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El origen del oído

Los biólogos evolutivos llevan mucho tiempo preguntándose por qué el tímpano (la membrana
que transmite las ondas sonoras al oído interno) de los humanos y de otros mamíferos guarda
una notable semejanza con el de los reptiles y las aves. ¿Acaso la membrana y, por extensión,
el sentido del oído proceden en esos grupos de un ancestro común? ¿O tal vez el órgano
auditivo evolucionó en ellos de forma independiente hasta desempeñar la misma función.

Cuando se inhibió por medios genéticos el crecimiento del maxilar inferior en embriones de
ratón y de pollo, los primeros no desarrollaron tímpano ni canal auditivo; en cambio, en las
aves se formaron dos maxilares superiores de los que brotaron sendos tímpanos y canales
auditivos. Los resultados, confirman que el oído medio se forma a partir del maxilar inferior en
los mamíferos y del superior en las aves, hecho que sustenta la hipótesis de que esa anatomía
similar evolucionó de modo independiente en los mamíferos y en los reptiles y las aves. Los
fósiles de huesecillos del oído avalan tal conclusión, pero el tímpano no fosiliza y no puede ser
estudiado directamente.

Todo sobre el oído

El oído consta de tres partes diferentes, que funcionan conjuntamente para captar sonidos y
transmitírselos al cerebro: el oído externo, el oído medio y el oído interno.

El oído externo, la parte visible que tenemos a ambos lados de la cabeza, se llama "pabellón
auditivo" (también conocido como "pabellón auricular" o "pabellón de la oreja"). Está
compuesto por un cartílago duro cubierto de piel. La principal función del pabellón auditivo es
captar sonidos y conducirlos hacia el conducto auditivo, que conecta con el oído medio. El
pabellón auditivo, que incluye el lóbulo de la oreja, es la parte que se perfora la gente para
llevar pendientes.

El conducto auditivo, el canal hueco que llega hasta el tímpano, también pertenece al oído
externo. Las glándulas de la piel que recubren el interior del conducto auditivo segregan cera o
cerumen. Esta sustancia protege este conducto, porque elimina la suciedad y ayuda a luchar
contra las infecciones.

El oído medio es una cavidad llena de aire aproximadamente del tamaño de un guisante.
Transforma las ondas sonoras en vibraciones y las transmite al oído interno. El oído medio está
separado del externo por el tímpano (o membrana timpánica), una fina lámina de tejido en
forma de cono que va de lado a lado del conducto auditivo y que está fuertemente tensada.

Para oír correctamente, la presión a ambos lados del tímpano debe ser igual. Cuando usted
sube o baja, cambia la presión del aire, y usted puede experimentar la sensación de tener los
oídos tapados mientras estos se van adaptando a esos cambios. Los oídos son capaces de
adaptarse gracias a un estrecho tubo, denominado "trompa de Eustaquio", que conecta el oído
medio con la parte posterior de la nariz y actúa como una especie de válvula de escape,
abriéndose para mantener la misma presión a ambos lados del tímpano.
El oído medio también contiene los tres huesos más pequeños del cuerpo, ubicados
inmediatamente después del tímpano y conocidos conjuntamente como "cadena de
huesecillos". Son los siguientes:

El martillo, que está en contacto con el tímpano.

El yunque, que está unido al martillo.

El estribo, que está unido al yunque y que es el hueso más pequeño del cuerpo.

El oído interno consta de dos órganos diminutos denominados "cóclea" (o laberinto) y canales
semicirculares. La cóclea, en forma de caracol, actúa como una especie de micrófono,
transformando las vibraciones del oído medio en impulsos nerviosos que viajan hasta el
cerebro a lo largo del nervio coclear, también conocido como "nervio auditivo".

Los canales semicirculares son tres diminutos tubos interconectados que sobresalen en forma
de elipses en la parte superior de la cóclea. Su función consiste en ayudar a mantener el
equilibrio. Están llenos de líquido y recubiertos por dentro de pelos diminutos. Cuando usted
mueve la cabeza, el líquido que hay dentro de los canales semicirculares también se mueve y
desplaza esos pelitos. Estos envían al cerebro información sobre su posición en forma de
impulsos nerviosos a través del nervio vestibular. El cerebro interpreta estos impulsos y envía
mensajes a sus músculos, que le ayudan a mantener el equilibrio.

El nervio coclear, que está conectado a la cóclea y trasmite información sonora al cerebro, y el
nervio vestibular, que trasmite información sobre equilibrio al cerebro desde los canales
semicirculares, se conocen conjuntamente como nervio vestibulococlear, también
denominado nervio estatoacústico u octavo par craneal.

Cómo oímos

¿Qué es un sonido?

Cuando algo vibra, provoca un sonido. La mayoría de los sonidos que oímos e interpretamos
son vibraciones en el aire (aunque pueden ocurrir en otros gases, así como en los líquidos y los
sólidos).

Cuando vibra un objeto, se dobla hacia dentro y hacia fuera. Al doblarse hacia fuera, el objeto
presiona las moléculas de aire que lo rodean. Estas moléculas, a su vez, presionan las
moléculas de aire adyacentes. La vibración generada se desplaza hacia fuera de esta forma,
como si se tratara de una oleada o de una onda. Este proceso se denomina compresión.

