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CASO “MONSTRUO DE PARCONA”

Alias: "El monstruo de Parcona"


Clasificación: Asesino en serie
Características: Violador
Número de víctimas: 13
Periodo actividad: 1995 - 1996
Fecha detención: 4 septiembre 1996
Fecha de nacimiento: 1971
Perfil víctimas: Niñas entre 6 y 9 años
Método de matar: Asfixia
Localización: Lima y Parcona, El Perú
Status: Condenado a cadena perpetua
1997
INTRODUCCIÓN
Un peruano de 25 años de edad, calificado por la prensa de aquel país como "La Bestia de
Parcona", confesó que abusó sexualmente y asesinó al menos a doce niñas, según
informaciones facilitadas por la policía.
Nicolás Gutiérrez Mendoza fue detenido la semana pasada en el distrito sureño de Parcona,
en el departamento de Ica, unos 300 kilómetros al sur de Lima.
El criminal fue localizado y retenido por varios obreros que oyeron los gritos de auxilio de
una niña en un paraje abandonado, donde la policía descubrió los cadáveres de otras cuatro
menores en un pozo abandonado.
El portavoz de la policía informó que Gutiérrez confesó con frialdad sus crímenes, y explicó
que antes de atacar a una niña la seguía durante dos o tres días y después la llevaba con
engaños a algún lugar apartado.
Sus primeros ocho asesinatos los perpetró en el lado sur de Lima y los últimos cuatro en
Parcona, donde huyó para evadir el acoso policial, que le seguía los pasos desde mayo pasado,
cuando había sido detenido y puesto en libertad "por falta de pruebas".
El cadáver de la última niña asesinada en Lima fue hallado a sólo 25 metros de la choza
donde vivían Gutiérrez y su madre, en la barriada José Gálvez, del distrito de Villa María
del Triunfo.
La matanza de las niñas empezó en mayo de 1995 en esa misma barriada, donde vivían seis
de las ocho menores asesinadas por el criminal en Lima, precisó la fuente policial.
El caso ha conmovido a los peruanos y ha reabierto el debate sobre la posibilidad de ampliar
la pena de muerte para los violadores y asesinos de niños.
La fiscal de la Nación, Nélida Colán, y parlamentarios de todos los sectores políticos apoyan
la condena a pena capital o la castración química de este tipo de criminales. Las leyes
peruanas sancionan actualmente con cadena perpetua los casos de abuso sexual con
asesinato, y todo indica que "la Bestia de Parcona" recibirá esa dura condena.
MARCO TEORICO
RELACIÓN CLARA DE LOS HECHOS
El miércoles 4 de setiembre ocurrió el desenlace. Al caer la tarde los campesinos Juan y
Carlos Espino Castillo, hermanos de 28 y 25 años, terminaban sus faenas en el fundo
Buendía, un predio de cinco mil metros a seis kilómetros de Ica, al borde de la carretera,
entre los distritos Parcona y La Tinguiña.
Ellos observaron que un sujeto flaco ingresaba al fundo llevando de la mano a una niña,
furtivamente, a través de un pequeño forado hecho en el cerco de ladrillo. Se sobresaltaron.
La noticia de las desapariciones también los tenía preocupados y decidieron salir de dudas.
Siguieron los pasos del hombrecito y su presa y los vieron entrar a una choza abandonada.
Derribaron la endeble portezuela y allí se dieron de cara con el horror. La pequeña yacía
llorando sobre el piso, semidesnuda y el criminal se disponía a violentarla sexualmente. Al
verse sorprendido, Nicolás Gutiérrez Mendoza salió disparado por la misma puerta y con
un pequeño puñal en la mano derecha.
Juan, el mayor de los hermanos Espino, decidió perseguirlo mientras Carlos permaneció al
cuidado de la niña. El que salió a la carrera detrás del violador lo alcanzó después de intensa
persecución a través de cinco cuadras. Lo acorraló muy cerca de Parcona. Allí Gutiérrez
intentó defenderse con el puñal y su perseguidor pidió auxilio a gritos. El sujeto volvió a
correr y se metió a su casa, ya en Parcona.
El perseguidor gritó, "aquí está el asesino". Al oírlo los vecinos salieron de sus casas y
armados de piedras y palos cazaron al prófugo, quien no tuvo más remedio que rendirse. Lo
ataron y a rastras lo condujeron hasta el puesto policial, donde procedieron a entregarlo. Lo
que sorprendió a la familia y a los periodistas, fue que al día siguiente un oficial de la Policía
se presentó ante la prensa y muy orondo atribuyó a su trabajo la captura del violador.
Pero la tarea no estaba concluida. Ya tenían al violador-asesino pero no los cuerpos del
delito. Otra vez fue la población la que resolvió el enigma. Brigadas de pobladores
organizados rastrearon lugares dudosos, comenzando por los terrenos adyacentes al fundo
Buendía y a la casa de Gutiérrez Mendoza. Hallaron el primer cuerpo de los cuatro que
luego irían desenterrando.
Mientras tanto la población de Parcona ha cursado un memorial con tres mil firmas al jefe
de la Policía Nacional, Antonio Ketín Vidal, en el que piden drásticos cambios en la policía
de la IX Región de Ica.
Familiares directos de las víctimas, amigos y pobladores, recuerdan que al producirse la
primera desaparición, la denuncia fue puesta en la comisaría de Parcona donde les dijeron,
"tienen que pasar 24 horas para que se considere a una persona como desaparecida".
Los padres de las menores discutieron con los policías de Parcona. Les recordaron que muy
cerca, en Pachacámac, Lima, se habían cometido varios crímenes contra niñas después de
sus desapariciones. No obtuvieron respuesta y se fueron a Ica.
Allí el general Rolando Quesada Bringas procuró calmarlos. Pero a mediados de julio ya
eran tres las desaparecidas sin dejar rastros y en circunstancias similares. Las menores se
esfumaban en las calles, siempre solas, nadie escuchó gritos ni señales de violencia, lo que
permitía suponer que el secuestrador las seguía, calculaba sus pasos y luego las llevaba con
engaños.
La tercera semana de agosto, en Parcona, la gente bordeaba el pánico. Se habían evaporado
dos niñas más ya iban seis, no había pistas de responsables y la Policía no entraba en acción.
Nadie vio un rastreo en la periferia de Ica, en los lugares sospechosos, donde suelen reunirse
drogadictos y borrachines.
Ante la presión de la prensa, sobre todo de las radios locales, un oficial fue a una emisora y
los acusó de alarmistas. Se repetía el fenómeno de mediados del año pasado y mayo de este
año en la delegación de José Gálvez, Villa María del Triunfo.

