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ÍNDICE

Chiclayo, 28 de noviembre de 2018

1
INTRODUCCIÓN

Una de las áreas en que, en las últimas décadas, el Derecho Internacional ha experimentado
mayores trasformaciones, y en la que aún se encuentra en una etapa de formación y
consolidación, es en el campo del Derecho de los derechos humanos. En esta esfera,
caracterizada como el desarrollo progresivo de los derechos humanos, y siempre con el
propósito más amplio de preservar y fortalecer los derechos del individuo, se observa una
marcada tendencia hacia la protección de lo que se considera grupos vulnerables, hacia el
diseño de mecanismos internacionales de protección más eficaces, e incluso hacia la
formulación de nuevos derechos.

Debido a que el respeto de los derechos humanos es un elemento que le confiere legitimidad
al orden social y político, prácticamente todos los Estados, en mayor o menor medida,
reconocen, en su ordenamiento jurídico interno, un catálogo de derechos individuales y
confieren algunas garantías mínimas para el goce y ejercicio de esos derechos; sin embargo,
la experiencia ha demostrado que tales garantías suelen ser insuficientes, en la medida en
que pueden ser modificadas por la voluntad unilateral de cada Estado, en función de los
valores prevalecientes y de los intereses de los grupos dominantes en cada sociedad. Es por
este motivo que, a partir del término de la Segunda Guerra Mundial, se ha puesto mayor
énfasis en el reconocimiento internacional de ciertos derechos básicos de la persona, a los
cuales se ha denominado derechos humanos, y a los que, paralelamente, se ha rodeado de
garantías y de mecanismos procesales internacionales de protección, que configuran un
sistema de garantía colectiva de los Estados, distinto del previsto en los ordenamientos
jurídicos nacionales y complementario de estos.

De esta forma surge el llamado Sistema Interamericano de Protección de los Derechos


Humanos, el cual es un sistema regional creado por los Estados miembros de la Organización
de Estados Americanos (OEA), en el que se establecen derechos y libertades a favor de los
individuos, obligaciones para los Estados miembros y mecanismos de promoción y
protección de los derechos humanos. La labor de promoción de estos derechos
fundamentales es de carácter amplio e inclusivo y está a cargo de todos los órganos de la
Organización de los Estados Americanos. Sin embargo, su protección, conforme al artículo
33 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, es competencia de la Comisión
y Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, se resalta que, dentro de este
Sistema, son los Estados quienes cumplen un rol fundamental, por recaer en ellos la
responsabilidad directa de hacer realidad la garantía y respeto de los derechos fundamentales
en sus respectivos territorios.

Precisamente el presente trabajo está dedicado a analizar el actual Sistema Interamericano


de Protección de los Derechos Humanos, a través del estudio de sus principales mecanismos,
como son la Comisión y la Corte Interamericana. Para tal efecto, se pondrá especial énfasis
en las últimas reformas llevadas adelante en este esquema de protección a partir de la entrada
en vigor de nuevos reglamentos de ambos organismos, cumpliendo con ello con uno de los

2
propósitos, que es el de contribuir al estudio de los derechos humanos en el marco del
Sistema Interamericano.

Los objetivos a desarrollar en la presente investigación están orientados como objetivo


general a Analizar el funcionamiento y el rol que cumple el llamado Sistema Interamericano,
respecto de la promoción y protección de los derechos humanos y como objetivos específicos
a determinar la labor que cumplen tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
como la Corte Interamericana de Derechos Humanos como pilares del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos y conocer el impacto de las decisiones de la Corte
Interamericana en el Tribunal Constitucional Peruano.

El presente trabajo de investigación está estructurado en cuatro capítulos: el primero, aborda


aspectos generales del sistema interamericano de protección de derechos humanos, el
segundo capítulo, se desarrolla los órganos para la promoción y la protección de los derechos
humanos dentro del sistema interamericano, seguidamente en el tercer capítulo se engloba
las condiciones y requisitos de admisibilidad de las peticiones. finalmente, para una mejor
comprensión del tema en el cuarto capítulo se trata sobre el desarrollo jurisprudencial en
relación a un caso vinculado con la SIDH.

3
EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS

CAPÍTULO I: ASPECTOS GENERALES DEL SISTEMA INTERAMERICANO DE


PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS

1.1. Antecedentes Históricos


Si bien los antecedentes del Sistema Interamericano se remontan a la primera parte del
siglo XX, fue el 30 de marzo de 1948, durante la Novena Conferencia Internacional
Americana (Bogotá, Colombia), los veintiún Estados miembros del sistema adoptaron
su Carta Constitucional que establecía “la organización internacional que han
desarrollado para lograr un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, robustecer
su colaboración y defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia”1.
Es así, que La Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA), primera
fuente jurídica del sistema, dejó sentadas las bases para ello al establecer en su preámbulo
la idea de la centralidad del ser humano en la organización de la sociedad. Su párrafo
primero señala que “la misión histórica de América es ofrecer al hombre una tierra de
libertad”, y el párrafo tercero considera que: “el sentido genuino de la solidaridad
americana y de la buena vecindad no puede ser otro que el de consolidar en este
Continente, dentro del marco de las instituciones democráticas, un régimen de libertad
individual y de justicia social, fundado en el respeto de los derechos esenciales del
hombre”.
En cuanto a sus disposiciones substantivas, la referencia más importante en la materia
estaba contenida en la Carta de 1948 en el artículo 5.j, cuyos términos están reproducidos
en la Carta actualmente vigente, en el artículo 3.l)2. En este precepto, los Estados
Miembros “proclaman” como uno de los principios de la nueva Organización, esto es,
como una de las ideas rectoras y orientadoras de su actuar, los derechos de la persona
humana, haciendo a la vez hincapié en la idea de la generalidad de estos derechos al
señalar que estos no pueden ser objeto de distinción alguna en razón de la raza, la
nacionalidad, el credo o el sexo. A su vez, el artículo 133 estableció que “cada Estado
tiene el derecho a desenvolver libre y espontáneamente su vida cultural, política y
económica. En este libre desenvolvimiento el Estado respetará los derechos de la persona
humana y los principios de la moral universal”. Estas dos disposiciones sirvieron como
base fundamental del sistema interamericano que se desarrolló posteriormente. Al
mismo tiempo que la Carta de la OEA expresaba su preocupación por los derechos
humanos en la adopción de las disposiciones señaladas, la Novena Conferencia adoptaba
la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre por medio de su

1
Carta de la Organización de Estados Americanos, Serie de Derechos y Tratados Nº 23, Unión Panamericana,
Washington, D.C., 1948, Artículo 1.
2
El artículo 3.l) establece, “[l]os Estados americanos reafirman los siguientes principios: Los Estados
americanos proclaman los derechos fundamentales de la persona humana sin hacer distinción de raza,
nacionalidad, credo o sexo”
3
El artículo 13 de la Carta de la OEA corresponde al artículo 17 de la Carta actual.

4
Resolución XXX4. La Declaración había empezado a gestarse ya en 1945, encargándose
su redacción al Comité Jurídico Interamericano5
En sesión del 30 de abril de 1948, el plenario de la Conferencia de Bogotá aprobó el
proyecto sin que se discutiera y sin votación expresa ni modificaciones al texto. La
adopción de la Declaración fue precedida de un arduo debate, tanto respecto de su
naturaleza jurídica como del modo de proteger los derechos humanos que allí se
consagrarían estado de desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos
impidió que los Estados que conformarían la Organización de Estados Americanos
adoptaran una convención internacional que produjera obligaciones para los Estados
partes y que estableciera un mecanismo internacional para el control del cumplimiento
de estas obligaciones. La mayoría de los Estados se inclinó por adoptar sólo una
declaración, es decir, un documento que contendría un conjunto de principios para guiar
la conducta de los Estados en el ámbito de los derechos humanos, pero que no
establecería obligaciones vinculantes para los firmantes. Esto determinó, naturalmente,
la decisión de no crear un mecanismo internacional para la protección de los derechos
en ella incorporados6
La existencia de estas dos fuentes no trajo consigo, en realidad, la puesta en marcha de
un sistema de protección de los derechos humanos. Ambos instrumentos, la Carta y la
Declaración, permanecieron vigentes, pero sin aplicación hasta 1959, fecha en que se
produjo un hecho que dio real comienzo al sistema: el establecimiento de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la Comisión o la CIDH), mediante la
Resolución VIII de la Quinta Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones
Exteriores.
Sin embargo, y habida cuenta de la importancia de formular un instrumento con fuerza
vinculante para hacer exigibles las obligaciones en materia de derechos humanos en el
continente americano, fue suscrita en la ciudad de San José de Costa Rica el 22 de
noviembre de 1969 en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos
Humanos la Convención Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH o
Convención Americana), que, además de establecer derechos y obligaciones para los
Estados partes, creó dos órganos de supervisión, la Comisión y una Corte Interamericana
de Derechos Humanos.
A partir de la Convención Americana, como se verá más adelante, se formularon los
presupuestos actuales de funcionamiento del Sistema Interamericano, especialmente por
la reformulación de los órganos y procedimientos adecuados para asegurar la vigencia
de los derechos humanos. Con posterioridad a su entrada en vigor en el año de 1978, en
el marco del Sistema Interamericano se han establecido otros instrumentos jurídicos

4
Texto de la Declaración Americana sobre Derechos y Deberes del Hombre en OEA/CIDH, Documentos
básicos en materia de derechos humanos en el sistema interamericano (Actualizado a enero de 2003),
OEA/Ser.L/V/I.4, Rev. 9, 31 de enero de 2003
5
Conferencia de Ciudad de México, de 1945. Resolución XL sobre “Protección Internacional de los Derechos
Esenciales del Hombre”.
6
Sin perjuicio de la génesis de la Declaración Americana, se ha planeado en el contexto del sistema
interamericano la discusión sobre el carácter obligatorio de la Declaración Americana, fundamentalmente a la
luz de la evolución de la misma en el sistema interamericano. Al respecto infra IV.A.1.1.2.

5
referentes a derechos humanos particulares o a poblaciones de especial protección, tales
como, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura , el Protocolo
adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”, el Protocolo a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la abolición de la pena de
muerte1, la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia
contra la mujer “Convención Belém Do Pará”, la Convención Interamericana sobre
desaparición forzada de personas, y la Convención Interamericana para la eliminación
de todas las formas de discriminación contra las personas con discapacidad7

1.2. ¿Qué es el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos?


Es un mecanismo de promoción y protección de derechos humanos que depende de
la estructura, organigrama y presupuesto de la Organización de los Estados
Americanos (OEA). Son los Estados americanos miembros de la OEA los que
crearon los tratados internacionales sobre derechos humanos que conforman ese
sistema regional, en los cuales se reconocen todo tipo de derechos que los Estados
deben respetar a todos sus habitantes, sin ningún tipo de discriminación, en sus
territorios. El principal tratado regional es la Convención Americana sobre Derechos
Humanos o Pacto de San José de Costa Rica de 1969, la cual reconoce derechos
civiles y políticos y, de manera muy tenue, derechos colectivos en su artículo 26
(derechos económicos, sociales y culturales)8

1.3. La Convención Interamericana de Derechos Humanos


1.3.1. Introducción
La Convención Americana es fruto del progresivo desarrollo del sistema
interamericano de protección de los derechos humanos y se estructura en una parte
sustantiva y otra orgánica.
 La parte sustantiva se fija un catálogo de derechos y libertades
fundamentales, además de normas relativas a las obligaciones que asumen
los Estados, la interpretación de la Convención, las restricciones permitidas,
la suspensión de los derechos, cláusulas sobre las obligaciones respecto de
los Estados Federales y deberes de los titulares de derechos.
 La parte orgánica establece los órganos encargados de la protección y
promoción de los derechos y libertades consagrados en el mismo cuerpo
normativo –la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos– y
mecanismos de control.

7
https://www.upf.edu/dhes-alfa/materiales/res/pmdh_pdf/PMDH_Manual.131-
164.pdf?fbclid=IwAR1fOxO9JXHElzNlOJqRaoKoCot1AsMKtPWDzikO726Ls7ak59pAARhb2d8
“El Sistema Interamericano De Derechos Humanos”. ARIAS OSPINA, Felipe y GALINDO VILLARREAL,
Juliana. 2000. Universidad de los Andes. Ubicado el 21 de abril de 2019. Pág.131.
8
https://www.iidh.ed.cr/IIDH/media/1574/lectura_sentencias-corte-
idh.pdf?fbclid=IwAR30UmwJklpEJ2Sa56Ul_n1PHPnaZEPUW9qjHtIJUKC6fy0m7r2b0BYAymk. “Las
Sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. RODRÍGUEZ RESCIA, Víctor. 2009. Ubicado
el 21 de abril de 2019. Pág. 11.

6
1.3.2. Los titulares de los derechos humanos
De conformidad con lo preceptuado en el artículo 1.1 de la Convención
Americana, el deber de los Estados de respetar y garantizar los derechos y
libertades en ella consagrados, se tiene respecto de “toda persona que esté
sujeta a su jurisdicción”. El párrafo 2 de ese mismo artículo aclara que
“persona” es “todo ser humano”. Esta conceptualización de la persona
reafirma la idea de la universalidad de los derechos humanos y de la
prohibición de discriminación, ya que la única condición para ser titular del
derecho es tener la calidad de “ser humano”.
La posición asumida por la Convención deja fuera del campo de protección
a las personas jurídicas. Si bien la Convención es clara en esta materia, la
Comisión Interamericana acogió a tramitación una causa en que la víctima
era una persona jurídica. Así ocurrió en un caso seguido en contra de
Paraguay, en el cual la Comisión determinó que había una violación a la
libertad de expresión, en perjuicio de Radio Ñandutí, toda vez que al sufrir
diversos actos de interferencia dicha estación de radio debió cerrar al no ser
sustentable económicamente, con el consecuente perjuicio económico para la
empresa y sus empleados9 Esta postura no parece haberse repetido. La Corte,
por el contrario, no ha aceptado reclamaciones entabladas a favor de personas
jurídicas10.
1.3.3. Obligaciones de los Estados
1.3.3.1.Las obligaciones de respetar y de garantizar
El artículo 1 de la Convención Americana establece dos importantes
obligaciones para los Estados partes:
 Respetar los derechos humanos de todos los individuos sujetos a
su jurisdicción y garantizar su ejercicio y goce. Son estas
obligaciones de exigibilidad inmediata en el plano internacional.
La obligación de respetar exige que el Estado y sus agentes no
violen los derechos humanos establecidos en la Convención.
 La obligación de garantizar exige al Estado emprender las
acciones necesarias para asegurar que todas las personas sujetas
a su jurisdicción estén en condiciones de ejercerlos y gozarlos.

1.3.3.2.La obligación de adoptar medidas para hacer efectivos los derechos


reconocidos en la Convención. Su interpretación y su alcance
La Convención consagra en su artículo 2 la obligación del Estado parte
de adoptar las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en la

9
CIDH: Caso 9642, Resolución Nº 14/87, Paraguay, 28 de marzo de 1987, Informe Anual 1986-1987,
(OEA/Ser.L/V/II.71 Doc.9 Rev. 1, 22 de septiembre de 1987), párr. 2.V.
10
Ver, por ejemplo, Caso Herrera Ulloa Vs. Costa Rica.

7
Convención, si el ejercicio de dichos derechos “no estuviere ya
garantizado en el Estado por disposiciones legislativas o de otro carácter.
Esta disposición –similar, al artículo 2 del Pacto Internacional sobre
Derecho Civiles y Políticos– fue objeto de una aguda controversia.
1.3.3.3.La obligación de cooperar con los órganos de supervisión
internacional
Además de las obligaciones analizadas en las secciones precedentes,
existe una tercera obligación para los Estados: la de cooperar con los
órganos internacionales que los controlan, que deriva, de manera general,
de su calidad de partes del tratado respectivo y de la existencia del
principio de derecho internacional que obliga a los Estados a cumplir los
tratados de buena fe. Esta obligación aparece específicamente en la
Convención Americana. El artículo 41.d de la Convención Americana
confiere a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la facultad
de solicitar de los Estados miembros de la OEA que le proporcionen
informes sobre las medidas que adopten en materia de derechos humanos
y el artículo 48, que regula el procedimiento de las comunicaciones
individuales ante la comisión, dispone que el Estado deberá enviar las
informaciones que le solicite la Comisión dentro de un plazo razonable y
que, en caso de que la Comisión decida realizar una investigación, “los
Estados interesados le proporcionarán todas las facilidades necesarias”.
El nuevo Reglamento de la Corte dispone también que los Estados Partes
en un caso “tienen el deber de cooperar” para que se cumplan todas las
diligencias ordenadas por ella11
La obligación de cooperar es, pues, clara e implica el proporcionar
información oportuna, pertinente y veraz respecto de la situación general
de los derechos humanos en el Estado o respecto de un hecho particular
del que el órgano internacional esté conociendo. En esta materia, la
posición constante de los órganos de supervisión es la de que son los
Estados los únicos que están en condiciones de proveerlos con los datos
necesarios para que ellos puedan evaluar si cumplen o infringen las
normas internacionales.
1.3.4. Los derechos protegidos
La Convención Americana consagra, en principio, sólo derechos civiles y
políticos, que se encuentran enumerados en los artículos 3 a 25. En lo que se
refiere a los derechos económicos, sociales y culturales, el artículo 26 no los
menciona por su nombre, sino que se refiere a los derechos “derivados de las
normas económicas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura, contenidas
en la Carta de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el
Protocolo de Buenos Aires”56. Después de grandes esfuerzos de la Comisión

11
Reglamento de la Corte Interamericana, Aprobado por la Corte en su LXI período ordinario de sesiones
celebrado del 20 de noviembre al 4 de diciembre de 2003, durante las sesiones número 9 y 10 el día 25 de
noviembre de 2003.

8
Interamericana de Derechos Humanos para darle mayor relevancia a estos
derechos, la OEA adoptó un Protocolo Adicional a la Convención sobre
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, (Protocolo de San Salvador)
que entró en vigor el 16 de noviembre de 199957. La Comisión ha controlado
el cumplimiento de esta norma en sus informes sobre países58, pero puede
supervisar también los derechos de esa naturaleza contenidos en la
Declaración Americana sobre Derechos Humanos. La Corte se refirió a esta
norma por primera vez en el caso de 5 Pensionistas Vs. Perú59. El catálogo
de derechos de la Convención Americana difiere en algunos aspectos de los
de otros tratados generales de derechos humanos. Es posible que éste sea el
efecto de ser un catálogo de más reciente data. Los redactores de la
Convención pudieron no sólo usar como modelos los textos de los Pactos
Internacionales y de la Convención Europea, sino que también examinar la
práctica del sistema europeo, que empezó a funcionar en 1953. Además, el
catálogo contiene formulaciones que responden a las tradiciones e
idiosincrasia de los países miembros de la OEA.

1.3.4.1.Los derechos económicos sociales y culturales


En el SIDH los DESC son reconocidos por diversos instrumentos. De
ellos, tres son los más importantes12, siendo:
a. Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
(DADD)
La DADD contiene un preámbulo y dos capítulos. El primero
referido a los derechos, abarca los títulos I a XXVIII. El Segundo
trata sobre los derechos de las personas y se extiende desde los
artículos XXIX a XXXVIII.
La DADD enuncia en su articulado, en su primer capítulo, tanto
derechos civiles y políticos como DESC. Entre estos se
encuentran los derechos a:
a) La constitución y protección de la familia (art. VI).
b) A la protección de la maternidad y la infancia (Art. VII).
c) A la preservación de la salud y el bienestar (art.XI)
d) A la educación (art. XII)
e) A los beneficios a la cultura (art.XIII)
f) Al trabajo y a una justa retribución (art. XIV)
g) Al descanso y a su aprovechamiento (art. XV)
h) A la seguridad social (art. XVI)
Debe aclararse que, pese a que por su naturaleza este texto no
resultaría, en principio obligatorio para los Estados, ello no lo
priva de efectos jurídicos. En primer lugar, constituye la base

12
TORRES GARCÍA, Isabel. Protección Interamericano de Derechos Humanos Sistema Universal y Sistema
Interamericano. Editora Instituto Interamericano de Derechos Humanos IIDH, Perú, Primera Edición Peruana.
Lima, 2008. Pág. 77.

9
legal sobre la que actúa la CIDH respecto a los Estados que no
son parte en la CADH. Esto surge el artículo 1 de su Estatuto, que
señala que, a fines del mismo, por derechos humanos se entiende,
respecto de tales Estados, los derechos consagrados en la DDAA.
Esto quiere decir que este documento será el marco de referencia
primigenio para analizar y decidir peticiones individuales o la
situación de los derechos humanos en tales países. Por otra parte,
la Corte IDH ha señalado que los derechos humanos a que hace
referencia la Carta de la OEA que por se un tratado sí es un
instrumento obligatorio son aquellos contenidos en la DADD.
Así, enfáticamente ha dicho la CIDH que la Declaración tienen
plenos jurídicos y es el cumplimiento obligatorio para todos los
Estados miembros de la OEA. Por todo esto el contenido de la
DADD ha adquirido, en la actualidad, carácter obligatorio.
Además, valen para este instrumento las reflexiones hechas
respecto de la DUDH. De esta manera, la observación de los
DESC reconocidos en ella deviene imperativa para todos los
Estados miembros de la OEA.
b. Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH)
La Convención Americana sobre Derechos Humanos la CADH o
el Pacto de San José fue adoptada en 1669 y está conformada por
un preámbulo y tres partes.
La primera se titula Deberes de los Estados y Derechos Protegidos
y se divide en dos capítulos: el primero enuncia los deberes de los
Estados y el segundo refiere a los derechos civiles y políticos.
El tercer capítulo se titula Derechos Económicos, Sociales y
Culturales y contiene sobre un artículo 26, al que se le nominó
Desarrollo Progresivo.
Al hablar sobre DESC, el Pacto de San José hace remisión a la
carta de organización de los estados americanos, adoptada en
1948: la modificada en 1967. El artículo 26 consagra lo siguiente:
“Los Estados partes se comprometen a adoptar providencias, tanto
a nivel interno como mediante la cooperación internacional,
especialmente económica y técnica, para lograr progresivamente
la plena efectividad de los derechos que se derivan de las normas
económicas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura,
contenidas en la Carta de la OEA, reformada por el Protocolo de
Buenos Aires, en la medida de los recursos disponibles, por vía
legislativa u otros medios apropiados.
c. Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en materia de derechos Económicos,
Sociales y Culturales (Protocolo de San Salvador o PSS)

10
El Protocolo de San Salvador, enuncia una amplia lista de DESC:
al trabajo (artículo 6), a condiciones justas, equitativas y
satisfactorias de trabajo (artículo 7), derechos sindicales (artículo
8), a la seguridad social (artículo 9), a la salud (artículo 10), a un
medio ambiente sano (artículo 11), a la alimentación (artículo 12),
a la educación (artículo 13), a los beneficios de la cultura (artículo
14), a la constitución y protección de la familia (artículo 15),
derechos de la niñez (artículo 16), a la protección de los
minusválidos (artículo 18).
Este texto se presenta como adicional a la CADH, por lo que sólo
pueden ser partes del mismo aquellos Estados parte en Pacto de
San José. Constituye claramente el documento del SIDH que en
forma más amplia y detallada enuncia los DESC.
Asimismo, en su artículo1 9 del PSS regula la presentación de
peticiones individuales respecto a la violación de los derechos
establecidos en el párrafo a del artículo 8 y el artículo 13. En este
artículo los Estados partes también se obligan a la presentación de
informes periódicos sobre las medidas progresivas que hayan
adoptado para asegurar el respecto de los derechos protegidos por
el protocolo.

CAPÍTULO II: LOS ÓRGANOS PARA LA PROMOCIÓN Y LA PROTECCIÓN DE


LOS DERECHOS HUMANOS DENTRO DEL SISTEMA INTERAMERICANO

2.1. LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS


2.1.1. Su composición
En la Convención se confirma que la Comisión estará compuesta de siete miembros,
quienes deberán ser personas de alta autoridad moral y de reconocida competencia
en materia de derechos humanos, no pudiendo formar parte de ella más de un
nacional de un mismo Estado.

