Вы находитесь на странице: 1из 4

El principio de presunción de inocencia

Nuestros compañeros de VITIUM Madrid realizan en este artículo una extensa revisión del
concepto de presunción de inocencia y su relación con la valoración de la prueba. Vamos con
ello.

El principio de presunción de inocencia, que una vez consagrado en la Constitución ha dejado


de ser un principio general del derecho que ha de informar la actividad judicial para
convertirse en un derecho fundamental que vincula a todos los poderes públicos, tiene su
naturaleza y razón de ser en que no precisa de un comportamiento activo de su titular por
cuanto ha de reconocérsele a cualquier persona por el hecho de serlo, teniendo, por tanto, el
carácter de presunción iuris tantum.

Esta afirmación se apoya en el propio texto constitucional y en el artículo 11.1 de la


Declaración Universal de Derechos Humanos (toda persona acusada de delito se presume
inocente mientras no se prueba su culpabilidad conforme a la ley y en juicio público) y del
artículo 14.2 del Pacto de Nueva York y 6.2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Dicho principio extiende su alcance tanto a la existencia de los hechos punibles que se dicen
acaecidos como a la participación que en ellos tuvieron los acusados.

A nivel procesal

La índole procesal del principio de presunción de inocencia ha sido establecida y


reiteradamente afirmada por la doctrina legal al decir que no incide, directa ni indirectamente,
sobre la definición de las responsabilidades de los inculpados, sino que impone la necesidad de
que esta responsabilidad quede probada, siendo consecuentemente una norma que sirve de
base a todo el procedimiento criminal y condiciona su estructura, de modo que sólo puede ser
desvirtuado a través del procedimiento establecido.

De esta manera se limita la potestad valorativa de la prueba que la Constitución y la Ley de


Enjuiciamiento Criminal confieren a los Tribunales, exigiendo que para que esa valoración
pueda llevarse a efecto exista, al menos, un mínimo de prueba de cargo, una cierta actividad
probatoria que merezca la calificación de tal y que haya sido realizada con las debidas
garantías procesales, siendo totalmente innecesario a estas alturas invocar la reiterada,
constante y bien conocida doctrina legal y jurisprudencial que ha desarrollado estas exigencias
en referencia al derecho fundamental invocado.

No obstante, hemos de resaltar que nuestra Jurisprudencia ha establecido de forma unánime y


reiterada que el principio de libre valoración de la prueba que corresponde efectuar a los
Tribunales por imperativo del artículo 117.3 de la Constitución y 741 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, se complementa con la idea esencial de que toda sentencia
condenatoria debe fundarse en auténticos actos de prueba, legítimamente obtenidos y con
suficiencia para enervar el principio de presunción de inocencia que provisionalmente ampara
a toda persona a la que se imputa un hecho delictivo y constituye, además, una garantía
esencial del derecho de defensa el que las pruebas se practiquen en el juicio oral, pública y
contradictoriamente.

Dos niveles en la valoración de la prueba

1.- la determinación, sobre la base de lo percibido en el juicio oral, de las premisas de las que
se debe deducir la valoración de la prueba,

2.- la observancia de las leyes de la lógica, de los principios de la experiencia y de los


conocimientos científicos de las deducciones que el tribunal formula a partir de la prueba. Este
segundo nivel constituye la infraestructura racional de la formación de la convicción.

Competencias revisoras del tribunal que conoce de un recurso

Se trata de revisar la acomodación a la lógica, ciencia o experiencia y el carácter de prueba de


cargo que permite la inferencia sobre la culpabilidad de una persona en una sentencia
condenatoria.

Este control de la estructura racional de la prueba pasa por comprobar la motivación de la


sentencia que se configura como el principal elemento de la sentencia penal y a través del que
el tribunal superior va a comprobar la lógica y la acomodación a las reglas de la ciencia y de la
experiencia de una convicción plasmada en una sentencia penal.

Es, en definitiva, la garantía ciudadana frente al ejercicio arbitrario del poder judicial, porque el
Juez está libre de un sistema de prueba legal pero no de una valoración racional de la prueba
que ha de motivar.

