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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

Facultad de Ciencia Política y RRII


Carrera de Comunicación Social
Procesos de Modernización II
2016
Apunte de Cátedra

Ensayo sobre los orígenes de los discursos


económicos
Prof. Lic. Marcelo Martinetti 1

Contextualización inicial y antecedentes

Las comunidades primitivas fueron básicamente nómades: no conocían el


cultivo de la tierra ni la cría del ganado para la subsistencia, eran cazadores y
recolectores, por lo que les resultaba indispensable trasladarse siguiendo las
estaciones, las manadas de animales salvajes, etc., para conseguir su sustento
alimenticio, pieles para el abrigo y refugio.
Puede situarse en la Era Neolítica (o Edad de Piedra, 3.000 años a.C.) el
momento que las comunidades primitivas fueron sedentarizándose,
generalizando la utilización de instrumentos para la agricultura y el pastoreo,
así como la elaboración de cerámica rudimentaria. En etapas posteriores
Edades de Bronce (s XIV a.C.) y de Hierro (s XI a.C.), parecen haber surgido
problemas de organización y conflictos entre comunidades, ya que las tribus
extendieron el uso de dichos metales a la creación de instrumentos bélicos,
destinados a la defensa y conquista de nuevas tierras.
La sedentarización de las comunidades primitivas significó un cambio muy
importante desde la perspectiva económica: fue la base para el surgimiento de
la producción agrícola y la cría de animales, permitió y requirió la radicación de
las poblaciones, incorporó una amplia gama de nuevas actividades que
multiplicaron el espectro productivo y la división del trabajo, al tiempo que
generó un tipo de producción que era posible almacenar y desplazar en el
tiempo su utilización y consumo. Las sociedades nómades estaban
condenadas a consumir completa e inmediatamente los frutos de la caza y de
la pesca, pues eran productos perecederos, y resultaba imposible guardar y
transportar la eventual producción que excediera la subsistencia. Las
sociedades sedentarias, por las mejoras en el tipo y técnicas de producción, y
por el tipo de artículos no-perecederos que elaboran, pueden conservar la
producción, guardarla para épocas de escasez y mantener la producción
excedente por largo tiempo (granos).
Surge entonces la posibilidad de generar y conservar excedentes, mediante
actividades donde la extensión de tierras y la cantidad de trabajo eran el factor
determinante del volumen de excedente posible.

1 Versión preliminar especialmente impresa para el curso 2015 de la carrera Comunicación, de la Facultad de
Ciencia Política y RRII. Se ruega no citar o reproducir sin autorización, excepto a los efectos de la materia.
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Transcurridos esos períodos, y con la ampliación de población que las nuevas
condiciones permitían, fueron conformándose sociedades que trascendieron
largamente la dimensión de “tribus”, requiriendo de una organización social
más compleja, desarrollándose los principios de organizaciones económicas
menos rudimentarias, basadas en la explotación de la tierra, el cultivo, el
pastoreo, explotación fluvial y forestal, algunos minerales, lo que fue mejorando
las condiciones generales de vida y expandiéndose la población. Se crearon
los primeros utensillos de madera, de arcilla y luego de metal, que facilitaban
las tareas en general, y las actividades productivas en particular. La necesidad
de tierras dio origen a la incorporación de nuevos territorios, la expansión de
las comunidades más fuertes, que subordinaban a las más débiles, tomando
posesión de territorios, recursos, y a las poblaciones más vulnerables,
esclavizándolas.
Se sucedieron organizaciones de tipo imperial, basadas en la expansión
territorial y el trabajo esclavo de habitantes de tierras colonizadas,
centralizadas en el poder de sectores de la sociedad cuya base de
sustentación jerárquica estaba ligada, en primera instancia, a la descendencia
divina, herederos y sucesores de los Dioses, íntimamente ligada a aspectos
religiosos y culturales de la comunidad. En segundo lugar, y derivado del
anterior, la capacidad de posesión de las tierras conquistadas y sus habitantes
(los esclavos), que les otorgaban el poder de disponer de los frutos del trabajo
rural, y todos sus derivados.
Los imperios más importantes fueron en general conjunto de imperios
regionales más pequeños unificados bajo la hegemonía de otro más poderoso,
que dieron lugar a largos períodos de crecimiento, esplendor y agotamiento de
las instituciones imperiales. Pueden mencionarse brevemente, a modo de
ejemplos, la sucesión de las siguientes organizaciones imperiales:
 Egipto y la Mesopotamia, donde fructiferó una organización sustentada en
la explotación intensiva de la tierra y acompañada por una férrea
estructuración política centralizada, con eje en el Faraón;
 El Imperio Griego y los Fenicios, constituidos por ciudades-puerto como
Tiro, Sidón, Biblos, Rodas, Odesa y Palermo, por ejemplo, donde la
actividad agrícola servía de apoyatura al comercio marítimo e intercambios
interregionales, como principales actividades; y
 El Imperio Romano de Occidente, que basó su impresionante expansión en
la compatibilización y potenciación de las actividades productivas rural, la
tierra, y las redes comerciales de ultramar.
En todos los casos debe mencionarse la imponente fortaleza militar que
desplegaron, como forma de defender, consolidar y extender su poderío; al
tiempo que se caracterizaban por la construcción de formidables monumentos,
panteones y altares que, desde la perspectiva económico-política, seguramente
contribuían a respaldar la posición de liderazgo y preeminencia política de los
emperadores Estas características pueden interpretarse como destinos
específicos del excedente tendientes a fortalecer y proyectar en el tiempo la
figura de la dirigencia política. Pero también se construyeron caminos, canales,
puentes y acueductos, que evidentemente tenían por finalidad la de integrar
regiones a las respectivas áreas de influencia imperial, así como la de facilitar y
asegurar el transporte de ejércitos y mercaderías desde lejanas provincias
imperiales al epicentro político correspondiente.
2
Dentro del Imperio Griego se destacaron eminentes pensadores, filósofos y
políticos que abordaron a veces cuestiones económicas:
• Platón (Atenas, 427 – 347 a.C.), que se preocupó por la planificación de un
Estado ideal en el que se evitarían instituciones decadentes y se
superarían las injusticias existentes,
• Aristóteles (Estagira, Macedonia, 384 – 322 a.C.), que desarrolló las
principales ideas sobre el Estado, discutió sobre la usura y la remuneración
del trabajo, el valor, el intercambio, la adquisición y formación de la riqueza,
etc.
• Jenofonete (Atenas, 431 – 354 a.C.), que escribió ensayos sobre
agricultura e impuestos, preocupado por “Las formas de aumentar los
ingresos de Atenas”, como se llamó su obra principal, del 355 a.C.
En Roma se destacaron juristas que, más dedicados a cuestiones del derecho,
abordaron aspectos económicos de su sociedad, como:
• Catón (Tusculum, 234 – 149 a.C.), de origen plebeyo y agricultor,
condenaba las grandes propiedades agrícolas y proponía nuevos criterios
de distribución de las tierras;
• Varrón (Roma, 116 – 55 a.C.), propuso el retorno a los campos para evitar
el empobrecimiento de las masas y del estado;
• Columella (4 – 70 d.C.) y más adelante Paladio (s. IV), escritores y
agrónomos romanos ambos, se preocuparon por la decadencia de la
actividad agrícola y recomendaban la diversificación productiva.

