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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SANTA MARÍA

Facultad de Ciencias Contables y Financieras


Escuela Profesional de Administración de
Empresas

Introducción al Negocio

Empresa “Renzo Costa”

Docente: Ernesto Vera Ballon


Semestre: I
Sección: “A”
Zela Osco, Kiara Marcela

AREQUIPA – PERÚ
2019
EMPRESA “RENZO COSTA”

1. HISTORIA DE LA FAMILIA RENZO COSTA.

Renzo Costa es una empresa peruana líder


en prendas y artículos de cuero. Fundada
en 1973 por la señora Marina Bustamante,
hoy es una de las firmas más importantes
de Latinoamérica dentro de su rubro.

Marina Bustamante cuenta cómo empezó


su empresa: “Una mañana de 1968
caminaba por una calle cercana a la iglesia
de San Francisco, en el Centro de Lima.
La casa donde vivía con mi padre y mis
hermanas se encontraba en Barrios Altos.
Pasaba por ahí porque tenía que comprar
un pasaje para visitar a mi mamá, quien
vivía en un pueblito de Jauja. En el jirón
Ancash y las vías aledañas se había conformado un emporio de curtiembres donde
había tiendas, negocios italianos y galpones de techos altos que exhibían sus mejores
productos. Era la zona donde todos los zapateros compraban cueros, suelas y demás
materiales. Fue entonces cuando sentí un olor muy fuerte que me trasladó a mi
infancia.

Mi abuelo, Juan Méjico, era curtidor artesanal en Jauja. Podría haber sido un
empresario exitoso, pero era solidario y todo lo que ganaba se lo prestaba a la gente
que acudía a él en busca de apoyo para pagar deudas. Al final, quien terminó
endeudado fue él, así que tuvo que vender todos sus cueros e irse a trabajar a una mina
para mantener a su familia. No tuve el privilegio de conocerlo, murió antes de que yo
naciera. Pero recuerdo el día en que, de niña, descubrí el pozo enorme donde él curtía
sus cueros. Emanaba un olor muy fuerte. Como yo era muy curiosa –me encantaba
observar y preguntar por todo– me acerqué a mi abuela para que me cuente la historia
de aquel pozo que, con el paso del tiempo, terminó cubierto por la maleza.

El olfato es el sentido que mejor memoria tiene y fue precisamente el recuerdo de una
infancia feliz, con paisajes líricos e inspiradores, lo que me obligó a acercarme a los
locales que encontré en el centro de Lima. Con el poco dinero que tenía le pedí a un
vendedor que me enseñe sus cueros para ver con cuáles podría diseñar los cinturones
con hebillas de metal enormes, como los que usaba Jimi Hendrix. Por entonces
estudiaba arte dramático en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático
(ENSAD) y me encantaba la moda hippie. Como a cualquier joven de la época, sus
formas y colores me parecían libres y transgresores, en contraste con los inicios de la
dictadura militar de Juan Velasco Alvarado.

Siempre dispuse de dinero ganado con mi esfuerzo. De niña vendía adoquines y


queques en el colegio, así que podía darme mis gustos. Por entonces acababa de
terminar la secundaria y durante el verano me preparaba para ingresar a San Marcos.
Mi padre quería que estudie Derecho o Medicina, pero no era lo mío. Le decía que
los abogados siempre están litigando y eso me aterraba. Lo que yo quería cursar era
Sociología, pero él respondía: “Sociología, imposible, te volverás comunista”.

Así que finalmente decidí estudiar


Psicología. Por haber negociado mi
vocación logré que mi padre me preste
600 soles para comprarme una máquina
de coser. Era una de tercera mano, me la
vendió un señor que tenía un puesto en el
mercado de la Unidad Vecinal N° 3. Con
ella empecé a hacer yo misma correas cada
vez más elaboradas, con pespuntes a los
costados, además de carteras y bolsas de
tela. Recuerdo que había una tienda en el
Callao, ‘Sayuri’, donde luego de ahorrar
mucho compré una cartera para deshacerla
y aprender su confección.