2.1.1.1. Los requisitos y mecanismos de selección


Los miembros de la Comisión son elegidos por la Asamblea General de la OEA, a
título personal y en calidad de expertos, de una lista de candidatos propuestos por
los gobiernos de los Estados miembros, sean o no partes en la Convención. Cabe
mencionar que, entre las condiciones requeridas para ser miembro de la misma, no
se requiere ser abogado. La participación de todos los Estados miembros de la OEA
en el proceso de selección de los integrantes de la Comisión está vinculada al
carácter dual de sus funciones, con competencias en materia de derechos humanos
no sólo respecto de los Estados partes en la Convención, sino de todos los miembros
de la Organización de Estados Americanos. Cada uno de dichos gobiernos puede
proponer hasta tres candidatos, nacionales del Estado que los proponga o de
cualquier otro Estado miembro de la OEA; sin embargo, cuando se proponga a un

11
miembro, por lo menos uno de los candidatos debe ser nacional de un Estado
distinto del que la propone. De hecho, cada Estado sólo propone a un candidato, o
a ninguno; en el primer caso, a través de los arreglos diplomáticos que sean
indispensables, el gobierno del Estado proponente procura que su candidato resulte
elegido.
En la práctica, el procedimiento de selección previsto por la Convención no ha
asegurado la debida independencia e imparcialidad de los integrantes de la
Comisión; la forma como los Estados se involucran en la proposición de
candidaturas y en negociaciones diplomáticas para obtener los votos suficientes
para el éxito de las mismas -incluyendo acuerdos de apoyo recíproco para la
distribución de puestos en el conjunto de la Organización e incluso en otras- le resta
credibilidad a la supuesta independencia de los elegidos. Por otra parte, la falta de
transparencia del proceso de selección impide que se brinde la debida atención a
los dos requisitos esenciales que deben reunir los integrantes de la Comisión, en
cuanto a ser personas de alta autoridad moral y de reconocida competencia en
materia de derechos humanos. La presencia de tales condiciones debería ser objeto
de una minuciosa consideración, y no presumirse con ligereza que cualquier
candidato propuesto por un Estado reúne efectivamente los requisitos
indispensables para ser elegido en su capacidad personal, ofreciendo garantías de
independencia e imparcialidad.
Por otra parte, la hoja de vida del aspirante a comisionado debe reflejar no sólo un
alto nivel de competencia en materia de derechos humanos sino que, lo que es más
importante y de acuerdo con la propia Convención, el reconocimiento público de
ese grado de competencia. No negamos que algunos de los miembros que ha tenido,
o tiene, la Comisión hayan poseído, o posean, estas condiciones y que, en el
desempeño de sus funciones, hayan actuado con absoluta independencia e
imparcialidad; pero sí observamos que el procedimiento de selección no asegura la
designación de los mejores ni garantiza adecuadamente su independencia de los
Estados que los proponen y eligen. La falta de independencia que, en más de un
momento, ha caracterizado el trabajo de la Comisión, tampoco ha escapado a la
atención de quienes han formado parte de ella. En la medida en que los miembros
de la Comisión asuman sus obligaciones, y en la medida en que se preserve el grado
de autonomía de que dispone la Comisión.
Los miembros de la Comisión no son representantes de los Estados que los han
propuesto o de los cuales son nacionales; ellos son elegidos entre nacionales de
cualquier Estado miembro de la OEA, sin perjuicio de que, para permitir una más
amplia participación, no pueda haber en su seno más de un nacional de un mismo
Estado. Los miembros de la Comisión son elegidos por cuatro años y -para permitir
una más amplia participación- sólo pueden ser reelegidos una vez. En todo caso,
con el propósito de asegurar una renovación parcial de los miembros de la Comisión
cada dos años, en la misma Convención se estableció que el mandato de tres de los
miembros designados en la primera elección expiraría al cabo de dos años y que,
inmediatamente después de dicha elección, se determinaría por sorteo, en la

12
Asamblea General, los nombres de esos tres miembros. Las vacantes que ocurran
en la Comisión, y que no se deban a la expiración normal del mandato de uno de
sus miembros (tales como la muerte o renuncia del mismo), corresponde llenarlas
al Consejo Permanente de la OEA, de acuerdo con lo dispuesto por el Estatuto de
la Comisión preparado por ella misma y sometido a la aprobación de la Asamblea
General

2.1.1.2. El régimen de incompatibilidades


Quienes integran la Comisión no son ni agentes ni representantes del Estado del
cual son nacionales, o de algún otro; pero, dentro de la estructura del Estado,
tampoco pueden ocupar cargos desde los cuales puedan comprometer la
responsabilidad internacional del Estado, o puedan verse expuestos a órdenes de
sus superiores en relación con el ejercicio de sus funciones como comisionado.
Para preservar la independencia e imparcialidad de quienes integren la Comisión,
el art. 71 de la Convención establece que, el cargo de miembro de la misma es
incompatible con cualquier otra actividad que pueda afectar el ejercicio de sus
funciones, en la forma que determine el Estatuto de la Comisión. Por su parte, el
art. 8 del citado Estatuto establece, que el cargo de miembro de la Comisión es
incompatible con el ejercicio de actividades que pudieran afectar su independencia
o imparcialidad, o la dignidad o prestigio de su cargo en la Comisión, pero no
menciona específicamente ningún cargo o actividad quesea incompatible con la
condición de miembro de la Comisión; aunque menos precisa que la fórmula
empleada por el Estatuto de la Corte, ella tiene la ventaja de no omitir ningún cargo
o actividad que pueda interferir con el ejercicio de las funciones de miembro de la
Comisión. Sin duda, un ministro de Estado, un funcionario público, un juez
(cualquiera que sea su categoría), o un miembro de una asamblea legislativa
(nacional o provincial), no pueden ser miembros de la Comisión sin que,
previamente, renuncien a cualquiera de las condiciones antes mencionadas. Esta
incompatibilidad puede presentarse en forma sobreviviente, obligando al
comisionado a optar entre uno y otro cargo; pero no puede ejercer ambos.
En armonía con lo antes señalado, el art. 4, N° 1, del Reglamento de la Comisión
reitera lo estipulado por el art. 8 del Estatuto, y agrega que, en el momento de asumir
sus funciones, los miembros de la Comisión se comprometerán a no representar a
víctimas o a sus familiares, ni a Estados, en medidas cautelares, peticiones y casos
individuales ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por un plazo
de dos años, contados a partir del cese de su mandato como miembros de la
Comisión. Sin embargo, el Reglamento de la Comisión admite, implícitamente, que
un Comisionado pueda ser agente diplomático del Estado del cual es nacional. En
efecto, según el art. 17 N° 2 del citado Reglamento, los miembros de la Comisión
no podrán participar en la discusión, investigación, deliberación o decisión de un
asunto sometido a la consideración de la Comisión, inter alia, si estuviesen
acreditados o cumpliendo una misión especial como agentes diplomáticos ante el
Estado objeto de consideración por la Comisión. En todo caso, el procedimiento

13
previsto en el Estatuto de la Comisión hace muy improbable que se llegue a declarar
que la condición de uno de los miembros de la Comisión es incompatible con otros
cargos o actividades que el mismo pueda desempeñar.

En efecto, éste es un asunto que el Estatuto encomienda decidir a la propia


Comisión quien, con el voto afirmativo de por lo menos cinco de sus miembros,
podrá decidir que existe un caso de incompatibilidad y lo elevará a la Asamblea
General de la OEA para que ésta, por la mayoría de los dos tercios de los Estados
miembros, declare la existencia de dicha incompatibilidad; aunque, teniendo en
cuenta que, por haber sido elegido por el órgano como miembro de la Comisión, y
teniendo en cuenta la mayoría calificada que se requiere para ello, es altamente
improbable que la Asamblea General adopte una decisión de esta naturaleza. Sin
embargo, si se llegase a que se detecte un caso de incompatibilidad, el Estatuto de
la Comisión dispone que ella causará la inmediata separación del cargo de
miembro de la Comisión, aunque no invalidará las actuaciones en que el afectado
hubiere intervenido.

2.1.1.3. Los impedimentos e inhibiciones


Excepto por lo que dispone el art. 56 del Reglamento de la Comisión, no se ha
previsto las circunstancias en que un miembro de la Comisión esté impedido de
participar en el conocimiento de un asunto por razón de su nacionalidad.
Por otra parte, el art. 17 N° 2 del Reglamento de la Comisión dispone que los
miembros de la Comisión no podrán participar en la discusión, investigación,
deliberación o decisión de un asunto sometido a la consideración de la Comisión
en los siguientes casos:
a) si fuesen nacionales del Estado objeto de consideración general o específica o si
estuviesen acreditados o cumpliendo una misión especial como agentes
diplomáticos ante dicho Estado, y
b) si previamente hubiesen participado, a cualquier título, en alguna decisión sobre
los mismos hechos en que se funda el asunto o si hubiesen actuado como consejeros
o representantes de alguna de las partes interesadas en la decisión.

De manera concordante con la regla anterior, el art. 52 del Reglamento de la


Comisión dispone que el miembro de la Comisión que sea nacional o que resida en
el territorio del Estado en donde deba realizarse una observación in loco estará
impedido de participar en ella. En lo que concierne a las disposiciones antes
referidas, que excluyen a los comisionados de participar en los asuntos de sus
propios países, sin embargo, hay que señala que los comisionados han sido elegidos
en su capacidad personal y que no representan a ningún Estado. Por consiguiente,
resultaría más saludable el abandonar esas reglas, lo cual estaría en sintonía con el
art. 55 de la Convención, referido a los jueces de la Corte, que no impide que el juez
nacional de la nacionalidad de alguno de los Estados partes en el caso pueda seguir
conociendo del mismo.

14
2.1.1.4. La prolongación de sus mandatos
Según el art. 2, N° 2, del Reglamento de la Comisión actualmente en vigor,
manifiesta que, en caso de que no hayan sido elegidos los nuevos miembros de la
Comisión para sustituir a los que terminan sus mandatos, éstos continuarán en el
ejercicio de sus funciones hasta que se efectúe la elección de los nuevos miembros.
Sin embargo, hay que hacer notar que ésta es una disposición de dudosa
constitucionalidad, que no encuentra respaldo ni en el texto de la Convención ni en
el Estatuto de la Comisión.
2.1.2. Sus competencias
2.1.2.1. Atribuciones
Las atribuciones de la Comisión están establecidas en el artículo 9 de su Estatuto:
 Estimular la conciencia de los derechos humanos en los pueblos de América.
 Formular recomendaciones en caso de que los estime conveniente, a los gobiernos
de los Estados Miembros en general, para que adopten medidas progresivas en favor
de los derechos humanos dentro de sus legislaciones internas y tomen, de acuerdo
con sus preceptos constitucionales, medidas apropiadas para fomentar la fiel
observancia de esos derechos
 Preparar los estudios o informes que considere convenientes en el desempeño de
sus funciones
 Encarecer a los gobiernos de los Estados Miembros que le proporcionen
informaciones sobre las medidas que adopten en el orden de los derechos humanos
 Servir de cuerpo consultivo a la Organización de los Estados Americanos en
materia de derechos humanos.
Si bien en el Estatuto se habla de recomendaciones a los Estados Miembros de
manera general, la Comisión interpretó en el Informe presentado en su primer
periodo de sesiones de octubre de 1960 que el Estatuto autoriza también a formular
recomendaciones a cada uno de los países, es decir, de manera específica.
Así, en el artículo 112 de la Carta reformada se establecerá como función principal
de la Comisión “promover la observancia y la defensa de los derechos humanos y
servir como órgano consultivo de la cual Organización en esta materia”. Además
se establece que una estructura, competencia y procedimiento de dicha Comisión.
La convención a que se refiere este artículo es la Convención Americana de
Derechos Humanos.
En la actualidad, uno de los aspectos más importantes del sistema de protección
interamericano, es que la Comisión resulta competente para conocer de las
violaciones de Derechos Humanos en los Estados Partes implicados en cada
situación. Este punto es importante porque la Corte es el único tribunal
internacional para examinar denuncias de violaciones de los Derechos Humanos en
los Estados Americanos.

2.1.2.2. Funciones y facultades


En cuanto a sus funciones, son:
 Protectivas: de supervisión, de emergencia y pre-judiciales.

15
 Promocionales
 Asesoras: Promueve el respeto de los Derechos Humanos en los Estados
 Consultivas: Para la propia Organización de los Estados Americanos.
En cuanto sus facultades, son:
 Inicia una serie de estudios destinados a examinar la situación de los Derechos
Humanos en varios Estados de la OEA, mediante misiones especiales.
 Examina peticiones individuales y toda información disponible, para lo cual toma
en cuenta una serie de denuncias, escucha testigos y lleva a cabo una serie de
investigaciones en el territorio de algunos países, basada en el Art. 11 del
Estatuto, para luego dirigir recomendaciones a los gobiernos e incluso dictar
medidas cautelares.
 En caso de que el Estado no atienda a sus recomendaciones, la comisión puede
hacer públicos dichos informes.
2.1.2.3. Su organización interna
La Corte tiene competencia para preparar su propio Estatuto, aunque debe someterlo a la
aprobación de la Asamblea General de la OEA, la cual puede hacerle las enmiendas que
estime convenientes; de hecho, el proyecto de Estatuto que la Corte sometió a la Asamblea
General de la OEA en octubre de 1979 fue objeto de importantes modificaciones por parte
de ésta. Asimismo, al igual que la Comisión, la Corte está facultada para dictar su propio
reglamento. El presidente y el Vice-presidente del tribunal son elegidos por los propios
jueces, y su mandato tiene una duración de dos años, pudiendo ser reelegidos. Su período
comienza el primer día de la primera sesión del año correspondiente. La elección tendrá
lugar en el último período ordinario de sesiones que celebre la Corte el año anterior. La
elección del presidente y Vicepresidente de la Corte se efectuará por votación secreta de los
Jueces titulares presentes, y se proclamará electos a quienes obtengan cuatro o más votos; si
no se alcanzaren esos votos, se procederá a una nueva votación para decidir por mayoría
entre los dos jueces que hayan obtenido más votos. En caso de empate, éste se resolverá en
favor del juez que tenga precedencia.
Al Presidente de la Corte le corresponde la representación de la misma, presidir las sesión
es y someter a su consideración los asuntos que figuren en el orden del día, dirigir y promover
los trabajos de la Corte, decidir las cuestiones de orden que se susciten durante las sesiones
(a menos que un juez solicite que dicha cuestión se someta a la decisión de la mayoría), y
rendir un informe a la Corte, al inicio de sus sesiones ordinarias o extraordinarias, sobre las
actuaciones que haya cumplido en el ejercicio de la presidencia durante los recesos de
aquella.
Una Comisión Permanente, está integrada por el presidente, el Vicepresidente, y los otros
jueces que el Presidente considere conveniente de acuerdo con las necesidades de la Corte.
La Comisión Permanente asiste al presidente en el ejercicio de sus funciones. Además, la
Corte puede designar otras comisiones para asuntos específicos, las cuales, en casos de
urgencia y cuando no estuviere reunida la Corte, podrán ser designadas por el presidente.
Sin perjuicio de las atribuciones que le competen a la Comisión Permanente, o a las otras
comisiones que -de acuerdo con el Reglamento de la Corte- ésta puede designar para asuntos
específicos, el tribunal sesiona en pleno, y no se ha previsto su funcionamiento en salas; en

16
realidad, su actual composición -de sólo siete jueces- y el texto del art. 56 de la Convención,
que señala que el quórum para las deliberaciones de la Corte es de cinco jueces, excluyen el
que la Corte pueda sesionar y decidir en salas.
2.1.2.4. Su sede
De acuerdo con el art. 58 de la Convención, la Corte tendrá su sede en el lugar que
determinen, en la Asamblea General de la OEA, los Estados partes en la Convención;
habiéndose elegido por éstos la ciudad de San José de Costa Rica, ese es el sitio en donde se
ha establecido y funciona la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, ella
puede celebrar reuniones en el territorio de cualquier Estado miembro de la OEA -parte o no
parte en la Convención-, cuando así lo considere conveniente por mayoría de sus miembros,
y previa aquiescencia del Estado respectivo; de hecho, por invitación del gobierno argentino,
el tribunal celebró su undécimo período ordinario de sesiones, del 1º al 10 de octubre de
1984, en la ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, los Estados partes en la Convención
pueden, en la Asamblea General de la OEA, con el voto favorable de los dos tercios de sus
miembros, decidir cambiar la sede de la Corte. Obviamente, la circunstancia de que la
Comisión y la Corte tengan su sede en sitios diferentes incide negativamente en la fluidez
que debe existir en las comunicaciones entre ambas, e impone una carga adicional a los
individuos y organizaciones no-gubernamentales que, habiendo sometido algún asunto ante
la Comisión, esperan poder hacer el seguimiento del mismo en caso de que éste sea llevado
a la Corte. Para garantizar su funcionamiento, el 10 de septiembre de 1981, la Corte suscribió
con Costa Rica un acuerdo de sede, en el que se estipulan las inmunidades y privilegios de
la Corte, de los jueces y del personal del tribunal, así como de las personas que comparecen
ante la misma. En este tratado, Costa Rica se comprometió a dotar a la Corte de un local
adecuado para su funcionamiento, promesa a la que dio cabal cumplimiento al aportar el
dinero necesario para comprar el inmueble que el tribunal había venido ocupando desde
junio de 1980 como su sede en San José de Costa Rica.

2.1.2.5. Sus periodos de sesiones


El art. 11 del Reglamento establece que la Corte celebrará los períodos ordinarios de
sesiones que sean necesarios durante el año para el cabal ejercicio de sus funciones, en las
fechas que la Corte decida en su sesión ordinaria inmediatamente anterior. El presidente, en
consulta con la Corte, podrá modificar las fechas de esos períodos cuando así lo impongan
circunstancias excepcionales. De acuerdo con el art. 12 del Reglamento, las sesiones
extraordinarias serán convocadas por el presidente, por propia iniciativa o a solicitud de la
mayoría de los jueces.
Las audiencias que se celebren durante los períodos de sesiones serán públicas y tendrán
lugar en la sede de la Corte. Cuando circunstancias excepcionales así lo justifiquen, la Corte
podrá celebrar audiencias privadas o fuera de su sede, y decidirá quiénes podrán asistir a
ellas. Aun en estos casos, se levantarán actas resumidas de dichas audiencias, en los términos
previstos por el artículo 43 del Reglamento. La Secretaría deberá grabar las audiencias, y
anexar una copia de dicha grabación al expediente; los agentes, delegados, las víctimas o las
presuntas víctimas, sus familiares o sus representantes debidamente acreditados, recibirán

17
copia de la grabación de la audiencia pública al término de ésta o dentro de los 15 días
siguientes.

Eventualmente, a petición de la mayoría de los jueces o por propia iniciativa, el Presidente


de la Corte puede convocar a sesiones extraordinarias para conocer de solicitudes de medidas
provisionales. Sin embargo, como ya se ha señalado previamente, ocasionalmente, por
razones presupuestarias la Corte ha debido cancelar algún período de sesiones previamente
convocado; en tal sentido, debido a reducciones presupuestarias, la Corte debió cancelar su
XLVIII período ordinario de sesiones, previsto inicialmente para junio de 2000.

2.1.2.6. El quórum
A diferencia de lo que ocurre con la Comisión, la misma Convención se ha encargado de
señalar que el quórum requerido para las deliberaciones de la Corte es de cinco jueces, lo
que, en un tribunal internacional integrado únicamente por siete miembros, pudiera plantear
dificultades prácticas. Por otro lado, el art. 15 del Estatuto de la Corte dispone que las
decisiones se toman por la mayoría de los jueces presentes, y que en caso de empate decide
el presidente. Ni la Convención ni el Estatuto de la Corte especifican si, para los efectos del
quórum, debe contarse a los jueces ad hoc; pero debe entenderse que, en la medida en que
ellos gozan de las mismas prerrogativas que los jueces ordinarios, y no habiendo una
disposición expresa que disponga lo contrario, ellos también cuentan para los efectos del
quórum. Por el contrario, el Reglamento de la Corte Internacional de Justicia dispone que
los jueces ad hoc no serán tomados en cuenta para el cálculo del quórum. Para los efectos de
la recepción de la prueba testimonial y pericial, la Corte decidió, en su sesión del 26 de junio
de 1996, que ésta podrá realizarse con la presencia de uno o varios de sus miembros, en
audiencia pública en la sede de la Corte o in situ.

2.2.LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS


Sin perjuicio de la importancia de las tareas que le incumben a la Comisión, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos es, sin duda, el órgano de mayor relevancia creado
por la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Sin embargo, el ejercicio de su
competencia contenciosa está sujeto a la aceptación expresa de la misma, mediante una
declaración especial que los Estados deben hacer en tal sentido. No obstante ser el órgano
convencional que, a diferencia de la Comisión, no figura entre los órganos de la OEA, la
Corte está concebida como “una institución judicial del sistema interamericano” en su
integridad. Según el criterio expresado por la propia Corte, “es justamente en su función
consultiva, que se pone de relieve el papel de este tribunal, no sólo dentro de la
Convención, sino también dentro del sistema en su conjunto.

2.2.1. Naturaleza y composición de la Corte


La Corte Interamericana de Derechos Humanos es una institución judicial autónoma
del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Su objetivo es la aplicación e
interpretación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Es un tribunal
establecido por la mencionada Convención, con el propósito primordial de resolver

18
los casos que se le sometan de supuestas violaciones de aquellos derechos humanos
protegidos por ella.
La Convención Americana tiene a la fecha dos protocolos adicionales: el Protocolo
Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de
Derechos,Economicos,Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”, suscrito en San
Salvador, El Salvador, el 17 de noviembre de 1988, en el Décimo Octavo Periodo Ordinario
de Sesiones de la Asamblea General de la O.E.A., y el Protocolo a la Convención Americana
sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte, suscrito en Asunción,
Paraguay, el 8 de junio de 1990, en el Vigésimo Periodo Ordinario de Sesiones de la
Asamblea General de la OEA. El primer protocolo entrara en vigencia tan pronto como once
Estados depositen sus respectivos instrumentos de ratificación o adhesión lo cual han hecho
ya Brasil, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela. El segundo
protocolo entra en vigor para cada Estado que lo ratifique. Los únicos Estados que lo han
ratificado hasta el momento son Brasil, Panamá, Uruguay y Venezuela.
La Corte se compone de siete jueces, nacionales de los Estados miembros de la OEA,
independientemente de que éstos hayan ratificado o no la Convención. Para distinguirlos de
otras categorías de magistrados que eventualmente pueden integrar el tribunal que nos ocupa,
nos referiremos a ellos como los jueces titulares de la Corte, debiendo observar que esta
denominación es la que ha acogido también el Reglamento de la Corte, cuyo art. 2, letra e),
llama ‘juez titular’ a cualquier juez elegido de acuerdo con los artículos 53 y 54 de la
Convención.

2.2.1.1.Los jueces titulares


Esta denominación, que no es utilizada por la Convención pero que corresponde a la
única categoría de jueces previstos en ella, es el resultado de la figura de los jueces
interinos que, a pesar de su dudosa constitucionalidad, está contemplada en el art. 6, Nº
3, del Estatuto de la Corte.13
i.- Las condiciones requeridas.
Según lo dispuesto por el art. 52 de la Convención, los jueces ordinarios o titulares son
elegidos, a título personal, entre juristas de la más alta autoridad moral, de reconocida
competencia en materia de derechos humanos, y que reúnan las condiciones requeridas
para el ejercicio de las más elevadas funciones judiciales conforme a la ley del país del
cual sean nacionales, o del Estado que los proponga como candidatos. No hay requisitos
de edad ya sea para acceder a la Corte o para retirarse de ella. De manera semejante a la
fórmula empleada por la Convención Americana, otros tribunales internacionales, como
la Corte Internacional de justicia o la Corte de justicia de las Comunidades Europeas,
requieren -para integrar los mismos- reunir alternativamente las condiciones requeridas
para desempeñar las más elevadas funciones judiciales en sus respectivos países o ser
juristas de reconocida competencia; porque, como podrá apreciarse, estas cualidades no
necesariamente van de la mano pues las condiciones intelectuales o académicas de una

13
El cual ha sido aprobado por la Asamblea General de la OEA, lo que significa que, en todo caso, ha
contado con la aprobación de los Estados partes en la Convención.

19
persona no siempre son suficientes para acceder a la judicatura en el ámbito nacional.
No obstante, en el caso que nos ocupa es indispensable tener competencia en materia de
derechos humanos y, además, reunir las condiciones indispensables para acceder a las
más elevadas funciones judiciales del Estado del cual se es nacional o del que lo propone.
A diferencia de la Corte Europea de Derechos Humanos, o de la Corte de Justicia de las
Comunidades Europeas, que no requieren que sus magistrados sean nacionales de alguno
de los Estados partes, para ser juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es
necesario ser nacional de alguno de los Estados miembros de la Organización de Estados
Americanos. Pero, además de las condiciones personales que debe reunir cada candidato,
se ha previsto que no pueda haber simultáneamente dos jueces de la misma nacionalidad
en el seno de la Corte; sin embargo, esta circunstancia no debe interpretarse en el sentido
de que pueda afectar la independencia de los jueces del Estado del cual éstos sean
nacionales pues, en principio,45 ella no está orientada a asegurar la representación de
diversos Estados, sino que a permitir una más amplia participación de juristas de distintas
nacionalidades, teniendo en cuenta el conjunto de los Estados y las distintas regiones del
continente.46 Al señalar que los jueces son elegidos en su capacidad personal, se ha
querido destacar su independencia de los Estados partes y, aunque ello no se diga
expresamente en la Convención, la circunstancia de que ellos no pueden solicitar ni
recibir instrucciones de ningún gobierno o autoridad estatal o de otro tipo; en realidad,
el requisito más importante para acceder a la condición de magistrado de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos es estar en capacidad de ofrecer garantías de
independencia fuera de toda sospecha. La Convención no incluye ninguna disposición
que se refiera específicamente a la posibilidad de que algún juez haya dejado de satisfacer
las condiciones requeridas para desempeñarse como tal; por ejemplo, pudiera ocurrir
que, como consecuencia de un hecho sobreviniente, un juez haya visto menoscabada su
autoridad moral, o que, por observar una conducta profesional reprochable, haya sido
despojado de su título de abogado, o que haya perdido la condición de nacional de uno
de los Estados miembros de la OEA. Sin embargo, el art. 20, N° 2, del Estatuto de la
Corte dispone que la potestad disciplinaria respecto de los jueces corresponderá a la
Asamblea General de la OEA solamente a solicitud motivada de la Corte, integrada al
efecto por los jueces restantes. Por el contrario, de acuerdo con el art. 18 del Estatuto de
la Corte Internacional de Justicia, esta competencia corresponde a la propia Corte; según
el art. 6 del Reglamento de la Corte Internacional de Justicia, el miembro de la Corte así
señalado será informado por el Presidente o, en su caso, por el Vice-Presidente de la
Corte, mediante una comunicación escrita que incluirá los fundamentos para instruir ese
procedimiento y la evidencia relevante; posteriormente, en una reunión privada de la
Corte específicamente convocada para ese propósito, el juez tendrá la oportunidad de
hacer cualquiera declaración, de proporcionar las informaciones y explicaciones que
desee, y de responder a las preguntas que se le formulen; en una reunión posterior de la
Corte, con exclusión del juez señalado como incurso en la circunstancia prevista en el
art. 18 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, el asunto será discutido y, si es
necesario, sometido a votación.
ii.- El mecanismo de selección.