Pero las observaciones de estos autores en el campo económico fueron más


un conjunto de reglas de moral práctica y consejos políticos a los emperadores
que un ordenamiento científico para el estudio de los asuntos económicos de la
época. Si bien dedicaron extensas porciones de su obra a temas puramente
económicos, ninguno de estos filósofos-políticos pretendieron buscar los nexos
y articulaciones entre las diferentes facetas económicas de la realidad que
analizaron, ni mucho menos tuvieron como objeto hacer de ellos una disciplina
de estudio específica. Consideraban la actividad económica como uno de los
aspectos de la sociedad, subordinados a las cuestiones ético-morales y
políticas de la sociedad.
Es interesante observar que durante los últimos siglos del Imperio Romano
surge el Cristianismo como movimiento religioso, sentando las bases de una
percepción novedosa y diferenciada del universo, que tendrá profunda
influencia en el pensamiento sucesivo. Los apóstoles del Cristianismo ya
habían forjado las bases del pensamiento eclesiástico en los s. II, III y IV,
dando lugar al movimiento monástico (los monasterios como ejes de la
sociedad, esencialmente dedicados al ascetismo y subsistencia).
Durante el s. V irrumpen las hordas bárbaras en el Occidente europeo,
derrumbándose el Imperio Romano de Occidente, dando lugar al advenimiento
de la Edad Media, en que la sociedad europea se organizará de manera feudal.
Esta etapa es considerada como una impasse en el desarrollo de la sociedad y
las ideas, dentro de las cuales las expresiones culturales y el pensamiento
económico no fueron excepción. Se generalizó la idea surgida de los
renacentistas posteriores, que sostenía que el lapso entre la antigüedad clásica
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(hasta Roma) y el renacimiento del s. XI en adelante, fue una etapa oscura y
sin brillo, una interrupción del progreso humano. Y si bien es cierto que entre
los s. V y VIII predominó una civilización cristiana y bárbara, que despreciaba
las fuentes greco-romanas de origen pagano, estas ideas permanecieron y
reverdecieron con el Imperio Renacentista Carolingio, permitiendo un avance
intelectual y artístico del Occidente cristiano que sentaron las bases de la
cultura moderna.
Paralelamente, quizás en relación con las ideas de letargo prevalecientes en la
Europa, durante el s. VII en adelante se expande el movimiento mahometano,
el Islamismo, desde Medio Oriente, por el Norte de Africa, hasta entrar al
continente europeo por España. La expansión musulmana arrebata el Mar
Mediterráneo a Occidente, cortando la circulación de mercancías e ideas,
haciendo que las sociedades europeas se recluyan en organizaciones de
autoconsumo, con mínimo de intercambios y comercio. Pero si el comercio fue
escaso, no desapareció; si bien la actividad artesanal urbana declinó,
continuaba la elaboración de artículos para consumo local en cada región; y si
bien la moneda no fue muy utilizada, es porque era considerada más como
reserva de valor que como medio de cambio. Vale decir, que la actividad
económica en general sufrió un paréntesis, pero no desapareció por completo,
como aseguran numerosos observadores de la época e historiadores, sino que
se mantuvo latente hasta que se revitalizó pasado el s. XI.
A partir de este momento se observa un notorio crecimiento demográfico que
aportó abundante mano de obra, incrementando la producción, desarrollando el
comercio y las ciudades Se expandió el comercio internacional de largo
alcance, que movilizó grandes capitales, conformando la industria textil un
sector fundamental, iniciándose en forma incipiente el proceso de alguna
especialización y división del trabajo. Se gestaron nuevas formas de
asociación, surgió el sistema bancario con ribetes modernos, generalizándose
el uso de instrumentos de crédito. Esto significa que numerosos elementos
económicos que caracterizan la Era Moderna ya se prefiguraban en la etapa
medieval, aunque sea en forma incipiente y sin el potencial dinámico que
muestran en la fase posterior.
En esta época medieval toma un mayor impulso la Iglesia como epicentro
productor y difusor de ideas que, en función del papel social que se atribuye,
conforma una línea propia del pensamiento social y económico, con el objeto
de relativizar el efecto de la baja producción y proteger a los consumidores. Se
fundamenta en la ética que condenaba las desigualdades y abusos a que
podría llevar la expansión indiscriminada de la iniciativa privada, el comercio y
la libre competencia. Propugnó las estrictas reglamentaciones de las
corporaciones de oficios difundidas en las ciudades medievales, donde los
artesanos estipulaban los precios, las cantidades producción y especificaciones
técnicas de los productos Se garantizaba una ganancia razonable para los
comerciantes que encargaban la producción, defendiendo los interesas de los
artesanos.
El cobro de interés sobre el dinero era aceptado siempre y cuando existiese
algún riesgo del negocio: caso contrario era catalogado de usura, una categoría
considerada inmoral en tanto predominaba la noción aristotélica de que el
dinero es estéril, no produce riqueza, sólo la naturaleza (Dios) crea riqueza.
Desde el s. VIII hasta el XV se va conformando la sociedad Feudal en Europa.
El pensamiento medieval que prevalece en esta época se refleja en
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Maimónides (1135 – 1204) y Santo Tomás de Aquino (1225 – 1274). Son
teólogos que en lo económico continúan las ideas de Platón y Aristóteles
(herencia helenística), y moldean la concepción de la Iglesia Cristiana
medieval. Pueden citarse también Nicolás de Oresmes, obispo de Lisieux
(1320 – 1382) y Antonio de Florencia (1388 – 1455). Todos condenan la usura,
concentran su atención en la transformación de las instituciones medievales,
reclaman salarios justos y condenan drásticamente como pecaminosas las
prácticas comerciales viciosas.
Durante los s. XII y XIII surge le movimiento de albigenses (por la ciudad
francesa de Albi), propulsando la pobreza como ideal de vida para todo el
mundo, que es llevado al extremo por los franciscanos (San Francisco de Asís),
proponiendo el desprendimiento total de las propiedades terrenales.
Aún más adelante, todavía San Cayetano (1480 – 1547), San Ignacio (1492 –
1556), San Antonio de Florencia (1389 – 1459) sostienen estas ideas
moralistas respecto al interés, al dinero como medio de pago exclusivamente, a
los bancos y a los títulos (moneda), aunque con discusiones y adecuaciones
derivadas de la difusión del comercio.
Un párrafo aparte requiere el descubrimiento de América en esta fase. La
expansión árabe mahometana del s.____ desde el medio oriente, por el norte
de Africa hasta el mediterráneo, invadiendo España, cortó las posibilidades de
las líneas comerciales hacia Oriente, desde el Mediterráneo. La búsqueda de
vías navegables alternativas llevó al descubrimiento de América, continente en
extremo rico en metales preciosos, que a la sazón se constituía en medio de
cambio y medida de la riqueza de las coronas y estados nacionales en ciernes
en Europa. El saqueo de los metales americanos y volcados al viejo continente
dieron un fenomenal impulso al comercio europeo. La rápida superabundancia
de oro y plata (y la dificultad para incrementar la producción al mismo ritmo)
derivó en violento aumento de los precios, y oportunidades para quienes se
desenvolvían en los circuitos de intercambio, multiplicando su riqueza y
exacerbando la acumulación de riquezas en los comerciantes.

Discurso mercantilista y alternativas utópicas


Recién en el s. XVI se introducirán transformaciones de fondo en las doctrinas
escolásticas predominantes, con la Reforma de Martín Lutero (Alemania, 1483
– 1546) y Juan Calvino (Francia, 1509 – 1564), en el campo religioso, el
Renacimiento (en lo filosófico y en las artes), la expansión y consolidación de
los mercaderes (en lo social) y con el surgimiento de los Estados Nacionales
(en lo político). Estas modificaciones se encuadran en el proceso de
rearticulación de las vías comerciales, los intercambios interregionales e
intermarítimos, socavando las bases de sustentación de la estructura feudal
predominante. Los flamantes Estados Nacionales como forma institucional de
organización, con los absolutismos monárquicos como modalidad de ejercicio
del poder, han de abrazar los principios utilitarios y aliarse al capitalismo
comercial, como respaldo de financiamiento a las coronas.
La tradición cristiana forjó el pensamiento medieval acerca de los aspectos
económicos de la sociedad y el hombre. La reclusión territorial que significó el
feudalismo ante el temor a las invasiones bárbaras y al cerco musulmán,
motivó la instauración de comunidades cerradas, de autoconsumo, organizadas
alrededor del señor terrateniente, que garantizaba la seguridad a cambio de
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tierras para trabajar y producir el sustento. Lo producido por sobre las
necesidades de los campesinos, sus familias y los artesanos, se entregaba al
Señor como diezmo o impuesto. Esta estructuración “defensiva” tuvo su
correlato en el repliegue hacia las tradiciones más arraigadas a la tierra como
fuente de riqueza y el soporte discursivo clerical, ligado a las bondades de la
contemplación y del sacrificio por las riquezas terrenales.
En tanto estas sociedades generaban producción excedente, surgieron (o
resurgieron, pues existían desde la antigüedad) los comerciantes, quienes se
encargaban de transportar mercancías desde los centros de producción a los
centros de consumo. Trasladaron al ámbito de la nación la perspectiva del
comerciante individual, para quien la riqueza estaba constituida por los metales
preciosos, resultantes del intercambio, ya que siempre se vendían los artículos
a precios superiores a los que se los había adquirido.
Mientras la febril actividad de los comerciantes socavaba la base del poder
terrateniente, reorientando las corrientes de apropiación de excedente desde
las cortes monárquicas hacia las arcas de los comerciantes, éstos
recomendaban al soberano la aplicación de medidas que protegieran sus cotos
de intercambios Regulaban las calidades de los artículos producidos
internamente, homogeneizaron las unidades de medidas ente las diferentes
regiones, regularon la importación de productos terminados, etc., todas
medidas tendientes a darle fluidez y dinamismo a los intercambios, tanto
internos como con el exterior. La interpretación keynesiana contemporánea 2 le
asigna mayor importancia a la acción de la autoridad económica en lo que hace
al tipo de interés, donde el resultado favorable de la Balanza Comercial
incrementaba la oferta de dinero, hacía descender la tasa de interés, y
favorecía la inversión (pero este argumento, si bien lógico, parece más una
interpretación desde la problemática del siglo XX que un objetivo buscado por
los mercantilistas, al igual que la clásica discusión acerca de si el objetivo
fundamental y último de estos mercaderes era proteger la economía para
acelerar el comercio, para dinamizar la industria o para fortalecer el Estado).
Lo cierto es que los tres elementos, sean los que fueran instrumentos u
objetivos, convergieron en una mayor actividad productiva y comercial,
haciendo que estos personajes fueran adueñándose de los mecanismos de
acumulación y, por cierto, percibiendo cuotas mayores de excedente, en
detrimento de los ingresos de los nobles terratenientes.
En tanto estas mediadas reforzaban y potenciaban los incipientes estados-
naciones, el monarca no dudó en aplicarlas: en última instancia, como fiel
poder que representaba la estructura nobiliaria propietaria de tierras, no podía
concebir forma alguna de utilización del excedente (o sea, no tenía posibilidad,
en tanto clase social, de impulsar destino alguno a los frutos del trabajo
campesino y artesanal), y suponía que contribuirían a consolidaban al rey en su
trono. Paradójicamente, al aplicar este tipo de medidas, no estaba haciendo
más que reforzando la organización social articulada en rededor de los
intereses de los comerciantes, que a la larga harían temblar y derrumbar la
estructuración feudal de Europa.
Así el Mercantilismo, como conjunto de sugerencias de políticas económicas
capaces de impulsar la actividad productiva y la acumulación (en sus diferentes

