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N I C II O L A S S.

T I M A S HE F F

LA TEORIA
SOCIOLOGICA
Su naturaleza y desarrollo

FONDO DE C U L T U R A E C O N O M I C A
MEXICO-BUENOS AIRES
I'um crj edición en ingles, 195$
Secunda edición, repisada, en inglés, 1957
P iin ietj edición en español, junio de 1961

I-a edición original de esta obta fue registrada por


Random Ilousc, de Nueva York, con el título,
Soc/oJogicai Theoiy. íts Nature and Growth.

Derechos reservados conforme a la ley.


<c) 1961, Fondo de Cultura Económica.
Av. de la Universidad, 9 7 ? • México 12, D. F.

Impteso y hecho en México


Printed and inade in .México
A

TAÑIA
P R E F A C IO

El decenio 1930-1940 y el comienzo del siguiente fueron para el


pensamiento teórico en sociología tiempo de decadencia. La mayor
parte de los sociólogos pedían hechos y más hechos, por lo menos en
los Estados Unidos; y en Europa se trabajó poco en esta disciplina.
Recientemente sobrevino un cambio importante. No se han dete­
nido la recolección de hechos y su tratamiento estadístico; pero ha
venido a caracterizar a la sociología el creciente reconocimiento de
que, sin una teoría que dirija su interpretación y ordenación, los he­
chos casi carecen de sentido. Así, los últimos años han visto el resur­
gimiento del trabajo teórico y un importante aumento del interés
por las teorías del pasado.
Si el trabajo teórico ha de perdurar y desarrollarse, es necesario,
para su posterior avance, un inventario de los resultados conseguidos
hasta ahora. El presente volumen está dedicado al examen de esos
resultados desde un punto de vista genético, aunque también pueden
servir adecuadamente a este fin otros puntos de vista, por ejemplo
el analítico.
Por lo tanto, el presente volumen es un estudio de la historia de las
ideas. La historia de las ideas es materia cuyo adecuado tratamiento
ofrece grandes dificultades, ya que el desarrollo de las ideas es im­
pulsado por fuerzas de dos clases.
En primer lugar, ei desarrollo teórico se distingue por la causación
inmanente, o por la aparición más o menos lógica de sistemas de ideas
relativos a cuestiones específicas. Las ideas nuevas desarrollan o afi­
nan las antiguas: las antiguas y las nuevas entran en "duelos lógicos”,
para usar la expresión de Gabriel Tarde, y las nuevas demuestran la
falsedad de las antiguas, o bien sucumben ante su resistencia, o se
amalgaman con ellas en síntesis de un nivel superior.
Pero, en segundo lugar, las ideas son concebidas y objetivadas per
hombres. La formulación de una idea nueva es una especie de "inven­
ción ideológica” que el autor ofrece a sus compañeros los pensadores
de la misma disciplina. Lo más común es que un erudito capaz de
crear invenciones ideológicas sea capaz de lograr más de una, así
como de aplicarlas a situaciones concretas.
Una historia de ideas tiene que preocuparse de dos encadenamien­
tos causales: el lógico y el individual. En la mayor parte de las expo­
siciones domina el segundo, y en este caso la historia se convierte en
una serie de biografías científicas y de estudios de las aportaciones
9
de cada autor individualmente. La lectura sucesiva de esas series
puede dejar al lector una impresión confusa, porque el enfoque de
la atención cambia cada vez que la exposición pasa de un autor a
otro. Por otra parte, si se acentúa el punto de vista lógico, las ideas
individuales quedan separadas de su contexto y pierden una parte
esencial de su significado y atractivo.
Ln el presente volumen se ha intentado hallar el camino medio.
Después de un cuidadoso estudio de la masa de ideas pertenecientes
a Ja teoría sociológica, se han seleccionado algunos temas que han
preocupado más o menos constantemente a los cultivadores de esta
disciplina. Las aportaciones de los pensadores individuales han sido
resumidas principalmente en la medida en que han tratado esos te­
mas seleccionados, pero, no obstante, se presentan como aportaciones
de personalidades particulares. Además se han esbozado brevemente
sus biografías profesionales. Mediante la conservación de este ele­
mento personal, las aportaciones individuales no han sido despojadas
de sus peculiaridades ni segregadas del fondo sociocultural en que na­
cieron. Si la sociología del conocimiento fuera una disciplina ya des­
arrollada, esta fase de la historia de las teorías sociológicas podría
haber sido expresada en sus teoremas; pero, en realidad, esto sólo
rara vez puede hacerse.
Por otra parte, en la presentación de las opiniones de los autores
individuales ha sido rigurosamente limitada la parte periférica de sus
sistemas de ideas, organizados en torno del núcleo central de la teoría
sociológica. Por consiguiente, a través de la historia de las teorías socio­
lógicas, se ha hecho ver cómo los mismos problemas han reaparecido
en forma y combinaciones nuevas. De esta suerte se ha conservado
la unidad de perspectiva, condición esencial para la inteligibilidad.
Un libro escrito según esos lineamienros contiene conocimientos que
deben ser asimilados por estudiantes de sociología que hacen sus estu­
dios en una época en que ha revivido la comprensión del valor de la
teoría. La adquisición de dichos conocimientos exige un esfuerzo men­
tal considerable. El presente volumen se dirige a los estudiantes que
desean hacer ese esfuerzo y a los instructores que advierten la necesi­
dad de provocarlo.
La redacción de este volumen ha requerido muchos años, durante
los cuales el autor ha explicado ininterrumpidamente un curso sobre
teorías sociológicas. Sólo gradualmente, y a base de su experiencia
docente, ha llegado a las conclusiones expuestas. La expresión de su
gratitud se dirige ante todo a la Universidad de Fordham, cuya admi­
nistración, profesorado y estudiantes han estimulado su esfuerzo y le
han ayudado por todos los medios a su alcance. Lo más alentador ha
sido el hecho de que estudiantes de diversos departamentos se hayan
inscrito en el curso sobre teorías sociológicas, de suerte que en las
discusiones con ellos y con la lectura de sus trabajos pudo probarse
y finalmente mejorarse la inteligibilidad de la exposición.
Además de la gratitud expresada a una institución, el autor desea
manifestar la que debe a algunas personas cuya ayuda ha sido de
fundamental importancia, en primer lugar al profesor Charles H.
Page, del Smith College, que ha dado al texto su forma definitiva,
revelando su magistral dominio de la lengua inglesa, y que ha hecho
también muchas indicaciones valiosas en cuanto al tratamiento de
los autores individuales; al profesor Paul W . Facey, del College of
die Holy Cross, que ha ayudado al autor a dar forma a las primeras
redacciones de la obra; al Dr. Leopold Rosenmayer, de Viena, y al
Dr. Víctor W illy, de Zürich, que señalaron a su atención varias pu­
blicaciones europeas, recientes; y finalmente, aunque no sea la última
por su importancia, a su hija Tania, que no sólo ha escrito a máquina
muchas partes del manuscrito, algunas de ellas muchas veces, sino
que fue su única discípula a quien explicó la primera versión del curso
sobre historia del pensamiento sociológico, que necesitaba para sus
exámenes del bachillerato francés.
La teoría sociológica es materia de estudio difícil. Para tener buen
éxito, los estudiantes, además de escuchar las lecciones y de leer un
libro de texto, deben familiarizarse directamente con algunas obras
fundamentales sobre la materia, y en relación con ellas, con algunas
fuentes secundarias. Así, pues, en el Apéndice del libro se incluyen
indicaciones para lecturas ulteriores a fin de facilitar al instructor la
tarea de recomendar lecturas complementarias. El número de tales
recomendaciones no puede ser grande y debe variar de acuerdo con
el nivel de instrucción y el número de horas dedicadas al curso.
Además, es esencial la recapitulación. Es aconsejable disponer la
recapitulación en un orden distinto del del curso. Esta reordenación
puede ser cronológica, geográfica o sistemática. A fin de facilitar dicha
recapitulación, se presentan en el Apéndice dos sinopsis, una crono­
lógica y otra geográfica.

N . S. T im a s h e f f
P R IM E R A P A R T E

IN TRO DU CCIÓ N
La actividad sociológica en los Estados Unidos desde la Primera Guerra
Mundial aproximadamente hasta tiempos muy recientes restó impor­
tancia a la teoría. Al instructor y al maestro, lo mismo que al investi­
gador, les interesaba sobre todo enseñar, leer o descubrir información
de hechos relativos a tal o cual aspecto de la sociedad, en especial de
la sociedad norteamericana, y con frecuencia propendían a identi­
ficar la "teoría" con la filosofía y hasta con la especulación ociosa. Los
hechos empíricamente comprobados, parecían decir algunas veces, ha­
blan por sí solos y — si recogemos bastantes— sus voces constituirán
una ciencia sociológica.
Pero la ciencia pide algo más que hechos, más que descripciones
minuciosas. Así, al madurar la sociología, esa primera orientación
está siendo reemplazada rápidamente por el general reconocimiento
de la indispensabilidad de la teoría. Como veremos, las consideracio­
nes teóricas y las concepciones teóricas tienen, implícita o explícita­
mente, un papel esencial en lo que respecta a determinar la dirección
de la investigación, a orientar la observación, a guiar la descripción
misma. En la actualidad casi rodos los sociólogos están de acuerdo
en que esas funciones de la teoría deben ser explícitas.
No obstante, si la teoría ha de usarse prudentemente y con cono­
cimiento suficiente, juzgamos necesario conocer su naturaleza y va­
riedades. Necesitamos conocer sus concepciones y las diversas formas
terminológicas que toman, y, a la inversa, las diferentes concepciones
que frecuentemente se expresan con los mismos términos. Además,
debemos familiarizarnos con la historia de la actividad teórica socio­
lógica, con sus cambiantes puntos de vista, con sus triunfos y sus
fracasos, con sus promesas para lo futuro. Estas cuestiones constitu­
yen el tema de este volumen.
Comenzamos con una definición de la sociología para diferen­
ciarla de las disciplinas emparentadas con ella, y con una explicación
del significado de la teoría dentro del trabajo científico.

¿Qué es la sociología?

Fue Auguste Comte quien en 1839 inventó la palabra sociología.


Había intentado llamar física social a la nueva ciencia; pero rechazó
15
esta expresión porque un sabio belga, Adolphe Quételet, empezó a
hacer estudios sociales estadísticos y a llamar física social a su cam-
jh) de trabajo. Aunque la palabra sociología es una combinación bár­
bara de latín y de griego, sus dos componentes expresan bien el objetivo
de I;i nueva ciencia. Logia significa estudio en un nivel elevado (por
ejemplo, biología y psicología: estudio en un nivel elevado de la vida
y de la mente), socio hace referencia a sociedad. Así, etimológica­
mente, sociología significa estudio de la sociedad en un nivel muy alto
de generalización o abstracción. ■
Esta definición presupone que ya se sabe lo que es la sociedad.
En realidad, las diferentes teorías sociológicas presentan explicaciones
un tanto contradictorias de la naturaleza de la sociedad; muchas de
ellas las encontraremos y estudiaremos en el transcurso de nuestro
trabajo. Así, parece formarse una especie de círculo vicioso: se define
la sociología como la ciencia de la sociedad, y la sociedad debe ser
definida por la sociología. Situaciones así se presentan con frecuencia
en los pasos iniciales de la investigación científica. Puede resolverse el
problema dando del objeto de estudio una definición práctica o
de trabajo, una aproximación suficiente para ios fines presentes. De
este modo, y de una manera preliminar, puede definirse la sociedad
como un conjunto de hombres (seres humanos) en interdependencia.
Por lo tanto, los hombres en interdependencia pueden tomarse como
la materia de la sociología.
Sentado este punto de partida, puede señalarse un límite entre la
sociología y las demás ciencias que estudian a los hombres como
individuos o como agregados de individuos sin tener en cuenta su
interdependencia. La anatomía y la fisiología humanas estudian la
estructura y funcionamiento de los seres humanos, que se repiten en
todos los hombres. La antropología física estudia la variabilidad de
la estructura corporal de esos seres y los clasifica en variedades, for­
mando grupos nominales o estadísticos de individuos que presentan
rasgos distintivos hereditarios y externos similares. La psicología (ex­
cepto una rama híbrida llamada psicología social) estudia los procesos
mentales que tienen lugar en las mentes individuales y nos dice cómo
ve, oye, siente, reacciona a los estímulos, etc., un ser humano.
La sociología no se interesa por la estructura corporal del hom­
bre, ni por el funcionamiento de sus órganos, ni por sus procesos
mentales en sí mismos. Se interesa por lo que ocurre cuando los hom­
bres se reúnen, cuando los seres humanos forman masas o grupos,
cuando cooperan, luchan, se dominan unos a otros, se persuaden o se
imitan, desarrollan o destruyen la cultura. La unidad del estudio socio­
lógico no es nunca un individuo, sino siempre dos individuos por lo
menos que se relacionan entre sí de alguna manera.
Pero aunque la materia del estudio sociológico son los hombres en
interdependencia, la provincia de la sociología no abarca todos los
tipos de estudios de hombres en interdependencia. La misma materia
la estudian también otras disciplinas, tales como la filosofía social, la
historia y las ciencias sociales concretas. ¿Qué diferencia hay entre
esas disciplinas y 1a sociología?
La filosofía social es disciplina mucho más antigua que la socio­
logía. Muy desarrollada ya en la antigua Grecia y cultivada en la
Edad Media, la filosofía social floreció en el siglo xvm , en la época
de la Ilustración que precedió inmediatamente al nacimiento de la
sociología. En las obras de los antiguos filósofos sociales se encuen-
tian muchas proposiciones que fácilmente podrían ser formuladas en
los términos de la sociología contemporánea. No obstante, la filosofía
social y la sociología son dos actividades diferentes de la mente in­
quisitiva del hombre. La diferencia que hay entre ellas es análoga
a la que separa, en general, a la filosofía y a la ciencia empírica: una
diferencia en el nivel de la abstracción y en los procedimientos. Las
dos son intentos de describir y explicar la realidad. Las dos se basan
en la observación de hechos y en las generalizaciones derivadas de
esa observación. Pero ahí terminan las analogías entre la ciencia em­
pírica (incluida la sociología) y la filosofía (incluida la filosofía
social).
En la ciencia empírica, las generalizaciones concernientes a un
campo específico de investigación son derivadas de hechos observados
en ese campo o en campos estrechamente relacionados con él. Esas
generalizaciones se hacen sin suponer (ni afirmativa ni negativa­
mente) ningún conocimiento en una esfera de elevada abstracción
concerniente al conjunto de la realidad. Todas las proposiciones que
constituyen una ciencia empírica forman un sistema que se basta
a sí mismo. En ese sistema no se le permite representar ningún pa­
pel a una proposición si contiene conocimiento que no sea empírico,
en otras palabras, que no sea formulado con las limitaciones que
acabamos de expresar.
Por el contrario, la filosofía es primordial mente un intento de
comprender la realidad en su conjunto. Partiendo de una multitud
de hechos observados, el filósofo pasa a ciertos principios definitivos
que, tomados en conjunto, intentan explicar la realidad como un todo:
C.'ómo se derivan las proposiciones acerca de la realidad total no es
asunto de este libro, lin ese respecto, las diversas escuelas filosóficas
difieren entre sí de modo muy significativo. De los principios funda­
mentales tic la realidad total establecidos de ese modo, el filósofo de­
duce ciertos postulados y axiomas que usa después para reinterpretar
Jas clases particulares de objetos que ha distinguido en los hachos
observados. Así, mientras el sociólogo explica la sociedad de acuerdo
con los hechos observados en la sociedad y, finalmente, en otros cam­
pos de conocimiento empírico relacionados con el suyo, el filósofo
social explica la sociedad de acuerdo con la explicación que él da
de la realidad total. Puede hablar de causas primeras, de valores su­
premos, de fines últimos. El sociólogo no tiene derecho a hacerlo.
En principio, Ja diferencia entre la filosofía social y la sociología
es clara. En Ja práctica, la línea de demarcación es borrosa, espe­
cialmente en la esfera de las teorías, que constituyen el asunto de este
libro. En el desenvolvimiento de la sociología han sido frecuentes las
confusiones entre sociología y filosofía social. Muchos sociólogos han
traspasado el límite entre los dos dominios y han introducido en su
campo conceptos pertenecientes a la filosofía social, muchas veces
de calidad discutible. De esta situación trataremos repetidamente en
este libro.
La historia es otra ciencia que trata de comprender a los hombres
en interdependencia, más exactamente en configuraciones pasadas de
esa interdependencia. Aun una obra histórica de tipo biográfico no
puede dejar de tratar las relaciones entre su héroe y otros hombres.
¿Cuál es, pues, la diferencia entre la historia y la sociología, ya que
esta última se interesa no sólo por el día presente, sino también por
las configuraciones pasadas de la interdependencia de los hombres?
En principio, no es difícil determinar la diferencia. La historia
estudia el pasado humano como una sucesión de acontecimientos
concretos y únicos, de situaciones, de procesos. El historiador "trata de
reconstruir el pasado con muchos detalles empíricos, exactamente
como sucedieron. Tómese la Guerra de la Independencia de los Es­
tados Unidos, la Revolución francesa, la Revolución comunista rusa,
el Nuevo Trato norteamericano. ¿Cómo ocurrieron esos acontecimien­
tos y cuáles fueron los procesos individuales de que se compusieron?
¿Por qué ocurrieron? Estas y otras cuestiones análogas no dejarán
nunca de interesar a la humanidad.
Pero la mente humana no se detiene en la reconstrucción de acon­
tecimientos únicos y que no se repiten. Detrás de ellos, en su marco
espacio-temporal singular, histórico, la mente humana trata de des­
cubrir tipos de recurrencia o repetición. Ha habido muchas guerras.
1 1lay o no hay un tipo recurrente de orígenes de las mismas, de sus
efectos sobre las sociedades afectadas y de sus desenlaces? Son cons­
tantes las fluctuaciones de los precios de mercado. ¿Hay o no hay un
tipo común a todas ellas? Se cometen innumerables delitos. ¿No pue­
den descubrirse tipos más o menos constantes de delincuencia, a pesar
de la concreta variabilidad del delito? Los tipos recurrentes observa-,
bles en la interdependencia humana son el asunto de las ciencias
sociales del tipo a que pertenece la sociología. Estas ciencias se basan
en el postulado del orden, en la premisa lógica de que todo estudio
debe elevarse por encima de la mera descripción.
Las sucesiones concretas estudiadas por los historiadores son únicas
y no pueden repetirse. No volverá a haber otra guerra de 1812 ni
otra victoria de octubre de los comunistas rusos, Pero esas sucesiones
de hechos concretos pueden descomponerse en sus elementos, y
entre esos elementos pueden establecerse relaciones invariables y ne­
cesarias, según su naturaleza.
Puede resultarnos útil aquí la comparación con la investigación
química. La química, conoce noventa y seis elementos que con sus
combinaciones forman millones de compuestos. Los químicos explican
la materia descomponiendo los compuestos en sus elementos y pre­
diciendo la mayor parte de las propiedades de los compuestos a base
del conocimiento de las propiedades invariables de los elementos.
En Ja vida real se sucede una innumerable diversidad de cosas. Por
debajo de esos^ucesos se repiten ciertos elementos que, una vez per­
cibidos, Ies dan unidad y sentido. El historiador muestra lo variable;
el sociólogo señala lo constante y recurrente. La historia descrita la
multitud de las combinaciones concretas en que se han encontrado
los hombres interdependientes; Ja sociología descompone las diferen­
tes combinaciones en sus relativamente pocos elementos básicos y
formula las leyes que las gobiernan. El descubrimiento de esas leyes,
o el enunciado de las relaciones necesarias e invariables entre un
limitado número de elementos en que puede descomponerse la rea­
lidad sociaJ, es el verdadero objetivo de la sociología, equivalente a
Jos objetivos de la física, Ja química, la biología y la psicología en
sus campos respectivos.
En la práctica, también aquí es borrosa la línea de demarcación.
Los historiadores contribuyen con frecuencia al descubrimiento de
tipos recurrentes en la realidad social. Ocurre así cuando su estudio
de procesos concretos les lleva a tratar de comprenderlos causalmente.
Obras históricas como Estudio de la Historia (1 9 3 4 y después), de
Arnold Toynbee, invaden manifiestamente el campo de la sociolo­
gía; mientras que estudios como The Protestant Ethic and the Spirit
of Capitalism ( ím ética protestante y el espíritu del capitalismo
1906), de Max Weber, y Socud and Cultural Dynamics (Dinámica
social y cultural 1 937-41), de Pitirim Sorokin, contribuyen mucho
a la comprensión histórica de las configuraciones pasadas de la inter­
dependencia humana. Estas obras presentan claramente la combina­
ción de singularidad y variabilidad en los fenómenos sociales. Hay
aquí cierto traslapamiento, pero ventajoso para el historiador y para
el sociólogo.
Finalmente, hay que diferenciar la sociología de las ciencias socia­
les concretas, tales como la economía, la política y la etnología. Todas
ellas, lo mismo que la sociología, estudian a los hombres en inter­
dependencia, y no en un plano filosófico, sino en el plano o nivel
empírico. No sólo estudian fenómenos concretos y únicos, como la
Constitución de los Estados Unidos o la organización del comercio
exterior de este país en la actualidad, sino que tratan también de
descubrir leyes, es decir, las relaciones necesarias e invariables entre
los fenómenos de acuerdo con su naturaleza. ¿Qué diferencia hay
entre esas ciencias concretas y la sociología? Más específicamente,
¿cuál es la tarea propia de la sociología respecto de las otras ciencias
sociales? A esta pregunta le han dado los sociólogos cuatro respuestas
diferentes en diferentes momentos de la historia de esta disciplina:
Comte creía que la sociología debía apoderarse de todos los datos
estudiados por esas ciencias concretas y unificarlos, privándolas así
de su razón de ser.
Herbert Spencer pensaba que la sociología era una superciencia,
que no observaba por sí misma Jos fenómenos sociales, sino que
unificaba las observaciones y generalizaciones hechas por las otras
ciencias sociales.
Georg Simmel, sociólogo alemán que trabajó a fines del siglo X I X ,
insistió en que el estudio del contenido de las acciones humanas
definido por sus fines constituía la materia de las ciencias sociales
concretas. Así, pues, la economía, por ejemplo, estudia las acciones
tendientes a la solución de problemas materiales, o sea, la producción,
la distribución, el cambio y el consumo; la ciencia política estudia
las acciones tendientes a la adquisición y ejercicio del poder político.
Pero ninguna de esas ciencias, pensaba Simmel, investiga la forma
de las acciones humanas en la sociedad, la forma común a todos los
tipos de actividad, tales como la formación o la disolución de grupos
humanos, la rivalidad, la lucha. Simmel reclamaba este campo, el
de la sociología formal, no ocupado aún por ninguna ciencia social
concreta, para la sociología, la nueva disciplina.
Pitirim Sorokin, sociólogo contemporáneo, ha presentado una línea
de demarcación que en general consideran correcta hasta los soció­
logos que por lo común se oponen a él en cuanto al contenido de sus
opiniones sociológicas. Sorokin deriva su definición de la sociología
de una fórmula sustentada por Leo Petrazhitsky, sabio ruso-polaco,
según la cual, si en una clase de fenómenos hay n subclases, debe
haber n -f* 1 disciplinas para estudiarlos: n para esmdiar cada una
de las subclases, y una más para estudiar lo que es común a todas
ellas y la correlación entre las subclases.1 Desarrollando esta idea,
dice Sorokin que para cada una de las numerosas clases de fenómenos
sociales — económicos, políticos, religiosos y muchos otros— debe
corresponder una ciencia social particular. Pero, además de esas cien­
cias, es necesaria otra ciencia (la sociología) para estudiar las carac­
terísticas comunes a todas las clases de fenómenos sociales y las rela­
ciones entre esas clases, porque esas dos tarcas no pueden ser realizadas
satisfactoriamente por las ciencias sociales particulares. Se ha discu­
tido, por ejemplo, si el aspecto económico de la coexistencia humana
determina las ideas morales y religiosas (como dijo Karl M arx), o si
las ideas morales de origen religioso dan un impulso especial al des­
arrollo económico (como afirma Max W eber), o si la relación es más
compleja de lo que suponen ambas teorías. Ni el economista ni el
estudioso de las ideas morales y religiosas son competentes para resol­
ver el problema científico, porque lo ven por un solo lado, y por lo
tanto, corresponde al campo de una ciencia que esté por encima
de la división en ciases de los fenómenos sociales. Esa ciencia es la
sociología.
En principio, la opinión de Sorokin ofrece la mejor respuesta po­
sible a esta pregunta: ¿Qué es la sociología? Pero en la práctica, la
sociología ha desarrollado la tendencia a anexionarse los campos de
estudio social que no han sido ocupados por las antiguas ciencias
sociales, por ejemplo el estudio de la familia, y a aplicar sus genera­
lizaciones a los campos de estudio social en que las ciencias sociales

i Introdttciíon to the Study of Lsw and Moráis (Introducción al estudio del derecho
y la moral, en ruso, 1 9 0 7 ). pp. 80-81
particulares se han limitado a describir, clasificar y comparar. De ahí
han nacido ramas de la sociología tales como la sociología política,
la sociología del derecho, la sociología de la religión, la sociología
del arte, y así sucesivamente. La sociología, pues, consta de un núcleo
rfntiMl t|<¿ c<Mi(x-ímif^ros_aproximadamente correspondiente a la defi­
nición dada por Sorokin, y de una periferia consistente en" estudios
diversificados de diferentes campos sociales que no se han apropiado
las ciencias concretas consagradas,
"Esta situación les resulta enojosa a quienes Ies gusta la armonía
completa en el majestuoso edificio de la ciencia. Afortunadamente
para este volumen, el problema no constituye ninguna gran difi­
cultad, ya que la teoría se interesa primordialmente por el núcleo
central de la sociología.
Hay sólo un vecino científico con el que la sociología no tiene una
frontera precisa: la etnología. Hasta muy recientemente, la etnología
se limitaba al estudio, descriptivo en gran parte, de las sociedades
sin escritura. En la actualidad, la antropología cultural, para usar la
designación popular corriente, se inclina a tomar el papel de la ciencia
generaÜ2adora de los hombres en interdependencia, dejando a la so­
ciología el estudio de los hombres que viven en sociedades modernas
complicadas. Como no hay autoridad que resuelva el conflicto resul­
tante de las pretensiones incompatibles de la sociología y de la antro­
pología cultural, este libro estudiará las aportaciones de antropólogos
y etnólogos importantes a la teoría sociológica, así como las de los
sociólogos profesionales.

¿Que es la teoría sociológica?

El estudio que precede indica indirectamente qué es la teoría socio­


lógica. Para examinar la cuestión directamente, podemos empezar por
considerar brevemente Ja estructura de toda ciencia empírica, inde­
pendientemente de su materia.
La base de toda ciencia empírica es la observación. El resultado
d/? una observación individual se expresa en una proposición singular
que dice que, en un momento y un lugar dados, ha tenido efecto
este fenómeno particular. La adquisición de proposiciones de ese tipo
es requisito indispensable para toda ciencia, pero nunca es suficiente.
Las observaciones individuales deben ser ordenadas, y las maneras de
hacerlo son muchas. Las observaciones individuales deben ser compa­
radas; esto equivale a determinar analogías y diferencias. Tienen que
ser clasificadas; esto significa que se forman tipos Je clases, cada uno
de los cuales unifica muchas observaciones análogas. Una buena
clasificación permite que se sitúen en ella los fenómenos observados
no sólo antes de formularla, sino también después. Las observaciones
individuales pueden ser contadas y sometidas a tratamiento estadís­
tico que dé por resultado distribuciones de frecuencia, series de tiem­
po, coeficientes de correlación y otras expresiones estadísticas. Las ob­
servaciones individuales pueden ser ordenadas en series genéticas que
muestren el desarrollo gradual de ciertos procesos, y las series genéticas
pueden compararse entre sí y descubrirse analogías entre ellas.
Las generalizaciones hechas sobre las maneras de ordenación pueden
expresarse como leyes naturales (en el campo de los estudios sociales,
leyes sociales) según las cuales siempre que se presenten determinadas
condiciones, tendrán lugar determinados efectos. Con ciertas precau­
ciones, las generalizaciones de tipo estadístico (distribuciones de fre­
cuencia, series de tiempo) también pueden convertirse en leyes socia­
les. Y todavía hay otros procedimientos conducentes a la formulación
de tales leyes.
Los hallazgos concernientes a clases de fenómenos son generaliza­
ciones. Una generalización no se refiere ya a un hecho en sí mismo;
se basa sobre muchos hechos y finalmente puede ser usada para pre­
decir hechos que probablemente se comprobarán en observaciones
posteriores. El conocimiento expresado en las generalizaciones es de
un nivel superior al expresado en las proposiciones singulares. Pero
ese conocimiento no es todavía el nivel más alto posible en la ciencia
empírica. El nivel más alto es el de la teoría. Por los esfuerzos acumu­
lados de hombres de ciencia especializados en una disciplina particular,
se formula gran número de generalizaciones de tipos diversos. Des­
pués los científicos sienten la necesidad de unificar los resultados
esporádicos que han alcanzado hasta entonces. La unificación se hace
hipotéticamente formulando una teoría.
Una teoría es una serie de proposiciones que llenan, idealmente,
las siguientes condiciones: primera, las proposiciones deben hacerse
de acuerdo con conceptos exactamente definidos; segunda, deben ser
congruentes entre sí; tercera, deben poderse derivar de ellas las gene­
ralizaciones ya existentes; cuarta, deben ser fecundas, es decir, abrir
el camino para nuevas observaciones y generalizaciones que amplíen el
campo de conocimientos.
La teoría no puede derivarse de observaciones y generalizaciones
simplemente por medio de la inducción rigurosa. La formulación de
una teoría es obra creadora, y por lo tanto, no es sorprendente que
sean capaces de ella muy pocos entre los que trabajan en el campo de
una ciencia. Hay siempre un salto más allá de la prueba, una cora­
zonada, correspondiente al esfuerzo creador. Pero toda teoría así formu­
lada debe someterse después a verificación. Se considera verificada, de
un modo preliminar, si no la contradice ningún hecho o generalización
conocidos. Si hay contradicción, la teoría hipotética debe ser recha­
zada o por lo menos modificada.
Pero esa prueba no es más que una verificación preliminar. Porque
a veces dos o más teorías parecen explicaciones plausibles de los
hechos y las generalizaciones conocidos. Cuando eso ocurre, se em­
plea el procedimiento llamado experimento crucial (u observación
crucial). El procedimiento implica la concepción razonada de una
situación en relación con la cual darían predicciones contradictorias
las teorías rivales. Esa situación debe ser creada artificialmente (expe-
rimentalmente) o buscada en la realidad. La observación decidirá
entonces cuál de las teorías es compatible, si lo es alguna, con la
experiencia de prueba. Pero esta verificación aún no es definitiva,
porque pueden descubrirse después hechos, o sacarse generalizaciones,
que invaliden la victoriosa teoría de hoy. En la ciencia empírica la
teoría nunca es definitiva.
En una ciencia madura, como la física o la química, por lo común
sólo una teoría muy abstracta, o una serie de teorías interrelacionadas
y mutuamente complementarias, es sustentada por las personas que
trabajan en su campo. Pero ese estado de madurez únicamente se
alcanza después de un periodo de largos y tenaces esfuerzos carac­
terizado por la existencia de dos o más teorías antagónicas, situación
que es todavía la de la sociología. No existe un conjunto de propo­
siciones que sustenten todos los sociólogos, expresadas en términos
idénticos o fácilmente convertibles unos en otros, y que les permitan
presentar los hechos y las generalizaciones conocidos como deriva­
ciones lógicas de unos pocos principios. Por el contrario, el desarrollo
de la sociología se ha caracterizado por la aparición de un número
desacostumbradamente grande de teorías antagónicas. Aunque toda­
vía no se ha superado este estado de cosas, la lucha ya no es tan
aguda como lo fue a fines del siglo X I X . Actualmente, la mayoría
de los sociólogos están de acuerdo sobre muchas proposiciones inclui­
das en una amplia teoría sociológica, si bien en ocasiones formulan
dichas proposiciones con terminologías divergentes. (El lector cono­
cerá el hecho de que hay palabras diferentes para expresar los mismos
conceptos, las mismas ideas, y que, viceversa, algunas veces se expre-
sun con las mismas palabras conceptos y hasta teorías diferentes.)
Ha disminuido el margen de desacuerdo teórico y ha aumentado el
margen de acuerdo, como tratará de demostrar este libro.
£1 examen de las teorías sociológicas del pasado y del presente
revela que giran alrededor de unos pocos problemas, los más impor­
tantes de los cuales están contenidos en las siguientes preguntas:
¿Que son la sociedad y la cultura?
¿Cuáles son las unidades básicas en que se descomponen la socie­
dad y la cultura?
¿Que relación hay entre sociedad, cultura y personalidad?
¿Qué factores determinan el estado de una sociedad y de una cul­
tura, o el cambio de una sociedad o una cultura?
¿Qué es la sociología y cuáles son sus métodos apropiados?
El estudio del desarrollo de la teoría sociológica debe enfocarse
sobre las diversas respuestas que se han dado a esas preguntas. Al pre­
sentar las teorías individuales hay que ir más allá de esas preguntas,
porque muchas teorías suponen problemas que aquéllas no contienen,
o están formulados de tal manera que se hace necesario tocar otros
problemas científicos más o menos conectados con los señalados arriba.

Cómo estudiar teorías sociológicas

Este volumen no se propone ser una exposición sistemática de los


resultados del estudio científico de la sociedad; antes bien, quiere ser
un desarrollo histórico del sistema de ideas que es la sociología teó­
rica. No intenta el autor formular e imponer una teoría particular,
sino que se propone presentar el proceso del desarrollo de la teoría
sociológica manifestado en la aparición, lucha y desaparición o pervi-
vencia de diversas teorías. Este libro trata principalmente de la historia
de la penetración gradual de Jos sociólogos en la realidad de la so­
ciedad. Su propósito es establecer la filiación y la oposición de Jas
ideas, para señalar casos de invención paralela, para hallar en las teo­
rías más antiguas gérmenes o anticipaciones de las posteriores, y
para descubrir el avance de la verdad a través del choque de las
opiniones. El estudio de estas materias ayudará a comprender las ra­
zones que explican las ideas elegidas por los participantes en el pro­
greso científico, servirá de advertencia contra los errores cometidos
en el pasado y puede mostrar caminos prometedores para nuevos
avances.
Se dispone de mucho material para este estudio. Pero éste se com­
plica por el hecho de que las teorías sociológicas se han desarrollado
de acuerdo con un patrón que se parece algo al del desarrollo de una
planta: algunas ramas han crecido vigorosamente y han echado muchas
ramas secundarias, mientras que otras, más tarde o más temprano, se
han marchitado. La situación se complica más aún por el hecho de
que, además del patrón o modelo de la ramificación, se observa tam­
bién el de la convergencia y la fusión. Mientras que, por la ramifi­
cación, una teoría da origen a dos o más, por la Convergencia y la
fusión, teorías que empezaron siendo explicaciones independientes y
supuestamente incompatibles de la realidad social se van acercando
la una a la otra y a veces se juntan en una. Por consiguiente, el intento
de trazar una genealogía esquemática de las teorías sociológicas sería
excepcionalmente dificultoso y obscurecería, más bien que aclararlas,
las aportaciones y tendencias principales.
Esta complejidad del asunto que estudiamos requiere selección y
ordenación cuidadosa de los materiales. La selección es siempre algo
arbitrario, y puesto que este libro no pretende ser una enciclopedia
sociológica, quedarán fuera de su ámbito muchas obras valiosas. Por
lo menos son posibles tres tipos fundamentales de ordenación. En
primer lugar, las teorías pueden clasificarse en unas pocas escuelas
basadas en los tipos de solución teórica de los problemas básicos. Éste
es el procedimiento que empleó Sorokin en su bien conocida obra
Contemporary Sociologícal Theories (Teorías sociológicas contempo­
ráneas, 1 9 2 8 ). En segundo lugar, las teorías pueden ser presentadas
en la sucesión histórica de su aparición; éste es aproximadamente el
método seguido por J. L. Lichtenberger en The Development of Social
Theory (Desarrollo de la teoría social, 1923) y por F. N. House en
The Development of Sociology (Desarrollo de la sociología, 1 9 3 6 ).
En tercer lugar, las teorías pueden ser presentadas según las zonas
geográficas en que viven sus autores; este plan ha sido usado por
G. Gurvitch y Wilbert Moore (editores) en Twentieth Century So­
ciology (Sociología del siglo x x , 1945) y por Harry Elmer Barnes
(editor) en An Introduction to the History of Sociology (Introducción
a la historia de la sociología, 1 9 4 8 ). En el presente libro el autor
se propone emplear una combinación de los procedimientos primero
y segundo.
El examen del desarrollo de la teoría sociológica se dividirá en
cuatro periodos. El primer periodo, que se extiende desde el naci­
miento de la sociología hasta 1875 aproximadamente, es el de los
iniciadores y de los esfuerzos inconexos. El segundo, que corresponde
aproximadamente al último cuarto del siglo X I X , es el periodo de la
lucha de las escuelas y simultáneamente del predominio del evolu­
cionismo, lucha relacionada en gran parte con la cuestión de cuál
factor (económico, geográfico, racial o algún otro) determina la
evolución social. El tercer periodo, que comprende el primer cuarto
del siglo x x , es una época de indecisión consecutiva a la demolición
de la teoría evolucionista y a la conciencia creciente de la necesidad de
concentrarse en estudios empíricos. El periodo cuarto y actual es el
de la lucha entre estructuras de referencia o de convergencia, y
se caracteriza por el creciente conocimiento de la existencia de un
gran cuerpo de proposiciones empíricamente formuladas (por lo
tanto, periodo de convergencia) y por la rivalidad de puntos de vista
considerados como más adecuados para explicar la realidad social en
su totalidad.
En cada uno de esos cuatro periodos se presentarán las escuelas
más representativas y las teorías que mayor influencia han tenido,
señalando sus interrelaciones. Y para toda la sucesión del desarrollo,
se subrayarán las persistencias y las acumulaciones, así como las resu­
rrecciones teóricas, algunas veces operadas en formas nuevas.
SEGUNDA PARTE

LOS INICIADORES
A U G U ST E C O M TE

Y a que este volumen está dedicado al estudio de las teorías socio


lógicas y no a la historia del pensamiento social en general, comer
zará con Auguste Comte, que fue la primera figura importante qu>
sostuvo, y que después demostró con hechos, que era posible y desea­
ble una ciencia de la sociedad, tanto empírica como teórica. Mas par
hacer comprensible a Comte, es preciso presentar el clima inte lee tu:,
de Francia a principios del siglo xix.

Francia a principios del siglo xix

El clima intelectual de una sociedad lo forman las ideas que das


por sentadas y sabidas los intelectuales contemporáneos, los pro
blemas comúnmente discutidos por ellos y los métodos de discusión
Ese clima puede estar más o menos unificado; en otras palabras
los intelectuales pueden dividirse o no en facciones, cada una de la
cuales posee un cuerpo de ideas preferidas, un conjunto partícula •
de problemas y un método peculiar de discusión.
A principios del siglo x ix el clima intelectual de Francia estab
bien unificado. Se sentía orgullo por los progresos de las matemá­
ticas y de las ciencias naturales, y confianza en la omnipotencia de
los métodos. En relación con los asuntos humanos, el clima incluir
la creencia en la existencia de leyes sociales análogas a las estable­
cidas en las ciencias naturales. Entre esas leyes se daba lugar pro*
mínente a la ley del progreso o del inevitable desarrollo de las socie­
dades humanas hacia etapas más elevadas y mejores.
Ese cuerpo de ideas se remonta a Blaise Pascal (1 6 2 3 -6 2 ), quien
decía que la continuidad de las generaciones humanas semejaba
un individuo que viviese eternamente y que acumulase conocimient'
sin cesar. Charles Montesquieu (1 6 8 9 -1 7 5 5 ) presentó en la primera
frase de su famoso Espíritu de las leyes una definición de ley natural
que tuvo general aceptación. Las leyes, en el sentido más amplio de la
palabra — decía— , son relaciones necesarias derivadas de la natu­
raleza de las cosas.
Jacques Turgot (1 7 2 7 -8 1 ) desarrolló la idea de progreso. En un
discurso pronunciado en 1750 y en su breve Discurso sobre la historia
universal, trató de demostrar que el adelanto del hombre en el conoci-
31
miento de ia naturaleza iba acompañado de una emancipación gradual
de su mente respecto de los conceptos antropomórficos. En su opinión,
ese proceso pasaba por tres etapas. Primero, el hombre suponía que
los fenómenos naturales eran producidos por seres inteligentes, invi­
sibles pero parecidos entre sí. Después, los hombres empezaron a
explicar esos fenómenos con expresiones abstractas, tales como esencia
y facultad. Por último, observando la acción recíproca mecánica de
los cuerpos, formularon hipótesis que podían desarrollarse matemáti­
camente y ser comprobadas por la experiencia.
Otro protagonista de la idea de progreso, el marqués de Condorcet
(1 7 4 3 -9 4 ), expuso sus opiniones en una obra titulada Ensayo his­
tórico sobre los progresos de la razón humana, escrita en la cárcel poco
antes de ser ejecutado, cosa que sabía que era inevitable. Condorcet
esbozó el progreso humano a través de las edades y concibió la posi­
bilidad de una ciencia que pudiera prever los progresos futuros de la
humanidad y por lo tanto acelerarlos y dirigirlos. Para formular leyes
que permitan a los hombres prever lo futuro, la historia debe dejar
de ser historia de individuos y convertirse en historia de las masas
humanas. Cuando se haya realizado ese cambio, será posible la pre­
dicción de lo futuro, a base del conocimiento de leyes necesarias e
invariables. No hay razones para creer que no haya leyes que rigen
los asuntos humanos. La mayor parte de esas leyes son aún descono­
cidas, pero sobre la base de la observación histórica puede afirmarse
que el progreso es inevitable e ininterrumpido, y que depende de la
sucesión de las explicaciones antropomórficas, metafísicas y cientí­
ficas de los fenómenos naturales.

Vida de Comte

Comte (1 7 9 8 -1 8 5 7 ) nació en Monrpellier, Francia. A la edad de


dieciséis años el que iba a ser padre fundador de la sociología in­
gresó en la Escuela Politécnica, el centro más distinguido de Francia
en aquel tiempo. Sus profesores, en su mayor parte sabios matemá­
ticos y físicos, se interesaban poco por el estudio de los asuntos hu­
manos y de la sociedad. Pero el joven Comte se interesaba mucho
en él. Como gran parte de los filósofos de su tiempo, en especial
los filósofos sociales L. G. Bonald y Joseph de Maistre, se asustó
ante los efectos destructores de la Revolución francesa, ante el desor­
den creado por la destrucción violenta de grupos sociales intermedios
entre la familia y el Estado. En consecuencia, el mejoramiento de la
sociedad se convirtió pronto en la principal preocupación de Comte,
en la verdadera finalidad de su vida. Pero creía que para mejorar a la
sociedad es necesaria una ciencia teórica de la sociedad. Como esta
ciencia no existía, se dispuso a crearla. En su opinión, esta ciencia
nueva depende de otras ciencias, y en consecuencia decidió estudiar
toda la serie de ciencias teóricas que él identificó con la filosofía
positiva. A base de los resultados de esos estudios procuró formular
un sistema de leyes que gobiernan la sociedad, a fin de poder, a base
de ellas, postular un tratamiento curativo para aquélla.
Las proezas intelectuales de Comte, y aun la formulación de su
gigantesca empresa, fueron grandemente estimuladas por el hecho
de haberlo nombrado secretario suyo, a la edad de diecinueve años y
siendo aún estudiante de la Escuela Politécnica, el conde Henri de
Saint-Simon (1 7 6 0 *1 8 2 5 ). Aunque perteneciente a la aristocracia
francesa, Saint-Simon llegó a ser uno de los primeros y más pro­
minentes socialistas utópicos, uno de los pensadores sociales, quizás
,uno de los soñadores sociales, que creían que los problemas de la
sociedad de su tiempo podían ser resueltos reorganizando la produc­
ción económica, despojando a la clase propietaria de los medios de
producción, de libertad económica, que era el valor más estimado en
aquel tiempo. En un folleto publicado en 1813, Saint-Simon expuso
estas ideas:
La moral y la política se convertirán en ciencias "positivas”..
Se consumará la tendencia de muchas leyes particulares a ciencias
individuales hacia una sola ley que lo abarcará todo.
La ciencia será el nuevo poder espiritual.
Por lo tanto, la ciencia debe ser reorganizada, y de ese modo la
humanidad entrará en el tercer gran período de su historia, habiendo
terminado el primero, o preliminar, con Sócrates, y llegando el se­
gundo, o conjetural, hasta el tiempo mismo de los escritos de Saint-
Simon.
De 1817 a 1823 Comte y Saint- Simón colaboraron tan estrecha­
mente, que es imposible distinguir lo que se debe a cada uno de ellos.
Esa colaboración es especialmente señalada en la obra titulada Plan
de las operaciones científicas necesarias para la reorganización de la
so c ied a d Años más tarde Comte llamó a esa obra "el gran descu­
brimiento del año 1822”. En esa publicación sostenían los autores
que la política debe convertirse en física social, rama de la fisiolo­
gía; que cada rama de conocimientos pasará por tres etapas, la teoló­
gica, la metafísica y la positiva; y que la finalidad de la física social
era descubrir las leyes naturales e inmutables del progreso, que son
tan inevitables como la ley de la gravedad. Así, el programa de una
ciencia nueva (que más tarde se llamaría sociología) quedaba clara­
mente trazado y formulada la principal proposición de la teoría
sociológica de Comte: la ley de las tres etapas.
Poco después de haber publicado esa obra, Comte y Saint-SLmon
disolvieron su sociedad y empezaron a atacarse acremente el uno al
otro. Comte no volvió a encontrar nunca una situación estable y re-
muneradora, y vivió de la enseñan2a y el examen de matemáticas y
de otros expedientes análogos. Menudearon los desengaños personales
y los altercados con otros, y su aislamiento social aumentaba incesan­
temente. No obstante, para ayudarlo, un pequeño grupo de admira­
dores lo invitó a dar una serie de conferencias privadas sobre filoso­
fía positiva. Accedió Comte, y las notas de las conferencias fueron
publicadas gradualmente entre 1830 y 1842, constituyendo su volu­
minosa obra maestra: el Curso de filosofía positiva. Mientras trabajaba
en ella, Comte descubrió el principio de la higiene cerebral. Este descu­
brimiento, aplicado a su propia vida, significa que dejó de leer a fin de
que su mente no se contaminara de las ideas de otros. En sus años pos­
treros, entre 1S51 y 1854, escribió un tratado titulado Sistema de po­
lítica positiva, en cuatro volúmenes, en el que aplica sus hallazgos en
sociología teórica a la solución de los problemas sociales de su tiempo.
De este modo realizaba su finalidad inicial, el mejoramiento de la
sociedad; pero al hacerlo se desvió en parce del positivismo e intentó
formular una religión de la humanidad. Sin embargo, se encuentran
en la obra numerosas adiciones interesantes e importantes a la ante­
rior filosofía positiva del autor.

Premisas fundamentales

La teoría sociológica de Comte forma un sistema en el centro del


cual se encuentran dos proposiciones relacionadas: la ley de las tres
etapas y el teorema de que las ciencias teóricas forman una jerarquía
en la que la sociología ocupa la cima.
Las ciencias, dice Comte en la segunda de esas proposiciones, son
teóricas o prácticas (aplicadas). Las teóricas pueden dividirse en
descriptivas (concretas) y abstractas. Las primeras tratan de los fenó­
menos concretos, y las segundas se esfuerzan en descubrir las leyes
de la naturaleza que gobiernan esos fenómenos, determinando su
coexistencia y sucesión. Las ciencias teóricas abstractas forman una serie
o jerarquía en la que cada eslabón superior depende del anterior,
porque trata de fenómenos más concretos y complejos. La base de la
jerarquía la ocupan las matemáticas, que tratan de aspeaos abstractos
de todos los fenómenos. Sigue después la mecánica, que Comte casi
identifica con la astronomía, ciencia que en su tiempo hacía progresos
sorprendentes. A la mecánica siguen la física, la química y la biología.
V encima de todas se eregiría la nueva ciencia de la física social o
sociología.
La ley de las tres etapas significa, ante todo, que cada campo de
conocimiento pasa por tres periodos de desarrollo: teológico, meta-
físico y positivo. Pero las ciencias individuales no avanzan paralela­
mente; cuanto más alta está una ciencia en la jerarquía, más tarde
pasa de una etapa a otra. No podría ser de otro modo, porque las
ciencias más sencillas tienen que desarrollarse primero, y las más com­
plicadas después. Comte creía que todos los campos de conocimiento,
salvo uno, habían llegado a la etapa positiva. Con la aparición de la
sociología la serie quedaría completa,
Pero en el sistema de Comte la ley de las tres etapas es mucho
más que un principio que rige el progreso del conocimiento. El des­
arrollo y la educación del individuo deben pasar también por las
tres etapas, lo mismo que el desarrollo de la sociedad humana. El des­
arrollo y la organización social positivos dependen del conocimiento
científico, es decir, sociológico, de los fenómenos sociales. En otras
palabras, según Comte, "el gran descubrimiento del año 1822” iba
a convertirse en la idea directora de la reorganización de la sociedad,
sacudida por la Revolución francesa.
Comte estaba tan firmemente convencido de la certeza de sus opi­
niones, que envió un ejemplar de su Filosofía positiva al emperador
Nicolás I de Rusia, con una carta en la que daba por descontado que
el gobernante autócrata (que, cosa interesante, tenía una buena pre­
paración matemática) iniciaría reformas que elevarían a Rusia a la ca­
tegoría de sociedad positiva. Las pretensiones de Comte, como las de
muchos innovadores, y tal como lo hace ver este incidente, eran a
veces ridiculas.
Pero las premisas fundamentales de su teoría sociológica merecen
respetuosa consideración. La lista de ciencias abstractas hecha por
Comte es incompleta. Omitió la psicología, que consideraba una rama
de la fisiología, y las relaciones entre las ciencias individuales son más
complicadas de lo que él creía. Pero, en general, su división de las
ciencias resultó ser bastante sólida. La ley de las tres etapas es maní-
fiestamente inválida en el sentido que le daba su inventor. Pero las
primeras explicaciones de la naturaleza y de los hombres fueron casi
siempre religiosas, y las han seguido explicaciones filosóficas y, más
tarde, la ciencia empírica. Pero ninguna de las actitudes posteriores
invalidó por completo la actitud religiosa; más bien ha habido acumu­
lación y con frecuencia mezcla de las tres. Aun con esta corrección,
la ley de las tres etapas de Comte no puede, naturalmente, tomarse
como prueba de los hechos hoy conocidos. No obstante, en una forma
muy modificada puede ser percibida en una de las teorías más ambi­
ciosas de los días presentes, la de Sorokin (véase capítulo 2 0 ).

Im ciencia de la sociología
Lo que para Comte significaba la sociología lo indica su misma loca­
lización en el sistema de Jas ciencias: la sociología es la ciencia teórica
abstracta de los fenómenos sociales. En 1822, cuando él y Saint-Simon
concibieron la necesidad de esta nueva ciencia, escribió: “Poseemos
ahora una física celeste, una física terrestre, ya mecánica o química,
una física vegetal y una física animal; todavía necesitamos una más
y la última, la física social, para completar el sistema de nuestro cono­
cimiento de la naturaleza. Entiendo por física social la ciencia que
tiene por objeto el estudio de los fenómenos sociales considerados
con el mismo espíritu que los astronómicos, los físicos, los químicos
o los fisiológicos, es decir, sujetos a ileyes naturales invariables, cuyo
descubrimiento es el objeto especial de investigación.” Más precisa­
mente, el objeto era "descubrir a través de qué series fijas de trans­
formaciones sucesivas ha llegado gradualmente la especie liumana,
partiendo de un estado no superior al de las sociedades de los grandes
monos, al punto en que se encuentra hoy la Europa civilizada”.1 Comte
cambió de muy mala gana el nombre de física social de la nueva cien­
cia por el de sociología. En la última parte de su Filosofía positiva
dice que había inventado un nombre nuevo porque el viejo lo había
usurpado un científico belga que lo tomó para título de una obra
dedicada a materia tan baja como la simple estadística. La obra a
que se refiere es el Sobre el hombre y el desarrollo de las facultades
humanas: Ensayo sobre física social de Quételet (véase capítulo 4 ) ,
una de las aportaciones a las ciencias sociales que mayor influencia
ejercieron en el siglo X I X .
En Política positiva se propuso Comte dar más carne y más sangre
a la definición formal de sociología implícita en Filosofía positiva.
1 Tomado de 1a edición en ingles de Postttve Poiitics, vol. IV , «péndicc, pp. 1.49*50.
En un lugar pareció identificar la sociología con el estudio de la tota­
lidad de los fenómenos del entendimiento humano y las acciones de
ellos resultantes. En -otras partes limitó esa opinión diciendo que la
sociología no es el estudio del entendimiento como tal, sino el de los
resultados cumulativos del ejercicio del entendimiento. Como está fuera
de toda duda que no abandonó su concepción de la sociología como
ciencia teórica de los fenómenos sociales, la suma total de estos últi­
mos la identificaba él ahora con los resultados cumulativos del ejer­
cicio del entendimiento. Esta concepción de los fenómenos sociales es
análoga al concepto de cultura frecuentemente empleado por los so­
ciólogos contemporáneos, que ]o han tomado de ia antropología cul­
tural. En germen, ese concepto de la cultura estaba ya presente en la
obra de Comte mucho antes de que le concedieran estratégica impor­
tancia los antropólogos y los sociólogos modernos.

Metodología

Comte pensaba que el estudio de los métodos no podía separarse del


estudio de los fenómenos investigados con ellos. Por consiguiente, sus
opiniones metodológicas sólo pueden reconstruirse reuniendo palabras
dispersas en sus tratados.
Desde luego, la sociología debe emplear el método positivo: esto
iba implícito en el programa mismo de la nueva ciencia y se derivaba
de las premisas fundamentales de Comte. Pero, ¿qué es el método
positivo? En respuesta, Comte apenas dijo más que dicho méto­
do exigía la subordinación de los conceptos a los hechos y admitir ia
idea de que los fenómenos sociales están sujetos a leyes generales; de
otro modo, no podría construirse ninguna ciencia teórica abstracta
concerniente a esos fenómenos. De acuerdo con su concepto de la je­
rarquía de las ciencias, Comte reconocía que el sistema que formaban
las leyes sociales era menos rígido que el sistema de las leyes bioló­
gicas, el cual, a su vez, era menos rígido que el de las leyes físicas.
No obstante su buena preparación en matemáticas, negaba Comte
que el método positivo se identificara con el empleo de las matemá­
ticas y de la estadística. "La idea de tratar la ciencia social como una
aplicación de las matemáticas, para liacerla positiva, tiene su origen
en el prejuicio de los físicos según el cual no hay certeza fuera de
las matemáticas. Este prejuicio fue natural en un tiempo en que todo
lo que era positivo pertenecía al dominio de las matemáticas aplica­
das .y en que, por consecuencia, todo lo que éstas no abrazasen era
vago y conjetural, Pero desde la formación de las dos grandes ciencias
positivas que son la química y la fisiología, en las que no representa
ningún papel el análisis matemático y sin embargo se las considera
no menos ciertas que las otras, tal prejuicio sería absolutamente in­
admisible." 2 En una ocasión señala Comte los "vanos intentos de
varios geómetras para realizar un estudio positivo de la sociedad apli­
cando Ja engañosa teoría de las probabilidades”. También aquí tenía
presente la obra de Quételet. Merece advertirse que en la actualidad
existe una escuela ncopositiva (véase capítulo 15) que ve en la cuan-
tificación el ideal de toda ciencia, incluida la sociología. En este res­
pecto, difícilmente puede compaginarse el neopositivismo con las ideas
del fundador del positivismo.3
¿Cómo, pues, puede conquistarse el conocimiento positivo, según
Comte? Menciona cuatro procedimientos: observación, experimenta­
ción, comparación y método histórico.
La observación, o sea el empleo de los sentidos físicos, sólo puede
realizarse fructíferamente, como acertadamente señalaba Comte, cuan­
do la orienta la teoría. De los varios modos de observación, Comte
estimaba poco la introspección, es decir, la observación de los fenó­
menos que se producen en la mente del observador. Algunas de sus
afirmaciones en este respecto se anticipan a las de los behavioristas o
conductistas contemporáneos. Él miraba en otra dirección, y creía que
la frenología4 podía explicar mejor las variaciones de la conducta
humana. Comte sabía que la verdadera experimentación es casi impo­
sible en el estudio de la sociedad. Pero en la lengua francesa experiment
significa muchas veces observación dirigida. Sostenía que podían ha­
cerse comparaciones fructíferas entre las sociedades humanas y las
animales, entre sociedades coexistentes y entre las clases sociales de
una misma sociedad.
Por método histórico entendía Comte la búsqueda de leyes gene­
rales de la constante variación de las opiniones humanas, punto de
vista que refleja el predominante papel de las ideas manifiesto en la
ley de las tres etapas. El método histórico de Comte tiene poco en
común con los métodos usados por los historiadores que dan especial
importancia a las relaciones causales entre hechos concretos y sólo

2 Tomado de la edición en inglés de Positive Politiu, vol. IV, apéndice, pp. 123-24
3 Véase, no obstante, el punto de vista contrario en Voundations of Sociology,
de George Lundberg, pp. VIt-VllI.
< La frenología es una teoría seudocicntífica formulada por F. H. Gall (1 7 5 8 -1 8 2 8 )
según la cual las facultades mentales del hombre están estrechamente rt lacio nadas
con las peculiaridades del cráneo.
inciden talmente formulan leyes generales. Pero Comte sólo decía lo
que debe hacerse y no cómo debe hacerse. En sus tratados presenta
muchas inferencias de hechos históricos; pero esas inferencias rara vez
son convincentes y parece haber llegado a ellas por deducción basada
en la ley de las tres etapas más bien que por verdadera inferencia.
Hay que mencionar otros dos puntos de importancia metodológica.
El primero es que, en opinión de Comte, la sociedad es en cierto modo
. como un organismo en el que se conoce /el conjunto mejor que las
partes.5 De esta proposición sacaba él la conclusión un tanto inconse­
cuente de que los estudios especializados, tales como los económicos,
son engañosos, porque nunca debe introducirse en la ciencia un hecho
social tomado como fenómeno aislado. Además, censuraba a los eco­
nomistas de su tiempo por su resistencia a admitir la posibilidad de
todo orden en la sociedad excepto el que por sí mismo se establece
automáticamente. Comte creía que, además de ese orden espontáneo,
podía establecerse otro planeado a base del conocimiento de leyes so­
ciales y su racional aplicación a problemas y situaciones concretos.
El segundo es que en 1a obra de Comte hay una sugerencia que se
adelanta en más de cincuenta años a una notable aportación de Max
Weber (véase capítulo 1 4 ). Comte consideraba los tipos sociales como
"límites a los cuales se acerca cada vez más la realidad social sin poder
alcanzarlos nunca”. Se percibe en esta afirmación la influencia de la
preparación matemática de Comte, pero también, en forma rudimen­
taria, el tipo ideal de Max Weber, excelente instrumento lógico para
el análisis sociológico. Corrobora esta afinidad una afirmación de
Comte que indica cómo usar esos tipos al estudiar fenómenos socia­
les. Los casos intermedios, es decir, los casos no coincidemes con nin­
gún tipo ideal, deben estudiarse — decía— bajo la influencia de un
análisis exacto de los dos casos o tipos extremos. Esto quiere decir
que un caso intermedio puede ser entendido mejor determinando cuán­
to de uno y de otro de los tipos extremos opuestos está incorpo­
rado en él.

Sociología estática y dinámica

La sociología de Comte se divide en dos grandes partes, estática y


dinámica. Es ésta una división tomada de la biología (que en los días
6 Referida a un organismo, Ja observación es correcta; aun sin preparación es­
pecial puede comprenderse la conducta de ur. hombre, un perro o un gato. mientras
<jue el conocimiento del funcionamiento de las partes, u órganos, exige cierto estu­
dio. Pero, referida a la sociedad, la proposición difícilmente puede sostenerse.
de Comte se llamaba fisiología), y por lo tanto estaba de acuerdo
con su idea de la jerarquía de las ciencias y la posesión por éstas de
rasgos comunes.
La estatua comprende el estudio de las condiciones de la existencia
de la sociedad, mientras que Ja dinámica requiere el estudio de su
continuo movimiento, o de las leyes de Ja sucesión de las etapas indi­
viduales. El hecho principal de la estática es el ordea; el hecho prin­
cipal de Ja dinámica es eJ progreso. Dicho más explícitamente, la está­
tica es una teoría del orden, que equivale a Ja armonía entre las
condiciones de la existencia en sociedad del hombre, mientras que la
dinámica es una teoría del progreso social, que equivale al desarrollo
fundamental, o evolución, de la sociedad. Pero orden y progreso se
relacionan entre sí estrechamente. Ningún orden social real puede
establecerse si es incompatible con el progreso^ y no es posible un
progreso duradero si no se consolida mediante el orden. El estudio de
ambos aspectos sólo con fines analíticos puede separarse. Las leyes
estáticas y dinámicas deben mantenerse unidas a través del sistema.
En la actualidad, esta optimista identificación de la estática con el
orden y de la dinámica con el progreso ya no es aceptada. Pero la
división fundamental de la sociología hecha por Comte aún sigue en
uso, si bien expresada en términos diferentes, tales como estructura
social y cambio social, categorías familiares a Jos estudiantes todavía
no graduados.

Estática: consenso

En .opinión de Comte, el orden social total se establece de acuerdo


con las leyes de la naturaleza. Todo orden particular puede contener
muchas, y a veces graves, deficiencias, pero esa situación puede ser
rectificada por la intervención racional de seres humanos. Esta con­
cepción está de perfecto acuerdo con las ideas de Comte acerca de
la relativa flexibilidad de las leyes sociales. Pero el orden sólo es
posible sobre la base de cierta comunidad de las ideas sustentadas por
quienes forman una sociedad; por lo tanto, no puede concederse la
absoluta libertad de opinión.
El hecho fundamental del orden social es el consensns universalis,
la necesaria correlación entre los elementos de la sociedad. Ese con­
senso existe en todos Jos dominios de la vida, pero alcanza su apogeo
en la sociedad humana. Hay consenso entre las ciencias, entre las
ciencias y las artes, en las instituciones políticas, entre la sociedad civil
y la política, entre las costumbres y las ideas. Se pretende en ocasio­
nes que Comte no pudo identificar las compatibilidades y las inter­
conexiones institucionales necesarias o requeridas. Pero eso es erróneo
en parte, porque, al exponer los detalles de su ley de las tres etapas,
Comte toca muchos puntos concernientes a esas correlaciones.
El consensus universalis es para Comte la base misma de la solida­
ridad, así como la base de la división del trabajo social. Esta última
revela una vez más que la sociedad es análoga a un organismo. En
éste y en aquélla desempeñan funciones específicas órganos especí­
ficos, pero siempre solidarios. Aquí, como en otras partes, útil iza Comte
la analogía orgánica, aunque no identifica nunca la sociedad con un
organismo biológico. Hay una gran diferencia entre ambas cosas, in­
sistía. Los organismos son esencialmente inmutables, mientras que la
sociedad es capaz de inmensos mejoramientos sí se la guía de acuerdo
con principios científicos. Esta afirmación refleja la fe de Comte en el
progreso y su convicción de que la sociedad humana sólo puede ser
mejorada sobre la base de la ciencia social positiva.
La división del trabajo social — prosigue Comte— es la causa
fundamental de la creciente complejidad de la sociedad; por lo tanto,
hay que estudiar cuidadosamente la solidaridad y la cooperación. De
aquí la importancia que concede al altruismo, otra palabra acuñada
por él. El consejo del padre de la sociología relativo al estudio de la
solidaridad social no fue escuchado hasta muy avanzado el siglo xix,
cuando otro gran sociólogo, Émile Durkheim, analizó ese fenómeno
en una serie de importantes obras (véase capítulo 9 ) ■

Estática: estructura social

Comte distinguía tres planos en la sociedad: el individuo, la fa­


milia y las combinaciones sociales, la más alta de las cuales es la
humanidad misma. Sin embargo, eliminaba al individuo del estudio
sociológico porque un sistema debe estar constituido sólo por fenó­
menos homogéneos. Por consiguiente, la unidad social básica no es
el individuo, sino la familia.
No obstante, tuvo en cuenta el persistente problema sociológico
de las relaciones entre la sociedad y el individuo. En la sociedad
— decía— se observa la constante y regular convergencia de las acti­
vidades de innumerables individuos. Cada individuo vive su propia
vida, indudablemente; pero tiene también una disposición espontánea
a participar en el desarrollo común a todos, sin consultar a los demás
y creyendo que no hace otra cosa que obedecer a sus propios impulsos.
Fundamentalmente, pues, el individuo y la sociedad son inseparables,
y únicamente se íes separa para fines de análisis abstracto.
(ionice dijo muchas cosas interesantes acerca de la familia, unidad
stxial básica. Por ejemplo, afirmó que la familia posee un grado
particular de unidad, un caráccer moral que la diferencia de las demás
unidades sociales. En la vida de familia — observa— no predomina
l;t reflexión; las necesidades son prontamente satisfechas a base de
simpatía. Las familias pueden existir en estado de aislamiento, pero
comúnmente no lo hacen. Mediante su coordinación nacen combina­
ciones sociales, tales como las ciases sociales y las ciudades, basadas
en la cooperación deliberada. De las numerosas combinaciones sociales
G>mte estudió cuidadosamente sólo las de tipo político o Estados.
Lamentaba que la Revolución francesa hubiera destruido grupos
intermedios entre Ja familia y el Estado y esperaba su restauración.
En relación con el Estado, Comte no añadió mucho a las-conclu­
siones ya formuladas por los filósofos políticos. El orden político
— decía— es algo artificial; pero, por otra parte, es una variedad
del orden natural hacia el cual tienden todas las sociedades humanas.
El orden político es natural porque no puede existir ninguna sociedad
sin gobierno, y el gobierno es posible por el generalizado deseo de
mandar y también porque muchas personas desean ser libradas de la
carga de tomar por sí mismas las decisiones necesarias.

