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Para que los profesores realmente puedan poseer una buena formación
inicial es necesario que se rompa el mito de que la enseñanza es algo sencillo.
Es necesario que se den en general tres conocimientos, habilidades y
disposiciones por parte de los profesores, estas son; conocimiento de los
alumnos y de cómo aprenden y se desarrollan en un contexto social,
concepción de los contenidos del currículum y de sus objetivos y una
compresión de la enseñanza a la luz de la capacidad de los alumnos. Por lo
que podemos deducir que los profesores tienen que ser efectivos y trabajar en
los contextos que conocen para de este modo poder trasmitir realmente lo que
conocen.
En cuanto a la formación del profesorado de Infantil y Primaria
podríamos decir que la situación actual los deja en plena desventaja, ya que la
mayor parte de las titulaciones ofrecidas ofertan sólo especialidades (Infantil,
primaria, lengua extranjera...), cuando en muchos casos lo que se les requiere
son conocimientos básicos del currículum (lengua, matemáticas o ciencias). En
las prácticas en las escuelas son los maestros especialistas los que tienen que
cubrir las enseñanzas en las áreas básicas. El discurso de las competencias
que redefine la profesionalidad como la regulación de un listado de
competencias que los alumnos han de adquirir para conseguir la titulación.
Las últimas leyes de educación, LOCE, LOE ya optan por la propuesta
de maestro generalista pero dejando siempre la puerta abierta en algunas
áreas al maestro especialista. Lo que nos queda claro es que no sólo basta con
aumentar los años de formación para provocar de este modo una mejora en la
calidad en la formación profesional. El problema está en que para que los
futuros docentes tengan una formación adecuada es necesario, ya en las
facultades, que reciban una formación adecuada, no con la impartición de más
horas teóricas, sino tenemos claro que tipo de profesionales queremos formar
para el mañana. Ya que la sociedad en la que vivimos, la cual está en
constante cambio y modificación, ya no nos valen los viejos planteamientos,
sino que nos es necesario adaptarnos a las nuevas necesidades que se nos
presentan como sociedad.
En cuanto a la formación del profesorado de secundaria podríamos decir
que desde siempre se ha centrado entre dos polos; el disciplinar (conseguir
una maestría en el saber) y el metodológico (cómo gestionar o enseñar en el
aula). Este tipo de profesionales se hacen con su formación pedagógica a
través del CAP, curso que se mantiene desde hace 30 años, cuestión muy
criticada desde muchos sectores, ya que este curso en pocas ocasiones les
proporciona el saber pedagógico necesario para impartir las clases. Las nuevas
necesidades sociales que tienen que afrontar son muy distintas a las que se
pueden aprender a lo largo de un solo curso, con una duración de unos pocos
meses. Por esto los profesionales con la formación inicial adquirida y desde la
práctica docente que forjó su propia experiencia no puede responder a las
nuevas exigencias y funciones que se le exigen, provocando de este modo una
crisis en el profesional. Si para configurar la identidad profesional demandada
es necesario nuevos profesionales entonces lo que hay que trasformar es la
formación inicial.
El CAP fracasó por varias causas algunas que ya venían de su propio
diseño, siendo algunas de ellas; limitaciones financieras, infraestructuras
deficientes, etc. Pero aún así se sigue manteniendo en el tiempo, sin ningún
tipo de cambio.
En algunos casos se piensa que en Europa puede estar la solución,
haciendo reformas en las titulaciones para que se adapten su marco (proceso
Bolonia), se afirma que la formación inicial del profesorado de secundaria se
adaptará al sistema de grados y postgrados del espacio europeo de educación
superior (LOE). Teniendo que en cuenta la formación pedagógica y didáctica
que el Gobierno establezca para cada enseñanza. El título de postgrado en
Secundaria debe de romper con las estructuras de tres bloques (teoría,
didáctica de la especialidad y prácticas).