de 1828 – 1829; baste decir que la invasión peruana a Bolivia en 1828 fue un
antecedente directo de la misma. Otras causas fueron los sentimientos anti bolivarianos
de los generales peruanos José de La Mar y Agustín Gamarra, que llegaron a ser
protagonistas de la contienda, la expulsión del Perú del ministro colombiano Armero, y
las disputas limítrofes entre ambos países. El anti bolivarianismo se había extendido en
Perú desde la partida del Libertador en 1826, llevando al nuevo gobierno de ese país a
tomar posturas muy reservadas en el Congreso Anfictiónico de Panamá ese mismo año,
y luego a mostrar con claridad sus pretensiones de reincorporar los territorios del Alto
Perú – ahora Bolivia – y Guayaquil, a los cuales podía aspirar bajo ciertas razones
históricas. La invasión peruana a Bolivia, que culminó con los tratados de Píquiza y la
salida del poder del Mariscal Antonio José de Sucre ofendieron en extremo a Bolívar727,
lo que lo llevó a publicar una proclama el 3 de julio que prácticamente era una
declaración de guerra:

727
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV),
pp. 134 – 135
381
“Simón Bolívar, Libertador, Presidente de la República de Colombia,
Etc., Etc., Etc.,

Ciudadanos y Soldados! La perfidia del Gobierno del Perú ha pasado


todos los límites y hollado todos los derechos de sus vecinos de Bolivia y de
Colombia. Después de mil ultrajes, sufridos con una paciencia heroica, nos
hemos visto al fin obligados a repeler la injusticia con la fuerza.

Las tropas peruanas se han introducido en el corazón de Bolivia, sin


previa declaración de guerra y sin causa para ella. Tan abominable
conducta nos dice lo que debemos esperar de un Gobierno que no conoce
ni las leyes de las Naciones, ni las de la gratitud, ni siquiera el miramiento
que se debe a pueblos amigos y hermanos. Referiros al catálogo de los
crímenes del Gobierno del Perú, sería demasiado, y vuestro sufrimiento no
podría escucharlo sin un horrible grito de venganza; pero yo no quiero
excitar vuestra indignación ni avivar nuestras dolorosas heridas. Os
convido solamente a alarmaros contra esos miserables que ya han violado
el suelo de nuestra hija, y que intentan aun profanar el seno de la madre
los héroes.

Armaos colombianos del sur. Volad a las fronteras del Perú y


esperad allí la hora de la vindicta. Mi presencia entre vosotros será la
señal del combate.

Bogotá, a 3 de Julio de 1828.

Bolívar”728

Si bien el coronel O´Leary fue enviado en misión diplomática a Guayaquil para


zarpar al Perú, encontró la ciudad en alerta ante la presencia en Punta Malpelo de la
corbeta peruana Libertad, la cual estaba efectuando bloqueo del puerto. La Libertad
cruzaba frente a la Isla del Muerto, deteniendo y revisando por la fuerza a todos los
mercantes que entraban o salían del puerto.729

“Comandancia del Apostadero. Guayaquil agosto 1° de 1828. Al


señor General Jefe Superior del Sur Juan José Flores.

Señor General

728
Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 334 -335
729
Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., p. 145
382
Tengo el honor de informar a V.S. que hace algunos días la corbeta
de guerra del Perú nombrada la Libertad tiene establecido su crucero
sobre la isla del Muerto, y aunque no tengo noticia todavía de que haya
entrado a las aguas del departamento, sin embargo cruza sobre ellas,
interceptando a cañonazos todos los buques que entran en este río, bien
sean nacionales o extranjeros, sometiéndolos a ser visitados y registrados
por los oficiales de dicha corbeta. Puede V.S. concebir cuanto influye sobre
el reposo y la prosperidad del departamento una amenaza de esta
naturaleza, perjudicando hasta el último estreno el comercio nacional con
este bloqueo disimulado, que nada diría sino se hubiesen interrumpido las
amigables relaciones entre el Perú y Colombia; pero que en el día no
puede mirarse sino por una hostilidad anticipada. Al poner en
conocimiento de V.S. esta novedad, espero se sirva darme las ordenes que
tenga por conveniente a fin de calmar los recelos que cause en este
comercio el mencionado buque.

Dios guarde a V.S. – Juan Illingrot.”730

Ya no había lugar para negociación… Este bloqueo no declarado a Guayaquil era


un grave atentado a la economía nacional, además de una violación a la soberanía de la
República, por lo que el conflicto se hacía inevitable.731

Como se había evidenciado en la Campaña Libertadora del Perú de 1823 – 1826,


no podía librarse una guerra a larga distancia en la costa pacífica sudamericana sin
contar con una flota adecuada. El movimiento inicial peruano indicaba que el enemigo
daría sus primeros golpes por mar, y en ese sentido Colombia estaba en grave
desventaja. La escuadra colombiana tenía la mayor parte de sus unidades en el Caribe,
alertas ante la amenaza de una invasión española. Esta situación, añadida a la estrechez
financiera que atravesaba el país, retrasaría dramáticamente el envío de una división
naval al Pacífico que pudiese defender adecuadamente Guayaquil y otros puertos de la
República en esa costa. Por lo tanto, la Escuadra Colombiana del Pacífico, totalmente
inferior en número y poder de fuego a la peruana, debió encarar sola el conflicto.732

730
“Combate Naval”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de octubre de 1828. N° 378, p. 3
731
Vargas Molina, José Gabriel. Historia Resumida de la Armada del Ecuador, p. 77
732
Jiménez Rattia, Eladio. Guerra Gran Colombia – Perú, 1828 – 1829. Impacto de las campañas
navales desarrolladas durante el conflicto, p. 130
383
De esa escuadra, conformada por la corbeta Pichincha, los bergantines
Chimborazo y Vicente, las goletas Alcance, Pichincha y Guayaquileña, y algunos
cañoneros para defender el puerto de Guayaquil; sólo la Guayaquileña estaba en
condiciones óptimas para el conflicto que se avecinaba.733 Recordemos que la pasada
campaña peruana había desgastado mucho a la Escuadra del Pacífico.

1) Inicio de la guerra y el Combate de Punta Malpelo

El 13 de junio, cuando la crisis hacía inminente el estallido del conflicto, el


general Juan José Flores escribió al Libertador manifestándole que era necesaria la
presencia de una de las grandes fragatas del país en el Pacífico; y que sin ella, se
complicarían mucho las acciones militares por venir. Siete días después comenzó la
guerra, y el 24 de junio dio inicio la dictadura de Bolívar, lo cual profundizaría aún más
la crisis interna del país.

El 10 de agosto el general Juan José Flores ordenó al Comandante del


Apostadero de Guayaquil que armara las fuerzas necesarias para desalojar a la Libertad
de la zona.

“Al señor General Comandante del Apostadero de Guayaquil

Impuesto de la nota de VS. fecha 1º del presente, relativa al crucero


establecido en la embocadura de ese rio, por la corbeta del Estado del
Perú nombrada la Libertad, prevengo a VS. que sin pérdida de tiempo se
armen las fuerzas disponibles en ese Apostadero, y poniéndolas al mando
del señor Coronel Tomas O. Wright, dará la vela con las instrucciones que
VS. deba expedir a este Jefe, arregladas al tenor de las que tengo dadas a
VS. para éste e iguales casos en que pueden comprometerse las
hostilidades. Aunque el objeto esencial de la comisión que se encargue al
Coronel Wright, sea el pedir al Comandante de la corbeta Libertad una
explicación sobre las miras con que ocupa la entrada de ese puerto,
mediando tantos motivos de recelo de parte del Gobierno de Colombia,
debe nuestra fuerza marítima estar preparada a defender a todo trance el
honor del pabellón y rechazar cualquiera agresión.

733
Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 71 – 72
384
Dios etc. – Cuartel General en Cuenca, a 10 de Agosto de 1828

J.J. Flores”734

La maniobra estratégica diseñada por el Capitán de Navío John Illingworth y


aprobada por Flores consistía en capturar a la corbeta Libertad. Para ello era necesario
atacarla por sorpresa, empleando a la corbeta Pichincha y a la goleta Guayaquileña. Una
vez capturada la Libertad, sería incorporada a la escuadra y con su apoyo podría
enfrentarse al resto de la flota peruana o proceder a la caza y captura de más unidades
enemigas por separado. Estos recursos, unidos a los ataques que harían los mercantes con
patente de corso, podrían nivelar la situación a favor de la armada colombiana,
negándoles a los peruanos el uso de las rutas marítimas de invasión y abastecimiento
hacia el sur de la República.735 Específicamente sobre el corso, el 22 de agosto Flores
escribió a Bolívar solicitándole patentes de corso para ser expedidas en Guayaquil. En la
misma comunicación, Flores informó que como medida complementaria, Illingworth
estaba negociando con los chilenos la compra de la fragata Independencia, para que se
uniera a la escuadra y hostigara la costa peruana, evitando el bloqueo de Guayaquil que
seguramente emprendería la escuadra peruana.

El 31 de agosto de 1828 se produjo el Combate de Punta Malpelo, cerca de


Guayaquil. En este enfrentamiento naval, se decidiría buena parte del curso de la guerra.
La Guayaquileña y la Pichincha salieron al encuentro de la Libertad, de acuerdo al plan
de Illingworth. Sin embargo, la nave peruana resistió el ataque, retirándose la Pichincha
y dejando sola a la Guayaquileña, que terminó con graves daños y por poco no fue
capturada. El historiador y oficial naval peruano Jorge Ortiz Sotelo comenta que del
lado peruano se registraron cinco infantes de marina y tres marineros muertos, además
del Alférez de Fragata Pedro Williamson. Se contaron también 34 heridos y/o
quemados, entre ellos el propio comandante de la corbeta Libertad, Capitán Carlos
García del Póstigo. Respecto a las bajas colombianas, Ortiz Sotelo dice que sumaron 24
muertos y 36 heridos, mientras que los daños en la Guayaquileña fueron un ancla rota,

734
Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 362 – 363
735
Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 81
385
estais, burdas y buena parte de la jarcia, bauprés dañado, sebadera pasada a bala y otras
averías.736

Por su parte, el almirante venezolano Eladio Jiménez Rattia relata que las naves
se avistaron en medio de una espesa neblina. Ya al alcance de los cañones, comenzó el
combate, pero la Pichincha abandonó la escena, quedando la Guayaquileña abarloada a
la Libertad. La tripulación de la corbeta peruana trató de abordar a la goleta colombiana,
defendiéndose los colombianos ferozmente con fuego cerrado de fusilería y lanzando
objetos incendiarios a la nave enemiga, con lo que consiguieron repeler el ataque. La
Guayaquileña logró zafarse de la Libertad y regresar a su puerto base. La acción duró
cerca de una hora, y resultó herido el comandante de la Libertad, tomando su lugar el
Teniente Segundo Juan José Panizo. La Guayaquileña cerró la acción con 24 muertos y
37 heridos, mientras que la Libertad registró 15 muertos y 28 heridos.737 Más allá de lo
dicho por estos dos respetables autores, contamos con una narración de primera mano
del combate:

“República de Colombia. Comandancia de Marina del Apostadero


de Guayaquil a 3 de septiembre de 1828. Al señor General Comandante
General del Sur Juan José Flores.

Señor General

Habiendo dado parte a V.S. en una nota fecha 1° pasado, del crucero
que tenía establecido sobre la isla del Muerto, la corbeta peruana
nombrada la Libertad, y que registraba escrupulosamente a cuantos
buques nacionales y extranjeros entrasen o saliesen de este puerto, tuvo
V.S. a bien disponer se pidiese una explicación al comandante de dicho
bajel peruano, sobre los motivos que le inducían a continuar en aquel
punto, observando una conducta amenazadora y hostil al comercio de la
República. En su consecuencia dio a la vela el capitán de navío Tomás
Carlos Wright en la goleta Guayaquileña, el día 27 del mes próximo
pasado acompañado de la corbeta Pichincha, y habiéndose avistado con la
dicha corbeta peruana sobre la boca de Tumbes el día 31 del mismo, se
acercó a tiro de cañón, con la intención de comunicar el objeto de su
comisión al comandante de la Libertad, cuando observando que el buque

736
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 77 – 78
737
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 70

386
peruano se preparaba a hacer fuego a la Guayaquileña, estrechó la
distancia a hablarle con la bocina, y habiéndole dado a entender que la
comisión que se le había encargado era la de averiguar las intenciones con
que dicha corbeta sostenía un bloqueo disimulado, visitando y registrando
a los buques de este comercio; la contestación fue una descarga de la
banda de estribor. Semejante atentado obligó al comandante Wright a salir
de los límites de sus instrucciones, en las cuales no se había previsto, como
del todo probable semejante acontecimiento. Los detalles del combate que
tuvo lugar constan del parte dado a esta comandancia por el coronel
Wright, de cuyo documento tengo la honra de acompañar a V.S. una copia.
La corbeta Pichincha que acompañó a la Guayaquileña debía seguir
después de concluida la comisión del coronel Wright el destino que antes
tuve el honor de indicar a V.S. no cooperó a la defensa del pabellón, como
debió luego que vio comprometida la Guayaquileña los motivos que hayan
ocasionado esta falta no pueden saberse con exactitud sino por medio de la
averiguación que he mandado formar sobre el particular y de que daré
cuenta a V.S.

Dios guarde a V.S. Juan Illingrot.”738

“República de Colombia. – Comandancia de la División Marítima.


Goleta de guerra Guayaquileña al ancla, al 12 de septiembre de 1828. –
Fondeada en frente de la Punta Centinela. – Al señor General Comandante
del Apostadero.

En cumplimiento de las últimas ordenes de V.S. del 28 del pasado


relativas a la salida de la goleta Guayaquileña y corbeta Pichincha, con el
objeto de pedir una explicación al comandante de la corbeta de guerra
peruana nombrada la Libertad, que se hallaba cruzando entre la costa de
Tumbes y la isla del Muerto, salí exactamente el 29 como se me previno, y
en la madrugada de ayer avisté dicha corbeta, que se hallaba fondeada
frente a la punta de Mal Pelo; a más de 10 o 12 millas de distancia, tuvo
aquel baje tiempo sobrado para hacerse a la vela, como lo verificó mucho
antes que pudiéramos acercarnos: así que principió a soplar una brisa,
hice señal a la Pichincha para que pasase a mi voz, y entonces ordené
verbalmente a su comandante siguiera muy cerca mis movimientos, para
que unida la fuerza entrar luego en comunicación con la corbeta. A las dos
de la tarde viendo que la Pichincha no podía reunírseme por su mal andar,
determiné acercarme a ella solo con esta goleta, bajo el supuesto de que la

738
“Combate Naval”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 16 de octubre de 1828. N° 378, pp. 3 - 4

387
Pichincha fácilmente y en corto tiempo podía tomar la posición que se le
había señalado en caso de un choque.

Observando que la corbeta peruana estaba preparada para el


combate, y no teniendo otro medio más pronto para ponerme en
inteligencia con ella, que acercarme a la voz, lo verifiqué así, poniéndome
por su aleta de barlovento, a distancia de medio tiro de pistola como lo
ejecuté; y entonces le dirigí mi palabra exigiendo la causa porque se
hallaba en un bloqueo disimulado cruzando sobre la boca de este río; a lo
que se me contestó con frivolidades, y por último rompiendo el fuego que
fue bien contestado por nuestra parte, en cinco minutos estaban ya los dos
bajeles amarrados, pero cuidé siempre el verificar esta maniobra de
dejarle el lugar necesario para la mura de proa de barlovento a que
atacase por allí nuestra corbeta Pichincha; desgraciadamente cesó en
parte el viento, y ese bajel no llega hasta media hora después, en todo este
tiempo sostuve un fuego vivo de metralla y fusilería. A la segunda
descarga, viéndome en la posición citada, intenté abordarla, pero cuando
di la voz al efecto, observé un incendio por la proa, y poniendo mi primera
atención en apagarlo, lo logré en pocos minutos. Al fin cuando la
Pichincha se me acercó ordené a su comandante atacar inmediatamente
por el lugar que se le había prevenido; más no lo hizo así, y de
consiguiente no entró en acción, siendo esta la causa, en mi concepto, de
no haber aprisionado la corbeta peruana, de la que desde un principio su
tripulación fue casi en el todo destrozada por este buque, en términos que a
fines del combate se hallaba su cubierta abandonada desde el palo mayor
hasta la popa, sin tener siquiera un timonel, cuestión que habría sido
aprovechada por mí, si como dije antes, no me hubiera encontrado sin
gente casi. En estas circunstancias logró el buque peruano cortar las
espías con que estábamos amarrados y nos separamos mutuamente y
reparar nuestras averías, las que de mi parte constan de una ancla partida,
estais, burdas y casi toda la jarcia pendiente forzada, bauprés y cebadera
pasados de bala, y en fin otras mil averías que sería demasiado relatarlas.
Aunque la Pichincha no ha tomado su parte correspondiente en la acción,
de ningún modo puede acusarse a su comandante de deseos de evitarlo,
porque es un oficial de bastante valor, de lo cual tengo sobradas pruebas
antes de ahora: su buque acercándose a la Guayaquileña cuando
estábamos en la acción, fue tomado por abante, más por casualidad que de
intento del que lo mandaba, y la única cosa de que es culpable este oficial,
es la entera falta de disposición y de no haber obrado con actividad.

Pasaré con un inmenso dolor de mi corazón a poner en el


cumplimiento de V.S. las pérdidas personales que ha sufrido este bajel; 24
muertos y 36 heridos: entre los primeros se cuenta al valiente alférez de
navío Juan González, un cabo y 6 soldados de la guarnición, con 17
388
marineros; y entre los segundos el comandante de esta goleta teniente de
navío Claudio Johnston y el alférez de inf. José M. Urbina, 3 cabos, 9
soldados de la guarnición, con 22 marineros y el teniente de fragata Juan
Unsworth contuso. Aunque no he logrado vengar la atroz agresión
cometida por la corbeta, capturándola por la falta de nuestra corbeta
Pichincha, sería una negligencia imperdonable en mí, sino recomendara a
V.S. muy particularmente, para el conocimiento del supremo gobierno, la
heroica conducta de estos bravos oficiales, que tengo el sentimiento de
verlos heridos y contusos: la intrepidez del subteniente Juan Vergara
comandante de la guarnición de este bajel, es muy recomendable, y
últimamente los esfuerzos extraordinarios que han tenido que hacerlos
todos mis oficiales para sostener un combate tan desigual el timbre de las
armas colombianas con una tripulación tan modesta y en un buque tan
pequeño respecto al peruano, son dignos de no olvidarse. La tropa ha
cumplido con su deber y son acreedores a todo elogio; pues si la
tripulación hubiera sido tan veterana y entusiasta como ella, habría sin
duda caído la corbeta peruana en nuestras manos, pero ya que esto por
una desgracia no ha sucedido, puedo asegurarle a V.S. que la marina del
Perú ha recibido una lección escarmentadora de la del sur de Colombia.
Así que me vi separado de la acción, hice señales sucesivamente a la
Pichincha, para que pasase a la voz, para que se me acercase, y
últimamente para que siguiera mis movimientos, todos con la intención de
que si se me acercaba, atacar con ella segunda vez, pues ni la escena de
mortandad, ni las muchas averías que sufrió este buque, podían haberme
contenido, si la Pichincha hubiera observado mis señales.

Últimamente tuve a bien dirigirme a este puerto, haciendo antes la


señal correspondiente a la corbeta Pichincha para que me siguiese: como
dicho baje está ya a nuestra vista, sin aguardar a que se reúna en este
punto, procederé con la próxima creciente, hasta Guayaquil, por exigirlo
así imperiosamente la humanidad, que se resiste de la permanencia de
tanto mal herido en esta goleta.

Me veo en el caso de no poner en el conocimiento del señor General


Jefe Superior del Sur este detalle, por no tener otro oficial disponible, que
el que tendrá la honra de poner en manos de V.S. este parte; debiendo V.S.
estar persuadido, que si se rompieron las hostilidades antes de poder abrir
una conferencia con el comandante del bajel peruano, ninguna culpa puede
atribuírseme, porque el precipitado fuego empezando por dicho buque, no
dio lugar a otras razones que a las del cañón.

389
Soy de V.S. con perfecta consideración su muy atento y obediente
servidor, Tomás C. Wright.”739

La exposición de Wright es bastante completa, aunque lógicamente también


justificatoria. Sin embargo, no deja de ser resaltante que aun contando con clara ventaja,
la Libertad no pudo capturar o liquidar a la Guayaquileña. Ciertamente el Combate de
Punta Malpelo fue una derrota estratégica para la Escuadra Colombiana del Pacífico, ya
que no pudo desalojar o capturar a la corbeta peruana, quedando además debilitada por
la deserción de la Pichincha y los daños a la Guayaquileña. Pero a pesar de eso, el
combate tuvo un cierto sabor de victoria para Colombia y de derrota para Perú. Sin
embargo, la situación no era para alegrarse; la Escuadra Colombiana del Pacífico
prácticamente había quedado sin ninguna capacidad para defender la costa, la Libertad
no había sido neutralizada, y era previsible que el resto de la escuadra peruana llegara a
bloquear el puerto de Guayaquil.

Estas noticias fueron pronto conocidas en la capital de la República. El 7 de


octubre el Libertador escribió al general Páez trasmitiéndole las órdenes impartidas por
el general Montilla. En las mismas, se recomendaba la designación del general Renato
Beluche, como comandante de una expedición naval al Pacífico.740

Más tarde, el 9 de octubre ocurrió el motín de la corbeta Pichincha. La nave se


encontraba en ruta a la isla de Taboga (cerca del Istmo) transportando a un batallón,
cuando su tripulación – mayormente extranjera – se rebeló contra su comandante y
contra el gobierno de Bolívar, pronunciándose por “la gloriosa lucha que emprende el
Perú por la felicidad de una Nación, ilustre, magnánima y guerrera cual es Colombia”.
Los sublevados decidieron entonces entregar la corbeta al gobierno peruano en el puerto
de Paita, al norte de ese país; a donde arribaron el 6 de noviembre.741 De esta manera,
con la Guayaquileña dañada y la Pichincha desertora, la Escuadra Colombiana del Sur
había prácticamente dejado de existir, lo que ponía en grave peligro todo el litoral de la
República sobre el Océano Pacífico, desde el río Guayas hasta el Istmo.

739
Ídem
740
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 79
741
Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 81 y Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 78

390
2) El bloqueo de Guayaquil

Tras el Combate de Punta Malpelo y la deserción de la Pichincha, llegó a


Guayaquil finalmente la escuadra peruana, comenzando el bloqueo del puerto. En ese
momento comienza lo que podríamos denominar una segunda fase de la guerra. Desde
el punto de vista del Gobierno y el alto mando militar de Colombia, van a ser dos las
prioridades: en tierra, enviar lo antes posible un ejército adecuado para defender
Guayaquil de un desembarco y adelantarse a la previsible invasión que desde la frontera
sur lleven a cabo los peruanos. Para esta acción, el Gobierno tropezará con
inconvenientes tales como la escasez de soldados y de dinero, y la rebelión del general
José María Córdoba. Todo esto ocasionará que el ejército despachado al sur sea muy
inferior en número al enviado por Perú, pero en compensación estará formado por
veteranos y dirigido por quien que quizá era el mejor general que la República podía
enviar: el Mariscal Antonio José de Sucre. Por otra parte, la acción principal a tomar en
el mar va a ser la preparación de una expedición naval que desde el Caribe navegue al
Pacífico, liquide a la escuadra peruana y libere Guayaquil del bloqueo. Esta expedición
demorará su zarpe durante más de un año, debido también a las limitaciones financieras
y a la casi disolución y desmovilización a que había sido sometida la flota en
consecuencia de los decretos de finales de 1826.

La escuadra peruana, como ya indicamos, continuó sus movimientos. Una


fragata, la ya mencionada corbeta Libertad y una goleta desembarcaron al general La
Mar y su ejército en Piura, y luego continuaron a bloquear Guayaquil. La casi absoluta
indefensión colombiana por mar permitió que los buques peruanos bloquearan
Guayaquil sin ser molestados, y puso de manifiesto la necesidad de enviar parte de la
flota del Atlántico-Caribe en auxilio de dicho puerto.742

El mes de octubre de 1828 fue testigo de varios combates y movimientos más en


la costa pacífica colombiana. El día 6 el general Flores le escribió a Bolívar
informándole de las complicaciones que el bloqueo de Guayaquil estaba causando en
todo el departamento, urgiéndole el envío de refuerzos.743 El 7, Bolívar ordenó a
Montilla y a Páez preparar una expedición naval para el Pacífico, compuesta por una de

742
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV),
p. 147
743
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., pp. 77 - 78
391
las grandes fragatas. La misma debía zarpar de Cartagena, prepararse en Puerto Cabello
y ser comandada por el general Renato Beluche.744 El 23, se produjo el desembarco en
El Muerto (cerca de Guayaquil), de un escuadrón de caballería colombiana enviado
desde Bolivia, burlando así el bloqueo peruano. El 28, el almirante peruano Jorge
Martín Guise desembarcó una pequeña fuerza de infantería en Manta, la cual saqueó la
localidad para abastecer a la fragata Presidente, su buque insignia.745

El 20 de noviembre Bolívar le ordena a Páez que despache una corbeta o


bergantín junto con la fragata Colombia al Pacífico, y que dicha fragata sea comandada
por el Capitán de Navío Walter Chitty.746 El 22 de noviembre la escuadra peruana,
conformada por la fragata Presidente, la corbeta Libertad, la goleta Peruviana y cinco
lanchas cañoneras se presentó frente a Guayaquil y demandó la rendición de la ciudad.
Al recibir una negativa, el almirante Guise inició el bombardeo.

El puerto de Guayaquil estaba defendido en su boca por una cadena que cerraba
el paso de extremo a extremo. Además, la ciudad contaba con varias baterías,
totalizando 9 cañones de 24 libras cada uno, mientras que las unidades navales restantes
se encontraban dentro de la dársena. Entre el 22 y el 24 de noviembre se sucedieron
varios duelos de artillería entre los buques peruanos y las defensas de la ciudad, que han
recibido el nombre global de Combate de Las Cruces. Estos enfrentamientos resultaron
en tablas, y el bloqueo de Guayaquil continuaría hasta la capitulación de la ciudad, el 20
de enero de 1829. La escuadra peruana permanecería en la ciudad hasta el 10 de julio
del mismo año, cuando se firmó el Armisticio de Piura, consolidado posteriormente por
el Tratado Gual-Larreal del 22 de septiembre de 1829.747

Pasemos ahora a detallar la serie de escaramuzas que forman el Combate de Las


Cruces. Ya desde el comienzo del bloqueo, la superioridad peruana en el teatro
marítimo de guerra se había tornado casi absoluta, sin que los mercantes armados en
corso por el Gobierno colombiano pudiesen hacer nada. Apegado entonces a la
estrategia del general La Mar, consistente en atraer al Perú a la ciudad de Guayaquil, el
almirante Guise decidió atenerse en principio a una cuidadosa política de respeto a la

744
Ibídem, p. 79
745
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 81
746
Carta al General Mariano Montilla. Chía, 20 de noviembre de 1828. Bolívar, Simón. Obras Completas
Vol. III, pp. 55 - 56
747
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 85
392
propiedad privada en la ciudad y tratar de ganar adeptos al Perú entre la población.748
Sin embargo, la empecinada resistencia de las baterías y batallones de infantería,
conduciría a Guise a un bombardeo bastante destructivo que terminaría enajenado a la
población guayaquileña de cualquier simpatía hacia el Perú. Desde la perspectiva
peruana, el historiador y oficial naval Jorge Ortiz Sotelo narra el Combate de Las
Cruces de la siguiente manera:

“[…] La Mar decidió llevar a cabo una operación combinada contra


Guayaquil, buscando apoyar a los partidarios peruanos y decidir así la
suerte de esta ciudad y con ello la guerra con la Gran Colombia. De ese
modo, y atendiendo el pedido hecho por el Vicealmirante, el Presidente
dispuso el envío de 70 soldados veteranos y 80 marineros para armar y
tripular embarcaciones para poder llevar a cabo un desembarco. Por su
parte, Guise artilló dos pequeñas goletas, la Esperanza con un cañón
giratorio de 12 libras y la otra era de la fragata y fue dotada con uno de 6
libras en colisa, a popa; asimismo, armó tres cañoneras, cada una con un
pedrero de 4 libras.”749

Nos presenta el plan peruano…

“La operación ofrecía numerosos riesgos, tanto por las propias defensas
del puerto como por las características del río Guayas. Los veinte pies y
medio que calaba la fragata Presidente hacían que su maniobrabilidad en
el río se viese limitada por el caudal de éste. A ello se venía a sumar el que
la ausencia de tropa de desembarco en la cantidad necesaria evitaba que
se pudiera asegurar una sección de la ribera, obligando a los buques a
replegarse durante los periodos de vaciante para evitar la acción de una
artillería enemiga con total libertad de movimiento durante esos momentos.
Pese a todo, la posibilidad de incitar una rebelión en tierra era altamente
prometedora y fue por tal razón que la escuadra levó sus anclas a las 4 de
la tarde del día 21 de noviembre, enfilando decididamente por la boca del
río hacia Guayaquil.

748
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., p. 82
749
Ídem

393
El bajo de Chupador, el primer obstáculo que debían sortear, fue pasado
hacia las 6 de la tarde, y tres horas después los buques fondearon en la
boca de Zono, al este de Matorrillo, quince millas aguas abajo de su
objetivo principal. Con el fin de hacer un reconocimiento final del puerto,
esa misma noche fue despachada una lancha que retornó al amanecer con
cuatro embarcaciones pequeñas que había logrado capturar. En una de
ellas iban dos oficiales colombianos que se dirigían a Naranjal,
apellidados Robles y Brown.

A las 2 de la tarde del día 22 se presentaron las condiciones adecuadas


para surcar el río hasta Guayaquil. En tal sentido, los buques levaron sus
anclas y comenzaron a navegar aguas arriba. La formación iba precedida
por las cañoneras, que tenían la misión de arriar la cadena que cerraba el
puerto; detrás venían la Presidente y la Libertad, que debían batirse con
las defensas y buques enemigos; y cerraba la marcha la Peruviana.339 Dos
horas y media más tarde, la formación avistó las primeras defensas
colombianas, basadas alrededor de una línea de balsas ancladas que
sostenía una cadena que, cruzando el río, le cerraba el paso. Dicha cadena
“estaba sobre la costa de Santay en un banco, fija en varias anclas, y sobre
la costa de Guayaquil fija en un cabrestante, y sostenida por el Castillo de
Cruces, fuerte de 9 piezas de 24, reforzadas, y con la construcción y
defensas más hermosas posibles; y detrás de la cadena se hallaban
formando una línea de batalla la goleta Guayaquileña con diez y seis
piezas de a 9, una goleta con un cañón de a 18 giratorio, y cuatro lanchas
cañoneras con cañones de a 24; poco más atrás -a la altura del astillero-
sostenía esta línea el bergantín Adela con 16 piezas de a 12.””750

Y el choque de ambas fuerzas…

“Como ya se ha indicado, las lanchas cañoneras tenía la misión de batir la


cadena, por lo que al llegar a la altura de Cruces formaron en línea, junto
con la goleta Peruviana, abrazando todo el ancho del río, mientras que la
fragata cubría dicha formación, junto con la corbeta, ubicada a “a medio
tiro de cañón a retaguardia”. El combate fue iniciado por algunos disparos
de la Guayaquileña, donde izaba su insignia el capitán de navío Tomás
Wright, cuando la avanzada peruana estaba a medio tiro de cañón, siendo
seguida por el resto de la línea colombiana mientras que por el lado
peruano solo respondían las cañoneras.

750
Ibídem, pp. 82 - 83

394
El fuego colombiano no logró su objetivo de detener el avance de las
cañoneras peruanas, que alcanzaron las balsas que sostenían la cadena e
iniciaron la maniobra para arriarla. Fue entonces que el castillo de Cruces
rompió sus fuegos sobre la fragata y las lanchas nacionales, siendo
contestado esporádicamente por la Presidente. Sin embargo, la situación se
tornó crítica para las lanchas, ya que estaban siendo diezmadas por el
fuego combinado de la batería terrestre y de las naves colombianas. Fue en
esas circunstancia que Guise decidió embestir la cadena con su propio
buque. Dando órdenes precisas, el Almirante acalló los fuegos de la
Presidente, largó toda la vela y preparó el ancla para ser utilizada en
forma inmediata, pues la corta distancia que separaba a la línea enemiga
de las cadenas iba a requerir detener a su fragata en forma bastante
brusca. Fue así que la Presidente enfiló directamente contra la línea de
balsas, y a pesar del intenso fuego que contra ella hacían las baterías y
buques enemigos logró cobrar suficiente velocidad como para poder
romper la cadena que éstas sostenían. Conforme lo había planeado, largó
el ancla de inmediato deteniendo la fragata a medio tiro de fusil del castillo
y a tocapenoles de la línea colombiana. La artillería de la Presidente
disparaba incesantemente “con bala y metralla” por ambas bandas
procurando acallar los fuegos contrarios, cosa que finalmente logró pues
las naves enemigas se vieron precisadas a cortar sus amarras y buscar
refugio bajo las defensas del puerto, al pie del Cerro de la Pólvora,
mientras que la dotación del castillo lo abandonó a los cinco minutos de
culminada esta osada maniobra.”751

Luego del triunfo inicial, la suerte se tornaría adversa para las armas peruanas:

“Al amanecer del 23, Guise examinó los resultados del ataque del día
anterior y el estado de la defensa, comprendiendo que la situación todavía
era indecisa pues los colombianos aún estaban en condiciones de ofrecer
seria resistencia a sus fuerzas. El Adela se había quedado adelantado y
encostado cerca de la Ciudad Vieja, sostenido por las cuatro piezas de la
batería de la Aduana. Aprovechando que la marea impedía a la fuerza
peruana remontar el río, primero el Adela y luego “la batería de la
Planchada y las lanchas cañoneras que con la marea de la noche se
aproximaron un poco a la escuadra enemiga principiaron a
cañonearla.”349 comenzaron a hostilizar a los buques peruanos. El fuego
fue respondido vivamente desde el fondeadero y sobre las 10 de la mañana

751
Ibídem, p. 84
395
la fragata Presidente, con andanadas de bala rasa, logró “echar a pique,
deshaciéndole su casco” a la Adela y apagar los fuegos de la batería de la
Aduana.”752

“Uno a uno los buques fueron bajando el río por delante del Astillero, pero
cuando le tocó el turno a la Presidente, pasada la medianoche, la marea
había bajado tanto que el buque tocó fondo y quedó varado a la altura de
la antigua fábrica de aguardiente. En medio del natural desorden que se
produjo en ese momento, el teniente segundo José Giral Chacón, oficial de
guardia, confundió las órdenes que le dio el Vicealmirante para zafar la
nave, empeorando más aún la situación. Al poco rato solo quedaban doce
pies de agua encima de la quilla, imposibilitando cualquier maniobra para
una nave que calaba veinte pies y medio. En estas condiciones habría de
permanecer la Presidente por espacio de casi diez horas, lapso en el cual
ni la corbeta ni la goleta pudieron acercarse desde su fondeadero en
Cruces debido a la marea en contra.

La claridad de la noche hizo que la varadura de la fragata fuese percibida


por los defensores del Arsenal, quienes obrando juiciosamente llevaron un
cañón de 24 libras a la casa de la Aguardentería. En dicho lugar la pieza
fue montada en un terraplén semicircular, de forma tal de poder ofender a
la Presidente por una aleta, sin que esta pueda contestar los fuegos.
Armados de paciencia, aguardaron al amanecer del 24 para abrir fuego
contra la nave insignia peruana, y “a las seis de la mañana esta batería
dirigida por el Coronel Pareja, rompió su fuego sobre la fragata y le causó
varias averías. La Planchada también hizo algunos tiros.” La fragata fue
cañoneada impunemente durante varias horas, sin poder defenderse ni ser
auxiliada por los otros buques, ya que la corriente impedía que estos
remontasen el río desde su fondeadero en Cruces.

Pasadas las 10 de la mañana principió la creciente, cosa que fue


aprovechada por buques peruanos para salir aguas arriba en socorro de la
nave almiranta, mientras que las cañoneras colombianas, “a las órdenes
del teniente de fragata Francisco Calderón, bajaron frente del muelle”
para molestar así a la nave de Guise. Una hora más tarde la marea había
repuntado y la fragata volvió a adquirir flotabilidad. A esa hora, y a pesar
del fuego recibido, se pudo verificar que no había averías de importancia
en la obra viva. Por su parte, la Libertad había logrado colocarse en
posición de atacar al cañón de la Aguardentería, permitiendo así a la

752
Ibídem, pp. 85 - 86

396
Presidente maniobrar, con la ayuda de remolques pasados de los otros
buques, para zafar completamente de su comprometida situación.

Decidido a acallar a la pieza que tanto había hostilizado a su nave, Guise


ordenó disparar en retirada contra el solitario cañón enemigo de la
Aguardentaría. Sus órdenes fueron fielmente cumplidas pues cuando ya la
fragata enfilaba hacia Cruces el referido cañón fue silenciado por los tiros
de la Presidente. Sin embargo, “uno de los últimos tiros de los enemigos y
cuando la Fragata navegaba para Cruces, una bala dando en el Peruano
pecho de nuestro bravo Vice-Almirante nos lo quitó de entre nosotros.” En
efecto, eran las 11 y media de la mañana cuando este lamentable suceso
tuvo lugar. Aparentemente, Guise no falleció de inmediato pero expiró
antes que el buque alcanzara su fondeadero. Pese a ello, el combate
continuó hasta cerca de las 2 de la tarde en que finalmente las naves
peruanas largaron el ancla frente a Cruces.”753

De esta manera, la combinación de las condiciones del terreno, la férrea


resistencia y habilidad táctica de los colombianos, unidas a un error peruano, lograron
contener – al menos momentáneamente – el ataque enemigo sobre la ciudad, perdiendo
los peruanos a su mayor jefe naval. Del lado colombiano, destacan las actuaciones de
los batallones de infantería “Caracas”, “Girardot”, “Ayacucho” y “Cauca”, además del
escuadrón de caballería “Dragones”, y las tres baterías de artillería. Tras la muerte de
Guise, el mando en la escuadra bloqueadora recayó sobre el Teniente de Navío José
Boterín, quien continuó ejerciendo el bloqueo del puerto, pero desde fuera de la ría.754
Curiosamente, hacia finales de noviembre, Bolívar cambia su estrategia y decide no
enviar los buques al Pacífico, optando por concentrar el esfuerzo económico en las
fuerzas de tierra.755

Volviendo al Combate de Las Cruces, obtenemos mayores detalles gracias a lo


comentado por José Manuel Restrepo y lo publicado en la Gaceta de Colombia:

753
Ibídem, pp. 88 - 89
754
Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 84
755
Carta al General José Antonio Páez. Chía, 23 de noviembre de 1828. Bolívar, Simón. Obras
Completas Vol. III, p. 58

397
“Enorgullecido el vicealmirante Guise, que mandaba la escuadra peruana,
el que había sido y era uno de los más acérrimos enemigos del Libertador y
constante promovedor de esta guerra, por la superioridad marítima que
tenía, aspiró a empresas mayores. Determina, pues, atacar a la ciudad de
Guayaquil; el 22 de noviembre a las cuatro y media de la tarde se presenta
con una fragata, una corbeta, una goleta y tres lanchas, sorprendiendo a
los defensores de la ciudad. La batería de Cruces, defendida solo por diez y
seis artilleros, tiene que ceder a fuerzas mucho mayores (noviembre 22); el
enemigo pasa la cadena, incendia la batería y rompe un fuego de metralla
contra las casas y la población. El coronel Wright se había retirado
batiéndose en La Guayaquileña junto con algunas lanchas. Los enemigos
anclaron a las siete y media de la noche. Al siguiente día muy temprano la
batería de La Planchada y las cañoneras hicieron algún fuego a la
escuadra peruana, mas con poco efecto; aprovechándose ésta de la brisa y
de la marea, sube a las cuatro y media de la tarde al centro de la ciudad, y
a medio tiro de pistola de la ribera hace un fuego horroroso de metralla y
palanquetas sobre las principales casas, a las que causa muchos daños,
fuego que duró sin interrupción por cuatro horas hasta las once de la
noche. El batallón Caracas, que guarnecía la ciudad, y su bizarro
comandante Gabriel Guevara ocurrieron a todos los puntos, y defendieron
las bocacalles que daban sobre el río, con una firmeza y valor
extraordinarios. El coronel O´Leary, poniéndose a la cabeza de la
artillería, colocó tan diestramente cuatro violentos, que hizo muchos daños
a la escuadra peruana.

Viendo el vicealmirante Guise que le era imposible realizar un


desembarco, y que el pueblo entero de Guayaquil estaba decidido a
defenderse, suceso contrario a lo que había esperado, determinó retirarse
en el curso de la noche; pero la fragata Presidente, que él mandaba, se
varó al frente de la Aguardientería (noviembre 24). Al amanecer los
valientes soldados de Caracas formaron un terraplén al frente montaron un
cañón de veinte y cuatro: esta batería, dirigida por el coronel Pareja,
causó muchos daños a La Presidente, que recibió también algunos tiros de
La Planchada, y nuestras lanchas cañoneras, dirigidas por el teniente de
fragata Francisco Calderón, la molestaron igualmente en su retirada.
Tuvieron que conducirla a remolque de los otros buques de la escuadra,
luego que pudo flotar auxiliada por el flujo o marea; tantos fueron los
daños que se le hicieran. El mayor sin duda fue la muerte del vicealmirante
Guise de una herida mortal que recibió en el combate de aquella mañana
por una bala de cañón […]

La escuadra enemiga se retiró bien escarmentada a su crucero cerca de la


isla del Muerto. Fue brillante en aquellos días de peligros el
comportamiento del prefecto Illingrot, de los coroneles Guerra, O´Leary,
398
Pareja, Luque, Wright, Letamendi, Villamil y Luzarraga, así como de otros
oficiales subalternos que sería largo mencionar.”756

A pesar de su discurso patriótico, Restrepo reconoce que los peruanos lograron


atraer a su causa varias poblaciones colombianas:

“[…] la escuadra enemiga había conseguido por medio del traidor José
Bustamante y de otros oficiales igualmente infames de los fugitivos de la
tercera división, introducir en el departamento el espíritu de infidelidad a
su patria. Las poblaciones del Morro, Santa Elena, Machala y otras que
están situadas en la ribera izquierda de la Ría desde la capital a la isla de
Puna, se habían levantado contra el gobierno de Colombia. Sus habitantes
cometían asesinatos y otros excesos, auxiliados con armas y municiones
que les suministraba la escuadra peruana. Siendo muy escasa la
guarnición, el general Illingrot no se hallaba en aptitud de enviar a largas
distancias pequeños destacamentos que podían ser cortados y destruidos,
haciéndose así más crítica su situación.

Con estas ventajas que había obtenido el comandante de la escuadra


peruana don José Boterin, determina estrechar el bloqueo de Guayaquil y
aun atacar la ciudad segunda vez si no se le entrega (enero 13). Intima por
tanto la rendición, tratando de persuadir al jefe colombiano la
conveniencia y aun necesidad que tenía de capitular, para no exponer a
una ciudad casi abierta y de madera a un incendio y ruina indefectibles.
Estas observaciones eran en su mayor parte exactas, pues las tres baterías
que defendían a Guayaquil no podían resistir por muchas horas los fuegos
de la fragata Presidente y de los otros buques de guerra peruanos. Sin
embargo el general Illingrot contestó con denuedo la intimación,
denegándose a la entrega que se le exigía.”757

La Gaceta de Colombia publicó el informe del Illingworth a Flores, el cual


decía:

756
Restrepo, José Manuel. Ob. Cit., pp. 148 - 149
757
Ibídem, pp. 163
399
“A las cinco menos cuarto de la tarde del 22 se apareció La Prueba
acompañada de La Libertad y tres o cuatro lanchas a distancia de una
media legua de la batería de Las Cruces. En el mismo momento rompió
ésta su fuego, tratando, pero inútilmente, de impedir la entrada a la
escuadra enemiga. Auxiliada de un viento hermoso y de la rapidez de la
corriente, forzaron la cadena. Pudo Wright salvar sus buques. Su
intrepidez no logró más; pero, como los Partos, se retiró batiéndose.
Caracas voló a llenar sus deberes; los llenó, y sin provecho. Después de
tres horas de fuego tuvieron que abandonar la batería.

A las cuatro y media del 25, el Almirante peruano Guise se presentó con su
escuadra al frente de esta ciudad, y empezó un fuego horroroso sobre los
ciudadanos pacíficos y las casas del pueblo, que duró hasta las nueve de la
noche. Nuestras tropas de mar y tierra y los ciudadanos mismos se han
portado con un valor digno de los días heroicos de la patria de Bolívar. No
son hombres los soldados de Caracas, son semidioses; mas en nada
excedieron estos valientes a los bravos artilleros. En el momento se
reunieron en las bocacalles que conducen al malecón por las casas del
Intendente y Comandante General, con sus piezas que eran de a cuatro, en
número de 25 con un oficial. Pegadas a tierra sostuvieron La Libertad y
una goleta un fuego espantoso. Los artilleros no dieron un paso atrás, y
tuvieron tanto acierto en su puntería, que de cada cinco tiros no erraron
dos. Sufrieron mucho las casas en el fuego enemigo; pero no tuvimos un
solo soldado nuestro herido. A las siete avanzó la artillería con 25 hombres
de Caracas porque La Libertad y sus buques compañeros sufrieron
muchísimo.

Mientras esto sucedía en las calles que conducen al malecón, La Prueba


ancló frente a las casa de Carbo, arriba de la de las Garaicoas, y no cesó
su fuego ni un instante. Han sufrido muchísimo las casas de la señora
Urbina de Villamil, y casi todas las de aquellas cuadras. Las lanchas y la
Guayaquileña se retiraron batiéndose tras del cerro de Santa Ana. Era
preciso barrenar al nuevo bergantín, que durante el combate y esta
operación fue protegido por Caracas a pesar de la metralla que le
prodigaba el Almirante Guise. El General Sandes, con motivo de un
accidente que le acometió al principio del combate, se vio obligado a
retirarse. El Intendente sucedió en el mando militar, y se mostró digno de
mandar tropas tan valientes. Luque se puso a la cabeza de la infantería, y
se portó como siempre. En fin, todos los Jefes, oficiales y soldados se
acordaron de que peleaban por la buena causa, por la causa de Colombia
y de su Libertador. Entre los oficiales son muy dignos de recomendación
los Urbinas. Wright es siempre Wrigth, y Calderón excelente representante
del entusiasmo de su familia, Villamil lo mismo.

400
A las once de la noche, Guise mandó una lancha a tierra para tomar una
canoa cargada con el equipaje de Armero y su familia que se hallaba frente
a la Intendencia. Acudió un piquete de Caracas con una pieza de artillería
a recibirla. Se permitió que la lancha se acercase a medio tiro de pistola, y
entonces se hizo fuego y cayeron las vicuñas como pájaros; soltaron los
remos, soltaron sus fusiles y soltaron sus vidas; pues muy pocos volvieron a
contar a Guise que había colombianos armados en la orilla del río.

Desde las diez, por orden del Intendente se emprendió la construcción de


una batería enfrente de la aguardentería, y al rayar el día pudimos montar
un cañón de veinticuatro. La Prueba amaneció varada, pero por desgracia
las lanchas no podían ir a atacarla. Sin embargo el cañón que se montó en
la noche le hizo un daño considerable. ¡Que hermosura ver las balas entrar
por su costado! A las diez y media cuando empezó a bajar la marea, Guise
logró salvar el bajo, y en este momento entraron en combate nuestras
lanchas y tuvieron su parte en el escarmiento de La Prueba. Esta ha
pasado ya las Cruces y todavía no ha anclado.

Todos los buques enemigos han sufrido un daño considerable. Nosotros


hemos visto las averías que han recibido; pero como no tengo
conocimiento en estas materias me excusaré el clasificarlas.

Los enemigos se hallan ahora más abajo de Cruces. Todo va bien, vamos a
construir otras baterías que nos pongan al abrigo de toda invasión en lo
sucesivo.

Me congratulo con U., mi querido amigo, me congratulo con el Libertador


y con Colombia. Los gloriosos combates del 23 y 24 han redimido el honor
nacional: lo admirable es algún perjuicio; una que otra mujer, uno que
otro niño han muerto para gloria de los peruanos. Por mi parte si yo
merezco bien del cielo, invoco de rodillas a los colombianos y al cielo
contra el Perú. Bien infame y bien indigno sería ese colombiano que,
indiferente al honor y a la gloria de su patria, piense siquiera en tranzar
con el Perú hasta ver satisfechos los agravios nacionales.

Guayaquil es ahora el pueblo más entusiasta de Colombia: el ataque


brusco de los peruanos lo ha llenado de la más justa indignación.

(De la Gaceta de Colombia, número 160)”758

Más allá de estas palabras triunfalistas, la victoria táctica colombiana en el


Combate de Las Cruces solamente había retrasado el avance peruano; así que para

758
Memorias del General O´Leary. Tomo XXVI, pp. 525 – 527
401
diciembre de 1828 la situación de Guayaquil era crítica. En este contexto el 13 de
diciembre el Libertador recomendó al Dr. Castillo Rada – hermano del Capitán de
Navío Rafael del Castillo Rada, y hombre entendido en asuntos navales - que se
nombrase al general Beluche comandante de la expedición al Pacífico, y al CN. Chitty
como comandante de uno de los buques.759 Evidentemente, Bolívar desde Bogotá
recibía con varios días de retraso las noticias sobre la guerra. Al día siguiente el Capitán
de Fragata Felipe Baptista fue enviado a San Eustaquio en busca de armamento para
equipar los buques destinados al Pacífico760, y el 15 Bolívar ordenó a Páez continuar –
sin importar los costos – con la preparación de la expedición al Pacífico, reiterando que
Chitty comandase la Colombia y que Beluche estuviese a cargo de toda la
expedición.761 El 30, Urdaneta escribió a Bolívar informando que Montilla proponía
enviar a la fragata Cundinamarca al Pacífico en refuerzo de la Colombia, para así ser
más útil y evitar su pérdida en puerto. Montilla además proponía enviar a Joly a Estados
Unidos para reclutar tripulantes, quien después comandaría a dicha fragata.762

Ya en 1829, el 22 de enero Bolívar ordenó a Páez – nuevamente – enviar al


Pacífico al menos una de las dos grandes fragatas, acompañadas por una corbeta o un
bergantín.763 El 1º de febrero el general Renato Beluche fue nombrado Comandante de
la Expedición al Pacífico764, el 11 una tropa de caballería colombiana al mando del
coronel Brown, que había salido de Arica procedente de Bolivia, pudo desembarcar en
Manta, burlando así el bloqueo peruano,765 y el 15 Urdaneta avisó a Bolívar que los
preparativos para el zarpe de la expedición iban bastante adelantados. Por su parte, el 27
de febrero el Mariscal Antonio José de Sucre derrotó al general José de la Mar en la
Batalla del Portete de Tarqui, deteniendo en seco la invasión peruana al sur de la

759
Documento 1881. Carta del Libertador Simón Bolívar al Señor Doctor José María del Castillo Rada,
fechada en Bojaca, 13 de diciembre de 1828. Disponible en: www.archivodellibertador.gob.ve
760
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 66
761
Carta al General José Antonio Páez. Bojacá, 15 de diciembre de 1828.
762
Carta del general Rafael Urdaneta al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 30 de diciembre de 1828.
Memorias del General O´Leary. Tomo VI, p. 48
763
Carta al General José Antonio Páez. Paniquitá, 22 de enero de 1829. Bolívar, Simón. Obras Completas
Vol. III, p. 119
764
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 96
765
“División Colombiana auxilia a Bolivia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 22 de febrero de 1829. N°
401, p. 3
402
República. Sin embargo, varios días antes Guayaquil había sido evacuada por el ejército
colombiano y ocupada por los peruanos.

Para mediados de enero, la flota atacante había sido reforzada con el bergantín
Congreso, y las corbetas Pichincha (la que había desertado de Colombia a Perú) y
Arequipeña. Tras la muerte del almirante Guise, el mando pasó al Capitán de Navío
Carlos García del Póstigo, quien fue relevado del mismo por el Capitán de Navío
Hipólito Bouchard, el cual llegó a bordo de la fragata Monteagudo el 19 de ese mes.
Poco antes, Illingworth se había visto obligado a evacuar Guayaquil debido al avance de
una columna peruana por tierra, al mando del coronel José Bustamante. Oficialmente la
capitulación de Guayaquil fue firmada el 20 de enero de 1829.766

Illingworth no podía anticipar el venidero triunfo de Sucre en Tarqui, así que


procedió de la mejor manera que pudo: sacó de la ciudad una imprenta, todos los
pertrechos militares, la artillería de campaña, pertenencias del gobierno y todo lo que
pudiese serle útil a los peruanos. Marchó luego a la villa de Daule, estableciendo su
nuevo cuartel general, desde donde pudo mantener control sobre parte del
Departamento. De forma brillante se había evitado el desastre de que Guayaquil fuese
asaltada por el enemigo y se perdiese todo.767 Finalmente, el 28 de febrero se firmó el
Tratado Preliminar de Paz entre Colombia y Perú, también llamado Convenio de
Girón.768 En dicho pacto, Perú aceptaba retirar sus tropas del territorio colombiano
ocupado, entregar la ciudad de Guayaquil a Colombia, y devolver la corbeta Pichincha.

El Convenio de Girón fue firmado por Perú debido a la derrota de Tarqui ante el
ejército colombiano. Sin embargo, este acuerdo no llegó a ratificarse, ni menos aún a
llevarse a la práctica por Perú. El tratado había sido aceptado por La Mar ante la derrota,
pero el contenido del mismo fue rechazado por otros jefes. El historiador peruano Jorge
Ortiz Sotelo nos cuenta que el CN. Bouchard y la escuadra que ocupaba Guayaquil

766
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 89 – 90 y “Capitulación de Guayaquil”. Gaceta de Colombia. Bogotá,
5 de abril de 1829. N° 407, p. 2
767
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV).
p. 164
768
Tratado de Paz Preliminar entre Colombia y Perú. López Domínguez, Luis Horacio (Compilador).
“Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en
Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
403
fueron los primeros en oponerse, declarando que no evacuarían Guayaquil hasta que el
congreso peruano ratificara el tratado. Por su parte, La Mar empezó a retirar muy
lentamente sus tropas hacia el sur y desde Panamá zarparon varios buques corsarios al
servicio de Colombia que se aventuraron sobre las costas peruanas. Contra ellos fueron
enviados la fragata Monteagudo, la corbeta Arequipeña, el bergantín Congreso y la
balandra Arequipa. El Congreso y la Arequipeña entraron al puerto de Panamá, y
recuperaron un mercante que había sido capturado por un corsario colombiano. Más
tarde La Mar, ante la presión de la opinión pública, se vio obligado a continuar la
campaña, enviando al general Neocochea a reforzar Guayaquil, donde el 1º de mayo
combatió contra las fuerzas del general Juan José Flores. Para junio, cuando el
Libertador llegó a la zona para dirigir la campaña contra Perú, la situación había dado
un giro, pues el presidente La Mar había sido derrocado.769

Tradicionalmente la historiografía ha atribuido esta actitud peruana al “carácter


pérfido de los líderes peruanos, que mal pagaban a Colombia por darle libertad a Perú”.
Esta postura omite, sin embargo, que la victoria de Sucre en Tarqui no había sido
concluyente. Si bien el Mariscal Sucre había derrotado claramente a las tropas del
general La Mar, alcanzando una brillante victoria táctica; también es cierto que a nivel
estratégico no se había dado un golpe tan decisivo a los peruanos. En efecto, La Mar
conservaba aún una parte sustancial de su ejército, y podía esperar más refuerzos al
mando del general Gamarra o desde el centro del Perú. Por otra parte, la escuadra
peruana había logrado capturar el importante puerto de Guayaquil, y había dejado fuera
del tablero a la Escuadra Colombiana del Pacífico, aunque sufriendo un desgaste
relativamente alto para lograr ambos objetivos. El no cumplimiento del Convenio de
Girón por parte del Gobierno peruano demuestra que la Batalla del Portete de Tarqui no
fue tan concluyente como la historiografía tradicional nos dice. Colombia no iba a poder
liquidar victoriosamente la guerra con Perú hasta que no recobrara el control de su
litoral sobre el Pacífico, y ello no era posible sin el envío de una respetable fuerza naval
a la zona.

769
Ortiz Sotelo, Jorge. Ob. Cit., pp. 90 – 91

404
3) La conclusión de la guerra y la expedición al Pacífico

Narrados hasta ahora los hechos ocurridos hasta poco después de la firma del
Convenio de Girón, nos ocuparemos de abordar el largo y esforzado proceso que tuvo
que afrontar la armada colombiana para enviar a la fragata Colombia y a la corbeta
Urica al Océano Pacífico. La Colombia había zarpado de Cartagena el 13 de diciembre
de 1828, pero dos días después debió regresar para reparaciones debido a daños sufridos
por un temporal. Zarpó de nuevo el 4 de febrero de 1829, arribando a Puerto Cabello el
1º de marzo. La Urica le siguió poco después. A fin de dotar a ambas naves con
tripulación y materiales adecuados, el general Beluche envió a los capitanes de fragata
John Clark y Joseph Swain a Baltimore y Nueva York respectivamente, para enrolar
marineros. También fue enviada la goleta Independencia a San Thomas a buscar
velamen para la Urica.770

El 7 y 14 de febrero Soublette despachó cartas al Libertador en las que describía


lo lento y tortuoso que estaba resultando preparar la expedición.771 Las comunicaciones
con el general Páez eran lentas también: éste último no recibía todavía a finales de
marzo dos cartas escritas en enero, cuando escribió a Bolívar que los buques no
zarparían en abril porque los tripulantes declaraban que el Cabo de Hornos no podía
pasarse hasta octubre. En dichas cartas Páez le decía también al Libertador que dudaba
de la pronta salida de la expedición, que había instruido a Beluche de parar solo en Río
de Janeiro y de tener precaución ante la posible emboscada de la escuadra peruana en
Chiloé. Soublette también escribió, explicando a Bolívar que los retrasos se debían a
que casi todo debía ser traído de Estados Unidos, a las varias órdenes y contraórdenes
recibidas, y a la complejidad del carenado de la Urica, concluyendo que no podía
contarse con los barcos hasta finales del año.772 Además de esto, tampoco se podía
zarpar debido a la aún presente amenaza de invasión española, y a la ausencia de pago
de medio millón de dólares, lo cual había provocado un fuerte deterioro en las fragatas

770
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Ci., p. 248
771
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de febrero de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 81 y Carta del general Carlos Soublette al Libertador
Simón Bolívar. Caracas, 14 de febrero de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 83
772
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Valencia, 7 de marzo de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 193. Carta del General José Antonio Páez al Libertador
Simón Bolívar. Caracas, 21 de marzo de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 196 – 197.
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 28 de marzo de 1829. Memorias
del General O´Leary. Tomo VIII, p. 84
405
Colombia y Cundinamarca el tiempo que estuvieron ancladas en Cartagena. La corbeta
Urica, por su parte, había sufrido en fuerte desgaste en sus constantes viajes desde y
hacia el Istmo transportando tropas.773

El 4 de abril fueron enviados el CF. Felipe Baptista y el CF. Thomas Brown, a


bordo de la goleta Independencia, a San Eustaquio, San Bartolomé y San Thomas, en
busca de tripulantes y velamen, como ya se explicó. Entre tanto el 12 del mismo mes se
embarcaron en Piura 1.800 infantes peruanos al mando del general Neocochea para
reforzar la ocupación de Guayaquil, y el 16 el general La Mar partió también hacia
dicha ciudad. Más tarde, el 18 de mayo se daría un nuevo revés para la escuadra
peruana: la explosión de la fragata Presidente en el puerto de Guayaquil. Este curioso
hecho fue reseñado así por José Manuel Restrepo:

“el incendio repentino y destrucción de la fragata Presidente en la ría y a


menos de una milla distante de Guayaquil. Una vela encendida que un
mozo dejó caer sobre un poco de aguardiente el 18 de mayo fue causa del
fuego, que se descubrió ya muy avanzado. La tripulación abandonó el
buque y este ardió desde la una hasta las cuatro de la tarde, a cuya hora,
prendiéndose el almacén de pólvora hizo la explosión, y abriéndose el
caso, se hundió. Los habitantes de la ciudad huyeron despavoridos a los
campos, temiendo que esta se arruinara; pero felizmente la explosión fue
menos de lo que se esperaba y se redujo a la destrucción de la fragata con
todos los aprestos navales que en ella existían, pues nada se pudo
salvar.”774

“[…] el incendio de la fragata Presidente. Era ésta una pérdida


irreparable para el gobierno del Perú, sobre todo en aquellas
circunstancias. En virtud de las activas providencias del gobierno de la
República, navegaban ya hacia el Pacífico la hermosa fragata Colombia y
la corbeta Urica. Debían seguir la misma ruta la fragata Cundinamarca y
otra corbeta. No había duda alguna de que con estos cuatro buques y aun

773
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 247
774
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV),
p. 183
406
con los dos primeros tendríamos en el Pacífico una superioridad decidida,
si duraba la guerra contra el Perú.”775

Por su parte, el almirante e historiador venezolano Eladio Jiménez Rattia


da más luz sobre el curioso suceso:

“En esta fecha [18 de mayo de 1829] explota la fragata Presidente, la cual
es incendiada mientras se encontraba anclada frente a Guayaquil, el
incendio la consume y la hacer volar cuando alcanza la Santa Bárbara,
todavía, hoy en día, queda la duda para la historia de cómo se
desencadenaron los hechos y quién los originó, si fue un accidente o fue
intencional, sin embargo, en un consejo de guerra celebrado en aquel
entonces se dedujo responsabilidad del Capitán de Navío José Bouchard y
su segundo comandante el oficial Prunier, quienes fueron sentenciados.

Con respecto a este hecho, recordemos que en comunicaciones previas del


General Flores con el Libertador, reiteradamente se hace mención de la
existencia de oficiales afectos a Bolívar, más aún, específicamente Flores le
escribe a Bouchard, comandante de la Presidente, cosa que hace inspirado
en la información que le da Bolívar sobre la amistad que les une, por estos
motivos le hace una proposición por éste denegada en un principio, otro
comentario que sale a relucir previamente en las cartas es la
predisposición positiva de Prunier hacia el Libertador, ocupando éste el
cargo de segundo comandante de la misma unidad.

En observancia a lo antes expuesto y dado el resultado que dejó la


investigación de aquel entonces, se puede decir que muy probablemente
estos dos oficiales efectivamente tengan responsabilidad en los hechos,
como más adelante se deja entrever en otra carta de Flores a Bolívar del
24 de mayo de 1829 donde lo felicita por la explosión de la Presidente
(antes Prueba), lo que aparenta una intervención directa o intermediación
del Libertador en lo ocurrido.”776

Más allá de las responsabilidades sobre el incendio y pérdida de la fragata


Presidente, el punto es que dicho incidente debilitó de forma clave a la escuadra

775
Ibídem, p. 185
776
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 112 – 113
407
peruana, abriendo así una oportunidad para la proyectada expedición naval colombiana
al Pacífico. Regresando a ese punto, tenemos que el 27 de mayo el CF. Felipe Baptista
fue enviado nuevamente a las Antillas en busca de marineros para los buques
destinados al Pacífico. Por su parte, la misión de Clark y Swain en Estados Unidos no
había sido muy exitosa. Clark escribió desde Baltimore, reportando que había
encontrado la ciudad muy agitada debido a que el Gobierno norteamericano estaba
haciendo cumplir las leyes que prohibían el alistamiento de marineros al servicio de
armadas extranjeras: “Muchos corsarios han sido equipados aquí, así que las nuevas
leyes que prohíben el alistamiento de tripulantes están siendo cumplidas
rigurosamente. Esto requerirá la más grande astucia de mi parte para obtener algunos
marineros en este puerto. Enviaré desde Filadelfia y Nueva York aquellos que el
Capitán Swain haya alistado, pero será imposible obtener tantos como usted quiere.
Desde Nueva York zarparé inmediatamente a San Thomas con el balance de mis
reservas. He sabido que allá seré capaz de cumplir mi misión.”777

El 1º de junio Bolívar vuelve a escribir a Páez solicitando el pronto envío de las


fragatas al Pacífico, y el 8 se dirige a Urdaneta con la misma insistencia.778 El 19 zarpó
la fragata Cundinamarca de Cartagena con rumbo a Bocachica. Llevaba 524 tripulantes,
víveres para 610 hombres durante seis meses, 16.625 pesos, repuestos de todo tipo para
una larga travesía, y sus tripulantes habían recibido pagos adelantados. La fragata
también llevaba armamento ligero adicional a petición de su comandante, el CN.
Nicolás Joly, a fin de armar fuerzas sutiles.779

El 20 y 28 de junio el Libertador volvió a escribir a Páez con insistencia que


rayaba en desespero, solicitando el pronto envío de las fragatas al Pacífico.780 Por su
parte, Páez reportó en cartas fechadas el 21 y 28 de julio, y 7 de julio, lentos avances en

777
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 248
778
Carta al General José Antonio Páez. Riobamba, 1º de junio de 1829. Bolívar, Simón. Obras Completas
Vol. III, pp. 208 – 209 y Carta al General Rafael Urdaneta. Riobamba, 8 de junio de 1829. Bolívar,
Simón. Obras Completas Vol. III, p. 213
779
“Marina de Colombia”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 12 de julio de 1829. N° 421, p. 2
780
Documento 2032. Carta del Libertador Simón Bolívar al General José Antonio Páez. Samborondón, 20
de junio de 1829 y Documento 2037. Carta del Libertador Simón Bolívar al General José Antonio Páez.
Campo de Buijó al frente de Guayaquil, 28 de junio de 1829. Disponibles en:
www.archivodellibertador.gob.ve
408
los preparativos y retrasos vinculados a la demora en la llegada de la Cundinamarca.781
Esta fragata zarpó de Santa Marta el 1º de julio, y arribaría luego a Puerto Cabello tan
dañada, que no pudo ser enviada junto con la fragata Colombia y la corbeta Urica.
Mientras esto ocurría en el norte, en el sur los dos países en guerra firmaban un
armisticio en Piura, que entre sus condiciones incluía la devolución de la ciudad de
Guayaquil a Colombia, la suspensión del bloqueo de la escuadra peruana a puertos
colombianos y el compromiso peruano de devolver las armas y buques capturados a
Colombia cuando se hubiese firmado la paz definitiva.782 En virtud de este acuerdo,
Guayaquil fue entregada al ejército colombiano el 21 de julio, entrando a la ciudad el
Libertador seis días después.783

Aunque la paz parecía estar llegando, en realidad la guerra no estaba resuelta, y el


envío de la escuadra seguía siendo necesario. En este sentido, la siguiente carta de Sucre
a Bolívar resulta muy elocuente:

“Ansío por la ocupación de Guayaquil; y más que nada por la llegada de


nuestra escuadra al Pacífico. Sin ella creo que, sea cual fuere la
administración peruana, todo será alharacas y fanfarronadas, sin que
podamos llegar a un término final.”784

Por esos mismos días se suceden varias cartas dirigidas al Libertador donde se
informan los hechos relacionados con la Cundinamarca. El 14 el general Rafael
Urdaneta asegura a Bolívar que la Cundinamarca zarpó de Cartagena en un estado

781
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 21 de junio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 199 – 200, Carta del General José Antonio Páez al
Libertador Simón Bolívar. Caracas, 28 de junio de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 201
y Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de julio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 203
782
Armisticio entre Colombia y Perú. López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones
diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
783
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo IV),
p. 191
784
Carta del General Antonio José de Sucre al Libertador Simón Bolívar. Quito, 21 de julio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo I, p. 541
409
inmejorable, digno del mejor puerto de Europa.785 El 26 es Soublette quien informa que
la Cundinamarca aún no llega a su destino, e insiste en que con dos fragatas y dos
corbetas dominarían el Pacífico, sobre todo tras la explosión de la fragata peruana
Presidente.786 El mismo día también escribió el general Briceño Méndez, señalando que
la Cundinamarca no había llegado, que según el general Beluche se necesitaban
alrededor de 1.000 hombres para dotar a los buques que irán al Pacífico, habiéndose
reclutado apenas 150 tras la última expedición a las Antillas. Briceño Méndez además
señala que tomará 25 o 30.000 pesos de la renta del tabaco para ponerlos a bordo, y que
la división naval pueda solventar cualquier eventualidad.787 Respecto a la escasez de
marineros, la historiadora Jane Lucas De Grummond nos dice que Clark y Swain
regresaron a Puerto Cabello con menos marineros de los que necesitaba Beluche. Para
finales de julio, la Colombia y la Urica estaban listas para zarpar, pero Beluche quería
esperar por la Cundinamarca, la cual no llegaría hasta la tercera semana de agosto, y
cuando llegó, necesitaba tantas reparaciones que Beluche no pudo llevársela. Transfirió
entonces ochenta de los tripulantes a la Colombia y la Urica y esperó alistar cien más en
Río de Janeiro.788

A propósito de la misión de los capitanes de fragata Clark y Swain en Estados


Unidos, la cual chocó con la estricta neutralidad aplicada por el gobierno de ese país;
debemos mencionar otra dificultad más a la que debió hacerse frente, y que explica en
buen parte por qué no pudieron enrolarse más marineros. En carta dirigida a Bolívar el
14 de agosto, el general Páez reporta que el día anterior tuvo noticia de que el CF. Clark
había sido arrestado, embargándosele los 15.000 pesos que llevaba consigo para el
enganche de marineros. El arresto se debió a un juicio pendiente a causa de una
demanda en su contra que llevaba a cabo el Gobierno de Portugal, acusándole de
ataques a mercantes portugueses desde el tiempo en que Clark era corsario al servicio de

785
“La Cundinamarca”. Gaceta de Colombia. Bogotá, 26 de julio de 1829. N° 423, p. 1
786
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 26 de julio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 89
787
Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 26 de julio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 306
788
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 248 – 249
410
Buenos Aires.789 Esta dificultad, totalmente inesperada, se unió a las de carácter interno
que ya hemos venido exponiendo.

Justamente en busca de más marineros fue despachado el 10 de agosto, rumbo a


Cumaná, el CF. Felipe Baptista. Finalmente el 19 de agosto la Cundinamarca llegó a
Puerto Cabello, pero en pésimas condiciones. Ya desde finales de julio Páez había
escrito en varias oportunidades al Libertador que consideraba que la Colombia y la
Urica podían dominar solas el Pacífico, recomendando no esperar a la
Cundinamarca.790 Como ya dijimos anteriormente, con los tripulantes y armas de la
Cundinamarca se completó la dotación de la Colombia y la Urica.

Según las cartas de varios jefes las fechas varían, pero podemos determinar que
entre el 20 y el 25 de agosto zarparon de Puerto Cabello la fragata Colombia y la
corbeta Urica para emprender su larga travesía hasta Guayaquil. Informando de esto y
otros aspectos, escribió Soublette a Bolívar una interesante misiva que vale reproducir
para el lector:

“Por fin ha salido la expedición compuesta de la fragata Colombia y de la


corbeta Urica; a esto se han reducido todos los esfuerzos de Venezuela y
Cartagena, y puedo asegurar a U. que a pesar de todo lo que le digan,
todos han tomado un grande empeño en la habilitación de la escuadra,
pero hemos sido contrariados de mil maneras por los resultados, que no
dependiendo de nosotros, ha sido imposible evitar. Quizás U. no quedará
muy contento, mucho menos si los buques llegan en mal estado, después de
una navegación tan larga; pero ellos van en el mejor estado posible de
armamento militar y marinero; todo lo que llevan es excelente, y la
oficialidad es brillante; dudo que podamos despachar otra expedición en
igual estado.

Aquí nos queda la Cundinamarca en hospital, y si el Gobierno no toma un


grande empeño en su composición, puede U. estar cierto de que no volverá
a salir a la mar. La marina, mi General, es por decirlo así, el lujo del poder

789
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de agosto de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 209
790
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Maiquetía, 27 de julio de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 206; Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de
Colombia en la América Meridional (Tomo IV), p. 224 y Carta del General José Antonio Páez al
Libertador Simón Bolívar. Caracas, 7 de agosto de 1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 208

411
nacional, y U. bien ve que no estamos para lujo; pero al mismo tiempo
estamos en el deber de dar protección a una inmensa costa. Lo que acaba
de suceder en el Sur ha probado que no podemos prescindir de la marina, y
que si la hubiéramos tenido nos habríamos ahorrado gastos y sacrificios.
Digo todo esto, para recomendar a U. que no abandonemos la fragata
Cundinamarca.

Acabamos de saber el cambio ocurrido en el Gobierno peruano, que yo


considero obra de los amigos de U., y por lo mismo felicito a U. por el
triunfo más completo que podía U. apetecer, - el triunfo sobre la opinión;
confundidos en todas partes sus enemigos, y vengado U. de los ultrajes que
quiso hacerle el Perú, por el Perú mismo.

Santander llegó a este puerto en la Cundinamarca [preso tras el atentado a


Bolívar del 25 de septiembre y con la pena de muerte conmutada por
exilio], y en virtud de órdenes del Gobierno, se embarcó para Hamburgo el
día 27 en un bergantín hamburgués llamado María. El Coronel Joly, me
dice que iba muy contento, porque se le dejaba en libertad, pero muy
desesperanzado porque parece que no le gustaban las elecciones para el
Congreso. Aquí no lo ha visto nadie, porque se prohibió toda comunicación
con la fragata hasta que se trasbordó.”791

Ese mismo día también Páez dirigió carta al Libertador, informando que la
expedición zarparía el día 23 de ese mes. Páez explicaba también que había sido
imposible poner en servicio a la Cundinamarca, que él había verificado en persona que
los buques zarparían en dos días, y que Beluche debería llegar a Río de Janeiro para
embarcar agua y provisiones.792 Por su parte, la autora Jane Lucas De Grummond
afirma que la expedición zarpó el 25.793 Concluían así unos prolongados preparativos,
que habían sorteado obstáculos tales como la aguda escasez de recursos materiales,
financieros y humanos, así como el deterioro de los propios buques producto de la
práctica disolución de la escuadra desde inicios de 1827.

Como comandante de la fragata Colombia estaba el Capitán de Fragata Leonard


Stagg, de nacionalidad inglesa. Stagg había comenzado su servicio en la armada

791
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 20 de agosto de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 90 -91
792
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Puerto Cabello, 21 de agosto de
1829. Memorias del General O´Leary. Tomo II, pp. 220 – 211
793
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 249
412
colombiana en 1822, estuvo a bordo de la goleta Espartana en la Batalla del Lago de
Maracaibo y había ascendido a Capitán de Fragata en noviembre de 1828. Al mando de
la corbeta Urica estaba el Capitán de Fragata Thomas Brown, escocés. Brown había
participado en el bloqueo de Puerto Cabello en 1823 y en la captura de la corbeta Ceres
en 1824, ascendiendo a Capitán de Fragata al año siguiente. El segundo al mando de
Brown y tres oficiales más también eran ingleses, siendo colombianos los subalternos,
entre ellos el Teniente de Infantería de Marina José Antonio Cruz y su segundo,
Francisco Suárez.794

Tras zarpar el 25 de agosto, a la Colombia y la Urica les esperaba un viaje de


más de 12.000 millas, prácticamente circunnavegando Sudamérica. Gran parte de la ruta
era desconocida para el general Renato Beluche, comandante de la expedición y quizá el
marino más experimentado y hábil de la armada colombiana. Desde Puerto Cabello
hasta Natal, los buques debieron enfrentar vientos y corrientes en contra, mientras
bordeaban la costa caribeña y atlántica del continente. Ya a la altura de Natal, en el
noreste brasileño, la costa tuerce hacia el sudeste y los buques pusieron proa al sur. El
31 de agosto, seis días después de zarpar, el CF. Brown señaló a la Colombia que la
Urica estaba haciendo agua. El CF. Stagg lanzó un bote para inspeccionar de cerca el
casco de la Urica, descubriendo que la misma hacía solo nueve pulgadas de agua por
hora y no dieciséis, como Brown había declarado con gran alarma. En ese momento, el
general Beluche descubrió la aversión de Brown a continuar la expedición y su opinión
de que la guerra con Perú era un error. Beluche incluso provocó a Brown diciendo que
quizá deberían regresar a Cumaná, donde estaba la familia de Brown. 795 Esta actitud del
CF. Brown originaría nuevos e inesperados problemas a la expedición.

Mientras tanto, desde Caracas, el 14 de septiembre Soublette dirigía una carta al


Libertador, señalando la necesidad de poner a punto a la Cundinamarca, agregando que
habían rumores de que España había invadido México. Por tal motivo, el general
guaireño insistía en habilitar la fragata y también la corbeta Ceres. Declaraba también
que consideraba posible que Perú y Chile enviasen al Atlántico sus escuadras para

794
Ídem y Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio
Jiménez Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 171
795
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., p. 249
413
auxiliar a México, y que la Cundinamarca sería entonces un refuerzo oportuno.796
Evidentemente, la guerra con Perú había hecho tomar conciencia al liderazgo de la
República sobre la importancia de la escuadra, así como la propia expedición al Pacífico
había estimulado una tímida recuperación del estado en que la misma se encontraba. En
la misma fecha, Páez también escribió al Libertador; recordándole el penoso estado en
que había quedado la Cundinamarca en Puerto Cabello, y expresando sus deseos de una
pronta llegada de la Colombia y la Urica al Pacífico.797 Por otra parte, el 22 de
septiembre se había firmado la paz definitiva entre Colombia y Perú, pero obviamente
los protagonistas de la travesía que narramos no podían saberlo.

Mientras que en la Colombia la situación se venía desarrollando de forma


armónica, en la Urica la actitud de Brown empezó a despertar las sospechas de los
tripulantes colombianos.798 Con viento favorable, los dos buques arribaron a Río de
Janeiro el 16 de noviembre, ochenta y tres días después de salir de Puerto Cabello.
Beluche contrató a todos los trabajadores disponibles en el astillero a fin de reparar la
Urica. Cuando zarparon de nuevo el 28 de noviembre, la Urica hacía solo pulgada y
media de agua por hora, pero nueve días más tarde, Brown reportó alarmado a Beluche
que la nave estaba haciendo veintidós pulgadas de agua por hora. La Urica había
enfrentado vientos contrarios y corrientes, lo que había ampliado la fuga en su casco.
Luego Brown reportó fuga de veintiocho pulgadas. Aunque la actitud de Brown, quien
había estado bebiendo fuertemente, causó malestar entre los oficiales subalternos
colombianos, los marineros y los cien infantes a bordo, guardaron sus impresiones y no
dijeron nada a Beluche. El comandante de la expedición dejó una gran cantidad de
dinero a Brown para que reparara la nave y se separó el 7 de diciembre, siguiendo hacia
el sur, rumbo al Cabo de Hornos.799 Los siguientes eventos en la Urica fueron todavía
más desafortunados.

De Grummond expone que el 14 de diciembre la Urica se encontraba fuera de


Río Negro, al sur del Río de la Plata, muy cerca de donde se había separado la
Colombia. Brown le ordenó al TN. Pedro Lucas Urribarrí (comandante del bergantín

796
Carta del general Carlos Soublette al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de septiembre de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 92 – 93
797
Carta del General José Antonio Páez al Libertador Simón Bolívar. Caracas, 14 de septiembre de 1829.
Memorias del General O´Leary. Tomo II, p. 211
798
Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 84
799
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 251
414
Confianza en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo) ir por un piloto, quien reportó
que la corbeta estaba haciendo demasiada agua para entrar al río, y que no había
astillero. Continuaron y pocas horas después la Urica había encallado, escorándose
tanto que durante doce horas nadie podía estar en cubierta. Brown entonces – quien
seguía ebrio según el testimonio de los colombianos – ordenó que los cañones, gran
cantidad de metal y munición, velas de repuesto y todo el equipo restante fuera tirado
por la borda sin boyas. Seis horas más tarde la Urica estaba a flote, pero con el timón
averiado, cuatro pernos del timón aflojados, y parte del torno roto. El timón fue
reparado y la corbeta puso proa hacia el estuario del Río de la Plata. Mientras que los
oficiales colombianos creyeron que irían a Montevideo por reparaciones, Brown les dijo
que irían a Río de Janeiro para una reparación completa, y que luego regresarían a
Puerto Cabello.

Llegado el 23 de diciembre, el Teniente de Navío Pedro Lucas Urribarrí 800, el


Teniente de Fragata José Benito Paredes801, el Teniente de Infantería José Antonio Cruz
y el Segundo Teniente de Infantería Francisco Suárez decidieron rebelarse; dejando de
lado la disciplina militar en nombre del honor de la República, ya que a sus ojos Brown
se estaba comportando como un traidor. Aunque desconocían exactamente las
instrucciones que Beluche había dado a Brown, sí sabían que su comandante debía
reparar la nave y seguir rumbo a Guayaquil. Todo esto bajo las normas navales de la
República. Sólo después de una consulta con sus oficiales, y bajo circunstancias
extremas Brown habría podido ordenar el regreso; y esa no era la situación. Por otra
parte, la filtración de agua era bastante aguda, por lo que la nave zozobraría antes de
llegar a Río de Janeiro. Los oficiales eligieron entonces amotinarse.

El teniente Cruz, vocero de los amotinados, se aproximó a Brown y le explicó


que regresar a Puerto Cabello sería una deshonra, y que la nave no resistiría como para
alcanzar Río de Janeiro. Brown ordenó entonces el arresto de Cruz, enfureciendo
cuando su orden no fue cumplida. Brown disparó con su pistola a Urribarrí, pero el
arma no descargó. Brown disparó una segunda vez, fallando su arma de nuevo.
Entonces, el teniente Paredes, líder del motín, ordenó no sólo el arresto de Brown, sino
el de todos los marinos extranjeros a bordo, los cuales eran un tercio de la tripulación.
800
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 133.
801
Ibídem, p. 191
415
Cuando Brown trató de escapar del barco, Paredes le puso grilletes y lo obligó a revelar
dónde había escondido el dinero para las reparaciones. Luego, los amotinados
procedieron a redactar y firmar un manifiesto en el que explicaban los motivos de sus
acciones.802

Según el autor Isidro Beluche, el encallamiento de la Urica fue provocado por


Brown para sabotear la misión. Este mismo autor nos cuenta que los amotinados
firmaron su manifiesto el 23 de diciembre de 1829 frente a Montevideo, acudiendo
luego a las autoridades locales para dirimir el asunto. Sin embargo, las autoridades
uruguayas se abstuvieron de involucrarse. Se limitaron a dar asilo a Brown y demás
marinos extranjeros y a auxiliar a los colombianos con las reparaciones de la nave.803 En
efecto, la Urica no habría podido llegar muy lejos sin una reparación exhaustiva.804 Por
su parte, el teniente Paredes aceptó gustoso deshacerse de Brown y de los demás
tripulantes que le resultaban de nula confianza.

Dejamos entonces a la Urica en Montevideo y seguimos con nuestra narración el


derrotero de la Colombia, que había seguido su travesía el 7 de diciembre. Tras
desmontar la artillería y trincar los 64 cañones, la fragata remontó el Cabo de Hornos.
Fue una jornada temeraria, en un mar dominado por sistemas de baja presión, con
tormentas de gran intensidad, caracterizadas por vientos de 40 a 50 nudos y estados de
mar entre siete y ocho. No cabe duda de que ésta fue una gran hazaña para la armada
colombiana. La Colombia tenía por estribor al Cabo de Hornos y por babor, en la
lejanía, a la Antártida. Fue la primera vez que marinos de la República de Colombia
navegaban por aquellas latitudes, en práctica circunnavegación del continente
sudamericano.

Según los autores Mariano Sánchez Bravo y José Gabriel Vargas Molina805, el
comandante original de la Colombia era el Capitán de Navío Walter Chitty Gurling806,

802
De Grummond, Jane Lucas. Ob. Cit., pp. 253 – 254
803
Ibídem, p. 254
804
Ídem y Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato Beluche, p. 85
805
Sánchez Bravo, Mariano. “La fragata Colombia y su navegación por el pasaje Drake en 1829” en
Histarmar. Disponible en: http://www.histarmar.com.ar/Antartida/LaFragataColombia.htm (Revisado On
Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:28 pm) y Vargas Molina, José Gabriel. Historia Resumida de la
Armada del Ecuador, pp. 90 - 92
806
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), pp. 26 - 34
416
quien antes de servir a la República de Colombia, había navegado las aguas del
Atlántico Sur, el Cabo de Hornos, el Estrecho de Magallanes y el Pacífico Sur,
sirviendo en la escuadra argentina. En consecuencia, esta designación habría sido más
que lógica, puesto que ni Beluche ni los demás oficiales conocían la zona. Sin embargo,
el carácter tiránico y despótico de Chitty provocó que fuese relevado del mando por el
ya citado Capitán de Navío Leonard Stagg.

Tras pasar el Cabo de Hornos, la Colombia entró al Pacífico y llegó a la isla de


Puná, en Ecuador, el 1º de febrero de 1830. Cinco días después el general Juan José
Flores avisó al Libertador de la llegada de la Colombia, y el 8 del mismo mes, el buque
fondeó en el río Guayas, 161 días después de haber zarpado de Puerto Cabello. El
Gobierno decidió ascender inmediatamente al siguiente grado a los veintiocho oficiales
que conformaban la tripulación de la Colombia, como justo premio a su hazaña.

Fue ésta la última travesía del General de Brigada Renato Beluche al servicio de
la República de Colombia, pues declinó la oferta del general Juan José Flores de
quedarse en el sur y regresó a Venezuela tras una temporada en el Istmo. También fue la
última hazaña de la armada colombiana, que vivió un postrero momento de gloria antes
de desaparecer junto con el país que defendía. Por esos mismos días Venezuela
avanzaba en su separación, y pronto le seguiría Ecuador. Respecto a un balance general
de esta compleja operación llevada a cabo por la armada colombiana, nos parecen
bastante acertadas las conclusiones de los autores ya citados José Gabriel Vargas
Molina y Eladio Jiménez Rattia:

“A pesar del gran interés que tenía el Libertador Bolívar de enviar esta
inmensa fragata, como él la llamaba, al Teatro de Operaciones del
Pacífico para controlar las comunicaciones marítimas; la demora de
arribar a Guayaquil fue por dos razones: la primera es el temor del
Gobierno Grancolombiano de que el general Laborde que mantenía la
Fuerza Naval española en aguas del mar Caribe, emprendiera un ataque
contra las costas de Venezuela y Nueva Granada, y la segunda fue por falta
de recursos económicos para su alistamiento y travesía.

Mediante la lectura de las cartas de Simón Bolívar se puede apreciar el


vivo interés de enviar cuanto antes las dos grandes fragatas y dos corbetas,
pero la situación financiera era muy grave, por lo que fue retardándose
417
mucho tiempo; hasta que finalmente el 1 de septiembre de 1829 salen con
destino a Guayaquil desde Puerto Cabello, la fragata “Colombia” y la
corbeta “Urica”, vía cabo de Hornos”807

“Desde el punto de vista político y social, al finalizar oficialmente la


guerra se fortaleció políticamente la Gran Colombia en torno al éxito de la
campaña, mientras que se debilitó la estabilidad política del Perú, por el
tiempo empleado y comprometido en guerra, por la pérdida de la misma,
por la firma del Convenio de Girón y por las intenciones manifiestas del
Presidente en continuar con las hostilidades; estas circunstancias
permearon de igual forma hacia la sociedad, donde se percibió un aumento
en la popularidad de los líderes políticos en la Gran Colombia y se generó
un fuerte debate ideológico sobre la suerte del futuro inmediato del
Perú.”808

“[…] de acuerdo a como se desarrollaron los acontecimientos el Perú


ejerció un claro e importante control del mar en el Pacífico, por lo que
limitó sustancialmente las acciones navales grancolombianas en la misma
área, esto lo hemos visto reflejado durante el análisis como una
preocupación permanente en las cartas de los jefes del Sur de la Gran
Colombia.

[…] independientemente de las causas que influyeron en la escasa reacción


naval grancolombiana, se denota una mayor vocación o actitud marinera
en la campaña peruana, amén de que la Gran Colombia tuviese dos frentes
navales abiertos, Atlántico y Pacífico, durante gran parte de la Guerra con
el Perú”809

“[…] se puede observar que la campaña naval peruana ejerció un papel


preponderante en el desarrollo de la guerra, de hecho, gracias a su
presencia el Perú pudo extender la guerra más allá del Convenio de Girón,
momento en que ya había capitulado el General La Mar, de lo contrario
hubiese sido imposible extender las hostilidades porque se hubiese perdido
la plaza de Guayaquil, esto quedó evidenciado consecuentemente en

807
Vargas Molina, José Gabriel. Ob. Cit., p. 90
808
Jiménez Rattia, Eladio. Ob. Cit., p. 120
809
Ibídem, p. 127
418
diferentes cartas del General Flores al Libertador, enviadas luego de la
firma del mencionado convenio.”810

Durante la guerra entre Perú y Colombia de 1828 – 1829, el liderazgo político de


la República enfrentó las consecuencias de la decisión del Libertador Presidente,
consistente en prácticamente disolver la escuadra a finales de 1826. La larga demora en
poder despachar a la Colombia y la Urica hacia el Pacífico, indican el estado de
abandono y deterioro en la que se encontraban incluso los buques mayores de la armada.
Sin embargo, el éxito final de la operación y el arribo sin novedades de la fragata
Colombia a Guayaquil ponen de manifiesto el valor del que quizá fue el mayor recurso
naval de la República de Colombia: sus oficiales y tripulantes. En efecto, fue gracias a la
persistencia, abnegación al servicio y alta capacidad de los oficiales y marineros, que la
misión pudo cumplirse con éxito.

Como epílogo, le contamos al lector que la Cundinamarca fue heredada en 1830


por Venezuela al separarse de la actualmente llamada “Gran Colombia”. La
Cundinamarca nunca pudo ser reparada y fue subastada hacia 1832. Por su parte, la
Colombia estuvo varios meses más en servicio en Guayaquil, y actualmente sus cañones
están exhibidos sobre soportes de cemento frente al río Guayas, en la ciudad de
Guayaquil.811 Un discreto testimonio de la última hazaña de la armada de la antigua
República de Colombia.

C) Aspectos administrativos

Ya hemos presentado al lector una “historia operativa” de la armada colombiana


desde 1823 hasta 1830, es decir; una narración que seguía las operaciones llevadas a
cabo por la armada, para así poder valorar el poder naval alcanzado por la República de
Colombia. Ahora debemos pasar a una especie de “historia administrativa” de la armada
colombiana, entiéndase; una narración analítica donde presentemos cómo el Gobierno
de la República manejó los asuntos navales, pudiendo de alguna manera acercarnos a

810
Ibídem, p. 128
811
http://modelshipworld.com/index.php/topic/2578-fragata-colombia-new-info/

419
una visión general y completa de la política naval y marítima que llevó adelante la
República de Colombia. Con el mencionado objetivo como norte, asuntos como la
legislación en materia naval, la organización de la institución naval, las adquisiciones de
buques y equipo, y el manejo del presupuesto y personal, tendrán el protagonismo en las
siguientes páginas. En concordancia con la periodificación propuesta para la historia
naval colombiana entre 1806 y 1830, en esta parte nos manejaremos en dos períodos: el
auge (1823 – 1826) y el declive (1826 – 1830).

a) La Marina colombiana y su organización, 1823 – 1826. El auge

Como se comentó anteriormente, entre 1823 y 1826 la armada colombiana


experimentó un crecimiento y desarrollo sostenidos, por lo que denominamos “auge” a
dicho período. Este auge que señalamos se materializó en un visible desarrollo del
marco jurídico vinculado a la materia naval y una progresiva organización de la armada,
producto de una cada vez mayor atención del Gobierno hacia la institución; así como
también en una serie de adquisiciones de buques de guerra – esencia y razón de ser de
toda armada – que junto con el desarrollo de instalaciones y facilidades navales
perseguía el ambicioso objetivo de dotar a la República de Colombia de una poderosa
marina de guerra, capaz de culminar triunfalmente la guerra de independencia y
garantizar la independencia, soberanía y seguridad nacionales. Abordaremos primero la
legislación y organización de la armada emprendida por el Gobierno, y luego las
adquisiciones de buques y otros medios.

1) Legislación y organización

Una interrogante muy natural al estudiar una armada del pasado sería preguntarnos
varios asuntos sobre los tripulantes, en especial ¿cómo se organizaban las tripulaciones
en los diferentes tipos o clases de buques?... Como una muestra de la organización de
las tripulaciones, tenemos la siguiente comunicación del general Pedro Briceño Méndez,
Secretario de Guerra y Marina, al general Carlos Soublette.

420
“Bogotá, 22 de febrero de 1823.
Al Señor General Carlos Soublette.
Está enterado por mi S.E. el Vicepresidente de la República de la
comunicación de V.E., fecha 14 de diciembre Nº46, con que remite la
relación de los oficiales que provisionalmente ha autorizado para que
hagan el servicio a bordo de la corbeta de guerra Bolívar, y bergantín
corsario Vencedor con el carácter de oficiales de la marina militar. En
consecuencia, contesto a V.E. que se tendrá presente la relación para
cuando llegue el caso de que por su conducta se hagan acreedores a los
empleos los oficiales de estos dos buques; pero notándose que es excesivo
el número de oficiales que tiene cada uno de estos buques, diré a V.E. el
arreglo que el Gobierno ha dictado provisoriamente para cada uno de los
de guerra de la República, según su rango.
Una corbeta de guerra tener un Comandante con el carácter de
Capitán de Navío, y el sueldo y raciones que corresponden a un Coronel en
campaña. Un Primer Teniente, con el de Teniente de Navío, con los de
Capitán de ejército; tres Segundos Tenientes, con el de Alférez de Navío
cada uno, y los goces de Teniente; el más antiguo de éstos debe encargarse
de la administración de géneros y pertrechos a bordo, y el Primer Teniente
debe encargarse de la derrota y del detal. El Destacamento de Infantería
de Marina debe componerse de un Teniente, un Cirujano con cincuenta
pesos, y un asistente o sangrador, con veinte pesos y una ración; un
Subteniente, dos sargentos segundos, cuatro cabos primeros, cuatro
segundos, un tambor, un pito y treinta y ocho soldados, todas estas clases
con los goces de los del ejército en campaña. La dotación debe componerse
de un segundo contramaestre, con el sueldo de treinta y tres pesos y una
ración; dos primeros guardianes, con el de veinticinco pesos cada uno y
una ración; dos carpinteros de las clases de primero y segundo, aquel con
veinticinco pesos, y éste con quince, también con el goce de ración; dos
calafates de las mismas clases y con los mismos goces; cuatro cabos de
guardia con el sueldo de dieciocho pesos y una ración de cada uno; dos
gavineros, con catorce y una ración también cada uno, y ochenta y cuatro
(marineros) divididos en de primera y segunda clase con el mismo goce que
los soldados. El más idóneo de los guardianes debe tener el cargo de
cañonero o condestable, y el otro segundo, de las provisiones para
suministrar la ración que detalló el decreto de 22 de julio del año 12º, de
cuyos géneros deben componerse las que a cada clase correspondan.
Comunico a V.E. este arreglo en que el Gobierno ha conciliado una
razonable economía, extinguiendo algunas clases y dotando mejor los que
quedan, para que V.E. lo haga cumplir en los buques de nuestra Marina
militar que sirvan en el distrito de su mando, reservando los oficiales que
por sobrantes a estos reglamentos sea preciso desembarcar de estos buques
para dotar otros, conforme esta disposición.

421
Dios etc. – (Pedro Briceño Méndez).”812

Aunque solo habla de las tripulaciones en corbetas, el documento resulta muy


revelador. Debemos recordar que para inicios de 1823, cuando se está preparando la
Campaña del Zulia, la armada colombiana basa su poder en unas cuantas corbetas recién
adquiridas desde el año anterior. Son estos buques su espina dorsal, y su esperanza de
poder enfrentar con éxito a la Real Armada Española en mar abierto. Era justamente la
nueva escuadrilla de corbetas, formada a partir de 1822 por las necesidades del bloqueo
a Puerto Cabello, la que expresaba el crecimiento cualitativo de la armada, que venía de
ser una escuadrilla de bergantines, goletas y embarcaciones menores. El hecho de que se
ordenase detalladamente la estructura de las tripulaciones para las nuevas corbetas
demuestra una claridad de miras en el Gobierno colombiano, que buscaba seguir
mejorando la armada en virtud de la nueva guerra marítima que debía enfrentar.

Con el mismo objetivo de incrementar la fuerza militar del país, el Congreso de


la República autorizó al Ejecutivo nacional a aumentar la fuerza militar de mar y tierra
según lo considerase. Resulta conveniente que revisemos el texto del decreto.

“DECRETO de 11 de Mayo [de 1823]

Sobre aumentar la fuerza armada de la República.

El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en Congreso.

Oído el mensaje que con fecha 6 del próximo pasado Abril dirigió a la
Cámara de Representantes, el Poder Ejecutivo, y por el cual manifiesta el
estado militar de la República, y considerando: 1° Que la paz no ha
coronado todavía los esfuerzos de nuestras armas, a pesar de que ellos han
podido alejar al enemigo de todo el territorio de la República. -2° Que el
restablecimiento de un Gobierno, absoluto en España, no permite esperar
que reconozca por ahora la independencia de las naciones que fueron sus
colonias. -3° Que los principios proclamados por los gabinetes europeos,
ligados bajo el nombre de santa alianza, deben reanimar el celo y
patriotismo de las naciones libres del nuevo mundo, como que proscriben

812
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 150
– 152 (Fundación John Boulton, Sección Venezolana del Archivo de la Gran Colombia)

422
las bases en que estas han fundado su derecho para la independencia, sus
instituciones y gobiernos. – 4° En fin: que la República de Colombia debe
presentarse siempre a los ojos del mundo, amiga de la paz y prevenida
para la guerra, confiando su seguridad en los brazos de sus ciudadanos,
como que son sus celosos defensores; decretan:

Art. 1° El Poder Ejecutivo además de las tropas existentes, levantará hasta


cincuenta mil hombres, pudiendo disminuir este número según lo permitan
las circunstancias.

Art. 2° Esta leva se hará en todos los departamentos de la República,


verificándose conforme a la resolución de 25 de Agosto del año 11.

Art. 3° Un decreto especial designará los fondos necesarios para llevar a


efecto esta resolución.

Dado en Bogotá á 6 de Mayo de 1824, 14.- EI presidente del Senado, José


María del Real. - El vicepresidente de la Cámara de Representantes, José
Rafael Mosquera. - El secretario del Senado, Antonio José Caro. - El
diputado secretario, José Joaquín Suares.

Palacio del Gobierno en Bogotá á II de Mayo de 1824, 14. - Ejecútese.-


Francisco de Paula Santander. - Por S. E. el Vicepresidente de la
República encargado del Poder Ejecutivo, Pedro Briceño Méndez.”813

Aunque este decreto es bastante interesante y abrió la puerta para la expansión


que vivió la armada en los siguientes tres años, consideramos que la más importante
propuesta organizacional para la armada que se elaboró en este período fue el Proyecto
de Ley Orgánica de Marina. Dicha propuesta de ley fue presentada a la Comisión de
Guerra y Marina del Congreso el día 7 de junio de 1823 por el Capitán de Navío Rafael
del Castillo y Rada.814 Castillo y Rada era oriundo de Cartagena, y venía luchando por
la independencia desde 1812, habiendo sido encarcelado por los realistas en 1817. Tras
ser indultado y salir de su presidio en Ceuta, regresó a la Nueva Granada y continuó su

813
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones
dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, pp. 198 – 199
814
Castillo y Rada, Rafael del. “Discurso con que presentó a la comisión de guerra y marina el proyecto
de ley orgánica, de este arma [recurso electrónico] / el ciudadano R. del C. y R.” Bogotá, Imprenta de la
República por Nicomedes Lora, 1824. En catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/fpineda/fpineda_719_pza5.pdf
423
carrera naval al servicio de la emancipación.815 Para junio de 1823 Castillo y Rada era
oficial mayor de la Secretaría de Marina, por lo que debió trabajar en estrecha
colaboración con los congresistas que redactaron el proyecto de ley ya referido. Del
discurso pronunciado por este marino, rescatamos algunos fragmentos:

“[...] quiero aprovecharme de la casualidad de estar sirviendo la plaza de


oficial mayor de la secretaría de marina, para cuyo destino confieso mi
insuficiencia por no haberme formado sino para el servicio militar de este
ramo en cuya carrera cuento veintitrés años.”816

“Tales límites [del territorio nacional] comprenden una extensión de costa


de seiscientas leguas próximamente en el Atlántico, y como quinientas en el
Pacífico; cuya circunstancia demanda imperiosamente del gobierno una
grande atención hacia la creación, fomento y sostén de una marina militar.
Colombia, sin ella, ni podrá prosperar sin el apoyo de una marina militar
protectora natural del comercio exterior, así como éste lo es a su vez de
todas las industrias de una nación: ambas verdades las creo tan al alcance
de todos que basta para convencerse de ellas recordar las dificultades que
se presentaron en la época pasada de la república para tomar a Puerto
Cabello y defender a Cartagena por falta de marina, y en la actual para
impedir la pérdida de Maracaibo, y tomar al mismo Puerto Cabello en el
año anterior de 22 y comparar estos sucesos con nuestra actitud marítima
actual desde que el gobierno se resolvió a comprar buques de guerra y
tenerlos cruzando.”817

Luego se refiere al asunto de la guerra de corso…

“[…] estos armamentos [de los corsarios] se hacen muy por especulación,
es decir, por el deseo de hacer muy productivo el capital que se invierte en
ellos, los armadores y capitanes cuidan poco o nada de la administración
de cuanto se les embarca por cuenta del gobierno cuando están a su

815
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 52
816
Castillo y Rada, Rafael del. Ob. Cit., p. 2
817
Ibídem, p. 5
424
servicio, porque, generalmente hablando, cuando navegan de su cuenta
propia, cada crucero les produce para reintegrarse del capital invertido
con mucha utilidad, y de aquí es que en los corsarios no hay economía en
el consumo de los artículos de boca, mar y guerra, y sus oficiales,
acostumbrados a tal sistema no conocen el que indispensablemente se
necesita observar en una marina militar bien organizada, a fin de que sea
lo menos gravosa posible. Así es que en mi concepto son sumamente
gravosos los servicios que hacen los corsarios al gobierno […] sus
capitanes exigen siempre fuertes indemnizaciones; ya pidiendo fletes
equivalentes al valor de sus buques […] ya exención de derechos en las
presas que introduzcan en sus siguientes cruceros, y son en fin
perjudiciales los corsarios; porque más de una vez han presentado el
terrible ejemplo de abandonar el servicio a que estaban destinados,
verificándose muchas las frustración de las operaciones para cuyo buen
éxito se contaba con ellos: males todos de que se pueden presentar
repetidos ejemplos, y de que en mi concepto no puede el gobierno
libertarse de otro modo, que disponiendo no se empleen los corsarios en su
servicio, ya que las comisiones públicas pueden verificarse con exactitud
por los buques de guerra.”818

También aborda el problema de la gran dependencia de oficiales y marineros


venidos del extranjero…

“[…] la mayor parte de los oficiales que existen al servicio de la república,


o son extranjeros admitidos a él, o colombianos que se han formado en
fuerzas sutiles durante la guerra, con muy pocas excepciones de algunos
que poseen conocimientos de los que constituyen un oficial de marina. Es
pues indispensable que el congreso preste una gran atención para hacer
instruir a los que lo necesiten, y para que se formen los que hayan de
reemplazar a los que vayan faltando. Para lo primero parece necesario
empezar por dar una nueva organización al cuerpo de oficiales de marina,
adoptando la que tienen en Inglaterra o Estados Unidos del Norte, o
tomando de cada una de aquellas lo que sea más conforme al estado actual
de la república para formar una peculiar de Colombia.”819

818
Ibídem, pp. 12 - 13
819
Ibídem, pp. 13 – 14
425
“Colombia que por ahora no tiene navíos ni fragatas, ni consiguientemente
escuadras, ni aun divisiones formadas de ellos, necesita sin embargo de
organizar su marina de modo que pueda ir formando oficiales para cuando
esté en estado de construir y sostener escuadras, y como en la actualidad
no tiene ni los almirantes ni otros empleados de administración con que
formar el almirantazgo que haya de gobernar, dirigir y administrar la
marina luego, se ve en la necesidad de formar un estado mayor general, y
cinco departamentales que suplan aquella corporación y puedan empezar
los trabajos que debe perfeccionar el almirantazgo.”820

“Colombia privada en los trescientos años de su dependencia de España de


otro comercio que el de un puerto a otro en el mismo reino o capitanía
general […] se encuentra sin los marineros necesarios para equipar una
marina militar capaz de defender sus costas y proteger su comercio
marítimo, dotando sus buques con marineros hijos suyos; pero felizmente
la duración de la guerra que sostiene hace quince años […] le han
proporcionado un gran número de marineros extranjeros de nacimiento,
pero naturalizados y algunos naturales de Colombia formados en los
corsarios. Con estos y con los que se pueden formar enganchando a todos
los que quieran dedicarse al servicio militar del mar, cuenta el gobierno
para dotar su escuadra.”821

Lo que en consecuencia hacía necesaria la colocación de infantes de marina en


cada buque:

“Si en todos los buques de guerra de cualquiera otra nación es necesaria la


tropa por las razones expuestas [la defensa y seguridad de los buques], en
los buques de la República de Colombia es aún mucho más necesaria la
guarnición, por razón de componerse una gran parte de su tripulación de
marineros extranjeros.”822

820
Ibídem, pp. 15 - 16
821
Ibídem, p. 19
822
Ibídem, p. 22
426
El discurso del CN. Castillo y Rada es a la vez un perfecto cuadro de la situación
de la armada a comienzos de 1823, y el resumen de la ambiciosa visión de futuro que
tuvo la Comisión de Guerra y Marina, encargada de preparar el proyecto de Ley
Orgánica de Marina. Ya ocupándonos de estudiar este proyecto de ley, comenzamos por
decir que la misma fue entregada formalmente a la Cámara de Representantes del
Congreso el 30 de julio de 1823. Como firmantes del proyecto estaban los diputados
José Miguel Unda, abogado que había participado en varias campañas militares y había
sido Auditor de Guerra; Miguel Palacios Fajardo, Teniente Coronel oriundo de Barinas;
y Francisco Montoya, político y hombre de negocios de Antioquía, prestamista del
Gobierno y uno de los que negociaría el empréstito de 1824 en Gran Bretaña.823

En su preámbulo, este importante documento jurídico se ocupa de:

“Señalar los límites naturales de las costas de la república que el congreso


constituyente marcó equivocadamente, parece debió ser el primer deber de
la comisión y así lo ha hecho, pues sin esta operación previa pudiera
creerse que la república de Colombia hacía un abandono de una gran
parte de sus costas y los gobiernos limítrofes se apoderarían por los mimos
de ellas: esto es por lo que hace a la costa atlántica. La pacífica, de cuyos
límites no habló la ley, se marcan y aún se propone crear otro quinto
departamento, pues la extensión de la costa es excesiva para que sea
regida por uno solo.”824

Es interesante que la ley planteara dividir la costa del Pacífico en dos


departamentos, creando uno adicional a los cuatro dispuestos en 1821 y
totalizando cinco. Según esta misma ley, los límites marítimos de la República
quedan perfectamente marcados.