RASGOS CRIMINALES
El doctor José García Jiménez, psicólogo forense del Instituto de Medicina Legal (IML),
hace un rápido recuento mental indicando que”El monstruo de Parcona”, hace unos diez
años, más o menos: era un caso de esos de los que preguntan, tenía muchos rasgos del
antisocial. Tenía una florida personalidad.
El «Monstruo de Parcona» fue un pedófilo reincidente. Un criminal en serie. La niña que
estaba con Nicolás Gutiérrez Mendoza gritaba desde una casa abandonada, a tres kilómetros
de la ciudad de Ica, en Parcona. Los hermanos Espino Castillo de la hacienda Buendía,
oyeron los gritos de la menor y pudieron encontrar el lugar. Descubierto, Gutiérrez, dejó a
la niña y corrió. Pero no pudo escapar.
Ese fue el final de una serie de homicidios y violaciones que se inició en Pachacamác, Lima,
con cuatro niñas. En la foto de su captura en Ica, luce perdido, cansado y confundido. Había
confesado su crimen. Se salvaría de la cadena perpetua pero no de la cárcel, las pruebas
presentadas contra él eran concluyentes.
Todo criminal tiene algunos rasgos característicos en su personalidad. En realidad,
cualquier persona puede tener estos rasgos antisociales, pero pocos casos tienen una
combinación de todas las características. Para completar el variado cuadro clínico del
«Monstruo de Parcona» el doctor García Jiménez propone que se podría tratar de un
trastorno esquizoide. La esquizofrenia es una psicosis en donde la realidad y la fantasía se
conjugan en una sola. El criminal vive en su propio mundo. Aunque nunca se sabe, quizás
sólo era un pedófilo.

JUICIO
Durante el juicio que siguió a su captura lo negó todo. Trató de aclarar que no fue en una
casa donde lo encontraron, sino que se encontraba defecando en el río Achirada, lejos de la
hacienda Buendía, y cuando aparecieron los hermanos con la niña se puso a correr.
Además por momentos parecía no acordarse de nada, la prensa colocaba en sus titulares que
se hacía el loco. Con voz callada él decía que era asaltante, delincuente, que actuaba en una
banda y había cometido asaltos a mano armada. Pero que no era violador de niñas, hasta
aseguro que tenía una novia llamada Verónica Salvatierra y que era un sátiro sexual, pero
sólo de mujeres adultas.
“El acusado como se ve, viste bien, masca chicle, y adopta poses creyéndose un gringo”. Así
fue descrito por Rodolfo Espinosa, fiscal de la Sala Penal de la Corte Superior de Ica, el 10
de junio de 1997. Ese día en la mañana se realizaba la tercera audiencia del juicio por la
violación y muerte de 3 niñas menores de siete años en Ica. Ese fue el comienzo de su
segunda interpretación. De una sincera voz débil, a una actitud locuaz e intrigante
Por ejemplo, durante la vista del 26 de junio nuevamente trató de sorprender a la sala
expresando militarmente: «Negativo. Nunca he cometido delitos. No era jefe de banda. No
es cierto. Dije mentiras». Luego tuvo que confesar que vivía por el dinero que le enviaba su
hermano, miembro de la seguridad del Estado.
El «Monstruo de Parcona» desarrollaba durante el juicio una personalidad histriónica, en
la cual se actúa asumiendo diversos papeles al momento de mentir. El cinismo de sus frases
lo hacían ver impulsivo, inestable. ¿Podría haber sido todo fingido?
Durante la sesión del 11 de junio está inseguridad se reveló. Le mostró una cuerda de 40 cm
que llevaba en el bolsillo al juez y luego le dijo «aquí no quiero estar». Por la inestabilidad
emocional en momentos críticos, este tipo de personas tienden a explotar y a tomar medidas
extremas como el suicidio o el homicidio. Era una bomba de tiempo.
En la misma vista respondió a una pregunta del fiscal, que nuevamente lo puso en evidencia,
se estaba quedando sin respuestas.
Su juicio había sido caracterizado por momentos como el anterior. Sus declaraciones siempre
tenían algo nuevo, sin embargo la dilatación de las vistas hacía que con cada nueva
interrogación del fiscal, estuviera más acorralado a admitir la verdad.
Finamente fue condenado a cadena perpetua por los actos cometidos.