Dinámica: evolución y progreso

Comte presenta la dinámica social como historia sin nombres de


individuos ni de pueblos. La tarea consiste aquí en el descubrimiento
de un orden abstracto en que se han seguido uno a otros los grandes
cambios de la civilización humana. A través del movimiento debe
conservarse la solidaridad, pues de otro modo el movimiento tendría
por consecuencia la completa descomposición del sistema social. Por
lo tanto, no pueden tener Jugar desarrollos aislados de aspecros indi­
viduales de la vida social, ni ser estudiados como tales. Esta concep­
ción se basa en las opiniones metodológicas generales de Comte y en
sus ideas sobre el consemus universalis.
JLa dinámica social debe empezar con el estudio del desarrollo como
tal. Pero después hay que resolver si desarrollo es equivalente de
progreso. El aumento de Ja población y el desenvolvimiento de las
capacidades mentales parecen demostrar que ése es el caso. Comte
compartía la opinión predominante de que los niños salvajes no podían
desarrollarse tanto como los niños nacidos en sociedades adelantadas.
Su concepto optimista del progreso se reforzó al aceptar la teoría de
que los rasgos adquiridos por un individuo durante su vida podían
ser transmitidos biológicamente a los descendientes, opinión susten­
tada por el fisiólogo Lamarck (1 7 4 4 *1 8 2 9 ). La biología contempo­
ránea, salvo en una curiosa versión de la Rusia soviética, niega esa
posibilidad.
Según Comte, el desarrollo progresivo no sigue una línea recta.
No sólo tienen lugar oscilaciones, sino que la velocidad del progreso
puede ser modificada por la intervención humana.
Para él, la evolución social es una continuación de la progresión
general que empieza en el reino vegetal. Las grandes series sociales
corresponden a las grandes series orgánicas, no a la sucesión de las
edades de un solo organismo. Esta idea es un elemento esencial en un
sistema de pensamiento que destaca el progreso continuo, ya que la
curva correspondiente a las edades de un organismo muestra descensos
y ascensos.
La naturaleza humana se ha desarrollado en el curso de la evo­
lución social, pero no se han añadido nuevas facultades a las origi­
narias. Como corolario, el estudio de la evolución debiera empezar con
las nociones formuladas en fisiología relativas a los hombres primi­
tivos, aunque Comte hizo muy poco uso efectivo de ese material.
En el curso de la evolución social — dice Comte, repitiendo una
de las ideas favoritas de Saint-Simon— es manifiesto un antagonismo
básico entre ios instintos de innovación y de conservación. Esta con­
cepción se anticipa a la doctrina de Vilfredo Pareto sobre la circu­
lación de las minorías o élites (véase capítulo 1 3 ).
Finalmente, Comte formuló una opinión que sirve de base a gran
parte del trabajo de los evolucionistas posteriores. Según él, el estudio
del progreso era notablemente facilitado por el hecho de que el des­
arrollo de todas las sociedades está gobernado por las mismas leyes,
de suerte que la formulación de principios generales pueden emjjezar
con el estudio de los progresos hechos por la vanguardia de la huma­
nidad. Para Comte esa vanguardia era Francia, evidentemente.

Dinámica: los factores del progreso

La teoría sociológica de Comte relativa a los factores de progreso


empieza con la afirmación de que el progreso es observable en todos
los aspectos de la sociedad. El progreso es físico, moral (hacía sen­
timientos más generosos y nobles), intelectual, político. Pero el
aspecto intelectual es fundamental y muy visible — la historia está
dominada por el desenvolvimiento de las ideas— y, en consecuencia,
la historia de la filosofía es de capital importancia. Con frecuencia
parecen los hombres primordialmente preocupados con la satisfacción
de necesidades materiales y, en realidad, es indudable que el progreso
se manifiesta en el dominio de las fuerzas de la naturaleza. Pero
Comte sostenía que el desarrollo intelectual producía y estimulaba el
desarrollo material.
El análisis que Comte hace de los factores de progreso lo lleva a
estudiar aquellos de que depende el desarrollo intelectual. Pero esta
cuestión queda en gran parte sin resolver. Se supone que los prin­
cipales factores de progreso intelectual son el tedio (que produce
un impulso hacia la innovación) y el miedo a la muerte. Pero cuando
estudió los factores de progreso en general (no sólo los del progreso
intelectual), Comte destacó el aumento de la densidad de la población,
que produce una mayor cspecialización en la división del trabajo social.
En consecuencia, los individuos se ven obligados a hacer esfuerzos
mayores para asegurarse la subsistencia, y la sociedad se ve obligada
a regular con mayor energía las situaciones dimanadas de las diferen­
cias cada vez mayores entre los individuos.
Finalmente, Comte estudió el problema de la diferencia de veloci­
dad del progreso. En esto se daba cuenta de la insuficiencia de sus
pruebas y del carácter conjetural de sus conclusiones: las diferentes
aptitudes de las razas y, probablemente, la superioridad de la blanca;
el papel de las diferencias climáticas, siendo las más favorables para el
progreso las condiciones de la cuenca del Mediterráneo; y la opinión
de que la acción política puede acelerar o retrasar el progreso. No
negó el papel de los genios en el desenvolvimiento histórico, pero los
creía agentes de movimientos predeterminados.

Dinámica: las etapas del progreso


Las etapas fundamentales del progreso fueron descritas en las
proposiciones que Comte llamó "el gran descubrimiento del año
1822”. Comte creía, no obstante, que era necesaria una exposición
filosófica de la ley de Jas tres etapas, exposición que sometiese la ley
■a la naturaleza humana. Esto podía hacerse fácilmente, creía él, ya
que el desarrollo individual pasa a través de las tres mismas etapas que
el desarrollo sociaJ.
En el curso del extenso estudio del desarrollo de las sociedades
más adelantadas, que son la vanguardia de ia humanidad, Comte esta­
bleció correlaciones entre las etapas intelectuales básicas y las etapas
del desenvolvimiento de la vida material del hombre, los tipos de
unidades sociales, los tipos de orden social y los sentimientos predo­
minantes en cada etapa y grupo. Esas correlaciones son las siguientes:

Aspecto Aspecto Tipo de uni­ Sentimiento


intelectual material dad social predominante
Teológica Militar Familia Doméstico Cariño
Metafísica Legalista Estado Colectivo Veneración
Positiva Industrial Especie Universal Benevolencia
(humanidad)

Comte sometió la primera etapa, la teológica, a un estudio más


detallado que las otras dos, probablemente porque la etapa positiva
acababa de empezar y la metafísica había durado mucho menos tiempo
que la primera. Subdividió la etapa teológica en cinco subetapas, a
cada una de las cuales atribuía determinadas aportaciones al progreso.
Tales subetapas y sus aportaciones eran las siguientes:

Fetichismo Familia
Politeísmo (imperios orientales) Estado, propiedad territorial
Politeísmo intelectual (Grecia) Aportaciones intelectuales
Monoteísmo social (Rom a) Patria
Monoteísmo defensivo (mundo Emancipación de la mujer y de los
católico ) trabajadores

Juicio retrospectivo de Comte

Está de moda en la actualidad restar importancia al papel de Comte


en el desarrollo de la teoría sociológica. De una parte, suele decirse
que Comte hizo muy pocas aportaciones originales: la mayor parte
de sus ideas se encuentran en numerosos predecesores. De otra parte,
se dice con frecuencia que Comte no hizo más que elaborar un
programa de sociología y no formuló una teoría sociológica. Esta
afirmación es algo injusta con Comte. Es cierto que gran parte de sus
aseveraciones reproducen, en forma modificada, ideas dispersas a través
de la milenaria historia de la filosofía social; pero las combinó de
tal manera que dio la señal para un desarrollo rápido y más fructí­
fero del conocimiento relativo a las relaciones interpersonales, a los
grupos sociales, a la cultura y a la estructura y los cambios sociales.
Por otra parte, todo sociólogo sabe que todas las invenciones — y la
creación de una ciencia nueva llamada sociología fue una invención
cultural— son primordialmente una recombinación de elementos ya
preexistentes en la cultura.
En la obra de Comte encuentra el lector atento una enorme riqueza
de ideas que se anticipan a la mayoría de las tendencias observables
en la historia de la sociología hasta el momento presente, así como
gran número de proposiciones concernientes al ámbito y método de la
sociología. Muchas veces esas proposiciones han sido redescubiertas
por sociólogos posteriores, en ocasiones haciendo referencia al padre
fundador de su ciencia, y más frecuentemente sin ninguna referencia
a él. Además, Comte ha señalado el camino hacia la definición mo­
derna de la sociología y sus divisiones fundamentales. Es cierto que,
bajo la influencia de Spencer, la sociología se desvió de la concep­
ción formulada por Comte y se convirtió en una ciencia concreta (ge­
nética) que describe un proceso único, el de la evolución de la so­
ciedad humana; pero al decaer el evolucionismo, la sociología (por
lo menos su núcleo central) volvió, aunque con modificaciones, a la
concepción comtiana.
Es verdad que la sociología contemporánea no se limita a repetir la
definición de Comte, que resulta demasiado amplia, pues incluye las
partes teóricas de ciencias sociales especiales (economía, ciencia po­
lítica, jurisprudencia, etc.). Por otra parte, la sociología no se ha
limitado a formular proposiciones teóricas, se ha dilatado por el campo
de la actividad práctica y se ha convertido en consejera de hombres de
buena voluntad que desean mejorar 1a sociedad humana. (Comte in­
ventó su ciencia nueva como instrumento necesario para la reforma
social.) Finalmente, la sociología ha realizado una respetable cantidad
de trabajo descriptivo, siempre que no hacía acto de presencia otra
ciencia para realizar la tarea de describir fenómenos sociales especí­
ficos. Pero esos diversos desarrollos se unifican, muy significativa­
mente, sólo en relación con la sociología teórica, y este tipo de socio­
logía se va convirtiendo gradualmente en lo que Comte quería
que fuese.
Más específicamente, Comte sugirió soluciones para los problemas
fundamentales de la investigación sociológica. Nunca definió la so­
ciedad, pero fácilmente se advierte que para él la sociedad estaba for­
mada por las familias y por combinaciones sociales que culminan
en las naciones y en la humanidad. Llegó a acercarse mucho a la
formulación de la idea contemporánea de la cultura como suma total
de las realizaciones de las mentes humanas en acción recíproca unas
sobre otras. No eligió ninguna unidad social determinada para anali­
zarla, pues creía que, en relación con la sociedad, el todo era mejor
conocido que las partes. Entendió correctamente la influencia recí­
proca siempre presente entre el individuo y la sociedad. Creyó en la
existencia de un factor prepotente de cambio social: el desarrollo
de las ¡deas, y pudo, en consecuencia, ser considerado como uno de
los deterministas ideológicos. Pero comprendió también el efecto
del crecimiento de la población y de su densidad. Definió^ la sociolo­
gía al situarla en su jerarquía de las ciencias teóricas abstractas: la
sociología es la ciencia teórica abstracta de la sociedad. Empleó pre­
dominantemente el que él llamó método histórico, que en realidad
era principalmente una ordenación de hechos históricos seleccionados a
la luz de su concepto de la evolución social. Durante mucho tiempo
fue ése el método de la sociología. Era, desde luego, un método
defectuoso. También lo era la premisa fundamental de su teoría, la
fe en la evolución hacia el progreso.
Pero el evolucionismo de Comte no era del tipo determinista formu­
lado algunos años después por Spencer y lógicamente conducente a la
adhesión estricta al principio del laissez faire. Por el contrario, creía
que el progreso podía ser acelerado y facilitado por la acción polí­
tica basada en el conocimiento positivo. En este respecto, preparó el
camino a la idea de la tele sis social expuesta posteriormente por
Lester Ward, quien reconoció plenamente su deuda con Comte.
Muchas de las afirmaciones y conjeturas de Comte han resultado
erróneas. Fue un mal metafísico precisamente porque creía que había
acabado con la posibilidad misma de la metafísica; fue un mediocre
pensador religioso, aunque creía firmemente que la religión era uno
de los pilares de la sociedad. En cuanto a su teoría sociológica, se la
puede considerar como un salto prematuro desde el plano de la obser­
vación y de las inferencias directamente basadas en ella al plano de
la "teoría”.
Mientras Comte vivió, su obra pasó inadvertida en Francia. Los
estudiosos ingleses, en particular John Stuart Mili (1 8 0 6 -7 3 ) fueron
los primeros en interesarse en las opiniones y la persona de Comte;
pero Spencer lo rechazó desdeñosamente. A través de autores ingleses,
las ideas de Comte penetraron en Alemania y de Alemania volvieron
a Francia, donde el más grande de los sociólogos de fines del siglo x ix ,
Durkheim, dio a la sociología un nuevo impulso en el que se advierten
muchas ideas comtianas. La obra de Comte ha ejercido también gran
influencia sobre la sociología rusa (Kovalevsky, Sorokin) y sobre la
sociología norteamericana (especialmente en W ard).
Merece señalarse que un libro publicado en los Estados Unidos
en 1953, The Nature and Elements of Sociology, por MacQuilkin
DeGrange, intenta revivir la sociología de Comte. Las ideas de Comte
sobre la sociedad expuestas en Política positiva se combinan con
adquisiciones relativamente recientes de teoría sociológica, en par­
ticular con la comprensión del papel de la cultura (acumulaciones
colectivas) y con la transición de la analogía orgánica a un punto de
vista sistemático.
H E R B E R T SPEN C ER

Hcrbcrt Spencer (1 8 2 0 *1 9 0 3 ), el segundo padre fundador de la socio­


logía, pertenecía a una familia de la clase media. No asistió nunca a
una escuela ordinaria, recibió enseñanza en el hogar y por breves
períodos en pequeñas escuelas particulares. Su preparación, como él
mismo lo reconoce en su autobiografía, sólo en matemáticas fue
buena. No estudió sistemáticamente materias tales como Ja historia
natural, Ja literatura o la historia, cosa sorprendente si se tiene en
cuenta que escribió tratados notables de biología y de psicología.
Siendo aún muy joven entró en los negocios, en el campo de la
ingeniería ferroviaria. Después pasó al periodismo y llegó a ser di­
rector de The Economist, una de las publicaciones inglesas más im­
portantes. Al cabo de algunos años dimitió ese cargo y decidió ganarse
la vida como escritor independiente. Nunca sufrió pobreza, pero sus
obras no lo enriquecieron. Sus principales tratados fueron publicados
a plazos cuya regularidad, por lo menos al principio, fue siempre
precaria, ya que Jos ingresos dependían de un número suficiente de
subscriptores, Ja mayor parte de los cuales eran norteamericanos.

Obras de Spencer
La carrera literaria de Spencer comenzó con una serie de artículos pu­
blicados el año 1842 en The Nonconformist. el primero de ios cuales
se tituló ''The Proper Sphere of Government" (La esfera propia del
gobierno), en el que exponía la opinión de que la adaptación
del hombre a sus funciones sociales se produce mejor cuando sus rela­
ciones con la sociedad no son artificialmente intervenidas. Esta teoría
de laissez faire siguió siendo uno de los motivos constantes de sus
escritos sociológicos y políticos. En 1850 apareció Social Statics (Es­
tática social) , su primer libro, en el que ofrece un anticipo de su teoría
sociológica: tanto en los organismos como en la sociedad, el progreso es
el paso de una situación en que partes iguales desempeñan funcio­
nes iguales a otra situación en que partes diferentes desempeñan fun­
ciones diferentes, o sea, el paso de lo uniforme a lo multiforme.
Algunos críticos manifestaron la opinión de que el título del libro
había sido tomado de Comte. Spencer replicó enojado que en el tiem­
po en que lo había escrito Comte no era para él más que un nombre
y que el primer título de Ja obra había sido Hemostática.
49
En los años que siguieron a la publicación de Estática social, Spen­
cer hi20 algunas de las aportaciones más notables a la teoría biológica
de su tiempo, destacando el hecho de que el desarrollo de un orga­
nismo se caracteriza por el paso de la homogeneidad o uniformidad
de estructura a la heterogeneidad o mulciformidad. Como él dice en
su autobiografía, a mediados de 1850 tuvo una inspiración: súbitamen­
te se dio cuenta de que el paso de la homogeneidad a la heterogenei­
dad era la ley universal del progreso, tanto en el orden inorgánico
como en el orgánico o el superorgánico (social).
Unos años más tarde una nueva inspiración le permitió penetrar
en el fondo causal de esa tendencia: la inestabilidad de lo homogéneo.
Esta idea le permitió dar un paso decisivo hacia la que él llamó etapa
totalmente deductiva de su investigación, en otras palabras, hacia la
formulación de una teoría. Esta teoría se fundó desde el principio
sobre la ciencia física.
En 1859 publicó Charles Darwin su Origen de las especies, spencer
se asimiló rápidamente los nuevos conceptos darvinianos. Tenían
algún parentesco con sus propias ideas y observó, muy caracterís­
ticamente, que había sido el primero en descubrirlos, refiriéndose a
dos de sus artículos publicados el año 1852 en la Westminster Revietu,
En uno de ellos había dicho: "Cierta parte de la especie se hará li­
geramente más heterogénea. En ausencia de cambios sucesivos en las
circunstancias, la selección natural actuará relativamente poco”. Éstas
son, desde luego, anticipaciones de las ideas de E>arwin. En obras pos­
teriores de Spencer se encuentran expresiones como "supervivencia
de los más aptos”, y afirmaciones como la de que la conquista de un
pueblo por otro ha sido en lo esencial la victoria de lo social sobre
lo antisocial, o del mejor adaptado sobre el peor adaptado.
Hacia 1860 emprendió Spencer una empresa casi sobrehumana: la
redacción de un sistema de filosofía sintética, en el que unificaría to­
dos las ciencias teóricas de su tiempo. El primer volumen, titulado
Los primeros principios, apareció en 1862. La parce siguience, sobre
Ja evolución inorgánica, fue omitida, como relata en su autobiografía,
por miedo a no disponer de tiempo bastante para acabar las partes
restantes y de mayor importancia de su empresa. Esas partes fue­
ron: Principios de biología (1 8 6 4 -6 7 ), Principios de psicología (1870-
1 2 )y1 Principios de sociología (1 8 7 6 -9 6 ), y Principios de ética (1879-
9 3 ) . La publicación de los Principios de sociología /ue precedida de

1 Escrita» originalmente en 1850 y tantos, y revisados completamente para que


fo: masco paite de la Synthctic P bihíopby (Filosofía sintética).
un libro independiente titulado El estudio de la sociología (1 8 7 3 ), el
más legible de los tratados sociológicos de Spencer.
En Los primeros principios Spencer descartó la teología como cien­
cia de lo definitivamente incognoscible. (Esta frase, dicho sea de
pasada, satisface tanto a los hombres religiosos como a ios ateos.) El
libro trata primordialmente de fenómenos físicos. No obstante, en
esta obra el sistema sociológico de Spencer está casi completo, y los
Principios de sociología posteriores son esencialmente Ja elaboración
de ideas publicadas en 1862. Por esto hay que tratar a Spencer como
uno de los primeros sociólogos.
Después de publicados Los primeros principios, brotaron en la
mente de Spencer nuevas ideas relativas a la conexión entre la cre­
ciente integración de la materia y la disipación concomitante del mo­
vimiento. En 1867 estaba completo su sistema de ideas, que no sufrió
después ningún cambio. Sus nuevas ideas fueron incorporadas a edi­
ciones revisadas de Los primeros principios y de Estática social.

La teoría evolucionista

JLa verdadera base del spencerismo es la teoría de la evolución. En


Los primeros principios se formulan tres leyes fundamentales: prime­
ra, la ley de la persistencia de la fuerza, Jo que significa Ja existencia
y la persistencia de una causa última que trasciende al conocimiento
humano; segunda, la ley de la indestructibilidad de la materia (éste
era uno de los descubrimientos físicos recientes en aquel tiempo, inva­
lidado en la actualidad) ; y tercera, la ley de la continuidad del movi­
miento, lo que significa que la energía pasa de una forma a otra, pero
perdura siempre. A ellas se añaden cuatro proposiciones secundarias:
la persistencia de la relación entre las fuerzas, o la uniformidad de la
ley; la transformación y equivalencia de las fuerzas; la tendencia de
todas las cosas a moverse siguiendo la línea de menor resistencia y
de mayor atracción; y por último, el principio de la alternación o rit­
mo del movimiento. Algunas de estas proposiciones las tomó Spencer
de la física de su tiempo.
Spencer había formulado siete leyes y advirtió que podía expresar
unitariamente su resultado. La tendencia de la época se dirigía a re­
ducir la multitud de leyes diferentes a algunas formas generales. Spen­
cer pensó que el resultado unitario de aquellas siete leyes podía formu­
larse como la ley de la evolución, que en su opinión era la ley suprema
de todo devenir. La forma que Spencer dio a esta ley es una definición
muy engorrosa. "La evolución — dice— es una integración de la ma­
teria y una disipación concomitante de movimiento, durante las cua­
les la materia pasa de una homogeneidad indefinida e incoherente a
una heterogeneidad definida y coherente, y el movimiento que sub­
siste sufre una transformación paralela." 2
La parte importante de esta concepción es la que ya había sido
expuesta en Estática social, a saber, la tendencia de lo homogéneo o
uniforme a hacerse heterogéneo o multiforme. ¿Constituía esa ten­
dencia una necesidad? Spencer creía que sí. Sostenía que lo homo­
géneo es inestable por sí mismo, y que no puede permanecer en ese
estado a causa de que los efectos diferentes de fuerzas persistentes
sobre partes diversas de lo homogéneo tienen que producir diferencias
que se manifestarán en el desarrollo futuro.
Spencer intentó demostrar su fórmula evolucionista en el orden
sintético, sintético en el sentido de unificar todas las ciencias. Procuró
demostrar que hay redistribución de materia y de movimiento, la cual
produce el paso de lo uniforme a lo multiforme en todos los mundos
del ser, en los cuerpos celestes, en los organismos y en las sociedades,
aunque reconocía que este proceso se realizaba de modos diferentes.
Spencer reforzaba su argumentación con ejemplos. Las sociedades
— decía— constantemente ajustan su población a los medios de sub­
sistencia; había leído a Malthus y le había impresionado mucho su
Ensayo sobre la población (1 7 9 8 ). En general la oferta y la demanda
se ajustan la una a la otra. Las instituciones políticas están en armo­
nía con los deseos del pueblo. Una sociedad de negocios es, en la
práctica, una unión en que la autoridad de uno de ios socios es reco­
nocida tácitamente como superior a la de los demás.
El estudio de los escritos de Spencer suscita inevitablemente la cues­
tión de si creía que la evolución, que es la ley del devenir, se dirigía
en verdad hacia el progreso, de si la evolución es en realidad la ley
de todo devenir. Spencer negó algunas veces esta interpretación. En
la cuarta edición de Los primeros principios, publicada en 1880, dice:
"Se supone erróneamente que la teoría de la evolución implica una
proclividad intrínseca en cada especie hacia una forma superior. Aná­
logamente, suponen muchos que la transformación que constituye la
evolución implica una tendencia intrínseca a experimentar los cam­
bios que expresa la fórmula de la evolución”.3 Pero — dice— el avance
de la evolución no es fatal, depende de ciertas condiciones. La fre­

2 Tomado de la edición en inglés de Los primeros principios, p. 4 0 7 .


3 P. 4 8 1 .
cuente presencia del proceso de disolución, opuesto a la evolución, el
movimiento de lo multiforme hacia lo uniforme, revelan que, cuando
no se dan las condiciones esenciales, tiene lugar con igual facilidad
el proceso contrario. El progreso de un organismo social hacia estruc­
turas más heterogéneas y más definidas se prosigue sólo mientras si­
guen operando las acciones que producen esos efectos. A base de estas
afirmaciones, podría estar justificado concluir que a Spencer no se le
puede culpar de sostener la presencia incesante de la evolución ni
de que ésta lleve siempre al progreso. Pero veamos algunas otras de
sus afirmaciones.
En El estudio de la sociología dice Spencer: "La evolución no mo­
dificará su dirección general más en esta que en otras cosas; seguirá
los mismos lincamientos que hasta ahora”.4 En otro lugar dice:
'Las semillas de la civilización existentes en el hombre originario y
distribuidas sobre la tierra era seguro que encontrarían en el trans­
curso de tiempo acá y allá circunstancias favorables a su desarrollo”.6
En otras palabras, creía entonces que el hombre estaba por su natu­
raleza predestinado al progreso.
Estas contradicciones (que revela claramente la comparación de
las ideas de Los primeros principios en sus últimas ediciones con las
de El estudio de la sociología y de la Estática social) quizás puedan
conciliarse. En principio, pueden darse condiciones que dirijan el
proceso del cambio hacia la disolución, opuesta a la evolución (de lo
multiforme a lo uniforme), mas de hecho han prevalecido condicio­
nes que han dirigido el proceso hacia el progreso. Pero la obra
sociológica de Spencer está dominada por la idea de que a través de
todos los tiempos ha habido realmente evolución social, y que esta
evolución se ha movido incesantemente de lo uniforme a lo multi­
forme, es decir, hacia formas cada vez más progresivas. Parece indu­
dable que Spencer fue un apóstol de la evolución unilineal hacia
el progreso.

La ciencia de la sociología

Como Comte, cuyas obras leyó en sus últimos años y criticó severa­
mente, Spencer admitía la posibilidad de una ciencia de la sociología,
palabra ésta que reconocía de mala gana haber tomado del maestro
francés. ¿Por qué es posible una ciencia de la sociedad? En la sociedad

* P. 309.
6 Tomado de la edición eo inglés de Estática social, edición revisada, p. 238.
■—dice Spencer— hay orden de coexistencia y de progreso. Si hay
orden, los fenómenos correspondientes pueden constituir el asunto de
una ciencia que, como él dice, puede ajustarse a la forma deductiva,
en otras palabras, puede ser una ciencia teórica. Pero — añadía— la
materia de la sociología es muy peculiar. Siendo único el proceso so­
cial, la sociología es una ciencia que debe explicar el estado presente
de la humanidad atendiendo a las fases iniciales de la evolución y
aplicándoles las leyes de la evolución. .Esperaba explicar el presente
conocido por medio del pasado desconocido y conjetural. Esca actitud
procedía de la opinión general de Spencer según la cual la evolución
era la ley suprema de todo devenir.
Es interesante que, aunque Spencer escribió varios tratados de so­
ciología — Estática social, El estudio de la sociología y Principios de
sociología— y que gran parte de Los primeros principios es una intro­
ducción a la sociología, nunca hizo una definición formal de esa dis­
ciplina. Para él, la sociología era la ciencia de los fenómenos super-
orgánicos, o más exactamente, de la evolución superorgánica.
El concepto que Spencer tenía de lo superorgánico (palabra que
todavía empican algunos escritores) es que ha habido continuidad en
la evolución: primero, evolución en el mundo inorgánico de la ma­
teria sin vida, después evolución en el mundo orgánico o viviente, y
por último evolución en las combinaciones de organismos vivientes
en sociedades. Evolución superorgánica es una expresión hermosa, pero
sólo tiene sentido si denota una clara concepción de la naturaleza de
la sociedad, cuestión que, infortunadamente, nunca aclaró Spencer.
Tampoco definió Spencer exactamente las relaciones entre la so­
ciología y las demás ciencias. Creía que la sociología haría uso de
las generalizaciones de las ciencias particulares, como la economía, la
ciencia política y la etnología. Sostuvo también que la sociología di­
fiere de la historia. La historia es el relato de acontecimientos sobreve­
nidos en las vidas de las sociedades; la sociología estudia la evolución
de éstas. En alguna ocasión observó Spencer que la sociología, tai
como ordinariamente se la concibe, trata exclusivamente de los fenó­
menos resultantes de las cooperaciones de los ciudadanos. No pre­
tendía él que estas observaciones fuesen una definición formal de la
sociología, ni se aplican a las voluminosas obras sociológicas del mis­
mo Spencer.
¿Qué método deben emplear los sociólogos? A esta pregunta res­
pondía Spencer: "Debemos aprender, por inspección, las relaciones de
coexistencia y sucesión en que los fenómenos sociales están unos con
otros. Comparando sociedades de diferentes tipos y sociedades en dife­
rentes fases, debemos averiguar qué rasgos de tamaño, estructura, fun­
ciones, aparecen asociados entre si"’.6 Pero este principio no guió sus
propios procedimientos. Como material usó principalmente ejemplos
tomados de la etnología, basándose en la hipótesis de que el hombre
primitivo muestra etapas atrasadas de evolución. Con la observación
de los contemporáneos atrasados suponía que podía reconstruirse la
serie de transformaciones que habían producido la sociedad avanzada
de hoy. La importancia que Spencer concedía a la etnología se mani­
fiesta en el hecho de que ia primera mitad del primer volumen de
los Principios de sociología se titula "Datos de etnología”, y está
casi íntegramente consagrada a una reconstrucción conjetural de la
vida física, afectiva, intelectual y, especialmente, religiosa del hombre
primitivo.
De hecho, Spencer seleccionó materiales de las culturas más diver­
sas, ampliamente separadas entre sí en el tiempo y en el espacio. Tomó
datos de acá y de allá y los unió de suerte que sirvieran de apoyo a
su hipótesis evolucionista; los materiales combinados de modo tan
arbitrario los usó para confirmar su hipótesis. Tal procedimiento, na­
turalmente, no guarda la menor armonía con las reglas de la lógica
y los principios del método científico.

La analogía orgánica

La base de la teoría sociológica de Spencer es la teoría de la evolu­


ción. Sin embargo, formuló una teoría secundaria que representó tam­
bién un papel importante en su sistema de ideas: la analogía orgá­
nica, es decir, la identificación, para ciertos fines, de la sociedad con
un organismo biológico. Spencer sostuvo explícitamente en la edición
revisada de Estática soc'ud que el reconocimiento del paralelismo entre
las generalizaciones relativas a los organismos y las relativas a las
sociedades era el primer paso hacia la teoría general de la evolución.
Spencer formuló la analogía orgánica en los siguientes términos:
'T an por completo está la sociedad organizada según el mismo sistema
de un ser individual, que podemos percibir algo más que analogías
entre ellos; la misma definición de la vida es aplicable a ambos.
Únicamente cuando se advierte que las transformaciones experimen­
tadas durante el crecimiento, la madurez y la decadencia de una so­
ciedad se conforman a los mismos principios que las transformaciones
6 Tomado de la 3^ edición en inglés de Principios d» sociología, yol. I, p. 4 4 2 .
experimentadas por agregados de todos los órdenes, inorgánicos y
orgánicos, se ha llegado al concepto de la sociología como ciencia”.
Más específicamente, observó diversas analogías entre los organismos
biológicos y sociales:
Primero: tanto la sociedad como los organismos se diferencian de
la materia inorgánica por un crecimiento visible durante la mayor
parte de su existencia. Un niño crece hasta llegar a ser hombre, una
pequeña comunidad se convierte en una gran ciudad, un pequeño
Estado se convierte en un imperio.
Segundo: así como las sociedades y los organismos crecen de ta­
maño, así también aumentan en complejidad y estructura. Aquí tenía
presente Spencer no tanto la comparación dei desarrollo de una so­
ciedad con el crecimiento de un organismo individual como la afini­
dad del desarrollo social con !a supuesta sucesión evolutiva de la vida
orgánica. Los organismos primitivos soji simples, mientras que los
organismos superiores son muy complejos.
Tercero: en las sociedades y en los organismos la diferenciación
progresiva de estructura va acompañada de una diferenciación pro­
gresiva de funciones. Esto es poco más que una tautología: si hay un
organismo con órganos complejos, cada órgano desempeña una fun­
ción específica; si hay una sociedad subdividida en muchas organiza­
ciones diferentes, éstas tienen funciones diferentes.
Cuarto: la evolución crea para las sociedades y para los organismos
diferencias de estructura y de función que se hacen posibles unas
a otras.
Quinto: así como un organismo vivo puede ser considerado como
una nación de unidades que viven individualmente, así una nación de
seres humanos puede ser considerada como un organismo. Spencer
siguió esta linea peculiar de razonamiento hasta llegar a una nueva
analogía: En los organismos y en la sociedad puede ser destruida la
vida del agregado o conjunto, pero las unidades seguirán viviendo
durante algún tiempo por lo menos.
Spencer era un individualista, rasgo difícil de conciliar con el orga­
nicismo, y admitía diferencias importantes entre las sociedades y los
organismos. La primera de ellas es que en un organismo las partes
forman un todo concreto, y en una sociedad las partes son libres y
están más o menos dispersas. La segunda es que en un organismo
la conciencia se concentra en una pequeña parte del agregado, y en
una sociedad está difundida por todos los miembros individuales. Y la
tercera es que en un organismo las partes existen para beneficio del
rodo, y en una sociedad el todo existe meramente para beneficio del
individuo. (H e ahí un ejemplo importante del individualismo de
Spencer.)
A pesar de este complicado esfuerzo para establecer las analogías
y las diferencias entre la vida orgánica y la social, y no obstante el
empleo de la analogía orgánica como tema central de la segunda
parte de sus Principios de sociología, Spencer negaba que sustentara
esta teoría. Contestando a los críticos, hacía afirmaciones como la
siguiente: "He usado las analogías, pero sólo como un andamio que'
me ayudara a construir un cuerpo coherente de inducción sociológicaj
Quitemos el andamiaje: las inducciones se sostendrán por sí mis^
mas".7 Pero, desgraciadamente, usó de manera consecuente y notoria
la terminología del organicismo. Por lo demás, un capítulo de los
Principios de sociología se titula "La sociedad es un organismo”.
Desde luego que no fue Spencer el creador de la analogía orgá­
nica. La emplearon algunos filósofos antiguos, y con frecuencia estuvo
también representada en la filosofía y en la ciencia política alemanas,
especialmente durante la primera mitad del siglo xix. Pero Spencer
fue el primero en dar a esa analogía el valor de una teoría científica,
y en definitiva fue prisionero del mismo fantasma a quien había
invocado. Comprendía que realmente la sociedad no es un organis­
mo, puesto que había diferencias esenciales entre ambas cosas, y sin
embargo persistió en la tesis analógica. Decía que la analogía era un
mero andamiaje, pero al construir su teoría procedió como si el anda­
miaje fuera la verdadera construcción.
Hoy se ha aclarado la fuente de donde dimanaron las dificultades
de Spencer, y la sociología se ha abierto camino lejos de las falacias
que acosan a la mente humana en el uso de la analogía orgánica.
La sociología actual sostiene que la sociedad es un sistema, y entiende
que un organismo también es un sistema. Este concepto de sistema
es uno de los conceptos claves usados en la ciencia. Se habla de sis­
tema en relación con muchas y muy diferentes cosas: el sistema este­
lar, del cual forma parte el Sol, el sistema solar, del que forman
parte la madre Tierra y los demás planetas. El átomo es un sistema
formado por el núcleo y los electrones. Y hay sistemas de ideas: el
sistema filosófico de Platón, el sistema jurídico romano, el sistema
de la física newtoniana. La palabra sistema designa todo lo que puede
concebirse como un todo, formado por partes interdependientes y semi-
autónomas. Esto es exacto de la sociedad y del organismo en cuanto
7 ikU ., vol. I, pp. 592-93,
una y otro son todos, formados por partes interdependientes, cada
una de las cuales es semi-autónoma, que poseen determinado ser y
evolucionan por sí mismas, y en este aspecto la analogía es válida.
Pero es impropio transferir, sin pruebas empíricas, una proposición
biológica a la sociología porque el organismo y la sociedad sean sis­
temas, como tampoco puede la sociología tomar una proposición de
la física subatómica a base de esa analogía sistemática. La cuestión
del sistema social ha sido planteada en sociología del modo más su­
gestivo por el sociólogo italiano Pareto, cuyas opiniones se estudian
en el capitulo 13.

La sociedad y las fases de la evolución


La preocupación de Spencer con la teoría evolucionista y la analogía
orgánica representó un papel importante al impedirle responder sa­
tisfactoriamente a la pregunta fundamental: ¿Qué es la sociedad?
Quizás hubo un motivo más para este olvido del problema relativo
a la naturaleza de la sociedad. Spencer era un individualista extrema­
do. De acuerdo con esa actitud, postulaba que las características de
las partes componentes, los individuos, determinaban por comple­
to las características del todo, opinión que desarrolló explícitamente
en Estática social y en El estudio de la sociología. Pero también aquí
se desvió de esa actitud y apareció la inconsecuencia una vez más. En
el primer volumen de Jos Principios de sociología, por ejemplo, ad­
vierte Spencer de un modo totalmente incidental que en el organismo
social aparece una vida del todo completamente distinta de las vidas
de las unidades, aunque es una vida producida por éstas.
Si no tuvo nada definido que decir acerca de la naturaleza de la
sociedad. Spencer expresó, no obstante, opiniones muy definidas r.cerca
del avance de la evolución social. Sobre esta materia la obra de
Spencer contiene dos líneas de razonamiento, una de los cuales se rela­
ciona lógicamente con su concepto fundamental de la evolución de
un modo más efectivo que el otro. La primera línea de razonamiento
desarrolla la tesis de que el hecho principal de la evolución es el
paso desde las sociedades simples hasta los diversos niveles de las
sociedades compuestas. Las sociedades compuestas nacen por la agre­
gación de algunas sociedades simples; mediante nuevas agregaciones
de sociedades compuestas, nacen sociedades doblemente compuestas;
por la agregación de sociedades doblemente compuestas nacen socie­
dades triplemente compuestas.¡Una sociedad simple está formada por
familias, y una sociedad compuesta lo está por familias unidas en
clanes, una sociedad doblemente compuesta por clanes unidos en tri­
bus, y las sociedades triplemente compuestas, como ia nuestra, son
aquellas en que las tribus se han unido para formar naciones o Esta­
dos.) Al aumentar el tamaño, aumenta la estructura, así como las dife­
rencias de poder y de ocupación de los individuos. Simultáneamente,
se diferencian las funciones. Éstos son los principales lincamientos del
sistema evolucionista de Spencer, tal como lo presentó en Los prime­
ros principios y después en los Principios de sociología.
La segunda línea de razonamiento desarrolla la tesis de que tam­
bién ha tenido lugar un tipo de evolución un tanto diferente, a saber,
de la sociedad militar a la sociedad industrial (Comte había presenta­
do con anterioridad una tesis análoga). Estos dos tipos se distinguen
sobre la base del predominio de 1a cooperación obligatoria en la
sociedad militar y de la cooperación voluntaria en el tipo industrial.
Merece señalarse en este respecto que Franklin H. Giddings, so­
ciólogo norteamericano de fines del siglo x ix y comienzos dei x x
(véanse capítulos 6 y 11) que fue en gran medida discípulo de Spen­
cer, aunque pertenecía a otra secta del culto evolucionista, debe ser
señalado como responsable de la general incomprensión del evolu­
cionismo spenceriano. En una exposición de las ideas de Spencer,
Giddings olvidó la línea principal del pensamiento dei maestro y se
dedicó exclusivamente a la transición de la sociedad militar a la so­
ciedad industrial. Presentó el escrito a Spencer, que tenía entonces
80 años de edad, y habiendo recibido la aprobación de éste, Giddings
lo publicó en una de sus obras haciendo referencia a la carta de
Spencer. En consecuencia, la exposición de Giddings se aceptó como
oficial en muchas exposiciones de la teoría evolucionista de Spencer.
De vez en cuando dijo Spencer que las sociedades no necesitaban
pasar inevitablemente por etapas idénticas de evolución ni hacerse
exactamente iguales unas a otras, como creían los vulgarizadores de
sus ideas. Sostenía él que había diferencias entre las sociedades indi­
viduales debidas a perturbaciones que alteraron la línea recta de la
evolución. Los Principios de sociología citan cinco perturbaciones po­
sibles: primera, una diferencia originaria de aptitudes entre las razas;
segunda, el efecto debido al influjo de la etapa inmediatamente
anterior de 1a evolución; tercera, peculiaridades de costumbres; cuar­
ta, la situación de una sociedad dada en el marco de una comunidad
más amplia de sociedades (por ejemplo, el que una sociedad esté
rodeada de naciones amigas o enemigas); y quinta, la influencia de
la mezcla de razas. En relación con este último punto, debe adver­
tirse que la antropología que pudo conocer Spencer todavía no había
señalado la relativa importancia de la mezcla de razas y la impor­
tancia fundamental de los contactos culturales en la teoría de los
cambios sociales. Hecha esta corrección necesaria, es exacta la idea de
Spencer acerca de la mezcla de razas.

El principio de no intervención

Aunque el tratamiento que Spencer dio a la sociología fue primordial­


mente teórico, Ja disciplina en que el pensaba debía servir también
para suministrar principios de política social. Se recordará que Comte
destinaba la sociología a servir de guía a los hombres para organizar
una sociedad mejor: Spencer, por el contrario, quería que la socio­
logía demostrase que los hombres no deben intervenir en el proceso
natural que se opera en una sociedad. Creía en la existencia de un
instinto innato de libertad y que toda interferencia en esc instinto
producía reacciones perjudiciales. Creía, también, que la naturaleza
estaba dotada de una tendencia providencial a librarse de los ineptos
y acoger a los mejores. ¿Quiénes son los mejores? Spencer dice que
no son los superiores moralmente, sino primordial mente los más
sanos y más inteligentes. El que malgasta la vida por estupidez, vicio
u holganza, es de la misma clase que las víctimas de enfermedades o
de deformidades de los miembros. En realidad, los enfermos y los
lisiados no debieran ser protegidos.
La teoría del progreso revelada por el estudio de la sociología
— añade Spencer— modera mucho las esperanzas y los temores de
los partidos extremistas. En la medida en que una doctrina puede
influir en la conducta general, la doctrina de la evolución está calcu­
lada para producir un efecto calmante sobre el pensamiento y sobre
la acción. Los hombres del tipo superior pueden ver lo poco que
puede hacerse y, sin embargo, creerlo digno de ser hecho. Insistía
en que uno debe combinar la energía filantrópica con la calma
filosófica.
Para Spencer, la sociedad era una compañía por acciones para la
mutua protección de los individuos. Especificaba las actividades que
debían prohibírsele al Estado, entre ellas la educación, las medidas
sanitarias, la reglamentación y acuñación de moneda, el servicio de
correos, la construcción de faros, la mejora de los puertos. Cuando
el gobierno intervenía en uno de esos campos, escribía al director de
un periódico (sus cartas se publicaban a causa de su fama) denun­
ciando la estupidez de un gobierno que interfería en la evolución
natural. Creía que la naturaleza es más inteligente que el hombre:
la naturaleza sabe adónde va y prepara un futuro mejor para la
humanidad.
En opinión de Spencer aún no había llegado la etapa final de
la evolución, aunque en gran parte su teoría era una especie de esca-
tología victoriana que consideraba que el summum era el tipo Vic­
toriano de la sociedad de! laissez jaire. Pensaba, sin embargo, que
habría todavía más progreso, y que con él desaparecería el pequeño
residuo de coacción que aún existía. Parecía creer que la etapa final
de la evolución sería una especie de anarquismo. Pero, en 1884 publi­
có un artículo en el que admitía que, aunque esta concepción se ade­
lantaba mucho a su tiempo, quizá la utilizaran los futuros sociólogos.

Juicio retrospectivo de Spencer

¿Cuáles eran las soluciones que Spencer daba a los problemas funda­
mentales de la teoría sociológica que formulamos en el primer capí­
tulo? Para Spencer, la sociedad es un superorganismo nacido de la
combinación de organismos individuales. Como podía esperarse, está
ausente de sus escritos la moderna concepción de la cultura como
sistema de modos de pensar y de obrar relacionados entre sí. Pero
este concepto actual de la cultura le hubiera llevado a ver las insufi­
ciencias de su método. Uno de los corolarios más importantes de ese
concepto es que cada sector cultural debe ser considerado en su con­
texto, que no puede ser entendido aisladamente. En contraste con este
principio, Spencer aislaba persistentemente los sectores culturales de
sus contextos y los encajaba en sus patrones preconcebidos.
El problema de la relación entre el hombre y la sociedad lo resol­
vió Spencer de acuerdo con un individualismo extremado: el indi­
viduo es lo fundamental, la sociedad no debe interferirse en la vida
de los hombres, el individuo tiene que actuar y, al actuar, hará lo
mejor para él y para la sociedad.
Spencer no fue un sociólogo monista. No aísla uno solo de los
factores que impulsan a la sociedad hacia adelante a través de las di­
ferentes etapas de su evolución. El proceso evolutivo total era para
Spencer la fuerza primera, el motivo impulsor que lo explica todo,
fuerza incognoscible e impersonal, que determina todo el devenir en
todas las esferas del ser. Pero sus ideas relativas a las perturbaciones
de la evolución, ideas que no desarrolló extensamente, muestran que
se inclinaba a creer que no había un solo factor determinante de los
cambios sociales.
El método de investigar la sociedad y sus cambios que Spencer
decía emplear era en parte comparativo, en parte funcional. El in­
vestigador que lo usa primero compara las sociedades; después se
explican, en relación con su significado para el conjunto de la evo­
lución, los aspectos individuales sacados a luz por el estudio compara­
tivo. Pero, en realidad, Spencer procedía por deducción. Empezaba
con un esquema evolutivo al cual había llegado deductivamente; de
ese esquema derivaba la necesidad de ciertas fases, y después prestaba
carne y sangre a esas fases abstractas por el método del ejemplo, to­
mando de acá y de allá los que parecían ajustarse a su sistema.
Spencer presenta sus tipos principales de sociedad — simple, com­
puesta, doblemente compuesta y triplemente compuesta— con sub­
divisiones relativas a las formas de jefatura, por una parte, y relativas
a los tipos de vida nómada, semi-sedentaria y sedentaria, por la otra.
Después de haber localizado diversas sociedades de que tuvo cono­
cimiento mediante lecturas, probablemente averiguaría si las socieda­
des doblemente compuestas, pongamos por caso, presentaban analogías
en política, religión, derecho, artes, y así sucesivamente. Pero es seguro
que no habría tenido resultados positivos porque, como se ve en su
clasificación, el mismo tipo de sociedad, el tipo doblemente com­
puesto, por ejemplo, puede carecer de jefatura, tener una jefatura
inestable, o tener la jefatura más estable, lo que significa las mayores
diferencias posibles en su política. Los pueblos pueden ser nómadas,
semi-sedentarios o sedentarios, lo que significa también una gran di­
versidad de organizaciones económicas.
Spencer habría comprobado que sociedades que están en la misma
etapa de evolución no poseen necesariamente, de acuerdo con el prin­
cipio de la diferenciación de la estructura social, analogías en política,
religión, moral, arte, y otras manifestaciones culturales, y que, por
el contrario, se encuentran tipos análogos de gobierno y de religión
en tipos de sociedad estructuralmente diferentes. Pero Spencer no con­
sideró esencial la prueba empírica para el procedimiento científico.
La teoría de Spencer, al contrario de la de Comte, no es teoría
sociológica tal como hoy se entiende ésta. Comte había formulado
una teoría fundamental que explicaba el segmento social de la rea­
lidad, y procuraba describir y explicar los hechos sociales de acuerdo
con aquella teoría limitada. Pero Spencer tuvo mayores ambiciones.
Formuló una teoría integral de toda la realidad. Su ley de la evolu­
ción es una ley cósmica. Su teoría, en consecuencia, es esencialmente
filosófica, no sociológica, y, estrictamente hablando, son los filósofos
quienes deben decidir acerca de su validez. Debe advertirse, sin em­
bargo, que la filosofía de Spencer era fundamentalmente una subli­
mación de la física de su tiempo, la cual se hallaba en una fase de
transición. Los físicos actuales han rechazado muchas de las opiniones
del siglo xix. Como la teoría de Spencer se basaba en esas opiniones,
es comprensible que gran parte de su sistema tenga que ser dejado
a un lado. Éste es siempre el peligro, cuando se formula un sistema
de ciencia empírica sobre la base de una teoría filosófica, y la teoría
filosófica misma hunde sus raíces en conclusiones empíricas provi­
sionales a que llegaron los hombres en determinada época.
No obstante, a diferencia de las de Comte, las opiniones de Spencer
tuvieron enorme aceptación en su tiempo. Dominaron las inteligencias
de muchos profesores y de otra gente de 1865 a 1895. Durante tres
décadas fue casi imposible que un intelectual declarara no haber
leído a Spencer. Tuvo adversarios, sin duda; pero todo el mundo lo
tenía en cuenta. Así ocurrió especialmente en Inglaterra, en los Esta­
dos Unidos y, de un modo peculiar, en Rusia, Su influencia se hizo
sentir menos en Francia y Alemania.
La atracción de Spencer fue poderosa, porque sus teorías respondían
a dos necesidades de la época: una, el deseo de unificar los conoci­
mientos (esto lo reconoció el mismo Spencer en su autobiografía);
otra, la necesidad de justificar científicamente el principio del laissez
faire, nota dominante en el clima ideológico de aquel tiempo en In­
glaterra y en los Estados Unidos. En Rusia atraía la teoría porque
concedía importancia a la libertad, y en aquellos días Rusia luchaba
por conquistarla.
Spencer alcanzó la cima de su popularidad en 1882, cuando vi­
sitó los Estados Unidos. Se le recibió con gran entusiasmo y muchas
veces los grandes capitanes de la industria lo proclamaron el hombre
más grande de la época porque justificaba sus actividades. Después de
aquel viaje triunfal, su popularidad declinó constantemente. Nuevas
ideas aparecieron en el horizonte. Se empezaba a pensar que la so­
ciedad debía ejercer algún control racional y político. Además, la
filosofía pragmática iba ganando ascendiente y no tardó en reempla­
zar a la un tanto ingenua filosofía naturalista de Spencer. En su ancia­
nidad Spencer se dio cuenta de que las corrientes de los tiempos ibaa
contra sus enseñanzas. Murió triste, según se dijo, al advertir que la
obra de su vida no había alcanzado la meta que se había propuesto.
En la misma época en que los padres fundadores de la sociología ex­
ponían sus opiniones, muchos sabios y filósofos de la sociedad formu­
laban teorías de las cuales se reconoce hoy que contribuyeron también
a impulsar hacia adelante la investigación sociológica en diferentes
direcciones. Los autores no se llamaban a sí mismos sociólogos, pero
sin conocer sus aportaciones sería imposible un conocimiento adecuado
del desarrollo de la teoría sociológica.
Aunque las aportaciones de los autores que presentamos en este
capítulo casi no tienen relaciones entre sí, sus teorías pueden clasi­
ficarse en tres grupos: las de Quételet y Le Play aportaron progresos
importantes en los métodos de investigación; las de Marx, Morgan,
Gobineau y Buckle son ejemplos notables de teorías monísticas, esto
es, de teorías que explican el devenir social por el desenvolvimiento
de un factor particular; la teoría de Danilevsky puede interpretarse
como una primera alternativa del evolucionismo.

Quételet: El enfoque estadístico

Adolphe Quételet (1 7 9 6 -1 8 7 4 ), estadístico belga, fue un joven muy


precoz. A los diecisiete años enseñaba matemáticas en una escuela
particular; a los diecinueve fue profesor de la misma disciplina en
la Universidad de Gante; a los veintiuno fue nombrado profesor del
Ateneo de Bruselas. Su primer interés por la literatura y la poesía pasó
gradualmente de las matemáticas y sus aplicaciones a los fenómenos
sociales, bajo la influencia del famoso astrónomo Laplace, que inició
a Quételet en la teoría entonces nueva de las probabilidades. En un
ensayo publicado en 1829 y después en su obra principal, titulada
5 obre el hombre y el desarrollo de las facultades humanas: Ensayo
sobre física socud (1 8 3 5 ), Quételet subrayó la regularidad en el cam­
po de los acontecimientos sociales, especialmente en fenómenos en
que se creía por lo común que se reflejaba el libre albedrío.
Sobre la base de numerosos cálculos hechos por él mismo y por
otros, tales como la medida de la estatura de los soldados de un regi­
miento, Quételet llegó a la conclusión de que, en los fenómenos so­
ciales, por lo general prevalece una curva de distribución. En otras
palabras, son mucho más frecuentes los casos que se acercan al término
64
medio que los casos que se aparcan de él considerablemente. De aquí
el concepto del hombre medio, que ocupa un lugar central en su
teoría. Pero Quételet confundió erróneamente el promedio con lo
deseable. No tuvo en cuenta el hecho de que promedios iguales pueden
derivarse de dos o más situaciones totalmente diferentes, lo cual
depende de diferencias en la distribución. Así, por ejemplo, dos so­
ciedades pueden tener ei mismo ingreso medio per capita, pero en
una situación la mayor parte de la gente puede tener ingresos próxi­
mos al promedio, mientras que en la otra un gran número de indi­
viduos con ingresos bajos sería contrapesado por una minoría con
ingresos muy altos.
A pesar de estos defectos, la aportación de Quételet a las ciencias
sociales, incluida la sociología, fue de gran importancia. Él fue el pri­
mero en revelar la posibilidad de usar la estadística como instrumento
para conocer ios fenómenos sociales. En una de sus obras expuso la
opinión de que podemos juzgar de la perfección de una ciencia por
la facilidad con que se le puede aplicar el cálculo, afirmación que se ha
convertido en leitmotiv del neopositivismo actual ( véase capítulo 15).
Quételet, a diferencia de ciertos sabios de su tiempo, fue persona
de considerable prestigio. Era miembro honorario de muchas acade­
mias científicas y la familia real lo nombró preceptor de los príncipes.
Pero durante mucho tiempo los sociólogos ignoraron o despreciaron
sus opiniones, como si abrigasen la indignación que los esfuerzos de
Quételet habían provocado en Comte (véase capítulo 2 ) . Hasta fines
del siglo x ix no empezó la sociología a emplear el método estadís­
tico, y hasta el siglo x x no apareció el neopositivismo orientado cuan­
titativamente.

Le Play: Primeros estudios de casos partkfdares

Como Comte, Frédéric Le Play (1 8 0 6 -8 2 ) fue impresionado por la


desorganización social de su tiempo, consecuencia, según creían, de
la Revolución francesa. Los dos sabios se plantearon el problema
de cómo unificar o cómo restablecer el orden social. Y Jos dos buscaron
soluciones basadas en el conocimiento empírico.
Le Play nació en Honfleur, pequeña aldea marítima francesa. Su
padre murió cuando él tenía cinco años, y su madre, mujer de carácter
fuerte y de profundas convicciones religiosas, se hizo cargo de la
familia. Ei joven Le Play estudió en el Colegio del Havre; en 1825
ingresó en Ja Escuela Politécnica y en 1827 en la Escuela de Minas.
Allí se encontró con profesores que despreciaban las costumbres na­
cionales y creían que el desarrollo intelectual era el fin supremo de la
civilización. Estas ideas repugnaron a Le Play y sirvieron, según pa­
rece, para fortalecer su interés por las costumbres y los valores tradi­
cionales. Mientras se reponía de una grave lesión sufrida en 1830,
sobrevino en Francia otra revolución. Le Play se prometió consagrar
el resto de su vida a restablecer la paz social en su patria.
En 1833, a petición del gobierno español, Le Play hizo una explo­
ración geológica de una provincia de España. La publicación de sus
observaciones le dieron oportunidad de hacer expediciones similares
a Alemania, donde ya había estado en años anteriores, Bélgica, In­
glaterra y Rusia. En 1840 fue nombrado profesor de la Escuela de
Minas. En 1855 ya había terminado y publicado su magna obra en seis
volúmenes titulada Los trabajadores europeos, obra que no sólo le
granjeó fama inmediata, sino que le permitió también dedicar el resto
de su vida al estudio de la sociedad. A instancias del emperador N a­
poleón III escribió los tres tomos de La reforma social en Francia
( 1 8 6 4 ), y después terminó la Organización de la familia ( 1871) y la
Organización del trabajo ( 1 8 7 2 ). Poco antes de morir preparó un
volumen titulado Constitución esencial de la humanidad (1 8 8 1 ).
Aunque la primera preparación de Le Play fue primordialmente
en matemáticas e ingeniería, estudió diligentemente las obras de
Rousseau y de Comte, y, cosa aun más importante, fue un agudo
observador del pueblo y de sus ideas. En sus escritos insistió especial­
mente en las clases trabajadoras (denominación que él inventó) y
sobre las autoridades sociales (los jefes locales, pero también los de
carácter religioso y político). Tendía a una sólida reconstrucción
de las ideas en general y a la conservación de las costumbres.
El principal método de estudio de Le Play era la observación minu­
ciosa de los fenómenos sociales según un esquema unitario. Este es­
quema quedó terminado, en lo esencial, en 1833. El método com­
prendía lo que se llama hoy método de estudio de casos particulares, y
ésta es una de las principales aportaciones de Le Play a la ciencia
social. Coincidiendo con Comte en que la familia es la unidad social
básica, utilizó el presupuesto familiar como expresión cuantitativa
de la vida de familia y como base para el análisis cuantitativo de los
hechos sociales. Una de las funciones primordiales de la familia es
la de conseguir medios de subsistencia para sus individuos mediante el
trabajo, y sostenía que el modo de conseguirlos dependía del lugar,
es decir, de las condiciones geográficas. De ahí la fundamental impor-
latida que Le Play concedía a la tríada lugar-trabajo-familia como
i entro del estudio sociológico.
Cuando se proponía estudiar una familia, Le Play, con ayuda de
las autoridades sociales, buscaba una cuyo habitat y situación la acer­
casen a la familia media de la localidad; a veces no conocía el len­
guaje local; pero, viviendo con la familia, conseguía un conocimiento
fundamental de su modo de vivir. De esta suerte inauguró Le Play
una técnica de investigación social llamada hoy observación de parti-
<¡paute. Le Play sabía muy bien que la observación sistemática no es
más que el primer paso de ia investigación científica. Comprendía
que las verdaderas ciencias sociales deben usar no sólo un método,
sino también la inteligencia.
A base de sus numerosas y minuciosas observaciones, Le Play formu­
ló una concepción de la prosperidad y del sufrimiento que contiene
los comienzos por lo menos de una teoría general de la estructura
social. "En todas partes — dice— Ja felicidad consiste en la satis­
facción de las dos necesidades principales que impone ia naturaleza
humana: el alimento diario (cosas materiales) y las costumbres esen­
ciales (cosas inmateriales).” Cuando la estructura social existente
satisface esas dos necesidades, la especie (empleaba esta palabra para
decir sociedad, o quizás grupo étnico) prospera; cuando no lo hace,
sufre. Las estructuras sociales que producen la prosperidad y evitan el
sufrimiento se componían, según él, de siete elementos agrupados en
tres clases: primera, los dos fundamentales de la ley moral universal
y de la autoridad de ios padres; segunda, los dos aglutinantes de la
religión y el gobierno; y tercera, los tres elementos materiales de
la propiedad comunal, de la propiedad individual y del patronazgo.
De Jas dos primeras clases procederían las costumbres esenciales; de
la tercera, el alimento diario del individuo.
Le Play no creía en la evolución, y menos aun en el progreso. Tenía
de los cambios sociales una opinión esencialmente cíclica: sencillez,
complicación, corrupción, y finalmente reforma o ruina: esto cons­
tituye el círculo vicioso del cual no han podido salir hasta hoy jos
pueblos no civilizados. Le interesaba de manera especial la fase de
declinación de los cambios, de la prosperidad al sufrimiento. Gtaba
varias razones para ia decadencia de Ja sociedad de su tiempo: el
espíritu revolucionario y su desprecio por las costumbres nacionales;
el crecimiento incesante de ia burocracia; la influencia anormal de los
literati; la corrupción del lenguaje, y en especial de palabras como
libertad, igualdad, democracia; ia creencia de que ia prosperidad de­
pende de una forma particular de gobierno. Como aportaciones al
desarrollo de la sociología; las conclusiones de Le Play relativas a esas
materias, aunque con frecuencia penetrantes y sugestivas, no pueden
compararse con sus útiles métodos de investigación,

Marx: Determinismo económico

Karl Marx (1 8 1 8 -8 3 ) es famoso, sobre todo, desde luego, como pri­


mer jefe del movimiento obrero revolucionario que ahora está divi­
dido en las dos ramas de socialismo y comunismo. Aunque gran parte
de los escritos de Marx están dedicados a la propaganda de dicho
movimiento, algunas de sus doctrinas fueron sociológicas, en el sen­
tido moderno de la palabra.
La filosofía de Marx era materialista, y el materialismo forma la
base de su sociología. Según Marx, no hay más que materia, y Ja con­
ciencia es un epifenómeno, una manifestación del movimiento de las
células cerebrales. Esta opinión refleja la influencia que ejerció Lud-
wig Feucrbach ( 1804-72), filósofo del ala izquierda hegeliana, sobre
Marx. Como teoría sociológica, el marxismo puede reducirse a dos
postulados fundamentales y algunos corolarios.
El primer postulado es el del determinismo económico, es decir,
la opinión de que el factor económico es el determinante fundamental
de la estructura y el desarrollo de la sociedad. Este factor, constituido
esencialmente por los medios tecnológicos de producción, determina
la organización social de la producción, es decir, las relaciones en
que entran los individuos para producir bienes con más eficacia de
lo que pueden hacerlo si trabajan separadamente. Esas relaciones,
según Marx, se producen independientemente de la voluntad humana.
Además, la organización de la producción (llamada por Marx "sub-
estructura económica de la sociedad") no sólo limita, sino también, en
último análisis, moldea toda la superestructura: organización po­
lítica, derecho, religión, filosofía, arte, literatura, ciencia y la moral
misma.
El segundo postulado de la sociología marxista se refiere al meca­
nismo del cambio. Según esta teoría, hay que interpretar el cambio
social en relación con sus tres fases, siempre presentes. Éste es el
esquema dialéctico tomado por Marx de Georg Wilhelm Eriedrich
Hegel (1 7 7 0 -1 8 3 1 ), filósofo idealista alemán a quien se enorgullecía
de haber vuelto del revés (aplicando el esquema no al espíritu fun­
damental, como Hegel, sino a la materia). Todas las cosas del mundo,
incluida la sociedad misma, por una especie de faralidad dialéctica,
pasan por las tres etapas de la afirmación o tesis, la negación o antí­
tesis, y la conciliación de los opuestos o síntesis. En este nuevo plano
de la síntesis el proceso dialéctico continúa con nuevas negaciones y
nuevas conciliaciones que sin cesar determinan el proceso histórico.
La combinación de las dos proposiciones fundamentales marxistas
da lugar a ciertos corolarios. Todo sistema de producción económica
empieza por ser una afirmación, el mejor o más adecuado de los
órdenes posibles en aquel momento. Pero todo sistema, una vez que
se ha atrincherado socialmente, se convierte en un obstáculo para la
aplicación de nuevas invenciones tecnológicas y para el uso de merca­
dos y fuentes de materias primas recién descubiertos. El desarrollo
histórico no puede detenerse en esa etapa; por consiguiente el sistema
socialmente atrincherado tiene que ser destruido por una revolución
social que crea un nuevo orden de producción, una síntesis del an­
tiguo y del nuevo.
En toda sociedad hay dos clases fundamentales, una que representa
el sistema de producción anticuado, y otra que representa el orden
naciente. La sociedad pasa de una etapa a otra por medio de la lucha
entre esas clases. La clase naciente triunfa definitivamente en esa
lucha y establece un nuevo orden de producción; y a su vez, dentro
de ese orden están contenidas las semillas de su propia destrucción,
prosiguiendo el proceso dialéctico.
Marx y sus discípulos emplearon este esquema dialéctico en sus
análisis de la sociedad occidental contemporánea, que llamaron capi­
talista. En esa sociedad, decían, la organización social de la producción
que nació con la revolución industrial se expresa en la existencia de
dos clases: la burguesa, formada por los propietarios de Jos medios
tic producción, y la proletaria o de los trabajadores. La lucha entre
ambas clases es inevitable y, al desarrollarse la conciencia de clase
y la acción de clase militante, acabará con la destrucción del sistema
existente. El heredero del capitalismo será el orden socialista, que se
caracteriza por la propiedad colectiva de los medios de producción
y, finalmente, por una sociedad sin clases y en realidad sin Estado,
meta utópica durante mucho tiempo de los socialistas pre-marxistas
y, según el mismo Marx, no científicos.
La teoría sociológica de Marx, presentada aquí en esbozo brevísimo,
debe ser criticada desde varios puntos de vista. En primer lugar, las
correlaciones estrictas entre la base económica de la sociedad y la
superestructura no fueron demostradas por Marx, ni pueden serlo.
Por el contrario, se ha señalado insistentemente que el mismo sistema
económico capitalista ha coexistido con instituciones políticas dife­
rentes, incluidas la monarquía absoluta y la democracia. De manera
análoga, a lo largo de la era de predominio del orden capitalista,
se han diversificado extraordinariamente la filosofía, las artes y otros
fenómenos culturales. En segundo lugar, considerado históricamente,
el paso de un tipo de organización social a otro no es inevitablemente
consecuencia de la victoria de la clase explotada. En la historia de
Europa, por ejemplo, la destrucción del feudalismo fue obra mucho
más de la burguesía, relativamente pequeña y poderosa, que de los
siervos. En tercer lugar, las predicciones de Marx, como las relativas
a la decadencia de la clase media y al triunfo inicial del socialismo en
las naciones más desarrolladas industrialmente (y que en consecuencia
tienen el proletariado más adelantado), se oponen a los aconteci­
mientos históricos actuales.
Pero la teoría marxista tiene importancia sociológica. Como las
de Comte y de Spencer, es una teoría evolucionista, formulada veinti­
cinco años después del "descubrimiento del año 1822" de Comte,
pero casi quince años antes de la publicación de Los primeros princi­
pios de Spencer. Merece señalarse que, aunque la teoría sociológica
de Marx pudo haber sido formulada, independientemente de sus pre­
misas filosóficas, a base de un estudio empírico, no fue ésa su génesis.
Si bien Marx empleó muchos años en documentar su teoría con ejem­
plos históricos, su concepción de la estructura social y del cambio
social era en esencia una premisa lógicamente necesaria para demos­
trar la proposición de que el socialismo debe triunfar inevitablemente
en el mundo moderno.
El pensamiento marxista es importante en el desarrollo de la socio­
logía como intento para formular una teoría sistemática de la estruc­
tura y del cambio sociales. Además, es la primera y quizás la más
consistente teoría que destaca un solo factor determinante del cambio
social. Después aparecieron otras muchas teorías del mismo tipo
monista que difieren del marxismo en que eligen otro factor básico
determinante, desde luego, pero que tienen de común con él la acti­
tud monista. Aquí sólo advertiremos que esas teorías, aunque con
frecuencia desempeñan la función positiva de llamar la atención hacia
hechos sociales hasta entonces descuidados — y esto es cierto del
marxismo— , simplifican excesivamente y a veces falsean el com­
plicado proceso del cambio social y la complicada naturaleza de la
estructura social y de los tipos de cultura.
Tylnr y Morgan: Monismo tecnológico

IúJward B. Tylor (1 8 3 2 -1 9 1 7 ), antropólogo inglés, creía en la exis­


tencia de diferentes etapas en el desarrollo de la cultura humana, pero,
sin embargo, no empleó la palabra evolución. Según él, la experiencia
lleva al estudioso de la etnología a esperar y a encontrar los mismos
fenómenos culturales como consecuencias de causas análogas, en cual­
quier momento y lugar que éstas se presenten. Tylor buscó un medio
para medir ese desarrollo. Los principales criterios para estimar el
desarrollo cultural eran, según le parecía, el adelanto de las artes in­
dustriales, la extensión del conocimiento científico, el carácter de la
religión y el grado de organización social y política. A lo largo de su
obra investigó el progreso humano siguiendo esos lincamientos. Pero
no creía que el progreso fuese fatal en el desenvolvimiento cultural;
por el contrario, citaba, aprobándolas, frases de de Maistre, filósofo
pesimista francés, sobre ese tema.
La aportación más duradera de Tylor a la teoría sociológica fue la
definición de la cultura que aparece en la primera página de su obra
más importante, Primitive Culture (Cultura primitiva, 1 8 7 1 ): "Cul­
tura o civilización.. . es aquel todo complejo que incluye conoci­
mientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y todas las demás
capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la
sociedad”. Pero hasta unos cincuenta años más tarde no empezaron
los sociólogos a hacer uso corriente de este concepto de la cultura.
En los últimos decenios, el concepto de cultura de Tylor se ha con­
vertido no sólo en un instrumento conceptual casi estandarizado, sino
también en un recurso importante para describir sistemáticamente las
complicaciones, las interconexiones funcionales y los cambios que tie­
nen lugar en el mundo social y cultural del hombre.
Lew is Henry Morgan (1 8 1 8 -8 1 ), uno de los primeros antropólogos
norteamericanos, formuló una teoría de la evolución social que durante
algunos años ejerció cierta influencia en los medios sociológicos. Su
teoría subrayaba la importancia de los factores tecnológicos en la
sociedad y en sus cambios. Desarrolló esta idea en una serie de estu­
dios especiales publicados entre 1860 y 1870, reunidos más tarde en
un volumen titulado Ancient Society (La sociedad antigua, 1877).
Morgan creía en la existencia de etapas evolutivas definidas por las
que han de pasar los hombres en todas partes. La experiencia de la
humanidad — decía— ha corrido por canales casi uniformes; las
necesidades humanas en circunstancias análogas han sido esencial­
mente las mismas; y el funcionamiento de Ja mente humana es uni­
forme a través de Jas diferentes sociedades humanas.
Morgan distinguía tres etapas principales en el avance cultural:
salvajismo, barbarie y civilización, y dividía cada una de los dos
primeras en tres subetapas. Cada etapa y subetapa se había iniciado
l>or algún invento tecnológico importante. Así, la segunda etapa del
salvajismo debió su existencia a las artes de hacer fuego artificial y
de la pesca, y la tercera al arco y la flecha. La barbarie comenzó
con la invención de la alfarería; la segunda etapa se caracterizó
por la domesticación de animales y la tercera por la fundición del
hierro. La civilización fue anunciada por la invención del alfabeto
fonético. Según Morgan, cada una de estas etapas de evolución tecno­
lógica tenía su correspondencia en progresos característicos en reli­
gión, en organización de la familia y del sistema político, así como
en el régimen de propiedad.
Lt sociedad antigua de Morgan causó fuerte impresión a Marx
y a su colaborador Friedrich Engels (1 8 2 0 -9 5 ). Este último, siguiendo
el consejo de Marx, publicó en 188-1 El origen de la familia, de la
propiedad privada y del Estado, libro en el que hizo uso muy ex­
tenso de las teorías de Morgan y de sus ejemplos, procedentes en
gran parte de observaciones sobre las sociedades indígenas americanas.
De esta suerte, la obra de Morgan se convirtió en una parte de la
sociología marxista y, en cierta medida, sigue desempeñando un papel
en la Rusia comunista.