823
República de Colombia. “Proyecto de Ley Orgánica de la Marina de Colombia [recurso electrónico] /
presentado a la Honorable Cámara de Representantes por la Comisión de Guerra y Marina en la lejislatura
de 1823”. Bogotá, Imprenta de la República, por Nicomedes Lora, 1823. Catálogo online de la Biblioteca
Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_181_pza19.pdf
824
Ibídem, p. 2
427
“Art. 1° Los límites marítimos de la República de Colombia son en el mar
Atlántico al oriente la boca del río Esequibo que la divide de la Guayana
Holandesa, y al occidente la del río Culebras que la separa de Nicaragua,
y en el pacífico al Norte al punta de Punica que la divide de Guatemala, y
al Sur la desembocadura del río Tumbes en el mar que la separa del
Perú.”825

“Art. 3° El primero está comprendido entre el río Esequibo y el Unare; el


segundo entre este río y la punta de Espada en la costa occidental del golfo
de Maracaibo; el tercero entre esta punta y el río Culebras; el cuarto entre
la punta de Punica y la bahía de Buenaventura; y el quinto entre esta bahía
y el río Tumbes.”826

Continuando con la organización propuesta, tenemos que mediante el Artículo 6


se restablecía a futuro la figura del almirantazgo, y mientras se creaba, se proponía un
Estado Mayor General y cinco Estados Mayores Departamentales. El Artículo 7
establecía que el Estado Mayor General tendría un jefe, cinco subjefes y once adjuntos.
Respecto a las funciones de estos nuevos órganos, el Artículo 8 establecía que eran: 1)
Reunir todas las noticias relativas a la marina y darlas al gobierno con los informes que
se le pidan. 2) Formar los planes ofensivos, y defensivos en caso de guerra y darlos al
gobierno cuando se le pidan. 3) Promover todas las reformas que crea convenientes y
comunicarlas al gobierno.

El Artículo 10 decía que cada Departamento de Marina tendría un almirante al


frente del mismo, y según el Artículo 11 el Secretario de Marina sería el jefe de la
armada, hasta formarse el venidero almirantazgo.

Respecto a los grados de los oficiales navales, el Artículo 24 los establecía de la


siguiente manera, dejando claros también sus equivalencias con los grados militares del
Ejército:

825
Ibídem, p. 5
826
Ídem

428
Almirante – General en Jefe

Vicealmirante – General de División

Contralmirante – General de Brigada

Comandante de buque mayor – Coronel

Capitán de buque menor – Teniente Coronel

Primer Teniente – Capitán

Segundo Teniente – Teniente

Aspirante de Primera Clase – Subteniente

Aspirante de Segunda Clase – Aspirante o alumno.

Esta peculiar tabla de grados navales, donde se prescinde de las más usuales
nomenclaturas, tales como “Capitán de Navío”, “Capitán de Fragata”, “Teniente de
Navío”, etc., se debe a que en el mencionado Artículo 24 se explica que careciendo la
armada nacional de navíos, teniendo muy pocas fragatas y pocas corbetas, los nombres
anteriores resultaban inadecuados, por no decir absurdos o ridículos. Se planteaba
entonces grados navales con nombres más simples y flexibles, que permitieran de cierta
manera enmascarar la carencia de buques de gran porte. Aunque se nota cierta
influencia del ejército en esta nomenclatura, no deja de ser una creación interesante y
original, que finalmente rompía con las ordenanzas españolas de finales del siglo XVIII,
las cuales habían sido el referente para la organización naval republicana desde 1811.

Respecto al servicio, el mismo quedaba claramente dispuesto en los artículos 46


y 47.

“Art. 46 Todo colombiano de ejercicio marinero o pescador está obligado a


servir en la marina desde la edad de 18 años hasta la de 40.

Art. 47 Las municipalidades de los departamentos marítimos harán los


alistamientos de dichos individuos en los términos que se previene en la
conscripción del ejército, deduciendo en cada departamento marítimo el

429
número conscripto para la marina del que corresponda al respectivo
cantón para el ejército permanente.”827

Este servicio sería de cuatro años, salvo en casos de emergencias, según lo


disponía el Artículo 51. El Artículo 56 por su parte igualaba las raciones (salarios de los
marineros y tropas) con las del ejército. El Artículo 61 establecía Capitanías de Puerto
que trabajarían al unísono con los Departamentos de Marina, manejando los asuntos de
marina mercante. Los Artículos 63 y 64 restablecían las Cortes de Almirantazgo, que
habían sido eliminadas en 1821. Finalmente, los artículos 65 a 75 establecían todo lo
relacionado con los Tribunales Militares de Marina.

Evidentemente, el proyecto de Ley Orgánica de Marina respondía a una amplia y


ambiciosa visión de los miembros de la Comisión de Guerra y Marina de la Cámara de
Representantes. El proyecto de ley presentado no sólo abordaba todas las aristas de la
cuestión naval, desde los grados hasta los salarios, organización o sistema de justicia
naval; sino que revertía la excesiva simplificación que la estructura de la armada había
sufrido según las disposiciones del Congreso General de Colombia en 1821, tras el
retiro del Almirante Luis Brión. Es razonable pensar que para la Comisión, la
recuperación de Maracaibo – y la consecuente consolidación de las fronteras nacionales
– era inminente, por lo que pronto la guerra con España sería absolutamente marítima.
De esta manera, si la simplificación de 1821 había respondido en buena medida a las
dificultades de una República aún en construcción y con la guerra sin terminarse
todavía; la proyectada Ley Orgánica de Marina se adelantaba hacia el futuro, con una
República victoriosa y firmemente establecida, necesitada de una marina eficaz que
protegiese su comercio marítimo en expansión, que hiciese valer sus intereses y respetar
su honor.

Desafortunadamente, esta ley nunca llegó a ser sancionada por el Congreso de


Colombia, pues no aparece en ninguna de las listas o recopilaciones de leyes de la
República, ni tenemos noticia o constancia de que sus disposiciones fuesen aplicadas.
Podemos inferir que dicho proyecto fue objeto de acalorados debates hasta bien
avanzado el año de 1825, no faltando detractores del mismo, que esgrimieron varios

827
Ibídem, p. 13

430
argumentos en su contra. Destaca entre ellas la opinión emitida por el Capitán de Navío
Felipe Santiago Estéves, Comandante del Segundo Departamento de Marina, firmada en
Puerto Cabello el 2 de septiembre de 1825. Veamos algunos fragmentos:

“Después de circulado y llegado a manos da algunos oficiales de marina de


este segundo departamento, el impreso que contiene un discurso con que
presentó a la comisión de guerra y marina el proyecto de ley orgánica de
esta arma el ciudadano R. del C. y R. ha sido leído y examinado
detenidamente, con el fin de hacer algunas observaciones sobre las
ventajas o desventajas que presenta, y en su virtud se expondrán las que
según el humilde concepto del autor de estas, han parecido racionales y
justas.”828

“Atendiendo a que dentro de los límites del territorio de la República se


comprende una grande extensión de costa marítima navegable, tanto en el
Atlántico como en el Pacífico, y que estas costas necesitan de una marina
militar que proteja no solamente su comercio de alta mar y costanero, sino
también que sea capaz de poner a cubierto a estas mismas costas de las
tentativas que los españoles con su reducida marina puedan pretender
sobre ellas; es indudable que Colombia debe aumentar la suya, tan pronto
como se halle en estado de poderla sostener sin contraer empeños gravosos
al erario, pues de lo contrario sería precipitarse en un abismo de males; es
decir, que nada haría con gastar enormes sumas en construcción y equipo
de grandes buques de guerra, si no cuenta con oficialidad y marinería para
su servicio, compuesta de naturales del país, y que sea suficiente para
tripularlos, a fin de no verlos apantanados en los puertos en detrimento del
erario, y frustrado el objeto que se propuso la misma nación de atender con
ellos a su servicio.”829

Más adelante se pronuncia contra los corsarios:

828
Esteves, Felipe Santiago. “Observaciones que se ponen al conocimiento de los ss. de la Comisión de
Marina en las Cámaras del Senado y Representantes [recurso electrónico] / por el Capitán de Navío
Felipe Esteves”. Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional
de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_174_pza3.pdf, p. 1
829
Ibídem, p. 3
431
“[…] es indudable que son costosos [los corsarios], y debe por tanto el
Gobierno no pensar en servirse de ellos mientras pueda hacerlo con
buques de guerra de la nación.”830

También sobre el asunto de los oficiales extranjeros y el problema de formar más


oficiales nativos de Colombia:

“La academia náutica que tiene el Gobierno establecida en el tercer


departamento, promete a Colombia marinos nacionales; pero entre tanto
que sus alumnos y los de las otras que se establezcan puedan maniobrar un
buque de guerra, y hacer su cuarto de guardia arreglado al servicio militar
de marina, parece indispensable conservar los extranjeros con gratitud y
no despreciar a los marinos hijos de las circunstancias del país. Los
buques de guerra que actualmente tiene la República, apenas pueden ser
dotados con mucho trabajo, de oficiales científicos, y aun algunos no los
tienen porque no los hay de esta clase: ¿cómo podrán hacerse en un año
oficiales de todos rangos para dotar dos fragatas de á 44? La respuesta yo
la sé, porque ya ha dicho antes el autor del proyecto, que con los oficiales
de las corbetas existentes hay para dotar las dos fragatas y todavía queda
un sobrante; pero también se ha observado que para deshacerse de ellas el
Gobierno perderá mucho, o de otra manera, que entonces echaremos a la
playa las corbetas, respecto a que no han de tener oficiales ni tripulación,
o se venderán por lo que se quiera ofrecer en perjuicio de los intereses del
Estado (esto es si no hay alguno que las compre para llevarlas a nuestros
enemigos, que no sería extraño).”831

También se pronuncia sobre la idea de un crecimiento naval rápido y sin base


económica sólida:

“Bien puede tener el proyecto de ley orgánica de marina, marcado con el


número tercero, algunas cosas de utilidad para una marina constituida de
muchos años a esta parte; pero querer formar la de Colombia de un modo
nuevo desconocido y casi impracticable, en un tiempo en que la nación
830
Ibídem, p. 11
831
Ibídem, pp. 12 - 13
432
apenas empieza a crear oficiales que puedan dotar un buque de aquí á
algunos años, es, puede decirse, pretender un imposible. Aunque Colombia
tiene de donde sacar recursos para atender además de todos sus empeños,
a mucho más de lo que la simple vista nos presenta, mientras no esté
establecida una buena administración nacional; se fomente la agricultura,
y el comercio tome incremento; hasta tanto, digo, la nación no se hallará
en estado de aumentar su marina militar, más de lo que la tiene al presente,
aun cuando se vendan las corbetas existentes para reemplazarlas con las
fragatas que se están construyendo.”832

Sobre la idea de crear un almirantazgo opinó:

“[…] si Colombia hasta el presente ha manejado su marina sin ellos ¿para


qué crear semejantes altos destinos para aumentar sus erogaciones? ¿No
es evidente que el resultado de eso sería dar a la marina un rango de
ostentación del todo ruinoso antes que útil, a la vez que no hay los
suficientes fondos para cubrir el déficit de aquellas.

Colombia no necesita de imitar a otra nación para ostentar en perjuicio


propio, y sin adherirse demasiado al sistema orgánico de las demás, debe
consultar su conveniencia con los medios de sostenimiento. Si en algún
tiempo se hallare en estado de poner una escuadra respetable con que
hacer frente a las naciones que pretendan usurpar sus derechos, no por eso
debemos empezar desde ahora a crear empleos en si casi nominales, pero
efectivos en sus pagos, para no poder sostenerlos como corresponde hasta
la llegada de aquella época. Desde 1821 en que se sancionó la ley sobre
formación de cuatro departamentos de marina, los comandantes generales
establecidos por ella han ocupado el puesto que pertenecía a los almirantes
y llenado sus deberes hasta el punto que lo habrían hecho estos; y no se
percibe que ventajas puedan proporcionar al Estado cuando no hay
escuadras ni divisiones de buques mayores para mandar un capitán de
navío o un brigadier, como lo puede hacer cualquier otro jefe de superior
graduación.”833

Estéves mostró también su diferencia de opinión respecto a los nuevos


nombres de los grados navales:

832
Ibídem, p. 13
833
Ibídem, pp. 13 - 14
433
“La nueva nomenclatura de empleos de marina que presenta el proyecto no
es la que parece más análoga a la que debe llevar la oficialidad de
Colombia en este ramo, si se atiende a la inveterada costumbre que se ha
observado en nuestro país. Tampoco es de concebirse por que Colombia
pueda adoptar una clase de nombramientos que ni está en consonancia con
e1 idioma vulgar de sus habitantes, ni nuestros marinos y gente de mar,
acostumbrados a, tratar con estos, lo han oído nunca; así es que sería
necesario además de componer un diccionario de voces nuevas para la
marina colombiana, tener que estar instruyendo no solo a los marineros,
sino también á los particulares los nombres que adopta la nación para
distinguir a sus oficiales marinos, y si carecemos aun de las personas que
entiendan lo necesario, ¿no es una extravagancia pretender aglomerar
cosas inútiles? Si se hubiese dé conceder lugar a esta pretensión, los
señores de la Comisión deberían asimismo variar en el proyecto de ley
orgánica del ejército los nombres de los diferentes cuerpos que lo
componen para que no se asemejen a los de los españoles; porque llamar
coronel de caballería en el servicio español y en el colombiano, no vendría
bien, ni tampoco comandante de artillería, de ingenieros, &c. puesto que
todos son nombres españoles. Creo que es bien exacta la paridad, y
manifiesto lo exótico de la proposición á que la he contraído.”834

“Yo encuentro más propiedad nombrándose coronel de marina un capitán


de navío y teniente coronel de marina un capitán de fragata, no solamente
porque tiene analogía el empleo con el cuerpo, sino también porque
embaraza menos el escribir estos nombres que los propuestos en el
proyecto, y porque están más acostumbrados los colombianos tanto del
ejército como de marina a distinguirlos así, que por las denominaciones de
capitán de navío o de fragata, comandante de buque mayor o capitán de
buque menor, nombres que solo los oficiales del cuerpo los dicen de oficio.
No pretendo generalizar mi opinión, pero estoy casi seguro de que no hay
un oficial de marina colombiano, que se acostumbre en poco tiempo a estos
nombramientos, ni reciba con gusto esta clase de tratamientos asemejados
en el sentido al de los ingleses, que tal vez en su idioma guardará
consonancia con sus nombres, pero traducido al castellano es como
muchas otras voces de la misma nación que disuenan en la nuestra, y un
traductor las construye no literalmente sino por la voz que en nuestro
idioma corresponde a la función que ejerce.”835

834
Ibídem, pp. 14 - 15
835
Ibídem, p. 16
434
Estéves llamaba a ocuparse primeramente de sentar las bases de una armada
poderosa en el comercio, y luego ampliar el poder de fuego de la escuadra:

“[…] se verá por un cálculo aproximado que pasarán veinte años antes que
tenga los suficientes marineros nacionales para dotar los buques que posee
en la actualidad. Colombia para custodiar sus costas, dar convoy y celar el
contrabando no necesita además de los buques que al presente tiene, sino
goletas construidas por el orden de la Independencia, porque de lo
contrario será entrarse en un laberinto sin poder salir con acierto de él por
la falta de marineros y numerario para su sostenimiento; falta que no
podrá repararse sin que las rentas nacionales progresen y sean bastantes
para todas las atenciones de la nación; así es que pretender emplear cinco
millones de pesos en gastos para un solo ramo como el de marina, sin tener
de donde sufragarlos, seria contraer empeños la nación ruinosos quizá a
sus propios intereses, pues al fin sufriría la misma suerte que el
comerciante que gana diez y gasta veinte, que en muy poco tiempo hace
bancarrota.”836

“El modo de formar estos marineros ha de ser en los buques mercantes, y


nuestros compatriotas son nada afectos a esta clase dc ejercicio, ni les
acomoda frecuentar las costas del Atlántico, en términos que se
nacionalizan buques extranjeros con arreglo a la ley de 27 de Setiembre de
1821, y para tripularlos tienen sus dueños que valerse de los propios
marineros que antes contenía el mismo buque para dejarlo en aptitud de
navegar, pues de lo contrario se arruinarían en los puertos, decayendo
nuestro comercio. Los marineros son escasos en nuestras costas en razón
de las cortas expediciones marítimas entre los naturales con las metrópolis
y aun con las colonias extranjeras; y del pequeño número de americanos
que se dedicaban a esta ocupación apenas ha quedado una parte en
Cumaná, Margarita y Maracaibo, porque la mayor fue víctima de la guerra
y asolación de Boves y Gavasso, o ha sido forzada a seguir en los buques
de guerra españoles para sus puertos, de manera que con el ínfimo residuo
que actualmente navega en nuestros buques del cabotaje, y muy pocos que
hay en los de guerra, apenas se puede tripular bien un bergantín en cada
departamento, con advertencia que hasta los extranjeros que al principio
del bloqueo de esta plaza enganchaban con más frecuencia, hoy lo excusan
de todos modos, por no habérseles asignado ni satisfecho el sueldo, como

836
Ibídem, p. 17

435
ellos creían, oportunamente. La fragata Venezuela que se halla en el tercer
departamento ofrece una prueba convincente de esta verdad. Ella no ha
podido salir al mar a una comisión interesante del Gobierno a Inglaterra,
según noticias fidedignas, porque no ha sido posible completar su dotación
personal con marineros de ninguna clase: esto acredita más, que las costas
de Colombia en el Atlántico no proporcionan hombres capaces para la
navegación, y los que se encuentran apenas manejan un barquillo
costanero y una que otra pequeña goleta, originándose de aquí el poco
incremento que toma la marina de Colombia; y mientras ella no cuente con
una mercante, que aunque no rivalice la de Inglaterra, Estados Unidos,
Francia, &c. al menos se acerque a, su población, es imposible llegue la de
guerra al pie y fuerza que se propone al Gobierno”837

Finalmente, Estéves se expresa totalmente en contra de la guerra de corso y de


depender de los marinos extranjeros:

“[…] parece demasiado humillante valerse siempre de marineros


extranjeros, entre los cuales aunque hay algunos que por rutina cumplen
sus prometimientos y observan buena fe, la mayor parte solo está a la
expectativa para engañar y burlarse de la confianza que se les dispensa,
bien insertándose sin llenar el periodo de su enganchamiento, o bien
sublevándose en las presas en que se han puesto para conducirlas a puerto,
y otros burlándose de los comandantes de buques y sus oficiales, cuando se
han hallado en países extraños, que no solamente se han valido de la
deserción, sino que la han provocado a los demás procurando seducirlos,
haciendo reclamaciones impertinentes a los magistrados, como ha
sucedido en Nueva Orleans con el bergantín Urica al mando del capitán
Pelot, y en Filadelfia con el Pichincha al mando del capitán de fragata
Juan Maitland; donde han demandado a sus comandantes.”838

En resumen, el CN. Estéves era contrario al proyecto de ley que nos ocupa. Para
él era un error buscar una brusca expansión de la armada sin antes haber desarrollado la
marina mercante y la infraestructura portuaria, lo cual sustentaba en que sería

837
Ibídem, pp. 20 - 21
838
Ibídem, pp. 25 - 26

436
justamente la marina mercante la que aportaría los hombres de mar calificados para el
servicio naval, además de justificar la existencia de la armada y pagar indirectamente
sus gastos con las rentas del comercio marítimo. El mencionado oficial se oponía
también a establecer un almirantazgo por considerarlo demasiado oneroso para las arcas
de la República, así como también insistía en la necesidad de instruir rápidamente
oficiales nativos para no depender más de los extranjeros ni tampoco de los corsarios.
Estéves también se oponía a cambiar la nomenclatura de los grados de los oficiales
navales, apegándose a la tradición española.

La visión de la Comisión de Guerra y Marina de la Cámara de Representantes


puede colocarse en comunión con la del Vicepresidente Santander como veremos más
adelante, la del Secretario Briceño Méndez y la del CN. Castillo y Rada. Esta visión de
desarrollo naval apostaba por un súbito crecimiento de la armada, acorde con los planes
para un rápido y fulminante ataque sobre Cuba y Puerto Rico. Este desarrollo se
sustentaría en un audaz programa de adquisición de buques, empleo intensivo de la
guerra de corso y amalgamamiento de oficiales extranjeros con nuevos oficiales nativos
formados por la República. Era, por resumirlo en una frase, una “Estrategia de Rápido
Desarrollo Naval” según las necesidades más inmediatas de la guerra.

La visión de Estéves y otros oficiales era opuesta. Se trataría de una política de


desarrollo más lento y gradual de la armada, apoyada en un previo desarrollo del
comercio marítimo, los puertos y la marina mercante. Apostaba por un progresivo
reemplazo de los oficiales extranjeros por los nativos y prescindir decididamente de los
corsarios en provecho del fortalecimiento de la escuadra nacional. Esta política
podríamos resumirla como una “Estrategia de Desarrollo Naval Progresivo”, enmarcada
en un necesario estado de paz interna y externa para la República. Estas dos posturas
contrarias en cuanto al desarrollo naval, debieron a su vez enfrentarse a los escépticos
del poder naval, cuyas miras no iban más allá de invertir recursos y esfuerzos en el
fortalecimiento del ejército en tierra.

En este mismo contexto, en junio de 1823 se había establecido un reglamento


para la oficialidad extranjera, como se desprende del siguiente documento:

437
“Caracas, 11 de junio de 1823.
Señor Capitán George Cheyne.
He visto la comunicación de V.S. de ayer, y contestaré a sus
cuestiones en el mismo orden que las ha propuesto:
1º Los oficiales que por sus heridas se inutilizan en el servicio
reciben su retiro como inválidos con el goce de media paga, y aquellos
cuyas heridas no les inhabilitan para continuar en ejercicio, son preferidos
para los ascensos, si su conducta es buena.
2º El período de seis meses que deben seguir los oficiales y
tripulaciones de la fragata Constantine, no se dará desde el día que salió
de Inglaterra, sino desde la expiración de los dos meses, por cuyo tiempo
recibieron paga; a la conclusión, pues de este período serán satisfechos del
haber que hubiesen devengado en los seis meses, y entonces, lo que
quisieren volver a Inglaterra, oficiales y marineros, recibirán la paga de un
mes en calidad de auxilio para el viaje.
3º La resolución de esta cuestión es prematura. El Supremo Gobierno
se ocupa, de acuerdo con la Legislatura, sobre el arreglo de la Marina, y
sus determinaciones serán la regla que deba observarse.
4º A las viudas de los oficiales que mueran en combate, se hará el
abono de un tercio de la paga de que gozaban sus maridos al tiempo de su
muerte, cuya gracia ofrezco solicitar del Supremo Gobierno.
5º Los oficiales podrán librar el importe de su paga cada tres meses y
su abono se hará por la Aduana de La Guaira, en efectivo o en descuento
de derechos, según lo permitan las circunstancias.
6º Se abonará la gratificación de quince pesos por hombre y
quinientos por cañón de los buques de guerra enemigos que se echen a
pique y queden completamente destruidos.
7º Pero de las piezas tomadas al enemigo, según los reglamentos
vigentes, pertenece la mitad a los apresadores, y la otra mitad al Estado.
Al hacer a V.S. explicaciones, debo manifestarle que mis resoluciones
quedan sujetas a la decisión del Supremo Gobierno, a quien se someterá
todo en el primer correo.
Dios guarde a V.S. – C. Soublette.”839

839
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 211
– 212
438
En ese mismo mes de junio el Libertador dio orden para establecer una Escuela
Náutica en Guayaquil, con lo cual empezaría a tomar forma real y efectiva el Cuarto
Departamento de Marina.

“Babahoyo, 12 de junio de 1823.


Al Intendente de Guayaquil.
S.E. el Libertador se sirvió crear en Guayaquil una Escuela de
Náutica y nombrar preceptor de ella al ciudadano Gómez, con la dotación
anual de mil ochocientos pesos, que deben pagársele de las cajas de esa
ciudad. Este ciudadano obtuvo el permiso de ir a Chile por su familia, y
debe volver necesariamente en todo el mes de julio para establecer la
escuela. S.E. se ha servido también mandar que provisoriamente se abra la
escuela en una de las piezas del Colegio de Guayaquil. Dispone ahora, que
V.S., de acuerdo con el Rector, elija y señale la sala que deba servir, y que
de los fondos del tesoro de Guayaquil tome la cantidad necesaria para
hacer construir mesas y bancos o asientos para los niños, y preparar
algunas plumas, papel y tinteros para los primeros rudimentos.
Dios, etc. – (José Gabriel Pérez)”840

Esta política de creación de escuelas de navegación a lo largo de las costas de la


República continuó en los siguientes años, como se evidencia en los próximos
documentos:

“DECRETO de 7 de Mayo [de 1825]

Autorizando al Poder Ejecutivo para el establecimiento de escuelas


de navegación en los puertos de la República.

El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en


Congreso.

Considerando: Que aunque el estudio de la navegación es tan


necesario para formar profesores inteligentes no es posible dar por ahora
la perfección que piden las escuelas especiales en que se enseñe esta

840
Ibídem, pp. 215 (Archivo del Libertador. Sección O´Leary. Tomo XX. Folio 212)

439
utilísima profesión; pero que debiendo a lo menos formarse cuanto antes
pilotos capaces de dirigir los buques con acierto y con ventaja del
comercio es indispensable facilitar los medios de lograrlos en los puertos
de la República; decretan.

Art. 1° El Poder Ejecutivo establecerá escuelas públicas dc


navegación en los puertos de la República donde crea necesario este
establecimiento.

Art. 2° Estas escuelas se contraerán por ahora a la enseñanza de los


elementos precisos para el arte del pilotaje, mientras se organizan escuelas
especiales en que se enseñarán con perfección las ciencias análogas a la
navegación con arreglo al plan general de instrucción pública.

Art. 3° Un profesor inteligente enseñará gratuitamente los


conocimientos elementales del arte del pilotaje, asignándole una renta
competente proporcionada a las circunstancias respectivas de los pueblos y
a juicio del Poder Ejecutivo.

Art. 4° Todos los alumnos para ser matriculados en las escuelas


deberán sufrir un examen público en leer y escribir y en los primeros
principios de la aritmética.

Art. 5° Se proporcionará a expensas del Estado el edificio


conveniente para estas escuelas con los instrumentos necesarios para la
enseñanza de los alumnos por el intendente respectivo y con aprobación
del Poder Ejecutivo.

Art. 6° Los capitanes de los buques nacionales serán obligados


admitir a su bordo sin excusa alguna por un solo viaje uno de estos
alumnos con el pre correspondiente a los marineros, luego que se hallen en
aptitud de ejercitarse en la práctica de la navegación, y que acreditarán
con el examen correspondiente. .

Art- 7° Las escuelas públicas mencionadas que se establezcan por


cuenta del Gobierno no impedirán en ningún caso el establecimiento o la
continuación de las escuelas privadas de la misma clase, quo sostengan, o
quieran sostener en adelante' su costa cualesquiera particulares y que
proteger el Gobierno en beneficio del comercio y de la navegación.

Dado en Bogotá á 30 de Abril de 1825, 15. - El presidente del


Senado, Luis A. Baralt. - El presidente de la Cámara de Representantes,
Manuel M. Quijano. - El secretario del Senado, Antonio José Caro. El
diputado secretario de la Cámara de Representantes, Vicente del Castillo.

Palacio del Gobierno en Bogotá a 7 de Mayo de 1825, 15. -


Ejecútese. - Francisco de Paula Santander. - Por S. E. el Vicepresidente de
440
la República encargado del Poder Ejecutivo. - El secretario de Estado del
despacho de relaciones exteriores, e interino en los despachos de marina y
guerra, Pedro Gual.”841

Al examinar cuidadosamente el texto de este decreto del Congreso, nos damos


cuenta que las referidas Escuelas de Navegación a abrirse en diferentes puertos de la
República serían conceptualmente diferentes de las Escuelas Náuticas dispuestas en
Cartagena y Guayaquil. Las escuelas a establecerse según el decreto citado, iban a ser
una suerte de centros auxiliares a los de Cartagena y Guayaquil, apoyados sobre todo en
buques mercantes de bandera nacional, y centrados en la enseñanza del pilotaje
(navegación costanera) para responder la acuciante necesidad de tripulantes para la
marina de guerra, más que en la auténtica formación de oficiales navales. A través de
este decreto podemos descubrir al menos dos situaciones que estaban ocurriendo hacia
1825 en Colombia: en primer lugar, la creciente necesidad de marinos para los nuevos
buques adquiridos en el extranjero; y en segundo lugar, que las Escuelas Náuticas
establecidas previamente no estaban logrando formar a suficientes tripulantes para la
armada. Es evidente que los jefes navales y políticos de la República estaban
aprendiendo de forma amarga que, de poco servirían los nuevos buques con que se
estaba dotando a la armada si no conseguían suficientes hombres de mar para
tripularlos. Este problema sería uno de los más delicados con los cuales lidiarían los
impulsores de la política naval del país.

En el mismo año de 1825 nos encontramos con la creación de una nueva Escuela
Náutica, esta vez en Maracaibo.

“República de Colombia
Comandancia General del 2º Departamento de Marina. Nº 53
Puerto Cabello, 21 de diciembre de 1825. – 15º

841
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., pp. 368 – 369

441
Al Sr. Intendente accidental del Departamento del Zulia, C. José Ignacio
Balbuena.
El Excmo. Sr. Ministro Secretario de Estado en el Departamento de
Marina con fecha 22 de noviembre último, me dice lo que sigue: “Por
decreto de hoy, S.E. el Vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo ha
tenido a bien establecer una Escuela Náutica en Maracaibo y a bordo de la
goleta Independencia, bajo la dirección del Comandante de dicho buque
como maestro principal, bajo la inmediata inspección de V.S., quien podrá
delegarla en el Comandante particular del Apostadero de Marina de aquel
puerto.
Se admitirán en dicha Escuela, en clase de Cadetes, diez jóvenes
mayores de doce años, escogidos, cuatro por el Intendente del Zulia y dos
por cada uno de los demás Departamentos del Distrito del Norte entre los
versados en lectura y escritura que aspiren a servir en la Marina. Además
de la enseñanza que señala el artículo 2º del decreto del Congreso de 30 de
abril de año 15º, se dará a los alumnos lecciones de artillería, de táctica
naval, de cosmografía, de maniobras y faenas, ejercitándolos en
expediciones prácticas para su adiestramiento en la navegación, quedando
a cargo del Intendente del Departamento del Zulia, auxiliar el
establecimiento, con los instrumentos y equipos necesarios a su mejor
funcionamiento, del cual deberá V.S. estar siempre informado, así como del
resultado de los exámenes para dar oportuna cuenta al Gobierno.”
Dígolo a V.S. para su inteligencia y gobierno. Lo transcribo a V.S.
para que esta disposición del Supremo Gobierno tenga su debido y puntual
cumplimiento.
Dios guarde a V.S. muchos. – Felipe Esteves.”842

Esta escuela a instalarse en Maracaibo parecía ser de la misma naturaleza que las
establecidas en Cartagena y Guayaquil, y no como las que se ordenaban en el Decreto
del 7 de mayo del mismo año. Este documento nos confirma lo expresado
anteriormente: la casi angustiosa necesidad que tenía la República hacia 1825 de formar
suficientes tripulantes para su creciente armada.

En el mismo asunto del personal naval, tenemos que a finales de mayo de 1824
el Vicepresidente Santander y el Secretario de Marina solicitaron al Senado revisar el

842
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 36 – 37 (Francisco Alejandro Vargas,
Biografía Documentada de la Escuela Naval de Venezuela, pp. 30 – 31)

442
reglamento de salarios, por ser éstos muy bajos, en especial para el personal extranjero
alistado en los buques.843 Luego, en enero de 1826, el Congreso de la República
autorizó al Poder Ejecutivo a regular el uniforme del Ejército y la Armada.

“El Senado y Cámara de Representantes de la República de Colombia en


Congreso.
Considerando:
Que es necesario arreglar el uniforme y divisas que deben usar los
individuos de la clase militar, pertenecientes al ejército y marina de la
República, ya para que algunos oficiales subalternos no intenten llevar un
vestido superior a su sueldo, y ya para que se evite la confusión que de otra
suerte debe experimentarse en perjuicio de la disciplina del ejército,
Decretan:
Artículo 1º Los individuos del ejército y marina de la República deben
conservar y conservarán el uso del uniforme, y divisas que arreglará el
Poder Ejecutivo conforme a las bases siguientes: 1ª Las divisas de los
individuos del ejército y marina, que sirven para distinguir los grados
militares, serán en cuanto pudieren ser las mismas que actualmente están
en uso; 2ª Los uniformes del ejército y marina serán sencillos y
económicos.
Artículo 2º Ningún militar perteneciente al ejército y marina de la
República usará de uniforme ni divisa que no le corresponda por su grado.
Dado en Bogotá, a 23 de enero de 1826. 16 – El presidente del Senado,
Luis A. Baralt. – El presidente de la Cámara de Representantes Cayetano
Arvelo. – El secretario del Senado, Luis Vargas Tejada. – El diputado
secretario, Mariano Miño.
Palacio de Gobierno en Bogotá a 24 de enero de 1826, 16. – Ejecútese. –
Francisco de Paula Santander. – Por S.E. el Vicepresidente de la
República, encargado del Poder Ejecutivo. – El secretario de Estado del
despacho de Guerra. – Carlos Soublette.”844

Del texto de este decreto podemos inferir que existía cierto desorden con los
uniformes y distintivos militares y navales en la República. Esta situación pudo

“Secretaría de Marina”. El Colombiano. Caracas, miércoles 22 de septiembre de 1824. N° 72, p. 1


843
844
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 67 – 68
443
originarse en el variopinto origen de los oficiales navales y marineros, así como también
por las varias escuelas de formación y a los diferentes proveedores de uniformes,
materiales y equipos que tuvieron las fuerzas armadas. Este decreto, junto con todos los
otros instrumentos legales citados hasta ahora, nos muestran la política naval que
desarrollaron los líderes del país.

Continuando en 1826, en el mes de abril de ese año fue aprobada la Ley Orgánica
de Milicias, cuyo preámbulo rezaba:

“LEY de 1° de Abril [de 1826]

Orgánica de milicias.

E1 Sellado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidas en Congreso.


Considerando: que es un deber de todo colombiano estar pronto en todo
tiempo a servir y defender la patria, y que nada puede facilitar tanto el
cumplimiento de este deber en los casos de una invasión repentina exterior,
de una conmoción interior como una milicia nacional bien arreglada que
sostenga en todos tiempos las libertades públicas: considerando además,
que para conseguir todo esto es indispensable organizar la milicia, de
modo que con el menor gravamen posible de los ciudadanos y del erario
público, llene siempre su objeto en tiempo de paz y de guerra, sin
contrariar jamás el artículo 174 de la constitución; decreta: [….]”845

Es oportuno recordar el concepto de milicia en esta época, y el origen del


mismo. Baste decir que se trataba de una fuerza defensiva compuesta por soldados a
tiempo parcial, que costeaban buena parte de sus gastos en uniformes, equipos y armas,
y que estaban diseñadas para asistir a las fuerzas regulares en la defensa del territorio.
El sistema de milicias había sido implementado desde finales del siglo XVIII por la
Monarquía Española para la defensa de sus vastos territorios. De hecho, muchos líderes
militares de la independencia hispanoamericana se habían formado como oficiales de
milicia; tal es el caso de Simón Bolívar.846 Ya en el período que nos ocupa, la Milicia
Nacional o Milicia Cívica (como fue llamada también), impulsada desde el Congreso y

845
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., pp. 456
846
Falcón, Fernando. El Cadete de los Valles de Aragua. Pensamiento político y militar de la ilustración
y los conceptos de guerra y política en Simón Bolívar, 1797 - 1814, pp. 29 - 101
444
por el Vicepresidente Santander, era la gran esperanza de los liberales por reducir el
enorme gasto que implicaba el ejército permanente, al tiempo que se mantenía la
capacidad defensiva de la República y se reducía el poder e influencia de los militares
sobre el Estado.

La Comisión de Guerra y Marina continuó trabajando, pues el 8 de abril fue


sancionado un decreto estableciendo resguardos marítimos y terrestres,847 es decir,
delimitando las responsabilidades de defensa entre el ejército y la armada; y el 18 del
mismo mes fue sancionada la Ley Orgánica Militar,848 que dio un ordenamiento legal
completo al conjunto de las Fuerzas Armadas de la República de Colombia.

Por otra parte, la falta de personal calificado seguía siendo un problema urgente
para la armada. Esta afirmación puede sostenerse con los siguientes dos decretos,
sancionados ambos el 21 de abril de 1826. El primero ordenaba medidas para aumentar
el enganche de personal en la marina, mientras que el segundo autorizaba al Poder
Ejecutivo a admitir en el servicio naval a los oficiales y marineros extranjeros que
considerara conveniente.

“El Senado y Cámara de Representantes de la República de


Colombia reunidos en Congreso.
Considerando: 1º Que el aumento de la fuerza marítima exige
también el de los oficiales y tripulaciones para que los buques de la
armada nacional se pongan en estado de buen servicio; 2º Que para la
consecución de este objeto es necesario aumentar los sueldos, así de los
oficiales como de los marineros; 3º Que algunos individuos de la marina se
hallan sirviendo en las fuerzas de tierra, siendo más importantes sus
servicios en aquélla, que en ésta; decretan:
Art. 1º El Poder Ejecutivo admitirá al servicio de la marina los
oficiales, hasta el grado de capitán de fragata, y los marineros extranjeros
que juzgue necesarios para servir en la escuadra nacional por el tiempo
que crea conveniente.
Art. 2º Se autoriza igualmente al Poder Ejecutivo para que aumente
el sueldo de los oficiales y prest de los marineros que actualmente sirven en

847
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., p. 475
848
Ibídem, p. 482

445
la escuadra, o que sean admitidos al servicio; como también para fijar la
cuota que deba pagárseles a éstos por enganche.
Art. 3º Del mismo modo queda autorizado para hacer en la parte
administrativa de la escuadra, las reformas que crea necesarias.
Art. 4º Si en el ejército actual hubiere individuos hasta la clase de
cabo inclusive, que sean de la profesión marinera, o que hayan pertenecido
a las antiguas matrículas, el Poder Ejecutivo dispondrá que pasen a la
escuadra, si lo creyese conveniente.
Art. 5º Los individuos que en virtud del artículo anterior, pasaren del
ejército a la marina, harán en ella una campaña de dos años, y concluida,
se les inscribirá en la milicia marinera, si ellos eligieren esta profesión; y
si no, pasarán a la milicia cívica.
Art. 6º La presente autorización dura hasta la próxima reunión
ordinaria del Congreso, en la cual dará cuenta el mismo Poder Ejecutivo,
de lo que en su virtud hubiere obrado.
Dado en Bogotá a 20 de abril de 1826, 16. – El presidente del
Senado, Luis A. Baralt. – El presidente de la Cámara de Representantes,
Cayetano Arvelo. – El secretario del Senado, Luis Vargas Tejada. – El
diputado secretario interino de la Cámara de Representantes, S.
Michelena.
Palacio del Gobierno en Bogotá, a 21 de abril de 1826, 16. –
Ejecútese. – Francisco de Paula Santander. – Por S.E. el Vicepresidente de
la República encargado del Poder Ejecutivo. – El secretario de Estado del
despacho de Marina y Guerra, Carlos Soublette.”849

“DECRETO de 21 de Abril [de 1826]

Autorizando al Poder Ejecutivo para que pueda admitir al servicio de


la marina los oficiales y marineros extranjeros que juzgue necesarios, para
la escuadra nacional.

El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en


Congreso. Considerando: 1° Que el aumento de la fuerza marítima exige
también el de los oficiales y tripulaciones para que los buques de la
armada nacional se pongan en estado de buen servicio. 2° Que para la
consecución de este objeto es necesario aumentar los sueldos así de los
oficiales como de los marineros. 3° Que algunos individuos de la marina se

849
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 111 – 112 (Leyes de Colombia. Año de
1826)
446
hallan sirviendo en las fuerzas de tierra, siendo más importantes sus
servicios en aquella, que en esta; decretan.

Art. 1° El Poder Ejecutivo admitirá al servicio de la marina los


oficiales hasta el grado de capitán de fragata; y los marineros extranjeros
que juzgue necesarios para servir en la escuadra nacional por el tiempo
que crea conveniente.

Art. 2° Se autoriza igualmente al Poder Ejecutivo para que aumente


el sueldo de los oficiales y resto de los marineros que actualmente sirven en
la escuadra, o que sean admitidos al servicio; como también para fijar la
cuota que deba pagárseles a estos por enganche.

Art. 3° Del mismo modo queda autorizado para hacer en la parte


administrativa de la escuadra, las reformas que crea necesarias.

Art. 4° Si en el ejército actual hubiere individuos hasta la clase de


cabo primero inclusive, que sean de la profesión marinera, o que hayan
pertenecido a las antiguas matriculas, el Poder Ejecutivo dispondrá que
pasen a la escuadra, si lo creyere conveniente.

Art. 5° Los individuos que en virtud del artículo anterior, pasaren del
ejército a la marina, harán en ella una campaña de dos años, y concluida.
Se les inscribirá en la milicia marinera, si ellos eligieren esta profesión; y
si no, pasarán a la milicia cívica.

Art 6° La presente autorización dura hasta la próxima reunión


ordinaria del Congreso, en la cual dará cuenta el mismo Poder Ejecutivo,
de lo que en su virtud hubiere obrado.

Dado en Bogotá a 20 de Abril de 1826, 16.-EI presidente del Senado,


Luis A. Baralt. - El presidente de la Cámara de Representantes, Cayetano
Arvelo. - EI secretario del Senado, Luis Vargas Tejada. - El diputado
secretario interino de la Cámara de Representantes, S. Michelena.

Palacio del Gobierno en Bogotá a 20 Abril de 1826, 16. - Ejecútese. -


Francisco de Paula Santander - Por S. E. el Vicepresidente de la República
encargado del Poder Ejecutivo. - El secretario de Estado del despacho de
marina y guerra, Carlos Soublette.”850

La citada comisión del Congreso también trabajó en el área de la justicia militar,


produciendo dos decretos más, uno con fecha 22 de abril del mismo año referido a las

850
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., p. 498
447
jurisdicciones respectivas del ejército y la armada, y otro con fecha 25 de abril sobre los
juicios a personal de la marina.

“El Senado y Cámara de Representantes de la República de


Colombia reunidos en Congreso.
Vista la comunicación del Poder Ejecutivo fecha 23 del último
febrero, en que pasa al conocimiento del Congreso la competencia
suscitada entre el comandante general del tercer departamento de marina y
el comandante general de armas del departamento del Magdalena, sobre la
presidencia de los consejos de guerra formados a los oficiales de marina
por la novedad que en la materia ha hecho la ley de 2 de agosto de 1824; y
considerando: Que la inteligencia del artículo 2º de la citada ley de 2 de
agosto de 1824, ha causado dudas en la sustanciación, conocimiento y
decisión de los juicios criminales del ejército y marina, y que deben
aclararse éstas, para facilitar la mejor administración de justicia;
decretan:
Art. 1º Los oficiales y tropa de tierra y mar que se hallen haciendo el
servicio de guarnición en las plazas de la República, o que esté
acuartelados dentro de su recinto, serán juzgados aun en el caso de
deserción, con arreglo a la ley de 2 de agosto de 1824, y a la ordenanza
general del ejército en la parte que está vigente; debiendo corresponder la
presidencia de los consejos de guerra al comandante general de armas del
departamento, o general en jefe del ejército.
Art. 2º Los delitos comunes en que incurran los oficiales y tropa de
marina estando desembarcados, serán también juzgados en los términos
que ordena el artículo anterior.
Art. 3º Los oficiales y tropa de mar y tierra embarcados en los buques
de la armada colombiana, serán juzgados aun en el caso de deserción,
según la ordenanza de marina, en cuanto a las penas que establece. Sus
consejos de guerra así ordinarios, como de oficiales generales, se formarán
con arreglo a las leyes de 2 de agosto de 1824, y 1º de mayo de 1825; y
serán presididos por los comandantes generales de marina o comandantes
generales de escuadra o de división marítima a quienes corresponda, sin
que por esta disposición deba alterarse el gobierno interior de los cuerpos,
que serán regidos según las diferentes reglas de su particular instituto.
Art. 4º El conocimiento de causas sobre hurtos, robos y malversación
de los intereses de la hacienda pública en los arsenales y buques de la
República, o de cualquier otro modo, pertenece privativamente al juez
letrado de hacienda de la provincia donde ocurra el caso, con arreglo al
artículo 87 de la ley de 1º de mayo de 1825 sobre procedimiento civil.

448
Dado en Bogotá, a 22 de abril de 1826, 16. – El presidente del
Senado, Luis A. Baralt. – El presidente de la Cámara de Representantes,
Cayetano Arvelo. – El secretario del Senado, Luis Vargas Tejada. – El
diputado secretario de la Cámara de Representantes, Mariano Miño.”851

“DECRETO de 25 de Abril [de 1826]

Declarando que los oficiales y tropa de marina deben ser juzgados


conforme a la ley de 2 de agosto de 1824, &c.

El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en


Congreso. Vista la comunicación del Poder Ejecutivo fecha 23 del último
febrero, en que pasa al conocimiento del Congreso la competencia
suscitada entre el comandante general del tercer departamento de marina y
el comandante general de armas del departamento del Magdalena, sobre la
presidencia de los consejos de guerra formados a los oficiales de marina
por la novedad que en la materia ha hecho la ley de 2 de Agosto de 1824; y
considerando: Que la inteligencia del artículo 2° de la citada ley, de 2 de
Agosto de 1824, ha causado dudas en la sustanciación, conocimiento y
decisión de los juicios criminales del ejército y marina, y que deben
aclararse estas, para facilitar la mejor administración de justicia;
decretan.

Art. 1° Los oficiales y tropa de tierra y mar que se hallen haciendo el


servicio de guarnición en las plazas de la Rep6blica, o que estén
acuartelados dentro de su recinto, serán juzgados aun en el caso de
deserción, con arreglo a la ley de 2 de Agosto de 1824, y a la ordenanza
general del ejército en la parte que está vigente; debiendo corresponder la
presidencia de los consejos de guerra al comandante general de armas del
departamento, o general en jefe del ejército.

Art. 2° Los delitos comunes en que incurran los oficiales y tropa de


marina estando desembarcados, serán también juzgados en los términos
que ordena el artículo anterior.

Art. 3° Los oficiales y tropa de mar y tierra embarcados en los


buques de la armada colombiana, serán juzgados aun en caso de
deserción, según la ordenanza de marina, en cuanto a las penas que
establece. Sus consejos de guerra así ordinarios, cómo de oficiales
generales, se formarán con arreglo a las leyes de 2 de Agosto de 1824, y 1°
de Mayo de 1825; y serán presididos por los comandantes generales de
851
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 112 – 113

449
marina o comandantes generales de escuadra o de división marítima a
quienes corresponda, sin que por esta disposición deba alterarse el
gobierno inferior de los cuerpos, que serán regidos según las diferentes
reglas de su particular instituto.

Art. 4° El conocimiento de causas sobre hurtos, robos y mala


versación de los intereses de la hacienda pública en los arsenales y buques
de la Rep6blica, o de cualquiera otro modo, pertenece privativamente al
juez letrado de hacienda de la provincia donde ocurra el caso, con arreglo
al artículo 87 de la ley de 1° de Mayo de 1825 sobre procedimiento civil.

Dado en Bogotá a 22 de Abril de 18i6, 16. - El presidente del Senado,


Luis A. Baralt. - El presidente de la Cámara de Representantes, Cayetano
Arvelo - El secretario del Senado, Luis Vargas Tejada, - El diputado
secretario de la Cámara de Representantes, Mariano Miño.

Palacio del Gobierno en Bogotá a 25 de Abril de 1826, 16. -


Ejecútese. - Francisco de Paula Santander. - Por S E. el Vicepresidente de
la República encargado del Poder Ejecutivo. - El secretario de Estado del
despacho de marina y guerra, Carlos Soublette.”852

El problema de la escasez de personal era realmente grave para una armada


cuyo tonelaje y poder de fuego venían creciendo aceleradamente, y a la cual pretendían
asignársele importantes tareas, como quizá las expediciones contra Cuba y Puerto Rico,
ataques sobre las Islas Canarias o la propia Península Ibérica, además de operaciones
combinadas con otros países hispanoamericanos en pro de la defensa común. Para
resolver este problema de manera definitiva, el Congreso de la República sancionó el 3
de mayo de 1826 la que quizás fue la ley de mayor alcance e impacto, por mucho la
más audaz: la Ley Orgánica de Milicia Marinera.853 La citada ley rezaba en el inicio:

“El Senado y Cámara de Representantes de la República de


Colombia reunidos en congreso.

Considerando:

1° Que los colombianos están obligado a servir y defender la patria,


y que la marina nacional es parte de la fuerza armada.

852
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., p. 505
853
Ley de 3 de Mayo de 1826. Orgánica de la milicia marinera. Ibídem, p. 518
450
2° Que los que se ejercitan en la pesca y navegación, son más a
propósito para servir en la mar.

3° Que es indispensable organizar la milicia marinera para que con


el menor gravamen posible de los ciudadanos y del erario nacional; se
tripule la armada colombiana;

Decretan,

Capítulo 1°

De la milicia marinera.

Art 1°. Los colombianos que se ejerciten en la pesca o en la


navegación, son obligados a servir en la milicia marinera desde la edad de
diez y seis años hasta cuarenta.

Art 2°. La milicia marinera se formará por parroquias, villas y


ciudades en cada uno de los departamentos de marina.

Art 3°. El poder ejecutivo designará las parroquias, villas y ciudades


en que deba formarse milicia marinera. […]”854

En total, esta ley comprendía 39 artículos, organizados en cinco capítulos. El


segundo capítulo establecía el sistema de alistamiento y la organización de la Milicia
Marinera. El alistamiento de los milicianos se llevaría a cabo por parroquias, cantones y
departamentos, siendo los responsables más altos los comandantes de los
departamentos de marina. El tercer capítulo definía las obligaciones o deberes de los
miembros de la Milicia Marinera, así como los de los funcionarios encargados de
organizar los alistamientos. El cuarto capítulo se refería específicamente al sistema de
sorteo para los alistamientos, mientras que el capítulo cinco cerraba el documento con
las disposiciones generales.855

Más allá de la composición del texto de la Ley Orgánica de Milicia Marinera,


queremos resaltar lo interesante de esta iniciativa del Congreso. La Milicia Marinera
iba a ser una parte especial y separada de la Milicia Nacional, encargada
específicamente de aportar hombres de mar a la escuadra. Su existencia y regulaciones

854
“Ley Orgánica de la Milicia de Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 25 de junio de 1826.
N° 245, p. 1
855
Ibídem, pp. 1 - 2

451
permitirían a la armada tener prioridad en el alistamiento en zonas costeras, a fin de
poder dotarse con hombres conocedores del mar. Esto evitaría que dichos hombres
prestasen servicio en la Milicia Nacional, reforzando por tanto al ejército terrestre y
dejando sin uso provechoso para la República sus habilidades marineras.

La Ley Orgánica de Milicia Marinera, junto con todo el conjunto de leyes y


decretos presentados, viene a demostrar que en la República de Colombia se llevó
adelante una verdadera política naval y marítima, coherente, planificada y con objetivos
claros. No que se tomaron decisiones aisladas, descoordinadas e incluso improvisadas.
De los documentos antes presentados podemos extraer que en Colombia hubo un grupo
de impulsores del poder naval, entre los que podemos contar al Vicepresidente
Francisco de Paula Santander, al Secretario de Guerra y Marina, general Pedro Briceño
Méndez – y más tarde a su sucesor en el cargo, Carlos Soublette –, al oficial mayor de
la Dirección de Marina, Capitán de Navío Rafael del Castillo y Rada, y a los miembros
de la Comisión de Guerra y Marina de la Cámara de Representantes del Congreso. El
objetivo central de esta política estaba el rápido fortalecimiento de la armada
colombiana, a través del enganche de la mayor cantidad posible de personal calificado,
la adquisición de buques adecuados y la idónea organización de la institución. Todo
ello para garantizar la defensa de la República en sus espacios marítimos y
eventualmente lograr la expulsión de los españoles del Mar Caribe.

Ya tardíamente, en el período que denominamos como declive del poder naval


colombiano, el Congreso declaró a Buenaventura como puerto franco en la costa del
Pacífico, mediante decreto de fecha 26 de julio de 1827.856 Suponemos que esta medida
buscó incentivar el comercio marítimo en la fachada del Pacífico. El Congreso también
sancionó otro decreto, con fecha 8 de agosto de 1827, para fijar el pie de fuerza armada
de la República.857 Esta decisión parlamentaria se enmarcó ya en la política de
reducción del poder militar, como veremos más adelante.

Respecto a la estructura organizativa de la armada colombiana, debemos


recordar lo siguiente: La República de Colombia tuvo un gobierno formado como tal a

856
Decreto de 26 de Julio de 1827. Declarando a la Buenaventura puerto franco en la costa del Pacífico.
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia… Ob. Cit., p. 562
857
Decreto de 8 de Agosto de 1827. Fijando la fuerza armada del Estado. Cuerpo de Leyes de la
República de Colombia… Ob. Cit., p. 567

452
partir de 1821, cuando se sancionó la Constitución redactada por el Congreso General
de Colombia en Cúcuta. A partir de ese hito, el Libertador Simón Bolívar fue elegido
por el Congreso como Presidente, y el General de División Francisco de Paula
Santander como Vicepresidente. Antes de partir al sur y dejar al Vicepresidente
encargado del Poder Ejecutivo, Bolívar nombró un gabinete, siendo el general Pedro
Briceño Méndez el primer Secretario de Guerra y Marina. Adscrita a su cartera
ministerial se encontraba la Dirección de Marina, según lo dispuesto por el Congreso en
1821, como ya se explicó. La Dirección de Marina tenía su sede en Bogotá y nunca
tuvo un Director al frente de la misma, sino que sus funciones fueron ejercidas
directamente por los Secretarios de Guerra y Marina. Bajo la autoridad del Director de
Marina operarían los Comandantes de los cuatro Departamentos de Marina, con sedes
en Cumaná, Puerto Cabello, Cartagena y Guayaquil; para cuyas tareas fueron
acompañados a su vez por cuatro Auditores de Marina. Esta fue la estructura básica de
la Armada de la República de Colombia durante la existencia del país.

El 3 de marzo de 1826 el General de Brigada Lino de Clemente y Palacios fue


designado por Santander como Secretario de Marina, separando así en dos carteras
ministeriales diferentes al ejército y la armada.

“Consultó después su excelencia el vicepresidente si no sería ya tiempo de


separar la secretaría de marina de la de guerra, encargando la primera a
alguna persona que tuviera los conocimientos bastantes para dirigir
nuestra marina; ella es considerable en el día y con frecuencia el gobierno
se ve perplejo en varios negocios, por falta sin duda de un marino en sus
consejos. El de gobierno fue de opinión de que era muy conveniente ya la
separación propuesta, y en seguida dio su dictamen a favor del general
Lino Clemente para secretario de marina, quien ha hecho repetidas
renuncias del mando de la escuadra que se le había conferido [...]”858

858
Consejo Ordinario del viernes 3 de marzo de 1826. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República
de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la
Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco
de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
453
“República de Colombia
Sección 2º Secretaría de Estado del despacho del Interior

Palacio de Gobierno en Bogotá a 9 de marzo de 1826. 16º

Al Señor General de Brigada Lino de Clemente

Con fecha 3 del corriente ha expedido Su Excelencia el


Vicepresidente de la República el decreto siguiente: “Por cuanto el
incremento que recibe la fuerza naval de la República hace necesaria que
se restablezca la secretaría de Marina unida temporalmente a la de guerra,
tanto para darle organización y dirección de los ramos de su pertenencia,
oído el consejo de gobierno he resuelto lo siguiente:
Artículo 1º. Se nombra al General de Brigada Lino de Clemente para
secretario del despacho de marina de Gobierno de la República.
Artículo 2º. Hasta que se posesione de su destino el General
Clemente, la secretaría de marina se despachará como hasta ahora por el
secretario de guerra.
El secretario de Estado del despacho del Interior queda encargado
de la ejecución de este despacho.”
Tengo la honra de participarlo a Vuestra Señoría para su
satisfacción y cumplimiento.
Dios guarde a Vuestra Señoría.
J. Manuel Restrepo.”859

Clemente ocupó el cargo hasta finales del año, y el 24 de noviembre el Libertador


Presidente decidió reunificar de nuevo a las dos secretarías.860 En la misma fecha, el
Libertador también decidió ascender a Clemente al grado de General de División, razón
por la cual es llamado actualmente Vicealmirante. Desconocemos si esta última
decisión de Bolívar estuvo en conexión con la anterior, aunque la coincidencia de
fechas pareciera señalar que sí. Nos inclinamos a pensar que Bolívar quiso de alguna
forma compensar a Clemente por su salida del cargo como Secretario de Marina.

859
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, p.
146 (Archivo Familia Clemente Urrutia)
860
Ibídem, p. 150

454
“República de Colombia

24 de noviembre 1826

Simón Bolívar Libertador Presidente de la República &. &. &. &.

Atendiendo al mérito y servicios del general de brigada Lino de


Clemente, he venido en conferirle el empleo de general de división de la
armada nacional con la antigüedad de primero de Mayo del presente año.

Por tanto, ordeno al jefe quien corresponda le ponga en posesión del


referido empleo, guardándole y haciéndole guardar los fueros, honores y
privilegios que le competen; y que se tome razón de este despacho en las
oficinas de hacienda correspondientes, para que se le haga el abono del
sueldo en los términos que la ley señala.

Dado, firmado de mi mano, sellado con el sello del Estado, y


refrendado por el Secretario del despacho de marina en el palacio del
gobierno en Bogotá a veinte y cuatro de noviembre de mil ochocientos
veinte y seis. – 16º

Simón Bolívar

C. Soublette

Vuestra Excelencia concede al señor General de Brigada Lino de


Clemente el empleo de General de División, con la antigüedad de 1º de
mayo de este año.

Tómese razón de este despacho a folio 92 del libro respectivo.


Dirección Contaduría General de Tesorería. Bogotá. Noviembre 25 de
1826. 16º

José Luis Carbonel (Firma y Rúbrica)

Cuartel General en Maracaibo. Febrero 1º de 1827

Cumplan lo que mandó Su Excelencia el Libertador Presidente y


tómese razón en las respectivas oficinas.

El Jefe Superior.

José A. Páez (Firma)

Tómese razón en la Contaduría y Tesorería del Departamento.

C. Mendoza (Firma y Rúbrica)


455
Tómese razón en la Contaduría General del Departamento al folio 66
del Libro 1º, destinado al efecto. Caracas Marzo 14 de 1827. 17º

J. Manuel Landa (Firma y Rúbrica)

Se tomó razón en la Tesorería principal del Departamento al folio


343 vuelto del Libro número 2º destinado al efecto. Caracas Marzo 14 de
1827. 17º

J. Cordero (Firma y Rúbrica)”861

Con fecha de diciembre de 1826 tenemos otro documento que nos esclarece la
salida del general Clemente de la mencionada cartera ministerial:

“Simón Bolívar Libertador


Presidente de la República de Colombia, etc., etc., etc.
Habiéndose admitido la renuncia hecha por el secretario de marina, y
considerando ser de absoluta necesidad el economizar todos aquellos
gastos que puedan evitarse sin perjuicio del servicio público; he venido en
decretar lo que sigue:
Art. 1° La Secretaría de Marina quedará reunida de nuevo a la de
guerra, y se desempeñará por el que obtenga esta.
Art. 2° La Secretaría de Marina queda reducida a una sola mesa a
cargo del oficial mayor y con los escribientes necesarios: ellos serán
elegidos entre los actuales por el secretario, y los demás cesarán en sus
destinos, luego que el mismo secretario lo juzgue conveniente según la
disminución de los negocios.
El Secretario de Estado del Despacho del Interior queda encargado
de la ejecución de este decreto.
Dado en Bogotá a 24 de noviembre de 1826 – 16° - Simón Bolívar –
El Secretario de Estado del Despacho del Interior – José Manuel
Restrepo.”862

861
Ibídem, p. 149
862
“Decretos del Poder Ejecutivo”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 3 de diciembre de
1826. N° 268, p. 1
456
En noviembre de 1826 Lino de Clemente renunció al cargo de Secretario de
Marina, quedando la Secretaría de Guerra y Marina, unidas otra vez, en manos del
general Carlos Soublette.863 En 1828 Soublette fue sucedido en el cargo por el general
Rafael Urdaneta, quien llegaría a ser el último presidente de la República de Colombia.

En cuanto a la organización dentro de cada Departamento de Marina, como ya


hemos explicado al lector; esta organización comenzó a operar en octubre de 1821.
Antes de esa fecha tenemos que el Almirante, y por tanto Comandante General de
Marina, fue Luis Brión. Sin embargo, entre junio y septiembre de 1819, entre marzo y
abril de 1820, y entre abril y octubre de 1821, el general Lino de Clemente debió suplir
al Almirante Brión en sus funciones, ya que éste se encontraba en los dos primeros
períodos y parte del tercero comandando directamente la escuadra en diversas
operaciones. A finales de 1821 Brión debió retirarse por problemas de salud debido a la
tuberculosis, enfermedad que le llevó a la muerte. Finalmente, ya en agosto de 1821
Clemente asumió el Cargo de Comandante General de la Flota.

Al establecerse la estructura de los cuatro Departamentos de Marina, la cual no


fue plenamente operativa hasta finales de 1822, tenemos que el 13 de febrero de dicho
año fue nombrado Comandante del Segundo Departamento de Marina, el CN. Felipe
Santiago Estéves; mientras que para el Primero fue designado como Comandante
Interino el CN. Agustín Armario, el 7 de julio del mismo año. Por su parte, ya a
comienzos de 1823, cuando da inicio la Campaña del Zulia, encontramos al aún capitán
de navío, José Prudencio Padilla, al frente del Tercer Departamento de Marina.

El 12 de febrero de 1824 el Libertador nombró al Capitán de Navío Thomas


Wright Comandante General de la Escuadrilla de Colombia en el Sur; es decir, al
mando de la escuadra del Pacífico y bajo la autoridad del también capitán de navío,
John Illingworth, quien se desempeñaba como Comandante del Cuarto Departamento
de Marina. Más tarde, el 27 de abril, Bolívar designó al CN. Vicente Barbará como
Comandante de ese Departamento de Marina, enviando a Illingworth a la zona de

863
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición que el
Secretario de Estado en el Despacho de Marina de la República de Colombia hace al Congreso de 1827
sobre los negocios de su departamento [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de
P.C., 1827. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza28.pdf, pp. 10 – 11

457
guerra en aguas peruanas. Dicho nombramiento sería revertido el 9 de julio del mismo
año.

En septiembre de 1825 el general Clemente y el CN. Beluche fueron designados


como Comandante y Segundo Comandante respectivamente, de la escuadra que
especialmente se reunía en el Tercer Departamento de Marina para ir sobre San Juan de
Ulúa y luego sobre Cuba y Puerto Rico. Esta escuadra, como ya explicamos, no llegó a
cumplir su propósito, y luego Clemente fue elevado a Secretario de Marina en marzo de
1826, dejando la comandancia de la escuadra en manos de Beluche hasta mediados del
año, cuando fue relevado por Padilla.

Como se verá más adelante, entre diciembre de 1826 y enero de 1827 se redujo
la dimensión y poder de la armada, por lo que los cuatro departamentos de marina
fueron reducidos a dos, fusionándose el primero con el segundo y el tercero con el
cuarto. Para asumir la comandancia del Primer Departamento de Marina, que ahora
cubría desde la desembocadura del Esequibo hasta el Cabo de la Vela, fue designado el
CN. Felipe Santiago Estéves, por decisión del Libertador el 4 de octubre de 1827.
Posteriormente, el 9 de marzo de 1828 sería sucedido por Beluche, para luego volver a
asumir el cargo el 1º de febrero de 1829, cuando Beluche fue designado para comandar
la escuadrilla que sería enviada al Pacífico.

Estos departamentos de marina gozaban de una autonomía casi total entre sí,
siendo sus respectivos comandantes la máxima autoridad en sus zonas de
responsabilidad y teniendo el mando sobre los buques de guerra con puerto base en los
apostaderos y bases navales dentro de su jurisdicción. Aun así, era bastante usual que
los buques pasaran de un departamento a otro por razones del servicio, tales como
patrullajes, reparaciones, abastecimientos, defensa de costas, transporte de tropas, etc.
Resulta llamativo que en una República con una fuerte tendencia centralizadora – lo
que originó a la postre su disolución – la armada tuviera una estructura notablemente
descentralizada. Si revisamos incluso la creación de escuelas náuticas y de navegación,
nos damos cuenta que cada departamento tuvo al menos una: Cartagena en el Tercer
Departamento, Guayaquil en el Cuarto, y más tarde Maracaibo en el Segundo. Si
contamos las escuelas de navegación o pilotaje, encontramos que también el Primer
Departamento contó con medios para formar marinos, pues albergó escuelas en
Cumaná, Margarita y Angostura.
458
2) Adquisición de buques

Los buques de guerra son la esencia y razón de ser de toda armada o marina de
guerra. Por ello, no puede hablarse de que un Estado emprenda una política naval y
marítima sin que dicha política no incluya la construcción o adquisición de buques, así
como el desarrollo de determinadas infraestructuras y facilidades navales. El caso de la
República de Colombia, del cual nos ocupamos en este trabajo, no es la excepción.
Entre 1825 y 1826 el gobierno de Santander llevó a cabo un proceso de adquisición de
buques de guerra que convertirían a la armada colombiana en la segunda más poderosa
entre los países independientes de América, sólo por detrás de la estadounidense. Con el
siguiente comentario del historiador David Bushnell, experto en la “Gran Colombia”,
podemos comenzar a desarrollar esta parte:

“Santander y su gabinete resolvieron que Colombia necesitaba un total de


tres o cuatro fragatas, “pocos bergantines”, entre quince y dieciséis
guardacostas pequeños y un número indefinido de embarcaciones fluviales.
Para alcanzar estos objetivos el gobierno comenzó por adquirir una
docena de embarcaciones para vigilar las costas y dos magníficas fragatas,
la “Colombia” y la “Cundinamarca”. Fueron compradas todas en los
Estados Unidos, los guardacostas por solo $ 174.774 y las fragatas por
unos $ 1.068.845, lo que representaba una suma extraordinaria para la
Colombia de aquella época.”864

Si bien las adquisiciones navales entre 1823 y 1826 fueron muchas y bastante
diversas entre sí, podemos presentar los tres casos más ejemplares o demostrativos de
los esfuerzos del Gobierno colombiano para desarrollar su marina de guerra. En primer
lugar está el caso de dos grandes buques de guerra comprados a Suecia, con varios años
de uso en su haber: un navío de línea y una fragata. En segundo lugar, el caso de dos
poderosas fragatas compradas nuevas en Estados Unidos. Y en tercer lugar, el proyecto
para construir cincuenta pailebotes cañoneros en puertos nacionales.

Pero antes de abordar estas adquisiciones, debemos considerar el poder de fuego


de la escuadra colombiana en 1823, cuando comenzó la Campaña del Zulia. En ese

864
Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, p. 314
459
sentido, nos resultan útiles las palabras del Secretario de Guerra y Marina, general
Pedro Briceño Méndez, en su presentación al Congreso el 18 de abril de 1823:

“[…] nuestra pequeña escuadra, quedando reducida a cinco malos buques


de trece que llegó a contar. No solo se disminuyó el número total de
buques, sino que de los cinco que existían había dos fuera de servicio y ha
costado fuertes sumas la reparación de uno de ellos.”865

“[…] la batalla de Carabobo había cambiado el carácter de nuestra


guerra, haciéndola pasar de continental a marítima. El enemigo reducido a
las principales plazas de nuestra costa, dominaba con su escuadra nuestras
aguas, y era forzoso buscarlo en el mar o tomar en él preponderancia para
poder establecer los bloqueos, y para precavernos de incursiones
repentinas. Contra todas las probabilidades, y a despecho de tanta
dificultad como se presentaba, las medidas redobladas del gobierno
tuvieron el efecto deseado. Nuestra escuadra ha ascendido de cinco buques
a diez y nueve, de las cuales seis son corbetas, siete bergantines y seis
goletas.”866

“[…] nuestra escuadra ha podido atender al bloqueo que se ha renovado


contra Puerto Cabello y al de Maracaibo, y ha destacado también algunos
buques a proteger nuestro comercio y nuestras costas a Sotavento en el
Atlántico y las del Pacífico. Cuarenta y cinco cañoneras y flecheras
concurren también a estas operaciones, bien que su objeto principal es
cubrir las bocas de nuestros grandes ríos.”867

865
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Briceño Méndez, Pedro. “Memoria del
Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra al Primero Congreso Nacional Constitucional de
Colombia, en el año de 1823 [recurso electrónico] / [Pedro Briceño Mendes]”. Bogotá, Imprenta del
Estado, por Nicomedes Lora, 1823. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible
en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza20.pdf, p. 2
866
Ibídem, p. 3
867
Ídem
460
Este testimonio lo complementa el discurso del Capitán de Navío Rafael del
Castillo y Rada, en su presentación del Proyecto de Ley Orgánica de Marina ante la
Comisión de Guerra y Marina del Congreso, el 7 de junio del mismo año:

“La corbeta española de guerra María Francisca que conducía auxilios a


Maracaibo, fue presa de nuestra escuadra a fines del año último de 22. El
bloqueo de la boca de su saco por una división de la misma que obró sobre
aquellas costas desde principios de enero, produjo el apresamiento de tres
buques más que se dirigían a aquel puerto con el mismo objeto: el bloqueo
de Puerto Cabello por otra división desde principios de febrero inmediato,
y la persecución que se hizo por nuestra corbeta Carabobo sobre las costas
de Puerto Rico a una enemiga son los resultados de nuestros armamentos
marítimos.

(a) Todo varió con la aparición de la fragata española Constitución de


cuarenta y cuatro cañones que apresó nuestra corbeta Carabobo y apresó
la María Francisca, obligando a los buques bloqueadores del saco a entrar
en el Lago de Maracaibo.”868

“Colombia cuenta con seis corbetas, siete bergantines, seis goletas y


cuarenta y cinco embarcaciones menores entre cañoneras, barcas,
caladoras, flecheras y bongos. Para el completo equipo, armamento y
sostén en este primer año, se ha formado un presupuesto para cada clase
de ellos, uno para cada arsenal de los cuatro que deben existir en
Colombia, otro para surtir los almacenes generales, otro para sostener el
estado mayor que debe regir a cada uno de los departamentos, incluyendo
en uno las capitanías de todos los puertos de la república, otro para
sostener el batallón de infantería de marina que debe guarnecer los
buques, y otro en fin para montar y sostener la escuela náutica donde
deben formarse los oficiales.

(b) Después de escrito este papel han ocurrido las variaciones siguientes:
se perdieron las corbetas Carabobo y María Francisca; pero han llegado
el navío Libertador (que es la fragata Colombia de que se habla en él) la
fragata Venezuela, bergantín Urica, y goletas Padilla, Manrique,

868
Castillo y Rada, Rafael del. “Discurso con que presentó a la comisión de guerra y marina el proyecto
de ley orgánica, de este arma [recurso electrónico] / el ciudadano R. del C. y R.” Bogotá, Imprenta de la
República por Nicomedes Lora, 1824. En catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/fpineda/fpineda_719_pza5.pdf, pp. 5
-6
461
Emprendedora y Maracaibera apresadas en el combate del lago de
Maracaibo: de consiguiente aunque varía el cálculo de gasto, es aplicable
la supresión de todas las corbetas y reemplazarlas por el Libertador,
Venezuela, y otros buques del mismo porte que puedan hacerse unir de
fuera, siendo constante el ahorro de gastos y la mayor seguridad de
nuestras costas y más eficaz protección del comercio nacional.”869

Como es evidente, Castillo y Rada presenta un rápido parte de la escuadra


colombiana, resaltando además las bajas y adquisiciones más recientes. Se evidencia
entonces que se está iniciando un proceso de expansión en la misma. Seguidamente el
oficial mayor de la Secretaría de Marina pasa a proponer su visión de la flota:

“[…] me atrevo a proponer al congreso que en lugar de las cinco corbetas


y cuatro de los seis bergantines que existen en el Atlántico (pues de cada
una de estas clases de buques existe uno en el Pacífico) se mandase
construir en nuestros puertos (cuya operación será más útil, por abundar
nuestro suelo de excelentes maderas de construcción y por el fomento que
recibirían nuestros cortadores de maderas y maestranzas) o negociar fuera
de la república una fragata de cincuenta cañones, que así como al
Colombia que se espera sea capaz de llevar cuatrocientos hombres de
dotación y guarnición, que se manden construir seis lugres en lugar de las
seis goletas; se conserven también los tres bergantines Pichincha, Urica e
Independiente, que son los únicos a propósito para buques de guerra por
su construcción y armamento y que se mandase construir cincuenta
cañoneros […]

(c) La fragata Colombia de que se habla es la Venezuela que podrá muy


bien convertirse en una buena corbeta a pesar de que el gobierno contrató
una buena fragata de cuarenta y cuatro.”870

“[…] en lugar de gastarse novecientos noventa y cuatro mil pesos en el


entretenimiento de las cinco corbetas, y cuatro bergantines que existen en
el Atlántico sin que estos buques puedan hacer el servicio eficaz que las
fragatas; se gastarían solo por este año doscientos mil pesos en la
construcción de una buena fragata de guerra, y doscientos cuarenta mil en

869
Ibídem, pp. 7 - 8
870
Ibídem, p. 9
462
el entretenimiento de las dos; y en los años siguientes se gastará solamente
esta última suma, con la deducción que deba hacerse de ella de los valores
de las existencias que tengan las fragatas en fin del año corriente.
Conocida evidentemente la economía de cuatrocientos treinta y cuatro mil
pesos que resultaría de tal variación, no dudo que el congreso la adopte
sobre todo si se convence de que las dos fragatas protegerán más
eficazmente nuestras costas y nuestro comercio nacional que las corbetas.
Otra ventaja presenta aun esta variación: para manejar las cinco corbetas,
y los cuatro bergantines que se proponen reemplazar con las dos fragatas
se necesita emplear cuarenta y un oficiales facultativos de marina, y para
dotar bien las fragatas bastan doce.”871

“Con las dos fragatas, tres bergantines, seis lugres y los cañoneros que se
propusieron al principio, se puede no solamente asegurar toda la costa de
la república; sino que se pueden establecer convoyes de los puertos
habilitados a los de las Antillas, o a los de Europa con los grandes,
proteger el de cabotaje con los cañoneros y quedar destinados los lugres a
perseguir corsarios enemigos, a ejecutar comisiones que pidan buques
veleros, o a incorporarse en las escuadras para el servicio de
descubridores.

(h) Convencido el gobierno de los males que ocasionaba esta práctica la ha


abandonado enteramente y desde que se concluyó la campaña de lago de
Maracaibo no se han vuelto a emplear los corsarios como buques de
guerra.”872

Dentro de esta misma propuesta, Castillo y Rada presenta algo más específico: la
construcción de cincuenta pailebotes cañoneros, que cumplirían diversas funciones.

“En cada uno de los cuatro departamentos marítimos en que se dividen las
costas de la República se pueden hacer construir un número suficiente de
cañoneros capaz de defender las costas que cada uno comprende a saber
en el primero diez, ocho en el segundo, veinte en el tercero y doce en el
cuarto. Estos buques pueden destinarse por divisiones de cuatro de
apostaderos a los puestos distantes de los de las capitales de los

871
Ibídem, pp. 9 - 10
872
Ibídem, p. 11
463
departamentos o de crucero sobre las bocas de los ríos Atrato, Magdalena,
y Orinoco en el Atlántico para impedir que se introduzca por ellos alguna
pequeña fuerza marítima enemiga que aunque no amenace la seguridad del
país, pueda por un golpe de mano ocasionar algún mal.”873

Esta propuesta del CN. Castillo y Rada sería el inicio de uno de los planes de
adquisición de buques más importantes llevados a cabo por el Gobierno colombiano.
Sobre este punto volveremos más adelante. Ahora, revisemos la exposición presentada
por la Secretaría de Guerra y Marina al Congreso el 27 de abril de 1824.

“La fuerza de la escuadra que en el año pasado constaba de diez y nueve


buques entre corbetas, bergantines y goletas se ha elevado hasta
veintiocho. Los que se han aumentado, son un navío, una fragata, una
corbeta, tres bergantines y cinco goletas. Resulta, pues, que el aumento de
fuerza no consiste solo en el número de buques sino en el porte y calidad de
ellos. Deben deducirse del número total, dos bergantines y tres goletas que
se han mandado desarmar y vender; los primeros porque su edad los hace
ya inútiles para el servicio militar, y las tres últimas porque no fueron
armadas sino para concurrir a las operaciones sobre el lago de
Maracaibo, y no podían resistir el armamento que llevan los demás buques
de su clase. He de advertir que aunque comparado el total presente de los
buques con el del año anterior no aparecen sino nueve de aumento,
realmente se han incorporado los once más que he enumerado arriba, y la
diferencia consiste en que dos de estos entran a reemplazar las dos
corbetas que se perdieron en la campaña contra Puerto Cabello. Hechas
las deducciones que he dicho, quedan para el servicio un navío, una
fragata, cinco corbetas, ocho bergantines y ocho goletas, por todo
veintitrés buques. Cuatro de ellos, a saber dos corbetas y dos bergantines
forman una división que cubre nuestras costas en el Pacífico: los diez y
nueve restantes existen en el Atlántico.”874

873
Ibídem, p. 46
874
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Briceño Méndez, Pedro. “Esposición
que presenta el Secretario de Estado y del Despacho de Marina al Congreso en la sesión de1824 [recurso
electrónico] / [Pedro Briceño Méndez]”. Bogotá, Imprenta del Estado, por Nicomedes Lora, 1825.
Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en:
http://catalogoenlinea.bibliotecanacional.gov.co/client/es_ES/search/asset/79261/0, p. 2

464
Este parte ofrecido por el Secretario de Guerra y Marina nos muestra cómo la
escuadra creció entre 1823 y 1824, demostrando por qué hablamos de “auge” entre 1823
y 1826. El siguiente documento no muestra además los planes de expansión y desarrollo
de la escuadra que impulsaba el Vicepresidente Santander.

“Palacio de Gobierno en Bogotá, a 25 de mayo de 1824.

Al Excmo. Señor Presidente de la Honorable Cámara del Senado.


Excmo. señor: Concluida la guerra en el territorio de la República,
después de haber expulsado de él el último resto de enemigos que se había
refugiado en Puerto Cabello, he creído que el primer deber del Gobierno,
es el de convertir toda su atención a la formación de una marina militar,
compatible por su fuerza con nuestros recursos. La Ley de 1º de julio del
año 13 me autorizó para aumentar o disminuir la fuerza armada de mar y
tierra, y en cumplimiento de ella, he admitido y destinado al servicio un
navío de sesenta cañones, y una fragata de treinta y seis que habían sido
contratados en Europa por diversos agentes de la República. Antes habían
llegado otras tres corbetas y también se admitieron; unos y otros han
estado haciendo el servicio que ha ocurrido. El resto de nuestra pequeña
escuadra se compone de cuatro bergantines en el Pacífico. Como estos
últimos están a disposición de S.E. el Libertador Presidente de la
República, por quien han sido comprados y armados, el Gobierno ignora el
estado militar de ellos. Con excepción de dos buenos bergantines
contratados también en Inglaterra, y uno comprado en La Guaira, todos
los demás buques han sido comprados en diferentes puertos de la
República, y armados según se han presentado las ocasiones y ha sido la
urgencia con que se han necesitado. De aquí ha resultado que uno de los
tres bergantines que existe en el Atlántico está mal armado; es decir, que
no lo está ni bajo el pie uniforme que los otros tres, ni bajo el que lo están
en otras marinas bien organizadas; lo mismo sucede a seis de las ocho
goletas que existen armadas; pues sólo dos pueden serlo bajo el pie
respetable que permiten sus portes. He dado las órdenes convenientes a fin
de que todos los buques de guerra de la República (con excepción del navío
y la fragata) se artillen de un modo que los haga a la vez más respetables
por su armamento militar y que éste sea tan uniforme como lo permite el
estado de nuestros parques de artillería de marina. De este modo, ellos
podrán emplearse en convoyar nuestros mercantes, y en cruzar sobre los
puertos frecuentados aún por el comercio español, a fin de que puedan
hacer esta hostilidad al enemigo, y aumentar algo de que puedan hacer
esta hostilidad al enemigo, y aumentar algo de los fondos con que se hayan

465
de sostener, haciendo ingresar en el tesoro las partes de presa de las que
hayan correspondido al Gobierno, conforme a la ley.
Sobre el navío y la fragata no se ha podido aún disponer lo mismo;
en primer lugar, porque se aguardan los informes pedidos sobre el
armamento militar que les convenga; y en segundo, porque nuestros
parques de artillería de marina carecen de piezas de grueso calibre, a
propósito para el uso de los buques, y que es necesario pedir fuera del país,
si el Congreso me autoriza al efecto, así como para ir reemplazando los
buques se vayan inutilizando con los que convengan por su porte para
llenar las diferentes atenciones que se destinen. Una de ellas, y acaso la
que más urge por las conveniencias que ofrece, son las que deben llenar
una fuerza sutil numerosa, pero diferente de la que existe. Esta se compone
de treinta y seis embarcaciones menores, de las clases de pequeños
pailebotes, lanchas, flecheras, caladoras, y una de las antiguas lanchas
cañoneras españolas. Todos estos buques tienen el gran inconveniente que
no siendo la mayor parte de ellos de cubierta, ni teniendo tampoco
capacidad que proporcione abrigo a sus tripulaciones ni donde guardar
sus armas a cubierto de la intemperie, no pueden ser destinados sino a
comisiones de corta duración; y muy sobre la costa o dentro de las bahías,
lagos o ríos, pues su construcción las hace sumamente expuestas en mares
agitados. Todas estas razones me han convencido de la necesidad de
proponer al Congreso, por medio de V.E., el completo de cincuenta
pailebotes cañoneros, al número de doce que pedí a nuestro Ministro en
Washington hiciese construir en alguno de aquellos puertos, para hacer
más eficaz el bloqueo marítimo de Puerto Cabello, antes de su rendición.
Para dar esta orden tuve presente el triple servicio de proteger nuestras
costas contra los enemigos de nuestra independencia, el de impedir el
comercio clandestino que pueda intentarse por algunos de nuestros puertos
no habilitados ni aun para el lícito, proteger el de cabotaje de esta
naturaleza, y en fin, el de conducir la correspondencia pública y de
particulares de unos a otros puertos, adiestrándose en estas navegaciones
nuestros marineros nacionales, para que puedan servir después con más
provecho en nuestros buques mayores, remití al Ministro Salazar la
descripción que debía convenir a los pailebotes que se desean. Estoy
firmemente persuadido de todas las ventajas que ellos van a proporcionar,
no sólo a la defensa marítima de Colombia y a la prosperidad de su
comercio, sino también al aliento de varias industrias que para la
construcción de ellas en nuestros puertos deben hacerse revivir, sacándolas
del abatimiento a que las tiene reducidas la duración de la guerra de la
independencia y el estado de miseria a que ella ha reducido el país. Y como
para hacer este gasto, que no está comprendido en los ordinarios, y cuyos
presupuestos se han presentado al Congreso, debo solicitar del mismo su
aprobación.
Tengo la honra de acompañar ahora a V.E. el importe de la
construcción de los cincuenta pailebotes cañoneros y el de su sostenimiento
466
en un año. Si ellos se construyen en nuestros puertos, el Gobierno va a
reportar, a más de las ventajas antes indicadas, la de su mayor duración
por la conocida ventaja de nuestras preciosas maderas de construcción; y
si ellos se montan bajo el pie que se propone, sus gastos en los años
subsiguientes serán mucho menores. Sírvase, pues V.E. poner en la
consideración de esa Honorable Cámara y después en la de
Representantes, esta nota, a fin de obtener del Congreso su aprobación
constitucional sobre los puntos que ella abraza.
Dios, etc. – (F. de P. Santander) – Es copia: Soublette”875

Como podrá observar el lector, este plan de ampliación de la escuadra,


presentado por Santander, está en sintonía con lo expresado un año antes por el Capitán
de Navío Rafael del Castillo y Rada, coincidiendo incluso en el punto de los cincuenta
pailebotes cañoneros. Presentamos a continuación otro documento, de fecha
indeterminada, cuyo autor fue el general Lino de Clemente y Palacios. En dicho escrito,
se evidencia el mismo plan esencial de desarrollo naval:

“Proyecto de Resguardo de las costas de Colombia

Las costas de Colombia en el Atlántico y desde el Esequibo a


Chagres de oriente a poniente [ilegible] de más de mil leguas por las
muchas sinuosidades que hay en ellas. La multitud de sus puertos y cala de
la benignidad de sus mares y la corta distancia de aquellas a las Antillas y
aun a la Europa proporcionan que sean atadas con preferencia a cualquier
otro de los nuevos gobiernos de los 18 años de guerra que lleva España
con los citados Gobiernos pues se ha dirigido a las costas de Colombia.

En atención a estas razones es incuestionable que nuestras costas es


preciso que se pongan en estado de defensa al menos hasta que sea
reconocida nuestra independencia por la España. Aun cuando nuestra
República fuese muy rica y pudiese mantener cien mil hombres de tropa
permanente y otro tanto de milicia, atendidas, la larga distancia de
nuestros caminos para la marcha y transporte de municiones y elementos
de guerra, no sería suficiente aquel número para la defensa de ellas
respecto que el enemigo podía llamar nuestra atención a un puerto de
barlovento, y cuando hubiésemos acudido a defenderlas pasase en 24 horas
875
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 4: 1822-1824), pp. 351
– 352 (Archivo Santander, XII, 24 – 27)

467
en sus buques otros de sotavento que se hallase indefenso y dominado y
fortificado sin posición. De todo resulte que la defensa de nuestras costas
es pronto hacerle con fuerzas marítimas que ayuden a la guerra
combinando con ella sus operaciones y entretengan las enemigas cuando
tratasen de desembarcar.

Si se sitúan en nuestras costas en los puntos más convenientes


cincuenta cañoneras lo menos destacamentos de tres o cuatro lanchas
luego que se aparezcan el enemigo [ilegible ilegible ilegible ilegible] el
destacamento más inmediato a aquel avisa por señales combinadas
[ilegible] anteriormente a tierra y a los destacamentos de barlovento y
sotavento y éstos repiten la señal indicando el punto atacado y
seguidamente da las velas a todos los destacamentos a reunirse con el
destacamento sobre que se dirige el enemigo: y por este movimiento de
lanchas en muy breve tiempo se reunirán en aquel punto un número de
lanchas capaz de contener cualquier tentativa un día después podrán estar
juntas casi todas las cañoneras de la costa en el mismo paraje y estorbar
por sí solas cualquier desembarco aunque el enemigo varíe su ataque, pues
si la escuadra enemiga navega para barlovento o sotavento las cañoneras
pueden hacer lo mismo y siempre encontrará aquel mismo obstáculo
presentándoles en todas direcciones una batería flotante de 90 cañones que
impida el desembarco de las tropas.”876

El alto grado de detalle de este plan apuntaría a que el mismo es el origen y raíz
de las ideas presentadas por Castillo y Rada, y luego Santander, en 1823 y 1824
respectivamente. Sin embargo, la ausencia de una fecha en el texto, que lo sitúe en la
línea temporal de forma exacta, nos deja en el terreno de las suposiciones y conjeturas.
Lo que sí no es una conjetura, es que Clemente vendría a ser una de las mentes
visionarias en lo naval que apostó por un rápido desarrollo de la armada, cónsono con
las necesidades impuestas por la guerra con España, así como también por las
necesidades de proteger el comercio marítimo colombiano, combatir el contrabando,
optimizar las comunicaciones marítimas y las industrias vinculadas a lo naval.
Necesidades estas que se harían presentes en tiempo de paz. Este documento nos
situaría entonces a Lino de Clemente, junto con Santander, Briceño Méndez, y Castillo
y Rada, como uno de los principales hacedores de la política naval y marítima

876
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, p.
180. Archivo Familia Clemente Urrutia.

468
colombiana entre 1823 y 1826. Otra conclusión a la que nos llevaría el texto citado es a
la de que el proyecto de los pailebotes cañoneros fue uno de los más importantes en
dicha política naval. Sobre este punto volveremos más adelante.

Como ya hemos venido explicando, para 1826 la República de Colombia


alcanzó el cénit de su poder naval. Es por ello que resulta fundamental revisar la
exposición del nuevo Secretario de Guerra y Marina ante el Congreso, el 9 de enero de
ese año.

“[…] por una parte, la experiencia de tres años, y por otra, la necesidad de
aumentar considerablemente el número de buques de nuestra escuadra, y el
haber tenido que hacer esta operación, comprando o haciendo construir
algunos de gran porte, han demostrado al gobierno la necesidad de
aumentar el número de batallones de esta arma (infantería de marina), y la
conveniencia que resultaría dándoles diferente organización; reducida a
disminuir en el número las compañías de cada batallón, aumentando a las
que quedasen su fuerza, variando en ellas el número de oficiales, y
aumentando el de sargentos y cabos.”877

“[…] fue por esta razón que [el Gobierno] contrató fuera de la República,
piezas de artillería de diferentes calibres, para el servicio de la marina, y
pidió que los buques que se mandaron contratar y construir también fuera
del país, viniesen artillados convenientemente, y conforme la práctica de
otras naciones marítimas bien constituidas, pero resultan siempre las
dificultades, de que algunos buques que no fueron contratados por el
mismo gobierno, sino comprado por agentes subalternos suyos, están mal
artillados, y existe además en parques un gran número de piezas casi
inútiles para el servicio […]”878

“[…] como no haya en toda la República una sola fundición de artillería,


toca al congreso determinar si sea más conveniente establecer alguna por

877
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf, p. 5
878
Ibídem, p. 6
469
cuenta del gobierno, o alentar a empresarios que se dediquen a hacerlo por
la suya, cuyo último medio, parece más conforme a una razonable
economía; en las mismas fundiciones de artillería se podrían a la vez
refundir de nuevo algunos proyectiles, fabricar otros, y en distintos talleres
construir afustes, armas de chispa y blancas, y demás necesario.”879

Tras señalar las carencias en armamento e industria militar, Soublette expone


parte de las acciones tomadas por el Gobierno en ese sentido:

“El gobierno se decidió en enero del año de 23, a celebrar una gran
contrata por efectos marítimos con un comerciante extranjero, que ofreció
en aquella época hacerlos venir de Europa de su cuenta y riesgo, con tal de
que se le pagase su valor, bien con cartas de crédito, o bien letras de
cambio sobre los fondos del primer empréstito que se obtuviese: la contrata
se celebró entonces, y en cumplimiento de ella, llegaron al puerto de
Cartagena en los primeros seis meses del año de 24, los efectos pedidos de
las calidades que se exigieron, y a los precios convenidos; pero como a
principios del mismo año 14° pidiese el Libertador efectos marítimos, en
cantidad muy considerable, y que para llenarlos no bastasen todos los
contratados, se decidió el gobierno a celebrar otra contrata, para ponerse
en estado de ocurrir a todas las necesidades marítimas en Colombia.
Provisto abundantemente el almacén general del tercer departamento de
efectos marítimos, en consecuencia de estas contratas, dispuso el gobierno
surtir con ellos mismos los generales de los otros tres, de modo que desde
abril del año 24, no solo se ha atendido al servicio de la escuadra con estos
grandes repuestos, sino que se ha ocurrido también con ellos, al de algunas
piezas, se ha auxiliado a la marina del Perú, y más de una vez al comercio
nacional, y con lo que aun existes, y los efectos que para su servicio
trajeron consigo los buques contratados, se lisonjea el gobierno poder
asegurar al congreso, que no solo no ha sido necesario comprar pertrechos
marítimos en las plazas, a los precios corrientes en los años de 24, y 25,
sino que tampoco los necesitará en cantidad considerable en todo el año de
26. El gobierno prefirió este sistema de contratas al de compras menores
por dos razones, primera, porque ella asegura los precios y calidades de
los efectos de un modo fijo, y segundo, porque en nuestros mercados, es
difícil obtener surtimientos tan generales como la marina necesita, y que

879
Ídem

470
ofrezcan la conveniencia de conseguir algunos a precios tan bajos que
compensen los de otros, aunque sean algo subidos.”880

Ciertamente debe juzgarse como acertada la negociación llevada a cabo por el


Gobierno colombiano, no sólo por haber conseguido gran cantidad de armas,
pertrechos, equipos y repuestos a precios bajos, sino por comprender que de poco
habrían servido muchos buques de guerra sin todo el material necesario para su empleo
rutinario, y más aún si el país no disponía de la industria necesaria para proveerlos de
manera constante. Respecto al comerciante extranjero con el cual trató la República,
podemos señalar al prusiano Johann Bernhard Elbers.881 Si bien no podemos demostrar
concluyentemente que Elbers haya sido el encargado de traer a Colombia el material
señalado por Soublette, sí podemos considerarlo muy probable, ya que Elbers fue el
contratado para muchos otros suministros de la armada, incluidos el navío y la fragata
comprados en Suecia.

Soublette también presentó con gran precisión el parte de la escuadra


colombiana:

“La escuadra de Colombia se compone de la fragata Venezuela, de las


corbetas Bolívar, Boyacá, Urica, Céres, Constitución, y Pichincha, de los
bergantines Pichincha, Chimborazo, Independiente, Libertador y
Congreso, de las goletas Espartana, Independencia, General Manrique,
General Padilla, Atrevida Maracaibera, Atrevida, Rosa, y trece pailebotes
cañoneros.”882

880
Ibídem, pp. 6 - 7
881
García Bernal, Ricardo. “Patriota y pionero. Juan Bernardo Elbers. Disponible en: http://www.cyber-
corredera.de/correderas/70.htm (Descargado On Line el 20 de agosto de 2017 a las 05:56 pm)
882
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf, p. 7
471
También da información pormenorizada sobre el estado de los buques
principales.

“La fragata Venezuela por el número de bocas de fuego que monta es


superior a una corbeta, pero por esta misma razón y por la calidad de las
piezas es inferior a una fragata. Este buque aunque perteneció
anteriormente a la compañía inglesa de las Indias Orientales, y de
consiguiente se construyó para carga, y no para buque de guerra ha
manifestado muy regulares propiedades en su marcha y en sus movimientos
de rotación, y si el congreso lo tienen a bien puede continuar incorporado
a la escuadra convirtiéndolo en una buena corbeta de guerra.”883

“Las corbetas Boyacá, Céres, y Urica las considero útiles por su


armamento y propiedades, como tales corbetas, para el servicio militar de
marina […] la Constitución ha sido destinada para buque de depósito de
marinería y escuela práctica de aspirantes en el tercer departamento […]
La corbeta Bolívar que fue comprada del extranjero a fines del año 12° se
ha encontrado fuera de servicio a mediados del 14° por la mala calidad de
sus maderas, y porque éstas además habían sufrido un gran quebranto en
los diferentes combates que este buque ha sostenido, porque no habiendo
sido construido para de guerra, ha debido resentirse mucho, no solo del
peso de la artillería con que se le recargó, sino también del poderoso
influjo con que obran sobre la armazón del vaso de un buque las
explosiones de la artillería en combates de alguna duración. Sin embargo,
deseando el gobierno conservar en la escuadra un buque que ha
contribuido eficazmente al apresamiento de dos corbetas de guerra
españolas, a saber: la María Francisca y la Céres, y de otra también
española, llamada la Tarántula, armada en guerra y mercancía, ha
dispuesto su carena.”884

“Los bergantines Pichincha, y Chimborazo pueden conservarse útilmente


en el servicio de la marina militar de la República; pero los demás
pudieran venderse, si el congreso así lo dispone, y reemplazarlos por otros
dos buenos y fuertes.”885

883
Ibídem, pp. 7 - 8
884
Ibídem, p. 8
885
Ídem
472
Luego pasa a referirse a las goletas, entre las que figuran varias veteranas de la
Campaña del Zulia y la Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

“De las goletas solo la Independencia, en su estado actual, puede continuar


prestando sus servicios útilmente como goleta de guerra si se le varía
mejorándole el armamento militar que lleva; la Espartana aunque también
de gran porte no tiene sus maderas en estado de servicio; todas las demás
han sido compradas por el gobierno, o para emprender las operaciones
contra Maracaibo, o de presas después de la toma de aquella plaza, de esto
ha resultado que no habiendo sido construidos estos buques para de
guerra, no tienen las dimensiones ni las proporciones convenientes para el
caso, así es que su armamento es irregular aunque en lo posible ha sido
uniformado, y adaptado a las circunstancias. Convendría pues que para
remediar estos males y para poder contar con goletas de guerra en los
sucesivo resolviese el congreso, el número que debía quedar en cada
departamento, atentas sus circunstancias y necesidades peculiares, se
mandase comprar este número de buques, fuera del país, o se construyesen
en sus puertos (que sería más conveniente) y obtenidas que fuesen, se
vendiesen las que existen ahora: de este modo se lograría el número de
goletas de que se tuviese necesidad, iguales en portes, y en propiedades, y
podría además armárseles conveniente y uniformemente, libres de los
defectos de que ahora se resienten en su armamento, material de guerra
[…]”886

Pasa a referirse luego a los pailebotes cañoneros, a los que ya hemos venido
haciendo alusión.

“[…] de los trece pailebotes cañoneros once fueron construidos fuera de


Colombia, uno en Maracaibo, y el último es la antigua goleta Bomboná
convertida en pailebot cañonero con el nombre de Ejecutivo; falta uno de
los doce que se construyeron fuera del país, porque naufragó sobre la costa
goajira. El gobierno persuadido, como lo está, de la conveniencia que
resultaría al servicio público de que las inmensas costas de Colombia en
ambos mares estuviesen constantemente protegidas (en lo posible) por una
fuerza sutil capaz por sí sola de llenar aquel objeto, y convencido también,

886
Ibídem, pp. 8 - 9
473
que las antiguas caladoras y flecheras no podían hacerlo, se decidió a fines
del año 13° a mandar construir fuera de la República doce pailebotes
cañoneros capaces de empezar a desempeñar los servicios y comisiones a
que se les destinase […] habiéndole facultado la ley de 4 de julio de 1823
para aumentar o disminuir la fuerza armada de mar y tierra […] era
urgente la necesidad de tales buques; pues no había en el país los
facultativos para el caso, y porque los presupuestos de sus costos que se
formaron en algunos departamentos eran muy superiores a lo que se
calculó podrían costar en otra parte, y de todo se dio cuenta al congreso en
su reunión del año décimo cuarto. Este aviso, y la necesidad y conveniencia
de tales buques que el gobierno le hizo ver, fue la que inclinó seguramente
a este cuerpo a dictar el decreto legislativo de 29 de julio de aquel año,
haciendo completar el número de pailebotes hasta cincuenta, en los puertos
de la República, disposición que se mandó inmediatamente cumplir por el
poder ejecutivo, pero que en su ejecución ha encontrado las mismas
dificultades que el gobierno previó cuando prefirió que se construyesen
fuera del país los doce cañoneros […]”887

“[…] fueron construidos cuatro de los doce con las variaciones que al
constructor parecieron convenientes, y los otros ocho con algunas ligeras
variaciones; de que ha resultado que los buques no han quedado iguales en
portes, y que según los informes que se recibieron en la secretaría, del
comandante general del departamento de marina a donde arribaron, no
son a propósito para el objeto con que se construyeron, y el gobierno
ignora todavía si el defecto procede de las variaciones hechas en ellos por
el constructor, o de los que debía afectarles la descripción remitida.”888

“[…] en algunos periódicos se ha presentado al ejecutivo como infractor


de la ley de 29 de julio del año 14° que dispone la construcción de hasta
cincuenta pailebotes en los puertos de la República, pero el gobierno que
tuvo presente la ley anterior de 4 de julio del año 13°, que lo autorizó para
aumentar la fuerza marítima hasta el grado que lo creyese conveniente, y
no le prohibió expresamente lo hiciese adquiriendo buques fuera del país
[…]”889

887
Ibídem, p. 9
888
Ibídem, p. 10
889
Ídem
474
Soublette también rindió cuentas sobre el navío Libertador, adquirido en
Holanda en 1822 como indiaman de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, y
que llegó a Margarita en 1823.