POSIBLES SOLUCIONES DE CASTRACIÓN?


«El problema de sujetos como Nicolás Gutiérrez Mendoza no está en el pene sino en su
cabeza. Yo no estoy de acuerdo con las castraciones ni con la pena de muerte», sostiene el
psicoanalista Luis Herrera Abad en torno al vendaval de propuestas punitivas lanzadas
contra el violador y asesino de numerosas niñas. Antes recordemos que no estamos ante
hijos únicos productos del subdesarrollo.
Hoy Europa se conmueve frente a la revelación de una cadena dedicada al secuestro de niñas,
en Bélgica, que luego han sido destinadas a la prostitución en el continente, o en Asia a
través de su exportación clandestina. Industria carnal ante la cual la culta Europa se
escandaliza, porque descubre que la demanda de estas menores estaba también entre ellos
mismos, tal vez en el elegante vecindario. En Estocolmo estudian hoy las ramificaciones de
este comercio, salido a la luz por la captura de un reincidente polaco, en cuyo domicilio la
Policía halló los cadáveres de numerosas pequeñas previamente desaparecidas.
Aquí en el país la rabia de la población, y en particular la que aflige a los padres de las
víctimas, está en las primeras páginas de los diarios. Pero el episodio amerita otras
reflexiones.
En 1996 vivimos una suerte de posguerra y Herrera Abad lo subraya. Después de los
crímenes de Sendero, el MRTA y la guerra sucia, los peruanos padecemos la violencia
urbana exacerbada, con crímenes como los de Villa María del Triunfo e Ica. Por lo menos
trece niñas han sido asesinadas en menos de un año. Y según la ley el castigo máximo para
esos criminales será el encierro de por vida.
Después de las guerras hay una secuela de violencia social. Cuando la prepotencia se
generaliza, se intensifican las relaciones de dominio y sumisión, hechos como éste expresan
la prepotencia llevada a sus extremos», puntualiza Herrera, quien de paso añade que el
fenómeno terrorista banalizó el respeto por la vida y redujo la idea de muerte a un número
abstracto. Nos acostumbraron a coexistir con la muerte y hoy ésta ha vuelto a meterse entre
nosotros.
El sicólogo procura poner los hechos en su contexto temporal. El siglo pasado Gutiérrez ya
habría pagado sus crímenes en la hoguera. La pregunta es, ¿con la hoguera desaparecieron
los violadores?, ¿se hizo más sana y tolerante la convivencia social, aquí o donde aplicaron
esa bárbara pena?
Por cierto la sociedad espera castigos muy severos para los sujetos que violan y matan niños.
El sicoanalista comparte esa propuesta, pero advierte que no debemos esperar que la cadena
perpetua u otro castigo inhiban a los criminales que todavía andan sueltos. Esos crímenes,
dice, sólo serán esporádicos, muy extraños, cuando toda la sociedad vuelva a sanar sus
heridas.
Los niños no nacen con sentimiento de culpa, éstos se aprenden y este sujeto no los tiene,
comprueba el sicólogo después de ver al asesino en la televisión. Los sentimientos de culpa
se internalizan cuando a uno le enseñaron a distinguir el bien del mal, algo que Gutiérrez
no puede hacer, agrega.
Debe haber tenido una infancia sumamente desdichada, sin afectos ni compensaciones, en la
adolescencia padeció el abandono paterno, conoció la miseria y de allí pasó al servicio militar.
Si tuvo algún componente genético alterado, el ambiente no contribuyó para neutralizarlo»,
verifica el profesional.
Alude así a los informes sobre las presuntas alteraciones mentales de la madre de Nicolás.
Todos llevamos dentro alguna, pero se neutraliza con el amor familiar, el orden social, el
necesario reconocimiento que todo ser humano busca, la socialización, en suma. Este sujeto
no los tuvo, ya fue simbólicamente castrado. ¿Quieren castrarlo otra vez, en los genitales,
para qué?», nos pregunta Herrera Abad, les pregunta en especial a los legisladores.

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