20
Atendiendo a los propósitos de la Convención, y a fin de asegurar la absoluta idoneidad
e independencia de los elegidos, el mecanismo de selección de los jueces debería ser un
aspecto de la mayor trascendencia dentro del sistema. Los jueces de la Corte son
elegidos, en votación secreta y por mayoría absoluta de votos de los Estados partes en la
Convención,47 en la Asamblea General de la OEA, de una lista de candidatos propuesta
por esos mismos Estados. La primera elección de los jueces de la Corte se realizó en
mayo de 1979, resultando electos Thomas Buergenthal (nacional de Estados Unidos,
propuesto por Costa Rica), Máximo Cisneros (de Perú), Huntley Eugene Munroe (de
Jamaica), César Ordóñez (de Colombia), Rodolfo Piza Escalante (de Costa Rica), Carlos
Roberto Reina (de Honduras), y Rafael Urquía (de El Salvador). Cada uno de los Estados
miembros puede proponer hasta tres candidatos, nacionales del Estado que los propone
o de cualquier otro Estado miembro de la OEA; de hecho, en la primera elección Costa
Rica propuso el nombre de Thomas Buergenthal, nacional de Estados Unidos. En todo
caso, cuando se proponga una terna, por lo menos uno de los candidatos debe ser nacional
de un Estado distinto del que la propone. En la práctica, al igual que en la elección de los
miembros de la Comisión, la regla es que cada Estado propone sólo a un candidato -o a
ninguno- lo cual impide contar con un amplio abanico de posibilidades como es el
espíritu de la Convención. A diferencia del mecanismo de selección previsto en el
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, cuyos candidatos no son propuestos
directamente por los Estados sino por “los grupos nacionales de la Corte Permanente de
Arbitraje”,48 la Convención Americana de Derechos Humanos no ha contemplado la
intervención de entes no estatales49 en la presentación de candidaturas. Con el propósito
de confeccionar una lista de candidatos, seis meses antes de la celebración del período
ordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA previa a la terminación del
mandato para el cual fueron elegidos los jueces de la Corte, el Secretario General de la
OEA debe pedir por escrito a cada Estado parte en la Convención que presente sus
candidatos dentro de un plazo de noventa días; con los candidatos así propuestos, el
Secretario General prepara una lista en orden alfabético de los mismos y la comunica a
los Estados partes por lo menos con treinta días de anticipación a la sesión de la
Asamblea General de la OEA. Cuando se trate de llenar vacantes que no correspondan a
la terminación del período normal de uno de los jueces, estos plazos pueden reducirse
prudencialmente, a criterio del Secretario General de la OEA. Los jueces de la Corte son
elegidos por un período de seis años y sólo pueden ser re-elegidos una vez; de acuerdo
con el art. 5, Nº 2, del Estatuto de la Corte, el mandato de cada uno de los jueces se
cuenta a partir del primero de enero del año siguiente al de su elección, y se extiende
hasta el 31 de diciembre del año en que se cumpla el mismo. Al igual que sucede con los
miembros de la Comisión, se ha previsto la renovación escalonada de los integrantes de
la Corte, de manera que el mandato de tres de los jueces designados en la primera
elección (elegidos por sorteo de entre esos siete jueces) debía expirar al cabo de tres
años. En esta forma se permite la renovación parcial de la Corte cada tres años y, al
asegurar que por lo menos una parte de sus integrantes (3 ó 4 jueces, según el caso) no
serán sustituidos en forma inmediata, se garantiza un cierto grado de continuidad en la
composición del tribunal y en el trabajo que éste está desarrollando. iii.- La prolongación

21
del mandato. Aunque, en principio, los jueces permanecen en funciones sólo hasta el
término de sus respectivos mandatos, según el art. 54, Nº 3, de la Convención, ellos
deben seguir conociendo de los casos a que ya se han abocado y que se encuentren en
estado de sentencia, a cuyos efectos no serán sustituidos por los nuevos jueces elegidos
por la Asamblea General de la OEA. Sin embargo, hay que hacer notar que existe una
discrepancia importante entre las distintas versiones de la norma que comentamos y que
ya ha sido objeto de controversia en el seno de la Corte; efectivamente, mientras que los
textos de la Convención en español y portugués señalan que los jueces que concluyan
sus mandatos seguirán conociendo los casos que se encuentren en estado de sentencia,
las versiones en inglés y francés expresan que tales jueces seguirán conociendo los casos
que se encuentren pendientes. De acuerdo con la primera versión, los jueces cuyo
mandato ya ha concluido sólo estarían habilitados para seguir conociendo de aquellos
casos en que no existe ninguna actuación procesal pendiente, faltando únicamente
deliberar, decidir, y emitir la sentencia; por el contrario, la segunda versión supone un
asunto que ha sido sometido al conocimiento de la Corte -con una determinada
composición- y que se encuentra en cualquier etapa procesal. A manera de comparación,
puede observarse que, según el art. 33 del Reglamento de la Corte Internacional de
Justicia, sus jueces continúan en funciones sólo hasta completar la fase en que se
encontraba el procedimiento y para la cual se había convocado a argumentos orales antes
del reemplazo de los referidos jueces. En el caso Neira Alegría y otros, la Corte tuvo
ocasión de pronunciarse sobre las divergencias que, en esta materia, existen entre uno y
otro texto de la Convención. Al interpretar el sentido y alcance de la norma contenida en
el art. 54, párrafo 3, de la Convención, la Corte recurrió a los trabajos preparatorios de
la misma, observando que en ellos se señaló que los jueces seguirían conociendo de los
asuntos a los que ya se hubieren abocado mientras se substanciaba el respectivo proceso,
y que la actual versión en español de la disposición ya citada apareció por primera vez
en un texto preparado por la Comisión de Estilo, sin que el mismo fuera objeto de debate,
por lo que la Corte presume que la expresión ‘en estado de sentencia’ tendría el mismo
alcance que ‘mientras se sustancia el respectivo proceso’. La Corte consideró que el
‘objeto y fin’ de esta disposición era evitar que, debido a la sucesión entre jueces, se
produjeran traumatismos en el procedimiento, los cuales ocurrirían cada vez que se
reemplazara a los jueces que se encontraran en plena diligencia judicial.51 En apoyo de
su tesis, la Corte también invocó, por analogía, el texto del art. 19, párrafo 3, del
Reglamento de la Corte, que señala que cuando por cualquier causa un juez no esté
presente en alguna de las audiencias o actos del proceso, la Corte podrá decidir su
inhabilitación para continuar conociendo del caso; a juicio del tribunal, esta regla
enunciaría un principio según el cual, en aras de la equidad para con los litigantes y la
eficacia judicial, en lo posible únicamente los jueces que hubieren participado en todas
las etapas del proceso deberían dictar el fallo en ese caso. Asimismo, la Corte también
cita en su respaldo la regla del art. 27, párrafo 3, de su Reglamento en vigor para ese
momento (correspondiente al art. 36 N° 3 del actual Reglamento), que dispone que las
excepciones preliminares no suspenden el procedimiento sobre el fondo, y que tiene
como fin asegurar que el procedimiento no se vea retrasado, como sucedería si los nuevos

22
jueces vinieran a desplazar a quienes ya están familiarizados con el asunto pero cuyos
mandatos han vencido. Para los efectos de determinar su composición, la Corte también
ha aplicado esta disposición de la Convención a la interpretación de sentencias a que se
refiere el art. 67 de la Convención porque, de acuerdo con los principios generales de
Derecho procesal, un asunto contencioso no puede considerarse concluido sino hasta que
el fallo se cumpla totalmente y, por analogía, el tribunal concluyó que debía seguir
interviniendo en un caso que se encontraba en estado de ejecución de la sentencia, más
aún cuando la propia Corte había resuelto que supervisaría el cumplimiento del pago de
la indemnización acordada y sólo después archivaría el expediente.En este sentido, el
art. 58 N° 3 del Reglamento de la Corte indica que, para el examen de la demanda de
interpretación la Corte se reunirá, si es posible, con la composición que tenía al dictar la
sentencia respectiva, sin perjuicio de que, en caso de fallecimiento, renuncia,
impedimento, excusa, o inhabilitación, se sustituya al juez de que se trate. Aunque sólo
sea por vía analógica, es interesante observar que la interpretación que hace la Corte de
esta disposición es coincidente con la contenida en el art. 13 Nº 3 del Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia, que indica que, aún después de reemplazados, los jueces
continuarán conociendo de los casos que hubieren iniciado, hasta su terminación;
asimismo, dicha interpretación concuerda con el art. 40, párrafo 6, de la Convención
Europea para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales,
que dispone que, después de su sustitución, los jueces continuarán conociendo de los
asuntos que ya les habían sido encomendados. Por otra parte, la circunstancia de que el
mandato de los jueces se prolongue hasta que se decidan los casos a que ya se hubieran
abocado y que se encuentren en estado de sentencia requiere precisar qué se entiende por
‘caso’ en este contexto. Para determinar el verdadero alcance de esta disposición no se
puede perder de vista que, de acuerdo con ella, la regla general es que los jueces
permanecerán en funciones hasta el término de su mandato, y sólo excepcionalmente
éste se prolongará para decidir casos que reúnan características bien precisas; en nuestra
opinión, particularmente cuando lo que está en discusión es un asunto que debe
resolverse de manera previa a la decisión sobre los méritos de la demanda y que requiere
un pronunciamiento especial, esta expresión se refiere únicamente a la cuestión que está
pendiente de decisión y no necesariamente al caso en su integridad. Este es,
efectivamente, el criterio que aplicó el tribunal en el caso Neira Alegría y otros, en el
cual decidió que los recursos interpuestos en contra de la sentencia del 11 de diciembre
de 1991, que rechazó las excepciones preliminares, serían conocidos por la Corte con la
integración que tenía al momento de dictarse dicha sentencia, y que los méritos de la
demanda serían conocidos por la Corte con su nueva composición, integrada por jueces
que asumieron sus cargos el 1 de enero de 1992.55 Además, la propia Corte ha señalado
que habría “dos etapas procesales distintas; la de excepciones preliminares y (la) de
fondo”, y que “la no suspensión del procedimiento sobre el fondo no afecta la naturaleza
distinta y separada de la etapa de excepciones preliminares”. No obstante las decisiones
antes citadas, esta materia se planteó nuevamente en el caso Genie Lacayo, el cual fue
sometido a la Corte el 6 de enero de 1994, año en el que expiraba el mandato de tres de
sus integrantes. El 21 de marzo de 1994 el gobierno de Nicaragua había opuesto

23
excepciones preliminares, para cuyo examen la Corte convocó a una audiencia pública
que se realizó el 18 de noviembre de 1994; aplicando el art. 54 Nº 3 de la Convención,
dichas excepciones fueron decididas el 27 de enero de 1995, con la composición que la
Corte tenía al 31 de diciembre del año anterior, rechazándolas todas, salvo la relativa al
agotamiento de los recursos internos, cuya decisión se dejó para ser resuelta junto con el
fondo del asunto, lo que la diferencia de la situación planteada en el caso Neira Alegría
y otros. Luego de dictada la sentencia sobre excepciones preliminares, uno de los nuevos
integrantes de la Corte -el juez Antonio Cançado Trindade- dirigió una comunicación al
presidente de la misma solicitando que la Corte, “con la actual composición”, adoptara
una resolución sobre la cuestión previa de su composición para el conocimiento del
fondo del caso Genie Lacayo. 59 El planteamiento del juez Cançado Trindade
nuevamente requería distinguir entre la composición de la Corte para el conocimiento de
las excepciones preliminares -cuestión que ciertamente correspondía a la Corte con la
composición que tenía al momento de la audiencia pública-, y su integración para los
efectos de conocer del fondo del asunto, cuestión que -sin perjuicio de haber recibido la
contestación a la demanda con fecha 23 de mayo de 1994-, aún no había sido examinada
por el tribunal. Pero, en esta ocasión, al contrario de lo que se había resuelto en el caso
Neira Alegría y otros, teniendo en cuenta que la sentencia sobre excepciones
preliminares había diferido la decisión de una de las excepciones opuestas para ser
resuelta junto con el fondo, la Corte sostuvo que los jueces que decidieron sobre las
excepciones preliminares eran los llamados a integrar el tribunal para la decisión tanto
del fondo como de la excepción preliminar que se había unido a éste. En nuestra opinión,
si el tribunal todavía no había entrado a conocer los méritos de la demanda -aunque ya
se había presentado la contestación a la misma- a fin de dar estricta aplicación a la
disposición que señala que los jueces permanecerán en funciones hasta el término de sus
mandatos, y que los nuevos jueces les sustituirán a partir del 1 de enero del año siguiente
al de su elección, lo razonable hubiera sido que la Corte, integrada con los jueces recién
incorporados, fuera la que se abocara al examen de la demanda y que decidiera, como
cuestión previa, la excepción preliminar pendiente, en cuanto ésta se había unido al fondo
de la controversia. Si las excepciones preliminares deben ser resueltas como cuestión
previa, la situación planteada en el caso Genie Lacayo subraya la conveniencia de que
ellas sólo excepcionalmente, y debidamente fundamentadas, se unan al examen de la
cuestión de fondo planteada en la demanda. Porque si, en el caso que comentamos, la
Comisión había examinado minuciosamente la aplicación de la regla del agotamiento de
los recursos internos, señalando que concurrían por lo menos dos de las tres excepciones
previstas por la Convención, la sentencia que unió dicha excepción a la consideración de
los méritos de la demanda debió sustentar mejor su decisión, sin limitarse a afirmar que
los hechos objeto de la demanda tenían que ver con la administración de justicia y que,
por lo tanto, estaban íntimamente vinculados con los recursos internos.Además, las
necesidades de transparencia en un tribunal de este tipo hacen que el cumplimiento de
este requerimiento sea imperioso si, como se señala en la resolución del 18 de mayo de
1995, con anterioridad a la adopción de la sentencia sobre excepciones preliminares y
anticipándose a la misma, la Corte había decidido -con fecha 18 de noviembre de 1994-

24
que, con la composición que tenía en esa fecha, seguiría conociendo tanto de las
excepciones preliminares como del fondo, en el supuesto de que alguna excepción
preliminar se uniera al mismo; en realidad, esa decisión prejuzgó sobre las excepciones
preliminares pendientes y sobre el contenido de la sentencia que, sobre esta materia,
dictó dos meses después, cuando ya se había instalado la Corte con su nueva
composición, incorporando a los jueces recientemente electos. Según la opinión del juez
Cançado Trindade -que ciertamente compartimos-, las partes tienen derecho a conocer
los criterios que han guiado a la Corte en la determinación de su integración; en el caso
que comentamos, esos criterios no fueron suficientemente claros, haciendo dudar sobre
los motivos de esa decisión. Con el propósito de resolver algunos de los problemas que
derivan de la integración de la Corte en el curso de las distintas etapas de un caso ante el
tribunal, éste adoptó una decisión de carácter general, que pudo haberse incorporado en
el Reglamento. Mediante esta resolución, la Corte ratificó el criterio sostenido en el caso
Neira Alegría y otros, en el sentido que el conocimiento de las excepciones preliminares
y el conocimiento del fondo de un asunto constituyen etapas separadas del mismo, y que
el mismo criterio es aplicable a la determinación de las reparaciones e indemnizaciones
así como a la supervisión del cumplimiento de las sentencias, ya que también constituyen
etapas nuevas y distintas del proceso, posteriores a la sentencia sobre el fondo del asunto;
por consiguiente, la citada resolución dispone que todo lo relativo a la determinación de
reparaciones e indemnizaciones, así como a la supervisión del cumplimiento de las
sentencias de la Corte, compete a los jueces que la integren en el momento de tomarse
las decisiones correspondientes.66 Según el juez Fix-Zamudio, en una opinión que
compartimos, aunque esta resolución contribuye a la celeridad del procedimiento, desde
el punto de vista conceptual, “no puede afirmarse que el procedimiento relativo a la
fijación de reparaciones e indemnizaciones pueda desvincularse del fondo del asunto en
el cual se establece la condena respectiva”. Por otra parte, resolviendo las divergencias
entre los distintos textos de la Convención sobre esta materia, el art. 16 del Reglamento
de la Corte dispone que los jueces cuyos mandatos se haya vencido continuarán
conociendo de los casos de los que ya hubieren tomado conocimiento y que se
encuentren en estado de sentencia. Sin embargo, en caso de fallecimiento, renuncia,
impedimento, excusa o inhabilitación, se proveerá a la sustitución del juez de que se trate
por el juez que haya sido elegido en su lugar si fuere éste el caso, o por el juez que tenga
precedencia entre los nuevos jueces elegidos en la oportunidad en que se venció el
mandato del que debe ser sustituido. Según esta misma disposición del Reglamento
actualmente en vigor, todo lo relativo a las reparaciones y costas, así como a la
supervisión del cumplimiento de las sentencias de la Corte, compete a los jueces que la
integren en ese estado del proceso, salvo que ya hubiere tenido lugar una audiencia
pública y en tal caso conocerán los jueces que hubieren estado presentes en esa audiencia.
Todo lo relativo a las medidas provisionales compete a la Corte en funciones, integrada
por sus jueces titulares. Como quiera que sea, la existencia de una disposición de esta
naturaleza, que prolonga el mandato de los jueces para que sigan conociendo de los casos
a que ya se hubieren abocado y que se encuentren en ‘estado de sentencia’, no debe
interpretarse como si ella fuera aplicable únicamente a los casos contenciosos. Pero

25
también debe aplicarse con prudencia, y no como un mecanismo diseñado para prolongar
artificialmente el mandato de los jueces. En este sentido, en relación con la consulta
formulada por Venezuela el 12 de noviembre de 2003, después de haber consultado a los
demás jueces de la Corte, considerando que una solicitud de opinión consultiva no
presenta el mismo grado de urgencia que la tramitación de un caso contencioso o de una
solicitud de medidas provisionales de protección, y teniendo en cuenta que a partir del 1
de enero de 2004 el tribunal tendría una nueva composición, el Presidente de la Corte
decidió poner este asunto en conocimiento de la misma en la primera sesión del tribunal
en el año 2004.

iv.- La provisión de vacantes.


Sin duda, la composición de la Corte se puede ver afectada debido al fallecimiento de
uno de sus miembros, la renuncia de uno de ellos, su incapacidad para el ejercicio de las
funciones propias del cargo, o la cesación en el cargo como consecuencia de una
incompatibilidad sobreviniente.69 En cualquiera de estos casos, el cargo vacante deberá
llenarse de acuerdo con las normas previstas por la Convención y por el Estatuto de la
Corte. La renuncia de un juez debe ser presentada por escrito al Presidente de la Corte y
será efectiva cuando haya sido aceptada por la Corte, en cuyo caso el Presidente del
tribunal deberá notificar dicha circunstancia al Secretario General de la OEA para los
efectos consiguientes.70 La incapacidad de un juez para el ejercicio de sus funciones
debe ser determinada por la propia Corte y, en caso afirmativo, el Presidente del tribunal
debe notificar la declaración de incapacidad al Secretario General de la OEA, para que
éste adopte las medidas que sean pertinentes. Según el art. 54, Nº 2, de la Convención,
el juez elegido para reemplazar a otro cuyo mandato no ha expirado, sólo completará el
período de éste, disposición que es reiterada por el art. 5, Nº 1, del Estatuto de la Corte.
En el mismo sentido, el art. 8, Nº 3, del Estatuto de la Corte, señala que en caso de
vacantes que se produzcan, ya sea por la muerte o renuncia de un juez, antes de que
expire su mandato, quien sea elegido para reemplazar al causante de dicha vacante sólo
completará el período para el que este último fue elegido. Desde el mismo momento en
que fue establecido el tribunal, éste ha experimentado la necesidad de suplir varias
vacantes, ya sea como consecuencia de incompatibilidades sobrevinientes o del
fallecimiento de alguno de sus magistrados. En efecto, inmediatamente después de la
primera elección de jueces de la Corte, en mayo de 1979, se presentó una situación
curiosa cuando Rafael Urquía (nacional de El Salvador), que había sido electo
magistrado, renunció al cargo antes de su juramentación, dando lugar, en octubre de
1979, a la elección de Pedro Nikken (nacional de Venezuela) para sustituirlo. Durante el
decimonoveno período ordinario de sesiones de la Corte (el cual se celebró del 18 al 29
de julio de 1988), el juez Jorge Hernández Alcerro comunicó a la Corte su renuncia, en
vista de que había sido designado Embajador de Honduras en Estados Unidos, cargo que
era incompatible con sus funciones de juez, la cual fue aceptada, dando lugar a la
designación por la Asamblea General de la OEA, celebrada en noviembre de 1988, de
Policarpo Callejas Bonilla (nacional de Honduras), para que completara el mandato para
el cual había sido designado el magistrado renunciante; poco después, el 9 de enero de

26
1990, la Corte sesionó extraordinariamente con el propósito de aceptar la renuncia -a
partir del 1 de marzo de 1990- de su juez y Presidente, Héctor Gros Espiell, quien había
sido designado Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, y para completar cuyo
mandato la Asamblea General de la OEA designó, en junio de 1990, a Julio Barberis
(nacional de Argentina). Más recientemente, con motivo de la designación de la juez
Sonia Picado como embajadora de Costa Rica ante el gobierno de los Estados Unidos,
en el XV período extraordinario de sesiones de la Corte, celebrado del 19 al 22 de junio
de 1994, la Corte conoció la renuncia de la juez Picado, de fecha 16 de junio de 1994
(faltando menos de un año para la conclusión de su mandato), la cual le fue aceptada, en
atención a la incompatibilidad del nuevo cargo que asumía con sus funciones de juez del
tribunal, notificando al Secretario General de la OEA para los fines consiguientes, y sin
que fuera sustituida. Hasta la fecha, por lo menos en dos ocasiones se han producido
vacantes debidas al deceso de algún magistrado; la primera de ellas se presentó en el
curso de 1982, debido al fallecimiento del juez César Ordóñez Quintero (nacional de
Colombia), para llenar cuya vacante la Asamblea General de la OEA, en su duodécimo
período ordinario de sesiones, celebrado en Washington del 15 al 21 de noviembre de
1982, designó a Rafael Nieto Navia (nacional de Colombia). La institución que
comentamos nuevamente encontró aplicación, con motivo del fallecimiento, el 21 de
noviembre de 1991, del juez Orlando Tovar Tamayo (nacional de Venezuela); para
sucederlo y completar su período, la Asamblea General de la OEA designó, en su reunión
de Nassau, Bahamas, en mayo de 1992, a Asdrúbal Aguiar (también de Venezuela).
Respecto de vacantes causadas por incompatibilidades sobrevinientes, en febrero de
1994, y faltando menos de un año para concluir su mandato, el juez Asdrúbal Aguiar
asumió funciones ejecutivas, como Gobernador del Distrito Federal de Caracas, sin que
la Corte declarara la vacante del cargo por incompatibilidad de funciones. Aunque el
Secretario de la Corte le solicitó la renuncia a su condición de magistrado, en ausencia
de una renuncia expresa por parte del juez Aguiar, y a falta de una declaración de haber
cesado en el cargo por incompatibilidad de funciones -que era lo procedente-, el citado
magistrado fue convocado al XV período extraordinario de sesiones que celebró la Corte
del 19 al 22 de junio de 1994; el juez Aguiar se excusó telefónicamente y no asistió al
referido período de sesiones, por entender que había una incompatibilidad
sobreviniente.73 Sin embargo, el juez Aguiar no fue convocado al siguiente período
ordinario de sesiones, celebrado entre el 16 de noviembre y el 11 de diciembre de 1994,
y en el Informe Anual de la Corte correspondiente a ese año, en una nota al pie de página,
se indica que este magistrado se habría separado de la Corte el 2 de febrero de 1994, por
haber aceptado un cargo incompatible con tal condición.
2.2.1.2.Los jueces ad hoc
El art. 55 N° 2 de la Convención de que, si uno de los jueces llamados a conocer
del caso fuere de la nacionalidad de uno de los Estados partes, otro Estado parte
pueda designar a una persona de su elección para que integre la Corte en calidad
de juez ad hoc. Asimismo, según el párrafo 3 del mismo artículo, en caso de que
ninguno de los jueces fuere de la nacionalidad de los Estados partes, cada uno de
ellos podrá designar un juez ad hoc. Cuando se den los supuestos anteriores, de