“El navío Libertador, de cuya adquisición para el servicio de la República,


se dio cuenta al congreso en una de sus sesiones anteriores, resultó que al
examinarlo en Cartagena se encontró inútil para el servicio de buque de
guerra, así por la mala calidad y estado de sus maderas, como por los
defectos con que vino artillado y por el con que se había formado su
repartimiento interior; el gobierno quiso a pesar de todo sacar partido de
él, y mandó presuponer el gasto que sería necesario para ponerlo en buen
estado de servicio: el cálculo se hizo, y resultando que los gastos que
debían impenderse en la operación eran excesivos en comparación a las
utilidades que el gobierno pudiera reportar de un buque, que aunque
mejorado en lo posible debía conservar siempre los defectos inherentes al
diferente objeto con que se construyó, resolvió conservar su armamento de
guerra y marítimo en almacenes y que se vendiese.”890

Se refiere también a la pérdida de una goleta y a la próxima entrada en servicio


del navío de línea comprado en Suecia:

“La goleta de guerra Emprendedora que estaba destinada al tercer


departamento de marina, naufragó a fines del año último sobre el bajo
Quita Sueño.”891

“El gobierno se promete reforzar muy pronto la escuadra nacional con un


navío de 74, dos fragatas de 60, una de 46, y dos bergantines; para ello ha
sido autorizado por la ley de 4 de julio del año 13° […]”892

“El gobierno dirigió al congreso en su sesión del año de 24 un mensaje


encareciéndole la urgente necesidad de formar buenos arsenales en que
carenar, y construir nuevamente los buques de guerra de la República; de

890
Ídem
891
Ídem
892
Ídem
475
la no existencia de tales establecimientos, resulta que cuando se presenta la
necesidad de hacer alguna reparación en cualquier buque, si ella no es
muy importante, se verifica en uno de nuestros puertos con las
imperfecciones consiguientes a la falta de establecimientos y facultativos
indispensables al efecto; pero si la obra es ya de alguna consideración y
urgente, se verifica fuera de la República, el dinero que se emplea en ella
sale de Colombia, no se ejecuta con las intervenciones legales, y de todo
resulta, que las obras quedan imperfectas como las de los pailebotes
cañoneros o se hacen en ellas gastos exorbitantes como en la carena de los
bergantines Pichincha, y Urica transformado el último en corbeta […]”893

La referida carena del bergantín Urica al parecer fue bastante importante, y


resulta también peculiar su transformación en corbeta. Sobre este asunto, algunos
documentos hallados en el Archivo General de la Nación, en Caracas, arrojan cierta luz.
Tenemos que el 21 de abril de 1824 el comandante del Urica, Capitán de Fragata J.B.
Murray, recibió una larga lista de materiales para la reparación de su nave. Entre los
materiales entregados aparecen 8 galones de aceite para pintar, 4 galones de pintura
blanca, 4 de pintura negra, 4 de pintura verde, 4 de trementina, 6 cuervos (algún tipo de
instrumento), 60 pies de tabla de olmo o cedro para los botes, 12 libras de clavijas de
cobre, papel y 6 brochas para pintar. Todo el documento nos hace pensar que dichas
reparaciones fueron efectuadas en Puerto Cabello.894 Encontramos también otra lista de
materiales entregados el 27 del mismo mes.895

Luego, datados en Puerto Cabello a 2 de mayo del mismo año, aparecen unos
comprobantes sobre leña y medicinas entregadas a la corbeta de guerra Urica, firmados
como recibidos por su nuevo comandante, Fleury Benttley, y por su cirujano W.
Taylor.896 También encontramos una solicitud de Samuel G. Pelot, comandante de la
corbeta de guerra Urica, para efectuar un crucero por las costas españolas durante
cuatro o cinco meses. Este último documento fue remitido desde Puerto Cabello el 1º de

893
Ibídem, p. 11
894
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXVI, folio 91.
895
Ibídem, folio 157
896
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo LXXVII, folio 18.
476
abril de 1825.897 Este conjunto de documentos apuntan a que el bergantín Urica fue
transformado en corbeta entre abril y mayo de 1824, quedando en perfecto estado como
para ejecutar operaciones al otro lado del Atlántico. Este mismo buque sería el que
acompañaría a la fragata Colombia en su circunnavegación de Sudamérica, desde Puerto
Cabello hasta Guayaquil. Estos trabajos hablan muy bien del nivel técnico alcanzado, y
el esfuerzo realizado, en Puerto Cabello por el personal de la base en ese momento.

Aunque con varias dificultades y tropiezos, para 1826 el Gobierno colombiano


había logrado un incremento visible del poder naval del país, gracias a las adquisiciones
de buques y armamento. Sin embargo, estaba fallando en captar al personal idóneo y
necesario para tripular los buques, al tiempo que tampoco lograba dotar al país con las
infraestructuras necesarias para el correcto mantenimiento y reparaciones de las naves, a
pesar del esfuerzo hecho en las bases y apostaderos del país, como ilustra el caso de la
corbeta Urica. Sin embargo, las voces críticas nunca faltaron, y para ilustrarlo
presentamos la opinión del Capitán de Navío Felipe Santiago Estéves sobre las
adquisiciones navales de esa época.

“[…] aunque Colombia cuenta con las corbetas y bergantines de que se


habla, y seis o mayor número de goletas, más de cuarenta embarcaciones
menores de todas clases y dimensiones; debe advertirse que si los gastos de
un año alcanzaron á cuatro millones y tres cuartas partes de otro de pesos
para el sostenimiento y equipo de todas estas embarcaciones,
aumentándose dos fragatas de á 44 ó más cañones, no hay duda que
aumentarán también otro tanto el gasto al erario, y ellas harían el mismo
servicio que hacen las cuatro corbetas, al paso que impondrían al enemigo
más respeto, a causa de su mayor fuerza, tanto por el armamento militar de
guerra, como por el personal […]”898

897
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCVI, folio 198.
898
Esteves, Felipe Santiago. “Observaciones que se ponen al conocimiento de los ss. de la Comisión de
Marina en las Cámaras del Senado y Representantes [recurso electrónico] / por el Capitán de Navío
Felipe Esteves”. Caracas, Imprenta de Valentín Espinal, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional
de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_174_pza3.pdf, p. 4

477
Expuestas algunas generalidades del programa de adquisición de buques y
armamento naval de 1823 – 1826, podemos entonces abordar los casos específicos
mencionados al principio de esta parte. Nos ocuparemos primero de los dos buques
comprados a Suecia. Para contextualizar esta interesante y poco estudiada transacción
entre los dos países, presentamos los comentarios del Sr. Hans E. Skold, quien para
1979 era embajador del Reino de Suecia en Colombia, y escribió el prólogo de la
edición hecha en ese momento del libro Viaje por Colombia 1825 y 1826, escrito por el
viajero sueco Carl August Gosselman.

“[…] inmediatamente después de la guerra de independencia de los


Estados Grancolombianos, los contactos políticos y comerciales entre los
dos países fueron asombrosamente más intensos de lo que tal vez pueda
figurarse.

Los suecos, aliados con Gran Bretaña en los últimos años del vasto
conflicto napoleónico y como este poder fuera de la Santa Alianza,
compartían con los ingleses la esperanza de hallar en Colombia un
mercado para sus artículos de exportación, reemplazando en parte la
anterior preponderancia económica del dominio español. Al mismo tiempo
un entendimiento con las nuevas repúblicas hispanoamericanas estuvo
conforme con la orientación de la política exterior del Rey de Suecia (por
la unión personal de ambas coronas, también de Noruega) Carlos XIV
Juan, antiguo Mariscal Bernadotte de Francia y ayudante del Emperador
Napoleón.

La pequeña isla de San Bartolomé, en aquel tiempo bajo soberanía sueca,


fue una de las bases del apoyo sueco a la República Grancolombiana. Sin
embargo, muchos de los contactos y negociaciones tuvieron lugar en
Londres entre los agentes diplomáticos de Colombia y Suecia [….]

Negociaciones secretas para vender a Colombia unos buques de guerra de


Suecia resultaron en 1825, después de la entrega de la fragata Af Chapman
y el buque de línea Tapperheten, en un escándalo político, que implicó
indirectamente al Rey mismo. Reveladas por el Ministro español en
Estocolmo, las negociaciones fueron criticadas por el representante de
Rusia ante la Corte Sueca, y futuras ventas tuvieron que ser anuladas ante
la actitud amenazadora del gran poder zarista.”899

899
Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la República, 1981.
Descargado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.htm, pp. 2
478
Para 1825 Suecia llevaba más de diez años en paz, y sus buques estaban
inactivos en el astillero naval de Karlskrona, pudriéndose lentamente. La mayoría de
ellos habían sido construidos antes de la guerra de Gustavo II contra Rusia, y tenían
cuarenta años de edad o más. La armada sueca no podía permitirse la construcción de
más de tres navíos nuevos, mientras que la fragata más reciente, la Af Chapman, tenía
22 años. Ante la falta de recursos para reparar buques que de todas formas estaban
condenados al desguace, y la necesidad de construir buques nuevos, Suecia debía actuar
rápido, o pronto se quedaría sin flota. Mientras tanto, al otro lado del océano habían
nuevos Estados, ansiosos por reforzar rápidamente sus fuerzas navales: las antiguas
colonias españolas de América que se habían declarado independientes. En la primavera
de 1825 Suecia llegó a un acuerdo con Colombia para la venta de dos buques retirados
del servicio: el navío de línea Tapperheten y la fragata Af Chapman. El precio acordado
era tan beneficioso, que con dicha suma Suecia podía construir dos nuevos buques de
guerra. El reino escandinavo no sólo buscaba financiar su propio rearme naval, sino
también ganar la amistad de los nuevos países independientes y abrir camino a su
comercio.900

Los dos buques vendidos por Suecia a Colombia fueron diseñados por Fredrik
Henrik af Chapman, quien fue uno de los mejores ingenieros navales y constructores de
buques del siglo XVIII. Sobre el Tapperheten nos comenta el investigador en historia
naval Gerardo Etcheverry que su nombre en sueco significaba “Valor” o “Valentía”,
siendo el primero en llevarlo en la armada sueca. El Tapperheten portaba 62 cañones:
26 de 24 libras, 28 de 18 y 8 de 6 a 8 libras. Su eslora era 49,6 m, manga de 13,59 m, y
calado de 5,79 m. Su quilla había sido puesta el 31 de agosto de 1785, siendo botado en
Karlskrona el 21 de octubre del mismo año. El navío había combatido contra los rusos
en las batallas de Öland (26 de julio de 1789), Revel (13 de mayo de 1790) y en la fuga
de la bahía de Viborg (3 de julio de 1790).901 Se trataba pues de un buque muy poderoso
en su momento, pero algo viejo y desgastado para cuando Colombia lo compró.

Complementariamente, la información ofrecida por el Museo Naval de


Karlskrona en Suecia, nos cuenta que el Tapperheten fue parte de la Clase “Príncipe

900
Bernes, Claes. Segelfartygens Tid, p. 299
901
Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela hispanoamericanas” en Todo a babor.
Disponible en: http://www.todoababor.es/datos_docum/nav_hisp.htm (Revisado On Line el 03 de agosto
de 2015 a las 06:08 pm)
479
Heredero Gustavo Adolfo”, los mejores navíos suecos de la época, construidos entre
1782 y 1785. La clase recibió su nombre para honrar al hijo del rey Gustavo III. Los
buques de la clase fueron el Príncipe Heredero Gustavo Adolfo, botado en 1782; el
Fäderneslandet (Patria), desincorporado en 1864; el Ömheten (Ternura), perdido en la
fuga de la bahía de Viborg en 1790; el Rättvisan (Justicia), que fue capturado en Viborg
en 1790 e incorporado a la armada rusa; el Dygden (Virtud), hundido tras su explosión
de Karlskrona en 1793; el Äran (Honor), convertido en fragata en 1839 con el nombre
de Göteborg (Gotemburgo), y luego vendido en 1874; el Försiktigheten (Precaución),
desincorporado en 1825; el Dristigheten, desincorporado en 1869; el Manligheten
(Masculinidad), que también fue ofrecido a Colombia y desincorporado en 1864; y
finalmente el Tapperheten (Valentía), que nos ocupa en estas líneas, y que fue vendido a
Colombia en 1825.902

Sobre la Af Chapman, sabemos gracias a Etcheverry que fue construida también


en Karlskrona, siendo botada en 1803. Tenía una eslora de 47,8 m, manga de 11,9 m y
calado de 5,4 m. Tenía un desplazamiento de 1.350 toneladas, y su armamento constaba
de 40 cañones: 26 piezas de 24 libras y 14 de 8 libras.903

El dinero empleado por el Gobierno colombiano para esta importante


adquisición naval provino del empréstito contraído en 1824 con la firma B.A.
Goldschmidt & Co., de Londres, que ya explicamos anteriormente. El agente de
contacto por Colombia fue Johann Bernhard Elbers, al quien ya nos hemos referido
también. Por su parte, Suecia debió ejecutar la venta en el más absoluto secreto, pues
además de temer las represalias de las potencias europeas, el Reino de Suecia ni siquiera
había reconocido aún la independencia de la República de Colombia, ni había
establecido relaciones formales con ella. Así, la corona sueca se valió de las firmas
comerciales locales Michaelson y Benedicks, que arreglaron la transacción con la
inglesa Goldschmidt & Co. Michaelson y Benedicks cubrieron al Gobierno sueco,
disfrazando la operación como una transacción civil. Para ello, engancharon marinos

902
Löfgren, Johan. “Kronprins Gustav Adolf” en Marinmuseum Karlskrona. Disponible en:
http://www.marinmuseum.se/sv/samlingar/axplock-ur-samlingarna/kronprins-gustav-adolf/ (Revisado
On Line el 03 de agosto de 2015 a las 06:47 pm)
903
Etcheverry, Gerardo. “Principales naves de guerra a vela hispanoamericanas”… Ob. C

480
mercantes y varios oficiales de la armada sueca recibieron sus bajas para poder llevar
los buques hasta Colombia.

La propia travesía del Tapperheten y la Af Chapman constituyen una aventura


naval de lo más interesante. El Tapperheten zarpó de Karlskrona el 7 de junio de 1825,
estando al mando el Comodoro Carl August Gyllengranat. Por su parte, la mayoría de
los tripulantes desconocía el destino final de la nave, creyendo muchos que se dirigían a
las Indias Orientales. Tras atravesar el peligroso Mar del Norte, lidiando con una grave
fuga en el casco del Tapperheten, los suecos debieron parar en Belfast (Irlanda) para
reparaciones, y permanecieron en dicho puerto desde el 14 de agosto hasta el 18 de
septiembre de 1825. Tras controlar la situación con el navío, los suecos prosiguieron su
viaje, en octubre pasaron cerca de Madeira, y arribaron a Cartagena el 20 de noviembre
de 1825.904 La Af Chapman, por su parte, llegó primero a Cartagena a pesar de haber
zarpado después. No obstante la discreción de los suecos, la Corona española se enteró
de esta venta y rápidamente comenzaron las potencias de la Santa Alianza a buscar
intimidar al rey de Suecia. De hecho, buques rusos comenzaron a dejarse ver frente a
Karlskrona, poniendo en alerta al país.

Sobre la llegada a Cartagena de estos buques, y las impresiones en Colombia,


dejó constancia el viajero Carl August Gosselman:

“El 24 de octubre, desde los terraplenes de la ciudad, vimos llegar una


fragata de guerra con la bandera sueca y dos días después la fragata
“Chapman” de esa nacionalidad, a la que luego se le unió el barco de
línea “Tapperheten”. Nombrarlos no significa más, para efecto de mis
anotaciones, que hacer notar las diferencias con la armada de esta nación.

Con seguridad estos barcos estaban destinados a la escuadra que


navegaría hasta Cuba, lo que se confirma con la llegada de la corbeta
inglesa “Protectora”. Todas las naves completamente equipadas y una
brillante tripulación compartían el mismo destino.

Una vida no conocida antes se vivía en el puerto con la presencia de tales


navíos, dando un ejemplo de ritmo y disciplina a los marinos de guerra

904
Bernes, Claes. Ob. Cit., pp. 299 - 310

481
colombianos; con posterioridad escuché a sus oficiales, en reiteradas
oportunidades, elogiar el orden y aseo de las embarcaciones suecas.

Dichas apreciaciones eran compartidas por los dos almirantes de la


armada nacional, Clemente y Padilla, aunque justo es decir que dichos
conceptos no significaban mucho pues ninguno de los dos era competente
para emitir un juicio acerca de un barco de guerra.

Clemente, jefe de la escuadra, era a pesar de todo un hombre bueno y no


había perdido con el buen vivir social su dura vida de marinero. Nunca
había servido en un barco, desde cuando, como alférez, viajó a bordo de un
buque de la armada española. Posteriormente fue Ministro para Asuntos
del Mar. En mi viaje hacia Bogotá me encontré a este amable señor cuando
iba a hacerse cargo de nuevas funciones.

Padilla era un mulato grueso que se ganó la gratitud de sus compatriotas


por sus triunfos sobre la flota española, bajo el mando de Morales, en el
lago interior de Maracaibo. Pero no parece correcto que sea Almirante y
jefe de la estación de Cartagena. Él logró sus conocimientos como oficial
de mar a bordo de una fragata inglesa y alcanzó prestigio en Colombia por
su forma y valentía para enfrentarse a barcos menores de la escuadra
española.

Él quería demostrar lo que sabía y, por ello, al realizar una visita a la


“Chapman” llamó a sus seguidores y mientras observaba los aparejos,
dijo: “Aquí entiendo todo, desde la proa a la popa”. Era muy popular entre
las clases bajas, lo que le valió ser elegido Senador por Cartagena. A este,
considerado como el almirante más grande de Colombia, también me lo
encontré en mi viaje a Bogotá.”905

Aunque en teoría el Tapperheten y la Af Chapman eran impresionantes, la


verdad es que su edad y su pésimo estado desmoronaron rápidamente las ilusiones que
en torno a ellos se habían hecho los líderes políticos y militares colombianos. Aunque el
Tapperheten fue llamado brevemente Bolívar, y la Af Chapman recibió el nombre de
Congreso, las actas del Consejo de Gobierno nos muestran cómo evolucionó la
situación con los dos buques tras su arribo a Cartagena.

905
Gosselman, Carl August. Ob. Cit., pp. 64
482
“El secretario de la guerra leyó, por orden de su excelencia, varios
artículos y documentos relativos a una contrata que en 1825 celebró el
gobierno con Juan Bernardo Elbers para que trajera algunos buques
mayores de guerra; algunos han llegado a Cartagena y, según los informes
que tiene el poder ejecutivo, de ningún modo son del porte, edad y
calidades que expresa la contrata. Examinada esta importante materia en
el consejo, se acordó que aguardara el correo de mañana para decidir,
según las noticias que traiga, si convendrá el que se reciban los buques o el
que se rechacen. Aquí terminó la sesión.”906

“En acto continuo el secretario de guerra y marina dio cuenta del nuevo
proyecto que había extendido para reformar la contrata celebrada con
Juan Bernardo Elbers sobre un navío de 74 y una fragata de 44, que han
venido de Suecia a Cartagena. Se deliberó si habría necesidad de estos
buques, y para probarla se hizo una enumeración de la escuadra española
que hay en la isla de Cuba, escuadra que puede atacar nuestras costas, y
los cuatro secretarios convinieron en que verdaderamente teníamos
necesidad de dichos buques; así que se asintiera a la propuesta de Elbers,
de que se le reciban, carenándose perfectamente en New York, como lo ha
ofrecido, reconociéndose allí previamente bajo la inspección de nuestro
cónsul general Palacios y por las personas de su confianza que él elija, si
los fondos de dichos buques están perfectamente sanos y si el navío puede
servir como del porte de 74, pues algunos aseguran que no puede hacer tal
servicio. Si resultare que el navío y la fragata están de servicio, entonces
podremos sacar ventajas de ellos y que la contrata primitiva se reforme,
exigiendo en lo principal su cumplimiento a Elbers. En esto convinieron los
cuatro secretarios, dando nominalmente su opinión, por haberlo exigido
así su excelencia el vicepresidente.”907

Sobre esta situación, el historiador David Bushnell comentó:

906
Consejo Ordinario del miércoles 8 de febrero de 1826. Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno
de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación
para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
907
Consejo Ordinario del lunes 13 de febrero de 1826. Ob. Cit.
483
“Todavía en febrero de 1826 su gabinete [el de Santander] entablaba
negociaciones con Juan B. Elbers para la reparación de dos grandes
embarcaciones que anteriormente se había comprometido a suministrar
por medio de un contrato, pero que no había entregado en condiciones
satisfactorias. Bolívar utilizó más tarde esto como excusa para cancelar el
contrato, pero Santander se limitó de momento a ponerse de acuerdo con
Elbers para que las reparaciones fueran hechas en los Estados Unidos,
después de lo cual las embarcaciones serían compradas por su valor
intrínseco.”908

El destino final del navío y la fragata suecos nos lo cuenta el siguiente anuncio
de prensa, publicado por el Baltimore Patriot & Mercantile Advertiser el 18 de agosto
de 1826.

“Marshall de los EE.UU. para el Distrito Sur de Nueva York.

El buque sueco AF CHAPMAN, será vendido en pública subasta, en la


Tontine Coffe House, en la ciudad de Nueva York, el 30 de agosto, a la una
en punto.

El buque fue construido en 1803 del mejor roble y botado en el Astillero


Real en 1819, y se sometió a una reparación a fondo que no se completó
hasta 1823. Su eslora en cubierta principal, 154 pies y 11 pulgadas, 40 pies
y 1 pulgada de manga, y alcanza las 1.096 toneladas o 8.107 duras suecas.
Porta 26 cañones largos de 24 libras, 18 carronadas de 24 libras, y armas
pequeñas para 360 hombres, completa con todos sus aparejos, largueros y
tanques de agua. Está recién revestida de cobre de julio del pasado año. Su
casco está perfectamente sano y pasó el más riguroso examen.

También,

El navío sueco TAPPERHETTEN. Este navío fue reconstruido en el


Astillero Real hace seis años aproximadamente, y no se hizo a la mar hasta
la primavera de 1825. Tiene quilla construida de la mejor madera de
roble, capacidad para 76 cañones, lleva a bordo 74 con un suministro
completo de las armas pequeñas – Alcanza 1.342 toneladas, y está
completamente reparado para cualquier propósito que se requiera, ya sea
para la guerra o como mercante.

908
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 316

484
Para más datos de aplicación para el abonado, en el que el inventario se
puede ver en un día o dos.

DAVID KIZER”909

A pesar de lo que pudiera pensarse a raíz de esta nota de prensa, el asunto de los
buques suecos se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para el Gobierno
colombiano. Esto se evidencia en el Acta del Consejo Ordinario de Gobierno, del día 12
de octubre de ese año.

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de marina dio cuenta,
por orden de su excelencia, de varias comunicaciones que había dirigido al
gobierno el cónsul general de Colombia en los Estados Unidos, sobre el
estado que tenía el negocio de los buques suecos contratados por el mismo
gobierno con Juan Bernardo Elbers, los que no habiéndose hallado
conformes a la contrata de compra y venta, habían ido en virtud de un
nuevo convenio a repararse en New York de cuenta del mencionado Elbers.
El cónsul Palacios dice que el comisionado para la reparación, Moses
Isaac, dependiente de la casa de B. A. Goldschmidt, había recibido orden
de dicha casa para retirarse inmediatamente a Londres sin hacer tal
reparación, porque los buques eran ya del gobierno de Colombia y tocaba
a él repararlos; que, en virtud de esta orden, Isaac se había ido y no había
quién diera los fondos para hacer la reparación de los mencionados
buques, los que se hallaban embargados por todo lo que se debía a los
oficiales y marineros de la tripulación, lo que ascendía a más de cien mil
pesos; que si no se proveía de fondos para hacer este pago, los buques
serían vendidos en pública subasta, y si pertenecían a la República, lo que
aún ignoraba el cónsul Palacios, Colombia recibiría un gran perjuicio por
su venta. En consecuencia de estos antecedentes, su excelencia el
vicepresidente pidió la opinión del consejo sobre tan importante negocio.
Después de examinados todos los antecedentes de la materia, el consejo fue
de opinión de que habiéndose hecho el contrato primitivo de compra y
venta de dichos buques entre el gobierno de Colombia y Juan Bernardo
Elbers, sin que ni aun remotamente sonara la casa de B. A. Goldschmidt, el
gobierno de ningún modo debía entenderse con dicha casa, sino con

909
Morris, Thomas. “Marshal´s sale in New York” en Baltimore Patriot & Mercantile Advertiser.
Baltimore, 18 de agosto de 1826.

485
Elbers, como en efecto se había entendido, haciendo un nuevo contrato
después que fue manifiesto no ser los buques de recibo, ni tener las
calidades contratadas; por todo lo cual nada importa el que la casa de
Goldschmidt diga que los buques son ya de Colombia, pues el gobierno
desconoce toda intervención de dicha casa en el mencionado contrato; que
habiéndose participado a Elbers por la secretaría de marina el estado de
los buques contratados y la falta probable de fondos para su reparación, a
causa de la quiebra sobrevenida a la casa de Goldschmidt, se le avise de
nuevo lo acaecido últimamente, según los partes del coronel Palacios, a fin
de que dicte las providencias que tenga por conveniente para salvar dichos
buques, evitando el que se vendan en pública subasta, por lo que se debe a
los oficiales y tripulación; que al cónsul Palacios se le diga que puede
permitir el que los mencionados buques se vendan en pública subasta, pues
no son propiedad de Colombia, pero que sonando ya la casa de
Goldschmidt como propietaria de dichos buques, si se vendieren en
almoneda, haga el cónsul personería para que el sobrante se deposite,
porque el gobierno tiene acciones contra la expresada casa de
Goldschmidt.”910

La evidente contradicción entre la disposición del Gobierno colombiano: que


Elbers respondiera por los buques y que los mismos no fuesen vendidos en pública
subasta; y lo que ocurrió en Nueva York según reseñó el Baltimore Patriot &
Mercantile Advertiser, nos conduce a varias hipótesis. Primeramente, es posible que la
subasta anunciada no llegara a efectuarse, lo cual dio posibilidad al Gobierno
colombiano de exigir a Elbers una solución en torno a la reparación de los buques. O, en
segundo término, es también muy probable que el citado Consejo Ordinario se reuniera
sin saber que los buques ya habían sido subastados en Nueva York, debido en gran parte
a la lentitud de las comunicaciones en aquella época. En cualquier caso, es evidente que
la adquisición de los dos buques en Suecia se convirtió en el primer gran fracaso de la
política naval del gobierno de Santander. La siguiente nota de prensa publicada por la
Gaceta de Colombia, claramente exculpatoria hacia el Gobierno, nos sugiere un final
desafortunado – sino turbio – para este caso.

910
Consejo Ordinario del jueves 12 de octubre de 1826. Ob. Cit.
486
“El navío y fragata suecos venidos a Cartagena y de allí pasados a los
Estados Unidos del Norte, no han sido de la República. Una contrata los
habría hecho propiedad de Colombia, si al llegar a Cartagena hubieran
resultado de recibo; pero como no resultaron, el gobierno quedó libre de
todo comprometimiento. Así resulta de las contratas, que tenemos orden de
publicar oportunamente.”911

Más de un año después, la disputa entre Elbers y el Gobierno colombiano


continuaba…

“El secretario de la guerra leyó una solicitud de Juan Bernardo Elbers en


la que hace varios cargos al gobierno por la contrata de unos buques de
guerra que celebró antes de ahora. El secretario manifestó en extracto el
contenido de varios documentos de los cuales consta que Elbers no ha
cumplido con los términos de la contrata, por lo cual el gobierno jamás le
ha admitido dichos buques, ni tampoco le debe cosa alguna por ellos. En
vista de estos documentos y exposición, el consejo fue de dictamen de que
así se declarara y que si Elbers tiene reclamaciones que hacer contra la
resolución del poder ejecutivo, ocurra a la Alta Corte de Justicia, que es el
tribunal competente para decidirlas. Aquí terminó la sesión.”912

A la postre, Elbers perdería este litigio, y quedaría casi en la ruina debido a ésta
y otras grandes deudas del Gobierno colombiano con su persona, todas por concepto de
armas, pertrechos, equipos y suministros para las fuerzas armadas, especialmente para la
marina de guerra. Aunque el caso de los buques suecos fue un completo fracaso, que
más bien obligó al Gobierno a buscar la forma de salir del problema sin mover
demasiado a la opinión pública; demuestra el firme propósito de la administración de
Santander de dotar a la escuadra con medios idóneos para las grandes operaciones
planteadas. El Tapperheten y la Af Chapman constituyeron la segunda mayor
adquisición naval de la República de Colombia, y quizá el primer gran error en compras
militares registrado en la historia de las actuales Colombia, Venezuela y Ecuador. El
estudio de este caso debería poder servir de lección en este tema de cara al futuro.

911
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 26 de noviembre de 1826. N° 267, p. 4
912
Consejo Extraordinario del miércoles 3 de octubre de 1827. Ob. Cit.
487
El siguiente caso, el de las fragatas compradas en Estados Unidos; puede ser
juzgado como algo más cercano al éxito. Antes de abordar el tema, conviene detenernos
un poco en el concepto de las dos naves de guerra adquiridas, pues así podremos hacer
la valoración precisa. Tradicionalmente, las fragatas no se acercaban a los cuarenta
cañones. En el caso particular de las británicas, solían ser más bien ligeras y rápidas,
mientras que las francesas eran un poco más pesadas. Sin embargo, a finales del siglo
XVIII los diseñadores navales estadounidenses innovaron totalmente, construyendo
fragatas de cuarenta o más cañones, redefiniendo por completo lo que era una fragata.
Estas nuevas creaciones fueron llamadas por la historiografía como “American Heavy
Frigates” o “American Super Frigates”.913 Nosotros las llamaremos “Súper Fragatas
Estadounidenses”. Sobre este nuevo tipo de buques, una obra especializada comenta:

“[…] para los estándares estadounidenses la artillería naval británica no


era tan impresionante. El adiestramiento de los artilleros se dejaba en
manos de los capitanes, que invertían su propio dinero en adquirir
cantidades adicionales de pólvora y munición; muchos de ellos preferían
entablar enfrentamientos cercanos en los que cada carga podía ser
decisiva, por mala que fuese la puntería o lenta la recarga. La Royal Navy
estaba acostumbrada a combatir con enemigos con escasa experiencia en
el manejo de sus cañones en mar abierto. Sin embargo, en el caso de las
fragatas estadounidenses se enfrentaron a marinos voluntarios bien
adiestrados y remunerados, con amplia experiencia en el mar. Además, las
fragatas de Estados Unidos eran las más robustas y mejor construidas en
su clase. La más impresionante de todas, la USS Constitution, tenía 62 m
de eslora y desplazaba 2.200 toneladas. Llevaba 44 cañones, entre ellos
varios de 11 kg. Demasiado poderosas para la mayoría de las fragatas
británicas.”914

Un artículo sobre el tema nos añade más sobre esta innovación en el diseño
naval, y el contexto en medio del cual se produjo:

913
Lardas, Mark. American Heavy Frigates 1794 – 1826, p. 3
914
Dickie, Iain y otros. Técnicas Bélicas de la Guerra Naval 1190 a.C. – Presente, p. 173
488
“Once años después de que Estados Unidos ganó su independencia de
Gran Bretaña el país encaró la siguiente fase de su maduración. Estados
Unidos necesitó proteger sus costas y puertos de enemigos extranjeros, y en
marzo de 1794 el Congreso pasó una ley ordenando la construcción de seis
fragatas. La Royal Navy era numéricamente superior y tenía infinitamente
más experiencia en operaciones navales que la nueva Armada de los
Estados Unidos. Sin embargo, durante la Guerra de 1812 esas pocas y
aparentemente insignificantes fragatas de una armada nueva hicieron un
poco de daño, y resistieron su parte contra las fragatas británicas. Las
fragatas originales fueron obras maestras de la arquitectura naval, muy
superiores a su enemigo en tamaño y poder. El superior e innovador diseño
de las fragatas originales de Estados Unidos hizo posible para ese país
establecer el control sobre sus propias aguas en combates uno a uno
durante el primer año de la Guerra de 1812, y proteger el comercio
norteamericano.”915

“Los buques serían fragatas, ya que eran mucho más rápidos para navegar
y baratos de construir que los navíos de línea. Llevaban entre 24 y 44
cañones, aunque antes de los construidos por los norteamericanos llevaban
generalmente de 24 a 28. La principal característica definitoria de la
fragata era su cubierta corrida compuesta de alcázar y castillo de proa.
Esto dejó el diseño decidido, y se volvería un problema. Había argumento
acerca de si construirlas como las británicas (rápidas y ligeras) o como las
francesas (pesadas con muchos cañones). Los franceses llegaron a quitar
las cubiertas inferiores de los buques de línea para convertirlos en
fragatas. Ha habido cierta confusión acerca de cuáles de esos aspectos los
constructores navales estadounidenses tomaron al final; algunos
historiadores dicen que ambos, y otros que solo uno. Aunque hay cierta
evidencia de que ambos diseños fueron revisados, el tamaño de las fragatas
norteamericanas da fe que un aspecto del modelo francés, sino otro más
pequeño fue el tomado. Esto fue ventajoso para los estadounidenses si sus
buques eran construidos en base a las necesidades regionales. La
profundidad de las aguas costeras y puertos difería de las costas y puertos
europeos, y copiar los diseños europeos podía ponerlos a la par con ellos.
Estados Unidos no quería competir con los europeos; quería
superarlos.”916

915
Fitz-Gerald, Kyla. “Super-Frigates: Early American Ship Architecture” en Miss Fitz. Disponible en:
https://kayfitzs.wordpress.com/2012/06/23/super-frigates-early-american-ship-architecture/ (Revisado
online el 07 de marzo de 2016 a las 08:00 pm)
916
Ídem
489
“El otro cambio al diseño usual de la fragata junto al número de cañones y
eslora fue el emplazamiento de las armas. Normalmente, una fragata tenía
una cubierta corrida conectada por una pasarela, con cañones en el
castillo de proa y el alcázar. Las fragatas norteamericanas tenían cañones
en el castillo de proa, alcázar y pasarela. Esto les proporcionó unas pocas
armas más y más oportunidades de golpear a su oponente. El espesor del
casco permitía a la fragata absorber el fuego enemigo con menos temor de
daño, y el largo proveía más velocidad así que podría dejar atrás a un
navío de línea de dos veces su tamaño. Las fragatas estadounidenses
también tenían gavias reales y garfio que se encuentran por encima de la
cangreja (en la popa), y las velas de la cola de anillo (a proa y a popa) más
allá de la cangreja que les dio más velocidad.”917

“Las armas de los buques eran nuevas, cañones de última generación, y en


algunos casos eran mejores que aquellos contra los que disparaban. Las
fragatas llevaban cañones de ánima lisa de avancarga de hierro fundido de
24 libras. Las “libras” indicaban el peso del disparo bien fuera sólido,
metralla (balas pequeñas) o una cadena o barra. Su alcance era de una
milla, y aunque esto parezca más bien inadecuado actualmente, era
significativo en esa época. En adición a las armas de 24 libras de la
cubierta de cañones, también llevaban carronadas (cañones cortos de gran
calibre con alcance limitado) de 42 libras en el alcázar y el castillo de
proa, y dos cañones largos en el castillo de proa. Dependiendo del buque y
la época, iban solo ligeramente armados. El número de cañones y la
rigidez del casco dio a los comandantes estadounidenses la confianza para
navegar a quemarropa y destruir a su oponente; que no era la capacidad
de las dotaciones de artillería”918

Por su parte, el investigador en historia naval Luis Antonio Rodríguez Moro,


comenta sobre estas nuevas súper fragatas:

“Ambas Armadas [la británica y la francesa] habían experimentado con la


eliminación de la cubierta superior de un navío de línea de tres cubiertas,
reduciéndolo de esa manera a clase fragata con sólo dos cubiertas de

917
Ídem
918
Ídem

490
batería completas. A esos barcos se los llamó ―razees, nombre sacado del
francés ―vaisseau rase: literalmente, ―barco afeitado. Contra una
fragata convencional, un ―razee poseía una ventaja decisiva; debido a
que originalmente había sido diseñado y construido para ser un navío
mucho mayor, su maderamen interior estructural y sus planchas eran muy
fuertes. Por ende, un ―razee era capaz de soportar un ataque terrible. Sin
embargo, también tenía una desventaja importante. Como la parte
sumergida del casco no estaba modificada, poseía las mismas malas
cualidades de navegación que cualquier navío de línea normal.

Los norteamericanos querían corregir ese defecto construyendo fragatas


yanquis del mismo tamaño y con la misma fortaleza estructural interior que
tenían los “razees” [...] pero con gráciles líneas ahusadas, desde la quilla
hacia arriba, en pos de velocidad y agilidad.

Esas fragatas serían más largas y anchas que las fragatas de la Armada
Real. Su tamaño y estabilidad aumentados las convertirían en mejores
plataformas para los cañones que las fragatas de Su Majestad, y gracias a
sus finas líneas sumergidas resultarían navegantes veloces. Las
potentísimas fragatas de la clase Constitución llevaban treinta piezas de a
24 y veinte carronadas de a 32 o de a 42: no es de extrañar que tales
monstruos fueran temidos por todas las fragatas inglesas.

Los constructores y diseñadores de barcos norteamericanos mejorarían ese


arte hasta el punto de que sus fragatas serían la envidia de los arquitectos
navales de todo el mundo.”919

De esta manera, las nuevas fragatas estadounidenses, como la famosa USS


Constitution, fueron clave para la victoria de la joven república contra su ex metrópoli
en la guerra de 1812 – 1815. También sería clave en este episodio de la historia el
diseñador naval Henry Eckford, quien fue uno de los mejores en dicho oficio en esa
época.920 Eckford provenía de Escocia, había fundado varios astilleros, y con sus
ingeniosos diseños aportó decisivamente a los triunfos de los estadounidenses en los
Grandes Lagos contra la Royal Navy. Pero también, Eckford llevó el concepto de la
súper fragata estadounidense al máximo, cuando diseñó y construyó en 1814 la USS

919
Rodríguez Moro, Luis Antonio. ¿Le cuento la historia naval? Volumen II, Tomo II “Revolución
Naval” (América Independiente). Disponible en: http://ebiblioteca.org/?/ver/78291, p. 136
920
Selig, Steven M. Draughts: The Henry Eckford Story. Scottsdale – Arizona, Agreka History Preserved,
2008
491
Superior, una monstruosa fragata de 62 cañones.921 Dotadas con 64 cañones serían la
Colombia y la Cundinamarca, por lo cual la Superior vendría a ser un antecedente
directo de las dos naves compradas por la República de Colombia.

Sobre la construcción de ambos buques, el autor Phyllis Dekay Wheelock nos


cuenta que

“Afortunadamente Eckford era suficientemente resistente como para


alejarse de su cruel decepción por el [fracaso del navío de línea] “Ohio”.
Sus “maderas frescas y pastos nuevos” resultaron ser las órdenes
procedentes de América del Sur. Asociado con Isaac Webb y Compañía, se
comprometió a construir cuatro fragatas de 64 cañones de 2.000 toneladas
cada una para Brasil, Colombia, Perú y Chile. Las cuatro fueron
terminadas en el increíblemente corto tiempo de dieciocho meses. Todas
ellas tenían marcos de roble vivo, y dos fueron construidas fuera de Nueva
York, en Baltimore y Filadelfia. Los astilleros estaban abrumados con el
trabajo y los salarios en este momento se inflaron tremendamente, debido a
la escasez de hombres calificados.”922

Al final, Eckford vendería dos fragatas al Brasil, que recibirían los nombres de
Emperatriz y Amazonas, y dos a Colombia, que son las que nos ocupan. Respecto a sus
medidas y descripción, tenemos que las dos naves vendidas a Colombia medían 181
pies (55,17 m) de eslora, manga de 29 pies (8,83 m) y calado de 14 pies y 11 pulgadas
(4,54 m). Estaban armadas con 64 cañones y tenían tres altos mástiles, con tres vergas
en cada uno, un desplazamiento que rondaba las 2.000 toneladas a plena carga, y una
tripulación constaba de aproximadamente 640 hombres entre oficiales y marineros.923
Es decir, juntas requerían más tripulantes que toda la escuadra que ganó la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo y superaban su poder de fuego total. Tenían su popa
redondeada y una proa muy afilada, como también su obra viva (la parte sumergida del

921
Carmichael, David W. Superior! The USS Superior and America’s first arms race, 1814. Disponible
en: www.SecretArchives.net
922
Wheelock, Phyllis Dekay. “Henry Eckford (1775-1832), an American Shipbuilder” en The American
Neptune: A Quarterly Journal of Maritime History and Arts. Volume VII, N° 3 July 1947. Disponible en:
http://phillipslibrarycollections.pem.org/cdm/compoundobject/collection/p15928coll3/id/3382/show/3296
/rec/15 (Descargado online el 18 de octubre de 2015 a las 10:00 pm), pp. 184 - 185
923
Selig, Steven M. Draughts: The Henry Eckford Story, pp. 104 y 109
492
casco). Este diseño, junto con la presencia de mástiles altos como los de un navío de
línea, las convertía en buques muy rápidos. Unido a su velocidad, estaba también el
hecho de que Eckford había trabajado con cuadernas diagonales, dispuestas
cruzadamente, lo cual aportaba una gran rigidez y resistencia al casco. Buena parte de
las armas que portaban eran carronadas de alto calibre, hechas en la fundición de West
Point, y dispuestas en el castillo de proa y el alcázar, por lo que podían ser
verdaderamente devastadoras en combate cercano, y tendrían ventaja decisiva en un
abordaje. Más detalles sobre estas naves nos los da el historiador naval Francisco
Alejandro Vargas:

“[la fragata Cundinamarca] Este buque tenía 181 pies ingleses de eslora,
46 de manga, 26 de puntal, 8 de plan y medía 2.000 toneladas; sus fondos,
cubiertas, obra muerta, planes, curvas, baos, latas, trancaniles, etc., etc.,
eran de la mejor madera de los Estados Unidos de Norte América, y
construida bajo las dimensiones y gálibos con que se construían los buques
de guerra de aquellos Estados; su caso forrado en cobre hasta la línea de
flotación con planchas de 36 onzas; sus fondos empernados de bronce y las
cubiertas clavadas con el mismo metal. Montaba en su entrepuente 32
cañones largos de a 32 y en la cubierta 32 carronadas de a 42.”924

El caso de las dos fragatas de Eckford encierra algunas peculiaridades. La


primera sería que se trata del primer y único caso en el cual el Gobierno de Colombia
adquirió dos buques nuevos, salidos del astillero, y además idénticos entre sí; es decir,
integrantes de una misma clase. Otra particularidad, es que sería el primer caso
registrado en el que la República trató al menos de hacer cierta inspección o supervisión
durante la construcción: el 7 de abril de 1825 el Intendente del Departamento de
Venezuela, general Juan de Escalona, se dirigió al Comandante General Interino de
dicho Dpto., el general Santiago Mariño, para solicitar que el Teniente de Navío
Francisco Hernáiz fuese enviado en misión a Estados Unidos para supervisar la
construcción de las dos fragatas, ya que el oficial era ingeniero hidráulico.925 Sobre

924
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 205
925
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCVI, folio 258
493
Hernáiz comenta Francisco Alejandro Vargas que, atraído por la causa patriota, llegó a
La Guaira procedente de España en 1823, siendo recibido por el general Carlos
Soublette, quien lo admitió en las Fuerzas Armadas, otorgándole el grado de Teniente
de Navío y cargo de Mayor Interino del Segundo Departamento de Marina. Más tarde,
en 1826, sería ascendido a Capitán de Fragata.926

En respuesta a la solicitud del general Escalona, el general Mariño escribió el día


12 del mismo mes que no podía ordenar la comisión de Hernáiz en Estados Unidos
porque a la Comandancia del Departamento le estaba prohibido por el Gobierno
permitir que salieran del Departamento los oficiales destinados al mismo.927 Se perdía
así la oportunidad de que la República supervisase con un oficial capacitado la
construcción de las dos fragatas.

En buena medida gracias a los datos aportados por un posible espía de España en
Cartagena928, sabemos que la Colombia fue botada el 28 de octubre de 1825. El 26 de
noviembre el Capitán de Fragata Juan Jorge Peoli fue enviado a Nueva York para
recibir la Cundinamarca, que acababa de ser botada.929 El 26 de diciembre zarpó de
Nueva York la Colombia con proa hacia Sudamérica, y el 4 de enero salió de Boston la
Cundinamarca, que puso rumbo a Nueva York, donde sería entregada a Peoli el 6 de
febrero. El 12 del mismo mes la Colombia arribaba a Puerto Cabello, y el 13 de marzo
se unía con el grueso de la escuadra en Cartagena. Mientras tanto, la Cundinamarca
seguía detenida en Nueva York, esperando que se despejara el hielo invernal para partir
al sur, así como también el enganche de los marineros necesarios para tripularla.
Finalmente, el 6 de mayo zarpa de Nueva York la Cundinamarca, arribando sin
novedad a Cartagena el 25 del mismo mes. En ese momento, Peoli fue ratificado como
comandante de la nave.

La Colombia y la Cundinamarca fueron un referente del esfuerzo nacional por


dotarse de una armada poderosa, y causaron inquietud en España desde que comenzó su

926
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), pp. 156 - 157
927
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCVI, folio 294
928
Sin Autor. “Colombian Naval and Military Force”. The Baltimore Gazette and Daily Advertiser.
Baltimore, 15 de marzo de 1826. Volume 65, p. 2.
929
Vargas, Francisco Alejandro. (Colaboradores: Hadelis Solangel Jiménez López y Eladio Jiménez
Rattia). Nuestros Próceres Navales (Tomo II), p. 131
494
construcción y se supo su destino. Comenta la autora María Elena Capriles que el
Consejo de Ministros en Madrid recibió reportes del 30 de septiembre de 1825,
enviados por el intendente Pinillos, informando que Colombia estaba negociando siete
fragatas de 64 cañones y tres corbetas de 36 además de otros buques menores. Unido
además a fuerzas que esperan de Gran Bretaña y Suecia. Esto hizo a la Corte temer
ataques a la Península.930 Más exacto fue el informe del presunto espía que se publicó
en Baltimore y que ya hemos citado. Esto demuestra que sólo como elementos de
disuasión, las dos fragatas cumplieron perfectamente su función. Esto no ocurría en
vano, pues un análisis de las dos naves nos muestra claramente que si las mismas eran
bien empleadas por marinos diestros y aduces, habrían podido vencer a cualquier
fragata española, e incluso a cualquiera de los viejos navíos de 70 o 74 cañones que
quedaban en servicio bajo pabellón español hacia 1826. Más tarde, la Colombia sería
comandada por el Capitán de Navío Walter Chitty Gurling, mientras que la
Cundinamarca lo sería por el Capitán de Navío Nicolás Joly, ambos héroes de la Batalla
Naval del Lago de Maracaibo, y dos de los marinos más diestros de la armada
colombiana.

Como ya se explicó anteriormente, la Cundinamarca y la Colombia estaban


ambas destinadas a ser enviadas al Pacífico en 1829, en el marco de la guerra con Perú,
pero debido al retraso de la Cundinamarca y las averías que sufrió en su viaje desde
Cartagena hasta Puerto Cabello, no pudo continuar el viaje. Como dato anecdótico, a
bordo de la Cundinamarca zarpó de Cartagena el general Francisco de Paula Santander,
que era trasladado bajo arresto para iniciar su exilio, sanción por la cual se le había
conmutado la pena de muerte, debido a hallársele culpable por la Conspiración
Septembrina de 1828 contra Bolívar. Mientras que ya contamos cuál fue el destino final
de la Colombia en Guayaquil, debemos ahora exponer al lector que la Cundinamarca se
hallaba en Puerto Cabello cuando Venezuela se separó de la unión colombiana, por lo
cual la nave fue heredada por la nueva marina venezolana. Sin embargo, al no poder ser
costeado el mantenimiento de naves de tal porte, la Cundinamarca fue rematada como
chatarra hacia 1832.931 Así terminó la historia de los dos buques más poderosos que

930
Capriles, María Elena. “Bolívar y la actuación de Venezuela en el Caribe a través de sus corsarios en
Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y México” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia No. 35,
p. 157
931
Jiménez López, Hadelis. La Armada de Venezuela, 1830 – 1975, p. 13
495
llegó a poseer la Armada de la República de Colombia, y que paradójicamente han sido
casi pasados por alto por la historiografía.

El último caso que expondremos, es el de los pailebotes cañoneros. El mismo


viene a ilustrar muy bien las aspiraciones navales del gobierno liderado por Santander y
las dificultades técnicas, financieras y de personal que debió encarar. La primera
mención oficial sobre el proyecto aparece en la Gaceta de Colombia a finales de junio
de 1824

“En 24 de mayo se hizo presente a la cámara del senado el perjuicio que


irroga a la marina el reglamento provisorio de sueldos por ser muy
pequeños particularmente con respecto a los extranjeros que se alistan en
nuestra armada, sobre lo cual se pide reforma.

En 25 del mismo se pidió a la misma cámara una autorización para


mandar completar cincuenta pailebotes cañoneros al número de doce que
se han mandado construir fuera de la República, a fin de proteger nuestras
costas y comercio; incluyendo un presupuesto de los gastos y sostenimiento
de tales buques en un año.”932

Poco después, el Congreso de la República decretó formalmente el proyecto

“DECRETO de 29 de Julio de [1824]

Sobre la construcción de cincuenta pailebotes cañoneros.

El Senado y Cámara de R. de la R. de Colombia reunidos en


Congreso.

Considerando: 1° Que habrán de resultar grandes ventajas a la


Nación de que se aumente y ponga en estado respetable una fuerza sutil,
que proteja nuestra costas contra los enemigos de nuestra independencia;
impida el comercio clandestino que pueda intentarse por alguno de
nuestros puertos no habilitados, ni aun para el comercio lícito; proteja el
de cabotaje de esta naturaleza, y en fin conduzca la correspondencia,

932
“Secretaría de Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 27 de junio de 1824. N° 141, p. 2

496
pública y de particulares, de unos a otros de nuestros puertos.- 2° Que
igualmente resultarán grandes ventajas, y aun es necesario que el Poder
Ejecutivo esté suficientemente autorizado, para hacer las variaciones
indispensables en los buques de guerra que actualmente tiene la República,
o para que los reemplace por otros, así como también el que puedan
artillarse, unos y otros, del modo que sea más conforme a su porte.

DECRETAN.

Art. l° El Poder Ejecutivo hará construir basta el número de


cincuenta pailebotes cañoneros en los puertos de la República que
proporcionen mayores ventajas para esta operación.

Art. 2° Igualmente hará que los buques de guerra que hoy tiene la
República, reciban las variaciones necesarias para su mejor servicio,
pudiéndolos reemplazar por otros, en caso de que así lo juzgue conveniente
para el expresado objeto.

Art. 3° Podrá armar los buques mayores y menores de guerra con


artillería, que en caso que lo juzgue conveniente se proporcionará en los
países extranjeros.

Art. 4° El Poder Ejecutivo dará cuenta del cumplimiento de este


decreto a la próxima legislatura.

Dado en Bogotá a 28 de Julio de 1824, 14. - El vicepresidente del


Senado, Francisco Soto. - EI presidente de la Cámara de Representantes,
José Rafael Mosquera.- El secretario del Senado, Antonio José Caro. - El
diputado secretario de la Cámara de Representantes, José Joaquín Suares.

Palacio del Gobierno en Bogotá á 29 de Julio de 1824, 14.-


Ejecútese.- Francisco de Paula Santander. - Por S. E. el Vicepresidente de
la República encargado del Poder Ejecutivo.-EI secretario de marina y
guerra. Pedro Briceño Méndez.”933

Al año siguiente, la Gaceta de Colombia publica una larga respuesta al


Constitucional Caraqueño, uno de los periódicos que más duramente criticaba al
Gobierno. El tema de debate es justamente el proyecto de los pailebotes, y su
construcción dentro o fuera del país. El texto habla por sí mismo.

933
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia, que comprende todas las leyes, decretos y resoluciones
dictados por sus congresos desde el de 1821 hasta el de 1827, pp. 263 - 264

497
“Nos habíamos olvidado de satisfacer al público sobre un artículo que se
encuentra en el núm. 19 del Constitucional Caraqueño, relativo a los
pailebotes cañoneros, que han llegado últimamente a Puerto Cabello.
Vamos a procurar cubrir al gobierno con las más satisfactorias respuestas.
Dos son los puntos a que se contrae la censura: 1° que fue un error enviar
desde Bogotá dícenos a los Estados Unidos; 2° que se ha faltado a la ley no
disponiendo la construcción de los pailebotes en los puertos de la
República como ella lo prescribió.

A lo primero advertiremos que el diseño se trabajó sobre conocimientos


prácticos de nuestras costas y ríos por un oficial del arma; pero nunca se
ligaron las manos a los constructores para que no lo mejorasen hasta
donde se creyese conveniente. Así es, que de los doce pailebotes mandados
a construir fuera de la República, cuatro se han variado a gusto y contento
de los constructores; si estos también tienen defectos y/o faltas, no puede
ser de ningún modo imputable ni al ejecutivo ni al autor del diseño.

A lo segundo recordaremos: que la ley del año de 24 ordenando la


construcción de 50 pailebotes en los puertos de la República es un año
posterior a la de 1° de julio de 1823 que concedió al ejecutivo la facultad
de aumentar o disminuir la marina de la República. En virtud de esta y no
de aquella, fue que el ejecutivo dispuso la adquisición de 12 pailebotes
fuera de Colombia, en cuyo tiempo ni Maracaibo estaba libre, ni se podía
pensar en los otros puertos, como el de Cumaná y Cartagena (porque
Puerto Cabello también estaba en poder de los enemigos) sino en facilitar
los medios de destruir al enemigo que ocupaba un punto interesante. El
ejecutivo con fecha de 25 de mayo de 1824 informó al congreso que había
proporcionado la adquisición de los dichos 12 pailebotes, y que creía
conveniente aumentarlos hasta 50; - entonces fue que el congreso expidió
la ley de 22 de julio en que conformándose con la indicación del gobierno
prescribió que los pailebotes se construyesen en los puertos de la
República. Resulta por consiguiente que solo confundiendo las fechas y las
épocas se ha podido hacer tan injusta acusación.

Los pailebotes adquiridos fuera de Colombia no son 24 como dice el


artículo del Constitucional Caraqueño, sino solo 12, - ni han costado
tampoco 12mil pesos cada uno, sino 8500, completamente armados y
equipados. Por consiguiente no han dejado de circular 288mil pesos como
se asegura, sino 102mil; que sin duda habrían circulado en Colombia, si
como hemos observado, las circunstancias de la guerra lo hubieran
permitido.

Concluiremos valiéndoos de las observaciones de Seybert con respecto a


las dificultades que tuvieron los Estados Unidos de América del norte en
los primeros años de su independencia en la parte marítima.
498
“Los errores que se cometen siempre en el principio u origen de una
grande empresa han retardado el aumento de nuestra marina. Se han
dilapidado gruesas sumas, se han perdido muchos depósitos de maderas de
construcción, y de otros objetos del astillero, los buques comprados a los
negociantes o especuladores no estaban en estado de servicio, y se tuvieron
luego que vender con pérdida. Estos abusos son conocidos, y es de esperar
que no se renovarán en lo sucesivo.” Esto sucedió a los Estados Unidos, y
a sus hábiles magistrados.”934

Aproximadamente un año después, una nueva noticia en la Gaceta de Colombia


nos confirma que al menos una parte de los pailebotes estaba siendo construida en
puertos de la República. El ejemplo del Telégrafo, construido en Maracaibo fue una
muestra alentadora, aunque pequeña entre tantas dificultades.

“En el apostadero de Maracaibo se acaba de construir por cuenta de la


República, un pailebot cañonero nombrado Telégrafo, el cual ha sido
formado de las mejores maderas que dan las costas de aquel lago; sus
dimensiones son de cincuenta y dos pies de quilla, sesenta y uno de eslora,
diez y cuatro pulgadas de manga, y seis y una pulgada de puntal, montando
un cañón de a cuatro, habiendo importado sin la arboladura cuatro mil
novecientos sesenta y tres pesos, siete y medio reales.”935

Previamente, ese mismo mes, la Gaceta de Colombia había informado de otros


dos cañoneros construidos en Maracaibo.

“El comandante de marina de Maracaibo ha dado parte por medio de la


general del tercer departamento de haber echado al agua en el mes de
enero de dos hermosas cañoneras para el servicio de la República en el
lago en virtud de órdenes del gobierno. Llámanse La Atrevida y Beloza.”936

934
“Marina Nacional”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 17 de abril de 1825. N° 183, p. 5
935
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 30 de abril de 1826. N° 237, p. 3
936
“Marina Nacional”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 10 de abril de 1825. N° 182, p. 4
499
Respecto al mismo asunto de los pailebotes, este periódico también informó de
otros terminados en Guayaquil.

“Los presupuestos presentados al gobierno por la comandancia de marina


de Guayaquil para la construcción de un pailebot cañonero, de los que la
ley ha prevenido construir en la República, es de 19.376 pesos. Este precio
es casi el doble de lo que ha costado uno fuera del país artillado,
municionado, y provisto de víveres. Se nos podría decir ahora por los que
lamentaban la salida de un dinero fuera de Colombia que podía haberse
gastado aquí, si convenga más a los intereses de la nación gastar diez y
nueve mil y más pesos en cada pailebot de los que debe tener nuestra
inmensa costa del Pacífico, o gastar solo ocho mil y doscientos pesos.

Por la misma razón de que el costo era muy fuerte se mandó suspender en
Cartagena la construcción de los pailebotes que se le señalaron a dicho
departamento. El gobierno quiso oír la opinión de todos los comandantes
generales de marina y ver los presupuestos antes de prevenir el
cumplimiento total de la ley, pues además de que por este medio se
ahorraban gastos excesivos y se precavía un error, el estado de la guerra
permitía estas dilaciones.”937

Evidentemente, la Gaceta de Colombia expresaba el discurso del Gobierno, por


lo que venía a ser su medio de comunicación oficial, y en consecuencia sólo mostraba la
visión más favorable a las políticas públicas. Sin embargo, las respuestas hechas desde
este periódico a otros de tendencia más crítica – la mayoría con sede en Venezuela –
demuestran que el asunto de los pailebotes fue bastante sonado y controversial. En todo
caso, el asunto de estos buques de menor porte viene a demostrar también la poca
capacidad naviera de la República, la cual fue uno de los mayores obstáculos a vencer
por la política naval del gabinete liderado por Santander.

Expuestos ya, brevemente, los tres casos más icónicos de la política de


adquisiciones navales, podemos reproducir algunos comentarios de la época para
hacernos una idea más general del poder alcanzando por la armada colombiana hacia
1826, cuando llegó a su cénit.

937
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 20 de noviembre de 1825. N° 214, p. 3

500
Empezamos con lo escrito por el sueco Carl August Gosselman:

“Desde finales de septiembre se encontraba en la bahía el grueso de la


armada colombiana, bajo el mando del Almirante Clemente, con el fin de
prepararse para una expedición a Cuba.

Por constituir Cartagena el puerto de guerra más importante, es un buen


homenaje mencionar los nombres de estos barcos, con mayor razón si,
excepto dos fragatas que luego se les unieron, representan toda la fuerza
colombiana en el mar Caribe.

La flota estaba compuesta por una fragata pequeña, tres corbetas, dos
bergantines y algunas goletas.

La fragata, llamada Venezuela, no era más que una vieja nave francesa,
equipada con veintiocho cañones; de notable altura, corta y de aparejos
viejos. Se veía tan fea como era malo su velamen. La marinería,
seguramente, la llamaría “fantasma del mar”. Acababa de llegar de un
viaje a Nueva York, el único que realizara en mucho tiempo, no existiendo
la posibilidad de que hiciese otros.

Con sus veinticuatro cañones, “La Ceres” era una corbeta formidable,
bella por su figura y su forma de navegar. Construida en Estados Unidos
por cuenta de los españoles, es el mejor barco de la Armada. Las otras dos
corbetas, “Boyacá” y “Urica”, son demasiado viejas; fueron rehabilitadas
y vendidas por los ingleses; poseían dieciocho cañones que debieron haber
conocido mejores tiempos.

Los dos bergantines eran bonitos pero pequeños; construidos en las


Antillas, su mejor característica era su velocidad y maniobrabilidad.
Además contaban entre diez y doce cañones.

Con raras excepciones, todos los barcos eran mal comandados y


tripulados. Durante varios meses estuvieron haciendo ejercicios en el
puerto, para regocijo de los buques de otras naciones. Como es fácil
suponer, la expedición no se realizó, lo que, con toda seguridad, era lo
mejor.

Comparada con la colombiana, la flota española no estaba en desventaja,


pero su desgaste y la poderosa escuadra cubana la habrían acabado.”938

938
Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia 1825 y 1826. Bogotá, Banco de la República, 1981.
Descargado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/viajes/indice.htm, pp. 61 – 62
501
“El equipamiento de la primera armada nacional bajo la bandera de la
república, lo inició un individuo de nombre Brión. Este hizo una fortuna
apreciable en la isla holandesa de Curazao, la cual, junto a una pequeña
escuadra, colocó al servicio de Bolívar con la sola condición de ser su jefe,
la cual le fue aceptada.

Por aquel entonces la flotilla tenía algunos bergantines y goletas y un


equipo reunido precipitadamente. La falta de gente, que no quería
enrolarse debido a las malas finanzas del gobierno, muy pronto la hicieron
decaer. El préstamo inglés mejoró la situación y con él se adquirieron
cuatro corbetas, las ya nombradas, las cuales junto a algunas naves
menores formaron bajo el mando del Comodoro norteamericano Daniel
quien con verdadera valentía ofreció combate a la superior escuadra
española en las afueras de Maracaibo. Los colombianos perdieron el
combate y dos de sus corbetas. La pérdida se reparó posteriormente con la
captura de “La Ceres” cerca de la isla de Cuba, por el Coronel Beluche.
Por lo demás, este fue el único trofeo de caza que ha conseguido la Armada
colombiana.”939

El siguiente documento es otra nota publicada por la Gaceta de Colombia, a


mediados de mayo de 1827. Se trata de una réplica a lo publicado por El Reconciliador,
de Caracas. En este artículo se defiende pormenorizadamente la política naval de los dos
años previos, por lo que nos resulta muy valioso para este trabajo.

“El Reconciliador de Caracas dice hablando de la presente administración,


que son muchos los perjuicios causados a la nación con la compra de
cascos de buques y efectos inútiles que solo han servido para satisfacer la
avaricia de algunos particulares. Vamos a demostrar la injusticia y
parcialidad de este Reconciliador, o por lo menos su inexactitud y falta de
memoria.

Los buques comprados para la República desde 1821, en que se encargó


del gobierno son los siguientes: la fragata de guerra Colombia y la fragata
de guerra Cundinamarca cuya excelencia es demasiado notoria: estos
buques se adquirieron cuando se informó al gobierno que sin ellos no era
posible tomar a Puerto Cabello que era auxiliado por las fragatas
españolas Ligera y Constitución. Doce pailebotes cañoneros, cuyo diseño

939
Ibídem, p. 62

502
confió el gobierno a un oficial de la armada, y que si no han salido como
los ha deseado cada uno de los oficiales de marina, no es culpa del
ejecutivo. Los buques suecos no han pertenecido a la República.

El intendente de Venezuela contrató en Caracas la fragata Venezuela (que


existe útil) y el jefe superior del norte la corbeta Bolívar (que está en
carena después de todos los servicios que ha hecho) y el bergantín
Independiente que tanto sirvió para el éxito de las operaciones de
Maracaibo. El poder ejecutivo aprobó estas contratas en virtud de las
innumerables razones que se le presentaron por parte de la autoridad
superior del distrito del Norte, y la experiencia ha comprobado que estos
buques han sido útiles en la contienda de Colombia con su antigua
metrópoli. Las corbetas de guerra españolas María Francisca y Ceres
fueron apresadas por nuestra escuadra: la primera fue represada
posteriormente.

Han venido a Colombia por disposición de los agentes acreditados por el


gobierno que precedió al del general Santander, el navío Libertador (fuera
de servicio), la corbeta Constitución (ídem), los bergantines Pichincha y
Urica (útiles), la corbeta Carabobo (apresada por los españoles). ¿Tiene
parte el vicepresidente en que estos buques, buenos o malos, hayan venido?

Los buques adquiridos en el Pacífico son: la corbeta Santander (robada


por la tripulación), corbeta Pichincha (excluida por inútil), bergantín
Chimborazo (excluido por inútil), bergantín Congreso (útil), y la goleta
Guayaquileña (en carena). Todos estos buques han sido comprados por
disposición del Libertador presidente en uso de las facultades que ejercía
en el Sur. ¿También tiene parte el vicepresidente en las pérdidas que haya
causado esta adquisición?

En cuanto a los efectos de marina, convendremos en que podrá haber sido


satisfecha la avaricia de algunos particulares, como sucede en todas las
partes del mundo donde se adquiere por contratas lo que necesita el
servicio del Estado, porque ningún particular se propone regalar nada ni
perder en sus contratos; pero todos los efectos comprados han sido
empleados en el servicio de Colombia y del Perú y el ejecutivo tuvo la
prevención de informar anticipadamente de todo al congreso.

Es pues menester que el Reconciliador desempeñe su título con justicia e


imparcialidad.”940

940
“Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 13 de mayo de 1827. N° 291, p. 3
503
Resulta muy significativo que la Gaceta de Colombia niegue que los buques
comprados a Suecia hayan pertenecido a la República, pues toda la documentación
citada hasta ahora demuestra lo contrario. Fue claramente una pobre estrategia para
ocultar/negar el que quizá fue el mayor fracaso nacional en cuanto a adquisiciones de
armas. Por otra parte, se destaca el éxito de la compra de la Colombia y la
Cundinamarca, y el rendimiento mostrado por la mayoría de los buques. Finalmente, se
minimiza el fracaso con los pailebotes cañoneros y se excusa de toda responsabilidad
directa al Vicepresidente Santander. A través de las respuestas de la Gaceta de
Colombia llegamos a los puntos menos brillantes de la política naval de esos años, y a
las críticas que lanzaron sobre ella los adversarios del Gobierno.

Resulta entonces muy útil citar al historiador David Bushnell, quien juzgó de
manera integral las adquisiciones navales de Santander con las siguientes palabras:

“Estas compras marcaron un viraje en la historia de la marina colombiana,


y ese viraje no era favorable. Los guardacostas fueron un completo fiasco:
pobremente diseñados, y construidos en el exterior a despecho de los
términos expresados del decreto del Congreso que recomendaba la
construcción de cincuenta embarcaciones de ese tipo “en los puertos de la
República”. Es cierto que los astilleros norteamericanos estaban mejor
equipados para el oficio y Santander probablemente gozaba de suficientes
poderes discrecionales sobre los suministros militares para poder ordenar
los pedidos en referencia incluso sin instrucciones específicas del
Congreso. Pero la administración no puede ser eximida de toda
responsabilidad por los malos diseños, que revelan claramente la falta de
experiencia de la nueva república en asuntos navales. El conjunto de la
transacción hizo recaer en Santander una tempestad de críticas por otra
parte merecidas.”941

Las coincidencias con el siguiente comentario de Gosselman, que vivió en la


época, como ya hemos venido explicando, resultan muy interesantes.

941
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 314

504
“En ningún instante la navegación colombiana ha tenido valor y es
probable que durante mucho tiempo no lo tenga, ya que para ello no solo
se necesitan barcos y dinero. Para formar una buena y eficiente armada es
indispensable contar con el elemento humano, tener buenos marineros, lo
cual no se consigue con un gran comercio o una excelente
industrialización, sino con mucha navegación, a lo menos de costa y pesca.
Estos son elementos necesarios para que un país pueda aspirar a tener una
buena marina de guerra.

Resulta absurdo que deseen actuar como poder naval si necesitan adquirir
barcos y equipos en el exterior, los cuales para funcionar requieren el
auxilio de extranjeros, y estos, por su parte, exigen no solo satisfacer sus
necesidades mínimas sino alimentarse, y no lo mismo que el indígena, que
solo requiere de plátanos y maíz. No cuentan con dinero para cancelarles y
ya se sabe que el marino es más derrochador que ahorrador de dinero.

El caso es que los barcos comprados, y muy caros, se están pudriendo en


los puertos por falta de gente para mantenerlos. El ejemplo mejor lo dan
las fragatas de sesenta cañones compradas en Nueva York, que estaban en
Cartagena apenas con la tripulación necesaria para la limpieza diaria.
Indudablemente esto resultaba dañino para tan hermosos barcos, cuyo
destino, de seguir aquí, era la pudrición.”942

Gosselman es lapidario y desdeñoso en su juicio, pero no deja de tener razón.


Sobre el caso puntual de las fragatas compradas en Estados Unidos, Bushnell y el
viajero sueco vuelven a coincidir:

“Claro que no había mayor cosa que censurar a “esas hermosas fragatas”
que eran por cierto dignas de cualquier marina del mundo, excepto que
Colombia carecía de los marinos suficientes para manejar adecuadamente
aunque fuese una sola de ellas. Colombia tenía pocos marinos nativos más
allá de sus propios albergues costeros y en razón de los vientos
desfavorables y la ausencia de economías regionales complementarias que
desalentaban la formación de un próspero comercio costero: eran
obstáculos que la organización de milicianos de Santander difícilmente
podía esperar superar.”943

942
Gosselman, Carl August. Ob. Cit., pp. 63
943
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 314
505
Sobre el asunto de las milicias, Bushnell también comentó:

“En realidad, la nueva milicia naval no contaba ni siquiera con el


entusiasmo de los mismos marinos, que al parecer añoraban los privilegios
especiales de que gozaban bajo el sistema colonial. Tampoco las
autoridades civiles de la costa prestaron mucha colaboración; tenían que
satisfacer las demandas más inmediatas de las fuerzas terrestres, y muchos
de sus representantes llegaban hasta enrolar a los marineros en el ejército
y en la milicia terrestre.”944

Identificó también el punto crítico de la falta de personal calificado:

“La escuela naval de Cartagena, finalmente, tenía que afrontar


exactamente el mismo tipo de problemas. Su inauguración había tenido que
aplazarse cuando la caída repentina de Maracaibo en septiembre de 1822,
que obligó al intendente a utilizar sus ingresos para funcionamiento con
otros propósitos, y cuando fue abierta nunca se estuvo seguro de que las
partidas destinadas a ella no fueran a ser gastadas con fines diferentes por
el departamento.”945

“La marina tenía que atenerse así a los criminales, a las víctimas de las
patrullas de reclutamiento, y, sobre todo, a los extranjeros para el
propósito de aumentar sus efectivos de acuerdo con las nuevas
necesidades. Estos últimos eran a veces reclutados por la fuerza, inducidos
otras veces con engaños y con ofertas extravagantes de pago y
bonificaciones, además de la ciudadanía colombiana y la entrega gratuita
de tierras al terminar el servicio; pero en todo caso los servicios que
prestaban muchas veces estaban lejos de ser satisfactorios. Generalmente
desconocían el lenguaje y las costumbres del país; su moral se derrumbaba
por supuesto cuando el Gobierno colombiano dejaba de cumplir las
promesas que les había hecho; y por añadidura Colombia no solo tenía que
hacer frente a los conflictos suscitados con los oficiales y marinos

944
Ibídem, pp. 314 - 315
945
Ibídem, p. 315
506
extranjeros, sino que además se veía envuelta en líos con los cónsules
extranjeros que a veces salían en defensa de sus compatriotas.”946

“En realidad, el sistema de tripular los barcos de guerra era muy deficiente
e hizo crisis cuando se trató de proveer de personal las fragatas
“Colombia” y “Cundinamarca”. No solo esto, sino que tampoco se
contaba con dinero suficiente para su mantenimiento en el puerto de
Cartagena, y mucho menos para poner a la vela hacia altamar.”947

“Fue una suerte que la rendición final de la fortaleza española de San Juan
de Ulúa en el mes de noviembre de 1825 relevara a Colombia de la de la
necesidad de cumplir su ambicioso acuerdo con México para una
expedición naval conjunta contra ella; aunque no faltaban barcos
excelentes si faltaban marineros capacitados. Por razones similares, fue
igualmente conveniente que el próximo proyecto conjunto naval de México
y Colombia para atacar la flota española que guardaba las Antillas y abrir
así el camino para la liberación de Cuba y Puerto Rico tampoco se llevare
a cabo. En este caso no fue la capitulación española la que hizo
innecesaria la operación, sino que los Estados Unidos dejaron ver
claramente su opinión de que por el momento era mejor que Cuba y Puerto
Rico permanecieran en manos de España, y en último análisis la viabilidad
del referido proyecto siempre era algo dudosa.”948

También relacionado con asuntos del personal, Bushnell expone otra arista: la de
la rivalidad entre clases y grupos étnicos.

“Otra de las dificultades que se planteaban era la perspectiva de que


muchos oficiales, incluyendo sin duda alguna a un buen número de
anglosajones, renunciaran en señal de protesta en el caso de que el
comando del contingente colombiano correspondiese al almirante Padilla,
quien tenía la segunda opción para tal puesto.

946
Ídem
947
Ídem
948
Ibídem, pp. 315 - 316
507
Esto dejó prácticamente sin funciones a la marina colombiana, que debía
limitarse a estar disponible para un caso de emergencia ya que la guerra
en aguas territoriales colombianas había concluido desde 1823, o inclusive
antes de que las dos fragatas fueran adquiridas.”949

“Cuando la expedición a San Juan de Ulúa se encontraba todavía en el


orden del día, el Gobierno colombiano había iniciado ya gestiones para
salir de sus embarcaciones más pequeñas por un valor mucho menor que
su precio de compra. Una de ellas reportó menos del cuatro por ciento de
lo que el Gobierno colombiano había pagado.”950

Así pues, podemos decir que el Gobierno liderado por Santander tuvo una
ambiciosa política naval que desarrolló desde 1821 aproximadamente y que llegó a su
cénit en 1826. Esta política naval se basó sobre todo en dotar al país de la legislación
necesaria en materia naval y marítima, así como adecuar la organización de la armada a
las necesidades propias del momento de guerra que se vivía. El otro gran soporte de la
política naval fue la adquisición de buques de mediano y gran porte, destinada a
convertir a la armada colombiana en una fuerza oceánica, capaz de defender con éxito
las costas y mares de la República, además de llevar la guerra a otros espacios
geográficos dominados por el enemigo, tales como Cuba, Puerto Rico, las Islas Canarias
e incluso las costas peninsulares.

Si bien esta política de rápido crecimiento de la armada, basada en adquisiciones


de buques, armas y equipo, y en el uso extenso de marinos extranjeros, chocaría con
varios obstáculos. El primero de ellos fue la propia inexperiencia de los altos
funcionarios colombianos en materia financiera y naval. Esta inexperiencia les llevó a
negociar préstamos muy riesgosos y en condiciones nocivas para las finanzas nacionales
– tal como ya explicamos –, y a cometer errores muy costosos en términos materiales y
políticos respecto a la adquisición de buques y otros medios para hacer la guerra naval.

El segundo obstáculo que debió enfrentarse fue la escasez de personal calificado.


Este problema trató de solucionarse con audaces medidas, tal como el establecimiento

949
Ibídem, p. 316
950
Ídem

508
de la Milicia Marinera o el enganche masivo de marinos extranjeros, pero los resultados
estuvieron lejos de llegar a ser satisfactorios. Un tercer gran obstáculo, quizá el más
grande de todos, fue la falta de infraestructura naval y portuaria en la República, así
como la ausencia de industria naviera. En efecto, la Monarquía Española no dejó
prácticamente ningún desarrollo naval en el Virreinato de la Nueva Granada y la
Capitanía General de Venezuela. Esto llevó a que los proyectos navales colombianos
comenzasen en un punto muy bajo de desarrollo material. La carencia de facilidades
navales queda ampliamente demostrada con la incapacidad evidenciada para reparar los
buques llegados de Suecia, mantener adecuadamente las fragatas llegadas de Estados
Unidos y otras corbetas, y el fracaso en la construcción de los cincuenta pailebotes
cañoneros.

Los anteriores, fueron los obstáculos identificados ya en esa misma época por
Gosselman y analizados de forma brillante. Podríamos no obstante agregar un cuarto
obstáculo, o más que obstáculo, un error crítico en la política naval colombiana. Dicho
error vino a ser la nula conexión de la política naval y marítima con la política exterior y
la estrategia general de la guerra. Sobre este punto volveremos en la parte dedicada a la
diplomacia y el poder naval colombiano.

A pesar de los obstáculos y errores en la política naval, es imposible no


reconocer el esfuerzo de los tomadores de decisiones del Gobierno colombiano, así
como de cada uno de los hombres que formaron la armada colombiana en el período
estudiado. También es imposible dejar de reconocer que dicho esfuerzo provocó un
incremento visible en el poder naval de la República a mediados de la década de 1820.
Este incremento del poder naval tuvo efectos comprobables en el equilibrio regional e
incluso el panorama mundial. Sobre esto también volveremos a la parte dedicada a la
política exterior colombiana y su relación con lo naval.

Para finalizar, debemos resaltar la lección histórica que implica este caso
estudiado. Simplemente no es posible para ninguna nación desarrollar un poder naval
idóneo solo mediante compras de buques y armas en el extranjero, a costa de una fuerte
inversión. No es posible lograr dicho objetivo sin el desarrollo de astilleros e industria
naval propia, sin crear una cultura marítima en la nación, y sin desarrollar la marina
mercante y el comercio marítimo. Lamentablemente, esta es una lección que las actuales
repúblicas de Venezuela, Colombia y Ecuador no han aprendido en dos siglos de vida
509
independiente, cayendo a menudo en el mismo error de pretender desarrollar
bruscamente sus armadas mediante una fuerte inversión puntual, sin más. Caso aparte
sería Panamá, que además de ser un siglo más joven que sus tres hermanas, apenas en el
año 2000 recibió el control del Canal, principal recurso económico del país, por lo que
este aprendizaje estaría más bien pendiente para la nación ístmica.

b) La Marina colombiana y su organización, 1826 – 1830. El declive

Como ya hemos venido explicando, a partir de 1826, la armada colombiana


entró en un marcado declive de su poder; llegando casi a su disolución o desactivación
en 1827, para tener un breve y limitado renacimiento en 1829 debido a la guerra con
Perú. Los tres factores que resultan claves en este proceso son los problemas
presupuestarios, originados todos en el quiebre de la Goldschmidt & Co., con el
consecuente hundimiento de las finanzas nacionales, así como también la permanente
escasez de personal, y la degradación de los medios para hacer la guerra naval, es decir;
los buques, armas, equipo, etc. Abordaremos estos problemas uno a uno.

1) Problemas presupuestarios

El quiebre de la casa Goldschmidt & Co, comprometió seriamente el estado de


las finanzas nacionales, con un impacto directo en las Fuerzas Armadas. Para 1826 el
presupuesto programado para la armada ascendía a 4.809.078 pesos. Si bien éste era un
monto más teórico que real, indicaba el alcance de las aspiraciones del Gobierno en
material naval.951 Según lo presentado por el general Carlos Soublette, Secretario de
Guerra y Marina, el 9 de enero de 1826, este monto total se gastaría de la manera
siguiente:

Pago de sueldos del secretario y oficiales de la secretaría del 11.260 pesos


despacho de este ramo y los gastos de ella, según el presupuesto reales
núm. 1

Pago de los empleados civiles y militares de los departamentos; 58.258


según los presupuestos desde el num. 2 al 5., que se han formado

951
Bushnell, David. Ob. Cit., p. 316

510
para cada uno de los cuatro en que están divididos los costos del
Atlántico y Pacífico de la República, con inclusión de los capitanes
de puertos que ellos comprenden

Pago de los gastos que ocasionan en un año el navío de guerra; 240.211,6


según el presupuesto núm. 6

Para id… id. las fragatas de guerra Venezuela y tres más, según el 495.363
presupuesto núm. 7, que al intento se ha formado para una de ellas

Para id… id. las corbetas de guerra Bolívar, Céres, Boyacá y 588.324,3
Pichincha; según el presupuesto núm. 8 formado para una

Para id… id. las goletas de guerra Independencia, Atrevida 512.255,10


Maracaibera, Voladora, General Padilla, Espartana, Atrevida,
Rosa, Manrique y Guayaquileña; según el presupuesto núm. 10
formado para una

Para id… id. los pailebotes cañoneros Atrato, Colombia, Meta, 177.840
Independencia, Orinoco, Apure, Congreso, Constitución,
Presidente, Libertad, Vicepresidente, Diligente y Bomboná (a) el
Ejecutivo; según el presupuesto núm. 11 formado para uno

Para id… id. la fuerza sutil formada del cáter Libertador, falucho 472.009, 4
Río Negro; flecheras o caladoras Guaireña, Valerosa Colombiana,
Mula, Triunfante, Gutiérrez, Vengadora, Cariaqueña, Cumanesa,
María Boyacá, Guayanesa, Flor de Orinoco, Araucana y Bogotá;
cañoneras Presidenta, Libertad, Constitución, Belona, Zulia,
Intrépida, Independencia y Apure; ponches General Páez, Valeroso
Anzoátegui, y Terrible; bote Bolivitar; lanchas Bello Indio,
Atrevida, y seis lanchas más que están en el 4° departamento; todas
conforme al presupuesto núm. 12 formado para una de estas clases.

Para sostener debidamente cuatro arsenales, y los buques de 867.432


depósito de marinería que se enganche para el servicio; según el
presupuesto núm. 13, formado para uno

Para proveer los almacenes generales de efectos marítimos para 752.740


reemplazo de los consumos de ellos en los objetos a que está
destinado; según el presupuesto núm. 14 que se ha formado para
todos los departamentos.

Para pagar los empleados de las cuatro escuelas náuticas, proveerlas 33.968
de instrumentos, libros, muebles y demás que se necesita gastar en
un año según el presupuesto núm. 15

511
Para sostener el batallón de infantería de marina que existe en el 1°, 40.872
2° y 3° departamento, y las dos compañías que existen en el 4°
según el presupuesto núm. 16 deducido en los sueldos de la tropa
embarcada.

Total 4.809.077, 41952

Ciertamente, eran casi cinco millones de pesos, una cifra por demás abultada. El
ejército por su parte consumiría 6.803.296 pesos953, mientras que la recaudación
tributaria apenas sumaba 6.196.725 pesos al año954 y el monto total de gastos de la
República llegaba a 15.487.710 pesos anuales.955 Era claro que la República tenía un
gasto militar mucho más alto del que le permitía el estado de su economía. Caso aparte
lo constituía la monstruosa deuda que venía contrayendo en el extranjero, y tampoco era
desdeñable la deuda interna. Con todo, el Gobierno preveía poder reducir en 2.987.036
pesos anuales el presupuesto del ejército, y en 1.500.000 el de la armada.956

Aún con dichas reducciones, la República no podía costear a las fuerzas


armadas. La situación financiera era crítica, en realidad de colapso. Se hacía urgente que
el Gobierno tomara medidas drásticas o todo lo construido tras más de diez años de
guerra y devastación podía derrumbarse como un castillo de naipes. Ante esta situación,
el Consejo de Gobierno debatió a mediados de noviembre cómo hacer frente al
problema, decantándose por la reducción drástica de las fuerzas armadas.

“Se tomaron en consideración las reformas que podrían decretarse en el


departamento de la guerra para ahorrar gastos, expresando su excelencia

952
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf
953
“Presupuesto General de los Gastos del Departamento de la Guerra, para el año entrante de 1826”. El
Colombiano. Caracas, miércoles 5 de abril de 1826. N° 151, p. 3
954
Reporte del Secretario de Finanzas al Congreso de Colombia. 1° de febrero de 1826, en British and
Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 1091 - 1094
955
Ídem
956
Ídem

512
el Libertador ser en el que debían hacerse mayores ahorros por ser muy
fuerte su presupuesto. Se puede conseguir, dijo, disminuyendo el número de
tropas, quitando pensiones y retiros y no dando sueldo a los generales,
coroneles y oficiales que no tengan destinos efectivos; que estas medidas
eran fuertes en extremo y dolorosas, pero que estaba pronto a firmar los
decretos correspondientes, pues sólo deseaba el bien de la patria y que la
República saliera de los ahogos en que se hallaba, restableciendo su
crédito exterior. Sin embargo de que el vicepresidente hizo algunas
observaciones sobre la dificultad que habría en no pagar sueldos a los
generales, coroneles y oficiales que no tengan destinos efectivos, quedó
acordado que se redacte un decreto en que así se disponga; que se
suspendan todas las pensiones de retiros y sólo se paguen los inválidos;
que se supriman las maestranzas de Bogotá y Quito y que se reduzcan en lo
posible los cuerpos militares que haya en lo interior. Para reemplazarlos y
que de ningún modo peligre la seguridad pública, manifestó su excelencia
el Libertador la opinión de que podría verificarse por milicias escogidas
bien organizadas y disciplinadas, quedando a los milicianos algunas
exenciones de otras cargas; que estas milicias podrán montarse con buen
pie y serán de mucha utilidad en cualquier peligro de invasión exterior o de
conmoción interior. Examinada la materia, se convino por los miembros
del consejo en que la medida parecía muy oportuna y que debía redactarse
un decreto para llevar a efecto dicho plan.

Últimamente se tomaron en consideración los gastos del departamento de


marina. Su excelencia el Libertador manifestó su opinión decidida de que
debía desarmarse la mayor parte de la que tenemos, por lo menos mientras
que pasan las circunstancias difíciles en que se halla la hacienda nacional,
reduciendo al mínimo posible los gastos de la marina, los que en gran
parte juzga inútiles. La materia se discutió largamente teniéndose en
consideración el comprometimiento en que se halla Colombia de cooperar
con la escuadra mexicana a destruir la española de Cuba. Sin embargo de
varias objeciones que se hicieron en contrario, al fin la mayoría del
consejo fue de opinión de que la escuadra se desarmara en su mayor parte
y que se hicieran varios arreglos para la economía de los gastos en el
departamento de marina.”957

957
Consejo Extraordinario del sábado 18 de noviembre de 1826. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la
República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para
la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

513
Tras estas discusiones, el Libertador sancionó varios decretos drásticos
reduciendo las fuerzas armadas, afectando especialmente a la armada.

“Simón Bolívar, Libertador Presidente, etc.


Habiéndose admitido la renuncia hecha por el actual Secretario de
Marina, y considerando ser de absoluta necesidad el economizar todos
aquellos gastos que pueden evitarse, sin perjuicio del servicio público, he
venido en decretar lo que sigue:
Artículo 1º La Secretaría de Marina quedará reunida de nuevo a la
de Guerra, y se desempeñará por el que obtenga ésta.
Artículo 2º La Secretaría de Marina queda reducida a una sola mesa
a cargo del Oficial Mayor, y con los escribientes necesarios; ellos serán
elegidos entre los actuales por el Secretario, y los demás cesarán en sus
destinos, luego que el mismo Secretario lo estime conveniente según la
disminución de los negocios.
El Secretario de Estado del Despacho del Interior queda
encargado de la ejecución de este decreto.
Dado en el Palacio de Gobierno en Bogotá, a 24 de noviembre de
1826. – Simón Bolívar.
El Secretario de Estado del Despacho del Interior. – José M.
Restrepo.”958

“Simón Bolívar, Libertador Presidente, etc.


Convencido de que el estado de penurias a que ha llegado el tesoro
nacional ha conducido a la República hasta el punto de peligrar su crédito
y aun su existencia misma; y considerando que no queda otro medio de
salvarla que vigorizar la administración en todos sus ramos y reducir los
gastos públicos a los absolutamente indispensable, he venido en disponer y
dispongo lo siguiente en uso de las facultades extraordinarias de que se ha
revestido al Poder Ejecutivo por su decreto de 23 del corriente.
1º Que se supriman las comandancias generales de los
Departamentos de Boyacá y Azuay y sus estados mayores y se reúnen en
una mismas persona la intendencia y la autoridad superior militar en cada

958
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 347 (Blanco y Azpúrua. X, 728)

514
uno de dichos departamentos, con un ayudante que sirva su Secretaría en
el ramo de guerra.
2º Que asimismo se supriman las comandancias de armas de
Pamplona, Socorro, Tunja, Neiva, Antioquia, Mariquita, Buenaventura,
Imbabura, Loja, Manabí, Veraguas y Mompós.
3º Que todos los generales, coroneles y oficiales que estuvieren de
cuartel, o que no estén en destinos efectivos, y los que quedaren sin los que
sirven actualmente en virtud de la supresión de mandos, se consideren en
uso de licencia temporal, sin goce de sueldo alguno, hasta que las
circunstancias varíen y sin derecho a reclamarlo.
4º Que todas las pensiones de retiros queden suspendidas del mismo
modo, y sólo se paguen los inválidos.
5º Que sean preferidos para la provisión de todos los destinos civiles
y de hacienda los militares que en virtud de este decreto quedan sin goce de
pagas, y entre éstos los más dignos por sus servicios, méritos y acreditado
buen proceder.
6º Que en los cuerpos que existan en el interior se hagan todas las
reducciones de fuerza que sea posible, sin comprometer la seguridad del
país, exceptuándose sólo el batallón Yaguachi, que subsistirá en el pie en
que se halla, y los cuerpos de caballería.
7º Que se supriman las maestranzas de Bogotá y Quito, dejándose
sólo los oficiales de armería muy necesarios para la conservación de los
parques y reposición del armamento.
8º El Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra queda
encargado de la ejecución de todas estas disposiciones y de comunicar al
efecto las órdenes correspondientes.
Dado, firmado de mi mano y refrendado por el infrascrito Secretario,
en el Palacio de Gobierno en Bogotá, a 24 de noviembre de 1826 – 16º -
Simón Bolívar.
Por Su Excelencia, C. Soublette.”959

“República de Colombia
Secretaría de Marina. Sección Primera
Palacio del Gobierno en Bogotá, a (en blanco) de diciembre de 1826.
16º

959
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), p. 147 – 148 (Archivo Nacional de
Colombia, folios de la Colonia, “Libro de Acuerdos y Decretos”, años de 1821 a 1830, folios 17 a 18)

515
S.E. el Libertador Presidente de la República, en atención a las
escases del erario nacional y deseoso de cortar los gatos públicos,
aprovechando la oportunidad que brinda el descalabro que ha sufrido la
escuadra española, se ha servido disponer entre otras cosas por su decreto
de 24 del próximo pasado noviembre lo siguiente:
Art. 1º Que los departamentos marítimos 1º y 4º queden reducidos a
la clase de apostaderos, subsistiendo de comandantes de ellos los mismos
jefes que mandaban dichos departamentos.
Art. 2º Que desde el día en que se reciba esta orden en el tercer
departamento se empiece y verifique a la mayor brevedad el desarme de
todos los bajeles de guerra surtos en el puerto de Cartagena, a excepción
de la corbeta Ceres, y goletas Manrique, Rosa y Atrevida.
Art. 3º Que del mismo modo se desarmen en el segundo departamento
todos los bajeles de guerra, a excepción de la goleta Independencia, y los
pailebotes Telégrafo y Rafaelito.
Art. 4º Que los pertrechos de los buques que se desarmen se
depositen en almacenes, con la debida separación si fuese posible, y
clasificando con tarjetas todos los enseres.
Art. 5º Que los Intendentes de los departamentos se hagan cargo de
estos pertrechos, con presencia del inventario de cada buque y la debida
constancia de entrega, firmada por el Contador, oficial de detall, y visto
bueno del Comandante del bajel; para cuyo efecto se observará la
prevención en el reglamento de 30 de octubre de 1822 que organizó la
parte administrativa de marina. Pero que si creyesen conveniente a los
intereses del Estado el emplear en esta operación otros sujetos de su entera
satisfacción, podrán verificarlo bajo los requisitos prevenidos en dicho
reglamento.
Art. 6º Que el almacén general, y todos los demás de marina, sean
también entregados a los Intendentes, con todos sus enseres bajo el
inventario firmado por los Mayores Generales, por los oficiales que los
tenían a su cargo, inspección e intervención y con el visto bueno de los
Comandantes de marina.
Art. 7º Que los Intendentes con previo informe de los Comandantes
de marina, conserven los empleados más idóneos para la debida cuenta y
razón, oreo y conservación de los pertrechos de los almacenes, según se
previene en el predicho reglamento, o destinen otros nuevos y de su
satisfacción si así lo estimaren más conveniente.
Art. 8º Que los Generales, jefes y oficiales que no queden en destinos
efectivos, en los departamentos, apostaderos, buques y arsenales, sean
considerados como usando de licencia temporal hasta que varíen las
circunstancias, sin sueldo alguno, y sin derecho a reclamarlo después.

516
Art. 9º Que las tropas de infantería de marina sean puestas a las
órdenes de los Comandantes generales de los departamentos territoriales,
quienes las emplearán en el servicio de las plazas, y franquearán a los
Comandantes de los departamentos o apostaderos de marina las que
pidieran para las guarniciones de los bajeles, arsenales y demás puestos de
marina.
Art. 10. Que los Comandantes de los apostaderos además de sus
obligaciones de ordenanza desempeñen el cargo de Mayores u oficiales de
órdenes, con sólo el goce de sueldo señalado a sus graduaciones, y dos
escribientes para el despacho de sus oficinas.
Art. 11. Que los Comandantes del segundo y tercer departamento de
marina tengan para su oficina, además del Secretario, un escribiente, y los
Mayores generales para el servicio de la suya dos amanuenses solamente.
Art. 12. Que los aspirantes de marina que se desembarquen, sean
obligados a repasar sus estudios, y asistir diariamente a la Academia,
instruyéndolos en los principios teóricos de maniobra, estiba y táctica
naval.
Art. 13. Que los Capitanes de los puertos queden con la mitad del
sueldo asignado por el decreto del Ejecutivo de 7 de septiembre último, a
su efectiva graduación militar, y con solas las observaciones que les señala
la ley de 1º de mayo del presente año.
Art. 14. Que la corbeta Ceres que debe transportar el escuadrón de
Granaderos, desde el puerto de Cartagena a Puerto Cabello, recibirá allí
las órdenes que convengan.
Art. 15. Que los buques que se emplean en el servicio de Correos
sean reducidos a la dotación personal de un oficial de guerra, algunos
aspirantes y diez hombres entre tropa y marinería.
Carlos Soublette”960

“Simón Bolívar, Libertador Presidente, etc.


Consultando la economía en los gastos públicos, tanto más necesaria
cuanto es mayor el atraso de las rentas, y de acuerdo con los decretos que
al intento expedí últimamente en Bogotá,
Decreto:

960
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 151 – 153

517
Artículo 1º Quedan reunidos y bajo un solo Comandante el primero y
el segundo Departamento de Marina, y la Comandancia estará en Puerto
Cabello.
Art. 2º En su consecuencia, se reunirán en el Almacén de Marina de
Puerto Cabello todos los pertrechos navales y demás enseres que se
encuentren en el que hay ahora en Cumaná o en Margarita, o en
cualquiera de las otras provincias comprendidas bajo la sobredicha
Comandancia General de Marina, exceptuando solamente lo que sea
indispensable para concluir el reparo de buques del Estado que se estén
reparando en puertos de los que antes comprendía el primer
Departamento.
Art. 3º El General de Brigada Agustín Armario queda nombrado
Comandante del primero y segundo Departamento así reunidos, y que
desde hoy tomarán el nombre de primero, y serán uno solo.
Art. 4º En todos los demás puertos habilitados para el comercio
extranjero de las provincias de Guayana, Margarita, Barcelona, Caracas,
Coro y Maracaibo, continuarán los Capitanes de Puerto, sirviendo como
hasta aquí la Comandancia accidental o local de Marina en los casos en
que ella sea necesaria.
Art. 5º Se suspenden en cuanto sea contraria a este decreto la ley de
4 de octubre de 1821. – 11º y posteriores.
Art. 6º Mi Secretaría General queda encargada de comunicar este
decreto.
Dado en el Cuartel General Libertador en Caracas, a 13 de
febrero de 1827. – 17º de la Independencia. – Simón Bolívar. – Por el
Libertador-Presidente, el Secretario de Estado y General de Su Excelencia,
J.R. Revenga.”961

El general Padilla, comandante del Tercer Departamento de Marina, fue


informado mediante oficio del general Soublette remitido el 7 de diciembre. 962 Su
explosiva reacción ante las disposiciones del Libertador Presidente no se hizo esperar, y
el 20 de diciembre le dirigió una carta en la que expresó:

961
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), pp. 168 – 169 (Memorias de O´Leary, XXV,
71 – 72)
962
O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo VII, p. 430

518
“[…] disponer se desarmen los buques y se retire la oficialidad que los
dotaba, sin goce de sueldo alguno, ni derecho a reclamarlo después,
reputándoseles entre tanto como si disfrutasen de licencia temporal,
dejando por consiguientes indefensos los Departamentos Marítimos en
circunstancias que el enemigo alista su fuerza naval, y hostiliza ya las
costas de la República. Puede ser que yo me equivoque; pero al ver
semejante decreto, que puede decirse va a causar tantos males, y a
proporcionar muchos descontentos, porque esos oficiales que han
derramado su sangre en defensa de la Patria, precisamente van a perecer,
preveo que viene solamente a desconceptuar a V.E. con la clase militar;
esta clase por la cual saben precisamente es decidido a V.E. con la clase
militar; esta clase por la cual saben precisamente es decidido V.E […]

Para mí, las reformas que ha introducido en la marina el enunciado


decreto, serían muy buenas, si fuese egoísta, porque el trabajo se disminuye
considerablemente, y por consiguiente se me quita un peso enorme; pero
como yo no consulto mi interés particular, sino el bien de la República, no
puedo menos que manifestar a V.E. los graves perjuicios que de él
indispensablemente van a seguirse […]

Yo convengo en que la Marina Nacional necesita algunas reformas, como


lo indico a V.E. en un proyecto que al efecto remití igualmente como el
mismo con el mismo Teniente de Navío Matías Padrón. Aquellas reformas,
que propongo sin jactancia, puedo asegurar a V.E. son las que convienen a
Colombia, y por el contrario, las que señala el decreto del 7 del corriente
deben calcularse, no como tales reformas, sino como una puñalada dada a
la fuerza naval de la República, cuya destrucción se pretende, habiéndome
visto obligado a no darle cumplimiento, particularmente en la parte que
dice relación con el desarme de la fragata “Cundinamarca” […]

Es muy graciosa la ocurrencia del Gobierno, al dictar su citado decreto,


destructor de la Marina de Colombia: habla sobre que se desarmen los
buques, y no dice a cargo de quien quedan los cascos de éstos, ni las
fuerzas sutiles existentes en esta bahía, y río Magdalena, pues solo señala
las fragatas “Colombia” y “Cundinamarca” en su desarme; aunque yo
creo que con arreglo a las ordenanzas de marina, un oficial de guerra es el
que debe quedar en cada uno de los buques no señalados.

El día de ayer ha sido aprehendido en esta plaza un oficial de marina de


guerra español, enviado por el General Laborde para informarse del
estado de nuestras fuerzas, y de la situación en que nos tienen las
disensiones […]

La premura del tiempo no me permite, como deseo, extenderme a


manifestar a V.E. los incalculables perjuicios que va a proporcionar a la
519
Patria el decreto de 7 del corriente dictado por el Ejecutivo a nombre de
V.E., con la intención, a mi parecer, de atraerle el odio de los militares;
decreto que reprobará V.E. en obsequio del bien general, luego que con las
observaciones, que me prometo dirigirle, lo lea con aquella detención que
es necesaria en un asunto de tanta importancia, y en el cual se halla
comprometida altamente la seguridad de la República.”963

En tono exculpatorio, Santander presentó su mensaje al Congreso el 2 de enero


de 1827. El Vicepresidente entregaba cuentas a los congresistas tras seis años encargado
del Poder Ejecutivo, previa entrega de sus poderes especiales al Libertador Presidente.
Entre los temas planteados, Santander abordó el de la armada.

“El orden y progreso con que se adelantaba Colombia en la carrera


política, cuando se abrió la última sesión ordinaria del congreso,
anunciaban al pueblo días de consuelo y tranquilidad, y a mí me
inspiraban la agradable idea de terminar el periodo de mi administración,
dejando la República completamente tranquila bajo la garantía de sus
instituciones, establecidas sus relaciones exteriores, abiertas las fuentes de
la prosperidad nacional, mejoradas las rentas y la administración de
justicia, adelantada la educación, fundado el crédito público, provistos los
almacenes de guerra, equipada una competente fuerza marítima, y lo que
es más, dispuesto el gobierno español a concedernos la paz. Pero la
Providencia que se burla de los proyectos del hombre para hacernos
reconocer nuestra debilidad, ha permitido que los sucesos más tristes y
calamitosos sirvan de crisol a nuestra constancia y amor a la libertad.”964

“La fuerza naval estaba recibiendo el incremento que permitía el estado de


nuestra hacienda pública para salir a reunirse a la escuadra mejicana y
obrar en conformidad del convenio celebrado entre este gobierno y el de
aquella república. Lentos eran nuestros esfuerzos para equipar la división
marítima reunida en Cartagena, porque no era posible contar de pronto
con todos los medios pecuniarios, ni con el personal de la escuadra; pero
al fin hubiéramos logrado el interesante objeto que nos habíamos

963
Carta del general José Prudencio Padilla al Libertador Simón Bolívar. Cartagena, 20 de diciembre de
1826. Memorias del General O´Leary. Tomo VII, p. 427
964
Santander, Francisco de Paula. Mensaje del Vicepresidente de Colombia encargado del Gobierno al
Congreso de 1827, p. 1
520
propuesto el gobierno mejicano y el de Colombia. A la interrupción que
han sufrido estos preparativos así por las causas indicadas, como por la
falta de cumplimiento a la contrata celebrada para adquirir algunos
buques suecos, debe agregarse la resolución adoptada por el
LIBERTADOR presidente en su decreto de 24 de noviembre”965

En abril de 1827, el Consejo de Gobierno volvió a abordar el tema naval,


específicamente el desarme de los buques estacionados en Cartagena, decidiéndose
nuevamente por medidas que continuaron reduciendo el poder naval de la República.

“El secretario de guerra y marina dio cuenta de varios documentos sobre


los buques de guerra que existen en Cartagena, leyendo entre otras la
opinión del Libertador, que juzga deben desarmarse. El secretario informó
que para mantenerlos armados se necesitaban de veinticinco a treinta mil
pesos mensuales, fuera de reparos, los que, dijo el secretario de hacienda,
ser muy difícil proporcionar en las actuales circunstancias. En
consecuencia, el consejo fue de opinión de que se invite para ver si hay
alguna compañía que se haga cargo de la fragata Cundinamarca para ir a
cruzar contra el enemigo, con calidad de hacer la compañía todos los
gastos y que las utilidades sean partibles con el gobierno; pero que si no se
consigue esto, se desarmen los buques. Habló también el mismo secretario
de marina de los almacenes de este ramo, los que por decreto del
Libertador se habían mandado poner bajo las órdenes inmediatas del
intendente del departamento, cuya determinación reclama el comandante
de marina del Magdalena. Se acordó que continuaran los almacenes a las
órdenes de éste, pero que el intendente respectivo les haga una visita.”966

Esta contundente reducción de las fuerzas armadas también fue abordada por la
prensa. La Gaceta de Colombia publicó el 5 de agosto una nota con referencia al tema:

965
Ibídem, p. 12
966
Consejo Ordinario del martes 10 de abril de 1827. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República
de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la
Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco
de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
521
“Penetrado sin duda el congreso de la urgente necesidad de reducir la
fuerza efectiva del ejército, pidió el senado al sr. secretario de la guerra su
opinión en el negocio, y el sr. secretario tomando la del gobierno, presentó
su informe en términos muy claros y circunstanciados. Entretanto podemos
publicar este informe, anunciamos al público, que sin quedar
desguarnecidas las plazas de la costa en ambos mares, y conservando los
cuadros de los batallones, resulta un ahorro considerable de gastos al
erario nacional, y por consiguiente a los pueblos en favor del crédito
público que tanto necesita de éstos auxilios para reponerse.”967

Así, vemos cómo el colapso de las finanzas nacionales en 1826 llevó a la


práctica disolución de la armada en 1827. Lógicamente, los problemas presupuestarios
de la República tuvieron un impacto directo e inmediato en la armada, lo que llevó a
una súbita caída del poder naval del país.