Control por parte del tribunal

Esta nueva concepción de lo que supone el control por parte del tribunal superior de la
presunción de inocencia constituye un paso importante que nos obliga a señalar la ruptura del
dogma existente sobre la función de valorar las pruebas que ya no corresponde
exclusivamente al tribunal de instancia sino que es una función compartida por el Tribunal de
Apelación, o en su caso, por el Tribunal Supremo.

Dicho tribunal al examinar la estructura racional de la prueba, comprueba que la valoración


realizada contiene el preciso sentido de cargo enervante del derecho fundamental y permite la
actuación del tribunal superior en todo aquello que no esté sometido a la inmediación en la
práctica de la prueba, comprobando la racionalidad de la valoración y haciendo efectivo el
mandato constitucional de la proscripción de la arbitrariedad.
Ahora bien, lo expuesto no supone romper con el principio de libre valoración de la prueba ni
con el mandato legal, contenido en el artículo 741, de apreciación en conciencia, pues cuando
el tribunal superior revisa la sentencia del tribunal de instancia no hace constataciones propias
sobre el material probatorio, sino que comprueba la constatación hecha por el tribunal de
instancia.

En definitiva, nuestra jurisprudencia entiende que el derecho a la presunción de inocencia se


vulnera cuando se pronuncia una sentencia condenatoria sin que se haya practicado en el acto
del juicio prueba de cargo lícitamente obtenida bastante para desvirtuar la presunción de
inocencia que favorece a todo acusado.

La comprobación de la existencia de prueba de cargo obliga a efectuar un triple examen:

En primer lugar, debe analizar el “juicio sobre la prueba”, es decir, si existió prueba de cargo,
estimando por tal aquella que haya sido obtenida con respeto al canon de legalidad
constitucional exigible, y que, además, haya sido introducida en el Plenario de acuerdo con el
canon de legalidad ordinaria y sometido al cedazo de la contradicción, inmediación e igualdad
que definen la actividad del Plenario.

En segundo lugar, se ha de verificar “el juicio sobre la suficiencia”, es decir, si constatada la


existencia de prueba de cargo, ésta es de tal consistencia que tiene la virtualidad de provocar
el decaimiento de la presunción de inocencia y

En tercer lugar, debemos verificar “el juicio sobre la motivación y su razonabilidad“, es decir,
si el Tribunal cumplió con el deber de motivación, si explicitó los razonamientos para justificar
el efectivo decaimiento de la presunción de inocencia, ya que la actividad de enjuiciamiento es
por un lado una actuación individualizadora, no seriada, y por otra parte es una actividad
razonable, por lo tanto la exigencia de que sean conocidos los procesos intelectuales del
Tribunal sentenciador que le han llevado a un juicio de certeza de naturaleza incriminatoria
para el condenado es no sólo un presupuesto de la razonabilidad de la decisión, sino asimismo
una necesidad para verificar la misma cuando la decisión sea objeto de recurso, e incluso la
motivación fáctica actúa como mecanismo de aceptación social de la actividad judicial.

Conclusión

En definitiva, el ámbito del control por el tribunal superior en relación a la presunción de


inocencia se concreta en verificar si la motivación fáctica alcanzada por el Tribunal
Sentenciador, en sí misma considerada, es lógica, coherente y razonable, de acuerdo con las
máximas de la experiencia, las reglas de la lógica y principios científicos, aunque puedan existir
otras conclusiones, porque no se trata de comparar conclusiones sino más limitadamente, si la
decisión escogida por el Tribunal sentenciador soporta y mantiene la condena.
De tal forma que, así acotado el ámbito del control por parte del Tribunal superior en relación
a la presunción de inocencia, puede decirse que los Tribunales de apelación, el Tribunal
Supremo o incluso el Tribunal Constitucional en cuanto controlan la motivación fáctica de la
sentencia sometida a su respectivo control, actúan verdaderamente como Tribunales de
legitimación de la decisión adoptada en la instancia, en cuanto verifican la solidez y
razonabilidad de las conclusiones alcanzadas, confirmándolas o rechazándolas, y por tanto
controlando la efectividad de la interdicción de toda decisión inmotivada o con motivación
arbitraria.

Esperamos que con esta entrada de blog, les haya quedado clara la definición de este vital
principio informador y vertebral del derecho penal.

Вам также может понравиться