2 Keynes, J.M. le dedicó todo el capítulo 23 de su obra fundamental de 1936, al análisis de las ideas y políticas
mercantilistas.
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formas y versiones), se constituye en régimen de acción predominante en la
Europa de los siglos XV a XVII, coadyuvando al fortalecimiento y desarrollo de
los estados-naciones en formación. Pero como en general se aplican en un
escenario feudalmente estructurado, con los terratenientes aún en la cúspide
de la pirámide jerárquica y del poder formal, aquel desarrollo va minando
también dicha conformación de la sociedad.
Con el despliegue del comercio, regional en primera instancia, luego
interregional, luego transoceánico, la esfera de poder real se fue trasladando
hacia los comerciantes, y su capacidad de forjar los perfiles productivos de los
estados, ahora pujantes Su contrapartida, la incapacidad que mostraba la
nobleza para orientar los flujos de acumulación, pronto se vio reflejada en las
limitaciones que encontró para incidir en los destinos de las incipientes
naciones. A lo largo de décadas fueron enormes las dificultades que tenía la
corona para recaudar los impuestos en el campo, a los campesinos, pero
también los aportes financieros de los terratenientes al rey y sus cortes.
El cuerpo doctrinario que respalda la El Mercantilismo es una doctrina de
doctrina del Estado, bautizado como pensamiento económico que prevaleció
Mercantilismo por Monchrétien en 1615, en Europa durante los siglos XVI, XVII
es un conjunto de ideas que, por el tipo y XVIII y promulgaba que el Estado
de énfasis que tuvieron en sus debe ejercer un férreo control sobre la
respectivas aplicaciones y por los industria y el comercio para aumentar el
resultados que mostraron respecto del poder de la nación al lograr que el valor
sistema productivo y la acumulación, de las exportaciones superen el valor de
distinguen tres modalidades: las importaciones.

 Mercantilismo metalista (o bullionista): es el más antiguo y primitivo, basado


en el flujo y acumulación de metales preciosos, especialmente provenientes
de América, que se utilizaban en consumos suntuarios, en devolución de
empréstitos a los acreedores de quienes financiaron la guerra contra los
moros, que distinguió a la España de los Reyes Católicos y en menor
escala a Portugal.
 Mercantilismo industrialista: que promueve la Balanza Comercial favorable a
través del intercambio y la transformación interna de materiales: Bodin
desarrolla la primera Teoría cuantitativa de la moneda (1568) y la política
aplicada por Colbert (1664 – 1667) en Francia, por Hornigk (1684) en
Austria.
 Mercantilismo comercialista: que prioriza la acumulación de metales a
través de la intermediación comercial, llevado a la práctica en Inglaterra
desde 1651 e impulsado preferentemente por hombres prácticos, de
negocios, como Malyden, Misselden, Child, North, Devenent y Thomas
Mun.
A finales del s. XV, en simultáneo con la aplicación de medidas mercantilistas y
el florecimiento de las ciudades y los incipientes mercados modernos, surgen
ideas que se resisten al avance del comercio, se oponen al interés y la
ganancia, imaginando alternativas de organización social de muy diferente
cuño, pero que dejan entrever la preocupación por el rumbo que iban tomando
los cambios. El más conocido y adelantado fue Tomás Moro (Londres, 1478 –
1535). Profesor universitario de Oxford, diputado en la Cámara de los
Comunes, canciller del reino, amigo de Erasmo y abogado de ricos mercaderes
londinenses, terminó decapitado. Era un humanista cristiano y moralista, ligado
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a la Inquisición. Exponente máximo del Renacimiento cultural que impulsaba la
aplicación de renovados ideales evangélicos ante la crisis de conducta que
atravesaba la Iglesia.
Autor del famoso texto Utopía, proponía la abolición de las clases sociales, de
la propiedad, y postulaba la tolerancia religiosa. En un momento histórico
donde crecía la pauperización (que Moro asocia con una deficiente división del
trabajo), su crítica estaba dirigida a los sectores dirigentes de la época (los
monarcas, la familia Tudor), y se basaba en la evidencia de una mala
adaptación de la organización feudal y clerical a las transformaciones de su
tiempo. También denuncia el avance de la gran propiedad y sus
consecuencias: desaparición del campesinado libre, del trabajador agrícola,
despoblación de la campaña, aumento del costo de vida, desarraigo y
vagancia. Todos aspectos que caracterizan la transición del feudalismo a la
sociedad mercantil en Inglaterra.
En la misma época Tomás Muntzer (Alemania, 1490 – 1525) era predicador de
la Reforma, y fue el arquetipo del líder utópico de la plebe: estaba convencido
que Dios hablaba por su intermedio contra las jerarquías eclesiásticas, pedía el
cadalso para los dominadores, ya que todos los hombres son iguales. Proponía
armar un gran alboroto en su época, y llegó a quemar 40 monasterios.
Otro autor que continúa esta línea fue Francis Bacon (1561 – 1626), autor de
“La Nueva Atlántida” (1627), donde describe un mundo en que la ciencia
preside una sociedad en reposo, pasiva y bélica. Una sociedad sin conflictos ni
pasiones, gobernada por un filósofo sacerdote. Tomas Campanella (1568 –
1639) escribió “Cittá del Sole” en 1623, y estuvo 27 años preso por anunciar el
fin del mundo. Postulaba una sociedad igualitaria, con arados a vela y barcos
con ruedas. Joahn Andrade (1586 – 1654) es autor de “Cristianópolis”, era un
pastor luterano que frecuentaba los prostíbulos (quizás para evangelizar, no
está claro). Sellaba la unión entre la ciencia y la religión. Refiere a una ciudad
cristiana ideal, inmutable, donde todos tenían lo necesario y el trabajo dejaría
de ser la vieja maldición bíblica 3.
Un poco más tarde, Fourier (Francia, 1772 – 1837) proponía los “falangsterios”,
grandes galpones lineales donde la producción fuera llevada por campesinos y
artesanos y cada habitante podría extraer de ellos lo que fuera de su necesidad
para el bienestar, y nada mas. Consideraba legítimo que cada individuo
persiguiera sus “pasiones”, pues esto llevaría a la “armonía”. Sus ideas fueron
fundamento de las “comunidades intencionales” como La Reunión en Texas y
La Falange Norteamericana, en Nueva Jersey, Estados Unidos, a mediados del
siglo XIX.

3 Resulta interesante vincular estos embrionarios discursos con la aparición de algunas obras literarias
paradigmáticas. En 1.719, Daniel Defoe (Londres, 1660-1731) publica “Robinson Crusoe” un magnífico
clásico de la literatura donde se cuentan las peripecias de un náufrago en una isla del pacífico, que
sobrevivió sólo durante 28 años. Detalla cómo aprovechó los recursos con los que contaba, cómo
organizó su vida y actividades para conseguir el sustento y lograr la supervivencia. La posibilidad de
subsistencia de un individuo “aislado”, prefigura las ideas de sociedad como constelación armónica de
esfuerzos individuales. Robinson Crusoe es frecuentemente usado por el liberalismo como instrumento
para ilustrar la teoría de la producción y la elección del consumidor en ausencia de comercio, dinero y
precios. En tales circunstancias, Crusoe debe elegir la combinación óptima de tiempo dedicado a la
producción y tiempo dedicado al ocio. A su vez, debe elegir qué cosas producir en el tiempo que dedica
a la producción (usualmente las alternativas consisten en recolectar cocos o elaborar herramientas de
caza y pesca)
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En una línea similar, el galés Robert Owen (Gales, 1771 – 1858), que trabajó y
dirigió empresas textiles de su propiedad, fundó una comunidad llamada New
Harmony en Indiana (Estados Unidos) regida por criterios cooperativos,
intentando sentar en el nuevo mundo las bases de un sistema alternativo al
capitalista en ciernes, basado aquél en las necesidades del hombre, la equidad
y la armonía.
Con diferentes grados de componente metafísico (una interesante mayoría de
utopistas pertenecían a alguna congregación religiosa), la mayoría postulaba
ideales de escasa aplicabilidad concreta. O al menos los hombres de su tiempo
no les prestaron demasiada atención, quedaron en los registros más literarios
que prácticos, ya que las transformaciones marchaban hacia otros rumbos.
Solo algunos pocos llegaron a implementar alguna experiencia en ese sentido,
con el consabido fracaso.