2) Escasez de personal

Si la escasez de dinero para la armada se hizo crítica a partir de 1826, la falta de


personal fue un problema permanente para los planes navales colombianos durante todo
el período, haciéndose más visible cuando llegaron más buques de gran porte, que
requerían muchos más tripulantes capacitados. Sobre el tema se refirió el general
Soublette, Secretario de Guerra y Marina en su exposición al Congreso el 9 de febrero
de 1826:

“Por lo que hace a marineros, ya he dicho al congreso al principio de esta


exposición los pocos que poseía Colombia, y aunque para aumentarlos en
lo posible, dicto el congreso constituyente diferentes leyes, promoviendo la
navegación mercantil nacional, la experiencia que ha probado la
insuficiencia de aquellos por ahora, decidió al poder ejecutivo a expedir
los decretos de 22 de julio del año 12° y 7 del mismo julio del año 13° que
oportunamente se sometieron a la sanción del congreso a quien toca
exclusivamente determinar el medio eficaz de adquirir marineros en el
número suficiente a las necesidades de la República: de estos hay tres

967
“Reducción del ejército”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 5 de agosto de 1827. N° 303, p. 3

522
conocidos en las marinas militares bien organizadas, a saber el de
promover y proteger eficazmente la navegación mercantil para que de ella
produzca buenos marineros militares, el de enganchar marineros
nacionales o extranjeros con el mismo objeto, y por último, el de
matrículas, singular entre los españoles: el poder ejecutivo que no tiene los
medios para hacer lo primero, y que ha conocido la ineficacia y
absurdidad del último, ha adoptado el segundo, y aunque él no ha
producido los bienes que debían esperarse; este mal es exclusivamente
imputable a las autoridades a quienes se cometió la ejecución del decreto
que establece una milicia marinera, pues por unas se ha descuidado la
creación de ella, por otras aunque se ha cumplido, lo ha sido muy
diminutamente, y por varias en fin, se han presentado oposiciones al
parecer tan insuperables que han hecho enteramente nulo el efecto de tales
decretos; es pues al congreso a quien toca resolver terminantemente este
punto, y puede hacer del modo que lo crea más conveniente, seguro de la
eficaz cooperación del poder ejecutivo, que además del interés que toma en
hacer cumplir todo lo que dicte el cuerpo legislativo tienen también el de
que haya en Colombia un medio de colectar marineros que al mismo
tiempo que sea eficaz ni infrinja las instituciones política de la República ni
presente el choque de intereses que ofrece el sistema de matrículas.”968

En la misma exposición Soublette afirmaría que doscientos cincuenta marineros


extranjeros habían sido contratados para el servicio de la escuadra por dos años. Una
cantidad muy pequeña, si recordamos las plazas requeridas sólo para mover una de las
dos fragatas compradas en Estados Unidos. En su exposición del 16 de febrero de 1827,
Soublette volvió a tratar el tema.

“El poder ejecutivo en conformidad a la citada ley (del 21 de abril de


1826), expidió otros dos decretos aumentando los sueldos de la marina, y
creando gratificaciones para los oficiales de guerra y mayores que
estuviesen haciendo servicio en los buques de guerra, y disponiendo al
mismo tiempo alteraciones en la parte administrativa. El primero se ha

968
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf, pp. 4 – 5
523
puesto en práctica; la ejecución del segundo se ha mandado suspender
temporalmente.”969

“Las escuelas náuticas del 3° y 4° departamento han producido el buen


efecto que el gobierno se propuso en su establecimiento. Veintisiete jóvenes
aspirantes han salido ya de la escuela, que bien enterados en los principios
teóricos, se hallan haciendo servicio en los bajeles de guerra, con grandes
esperanzas a la patria. Las de Puerto Cabello y Maracaibo que por el
decreto del congreso de 7 de mayo de 1825 se han mandado plantear, no
han tenido efecto aun.”970

“La milicia marinera no ha recibido, aun, la organización que determinó la


ley de 3 de mayo del año pasado, porque los intendentes de los
departamentos litorales no han suministrado todas las noticias de las
parroquias, villas y ciudades en donde convenga establecerlas, y han sido
de nuevo requeridos.”971

Estas declaraciones de Soublette nos muestran cuan grave era la falta de


personal para la armada. El comentario sobre la Milicia Marinera resulta más llamativo
aún, pues viene a demostrar que las medidas tomadas por el Gobierno en 1826 no sólo
fueron ineficaces, sino que algunas de ellas no fueron siquiera aplicadas, debido a la
ineptitud e inoperancia de los funcionarios encargados de ejecutarlas.

Evidentemente, sin personal apto para el servicio naval, los buques adquiridos a
alto precio en el extranjero no servirían de nada, sino que por el contrario se habrían de
volver inútiles por falta de mantenimiento adecuado, cargando aún más las ya
gravemente comprometidas finanzas nacionales.

969
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición que el
Secretario de Estado en el Despacho de Marina de la República de Colombia hace al Congreso de 1827
sobre los negocios de su departamento [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de
P.C., 1827. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza28.pdf, p. 2
970
Ibídem, p. 3
971
Ídem

524
3) Degradación de los medios

No es un secreto que para cualquier armada el mantenimiento de sus buques es


tan o más importante que la propia adquisición o construcción de los mismos. Sin el
mantenimiento adecuado, incluso las naves más poderosas quedarían inutilizadas en
muy poco tiempo. Esto resulta tan cierto a comienzos del siglo XXI, como lo era en la
década de 1820. Dicho asunto fue una de las debilidades críticas de la armada
colombiana, una nociva herencia del régimen colonial, cuya estrategia no contempló la
construcción de astilleros destinados para mantener grandes escuadras en la Capitanía
General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada. Para tener una perspectiva
del declive sufrido por la escuadra debido a la falta de mantenimiento, revisaremos parte
de lo expuesto por el Secretario de Guerra y Marina, Carlos Soublette, ante el Congreso
a comienzos de 1827. Los siguientes fragmentos nos dirán cómo estaba la escuadra
justo cuando el Libertador decretó su reducción.

“Aunque en mi citada anterior exposición informando al congreso, del


número de bajeles de que se componía la armada nacional, dije que se
prometía el gobierno aumentar su fuerza con un navío, tres fragatas y dos
bergantines, solo se han adquirido dos fragatas de sesenta y dos piezas de
artillería. Estos bajeles son de lo más selecto en todos sus ramos, y la
fuerza de cada uno de ellos es igual a la de un navío de guerra rebajado.
Los demás bajeles, aunque algunos de ellos llegaron a nuestros puestos, no
se admitieron, porque los contratistas no llenaron las condiciones de la
contrata.”972

“El Libertador Presidente por decreto de 24 de noviembre último, para


economizar gastos a la nación, ha reducido a un corto número el de los
buques armados. Los demás están en disposición de armarse luego que lo
exijan las circunstancias.”973

“La corbeta Céres, según los reconocimientos practicados en Cartagena,


necesita carenarse. También lo necesita la corbeta Bolívar, y se ha dado

972
Ibídem, pp. 3 - 4
973
Ibídem, p. 4
525
lugar en el presupuesto al costo que causará una y otra. La corbeta
Constitución subsiste de buque de depósito en el tercer departamento. La
corbeta Pichincha que se compró en Guayaquil para proteger los convoyes
de tropas y remitir los elementos de guerra y demás auxilios que se dieron
a la República del Perú, es un buque sencillo, y por su construcción para
mercante, no es aparente para la marina de guerra: en consecuencia el
gobierno ha dispuestos su venta.”974

“En el puerto de Guayaquil ha quedado armado el bergantín Congreso,


con preferencia al Chimborazo, porque éste se halla en mal estado, y es de
poco andar, y aquel además de tener buenos sus fondos, es de superior
marcha, aunque de menor fuerza. Bajo de estos fundamentos el poder
ejecutivo ha dispuesto que el Chimborazo se venda, y que tanto el producto
de esta venta como el de la corbeta Pichincha, se depositen para invertirlo
en la construcción de una corbeta de veinticuatro piezas de artillería, cuyos
presupuestos se han pedido, y mandándose hacer el acopio de las ligazones
y tablazón que se necesiten.”975

“A fines del año de 25 el poder ejecutivo comisionó al capitán de navío


Nicolás Yoly con los bergantines Independiente y Pichincha a sus órdenes,
para que enganchase algunos marineros extranjeros. El resultado lejos de
corresponder a las esperanzas del gobierno, causó el perjuicio de que el
primero de estos buques, tuvo que arribar a Nueva Orleans, porque hacía
mucha agua, porque después de varios reconocimientos hechos por los
ingenieros hidráulicos de aquella plaza, y por los peritos y oficiales del
bajel, has sido dado por inútil: en su consecuencia el gobierno ha dispuesto
su venta, con las debidas intervenciones.”976

“El bergantín goleta Guayaquileño que es de buenas propiedades y veloz


marcha, se halla en mal estado en su obra muerta; pero como sus fondos
son de buena calidad (a pesar de que el costo de su recorrida, asciende a
8.000 pesos según los presupuestos), el poder ejecutivo ha mandado que se

974
Ídem
975
Ibídem, pp. 4 - 5
976
Ibídem, p. 5
526
haga esta obra, aplicando parte del producido de la venta de la Pichincha
y del Chimborazo.”977

“Los departamentos 1° y 4° que creó la ley de 4 de octubre de 1821 han


sido suprimidos por el decreto de S.E. el Libertador antes citado. El corto
número de bajeles que existía en cada uno de aquellos departamentos, la
casi seguridad de que en el Pacífico no se necesita tan pronto de una fuerza
marítima considerable, la posibilidad de que con el 2° y 3° departamento
en el Atlántico baste por ahora para nuestras atenciones, y el deseo de
disminuir los gastos públicos, fueron los fundamentos que tuvo el
Libertador para esta supresión. Quedan no obstante apostaderos de marina
en Barranca de Orinoco, en Cumaná, en Maracaibo y en Guayaquil.”978

Soublette pasa después a hablar sobre las fuerzas sutiles en todo el territorio de la
República:

“Como no se hubiese en el departamento del Zulia entre toda su fuerza sutil


un solo buque aparente para correo marítimo, el comandante general de
dicho departamento, con aprobación del gobierno dispuso la construcción
de un pailebote en el Lago de Maracaibo. Desde que se botó al agua, ha
empezado a hacer el servicio con el mejor éxito, por su veloz marcha: su
maderamen es de la mejor cualidad: monta un cañón de a ocho en colisa:
su costo en su casco, arboladura y armamento marítimo ha ascendido a
6.108 pesos. Después de los sucesos de Venezuela, el intendente del mismo
departamento compró otro pailebote, también pequeño y para el mismo
destino que el anterior. No se tiene, aún, noticia de su costo en la
secretaría de mi cargo.”979

“La fuerza sutil del río Magdalena se ha reforzado con cuatro bongos que
se compraron; y en veinte de abril del año último, se dieron órdenes y

977
Ídem
978
Ibídem, pp. 6 - 7
979
Ibídem, p. 7
527
remitieron caudales para construir cuatro flecheras de guerra en el río
Orinoco. Se ignora el resultado de esta disposición.”980

“Debo no obstante indicar que la fragata Cundinamarca que no está


comprendida en dicho decreto, se halla en un completo estado de
armamento, y que el favorable aspecto que han tomado nuestros negocios
domésticos puede inclinar al gobierno a poner en campaña toda la fuerza
marítima, o para operación o para solo proteger nuestras costas. Hago
esta indicación con el fin de que el congreso en sus disposiciones para
cubrir el presupuesto general para el presente año, no excluya
absolutamente el maximun calculado para la marina.”981

“En el apostadero de Guayaquil no hay edificio alguno exclusivamente


para el servicio de la marina, pues aunque en mi última exposición dije que
estaban destinados para este objeto algunos pertenecientes al ramo de
confiscación, estos se vendieron para atender a las urgencias del erario
nacional. El resultado es que está sirviendo de almacén una mala bodega
en el edificio del Estado, llamado la aguardentería, en el que se están
fabricando algunas piezas bajas para almacenes de marina. En el astillero,
aunque no tiene obras de mampostería, y que sus gradas son de mangle, se
han construido buques de más de 1.000 toneladas (cuyos fondos son de una
duración mucho mayor que la de los bajeles construidos en Europa) y no
habría dificultad en construir navíos de guerra.”982

“Por decreto de 3 de marzo del año anterior, separó el poder ejecutivo la


secretaría de marina de la de la guerra, a la que había estado unida desde
el año de 21. El general de división de la armada Lino de Clemente, fue
nombrado secretario de marina, y tomó posesión de este encargo el día
primero de septiembre pero lo dimitió en 24 de noviembre subsiguiente, y
S.E. el Libertador que le admitió la renuncia, dispuso en la misma fecha
que el secretario de guerra volviera a encargarse del despacho de
marina.”983

980
Ídem
981
Ibídem, p. 9
982
Ibídem, p. 10
983
Ibídem, pp. 10 - 11
528
Y da sus recomendaciones finales…

“Colombia es o debe ser necesariamente una nación marítima, y basta


considerar su extensa costa para convencerse de esto.

La dirección de esta arma se halla aun, unida a la secretaria de mi cargo, y


como no sea posible que el gobernó encuentre un auxiliar a propósito en
un secretario que desconoce absolutamente el ramo de marina, repito lo
que tengo dicho antes sobre lo conveniente que sería el que se crease una
junta directiva que llenase las funciones del almirantazgo. no se me oculta
que sin astilleros, sin marineros, sin oficiales de marina, y sin caudales
suficientes, sería en vano que la nación se empeñase en poner una fuerte
escuadra, sus esfuerzos serían inútiles y gravosos; pero al mismo tiempo
juzgo que para que nuestra marina crezca junto con los demás ramos que
constituyen la fuerza nacional; para que los fondos que se apliquen a este
importante objeto, se inviertan con provecho para lo presente y ofrezcan
resultados satisfactorios para lo futuro; y en suma, para que desde ahora
se fijen con solidez las reglas que han de servir de bases a la creación y
fomento de una marina respetable que proteja nuestro comercio y sostenga
nuestra independencia, utilizando la excelencia de nuestros puertos, y la
abundancia y bondad de nuestras maderas; es de absoluta necesidad que
oficiales inteligentes y celosos por la prosperidad y por el honor nacional,
tomen a su cargo la dirección de la marina bajo la inmediata influencia del
gobierno.”984

Muy a pesar de las recomendaciones de Soublette, que en ese momento se


acercaban más a los sueños que a la realidad, el Libertador ya había decretado el 24 de
noviembre anterior la práctica desaparición de la armada. En el documento que se
presenta a continuación se especifica el destino de todos los buques:

“Decreto

Simón Bolívar Presidente de la República, &, &, &

984
Ibídem, pp. 11 - 12

529
En atención al estado presente (en que se halla) del erario nacional
que puede causar la ruina de la marina de la República y, deseoso de
(repararlo para cubrir) economizar los gastos en favor del crédito público
y demás cargas indispensables de la Nación, (y considerando que
necesidad – [roto] – los gastos públicos) he venido en decretar y decreto lo
siguiente en uso de las facultades extraordinarias de que me hallo revestido
(de poder ejecutivo) por el decreto de esta (del corriente) fecha.

Art. 1°. Que los departamentos marítimos 2° y 3° quedan en calidad


de tales con los comandantes generales y mayores que hoy tienen
subsistirán en el pie que actualmente tienen según Ley.

Art. 2°. Que los departamentos marítimos 1° y 4° se reducirán a


apostaderos de marina, quedando de comandante de dicho apostadero de
ellos los que eran de los departamentos permaneciendo y que subsistirán
también en Maracaibo en Barrancas en el Orinoco, los apostaderos de
marina que había.

Art. 3°. Que los buques de guerra de la República se desarmen salvo


las fragatas Colombia y Cundinamarca, corbeta Ceres, goleta
Guayaquileña, General Manrique, General Padilla, e Independencia,
Telégrafo y Rafaelito se conservarán armados y de resto ningún otro.

Art. 4°. Que los enseres de los buques que se desarme que pongan en
[ilegible] en los almacenes del Estado entregándose dichos almacenes con
todos los efectos que contengan así como los arsenales a los intendentes
(departamentales) por inventario formal firmado por los Comandantes de
los Departamentos, Vuestra Señoría, sus mayores y el oficial u oficiales
que los tenían a su cargo.

Los intendentes conservarán los empleados absolutamente necesarios


para la conservación y cuidado de dichos almacenes oído el informe del
Comandante General de Marina.

Art. 5°. Que todos los generales, capitanes de navío y fragata, y


demás oficiales que no queden en destinos efectivos en los arsenales,
apostaderos y buques de que hablan los artículos 1°, 2° y 3° así quedaren
en virtud de la supresión de mandos se considerarán como usando de
licencia temporal sin sueldo alguno hasta que las circunstancias varíen y
sin derecho a reclamarlos después.

Art. 6°. Que la tropa de Infantería de Marina quedará a órdenes de


los Comandantes Generales de los departamentos para que las destinen en
las guarniciones de los puertos y arsenales, y estén prontas a embarcarse
en los buques que el gobierno tuviese a bien disponer que se armen.

530
Art. 7°. Que los comandantes de los apostaderos desempeñarán a un
mismo tiempo los empleados de comandantes y ayudantes de órdenes en
sus respectivos apostaderos con el sueldo que señala a sus graduaciones el
decreto Ejecutivo de 7 de septiembre último, y la ley de 14 de octubre de
1825 teniendo con un secretario y dos escribientes para sus oficinas, y sus
mayores generales tendrán el sueldo de su grado y con dos escribientes,
para el servicio de la suya.

Art. 8°. Que los comandantes de los departamentos 2° y 3°


continuarán disfrutando los sueldos y gratificaciones que le señala el
decreto de 7 de septiembre último, y la ley de 14 de octubre de 1825
teniendo con un secretario y dos escribientes para sus oficinas, y sus
mayores generales tendrán el sueldo de su grado y con dos escribientes,
para el servicio de la suya.

Art. 9°. Que las escuelas náuticas seguirán como hasta aquí y que los
aspirantes de marina que se desembarquen continuasen repasando los
estudios que hicieron en la Academia con asistencia diaria a ella hasta que
haya algún buque de guerra, corsario o mercante donde se embarquen con
conocimiento del Comandante del Departamento o apostadero, del director
y maestro de la Escuela, debiendo el director ayudar al maestro en la
instrucción de dichos aspirantes, dando a los demás aprovechando algunas
nociones sublimes en el pilotaje y maniobra con especialidad en las estibas
y táctica naval.

Art. 10°. Que [roto] los capitanes de puerto sirven sus respectivos
empleados sin sueldo alguno del Estado y con sólo las obtenciones de sus
destinos servirán dichos empleados con sólo la mitad de su sueldo de su
grado militar y todas las obtenciones correspondientes a dichos destinos.

Art. 11°. Que las fragatas Colombia y Cundinamarca podrán (se


ofrecen al comercio [ilegible y roto] para que las emplee en hacer el corso
contra los enemigos, en inteligencia que el gobierno las entregará con su
armamento, municiones y aparejos completo de todo, y será de cuenta de
los armadores, los sueldos, gratificaciones y mantención de los oficiales y
marinería que se embarquen en ella, bajos las circunstancias que para los
jefes y oficiales que deban dotarlas, se preferirá a los de la Marina
Nacional: y la sociedad o compañía que la tome dará una fianza que cubra
el valor de dichos buques.

Si dichos buques no pudiesen tomarse bajo medio se conservarán


desarmados y muy cuidados en Cartagena.

Art. 12°. Que la corbeta Ceres que partió del 3° para el 2°


Departamento conduciendo al Escuadrón de Granaderos, y luego que
llegue a dicho puerto, recibirá la orden que convenga.
531
Art. 13°. Que la goleta Guayaquileña, General Manrique,
Independencia, y General Padilla, estén prontas para el destino que el
gobierno tuviese a bien darles, así como los pailebot Independiente,
Telégrafo y Rafaelito y que los correos Rosa y Atrevida, continúen como
hasta aquí en su destino.

Art. 14°. Que los buques correos, y los demás que se determinen a su
servicio, no tendrán más dotación que un oficial de Marina Nacional, y
diez hombres de contramaestre y page, de tropas y marinería [roto].

Bogotá 24 de noviembre de 1826. 16°. S. Bolívar por mandato de Su


Excelencia. Lino de Clemente.”985

Este decreto circuló, y así fue enviado al general Clemente, junto con una
pormenorizada relación de los buques disponibles y no disponibles de cada
departamento y apostadero.986 Dicha relación la reproducimos a continuación.

Primer Departamento

Tipo de buque Nombre Situación

Goleta General Padilla

Pailebot Independencia

Pailebot Apure

Apostadero de Yaya

Caladora Guayana

Segundo Departamento

Corbeta Urica En el mar por orden del


Gral. Páez

Bergantín Libertador Vendido

Bergantín Pichincha En el mar junto con la


Urica

985
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, pp.
150 - 151
986
Ibídem, p. 151

532
Bergantín Independiente Inútil en Nueva Orleáns

Pailebot Vicepresidente

Pailebot ?

Pailebot Congreso

Pailebot Orinoco

Flechera Guaireña

Poncho General Páez

Poncho Anzoátegui

Poncho Terrible

Apostadero de Maracaibo

Goleta Atrevida Maracaibera

Pailebot Telégrafo

Pailebot Diligente

Cañonera Presidente

Cañonera Constitución

Cañonera Libertad

Cañonera Zulia

Cañonera Velona

Cañonera Intrépida

Cañonera Mula

Cañonera Colombia

Cañonera Triunfante

Cañonera Vengadora

Bote Bolívar

Tercer Departamento

Fragata Colombia

533
Fragata Cundinamarca

Fragata Venezuela

Corbeta Ceres

Corbeta Boyacá

Corbeta Construcción Buque de depósito

Corbeta Bolívar Carenándose en


Filadelfia. Pasará al 3°
D.

Goleta correo Atrevida

Goleta correo Rosa

Goleta Manrique

Pailebot Mata

Pailebot Ejecutivo

Pailebot Independencia

Flechera María

Flechera Boyacá

Lancha Bello Indio

Lancha Atrevida

Cuatro bongós para el río


Magdalena

Cuarto Departamento

Corbeta Pichincha

Bergantín Chimborazo

Goleta Guayaquileña

Seis lanchas

534
Según esta relación, la escuadra contaba a finales de 1826 con tres fragatas, seis
corbetas, cuatro bergantines, seis goletas, nueve pailebotes y un número en realidad
poco preciso de embarcaciones menores. Estas cifras son claramente inferiores a las
referidas por diversas fuentes para marzo del mismo año. Podemos inferir que muchos
barcos fueron vendidos por ya ser demasiado viejos e inútiles – como el navío
Libertador, el navío Bolívar y la fragata Congreso – o habían salido del servicio debido
a un inadecuado mantenimiento que acortó su vida útil. Por otra parte, es notable como
el número de pailebotes es muy inferior al planteado, lo cual nos hace pensar que nunca
se llegó a reunir un número siquiera cercano a los cincuenta programados, ya fuesen
construidos en puertos de la República o comprados en el extranjero.

Al parecer, la situación económica siguió afectando duramente a la escuadra,


pues a finales de 1827 el Libertador Presidente volvió a impulsar una medida
reduciendo la escuadra; esta vez disponiendo la venta de los buques. Y al efecto, el
Congreso actuó.

“El Senado y Cámara de Representantes de la República de


Colombia reunidos en Congreso.
Vista la comunicación del Poder Ejecutivo fecha 17 de septiembre
próximo pasado, y teniendo presente la de 11 de enero de 1825, por las
cuales solicita facultades para vender los buques de la marina militar que
no puedan mantenerse armados, o no sean necesarios para el servicio
público; y
Considerando:
1º Que el mal estado de las rentas públicas no permite armar por
ahora todos los buques de la marina militar para que salgan a la mar a
perseguir a los enemigos y a proteger nuestro comercio.
2º Que entretanto estos buques desarmados en nuestros puertos, no
sólo causan gastos considerables, sino que cada día se deterioran, y al fin
podrían inutilizarse del todo;
Decretan:
Art. Único. Se autoriza al Poder Ejecutivo para que pueda vender a
naciones amigas o neutrales cualesquiera buques de la armada nacional
que en su concepto no puedan mantenerse armados, o no sean necesarios
para el servicio de la República, bajo los términos y condiciones que crea
más ventajosas a los intereses del Estado.
535
Dado en Bogotá, a 2 de octubre de 1827, 17. – El presidente del
Senado, Pedro Briceño Méndez. – El presidente de la Cámara de
Representantes, José M. Ortega. – El secretario del Senado, Luis Vargas
Tejada. – El diputado secretario de la Cámara de Representantes, Manuel
B. Álvarez.”987

Gracias a fuentes de diversa índole, sabemos que entre los buques pensados para
ser vendidos estaban las fragatas Colombia y Cundinamarca, las dos mejores naves de
guerra del país, verdaderas joyas de la escuadra y quizá los dos últimos buques
realmente aptos y útiles para el combate, únicos elementos realmente disuasivos en el
mar contra España.

Observamos entonces que la falta de instalaciones idóneas para realizar las


reparaciones y mantenimiento de los buques, se combinó con la falta de personal y el
colapso financiero para deshacer en menos de año y medio el esfuerzo realizado en una
década. La situación vivida en 1829 con la interminable lista de inconvenientes para
aprestar a la Colombia y la Cundinamarca, que eran dos de los buques más nuevos,
constituye una muestra clara de a qué grado llegó la descomposición de la escuadra en
sí, y hasta qué punto bajó la capacidad de la armada para mantener sus buques.

Todo lo anteriormente expuesto explica por qué no sobrevivieron vestigios


materiales importantes de la escuadra colombiana después de la disolución del país.

D) Diplomacia y poder naval colombiano

Como es sabido, tres cuartas partes del globo terráqueo están cubiertas por
océanos y mares. En consecuencia, la mayor parte de los contactos entre los Estados del
mundo se dan a través del mar, ya sean estos con fines pacíficos o bélicos. En este
último sentido, muchas de las relaciones de poder entre los Estados se dan en el mar, y
con la presencia de sus fuerzas navales, ya sea de una forma activa (en operaciones
bélicas), o de forma más pasiva, como disuasiones y/o presiones ejercidas bajo la
amenaza del empleo del poder naval, o demostraciones de fuerza, ya sean amistosas o
987
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio (tomo 5: De la Batalla de
Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1824-1830), p. 250

536
tendientes a lo hostil. A este conjunto de procedimientos podríamos englobarlos dentro
de la llamada Diplomacia Naval. Para delimitar el término, aprovechamos la definición
de la misma que establece el Dr. Edgar Blanco Carrero:

“La diplomacia naval es una de las funciones militares de cualquier


Armada entendida como instrumento del Estado. Se caracteriza porque
puede implicar el empleo limitado de la fuerza hasta el desarrollo de
misiones de buena voluntad como medio para acercar o alejar países y
establecer otro tipo de relaciones”988

Dicho esto, podemos entonces abordar varios aspectos de la diplomacia naval


emprendida por la República de Colombia, a saber: la alianza con México, las
relaciones con potencias como Gran Bretaña, Estados Unidos o los miembros de la
Santa Alianza, y los proyectos abordados en el Congreso Anfictiónico de Panamá.
Todo esto nos servirá como una visión complementaria con lo expuesto en las ideas
anteriores, permitiéndonos hacer una lectura adicional del poder naval alcanzado por
Colombia, la grande, en el período estudiado.

a) Alianza con México y proyección hacia el Caribe

Es un hecho conocido que la República de Colombia desplegó la diplomacia


más dinámica entre los nuevos países independientes de América, buscando siempre
formar un frente unido en lo político y militar contra España y la Santa Alianza. Se han
vertido ríos de tinta sobre la ayuda de Colombia al Perú por su independencia, o todo el
trabajo conducente al Congreso Anfictiónico de Panamá; pero la historiografía ha
olvidado la más interesante de todas las alianzas formadas por el Gobierno colombiano:
la coalición con México.

988
Blanco Carrero, Edgar. “La Diplomacia Naval: El Caso de los Linienschiff SMS “Schleswig-Holstein”
y del SMS “Schlesien” y su relación con Venezuela: 1936 – 1939” en Festina Lente ubicado en
http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2011/11/la-diplomacia-naval-el-caso-de-los.html (Revisado
online el 13 de septiembre de 2014, a las 5:08 pm)

537
Como se verá seguidamente, esta alianza tuvo un marcado carácter marítimo y
naval, potenciando la proyección de poder de ambos Estados hacia el Caribe; para
liquidar la guerra contra España con un contundente golpe, al tomar Cuba y Puerto
Rico. Llegados a este punto, conviene recordar al lector el contexto del momento en el
cual surge esta alianza.

A finales de 1823 las guerras de independencia en Hispanoamérica están


entrando en una nueva etapa. La intervención de la Santa Alianza en España ha devuelto
el poder absoluto a Fernando VII, que está más resuelto que nunca a llevar la guerra en
América hasta sus últimas consecuencias; no teniendo así ninguna intención de
reconocer la independencia de las nuevas repúblicas. Por otra parte, la República de
Colombia completa ese mismo año la expulsión de los españoles de su territorio con la
victoria en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo y la captura del castillo de San
Felipe en Puerto Cabello, iniciando el envío de fuerzas al Perú para continuar la guerra.
En México, llega a su fin el reinado del emperador Agustín I Iturbide y nace el régimen
republicano; sin embargo, a los mexicanos les falta capturar la fortaleza de San Juan de
Ulúa en Veracruz, aun en manos españolas, que es abastecida desde Cuba. Finalmente,
antes de terminar el año, el presidente James Monroe de Estados Unidos, declara al
mundo que su país no tolerará la reconquista colonial de América, estableciendo así la
llamada “Doctrina Monroe”.

En esta situación, los intereses estratégicos de México y Colombia coincidirán


claramente en los objetivos de asegurar su defensa contra nuevas ofensivas españolas
desde el Caribe, debiendo para ello plantearse seriamente el desarrollo de sus
respectivas marinas de guerra; coordinar sus esfuerzos bélicos y, en última instancia;
expulsar a los españoles de Cuba y Puerto Rico, sus restantes posesiones en el
continente después de su expulsión de Sudamérica en 1826.

Si bien la República de Colombia fue bastante dinámica en el establecimiento de


alianzas con sus vecinos hispanoamericanos, las mismas prácticamente no se
operacionalizaron, siendo más teóricas que reales; como las firmadas con Chile, el Río
de la Plata y Centroamérica, o fueron el instrumento para libertar a otros Estados que no
podían hacerlo por sí mismos, como el caso de la firmada con Perú. Sin embargo, la
alianza de 1823 entre la República de Colombia y los Estados Unidos Mexicanos
destaca por los siguientes factores: primero, fue firmada entre dos repúblicas que
538
prácticamente habían completado su independencia, quedando en sus territorios apenas
una fortaleza en manos de España; segundo, no fue dirigida a enmarcar legalmente el
auxilio unidireccional de un Estado hacia el otro, sino que se trató de un verdadero
acuerdo defensivo y ofensivo de asistencia mutua contra un enemigo común; y tercero,
tuvo un marcado carácter naval. Por todo esto, se trata de una alianza bastante atípica en
la historia militar y diplomática latinoamericana, que lamentablemente no ha sido
suficientemente estudiada por la historiografía.

1) Tratado de 1823

Ya en 1821 el Libertador Simón Bolívar, en concordancia con sus ideales de


unidad hispanoamericana, escribió a Agustín Iturbide: “En la desgracia la suerte nos
unió, el valor nos ha unido en los designios y la naturaleza nos dio un mismo ser para
que fuésemos hermanos”989; sin embargo, fue tras el cambio de imperio a república que
se dio un verdadero y sólido acercamiento entre México y Colombia, teniendo un papel
protagónico el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Lucas Alamán; quien
compartía los ideales de Bolívar y estaba plenamente consciente de lo importante que
era para México formar un bloque con sus vecinos del sur a fin de desarrollar su
economía y protegerse no sólo de las posibles tentativas de reconquista de España, sino
de las intenciones expansionistas de Estados Unidos, que ya empezaban a asomarse en
el horizonte.990

Llama la atención que antes de la firma de una alianza, dirigida al ámbito


geográfico caribeño-atlántico, el Libertador trató de involucrar a México en el esfuerzo
bélico contra los españoles en Perú, dirigiéndose a Miguel Santamaría, ministro
colombiano en México, mediante oficio elaborado por José Gabriel Pérez y fechado en
Guayaquil el 4 de agosto de 1823:

989
Carta de Bolívar a Agustín de Iturbide, 10 de octubre de 1821, en Santovenia, Emeterio S. Bolívar y
las Antillas hispanas, p. 66
990
Correa Serrano, María Antonieta y Catalán Salgado, Enrique. “México y el pensamiento de
integración. De Lucas Alamán a Víctor Urquidi”. Cuadernos sobre Relaciones Internacionales,
Regionalismo y Desarrollo / Vol. 9. No. 17. Enero-Junio 2014 37. Disponible en:
http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/39717/1/articulo2.pdf (Descargado On Line el 13 de
octubre de 2016 a las 10:00 am)
539
“S.E. el Libertador que prevé los más remotos sucesos, y que aspira a que
las nuevas potencias de América se hagan acreedores al respeto de las
naciones antiguas y muy particularmente a la España, por la razón o por la
fuerza, ha creído conveniente invitar al gobierno Supremo de Méjico, a
tomar parte en el exterminio de las fuerzas enemigas que prolongan todavía
una guerra sin objeto en el Perú. Con este designio ha autorizado
plenamente al señor Coronel Bernardo Monteagudo para que en calidad de
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario cerca del gobierno
Supremo de Méjico le pida los auxilios militares para el Perú. Parece tanto
más de esperar que no sean vanas estas pretensiones cuanto su
cumplimiento será la más segura garantía de la liga general proyectada,
que es el objeto cardinal de la misión de V.S. en aquel importante país.

También se encarga al señor Monteagudo que poniéndose de acuerdo con


V.S. y formando un solo cuerpo de legación para este fin, promueva la
reunión de Méjico a la Federación General proyectada, por medio de un
Congreso General de Plenipotenciarios de los Estados de esta América
antes española.”991

Aunque esta invitación no tuvo el efecto deseado, el 3 de octubre de 1823 Lucas


Alamán y Miguel Santamaría, firmarían el Tratado de Amistad, Unión, Liga y
Confederación Perpetua, que dio inicio a la alianza. Entre lo más interesante de dicho
documento, presentamos:

“Artículo primero. La República de Colombia y la nación mexicana, se


unen, ligan y confederan desde ahora para siempre en paz y guerra para
sostener con su influjo y fuerzas marítimas y terrestres, en cuanto lo
permitan las circunstancias su independencia de la nación española, y de
cualquiera otra dominación extranjera, y asegurar después de reconocida
aquella su mutua prosperidad, la mejor armonía, y buena correspondencia,
así entre los pueblos súbditos y ciudadanos de ambos estados, como con las
demás potencias con quienes deben entrar en relaciones.

Artículo segundo. La república de Colombia y la nación mexicana se


prometen por tanto y contraen espontáneamente un pacto perpetuo de
alianza íntima y amistad firme y constante para su defensa, común
obligándose a socorrerse mutuamente, y a rechazar en común todo ataque o

991
Documento 7720 en: http://www.archivodellibertador.gob.ve/

540
invasión que pueda de alguna manera amenazar la seguridad de su
independencia y libertad, su bien recíproco y general, y su tranquilidad
interior, siempre que para este último caso preceda requerimiento por uno
u otro de ambos gobiernos legítimamente establecidos.

Artículo tercero. A fin de concurrir a los objetos indicados en el artículo


anterior, las partes contratantes se comprometen a auxiliarse
recíprocamente con el número de fuerzas terrestres que se acuerde por
convenios particulares, según lo exijan las circunstancias, y mientras dure
la necesidad o conveniencia de ellas.

Artículo cuarto. La marina nacional de ambas partes, cualquiera que sea,


estará así mismo dispuesta al cumplimiento de las precedentes
estipulaciones.

Artículo quinto. En los casos repentinos de mutuo auxilio ambas partes


podrán obrar hostilmente con todas sus fuerzas disponibles en los
territorios de la dependencia de una u otra, siempre que las circunstancias
del momento no den lugar a ponerse de acuerdo ambos gobiernos. Pero la
parte que así obrase deberá cumplir y hacer cumplir los estatutos,
ordenanzas y leyes del estado respectivo en cuanto lo permitan las mismas
circunstancias, y hacer respetar y obedecer su gobierno. Los gastos que se
hubiesen impendido en estas operaciones se liquidarán por convenios
separados, y se abonarán un año después de la conclusión de la presente
guerra.

Artículo sexto. Ambas partes contratantes se obligan a prestar cuantos


auxilios estén a su alcance a los bajeles de guerra y mercantes que llegaren
a los puertos de su pertenencia por causa de avería, o cualquier otro
motivo, y como tal podrán carenarse, repararse, hacer víveres, armarse,
aumentar su armamento y sus tripulaciones hasta el estado de poder
continuar sus viajes o cruceros a expensas del estado o particulares a
quienes correspondan.

Artículo séptimo. A fin de cortar los abusos escandalosos que puedan


causar en alta mar los corsarios armados por cuenta de los particulares, en
perjuicio del comercio nacional, y el de los neutrales, convienen ambas
partes en hacer extensiva la jurisdicción de sus juzgados o cortes marítimas
a los corsarios que navegan bajo el pabellón de una y otra, y sus presas
indistintamente, siempre que no puedan navegar fácilmente hasta los
puertos de su procedencia, o que haya indicios de haber cometido excesos
contra el comercio de las naciones neutrales, con quienes ambos estados,
desean cultivar la mejor armonía y buena inteligencia.

Artículo octavo. Ambas partes se garantizan mutuamente la integridad de


sus territorios en el mismo pie en que se hallaban antes de la presente
541
guerra, reconociendo igualmente por partes integrantes de una y otra
nación, todas las provincias que aunque gobernadas anteriormente por
autoridad del todo independiente de la de los antiguos virreinatos de
México y Nueva Granada, se hayan convenido o se convinieren de un modo
legítimo en formar un solo cuerpo de nación con ellos […]”992

Por el área geográfica en la que debía operar – el Mar Caribe y el Golfo de


México –, esta alianza nació con un marcado enfoque marítimo. Ahora bien, ¿qué
motivó a ambas partes a firmar esta alianza ofensiva y defensiva?... Para México, la
ocupación española de la fortaleza de San Juan de Ulúa constituía una amenaza seria,
pues hacía posible para España emprender la reconquista del país. De hecho, el 25 de
septiembre de 1823 los españoles ocuparon la isla de Sacrificios – cerca del fuerte – y
bombardearon a continuación Veracruz, causando graves destrozos. Ante la falta de una
escuadra adecuada para bloquear y rendir San Juan de Ulúa, y también con la aspiración
de expulsar a los españoles de Cuba para liquidar la amenaza a su independencia, el
Gobierno mexicano buscó la alianza de Colombia; por ese entonces la mayor fuerza
militar de Hispanoamérica.993 Por su parte, Colombia actuaba según la política de
Bolívar, ejecutada por el vicepresidente Santander y el secretario de exteriores Pedro
Gual, destinada a unificar los esfuerzos de los nuevos Estados hispanoamericanos
contra España; y despejar así peligro de nuevos ataques españoles desde el mar, como el
que a finales de 1822 había puesto Maracaibo en manos enemigas y amenazado con
derrumbar toda la República.

Por otra parte, la presencia y actuación de independentistas cubanos en relación


con los gobiernos mexicano y colombiano, también logró atraer el interés de ambos
países hacia la liberación de esta isla, muy estratégica en el nuevo equilibrio geopolítico
que empezaba a crearse. Además la difícil situación de las fuerzas mexicanas que

992
TRATADO DE AMISTAD, UNIÓN, LIGA Y CONFEDERACIÓN PERPETUA ENTRE
COLOMBIA Y MÉXICO en López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas
de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la
Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
993
Guerra Vilaboy, Sergio. “México y Cuba: primeros esfuerzos por la independencia cubana, 1820-
1830”. Veracruz, Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Veracruzana, 1998.
Disponible en: http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/8785 , pp. 34 – 35
542
asediaban San Juan de Ulúa ayudó a estrechar la alianza. El 12 de octubre de 1823
Santamaría escribió a su Gobierno en Bogotá:

“El Gobierno de México me ha pedido suplique al de Colombia su auxilio y


cooperación con la marina de que pueda disponer después de la gloriosa
victoria de Maracaibo, como en ningún tiempo ni en mis oportunas
circunstancias pudiera recibirlo, temiéndose fundadamente que el general
Morales, con las tropas que evacuaron nuestro territorio, agregadas y las
aprestadas por el Gobernador y comercio de La Habana, puedan intentar
algo sobre el país, contando con la fortaleza de Ulúa. No hay duda, por
noticias recibidas, que los españoles harán cuantos esfuerzos les sean
posibles para conservar esta fortaleza como el punto de apoyo de sus miras
ulteriores.”994

Sin embargo, a pesar del entusiasmo inicial mostrado por el Gobierno mexicano
en la alianza con Colombia, pronto apareció la desconfianza. Ante los informes llegados
a México de que tras obtener la victoria en Perú, Bolívar buscaría apoderarse de Cuba y
Puerto Rico, se encendieron las alarmas por la posibilidad de que se afectaran los
intereses mexicanos – claramente a favor de algún tipo de estrecha vinculación con una
Cuba no hispana, cuando no de una anexión – por lo que se envió a Bogotá al general
Carlos María Bustamante como plenipotenciario a fin de coordinar acciones conjuntas
sobre Cuba, para así asegurar la independencia de la isla bajo protección de las dos
“repúblicas hermanas”.995 Si bien esta coordinación estrecharía aún más la alianza a
nivel aparente, en realidad el Gobierno mexicano postergó varias veces las acciones
conjuntas propuestas desde Bogotá por temor a la reacción británica y norteamericana.
Las desconfianzas mexicanas continuaron cuando su plenipotenciario, el Coronel José
Anastasio Torrens, informó que Colombia estaba enviando 12.000 hombres desde el
Perú hacia el Istmo de Panamá para despacharlos a Cuba.996 Aun así, a pesar de las
desconfianzas mexicanas y su visible interés de integrar a Cuba en su recién creada

994
Ornán Roldan Oquendo. Las relaciones entre México y Colombia 1810-1862, p. 78 citado por Guerra
Vilaboy, Sergio. Ob. Cit.
995
Morales Pérez, Salvador E. “El papel de Cuba en la geopolítica independentista” en Las
Independencias de Hispanoamérica, pp. 767 - 768
996
Vega de, Mercedes (Coordinadora). Palacios, Guillermo y Covarrubias, Ana. Historia de las
relaciones internacionales de México, 1821 – 2010. América del Sur, pp. 38 – 39
543
república, Alamán comprendió perfectamente que la alianza con Colombia era lo más
recomendable, para juntos enfrentar las amenazas de Estados Unidos, de Gran Bretaña,
y en especial de la Santa Alianza, que pretendió apoyar a España en un proyecto
restaurador de su poder en América. Así, el Gobierno mexicano emitió un decreto de
amistad con Colombia el 2 de diciembre de 1823997, ratificando el tratado del 3 de
octubre anterior; y propuso el 31 de diciembre998 un tratado comercial que no fue
ratificado por Bogotá. Alamán no sólo pretendió la integración política y militar, como
Bolívar, sino que quiso llevar también la integración al plano económico.999
Coincidentemente, Bolívar solicitó a México ayuda financiera para la guerra en Perú,
mediante oficio preparado por José Gabriel Pérez y dirigido a sus plenipotenciarios en
México, fechado en Lima el 6 de octubre.1000

2) Planes colombo – mexicanos para Cuba

Una alianza como la firmada entre México y Colombia cobraba sentido,


obviamente, en el campo de batalla. Para comienzos de 1824 Bolívar se encontraba aún
en Perú en plena campaña libertadora, y allá también estaba la prioridad estratégica del
Gobierno colombiano. En ese contexto, Bolívar dirige a sus plenipotenciarios en
México un oficio preparado por José Gabriel Pérez, fechado en Pativilca el 25 de
febrero, mediante el cual les ordena solicitar un empréstito de 300.000 pesos a dicho
país, que le permita a Colombia liquidar la contienda.1001 Esta vez la respuesta mexicana
fue favorable, y gracias a la negociación hecha por el quiteño Vicente Rocafuerte,

997
Decreto. Tratado de amistad con la república de Colombia. 2 de diciembre de 1823, en 500 años de
México en documentos. Disponible en:
http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1823_122/Decreto_Tratado_de_amistad_con_la_rep_blica_de_
Colombia.shtml
998
Decreto. Aprobación de un tratado de comercio con Colombia. 19 de febrero de 1824, en 500 años de
México en documentos. Disponible en:
http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1824_121/Decreto_Aprobacion_de_un_tratado_de_comercio_c
on_Colombia.shtml
999
Correa Serrano, María Antonieta y Catalán Salgado, Enrique. “México y el pensamiento de
integración. De Lucas Alamán a Víctor Urquidi”. Cuadernos sobre Relaciones Internacionales,
Regionalismo y Desarrollo / Vol. 9. No. 17. Enero-Junio 2014 37. Disponible en:
http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/39717/1/articulo2.pdf (Descargado On Line el 13 de
octubre de 2016 a las 10:00 am)
1000
Documento 7937 en: http://www.archivodellibertador.gob.ve/
1001
Documento 8997 en: http://www.archivodellibertador.gob.ve/
544
Colombia recibió el préstamo solicitado, pudiendo culminar triunfalmente la campaña
en Perú.

Sin embargo, como dijimos anteriormente, el escenario real al que estaba


dirigida la alianza era el Caribe. En ese sentido, observamos a partir de 1824 un mayor
dinamismo de la escuadra colombiana, que llegó a realizar cruceros sobre las aguas
cubanas y puertorriqueñas, incrementándose también la actividad corsaria. Resulta una
muestra elocuente de esta agresividad naval colombiana el combate del 4 de abril de
1824 frente al puerto de La Habana, en el cual las corbetas Bolívar y Boyacá, al mando
del Capitán de Navío Renato Beluche, atacaron y capturaron a la corbeta española
Ceres.1002 Esta operación demuestra el fortalecimiento que iba experimentando la
escuadra colombiana, así como el consecuente dominio que fue ganando sobre las aguas
del Caribe, abriendo el camino para operaciones de mayor envergadura en combinación
con su aliado.

Por su parte, México comenzó a preparar desde agosto de 1824 un ejército en


Yucatán al mando del general Antonio López de Santa Anna, destinado a invadir Cuba,
que sería transportado por la escuadra colombiana. Según la visión mexicana, Colombia
podría anexarse Puerto Rico, en tanto que Cuba quedaría más vinculada a México, ya
fuese integrada como tal al país o independiente.1003 Esta fuerza contaba con algunos
líderes cubanos, y alcanzó a contar a comienzos de 1825 con tres buques y al menos dos
compañías de cubanos de un total de 6.000 hombres.1004

Estos esfuerzos, hasta ese momento descoordinados, cristalizaron en el


Convenio Sobre Auxilios Navales, firmado por ambos países el 19 de agosto de 1825, el
cual ya citamos.

En concordancia con el tratado referido, para finales de 1825 continuaba en


Yucatán el ejército dispuesto para la invasión de Cuba bajo el mando del general Santa
Anna, quien contó con el respaldo y autorización del presidente Guadalupe Victoria.1005

1002
“Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 13 de junio de 1824. N° 139, p. 2;
“Marina Colombiana”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 4 de julio de 1824. N° 143, p. 2; y
“Marina”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 26 de septiembre de 1824. N° 154, p. 1
1003
Santovenia, Emeterio S. Bolívar y las Antillas hispanas, p. 67; Morales Pérez, Salvador E. “El papel
de Cuba en la geopolítica independentista” en Las Independencias de Hispanoamérica, pp. 772 - 773
1004
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 41
1005
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., pp. 45 – 46
545
Por su parte en Colombia, en septiembre de ese año el vicepresidente Santander designó
al General de Brigada Lino de Clemente y al Capitán de Navío Renato Beluche como
comandante y segundo comandante respectivamente, de la fuerza naval que se estaba
reuniendo en Cartagena, destinada en un principio para el bloqueo de San Juan de Ulúa
y luego para la proyectada invasión a Cuba.1006 Clemente y Beluche se trasladaron a
Cartagena ese mismo mes; allí aguardaban un aproximado de 12.000 hombres – según
los rumores extendidos por el continente y nunca confirmados por el Gobierno
colombiano – y varios buques mayores. Para marzo de 1826 se habían reunido en
Cartagena un navío de 70 cañones comprado a Suecia, una fragata de 44 también
comprada a Suecia, dos fragatas nuevas de 64 cañones, compradas en Estados Unidos, y
al menos dos fragatas más viejas, y algunas corbetas. Sin duda se trataba de la mayor
escuadra reunida por Colombia hasta ese momento.

En combinación con esto, Colombia envió una gran cantidad de corsarios a


aguas peninsulares, con la probable intención de hacer regresar a España la flota
estacionada en La Habana al mando del almirante Ángel Laborde y Navarro, para así
abrir camino al posible ataque sobre Cuba. A esta conclusión podemos llegar tras
revisar documentos como cartas de Santander, la exposición del secretario de guerra y
marina de 1826 y los estudios realizados en España.1007 Es de resaltar que dichas fuentes
también nos indican que hacia marzo de 1826 la fuerza naval colombiana superaba o al
menos igualaba a la española, pero aun así ésta nunca zarpó de Cartagena. Varios fueron
los factores que incidieron en que este ataque naval colombo-mexicano no se produjera;

1006
Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II
(Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio
y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line); Beluche, Isidro. Abordajes. Biografía esquemática de Renato
Beluche, pp. 76 – 77; y Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza
Armada Nacional, p. 141
1007
“Cartas autógrafas del General Santander” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo
II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p. 21; Secretaría de Guerra y Marina de la República de
Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del secretario de Marina presentada al Congreso de 1826
[recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá, Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826.
Catálogo online de la Biblioteca Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf (Descargado
On Line el 05 de abril de 2016 a las 09:04 pm); y Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la
oleada de corsarios colombianos de 1826”, Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, pp. 117
– 129
546
tales como las presiones de Estados Unidos y Gran Bretaña1008, la propia decisión de
Colombia de someter el asunto a las deliberaciones del Congreso Anfictiónico de
Panamá o los problemas financieros de la República a partir de 1826. Sin embargo, la
que más nos llama la atención de todas fue la propia actitud dubitativa del Libertador
Simón Bolívar. Así le escribió a Santander el 20 de diciembre de 1824 desde Lima:

“Me parecía bien que el gobierno de Colombia, por los medios que juzgase
a propósito, intimase a la España que si en tanto tiempo no reconocía la
independencia de Colombia y hacía la paz, estas mismas tropas irían
inmediatamente a La Habana y Puerto Rico. Más cuenta nos tiene la paz
que libertar esas dos islas: J´ai ma poitique á moi. La Habana
independiente nos daría mucho que hacer, la amenaza nos valdrá más que
la insurrección. Yo tengo mi política. Este negocio bien conducido puede
producir un grande efecto. Si los españoles se obstinasen, Sucre puede ir a
una parte, y Páez a la otra, porque ambos están animados del mismo deseo.
Yo no sé cómo está eso de expedición española sobre la Costa Firme; si
viniere, o fuere necesario, yo iría inmediatamente.”1009

Pero luego al mismo Santander le escribió lo siguiente desde Arequipa el 20 de


mayo de 1825:

“No se olvide usted jamás de las tres advertencias políticas que me he


atrevido a hacerle: 1a Que no nos conviene admitir en la liga al Río de la
Plata. 2a A los Estados Unidos de América; y 3a No libertar a La Habana.
Estos tres puntos me parecen de la mayor importancia, pues creo que
nuestra liga puede mantenerse perfectamente sin tocar a los extremos del
Sur y del Norte y sin el establecimiento de una nueva República de Haití.
Los españoles, para nosotros ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses
lo son mucho, porque son omnipotentes, y por lo mismo terribles. Con
respecto a La Habana nos conviene decir a España, que si no hace la paz,
pronto estará privada de sus dos grandes islas. Ya he dicho a usted antes
esto mismo; y lo repito por si acaso no ha llegado a manos de usted mi
carta. El general Sucre tiene muchas ganas de que se verifique la
expedición, pero yo no he podido verlo aún para explicarle mis ideas.

1008
Castro Álvarez, Pedro Raúl. El nacimiento de la Armada de México. Los orígenes de una noble
Institución, p. 152
1009
Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II. Caracas, Librería Piñango, 1982, pp. 59 – 60
547
Luego que se tome el Callao, que será en todo agosto, mandaré al Istmo
tres mil soldados del Sur de las tropas de Colombia. Antes me lo hago,
porque no sé si usted estará pronto en el Istmo, y porque la escuadra que
debe conducirlos está bloqueando el Callao.”1010

Por su parte, el Gobierno español estuvo al tanto de estos preparativos. Citamos


como mínimo ejemplo que el 30 de septiembre de 1825 el Consejo de Ministros en
Madrid recibió informes de que Colombia estaba negociando siete fragatas de 64
cañones y tres corbetas de 36, además de otros buques menores, unidos también a
fuerzas que esperaban de Gran Bretaña y Suecia, temiendo en consecuencia ataques
sobre la Península.1011

En paralelo, el 23 de noviembre de 1825 el castillo de San Juan de Ulúa por fin


cayó en manos de las fuerzas mexicanas, sin haber podido zarpar de Cartagena la fuerza
naval que reunía Colombia; esto debido a inconvenientes muy variados, tales como
limitaciones presupuestarias, escasez de marineros o la larga espera por dos fragatas de
64 cañones desde Estados Unidos y un navío y otra fragata más desde Suecia. La caída
de Ulúa por otra parte, permitiría a la flota mexicana pasar a la ofensiva en 1826,
comandada por el comodoro norteamericano David Porter, e integrada por la fragata
Libertad, y los bergantines Victoria, Bravo, Hermón y Guerrero.1012

Esta nueva y relativa autosuficiencia de la armada mexicana llevó al ministro de


México en Colombia, coronel Torrens, a solicitar a comienzos de diciembre de 1825 la
ruptura de la alianza entre ambos países. La solicitud motivó que el asunto se discutiese
en Consejo de Gobierno el 7 y 15 de diciembre. En ambas sesiones Santander insistió
en que se le informara a Torrens que la escuadra española seguía siendo muy poderosa y
que aceptara la ayuda colombiana, que estaba próxima a zarpar hacia el Golfo de
México. En paralelo, en el consejo también se debatió en qué se emplearía dicha fuerza
naval si México rechazaba la ayuda. Sin embargo, ya el 12 de enero de 1826 el Consejo
de Gobierno discutió en sesión la noticia de la caída de San Juan de Ulúa en manos

1010
Bolívar, Simón. Obras Completas, tomo II. México, Editorial Cumbre, 1979, pp. 134-137
1011
Capriles, María Elena. “Bolívar y la actuación de Venezuela en el Caribe a través de sus corsarios en
Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y México” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia No. 35,
p. 157
1012
Castro Álvarez, Pedro Raúl. Ob. Cit., p. 162 – 163
548
mexicanas. Ante el hecho de que esta victoria dejaba sin razón de ser la alianza, el
Secretario de Guerra, Pedro Briceño Méndez, mostró el borrador de un nuevo convenio
que le sería presentado a México. El plan consistía en unir las escuadras de ambos
países para cazar a la española y destruirla, con miras a la eventual liberación de Cuba y
Puerto Rico.1013 Justamente, las intenciones de Colombia sobre Cuba alarmaron al
Gobierno mexicano, que le ordenó a Torrens investigar los planes colombianos sobre
dicha isla. Aunque el Gobierno colombiano siempre negó toda intención anexionista, las
desconfianzas de México no disminuyeron, por lo que el fantasma de la rivalidad entre
ambos países no tardó en aparecer.1014

Al mismo tiempo, Colombia seguía sus preparativos militares y políticos para


dar un golpe final a los españoles en América. Una serie de cartas, comprendidas entre
enero y abril de 1826, dirigidas de Santander a Pedro Briceño Méndez, nos muestran
cómo se programó el envío de muchos corsarios colombianos a aguas peninsulares a fin
de distraer la atención de la escuadra de Laborde.1015 Además, Santander expresó su
contrariedad por la oposición norteamericana a los planes bélicos sobre Cuba y Puerto
Rico, así como la situación negativa generada por los buques llegados de Suecia a
comienzos del año. El navío Tapperheten, rebautizado Libertador, y la fragata Af
Chapman, no cumplieron los requisitos exigidos, encontrándose en tan mal estado que
debieron ser enviados a Nueva York para reparaciones y posterior remate.1016 Caso
distinto fueron las fragatas Colombia y Cundinamarca, adquiridas nuevas en Estados
Unidos. Construidas por el célebre diseñador naval Henry Eckford, estas fragatas
portaban 64 cañones y habían sido construidas con las últimas innovaciones,
haciéndolas temibles para la escuadra de Laborde. El problema resultó ser dotarlas de
tripulación, pues cada una requería 640 hombres. Juntas sumaban más tripulación que
toda la escuadra que ganó la Batalla Naval del Lago de Maracaibo en 1823.

1013
Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II
(Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio
y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República, 1988. En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
1014
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 69 – 70
1015
Serrano Mangas, F. Ob. Cit., pp. 117 – 129
1016
Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, pp. 21, 22, 32, 33 y 40.
549
También, el ministro de Colombia en México, Miguel Santamaría, logró
convencer al Gobierno mexicano de reanudar los planes conjuntos. Así, el 17 de marzo
se firmó el Plan de Operaciones para la escuadra combinada de México y Colombia1017,
que ya hemos citado. Santamaría dio seguridades de que Colombia enviaría sus buques
y 6.000 soldados. México comenzó a organizar sus fuerzas marítimas y las confió al
mando del comodoro Porter, recién contratado en Estados Unidos.1018

Colombia puso mucha energía en el proyecto de atacar a España en el Caribe,


trasladando oficiales y guardiamarinas a Cartagena, y reuniendo hombres, buques y
armas en Cartagena hasta considerarse sobrados para derrotar a España y aptos para
tomar Cuba y Puerto Rico.1019 Despertando, desde luego, los recelos de Estados Unidos
y Gran Bretaña. De hecho, el embajador norteamericano en México, Joel Roberts
Poinsett escribió así a Henry Clay el 8 de marzo de 1826:

“La llegada de la noticia de Colombia de que la expedición estaba lista en


Cartagena para hacerse a la vela para Cuba los ha puesto aún más
ansiosos de llevar ese designio a una inmediata realización. Teme los
supuestos derechos que Colombia pueda adquirir, por la conquista de
Cuba, sobre la Isla, creyendo que, si los cubanos levantase primero la
bandera de la revolución, esa República no podría reclamar más que una
indemnización por los gastos de la expedición, y que la Isla quedaría
independiente. Valiéndose del conocido celo de Colombia que aquí existe,
esos emigrados han dirigido hoy a este Gobierno una solicitud para que los
ayude a realizar su proyecto y los capacite para adelantarse a Colombia. Si
fracasan en su solicitud, se proponen enviar uno de ellos a los Estados
Unidos para tratar de organizar allí la expedición.” 1020

1017
Plan de Operaciones para la escuadra combinada de México y Colombia en López Domínguez, Luis
Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y Convenios
1811 – 1856”, Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)
1018
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., p. 128
1019
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 128 – 129 y “Mensaje del Vicepresidente, en el Cierre del
Congreso de Colombia, 2 de enero de 1826” en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume
XIII, p. 803
1020
Carta de Joel Roberts Poinsett a Henry Clay. 8 de marzo de 1826, en Correspondencia de los Estados
Unidos concerniente a la independencia de las naciones latinoamericanas, pp. 1977 – 1978 citado por
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 180 – 181.
550
La esencia de la alianza colombo-mexicana estaba en la cooperación de sus
respectivas marinas de guerra, campo en el que Colombia llevaba la delantera.
México no contaba para inicios de 1826 con una flota corsaria como la
colombiana, que ya no solo recorría el Caribe, sino que se adentraba en el
Atlántico, llegando hasta las costas españolas y el Mediterráneo. Además de eso,
Colombia ya venía formando una auténtica escuadra nacional, no corsaria,
acumulando sus tripulaciones gran experiencia. Colombia era, en resumen, el
aliado que México necesitaba.1021 El Libertador resumió muy bien la situación así,
en carta a Santander el 21 de enero de 1826:

“Esta escuadra es fuerte, pues los españoles la han aumentado mucho en


todo el año pasado; cada una de por sí, entre la armada de México y la
nuestra, es débil y no puede hacerle frente; pero reunidos somos superiores
y no hay duda de que batimos a los godos. Batida esta fuerza, quedamos
seguros en el interior y costas, porque los españoles no tienen en qué
conducir tropas; entonces podemos disminuir el ejército y, por
consiguiente, los gastos; podemos bloquear y Cuba, Puerto Rico o
Canarias, o cruzar sobre los mares de Europa y reducir al gobierno
español a una situación muy triste y embarazosa […]”1022

3) Colaboración naval entre México y Colombia

Como es conocido, en 1826 la Asamblea del Istmo mudó sus sesiones a


Tacubaya, en México, y los tratados no fueron ratificados, quedando prácticamente
disuelta en 1827 y pasando a la historia como un fracaso. Sin embargo, la alianza
bilateral colombo-mexicana existente desde 1823 siguió estando vigente. Colombia y
México habían postergado su ataque sobre Cuba y Puerto Rico debido a las presiones de
Estados Unidos y a la espera de los resultados de la mediación rusa ante Fernando
VII.1023

A partir de 1826 ocurrieron una serie de eventos que mermaron decisivamente la


escuadra que Colombia venía preparando, y que la había convertido en la primera

1021
Morales Pérez, Salvador E. Ob. Cit., pp. 765 - 766
1022
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., p. 77
1023
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 120 – 121
551
potencia naval de Latinoamérica. Como ya se expuso, para 1826 la escuadra generaba
un gasto anual de 4.809.077 de pesos, mientras que el ejército se llevaba 6.803.296. Sin
embargo, la recaudación para el tesoro nacional fue de apenas 6.196.725 pesos al cerrar
el año de 1825.1024 Esta situación explotó ese mismo año con la quiebra de la casa
Goldschmidt, principal prestamista de Colombia, lo cual dejó a la República
prácticamente en la quiebra. Además de esto, los buques comprados en Suecia fueron
hallados en un estado tan deplorable, que tuvieron que ser enviados a Nueva York para
repararse, vendiéndose luego en un precio muy inferior al que se había pagado por ellos
originalmente. Ese mismo año de 1826, el vicepresidente Santander había separado la
Secretaría de Marina de la de Guerra, colocando al frente de la misma al General de
División Lino de Clemente y Palacios, al tiempo que los corsarios colombianos seguían
realizando grandes hazañas en el Caribe y el Atlántico, afectando gravemente el
comercio español. Sin embargo, la quiebra de Goldschmidt, unida a graves problemas
internos como el movimiento separatista venezolano de La Cosiata, la cada vez mayor
división interna del país entre “santanderistas” y “bolivarianos”, y la amenaza de
desintegración del país; llevaron a Bolívar a sancionar una serie de decretos a partir de
noviembre de 1826 en los que se reducían de cuatro a dos los departamentos de marina,
se reunificaba la Secretaría de Marina con la de Guerra, y se ordenaba desarmar casi
todos los buques de guerra, despachando a las tripulaciones sin remuneración hasta
nuevo aviso. Es decir, la práctica disolución de la armada colombiana.1025

Esta decisión del Libertador le ocasionó la enemistad del general José Prudencio
Padilla, vencedor en Maracaibo en 1823 y quizá el líder naval más perfilado
políticamente del bando santanderista.1026 Padilla aun en enero de 1827 llegó a proponer
al Libertador una expedición contra Cuba liderada por Antonio Abad Iznaga y otros

1024
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia.
Disponible en: http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf
(Descargado On Line el 05 de abril de 2016 a las 09:04 pm)
1025
Decreto del Presidente de la República Simón Bolívar del 24 de noviembre de 1826. Jiménez López,
Hadelis. Lino de Clemente y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, pp. 150 – 151
1026
Carta del general José Prudencio Padilla al Libertador Simón Bolívar. Cartagena, 20 de diciembre de
1826. O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo VII, p. 427
552
exiliados cubanos, que se ofrecían a correr con los gastos.1027 Dicha propuesta no
prosperó. Hacia 1828 Colombia se vio envuelta en el proceso de la Convención de
Ocaña y luego en la dictadura de Bolívar, que degeneró en el intento de magnicidio del
25 de septiembre de 1828 – la llamada Conspiración Septembrina – la cual tuvo como
uno de sus efectos más visibles el fusilamiento del general Padilla, que había sido
vinculado con dicha conspiración, y el exilio del general Santander.1028 El año de 1828
también trajo el inicio de la guerra con Perú, en la cual se evidenció el debilitamiento de
la marina colombiana, pues se tardó más de un año en poder enviar una fuerza naval
desde Puerto Cabello para liberar Guayaquil de la ocupación peruana. Cuando esta
fuerza, integrada por la fragata Colombia y la corbeta Urica, y al mando del General de
Brigada Renato Beluche, llegó a Guayaquil en febrero de 1830, ya la guerra había
terminado y Venezuela había iniciado su separación de la República de Colombia.
Antes, en junio de 1829, Bolívar había decretado la prohibición de la guerra de corso en
Colombia, acto último de varias decisiones suyas destinadas a eliminarla. Así fue como
el poder naval colombiano declinó, imposibilitándose para la República expulsar a las
fuerzas españolas del Caribe y apoyar la independencia de Cuba y Puerto Rico.

En contraste, el poder naval de México fue en aumento, correspondiéndole a


dicho país en lo sucesivo la iniciativa por liberar las Antillas Españolas. En efecto, en lo
que siguió de la década, patriotas cubanos que habían militado en el movimiento Soles y
Rayos de Bolívar, se articularon con los generales Nicolás Bravo y Antonio López de
Santa Anna, que preparaban en la península de Yucatán un ejército que supuestamente
acudiría a libertar la isla.1029 En este mismo orden de idas, el congreso mexicano llegó a
autorizar el 12 de mayo de 18281030, por persuasión del presidente Guadalupe
Victoria1031, la salida de tropas mexicanas hacia Cuba. El 17 de noviembre de ese año

1027
Carta del general José Prudencio Padilla al Libertador Simón Bolívar. Cartagena, 5 de enero de 1827.
O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo VII, p. 438
1028
Uribe Peláez, Guillermo. El Asesinato Judicial de un Héroe. Academia de la Historia de Cartagena de
Indias. Disponible en:
http://academiadelahistoriadecartagenadeindias.org/Publicaciones/Articulos%20Vicealmirante%20Guiller
mo%20Uribe/EL_ASESINATO_JUDICIAL_DE_UN_HEROE.pdf (Revisado On Line el 12 de
septiembre de 2016 a las 8:31 pm)
1029
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., p. 43
1030
Véase:
http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1828_117/Se_permite_la_salida_de_las_tropas_nacionales_par
a_llevar_la_guerra_Cuba.shtml
1031
Santovenia, Emeterio S. Bolívar y las Antillas hispanas, p. 51
553
México solicitó a Colombia ayuda para llevar a cabo dicho plan, pero sin obtener una
respuesta. También llama la atención una carta enviada el 9 de noviembre por el
Gobierno mexicano al Secretario de Guerra y Marina de Colombia, en la que se
proponía una expedición de más de 6.000 hombres que se enviarían a España, para
forzar a Fernando VII a reconocer las independencias y que sería comandada por el
Comodoro David Porter.1032

El primer acto certero del Gobierno mexicano fue la contratación del Comodoro
David Porter. Este marino había caído en desgracia ante la armada norteamericana
debido a un mal entendido con las autoridades coloniales españolas en Puerto Rico,
pero era un oficial de gran valía y fue recomendado por el embajador Poinsett al
presidente Victoria. Porter llegó a Veracruz en mayo de 1826 1033, trayendo consigo el
bergantín Guerrero, un buque nuevo y de gran poder dentro de su categoría, construido
por Henry Eckford.1034 Se trataba sin duda de una importante adición a la pequeña
escuadra mexicana. Así registró el propio Porter el hecho en sus memorias:

“A su llegada a Veracruz, el Comodoro Porter encontró a la armada en una


condición verdaderamente deplorable. Ésta consistía de una pequeña
fragata, la Libertad, de 32 cañones, la mayoría carronadas, el Guerrero,
previamente mencionado, el Victoria, un viejo bergantín que montaba 18 de
dieciocho libras, el bergantín Bravo de 14 carronadas de veinticuatro
libras, el Hermón, un pequeño bergantín hermafrodita de 5 cañones, y dos
pequeños cañoneros estacionados en Campeche. No había astillero de
ningún tipo, y el “depósito naval” no merecía ese nombre, porque no había
depósitos de ningún tipo a la mano. Los buques estaban todos
desmantelados, y bajo los cañones del fuerte, y muchos cascos antiguos.
Los pocos oficiales de la armada estaban en la pobreza, con la excepción
de tres o cuatro ingleses y estadounidenses que habían buscado el servicio
antes de la llegada del Comodoro.”1035

1032
Academia Nacional de la Historia. Archivo de Francisco Javier Yanes, Tomo XXX, Documento 148,
folios 338 – 340.
1033
Porter, David. Memoir of Commodore David Porter of the United States Navy. San Francisco,
University of California Libraries, 1875. Disponible en:
https://archive.org/details/memoircomm00portrich (Descargado el 03 de mayo de 2016 a las 09:54 pm),
p. 348
1034
Selig, Steven M. Draughts: The Henry Eckford Story, p. 98
1035
Porter, David. Memoir of Commodore David Porter of the United States Navy. San Francisco,
University of California Libraries, 1875. Disponible en:
554
Porter no perdió tiempo y tras establecer la disciplina en la armada mexicana,
procedió a formular un plan bastante osado. El 11 de octubre propuso que la escuadra
mexicana atacara el comercio español, aprovechando la debilidad de la escuadra de
Laborde en La Habana. Planteaba que los buques mexicanos llegaran hasta aguas
peninsulares, usando Gibraltar como base, y que vendiesen las presas capturadas en
Argel, regresando luego para hostigar Puerto Rico y Cuba, hasta atracar nuevamente en
Veracruz. Lo que sigue es un fragmento de dicho documento:

“[…] Mirando el asunto bajo sus aspectos diversos es conveniente que


nuestros buques de guerra salgan a la mar y se ocupen activamente en
causar daño al enemigo; aunque ellos cayesen en su poder no sería mayor
la perdida que si pereciesen de podredumbre amarrados a las argollas del
Castillo de Ulúa; si de lo contrario ellos se defendieran bizarramente antes
de rendirse, tanto se resarciría la República de honor como de caudal
consumido; pero, yo no juzgo probable que nuestros buques serán
apresados. Hace años que los colombianos están cruzando sobre las costas
de España y las de sus dominios al gran detrimento de su comercio y
provecho de ellos, y muy rara vez han logrado las fuerzas españolas su
captura […]”1036

Este audaz plan de Porter se basaba en dos elementos; primero, la propia


experiencia del comodoro estadounidense en la guerra contra los piratas berberiscos
(1805) y contra Gran Bretaña (1812 – 1815) y las hazañas de los corsarios colombianos
a comienzos y mediados del año 1826, como ya se ha señalado. Las siguientes acciones
de la escuadra mexicana bajo el mando de Porter, no solo constituyen hazañas dignas de
orgullo para México y Latinoamérica, sino que muestran la escasa operatividad y
capacidad de respuesta de la escuadra española, a pesar de los refuerzos coordinados
desde 1825 por el almirante Ángel Laborde y Navarro, comandante del apostadero de
La Habana; como contramedida a los preparativos colombianos en Cartagena por la
misma época.

https://archive.org/details/memoircomm00portrich (Descargado el 03 de mayo de 2016 a las 09:54 pm),


p. 352
1036
Documento del 11 de octubre de 1826, Archivo General de la Secretaría de Marina. Citado por
Carranza y Castillo, Miguel. …Y la Independencia se consolidó en el mar. Ensayo histórico sobre la
guerra entre México y España (1821 – 1836), p. 133
555
Los bergantines Hermón y Guerrero fueron enviados a aguas cubanas en
diciembre de 1826 con la misión de destruir todos los mercantes españoles que les fuese
posible.1037 Para mayo del año siguiente, la escuadra mexicana realizaba su primer gran
crucero, topándose de cerca con la escuadra de Laborde, y saliendo ilesa.1038 En el
verano del mismo año, la escuadra de Laborde logró atrapar a la de Porter en una de sus
varias paradas en Cayo Hueso, Florida. Sin embargo, con gran astucia Porter sacó su
flota durante la noche, burlando el bloqueo de Laborde y capturó varios mercantes
españoles en la costa noroeste de Cuba y en la propia salida del puerto de La
Habana.1039 Estas victorias de Porter tuvieron un gran significado moral. Así deja
constancia en sus memorias:

“Por este tiempo (finales de 1827) la escuadra mexicana había asumido una
apariencia muy meritoria. La disciplina estadounidense había llevado a
oficiales y soldados hasta la cuota máxima, y el regimiento rebelde que
había marchado a Veracruz, ornamentado con grilletes, esperando el remo
de galera como castigo por sus malas acciones, ahora era un brillante y
feliz conjunto de marineros. Sus formas atenuadas de una vez, que ahora se
presentan ejemplares de la belleza viril no fue superado en ningún servicio,
y las naves se habían convertido de prisión en hogares felices para ellos. Su
ración, adoptada de la de la Marina de los Estados Unidos, les dio una
gran cantidad de alimentos, como nunca antes habían soñado poseer. De
hecho, estos fueron sus días felices, si tales días han llegado alguna vez a
un gran cantidad de mexicanos.”1040

Sin embargo, la falta de dinero siempre comprometió las actividades de la


escuadra mexicana. La decisión de Porter de subastar en Cayo Hueso, y no en Veracruz,
los cargamentos de azúcar y café de los mercantes capturados causó gran malestar en
México, donde muchos comerciantes esperaban lucrarse. La captura de balleneros, por

1037
Porter, David. Memoir of Commodore David Porter of the United States Navy. San Francisco,
University of California Libraries, 1875.
Disponible en: https://archive.org/details/memoircomm00portrich (Descargado el 03 de mayo de 2016 a
las 09:54 pm), p. 354
1038
Ibídem, pp. 355 – 356
1039
Ibídem, pp. 356 - 357
1040
Ibídem, p. 358
556
su parte no aportó ningún beneficio a la causa.1041 Eso sí, en prácticamente todas las
acciones, la superior velocidad y capacidad de maniobra demostrada por la escuadra
mexicana le permitió siempre golpear al comercio español y escapar antes de que
Laborde pudiera forzarla a una batalla formal que probablemente habría perdido. De
hecho, en un solo crucero, los mexicanos capturaron o destruyeron un total de cien mil
dólares en valor de propiedades.1042 A pesar de estos éxitos, Porter decidió volver a
Veracruz, antes de que el Gobierno norteamericano protestara por haber convertido
Cayo Hueso en su centro de operaciones, violando flagrantemente la neutralidad de ese
país. La estadía de su flota en Cayo Hueso no sólo le permitió a Porter operar desde una
base mejor dotada y más cercana a su enemigo, sino que mantuvo a gran parte de la
flota de Laborde tratando de bloquearlo en Florida, y por tanto alejada del litoral
mexicano.1043 Es digno de mención que Porter rescató en varias ocasiones a marinos
colombianos capturados por los españoles, ya sea en los ataques a buques o mediante el
intercambio de prisioneros; esto según el espíritu de la alianza firmada entre ambos
países.1044

Sin embargo, las hazañas navales de los mexicanos terminarían de forma


abrupta. En diciembre de 1827 su escuadra volvió a zarpar, constituida por los
bergantines Hermón, Bravo y Guerrero. El 10 de febrero de 1828 en horas de la
mañana, el Guerrero avistó al bergantín español Marte y a la goleta Amelia, que
escoltaban a un grupo de mercantes. El Guerrero los atacó y dispersó, persiguiéndolos
hasta la rada de Mariel. Las autoridades españolas fueron avisadas y enviaron desde La
Habana la fragata Lealtad, de 54 cañones, para cazar al Guerrero, al que avistó a las
cinco de la tarde. Consciente Porter de la superioridad de su enemigo, trató de escapar
hacia Cayo Hueso, pero fue alcanzado al amanecer del 11, por lo que se aprestó a
combatir. La lucha comenzó a las 6 de la mañana y tras dos horas de combate el
Guerrero fue apresado e incorporado a la escuadra española con el nombre de Cautivo.
La pérdida del Guerrero no desalentó a los mexicanos, pues el Bravo capturó trece

1041
Ibídem, p. 361 - 362
1042
Ibídem, p. 367
1043
Ídem
1044
Documento del 2 de enero de 1827, Archivo General de la Secretaría de Marina y Documento del 7
de enero de 1827, Archivo General de la Secretaría de Marina. Citados por Carranza y Castillo, Miguel.
…Y la Independencia se consolidó en el mar. Ensayo histórico sobre la guerra entre México y España
(1821 – 1836), pp. 138 y p. 140 respectivamente, y Carranza y Castillo, Miguel. Ob. Cit., pp. 145, 146,
147 y 149.
557
presas más, mientras que el Hermón hizo otras cuatro, con las que regresaron a
Veracruz. Sin embargo, la cada vez mayor inestabilidad política dentro de México
afectó los esfuerzos de su armada, como ya había pasado en Colombia. En julio de 1829
el Comodoro David Porter solicitó su baja de la armada mexicana y partió a Estados
Unidos.1045 Terminaba así la corta pero intensa aventura naval mexicana.

Es también rescatable la historia del navío español Asia, que fue enviado al
Pacífico en 1824. En 1826 la tripulación de esta nave desertó hacia México. El 12 de
junio zarpó de Acapulco con el nuevo nombre de Congreso Mexicano rumbo a
Veracruz para unirse a las fuerzas de Porter, haciendo parada el 30 de julio en
Guayaquil, donde recibió víveres y otros auxilios de manos de las autoridades
colombianas. El 29 de septiembre paró en Valparaíso, de donde zarpó el 24 de agosto de
1827. A comienzos de noviembre de 1827 llegó a la isla de Margarita, donde las
autoridades colombianas le dieron asistencia y ayudaron a ocultarlo de la escuadra de
Laborde que le estaba dando caza con un navío, cuatro fragatas, dos corbetas y tres
bergantines. Esta fuerza llegó a aguas margariteñas en diciembre, cuando ya el
Congreso Mexicano, había zarpado hacia Veracruz. Esta epopeya constituye también
una muestra del grado al cual llegó la cooperación naval colombo-mexicana.

Regresando al año de 1829, encontramos que el general español Isidro Barradas,


veterano de la guerra en Venezuela, convenció a las autoridades españolas de darle una
oportunidad para aprovechar el descalabro de la armada mexicana. El 5 de julio de 1829
zarpó de La Habana con las fragatas Lealtad y Restauración, cinco bergantines, cuatro
goletas y algunos otros buques menores, transportando más de 3.500 hombres con el
objetivo de reconquistar México. La expedición desembarcó cerca de Tampico el 27 de
julio, pero tras algunos éxitos iniciales Barradas fue derrotado el 11 de septiembre en la
Batalla de Tampico, debiendo rendirse.1046 Fue el último golpe de España en América.
La independencia de México fue reconocida por España el 28 de diciembre de 1836.
Respecto a las repúblicas sucesoras de la antigua República de Colombia, España tardó

1045
Sin autor. “De la Independencia a la Actualidad” en el sitio web oficial de la Secretaría de Marina de
México. Disponible en:
http://web.archive.org/web/20090303221445/http://semar.gob.mx/historia/sinopsis2.htm (Revisado On
Line el 12 de mayo de 2016 a las 02:28 pm)
1046
Guerra Vilaboy, Sergio. Ob. Cit., pp. 51 – 53
558
más: la independencia de Ecuador fue reconocida el 16 de febrero de 1840, la de
Venezuela el 30 de marzo de 1845 y la de Colombia el 30 de enero de 1881.

Como hemos podido observar hasta aquí, México y Colombia llegaron a


planificar muy seriamente una expedición para expulsar a los españoles de Cuba y
Puerto Rico. Sin embargo, la principal causa de que dicha operación militar no se
llevara a cabo fue la abierta oposición de Estados Unidos y luego de Gran Bretaña, que
forzaron a los aliados a postergar el proyecto hasta que finalmente los acuerdos
quedaron en letra muerta.1047 En este sentido, pueden interpretarse los esfuerzos
diplomáticos de Estados Unidos y Gran Bretaña para que España reconociese las
independencias de las nuevas repúblicas y se pusiese fin a la guerra, como un recurso
casi desesperado para que México y Colombia ya no tuviesen razón o excusa para
asaltar Cuba y Puerto Rico, preservándose así dichas islas en manos españolas, hasta
que pudieran ser transferidas a Estados Unidos o Gran Bretaña.1048 Tal era pues la tesis
de “La Fruta Madura” que se manejaba en Washington ya en este período: a Cuba se le
comparaba con una fruta verde que debía dejarse madurar hasta que por pura gravedad
cayese en manos de los norteamericanos. Para ello, era preciso que la fruta cubana no
fuese arrancada de la rama española por las manos de Colombia o México.

Sin embargo, los factores externos no explican por sí solos por qué la expedición
colombo-mexicana sobre Cuba y Puerto Rico no llegó a ser. En este punto, nos resulta
muy reveladora la interpretación de la doctora María Elena Capriles, quien comenta:

“En general, la correspondencia de Bolívar muestra su preocupación con


respecto a los deseos de algunos de incursionar en territorios españoles
caribeños, además de revelar repetidas gestiones que portan como finalidad
hacer desistir de dichos intentos liberadores.
Un año después de Ayacucho, el año 1825, Simón Bolívar insiste en la
correspondencia con Santander para que éste evite por todos los medios la
tentación de libertar a La Habana, y aclara que los españoles ya no
representan peligro, en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son
omnipotentes y, por lo mismo, temibles.

1047
Ibídem, p. 48
1048
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 131 – 132
559
Añade Bolívar que el General Sucre tiene deseos de llevar a cabo la
expedición sobre las dos islas antillanas y que no ha podido verlo (por
encontrarse aquel en Arequipa), para hacerlo renunciar a tal idea.
La diversidad de posiciones por parte de distintos personajes
gubernamentales nos muestra el cruce de noticias diversas y la
ambivalencia acerca de intervenir en la independencia de Cuba y Puerto
Rico. Algunos de los oficiales victoriosos en el continente consideraban una
oportunidad y una necesidad extirpar por completo la presencia española
en América. En carta dirigida por Santander al Libertador, el primero
tranquilizar a Bolívar mencionando expresamente que Clemente lleva
instrucciones de no “intentar nada de firme contra La Habana”. Esta
aclaratoria corrobora la posición del líder venezolano al respecto.
Bolívar, a la vista ya del caos post-revolucionario, además de buscar
consolidar el triunfo en tierras peruanas, pone su fuerza en cimentar la paz
en las nuevas naciones a través de las instituciones republicanas, en la
unión hispanoamericana y en la ejecución de la obra de construir una
nación moderna, al estilo ilustrado.”1049

En todo caso, más allá de que México y Colombia no pasaran a la acción


planteada sobre Cuba y Puerto Rico; podemos concluir que la alianza que firmaron
resulta muy peculiar e importante en la historia latinoamericana. Como dijimos al
inicio, se trató de una alianza de acentuado carácter naval, algo de por sí llamativo en
Latinoamérica, donde las repúblicas nacidas del ex imperio español han mostrado poca
vocación naval y marinera en términos generales.

En segundo lugar, no se trató del auxilio unidireccional de una república a otra,


como fue el caso del Río de la Plata, Chile y Colombia con Perú; sino una auténtica
cooperación para la mutua defensa y seguridad entre dos Estados independientes y
funcionales, respecto a un enemigo común. No se vería una alianza como ésta en
Latinoamérica sino hasta 1865 – 66, cuando Ecuador, Perú, Bolivia y Chile unieron
esfuerzos para derrotar a España en su tentativa de recolonizar la costa pacífica de
Sudamérica.

En tercer lugar, la alianza colombo-mexicana tuvo un importante impacto


internacional, que no ha sido valorado en su justa medida. En efecto, la coordinación de

1049
Capriles, María Elena. Ob. Cit., p. 163

560
esfuerzos entre ambas naciones mantuvo a raya a las fuerzas navales españolas entre
1823 y 1829, obligándolas a operar a la defensiva y haciendo que la Monarquía
Española desistiese de cualquier ataque serio sobre territorio continental mexicano,
centroamericano o colombiano. Además de esto, la amenaza de un ataque sobre Cuba y
Puerto Rico, movió a la diplomacia norteamericana y británica en pro de conseguir de
España el reconocimiento de las independencias de las nuevas repúblicas, para así poner
punto final a la guerra. Es decir, aunque de forma indirecta y un tanto diferente a lo que
planificaron los gobiernos de Guadalupe Victoria y Simón Bolívar - Francisco de Paula
Santander, la alianza colombo–mexicana sirvió al propósito de asegurar la
independencia de ambas naciones y de toda Hispanoamérica.

b) Relaciones con Gran Bretaña, Estados Unidos y la Santa Alianza

Para mediados de la década de 1825 habían solo tres países con verdadera fuerza
e influencia en todo el continente americano: Gran Bretaña, Estados Unidos y muy en
tercer lugar Francia, la cual también operaba como vocero de la Santa Alianza. Gran
Bretaña era la “superpotencia” de la época; triunfante en las Guerras Napoleónicas, su
armada controlaba todos los mares del mundo, su comercio llegaba a todas partes del
globo y su relación con los independentistas hispanoamericanos le daba un lugar
privilegiado a nivel político y comercial con las nuevas naciones que se formaban.
Además de eso, su condición de natural mediadora entre la Santa Alianza – que
acariciaba el sueño de apoyar a España en una reconquista de América – y los nuevos
Estados americanos, reforzaban su preeminencia en el nuevo mundo.

Por su parte, Estados Unidos, aún sin contar con un poder siquiera cercano al de
Gran Bretaña, estaba mostrando un dinamismo comercial y político que lo había
convertido en el primer competidor contra Gran Bretaña por los mercados
hispanoamericanos. Por otra parte, el sistema político estadounidense, así como su
propio origen, hacían del país el ejemplo a seguir por las nuevas repúblicas, lo cual fue
aprovechado por Washington. Finalmente, la Doctrina Monroe fue el punto culminante
de la pretensión norteamericana de aventajar a los británicos en el dominio del comercio
con los nuevos Estados surgidos del ex imperio español.

561
Finalmente Francia, aunque perdedora en las Guerras Napoleónicas, había
mantenido su estatus de potencia. Su armada era aún la segunda del mundo, mantenía
varias posesiones coloniales en el Caribe, la restauración de los Borbones la había hecho
férrea defensora del Antiguo Régimen, era el único miembro de la Santa Alianza con
presencia en América y además era aliada de España, llegando al punto de haber
instalado de nuevo el absolutismo de Fernando VII.

Estos eran pues los tres países con mayor influencia en la América antes
española, y por ello es trascendental cómo la República de Colombia se relacionó con
ellos.

1) Relación con Gran Bretaña

La relación de Gran Bretaña con los independentistas de lo que llegó a ser la


República de Colombia, se remontan al apoyo que el Gobierno británico le prestó a
Francisco de Miranda desde finales del siglo XVIII, y más precisamente desde que fue
recibida la misión diplomática de la Junta de Caracas, integrada Luis López Méndez,
Andrés Bello y Simón Bolívar en 1810. Posteriormente, Gran Bretaña permitió a sus
banqueros, comerciantes y particulares prestar dinero, vender armas y alistarse como
voluntarios para luchar al lado de Bolívar. Ahora, ya formada la República de Colombia
y otros Estados en el ex imperio español, Gran Bretaña se apresuraba a recoger los
frutos de un trabajo llevado a cabo de manera lenta y paciente desde el siglo anterior. En
este sentido, el autor Fermín Toro Jiménez reflexiona.

“[…] reconocer formalmente las repúblicas independientes de la América


española se transformó en un imperativo político del Gabinete inglés para
transformar dicho aislamiento en una gran iniciativa de poder,
consolidación de un mercado, una “alianza” extraeuropea de vastas
proporciones y la afirmación de un poder mundial que había decidido
asumir, conscientemente […] el reconocimiento particular de Colombia
estaba también determinado por el hecho de que en la costa sur de Tierra
Firme del viejo Imperio colonial de las Antillas británicas de Sotavento y
Barlovento, había surgido de la autodeterminación un nuevo poder
republicano, que había que conocer y monitorear en su conducta. Por ello,
entablar relaciones era una necesidad imperiosa no sólo para las colonias
562
británicas sino para preservar a Cuba y Puerto Rico, a la sazón protegidos
de Inglaterra por cuenta de la dependiente, debilitada y también protegida
monarquía hispana.”1050

En efecto, para los ingleses había llegado ya el momento de establecer relaciones


formales con los nuevos Estados, negociar tratados comerciales favorables y cobrar las
deudas contraídas a favor de sus banqueros y comerciantes. Es decir, la aparente
amistad británica era bastante interesada, aunque al parecer los líderes colombianos no
se percataron por completo de ello. En efecto, la forma en que Gran Bretaña se plantó
frente a los planes de reconquista de España y la Santa Alianza, así como el
reconocimiento de la independencia colombiana, hicieron que los gobernantes de la
República creyeran en la sinceridad del supuesto aliado.

“Habiendo declarado la Gran Bretaña que nunca concurrirá al Congreso


europeo en que se intentaba considerar los negocios de la América
independiente, ni permitirá que a pretexto de auxiliar a la Metrópoli se
mezcle en la cuestión potencia ni confederación ninguna, por formidable
que sea, no son ya de temer ni las amenazas de España […]

[…] Contenidos los aliados, la España, por ciega y desatinada que se


halle, no podrá llevar al extremo su despecho con respecto a nosotros. Sin
ejército, sin marina, sin rentas y en la necesidad de mantener cuarenta mil
franceses, que apenas son capaces de más que de conservar alguna
apariencia de orden en las capitales; habitada por el espíritu de venganza
y por la exasperación, y sin otro porvenir que nuevas revoluciones o entero
anonadamiento, la España no es capaz de nada […] Se esfuerza ella a
obtener de la Rusia, bajo cualquier título, algunos otros buques con que
hacer expediciones a Méjico y al Perú, que son los dos puntos que más
llaman ahora su atención: más la Inglaterra, al comunicar a otras Cortes
su determinación de impedir que se auxilie a la España contra la América,
ha añadido que considerará como auxilios de esta especie cualesquiera
armamentos, subsidios, o simples auxilios pecuniarios que se presten.”1051

1050
Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, p. 353
1051
Carta de José Rafael Revenga al Libertador Simón Bolívar. Londres, 17 de marzo de 1824. Memorias
del General O´Leary. Tomo VI, pp. 491 – 492

563
En otra carta de la misma fecha, Revenga informaba con gran emoción al
Libertador sobre el reconocimiento de Gran Bretaña a la independencia de Colombia

“La fortuna me había proporcionado el placer de ser el que primero diese


noticia del reconocimiento hecho por la Inglaterra […]

Esta determinación de Inglaterra […] y el ejemplo de la Inglaterra será


inmediatamente seguido por la Holanda, la Suecia, Dinamarca, y muy
probablemente, aunque quizás algo más tarde, por la Francia, que ya se
habrá convencido para entonces de la impracticabilidad de sus proyectos
de mediación, cuyos celos y envidia de la prosperidad inglesa, se han
renovado con todo el vigor que tuvieron antes de la revolución, y cuyo
Gobierno, avergonzado de la conducta de Fernando, no tiene que
responder ni a las reconvenciones que le han hecho algunas Naciones
extranjeras, ni a los reproches y quejas de los mismos franceses, que ven
deslucido de este modo el triunfo del Duque de Angulema. Para acelerar
esta determinación de parte del gobierno francés, dejé a algunos de los
principales oradores de una y otra Cámara gran copia de los materiales y
una memoria estadística de Colombia y de toda la América, que también
habrá sido presentada (luego que haya sido corregida la traducción) al
Delfín, a quien se ha dado asiento en el Consejo de Ministros, que ha
manifestado bastante prudencia en la dirección de los negocios públicos, a
quien atribuyen por la mayor parte de la buena conducta que ha
distinguido el principio del reinado de su padre y que conoce mejor que
ninguno lo que vale la España y lo que vale Fernando.”1052

Lo explicado por Revenga era uno de los puntos más importantes del
reconocimiento de Gran Bretaña. En efecto, varias naciones marítimas del norte y
occidente de Europa eran prácticamente satélites económicos y políticos de Londres,
tales como Portugal, Holanda, Dinamarca y Suecia. Estos países no contaban con
suficiente fuerza militar para llegar a ser una amenaza para Colombia, y por el contrario,
estaban ansiosos por establecer un lucrativo comercio con la nueva república. Holanda,
Dinamarca y Suecia tenían posesiones en el Caribe, y ya venían desarrollando un

1052
Carta de José Rafael Revenga al Libertador Simón Bolívar. Londres, 17 de marzo de 1824. Ibídem,
pp. 496 – 497

564
comercio ilegal con Colombia, por lo que sólo podían esperarse efectos positivos al
establecerse relaciones con ellos.

Pese a haber anunciado en 1824 su decisión de reconocer a la República de


Colombia, el Gobierno británico tardó hasta mediados del año siguiente para firmar un
tratado y establecer formalmente relaciones. El tratado fue objeto de debate en el
Consejo de Gobierno, en gran parte por las exigencias británicas en cuanto a comercio,
que vendrían a nivelar la balanza con Estados Unidos, país con el que Colombia había
iniciado relaciones el año anterior.

“Reunido el consejo, compuesto de los secretarios de relaciones exteriores,


de hacienda y del interior, sin el ministro de la Alta Corte de Justicia,
doctor Félix Restrepo, por hallarse ocupado, presidiendo el excelentísimo
jefe de la República, su excelencia manifestó e hizo leer la nota que en esta
fecha han pasado al gobierno los plenipotenciarios señores Gual y
Briceño, manifestando que nada han podido conseguir de los de su
majestad británica, en cuanto a variar los artículos 5o., 6o. y 7o. del
proyecto de tratado que éstos presentaron; ellos insistieron en que no
tienen instrucciones algunas para acceder a las variaciones que se les
proponen y a algunas modificaciones. La materia se meditó en el consejo
largamente, viéndose por todos sus aspectos, y al fin, considerando que un
tratado con la Gran Bretaña será de la más alta importancia a Colombia
para afirmar la opinión pública y ponernos a cubierto de las
maquinaciones de los santos aliados; que el reconocimiento de nuestra
independencia está pendiente de que haya o no tratados, el que se exige
como condición previa; que es muy probable y casi cierto que Méjico y
Buenos Aires concederán a la Gran Bretaña la reciprocidad de que hablan
los artículos 5o., 6o. y 7o. del tratado, en cuyo caso la opinión del pueblo
inglés se volverá contra el gobierno de Colombia, refluyendo a Méjico y
Buenos Aires los capitales que no se empleen en nuestra República; que los
derechos de importación son todavía altos, por lo cual no habrá un grave
perjuicio en que se rebaje un cinco por ciento a los ingleses y americanos;
en fin, que tenemos medios para fomentar nuestra marina, aun cuando sean
iguales los derechos que paguen las mercaderías introducidas en buques
ingleses y en colombianos; se acordó que se instruyera a nuestros
plenipotenciarios, que después de haber hecho, como lo han verificado,
todos los esfuerzos para que se varíe el tratado propuesto por los

565
comisionados de su majestad británica, asientan a él en los términos
propuestos por los mismos. Con lo cual se terminó la sesión.”1053

Presentamos a continuación el tratado firmado entre ambas naciones, con el cual


abrieron relaciones formales.

“TRATADO DE AMISTAD, COMERCIO Y NAVEGACIÓN ENTRE


COLOMBIA E INGLATERRA

Bogotá, 18 de abril de 1825


Firmantes:

Por COLOMBIA, Pedro Gual,


Pedro Briceño Méndez

Por INGLATERRA, Juan Potter Hamilton,


Patricio Campbell

En el nombre de la Santísima Trinidad.

Habiéndose establecido extensas relaciones comerciales, por una


serie de años, entre varias provincias o paises de América, que unidos
ahora constituyen la República de Colombia, i los dominios de Su Majestad
el Rei del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, ha parecido
conveniente, así para la seguridad i fomento de aquella correspondencia
comercial, como para mantener la buena intelijencia entre la dicha
República i su dicha Majestad, que las relaciones que ahora subsisten entre
ámbas sean regularmente conocidas, i confirmadas por medio de un
tratado de amistad, comercio i navegación.

Con este objeto han nombrado sus respectivos Plenipotenciarios, a


saber: el Vicepresidente, encargado del Poder Ejecutivo de la República de
Colombia, a Pedro Gual, Secretario de Estado i del despacho de
Relaciones Esteriores de la misma, i al Jeneral Pedro Briceño Méndez; i Su
Majestad el Rei de la Gran Bretaña e Irlanda, a Juan Potter Hamilton,

1053
CONSEJO EXTRAORDINARIO DEL MARTES 12 DE ABRIL DE 1825. Sin autor. Acuerdos del
Consejo de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá,
Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de
la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988.
En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

566
escudero, i a Patricio Campbell, escudero; quienes, despues de haberse
comunicado sus respectivos plenos poderes, hallados en debida i propia
forma, han convenido i concluido los artículos siguientes:

Artículo primero. Habrá perpetua, firme i sincera amistad entre la


República i pueblo de Colombia, i los dominios i súbditos de Su Majestad
el Rei del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, sus herederos i
sucesores.

Artículo segundo. Habrá entre todos los territorios de Colombia, i los


territorios de Su Majestad Británica en Europa, una recíproca libertad de
comercio. Los ciudadanos i súbditos de los dos paises, respectivamente,
tendrán libertad para ir libre i seguramente con sus buques i cargamentos
a todos aquellos parajes, puertos i ríos, en los territorios antedichos, a los
cuales se permite, o se permitiere ir a otros estranjeros; entrar en los
mismos, i permanecer i residir en cualquiera parte de los dichos territorios
respectivamente: tambien para alquilar i ocupar casas, i almacenes para
los objetos de su comercio; i jeneralmente, los comerciantes i traficantes de
cada Nacion, respectivamente, gozarán la mas completa proteccion i
seguridad para su comercio, estando siempre sujetos a las leyes i estatutos
de los dos paises respectivamente.

Artículo tercero. Su Majestad el rey del Reino Unido de la Gran


Bretaña e Irlanda, se obliga además a que los ciudadanos de Colombia
tengan la misma libertad de comercio i navegacion que se ha estipulado en
el artículo anterior, en todos sus dominios situados fuera de Europa, en
toda la estension en que se permite ahora, o se permitiere después a
cualquiera otra nación.

Artículo cuarto. No se impondrán otros o más altos derechos a la


importación en los territorios de Colombia de cualesquiera artículos del
producto natural, producciones o manufacturas de los dominios de Su
Majestad Británica, ni se impondrán otros o más altos derechos a la
importación en los territorios de Su Majestad Británica de cualesquiera
artículos del producto natural, producciones o manufacturas de Colombia,
que los que se pagan o pagaren por semejantes artículos, cuando sean
producto natural, producciones o manufacturas de cualquiera otro pais
estranjero; ni se impondrán otros, o más altos derechos o impuestos, en los
territorios o dominios de cualquiera de las partes contratantes, a la
esportacion de cualesquiera artículos para los territorios o dominios de la
otra, que los que se pagan o pagaren por la esportacion de iguales
artículos para cualquiera otro país estranjero. Ni se impondrá prohibicion
alguna a la esportacion, o importacion de cualesquiera artículos del
producto natural, producciones o manufacturas de los territorios i
dominios de Colombia o de Su Majestad Británica, para los dichos o de los
dichos territorios de Colombia, o para los dichos o de los dichos dominios
de Su Majestad Británica, que no se estiendan igualmente a todas las otras
Naciones.

567
Artículo quinto. No se impondrán otros, o mas altos derechos o
impuestos, por razon de tonelada, fanal o emolumentos de puerto, práctico,
salvamento en caso de avería o naufrajio, o cualesquiera otros gastos
locales, en ninguno de los puertos de los territorios de Su Majestad
Británica, a los buques colombianos, que los pagaderos en los mismos
puertos por buques británicos; ni en los puertos de Colombia, a los buques
británicos, que los pagaderos en los mismos puertos por buques
colombianos.

Artículo sexto. Se pagarán los mismos derechos a la importacion,


en los dominios de Su Majestad Británica, de cualquier artículo del
producto natural, producciones o manufacturas de Colombia, ya sea que
esta importacion se haga en buques británicos, o en colombianos: i se
pagarán los mismos derechos a la importacion en los territorios de
Colombia de cualquiera artículo del producto natural, producciones o
manufacturas de los dominios de Su Majestad Británica, ya sea que esta
importacion se haga en buques colombianos o en británicos. Se pagarán
los mismos derechos, i se concederán los mismos descuentos i
gratificaciones, a la esportacion de cualesquiera artículos del producto
natural, producciones o manufacturas de Colombia, para los dominios de
Su Majestad Británica, ya sea que esta esportacion se haga en buques
británicos o en colombianos: i se pagarán los mismos derechos, i se
concederán los mismos descuentos i gratificaciones a la esportacion para
Colombia de cualesquiera artículos del producto natural, producciones o
manufacturas de los dominios de Su Majestad Británica, ya sea que esta
esportacion se haga en buques colombianos o en británicos.

Artículo séptimo. Para evitar cualquiera mala intelijencia, con


respecto a las reglas que pueden respectivamente constituir un buque
colombiano, o británico, se ha convenido aquí, que todo buque construido
en los territorios de Colombia, i poseido por sus ciudadanos o por alguno
de ellos, i cuyo capitan i tres cuartas partes de los marineros, a lo menos,
sean ciudadanos colombianos, escepto en los casos en que las leyes
provean otra cosa por circunstancias estremas, será considerado como
buque colombiano; i todo buque construido en los dominios de Su Majestad
Británica, i poseido por súbditos británicos o por alguno de ellos, i cuyo
capitan i tres cuartas partes de los marineros, a lo ménos, sean súbditos
británicos, escepto en los casos en que las leyes provean otra cosa por
circunstancias estremas, será considerado como buque británico.

Artículo octavo. Todos los comerciantes, comandantes de buques, i


otros ciudadanos i súbditos de la República de Colombia, i de Su Majestad
Británica, tendrán entera libertad en todos los territorios de ámbas
potencias, respectivamente, para manejar por sí mismos sus propios
negocios, o confiarlos al manejo de quien gusten, como corredor, factor,
ajente o intérprete; ni serán obligados a emplear otras personas
cualesquiera para aquellos objetos, ni a pagarles salario alguno o
remuneracion, a ménos que ellos quieran emplearlos; i se concederá
absoluta libertad en todo caso al comprador i vendedor, para contratar i
fijar el precio de cualesquiera efectos, mercaderías o jéneros importados, o
568
esportados de los territorios de cualquiera de las dos partes contratantes,
segun lo tengan a bien.

Artículo noveno. En todo lo relativo a la carga i descarga de


buques, seguridad de las mercaderias, jéneros i efectos, la sucesion de
bienes muebles, i la disposicion de propiedad mueble de toda especie i
denominacion, por venta, donacion, cambio o testamento, o de otra manera
cualquiera, como tambien a la administracion de justicia, los ciudadanos i
subditos de las dos partes contratantes gozarán, en sus respectivos
territorios i dominios, los mismos privilejios, libertades i derechos que la
Nacion mas favorecida; i no se les impondrá, por ninguno de estos
respectos, impuestos o derechos algunos, mas altos que los que pagan o
pagaren los ciudadanos o subditos de la potencia en cuyos territorios o
dominios residan. Estarán esentos de todo servicio militar forzado, de mar
o de tierra, i de todo préstamo forzoso, o esacciones o requisiciones
militares; ni serán compelidos a pagar contribucion alguna ordinaria,
mayor que las que paguen los ciudadanos o subditos de una u otra
potencia, bajo ningun pretesto cualquiera.

Artículo 10o. Será libre a cada una de las partes contratantes el


nombrar Cónsules para la protección del comercio, que residan en los
territorios i dominios de la otra parte; pero ántes que cualquier Cónsul
obre como tal, será aprobado i admitido en la forma acostumbrada por el
Gobierno al cual fuere enviado; i cualquiera de las partes contratantes
puede esceptuar de la residencia de Cónsules, aquellos lugares
particulares que cualquiera de ellas juzgue conveniente esceptuar.

Artículo 11o. Para la mejor seguridad del comercio entre los


ciudadanos de Colombia i los subditos de Su Majestad Británica, se ha
convenido, que si en algun tiempo desgraciadamente sucediere alguna
interrupcion de la correspondencia comercial amistosa, o algun
rompimiento entre las dos partes contratantes, los ciudadanos o subditos
de cualquiera de las dos partes contratantes, residentes en los dominios de
la otra, tendrán el privilejio de permanecer i continuar su tráfico allí sin
ninguna especie de interrupcion, mientras se conduzcan pazíficamente i no
cometan ofensa contra las leyes; i sus efectos i propiedades, ya estén
confiadas a individuos particulares o al Estado, no estarán sujetos a
ocupacion o secuestro, ni a ningunas otras demandas que las que puedan
hacerse de iguales efectos o propiedades pertenecientes a ciudadanos o
súbditos de la potencia en que residan.