Gobincau: Determinismo rac'ud

Comte, Marx y Spencer fueron exponentes de la teoría del progreso.


Arthur de Gobincau (1 8 1 6 -8 2 ), por el contrario, deploraba el que le
parecía marcado retroceso de la Francia de su tiempo y procuró des­
cubrir su causa. Ofreció el resultado de sus meditaciones en los cuatro
volúmenes del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas
(1 8 5 3 -5 5 ), que puede considerarse como la manifestación más im­
portante de la teoría racial en sociología. Como representante de la
aristocracia francesa, el autor se sentía orgulloso de ser descendiente
de los conquistadores teutónicos de las Galias. Consideraba a los ale­
manes racialmente inferiores a los franceses por la gran mezcla bio­
lógica de aquellos, proposición ésta sumamente discutible. La ver­
dadera raza superior — decía— se había conservado en Inglaterra.
Las opiniones de Gobineau sufrieron en cierta medida la influencia
del famoso historiador Augustin Thicrry (1 7 9 5 -1 8 5 6 ),1 quien a su
vez debía a Comte algunas de sus ideas.
La importancia del factor racial en el desenvolvimiento social fue
sustentada por Gobineau mediante la arbitraria eliminación de otras
hipótesis. Contestando a la pregunta de por qué decaen las naciones,
Gobineau afirma que ni el fanatismo religioso, ni la decadencia reli­
giosa, ni el lujo, ni el libertinaje, la corrupción o la crueldad explican
dicha decadencia, porque muchas naciones siguen floreciendo no obs­
tante la presencia de una o más de esas condiciones. La variable
causal esencial es, según él, la composición racial. De acuerdo con su
argumentación, las circunstancias raciales dominan todos los proble­
mas importantes de la historia.
Basta, pues, la desigualdad de las razas para explicar el destino de
los pueblos: las razas superiores son capaces de progresos fundamen­
tales, mientras que otras, como los indios americanos, están social y
culturalmente limitadas por su herencia racial. Así, todas las civili­
zaciones importantes han sido obra de los arios (que en realidad
no son una rama racial), quienes forman el sector más elevado de
la raza blanca.
Nunca dijo explícitamente Gobineau qué es lo que constituye una
raza, y confundía lamentablemente la raza como sector biológico
de la humanidad con un grupo étnico constituido por individuos uni­
dos por la común aceptación de una cultura específica. Hablando
desde el punto de vista de las razas, decía que la conquista de un
pueblo por otro de raza superior va seguida de mejoras proporcionadas
a la cualidad hereditaria de los conquistadores, siempre que se con­
serve la pureza racial. Pero generalmente los conquistadores se mez­
clan con los conquistados, y de ahí se sigue la decadencia racial y
cultural. Por consiguiente, la historia humana puede ser resumida
como una sucesión de edades de los dioses, de los héroes, y de con­
fusión y mediocridad durante la cual las sociedades humanas dege­
neran en meros rebaños. Tal fue la teoría de la retrogresión, opuesta
a la del progreso.
La teoría de Gobineau es, antropológicamente, un error: no hay
razas superiores e inferiores. En otras palabras, las capacidades innatas
del hombre no están determinadas por la raza. Y la teoría es también
un error desde el punto de vista sociológico: la mezcla racial, lo mismo
que la interpenetración de las culturas, muchas veces produce el flo­
recimiento de la cultura. En el tiempo en que Gobineau publicó
1 Autor de Consideraciones sobra Lt historia de Francia, 1840.
su obra, la antropología y la sociología aún no conocían estos hechos,
de suerte que no pudo demostrarse de un modo convincente su debi­
lidad científica; por el contrario, la teoría pudo fascinar la imagi­
nación de mucha gente. No obstante, la teoría racial de Gobineau
pasó inadvertida durante su vida, especialmente en Francia. Se debió
esto a que contradecía categóricamente la que entonces estaba gene­
ralizada, o sea la teoría del progreso ilimitado, sustentada por Turgot,
Condorcet y Comte.
A fines del siglo X I X la teoría de Gobineau fue introducida en
Alemania debido en gran parte a la obra de Houston Stuart Cham-
berlain (1 8 5 5 -1 9 2 7 ). Chamberlain publicó en alemán Los fundamen­
tos del siglo xix (1 8 9 9 ), obra que influyó profundamente en el
emperador Guillermo II y en muchos de los hombres que lo rodea­
ban. Aunque seguía los principales lincamientos de la teoría de Go­
bineau, Chamberlain admitía que la mezcla racial no siempre es
dañina culturalmente; puede haber mezclas favorables que, en reali­
dad, debieran conservarse. Estas doctrinas racistas fueron adoptadas
después por el nacionalsocialismo, o sea el nazismo hitleriano. Tam­
bién contribuyeron a originar el anglo-sajonismo, punto de vista bas­
tante generalizado en los Estados Unidos a fines del siglo xix y
principios del xx y que tuvo su papel en la formulación de la ley
restrictiva de la inmigración de 1924 (cuyas disposiciones funda­
mentales pasaron a la ley de 1 9 5 2 ).

Buckle: Monismo geográfico

Henry T. Buckle (1 8 2 1 -6 2 ), hijo de un rico comerciante londinense,


viajó mucho y dedicó su vida a actividades literarias y científicas.
En este último campo representó un papel al aportar una especie de
determinismo geográfico al pensamiento sociológico del siglo X I X .
La History of Civilization in England (Historia de la civilización en
Inglaterra, 1857-61), obra principal de Buckle, quedó incompleta
por muerte prematura del autor.
La idea fundamental de Buckle era que los procesos social e his­
tórico son consecuencia de la acción de fenómenos externos sobre la
mente humana y de la acción de la mente sobre aquellos mismos
fenómenos. Sólo la primera parte de esta teoría fue desarrollada por
Buckle en la parte publicada de sus escritos. El progreso cultural
— decía— depende de la formación de una clase ociosa, cosa que sólo
es posible cuando la producción supera al consumo. Ese excedente es
en esencia resultado de una combinación favorable de condiciones de
clima, suelo y alimentos disponibles. En la historia primitiva, la crea­
ción de un excedente de alimentos depende de la energía y regu­
laridad del trabajo humano, de una parte, y del carácter de la natu­
raleza, o sea del medio natural, de la otra. La cualidad del trabajo
está determinada por el clima; el clima templado vigoriza, el clima
cálido debilita; en las regiones frías nacen costumbres variables e
inconexas, mientras que la productividad del trabajo humano depen­
de de la fertilidad del suelo. Buckle "probaba” estas hipótesis con
sus observaciones generales de las características geográficas y sociales
de Irlanda, la India, Egipto, América Central y el Perú, y llegaba
a la conclusión de que sus observaciones venían en apoyo de su teoría.
Buckle concedió también cierta importancia sociológica al aspecto
visual de la naturaleza; si el medio natural es sublime o aterrador,
desarrolla la imaginación; si es menos impresionante, prevalece la
inteligencia. Intentó demostrar este teorema contraponiendo las civi­
lizaciones de la India y de Grecia.
Creía Buckle que la influencia del medio geográfico era más di­
recta, y por lo tanto más fuerte, sobre los pueblos primitivos, y que
se debilitaba con el progreso cultural. Si hubiera terminado su obra,
probablemente hubiera intentado mostrar cómo se realizó, en los
últimos períodos históricos, el creciente dominio humano sobre los fe­
nómenos naturales exteriores.
El estudio de la influencia de las condiciones geográficas fue em­
prendido muchas veces por escritores que saquearon a Buckle. Entre
sus predecesores se cuentan Aristóteles, Montesquieu y varios geógra­
fos alemanes; durante algunos decenios fue muy leída su Historia de
la civilización en Inglaterra, e influyó en los medios intelectuales.
Y con frecuencia las opiniones de Buckle han sido reformuladas en
forma de un determinismo geográfico unilateral. Esta teoría ya no es
aceptable, pues hoy se sabe que la geografía limita, más bien que
determina, el desenvolvimiento social y cultural. La existencia de re­
cursos naturales, por ejemplo, no garantiza que serán explotados por
el hombre, pero su falta impedirá numerosos progresos. Desgracia­
damente, esta bien fundada opinión es contradicha todavía hoy por un
determinismo geográfico ocasional.

Danilevsky: Una primera alternativa respecto del evolucionismo


Nicholas Danilevsky (1 8 2 2 -8 5 ) fue un naturalista ruso profunda­
mente interesado en los asuntos políticos. En 1869 publicó, en entre­
gas que iban apareciendo en una revista mensual rusa, una obra titu­
lada Rusia y Europa, en la que se propuso contestar a esta pregunta:
¿Por qué Europa odia a Rusia? En el curso de su estudio sobre el
tema, formuló una teoría del desarrollo de las sociedades humanas
que discrepaba de Ja teoría evolucionista. En realidad, la teoría del
desarrollo de Jas sociedades sustentada por Danilevsky suministró una
especie de modelo que en años subsiguientes se convirtió en un susti­
tuto deí evolucionismo.
Danilevsky partió de la observación de que es anticientífico consi­
derar la historia como un desarrollo incesante de la experiencia eu­
ropea, ignorando, o tratando como cosas al margen, los progresos
realizados en otras partes del mundo. Los ciclos históricos más bien
debieran estudiarse dentro del marco de tipos históricos culturales o
civilizaciones. Sostenía que a base de los conocimientos disponibles po­
dían enumerarse trece civilizaciones más o menos completas e inde­
pendientes o semi-independientes: la egipcia, Ja china, la semítica
antigua, la india, la irania, la persa, la hebrea, la griega, la romana,
Ja árabe, la germano-romana, la eslava, la mexicana y la peruana.
Cada una de esas civilizaciones pasó por ciclos análogos a los del
crecimiento orgánico: infancia, juventud, madurez, decadencia. Al­
gunas civilizaciones, por ejemplo la mexicana y la peruana, fueron
detenidas en fases tempranas, mientras que la eslava en su época
alcanzaba la madurez y la germano-romana ya estaba en el proceso
de decadencia.
En opinión de Danilevsky, no todas las tribus o pueblos ascienden
hacia la civilización, sino sólo Jos que son mental y espiritualmente
capaces de hacerlo. Además, el desarrollo de la civilización no se
limita a una sola tribu o pueblo, sino que se realiza en un grupo de
tribus o pueblos lingüísticamente emparentados. La condición indis­
pensable para el desarrollo es la independencia política de uno por
lo menos de esos pueblos, que permita la formación de un tipo his­
tórico cultural. Asimismo, hay grupos cuyas actividades impiden la
formación de una civilización, como los hunos, los tártaros y los
turcos; mientras que el resto de los pueblos forma una especie de
residuo que Danilevsky llamaba material etnográfico.
Según Danilevsky, toda civilización produce su estilo particular,
que se manifiesta del modo más claro en la edad de la madurez.
Dicho con más precisión, cada civilización sobresale en uno de los
campos de la actividad humana. Así, los griegos acentuaron la belleza;
los romanos se especializaron en el derecho y en la organización po-
lírica; la civilización semítica destacó la religión. En tiempos más
recientes, las sociedades germano-romanas sobresalieron en los cam­
pos político, tecnológico y estético, mientras que la civilización eslava
promete grandes cosas en todos los campos.
Como conjuntos, las civilizaciones son impenetrables e intransmi­
sibles; pero sus rasgos individuales pueden ser imitados o seguidos,
en particular las realizaciones científicas y tecnológicas. Además, las
civilizaciones pueden difundirse por la colonización y, con menos
eficacia, por "injerto”. Ejemplos de este último procedimiento son el
florecimiento de la civilización helénica sobre el tronco egipcio y
el desarrollo de la cultura romana sobre el árbol céltico. Por lo ge­
neral, las civilizaciones que reciben el injerto mueren en ese proceso.
Pero todas las civilizaciones tienen una vida limitada, aunque Dani­
levsky no pretendió conocer el tiempo límite del ciclo de crecimiento
y decadencia; pero suponía que, más tarde o más temprano, las civi­
lizaciones mueren por una especie de fatalidad interna. En esa fase,
los pueblos retornan al estado de material etnográfico, si bien en
un tiempo futuro pueden convertirse en portadores de nuevas ci­
vilizaciones.
Cuando apareció, la obra de Danilevsky pasó casi del todo inadver-
tida; pero a fines del decenio de los 1880 súbitamente atrajo la aten­
ción en Rusia, de suerte que aparecieron dos nuevas ediciones de
Rusia y Europa, seguidas en 1890 de una traducción francesa abre­
viada. Probablemente ese libro fue importante fuente de inspiración
para La decadencia de Occidente de Oswald Spengler (véase capí­
tulo 2 0 ) , obra que durante algunos años ejerció gran influencia,
medio siglo después de la aparición de su oscuro predecesor. La
teoría de Danilevsky sobre el desarrollo y decadencia de las civiliza­
ciones era intemporal, oponiéndose, como se oponía, a la teoría po­
pular de la evolución unilineal hacia el progreso. Y , namralmente,
el hecho de que la obra estuviera escrita en ruso y no fuera rraducida
hasta 1890 fue también un obstáculo para que se la conociese. Pero
Danilevsky contribuyó al desarrollo cumulativo de la teoría socioló­
gica, en especial al estudio de los cambios sociales y culturales. Vol­
verán a encontrarse algunas de sus ideas en las obras de Toynbee y
de Sorokin, cuyas teorías estudiaremos en el capítulo 20.
En el transcurso de medio siglo tuvieron lugar numerosos comien­
zos en el campo de las ciencias sociales; al cabo de algún tiempo con­
vergieron, contribuyendo así a enriquecer la teoría sociológica. Pero
en ese primer período, dichos comienzos tuvieron muy pocas rela­
ciones entre sí. Spencer por ejemplo, conoció la obra de Comte y
tomó de ella la palabra sociología; pero, por lo demás, no fue influido
por las aportaciones del maestro francés. Le Play estaba familiarizado
con la obra de Comte, y Gobineau sufrió la influencia del histo­
riador Thierry, que a su vez había sido impresionado por las obser­
vaciones de Comte sobre la importancia de la raza. Quételet se formó
en el mismo clima intelectual que Comte. Tylor reconocía que ningún
autor había influido en el más que Quételet, aunque también citaba
a Comte. Morgan estaba familiarizado con los escritos de Spencer,
pero el empleo que hizo de la palabra evolución fue sólo incidental
en su argumentación. La versión originaria del marxismo es cosa
aparte de cualquiera otra exploración sociológica inicial (aunque
tiene conexiones con las dispares corrientes intelectuales de la filo­
sofía hegeliana, con el socialismo utópico y, finalmente, con la eco­
nomía política inglesa); pero, en una obra posterior, Engels utilizó
muchas ideas de Morgan. Los escritos de Buckle y de Danilevsky
parecen no haber tenido relación alguna con los de los sociólogos
contemporáneos sujos.
La mayor parte de las aportaciones hasta ahora examinadas fueron
escritas en la firme creencia de que la evolución era la ley suprema
del devenir. El evolucionismo de Spencer era cósmico; el de Comte
era pluralista, pero subrayaba los factores ideológicos y demográfi­
cos; el evolucionismo de Marx era económico, y el de Morgan tec­
nológico. En oposición con las ¡deas de 'esos autores, Danilevsky
formuló una teoría cíclica del cambio social, abandonando el dogma
de la evolución unilateral hacia el progreso. Tylor, Gobincau y Le
Play rechazaron también el supuesto del desarrollo progresivo de la
sociedad humana.
Una de las mayores preocupaciones de los primeros evolucionistas
fue el descubrir los factores del progreso, o, traducido al lenguaje
contemporáneo, los determinantes del cambio social. Predominaba la
tendencia al monismo, es decir, a considerar un solo factor como fun­
damental o por lo menos como predominante. Además de los factores
ideológico, demográfico, económico y tecnológico, señalados por los
evolucionistas, Gobineau y Buckle subrayaron los factores raciales y
geográficos.
Dos de los comienzos reseñados fueron importantes desde el punto
de vista de la metodología. Quételet reveló cómo aplicar los métodos
estadísticos al estudio de los fenómenos sociales, y Le Play realizó
excelente trabajo con un método que después se llamó estudio de
casos particulares. Es digno de notarse que, con relación a ambos
métodos, tuvo lugar el fenómeno de la acción retardada. Hasta fines
del siglo x ix no se aplicó el método estadístico en estudios sociales
especializados, por primera vez en el campo de la criminología. Y has­
ta después de 1920 no adquirió fuerza perceptible la idea de hacer de
la sociología una ciencia cuantitativa. Del otro lado, el método de Le
Play fue usado desde el principio por sus discípulos en el limitado
campo de los estudios sobre familias; pero hasta la segunda década
del siglo x x , e independientemente de toda influencia de Le Play,
no descubrieron los sociólogos norteamericanos el método del estudio
de casos particulares y lo convirtieron en rival de la investigación
estadística.
La mayoría de las obras hasta ahora estudiadas no fueron consi­
deradas por sus autores obras de sociología. Únicamente Comte y
Spencer, y en menor grado Le Play, se dieron cuenta de que estaban
construyendo una ciencia nueva. Quételet estaba preocupado con la
estadística; Marx, Gobineau, Buckle y Danilevsky hubieran clasifi­
cado sus obras como filosofía de la historia; Tylor y Morgan hacían
aportaciones a la etnología. Por consiguiente, es muy comprensible
que durante la época de los iniciadores la sociología misma fuese un
concepto vago. Los problemas científicos que constituyen el núcleo
central de la teoría sociológica fueron más veces planteados que re­
sueltos. La metodología, excepto en las obras de Quételet y de Le Play,
era torpe y rudimentaria. Pero en esos primeros años hubo muchos
atisbos que suscitaron ideas y dieron frutos científicos en el trans­
curso de los decenios subsiguientes.
TERCERA PARTE

APARICIÓN DE ESCUELAS RIVALES


El último cuarto del siglo x ix delimita aproximadamente el segundo
periodo de la historia de la sociología. Por una parte, se le puede con­
siderar como la época de la lucha de las escuelas. En contraste con
la situación que conquistaron durante el primer período, los estu­
diosos en el campo de la sociología se familiarizaron con las diferen­
tes teorías y acentuaron, muchas veces sobreacentuaron, las diferencias
existentes entre ellas. En consecuencia, gran parte de su actividad con­
sistió en esfuerzos para demoler las teorías rivales. Por otra parte, en
la medida en que fue dominado por la teoría evolucionista, el período
tuvo cierra unidad. Lo que sobre todo discutían los sociólogos era cuál
jxxJía considerarse como la interpretación más adecuada de la evolu­
ción, y el debate solía centrarse sobre la identificación del factor pre­
dominante responsable de la evolución de la sociedad.
Pero debe advertirse que el predominio del evolucionismo era abso­
luto. En una época en que el evolucionismo tendía, por su misma
naturaleza, a reducir la sociología al estudio de la dinámica social y
a explicar la estructura y las funciones de toda sociedad únicamente
en relación con la fase evolutiva en que se encontraba, algunos so­
ciólogos se propusieron seguir la línea iniciada por Comte con sus
ideas sobre estática social. Con su actividad crearon un nuevo enfoque
de la sociología que podría llamarse analítico o sistemático, subra­
yando el estudio de la estructura y funcionamiento de la sociedad y
dedicando relativamente poco estudio a las etapas por las que la so­
ciedad ha pasado. Algunos de ios iniciadores de la sociología analítica
creían en la evolución, pero la evolución no representaba sino un pa­
pel insignificante en sus teorías.
Entre las muchas escuelas en que se dividió la predominante teoría
evolucionista se destaca el darwinismo social. Merece notarse que
Charles Darwin, autor de El origen de las especies (1 8 5 9 ) y de La
selección respecto al sexo (1 8 7 1 ), y creador de la teoría moderna
de la evolución biológica, no era un darwinista social. No estudió
problemas de filosofía social y se inclinaba a acentuar el contraste
entre los procesos de la evolución biológica y de la evolución social.
83
Bagehot

F.l primer autor que intentó formular una teoría sociológica apli­
cando los principios de la selección natural y de la variabilidad a la
sociedad política, fue Walter Bagehot (1 8 2 6 -7 7 ). Pertenecía a una
familia inglesa de la clase media, estudió en Oxford y después se
dedicó a negocios bancarios. Desde 1860 fue director de The Econo-
tnist. Publicó sus opiniones por primera vez en una serie de artículos
que salieron en The Fortmghtly Revietv ( 1 8 6 7 ), y más tarde esos
artículos aparecieron en forma de libro con el título de Physks and
Politics (Física y política, 1 872).
En esa obra procuró Bagehot formular el carácter esencial de la
lucha de grupos. El rasgo principal —-dice— es que esa lucha la di­
rigen grupos de hombres en cooperación, no individuos. Es mani­
fiesta la superioridad de los grupos compactos sobre los débilmente
unidos. La diferencia entre el hombre no civilizado y el civilizado
es igual a la que existe entre los animales silvestres y los domésticos,
y aseguraba que el proceso de domesticación es el mismo para los
hombres y para los animales, afirmación curiosa teniendo en cuenta
las manifiestas desemejanzas de ambos procesos. Las tribus más dó­
ciles sobreviven; en consecuencia, han llegado a ser dueñas de la
tierra las naciones que tienen los sistemas de organización familiar
más compactos. Esta teoría es una sublimación en el plano sociológico
de la supervivencia de los más aptos.
Puesco que la cohesión del grupo es tan importante en el proceso
evolutivo, es preciso determinar cuál es el factor que fragua el grupo.
Para Bagehot ese factor es "el aglutinante de la costumbre”, o sea la
tendencia de ios descendientes a parecerse a sus progenitores no sólo
biológicamente, sino también mentalmente. Aquí surge la siguiente
pregunta: ¿Cuáles son las fuerzas que conservan las costumbres? Ba­
gehot señala tres fuerzas. En primer lugar está la religión del miedo,
con sanciones terribles para los violadores. En segundo lugar, está la
tendencia persecutoria, o sea la propensión a castigar las desviaciones
del orden establecido, el cual sirve de apoyo a las costumbres. Según
Bagehot, ningún bárbaro tolera ver a un individuo de su nación apar­
tarse de los viejos usos y costumbres de la tribu. En tercer lugar, está
la tendencia del hombre a imitar lo que tiene delante. La imitación
no es consciente, es contagiosa y particularmente fuerte entre los
niños y los salvajes, y ella explica la sorprendente uniformidad de
la sociedad salvaje y el que los salvajes sean los más rápidos y fieles
imitadores. (La ciencia social moderna sabe, naturalmente, que esos
rasgos no distinguen necesariamente a la sociedad "salvaje”.) En la
imjwrtancia que concedía a la imitación se anticipó Bagehot a Ga­
briel Tarde, uno de los creadores de la sociología analítica que con­
tribuyó de manera importante a la decadencia del evolucionismo en
sociología (véase capítulo 8 ) .
El estudio de Ja costumbre hecho por Bagehot y que acabamos de
esbozar, tuvo por objeto acJarar la afirmación de que la cohesión del
grupo es el requisito necesario para la victoria en la lucha de gru­
pos. Como segundo factor que hace posible la supervivencia de los
más aptos, Bagehot tomó de Darwin la idea de la variabilidad. Sin
variabilidad, la lucha por la existencia no tendría sentido, pues no
produciría ningún mejoramiento de la organización biológica o so­
cial. Al igual que Spencer, Bagehot creía en el progreso, y explicaba
su posibilidad mediante la tendencia de los descendientes, opuesta
u la de la imitación, a diferir de sus progenitores. Según él, el pro­
greso sólo es posible si la fuerza de la legalidad basada en la imitación
es bastante poderosa para mantener unida la nación, pero no tanto
que mate toda variación y reprima la perpetua tendencia de la natura­
leza al cambio. Sobreviven los grupos en que el equilibrio de esas
fuerzas garantiza la mayor eficacia del grupo. Ese equilibrio, en opi­
nión de Bagehot, es característico de las sociedades dirigidas por un
gobierno fruto de la discusión: en tales sociedades está abierta la
puerta a las innovaciones y al progreso.

Gumplowicz

Las ideas de Bagehot no tuvieron nunca aceptación muy general; en


realidad, su obra fue ignorada durante mucho tiempo. No puede
decirse lo mismo de otro representante del darwinismo social, Ludwig
Gumplowicz (1 8 3 8 -1 9 0 9 ), judío polaco. Gumplowicz inició su ca­
rrera académica en la monarquía austro-húngara, donde el antisemi­
tismo era fuerte y los conflictos étnicos dominaban el escenario polí­
tico. Durante toda su vida sufrió un complejo de inferioridad, y la
tragedia señaló sus últimos años. En 1894 se suicidó su hijo, y en
1909 se suicidó él después de haber dado muerte a su mujer. Las
sombras que envolvían su vida fueron iluminadas, pero no disipadas,
por una visita que en 1903 le hizo el sociólogo norteamericano Ward
(véase capítulo 6 ) , que era hombre muy optimista. A consecuencia
de dicha visita, tuvo Gumplowicz Ja oportunidad de publicar en The
American Journal of Sociology (volumen 9 ) un artículo en el que, en
oposición con sus anteriores ideas, admitía que las leyes de bronce
de los procesos naturales ppdían ser modificadas por el intelecto
humano, que es también una fuerza natural.
La actividad académica de Gumplowicz se limitó a la universidad
provinciana de Graz, donde fue primero conferenciante y después, a
partir de 1882, profesor. Su primer contacto con el campo de la so­
ciología tuvo lugar a través de los escritos de Comte y de Spencer.
Sus obras más importantes son Raza y Estado ( 1 8 7 5 ), Lucha de ra­
zas (1 8 8 3 ) y en especial Eshozo de sociología (1 8 8 5 ). Escribió otras
muchas obras que añadieron pocas cosas importantes al Esbozo ds
sociología.
En todos esos escritos, aunque insiste en la necesidad de relacionar la
sociología con el campo general de la ciencia, sustenta Gumplowicz
la idea de que los fenómenos sociales constituyen una categoría única
distinta de todos los demás fenómenos por varios rasgos fundamenta­
les. En su opinión la sociología es la ciencia de la sociedad humana
y de las leyes sociales. Por lo tanto, es la base de todas las otras cien­
cias sociales, que se dedican a manifestaciones particulares de la vida
social.
En opinión de Gumplowicz, la evolución social y cultural es total­
mente producto de la lucha entre grupos sociales. Esa lucha, análoga
a la lucha por la existencia y a la supervivencia de los más aptos entre
los individuos, reemplazaba a la lucha individual en su teoría de
la evolución. Sólo el grupo es importante, porque el individuo es un
producto del grupo. Sólo una insignificante minoría de individuos
prosigue su educación recibiendo impresiones originadas fuera de su
propio grupo social. Es la comunidad la que piensa, porque no pasa
de ser una ilusión la idea de que el hombre piensa como individuo.
Pero, ¿por qué deben luchar los grupos? Gumplowicz presenta dos
hipótesis fundamentales: una, la hipótesis poligenética, afirma que
la especie hombre se derivó de diversos tipos antiguos en muchos
momentos diferentes y en muchos lugares distintos, de suerte que no
hay vínculo sanguíneo entre las razas; y otra, la hipótesis de que
existe entre Jos diferentes grupos y razas un odio insuperable. Llegó
a ambos supuestos deductivamente y los confirmó con buenas autori­
dades. Cuanto más hacia atrás vamos, dice Gumplowicz, mayor es el
número de pequeños grupos sociales que encontramos, constituidos
por hordas que se caracterizan por la promiscuidad sexual y la igual­
dad de posición social. El conflicto (la guerra) entre ellos tenía por
causa directa el deseo de mejorar las condiciones económicas. (En esto,
como en otras muchas cosas, las ideas de Gumplowicz muestran mar­
cado sabor marxista.) En los tiempos primitivos, la guerra tenía
por consecuencia el exterminio del grupo vencido. Después los hom­
bres encontraron más ventajoso reducir a la esclavitud a los vencidos y
explotarlos económicamente. En este proceso de sobreimposición de
un grupo a otro veía Gumplowicz el origen del Estado. Aunque no
de buen grado, esta teoría fue aceptada por muchos sociólogos, y hasta
por los de los Estados Unidos, a falta, en aquel tiempo, de otras hipó­
tesis plausibles.
Después de formado el Estado, la lucha de los grupos se bifurca:
continúan las guerras entre Estados impulsados por un implacable
afán de conquista, pero además dentro de cada Estado nace la lucha
de clases. Aunque las clases combatientes y sus metas cambian a tra­
vés de la historia, la clase que está en el poder siempre se da cuenta
de que puede mantener y extender más fácilmente su dominio creando
instituciones legales y políticas. Todas estas ideas relativas al Estado
tienen afinidad con el marxismo.
Como muchos pensadores alemanes de aquel tiempo, Gumplowicz
propendía a contraponer Estado y sociedad. Para él la sociedad era la
suma total de los grupos antagónicos, y cada grupo se concentraba
alrededor de uno o más intereses comunes. Dondequiera que los
hombres se sienten estrechamente unidos por intereses comunes, se
esfuerzan por acruar juntos como unidades en la lucha por el predo­
minio. Así se forman los grupos y resulta incesante la lucha entre ellos.
Al contrario que otros evolucionistas, Gumplowicz era pesimista
en lo que respecta al progreso. No podía aceptar la idea de la evolu­
ción de la humanidad como un todo, porque para él no existía esa
cosa única llamada humanidad. Su hipótesis poligénica impedía la
posibilidad de una evolución unitaria. Creía él que la evolución de
cada grupo había sido esporádica e interrumpida por retrocesos. En
todo Estado han tenido lugar una evolución y un progreso parciales;
pero siempre ha habido bárbaros que esperan la señal de empezar la
obra de destrucción. Aunque es seguro que Gumplowicz no tomó nada
de Danilevsky, hay aquí algún paralelismo con la Opinión de éste
último (véase capítulo 4 ) sobre el nacimiento de las culturas particu­
lares (no de la cultura humana en general) y sobre la existencia de
fuerzas negativas y destructoras. La caída de muchos Estados pode­
rosos ante el asalto de hordas bárbaras más bien pequeñas — añade
Gumplowicz en una interesante anticipación a las ideas de Toynbee— ,
no puede comprenderse a menos que se admita la existencia de ene­
migos sociales interiores.
En resumen, no hay progreso ni retrogresión en el curso de la
historia en su conjunto; sólo puede advertirse progreso en determi­
nados períodos y determinados países. Las opiniones de Gumplowicz
sobre este tema están mucho más cerca de la opinión común en la
actualidad que las de sus optimistas contemporáneos.

Ratzenhofer
El darwinismo social aparece en forma mucho más mitigada en la
obra del sociólogo austriaco Gustav Ratzenhofer (1 8 4 2 -1 9 0 4 ). De
humilde origen, este hombre, que era cadete a la edad de dieciséis
años, tuvo numerosos duelos e hizo distinguidos servicios de guerra;
en 1878 fue nombrado archivista del ejército, posición que le dio
amplia oportunidad para leer y estimuló el deseo de escribir. En 1898
fue ascendido a mariscal de campo y nombrado presidente deí tribu­
nal supremo militar de Austria. Se retiró del ejército en 1903. Inte-
lectualmente, fue un autodidacto influido por la lectura de Comte,
Spencer, John Stuart Mili y Gumplowicz. Sus obras principales son
Naturaleza y fin de la política ( 1 8 9 3 ), Estmlios sociológicos (1 8 9 8 )
y Sociología (1 9 0 8 , postuma). Murió a bordo del barco en que re­
gresaba de un viaje a los Estados Unidos, donde había dado conferen­
cias con gran éxito.
En opinión de Ratzenhofer, la sociología es Ja ciencia de las rela­
ciones mutuas entre seres humanos. Su misión es descubrir las ten­
dencias fundamentales de la evolución social y las condiciones del
bienestar general de los seres humanos. El problema fundamental de
Ja sociología es determinar el carácter único de la regularidad social
y distinguirla de Ja regularidad del mundo de los fenómenos en gene­
ral. La sociología debe descubrir el principio básico que gobierna to­
dos los asuntos sociales y contribuir, con esa guía, a resolver todos
los problemas sociales.
Esc principio director, la fuerza motriz, la UrJkraft, es el interés.
El interés es la llave que abre la puerta del tesoro de la sociología.
La vida social, según Ratzenhofer, es un haz de intereses enraizados
en la naturaleza misma de los hombres. El interés es la expresión
de una necesidad a través de la percepción de su inevitabilidad. Las
necesidades son, en cuanto tales, innatas o instintivas, mas para que
se conviertan en intereses tienen que ser percibidas y entendidas por
las mentes humanas como inevitables.
Ratzcnhofer clasificaba ios intereses del modo siguiente: procrea-
tivos, fisiológicos (nutrición), individuales (autoafirmación), socia­
les (basados en la consanguinidad, dirigidos al bienestar del grupo),
y trascendentales (religión). Estos cinco tipos de intereses son las
verdaderas fuerzas que están detrás de la acción del individuo y del
grupo. La sociedad existe sólo en el proceso social, que es la suma
total de las relaciones sociales existentes entre los hombres; pero esas
relaciones, a su vez, se basan en la conducta interesada o egoísta que
motiva toda acción social.
Como quizás es natural en un militar de la vieja escuela, creía Rat-
zenhofer que en la acción de los grupos predomina el antagonismo.
El orden social es la organización de la lucha por la existencia. Pre­
domina el antagonismo a causa de la disposición innata en el hombre
de obedecer a sus impulsos primarios y de odiar a sus prójimos. El
aumento de la población pone un límite a esa disposición. Después,
como se hace inevitable el sojuzgamiento del grupo por gobernan­
tes, aparecen los comienzos de articulación social y del Estado. Ex­
pansiones ulteriores conducen a la conquista de unos Estados por
otros, proceso que es causa de una complejidad y diferenciación cre­
cientes. La lucha y la guerra por lo general consolidan las estructuras
sociales, mientras que la cultura y el comercio debilitan el vínculo
social.

Small

Albion W . Small (1 8 5 4 -1 9 2 6 ), sin haber sido un pensador particu­


larmente original, contribuyó quizás más que otro cualquiera al pro­
greso académico de la sociología norteamericana.
Small nació en Maine, estudió en el Colby College y en el Newton
Thcological Seminary, y después pasó dos años en las universidades
de Berlín y de Leipzig, donde adquirió un conocimiento completo de
la ciencia social alemana. Durante diez años fue profesor de historia
y de economía en el Colby College, y durante tres años fue su rector.
En 1892 fue nombrado jefe del recién creado departamento de so­
ciología de la Universidad de Chicago, el primero que existió de esa
especialidad. Desempeñó el cargo hasta su muerte, y representó papel
muy importante en la preparación de toda una generación de soció­
logos. En 1894 publicó, en colaboración con George E. Vincent, el
primer libro de texto de sociología. Al año siguiente fundó The
American Journal of Sociology, que dirigió hasta su muerte. En 1905
iipareció General Sociology (Sociología general), su obra maestra.
A través de la cátedra y el libro familiarizó a sus compatriotas con
el pensamiento europeo y promovió el conocimiento en Europa de la
sociología norteamericana, lo que por sí mismo justifica plenamente
el que en 1913 se le nombrara presidente del Instituto Internacional
de Sociología.
Aunque influido por Ratzenhofer, Small mitigó el ya mitigado
darwinismo social de aquél, reduciéndolo a una teoría de los intereses
y de sus conflictos. Esta teoría iba bien con su concepto anterior de
los deseos como principales resortes de la acción humana en socie­
dad, idea que probablemente tomó de Ward. En la Sociología general
Small define el interés como 'una aptitud no satisfecha correspon­
diente a una situación no realizada”. Esta fórmula — dijo— era un
intento para expresar algo que está detrás de la conciencia. Infortuna­
damente, la vaguedad de la expresión es plenamente característica
de las obras de Small en general.
El interés es el eje de la teoría sociológica de Small. Los intereses
son los móviles más simples que pueden descubrirse en la conducta
de seres humanos; la vida misma es el proceso de desarrollar, adaptar
y satisfacer intereses. Éstos son de seis clases: salud, riqueza, sociabi­
lidad, conocimiento, belleza, rectitud. Subjetivamente considerados,
los intereses son deseos; objetivamente, son necesidades.
Los intereses dominan tanto la vida individual como la social. El
individuo es en todo momento el producto de la lucha persistente
entre sus intereses; y análogamente, la sociedad es la consecuencia
de las miríadas de esfuerzos de los individuos para satisfacer sus
intereses. Small subraya la relación de interdependencia de los aspec­
tos individuales y sociales de la lucha de intereses, y dice: "Individuo
y sociedad no son medios el uno para el otro, sino aspectos de ambos.
Una sociedad es una combinación de las actividades de las perso­
nas. Una persona es un centro de impulsos conscientes que sólo en
sociedad se realizan plenamente.”
Small emplea ahí la palabra sociedad, aunque antes la había repu­
diado en su obra a favor de la palabra asociación, insistiendo en que
el cambio no era simplemente de palabras. La palabra sociedad su­
giere una visión más bien estática de los hechos sociales, mientras
que asociación — decía— expresa una visión dinámica. Small quería
estudiar el proceso de la asociación humana, y en ese proceso descu­
bría el antagonismo como cosa primordial, e implícita en él la coli­
sión de intereses. Pero, cediendo a sus propias preferencias éticas, lie-
gaba a afirmar que el antagonismo se resuelve en cooperación a través
de la socialización.
No obstante la influencia personal de Small, sus opiniones no per­
duraron ni influyeron en gran medida sobre la sociología norteameri­
cana. Es manifiesta una causa: formuladas al comenzar el siglo x x ,
las opiniones de Small pertenecían a una clase de sociología que en
aquel tiempo ya estaba en decadencia. Aunque, en oposición con la
mayor parte de sus contemporáneos, Small no agrupó sus ideas en
tomo del concepto de evolución; sin embargo, suponía que la teoría
evolucionista era válida en general. Pensaba que la evolución hacia
el progreso se expresaba en el paso del antagonismo inicial a la pacifi­
cación mediante 1a socialización, y creía que el proceso social, por
necesidad interna, producía cada vez mas hombres disímiles, opinión
que sigue la línea de la fórmula evolutiva de Spencer.
Pero la explicación que dio Small de las relaciones entre la socio­
logía, las otras ciencias sociales y la psicología, está de acuerdo con
gran parte del pensamiento actual. Small insistió en ía unidad de las
ciencias sociales, particularmente en The Meaning of the Social
Sciences (El significado de las ciencias sociales, 1910), y observó que
cada una de esas ciencias prestaba atención primordialmente a ciertos
fragmentos o aspectos de la misma cosa. Acerca de la sociología y la
psicología dijo: "El psicólogo toma la asociación como el hecho co­
nocido y fijo, para proseguir la investigación de los mecanismos de
los actores individuales. El sociólogo, por el contrario, toma por cosa
sabida al individuo y emprende la investigación de la asociación”. Es
lamentable, pensamos nosotros, que los sociólogos posteriores no ha­
yan seguido con más frecuencia ese excelente consejo.

Sumncr
Una variedad especial de darwinismo social se ofrece en la obra de
William Graham Sumncr (1 8 4 0 -1 9 1 0 ), uno de los más importantes
sociólogos norteamericanos. Nacido en Patterson, Nueva Jersey, era
hijo de un inmigrante inglés que había abandonado su patria porque
su negocio había sido llevado a la ruina con el avance de la revo­
lución industrial. A pesar de ese antecedente, el hijo llegó a ser uno
de los campeones más vigorosos del principio del laissez faire, que
era en parte un reflejo de la revolución industrial en el mundo de
las ideas.
Cumplidos los veinte años, Sumner pasó varios en Oxford. Noticias
que se han conservado relativas a conversaciones que entonces tuvo
allí, muestran que el principal problema a discusión era la posibilidad
de una ciencia de la sociedad, dónde debía empezar esa ciencia y cómo
debía estructurarse. Se pensaba con frecuencia que el punto de par­
tida era la filosofía de la historia al estilo de Buckle; pero la ciencia
social tiene que ser una ciencia inductiva, y nadie veía cómo podría
recogerse la cantidad necesaria de material y darle tal disposición, que
efectivamente pudiera realizarse Ja inducción.
En 1868, después de haber regresado de Inglaterra a los Estados
Unidos, Sumner fue nombrado tutor en la Universidad de Yale. Mien­
tras desempeñaba ese cargo leyó Los primeros principios y la Estática
social, de Spencer, pero esas obras no le produjeron gran impresión.
En 1869 fue ordenado de ministro episcopal. Cuando empezó a escri­
bir sermones, advirtió que lo que más le interesaba eran los temas
relacionados con la ciencia social y con la economía política. Por ese
tiempo leyó El estudio de la sociología, de Spencer, y encontró la guía
que necesitaba. En Yale fue ascendido a profesor al mismo tiempo que
se convertía al evolucionismo. Por haber recomendado a sus alumnos
que leyeran a Spencer, estuvo a punto de ser expulsado de la Univer­
sidad por sospechoso de ateísmo. No obstante, conservó la cátedra,
que desempeñó hasta su muerte. Durante los dos últimos años de su
vida fue presidente de la American Sociological Soeiety, cargo en el
que sucedió a Ward, que había sido su primer presidente.
Sumner es autor de una sola obra importante, Volkways (1 9 0 6 ).
A pesar de la fecha de publicación, las opiniones de Sumner perte­
necen a la sociología del siglo X I X , porque el libro se basaba en con­
ferencias pronunciadas en el transcurso de muchos años. Volkways fue
concebido como anticipo de una obra monumental, The Science of
Soeiety (h ¡ ciencia de la sociedad), que Sumner había empezado en
1872, pero que no terminó. Albert G . Keller, fiel discípulo de Sum­
ner, la terminó y publicó en 1927 con los nombres de los dos. Muchas
de las ideas contenidas en Costumbres (Volkways) ya las había expues­
to Sumner en numerosos ensayos publicados entre 1880 y 1900. Una
colección póstuma de Ensayos atestigua la persistencia del interés por
la obra de Sumner muchos años después de su muerte.
Sumner consideraba la sociedad como un sistema de fuerzas some­
tidas a leyes que la ciencia tenía por misión investigar. Los hombres
delxm obedecer a leyes sociales lo mismo que obedecen a leyes físicas:
hay que conocer y respetar esas leyes. De ahí la admisión incondicional
de la doctrina liberal expresada en el título mismo de uno de sus
ensayos: The Absurd Effort to Make the World Over (El absurdo
esfuerzo para rehacer el mundo, 1 8 9 4 ). Para Sumner, la ley fun­
damental es la de la evolución, proceso espontáneo, unilineal e
irreversible que no puede ser modificado por el esfuerzo social. La
evolución es impulsada hacia adelante por la lucha por la existencia,
combate que enfrenta al hombre con la naturaleza y con los demás
hombres, sin que nadie pueda ser culpado por las penalidades que unos
individuos imponen a otros. La supervivencia de los industriosos y los
frugales es la supervivencia de los más aptos. Tal es Ja ley de la
civilización. No existe ninguna otra posibilidad. Es igualmente im-
jjosible encadenar las fuerzas sociales que producen los monopolios,
las guerras y las clases sociales y sus luchas. Esas fuerzas son ante
todo la presión que ejercen la población y las condiciones económicas;
el papel de las fuerzas morales es secundario. La lucha de clases ha
señalado todo el desenvolvimiento histórico; el principal objetivo
de esa lucha es la dominación del Estado.
Las opiniones de Sumner combinaban buena cantidad de determi­
nismo económico con el empleo de conceptos biológicos; y él estaba
firmemente convencido del preeminente valor de los datos etnoló­
gicos. Fue muy poco influido, o quizás ni la conoció, por la teoría no
evolucionista de la sociología norteamericana y europea. Según Keller,
sucesor de Sumner en Yale, el principal método de éste consistía en
reunir una gran masa de hechos comprobados y dejarlos hablar por
sí mismos, mediante la aplicación del sentido común preparado y
organizado. Éste es el juicio de un admirador. Más exactamente, Sum­
ner empleaba una cantidad enorme de material, pero la organización
que le daba era más bien débil.
Costumbres es un intento al estilo del darwinismo social para ex­
plicar el origen evolutivo, el carácter, la función y la persistencia
de los hábitos de grupo (costumbres). Puesto que la primera misión de
la vida es vivir, los hombres empiezan con actos, no con ideas. Por
pruebas y tanteos se seleccionan los mejores y más adecuados modos
de obrar entre los varios posibles y de acuerdo con las circunstancias
que prevalecen. Esos métodos se repiten, y su repetición produce há­
bito en el individuo y costumbre en el grupo. Así las costumbres,
es decir, las maneras de hacer las cosas comúnmente aceptadas en una
sociedad, se producen inconscientemente. Nadie sabe cómo ni cuándo
nacen, y crecen como por el juego de una energía vital interna.
Nunca fue Sumner suficientemente claro acerca de la fuerza que
produce las costumbres. Intentó tres explicaciones diferentes: el in­
terés (bajo la influencia de Sm all); el dolor y el placer (los polos
del hedonismo); y los cuatro móviles del hambre, el sexo, la vanidad
y el miedo (anticipación de los cuatro deseos de W. I. Thomas). Las
costumbres pueden ser modificadas, pero en medida limitada, por el
esfuerzo deliberado del hombre. Con el tiempo, pueden perder su
fuerza, decaer y morir o transformarse. Sumncr no investigó nunca
las circunstancias en que las costumbres se transforman o pierden su
imperio sobre los hombres, y por lo tanto no formuló nunca nada que
se acercase a leyes sociales.
Cuando son vigorosas, las costumbres dirigen en gran parte la
conducta individual y social y producen y alimentan ideas de filo­
sofía del mundo y de política vital. Cuando las opiniones elementales
sobre lo verdadero y lo recto se convierten en teorías de bienestar,
las costumbres implícitas en ellas se convierten en normas morales.
La terminología de Sumncr es un tanto inconsecuente. Unas veces
opone las normas morales • a las costumbres, pero otras emplea la
palabra costumbres para designar todos los modos de obrar común­
mente aceptados, incluidas las normas morales. Concedía importancia
suprema a unas y otras. Las costumbres dominan la vida social; la
vida de sociedad consiste en formar costumbres y aplicarlas. Las leyes
reflejan las normas morales, y para que tengan fuerza deben ser siem­
pre consecuentes con éstas. Sin embargo, cuando las costumbres y
las normas morales se convierten en leyes o instituciones, cambian
de carácter.
El estudio que Sumner hace de las instituciones se anticipó a las
enseñanzas de la escuela institucional (véase capítulo 19)> enfoque
de la materia basado en una filosofía totalmente diferente de la ten­
dencia darwinista de Sumner. "Una institución consta de un concepto
(¡dea, noción, teoría, interés) y de una estructura. La estructura es
un armazón, un aparato, o quizás sólo cierto número de funcionarios
puestos a colaborar de maneras prescritas y en determinada coyun­
tura. La estructura sustenta el concepto y proporciona instrumentos
para traerlo al mundo de los hechos y de la acción en forma tai, que
sirva a los intereses de los hombres." 1 Puesto que las leyes y las
instituciones aparecen sólo en un alto nivel de desarrollo, después de
haberse convertido las meras costumbres en normas morales, Sumner
parece haber creído que la manera irracional de producirse las cos­
tumbres es gradualmente reemplazada por un mecanismo altamente

• Con la frase "normas morales'' traducimos la palabra inglesa mores, que parece
designar las normas morales no doctrinales, sino consuetudinarias. [T .]
1 Folkwajs, p. 54.
racional que crea estructuras u organizaciones con el objeto de encar­
nar ideas específicas; pero no exploró nunca esta línea de investigación.
1.a teoría de Sumner es evolucionista; pero su estudio de las cos­
tumbres y de las normas morales (palabras de uso común entre los
sociólogos contemporáneos) puede considerarse como una aportación
a la sociología analítica, al conocimiento de la estructura y modo de
funcionar de los grupos sociales. Sumner aportó también a la sociolo­
gía analítica la distinción entre grupos-nosotros y grupos-ellos, y sub­
rayó la oposición entre nosotros, el grupo-nosotros o intra-grupo, y
todos los demás, los grupos-ellos o extra-grupos. Cada grupo alimenta
su orgullo y vanidad, se jacta de su propia superioridad, exalta sus
divinidades y mira con desprecio a los extraños. Cada grupo cree que
sus costumbres son las únicas correctas, de suerte que las costumbres
de otros grupos provocan la desaprobación y suscitan epítetos de des­
precio y abominación. Mientras que los individuos de un intra-grupo
están unidos por relaciones de paz, orden y derecho, sus relaciones con
todos los extraños son de hostilidad. A las actitudes de superioridad
relativas a las costumbres del intra-grupo a que uno pertenece, y de
comparación difamatoria con las de los extra-grupos, Ies dio Sumner
el nombre de etnocentrismo, palabra hoy de uso común.
También afirmaba Sumner que existe una correlación entre el etno-
centrismo y el desarrollo de la solidaridad de grupo. "Las exigencias
de la guerra con extraños son las que hacen la paz interior. . . La
lealtad al grupo, el sacrificio por él, el odio y desprecio hacia los ex­
traños, fraternidad dentro, guerra afuera: todas estas cosas crecen
juntas, como productos comunes de la misma situación.” 2 Bagehot
y otros habían hecho observaciones análogas muchos años antes, pero
sólo después de la obra de Sumner tuvieron amplia aceptación estas
opiniones.
Aspecto igualmente importante de la obra de Sumner es que ori­
ginó el enfoque o punto de vista normativo (o institucional, en la
terminología de Parsons; véase capítulo 1$) para el estudio de los
fenómenos sociales. En otras palabras, inició el estudio del origen y
las funciones de las normas sociales. Es cierto que Spencer y los pri­
meros etnólogos habían estudiado las costumbres y ios usos de diversas
sociedades; pero se habían limitado a describirlas, sin analizar sus
funciones en la sociedad. Pero Sumner no se detuvo en ese punto.
En la introducción a Folkways dice que había querido escribir un libro
sobre sociología, pero que al hacerlo se había desviado por una nece-
2 Ibid., p. 12.
sidad interna a estudiar la importancia sociológica de los usos, modos,
normas morales y principios éticos. Y advierte que la palabra etología
sería nombre muy adecuado para aquel esatdio. Esta palabra se deriva
del vocablo griego ethos, que los griegos aplicaban a los usos, ¡deas,
normas y códigos por los que un grupo se diferenciaba de los otros
y tenía un carácter individualizado. Ética, lo perteneciente o relativo
al ethos, son las normas de lo justo o recto. En opinión de Sumner,
era cosa extraña que las naciones modernas hubieran perdido estas
palabras y desdeñado las importantes sugerencias que Ies son inheren­
tes. Su obra, pues, iba a ser un intento, sólo en parte logrado, de
enriquecer el estudio de la vida social enfocándolo sobre las normas
de lo justo comúnmente aceptadas.
Las aportaciones de Sumner a la sociología analítica son más im­
portantes que su idea del origen y persistencia de las costumbres.
Su teoría de la supervivencia de las costumbres más idóneas o ade­
cuadas es refutada por la existencia de costumbres dañinas que con
frecuencia conducen a la decadencia o quizás, a la destrucción de los
grupos que las practican.3 Tampoco es admisible su opinión de que
las costumbres son fuerzas independientes de los hombres; ahora se
sabe que los fenómenos del nacimiento, persistencia, modificación y
decadencia de las costumbres son reducibles a sistemas complejos de
acción c interacción humanas. Y es sabido que, en determinadas cir­
cunstancias, las leyes pueden modificar grandemente las normas mo­
rales mismas.

Juicio retrospectivo del darwinismo social

Spencer vio en la evolución una ley universal del devenir, y derivaba


de una ley cósmica la evolución orgánica (biológica) y la evolución
superorgánica (social). Los darwinistas sociales razonaron de otra
manera. Estaban familiarizados con la teoría darwiniana de la evo­
lución biológica y creían que esa teoría podía aplicarse a la sociología
sustituyendo los organismos con los grupos sociales, y a base de esta
creencia formularon su propia sociología. Para ellos la sociedad era
un universo un tanto vago de grupos sociales antagónicos. Bagehot,
el primero de los darwinistas sociales, no especificó qué clase de gru­
pos eran ésos. Gumplowicz y Ratzenhofer los identificaron con los

3 Es sorprendente que tuviera noticia de la existencia de tales costumbres y que,


sin embargo, siguiera sustentando su tesis de la supervivencia de las costumbres más
convenientes.
grupos raciales; y Sumner, realizando un progreso importante, con
los grupos étnicos o culturales. Gumplowicz, fuertemente influido
j>or el marxismo, incluyó también las clases sociales entre los grupos
antagónicos fundamentales, y en este respecto lo siguió Sumner. Nin­
guno de estos autores determinó el carácter de la cultura, aunque
Bagehot y Sumner, al destacar la importancia de las cosmmbres, an­
duvieron cerca de hacerlo. En las obras de Bagehot y Gumplowicz no
puede señalarse ninguna unidad básica para el análisis; esa unidad
fue el interés para Ratzenhofer, y la costumbre para Sumner.
Los danvinistas sociales sustentaron opiniones diferentes sobre las
relaciones entre la sociedad y el individuo. Bagehot y Gumplowicz
consideraban al individuo completamente sumergido en ia sociedad.
Ratzenhofer, por el contrario, consideraba a la sociedad como una
mera red de relaciones interpersonales, opinión no muy lejana del
individualismo spenceriano. La actitud de Sumner fue un tanto am­
bigua. Podría pensarse que, de acuerdo con su teoría, la sociedad do­
minaría por completo la vida humana mediante las costumbres y las
normas morales, y sin embargo él fue siempre un vigoroso defensor
del individualismo extremado.
Para todos estos autores, el determinante básico del cambio social,
e implícitamente de las condiciones sociales en general, era biológico.
Bagehot. Gumplowicz y Ratzenhofer dieron la mayor importancia a
la selección y a la supervivencia del grupo más apto, mientras que
para Sumner eran las costumbres más convenientes las que determinan
el estado de una sociedad.
La necesidad de hacer científica la sociología fue subrayada por
Gumplowicz y Ratzenhofer. Esto significa que los modelos metodo­
lógicos que hay que aplicar en sociología deben ser los que prevalecen
en las ciencias naturales. Pero como esos modelos también fueron
identificados con el esquema evolucionista, se malogró este intento
de hacer sociología verdaderamente científica. La metodología de los
darwinistas sociales no difería mucho de la de Spencer; se emplearon
esencialmente datos históricos y etnológicos para ilustrar proposi­
ciones derivadas de su teoría de la evolución, y sobre esa base se
consideraban demostradas dichas proposiciones.
En la historia de la teoría sociológica, el darwinismo social debe
ser considerado como la exploración de una posibilidad. Hoy se sabe
que esa exploración condujo a un callejón sin salida; pero a fines del
siglo X I X el camino parecía prometedor.
Debe reconocerse, sin embargo, que no todas las enseñanzas de los
darwinistas sociales se perdieron. Ellos iniciaron la formulación de
una teoría de los antagonismos sociales, identificaron algunos de los
grupos entre los que es más probable la oposición recíproca, y seña­
laron la correlación existente entre el antagonismo de los grupos y
la solidaridad intragrupal. Bagehot vislumbró la importancia socio­
lógica de la imitación. Gumplowicz vio claramente la vulnerabilidad
de la teoría del progreso e, independientemente de Danilevsky, consi­
deró el progreso limitado a sectores de la humanidad, y no en todos
los cambios humanos en general. Sumner mostró una nueva pers­
pectiva a los estudios sociológicos al destacar el aspecto normativo
de la vida social. Aunque los principales aspectos del darwinísmo
social, lo mismo que los del evolucionismo en general, resultaron
infructuosos, algunos de sus productos secundarios fueron legítimas
aportaciones a la teoría sociológica.
1:1 evolucionismo de Spencer era cósmico. La evolución, ley suprema
de todo devenir, incluía el devenir de la sociedad humana. La mente
humana, con su capacidad para deliberar y para elegir, no era, pues,
un factor de la evolución; en realidad, su interferencia con la evo­
lución más bien era dañina. Al mediar el decenio de los 1880 surgió
una nueva rama del evolucionismo que, contrariamente a la teoría de
Spencer, atribuyó a la mentalidad humana un papel importante en la
evolución. El fundador del evolucionismo psicológico fue el soció­
logo norteamericano Lester F. Ward. Su teoría fue desarrollada des­
pués por Franklin H. Giddings. En este capítulo presentaremos las
opiniones y las obras de ambos autores.

Vida y obras de Ward

Lester F. Ward (1 8 4 1 -1 9 1 3 ) nació en Illinois de gente de humilde


posición. Aunque su instrucción primaria fue escasa, su deseo per­
sonal de adquirir conocimientos lo impulsó a estudiar biología e idio*
mas extranjeros durante la noche, después de un agotador y tedioso
trabajo durante el día. Ingresó en una escuela preparatoria, pero
interrumpió sus estudios el estallido de la Guerra de Secesión. Se
incorporó al Ejército de la Unión en 1863 y fue gravemente herido.
Después de la guerra, fue escribiente en el departamento de Hacienda
de los Estados Unidos y combinó su trabajo con el estudio en la Co-
lumbian University (hoy George Washington Uníversity). Se espe­
cializó en botánica y derecho y recibió el grado de Maestro en Artes
el año 1872. En 1881 fue nombrado ayudante, y en 1883, paleontó­
logo jefe del Servicio Geológico de los Estados Unidos, donde hizo
investigaciones geológicas y paleontológicas originales.
La lectura de Comte y Spencer despertó el interés de Ward por la
sociología. Experimentó el hechizo de los majestuosos sistemas de
los dos padres fundadores de la nueva ciencia, y se sintió de acuerdo
en muchas cosas con el evolucionismo cósmico de Spencer; pero no
podía admitir las conclusiones que el maestro inglés sacaba del pos­
tulado de una evolución impersonal y que se producía por sí sola.
La humildad de su propio origen y los sufrimientos que había obser­
vado en torno suyo movieron a Ward a introducir en el esquema
99
spenceriano un principio que hiciera deseable y al mismo tiempo cien­
tíficamente justificable la intervención de la conciencia humana en la
evolución. Encontró el germen de ese principio en la obra de Comte.
¿No se orientaba el sistema de Comte hacia la reforma social sobre
la base de leyes sociales que había de descubrir la nueva ciencia?
Ward decidió que en la sociedad humana había, además de evolución
impersonal, acción deliberada, producto también ella del proceso
evolutivo.
Esta idea de finalidad en los asuntos humanos fue el resorte impul­
sor que actuó durante doce años de trabajo sobre los dos volúmenes
de la obra maestra de Ward titulada Dynamic Sociology (Socio­
logía dinámica, 1 8 8 3 ). Durante algún tiempo la obra pasó casi inad­
vertida. Los Estados Unidos atravesaban un período de rápido adelanto
bajo la bandera del principio de no intervención, y en aquellos mo­
mentos, una obra que atacaba el principio fundamental del progreso
visible pareció atrasada y hasta perjudicial. Pero en 1890 Albion
Small, entonces presidente del Colby Coüege, reconoció los grandes
méritos de Sociología dinámica. El interés de Small, y poco después
el de otros profesores, animó a Ward a escribir más libros: Psychic
Factors of Civilization (Factores psíquicos de la civilización, 1 8 9 3 ),
Outline of Sociology (Esbozo de sociología, 1898), Puré Sociology
(Sociología pura, 1903) y Applied Sociology (Sociología aplicada,
1 9 0 6 ). En su mayor parte, estos libros amplían, reiteran y modifican
en aspectos secundarios la magna obra anterior. Pero en Sociología
pura hay una parte que refleja el efecto del contacto de Ward con los
dos darwinistas sociales austríacos: Gumplowicz y Ratzenhofer. (Como
se advirtió en el capítulo anterior, Ward, a su vez, produjo ciertos
cambios en las opiniones de Gumplowicz.) Otras influencias nuevas
se echan de ver en Sociología pura, especialmente la de Tarde, soció­
logo francés que, independientemente de Ward, subrayó la impor­
tancia del factor psíquico en la realidad social y, por consiguiente,
se libró casi por completo del evolucionismo (véase capítulo 8 ) . En
general, durante los veinte años transcurridos entre la publicación de
Sociología dinámica y la de Sociología pura, la sociología había tenido
un rápido desarrollo. Valiéndose de su conocimiento del francés, Ward
leyó ávidamente las obras más importantes en este campo. En 1902
enumeró los principales sistemas de sociología y escribió un ensayo
critico sobre ellos.1
Por el tiempo en que publicó sus últimos obras, gozaba Ward de
1 Publicado en The America» Journal of Sociology, vol. 7.
gran fama no sólo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo cien­
tífico. En 1903 fue elegido presidente del Instituto Internacional de
Sociología, y en 1906 fue el primer presidente de la Sociedad Socio­
lógica Norteamericana. En este mismo año dimitió su cargo oficial
y empezó a enseñar sociología en la Brown University. Antes de esa
fecha, no había explicado más que algunos cursos de verano, prin­
cipalmente en la Universidad de Chicago. Hasta su muerte conservó
la cátedra de Brown.