Utopistas y Fisiócratas contra los mercaderes


La expansión comercial, la dinámica de acumulación hegemonizada por
mercaderes y las regulaciones estatales que supone el mercantilismo y la
monarquía absolutista suscitan otras respuestas desde lo más profundo de las
cortes monárquicas. No fueron las ideas utópicas las que sentaron las bases
del discurso “moderno” sino las ideas fisiocráticas de respeto por el orden
natural y la vigencia de un equilibrio divino. Elementos que se habían perdido,
por supuesto, por el avance de la Reforma, el interés y el lucro mercantil. Por
ello es que las nociones de orden natural significaban un regreso a las
condiciones anteriores de vida, una recuperación de los valores abandonados,
principalmente auspiciados por aquellos que propusieron al soberano intervenir
fuertemente en la economía. Y este retorno debía comprender, obviamente, la
recuperación por parte de la nobleza de los canales de apropiación del
excedente que habían perdido mientras se divertían en los ágapes cortesanos.
La reacción de los Fisiócratas fue expresada principalmente por Francois
Quesnay (1694 – 1774), llamado “el jefe” por sus seguidores, Le Trosne (1728
– 1780), Mirabeau (1715 – 1789), Mercier de La Riviere (1720 – 1794), Dupont
de Nemours (1739 – 1817), Turgot, Baudeau (1730 – 1792), en Francia. En el
Reino Unido, Sir Willam Petty (1623 – 1687) trató básicamente de tributación y
fue un mercantilista que prenunciaba las ideas liberales; también James
Stewart y Willam Harvey son algunos de los más importantes4.
Si las medidas mercantilistas favorecieron a los mercaderes y al Estado, estas
intervenciones debían cesar ineludiblemente. El Orden Natural funcionaba (por
Naturaleza) sin que ningún agente o autoridad alguna regulara sus leyes
divinas. La Naturaleza proveería sus frutos de la tierra (que es de donde surgía
el valor de todo artículo), y era labor del hombre solamente extraerlas y dejar
que circularan en función de las necesidades naturales de cada sector social. Y
postularon por primera vez la existencia de tres sectores sociales diferenciados
según su participación en el proceso productivo, en tanto componentes del
4 En el año 1.727 se publica “Los viajes de Gulliver”, de Jonathan Swift (Dublín, Irlanda, 1667 –1745),
que constituye una de las críticas más amargas que se han escrito contra la sociedad y la condición
humana que se convertiría, curiosamente, en un éxito de la literatura infantil. El descubrimiento por
parte del protagonista de países imaginarios, integrados por ejemplo por seres minúsculos (Lilliput) o
gigantes (Brobdingnag), le sirve al autor para lanzar una sátira aguda e inmisericorde sobre la política y
las relaciones sociales de su época. Continua con el recurso de ciudades y países imaginarios, pero en
clave de sátira y crítica a la situación de su época.
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mismo Orden Natural. Propugnaban, en rigor, un retorno al esquema medieval
afirmado en la tierra como factor de poder y riqueza, cuando los mercaderes
habían ampliado sus fronteras de intercambios y riquezas metálicas hasta los
confines del globo.
“Dejad que las cosas sigan su curso natural”, clamaban, dejad que suceda lo
que tiene que suceder, sin desviar las leyes naturales en virtud de, lo que
interpretaban, intereses sectoriales. La Fisiocracia emerge entonces como
respuesta a una situación que perjudicaba a las clases aristocráticas
propietarias de las tierras, y que ya estaba encaminada hacia otros horizontes:
por eso, quizás, es que no haya podido imponerse como forma de interpretar el
funcionamiento económico, desde la perspectiva histórica. Incluso brindó a los
impulsores de la Revolución Francesa una base de análisis que respaldaba
más la posición rebelde, opuesta a la concentración de la riqueza en manos de
los terratenientes. Estas ideas impulsaban intereses contrarios a los hipotéticos
beneficiarios originales, que tampoco la apoyaron mucho que digamos:
entiéndase, los nobles, ya que resistieron el impuesto único sobre la tierra que
postulaban los fisiócratas como modo de financiar a la corona.
Los fisiócratas consideraban que la riqueza provenía de la Naturaleza
exclusivamente, era la única fuente de recursos para que el hombre pudiera de
ahí extraer lo necesario para satisfacer sus necesidades. Era del orden natural
también, que la sociedad se organizara en clases sociales, definidas éstas
según su rol en el proceso de producción. Distinguía entonces un grupo
propietario de las tierras (terratenientes, que conformaban la nobleza), los
campesinos encargados de las tareas de extracción de la riqueza natural, y los
artesanos y comerciantes, que operaban en las ciudades, transformando y
poniendo a disposición de los pobladores los resultados de la producción.

Tres ideas innovadoras fueron los Establecieron un circuito que iba desde
principales aportes teóricos de los los campesinos, pasaban por los
fisiócratas: la sociedad constituida en artesanos y comerciantes, hasta llegar a
clases, determinadas éstas por su la nobleza, únicos destinatarios de la
función en el proceso productivo; la producción “final”. Llamaron a los
noción de que se producía un artesanos y mercaderes “clase estéril”, ya
excedente (produit net) que que consideraban que no aportaban nada
legítimamente debería percibir la en absoluto al valor originario de la
nobleza por ser propietaria de los naturaleza. Este es un aspecto
recursos naturales; y el instrumento interesante desde la perspectiva de las
para mostrar y medir los flujos de
ideas, pues negaban o soslayaban la
producción entre las clases, tanto de
subsistencia como excedentes, relevancia de esa clase en la formación y
conformando a su vez el mecanismo circulación del producto, precisamente en
de distribución del mismo. momentos en que eran los mercaderes
Estas tres ideas marcaron toda la dominaban ese circuito. Esto puede
producción teórica posterior y interpretarse como el sesgo ideológico del
sentaron las bases de la actual matriz discurso fisiócrata: precisamente la
insumo producto y el sistema de importancia de esa clase, que no les
cuentas nacionales que de ella deriva. convenía a nobles y cortesanos, les lleva
a subvalorar su relevancia y asignarle un
rol nulo en la producción y distribución.
Fruto de este proceso circulatorio, aceptaban que se producía un excedente de
las necesidades mínimas de la población en su totalidad. De lo producido, una
vez que la población había utilizado lo necesario para reponer las energías
10
(alimentación, vestido y habitación) y el instrumental desgastado, la producción
excedía con creces las necesidades elementales de la nobleza y las cortes.
Llamaron a ese sobrante produit net, que percibían quedaba en manos del
señor feudal. Creían que esto era natural, por dos motivos: el primero por ser
los propietarios de las tierras y recursos que brindaban sus frutos; y el
segundo, pues al gastar ese excedente, la nobleza se constituía en
demandante del producto, gastaba ese sobrante en artículos elaborados dentro
del feudo, por lo que en su utilización, terminaba favoreciendo a campesinos,
artesanos y comerciantes, no en tanto ingresos o remuneraciones, sino en
trabajo.
Respetando el Orden Natural, sin intervención alguna de la autoridad, quedaba
garantizado el bienestar del conjunto de la comunidad. Pero dado que
abonaban la permanencia de la corona (los reyes, el soberano) como
institución rectora de la sociedad, era menester financiar los gastos del Estado
monárquico. Y en este punto es necesario reconocer que mantuvieron el
núcleo fundamental de su visión, ya que claramente eran los propietarios de
tierras los únicos que estaban en condiciones (dado el producto neto que
percibían) de aportar al sostenimiento de la corona. Para ello propusieron
incorporar un gravamen único sobre la tierra, cuya magnitud dependiera de la
extensión de las propiedades, por supuesto a cargo del titular. Esta postura les
granjeó las antipatías de la propia nobleza, beneficiarias absolutas de sus
postulados, que no accedieron a su aplicación y resistieron la medida. Como se
dijo, fueron los revolucionarios de Francia quienes recogieron parcialmente los
argumentos de la fisiocracia, para sostener ideas y propuestas alejadas,
cuando no opuestas, a los interesas de la nobleza.
En estos debates de ideas y políticas de los siglos XVI, XVII y XVIII surgen los
discursos liberalizantes, de no intervención de corporaciones, gremios o
autoridades (Estados) en el devenir económico de la sociedad, enfrentando el
argumento de que era necesario inducir e impulsar (o impedir y obstaculizar)
algunos procesos y comportamientos de los agentes económicos con el fin
lograr el avance de la producción y la riqueza. Aún hoy estas posiciones se
reflejan en los discursos más difundidos, luego de atravesar los aportes de la
Escuela Clásica inglesa y los Marginalistas, sosteniendo el librecomercio; la
crítica de Marx al sistema capitalista de organización social y productiva; las
sugerencias proteccionistas de Liszt (Alemania, 1789 – 1846) y la necesidad del
gasto público de Keynes (1936), entre otras corrientes que proponen la
intervención pública en la dinámica económica.