27
acuerdo con el art. 18 del Reglamento de la Corte, el presidente, por medio de la
Secretaría, advertirá a los Estados mencionados en las disposiciones anteriores la
posibilidad de designar un juez ad hoc dentro de los treinta días siguientes a la
notificación de la demanda. Si los Estados interesados no hacen uso de su derecho
dentro del plazo señalado previamente, se considerará que han renunciado a su
ejercicio. Es de hacer notar que, en cuanto los jueces son elegidos en su capacidad
personal, el juez que sea nacional de alguno de los Estados partes en un caso
sometido a la Corte conserva su derecho a conocer del mismo, con la única
limitación prevista en el art. 4, Nº 3, del Reglamento de la Corte, que le impide
presidirla en ese caso; esta disposición fue aplicada por primera vez en el caso
Caballero Delgado y Santana, en que el juez Rafael Nieto Navia, entonces
Presidente de la Corte, cedió la presidencia para el conocimiento del mismo.75
Pero la nacionalidad no constituye, por sí sola, un motivo suficiente para recusar
a un juez por falta de imparcialidad; de hecho, el juez Nieto continuó conociendo
de este caso. Sin embargo, la composición de la Corte puede verse alterada en el
caso de que uno de sus miembros fuere nacional de un Estado parte en la
controversia y no hubiere un juez nacional de otro Estado parte, caso en el cual
este último puede designar a una persona de su elección (no necesariamente
nacional de ese Estado) para que integre la Corte en calidad de juez ad hoc;
asimismo, si entre los jueces llamados a conocer del caso ninguno de ellos fuere
de la nacionalidad de los Estados partes en la controversia, cada uno de éstos
podrá designar a un juez ad hoc, el que en todo caso debe cumplir con los mismos
requisitos pertinentes para ser designado como juez titular de la Corte. En el caso
de que varios Estados partes tuvieren un mismo interés en el caso, constituyendo
una de las partes en el proceso, ellos se considerarán como una sola parte y -de
ser necesario- tendrán derecho a designar a un solo juez ad hoc, siendo la Corte
la que decida en casos de duda. En cualquiera de las situaciones antes descritas,
el designado deberá reunir las mismas condiciones señaladas por la Convención
para los jueces ordinarios o titulares. Sobre este particular, la Corte ha expresado
que la naturaleza del juez ad hoc es semejante a la de los demás jueces de la Corte
Interamericana, en el sentido de no representar a un determinado gobierno, de no
ser su agente, y de integrar la Corte a título personal.76 Esta institución ha sido
copiada del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, y no es frecuente
encontrarla en otros tribunales internacionales. En la composición de la Corte de
Justicia de las Comunidades Europeas -ahora, la Unión Europea- no se contempla
la figura del juez ad hoc; si bien es cierto que el número de sus jueces es -en
principio- el reflejo del número de Estados miembros de la Comunidad Europea,
y que cuando se reúne en pleno puede contar con jueces nacionales de cada uno
de los Estados partes,77 ello no está absolutamente garantizado respecto de los
Estados partes en una controversia, especialmente si se considera que la Corte
desarrolla gran parte de su trabajo dividida en salas. Además, los propios tratados
comunitarios disponen que “una parte no podrá invocar la nacionalidad de un
juez o la ausencia en la Corte o en una de sus Salas de un juez de su nacionalidad

28
para pedir la modificación de la composición de la Corte o de una de sus
Salas”.78 Por otro lado, si bien la figura del juez ad hoc ha sido recogida por el
art. 43 de la Convención Europea para la Protección de los Derechos Humanos y
de las Libertades Fundamentales, es bueno recordar que el tribunal instaurado
por ésta -a diferencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos- está
conformado por un número de magistrados igual al número de países miembros
del Consejo de Europa; sin embargo, en este último se contempla la posibilidad
de que entre sus integrantes no haya nacionales de todos los Estados partes en la
Convención, pues para ser juez de la Corte Europea no es necesario ser nacional
de uno de los Estados partes. i.- Su justificación. Como quiera que sea, los jueces
ad hoc constituyen un vestigio indeseable del arbitraje, que se ha enquistado en
algunos tribunales internacionales, confundiendo la función diplomática y
conciliadora del árbitro con la estrictamente jurisdiccional que corresponde a un
magistrado.79 Sin duda, una institución de esta naturaleza podría encontrar
justificación en la Corte Internacional de Justicia, la cual está llamada a resolver
disputas en que los litigantes son Estados soberanos e iguales en derechos; es en
este contexto, y refiriéndose precisamente a la Corte Internacional de Justicia,
que Thomas M. Franck ha sugerido que un juez proveniente de una de las partes
en una controversia no debería participar en el conocimiento de ese caso y que,
de lo contrario, su presencia debería equilibrarse mediante la designación de un
juez ad hoc para evitar una ventaja inaceptable.80 Esta circunstancia se hizo
patente en el caso Trujillo Oroza, en el que el juez ad hoc Charles Brower -
actuando más como abogado del Estado demandado que como juez-, manifestó
compartir la opinión de un juez ad hoc de la Corte Internacional de Justicia,
indicando que éste tiene la obligación especial de esforzarse por asegurar que,
hasta donde sea razonable, cada argumento relevante que sea favorable a la parte
que lo ha nombrado haya sido completamente apreciado en el curso de la
consideración colegiada, y que finalmente sea reflejado en cualquier voto
concurrente o disidente que ese juez pueda suscribir.81 El juez ad hoc Brower no
mostró igual preocupación por considerar los argumentos relevantes que fueran
favorables a la víctima. En el caso de la Corte Internacional de Justicia, esta figura
ha sido concebida para mantener el equilibrio procesal entre las partes que, como
ya se expresó, sólo pueden ser Estados soberanos e iguales en derechos; en tal
sentido, el art. 31 de su Estatuto dispone que los magistrados de la misma
nacionalidad de cada una de las partes litigantes conservarán su derecho a
participar en la vista del negocio de que conoce la Corte y que, si en el
conocimiento de ese asunto la Corte incluyere un magistrado de la nacionalidad
de una de las partes, cualquier otra parte podrá designar a una persona de su
elección para que tome asiento en calidad de magistrado; asimismo, el artículo
antes citado expresa que si la Corte no incluyera entre sus magistrados a ninguno
de la nacionalidad de las partes, cada una de ellas podrá designar a una persona
para que tome asiento en calidad de magistrado. Como se puede apreciar, el art.
55 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos no ha hecho sino

29
transcribir, casi literalmente, los párrafos 1, 2, y 3 del art. 31 del Estatuto de la
Corte Internacional de Justicia, que tiene vigencia en un contexto marcadamente
diferente, diseñado para asegurar los intereses de los Estados (incluyendo el
respeto al principio de la igualdad soberana de los Estados) y no los derechos
fundamentales de los individuos.82 En consecuencia, es en el marco de disputas
entre Estados -y refiriéndose al Estatuto de la Corte Permanente de Justicia
Internacional- que se ha señalado que los países no sentirían completa confianza
en las decisiones de la Corte en un caso que les atañe, si ella no incluye un juez
de la nacionalidad de la otra parte. 83 En su jurisprudencia más reciente -sin un
solo voto disidente-, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
demostrado tener suficientemente claro que la solución internacional de
controversias en casos de derechos humanos (confiada a tribunales como la
propia Corte Interamericana), no admite analogías con la solución pacífica de
controversias internacionales en el contencioso puramente interestatal (confiada
a tribunales como la Corte Internacional de Justicia), por tratarse de dos contextos
fundamentalmente distintos.84 Paradójicamente, la Corte no ha hecho extensivas
estas consideraciones a la institución del juez ad hoc y, por el contrario, en esos
mismos casos, les notificó a los Estados demandados que tenían ‘derecho’ a
designar un juez ad hoc; 85 por el contrario, en la práctica de la Corte
Internacional de Justicia, de acuerdo con el art. 35 de su Reglamento, si una parte
se propone ejercer el derecho a designar un juez ad hoc, es ella quien debe
notificar su intención al tribunal, por lo menos dos meses antes de que venza el
plazo fijado para presentar la contramemoria; es al recibir esa notificación que el
tribunal deberá apreciar si efectivamente el Estado que lo alega tiene derecho a
designar un juez ad hoc; pero el Reglamento de la C.I.J. también contempla la
posibilidad de que un Estado manifieste su intención de abstenerse de designar
un juez ad hoc a condición de que el otro Estado parte haga lo mismo, subrayando
la circunstancia de que ésta es una institución diseñada para mantener el
equilibrio procesal entre las partes, pero no para otorgar a una de ellas una ventaja
inaceptable. Al aprobar el texto del Reglamento actualmente en vigor, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos desperdició la oportunidad de hacer un
análisis tan elaborado y tan rico como el anterior, desarrollando en dicho
Reglamento las condiciones en que, de acuerdo con el art. 55 de la Convención,
resulta procedente la designación de un juez ad hoc. Si bien el Reglamento no
dice nada distinto de lo dispuesto en la Convención, llama la atención que, hasta
la fecha, no haya habido un solo juez capaz de percatarse de la aplicación de esta
institución en situaciones para las que no está prevista, y que absolutamente
ningún juez haya objetado la designación de jueces ad hoc en casos originados
en una demanda interpuesta por la Comisión. Tal vez tenemos que resignarnos a
aceptar que lo que está detrás de todo esto no es exactamente la aplicación estricta
del Derecho, y que también hay que dejar algún espacio para el cálculo político;
después de todo, misteriosamente, la Comisión tampoco ha objetado esta práctica
de la Corte. Sin embargo, debe recordarse que, aunque refiriéndose a otra

30
materia, el juez Antonio Cançado Trindade, nada menos que el Presidente de la
Corte, ha observado que no toda práctica se consustancia en costumbre, de modo
que pase a formar parte del Derecho Internacional general, por cuanto esa
práctica puede no estar ajustada al Derecho (ex injuria jus non oritur), y que no
es función del jurista simplemente tomar nota de la práctica de los Estados, sino
más bien decir cual es el Derecho.86 Sin embargo, esta Corte nos deja como
herencia una figura del juez ad hoc que no corresponde a lo previsto por la
Convención sino a una práctica errada del propio tribunal, y que lamentablemente
persiste en el nuevo Reglamento, en espera de otros jueces que finalmente
enmienden ese error. La figura del juez ad hoc no tiene ninguna justificación en
el campo de los derechos humanos, puesto que los tribunales establecidos para
conocer de esta materia deben pronunciarse sobre denuncias que, al menos
inicialmente, han sido formuladas por el individuo en contra de un Estado;
además, es importante hacer notar que, en la nueva versión del Reglamento de la
Corte, a la víctima o a la presunta víctima se le reconoce la condición de ‘parte’
en el procedimiento ante el tribunal.87 Al no conferir ni a la Comisión ni al
individuo un derecho semejante al del Estado, la presencia de un juez ad hoc
contraviene el propósito mismo de esta institución, que es procurar la igualdad
de las partes y no proporcionar una ventaja para el Estado demandado. Como
parte de un sistema de protección de los derechos humanos, la institución del juez
ad hoc resulta, a simple vista, reprochable e inconveniente; porque si la Corte es
un órgano judicial, y sus miembros son elegidos en su capacidad personal,
debiendo actuar con absoluta independencia e imparcialidad, parece inaceptable
que un Estado parte pueda designar a un juez de su elección para conocer de la
controversia y participar en la adopción de una decisión, que se supone debe ser
el resultado de una evaluación imparcial de los argumentos de hecho y de
Derecho. Aunque es cierto que la presencia de un juez nacional del Estado parte
en la controversia sometida a la Corte puede aportar sus conocimientos del
Derecho y del sistema jurídico del Estado que lo propone, tal ventaja tiene una
importancia muy reducida cuando el Derecho aplicable es el Derecho
Internacional y no el Derecho interno; además, ese mismo objetivo se logra -de
manera más transparente- con la intervención de un abogado en el curso del
procedimiento. En el dominio de la protección internacional de los derechos
humanos -que ha sido diseñada para asegurar el respeto de la dignidad individual-
, la Corte no puede modificar su composición para prestar mayor atención a los
intereses o percepciones del Estado demandado, pues eso compromete su
independencia e imparcialidad.88 Por otra parte, aunque la persona elegida sea
moralmente irreprochable, y aunque de hecho los jueces ad hoc puedan
eventualmente decidir en contra de los intereses de la parte que los designó, el
origen de ese juez ad hoc -designado directamente por un Estado involucrado-
puede poner en duda su ecuanimidad y su independencia respecto de una de las
partes en la controversia; si a lo anterior se agrega la mera posibilidad de que ese
juez pueda transmitir información u orientación al Estado que lo ha designado,

31
lo que se verá afectado es la transparencia y rectitud del procedimiento judicial,
además de la integridad e idoneidad moral de quien ha sido llamado a servir como
juez. ii.- Su procedencia. Pero la circunstancia de que esta institución haya sido
copiada del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia también tiene relevancia
respecto de las condiciones en que ella es procedente en el marco de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos. En efecto, una estricta
interpretación del art. 55 -números 2 y 3- de la Convención supone la
intervención de por lo menos dos Estados, y permite a un Estado parte en la
controversia designar a un juez ad hoc solamente cuando uno de los jueces
llamados a conocer del caso sea de la nacionalidad de otro Estado parte en el
caso; en consecuencia, se excluye el ejercicio de esta facultad cuando el único
Estado involucrado es el Estado denunciado. Sin embargo, a pesar del claro tenor
literal de la Convención y del propio Estatuto de la Corte, en todos los casos
sometidos a este tribunal hasta la fecha de escribir estas líneas (enero de 2004),
los cuales no han sido el resultado de denuncias inter-estatales sino de peticiones
individuales que la Comisión ha considerado conveniente someter a la Corte,
siempre que no ha habido un nacional del Estado demandado entre los miembros
del tribunal, se le ha invitado a que proceda a designar un juez ad hoc. 89 Ese
error, que no se puede perpetuar sin erosionar la credibilidad en el sistema, pudo
haberse corregido en la reciente revisión del Reglamento de la Corte. Muy por el
contrario, la práctica del tribunal ha continuado invitando generosamente a los
Estados a designar jueces ad hoc en situaciones que no corresponden a los
supuestos del art. 55 N° 2 de la Convención. A modo de comparación, vale la
pena observar que, según el art. 35 del Reglamento de la Corte Internacional de
Justicia, si un Estado parte se propone hacer uso del derecho que le confiere el
art. 31 del Estatuto a elegir un juez ad hoc, es ese Estado quien debe notificar a
la Corte de dicha intención, tan pronto como sea posible. Asimismo, si un Estado
parte se propone abstenerse de designar a un juez ad hoc, a condición de
reciprocidad, también es éste quien debe notificar a la Corte de su intención tan
pronto como sea posible. Además, cuando las razones para la participación de un
juez ad hoc hayan cesado de existir, él cesará de integrar la Corte. Lo que resulta
aún más curioso, y ciertamente lesivo para una recta e imparcial administración
de justicia, es que, en los tres primeros casos que se sometieron a la Corte en
contra de Honduras, a pesar de que para ese momento la Corte ya incluía entre
sus jueces a uno de nacionalidad hondureña -el juez Jorge Hernández Alcerro-,
luego de que éste se inhibió de conocer de los mismos, el Presidente de la Corte
le comunicó al gobierno de Honduras que, de acuerdo con el art. 10.3 del Estatuto
de la Corte, tenía derecho a designar un juez ad hoc, para cuyos efectos el
gobierno de Honduras designó al abogado Rigoberto Espinal Irías.90 Idéntica
situación se presentó en el caso Las Palmeras, en que el juez de Roux, de
nacionalidad colombiana, se excusó de conocer de dicho caso, de acuerdo con lo
previsto en los artículos 19 del Estatuto y 19 del Reglamento de la Corte; al igual
que en los casos anteriores, el Presidente de la Corte invitó a Colombia a designar

32
un juez ad hoc, cargo para el que se nombró a Julio Barberis.91 Aunque la
Convención dispone que el juez que sea nacional de uno de los Estados partes en
el caso sometido a la Corte conserva su derecho a conocer del mismo, ella no ha
previsto la posibilidad de sustituir temporalmente a uno de los integrantes del
tribunal por otro de la misma nacionalidad en caso de excusa o inhibición; en
consecuencia, y sin perjuicio de las consideraciones de otra naturaleza que
pudiera haber, la decisión de la Corte no se fundó en ninguna justificación de
orden jurídico. Una situación similar a la anterior, que le ofreció a la Corte una
excelente oportunidad para dar un giro de 180 grados en una práctica
absolutamente reprochable, se presentó en el caso Cesti Hurtado en el que, por
invitación del Presidente de la Corte, el Estado demandado había designado como
juez ad hoc al señor David Pezúa Vivanco.92 Cuando éste renunció a su
nombramiento como juez ad hoc, por razones de incompatibilidad con su cargo
de Secretario Ejecutivo de la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial del Perú,93
inicialmente la Corte dictó una resolución mediante la que dispuso “continuar
con el conocimiento del caso con su composición actual”.94 Sin embargo,
después de esa decisión trascendental que prescindía del juez ad hoc por lo menos
en ese caso, casi de inmediato se regresó a la práctica inicial, cuando -después de
que el Estado demandado le pidiera a la Corte disponer que se procediera a la
designación de un nuevo juez ad hoc- en la audiencia sobre el fondo, convocada
para el 24 de mayo de 1999, se permitió la incorporación del señor Alberto
Bustamante Belaunde como juez ad hoc designado por el Perú. No obstante,
cuando el Perú decidió retirar su aceptación de la competencia de la Corte, el
señor Bustamante hizo declaraciones públicas en respaldo de esa decisión; de
manera coherente con esas declaraciones, el 12 de agosto de 1999, el señor
Bustamante renunció a su condición de juez ad hoc, “debido a la incompatibilidad
irreversible que [encontraba] entre el ejercicio normal, fluido e irrecusable de
dicho cargo y [su] posición públicamente conocida respecto de la decisión del
gobierno peruano de apartarse de la competencia contenciosa de la Corte”.95
Curiosamente, en el caso Cantos no hay siquiera una constancia de que la Corte,
o el Presidente de la misma, o la Secretaría de la Corte, hayan invitado al Estado
demandado a designar un juez ad hoc. Sencillamente, en la sentencia de
excepciones preliminares se señala que, con fecha “19 de mayo de 1999, la
Argentina nombró juez ad hoc al señor Julio A. Barberis”.96 Así de sencillo. Por
el contrario, en los casos en contra de Trinidad y Tobago, aunque había sido
formalmente invitado a designar un juez ad hoc, el Estado demando no hizo uso
de ese derecho.97 Asimismo, en el caso Juan Humberto Sánchez, aunque el
Estado pidió una prórroga del plazo para designar juez ad hoc, la cual le fue
concedida, éste nunca hizo uso de ese derecho.98 Una interpretación tan amplia
y un uso tan extensivo como el que le ha dado la Corte a la institución del juez
ad hoc no sólo es contraria a la letra y al espíritu de la Convención sino que,
incluso, a la práctica internacional sobre la materia, observada tanto por la Corte
Permanente de Justicia Internacional como por la actual Corte Internacional de

33
Justicia, destacando el carácter estrictamente excepcional de la admisión de
jueces ad hoc y la circunstancia de que no se puede dar a esta figura una
aplicación más extensa que la expresamente prevista en los textos que la
contemplan.99 Si se considera que esta práctica beneficia directamente a los
Estados, la circunstancia de que, hasta el momento, ella no haya sido objetada
por ninguno de los Estados partes en la Convención no resulta en absoluto
sorprendente y, por lo mismo, de esa tolerancia no se pueden derivar
consecuencias jurídicas que permitan justificarla a posteriori; en cuanto a la
Comisión, ella no parece haberse percatado de su improcedencia y, si lo ha hecho,
tampoco se ha opuesto a su aplicación en situaciones que no corresponden a los
supuestos previstos en la Convención. Pero nada de esto exime al tribunal -cuya
composición ha cambiado y entre cuyos integrantes hay jueces que no han tenido
ninguna responsabilidad en esta práctica errada- de enmendar una interpretación
que no corresponde ni con el espíritu ni con la letra de la Convención, o de señalar
precisamente las razones en que se funda. De cualquier forma, el derecho a
designar un juez ad hoc proporciona una ventaja indebida y contraria al espíritu
de la Convención, en el marco de un Derecho diseñado precisamente para
proteger al individuo de los órganos del Estado; en este contexto, su función no
es mantener un supuesto equilibrio procesal entre las partes, puesto que la
Comisión no tiene ese mismo derecho. Pero, como la independencia e
imparcialidad, además de su dimensión objetiva, también tienen que cuidar las
apariencias y, por consiguiente, su percepción subjetiva en el seno del grupo
social, incluso en el caso de controversias entre Estados -y aunque la persona
escogida reúna objetivamente todas las condiciones de idoneidad moral y
profesional requeridas para ser juez titular- un eventual juez ad hoc verá
disminuida la percepción subjetiva que se tenga de su independencia e
imparcialidad. En otro orden de ideas, según la práctica de la Corte, el Estado no
tendría que pedir o proponer la incorporación de un juez ad hoc para que, de ser
procedente su designación, así sea declarado por el tribunal y éste pueda entrar a
conocer del caso planteado. En efecto, de acuerdo con el art. 18 de la anterior
versión del Reglamento de la Corte, correspondía al Presidente de la Corte, por
medio de la Secretaría, invitar a los Estados que tuvieran derecho a designar un
juez ad hoc a hacerlo dentro de los treinta días siguientes a la recepción por el
agente de esa invitación escrita; en la actual versión del art. 18 N° 1 del
Reglamento, en los casos previstos en los artículos 55.2 y 55.3 de la Convención
y 10.2 y 10.3 del Estatuto, el Presidente, por medio de la Secretaría, advertirá a
los Estados mencionados en dichos artículos la posibilidad de designar un juez
ad hoc dentro de los treinta días siguientes a la notificación de la demanda. Si el
Estado con derecho a designar un juez ad hoc no hiciere uso de este derecho
dentro del plazo señalado, de acuerdo con la disposición que comentamos, se
considerará que dicho Estado renuncia al ejercicio de esta facultad. Sin embargo,
en la práctica de la Corte no se ha considerado que ese plazo sea fatal y, por el
contrario, en el caso Durand y Ugarte, con ese plazo ya vencido, el Presidente del

34
tribunal, a solicitud del Estado demandado, amplió el plazo para designar juez ad
hoc. 100 En el mismo sentido, en el caso Ivcher Bronstein, el agente del Estado
demandado, un mes después de notificada la demanda, solicitó la ampliación del
plazo ‘por un tiempo razonable’, para proceder a designar juez ad hoc, extensión
que fue concedida por la Corte, permitiéndole disponer de treinta días
adicionales.101 Desde luego, resulta sorprendente que una cuestión de esta
envergadura, y que debería ser apreciada por la Corte en pleno, el Reglamento la
encomiende sólo a su Presidente; además, aunque corresponde al tribunal
determinar en cada caso particular si -sobre la base de la Convención- el Estado
tiene derecho a designar un juez ad hoc, excepto en la fase de reparaciones en el
caso Caballero Delgado y Santana, en que el mismo tribunal invitó a Colombia a
designar un juez ad hoc para esa etapa del procedimiento,102 hasta la fecha éste
no se ha pronunciado sobre la forma como su presidente ha aplicado esta
disposición. En realidad, esta práctica se aparta sustancialmente de la seguida por
la Corte Internacional de Justicia que, después de recibir la propuesta de
designación de un juez ad hoc procedente de un Estado parte en una controversia,
examina si concurren las condiciones para el ejercicio de este derecho y constata
si la persona propuesta reúne los requisitos para ser magistrado, sin que ella
pueda asumir sus funciones hasta que reciba la aprobación del tribunal mediante
una providencia adoptada expresamente para ese efecto.103 Por el contrario,
Rafael Nieto, que fuera magistrado y presidente del tribunal, ha reconocido que
al menos en una oportunidad el juez ad hoc no habría reunido las calidades
necesarias requeridas por la Convención,104 sin que se tenga noticia de que -en
una materia tan importante como ésta- él o la Corte en pleno hayan exigido el
estricto cumplimiento de las disposiciones de la Convención. Excepcionalmente,
la Corte Interamericana tuvo oportunidad de pronunciarse sobre esta materia -
aunque sin entrar al fondo de la misma-, en el caso Paniagua Morales y otros, con
motivo del intento por parte de Guatemala de sustituir, sin ninguna explicación,
al juez ad hoc previamente designado. En esta ocasión, el tribunal expresó que el
juez ad hoc Larraondo Salguero ya se había incorporado a la Corte, que inclusive
ya había participado en la adopción de una resolución del tribunal en ese caso, y
que la Corte desconocía que existiera algún motivo que impidiera al mencionado
juez ad hoc continuar conociendo del caso, por lo que no podía ser sustituido;105
asimismo, la Corte hizo notar que la persona propuesta por el Estado para
sustituir al juez ad hoc previamente había sido designada como asistente de ese
mismo Estado para la audiencia pública sobre excepciones preliminares, y que
este hecho, por sí solo, representaba una clara causal de incompatibilidad, en
virtud del art. 18 letra c) del Estatuto de la Corte, según el cual el ejercicio del
oficio de juez de la Corte es incompatible con el de otros cargos o actividades
que impidan a los jueces cumplir sus obligaciones, o que afecten su
independencia o imparcialidad.106 En el caso Baena Ricardo y otros, en el que
Panamá había designado como Juez ad hoc al señor Rolando Adolfo Reyna
Rodríguez, el mismo designado informó a la Corte que había actuado como

