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Tiempo de combatir la Inercia – por Daniel Alejandro López Pérez (Lopper, dejo a

criterio de ustedes mantener el pseudinimo)

Es en el año 2011 la directora egresada del CCC, Isabel Muñoz, recibe el premio Ópera

Prima de Ficción otorgado por la misma institución para llevar a cabo la producción de lo que

sería su primer largometraje, el cual fue estrenado finalmente en el año 2013 en el marco del

28° Festival Internacional de Cine de Guadalajara donde fue contendiente para obtener el

premio Mezcal y fue catapultada posteriormente a alrededor de catorce festivales más, tanto

en México (como en GIFF y en el Festival Internacional de Cine de Puebla, donde fue la

película ganadora del Premio a Mejor Opera Prima) así como alrededor del mundo (Montreal,

entre otros).

A través de 70 minutos la directora Isabel Muñoz, acompañada en el guión con Claudia

Sainte-Luce, nos presenta un viaje emocional íntimo y minimalista localizado en el ambiente

urbano de la Ciudad de México contemporánea.

El título “Inercia” refiere a la propiedad de los cuerpos físicos mediante la cual manifiestan en

una u otra medida su resistencia al cambio del movimiento que exhiben al interactuar con

otros elementos. Dicho de esta manera, un cuerpo con mucha inercia es mas difícil de

cambiar la dirección y velocidad de su movimiento y por el contrario un cuerpo con poca

inercia fácilmente puede ser desviado, detenido o arrastrado a la deriva. Esta cualidad física

será la condicionante por la cual padezcan los personajes de esta película y la metáfora

mediante la cual la directora y la audiencia podrán explorar una capa introspectiva de la

naturaleza de las relaciones humanas.

Lucía (interpretada por Maricela Peñalosa) es la protagonista de la cinta, una joven de

alrededor de treinta y tantos años de apariencia modesta que trabaja en una oficina, que se

nos presenta en la sala de urgencias de un hospital tras recoger a su amigo Bruno (Mauricio
Isaac) quien ha sufrido un percance que le ha dejado una pierna inmovilizada. Lucía es una

mujer algo insegura, reservada pero atenta con la gente a la que quiere prácticamente al

grado de la sumisión, pero esto ultimo estará explorado a mayor profundidad a lo largo de la

historia. Mientras su amigo sale, Lucía escucha en los altavoces del hospital un nombre

familiar, un recuerdo, Felipe, un ex-novio y a través de su expresión demuestra que tal

sorpresa la ha dejado intranquila, este sera el primer golpe que haga a Lucía tambalear en la

rutina diaria que acostumbraba a seguir.

Así como al día siguiente Lucía se precipita al hospital a visitar a Felipe, también la audiencia

es lanzada al mundo de las emociones de la protagonista sin oportunidad de ponerse al

corriente con la biografía de ella y su pasado se presenta como un misterio. Aunque por un

momento Lucía duda de si en verdad sea buena idea ver de nuevo a Felipe tras una

advertencia de Bruno, esta es interceptada por el ex-novio y no ve mas remedio que pasar

un tiempo con él, sólo unos minutos pues tiene una vida y responsabilidades fuera. Cuando

conocemos a Felipe (Flavio Medina) nos encontramos con un hombre de carácter relajado,

amistoso y encantador que padece una enfermedad extraña de los riñones y por cuyo

tratamiento tuvo que regresar a México tras doce años que ha pasado estudiando un

posgrado en el extranjero. Han pasado doce años desde que Lucía y Felipe se han separado.

Sean cuales sean los términos en los que terminó la relación amorosa de Lucía y Felipe

parece que después de tantos años y dadas las circunstancias vale la pena pasar un rato

para recordar mejores tiempos. Tanto así que es en ese momento en el que Lucía

impulsivamente decide olvidar su trabajo e incluso la mascota que tiene en casa con tal de

ceder a la petición de Felipe de quedarse con el, unas horas mas, unos días mas. Pareciera

que dentro de las paredes de la habitación del hospital el tiempo ha retrocedido para ambos

al momento en el que compartían un amorío, a efectos prácticos el tiempo se ha detenido

para ellos dos y el hospital es su resguardo. Lucía está atrapada.


Rápidamente Lucía será no solo la persona de la que Felipe depende para su bienestar sino

que a medida que este deja ver su verdadera naturaleza infantil y abusiva el ambiente del

hospital se volverá mas caótico tras sus negativas a recibir tratamiento pese al mejor intento

del desesperado personal medico y la frustración de sus padres. La paradoja que vive Lucía

es que su seguridad para vivir con el miedo a la soledad y por el cual aparenta solidez

depende del recuerdo de que alguna vez fue bien amada por Felipe, asunto sobre el cual ella

misma se ha engañado. Las cosas se complican cuando todo el mundo se vuelve

dependiente de ella y constantemente hacen de todo, directa e indirectamente, para destruir

esa fantasía. Al final la decisión de continuar auto engañándose o no seguir paralizada por su

entorno dependerá solo de ella.