Fisiocracia y escuela inglesa: un clásico


Adam Smith (1723 – 1790) inaugura la escuela clásica inglesa, inspirado en
nociones similares a las de los Fisiócratas, pero tomando en consideración las
condiciones de la economía inglesa: la descripción del funcionamiento
económico en términos de la articulación de tres clases sociales, definidas
según su rol en el proceso productivo (tal como los Fisiócratas). Pero las clases
no eran las mismas, en Inglaterra habían desaparecido los propietarios de
tierras al estilo feudal: ahora las arrendaban a empresarios agrícolas. Y los
campesinos ya no eran la clase productiva que extraía los productos de la
tierra, sino que en el Reino Unido eran empleados por los empresarios
agrícolas para las tareas rurales (e igualados a los obreros industriales en sus
obligaciones y derechos, equiparados en la clase trabajadora).
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La primera gran variación de fondo que incorporan los clásicos ingleses es la
noción de que el trabajo organizado de los hombres (los trabajadores) es lo que
genera la riqueza. No es la extracción de los frutos de la Naturaleza, sino la
transformación de los bienes e insumos ya existentes, lo que crea el valor de
las mercancías Y es del intercambio de esas mercancías producidas por el
trabajo organizado, aplicado a las pertenencias del empresario (el capital), lo
que dará origen a las ganancias de éste. El salario constituía la lógica
remuneración del trabajador y su familia, y en tanto alcanzara para una
adecuada subsistencia de éste y su familia, no debería acarrear inconvenientes
a la acumulación.
De hecho, si no existieran regulaciones en el sistema económico, el salario
alcanzaría sin inconvenientes ese nivel aceptable, y habilitaría el incremento de
las ganancias de los empresarios Pero deberían eficientizarse, para estos
economistas, la asignación de recursos distorsionada por la Ley de Granos,
herencia mercantilista que impedía el ingreso de trigo más barato proveniente
del continente. En efecto, el trigo inglés resultaba extremadamente caro, por la
escasa cantidad y fertilidad de la tierra sajona, por lo que había estado
protegido hasta esta época. Y siendo el principal componente del consumo
asalariado, mantenía elevado el salario y por ende el costo laboral del campo y
la industria, limitando las posibilidades de acumulación de los empresarios y
garantizando la acumulación del excedente por parte de los propietarios de la
tierra.
Es así que los economistas clásicos sostienen las ventajas de un retorno al
laissez faire, menos religioso aunque no menos metafórico (la mano invisible es
una metáfora que ocupa el lugar de las creencias religiosas, en línea con las
ideas de la época, pero apelando a otra figura no menos ideal, aunque todavía
no la llamó mercado, que si bien tenía un rol fundamental en la visión de Smith,
aún no mostraba el sentido sacro que tomó décadas después).
La liberalización, en una economía industrialmente más avanzada y que
necesitaba ampliar sus mercados, así como romper con las rigideces
proteccionistas que encarecían su producción, fue mucho mejor recibida,
aceptada e impulsada por la gran parte del espectro de poder (y obviamente
resistida por las clases terratenientes, mientras pudo).
Por eso, el ideario filosófico de Quesnay y Petty aunque adaptado a la industria
como eje receptor del excedente, pudo abrirse camino y triunfar en Inglaterra.
Fue Adam Smith quien más contribuyó con su Estudio sobre el Origen de la
Riqueza de las Naciones (título por demás explícito) a sentar las bases de una
nueva manera de concebir el proceso productivo. Obviamente que contribuyó
el hecho de conocer en detalle los postulados fisiocráticos, y adecuar el marco
filosófico a la realidad de la economía inglesa.
Y cuando se dice adecuar, no es que haya trasladado mecánicamente el
análisis: definió las clases sociales según la configuración de la sociedad
británica, identificó el origen del valor de las mercancías intercambiadas en el
tiempo de trabajo necesario para elaborarlas, etc. a diferencia de sus colegas
franceses
Smith criticó fuertemente a los terratenientes por el uso dispendioso que hacían
de los ingresos que percibían. Despilfarraban fortunas, en tanto existía una
clase dispuesta a asumir el riesgo de utilizar esos recursos en equipamiento,
fábricas y contratación de mano de obra, con el objeto de producir
12
manufacturas con mayor valor agregado (diríamos en estos días), pues para él,
como para toda la escuela Clásica Inglesa y Marx, era el trabajo incorporado en
la producción lo que le otorgaba valor a las mercancías que se intercambiaban.
Esa era precisamente la “Riqueza de las Naciones”, su obra principal y
fundacional: la capacidad de transformación a partir del trabajo humano sobre
los insumos primarios con la asistencia de la maquinaria, Y era facultad y
destino de quien poseyera las máquinas la de comprar insumos y contratar
obreros para obtener su producción que por supuesto vendería con ganancia.
Cosa lógica por otra parte, ya que había realizado la inversión requerida, Pero
que por otra parte difundía las ventajas a la clase trabajadora, al crear nuevas
fuentes de trabajo.
La idea de liberalizar los mercado fue, para los industriales ingleses, la manera
de abaratar sus costos y facilitar el acceso de su producción al mercado
mundial, conformado por sus colonias, sistema ya consolidado políticamente e
integrado comercialmente, pero que restaba aún darle su función dinamizante
definitiva.
El laissez faire era para ellos, entonces, un arma para el crecimiento, y de
ruptura con los regímenes proteccionistas heredados de la era mercantil. La
protección “protegía”, en la Inglaterra del siglo XVIII, los intereses e ingresos de
los terratenientes propietarios de la tierras donde se sembraba el trigo (no ya a
los empresarios productores de trigo, que competían por la mejor calidad de
tierra pagando mayores alquileres cuanto mayor era su productividad), frente a
la posibilidad de obtener el cereal más barato en el mercado internacional. Con
ello disminuiría los costos laborales de la totalidad de los empresarios, rurales e
industriales, y liberaría recursos que antes obtenían los nobles para que los
reciban los empresarios emprendedores, que podrían invertir en la elaboración
de manufacturas.

Una teoría que explica (justifica) el capitalismo


Smith resaltó la relación entre amplitud del mercado, división del trabajo y los
aumentos de la productividad tan difundidos en esa época. Según muchos
autores, sus ideas fueron brillantes e innovadoras, pero su reflexión era
despareja, resaltaba al detalle algunas cuestiones y dejaba apenas enunciados
aspectos relevantes. El tratamiento que daba a las variables lucía
desconectado en algunos casos, cuando no confusos, aunque conformaban
una perspectiva novedosa, única y consistente.
Concebía al Producto como la suma de todos los ingresos de las diferentes
clases sociales: los terratenientes (que recibían rentas), los trabajadores (que
percibían salarios) y los empresarios (que recibían beneficios). Una igualdad
que perdurará en la economía hasta la actualidad:

Producto = Rentas + Salarios + Beneficios

En el proceso de producción, era el trabajo humano el que creaba valor, que


generaba la riqueza, por sobre las necesidades de subsistencia, y el problema
básico es cómo se distribuía y utilizaba ese excedente producido por la
sociedad, organizado esta vez en forma capitalista. Smith interpretaba que lo
13
que recibían los terratenientes lo usaban en gastos suntuarios, que no tenían
efectos sobre el sistema. Por eso los trataba de parásitos, de “cosechar donde
no habían sembrado”, y con esto perjudicaban al resto de la sociedad.
Las cosas debían intercambiarse por el tiempo necesario para producirlas, lo
que introducía la noción del valor trabajo y la manera de medirlo: el tiempo
necesario 5. Si no existiera intervención alguna en el sistema de producción, los
artículos elaborados se intercambiarían según ese criterio y conformarían una
constelación de precios, el conjunto de todos los precios, que denominó
“naturales”. Es decir, según los respectivos tiempos requeridos para su
producción. Y todos los precios, incluyendo los que remuneran los recursos
productivos (o sus propietarios): los “precios” de la tierra (rentas), del trabajo
(salarios) y del capital (beneficios). Siguiendo la línea de esta reflexión,
claramente las rentas tenderían a desaparecer, pues los terratenientes no
destinaban tiempo alguno a la producción.
En términos generales, la idea de Smith era que si no había intervención de
autoridad o institución alguna, los precios tenderían a su nivel “natural”,
compatible con el tiempo necesario de producción, configurando una situación
de equilibrio y armonía que favorecería la dinámica de producción y
distribución. Para él era evidente que si el sistema producía un excedente, era
captado por los terratenientes y malgastado, por lo que debería liberalizarse,
desregularse la actividad, para que fuera percibido por quienes efectivamente
trabajaban: los trabajadores y los empresarios. Y éstos últimos eran el factor
dinámico, pues organizaban la producción, incorporaban nuevos procesos,
conocían los circuitos comerciales donde colocar las mercancías y, lo más
importante, generaban nuevos puestos de trabajo que, mejorando la
productividad, abonaban la prosperidad del conjunto de la sociedad.
Un seguidor de Smith, Jean Baptiste Say (Francia, 1767 – 1832) sostenía que
la “oferta crea su propia demanda” (Ley de los Mercados, o Ley de Say), ya
que el sistema se autorregula orientando los comportamientos a la
maximización del bienestar. Su corolario es que no pueden existir períodos
prolongados de sobreproducción y subconsumo si el mercado no sufre
interferencias. Las contracciones de la actividad productiva se deberán a
perturbaciones como las malas cosechas o las guerras, o a medidas de los
gobiernos que influyan negativamente en la actividad económica.
Aunque no coincidía con Smith, Ricardo y otros autores ingleses en que el
trabajo producía valor: fue un precursor de la idea que luego desarrollarían los
marginalistas, en el sentido que era la utilidad del consumidor la que asignaba
valor a las mercancías.
En la misma época, David Ricardo (Inglaterra, 1772 – 1823) continúa las ideas de
Smith pero con mayor rigurosidad, quizás por su conocimiento más pulido de la
dinámica económica, pero también es fácil intuir que el sistema capitalista
estaba más consolidado y definido que en la época de Smith, lo que le permitía
visualizar algunos fenómenos con mayor nitidez. El modo que articula las
principales variables para el análisis se denomina modelo económico,
mecanismo deductivo de su invención, que va más allá que la descripción del
circuito que había presentado Quesnay.