Postulados fundamentales

I.a teoría sociológica de Lestcr Ward puede ordenarse en torno de


cuatro postulados. El primero es la ley de la evolución, que tiene
aproximadamente el mismo sentido que en la obra de Spencer. En
Sociología dinámica Ward prefirió hablar de la ley de la agregación
de la materia, pero en sus obras posteriores no conservó esta innova­
ción verbal. Una opinión amplia sobre la evolución sólo se encuentra
en Sociología dinámica, donde el proceso total de la evolución apa­
rece dividido en las etapas de cosmogenia, biogenia, antropogenia y
sociogenia. Estas palabras ilustran la predilección de Ward por los
neologismos basados en las lenguas clásicas.
El segundo postulado de la teoría de Ward es la bifurcación de
la evolución después de la etapa de la antropogenia. Acompañando
a la evolución espontánea, producida por fuerzas ciegas que Ward
llama génesis, aparece la telesis o acción finalista del hombre, basada
en el conocimiento y previsión de las consecuencias de sus actos.
En tercer lug3r, postulaba Ward que toda ciencia es el estudio sis­
temático de un grupo particular de fuerzas. Para Ward las fuerzas
sociales eran evidentemente fuerzas psíquicas, pero se limitaban al
sentimiento en cuanto móviles motores que actúan detrás de los fe­
nómenos sociales, mientras que "Ja facultad de pensar no es una
fuerza”. Su clasificación definitiva apareció en Sociología pura, donde
divide las fuerzas en ontogénicas, una positiva, que busca el placer,
y otra negativa, que evita el dolor; en filogénicas, una directa,
sexual, y otra indirecta, el efecto basado en la consanguinidad, y en
sociogénicas, tríada de la fuerza moral (que busca lo bueno y lo dig­
no de confianza), la fuerza estética (que busca lo bello) y la fuer­
za intelectual (que busca lo verdadero y lo útil). Si alguien se
extraña de que Ward incluyera la fuerza intelectual entre las fuerzas
sociales y al mismo tiempo sostuviera que las ideas no son fuerzas, la
aparente paradoja podría resolverse diciendo que la fuerza intelec­
tual no es la verdad en sí misma, sino el amor a la verdad, que es un
sentimiento.
En cuarto lugar postulaba Ward el principio de la síntesis creadora
o sinergia. Este principio, que no esta explícito en Sociologut di­
námica, es la espina dorsal misma de Sociología pura. Es un prin­
cipio universal que opera en todos los departamentos de la natu­
raleza, y en cada etapa de la evolución la transición a la siguiente
se hace mediante la sinergia. La energía social, dice Ward en Socio­
logía pura, donde parece lamentar haber usado anteriormente la pala­
bra fuerza en vez de energía, surge a través de la sociedad en todas
direcciones, y, como una tempestad o una inundación, es despiadada.
Los intereses innatos de los hombres operan con finalidades que se
entrecruzan, y a veces sin finalidad alguna. Esta situación impera
en la naturaleza. Muchas fuerzas se contraponen y chocan» pero como
no puede perderse nada de movimiento, se llega a un equilibrio parcial
que crea estructuras más o menos estables. Esas estrucmras vuelven
a chocar entre sí, y se repite el proceso, creándose estructuras cada
vez más elevadas en todas las esferas del ser. En todas partes, las
estructuras creadas de ese modo por la sinergia contienen más que la
suma de los factores tomados independientemente. Al formular el
principio de la sinergia, Ward se reconoció deudor en parte de
Wilhelm Wundt (1 8 3 2 -1 9 2 0 ), famoso psicólogo alemán de aquel
tiempo.2 En alguna ocasión dijo Ward que la síntesis creadora es "la
expresión cosmológica de la trilogía hegeliana".3

Sociología: Su división y método

Ward no juzgó nunca necesario dar una definición formal de la


sociología. En Sociología pura escribió que Ja sociología es la ciencia
de las realizaciones humanas. Además, dice Ward, la sociología es una
verdadera ciencia, puesto que cubre un campo definido de fenómenos
que se producen en un orden regular, como efectos de causas o fuerzas
naturales. Distinguía la sociología de la antropología, sosteniendo que
la sociología es una ciencia que trata principalmente de las razas his­
tóricas que han creado una civilización. La relación entre la sociología
y las ciencias sociales especiales la explica él mediante el principio

2 W undt: Logik ( 1 8 9 5 ) , vol. II, pp. 26 7 -8 1 .


8 Edición en inglés de Sociología pura, p, 175. Las citas siguientes son también
de ese libro.
de la sinergia. La sociología es un compuesto producido por la sín­
tesis creadora de las ciencias sociales especiales.
También le interesó a Ward el problema de las divisiones internas
de la sociología. Distinguía en primer lugar la sociología pura y la
aplicada. La sociología pura es el estudio de los fenómenos y las
leyes de la sociedad tal como existe. Así se llega a un diagnóstico
etiológico, con exclusión de todas las cuestiones de tratamiento tera­
péutico y de todas las consideraciones éticas. Esto quiere decir que las
preguntas que formula la sociología pura son las siguientes: ¿Qué,
por qué, cómo? Del otro Jado, la sociología aplicada debe contestar
a la pregunta: ¿Para qué? Se interesa por los ideales sociales y por
las consideraciones éticas, y su objeto es proponer mejoras de las
condiciones sociales que puedan realizar los hombres. No obstante,
la sociología aplicada es una ciencia y no un arte, porque ofrece
como guías ciertos principios generales comprobados.
Aunque distinguía cuidadosamente entre sociología pura y socio­
logía aplicada, Ward insistía en que el conocimiento de las leyes
sociales obtenido por la sociología pura podía y debía usarse para
mejorar la sociedad humana. En defensa de esta opinión tuvo que
luchar con la mayor parte de sus contemporáneos, en particular contra
Spencer y Sumner, que no creían en la acción social planeada. Ward
estalxi de acuerdo en que, ciertamente, las leyes sociales son inalte­
rables, pero los hombres pueden utilizarlas para alcanzar sus fines,
lo mismo que utilizan las leyes físicas.4 ¿Cómo pueden hacerlo?
Encontramos su respuesta en el desarrollo de la teoría de la telesis.
Ward dividía la sociología pura en dos partes, genética y télica, de
acuerdo con su segundo postulado. Esta clasificación resultó cien­
tíficamente inadecuada, porque Ward nunca pudo distinguir clara­
mente entre fenómenos genéticos y fenómenos télicos o de finalidad,
y con frecuencia se vio obligado a considerar los mismos fenómenos
ya en la sección genética, ya en la sección télica de su sistema, en
ocasiones hasta contradiciéndose.
La parte de la sociología dedicada a la genética la divide Ward en
estática y dinámica, palabras que habían hecho familiares las obras
de Comte y de Spencer. Pero Ward dio a esa distinción una preci­
sión de que carecía en las obras de sus predecesores. Polemizó con
quienes sostenían que la estática debía limitarse al estudio de las
estructuras sociales, en tanto que la dinámica estudiaría su funcio-

* Quedó de manifiesto esta actitud en numerosos trabajos, recogidos en seis


volúmenes coo el título de Glimpses of the Cosmos (Reflejo: del Cosmos, 1 9 1 3 -1 8 ).
namicnto. La función — decía Ward— es lo que hacen las estruc­
turas. La estática cubre los campos de la estructura y de la función;
Ja dinámica es el estudio de los cambios de estructura.
Ward no se preocupó por el método de Ja sociología, materia favo­
rita de muchos de sus contemporáneos. Creía que el método princi­
pal era la generalización, es decir, la agrupación de fenómenos y
el tratamiento de los grupos como unidades. Este procedimiento es
muy vago, ciertamente. En realidad Ward presentó la mayor parte
de sus conceptos y teoremas sociológicos con formulaciones evolucio­
nistas relativas a los campos de la astronomía, la física, la química,
la biología y 1a antropología. Mediante el esfuerzo creador de Ward,
esos materiales se convirtieron después en argumentos en favor de
ciertas proposiciones relativas a fenómenos sociales que se supone
forman parte de la misma evolución cósmica. Generalmente, Ward
llegaba a sus concepciones sociológicas por intuición, y a veces por
la aguda observación de los acontecimientos y situaciones de su tiem­
po. Para eso, no puede formularse una metodología articulada, y ésta
fue quizás la razón de que Ward tuviera tan poco que decir sobre
la materia.
Pero Ward fue muy firme y explícito acerca del método en un
respecto: rechazó la idea, que entonces iba ganando fuerza, de que la
sociología debía descansar sobre las matemáticas. "No siempre se
sigue — escribió en Sociología pura— que porque los fenómenos que
abarca una ciencia estén sometidos a leyes uniformes puedan ser
reducidos a fórmulas matemáticas. Las leyes o procesos uniformes
son las cosas esenciales de una ciencia. Su expresión matemática no
es esencial.”

Génesis y telesis

Ward, cuyo principal interés en el campo de la sociología pura


se enfocaba sobre la dinámica, describió la estática como una especie
de instantánea de la actividad continua que constituye el funciona­
miento de las estructuras sociales. Puesto que las fuerzas sociales son
de naturaleza psíquica, la ley fundamental de la estática social debe
tener ese mismo carácter. Por lo tanto, la regla fundamental de la
estática social es la ley de la parsimonia, la ley del mínimo esfuerzo.
"En esta ley — escribe Ward— vemos realizado el grado máximo
de generalización.” Pero no aclara por completo el significado de esa
ley. Es lo más probable que se refiera al funcionamiento de las es­
tructuras sociales que se manifiesta en una suma algebraica de pla­
ceres y dolores; en otras palabras, el funcionamiento tiene por resul­
tado un exceso del placer sobre el dolor.
Ward distingue las leyes, que son enunciados de secuencias uni­
formes, de los principios, que explican su modo de operar. Sólo cita
un principio de estática social: la sinergia, mediante la cual las fuerzas
sociales contrapuestas son refrenadas, equilibradas y moldeadas en
estructuras que, una vez formadas, persisten y sirven como dínamos
de energía social.
El principal interés de Ward, Ja dinámica social, se centra sobre los
cambios de estructura social. Mientras que los fenómenos estáticos
son controlados por un solo principio, hay tres principios dinámicos:
primero, la diferencia de potencial social, que se manifiesta principal­
mente en el cruce de culturas; segundo, la innovación basada en la
invención; y tercero, la conación, o sea el esfuerzo mediante el cual
la energía social se aplica a cosas materiales, dando por resultado
realizaciones humanas. Le deja perplejo a uno leer que esos tres prin­
cipios son fuerzas inconscientes que trabajan a favor del progreso social.
Que el progreso se va realizando es para Ward cosa evidente por
sí misma. No podía comprender cómo alguien puede leer historia
sin percibir el progreso. En su opinión, es superfluo enumerar ejem­
plos de la superioridad de las civilizaciones modernas respecto de las
antiguas. La Sociología pura trata el progreso por referencia a la si­
nergia. Ward dice que el progreso es resultado de la fusión de ele­
mentos disímiles, fusión que es creadora porque de ella nace una
tercera cosa nueva y superior a las anteriores. En Sociología dinámica,
escrita antes de haber formulado el principio de la sinergia, la necesidad
interna del progreso está demostrada de una manera peculiar, casi
geométrica. Ward presenta seis definiciones y cinco teoremas, todos
relacionados entre sí y comprensivos de una de sus ideas favoritas:
Ja salvación por la educación. Las definiciones de Ward por lo menos
son congruentes con sus proposiciones fundamentales: la felicidad es
el exceso del placer sobre el dolor; el progreso es el triunfo en el
empeño de armonizar los fenómenos naturales con las conveniencias
humanas; la acción dinámica es el empleo del método indirecto de
conación; la opinión dinámica es un concepto correcto de las rela­
ciones del hombre con el universo; el conocimiento es familiaridad
con el medio; la educación es la distribución universal del conoci­
miento existente. Los teoremas dicen que cada renglón subsiguiente
de la lista es un medio directo para el que le precede inmediatamente
y un medio indirecto para los demás renglones. De acuerdo con esto,
ei progreso es el medio directo para la felicidad, mientras que el cono­
cimiento y la educación son medios indirectos para el progreso y la
felicidad. Estos teoremas no están demostrados, ni pueden ser de­
mostrados. En lugar de demostraciones, Ward ofrece alegatos muy
elocuentes dirigidos a los sentimientos de los lectores. No obstante,
en Sociología dinámica el evolucionismo psicológico de Ward, que
subraya la importancia del conocimiento y de la previsión, se mues­
tra en forma más prístina que en Sociología pura, donde estudia el
progreso dentro del campo de la genética, no de la télica.
En su estudio de la dinámica emplea Ward el concepto de telesis,
segundo agente de los cambios sociales. Expone las diferencias y las
relaciones entre génesis y telesis: los grandes agentes de la sociedad son
el dinámico y el directivo. I.as fuerzas sociales (agente dinámico)
son fuerzas naturales y obedecen a leyes mecánicas. Son impulsos cie­
gos, Esto es cierto aun respecto de las fuerzas espirituales. El agente
directivo (que aparece en la telesis) es sensación o idea indiferente.
No es una fuerza, y sin embargo, su influencia es inmensa. La mente
puede concebir ideales de perfección. Ésa es la imaginación creadora.
La mente no puede hacer algo de nada. Pero con esos materiales no
sólo puede reconstruir, sino también construir.5
También destaca la facultad racional del hombre: "El agente di­
rectivo es una causa final. . . Una causa final está siempre más o
menos lejana del fin . . . El fin es visto [conocido] por la mente.
Se sabe también que existe alguna propiedad o fuerza natural y se
percibe su acción sobre las cosas m ateriales.. . [El cuerpo se adapta}
a dejarre mover de tal manera, que la fuerza natural conocida lo im­
pulsará hacia el fin percibido." 6 A pesar del mal uso que en el se
hace de terminología filosófica, ese enunciado es una formulación
razonable, de sentido común, del modo como las ideas (el conoci­
miento) influyen sobre la actividad humana en la sociedad. No obs­
tante, resulta difícil comprender cómo podía Ward considerar gené­
ticos y no téücos principios como el de la innovación basada en la
invención, y el de la conación o esfuerzo social. Tal conclusión se
debe probablemente a la defectuosa psicología de fines del siglo x ix,
que tendía a dividir la mente en compartimientos. En consecuencia,
las ideas, entre ellas los ideales de perfección, tan importantes en la
telesis, no podían ser llamadas a trabajar dentro de un mismo sistema

6 p. 82.
6 P. 467.
con los sentimientos y las conaciones. Esta concepción complica y aun
debilita innecesariamente el sistema de Ward.
Quizás fue más afortunada la capacidad expresiva y clasificadora
de Ward cuando, en Sociología dinámica, distingue entre conación
direcra e indirecta. La conación directa se refiere al uso de la fuerza
muscular del organismo; sus leyes son las mismas del movimiento.
Cuando la conación es indirecta, los obstáculos que se interponen son
evitados mediante rodeos (a base de conocimiento). La conación
directa es estéril, no da resultados; la conación indirecta es mucho
más eficaz. Ward creía que había un señalado avance en la esfera
del gobierno de los métodos de la conación direcra hacia los de la
conación indirecta. La legislación impuesta por coacción, expresión de
la fuerza bruta del gobierno, tiende a dejar lugar a la legislación atra­
yente que ofrece recompensas a la ejecución de actos que el Estado
reputa beneficiosos. Como la conación indirecta se basa en el cono­
cimiento, la educación la hará más fácil y más frecuente. Por lo tan­
to — insiste Ward— la educación debe ser obligatoria y universal.
En su análisis de la telesis, Ward anda muy cerca de considerar
a la cultura como materia importante del esrudio sociológico. Para
él Ja sociología es el estudio de las realizaciones sociales. Llamaba
civilización a la suma total de las realizaciones humanas a la luz cumu-
lativa del conocimiento, y rechazaba la palabra cultura, que le pare­
cía referirse a las humanidades. Para él, la realización humana im­
plicaba continuidad, de suerte que podía hablar de productos de dicha
realización, entre los cuales mencionaba los bienes materiales, los sis­
temas militares, los sistemas políticos, los sistemas jurídicos, los siste­
mas industriales y las instituciones. Ahí, aunque en forma rudimen­
taria, están algunos de los rasgos fundamentales que hoy reciben el
nombre de cultura. En esa forma se anticipó Ward a uno de los aspec­
tos sobresalientes de la sociología del siglo X X , a saber, la importancia
concedida a la cultura.

Juicio retrospectivo de Ward

I-as respuestas que dio Ward a las cuestiones fundamentales de la


teoría sociológica pueden resumirse brevemente en los siguientes tér­
minos:
Primero, no formuló nunca una definición de la sociedad, dando
por supuesto que es cosa en la que todo el mundo está de acuerdo.
Hizo muchas observaciones interesantes relativas a la cultura, em-
pleando la palabra civilización, que para él era la realización cumu-
lativa y duradera de la mente humana.
Segundo, lo que tomó como unidad para el análisis sociológico fue
la fuerza social, que identificaba con el sentimiento como productora
de energía impulsora. Destacó también otra unidad: el acto indivi­
dual de imaginación creadora. Las estructuras sociales nacen y cam­
bian mediante una combinación de acción dinámica, basada en el sen­
timiento, y de imaginación creadora.
Tercero, para Ward, como para otros evolucionistas consecuentes,
ei estado de la sociedad en un momento dado y la dirección del cam­
bio social están determinados por la etapa evolutiva en que se en­
cuentra. Pero esta proposición no está tan sólidamente concebida en
los escritos de Ward como en otros sistemas sociológicos de tipo evo­
lucionista, a causa de la importancia que concede a la síntesis crea­
dora, poder primordial de la evolución, y de la existencia de factores
psíquicos de civilización que caracterizan las etapas finales de la
evolución cósmica.
Cuarto, Ward no se planteó nunca explícitamente el problema de
las relaciones de la personalidad con la sociedad y con la cultura. El
hombre está sumergido en ei proceso genético, pero al mismo tiempo
influye en ese proceso por la telesis. '‘El medio transforma al animal,
mientras que el hombre transforma el medio’'.7
Quinto, para Ward la sociología es la ciencia de las ciencias, una
síntesis creadora de todas las ciencias. El difuso contenido de sus tra­
tados sociológicos está en conformidad con esa opinión.
¿Qué importancia tiene la sociología de Ward en la perspectiva
histórica? Ward mismo consideraba las innovaciones siguientes como
sus aportaciones más valiosas: la ley de la agregación, distinta de la
evolución; la teoría de las fuerzas sociales; el contraste entre las fuer­
zas sociales y la influencia del medio; la superioridad del proceso
télico sobre el genético; la demostración de la necesidad de la igual­
dad ante la educación. Aún pueden enumerarse más aspectos valiosos
de la obra de Ward a la luz de los progresos ulteriores: la importan­
cia que concede al elemento psíquico en las relaciones interhumanas,
en especial la acción télica; el señalar las realizaciones humanas como
la materia adecuada de la sociología; la afirmación de la posibilidad
del progreso racional humano mediante la planeación social y la edu­
cación; muchas formulaciones sugestivas concernientes a sociología
pura y aplicada, sobre las relaciones entre la estática y la dinámica
(en especial las relaciones de estructura y de función);y el negar
que la cuantificación sea un requisito de la ciencia.
La teoría sociológica de Ward es más filosófica que empírica, por
cuanto compartía la creencia popular de su tiempo en la evolución
cósmica como ley suprema del devenir social y explicaba los fenó­
menos sociales a base de una teoría sobre la realidad total. Pero esa
actitud estaba mitigada por la importancia que concedía a la caracte­
rística única de la evolución social enraizada en la facultad racional
del hombre. Su teoría de las fuerzas sociales encarnaba la opinión
de que la sociología puede desenvolverse tomando por base la con­
cepción de una acción mecánica entre las acciones humanas promovi­
das por cí sentimiento, posición hoy inaceptable. Sus esclarecedoras
opiniones acerca de la telesis fueron un tanto confusas a causa de la
defectuosa psicología de su tiempo. Con frecuencia es inconsecuente
y sus libros están mal organizados. No obstante, por la penetración,
la frecuente brillantez y Ja gran erudición de su autor, las obras de
Ward siguen siendo más legibles que la mayor parte delos trabajos
sociológicos escritos en la misma época.

Conceptos fundamentales de Giddings

Frankün II. Giddings (1 8 5 5 -1 9 3 1 ) nació en Sherman, Connecticut.


Aunque estudió ingeniería en el Union College, empezó a ganarse la
vida como periodista, trabajo que le permitió penetrar en muchas
situaciones sociales diferentes. En 1888 fue nombrado conferenciante
(y después profesor) de política en Bryn Mawr College, cargo que
abandonó seis años más tarde para ser profesor de sociología en la
Columbia University.
Las aportaciones sociológicas de Giddings son dobles. En sus pri­
meras obras fue esencialmente un evolucionista psicológico. En sus
escritos posteriores acentuó, sin abandonar el evolucionismo, el cuan­
titativismo y el conductismo. De esa manera Giddings fue uno de los
padres fundadores de la tendencia neo-positivista en sociología que
floreció en el segundo cuarto del siglo x x. Aquí sólo nos compete
examinar su primera teoría, especialmente tal como está expuesta en
los Principies of Sociology (Principios de sociología, 1 8 9 6 ), su obra
maestra, y hábilmente abreviada y un tanto modificada en los Ele-
ments of Sociology (Elementos de sociología, 1 8 9 8 ).
Como tantos otros investigadores sociales de su tiempo, Giddings
aceptó la teoría evolucionista como una verdad evidente por sí misma.
Para él, lo mismo que para Spencer y Ward, la evolución era la ley
suprema del devenir en todas las esferas de la realidad. Afirmó explí­
citamente, con referencia a Los primeros principios de Spencer, que la
evolución social es un aspecto de la evolución cósmica. En consecuen­
cia, Giddings creía innecesario buscar un principio nuevo de inter­
pretación objetiva: bastaba la evolución a través del equilibrio de la
energía. El influjo de esta opinión sobre la obra de Giddings es muy
fuerte. Igual que Spencer, enfoca los problemas de la evolución social
desde los campos de la biología y la etnología y busca en ellos prue­
bas convincentes de los hechos sociales.
Pero, a diferencia de Spencer y de acuerdo con Ward, Giddings
creía que la sociedad es en esencia un fenómeno psíquico, aunque el
proceso psíquico a su vez esté condicionado y limitado por un pro­
ceso físico. Así, las leyes sociales son en primer lugar las leyes de un
proceso psíquico, pero en segundo lugar son las leyes de la limitación
social por un proceso físico. Esta posición complica la sociología de
Giddings, pues se ve constantemente obligado a alternar entre leyes
psíquicas y leyes físicas y a explicar sus mutuas interacciones. Giddings
daba por sabido que existen leyes sociales y que pueden ser formuladas
con la misma precisión que las leyes de los fenómenos naturales.
No obstante, concedía especial importancia a las leyes del proceso
psíquico básico. Siguiendo la dirección de Ward, creía que la clave
para explicar ios fenómenos sociales es la volición. Buscó, además, un
móvil o principio único que caracterice al individuo consciente como
ser social y que determine las relaciones .sociales en cuanto volitivas.
Aún no se ha descubierto — decía— ese principio. Tras un breve exa­
men de las aportaciones de sus grandes contemporáneos: Novicow,
De Greef, Tarde y Durkheim, sostuvo que sus explicaciones de la
sociedad pecaban o de demasiado angostas o de demasiado amplias.
Puesto que el contrato (señalado por De G reef)8 y la alianza (se­
ñalada por Novicow) son características especiales de ia sociedad, y
la imitación (ley fundamental de Tarde) y la impresión (subrayada
por Durkheim)9 son fenómenos más generales que la sociedad, es
necesario hallar un principio intermedio entre ésos. Este principio
es la conciencia de índole, frase acuñada por Giddings, aunque reco­
nocía expresamente su deuda con Adam Smith, quien, en su Teoría

8 Guillaume de Greef, sociólogo belga < 1 8 4 2 -1 9 2 4 ), autor de una Introducción


a Jtt sociología ( 1 8 8 6 ) .
9 Véanse capítulos 7, 8 y 9.
de los sentimientos morales (1 7 5 9 ) había señalado la importancia de
la simpatía reflexiva en la vida social.
La conciencia de índole, según Giddings, es un estado de conciencia
en el que todo ser reconoce a otro ser consciente como de su misma
índole. La conciencia de índole puede ser consecuencia de la imitación
o de la imposición (coacción). Pero no es una mera consecuencia, pues
también puede iniciar contratos y alianzas y otros fenómenos socia­
les. Por lo tanto, la conciencia de índole satisface los requisitos del
concepto intermedio que Giddings buscaba. Además, realiza la fun­
ción de delinear la conducta social derivada de tipos similares de con­
ducta, a saber, económica, política o religiosa.
La conciencia de índole es un estado mental agradable que com­
prende la simpatía orgánica (subconsciente), la percepción de las
semejanzas, la simpatía reflexiva, el cariño, y el deseo de reconoci­
miento. Unidas mediante la conciencia de índole — dice Giddings— ,
las mentes individuales actúan las unas sobre las otras de tal manera
que sienten simultáneamente las mismas emociones, llegan a los mis­
mos juicios y a veces obran de concierto. Mediante esa interacción
nace la mente social.
La mente social no es para Giddings una mera abstracción o fic­
ción, sino algo concreto, aunque exista sólo en las mentes indivi­
duales. La mente social — advierte en una ocasión— es la actividad
mental simultánea de dos o más individuos en comunicación los unos
con los otros, el acuerdo de las emociones, los pensamientos y las
voliciones de dos o más individuos en comunicación.
Aunque Giddings parece haber experimentado el influjo de Durk­
heim (véase el capítulo 9 ) , no dio a la mente social el lugar pre­
dominante que Durkheim asignó a la mente colectiva. Los hechos
sociales registrados por Giddings bajo ese encabezamiento hoy suelen
explicarse por referencia a la cultura como un sistema fijo de modos
estandarizados de pensar y de actuar, sin recurrir al engañoso concepto
de la mente social. También ha sido abandonada la noción de la con­
ciencia de índole, que gozó de mucha boga durante varios años. Pero
en la obra teórica de Giddings la conciencia de índole fue el concepto
central en torno del que había de constituirse el sistema de la sociolo­
gía, dando por supuesto el postulado fundamental de la evolución.

Sociología: Su naturaleza y métodos


La sociología no es para Giddings una ciencia abstracta. Puesto que
los primeros principios de la evolución son concretos, la ciencia que los
formula debe ser concreta. La sociología es una presentación descrip­
tiva, histórica y explicativa de la sociedad considerada como ima rea­
lidad concreta. En la base de esas proposiciones se encuentra una vez
más la creencia de los evolucionistas en que la evolución es una para
toda la humanidad. La sociología es, por lo tanto, la exposición de
un proceso único y que no se repite, aunque sus elementos pueden
ser recurrentes.
Al definir la sociología como una ciencia concreta, Giddings se­
guía a Spencer; pero difiere de éste al determinar la clase de rela­
ciones que existen entre la sociología y las otras ciencias sociales. Para
Giddings ja sociología es una ciencia general de todas las clases de
fenómenos sociales y estudia los atributos que son comunes a todas
las subclases. (Esto es una anticipación notable, aunque incompleta,
de la definición de Sorokin citada al principio de este libro.) Como
ciencia general, la sociología es ciencia de elementos y de primeros
principios. Esta concepción, como el lector recordará, es casi idén­
tica a nuestra primera formulación de la teoría sociológica misma.
La definición formal de Giddings no permite penetrar mucho en lo
que realmente hace la ciencia. Esa definición formal se completa con
otra: la sociología es la interpretación de los fenómenos sociales en
relación con la acción psíquica, la adaptación orgánica, la selección
natural y la conservación de la energía. De los cuatro elementos aquí
mencionados, sólo el primero se relaciona con el proceso psíquico
que, según Giddings, es básico en la vida social. Los otros tres se
relacionan con el proceso físico limitador; dos (el segundo y el ter­
cero) están expresados de acuerdo con el darvinismo social, mientras
que el último recuerda las opiniones de Spencer expuestas en Los pri­
meros principios.
Puesto que la sociología es primordial mente el estudio de la evo­
lución de la humanidad desde sus orígenes hasta su presente estado
de civilización, el principal método suyo es histórico o retrospectivo.
Un serio problema metodológico lo constituye la manera de determi­
nar aproximadamente las características de los hombres primitivos.
Esto puede hacerse primordialmente suponiendo un paralelismo entre
los hombres primitivos y los salvajes actuales. Pero, a diferencia de
muchos evolucionistas, entendía Giddings que el problema no era
nada sencillo, ya que reconocía diferencias esenciales en la situación
de unos y otros y admitía la posibilidad de que muchas sociedades
primitivas contemporáneas estén en proceso de decadencia. En con­
secuencia, la retrospección histórica debe complementarse con la de­
ducción, con el detenido estudio de las posibilidades psíquicas y de la
síntesis psicológica. Giddings rechaza expresamente la analogía orgá­
nica, que es uno de los métodos empleados por Spencer.
Giddings se interesó de un modo característico por la división in­
terna de la sociología. Se une a Ward cuando rechaza la identificación
de la estática social con la estructura y de la dinámica social con el
funcionamiento de los grupos humanos. Este funcionamiento — dice
Giddings— , es una parte más de la estática y puede llamarse cien­
tífica. La dinámica sólo aparece cuando se modifica la función o se
transforma ia estructura. Podrían dirigirse estas interesantes observa­
ciones a muchos sociólogos contemporáneos que emplean la frase
"análisis estructural-funcional” y se inclinan a identificar el funciona­
miento con la dinámica.

Estática y cinética

Como la mayoría de los sociólogos evolucionistas, no llegó Giddings


a elaborar una teoría detallada de la estática. No obstante, distinguía
la composición social de la constitución social, algo a la manera del
Gemeinschaft und Gesellscbaft de Ferdinand Toennies (véase capí­
tulo 8 ) . La composición social es el producto natural de las activi­
dades fisiológicas y psicológicas de los individuos, suplementadas por
la selección natural. Los grupos se forman inconscientemente, y sus
formas quedan establecidas antes de que la mente social empiece a
reflexionar sobre ellas. Del otro lado, la constitución social es la
organización de los miembros individuales de la sociedad en asociacio­
nes especializadas para el logro de diferentes fines sociales. Giddings
no elaboró claramente esta dicotomía. La agrupación más sencilla
incluida en el concepto de composición social es la familia. De la
agrupación de familias nacen dos tipos más amplios de agrupaciones:
uno étnico (basado en parentesco real o supuesto), tales como la
horda, la tribu, el pueblo; otro demótico, que se mantiene unido por
las relaciones habituales, los intereses mutuos y la cooperación, más
que por el parentesco. Entre las agrupaciones demóticas se cuentan
los vecindarios, las divisiones locales como los distritos, las ciudades
y los Estados. Pero Giddings también trata al Estado como una de las
manifestaciones más importantes de la constitución social.
La teoría de Giddings sobre la estática comprende también las di­
visiones de clase dentro de la sociedad. Contrariamente a la opinión
que prevalecía en su tiempo, creía que las clases económicas son di­
visiones secundarias de la sociedad, mientras que las clases (en el
sentido de categorías más bien que de grupos sociales) basadas en
las diferencias físicas, mentales y morales de los individuos, son de
primordial importancia. En su opinión hay cuatro verdaderas clases
societarias: la social (correspondiente a la élite o minoría), la asocial
(las masas), la seudosocial (formada por los que dependen de la
ayuda de otros) y la antisocial (los delincuentes).
Las opiniones de Giddings sobre la tradición completan su teoría
de la estática. Identifica la tradición con la memoria social o las ideas
heredadas, y explica este fenómeno como la ocupación simultánea de
las mentes de muchos individuos en ciertas creencias, preceptos, máxi­
mas y hechos de conocimiento transmitidos por las generaciones ante­
riores. Gomo Ward, Giddings se acercaba en esto al concepto actual
de la cultura, sin usar la palabra misma ni reconocer claramente las
propiedades de la cultura. En el cuerpo total de la tradición distingue
tres grandes órdenes: el económico, basado en el aprovechamiento; el
jurídico, que descansa sobre la tolerancia; y el político, con sus raíces
en la alianza y la obediencia. Hay también órdenes secundarios: el
personal (las creencias sobre el cuerpo y el alm a), el estético y el reli­
gioso; y órdenes terciarios: el teológico, el metafísico y el científico,
que aparecieron después que los dos primeros.
Giddings intentó, no con mucho éxito, sistematizar los conocimien­
tos sobre lo que llamaba cinética social. Como era natural en un
hombre que vivía en el clima intelectual del darwinismo social, creía
que el antagonismo era el modo universal de acción. Pero el antago­
nismo es auto-limitador: la mayoría de los individuos son demasiado
iguales en fuerza para que uno espere vencer al otro. El equilibrio
de fuerzas se somete, no obstante, a prueba de tiempo en tiempo. Pero
la prueba termina inevitablemente en un equilibrio basado en la tole­
rancia, y así la tolerancia y la justicia se originan en la fuerza.

Dinámica

Giddings desarrolló de manera más completa el aspecto dinámico de


su sociología: el estudio de la genética social. Este estudio requiere
la elaboración de generalizaciones relativas a los modos y mecanis­
mos de la evolución, y la descripción de los procesos concretos de la
evolución humana.
Las condiciones de la vida exterior — dice— , tienen por conse­
cuencia la formación de agregados sociales. Dentro del agregado apa­
rece la conciencia de índole entre los individuos parecidos y se con­
vierte en asociación, que reacciona favorablemente sobre los placeres
y las posibilidades de vida de los individuos. Cuando los individuos
se dan cuenta de esa reacción favorable, empieza el proceso volitivo.
Adquieren importancia las preferencias individuales y sociales. De la
diversidad de relaciones y actividades que se intentan, algunas resul­
tan atractivas y son preferidas. Pero aquí reaparece el proceso físico.
Puesto que las preferencias pueden ser insensatas y dañinas o discre­
tas y beneficiosas, muchas de ellas no sobreviven en la lucha por la
existencia. La naturaleza rechaza las preferencias dañinas, algunas ve­
ces con la extinción de toda una sociedad. Estas opiniones, que refle­
jan una vez más el darwinismo social, son muy análogas a las de
Sumner, salvo que Giddings insiste en el carácter consciente y volitivo
de las preferencias.
Como las preferencias dañinas son rechazadas por la selección na­
tural, la teoría del cambio social puede concentrarse en las preferencias
inteligentes. Aquí encontramos la ley de Giddings: Una comunidad
tiende a perfeccionar su tipo sometiéndose al concepto predominante
de un bien ideal. (En el lenguaje sociológico moderno esto quiere
decir que todo grupo grande recibe la influencia del ideal social que
acepta.) AI desarrollar esta ley, Giddings subraya que las bases de las
preferencias sociales racionales son los valores sociales, que él define
como valuaciones sociales de ciertas satisfacciones, relaciones, modos
de actividad y formas de organización social. El objeto supremo de los
valores sociales es bueno en sí mismo. Es notable el empleo que hace
Giddings de la frase 'valor social”. Hasta hoy no ha tenido general
aceptación.
Como ya se ha señalado, las leyes de la preferencia social que per­
tenecen al aspecto psíquico o volitivo de la sociedad, están limitadas
por las leyes físicas de la selección natural y de la supervivencia. La
ley de la selección natural se formula en relación con la supervivencia
de los más aptos; la aptitud social se identifica con la posesión de cua­
lidades intelectuales y morales, entre ellas la simpatía y el afecto. La
ley de la supervivencia toma la siguiente forma: sobrevivirán los
valores que se adapten a un conjunto de valores que es cada vez más
complejo y armonioso. Este enunciado es una nueva formulación del
concepto spenceriano de la evolución, con la consideración debida al
proceso evolutivo, tan importante en la teoría de Giddings.
Los escritos de Giddings sobre el proceso concreto de la evolución
están redactados en términos que recuerdan los neologismos de Ward.
La sociedad, prehumana y humana — dice Giddings— , ha pasado por
las cuatro etapas fundamentales de la zoogenia, la antropogenia, la
etnogenia y la demogenia. La asociación zoogénica es una relación
social primitiva que desarrolla las formas de la vida animal; la aso­
ciación antropogénica es una relación más variada que creó la mente
humana. Las relaciones organizadas que crearon un pueblo se llaman
asociación etnogénica, en tanto que la asociación demogénica se refiere
a las relaciones, a la vez diversas y organizadas, que tienen por conse­
cuencia los grandes pueblos civilizados. La civilización, pues, corres­
ponde a la etapa demogénica de la evolución humana. A base de pre­
ferencias diversas, en el experimento histórico aparecen tres tipos de
civilización: el militar-religioso, el liberal-jurídico y el económico-ético.
La civilización económico-ética ofrece dos variedades: la persecución
infatigable de fines materiales (camino peligroso), o el predominio
social de metas morales e intelectuales, como en la democracia del
antiguo Estados Unidos.
En opinión de Giddings, el progreso es un hecho indiscutible. Ob­
jetivamente, el progreso se manifiesta en la multiplicación de rela­
ciones, en el aumento de bienestar material, en el crecimiento de la
población, en la evolución de la conducta racional. Subjetivamente, se
le advierte en la expansión de la vida moral e intelectual. Estas opi­
niones convengan muy bien con el clima intelectual de fines del si­
glo X I X , cuando la creencia optimista en el progreso era un dogma
rara vez discutido.
Hemos condensado la sociología genética de Giddings en unas pocas
proposiciones. íil mismo, intentando una reconstrucción detallada del
pasado social del hombre, amontonó conjetura sobre conjetura, todas
plausibles pero ninguna demostrable ni refutable. Contesta a la pre­
gunta: ¿Cómo pudo haber ocurrido?, y no a esta otra: ¿Qué sabemos
acerca de lo que ocurrió? Sin embargo, debe reconocerse que esta des­
viación del canon de la ciencia aun no ha desaparecido del todo en
la actualidad.

Juicio retrospectivo de Giddings

En relación con los problemas fundamentales esbozados en el capí­


tulo primero, la sociología de Giddings en su primera fase (hasta
comienzos de siglo aproximadamente) puede formularse como sigue:
Primero: La sociedad es un grupo de hombres unidos por la con­
ciencia de índole. Las mutuas relaciones entre las mentes así unidas
produce la mente social, expresión que significa cultura, sobre poco
más o menos. Pero este concepto sólo incidentalmente es estudiado
con el nombre de tradición.
Segundo: En la sociología de Giddings la unidad de investigación
es el socius, o el hombre relacionado con otro hombre mediante la
conciencia de índole.
Tercero: El principal factor determinante del estado de una socie­
dad y de ios cambios sociales es psíquico; pero su acción está limi­
tada por las condiciones físicas de la existencia humana, especialmente
por los procesos de selección y supervivencia.
Cuarto: El problema de las relaciones entre el individuo y la so­
ciedad no está claramente planteado. La importancia concedida al
factor psíquico parece reservarle al hombre el papel de crear y moldear
la sociedad, aunque dicho papel está limitado por los procesos bioló­
gicos que acaban de mencionarse.
Quinto: Se define la sociología como la más general de las ciencias
sociales; no obstante, es una ciencia concreta, no una ciencia abstracta.
El método principal es la reconstrucción histórica, el cual, en manos
de Giddings, es en gran parte un procedimiento ilimitadamente con­
jetural, que se basa de un lado en unos pocos conocimientos compro­
bados y del otro en una psicología de sentido común.
En el desenvolvimiento general de la teoría sociológica, Giddings
debe ser considerado como uno de los evolucionistas más talentosos y
brillantes. Como su teoría está tan profundamente impregnada del pos­
tulado de la evolución, queda muy poco de ella si se rechaza ese
postulado, y ése es el caso, según la mayor parte de los especialistas.
Sin embargo, perduran algunas aportaciones de Giddings. Hay que
citar, en primer lugar, la importancia que concedió al componente
psíquico de la sociedad y de la cultura, y su demostración de la impo­
sibilidad de llegar a comprender la sociedad humana y sus realiza­
ciones por analogía con sistemas mecánicos o biológicos. En este res­
pecto, Giddings prolongó una línea de ¡deas que inició Ward y que
Tarde desarrolló independientemente. Así, la orientación que culmina
en los escritos de Charles H. Cooley, W . I. Thomas y Talcott Par­
sons, entre otros, se remonta, en parte al menos, a Giddings. En se­
gundo lugar, formuló una definición de la sociología sugestiva, y para
muchos aceptable, y expuso valiosas opiniones sobre la división de
esa ciencia en estática y dinámica. En tercer lugar, Giddings fue uno
de los primeros sociólogos que señalaron la importancia de los va­
lores en la vida social del hombre.
El darwinismo social y el evolucionismo psicológico fueron tenden­
cias de inspiración marcadamente spenceriana, no obstante las numero­
sas diferencias que hay entre esas dos escuelas y la teoría de Spencer.
Pero el evolucionismo no brotó sólo de la mente de Spencer, Comte
y Marx fueron evolucionistas a su manera, como lo fueron, en
cierta medida, otros muchos que hicieron aportaciones a la primitiva
sociología. No es sorprendente que, con todas esas influencias, hayan
surgido en el segundo período del desenvolvimiento de la teoría
sociológica nuevas variedades de evolucionismo.

Loria: Evolucionismo económico

El evolucionismo económico está representado en numerosas obras,


Ja más importante de las cuales es El origen de la familia, de la pro­
piedad privada y del Estado (véase pág. 7 2 ) , de Engels, y por nume­
rosos patrocinadores, el más representativo de los cuales es el econo­
mista italiano Achille Loria (1 8 5 7 -1 9 4 3 ). En sus Bases económicas
de la sociedad (1 8 8 6 ) intenta Loria demostrar la tesis de que la dis­
minución gradual de tierra libre (tierra que aún no se ha apropiado
nadie) es el factor básico del desarrollo evolutivo social. Con este
argumento esperaba Loria reemplazar con un factor tangible y com­
prensible la fuerza misteriosa e inmanente que, en las obras de los
marxistas, se supone que impulsa a la sociedad hacia adelante.
La tesis de Loria tiene sus raíces en el supuesto de que la historia
antigua y medieval se repetía en la historia de las colonias de América.
En ambos casos, mientras la tierra fue libre no hubo división de la
sociedad en clases ni actuaron fuerzas restrictivas tales como la moral,
la ley o la religión. Al empezar los particulares a apropiarse la
tierra, la esclavitud se convirtió en la institución predominante. La
fase siguiente, determinada por el avance del mismo proceso de apro­
piación, se caracterizó por la organización obligatoria de los traba­
jadores: la servidumbre en las zonas rurales, y las guildas y los gremios
en las ciudades. Cuando toda o la mayor parte de la tierra pasó a
ser propiedad particular, surgió el capitalismo, caracterizado por la
institución de la mano de obra libre. Loria reconoce las numerosas
diferencias que existen entre las mentalidades de los mundos antiguo
118
y medieval de un lado y el colonial de otro. Pero sostiene que esas
diferencias, al no haber afectado al desenvolvimiento social, revelan
que la influencia de los factores psicológicos es superficial.
El libro de Loria contiene otras muchas cosas discutibles. En su
opinión, la obra del Dante refleja la posición social y económica de las
''viejas familias” de la burguesía florentina; la de Petrarca, la de
las "familias nuevas"; y !a de Boccaccio la de la plebe. Las diferentes
fases del desarrollo de la religión, de la moral, del derecho y del Estado
no hacen sino reflejar las diferentes fases de la apropiación de la
tierra. La religión y la moral actuaban para mantener sometidos a los
esclavos, y las complementaba un terrorismo desorganizado. La supre­
sión de los siervos y de los artesanos exigió un sistema moral dual:
una moral para las clases oprimidas, a quienes se exhortaba a des­
preciar la pobreza y demás males de su existencia terrenal; otra moral
para Jas clases superiores, a quienes solamente se enseñaba a no ir
demasiado lejos, por miedo a una rebelión en masa de la plebe. La
fase del capitalismo se caracteriza por un desenvolvimiento más pleno
del derecho y del Estado, y por el nacimiento de una nueva fuerza
restrictiva: la opinión pública.
La definición que Loria da de la sociología está estrechamente rela­
cionada con esas opiniones. La sociología es una ciencia intermedia
entre la economía y las ciencias del derecho, de la moral y de la polí­
tica. Su misión principal consiste en establecer correlaciones entre
los cambios que tienen lugar en las condiciones económicas básicas
y las modificaciones de la moral, el derecho y la política. Aunque este
concepto de la sociología contribuye a poner de manifiesto las inter­
conexiones muchas veces olvidadas u oscuras que existan entre los
diferentes aspectos de la sociedad — lo cual es siempre una tarea im­
portante de la sociología— , incurre, no obstante, en el error de iden­
tificar los fenómenos económicos con las relaciones sociales mismas.
Esta infortunada identificación se encuentra repetidamente en los
escritos de los evolucionistas económicos.

Veblen: Evolucionismo tecnológico

El evolucionismo tecnológico es una modificación del evolucionismo


económico y está muy bien representado en la obra de Thorstein
Veblen (1 8 5 7 -1 9 2 9 ). Veblen nació en Wisconsin, estudió en las uni­
versidades de Johns Hopkins, Yale y Cornell, a partir de 1892 desem­
peñó varios cargos docentes y en 1899 publicó La teoría de la clase
ociosa, la más famosa de las obras que publicó. Las opiniones teóricas
fundamentales de Veblen pueden resumirse con brevedad.
Los grandes medios de habituación y de disciplina mental en la vida
humana son las diversas ciases de trabajo de que viven los hombres
y las técnicas asociadas con ellas. Veblen intentó demostrar que las
relaciones sociales y la cultura humanas son moldeadas por la tecno­
logía. El hombre tiene ciertos instintos constantes, pero las costum­
bres a que dan nacimiento esos instintos varían de acuerdo con las
cambiantes posibilidades de expresión que proporciona el medio ma­
terial. En una palabra, el hombre es lo que hace.
La evolución de la sociedad es, pues, esencialmente un proceso de
adaptación mental de ios individuos bajo la presión de circunstancias
que ya no toleran los hábitos formados anteriormente. La readaptación
se hace lentamente y de mala gana bajo la coacción de las situaciones
nuevas. La facilidad de adaptación depende del grado en que los
individuos están expuestos a las fuerzas coercitivas del medio. Toda
clase social protegida contra la acción del medio adaptará más tar­
díamente sus opiniones a las situaciones cambiantes y tenderá así a
retardar la transformación toral de la sociedad. La clase ociosa es pre­
cisamente ese sector retardatario del orden social.
Puede considerarse toda sociedad como un mecanismo industrial,
cuyos elementos estructurales son sus instituciones económicas. Hay
una estrecha correspondencia entre la cultura y la tecnología que cons­
tituye su base. El régimen feudal fue un sistema de fuerza humana
adiestrada y organizada según un plan de subordinación de unos hom­
bres a otros hombres. En el nuevo régimen de la sociedad industrial,
las fuerzas mecánicas toman el lugar de la fuerza humana. La nueva
tecnología destruye la antigua organización de la sociedad.
La marcada influencia de Veblen sobre otros escritores — especial­
mente sobre los sociólogos, los historiadores y los economistas— ha
persistido y continúa en la actualidad. Pero su evolucionismo tecnoló­
gico ha ejercido mucha menos influencia que su incisiva e irónica
pintura de la conducta de la clase ociosa y de la competencia por
emular a dicha clase que se desarrolla entre casi todos los demás sec­
tores de la sociedad. Numerosos escritores han encontrado orientacio­
nes muy sugestivas en los estudios sistemáticos que hace Veblen de
instituciones económicas del capitalismo tales como el absentismo, y
en su insistencia sobre el contraste y el antagonismo fundamentales
entre la clase predatoria (negocios, intereses creados, sectores prote­
gidos) y la clase industriosa (el hombre común, las clases trabaja­
doras) de la sociedad. Según Veblen, esas divisiones tienen sus raíces
en las condiciones tecnológicas. Su concepto de la tecnología como
vanguardia y guía del proceso evolutivo encontró nueva expresión en
el concepto del retardo de la cultura desarrollado por William F.
Ogburn (véase capítulo 15) y popularizado por escritores como Harry
Elmer Barnes.

Coste: Evolucionismo demográfico

El evolucionismo demográfico de Adolphe Coste (1842-1901) no es


de inspiración marxista, sino comtiana. Fn sus primeros años, Coste
formó parte de un pequeño grupo de positivistas discípulos de Comte;
después influyeron en él Loria y Durkheim. Sus obras más importantes
son Principios de sociología objetiva (1 8 9 9 ) y La experiencia de los
pueblos ( 1 9 0 0 ) .1
La ¡dea principal de Coste es que un solo factor determina la
evolución de la sociedad: la creciente densidad de la población refle­
jada en ios tipos de aglomeraciones humanas. Describe cinco etapas
evolutivas consecutivas: la aldea, la ciudad, la metrópoli, la ciudad
capital y la capital de una federación. A cada una de esas etapas de la
evolución demográfica de la humanidad corresponden etapas definidas
en el desarrollo del gobierno, de la producción económica, de la pro­
piedad y de diversos tipos de asociaciones humanas.
Pero Coste comprendía que su teoría no lo explicaba todo, y así
tomó la osada decisión científica de separar del total de los fenómenos
sociales los tipos que no pueden explicarse genéticamente, a saber, la
religión, la filosofía, la literatura y las artes. Esas esferas, no suscep­
tibles de análisis sociológico, las estudiaría una ciencia aún no consti­
tuida a la que llamaba ideología. La sociología y la ideología — decía
Coste— investigan dos clases distintas de fenómenos. Por una pane,
los descubrimientos en el campo del pensamiento abstracto y los actos
creadores en las artes ocurren casi al azar; por otra parte, la organiza­
ción social se desenvuelve independientemente de esos descubrimientos
y actos creadores.
Los críticos de Coste han insistido con frecuencia en que la inde­
pendencia de los dos campos es sólo relativa, no absoluta. No obs­
tante, Coste aportó a la sociología una idea que después fue explorada
por Alfred Weber y Robcrt M. Maclver entre otros, quienes diferen­

1 El título francés completo dice L’Expíricnce des pcupics et tes preiniions qW


elte autorite.
cian los dos campos de la civilización y de la cultura y postulan prin­
cipios diferentes para explicar su desarrollo (véanse capítulos 20 y 2 1 ).

Kidd: Evoljtcionismo religioso

Mientras Coste consideraba la religión y, en general, todas las acti­


vidades intelectuales y estéticas de la humanidad, independientes del
proceso evolutivo, Benjamín Kidd (1 8 5 8 -1 9 1 6 ), filósofo social inglés,
sostenía que la religión es el motor de la evolución. No fue Kidd,
desde luego, el primero en sustentar Ja tesis de que la religión es el
factor fundamental de Ja historia. EJ gran historiador francés Fustel
de Goulanges (1 8 3 0 -8 9 ), autor de Ja obra clásica titulada Ui ciudad
antigua (1 8 6 4 ), afirmaba que las ideas, y sobre todo las ideas reli­
giosas, son el motor de ios cambios sociales. Pero Kidd combinaba la
importancia del factor religioso con la teoría evolucionista. En evi­
dente oposición a Comte, Kidd declara en su Social "Evolution (Evo-
loción social, 1894) que la razón no puede ser la causa fundamental
del progreso, ya que la razón hace al hombre individualista y anti­
social, mientras que la evolución ha sido primordialmente social y ha
aumentado ia cohesión de la sociedad. La única fuerza que puede
explicar el progreso es la religión, provista de sanciones sobrenaturales
y capaz de alimentar una moral altruista. Es la religión la que unifica
las generaciones, mantiene unidas las sociedades y salva a las civiliza­
ciones amenazadas de graves peligros. Fue la religión Ja que evitó
Ja desintegración social completa en los primeros siglos del cristia­
nismo; fue una base religiosa la que sustentó toda la grandeza de los
últimos tiempos de la Edad Media; fue asimismo la religión, en la
forma del protestantismo, la que trajo la libertad política y econó­
mica. Sólo Ja religión hará posibles ulteriores progresos sociales. La
importancia de la religión como base del progreso es el tema de al­
gunos autores de todas las épocas, de lo cual pueden servir hoy de
ejemplo las obras de Toynbee (véase capítulo 2 0 ).

Novicow

Esta rápida revista del evolucionismo de fines del siglo x ix termina


con la exposición de las opiniones de Jacques Novicow (1 8 4 9 -1 9 1 2 ),2

2 Hasta cierto pumo puede considerarse a Novicow como perteneciente también


a la escuela organicista, pero sus aportaciones a ella son de escasa importancia.
quien era de origen ruso, pero pasó la mayor parte de su vida en
Francia y escribió principalmente en francés. Su teoría está formulada
con gran precisión en Las luchas entre sociedades humanas y sus fases
necesarias ( 1 8 9 3 ), obra señaladamente evolucionista. Novicow coin­
cidía con los darwinistas sociales en que la lucha por la existencia
es el mecanismo central de la evolución; pero, contrariamente a las
opiniones de aquéllos, creía que el mecanismo mismo está sujeto a
cambios, y en estos cambios distinguía cuatro etapas necesarias ( nece­
sidad destacada en el título de su obra principal). En la primera, la
lucha humana fue principalmente fisiológica y tuvo por consecuencia
el exterminio del enemigo. En la segunda, la lucha se hizo primordial­
mente económica, aunque se combinó con muchos aspectos de la co­
acción física. En la tercera, el antagonismo tomó un carácter predo­
minantemente político: la lucha por el predominio político dentro de
los Estados y entre los Estados. La etapa final se caracteriza por el
antagonismo de carácter intelectual; toma a veces la forma de guerras
religiosas o de actividad revolucionaria, pero es siempre en esencia
la lucha por el predominio de unas ideas. Novicow estaba firmemente
convencido de que las formas más rudas de la lucha social van des­
apareciendo gradualmente y de que, finalmente, la lucha se reducirá
a la competencia intelectual. Esto — decía— tendrá por efecto el au­
mento de la justicia y de la simpatía y la disminución del odio. Todo
esto constituye, manifiestamente, una teoría más basada en la evo­
lución unilineal hacia el progreso. Novicow expresó la idea un tanto
spenceriana de que las cuatro fases de la evolución social no hacían
más que prolongar la línea de los conflictos químicos, astronómicos
y biológicos.
A diferencia de la mayor parte de los autores estudiados en este
capítulo, Novicow definió la sociedad y la sociología. Concebía la
sociedad como un grupo de individuos entre los cuales se han estable­
cido relaciones vitales y que tienen conciencia de su recíproca solida­
ridad. En los días en que expuso esta opinión, era muy raro que se
diera importancia a la solidaridad social. Las formulaciones de Comte
estaban casi olvidadas, y I¿t división del trabajo en la sociedad, de
Durkheim, apareció simultáneamente con la obra de Novicow, quien
definió la sociología como la ciencia general de la sociedad, de la cual
son partes o capítulos las ciencias sociales concretas. Esto es, con
ligeras modificaciones, una nueva expresión de la idea de Comte según
la cual la sociología absorbería a las ciencias sociales concretas.
Versiones del organicismo

Mientras que Jas teorías evolucionistas arriba examinadas son princi­


palmente no spencerianas, un grupo de teorías organicistas son spen-
cerianas, pero no evolucionistas. Los autores de esta escuela organicista
se inspiraron en la analogía entre la sociedad y un organismo, que es
el segundo postulado del sistema de Spencer.
Paul Lilienfeld (1 8 2 9 -1 9 0 3 ) fue ciudadano ruso de origen alemán.
Durante diecisiete años fue gobernador de la provincia de Curlandia
(ahora parte de Letonia o Latvia) y en los últimos de su vida fue
miembro del Senado ruso, alta corporación judicial y administrativa.
En 1897 fue presidente del Instituto Internacional de Sociología. Es
autor de la obra en cinco tomos titulada Ideas acerca de las ciencias
sociales del futuro (1 8 7 3 -8 1 ).
Sostiene Lilienfeld que la sociedad humana, como un organismo na­
tural, es un ser real. La sociedad no es sino una continuación de la
naturaleza, una continuación más alta de las mismas fuerzas que están
en la base de todos los fenómenos naturales, el más elevado y más
desarrollado de todos los organismos. Aunque reconocía que también
hay diferencias importantes entre los organismos y las sociedades, Li­
lienfeld señala muchas analogías de detalle. Las células del organismo
corresponden a los individuos de la sociedad, los tejidos a los grupos
voluntarios más sencillos, ios órganos a las organizaciones más com­
plejas, la substancia intercelular al medio físico, ¡que incluye hasta
los alambres del telégrafo! Las actividades económicas, jurídicas y
políticas son paralelas a los aspectos fisiológicos, morfológicos y uni­
tarios de un organismo. La mercancía en circulación equivale al ali­
mento no asimilado. Las razas conquistadoras son masculinas, las
conquistadas son femeninas; su lucha equivale a la lucha de los esper­
matozoos en torno del huevo. Las personas que pasan de una sociedad
a otra son análogas a los leucocitos.
Esas analogías se convierten en identidades en la teoría de Lilienfeld.
En la sociedad — dice— encuentra uno exactamente las mismas es­
tructuras, órganos y funciones que en los demás organismos. Así se
llega, pues, a la conclusión de que la sociología no puede constituirse
si no es sobre la base de la biología.
Una teoría orgánica mucho más moderada la expuso Albert G.
Scháffle (1 8 3 1 -1 9 0 3 ). Nacido en Nürtingen, en la Alemania sudocci­
dental, estudió teología en la universidad de Tubinga, en la cual fue
desde 1860 profesor de economía, y en 1868 pasó a Viena, donde
permaneció tres años. Tras una breve excursión por la política aus­
tríaca, se estableció en Stuttgart, donde dedicó el resto de su vida a
estudiar y escribir. Sus principales obras en el campo de la sociología
son Estructura y vida del cuerpo social (1 8 7 5 -7 8 ), en cuatro volú­
menes, y Bosquejo de sociología (póstuma, 1906).
Scháffle reconocía que sus opiniones habían sido influidas de ma­
nera importante por Comte, Spencer y Lilienfeld. Aunque coincidía
con Spencer en que la sociedad no es en realidad un organismo, con
frecuencia, lo mismo que Spencer, pasaba de la analogía a la identifi­
cación. Sostenía que la estructura, la vida y la organización de los
cuerpos sociales (una de sus expresiones favoritas) se parecen estre­
chamente a las de los cuerpos orgánicos. Aunque atribuía a la ana­
logía orgánica gran valor heurístico, reconocía que los cuerpos orgá­
nicos y los sociales no son idénticos. Para él, el cuerpo social es una
individualidad viviente de naturaleza superior, el último y más com­
plejo equilibrio de fuerzas de nuestro planeta.
La obra de Scháffle, en particular la primera edición de Estructura
y vida del cuerpo social, no obstante sus moderadas pretensiones, con­
tiene muchas analogías discutibles: los edificios y las carreteras son el
esqueleto del cuerpo social; las mercancías acumuladas son la subs­
tancia intercelular; la economía es la nutrición; el cambio de mer­
cancías y de personas es la locomoción; el equipo técnico es el sistema
muscular; los símbolos y las comunicaciones son el funcionamiento del
sistema nervioso; la minería, la colonización y la propaganda corres­
ponden a la autoafirmación y ei crecimiento del organismo.
Si Scháffle no hubiera hecho otra cosa que exponer esas analogías,
su obra no merecería ser tenida en cuenta. Pero tenía muchas más
cosas que decir. Bajo la apariencia engañosa del organicismo, contri­
buyó a iniciar el análisis de la sociedad de acuerdo con un sistema.
La sociología — dice— sólo puede producir resultados valiosos sí
concibe la totalidad de los fenómenos sociales como un todo orgánico.
Sustitúyase "todo orgánico” por "sistema” y el resultado es una im­
portante y comúnmente aceptada proposición de la sociología actual.
De conformidad con esa idea básica, Scháffle enfocó su estudio sobre
los conjuntos sociales más desarrollados, los pueblos (o grupos étnicos,
en la terminología moderna) y sus comunidades. Para él, un pueblo
es un grupo duradero de personas, mentalmente vinculadas unas a
otras, adscritas a un territorio definido y capaces de desarrollar una
cultura. En este concepto de la sociedad incluía las posesiones mate­
riales de un pueblo, opinión que probablemente refleja su preocupa­
ción por ia ciencia de la economía. La suma total de los pueblos rela­
cionados por la comunicación y el contacto, aunque individualmente
reflejen niveles diferentes de evolución y desarrollo y posean peculia­
ridades geográficas y etnográficas, es, para Scháffle, la sociedad.
Scháffle se interesó profundamente por el problema del método de
investigación sociológico más apropiado. Este método debe basarse
tanto en la experiencia externa como en la interna o introspección.
La misión de la sociología es formular empíricamente las relaciones
causales cognoscibles en la vida social. La principal dificultad para
realizar esa misión es la interferencia de actos arbitrarios de los indi­
viduos; pero toda acción deliberada — dice— está causalmente deter­
minada, y los móviles individuales desempeñan la función de causa.
No puede concebirse la libertad como una conducta fortuita, sino
más bien como libertad de autoexpresión. Ésta es la manera como ios
historiadores explican los problemas que estudian, y ios casos histó­
ricos deben formar el punto de partida para las inducciones socioló­
gicas. A base de un número suficiente de inducciones, se hace posi­
ble la deducción. De esta suerte, puede encontrarse una ley genética
unitaria que explique el nacimiento de las civilizaciones más altas.
Scháffle no formuló nunca por sí mismo esa ley, pero aceptó implí­
citamente una versión modificada del evolucionismo, dando especial
importancia a la selección natural a la manera spenceriana.
Otro miembro de la escuela organicista, Alfred Fouillée (1838-
1 9 1 2 ), un francés autodidacto que no asistió nunca a una universidad,
fue durante muchos años profesor en escuelas superiores de provincias
y durante tres enseñó en la Escuela Normal Superior, de París. Debe
su fama a una serie de libros en que expone la idea de que la socie­
dad es un organismo, aunque de tipo peculiar, puesto que es contrac­
tual. Sus obras más importantes son La ciencia social contemporánea
( 1 8 8 0 ), Evolución de las ideas-fuerzas (1 8 9 0 ) y Psicología de las
ideas-fuerzas (1 8 9 3 ).
La teoría de Fouillée es definidamente organicista. Encuentra entre
las sociedades y los organismos analogías que se parecen mucho a las
señaladas por Spencer, pero subraya una diferencia básica: la unidad
de una sociedad depende primordialmente de la buena voluntad de los
individuos que la componen para compartir las necesidades colectivas.
No puede haber sociedad sin un acuerdo interno entre los individuos,
sin la representación del todo a que los individuos pertenecen. Entre
los miembros de una sociedad existe un contrato implícito, y este
contrato se manifiesta en la conducta humana.
La representación del todo es una idea-fuerza fundamental. Las
ideas-fuerzas son engendradas por la sociedad, sin duda alguna, pero
residen en los individuos. Esas ideas-fuerzas tienen su propia herencia
intelectual; en otras palabras, se desarrollan de acuerdo con leyes
inmanentes. Pero en cambio influyen en la sociedad en que son engen­
dradas, proceso que se hace especialmente manifiesto en la educación.
El organicismo aparece en la obra de Fouillée en forma mitigada. Su
forma más extrema la representan los escritos teóricos de su com­
patriota René Worms (1 8 6 9 -1 9 2 0 ). En su Organismo y sociedad
( 1 8 9 6 ), Worms concibe la sociedad como una agregación duradera
de seres vivos que ejercitan en común todas sus actividades. Enumera
cuatro analogías entre las sociedades y los organismos: las estructuras
externas varían con el tiempo y presentan formas irregulares; las es­
tructuras internas experimentan un cambio constante mediante el pro­
ceso de asimilación-desintegración; existe una diferenciación coordi­
nada entre las partes; tanto los organismos como las sociedades se
reproducen a sí mismos. Puesto que la analogía orgánica es profunda
y estrecha, las concepciones sociológicas deben desenvolverse bajo los
mismos encabezamientos que las biológicas. Hay que reconocer, no
obstante, que la sociedad no sólo es más plástica, más apta para reem­
plazar las pérdidas de miembros, que el organismo, sino también más
compleja. En realidad, es un superorganismo. Pero estas diferencias
no son suficientemente importantes para que obliguen a abandonar el
análisis social desde un punto de vista organicista.
Worms modificó sus opiniones en la séptima edición (1 9 2 0 ) de
su obra: "El estudio, la experiencia y la reflexión nos han enseñado a
limitar la aprobación que al principio dimos a la analogía organicista.1'
Las sociedades entran en la existencia en el mismo nivel que los orga­
nismos y al principio funcionan según las mismas leyes; pero después
avanzan de un modo peculiarmente humano hacia un ideal concebido
por la mente (justicia, libertad, ilustración). En ese proceso aparecen
la igualdad y la solidaridad contractual.