35
Presidente de la Junta de Conciliación y Decisión Laboral No. 4 en la demanda
de uno de los peticionarios en contra de una empresa del Estado (la cual rechazó
por falta de jurisdicción), y que desempeñaría “el cargo de Asuntos Marítimos
Internacionales en la República de Panamá” (sic), por lo que le pidió al tribunal
que determinara si esos hechos constituían una causal de impedimento; a partir
de esa información proporcionada por el propio interesado, y de su expresa
solicitud para que se le indicara si ello constituía una circunstancia que le impedía
actuar como juez ad hoc, la Corte dictó una Resolución mediante la cual declaró
que el señor Rolando Adolfo Reyna Rodríguez estaba impedido para el ejercicio
del cargo de Juez ad hoc en dicho caso, y decidió continuar con el conocimiento
del mismo con la composición que tenía en ese momento.107 En la decisión del
asunto sometido a la consideración de la Corte, los jueces ad hoc participan en
condiciones de plena igualdad con los jueces titulares. Además, de acuerdo con
el art. 10 Nº 5 del Estatuto de la Corte, los jueces ad hoc gozan de las mismas
inmunidades y privilegios que los jueces ordinarios, y están sometidos a las
mismas responsabilidades y al mismo régimen disciplinario que éstos. Como
certeramente ha expresado el juez Cançado Trindade, una vez juramentado e
integrado a la Corte, el juez ad hoc no puede ser removido unilateralmente por
una de las partes.108 Un elemento que no se puede pasar por alto es que, después
de designado, pueden cesar las circunstancias que justificaron recurrir a un juez
ad hoc. En este sentido, el art. 35 N° 6 del Reglamento de la Corte Internacional
de Justicia dispone que, si las razones para la designación de un juez ad hoc han
dejado de existir, éste cesará de formar parte del tribunal. iii.- Su idoneidad para
el cargo. Desde luego, los jueces ad hoc deben reunir las mismas condiciones que
los jueces titulares; sin embargo, en su caso se plantea con mayor vigor la
necesidad de que la persona escogida posea las condiciones de independencia e
imparcialidad indispensables para integrar el tribunal. En este sentido, la Corte
Internacional de Justicia ha señalado que no es en interés de una sana
administración de justicia que se incorpore como juez ad hoc una persona que
recientemente ha actuado como agente de un Estado, como consejero, o como
abogado en otro caso ante la Corte; por consiguiente, la Corte Internacional de
Justicia estima que los Estados deberían abstenerse de nominar a quienes, en los
tres años anteriores, hayan actuado en alguna de esas capacidades; como
contrapartida, el tribunal de La Haya considera que los Estados deben abstenerse,
igualmente, de designar como agente, consejero, o abogado, a quienes, en los tres
años precedentes, hayan sido jueces de la Corte Internacional de justicia, hayan
participado como jueces ad hoc en otro caso ante la Corte, o se hayan
desempeñado como Secretario, Secretario adjunto, o alto oficial de la Corte.109
En el sistema interamericano, lamentablemente, la ausencia de una práctica
semejante a la de la Corte Internacional de Justicia ha permitido que quienes
acaban de concluir sus mandatos como jueces sean designados como jueces ad
hoc, o como consejeros de un Estado parte en una controversia ante la Corte
Interamericana.

36
2.2.1.3.Los jueces interinos
La Convención no previó que el trabajo de la Corte se podía ver entorpecido
como consecuencia de la falta de quórum para sesionar; esta circunstancia podría
ser el resultado de vacantes que se hayan producido en el seno de la Corte, debido
a renuncias, fallecimientos, o incapacidades, que se presenten antes de la
expiración normal del mandato de un juez, y faltando menos de un año para la
elección de su reemplazante. Para subsanar esta situación e impedir demoras en
el trabajo de la Corte, el Estatuto ha incorporado la figura de los ‘jueces
interinos’; aunque la constitucionalidad de esta figura pudiera ser discutible, pues
ella no se encuentra contemplada por la Convención, hay que señalar que la
misma no fue objetada por los Estados partes al aprobar, en la Asamblea General
de la OEA, el Estatuto de la Corte.
En efecto, el art. 6, Nº 3, del Estatuto de la Corte110 dispone que, cuando fuere
necesario para preservar el quórum del tribunal, los Estados partes en la
Convención, en una sesión del Consejo Permanente de la OEA, a solicitud del
presidente de la Corte, pueden proceder a nombrar a uno o más jueces interinos,
los cuales servirán hasta que sean reemplazados por los jueces elegidos. A fin de
facilitar la designación de estos jueces, el Estatuto ha encomendado dicha tarea
al Consejo Permanente de la OEA, que se reúne con regularidad, y no a la
Asamblea General de la OEA, que se reúne sólo una vez al año. De acuerdo con
el art. 17 del Reglamento de la Corte, los jueces interinos tienen, en principio y
salvo las limitaciones expresamente establecidas al momento de su designación,
los mismos derechos y atribuciones que los jueces titulares.

2.2.2. Actividades de la Corte Interamericana


La competencia de la Corte está establecida en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y se instrumenta sobre la base de su Estatuto, aprobado mediante
resolución numero 448 por la Asamblea General de la OEA en su noveno periodo de
sesiones, celebrado en La Paz, Bolivia, en octubre de 1979.
El Estatuto le otorga a la Corte funciones jurisdiccionales y consultivas. Las primeras
se refieren a la resolución de conflictos (función contenciosa) y a la adopción de
medidas provisionales. La segunda se refiere a la emisión de opiniones sobre asuntos
planteados ante la Corte por Estados miembros u órganos de la OEA.

2.2.3. Funciones de la Corte Interamericana


2.2.3.1.Función contenciosa
La función contenciosa de la Corte se ejerce en la resolución de casos en los que
se alegue que uno de los Estados Partes ha violado la Convención. De acuerdo
con esta, la Corte puede conocer casos que sean presentados por un Estado Parte
o por la comisión Interamericana de Derechos Humanos. El individuo no está
facultado para llevar un caso a la Corte. No obstante, cualquier persona o grupo

37
de personas, o entidad no gubernamental legalmente reconocida en uno o más
Estados Miembros de la OEA, puede presentar a la Comisión peticiones que
contengan denuncias o quejas de violación de la Convención por un Estado Parte.
La Comisión conoce primero acerca de la admisibilidad de la queja. Si esta es
admisible, una vez comprobados los hechos y sus conclusiones. Este informe se
envía, entonces, a los Estados interesados. Finalizado este trámite, el caso puede
ser sometido a consideración de la Corte es definitivo e inapelable. En caso de
desacuerdo sobre el sentido o alcance del fallo, la Corte lo interpretara a solicitud
de cualquiera de las partes, siempre que dicha solicitud se presente dentro de los
noventa días a partir de la fecha de la notificación del fallo.
La competencia contenciosa de la Corte es obligatoria para aquellos Estados
Partes que han hecho una declaración en ese sentido.
Actualmente, Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica,Chile,Ecuador, El
Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua,Panama,Paraguay, Perú,
Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela han hecho esta declaración.
Los otros Estados Partes pueden también aceptar la competencia contenciosa
para un caso específico.

2.2.3.2.Solicitud de medidas provisionales


Dentro de las facultades que tiene la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
de acuerdo con el artículo 63.2 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, está la de tomar las medidas provisionales que considere pertinentes
“En casos de extrema gravedad y urgencia, y cuando se haga necesario evitar
daños irreparables a las personas”. Estas medidas pueden tomarse en asuntos que
estén en conocimiento de la Corte o bien, que aún no estén sometidos a su
conocimiento, caso en el cual podrá actuar a solicitud de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.
En el primero de los supuestos, el Tribunal ha ordenado la adopción de medidas
provisionales para proteger el derecho a la vida y la integridad personal de los
testigos citados en los casos contra Honduras (Velásquez Rodríguez, Godínez
Cruz y Fairen Garbi y Solís Corrales), así como en los casos Caballero Delgado
y Santana contra Colombia, Blake y Paniagua Morales y otros contra Guatemala,
Suarez Rosero contra el Ecuador y Loayza Tamayo y Cesti Hurtado contra el
Perú. Las medidas ordenadas en el segundo supuesto están descritas en la sección
de Asuntos Específicos.

2.2.3.3.Función consultiva
Los Estados Miembros y los órganos de la OEA, en lo que les compete, pueden
consultar a la corte acerca de la interpretación de la Convención o de otros
tratados en lo relativo a la protección de los derechos humanos en los Estados
americanos. La competencia consultiva también faculta a la Corte a emitir, a
solicitud de un Estado, opiniones acerca de la compatibilidad entre cualesquiera
de sus leyes internas y la Convención u otros tratados sobre derechos humanos.

38
2.2.4. Su organización:
Ciertamente, los aspectos operativos del funcionamiento de la Corte no
pueden ser desdeñados puesto que las providencias que se hayan adoptado en
esta materia repercutirán en la mayor o menor eficacia del sistema.
2.2.4.1.La sede
De acuerdo con el art. 58 de la Convención, la Corte tendrá su sede en el lugar
que determinen, en la Asamblea General de la OEA, los Estados partes en la
Convención; habiéndose elegido por éstos la ciudad de San José de Costa Rica,
ese es el sitio en donde se ha establecido y funciona la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Sin embargo, ella puede celebrar reuniones en el territorio
de cualquier Estado miembro de la OEA -parte o no parte en la Convención-,
cuando así lo considere conveniente por mayoría de sus miembros, y previa
aquiescencia del Estado respectivo; de hecho, por invitación del gobierno
argentino, el tribunal celebró su undécimo período ordinario de sesiones, del 1º
al 10 de octubre de 1984, en la ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, los Estados
partes en la Convención pueden, en la Asamblea General de la OEA, con el voto
favorable de los dos tercios de sus miembros, decidir cambiar la sede de la Corte.
Obviamente, la circunstancia de que la Comisión y la Corte tengan su sede en
sitios diferentes incide negativamente en la fluidez que debe existir en las
comunicaciones entre ambas, e impone una carga adicional a los individuos y
organizaciones no-gubernamentales que, habiendo sometido algún asunto ante la
Comisión, esperan poder hacer el seguimiento del mismo en caso de que éste sea
llevado a la Corte. Para garantizar su funcionamiento, el 10 de septiembre de
1981, la Corte suscribió con Costa Rica un acuerdo de sede, en el que se estipulan
las inmunidades y privilegios de la Corte, de los jueces y del personal del tribunal,
así como de las personas que comparecen ante la misma. En este tratado, Costa
Rica se comprometió a dotar a la Corte de un local adecuado para su
funcionamiento, promesa a la que dio cabal cumplimiento al aportar el dinero
necesario para comprar el inmueble que el tribunal había venido ocupando desde
junio de 1980 como su sede en San José de Costa Rica.

2.2.4.2.Los recursos humanos y financieros


En cuanto al personal, corresponde a la propia Corte designar a su Secretario, el
que debe residir en la sede de la misma y asistir a las reuniones que ella celebre
fuera de dicha sede; el Secretario de la Corte es designado por un período de
cinco años, renovable, y puede ser removido por la Corte. Asimismo, el
establecimiento de la Secretaría también es responsabilidad y competencia del
propio tribunal; tal Secretaría funciona bajo la dirección del Secretario de la
Corte, de acuerdo con las normas administrativas de la Secretaría General de la
OEA, en todo lo que no sean incompatibles con la independencia del tribunal.
Los funcionarios de la Corte son nombrados por el Secretario General de la OEA,

39
en consulta con el Secretario de la Corte. Hasta el presente, este tribunal ha
contado con un personal muy reducido, con sólo 34 puestos, de los cuales dos se
encuentran vacantes, uno tiene carácter temporal, dos son financiados por la
Unión Europea, dos son voluntarios (provenientes de universidades o de
organizaciones no gubernamentales), y otros dos son financiados por el Instituto
Interamericano de Derechos Humanos; en consecuencia, actualmente sólo 26
funcionarios de la Corte son financiados con el presupuesto de la OEA, y uno de
ellos no forma parte de la planta fija. A corto plazo, este personal podría ser
insuficiente para atender un volumen de trabajo en constante crecimiento, como
fruto de la mayor utilización del sistema de protección de los derechos humanos
creado por la Convención. En el informe sobre las actividades de la Corte en el
año 1989 a la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos de la Asamblea General
de la OEA, el Presidente de la Corte subrayó que ésta se encontraba en una
situación gravísima, que podría llevar a su paralización, como consecuencia de
las carencias que sufría su personal;144 sin perjuicio de que ya se haya designado
al Secretario y al Secretario Adjunto, este obstáculo no ha sido plenamente
superado. Por otra parte, aunque el tribunal administra su propio presupuesto,
carece de suficiente autonomía financiera; en efecto, si bien es la Corte quien
elabora su propio proyecto de presupuesto, éste debe someterse a la Asamblea
General de la OEA para su aprobación final.145 A lo largo de su corta existencia,
el presupuesto de la Corte ha sido muy reducido y, ocasionalmente, se ha visto
sometido a notables reducciones de un año para otro, las cuales han afectado
seriamente el cumplimiento de sus funciones; por este motivo, en su informe
sobre las actividades de la Corte en el año 1987 a la Comisión de Asuntos
Jurídicos y Políticos de la Asamblea General de la OEA, el Presidente del tribunal
puso de relieve la precaria situación financiera de la Corte y urgió a la Asamblea
que aprobara un incremento en su presupuesto para que no se paralizara el trabajo
del tribunal.146 Para el año 1995, el monto asignado a la Corte alcanzaba a la
cifra de US $ 585.700;147 el presupuesto aprobado para el ejercicio fiscal
comprendido entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año 2000 fue de US $
1.114.900, lo que todavía resultaba insuficiente para atender las importantes
tareas que se le han encomendado; en el año 2003, su presupuesto fue de US $
1.420.400. El presupuesto aprobado para el año 2004 es de US $ 1.391.300. La
carencia de suficientes recursos financieros, sumada a eventuales reducciones
presupuestarias, se ha traducido en la cancelación de períodos ordinarios de
sesiones completos, con la consiguiente suspensión de las audiencias
previamente convocadas.
2.2.4.3.La organización interna
La Corte tiene competencia para preparar su propio Estatuto, aunque debe
someterlo a la aprobación de la Asamblea General de la OEA, la cual puede
hacerle las enmiendas que estime convenientes; de hecho, el proyecto de Estatuto
que la Corte sometió a la Asamblea General de la OEA en octubre de 1979 fue
objeto de importantes modificaciones por parte de ésta. Asimismo, al igual que

40
la Comisión, la Corte está facultada para dictar su propio reglamento. El
Presidente y el Vice-presidente del tribunal son elegidos por los propios jueces,
y su mandato tiene una duración de dos años, pudiendo ser reelegidos. Su período
comienza el primer día de la primera sesión del año correspondiente. La elección
tendrá lugar en el último período ordinario de sesiones que celebre la Corte el
año anterior. La elección del Presidente y Vicepresidente de la Corte se efectuará
por votación secreta de los Jueces titulares presentes, y se proclamará electos a
quienes obtengan cuatro o más votos; si no se alcanzaren esos votos, se procederá
a una nueva votación para decidir por mayoría entre los dos jueces que hayan
obtenido más votos. En caso de empate, éste se resolverá en favor del juez que
tenga precedencia. Al Presidente de la Corte le corresponde la representación de
la misma, presidir las sesiones y someter a su consideración los asuntos que
figuren en el orden del día, dirigir y promover los trabajos de la Corte, decidir las
cuestiones de orden que se susciten durante las sesiones (a menos que un juez
solicite que dicha cuestión se someta a la decisión de la mayoría), y rendir un
informe a la Corte, al inicio de sus sesiones ordinarias o extraordinarias, sobre
las actuaciones que haya cumplido en el ejercicio de la presidencia durante los
recesos de aquella.149 Una Comisión Permanente, integrada por el Presidente,
el Vicepresidente, y los otros jueces que el Presidente considere conveniente de
acuerdo con las necesidades de la Corte. La Comisión Permanente asiste al
Presidente en el ejercicio de sus funciones. Además, la Corte puede designar otras
comisiones para asuntos específicos, las cuales, en casos de urgencia y cuando
no estuviere reunida la Corte, podrán ser designadas por el Presidente.150 Sin
perjuicio de las atribuciones que le competen a la Comisión Permanente, o a las
otras comisiones que -de acuerdo con el Reglamento de la Corte- ésta puede
designar para asuntos específicos, el tribunal sesiona en pleno, y no se ha previsto
su funcionamiento en salas;151 en realidad, su actual composición -de sólo siete
jueces- y el texto del art. 56 de la Convención, que señala que el quórum para las
deliberaciones de la Corte es de cinco jueces, excluyen el que la Corte pueda
sesionar y decidir en salas. Con el actual volumen de casos contenciosos, las
solicitudes de medidas provisionales, y las consultas que debe atender, todo lo
cual es previsible que se incremente aún más, su funcionamiento en sala plena
puede llegar a constituir una importante limitación para la eficacia del trabajo de
la Corte.

2.2.4.4.El quórum
A diferencia de lo que ocurre con la Comisión, la misma Convención se ha
encargado de señalar que el quórum requerido para las deliberaciones de la Corte
es de cinco jueces,152 lo que, en un tribunal internacional integrado únicamente
por siete miembros, pudiera plantear dificultades prácticas.153 Por otro lado, el
art. 15 del Estatuto de la Corte dispone que las decisiones se toman por la mayoría
de los jueces presentes, y que en caso de empate decide el Presidente. Ni la
Convención ni el Estatuto de la Corte especifican si, para los efectos del quórum,

41
debe contarse a los jueces ad hoc; pero debe entenderse que, en la medida en que
ellos gozan de las mismas prerrogativas que los jueces ordinarios, y no habiendo
una disposición expresa que disponga lo contrario, ellos también cuentan para los
efectos del quórum. Por el contrario, el Reglamento de la Corte Internacional de
Justicia dispone que los jueces ad hoc no serán tomados en cuenta para el cálculo
del quórum.154 Para los efectos de la recepción de la prueba testimonial y
pericial, la Corte decidió, en su sesión del 26 de junio de 1996, que ésta podrá
realizarse con la presencia de uno o varios de sus miembros, en audiencia pública
en la sede de la Corte o in situ.

2.3.LAS RELACIONES ENTRE LA COMISIÓN Y LA CORTE


La circunstancia de que la Convención haya distribuido las competencias relacionadas
con la promoción y protección de los derechos humanos entre la Comisión y la Corte,
170 requiere establecer si existe alguna jerarquía o subordinación entre estos dos
órganos, y el grado de coordinación que debe existir entre sus actividades; porque, al
menos en el esquema adoptado por la Convención, la relaciones de la Comisión con la
Corte requieren una perfecta coordinación y cooperación entre ambas, lo que hace
indispensable que cada una de ellas respete estrictamente el ámbito de competencias de
la otra. Esto supone, entre otras cosas, definir la naturaleza de las funciones que
competen a cada uno de los órganos de la Convención, las cuales no son exactamente
coincidentes, y que en el caso de la Comisión son más amplias que aquellas que se ha
asignado a la Corte, en cuanto comprenden tanto la promoción como la protección de los
derechos humanos y que -al contrario de las competencias atribuidas al tribunal- le
permiten actuar de oficio, sin esperar el requerimiento de terceros. Según el art. 51 de la
Carta de la OEA, la Comisión constituye una entidad autónoma de la Organización de
Estados Americanos, que se rige por las normas de la mencionada Carta y por la
Convención Americana sobre derechos Humanos. Por el contrario, la Corte no es un
órgano de la OEA, sino que deriva su existencia de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y se rige únicamente por esta última. La naturaleza estrictamente
judicial de las funciones de la Corte es un asunto que no ofrece ninguna duda. En cuanto
a la caracterización de las funciones de la Comisión -que comprenden tanto la promoción
como la protección de los derechos humanos-, es una materia que ya hemos considerado
en páginas previas y que no nos parece necesario reiterar aquí; en este sentido, sólo
queremos recordar que si bien algunas de sus atribuciones son de tipo político o
diplomático, otras tienen un carácter típicamente jurisdiccional.

2.3.1. Complementariedad y no rivalidad


En lo que concierne al examen de peticiones o comunicaciones que contengan
denuncias de alguna violación de la Convención, ésta contempla una estrecha
complementación de las funciones de la Comisión y de la Corte. Si bien el examen
de tales peticiones o comunicaciones se encomienda inicialmente a la Comisión, éste
no es excluyente del procedimiento contencioso que, eventualmente, se puede
entablar ante la Corte; en realidad, el procedimiento ante la Comisión constituye una

42
fase preliminar indispensable para poder proceder ante la Corte. Con justa razón, y
ejerciendo su función de interpretar la Convención, la Corte le ha atribuido a la
Comisión una clara función auxiliar de la administración de justicia, a manera de
ministerio público del sistema interamericano.171 En todo caso, esta es una función
que plantea dificultades y que no está exenta de críticas; sobre este particular, sin
perjuicio de admitir que el papel de defensor de los ‘intereses públicos’ del sistema,
como guardián de la correcta aplicación de la Convención, está reservado a la
Comisión, se ha sostenido que, si a este rol se agrega la función adicional de defender
también los intereses de las víctimas, como ‘intermediario’ entre éstas y la Corte, se
perpetuaría una indeseable ambigüedad que cabría evitar.172 Desde otro punto de
vista, también puede observarse que la Comisión no constituye una mera instancia
receptora de las peticiones que se le someten; en realidad, en algunos aspectos ella
ejerce competencias exclusivas para decidir sobre el contenido de esas peticiones,173
y en otros actúa sólo como primera instancia jurisdiccional,174 pudiendo el tribunal
revisar dicho criterio si el asunto llega a su conocimiento. Pero, en cualquier caso,
ella constituye un filtro de las peticiones que se le someten y que, eventualmente,
ameritan ser examinadas por la Corte. Esta complementación y separación de
funciones supone que una vez que la Comisión ha introducido un caso ante la Corte
para ser decidido por ésta, automáticamente cesa la competencia de la Comisión para
seguir conociendo de ese mismo asunto; para expresarlo en palabras del propio
tribunal, “la presentación de la demanda ante la Corte acarrea, ipso jure, el término
de la sustanciación del asunto por la Comisión”.175 Sin embargo, la Comisión no se
ha atenido estrictamente a esta regla, como lo demuestra la experiencia del caso
Cayara, del caso Maqueda, y del caso El Amparo.

2.3.2. Cooperación y coordinación


En lo que concierne al tratamiento de peticiones o comunicaciones, la
complementación que se ha previsto en las funciones que le corresponden a la
Comisión y a la Corte supone, igualmente, que entre ambos órganos debe haber
relaciones de cooperación y una estrecha coordinación en el desempeño de sus tareas.
Independientemente de que tanto la Comisión como la Corte tengan asignadas
algunas funciones no compartidas, tal exclusividad en el ejercicio de las mismas no
supone que ellas estén desligadas de las que le correspondan al otro órgano de control
del sistema; en realidad, ellas están íntimamente relacionadas, y unas están previstas
en función de las otras, o son una condición necesaria para el desempeño de estas
últimas. En este sentido, el juez Cançado Trindade ha subrayado que la principal
preocupación de la Corte y de la Comisión debe incidir, no en la celosa repartición
interna de atribuciones y competencias previstas en el mecanismo jurisdiccional de
la Convención, sino más bien en la adecuada coordinación que debe existir entre
estos dos órganos de supervisión internacional, para asegurar la protección más
eficaz posible de los derechos humanos.14 Sin embargo, en el marco de esa

14
Cfr. el voto razonado del juez Antonio Cançado Trindade, en Corte Interamericana de Derechos

43
cooperación necesaria, la Comisión también ha querido dejar constancia que no está
completamente subordinada a la Corte. En tal sentido, en el caso del Tribunal
Constitucional, en respuesta a una solicitud de la Secretaría de la Corte requiriendo
a la Comisión la remisión del expediente original integrado ante esta última, la
Comisión se negó a dar cumplimiento a la misma y señaló que, de conformidad con
el artículo 73 de su Reglamento, “solamente se envían copias del expediente que
[ésta] consider[a] pertinentes”. Posteriormente, la Secretaría de la Corte, siguiendo
instrucciones de su Presidente, solicitó a la Comisión algunos documentos de dicho
expediente y señaló que la comunicación anterior de la Comisión sería puesta en
conocimiento de la Corte para los efectos pertinentes. La Comisión envió sólo parte
de la documentación solicitada.