5 Utilizó el famoso ejemplo de los castores y los ciervos: si a los primeros se los cazaba en una hora y a los
segundos en dos horas, necesariamente deberían intercambiarse un ciervo por dos castores. La primera noción de
un “precio” en términos del tiempo necesario para producirlos, sin considerar el dinero.
14
Ricardo no polemiza con su antecesor, sino que continúa y profundiza su obra.
Coincide con la idea de valor trabajo, idea que queda indisolublemente unida a
la producción primaria, ya que en esta actividad se elabora el alimento básico,
consumo del grueso de la población (los trabajadores). Así, despliega
inicialmente su modelo unisectorial, que supone existe una única actividad
productiva en la sociedad, y explica la forma en que se vinculan los propietarios
de tierras, con los poseedores de arados y semillas, y los campesinos que
trabajan la tierra para producir (grano, trigo).
La cantidad de trigo define la riqueza para Ricardo, que puede repartirse de
varias maneras entre los tres grupos de participantes en su producción. Los
empresarios que tienen semillas y recursos para contratar trabajadores alquilan
la tierra al terrateniente. Pautan un precio en trigo, utilizan semillas (de trigo) y
contratan trabajadores a cambio de alimento (trigo nuevamente) para obtener
trigo. En este modelo no hace falta moneda, pues es la única actividad de la
economía y las transacciones son en especie.
El aporte fundamental de Ricardo fueron sus leyes sobre la determinación de
las variables distributivas: la renta, el salario y los beneficios. La renta (el
alquiler que los empresarios productores agrícolas pagaban a los propietarios)
se establecía en la producción agrícola, en virtud de la aplicación de trabajo,
semillas y herramientas (en fin, trabajo y capital) a tierras de diferente calidad
(teoría de la renta diferencial). Así, la productividad en la última parcela
utilizada (de menor fertilidad) establece la cantidad de trigo que se producirá y
hasta dónde puede pagar el alquiler el empresario. Pero en las tierras más
fértiles y productivas, el mayor rendimiento generará mayores beneficios a esos
empresarios. La competencia entre los productores por las mejores tierras
llevará a que estén dispuestos a pagar mayores alquileres a los terratenientes,
con lo que el excedente que inicialmente perciben, lo ceden a los terratenientes
en mayores rentas por disponer de las mejores tierras. Es así como el
excedente lo reciben los propietarios de tierras, derivado del trabajo de
trabajadores y empresarios agrícolas.
Con este modelo unisectorial, Ricardo Un modelo es una simplificación de
muestra surgimiento de la renta que procesos o la estilización de
comportamientos que se dan en la
reciben los propietarios de tierras, que
realidad. La construcción de un modelo
resultará un mal uso del excedente, pues consiste en seleccionar algunas
estas clases malgastan o dilapidan dicho variables consideradas relevantes para
ingreso de la sociedad. Muestra la forma lo que se quiere analizar, dar por
en que, habiendo competencia entre sentados ciertos elementos que se
empresarios por las mejores tierras, las suponen contextuales o secundarios, se
ganancias de éstos quedan restringidas establecen algunas premisas respecto a
a un porcentaje de la inversión, y para elementos contextuales, de manera de
todos los empresarios dicho porcentaje poder estudiar con detalle el
es similar (rentabilidad homogénea, funcionamiento de las variables
también resultado de la competencia). seleccionadas inicialmente.

Solamente podrán obtener porciones mayores quienes trabajen con mayor


productividad, y esto dependerá de la combinación de trabajo y equipo que
utilice cada uno. Situación lamentable para el grueso de la sociedad, según
Ricardo, pues le resultaba evidente que cuanto más excedente reciban los
empresarios, mayores serán las inversiones, el empleo, la producción y el
crecimiento, y se maximizará en fin el bienestar general.