Me fue bien desde el comienzo porque, al igual que yo, mucha gente se identificaba
con esta moda. Tenía mi taller en Barrios Altos, donde producía todos los accesorios
que dejaba consignados en las boutiques de Miraflores.

Cuando cumplí 19 años pude alquilar un local en una galería comercial ubicada en la
cuadra 8 del Jirón de la Unión, conocida entonces como la Gran Vía. Contraté a unas
amigas para que me ayudaran a coser y a mi primer cortador, el maestro Julio Pérez.
Yo me dedicaba a las ventas, a hacer las boletas y las guías de remisión, desde muy
temprano en la mañana hasta las seis de la tarde. A esa hora iba a clases en San
Marcos, pero me quedaba dormida porque en plena campaña el ritmo de trabajo era
fuertísimo.

Mi papá me preguntaba: “¿Por qué tienes que estudiar de noche?”. Si tenía un hogar
y un padre que podía mantenerme, ¿para qué tenía que trabajar? Pero a mí me
encantaba tener mi dinero. No para desperdiciarlo, sino para convertirlo en una
herramienta de trabajo. El dinero no es un fin, sino un medio. Creo que este concepto
me permitió comprarme un auto –un Datsun último modelo con el que repartía la
mercadería– y una segunda tienda en el sótano de Vía Veneto. Era 1973 y se trataba
de la galería más importante de la ciudad. A esta tienda la bauticé “Renzo Costa”, el
nombre de mi primer hijo, quien nació ese mismo año.
Mientras que las otras tiendas se
llamaban Boutique Sofía o Boutique
Lorena, un local llamado “Renzo Costa”
vendía carteras, vestidos y polos de
mujer. El público no estaba
acostumbrado, ¡muchos imaginaban que
se trataba de un diseñador extranjero!
Renzo fue mi inspiración y,
actualmente, es un actor fundamental
dentro de nuestra empresa. Yo soy puro
sentimiento y estoy llena de ideales, mientras que Renzo es más cerebral. Además, yo
soy empírica, pero él estudió Administración de Empresas en Santiago de Chile.
Actualmente yo me encargo de la responsabilidad social, mientras que él lidera todo
lo referente a la proyección de la marca. Es un visionario que siempre se adelanta a
los hechos. Lo admiro muchísimo: yo lo eduqué, pero él me superó.

Regresemos a 1973, cuando la marca se estaba haciendo conocida. Ganábamos


clientes por nuestra propuesta innovadora. Por ejemplo, todas las carteras de esa época
eran duras y acartonadas, así que nosotros ofrecimos más versatilidad y color. Cuando
solo había modelos en marrón o negro, empezamos a jugar con el rosado y el verde.
No hacíamos carteras rígidas o chicas, sino bolsos grandes con mucho espacio.

En 1974 ya contaba con un taller grande en la


urbanización Los Cipreses, cerca de la
universidad, desde el cual abastecía a las tiendas
que teníamos en Gran Vía, Vía Veneto,
Espaderos y dos más que compramos en la cuadra
5 del Jirón de la Unión. Era un galpón al que le
mandé a construir un techo y habitaciones de
madera. Por entonces empezamos a confeccionar
ropa, en especial casacas y minifaldas de cuero.
A pesar de que el Perú vivía una dictadura, los
setenta fueron años de bonanza para nosotros. El
negocio era distinto, no había muchas
importaciones y la industria nacional se fue para
arriba. Nuestros clientes habituales eran señores
de cuarenta a sesenta años, quienes valoraban el
cuero según su peso y grosor. Se probaban las prendas y decían: “¡Esto sí es cuero!”.
Le vendíamos casacas a corporaciones como Electrocentro, Electrolima, Entel y
Pesca Perú. Por las condiciones de trabajo necesitaban prendas más duras, que
nosotros llamábamos ropa industrial. Eran ideales para abrigar a personas que
trabajaban cerca al mar o en las minas de la sierra. Sin duda, se trataba de una época
en la que lo práctico era más importante que lo estético, y los clientes esperaban que
su casaca durase para toda la vida.