Resumen

Las teorías examinadas en este capítulo no son teorías sociológicas


completas. Las del primer grupo, que representan tendencias diversas
del evolucionismo, son primordialmente intentos de hallar respuesta
a esta pregunta: ¿Qué es lo que determina el cambio social? Las res­
puestas son notoriamente incongruentes entre sí, pero todos los escri­
tores de este grupo coinciden en que hay una causa fundamental de
desarrollo evolutivo a la cual pueden reducirse fácilmente todos los
demás supuestos factores determinantes. La teoría de Novicow es algo
menos monista que las de los otros escritores.
El segundo grupo de teorías, versiones diversas del organicismo, son
principalmente intentos para dar respuesta a otra pregunta: ¿Qué es
la sociedad? La respuesta según la cual la sociedad es un organismo
confunde manifiestamente la analogía con la identidad. Las opiniones
de Lilienfeld y de Worms representan las actitudes más radicales, en
tanto que las de Scháffle y Fouillée revelan la percepción de graves
dificultades en lo que respecta a la analogía, y de diferencias impor­
tantes entre la vida social y la orgánica, que tratan de explicar. Las
ideas de Fouillée eran más originales que las de Scháffle, pero éste
se acercó más a una teoría sistemática de la sociedad del tipo ahora
corriente.
Actualmente, salvo su versión económica, el evolucionismo en su
forma decimonónica está muerto. Pero como su muerte sobrevino en
el período siguiente del desarrollo de la teoría sociológica, pospon­
dremos para la cuarta parte de este libro el estudio de las causas y
circunstancias de ese fallecimiento.
El organicismo crudo declinó antes que el evolucionismo. Scháffle
y Worms limitaron ellos mismos esencialmente sus puntos de vista
organicistas en los últimos años de sus vidas. La muerte de esos
puntos de vista también ha sido completa en casi todos los medios
sociológicos, aunque se advierte su persistencia en algunas obras del
siglo XX, como las de Oswald Spengler y algunas otras. De un modo
totalmente nuevo y de acuerdo con los cánones de la ciencia empí­
rica, la teoría funcional contemporánea (véase capítulo 1 7 ), utiliza
la analogía orgánica, pero no se basa en ella.
Así, pues, este capítulo ha explorado dos callejones sin salida. En la
historia de las ideas ha habido muchos finales muertos de ese tipo,
y es preciso conocer los más importantes para evitar errores ya co­
rregidos.
Al mismo tiempo que florecía el evolucionismo, apareció un nuevo en­
foque analítico de la sociología. En el último cuarto del siglo XIX
cuatro hombres hicieron aportaciones notables a esta tendencia. Uno
de ellos, Durkheim, fue también un franco evolucionista, y en con­
secuencia sus opiniones deben estudiarse separadamente (véase ca­
pítulo 9 ) . Los otros tres iniciadores de la sociología analítica fueron
Ferdinand Toennies, Georg Simmel y Gabriel Tarde.

Toennies

Ferdinand Toennies (1 8 5 5 -1 9 3 6 ) nació en Schleswig, la provincia


más septentrional de Alemania, y pasó toda su vida académica en la
universidad de Kiel, de aquella provincia. Además de notables apor­
taciones a la teoría sociológica, realizó muchos trabajos prácticos
excelentes y escribió informes brillantes acerca de ellos. (En este
respecto, sugirió que la sociología descriptiva se llamara sociografía;
aunque esta palabra no tuvo aceptación general, se usa ahora bastante
para denominar un tipo especial de estudio práctico cuantitativo.)
Su obra primera y más importante fue Gemeinschaft und Gesell-
sebaft (Comunidad y sociedad), publicada por primera vez en 1887 y
posteriormente en otras seis ediciones, suerte rara para un estudio
de teoría sociológica. En ella se encuentra la principal aportación del
autor a dicha teoría. Sus demás libros (el último, Introducción a la
sociología, apareció el mismo año de su muerte) contienen muchas
ideas excelentes, pero ninguno de ellos ha ejercido la influencia que
Gemeinschaft und Gesellschaft. (Una traducción inglesa de este libro
apareció en 1940 con el título de Fundamental Concepts of Sociology;
a dicha traducción acompañan algunos ensayos procedentes de otros li­
bros de Toennies.) Como muchos tratados teóricos de autores alema­
nes, Gemeinschaft und Gesellschaft parece innecesariamente complica­
do; pero sus ideas fundamentales pueden resumirse fácilmente.
Todas las relaciones sociales son creaciones de la voluntad humana,
de la cual hay dos tipos. El primero es la voluntad esencial: la ten­
dencia básica, instintiva, orgánica, que impulsa la actividad humana
como desde atrás. El segundo es la voluntad arbitraria: la forma de
volición deliberada y finalista, que determina la actividad humana con
129
relación al futuro. La voluntad esencial, dice Toennies, domina la
vida de los campesinos, de los artesanos, de la gente común, mientras
que la voluntad arbitraria caracteriza las actividades de los hombres
de negocios, de los científicos, de las personas investidas de auto­
ridad y de los individuos de las clases superiores. Las mujeres y los
jóvenes tienden a ejercitar la voluntad esencial, los hombres y los an­
cianos la voluntad arbitraria.
Esos dos tipos de voluntad explican la existencia de dos tipos fun­
damentales de tipos sociales. Un grupo social puede mantenerse en
existencia porque la simpatía entre sus individuos les hace sentir que
esa relación es un bien en sí misma. Por otra parte, un grupo social
puede nacer como instrumento para conseguir un fin determinado.
AI primer tipo de grupo, expresión de la voluntad esencial, lo llama
Toennies Gemeinschaft (comunidad), y al que procede de la volun­
tad arbitraria Gesellschaft (sociedad). En esta distinción puede verse
un desarrollo del contraste señalado por Comte entre unión social y
combinación social. En su obra fundamental estudió Toennies los
siguientes ejemplos de Gemeinschaft: la familia, el vecindario (en la
aldea o en la ciudad) y el grupo de amigos; los dos grandes tipos de
Gesellschajt que estudió son la ciudad y el Estado.
Para Toennies los conceptos de Gemeinschaft y Gesellschaft se
refieren no sólo a tipos de agrupación humana, sino también a fases
genéticas de desarrollo. La Gesellschaft surge, mediante la especiali-
zación de las personas y de los servicios, de la estructura de la Ge-
meinsebaft, en especial cuando las mercancías y los servicios se venden
y compran en el mercado libre. Como Toennies manifestó claramen­
te su preferencia por los valores asociados con la Gemeinschaft, algu­
nos autores 1 han interpretado sus ideas sobre el desenvolvimiento
histórico como una teoría de la retrogresión. Toennies negó que
fuera ésa su posición. La gente — decía— muere de vejez, pero
ningún médico condenará la vejez. En sus obras posteriores reconoció
la posibilidad de invertir esa tendencia (intentado en cierto modo
por el nacionalsocialismo de H itler), pero no por los métodos super­
ficiales de la oratoria y la romantificadón del pasado.
Como la Gemeinschaft y la Gesellschaft corresponden a tipos de
voluntad, Toennies trata las relaciones sociales como manifestaciones
de ellos. Las voluntades humanas pueden entrar en relaciones múl­
tiples, que pueden proponerse la conservación del orden social o su
destrucción; pero sólo las primeras, las relaciones de afirmación re-
1 En especial lía raid HÓffding, filósofo danés, y von W iese (véase capítulo 2 1 ) .
cíproca, deben ser estudiadas por los sociólogos. La afirmación recí­
proca misma varía de intensidad. Así, existe un estado social cuando
dos personas quieren estar en determinada relación; esa relación es
generalmente reconocida también por los demás. Cuando un estado
social prevalece entre más de dos personas, aparece el círculo. Pero
si se cree que los individuos forman una unidad a causa de la comu­
nidad de características naturales o psíquicas, forman un colectivo.
Finalmente, si hay organización, asignando funciones específicas a
personas determinadas, el cuerpo social se convierte en una corpora-
ción. Según Toennies, todas estas formaciones sociales pueden basarse
ya sobre la voluntad esencial, ya sobre la voluntad arbitraria. Sin
embargo, se concibe difícilmente cómo un colectivo puede ser una
Gesellscbaft o una corporación una Gemeinschaft.
Toennies expuso también una clasificación original de las normas
sociales que, aunque superada hoy, contiene muchas ideas interesantes.
El derecho — dice— consiste en las normas sociales que, de acuerdo
con su sentido, pueden aplicar los tribunales. Las reglas morales son
aquellas que, de acuerdo con su sentido, aplica un juez ideal, ya sea
personal, divino o abstracto. La concordia consiste en las reglas que se
basan en las relaciones de la Gemeinschaft y se consideran naturales
y necesarias. Las costumbres son reglas que tienen sus raíces en prác­
ticas tradicionales, mientras que las convenciones se basan en acuerdos
expresos o tácitos que, a su vez, se fundan sobre metas comunes para
cuya consecución se consideran medios apropiados las reglas o precep­
tos. Resulta bastante claro que esta clasificación de las normas sociales
se relaciona estrechamente con la distinción fundamental de Toennies
entre ios tipos de grupos sociales. El derecho y la convención son
característicos de las asociaciones, las reglas morales y la concordia,
de las comunidades, mientras que las costumbres probablemente in­
forman ambos tipos.
La principal aportación de Toennies a la sociología fue la formu­
lación de una sugestiva tipología de los grupos sociales y aun de
tipos de sociedad. Con algunas modificaciones, la distinción entre
Gemeinschajt y Gesellscbaft es análoga en ciertos respectos a las di­
cotomías que posteriormente expusieron otros autores, por ejemplo
la posición y el contrato de Henry Maine, y la solidaridad social me­
cánica y orgánica de Durkheim (véase capítulo 9 )- Aunque la dico­
tomía es quizás una simplificación excesiva de las grandes variaciones
que caracterizan la vida de los grupos humanos, la formulación de
Toennies aún se usa en el análisis sociológico.
Simmel

Georg Simmel (1 8 5 8 -1 9 1 8 ) fue un alemán de raza judía. Estudió


filosofía en la universidad de Berlín, durante muchos años fue pri-
vatdozent en aquella universidad y terminó su carrera académica como
profesor en la universidad de Estrasburgo. Conquistó fama entre los
sociólogos por una serie de brillantes artículos publicados en 1890 y
tantos, aunque su Sociología, una colección de los aludidos artículos,
no apareció hasta 1908.
¿Qué es la sociedad? La respuesta de Simmel a esta pregunta fun­
damental revela su papel como innovador de ideas y de orientaciones
teóricas. La sociedad — dice— no puede ser entendida como una
entidad psíquica independiente de las mentes individuales; esta idea
es una especie de misticismo o de conceptualismo que atribuye realidad
a meros conceptos. Pero es igualmente incorrecto creer que sólo los
individuos existen realmente; los individuos en cuanto tales no son
átomos sociales, es decir, la materia de que está formada la sociedad.
Ni es verdad que la realidad pueda identificarse sólo con las unidades
más pequeñas de que se componen los todos o conjuntos. Se encuentra
realidad no sólo en la materia, sino también en lo que da su forma
a la materia. La sociedad, por lo tanto, es mucho más que los individuos
que la componen; de hecho, la verdadera significación de la socie­
dad se revela en su contraste con la suma de individuos. La sociedad
(o grupo, porque Simmel no distingue claramente entre los dos con­
ceptos) es una unidad objetiva que se expresa en las relaciones recí­
procas entre sus elementos humanos.
La reciprocidad entre los hombres nace de impulsos específicos,
que pueden ser, por ejemplo, eróticos, religiosos o asociativos, o de
fines humanos especiales, tales como la defensa o el juego. Hasta
ahora las ciencias sociales — decía Simmel— han estudiado sólo unos
pocos tipos de relaciones recíprocas, principalmente económicas y po­
líticas; pero en realidad existen innumerables variedades de relaciones
interactivas, entre las que se cuentan fenómenos tan habituales como
el mirarse el uno al otro, el comer juntos, el escribirse cartas, el
ayudar a otros y recibir expresiones de agradecimiento por ello. La
sociedad, pues, se refiere a los individuos en sus múltiples relaciones
recíprocas, y el comprenderla exige el análisis de la interacción
psíquica.
Muchas relaciones recíprocas pueden no persistir a través del tiem­
po, mientras que otras cristalizan en situaciones definibles y consisten­
tes, tales como el Estado, la Iglesia, o hasta una banda de conspirado­
res, una escuela, una asociación económica. De vez en cuando desplegó
Simmel un don especial para relacionar cosas aparentemente tan di­
símiles, que sólo muy pocas mentalidades habrían percibido los rasgos
comunes que le servían de base para la abstracción teórica.
Simmel se preocupó mucho por el concepto mismo de sociología.
No escribió nunca un tratado sistemático sobre la materia, en la
creencia de que el esfuerzo sería prematuro. Sostenía que la nueva
disciplina estaba en Ja infortunada situación de fundar con hechos
su derecho a la existencia. Pero — añadía— la mente humana tiende
a crear superestructuras mientras los cimientos aún son inseguros. Con
esta excusa, rehuyó Ja tarea de definir Ja nueva ciencia.
Creía Simmel que los primeros intentos para crear una sociología
independiente habían fracasado porque sus autores no se adjudica­
ron una materia no tratada ya por las ciencias sociales existentes. Esto
es erróneo, porque como él mismo había dicho, hay innumerables
tipos de relaciones sociales no estudiados por las disciplinas sociales
concretas. Pero esta inconsecuencia tuvo resultados fructuosos: estimuló
a Simmel a formular una opinión nueva sobre la materia propia del
análisis sociológico.
Para ser una ciencia — decía— , la sociología debe tener un conte­
nido bien definido que pueda estudiarse por métodos científicos. Cada
ciencia se define por un concepto abstracto parcial; la diversidad de
esos conceptos permite la diferenciación de las ciencias y la división
del trabajo entre ellas. Sobre tales bases conceptuales se levanta la
ciencia política, la economía y las ciencias de los diversos aspectos
de la cultura. No hay, según él, una sola ciencia social con varias
subdivisiones, sino una serie de ciencias diferentes. De acuerdo con
esto, Simmel rechazaba la pretensión de muchos de sus contempo­
ráneos de que la sociología era una especie de superciencia.
El concepto definidor central de la sociología es la forma de la
sociedad. Entendía por forma el elemento de la vida social que es
relativamente estable, que esta tipificado, a diferencia del contenido,
que es marcadamente variable. El análisis abstracto de las formas
sociales es una tarea legítima porque requiere el estudio de la es­
tructura real de la sociedad. Existen formas análogas de organización
con contenidos totalmente diferentes orientados hacia intereses dis­
tintos, mientras que en formas disímiles de organización social se
encuentran intereses (contenidos) sociales análogos. Formas tales como
las relaciones de superioridad-inferioridad, de competencia, de divi­
sión del trabajo, y la formación de partidos, son análogas en todas
partes, a pesar de las infinitas variaciones de contenido. Así, pues, en
relación con cualquiera de esas formas sociales pueden formularse las
siguientes preguntas: ¿Qué significa en su estado más puro? ¿En qué
circunstancias aparece? ¿Cómo se desarrolla? ¿Qué acelera o retarda
su funcionamiento? Si la sociología se estructura según estos linca­
mientos, suministrará un nuevo enfoque de hechos muy conocidos. El
estudio de los hechos sociales realizado por la sociología desempeñará
una función análoga al análisis que la geometría hace de los hechos
de las ciencias naturales, porque las formas geométricas, como las
sociales, pueden estar incorporadas en las configuraciones más di­
versas de contenido.
Anhelaba Simmel trazar límites precisos no sólo entre la sociología
y las ciencias sociales concretas, sino también entre la sociología, de
un lado, y la psicología, la filosofía social y la historia, del otro. Las
situaciones sociales estudiadas por la sociología son — decía— conse­
cuencia de contenidos psicológicos específicos en los individuos com­
prendidos en situaciones sociales. La psicología analiza esos conte­
nidos, pero no va más allá de las existencias individuales. Aunque estas
últimas son los soportes de la sociedad, los móviles individuales en
sí mismos no son realmente sociales, y su estudio no corresponde a
la sociología. La filosofía social difiere de la sociología en que in­
cluye valores y metas que no son accesibles a la sociología como
ciencia empírica.
Por otra parte, la historia se acerca a un punto de vista sociológico
cuando busca leyes históricas. La teoría de Comte cae dentro de esta
categoría y tiene tanto de histórica como de sociológica; lo mismo
puede decirse de las investigaciones que se proponen demostrar que
hay una tendencia natural en el poder político a pasar de un indi­
viduo a varios y después a muchos, o de los intentos para formular
etapas inevitables de desenvolvimiento económico. Según Simmel, esos
esfuerzos están condenados al fracaso. Porque no puede comprobarse
la existencia de leyes históricas; esas leyes son sólo precursoras del
conocimiento científico. Pero la sociología debe descubrir leyes so­
ciales, esto es, regularidades, concernientes a las formas de organi­
zación social. Puede realizar su tarea por la comparación de situaciones
análogas, independientemente del tiempo y del espacio.
Simmel se daba cuenta del carácter altamente abstracto de sus
opiniones teóricas, y en consecuencia las ilustraba frecuentemente con
ejemplos muy esclarecedores. Por ejemplo, para mostrar claramente
las diferencias existentes entre los puntos de vista psicológico, socio­
lógico y económico (este último representativo de las ciencias sociales
concretas), utilizaba la situación en que un número considerable de
trabajadores hasta entonces puntuales deja de acudir al taller. Según
Simmel, el psicólogo investiga los motivos y las emociones que están
detrás de las decisiones de los trabajadores individuales para no asistir
al trabajo. El sociólogo analiza la situación como un caso en que dos
(o más) formas de asociación entran en conflicto. El economista ve
el episodio como un sindicato en huelga. Por concretos que sean
estos ejemplos, Simmel se interesaba primordialmente por determi­
nar las tarcas propias de la sociología como investigación de formas
puras de asociación, con abstracción de sus contenidos materiales, para
describir los diferentes tipos de formas sociales y formular las leyes
según las cuales los individuos de los grupos actúan entre sí.
Simmel entendía que la sociología debía someterse a métodos cien­
tíficos. El método principal, tal como él lo veía, debía ser el compara­
tivo, aunque en un sentido completamente distinto del que daban a
esta palabra los evolucionistas del tipo de Spencer. El sociólogo no
se interesa directamente en las circunstancias concretas de los casos
que estudia, sino que procura seleccionar para su estudio casos en que
difieren los contenid s o intereses, mientras son las mismas las for­
mas de interacción. Simmel no ofreció una fórmula sencilla para el
procedimiento comparativo, y sabía también que algunas veces este
método conduce a sesgos o prejuicios subjetivos e intuitivos.
Simmel fue él mismo un agudo observador, cosa que se advierte
claramente en sus gráficos y perspicaces ensayos sobre el antagonis­
mo, la superordenación y la subordinación, el papel del extraño, la
ciudad moderna, y aun sobre temas tales como el paso de dos a tres
del número de individuos del grupo. En contra de sus admoniciones,
él mismo incurría frecuentemente en sus escritos en el estudio de con­
tenidos, y de contenidos muy concretos.
La influencia de Simmel sobre la sociología ha sido considerable, y
en cierto modo sigue actuando en la actualidad. Al principio del si­
glo XX sus opiniones, en especial las relativas al antagonismo y a la
estratificación social, se reflejaron en los escritos de los sociólogos
norteamericanos E. A. Ross y Albion W. Small, y un poco más tarde
en los de los distinguidos sociólogos contemporáneos Florian Zna­
niecki (véase capítulo 18) y Howard Becker. Becker ha represen­
tado un papel importante al exponer algunas de las concepciones de
Simmel a la consideración de los estudiantes norteamericanos en años
recientes a través de su adaptación de la obra de Leopold von Wiese,
quien en Alemania sucedió a Simmel como el exponente más desta­
cado de la sociología formalista (véase capítulo 2 1 ). Pocos estarán
hoy de acuerdo con el propósito de Simmel de confinar la sociología
al estudio de las formas sociales, y el mismo Simmel fue un conspicuo
transgresor de ese principio. No obstante, el estudio sistemático de
las formas sociales como tales contribuyó de modo importante al des­
arrollo de la teoría sociológica abstracta.

Tarde

Gabriel Tarde (1 8 4 3 -1 9 0 4 ) nació en Sarlat, en el sur de Francia.


Fue alumno de los jesuítas y estudió derecho en Toulouse y en París.
Durante veinticinco años fue juez de instrucción.2 Este cargo le ofre­
ció muchos casos que investigar y le dejó tiempo bastante para meditar
y escribir. En el decenio de los 1880 comenzó una serie de artículos
muy interesantes. En 1894 fue trasladado a París y en 1900 fue nom­
brado profesor de filosofía moral en Ja Sorbona. Entre sus obras so­
ciológicas más importantes se cuentan Las leyes de la imitación
( 1 8 9 0 ), Lógica social (1 8 9 4 ), La oposición universal ( 1897) y Las
leyes sociales (1 8 9 8 ), breve resumen de los tres libros anteriores.
La teoría sociológica de Tarde gira en torno del proceso de la imi­
tación. La importancia de la imitación en la vida social había sido
señalada por Bagehot muchos años antes que Tarde; mas parece que
Tarde no conocía al autor inglés, pero reconocía su deuda con el gran
matemático francés A. Cournot (1 8 0 1 -7 7 ), de quien aprendió la sig­
nificación de la recurrencia de los fenómenos y la importancia que
tiene el medirlos y contarlos. En una de sus obras había afirmado
Cournot que en todos los fenómenos de la vida hay una tendencia
manifiesta a la imitación, a la repetición de actos análogos. (Tarde
no mencionó un tratado que apareció tres años antes que sus Leyes
de la imitación, titulado La vida de las sociedades, de Bourdier, donde
aparece esta frase: "Como la difusión en una mezcla gaseosa tiende a
equilibrar el volumen de los gases, así la imitación tiende a equilibrar
el ambiente social”.)
En todo el dominio de la investigación científica — decía Tarde—
persisten tres grandes procesos: repetición, oposición, adaptación. To­

2 £1 juez de instrucción, que dirige la instrucción de los sumarios, en materia


criminal, tiene aproximadamente las mismas funciones que d gran jurado de acusación
en los Estados Unidos.
das Jas semejanzas se deben a la repetición, que para Tarde es una
ley cósmica casi en el mismo sentido en que la evolución lo era para
Spencer. La repetición aparece en varias formas. En el mundo físico
es ondulación; en el mundo biológico es herencia; y en la esfera psí­
quica y social la forma de la repetición es la imitación. Todos los
fenómenos sociales. pueden reducirse en definitiva a la relación entre
dos personas, una de las cuales ejerce influencia mental sobre la otra.
La sociedad misma empezó cuando el hombre ajustó por primera vez
su conducta a la de otro.
Pero, ¿por qué un hombre es modelo de otro? Tarde contestó ci­
tando el estímulo de variación, consecuencia de la iniciativa o inven­
ción individual. Invención-imitación es el esquema básico del proceso
social. La invención supone siempre algún elemento de variación o
cambio, habitualmente es una asociación creadora de elementos ya
existentes o una fructuosa combinación de repeticiones (o de imita­
ciones de invenciones anteriores); pero este último caso puede redu­
cirse al primero. El tempo de las invenciones efectuadas en una so­
ciedad es afectado por la dificultad relativa de combinar ideas, por el
nivel de la habilidad mental innata de sus individuos y por las con­
diciones sociales que pueden ser favorables o desfavorables a las in­
venciones. La imitación, pues, es un proceso mediante el cual es
socialmente adoptada una invención. Y la sociedad es un grupo de
hombres capaces de imitarse unos a otros, o que por lo menos están
en posesión de rasgos comunes que vienen a ser copias del mismo
modelo.
Tarde se esforzó en destacar la importancia de la imitación defi­
niendo su carácter en cuatro esferas: filosóficamente, la imitación es
un caso del tipo universal de repetición; neurológicamente, la imi­
tación es una función de la memoria; psicológicamente, la imitación se
reduce a sugestión (en una ocasión dice Tarde que la imitación
es una especie de sonambulismo); sociológicamente, las leyes de la
imitación resuelven el problema de por qué, por ejemplo, de cien
invenciones son adoptadas diez y rechazadas las otras. Entre las leyes
lógicas de Ja imitación figuran las proposiciones según las cuales los
individuos imitan un determinado modelo porque piensan que es más
útil o que está más de acuerdo con otros previamente establecidos,
y la imitación de los modelos se propaga del centro a la periferia
de una sociedad; pero en ese proceso los modelos son modificados
por la refracción de los medios, exactamente como los rayos de luz
que pasan del aire al agua. Las leyes ilógicas comprenden las siguien­
tes generalizaciones: los modelos subjetivos (ideas) son imitados antes
que los objetivos; los ejemplos dados por personas o grupos supe­
riores prevalecen sobre los dados por personas o grupos inferiores;
unas veces prevalece como modelo el pasado y otras veces el pre­
sente, lo cual, en la terminología de hoy, equivale a decir que unas
veces prevalece la costumbre (imitación del pasado) y otras la moda
(imitación de m o Jelo sn uevos) . La teoría de la imitación de Tarde,
como lo indican estos ejemplos, contiene elementos que han entrado
a formar parte de la teoría sociológica contemporánea; pero algunas
de sus opiniones son inaceptables hoy, en especial la primera de sus
leyes ilógicas; y a otras hay que ponerles algunas limitaciones, como
su pretcnsión de que los modelos superiores son necesariamente más
influyentes que los inferiores.
Menos sugestivo es el estudio que Tarde hace de la oposición y la
adaptación. La oposición aparece aquí una vez más como una especie
de ley cósmica, supuestamente discernible en matemáticas, física, bio­
logía, psicología y sociología. La oposición se manifiesta en dos for­
mas. La oposición de umjlUto es el encuentro de dos ondas antitéticas
de imitación, discernible en la guerra, en la competencia y en la polé­
mica. La guerra, a la cual se recurre cuando la oposición es total,
tiende a desaparecer, opinión optimista común en los tiempos de
Tarde. La competencia caracteriza a la actividad económica, mientras
que la oposición verbal de la polémica prevalece en la religión, en
la jurisprudencia y en la ciencia. La. oposición de ritmo, segunda for­
ma de Tarde, es la tendencia de ios fenómenos sociales a fluctuar
periódicamente. Ejemplos de esto son las ondas de inmigración y de
delincuencia, la alternativa de prosperidad y depresión, la aparición
y la caída de los imperios y de las civilizaciones. El concepto que sus­
tenta Tarde del conflicto y del ritmo como meras formas diferentes
del mismo proceso de oposición es sumamente discutible, si pen­
samos en que esos dos aspectos de la vida social parecen tener muy
poco en común.
La adaptación se manifiesta en la ley de la agregación, en el dgS:
cubrimiento de un nuevo equilibrio después de la oposición. La adap-
ta cio rré T ^ I^ á íd a por un estado de cosas prelógico y después por
otro lógico; durante el primero, las invenciones no tienen relación
entre sí y la situación es caótica; durante el segundo, las invenciones
se contradicen entre sí y ya se riñen duelos lógicos o ya se opera la
unión de las invenciones antagónicas. En todo caso, se suprime la dis­
cordancia y se constituye un nuevo sistema. Cada nueva adaptación
es una invención, de suerte que el proceso se repite indefinidamente.
En esto se manifiesta inequívocamente la influencia de Hegcl. La adap­
tación es un movimiento que selecciona un pequeño número de rea­
lizaciones de entre un gran grupo de posibilidades. Es un movimiento
que, en general, no es reversible, pero no tiene una meta visible. No
obstante, es manifiesta una tendencia. La evolución de los hechos
sociales — aquí Tarde se sometía al evolucionismo de su tiempo—
consiste en su paso gradual de un número muy grande de fenómenos
muy pequeños a un número menor de grandes fenómenos. Como cul­
minación de este proceso puede preverse el nacimiento de una civiliza­
ción única y universal.
Tarde no llegó a darse cuenta de lo que implicaba esta teoría de
la imitación. En efecto, él construyó una herramienta para demoler
el evolucionismo. Porque los evolucionistas, como se recordará, con­
sideraban las analogías entre sociedades diferentes como un argu­
mento decisivo a favor de su teoría. Esas analogías podían explicarse
ahora por la imitación; y los principios de la imitación podían ser la
base para la aparición de una teoría general de la difusión de la cul­
tura (véase capítulo 1 8 ).
Tarde influyó en la sociología de varias maneras. La sociología
norteamericana experimentó su influjo a través de los escritos de Ross
y otros. Sus ideas se incorporaron a la etnología moderna, y de ésta
pasaron a la sociología actual. La importancia que concedía a la
imitación como proceso individual, lo puso en frente de Durkheim,
quien enseñaba que la coacción social es el aspecto básico de la rea­
lidad social.

Juicio retrospectivo de las primeras teorías analíticas

El examen de las teorías de los tres iniciadores de la sociología ana­


lítica revela que cada uno de ellos ha contribuido de manera impor­
tante a la teoría sociológica moderna. Tocnnies inauguró el estudio
de tipos fundamentales de grupos sociales y sugirió un sistema para
clasificarlos. Simmel inició el estudio de tipos*de procesos sociales tal
como se revelan en la acción recíproca entre los individuos, y muchos
de sus enunciados aún no han sido superados. Tarde fue el primero
en proporcionar, según muchos pensadores, una sólida base para una
teoría de los cambios sociales y culturales.
Pero en aquellos días apenas se advirtió la importancia de esos
esfuerzos como preparación del camino para una teoría sociológica
sistemática basada en la investigación empírica. En realidad, los ini­
ciadores de la sociología analítica discrepaban entre sí, como habían
discrepado los representantes de las diversas tendencias del evolucio­
nismo. Aún no estaban maduros los tiempos para la obra de estruc­
turar una teoría general de la sociedad y de los cambios sociales.
ÉM ILE D U R K H E IM

Émile Durkheim (1 8 5 8 -1 9 1 7 ) nació en Épinal, Lorena, en la fron­


tera nordeste de Francia, de padres judíos. Es probable que el haber
nacido en la parte más nacionalista de Francia, su temprano con­
tacto con ios desastres de la guerra franco-prusiana, y su identifica­
ción con la minoría judía, tan fuertemente coherente, hayan contri­
buido a interesarlo en el estudio de la solidaridad de grupo.
Después de haberse graduado en la Escuela Normal Superior, de
París, Durkheim viajó por Alemania estudiando economía, folklore y
antropología cultural. Fue nombrado profesor de la universidad de
Burdeos en 1887, y en 1902 pasó a la de París. En 1896 fundó el
Année sociologique, que durante muchos años fue la principal revista
sociológica de Francia.
Durkheim reconocía a Comte como su maestro. De él tomó Durk­
heim el interés positivista por el empirismo y la importancia del gru­
po en la determinación de la conducta humana.

Estadio de los hechos sociales

El núcleo del punto de vista de Durkheim se califica a veces de rea­


lismo social, en el sentido de que atribuía realidad social definitiva
al grupo y no al individuo. En este respecto, las opiniones de Durk­
heim eran análogas a las de Gumplowicz (aunque probablemente no
estaba familiarizado con las obras de éste). Su teoría era diametral­
mente opuesta al individualismo y el nominalismo de Spencer, pues
Durkheim sostenía que los hechos sociales no pueden reducirse a he­
chos individuales.
¿Qué es, pues, un hecho social? Llamar así a todo acontecimiento
relacionado con la sociedad o que tenga importancia social es em­
plear esa expresión sin claridad ni provecho. Piensa Durkheim que
en Ja vida social hay algunos hechos inexplicables por el análisis
físico o psicológico; hay manems-dfi^actuar, de pensar y de sentir que
son externas al individuo y que_poseen el poder de ejercer coacción
sobre él. Entre los ejemplos figuran las máximas de moral pública,
las observancias familiares y religiosas, las reglas de la conducta pro­
fesional. Esas realidades son los hechos sociales de Durkheim que
constituyen el dominio propio del estudio sociológico. Los hechos
141
sociales existen como corrientes sociales aun en ausencia de toda
organización social claramente definida, como ocurre con las oleadas
de entusiasmo o de indignación que se apoderan de los individuos de
una muchedumbre. Esas corrientes son verdaderamente sociales, por*
que tienen realidad objetiva y una acción coercitiva sobre el individuo.
I.os fenómenos sociales hunden sus raíces en los aspectos colectivos
de las creencias y las prácticas de un grupo. La universalidad no es
el rasgo distintivo de los hechos sociales; una idea que está en todas
las conciencias individuales no'por eso es social. Porque existe una
diferencia importante entre esos dos órdenes de hechos, individuales
y sociales: ciertos modos de obrar y de pensar, ejecutados repetida­
mente, se cristalizan como patrones, diferenciables de los sucesos
particulares que los reflejan. Durkheim advierte que esos patrones
(hechos sociales) adquieren así un cuerpo, una forma tangible, y
constituyen una realidad por derecho propio, aparte de sus manifes­
taciones particulares en los individuos. Estas últimas representan fe­
nómenos sociales sólo en un sentido muy restringido de la palabra
social. Pero como las manifestaciones individuales pertenecen a ambos
órdenes de hechos, puede llamárseles propiamente socio-psicológicos.
Los sucesos individuales, tales como un caso particular de suicidio, en
contraste con el promedio de suicidios en un grupo, interesan al so­
ciólogo sólo indirectamente.
Así, pues, para Durkheim la sociología es el estudio de los hechos
sociales. Además, es un estudio cuya naturaleza está determinada en
parte por su misma materia. Porque los hechosjsociales pueden des-
cubrirse de dos maneras: primero, por su poder de coacción sobre los
individuos, evidenciado con frecuencia en las sanciones aplicadas a
diversos tipos de conducta; y segundo, por su. di.fusiójn general dentro
del grupo. Durkheim advierte que la imitación no es en realidad un
hecho social, como pretendía Tarde, pues es un proceso individual que,
aunque tiene consecuencias sociales, no obstante está localizado en
el individuo como tal. La imitación posee generalidad, indudable­
mente; pero no es obligatoria y, por lo tanto, no es social. Por otra
parte, las instituciones, cuando se las considera como creencias y mo­
dos de conducta establecidos por la vida colectiva del grupo, son ver­
daderos hechos sociales, puesto que tienen una existencia externa inde­
pendiente del individuo y lo coaccionan. Por lo tanto, la sociología
— dice Durkheim— puede ser definida como la ciencia de las insti­
tuciones, de su génesis y funcionamiento.
Según Durkheim, los hechos sociales deben ser tratados como co­
sas. Observa que anteriormente la sociología había tratado más o me­
nos exclusivamente con conceptos, no con cosas.jComte y Spencer,
por ejemplo, dedicaron grandes partes de sus escritos a estudiar el
curso del progreso humano; pero el progreso es una concepción men­
tal y no un hecho que pueda ser comprobado por la investigación
empírica. Para Durkheim una cosa difiere de una idea conceptual del
mismo modo que io que conocemos desde fuera difiere de lo que
conocemos desde dentro. Según Durkheim, "las cosas incluyen todos
los objetos de conocimiento que no pueden ser concebidos por pura
actividad mental, los que exigen para su concepción datos exteriores?
a la mente, procedentes de observaciones y experimentos, los que se'
forman desde los rasgos más externos e inmediatamente accesibles has-1
ta lo menos visible y más profundo".1
Durkheim insiste en que el estudio de los hechos sociales no puede
confiarse al discutible método de la introspección. Nadie puede estar
seguro de que las ideas de las cosas corresponden a las cosas mismas.
El sociólogo debe buscar la objetividad: cuando estudia la sociedad
debe suponer, como el naturalista, que quizás está entrando en el reino
de lo desconocido y lo inexplorado. Al principio de su investigación,
debe acercarse a los hechos observando los fenómenos suficiente­
mente externos para ser inmediatamente visibles, rales como la afilia­
ción religiosa, la situación marital, el índice de suicidios, la ocupación
económica, y así sucesivamente. Pero esos fenómenos fácilmente dis-
cernibles, dice Durkheim ( y trató de demostrarlo en estudios acerca
del suicidio y de la religión, como se dirá más abajo), un análisis
más penetrante muestra que son reflejos de circunstancias sociales más
fundamentales. Así, por ejemplo, los índices del suicidio pueden re­
flejar el grado de solidaridad social en diferentes tipos de grupos.
Los hechos sociales no son producto de voluntades humanas indi­
viduales y por lo tanto no pueden ser descubiertos por la investiga­
ción psicológica. Los hechos sociales son exteriores al individuo y, al
mismo tiempo, moldean las acciones humanas de un modo inevitable
y significativo^.En consecuencia, los hechos de la vida individual y de
la vida colectiva se relacionan entre sí, pero no son coincidentes. Durk­
heim acude a una situación paralela: una célula viva está formada
por elementos químicos, pero la vida característica de la célula es
distinta de esos elementos y exterior a ellos. Así también en toda so­
ciedad humana: cada una se distingue por hechos sociales diferentes
de sus miembros individuales y externos a ellos. Los hechos sociales,
1 Tomado de la 2* ed. en inglés de Las rtglas del método sociológico, p. X IV .
por lo tanto, difieren cualitativamente de los hechos psicológicos y
su estudio representa un nivel distinto de análisis, punto éste que des­
arrollaremos más abajo, al estudiar la metodología de Durkheim.

Fnenas colectivas en la vida social

El modo como Durkheim trata los hechos sociales está estrechamente


relacionado con sus varios estudios sobre la conciencia colectiva. Algu­
nos elementos de ambos sentidos, el mental y el moral, están mani­
fiestos en sus dilatados esfuerzos para aclarar las funciones de las
fuerzas colectivas en la vida social. Algunos intérpretes de Durkheim
le han atribuido la concepción de una mente colectiva como realidad
objetiva — posición insostenible desde el punto de vista de la ciencia
social moderna— , y la terminología de Durkheim y muchas de sus
afirmaciones justifican esta interpretación. Pero otros pretenden que
esta forma extrema de realismo social no entraba en la intención de
Durkheim y que su análisis de los fenómenos colectivos mentales y
morales se acerca en muchos respectos al concepto moderno del papel
de la cultura en la vida social. Desarrolló ese análisis (así como otros
problemas) en todas sus obras más importantes.
La división del trabajo en la sociedad (1 8 9 3 ), primera obra de
Durkheim sobre sociología, es un estudio clásico sobre la solidaridad
social. En la primera parte de esta obra los fenómenos sociales en
general son tratados como consecuencias de la división del trabajo
en sociedad, que es considerada como una variable independiente. El
estudio hace uso muy extenso de material tomado del derecho, aspecto
de la vida social que Durkheim consideraba no sólo fácilmente obser­
vable, sino también la forma más organizada de coacción social.
Comparando las sociedades arcaicas y las adelantadas, encuentra
Durkheim que las primeras se caracterizan por la solidaridad mecá­
nica y las segundas por la solidaridad orgánica. La solidaridad me­
cánica tiene sus raíces en la similaridad de los miembros individuales
de una sociedad, y la solidaridad orgánica en su disimilaridad. Esta
distinción es análoga al concepto que Spencer tenía de la evolución
como paso de la homogeneidad a la heterogeneidad. Pero la evolu­
ción no es el punto central del libro de Durkheim. El contraste entre
los dos tipos de sociedad, mecánico y orgánico, sirve como de fondo
para el estudio de los fenómenos colectivos.
En las sociedades donde la solidaridad es mecánica, hay fuertes es­
tados de conciencia colectiva, la cual es definida, en este primer libro,
como la suma total de creencias y sentimientos comunes al término
medio de los individuos de la sociedad y que por sí mismos forman
un sistema. La conciencia común posee una realidad distinta, porque
persiste en el tiempo y sirve para unir las generaciones. La conciencia
colectiva vive, ciertamente, en los individuos y mediante ellos, pero
como es producto de similitudes humanas, su fuerza e independencia
son mayores cuanto más pronunciadas son las analogías entre los
individuos de la sociedad. Esta situación prevalece en la sociedad
arcaica, que se distingue por la solidaridad mecánica; la conciencia
común casi cubre por completo la mentalidad y la moral individuales.
Pero en cada individuo hay dos conciencias: una compartida con el
grupo (es decir, "la sociedad viviendo en nosotros*', concepción muy
parecida a la actual de la internalización de la cultura); otra, pecu­
liar al individuo. Pero en condiciones en que prevalece la solidaridad
mecánica, la superior potencia de las fuerzas colectivas es indicada
por las reacciones drásticas contra las violaciones de las instituciones
del grupo. Aquí la coacción social se expresa del modo más decisivo
en las leyes represivas, severas, penales, que sirven para conservar la
solidaridad mecánica.
La solidaridad orgánica aparece cuando se desarrolla la división del
trabajo social. La división del trabajo y las consiguientes disimilitudes
entre los hombres producen una interdependencia creciente en la so­
ciedad, y la interdependencia se refleja en la mentalidad y en la moral
humanas, y en el hecho de la solidaridad orgánica misma. Al aumen­
tar ésta última, disminuye la importancia de la conciencia colectiva.
Así, el derecho penal sostenido por sanciones represivas tiende a ser
reemplazado por el derecho civil y administrativo, que exige la res­
titución de la justicia más bien que castigo. (Sobre la base de las
pruebas, esta idea de Durkheim, que sigue el estilo evolucionista, es
muy discutible.) Las sociedades avanzadas, que se distinguen cada vez
más por la solidaridad orgánica, representan, según se sigue de lo
anterior, el progreso moral que destaca los valores superiores de
la igualdad, la libertad, la fraternidad y la justicia. Los contratos, por
ejemplo, adquieren primordial importancia. Pero los contratos — dice
Durkheim— no significan eliminación de la coacción, porque con­
tienen elementos predeterminados que no son negociados por las par­
tes y que existen con anterioridad a los acuerdos contractuales mismos
e independientemente de ellos. (Los actuales contratos de trabajo son
un buen ejemplo de lo que dice Durkheim: en gran medida, es la
ley, y no las partes contratantes, la que decide lo relativo a jornada
de trabajo, salarios y condiciones materiales del trabajo.) Así, pues,
aun en las sociedades basadas en la solidaridad orgánica, la coacción
social sigue desempeñando un papel importante. Debe recordarse, en
este respecto, que cuando fue escrita La división del trabajo en la so­
ciedad estaba relativamente poco desarrollado el análisis de las limi­
taciones sociales a la libertad individual. Ésta lia sido una de las
mayores aportaciones de Durkheim.
La segunda parte del libro de Durkheim trata de las causas de la
creciente división del trabajo, y subraya el papel clave, tal como él lo
veía, de la densidad creciente de la población. Este estudio, ahora
anticuado en gran parte, aporta poco a la teoría sociológica.
Las reglas del método sociológico (1 8 9 5 ), segunda de las obras
principales de Durkheim, presenta un nuevo concepto de la conciencia
colectiva. Aquí sostiene Durkheim que la agregación, la interpenetra­
ción y la fusión de las mentalidades individuales engendra una espe­
cie de unidad psíquica perfectamente distinguible de los individuos.
Este producto colectivo no debe identificarse con la suma de sus
partes: el grupo piensa, siente y obra de un modo totalmente dife-
- rente que los individuos que lo componen. Por consiguiente, el aná­
lisis de la conducta del grupo debe empe2ar con el estudio de los fenó­
menos colectivos, no de los individuales. De ahí se sigue que no hay
más continuidad entre la psicología y la sociología que entre la bio­
logía y la psicología. La sociología tiene su propia y exclusiva ma­
teria: el grupo, una realidad sui generis, y por lo tanto sus propios
métodos.
Los hechos sociales no pueden explicarse a base de procesos psí­
quicos individuales, porque estos últimos no producen por sí mismos
representaciones, emociones ni otras tendencias colectivas del grupo.
Esos fenómenos colectivos, por el contrario, ejercen fuerte presión
sobre los individuos; consecuencias de esa presión, que pueden no
percibir los individuos, son los atributos comunes a los miembros
individuales del grupo. Este enunciado aparece en Ims reglas del mé­
todo sociológico, en uno de sus aspectos, como una inversión de la
actitud asumida por Durkheim en La división del trabajo en la so­
ciedad. Aquí se dice que la conciencia colectiva está compuesta de las
y reprimí**"1™ del hombre medio que forma la ma­
yoría de un grupo. En Ims reglas del método sociológico, las analo­
gías mentales y emocionales de la mayoría nacen de la presión que
ejerce sobre cada uno de ellos J a conciencia colectiva'.
La extensa monografía de Durkheim sobre El suicidio (1 8 9 7 ) con­
tiene, a veces en la forma más aguda posible, la teoría de la coacción
social, que está estrechamente relacionada con sus opiniones sobre
la conciencia colectiva. Aceptando la idea de Quételet según la cual
las técnicas cuantitativas son útiles, si no esenciales, en la ciencia
social, Durkheim investigó cuidadosamente (y con notable ingenio
estadístico para aquel tiempo) los índices del suicidio en diferentes
segmentos de la población europea. Emplea su extenso análisis esta­
dístico para dos fines: primero, para refutar las teorías que pretenden
explicar las variaciones de grupo en el número de suicidios a base
de factores psicológicos, biológicos ("raciales’') , genéticos, climáti­
cos o geográficos, en lo que tuvo éxito notable; y segundo, para apo­
yar con pruebas empíricas su propia explicación teórica sociológica.
En este segundo aspecto, Durkheim llegó a la conclusión de que
los diferentes índices de suicidios (en cuanto distintos de los casos
individuales, problema para la psicología) son consecuencia de dife­
rencias en la estructura social, especialmente de diferencias en el grado
y tipo de solidaridad social. Así, el suicidio egoísta, producto de una
integración de grupo relativamente débil, prevalece en aquellos gru­
pos en que es manifiesta la falta de cohesión social, por ejemplo,
entre los célibes y los protestantes; y el suicidio anómico, inducido
por el trastorno de las normas sociales, es estimulado por los cambios
súbitos característicos de los tiempos modernos. Durkheim también
mostró claramente que la solidaridad social puede inducir al suicidic,
como lo revela su tercer tipo, el suicidio altruista, que se manifiesta,
por ejemplo, en índices elevados en ciertas sociedades primitivas y en
algunos ejércitos modernos. Este breve esbozo de algunos de sus ha­
llazgos hace poca justicia a El suicidio, citado con frecuencia como
un hito fundamental en el estudio de la sociedad y en el que la teoría
conceptual y la investigación empírica se unen de un modo imponente.
Pero infortunadamente, en esa misma obra despliega Durkheim
una forma extrema de realismo sociológico. Habla de corrientes sui­
cidas como tendencias colectivas que dominan a los individuos y, por
así decirlo, los arrastran (o más bien a algunos de ellos, a los más
susceptibles) en su oleada. Así, el acto del suicidio es interpretado a
veces como un producto de esas corrientes. Hay que recordar que la
mayor importancia de El suicidio está en que demostró la función
de la teoría sociológica en la ciencia empírica.
Representaciones colectivas e individuales (1 8 9 9 ), en que la con­
ciencia común es considerada como un producto esencialmente socio-
psicológico de la interacción humana, añade poco a los estudios ante-
riorcs de Durkheim. Sin embargo, esta obra Índica una tendencia
bilateral del pensamiento de Durkheim que persistió en todo el resto
de su carrera: de una parte, un concepto cada vez más idealista del
grupo social; de la otra, la especulación sobre el origen social o de gru­
po de la moral, de los valores, de la religión y de la ciencia.
Ambas tendencias son evidentes en Juicios de realulud y juicios de
valor (1 9 1 1 ). En esta obra relaciona Durkheim la conciencia colec­
tiva con los ideales sociales, y sostiene que los conecta un proceso
recíproco: las ideas sociales dan nacimiento a la conciencia colectiva,
y ésta, a su vez, genera ideales sociales. Los ideales nacen de la rea­
lidad, ciertamente, pero van mucho más allá de ella; la concepción
que se forja el hombre de una sociedad ideal, forma parte de una rea­
lidad social y por lo tanto requiere estudio sociológico. La religión,
el derecho, la moral y la economía — considerados por Durkheim
como ios sistemas sociales más importantes— son al mismo tiempo
sistemas de valores y de ideales. Los ideales sociales constituyen la
conciencia colectiva tal como existe, independientemente de las con­
cepciones individuales, mientras que los valores son manifestaciones
de la conciencia común en los individuos mismos. Estas opiniones
ilustran la nueva fase del pensamiento de Durkheim. La conciencia
colectiva parece ser trasladada del nivel de la psicología del grupo al
mundo de las ideas, y proporciona el contenido mismo de las ideas
de los individuos. En esta obra se percibe claramente el tono, si no la
intención, de la filosofía idealista, especialmente hegeüana, que había
impresionado a Durkheim en su juventud.

Interpretación social de la religión


En Las formas elementales de la vida religiosa (1 9 1 2 ), última de sus
obras principales, Durkheim lleva su análisis de las fuerzas colectivas
o de grupo al estudio de la religión en sus manifestaciones más ele­
mentales. Al principio de la obra dice: "En este libro nos proponemos
estudiar la religión más primitiva y simple actualmente conocida. . .
encontrada en una sociedad cuya organización no es superada en
sencillez por ninguna otra”. Escogió, para estudiarlos intensamente,
aunque de segunda mano, a los arunta, una tribu australiana. La elec­
ción se basó en parte en la suposición de que los arunta representan
una fase remota del desarrollo evolutivo; pero Durkheim quería tam­
bién estudiar un caso en el que pudiera captarse la sociedad en con­
junto y en el que los rasgos internos y las interconexiones institu­
cionales fuesen experimentalmente observables.
Otros investigadores habían buscado la forma más elemental de
religión. Spencer y Tylor, por ejemplo, ia habían hallado en el ani­
mismo o cuito de los espíritus en las sociedades primitivas; Max
Müller (1 8 2 3 -1 9 0 0 ) la identificó con el naturismo o culto de las
fuerzas de la naturaleza. Pero Durkheim rechazó esas teorías porque
desconocen la diferencia clave y universal entre lo sagrado y lo pro­
fano (distinción que estudiaremos más abajo) y porque explican la
religión interpretándola como una ilusión sin fundamento en el mun­
do de la realidad. Durkheim, por el contrario, tomó el totemismo
imperante entre los arunta como la forma más simple de religión.
El totemismo se refiere a la creencia implícita en una fuerza o prin­
cipio misterioso (o sagrado), que impone sanciones por las violacio­
nes de los tabús, que inculca obligaciones morales en el grupo y que
anima al tótem mismo. Este último, en forma de un animal, una plan­
ta o un objeto natural, es un símbolo a la vez del principio totémico
sagrado y del grupo (clan ). La vida de los arunta estaba claramente
dividida en las actividades seculares de pequeños grupos diseminados
(uniformes, languidecentes, insulsas) y las reuniones colectivas, pe­
riódicas y sagradas, del clan, señaladas por la exaltación, la euforia
del grupo y hasta por la infracción de los tabús. Durkheim considera
estas actividades colectivas como la cuna de los sentimientos y las
ideas religiosas.
Del estudio de este caso elemental desarrolla Durkheim sus tesis
fundamentales: que la vida del grupo es la fuente generadora o
causa eficiente de la religión; que las ideas y las prácticas religiosas
se refieren al grupo social o lo simbolizan; que la distinción entre
sagrado y profano es universal y tiene consecuencias importantes para
la vida social en su conjunto.
Lo sagrado, para Durkheim, se refiere a cosas puestas a un lado por
el hombre, entre ellas las creencias religiosas, los ritos, las deidades,
o todo lo socialmentc definido como cosa que requiere un tratamiento
religioso. Dice Durkheim: "El círculo de los objetos sagrados no
puede, pues, ser determinado de una vez para siempre. Su extensión
varía infinitamente, según las diferentes religiones”. La significación
de lo sagrado reside en el hecho de su distinción de lo profano: "La
cosa sagrada es por excelencia aquella que el profano no debe tocar
ni puede tocar impunemente”. El hombre hace siempre esta distinción,
por diferentes que sean sus designaciones de los dos órdenes en dife­
rentes tiempos y lugares. La participación en el orden sagrado, por
ejemplo en ritos y ceremonias, da un prestigio social especial, con lo
que muestra una de las funciones sociales de la religión. La religión
en sí misma puede definirse como un sistema unificado de creencias
y de prácticas relativas a las cosas sagradas. Las creencias y las prác­
ticas sagradas unifican al pueblo en una comunidad moral (una igle­
sia en el sentido más general), participación colectiva en unas creen­
cias que a su vez es esencial para el desarrollo de la religión.
"¿A qué se refieren los símbolos sagrados de las creencias y las
prácticas religiosas?”, pregunta Durkheim. Advirtiendo que defor­
man la realidad empírica, dice que no pueden referirse al medio exte*
rior ni a la naturaleza humana individual, sino sólo a la realidad
moral de la sociedad. La fuente y el objeto de la religión es Ja vida
colectiva; lo sagrado es, en el fondo, la sociedad personificada. Esta
explicación sociológica secular de la religión (en la que Durkheim
ignora crasamente la naturaleza no empírica de la religión) se apoya
en estudios sobre la analogía de las actitudes humanas hacia Dios y
hacia la sociedad: ambas cosas inspiran la sensación de divinidad;
ambas poseen autoridad moral y estimulan la devoción, el auto-sacri-
ficio y la conducta individual excepcional. El individuo que se siente
dependiente de un poder moral externo no es, por lo tanto, víctima
de una alucinación, sino miembro de una sociedad a la cual responde.
Durkheim concluye que la función esencial de la religión es la crea­
ción, el refuerzo y la conservación de la solidaridad social. Mientras
haya sociedad habrá religión.
Las formas elementales de la vida religiosa comprende, además
del análisis de la religión, los comienzos de una explicación análoga
de las formas básicas de clasificación y de las categorías fundamen­
tales del pensamiento mismo, en que Durkheim halla esas represen­
taciones colectivas enraizadas también en la vida del grupo. No po­
demos seguir a Durkheim en la aventura de la determinación social
de la clasificación y de las categorías, pero debe advertirse que esta
exploración especulativa llevó francamente a Durkheim al campo de
la sociología del conocimiento, en la actualidad importante sección
del estudio sociológico.

Aportaciones a la metodología

Durkheim se dio muy agudamente cuenta de que la mayor parte de


los anteriores teóricos de la sociedad habían descuidado mucho el
problema del método apropiado para analizar los fenómenos socia­
les. Es cierto que Comte había tratado del método, pero en términos
generales y para subrayar la necesidad de un enfoque positivista.
Y El estudio de la sociología, de Spencer, al exponer las posibilida­
des y las dificultades de la sociología científica, sólo vagamente trata
de los mérodos que debieran usarse en la nueva disciplina.
Al hablar de las fuerzas colectivas en la vi<^a social (véase p. 146)
nos referimos a Las reglas del método sociológico . Aunque este libro
está dedicado especialmente a problemas metodológicos, hay aporta­
ciones valiosas de Durkheim sobre este asunto dispersas a través de
todas sus obras principales.
En gran parte, la metodología de Durkheim consiste en la formu­
lación de reglas para escoger hechos sociales como materia de estudio.
Ante todo, para observar hechos sociales hay que eliminar radical-
jnente los prejuicios. El sociólogo tiene que emanciparse de las ideas
falsas que dominan el pensamiento del profano. Como dice Durk­
heim, "debe arrojar, de una vez y para siempre, el yugo de esas ca­
tegorías empíricas que, por una larga costumbre, se han hecho tirá­
nicas”. En segundo lugar, la materia de toda investigación sociológica
debe comprender un grupo de fenómenos definidos de antemano por
ciertas características externas comunes. Es decir, el investigador debe
ocuparse en hechos sociales enya existencia puede inferir de sus aspec­
tos exteriores. En tercer lugar, el investigador debe considerar los
hechos sociales como independientes de sus manifestaciones indivi­
duales. Debe ir más allá de los hechos individuales y buscar la base
permanente de las costumbres colectivas; debe estudiar las normas
como tales — por ejemplo, los preceptos legales, las reglas morales
y las convenciones sociales— en su propia y permanente existencia.
La principal regla de Durkheim se deriva de esta independencia
de los hechos sociales. Puesto que todas las explicaciones de los he­
chos sociales desde un punto de vista psicológico no explican el efecto
coercitivo fundamental que los fenómenos sociales reales ejercen sobre
la vida humana, la explicación de la vida social hay que buscarla en la
sociedad misma. La sociedad no es una mera suma de individuos, sino
un sistema formado por Ja asociación de individuos, una realidad es­
pecífica (y emergente) que tiene sus propias características. Por
consiguiente — concluye Durkheim— , siempre que un fenómeno so­
cial es explicado como producto directo de un proceso psicológico, Ja
explicación es faJsa. La fuente de toda obligación está fuera del indi­
viduo; piedad filial, amor, devoción religiosa, lealtad marital. Éstos
y otros sentimientos que nacen de la vida social son considerados
frecuentemente como causas de hechos sociales, siendo así que en
realidad son resultado de las presiones de los hechos sociales sobre
las conciencias individuales. Puesto que la vida colectiva no se deriva
de la vida individual, Durkheim cree que "la causa determinante de
un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales que le han
precedido y no en los estados de conciencia del individuo”.
Al estudiar las reglas para establecer pruebas sociológicas, Durk­
heim dice que el experimento indirecto (o método comparativo)
es el único método adecuado para la sociología. No sirve de nada el
concepto del método histórico sustentado por Comte, ya que la mera
secuencia del progreso en desarrollo no es prueba de causalidad, La
causación es una relación necesaria entre un estado anterior y otro
posterior de los fenómenos y sólo puede determinarse por compara­
ción entre los dos estados. Para Durkheim un efecto dado tiene siem­
pre una sola causa correspondiente. Si, por ejemplo, se encuentra que
el suicidio tiene más de una causa, ese hecho señala la existencia de
más de un tipo de suicidio. Para explicar un hecho más complejo,
tal como la existencia de una institución, en toda especie social dada,
el investigador debe comparar sus diferentes formas no sólo entre
grupos de aquella especie, sino también en especies precedentes.
Para Durkheim la sociología comparativa no es una rama de la
disciplina: en cuanto deja de ser meramente descriptiva y trata de
explicar los fenómenos sociales, es sociología. Mas para que el proce*
dimiento sea válido, requiere que las sociedades se comparen en el
mismo periodo de su desarrollo evolutivo. (En esto Durkheim prueba
en parte su propio procedimiento sobre el supuesto de la evolución
progresiva de Comte y Spencer, no obstante su opinión relativa a la
insuficiencia de Ja metodología de estos autores.) Pero Durkheim se
interesó más aún en señalar los méritos de lo que Mili llamó variacio­
nes concomitantes, método según el cual si a un cambio en una varia­
ble (por ejemplo en el promedio de suicidios) lo acompaña otro
cambio comparable en otra variable (por ejemplo, la afiliación reli­
giosa), los dos cambios pueden ser causalmente relacionados de un
modo directo o ligados mediante algún hecho social básico (por ejem­
plo, el grado de solidaridad social del grupo). Gran parte del trabajo
empírico del propio Durkheim trata de demostrar relaciones causales
con este método comparativo refinado.
Pero la relación causal entre hechos sociales no es sino una clase
de pesquisa sociológica importante, como lo comprobó Durkheim.
Así, formuló un punto de vista funcional para el estudio de los
fenómenos sociales, punto de vista de considerable interés para los so­
ciólogos actuales (véanse capítulos 17 y 18). El funcionalismo de
Durkheim se opone al método teleológico, tal como aparece en los
escritos de Comte y Spencer, el cual suponía que los hechos sociales
están suficientemente explicados cuando se señala su utilidad para
satisfacer deseos humanos. Pero los deseos mismos cambian, hecho
que requiere una explicación sociológica. Y los hechos sociales persis­
ten frecuentemente después de haber perdido su utilidad originaria.
Por lo tanto, sostiene Durkheim que, además de investigar la causa
eficiente que da lugar a un hecho social, la sociología debe buscar
la función social que desempeña. En este punto Durkheim imita a la
biología al asignar a la función el significado de una relación de
correspondencia entre el hecho estudiado y las necesidades del orga­
nismo. En términos sociales, la función de un fenómeno social es la
correspondencia entre él y una necesidad general de la sociedad. Por
ejemplo, la división del trabajo funciona para integrar la sociedad
moderna, aunque evidentemente no adquirió existencia para desem­
peñar ese papel ni la función integradora de la división del trabajo
beneficia necesariamente al individuo. La tarea del análisis funcional,
pues, consiste en hacer ver con claridad cómo las instituciones y los
demás fenómenos sociales contribuyen a mantener el todo social. La
ejecución detesta taréa~“métodológica', según Durkheim, y también
según muchos funcionalistas contemporáneos, es esencial para com­
prender las persistencias y las alteraciones del orden social.

Tipología social
Menos éxito tuvo Durkheim en sus intentos para formular una tipo­
logía de las sociedades humanas. Sus categorías no difieren mucho
de las de Spencer. Entre la miríada de tipos de sociedades humanas
y el concepto de humanidad está el concepto intermedio de la espe­
cie social. Durkheim sostiene que esas especies o tipos de sociedades
se forman de un modo muy parecido a las especies biológicas, como
consecuencias de diversas combinaciones de unidades análogas. Pero
advierte dos diferencias importantes entre las especies sociales y las
biológicas. Primera, no hay en las especies sociales nada equivalente
a la reproducción en la vida animal. Las especies sociales no tienen
la fuerza interior de la herencia, que conserve su forma en frente
de la presión de los estímulos exteriores. Segunda, las especies socia­
les son difíciles de descubrir; el intento de descubrir tipos sociales
eliminando todas las variantes con frecuencia tiene por resultado una
multiplicidad de formas indeterminadas.
La clasificación que Durkheim hace de las especies sociales des­
cansa sobre el postulado de que las sociedades están compuestas de
partes que a su vez son sociedades más sencillas. Este postulado es
congruente con las opiniones de Comte y de Spencer. Las sociedades
deben clasificarse según su grado de organización. En la base está
la sociedad perfectamente simple, especie en la que los individuos
están en yuxtaposición atómica. Una vez formulado este concepto
de la horda o sociedad uni-segmentaria, puede establecerse toda una
serie completa de tipos sociales. Un paso más allá del tipo básico
están las sociedades poli-segmentarias simples, uniones de hordas o
clanes, como ciertas tribus iroquesas. Después, en orden de comple­
jidad, vienen las sociedades poli-segmentarias simplemente compues­
tas, agregados tales como la confederación iroquesa. Siguen después
las sociedades poli-segmentales doblemente compuestas, por ejemplo
las ciudades-estados.
Este intento de clasificación de tipos de sociedades, aunque re­
presenta una tarea que aún acometen los sociólogos, ha tenido poca
influencia sobre los investigadores contemporáneos, cosa que no pue­
de decirse de otras aportaciones de Durkheim.

Juicio retrospectivo de Durkheim


Aunque Durkheim no escribió nunca un tratado de sociología, su
teoría es bastante sistemática y ha sido muy sugestiva para sus conti­
nuadores en Francia y en otros países, incluidas ciertas figuras con­
temporáneas importantes de los Estados Unidos. Durkheim dio res­
puestas claras a los principales problemas de la teoría sociológica.
Definió la sociología como la ciencia de los hechos y de las ins­
tituciones sociales. Los hechos sociales, a su vez, fueron estudiados
desde el punto de vista de su capacidad como fuerzas coercitivas en
la determinación de la conducta humana, o, en términos más moder­
nos, como parte del aparato de control social. En este punto, sus
estudios sobre la conciencia colectiva, a pesar de sus variaciones, lla­
man la atención hacia los modos como la interacción y las relaciones
sociales influyen significativamente en las actitudes, ideas y sentimien­
tos del individuo. Para Durkheim la realidad de la sociedad precede
a la vida individual.
Considerada desde Ja superioridad de nuestra posición actual, la
obra de Durkheim fue viciada por haber aceptado ciertas teorías evo­
lucionistas. El evolucionismo aparece, por ejemplo, en su teoría del
desarrollo desde la solidaridad mecánica hasta la solidaridad orgá­
nica; en suponer fases necesarias en la organización social; en la opi­
nión de que las sociedades primitivas contemporáneas representan
etapas primitivas del desarrollo evolutivo. Debe advertirse, sin em­
bargo, que el evolucionismo no dominó ni oscureció el pensamiento
de Durkheim. Si hubiera evitado el andamiaje evolucionista, la es­
tructura de su teoría habría perdurado.
El modo como Durkheim trata los hechos sociales y la conciencia
colectiva combinan verdades sociológicas importantes y opiniones erró­
neas, si no falaces. Es cierto, desde luego, que los intentos cíe explicar
los fenómenos sociales exclusivamente a base de acciones y motiva­
ciones individuales, tienen que fracasar. Para convertirse en hechos
sociales, las acciones individuales están sujetas a un proceso análogo
al de la composición de fuerzas, en el cual están implícitos principios
irreductibles a los principios de la psicología individual. Por ejemplo,
nadie quiere ni planea una depresión económica en gran escala, pero
una vez y otras se han producido depresiones por la combinación de
numerosas acciones individuales para las que hay miríadas de motiva­
ciones. Muchos fenómenos inesperados y no deseados — crisis econó­
micas, guerras, apatía política, quizás hasta el aumento de los índi­
ces de ansiedad neurótica— requieren una interpretación social, no
psicológica. Durkheim enseñó bien esta importante lección. Al mis­
mo tiempo, muchas veces, especialmente en los estudios sobre la con­
ciencia colectiva, alcanzó un grado de realismo sociológico que parecía
negar por completo la importancia social de la volición o de la deci­
sión individuales. La sociedad es real, seguramente; pero también lo
es el individuo, y debe recordarse que una y otro están en /«/tracción
constante. A la larga, resulta erróneo dar la prioridad a la una o
al otro.
Pero es indudable que las exageraciones de Durkheim representa­
ron un papel positivo en sus aportaciones más importantes a la teoría
y el método sociológicos. Demostró convincentemente que los hechos
sociales son hechos sui generis; destacó vividamente la importancia
social y cultural de la división del trabajo; estudió el carácter de
muchas de las consecuencias de la solidaridad social; señaló el pa­
pel de la coacción social en esferas de la actividad humana en que no
se había descubierto antes. Con Max Weber (véase capímlo 1 4 ),
atrajo la atención de los sociólogos hacia la importancia de los valores
y Jos ideales en la vida social. Se enfrentó con problemas metodológi­
cos complejos y demostró con hechos la necesidad de la investigación
empírica para una ciencia de la sociedad.
EL S U B JE T IV IS M O R U SO

El desarrollo de la sociología rusa es ejemplo de un teorema de la


sociología contemporánea: que las opiniones científicas reflejan en
gran medida las circunstancias sociales y culturales. Durante la se­
gunda mitad del siglo x ix , las clases superiores de la sociedad rusa
se dividían en dos sectores: la burocracia gobernante, sostenida por
la mayoría de la aristocracia terrateniente; y la intelligentsia, cons­
tituida principalmente por universitarios y profesionales, pero que
incluía también minorías importantes de burócratas liberales y de
trabajadores sociales pertenecientes a la aristocracia campesina. La
burocracia gobernante sustentaba una ideología conservadora de la que
pueden considerarse muestra fiel las opiniones de Danilevsky (véase
capítulo 4 ) , mientras que la intelligentsia se adhería a las ideologías
occidentales del liberalismo o del socialismo. AI mismo tiempo, actuaba
una presión considerable sobre cada uno de esos grupos para justi­
ficar su posición intelectual en un plano teórico. Una respuesta a esa
presión tomó la forma de numerosas teorías sociológicas, la mayor
parte de las cuales sirvieron para apoyar puntos de vista políticos.
Aún merece nuestra atención un tipo de teoría sociológica: la escuela
subjetiva, la más popular durante muchos años entre la intelligent­
sia rusa.