15
Luego introduce el modelo bisectorial, incorporando bienes industriales
(estigmatizados con el hierro), como forma de estudiar cómo el excedente se
distribuye entre los sectores productivos, de qué factores dependen las
ganancias de los empresarios industriales.
Para ello elabora la teoría de los salarios, en la que establece la magnitud de
dicha remuneración. Plantea una lógica de largo plazo, en la que el salario
tiende a situarse en el nivel de subsistencia. Si el salario pagado (de mercado,
efectivamente pagado) fuese mayor a dicho nivel, las condiciones de vida de la
clase trabajadora mejorarían y harían aumentar la población con los años. Para
lealmente, con salarios altos, no aumentarían o disminuirían los puestos de
trabajo, la ocupación, con lo que al cabo de un tiempo habría muchos
trabajadores buscando trabajo, que escasearía, haciendo bajar el salario en el
mercado. Si el salario disminuyes por debajo del nivel de subsistencia, traería
efectos contrarios: disminuiría la población, habría más enfermedades y
mortandad, al tiempo que los empresarios no conseguirían trabajo suficiente en
el mercado para poner en marcha los procesos de producción.
Estas fuerzas de la oferta y demanda en el mercado del trabajo, en el largo
plazo, harían que el salario se sitúe en torno al nivel de subsistencia, para
beneficio del conjunto de la sociedad (Ley de Hierro de los Salarios).
Recordando que los salarios se pagan en trigo, bienes alimenticios, con lo que
el precio de los alimentos no resultará un problema para los trabajadores.
Pero el precio del trigo se basaba en la producción del grano en tierras poco
fértiles, por lo que el alto precio del mismo se explicaba fundamentalmente por
las rentas exorbitantes de los terratenientes, en un contexto proteccionista, que
prohibía la importación de grano del exterior, más barato (vigencia de la Ley de
Granos, herencia mercantilista sostenida por la nobleza terrateniente).
Para completar el análisis de la distribución, Ricardo postuló que los beneficios
quedaban determinados por la diferencia entre el valor de la producción y los
costos de producción. Era lo que quedaba al final del proceso, vendía la
mercadería elaborada, y pagados los salarios, la reposición del equipo
utilizado, y pagada la renta de la tierra (en la producción agrícola o rural). Como
se mencionó, construyó un modelo con dos sectores productivos, utilizó hierro,
una canasta de artículos industriales, metales preciosos, etc. para estudiar el
modo en que surgía la diferencia de valor que daba lugar a la ganancia. Pero
su esfuerzo fue infructuoso: se daba cuenta que el origen del beneficio no tenía
el mismo rigor y profundidad que el desarrollado para la renta y los salarios. De
ahí que se consideran en la teoría clásica los beneficios como residuales,
determinados por deducción. De esta postura se deriva que, para incrementar
los beneficios y dinamizar el proceso industrializador, es menester aumentar la
producción total, reducir las rentas, y mantener los salarios considerados como
alimento del trabajo, aunque reduciendo su precio para optimizar la
acumulación de los empresarios, motores de la prosperidad social.
Estas teorías se complementan efectivamente con la teoría de las ventajas
comparativas en el comercio exterior, para lo que será menester eliminar las
leyes vigentes, que protegían los intereses de la nobleza. La ley de granos
principalmente, obturaba el ingreso de alimento barato del continente, y si se
eliminaba dicha Ley sería posible conseguir el grano a menor precio que el
obtenido en Inglaterra, usando tierras de escasa fertilidad para regocijo de los
terratenientes. Con la liberalización entonces, se utilizarían menos hectáreas
(solamente las de buena calidad), se reducirá el precio del trigo (los alimentos,
16
el costo salarial del empresario), pero manteniendo la cantidad de alimento que
reciben los trabajadores, en niveles cercanos a la subsistencia.
Creciendo los beneficios, habrá más inversión en instrumentos y equipos (en
capital), se crearán fuentes de trabajo, lo que en el largo plazo será benéfico
para el conjunto de la sociedad, aunque resignando intereses de la nobleza.
Más adelante Carlos Marx dará una explicación particular, diferente, desde su
perspectiva, al modo en que surgen los beneficios del empresario.
Algunos contemporáneos de los clásicos alzaron ideas diferentes, alternativas,
que denotan el estado de debate de la época, las diferentes interpretaciones:
Thomas Robert Malthus (Inglaterra, 1766 – 1834), con la teoría de las plétoras,
los desequilibrios, formaba parte de la corriente clásica, con matices.
Efectivamente, afirmaba que la población tiende a crecer en progresión
geométrica, mientras que los alimentos sólo aumentan en progresión
aritmética, por lo que llegará un día en que la población será mayor que los
medios de subsistencia, de no emplear medios preventivos y represivos.
Amigo personal y polemista de Ricardo (es famosa en economía la profundidad
y riqueza de su copiosa correspondencia) coincidía con la necesidad de una
clase de propietarios y otra de trabajadores, aboga por disminuir en todo lo
posible la desigualdad económica entre ambas clases. A lo largo del ensayo
sobre la población, clama en numerosas ocasiones por medidas económicas
encaminadas al aumento de la producción agrícola como único medio para
aumentar la "riqueza de las naciones", que él mismo considera indisociable de
un incremento en la felicidad de la población y en concreto en la mejora de la
situación de las clases más desfavorecidas.
Frederich List (Alemania, 1789 – 1846) se desempeñó en el servicio público y
la docencia universitaria de su país; luego como diputado, promovió reformas
administrativas. Fue encarcelado, y después de huir a Inglaterra y Francia,
retornó y fue enviado a Estados Unidos, donde permaneció entre 1825 y 1832.
Regresó a Alemania como cónsul en Leipzig.
Sus ideas económicas se consolidaron en Estados Unidos, donde fue
agricultor, luego periodista, y más tarde halló carbón en sus tierras, con lo que
logró asegurar su situación económica. Sus estudios sobre Hamilton, lo
llevaron a la economía, y a sus visiones englobadas en el llamado "Sistema
Nacional", que fue posteriormente realizado en el Sistema Americano.
Ya como cónsul americano en Alemania, contó con bastante reconocimiento,
contribuyó con sus ideas a la consolidación de la Unión Aduanera, que fijaba
tarifas e impuestos a la circulación dentro de los mercados de Prusia, y que fue
la base para la unificación económica de Alemania, y precursor del Mercado
Común Europeo del siglo XX.
List se oponía al principio cosmopolita en la economía contemporánea (Smith y
Say), y contra la doctrina absoluta del libre comercio, que armonizaba con ese
principio. Daba prominencia a la idea nacional e insistía en los requisitos
especiales de cada nación dadas sus circunstancias particulares y
especialmente el grado de su desarrollo, y cuestionaba públicamente la
sinceridad de los llamados al libre comercio de las naciones desarrolladas,
Inglaterra en particular:
“Cualquier nación que por medio de impuestos proteccionistas y
restricciones a la navegación ha alzado su capacidad manufacturera y su
17
navegación tal nivel de desarrollo que ninguna otra nación puede sostener
la libre competencia con ella, no puede hacer nada más sabio que tirar
estas escaleras de su grandeza, y declarar en tonos penitentes que hasta
aquí ha andado por caminos errados, y ahora por primera vez ha triunfado
en descubrir la verdad”.
A diferencia de Smith, sostenía que el interés inmediato privado de las
personas no daría lugar al mayor bien de la sociedad. La nación se situaba
entre el individuo y la humanidad, y estaba definida por su lengua, costumbres,
desarrollo histórico, cultura y la constitución. Esta unidad debe ser la primera
condición de seguridad, bienestar, progreso y civilización del individuo. Los
intereses económicos privados, como todos los demás, deben estar
subordinados al mantenimiento, la realización y el fortalecimiento de la nación.
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Alemania, Stuttgart, 1770 – 1831), es conocido
como un filósofo agudo e innovador, en quien se basara Marx para reformular
el materialismo dialéctico. Son poco conocidas sus ideas económicas, y no
fueron en verdad su gran preocupación. Retoma la tradición alemana del
cameralismo, un estado policial (aunque no en el mismo sentido exacto que
actualmente se le atribuye a este adjetivo) con fuerte capacidad de
intervención. Más allá de sus incumbencias en lo que a delitos se refiere, y a
diferencia de la noción actual del rol policial, también tenía otras funciones que
tendían al bienestar general. Si bien retomaba las ideas de Smith respecto a
las bondades de la libertad de circulación y el espíritu industrial, parecía
considerar imprescindibles las regulaciones del estado para lograr el bienestar.
Se lo reconoce en algunos aspectos precursor del Walfare State keynesiano
del siglo XX.
Por último es preciso mencionar a James Stewart Mill (Londres, 1806 – 1873)
quien sintetizó el cuerpo doctrinario fundamental de los autores clásicos más
importantes, incorporando su propia visión y estudios, creando lo que
actualmente se conoce como Teoría Clásica.

Marx vs. la Escuela Clásica


A mediados del siglo XIX el capitalismo como organización social y productiva
se había extendido a toda Europa e incorporado a la dinámica capitalista gran
parte de occidente, pero con la producción industrial concentrada en el Viejo
Mundo. Las economías y sociedades de la Europa central eran la fábrica del
mundo, incorporando a la totalidad de los trabajadores (urbanos y rurales),
mujeres y hasta niños al trabajo asalariado, con jornadas de 14 y hasta 18
horas diarias, en condiciones generalmente infrahumanas, con remuneraciones
ínfimas, que apenas alcanzaban la subsistencia familiar, descuidando la salud.
Las condiciones de trabajo era extenuantes, las innovaciones técnicas para
mejorar la productividad del trabajo eran permanentes y los pequeños talleres
se convertían en grandes factorías, transformando profundamente las ciudades
y los modos de vida. La tensión social estaba expandiéndose en el continente,
al tiempo que se ampliaba y consolidaba la organización capitalista de la
sociedad,
Carlos Marx (Alemania, 1818 – 1883) estudió derecho en Bonn, que dejó por la
filosofía, acercándose a las ideas de Hegel. De estos estudios, basados en la
dialéctica del filósofo alemán (en relación al espíritu), desarrolló su método de

18
análisis, precisamente oponiendo a esa idea las necesidades materiales de
subsistencia (materialismo dialéctico): la producción y la subsistencia. Este
enfoque llevó a Marx a estudiar la economía, como la concibieran los clásicos:
como la organización de la sociedad para producir los bienes necesarios para
la subsistencia.
En su pensamiento económico se basó en la obra clásica de los autores
ingleses fundamentalmente, para criticarlas, dialécticamente. La aplicación del
materialismo histórico lo llevó a estudiar con detenimiento los aportes en
economía, y fue D. Ricardo su autor más reconocido.
Como los clásicos, consideraba la sociedad compuesta por clases sociales;
pero a diferencia de ellos, distinguía dos clases: propietarios de medios de
producción (empresarios) y los trabajadores, que aportaban su trabajo a la
producción de las mercancías necesarias para la satisfacción de necesidades y
el sostenimiento de los miembros de la sociedad.
En la organización capitalista de la sociedad, ambas clases necesariamente
tienen que relacionarse para producir, ninguna puede hacerlo por sí misma,
constituyendo un sistema de relaciones sociales de producción particular,
diferente a los registrados anteriormente en la historia humana (esclavismo,
servidumbre, etc.).
Distingue el “trabajo abstracto” del “trabajo concreto”: el primero es la
capacidad de transformación que tiene la sociedad, de modificar la naturaleza
para satisfacer sus necesidades. El segundo es la concretización de esa
capacidad, la expresión palpable de la dimensión abstracta, inasible, y está
conformada por el propio cuerpo de los trabajadores. Las vísceras, músculos y
órganos que conforman el cuerpo humano, que se pone en movimiento para
producir, que requiere de energía para operar, que debe ser repuesta para
continuar el proceso (la subsistencia). A esta última llama la “fuerza de trabajo”,
que en el capitalismo es una “mercancía” similar a cualquier otra.
La mercancía “fuerza de trabajo”
Marx considera todo bien producido en condiciones
se compra (los empresarios) y se capitalistas como “mercancía”, en el sentido de que
vende (los trabajadores) en el es concebida y elaborada para ser comercializada
mercado, dada su capacidad de, en el mercado. A diferencia de otras formaciones
aplicada a las herramientas, sociales anteriores, que el productor utilizaba o
maquinarias e insumos, consumía parte o la totalidad de lo que elaboraba,
transformarlas en artículos útiles producía para consumo propio y para otros, bajo
para la supervivencia humana. otras relaciones sociales, en el sistema capitalista el
trabajador produce para el propietario, que deberá
Y como toda mercancía pro- venderla en el mercado. El producto se
ducida, la fuerza de trabajo tiene despersonaliza, le resulta ajeno al propio productor.
un “valor de uso” y un “valor de De ahí derivan las nociones de fetichismo de la
cambio”, que conviene analiza. mercancía y la alienación a que se ve sometida la
clase obrera.
El valor de uso de una mercancía
cualquiera está dado por su
capacidad de satisfacer necesidades, de tener una utilidad para quien la utilice.
Entonces, el valor de uso de la Fuerza de Trabajo estará dado por su
capacidad efectiva de transformar materiales en cosas útiles, ya sea por sí
mismo o con el auxilio de herramientas, que faciliten su labor..
El valor de cambio de una mercancía cualquiera es medido, como los clásicos,
por el tiempo de trabajo necesario para producirla, y se intercambiará por