Artículo 12o. Los ciudadanos de Colombia gozarán, en todos los


dominios de Su Majestad Británica, una perfecta e ilimitada libertad de
conciencia, i la de ejercitar su relijion pública o privadamente, dentro de
sus casas particulares o en las capillas o lugares del culto destinados para
aquel objeto, conforme al sistema de tolerancia establecido en los dominios
de Su Majestad. Asimismo los súbditos de Su Majestad Británica,
residentes en los territorios de Colombia, gozarán de la mas perfecta i
entera seguridad de conciencia, sin quedar por ello espuestos a ser
molestados, inquietados, ni perturbados en razon de su creencia relijiosa,
569
ni en los ejercicios propios de su relijion, con tal que lo hagan en casas
privadas, i con el decoro debido al culto divino, respetando las leyes, usos i
costumbres establecidas. Tambien tendrán libertad para enterrar los
súbditos de Su Majestad Británica, que mueran en los dichos territorios de
Colombia, en lugares convenientes i adecuados, que ellos mismos designen
i establezcan, con acuerdo de las autoridades locales, para aquel objeto; i
los funerales o sepulcros de los muertos no serán trastornados de modo
alguno, ni por ningun motivo.

Artículo 13o. El Gobierno de Colombia se compromete a cooperar


con Su Majestad Británica para la total abolicion del tráfico de esclavos, i
para prohibir a todas las personas habitantes en el territorio de Colombia,
del modo mas eficaz, el que tomen parte alguna en semejante tráfico.

Artículo 14o. I por cuanto seria conveniente, i útil para facilitar


mas la mutua buena correspondencia entre las dos partes contratantes, i
evitar en adelante toda suerte de dificultades, que se propongan i adicionen
al presente tratado otros artículos, que por falta de tiempo i la premura de
las circunstancias no pueden ahora redactarse con la perfeccion debida; se
ha convenido i conviene por parte de ámbas potencias, que se prestarán,
sin la menor dilacion posible, a tratar i convenir sobre los artículos que
faltan a este tratado, i se juzguen mútuamente ventajosos; i dichos
artículos, cuando se convengan i sean debidamente ratificados, formarán
parte del presente tratado de amistad, comercio i navegacion.

Artículo 15o. El presente tratado de amistad, comercio i


navegacion, será ratificado por el Presidente o Vicepresidente encargado
del Poder Ejecutivo de la República de Colombia, con consentimiento i
aprobacion del Congreso de la misma, i por Su Majestad el Rei del Reino
Unido de la Gran Bretaña e Irlanda, i las ratificaciones serán canjeadas en
Londres en el término de seis meses, contados desde este dia, o ántes si
fuese posible.

En testimonio de lo cual, los respectivos Plenipotenciarios han


firmado las presentes, i puesto sus sellos respectivos.

Dadas en el ciudad de Bogotá, el dia 18 del mes de abril del año del
señor mil ochocientos veinticinco.

(L.S.)
Pedro Gual

(L.S.)
Pedro Briceño Méndez

(L.S.)
John Potter Hamilton

(L.S.)
Patrick Campbell
570
Artículo adicional. Por cuanto, en el presente estado de la marina
colombiana, no seria posible que Colombia se aprovechase de la
reciprocidad establecida por los artículos quinto, sesto i sétimo del tratado
firmado hoi, si aquella parte que estipula que, para ser considerado como
buque colombiano, el buque debe haber sido realmente construido en
Colombia, se pone inmediatamente en ejecucion; se ha convenido en que
por el espacio de siete años, que se han de contar desde la fecha de la
ratificacion de este tratado, todo buque de cualquiera construccion, que
sea bona fide propiedad de alguno o algunos de los ciudadanos de
Colombia, i cuyo capitan i tres cuartas partes de los marineros, a lo ménos,
sean tambien ciudadanos colombianos, escepto en los casos en que las
leyes provean otra cosa por circunstancias estremas, será considerado
como buque colombiano: reservándose Su Majestad el Rei del Reino Unido
de la Gran Bretaña e Irlanda el derecho, al fin de dicho término de siete
años, de reclamar el principio de restriccion reciproca estipulado en el
articulo sétimo ántes referido, si los intereses de la navegacion británica
resultaren perjudicados por la presente escepcion de aquella reciprocidad
en favor de los buques colombianos.

El presente artículo adicional tendrá la misma fuerza i validez que si


se hubiera insertado, palabra por palabra, en el tratado firmado hoi: será
ratificado, i las ratificaciones serán canjeadas, en el mismo tiempo.

En fe de lo cual, los respectivos Plenipotenciarios lo han firmado, i


puesto sus sellos respectivos.

Dado en la ciudad de Bogotá el dia dieziocho del mes de abril del


año del señor mil ochocientos veinticinco.

(L.S.)
Pedro Gual

(L.S.)
Pedro Briceño Méndez

(L.S.)
John Potter Hamilton

(L.S.)
Patrick Campbell

Nota. Las ratificaciones íntegras de este tratado i de su artículo adicional fueron


canjeadas en Londres en la forma debida, el día 7 de noviembre del mismo año
de 1825. Véanse las declaraciones siguientes.

571
DECLARACIONES ANEXAS AL TRATADO DE 18 DE ABRIL DE 1825,
ENTRE COLOMBIA E INGLATERRA

Aceptación. El infrascrito plenipotenciario de la República de Colombia,


habiendo recibido de S. E. el Secretario principal de Estado en el
departamento de Negocios estranjeros una declaracion en que se espresa
"Que a fin de evitar cualquiera mala intelijencia que pudiese ocurrir en la
ejecucion de aquella parte del artículo 7o. del tratado entre Su Majestad
Británica i la República de Colombia, firmado en Bogotá el 18 de abril de
1825, en el cual se define qué buques han de considerarse con derecho a
gozar los privilejios de buques británicos i colombianos; fuera de los
requisitos espresados allí, tendrán así mismo derecho a ser considerados
como buques británicos los que hubieren sido apresados a un enemigo por
los buques de guerra de Su Majestad Británica, o por subditos de su dicha
Majestad provistos de patentes de corso por los Lores comisionados del
Almirantazgo, i regularmente condenados como de buena presa en uno de
los tribunales de presa de su dicha Majestad, o que hubieren sido
condenados en cualquier tribunal competente por infraccion de las leyes
establecidas para impedir el comercio de esclavos: i que del mismo modo,
los buques apresados al enemigo por los buques de Colombia, i
condenados en igualdad de circunstancias, tendrán derecho a ser
considerados como buques colombianos". El infrascrito, en virtud de los
plenos poderes de que se halla revestido, acepta i adopta por las presentes
dicha declaracion, en nombre i representacion de su Gobierno.

Londres, 7 de noviembre de 1825.

Manuel José Hurtado”1054

Como resultará evidente para el lector, el tratado resultaba bastante desigual en


lo comercial, por lo que viene a sustentar el análisis de que Gran Bretaña se apuraba en
recoger los frutos de la desintegración de la Monarquía Española, un suceso largamente
esperado y trabajado. En este sentido, reproducimos las reflexiones de Fermín Toro
Jiménez:

1054
López Domínguez, Luis Horacio (Compilador). “Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva
Granada: Tratados y Convenios 1811 – 1856” en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line). Colombia. Tratados, etc. Colección de
tratados públicos, convenciones y declaraciones diplomáticas de los Estados Unidos de Colombia.
Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1866, p. 48-59. Archivo general y microfilm del ministerio de
Relaciones Exteriores. Bogotá. Archivador CH, gaveta 4, documento 2-310.
572
“El reconocimiento de Colombia y el intercambio de representantes
diplomáticos, Patricio Campbell como Encargado de Negocios de Su
Majestad y Manuel José Hurtado por la República de Colombia, y la
celebración del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación fueron
prácticamente simultáneos en los primeros meses de 1825. La presión
inglesa, a cambio del reconocimiento, se hizo sentir sobre algunas
disposiciones del proyecto de tratado negociado y suscrito en Bogotá el 18
de abril de 1825. Las materias claves en el tratado, cuyo proyecto parece
haber sido elaborado por las autoridades inglesas, fueron: 1) La
reciprocidad en la libertad de comercio, que no significaba otra cosa que
la apertura ilimitada del mercado colombiano a las mercancías británicas
[…] 2) La concesión recíproca de ambas partes del Trato de la Nación
Más Favorecida, en cuanto a los derechos de importación, tonelada, fanal
y emolumentos de puerto exigidos por la importación de bienes de otros
países […] 3) La reciprocidad en cuanto al transporte de mercaderías en
buques británicos y colombianos. En este caso, la desigualdad favoreció a
la Gran Bretaña pues Colombia carecía de flota mercante. A ello se añadió
que la definición que el tratado hacía de buque “nacional”, británico y
colombiano, consagraba un verdadero monopolio del transporte marítimo
para la Gran Bretaña en la importación y exportación de bienes de
procedencia británica. A cambio, los ingleses sólo ofrecían a Colombia,
por un lapso de siete años, una calificación provisional de buque nacional,
que le permitía compensar sólo parcial y temporalmente la desigualdad
contenida en el tratado. 4) La reciprocidad en cuanto al ejercicio del culto
religioso, que implicó la protección por parte del Estado colombiano del
culto protestante inglés.

Este tratado colombo-británico de 1825 fue uno de los eslabones de


Colombia y contribuyó a conformar, con el tiempo, un vínculo de
dependencia económica con la Gran Bretaña y una dificultad cierta para
emprender una política de integración hispanoamericana.”1055

Un comentario mucho más cercano a la época sobre este tratado fue el de José
Manuel Restrepo, quien sobre el asunto escribió:

“Sometióse inmediatamente el tratado al congreso, cuya aprobación


recibió, ratificándolo en consecuencia el poder ejecutivo. Casi todos los
hombres influyentes de Colombia estuvieron en aquel tiempo a favor del

1055
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 354 - 355
573
tratado, a pesar de que veían la inmensa desigualdad que había en el
fondo, sin embargo de las voces repetidas de igualdad recíproca que
contienen sus artículos. Por cien buques ingleses que llegan a los puertos
de Colombia, no arriban cinco en el mismo término, cualquiera que sea, a
los de la Gran Bretaña; por consiguiente, si para esta se rebajaron al año
cien pesos de los derechos, Colombia apenas gozará en el mismo tiempo de
la rebaja de cinco. ¿Qué proporción había o hay entre la marina mercante
y el comercio inglés en Colombia, y el de esta República con la Gran
Bretaña?

Sin embargo de tan inmensa desigualdad, de la perpetuidad del tratado, y


de que puede decirse que los negociadores ingleses, o más bien su
gobierno, lo impusieron como una necesidad a nuestra naciente República,
pues lo trajeron redactado de Londres y sin facultad de variar una coma,
estuvimos por él porque lo juzgamos necesario. Sin tratado no había
reconocimiento de la Gran Bretaña, y sin el reconocimiento creíamos
expuesta la Independencia por parte de la Santa Alianza. Ahora se tienen
como infundados aquellos temores; empero ellos existían, e inclinaron el
ánimo del congreso y del ejecutivo colombianos para aprobar y ratificar un
tratado, que en lo venidero debíamos considerar como en extremo gravoso
a los pueblos y a la riqueza nacional.”1056

Vemos así pues, que al menos para una parte importante de la clase política,
intelectual y gobernante colombiana, era evidente la desigualdad del tratado, así como
las verdaderas intenciones británicas; pero aún conscientes de ello decidieron firmarlo
con tal de obtener el reconocimiento de Gran Bretaña, y buscar la alianza con ese país
para blindar la independencia. Por otra parte, es llamativo el caso particular de Bolívar,
quien no escatimó elogios para la nación anglosajona, y defendió la alianza con ella.

“[…] liguémonos de alma y cuerpo a los ingleses, para conservar siquiera


las formas y las ventajas de un gobierno legal y civil, pues el de la Santa
Alianza no es sino un gobierno conquistador y militar. Para que Vd. vea la
prueba evidente de que no podemos existir aislados ni reunidos en
federación sino con el beneplácito de la Inglaterra, vea Vd. la caída del
grande imperio de Napoleón causada por los ingleses; vea Vd. a la Rusia

1056
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo III),
p. 461

574
queriéndose echar sobre la Turquía y a la Francia sobre nosotros, y sin
intentar hacerlo por respeto a la Inglaterra. La Santa Alianza toda tiembla
delante de la Gran Bretaña; y ¿cómo hemos de existir nosotros si no nos
ligamos a ellos? Este es el imperio romano a fines de la república y a
principios del imperio. La Inglaterra se halla en una progresión
ascendente, desgraciado el que se le oponga; aun es desgraciado el que no
sea su aliado o no ligue su suerte a ella. Toda la América junta no vale a
una armada británica; toda la Santa Alianza no puede contrarrestar a la
fuerza compuesta de sus principios liberales con sus inmensos tesoros”1057

“La alianza con la Gran Bretaña es una victoria en política más grande
que la de Ayacucho, y si la realizamos, diga Vd. que nuestra dicha es
eterna. Es incalculable la cadena de bienes que va a caer sobre Colombia
si nos ligamos a la Señora del Universo, y yo estoy enajenado de gusto y
contento al sólo pensar que podemos unir nuestro interés y nuestra política
a la de la Gran Bretaña.”1058

“La alianza de la Gran Bretaña nos dará una grande importancia y


respetabilidad. A su sombra creceremos, y nos presentaremos después
entre las naciones civilizadas y fuertes. Los temores de que esa nación
poderosa sea el árbitro de los consejos y decisiones de la asamblea [el
venidero Congreso Anfictiónico de Panamá]; que su voz, su voluntad y sus
intereses sean el alma de ella, son temores remotos y que, aun cuando se
realicen algún día, no pueden balancear las ventajas positivas, próximas y
sensibles que nos da ahora. En la infancia necesitamos apoyo, que en la
virilidad sabremos defendernos. Ahora nos es muy útil, y en lo futuro ya
seremos otra cosa.”1059

Por otra parte, el Gobierno británico se mostró bastante ambiguo sobre los
proyectos colombianos de atacar Cuba y Puerto Rico. Si por una parte, permitían que
España acumulara en las dos islas armas y soldados para eventualmente atacar a México
y Colombia, también reconocían el derecho de estas dos naciones a atacar las dos islas,
aunque para evitarlo recurrieron a movimientos y acuerdos secretos con otros países –

1057
Carta al General Francisco de Paula Santander. Cuzco, 10 de julio de 1825. Bolívar, Simón. Obras
Completas Vol. II, p. 169
1058
Carta al General Antonio José de Sucre. Oruro, 22 de enero de 1826. Ibídem, p. 298
1059
Carta al Señor José Rafael Revenga. Magdalena, 17 de febrero de 1826. Ibídem, p. 308
575
como Estados Unidos – o directamente a la intimidación de los gobiernos de México y
Colombia. Esto lo resume muy bien Restrepo.

“Tampoco accedió el lord Aberdeen a reclamar del gobierno español los


armamentos que se hacían en las islas de Cuba y Puerto Rico, destinados,
según se decía, contra Colombia y Méjico. Recordósele por el señor
Madrid y por el ministro mejicano, que las dos repúblicas pudieron invadir
y tomar aquellas importantes colonias de la madre patria, lo que no
hicieron por complacer al gobierno de la Gran Bretaña, que manifestó por
medio de su difunto ministro Mr. Canning deseos de que no atacaran a
Cuba ni a Puerto Rico. Añadieron los ministros antes mencionados, que
armándose allí tropas contra el continente americano, al fin se verían
obligados los gobiernos de Colombia y de Méjico a realizar la invasión
usando de su natural defensa. El ministro inglés sostuvo que no había
constancia de promesa alguna hecha por parte del gobierno británico, de
impedir los armamentos en aquellas islas contra las repúblicas de la Costa
Firme: confesó el derecho que tenían los beligerantes de invadir dichas
colonias; empero añadió secamente al ministro mejicano: “que si verifican
la invasión se sujetarían a las consecuencias”.”1060

Un punto especial a considerar en esta relación, es que el imperio británico, a


diferencia de Estados Unidos o Francia, era vecino de la República de Colombia.
Trinidad había sido conquistada por los ingleses en 1797, antes de que comenzara el
proceso de independencia. Y en 1815 recibieron de Holanda territorios al este del río
Esequibo, el límite oriental de la antigua Capitanía General de Venezuela. En 1824, el
enviado colombiano en Londres, José Rafael Revenga denunció ante las autoridades
británicas: “Los colonos de Demerara y Berbice tienen usurpada una gran porción de
tierra que según los últimos tratados entre España y Holanda nos pertenece, del lado
del río Esequibo. Es absolutamente indispensable que dichos colonos o se pongan bajo
jurisdicción y obediencia de nuestras leyes, o se retiren a sus antiguas posesiones.”1061

Al año siguiente se firmaría el tratado ya citado, reconociendo Gran Bretaña los


límites declarados por Colombia, aunque continuando con su penetración en el

1060
Restrepo, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia en la América Meridional (Tomo III),
p. 216
1061
Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela. Tomo II, p. 116
576
territorio. En resumen, podemos decir que la relación con Gran Bretaña estuvo sujeta a
los intereses económicos de ésta última, expresados en el tratado de 1825 y
materializado en la pesada deuda acumulada por el país con banqueros y comerciantes
de Londres. Además de eso, Gran Bretaña mantuvo un doble juego entre Colombia y la
Santa Alianza, destinado a evitar la reconquista de América para España, pero también
la absorción de Cuba y Puerto Rico por Colombia. Mención aparte merecería la
supuesta injerencia británica que potenció al movimiento de La Cosiata y que terminaría
por disolver a la República de Colombia.1062 En todo caso, lejos de ser un verdadero
aliado – aunque fuese circunstancial – Gran Bretaña fue una especie de enemigo secreto
de Colombia, que sin oponerse de forma directa y clara a sus objetivos, supo
aprovecharse de sus vulnerabilidades en beneficio propio, afectando no sólo su
desarrollo, sino incluso su propia existencia.

2) Relación con Estados Unidos

Para 1823 se empieza a configurar un sistema hemisférico en el que Estados


Unidos buscará tomar rápidamente la delantera, siendo su movimiento más visible el
discurso pronunciado por el Presidente James Monroe el 2 de diciembre ante el
Congreso de ese país, base de lo que se conocería después como la “Doctrina
Monroe”1063; la cual ha sido desde entonces un principio esencial de la política exterior
norteamericana, que mantiene el objetivo permanente de la supremacía en el continente
americano.1064

Sin embargo; debido al poderío alcanzado por sus ejércitos, las relaciones que
comenzó a establecer con los demás Estados surgidos de la Monarquía Española, las
revolucionarias ideas de su máximo líder – el Libertador Simón Bolívar –, y a su propia
posición geográfica, la República de Colombia se perfilaba ya a finales de 1823 como el
país líder de la lucha por la independencia contra España, por lo cual era un interlocutor
obligado para Estados Unidos; e incluso también para Gran Bretaña, que buscaba desde
las Guerras Napoleónicas tomar el control de comercio con Sur y Centroamérica.

1062
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 317 - 319
1063
Fragmentos del séptimo mensaje anual del Presidente de los Estados Unidos, James Monroe, al
Congreso norteamericano. 2 de diciembre de 1823 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración
Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 43 – 44
1064
Ibídem, p. 259
577
Ya el 20 de febrero de 1821, Manuel Torres, enviado del Gobierno de Colombia
ante los Estados Unidos, solicitó el reconocimiento de su país por parte de esa nación,
ofreciendo también la negociación de un acuerdo comercial para interesar al gobierno
norteamericano. Al no ser escuchada esta solicitud, volvió a presentarla el 30 de
noviembre del mismo año y luego el 2 de enero de 1822.1065 Esta vez la demanda
encontró mejor acogida en Washington, en gran parte debido a las recientes victorias de
Bomboná y Pichincha en la Campaña del Sur, y a las propias dinámicas del Gobierno
norteamericano. En efecto, el 8 de marzo el presidente James Monroe dirigió un
mensaje al Congreso, en el que declaró que ya era tiempo de reconocer a las nuevas
repúblicas independientes y establecer relaciones con ellas1066, ante lo cual dicho cuerpo
respondió favorablemente el 4 de mayo, autorizando al Presidente a proceder en ese
sentido1067, siendo reconocida oficialmente la República de Colombia por los Estados
Unidos de América el 19 de junio de 1822. Esta decisión fue tomada también debido al
temor que sintieron los estadistas norteamericanos por la cada vez más estrecha relación
de Colombia con Gran Bretaña1068, y también como primer paso para el establecimiento
de relaciones diplomáticas con las demás repúblicas, puesto que Colombia ya empezaba
a tejer una red de lazos con las mismas.

El 27 de mayo de 1823, el Secretario de Estado, John Quincy Adams, despacha


al Ministro Plenipotenciario para Colombia, Richard C. Anderson; quien fue instruido
mediante una larga carta en cuyo texto vale la pena detenernos, pues expresa claramente
cuál era la visión que Estados Unidos tenía de la República de Colombia, así como sus
intereses y objetivos respecto a la misma. En dicha misiva, Adams parece dar a
Anderson las directrices de la política de Washington hacia Colombia: se recapitula el
origen de la independencia de dicho país y el proceso llevado para establecer relaciones;
el Secretario de Estado alega que Estados Unidos ha cumplido sus deberes de

1065
Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario
en Colombia. Washington, 27 de mayo de 1823 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825
– 1826. Volume XIII, pp. 459 – 483 y Academia Nacional de la Historia. “Correspondencia diplomática
de los Estados Unidos concerniente a la independencia de Venezuela”. Caracas, julio – septiembre de
2010, p. 163
1066
Ídem y Zea, Francisco Antonio (Coordinador). Colombia: Siendo una relación geográfica,
topográfica, agricultural, comercial, política &c. de aquel pays, adaptada para todo lector en general, y
para el comerciante y colono en particular, pp. xxxiv - xxxvi
1067
Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario
en Colombia. Washington, 27 de mayo de 1823 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825
– 1826. Volume XIII, pp. 459 – 483
1068
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 349-350
578
neutralidad con España, pero que por principios comunes, su pueblo y su gobierno han
estado sentimentalmente con la independencia y la han apoyado moralmente; llama a
buscar una relación privilegiada con las nuevas repúblicas en comparación con Europa
basada en los principios comunes, una especie de cobro por el apoyo político. Analiza
las fortalezas y debilidades de Colombia, tanto a nivel externo como interno,
advirtiendo que puede llegar a ser un peligroso competidor comercial y político de
Estados Unidos; insiste en establecer relaciones comerciales bajo el principio de la
Nación Más Favorecida, aceptando a cambio negociar el acuerdo en Bogotá para ayudar
a su reconocimiento internacional; y se queja enfáticamente por la guerra de corso
emprendida por Colombia, ordenando hacer presión para que ésta cese, pues afecta los
intereses comerciales de los navieros norteamericanos, que son neutrales en la guerra y
que suelen transportar mercancías de España.1069

De tal manera que en esta carta se expresa claramente la política que Estados
Unidos seguiría con respecto al Estado colombiano, sin dejar lugar a ambigüedades.
Con estas instrucciones, Anderson abriría formalmente relaciones entre ambos países,
perfilándose ya en el horizonte los principales puntos de choque y fricción entre
Washington y Bogotá, tales como las diferencias respecto al tratado comercial, la guerra
de corso emprendida por Colombia frente a España, y más adelante los planes de
Colombia para expulsar a los españoles de Cuba y Puerto Rico; todo esto más allá de un
discurso formal dominado por declaraciones de comunes ideales ilustrados y
republicanos, sostenidos contra el Antiguo Régimen, y de identificación mutua en sus
respectivos procesos de independencia.

2.1) El reconocimiento y la disputa comercial

Es necesario volver a la decisión norteamericana de reconocer a Colombia, y a


las demás nuevas repúblicas, sustentada en la “Doctrina Monroe”. Al respecto, existen
datos que demuestras que la misma obedeció en un principio a una propuesta británica,
cuyo objetivo era que Estados Unidos amedrentara a las monarquías de Europa de
intervenir en los territorios en cuestión, para así Gran Bretaña poder controlar su

1069
Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario
en Colombia… Ob Cit., pp. 459 – 483
579
comercio a placer, sin enemistarse con sus socios europeos. Sin embargo, Estados
Unidos tomó una iniciativa individual, buscando adelantarse a los británicos en el
reconocimiento a estos nuevos Estados, para así ganar simpatías e influencia; siendo su
objetivo fundamental lograr condiciones comerciales ventajosas respecto a Gran
Bretaña.1070 Esta visión toma fuerza cuando observamos que el primer roce entre
Washington y Bogotá llegó justamente por razones de índole comercial, más que
político-estratégica o militar.

Este asunto del acuerdo comercial, si bien no quedó por escrito como una
condición para que Estados Unidos reconociera la independencia de Colombia; en la
práctica así lo fue, siendo el primer asunto que planteó apenas llegó a Bogotá el
ministro Anderson al entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Pedro Gual. El
choque de opiniones entre ambos gobiernos giró en torno a dos puntos esenciales: la
exigencia norteamericana de trato de Nación Más Favorecida en cuanto a aranceles,
impuestos y todo tipo de condiciones comerciales con Colombia, y la exigencia de que
su bandera – neutral en la guerra entre Colombia y España –, hiciera neutral a la carga
transportada por sus buques mercantes, protegiéndolas así contra las acciones de los
corsarios colombianos. Este segundo punto, bastante denso en sí mismo, lo
abordaremos seguidamente, explicando primero la demanda norteamericana de trato de
Nación Más Favorecida.

Dicho principio, cuya aplicación fue solicitada enfáticamente por Estados


Unidos, establecía que cualquier condición, exención, desgravamen, o facilidad
comercial de cualquier tipo, que una de las dos parte contratantes concediera a una
tercera nación, automáticamente debía ser aplicada entre las dos partes contratantes,
asegurándose así, mutuamente, que ambas partes contratantes recibirían dicho trato.
Evidentemente, la aplicación de este principio no buscaba sino inundar el mercado
colombiano con los productos norteamericanos, asegurándoles un lugar preferencial y
adelantándose así al comercio británico; además de, claro está, atrofiar antes de su
nacimiento a la industria y el comercio colombianos, puesto que mientras que Estados
Unidos llegaba a esta negociación con una economía floreciente, dinámica y en pleno

1070
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 350

580
crecimiento, Colombia lo hacía prácticamente recién nacida como república, arrasada
por más de diez años de guerra y sin final a la vista, además de endeudada en extremo y
con un alarmante déficit fiscal.

La negociación entre Anderson y Gual duró casi un año, hallándose un fuerte


eco de la misma en las sesiones del Consejo de Gobierno (Consejo de Ministros) de
Colombia, donde Pedro Gual expresó que a pesar de las difíciles demandas
norteamericanas, la firma de dicho tratado resultaba fundamental para la República,
pues abriría de manera sólida sus relaciones internacionales, allanándose el camino para
que más países neutrales la reconocieran como Estado independiente y procedieran a
establecer relaciones con ella.1071 Estos argumentos valieron la aprobación de las
exigencias norteamericanas por parte del Gobierno colombiano, a pesar de la férrea
oposición inicial del Vicepresidente Francisco de Paula Santander y de otros altos
funcionarios.1072

Este tratado, denominado Convención General de Paz, Amistad, Navegación y


Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América 1073, fue
firmado el 3 de octubre de 1824, y estableció en su contenido el trato de Nación Más
Favorecida, iniciando de manera agria las relaciones colombo-estadounidenses, al
quitarle a Colombia un necesario margen de maniobra para disponer de sus relaciones
comerciales: por ejemplo, ya no podría ofrecerle condiciones preferenciales a las otras
repúblicas hispanoamericanas, o a aliados de otras regiones, como Gran Bretaña. De
hecho, llegada la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre
Colombia y Gran Bretaña el 18 de abril de 1825, Estados Unidos reclamó de manera
inmediata la aplicación de las mismas condiciones para su comercio que las otorgadas a

1071
Carta de Pedro Gual a Simón Bolívar. Bogotá, 25 de septiembre de 1824 en Memorias del General
O´Leary. Tomo VIII, p. 433
1072
Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 10 de junio de 1824 y Consejo Ordinario de
Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno de la República de
Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). En Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado On
Line el 06 de abril de 2016 a las 10:16 pm)
1073
Convención General de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre la República de Colombia y los
Estados Unidos de América en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y
Convenios 1811 – 1856 en Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado On Line el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm)
581
Gran Bretaña, originando un roce con el Gobierno colombiano.1074 Pequeña, aunque
interesante excepción en la relación Washington – Bogotá, fue la Convención sobre
Abolición del Tráfico de Esclavos, llevada a cabo tras una negociación sin mayor
contratiempo1075, y firmada el 10 de diciembre de 1824.

Regresando a la disputa comercial entre Estados Unidos y la República de


Colombia, tenemos que la protesta norteamericana fue inmediata ante el tratado
colombo-británico del 18 de abril 1825. Tan airada fue la reacción norteamericana, que
al Vicepresidente Francisco de Paula Santander, opuesto desde el inicio a las
condiciones exigidas por Estados Unidos, no le quedó más opción que decretar el 30 de
enero de 1826 un ajuste en los aranceles a pagar por buques y mercancías
norteamericanos en su comercio con Colombia1076. Al día siguiente, el Secretario de
Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, escribe una carta al ministro
plenipotenciario en Colombia, Richard C. Anderson, aceptando la reclamación
comercial estadounidense, pero explicando que no es necesario un nuevo acuerdo
bilateral.1077

Aun así, el 30 de marzo de 1826 el Presidente de Estados Unidos, John Quincy


Adams, dirigió un mensaje al Congreso de su país respecto al asunto de las relaciones
comerciales con Colombia. En dicho mensaje, expresa gran disgusto al considerar que
su país había sido ofendido al tratársele con inferioridad respecto a Gran Bretaña.
Finalmente, el 20 de abril el Congreso de Estados Unidos ordenó igualar los aranceles
sobre buques y mercancías colombianas a los mismos valores que Colombia decretó el
30 de enero, quedando así terminada la crisis.

1074
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 351
1075
Consejo Ordinario de Gobierno del miércoles lº de diciembre de 1824 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827 Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la
Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del
General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca
Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
1076
Decreto del Gobierno Colombiano respecto a los impuestos a pagar por buques y cargueros de los
Estados Unidos, 30 de enero de 1826 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826.
Volume XII, pp. 623 – 625
1077
Carta de José Rafael Revenga a Richard C. Anderson. Bogotá, 31 de enero de 1826 en Ibídem, pp.
622 – 623

582
Si en 1821 Manuel Torres había llegado a Washington solicitando la apertura de
relaciones en “Recíproca Utilidad y Perfecta Igualdad” entre ambos países, conforme a
las instrucciones dadas a su gobierno; solamente esta disputa comercial demostró cuan
desiguales eran. En efecto, la desesperación del Gobierno colombiano por obtener
reconocimiento internacional lo llevó a ser tolerante con unas condiciones
esencialmente desfavorables. Por su lado, Estados Unidos actuó en esta materia en
busca de asegurar su comercio y tomarle la delantera a Gran Bretaña. Pero más
esclarecedor es volver a la carta dirigida por John Quincy Adams a Richard C.
Anderson en 1823, donde confiesa cuan reducido es aún el comercio norteamericano
con Colombia y las posibilidades de éste último país para competir con ellos:

“Nuestras exportaciones hasta ahora, se han limitado a harina, arroz,


provisiones saladas, madera, y pocos artículos manufacturados, pertrechos
de guerra, y armas, y algunos productos de las Indias Orientales, a cambio
de los cuales hemos recibido cacao, café, añil, cueros, cobre, y especias.
Mucho de este comercio se originó y continuó, solo por la guerra en la que
este país se ha involucrado, y cesará con ella. Como naciones productoras
y navegantes, los Estados Unidos y Colombia serán más competidores
entre sí que socios. Pero como navegantes y manufactureros, nosotros
estamos muy avanzados en la carrera, a la que ellos todavía no entran, por
lo que nosotros podemos, durante muchos años después de concluida la
guerra, mantener con ellos un intercambio comercial, altamente
beneficioso para ambas partes, como transportistas para ellos, de
numerosos artículos de manufactura y de productos importados.”1078

2.2) El asunto del corso colombiano

Como se ha dicho en varios trabajos historiográficos, el año de 1817 fue testigo


de un repunte de la actividad corsaria bajo pabellón venezolano. En efecto, ese año fue
sancionada la primera Ordenanza de Corso por el propio Simón Bolívar, a la vez que se
establecieron dos Cortes de Almirantazgo, una en Margarita y otra en Angostura,
especialmente para manejar todo lo relacionado con patentes de corso y juicios de presa.
Estos corsarios fueron la base de la escuadra patriota venezolana, que a su vez daría

1078
Carta de John Quincy Adams, Secretario de Estado, a Richard C. Anderson, Ministro Plenipotenciario
en Colombia en Ibídem, p. 475
583
lugar a la Marina de Guerra de la República de Colombia; todo ello gracias a la visión y
esfuerzos del Almirante Luis Brión. No se había completado la liberación de Guayana,
cuando ya en la boca del Orinoco la escuadra de Brión apresó buques mercantes
norteamericanos cargados de armas para los españoles. Era apenas el comienzo de una
larga fricción entre los patriotas de Venezuela y Nueva Granada con los comerciantes y
el Gobierno norteamericano.1079

Ahora bien, ¿qué hacían buques norteamericanos cargando armas y demás


mercancías para España?... Pues bien, más allá del discurso de sus gobernantes –
favorable a las independencias de Hispanoamérica –, los comerciantes y navieros
norteamericanos observaron y aprovecharon la inmejorable oportunidad de convertirse
en transportistas de la agonizante Monarquía Española; el cual a su vez también tomó la
lógica alternativa de recurrir a buques mercantes estadounidenses para enviar toda clase
de mercancías y armas a América, a fin de mantener circulando el comercio en las zonas
aún dominadas y abastecer a sus fuerzas militares que combatían de este lado del
Atlántico. Simplemente, la Real Armada Española se había mostrado impotente para
controlar los movimientos marítimos de los patriotas ya en 1816, y mucho menos lo
sería para perseguir y castigar el corso insurgente. La Corona española pensó,
acertadamente, que el neutral pabellón norteamericano protegería en algo sus
mercancías de la depredación corsaria.1080

Sin embargo, para 1823 su imperio en América tenía los días contados de todas
formas, a la par que la marina colombiana y los corsarios patentados por el Gobierno
colombiano actuarían con más agresividad en los años siguientes, chocando
directamente con los intereses comerciales de Estados Unidos.1081 En efecto, ya hacia
1824, cuando la guerra en Perú se iba decidiendo a favor de los patriotas y toda la
fachada atlántico-caribeña de Colombia se había despejado de presencia enemiga, los
corsarios colombianos centraron sus ataques en las líneas comerciales que abastecían a
Cuba y Puerto Rico desde la Península. El declive de la actividad corsaria en el Río de
la Plata y la desmovilización de gran cantidad de corsarios estadounidenses tras el cese
de la Guerra Anglo-Estadounidense (1812 – 1815), vino a alimentar la oferta de marinos

1079
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 280
1080
Ibídem, p. 237
1081
Ibídem, p. 359
584
y armadores aventureros dispuestos a tomar patente de corso y surcar los mares bajo
pabellón colombiano.

Atacar el comercio español con Cuba y Puerto Rico seguía siendo un gran
negocio, e irónicamente Colombia encontró en puertos y ciudadanos norteamericanos la
mayor fuente de armadores, capitanes y marineros para la guerra de corso, lo cual
explica las frecuentes paradas de los corsarios colombianos en puertos como Nueva
Orleans, Cayo Hueso, Baltimore, Nueva York y Boston, cuya actividad se reflejó en la
prensa de Estados Unidos. Así que más que hablar de “corsarios colombianos”,
deberíamos describirlos como “corsarios al servicio de Colombia”, pues una gran
cantidad de buques, capitanes y tripulantes eran originarios de Estados Unidos.1082 Esta
situación se manifestó con fuerza entre 1823 y 1826 no sólo contra la protesta y presión
de los comerciantes norteamericanos ante su Gobierno, sino bajo la explícita
prohibición del Gobierno norteamericano a sus ciudadanos de enrolarse en marinas
extranjeras o tomar patentes de corso de gobiernos extranjeros. Es evidente que la
ambición de lucro de un sector de la población norteamericana vinculada al mar, estaba
jugando en contra del interés nacional de dicho país. Todo esto contextualiza y explica
la larga y tensa negociación llevada a cabo entre Anderson y Gual durante 1823 y 1824
para la firma del tratado comercial, pues Estados Unidos insistió enfáticamente en el
principio de que el pabellón neutral de un buque hacía neutral a la carga, mientras que
Colombia argumentaría que no podía renunciar a su derecho de represalia contra España
mientras ésta no reconociese su independencia, por lo cual perseguiría su carga, se
encontrara ésta a bordo de buques españoles o neutrales.

Es llamativo el caso de un artículo de opinión aparecido en el periódico


caraqueño El Venezolano el 27 de diciembre de 18231083 – cuando las negociaciones
entre Anderson y Gual llevaban ya algunos meses estancadas principalmente por el
problema del corso colombiano –, en el que se defiende enfáticamente la guerra de
corso contra España. En dicho artículo, se argumenta que la guerra de corso no es
barbarie, sino que está regulada por el Derecho de Gentes entre las naciones

1082
Serrano Mangas, F. “La Armada española frente a la oleada de corsarios colombianos de 1826”,
Revista de Historia Naval, año I, n° 2, Madrid, 1983, p. 122
1083
“Corso” El Venezolano. Caracas, sábado 27 de diciembre de 1823. N° 66, p. 3
585
civilizadas1084; también se menciona que el corso es para Colombia parte de su derecho
a la legítima defensa, siendo la parte más débil y valiéndose también España del corso.
Finaliza esgrimiendo que el daño recibido por los neutrales es mucho menor, y
reparable, que el que sufre Colombia por la prolongación de la guerra debido a la
continua llegada de refuerzos y suministros desde España, cosa que se evita con el
corso, acelerándose así el final de la guerra.

La apasionada defensa del corso por parte de este periódico, da un indicio de la


opinión pública en Colombia sobre este asunto. Más significativo aún se vuelve este
artículo considerando la proximidad e interrelación comercial de Caracas con el puerto
de La Guaira. Es muy posible también que este artículo respondiese a las informaciones
llegadas a Caracas desde la lejana Bogotá, sobre las tensas negociaciones entre Richard
Anderson y Pedro Gual.

Gracias a las Actas del Consejo de Gobierno de Colombia, sabemos que los días
10 de junio y 12 de julio de 1824 dicho cuerpo gubernamental tuvo en su agenda el
asunto de la negociación con Estados Unidos por el tratado comercial, el punto de la
guerra de corso y el respeto a la neutralidad de ese país. En la reunión del 10 de junio, el
Secretario de Relaciones Exteriores Pedro Gual, presentó las demandas del ministro
Anderson, consistentes en que el pabellón neutral hiciese neutral a la carga, diciendo
además que la República podía aceptar dichas condiciones sin violar las leyes de las
naciones civilizadas, sin detrimento a la causa nacional y obteniendo muchos beneficios
políticos; como que Estados Unidos también protegería las mercancías colombianas en
sus buques contra los ataques españoles, y que la firma del tratado comercial en
negociación estimularía el reconocimiento de Colombia por parte de otros países y
potencias neutrales. Los Secretarios de Hacienda y del Interior, y el Ministro de la Alta
Corte de Justicia coincidieron con los puntos de vista de Gual.1085

1084
El 30 de marzo de 1822, el Vicepresidente Francisco de Paula Santander decretó la Ordenanza
Provisional de Corso, instrumento legal que reguló la materia hasta su prohibición en 1829. Del Castillo,
Pedro P. Teatro de la Legislación Colombiana y Venezolana Vigente Tomo Tercero, pp. 55 - 70
1085
Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 10 de junio de 1824 en Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la
Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del
General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca
Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
586
Sin embargo, el Vicepresidente Francisco de Paula Santander dio una sonora
respuesta negándose a las condiciones que buscaba imponer el ministro Anderson.
Presentamos extracto de sus palabras transcritas en el acta de la sesión del Consejo:

“[…] la situación actual de los Estados Unidos y la de Colombia difieren


esencialmente y que, difiriendo, no es posible que sus principios, en el
punto en cuestión, puedan ser uniformes. Los Estados Unidos han
adoptado, desde que aparecieron en el mundo como nación soberana, el
principio de no mezclarse en las contiendas de las demás naciones, para
favorecer, sin duda, por este medio, su marina y la propiedad de los
ciudadanos […]

Resulta de todos estos actos que Colombia está abandonada a sus propios y
peculiares recursos en la guerra con España y, por consiguiente, que no
está en el mismo nivel en que se han colocado los Estados Unidos, es decir,
más claro, que de las dos partes contratantes la una está en plena paz y la
otra en estado de guerra. Aquélla no tiene necesidad de usar del inmanente
derecho de disminuir a su enemigo los medios con que le hace la guerra, y
ésta se encuentra en una posición absolutamente contraria.

El comercio español ha sido el que con sus fondos ha mantenido la guerra


de España con la América […] tiene el derecho inmanente de quitar o
disminuirle a su enemigo los medios de hacerle la guerra o de prolongarla,
hostilizándolo por cuantos modos reconoce el derecho de la guerra, hasta
reducirla a hacer la paz […] [Colombia expidió] una ordenanza en que
reconoció el principio de que el pabellón neutral no cubría la propiedad
del enemigo y, últimamente, declarando que no se podía importar, ni aun
en buques neutrales, producción alguna natural o manufacturada del
territorio español. Estas medidas han sido justificadas por la experiencia,
porque el comercio español ha sido hostilizado en todos los puntos del
globo y perseguido vivamente por nuestros numerosos corsarios, hasta el
punto de que hoy reconocen las naciones que la España no tiene en sí los
medios bastantes para reconquistar sus colonias. Todos los bienes que esta
conducta ha traído sobre Colombia, y lo más que todavía puede reportar la
República en favor de la consolidación de la independencia, desaparecen
en el mismo acto en que la República negocie con los Estados Unidos un
tratado en que reconozca que el pabellón americano cubre la propiedad
enemiga.

Al convenir en este principio abrimos un canal de salida al comercio


español, porque es numerosa la marina mercante de los Estados Unidos,
ofrecemos al mismo comercio una vasta ocasión de reproducir sus
587
capitales y le proveemos de medios para que pueda auxiliar a su gobierno
en la prolongación de la guerra…

La España todavía nos llama colonias y rebeldes, y sólo los Estados


Unidos nos han reconocido. Por ese tratado el pabellón de los Estados
Unidos no puede cubrir la propiedad de los colombianos. En dicho tratado
se ha convenido en que las propiedades de las potencias enemigas de
España sean cubiertas por el pabellón americano, y nuestras propiedades
no son propiedades de potencia reconocida como tal por la España. La
España y las demás naciones dirán que son propiedades de súbditos de
España que se han rebelado contra su soberano, y que no pueden reclamar
las consideraciones convenidas entre potencia y potencia […]”1086

Santander también acotó:

“[…] [los Estados Unidos] no lo obtuvieron [el principio de que pabellón


neutral cubre la carga] de la Inglaterra en el tratado del 19 de noviembre de
1794. La Gran Bretaña sostuvo que el pabellón no cubría la mercancía, y
así quedó convenido en aquel tratado […] es a la República [de Colombia]
a quien toca examinar sus peculiares circunstancias, para convenir en uno
de los dos principios, y de ninguna manera tienen derecho los Estados
Unidos para quejarse de que no adoptemos el que nos propone su ministro
en el contraproyecto presentado […]”1087

Concluyendo categóricamente:

“[…] no puedo persuadirme de que esta consideración pese más en la


balanza que los fundamentos expuestos, al principio, sobre la imperiosa
necesidad de reducir a la España al extremo de hacer la paz porque le
falten medios de sostener la guerra.

Avanzamos nosotros actualmente a conceder un favor al comercio


español, facilitándole mil buques en que pueda comerciar con todo el

1086
Ídem
1087
Ídem

588
mundo, me parece que es un medio de alejar a la España para un
acomodamiento...

[…] Nuestros corsarios, no teniendo ya en qué ocuparse y habituados a


vivir del apresamiento de buques, se convertirían en piratas temibles, que
en vez de favorecer nuestro pobre comercio, lo arruinarían y aun se
extenderían a hostilizar nuestras costas. Los que eran nuestros auxiliares,
vendrían a ser nuestros enemigos.

[…] yo no puedo convenir en el principio propuesto, y repito aquí lo que


dije al secretario de relaciones exteriores, que se fijase un término a la
duración del presente tratado, para que un día en que la República
estuviese en paz pudiese convenir en el dicho principio.”1088

Acto seguido el Secretario Gual insistió en la importancia de cerrar el tratado


cuando antes por las razones ya esgrimidas. Los demás miembros del Consejo
coincidieron con Santander y se propuso que se firmara un acuerdo provisional – que no
reconocía el principio solicitado por Estados Unidos – hasta que la independencia de
Colombia fuese reconocida por España, tras lo cual Colombia no tendría inconveniente
a acceder a las condiciones solicitadas por Estados Unidos. Santander insistió en que
Gual defendiera ante Anderson las razones expuestas y presentase la propuesta surgida
del Consejo.

En el Consejo del 12 de julio, Gual leyó la contestación de Anderson, en la que


el norteamericano insistía en su posición, alegando que a Colombia le convenía el
tratado con Estados Unidos, aceptando que la bandera cubra la carga. Anderson dijo que
no veía perjuicio a los intereses colombianos. La respuesta de Santander volvió a ser
firme:

“No veo destruido el principal argumento en que el gobierno ha fundado su


negativa al proyecto del ministro de los Estados Unidos, a saber: la
diferencia de situación de las dos partes contratantes y la necesidad en que
está Colombia de seguir disminuyendo el poder mercantil de España, en el
cual ha fundado el gobierno enemigo sus esperanzas de auxilios para

1088
Ídem

589
prolongar la guerra……restablecido el comercio por la cesación de estas
hostilidades, volvemos a reanimar el poder moribundo de España y le
damos armas con qué pueda proseguir la guerra. Nada de esto afecta a los
Estados Unidos […]

[…] nuestro estado de guerra nos obliga, por los mismos principios de
derecho público, a emplear aquellos medios lícitos que ellos reconocen
para disminuir el poder del enemigo […]

[…] claro es que en su adopción [del principio de que el pabellón cubre la


carga] nada tenemos que ganar y mucho ganan los españoles. Nosotros los
colombianos no salimos al mar con nuestras propiedades, porque todavía
no ha llegado a tomar este vuelo nuestro comercio, pero los españoles sí
tienen que salir con sus producciones naturales para Europa y conducir de
ellas otras para España. Son ellos los que tienen imperiosa necesidad de un
pabellón neutral y no los colombianos…

Primero. Un buque de los Estados Unidos o de Colombia, siendo neutral,


protegerá la propiedad de los individuos de la nación con quien la otra
parte estuviere en guerra, siempre que esta propiedad pertenezca a
individuos de una nación que reconozca este mismo principio.

Segundo. Si la España expresamente conviene con los Estados Unidos, que


el pabellón neutral, como lo es hoy el de dichos Estados, proteja la
propiedad de los colombianos, desde el momento en que fuere ratificada
dicha convención, será obligatorio para Colombia respetar las
propiedades enemigas puestas a bordo de los buques americanos […]

Tercer punto. En caso de que la España se negase a convenir en los


términos explícitos que he indicado, es preciso saber la parte o modo con
que los Estados Unidos llevarían a efecto la protección de las propiedades
colombianas […]

Cuarto. La protección de las propiedades enemigas, bajo el pabellón de


Colombia, no comprenderá de ningún modo a las propiedades dirigidas a
nuestro territorio, o al territorio de nuestros aliados, que hubieren
declarado prohibida la introducción de manufacturas o productos de
cualquier parte del territorio español, a imitación de lo que este gobierno
ha declarado en su decreto de 20 de enero de 1823 […]

[…] A estos puntos resuelvo que se contraigan las subsecuentes


conferencias del secretario de relaciones exteriores y el arreglo del tratado
con los Estados Unidos […]”1089

1089
Consejo Ordinario de Gobierno del lunes 12 de julio de 1824 en Acuerdos del Consejo de Gobierno
de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación
590
Después de esa sesión del Consejo de Gobierno, las negociaciones entre Gual y
Anderson continuaron. Aun con todas las diferencias de visiones entre la República de
Colombia y los Estados Unidos de América, y todo el énfasis de Santander en defender
el interés nacional de Colombia, el tratado fue firmado el 3 de octubre de 18241090,
consagrando en su artículo 13 y varios subsiguientes, el principio de que el pabellón
neutral cubre la carga.1091

Interesantemente, y a pesar de la firma de dicho tratado con Estados Unidos, la


guerra de corso emprendida por Colombia, lejos de disminuir su alcance e intensidad
aumentaría en los dos años siguientes. A pesar de todo esto, no puede negarse que en
1824 la diplomacia norteamericana alcanzó una notable victoria sobre la República de
Colombia al arrancarle el trato de Nación Más Favorecida y el reconocimiento de que el
pabellón neutral cubre la carga de los buques. Aprovechando la necesidad colombiana
de reconocimiento internacional, el Gobierno estadounidense aseguró una situación
ventajosa para su comercio – en detrimento futuro para el de Colombia –, y lo protegió
de la guerra de corso colombiana. Esta no fue la última fricción entre ambos países, ni
sería la más seria.

2.3) Planes colombianos sobre Cuba y Puerto Rico y el choque con EE.UU.

El asunto ha sido poco estudiado y difundido, pero para 1825 – 1826 era
ampliamente conocido en las cancillerías de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia,
España y de las nuevas repúblicas hispanoamericanas, que México y Colombia habían
firmado una alianza militar, destinada en primer término a reducir la resistencia
española en el castillo de San Juan de Ulúa (Veracruz), y luego con el objetivo de

para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
1090
Rivas, Raimundo. Relaciones Internacionales entre Colombia y los Estados Unidos, pp. 24 – 25
1091
Convención General de Paz, Amistad, Navegación y Comercio entre la República de Colombia y los
Estados Unidos de América en Relaciones diplomáticas de Colombia y la Nueva Granada: Tratados y
Convenios 1811 – 1856. Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4773/1044/Relaciones_Diplomaticas_de_Colombia_y_La_Nueva_Grana
da.html (Revisado el 06 de abril de 2016 a las 07:44 pm On Line)

591
expedicionar contra Cuba y Puerto Rico, para así expulsar a los españoles del Caribe.
También apareció en la correspondencia oficial planes menos definidos de atacar
Filipinas y las Islas Canarias. Estos planes alarmarían al Gobierno norteamericano y
serían uno de los principales asuntos en la agenda para el venidero Congreso
Anfictiónico de Panamá.1092

Mientras que el Gobierno colombiano contactó con independentistas cubanos


como Gaspar Betancourt Cisneros, José Aniceto Iznaga, José Agustín Arango y el
puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé1093; ya en 1825 Santander se dio a la tarea de
adquirir y/o preparar la flota más poderosa que Colombia pudo costearse con la
finalidad de auxiliar a México en la captura de San Juan de Ulúa primero, y luego de
atacar Cuba.

Este plan en progreso, conjunto en teoría, pero con un notable impulso


colombiano; alarmó a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Mientras que Gran
Bretaña y Francia tuvieron una actitud más dubitativa,1094 Estados Unidos – cuyo
Gobierno ya aspiraba a la adquisición de Cuba tras la de Florida en 1819 – tomó una
acción unilateral decisiva: pedir la mediación entre España y las nuevas repúblicas a
Rusia, líder moral indiscutible de la Santa Alianza.

El 10 de mayo de 1825 el Secretario de Estado Henry Clay escribió a Henry


Middleton, ministro plenipotenciario en Rusia. En dicha carta, Clay instruye a
Middleton para que convenza al Zar de mediar entre los beligerantes. Explica que
España tiene ya la guerra perdida; que las nuevas repúblicas hispanoamericanas han
venido fortaleciéndose y han hecho pactos de alianza entre ellas, logrando el
reconocimiento extranjero; por lo que la guerra pronto cambiará de naturaleza para
España, convirtiéndose ese país en víctima de los ataques cada vez más destructivos de
las nuevas repúblicas, las cuales con sus crecientes marinas y fuerzas corsarias podrían
apoderarse de Cuba y Puerto Rico, además de hostigar el comercio español en aguas
europeas. En la carta se detalla todo esto como un escenario muy perjudicial para el

1092
Sin autor. “Hispanoamérica: 1825” en Hispanoamérica Unida. Disponible en:
http://hispanoamericaunida.com/2014/11/24/hispanoamerica-1825/ (Revisado On Line el 03 de agosto de
2015 a las 05:54 pm)
1093
Ídem
1094
Silva Otero, Arístides. La diplomacia hispanoamericanista de la Gran Colombia. Su significado en la
historia de la diplomacia y del derecho internacional americanos, pp. 61-62

592
comercio de Estados Unidos y Europa, a la vez que se dice con claridad que Estados
Unidos no desea que Cuba y Puerto Rico caigan en manos de las nuevas repúblicas ni
de alguna otra potencia europea, por lo que se le solicita al Zar que medie, haciendo
razonar al rey Fernando VII antes de que el conflicto escale su dimensión y se haga más
destructivo para los intereses de todas las potencias neutrales.1095

Acto seguido, el Gobierno norteamericano informó de su maniobra a Francia y


Gran Bretaña, obteniendo su aprobación; y desde luego a Colombia, para que pusiera en
alto sus planes. El 16 de septiembre de 1825 el ministro norteamericano en Bogotá,
Richard C. Anderson, fue instruido en este sentido por carta del Secretario de Estado
Henry Clay.1096 Así pues, la diplomacia norteamericana hizo un magistral movimiento
para detener, al menos temporalmente, la expedición colombiana a las Antillas
Españolas.

El 30 de diciembre de 1825 el ministro colombiano en Washington, José María


Salazar, respondió una carta a Henry Clay, en la que el norteamericano le solicitaba
explícitamente a Colombia congelar sus planes sobre Cuba y Puerto Rico hasta haber
concluido la mediación rusa. En dicha misiva, Salazar no reconoció la existencia de un
plan para atacar Cuba y Puerto Rico, enmascarando la actividad militar-naval visible en
Cartagena como el retorno del Ejército Auxiliar en Perú por vía marítima siguiendo la
ruta Callao–Panamá–Cartagena. Salazar además justificó la posibilidad de que
Colombia invadiera Cuba y Puerto Rico, pero sin admitir las afirmaciones
norteamericanas, basándose en la gran cantidad de armas, buques y hombres que España
había acumulado en dichas islas, amenazando la independencia de Colombia. Muy
cortésmente Salazar agradeció al Gobierno de Estados Unidos por gestionar la
mediación del Zar y finalizó diciendo que el asunto de Cuba y Puerto Rico sería
discutido en el venidero Congreso en el Istmo de Panamá, dando así tiempo suficiente al
Gobierno ruso para hacer su mediación con la Corona española.1097

1095
Carta de Henry Clay a Henry Middleton. 10 de mayo de 1825 en Foreign Office. British and Foreign
State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 403 – 409
1096
Instrucciones del Gobierno de Estados Unidos a su ministro plenipotenciario cerca de la República de
Colombia. Washington, 16 de septiembre de 1825 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de
Panamá, pp. 105 – 106
1097
Carta de José María Salazar al Secretario de Estado de Estados Unidos. Nueva York, 30 de diciembre
de 1825 en Foreign Office. British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 426 – 428
593
El Gobierno norteamericano puso grandes esperanzas en esta maniobra
diplomática, haciéndole saber tanto a Gran Bretaña y a Francia, como a Colombia y
México, que era imprescindible que se suspendiera el ataque a Cuba y Puerto Rico. No
sólo existían en Washington temores a la anexión o satelización de Cuba por Colombia
y/o México, sino también que la guerra en la isla creara un nuevo escenario de rebelión
negra análogo al de Haití, que se extendiera al sur de su país, donde la esclavitud era
mantenida férreamente por los terratenientes blancos anglosajones, y ya existían
tensiones entre los abolicionistas del norte y los esclavistas del sur.1098

Por su parte, el Gobierno de Colombia actuó con prudencia ante la clara negativa
norteamericana, pero sin comprometer del todo sus intereses nacionales. El Secretario
Pedro Gual dijo al ministro Anderson que por deferencia a Estados Unidos, y
agradeciendo sus buenos oficios al conseguir la mediación rusa, Colombia se abstendría
por el momento de atacar Cuba, pero que el asunto sería discutido en la Asamblea de
repúblicas hispanoamericanas en Panamá. Gual dijo además que Colombia, al estar
ligada por pactos a las demás repúblicas hispanoamericanas, no podría aceptar un
armisticio con España sobre la base de no apoyar a esas otras repúblicas en sus
operaciones militares contra la ex metrópoli.1099

Llegado ya el año de 1826, el Gobierno colombiano envió al Secretario de


Relaciones Exteriores Pedro Gual como Ministro Plenipotenciario a la Asamblea del
Istmo, junto con el general Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y Marina. Gual
fue entonces reemplazado por José Rafael Revenga, quién sería un interlocutor mucho
más firme y difícil de tratar para el ministro norteamericano Richard C. Anderson.
Dicho diplomático trató de comprometer a Revenga con la promesa escrita de no atacar
Cuba, recibiendo como respuesta que México y Colombia contaban con los medios para
llevar a cabo la expedición. El 2 de marzo Anderson recordó a Revenga que las
gestiones adelantadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia para obtener la paz
sólo seguirían si Colombia se comprometía a no atacar Cuba y Puerto Rico. Revenga
respondió claramente el 17 de marzo – justamente el mismo día que se firmó en Ciudad
de México el Plan de Operaciones para la escuadra combinada colombo-mexicana – que
los deseos de Estados Unidos afectaban los intereses de Colombia, que ya había

1098
Rivas, Raimundo. Relaciones Internacionales entre Colombia y los Estados Unidos, p. 30
1099
Ibídem, p. 31

594
iniciado los preparativos al respecto. Como suavizando el impacto de sus declaraciones,
aseguró que Cuba y Puerto Rico no pasarían por los mismos desordenes que Haití, y
que Colombia no daría ningún paso precipitado en ese sentido hasta que la Asamblea
del Istmo no diera una resolución final al respecto.1100

Es nuestro pensar que la preocupación norteamericana acerca de la proyectada


expedición resulta reveladora de que la misma era factible, y constituyó una amenaza a
las aspiraciones de expansión territorial y hegemonía continental de Estados Unidos. En
todo caso, lo que sí podemos afirmar sin especulación, es que este asunto constituyó el
mayor roce entre Estados Unidos y la República de Colombia, siendo también la
principal razón que llevó al Gobierno norteamericano a querer vigilar muy de cerca las
sesiones de la Asamblea que se reuniría en el Istmo de Panamá.

Poco hemos mencionado hasta ahora la posición personal del Libertador Simón
Bolívar respecto a este delicado plan de ataque sobre Cuba y Puerto Rico. Podemos
decir que aunque ideas sobre el asunto aparecen abundantemente en la correspondencia
de Bolívar desde 1825 hasta 1828, dicha expedición siempre fue para él algo
secundario, una forma de presionar a España para que reconociera la independencia de
Colombia y firmara la paz, y no un plan agresivo destinado a extender el territorio y
poder de Colombia, destacando que en la documentación revisada nunca aparecen de la
pluma del Libertador las palabras “anexar”, “conquistar” o “incorporar” Cuba y Puerto
Rico a su república. Consideramos decisiva esta actitud del Libertador hacia el asunto,
lo que ayuda a explicar por qué la historia no fue testigo de una “Campaña Libertadora
del Norte” sobre Cuba y Puerto Rico, como lo fue de la del Sur sobre Perú y Bolivia.1101

2.4) Los Estados Unidos de América y la República de Colombia. ¿Modelos


antitéticos?

La llamada Doctrina Monroe no podía estar destinada a otra cosa que conducir a
la hegemonía de Estados Unidos en el Nuevo Mundo. Pero, ¿acaso ninguna de las
nuevas repúblicas podía contrapesar al país anglosajón?... Hacia 1825 la República de

1100
Silva Otero, Arístides. Ob. Cit., p. 62
1101
Ibídem, p. 61
595
Colombia contaban con una población cercana a los tres millones de habitantes; una
situación geográfica estratégica, con amplias fachadas sobre el Atlántico, el Caribe y el
Pacífico, y con dos enormes cuencas fluviales – la del Orinoco y la del Magdalena – que
comunicaban el interior del país con el mar, abundantes recursos naturales; un bien
ganado liderazgo político en la región; y además el ejército y la marina más fuertes y
experimentados de Iberoamérica, por lo que podía perfectamente ser considerada por
Estados Unidos como un potencial rival por la hegemonía continental.1102

El escenario donde se centró este choque entre Estados Unidos y Colombia fue
el Mar Caribe, jugando un rol clave la marina de guerra colombiana, que venía
fortaleciéndose aceleradamente. En efecto, este cuerpo fue el sustento material para los
planes militares sobre Cuba y Puerto Rico, así como la alianza con México.
Evidentemente, este dinamismo de Colombia en la escena caribeña despertó los peores
temores de Estados Unidos, y desde luego también de Gran Bretaña y Francia, tres
países que no estaban dispuestos de ninguna manera a que se perjudicasen sus intereses
comerciales, económicos, políticos y estratégicos por la posible expansión de Colombia
en un área que venía a ser “el centro de las Américas”.1103

La República de Colombia, por la red de tratados firmados con Perú, México,


Chile, Centroamérica y el Río de la Plata, era hacia 1825 el principal interlocutor con el
que Estados Unidos debía entenderse para comenzar a articular sus planes
continentales.1104 No en vano fue el primer país que reconoció y con el primero que
estableció relaciones formales, a la par que vigiló de cerca sus maniobras políticas y
militares. Cuando dichas maniobras se volvieron demasiado peligrosas para los
intereses norteamericanos – como los preparativos para lo que parecía ser la inminente
invasión de Cuba y Puerto Rico –, Estados Unidos se valió de todos los recursos
diplomáticos a su alcance para evitarlo, alistando también sus medios armados por si
llegara a ser necesario.

Colombia y Estados Unidos tuvieron un manifiesto choque de intereses


estratégicos a mediados de la década de 1820. El pulso entre ambas naciones no sólo
decidiría el devenir histórico de Cuba y Puerto Rico, sino el equilibrio general de
1102
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 328-329
1103
Ibídem, pp. 330-332
1104
Ibídem, pp. 259-260

596
fuerzas en América por los siguientes dos siglos; pues más que una simple colisión de
objetivos, estas dos repúblicas chocaron también a nivel ideológico, aunque los
gobernantes colombianos quizá no fueron completamente conscientes de ello, ni la
historiografía posterior ha manejado ese enfoque.

Si bien tanto Estados Unidos como Colombia eran repúblicas formadas sobre la
base de las ideas de la Ilustración, nacidas de revoluciones contra metrópolis coloniales
europeas y con un fuerte ideal democrático; las diferencias que las separaron eran
mayores. Estados Unidos tenía una política semi esclavista, mientras que Colombia
apostó por la abolición progresiva o manumisión; Estados Unidos tenía una mentalidad
protestante puritana, mientras que Colombia tenía su base de mentalidad en el
catolicismo, pero era un Estado laico; Estados Unidos era un proyecto político racista,
elitista y excluyente, mientras que en Colombia los negros y pardos habían alcanzado
gran poder e influencia a través de las fuerzas armadas y la guerra contra España,
haciendo totalmente inviable un dominio político exclusivo por parte de los blancos
criollos; los estadounidenses comenzaban ya a creer que eran una nación diferente a
todas las demás, con una misión especial en la Tierra – lo que más adelante se conocería
como el “Destino Manifiesto” –, mientras que Colombia poseía un fuerte liderazgo
regional basado en las ideas y acciones de Simón Bolívar; y la diferencia mayor:
Estados Unidos albergaba ya el objetivo de dominar las Américas – Doctrina Monroe –,
mientras que Colombia aspiraba a erigirse en líder de una confederación
hispanoamericana. Evidentemente ambos Estados, con sus intereses contrapuestos y sus
ideales antitéticos en colisión, monroísmo vs. bolivarianismo, no cabían al mismo
tiempo en el continente americano.

3) Relación con las potencias de la Santa Alianza

La Santa Alianza estaba constituida por cuatro miembros: Prusia, Rusia, Austria
y Francia, cuatro monarquías conservadoras, dispuestas a todo para mantener el Antiguo
Régimen en Europa, e incluso más allá. De ellos, sólo uno tenía posesiones e intereses
en América, y además la capacidad de apoyar a España en una eventual campaña de
reconquista de su imperio en América: Francia. Es por ello que en esta parte nos
enfocaremos casi exclusivamente en dicho país. No colocamos “Francia” en el epígrafe,

597
ya que la política de ese país hacia la República de Colombia y demás Estados recién
surgidos en América se condujo más de acuerdo a los principios ideológicos del
Antiguo Régimen y de la Santa Alianza, que a los propios intereses particulares de
Francia como potencia. Esto produjo una cierta peculiaridad e incluso ambivalencia en
la política francesa hacia Colombia.

A partir de julio de 1824 el enviado colombiano en París, Manuel José Hurtado,


comenzó una serie de conferencias con el Presidente del Consejo de Ministros de
Francia, Conde de Villele. En la primera conferencia, Villele aseguró a Hurtado que
Francia no se inmiscuiría en asuntos americanos, ni auxiliaría a España; tal era la
voluntad del rey Luis XVIII. Declaró que Francia buscaba ser mediadora en la guerra de
España y sus colonias, y extender su comercio a ellas. En una segunda conferencia,
Villele pidió a Hurtado explicaciones de por qué Colombia había enviado tropas al
Perú, fuera de sus fronteras. Hurtado explicó que ésa era la política colombiana en
relación con los demás países del continente; basada en la unidad, solidaridad,
confraternidad y cooperación. Hurtado también explicó que Colombia había intervenido
en Perú para preservar su propia seguridad, y considerando que la causa de la libertad
era común a toda América, y que en virtud de ello Colombia tenía ya varios tratados con
los demás países del continente, buscando formar una confederación. Poco después
Hurtado regresó a Londres, con la impresión de que nada más podía adelantarse con el
Gobierno francés por el momento.1105

En noviembre del mismo año llegó a París un nuevo enviado de Colombia, José
María Lanz, quien tuvo como tarea primordial sondear la posición francesa sobre el
posible ataque colombiano a Cuba y Puerto Rico. Lanz también fue instruido sobre qué
informaciones debía aportar al Gobierno francés sobre la venidera Asamblea del
Istmo.1106 El enviado colombiano se reunió entonces con el ya citado Conde de Villele,
y con el Barón Damas, Ministro de Relaciones Exteriores, llegando a las siguientes
conclusiones que comunicó a la secretaría colombiana de exteriores:

1105
Urrutia, Francisco José. Política internacional de la Gran Colombia, p. 104
1106
Ibídem, p. 105
598
“1º Buena disposición del Gobierno francés para entrar en relaciones con
Colombia, pues ya los hechos hablaban más claramente que las palabras,
sobre las ventajas que de ello derivarían sus industrias y comercio.
2º Esa buena disposición llevaría al Gobierno francés a trabajar cerca del
Gabinete de Madrid para obtener la cesación de la guerra por medio de un
armisticio, o del franco reconocimiento de la independencia de los nuevos
Estados, bien fuese interponiendo sus buenos oficios, bien como mediador,
solo o asociado de Inglaterra, según lo estimara más conveniente la
República.
3º A pesar de aquellas disposiciones favorables sobre asuntos comerciales
por parte del Gobierno francés, sus compromisos de la alianza con España
y sus consideraciones a ella, lo hacían retardar la aceptación de las
formalidades exigidas por Colombia. Por este motivo pensó entonces en los
nombramientos – llevados a cabo posteriormente – de agentes de comercio,
que Colombia no pudo aceptar por cuanto que, lejos de estrechar con ellos
la amistad entre las dos naciones, contribuían a dificultarla, toda vez que
los términos de los nombramientos implicaban un desconocimiento
absoluto de la soberanía de la República. Dichos nombramientos fueron
calificados entonces acertadamente por nuestro Ministro en Inglaterra,
señor Hurtado, como creación exclusiva y anómala del Gobierno francés,
con el propósito de aprovecharse de las ventajas del comercio americano,
sin aparecer desleal a sus compromisos con España.
4º Francia no reconocería a Colombia sino después de que lo hubiera
verificado la Metrópoli.
5º Aunque el Gobierno francés estimaba la invitación del de Colombia para
concurrir al Congreso de Plenipotenciarios americanos, no enviaría allí
representantes suyos, por evitar sospechas y recelos de los demás Estados
europeos.”1107

Las negociaciones de Lanz quedaron estancadas, y en abril de 1826 cesó en sus


funciones, siendo relevado por José Fernández Madrid, quien había llegado a París en
septiembre de 1824.1108 Pese a las favorables impresiones que Lanz transmitió al
Gobierno colombiano, la realidad fue que entre 1824 y 1827 el Gobierno francés estuvo
desarrollando un doble juego entre Colombia y España. Si por una parte afirmaba ante
los delegados colombianos que Francia era neutral en la guerra, y que buscaba ser
mediadora, prometiendo el reconocimiento para después que España lo hiciera; apoyaba

1107
Ibídem, pp. 105 - 106
1108
Ibídem, p. 106

599
con su escuadra el envío de refuerzos españoles a Cuba, y ayudaba a España a patrullar
las rutas entre la Península y sus últimas posesiones en el Caribe, teniendo en general
una actitud de intimidación hacia Colombia. Todo esto se evidencia en un sinfín de
cartas y artículos de prensa, en los que siempre sale a relucir el apoyo militar que
Francia le estaba brindando a Fernando VII.

Más tarde, ya después de 1827, Francia apoyaría la idea de convertir a Colombia


en una monarquía, con un miembro de la familia Borbón al frente de la misma. Una
evidente estrategia para hacer del país en un satélite suyo en América. Por otra parte, en
1825 Francia y Colombia atravesaron una crisis en sus relaciones que por poco termina
en una guerra; esto originado por las reclamaciones francesas contra los corsarios
colombianos. El asunto llegó a ser la mayor crisis diplomática enfrentada por la
República, y originó la publicación en 1825 de una compilación documental titulada
Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Martinica contra la
Marina de Colombia, en la cual el Gobierno exponía sus argumentos y denunciaba la
agresión de Francia. Esta compilación constituye una de las fuentes más importantes y
completas sobre este episodio.

En Origen y objeto de las reclamaciones… se comienza explicando el origen del


conflicto, con el apresamiento de la fragata mercante francesa Urania, por corsarios al
servicio de Colombia.

“El cabo de presa procedió a manifestar al tribunal que desde luego y en


virtud de que los documentos, que ha presentado y más que todo las cruces
de honor concedidas por el Rey de España a los sujetos que se expresan,
persuaden que la fragata Urania, sin embargo de ser un buque neutral,
conducía efectos pertenecientes a españoles, se halla en el caso de solicitar
su condenación y se declare arreglada la detención que de él se ha hecho.
El capitán Trelo, invitado por el tribunal a que manifestase con franqueza y
entera libertad cuanto considerase favorable, así en razón de descargo,
como de alegatos de cualquiera naturaleza, contestó: que él no tiene
noticia de que en la fragata que corre a su mando se encuentren
propiedades de súbditos del Rey de España; y que así, el tribunal podía
tomar la deliberación que juzgase conveniente con vista de los documentos

600
del caso: que contradice, como lo ha verificado en la protesta, la
declaración que aparece autorizada por él al acto de su detención […]”1109

Finalmente el tribunal del Segundo Departamento de Marina falló a favor de los


corsarios, declarando ajustado a ley el apresamiento, así como buena presa la carga
española a bordo. Respecto a la carga neutral, el buque y la tripulación fueron dejados
en libertad. Esto provocó una airada reacción francesa: el 10 de enero fondeó en Puerto
Cabello la fragata Juana de Arco, de 60 cañones, acompañada de dos bergantines
goletas, y una goleta, cuyo comandante, el capitán de navío Dupotet, dirigió a la
comandancia del Segundo Departamento de Marina una comunicación reclamando el
apresamiento de la Urania, y otra firmada por el Contralmirante Jurien, Comandante de
las Fuerzas Navales de las Antillas Francesas, demandando satisfacción por un insulto
hecho frente a Portobelo contra la goleta francesa Gazelle. El CN. Felipe Santiago
Estéves, Comandante del Departamento de Marina, se limitó a contestar que en el caso
de la Urania, se había procedido según lo establecido en la Ordenanza de Corso de la
República, y respecto a lo segundo, que informaría al Gobierno central, no teniendo la
autoridad competente para el caso.1110 Llegados a este punto, consideramos el
intercambio de notas suficientemente elocuente.

“El capitán de navío Comandante de una división de la estación de


las Antillas francesas. — Al Sr. Comandante general de la marina de
Venezuela.
Sr. General –Enviado por sus excelencias, el Sr. conde Donzelot,
gobernador de la Martinica, y el Sr. almirante Jurien, comandante de la
estación de las Antillas y golfo de Mégico, vengo à reclamar cerca de V. E.
la remisión de la fragata francesa la Urania, su capitán Trelo, detenida
ilegalmente por dos corsarios colombianos que tenían pabellón americano,
y conducida a Puerto Cabello. Persuadido a que V. E. no aprobará tal
violación hecha al pabellón francés, al derecho de gentes, y a todas las
leyes marítimas, espero se servirá imponer a los infractores una pena
ejemplar, a los capitanes que han cometido este acto de piratería, y mandar
que la dicha fragata sea restituida a su capitán con todo su cargamento, y

1109
Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de
Colombia, p. 14
1110
Ibídem, pp. 22 - 23
601
la indemnización que conviene a los atrasos e intereses, que ha sufrido por
el espacio de tres meses.
Reclamo también, Sr. General, las dos decoraciones que se han
quitado al capitán Trelo por los mismos corsarios y pertenecen a dos
oficiales superiores de La Habana; semejantes recompensas han sido
siempre respetadas, aun por los enemigos más encarnizados, aun en el
mismo campo de batalla: solo un pirata puede desconocer lo que es debido
al honor, y que todas las naciones civilizadas se deben entre sí. U. sabe, Sr.
General, lo mismo que yo, que el pabellón cubre el buque, las mercancías
que lleva, y en fin, todo cuanto se encuentra a bordo: permitirse el visitar,
abrir y violar los secretos de los particulares, abriendo todas las cartas, y
teniendo otra bandera que no era la suya, todos estos ultrajes, dignos de un
pirata, merecen que no puedan quedar sin castigo: si una acción semejante
fuese tolerada, lo que estoy muy lejos de suponer, seria anunciar que U.
desea romper las relaciones amigables que han existido hasta ahora entre
la Francia y las provincias colombianas – Suplico a U. Sr. General se sirva
responderme lo más pronto que sea posible a las reclamaciones que tengo
el honor de remitirle, y recibir los respetos de la alta consideración con la
que tengo el honor de ser su más humilde y obediente servidor.—Dupotet.
A bordo de la Jeanne d'Arc a 11 de Enero de 1825.”1111

“El capitán de navío Dupotet, comandante de una división de la


estación de las Antillas francesas. — AS. E. el Comandante general de la
marina en la provincia de Venezuela.
Sr. General — Tengo el honor de incluirá V.E. un pliego del Sr.
almirante Jurien, comandante de la estación de las Antillas francesas y del
golfo de Mégico, reclamando reparación de un insulto cobardemente
ejercido sobre una goleta del Rey de Francia, por el capitán de la corbeta
colombiana la Venezuela. Si no está a su alcance mandar inmediatamente a
la Martinica una satisfacción formal de la conducta de este oficial por uno
de sus buques de guerra, sírvase decirme a que época lo podrá verificar,
porque todo retardo sobre esta materia podrá poner al Sr. almirante Jurien
en la necesidad de usar del derecho de represalia que repugnará a la
dignidad francesa – Soy de U., Sr. General –AS. E. el Sr. general Esteves,
comandante de la marina de Venezuela, en Puerto Cabello. Todo lo que
pongo a la alta consideración, con la que tengo el honor de ser su humilde
y obediente servidor–Dupotet.
A bordo de la Jeanne d’Arc á 11 de Enero de 1825.”1112

1111
Ibídem, pp. 23 – 25
1112
Ibídem, p. 25
602
“Del navío de S. M. Cma. el Eylan en el puerto de Fuertereal, isla de
Martinica, el 15 de Diciembre de 1824.
Sr. General. — Una goleta del Rey de Francia ha sido insultada
delante de Puertovelo por la corbeta colombiana la Venezuela. El capitán
de este buque, abusando imperiosamente de la superioridad de sus fuerzas,
llevó la audacia hasta imponer la obligación al capitán francés de enviar
un oficial a su bordo, amenazándole con descargarle su batería si no
ejecutaba prontamente esta orden.
Un semejante ultraje hacia una nación que hasta este día ha
observado la más exacta neutralidad entre los debates de la América y la
España no debe quedar sin reparación: yo la reclamo, pues, completa y
entera.
Yo espero que la República de Colombia, consultando sus verdaderos
intereses, se apresurará a enviar en el más breve tiempo uno de sus buques
de guerra, que deberá traerme à Fuertereal de la Martinica la
desaprobación de la imprudente conducta del capitán de la Venezuela, a fin
de que yo no me vea obligado, para obtener la satisfacción que exijo, de
usar de las fuerzas de que S.M. el Rey de Francia me ha confiado el mando.
— Tengo el honor de ser con una alta consideración, Sr. General, su atento
y obediente servidor. El contralmirante, Comandante de las fuerzas nava
les francesas en las Antillas y golfo de Mégico.-Jurien.”1113

Esta fue la respuesta de Estéves:

“República de Colombia
Felipe Esteves, de los libertadores de Venezuela, capitán de navío de
la armada de la República, comandante general del segundo departamento
de marina &c.
Al Sr. capitán de navío Dupotet, comandante de la división de buques de
guerra de S. M. Cristianísima de la estación de las Antillas, surta en esta
bahía.
Sr. Comandante —He tenido el honor de recibir ayer de su misma
mano su comunicación junto con otra del Sr. almirante Jurien, fechada en
Martinica a 15 de Diciembre próximo pasado a bordo del navío Eylan,
relativamente al acontecimiento de la fragata de la República la Venezuela
con un buque de la escuadra francesa, y a una fragata de la misma nación

1113
Ibídem, p. 26

603
detenida por un corsario con bandera colombiana, que navegaba para La
Habana, y en su carga había una parte perteneciente a individuos
españoles.
Después de protestar á US. lo desagradable que son semejantes
acontecimientos para todos los que deseamos la mejor armonía en las
potencias neutrales, como no puedo menos que circunscribir mi
contestación a las circunstancias particulares del caso y a las leyes de mi
nación que han servido de norma a esta comandancia.
Yo no dudo que el Gobierno de Colombia haga una reparación al de
S. M. Cma. de la ofensa que uno de sus buques ha irrogado a otro de la
marina francesa; pero pongo en conocimiento de US. que la fragata
Venezuela no pertenece a este departamento, ni del suceso, aunque es
público y notorio, se tienen conocimientos oficiales; pero no obstante, yo
me serviré de estas comunicaciones para dar cuenta al Gobierno general, y
exigir una determinación concluyente en un término perentorio como de
tres o cuatro meses, sea cual sea, según el juicio que él forme.
La parte de cargamento condenada de la corbeta Urania, es con
arreglo al artículo 14 de la Ordenanza de corso de Colombia, y que un
subalterno como yo no tiene en su arbitrio trastornar sus disposiciones, ni
menos faltará su ejecución. La declaración del mismo capitán Trelo, cita al
folio 4 del expediente, contribuye eficazmente a la condenación de la parte
mencionada, y la protesta que corre en el mismo asunto ha empeorado su
causa por lo que respecta a la indemnización de perjuicios, siguiendo el
sentido literal de las mismas ordenanzas.
Esto es cuanto ocurre sobre este particular, y cuanto está a mis
alcances hacer.
Soy de US. con la mayor consideración su más atento y seguro
servidor —
Felipe Esteves.”1114

“Puerto Cabello, 12 de Enero de 1825-15.


Al Sr. capitán de navío, Comandante de la división marítima de S. M. Cma.
surta en este puerto.
Acompaño á US. el adjunto despacho, contestación a S. E. el
contralmirante Jurien, comandante de las fuerzas navales de las Antillas
francesas, del que se ha servido dirigirme, y US. tuvo la bondad de
acompañar al suyo de ayer, que recibí de manos de US. con el objeto de
que se digne ponerlo en las de S. E. a su arribo a Martinica.

1114
Ibídem, pp. 27 - 28
604
Soy con la mayor consideración de US. su más atento y obsequioso
servidor.-
Felipe Esteves.”1115

“Al Sr. general Jurien, Comandante general de las fuer zas navales de las
Antillas.
Sr. General –Por medio del Sr. Dupotet, comandan te de la fragata
de S. M. Cma. Jeanne d’Arc, he tenido el honor de recibir la nota de V.E.
de fecha 15 de Diciembre próximo pasado, por la cual pide una reparación
de la conducta tenida por el Comandante de la corbeta Venezuela con
respecto a otro buque de la marina francesa.
Al Sr. comandante Dupotet dicho oficialmente sobre el particular
cuanto le es permitido a un jefe subalterno que se halla en mi caso, y lo que
no dudo trasmita al conocimiento de V.E.
V. E. no podrá menos que asentir y esperar del buen proceder del
Gobierno de Colombia la reparación del hecho mencionado, y yo que lo
creo justo me aprovecharé de la comunicación de V. E. para exigirlo del
modo que me sea posible en un tiempo perentorio, creyendo asimismo que
el mal comportamiento de uno de sus súbditos no deberá alterar la buena
armonía que hasta ahora reina entre ambas naciones, y que es sumamente
remoto el caso de tener que ejercitar las fuerzas por ninguna de las dos
partes.
Soy, Sr. General, de V. E. con la más alta consideración su más
atento y seguro servidor–Felipe Esteves.”1116

El CN. Dupotet volvió a dirigirse a Esteves.

“El capitán de navío Dupotet, comandante de una división de la


estación de las Antillas. — Al Sr. Comandante general de marina de la
provincia de Venezuela.
Sr. General. - He recibido la carta de su Sria. concerniente a la
reclamación que le he hecho sobre la detención del buque francés la
Urania, y en la cual U. no responde sino de una manera evasiva, citándome
leyes de corso hechas para sus enemigos, y que no son aplicables sino a

1115
Ibídem, p. 28
1116
Ibídem, p. 29

605
aquellos que quieran bien reconocerlas. Yo no pienso, pues, que su
Gobierno interpretará las leyes como U. lo ha hecho en el juicio que acaba
de dar, en que extrae una parte del cargamento del buque la Urania.
Es constante, Sr. General, que el capitán del que se dice corsario, la
Polly Hampton, es un pirata. Este buque no se halla puesto en el estado de
los corsarios de su departamento, y por su propia confesión "U. le ha
rehusado una patente de corso: U. ignora haya depositado su fianza, y
ninguna persona ha osado presentarse delante de la Corte de almirantazgo
para defender sus intereses. Todas estas consideraciones debían a lo
menos, Sr. General, animarlo a sacrificar las pretensiones de un brigan a
los derechos de una potencia amiga, tanto más, cuando este desgraciado es
extranjero a vuestro propio país, y cuando él está establecido y domiciliado
en S. Bartolomé.
Habrá un mes que este mismo pirata estuvo en San Tomas cargado
de cochinilla y añil, que había probablemente robado a algún buque del
comercio, después de haber degollado el equipaje. Vea U., Sr. General, el
hombre por el cual U. se ha hecho fiador al pronunciará su favor y en
detrimento de la justicia que U. debe a los franceses: es además dar una
protección a esta clase de briganes el ofrecerles refugio y protección en el
seno de vuestro mismo juzgado, y que por todo reconocimiento
inconsideran diariamente vuestro pabellón por la desolación que ellos
ejercen sobre todos los buques que encuentran.
Yo debo decir con justicia, que todas las personas que yo he
consultado sobre este asunto han sido indignadas de este proceder hacia la
Francia, y desean como yo ver aniquilados todos estos briganes, que al
abrigo de la nominación de corsarios, no hacen sino el uso de piratas para
enriquecer sus despreciables armadores.
Lo que encuentro bien extraordinario de vuestra parte, S. General, es
que después de haber condenado injustamente al capitán de Trelo, U. le
hubiera pedido un certificado de la conducta que U. había tenido con él, y
esto en presencia del capitán de navío Beluche (*). Un juez animado de
sentimientos que lo conducen a hacer su deber, no tiene necesidad del
testimonio de aquel a quien condena para justificarse ante la opinión
pública.
Tengo el honor de dirigirle, Sr. General, el estado de indemnización
reclamada y debida al capitán de Trelo, comandante del buque la Urania,
montando a la suma de 35000 fuertes por el retardo del buque, y por las
mercancías que U. permitió extraer de su bordo en provecho de los
armadores del corsario la Centella, y de su asociado el pirata la Polly
Hampton, y de prevenir a su Sria., que si mañana en todo el día yo no
tengo el seguro que esta suma sea contada al capitán de Trelo, yo obraré
según mis instrucciones, y U. tendrá que sentir de haber comprometido los
intereses de su Gobierno.

606
La conducta de los señores oficiales de su marina durante los años
precedentes, y últimamente aun en el negocio del capitán de Trelo es una
garantía que ellos gozaran de la estimación que han adquirido hacia los
franceses, y vuestro comercio no tendrá igualmente nada que temer; pero
será hacer servicio al comercio y humanidad el hacer desaparecer de los
mares los piratas o corsarios, rezagos infames de todas las naciones, y que
des pues de algunos años han envilecido la especie humana.
La Jeanne d’Are o cualquiera otro buque de mi división vendrá
mañana a la entrada de Puerto Cabello para esperar la respuesta de
vuestra Sria.
Tengo el honor de ser, Sr. Comandante, vuestro muy obediente
servidor —Dupotet.
A bordo de la Jeanne d'Arc á 13 de Enero de 1825.
(*) Estamos ciertamente informados y competentemente autorizados
para contradecir el hecho de que se contrae el Sr. Dupotet: es falso que el
Comandante de marina de Puerto Cabello haya pedido tal certificado al
capitán Trelo, y nos referimos por comprobante al mismo Sr. Beluche que
cita Mr. Dupotet.”1117

Esteves a su vez contestó.

“El capitán de navío Felipe Esteves, comandante general del segundo


departamento de marina &c. — Al señor capitán de navío Dupotet.
Señor comandante. — He recibido ayer la comunicación que con
aquella misma fecha ha tenido a bien dirigirme US. relativamente al asunto
de la fragata Urania a lo que contesto, prescindiendo de otros accesorios
contenidos en la enunciada comunicación, que el capitán Trelo debió
apelar de la sentencia que condenó una pequeña parte de carga por ser de
enemigos de la República, si es que la consideraba injusta, antes de
pasadas veinticuatro horas de haberse pronunciado, conforme está
mandado en la ordenanza de corso hecha por este Gobierno.
Cualquiera reclamación posterior sobre informalidad o injusticia en
la enunciada sentencia debe ser al Gobierno superior de la República, cuya
vía está franca para todo el que quiera dirigirse a él; pues hasta para en el
caso de que yo hubiese de ser responsable en el asunto de que se trata,
siempre sería necesaria su autoridad para conmigo.

Ibídem, pp. 29 – 32 o Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo


1117

Revolución y Gran Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCIII, folio 20.
607
Esta comandancia general no ha tenido motivos aun para reputar
como un pirata al corsario la Centella, a quien juzgaría como tal, si se le
probasen hechos que lo hiciesen acreedor a las penas establecidas por las
leyes.
Soy de US. &c. –Esteves.”1118

A su vez Dupotet volvió a insistir. Todo esto con creciente tensión, mientras la
escuadrilla francesa continuaba fondeada frente a Puerto Cabello.

“El capitán de navío Dupotet, comandante de una división de la estación de


las Antillas. — Al señor comandante general de marina de la provincia de
Venezuela.
Señor General –Acabo de recibir la respuesta de su señoría sobre el asunto
del insulto hecho al pabellón francés por el capitán de la corbeta
colombiana la Venezuela.
Yo pienso como V. que su Gobierno se apresurará a aclarar la conducta de
este oficial, pues ya yo he tenido el honor de decírselo en mi carta de 11 de
este mes: supuesto que U. no tiene el poder demandar un buque de guerra
a llevar esta reparación al señor almirante Jurien, deseo saber antes de mi
partida la época en que ella pueda serle remitida; este insulto debe ofrecer
bastante interés a su Gobierno, para que él se ocupe inmediatamente en
repararlo, y U. puede fijar aproximativamente el tiempo que es necesario
para ir y venir a Bogotá, y llegar a Martinica.—Reciba U., señor General,
el testimonio de la alta consideración de vuestro afectísimo y obediente
servidor —Dupotet.
Abordo de la Jeanne d’Arc, à 13 de Enero de 1825.”1119

Esteves volvió a contestar el 21 de enero1120, pero debió remitir el asunto al


General en Jefe José Antonio Páez, Director de la Guerra del Departamento de
Venezuela. Páez a su vez escribió a Dupotet el 3 de febrero, dando inicio a un nuevo
ciclo de cartas cruzadas.

1118
Ibídem, p. 33 o Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo
Revolución y Gran Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCIII, folio 32.
1119
Ibídem, pp. 33 - 34
1120
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCIII, folio 79
608
“República de Colombia. — Departamento de Venezuela. —
Comandancia general —Núm.55.-Cuartel general en Maracay a 3 de
Febrero de 1825. — 15.
Al señor capitán de navío Dupotet, comandante de una división de buques
de guerra de S. M. Cma.
Señor comandante — Aunque en mi juicio particular las operaciones
y movimientos de los buques del mando de US. no tengan un carácter
hostil, el público no lo ve así, y he tenido ya reclamaciones y partes de los
pueblos y autoridades de estas costas, que ya no puedo ver con
indiferencia, y que me obligan a exigir una explicación franca por parte de
US. sobre las miras que tenga en permanecer sobre estas costas y delante
de la plaza de Puerto Cabello en una actitud de riguroso bloqueo, así por
el tiempo que lleva ya invertido en esta operación, como por la caza que se
ha dado a buques con bandera colombiana; el registro de algunos, y muy
particularmente el de la goleta Rayo, examinando sus papeles,
tripulaciones, y poniendo un oficial a bordo por algún tiempo.
Permítame US. decirle con la franqueza de un militar, que este
proceder está en contradicción con el carácter franco de la nación de US. y
sobre todo con el de un Gobierno que, siendo poderoso, debía obrar con
más claridad con respecto a nosotros, y si quiere hacernos la guerra, nos
la debe declarar antes, seguro de que los colombianos no desafían a nadie
por sus jactancias, pero hasta ahora han dado pruebas para creer que si no
son capaces de resistir otros poderes que vengan contra ellos, tienen a lo
menos la constancia necesaria para sostener sus derechos y decoro del
modo que les sea posible.
Si el Gobierno de US. tiene motivos de quejas por el procedimiento
de algunos súbditos de Colombia puede US. estar seguro, que el de la
República sabrá imponerles la pena que merezcan por cualquier infracción
que hayan cometido del derecho de las naciones, y al mismo tiempo estar
persuadido, que yo seré el más interesado en que esto se verifique, pues
que soy zeloso de la buena opinión del Gobierno, del crédito de la nación, y
sobre todo, de los mayores miramientos de las potencias amigas.
La contestación de US. con la que espero me favorezca, me es
absolutamente necesaria para calmar la alarma pública, satisfacer al
Gobierno, y para arreglar mis procedimientos.
Soy de US. Sr. Comandante, con la más alta consideración, su más
atento seguro servidor Q. B. S. M.
JOSE ANTONIO PAEZ.”1121

1121
Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de
Colombia, pp. 35 – 36

609
Dupotet a su vez contestó a Páez.

“El capitán de navío Dupotet, comandante de una división de la


estación de las Antillas. — A S. E. el señor general Páez, director de la
guerra en el departamento de Venezuela.
Señor General.-Acabo de recibir la carta que V. E. me ha hecho el
honor de escribirme relativamente a mi crucero delante de Puerto Cabello:
V. E. puede asegurarse por el señor comandante de marina Esteves de los
motivos qué me han obligado a esta resolución, y verá que no es sino por la
negativa que aquel me ha hecho de devolver al capitán de la fragata
francesa la Urania las mercancías que le han sido extraídas, y asegurarle
las indemnizaciones de los perjuicios que este arresto ilegal le ha hecho
experimentar.
Si mi presencia delante de Puerto Cabello, parece hostil a los
habitantes de esa ciudad y los campos, le es fácil a V. E. desengañarlos por
el curso libre que yo dejo al comercio y buques de guerra.
El Gobierno francés no desea, lo mismo que el de Colombia, romper
la buena inteligencia que ha existido siempre entre las dos naciones, pero
hay derechos sobre los cuales no se puede transigir. Dos de vuestros
corsarios han detenido un buque francés contra todas las leyes marítimas,
yo debía esperar que mi reclamación sobre este particular, mereciese otra
respuesta que la de anunciarme que el buque había sido juzgado según
vuestras leyes de corso. El Gobierno colombiano podrá dar las órdenes que
tenga por conveniente contra sus enemigos; pero yo no creo que él haya
querido someter a ellas las potencias neutrales.
En cuanto a la goleta mercante el Rayo, que yo visité hace algunos
días, yo ruego a V. E. que crea que no me he separado en nada de los
miramientos que se deben a una potencia amiga. La maniobra de este
buque y su fuga delante de una goleta de mi división, debía desde luego
hacerlo sospechoso, y mucho más cuando se encontró a su bordo un cañón,
30 fusiles y 20 hombres de equipaje. Si mis investigaciones han sido
rigurosas, ellas están en el interés del comercio en general; pues que este
buque podía ser pirata ó corsario.
V. E. puede convencerse que yo no puedo atenerme a los colores que
pueda poner un buque; fue con la bandera americana que el corsario la
Centella y el pirata Polly Hampton, detuvieron el buque la Urania. Con el
pabellón colombiano mandado por Cotarro el bergantín Romano ha
tomado buques franceses.
Sobre todo, Sr. General, para probar a V. E. que yo no quiero turbar
en nada la tranquilidad del departamento de su mando, lo que sería obrar
contra las instrucciones que me han sido dadas; si V. E. quiere asegurarme
610
que el asunto de la fragata Urania, se arreglará por el Gobierno de
Colombia en un tiempo determinado, y que sus corsarios recibirán órdenes
para no detener más los buques franceses, yo levantaré mi crucero al
instante: de otro modo, me veré obligado a esperar las órdenes del Sr.
Gobernador de la Martinica y el almirante que manda la estación de las
Antillas.
Aceptad, Sr. General, la seguridad de la alta consideración con la
cual tengo el honor de ser de V. E. su más obediente servidor–Dupotet.
A bordo de la Jeanne d'Arc á 7 de Feb. de 1825.”1122

Páez por su parte respondió el 12 de febrero.

“El General en jefe director de la guerra en Venezuela y Apure-N. 6—


Cuartel general en Calabozo de 12 de Febrero de 1825-15.
Al Sr. capitán de navío Dupotet, comandante de una división de la estación
de las Antillas.
Sr, Comandante. — Acabo de recibir la favorecida de US. que me ha sido
remitida a este punto, en donde me hallo eventualmente con el motivo de
algunos arreglos en esta parte del departamento.
Por mi parte estoy convencido de las buenas intenciones del Gobierno
francés, expresadas por el órgano de US.
En cuanto a la seguridad que US. me exige de que el Gobierno de la
República decida en un término dado sobre el asunto de la fragata Urania,
y que dé, orden a los corsarios para no detener los buques franceses, debe
conocer US. que un súbdito no puede responder con tanta certeza de lo que
podrá hacer el Gobierno; pero lo que puedo decir es, que la reclamación
de US. me parece arreglada, que está en los principios que el Gobierno ha
profesado hasta ahora, en los de todo colombiano zeloso del honor
nacional, y muy particularmente en los míos.
En virtud de lo dicho, tengo ya representado al Gobierno a favor de la
reclamación de US, y puedo asegurarle que lo haré nuevamente con
presencia de su última comunicación; y si US. quiere dirigirse al Gobierno
de la República puede remitir lo que quiera por el órgano del comandante
de Puerto Cabello o el de Ocumare al Sr. general en jefe Santiago Mariño,
a quien con esta fecha hago mis prevenciones sobre este particular, por ser

1122
Ibídem, pp. 36 - 37

611
el jefe a quien he dejado interinamente el mando del departamento hasta mi
regreso, que será pronto.
Desearía que US. tuviese por suficiente esta comunicación para arreglar
sus operaciones subsecuentes.
Soy de US. con la más alta consideración su seguro servidor que B.S. M.—
Jose Antonio Páez.”1123

Hábilmente las autoridades colombianas hicieron tiempo. No cedieron a las


demandas francesas, se escudaron en tecnicismos legales y evitaron provocar a un
enemigo que contaba con una fuerza muy superior (49 navíos de línea, 31 fragatas, 10
corbetas, 26 bergantines1124), y que al parecer buscaba un Cassus Belli para atacar al
país. Esta demora jugaba en contra de Dupotet, cuya escuadra no podía quedarse
indefinidamente en Puerto Cabello. Ya a manera de explicación y justificación, la
compilación publicada por el Gobierno colombiano expone:

“El Sr. Dupotet pide que la expresada fragata se devuelva a su capitán


Trelo con indemnización de los per juicios que ha sufrido por el espacio de
tres meses; más el buque nunca fue condenado, ni otra parte de su
cargamento que aquella que por los documentos encontrados a su bordo
resultó pertenecerá vasallos del Rey de España, cuya resolución se apoya
en la ordenanza de corso de la República, y ésta en los principios del
derecho de gentes y marítimo reconocido generalmente por las potencias
de Europa.”1125

“No tenemos noticias circunstanciadas del suceso que refiere S. E., aunque
sí podemos aseverar que el comandante de la Venezuela es un oficial que a
los conocimientos de su carrera, agrega los modales cultos y generosos de
un verdadero inglés, por lo que debemos suspender el juicio hasta que por
el proceso que se haya formado, o se mande formar sea oído aquel jefe, y
puesta en claro la verdad de lo ocurrido, resuelva el Gobierno lo que
corresponda en el caso.
1123
Ibídem, pp. 38 - 39
1124
“Tanteo estadístico y comparativo de las principales potencias de la Europa y de los Estados Unidos
de América en 1821 (Annuare francais)”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 25 de abril de 1824. N°
132, p. 4
1125
Origen y objeto de las reclamaciones del Gob. francés de la Martinica contra la Marina de
Colombia, p. 48
612
Entre tanto es bien notable que antes de haber obtenido el Sr. Jurien
ninguna contestación de la autoridad a quien corresponde darla, nos
amenace con el uso de las fuerzas que el Rey de Francia le ha confiado,
porque esto es incurrir en la misma falta que S. E. atribuye al capitán de la
Venezuela, haber abusado injuriosamente de la superioridad de sus
fuerzas. Si la conducta de aquel oficial no ha sido ni irregular ni punible,
de nada valdrán las amenazas, ni aun el empleo de las fuerzas de S.M.Cma.
para con un pueblo que jamás ha temido la fuerza física de los tiranos
cuando tiene de su parte la justicia: de nada valdrán ellas ante el tribunal
de la razón y de la opinión pública, porque la fuerza no da moralidad a las
acciones, ni constituye un derecho legítimo y durable, ni produce sino
injusticias, ni su empleo es otra cosa que una cadena de violencias, cuyo
último eslabón viene al fin a remacharse en el mismo que erigió en derecho
la fuerza.
Colombia cifra su gloria y su honor en respetar los derechos de las demás
naciones, y en merecer su estimación por el cumplimiento de los deberes
que le impone el derecho de las gentes. Si en el apresamiento y conducción
al puerto de la fragata Urania; si en la condenación de las propiedades
enemigas encontradas a su bordo, ella ha violado ese derecho en perjuicio
del Gobierno francés, y sus súbditos, al mundo imparcial toca examinarlo y
decidirlo, igualmente que pronunciar sobre la conducta del almirante
Jurien y comandante Dupotet, tal cual ella aparece de los documentos a
que se contraen estas observaciones, y se leen en los papeles públicos de
esta capital.”1126

Para el 5 de marzo el Comandante de Armas, Manuel Cala, avisaba que la


fragata Juana de Arco y los demás buques que la acompañaban se habían marchado de
las costas de Puerto Cabello hacía ya varios días, habiendo llegado el 25 de febrero a
Puerto Cabello la fragata Venus, que venía a relevar en las reclamaciones a la Juana de
Arco y al Capitán de Navío Dupotet.1127 Al parecer, esta nueva etapa en la reclamación
francesa tampoco logró mucho, pues ya en junio Santander informaría a Bolívar:

“La escuadrilla francesa que estuvo en Puerto Cabello no ha vuelto. Sus


comandantes nos provocaron por cuantos medios les fue posible; pero no
se dio lugar a quejas. En la Gaceta de hoy vera U. el estado que tienen
estas reclamaciones. En Caracas se han escrito valientes papeles en favor
1126
Ibídem, pp. 71 - 73
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
1127

Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCV, folio 102


613
del Gobierno y contras las pretensiones de la Francia. Yo he mandado
formar causa al corsario Roma Libre, porque de los papeles de los Estados
Unidos resulta que positivamente ha cometido actos de piratería contra la
Francia; esta conducta me parece que tranquilizará más y más al Gobierno
francés, pues es el único punto delicado de sus reclamaciones.”1128

Estas acciones tomadas contra el corsario Roma Libre, pueden ser confirmadas
con parte de la documentación del Archivo General de la Nación, en Caracas. Tenemos
que ya el 20 de enero el CN. Felipe Santiago Estéves remitió a Páez un pliego de
documentos del bergantín corsario Roma Libre, junto con su diario de navegación.1129
Al parecer el Roma Libre había sido el buque que apresó a la Urania. Más tarde, el 10
de marzo, el Comandante de Armas del Departamento, Manuel Cala, avisa que el Roma
Libre había recibido permiso de Páez para salir a cruzar, pero en vista de los reclamos
franceses y las promesas del comandante de la escuadra de que todos los buques le
perseguirían hasta apresarlo, se le ordena que no salga de puerto hasta que el general
Páez diera nuevas instrucciones.1130 El 15 de marzo el Comandante General Interino del
Departamento, general Santiago Mariño, informa al Director de la Guerra sobre la
suspensión del permiso al Roma Libre que dictó el Comandante del Segundo
Departamento de Marina, en vista de las amenazas de la escuadra francesa de
apresarlo.1131

Ya con fecha 13 de abril el citado comandante Manuel Cala remite una


comunicación a Mariño, confirmando las sospechas de crímenes cometidos por el Roma
Libre, y transcribe un artículo publicado en Nueva York sobre varios saqueos hechos
por éste corsario a buques neutrales en alta mar.1132 Finalmente, el 1º de mayo, el Sr.
José G. Jove, propietario del Roma Libre, rebautizado Libertador, se dirige a Páez
quejándose de los inconvenientes que se han puesto para su zarpe. Al parecer Jove había
comprado el buque a su dueño anterior, José de Cotarro.1133 No alcanzamos a saber si

1128
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de junio de 1825.
Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 179
1129
Archivo General de la Nación “Generalísimo Francisco de Miranda”, Subfondo Revolución y Gran
Colombia, Papeles de Guerra y Marina, Tomo XCIII, folio 72
1130
Ibídem, Tomo XCV, folio 151
1131
Ibídem, folio 203
1132
Ibídem, Tomo XCVI, folio 301
1133
Ibídem, Tomo XCVII, folio 4
614
Jove lo adquirió antes o después de los crímenes cometidos por su capitán y tripulación,
que provocaron los reclamos de Francia. En todo caso, parece más probable que la venta
se haya producido después de todo el conflicto, y que eso llevó al nuevo propietario a
cambiar el nombre del buque por uno mucho más conveniente.