Lavrov-Mirtov

La escuela subjetiva fue fundada por Piotr L. Lavrov-Mirtov (1823-


1 9 0 0 ), noble, oficial de artillería y profesor de matemáticas, que
en i 868 fue encarcelado por propagar ideas subversivas, desterrado
a una provincia remota y finalmente huido a París. La preparación
de Lavrov-Mirtov en filosofía hegeliana se refleja en su idea de una
tríada dialéctica: soiidaridad-individualidad-progreso. Sostuvo que los
individuos de mentalidad crítica son ios agentes del progreso. Entre
sus obras principales figuran Esbozos de filosofía crítica ( 1 8 6 0 ),
Cartas históricas (1 8 7 0 ), Ensayos sobre la historia del pensamiento
(1 8 7 6 ) y Los problemas de la comprensión de la historia (1 8 9 8 ).
El principal descubrimiento de Lavrov-Mirtov fue el método sub­
jetivo. Según él, en la sociología y en la historia hay algunas verdades
tan inalterables y absolutas como las verdades de las otras ciencias.
156
Pero en Ja sociología y en la historia hay otras verdades que no pue­
den ser descubiertas antes de que lleguen ciertas épocas, porque sólo
en ciertas épocas están subjetivamente preparados los individuos de
una sociedad para comprender cuestiones fundamentales y formular
soluciones adecuadas. La historia no se repite; el proceso de la evo­
lución histórica es progresivo, pero sólo subjetivamente puede ser
percibido. El subjetivismo científico, pues, es una tendencia selectiva
de la historia que debe ponerse en relación con la ética y los ideales.
Aunque Ja sociología misma debe ser teleológica, sus metas no pueden
postularse a priori, sino que deben derivarse de un estudio inductivo
de la sociedad. Mientras que la historia trata de comprender el pro­
greso en el proceso de la evolución, la sociología es el estudio de la
solidaridad de individuos conscientes. El desarrollo de la solidaridad
y el desarrollo de la individualidad son procesos paralelos. La soli­
daridad nace en la sociedad animal. Se manifiesta en las relaciones
entre madre e hijos. La solidaridad se perpetúa por la imitación y da
nacimiento a la costumbre, que es uno de sus apoyos más importantes.
La individualidad, antítesis de la solidaridad, está, no obstante, estre­
chamente vinculada con ella, de suerte que estos dos elementos sólo
pueden separarse por el análisis. Los individuos conscientes son pro­
ductos del proceso social, y los individuos reciben sus motivaciones,
conocimientos y costumbres de la sociedad. Pero como en el funciona­
miento del agregado social sólo ios individuos desean, deliberan y
obran, no es posible ningún desarrollo sin el pensamiento crítico
de Jos individuos. Pero los Individuos con mentalidad crítica son siem­
pre una minoría en comparación con las masas. No obstante, la fuerza
del pensamiento y la energía de la volición son agentes de determi­
nación histórica. La historia, pues, es en esencia una generalización de
biografías individuales. Es preciso reconocer el papel decisivo de la
personalidad que el destino ha colocado en el centro de cada época,
ya sea un monarca, un demagogo o un profeta.
El progreso no es necesariamente un movimiento continuo, pero la
participación en él es una obligación moral impuesta al individuo que
ha captado su sentido. Es necesaria una teoría del progreso para ela­
borar un programa de acción. Puesto que el desarrollo de Ja indi­
vidualidad y el desarrollo de la solidaridad son ambos esenciales para
el progreso, la mejor sociedad será aquella en que todos los individuos
tengan intereses y convicciones iguales, vivan en las mismas condi­
ciones de cultura y excluyan la lucha por la existencia. El progreso
sólo es posible cuando los individuos que forman la minoría avan-
z.kI.is;i!>cn que sus intereses son idénticos a los intereses de la mayo-
rú. líii el curso de la historia rara vez se han movido en esa dirección
l.ts minorías; pero cada generación es responsable de lo que debió
de hacer y no hizo.

Mikhailovsky

El exponente más destacado de la escuela fue Nikolai M. Mikhai­


lovsky (1 8 4 2 -1 9 0 4 ). Mikhailovsky se graduó en una escuela de mi­
nería, y empezó su carrera literaria a los dieciocho años, llegando
después a dirigir una de las revistas mensuales más importantes de
Rusia. Fue un positivista radical, influido por Comte y Mili. Para
él, como para otros, el problema básico de la época era la reconci­
liación de 1a verdad y la justicia. Creía él que la solución de ese
problema exigía que la sociología fuera teleológica y que se siguiera
el método subjetivo propuesto por Lavrov-Mirtov. Para Mikhailovsky
la sociología es la ciencia de las relaciones interpersonales e ínter-
gñipales~y~de las relaciones entre el grupo y el individuo. Aunque re­
conocía quelos fenómenos sociales forman una clase independiente de
acontecimientos, sostenía que la sociología, que estudia esos fenóme­
nos, está estrechamente relacionada con las otras ciencias.
La meta principal de la actividad social — decía Mikhailovsky—
es la lucha por la individualidad. En oposición deliberada con Spen-
cer, creía que el progreso consiste en la aproximación gradual al
desarrollo integral de cada individuo y se manifiesta en el decreci­
miento de la división del trabajo social. Todo lo que retarda el movi­
miento hacia la integración personal es inmoral e injusto. La lucha
por la individualidad es inherente a la situación misma que la natu­
raleza ha asignado a los seres humanos; entre el individuo y la so­
ciedad hay una lucha incesante. Mirando a su propio tiempo, Mikhai­
lovsky escribió que el trabajador occidental ya no es un individuo
independiente, porque lia sido degradado por la división burguesa
del trabajo. El pueblo ruso puede evitar esa degradación conservando
las comunidades agrarias.
En El héroe y la multitud (1 8 8 2 ), obra principal de Mikhailovsky,
no se considera al héroe necesariamente como un gran hombre, sino
como un hombre cuyo ejemplo mueve a las masas hacia el bien o
hacia el mal. Los grandes hombres son productos del mismo ambiente
que moldea a la muchedumbre. Los hombres anhelan ideales y siguen
fácilmente a quienes, ofreciéndoles ideales, representan el heroísmo.
Finalmente, el héroe es el hombre que da el primer paso que se espe­
raba y que será imitado por la multitud. La imitación, ley general de
la conducta humana, suele ser inconsciente. Como la conciencia y la
voluntad por lo general son débiles, suele predominar la tendencia
a la imitación.
Lavrov-Mirtov y Mikhailovsky emplearon el concepto de la posi­
bilidad objetiva. En la vida social la persona individual se baila siem­
pre delante de muchas posibilidades objetivas con diferentes proba­
bilidades de realización. Cuál de las posibilidades comprendidas en
una situación concreta llegue a realizarse, es cosa determinada por una
combinación compleja de circunstancias que sólo rara vez pueden ser
plenamente conocidas. En muchas ocasiones la insensata confianza en
la propicia llegada de la posibilidad deseada induce a los hombres a
permanecer inactivos y a confiar en el desarrollo natural de los acon­
tecimientos. Naturalmente, ni los individuos de mentalidad crítica, de
que habla Lavrov-Mirtov, ni los héroes de Mikhailovsky cometen
ese error.

Yuzhakov y Kareyev

Las ideas de aquellos dos autores fueron criticadas y modificadas por


otros dos miembros de la escuela subjetiva, Sergei N. Yuzhakov (1849-
1910) y Nikolai I. Kareyev (1 8 5 1 -1 9 3 0 ). En sus Estudios socioló­
gicos (1 8 9 1 ) declara Yuzhakov que el método subjetivo era inade­
cuado para la sociología. Sin embargo, sostenía la necesidad de evaluar
los desenvolvimientos y procesos sociales sobre la base de un ideal
social (que él identificaba con la filosofía m oral); sobre esa base,
podría construirse una teoría científica de la sociedad. Según él, la
escuela rusa, más que sentar la necesidad de un método particular,
había demostrado un teorema importante: que el desenvolvimiento
social es impulsado por personalidades. Es un grave error de Ja socio­
logía desconocer este teorema. Pero como es una proposición esencial,
y no cosa de procedimiento lógico, no constituye una base adecuada
para formular un método particular.
Kareyev fue el único universitario de la escuela subjetiva, habiendo
enseñado en las universidades de Varsovia y de San Petersburgo. Sos­
tenía, como Yuzhakov, que sus predecesores se habían equivocado
en una proposición importante: en vez de exponer el método subjetivo
debieron estudiar el factor subjetivo de la sociedad. Análogamente,
subrayó El papel del individuo en la historia ( 1 8 9 0 ), título de una
de sus obras más importantes. En 1897 publicó Kareyev una valiosa
Introducción a la sociología en la que ofrece una revisión sistemá­
tica y extraordinariamente inteligente de las teorías sociológicas de
su tiempo.
Para él la sociología era una ciencia nomotetica que investigaba las
leyes generales de la vida social, en contraste con la historia, que,
estando limitada a fenómenos concretos, es idiográfica. Kareyev insis­
tió también en que el individuo no es un instrumento pasivo de la
historia. Los grandes hombres son los que poseen el talento de planear
actividades complejas e inducir a otros a ejecutar esos planes. Defi­
nía el progreso como la evolución hacia el ideal social; y definía
el ideal social como la elevación gradual de las normas de la vida
humana y la justa repartición del trabajo entre los hombres.

Juicio retrospectivo del subjetivismo

Los individuos de la escuela subjetiva rusa concentraron su atención


sobre uno de los problemas básicos de la teoría sociológica: las rela­
ciones entre el individuo y la sociedad. En oposición explícita a Marx
y a Spencer, esos sociólogos subrayaron las funciones importantes
del individuo en el proceso social. Atribuyeron a los individuos, espe­
cialmente a los de tipo más elevado, un papel activo que se identificó
con la obligación de contribuir al progreso. Para ellos el progreso era
cosa muy diferente de lo que parecía ser para sus colegas los sociólogos
de Occidente. El progreso material y la diferenciación social tenían
poco interés para ellos. Su ideal común era una sociedad de iguales
que permitiera auto-expresarse a cada uno de sus individuos.
En ciertos aspectos estos sociólogos anticiparon o desarrollaron ideas
que llegaron a identificarse con los descubrimientos de otros autores.
Así, Lavrov-Mirtov y Mikhailovsky subrayaron el papel del individuo
en la vida social y en los cambios sociales quizás antes de que Ward
tratase de esa materia. Los dos rusos señalaron la importancia de la
imitación muchos años antes que Tarde y trataron de las relaciones
entre la imitación y la costumbre hacia el mismo tiempo que Bagehot.
El principal obstáculo para ser internacionalmente conocidos es que
escribían en ruso, de suerte que sus relaciones con los sociólogos no
rusos era unilateral. Aunque los profesores rusos leían con avidez
ias obras de sus colegas extranjeros, fuera de Rusia eran muy pocos
los sociólogos que podían conocer las manifestaciones rusas de esta
disciplina.
Esta escuela fue perjudicada también por las confusiones relativas
al llamado método subjetivo. Mucho tiempo y mucha energía se gas­
taron en una controversia esencialmente terminológica antes de que
el método fuese aclarado y corregido por los individuos más jóvenes
de la escuela, en especial por Kareyev. Quizás la razón principal del
colapso de la escuela fue que hizo a la sociología depender de un
ideal social y que exageró la importancia de los juicios de valor como
parte intrínseca de la sociología. El subjetivismo no pudo prevalecer
contra las vigorosas demostraciones de Durkheim (véase capítulo 9 )
y de Max Weber (véase capítulo 14) de que los juicios de valor
no deben inmiscuirse en el desarrollo de la sociología teórica.
Pero otro rasgo de la escuela pudo haber impresionado favorable­
mente a los sociólogos occidentales, a saber, la teoría de las posibi­
lidades objetivas. En la forma más complicada de probabilidad, este
concepto reaparece en las enseñanzas de Weber y de otros.
La escuela subjetiva rusa no influyó mucho, pues, en el desarrollo
de la sociología; pero mucho de lo que sus miembros dijeron acerca
del papel del individuo en la historia o en el proceso social tuvo
importancia y valor para la estructuración de la teoría sociológica.

C O N C L U S IÓ N D E L A T E R C E R A PARTE

Durante el último cuarto del siglo x ix la sociología estuvo desdi­


chadamente dividida en muchas escuelas grandes y pequeñas. Las di­
ferentes sociologías parecían tener poco de común entre sí, o quizás
nada. Por ejemplo, ¿qué opiniones compartieron Loria (para quien
la sociología es la ciencia de las relaciones entre la subestructura eco­
nómica de la sociedad y las manifestaciones jurídicas, morales y polí­
ticas de su superestructura) y Simmel (para quien la sociología es la
ciencia de las formas de interacción humana)? En opinión de Simmel
la obra de Loria caía fuera del campo de la sociología. Pero en la
actualidad esos dos tipos de interés y muchos otros se consideran as­
pectos legítimos de la teoría sociológica.
Había, sin embargo, una teoría, o hasta un dogma, en que comul­
gaban la mayor parte de los que contribuyeron al desarrollo de la
sociología a fines del siglo x ix : la idea de la evolución. En la mayor
parte de las teorías que hemos examinado, la evolución era el con­
cepto clave. Aun los autores que no eran primordialmente evolucio­
nistas en general no rechazaron esa teoría. Los organicistas Scháffle
y Worms la mantuvieron expresamente. De los sociólogos analíticos,
Toennies subrayó la cvolación de la Gemeinschaft a la Gesellscbaft;
Tarde, una evolución encaminada a la unificación de la humanidad
mediante la imitación; y Durkheim, una evolución de la solidaridad
mecánica a la solidaridad orgánica con todas sus consecuencias. Sólo
Simmel permaneció fuera de la tendencia predominante; pudo ser
indiferente al evolucionismo porque concentró su atención sobre for­
mas invariables de interacción social.
Aunque la doctrina evolucionista fue un elemento común a la
inmensa mayoría de las teorías de la época, no sirvió para producir
una verdadera unidad, porque cada escuela o tendencia particular de­
finía la evolución de un modo completamente diferente. Spencer
vivía y trabajaba en ese tiempo, y también estaba viva y activa su
concepción cósmica de la evolución. Teoría rival de ésta fue la de
los darwinistas sociales, que abandonaron el proceso de diferenciación
(fundamental en el pensamiento de Spencer) para destacar los meca­
nismos de la selección natural y de la supervivencia de los más aptos,
ya sean individuos, grupos o normas sociales. Desviación de mayor
alcance aun fue el evolucionismo psicológico, representado por la
telesis de Ward y la conciencia de calidad de Giddings. Emergía vigo­
rosamente el determinismo económico; el evolucionismo tecnológico,
iniciado por los primeros antropólogos, fue estrictamente desarrollado
por Veblen; observaciones más o menos accidentales de Comte y de
Durkheim fueron convertidas por Coste en un sistema de evolucio­
nismo demográfico; y Novicow realizó el tour-de-force de descubrir
una tendencia evolucionista en el mecanismo de la evolución misma.
Otros tipos aun de evolucionismo se estructuraron sobre el racismo
de Gobineau y el monismo geográfico de Buckle.
En contraste con los primeros años de los iniciadores, en que sim­
plemente coexistieron opiniones divergentes, durante este segundo
periodo de desarrollo sociológico los diferentes puntos de vista ac­
tuaron unos sobre otros. Desgraciadamente, esta acción recíproca entre
las diferentes opiniones consistió en su mayor parte en una crítica
destructora. Gran parte del esfuerzo de los sociólogos de aquel tiem­
po fue consagrado al intento de demoler las ideas de los competi­
dores. Los darwinistas sociales pudieron alegrarse de ver su creencia
en la importancia fundamental de la lucha por la existencia tan viva­
mente manifestada en ia sociología misma. Este bronco antagonismo
fue en parte consecuencia de la naturaleza misma de las teorías evolu­
cionistas. Puesto que las teorías eran predominantemente monistas, y
afirmaban el papel supremo de un solo factor en la evolución, cada
autor que deseaba vindicar el factor fundamental elegido por él se
esforzaba por demostrar lo absurdo de las explicaciones evolucionistas
presentadas por sus rivales. Hoy están olvidadas casi todas esas que­
rellas, absorbidas en la decadencia del evolucionismo en general.
La sociología de fines del siglo x ix no se interesó exclusivamente
en vindicar el dogma evolucionista. Hubo otras tendencias. Dos
escuelas, la organicista y la subjetiva rusa, pasaron de un modo tan
completo como el evolucionismo; pero la primera sociología analí­
tica resultó viable y fructífera. La sociología contemporánea no sería
lo que es sin las importantes aportaciones de Toennies, Simmel, Tarde
y Durkheim. Además, hasta la obra de las escuelas muertas no fue
totalmente perdida: se obtuvieron valiosos conocimientos sobre mate­
riales de importancia sociológica como subproductos de una investi­
gación mal orientada.
De las opiniones acerca de la naturaleza de la sociedad, ha preva­
lecido la identificación señalada por Simmel de la sociedad con un
grupo de hombres que actúan entre sí recíprocamente. También ha
prevalecido el teorema de Durkheim según el cual los hechos sociales
son hechos sui generis irreductibles a proporciones biológicas o psico­
lógicas (aunque en la actualidad este punto de vista no sea del todo
incontrovertible). La dicotomía que hace Toennies de los grupos so­
ciales contribuyó a hacer posibles su clasificación científica y la iden­
tificación de rasgos comunes a todos los tipos de sociedades. Como
contribución al conocimiento del papel de las fuerzas sociales y cul­
turales en la conducta humana, la persistente investigación de Dur­
kheim sobre las funciones de la conciencia colectiva fue, en realidad,
importante labor de zapa de un iniciador de la sociología actual.
Además, ha persistido la importancia concedida por Simmel a la
interacción humana como unidad básica para la investigación socio­
lógica. Toennies y Durkheim contribuyeron de manera importante al
conocimiento de la interacción cooperativa. Los darwinistas sociales,
aunque exageraron el papel de la lucha, pusieron los cimientos para
una teoría científica de la interacción antagonista. Los escritos de
Novicow fueron muy útiles para la formulación de una teoría de la
lucha; y Sumner llamó la atención hacia la correlación entre la soli­
daridad dentro de un grupo particular y el antagonismo hacia los
otros grupos.
A Tarde le corresponde el honor de haber comprendido la gran
importancia de la imitación en la vida social. Sin embargo, en los
días en que escribía, no se comprendió plenamente la importancia
de esta idea, en parte a causa de la oposición expresa de Giddings
y Durklieim. Se recordará también que alguna parte de las opiniones
tic 'larde sobre la imitación había sido anticipada por Bagehot y por
los subjetivistas rusos.
Partiendo de premisas diferentes, Sumner, Toennies y Durkheim
dieron los primeros pasos de gran alcance en el estudio sociológico
del aspecto normativo de la interacción humana. Sumner presentó
una explicación del aspecto transpersonal de las normas sociales;
Toennies esbozó un método para clasificar las normas desde un punto
de vista sociológico; y Durkheim, empleando el engañoso lenguaje
del realismo social, se esforzó en demostrar el papel fundamental de
las normas del grupo en la vida social.
El segundo periodo de la historia de la teoría sociológica fue alta­
mente productivo en teorías acerca de las relaciones entre la socie­
dad y el individuo. Ward, Giddings, Tarde y los subjetivistas rusos se
rebelaron en sus escritos contra el dogma de las fuerzas sociales
impersonales que se imponen a los individuos y que obligan a los
hombres a ser espectadores y no actores en la escena social. No obs­
tante, el elemento válido contenido en el realismo sociológico (la
atribución a la sociedad de una realidad independiente) fue hábil­
mente presentado por Gumplowicz, Sumner, particularmente por
Durkheim, y de un modo señalado por los organicistas (cuya aporta­
ción más importante fue la de Schaffle).
En esc período se formularon pocas definiciones formales de la
sociología. La que dio Simmel de la nueva ciencia fue un avance
manifiesto respecto de las anteriores. Pero el problema de la defi­
nición apenas si existió para los evolucionistas. Para ellos, la socio­
logía era la ciencia de la evolución social tal como la habían visto
Comte y Spencer.
Se debatieron acaloradamente cuestiones de método, pero muchas
veces de manera infructuosa: el método más probablemente recomen­
dado sería un mero corolario del teorema fundamental del sociólogo
sobre el factor determinante básico de los cambios sociales. Simmel,
uno de los sociólogos más meditativos de aquel tiempo, confesó que
no tenía ningún método definido que ofrecer. Los rusos creyeron
que habían inventado un método nuevo, pero, en definitiva, todo
lo que hicieron fue subrayar el papel de la personalidad en el proceso
social. Los métodos cuantitativo y de casos particulares, propuestos
por Quételet y Le Play en el primer periodo, apenas si fueron apli­
cados en la corriente principal de la teoría sociológica hasta tiempos
bastante recientes. Sólo Durkheim ofreció una metodología bien des­
arrollada, poniendo de relieve los requisitos de una ciencia empírica;
pero sus importantes aportaciones fueron en parte viciadas por su
adhesión al lenguaje, y en ocasiones a la esencia, del realismo social.
Puede decirse, en conclusión, que la mayoría de las teorías exami­
nadas en esta parte fueron unilaterales o que respondieron sólo a
algunas de las interrogaciones básicas de la teoría sociológica. Los
organicistas y Simmel se interesaron primordialmente por la natura­
leza de la sociedad; los diversos tipos de evolucionistas se interesaron
sobre todo por el factor prepotente de los cambios sociales; los sub-
jetivistas rusos se consagraron a las relaciones entre la sociedad y el
individuo. De los sociólogos de aquel tiempo, Durkheim fue el que
más cerca anduvo de desarrollar una teoría sociológica sistemática
que aún sigue siendo útil hoy.
CU A RTA PA RTE

BOGA DE LA SOCIOLOGÍA PSICOLÓGICA


DECADENCIA DEL EVOLUCIONISMO
Y APARICION DEL NEOPOSITJVISMO

En las vísperas del siglo x x la evolución era un dogma comúnmente


admitido. Su predominio trascendía del campo de la sociología. Bajo
la influencia de Spencer y sus discípulos, muchos científicos trataron
de descubrir las etapas necesarias o pre-csrablecidas del desarrollo de
aspectos particulares de la vida social y cultural. Afirmaban, por ejem­
plo, que la evolución de la familia empezó con la promiscuidad sexual,
pasó por las fases de la familia matriarcal (clan) y de la familia
patriarcal (gens), llegando finalmente a la pequeña familia conyugal
de nuestros días. Los economistas sostuvieron más de una vez que la
humanidad había evolucionado a través de las etapas sucesivas de
la recolección de alimentos, la caza, la cría de ganado, la agricultura
y la industria. Se decía que la tecnología había pasado por las tres o
cuatro ''edades" de la madera, de la piedra, del bronce y del hierro.
En el aspecto jurídico se describía la evolución como el paso de la pro­
piedad en común a la propiedad individual. Secuencias tales como
magia-animismo-totetismo-deidades personales se enunciaban como eta­
pas distinguibles en el desarrollo de la religión. En el campo de la
política, se consideraba la democracia como la cima de una línea de
desarrollo manifiestamente ascendente. Había dudas, naturalmente,
en cuanto a las fases exactas y su sucesión; pero los evolucionistas
creían que se resolverían mediante el estudio ulterior. Algunos soció­
logos y otros investigadores sociales preferían bases diferentes para
construir sobre ellas sus sistemas teóricos, mas por lo general hasta
esos escritores servían de labios afuera al dogma que parecía coronar
el edificio de las ciencias biológicas y sociales.

Últimas manifestaciones del pensamiento evolucionista

Gradualmente se fueron acumulando las dificultades. Se descubrían


hechos que no encajaban en el esquema evolucionista o que estimu­
laban a los investigadores sociales a intentar nuevos puntos de vista.
Pero algunos investigadores, creyendo que el evolucionismo era in­
vencible, intentaron corregir la doctrina y darle formas que la hicieran
compatible con el avance de los conocimientos. Son pertinentes a
nuestro estudio las enseñanzas de tres de ellos.
169
Maxim M. Kovalevsky (1 8 5 1 *1 9 1 6 ), aunque ruso, pasó los años
más productivos de su vida en la Europa occidental y se interesó
profundamente en su historia jurídica y económica. Como sociólogo,
se mantuvo aparte de la escuela subjetiva rusa (algunos de cuyos afi­
liados se quejaban amargamente de que desconociera sus opiniones).
Por consiguiente, Kovalevsky, presidente del Instituto Internacional
de Sociología en 1907, puede ser considerado propiamente como ion
representante eminente de las últimas ideas evolucionistas de la Eu­
ropa occidental.
Kovalevsky era un evolucionista decidido, pero más en el sentido
de Comte que en el de Spencer. Intentó fijar las fases por las que
tienen que pasar las sociedades a causa de una necesidad interna, pero
no se inclinó al concepto cósmico de la evolución sustentada por
Spencer ni a la identificación de la evolución social y la evolución
biológica. Su obra representa aquel tipo de síntesis creadora de las
ciencias sociales concretas que Ward proponía como tarea central de
la sociología. Dedicó varios volúmenes, publicados en ruso, alemán
y francés, al desarrollo económico de la Europa occidental, a los orí­
genes de la democracia moderna y al paso de la democracia inme­
diata o directa a la democracia representativa.1 Sobre la base de
esos estudios y de otros materiales originales y ajenos publicó en 1910
en lengua rusa una Sociología en dos volúmenes.
Ese libro está dedicado en gran parte al problema de descubrir las
fases esenciales de la evolución social. Más específicamente, Kova­
levsky se propuso identificar y relacionar las fases de diferentes es­
feras de la vida socio-cultural. Evitó concluir que las analogías entre
dos o más desenvolvimientos concretos establecen una relación de ne­
cesidad evolutiva entre ellos, reconociendo la posibilidad de la imi­
tación y de la difusión cultural. Se negó enfáticamente a atribuir
prioridad o supremacía a ningún factor particular del desenvolvi­
miento evolutivo, aunque creía que en las primeras fases de la evo­
lución los cambios de densidad de la población fueron de fundamental
importancia para estimular cambios posteriores. Reconocía la exis­
tencia de variantes o desviaciones de las líneas rectas de la evolución,
pero creía que debía posponerse su estudio hasta que ios sociólogos
hubieran logrado establecer analogías sociales y culturales y redu­
cirlas a leyes generales. Finalmente, Kovalevsky señaló que las socie-
1 Las obras más importantes de Kovalevsky sobre esas materias son El desarrollo
económica de Europa basta el nacimiento del capitalismo ( 1 8 9 8 -1 9 0 3 ) , Origen** de
la democracia moderna ( 1 8 9 5 - 9 7 ) , y De la democracia directa a ¡a democracia repre­
sentativa ( 1 9 0 6 ) .
ciades primitivas contemporáneas son contemporáneas y que por lo
tanto no representan necesariamente etapas antiguas del proceso evo­
lutivo, hecho que todavía hoy es ignorado algunas veces.
Los escritos de Kovalevsky están en aguda oposición con los de
Albert G. Keller (1 8 7 4 -1 9 5 6 ), notable representante norteamericano
del evolucionismo reciente. Keller fue estudiante, colega y discípulo de
Sumner (véase capítulo 5 ) , a quien sucedió, a su muerte, en la cá­
tedra de la universidad de Yale. Sumner no había trabajado sobre las
relaciones entre la evolución de las costumbres y la evolución orgá­
nica, problema que Keller se planteó en Evolución social ( 1 9 1 5 ),
su obra más importante.
Esta obra es un intento para hacer pasar el evolucionismo desde la
variedad spenceriana, considerada por Keller más filosófica que cien­
tífica, a una base darwiniana, tarea que en su opinión habían realizado
mal los darwinistas sociales. Así, a la fórmula spenceriana del paso
de la homogeneidad incoherente a la heterogeneidad coherente la
sustituyen "la variación, la selección, la transmisión y la adaptación",
principios que hay que aplicar al proceso primordial mente mental
de la evolución societaria y a la materia prima societaria de las cos­
tumbres. La variación es la fuerza que pone en movimiento la evo­
lución, aunque no se ve claro por qué y cómo ocurre eso. Pero el
hecho de que las costumbres no son iguales en ninguna parte indica
la ubicuidad de las variaciones de las normas, variaciones que refle­
jan diferencias de grupo en la reacción mental al ambiente. Esas
reacciones son selectivas, siguiendo las direcciones más agradables a
los hombres. Keller encuentra tres tipos de selección societaria: la
automática, que no supone la adaptación deliberada de medios a
finalidades conscientes, y que se manifiesta en la guerra, en la lucha
de clases y en la competencia; la racional, análoga a la técnica del
criador de animales, con lo que deja algún margen a la capacidad
del hombre para determinar la dirección del cambio (aunque en
opinión de Keller ese margen es muy limitado); y la contraselección,
que mediante prácticas como la guerra, la baja fertilidad de las clases
superiores, el matrimonio tardío, el celibato y la industria moderna,
permite la supervivencia de los menos aptos biológicamente. La trans­
misión societaria, tercer principio de Keller, teniendo en cuenta el
hecho de que las costumbres no son biológicamente hereditarias, se
refiere al papel de la imitación automática y de la educación arti­
ficial en la conservación de las tradiciones de la sociedad. Los procesos
de la variación, la selección y la transmisión hacen posible, final­
mente, la adaptación a las costumbres. Cada costumbre o institución,
aunque esté anticuada o sea incongruente con otras (y es justo señalar
que Keller fue uno de los primeros en llamar la atención sobre los
desajustes producidos por los índices desiguales de cambios de las
costumbres) es resultado de la adaptación del hombre a las condi­
ciones ambientales.
Este breve esbozo de la aplicación que hizo Keller de ideas dar­
vinianas a la evolución social hace poca justicia a la habilidad con
que ejecutó su tarea. Fue el suyo el último esfuerzo importante de
este tipo. Los conocimientos sociológicos han progresado de manera
impresionante desde que se publicó el libro de Keller, pero pocos de
esos progresos, si es que alguno, se han hecho siguiendo los linca­
mientos de Evolución social, lo cual indica por lo menos que el pro­
greso científico consiste en otra cosa.
El tercer autor que tendremos en cuenta es Leonard T. Hobhouse,
filósofo social y antropólogo ingles. Hobhouse (1 8 6 4 -1 9 2 9 ) reco­
noció plenamente el fracaso del evolucionismo extremo, especialmente
de 1a variedad darwiniana, pero esperaba salvar algo que pudiera
usarse eficazmente en la sociología moderna.
Desde el punto de vista de la sociología empírica, la más impor­
tante de sus obras es Social Development (Desenvolvimiento social,
1 9 2 4 ). En este libro intenta Hobhouse formular criterios objetivos
del avance evolutivo de las sociedades humanas. Entre esos criterios
figuran el tamaño; la eficacia, es decir, la coordinación adecuada de
las funciones al servicio de fines específicos; la libertad, que es con­
siderada como el margen permisible de independencia de ideas, de
carácter y de imitación; y la mutualidad de servicios, o la organización
de las relaciones sociales de tal suerte que cada uno de los que sirven
fines comunes participe también en su consecución. Como filósofo
social Hobhouse no sólo rechazaba el concepto agresivo del desenvol­
vimiento evolutivo y la teoría radical del laissez-faire, sino que defen­
día un colectivismo moderado; creía que la evolución social misma
descansa cada vez más sobre un control consciente. Es indudable que
estas opiniones influyeron en su selección de los criterios de progreso
evolutivo. Pero la aplicación de esas normas a materiales etnográficos
comparativos representa un gran esfuerzo para probar las hipótesis
objetivamente (cualidad manifiesta también en un libro suyo muy
anterior, Moráis and Evolution, Moral y evolución, publicado en
19 0 6 ). Aunque las ideas de DeseJivolvimiento social son poco convin­
centes, indican, como lo hizo ver claramente Hobhouse, que las so­
ciedades pueden retroceder lo mismo que avanzar a lo largo de una o
varias de las cuatro líneas señaladas por los criterios de la evolución
humana.
Esta conclusión es congruente con la prueba aducida en The Ma­
terial Culture and Social Institutions of the Simpler Peoples (La cul­
tura material y las instituciones sociales de los pueblos más sencillos,
1 9 1 5 ), obra en la que colaboraron Hobhouse, Morris Ginsberg y
Gerald T. Wheeler. En ella examinan los autores el supuesto evolu­
cionista de que el desarrollo de las instituciones sociales es correlativo
de los cambios que experimentan las condiciones económicas. Estu­
diaron más de cuatrocientas sociedades y emplearon técnicas estadís­
ticas pobres para clasificar las fases de adelanto y las instituciones
políticas, familiares y militares, entre otras. Aunque ciertas correla­
ciones son evidentes en las numerosas tablas del volumen (por ejem­
plo, entre la fase de "cazadores primitivos” y las instituciones polí­
ticas nacientes), los autores no afirman — ni pretenden— la prioridad
de las condiciones económicas ni la regularidad del progreso evolutivo.

El reto empírico al evolucionismo


Los últimos evolucionistas estaban riñendo una batalla perdida en sus
intentos para remendar el evolucionismo. En el siglo x ix ya habían
surgido dudas en cuanto a la doctrina, y muchas de esas dudas na­
cieron de estudios más o menos empíricos de hipótesis evolutivas
específicas.
Por ejemplo, uno de ios colegas de Hobhouse, el profesor sueco-
finés Edward A. Westermarck (1 8 6 2 -1 9 3 9 ) empleó muchos años en
examinar materiales etnográficos con la intención de refutar el pos­
tulado de la promiscuidad sexual como primera fase de la evolución
de la familia humana. (Esa opinión había sido sustentada por muchos
evolucionistas, entre ellos Morgan, aunque algunos de los primeros
antropólogos, por ejemplo Tylor, no la aceptaron.) Los resultados del
trabajo de Westermarck fueron publicados en Historia del matrimonio
humano ( 1 8 9 1 ), donde el autor demolió la hipótesis de la promis­
cuidad originaria y sostuvo, a base de las pruebas proporcionadas por
la vida de los antropoides y por sociedades humanas, que el hombre
fue originariamente monógamo y que el sencillo tipo de familia pa­
ternalista es el más antiguo y más universal. Aunque los antropólogos
contemporáneos han abandonado las investigaciones relativas a los
orígenes de las instituciones y presentado numerosas pruebas de que
es normal, culturalmente, una gran diversidad de sistemas familiares,
por lo general coinciden en que el comunismo sexual no distingue
ninguna etapa ni tipo de sociedad humana y que todos los sistemas
familiares, por muy amplios que sean, implican combinaciones de la
familia nuclear o conyugal formada por padres e hijos.
1.a refutación que Westermarck hizo de la promiscuidad primitiva
fue paralela a las investigaciones de la doctrina económica evolucio­
nista acerca de un comunismo primitivo (tal como lo admitió Engels,
por ejem plo). Haciendo de nuevo uso de estudios etnográficos, se
demostró que, aunque la propiedad común de la tierra es frecuente
entre los pueblos primitivos, también el derecho de propiedad pri­
vada — en lo relativo a herramientas, armas, ropas y otras cosas aná­
logas—• forma también parte de sus instituciones. La idea evolucio­
nista de una sucesión de fases de crecimiento económico, desde la
caza hasta la cría de ganado y la agricultura, resultó incompatible
con ios hechos conocidos, y, por ejemplo, un investigador (H ahn) 2
aduce que el ejercicio masculino de la caza coexistió con la actividad
femenina de recoger los productos silvestres de la tierra. Se descu­
brieron casos en que se había desarrollado la agricultura con ausen­
cia de la supuesta fase intermedia de la cría de animales, como ocu­
rrió entre muchas sociedades indias de América.
Las ideas evolucionistas concernientes al desarrollo de las insti­
tuciones políticas fueron más duraderas que esas teorías económicas.
Pero debe advertirse que los acontecimientos de ios últimos decenios
han infligido un golpe mortal al aspecto político del evolucionismo.
También han surgido dudas en cuanto a la solidez de los métodos
empleados por los evolucionistas. Suponían éstos, por lo general, que
empleaban el método comparativo, aunque en realidad solían seguir
el procedimiento de los ejemplos. Datos recogidos de diferentes cul­
turas eran agrupados con frecuencia para atestiguar etapas evolutivas;
los fenómenos que se ajustaban al esquema evolutivo eran declarados
supervivencias de edades más antiguas, y se consideraban hechos indi­
viduales los que no venían en apoyo de tal o cual teoría evolucionista.
En consecuencia, el modo de razonar de los evolucionistas era circular,
con gran frecuencia. Por otra parte, muchos de sus datos no merecían
confianza, porque se basaban en informes de viajeros y misioneros y
no de hombres de ciencia. Se suponía además que la cultura primitiva
contemporánea representa fases primitivas de desarrollo evolutivo.
Aun reconociendo esos errores, los evolucionistas pudieron haber

2 E. Hahn: Die Hausthiere und ihra Bexiebungen zur Wtrticbaft des Menseben
(1 8 9 6 ).
mantenido una versión moderada de su doctrina, confiando en su
habilidad para explicar analogías sorprendentes de utensilios materia­
les y de instituciones sociales entre pueblos separados por enormes
distancias. Pero explicaron esas analogías diciendo que representan
etapas evolutivas por las cuales tienen que pasar todas las sociedades
humanas. Este modo de razonar fue recusado por el conocimiento de
la difusión de la cultura basada en la imitación.
El distinguido geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1 8 4 4 -1 9 0 4 ) ya
había señalado en su Anthropogeograpbie (Antropogeografía, 1892)
analogías culturales en sociedades marcadamente disímiles en cuanto
a medio ambiente, analogías que, en consecuencia, tenían que expli­
carse como consecuencias de contactos entre las culturas. Esta opi­
nión convenía con luis leyes de la imitación (1 8 9 0 ) de Tarde, en
que el autor intentaba demostrar que el proceso de la imitación es
el resorte fundamental del devenir social. Esta teoría era una exagera­
ción, pero sirvió para destacar el importante papel de la imitación
en las relaciones humanas. A comienzos del siglo x x el etnólogo
alemán Fritz Graebner publicó una serie de estudios que culminaron
en Métodos de etnología ( 1 9 1 1 ) en los que negaba que hubiera
habido muchos inventos independientes y sostenía que la difusión de
los inventos es un fenómeno muy general. Sus obras, como las
de muchos de sus discípulos, seguramente contienen exageraciones
y conjeturas no justificadas; pero la hipótesis de la difusión recibió
considerable apoyo de muchos descubrimientos arqueológicos que in­
dicaban que ciertos hechos de cultura material por lo menos habían
viajado desde su lugar de origen a puntos sorprendentemente lejanos
en épocas primitivas de la historia humana. Por ejemplo, se encon­
traron conchas marinas y huesos de peces, restos de la Edad de la
Piedra Antigua (Paleolítica), lejos de las costas, indicio de que exis­
tió algún comercio entre tribus cazadoras de renos y tribus costeñas.
Objetos de pedernal producidos en Francia en la Edad de la Piedra
Nueva (Neolítica) se encontraron en Bélgica, y conchas de la misma
edad viajaron hasta Alemania y Checoslovaquia. El trigo cultivado
en Dinamarca y los animales criados allí en épocas remotas fueron
llevados de otras partes, pues no son descendientes de especies sil­
vestres del Noroeste de Europa. La obsidiana empleada en Egipto y
Mesopotamia procedía de Armenia y de Milo; el lapislázuli encon­
trado en Irán había sido usado mucho antes en Egipto y Sumeria.*

3 Estos ejemplos proceden de “A Prehistorian's Interpretaron of Diffusion’', por


V. Gordon Childe, en Harvard Tercenténary Publications, vol. 111 ( 1 9 3 7 ) .
Los evolucionistas clásicos no pudieron sospechar hechos como estos,
y su descubrimiento privó a la escuela de una de sus últimas Jíneas
de defensa.
No quiere decir esto que no haya sobrevivido algo a la ruina del
evolucionismo. Algunas de sus aportaciones siguen siendo útiles en
la estructura de la sociología contemporánea. Las investigaciones de
los evolucionistas señalaron paralelismos parciales en costumbres,
creencias y objetos materiales particulares. Aunque no demostraron
la existencia de etapas preestablecidas de progreso, a pesar de sus
monumentales esfuerzos, sus estudios corroboraron la idea de puro
sentido común de que unas cosas vienen primero y otras después. Las
sociedades sin organización política diferenciada, por ejemplo, dieron
nacimiento a caudillos cuya posición se basó primero en cualidades
personales, pero que después tendió a hacerse hereditaria. Los uten­
silios son sencillos al principio y gradualmente se hacen más complica­
dos. El transporte se hace primero a pie; después se idearon técnicas
cada vez más complejas. Puede decirse, en suma, que los estudios
de los evolucionistas han confirmado la convicción de que hay un
orden en Jos cambios sociales y culturales y han indicado que a la
concepción de las causas que operan en el proceso histórico puede
incorporarse una teoría sistemática del cambio.4
La validez de esas aportaciones explica en gran parte la persistencia
de algunas supervivencias del evolucionismo hasta la actualidad. Exa­
minaremos dichas supervivencias al estudiar el cuarto período del
desarrollo de la teoría sociológica (véase capítulo 2 1 ).

Las raíces del neo-positivismo

La decadencia del evolucionismo fue acompañada por el nacimiento


de una nueva tendencia a la cual se le dio en definitiva el nombre de
neo-positivismo. Durante el periodo que estudiamos aparecieron so­
bre el horizonte tres elementos de este nuevo desarrollo, y se com­
binaron con las supervivencias del evolucionismo en los últimos escri­
tos de Giddings. Esos tres elementos fueron el cuantitativismo, el
behaviorismo o conductismo, y la epistemología positivista.
El cuantitativismo destaca la enumeración y la medición como mé­
todo de estudio esencial en ia investigación científica en todos los

4 Este sumario reproduce abreviadamente el que presenta A. Goldenweiscr en


"Comributions of Anthropology", en Coniemporary Social Theory de H. E. Barnes y
H. Becker (editores) (Nueva York, Appleton-Century, 1 9 4 0 ) .
campos, incluido el de la sociología. Se recordará que fue Quételet
(véase capítulo 4 ) quien lo señaló en la primera mitad del siglo x ix ,
y que su influjo llegó a la sociología a través de la biología. El cuan-
titativismo recibió nuevo y más fuerte apoyo de Fruncís Galton (1822-
1 9 1 1 ). Hereditary Gentes (El genio hereditario, 1869) y English
Men of Science (Hombres de ciencia ingleses, 1 8 7 4 ), de Galton, son
estudios impresionantes, de carácter ampliamente estadístico, sobre la
transmisión de los rasgos de familia, los cuales, decía, eran primor-
dialmenre materia de herencia biológica, aunque sus datos apoyan
igualmente la opinión contraria de que la transmisión de cualidades
como la inventiva y la eminencia en campos diversos es en esencia
de naturaleza social. Karl Pearson (1 8 5 7 -1 9 3 6 ), discípulo de Galton,
publicó una obra titulada The Grammar of Science (Gramática de la
ciencia, 1 8 9 2 ), que se convirtió en el evangelio del neo-positivismo
y dio fuerte apoyo al cuantitativismo y a otros elementos de este pun­
to de vista.
La obra de Pearson contiene ya el behaviorismo en germen. Pero
el behaviorismo hizo progresos especialmente después que un psicó­
logo norteamericano, John B. Watson (1878- ) le dio una forma
precisa y radical en una serie de publicaciones.5 Desarrollando y exa­
gerando las ideas del famoso fisiólogo ruso Ivan Pavlov (1 8 4 9 -1 9 3 6 ),
descubridor de los reflejos condicionados, Watson sosmvo que la "con­
ciencia" era objetivamente incognoscible, que la introspección no
podía ser fuente de conocimientos científicos, y que en consecuencia
la psicología, y por implicación la sociología, debían estudiar sólo la
conducta observable. Toda la conducta humana — decía Watson—
puede reducirse a series de reflejos condicionados. En éstos pueden
distinguirse situaciones estímulo (condiciones específicas en que tiene
lugar la conducta) y reacciones o respuestas (contenidos de la con­
ducta así estimulada). Desde este punto de vista, un análisis sufi­
cientemente refinado de las situaciones estímulo y de las respuestas
explicaría todos los aspectos y formas de la conducta humana. En
este sentido, la conducta verbal puede considerarse a la vez como
estímulo (de la acción de otro) y como respuesta. Pero en su estudio
de la conducta verbal un behaviorista consecuente no puede tomar en
cuenta el sentido de las palabras, porque "sentido'’ implica observación
introspectiva.
La epistemología positivista tiene sus raíces en la filosofía pragmá*

6 Su libro Psychology from the Standpoint of a Behavioiist (La psicología d¿sde


ti punto de vista de un behaviorista) apareció ca 1919.
tica tic William James (1 8 4 2 -1 9 1 0 ) y John Dewey (1 8 5 9 -1 9 5 2 ),
y posteriormente de Bertrand Russell (1872- ) . Pero también
aquí fue la de Pearson la influencia personal más fuerte que experi­
mentó la sociología. Pearson reducía estrictamente lo cognoscible a
Jas impresiones de los sentidos y sus secuencias. Según él, la realidad
de una cosa depende de la posibilidad de que ocurra en todo o en
parte como un grupo de impresiones sensoriales. Que ocurra deter­
minada secuencia de impresiones sensoriales es cuestión de experiencia,
a Ja que damos expresión en el concepto de causación. Cuando pode­
mos establecer regularidades de impresiones sensoriales, hablamos de
leyes, que son meros enunciados de regularidades o recurrencias. Por
consiguiente, la ley no aporta necesidad a esas secuencias; en reali­
dad, la necesidad es una concepción humana y sólo ilógicamente pue­
de transferirse al mundo de las percepciones.

Evolucionismo y neo-positivismo combinados: Últimas ideas de


Giddings

Los tres elementos del neo-positivismo, en especial el cuantitativismo


y, en ciertos respectos, el behaviorismo, se mezclaron en los últimos
escritos de Giddings. (Véase capítulo 6 para sus opiniones anteriores.)
Ya en Sociología inductiva (1 9 0 1 ) estudió Giddings el método esta­
dístico, que él creía ser un modo cuantitativo del método comparativo
e histórico. En esa obra propugna el análisis tabular, que le parecía
una estadística inexacta, y acá y allá se encuentran fórmulas mate­
máticas y gráficas estadísticas. También ,aquí aparece la conciencia de
índole de Giddings en un estudio general de las respuestas de la
materia nerviosa a los estímulos exteriores.
En eJ prefacio de sus Est/ulios sobre la teoría de la sociedad humana
(1 9 2 2 ) reconoce Giddings la necesidad de revisar sus opiniones ante­
riores. "La lógica ha abandonado . . . las clasificaciones a favor de las
distribuciones de frecuencia” — tendencia cuantitativa— . “La psico­
logía se ha hecho experimental y objetiva. Ha distinguido entre reflejo
y condicionamiento”6 — punto de vista behaviorista— . La antropo­
logía ha descubierto más variantes de la sociedad primitiva de las que
podían suponer Jos primeros antropólogos — reconocimiento de la
quiebra de las secuencias lineales, en las cuales habían creído los
evolucionistas (incluso el mismo Giddings)— . Pero no descartó por
completo el evolucionismo ni abandonó el estudio de la "conciencia
de índole", aunque era difícil conciliar esas dos tareas con el behavio­
rismo. Un intento de conciliación aparece en The Scientific Study of
Human Soeiety (El estudio científico de la sociedad humana, 1 9 2 4 ),
última obra importante que publicó: "Conciencia.. .es un nombre
de un fenómeno fisiológico y no de un misterio ontológico. . . es vi*
gilia y atención altamente unificadas de un organismo”.7 No es se­
guro de ningún modo que los behavioristas estrictos crean que esta
definición se ajuste a su canon.
El cuantitativismo impresionó mucho a Giddings en sus últimos
años. Volviendo a ideas y procedimientos que había aprendido de
Mayo-Smith8 y refiriéndose a la obra de Quétclec, de Galton y
de Pearson, declara Giddings: "La sociología es una ciencia de método
estadístico”, y sostiene que "una descripción verdadera y completa
de algo tiene que incluir su medición".9 Esperaba que la estadística
se aplicaría al estudio de la evolución social, en especial a la deter­
minación de los tipos sociales y a las desviaciones de ellos. Parte de
El estudio científico esboza ciertas técnicas estadísticas, entre ellas el
cálculo del coeficiente de correlación, e indica su aplicación a datos
sociales. Presenta resúmenes de los resultados de algunos de sus pro­
pios experimentos de contar y medir fenómenos sociales (que, desde
el punto de vista de la estadística contemporánea, son totalmente insu­
ficientes), y hace indicaciones para estudios ulteriores siguiendo li­
ncamientos análogos, por ejemplo, la medida de valores sociales exa­
minando los sacrificios que se les hacen y el cálculo de las presiones
sociales analizando el contenido de las leyes.
El behaviorismo sustituyó en gran parte a la psicología volun-
tarista de las obras anteriores de Giddings. Definió la sociología como
la psicología de la sociedad y afirmó que su materia es la conducta
pluralista, expresión que él acuñó al mismo tiempo que la palabra
plurel. El plurel es el equivalente behaviorista del grupo, y la conduc­
ta pluralista es la respuesta de un pinrel a una situación estímulo. Las
respuestas de los individuos que forman un plurel puede ser análoga
o diferente, pero la conducta pluralista tiene sus propias condiciones y
formas, distintas de las de la conducta individual. La sociología tiene
dos tarcas que realizar: primera, descomponer las situaciones estímulo

7 P. 14, nota.
8 De 1880 a 1899 el profesor Richmond Mayo-Smith ( 1 8 5 4 -1 9 0 1 ) enseñó en la
Columbia University, Se le considera a veces como el primer hombre que enseñó en
los Estados Unidos estad istics en un plano científico. Su obra Statisiics and Sociology
(Estadística y sociología) apareció en 1895.
# Ediciones en ingles de Estudiot, p. 2 5 2 ; Teoría, p. 189.
en factores que provocan una conducta pluralista; segunda, explicar
la génesis, integración, diferenciación y funcionamiento de la con­
ducta pluralista. Giddings formuló ese programa para la sociología;
pero no lo cumplió. Mas el programa mismo fue el testamento de un
profesor anciano a la generación venidera de sociólogos, entre los
cuales figuraron muchos de sus discípulos de la Columbia University.
Sólo accidentalmente se permitió Giddings hacer vastas genera­
lizaciones anticipando los resultados de la obra formidable que había
que realizar. Pero declaró que el estudio de los fenómenos sociales
por el método estadístico ya había demostrado que el proceso social
era télico, así como evolucionista desde el punto de vista físico. Y
afirmó que la evolución conducía al progreso manifestado en el
aumento de libertad, poder y felicidad de los individuos.
El evolucionismo, como hemos visto, se fue convirtiendo rápida­
mente en una doctrina casi muerta. Pero el neo-positivismo estaba
llamado a granjearse la adhesión de muchos sociólogos, algunas de
cuyas opiniones examinaremos en el capítulo 15.
C H A R LES H. C O O LE Y Y W . I. TH O M A S

A principios del siglo XX, mientras el evolucionismo reñía su batalla


perdida y apenas si había aparecido el neo-positivismo, recibió el
nombre de sociología psicológica una tendencia sociológica impor­
tante. Representaron esta tendencia los profesores más destacados
y quizás los logros más duraderos de aquel tiempo. En los Estados
Unidos fueron Charles H. Cooley y William 1. Thomas los expo­
nentes más distinguidos de la psicología sociológica y quienes hi­
cieron las aportaciones más considerables.

Charles H. Cooley
Cooley (1 8 6 4 -1 9 2 9 ) nació en Ann Arbor, Michigan. Salvo cortos
intervalos, pasó toda su vida en Ann Arbor, estudiando en la Uni­
versidad de Michigan y enseñando en su alma mater. Como maestro
y autor, dejó su huella en la ciencia social norteamericana: sobre la
sociología, sobre 1a psicología social y sobre la economía institucional.
Pero rehusó apartarse de su vida de serena contemplación, negándose,
por ejemplo, a desempeñar una cátedra en la Columbia University,
en la agitada "megalópolis" de Nueva York, aunque fue, de mala
gana, presidente de la American Sociologícal Society en 1918.
Su vida relativamente monótona en una mediana ciudad del Medio
Oeste se refleja bien en el estilo de sus escritos, que se caracterizan
por la serenidad y por la adhesión manifiesta al sistema de valores
de la sociedad agraria norteamericana, relativamente estable, que él
conoció antes de los turbulentos años de la industrialización.
Las obras más importantes de Cooley son Human Nature and the
Social Order (La naturaleza humana y el orden social, 1 9 0 2 ), Social
Organization (Organización social, 1909) y Social Process (El pro­
ceso social, 19^8). Esta última es en gran parte repetición de Jas
dos anteriores. Después de su fallecimiento se publicó una colección
de trabajos suyos con el título de Sociologícal Theory and Soc'ud Re­
search (Teoría sociológica e investigación social, 1930). A pesar del
título, sólo un trabajo de importancia para la teoría sociológica, 'T h e
Roots of Social Knowledge” ("Las raíces del conocimiento social"),
se encuentra en el libro.
El pensamiento de Cooley representa la fusión de varias tenden­
cias. Fuertemente influido por figuras literarias como Emerson, Tho-
181
rea 11 y Cíocthc (Cooley habla de la sociología como de una ciencia
"artística"), quizás el sociólogo que más le impresionó inicialmente
fue Scháfflc, maestro de la escuela organicista (véase capítulo 7 ) .
(Jomo quiera que sea, Cooley llamaba orgánicas a sus ideas, aunque su
organicismo, como se verá más abajo, no es el de Scháffle ni el de
ningún otro representante de esa escuela.
En segundo lugar, como era na cural en una persona cuyas opinio­
nes se formaron en el último cuarto del siglo X I X , Cooley era un
evolucionista de cierto tipo. La primera de sus obras importantes
empieza con esta frase: "Si aceptamos el punto de vista evolucionis­
ta. . Y veinte años más tarde empezó un artículo sobre la heren­
cia y el m edio1 diciendo: "Hemos llegado en los últimos años
a considerar todas las cuestiones desde el punto de vista evolucionis­
ta". No obstante estas afirmaciones, apenas si se encuentra en las
obras de Cooley evolucionismo en el sentido estricto de la palabra.
Le interesaba más la evolución del ser social individual, del yo social,
que el desarrollo del proceso histórico total. Cuando trata de his­
toria, lo hace atendiendo a sus relaciones con el desarrollo del yo
social, sin ninguna intención de identificar etapas en la evolución so­
cial. En el artículo arriba citado expone sus opiniones sobre la his­
toria de esta manera pintoresca: "La historia parece correr por dos
canales diferentes. Quizás hay una corriente y un camino que corre
a lo largo de la orilla, dos líneas de transmisión. La corriente es he­
rencia o transmisión animal; el camino es comunicación o transmisión
social. La una fluye a través del plasma germinal; el otro viene a
manera de lenguaje, intercambio y educación. El camino es más re­
ciente que la corriente”. Este artículo fue escritoa mediados del de­
cenio de los 1920, y la actitud de su autor era consecuentecon el
punto de vista cultural que entonces iba adquiriendo importancia
en la sociología norteamericana.
Aunque no le interesaba el estudio de la gran corriente evolutiva
de la historia, Cooley compartía la fe de su tiempo en los benéficos
resultados del proceso en marcha. Su creencia en el progreso está
implícita en todos sus escritos y frecuentemente tiene expresiones
explícitas, como en el siguiente pasaje: "El punto de vista evolu­
cionista nos estimula a creer que la vida es un proceso creador, que
en realidad estamos haciendo algo nuevo. . y que la voluntad hu­
mana forma parte de la energía creadora que lo hace’’.2
1 "H creJity and Environmem”, ( "Herencia y m edio") en Journal of Applied So­
ciology, X , núm. 4 (Marzo-abril, 1 9 2 6 ), pp. 303-07.
2 Edición en inglés, revisada, 1922, de La naturaleza bu mana, p, 50.
En tercer lugar, Cooley fue influido por los sociólogos de ten­
dencia psicológica de su tiempo. Aunque en sus escritos no cita con
mucha frecuencia a Ward, las dos líneas de transmisión de Cooley
— la genética y la cultural— pudieron haber nacido de los con­
ceptos de génesis y telesis de Ward. Por otra parte, Cooley cita a
Tarde en varias ocasiones, y algunas de las opiniones de éste fueron
cuidadosamente incorporadas a Organización social, aunque Cooley
censuraba la importancia unilateral que Tarde concede a la imita­
ción. Además, Cooley siguió de cerca las nuevas orientaciones de la
psicología, como lo indican Jas frecuentes referencias a las obras de
William James, James M. Baldwin y J. Stanley Hall. Cooley recha­
zó expresamente el instintivismo de W illiam MacDougall y prestó
poca atención al behaviorismo de Watson.
En cuarto lugar, en agudo contraste con los cánones del naciente
neo-positivismo, Cooley pensaba y escribía como idealista. Concebía
la realidad social formada por las ideas que los hombres tienen unos
de otros y creía que la tarea sociológica fundamental era el estudio de
las relaciones sociales como reflejos de ¡deas, actitudes y sentimien­
tos. Se advierte este punto de vista en su orientación orgánica.

Teoría orgánica de Cooley

El punto focal de la sociología de Cooley es su teoría orgánica. En El


proceso social sostiene sin limitaciones que la sociedad es un orga­
nismo. Pero su organicismo no era spenceriano, ni buscó, como
Schaffle y otros, analogías orgánicas infinitamente detalladas. La so­
ciedad es para Cooley un conjunto viviente formado de segmentos
diferenciados, cada uno de los cuales tiene una función especial. Tam­
bién se la puede considerar como un complejo de formas o procesos
cada uno de los cuales vive y se desarrolla por interacción con los
otros, estando tan unificado el todo, que lo que ocurre en una de sus
partes afecta a todo el resto.
La opinión orgánica de Cooley acentúa la unidad del todo y el
valor peculiar del individuo, explicando lo uno por lo otro. "Un indi­
viduo aislado es una abstracción desconocida para la experiencia, y
lo es también la sociedad considerada como algo aparte de los indi­
viduos . . . La sociedad y los individuos no denotan fenómenos sepa­
rables, sino simplemente los aspectos colectivo y distributivo de la
misma cosa” (La naturaleza humana, pp. 3 6 -3 7 ).
Una de las mayores preocupaciones de Cooley fue la solución de
los que el consideraba seudo-problemas, a base de su teoría orgánica.
En su tiempo se debatía acaloradamente la cuestión de la prioridad
«le tu herencia o del medio en la determinación de la conducta hu­
mana. Cooley resolvió: "Cuando empieza nuestra vida individual,
los dos elementos de la historia, el hereditario y el social, se funden
en el nuevo todo y dejan de existir como fuerzas separables.. . He­
rencia y medio. . . son, en realidad, abstracciones; la cosa real es
un proceso orgánico total'’ (Ed. en inglés de La naturaleza humana,
p. 1 5 ). Consideraba la discusión sobre la importancia definitiva o
relativa de la herencia o del medio tan inútil como el debate rela­
tivo al dominio de la mente sobre la materia o viceversa. (Se refería
a la mente social o pública y parecía creer que es un todo orgánico
formado de individuos cooperadores. Esta opinión es, desde luego, una
peligrosa aproximación a la teoría organicista.)
Una teoría orgánica de la sociedad, en el sentido que le daba
Cooley, mostraría con la mayor claridad posible las relaciones entre
el individuo y la sociedad. Sus escritos referentes a esas relaciones,
problema sociológico fundamental, son algo decepcionantes (salvo
en lo que afecta al estudio de los grupos primarios, como veremos
más abajo). La sociedad — dice— es más que la suma total de los
individuos. La unidad de la sociedad coincide con ia unidad de la
mente social; esta última está constituida no por acuerdos entre los
individuos, sino por organización. Pero en su intento de explicar la
naturaleza de la organización, Cooley apenas si tuvo otra cosa que
decir sino que consiste en "la unidad diferenciada de la vida mental
y social”. Creía carente de valor el intento de formular una defini­
ción más complicada: MNo tenemos más que abrir los ojos para ver
la organización” {Organización social, pp. 4 -5 ).
Cooley volvió a la cuestión de la organización al estudiar las
instituciones. Aquí también su modo de tratarla es más bien vago.
"Una institución es simplemente una fase definida y fija de la mente
pública. Las diferentes instituciones no son entidades separables, sino
actitudes organizadas de la mente pública, y sólo por abstracción
podemos considerarlas como cosas por sí mismas”. En este punto
revela Cooley que su concepto de la sociedad es no sólo orgánico,
sino también psicológico: “Es en los hombres y no en otra parte
donde se encuentra la institución” (Organización social, pp. 3 1 3 -1 4 ).
La teoría orgánica de Cooley es, naturalmente, incompatible con
el monismo sociológico, que implica ia selección de un factor par­
ticular, social o no social, como determinante básico del estado o del
desarrollo de la sociedad. Sus opiniones sobre este asunto están clara­
mente expresadas en un trabajo leído en 1903:8 "El concepto orgá­
nico de la historia niega que uno o varios factores sean más defini­
tivos que otros. En realidad, niega que la mente, las diferentes insti­
tuciones, el medio psíquico tengan existencia real aparte de una vida
total en que todo participa del mismo modo que los miembros de un
cuerpo participan de la vida de un organismo animal”.

El yo, el grupo primario, la clase y la casta

La teoría orgánica de Cooley y su orientación psicológica se refle­


jan claramente en la manera de tratar el desarrollo de la personalidad
humana. Señaló el papel de los grupos primarios (estudiados más
abajo) y de la interacción social, especialmente de la comunicación,
en la génesis y desarrollo de la personalidad. Así, el "yo" se desarro­
lla dentro de un contexto de relaciones sociales: "El yo y el otro no
existen como hechos que se excluyan mutuamente. . . ” El yo es
social, dice Cooley en todas sus obras más importantes. En La natu­
raleza humana y el orden social presenta el importante concepto
del yo reflejado o "de espejo", que se distingue por tres elementos
principales: el modo de imaginarnos nuestra apariencia para las de­
más personas; el modo de imaginarnos su juicio relativo a aquella
apariencia; y una especie de sentimiento de nosotros mismos, tal como
orgullo o humillación.
Estos enunciados y el estudio más por extenso de la naturaleza
social del yo indican una vez más el idealismo filosófico de Cooley
— las "imaginaciones” que nos formamos unos de otros "son los he­
chos sólidos de la sociedad”— y son ejemplos de su extremado subjeti­
vismo. Al mismo tiempo, su exploración del yo social y su dependen­
cia de la interacción social representa una anticipación importante
del punto de vista cultural con que hoy se enfoca el estudio de la
personalidad.
De manera análoga, el análisis que Cooley hace del grupo prima­
rio es un hito importante en el desarrollo de la ciencia social. Los
grupos primarios se caracterizan por una asociación íntima y cara
a cara, por la cooperación y el antagonismo directos, y por el juego
relativamente libre de la personalidad y del sentimiento. La familia,

3 Replica a un trabafo de Gíddiofw titulado “A Theory o f Social Causition”.


( ’T e o iia de la causación social") en Pubücations of tbe American Economic Asso*
cía!ion, Tercera Serie, V, núm. 2 (Mayo de 1 9 0 4 ) , pp. 182-87.
eí grupo dc|K)rtivo y la vecindad íntima interesaron extraordinaria­
mente ¿i (Cooley, pero reconocía la ubicuidad de los grupos primarios
(o informales, como suele decirse hoy) en todas las organizaciones
sociales, listas colectividades íntimas son primarias — decía— por­
que son la nursery o escuela de párvulos de la naturaleza humana
que proporciona a los individuos su primera y más completa experien­
cia de la unidad social, y porque esa experiencia de grupo da naci­
miento a ideales sociales universales, pues se encuentran en todas
partes, tales como la fe, el espíritu de servicio, la bondad, la obedien­
cia a las normas sociales, y también el ideal de la libertad. Sólo en
los grupos primarios pueden desenvolverse esos ideales, y al propa­
garse por la sociedad más amplia se convierten en señales de pro­
greso y democracia.
Estas últimas opiniones ilustran la intromisión de las convicciones
personales de Cooley en su análisis social, característica que se ma­
nifiesta en la mayor parte de su obra. Sin embargo, su descripción
de la naturaleza y funciones de los grupos primarios no sólo abrió
un nuevo e importante campo a la investigación, sino que representa
una aportación esencial a la tipología de los grupos sociales, campo
que por primera vez investigó Toennies. Pero la distinción que
Cooley hace entre grupos primarios y secundarios es una innovación
original.
Para Cooley las clases sociales y las castas son los más importantes
de los grupos sociales más extensos. Reconocía la universalidad de la
estratificación social y lo que funcionalmente implica para la socie­
dad, señalando que la herencia y la competencia explican, respectiva­
mente, la presencia de algunos elementos de la casta y de la clase
abierta en todas las sociedades. En este respecto, se anticipó a la obra
de Robert E. Park y de sus actuales sucesores, en particular de W . L.
Warner, al señalar los aspectos de "casta” que presenta la estructura
de los grupos étnicos en los Estados Unidos. Su estudio de la estra­
tificación se combina también con sus valores personales: fuerte sim­
patía por las clases humildes y fe en el creciente desarrollo de una
sociedad de clases abiertas.