2.3.3. Control judicial de los actos de la comisión


En los primeros casos en contra de Honduras, la Comisión sostuvo que la Corte no
es un tribunal de apelación respecto de lo actuado por ella, y que, por lo tanto, tendría
una jurisdicción limitada, que le impediría revisar todo cuanto se refiere al
cumplimiento de los requisitos de admisibilidad de una petición dirigida a la
Comisión, o a las normas procesales aplicables a las distintas etapas que deben
cumplirse en el trámite de un caso ante ella.178 Según el tribunal, este planteamiento
no se adecua a la Convención, en cuyos términos la Corte, en ejercicio de su
competencia contenciosa, está facultada para decidir sobre todos los casos relativos
a la interpretación o aplicación de la Convención.179 Los términos amplios en que
está redactada la Convención indican que la Corte ejerce una jurisdicción plena,
sobre todas las cuestiones relativas a un caso; por consiguiente, ella sería competente
tanto para decidir si se ha producido una violación de alguno de los derechos o
libertades reconocidos por la Convención -adoptando en tal caso las disposiciones
apropiadas derivadas de esa situación-, como para juzgar los presupuestos procesales
en que se fundamenta su posibilidad de conocer del caso y para verificar el
cumplimiento de toda norma de procedimiento en que esté envuelta la interpretación
o aplicación de la Convención.180 Sin embargo, la Corte ha expresado que ella no
actúa, con respecto a la Comisión, en un procedimiento de revisión, de apelación u
otro semejante; su jurisdicción plena para considerar y revisar in toto lo
precedentemente actuado y decidido por la Comisión resultaría de su carácter de
único órgano jurisdiccional de la materia y que, en este sentido, al tiempo que se
aseguraría una más completa protección judicial de los derechos humanos
reconocidos por la Convención, se garantizaría a los Estados que han aceptado la
competencia de la Corte el estricto respeto de las normas de la Convención.181 Sin
pretender negar que la Comisión posea algunas atribuciones jurisdiccionales, es
evidente que, en esta materia, ella está subordinada a las decisiones del tribunal. La
Corte no puede abdicar sus competencias -en particular, la relativa a la interpretación

Humanos, Caso Castillo Páez. Excepciones preliminares, sentencia del 30 de enero de 1996,
párrafo 10; también en Caso Loayza Tamayo. Excepciones preliminares, sentencia del 31 de
enero de 1996, párrafo 10.

44
de la Convención-, y tiene autoridad para comentar y examinar la legalidad de los
actos de la Comisión, extrayendo las consecuencias jurídicas que considere
apropiadas si ellos no se adoptaron de acuerdo con lo dispuesto por la Convención.
Desde luego, lo anterior no supone privar a la Comisión de las competencias políticas
que le atribuye la Convención, ni del margen de discrecionalidad que, naturalmente,
ella tiene en el ejercicio de las mismas. Sin duda, las funciones de la Comisión
corresponden, en una medida apreciable, al activismo político indispensable para la
promoción de los derechos humanos, tarea que ella debe ejercer apreciando la
oportunidad y conveniencia de sus actos, procurando soluciones fundadas en el
respeto de los derechos humanos. Pero es evidente que, en lo que concierne a las no
pocas funciones judiciales que la Convención le confiere a la Comisión, en última
instancia, el control judicial del ejercicio de esas atribuciones corresponde a la Corte.
Por otra parte, una vez que la Comisión ha cumplido su misión en el examen de una
petición, y sin perjuicio de la competencia que ella tiene para emitir sus propias
conclusiones, es a la Corte a quien le corresponde decidir sobre la existencia de una
violación de los derechos protegidos por la Convención, disponer se garantice al
lesionado en el goce del derecho o libertad conculcados, y ordenar, si fuere
procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a
la parte lesionada. La Comisión está obligada a procurar una solución fundada en el
respeto a los derechos humanos, apoyándose en la alternativa que sea más favorable
para la tutela de los mismos,182 cuestión que no puede pasar por alto la mayor
eficacia de una decisión judicial. Dentro de este mismo orden de ideas, la Corte no
está obligada por el criterio emitido previamente por la Comisión en cuanto al sentido
y alcance de las disposiciones de la Convención; por el contrario, en lo que concierne
a la interpretación autorizada y vinculante de la Convención, ésta es una atribución
que corresponde únicamente a la Corte y que, en consecuencia, tiene efectos jurídicos
obligatorios tanto para la Comisión como para los Estados partes en la Convención.
En este sentido, tanto si se trata de sus competencias políticas o de aquellas de
naturaleza jurisdiccional, la Comisión tiene el deber de ajustar su actuación a los
términos de la Convención, en la forma en que ésta haya sido interpretada por el
tribunal, ya sea en el ejercicio de su función contenciosa o de su función consultiva.
2.3.4. La corte como instancia decisiva
Sin duda, como órgano jurisdiccional que es, encargado de interpretar
autorizadamente el texto de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
otros tratados concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados
americanos, la Corte es la instancia decisiva en toda controversia sobre esta materia.
Es a la Corte a quien le corresponde emitir un pronunciamiento definitivo sobre los
casos contenciosos que se denuncien ante la Comisión y que posteriormente sean
sometidos al citado tribunal. En realidad, al presentar sus demandas ante la Corte, la
Comisión está aceptando que es dicho tribunal el que tiene la última palabra. Es la
Corte quien, en el examen de las demandas que se le sometan, puede pronunciarse
sobre la legalidad de los actos de la Comisión en un caso particular. Es a la Corte a

45
quien han recurrido los Estados para consultarle sobre ciertas atribuciones de la
Comisión,15 y sobre las características de los informes evacuados por la Comisión.16
Esta circunstancia parece haber sido admitida incluso por el actual gobierno de
Venezuela, encabezado por Hugo Chávez, que, en su disputa con la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, ha recurrido a la Corte para consultarle si hay
algún órgano con competencia para controlar la legalidad de los actos de la
Comisión.

CAPÍTULO III: LAS CONDICIONES Y REQUISITOS DE ADMISIBILIDAD DE


LAS PETICIONES

3.1. El trámite de las peticiones individuales ante el Sistema Interamericano de


Derechos Humanos
Si bien son múltiples las funciones que cumplen los órganos del Sistema
Interamericano, el trámite de peticiones individuales ha jugado un papel protagónico
en la determinación de la responsabilidad internacional de los Estados Partes por la
vulneración de los derechos consagrados en la Convención Americana,
principalmente, así como los establecidos en la Declaración Americana y otros
instrumentos del Sistema que otorgan competencia a los órganos de protección.
El trámite de peticiones individuales parte de un postulado esencial del Sistema
Interamericano, consagrado en el Preámbulo de la Convención Americana, a saber,
el principio de complementariedad, según el cual “los sistemas de protección de
derechos humanos sólo obran ante la ineficacia de los sistemas nacionales de justicia.
Se da primero la oportunidad al Estado de hacer justicia y sólo se puede acudir a las
instancias internacionales si se demuestra que el proceso interno no fui instruido de
manera independiente e imparcial de conformidad con las garantías del derecho
internacional” A continuación, se presentarán los elementos más relevantes de este
trámite, no sin antes reseñar que se desarrolla en dos fases: la primera ante la CIDH,
donde mediante la presentación de una denuncia individual la Comisión analiza el
caso y remite recomendaciones al Estado infractor; la segunda fase, de ser
procedente, se surte ante la Corte IDH ante la permanencia de la violación de los
derechos humanos por parte de dicho Estado. Así, el procedimiento ante la CIDH es
presupuesto para acudir ante la Corte IDH, y en este sentido, ningún individuo puede
acudir directamente ante la Corte sin antes adelantar el trámite ante la Comisión.

3.2.Trámite de peticiones individuales ante la Comisión Interamericana de


Derechos Humanos

15
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Informes de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (Art. 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-15/97, del 14
de noviembre de 1997
16
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (Arts. 41, 42, 44, 46, 47, 50, y 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos),
Opinión Consultiva OC-13/93, del 16 de julio de 1993

46
De conformidad con el art. 44 de la CADH y el art. 23 del Reglamento de la CIDH,
“cualquier persona o grupo de personas, o entidad no gubernamental reconocida en
uno o más Estados miembros de la OEA puede presentar a la Comisión peticiones
que contengan denuncias o quejas” referentes a la presunta violación de los derechos
humanos consagrados en la CADH.
Así las cosas, una vez ha sido presentada ante la Comisión una denuncia, y cómo
determina el artículo 26 del Reglamento de la CIDH, compete a la Secretaría
Ejecutiva realizar el estudio y trámite inicial de la petición presentada, estableciendo
que llene todos los requisitos contenidos en el art. 28 del mismo Reglamento, a saber,
los datos de identificación del denunciante, descripción de los hechos, identificación
de las presuntas víctimas, identificación del Estado denunciado, las gestiones
emprendidas para el agotamiento de recursos y si la denuncia ha sido sometida a otro
procedimiento internacional. Durante la tramitación inicial, la CIDH puede requerir
al denunciante completar la petición elevada en caso de no cumplir con los requisitos,
así como desglosar la queja ante la existencia de hechos, personas o presuntas
violaciones a los derechos humanos sin conexión, o acumular varias peticiones si
versan sobre hechos, personas y/o conductas similares.17
Según dispone el artículo 48 de la CADH, la CIDH dará trámite a aquellas peticiones
que cumplan los requisitos previstos, dando inicio al procedimiento de admisibilidad
dispuesto en el art. 30 de su Reglamento. Para ello, trasmitirá al Estado la denuncia,
otorgando un plazo de dos meses para presentar su respuesta, término prorrogable
por un mes.
Una vez recibido el escrito del Estado, y antes de pronunciarse sobre la admisibilidad
de la petición, la Comisión podrá invitar a las partes a efectuar observaciones
adicionales por escrito o a través de una audiencia. Cabe indicar que este el momento
oportuno para que el Estado presente las excepciones preliminares dirigidas a objetar
la competencia de la Comisión o la admisibilidad del caso, ya sea por el
incumplimiento de algunos de estos elementos, por el irrespeto de alguna de las
reglas procedimentales establecidas en la CADH o el Reglamento de la CIDH, por
incongruencias en los requisitos formales de la denuncia o por el menoscabo del
derecho de defensa del Estado.
En esta fase la Comisión debe efectuar un análisis de los factores de competencia y
admisibilidad. En efecto, como lo ha manifestado la propia CIDH, le corresponde
“realizar una evaluación prima facie y determinar si la denuncia fundamental la
aparente o potencial violación de un derecho garantizado por la Convención
Americana, mas no establecer la existencia de dicha violación18 En la presente etapa
corresponde efectuar un análisis sumario que no implica un perjuicio o un avance
de opinión sobre el fondo. El propio Reglamento de la Comisión Interamericana, al

17
Comisión CIDH Reglamento art. 29.
18
Comisión IDH Mauricio Herrera Ulloa y Fernán Vargas Rohrmoser del Diario “La Nación” vs Costa Rica,
Informe N°. 128/01 Caso 12.367, del 3 de diciembre de 2001, párr. 50. Comisión IDH Rubén Luis Godoy vs
Argentina, Informe N°. 4/04, Petición 12.324, del 24 de febrero de 2004, párr.43. Comisión IDH Juan Patricio
Marileo Saravia y Otros vs Chile Informe N°. 32/07, Petición 429-05, de 23 de abril de 2007, párr.54

47
establecer una fase de admisibilidad y otra de fondo, refleja esta distinción entre la
evaluación que debe realizar la Comisión Interamericana a fin de declarar una
petición admisible y la requerida para establecer si se ha cometido una violación
imputable al Estado”19

3.2.1. Criterios de competencia


Bajo esta línea, la Comisión debe observar los siguientes criterios:
■ Competencia ratione personae. De un lado, en lo que atañe al denunciante
la CIDH debe constatar que se cumplan los presupuestos del art. 44 de la
CADH, es decir que se trate de una persona, un grupo de personas o entidad
no gubernamental reconocida en uno o más Estados miembros de la OEA, sin
importar que sean las presuntas víctimas o no. De otro lado, debe verificarse
que se identifique al Estado denunciado, así como a la(s) presunta(s)
víctima(s), aclarando que sólo las personas naturales pueden acreditarse como
víctimas en el Sistema Interamericano, más no las personas jurídicas. La
Comisión ha considerado que “corresponde declarar la admisibilidad de la
petición con respecto a aquellas víctimas debidamente individualizadas,
identificadas y determinadas”20; no obstante, también ha determinado que
debe haber cierta flexibilidad en la identificación de las víctimas, de tal suerte
que, si dichas no se encuentran plenamente individualizadas, si pueden ser
determinables a través de la prueba aportada por las partes en la etapa de
fondo.21
■ Competencia ratione materiae. La CIDH debe observar que los hechos
denunciados hagan referencia a la presunta vulneración de los derechos
consagrados en la CADH, la DADH y los demás tratados del Sistema
Interamericano consagrados en el artículo 23 del Reglamento de la CIDH.
■ Competencia rationae temporis. La Comisión debe confirmar que las
presuntas violaciones hayan ocurrido con posterioridad a la fecha de entrada
en vigor de la Convención Americana en el Estado denunciado, o del
correspondiente tratado que haya sido invocado en la denuncia. Ahora bien,
siguiendo la jurisprudencia de la Corte IDH22, la CIDH puede conocer de

19
Comisión IDH Mario Alberto Jara Oñate y otros vs Chile, Informe N°. 31/03, Caso 12.195, del 7 de marzo
de 2003, párr. 41. Comisión IDH Juan Patricio Marileo Saravia y Otros vs Chile Informe N°. 32/07, Petición
429-05, de 23 de abril de 2007, párr. 54. Comisión IDH Victor Manuel Ancalaf Llaupe Vs Chile, Petición 581-
05, del 2 de mayo de 2007, párr. 46. Comisión IDH Adan Guillermo López Lone y otros vs Honduras, Informe
N°. 114/12, Petición 524-07, del 13 de noviembre de 2012, párr. 40.
20
Comisión IDH Emérita Montoya González vs Costa Rica, Informe No. 48/96, Caso 11.553, del 14 de marzo
de 1997, párr. 28, 31. Comisión IDH María Eugenia Morales Sierra vs Guatemala, Informe N.º 28/98, Caso
11.625, del 6 de marzo de 1998, párr. 30. Comisión IDH Janet Espinoza Feria y otras vs Perú, Informe N.º
51/02, Petición 12.404, del 10 de octubre de 2002, párr. 35.
21
Comisión IDH Marino López y otros (Operación Génesis) vs Colombia, Informe No. 86/06, Petición 499-
04, del 21 de octubre de 2006, párr. 34. Comisión IDH Masacre y desplazamiento forzado de los Montes de
María vs Colombia, Informe 15/09, Petición 1-06, del 19 de marzo de 2009, párr. 47. Comisión IDH Miembros
del Sindicato de Trabajadores Oficiales y Empleados Públicos de Antioquia (Sintraofan) vs Colombia, Informe
No. 140/09, Petición 1470-05, del 30 de diciembre de 2009, párr. 51.
22
Corte IDH Velásquez Rodríguez vs Honduras, del 29 de julio de 1988, Serie C No. 4, párr. 155 y 158.

48
aquellos casos donde la vulneración a los derechos humanos permanece en el
tiempo, tal como sucede en los casos de desaparición forzada.23
■ Competencia rationae loci. La CIDH debe examinar que las alegadas
violaciones a los derechos humanos hayan ocurrido en el territorio del Estado
denunciado.

3.2.2. Requisitos de admisibilidad


Respecto a los requisitos de admisibilidad, de conformidad con el art. 46 de
la CADH y los arts. 31 a 34 de su Reglamento, la CIDH debe abordar los
elementos de:
■ Agotamiento de los recursos internos por parte de las presuntas víctimas,
donde la Comisión ha entendido que deben agotarse aquellos recursos que
pueden abordar adecuadamente la violación de un derecho jurídico y que
efectivamente pueden producir el resultado para el cual fueron creados 24, de
acuerdo con lo dispuesto en la Opinión Consultiva No. 11/90 de la Corte
IDH.25
■ Cumplimiento del plazo de los seis (6) meses para la presentación de la
petición, contados a partir de la notificación de la decisión que agota los
recursos internos.
■ Duplicación de procedimientos, es decir, que la materia puesta en
conocimiento no esté sujeta a otro procedimiento de arreglo ante un
organismo internacional o que no se reproduzca otra petición ante el Sistema
Interamericano que esté pendiente o ya haya sido examinada.
■ Que contenga los datos básicos de identificación y ubicación del
denunciante establecidas en el art. 46.4 de la CADH.
■ Que la petición exponga hechos que caractericen una violación de derechos
humanos, sea manifiestamente fundada y resulte de información o prueba
sobreviniente presentada a la Comisión, conforme lo estableció en el art. 34
del Reglamento de la CIDH.
El artículo 46.2 de la CADH consagra algunas excepciones a los requisitos de
agotamiento de los recursos internos y el plazo de presentación de la petición
cuando: i) no existe en legislación interna el debido proceso legal para la
protección del derecho o los derechos que se alegan han sido violados; ii) no
se haya permitido al presunto lesionado en sus derechos el acceso a los
recursos de la jurisdicción interna, o haya sido impedido de agotarlos; y iii)
haya un retardo injustificado en la decisión de los recursos interpuestos.

23
Comisión IDH Santiago Antezana Cueto y Otros vs Perú, Informe No. 3/12, Petición 12.224, del 27 de enero
de 2012, párr. 21.
24
Comisión IDH Comunidades Maya Kaqchikel de los Hornos y El Pericón I y sus Miembros vs Guatemala,
Informe No. 87/12, Petición 140-08, del 8 de noviembre de 2012, párr. 31.
25
Corte IDH Opinión Consultiva OC-11/90, del 10 de agosto de 1990, Serie A No. 11, párr. 34-36.

49
Teniendo en cuenta los anteriores, y una vez consideradas las posiciones de las partes, la
CIDH se pronuncia sobre la admisibilidad del asunto, para lo cual debe emitir un informe de
admisibilidad o inadmisibilidad de la petición. En caso de ser admitida la causa, la petición
debe ser registrada y se da paso a la fase de fondo.26 El procedimiento de fondo tiene por
objeto el examen de los hechos y pretensiones planteadas por las partes, a fin de que la CIDH
determine si hubo o no una violación a los derechos humanos por parte del Estado
denunciado. Así, la Comisión fija un plazo de tres (3) meses a los peticionarios para que
presenten observaciones adicionales sobre el asunto, para posteriormente transmitirlas al
Estado con el fin de que también presente sus consideraciones en el mismo plazo.27 Cabe
destacar que el artículo 38 del Reglamento de la CIDH determina que, si en el plazo fijado
el Estado no suministra información, se presumirán como verdaderos los hechos relatados
en la petición. Además, de considerarlo necesario, la Comisión podrá acudir a otros medios
para el establecimiento de los hechos, tales como convocar a las partes a una audiencia
pública28 o efectuar observaciones in loco.29
Analizados los anteriores elementos, según establece el art. 50 de la CADH, la CIDH
deliberará sobre el fondo del caso, preparando un informe que incluya los alegatos, pruebas
y demás información recabada30. En dicho informe, la Comisión debe establecer si hubo o
no violación a los derechos humanos. En caso afirmativo, debe presentar un informe
preliminar con las proposiciones y recomendaciones que juzgue pertinentes, y determinando
un plazo dentro del cual el Estado debe informar sobre las medidas adoptadas para cumplir
dichas recomendaciones31.
Ahora bien, si un plazo no superior a tres meses el Estado no adopta acciones para el
cumplimento de las recomendaciones del informe del artículo 50, la Comisión podrá someter
el caso ante la Corte IDH, siempre y cuando el Estado haya ratificado la competencia del
mencionado Tribunal. La CIDH tendrá en cuenta al momento de remitir el caso a la Corte:
la posición del peticionario, la naturaleza y gravedad de la violación, la necesidad de
desarrollar o aclarar jurisprudencia del sistema, y el eventual efecto de la decisión en los
ordenamientos jurídicos de los Estados miembros32.
Si transcurrido el plazo de los tres meses a partir de la remisión del informe del artículo 50,
el asunto no ha sido solucionado o sometido a la decisión de la Corte IDH, la Comisión
podrá emitir otro informe con su opinión y conclusiones sobre el asunto. Allí plasmará las
recomendaciones pertinentes y fijará un plazo dentro del cual el Estado debe tomar las
medidas que le competan para remediar la situación. Posteriormente, la Comisión decidirá
si el Estado ha tomado las medidas adecuadas al respecto33.
Ahora bien, además del procedimiento descrito, es oportuno señalar que pueden presentarse
dos circunstancias de culminación del trámite de peticiones individuales: de un lado, el

26
Comisión IDH Reglamento art. 36.
27
Comisión IDH Reglamento art.37.
28
Comisión IDH Reglamento arts. 37.5 y 61 a 70.
29
Comisión IDH Reglamento arts. 39 y 53 a 57.
30
Comisión IDH Reglamento arts. 43.
31
Comisión IDH Reglamento art. 44.
32
Comisión IDH Reglamento art. 45.
33
ADH art. 51; Comisión IDH Reglamento arts. 45- 46.

50
denunciante puede desistir de la petición, manifestándolo por escrito a la CIDH en cualquier
momento del proceso, la cual analizará la solicitud y procederá al archivo o proseguirá con
la causa si lo considera pertinente para proteger un derecho determinado 34. De otro lado, el
trámite de solución amistosa previsto en los arts. 48.1, literal f, de la CADH y 40 del
Reglamento de la Comisión, en virtud de los cuales la CIDH se pondrán a disposición de las
partes en cualquier fase del proceso a fin de llegar a una solución amistosa del asunto, y de
ser el caso aprobar el informe mediante el cual se exponen brevemente los hechos y la
solución pactada por las partes.
Por último, cabe destacar que el artículo 25 del Reglamento de la CIDH contempla la
adopción del mecanismo extraordinario de medidas cautelares ante situaciones de gravedad
y urgencia para evitar daños irreparables a las personas o al objeto del proceso en conexión
con una petición o caso pendiente. Así mismo, se dispone el otorgamiento de medidas
cautelares a las personas que se encuentren bajo la jurisdicción de un Estado Parte de la
CADH o la Declaración Americana, de forma independiente a cualquier petición o caso
pendiente en el Sistema Interamericano. Estas medidas pueden ser de carácter individual o
colectivo, y están precedidas, en la mayoría de los casos, de un trámite de solicitud de
información previo al Estado, a menos que la urgencia de la situación justifique la adopción
inmediata de las mismas. Sobre el particular, la CIDH ha afirmado que las “medidas
cautelares cumplen una función “cautelar”, en el sentido de preservar una situación jurídica
frente al ejercicio de jurisdicción por parte de la Comisión y “tutelar” en el sentido de
preservar el ejercicio de los derechos humanos fundamentales consagrados en las normas
del sistema interamericano, evitando daños irreparables a las personas”35.
La noción de gravedad “se ha de relacionar con hechos o situaciones que pongan en peligro
derechos humanos fundamentales, es decir, aquellos que bajo ningún respecto puedan verse
menoscabados o limitados en su ejercicio, no siquiera en situaciones de emergencia
constitucional (…)”36. De manera similar, el Profesor Faúndez Ledesma ha indicado que “en
otras palabras, no basta la gravedad del peligro que se anticipa, sino que también se requiere
que ésta sea verosímil. La gravedad de la amenaza es la consecuencia de un peligro real y
no meramente hipotético”37. Respecto al carácter urgencia de la situación objeto de solicitud
de medidas, el riesgo o amenaza involucrados deben ser inminentes, lo cual requiere que la
respuesta para remediarlos sea inmediata, en forma tal que en el análisis de este aspecto
corresponde valorar la oportunidad y la temporalidad de la intervención cautelar o tutelar
solicitada38. Finalmente, en cuanto al requisito de irreparabilidad del daño, la CIDH ha
considerado necesario que en los hechos que fundamentan la solicitud se advierta una

34
Comisión IDH Reglamento art. 41.
35
Comisión IDH Segundo informe sobre la situación de las defensoras y defensores de los derechos humanos
en las Américas, OEA/Ser.L/V/II. Doc.66, del 31 de diciembre de 2011, párr. 419.
36
AGUIAR-ARANGUREN, A., “Apuntes sobre las medidas cautelares en la Convención Americana de
Derechos Humanos, la Convención Americana de Derechos Humanos”, NIETO NAVIA, R. (Ed.), La Corte y
el Sistema Interamericano de derechos humanos, Comisión IDH, 1994. p. 25.
37
FAÚNDEZ LEDESMA, H. El Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos. Aspectos
Institucionales y procesales, Tercera Edición, San José de Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos
Humanos (IIDH), 2009, p. 537, 607.
38
Comisión IDH Segundo informe sobre la situación de las defensoras y defensores de los derechos humanos
en las Américas, OEA/Ser.L/V/II. Doc.66, del 31 de diciembre de 2011, párr. 425.