Todos estos datos nos aportan una visión un poco más completa sobre lo que
podríamos llamar “Crisis Franco-Colombiana de 1825”, la primera de este tipo que
enfrentó la joven República. Se evidencia que aunque los líderes colombianos se
mostraron dignos y valientes en sus comunicaciones, la situación fue despejada en base
a la promesa de Estéves de perseguir y capturar al Roma Libre. El doble juego hecho
hacia un corsario autorizado por la República y hacia los franceses, se evidencia luego
por la negativa a dejar que el buque saliera al mar, pero sin juzgar a su capitán y
tripulantes en un tribunal. Finalmente, nos damos cuenta que sí se hizo una
investigación en torno a los excesos del Roma Libre, y que el buque pudo ser vendido y
rebautizado para tratar de despejar el asunto, al tiempo que la escuadra francesa
finalmente se marchó. A la larga, la gran afectada por esta crisis fue la guerra de corso
que venía llevando a cabo la República, y que tanto daño venía ocasionando a España.
Evidentemente, Colombia no tenía la fuerza para hacer valer sus intereses ante Francia,
que al parecer buscaba una excusa para atacar el país, y sus líderes de alguna manera
fueron intimidados, puesto que a partir de este punto observamos un claro ocaso del
corso colombiano, como ya se explicó anteriormente. Como único punto positivo, se
rescata que las autoridades colombianas evitaron hábilmente una humillación mayor a
manos de Francia, e incluso una intervención francesa en el país en apoyo de España.

Pasada esta crisis, Revenga informó al Libertador de una situación claramente


amenazante que incluía una posible intervención de Francia:

“La correspondencia que he recibido últimamente de Europa, confirma el


estado progresivo de desorden y de miseria de la España, que no habiendo
podido conseguir nuevos empréstitos en Inglaterra ni Francia, ha enviado
comisionados a Holanda. Se está preparando una expedición de 5 a 6.000
hombres en La Coruña, y han partido ya algunos transportes de Cádiz, y
algunos buques de guerra, a que preside el navío Guerrero de 74. Debe
presumirse que como esta expedición se ha de estar formando con fondos
franceses, sea aparentemente destinada a fortalecer a Cuba y Puerto Rico,
615
pues el Conde de Villele ha repetido que continúa instando al Gobierno por
la paz, y el reconocimiento de la independencia de Haití, e informes
verídicos que hemos tenido por otro conducto, deponen en favor de la
sinceridad de aquella instancias. Sin embargo, ha de tenerse presente que
desde el año pasado ha estado instando la Inglaterra por la paz con los
nuevos Estados, a condición de que se garanticen la posesión de las
colonias restantes y que España no ha querido. Por consiguiente, el gran
armamento que se reunirá en Cuba que puede ser para 16.000 hombres, y
por tanto muy superior a las necesidades de la guarnición, me ha hecho
temer que se emprendan incursiones en el continente, y he comunicado
estas noticias a Guatemala que es la más expuesta. La importancia del
Istmo podría designarlo como punto de ataque, pero el Istmo está
defendido por su clima, y más eficazmente por la noticia de que es el paso
de nuestras tropas.”1134

Al año siguiente Pedro Briceño Méndez transmitió noticias ligeramente mejores,


pero no exentas de amenazas:

“La cuestión del reconocimiento está muy adelantada, y tanto que hasta la
Francia ha tomado parte activa en nuestro favor. No lo dude U. Dos son
las únicas dificultades que retienen a Fernando para pronunciarse:
primera, la suerte de las islas de Cuba y Puerto Rico, que pide sean
garantizadas por nosotros y por las potencias que median en el
reconocimiento: y segunda, la deuda que tiene sobre si, y especialmente la
que ha contraído con la Francia durante la campaña de la restauración y
durante la ocupación. En la primera está sostenido por los Estados Unidos,
y porque ella no ve con gusto la cesación de una potencia insular en las
Antillas, que podría absorberse sus colonias o caer en poder de Haití. En
la segunda se interesa generalmente la Francia, que no ve otro medio de
que se le pague su crédito contra la arruinada España; y lo peor es que la
Inglaterra también la ayuda en esto, porque ella tiene su deuda que cubrir,
y sobre todo, porque le conviene mantener a la Francia en su amistad
contra la Santa Alianza. Vea U. como ha venido a embrollarse y
complicarse la cuestión de nuestra independencia, con los grandes
intereses de las primeras potencias marítimas del mundo. Estamos, pues,

1134
Carta de José Rafael Revenga al Libertador Simón Bolívar. Bogotá, 21 de octubre de 1825. Memorias
del General O´Leary. Tomo VI, p. 502
616
forzados a deliberar pronto, pronto, porque cada día se complica y
dificulta más el desenlace.”1135

La relación con Francia continuaría siendo ambivalente y tirante, haciéndose aún


más difícil cuando el país galo apoyó soterradamente la idea de convertir a Colombia en
una monarquía, cuya corona la llevaría un Borbón tras la muerte, renuncia, retiro o
exilio del Libertador. Por su parte, el delegado Fernández Madrid continuó su trabajo en
la corte francesa, logrando primero que los buques mercantes colombianos fuesen
recibidos en puertos de ese país, y más tarde que Francia enviase cónsules a Colombia
sujetos a las debidas formalidades. El Gobierno francés de nuevo insinuó que
reconocería la independencia de la República una vez que España lo hubiese hecho, e
incluso reconoció el derecho de Colombia de atacar Cuba y Puerto Rico como
posesiones enemigas que eran, aunque expresando que si tal hecho ocurría, no sería de
su agrado.1136

A pesar de todos sus esfuerzos, Fernández Madrid no logró de los franceses el


ansiado reconocimiento a la independencia de la República de Colombia. Dicha
satisfacción le tocó al embajador Leandro Palacios. Tras la revolución de julio de 1830
y la caída de Carlos X, subió al trono el Duque de Orleáns, quien se coronó como Luis
Felipe I y dio inicio a un régimen liberal. Así, con este giro político, Francia reconoció
la independencia de Colombia, cuando ya la República estaba deshaciéndose.1137

Respecto a los otros socios de la Santa Alianza, Prusia y Austria nunca tuvieron
intereses en América, y nunca pasaron de repudiar el sistema político republicano de
Colombia y su inclinación anti esclavista. Por su parte, la única vinculación de Rusia
consistió en venderle buques de guerra a España para su posible reconquista de
América, y aceptar la mediación entre España y sus ex colonias, que le planteó Estados
Unidos.

1135
Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. A bordo de la “Macedonia”
frente a Buenaventura, el 22 de julio de 1826. Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 214 – 215
1136
Urrutia, Francisco José. Política internacional de la Gran Colombia, p. 107
1137
Ídem

617
c) Congreso Anfictiónico de Panamá y la diplomacia en Hispanoamérica

El Congreso Anfictiónico de Panamá, reunido a mediados de 1826 en dicha


ciudad del Istmo, fue el punto culminante de la diplomacia colombiana. En efecto, con
una convocatoria hecha por el Libertador en Lima, en diciembre de 1824 – año y medio
antes – la República de Colombia había logrado reunir a otros tres de los recién surgidos
Estados de lo que fue la Monarquía Española: México, Centroamérica y Perú. Juntos,
sumaban la mayor parte de lo que había sido el imperio, restando Buenos Aires y Chile,
que no aceptaron la invitación; Bolivia, cuyos delegados no llegaron a tiempo; y
Paraguay, que no fue invitado. Rivalizando con los congresos que en Europa venían
realizándose desde el de Viena en 1815, el Congreso Anfictiónico de Panamá marcó el
cénit del liderazgo político colombiano, al poner a la República muy cerca de llegar a
levantar la buscada Confederación que uniese a los nuevos Estados, a fin de garantizar
su independencia frente a España y la Santa Alianza. El Congreso Anfictiónico de
Panamá vino a ser una respuesta al Congreso de Verona de 1822, e incluso a la propia
Doctrina Monroe de 1823.

Para entender en toda su dimensión lo antes expuesto, revisaremos la política


colombiana hacia los dos nuevos Estados independientes que se formaron en el Caribe,
abordaremos cómo se abordaron en el Congreso los planes sobre Cuba y Puerto Rico, y
finalmente estudiaremos el aspecto naval de los tratados de Panamá.

1) Política caribeña

El Mar Caribe constituía la fachada norte de la República de Colombia. Esta


región además albergaba varias posesiones insulares de dicha República, tales como las
islas de San Andrés, Providencia, Margarita, Coche, Cubagua, La Orchila, Isla de Aves,
y muchos islotes más, en lo que hoy en día es conocido como las Dependencias
Federales de Venezuela. Además de esto, el Caribe comunicaba a Colombia con las
últimas posesiones españolas en América – Cuba y Puerto Rico – además de hacerle
vecina cercana de posesiones insulares de Gran Bretaña, Francia, Holanda, Dinamarca y
Suecia. El Caribe era además la ruta obligada desde varios de los mayores puertos
colombianos, tales como Portobelo, Cartagena, Maracaibo, Puerto Cabello, La Guaira,
Cumaná o Pampatar, hacia Europa y Estados Unidos. En resumen, el Caribe era para
618
Colombia su vía de comunicación marítima con los otros grandes centros de la
civilización occidental.

En el período de 1821 a 1830 se dieron dos importantes oportunidades para que


la República de Colombia acrecentara su influencia en el espacio caribeño, una meta por
demás natural a la luz de lo explicado anteriormente. La primera ocasión llegó a finales
de 1821, con la efímera independencia del “Estado del Haití Español”, fundado por José
Núñez de Cáceres, que solicitó su incorporación a la República de Colombia. La
segunda llegó en 1824, cuando el Gobierno haitiano, que había unificado la isla de La
Española bajo su bandera, solicitó la alianza de Colombia para preservar su
independencia frente a un posible ataque francés. Estos dos casos vendrían a constituir
los únicos despliegues de una diplomacia colombiana hacia el Caribe, ya que las
relaciones con las islas pertenecientes a las potencias europeas, siempre estuvieron
dentro de un limbo legal cuando menos, predominando el contrabando y relaciones
extra oficiales, subordinadas al no reconocimiento de dichas naciones europeas a
Colombia. Ya a finales de la década, con el reconocimiento británico y luego holandés,
sí se dan relaciones oficiales de la República de Colombia con las autoridades
coloniales en las posesiones de esas dos naciones.

Primeramente, tenemos que el 30 de noviembre de 1821 José Núñez de Cáceres


depuso al Gobernador y Capitán General de Santo Domingo, Pascual Real,
proclamando al día siguiente la existencia del “Estado Independiente del Haití Español”.
En el Acta Constitutiva del Gobierno Provisional se aludía a que la nueva entidad se
integraría en la República de Colombia. Sin embargo, el presidente haitiano Jean Pierre
Boyer, invadió el territorio y ocupó Santo Domingo el 9 de febrero de 1822, poniendo
fin a la creación de Núñez. La ex colonia española sería anexada a Haití, y los haitianos
se quedarían por veintiún años.1138

Antes de caer su efímero Estado, Núñez de Cáceres despachó a Colombia al Dr.


Antonio María Pineda, quien arribó a finales de diciembre de 1821 a La Vela de Coro y
solicitó apoyo del Gobierno colombiano.1139 Sin embargo, la velocidad de los hechos no
dio tiempo de reacción a Colombia; Boyer consideró absurda y peligrosa para Haití una

Toro Jiménez, Fermín. Historia Diplomática de Venezuela, 1810 – 1830, pp. 363 – 365
1138

1139
Lépervanche Parpacén, René. Núñez de Cáceres y Bolívar: el proyecto de incorporación del Estado
Independiente de Haití Español a la Gran Colombia, pp. 32 - 33
619
confederación de Santo Domingo y Colombia. Por su parte, Núñez de Cáceres cedió
rápidamente a la presión de los haitianos y entregó el territorio sin prácticamente oponer
resistencia.1140

Este peculiar caso ha sido poco estudiado por la historiografía, y menos aún se
ha tratado la postura del Libertador al respecto, quien para la fecha se encontraba en el
sur del país. En carta a Santander, fechada en Pativilca a 9 de febrero de 1822, Bolívar
expresó: “Mi opinión es que no debemos abandonar a los que nos proclaman porque es
burlar la buena fe de los que nos creen fuertes y generosos; y yo creo que lo mejor en
política es ser grande y magnánimo […] Esa misma isla puede traernos, en alguna
negociación política alguna ventaja.”1141 Es posible que Bolívar diera tanto énfasis a la
posibilidad de ir en ayuda de los dominicanos porque se dirigía a Santander, quien era
poco propicio a empresas grandes y aventuradas más allá de las fronteras nacionales.1142

El autor citado antes, René Lépervanche Parpacén, expone una reflexión muy
interesante sobre la súbita y fácil caída del Estado fundado por Núñez de Cáceres…

“Si sus conciudadanos llamaron a Boyer no se manifestó sincero con el


Vice-Presidente de Venezuela, y pretendió por medio del engaño hacerle
caer en las redes de un rotundo fracaso. Si no le llamaron, su conducta nos
dice que toda llama de patriotismo, de virilidad y de fe dormía ahogada en
su pecho, porque en ese supuesto caso los haitianos no debieron entrar en
Santo Domingo sino pasando sobre su cuerpo, derribado en el ardor de la
contienda.”1143

Lépervanche atribuye a la falta de liderazgo de Núñez de Cáceres el que los


dominicanos creyeran en las promesas de Boyer.1144 Por su parte, Núñez se refugiaría
en Venezuela, donde se alió con el movimiento de La Cosiata. Él y su hijo pasarían
muchos años más en Caracas.

1140
Ibídem, pp. 36 – 38 y 46
1141
Ibídem, p. 59
1142
Ibídem, pp. 61 - 62
1143
Ibídem, p. 73
1144
Ibídem, pp. 74 - 75
620
Ahora bien, ¿qué tan factible era para la Colombia de inicios de 1822 haber
podido defender a los dominicanos e incluirlos en la República?... Como el lector podrá
recordar de lo explicado en ideas anteriores, apenas acababa de ganarse la Batalla de
Carabobo, no se había liberado aún el sur del país, desde Perú se cernía la amenaza de
un gran ejército realista y la escuadra nacional no había sido capaz de rendir Puerto
Cabello. Es decir, a nivel militar la posibilidad aprovechar esta coyuntura era casi nula.
Al respecto, Lépervanche comenta:

“Tres años más tarde [en 1825], Boyer hubiera hecho lo mismo en que en
el 22 y no era Colombia quien podía ponerle frente a las pretensiones de
una nación que luchaba en su propia isla, con un ejército numeroso, fuerte
y aguerrido. Los colombianos jamás hubieran pensado en una campaña tan
aventurada, porque eso hubiese sido una temeridad […]

Además, los Estados Unidos no hubieran permitido que la Gran Colombia


llevara su bandera a ninguna de las grandes Antillas. Se hubieran opuesto
a la independencia dominicana ayudada por Bolívar lo mismo que se
opusieron a la de Cuba, haciendo fracasar la revolución de las Logias
Masónicas en 1809, la de Joaquín Infante en el 10, la de Francisco Agüero
y Velazco y Andrés Manuel Sánchez en el 26, la de Narciso López, fusilado
el 1º de septiembre de 1851, después de haberse opuesto a sus planes,
abiertamente, los presidentes Taylor y Milard Filmore; y, por último, al
proyecto del Libertador […]”1145

“La separación dominicana, contando con Colombia, no se hubiese llevado


a efecto con buen éxito en ningún momento: ni tres años más tarde, ni
diez.”1146

Más allá de lo determinista de estas opiniones, pues la voluntad de uno solo de


los actores no puede definir por sí solo el resultado de ningún proceso, consideramos
que la pregunta realmente importante aquí no es si Colombia hubiese podido o no
responder a Núñez de Cáceres y absorber el territorio, sino, ¿qué ganaría si lo hacía?...

1145
Ibídem, pp. 82 - 83
1146
Ibídem, p. 85

621
De absorber exitosamente a Santo Domingo, la República de Colombia habría
dispuesto de un territorio en el centro del Mar Caribe, estratégicamente ubicado cerca
de Puerto Rico y Cuba, lo que le habría permitido a la armada tratar de cortar la
comunicación española entre éstas últimas y la Península. Además, Santo Domingo no
había sufrido devastaciones ni daños por guerra, por lo que su economía de plantación
de azúcar y demás productos tropicales seguía intacta, lo que sin duda habría sido un
balón de oxígeno para su maltratada economía, especialmente su agricultura. Lo más
importante de absorber a Santo Domingo, es que Colombia habría iniciado una
dinámica destinada a dominar ambas orillas del Caribe, facilitándose futuras campañas
militares sobre Cuba y Puerto Rico. En resumen, Santo Domingo habría sido el paso
inicial para hacer del Caribe un “lago colombiano”. Como efecto negativo, Colombia
habría heredado una gran cantidad de población esclava, perfectamente encuadrada en
una economía próspera, lo que habría chocado con la política de manumisión de la
República, y ésta a su vez con los intereses de la élite local. También, Colombia habría
ganado una frontera posiblemente tensa y hostil con Haití, lo que le habría generado un
frente de guerra más. En definitiva, aunque fue una oportunidad interesante, la
República de Colombia no estaba lista todavía para aprovecharla.

Sin embargo, la historia sirvió a Colombia una segunda oportunidad, quizá más
prometedora que la anterior, cuando en 1824 Haití solicitó una alianza. Con las
siguientes apreciaciones del autor Fermín Toro Jiménez podemos introducir este punto.

“Haití en 1825, estaba prácticamente aislada por un “cordón sanitario”,


tendido por las potencias europeas y los Estados Unidos […]

El presidente Jean Pierre Boyer había accedido al poder en 1818 […] El


20 de marzo de 1823 dictó un Decreto por el cual prohibía toda relación
comercial entre Haití y las demás islas del Caribe, como respuesta al
ostracismo a que se había sometido la isla […]

La actitud del Gobierno de Colombia ante el referido Decreto, más bien fue
crítica […]

A comienzos de 1824, se insinuó la amenaza de una intervención francesa


en la isla […] Alarmado, el presidente haitiano decidió designar una
misión diplomática ante el Gobierno de Colombia en búsqueda de
acercamiento y protección. La misión fue encomendada a Jean Desrivieres
Chanlatte y la propuesta consistió en un tratado de alianza defensiva,
622
comercio y amistad […] En la sesión del 8 de julio, la consideración del
órgano ejecutivo de consulta fue que el Gobierno de Colombia habría
cometido una imprudencia de reconocer al Gobierno de Haití y celebrar un
trato con este país en la forma planteada, antes de su reconocimiento por
parte de las Cortes europeas. Ello habría aparejado el odio y la mala
voluntad de Francia […]

A pesar de la invalorable ayuda prestada por Petión en 1816 al movimiento


de independencia suramericana, la negativa del Gobierno de Colombia era
explicable aun cuando no justificable, a la luz del análisis de la coyuntura
internacional del momento […]

Culmina la política de Colombia hacia Haití con la exclusión de esta del


Congreso de Panamá. El pretexto consistió en que la Asamblea sólo
reuniría a los Estados nacidos de la independencia de la América
Española. A esto se sumó la posición de no reconocer a Haití como Estado
independiente, instrucciones que recibieron Pedro Gual y Pedro Briceño
Méndez de José Rafael Revenga, como representantes de Colombia en el
Congreso de Panamá […]

[…] la élite cívico-militar neogranadina y venezolana, al frente del


Gobierno de Colombia, en razón del reconocimiento recibido de Estados
Unidos e Inglaterra y de los que faltaba aún por recibir, adoptó un
comportamiento de evitar que cualquier acercamiento con Haití pudiera
interpretarse en Europa como una provocación.”1147

El historiador Daniel Gutiérrez Ardila nos cuenta que ya en 1819 el


Vicepresidente de Venezuela, Juan Bautista Arismendi, trató de establecer relaciones
formales con el rey Christophe de Haití, considerándose enviar en misión diplomática al
general Mariano Montilla. A finales del mismo año, ya creada la República de
Colombia, las autoridades continuaron la correspondencia oficial con el Reino de Haití,
buscando obtener ayuda consistente en dinero, armas y municiones. Sin embargo, el
suicidio de Christophe en 1820 y la consecuente unificación del país bajo el poder de
Boyer paralizaron aquellos tímidos esfuerzos.1148

Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., pp. 360 – 362


1147

1148
Gutiérrez Ardila, Daniel. “Colombia y Haití: historia de un desencuentro (1819-1831)” en Scielo.
Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0186-03482011000300003
(Revisado el 05 de abril de 2016 On Line)
623
Gutiérrez Ardila sostiene también que hasta 1820 Haití fue el mayor proveedor
de armas para los patriotas colombianos, fecha a partir de la cual el aprovisionamiento
de las mismas se desplazó a Europa y Estados Unidos. Fue entonces cuando la alianza
con Haití, más apropiada para una guerra irregular, se volvió inconveniente. La nueva y
cada vez más consolidada República requería el reconocimiento de las potencias, y la
amistad de los haitianos se convertía en un obstáculo para ello.1149

“[…] no hay que olvidar que la república haitiana constituía en aquella


época, como recuerda apropiadamente Jean D. Coradin, un verdadero
escándalo, una anomalía histórica, una provocación y una amenaza para
la economía esclavista y la estabilidad de la región. Ni Estados Unidos,
que temía una conmoción en el sur de su territorio, ni Gran Bretaña, que
sólo en su posesión de Jamaica contaba 300 000 esclavos, estaban
dispuestos a oficializar sus relaciones con Haití. En consecuencia, el
Estado negro suscitó desde sus orígenes el rechazo de las potencias, que se
limitaron a entablar con él relaciones comerciales provechosas,
absteniéndose de establecer cualquier clase de vínculo diplomático.”1150

Todo esto vendría a explicar la fría recepción que se le dio al delegado haitiano
en 1824, tal como desarrolla Gutiérrez Ardila.

“En el Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 8 de julio de 1824,


Pedro Gual, secretario de Relaciones Exteriores de la República de
Colombia, leyó una representación de Jean Desrivières Chanlatte, quien
con el título de enviado del gobierno de Haití acababa de llegar a Bogotá.
Educado en Francia y tras desempeñarse como secretario de Petión, el
agente hacía las veces por aquel entonces de director de la Imprenta del
Estado. La intención del diplomático era negociar una alianza ofensiva y
defensiva, así como arreglar las relaciones comerciales entre ambos
Estados. Al entrar en contacto con las autoridades colombianas,
Desrivières Chanlatte había creído conveniente presentar varios
documentos en los que constaba que Simón Bolívar, siendo jefe supremo de
Venezuela, había buscado ya contraer tratados de amistad y alianza. La
1149
Ídem
1150
Ídem

624
cuestión fue juzgada por el Consejo de gobierno como en "extremo
delicada", pues la propuesta del enviado haitiano no podía ser rechazada
sin incurrir en una clara muestra de ingratitud, en virtud de los auxilios
que el presidente Alexandre Petión había prestado a la revolución de la
Tierra Firme. Sin embargo, la suscripción de tratados diplomáticos con el
gobierno de Haití implicaba un grave riesgo para la seguridad de la
República de Colombia. En efecto, con tal paso las autoridades de Bogotá
se atraerían inevitablemente "el odio y la mala voluntad de Francia" en el
momento mismo en que se esforzaban por conseguir el reconocimiento de
la independencia por parte de las potencias europeas […]

[…] en su contestación, Pedro Gual debía incluir una invitación para que
el enviado instase a su gobierno a repetir la demanda de alianza ofensiva y
defensiva en el seno del congreso de plenipotenciarios que había de
reunirse al año siguiente en el istmo de Panamá. Gual debía, asimismo,
recordar en su oficio que la conducta adoptada por Colombia era en
esencia la misma que había seguido Haití hasta 1816, periodo durante el
cual aquella república se había abstenido de comprometerse a favor de los
Estados americanos por no irritar a España. Sea como fuere, Colombia
esperaba que dicho sistema terminara favoreciendo a Haití: tras ingresar a
la comunidad de naciones, las autoridades de Bogotá podrían acaso hacer
las veces de mediadoras con la corte parisina.55 Adoptando estos
lineamientos, el 12 de julio Pedro Gual presentó un proyecto de
contestación en el Consejo de Gobierno que fue aprobado con algunas
modificaciones y dirigido a Desrivières Chanlatte tres días más tarde.”1151

Presentamos también el acta del Consejo de Gobierno a la cual se refiere


Gutiérrez Ardila.

“[…] el secretario de relaciones leyó, por orden de su excelencia el


vicepresidente, una comunicación del señor Desrivieres Chanillalte,
enviado del gobierno de Haití cerca del de Colombia. Manifiesta haber
venido con el objeto de establecer una alianza ofensiva y defensiva con esta
República y de arreglar las relaciones comerciales entre ambos estados.
En apoyo de su solicitud presenta varias comunicaciones que su gobierno
había tenido con el Libertador presidente de Colombia, cuando éste era
jefe supremo de Venezuela, por las cuales manifestaba a su excelencia los

1151
Ídem

625
deseos que tenía de entrar en los tratados de amistad y de alianza con el
gobierno de Haití. La cuestión se consideró por el consejo como en
extremo delicada, pues por una parte se vieron los beneficios que el
presidente de Haití, Petión, hizo al general Bolívar para su expedición
contra los españoles de Venezuela. Sin embargo de que ellos fueron como
un individuo, y no como magistrado. Por otra parte, se consideró que el
gobierno de Colombia, sin una suma imprudencia, no podía entrar en
tratados ni reconocer al gobierno de Haití, sin que primero haya sido
reconocido por las potencias de Europa, por quienes este paso de
Colombia sería mal visto, agregándose que ella se atraería el odio y mala
voluntad de la Francia, siendo así que, en las actuales circunstancias,
nuestro gobierno trata de ganarse el afecto de las potencias europeas, para
que se reconozca su independencia. Por éstas y otras consideraciones, el
consejo fue de opinión de que se contestara al enviado de Haití con
habilidades, y manifestándole que teniendo Colombia liga y confederación
con los demás estados independientes de la América, antes española, no
podía, sin su consentimiento, hacer alianza con Haití, pues sería atraer a la
confederación americana un enemigo más, como la Francia. Así que siendo
probable que los diputados de la confederación se reúnan en el istmo de
Panamá, el año próximo, allí puede ocurrir el gobierno de Haití que, sin
duda, hallará simpatía en la convención de diputados de los estados
americanos; que al mismo gobierno de Haití le conviene que Colombia
siga esta conducta, pues reconocida su independencia por la Francia,
podrá acaso mediar con el gobierno francés en favor de Haití.

Se añadió que el gobierno de Haití había seguido una conducta semejante


con la España hasta 1816 y jamás quiso comprometerse a favor de los
nuevos estados de América por no irritar a la España.

Sin embargo, se acordó que el secretario de relaciones exteriores formara,


bajo estos principios, un proyecto de contestación que se leería en la
reunión inmediata del consejo, y que, entre tanto, podría meditarse la
materia más detenidamente.”1152

1152
Consejo Extraordinario de Gobierno del jueves 8 de julio de 1824. Sin autor. Acuerdos del Consejo
de Gobierno de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de
la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte
del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En
Biblioteca Digital de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)
626
De esta manera, se rechazó con hábil cortesía una alianza que podía ofrecer
mucho a la República. Gutiérrez Ardila nos brinda más explicaciones de por qué el
Gobierno colombiano tomó esta decisión, la cual, como explicaremos seguidamente,
podemos considerar como crucial.

“Las autoridades colombianas se esforzaron por hacer coincidir la política


exterior de la república con el tipo de revolución que pensaban haber
realizado, absteniéndose siempre (con la notable excepción de la guerra
del Perú) de participar en conflictos armados situados por fuera de las
fronteras del país. Así sucedió, por ejemplo, tras la provocación de las
tropas haitianas del 21 de enero de 1822: en dicha fecha, y por orden del
presidente Boyer, estas invadieron la ciudad de Santo Domingo, que desde
el 1 de diciembre anterior se había declarado parte constitutiva de
Colombia. Otro buen ejemplo de la circunspección del gobierno de Bogotá
lo constituye la invasión de Cuba y Puerto Rico, que fue proyectada
conjuntamente con sus aliados como una manera de poner fin a la guerra y
obligar a España a reconocer la existencia de los nuevos Estados. Antes de
emprender el ataque, las autoridades colombianas sondearon por medio de
sus agentes en Europa la opinión de los gabinetes de Londres y París, y al
ser esta adversa desistieron del proyecto. Cabe anotar que el parecer de
Estados Unidos también fue consultado en vísperas de la instalación del
Congreso de Panamá: los estadunidenses rechazaron igualmente la
maniobra, temerosos de que la liberación de Cuba y Puerto Rico generara
disturbios raciales contagiosos.”1153

“El gobierno de Bogotá no procedía de una revuelta de esclavos ni su


creación contenía máximas peligrosas para la estabilidad del Caribe. La
nitidez del mensaje podía verse afectada, sin duda alguna, por el
establecimiento de relaciones oficiales con Puerto Príncipe y retardar así
el reconocimiento de Colombia.

Las autoridades de Bogotá se apresuraron también a comunicar a sus


aliados hispanoamericanos la misión de Desrivières Chanlatte y las
decisiones a que esta había dado lugar. La maniobra estaba destinada
tanto a promover una conducta uniforme, en caso de que el gobierno
haitiano despachara nuevos agentes a otras capitales del continente, como

1153
Gutiérrez Ardila, Daniel. “Colombia y Haití: historia de un desencuentro (1819-1831)” en Scielo.
Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0186-03482011000300003
(Revisado el 05 de abril de 2016 On Line)
627
a diferir el estudio del reconocimiento del Estado negro hasta la reunión
del Congreso de Panamá.”1154

La actitud colombiana hacia Haití llegaría incluso a lo humillante, tal como


presenta Gutiérrez Ardila.

“Por la correspondencia del ministro de Relaciones Exteriores de la


República de Colombia con sus agentes en Europa, se sabe que la decisión
de no suscribir tratados de alianza y comercio fue muy desagradable para
las autoridades haitianas. En efecto, en septiembre de 1826 Seguy
Villevaleix, comisionado de estar cerca de la corte parisina, se quejó aún
amargamente del hecho ante José Fernández Madrid, sin dejar de recordar
nuevamente los servicios prestados por Petión a Simón Bolívar ni de
señalar la incongruencia de dicha medida con las ofertas de íntima amistad
hechas por este algunos años antes. Fernández Madrid retomó entonces las
razones en que se había fundado la decisión de Colombia, encareciendo la
difícil posición de esta con respecto a Francia. A continuación, mencionó
la cautela con que debían proceder en sus relaciones con Haití los nuevos
Estados americanos en cuyo seno existía un gran número de esclavos. El
comisionado haitiano aseguró entonces que su gobierno estaba dispuesto a
conformarse con cualquier restricción que impusiera Colombia en sus
relaciones, absteniéndose de enviar, por ejemplo, agentes o cónsules a los
puntos en que su presencia pudiera parecer peligrosa. Villevaleix sabía,
por supuesto, que dicha restricción no aplicaba en la ciudad de Bogotá,
donde el número de esclavos era insignificante.”1155

En general, a finales del período estudiado, la política exterior colombiana frente


a las potencias europeas se volvió en extremo complaciente, efecto inevitable del
debilitamiento interno de la República.

“[…] en 1828 Simón Bolívar autorizó a José Fernández Madrid, a la sazón


embajador en Londres, a ofrecer a Fernando VII, a nombre de todas las

1154
Ídem
1155
Ídem
628
repúblicas americanas y a cambio del reconocimiento, 20 000 000 de pesos
fuertes para su bolsillo secreto. El proyecto era de la autoría de míster
Lamb, agente británico en Madrid, y fue retomado por el Libertador —
quien por supuesto prescindió de ventilar el asunto con los gobiernos del
continente— en momentos en que Colombia estaba sumida en una profunda
crisis. En caso de que no fuera secundado en su iniciativa, el gobierno de
Bogotá estaba dispuesto a gastar en la transacción hasta 6.000.000 de
pesos […]

[…] el gobierno vacilante de Colombia había aceptado en su ocaso


comprar la paz y el reconocimiento de España. No obstante, la situación
crítica de Hispanoamérica en aquel entonces suscitó en el gabinete de
Madrid la esperanza de recuperar sus antiguos dominios y generó un
rechazo tajante al proyecto.”1156

Las cuestiones raciales también tuvieron mucho que ver en este amargo rechazo
que Colombia hizo a Haití.

“El discurso de Fernández Madrid revela que el miedo a trastornos


raciales fue una de las razones que fundaron la decisión de Colombia de no
suscribir tratados de alianza con Haití en 1824. Varios documentos del
Archivo Histórico Legislativo confirman esta hipótesis. Primeramente, los
debates del Senado de la república del día 8 de julio de 1823, los cuales
giraron en torno a una posible revolución racial en las provincias de
Cartagena, Cumaná y Guayana, inspirada, según se dijo, por la "isla de
Santo Domingo" y fomentada por los españoles. Con el fin de exterminar
enteramente la "causa negra" algunos senadores propusieron destinar los
habitantes de aquellas regiones a los ejércitos y a la apertura de caminos
"en los temperamentos mortíferos, en donde al mismo tiempo que se
puedan aplicar útilmente, las enfermedades los irán destruyendo poco a
poco". El diputado Aranzazu, entre tanto, subrayó la necesidad de suprimir
toda correspondencia con Los Cayos, de donde procedía, en su opinión, el
germen de las desavenencias.”

“[…] en el mes de septiembre de 1829 las autoridades de Colombia no


habían establecido aún relaciones oficiales con aquella república ni
1156
Ídem

629
reconocido por tratados solemnes su existencia. La tardanza generó nuevos
recelos en el gobierno de Puerto Príncipe y estos llegaron a preocupar a
Simón Bolívar, que se encontraba entonces en Guayaquil y quien decidió
abordar la cuestión con el ministro de Relaciones Exteriores de la
república. En un oficio redactado por su secretario privado, el Libertador
confió los temores que lo asaltaban de ver confirmados los rumores según
los cuales el presidente Boyer pretendía publicar viejas cartas de su
autoría como testimonio de la "ingratitud colombiana". En el oficio en
cuestión, Bolívar evadió toda responsabilidad en el affaire Desrivières
Chanlatte, atribuyendo con descaro aquella conducta "poco generosa" a la
administración del general Santander. Según explicó el Libertador, en ese
entonces se hallaba ausente de la república y sus ocupaciones no le habían
permitido "reparar por actos positivos" el agravio infligido a los haitianos.
Cinco años más tarde el presidente de Colombia abordaba, pues, el
espinoso asunto para proponer un remedio que, como se verá, distaba de
ser satisfactorio o fundamentalmente ajeno a la política adoptada
anteriormente por el vicepresidente Santander y sus ministros. En efecto,
Bolívar pensaba que un "acto solemne y explícito de reconocimiento" no
venía al caso, y que bien podía sustituirse por un "reconocimiento de
hecho", el único que en su opinión convenía entonces. Propuso, pues, el
Libertador que se admitiera cerca del gobierno de Bogotá un cónsul
general de Comercio de la república haitiana […]”1157

Resulta interesante citar parte del análisis que expone en su obra, Petión y
Bolívar, el historiador Paul Verna. Tras desestimar los demás argumentos del Gobierno
colombiano, como el no declararse abiertamente enemigo de España por parte de Petión
en 1816, reconoce lo siguiente:

“De la larga contestación de Gual a Chanlatte, y entre todos los motivos


presentados para justificar el rechazo de alianza con Haití, habrá de
destacar y recordar dos elementos importantes. Primero, un motivo de
carácter eminentemente político: el temor de enemistarse con Francia; y
otro de carácter jurídico: el Tratado de Unión, Liga y Confederación que
ligaba Colombia al Perú, Chile, México y Río de la Plata.

Efectivamente, en términos políticos, firmar un tratado de Alianza defensiva


con Haití hubiera constituido una provocación a Francia, la cual de

1157
Ídem
630
acuerdo con la Santa Alianza, se inclinaba ya a restaurar a Fernando el
poderío sobre sus colonias perdidas en América. Este temor de un posible
ataque de Francia contra Colombia se refleja en toda la correspondencia
de Bolívar con Santander y otros jefes colombianos durante el año 1824 y
parte de 1825. El Libertador tomaba ya todas las medidas necesarias para
hacer frente a un eventual ataque de los franceses. Pero, al mismo tiempo,
agentes colombianos en Europa trataban de conseguir el reconocimiento de
la Independencia de Colombia por Francia. […]

Al firmar un tratado con Haití, en ese preciso momento ¿no era identificar
las luchas colombianas a las de Haití, que siempre a los ojos de los
europeos habían parecido guerra de exterminio? Gual no quería, por
ningún respecto, atraer hacia Colombia y sus aliados la enemistad de
Francia. Haití, veinte años después de su Independencia, olía todavía a
Robespierre, a incendios y a matanzas en masas de franceses. El temor a
Francia fue, pues, un motivo válido y justo, en el plano de política
internacional, para que Gual rechazase la Alianza haitiana.”1158

Habiendo presentado este recorrido por las tortuosas relaciones de Colombia y


Haití, y de cómo el Gobierno colombiano optó por rechazar la alianza con dicho país
debido a prejuicios raciales, distancia ideológica y deseos de ganarse el favor de las
potencias europeas; ¿qué juicio podemos emitir sobre la decisión colombiana?... ¿acaso
fue una decisión acertada?... Nuestra primera pista la da una nota publicada por varios
diarios parisinos el 9 de abril de 1825, y que tenía como fuente la edición de El
Colombiano, de Caracas, del 19 de febrero.

“Journal des Debáts, Moniteur Universel, Journal de París y Le


Constitutionnel. 9 de abril de 1825.
Londres, abril 5 (Cu.).
El Colombiano del 19 de febrero publicó un mensaje del vicepresidente
Santander.
Parece que el gobierno de Colombia rehusó concluir un tratado de alianza
defensiva con Haití, porque tal tratado expondría a la República de

1158
Verna, Paul. Petión y Bolívar, pp. 388 - 389

631
Colombia a la guerra contra una nación como Francia de la que nunca
tuvo alguna queja.”1159

Ciertamente, una nota como esta nos hace pensar que la opinión predominante
en Europa era que Colombia había rechazado la alianza con Haití por miedo a Francia,
más que por diferencias ideológicas con los haitianos, o por temores a conflictos inter
raciales dentro de sus propias fronteras. Esto sin duda golpeaba duramente el prestigio
de la República. Pero la decisión tomada sobre Haití no sólo afectaría el prestigio
nacional, sino que debilitaría los planes de ataque sobre Cuba y Puerto Rico. Cabe
entonces preguntarnos ¿qué beneficios y qué perjuicios habría acarreado para Colombia
firmar la alianza con Haití?...

Entre los beneficios, podemos contar que al aliarse con Haití, Colombia habría
podido fácilmente convertir a dicho país en un satélite suyo, debido a la enorme
diferencia en riquezas, tamaño y población entre una y otra república. Además de eso,
Colombia habría reforzado su papel de líder de los nuevos Estados insurgentes,
atribuyéndose incluso un papel de árbitro regional frente a Europa. Esto, aunque
ciertamente habría irritado a las potencias, también las habría obligado a tratar
formalmente con Colombia, que se habría convertido en un líder indiscutible en la
región. Más importante aún, con la excusa de la alianza, Colombia habría podido ir
estacionando tropas y barcos en los puertos haitianos, hasta que llegara el momento
propicio para lanzar dichas fuerzas sobre Cuba o Puerto Rico. Es innegable que una
invasión a dichas islas podía ser efectuada mucho más fácilmente desde Haití que desde
la costa colombiana.

Por otra parte, es menester recordar que para 1824 Haití controlaba la totalidad
de la isla La Española, por lo que Colombia habría tenido de satélite a un país ubicado
en el propio centro del Caribe, vecino de Cuba, Puerto Rico, Jamaica y las Bahamas,
por lo que habría ejercido cierto control de muchas de las rutas clave de la zona, sin
invertir en guarniciones ni administración pública. Es decir, satelizar a Haití en 1824
habría sido una decisión mucho más factible y rentable que la incorporación de Santo

1159
Rosas Marcano, Jesús. La Independencia de Venezuela y los periódicos de París (1808 – 1825), p.
464

632
Domingo en 1822. Evidentemente, una decisión tan crítica como la que se plantea,
estaba directamente vinculada a la prioridad que el Gobierno colombiano le diera a sus
planes estratégicos en el Caribe.

Como perjuicios de la alianza, contaríamos la posibilidad de ir a la guerra con


Francia, ya fuese directamente, o que Francia ayudase de forma decisiva a España en un
contraataque general; además de la posibilidad – muy baja en realidad – de agitaciones
con la población colombiana afrodescendiente. Ahora bien, todo esto nos llevaría a
reflexionar… ¿qué era preferible, la neutralidad de Francia y el rápido reconocimiento
de Europa; u obtener la llave para absorber a Cuba y Puerto Rico, haciendo del Caribe
un lago colombiano?... Es una disyuntiva bastante difícil que debieron visualizar como
tal los líderes colombianos, siendo plenamente conscientes de que sin la alianza con
Haití, la estrategia caribeña estaba incompleta, y que si se daba prioridad al
reconocimiento y amistad de las potencias, buena parte de dicha estrategia nacional en
el Caribe quedaría imposibilitada de materializarse.

En todo caso, creemos que los intereses geopolíticos de un Estado son


irrenunciables. El interés nacional no puede ir subordinado a cuestiones ideológicas,
paradigmas de la clase dominante, o mucho menos temores a la respuesta de Estados
que de una forma u otra son y serán hostiles, y harán lo que esté a su alcance para evitar
el desarrollo del Estado propio. Esto se evidencia cuando revisamos que naciones como
Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, antes y después del momento histórico
abordado en este trabajo, no dudaron e romper los principios filosóficos y políticos que
decían defender, con tal de obtener beneficios a nivel geopolítico o económico.

Evidentemente, nadie iba a regalarle semejante poder a Colombia; sino que la


República debía hacerse con él, ya fuese mediante la astucia, la fuerza o la combinación
de ambas. En resumen, el no firmar la alianza con Haití comprometió seriamente los
planes para Cuba y Puerto Rico, y al parecer esto no fue considerado por los líderes de
la República.

633
2) Planes para Cuba y Puerto Rico, y el Congreso

El Congreso Anfictiónico de Panamá, llamado en su momento simplemente


como “Asamblea del Istmo” o “Congreso del Istmo”, fue la mayor iniciativa
diplomática emprendida por la República de Colombia – y por cualquier Estado
latinoamericano – durante el período inmediatamente posterior a la independencia,
siendo un acontecimiento bastante estudiado hoy en día. Baste recordar que el mismo se
reunió por convocatoria de Simón Bolívar en diciembre de 1824, desde Lima; siendo
Perú el Estado convocante junto con Colombia; aunque desde el inicio fue claro que
Colombia era el motor de tal iniciativa. Colombia fue anfitriona no solo porque el Istmo
de Panamá era la localización equidistante perfecta.

Desde el comienzo de los preparativos, en el Gobierno colombiano surgió un


dilema no muy fácil de resolver… ¿a qué países invitar?... Ya el 7 de octubre de 1824
Pedro Gual envió una nota al ministro colombiano en Washington, José María Salazar,
en la que le indicaba que Estados Unidos tenía intereses coincidentes con Colombia en:
1° Finalizar toda colonización europea en América, y 2° Oponerse a la Santa Alianza.
Por tal motivo, Gual ordenaba a Salazar tantear confidencialmente la opinión del
Gobierno norteamericano acerca de la proyectada Confederación (Hispano) Americana
y descubrir si la misma sería aceptada.1160

El 6 de febrero de 1825 Santander escribió a Bolívar, expresándole que juzgaba


favorable invitar a Estados Unidos a la Asamblea del Istmo; refiriéndose a ese país
además, como un aliado al que agradaría dicha invitación. Santander adjuntó copia de
las órdenes enviadas al ministro Salazar en Washington para que proceda en tal sentido.
Salazar también fue instruido de contactar al ministro brasileño e invitarlo al Istmo.1161
Evidentemente Santander actuó sin consentimiento explícito de Bolívar, lo cual hace
preguntarnos al menos dos cosas: ¿Qué llevó a Santander a invitar a Estados Unidos?,
¿por qué informó a Bolívar cuando ya había procedido?... Ríos de tinta se han vertido al
respecto, acusando a Santander de haberse vendido a los intereses norteamericanos. Sin

1160
Nota de Pedro Gual a José María Salazar, contentiva de las instrucciones que deben seguir los
Representantes a la Asamblea de Panamá, donde asimismo se manifiesta que el Ejecutivo de la República
de Colombia desea que los Estados Unidos envíen Plenipotenciarios a Panamá. Bogotá, 7 de octubre de
1824 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 51 – 54
1161
Carta de Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, al Libertador Presidente,
Encargado del Poder Ejecutivo del Perú, Simón Bolívar. Bogotá, 6 de febrero de 1825 en Documentos
sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 44 – 45
634
embargo, pensamos que esta idea es poco sostenible existiendo tanta documentación en
la que Santander expresó clara molestia por la obstrucción estadounidense a sus planes
sobre Cuba y Puerto Rico, así como su enconada oposición a reconocer el principio de
que el pabellón neutral cubriera la carga, y su decidida promoción de la guerra de corso.
Para 1825 el Departamento de Estado de EE.UU. seguía muy de cerca los movimientos
diplomáticos colombianos, por lo que habría sido poco prudente excluir totalmente a ese
país de la reunión. Es probable que Santander invitara a ese país como observador, a fin
de discutir comercio, tráfico de esclavos y asuntos comunes; pero dejando entre
hispanoamericanos, y a puerta cerrada, los asuntos más delicados; como sus planes para
Cuba y Puerto Rico.1162

Bolívar escribió el 7 de abril de 1825 a Santander, manifestando que no deseaba


invitar a Estados Unidos, pero más por temor a irritar a los británicos – con quien
consideraba imprescindible la alianza de la futura confederación hispanoamericana –,
que por pensar que los estadounidenses sabotearían la Asamblea.1163 Más tarde el 30 de
mayo Bolívar escribió a Santander que los norteamericanos y los haitianos eran para él
extranjeros, por lo que jamás estaría a favor de invitarlos al Congreso.1164

Significativamente, aun con esta clara manifestación de la postura de Bolívar, las


maniobras del Gobierno colombiano continuaron. El 23 de septiembre de 1825 el nuevo
Secretario de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, instruyó a los delegados a
Panamá: Pedro Gual (ex Secretario de Exteriores) y el general Pedro Briceño Méndez
(ex Secretario de Guerra y Marina). En la misiva, Revenga les indica que deben
ajustarse a los tratados ya firmados con Estados Unidos y Gran Bretaña, pero
defendiendo el interés nacional contra la abolición del corso de manera firme y absoluta,
argumentando todos los perjuicios que se sufrirían de no tener el corso. Revenga
también ordena condiciones firmes por parte de Colombia en cuanto al tránsito de
personas y mercancías extranjeras desde el Mar Caribe hacia el Océano Pacífico a
través de territorio colombiano.1165 Revenga, hombre de confianza de Bolívar pero
cercano también a Santander, pareció marcar una línea más firme respecto a Estados

1162
De la Reza, Germán A. Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. XVI - XVII
1163
Frankel, Benjamín Adam. Venezuela y los Estados Unidos, 1810 – 1888, pp. 54 – 55
1164
Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. II, p. 148
1165
Instrucciones especiales del Secretario de Relaciones Exteriores de Colombia a sus delegados.
Bogotá, 23 de septiembre de 1825 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, pp. 82 –
83
635
Unidos que su predecesor Gual; aunque continuó con lo ya ordenado por el propio
Santander. El 2 de noviembre el ministro colombiano en Washington, Manuel Salazar
escribió al Secretario de Estado, Henry Clay, invitando ya oficialmente a Estados
Unidos a la próxima Asamblea del Istmo. Salazar hizo la invitación explicando que se
debatirían asuntos importantes, del interés de Estados Unidos, tales como la esclavitud,
la trata de africanos y los derechos de los negros; pero que no se comprometería su
neutralidad.1166 El 30 de noviembre contestó Henry Clay, diciendo que el Presidente
Adams autorizaba el envío de delegados a la Asamblea, pero que los mismos no estarían
autorizados a entrar en deliberaciones o actos que rompieran la neutralidad de su
país.1167 Se concretaba así la participación norteamericana en el Congreso de Panamá.

El 3 de enero de 1826 el Secretario de Estado presentó al Senado un informe


completo sobre Colombia, que incluía como anexos todos los tratados firmados hasta la
fecha por dicho Estado con otras repúblicas hispanoamericanas. Fueron así presentados
los tratados con Perú, Chile, Centroamérica y México. Nos damos cuenta de esta
manera que en Washington no solo se conocían las maniobras diplomáticas
colombianas, sino que además se estaba plenamente en cuenta de que Colombia se
comportaba como líder regional.1168 Con todo esto claro, al igual que sus objetivos
nacionales, Henry Clay dio instrucciones a sus delegados, Richard C. Anderson y John
Sergeant, el 8 de mayo de 1826. En dicha misiva, se dedican muchas líneas a los planes
colombianos sobre Cuba y Puerto Rico; Clay deja claro el interés sobre Cuba y el deseo
de que no cambie de manos, pues no se considera a los cubanos capaces de ser
independientes. Se desconfía de qué países tutelarían la independencia cubana, y
rechaza absolutamente la absorción de la isla por Colombia o México, temiendo que la
escalada del conflicto con España afecte sus intereses de diversas maneras. Clay no
considera que Colombia y México tengan la capacidad de llevar a cabo la expedición, y
declara que Estados Unidos no les suministrará ni buques, ni armas, ni marineros para

1166
Oficio de Manuel Salazar al Secretario de Estado de Estados Unidos. Washington, 2 de noviembre de
1825 en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 396 – 398
1167
Carta del Sr. Clay al Sr. Salazar. Washington, 30 de noviembre de 1825 en British and Foreign State
Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp. 399 – 400
1168
Reporte del Presidente John Quincy Adams al Senado. 9 de enero de 1826 en British and Foreign
State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, p. 402
636
ello. Finalmente, expresa su interés en la posibilidad de que se abra un canal
interoceánico en el Istmo.1169

Aunque fue la mayor preocupación norteamericana, el tiempo no alcanzó en


Panamá para que los delegados de México, Centroamérica, Colombia y Perú debatieran
sobre la expedición a Cuba y Puerto Rico. Apenas pudieron completar la redacción del
Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, el cual se firmó el 15 de julio de
1826, y un delegado de cada país llevó copia a sus respectivos gobiernos para la
necesaria ratificación. Ante las presiones de Estados Unidos – enmascaradas bajo sus
gestiones para la mediación de Rusia entre España y las nuevas repúblicas
hispanoamericanas –, México y Colombia postergaron su ataque sobre Cuba y Puerto
Rico; dejando el asunto para ser sometido a las deliberaciones de la Asamblea que
reuniría a los plenipotenciarios de estos dos países con los de Centroamérica y Perú en
Panamá. Así se demuestra en la correspondencia bilateral:

“[…] El segundo punto de que quiere V.S. instruya a ese Gobierno es de la


demanda que han hecho los Estados Unidos de América sobre que se
retarde toda operación hostil contra Cuba y Puerto Rico. Fundándose ello
en que estando actualmente y a su instancia el emperador de la Rusia
induciendo a sus aliados a que de consumo persuaden a la España a
concluir la paz con nuestro continente, ofenderá a los unos, y desalentaría a
los otros cualquier acto de hostilidad, y por el contrario les servirá de
estímulo a ellos y a la España la moderación que se deduciría de nuestra
detención, si preparados a atacar aquellas islas suspendiésemos nuestra
empresa confiados en los buenos oficios que ellos han prometido […] 1°
que siendo este uno de los objetos con que se ha convocado el Congreso del
Istmo, no puede Colombia decidirse sobre ello por si sola: y 2° que si
pudiese hacerlo se determinará a meditar la materia porque no puede
ahora resolver si el precio que en tal caso se diese por la paz excediese o no
al beneficio […]”1170

1169
Instrucciones generales dadas por John Quincy Adams y Henry Clay a Richard C. Anderson y John
Sergeant. Washington, 8 de mayo de 1826 en De Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración
Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 150 – 155
1170
Nota confidencial del Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de la República de Colombia,
José Rafael Revenga, al señor Miguel Santamaría, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de
la República cerca del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos. Bogotá, 4 de marzo de 1826 en De
Panamá a Panamá. Acuerdos de Integración Latinoamericana 1826 – 1881, pp. 112 – 113
637
“[…] Propuso el armisticio cuando ya sabía que la España había resistido
a las instancias que con bastante empeño le habían hecho a favor de la paz
la Gran Bretaña, la Francia y los Estados Unidos y aun cuando a las
instancias se añadió la promesa de garantirle la posesión de Cuba y Puerto
Rico. Propúsolo sabiendo ya igualmente que los Estados Unidos excitaban
a todos los aliados de la España a que de consumo la instasen por la
reconciliación si quería conservar aquellas Islas. Y al proponerlo lo hizo a
la verdad sin esperanzas de que se realizasen porque o se habría hecho
innecesario, si la España había asentido a la paz o encontraría con igual
resistencia para evitar el desaire que de ello deducirían los mismos amigos
de la España a cuyas instancias había resistido.” 1171

Gran Bretaña tampoco se quedó atrás en sus obstrucciones contra el proyecto


colombo-mexicano de liberar Cuba y Puerto Rico. Londres dejó muy en claro que no
tolerarían una alteración semejante en el Caribe, que podría perjudicar sus intereses
estratégicos en la zona, además de hacer volar por los aires el sistema económico
esclavista. Así, Gran Bretaña llegó a acuerdo con Estados Unidos en esta materia de
impedir todo cambio de estatus en Cuba y Puerto Rico. Irónicamente, el liderazgo de las
nuevas repúblicas – sobre todo el de Colombia – creyó que Gran Bretaña era su
principal aliado.1172

3) Lo naval en los tratados de Panamá

En Panamá se firmó el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, que


marcó el punto más cercano al cual llegó la diplomacia colombiana para cumplir sus
objetivos continentales. De todo el cuerpo de dicho acuerdo, destacamos el artículo 5,
que abría la posibilidad de una mayor cooperación naval entre los signatarios.1173 Como
necesario complemento, se firmó también la Convención de Contingentes, la cual
establecía entre otras cosas, que los cuatro países debían levantar un ejército común de

1171
Nota del Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de la República de Colombia, José Rafael
Revenga, al señor Miguel Santamaría, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la
República de Colombia en los Estados Unidos Mejicanos. Bogotá, 27 de mayo de 1826 en Ibídem, p. 167
1172
Santovenia, Emeterio S. Ob. Cit., pp. 157 y 161
1173
Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua de las Repúblicas de Colombia, Centroamérica,
Perú y Estados Unidos Mexicanos. Panamá, 15 de julio de 1826 en Documentos sobre el Congreso
Anfictiónico de Panamá, pp. 210 – 211
638
60.000 hombres, de los cuales México aportaría 32.750, Colombia 12.250,
Centroamérica 6.750 y Perú 5.250. De igual forma se establecía la creación de una
marina federal, para la cual México aportaría 4.558.475 pesos fuertes, Colombia
2.205.714 y Centroamérica 955.811. Perú asumiría por su parte la defensa naval en el
Pacífico, mientras que Colombia y México compartirían dicha responsabilidad en el
Caribe y el Atlántico.1174

Como es bien sabido, estos acuerdos quedaron en papel mojado, pero de haberse
cumplido, se habría formado una marina federal – lo más temido por Estados Unidos –
dotada con 3 navíos de línea, 7 fragatas, 7 corbetas y 5 bergantines, junto con el ya
mencionado ejército de 60.000 hombres; cifras cercanas a los 60.000 hombres y la
escuadra que poseía España en ese momento, y muy superiores a los 10.000 hombres
del ejército de Estados Unidos, y los 7 navíos, 8 fragatas, 2 corbetas y 10 bergantines
que ese país poseía en aquel entonces.1175

Interesantemente, a su retorno de Panamá – mientras Pedro Gual fue a Tacubaya


(México) a continuar la Asamblea – Pedro Briceño Méndez en su informe a Bolívar
hizo énfasis en la importancia de la marina federal para neutralizar a la armada
española, y proceder a ocupar Cuba y Puerto Rico, y más tarde las Canarias, llevando
luego la guerra a aguas europeas. Briceño Méndez también denunció la interposición de
Estados Unidos a estos planes y la colisión de intereses de Colombia con los de Gran
Bretaña y Francia.1176

El 11 de agosto, ya habiéndose mudado la Asamblea a la Villa de Tacubaya en


México, Bolívar escribió a los delegados colombianos exponiendo sus ideas, siendo
enfático en reforzar la alianza con Centroamérica y México, y mencionando
explícitamente la expedición a Cuba y Puerto Rico.1177 Estas ideas no llegaron siquiera

1174
Convención de Contingentes entre las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y Estados
Unidos Mexicanos. Panamá, 15 de julio de 1826 en Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de
Panamá, pp. 221 - 225
1175
Sin autor. “Hispanoamérica: 1825” en Hispanoamérica Unida. Disponible en:
http://hispanoamericaunida.com/2014/11/24/hispanoamerica-1825/ (Revisado On Line el 03 de agosto de
2015 a las 05:54 pm)
1176
Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. A bordo de la “Macedonia”
frente a Buenaventura, el 22 de julio de 1826 en Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, pp. 214 –
215
1177
Carta a los señores Ministros Plenipotenciarios de Colombia en el Congreso de Panamá (Don Pedro
Gual y General Pedro Briceño Méndez). Lima, 11 de agosto de 1826 en Obras Completas Vol. II, p. 461
639
a la mesa de negociación, pues en Tacubaya no se ratificaron los acuerdos firmados el
15 de julio de 1826. Ya cuando el Congreso se ha mudado a México, es cuando aparece
el delegado norteamericano, que había salido demasiado tarde para llegar a tiempo a
Panamá, pero puntual para arribar a México; donde manejó tras bastidores los hilos de
la diplomacia para dejar en letra muerta los acuerdos ya mencionados, que
evidentemente levantarían una Confederación muy difícilmente superable para Estados
Unidos. Si en Panamá se redactaron y firmaron los acuerdos fundamentales de la
Confederación, en Tacubaya se podrían discutir asuntos como la expedición a Cuba. En
ese sentido, Sergeant llegó oportunamente para cumplir los objetivos dictados por
Clay.1178 Llegó solo Sergeant, ya que Anderson murió en Cartagena antes de zarpar para
el Istmo.

Según Fermín Toro Jiménez, Colombia era el núcleo de esta iniciativa política, y
en segundo lugar México. Al fracasar el proyecto, se inició el declive de Colombia en el
sistema internacional.1179 Justo también es considerar las tremendas dificultades
económicas y políticas en las que entró Colombia a partir de 1826, que incidieron
directamente en el casi desguace de su marina de guerra, herramienta indispensable y
núcleo de todo el proyecto planteado. También debe considerarse la desconfianza
mexicana y peruana a una posible hegemonía colombiana, lo que sin duda fue usado por
la diplomacia norteamericana para torpedear la proyectada confederación y los planes
sobre Cuba y Puerto Rico, último esfuerzo de los libertadores para borrar del mapa
americano a la Monarquía Española.1180

Llegados a este punto, es preciso recordar que gracias a su población, riquezas,


posición geográfica y fuerzas militares, Colombia y México arribaron al Congreso
Anfictiónico de Panamá como los dos protagonistas de la escena en las tierras del ex
imperio español. Como ya se ha venido explicando, desde el comienzo de la Asamblea,
el punto primordial fue la conformación de una alianza continental, y por tanto el
levantamiento de algún tipo de fuerza militar conjunta. En ese sentido destacó desde el
principio la idea de un “ejército y flota confederadas”. Un año antes del Congreso el
Gobierno mexicano, a través de su representante, el general Carlos María Bustamente,

1178
Rivas, Raimundo. Ob. Cit., p. 30 y pp. 35 – 36 y Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de
Venezuela (Tomo I), p. 567
1179
Toro Jiménez, Fermín. Ob. Cit., p. 376
1180
Ibídem, 254
640
planteó el nombramiento de un “Jefe Militar Supremo de la Confederación”,
proponiendo a Simón Bolívar para dicho cargo.1181 En carta posterior a Santander, el
Libertador rechazó dicho nombramiento, pensando que quizá aumentaría los recelos de
las demás repúblicas hacia Colombia y su persona.1182

Serían Colombia y México los que más aportarían hombres, buques y dinero
para conformar dicha fuerza militar multinacional; y el principal objetivo de la misma
sería la liberación de Cuba y Puerto Rico. Es digno de mención el hecho de que si bien
Cuba no tuvo representantes en Panamá – pues aún no era un Estado soberano – los dos
secretarios de la Asamblea, Francisco del Castillo y José Agustín Arango, eran
cubanos.1183 Esto resulta apenas una pequeña muestra de la importancia que Cuba tuvo
en las deliberaciones en Panamá. Desgraciadamente no se elaboraron actas regulares de
las sesiones, quizá debido al deseo de algunos plenipotenciarios de no dejar prueba de
sus opiniones, quedando un poco a ciegas a los historiadores sobre lo discutido, al
contar solo con los informes de dichos plenipotenciarios a sus gobiernos.1184 Después de
varias semanas de debate, se aprobó el Tratado de Unión, Liga y Confederación
Perpetua entre Colombia, Centroamérica, Perú y México, firmado el 15 de julio de
1826. Presentamos parte de su contenido, lo que respecta a la parte naval:

“Art. 1. Las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y Estados


Unidos Mexicanos se ligan y confederan mutuamente en paz y en guerra, y
contraen, para ello, un pacto perpetuo de amistad firme e inviolable, y de
unión íntima y estrecha con todas y cada una de las dichas Partes.

Art. 2. El objeto de este pacto perpetuo será sostener en común, defensiva y


ofensivamente, si fuere necesario, la soberanía e independencia de todas y
cada una de las potencias confederadas de América contra toda
dominación extranjera, y asegurarse desde ahora para siempre, los goces
de una paz inalterable, y promover, al efecto la mejor armonía y buena
inteligencia, así entre sus pueblos, ciudadanos y súbditos respectivamente,

1181
De la Reza, Germán A. Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, p. XXIX
1182
Carta de Bolívar a Santander. Arequipa, 20 de mayo de 1825. Documento 10287 en:
http://www.archivodellibertador.gob.ve
1183
Leuchsenring, Emilio Roig de. Bolívar, el Congreso interamericano de Panamá, en 1826, y la
independencia de Cuba y Puerto Rico, p. 25
1184
Liévano Aguirre, Indalecio. Bolivarianismo y Monroísmo, p. 94
641
como con las demás potencias con quienes deben mantener o entrar en
relaciones amistosas.

Art. 3. Las Partes Contratantes se obligan y comprometen a defenderse


mutuamente de todo ataque que ponga en peligro su existencia política, y a
emplear contra los enemigos de la independencia de todas o algunas de
ellas, todo su influjo, recursos y fuerzas marítimas y terrestres, según los
contingentes con que cada una está obligada, por la convención separada
de esta misma fecha, a concurrir al sostenimiento de la causa común […]

[…] Art. 5. Los buques armados en guerra y escuadras, de cualquier


número y calidad, pertenecientes a una o más de las Partes Contratantes,
tendrán libre entrada y salida en los puertos de todas y cada una de ellas, y
serán eficazmente protegidos contra los ataques de los enemigos comunes,
permaneciendo en dichos puertos todo el tiempo que crean necesario sus
comandantes o capitanes, los cuales, con sus oficiales y tripulaciones, serán
responsables ante el Gobierno de quien dependen, con sus personas, bienes
y propiedades, por cualquiera falta a las leyes y reglamentos del puerto en
que se hallaren, pudiendo las autoridades locales ordenarles que se
mantengan a bordo de sus buques, siempre que haya que hacer alguna
reclamación […]” 1185

Anexo a este tratado, también se firmó una Convención de Contingentes, que


especificó que cantidad de hombres y dinero aportarían cada uno de los aliados, para el
ejército y flota comunes respectivamente:

“Art. 1. Las Partes Contratantes se obligan y comprometen a levantar y


mantener, en pie efectivo y completo de guerra un ejército de 60.000
hombres de infantería y caballería, en esta proporción: la República de
Colombia, 15.250; la de Centroamérica, 6.750; la del Perú, 5.250; y los
Estados Unidos Mexicanos, 32.750. La décima parte de estos contingentes
será de caballería […]

[…] Art. 10. Las Partes Contratantes se obligan y comprometen, además, a


tener y mantener una fuerza naval competente, sobre cuyo número, calidad,
proporción y destino se han convenido por separado, y para cuyo completo
consignan desde luego la suma de 7.720.000 pesos fuertes, distribuidos de
la manera siguiente: a la República de Colombia, 2.205.714 pesos fuertes;

1185
De la Reza, Germán A. Ob. Cit., pp. 210 - 211

642
a la de Centro América, 955.811 pesos fuertes, y a los Estados Unidos
Mexicanos, 4.558.475 pesos fuertes.

Art. 11. Las Partes Contratantes se obligan y comprometen igualmente a


mantener sus respectivos buques en pie de guerra, completamente armados,
tripulados y provistos de las municiones de boca correspondientes, las
cuales deberán renovarse en seis meses, sin que para ello sea necesario
distraer los buques del servicio en que se hallen empleados […]

(…) Art. 13. Una comisión, compuesta de tres miembros nombrados uno
por el Gobierno de la República de Colombia, otro por el de la República
de Centroamérica y otro por el de los Estados Unidos Mexicanos, se
encargará de la dirección y mando de la fuerza naval que debe establecerse
en el mar Atlántico, con facultades de un Jefe militar superior, o mayores,
si dichos Gobiernos lo estimaren conveniente para realizar los objetos que
se han convenido.

Art. 14. Los miembros de la Comisión Directiva de las fuerzas navales de la


Confederación serán nombrados por sus respectivos Gobiernos dentro de
los veinte días después de la ratificación de la presente Convención, y se
reunirán a la mayor brevedad posible por la primera vez en la plaza de
Cartagena, donde fijarán su residencia, o la variación a cualquier otro
lugar que esté bajo la jurisdicción de alguna de las tres potencias que los
han constituido, según lo crean conveniente para el mayor éxito de las
operaciones que emprendan, y facilidad de comunicaciones con los
Gobiernos de quienes dependan […]

[…] Art. 17. Los reparos que necesite la marina federal, por avería de
guerra o mar, serán hechos indistintamente, por cuenta de la misma
Confederación, con un fondo que al efecto se distribuirá entre las Partes
Contratantes, con proporción a sus respectivos contingentes, y se pondrá a
disposición de la Comisión respectiva. Y para que dicha Comisión tenga
desde luego algún fondo disponible con qué ocurrir a los primeros y más
prontos reparos que se ofrezcan, se le entregará, desde que se reúna, la
suma de 300.000 pesos completándose como sigue: la República de
Colombia, 85.714 pesos fuertes; la República de Centroamérica, 37.146
pesos fuertes, y los Estados Unidos Mexicanos, 177.140 pesos fuertes […]

[…] Art. 20. Para cubrir las costas de las Partes Contratantes en el mar
Pacífico, se ha convenido y conviene en que la República peruana
mantenga constantemente en ellas, en el mismo pie de guerra que se ha
dicho arriba, una escuadra compuesta y dividida en dos cruceros del modo
que se ha establecido por separado, y dicha escuadra será dirigida y
sostenida por su Gobierno con entera independencia de la Comisión
Directiva.
643
Art. 21. En virtud de lo dispuesto en el artículo precedente, se conviene,
además, en que la República del Perú no sea comprendida ni en las
prestaciones, ni en las ventajas que resulten a las potencias que concurren
a la formación de las fuerzas navales del mar Atlántico por los artículos 10,
11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 19 de esta Convención, bien entendido que si
sucesos prósperos proporcionasen a las potencias que forman la marina del
Atlántico el resarcimiento de los gastos hechos en ellos, entonces la
República del Perú será reintegrada también, después de aquéllas, de los
gastos que haya hecho en la del Pacífico, a la manera que si la República
del Perú se repusiere de los gastos erogados en la escuadra del Pacífico, el
sobrante quedará para distribuirse entre las potencias aliadas en el
Atlántico […]”1186

Se firmó también un Concierto aclaratorio sobre el artículo 2 del Tratado, que


comprendió a su vez toda una parte referida a la Marina Confederada:

“Art. 15. Siendo el objeto de esta parte del concierto ganar la superioridad
marítima sobre el enemigo común actual, se ha convenido en que la marina
confederada se componga de tres navíos del porte de 70 hasta 80 cañones;
diez fragatas de 44 hasta 64 cañones; ocho corbetas de 24 hasta 34; seis
bergantines de 20 hasta 24; y una goleta de diez a 12 cañones; apreciados
estos buques por su término medio por sus portes dados a razón de 700.000
pesos un navío; 420.000 una fragata; 220.000 una corbeta, y 90.000 un
bergantín.

Art. 16. En consecuencia, cada una de las potencias que forman la marina
del Atlántico llenará los contingentes que se les han señalado en la
Convención, con los buques siguientes: Colombia: un navío de 74 a 80, dos
fragatas de 64, y dos de a 44; Centroamérica, una fragata de 44 a 64, una
corbeta de 24 a 34 y dos bergantines de 20 a 24; los Estados Unidos
Mexicanos, dos navíos de 60 a 80, dos fragatas de 64, y otras dos de a 44,
seis corbetas de 24 a 34, y tres bergantines de 20 a 24.

Art. 17. Como sumados los valores de los buques que se han designado a
cada potencia, resulta que los de Colombia valen 164.286 más que el
contingente que le cupo en numerario, han convenido en que este exceso le
sea satisfecho con los 155.811 que le faltan a Centroamérica, y los 8.465

1186
Ibídem, pp. 221 - 225

644
que le faltan a México para llenar los suyos, y como reunidas estas dos
sumas hay todavía un déficit de 10.000, se ha convenido en que Colombia
deduzca esta cantidad de la que debe dar por la primera vez para el fondo
de reparos, conforme al artículo 17 de la Convención.

Art. 18. Los objetos a que debe dirigir sus operaciones la marina
confederada, serán: primero, defender y asegurar las costas y mares de
dichas Repúblicas contra toda invasión exterior, y segundo, buscar y
perseguir hasta aniquilar y destruir la marina española donde quiera que se
halle.

Art. 19. Debe ser uno de los principales cuidados de la Comisión Directiva
que los buques estén siempre en el mejor estado de servicio, a cuyo fin
dirigirá mensualmente a los respectivos Gobiernos el estado de existencia
de la Caja de Reparos, para que sean reemplazados los fondos que se
hayan consumido, o se envíen los más que sean necesarios. Estos
reemplazos y envíos de fondos se harán siempre en la misma proporción en
que se han distribuido los primeros 300.000 pesos de que habla el artículo
17 de la Convención de Contingentes.

Art. 20. La Comisión organizará el ramo de cuenta y razón para la


administración de la Caja de Reparos, nombrando los empleados que
juzgue absolutamente necesarios para ello, y dotándolos con los sueldos
correspondientes, los cuales se pagarán de la misma caja; todo según las
instrucciones que reciba de los respectivos Gobiernos, a quienes dará
cuenta oportunamente de lo que haga.

Art. 21. La escuadra que la República Peruana debe mantener en el mar


Pacífico, conforme al artículo 20 de la Convención, se compondrá de los
buques que en la distribución hecha en el artículo 16 de este concierto,
faltan para completar la fuerza total detallada en el 15º, a saber: una
fragata, una corbeta, un bergantín y una goleta; y los dos cruceros que
debe mantener constantemente, serán: uno desde el límite más sur de la
dicha República hasta el puerto de Panamá, y otro desde este puerto hasta
el límite más norte de los Estados Unidos Mexicanos en el Pacífico.

Art. 22. El presente concierto podrá ser revisto y reforzado en todo o en


parte, siempre que los aliados lo juzguen conveniente.”1187

1187
Ibídem, pp. 228 - 230

645
Una rápida lectura de estos documentos nos muestra que México y Colombia
llevaban el liderazgo de la alianza, merced a su mayor aporte en hombres, buques y
dinero. México siempre acepta una cuota mayor, consecuencia lógica de que su
población es la mayor de la alianza – unos 6 millones y medio frente a los 3 millones
aproximadamente de Colombia – y que su riqueza sobrepasa ampliamente a la de sus
vecinos. También observamos que a pesar de las cuotas inferiores aportadas por
Colombia, esta República está mucho más cerca de cumplirlas – al menos en lo tocante
a hombres y buques, no así en dinero – pues tiene ya en pie de guerra un ejército que
ronda los 20.000 hombres, curtido además por la experiencia de más de diez años de
guerra. En cuanto a buques, Colombia ya tiene surtas en Cartagena dos poderosas
fragatas de 64 cañones recién compradas en Estados Unidos, posee al menos dos de 44
cañones y envió recientemente a repararse en Nueva York un navío de 70 cañones, que
está lejos de poder prestar servicio en combate. En contraste, México posee ejércitos
numerosos, pero poco experimentados, y en cuanto a su armada, no está ni cerca de
poder cubrir de forma inmediata las cuotas fijadas.

Al menos en papel, se trataba de una alianza formidable, con medios más que
suficientes para destruir la escuadra que los españoles mantenían en La Habana,
abriéndose así la puerta para un total colapso del poder español, que degenerara en la
pérdida de Cuba, Puerto Rico y las Islas Canarias, además de incluso ataques
hispanoamericanos sobre la Península o las Filipinas, las Marianas y las Carolinas. Sin
embargo, la alineación de las delegaciones con la fórmula de una pura alianza militar,
prescindiendo de una estructura política confederada – como era el objetivo de Bolívar
y del Gobierno colombiano – frustró visiblemente a los delegados Gual y Briceño; que
aceptaron la situación para evitar un completo fracaso de la Asamblea.1188 Esta actitud
tan reservada de los demás aliados, puede explicarse en gran medida por temores hacia
un predominio militar de Colombia, además de los regionalismos, la falta de visión
histórica y estratégica, y la influencia de las grandes potencias.1189

Como podemos darnos cuenta, el punto crítico de la vasta alianza militar


propuesta por Colombia al resto de Hispanoamérica, era el naval. En efecto, solo con
una fuerza naval idónea, podría completarse la victoria sobre España, y preservar la

1188
Liévano Aguirre, Indalecio. Ob. Cit., p. 95
1189
Ibídem, p. 108
646
independencia y soberanía de las nuevas repúblicas. Así lo expresó en carta al
Libertador el general Pedro Briceño Méndez, delegado colombiano en la Asamblea.

“Como nosotros no podemos ni defendernos, ni ofender a la España sino


arrebatándole la superioridad marítima, y como la marina es el arma que
ofrece más garantías a los Estados, o inspira menos temores a la marcha
interior de cada uno, me lisonjeaba con que el proyecto de crear y
mantener una escuadra federal no podía menos que ser recibido con
aplauso por todos. Yo me conformaba con adelantar este solo paso, y veía
en él el fundamento de nuestra paz y de una unión firme entre toda la
América. La primera, porque es indudable que en el momento en que
podamos destruir los restos de la escuadra española que cubre a Cuba,
damos la libertad a aquella isla, a Puerto Rico y a las Canarias, que
desean también ser americanas, y hostilizando luego las costas de la misma
Península, la habíamos de obligar a que pronunciase el reconocimiento. La
segunda, porque luego que los Estados vean un bien real y práctico, como
resultado de la unión, adquirirán confianza en ella, perderían los recelos
que hoy tienen necesariamente, y procurarían extenderla y
consolidarla.”1190

1190
Carta del general Pedro Briceño Méndez al Libertador Simón Bolívar. Panamá, 12 de abril de 1826.
Memorias del General O´Leary. Tomo VIII, p. 188

647
III) DECAIMIENTO DEL PODER NAVAL COLOMBIANO. IMPACTO
DENTRO Y FUERA DE LAS FRONTERAS

LA HISTORIOGRAFÍA TRADICIONAL ha ignorado el poder naval que la


República de Colombia llegó a alcanzar, y lógicamente también ha ignorado el impacto
que tuvo la desaparición del mismo. En este capítulo trataremos de determinar las
posibles causas del declive del poder naval colombiano, así como los efectos que el
mismo tuvo dentro y fuera de las fronteras nacionales. Este estudio nos permitirá
valorar en última instancia la importancia que tuvo el poder naval en la construcción y
sostenimiento de la antigua Colombia, así como en el orden internacional de ese
momento.

A) Causas posibles del declive naval de Colombia

El crecimiento y declive del poder naval de un Estado es un proceso complejo,


condicionado por múltiples factores y causas. Se trata de un macro fenómeno que
engloba variantes político-filosóficas y económicas. Las fuerzas militares – ya sean
terrestres o navales – de cualquier Estado crecen y se desarrollan a la par del músculo
648
económico del mismo, estimuladas o no por las necesidades de la sociedad a la cual
defienden, y de acuerdo a la estrategia dictada por la visión de los líderes y/o la clase
gobernante de dicha sociedad.

En este sentido, no podemos analizar el declive del poder naval colombiano de


forma aislada. Es por ello que al inicio de este trabajo presentamos un repaso y análisis
que incluía la situación internacional, así como las dinámicas internas de la República
de Colombia, tanto a nivel político como financiero. Ya habiendo narrado y explicado el
declive de la armada colombiana a partir de 1826, procederemos a contextualizar dicho
proceso en la dinámica general de la República, para poder explicarlo. Hemos
identificado dos ejes causales que podrían justificar el referido ocaso naval colombiano,
uno de tipo económico y otro relacionado con las meta estrategias del liderazgo político
de Colombia.

a) Causas económicas y presupuestarias

Como se ha venido explicando, la quiebra en 1826 de la firma B.A. Goldschmidt


& Co. provocó el hundimiento final de las finanzas de la República de Colombia. No se
trata de que con la quiebra de la casa comercial británica ya referida se hubiesen
originado todos los problemas financieros de Colombia, sino que dicho suceso produjo
el colapso de una situación que tenía varios años gestándose. Es oportuno recordar que
cuando la República de Colombia se formó en 1819, ya Venezuela y Nueva Granada
venían acumulando grandes deudas con banqueros y comerciantes británicos. Por otra
parte, el de 1824 no era el primer empréstito que negociaba el país, aunque sí fue el más
grande. Lo clave en este proceso es que debido a la devastación de la guerra, Colombia
tenía su economía agrícola y minera paralizada, y desde 1822 venía costeando los gastos
de la guerra en base a empréstitos. El colapso de 1826 se originó porque gran parte del
capital prestado se perdió en la bancarrota de Goldschmidt & Co., lo que puso en
situación crítica al país.

Todo esto nos conduce a que nuestro análisis prosiga en torno a dos ideas.
Primeramente, revisar cómo los empréstitos llevaron al colapso financiero a la
República, y luego cómo se creó un dilema financiero y estratégico en el Gobierno,
consistente en la pregunta de financiar preferiblemente al ejército o a la armada.
649
1) Los empréstitos y el quiebre financiero de Colombia

Para visualizar cómo el colapso financiero fue haciendo sentir su efecto en la


República, hasta provocar la práctica disolución de la escuadra, resulta conveniente
seguir las actas del Consejo de Gobierno, órgano equivalente a un actual Consejo de
Ministros. Tenemos así, que la primera sesión centrada en el tema de los empréstitos se
llevó a cabo el sábado 8 de abril de 1826. En dicha sesión, los secretarios revisaron el
informe preparado por Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya, que habían
llevado a cabo la negociación para el empréstito de 1824. La sesión se prolongó durante
horas, en las cuales el debate fue poco más allá de los tecnicismos legales del contrato,
todo ello en el marco de una actitud justificatoria por parte de algunos funcionarios
vinculados a los dos agentes.1191

El mismo mes, el Consejo volvió a reunirse, siendo el tema financiero el centro


de la sesión.

“Leyó después el secretario de hacienda los documentos relativos al


ofrecimiento que ha hecho Juan Bernardo Elbers de conseguir dinero para
los gastos de la administración y para la amortización de la deuda interior,
vendiendo en Europa las obligaciones que emita la comisión del crédito
público, siempre que se le conceda la comisión y otras ventajas que pide.
Sobre este proyecto la cámara de representantes ha pedido informe al
gobierno. Para evacuarlo y que el consejo tenga todos los datos
necesarios, su excelencia el vicepresidente ordenó al secretario de
hacienda que leyera un oficio de nuestro ministro en Londres, el señor
Hurtado, fecha 3 de febrero último, en el que manifiesta al poder ejecutivo
que en las actuales circunstancias sería muy ruinoso al crédito de
Colombia querer contratar un nuevo empréstito; que el estado de Europa
no permite contratarlo, como ha sucedido con el Perú y Buenos Aires. Esta
noticia, dijo el vicepresidente, es muy funesta para nosotros, porque
contábamos para pagar los intereses de la deuda extranjera en el próximo

1191
Consejo Extraordinario del sábado 8 de abril de 1826. Sin autor. Acuerdos del Consejo de Gobierno
de la República de Colombia 1821-1827. Tomo I y II (Obra Completa). Bogotá, Edición de la Fundación
para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General
Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988. En Biblioteca Digital
de la Universidad Nacional de Colombia. Disponible en:
http://www.bdigital.unal.edu.co/4923/31/Acuerdos_del_Consejo_de_Gobierno.html#56c (Revisado el 06
de abril de 2016 a las 10:16 pm On Line)

650
semestre de julio con una libranza de más de un millón de pesos que nos ha
dado el gobierno del Perú, la que ahora no puede ser efectiva; en tales
circunstancias, su excelencia pidió el dictamen del consejo sobre lo que
convendría hacer. El secretario de hacienda añadió que a precaución se
había dado orden al señor Hurtado, ha dos meses, para que si no se
realizaba el empréstito del Perú, solicitara secretamente, con las casas
prestamistas, el que supliesen los fondos necesarios para pagar el semestre
de los intereses bajo las estipulaciones que juzgara convenientes. El
consejo deliberó largo tiempo sobre este importante y difícil negocio, y al
fin sólo añadió que, si no había otro arbitrio, se satisficieran los intereses
con las cantidades que había depositadas en Londres para pagar algunos
buques de guerra contratados. Teniendo presentes todos estos datos y
conociendo el estado actual que tiene el mercado de Europa, el consejo fue
también de opinión de que nada se ganaría con la operación que proponía
Elbers para cambiar la deuda doméstica por extranjera y que,
probablemente, esto no tendería a otra cosa que a desacreditar más las
obligaciones de Colombia, especialmente si se llegaba a presentir que el
gobierno había emitido mayor suma que la deuda doméstica. Así que en el
informe el poder ejecutivo se pronunciara contra el proyecto. Aquí terminó
la sesión.”1192

A finales de mayo, la noticia del quiebre de la B.A. Goldschmidt & Co. llegó al
Gobierno, estallando como una bomba. Así se percibe en el acta del Consejo
Extraordinario reunido el día 23 de ese mes, por la noche.

“Reunido el consejo, compuesto de todos sus miembros, presidiendo el


excelentísimo jefe del poder ejecutivo, el secretario de hacienda, por orden
de su excelencia, leyó otra nueva comunicación que ha recibido del señor
Hurtado, ministro de Colombia en Londres, sobre la quiebra de B. A.
Goldschmidt, de la que resulta que esta casa debía al gobierno algo más de
cuatrocientas mil libras esterlinas y, por consiguiente, que es muy grande
la pérdida que pueden tener los fondos públicos. El secretario de hacienda
manifestó que ésta había sido una excesiva confianza del ministro Hurtado,
a quien desde mayo de 1825 se le ordenó que, habiendo fondos, mandara
descontar las letras giradas por el gobierno a noventa días, pagándolas
inmediatamente y teniendo el empréstito una utilidad por lo menos de un

1192
Consejo Extraordinario del viernes 21 de abril de 1826. Acuerdos del Consejo de Gobierno de la
República de Colombia… Ob. Cit.

651
cuatro por ciento; que en agosto del mismo año contestó de conformidad.
Si el ministro Hurtado hubiera cumplido con esta orden, la casa de
Goldschmidt habría pagado sobre 150.000 libras, que montan las letras
giradas por el secretario de hacienda y aceptadas por Goldschmidt.
¿Cómo, pues, el ministro Hurtado puso a estas letras que se pagaran
cuando fueran debidas, y no las hizo descontar? Además, conforme lo
expuso el secretario de hacienda, no hay orden alguna para que Hurtado
dejara en poder de Goldschmidt los fondos del empréstito que no
estuvieran destinados para pagar el interés y la amortización. Se convino
en que debían hacérsele los cargos que resultan de tales datos, y el
secretario de hacienda expuso que, con fecha 19 del corriente, había dicho
a Hurtado que diera razón por qué había dejado los fondos del empréstito
en poder de la mencionada casa.

Se vio después el plan que el señor Hurtado dice se había propuesto seguir
para que el gobierno no perdiese en la quiebra de Goldschmidt, que es el
de recibir, con un descuento de diez o doce por ciento sobre el precio
primitivo de los vales de Colombia, las cuatrocientas mil libras esterlinas
en dichos vales. Estos podrán entonces amortizarse o venderse si levantare
su precio, que juzgaba que todos los demás acreedores convendrían en su
propuesta, que les era muy ventajosa. La operación pareció buena a los
miembros del consejo y que correspondía al poder ejecutivo el admitirla o
no, porque no se trata de contraer una nueva deuda, sino de amortizar la
que ya existe, lo cual está en las facultades del ejecutivo. Sin embargo,
pareció más seguro que el secretario de hacienda fuera al congreso y
expusiera todo lo relativo a este negocio para proceder en él con más
seguridad. Otro de los puntos de que habla la comunicación del ministro
Hurtado es sobre sesenta y tres mil libras esterlinas que, dice, ha suplido
generosamente el enviado de México, librándolas sobre la casa que tiene
los fondos de su empréstito. Se acordó que se dieran las más expresivas
gracias sobre este acto generoso de México y se dé cuenta al congreso
para ver de dónde se vuelve a la mayor brevedad la cantidad que se ha
dado prestada. En seguida se vio otro de los puntos que toca la
comunicación del ministro Hurtado y se reduce a consultar si mandará
pagar cerca de quince mil libras esterlinas de intereses que no se habían
cobrado a la casa de Goldschmidt por algunos de los tenedores de vales, en
el dividendo de enero. Dice que en los empréstitos de Portugal y de
México, con que corría la misma casa, había sucedido igual caso y que los
respectivos agentes de los gobiernos habían determinado que se pagasen
tales intereses. Al consejo le pareció de rigurosa justicia esta resolución
porque el deudor es el gobierno de Colombia y no su comisionado para
pagar los premios, y tampoco hay asignado un término perentorio para que
ocurrieran los tenedores de los vales por sus intereses, sin cuya

652
circunstancia no puede privárseles de ellos. Sin embargo de esto, que el
secretario de hacienda consulte también el punto al congreso.

En seguida se trató de los buques de guerra contratados con Juan


Bernardo Elbers, cuyo valor aproximado de ciento sesenta mil libras
esterlinas, se había mandado reservar y que el señor Hurtado supone era
ya un negocio concluido, pues deduce esta suma de lo que debe la casa de
Goldschmidt. No teniendo él semejante orden, no debe hacer tal descuento,
y el consejo fue de opinión de que así se le dijera. Además, su excelencia el
vicepresidente previno al secretario de la guerra que llamara a Elbers a fin
de que disponga si, supuesta la quiebra de la casa de Goldschmidt, él
cumple o no lo contratado, y que esta conversación oficial se ponga por
escrito.

Últimamente se trató en el consejo sobre los arbitrios que podrían


adoptarse para pagar los intereses y la amortización de la deuda
extranjera. Se hizo mención de varias proposiciones que se han hecho al
gobierno ofreciendo dinero bajo diferentes condiciones, pero se convino en
que nada podía resolverse definitivamente sin una autorización del
congreso, y habiendo expuesto el secretario de hacienda que actualmente
se discutía en la sesión extraordinaria un decreto que autoriza al ejecutivo
para adoptar medios con qué pagar el interés y la amortización de la
deuda extranjera, el consejo fue de opinión de que el mismo secretario
hablara sobre este punto al cuerpo legislativo para la resolución
conveniente. Aquí terminó la sesión.”1193

En la sesión del 15 de junio, el Consejo revisó varios documentos del empréstito


de 1822 contratado con la Herring, Graham & Powles, negociado por Zea, y se
examinaron algunas propuestas conducentes a buscar financiamiento para la República
con otras casas comerciales inglesas, pero sin llegar a ningún resultado claro. 1194 En la
sesión del 28 de junio se asomó el resultado final que esta crisis traería.

“El mismo secretario dio cuenta después de algunas comunicaciones del


señor Hurtado, ministro de Colombia en Londres, sobre el pago de varias
letras giradas por el secretario de hacienda de la República contra el

1193
Consejo Extraordinario del martes por la noche 23 de mayo de 1826. Acuerdos del Consejo de
Gobierno de la República de Colombia… Ob. Cit.
1194
Ibídem, Consejo Ordinario del jueves 15 de junio de 1826.

653
mismo señor Hurtado, las cuales debían pagarse de los fondos del
empréstito que el gobierno, según sus órdenes, suponía en poder de
Hurtado. Mas habiéndolos dejado éste en poder de la casa de Goldschmidt
poniendo a las letras que aceptó el señor Hurtado, que se pagarán por
dicha casa cuando fueren debidas. Con la quiebra de Goldschmidt, las
letras quedaron sin pagar y ellas ascienden a más de cien mil libras.
Después de considerada atentamente la materia, de examinados los
documentos y de oír la exposición verbal del secretario de hacienda, quien
dijo que el señor Hurtado tenía órdenes terminantes del gobierno para que,
habiendo fondos, como en efecto debía haberlos en su poder, satisficiera
inmediatamente las letras giradas a noventa días de término, exigiendo a
los interesados el descuento acostumbrado en Londres; que se hubiera
cumplido esta orden y no hubiera puesto a las letras de cambio que se
pagaran cuando fueran debidas, es evidente que la República no se
hallaría ahora comprometida al pago de las letras que han quedado sin
satisfacer por la quiebra de Goldschmidt; el consejo fue unánimemente de
opinión, en cuanto a las letras, de que debían hacerse dos clases de ellas;
que en la primera se colocaran todas aquellas que habían sido dadas por el
gobierno a colombianos o extranjeros para que satisficieran su importe en
Bogotá seis meses después de haberlo recibido en Londres; que en la
segunda se pongan las letras que han sido dadas en pago de sus deudas por
el gobierno de la República. Es evidente que las primeras deben volver
sobre el gobierno, sin que éste necesite pagar recargo alguno de protesta,
gastos, etc., pues los que las recibieron por su propia utilidad, siempre iban
expuestos a una protesta y el gobierno trató de beneficiarlos sin perjuicio
suyo. Acerca de las letras dadas en pago, el consejo fue de opinión de que
el poder ejecutivo estaba obligado a satisfacerlas en los mismos términos
que los particulares en igual caso, y que se hicieran todos los esfuerzos
posibles para verificarlo.

Acerca de la responsabilidad del señor Hurtado, cada uno de los miembros


dio su opinión particular. El secretario de relaciones exteriores expuso
que, según la suya, el señor Hurtado es responsable de las letras que
aceptó, porque el gobierno creía que conforme a sus órdenes los fondos
estaban en poder del señor Hurtado y no en el de Goldschmidt, cuya
quiebra no puede comprender al fisco sino en lo que restase del dinero
depositado para pago de réditos y de amortización de la deuda; que, por
consiguiente, toda proposición que se dirija a proporcionar fondos para
cubrir las letras giradas y aceptadas por Hurtado, en más de aquello que
éste no puede cubrir, tiende a exonerar desde el principio al señor Hurtado
de la responsabilidad que tiene por la ley. El secretario de marina y guerra
fue de opinión de que se manden pagar las letras giradas por el gobierno
en satisfacción de deudas que tenía contraídas, porque se halla
comprometido el crédito del mismo gobierno; pero que se haga desde
654
ahora responsable personalmente al señor Hurtado por el valor de todos
los fondos que debían existir en poder de él mismo y que éste dejó en poder
de la casa de Goldschmidt, contra las órdenes recibidas. De la misma
opinión fueron el secretario del interior y el ministro de la Alta Corte de
Justicia, doctor Estanislao Vergara. El secretario de hacienda convino en
que debía hacerse cargo inmediatamente a Hurtado, para que responda al
gobierno por los fondos que debían existir en su poder. Más no por esto el
gobierno dejará de responder por las letras que giró, pues deseaba
conservar su crédito. Quedó acordado lo que expresa la mayoría de los
votos.

Se tomó de nuevo en consideración el nombramiento de una casa en


Inglaterra para que corra con la agencia comercial de Colombia. Se
decidió que el secretario de hacienda hable con Lowe, agente de la casa de
Wilson, Alexander y Baset, para ver si ella aceptara dicha agencia.

El expresado secretario de hacienda dio cuenta después de dos


libramientos dirigidos contra el gobierno por el señor Palacios, cónsul
general de Colombia en los Estados Unidos, por lo que se resta a un
constructor de buques de guerra por los que ha hecho para la República.
Se acordó que se admitan las letras y se remitan a Cartagena doscientos
mil pesos para cubrir la primera, dándose al mismo tiempo las gracias a la
casa de Bayad & compañía, que salió responsable por el valor de las
letras, fiando a nuestro cónsul.

Su excelencia el vicepresidente ordenó al secretario de la guerra que dijera


los pedimientos de dinero que tenía de casi todos los puntos de la
República para sostener las tropas y la marina, lo que ya no puede
verificarse por el gran déficit que hay en las rentas públicas. Después
manifestó su excelencia que era imposible gobernar así, ni desempeñar la
responsabilidad que le imponía la constitución; que, por consiguiente,
juzgaba que no había otro arbitrio que licenciar una gran parte del
ejército. Se tocaron en el consejo varios y graves inconvenientes para
adoptar esta medida, que expondría la República a grave peligro, cuando
se sabe que en la isla de Cuba reúne fuerzas la España, con las que
probablemente querrá atacarnos. Al fin nada se acordó definitivamente, y
se levantó la sesión.”1195

Resulta evidente que la primera preocupación del Gobierno colombiano tras


constatar la dimensión de la crisis financiera en la que se encontraban, fue el

1195
Ibídem, Consejo ordinario del miércoles 28 de junio de 1826.

655
mantenimiento de las fuerzas armadas y las amenazas españolas desde Cuba. El texto
del acta difícilmente podría ser más claro, especialmente las declaraciones del
Secretario de Guerra y Marina, general Carlos Soublette, consistentes en que la
situación acarrearía la parálisis del ejército y la marina, obligando a una reducción
drástica de los mismos. La decisión a la que se vio forzado el Gobierno colombiano a
finales de julio de 1826 nos conduce al siguiente punto.

2) El dilema de financiar al ejército o la armada

Para agosto de 1826, el colapso financiero de Colombia era más que evidente;
era crítico. Urgía hacer algo rápido, o toda la maquinaria administrativa del Estado – ya
de por sí débil y poco solvente – podía quedar paralizada totalmente. Esto llevaría
rápidamente a un malestar social que podría explotar en forma de nuevas revueltas
realistas, abriéndole las puertas a la temida invasión española desde Cuba. Toda la obra
– levantada con trabajo, sangre y devastación – de los quince años anteriores, corría un
grave peligro de derrumbarse como un castillo de arena.

La situación imponía medidas rápidas y efectivas, y siendo justamente las fuerzas


armadas la parte del Estado que más recursos estaba consumiendo, era inevitable que
también fuese la que más se viera afectada por el inminente recorte presupuestario.
Ahora bien, la idea de reducir el tamaño de dicha fuerza militar debió conducir a varias
preguntas: ¿cuál sería reducido en mayor proporción, el ejército o la marina?, ¿qué se
reduciría exactamente, el pie de fuerza o el armamento?, ¿cómo se llenaría el vacío para
no comprometer la seguridad de la República?...

Según las cifras publicadas por el propio Gobierno, a comienzos de 1826 se


preveía un gasto de 4.809.077 pesos para la armada y 6.803.296 pesos para el ejército,
con un total de gastos de la administración pública que llegaba a 15.487.710 pesos
anuales. Por su parte la recaudación anual era de apenas 6.196.725 pesos. 1196 Es decir,

1196
Secretaría de Guerra y Marina de la República de Colombia y Soublette, Carlos. “Esposición del
secretario de Marina presentada al Congreso de 1826 [recurso electrónico] / [Carlos Soublette]”. Bogotá,
Imprenta de Espinosa, por Valentín Molano, 1826. Catálogo online de la Biblioteca Nacional de
Colombia. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fpineda_350_pza27.pdf, “Presupuesto
General de los Gastos del Departamento de la Guerra, para el año entrante de 1826”. El Colombiano.
656
solo el ejército requería un gasto anual superior a toda la recaudación tributaria de la
República en un año. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿cómo se gastaba exactamente ese
dinero?

Para inicios de 1826, la República de Colombia contaba con un ejército que no


llegaba a los 30.000 hombres, de los cuales más de la mitad eran soldados veteranos. En
contrapartida, contaba con una escuadra en crecimiento, compuesta por al menos cuatro
fragatas respetables, unas seis corbetas y muchos buques de menor porte. Es decir,
podríamos hablar de que ambas fuerzas estaban aproximadamente en la misma
proporción y consumían una cantidad de dinero acorde. Sin embargo, cabría preguntarse
¿cuál de las dos era más útil a la República en el momento del colapso financiero?...
Ésta no es una pregunta sencilla de responder, y su contestación estará siempre sujeta a
debate. De hecho, es una interrogante que debió pasar por las mentes de los miembros
del Consejo de Gobierno en el segundo semestre de 1826.

Un dilema de este tipo no sólo abarca lo netamente presupuestario, sino que


engloba a toda la geo estrategia del Estado. En efecto, la geografía determina buena
parte de la orientación estratégica del Estado, definiendo hacia cuáles áreas del espacio
físico se dirigirán los esfuerzos prioritarios. Esto aplica ya sea que se trate de una
proyección de dicho Estado a través de medios violentos, tales como guerras de
conquista, anexiones, satelización de vecinos, etc.; o a través de medios más sutiles,
como influencia política, comercio o alianzas. No sólo la propia geografía determina
buena parte de lo antes dicho, sino las posiciones que sobre el mapa ocupen las fuerzas
aliadas y hostiles al Estado en cuestión, así como también la localización de los recursos
naturales de interés para el Estado y la accesibilidad a los mismos.

En el caso concreto de la República de Colombia a mediados de 1826 tenemos lo


siguiente:

Primero, sus posibles vías de proyección de poder eran dos: hacia el norte, a
través de su largo litoral en el Mar Caribe y el Océano Atlántico, sus puertos y los ríos
Magdalena y Orinoco. En esa dirección estaba su mayor tráfico comercial, con socios

Caracas, miércoles 5 de abril de 1826. N° 151, p. 3 y Reporte del Secretario de Finanzas al Congreso de
Colombia. 1° de febrero de 1826, en British and Foreign State Papers 1825 – 1826. Volume XIII, pp.
1091 - 1094

657
como Estados Unidos y Gran Bretaña, además de las Antillas. También hacia el norte
estaba su mayor peligro, la presencia española en Cuba y Puerto Rico, que se cernía
como amenaza a la República, a través de la siempre presente posibilidad de una
invasión de reconquista desde estas dos islas. Precisamente, dichos territorios también
se presentaban como oportunidades de expansión territorial, pues su población era
proclive a ser incluida en el gran proyecto político que era la República de Colombia.

La segunda vía de proyección era hacia el sur, a través de la cordillera andina y


los puertos de Guayaquil y Panamá. Por esta vía, Colombia podía apostar por mantener
una alianza – siempre con hegemonía colombiana – con Perú y una situación de virtual
protectorado sobre Bolivia, lo que a su vez le otorgaría a la República la práctica
hegemonía política y militar en Sudamérica. Esto traía como consecuencia la necesidad
de mantener una gran fuerza militar terrestre desplegada dentro y fuera de las fronteras
nacionales, además de una escuadra adecuada en el Pacífico. Comercialmente, esta vía
ofrecía mucho menos que la del Caribe – Atlántico, y requería una inversión grande,
tanto de recursos financieros como de personal. En contraste, la opción norte requería
apostar por el desarrollo de una marina mercante, y una adecuada marina de guerra que
cumpliera los objetivos en la zona, lo cual tendría un impacto mucho menor a nivel
demográfico. Finalmente, no existían otras posibles vías de proyección, ya que las
fronteras occidentales con Centroamérica estaban despobladas y cubiertas de selvas
intransitables, además de que dicho vecino no era una amenaza. En el caso de las
fronteras orientales con los imperios brasileño y británico, sí requerían desarrollo y
ocupación de población, pero con fines netamente defensivos, no de proyección de
poder.

Segundo, la proyección de poder hacia el norte se basaría necesariamente en la


Armada, mientras que la proyección de poder hacia el sur tendría que basarse
necesariamente en el ejército. La amenaza del Virreinato del Perú había obligado a
tomar la segunda opción en 1823, pero las puertas para tomar el camino del norte
estuvieron abiertas de par en par desde mediados de 1825 hasta comienzos de 1826, a la
vez que se demostraba lo complejo que sería mantener a la larga una hegemonía política
y militar sobre Perú y un protectorado sobre Bolivia. En ambos casos, existían posibles
beneficios y riesgos. Trataremos de puntualizarlos.

658
La proyección hacia el norte ofrecía como beneficios la absorción de Cuba y
Puerto Rico – con todo el impacto económico que ello implicaba –, explotar muy
lucrativamente la óptima ubicación del país para el comercio marítimo, la desaparición
de la Monarquía Española de su vecindad y la ocupación del espacio axial del
continente americano. Entre los riesgos, estaba la posibilidad de una derrota catastrófica
ante España, o la provocación de una guerra contra una coalición enemiga conformada
por Estados Unidos, la Santa Alianza e incluso Gran Bretaña, lo que habría podido
llevar hasta la desaparición de la República. La proyección hacia el sur, por el contrario,
ofrecía como beneficio una posición de hegemonía política y militar en Sudamérica,
además de garantizar la seguridad nacional por el flanco sur. Sin embargo, entre los
riesgos estaba ganar la animadversión de Argentina, Brasil y Chile – justamente tres
países que no acudieron a la invitación para el Congreso Anfictiónico de Panamá –, los
cuales se sentirían amenazados; además de la pesada carga económica y demográfica de
mantener un gran ejército desplegado en extensos y lejanos territorios. Perú y Bolivia,
además, eran en sí mismos países muy extensos, poblados y con recursos naturales, por
lo que no sería una tarea fácil para Colombia imponer sobre ellos su agenda política.
Finalmente, la proyección hacia el sur ofrecía muchas menos posibles ventajas
económicas y comerciales.

No podemos saber si los líderes colombianos fueron conscientes de todo esto, y si


llevaron a cabo reflexiones similares. Sin embargo, es claro que entendían las
implicaciones del dramático recorte en el aparato militar que debían hacer; y más
importante aún, lo crucial de la decisión entre si recortar más a la fuerza terrestre o a la
naval. Lo cierto del caso es que a la luz de la serie de decretos promulgados por el
Libertador Presidente entre noviembre de 1826 y mediados de 1827, tenemos que el
ejército no sufrió una reducción ni siquiera cercana a la que fue practicada sobre la
armada, que prácticamente fue disuelta. Y todo esto a pesar de que el ejército consumía
alrededor de un millón de pesos más al año que la armada.

Sin embargo, como dijimos más arriba, esta importante decisión de Estado no
puede ser estudiada solo desde lo económico. Hay un factor clave que debió haberse
considerado en los debates o reuniones que seguramente se suscitaron entre los altos
miembros del Gobierno. Ese factor era el hecho de que mientras al sur, por tierra,
Colombia no tenía amenazas visibles a mediados de 1826 – pues los españoles habían

659
sido expulsados de Sudamérica –; al norte, por mar, la guerra contra España continuaba,
teniéndose el peligro de una nueva invasión española desde Cuba o Puerto Rico. Este
factor nos contestaría la pegunta que hicimos al comenzar a desarrollar esta idea: ¿cuál
de los dos era más útil para Colombia a comienzos de 1826, el ejército o la armada?

Este factor debió haber decidido “El Dilema de 1826”, pues en el mismo se
comprometía la seguridad de la nación frente al enemigo, en una guerra que aún no
había terminado. Evidentemente, con una escuadra al menos capaz de defender el litoral
y las aguas cercanas – no ya al nivel de atacar Cuba y Puerto Rico – la República de
Colombia habría podido neutralizar la amenaza española, haciéndose inexpugnable.
Esto habría dado al Gobierno la oportunidad de disminuir la fuerza militar terrestre y
reemplazarla con una Milicia Nacional, al tiempo que se centraba en el esfuerzo de
reactivar la economía. Tal era el planteamiento de los liberales, liderados por Santander.
A la luz de este análisis, desarrollado por David Bushnell1197, lo más lógico habría sido
preservar a la armada todo lo posible y hacer el mayor recorte en el ejército. ¿Por qué no
ocurrió eso entonces?...