Resumen y perspectiva
Las aportaciones de Cooley a la teoría sociológica y su lugar en la
historia de esta disciplina pueden resumirse del modo siguiente:
Primero: Cooley no ofreció nunca una definición formal de la
sociedad, pero insistió en que la sociedad es a la vez un todo orgá­
nico y una entidad psíquica. Llamó orgánica a su teoría, pero hoy
su teorema básico es una de las premisas principales de los exponen­
tes más destacados de la teoría funcional.
Segundo: Negó enfáticamente la existencia de un solo determi­
nante del estado y del desarrollo de la sociedad. No seleccionó nunca
una unidad social específica, excepto el grupo primario, para el
análisis sociológico. Éste es quizás uno de los mayores inconvenientes
de sus escritos, que son atractivos pero vagos.
Tercero: Su manera de tratar el grupo primario sigue siendo una
aportación notable a la sociología y a la psicología social. El grupo
primario es hoy por lo general una categoría importante en las clasi­
ficaciones de los tipos de grupos sociales.
Cuarto: Aunque enunció sus proposiciones en términos de una
epistemología idealista que bordeaba el solipsismo, la posición de
Cooley acerca del problema de las relaciones entre el grupo y el
individuo anticipó la opinión comúnmente aceptada en la actuali­
dad. AI contrario de Spencer, quien sostuvo que el individuo es fun­
damental y el grupo la suma total de sus miembros, y al contrario
de Gumplowicz y de Durkheim, que daban al grupo la primacía
sobre los individuos, sostuvo Cooley que ni el individuo ni el grupo
tienen la primacía en el análisis social, y que hay un proceso inter­
activo de influencia mutua entre el grupo y el individuo.
Estrechamente relacionadas con esta posición, las penetrantes ideas
de Cooley sobre la naturaleza del yo social, unidas a las concepciones
similares de sus contemporáneos James, Baldwin y G. H. Mead, re­
presentan un importante desarrollo de la ciencia social, pues son casi
afines con las teorías posteriores de Dewey, Thomas (véase más
abajo), Maclver, Willard, W aller y otros. Además, la importancia
concedida por Cooley al papel de la interacción social en la forma­
ción de la personalidad anuncia opiniones hoy tan corrientes como
la posición psicodinámica en psicología y el enfoque cultura-perso­
nalidad en antropología.
Quinto: Como hemos visto, el modo en que trata Cooley la clase
y la casta se anticipó también a importantes avances de la sociolo­
gía. Aunque no tan precisa, su teoría de las instituciones como re­
sultado de las necesidades permanentes de la naturaleza humana es
muy análoga a las ideas funcionales posteriores. En el caso de las
instituciones económicas, el estudio que hizo Cooley de sus ramifi­
caciones sociales y culturales dio vigor al desarrollo de la economía
institucional de Veblen y otros.
Sexto y último: Como metodólogo, Cooley propugnó y practicó
la comprensión simpática, y sostuvo que la empatia es esencial en
toda investigación sociológica, opinión que recuerda algo el verstehen
(comprensión) de Max Weber (véase capítulo 1 4 ). Aunque fue un
perspicaz observador de la vida de grupo que se desarrollaba en torno
suyo, en especial de los grupos de juego infantiles, se inclinaba a
confiar en "no más que ver las cosas”, captándolas por intuición. Esta
práctica, como veremos, coloca a Cooley, metodológicamente, cerca
de la escuela fenomenológica de la sociología contemporánea (véase
capírulo 1 9 ). Aunque no sea válido desde el punto de vista de las
exigencias de la ciencia empírica, lo que Cooley "vio” supo comuni­
carlo a los demás, en ocasiones con gran habilidad.

William I. Thomas

Thomas (1 8 6 3 -1 9 4 7 ), el otro gran exponente de la sociología psico­


lógica, trabajó independientemente de Cooley. Parece indudable que,
de los dos, fue Thomas quien causó mayor impresión en el pensa­
miento de los arquitectos contemporáneos de la teoría sociológica.
Nacido en Virginia, Thomas estudió en la Universidad de Tennes-
see y en las alemanas de Berlín y Gotinga. Durante esos primeros
años de estudiante no se interesó por las ciencias sociales; pero en
1893 se graduó en sociología en el departamento de esa disciplina
recién creado en la Universidad de Chicago. Al año siguiente empezó
a enseñar en Chicago, donde continuó hasta 1918, fecha en que re­
nunció por razones personales. De 1923 a 1928 enseñó en la Escuela
Nueva de Investigaciones Sociales, de Nueva York, y después, du­
rante un año (1 9 3 6 -3 7 ) aceptó el puesto de profesor visitante en la
Universidad de Harvard. Los años intermedios y los últimos de su
vida los empleó en investigaciones independientes y en escribir.
Las principales obras de Thomas son Source Book of Social Origins
(Libro fuente de los orígenes sociales, 1 9 0 9 ), que, considerablemente
modificado, apareció de nuevo en 1937 con el título de Primitive
Behavior; the Polish Peasant in Europa and America (Conducta pri­
mitiva: El campesino polaco en Europa y en América), escrito en
colaboración con Znaniecki (cinco volúmenes, 1 9 18-21); The Uñad-
jr/sted Girl (La muchacha inatlaptada, 1 9 2 3 ); y The Ch ’tld in America
(El niño en los Estados Unidos, 1 9 2 8 ), en colaboración con su es­
posa, Dorothy Swaine Thomas. Después de su muerte, el Social Science
Research Council creó una comisión para que recogiese otras apor-
raciones de Thomas a la teoría y la investigación sociales. El resultado
fue la publicación de Social Bebavior and Personality (Conducta
social y personalidad, 1 9 5 1 ), editado por Edmund H. Volkart.

Metodología

"Thomas no escribió una síntesis final que presentara sus ideas de


una manera sistemática.” 4 No obstante, su sistema teórico puede
reconstruirse mediante su obra de madurez. No es tarea fácil, ya que
muchas de sus opiniones cambiaron durante los largos años de su
vida activa. Era sensible a las ideas nuevas cuando aparecían en el
horizonte científico, aunque no se rindió nunca ante ninguna de ellas.
Durante algún tiempo se sintió atraído por el psicoanálisis, pero
después rechazó las ideas freudianas por considerarlas tan engañosas
como la teoría de la superioridad nórdica.
A pesar de los cambios de sus puntos de vista, Thomas no dudó
nunca que la teoría social, expresión con la que designaba tanto la
sociología como la psicología social, tenía que ser científica. Urgía,
según él, desarrollar un estudio más sistemático y exacto de la con­
ducta humana en una escala y con un método comparables a los de
las ciencias físicas y biológicas. Esto no es lo mismo, desde luego, que
defender la adopción por la teoría social de generalizaciones o leyes
establecidas por las ciencias naturales, actitud que Thomas rechazaba.
Pero — decía— si la sociología ha de ser una ciencia, debe aplicar a la
realidad social el tipo de razonamiento empleado en las ciencias
naturales.
Como la investigación de relaciones causales entre los fenómenos
es fundamental en toda ciencia, la teoría social válida debe consistir en
leyes que demuestren relaciones necesarias entre las unidades de la
realidad social. Esa teoría es esencial para el análisis social. Éste es
el tema central del famoso estudio El campesino polaco, en el que
Thomas sostiene que las unidades fundamentales de la realidad social
son actitudes y valores (más abajo veremos su naturaleza y relaciones
mutuas).
Con el transcurso de los años, Thomas confió cada vez menos en la
posibilidad de descubrir leyes sociales de esa clase. En sus últimas
obras adoptó la opinión de que el sociólogo debiera contentarse con
* E. H. Volkart: introducción a la edición en ingles de Conducta social y persona­
lidad (Nueva York. Social Science Research Couni.il, 1 9 5 1 ), p. 1. Mientra» no se
advierta otra cosa, las referencias a páginas de los escritos de Thomas remiten a citas
reproducidas en este volumen
inferencias de menor certeza que las leyes. Cada vez más influido por
la esradística contemporánea (y probablemente por su esposa, que
era una estadística eminente), sustituyó las leyes por probabilidades,
al observar que cuando la situación total es complicada, las interrela-
ciones son numerosas y la medición es necesaria.
En uno de sus trabajos Thomas adopta una actitud que rechaza por
completo el punto de vista causal para estudiar fenómenos sociales.
Es esencial — dice— abandonar la idea de "causación” en favor de un
punto de vista que busca consecuencias específicas de antecedentes
específicos. Así, formuló en los siguientes términos la cuestión prin­
cipal en el campo de Ja personalidad y la cultura: "¿Individuos dife­
renciados de qué maneras y colocados en qué situaciones con qué
tipos de conducta reaccionan, y qué cambios de conducta siguen a
cuáles cambios en Jas situaciones?’* (p. 2 9 6 ). Pero detrás de este
enunciado parece hat>er una confusión que se ha repetido en la his­
toria de la ciencia empírica, incluida la sociología. Esa confusión
supone la identificación del punto de vista causal con la búsqueda
de "la causa” de un fenómeno dado. Como dijo Thomas, es imposible
encontrar la causa. Pero si el sociólogo puede formular un sistema de
proposiciones que responden a las preguntas hechas por Thomas,
esas proposiciones ciertamente tendrán importancia causal.
En sus últimos años Thomas estudió varias técnicas que ayudarían
al sociólogo a acercarse a metas científicas. Entre los diversos pro­
cedimientos de investigación, insistió en la necesidad de usar grupos
de control en el estudio de la frecuencia estadística de los fenómenos
sociales, por ejemplo, factores específicos en los tipos de conducta
delincuente. Hoy es un procedimiento común el uso de grupos de con­
trol, pero no lo era en los días en que Thomas propuso la adopción
de este método en investigaciones sociales.

El enfoque situacional y el estudio de la acción

Las dudas de Thomas acerca de la aplicabilidad del tipo causal de


razonamiento nacieron, por lo menos en parte, de que en la cons­
trucción de su propia teoría social eligió uno de los enfoques más
difíciles: el enfoque que centrado sobre la acción del individuo en una
situación social. "El estudio de la situación — escribió en 1931— ,
la conducta en la situación, los cambios efectuados en la situación, y
los cambios consiguientes en la conducta, representan la mayor aproxi­
mación posible que el científico de la sociedad puede conseguir al
uso del experimento en la investigación soci al . . (p. 8 8 ) . Thomas
eligió el enfoque situacional sólo después de haber examinado otras
posibilidades.
Por una parte, le impresionó el hecho de que el experimento es
el principal instrumento de progreso en las ciencias naturales, y
esperando progresos similares en la ciencia social buscó el mejor
sustituto posible del experimento. Por otra parte, rechazó muchos
puntos de vista usados por los sociólogos de su tiempo. En sus años
de formación había admitido, como hicieron tantos de sus contem­
poráneos, la fórmula evolucionista, pero la abandonó pronto. No
tenía buena opinión de la teoría racial ni de ninguna teoría que im­
plicara una explicación biológica de los hechos sociales (aunque con
frecuencia se refiriera al fondo biológico de la acción humana). Re­
chazó asimismo diversos puntos de vista particularistas, entre ellos la
imitación de Tarde, la coacción social de Durkheim y la conciencia
de índole de Giddings; pero le produjo fuerte impresión el behavio­
rismo. Cita a Watson con frecuencia y usó casi como equivalentes
las expresiones "enfoque situacionar’ y '‘enfoque behaviorista”. Sin
embargo, no aceptó nunca el principio fundamental del behaviorismo,
a saber, que la acción humana es científicamente explicable sin refe­
rencia a las mentes de los actores de la escena social.
No obstante, eligió la conducta, y después, de una manera espe­
cial la conducta de adaptación, como punto central de su teoría socio­
lógica. Según él, la acción en una situación social es el hecho social
que hay que explicar. La situación social (a la cual llama con fre­
cuencia situación total) consta de tres elementos relacionados entre
sí: circunstancias objetivas, que incluyen reglas de conducta social-
mente impuestas; actitudes preexistentes del individuo y del grupo;
la definición de la situación por el actor mismo, influido, sin em­
bargo, por el grupo.
En El campesino polaco se acentúa el segundo de esos elementos,
ya que Thomas y su colaborador Znaniecki creían, en los días en que
escribían el libro, que pueden establecerse relaciones causales entre
las actitudes y los valores. De estos dos conceptos, el de valor ya
había sido desarrollado, aunque en sentido un tanto diferente, por
Durkheim y Max Weber (véase capítulo 1 4 ). Pero Thomas y Zna-
niecki intentaron refinar el concepto de valor para que fuera más
útil en teoría social, e introdujeron en la suya el concepto de actitud.
En la Nota Metodológica de El campesino polaco, tantas veces citada,
ambos conceptos son definidos de un modo más bien confuso: "Por
valor social entendemos todo dato que tenga un contenido empírico
accesible a los individuos de algún grupo social y un sentido con
referencia al cual hay o puede haber un objeto de actividad. . . Por
actitud entendemos un proceso de conciencia individual que determina
la actividad real o posible del individuo en el mundo social. . . La
actitud, pues, es el equivalente individual del valor social; la acti­
vidad, en cualquiera de sus formas, es el vínculo entre ambas cosas’'
(pp. 4 9 -5 0 ). En las obras posteriores Thomas definió la actitud y el
valor de un modo más sencillo: la actitud es la tendencia a obrar, y
representa un impulso o un deseo; el valor representa la finalidad o
meta del actor. Y aun más tarde combinó los dos conceptos en la frase
"actitud hacia el valor”.
La sustitución de las primeras definiciones por las últimas revela
claramente las opiniones de los autores de El campesino polaco acerca
de las relaciones causales entre actitudes y valores. Su principal teo­
rema es que la causa de una actitud o de un valor no es nunca una
actitud o un valor solos, sino siempre una combinación de actitudes
y valores. Por esto los hombres no reaccionan del mismo modo a las
mismas influencias. Los autores ilustran este teorema (de una manera
quizás inadecuada) citando el caso de dos hijos que viven sometidos
al mismo gobierno tiránico del padre pero que reaccionan ante él
de un modo distinto. Si para un hijo es poderoso el valor solidaridad,
puede resultar de ello una actitud de sumisión; s¡ el otro hijo ama
los valores individualistas, puede resultar una actitud de rebeldía.
Thomas no descartó nunca por completo los conceptos de actitud
y de valor, pero en sus últimas obras no tienen lugar tan prominente
como en El campesino polaco. Mas aun allí no estudió actitudes y
valores aisladamente del contexto de Ja situación total. La situación
total, como ya liemos advertido, incluye elementos objetivos, de los
cuales son parte esencial los valores mismos. Entre éstos se cuentan
Jas reglas de conducta, es decir, las normas sociales por las cuales
el grupo mantiene, regula y hace más generales y frecuentes tipos de
acción definidos como deseables. Los sistemas estabilizados de tales
reglas forman las instituciones sociales, y estas últimas a su vez for­
man la organización social. La organización social, que es un sistema
normativo, es la materia propia de la sociología. De esta suerte se
diferencia la sociología, que enfoca los valores, de la psicología so­
cial, que es la ciencia general de las actitudes (o del lado subjetivo
de la cultura). Las dos disciplinas juntas forman la "teoría social”.
Las circunstancias objetivas, primero de los tres elementos de la
situación total, en opinión de Thomas, son prácticamente idénticas
a las reglas e instituciones que moldean las actitudes de una persona
y, por lo tanto, sus conceptos de las situaciones. "La definición de las
situaciones — señala Thomas en un estudio— es iniciada por los
padres,.. . es continuada por la comunidad.. . y está formalmente
representada por la escuela, el derecho, la Iglesia” (p. 8 ) . Pero, al
mismo tiempo, Ja definición de la situación, como punto de vista
del actor cuando llega a la decisión de actuar, se describe también
como el tercer elemento de la situación total. Esta última siempre
contiene factores subjetivos (actitudes). Sólo puede entenderse la
conducta cuando es estudiada dentro de su contexto completo: la si­
tuación no sólo como existe en forma verificable, objetiva, sino
también como parece existir para la persona misma. Este último
factor subjetivo no debe ser nunca desestimado en análisis social, ya
que, para citar el conocido teorema de Thomas, "si los hombres de­
finen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias”
(p. 8 1 ).

Desorganización individual y social

El análisis de la conducta humana se complica por el hecho de que,


en la teoría de Thomas, además de la definición personal de la situa­
ción, existe, como hemos visto, una situación cultural o socialmente
definida, y las dos definiciones están en acción recíproca compleja.
En una sociedad estabilizada, las dos son muy congruentes y la acción
puede predecirse fácilmente. Pero en casos de crisis, que puede ser
social o absolutamente personal (basada en nuevas relaciones o cono­
cimientos, en cambios del medio o en otras perturbaciones), se debi­
lita la fuerza de las definiciones sociales.
En el caso de la conducta individual, pueden observarse dos fases
en este proceso: vaguedad e indecisión, seguidas de "cristalización”
cuando el individuo empieza a dominar su nueva experiencia. Cuando
se debilita la influencia de las reglas sociales sobre los individuos,
tiene lugar la desorganización social.
La desorganización no es de ningún modo un fenómeno excepcio­
nal; está presente en cierto grado en todas las sociedades en todos los
tiempos. Pero durante los períodos de estabilidad social la desorgani­
zación incipiente es neutralizada en gran parte por actividades del
grupo que refuerzan el poder de las reglas vigentes. La estabilización
de las instituciones del grupo es, pues, un equilibro cambiante o dina-
mico de los procesos de desorganización y reorganización. Pero ese
equilibrio puede ser perturbado de una manera tan fuerte, que los
intentos para reforzar las reglas vigentes no puedan ya tener buen
éxito. En este caso deben crearse nuevas normas de conducta y nuevas
instituciones mejor adaptadas a las nuevas exigencias: éste es el pro­
ceso de reconstrucción social. Si ha de realizarse la reconstrucción, es
esencial que algunos de los individuos del grupo no lleguen a des­
organizarse individualmente durante el período de desorganización
social.
Este concepto de la desorganización y del grupo como equilibrio
dinámico, expuesto en El campesino polaco, es completamente análogo
a algunos de los teoremas fundamentales del Tratado general de so­
ciología de Pareto. (véase capítulo 1 3 ), que había aparecido pocos
años antes. No hay, sin embargo, razón para creer que Thomas y Zna­
niecki recibieron la influencia del sociólogo italiano, pues las opi­
niones arriba esbozadas fueron expuestas en embrión por Thomas
ya en 1906.

Los cuatro deseos, tipos de personalidad, documentos personales

La preocupación de Thomas por el aspecto subjetivo de la acción en


una situación social lo llevó a introducií dos series adicionales de
conceptos y a sugerir y ensayar una nueva técnica para recoger hechos
sociológicamente importantes.
La primera de esas series de conceptos comprende cuatro deseos
que, sin una razón válida, son considerados a veces como parte im­
portante o liasta esencial de la teoría sociológica de Thomas. Sos­
tenía éste que "todo individuo tiene una gran variedad de deseos que
sólo pueden satisfacerse mediante su incorporación a la sociedad”.
Postulaba como Jos cuatro deseos fundamentales, que representan tipos
generales observables, los deseos de experiencia nueva, de seguridad,
de consideración social y de superioridad. Esta lista aparece en El cam­
pesino polaco; pero en La muchacha inadaptada el deseo de superio­
ridad es reemplazado, sin ninguna explicación, por el deseo de ser
correspondida.
Nunca logró Thomas formular claramente las relaciones de los
cuatro deseos con las actitudes, ni incorporó ios deseos a su sistema
conceptual general. Describe los deseos como el elemento motor, el
punto de partida de la actividad humana en sociedad, pero ésta parece
ser también una función de las actitudes. Thomas sostiene en una
ocasión que ios deseos no son ni exhaustivos ni biológicamente ins­
tintivos, pero da por entendido que los deseos corresponden en ge­
neral al mecanismo nervioso. En todo caso, el que un deseo u otro
tienda a dominar la conducta de esta o aquella persona se explica
a base del temperamento, el cual a su vez parece ser una cuestión
química que depende de las secreciones del sistema glandular. Esta
manera de razonar, análoga en ciertos respectos a la teoría de los sen­
timientos y los residuos de Pareto (véase capítulo 1 3 ), es, por lo
menos, incongruente con Ja firme actitud de rechazo adoptada ]>or
Thomas ante las explicaciones biológicas de la personalidad y de los
fenómenos sociales y se opone a la decisiva influencia sobre la con­
ducta que atribuye a la cultura y a la experiencia personal.
La segunda serie de conceptos adicionales se refiere a tres tipos
de personalidad, a las cuales llama filistea, bohemia y creadora. Las
actitudes dei filisteo están tan estabilizadas, que es casi imposible la
formación de actitudes nuevas; es el conformista. La personalidad del
bohemio se caracteriza por las actitudes inestables e independientes
que hacen al individuo susceptible a gran diversidad de influencias;
los bohemios muestran un alto grado de adaptabilidad, pero esta
adaptación es siempre provisional. La personalidad del individuo crea­
dor está fijada y organizada, pero implica la posibilidad y aun la
necesidad de desarrollo, porque sus actitudes incluyen la tendencia a
cambiar implícita en la actividad planeadora y productiva. Decía
Tilomas que esos tres tipos no agotan las variedades de la personalidad
humana; son tipos ideales (expresión probablemente tomada de Max
W eber) y, en Ja realidad concreta, todos los individuos, aunque en
diferentes proporciones, presentan rasgos de cada uno de Jos tres.
Aunque, en generaJ, la personalidad es moldeada por la experien­
cia de la vida dentro del marco de la definición social de la situación
(cultura), el individuo creador puede influir en la cultura por medio
de la invención. Pero Thomas no aceptaba la teoría de la invención
del grande hombre. Su opinión sobre la materia está representada por
unas palabras de uno de sus primeros escritos: *'La mente individual
no puede subir muy por encima del nivel de la mente del grupo [ex­
presión por la cual en aquel tiempo Thomas entendía aproximada­
mente cultura}, y la mente del grupo será simple si las circunstancias
del medio exterior y las experiencias raciales5 anteriores son sen­
cillas. En este aspecto es justo atribuir movimientos e invenciones

5 Ea sus últimas obras Thomas no habría usado la palabra "racial" en este con­
texto, probablemente hubiera dicho "de grupo".
importantes a los individuos sólo en un sentido limitado” (p. 2 2 1 ).
lista posición es generalmente aceptada hoy por los teóricos del cam­
bio sodal.
Los tres tipos de personalidad y los cuatro deseos fueron desarrolla­
dos con alguna extensión en El campesino polaco, pero en años pos­
teriores fueron descartados por el mismo Thomas de manera más o
menos completa, aunque siguieron siendo utilizados por otros muchos
autores no obstante haberlos abandonado su creador. La presentación
que Thomas realizó de una nueva técnica de investigación inició, por
otra parte, una tendencia importante en la investigación de la cien­
cia social.
La nueva técnica implicaba el uso de documentos personales, tales
como canas, diarios y en especial historias de las vidas o autobiogra­
fías escritas a petición de un investigador. (Recientemente los docu­
mentos de este tipo han recibido el adecuado nombre de "biogramas”.)6
Una sola historia de una vida constituye gran parte de un volumen
de El campesino polaco, y en la misma obra se emplearon extensa­
mente otros documentos personales. Thomas y Znaniecki opinaban
que esos documentos permiten penetrar de un modo inestimable en el
juego recíproco entre actitudes, valores y circunstancias objetivas en
una situación social.
La importancia de El campesino polaco no se limita a los conceptos,
teoremas y sugestiones de procedimientos que hemos señalado. Igual­
mente importante es el hecho de que esa investigación representa el
primer intento en gran escala de aplicar conceptos generales de la
antropología moderna al estudio de la cultura y de la organización
rápidamente cambiantes de las sociedades avanzadas. Numerosas obras
que adoptaron un punto de vista análogo han enriquecido la sociología
contemporánea, por ejemplo los famosos volúmenes de Middletown
(1 929, 1 9 3 7 ), por R. L y H. M. Lynd, y la serie de Yankee City
de W . L Warner y sus colaboradores (véase capítulo 1 7 ).
Pero a Thomas le interesaba algo más importante que mostrar
cómo puede la sociología utilizar el punto de vista comúnmente em­
pleado en etnología: el estudio de las culturas totales. El labro fuente
de los orígenes sociales (1 9 0 9 ) subraya el principio de que, en los
estudios analíticos, ningún fenómeno puede ser plenamente compren­
dido si se le separa del conjunto de la estructura de que forma parte,
y no puede comprenderse ninguna cultura cuando se examinan aisla­

6 Véase "T he Nacure and Use of Biograms", ("Naturaleza y uso de los biógra­
fo a s " ) , por T . Abel, en American Journal of Sociology, vol. 53 ( 1 9 4 8 ) .
damente sus elementos. En El campesino polaco señaló la necesidad
de tomar en cuenta el conjunto de la vida de una sociedad en todos
los análisis sociales. Esta actitud es hoy, naturalmente, la que suelen
asumir la antropología cultural y también la sociología.

Resumen y crítica

El sistema conceptual y la teoría metodológica de Thomas atrajeron


de tal manera durante muchos años la atención de los sociólogos
norteamericanos, que en 1937 y 193B tuvo lugar un acontecimiento
desacostumbrado. El Social Science Research Council organizó una
discusión de mesa redonda sobre El campesino polaco y los resultados
fueron publicados como volumen inicial7 de una serie de estudios
sobre problemas metodológicos editados por el Consejo.
El principal crítico, Herbcrt Blumer, advirtió que, aunque Thomas
y Znaniecki se habían propuesto formular leyes, realmente habían
propuesto muy pocas; que los conceptos de actitud y de valor eran
vagos; que los dos conceptos se traslapan o recubren en la medida
misma en que tienen sentido, y que por lo tanto no puede estable­
cerse entre ellos una relación causal; que los autores en realidad no
habían usado la metodología que se habían propuesto; y que su inter­
pretación de los documentos personales empleados en el estudio es
subjetiva, no verdaderamente científica.
Thomas admitió que el material concreto no había sido puesto su­
ficientemente en relación con el esquema metodológico, y que no se
habían formulado leyes sociales, sino sólo proposiciones de un alto
grado de probabilidad. Tilomas reconocía eso de acuerdo con las opi­
niones que había elaborado durante los veinte años transcurridos
desde la publicación de El campesino polaco. Además, Znaniecki reco­
noció que los autores habían tratado las actitudes y los valores como
elementos constantes (cosa discutible) y que habían pasado muchos
años antes de que él se diera cuenta de este error metodológico.
El resumen de la discusión de mesa redonda hecho por Read Bain
proporciona otras valoraciones de la obra. Por ejemplo, el sistema con­
ceptual constituido por la actitud, el valor, los deseos, los tipos per­
sonales y la definición de la situación, no puede, según algunos, pro­
ducir leyes del cambio social. Las interpretaciones teóricas de los
autores no habían sido derivadas, según se hi20 observar, de los do­

7 H. Blumer: Critiqu* o f Research in the Social Sciences: (Critica de la investiga­


ción en ¡as ciencias sociales) l (Nueva York, Social Science Research Council, 1 9 3 9 ).
cumentos personales ni tenían ningún otro apoyo empírico. Pero se
reconoció que algunas teorías subsidiarias, por ejemplo la relativa
a la desorganización social, han resultado útiles en investigaciones
ulteriores.
lisas críticas a El campesino polaco son justificadas. Pero no ofre­
cen, desde luego, una explicación satisfactoria del lugar de los es­
critos de Thomas en el desarrollo de la teoría sociológica. ¿Cuáles
fueron las soluciones de Thomas a los problemas fundamentales de
la teoría sociológica planteados en el capítulo 1? Pueden resumirse
del modo siguiente:
Primero: Thomas nunca definió expresamente la naturaleza de la
sociedad. En vez de hacerlo, sostuvo que la organización social está
compuesta de instituciones, las cuales, en su conjunto, constituyen
un sistema de reglas impuestas por los grupos sociales a sus individuos.
Empleó la palabra cultura para designar los valores materiales y so­
ciales de todo grupo o pueblo.
Segundo: La sociedad y la cultura deben ser analizadas en relación
con su unidad fundamental, que para Thomas es la acción social.
Esta última consiste en la acción de un individuo en una situación
social determinada por las circunstancias objetivas, las actimdes y los
valores del actor adquiridos durante su experiencia de la vida, y su
definición de la situación.
Tercero: Las relaciones entre la sociedad y la cultura y Ja perso­
nalidad son de influencia recíproca: la personalidad recibe de la cul­
tura la mayor parte de sus actitudes y valores dentro de la estructura
de la organización social, pero a su vez influye en la cultura y la
organización social. En este aspecto, las personalidades creadoras des­
empeñan un papel prominente; no obstante, su influencia está limi­
tada por las circunstancias culturales que afrontan.
Cuarto: No hay un determinante único del estado de la sociedad
y de la cultura ni de sus cambios. Las diferencias en la conducta y
en la cultura son consecuencias de diferencias en la experiencia de la
vida de los diversos grupos, así como de diferencias en la interpreta­
ción psicológica de dichas diferencias (las consecuencias de las defi­
niciones humanas son reales e importantes).
Quinto: Se define la sociología como la ciencia de las instituciones.
Pero la sociología debe ser suplementada por la psicología social,
ciencia de las actitudes o aspecto subjetivo de la cultura. Los métodos
de la sociología y de la psicología social deben ser científicos, basa­
dos en la misma lógica que Jos de las ciencias naturales. Pero la
materia de la sociología es única, como ocurre con la de toda ciencia,
y en consecuencia hay que emplear procedimientos particulares. El
procedimiento más adecuado se manifiesta en el enfoque situacional;
análisis de las circunstancias que determinan las acciones de los indi­
viduos en situaciones totales. Más particularmente, hay que establecer
los efectos combinados de la diferenciación de individuos y de situa­
ciones, incluidos los cambios que experimentan; siempre que sea posi­
ble, este método debe comprender la medición del efecto de las varia­
ciones de los factores y el uso de grupos de control. Para comprender
ia integración de factores diferentes en la vida del individuo, son de
inestimable valor los documentos personales.
Tales son los principales elementos de los escritos teóricos de
Thomas. En la perspectiva histórica, ¿cuáles de ellos han contribuido
más al desarrollo de la teoría sociológica? QuÍ2ás sea demasiado
pronto para hacer ese balance, pero parecen claros los siguientes
puntos:
Primero: Thomas fue uno de los primeros sociólogos que recha­
zaron la teoría evolucionista y, con Cooley, uno de Jos opositores más
convencidos y más convincentes a las teorías monistas que interpretan
la sociedad, la cultura y sus cambios a base de un solo carácter.
Segundo: Concurrentemente con Pareto, pero con independencia
de él, y con los neo-positivistas, Tilomas subrayó la necesidad de usar
procedimientos científicos en sociología. Su propia obra ilustra al
mismo tiempo las posibilidades y las dificultades de la investigación
social empírica.
Tercero: Thomas fue uno de los primeros promotores de una ten­
dencia persistente de la sociología contemporánea que puede llamarse
normativismo. Esta tendencia señala la importancia central de las
normas o reglas de conducta en la sociedad, normas que ejercen
"presión moral” sobre el actor. Sin embargo, la obra de Sumner ( véase
capítulo 5 ) , que señala ese mismo hecho, ya podía servir como fuente
de inspiración antes de que aparecieran los escritos más importantes
de Thomas.
Cuarto: Thomas enriqueció el tesoro teórico de la sociología con
varios conceptos importantes, entre los cuales la situación social, la
definición de la situación y la desorganización social han resultado
adquisiciones duraderas. La distinción entre actitud y valor, a pesar
de su falta de precisión, ilustró el problema básico de tratar los
elementos subjetivos y objetivos en el análisis de la acción, problema
reflejado, por ejemplo, en los más recientes estudios de Maclver sobre
l.i acritud y el interés (véase capítulo 1 8 ). Este último concepto se
p.irivc mucho al "valor” de Thomas, el cual, a su vez, tiene ciertas
afinidades con el valor tal como lo habían tratado anteriormente
Durkheim y Max Weber.
Quinto: Tilomas fue uno de los primeros promotores del que puede
llamarse principio de integración, según el cual los fenómenos sociales
deben ser estudiados en el contexto total de las culturas. El campesino
polaco ha mostrado el camino a muchos estudios de ese tipo sobre
sociedades modernas. En la actualidad ese principio es una parte cen­
tral del punto de vista funcional en sociología y en antropología
cultural.
Sexto y último: Thomas llamó la atención sobre la fundamental
importancia del estudio de las relaciones entre la personalidad y la
cultura. Insistió en que el principal problema que hay que resolver
en teoría social se centra en torno de la interdependencia del indi­
viduo y de la organización social y la cultura. Este problema sigue
siendo una de las principales incumbencias de la sociología, de la
psicología social y de la antropología.
No obstante estas importantes aportaciones, las opiniones de Tho­
mas contienen algunos elementos peligrosos por su potencialidad para
llevar a la sociología a un callejón sin salida. En la formulación de
Thomas, la unidad básica del estudio sociológico no es la interacción,
sino la acción del individuo en una situación social. Thomas insistió
con persistencia en que la situación social es en parte de naturaleza
objetiva. Pero la importancia que concedió a los factores subjetivos
(juntamente con una tendencia originada por Max Weber, como
veremos en el capítulo 14) ha estimulado a algunos sociólogos nor­
teamericanos de hoy a traspasar ampliamente la demarcación con­
vencional entre sociología y psicología, y han identificado la teoría
social con la teoría de la acción (o con parte de esta teoría), mientras
que hasta ahora la acción había sido uno de los temas centrales de
la psicología. Así, para muchos sociólogos su disciplina ha venido a
interesarse primordialmente por la motivación de la conducta humana.
Este interés hace borroso y confuso el objetivo de la sociología, ya
que no parece haber ninguna tendencia a abandonar los perdurables
problemas del campo perteneciente a la estructura y los cambios socio-
culturales.
Como hemos visto anteriormente, varias de las formulaciones de
Thomas están sujetas a críticas. Los cuatro deseos, por ejemplo, aunque
el mismo Thomas abandonó esta concepción, se convirtieron durante
algún tiempo en manos de algunos autores en una especie de cliché
para explicar la conducta; pero ni Thomas ni sus discípulos pudieron
determinar las funciones específicas de los diferentes deseos en condi­
ciones específicas. Los tres tipos de personalidad de Thomas, que
también han sido excesivamente empleados por algunos escritores,
eran en esencia conceptos más literarios que científicos. La diferencia
entre actitud y valor no está claramente definida en el tratamiento
que les da Thomas: ambas cosas parecen ser personales y sociales,
subjetivas y objetivas, lo cual impide el establecimiento de relaciones
causales entre ellas.
Pero estos puntos débiles de la teoría de Thomas han sido expuestos
en gran parte sobre la base de progresos de la ciencia social reali­
zados años después de haber sido publicado lo fundamental de su
propia obra, especialmente El campesino polaco. En realidad, el mismo
Thomas formuló algunas de esas críticas en sus últimos años, y no
pueden usarse como varas para medir el valor de sus realizaciones.
Porque Thomas fue un audaz explorador científico, y tiene pocos
iguales en la sociología norteamericana. Por mucho tiempo estarán
en deuda con él la teoría y la investigación sociológicas.
V IL F R E D O P A R E T O

La sociología psicológica puede ser tan diversa como la psicología


misma. Queda demostrada la verdad de esta proposición cuando se
compara la teoría de Thomas con la de Vilfredo Pareto.

Pareto y sus escritos

El distinguido sociólogo italiano Vilfredo Pareto (1 8 4 8 -1 9 2 3 ) nació


en París; su padre era italiano y su madre francesa, lo cual explica
su bilingüismo. Se fue a Italia a la edad de once años, y después de los
estudios clásicos, se graduó en el Instituto Politécnico de Turín. Du­
rante algunos años estuvo empleado como ingeniero consultor de una
compañía ferroviaria y después fue superintendente de unas minas
de hierro. En el curso de esas ocupaciones se interesó por los pro­
blemas económicos. En 1882 recibió una herencia que le permitió
dedicar el resto de su vida al estudio y la investigación.
Pareto publicó algunos excelentes trabajos sobre economía, a los
cuales debió su nombramiento de profesor de esa materia en la Uni­
versidad de Lausanne en 1892. En los años siguientes hizo aporta­
ciones notables a la economía matemática. Poco después del cambio
de siglo publicó Los sistemas socialistas, en aquel tiempo quizás el
estudio más detallado y profundo sobre la materia. Al poco tiempo
comenzó su obra más importante, el Tratado general de sociología,
publicado en 1915 simultáneamente en italiano y en francés. Pero la
primera Guerra Mundial no era tiempo propicio para lanzar un
tratado sobre problemas teóricos, y el estudio de Pareto pasó inad­
vertido hasta algunos años más tarde.
El Tratado contenía algunas expresiones cáusticas contra la demo­
cracia (que Pareto conocía principalmente en sus formas francesa
e italiana, un tanto falseadas). Esas partes de su obra atrajeron la
benévola atención de Benito Mussolini, quien, una vez en el poder,
ofreció a Pareto un asiento en el Senado italiano. Hay que decir, para
su prestigio, que Pareto declinó el ofrecimiento.
En 1936 apareció una traducción inglesa de! Tratado con el tí­
tulo de Mind and Soeiety. La traducción era, en muchos aspectos, su­
perior al original: todas las citas fueron referidas a sus fuentes (cosa
que Pareto había descuidado) y se le puso un excelente índice suma-
ors'y
mente útil a causa del difuso y asístemático carácter del Tratado.
Esta traducción acentuó la corriente de interés por Pareto que había
comenzado en los Estados Unidos a fines del decenio de los 1920.
La boga fue especialmente fuerte entre ciertos científicos de prepa­
ración no sociológica, como el profesor L. J. Henderson, de la
Universidad de Harvard, fisiólogo que estimuló el interés de los
sociólogos jóvenes por la teoría de Pareto, entre ellos Parsons y George
Homans (véase capítulo 1 8 ).

La sociología y sus métodos

El punto de vista de Pareto sobre la sociología se caracteriza ante todo


por su insistencia sobre el carácter científico (empírico) de esta
disciplina. El Tratado contiene numerosas observaciones mordaces
sobre el seudocienticificismo de Comte y Spcncer y punzantes referen­
cias a las "religiones’' seculares del progreso, la humanidad y la
democracia. Si ha de evitar esas añagazas anticientíficas, dice Pareto
que la sociología debe emplear un método "lógico-experimental” 1
basado totalmente en la observación y la inferencia lógica, proba­
blemente de acuerdo con el canon estricto de la inducción tal como
lo formuló J. S. Mili. En opinión de Pareto, el mundo experimental
(observable) consiste en cosas y relaciones que pueden ser perci­
bidas por los órganos de los sentidos y que por lo general pueden
medirse.
Pero en el Tratado habla Pareto extensamente de problemas que
no pertenecen a ese "mundo experimental” y que, sin embargo, jue­
gan un gran papel en la vida social, tales como las ideas, las abstrac­
ciones, las opiniones, las creencias y los sentimientos. Consideraba
como su tarea principal la reducción de esos fenómenos a hechos ob­
servables pertenecientes al mundo de la realidad tal como él lo defi­
nía. En consecuencia, pone en guardia contra los procedimientos mera­
mente verbales: "Las ciencias naturales no fueron nunca estructuradas
sobre el estudio y la clasificación de los vocablos del lenguaje ordi­
nario, sino estudiando y clasificando hechos. Hagamos lo mismo con
la sociología” (núm. 3 9 6 ).2
Pareto insiste también en que el procedimiento científico debe
explicar lo desconocido por lo conocido. Por lo tanto, se explica
1 En francés c italiano la palabra "experimento” significa también observación
controlada.
2 De acuerdo con el deseo de Pareto, las citas de su Tratado se haccn con refe­
rencia a los párrafos numerados del mismo.
mejor lo pasado por lo presente que lo presente por lo pasado, prin­
cipio muchas veces violado en las monografías y libros de texto socio­
lógicos. Finalmente, advierte que los conceptos fundamentales de una
ciencia deben ser definidos con precisión y sus teorías formuladas en
términos precisos. Es dudoso, no obstante, que el propio Tratado de
Pareto cumpla esos requisitos metodológicos.

El sistema social: Su estructura y dinámica

La aportación más importante de Pareto a la teoría sociológica es su


concepto de la sociedad como un sistema en equilibrio. Esta formu­
lación permite a la sociología abandonar el organicismo crudo sin
abandonar ciertas proposiciones organicistas sólidamente fundadas.
Si la sociedad es un sistema, es un todo formado por partes inter-
dependientes; eí cambio de una parte afecta a las otras partes y al
todo. Los "puntos materiales o moléculas” del sistema, según Pareto,
son los individuos, que son afectados por fuerzas sociales que se
disringuen por propiedades constantes o comunes. El estado de un
sistema social en un momento dado está determinado por las siguientes
circunstancias: primero, el medio extrahumano; segundo, otros ele­
mentos exteriores a la sociedad en aquel momento, incluidas otras
sociedades y los estados previos de la sociedad dada; y tercero, ele­
mentos internos del sistema, a saber, intereses, conocimientos, "resi­
duos” y "derivaciones” que son manifestaciones de "sentimientos”. De
estas circunstancias determinantes sólo los residuos y las derivaciones
son sometidos por Pareto a un estudio detallado.
En esa fórmula general de equilibrio no parece haber lugar para
fenómenos culturales como el derecho, la política, la religión o el
arte. Pero la falta de tratamiento explícito no significa que Pareto
dejara de reconocer su importancia. Todos ellos tienen su parte en el
mantenimiento de los sistemas sociales, pero, en su opinión, única­
mente en la medida en que manifiestan sentimientos fundamentales.
El papel de los sentimientos es, pues, esencial en la conservación del
equilibrio social.
Para Pareto la sociedad es un sistema en equilibrio. Esto significa
que existen, dentro de cada sociedad, fuerzas que conservan la forma
(o configuración) que la sociedad ha alcanzado o que garantiza e!
cambio igual e ininterrumpido; en este último caso, el equilibrio es
dinámico. De esto se sigue un importante corolario: si el sistema social
está sometido a la presión de fuerzas exteriores de intensidad mode­
rada, las fuerzas internas actuarán para restablecer el equilibrio, vol­
viendo la sociedad a su estado de tranquilidad.3 Estas fuerzas internas
consisten principalmente en el sentimiento de revulsión contra todo lo
que perturba el equilibrio interior. Sin ese sentimiento, toda alteración
incipiente del sistema no encontraría sino muy poca o ninguna resis­
tencia y se produciría con impunidad. Esta situación puede presen­
tarse de hecho, pero sus probabilidades son reducidas al mínimo por el
sentimiento de resistencia independientemente del número de indi­
viduos directamente afectados positiva o negativamente por los cam­
bios propuestos.
Este teorema del restablecimiento del equilibrio de los sistemas
sociales ha sido confirmado hasta cierto punto por el estudio de la
reacción social contra el delito, de los resultados de las revoluciones
y del efecto de la guerra sobre las sociedades. En esos casos, lo mismo
que en otros, una gran cantidad de pruebas indican el carácter frecuen­
temente provisional de los trastornos sociales y el carácter persistente
de las ordenaciones sociales fundamentales.
El análisis de las fuerzas internas se basa en la distinción entre
acción lógica y acción alógica. Según Pareto, una acción es lógica
si su finalidad es objetivamente alcanzable y si los medios empleados
son objetivamente congruentes con la finalidad dentro del marco
del mejor conocimiento disponible; todas las demás acciones son aló­
gicas (lo cual no quiere decir que sean ilógicas o contrarias a la ló­
gica). Es probable que las acciones lógicas sean raras. En el tratado
de Pareto sólo aparecen unos pocos ejemplos, entre los que figuran la
formulación de teorías científicas, la acción económica (que en rea­
lidad de ningún modo es siempre lógica) y la conducta de los abo­
gados en un pleito. Pero aun la actividad judicial es alógica a causa
de que el papel de juez implica más cosas que la mera aplicación
lógica de reglas legales abstractas a casos concretos. Pareto sostiene
que las sentencias judiciales manifiestan en gran medida los senti­
mientos de los jueces (sentimientos que comparten con otros indi­
viduos del grupo), y que la referencia a la ley escrita es una expli­
cación ex post facto de una decisión a que se ha llegado por otros
caminos. "Las sentencias de los tribunales — escribe— dependen en
gran parte de los intereses y los sentimientos operantes en una so­
ciedad en un momento dado, y también de caprichos individuales y
de hechos fortuitos, y sólo ligeramente, y en ocasiones nada, de los

3 Más «netam ente, en la teoría de Pareto el equilibrio se define por la presencia


de fuerzas que acaban por restablecerlo.
códigos o leyes escritas” (núm. 4 6 6 ). Este ejemplo es uno de los mu­
chos que usa Pareto para demostrar su teorema fundamental: el pre­
dominio de la acción alógica en la vida social.
La acción alógica se relaciona con los residuos y las derivaciones,
listas dos últimas cosas son manifestaciones de sentimientos que a su
vez son estados biopsíquicos indefinidos, pero probablemente bá­
sicos. Aunque Pareto admite que esos estados no son directamente
cognoscibles, señala el carácter probablemente específico de su ex­
presión en residuos, derivaciones y conducta humana. Pareto parece
creer que los sentimientos son instintos o tendencias humanas innatas;
por ejemplo, a uno de los sentimientos más importantes lo llama
"el instinto de combinación”. Por otra parte, admite que los residuos
son correlativos con las circunstancias cambiantes en que viven los
seres humanos, que las acciones en que se expresan los sentimientos
refuerzan a éstos y hasta pueden suscitarlos en individuos que care­
cen de ellos, que ios sentimientos son engendrados o acentuados por
la persistencia de ios grupos y, a su vez, puede ayudar a sobrevivir
a esos grupos. Estas cualidades no son propiedades de instintos in­
natos e inmutables, sino características de la conducta aprendida.
Precisamente en los días de Pareto empezaba a desarrollarse en psi­
cología la teoría de la conducta aprendida, hecho que indudablemente
explica en parte la ambigüedad de su terminología.
Según Pareto, algunos sentimientos impulsan a los hombres a jus­
tificar sus acciones formulando teorías alógicas que sus defensores
consideran altamente lógicas. El examen de esas ''teorías” revela la
diferencia entre los residuos, elementos profundos, constantes y en
consecuencia importantes, y las derivaciones, elementos superficiales,
variables y en consecuencia menos importantes. Los residuos pueden
descubrirse estudiando diferentes enunciados relativos a un mismo
asunto y abstrayendo de ellos los elementos constantes. El conoci­
miento de los residuos, que están más cerca de los sentimientos que
las derivaciones, permite penetrar más en la causación de las acciones
humanas. Pero los residuos también son manifestaciones, y en defi­
nitiva la causación debe buscarse en lo más profundo de los senti­
mientos. Aunque esta formulación particular sea conjetural o dis­
cutible, debemos estar de acuerdo con Pareto en que explicar las
acciones aceptando al pie de la letra lo que los individuos dicen
acerca de su conducta es, desde luego, un procedimiento vacío de
validez científica, principio reconocido desde hace mucho tiempo por
los estudiosos de la vida humana.
Pareto subrayó la diferencia entre su opinión acerca de las acciones
humanas y la explicación racionalista de las mismas. Esta última su­
pone que los hombres primero piensan, primero formulan ideas y
teorías y después obran de acuerdo con ellas. En opinión de Pareto,
la conducta sigue el proceso inverso: la comisión precede a la racio­
nalización. Por ejemplo, termina el estudio de las teorías populares
sobre el nacimiento de la propiedad privada declarando: "Una fa­
milia, o un grupo étnico, ocupa un trozo de tierra .. . El hecho de
la perpetuidad de la ocupación, de la posesión, es con toda proba­
bilidad anterior.. . a todo concepto de derecho de herencia” (número
2 5 6 ). Para Pareto no hay relación causal directa entre la teoría y
Ja acción. Ambas son causadas por sentimientos básicos que se revelan
en Ja acción de una manera constante, pero en la teoría o justificación
los sentimientos se manifiestan casi al azar. Todo modo de conducta
es justificado por alguna teoría, con toda seguridad; pero encada
caso concreto la justificación teórica está determinada por el acci­
dente de la invención, y por lo tanto no es de gran importancia en el
análisis de Ja conducta. Esta conclusión es otro teorema importante
de la sociología de Pareto.
Según este autor, hay seis clases de residuos (y varias subclases en
cada una de e lla s): primero, el instinto de combinación, la facultad
de asociar cosas; segundo, el residuo de la persistencia de los agregados,
la tendencia conservadora; tercero, el residuo de la manifestación de
sentimientos mediante actos exteriores (entre ellos la formulación
de justificaciones; en términos sencillos, la auto-expresión); cuarto,
el residuo de sociabilidad, o tendencia a formar sociedades y a
imponer una conducta uniforme; quinto, el residuo de integridad
personal, que impulsa a acciones que restablezcan la integridadper­
dida, cales como las que forman la fuente del derecho penal; sexto,
el residuo sexual. En la vida social estos residuos pueden combinarse
de diferentes maneras. Por ejemplo, mediante una combinación de
los residuos de equilibrio y de persistencia del grupo se forman fuerzas
compuestas de gran importancia social, correspondientes a los fuertes
y poderosos sentimientos del tipo vagamente designado con la frase
"ideal de justicia".
La clasificación de los residuos hecha por Pareto no está explicada
ni justificada en ninguna parte. !La sexta clase, el residuo sexual, es
heterogéneo, y lógicamente parecería requerir un complemento, como
el hambre. Las clases tres a cinco se relacionan con la tendencia de los
sistemas sociales a permanecer en estado de equilibrio o a restable­
cerlo. Las clases una y dos se muestran en su distribución entre las
gentes, como se indica más abajo. Un gran admirador de Pareto
concede que esta clasificación fue "el trabajo de pala de un iniciador”.4
Aunque se han sugerido adiciones y mejoras a esc trabajo de pala,
parece improbable que los investigadores intenten desarrollar este
aspecto de la obra de Pareto a causa de sus manifiestos defectos.
La clasificación que hace Pareto de los residuos, se basa en parte
en su estudio de material tomado predominantemente de autores clá­
sicos. Sostiene que una gran literatura refleja aproximadamente la
vida real, que el estudio de la literatura clásica destruye prejuicios y
que, puesto que los residuos son constantes, del análisis cuidadoso de
la literatura clásica pueden derivarse proposiciones universales. (A
pesar de esto, con trozos de los clásicos se mezclaron recortes de
prensa). Cada texto seleccionado de esas fuentes fue interpretado
primero como manifestación de un sentimiento particular; después
se compararon Jos textos individuales, que fueron clasificados en clases
y subclases. Este procedimiento (que difícilmente puede considerarse
precursor del actual análisis de contenidos usado en el estudio em­
pírico de comunicaciones, aunque análogo en sus propósitos) es la
mayor aproximación al método inductivo que puede encontrarse en
la obra de Pareto.
Su análisis de las derivaciones es menos detallado que el estudio
de los residuos. Las derivaciones, como dijimos más arriba, se consi­
deran como manifestaciones superficiales — como explicaciones— de
las fuerzas subyacentes en la vida social. Pareto examina primero las
derivaciones desde el punto de vista del carácter subjetivo de esas
explicaciones, y después esboza cuatro clases principales de derivacio­
nes: primero, las derivaciones de afirmación, incluidas las afirma­
ciones de hecho y de sentimiento; segundo, las derivaciones de autori­
dad, ya sea de individuos, grupos, costumbres o deidades; tercero; las
derivaciones que están de acuerdo con sentimientos y principios co­
munes (y en consecuencia sirven para conservarlos); cuarto, deri­
vaciones de prueba verbal, por ejemplo, metáforas y analogías di­
versas. Los numerosos ejemplos que da Pareto de estas diferentes
clases de explicaciones verbales de la conducta revelan que las cate­
gorías se recubren y confunden. Sin embargo, no hay ninguna co­
nexión estrecha entre las clases de residuos (arriba esbozadas) y de
derivaciones; unas cortan a otras.

4 L. J . Hendcrson: Pareto’i Sociology: A Pbysiologitt's Intcrpretatíon (La sociología


de Pardo: Interpretación da un ¡iiiólogo), 1935, p. 58.
En opinión de Pareto, aunque los residuos son comunes a todas las
sociedades y tiempos, están desigualmente distribuidos entre los in­
dividuos, y su frecuencia relativa en sociedades y épocas diferentes
está sujeta a cambios. Pareto estudia extensamente el cambio social,
en cuanto se relaciona con las dos primeras clases de residuos (el ins­
tinto de combinación y la persistencia de los agregados). Esc estudio
tiene por consecuencia la formulación de la teoría de la circulación
de las élites, que constituye un teorema fundamental más de la socio­
logía de Pareto. Las élites están formadas por individuos de alta ca­
pacidad en sus respectivos campos. Hay dos clases principales de élites:
una élite gobernante, que comprende a los individuos que directa o
indirectamente representan un papel importante en la manipulación
del poder político; y una élite no gobernante, formada por hombres
competentes que no ejercen poder político. La distribución diferen­
cial de residuos entre los miembros de élites es mucho más importante
para los asuntos sociales que su distribución en las masas.6 Dependien­
tes del predominio de residuos de la clase uno y de la clase dos res­
pectivamente, describe Pareto dos tipos de hombres, a los que designa
con las palabras especulador y rentista,c Cuando la élite gobernante
está dominada por especuladores, la sociedad está sometida a cambios
relativamente rápidos; cuando predominan los rentistas, los cam­
bios se producen lentamente. Pareto sostiene que existe una tendencia
natural en las élites de los dos tipos a alternarse en puestos de poder
político. Cuando una élite de un tipo ha gobernado durante algún
tiempo, en la clase gobernada se acumulan elementos superiores e,
inversamente, en las clases gobernantes se desarrollan elementos infe­
riores. En consecuencia, una élite formada de especuladores, pongamos
por caso, comete errores que abren el camino al ascenso de los rentis­
tas; pero después de haberse consolidado éstos en sus puestos, tam­
bién cometen errores y abren la puerta a los especuladores.
Así se presenta una teoría cíclica de los cambios sociales, carac­
terizándose las dos fases del ciclo por el predominio de las actitudes
conservadoras o de las actitudes progresistas respectivamente. La his­
toria, pues, dice Pareto, "es un cementerio de aristocracias” (número
2 0 5 3 ). Esta teoría, que se parece mucho a la de Saint-Simon sobre

6 Es éste un punco de visca que atrajo de un modo especial a los fascistas.


0 Rentier designa en francés a la persona que busca seguridad y que por lo
u nto invierte sus ahorros en bonos (en Francia, rentt).
la necesaria alternación de periodos orgánicos y críticos, halla mu­
chos ejemplos en la historia antigua y en la literatura clásica. Pero los
ejemplos (como se ha observado al exponer la teoría de Spencer)
no son una demostración sistemática. En ausencia de esta última, pa­
rece que no hay razón bastante para atribuir validez universal a esta
teoría a base de la obra misma de Pareto.

Resumen y crítica

¿Cuáles fueron, en suma, las soluciones de Pareto a los problemas


fundamentales de la teoría sociológica? Concibe la sociedad como un
sistema en equilibrio, cuyos puntos materiales de referencia son los
individuos que están expuestos a un número limitado de las llamadas
fuerzas. Esas fuerzas, sentimientos y residuos ante todo, determinan
el estado del sistema social. En esta concepción parece haber poco
lugar para la cultura.
La unidad básica para el análisis sociológico es, en el sistema de
Pareto, una simple manifestación de esas fuerzas persistentes que
actúan en la base. El análisis debe interesarse ante todo por los re­
siduos, que son manifestaciones de fenómenos biofísicos incognos­
cibles.
Para Pareto, el problema de las relaciones entre el individuo y la
sociedad es un aspecto del problema general de las relaciones entre
la parte y el todo en cualquier sistema. Su punto de vista en esta
cuestión es esencialmente funcional: todos los cambios en las partes
de un sistema afectan al todo, y viceversa.
Esta última opinión guarda consecuencia con la actitud de re­
chazo que adopta Pareto ante toda versión de monismo sociológico
que reduciría las explicaciones de la vida social a factores o causas
únicos. Sin embargo, esboza un número limitado de factores que él
cree que determinan el estado de la sociedad y los cambios sociales.
En el caso de dichos cambios, subraya la naturaleza y distribución
de residuos específicos, o tendencias a obrar de cierta manera, en
la élite gobernante. Los cambios en las clites parecen ocurrir por una
necesidad inmanente.
Pareto no define las relaciones de la sociología y las demás cien­
cias sociales; pero insiste en que la sociología debe basarse en el
método lógico-experimental, método que requiere observación dis­
ciplinada e inferencias lógicas de las observaciones. Sus fuertes admo­
niciones a este respecto las debilita su propia inclinación a sustituir
con afirmaciones de otros los hechos recogidos por observación y a
abandonar el procedimiento inductivo por sistemas de clasificación
manifiestamente intuitivos.
Estas características contribuyen a hacer excepcionalmente difíciles
el estudio e interpretación de Jos escritos teóricos de Pareto. Su Tra­
tado contiene, ciertamente, gran número de proposiciones plausibles
sobre diversos aspeaos de la realidad social y cultural, que represen­
tan una fuente de sugerencias e hipótesis en el estudio actual de la
estructura y los cambios sociales. Pero se ha hecho relativamente poco
uso de la obra de Pareto en este respecto, siendo una excepción no­
table Management and the Wórker (La administración y el obrero).
notable investigación sobre sociología industrial de F. J. Roethlisber-
ger y W . J . Dickson.7
Las principales aportaciones de Pareto son la insistencia (aunque
no la práctica, como hemos visto) en que la sociología se gobierne
por cánones estrictamente científicos, y la concepción de la sociedad
como un sistema en equilibrio perfecto. Respecto de esta última
concepción, las proposiciones de Pareto concernientes a la tendencia
de los sistemas sociales a restablecer el equilibrio perturbado, los
diferentes factores que contribuyen al estado de los sistemas sociales,
la importancia de la acción alógica en la vida social y el carácter
intermitente de los cambios sociales, señalados por períodos sucesivos
de alteraciones lentas y rápidas, son formulaciones sugestivas que se
aproximan a las circunstancias observables.
Mucho menos útil es el análisis que hace Pareto de las fuerzas
internas operantes en la vida social, especialmente la reducción de
esas fuerzas a residuos. A fin de cuentas, la explicación (¿también
ella una derivación?) que da Pareto de los hechos sociales descansa
en una teoría biopsíquica acerca de algo muy parecido a los instintos.
Hoy sabemos que esa explicación de la conducta individual o social
es engañosa a causa del papel ubicuo de los factores culturales
e institucionales en la conducta humana.
Pero aun cuando identifiquemos los sentimientos y los residuos
de Pareto con la conducta aprendida más bien que con los instintos,
su procedimiento para fundamentar esas fuerzas es altamente discu­
tible. En primer lugar — para citar al filósofo F. S. C. Northrop— ,
"en vez de ser dados inmediatamente los estados psíquicos de pri­

7 Este estadio de ana fábrica de la Western Electric Company en Hawthorne, Illi­


nois, hace uso especialmente de la teoría de Pareto sobre el equilibrio; véanse particular­
mente pp. 272 (n o ta ), 567-68.
mera mano al psicólogo introspectivo bien preparado”, los rasgos
psíquicos de Pareto son "características de segunda o tercera mano
asignadas a personas.. . que, en el momento en que Pareto hace sus
'observaciones’, existen sólo en su im aginación.. . Ni una sola vez
mientras acopiaba sus 'hechos’ abandonó Pareto el sillón de su ga­
binete”.8
En segundo lugar, Pareto se impuso a sí mismo la difícil tarea de
entresacar residuos probablemente fundamentales de derivaciones in­
numerables y reconocidamente engañosas. La realización de esa tarea
requiere la identificación de derivaciones asociadas con "el mismo
asunto”; pero no están claros los criterios para diferenciar los asuntos.
Ni lo están los procedimientos empleados para determinar los residuos
particulares manifiestos en las derivaciones especificadas. Evidente­
mente, la obra de Pareto está muy lejos de satisfacer las exigencias
científicas que él mismo proclamó con tanta fuerza y claridad.
El tratamiento de los residuos y las derivaciones, que ocupa gran
parte de su Tratado, es, pues, el aspecto más débil de su obra. Mas
hay, esparcidas por esta parte de la obra, muchos atisbos penetrantes
y muchas orientaciones sugestivas para investigaciones ulteriores. Y ,
según hemos visto, el resto de la formulación teórica de Pareto, en
particular su concepto del sistema social como un equilibrio diná­
mico, sigue siendo una aportación importante al desarrollo de la
teoría sociológica.

8 The Logic of th* Sciences tn d tht Humanities (Lógica de las ciencias y de las
humanidades), por F. S. C. Northrop, 1947, p. 2 7 0 . Vcase todo el capítulo 15 de
este volumen para la valoración de la obra de Pateco.
M AX W EBER

El acontecimiento más notable en el desarrollo de la teoría socio­


lógica durante el primer cuarto del siglo x x fue el florecimiento de
la sociología psicológicamente orientada. Esta tendencia se desarrolló
independientemente en varios países y, en su nivel teórico más alto,
está representada por tres investigadores. Ya hemos estudiado las
aportaciones de dos de ellos: el behaviorismo moderado de Thomas
unido al "punto de vista cultural"; y la obra de Pareto, incluida su
psicología, que se asemeja a la tendencia instintivista. Debemos
estudiar ahora al último, pero no el menos considerable, de los tres:
el investigador alemán Max Weber, cuya sociología es también sub-
jetivista, aunque subraya los elementos racionales de la actividad-
mental del hombre.

Weber y su obra

Max Weber (1 8 6 4 -1 9 2 0 ) nació en el seno de una familia bien


acomodada y recibió excelente preparación en derecho y economía.
Su padre, persona activa en la política alemana, fue durante muchos
años miembro del Reicbstag y formó parte del partido liberal nacio­
nal. En 1893 Weber fue nombrado profesor de economía de la Uni­
versidad de Friburgo, y poco después pasó a desempeñar un puesto
análogo en la Universidad de Heidelberg. En 1900 sufrió una grave
enfermedad y se vio obligado a abandonar la actividad académica;
no se reintegró a la enseñanza hasta 1918, fecha en que pasó a
Viena y poco después a Munich. Murió en 1920, cuando su talento
estaba en plena madurez.
Durante los años en que estuvo académicamente activo nunca per­
maneció ocioso. Sus recursos personales le permitían viajar mucho
— en 1904 visitó los Estados Unidos— y dedicarse a la investigación.
Publicó un número sorprendente de estudios y ensayos, muchos de
los cuales aparecieron en el Archiv für Soztalw'tssenschaft und Sozial-
politik, que gracias a Weber fue prominente entre las publicaciones
alemanas de ciencias sociales. También colaboró con numerosos artícu­
los en periódicos e intervino activamente en política. Sus opiniones
políticas eran liberales y reflejaban el punto de vista que había pre­
valecido en el hogar paterno. Protestó contra la guerra submarina
213
sin restricciones durante la primera Guerra Mundial y propugnó la
negociación de la paz. Después de la guerra, formó parte de la co­
misión que preparó el memorándum sobre la culpabilidad de la
guerra presentado a la conferencia de la Paz de París, y de la comi­
sión que redactó la Constitución de Weimar. Puede decirse que su
vida se repartió por igual entre una ciencia y una política de ele­
vado nivel.
Gran número de los escritos de Weber no pertenecen al campo
de la sociología; de los escritos sociológicos, la mayor parte tratan
problemas concretos, no cuestiones de teoría general. Pero Weber
tenía una mentalidad altamente analítica, y aun cuando tratase pro­
blemas no orientados primordialmente hacia la teoría, hizo a esta
última aportaciones importantes.
Al morir, dejó sin terminar su obra más importante en el campo
de la teoría sociológica, un tratado monumental sobre Economía y
sociedad. Fue laboriosa tarea preparar para la publicación (en 1922)
los diferentes fragmentos de la obra que ya habían pasado de la etapa
preliminar. Por el mismo tiempo fueron recogidos y publicados en la
forma de "Colección de trabajos” sus colaboraciones en diversas re­
vistas y otros escritos. De estas colecciones, tres volúmenes tratan de
sociología y religión, uno de historia social y económica, otro de so­
ciología y política social, y otro más de lo que llamamos hoy sociolo­
gía de los conocimientos. Esta enumeración indica el campo excep­
cionalmente amplio de los intereses científicos de Weber.