Cuando el objeto se dobla hacia dentro durante la vibración crea un descenso en la presión del
aire que arrastra las moléculas de aire circundantes hacia el objeto. Esto, a su vez, genera un
nuevo descenso en la presión que arrastra hacia el objeto las moléculas de aire adyacentes y
así sucesivamente. Este proceso se denomina rarefacción.
Estas ondas de cambio en la presión del aire (compresión y rarefacción) son lo que oímos
como sonidos.

Detectar de dónde vienen los sonidos

Cuando una onda sonora llega al oído, la capta el pabellón auditivo que la dirige hacia el
conducto auditivo. El pabellón de la oreja, mediante su forma y sus curvas características, nos
ayuda a determinar la dirección de donde viene un sonido. Los sonidos que proceden de
lugares diferentes rebotan en el pabellón de formas diferentes. El cerebro es capaz de
identificar estas diferencias y de decidir si el sonido procede de delante o de detrás del cuerpo.

Ambos pabellones auditivos colaboran para determinar si un sonido procede de la derecha o


de la izquierda. Un sonido que procede de la derecha llega al tímpano derecho antes que al
izquierdo. Y también suena un poco más fuerte en el oído derecho. El cerebro compara la
información procedente de ambos oídos y la utiliza para decidir de qué lado procede el sonido.

Una vez dentro del conducto auditivo, las ondas sonoras hacen vibrar al tímpano, que es muy
sensible. El músculo tensor del tímpano, que está unido a esta membrana, la mantiene muy
tirante. Por lo tanto, el tímpano vibra íntegramente, independientemente del lugar donde
toque la onda sonora. Esto permite que esta membrana detecte hasta las más leves
fluctuaciones en la presión del aire.

Conforme el tímpano se va moviendo hacia atrás y hacia delante por las compresiones y
rarefacciones de las ondas sonoras, la cadena de huesecillos también se mueve. El movimiento
de estos diminutos huesos transmite y amplifica las ondas sonoras hacia el interior de la
cóclea.

El oído le "habla" al cerebro

La cóclea está llena de líquido y contiene miles de fibras diminutas que detectan las ondas
sonoras. Estas fibras son cortas y rígidas en algunas áreas y más largas y flexibles en otras, lo
que ayuda a que cada célula detecte determinadas frecuencias (o tonos).

Cuando las ondas sonoras llegan a la cóclea y alcanzan las fibras, estas emiten una descarga de
energía. Esta descarga de energía es detectada por el órgano de Corti, una estructura que
recubre el interior de la cóclea y que contiene miles de células pilosas. La energía liberada es lo
bastante fuerte como para mover estas células.

El órgano de Corti envía al cerebro impulsos eléctricos que informan sobre qué células pilosas
(y cuántas) se han movido. Esta información ayuda a la corteza cerebral a determinar la
frecuencia (tono) y el volumen del sonido. Por lo tanto, cuando una persona oye un ruido muy
fuerte es porque una descarga de energía muy potente ha afectado a más células pilosas del
órgano de Corti.

Problemas que pueden afectar al oído

Por lo expuesto que está el oído externo a los elementos y por la conexión existente entre el
oído medio y la nariz a través de la trompa de Eustaquio, hay bastantes cosas que pueden
afectar al oído y conllevar pérdidas auditivas. Afortunadamente, la mayoría de estas afecciones
se pueden tratar de forma eficaz cuando se detectan pronto.

Algunos de los problemas de oído más frecuentes son los siguientes:

Pérdida auditiva inducida por el ruido. Se trata de una pérdida auditiva (o hipoacusia)
provocada por una exposición excesiva a ruidos fuertes, que pueden lesionar las células pilosas
de la cóclea. Una causa habitual en los niños es el uso de reproductores de música portátiles.
Los videojuegos, la televisión, el cine, el tráfico, las herramientas eléctricas e incluso algunos
electrodomésticos también pueden provocar pérdidas auditivas. Las hipoacusias (pérdidas de
la audición) también pueden estar provocadas por una exposición aislada a un ruido muy
fuerte, como una explosión o un trueno muy intensos. Este tipo de pérdidas auditivas se puede
prevenir casi al 100% si los padres ayudan a sus hijos a protegerse los oídos.

Otitis media. Esta infección del oído medio es la causa más habitual de las pérdidas auditivas
en los niños y puede afectar a uno o ambos oídos. Ocurre cuando el pus y las mucosidades se
acumulan detrás del tímpano porque la trompa de Eustaquio se obtura a consecuencia de una
alergia, un catarro u otras infecciones de las vías respiratorias altas. Las otitis medias no
tratadas pueden evolucionar a perforaciones de tímpano, pérdidas auditivas e infecciones del
hueso mastoides, ubicado detrás de la oreja.

Otitis del nadador. También conocido como otitis externa. Esta infección del oído externo
ocurre cuando el agua y las bacterias quedan atrapadas dentro del conducto auditivo. Las
bacterias se multiplican en un entorno húmedo y caliente, provocando irritaciones e
infecciones en la piel que recubre el interior de este conducto. Es un problema habitual en los
nadadores, aunque puede afectar a cualquier persona que se bañe o se duche.