La anterior, no es una pregunta que podamos responder con total seguridad, pues
no hemos hallado documentos que la contesten puntualmente. Sin embargo, analizando
la situación política interna de Colombia, así como la mentalidad, postura e intereses de
sus principales líderes, podemos dar una explicación al menos parcial. Como se expuso
al inicio del trabajo, los altos oficiales del ejército, en su mayoría venezolanos, se
convirtieron en un sector privilegiado dentro de la administración pública, gozando de
gran poder y libertad de maniobra, y entrando en rápida pugna con el liderazgo civil.
Mientras que los militares se agruparon en su mayoría en torno a la figura de Simón
Bolívar, la mayor parte de los civiles liberales neogranadinos se agruparon en torno a
Francisco de Paula Santander.

Resaltantemente la armada quedó fuera de este juego de poder, ya que sus


oficiales más destacados eran de origen extranjero, y estaban poco conectados en las
relaciones interpersonales de los jefes militares, las cuales componían el verdadero
tejido de poder en el país; en este grupo incluiríamos a hombres como Renato Beluche,
Nicolás Joly, Walter Chitty, Sebastián Boguier y muchos más. Otros oficiales, nativos

1197
Bushnell, David. El Régimen de Santander en la Gran Colombia, pp. 300 - 320

660
de Colombia, tales como Felipe Santiago Estéves o Agustín Armario, tenían una
antigüedad y jerarquía muy por debajo de los jefes más poderosos, por lo que quedaron
fuera de la cúpula real que detentaba el poder. Finalmente, solo dos oficiales nativos,
José Prudencio Padilla y Lino de Clemente, sí tuvieron lazos cercanos con los más altos
jefes, vinculándose el primero con Santander y el segundo con Bolívar. Sin embargo,
ninguno de ellos llegó a tener jamás el peso político que alguna vez tuvo el Almirante
Luis Brión, cuya cercana amistad e influencia sobre el Libertador habían hecho tanto
bien a la Armada. El retiro un tanto prematuro de Clemente, y la rebelión que Padilla
lideró en Cartagena, además de su posterior vinculación con la Conspiración
Septembrina, dejaron a la Armada sin una voz bien colocada en el alto Gobierno, que
pudiera explicar y convencer sobre la necesidad de preservar la escuadra.

Es decir, como institución, la Armada tuvo la falla de no haber sabido ganarse un


lobby dentro de la estructura de poder de la República; lo que sin duda le habría
ayudado a sobrevivir de mejor forma al colapso financiero de 1826. En contrapartida,
casi todos los hombres claves de la administración pública eran militares del ejército, o
tenían fuertes vinculaciones con el mismo. En efecto, tras la muerte de Brión, ningún
otro marino supo ganarse la confianza del Libertador o hacer sentir su voz en el
Gobierno, para así orientar adecuadamente a los más altos jerarcas políticos sobre
asuntos navales y de estrategia marítima. Muy por el contrario, la conducta de Padilla
por poco y no afecta a todo el conjunto de la armada, independientemente de las razones
que llevaran al general costeño a su breve alzamiento.1198

Otro factor, que también insinúa Bushnell, es la conexión que se dio entre este
dilema y la pugna entre “bolivarianos” y “santanderistas”. El autor citado analiza que
mientras los santanderistas deseaban disminuir el tamaño, poder e influencia del
ejército, reemplazándolo con una Milicia Nacional, y confiando la seguridad exterior en
la armada; los bolivarianos pensaban todo lo contrario. En efecto, los segundos se
dieron cuenta que una escuadra surta en Cartagena no serviría para apoyar al Gobierno
en Bogotá, ni respaldaría las intenciones de Bolívar de imponer la constitución

1198
Uribe Peláez, Guillermo. El Asesinato Judicial de un Héroe. Academia de la Historia de Cartagena de
Indias. Disponible en:
http://academiadelahistoriadecartagenadeindias.org/Publicaciones/Articulos%20Vicealmirante%20Guiller
mo%20Uribe/EL_ASESINATO_JUDICIAL_DE_UN_HEROE.pdf (Revisado On Line el 12 de
septiembre de 2016 a las 8:31 pm)

661
boliviana de 1825 en detrimento de la Constitución de Cúcuta de 1821. En cambio, un
fuerte ejército, comandando por oficiales venezolanos, leales a Bolívar, sí cumpliría con
dicho propósito. Nos damos cuenta entonces que las complejas luchas internas entre
facciones también habrían tenido incidencia en el resultado final que le tocó a la armada
colombiana. Ahora bien, más allá de los intereses de “bolivarianos” y “santanderistas”,
¿podría ser que Bolívar y Santander tuvieron concepciones diferentes y opuestas en
cuanto a geoestrategia?1199 Es lo que abordaremos en el siguiente punto.

b) ¿Proyecto marítimo vs Proyecto terrestre?

Se ha escrito extensamente sobre la polarización política que vivió la República


de Colombia en torno a Bolívar y Santander. De forma bastante simplista se ha
sostenido que el primero lideraba a militares, venezolanos y conservadores; mientras
que el segundo a civiles, neogranadinos y liberales. Como se desarrolló al inicio del
trabajo, eso no es del todo cierto, siendo más bien una simplificación de la realidad,
hecha para facilitar su presentación al gran público. Ahora bien, no se han estudiado y
contrastado las concepciones estratégicas de Bolívar y Santander. Ese trabajo podría
darnos más luz en general sobre el proceso político que llevó a la crisis y disolución de
la República de Colombia, además de – obviamente – explicar el declive de la armada
colombiana, punto que nos ocupa.

La documentación estudiada nos indicaría que los dos líderes más importantes que
tuvo la República de Colombia diferían también de forma absoluta en lo referido a
geoestrategia. Evidentemente, ni Bolívar ni Santander nos legaron tratados en la
materia, pues conceptos como “geopolítica” o “geoestrategia” no se habían acuñado
aún. Sin embargo, es claro que estadistas de la talla de estos dos hombres entendían a la

1199
Según la Real Academia de la Lengua Española, se define este término como: “Estrategia basada en
el conocimiento y análisis de las condiciones geográficas de una región”
(http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=geoestrategia). Sin embargo, una definición más completa sería
que es un sub campo de la geopolítica, que estudia y relaciona problemas estratégicos militares con
factores geográficos -recursos de un país con sus objetivos geopolíticos. En la geoestrategia, se abogaría
por estrategias proactivas, y una geopolítica nacionalista. (Ortega Prado Rodolfo, Geoestrategia.
Santiago, Academia de Guerra del Ejército de Chile, 2013). Evidentemente, este término no existía en la
época de Bolivar y Santander, pero lo tomamos como un préstamo desde la actualidad para nuestro
estudio, a fin de poder explicar mejor al lector nuestra aproximación al pensamiento estratégico de ambos
líderes.

662
perfección la forma en que la geografía incide en las políticas de Estado y en las
estrategias militares. Esto se constata al revisar sus escritos y, desde luego, sus acciones
al frente del Gobierno. Para ello, nos valdremos en buena medida de la hermenéutica.

1) Bolívar como pensador estratégico terrestre

El pensamiento bolivariano de unidad hispanoamericana contra la ex metrópoli


española, y de mutua defensa de la soberanía e independencia de las nuevas repúblicas,
es universalmente conocido. Muestras de ellos son documentos célebres como la Carta
de Jamaica, y hechos tan notorios como el Congreso Anfictiónico de Panamá. En ese
mismo sentido, las campañas militares de Bolívar dejaron como legado la destrucción
del poder colonial español en Sudamérica y el inicio de la vida independiente de dichos
países.

Este pensamiento bolivariano tuvo un efecto que llegó mucho más allá de
Sudamérica, alcanzando con especial fuerza a Cuba, que junto con Puerto Rico
constituían las reliquias del poder colonial español en América a finales del siglo XIX.
José Martí, líder de la independencia cubana, se confesó ferviente admirador de Bolívar,
y con su pluma defendió la idea de la unidad de Cuba con el resto de sus vecinos
hispanoamericanos. En esa construcción geográfica, política e ideológica que Martí
llamó “Nuestra América”; tuvieron un papel importante los planes que el Libertador
supuestamente elaboró para expulsar a los españoles de Cuba y Puerto Rico hacia 1825.
Esos planes, que han sido marginados por la historiografía tradicional venezolana, han
sido más expuestos por los autores cubanos, llegando hasta el siglo XXI. Dichos planes
son esenciales para medir la inclinación terrestre o marítima del Libertador.

Hasta ahora hemos visto, sin embargo; más los planes del Gobierno de
Colombia, para lanzar una expedición militar sobre Cuba y Puerto Rico, que el
pensamiento de Bolívar sobre la materia. Se ha entonces construido una verdadera
leyenda historiográfica de cómo Bolívar planeaba la liberación de las Antillas
Españolas. Por todo esto es pertinente preguntarse: ¿cuáles fueron las intenciones y
planes de Bolívar respecto a Cuba y Puerto Rico?... Y no nos referimos al pensamiento
del Libertador sobre este punto a lo largo de su vida – lo cual sería bastante difícil de
determinar –, sino en los años en los que más cerca estuvo de actuar al respecto; es
663
decir, entre 1825 y 1827, cuando Colombia contó con fuerzas militares de mar y tierra
capaces de hacer plantearse al Gobierno el llevar a cabo la expulsión de los españoles
del Caribe.

Para contestar la pregunta antes planteada, nos basaremos en algunos


documentos emitidos por Simón Bolívar en el período señalado. Estos son varias cartas
dirigidas a importantes líderes y funcionarios del país, así como la serie de decretos
sancionados a finales de 1826 y en 1827 que ya hemos transcrito. Como dijimos
anteriormente, para abordar estos documentos nos valdremos de la hermenéutica. En
consecuencia, los interpretaremos para tratar de responder la interrogante expresada más
arriba.

La primera de las cartas seleccionadas para este estudio, la dirigió el Libertador


al vicepresidente Santander desde Arequipa (Perú), el 20 de mayo de 1825. En ella
expresó:

“No se olvide Vd. Jamás de las tres advertencias políticas que me he


atrevido a hacerle: primera, que no nos conviene admitir en la liga al Río
de la Plata; segunda, a los Estados Unidos de América, y tercera no
libertar a La Habana. Estos tres puntos me parecen de la mayor
importancia, pues creo que nuestra liga puede mantenerse perfectamente
sin tocar a los extremos del Sur y del Norte: y sin el establecimiento de una
nueva república de Haití. Los españoles, para nosotros, ya no son
peligrosos, en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son
omnipotentes; y por lo mismo, terribles. Con respecto a La Habana nos
conviene decir a España, que si no hace la paz, pronto estará privada de
sus dos grandes islas. Ya he dicho a usted antes esto mismo; y lo repito por
si acaso no ha llegado a manos de usted mi carta. El general Sucre tiene
muchas ganas de que se verifique la expedición, pero yo no he podido verlo
aún para explicarle mis ideas. Luego que se tome el Callao, que será en
todo agosto, mandaré al Istmo tres mil soldados del Sur de las tropas de
Colombia. Antes me lo hago, porque no sé si usted estará pronto en el
Istmo, y porque la escuadra que debe conducirlos está bloqueando el
Callao.”1200

1200
Leuchsenring, Emilio Roig de. Bolívar, el Congreso interamericano de Panamá, en 1826, y la
independencia de Cuba y Puerto Rico, pp. 110 - 111

664
Queda claro el pensamiento de Bolívar: ordena a Santander no atacar Cuba y
Puerto Rico, teme que Cuba se convierta en un nuevo Haití, y dispone amenazar a
España con un ataque a las dos islas a menos que la misma reconozca la independencia
de Colombia. Ahora bien, ¿qué quiso decir Bolívar con que Cuba se convirtiese en un
nuevo Haití?... Como explicamos anteriormente, para 1825 Haití estaba en total
aislamiento internacional; ningún país reconocía a su Gobierno, había reforzado la
enemistad de las potencias europeas y de Estados Unidos al conquistar la parte española
de la isla en 1821, y además Francia amenazaba con invadirlo y someterlo de nuevo a su
poder. Haití había sido escenario de muchas matanzas de blancos, desapareciendo casi
toda la población no negra antes de 1820. Bolívar y Santander coincidían en no aceptar
la solicitud de alianza y ayuda que había hecho Haití por temor a Francia, aun
recordando la ayuda suministrada por el presidente haitiano Alexandre Petión en 1816.
Cuba por su parte tenía una inmensa cantidad de esclavos negros trabajando en las
plantaciones de azúcar de la isla, lo cual podría originar rebeliones masivas en caso de
un ataque colombiano. Estos temores constituían una de las causas para la oposición de
Estados Unidos y Gran Bretaña a los planes colombianos, y también estaban en la
mente de Bolívar.

Es un hecho conocido que a mediados de la década de 1820, el pensamiento de


Bolívar se había vuelto más conservador, llegando a defender la idea de una presidencia
mucho más fuerte – vitalicia incluso –, un senado vitalicio, reforzamiento del poder
central y precaución con la subida de las clases más bajas al poder; lo que él mismo
llamó “pardocracia”. El texto seleccionado condensa muy bien el temor de Bolívar a la
conflictividad social y racial. Lo había vivido y sufrido en 1812, con la rebelión de
esclavos en Barlovento contra la Primera República; en 1814, cuando los llaneros
pardos de Boves arrasaron la Segunda República en Venezuela; y lo había observado de
cerca en Haití. En el momento en que escribió la carta, temía además entorpecer las
relaciones de Colombia con Estados Unidos y Gran Bretaña. También puede
interpretarse en Bolívar un deseo mayor de que España reconociese la independencia de
Colombia, que el de seguir luchando, y menos aún en un territorio que podía llegar a ser
un nuevo Haití, según sus temores.

El siguiente documento referido es la carta dirigida por Bolívar al general Pedro


Briceño Méndez y a Pedro Gual, delegados de Colombia en la Asamblea del Istmo. Esa

665
misiva fue escrita en Lima el 11 de agosto de 1826, y tuvo como objetivo expresar sus
propuestas con la finalidad de salvar las negociaciones y lograr los objetivos
internacionales de la República.1201

En todo el texto se puede percibir la gran preocupación del Libertador por la


seguridad de Colombia. Ante todo le preocupa que la República pueda luchar sola, sin
ningún tipo de ayuda, contra España. Es por ello que está dispuesto a aceptar una mayor
cuota en hombres y dinero para Colombia, siempre y cuando la alianza continental se
mantenga. Por otra parte, aparece de nuevo el pensamiento en Bolívar de buscar
primero la paz con España; y sólo si España siguiera empecinada en continuar la lucha,
proceder al ataque sobre Cuba y Puerto Rico.

A finales del año 1826 Bolívar había regresado a Colombia desde el Perú. Lo
había traído de vuelta el movimiento separatista venezolano de La Cosiata. Por primera
vez Simón Bolívar se encargaría realmente del gobierno del país, del cual se había
ocupado el vicepresidente Santander, mientras él atendía la liberación del centro de
Venezuela y de Quito entre 1821 y 1822; y a partir de 1823 la larga campaña peruana.
El retorno del Libertador coincidía también con la quiebra de la casa Goldschmidt. En
paralelo, la Asamblea del Istmo no había dado el resultado esperado, España continuaba
decidida a seguir luchando y las diferencias entre las facciones se acentuaban, teniendo
como uno de los puntos principales la intención de Bolívar de derogar la constitución de
1821 e imponer la boliviana, redactada por él mismo en 1825. Es en este contexto de
aguda crisis económica, de esforzada negociación entre las partes, que el Libertador
sanciona los decretos que ya hemos transcrito.

Los decretos del Libertador no sólo contrajeron las dimensiones administrativas


de la armada, al reducir los Departamentos de Marina de cuatro a dos, sino su propia
capacidad de combate. En efecto, se procedió a la práctica disolución de la escuadra al
ordenar el desarme de los buques, almacenaje de los pertrechos y licenciamiento
temporal de oficiales y marineros. Aunque Bolívar no era un marino, sino un militar de
tierra; no necesitaba serlo para saber que sin una escuadra adecuada sería imposible una
operación militar de envergadura sobre las Antillas Españolas, y se comprometía
gravemente la seguridad de toda la fachada norte del país. Podemos entonces interpretar

1201
De la Reza, Germán A. Documentos sobre el Congreso Anfictiónico de Panamá, p. 207

666
que cuando el Libertador tomó estas medidas, lógicamente estaba renunciando – al
menos temporalmente – a un ataque sobre las mencionadas islas. Eso nos lleva
inevitablemente a una pregunta: ¿por qué disminuyó la flota de una forma tan drástica?
Esta pregunta se hace tanto más interesante cuando se evidencia que el ejército no fue
objeto de un proceso tan radical.

Considerando el contexto político y económico; resulta evidente la intención de


Bolívar de reducir el gasto público en las fuerzas armadas. Esta gravísima situación de
práctico colapso de las finanzas de la República, explicaría las drásticas decisiones
tomadas por el Libertador, pero solo en parte. En efecto, esta reducción del poder naval
echaba por tierra los proyectos respecto a Cuba y Puerto Rico, comprometía seriamente
la defensa marítima de la República y abría el camino a los españoles para nuevos
ataques sobre el litoral desde sus bases en las islas mencionadas. Sin embargo, llama la
atención que el ejército no fue reducido en la misma proporción en que lo fue la armada,
aun cuando generaba más gastos.

¿Por qué Bolívar no redujo el ejército en la misma proporción? La


interpretación, esclarecida con una revisión – al menos somera – del pensamiento de
Bolívar nos permite decir que existen varios factores que lo explican. En primera lugar,
su propia doctrina militar. El Libertador bebió en las fuentes del pensamiento militar
napoleónico1202, basado ante todo en la guerra terrestre. De esta forma, Bolívar entendió
poco la importancia del poder naval, lo que le llevó a subestimar el rol que jugaba la
armada en la defensa de Colombia. En segundo lugar, Bolívar no tenía como prioridad
pasar a la ofensiva y arrebatar las dos islas a España, sino más bien obtener de su
enemigo el reconocimiento de la independencia nacional y la firma de la paz. Así, el
ataque sobre Cuba y Puerto Rico era más bien una amenaza lanzada sobre España para
llevarla a concluir la paz. Finalmente, en tercer y último lugar, tenemos que Bolívar
pudo haberse inclinado por disminuir la armada y no el ejército debido a que mientras la
primera no resultaba de utilidad para sostener su gobierno y sus proyectos políticos,
mientras que el segundo sí podía hacerlo. Además de esto, no se puede olvidar la
profunda conexión sentimental de Bolívar para con este cuerpo armado, del cual nunca
dejó de sentirse parte, y que defendió públicamente muchas veces, ante las tentativas de

1202
Falcón, Fernando. El Cadete de los Valles de Aragua, pp. 65 - 101

667
la clase alta neogranadina de reducir su poder y someterlo a las leyes civiles. Todos
estos elementos, considerados por separado pudiesen no explicar de manera satisfactoria
las decisiones de Bolívar, pero interpretados en su conjunto, aportan una visión bastante
lógica y verosímil.

En aparente contradicción con los decretos antes referidos, tenemos una carta
enviada por Bolívar a Montilla y Padilla desde Caracas el 27 de enero de 1827. Cartas
con la misma idea fueron enviadas también a otros importantes generales del país, con
idéntico objetivo:

“Esta mañana hemos tenido oficialmente la noticia de la guerra entre


España y la Inglaterra declarada por ésta, a consecuencia de que la
España no ha querido reconocer la constitución en Portugal, sembrando
allí la discordia y los partidos. Esta operación de parte de la Gran Bretaña
va a tener por fruto el reconocimiento de nuestra independencia. Es, pues,
llegado el momento de que nosotros salgamos al mar y llevemos la guerra
a los españoles arrancándoles primero la isla de Puerto Rico, que nos
servirá de escala para ir a La Habana si acaso nos conviene. Pero de todos
modos yo estoy resuelto a hacer una expe-dición a Puerto Rico que nos
dará inmensas ventajas en el interior y exterior. Aunque para esta empresa
tendremos que hacer grandes gastos, la independencia de estas islas nos
dará los medios de indemnizarlos con inmensas ventajas. Desde ahora pido
a Vds. la remisión de los buques de guerra que existen en ese puerto, que
puedan marchar a la expedición, trayendo poca tripulación y mucha tropa;
a lo menos mil hombres. Para ello tomen Vds. todas las medidas
conducentes, en la inteligencia de que no debemos ahorrar sacrificios ni
medidas, porque los héroes cuando pelean "no reparan ni en mesas ni en
castañas.”1203

Menos de un mes después de estos efervescentes planes, el Libertador


escribió a Sucre el 5 de febrero desde Caracas:

“Después de las primeras noticias que se han recibido aquí sobre la guerra
entre Inglaterra y España no hemos tenido ninguna otra. Hemos sí visto

1203
Documento 1260, Archivo del Libertador. http://www.archivodellibertador.gob.ve/
668
algunos papeles públicos de aquellos días, y todos ellos hablan de los
negocios del Portugal en términos que no nos dejan duda alguna de la
guerra. Estos son, pues, los monumentos que debemos aprovechar para
enviar una expedición a Puerto Rico, que ya estoy preparando. Constará
de 5 a 6.000 hombres, todos veteranos y mandados por el general Páez.
Padilla mandará la marina. Yo creo que poco nos costará apoderarnos de
Puerto Rico. Después veremos qué es lo que se puede hacer sobre La
Habana.”1204

No obstante; una tajante contraorden fue enviada a los generales destacados en la


costa norte de la República, cuando el Libertador tuvo noticia de que el conflicto entre
Gran Bretaña y España había sido evitado. Canceló los planes antes presentados al
considerarlos inviables por no contar con el respaldo británico, y juzgando insuficiente a
la escuadra colombiana para enfrentar a la española. En consecuencia, esta sería la
última vez en la que el Libertador se refiriera al asunto de Cuba y Puerto Rico. A finales
del año 1827 sancionó otro decreto que casi termina de liquidar a la armada.

Al analizar en su conjunto las acciones de Bolívar, nos damos cuenta que en


efecto entendía poco sobre asuntos navales y política marítima, que confiaba en que la
alianza con Gran Bretaña podría suplir la falta de una armada adecuada, y que en
general se centraba más en buscar el liderazgo o hegemonía en Sudamérica. A la luz de
los hechos, tenemos que respecto a estos temas se mostró siempre vacilante y poco
convencido, mientras que para la Campaña del Perú se mostró dispuesto a dejar su
cargo como Presidente de la República de Colombia, y luego se dedicó de lleno a
organizar Perú y más tarde a Bolivia. Solo La Cosiata lo hizo regresar. Nos damos
cuenta que para el Libertador, su centro estratégico estaba en la cordillera andina, no en
el Caribe.

La documentación analizada permite acercarnos a una interpretación del


pensamiento de Bolívar acerca de lo naval y la independencia de Cuba y Puerto Rico,
que a su vez nos ayuda a explicar las acciones que llevó a cabo. Es claro que el
Libertador tuvo temor de provocar masivas revueltas de esclavos en Cuba y Puerto Rico,
que pudieran degenerar en situaciones similares a las de Haití, lo que a su vez podría

1204
Documento 1265, Archivo del Libertador. http://www.archivodellibertador.gob.ve/

669
tener un efecto en toda la cuenca del Caribe, desde el sur de Estados Unidos hasta el
territorio colombiano, donde no se había terminado de resolver el problema de la
manumisión o abolición progresiva de la esclavitud. También es posible que la oposición
de Estados Unidos y Gran Bretaña influyesen en la orden de Bolívar a Santander en 1826
de no liberar ambos territorios. Asimismo, se observa cómo la iniciativa de planear la
liberación de Cuba y Puerto Rico vino de otros líderes, como Santander, y no del propio
Bolívar.

Los textos estudiados nos muestran que para 1825 – 1827, la prioridad del
Libertador era obtener el reconocimiento de España y por tanto la paz, siendo entonces la
posibilidad de ataque sobre Cuba y Puerto Rico más una medida de presión para lograr
que España se rindiera, que un plan real para expandir el territorio de la República.
También es indicio de que dicha operación militar no era la prioridad de Bolívar, el
hecho de que frente a la crisis económica de 1826, el Libertador no dudara en disminuir
sustancialmente el pie de fuerza y el poder de fuego de la armada a fin de reducir gastos
públicos; pues uno de los primeros efectos de tal medida sería – lógicamente – que se
haría inviable cualquier ataque serio sobre Cuba y Puerto Rico para arrebatárselas a
España.

El hecho de que Bolívar escribiese en enero de 1827 “Es, pues, llegado el


momento de que nosotros salgamos al mar y llevemos la guerra a los españoles
arrancándoles primero la isla de Puerto Rico, que nos servirá de escala para ir a La
Habana si acaso nos conviene.” nos muestra su poco dominio de lo naval. En efecto, a
pocas semanas de una serie de decretos que casi hacían desaparecer la escuadra, no podía
planearse y ejecutarse a toda prisa una operación como un asalto anfibio sobre Puerto
Rico. Solo un hombre con muy poco conocimiento del complejo quehacer naval pudo
pensar así. Es muy posible que, tal como Napoleón antes que él, Bolívar ignorara los
tiempos y complicaciones ligados a preparar y una fuerza naval para una operación como
la de trasladar un ejército expedicionario a Cuba y Puerto Rico. A diferencia del ejército,
cuyas tropas podían ser licenciadas y poco después convocadas sin comprometer
demasiado su apresto; la escuadra no podía alistarse en pocos días para cruzar el Caribe
y combatir, si poco antes sus buques habían sido desarmados, almacenados los equipos,
armamento y municiones, y si las tripulaciones y oficiales – la mayoría extranjeros –
habían sido prácticamente enviados a casa sin paga.

670
Podemos decir entonces que buena parte del mito historiográfico de que el
Libertador tuvo entre sus metas prioritarias la liberación de Cuba y Puerto Rico carece de
basamento documental. Observamos más bien que dicho proyecto estuvo sujeto a
elementos de tipo estructural y coyuntural, que condicionaron su ejecución y que
finalmente evitaron su materialización, siendo más bien un objetivo secundario para
Bolívar. En síntesis, Simón Bolívar tenía una visión estratégica eminentemente terrestre,
concibiendo al poder naval como un mero auxiliar del ejército, al cual dio la prioridad
estratégica.

2) Santander como pensador estratégico marítimo

Como se dijo al principio, ni Santander ni Bolívar nos legaron auténticos tratados


de estrategia. Esto nos lleva a aplicar el método hermenéutico sobre sus documentos, y
sobre todo, a sus acciones. Francisco de Paula Santander, como Vicepresidente
encargado del Poder Ejecutivo entre 1821 y 1826, fue el hombre más poderoso en la
República durante dicho período. Entre esos años, llevó a cabo una serie de labores que
nos obligan a considerarlo como el mayor impulsor de la política y estrategia marítimas
que Colombia desarrolló.

Para demostrar la afirmación anterior, basta con recorrer cronológicamente la


gestión de Santander en materia naval y marítima. Primeramente, el 30 de marzo de
1822 firmó la Ordenanza Provisional de Corso, que ordenó dicha actividad, permitiendo
su relanzamiento. En enero de 1823, decretó que los buques neutrales con carga
enemiga quedasen sometidos a la acción de la armada y los corsarios colombianos. En
ese mismo sentido, hacia 1824 Santander se enfrentaría decididamente a las demandas
norteamericanas, consistentes en que se reconociera que su pabellón neutral debía cubrir
la carga de los buques mercantes estadounidenses, contra los ataques de los corsarios
colombianos. Santander defendió el derecho de represalia de Colombia, argumentando
además que si España no reconocía la independencia de la República, la República no
podía llegar a un acuerdo semejante con Estados Unidos. Vemos pues que el cucuteño
fue un convencido defensor de la guerra de corso.

Regresando a 1822, el 28 de junio Santander creó la Academia Náutica de


Cartagena, que sería la principal del país, y al mes siguiente decretó incentivos para el
671
alistamiento de marineros en la armada. Ese mismo año Santander creó también la
Infantería de Marina. En febrero de 1823 desarrolló mediante un decreto la organización
de la armada según los cuatro Departamentos de Marina previstos en 1821. En
septiembre del mismo año, decretó los merecidos honores para los héroes de la
Campaña del Zulia. Dos de sus proclamas, que datan del segundo semestre del referido
año, demuestran elocuentemente su entusiasmo por el triunfo naval en Maracaibo, y su
apoyo a la armada.

“A LOS COLOMBIANOS.

Colombianos! Maracaibo ha vuelto al seno de la República, y el


poder español ha desaparecido, a esfuerzos de nuestras armas y por
vuestra eficaz cooperación. La libertad del Departamento del Zulia debe
haber destruido en nuestros enemigos hasta los restos de sus quiméricas
esperanzas. Un puñado de españoles deliraba desde Maracaibo con el
proyecto de realizar la sumisión de Colombia al gobierno del Rey
Fernando, figurándose desórdenes, discordia, miseria y debilidad, donde
realmente había orden, unión, recursos y poder. El cielo quiso favorecer
las primeras empresas del enemigo, para hacer brillar mejor la constancia
y valor del ejército, vuestro patriotismo y adhesión al régimen
constitucional. A la voz del Gobierno, vosotros habéis corrido a ofrecer
todo género de sacrificios, y a preparar nuevos laureles al Ejército
Libertador.

Colombianos! La gloria del triunfo es vuestra, porque vuestros han


sido los recursos empleados en la campaña, y vuestros son los bizarros
marinos que han dado días de gozo a la República. El fruto de vuestra
constancia es la independencia y libertad de la Patria; las leyes recuperan
ya el poder que les había debilitado la guerra y vosotros vais a ser felices.

Pueblos de Colombia! Os resta hacer frente a las peligrosas armas


que el fanatismo puede emplear para acibarar vuestra alegría y sembrar la
desunión. No hay otro medio más eficaz para contrarrestar las
maquinaciones de los enemigos, que profesar la más sumisa obediencia a
la Constitución y a las leyes, y el más noble respeto a las autoridades.
Después de trece años de sacrificios y de tanta sangre derramada por la
causa de la Patria, el mal más funesto que vosotros y yo podemos hacer a
Colombia es la infracción del código que hemos jurado sostener y cumplir.
Este código es el que mantiene el orden público, el que os concede el
ejercicio de vuestros derechos, el que protege nuestra santa religión, y el
que nos reúne en una sola familia, ligada por la libertad y por la gloria. La
672
Constitución, junto con la Independencia, debe ser el ara santa en la cual
debemos hacer nuestros sacrificios, a imitación del PADRE DE LA
REPÚBLICA, EL INCOMPARABLE BOLÍVAR.

Rivalicémonos en cumplir fielmente nuestros deberes, sometiendo


nuestra voluntad a la Constitución; hagamos lo que la ley nos prescriba, y
el mundo entero verá con asombro que en Colombia hay un Gobierno de
leyes y no de hombres.

Palacio de Bogotá, Agosto 31 de 1823

F. DE P. SANTANDER”1205

“A LOS COLOMBIANOS.

Colombianos! Os presento a vuestra Patria absolutamente libre de


los enemigos que con tanto esfuerzo han pretendido contrarias los decretos
eternos. El pabellón castellano que flameaba en Puerto Cabello ha sido
despedazado por las valerosas tropas de la República, y en su lugar se
enarboló la bandera tricolor. No hay ya enemigos contra quienes combatir;
Colombia está integrada en su territorio, y el código del bien y de la
igualdad protege a cuantos habitan la Patria de BOLÍVAR.

Pueblos de Colombia! Recibid las congratulaciones del Gobierno por


la ocupación de una plaza importante, donde ha terminado la guerra
empezada, para arrancar a Colombia del poder español. Vuestros
sacrificios han tenido por objeto la independencia y libertad de vuestra
Patria, y vuestra Patria es ya libre e independiente. La milicia y sus Jefes
ilustres han satisfecho vuestras esperanzas y cumplido con los clamores de
su corazón; sus espadas victoriosas están siempre prontas para hacer
respetar la dignidad de la República, vuestros derechos y la inviolabilidad
de la Constitución; ellos lo han jurado, y jamás militar colombiano ha
faltado a sus promesas; pero es preciso también que de vuestra parte
mantengáis inextinguibles vuestro fuego patriótico, vuestra sumisión a las
leyes, y sobre todo, vuestra adhesión al sistema constitucional, con cuyos
auspicios Colombia ha completado su independencia, se ha elevado a la
cima de la gloria, y ha merecido la opinión, respeto y aplausos de las
demás Naciones.

Colombianos! Gozaos de vuestra constancia y de vuestros propios


triunfos: ellos afirman el imperio de la libertad en la América, y ofrecen un
asilo sagrado a los hombres libres de toda la tierra. Ser ciudadano de
1205
O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo III, pp. 459 – 460

673
Colombia es pertenecer a la Nación de la libertad, de la constancia y del
valor.

Conciudadanos! Después de haber tenido la fortuna de que en la


época de mi administración haya arrojado Colombia al Océano sus
antiguos dominadores y de haberse establecido el código de vuestra
felicidad, no me resta para completar la medida de mis deseos, sino veros
en plena paz, anegados en la abundancia, protegidos por la filosofía,
unidos inalterablemente con los lazos de la Constitución, abandonados del
fanatismo y gobernados por leyes y magistrados de vuestro corazón. Si en
esta época llega el día en que vuelva a ser ciudadano como vosotros, mis
votos serán colmados.

Palacio de Bogotá, Diciembre 9 de 1823.

F.DE P. SANTANDER”1206

A partir de 1823, Santander impulsó de diversas formas el crecimiento de la


armada. Inició las negociaciones conducentes a la adquisición de buques de guerra en
Estados Unidos y Suecia, además del ya referido proyecto de construir cincuenta
pailebotes cañoneros. En mayo de 1824, Santander y el secretario de guerra y marina,
Briceño Méndez, solicitaron al Senado aumentar el salario de los extranjeros alistados
en la armada, debido a que era muy bajo. En agosto, Santander ordenó la creación del
Cuerpo Nacional de Milicia, con el fin de que auxiliara al ejército en la defensa terrestre
y así reducir costos. Exactamente el 15 de ese mes, Santander también giró órdenes
especiales para los departamentos del Orinoco, Venezuela, Zulia, Magdalena e Istmo,
ante la amenaza de invasión española. Es de destacar también que mantuvo desde 1824
hasta 1826 un minucioso monitoreo de la actividad española en Cuba y Puerto Rico, a
fin de no ser sorprendido por un ataque enemigo sobre la costa norte del país, e
identificar a su vez un momento favorable para atacar las dos islas mencionadas. Esto
podemos constatarlo a través de su correspondencia, donde abundan informes sobre el
tema dirigidos a Bolívar, y comunicaciones de variado tipo con otros próceres donde
informaba, recibía información o analizaba los movimientos enemigos en el Caribe.

1206
Ibídem, pp. 460 – 461

674
Ya en junio de 1825, el secretario de guerra y marina presentó por orden de
Santander ante el Consejo de Gobierno un proyecto para reunir toda la escuadra y
enviarla contra La Habana o Santiago de Cuba, cortando así los auxilios españoles a San
Juan de Ulúa; o enviarla a Golfo de México y bloquear dicha fortaleza. El proyecto fue
aprobado, y se nombró como jefe de la escuadra al general Lino de Clemente, como
explicamos anteriormente. Es decir, Santander ordenó diseñar el plan de operaciones
navales más ambicioso que se proyectó en la historia de la antigua República de
Colombia. La siguiente carta, enviada a Bolívar en diciembre de 1825, nos da una
muestra del trabajo de Santander.

“Nada nuevo ocurre en Europa. El Gobierno español, desentendiéndose de


sus atenciones interiores, prosigue haciendo esfuerzos para enviar a La
Habana ocho mil hombres y buques de guerra: se anunciaba que el 1° de
septiembre debería salir de La Coruña su primera expedición de cerca de
cuatro mil. Ha llegado ya a Cartagena una fragata de a 44 de los cuatro
buques que espero del Báltico; la llamamos Congreso; al navío de 74,
Bolívar, y a los dos bergantines Araure y Chimborazo. A las dos fragatas
que saldrán de New York las llamaremos Colombia y Cundinamarca. Usted
se admirará de que estemos haciéndonos marítimos; pero observe que
nuestra inmensa costa requiere fuerzas navales: que los españoles en Cuba
tienen diez y seis buques de guerra con un navío; que Méjico está buscando
muchos buques: que teniendo marina, la República disminuye el ejército de
tierra y con él sus gastos, protege el comercio, protege las costas y ayuda a
fomentar la riqueza nacional. Nosotros no tenemos marinos ahora; pero
los tendremos en diez años, pues en la escuela náutica de Guayaquil y de
Cartagena y en las de pilotaje de Puerto Cabello y Maracaibo se enseñan
para practicar las teorías que han aprendido”1207

En el primer trimestre de 1826, Santander impulsa la campaña corsaria sobre


aguas peninsulares y decide cambiar definitivamente hacia Cuba la orientación de la
escuadra que venía reuniéndose en Cartagena, pues ya San Juan de Ulúa había sido
capturado por los mexicanos. Es por esa misma época que Santander decide separar las
Secretarías de Guerra y de Marina, designando para la segunda al general Lino de

1207
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de diciembre de 1825.
O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 229
675
Clemente. Además, Santander decreta la creación de la Milicia Marinera, que aportaría
los hombres para tripular la cada vez mayor cantidad de naves. De esos mismos días
datan algunas cartas enviadas por Santander a Bolívar y a Briceño Méndez, donde
también encontramos, claramente expresado, su pensamiento sobre estrategia marítima.

“Bogotá, 28 de febrero de 1826

Mi amadísimo don Perucho […]

Hemos recibido una reclamación de los EE.UU. para suspender todo


armamento contra la Isla de Cuba, mientras se concluyen qué sé yo cuales
negociaciones. ¡Que gente tan egoísta!”1208

“Revenga le remitirá reservadamente la interposición de los Estados


Unidos para que suspendamos toda empresa hostil contra la isla de Cuba
porque puede malograrse la negociación que tienen pendiente a fin de que
la Rusia influya en Madrid a favor de nuestro reconocimiento. La Habana
es un punto de grandes relaciones mercantiles con los Estados Unidos y
como el comercio es el Dios de los americanos, temen perderlas o que se
disminuyan con la independencia de aquella isla. Yo haré contestar en
términos equívocos a fin de no desairar la interposición ni declarar que
suspenderemos nuestros preparativos, lo cual daría mucho contento a los
enemigos y los animaría a venir a hostilizar nuestra costa.”1209

“Bogotá, 9 de marzo de 1826

Mi querido D Perucho […]

Los Estados Unidos (y sea reservado para V. y Gual) se han interpuesto


con este gobierno para que suspenda todo armamento contra la isla de
Cuba alegando que de otro modo pueden entorpecerse sus negociaciones
con Rusia a fin de que el Emperador incline al gobierno español a
reconocernos. La verdad es, que el comercio, Dios de los americanos, es el
que les ha inspirado esta interposición […]

1208
Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p. 32
1209
Carta del General Francisco de Paula Santander al Libertador Simón Bolívar, 6 de marzo de 1826.
O´Leary, Simón. Memorias del General O´Leary. Tomo III, p. 245
676
No salieron de servicio los buques suecos de Elviry, hemos arreglado una
nueva contrata para que vayan a repararse de firme a los EE.UU. de
cuenta del contratista. Por consiguiente se debiera mudar la provisión de
la escuadra aunque ya llegó a Puerto Cabello la primera fragata
contratada en los Estados Unidos. He nombrado Secretario de Marina al
General Clemente, porque es imposible lidiar yo la marinería sin
Secretario que entienda el negociado.”1210

“Bogotá, 11 de abril de 1826

Mi querido don Perucho […]

Envié a México un oficial por negocios marítimos. Estoy loco por poner
una fuerte armada para destruir la española de Cuba. Reserve todo esto,
pues el secreto nos conviene y la reserva no es para Gual.”1211

Los documentos anteriores nos demuestras que para Santander, toda la política
naval que echó a andar desde 1822 tenía un claro objetivo: la conquista de Cuba y
Puerto Rico, con la consiguiente expulsión de América de los españoles y la
finalización de la guerra. A través de sus escritos, vemos a un hombre decidido – “loco”
en sus propias palabras – por llevar la guerra hasta las Antillas Españolas y transformar
a la República de Colombia en un poder marítimo.

Ante todo esto, no podemos más que asombrarnos de la visión estratégica


marítima de Francisco de Paula Santander, la cual fue bastante acertada e incluso
adelantada a su época. También nos damos cuenta que la cercanía de Santander con
Briceño Méndez – quien también fue un promotor del poder naval, como ya hemos
visto – pudo haber sido clave para despertar su conciencia marítima. Es posible
también, que la estrecha relación que sostuvo Santander con Padilla haya influido
mucho en él, potenciando esa vocación talasocrática.

1210
Academia Nacional de la Historia. “Cartas autógrafas del General Santander” en Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, Tomo II, N° 5. Caracas, 31 de marzo de 1913, p. 33
1211
Ibídem, p. 40

677
3) Contraste de pensamientos estratégicos

Como podemos darnos cuenta, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander


fueron opuestos en sus visiones estratégicas. Mientras que Bolívar pensaba mayormente
en términos de poder terrestre (epirocrático), Santander se inclinó más por el poder
marítimo (talasocracia). Bolívar consideró el sur como prioridad estratégica, buscando
expulsar a los españoles de Sudamérica y poner bajo liderazgo colombiano – y el suyo
personal – a Perú y Bolivia; mientras que Santander por su parte identificó como
prioridad el Mar Caribe y el Atlántico, hallando como idóneos blancos de ataque y
absorción a las islas de Cuba y Puerto Rico.

Bolívar se concibió siempre a si mismo en primer lugar como militar, como


general del ejército, y luego como Presidente. En tal sentido, su vinculación emocional
siempre estuvo con el ejército de tierra, al cual quiso, enalteció y prefirió por encima de
cualquier otra institución republicana. Santander por el contrario se identificó poco con
el ejército, desarrollando una fuerte simpatía con la armada y algunos de sus jefes –
como el general Padilla.

Bolívar mostró poco entusiasmo o disposición por la Campaña del Zulia; incluso
en el momento más angustioso, cuando en los últimos días de 1822 parecía que Morales
podía avanzar hacia Mérida o la propia Bogotá. De hecho, sus reacciones y respuestas
más conocidas a propósito de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo son:

“Celebro la victoria de nuestra escuadrilla porque causó la ocupación del


lago de Maracaibo por Padilla. Este suceso vale infinitamente más que el
de los godos.”1212

“Ayer recibí una correspondencia de Bogotá y de Panamá, por la que sé el


combate marítimo del 24 de julio, la capitulación propuesta por Morales y
la ocupación de Maracaibo por Manrique el 5 de agosto. Doy a Vd. la
enhorabuena como principal interesado en estos sucesos.”1213

1212
Carta al General Santander. Guayaquil, 6 de agosto de 1823. Bolívar, Simón. Obras Completas Vol. I,
p. 798
1213
Carta al General Santander. Lima, 10 de octubre de 1823. Ibídem, p. 816

678
En contraste, hemos podido seguir a través de la documentación la gran
importancia dada por Santander a la Campaña del Zulia y la Batalla Naval del Lago de
Maracaibo, supervisando muy de cerca su desarrollo y agilizando él mismo, algunas de
las gestiones para los ascensos y reconocimientos para los vencedores. Bolívar y
Santander encarnan entonces dos posturas bastante diferentes y opuestas en cuanto a
estrategias de Estado se refiere. Sus diferentes pensamientos en torno al ataque sobe
Cuba y Puerto Rico vienen a ser los que mejor ilustren sus polarizadas concepciones
estratégicas.

Evidentemente, con un Presidente y un Vicepresidente que no compartían la


misma estrategia nacional para la proyección de poder, consolidación política y término
de la guerra contra la ex metrópoli, difícilmente la República de Colombia iba a poder
desarrollarse y llevar a feliz desenlace una estrategia política y militar acertada; que le
otorgara un lugar prominente en el equilibrio de fuerzas regional y continental, justo
cuando en ese momento histórico era eso lo que estaba dirimiéndose.

Al menos desde la época de Atenas y Esparta, pasando por la rivalidad británico


– rusa en el siglo XIX, hasta llegar a la Guerra Fría en el siglo XX; el mundo ha
conocido los modelos de Estado talasocrático y epirocrático. Ambos tipos de Estado
suelen chocar entre sí, y provocar algunas de las conflagraciones más virulentas de la
historia. ¿Cuánta más complicaciones no podían originarse si dentro de un mismo
Estado ambas visiones estaban en pugna?... A nuestro juicio, es posible que Bolívar, e
incluso también Santander, no estuviesen totalmente conscientes de que para 1826
España ya no era un actor, sino un objeto en el juego de poder que se estaba dando en
América y Europa. En efecto, ya la independencia de Colombia no era lo que estaba en
proceso de definición; sino la futura hegemonía en el continente americano. A la luz de
los documentos, observamos que la clase gobernante de Estados Unidos entendió esto a
la perfección, identificando a la República de Colombia como su rival, y actuando en
consecuencia. Con base en los hechos, consideramos que los líderes colombianos no
comprendieron esto, y no sólo perdieron la oportunidad de tomar una posición de
ventaja en América, sino que la propia República se desgarró y derrumbó sobre sus
cabezas.

679
B) Impacto a lo interno

Hasta este punto del trabajo, hemos venido explicando como el contexto general
afectó a la armada colombiana, condenándola finalmente a su práctica disolución.
Ahora bien, ¿qué efecto tuvo el debilitamiento naval colombiano en el proceso general
de la República?..., ¿aceleró acaso el proceso desintegrador del país, el hecho de que se
debilitara dramáticamente la armada?..., ¿qué impacto tuvo este debilitamiento en el
comercio marítimo del país?... son preguntas que buscaremos contestar.

Evidentemente, en el caso de una crisis multifactorial, como la que afectó a la


República de Colombia a partir de 1826, no podemos trabajar aisladamente cada
aspecto. En efecto: lo político, lo económico, lo social, lo geográfico, lo militar; son
ámbitos con una dinámica propia, que afectan a los demás, y se retroalimentan de
dichos efectos. Es por ello que crisis como la que hizo desaparecer a la República de
Colombia resultan tan difíciles de manejar para los gobernantes, e igual de difíciles de
explicar para los historiadores.

En este sentido, es lógico analizar que si la crisis general en la que se sumergió


Colombia hacia 1826 afectó de forma dramática a la armada; el debilitamiento de la
misma a su vez trajo nuevos efectos que profundizaron dicha crisis. Hemos encontrado
al menos dos efectos: la desprotección del comercio marítimo del país y la reducción en
la capacidad de respuesta ante el separatismo.

a) La vulnerabilidad del comercio marítimo colombiano

Colombia no era un país próspero. Muy por el contrario, era una nación devastada
por más de una década de guerra, con una población baja, además diezmada por la
guerra y dispersa en un territorio en gran parte inexplorado aún. Obviamente, no podía
tener un gran comercio marítimo si no tenía una gran producción para exportar; pero
aun así el país comerciaba varios rubros muy demandados fuera de sus fronteras. Por
otra parte, la población demandaba una gran variedad de manufacturas que sólo podían
llegar desde más allá del mar, y muchas ciudades del norte del país dependían de dicho
comercio para subsistir. Sólo con las exportaciones, la economía nacional tendría alguna
esperanza de recuperarse.

680
Ante dichas circunstancias, para la República de Colombia era muy importante
desarrollar su comercio marítimo, y protegerlo adecuadamente. Justamente a finales del
período estudiado, cuando el declive del poder naval nacional se hizo evidente, las
fuentes consultadas revelan actividades enemigas muy cerca de las costas y puertos, lo
cual no puede ser casual.

Primeramente tenemos la presencia de la escuadra del almirante Laborde frente a


las costas del Primer y Segundo Departamentos de Marina en enero y febrero de 1827.
Como se dijo anteriormente, ésta incursión impune de Laborde en aguas costeras
colombianas fue muy grave, demostrando la poca operatividad en la que cayó la
escuadra como consecuencia inmediata de los decretos de finales de 1826. De haberlo
deseado, Laborde pudo haber impuesto un bloqueo sobre cualquiera de los puertos,
desde Puerto Cabello hasta la isla de Margarita, con el consiguiente daño a la ya
precaria economía de la República. Laborde también pudo haber ejecutado mar afuera
capturas de buques mercantes con carga colombiana, sin que la escuadra hubiese podido
dar una respuesta efectiva. Afortunadamente para los intereses nacionales, el objetivo de
Laborde no era cazar mercantes colombianos, sino al navío ex Asia, el llamado
Congreso Mexicano. Sin embargo, es razonable pensar que Laborde detectó la debilidad
colombiana en el mar y habrá proyectado nuevas incursiones contra el país.

Luego, el 30 de octubre del mismo año se registra un combate frente al Cabo de


La Vela entre la goleta nacional General Manrique y el bergantín corsario español
Cometa.1214 Según expresa la Gaceta de Colombia, el Cometa atacó con gran fuerza a la
Manrique, tratando de abordarla. Solo la resuelta defensa de la tripulación rechazó los
ataques del Cometa, y a continuación pudo ponerse a salvo en puerto. El hecho de que
un corsario al servicio de España merodeara por el Cabo de La Vela, a medio camino
entre importantes puertos como Maracaibo, Coro, Río Hacha, Santa Marta y Cartagena,
nos viene a subrayar la vulnerabilidad marítima en la que cayó la República en 1827. En
efecto, no hablamos de un ataque mar afuera, sino a vista de la costa, en una zona
bastante transitada, y entre puertos de primer orden. El corsario enemigo, además, no
atacó a un mercante colombiano, sino a una goleta de guerra. Es decir, una gran osadía.

“Combate de la goleta General Manrique”. Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 2 de diciembre de


1214

1827. N° 320, p. 2

681
Esta temeridad por parte de un corsario español en aguas colombianas, debió
producirse porque en Cuba y Puerto Rico las autoridades españolas sabían muy bien el
grado en que se había debilitado la armada colombiana. Por otra parte, el ataque del
Cometa sobre la General Manrique debió ser más de tipo fortuito, al tratarse de un
buque de menor porte que el corsario. Es mucho más probable que el Cometa estuviese
cruzando en la zona a la caza de buques mercantes, pues el Golfo de Venezuela era una
zona de un tráfico comparativamente alto respecto a otras áreas. Para un país que apenas
año y medio antes había sido capaz de enviar a sus propios corsarios a las costas de la
península Ibérica, estos hechos no puede calificarse sino al nivel de catastróficos. Para
finales de 1827 la armada colombiana parecía haber llegado casi a su desaparición,
dejando al comercio marítimo nacional a merced del enemigo.

b) El separatismo

Como se explicó anteriormente, es poco usual relacionar a la fuerza naval con el


orden interno de un Estado. Por su propia naturaleza, la fuerza naval siempre está
volcada a la actuación más allá de las fronteras propias. Sin embargo, en algunos casos
puntuales, como países archipieláicos, o Estados continentales con grandes dificultades
de comunicación terrestre; la fuerza naval se torna muy importante para las
comunicaciones internas, y en consecuencia para asegurar el orden interno.

La República de Colombia entraba en el segundo caso. En efecto, era un país


continental bastante extenso, con grandes obstáculos naturales que cortaban su
territorio: tales como la selva del Darién, la cordillera andina, el Lago de Maracaibo, o
los ríos Cauca, Magdalena y Orinoco con sus innumerables tributarios. Unido a eso, el
país tenía litorales desconectados sobre el Pacífico y el Caribe – Atlántico, siendo la vía
más corta entre ambos el Istmo de Panamá. A esto se sumaba un déficit crónico de
adecuados caminos que enlazaran las ciudades y regiones. Para finalizar, las principales
ciudades del país, salvo Bogotá y Quito, se encontraban sobre las costas o al menos
cerca de ellas. Con una geografía así, resulta evidente que gran parte de las
comunicaciones se dieran a través del mar u otros grandes cuerpos de agua, mediante el
empleo de todo tipo de embarcaciones. Las mismas rutas que transitan los viajeros y
comerciantes, son las que suelen recorrer las fuerzas militares de un Estado para

682
defender el territorio, o enfrentar levantamientos y mantener la cohesión política y
territorial.

Como se expuso anteriormente, la armada colombiana tuvo un importante


desempeño en la contención y posterior control del movimiento separatista de La
Cosiata. Justamente, la infantería de marina defendió Puerto Cabello de las fuerzas
fieles al general Páez, y posteriormente la escuadra desembarcó en dicho puerto a
fuerzas terrestres que influyeron en la persuasión ejercida por Bolívar sobre Páez. Esto
no se repetiría cuando el separatismo venezolano volvió a activarse a comienzos de
1830.

La historiografía tradicional ha ignorado sistemáticamente que, aunque la mayor


parte de la sociedad y clase gobernante neogranadinas se opusieron a una guerra de
reconquista sobre Venezuela; líderes como Rafael Urdaneta y Mariano Montilla,
apoyados por una parte del ejército, se plantearon seriamente marchar sobre Venezuela,
derrocar a Páez y restablecer la unión del país. 1215 Urdaneta y Montilla enfrentaban un
problema muy grande, pues Páez lideraba la mejor parte del antiguo ejército libertador,
la llamada “legión infernal”, y podía fácilmente defender los accesos terrestres a
Venezuela desde la Nueva Granada.

Por otra parte, a duras penas se habían podido aprestar la fragata Colombia y la
corbeta Urica en 1829 para su expedición al Pacífico. Estos preparativos se dieron en
Puerto Cabello, mientras que en Cartagena quedaron muy pocos buques en condiciones
operativas. Realmente, el caso de la fragata y la corbeta enviadas al Pacífico fue una
excepción, la última llamarada de un fuego que se extinguía. Para enero de 1830 la
armada colombiana se había prácticamente disuelto. Esta ausencia de una escuadra
adecuada, que transportara tropas desde la Nueva Granada hasta Venezuela, y que
además pudiera ejercer algún tipo de bloqueo sobre los puertos venezolanos condenó
desde el inicio el proyecto de Urdaneta y Montilla.

¿Podríamos decir entonces que la práctica desaparición de la escuadra a finales


de 1829 detonó la separación definitiva de Venezuela?... Esa sería una afirmación

1215
Sin Autor. Pronunciamiento de la guarnición de la capital del Magdalena. Disponible en:
http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/92601/brblaa854089.pdf (Descargado el 04 de abril de
2017 a las 11:00 pm)

683
simplista y muy difícil de sostener, pero lo que se desprende de la observación y
análisis, es que la carencia de una escuadra jugó a favor de la separación venezolana de
una forma muy importante. Es decir, la armada era una de las ligaduras que mantenía
unidos a tan vastos territorios, y al desaparecer, se facilitó la secesión.

C) Impacto a lo externo

Decíamos anteriormente, que por su naturaleza, las fuerzas navales de un Estado


están estrechamente ligadas a un accionar más allá de las fronteras nacionales. Esto
resulta más cierto aún si se trata de una República involucrada en una guerra de escala
continental contra un imperio marítimo del cual se estaba liberando.

Recordando lo expuesto al inicio de este trabajo, tenemos que la República de


Colombia ocupaba una posición central en el continente americano, operando sus
fuerzas tanto hacia el interior de Sudamérica y la costa del Pacífico, como hacia el Mar
Caribe y el Océano Atlántico. Debido a esto, repercutía en toda América el éxito o
fracaso de las armas colombianas. Como ya hemos explicado, tras la Batalla Naval del
Lago de Maracaibo y la liberación de Puerto Cabello, la armada colombiana comenzó a
operar en el Caribe y el Atlántico, cada vez más lejos de la costa propia y más cerca de
la costa enemiga. Entre 1823 y 1826 la escuadra del Pacífico aportó decisivamente a la
liberación del Perú, pero todavía continuaba la guerra con España en los mares al norte
del país.

El poder naval colombiano trabajó en dos niveles, ambos igualmente


importantes: la propia defensa marítima y costera de la República de Colombia, y el
reforzamiento de los proyectos libertadores de países vecinos. En las próximas líneas
abordaremos los efectos del declive de dicho poder naval en ambos niveles.

a) Aborto de los proyectos libertadores en el Caribe

Como hemos venido explicando, la República de Colombia se disponía desde


1825 a proyectar su poder en el Mar Caribe para apoyar la liberación de otros territorios.
Primero se trazaron planes muy serios para bloquear la fortaleza de San Juan de Ulúa y

684
culminar la expulsión de los españoles del territorio mexicano. Luego, vino el proyecto
para liberar Cuba y Puerto Rico, en gran medida soportados por la alianza con México.

Finalmente, se planteó en el Congreso Anfictiónico de Panamá la creación de una


escuadra confederada, la cual tendría como primer objetivo la liberación de Cuba y
Puerto Rico, con la consecuente desaparición total de la Monarquía Española en
América. En estos tres planes fue fundamental la escuadra colombiana, que bloquearía
San Juan de Ulúa y/o sería el núcleo de cualquier fuerza naval multinacional
hispanoamericana que aspirara a atacar Cuba y Puerto Rico. Revisemos uno a uno estos
planes.

En primer lugar, el proyecto para ayudar a México en la rendición de San Juan de


Ulúa se dio entre agosto de 1825, con la firma del Convenio de Auxilios Navales a
México, y enero de 1826, cuando el Gobierno de Colombia supo oficialmente sobre la
caída de San Juan de Ulúa en poder de los mexicanos. Este primer proyecto de una gran
operación marítima, lejos de las costas propias, fue una gran audacia para la República.
Sin embargo, su escuadra no estuvo lista a tiempo. No podemos hablar aquí
propiamente de que el declive naval colombiano afectara este plan, ya que más bien la
armada colombiana estaba en pleno crecimiento en ese momento. Debiéramos
referirnos más bien a un déficit de poder naval, que le impidió a Colombia acudir
tempranamente al bloqueo de San Juan de Ulúa. Este primer traspié debió aleccionar a
los líderes de la República; aunque la armada colombiana nunca llegó siquiera a surcar
las aguas del Golfo de México en ruta a Veracruz, el asunto sirvió de estímulo para
planes de mucho mayor alcance.

El 17 de marzo de 1826 fue firmado el Plan de Operaciones para la escuadra


combinada de México y Colombia, estableciéndose así un plan formal para aniquilar a
la Real Armada Española en el Caribe y proceder a la liberación de Cuba y Puerto Rico.
Como ya hemos explicado, la visible diferencia en tamaño y poder entre las escuadras
de México y Colombia, colocaba sobre ésta última la mayor parte del peso en dicha
operación. Es decir, la escuadra colombiana vendría a ser el núcleo y mayoría de la
fuerza naval que se pretendía levantar, mientras que la mexicana sería un refuerzo. Las
comunicaciones y demás documentos emitidos en Europa y Norteamérica – que ya
hemos citado y transcrito previamente – nos muestran que los gobiernos de Estados
Unidos, Gran Bretaña, España y Francia, eran bien conscientes de que la impulsora y
685
protagonista para el ataque a Cuba y Puerto Rico era la República de Colombia,
actuando a través de su armada.

Lo mismo podemos decir de los acuerdos firmados en el Congreso Anfictiónico


de Panamá. La República de Colombia era la gran diseñadora e impulsora del proyecto
de defensa común continental que se planteó en el Istmo. Como lo afirmó el propio
general Pedro Briceño Méndez, la idea una escuadra confederada era el punto clave de
dicho sistema defensivo, ya que les permitiría a los aliados hispanoamericanos expulsar
del continente a los españoles, e incluso aventurarse a ataques de diversa escala sobre
las Islas Canarias y la propia Península Ibérica. Evidentemente, el núcleo de esta fuerza
naval sería la escuadra colombiana, pues Centroamérica prácticamente no contaba con
buques de guerra, Perú se encargaría exclusivamente de la defensa en el Pacífico, y la
escuadra mexicana era muy inferior a la colombiana en número, poder de fuego y
experiencia.

No exageramos entonces al decir que para el primer semestre de 1826, la mayor


parte de la defensa marítima de Hispanoamérica contra España y la Santa Alianza,
dependía directa o indirectamente de la escuadra colombiana. El hecho de que el
Gobierno del Río de la Plata solicitara al Libertador ayuda – específicamente naval –
contra el Imperio del Brasil en agosto de 18251216, es apenas uno de las pruebas que
demuestran que para esa fecha la escuadra argentina estaba muy por debajo del nivel de
la colombiana. Por otra parte, la escuadra chilena sí era respetable, aunque la reticencia
de ese país a operar en aguas lejanas a su excéntrica posición, centrándose en la defensa
del Pacífico Sur, el Paso de Drake y el Estrecho de Magallanes, dejaba sin efecto buena
parte de ese poder.

Tamaña responsabilidad sobre los hombros de la armada colombiana derivaban de


dos factores: la posición geográfica del país, y el propio poder alcanzado por la escuadra
de bandera amarilla, azul y roja, entre finales de 1825 e inicios de 1826. En efecto, con
el más largo litoral sobre el Caribe, vecina cercana de Cuba y Puerto Rico, y
posicionada frente al extremo sur de las Antillas Menores, donde convergían las
principales rutas de navegación a vela desde Europa; la República de Colombia estaba

1216
Documento 11009. Carta del Libertador para el general Francisco de Paula Santander. La Paz, 19 de
agosto de 1825. http://www.archivodellibertador.gob.ve/

686
en primera fila para la defensa del Caribe y Sudamérica. Por esta razón su territorio
había sido plagado de fortificaciones por la Corona española durante la época colonial.
Mientras que para otros países con posiciones más excéntricas respecto al centro del
continente, como Chile o Argentina, la guerra de independencia se decidió mucho antes;
para Colombia la contienda estaba aún muy viva en 1826. Solo por su posición,
Colombia no sólo debía defenderse a sí misma, sino también los territorios vecinos para
así garantizar su propia seguridad e independencia. En efecto, podemos afirmar que la
República de Colombia se encontraba en el centro de la guerra contra España, por lo
cual su armada estaba llamada a ejercer un rol protagónico en la defensa del continente
americano, ya que para ese momento la guerra con la ex metrópoli era casi
exclusivamente marítima.

La otra razón, la hemos expuesto ya: Colombia simplemente poseía hacia 1826 la
mejor armada entre los nuevos países surgidos de los imperios español y portugués. Su
número y su poder de fuego, pero sobre todo su experiencia y la alta motivación de sus
oficiales y marineros, hacían de la armada colombiana la más temible para los poderes
enemigos de la independencia hispanoamericana. Este poder, junto con las propias
necesidades defensivas de la República, llevó al Gobierno a tomar temprana conciencia
de la responsabilidad que debía asumir Colombia en la defensa de todo el continente.

En consecuencia de todo lo explicado, cuando el poder naval de Colombia llegó a


su ocaso, no sólo se comprometió la propia seguridad de la República – como
analizaremos seguidamente –, sino que se puso en peligro la seguridad de buena parte
del continente americano. Como vimos anteriormente, la astucia, destreza y valentía con
las cuales el Comodoro David Porter lanzó a la armada mexicana a la caza del comercio
español a finales de 1826 e inicios de 1827, desafiando con éxito a la Real Armada
Española en más de una ocasión, no lograron compensar las deficiencias de la misma,
comenzando por su reducido tamaño. Al final, bastó un solo golpe afortunado de
Laborde para terminar la aventura naval mexicana. La impunidad con la cual Laborde
pudo desembarcar un ejército de 3.000 hombres, al mando del general Isidro Barradas
en Tamaulipas, en julio 1829; nos habla de la indefensión marítima en la que cayó
México. Mayor aún era la vulnerabilidad de las Provincias Unidas de Centroamérica,
que nunca llegaron a contar con una mínima escuadra siquiera. Como ya hemos
explicado, también la propia Colombia quedó bastante vulnerable en el mar hacia 1827.

687
Tal como reflexionó Bolívar, Colombia era clave para la seguridad de toda
Hispanoamérica. Si caía Colombia, ¿cuánto tardarían los españoles en regresar a Perú,
Bolivia, Chile o el Río de la Plata?... Separado México de cualquier auxilio colombiano,
¿cuánto tardaría su élite conservadora en pactar con España y entregar el país de nuevo
a los Borbones?... Realmente fue una fortuna para las nuevas repúblicas que España
estuviese agotada económica y militarmente, además de desacreditada a nivel político
ante las demás monarquías europeas; pues este estudio nos lleva a establecer que a
finales de la década de 1820 la desmovilización de la armada colombiana debilitó
seriamente la defensa continental, facilitando cualquier ataque contra los Estados recién
independizados. Concretamente, el declive naval de la República de Colombia, condenó
a Cuba y Puerto Rico a casi un siglo más de dominación española, y la posterior
dominación – directa o indirecta – de Estados Unidos.

b) Indefensión ante amenazas externas

Ya hemos visto que el declive naval colombiano comprometió la seguridad y


defensa de toda Hispanoamérica. Lógicamente, este proceso comprometió primero la
propia seguridad de la República de Colombia. Fue el desarrollo, presencia y agresiva
actividad de la armada colombiana a partir de 1824 y hasta 1826, la que mantuvo a raya
a la escuadra de Laborde, asegurando el norte del país contra cualquier ataque enemigo;
lo que a su vez le permitió a la República enviar y mantener al ejército auxiliar en el
Perú, para finalmente liquidar el poder español en Sudamérica.

Es posible que esto no haya sido percibido, ni analizado, en toda su importancia


por los líderes colombianos; pero la armada colombiana tuvo un rol crucial en la
seguridad, defensa, soberanía e integridad territorial de la República de Colombia,
justamente en el momento más delicado de su historia, cuando se abocó a la liberación
del Perú, liderada por Simón Bolívar.

Sólo con la garantía de que la fachada norte del país estaba segura, pudo el
Libertador llegar hasta el altiplano boliviano, limpiando el corazón de Sudamérica de
las últimas huestes realistas. Nos damos cuenta entonces del inmenso aporte, directo e
indirecto, que la armada colombiana prestó a la independencia hispanoamericana,
además de al propio sostenimiento de la República de Colombia. Evidentemente, al
688
declinar este poder hasta casi desaparecer, el impacto sobre el conjunto de la estructura
del Estado colombiano no podía ser pequeño.

Al desmovilizarse la armada colombiana, quedaba abierta la puerta para un


nuevo ataque español sobre el largo litoral septentrional. Justamente en ese momento,
como ya hemos explicado, el poder español en Cuba se aprestaba para descargar un
último golpe en el continente, con la esperanza de reconquistar la totalidad del imperio
perdido, o al menos las partes más atractivas. La breve invasión de Barradas a México,
el apoyo a las guerrillas de Arizábalo en Venezuela, y los esfuerzos por mantener y
reforzar la escuadra de La Habana, demuestran la afirmación anterior. No debemos
cegarnos por el evidente agotamiento que España padecía hacia 1827 para desestimar la
vulnerabilidad en la cual Colombia había caído a raíz de la práctica disolución de la
escuadra.

Si bien, como también expusimos, la armada colombiana pudo impedir la


comunicación de las guerrillas de Arizábalo con Laborde, lo cual facilitó su derrota;
también es cierto que no disuadió siquiera a Laborde de pasearse cómodamente por las
costas del país. Analizando los riesgos a los que estuvo sometida la República de
Colombia, bien pudo darse un escenario catastrófico entre 1827 y 1830, combinándose
el separatismo venezolano, la guerra con Perú y un ataque español sobre algún punto del
litoral caribeño. Consideramos que un escenario como ese no sólo habría acabado con la
integridad de Colombia, sino con la independencia de sus territorios, ya fuese como un
solo Estado, o como repúblicas separadas.

Tomaremos como referencia la invasión a México en 1829 comandada por el


general canario Isidro Barradas, veterano de la guerra en Venezuela, leal subalterno y
protegido del general Francisco Tomás Morales. ¿Habría podido desembarcar Barradas
con su ejército en Colombia si ese hubiese sido su objetivo?... ¿Qué tanto daño se habría
producido en Colombia si el ejército de Barradas hubiese desembarcado en este país y
no en México?... Estas preguntas no pueden ser respondidas de forma inequívoca, y
acaso escapan a lo rigurosamente abarcable por la disciplina histórica, pero resultan
útiles para ilustrar el punto abordado aquí; ya que nos conduciría a una necesaria
evaluación de las fuerzas de ambos bandos.

689
Para imaginarnos si Barradas hubiese podido desembarcar en Colombia,
debemos primero estudiar todo el litoral colombiano. Desde el río Culebras en el Istmo,
hasta el Esequibo, había una vasta distancia, cortada a su vez por cabos, grandes ríos,
penínsulas y el propio Lago de Maracaibo. Así como Barradas en el caso mexicano
evitó desembarcar cerca de San Juan de Ulúa; pudo haber evitado ciudades fortificadas
tales como Cartagena, Maracaibo o Puerto Cabello, optando por puntos más
vulnerables, tales como: Coro, donde la cercanía de las Antillas Neerlandesas podría
brindar una base logística; la costa de Barlovento, que por la ausencia de defensas, la
cercanía a Caracas y la posibilidad de comunicarse con las guerrillas realistas de los
Valles del Tuy, resultaba un blanco muy interesante; o la isla de Margarita, cuyo
reducido tamaño y población, además de la separación física del resto del país, hacía
posible su conquista. Barradas movilizó contra México un total de once buques y
exactamente 3.376 hombres.1217 Entre los buques estaban al menos dos de las fragatas
pesadas que Laborde conservaba en La Habana, las cuales eran un enemigo muy
superior para las corbetas colombianas. Sólo las fragatas Colombia o Cundinamarca,
habrían podido enfrentarlas, pero si recordamos lo difícil que fue para Colombia armar
una de estas para ser enviada al Pacífico, resulta evidente que la escuadra colombiana
no estaba presta en 1829 para interceptar y batir a una fuerza naval como la que
transportó al ejército de Barradas a México. En virtud de todo esto, podemos decir que
si Barradas se hubiese dirigido contra Colombia y no contra México, habría tenido
muchas posibilidades de desembarcar con éxito.

Pensar en el alcance que hubiese tenido una invasión de Barradas sobre uno de
los puntos antes estimados, se vuelve más complicado todavía. Un ataque sobre Coro, a
pesar de contar con las Antillas Neerlandesas como base logística, quizá habría podido
ser detenido por las fuerzas terrestres a las órdenes de Páez, con una contraofensiva
concéntrica sobre dicha provincia. Aunque siempre cabía la posibilidad de que Barradas
venciera tácticamente en algún encuentro y cayera sorpresivamente sobre Puerto
Cabello, lo que le habría devuelto a los españoles una cabeza de playa en la República,
y con ella la posibilidad de reanudar la guerra.

Ruiz de Gordejuela Urquijo, Jesús. “La artillería realista en el intento de reconquista de México” en
1217

Tiempo y Espacio, Nº 67, Vol. XXXVI. Enero-Junio, 2017, p. 116

690
Por otra parte, el éxito de un desembarco en Barlovento, habría dependido de si
Barradas establecía rápido contacto o no con las guerrillas realistas. Existiría la
posibilidad de que Barradas amenazara o tomara Caracas, pero eso habría debido
provocar una reacción militar colombiana a gran escala, enfrentando al general canario
con tropas veteranas, bien lideradas por Páez y otros jefes, lo que le habría conducido
probablemente a la derrota.

Finalmente, un ataque sobre Margarita habría tomado desprevenida a la isla, y


sin rápida conexión con el resto del país, su situación habría sido complicada. Si bien en
1817 las fuerzas locales habían logrado – a base de una feroz resistencia – rechazar a las
fuerzas del general Pablo Morillo, muy superiores en calidad a las que comandaba
Barradas; la separación de Margarita del resto del país hacía peligroso un ataque como
el que aquí planteamos. En todo caso, la defensa de la isla habría recaído esencialmente
en la población local y en las fuerzas acantonadas allí. De haber vencido Barradas,
Margarita se habría convertido en una plataforma para que los españoles invadieran las
provincias de Cumaná, Barcelona y Maturín, tal como lo habían hecho los patriotas en
1817.

El escenario planteado aquí no es simple ficción o un ejercicio de ucronía, sino


el análisis de cómo pudo haber afectado a Colombia un golpe equivalente al recibido
por México en 1829. Este análisis nos viene a demostrar cuan vulnerable quedó la
República cuando su armada ya no estuvo en capacidad de defenderla. No podía ser de
otra forma; por su posición y características geográficas, la defensa de la República de
Colombia difícilmente sería efectiva sin una adecuada fuerza naval y una debida
atención al mar. De hecho, de esa misma forma los españoles habían defendido frente a
atacantes externos a la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva
Granada, anotándose éxitos durante tres siglos.1218 Estas lecciones estratégicas siguen
vigentes para las actuales repúblicas de Venezuela y Colombia.

1218
Britto García, Luis. Demonios del Mar. Piratas y corsarios en Venezuela 1528 – 1727. Caracas,
Fundación Francisco Herrera Luque, 2007; Vivas Pineda, Gerardo. La aventura naval de la Compañía
Guipuzcoana de Caracas. Caracas, Fundación Polar, 1998; y Bracho Palma, Jairo. La Defensa Marítima
en la Capitanía General de Venezuela (1783 – 1813). Caracas, Instituto Nacional de los Espacios
Acuáticos e Insulares, 2005

691
CONCLUSIONES

Después de un recorrido por más de una década de historia, de narración y


análisis de hechos poco o nada estudiados por la historiografía tradicional, y de una
dilatada exposición, no podemos llegar a pocas conclusiones.

En primer lugar, tenemos que los orígenes más lejanos de la armada colombiana
podrían ubicarse en la Expedición Libertadora Mirandina de 1806, debido al uso del
pabellón tricolor amarillo, azul y rojo, así como la mención del “Continente
Colombiano”, para referirse a lo que hoy en día llamamos Latinoamérica. Sin embargo,
es a partir de las expediciones de Los Cayos y Jacmel en Haití en 1816, cuando los
marinos al servicio de Venezuela y Nueva Granada comenzaron a trabajar
engranadamente y bajo mando único, formando el núcleo de la futura Armada de la
República de Colombia; y con la liberación de Guayana en 1817, y la consiguiente
consolidación de la autoridad del Almirante Luis Brión, la formación de la Corte de
Almirantazgo y la extensión de la guerra de corso, además del desarrollo de astilleros en
Margarita y el Orinoco, que comienza a tomar forma una fuerza naval verdaderamente
efectiva, que a partir de 1819 será la Armada de la República de Colombia. Esta fuerza
naval pionera se componía en sus inicios mayormente de corsarios, salidos
principalmente de Estados Unidos, así como también de Gran Bretaña y Francia, o
antiguas posesiones francesas en América. Dicha armada corsaria fue evolucionando
paulatinamente hacia la formación de una auténtica armada nacional y republicana. En
dicho proceso fue clave la visión y acertada dirección del Almirante Luis Brión.

En segundo lugar, durante el Bloqueo de Puerto Cabello y la Campaña del Zulia,


entre 1821 y 1823, se dieron una serie de sucesos y cambios que marcaron
definitivamente la transición de una armada corsaria a una armada nacional. Además, la
Batalla Naval del Lago de Maracaibo no sólo fue la mayor victoria de la armada
colombiana, con un espectacular efecto estratégico en el desarrollo de la guerra, sino
que también le permitió a la armada un crecimiento inédito hasta entonces. La victoria
de Maracaibo elevó la moral del personal naval, y llevó a la institución a obtener el
reconocimiento de las más altas autoridades de la República, que procedieron a nutrirla
y robustecerla. Este proceso terminó de regularizar la armada, separando a los corsarios

692
con sus naves particulares, de la escuadra nacional, formada por buques propiedad de la
República, tripulados por marinos pagados del erario público.

Como tercera conclusión, tenemos que así como el ejército colombiano en tierra
fue clave para el conjunto de las independencias hispanoamericanas, la armada
colombiana tuvo una importancia equivalente para dicho proceso por su presencia y
actuación en el mar. En efecto, no habrían sido posibles las victorias patriotas en
Venezuela y Nueva Granada desde 1816 sin el trabajo llevado a cabo por las fuerzas
navales. Ya después de 1823, con los españoles expulsados de todo el territorio de la
República de Colombia, la armada nacional cobró una importancia todavía mayor, de
escala continental.

En efecto, a partir de 1823 la armada colombiana – junto a los corsarios al


servicio de la República – jugó un rol crucial para contener al poder español más allá de
las costas continentales de México, Centro y Sudamérica; llegando incluso a disputarle
el control del Mar Caribe y las rutas del Océano Atlántico. Los cruceros de larga
distancia emprendidos en el Caribe después de la caída de Puerto Cabello, así como la
intensa actividad corsaria, ocuparon a la Corona española en defender el tráfico
mercante entre la Península y las islas de Cuba y Puerto Rico, preocupándose también
por garantizar la permanencia de ambos territorios bajo su poder, y casi desapareciendo
en consecuencia los planes de reconquista sobre el continente. La propia posición
central de la República de Colombia, así como las características del continente
americano, el carácter general de la guerra entre España y los independentistas después
de 1823 y 1826, y la propia ausencia de otras fuerzas navales independentistas con
capacidad para retar a la Real Armada Española, llamaron a la Armada de la República
de Colombia a ser no sólo defensoras de la independencia, soberanía y seguridad de su
país, sino de las demás repúblicas hispanoamericanas recién creadas.

Como cuarta conclusión, podemos afirmar que los corsarios no sólo aportaron
decisivamente en la creación de la armada colombiana, sino que luego llevaron a cabo
una extraordinaria proyección del poder naval colombiano hasta aguas de la Península
Ibérica y el Mediterráneo, llegando a causar gran impacto en zonas como las Islas
Canarias, y las costas andaluzas, vascas y gallegas. De todos los recursos bélicos
empleados por Colombia, fue el corso el que más daño hizo a España, una vez
expulsados sus soldados del territorio nacional y luego del Perú. Fueron los corsarios la
693
amenaza más preocupante para la Corte de Madrid, e incluso también para potencias
neutrales como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, que por diversas razones e
intereses buscaron limitar el corso colombiano.

En efecto, gracias a los corsarios, Colombia pudo desatar una guerra


auténticamente oceánica contra España, afectando severamente su comercio y
comunicaciones marítimas, además de amenazar sus propias costas metropolitanas.
Gracias al trabajo de los corsarios, Colombia pudo emular lo hecho por Estados Unidos
durante la Guerra Anglo-Estadounidense (1812 – 1815), e incluso incidir en que el Zar
Alejandro I aceptara mediar entre Fernando VII y los nuevos gobiernos
hispanoamericanos. Es decir, los corsarios fueron la gran arma colombiana en la escena
internacional. Lamentablemente, el Gobierno colombiano no comprendió totalmente las
potencialidades de este recurso, y prefirió apaciguar a las potencias en vez de dar el
golpe final a la Monarquía Española.

Esta idea nos conduce a nuestra quinta conclusión, relacionada con la política
exterior de la República de Colombia. Justamente fueron las interacciones en la escena
internacional las que primero nos indicaron el poder naval que llegó a tener aquella
antigua República. Los documentos diplomáticos de Estados Unidos, Gran Bretaña,
España y Francia, nos muestran los temores y preocupaciones de esos países respecto al
corso colombiano, así como también debido a su creciente marina de guerra, y los
planes sobre Cuba y Puerto Rico. Dichas preocupaciones de las potencias solo podían
basarse en las posibilidades ciertas que tenía la armada colombiana para arrebatar a
España sus últimas posesiones caribeñas.

Al mismo tiempo, la política hispanoamericana de la República de Colombia


también arroja indicios. La alianza naval con México y los planes de operaciones para
liquidar a la escuadra española y asaltar Cuba y Puerto Rico no podían basarse sino en
una escuadra potente, la cual se estaba preparando en Cartagena. Asimismo, la escuadra
confederada que se proyectó en los tratados de Panamá, tendría su núcleo en la escuadra
colombiana, que era en ese momento la mejor entre los nuevos Estados. Es decir, el
poder naval colombiano dejó una huella visible en las relaciones internacionales de
aquel momento histórico.

694
Continuando en el campo de las relaciones internacionales, llegamos a nuestra
sexta conclusión. Fue en el proceso estudiado un punto clave, la decisión colombiana de
no haber firmar una alianza con Haití en 1824; una demostración de que no existía en
Bogotá una completa política caribeña que armonizara con los deseos de desarrollar la
armada y expulsar a los españoles de sus reductos de Cuba y Puerto Rico. En efecto, el
Gobierno colombiano no supo apreciar las posibilidades estratégicas que encerraba una
alianza con Haití. Dicho país, que ya controlaba la totalidad de la isla de La Española,
bien habría podido ser satelizado y convertido en un virtual protectorado colombiano.
Sin invertir en gobierno, ni servicios públicos, la República de Colombia habría
dispuesto de bases militares y puertos aliados en una isla ubicada en el centro del
Caribe, desde la cual habría podido lanzar golpes demoledores sobre Cuba y Puerto
Rico, cortando primero las comunicaciones de ambas islas con España, para luego
invadirlas.

Si bien es cierto que dicha alianza habría causado la enemistad de Francia, e


incluso de Gran Bretaña y Estados Unidos; también lo es que dichos países estaban
decididos, de una forma u otra, a impedir la expansión caribeña de Colombia. Por otra
parte, una alianza con Haití habría reforzado el papel de Colombia como líder regional,
el cual habría podido ser explotado convirtiendo a Bogotá en mediadora entre Francia y
su ex colonia. La negativa a la alianza con Haití, en virtud de ganar el favor de las
potencias, así como de prejuicios raciales, demuestra una grave miopía en materia
geoestratégica por parte del Gobierno colombiano, y a la postre afectó los planes para
Cuba y Puerto Rico. También es preciso tomar en cuenta las muchas complicaciones de
tipo político que una acción semejante habría traído consigo, así como la propia
mentalidad de los líderes colombianos.

Dichos planes para las Antillas Españolas ocupan nuestra séptima conclusión.
En virtud de los hechos, podemos considerar que fue un punto clave la decisión
colombiana de ceder a la presión norteamericana de postergar la invasión de Cuba y
Puerto Rico, sometiéndola a la consideración de los delegados de las otras repúblicas en
la Asamblea del Istmo. Es cierto que dicha jugada estaba destinada a ganar tiempo, para
así preparar mejor la escuadra en Cartagena, además de revestir con mayor legitimidad
política a nivel internacional la proyectada operación. Sin embargo, el Gobierno
colombiano al parecer creyó que los gobiernos de México, Centroamérica y Perú

695
compartían su entusiasmo y determinación, cosa que resultó errada. Incluso el Gobierno
mexicano, primer afectado por la permanencia española en Cuba, se mostró bastante
timorato para ratificar los acuerdos de Panamá cuando la Asamblea se mudó a
Tacubaya. Respecto a Centroamérica, basta decir que no contaba con la capacidad
militar o financiera para participar realmente en dicha empresa. Perú, por su parte, no
estaba dispuesto a involucrarse más allá de la defensa de sus fronteras y de las aguas del
Pacífico. De una forma o de otra, Colombia estaba prácticamente sola en la fase final de
la guerra contra España.

Por buscar un consenso político que en realidad no blindaría su iniciativa contra


los manejos de Estados Unidos y Gran Bretaña, la República de Colombia retrasó sus
planes hasta que las circunstancias financieras y políticas – internas y externas – le
hicieron imposible llevar a cabo la invasión de Cuba y Puerto Rico. Al estudiar la
historia universal, nos damos cuenta que cuando las naciones que identifican un
objetivo estratégico van por el mismo sin vacilar, no sólo suelen conseguirlo en la
mayoría de los casos, sino que modifican todo el equilibrio regional y/o mundial a su
favor. Por ejemplo, Estados Unidos no vaciló en arrebatar a México los territorios que
había identificado como su interés, y luego tampoco vaciló respecto a Cuba en 1898,
cuando observó que era momento de actuar. Prusia no vaciló en 1871 para provocar una
guerra contra Francia que le permitió construir el II imperio alemán… Así pues, la
vacilación colombiana de 1826 costó a la postre que Cuba y Puerto Rico permanecieran
casi un siglo más bajo dominio español, y el segundo pasase luego a dominación de
Estados Unidos.

Las vacilaciones colombianas respecto a atacar decididamente Cuba y Puerto


Rico, así como la decisión de no aliarse con Haití en 1824, pueden obedecer a la misma
razón: poco conocimiento e inclinación hacia el poder naval. Esta sería la octava y
última conclusión de este trabajo. Según apuntan los documentos y el análisis de los
mismos, en Colombia existió toda una facción escéptica del poder naval, más inclinada
a una estrategia terrestre que a una marítima. Este grupo se reunió bajo la figura de
Simón Bolívar, quien era claramente desconocedor de la estrategia marítima. Por otra
parte, existió un grupo contrario, compuesto por entusiastas que apostaron por un rápido
desarrollo naval, liderado por hombres como Francisco de Paula Santander, Pedro
Briceño Méndez, Lino de Clemente y Palacios, José Prudencio Padilla, Renato Beluche

696
y John Daniel Danels. Sin embargo, otra facción navalista, en la que destaca Felipe
Santiago Estéves buscaba un desarrollo naval más gradual.

Esto nos llevaría a un doble problema. La facción inclinada al rápido desarrollo


naval, que no tenía inconveniente en nutrir la armada con una integración masiva de
marineros y oficiales extranjeros, y comprar buques en el extranjero; chocó primero con
los que apostaban por un desarrollo gradual, basado ante todo en personal nativo y en el
previo desarrollo de la marina mercante; para luego entrar en fricción con los escépticos
del poder naval, cuya visión estratégica era netamente terrestre. Incluso dentro del grupo
que buscaba el rápido desarrollo naval, faltó una visión estratégica marítima de mayor
alcance.

Llegados a este punto, resalta entonces que Bolívar y Santander, los dos grandes
polos de la política colombiana, estuviesen también en desacuerdo respecto a la
geoestrategia a seguir. Bolívar tuvo una visión más centrada en la tierra, y miró más
hacia el sur, hacia los Andes. Santander tuvo una visión claramente volcada al mar,
mirando hacia el Caribe. El desacuerdo de estos dos hombres en esta crucial materia,
con la consiguiente imposición del criterio epirocrático, condenaría al ocaso el
incipiente poder naval colombiano, facilitando el camino para la propia desintegración
del país, y el encumbramiento de Estados Unidos como hegemón del continente.

697
ANEXOS

698
Anexo I:
Cronología de hechos navales, militares y políticos de la
La República de Colombia y de hechos internacionales.

1819:

15 de febrero: Se instala el Congreso Constituyente de Angostura.

26 de marzo: El Congreso Constituyente de Angostura crea dos Cortes de


Almirantazgo, una en la ciudad de Angostura y otra en la isla de Margarita. La primera
tiene como jurisdicción las aguas del Orinoco; la segunda, las costas venezolanas.

Mayo – Agosto: Se lleva a cabo la Campaña de Nueva Granada.

Junio – Septiembre: Lino de Clemente es nombrado Comandante General de la


Marina.

7 de agosto: Victoria decisiva patriota en la Batalla de Boyacá. Se libera el centro de la


Nueva Granada.

10 de agosto: Reorganización del Estado de Cundinamarca.

11 de agosto: El General Francisco de Paula Santander es nombrado Vicepresidente.

17 de diciembre: El Congreso de Angostura sanciona la Ley Fundamental de la


República de Colombia.

1820:

1° de enero: Estalla en España la Revolución de Riego, que busca restablecer la


constitución de 1812.

7 de marzo: El general Lino de Clemente es nombrado Comandante interino de la


Marina Nacional, quedándose en Margarita mientras Brión va a la costa neogranadina.

Montilla y Brión zarpan de Margarita rumbo a Río Hacha, al frente de diez buques de
guerra y 1100 hombres entre 400 reclutas margariteños y 700 irlandeses veteranos.

8 de marzo: Ante la presión militar y popular, Fernando VII firma un manifiesto en el


que restablece la constitución de 1812. Comienza el llamado “Trienio Liberal” en
España.

12 de marzo: Rio Hacha es liberada por las fuerzas de Brión, Montilla y Padilla.

Abril: Lino de Clemente devuelve a Brión el mando de la marina.

699
Junio: Francisco Antonio Zea comienza negociaciones en Gran Bretaña con los
acreedores de la República.

25 de junio: Batalla de Tenerife en la que la escuadrilla realista del río Magdalena es


violentamente derrotada. Las fuerzas colombianas ganan el predominio en dicho río.

27-28 de junio: Brión y Montilla establecen, a través del río Magdalena, contacto con
las fuerzas patriotas al interior de la Nueva Granada.

6 de julio: Brión proclama el bloqueo total en las costas de las de Cartagena y Santa
Marta.

Agosto: Francisco Antonio Zea suscribe un acuerdo reconociendo las deudas anteriores.
Emite pagarés por el capital reconocido, que se acerca a £548.000 (es decir, 2.740.000
pesos fuertes, casi la mitad de las rentas ordinarias estimadas para el año fiscal 1824 –
1825)

1° de septiembre: La Corte de Almirantazgo es trasladada de Margarita a La Guaira.

9 de octubre: Guayaquil se declara independiente, nace la Provincia Libre de


Guayaquil.

19 de octubre: El bergantín Flor de Mayo fondeó en Santa Cruz de la Palma (Islas


Canarias), informando haber sido saqueado por un corsario insurgente. Se sospecha de
uno de los dieciséis corsarios que habían salido de Margarita, según noticias llegadas a
las Canarias.

11 de noviembre: Brión toma Santa Marta.

16 de noviembre: Las fuerzas de Brión y Padilla ocupan Cerinza, cerca de Cartagena.

25 de noviembre: Se firma el Tratado de Armisticio y suspensión de armas entre la


República de Colombia y el Reino de España.

26 de noviembre: Se firma el Tratado de Regularización de la Guerra entre Colombia y


España.

1821:

Enero: Bolívar designa a José Rafael Revenga y José Tiburcio Echeverría para que
vayan a España a negociar el reconocimiento de la independencia de Colombia. Su
misión no sería exitosa.

Comienza el bloqueo marítimo de Cartagena por parte de las fuerzas de José Prudencio
Padilla.

28 de enero: Maracaibo se declara independiente y decide integrarse a Colombia


700
30 de enero: entran a Maracaibo las tropas patriotas.

20 de febrero: Manuel Torres, enviado del Gobierno de Colombia ante Estados Unidos,
solicita el reconocimiento para su país, y hace una propuesta para la negociación de un
tratado de comercio y navegación, fundado sobre las bases de recíproca utilidad y
perfecta igualdad.

Marzo: Se reanudan las hostilidades entre fuerzas colombianas y españolas. Se rompe


el armisticio pactado en noviembre de 1820.

Abril – Octubre: Lino de Clemente es nombrado Comandante General de Marina del


Departamento de Cartagena.

22 de abril: Las fuerzas colombianas llegan a Valle de Upar procedentes del


Magdalena y la costa caribeña.

6 de mayo: Inicia sesiones en Cúcuta el Congreso General de Colombia. Este Congreso


crea el Departamento del Zulia, integrado por las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y
Maracaibo.

11 de mayo: Brión toma la ciudad de Coro con tropas transportadas por sus buques a
través del Lago de Maracaibo.

1º de junio: La corbeta corsaria Bolívar, de 14 carronadas de 12 y 18 libras, capturó a


tres millas al oeste de Lisboa al patache español Nuestra Señora del Carmen, en viaje de
Marín a Cádiz, al que liberó tras secuestrarle víveres.

14 de junio: Las fuerzas del general Bermúdez vencen a los realistas en El Rincón,
cerca de Santa Lucía, como parte de sus operaciones de distracción cerca de Caracas.

15 de junio: Las fuerzas del general Bermúdez ocupan Caraballeda.

20 de junio: Las fuerzas del general Bermúdez ocupan Baruta.

22 de junio: Las autoridades españolas abandonan Caracas ante las fuerzas de


Bermúdez.

23 de junio: Las fuerzas al mando del coronel español José Pereira derrotan a
Bermúdez y recuperan el control de Caracas.

24 de junio: Batalla de Carabobo; triunfo decisivo del ejército colombiano sobre el


español. Liberación del centro-norte de Venezuela. Solo Puerto Cabello permanecerá
largo tiempo en manos españolas.

Batalla de la noche de San Juan. Victoria parcial de los patriotas en el asedio de


Cartagena, que capturan la flota enemiga y ocupan la bahía, cortando la comunicación
entre la ciudad y la fortaleza de Boca Chica.

701
26 de junio: Las fuerzas españolas del coronel José Pereira abandonan Caracas y parten
a La Guaira para embarcarse hacia Puerto Cabello.

2 de julio: El coronel José Pereira se rinde y entrega La Guaira a las fuerzas


colombianas.

4 de julio: La fortaleza de Bocachica, en Cartagena, cae en manos de los patriotas.

12 de julio: Promulgación de la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de


Colombia

19 de julio: Se sanciona la Ley de Manumisión (Ley de Libertad de Vientres). Se


decreta la abolición progresiva de la esclavitud.

24 de agosto: Ante la ausencia del Almirante Luis Brión por enfermedad, el Gobierno
designa a Lino de Clemente como Comandante General de la Flota.

30 de agosto: El Congreso de Cúcuta aprueba la Constitución de la República de


Colombia

Septiembre: El Congreso ratifica el traslado de la Corte de Almirantazgo de Margarita


a La Guaira.

11 de septiembre: Bolívar decreta el establecimiento de un bloqueo por mar y tierra


sobre Puerto Cabello.

2 de octubre: Según elección del Congreso, Simón Bolívar y Francisco de Paula


Santander, son juramentados como Presidente y Vicepresidente, respectivamente.

3 de octubre: Lino de Clemente es nombrado Comandante General de Mar y Tierra del


Departamento del Zulia

4 de octubre: El Congreso de Colombia, mediante ley especial, sanciona la formación


de cuatro departamentos de marina. Según esta ley, cada departamento tendría su puerto
principal o comandancia, un Comandante General y un Auditor, responsables por toda
la actividad relacionada con marina de guerra y mercante, y sometidos a su vez a la
autoridad del Director de Marina residente en la capital, quien rendiría cuentas ante el
Secretario de Marina. Esta ley también regula la emisión de patentes de corso, la guerra
de corso y el servicio que los corsarios deberían prestar a la República.

6 de octubre: Se sanciona la Constitución de la República de Colombia, en Cúcuta.

10 de octubre: El Congreso faculta mediante decreto al Ejecutivo para conservar y


aumentar las fuerzas terrestre y marítima.

Las fuerzas colombianas entran en Cartagena.

12 de octubre: El Congreso de Colombia reorganiza la Armada, eliminando la figura


de Almirante y concediéndole honores a Luis Brión tras su muerte.
702
14 de octubre: Finalizan las sesiones del Congreso de Cúcuta

16 de octubre: Las fuerzas colombianas toman Cumaná.

13 de noviembre: El general español Francisco Tomás Morales trata de desembarcar


tropas en La Guaira, teniendo bajo su mando la fragata Ligera, el bergantín Hércules y
la goleta Conejo. El bergantín Vencedor, al mando del CN. Danells logra introducirse
en el convoy español, capturando a la Conejo, lo cual hace desistir a Morales de su
ataque sobre La Guaira.

28 de noviembre: Panamá se declara independiente y decide integrarse en Colombia.

30 de noviembre: Manuel Torres, enviado del Gobierno de Colombia ante EE.UU.,


repite la solicitud hecha el 20 de febrero.

1° de diciembre: Santo Domingo se declara independiente, creándose el Estado del


Haití Español bajo el liderazgo de José Núñez de Cáceres, que solicita su ingreso a
Colombia. Sin embargo, el nuevo Estado es invadido por Haití en pocos días.

1822:

Enero: Las autoridades españolas anuncian un bloqueo de toda la costa colombiana, a


excepción de Puerto Cabello. Su fuerza naval se compone de una fragata, dos
bergantines, cuatro goletas y ocho corsarios. Capturan seis buques estadounidenses y
dos ingleses, que se dirigían a puertos colombianos, y los llevaron a Puerto Cabello.

2 de enero: Manuel Torres, enviado del Gobierno de Colombia ante EE.UU., repite la
solicitud hecha el 20 de febrero y el 30 de noviembre de 1821.

29 de enero: El CF. Bernardo Ferrero, al mando del bergantín corsario Valeroso, se


dirige desde La Guaira al Presidente de la Corte de Almirantazgo participándole que el
8 de diciembre anterior, a las ocho de la mañana, navegando al sur de la isla de León
(aguas españolas) había capturado al dogre español Liberal, procedente de Málaga y en
ruta a La Habana, con carga que fue vendida en subasta pública en Curazao, pues no
pudo llegar a ningún puerto al este.

Febrero: Francisco Antonio Zea contrae un empréstito por £140.000 para cubrir sus
deudas por la fallida misión diplomática a España de 1820 – 1821, y también como
alivio temporal a las finanzas de Colombia.

9 de febrero: Bolívar le manifiesta a Santander su disposición a apoyar a Núñez de


Cáceres en Santo Domingo.

10 de febrero: El general Carlos Soublette, Intendente General del Departamento de


Venezuela decreta el bloqueo marítimo y terrestre sobre Puerto Cabello. Entre la

703
escuadra bloqueadora se cuenta con la goleta corsario Represalia y otros buques
también corsarios.

11 de febrero: El CN. José Prudencio Padilla, al mando del bergantín Congreso, apresa
frente a La Guaira al guairo español San Antonio, cargado con 80 fusiles, mercancías,
200 pesos y correspondencia enemiga.

13 de febrero: El CN Felipe Santiago Esteves es nombrado Comandante del Segundo


Departamento de Marina.

Marzo: Francisco Antonio Zea contrata un empréstito por £2.000.000 con la casa
Herring, Graham & Powles, con 20% de descuento, recibiendo entonces la República
sólo £1.600.000, de lo que había que deducir varias cantidades. El remanente final que
le quedó a Colombia fue sólo de £600.000. La tasa de interés se fijó en 6%, el plazo de
pago en veinte años y los acreedores recibieron en garantía los ingresos aduaneros de
Colombia.

8 de marzo: El Presidente de EE.UU., en mensaje ante el Congreso, declaró que ya era


tiempo de reconocer a las nuevas repúblicas independientes y establecer relaciones con
ellas.

30 de marzo: Santander firma la Ordenanza Provisional de Corso.

7 de abril: Victoria colombiana en la Batalla de Bomboná. Se libera el sur de la Nueva


Granada.

14 de abril: El general José Antonio Páez moviliza sus fuerzas desde Valencia hacia
Puerto Cabello, a fin de estrechar el asedio sobre la ciudad. Más tarde, al llegar a
Borburata, no logra establecer contacto directo con la escuadra bloqueadora y ve entrar
al puerto al bergantín español Hércules, junto con dos corbetas de guerra, procedentes
los tres de Curazao y cargados con víveres para las fuerzas sitiadas en el Castillo de San
Felipe. La escuadra bloqueadora se encontraba anclada en Isla Larga.

26 de abril: El general Carlos Soublette autorizó la compra de la corbeta Hércules en


EE.UU., luego llamada Bolívar. El contrato fue negociado por el Capitán de Navío John
Daniel Danells con el señor David Leacit por la suma de 156.000,44 pesos fuertes.

28 de abril: El Capitán de Navío Sebastián Boguier llega a Puerto Cabello con el


bergantín Bolívar, seis goletas, tres flecheras y un falucho para establecer el bloqueo
sobre dicho puerto.

29 de abril: Páez envía a La Torre una intimación para que se rinda, pero es rechazada.

1º de mayo: Llega a Puerto Cabello el Capitán de Navío John Daniel Danells con los
bergantines Voluntario y Vencedor, además de la goleta Centella; reforzando así el
bloqueo sobre dicho puerto.

704
4 de mayo: El Congreso de Estados Unidos decide iniciar el proceso para reconocer a
las nuevas repúblicas independientes, ordenando enviar a dichos países misiones
diplomáticas.

17 de mayo: La Vigía de Puerto Cabello (actual Fortín Solano) cae en manos de las
fuerzas de Páez. Asume la dirección del bloqueo marítimo sobre Puerto Cabello el
Capitán de Navío Renato Beluche, quien fue llamado por Páez tras la remoción del CN.
Sebastián Boguier por controversias con éste último. Boguier es enviado a Estados
Unidos para adquirir una corbeta de 28 o 30 cañones.

24 de mayo: Victoria colombiana en la Batalla de Pichincha. Se libera Ecuador.

29 de mayo: Las provincias de Quito, Cuenca y Loja, unidas como Departamento del
Ecuador, se integran en la República de Colombia.

4 de junio: Páez instala una batería en La Vigía y bombardea las posiciones realistas. El
bergantín Hércules, la fragata Ligera y el corsario Morillo del lado español, se enfrentan
contra los bergantines colombianos Vencedor y Bolívar, que acercándose a la fragata,
derribaron su bauprés y obligaron al enemigo a desistir de entrar en el puerto, teniendo
que fondearse lejos.

11 de junio: Zarpan de Puerto Cabello el bergantín español Hércules, llevando consigo


todo el hospital de la plaza y noventa soldados españoles heridos.

17 de junio: Manuel Torres es recibido por el Presidente de Estados Unidos, como


encargado de negocios de la República de Colombia.

19 de junio: Estados Unidos reconoce la independencia de la República de Colombia.

28 de junio: Santander decreta la creación de la Academia Náutica de Cartagena.

6 de julio: Se firma el Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua entre la


República de Colombia y el Estado del Perú.

7 de julio: El CN Agustín Armario es nombrado comandante interino del Primer


Departamento de Marina.

El CN Felipe Santiago Esteves es nombrado Comandante del Segundo Departamento de


Marina.

13 de julio: Bolívar ocupa la Provincia Libre de Guayaquil y la anexa a Colombia.

22 de julio: Santander emite un decreto para incentivar el alistamiento de marineros


para la armada.

Santander decreta la creación de una Milicia Marinera que reemplace a su antecesora


colonial y crea la Infantería de Marina.

705
24 de julio: Las fortalezas de Bocachica, en Cartagena, son entregadas por los
españoles a las fuerzas colombianas.

26 de julio: Bolívar y San Martín se entrevistan en Guayaquil.

18 de agosto: Frente a La Guaira la goleta colombiana Espartana, al mando del CF


James Bluck, enfrenta a la fragata Ligera y al bergantín Hércules, de la Real Armada
Española. La Espartana se ve obligada a regresar a puerto.

2 de septiembre: El general realista Francisco Tomás Morales derrota al coronel


colombiano Francisco María Faría en Sinamaica y avanza hacia Maracaibo.

4 de septiembre: Morales derrota al coronel Carlos Castelli en El Paso del Socuy, cerca
de Maracaibo.

6 de septiembre: Morales derrota a Clemente en Salina Rica y sigue su avance hacia


Maracaibo.

27 de septiembre: Beluche avista frente a Curazao a la fragata Ligera, y los bergantines


Hércules, Valeroso y Cóndor, de la escuadra de Laborde, cargando suministros para
Puerto Cabello. Levó anclas y se dirigió a las islas de Sotavento. Poco después capturó
un queche cerca del Archipiélago de las Aves y lo llevó a La Guaira.

Octubre: Inicia la Campaña del Perú.

9 de octubre: Mediante decreto del Poder Ejecutivo se crea la Escuela Náutica en


Guayaquil.

21 de octubre: Se firma el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre


Colombia y Chile.

31 de octubre: Llega a Venezuela la corbeta Hércules, adquirida por el CN John Daniel


Danells y el CF Joseph C. Swain en Estados Unidos. La corbeta es renombrada como
Bolívar y entra en servicio. Danells forma una escuadrilla con la corbeta Bolívar, el
bergantín Vencedor y el bergantín Patriota, debiendo patrullar entre Puerto Cabello,
Curazao y Maracaibo a fin de destruir todo buque enemigo que encuentre en la zona,
impedir la entrada de cualquier buque enemigo en Puerto Cabello y destruir cualquier
convoy dirigido hacia Maracaibo.

10 de noviembre: Se reúnen en Garabulla 1200 infantes y 160 caballos a las órdenes


del general Mariano Montilla, con la intención de expulsar a los españoles de la zona.

13 de noviembre: Morales derrota al coronel José Sardá en Garabulla.