51
probabilidad razonable de que se materialice y el daño no debe recaer en bienes o intereses
jurídicos que puedan ser reparables39.
Siguiendo los anteriores parámetros, el mecanismo de medidas cautelares ha jugado un papel
trascendental en la protección de los derechos humanos, tanto en el marco de peticiones
individuales como en situaciones independientes a dicho trámite. Cómo bien anota la misma
Comisión, el mecanismo de medidas cautelares ha contribuido a la protección de miles de
personas en situación de riesgo en todos los Estados miembros de la OEA, y particularmente
en el contexto de la “ha operado como instrumento efectivo de protección y prevención ante
posibles daños irreparables a personas o grupos de personas que enfrentan situaciones de
riesgo grave e inminente. De esta manera, la Comisión ha venido cumpliendo con el mandato
de “promover la observancia y la defensa de los derechos humanos” en los términos del
artículo 106 de la Carta de la Organización, y de asistir a los Estados a cumplir con su
ineludible deber de protección – el cual es su obligación en toda instancia”40.
Sin perjuicio de lo anterior, se han presentado un debate en torno a la obligatoriedad de las
medidas cautelares, en la medida que no se encuentran consagradas convencionalmente. Al
respecto, la CIDH ha considerado que las medidas cautelares son de obligatorio
cumplimiento, en tanto se sustenta en la obligación general de garantizar los derechos y de
adoptar medidas para hacer efectivo el cumplimiento de las obligaciones contraídas en virtud
de la Convención Americana y la Carta de la OEA, carácter que también se deriva de la
competencia conferida a la CIDH para velar por el cumplimiento de los compromisos
asumidos por los Estados en los artículos 33 y 41 de la Convención Americana41.

3.3.Trámite de peticiones individuales ante la Corte Interamericana de


Derechos Humanos
Surtido el trámite ante la CIDH, y habiendo proferido el informe del artículo 50 de
la CADH, la Comisión o el Estado demandado pueden solicitar a la Corte que el caso
sea sometido a su conocimiento. Esto supone, que el Estado ha aceptado la
jurisdicción de este órgano y que respetará la decisión que sea tomada. La Corte
deberá, entonces, determinar si el Estado es internacionalmente responsable y en
consecuencia ordenar las reparaciones a que haya lugar, o desestimar las pretensiones
de los peticionarios y absolverlo. Para ello, ante la Corte debe surtirse un proceso
donde se analizan los aspectos de competencia y admisibilidad, de ser el caso la
adopción de medidas provisionales, los alegatos de cada parte y finalmente la
adopción de la sentencia con la cual culmina el contradictorio dando paso al
seguimiento del cumplimiento de la sentencia.
El primer aspecto que tiene en cuenta la Corte es la competencia de ella misma para
conocer de un caso. Este análisis se desglosa en cuatro criterios: competencia rationae
personae, competencia ratinae materiae, competencia rationae temporis y
competencia ratione loci. En cuanto a la competencia en razón de la persona es
pertinente analizar dos aspectos: por un lado, debe analizar la capacidad de quien

39
Ibídem, párr. 428.
40
Ibídem, párr. 417.
41
Ibídem, párr. 438.

52
presenta el caso y del Estado demandado para acudir a dicha instancia. En cuanto al
demandado, es necesario que al momento haya aceptado la competencia de la Corte
para la interpretación y aplicación de la CADH42. Esta aceptación de competencia no
puede tener restricciones o limitaciones según ha señalado la Corte. En efecto, en un
caso de Trinidad y Tobago la aceptación señalaba al final que reconocía la
competencia “siempre que una sentencia de la Corte no contravenga, establezca o
anule derechos o deberes existentes de ciudadanos particulares”43. Esta cláusula
luego fue el fundamento para que este país evitara cumplir algunas sentencias que se
habían proferido en su contra, y así eludir las reparaciones ordenadas por la Corte.
Sin embargo, este órgano aclaró que la aceptación de su competencia no podía
limitarse o restringirse por la voluntad de los Estados siendo el único límite el
temporal, que implica el conocimiento de los casos por hechos ocurridos con
posterioridad a la fecha en que fue aceptada su competencia. En cuanto al análisis
sobre quien presenta el caso, la CADH señala que sólo la Comisión o el propio Estado
demandado pueden realizar tal solicitud. Si bien, ante la Corte las partes son los
Representantes de las Víctimas y el Estado demandado, y la Comisión hace las veces
de ministerio público, la Convención es rígida en establecer quienes están facultados
para pedirle a la Corte que conozca de un caso.
La competencia según la materia se refiere a que el caso verse sobre la interpretación
o aplicación de la CADH y otros instrumentos del Sistema Interamericano que le
confieren competencia. En efecto, la jurisdicción de la Corte se circunscribe a la
CADH, lo cual implica que sus pronunciamientos y órdenes siempre estarán
enmarcados bajo los estándares de dicha Convención. En lo que refiere a otros
instrumentos del Sistema, valga destacar que la Corte IDH se pronunciado respecto
a los derechos contenidos en la Convención contra la Tortura44, los arts. 8 y 13 del
Protocolo de San Salvador45, y respecto al art. 7 de la Convención Belem Do Pará46.
Asimismo, la Corte ha acudido a otros instrumentos internacionales de derechos
humanos para interpretar el contenido y alcance de ciertos derechos contenidos en la
Convención. En efecto, esta labor interpretativa se produce a través de dos figuras
una de con carácter convencional establecida en el art. 29 de la CADH y otra de
creación de la misma Corte llamada el Corpus Iuris. En casos de protección de los
derechos indígenas y de protección de los derechos del niño, la Corte ha hecho uso
de estas herramientas para aclarar concepto y elementos de las obligaciones

42
CADH art. 62.
43
FAUNDEZ LEDESMA, H. El Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, aspectos
institucionales y procesales, 2004. Pg. 607.
44
Corte IDH Cantoral Benavides vs Perú, del 18 de agosto de 2000, párr. 180-191. Corte IDH Masacre de Rio
Negro vs Guatemala, del 4 de septiembre de 2012, párr. 221-227.
45
Corte IDH "Cinco Pensionista" vs Perú, del 28 de febrero de 2003, párr. 116.
46
Corte IDH “Campo Algodonero” vs México, del 16 de noviembre de 2009, párr. 35-80. Corte IDH Masacre
de las Dos Erres vs Guatemala, del 24 de noviembre de 2009, párr. 136-154. Corte IDH Rosendo Cantú y otra
vs México, del 31 de agosto de 2010.

53
contenidas en el art. 19 sobre derechos del niño y el art. 21 sobre propiedad privada
para el caso de las comunidades indígenas47.
El criterio de competencia debido al tiempo es el único límite que se plantea a la
jurisdicción de la Corte. Según éste, la Corte IDH sólo puede conocer de aquellos
hechos ocurridos con posterioridad a la fecha en que el Estado haya aceptado su
competencia, siendo consecuente con el principio de irretroactividad de las
obligaciones internacionales48. En otras palabras, la Corte debe abstenerse de analizar
cualquier caso que haya ocurrido antes de que el Estado demandado hubiese
ratificado su jurisdicción. Este mismo criterio hace referencia al periodo de tres
meses que tiene la Comisión para presentar el caso ante la Corte49, que una vez
vencidos elimina la competencia del tribunal por extemporaneidad del caso. Ahora
bien, esta regla puede diluirse en los casos de delitos de ejecución continuada, donde
el hecho ilícito ocurre en un momento, pero sus efectos se prolongan a través del
tiempo. En el caso de Trujillo Oroza vs. Bolivia de 2002 la Corte señaló que la
desaparición forzada es un delito continuado y que sus efectos generaban un vínculo
de causalidad con los perjuicios ocasionados a los familiares de la víctima tiempo
después. Por lo tanto, “la Corte determinó las reparaciones con base en la equidad,
teniendo presente la situación permanente -desde su inicio hasta la fecha- del delito
de desaparición forzada que hasta hoy (sic) perdura, por ende [es] imprescriptible”50.
Finalmente, el último criterio de competencia es el ratione loci, el cual implica que
los hechos deben tener lugar en el territorio del Estado demandando.
El segundo aspecto que tiene en cuenta la Corte antes de valorar el fondo del asunto
es el cumplimiento de los requisitos de admisibilidad.
El primero de ellos es que el caso sea presentado dentro de los tres meses siguientes
a la notificación del informe de artículo 50, a su vez el escrito de la demanda deberá
cumplir con las formalidades señaladas en el art. 34 del Reglamento de la Corte51.
Una vez surtida esta etapa la secretaría de la Corte notifica de la demanda al Estado
demandado, a la Comisión -si no es la demandante- y a las presuntas víctimas del ser
el caso. Los representantes de las víctimas tendrán un plazo perentorio de 2 meses
para presentar sus escritos de solicitudes, argumentos y pruebas. El Estado, por su
parte, podrá interponer en el escrito de contestación las excepciones preliminares a
que haya lugar, exponiendo los hechos y fundamentos de dicha petición, así como

47
Corte IDH Villagran Morales y otros vs Guatemala, del 19 de noviembre de 1999. Corte IDH Comunidad
Mayagna Awas Tingni vs Nicaragua, del 31 de agosto de 2001. Corte IDH “Inatituto de Reeducación del
Menos” vs. Paraguay, del 2 de septiembre de 2004. Corte IDH Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs
Ecuador, del 27 de junio de 2012.
48
CADH art. 62 num. 3.
49
CADH, art. 51 num. 1.
50
Corte IDH, caso Trujillo Oroza vs. Bolivia del 26 de enero de 2000. Voto Razonado Cancado Trindade.
51
Reglamento de la Corte IDH, art. 34 num. 1. “pretensiones (incluidas las referidas a las reparaciones y
costas); las partes en el caso; la exposición de los hechos; las resoluciones de apertura del procedimiento y de
admisibilidad de la denuncia por la Comisión; las pruebas ofrecidas con indicación de los hechos sobre los
cuales versarán; la individualización de los testigos y peritos y el objeto de sus declaraciones; los fundamentos
de derecho y las conclusiones pertinentes. Además, la Comisión deberá consignar el nombre y la dirección de
las presuntas víctimas o sus representantes debidamente acreditados en caso de ser posible”.

54
los documentos que la sustenten52. Dentro de las excepciones preliminares que suelen
presentar los Estados ante la corte es la falta de agotamiento de los recursos internos.
En efecto, el primer ejercicio de defensa que ejerce un Estado es a través de las
instituciones internas, siendo indispensable que las presuntas víctimas acudan a ellas
primero para solicitar la tutela de sus derechos y a falta del mismo al sistema
interamericano. La procedencia de estas excepciones ha indicado la Corte, depende
de su presentación de forma oportuna en el trámite ante la Comisión. En otras
palabras, la Corte ha considerado que sólo son admisibles las excepciones que
también se hayan presentado ante la Comisión en la etapa inicial del proceso, de lo
contrario el Estado -en virtud del principio de estoppel- produjo unos efectos
jurídicos que le impide adoptar una conducta contraria en una etapa posterior del
proceso53.
En referencia a este punto, en el primer caso ante el sistema, Velásquez Rodríguez
vs. Honduras del 26 de junio de 1987, la Comisión argumentó que la Corte estaba
impedida para revisar cuestiones relaciones con excepciones preliminares en tanto
están ya habían sido objeto de análisis en la etapa de admisibilidad de la petición ante
la Comisión. La Corte señaló que su labor es analizar todo el proceso precedente de
cada caso, que, sin ser un organismo de apelación o una segunda instancia, pero sí el
órgano jurisdiccional del sistema debía considerar lo actuado y decidido por la
Comisión54. No obstante, en un caso posterior la Corte rechazó una excepción
preliminar porque ya había sido planteada ante la Comisión y aquella lo había
resuelto55, cambiando su posición frente al ámbito de estudio que tenía ese órgano.
Una vez establecido el contradictorio, el presidente de la Corte define una fecha para
la apertura del procedimiento oral. En esta audiencia de alegatos los representantes
de las víctimas y el Estado presentan sus pruebas77 y argumentos para sustentar su
posición, dando las herramientas necesarias a los jueces del tribunal para proferir una
decisión. En el sistema interamericano no existe un estándar probatorio determinado,
cada uno de los medios de prueba puede ser usado para demostrar varios hechos. En
esa medida, el derecho a la propiedad, por ejemplo, comúnmente exige un medio de
prueba determinado en el derecho interno, como el registro ante la oficina
competente. Sin embargo, ante el sistema interamericano la libertad probatoria
permite que en esos casos la propiedad pueda ser demostraba a través de testimonio,
peritos, documentos de carácter privado, etc.
Habiendo culminado la etapa oral pueden ocurrir dos supuestos: por un lado, la
terminación anticipada del proceso a solicitud de la parte demandante o, por otro

52
Reglamento de la Corte IDH, art. 38.
53
Corte IDH, caso Acevedo Buendía y otros vs Perú del 1 de julio de 2009. Párr. 57. La corte ha señalado en
cuanto a esta regla que “cada acto de reconocimiento realizado por [dicho Estado, tanto a nivel interno como]
ante la Comisión creó un estoppel. Por ello, al haber admitido como legítima, por medio de un acto jurídico
unilateral de reconocimiento, la pretensión planteada en el procedimiento ante la Comisión, el Perú qued[ó]
impedido de contradecirse posteriormente. Tanto las presuntas víctimas [y] sus representantes como la
Comisión Interamericana actuaron en el procedimiento ante dicho órgano con base en esa posición de
reconocimiento adoptada por el Estado”. Párr. 58.
54
Corte IDH, caso Velásquez Rodríguez vs Honduras de excepciones preliminares del 26 de junio de 1987
55
Corte IDH, caso Gangaram Panday vs Suriman de excepciones preliminares del 4 de diciembre de 1991.

55
lado, la publicación de la sentencia56. El sobreseimiento y/o terminación del caso se
presenta cuando el demandante notifica a la Corte dicha intensión, la cual puede ser
acatada o desestimada por la Corte. Esta potestad del órgano judicial del sistema se
establece en el art. 58 de su reglamento, el cual señala que la responsabilidad que
tiene la Corte la obliga proteger los derechos humanos y, por lo mismo, puede
discrecionalmente aceptar o rechazar la solicitud de terminación o sobreseimiento
del caso. Asimismo, nos encontramos frente a una culminación anticipada del
proceso en los casos de solución amistosa en el que las partes comunican a la Corte
que se ha llegado a un acuerdo para la solución del litigio y en consecuencia solicitan
la terminación del caso57.
4.2.1. LA SENTENCIA
La segunda vía de terminación del proceso es la sentencia58. Este fallo tiene carácter
definitivo e inapelable, y los Estados se comprometen a cumplir con la decisión de la Corte
en cada uno de sus apartes. Si existiera algún desacuerdo sobre el sentido y alcance de la
decisión, cualquier da las partes podría solicitar la interpretación del mismo, bien sobre el
fondo del asunto o las reparaciones59. En el escrito se debe especificar las cuestiones relativas
al sentido o alcance de la sentencia dentro de los noventa días siguientes a la notificación del
fallo. Este recurso en ningún caso suspende la ejecución de la sentencia, la cual será
supervisada por la misma Corte a través de informes que el Estado deberá enviar a dicho
órgano para su evaluación, y así establecer el nivel de cumplimiento de lo resuelto y emitir
las resoluciones a que haya lugar60.
En la sentencia, en virtud del artículo 63.1 de la CADH, la Corte IDH puede determinar las
reparaciones e indemnizaciones que considere oportunas como consecuencia del hecho
internacional ilícito cometido por el Estado. En esta medida, y como lo ha manifestado la
propia Corte, las reparaciones ordenadas imponen obligaciones de derecho internacional,
cuyo contenido no puede ser modificado ni su cumplimiento suspendido por el Estado
obligado, invocando para ello disposiciones de su derecho interno61. En la práctica, la Corte
IDH ha ordenado reparar el daño material, el cual comprende tanto el daño emergente
(referente a los gastos efectuados con ocasión a la vulneración de derechos) como el lucro
cesante (relacionado con los ingresos dejados de percibir por las víctimas o sus familiares),
como lo estableció en sus primeras sentencias de reparaciones como los casos Castillo Páez
contra Perú62, Blake contra Guatemala63 o Suárez Rosero contra Ecuador64. En lo que atañe
al daño inmaterial, la Corte ha señalado que este comprende, los sufrimientos y las
aflicciones causadas a las víctimas directas y a sus familiares, el menoscabo de valores muy
significativos para las personas y otras perturbaciones que no son susceptibles de medición

56
Reglamento de la Corte IDH, arts. 56-63.
57
Reglamento de la Corte IDH, art. 63.
58
CADH, arts. 66-69.
59
Reglamento de la Corte IDH, art. 62.
60
Reglamento de la Corte IDH, art. 63.
61
Corte IDH, Caso Trujillo Oroza contra Bolivia, sentencia de 27 de febrero de 2002, párr. 106; Caso Barrios
Altos contra Perú, sentencia del 14 de marzo de 2001, párr. 41.
62
Sentencia del 27 de noviembre de 1998, párr. 76-77.
63
Sentencia de 22 de enero de 1999, párr. 51.
64
Sentencia de 20 de enero de 1999, párr. 60.

56
pecuniaria, así como las alteraciones de las condiciones de existencia de la víctima o su
familia65, frente a lo cual ha formulado el pago de una indemnización y/o la realización de
un acto público de desagravio.

CAPÍTULO IV: DESARROLLO JURISPREUDENCIAL


4.1. ¿Cómo se elabora una sentencia de la Corte Interamericana?
Si bien cuando se resuelve un caso en concreto se suele utilizar los sinónimos de “sentencia”
y “fallo”, sin embargo el término técnico es sentencia y se refiere a un documento
internacional emitido por la Corte Interamericana, donde se sustenta la historia procesal de
un reclamo por violaciones de derechos humanos en perjuicio de una persona, que culmina
con una decisión judicial con valor jurídico internacional incuestionable.
Una vez agotados los procedimientos internos en el país, finalizado el proceso ante la
Comisión Interamericana y llevado el caso por ésta ante la Corte Interamericana, se deben
agotar los procedimientos escritos y orales ante este tribunal. Después de finalizada la
audiencia pública sobre el fondo del caso ante la Corte, se agenda fecha para deliberación y
resolución en sesiones privadas para redactar y votar la sentencia final, la cual se sustenta en
un proyecto de sentencia redactado bajo la supervisión de un juez redactor o instructor.
Luego de una lectura general del proyecto de sentencia y de su debate, el presidente somete
a votación los puntos resolutivos de la sentencia cuando no ha habido consenso. Si algún
juez disiente del fallo así lo debe informar durante la deliberación, para lo cual deberá
redactar su voto separado (ver infra X. Los votos separados).
Una vez emitido, el fallo es notificado a las partes para lo procedente. Las sentencias de la
Corte Interamericana son “vinculantes”, es decir, obligatorias en cuanto a su acatamiento,
para lo cual se le otorga a los Estados un plazo de cumplimiento. Si no son cumplidas, la
Corte IDH puede señalarlo así en su informe anual dirigido a la Asamblea General de la
OEA para los efectos pertinentes, por ejemplo, para que se emita una resolución de la OEA
conminando al Estado a acatar la sentencia.

3.1. La estructura de una sentencia de la Corte Interamericana


. Encabezado: Es el título de la sentencia con la información básica, incluyendo la fecha, el
tipo de sentencia (si es de excepciones preliminares, el fondo, reparaciones o interpretación
de sentencia), así como la composición de la Corte que conoció y resolvió el caso y los
nombres de los secretarios del Tribunal.
. La introducción de la causa: Es la explicación general de cómo fue sometido el caso a la
consideración de la Corte Interamericana. Normalmente, es la Comisión Interamericana la
que somete la demanda ante el tribunal y, excepcionalmente, podrían hacerlo los Estados,
por ejemplo, cuando un Estado demanda a otro Estado (queja interestatal), lo que todavía no
ha ocurrido ante la Corte.

65
Corte IDH, Caso Bámaca Velásquez contra Guatemala, sentencia de reparaciones del 22 de febrero de 2002,
párr. 56; Caso Cantoral Benavides contra Perú, sentencia de reparaciones del 3 de diciembre de 2001, párr. 53.

57
En la introducción, se relata lo siguiente:
 La fecha de sometimiento del caso ante la Corte: La importancia que tiene la fecha
es determinar si la demanda se presentó dentro de los tres meses después de haberse
emitido el informe de la Comisión Interamericana indicado en el artículo 50 de la
Convención Americana. Si la demanda es posterior, el Estado demandado podría
interponer una excepción de caducidad de la demanda.
 La indicación de los artículos de la Convención Americana que establecen el derecho
de la Comisión de someter demandas ante la Corte (artículos 50 y 51).
 La indicación de los artículos de la Convención Americana que la CIDH considera
que han sido violados por el Estado demandado y que pide a la Corte que así sea
declarado en sentencia.
En ese mismo apartado, se hace una muy breve reseña de los hechos que, todavía a
nivel de supuesto, generarían las violaciones a los derechos enunciados.
 Cuando el caso se refiere a una situación especial de las víctimas, por ejemplo, que
pertenezcan a un sector de la población vulnerable o que requieran de un trato
jurídico preferencial por su condición, la sentencia así lo hace notar desde la
introducción de la causa, ya que desea dejar claro que podría tener aplicación algún
tratado especial en la materia. Así ocurre cuando es un caso de pueblos indígenas, de
personas menores de edad, de personas que sufren algún tipo de discriminación, etc.
 El petitorio, que es una de las partes más importante de la sentencia. Además de
declarar la violación de determinados derechos de la Convención Americana, la
sentencia de la Corte Interamericana tiene un fin “reparador”, esto es, la obligación
a cargo del Estado demandado y luego condenado, de restituir de manera integral el
daño ocasionado a las víctimas y a sus familiares. Esas reparaciones solicitadas
incluyen desde la investigación de los hechos y la sanción a los responsables, hasta
el pago de todo tipo de daño material y moral.

. Antecedentes procesales: La sentencia de la Corte Interamericana dedica una buena parte,


si se quiere muy extensa, a una relación de todos los procedimientos, trámites y diligencias
del caso desde su inicio ante la Comisión Interamericana hasta las etapas procesales ante la
Corte.
 La verificación de los nombres de peticionarios y víctimas de la petición ante la
Comisión Interamericana y luego ante la Corte Interamericana.
 La constatación de las fechas de los principales actos procesales para determinar si
la petición fue planteada ante la Comisión Interamericana dentro de los seis meses
posteriores al agotamiento de los recursos internos en el país; o si la demanda ante la
Corte fue interpuesta por la Comisión dentro de los tres meses siguientes a la emisión
de su informe del artículo 50 de la Convención Americana.
 Analizar si hubo algún tipo de procedimiento de resolución no adversarial del caso,
mediante una solución amistosa ante la Comisión Interamericana donde haya habido
algún acuerdo parcial del caso y de las reparaciones.

58
 Verificar si dentro del proceso se adoptaron medidas precautorias o provisionales
para proteger la vida e integridad personal de las víctimas, familiares y testigos del
caso.
 Constatar las recomendaciones que hizo la Comisión Interamericana al Estado en su
informe del artículo 50 de la Convención Americana, y verificar si el Estado cumplió
con algunas de ellas o no.

. Sistematización y valoración de la prueba: la corte analiza la prueba según su naturaleza:


 . Prueba documental: Son todos los documentos presentados junto con la demanda
de la Comisión Interamericana o con el escrito independiente que presentan las
víctimas, o con los primeros escritos de contestación del Estado. Normalmente,
hacen parte de esta prueba todas las actuaciones o expedientes judiciales tramitados
en el derecho interno.
 Prueba testimonial: se refiere a los testigos que tanto la Comisión como las víctimas
y peticionarios y el Estado demandado ofrecen para ser escuchados en una audiencia
pública, que se realiza normalmente en la sede de la Corte Interamericana. Estos
testigos son sometidos a un interrogatorio de la parte que los ofrece y a un
contrainterrogatorio de la parte procesal contraria, así como a preguntas de los jueces
de la Corte Interamericana.
 Prueba pericial: Es prueba técnica porque supone el rendimiento de un dictamen
escrito y oral de un profesional en alguna materia específica, el cual da su opinión
científica y objetiva sobre lo que se le pregunta o sobre el tema al que fue convocado
a opinar.
 Valoración de la prueba: La sentencia de la Corte dedica un apartado a definir las
reglas de valoración de toda la prueba incorporada en el expediente, tanto documental
como pericial y testimonial. Las principales reglas de la valoración de la prueba
reiteradamente aceptadas por la Corte Interamericana se relacionan con un principio
de interpretación conocido como la “sana crítica” y la experiencia.
. Los hechos probados: De los hechos probados dependerán dos cosas:
a) los derechos humanos que se considera violados conforme al articulado de la
Convención Americana, y
b) las reparaciones que se deben exigir al Estado por la violación de esos derechos.
Para efectos de coherencia de la sentencia, los hechos que se tiene por violados no solo deben
ser enunciados, sino que debe indicarse cuáles fueron las pruebas y los indicios sobre los
que se basó el tribunal para considerar su demostración
. Determinación de los derechos humanos violados: A partir de la determinación de los
hechos tenidos por demostrados, la Corte Interamericana procede a hacer una relación de
esos hechos con los derechos contemplados en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos que podrían haber sido violados. Para esos efectos, toma como referente la
demanda planteada por la Comisión Interamericana y los escritos independientes de las
víctimas, en los cuales se hacen las peticiones correspondientes, las cuales pueden o no
coincidir del todo.