Nuestras estrategias de venta eran muy ingeniosas. No solo ganábamos por la venta
de ropa y accesorios, sino por el mantenimiento que ofrecíamos. Los clientes traían
sus productos cada año para que los limpiemos y tiñamos, para que cosamos botones
o cambiemos cierres (ahora el mercado de la moda ha cambiado por completo: el
cliente no se pregunta cuánto tiempo va a durar una casaca, pues solo la usará durante
una temporada). También permitíamos que los clientes que no pudieran pagar al
contado los 120 dólares que por entonces costaba una casaca, amortizaran el monto
en cuotas mensuales de veinte dólares.

Nadie nos enseñó a vender, fue algo que fuimos aprendiendo con el tiempo. Teníamos
un estupendo vendedor. Imagine usted que al cliente la manga le tapara la mano. Le
decía: “Señor, llévese esta casaca porque esta zona es peligrosa y pueden robarle su
reloj; nosotros hacemos nuestras prendas así para cuidar sus pertenencias”. Tan bueno
era que tenía unas clientas de Huaral que lo mimaban y traían quesos de su tierra
especialmente para él.

Las ventas llegaron a ser exorbitantes, yo misma no podía creerlo. A veces trabajaba
en la caja y terminaba con los dedos adoloridos porque todo el día estaba apretando
los botones de una máquina registradora muy antigua. Era de segunda mano y algunos
números no funcionaban bien, por eso me costaba el doble de esfuerzo. Como no
había billetes grandes, guardábamos el dinero en costales. No teníamos tiempo para
contarlo, solo sellábamos las bolsas con una cifra aproximada.

Así llegamos a los ochenta, con una nueva tienda al lado del Hotel Bolívar y luego
otra en Camino Real. Fue un tiempo terrible para toda Latinoamérica: las fábricas
cerraban y se sufría la peor hiperinflación. A ello hay que agregarle el terrorismo que
sufría el Perú, un episodio que los chicos de hoy no conocen lo suficiente. Luego de
que estalló una bomba en Camino Real, nadie quería pasear por los centros
comerciales por miedo a un nuevo atentado. Las explosiones y los apagones eran pan
de cada día. Parecía que nuestro negocio estaba destinado a desaparecer.

La cultura oriental sostiene que toda crisis es fuente de oportunidad, y en Renzo Costa
siempre tuvimos la voluntad de reinventarnos. A principios de los noventa, mi familia
y yo nos fuimos a vivir a Chile. Por entonces eran muy comunes las extorsiones,
secuestros y asesinatos. Dejamos encargadas las tiendas y la fábrica a José Cabanillas,
hoy gerente comercial de Renzo Costa. Ese fue el primer paso para nuestra
internacionalización, porque decidimos inaugurar locales en Santiago de Chile,
ciudad donde actualmente nos encontramos en zonas estratégicas.

A decir verdad, lo más grave para Renzo Costa fue el fenómeno de El Niño, ocurrido
en 1997. Nuestro primer producto eran las casacas de cuero, pero, ¿quién se las iba a
poner si todo el año hizo un calor infernal? No vendimos nada ese año. Estábamos a
punto de declararnos en bancarrota, cuando se nos ocurrió viajar a provincias para
organizar ferias. Con José Cabanillas al volante, partía la camioneta de Renzo Costa
a puntos de venta como Cusco, Cajamarca o Huancayo, donde seguía haciendo frío.
Organizando ferias y remates en el camino, el stock de casacas empezó a liquidarse.

Cuando mi hijo Renzo volvió a Lima, apenas se graduó de la universidad en Santiago


de Chile, propuso la alternativa de producir billeteras. Fue una nueva manera de
vender el cuero. Hoy las billeteras, al igual
que otros accesorios como agendas y
carteras, son nuestros productos con
mayor demanda.

Este conjunto de experiencias nos ha


permitido aprender de aciertos y errores.
Nos ha enseñado a perseguir
obstinadamente nuestros sueños, con
optimismo y perseverancia. A no
considerar las caídas como derrotas, sino
como aprendizaje y fortalecimiento.
Hemos aprendido a buscar la excelencia,
trabajando en equipo y disfrutando de
nuestra labor.