27 de noviembre: El general Soublette se dirige al Jefe del Estado Mayor General,


solicitándole prisioneros para completar la dotación de tropas de infantería de marina
para la corbeta Constitución y el bergantín Patriota.

706
Diciembre: Los españoles habían capturan un bergantín norteamericano en ruta de
Londres a La Guaira, que portaba 9 cañones. Tenía a bordo 5000 mosquetes, 1400
carabinas, 50 piezas de latón de ordenanza, 400 barriles de pólvora, pistolas, balas y
demás equipo de guerra para los patriotas.

6 de diciembre: Morales derrota al coronel Andrés Torrellas en Sabana Redonda,


Provincia de Coro.

7 de diciembre: El Secretario de Guerra y Marina, general Pedro Briceño Méndez,


ordena al general Soublette concentrar todas las fuerzas marítimas disponibles al mando
del CN Danells para que busquen y destruyan las del enemigo.

16 de diciembre: La corbeta española María Teresa y dos bergantines mercantes tratan


de burlar el bloqueo de la escuadra colombiana en el Golfo de Venezuela. La corbeta
Bolívar, al mando del CN Beluche, y la corbeta Constitución, al mando del CF
Maitland, los persiguieron. Logran capturar a la corbeta, que portaba 24 cañones de 9
libras y contaba con una tripulación de 200 hombres. Tenía 25.000 dólares en especias a
bordo, las cuales fueron llevadas a la Bolívar. Los buques enemigos venían de La
Habana para llevar suministros a Morales. La María Teresa tuvo dos muertos y dos
heridos, mientras que del lado colombiano no hubo daños ni bajas.

Más tarde la corbeta Bolívar, en crucero entre Puerto Cabello y Curazao captura a la
corbeta española María Francisca.

28 de diciembre: Morales derrota al coronel Juan Antonio Paredes en Motatán,


Provincia de Trujillo.

29 de diciembre: Morales desembarca en Gibraltar, siendo derrotado poco después por


fuerzas patriotas y obligado a regresar a Maracaibo. El general Lino de Clemente
entrega el mando de las tropas en la costa oriental del Lago de Maracaibo al general
Manuel Manrique.

1823:

Enero: En su mensaje al Congreso, el Vicepresidente Santander expone la precaria


situación financiera de la República, no pudiéndose cumplir con las necesidades más
básicas del Estado, y llegando al tope de endeudamiento interno. El Congreso aprueba
negociar un nuevo empréstito.

La goleta colombiana Terror de España se encuentra con el bergantín español Cometa


en su crucero desde Santa Marta hacia Maracaibo. El combate es feroz y la Terror de
España logra escapar con 5 muertos y 7 heridos en su tripulación. El Cometa sufrió más
de 60 bajas.

707
5 de enero: El bergantín colombiano Independiente apresa frente a Aruba a la goleta
holandesa Venus, que llevaba un cargamento de carne y tabaco para los españoles.

9 de enero: El Cnel. Juan Antonio Paredes derrota a Morales en Bailadores y detiene su


avance hacia los Andes.

10 de enero: El Dr. Andrés Level de Goda escribe desde San Thomas al Intendente del
Departamento de Venezuela, avisándole que la goleta corsario Cora, había salido de
Puerto Rico para Coro, conduciendo pólvora para el general Francisco Tomás Morales.

20 de enero: El general Soublette solicita al general Montilla que refuerce a la escuadra


bloqueadora de Puerto Cabello al mando del CN Danells (consistente en las corbetas
Bolívar, Constitución y María Francisca), con dos corbetas y dos bergantines de los
más poderosos.

Santander decreta que los buques neutrales con carga de mercancía enemiga quedarán
sometidos a las acciones de la marina colombiana y los corsarios al servicio de
Colombia.

23 de enero: Nuevo triunfo de Paredes sobre Morales, en Cerro de Mariño, Provincia


de Mérida.

3 de febrero: Combate de La Ceiba, en la Sierra de Perijá, entre las fuerzas


colombianas al mando del coronel José de la Cruz Carrillo y las del general Morales.

15 de febrero: Combate de Vegas del Caus, entre las fuerzas colombianas al mando del
general Manuel Manrique y las del general Morales.

Santander establece mediante decreto la organización de la marina en los departamentos


de la República.

18 de febrero: La corbeta Constitución y el bergantín Patriota, traídos por el CF John


Maitland, son renombrados Carabobo y Pichincha respectivamente.

1 de marzo: Combate de Sinamaica, entre fuerzas españolas y colombianas.

4 de marzo: Por resolución del Libertador, se adquirió la goleta inglesa Lady Collier
armada con 18 cañones, en 22.000 pesos a William Robinet y al izar la bandera
colombiana recibió el nombre de Guayaquileña.

15 de marzo: Zarpa de Cartagena el Capitán de Navío José Prudencio Padilla rumbo


hacia el Golfo de Venezuela, al mando de la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia.
Lleva con él la corbeta Boyacá y la goleta Cazadora.

18 de marzo: Se firma el Convenio con el Perú sobre auxilio para la guerra de la


Independencia.

708
25 de marzo: Combate de Voladorcito, en el Zulia, entre las fuerzas colombianas y las
españolas, al mando del coronel Narciso López, que salen vencedoras.

Marzo – Abril: Beluche captura al bergantín Confianza, que venía desde Maracaibo,
llevando 2900 dólares del ejército español; y también la goleta Perla que navegaba
desde Curazao cargada de armas. Los dos buques fueron añadidos a la escuadra.

Abril: El General Antonio José de Sucre es nombrado jefe de las tropas colombianas en
el Perú.

2 de abril: Se reúnen en Bogotá los senadores y diputados para dar inicio a la primera
legislatura del Congreso General de la República de Colombia, elegido según lo
establecido en la constitución de 1821.

4 de abril: La goleta Terror de España se une a la escuadra al mando de Padilla.

6 de abril: Atraca en el Callao la goleta peruana Macedonia, con una columna del
batallón “Boyacá”, primera fuerza colombiana en llegar al Perú.

7 de abril: Comienza la “Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luís” a España. La
Santa Alianza interviene en España con un ejército expedicionario francés para derrocar
al régimen liberal

10 de abril: El CN Beluche llega a La Guaira a solicitar buques y demás apoyo al


Intendente del Departamento, general Carlos Soublette.

12 de abril: Se embarca en Guayaquil con destino a Perú, el batallón “Rifles de


Bomboná, 1° de La Guardia”, al mando del Coronel Arturo Sandes, compuesto de 1250
hombres. Se embarcan también el resto del batallón “Boyacá”, así como los batallones
“Voltígeros” y “Pichincha”.

14 de abril: Zarpa de Guayaquil, a bordo de la goleta Guayaquileña, el general Antonio


José de Sucre con destino al Callao.

17 de abril: El general Manuel Manrique derrota a Morales en Gibraltar, en la costa


sureste del Lago de Maracaibo.

18 de abril: Zarpa de Guayaquil hacia Perú un contingente de 582 hombres de refuerzo


para la 1era Brigada.

24 de abril: El general Soublette entrega al CN Beluche cuatro mil pesos, un botiquín,


materiales para reparar buques, insumos médicos y las goletas corsarias Leona y
Favorita, y la barca Heroína, a fin de reforzar a la Escuadra de Operaciones sobre el
Zulia.

1° de mayo: Combate de Isla Larga, las fuerzas navales españolas al mando del Capitán
de Navío José María Chacón derrotan a las del CN Danells, que bloqueaban Puerto

709
Cabello, capturando las corbetas Carabobo y María Francisca, pero las naves del CN
Beluche escapan intactas hacia Los Taques.

2 de mayo: Arriba al Callao el general Antonio José de Sucre, a bordo de la goleta


Guayaquileña.

3 de mayo: Llega a Los Taques el CN Renato Beluche, con el bergantín Independiente


y las goletas Antonia Manuela y Leona, se reúne un Consejo de Guerra con los
comandantes de la Escuadra de Operaciones sobre el Zulia y se decide forzar la barra.

4 de mayo: La goleta Espartana apresa al bergantín estadounidense Fama, en ruta de


La Habana a Maracaibo, que transportaba oficiales para el ejército de Morales.

5 de mayo: La goleta Espartana arriba a Los Taques sin haber encontrado a la Terror
de España. Llega también a Los Taques la goleta estadounidense Peacock cargada de
víveres y procedente de Nueva York con destino a puertos colombianos. Su capitán,
Peter Stormes, se une a la escuadra colombiana y decide forzar la barra.

La corbeta Constitución zarpa hacia Río Hacha y el resto de la escuadra hacia Cojoro a
fin de reunirse con el bergantín Gran Bolívar y la goleta Atrevida.

El congreso peruano llama a Bolívar para que asuma la dirección de la guerra.

6 de mayo: La escuadra apresa una balandra que había zarpado de Maracaibo rumbo a
Santiago de Cuba.

7 de mayo: El bergantín Gran Bolívar se une a la escuadra, que a las cinco de la tarde
fondea frente a la entrada de la barra. Las goletas Atrevida y Terror de España no se
encuentran en el área, por lo que no se aprestan a forzar la barra, pero habían quedado
con órdenes de patrullar el Golfo de Venezuela e impedir el paso de auxilios para
Morales.

8 de mayo: La Escuadra de Operaciones sobre el Zulia comienza a forzar la Barra de


Maracaibo. Se pierde el bergantín Gran Bolívar.

9 de mayo: Se aligeran los bergantines Independiente y Marte para navegar en la Bahía


de El Tablazo.

11 de mayo: Sale hacia Perú el batallón “Bogotá” al mando del Coronel León Galindo,
con 650 hombres.

El Congreso General de Colombia sanciona un decreto para aumentar la fuerza armada


de la República.

12 de mayo: Llega al Callao el batallón “Bogotá”, y los escuadrones de caballería


“Húsares”, “Dragones” y “Granaderos”.

710
14 de mayo: Se embarcan 250 soldados de refuerzo para el batallón “Bogotá” y 202
más para reemplazos.

15 de mayo: Se envían a Perú 250 llaneros venezolanos de los escuadrones “Húsares” y


“Granaderos a Caballo”.

Llega la goleta Guayaquileña al Callao, procedente del norte, escoltando los transportes
del batallón “Rifles”, tras evadir una corbeta enemiga.

La goleta española Las Amalias Centinelas es asaltada por un corsario colombiano en


aguas cercanas a Gibraltar, España.

16 de mayo: La escuadra de operaciones sobre el Zulia abandona al bergantín


capturado Fama y lo echa a pique, por resultarle un estorbo para sus maniobras.

20 de mayo: Combate Naval de Punta Palma. La escuadra de Padilla triunfa en un


combate parcial sobre la española.

Llega a La Guaira la fragata Constantine, procedente de Gran Bretaña. Porta 44 cañones


y 500 hombres de tripulación.

21 de mayo: Páez anuncia que hasta que la fuerza naval de la república no fuese
suficientemente incrementada, no emprendería otro asedio de Puerto Cabello. En
consecuencia, regresa y se atrinchera entre Valencia y Maracay.

24 de mayo: Madrid es ocupada por las tropas francesas.

25 de mayo: Nuevo combate entre las fuerzas navales colombianas y españolas, entre
los Puertos de Altagracia y Capitán Chico, en el Lago de Maracaibo. Triunfo
colombiano.

27 de mayo: John Quincy Adams, Secretario de Estado de EE.UU. escribe a Richard C.


Anderson, Ministro Plenipotenciario en Colombia, dictándole instrucciones generales
para iniciar relaciones formales entre los dos países. Le da indicaciones sobre la
historia, geografía y situación del país, así como explica los asuntos más importantes
para EE.UU., tales como la discusión del acuerdo comercial ya en negociación, o el
corso colombiano y su impacto en el comercio estadounidense.

29 de mayo: Padilla y Manrique establecen comunicación a través del puerto de


Moporo.

Junio: Informan al Libertador que la fragata Colombia, de 44 cañones, nueva y


contratada en Gran Bretaña, ha llegado a La Guaira. El Gobierno destinó que la
Colombia, junto con las corbetas Bolívar y Boyacá, los bergantines Recluto, Pichincha
y Vencedor, deben formar una escuadra que opere en mar abierto y busque un combate
naval decisivo con la escuadra española. Se destinan los bergantines Libertador y
Guatavita, y las goletas Terror de España y Atrevida a bloquear Puerto Cabello.

711
3 de junio: El general Soublette acepta para su servicio en la armada a la fragata
británica Constatine, arrendada por seis meses con todo y tripulación. Esta fragata será
rebautizada luego como Venezuela y entrará en servicio en octubre.

7 de junio: El CN Rafael del Castillo y Rada presenta ante la Comisión de Guerra y


Marina del Congreso General de Colombia, el Proyecto de Ley Orgánica de Marina.

11 de junio: El Consejo de Gobierno concedió un privilegio exclusivo de veinte años a


Johann Bernhard Elbers, para navegar el Magdalena en buques de vapor y abrir un canal
desde Cartagena y un camino de la capital hasta el Magdalena.

14 de junio: Bolívar plantea al Secretario de Guerra y Marina establecer un correo


marítimo entre Panamá y Buenaventura.

La Escuadra de Operaciones sobre el Zulia ataca un convoy que se dirigía al Castillo de


San Carlos. Los españoles pierden 11 embarcaciones menores y Padilla descubre que
Morales ha dejado desguarnecida Maracaibo con solo 500 hombres al mando del
Brigadier Calzada, ya que marchó con 2500 hombres a detener un avance colombiano
desde la Guajira.

15 de junio: Padilla embarca a la infantería de marina y las tropas de Manrique para un


asalto a Maracaibo.

16 de junio: El general Manrique asalta y toma Maracaibo.

19 de junio: Ante la noticia del regreso de Morales, las fuerzas de Manrique


desmantelan el castillo y capturan todas las embarcaciones menores y varias piezas de
artillería, preparando así su salida de Maracaibo.

20 de junio: Combate entre las fuerzas de Manrique y las del coronel español Jaime
Moreno, que es derrotado.

21 de junio: Sucre es nombrado Jefe Militar Supremo del Perú. Llega a Margarita la
fragata Colombia, fletada en Gran Bretaña.

25 de junio: Llega al Callao el bergantín Chimborazo con víveres.

27 de junio: Bolívar le ordena al Intendente del Istmo enviar a Perú mil fusiles
sobrantes de la guarnición o en manos de milicianos, pero sin debilitar a las tropas
veteranas del departamento. Notifica que todas las tropas veteranas y todas las armas del
sur de Colombia ya han sido enviadas a Perú.

29 de junio: Morales rechaza a fuerzas terrestres colombianas en la desembocadura del


Garabulla en el Lago de Maracaibo, tras lo cual las fuerzas colombianas abandonan
Maracaibo.

Julio: El Congreso General de Colombia aprueba negociar un nuevo empréstito en


Gran Bretaña, enviándose a Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya, bajo la
712
dirección de Manuel José Hurtado, que reemplaza a José Rafael Revenga como
comisionado en Londres.

Bolívar decreta la creación de la Escuela Náutica de Guayaquil.

1° de julio: El Secretario de Guerra informa al Consejo de Gobierno de un contrato


celebrado por el Intendente de Venezuela, Dr. Andrés Narvarte, con el inglés William
Jones, para adquirir en Gran Bretaña una fragata de cuarenta y cuatro cañones para
Colombia. Informó que la fragata llegó y a pesar de tener cuarenta y cuatro cañones, no
tiene porte suficiente, es poco velera y costó cuarenta y ocho mil libras esterlinas. El
general Soublette se negó a admitirla, por lo que permaneció en el puerto de La Guaira
y se deterioró mucho debido a un incendio.

3 de julio: El Congreso, mediante decreto, concede a Johann Bernhard Elbers, un


privilegio exclusivo para establecer buques de vapor en el río Magdalena.

4 de julio: Se aprueba una ley especial que faculta al Poder Ejecutivo para aumentar o
reducir la fuerza armada de mar y tierra según su criterio en base a las necesidades.

El CN Ángel Laborde y Navarro zarpa de Puerto Cabello en busca de la escuadra


colombiana.

6 de julio: Laborde llega a Los Taques.

7 de julio: Decreto del Gobierno sobre alistamiento de marineros (investigar)

13 de julio: Laborde zarpa de Los Taques.

14 de julio: Laborde arriba al Castillo de San Carlos de la Barra.

16 de julio: Laborde pasa la Barra y envía una intimación a Padilla para que se rinda,
que posteriormente éste rechaza.

18 de julio: El Consejo de Gobierno decide nombrar ministro en Gran Bretaña a


Manuel José Hurtado, llevando la comisión de negociar el empréstito acordado por el
Congreso y arreglar todos los asuntos fiscales pendientes de la República en Gran
Bretaña.

21 de julio: Padilla recorre los buques arengando a las tripulaciones.

24 de julio: Triunfo aplastante de la escuadra colombiana sobre la española en la


Batalla Naval del Lago de Maracaibo.

30 de julio: Llega a Pampatar el navío Esperanza, para servir a la República. Porta 64


cañones y fue contratado en Holanda por Francisco Antonio Zea. Luego será
rebautizado como Libertador.

La Comisión de Guerra y Marina presenta a la Cámara de Representantes del Congreso


General de Colombia, el Proyecto de Ley Orgánica de la Marina de Colombia.
713
3 de agosto: El General Francisco Tomás Morales, último Capitán General español de
Venezuela, firma la capitulación y sale del país.

El Libertador ordena al Intendente de Guayaquil, organizar una colecta entre los vecinos
de la ciudad para reunir 25.000 pesos con el fin de pagar al señor Vicente Roca una
corbeta francesa que deberá luego transportar tropas a El Callao, donde será armada.
Ordena que todo el procedimiento se realice minuciosamente para luego pagar el
préstamo a cada ciudadano que aporte.

4 de agosto: Bolívar ordena a Miguel Santamaría, Ministro Plenipotenciario en México,


invitar a ese país a unirse a la guerra contra los españoles en Perú, así como también al
proyecto de confederación de países hispanoamericanos. También, que solicite a
México un préstamo a Colombia.

5 de agosto: El Congreso concede un privilegio exclusivo al Coronel Hamilton, para


establecer buques de vapor en el rio Orinoco.

Sucre informa a Bolívar desde Chalas, que la goleta Bomboná perdió un ancla y cables
debido a un temporal.

6 de agosto: Cierran las sesiones de la primera legislatura del Congreso General de la


República de Colombia.

12 de agosto: Por disposición del Libertador, se adquiere a don Vicente Ramón Roca la
corbeta Perubiana de nacionalidad francesa en 25.000 pesos, la misma que es bautizada
como Pichincha y armada en guerra a un costo de 1.151 pesos. Como parte de Marina
de la Gran Colombia, participa en las luchas independentistas peruanas desde 1824,
comandada por don Tomás Drinot y contaba como dotación a 5 oficiales, 16 marineros
y 28 soldados y clases.

15 de agosto: Morales, acompañado de oficiales y su escolta, se embarcan rumbo a


Cuba.

18 de agosto: Se descubre en Cuba una conspiración liderada por el coronel José


Francisco Lemus y don José Lemus Valdés, que tenía por objetivo independizar la isla y
convertirla en una república.

1° de septiembre: Bolívar entra a Lima y es nombrado Autoridad Suprema de Perú.

2 de septiembre: El Vicepresidente Santander y el Secretario de Guerra y Marina,


general Pedro Briceño Méndez, decretan honores para los héroes de la campaña de
Maracaibo.

10 de septiembre: El Secretario de Guerra y Marina, por recomendación del general


José Prudencio Padilla, y por sus méritos en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo,
asciende a capitán de navío a Walter Chitty y a Rafael Tono. Y al grado inmediato
superior a varios oficiales destacados en la batalla.

714
16 de septiembre: Bolívar ordena al Intendente del Istmo para que aliste la corbeta
Pichincha y el bergantín Chimborazo, además de otros que sean necesarios, para
transportar a 600 hombres de los batallones “Istmo” y “Girardot” hasta El Callao.
Ordena también reclutar 800 hombres adicionales en Panamá, y enviarlos sin demora en
los buques.

23 de septiembre: Se reinicia el bloqueo de la escuadra colombiana sobre Puerto


Cabello.

Octubre: La escuadra es reforzada con el navío Libertador (antes Esperanza) de 64


cañones, la fragata Colombia y la corbeta Urica (antes Charles), producto de las
gestiones de Zea.

Cádiz, Cartagena, Alicante y Lérida caen ante las tropas francesas. Fin de la resistencia
liberal en España.

3 de octubre: Se firma el Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación Perpetua


entre Colombia y Méjico.

6 de octubre: Bolívar ordena a los representantes de Colombia en México, solicitar


auxilio en armas, dinero y tropas para la campaña del Perú.

7 de octubre: Páez instala un cañón de 24 libras en el Trincherón, reforzando así el


asedio sobre Puerto Cabello.

23 de octubre: Chile y la Gran Colombia firman el Tratado de Amistad, Unión, Liga y


Confederación Perpetua.

1 de noviembre: Zarpa de Panamá rumbo al Perú un contingente de tropas formadas en


el Istmo a bordo del bergantín Chimborazo y los mercantes fletados Ellen, Zodíaco y
San Juan Bautista.

7 de noviembre: Zarpa la corbeta Bolívar, al mando del CF. John Maitland, rumbo a
San Thomas y luego a Cartagena de Indias, escoltando al navío Libertador.

8 de noviembre: Cae Puerto Cabello, último reducto español en Colombia, ante las
fuerzas terrestres del General José Antonio Páez; teniendo participación activa también
la escuadra encargada del bloqueo.

18 de noviembre: Llegan al Callao los bergantines Chimborazo y Helen con 362


hombres procedentes del Istmo.

20 de noviembre: el Coronel Tomás de Heres avisa al Libertador de la amenaza de un


corsario norteamericano al servicio de España en el Pacífico.

26 de noviembre: Bolívar avisa al comandante de la goleta Guayaquileña que un


corsario enemigo armado con 20 cañones y con 250 hombres, entre estadounidenses e
ingleses, se presentó delante del Callao. Le ordena dejar el bloque de Trujillo y reunirse
715
con la corbeta Limeña y con cualquier buque de guerra colombiano que encuentre o que
arribe a Guayaquil, a fin de enfrentar la amenaza.

Bolívar ordena al Intendente de Guayaquil levantar el bloqueo de Trujillo y que se


envíen a la goleta Guayaquileña, la corbeta Limeña y el navío Monteagudo a
Guayaquil, facilitándoles todo los medios posibles para enfrentar a un corsario enemigo
de reciente aparición.

27 de noviembre: Bolívar da órdenes similares al Ministro de Guerra del Perú.

28 de noviembre: El Coronel Tomás de Heres avisa al Libertador que el bergantín


Boyacá recibió misión de escoltar a la fragata O´Higgins que conducía tropas al Perú.

Bolívar ordena al Ministro de Guerra de Perú que las fuerzas navales de Colombia y
Perú que se encuentran bloqueando las costas de Trujillo y Piura se dirijan
inmediatamente en persecución de un bergantín corsario que se halla cruzando frente al
Callao.

Diciembre: La goleta corsario colombiana Zulme enfrenta cerca de la punta de Icaco,


cerca de La Habana, a cuatro embarcaciones piratas; poniéndolas en fuga pero
quedando muy averiada. Se retira a Nueva Orleans a carenarse.

Llega al Callao el batallón “Del Istmo” y 300 hombres más a Guayaquil. 200 hombres
más de caballería y 3.400 infantes se embarcan en el Istmo con destino a Perú. 600 son
reclutas venezolanos y el resto veteranos de Caracas y Cartagena. Al llegar esos
refuerzos, se reunirían 7.000 soldados colombianos en Perú.

1° de diciembre: Abre la Academia de Náutica de Guayaquil.

2 de diciembre: El Presidente de Estados Unidos James Monroe da su séptimo mensaje


anual al Congreso, en donde se resume la posteriormente llamada “Doctrina Monroe”.

La corbeta corsaria colombiana Orinoco se entrega a las autoridades españolas en San


Juan de Puerto Rico, tras haberse amotinado su tripulación en San Bartolomé.

4 de diciembre: El Coronel Tomás de Heres sigue avisando a Bolívar de la amenaza de


un corsario enemigo en el Pacífico.

7 de diciembre: El general Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y Marina, gira


instrucciones sobre la escuadra en Venezuela al general Soublette, al enterarse de la
captura de Puerto Cabello. Las instrucciones están destinadas a una mejor distribución
de la escuadra e impedir nuevas invasiones de los españoles.

11 de diciembre: Bolívar ordena al Intendente de Guayaquil proteger con medios


navales la expedición que viene de Panamá, y que evite que los buques peruanos se
pierdan o se rindan ante los corsarios que rondan en el Pacífico.

18 de diciembre: Se firma la Convención sobre límites entre Colombia y el Perú.


716
19 de diciembre: Llega el bergantín Chimborazo al Callao, con 362 hombres a bordo
del batallón “Istmo”.

31 de diciembre: Se firma el Tratado de Comercio entre Colombia y México.

1824:

Enero: Se crea el Cuarto Departamento General de Marina.

El capitán de navío Nicolás Joly es nombrado comandante de la fragata Venezuela, la


cual cumplirá, entre otras tareas, misiones de transporte hacia Chagres y Portobelo,
transportando tropas destinadas a Perú.

2 de enero: Bolívar avisa al Intendente de Guayaquil que se han recibido noticias de


haber salido de Chile un bergantín corsario enemigo.

11 de enero: El Coronel Tomás de Heres reporta a Bolívar más dificultades con


corsarios enemigos en el Pacífico.

23 de enero: El general Juan de Escalona, Intendente de Venezuela, escribe al Jefe del


Estado Mayor del Ejército, ordenándole reclutar 300 jóvenes para formar un batallón de
infantería de marina.

5 de febrero: Se rebela a favor de los realistas la guarnición del fuerte del Callao. Los
rebeldes capturan el bergantín Balcarce, la fragata Guayas y otro bergantín más.

10 de febrero: Bolívar solicita al Secretario de Guerra de Colombia, que envíe al


Pacífico a Padilla o Beluche, además de doce buenos oficiales navales, cañones,
municiones navales, jarcias y lonas para hacer velas, hierro y acero para equipar la
escuadra del Pacífico.

12 de febrero: El Capitán de Navío Renato Beluche, al mando de las corbetas Bolívar y


Boyacá, capturó el bergantín Boston, de bandera inglesa y capitaneado por Alexander
Murdock, que iba en ruta de Trinidad a Gibraltar cargado de cacao; y un bergantín
francés llamado Bonne Sophie, capitaneado por Chevanche del Havre-de-Grace, en ruta
a Martinica y cargado de especias. Ambos buques habían sido apresados por un pirata
español armado en Puerto Rico. Beluche no pudo atrapar al pirata, que escapó, y liberó
a los buques y sus tripulaciones.

Bolívar nombra al Capitán de Navío Thomas Wright Comandante General de la


Escuadrilla de Colombia en el Sur.

17 de febrero: El almirante peruano Guise exige la rendición de los rebeldes, que se


niegan. Por lo que inicia el bloque de El Callao.

717
21 de febrero: Apoyado por la goleta Macedonia y el bergantín Congreso, de la armada
peruana, Guise ataca la fortaleza del Callao y refuerza el bloqueo.

Bolívar ordena al Intendente de Guayaquil reparar y preparar al bergantín Chimborazo y


a la corbeta Bomboná.

24 de febrero: Bolívar le ordena al almirante Guise, comandante de la escuadra


peruana, bloquear el puerto del Callao y destruir todo buque que pueda servirle al
enemigo.

25 de febrero: Bolívar ordena al Ministro Plenipotenciario en México negociar con ese


país un empréstito de 200 o 300.000 pesos para Colombia, que se emplearían en la
campaña del Perú.

El almirante Guise realiza un ataque nocturno sobre la rada del Callao. Captura cuatro
buques enemigos e incendia otros seis.

4 de marzo: Zarpa de Puerto Cabello la corbeta Boyacá para escoltar al navío


Libertador hasta Cartagena. De allí cruzó a las costas de Cuba, apresando varios buques
españoles.

5 de marzo: Zarpa de Maracaibo una escuadrilla al mando del CN. Nicolás Joly,
compuesta por las goletas Emprendedora, Maracaibera, Voladora y Rosa, además del
bergantín Zulia; transportando al batallón “Zulia” y al escuadrón “Dragones de
Venezuela” hacia el Istmo.

22 de marzo: Bolívar ordena al Intendente de Guayaquil perseguir al bergantín corsario


español General Moyano. También ordena el envío de equipo militar y refuerzos hacia
Perú.

29 de marzo: El AN Pedro María Iglesias abre el primer curso de la Escuela Náutica de


Cartagena.

31 de marzo: El Secretario de Marina es informado de que el Libertador adquirió una


corbeta nueva llamada General Santander, para operar con la escuadra del Pacífico, y
que se está preparando en Guayaquil.

El Intendente de Guayaquil, General Juan Paz del Castillo, es informado de que el


corsario enemigo Brujo capturó al bergantín Boyacá que había salido de Paita con
reclutas a bordo. El corsario español tiene 80 hombres de tripulación, entre 6 y 8
cañones de 12 libras y uno giratorio. Se estima que está sobre las costas del norte de
Perú desde el 18 o 19 del mes, y ya ha capturado tres buques.

Abril: El navío español Asia, y el bergantín “Aquiles”, ambos al mando del Capitán de
Navío Roque Guruceta, llegan a Chiloé. El gobierno chileno pide a Bolívar que envíe a
la fragata Protector para que, unida a las fuerzas navales chilenas haga frente a la
amenaza.

718
Manuel Antonio Arrubla y Francisco Montoya contratan con la casa B.A. Goldschmidt
& Co. de Londres, un empréstito por £4.750.000 (23.750.000 pesos), a un plazo de
treinta años y con la garantía de las rentas públicas de Colombia, con un descuento de
15% y a una tasa de interés de 6% pagadera con anticipación a la entrega total de los
fondos. Manuel José Hurtado, Arrubla y Montoya, obtuvieron una comisión sobre el
monto nominal del empréstito en concepto de remuneración por sus servicios. El saldo
que le quedó a Colombia, después de hechas las deducciones contempladas en el
contrato, fue solamente de £2.941.000.

4 de abril: El Capitán de Navío Renato Beluche, al mando de las corbetas Bolívar y


Boyacá apresa frente a La Habana la corbeta española Ceres, la cual portaba 36 cañones
de 18 libras y 2 obuses.

6 de abril: Santander envía una nota al Gobierno de Estados Unidos donde se juzga
favorablemente la Doctrina Monroe.

14 de abril: El Coronel Tomás de Heres avisa al Libertador que el buque Brujo recibió
patentes de corso españolas firmadas por José Bernardo de Tagle.

17 de abril: El Coronel Tomás de Heres reporta al Libertador la llegada de 1000 fusiles


a Guayaquil, así como 103 hombres procedentes de Panamá.

18 de abril: Arriban a Pensacola las corbetas Bolívar y Boyacá, junto con la Ceres
apresada frente a La Habana, a fin de efectuar reparaciones en los tres buques.

27 de abril: Bolívar nombra al Capitán de Navío Vicente Barbará Comandante del


Cuarto Departamento de Marina.

28 de abril: Bolívar ordena a la escuadrilla colombiana en el Pacífico que, tras conducir


al Perú la última expedición de tropas, naveguen al Callao, a ponerse a las órdenes del
almirante Guise y proceder a bloquear ese puerto, a la par que las fuerzas terrestres
marcharían hacia allá entre mayo y junio.

6 de mayo: El Congreso decreta una leva de 50.000 hombres ante el temor de un ataque
de la Santa Alianza.

8 de mayo: El general Sucre solicita al Secretario de Guerra y Marina la habilitación de


dinero para transportar por mar a la 2da División Colombiana hasta Perú.

11 de mayo: El Congreso sanciona un decreto sobre aumentar la fuerza armada de la


República.

18 de mayo: El Capitán de Navío Renato Beluche informa oficialmente desde Nueva


York, a donde fue a buscar dinero y materiales para reparar sus buques, y también a
alistar marineros, de los hechos ocurridos el 4 de abril frente a La Habana.

24-25 de mayo: El Vicepresidente Santander y el Secretario de Marina solicitan al


Senado revisar el reglamento de salarios, por ser éstos muy bajos, en especial para el
719
personal extranjero alistado. Solicitan también finalizar la construcción de 12 de los 50
pailebotes originalmente encargados en el extranjero, y apoyar el crecimiento de la
marina de guerra.

30 de junio: El Congreso ratifica el tratado de alianza con México firmado en 1823.

6 de julio: Bolívar ordena a todos los comandantes de buques de guerra colombianos en


el Pacífico que ante la amenaza de buques españoles llegados a la zona, se pongan a la
orden del almirante Guise, que una vez el ejército libertador derrote a los españoles en
tierra estrechen el bloqueo de la costa y que una vez capturado o destruido el navío
español Asia continúen transportando y convoyando tropas desde Guayaquil hacia Perú.

Bolívar ordena al Prefecto de la Costa peruana preparar gran cantidad de suministros


para los buques peruanos y colombianos que bloquean el Callao y el resto de la costa
peruana. También ordena al Prefecto de Trujillo abastecer de todo lo necesario a la
escuadra que bloquea el Callao.

1º de julio: Circula en Madrid la noticia de que la falta de pago provocó el


amotinamiento de las tripulaciones del bergantín Pichincha y la corbeta Urica.

9 de julio: Bolívar ordena al Secretario de Guerra y Marina que deje sin efecto el
nombramiento del CN Vicente Barbará como Comandante del Cuarto Departamento de
Marina y lo envía de regreso a Cartagena. Solicita además que Padilla o Beluche tomen
el mando de la escuadra de Colombia.

19 de julio: Santander informa a Bolívar de una expedición española organizada en


Cuba contra Venezuela.

23 de julio: El Congreso sanciona una ley estableciendo un Estado Mayor y


Departamento para organizar la Fuerza Armada.

25 de julio: Se sanciona la Ley de División Territorial.

28 de julio: Se sanciona la Ley de Patronato Eclesiástico.

29 de julio: El Congreso decreta la construcción de cincuenta pailebotes para el servicio


de la Armada.

Agosto: Santander ordena la creación de un Cuerpo Nacional de Milicia para auxiliar al


Ejército en la defensa del país y reducir costos.

El almirante Guise pide a Bolívar apoyo consistente en infantes de marina y pólvora,


para enfrentar al Asia y al Aquiles. Bolívar dispone enviar a la escuadra colombiana del
Pacífico, al mando del Capitán de Navío Thomas Carl Wright, para que se uniera a la
peruana en el Callao.

9 de agosto: Bolívar ordena al CN Wright navegar con su escuadrilla a Guayaquil para


transportar a Perú a las tropas que llegarán desde el norte de Colombia. Le advierte que
720
si apareciese el navío enemigo Asia, reúna sus fuerzas con la escuadra peruana del
almirante Guise, liquiden dicha nave y luego proceda a navegar hasta Guayaquil.

6 de agosto: Triunfo del ejército colombiano en la Batalla de Junín. Bolívar continúa su


avance en la liberación de Perú.

Se subleva la corbeta General Santander en Panamá.

11 de agosto: Aparece en El Colombiano de Caracas, referencias a que el corsario


General Santander, apresó al buque norteamericano Mecánico por llevar a bordo
mercancía española a ser entregada en La Habana, y que se emplearía en una expedición
contra Colombia. En la nota, se responde por el capitán Chase, comandante del General
Santander, que fue acusado por el editor del New York Mercantile Advertiser de atacar
el comercio estadounidense.

15 de agosto: Santander publica un decreto especial con instrucciones para responder a


la amenaza de una invasión española a alguno de los departamentos sobre la costa
Atlántica y Caribeña (Orinoco, Venezuela, Zulia, Magdalena y el Istmo)

19 de agosto: Bolívar reconoce ante Perú una deuda colombiana de 17.000 pesos,
empleados para la adquisición de la corbeta General Santander y de un bergantín.

México ratifica el tratado de alianza firmado con Colombia.

20 de agosto: Páez embarca una división auxiliar en Puerto Cabello, compuesta por
2.694 hombres, a las órdenes del Coronel José Gregorio Monagas con destino al Perú,
para enviarse en buques de guerra y transportes.

24 de agosto: Wright envía una corbeta colombiana para entregar pólvora a Guise
mientras el resto de su escuadra se alista en Guayaquil. En Huacho, los buques peruanos
enfrentan a los españoles, tras la asistencia dada por la nave colombiana.

31 de agosto: El Congreso de Colombia renueva su orden de una leva de 50.000


hombres para responder a la amenaza de una invasión de la Santa Alianza.

5 de septiembre: Encuentro parcial entre fuerzas navales españolas y peruanas frente al


Callao. Los españoles salieron del puerto con embarcaciones menores y atacaron a la
fragata Protector y la goleta Macedonia. Las fuerzas del almirante Guise triunfan y los
españoles vuelven al puerto.

23 de septiembre: Fuerzas navales peruanas y colombianas se reúnen en Huarmey. De


Colombia: la corbeta Pichincha al mando del Capitán de Corbeta Drinot, la goleta
Guayaquileña del Capitán de Corbeta Baxter y el bergantín Chimborazo como insignia
del CN Wright. De Perú: las fragatas Protector y Vigía, y la goleta Macedonia.

2 de octubre: El Coronel Tomás de Heres advierte al Libertador del peligro en el


Pacífico por el navío de línea Asia y del bergantín Aquiles, de los españoles.

721
3 de octubre: Se firma la Convención General de Paz, Amistad, Navegación y
Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América.

7 de octubre: Combate Naval del Callao. El navío español Asia y el bergantín Aquiles
enfrentan en combate indeciso a buques peruanos y colombianos combinados. Entre los
buques peruanos se contaban la corbeta Prueba, mientras que los colombianos eran el
bergantín Chimborazo, la corbeta Pichincha y la goleta Guayaquileña. Luego del
combate, la escuadrilla española se retira al puerto de Quilca, al sur del Perú.

Pedro Gual, Secretario de Relaciones Exteriores de Colombia, envía nota a José María
Salazar, embajador de Colombia en los Estados Unidos, donde le comunica que el
Ejecutivo de la República de Colombia desea que los Estados Unidos envíen
Plenipotenciarios a Panamá.

9 de octubre: los corsarios colombianos Centella y Polly Hampton capturan a la


mercante francesa Urania, en ruta de Burdeos a La Habana, hallando mercancía
española a bordo y conduciéndola a Puerto Cabello.

26 de octubre: Bolívar nombra a Jorge Guise como Comandante de las Fuerzas


Navales Combinadas de Colombia y Perú. Le ordena estrechar el bloqueo del Callao
ante el peligro de un ataque naval español hacia el norte.

28 de octubre: Zarpa el bergantín Pichincha rumbo a Estados Unidos para efectuar


reparaciones.

6 de noviembre: Al almirante Guise llega a Guayaquil con sus buques, recibiendo


apoyo local para repararlos.

13 de noviembre: Llega a Puna la expedición colombiana esperada por Bolívar.

24 de noviembre: Se lleva a cabo el Consejo de Guerra ordenado por Bolívar contra los
responsables de la sublevación de la corbeta General Santander. Se absuelve al Capitán
de Navío John Thomas Spry, al segundo comandante William Williams, al pilotín Carl
Brown, al Capitán de Infantería Francisco Bárrelo y al resto de la tripulación.

7 de diciembre: El Libertador Simón Bolívar publica su circular invitando a los


gobiernos de Colombia, Chile, Río de la Plata, Centroamérica y México a enviar sus
representantes al Istmo de Panamá para celebrar un Congreso Anfictiónico.

9 de diciembre: Triunfo definitivo del Ejército Libertador Unido en Batalla de


Ayacucho. Las últimas fuerzas terrestres del Monarquía Española en Sudamérica son
destruidas.

10 de diciembre: Se firma la Convención entre Colombia y los Estados Unidos sobre


abolición del tráfico de esclavos.

23 de diciembre: Los primeros cadetes navales de la Escuela Náutica de Cartagena


presentan sus exámenes.
722
24 de diciembre: Bolívar invita al almirante chileno Manuel Blanco Encalada para que
una sus fuerzas navales con las de Perú y Colombia, a fin de derrotar definitivamente en
el Pacífico a los españoles.

1825:

Enero: En Maracaibo fueron botadas dos cañoneras, llamadas Atrevida y Beloza.

El CN Felipe Santiago Esteves, Comandante General del Segundo Departamento de


Marina, envía al TN Pedro Lucas Urribarrí a limpiar de piratas las aguas del Cabo
Codera y La Orchila. Hecho esto, Urribarrí persiguió a los piratas hasta las aguas de
Vieques y Puerto Rico.

10 de enero: Se presentó frente Puerto Cabello una escuadra francesa, compuesta de


una fragata de 60 cañones, 2 bergantines goletas y una goleta, a las órdenes del Capitán
de Navío Dupotet, y dirigió comunicación al comandante general de Marina de dicho
puerto, pidiéndole en nombre del almirante Julien, comandante de la estación de las
Antillas francesas, satisfacción por el insulto que decía haberse inferido frente a
Portobelo por el comandante de la fragata Venezuela al de la goleta francesa Gazelle.
Ademas, exigía dicho almirante la devolución de todo el cargamento de la corbeta
mercante Urania, que había sido apresada con efectos de propiedad española por los
capitanes de los corsarios Poli-Hampton y Centella.

29 de enero: El Alto Perú se declara independiente.

1° de febrero: Sucre informa a Bolívar que el navío Asia se fue a Manila para luego
escoltar cargas valiosas a Europa, y solicita dos goletas para cruzar de Arica a Iquique.

10 de febrero: El Capitán de Navío Renato Beluche al mando de la corbeta Bolívar


apresa al bergantín español Guadalupe en ruta desde Cádiz hacia La Habana.

19 de febrero: El Colombiano, de Caracas, publica la noticia de que Colombia rechazó


firmar un tratado de alianza defensiva con Haití para evitar una guerra con Francia.

20 de febrero: El Capitán de Navío Renato Beluche al mando de la corbeta Bolívar


apresa al bergantín español Neptuno en ruta desde Cádiz hacia La Habana.

28 de febrero: El Capitán de Navío Renato Beluche al mando de la corbeta Bolívar


apresa la nave mercante española Tarántula en ruta Cádiz – La Habana.

8 de marzo: Mediante una proclama, Páez pone en Asamblea los departamentos de


Venezuela y Apure, ante la amenaza de invasión española de 2.000 hombres, que se
estaban reuniendo en las Islas Canarias.

15 de marzo: Se firma el Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetúa entre


Colombia y las Provincias Unidas de Centroamérica.
723
29 de marzo: El Congreso sanciona un decreto concediendo a George Suckley, sus
herederos y apoderados, privilegio exclusivo para establecer buques de vapor en el Lago
de Maracaibo, río Zulia y sus afluentes por 21 años.

7 de abril: Bolívar escribe a Santander que no desea invitar a Estados Unidos a la


Asamblea del Istmo, pues considera que eso dañaría la relación de Colombia con Gran
Bretaña.

16 de abril: Zarpa la fragata Venezuela de Cartagena, rumbo a Boston.

18 de abril: Se firma el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Colombia y


Gran Bretaña.

7 de mayo: El Congreso sanciona un decreto autorizando al Poder Ejecutivo para


establecer escuelas de navegación en los puertos de la Repúb1ica.

10 de mayo: El Secretario de Estado de EE.UU., Henry Clay, le dirige una carta a su


embajador en Rusia, Henry Middleton, solicitándole que tramite la mediación del Zar
entre España y las nuevas repúblicas independientes, para negociar el fin de la guerra.

Los cadetes de la Escuela Náutica de Cartagena presentan exámenes.

14 de mayo: Presentan exámenes los cadetes de la Escuela Náutica de Cartagena.

18 de mayo: Arriba a La Guaira la fragata española Nuestra Señora de la Asunción, la


cual fue apresada en su travesía de Cádiz a La Habana por la goleta corsario General
Santander. El buque apresado llevaba a bordo 3.980 balas de cañón, 200 granadas, un
mortero y un obús.

19 de mayo: La fragata Venezuela llega a Boston. Lleva como pasajero al Dr. Francisco
López, quien porta un tratado de comercio y un arreglo para suprimir el comercio de
esclavos que presentará al Gobierno de Estados Unidos.

25 de mayo: Se denuncia en el puerto de Arrecife de Lanzarote, Islas Canarias, el asalto


de un buque mercante español por parte de un corsario colombiano.

1° de junio: El Secretario de Guerra y Marina, por orden de Santander, presentó ante el


Consejo de Gobierno un proyecto para reunir toda la marina de guerra a fin de enviarla
a bloquear el puerto de La Habana o el de Santiago de Cuba, y así evitar el envío de
auxilios al Castillo de San Juan de Ulúa; o enviarla al Golfo de México para cooperar
con el asedio a la fortaleza. El Consejo juzgó bueno el proyecto y se decidió nombrar
jefe de la escuadra al general Lino de Clemente.

Llega a México el ministro estadounidense Joel R. Poinsett, quien en nombre de su


gobierno presionará a México para no atacar Cuba y Puerto Rico.

6 de junio: Santander informa a Bolívar que la escuadra francesa se retiró de Puerto


Cabello sin mayores complicaciones políticas. También, que ordenó causa penal contra
724
el corsario Roma Libre por haber cometido piratería contra Francia. Santander además
informa de sus planes de cooperar con el asedio del castillo de San Juan de Ulúa, y
bloquear La Habana; que espera de Europa un navío de 74 cañones que se llamará
Bolívar, dos bergantines y dos fragatas de 44 cañones, lo cual ya ha sido todo pagado.
Sugiere además enviar al menos un gran buque al Pacífico y declara tener autorización
del Congreso para todo lo comunicado y, además, atacar Puerto Rico si el bloqueo a
Cuba no diera resultados.

15 de junio: Según carta fechada en Alvarado el 18 de marzo, y publicada en El


Colombiano de Caracas, en Campeche se reúnen alrededor de 12.000 hombres para
invadir Cuba.

Julio: Informes de actividad de corsarios colombianos cerca de Cádiz y de decenas de


mercantes españoles capturados.

11 de julio: Bolívar ordena al Ministro de Guerra de Perú y al Prefecto de Arequipa


preparar buques de transporte para llevar 1600 hombres del ejército colombiano desde
Arica a Panamá entre octubre y noviembre y 1400 desde Quilca.

21 de julio: Santander informa a Bolívar que en La Habana los españoles preparan


expedición contra México, reiterando su disposición a enviar fuerzas navales y terrestres
a dicho teatro de guerra. Santander informa que aún no han llegado los buques que
espera de Europa y Estados Unidos, por lo que aún no puede proceder. Declara también
haber tranquilizado a Francia en sus reclamos, pero sin comprometer la dignidad de la
República.

27 de julio: Henry Middleton, ministro de EE.UU. en Rusia, le responde a Henry Clay,


Secretario de Estado, informándole de la buena disposición del Gobierno ruso de mediar
entre España y las nuevas repúblicas independientes.

29 de julio: Bolívar ordena al general Salom que para diciembre envíe a Colombia al
batallón “Araure” y un escuadrón de nueva creación a partir de unidades previas. De
13.000 tropas enviadas a Colombia, Bolívar afirma que solo 6.000 existen al momento.

6 de agosto: El Alto Perú se convierte en República de Bolívar, luego Bolivia.

11 de agosto: Carlos Soublette, Secretario de Guerra y Marina, comunica a Lino de


Clemente que por decisión del Vicepresidente ha sido nombrado Comandante General
de la Escuadra de Operaciones que se formará en el Tercer Departamento de Marina.
Esta escuadra tendrá como misión auxiliar a México en el asedio de San Juan de Ulúa.

13 de agosto: Bolívar ordena al Ministro de Guerra de Perú que iguale el sueldo pagado
a la marina colombiana con aquel que paga a la marina peruana.

19 de agosto: Se firma el Convenio sobre Auxilios Navales a México.

725
21 de agosto: Santander informa Bolívar de una gran escuadra francesa llegada al
Caribe, la cual desembarcó en Cuba 5.000 hombres. Explica que España refuerza Cuba
y Puerto Rico con tropas francesas y prepara ataques sobre las repúblicas continentales.
Santander expone a Bolívar su plan, consistente en que un navío de 74, una fragata de
44, tres corbetas, dos bergantines y dos goletas formen una división al mando de
Clemente y Beluche que navegará al Golfo de México para bloquear San Juan de Ulúa
junto con la escuadra mexicana y batir a la escuadra española. El resto de la escuadra,
comandada por Joly, iría contra Puerto Rico.

Septiembre: El general Lino de Clemente y el capitán de navío Renato Beluche reciben


nombramientos como Comandante en Jefe y Mayor General y Segundo Jefe de la
expedición que se enviará a San Juan de Ulúa. Para ello, se trasladan a La Guaira a fin
de embarcarse hacia Cartagena e incorporarse en la escuadra surta en dicho puerto.

10 de septiembre: El general Lino de Clemente y el capitán de navío Renato Beluche


zarpan de La Guaira hacia Cartagena para tomar sus nuevos cargos.

15 y 16 de septiembre: Presentan exámenes finales los cadetes del primer curso de la


Escuela Náutica de Cartagena.

21 de septiembre: Santander informa a Bolívar que la escuadra francesa que estaba en


La Habana partió para Europa, compuesta de las divisiones que estaban en Brasil y en
Martinica. Se despejan los temores suscitados en Venezuela, el Istmo y Cartagena.

23 de septiembre: Circula en Madrid la noticia de que un mercante español recién


llegado a Cádiz informó que fueron abordados por un bergantín colombiano al oeste del
Cabo Sines, el cual se llevó vituallas, herramientas, libros y aparejos. El corsario llevaba
20 marineros provenientes del yate español San Francisco de Asís, capturado el 2 de
septiembre y del bergantín Concepción, capturado el 10; y está armado con 3 cañones y
una carronada en colisa.

6 de octubre: Circula en París la noticia de que algunos comerciantes de Cataluña


quienes venían hacia Burdeos o Marsella desde Cuba pasaron el 22 y 23 de septiembre a
través de Perpignan para regresar a casa. Sus buques fueron abordados por algunos
corsarios colombianos, siendo saqueados.

10 de octubre: Los enviados de las Provincias Unidas del Río de la Plata le solicitan al
Libertador en Bolivia que ayude a su país en la guerra contra Brasil enviando a la
armada colombiana a la zona de guerra. Los argentinos tienen una excelente opinión de
la armada colombiana y ofrecen costear sus gastos.

13 de octubre: Circulan en Madrid noticias de un nuevo corsario colombiano, la goleta


Soublette, al mando del capitán Cunningham que llegó hace poco a Gibraltar. También
se reciben noticias desde Cádiz, informando que varios corsarios colombianos se
concentraron en el Cabo San Vicente.

20 de octubre: Clemente y Beluche llegan a Cartagena.


726
24 de octubre: Llegan a Cartagena el navío de línea Tapperheten y la fragata Af
Chapman, comprados a Suecia.

28 de octubre: Es botada una de las dos grandes fragatas construidas en EE.UU. para la
armada colombiana.

2 de noviembre: El ministro colombiano en Washington envía al Secretario de Estado


una carta invitando a Estados Unidos al Congreso Anfictiónico de Panamá.

20 de noviembre: La fragata española Sabina (ex Constitución) al mando de Ángel


Laborde, acompañada por las fragatas Casilda y Aretusa, junto con dos transportes en
ruta a San Juan de Ulúa, se ven afectados por un temporal. La Sabina sufre importantes
daños y se separa del resto de los buques. Los buques españoles son perseguidos por
una fragata mexicana de 56 cañones y una corbeta también mexicana de 22 cañones,
además de algunas cañoneras.

21 de noviembre: Santander informa a Bolívar que la escuadra no se ha reunido aún


por retardo de los buques que espera del Báltico, pero que ya zarparon.

22 de noviembre: Se funda una Academia Náutica en Maracaibo, que tiene por sede la
goleta Independencia y como director al teniente de navío Felipe Baptista.

23 de noviembre: Caída del Castillo de San Juan de Ulúa (Veracruz) en manos de las
fuerzas mexicanas.

26 de noviembre: El CF Juan Jorge Peoli es enviado para recibir en Nueva York la


fragata Cundinamarca.

30 de noviembre: El Secretario de Estado de EE.UU. responde al ministro colombiano


diciendo que su país asistirá a la Asamblea del Istmo, pero solicita que se clarifique la
agenda, y aclara que EE.UU. no romperá su neutralidad.

6 de diciembre: Santander informa a Bolívar de más envíos de tropas españolas a La


Habana, así como también del navío de 74 que será llamado Bolívar y de la fragata de
44 que será llamada Congreso, además de dos bergantines llamados Araure y
Chimborazo. También informa que las dos fragatas que se esperan de Nueva York se
llamarán Colombia y Cundinamarca.

Llegan cerca del castillo de San Juan de Ulúa las fragatas españolas Casilda y Aretusa
junto con dos transportes, pero emprenden la fuga al avistar a la escuadrilla mexicana.

7 de diciembre: El Secretario de Relaciones Exteriores informa al Consejo de Gobierno


de una nota enviada por Anastasio Torrens, encargado de negocios de México en
Colombia, en la cual pide que, según las últimas instrucciones de su gobierno, se rompa
el convenio celebrado entre ambos países para que se enviara a la escuadra colombiana
al Golfo de México; esto debido a que México ya ha adquirido suficientes buques y
juzga innecesaria la ayuda colombiana. El Consejo de Gobierno acordó contestar que el

727
Ejecutivo tenía información de que las fuerzas navales españolas en Cuba eran muy
superiores a las mexicanas, por lo que no podrían vencerlas por si solas, recomendando
en nombre de la prudencia no suspender la alianza. El Consejo de Gobierno discutió
también qué otras misiones podían encomendársele a la escuadra si no era enviada a
México.

10 de diciembre: Se presenta en Puerto Cabello una escuadra francesa compuesta de


una fragata, dos bergantines y una goleta, enviada por el Contralmirante Jurien de la
Graviére, para presentar diversas reclamaciones por agravios cometidos contra buques
franceses por parte de corsarios de Colombia.

16 de diciembre: El Consejo de Gobierno discutió cómo emplear la escuadra si México


cancela la alianza naval con Colombia.

20 de diciembre: Henry Clay, Secretario de Estado de EE.UU., envía carta a José


María Salazar, embajador de Colombia en EE.UU., informándole de la mediación rusa
en la guerra entre España y las nuevas repúblicas independientes, asegurándole que los
resultados serán fructíferos y solicitándole además que Colombia se abstenga de todo
ataque sobre Cuba y Puerto Rico.

26 de diciembre: Zarpa de Nueva York la fragata Colombia.

30 de diciembre: José María Salazar responde Henry Clay. Afirma que no conoce
sobre ningún ataque en preparación sobre Cuba o Puerto Rico, asegura que el
movimiento de tropas y buques en Cartagena se debe al regreso de las tropas
colombianas desde el Perú por vía marítima. Al mismo tiempo, no se compromete con
la solicitud de EE.UU., pero declara que tal expedición se someterá a discusión en el
venidero congreso en el Istmo.

1826:

2 de enero: Santander, en su mensaje al Congreso, expone su opinión de que el ejército


debe reducirse en favor de la marina, para que así la República pueda ahorrar dinero y
hombres, y defenderse mejor de posibles invasiones.

El Secretario de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, en su mensaje al Congreso


expresa su opinión contraria a impulsar la guerra de corso, a fin de evitarle roces a
Colombia con las grandes potencias y países neutrales.

4 de enero: Zarpa de Boston la fragata Cundinamarca, construida en EE.UU. para la


armada colombiana.

6 de enero: Santander comenta a Pedro Briceño Méndez, Secretario de Guerra y


Marina, un plan presentado por Daniel Danells para hostigar el comercio.

728
9 de enero: El Presidente de EE.UU., John Quincy Adams, remite al Senado un reporte
de la Secretaría de Estado en la que se detallan y explican los tratados de alianza
firmados por Colombia con Chile, Perú, Centroamérica y México.

El Secretario de Marina, en su mensaje al Congreso totaliza los gastos de la marina para


el año que comienza en $ 4.809.077

12 de enero: El Secretario de Guerra y Marina informó al Consejo de Gobierno de la


caída del Castillo de San Juan de Ulúa en manos mexicanas, conviniéndose en que con
este hecho se disolvía el convenio entre México y Colombia para el envío de la escuadra
colombiana para apoyar a la rendición de dicho fuerte. El Secretario de Guerra y Marina
presentó un proyecto de convenio para una combinación de las escuadras mexicana y
colombiana, para atacar y destruir la escuadra española apostada en Cuba. El Consejo
de Gobierno aprobó el proyecto y lo envió a México para su negociación.

17 de enero: Son ejecutados en Cuba los señores Sánchez y Agüere, agentes de


Colombia enviados para sublevar la isla contra España. Debido a la imprudencia de
Sánchez fueron descubiertos y ejecutados.

21 de enero: Santander escribe a Bolívar explicando que ya habiendo caído San Juan de
Ulúa en manos mexicanas, el plan de operaciones se cambiará para reunir a las
escuadras de México y Colombia y batir juntas a la española, abriendo así paso para
bloquear Cuba, Puerto Rico o Canarias, o atacar en aguas europeas y forzar a España a
rendirse.

23 de enero: el Congreso autoriza al Poder Ejecutivo a fijar los uniformes del ejército y
la marina.

Por la noche, piratas sorprenden y atacan a una embarcación salida de Puerto Cabello,
dando muerte a seis hombres y mujeres, hiriendo a otros y robando todo el dinero que
de varios hacendados de Choroní conducía su patrono. El Comandante del Segundo
Departamento de Marina, CN. Felipe Santiago Estéves, comisionó al TF. Felipe
Baptista para perseguirlos y apresarlos, lo que Baptista logró pocos días después,
entregándolos a los jueces de Puerto Cabello.

26 de enero: El Senado mexicano aprobó los planes coordinados con Colombia para
liberar Cuba y Puerto Rico.

30 de enero: Por presión de Estados Unidos, y en cumplimiento con el tratado


comercial de 1824, Santander decreta que los buques y mercancías estadounidenses
tendrán los mismos impuestos y privilegios que los británicos.

31 de enero: El Secretario de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga, escribe al


ministro de EE.UU., Richard C. Anderson, aceptando la reclamación comercial
estadounidense, pero explicando que no es necesario un nuevo acuerdo bilateral.

729
1° de febrero: El Secretario de Finanzas en su mensaje al Congreso señala que entre
1824 y 1825 el total recaudado para el tesoro nacional fue de $ 6.196.725, mientras que
el monto de gastos ascendió a $ 15.487.710. Para el año que comienza se proyectan $
6.803.296 fueron para el ejército y 4.809.077 para la marina.

6 de febrero: El CF Juan Jorge Peoli recibe en Nueva York la fragata Cundinamarca.

8 de febrero: El Secretario de Guerra informó al Consejo de Gobierno de un contrato


celebrado en 1825 con Johann Bernhard Elbers para que trajera algunos buques mayores
de guerra; algunos de los cuales ya han llegado a Cartagena y, según los informes
presentados, no son del porte, edad y calidad que se prometieron en el contrato.

12 de febrero: Llega a Puerto Cabello la fragata Colombia.

13 de febrero: El Secretario de Guerra y Marina presentó al Consejo de Gobierno un


nuevo proyecto para reformar el contrato celebrado con Johann Bernhard Elbers sobre
un navío de 74 cañones y una fragata de 44, traídos desde Suecia a Cartagena. El
Consejo de Gobierno determinó, tras evaluar los informes sobre la escuadra española
apostada en Cuba, que Colombia necesitaba dichos buques, por lo que se decidió
recibirlos, mandándolos a carenar en Nueva York, como ofreció Elbers, bajo
supervisión del Cónsul General de Colombia. Todo esto por petición del
Vicepresidente.

16 de febrero: El Congreso aprueba un decreto para enviar agentes secretos a las cortes
extranjeras.

18 de febrero: El Secretario de Guerra en su mensaje al Congreso declara que para


1826 el costo del ejército ascenderá a $ 6.803.296

Marzo: El corsario colombiano General Santander apresa cerca de La Habana un


bergantín y una goleta españolas procedentes de Cádiz, los cuales estaban escoltados
por un buque de guerra de 74 cañones. El corsario colombiano Ejecutivo capturó varias
presas más que envió a Cartagena.

El navío Tapperheten y la fragata Af Chapman zarpan hacia Estados Unidos para ser
reparados.

3 de marzo: Santander propone al Consejo de Gobierno el separar la Secretaría de


Marina de la de Guerra, y nombrar para ella a una persona que comprendiera bien esos
asuntos. El Consejo concordó y se decidió nombrar para dicha secretaría al general Lino
de Clemente.

Santander decreta la creación de la Secretaría de Marina, designando para la misma a


Lino de Clemente.

730
En el Consejo de Gobierno se discutió también sobre la apertura de un canal o camino
en el Istmo de Panamá, inclinándose el mismo por la propuesta de Francisco Amay,
apoderado de Hislop & Compañía.

Arriba a Kingston el corsario colombiano Ejecutivo al mando del capitán Costa, tras
haber realizado crucero en las costas de Cuba donde hizo varias presas, cinco de las
cuales se enviaron a Cartagena.

4 de marzo: El Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de Colombia, José Rafael


Ravenga, informa al embajador en México que la venidera Asamblea del Istmo es la
que decidirá acerca de la independencia de Cuba y Puerto Rico.

6 de marzo: Santander avisa a Bolívar que Revenga le escribirá para darle detalle de la
interposición de Estados Unidos contra los planes de atacar Cuba.

9 de marzo: Lino de Clemente recibe su nombramiento como Secretario de Marina, vía


oficio de la Secretaría del Interior, firmado por José Manuel Restrepo.

10 de marzo: José María Salazar, embajador colombiano en EE.UU., se dirige a Henry


Clay, Secretario de Estado para avisarle que el Emperador de Brasil aceptó enviar
delegados a Panamá, pero sin comprometer su neutralidad con España.

13 de marzo: Llega a Cartagena, procedente de Nueva York, la fragata Colombia.

17 de marzo: el Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de Colombia, José


Rafael Revenga, asegura a Richard C. Anderson, embajador de EE.UU. que se
mantendrá la paz en caso de independencia de las Antillas Españolas.

Se aprueba un Plan de operaciones para la escuadra combinada de México y Colombia.

Llega a Matanzas un bote con tripulantes de un bergantín español capturado. Según su


testimonio, fueron atacados por un corsario colombiano y el buque fue quemado frente
al puerto.

21 de marzo: El general Soublette, Secretario de Guerra y Marina, escribe a Bolívar


informándole de los últimos avances en el desarrollo de la escuadra del Atlántico, y
solicita oficiales de la escuadra del Pacífico para reforzarla.

29 de marzo: El Colombiano de Caracas publica carta enviada por José Manuel


Restrepo al Intendente del Departamento de Venezuela, transmitiéndole noticias e
instrucciones de parte del Vicepresidente. Se informa de planes de los españoles en
Cuba para enviar su escuadra en una razzia sobre costas colombianas y se ordena que se
refuerce la vigilancia en puntos clave del litoral.

30 de marzo: El Presidente de EE.UU. en su mensaje al Congreso se pronuncia sobre


las relaciones comerciales con Colombia, expresando su exigencia de que su país reciba
el mismo trato que Gran Bretaña.

731
Beluche toma el mando de la escuadra que se reúne en Cartagena tras la partida de
Clemente a Bogotá y su nombramiento como Secretario de Marina.

Abril: Se terminó de construir en Maracaibo un pailebot llamado Telégrafo, destinado


al servicio en el Lago.

Comienza el movimiento de “La Cosiata” en Venezuela.

1° de abril: El Congreso sanciona la Ley Orgánica de Milicia.

8 de abril: El Congreso sanciona una ley estableciendo resguardos marítimos y


terrestres.

18 de abril: El Congreso sanciona la Ley Orgánica Militar.

20 de abril: El Congreso de Estados Unidos iguala los aranceles comerciales sobre los
buques y mercancías colombianas a los mismos valores que Colombia decretó el 30 de
enero sobre los buques estadounidenses.

El Gobierno ordena construir cuatro flecheras de guerra en el río Orinoco y seguir


reforzando las fuerzas sutiles del río Magdalena.

21 de abril: El Congreso emite un decreto autorizando al Ejecutivo para que pueda


admitir al servicio de la marina los oficiales y marineros extranjeros que crea
necesarios.

22 de abril: El Congreso emite un decreto fijando las jurisdicciones del ejército y la


marina en materia judicial.

25 de abril: El Congreso sanciona un decreto declarando que los oficiales y tropa de


marina deben ser juzgados conforme a la ley sobre causas militares de 1824.

Mayo: Actividad de corsarios colombianos en aguas españolas, entre Gibraltar,


Barcelona y la costa marroquí.

1° de mayo: Se reporta actividad de naves corsarias colombianas en aguas


mediterráneas de España.

3 de mayo: El Congreso General de Colombia sanciona la Ley Orgánica de Milicia


Marinera, buscando asegurar la dotación de marinos para la escuadra.

6 de mayo: Bolívar advierte a Páez sobre los preparativos españoles en La Habana para
una posible invasión a Colombia.

Zarpa de Nueva York la fragata Cundinamarca, al mando del CF. Juan Jorge Peoli.

8 de mayo: El Presidente de Estados Unidos, John Quincy Adams y el Secretario de


Estado, Henry Clay, dan sus instrucciones a Richard C. Anderson y John Sergeant,
enviados al Congreso Anfictiónico de Panamá.
732
10 de mayo: El Colombiano de Caracas reproduce nota aparecida en la Baltimore
Federal Gazette, en la que se informa que el corsario colombiano General Santander
apresó a la altura de La Habana al bergantín español Valló y la goleta Indio Prosperina,
procedente de Cádiz.

15 de mayo: Un buque mercante español, en ruta de Santander a Barcelona, es apresado


por un corsario colombiano.

16 de mayo: Un corsario colombiano fondea en Gibraltar.

17 de mayo: Son avistados en la costa de Almería más de diez buques corsarios


colombianos y cunde el pánico entre la población local. Varios barcos españoles de
pequeño porte son apresados.

25 de mayo: Llega a Cartagena la fragata Cundinamarca. El CF Juan Jorge Peoli es


ratificado como su comandante.

27 de mayo: El Secretario de Estado de Relaciones Exteriores de Colombia, José


Rafael Revenga le manifiesta al embajador en México la importancia de la
independencia de Cuba y Puerto Rico, y que se declare en la venidera asamblea.

Junio: Una escuadrilla española, compuesta por un navío de línea, cuatro fragatas y una
goleta, y comandada por Ángel Laborde, se presentó frente a Santa Marta y Cartagena,
pasando cuatro días frente a ésta última. Al encontrar a los buques colombianos bien
resguardados en la bahía de Cartagena, regresó a Cuba.

10 de junio: Llega a Sandy Hook, EE.UU., el navío Tapperheten.

12 de junio: Zarpa de Acapulco hacia Veracruz el navío de línea Congreso Mexicano,


ex navío español Asia, que anteriormente se había entregado a las autoridades
mexicanas.

22 de junio: Comienzan las sesiones del Congreso Anfictiónico de Panamá.

6 de julio: Santander escribe a Bolívar informándole que en Cuba no hay 14.000


hombres como se pensaba, pero que España prepara lanzar 8.000 contra el enemigo que
vea más vulnerable. Santander también explica que los españoles cuentan en La Habana
con un navío de 74, dos fragatas de 50, dos de 44 y una goleta, y que el 9 y 14 de junio
pasaron sus buques frente a Santa Marta y Cartagena respectivamente, pero sin mayor
amenaza. Santander escribe que espera un navío y una fragata de 44 y que está
convencido que al unir México y Colombia sus fuerzas vencerán a la escuadra española.

15 de julio: Terminan las sesiones del Congreso Anfictiónico de Panamá. Se firma el


Tratado de Unión, Liga y Confederación perpetua entre las repúblicas de Colombia,
Centro América, Perú y Estados Unidos Mejicanos.

733
En las costas asturianas goleta corsaria colombiana, que ya llevaba apresado un buque
español de pequeño porte, apresó otro. En la misma zona dos bergantines colombianos
capturaron dos mercantes españoles, quemándolos y echándolos a pique.

17 de julio: El Gobierno de Colombia envía la goleta General Manrique, al mando del


TN Matías Padrón, hasta Veracruz.

18 de julio: Se presentaron en Gijón, ante el castillo de Santa Catalina que se


encontraba sin cañones, buques colombianos que saquearon la población.

22 de julio: Una goleta corsaria colombiana captura un mercante español en aguas


asturianas.

30 de julio: El navío de línea Congreso Mexicano arriba a Guayaquil.

Agosto: Las autoridades locales reportan muchos y muy dañinos ataques de corsarios
colombianos en aguas y costas gallegas, produciéndose también saqueos en pueblos
costeros.

5 de agosto: Beluche entrega el mando de la flota de Cartagena a Padilla y parte a una


licencia temporal para atender su salud y asuntos temporales. El nombramiento de
Padilla fue debido a las presiones de Santander, que hasta logró que el Senado liberara a
Padilla de sus deberes como senador, ya que a Santander no le agradaba que la escuadra
fuera comandada por un extranjero.

11 de agosto: El Libertador envía sus propuestas a los delegados colombianos ante el


Congreso Anfictiónico de Panamá.

30 de agosto: Son subastados en Nueva York la fragata Af Chapman y el navío


Tapperheten.

4 de septiembre: Bolívar sale de Lima con destino a Venezuela, para detener el


movimiento separatista de La Cosiata.

29 de septiembre: El navío de línea Congreso Mexicano arriba a Valparaíso.

6 de octubre: Padilla envía una carta a Bolívar en la que le recrimina su larga estancia
en Perú y su ausencia de Colombia, y alerta contra una nueva expedición de Morales
sobre costas colombianas.

11 de octubre: El comodoro Porter presenta un plan de operaciones para la escuadra


mexicana, consistente en atacar el comercio español en aguas ibéricas, usando como
base Gibraltar y vendiendo las presas en Argel, para luego hostigar Puerto Rico y Cuba.
Su plan se inspira en las acciones de los corsarios colombianos.

20 de octubre: El Capitán de Navío Felipe Santiago Esteves, Comandante General del


Segundo Departamento de Marina dirige una exposición Comandante General del
Departamento de Venezuela, pidiéndole impulsar la actividad corsaria.
734
2 de noviembre: Padilla escribe a Bolívar informándole de varios percances sufridos
por la escuadra española al norte de Cuba el mes anterior, debido a huracanes. Las
pérdidas se estiman en daños a un navío de línea, destrucción casi total de dos fragatas,
una fragata y una corbeta hundidas.

24 de noviembre: Mediante decreto el Libertador Presidente fusiona la Secretaría de


Marina con la de Guerra. También fusiona los departamentos 1° y 4° al 2° y 3°
respectivamente, se desarman casi todos los buques de guerra y dispone otras
reducciones drásticas de la marina.

25 de noviembre: Bolívar parte para Venezuela a controlar la rebelión liderada por


Páez.

26 de noviembre: Las tropas leales a Páez son rechazadas en Puerto Cabello por las
fuerzas del gobierno central, lideradas por el capitán de navío Sebastián Boguier y el
general Pedro Briceño Méndez.

Diciembre: El Libertador envía la corbeta Ceres y el escuadrón de granaderos a Puerto


Cabello para ayudar a sofocar la rebelión de Páez.

7 de diciembre: El Secretario de Marina, Carlos Soublette, comunica oficialmente a


Padilla el decreto de Bolívar del 24 de noviembre y le ordena hacerlo efectivo.

15 de diciembre: Padilla escribe a Bolívar una carta en la que informa de un motín de


marinos extranjeros de la corbeta Ceres, y solicita sean enviados los fondos para pagar
los salarios de dicho personal, motivo éste del motín.

16 de diciembre: Bolívar llega a Maracaibo.

20 de diciembre: Padilla escribe a Bolívar una carta en la que se queja sonoramente de


las órdenes recibidas el 7 de diciembre, calificando las medidas como “asesinas de la
marina de Colombia”, a la vez que señala que aún persiste el peligro de un ataque
español sobre la costa caribeña.

31 de diciembre: Bolívar llega a Puerto Cabello.

1827:

4 de enero: Bolívar y Páez se encuentran cerca de Valencia.

5 de enero: Padilla escribe Bolívar para informarle de la solicitud del Sr. Iznaga, quien
planea una expedición sobre Cuba integrada por exiliados cubanos independentistas.
Iznaga dice que ellos correrán con todos los gastos, pero a través de Padilla solicita al
Gobierno de Colombia ayuda consistente en buques. Padilla sugiere apoyar dicha
expedición.

735
8 de enero: Padilla escribe a Bolívar informándole que con sus esfuerzos y los de
Montilla han mantenido operativa a la fragata Cundinamarca, la cual está plenamente
operativa y lista para cruzar sobre costas de Puerto Rico o trasladarlo a él a Cartagena si
fuese su deseo. Padilla también informa que gracias al aporte de los comerciantes, se
está dando mantenimiento al resto de la escuadra.

10 de enero: Bolívar y Páez entran juntos a Caracas.

15 de enero: La Secretaría de Guerra y Marina organiza los consejos de guerra en la


armada.

17 de enero: Montilla avisa a Bolívar que le envía a bordo de la goleta Manrique el


resto del batallón “Callao”, 4.000 pesos en doblones y 3.000 vestuarios para tropa,
además de harina y arroz.

27 de enero: Bolívar informa a Padilla y Montilla del estado de conflicto entre Gran
Bretaña y España, y les ordena alistar la escuadra para lanzar un ataque sobre Puerto
Rico, que quizá sirva de base para luego atacar Cuba.

5-6 de febrero: Bolívar informa a Urdaneta y a Montilla de la suspensión de la


expedición contra Puerto Rico.

13 de febrero: Mediante decreto, Bolívar fusiona el Primero y Segundo Departamentos


de Marina, colocando al frente al General de Brigada Agustín Armario.

21 de febrero: El Secretario de Guerra y Marina, Carlos Soublette, informa al


Libertador de que España apresta una fuerte escuadra en La Habana, y que el Gobierno
ha negociado una alianza con México; sin embargo es pesimista sobre los resultados.
Reporta que Clemente desea ser relevado del mando de la escuadra y que ante su
ausencia asumiría el mando Padilla, lo que haría renunciar a muchos oficiales.

Marzo: El corsario Pichincha al mando del capitán Andersen y bajo bandera


colombiana efectuó varias presas españolas en aguas de las Islas Canarias, entre ellas la
goleta española Antonia.

9 de marzo: Bolívar le comunica a Padilla su intención de reducir significativamente la


marina a fin de ahorrar recursos.

24 de abril: El Libertador autoriza a la Corte Superior para que como Corte de


Almirantazgo conduzca las causas de presas.

Mayo: Primer crucero de la armada mexicana en aguas de Cuba. Comienzan varios


enfrentamientos entre las fuerzas navales mexicanas y españolas en torno a Cuba y
Cayo Hueso.

12 de mayo: El Capitán de Navío Renato Beluche es ascendido a General de Brigada de


la Armada Nacional, equivalente actual a Contralmirante.

736
5 de julio: Bolívar sale de Caracas por última vez.

19 de julio: El pailebote corsario General Armario, capitaneado por William Nutter,


fue apresado en aguas de Trafalgar por la corbeta española Descubierta.

26 de julio: El Congreso sanciona un decreto declarando a Buenaventura puerto franco


en la costa del Pacífico.

8 de agosto: El Congreso emite un decreto fijando la fuerza armada del Estado.

24 de agosto: El navío de línea Congreso Mexicano zarpa de Valparaíso.

25 de septiembre: Páez avisa a Bolívar de la escuadra española avistada frente a


Cartagena.

2 de octubre: El Congreso autoriza al Poder Ejecutivo a vender a naciones amigas o


neutrales los buques de la armada que considere que puedan mantenerse o que no sean
necesarios para el servicio, bajo los términos y condiciones que crea más ventajosas
para el Estado.

4 de octubre: El CN Felipe Santiago Estéves es nombrado Comandante del Primer


Departamento de Marina.

30 de octubre: La goleta General Manrique enfrenta al bergantín corsario español


Cometa en el Cabo de la Vela, logrando rechazar los intentos de abordaje enemigos y
escapar a Río Hacha tras feroz combate.

7 de noviembre (aprox): Arriba a Margarita el navío de línea Congreso Mexicano,


procedente de Valparaíso y en ruta a Veracruz.

19 de noviembre: El general Diego Ibarra, Jefe Militar de Puerto Cabello, avisa al


general Lino de Clemente que según informes procedentes de Aruba, Ángel Laborde
apresta una fuerza de 1 navío, 4 fragatas, 2 corbetas y 2 o 3 bergantines, y que
presumiblemente se dirigirá hacia Puerto Rico y costas colombianas.

Diciembre: En el Primer Departamento de Marina, el corsario Libertad captura la


fragata Andrea; mientras que en el Tercer Departamento, el corsario Constancia captura
las goletas Voladora, Cráneo, Esperanza e Intrépida, y el corsario Ejecutivo captura la
goleta Virgen del Cármen y la balandra Contienda.

Los bergantines Hermón, Bravo y Guerrero, de la armada mexicana y al mando del


Comodoro David Porter, zarpan de Veracruz para hostigar a los españoles en las costas
de Cuba.

23 de diciembre: El navío Guerrero, la fragata Iberia y el bergantín Hércules, al


mando de Ángel Laborde, zarpan de Puerto Rico rumbo a aguas venezolanas, buscando
al navío Asia, que se había entregado al gobierno mexicano en el Pacífico, había sido
rebautizado Congreso Mexicano y se dirigía al Golfo de México.
737
26 de diciembre: Diecinueve marineros encabezados por el español José de Vera se
amotinaron en el puerto de San Eustaquio, y en combinación con prisioneros españoles,
se llevaron al bergantín corsario colombiano Pichincha y a su capitán José Joaquín
Almeida y lo entregaron en San Juan de Puerto Rico a las autoridades españolas.

1828:

Enero – Febrero: La escuadrilla de Ángel Laborde pasa cerca de Pampatar, el Cabo


Codera, Río Chico, Cumaná y La Guaira, buscando al navío Congreso Mexicano sin
encontrarlo. Laborde pactó con Páez intercambio de prisioneros y partió de regreso a La
Habana, haciendo escala en Curazao.

9 de enero: Páez escribe a Bolívar señalando al General Agustín Armario como


implicado en una revuelta en Cumaná y acusándolo de insubordinación. Avisa también
que se avistaron frente al Cabo Codera dos fragatas y un bergantín españoles.

Bolívar informa a Cristóbal Mendoza que según informes llegados a Cartagena,


Laborde zarpó para España con su escuadra.

28 de enero: Tres buques españoles enviados por el almirante Ángel Laborde, se


presentaron frente a La Guaira, con oferta de canje de 50 marineros colombianos que
llevaban como prisioneros a bordo. El canje se efectuó. Los marinos colombianos
liberados eran en su mayoría tripulantes de la goleta corsario Zulme, apresada
anteriormente por los españoles.

2 de febrero: La escuadrilla de Laborde abandona aguas venezolanas tras buscar


infructuosamente al navío Congreso Mexicano.

10 de febrero: En la mañana el bergantín mexicano Guerrero, al mando del Comodoro


David Porter, avistó al bergantín español Marte y la goleta Amelia, que escoltaban a un
grupo de barcos de cabotaje. El Guerrero los atacó, dispersó y persiguió a la rada de
Mariel. Las autoridades de La Habana son avisadas y envían a la fragata Lealtad, de 54
cañones, para dar cacería al Guerrero, al que avistó a las cinco de la tarde de ese mismo
día.

11 de febrero: El Guerrero es alcanzado por la Lealtad al amanecer, y el Comodoro


Porter decide enfrentar al buque español. Tras dos horas de combate el Guerrero fue
apresado. Un duro golpe a la armada mexicana. No obstante, los bergantines mexicanos
Bravo y Hermón, continuaron su crucero por aguas cubanas, tomando muchas presas.

1° de marzo: El general Padilla se hace con el control de Cartagena, alzándose contra


las autoridades legítimas.

6 de marzo: Algunos militares y civiles proclaman Comandante General del


Departamento a Padilla.

738
7 de marzo: Padilla huye fuera de Cartagena al no lograr apoyo popular y militar.

9 de marzo: Beluche es nombrado Comandante del Primer Departamento de Marina.

9 de abril: Comienzan las sesiones de la Gran Convención en Ocaña

11 de junio: Se disuelve la Gran Convención por la retirada de los partidarios de


Bolívar.

13 de junio: El general Juan José Flores escribe a Bolívar, manifestándole que la falta
de una gran fragata de Colombia en el Pacífico complica mucho las acciones militares
por venir.

20 de junio: Estalla la guerra con Perú.

24 de junio: Comienza la dictadura de Bolívar, tras un levantamiento popular y militar


que lo aclama como Jefe Supremo de la República y que desconoce toda decisión de la
Convención de Ocaña.

3 de julio: Proclama de Bolívar llamando al pueblo a resistir la agresión de Perú a


Colombia. Se considera la declaración de guerra por parte de Colombia.

21 de julio: Bolívar nombra a Montilla jefe de los departamentos del Istmo, Magdalena
y Zulia, ordenándole que se prepare ante una posible invasión española.

22 de julio: Bolívar advierte a Páez de la amenaza de una invasión por mar de los
españoles a Venezuela.

28 de julio: Bolívar ordena al Comandante General del Primer Departamento de Marina


que suspenda hasta nuevo aviso todas las patentes de corso emitidas y que no emita
más. Se explica que el propósito final del Gobierno es eliminar el corso.

10 de agosto: Juan José Flores se dirige al Comandante del Apostadero de Guayaquil,


ordenándole que arme las fuerzas necesarias para desalojar a la corbeta peruana
“Libertad” que bloquea el puerto de Guayaquil.

14 de agosto: Bolívar reitera las advertencias a Montilla sobre un plan de invasión de


los españoles.

15 de agosto: Bolívar advierte a O´Leary sobre los planes de España para reconquistar
América.

22 de agosto: Juan José Flores escribe a Bolívar, informándole que el general Illingrot
está negociando con Chile la compra de la fragata Independencia, a fin de neutralizar la
flota peruana hostigando sus costas junto con la goleta Guayaquileña y evitar el
previsible bloqueo a Guayaquil. También le solicita patentes de corso en blanco para
expedirlas en Guayaquil.

739
27 de agosto: Se sanciona el Decreto Orgánico que establece la Dictadura Comisoria de
Simón Bolívar.

28 de agosto: Juan José Flores comunica a Bolívar el plan de batalla desarrollado por
Illingrot y Wright para la escuadra colombiana del Pacífico, basado en capturar por
sorpresa la corbeta peruana Libertad.

31 de agosto: Combate Naval de Punta Malpelo. La goleta Guayaquileña ataca sin


éxito a la corbeta peruana Libertad, mientras que la corbeta Pichincha deserta, por lo
que no se logra capturar a la Libertad ni levantar el bloqueo sobre Guayaquil.

3 de septiembre: El CF Matías Padrón, TF Francisco Padilla, AN Domingo Díaz y


otros oficiales navales firman un pronunciamiento en Puerto Cabello a favor del
gobierno Bolívar.

6 de septiembre: Juan José Flores informa a Bolívar del resultado del Combate Naval
de Punta Malpelo, en el que la goleta Guayaquileña no pudo reducir a la corbeta
peruana Libertad y la corbeta colombiana Pichincha desertó.

25 de septiembre: Intento de asesinato a Bolívar en Bogotá. Rebeliones de José Hilario


López y José María Obando.

6 de octubre: Juan José Flores informa a Bolívar de las complicaciones militares


causadas por el bloqueo de Guayaquil.

7 de octubre: Bolívar gira a Montilla y a Páez las primeras instrucciones para enviar al
Pacífico una de las grandes fragatas. Ordena que zarpe de Cartagena, sea preparada en
Puerto Cabello y al mando de la expedición esté Beluche.

23 de octubre: La corbeta Presidente no puede evitar el desembarco en El Muerto,


cerca de Guayaquil, de un escuadrón de húsares colombianos procedentes de Bolivia.

28 de octubre: Guise desembarca una pequeña fuerza en Manta, donde saquea para
abastecer a la tripulación de la Presidente.

6 de noviembre: La corbeta Pichincha, desertora de Colombia, llega al puerto peruano


de Paita.

20 de noviembre: Bolívar le ordena a Páez que envíe alguna corbeta o bergantín junto
con la fragata Colombia al Pacífico, y que dicha fragata sea comandada por Walter
Chitty.

22 de noviembre: Una escuadra peruana formada por la fragata Presidente, la corbeta


Libertad, la goleta Peruviana y cinco lanchas cañoneras se presenta frente a Guayaquil
demandando la rendición de la ciudad. Al no obtenerla, inician el bombardeo.

23 de noviembre: Combate de Las Cruces. El batallón de infantería “Caracas”, el


escuadrón de caballería “Dragones”, y partes de los batallones de infantería “Girardot”,
740
“Ayacucho” y “Cauca”, además de tres baterías de artillería, repelen un intento de
desembarco de botes peruanos en Guayaquil. La fragata peruana Presidente se retira a
su fondeadero fuera del alcance del fuego colombiano y queda varada, lo que es
aprovechado para atacarla causándole averías considerables en su estructura. El
vicealmirante peruano Martín Jorge Guise muere, siendo remplazado por el Teniente de
Navío José Boterín, quien continuó ejerciendo un riguroso bloqueo a Guayaquil.

Bolívar decide no enviar los buques al Pacífico, a fin de ahorrar fondos y concentrar el
esfuerzo económico en las fuerzas terrestres

11 de diciembre: Carlos Soublette informa a Bolívar de una presa hecha por corsarios y
que fue llevada a Margarita; se trata de una fragata mercante portuguesa, con 9.000
quintales de café y 15.000 quintales de azúcar, junto a una indeterminada carga de
cueros. Soublette teme por las reclamaciones extranjeras contra el corso colombiano y
por las perturbaciones causadas a la agricultura nacional por estas cargas de presas.
Reporta además que los corsarios que antes actuaban bajo pabellón de Buenos Aires
ahora lo hacen bajo el de Colombia, y que la presa en cuestión la capturó José Joaquín
Almeida.

13 de diciembre: Bolívar le recomienda al Dr. Castillo Rada, el nombramiento del CN


Beluche como comandante de la expedición al Pacífico y del CN Chitty como
comandante de uno de los buques.

14 de diciembre: Se envía al CF Felipe Baptista a San Eustaquio en busca de


armamentos para equipar los buques que irán al Pacífico.

15 de diciembre: Bolívar ordena a Páez que siga adelante, sin importar los costos, con
la preparación de los buques que se enviarán al Pacífico, reiterando que Chitty comande
la Colombia y Beluche toda la expedición.

30 de diciembre: Urdaneta escribe a Bolívar, dice que Montilla propone el envío de la


fragata Cundinamarca al Pacífico en refuerzo de la Colombia, para así ser más útil y
evitar su pérdida desarmada en puerto. Dice que con un poco de dinero puede alistarla y
enviarla a Estados Unidos a enrolar tripulación, y que podría comandarla el capitán de
navío Nicolás Joly.

1829:

13 de enero: La escuadra peruana, al mando del capitán de navío José Boterín ataca
nuevamente Guayaquil. El general Illingrot rechaza la intimación peruana a rendirse y
entregar la ciudad.

22 de enero: Bolívar ordena a Páez que envíe al Pacífico al menos una fragata
acompañada de una corbeta o un bergantín.

741
Febrero: El general Illingrot evacúa la ciudad de Guayaquil, poniendo a salvo la
documentación, la artillería y todo lo que al enemigo pudiera resultarle útil.

1° de febrero: El general Renato Beluche es nombrado comandante de la expedición al


Pacífico.

El CN Felipe Santiago Estéves es nombrado Comandante del Primer Departamento de


Marina.

15 de febrero: Urdaneta avisa a Bolívar que para el 29 de enero los preparativos de la


fragata Colombia iban bastante avanzados.

27 de febrero: Batalla del Portete de Tarqui, triunfo del ejército colombiano sobre el
peruano.

28 de febrero: Se firma el Tratado Preliminar de Paz entre Colombia y Perú.

1° de marzo: La fragata Colombia llega a Puerto Cabello procedente de Cartagena,


para prepararse para su expedición al Pacífico.

4 de abril: El CF Felipe Baptista y el CF Thomas Brown son enviados a San Eustaquio,


San Bartolomé y San Thomas en busca de velamen y para enganchar marineros para los
buques que irán al Pacífico.

12 de abril: Se embarcan en Piura 1.800 infantes peruanos con destino a Guayaquil.

16 de abril: el General La Mar se embarca con destino a Guayaquil.

1° de mayo: Se firma el Tratado de Amistad, Navegación y Comercio entre Colombia y


los Países Bajos.

18 de mayo: Explota la fragata peruana Presidente frente a Guayaquil.

19 de mayo: Bolívar escribe al Dr. Estanislao Vergara que acepta el negocio de John
Elbers y la mediación de Estados Unidos entre Colombia y Perú.

27 de mayo: El CF Felipe Baptista es enviado nuevamente a las Antillas en busca de


marino para la división naval que irá al Pacífico.

Junio: El Libertador prohíbe mediante decreto el corso en Colombia.

1° de junio: Bolívar escribe a Páez solicitando el pronto envío de las fragatas al


Pacífico.

13 de junio: Bolívar le insiste a Urdaneta sobre la urgencia de enviar las fragatas


solicitadas al Pacífico.

19 de junio: Zarpa la fragata Cundinamarca de Cartagena rumbo a Bocachica. Lleva


524 tripulantes, víveres para seis meses para 610 hombres, 16.625 pesos, repuestos de
todo tipo para una larga travesía, y su personal va con pagos adelantados. También porta
742
armamento ligero adicional que solicitó el Capitán de Navío Joly para armar fuerzas
sutiles.

20 de junio: Bolívar le solicita nuevamente a Páez que envíe al Pacífico las fragatas,
pues es asunto urgente.

28 de junio: Bolívar le insiste a Páez de la urgencia de enviar las fragatas al Pacífico, y


aprovechar el incendio de la fragata peruana Prueba.

1° de julio: Zarpa la fragata Cundinamarca de Santa Marta rumbo a Puerto Cabello.

5 de julio: Zarpan de La Habana las fragatas españolas Lealtad y Restauración, cinco


bergantines, cuatro goletas mercantes y otros buques menores, transportando más de
3.000 hombres comandados por el general Isidro Barradas para reconquistar México.

10 de julio: Se firma el Armisticio entre Colombia y Perú.

19 de julio: Zarpa de Cartagena hacia Puerto Cabello la fragata Cundinamarca, para


seguir siendo preparada a fin de enviarse al Pacífico contra la escuadra peruana.

21 de julio: Las tropas colombianas entran en Guayaquil, que es entregado por las
fuerzas peruanas, en cumplimiento del acuerdo firmado el 10 de julio.

27 de julio: La fuerza invasora española al mando del general Isidro Barradas


desembarca en Tamaulipas.

10 de agosto: El CF Felipe Baptista pasa a Cumaná para seguir reclutando marinos para
los buques que irán al Pacífico.

13 de agosto: Se recibe la noticia de que el CF Clark, comisionado para reclutar


marineros en Estados Unidos para la escuadra en preparación para el Pacífico, fue
apresado, confiscándoseles los 15.000 pesos dado por el Gobierno para su tarea. Clark
fue acusado para ir a juicio ante el Gobierno de Portugal por sus acciones de corso en
tiempos de Artigas.

19 de agosto: Arriba a Puerto Cabello la fragata Cundinamarca, la cual llega en mala


condición para seguir navegando. Sus marineros y algunas de sus piezas se utilizan para
completar a la Colombia y a la corbeta Urica.

25 de agosto: La fragata Colombia y la corbeta Urica al mando del general Renato


Beluche, zarpan de Puerto Cabello con destino a Guayaquil, para enfrentar a la escuadra
peruana que bloquea dicho puerto.

31 de agosto: el comandante de la Urica, CF Brown, informa a la Colombia que su


buque está haciendo aguas. Se confirma que el problema no es de gravedad.

11 de septiembre: El general español Isidro Barradas se rinde en Tampico. Fin de la


última invasión española a México.

743
22 de septiembre: Tratado de Paz de Guayaquil. Fin de la Guerra entre Colombia y
Perú.

Octubre: Rebelión de José María Córdoba

Noviembre – Diciembre: Rebelión de los ayuntamientos venezolanos. Venezuela


manifiesta su voluntad de separarse de Colombia.

16 de noviembre: La Colombia y la Urica atracan en Río de Janeiro para reabastecerse


y para que la Urica sea reparada.

28 de noviembre: La Colombia y la Urica zarpan de Río de Janeiro poniendo rumbo


hacia el Cabo de Hornos.

7 de diciembre: La Colombia y la Urica se separan a la salida del Río de la Plata.


Beluche deja dinero a Brown para hacer reparar la Urica en Montevideo, y da orden de
alcanzarlos apenas esté lista la corbeta.

14 de diciembre: La Urica encalla cerca de Río Negro, al sur del Río de la Plata,
debido a malas maniobras del CF Brown, que ignoró las advertencias de su tripulación.
Tras estos hechos, tuvieron que regresar en busca de un puerto donde reparar el buque.

23 de diciembre: Los tripulantes de la corbeta Urica se rebelan en Montevideo contra


el comandante Tomás Brown, debido a sus obstrucciones hacia las órdenes de Beluche
y el entorpecimiento de la expedición.

1830:

13 de enero: Venezuela se separa de la Gran Colombia.

20 de enero: Comienza a sesionar el Congreso de Valencia

1° de febrero: La fragata Colombia al mando del general Renato Beluche arriba a la


isla de Puná.

6 de febrero: Juan José Flores avisa a Bolívar de la llegada de la fragata Colombia a la


isla de Puná. Informa de la situación con Perú.

8 de febrero: La fragata Colombia al mando del general Renato Beluche y del capitán
de fragata Leonard Stagg, llega a Guayaquil.

20 de febrero: Juan José Flores informa a Bolívar que la fragata Colombia zarpará a
navegar en aguas peruanas dentro de tres días.

27 de abril: Bolívar renuncia a la presidencia ante el Congreso Constituyente.

13 de mayo: Ecuador se separa de la Gran Colombia

744
4 de junio: El general Antonio José de Sucre es asesinado.

22 de julio: El Congreso de Venezuela reorganiza la marina, reduciendo su comandante


al cargo de Comandante del Apostadero de Puerto Cabello, directamente subordinado al
Secretario de Guerra y Marina.

5 de septiembre: Comienza la dictadura del General Rafael Urdaneta.

24 de septiembre: Promulgación de la Constitución de la República de Venezuela por


el Congreso de Venezuela, reunido en Valencia.

25 de septiembre: Ecuador proclama su constitución como república independiente,


asumiendo la presidencia el general Juan José Flores.

17 de diciembre: Muere el Libertador Simón Bolívar

1831:

28 de abril: El General Rafael Urdaneta renuncia a la presidencia

7 de mayo: Domingo Caicedo convoca la Convención Granadina para restaurar el


Estado de Nueva Granada.

17 de noviembre: Se crea el Estado de la Nueva Granada. Fin oficial de la Gran


Colombia.

745
Anexo II

Glosario

Aparejo: conjunto de mástiles, vergas, velas y jarcia de un buque.


Astillero: sitio destinado a la construcción y carena de embarcaciones
Babor: banda o costado izquierdo del buque, mirando desde popa a proa.
Balandra: embarcación pequeña de un solo palo, con velas latinas y una vela cuadra en
la parte superior del mástil, generalmente inferior a 100 toneladas de arqueo.
Barlovento: dirección de donde viene el viento.
Bergantín: embarcación de dos palos o mástiles cuyo arqueo o capacidad de carga era
inferior a 200 toneladas. Era un barco que caracterizaba por ser extremadamente rápido
y ágil en la maniobra. Fue empleado como buque para tráfico mercante, pero también
como corsario. Las armadas incorporaron a su vez el bergantín, que portaba
normalmente hasta una docena de piezas en cubierta, para exploración y lucha contra
la piratería.
Cabotaje: navegación que se hace a vista de la costa.
Calafatear: rellenar y sellar las uniones de las tablas del casco con estopa y brea para
impermeabilizarlo.
Cañonera: tipo de embarcación utilizada normalmente en lagos, ríos o en las zonas
costeras. Se trataba, de simples grandes botes a remo sin aparejo auxiliar de ninguna
clase y que iban armadas con un cañón.
Carronada: es una pieza de artillería naval, fabricada en hierro, notablemente corta en
longitud, diseñada en 1774 por el general Robert Melville inicialmente para las fuerzas
terrestres. Se lo conocía con el nombre de "Smasher" o "rompedor". Fue desarrollada en
1778 por la fundición Carron Iron Founding and Shipping Company de Falkirk,
Escocia, de la cual recibió su nombre. Su incorporación a la marina inglesa fue hecha
por Charles Gascoigne, director de la Carron Company, en 1779. Por sus características,
fue rápidamente aceptada por las naves mercantes para defenderse de los piratas, e
igualmente por los corsarios, que debían capturar las naves sin hundirlas. La Royal
Navy fue más reticente para su incorporación en la flota. Aun siendo cortas y
relativamente pequeñas, podían disparar munición de gran peso, pero a menor alcance,
o grandes racimos de metralla.
Colisa: cureña giratoria, generalmente destinada a soportar una carronada de pequeño
tamaño.
Corbeta: Buques ligero de tres palos, que disponía de una única cubierta de combate
con una única batería y raramente más de 26 cañones. Su misión era la escolta
del tráfico mercante, vigilancia litoral y a veces exploración para las escuadras de
guerra.

746
Cubierta: cada uno de los pisos o entablados que unen los costados de un buque por
medio de las vigas donde se apoyan, y sirven de plataforma para sostener la artillería y
alojar la tripulación. Dícese también puente.
Cureña: pequeño carro de madera donde se coloca el cañón.
Eslora: longitud máxima de un buque a la altura de la primera cubierta.
Estribor: banda o costado derecho de un buque, mirando de popa a proa.
Flechera: embarcación pequeña desarrollada en Venezuela, consistente en un bote de
baja borda y pequeño calado, con una vela triangular simple y dotado con tripulantes
armados con arcos o fusiles, y algún pedrero.
Fragata: buque de tres palos que tenía un solo puente o batería corrida, cuya capacidad
de oscilaba entre las 150 y 500 toneladas; se convirtió en el buque más común durante
el siglo XVIII. Las de guerra podían portar entre 24 y 44 cañones, destacando a
comienzos del siglo XIX las “Súper Fragatas Estadounidenses”, armadas con 44 a 64
cañones. Su aparejo era idéntico al de un navío de línea.
Gallardete: faja estrecha de tela que disminuye de ancho hasta rematar en punta, que se
izaba en el tope de los mástiles para servir de insignia, hacer señales o engalanar los
buques.
Guairo: embarcación pequeña con una vela triangular.
Goleta: buque de dos palos con el aparejo formado por velas de cuchillo. La goleta
aparece en el siglo XVIII y tiene características funcionales parecidas al bergantín, del
que se diferencia principalmente por su aparejo. Es un buque capaz de alcanzar gran
velocidad y se empleó de forma parecida al bergantín, aunque por su menor tamaño se
destinaba más a actividades mercantes de cabotaje.
Jarcia: juego de cables del aparejo de un barco.
Maestranza: conjunto de carpinteros, calafates y demás operarios destinados a la
construcción y reparación de buques en los arsenales o astilleros.
Manga: anchura máxima de un buque a la altura de la primera cubierta y de la cuaderna
maestra.
Navío de línea: el mayor de los buques de guerra de los siglos XVIII y comienzos del
XIX, armado con entre 70 y 120 cañones, y por lo general compuesto por dos o tres
puentes.
Pailebote: embarcación de vela antigua, muy parecida a la goleta pero sin gavia y con
la vela de proa o trinquete más pequeña, veloz y fácil de maniobrar.
Pedrero: también conocido como falconete, era una pequeña pieza de artillería de muy
poco calibre, montada sobre un eje fijado a la borda, en el cual giraba para apuntar el
tiro. Se empleaba en los abordajes.
Polacra: se llama polacra a una embarcación de cruz. La polacra tiene el casco
semejante al jabeque con dos palos tiples, sin cofas ni crucetas y con el mismo velamen
747
que los bergantines aunque con la ventaja sobre estos de que arriando las velas
superiores quedan al socaire de las inferiores y se aferran con facilidad. Algunas tienen
de goleta el palo mayor y se denominan polacras-.goletas y otras lo gastan con cofa y se
llaman bergantines-polacras.
Popa: la sección trasera de un buque.
Proa: la sección delantera de un buque.
Santabárbara: depósito de pólvora, munición y pertrechos en un buque.
Surto: cuando un buque está fondeado o detenido en un lugar con anclas o pesos.
Sotavento: hacia donde va el viento.
Urca: fragata especialmente construida para carga.

748
Anexo III

Garneray, Ambroise-Louis. 1ª Vista de la Escuadra de la República de Colombia al mando del General


Bto. José Padilla, el día 8 de mayo de 1823 al forzar la Barra de Maracaybo por el Castillo de San
Carlos. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección del Museo Bolivariano,
Caracas

749
Anexo IV

Garneray, Ambroise-Louis. 2ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo al
mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme Brun. Posterior a 1823.
Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo Bolivariano, Caracas.

750
Anexo V

Garneray, Ambroise-Louis. 3ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo
al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme Brun. Posterior a
1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo Bolivariano, Caracas.

751
Anexo VI

Garneray, Ambroise-Louis. 4ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la laguna de Maracaybo
al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al teniente de navío Jayme Brun. Posterior a
1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms. Colección Museo Bolivariano, Caracas.

752
Anexo VII

Lanz Castellano, Julio C. “Uniformes Antiguos – Armada de Venezuela. La Gran Colombia -


Oficial y Soldado de Infantería de Marina – 1824” en Correo de la Armada, Caracas, Julio de
1984, pág. 23.

753
Anexo VIII

Empuñadura del Espadín de Gala del


General de Brigada Renato Beluche – Museo Bolivariano

754
Anexo IX

Reproducción del escudo grabado en la empuñadura del Espadín de Gala del


General de Brigada Renato Beluche. Éste sello pudo ser el emblema de la
Marina de Guerra de la República de Colombia hacia 1826.

755
Anexo X

Mapa de la República de Colombia hacia 1824. Hecho por Agustín Codazzi.


Se destacan las zonas usurpadas por el Imperio del Brasil y el Imperio
Británico.

756
Anexo XI

Planos de la corbeta Bolívar. National Maritime Museum of Greenwich:


http://www.rmg.co.uk/national-maritime-museum

757
Anexo XII

Planos de la corbeta Boyacá. National Maritime


Museum of Greenwich:
http://www.rmg.co.uk/national-maritime-
museum

758
Anexo XIII

Planos de la corbeta Carabobo. National


Maritime Museum of Greenwich:
http://www.rmg.co.uk/national-maritime-
museum

759
Anexo XIV

Planos de la corbeta Constitución.


National Maritime Museum of Greenwich:
http://www.rmg.co.uk/national-maritime-
museum

760
Anexo XV

Planos de la corbeta Pichincha.


National Maritime Museum of
Greenwich:
http://www.rmg.co.uk/national-
maritime-museum

761
Anexo XVI

Corbeta Urica. National Maritime Museum of Greenwich:


http://www.rmg.co.uk/national-maritime-museum

762
Anexo XVII
Departamentos de Marina de la
República de Colombia

763
Anexo XVIII
Banderas principales de la escuadra

Pabellón Nacional a bordo Pabellón del


Trinquete

Bandera de Buque Insignia

Gallardete para el Palo Mayor

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Maracaybo por el Castillo de San Carlos. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45
x 64 cms. Colección del Museo Bolivariano, Caracas

______________________. 2ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la


laguna de Maracaybo al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al
teniente de navío Jayme Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms.
Colección Museo Bolivariano, Caracas.

_____________________. 3ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la


laguna de Maracaybo al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al
teniente de navío Jayme Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms.
Colección Museo Bolivariano, Caracas.

_____________________. 4ª Vista del Combate del 24 de julio del año 1823 en la


laguna de Maracaybo al mando del Benemérito General José Padilla se la dedica al
teniente de navío Jayme Brun. Posterior a 1823. Litografía de Langlumé, 45 x 64 cms.
Colección Museo Bolivariano, Caracas.

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Sin Autor. Espadín de Gala del General de Brigada Renato Beluche. 1826. Colección
Museo Bolivariano, Caracas.

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