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Lanoción general de contrato fundada en la voluntad creadora del individuo, elaborada ya por
la doctrina francesa, encontró reconocimiento expreso en el Código Napoleón y en otras
codificaciones europeas (n.° 1). La doctrina alemana, en el esfuerzo de abstracción y de
racionalización que caracterizó a la Pandectística del siglo llegó a elaborar el concepto general
de negocio jurídico como declaración de voluntad dirigida a un fin jurídicamente relevante. En
este concepto entraban no solamente los contratos, sino todos los demás actos jurídicos en los
que es relevante la voluntad del declarante (testamentos, renuncias, etc). Esta ela- boración
ingresó al Código Civil alemán de 1900 (aún vigente), que contiene precisamente una disciplina
general del negocio jurídico (n. 3) xx, con base en las mismas premisas,
En términos ideológicos claros, la confutación del dogma de la voluntad fue elaborada por la
doctrina marzista2 te la crítica incluyó al contrato como símbolo de la superestructura falsif
cadora contenida en el derecho. Lo que determina las operaciones económicas serian las
relaciones de fuerza del mercado. En el sistema liberal y burgués el dogma de la voluntad sirve
simplemente para enmascarar estas relaciones y cohonestar el dominio de los detentadores
del poder económico. Por medio de la igualdad jurídico-formal de las partes se refuerza su
desigualdad de hecho y la libertad negocial se revela como el instrumento de la afirmación de
los intereses capitalistas. En los ordenamientos socialistas de la Unión Soviética y de Europa
Oriental, la figura del contrato no desapareció. Las relaciones entre los establecimientos
estatales fueron sustraidas al libre cambio económico y al principio de la autonomía privada. S
bargo, dichas relaciones se desenvolvían igualmente en las Formas del contrato como medio
que permitía precisar los compromisos reciprocos y que ofrecía un criterio para la
individualización de la responsabilidad por la ejecución deficiente de los programas
Ha de agregarse que factores-no económices pueden influir enr el contrato (ej., moti- vaciones
particulares de carácter personal pueden impulsar a la parte a prescindir del criterio de la
conveniencia económica)87. En fin, ha de tenerse en cuenta que el contrato se inserta en un
contexto social que tiende a privilegiar el principio de la solidaridad, y que el ordenamiento ju
intervenir para asegurar a la parte una posición contractual mínima, en vez de aquella que
resultaría del libre juego de las fuerzas económicas (n.° 15). rídico puede Hay que admitir que
el contrato no es un fenómeno reducible a una operación eco- nómica, pero a la vez hay que
convenir en la necesidad de un análisis económico del conttato. Este análisis es necesario
porque el contrato, como todas las iguras jurídicas, es irremisiblemente instrumento para la
satisfacción y la tutela de intereses humanos. El análisis económico del contrato puede
entenderse con dos significados. En un primer sentido, es el estudio del contrato como
fenómeno jurídico general; en el segundo, es valoración del contrato singular, como supuesto
de hecho concreto.
del plan en el ámbito del aparato público establecido para la producción y el cambio. El
contrato permanecía como el medio por el cual se ejecuta ba la actividad externa de las
organizaciones empresariales no estatales y en general la vida de los particulares. Pero, en
cuanto se refiere a estos, por el contrario, se llegaba a ezaltar en el čontrato el "corazón" del
derecho civil socialista83, En la doctrina de los países socialistas la noción de contrato era de
todos modos contra- puesta vivamente al contrato burgués84, anclado para siempre al dogma
de la voluntad, en tanto que el contrato socialista sería instrumento de colaboración entre las
partes y de desarrollo de la sociedad.