19
mercancías que requieren tiempos de producción equivalentes. El valor de
cambio de la mercancía Fuerza de Trabajo estará dado por el tiempo requerido
para su (re)producción, es decir, el tiempo de trabajo necesario para elaborar
las cosas necesarias para reponer las energías desgastadas en el proceso de
trabajo. Esto es: los alimentos y cobijo del trabajador y su familia. Y es por este
valor de cambio de la Fuerza de Trabajo que es remunerado el trabajador. El
trabajo es remunerado por una magnitud (salario) equivalente a las
necesidades mínimas de subsistencia del trabajador y su familia.
Pero en condiciones capitalistas, el trabajo de los trabajadores contratados y
organizados en su conjunto, operando sobre máquinas y supervisados, tienen
la capacidad de producir un mayor valor de uso que el valor de cambio por el
que son remunerados. Esto deriva del trabajo abstracto mencionado
anteriormente, que es transferido a la producción a través del trabajo concreto
de los obreros, agregando valor a lo producido por el obrero individual. El valor
de lo producido por el conjunto de trabajadores en régimen capitalista supera el
valor de las energías desgastadas (y efectivamente remuneradas por los
empresarios), dando lugar a un valor excedente, denominado por Marx como
“plusvalía”. Es un valor, medido en horas de trabajo, que excede las
necesidades mínimas de subsistencia de la sociedad, los trabajadores y los
empresarios, y sus familias.
Valor de Uso > Valor de Cambio
Valor de Uso = Valor de Cambio + Plusvalía

V = C + V + Plusvalía

El valor está compuesto por capital constante (C): instalaciones, equipos,


materias primas, etc. propiedad del empresario, y fruto de procesos de trabajo
anteriores hechos máquinas; y capital variable (V) conformado por la parte del
capital destinada al pago de salarios, en dinero, pero equivalentes al trabajo
necesario aportado en este proceso productivo y que debe ser recuperado por
los trabajadores para su supervivencia. Planteado de una manera algo distinta,
pude decirse que el (C) y el (V) “trasfieren” sus valores-trabajo al nuevo valor
producido (V), siendo éste último mayor que la suma de los anteriores, dado
que la fuerza de trabajo genera más valor que el que desgasta y por el cual es
remunerado.
La Plusvalía es entonces trabajo excedente, hecho mercancías, destinadas al
mercado, que quedan en propiedad de los empresarios, propietarios de los
medios de producción, que al ser
Marx explica que durante la jornada de vendidas en el mercado, le darán a éstos
trabajo el obrero gasta sus energías, su un ingreso mayor que lo desembolsado
fuerza de trabajo, y produce cierto valor,
inicialmente para producir. O sea la
medido en horas de trabajo. Pero ese valor
es superior al que requiere para reponer la ganancia.
energía desgastada. Como si trabajara parte Este planteo acerca del origen de la
de la jornada (x horas) para reponer su ganancia, en términos del valor trabajo,
fuerza de trabajo, y el resto de horas sigue resulta notablemente superador al de la
produciendo valor excedente, que quedará ganancia residual con que finalizara
en manos del capitalista, por ser el
Ricardo sus investigaciones. La
propietario de los medios de producción:
las instalaciones, las maquinarias, las ganancia para Marx estará dada por la
materias primas transformadas, y el dinero 20
necesario para adelantar el salario, que
luego recuperará con creces cuando venda
la mercancía en el mercado
magnitud del capital que ponga en
juego el empresario capitalista, y por la
disminución de los costos que éste
pueda llevar adelante, teniendo como
límite inferior siempre la subsistencia
de los trabajadores. Esto lo logrará
introduciendo más capital constante, o
equipamiento más valioso, que pueda
producir más valor con la misma o
menor fuerza de trabajo.
En el marco de la organización capitalista de la sociedad, Marx sostiene que la
plusvalía tiene una inercia a aumentar, por la necesidad de los capitalistas
(empresas) de competir con otros capitalistas en el mercado. Y Marx distingue
dos maneras en que la plusvalía puede aumentar: en forma absoluta y relativa.
La plusvalía puede aumentar en forma absoluta cuando se extiende la jornada
de trabajo del obrero individual, o de los obreros en conjunto; es decir, se
utilizan más horas hombre para la producción, de los que surge una plusvalía
mayor. Esto puede extenderse al nivel del sistema, incorporando más
trabajadores asalariados al sistema, aumentando el empleo, siempre con la
misma técnica de producción inicial.
El aumento de la plusvalía relativa se produce cuando, en la misma jornada de
trabajo, o con la misma cantidad de obreros, es posible obtener una plusvalía
mayor. O dicho de otro modo, cuando las horas iniciales en que el obrero
repone su fuerza de trabajo desgastada disminuye, liberando más horas de
trabajo excedente, mayor plusvalía. Y esto se logra solamente mejorando las
herramientas, incorporando equipos más productivos, que ahorren trabajo para
la misma producción u obtengan mayor producción en el mismo tiempo. O sea
cuando el capitalista destine parte de esa plusvalía a mejorar el capital
constante.
De este análisis deriva Marx su concepto de acumulación simple y ampliada:
será simple cuando la ampliación de la plusvalía y acumulación de capital se
fundamente en aumento de plusvalía absoluta; y la reproducción ampliada
cuando la plusvalía aumente por incrementos de plusvalía relativa, derivado de
la decisión del empresario de aumentar su capital constante.
La reproducción simple reproduce capital constante y variable, genera
plusvalía, pero no modifica las condiciones de producción existentes, mientras
la reproducción ampliada aumenta la plusvalía global y genera condiciones de
mayor plusvalía futura.
En el capitalismo, entonces, el sistema lleva a una propensión permanente a
aumentar (C) para lograr mayor plusvalía a las empresas y al sistema en su
conjunto, manteniéndose el mismo capital variables (V), en forma de empleo o
duración de jornada o salarios.
Para el análisis de esta tendencia introduce tres indicadores: la tasa de
plusvalía ( P / V), la tasa de ganancia ( P / ( C + V )), y la composición orgánica
del capital ( C / V ), que es la relación entre capital constante y variable, o sea,
la combinación de capital y trabajo con que opera el sistema.
Con estas ecuaciones muy simples Marx muestra que, al intentar maximizar la
ganancia, los capitalistas utilizan más equipamiento (aumenta C), aumentarán

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la producción y obtienen más plusvalía con igual trabajo (reproducción
ampliada), pero la ganancia tiende a disminuir, pues C está en el denominador
morigerado por V. también en el denominador. Como cada empresa intentará
aumentar su producción y competir con otras empresas en el mercado y captar
más plusvalía del sistema, para mantener su tasa de ganancia aumentará más
C, deteriorando su tasa de ganancia.
El incremento de la tasa de plusvalía será resistido por los trabajadores, que
reclamarán mayores salarios: si aumenta V (en igual magnitud que C), se
mantiene la composición orgánica del capital, se neutraliza el aumento anterior
de plusvalía, pero se deteriora más aún la tasa de ganancia, que intentará
nuevamente recomponer los empresarios, reproduciendo la secuencia de
cambios, siempre tendiendo a caer la tasa de ganancia.
De ahí el conocido dictum de Marx acerca de que el capitalismo lleva en sí
mismo el germen de su propia destrucción. La propia dinámica del sistema
lleva a que se exacerbe la competencia entre capitalistas, tratando de ampliar
la plusvalía que obtienen, pero esto hace acelerar el proceso de acumulación
del capital. Si a esto se le agrega que, en fases de aumentos persistentes de
capital constante y productividad, el sistema tiende a generar un ejército
industrial de reserva, una porción de trabajadores desocupados, que permite
que el salario se mantenga en torno al nivel de subsistencia, pero que no
puede incrementarse mucho pues resulta insostenible socialmente (la lucha de
clases).
Esta secuencia, junto con otros mecanismos económicos y políticos, entre
otros aspectos) conforman la base de las predicciones de Marx acerca del
agotamiento del sistema, la organización capitalista de la sociedad. El
capitalismo va a transformarse, por su propia mecánica, en otro sistema, que el
autor considera más igualitaria.
Y en virtud de tales perspectivas, y el nivel de conflictividad que le es inherente
al sistema, es que algunos pensadores de la época tomaron otros fundamentos
para construir interpretaciones diferentes del funcionamiento de la sociedad,
del que deducirán diagnósticos totalmente distintos.

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