La clave del éxito está en la unión, la


innovación, la capacitación constante y la
confianza. Son factores que motivan a nuestro equipo. Algunos compañeros no están
más con nosotros, otros siguen con nosotros desde los inicios. Fueron tan leales que,
en tiempos de crisis, seguían trabajando aunque no tuviéramos cómo pagarles.
También ha surgido una nueva generación a la que veo preparada para continuar el
crecimiento de Renzo Costa. Los que pertenecen a mi época se jubilarán y se irán a
su casita, igual que yo. Pero aún no quiero dejar la fábrica, sobre todo por el
compromiso que siento con nuestros programas de responsabilidad social, que
conforman una parte esencial de la empresa.

El destino de las empresas familiares en el Perú es muy particular: solo el 5%


sobrevive a la segunda o tercera generación. No me agrada la idea de que nuestra
empresa sea una de ellas. Quisiera que Renzo Costa trascienda mis tiempos y mi vida,
como también la vida de mis hijos. Que nunca se pierda la formación que les he dado
a ellos y a nuestros colaboradores, sobre todo la ética y los valores que nos han
permitido proyectarnos hacia el futuro.

Siempre fui soñadora, pienso en grande, siento pasión por lo que hago. A largo plazo,
veo a Renzo Costa como una empresa internacional, reconocida en el mundo por sus
orígenes peruanos. Amo a mi Patria y mi trabajo es el mejor homenaje que puedo
ofrecerle.

Entre los premios y reconocimientos a Marina Bustamante, destacan la


Condecoración de la Orden de Trabajo otorgado por Palacio de Gobierno en 2009; el
Premio IWEC de International Women’s Entrepeneurial Challenge, recibido en la
Cámara de Comercio de Manhattan en 2011; y fue nombrada Mujer del Año 2013 por
la Organización Internacional de Mujeres en Negocios.
Renzo Costa (Director).
Renzo Costa había sido por mucho tiempo
sinónimo de casacas de cuero, con mucha
demanda en invierno. En 1997, el Fenómeno del
Niño afectó nuestras ventas debido al calor
infernal que hubo ese año. Ello nos llevó a
estudiar varios factores del mercado. Por
ejemplo, para todas las empresas, el mes de di
ciembre era el más rentable por ser Navidad,
pero para nosotros era un mes que ni siquiera
estaba entre los cuatro de mayor venta.

Propuse innovar nuestra estrategia: diversificar


la producción fabricando billeteras de cuero.
Era un producto útil para todas las temporadas,
tenía un precio accesible, y estaba respaldado
por el prestigio de nuestra marca.

Reescribimos la historia, porque ahora


diciembre es el mes de mayor demanda. El éxito
inmediato de nuestras billeteras fue una lección frente a esta experiencia difícil. Una
cultura laboral con valores sólidos y un equipo alineado para alcanzar los mismos
objetivos, han sido factores indispensables para desarrollar nuestra creatividad. Nos
enseñó a buscar siempre el cambio que nos diferencie y nos ubique a la vanguardia
en nuestro rubro.

Sin embargo, no fue fácil empezar de nuevo. Al principio no teníamos recursos para
viajar a ferias internacionales, donde podíamos estudiar las últimas tendencias. Con
gran sacrificio decidimos invertir en nuestros primeros viajes a eventos en Europa.
Así pudimos contactar a proveedores que trabajaban únicamente por pedidos grandes.
Al entrevistarnos personalmente con ellos, pudimos convencerlos de que fabriquen
las cantidades que estaban dentro de nuestras posibilidades. Un vínculo forjado por la
confianza, uno de los valores que definen a nuestro equipo.

Este conjunto de experiencias nos ayudó a elevar nuestros estándares de calidad a un


nivel internacional. La moda que produce Renzo Costa no tiene nada que envidiarle
a lo que se está haciendo en Italia, y eso significa que podemos posicionarnos en
cualquier lugar del mundo. Es un excelente producto, de gran calidad y a un precio
competitivo. Creemos que es necesario vivir superándonos día a día; en ese sentido,
nosotros mismos somos nuestra competencia.