59
. La parte final o resolutiva de la sentencia: El fallo de la Corte Interamericana finaliza
con lo que se conoce como parte resolutiva o el “por tanto”.
La parte resolutiva es un resumen de las violaciones que el tribunal determinó y, en algunas
ocasiones, también se mencionan las reparaciones que el Estado debe cumplir para restituir
los derechos violados o indemnizar por los daños ocasionados por esas violaciones.
La parte resolutiva de una sentencia de la Corte Interamericana siempre indica si cada uno
de los acuerdos adoptados fueron tomados por unanimidad o no. En caso de que no sea
unánime, se indica la relación de la votación.
. La firma de la sentencia, el “ejecútese” y la notificación: Finalmente, como parte de la
formalidad y de la legitimidad de la sentencia de la Corte Interamericana, es un requisito
indispensable que todos los jueces y juezas que participaron en las audiencias y en el
conocimiento integral del caso, así como en las deliberaciones privadas para su discusión y
redacción, firmen la sentencia.
Inmediatamente después de las firmas, tanto el presidente del Tribunal como el secretario
suscriben el “ejecútese” del fallo, que es la forma de señalar el punto final del proceso para
iniciar la diligencia de la notificación de la sentencia a las partes.
Es a partir del día siguiente a la notificación formal a las partes del fallo que empiezan a
correr los plazos de cumplimiento de las obligaciones a cargo del Estado, o bien para que
cualquiera de las partes pueda ejercer el único recurso legal que la Convención Americana
permite contra una sentencia de la Corte Interamericana: el recurso de interpretación.
. La fecha de la sentencia: Es una formalidad y un requisito de legitimidad indicar la fecha
en que fue emitida y suscrita la sentencia de la Corte Interamericana. Su importancia, además
de su legitimidad, es que se usa esa fecha como un referente necesario cuando es citada
oficialmente. Para efectos de interposición del recurso de interpretación o del cumplimiento
de la sentencia, no tiene ninguna relevancia la fecha de suscripción, ya que se utiliza siempre
la fecha de la notificación oficial a las partes.
. Los votos separados: La única sentencia de la Corte IDH que genera obligaciones para el
Estado es la sentencia de fondo votada por unanimidad o por mayoría de votos. Esa es la
sentencia válida, legítima y exigible. Por lo tanto, también es la única que genera
jurisprudencia.
Sin embargo, cuando uno o varios jueces o juezas de la Corte Interamericana están en
desacuerdo total o parcialmente con los puntos resolutivos del fallo, pueden emitir su propio
voto separado, pero ello no constituye jurisprudencia ni tiene validez jurídica alguna desde
el punto de vista de las obligaciones internacionales que debe asumir el Estado.
Hay varios tipos de votos separados en la práctica de la Corte Interamericana:
 El voto “salvado” o voto “disidente”: Es cuando un juzgador no suscribe uno o la
totalidad de los puntos resolutivos, por lo tanto, no está de acuerdo con la sentencia
votada por la mayoría en todo o en parte.
 La opinión separada: No es un voto salvado o disidente. Es cuando un juez está de
acuerdo con los puntos resolutivos de la sentencia, pero tiene una argumentación
distinta o más amplia para haber llegado a esa conclusión.
 El voto “concurrente”: No es ni voto salvado ni opinión separada. Es cuando un
juez está de acuerdo con los puntos resolutivos y con la argumentación de la

60
sentencia, pero desea ampliar los argumentos o las razones que tuvo para justificar
su voto, de manera tal que opta por hacer una explicación paralela más amplia.

3.2.Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 14 de marzo


del 2001 CASO BARRIOS ALTOS VS PERÚ

Víctimas(s): Varios

Representante(s): No se consigna

Estado
Perú
Demandado:

Sumilla: El caso se refiere a la responsabilidad internacional del Estado


por la muerte y lesiones de un grupo de personas por parte de
agentes militares, así como la falta de investigación y sanción de
los responsables de los hechos.

HECHOS:
Los hechos del presente caso ocurrieron el 3 de noviembre de 1991. Seis individuos del
grupo Colina, compuesto por miembros del Ejército, irrumpieron en un inmueble ubicado
en el vecindario conocido como Barrios Altos de la ciudad de Lima. Al producirse la
irrupción, se estaba celebrando una “pollada”, es decir, una fiesta para recaudar fondos con
el objeto de hacer reparaciones en el edificio.
Los atacantes llegaron al sitio en dos vehículos y obligaron a las víctimas a arrojarse al
suelo. Seguidamente empezaron a dispararles por un período aproximado de dos minutos.
15 personas fallecieron y 4 quedaron gravemente heridas. El Congreso peruano promulgó
una ley de amnistía, la cual exoneraba de responsabilidad a los militares, policías, y también
a civiles, que hubieran cometido, entre 1980 y 1995, violaciones a los derechos humanos o
participado en esas violaciones. No se realizaron mayores investigaciones ni se sancionaron
a los responsables.
Procedimiento ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos:
 Fecha de presentación de la petición (11.528): 28 de agosto de 1995
 Fecha de informe de admisibilidad y fondo (28/00): 7 de marzo de 2000
Procedimiento ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos:
 Fecha de remisión del caso a la Corte IDH: 8 de junio de 2000
 Petitorio de la CIDH: La CIDH presentó la demanda en este caso con el objeto de
que la Corte IDH decidiera si el Estado violó los derechos consagrados en los
artículos 4, 5, 8, 13 y 25 de la Convención Americana en relación con el artículo
1.1 y 2 de la misma.

61
 Fecha de audiencia ante la Corte IDH: 14 de marzo de 2001
Competencia y Admisibilidad:
La Corte es competente para conocer del presente caso. El Perú es Estado Parte en la
Convención Americana desde el 28 de julio de 1978 y reconoció la competencia obligatoria
de la Corte el 21 de enero de 1981.
Reconocimiento de Responsabilidad Internacional:
El Estado realizó un reconocimiento de responsabilidad internacional, el cual fue aceptado
por la Corte IDH.
Análisis de fondo:
I. Incompatibilidad de Leyes de Amnistía con la Convención.-
Esta Corte considera que son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las
disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad
que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones
graves de los derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias,
extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por
contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos. (…)
La Corte, conforme a lo alegado por la Comisión y no controvertido por el Estado,
considera que las leyes de amnistía adoptadas por el Perú impidieron que los familiares
de las víctimas y las víctimas sobrevivientes en el presente caso fueran oídas por un
juez, conforme a lo señalado en el artículo 8.1 de la Convención; violaron el derecho a
la protección judicial consagrado en el artículo 25 de la Convención; impidieron la
investigación, persecución, captura, enjuiciamiento y sanción de los responsables de los
hechos ocurridos en Barrios Altos, incumpliendo el artículo 1.1 de la Convención, y
obstruyeron el esclarecimiento de los hechos del caso. Finalmente, la adopción de las
leyes de autoamnistía incompatibles con la Convención incumplió la obligación de
adecuar el derecho interno consagrada en el artículo 2 de la misma.
La Corte estima necesario enfatizar que, a la luz de las obligaciones generales
consagradas en los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana, los Estados Partes
tienen el deber de tomar las providencias de toda índole para que nadie sea sustraído de
la protección judicial y del ejercicio del derecho a un recurso sencillo y eficaz, en
los términos de los artículos 8 y 25 de la Convención. Es por ello que los Estados Partes
en la Convención que adopten leyes que tengan este efecto, como lo son las leyes
de autoamnistía, incurren en una violación de los artículos 8 y 25 en concordancia con
los artículos 1.1 y 2 de la Convención. Las leyes de autoamnistía conducen a la
indefensión de las víctimas y a la perpetuación de la impunidad, por lo que son
manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de la Convención Americana.
Este tipo de leyes impide la identificación de los individuos responsables de violaciones
a derechos humanos, ya que se obstaculiza la investigación y el acceso a la justicia e
impide a las víctimas y a sus familiares conocer la verdad y recibir la reparación
correspondiente.
Como consecuencia de la manifiesta incompatibilidad entre las leyes de autoamnistía y
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, las mencionadas leyes carecen de

62
efectos jurídicos y no pueden seguir representando un obstáculo para la investigación
de los hechos que constituyen este caso ni para la identificación y el castigo de
los responsables, ni puedan tener igual o similar impacto respecto de otros casos
de violación de los derechos consagrados en la Convención Americana acontecidos
en el Perú.
II. Derecho a la verdad y garantías Judiciales en el Estado de Derecho:
En el presente caso, es incuestionable que se impidió a las víctimas sobrevivientes, sus
familiares y a los familiares de las víctimas que fallecieron, conocer la verdad acerca
de los hechos ocurridos en Barrios Altos.
Pese a lo anterior, en las circunstancias del presente caso, el derecho a la verdad se
encuentra subsumido en el derecho de la víctima o sus familiares a obtener de los
órganos competentes del Estado el esclarecimiento de los hechos violatorios y las
responsabilidades correspondientes, a través de la investigación y el juzgamiento que
previenen los artículos 8 y 25 de la Convención.
Por lo tanto, esta cuestión ha quedado resuelta al haberse señalado (…) que el Perú
incurrió en la violación de los artículos 8 y 25 de la Convención, en relación con las
garantías judiciales y la protección judicial.
Reparaciones:
La Corte decide:
 Declarar que las leyes de amnistía Nº 26479 y Nº 26492 son incompatibles con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y, en consecuencia, carecen de
efectos jurídicos.
 Declarar que el Estado del Perú debe investigar los hechos para determinar las
personas responsables de las violaciones de los derechos humanos a los que se ha
hecho referencia en esta Sentencia, así como divulgar públicamente los resultados de
dicha investigación y sancionar a los responsables.
 Que el Estado del Perú debe pagar:
a) la cantidad de US$175.000,00 a cada una de las siguientes víctimas
sobrevivientes: Natividad Condorcahuana Chicaña, Felipe León León, Tomás
Livias Ortega y Alfonso Rodas Alvítez;
b) la cantidad de US$175.000,00 a los beneficiarios de las reparaciones
relacionadas con cada una de las siguientes víctimas fallecidas: Placentina
Marcela Chumbipuma Aguirre, Luis Alberto Díaz Astovilca, Octavio Benigno
Huamanyauri Nolazco, Luis Antonio León Borja, Filomeno León León, Lucio
Quispe Huanaco, Tito Ricardo Ramírez Alberto, Teobaldo Ríos Lira, Manuel
Isaías Ríos Pérez, Javier Manuel Ríos Rojas, Alejandro Rosales Alejandro, Nelly
María Rubina Arquiñigo, Odar Mender Sifuentes Nuñez, y Benedicta Yanque
Churo; y
c) la cantidad de US$250.000,00 a los beneficiarios de las reparaciones
relacionadas con la víctima fallecida Máximo León León.
 Que el Estado del Perú debe otorgar a los beneficiarios de las reparaciones los gastos
de servicios de salud, brindándoles atención gratuita en el establecimiento de salud
correspondiente a su domicilio y en el hospital o instituto especializado de referencia

63
correspondiente, en las áreas de: atención de consulta externa, procedimientos de
ayuda diagnóstica, medicamentos, atención especializada, procedimientos
diagnósticos, hospitalización, intervenciones quirúrgicas, partos, rehabilitación
traumatológica y salud mental.
 Que el Estado del Perú debe proporcionar a los beneficiarios de las reparaciones las
sig:uientes prestaciones educativas:
a) becas a través del Instituto Nacional de Becas y Crédito Educativo con el fin de
estudiar en Academias, Institutos y Centros de Ocupación Ocupacional (sic)
y apoyo a los beneficiarios interesados en continuar estudios, “a través de la
Dirección Nacional de Educación Secundaria y Superior Tecnológica”; y (…)
 Requerir al Estado que publique en un medio de radiodifusión, en un medio de
televisión y en un medio de prensa escrita, todos ellos de cobertura nacional, un
anuncio mediante el cual se indique que se está localizando a los familiares de Tito
Ricardo Ramírez Alberto, Odar Mender Sifuentes Nuñez y Benedicta.
Puntos Resolutivos:
La Corte decide:
 Admitir el reconocimiento de responsabilidad internacional efectuado por el Estado.
 Declarar, conforme a los términos del reconocimiento de responsabilidad
internacional efectuado por el Estado, que éste violó:
a) el derecho a la vida consagrado en el artículo 4 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, en perjuicio de Placentina Marcela Chumbipuma
Aguirre, Luis Alberto Díaz Astovilca y otros.
b) el derecho a la integridad personal (…)
c) el derecho a las garantías judiciales y a la protección judicial (…)
 Declarar, conforme a los términos del reconocimiento de responsabilidad efectuado
por el Estado, que éste incumplió los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos como consecuencia de la promulgación y aplicación de
las leyes de amnistía Nº 26479 y Nº 26492 y de la violación a los artículos de la
Convención señalados en el punto resolutivo 2 de esta Sentencia.

64
CONCLUISIONES

 El Sistema Interamericano de Derechos Humanos cuenta con un entramado


de instrumentos, órganos y procedimientos, a través de los cuales ha sido
posible garantizar y proteger los derechos humanos en el continente
americano, destacándose la labor de la Comisión Interamericana y la Corte
Interamericana en el trámite de peticiones individuales tendientes a
determinar la responsabilidad de los Estados por la vulneración de derechos
humanos.
 Existe toda una serie de pasos a seguir para la estructura de una sentencia
emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de los cuales es
importante su estudio toda vez que facilitan la lectura y mejor interpretación
de dichas resoluciones.
 La comisión interamericana de los derechos humanos, está regulado por su
propio Estatuto aprobado por la Asamblea General de la OEA. Ahí regulará
la composición de la Comisión, como también los requisitos que deberán
cumplir como, personas de alta autoridad moral y que tenga conocimientos
sobre los derechos humanos, el cual está compuesta por siete miembros de
un estado, sin embargo, no quiere decir que sean representantes del estado,
de sus víctimas o de sus familiares, tampoco son abogados. Al formar pare
de la Comisión, se integrará necesariamente por un presidente,
Vicepresidente y otros jueces que el Presidente considere conveniente de
acuerdo a las necesidades de la Corte. Estos son elegidos por cuatro años en
los cuales, deberán desempeñarse conforme al Estatuto de la Comisión, ya
que se les ha asignado determinadas funciones y facultades, por lo que no
podrán ejercer una actividad que afecte la independencia, imparcialidad,
dignidad o prestigio de su cargo. Sin embargo, es importante recordar que un
ministro de Estado, funcionario público, juez o un miembro de una asamblea
legislativa, está impedido de ser miembro de la comisión, a menos de que
renuncia a tal cargo.

65
RECOMENDACIONES

66
BIBLIOGRAFÍA
Carta de la Organización de Estados Americanos, Serie de Derechos y Tratados Nº 23, Unión Panamericana,
Washington, D.C., 1948, Artículo 1.

LIBROS
TORRES GARCÍA, Isabel. Protección Interamericano de Derechos Humanos Sistema Universal y Sistema
Interamericano. Editora Instituto Interamericano de Derechos Humanos IIDH, Perú, Primera Edición Peruana.
Lima, 2008. Pág. 77.

RECURSOS ELECTRÓNICOS
https://www.upf.edu/dhes-alfa/materiales/res/pmdh_pdf/PMDH_Manual.131-
64.pdf?fbclid=IwAR1fOxO9JXHElzNlOJqRaoKoCot1AsMKtPWDzikO726Ls7ak59pAARhb2d8
“El Sistema Interamericano De Derechos Humanos”. ARIAS OSPINA, Felipe y GALINDO VILLARREAL,
Juliana. 2000. Universidad de los Andes. Ubicado el 21 de abril de 2019.

https://www.iidh.ed.cr/IIDH/media/1574/lectura_sentencias-corte-
idh.pdf?fbclid=IwAR30UmwJklpEJ2Sa56Ul_n1PHPnaZEPUW9qjHtIJUKC6fy0m7r2b0BYAymk. “Las
Sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. RODRÍGUEZ RESCIA, Víctor. 2009. Ubicado
el 21 de abril de 2019.

Reglamento de la Corte Interamericana, Aprobado por la Corte en su LXI período ordinario de sesiones
celebrado del 20 de noviembre al 4 de diciembre de 2003, durante las sesiones número 9 y 10 el día 25 de
noviembre de 2003.
El cual ha sido aprobado por la Asamblea General de la OEA, lo que significa que, en todo caso, ha
contado con la aprobación de los Estados partes en la Convención.
Cfr. el voto razonado del juez Antonio Cançado Trindade, en Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Caso Castillo Páez. Excepciones preliminares, sentencia del 30 de enero de 1996,
párrafo 10; también en Caso Loayza Tamayo. Excepciones preliminares, sentencia del 31 de
enero de 1996, párrafo 10.
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Informes de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (Art. 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-15/97, del 14
de noviembre de 1997
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ciertas atribuciones de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (Arts. 41, 42, 44, 46, 47, 50, y 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos),
Opinión Consultiva OC-13/93, del 16 de julio de 1993
Comisión CIDH Reglamento art. 29.
Comisión IDH Mauricio Herrera Ulloa y Fernán Vargas Rohrmoser del Diario “La Nación” vs Costa Rica,
Informe N°. 128/01 Caso 12.367, del 3 de diciembre de 2001, párr. 50. Comisión IDH Rubén Luis Godoy vs
Argentina, Informe N°. 4/04, Petición 12.324, del 24 de febrero de 2004, párr.43. Comisión IDH Juan Patricio
Marileo Saravia y Otros vs Chile Informe N°. 32/07, Petición 429-05, de 23 de abril de 2007, párr.54
Comisión IDH Mario Alberto Jara Oñate y otros vs Chile, Informe N°. 31/03, Caso 12.195, del 7 de marzo de
2003, párr. 41. Comisión IDH Juan Patricio Marileo Saravia y Otros vs Chile Informe N°. 32/07, Petición 429-
05, de 23 de abril de 2007, párr. 54. Comisión IDH Victor Manuel Ancalaf Llaupe Vs Chile, Petición 581-05,
del 2 de mayo de 2007, párr. 46. Comisión IDH Adan Guillermo López Lone y otros vs Honduras, Informe
N°. 114/12, Petición 524-07, del 13 de noviembre de 2012, párr. 40.
Comisión IDH Emérita Montoya González vs Costa Rica, Informe No. 48/96, Caso 11.553, del 14 de marzo
de 1997, párr. 28, 31. Comisión IDH María Eugenia Morales Sierra vs Guatemala, Informe N.º 28/98, Caso
11.625, del 6 de marzo de 1998, párr. 30. Comisión IDH Janet Espinoza Feria y otras vs Perú, Informe N.º
51/02, Petición 12.404, del 10 de octubre de 2002, párr. 35.
Comisión IDH Marino López y otros (Operación Génesis) vs Colombia, Informe No. 86/06, Petición 499-04,
del 21 de octubre de 2006, párr. 34. Comisión IDH Masacre y desplazamiento forzado de los Montes de María
vs Colombia, Informe 15/09, Petición 1-06, del 19 de marzo de 2009, párr. 47. Comisión IDH Miembros del
Sindicato de Trabajadores Oficiales y Empleados Públicos de Antioquia (Sintraofan) vs Colombia, Informe
No. 140/09, Petición 1470-05, del 30 de diciembre de 2009, párr. 51.
Corte IDH Velásquez Rodríguez vs Honduras, del 29 de julio de 1988, Serie C No. 4, párr. 155 y 158.
Comisión IDH Santiago Antezana Cueto y Otros vs Perú, Informe No. 3/12, Petición 12.224, del 27 de enero
de 2012, párr. 21.

67
Comisión IDH Comunidades Maya Kaqchikel de los Hornos y El Pericón I y sus Miembros vs Guatemala,
Informe No. 87/12, Petición 140-08, del 8 de noviembre de 2012, párr. 31.
Corte IDH Opinión Consultiva OC-11/90, del 10 de agosto de 1990, Serie A No. 11, párr. 34-36.
Comisión IDH Reglamento art. 36.
Comisión IDH Reglamento art.37.
Comisión IDH Reglamento arts. 37.5 y 61 a 70.
Comisión IDH Reglamento arts. 39 y 53 a 57.
Comisión IDH Reglamento arts. 43.
Comisión IDH Reglamento art. 44.
Comisión IDH Reglamento art. 45.
ADH art. 51; Comisión IDH Reglamento arts. 45- 46.
Comisión IDH Reglamento art. 41.
Comisión IDH Segundo informe sobre la situación de las defensoras y defensores de los derechos humanos
en las Américas, OEA/Ser.L/V/II. Doc.66, del 31 de diciembre de 2011, párr. 419.
AGUIAR-ARANGUREN, A., “Apuntes sobre las medidas cautelares en la Convención Americana de
Derechos Humanos, la Convención Americana de Derechos Humanos”, NIETO NAVIA, R. (Ed.), La Corte y
el Sistema Interamericano de derechos humanos, Comisión IDH, 1994. p. 25.
FAÚNDEZ LEDESMA, H. El Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos. Aspectos
Institucionales y procesales, Tercera Edición, San José de Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos
Humanos (IIDH), 2009, p. 537, 607.
Comisión IDH Segundo informe sobre la situación de las defensoras y defensores de los derechos humanos
en las Américas, OEA/Ser.L/V/II. Doc.66, del 31 de diciembre de 2011, párr. 425.
Ibídem, párr. 428.
Ibídem, párr. 417.
Ibídem, párr. 438.
CADH art. 62.
FAUNDEZ LEDESMA, H. El Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, aspectos
institucionales y procesales, 2004. Pg. 607.
Corte IDH Cantoral Benavides vs Perú, del 18 de agosto de 2000, párr. 180-191. Corte IDH Masacre de Rio
Negro vs Guatemala, del 4 de septiembre de 2012, párr. 221-227.
Corte IDH "Cinco Pensionista" vs Perú, del 28 de febrero de 2003, párr. 116.
Corte IDH “Campo Algodonero” vs México, del 16 de noviembre de 2009, párr. 35-80. Corte IDH Masacre
de las Dos Erres vs Guatemala, del 24 de noviembre de 2009, párr. 136-154. Corte IDH Rosendo Cantú y otra
vs México, del 31 de agosto de 2010.
Corte IDH Villagran Morales y otros vs Guatemala, del 19 de noviembre de 1999. Corte IDH Comunidad
Mayagna Awas Tingni vs Nicaragua, del 31 de agosto de 2001. Corte IDH “Inatituto de Reeducación del
Menos” vs. Paraguay, del 2 de septiembre de 2004. Corte IDH Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs
Ecuador, del 27 de junio de 2012.
CADH art. 62 num. 3.
CADH, art. 51 num. 1.
Corte IDH, caso Trujillo Oroza vs. Bolivia del 26 de enero de 2000. Voto Razonado Cancado Trindade.
Reglamento de la Corte IDH, art. 34 num. 1. “pretensiones (incluidas las referidas a las reparaciones y costas);
las partes en el caso; la exposición de los hechos; las resoluciones de apertura del procedimiento y de
admisibilidad de la denuncia por la Comisión; las pruebas ofrecidas con indicación de los hechos sobre los
cuales versarán; la individualización de los testigos y peritos y el objeto de sus declaraciones; los fundamentos
de derecho y las conclusiones pertinentes. Además, la Comisión deberá consignar el nombre y la dirección de
las presuntas víctimas o sus representantes debidamente acreditados en caso de ser posible”.
Reglamento de la Corte IDH, art. 38.
Corte IDH, caso Acevedo Buendía y otros vs Perú del 1 de julio de 2009. Párr. 57. La corte ha señalado en
cuanto a esta regla que “cada acto de reconocimiento realizado por [dicho Estado, tanto a nivel interno como]
ante la Comisión creó un estoppel. Por ello, al haber admitido como legítima, por medio de un acto jurídico
unilateral de reconocimiento, la pretensión planteada en el procedimiento ante la Comisión, el Perú qued[ó]
impedido de contradecirse posteriormente. Tanto las presuntas víctimas [y] sus representantes como la
Comisión Interamericana actuaron en el procedimiento ante dicho órgano con base en esa posición de
reconocimiento adoptada por el Estado”. Párr. 58.
Corte IDH, caso Velásquez Rodríguez vs Honduras de excepciones preliminares del 26 de junio de 1987
Corte IDH, caso Gangaram Panday vs Suriman de excepciones preliminares del 4 de diciembre de 1991.
Reglamento de la Corte IDH, arts. 56-63.
Reglamento de la Corte IDH, art. 63.

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CADH, arts. 66-69.
Reglamento de la Corte IDH, art. 62.
Reglamento de la Corte IDH, art. 63.
Corte IDH, Caso Trujillo Oroza contra Bolivia, sentencia de 27 de febrero de 2002, párr. 106; Caso Barrios
Altos contra Perú, sentencia del 14 de marzo de 2001, párr. 41.
Sentencia del 27 de noviembre de 1998, párr. 76-77.
Sentencia de 22 de enero de 1999, párr. 51.
Sentencia de 20 de enero de 1999, párr. 60.
Corte IDH, Caso Bámaca Velásquez contra Guatemala, sentencia de reparaciones del 22 de febrero de 2002,
párr. 56; Caso Cantoral Benavides contra Perú, sentencia de reparaciones del 3 de diciembre de 2001, párr. 53.

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