El guión co-escrito por Isabel Muñoz y Claudia Sainte-Luce impone en gran medida un efecto

de contención en los diálogos de los personajes pues estos son en mayor medida modestos,

coloquiales y minimalistas, dirigiendo el peso de la interpretación vocal de los actores en un

mínimo de energía y sin embargo esto crea contrastes interesantes cuando la intensidad

dramática que eventualmente se desencadena los hace explotar. Esta simplicidad de los

diálogos entrega la carga de la actuación en la sutileza de las miradas y los gestos también

mínimos en los actores, pero bastante bien dirigidos como para hacer creíble la trama que se

entreteje de una manera intima.

El trabajo de la dirección fotográfica de parte de Miguel Angel García en conjunto con la

dirección de arte de Oscar Tello es bastante sobrio pero no por eso deja de ser

suficientemente correcto y de vez en cuando es capaz de soltar muestras sorpresivas de

ingenio visual que dan fuerza al momento que se atraviesa en diversos quiebres dramáticos.

Casi toda la película ocurre en interiores que podemos dividir en dos categorías: la primera

que corresponde a las escenas dentro del hospital y en la segunda se pueden agrupar las

escenas en casa de Lucía, en casa de su amigo y brevemente en la oficina en la cual trabaja.


En las escenas del hospital la forma en que las tonalidades azules dominan el espacio nos

dan una sensación de asepsia y gelidez que nos refieren a un lugar paralizado en el que de

alguna manera el tiempo se suspende, desprendido del ritmo de la vida exterior,

intensamente melancólico, como una fotografía, una zona donde el futuro no existe. La

iluminación es mayormente plana, haciendo de las paredes bloques sin dimensión de la

profundidad y que de tal manera advierten de una situación que no ofrece salida, pero lo mas

importante de esta cualidad plana y homogénea de la luz es que simbólicamente no permite

ver los contrastes en la personalidad de los personajes, no permiten que Lucía se pueda dar

cuenta del lado oscuro de Felipe ni permite percibir la profundidad desde la cual surge el

daño que está recibiendo. A diferencia de las demás locaciones interiores en las cuales no

solo nos es posible observar tanto a nosotros como Lucía una variedad y contraste de tonos,

pues es en estos ambientes en donde Lucía puede ver el lado oscuro de lo que está pasando,

ya sea que su amigo Bruno le de reproche que esta cometiendo un error, que sus

compañeras de la oficina le urjan a regresar a atender sus responsabilidades o que en su

casa vea las consecuencias del abandono a su mascota. Aun así estos ambientes también

refuerzan la idea o sensación de que Lucía se encuentra paralizada y atrapada pues en cada

una de estas locaciones el diseño de arte es tan apretado y barroco en la cantidad de cosas

y su acomodo.

La edición de Francisco X. Rivera y Ana Laura Castro es bastante efectiva al momento de

aclarar el desenvolvimiento de la trama estableciendo ritmos y dirigiendo la mirada del

espectador de manera que va concatenando visualmente el trabajo que el fotógrafo ha

materializado en cada toma. Si bien el segundo acto puede llegar a padecer un ritmo algo

más torpe lo compensa con el ritmo vertiginoso del acto final con el cual la película en su

totalidad obtiene una decente eficiencia narrativa haciendo que la hora y diez minutos de

metraje no se vuelvan tediosos ni queden cosas por contar.


La música de Tomás Barreiro, en la que destacan de manera dominante los sonidos de

instrumentos de aire, se compone durante la mayor parte de la cinta de una misma pieza que

se repite a diferentes intensidades y tonos como una ambientación circular que expresa la

sensación de estar atrapado en un remolino como los personajes principales aunque de

pronto también puede llegar a ser monótono y predecible, poco ambicioso. Sin embargo

recupera en poca medida la variedad cuando se transforma en notas mas salvajes,

dramáticas e hirientes a medida que cada acto encuentra su clímax. Por otro lado la labor de

los sonidistas puede llegar a desear algo más pues la mezcla de sonido en muchos

momentos puede llegar a emborronar la claridad de los diálogos, haciéndolos en ocasiones

más difíciles de entender y en consecuencia diluyendo el trabajo de los actores y el guión.

Esta película siendo modesta en sus recursos consigue equilibrar las deficiencias de unos

departamentos con las fortalezas de otros, consiguiendo una correcta exposición del drama y

del discurso temático en una forma que si bien no es la mejor posible al menos es efectiva y

no pretende ser lo que no es, demostrando un buen trabajo de opera prima para la directora

así como una buena relación creativa entre todos los departamentos involucrados en la

producción.

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