El 99% de mi tiempo lo dedico al diseño de productos y al desarrollo de nuestras


campañas. La identidad de la marca es mi responsabilidad. Viajo a la India, donde
contamos con proveedores de un cuero de primer nivel. También a ferias como las de
Milán y Hong Kong, donde conocemos las últimas tendencias en diseño. También
realizamos mucha investigación y estudios de mercado, para poder superar las
expectativas de nuestro público.
Un estudio realizado hace algunos años demostró la reacción del público sobre la gran
variedad de colores y diseños en nuestros productos. Para algunas personas fue un
cambio radical y agresivo, aunque las ventas desde entonces van muy bien. La moda
actual de Renzo Costa posee mucho de la escuela italiana que hemos observado en
Milán. De ahí proviene nuestro concepto del color que distingue a nuestra marca. Sin
embargo, nunca dejamos de producir la moda clásica: hay un público muy grande que
sigue esta tendencia.

Es importante asumir los riesgos


de la moda y apostar por la
diferencia. Un mercado puede
pedir siempre lo mismo y con eso
parece ser suficiente. Nosotros
no pensamos así, pues buscamos
innovar en todo lo que hacemos:
años atrás propusimos hacer un
catálogo en la India; muchos se
preguntaron para qué
invertíamos en una propuesta tan
inusual para el Perú, pero ahora
es común trabajar de esa forma
en publicidad. Creo que asumir
riesgos es la única manera de convertirnos en pioneros.

Nuestra visión ha permitido liderar este rubro en el Perú e ingresar a un mercado tan
competitivo como el de Chile. Para las empresas del país vecino es extremadamente
difícil contar con puntos de venta en el aeropuerto de Santiago o en Costanera; pero
lo ha sido aún más para una marca peruana. Haber llegado a estos lugares estratégicos
es para mí un orgullo. Nuestra próxima meta es que podamos convertirnos en un
producto bandera en Sudamérica. Esperamos llegar pronto a países como Colombia
o Brasil, a través de franquicias.

Actualmente represento a la nueva generación de Renzo Costa, al futuro de la


empresa. Pero la historia de la fundación de nuestra empresa, que protagonizó mi
madre y muchos colaboradores que la acompañan hasta hoy, nos sirven de impulso e
inspiración para llegar cada vez más lejos.

Con una cadena de más de 50 puntos de venta, Renzo Costa está ubicada en los centros
comerciales más importantes del Perú, como el Jockey Plaza, la cadena Real Plaza y
Larcomar, como también en tiendas independientes en zonas estratégicas de Lima y
en el aeropuerto internacional Jorge Chávez. Asimismo, tiene presencia en
reconocidas zonas comerciales de Chile.
Actualmente la marca ofrece un rango único de artículos de alta calidad, a partir del
uso de cueros de las mejores curtiembres nacionales y de materiales importados. De
esta manera, Renzo Costa se halla a la vanguardia del diseño de prendas de cuero en
los países donde se ha posicionado.

2. PRODUCTOS Y SERVICIOS.

Empresa dedicada a la fabricación y comercialización de prendas de vestir y artículos


en cuero de la más alta calidad. Entre los productos fabricados por Renzo Costa
tenemos: billeteras, cinturones, casacas, maletines, entre otros artículos de cuero. Y
su nuevo producto los chocolates.
3. MISIÓN Y VISIÓN.

MISIÓN.
La misión de Renzo Costa es la producción y comercialización de todo
producto que sea a fin al cuero, mercadeándola hasta alcanzar posiciones
de liderazgo, con miras a contribuir al desarrollo del Perú y su pueblo,
promoviendo y ejecutando la calidad total en todos los sentidos: personas,
procesos, productos y servicios.

VISIÓN.
La visión es elevar los productos hacia niveles de alta calidad y excelencia,
para que los clientes sientan total satisfacción al usarlos, y que reconozcan
que no existe otro produjo mejor en todo el mercado.

4. ORGANIGRAMA DE LA EMPRESA.
5. MAPEO DE PROCESOS DE LA EMPRESA.

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