Acúfenos (o tinnitus). El zumbido, rumor, pitido, rugido o chasquido constante en uno o ambos
oídos se conoce como acúfeno. Ocurre como consecuencia de lesiones en las terminaciones
nerviosas del oído interno. Se puede desarrollar de forma natural como consecuencia del
envejecimiento o, en la gente joven, debido a la exposición a ruidos fuertes. Hay tratamientos
médicos o dispositivos auditivos que suelen ayudar a la gente que padece esta afección.

Tapones de cerumen. La cera del oído, o cerumen, atrapa la suciedad y el polvo antes de que
lleguen al tímpano. Por lo general, el cerumen se seca y se cae de la oreja o bien se limpia al
lavarse. Pero a veces se acumula dentro del conducto auditivo, formándose tapones de cera,
que pueden provocar pérdidas auditivas. Afortunadamente, los médicos y el personal de
enfermería especializado pueden tratar este tipo de pérdidas auditivas simplemente limpiando
de cera el conducto auditivo. Puesto que se pueden formar tapones en los oídos, los médicos
recomiendan no utilizar nunca bastoncillos de algodón en los oídos porque pueden empujar el
cerumen hacia partes más profundas del conducto auditivo, dificultando su extracción.
Perforación de tímpano. Una perforación o una rotura de la membrana timpánica puede
provocar dolor, secreción de líquido desde el oído y pérdida de la audición. Las perforaciones
de tímpano se suelen curar por sí solas, pero a veces es necesario operar para corregirlas. Si su
hijo tiene el tímpano perforado, hable con su pediatra para saber cómo protegerle el oído del
agua y las bacterias mientras se cura.

Colesteatoma. Algunas personas nacen con este tipo de quiste cutáneo que afecta al oído
medio, pero lo más frecuente es que los colesteatomas sean una complicación de la otitis
media crónica. Si la trompa de Eustaquio no funciona correctamente, puede generar una
presión negativa en el oído medio, que tirará del tímpano hacia dentro, creando un quiste o
pliegue de piel. Este pliegue se puede llenar de células de piel muerta y otros materiales de
desecho e infectarse. Para extirpar el quiste, se precisa de una intervención. Si no se trata, la
infección se podría extender al cerebro, provocado complicaciones muy graves, como parálisis
facial, sordera en el oído afectado y meningitis.

Enfermedad de Meniere. La enfermedad de Meniere provoca problemas de equilibrio y de


audición. Ocurre cuando una parte de los canales semicirculares (el saco endolinfático) se
inflama. Esto afecta al movimiento del líquido que contienen y se asocia al envío de mensajes
incorrectos al cerebro sobre la posición del cuerpo y el equilibrio. Los episodios de esta
enfermedad, que puede causar una fuerte sensación de mareo, pueden ocurrir sin previo aviso
y padecerse diariamente o tan poco frecuentemente como solo una vez al año. No se conoce
exactamente cuál es su causa, pero hay tratamientos y cambios en el estilo de vida que ayudan
a aliviar sus síntomas.

Lesiones, quemaduras y congelaciones. Tan expuestos como están a los elementos externos,
los oídos son vulnerables a todo tipo de lesiones de carácter leve. Por lo general, no suponen
ningún problema, pero una lesión en el oído externo o en el conducto auditivo puede conllevar
el sangrado y la infección de otras partes del oído. Un golpe directo en el oído, como los que
ocurren en muchos accidentes de tráfico y en lesiones deportivas, puede provocar una rotura
de tímpano, una dislocación de la cadena de huesecillos o lesiones en el oído interno. Los
golpes repetidos en el oído externo pueden provocar moretones y coágulos de sangre que
interrumpen el flujo sanguíneo hacia el cartílago del pabellón auditivo, alterando su forma y su
estructura. Esta afección se conoce como "oreja en coliflor" u "oreja de luchador".

Cuando los niños se exponen al sol durante un periodo largo de tiempo, no se olvide de
aplicarles protector solar en las orejas para evitar posibles quemaduras. Asimismo, si van a
estar mucho tiempo en el exterior cuando haga frío, asegúrese de que lleven un gorro que les
cubra las orejas para protegerlos de las congelaciones.

Problemas relacionados con las perforaciones de oreja (o "piercings"). Si un niño o un


adolescente se quiere perforar las orejas, o hacerse un "piercing", se lo debería hacer un
profesional acreditado y con experiencia en un entorno limpio e higiénico. Los pendientes
deberían ser de acero inoxidable de grado quirúrgico o de oro de 18 o 24 quilates. Puesto que
las perforaciones rompen la piel, siempre existe el riesgo de infección. Lave con cuidado las
áreas perforadas cada día y rote o gire los pendientes por lo menos dos veces al día para
mantener abiertos los agujeros mientras se curan. Un lóbulo de la oreja perforado tarda de
seis a ocho semanas en curarse. Un cartílago de oreja perforado tarda unos cuatro meses en
curarse por completo.

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