El análisis jurídico del contrato es el análisis del contrato en su relevancia jurídica, esto es,
como fenómeno jurídicamente relevante. Este fenómeno debe ser identificado en su realidad
social. La idea, propia de una concepción rigurosamente normativa, según la cual el jurista no
debe reparar en los fenómenos de la vida social porque estos interesan solo como
presupuestos para la aplicación de las normas jurídicas, olvida que el derecho existe
exclusivamente en función de los intereses humanos regulados. De otra parte, la idea de que
el contrato en su esencia originaria es un fenómeno ex- tra-jurídico, o sea un simple
compromiso social o una simple operación económica, es
desmentida por una experiencia concreta que, precisamente en el plano de la realidad social,
muestra en el contrato esencialmente una operación jurídica, esto es, el principal instrumento
que en la vida de relación sirve a los sujetos para disponer de su esfera jurídica95, , El
"contrato" no existe fuera del derecho porque las partes son bien conscientes de una cosa es
un simple acuerdo vinculante apenas en el plano de la amistad o de la moral, y otra el acuerdo
que las compromete juridicamente, y que les confiere derechos y obligaciones96, que Siempre
en el ámbito de la experiencią se advierte que unos son los hechos econó- micos y otros los
acuerdos con base en los que vienen a ser dados bienes o prestados servicios. En la realidad
social cl contrato se confirma más bien' como el acuerdo mediante el cual las partes regulan
sus relaciones jurídicas patrimoniales. El análisis jurídico del contrato debe tener por objeto
este fenómeno en su integridad. El análisis jurídico del contrato se desenvuelve precisamente
en dos direcciones prin cipales: la interpretación y la determinación de los efectos jurídicos. De
ningún modo a las dos operaciones pueden prescindir de la verificación de los intereses que el
contrato está dirigido a realizar, esto es, de su causa (cap. octavo).
Más que como poder de decidir respecto de la propia esfera jurídica personal y patrimonial, la
autonomía privada puede ser vista como un derecho de libertad y, por tanto, como un derecho
fundamental de la persona La ausencia de una previsión constitucional explícita ha inducido a
dudar de que dicha libertad esté dentro de los derechos constitu Por el contrario, puede
observarse que la Constitución italiana sanciona la liber- tad efectiva de desarrollo de la
personalidad humana (art. 3.°2)97. Ahora bien, en las relaciones sociales el sujeto desarrolla la
propia personalidad principalmente por medio de relaciones socialmente garantizadas, es
decir, jurídicas. El contrato moderno, fundado en el libre consentimiento de las partes, ha
constituido el símbolo de liberación del individuo de los antiguos condicionamient (los status) y
el símbolo de la libre circulación de bienes. La tesiś según la cual ia libertad negocial no sería
como tal objeto de tutela constitucional98 parte de la consideración de que corresponde a la
ley sefialar los límites de la autonomía privada, y de que la ley señala estos limites teniendo en
cuenta las exigencias más variadas. La Constitución sería susceptible de vio- de tales
limitaciones se violaran otros principios constitucionales99 En realidad, el reconociniento de la
libertad del sujeto de disponer de sus propios bienes y de comprometerse para con otros
según sus propias escogencias, debe considerarse-con prescindencia de una fórmula
normativa especifica-un valor fundamental del ordenamiento'oo. En el campo de las relaciones
económi- cas este valor encuentrareconocimiento en el principio de la libertad de iniciativa
(art. 41 I const.), de la que la autonomía privada es un instrumento necesario.
Por lo demás, como todas las libertades, también la negocial se inserta contexto de valores
constitucionales jerárquicamente ordenados. En especial, la evolución en sentido social de los
derechos fundamentales tiende a privilegiar la solidaridad social por sobre la libertad
individual. La autonomía privada, en- tonces, puede y debe ser controlada para garantizar
relaciones justas (n. 15). La libertad negocial permanece como un valor constitucional y sus
limita- ciones deben ser precisamente justificadas socialmente para no desembocar en la
lesión de un derecho fundamental de la personato2, La tutela de la libertad negocial se
manifiesta también en las relaciones de derecho privado al considerar ilícitas las interferencias
de terceros enderezadas a alterar la libre autodeterminación del sujeto y poner un limite de a
los negocios mediante los cuales el sujeto renuncia a la propia libertad de disposición.
AUTONOMÍA PRIVADA Y SOLIDARIDAD SOCIAL