El fondo de la sociología de Weber

No puede entenderse la aportación de Weber a la sociología sin


hacer referencia al clima intelectual, en especial filosófico y cien­
tífico, de la Alemania de comienzos del siglo X X . La teoría marxista
formaba parte de aquel clima; pero estaba más dominado por el
renacimiento de la filosofía kantiana, según la cual existe un. abismo
infranqueable entre el mundo de los fenómenos materiales y el mun­
do del “espíritu” que se inanifiesta ante todo en los v^fores. En
relación con el mundo material, se decía que las ciencias naturales
pueden y deben formular "leyes de la naturaleza”, enunciados de
uniformidades invariables. Aunque la ciencia puede adquirir conoci­
mientos sobre el estado y procesos de la mente humana "interpre­
tándolos” desde adentro, no puede percibir uniformidades en el mun­
do del "espíritu” y debe limitarse a la descripción y valoración exactas
de acontecimientos y sus secuencias en sus manifestaciones únicas y
no recurrentes.
Esta actitud no ha impedido a Toennies y a Simmel, como hemos
visto, elaborar sistemas sociológicos del tipo de la ciencia natural,
descritos más arriba. Ninguno de esos escritores pretendió, segura­
mente, formular "leyes”; ambos se satisficieron con formular tipo­
logías — de grupos sociales en el caso de Toennies, de relaciones y
procesos sociales en el de Simmel— . Pero Ja obra de Simmel, si no la
de Toennies, implica la idea de orden en la realidad social.
Weber mismo hizo un valeroso esfuerzo para superar la oposición
entre las ciencias de ia naturaleza y las ciencias del "espíritu”, y para
crear un sistema sociológico que conservara los elementos más va­
liosos de los dos puntos de vista) Compartía Ja creencia de que las
ciencias sociales y las ciencias naturales son completamente dife­
rentes. En las ciencias naturales, el interés humano es un interés de
dominio: quien conoce las uniformidades puede disponer de las fuer­
zas de la naturaleza. Por el contrario, en las ciencias sociales el interés
se dirige a la valoración. El concepto mismo de cultura es un concepto
de valor. La realidad empírica se convierte en cultura para nosotros
porque, y en tanto que, la relacionamos con valores. La validez de los
valores es materia de fe, no de conocimiento, según Weber; por lo
tanto, las ciencias sociales deben investigar los valores, pero no pue­
den proporcionar normas e ideales que obliguen y de los que puedan
derivarse principios que dirijan la actividad práctica. Por lo tanto,
en opinión de Weber, las ciencias sociales (incluidas la sociología y la
historia) deben ser ciencias libres de valores.
Cuando Weber escribía, era bien conocida la variabilidad de los
sistemas de valores en el tiempo y el espacio. Puesto que los pro­
cesos culturales constantemente se están formando y reformando, la
materia de las ciencias culturales está sujeta a cambios; en consecuen­
cia, decía Weber, no hay que pensar en una ciencia sistemática y
generalizadora de la cultura. La ciencia social tiene que ser una cien­
cia empírica de la realidad concreta.
Fue ésta una conclusión que tuvo profundas consecuencias sobre
Jas investigaciones y el pensamiento científico de Weber. Aunque
poseyó una de las mentalidades teóricas más brillantes de la socio­
logía, rara vez se permitió hacer amplias afirmaciones generalizadoras
que trascendiesen los sistemas de culturas concretas. Su mayor interés
estuvo en el sistema de la sociedad y la cultura en que vivía; su prin­
cipal esfuerzo, en consecuencia, lo dedicó a laboriosos estudios sobre
ei origen y desarrollo de las instituciones políticas, económicas, jurí­
dicas y religiosas del mundo occidental. Pero no se limitó a esas
materias. Habiendo llegado a ciertas conclusiones relativas a las in­
terconexiones entre el nacimiento del capitalismo moderno y el des­
arrollo y carácter del protestantismo, decidió someter a prueba la
validez de esas conclusiones examinando situaciones comparables en
algunos, pero no en todos, los respectos en otras civilizaciones. Con
ese intento;- realizó brillantes investigaciones sobre las civilizaciones
china, hindú y judaica (en las que son muy diferentes los sistemas
religiosos y filosóficos), estudios que, según creía, confirmaban los
resultados a que había llegado en el estudio de la evolución de Occi­
dente. Este estudio comparativo lo movió quizás a vencer su es­
cepticismo original acerca de la posibilidad de una sociología ge­
neral. Hacia el fin de su vida empezó a escribir el tratado arriba
mencionado, Economía y sociedad. La primera parte de esta obra es
en gran proporción una teoría sociológica general en la dirección de
una ciencia teórica abstracta como Comte la había concebido.
Existen, como podíamos esperar, diferencias entre las opiniones ex­
puestas en las obras de madurez de Weber y en sus primeros escri­
tos, pero no son diferencias de principios. Las obras primeras fueron
precursoras de las posteriores. El sistema de ideas de Weber puede
describirse tomando como base el conjunto de sus obras sociológicas.
En su sistema sociológico, Weber intentó aprovecharse de las posi­
bilidades que ofrecían tanto las ciencias naturales como las ciencias
"del espíritu”. Se alcanza el nivel más alto de comprensión de los
fenómenos sociales — según enseñó Weber— si esa comprensión
es a la vez causalmente adecuada y adecuada en la esfera de la sig­
nificación. Esta proposición requiere que se analicen tres cuestiones:
¿Qué es comprensión causalmente adecuada? ¿Qué es comprensión
significativamente adecuada? ¿Cómo se relacionan ambas cosas?

La comprensión causal y el proceso histórico

En contestación a nuestra primera pregunta dice Weber: La inter­


pretación de una secuencia de acontecimientos es causalmente adecua­
da si observaciones minuciosas conducen a la generalización de que
es probable que la secuencia ocurra siempre de la misma manera.
Esas generalizaciones, en opinión de Weber, deben derivarse esta­
dísticamente siempre que sea posible. Para los fenómenos que no
pueden ser estadísticamente descritos e interpretados, queda la posi­
bilidad de comparar el mayor número posible de procesos históricos
o contemporáneos análogos y que difieran sólo respecto del factor
cuyo papel se está investigando.
La realización principal de la erudición de Weber fue una impre­
sionante investigación del último tipo. Pero esa serie de estudios
empezó de un modo un tanto diferente. En los años de juventud,
Weber quiso poner a prueba la afirmación básica del marxismo, según
la cual todos los fenómenos culturales, incluso la religión, están fun­
damentalmente determinados por la evolución de las fuerzas econó­
micas. Para Marx, la Reforma protestante fue un subproducto del
nacimiento del capitalismo. Weber decidió someter a prueba esa
hipótesis, y llegó a una conclusión diferente.
El capitalismo en general, dice Weber, es un sistema de empresas
lucrativas unidas por relaciones de mercado, que se ha desarrollado
históricamente en muchos lugares y en diversos tiempos. Pero el ca­
pitalismo maduro de la época moderna se distingue del capitalismo
en general por su carácter racional y la organización racional de la
mano de obra libre. ¿Cómo nació este tipo moderno? Weber advierte
que el problema de la aparición inicial es distinto de aquel del des­
arrollo subsiguiente, ya que, una vez nacido, un sistema social se
sustenta a sí mismo. Sostiene Weber que el nacimiento del capita­
lismo maduro fue afectado por la aparición de la ética protestante,
especialmente_por la.calvinista. De un modo preliminar dejó sentado
que en la Alemania contemporánea las zonas predominantemente
protestantes son más ricas que las partes primordialmente católicas
de la nación, y después demostró la correlación entre el desarrollo
del capitalismo maduro y el del protestantismo..
Era ése un razonamiento de acuerdo con el método de los cambios
concomitantes empleado por los investigadores sociales de aquel tiem­
po. Pero Weber quisp extender esa concomitancia a la relación causal
aplicando el método del acuerdo y, como después veremos, presen­
tando una explicación adecuada en la esfera del significado. El capi­
talismo moderno o maduro, dice a base de laborioso estudio histórico,
nació no simplemente por una necesidad económica inferna sino
como si fuera impulsado por otra fuerza naciente; la ética religiosa
del protestantismo, y en especial la del calvinismo. En las siguientes
partes de su estudio, los términos son el espíritu del capitalismo mo:
demo y el espíritu del protestantismo. £a palabra esníritu significa
aquí Tin sistema <3e máximas de conducta humana.
El capitalismo maduro no se basa en el simple impulso adqui­
sitivo. Es una actividad racional en la que tienen gran importancia
el orden, la disciplina y la jerarquía dentro de la organización. Con­
sidera la práctica de la conducta adquisitiva como una especie de
vocación. J-íace hincapié en el éxito como tal, no en las satisfac­
ciones que puede comprar el éxito económico.^
La ética protestante no sanciona directamente la adquisitividad,
pero insiste en la salvación. En su forma calvinista, se supone que
la salvación depende de la predestinación, de una decisión inmutable
de Dios, y en consecuencia el individuo no puede hacer nada para
conseguirla; pero como la salvación es el centro de la vida religiosa
de una persona, inevitablemente se interesa en saber si está entre
los elegidos. El éxito o triunfo en la vocación secular o mundana se
considera como un indicio casi infalible de que se es uno de aque*
líos. Además, sea cual fuere la vocación, el individuo debe condu­
cirse de una manera disciplinada y ordenada.
Según Weber, esas máximas de conducta religiosa y secular esta­
ban tan de 'acuerdo entre sí, j que el nacimienro de la orientación
ética protestante puede considerarse como condición necesaria, aun­
que no suficiente, del nacimiento del capitalismo moderno; En otras
palabras, las máximas de acción basadas en la ética calvinista dirigie­
ron a los creyentes a conducirse de acuerdo con el espíritu del capi­
talismo maduro. (Lo mismo que el capitalismo, la ciencia moderna
fue estimulada por esa orientación ética, relación señalada claramen­
te por el sociólogo norteamericano Robert K. M erton.)1
Esa tesis, apoyada en extensas investigaciones, no le pareció suficien­
te a Weber. En consecuencia, decidió estudiar situaciones que, aun­
que análogas en otras cosas, diferían en el factor particular sometido
a investigación: la religión. Se formuló la siguiente pregunta: ¿Qué
ocurre si las circunstancias generales son tan favorables al naci­
miento del capitalismo maduro como lo fueron en Europa por el
tiempo de la Reforma, excepto la ética religiosa? La cuestión exigía
investigaciones hechas de acuerdo con los lincamientos del método
de las diferencias. En consecuencia, Weber realizó los detallados estu­
dios sobre la China y la India mencionados más arriba. Pero no dio
por supuesto que Europa en vísperas del capitalismo maduro, de una
parte, y la China y la India en ciertas épocas, de la otra, se diferen­
ciaran sólo respecto de la presencia o la ausencia de una ética reli-

1 Véase de Merton especialmente Society, Technology and Society in 17 th Cen-


tury F.ngland (Sociedad, tecnología y sociedad en la Inglaterra del tiglo xvii) Brujas,
Bélgica, Si. Cathcrine Press, Ltd., 193S.
gíosa favorable al nacimiento del capitalismo maduro. El admitir la
posible importancia causa de otros factores debilita sustancialmente
su argumento.
No obstante, Weber mostró claramente que la combinación de cir­
cunstancias sociales y económicas no religiosas fue propicia al naci­
miento del capitalismo en la China, pero que el sistema ético del con-
fucianismo no lo fue. En la India, aunque las circunstancias generales,
en especial el sistema de castas, no fueron tan favorables como en la
China, todavía ofrecían campo suficiente para el nacimiento del capi­
talismo, excepto el Karma tradicional, creencia en la transmigración de
las almas, que era hostil ni desarrollo económico a la manera occi­
dental. A base de estos y de otros estudios, pudo afirmar Weber: No
hay circunstancias económicas específicas que garanticen el ñacÍ-‘
miento del capitalismo; es necesaria por lo menos otra condición, que
pertenece al mundo interior del hombre. En otras palabras, debe
haber una fuerza motriz específica: la aceptación psicológica de valo­
res e ideas favorables al cambio.
Los investigadores sociales siguen discutiendo si Weber demostró
esta tesis central. Cualquiera que sea la solución, su obra muestra el
tipo de operaciones científicas necesarias para alcanzar una com­
prensión causalmente adecuada de las secuencias históricas no reduc-
tibles a tratamiento estadístico. Al hacerlo así, abrió el camino a lo
que hoy se llama algunas veces "experimento sociológico^, y más
exactamente "cuasi-experimento”.
Weber comprendió que este método comparativo sistemático no
siempre es posible en los estudios sociohistóricos. En este caso, queda
el "peligroso e inseguro procedimiento del 'experimento imaginario’,
que consiste en imaginar ciertos elementos de una cadena de motiva­
ciones y lo que probablemente se seguiría de la ausencia ciertos fac­
tores'.2 Como ejemplo de este procedimiento citó la obra de uno de
los historiadores eminentes de su tiempo, Eduard Meyer (1 8 5 5 -1 9 3 0 ),
que hizo esa especie de experimento mental respecto de la batalla de
Maratón, sacando las consecuencias de una imaginaria victoria de los
persas y comparándolas con los acontecimientos reales.3 Empleando
la obra del mismo Weber como ejemplo de este método, uno puede
preguntarse cuáles habrían sido las consecuencias para el mundo occi-

2 The Theory of Social and Economie Organizaticn (ed. por T . Parsons), Nueva
York, Oxford Univcrsity Press, 1947, p. 97. Este volumen es una traducción por
Parsons y A. M. Henderson de la Parte I de Whlschaft und Gtieihcbuft (Economía y
sociedad).
3 E. Meyer: Geschichte des Altcrtums, vol. III ( 1 9 0 1 ) , pp. 4 2 0 ss.
dental si no hubiera habido protestantismo. O, para citar una situa­
ción más reciente que ha preocupado a varios eruditos, ¿podemos
"pensar ausente” de la historia rusa a Lenin e imaginarnos el sistema
soviético actual? Estos ejemplos ilustran, debe notarse, un experimento
mental extraordinariamente difícil y que requiere el análisis lógico
y la reconstrucción imaginaria de acontecimientos, y que, sin em­
bargo, emplean con frecuencia los historiadores y otros.

comprensión en el plano de la significación y la acción humana

Mucho más difícil de captar es la concepción de Weber acerca de la


comprensión en el plano de la significación. Como ya hemos adver­
tido, Weber esperaba conservar para la sociología las ventajas de las
ciencias del espíritu sobre las ciencias de la naturaleza. Esa ventaja,
según él, reside en la posibilidad de una especie de comprensión
basada en el hecho de que los geres humanos son directamente cono­
cedores de la estructura de las acciones humanas^ En el estudio de los
grupos sociales, por ejemplo, podemos ir más allá de la mera demos­
tración de relaciones y uniformidades funcionales; podemos com­
prender las acciones — y las intenciones subjetivas de los actores—
de los miembros individuales. Pero en ciencias naturales no podemos
comprender en ese sentido los movimientos de los átomos, de las
moléculas, y así sucesivamente, sino que sólo podemos observarlos o
deducir uniformidades presentes en tales movimientos. El contraste
entre las ciencias sociales y las ciencias naturales ha sido expuesto
de manera muy viva por otro sociólogo, Maclver, en los siguientes
términos:

Los hechos sociales son todos en última instancia hechos inteligibles.


Cuando sabemos por qué cae un gobierno, o cómo está determinado un
precio, o por qué estalla una huelga, o cómo celebra su culto una tribu
primitiva, o por qué mengua el índice de natalidad, nuestro conocimiento
es diferente en un aspecto vital del conocimiento de por qué cae un me­
teoro, o cómo guarda la Luna su distancia de la Tierra, o por qué los
líquidos se congelan, o cómo utilizan el nitrógeno las plantas. Los hechos
del segundo tipo sólo podemos conocerlos desde afuera; los hechos del
primer upo los conocemos, en cierta medida por lo menos, desde den­
tro. ¿Por qué los ciudadanos se volvieron contra el gobierno? ¿Por qu¿
el sindicato declaró la huelga? Para contestar a estas preguntas tenemos
que proyectarnos a nosotros mismos en las situaciones que estamos estu­
diando. Tenemos que conocer los valores, los fines y las esperanzas de
seres humanos que operan en una situación particular. No hay historia’
interior de por qué cae un meteoro o por qué se congelan los líquidos.
Lo comprendemos como datos, como expresiones de leyes, y nada más.
Por otra parte, como en los asuntos humanos hay siempre una historia
interna, no podemos alcanzar nunca más que una verdad parcial o rela­
tiva. Ésta es la paradoja del conocimiento. Las únicas cosas que conocemos
como verdades inmutables..son las cosas que no comprendemos. Las únicas
cosas que comprendemos son mutables y nunca plenamente conocidas .4
La idea de 1a comprensión subjetiva llevó a Weber a una decisión
científica de la mayor importancia. Define la acción como conducta
humana, franca o no, a la que el individuo actuante concede un sen­
tido subjetivo. La conducta privada de sentido subjetivo pertenece a
lá periferia del estudio sociológico. La sociología, en opinión de
Weber, como se verá más adelante, es primordialmente el estudio
de 1a acción orientada hacia la conducta de los demás. Este concep­
to de la orientación de la conducta sirve para distinguir la sociología
de la psicología. Pero es más importante la idea de Weber según la
cual la acción social es una especie de conducta que implica un sen­
tido para el actor mismo. Nótese que esta posición es contraria a las
enseñanzas del behaviorismo norteamericano, el cual excluye el estu­
dio de los sentidos subjetivos fundándose en que no son nunca obser­
vables ni comunicables. Recuérdese que el behaviorismo influyó en
la ciencia social norteamericana, especialmente en los decenios de los
1920 y los 1930, pero que su influjo disminuyó en los tiempos más
recientes, cuando las opiniones de autores como Weber, Maclver y
Znaniecki subrayaron el papel de la significación o sentido en la
acción social.
Para Weber la 'co mprensión en el plano de la significación” tiene
lugar de dos maneras. Primero, hay comprensión directa mediante
la observación del sentido subjetivo del acto de otra persona. Com­
prendemos lo que quiere decir una persona cuando afirma que
2 X 2 = 4, o el sentido subjetivo de los actos irracionales de un
hombre hambriento, y el sentido del acto de apuntar a un animal con
un arma. Podemos captar esos sentidos porque conocemos las inten­
ciones subjetivas, que atribuimos a. nuestras propias acciones seme­
jantes.
Segundo, hay la comprensión del motivo\ Podemos reproducir en
nosotros el razonamiento intencional del actor,_o, si su acción no
4 Citado en 1* edición en inglés de Libertad y control en la sociedad moderna,
de M. Bergcr, T . Abel y C. H . Pagc (editores), Nueva York, D. Van Nostrand
Corapany, Inc., 1954, p. 2 9 0 (en el capítulo X I II, “Robert Maclver '3 Contributions to
Sociologicai Theory’’, por H . A lpert).
es racional, podemos, mediante la participación simpática o empatia,
comprender el contextQ.emocional en que.tiene lugar la acción. (Ad­
vertimos aquí estrecho paralelismo entre la metodología de Weber
y la comprensión simpática de Cooley. Véase capítulo 12.) El obser­
vador no necesita compartir las opiniones teóricas, ni los fines últi­
mos, ni los valores del actor, pero comprende intelectualmente la si­
tuación y la conducta implicadas. En otras palabras, el acto particular
es colocado en una secuencia de motivos cuya comprensión puede
tratarse como una explicación del curso real de la conducta. Este
procedimiento es posible porque el motivo o móvil tiene un senti­
do subjetivo que les parece al actor mismo y al observador funda­
mento bastante para la conducta en cuestión.
Recientemente Teodoro Abel ha refundido ingeniosamente la acti­
tud subjetiva de Weber en una psicología más objetiva. Según Abel,5
"la operación verstehen" (comprender) consiste en la internalización
de los factores observados, uno estímulo y otro respuesta, y en la
formulación de una máxima de conducta comúnmente aceptada que
los una, procedimiento aplicable a observaciones de casos, generali­
zaciones o enunciados sencillos sobre regularidad estadística. Así, por
ejemplo, "la inteligente investigación estadística ha establecido una
alta correlación... entre el promedio anual de las cosechas y el
número de matrimonios. . . Usamos como detalles de información
el hecho de que la disminución de la cosecha.. . reduce de manera
importante los ingresos del agricultor. . . y el hecho de que uno
está contrayendo nuevas obligaciones.. . cuando se c a s a .. . Después
internalizamos [el primer hecho] en un 'sentimiento de ansiedad’ . . .
y [el segundo h e c h o ]... en 'miedo a nuevas obligaciones’ . . . Po­
demos ahora aplicar la máxima de conducta: 'La persona que expe­
rimenta ansiedad temerá contraer nuevas obligaciones’. . . Puesto
que podemos encajar en esta regla el hecho del menor número de
matrimonios cuando las cosechas son malas, decimos que entendemos
la correlación”.
Seguramente Weber pensaba en casos menos simples que éste
cuando expuso "la operación verstehen”. Pero en los casos más com­
plicados el procedimiento sigue siendo esencialmente el mismo. Po­
demos imaginar las emociones que suscita en la gente el efecto de
una situación o de un suceso dados; podemos imaginar el motivo que
está detrás de la acción de una persona o de un grupo, y podemos

6 "T h e Operation Called Verstehen" ("L a operación llamada Verstehen"), eo


American Journal of Sociology, LIV (noviembre, 1 9 4 8 ), pp. 211 Sí.
encontrar o inventar una máxima aceptable de acción que mostraría
"que el estado afectivo que atribuimos a una acción humana dada es
dirigido por el estado afectivo que suponemos evocado por una si­
tuación o un suceso que la infringe”.® Dicho en las palabras de Mac­
lver, al jinalizar Ja^ conducta humana tenemos que dedicarnos a la .
"reconstrucción imaginaria”.7
¿Reclama este procedimiento de comprensión en el plano del sen­
tido una sociología que no puede diferenciarse de la psicología?
Weber lo niega, afirmando que el procedimiento que él recomienda
no es de ningún modo psicológico. La confusión — dice— se basa
en el error de suponer que es psíquico todo lo que no es físico. Ade­
más de los mundos físico y psíquico hay el mundo de las signi­
ficaciones o ideas. Cuando un hombre cree que 2 X 2 = 4, eso es
un fenómeno psíquico; pero la idea de que 2 X 2 = 4, es indepen­
diente del contenido del pensamiento de toda persona particular.
Aunque estamos de acuerdo con esta opinión, debe advertirse que la
pregunta inicial queda sin contestar. Porque, en opinión de Weber¿
la significación que es un atributo necesario de la acción es subjetiva:
es una significación que está presente en la mente del actor mismo
o por lo menos es pensada como presente. De otro modo la acción
no es comprensible y su estudio no corresponde al campo de la
sociología.
Weber vence esta dificultad en parte afirmando que además del
sentido de un acto para el individuo, hay también un "sentido me­
dio” atribuible a una pluralidad de actores, o hasta un sentido para
actores hipotéticos en tipos particulares de actividades. (Aquí emplea
Weber el concepto de "tipo puro” estudiado más arriba.) Pero sen­
tido medio y sentido típico hipotético no son lo mismo que sentido
subjetivo. Si la sociología se interesa meramente por el primero, sus
gobiernas son distintos de los problemas de la motivación indi­
vidual. Pero si el sentido medio o el sentido hipotético difieren de
los sentidos concretamente experimentados por los individuos y aun
así corresponden a la provincia de la sociología, ésta no jniede,
entonces,.£er considerada como la ciencia de la acción social, como
la definió Weber. Es preciso señalar esta dificultad o inconsecuencia.
No es necesario intentar resolverla aquí.

6 Ibid., p. 21 6 .
7 R. M. Maclver: Causación social, capírulo IX . Múxico, Fondo de Cultura Eco»
cómica, 1949.
Relación entre la causación y la significación

¿Cómo se relacionan entre sí el concepto de causación de Weber y


su tratamiento de la significación? Su contestación a esta pregunta
se refiere menos a Ja conducta concreta que a las acciones típicas
abstractas. Así, dice: "Una interpretación causal correcta de la acción
típica significa que el proceso que se dice ser típico es adecuadamente
captado en el plano de ia significación y ai mismo tiempo Ja inter­
pretación es en cierto grado causalmente adecuada. Si falta 1a adecua­
ción respecto de la significación, entonces, por alto que sea el grado
de uniformidad y por exactamente que pueda ser numéricamente
determinada su probabilidad. . . es todavía una probabilidad esta­
dística incomprensible. . . ”.8 Por otra parte, la explicación más ade­
cuada desde el punto de vista de la significación no tiene sentido
causal si no hay prueba de la probabilidad del acto en cuestión; en
el mejor caso, sigue siendo una hipótesis plausible.
La explicación sociológica satisfactoria, pues, debe ser a la vez sub­
jetivamente significativa y factualmente probable. Pero se ha demos­
trado que no siempre se dispone de explicaciones causales, ni de
explicaciones significativas. Esta última situación, que se presenta
con frecuencia, fue bien conocida por Weber, quien reconoce que
gran parte de Ja conducta social se distingue por la semiconsciencia
inarticulada del actor y hasta por Ja ignorancia de su sentido sub­
jetivo (situación que probablemente priva a la conducta del carácter
de "acción” ). La falta de conocimiento del sentido es muy fre­
cuente, en realidad, cuando la conducta es tradicional, es decir, cuando
está determinada por la costumbre social, o cuando es afectiva, es de­
cir, cuando está determinada por la emoción.
Weber no considera sociales Jas acciones anáJogas de diferentes
personas expuestas al mismo estímulo ni la conducta consistente
en meras imitaciones. (Aquí está en desacuerdo con Tarde y sus dis­
cípulos); pero no excluye de la sociología esos modos de conducta.
Procesos y uniformidades en la conducta humana que no son com­
prensibles (porque carecen de significación subjetiva) y que por lo
tanto no son materia inmediata de la sociología, no deben ser, a
causa de eso, descuidados en el estudio de la vida social, aunque se
les estudie con otros métodos. En otras palabras, la atención de la
sociología debe enfocarse sobre la acción social que tiene significa­
ción subjetiva (o por lo menos significación media o hipotética),

b Teoría de ia organización social y económica, p. 9 9.


mientras que las circunstancias objetivas o psicológicas que influyen
en la acción social son periféricas, aunque a veces importantes, para
esa disciplina.

El tipo ideal o puro: Su naturaleza y aplicaciones

El estudio de la acción social, como Weber lo concebía, requiere el


método del tipo ideal o puro. Como esta última palabra aparece
sólo en Economía y sociedad, la expresión "tipo ideal" aparece más
comúnmente asociada con el nombre de Weber. Pero "tipo puro”
es quizás la denominación más adecuada, ya que señala más claramen­
te el sentido que da Weber a este concepto metodológico. (Hay que
aclarar que Weber no se atribuyó la invención del tipo ideal o puro;
más bien trató de hacer explícito un procedimiento comúnmente em­
pleado en el estudio científico.)
El tipo ideal o puro es una construcción mental. Está formado por
la exageración o acentuación de uno o más rasgos o aspectos obser­
vables en la realidad. El tipo así construido puede llamarse ideal
porque existe como una idea. Según Weber, rara vez, o quizás nunca,
pueden encontrarse en la vida misma fenómenos que correspondan
exactamente al tipo mentalmente construido. Pero el tipo también
puede ser llamado puro en el mismo sentido en que un químico de­
signa así un elemento después de haberlo desembarazado de los
materiales con que está combinado en el estado natural que precede
al análisis. Un tipo ideal o puro difiere de un promedio estadístico, el
cual, sin duda alguna, es un instrumento esencial para el análisis
social, como hemos visto, aunque para fines diferentes.
El tipo ideal no es una hipótesis. Es un instrumento para el análi­
sis de acontecimientos o situaciones históricos concretos. Dicho aná­
lisis requiere conceptos que estén precisa e inequívocamente defi­
nidos, normas que puedan encontrarse con los tipos ideales. Un tipo
ideal es un concepto límite con el que se comparan las situaciones
de la vida o las acciones en el proceso de la investigación. Cuando se
estudia de esa manera la realidad concreta — dice Weber— , se hace
posible establecer relaciones causales entre sus elementos.
Economía y sociedad, de Weber, nos proporciona un ejemplo fre­
cuentemente citado de su uso del tipo social y nos descubre también
las dificultades de este procedimiento. Weber formula un tipo puro
de acción racional (cuyo carácter se estudia más abajo) y sostiene
que para los fines de un análisis tipológico científico es posible tratar
la conducta no racional y la racional como desviaciones del tipo ra­
cional ideal. De ese modo, el sociólogo está capacitado para estudiar
los modos en que la conducta humana real es influida por elementos
irracionales y no racionales. Este método — concluye Weber— no
implica que la conducta racional predomine en la vida social.
Pero este procedimiento encuentra grandes dificultades, que se re­
velan en la cuádruple clasificación que Weber hace de la acción
social, basada en cada caso sobre el modo de orientación de la con­
ducta. Así, dos clases de acción son racionales; una hace uso de
medios apropiados para la consecución de fines racionalmente ele­
gidos, y la otra utiliza medios análogos para realizar "valores abso­
lutos”, como son los fines religiosos y éticos. Las otras dos clases de
acción son las de los tipos tradicional y afectivo antes mencionados.
Ahora bien, si el tipo ideal en este caso es una construcción que des­
cansa sobre los cimientos de la acción racional, ¿cómo es posible
construir tipos ideales de acción arracional o irracional? Esta dificul­
tad o inconsecuencia no la resuelve la interpretación de Weber.
Weber hace uso frecuente del procedimiento del tipo ideal o puro
en sus escritos sociológicos. En el proceso, su sociología, que él quería
centrar en torno del concepto de acción social, que implica una sig­
nificación subjetiva, se convirtió en gran medida en un estudio de
tipos de conducta humana hallados en circunstancias medías o hasta
hipotéticas.
Economía y sociedad es en proporción considerable un intento
para construir un sistema de tipos ideales. Sus definiciones son, por
así decirlo, "impuestas” por el autor:9 las formula más o menos dog­
máticamente y después las explica atributo por atributo, en ocasiones
con largas y detalladas descripciones de situaciones históricas concre­
tas que supone ser ejemplos que ilustran la definición. Weber no
construye sus tipos por medio de un proceso inductivo rígido; más
bien deriva sus rasgos característicos por inducción poco rigurosa
basada en extensos estudios de materiales apropiados y, a lo que
parece, selecciona intuitivamente los rasgos que han de ser incluidos
en sus tipos ideales.
Entre las numerosas definiciones de Weber acerca de tipos idea­
les se citan con frecuencia las siguientes:10 Relación social, concepto
9 Cf. "Definitions in the Social Sciences” ("L as definiciones eo las ciencias so­
cia le s"), por N . S. Timasheff, en The American Journal o f Socioiogy, 53, 2 0 6 -2 0 8 .
10 En algunos casos las definiciones han sido un tanto simplificadas y traducidas
de un modo que difiere del que aparece en La teoría de La organización social y
económica.
lógicamente cercano al de acción social, es la conducta de una plura­
lidad de actores en cuanto, en su contenido significativo, la acción
de cada uno de ellos tiene en cuenta las de los otros. Un grupo orga­
nizado es una relación social en la medida en que individuos es­
pecíficos ejecutan regularmente la función de imponer orden en el
grupo. Un grupo organizado cuyo orden de gobierno se interesa en
principio por la validez territorial es un grupo territorialmente orga­
nizado. Un grupo organizado cuyos miembros están, por virtud de
su pertenencia al grupo, sujetos al ejercicio legítimo de un control
imperativo es un grupo imperativamente coordinado. Un grupo im­
perativamente coordinado es un grupo político si su cuerpo adminis­
trativo mantiene el orden dentro de una zona territorial dada por
la aplicación y la amenaza de la fuerza física. Un grupo político es
un estado si su cuerpo administrativo ejerce con éxito el monopolio
del uso legítimo de la fuerza física para hacer cumplir sus órdenes.
Es ésta una serie de conceptos en que la extensión de cada concepto
sucesivo es limitada por la adición de uno o más rasgos no conte­
nidos en la definición del concepto precedente. La única excepción
a este procedimiento se encuentra en la definición del grupo organi­
zado, que se limita en dos direcciones para convertirse ya en un grupo
territorial, ya en un grupo imperativamente coordinado. Cuando un
grupo organizado es a Ja vez territorial e imperativamente organi­
zado, es un grupo político, cuyo ejemplo típico es el JEstado.
Las definiciones de algunos de los tipos ideales que acabamos de
reproducir contienen a veces atributos que son definidos indepen­
dientemente, con frecuencia como tipos ideales adicionales. De esta
suerte, un subtipo del grupo organizado es definido por la adición
del atributo del control imperativo. Éste, a su vez, es definido como
la probabilidad de que una orden específica será obedecida por un
grupo específico de personas. En relación con esto, afirma Weber que
cada grupo organizado dotado de control imperativo intenta funda­
mentar y cultivar la creencia en su legitimidad.
Uno de los ejemplos más famosos del procedimiento del tipo ideal
es la descripción que hace Weber de tres tipos de autoridad legí­
tima, cada uno de los cuales descansa en un modo diferente de pro­
fundada en la creencia en reglas o normas impersonales y en el
tender la legitimidad. Así, hay una autoridad sobre bases racionales,
derecho a mandar de los individuos que adquieren autoridad de acuer­
do con dichas reglas; este tipo racional legal es aproximadamente
el de la sociedad occidental contemporánea. La autoridad tradicional
se basa en la creencia en la santidad de las tradiciones y en la legi­
timidad de la posición de quienes poseen autoridad de acuerdo con
la tradición, como en el caso de las monarquías consagradas. Final­
mente, la autoridad carismática descansa sobre la devoción a la
específica y excepcional santidad, heroísmo o carácter ejemplar de
una persona y de los modelos u órdenes mormativos revelados u
ordenados por é l;11 ejemplos de este tipo son jefes carismáticos tales
como Gandhi y Hitler. Estos tres tipos ideales con toda verosimilitud
no agotan las posibilidades de tipos de autoridad legítima, probabi­
lidad que Weber reconocía. Su intención aquí, como en otras oca­
siones, es formular de un modo conceptual mente preciso algunos
tipos sociológicamente importantes. Debe recordarse, además, que es­
tos tipos puros de autoridad son construcciones abstractas; los sistemas
concretos de autoridad política incorporan dos o más elementos de
los tres tipos. (Así, la autoridad política en los Estados Unidos, aun­
que predominantemente racional legal, en ocasiones revela rasgos
carismáticos y, especialmente en los mecanismos políticos consagra­
dos, presenta huellas de elementos tradicionales.)
La mayor parte de Jos tipos ideales de Weber no se refieren di­
rectamente a acciones, sino a colectividades sociales (expresión que él
prefería a la de grupo social). Esto puede parecer que constituye
una desviación de! concepto de la sociología que la considera pri-
mordialmente interesada en las acciones sociales. Sin embargo, la
relación social, el tipo ideal que forma la base de la pirámide de tipos
estudiados más arriba y de otros muchos, es definida por Weber como
la probabilidad de que tendrá lugar cieno curso de acción social.
Esta definición conducrista se relaciona con el hecho de que Weber
conocía muy bien el peligro de la "sustancial¡2ación” de las relacio­
nes sociales y de todos los tipos de grupos sociales. "Un Estado, por
ejemplo, deja de existir en un sentido propiamente sociológico cuan­
do ya no hay ninguna probabilidad de que ciertas clases de acciones
sociales significativamente orientadas puedan tener lugar”.12 Weber
insiste en que la acción sólo existe como conducta _de uno o más
seres humanos individuales, y las colectividades sociales deben ser
tratadas únicamente como resultantes y modos de organización de
actos ejecutados por individuos. Para la sociología, conceptos como
Estado, asociación, parentesco y otros análogos designan categorías
de interacción humana. De ahí que sea tarea de la sociología reducir

11 La teoría de la organización social y económica, p. 3 28.


12 Ibid., p. 118-
esos conceptos a las acciones comprensibles de los individuos par­
ticipantes. Esta actitud se acerca mucho al nominalismo sociológico
extremo, lo contrario al realismo sociológico de Durkheim que exa­
minamos en el capítulo 9-

Probabilidad
Hay otro aspecto de las definiciones de Weber que requiere aten­
ción: su frecuente uso del concepto de contingencia o probabilidad.
Para Weber una explicación causal es esencialmente el enunciado
de la probabilidad de que las cosas ocurrirán de determinada ma­
nera. El concepto de probabilidad, como hemos visto, va implícito
en las definiciones de relación social, de grupo organizado y de con­
trol imperativa También aparece en otras varias definiciones, entre
ellas dos frecuentemente reproducidas (en ocasiones sin referencia
a la fuente): la de convención (muy parecida a la de costumbre de
Sumner) y la de ley. Convención es la probabilidad de que la des­
viación de la norma social tendrá por consecuencia una reacción
de desaprobación relativamente general y prácticamente importante,
en tanto que ley es la probabilidad de que la desviación del código
legal encontrará la sanción física o psíquica aplicada por un grupo
especialmente facultado para realizar esa función. La definición que
Weber da de clase, para citar un ejemplo de un campo muy dife­
rente, también subraya el concepto de probabilidad: "Podemos ha­
blar de 'clase’ I ) cuando un número de personas tienen en común
un componente causal específico de las posibilidades de su vida, en
Ja medida en que 2 ) ese componente esté representado exclusiva­
mente por intereses económicos en la posesión de bienes y de opor­
tunidades de ingresos, y 3 ) esté representado en las condiciones de
los mercados de mercancías o de mano de obra".13
La importancia que Weber concede a la probabilidad, tal como
la revelan estos ejemplos y otras partes de sus escritos, y a pesar del
"idealismo” que impregna su obra, ha contribuido a llamar la aten­
ción de los sociólogos norteamericanos empírica y estadísticamente
orientados hacia la teoría de Weber, porque sus definiciones, en su
referencia a las probabilidades de la conducta, son "operativas" y
pueden aplicarse a las operaciones de la investigación empírica.14

13' From Max Weber: Essays in Sociology (Ensayos sociológicos de Max Weber),
(traducidos y editados por H. H. Gerth y C. W . M ills), Nueva York, Oxford Uni-
versity Press, 1946, p. 181.
n Cf. ’ Operational Definitions in Sociology” ("Definiciones operativas eo Socio-
Sociología de W eber: En los principios y en la práctica
¿Que concepto tenía Weber de la sociología? La respuesta a esta
pregunta lleva implícitas Jas dificultades que examinamos en las
primeras partes de este capítulo. Por una parte, Weber empezó su
tratado final definiendo la sociología como una "ciencia que intenta
la comprensión interpretativa de Ja acción social para Jlegar por
ese medio a una explicación causal de su curso y efectos”.15 Añade
que la tarea específica de Ja sociología es Ja interpretación de Ja
acción atendiendo a su sentido subjetivo, y que dicha disciplina debe
enfocar su atención sobre los fenómenos subjetivamente compren-
sibJes. Por otra parte, sostiene Weber que Ja función específica de la
sociología es la comprensión de individuos típicamente diferenciados,
y que debe tratar de formular conceptos de tipo y generalizaciones
de procesos empíricos.
El primer enunciado, si se mantiene consecuentemente, parecería
hacer de la sociología una rama de la psicología. Pero el segundo
concepto exige el desarrollo de una tipología de las acciones signifi­
cativamente orientadas completada por la exploración de "procesos
comprensibles” que afectan a la conducta. La obra concreta de Weber
estuvo más de acuerdo con la segunda concepción de la sociología
que con la primera.
Sean cualesquiera las inconsecuencias existentes en las definiciones
formales de Weber acerca de la sociología (las cuales no consideró
"definitivas” de ningún modo), sus investigaciones en diversos campos
concretos han tenido influjo duradero sobre la sociología y otras
ciencias sociales. Y a nos hemos referido a sus estudios comparativos
sobre ia religión, incluido su tratamiento de las interconexiones entre
el protestantismo y el capitalismo, y a su análisis de la autoridad
política. Otras tres materias por lo menos — historia económica, estra­
tificación social y burocracia— han sido iluminadas por la actividad
investigadora y teórica de Weber (aunque su trabajo en esos campos
quedó sin terminar). Su General Economic History,16 basada en notas
de estudiantes de su última serie de conferencias, circula en inglés
desde 1927, pero ni hace justicia a Jas extensas investigaciones de
Weber ni tiene especial interés sociológico. Pero sus escritos sobre
las ciases y la posición social — fenómenos que diferencia claramen-
logía ’) , por H. Alpcrt, en American Sociological Revi-ew, vol. 3, núm. 6 (diciem­
bre, 1 9 3 8 ), csp. p. 86 1 .
15 La teoría de Ia organización social y económica, p. 88.
Traducida por F. H. Knight de V/irickaftsgeicbkbto (Londres, Gcorge Alien
and Unwin, Ltd., 1 9 2 7 ).
te— y las relaciones entre ellas son ampliamente leídos hoy en los
Estados Unidos, particularmente desde la publicación en 19 46 de
From Max Weber: Essays in Sociology (traducidos por Hans Gerth
y C. Wright M ills), y en 1947 de The Theory of Socútl and Economic
Organizaron (traducción de A. M. Henderson y Talcott Parsons).
El primero de estos libros contiene también una gran parte del estudio
sistemático de Weber sobre la burocracia. La burocracia, con sus for­
mulismos, su jerarquía y su estandarización, es un modo de organi­
zación social especialmente adecuado para la economía del dinero
y la racionalidad del mundo moderno, como señala Weber. No con­
finada a las esferas política y económica ni a las sociedades "capita­
listas", la burocracia, "Ja más grande de las invenciones sociales” del
hombre, ha llamado inevitablemente la atención de muchos investiga­
dores sociales. Es un tributo rendido a la obra iniciadora de Weber
el que su análisis de la burocracia siga siendo una guía teórica en
este campo.

Resumen y critica
La sociología de Max Weber es tan diferente de otros sistemas socio­
lógicos, que no es fácil sacar de ella respuestas a las preguntas bá­
sicas que hemos elegido como guías en nuestro estudio del desarrollo
de la teoría social.
Aunque no definió nunca la sociedad, puede inferirse que la consi­
deraba como un complejo de interrelaciones humanas caracterizadas
por la conducta significativa de una pluralidad de actores. Hizo pe­
netrantes estudios de lo que hoy llamamos cultura, pero no la defi­
nió. Deseaba evitar la "sustancialización”, es decir, la atribución de
existencia concreta a construcciones mentales como los tipos ideales:
en este respecto sus opiniones cuentan con la simpatía de los neo-
positivistas norteamericanos.
Para Weber, el elemento fundamental de la investigación socio­
lógica es la "acción social típica”, o aun el individuo aislado, a quien
él llamó unidad básica o átomo de la sociedad. El problema de las
relaciones entre el individuo y la sociedad no se le planteó a Weber,
ya que concebía la sociedad, en último análisis, como la probabilidad
de acciones humanas especificadas.
De manera consecuente y convincente negó Weber la existencia de
un solo factor determinante de la sociedad o del cambio social; pero
el carácter subjetivo de su sociología, con su insistencia sobre la acción
racional, lo inclinaba a destacar el papel de las ideas en la vida social.
Como hemos visto, Weber, definió la sociología ambiguamente,
ya como el estudio de la acción social en su significación subjetiva, ya
como el estudio de la acción social típica. En la práctica, él trabajó
de acuerdo con la segunda definición, empleando el método del tipo
ideal o puro. También señaló el procedimiento de la verstehen, o
internización por el observador de las acciones de sus prójimos.
A Max Weber se le considera justificadamente uno de los mayores
sociólogos del siglo x x por las siguientes razones. Primera y más
importante: su obra proporciona ejemplos magníficos del tipo de es­
tudio laborioso sobre situaciones y procesos sociales concretos que de­
ben constituir la base de toda teoría sociológica adecuada. La riqueza
de materia] contenida en sus escritos podrán explotarla generaciones de
futuros sociólogos. Segunda: como en el caso de Durkheim, contri­
buyó a aclarar el importante papel de los valores en la vida social,
al mismo tiempo que subrayaba la necesidad de mantener a la ciencia
social libre de valores. Tercera: demostró que puede conseguirse mucho
empleando el procedimiento del tipo ideal en la ciencia social. Fi­
nalmente: contribuyó enormemente a la comprensión de la causa­
ción social y de su inseparabilidad del problema de la'significación
en los asuntos humanos.
Ya hemos criticado ciertos aspectos de la obra de Weber. Su ten­
dencia a explicar la realidad social por la motivación individual borró
la línea divisoria entre la sociología y la psicología. Una idea que
parece haber modificado hacia el fin de su vida es la de la insuperable
variabilidad de los sistemas de valores y la consiguiente imposibilidad
de construir un sistema sociológico de validez general. En contraste
con este punto de vista, puede sostenerse que na y valores universal­
mente válidos, por una parte, y, por otra, que la variabilidad social
y cultural puede estudiarse de una manera generalizadora.
A pesar de la importancia de su obra, Weber no dejó una "escuela”
de discípulos. Esto puede atribuirse en parte a que su mala salud le
impidió una actividad docente normal en instituciones de enseñanza
superior, y en parte a que la obra de la madurez de Weber fue pu­
blicada (postumamente) en una Alemania mirada con recelo espe­
cialmente en el campo de las ideas sociales. La ausencia de una es­
cuela weberiana puede reflejar también el hecho de que nunca le
importó formarla al mismo Weber. De acuerdo con las normas de la
ciencia y la sabiduría, buscó la verdad y no secuaces.
Pero Weber cuenta con alguien parecido a un prosélito entre los
sociólogos norteamericanos: Parsons, de la Universidad de Harvard.
Parsons ha traducido al inglés algunas de las obras de Weber, entre
ellas The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism y The Theory
o f Social and Economic Organizaron (primera parte de Economía y
sociedad de W eber), y así ha hecho esas aportaciones más asequibles
a los estudiosos angloamericanos. (Han aparecido también otras
traducciones en los años recientes, de suerte que las ideas de Weber
ya no son un misterio que puedan penetrar únicamente quienes do­
minan el alemán.) Además, Parsons ha publicado notables interpre­
taciones de la obra de Weber,17 que ha influido grandemente en sus
propias aportaciones teóricas, como veremos en el capítulo 1S.
El disponer de traducciones de obras de Weber, el importante
lugar que investigadores europeos, especialmente alemanes, ocupan
en los círculos intelectuales y académicos norteamericanos desde hace
algunos años, la influencia de Parsons y de sus discípulos (algunos
de los cuales se cuentan ahora entre las principales figuras de la
sociología norteamericana), y, cosa aun más importante, los progresos
en la investigación y en la teoría realizados en los Estados Unidos
desde fines del decenio de los 1930, han convergido para dar a la
sociología de Max Weber una posición hoy prominente en este país.

C O N C L U S IÓ N DE LA C U A R T A P A R T E

Los sociólogos de principios del siglo x x fueron en un aspecto im­


portante menos afortunados que los de la generación precedente.
Estos últimos habían compartido una serie de proposiciones que con­
sideraban científicas y que dieron considerable unidad a los conoci­
mientos poseídos y orientación para las investigaciones ulteriores, a
saber, la teoría de la evolución. Debe recordarse que el evolucio­
nismo fue no sólo una teoría del cambio social, sino que proporcionaba
también un punto de vista para el estudio de la "estática" social, ya
que, por referencia a la evolución, parecían recibir sentido científico
todos los aspectos de la estructura social.
A principios del siglo x x , como hemos visto, la teoría evolucio­
nista se derrumbó. Este colapso no carecía de precedentes en la his­
toria del pensamiento sociológico. Pero, en el campo social, era des­
acostumbrado que un punto de vista general fuera abandonado a causa
de hallarse en discrepancia con las pruebas directas y no por la vic­
toriosa competencia de otra teoría general no comprobada. Una con­

17 Véase en particular The Structme of Social Action (La estructura J e la acción


tocial), Parte III, Nueva York, McGraw-Hill Book Co., Inc., 1937.
secuencia de ese estado de cosas fue que, por primera vez desde su na­
cimiento, la sociología careció de una orientación teórica general. Pero
los sociólogos de aquel periodo empezaron a trabajar en busca de
otros tipos de teoría. Los esfuerzos más importantes en esta dirección
revelan dos líneas comunes de ideas.
En primer lugar, muchos sociólogos se esforzaron en construir su
teoría sobre una base empírica más sólida que la que habían tenido
sus antecesores. Esperaban construir la teoría de una manera auténti­
camente científica. De los sociólogos de aquel tiempo, Pareto fue el
más explícito en este respecto: según él, la sociología, como toda
ciencia, debe tener sus raíces en la observación y en la inferencia
lógica a base de la observación. De manera análoga, Thomas señaló
la necesidad de emplear en sociología las categorías intelectuales que
se emplean en las ciencias naturales: insistió en sus primeras obras
en la búsqueda de relaciones causales, pero este punto de vista cedió el
lugar en sus últimos escritos a la determinación de probabilidades.
La importancia de Ja probabilidad impregna también la obra de
Max Weber.
Esta posición central fue flanqueada, de un lado, por el neo-posi­
tivismo naciente, que destacó los métodos cuantitativos, y en especial
los estadísticos, e hizo de su uso condición sirte qua non de la ver­
dadera ciencia; y del otro, por Ja opinión de Max Weber según la
cual la diferencia entre las ciencias naturales y las humanas hace
imperativo para el conocimiento de los fenómenos sociales el empleo
de métodos especiales, además de los propios de la ciencia natural.
Hay que advertir que ese interés por hacer científica la sociología
no fue compartido por un famoso escritor de ese tiempo: Oswald
Spengler. Aunque Spengler no fue socióJogo, La decadencia de Occi­
dente (1 9 1 7 -2 1 ) ejerció gran influencia en ciertos medios de Europa
y de los Estados Unidos y es una obra sociológicamente importante.
(Sus principales conclusiones se exponen brevemente en el capítu­
lo 20.) En ella, Spengler, yendo mucho más allá de 1a distinción
característicamente alemana entre las ciencias naturales y las ciencias
sociales, niega la posibilidad de una ciencia de la sociedad y de la
cultura y afirma que el concepto de causalidad es inaplicable a los
acontecimientos del mundo social. Pero las opiniones pesimistas de
Spengler no representaban a los sociólogos, quienes se movían en la
dirección de una ciencia empírica del hombre y de su vida de grupo.
La segunda manifestación importante de este período fue la creen­
cia, compartida por la mayor parte de sus representantes, de que ia
teoría sociológica debiera basarse necesariamente en ei estudio de
la participación del individuo en la vida social. Esta convicción inclinó
a muchos sociólogos a aceptar la psicología como base de la socio­
logía, en vez de la física o la biología del periodo precedente. Pero
no fueron las figuras de principios del siglo x x las que iniciaron
la tendencia psicológica en sociología. Se recordará que el período
anterior había dado nacimiento al evolucionismo psicológico de Ward
y de Giddings y a la teoría de Tarde, que reducía el proceso social a
invención e imitación, consideradas principalmente en el plano de
la acción individual.
La mayor dificultad que encontraron sus sucesores del siglo x x
fue la ausencia de una teoría psicológica comúnmente aceptada, situa­
ción que aún prevalece. Por consiguiente, cada intento para formular
una teoría social general pudo basarse en una teoría psicológica dife­
rente. Mientras los neo-positivistas adoptaban el behaviorismo y re­
chazaban la introspección, Cooley escribía en el estilo de la psicología
de "sentido común" centrada en la introspección. La psicología de
Pareto estaba a medio camino entre el instintivismo y la naciente
teoría de la conducta aprendida, con la que él, en el mejor caso,
sólo superficialmente estuvo familiarizado. Thomas fluctuó entre un
behaviorismo mitigado, la teoría psicoa na lírica (que acabó por re­
chazar) y una psicología de la situación que subrayaba la determi­
nación de la conducta humana por circunstancias objetivas, entre ellas
las normas y los valores implícitos en la cultura y en la historia de la
vida personal del individuo. Max Weber negó que su teoría fuera
psicológica, y sostenía que la sociología debía interesarse por el mundo
de las ideas o significaciones; pero, como hemos dicho, tenía presente
la experiencia real o hipotética de los individuos relativa a signifi­
caciones. Puede decirse, pues, que la teoría de Weber es esencialmente
psicológica, y que destaca de un modo especial los elementos racio­
nales de la conducta. Por el contrario, Pareto destacaba los aspectos
alógicos o irracionales de la conducta humana.
La aceptación de estas dos ideas directivas: qúe la sociología debe
ser una ciencia empírica y que debe formular una teoría de la acción
humana en sociedad, no constituye por sí misma una teoría sociológica
general. Sin embargo, las principales figuras de ese tiempo asentaron
sobre esas bases algunos sillares del edificio de esa teoría.
Quizás la aportación más importante fue el teorema de Pareto se­
gún el cual la sociedad es un sistema, un conjunto formado por partes
interdependientes y caracterizado por fuerzas internas que tienden a
restablecer el equilibrio levemente perturbado. En lenguaje menos pre­
ciso dijo lo mismo Cooley, iniciador del punto de vista orgánico (no
organicista) en el estudio de la sociedad. Pero estos autores enun­
ciaron la interdependencia y la integración del sistema social, pero
no las exploraron. Dejaron el estudio concreto a la generación si­
guiente de sociólogos, algunos de los cuales crearon una "escuela
funcional", y uno, Sorolcin, formuló una teoría de la integración
socio-cultural. (Véanse capítulos 17 y 18.)
Otra aportación importante fue el rapprochement de la sociología
y la etnología, o, más exactamente, la aplicación del método etnoló­
gico de investigación al estudio de la sociedad moderna. Este mé­
todo fue empleado por Thomas, quien fue asimismo uno de los pri­
meros sociólogos que comprendieron la fundamental importancia de
la cultura en la determinación de la conducta humana.
Finalmente, se formularon o redescubrieron muchos conceptos so­
ciológicos valiosos. Cooley, por ejemplo, especificó la naturaleza de
los grupos primarios, concepto que se ha convertido en parte normal
de la sociología contemporánea, así como numerosos conceptos rela­
tivos a ia formación de la personalidad que han influido mucho en
la psicología social moderna. Thomas y Znaniecki aclararon el sig­
nificado de la organización y la desorganización sociales y personales
y dieron definiciones precisas de los conceptos de actitud y valor.
Aunque en sentido un tanto diferente, los valores fueron también des­
tacados por Max Weber y por Durkheim en sus últimas obras (corres­
pondientes cronológicamente al período que examinamos).
Se^ hicieron importantes progresos metodológicos. Como hemos
advertido más arriba, el neo-positivismo y Max Weber asignaron res­
pectivamente un papel predominante o por lo menos importante en
sociología al método estadístico. Thomas (influido por el Dr. William
H ealy)1 puso en primera línea el método del estudio de casos par­
ticulares, reviviendo así una idea de Le Play. fefax W eber demostró
¿'1 arte de emplear el método semi-experimental, yTo secundó Thomas,
cuya defensa del uso de grupos de control en la investigación social
se basaba en consideraciones lógicas análogas. Por otra parte, Max
Weber sugirió el método un tanto discutible del experimento mental
e hizo explícita la operación llamada verstehen, que puede propor-

1 Individual DtHnijucni; A Textbook of Diagnosis and Prognosis (El delincuente


individual; texto de diagnóstico y pron4stico), por el D r. W . Hcaljr (Boston, Lítele
Broun and Co., 1 9 1 5 ), es considerado comúnmente como el primer libro norteamericano
basado en el método de estudio de casos particulares.
donar una respuesta a esta difícil pregunta: ¿En qué condiciones
puede considerarse como una proposición sociológica válida una gene­
ralización estadística? W$ber hizo también explícito un procedimiento
comúnmente empleado por los historiadores y los investigadores so­
ciales, consistente en utilizar tipos ideales o puros (método que había
sido anticipado por Comte). Por último, Thomas y Znaniecki, en su
fundamental estudio sobre El campesino polaco, hicieron uso en escala
sin precedentes de documentos humanos, entre ellos autobiografías,
cartas, informes sobre hechos, estimulando el empleo de esos mate­
riales en la investigación social.
Volviendo la vísta atrás, podemos ver cierta unidad en los es­
fuerzos de los sociólogos de comienzos del siglo x x , dirigidos a la,
creación de una teoría general de la sociedad. Pero esa unidad parci^
procedía de la analogía de las circunstancias, especialmente del am­
biente científico común a esos investigadores, y no de esfuerzos deli­
c a d a m e n te concertados. En realidad, esos .esfuerzos para formular
una teoría sociológica tuvieron entre sí tan pocas relaciones como los
de.Jos., primeros iniciadores de la disciplina. Por de pronto, aun la
influencia de las importantes obras examinadas en esta parte de nues­
tro estudio se limitó en gran parte a los países de origen. Una de las
razones de la falta de contacto entre los principales sociólogos de aquel
período, fue la violenta ruptura del mundo de la ciencia operada por
la catástrofe de la primera Guerra Mundial. No sólo barreras técnicas,
que fueron sólo temporales, sino obstáculos emocionales impidieron
la amplia circulación de las ideas a través del mundo occidental, tan
común hasta 1914. Además, los apremiantes problemas planteados
por la guerra y sus consecuencias apartaron la atención de las cues­
tiones teóricas para concentrarla sobre materias concretas. Sólo en
los tiempos más recientes, a partir de 1930, ha empezado a difundirse
la opinión de que es de la mayor importancia práctica la teoría
sistemática y comprobada.
Es un gran tributo rendido a los gigantes de la primera parte de
este siglo — Cooley y Thomas, Pareto y Weber (y Durkheim, aunque
de una etapa anterior de la actividad sociológica)— el que muchos de
sus enunciados orienten hoy el trabajo sociológico. Independientes
unos de otros en su tiempo, esos autores se acercan entre sí en las
convergencias del tiempo presente. Estudiaremos esas convergencias
en la quinta parte de este libro.
Q U IN T A P A R T E

CONVERGENCIA DE LAS TEORIAS SOCIOLÓGICAS


EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
N E O -P O SIT IV ISM O

Desde principios del segundo cuarto del siglo xx la sociología ha


progresado rápidamente tanto en los Estados Unidos como en la Eu­
ropa occidental. Algunas de las tendencias aparecidas con anterioridad
alcanzaron la madurez. Éste es el caso de la escuela neo-positivista,
que había sido anticipada en la última obra de Giddings, como vimos
en el capítulo I I ; de la sociología analítica, que se había originado
a fines del siglo X I X , según expusimos en los capítulos 8 y 9, y
había adquirido importancia en las obras de los más destacados soció­
logos de comienzos del siglo xx, cuyas opiniones presentamos en los
capítulos 12, 13 y 14; y de la sociología histórica, que se remonta
a Comte, Spencer y Danilevski, estudiados en los capítulos 2, 3 y 4,
y que a principios de nuestro siglo gozó de cierta boga a través de
la obra de Spengler, a la que nos hemos referido en la conclusión
de la cuarta parte de este volumen.
A esas antiguas tendencias se añadieron en los últimos decenios
aJgunas orientaciones nuevas en el campo de la investigación y de la
teoría; entre ellas son las más importantes la ecológica, la sociomé-
trica, la funcional, la institucional y la fenomenológica. Las corrientes
ecológica y sociométrica pueden considerarse como modificaciones,
quizás como especificaciones, de la escuela neo-positivista. El funcio­
nalismo ha sido tomado en gran parte de la antropología cultural, pero
puede presentar su ascendencia sociológica en las obras de Durkheim
y de Thomas (véanse capítulos 9 y 1 2 ). Las escuelas institucional y
fenomenológica se parecen en que creen que la sociología debe ba­
sarse sobre fundamentos filosóficos definidos; pueden descubrirse sus
comienzos en los primeros periodos, pero sólo en el segundo cuarto
del siglo x x han llegado a ser miembros importantes de la familia de
tendencias que constituyen la teoría sociológica.
Hay, además, en los tiempos más recientes de la actividad socio­
lógica, supervivencias de diversas tendencias que habían florecido en
periodos anteriores, pero que después habían decaído. Entre ellas
debemos mencionar el evolucionismo moribundo, el falso determi­
nismo económico, el contumaz monismo geográfico, y la estéril ten­
dencia "formal", desdichada renovación de la prometedora actitud
de Simmel respecto de la sociología analítica (expuesta en el ca­
pítulo 8 ) .
Así, pues, la teoría sociológica parece estar más dividida que
nunca, y en ciertos respectos ésa es la verdad; pero las relaciones
entre las diversas tendencias ya no son las mismas que a fines del
siglo x ix. Se han acumulado gradualmente conocimientos efectivos
sobre la realidad social y cultural. Además, lia sido aceptado un nú­
mero considerable de inferencias y generalizaciones, y las emplean
en la investigación la mayor parte de los sociólogos, aunque las dife­
rencias de expresión formal muchas veces oscurecen su acuerdo en
cuanto al contenido.
No obstante, las tendencias difieren ampliamente en lo relativo a
la elección de los métodos más útiles para obtener y ordenar cono­
cimientos empíricos, a los procedimientos adecuados para acrecen­
tarlos, y a los sistemas conceptuales que han de usarse como instru­
mentos de análisis. Pero aun en estos respectos, es manifiesta la
convergencia gradual de opiniones. Comparado con los tiempos de
lucha de las escuelas en el último cuarto del siglo X I X , el periodo
actual puede llamarse de convergencia, aunque compitan entre sí
diferentes estructuras de referencia.

George A. Lundberg

Quizás el más influyente de los neo-positivistas sea el profesor George


A. Lundberg (1 8 9 5 -), de la Universidad de Washington, donde
ha enseñado durante varios años. Lundberg ha sido miembro de varias
facultades del país, fue presidente de la American Sociological So-
ciety en 1943 y sigue publicando profusamente. La mayor parte de
sus escritos exponen vigorosamente sus puntos de vista "positivistas”.
¿Puede salvarnos la ciencia? (1 9 4 7 ) es una exposición popular de
sus ideas; su obra más importante hasta la fecha es Foundations of
Sociology (Fundamentos de sociología, 1 9 3 9 ).
Para Lundberg, toda ciencia, social o no, es esencialmente una
adaptación técnica. Toda investigación empieza con una tensión o des­
equilibrio de cierto tipo que experimenta el organismo investigador.
Es ésta una opinión que está de acuerdo con el espíritu del behavio-
rismo, puesto que evita toda referencia a hechos mentales. Además,
toda adaptación en la vida humana se aproxima a una situación de
equilibrio (o de probabilidad máxima), que es el estado de cosas
normal. Esta concepción parece estar de acuerdo con la teoría de la
ciencia natural contemporánea, por ejemplo, con la bioquímica.
Lundberg describe en los términos que siguen la "adaptación” par­
ticular que forma las ciencias sociales, incluida la sociología. Todos
los fenómenos de interés científico consisten en transformaciones de
energía (movimiento) en el cosmos físico. Todo "movimiento” se
realiza en el tiempo en un "campo de fuerza”, este último constituido
por el segmento del universo que, para fines de estudio, encuentra
uno conveniente o apropiado definir como simación. Esta formulación
está de acuerdo con la filosofía pragmática característicamente norte­
americana, mientras que el concepto de "campo", cuando se le aplica
a fenómenos sociales, es análogo a la "situación total" de la obra de
Thomas. Los movimientos (conductas) de los hombres — prosigue
Lundberg— que determinan su posición en las situaciones sociales
forman el contenido de las ciencias sociales. La sociología — con­
cluye— se diferencia de las otras ciencias sociales de acuerdo con la
fórmula de Sorokin, que hemos esbozado en el capítulo 1.
La conducta recíproca o interdependiente entre cualquier número
de componentes (entre ellos, los hombres) de una situación — dice
Lundberg— es interacción. La mayor parte de la interacción humana
implica Ja creación y uso de símbolos, y se llama comunicación. Los
dos tipos fundamentales de comunicación son la asociación y la diso­
ciación, distinción que recuerda la teoría de Simmel y de su escuela.
Los dos tipos fundamentales de comunicación denotan movimiento
de aproximación a una posición o de alejamiento de ella, y son aná­
logos a la atracción y la repulsión entre las partículas de un átomo.
Puede verse, pues, que el punto de vista de Lundberg respecto de
la teoría sociológica se basa en una doble analogía: con el principio
bioquímico del restablecimiento del equilibrio y con la teoría física
subatómica. Esta actitud es expresión de la tendencia de ciertos neo-
positivistas (y también de otros muchos autores), muy a la manera
de Spencer, a adoptar como modelos las teorías en boga de las ciencias
naturales.
Las tres raíces históricas del neo-positivismo, que examinamos en
el capítulo 11, están marcadamente manifiestas en la obra de Lund­
berg. Ya nos hemos referido a dos de ellas, el behaviorismo y el
pragmatismo. La tercera, como veremos más abajo, toma la forma de
operacionalismo, pero concede importancia especial al cuantitativismo.
En uno de sus primeros trabajos (1 9 3 6 ) escribió Lundberg que
la generalización científica es siempre y necesariamente cuantitativa.1
En un trabajo posterior condena la separación que suele hacerse entre

1 "Quantitative Methods in Social Psychology’’ ("L os métodos cuantitativos en la


Psicología Social") en American Sociologital Rcvicw, vol. i, p. 44.
métodos de estudio cualitativos y cuantitativos.2 En su conocido libro
de texto titulado Social Research (Investigación social), dice que "es
necesaria ia formulación cuantitativa para la descripción más exacta
que exige la ciencia”.3 Este libro insiste en la medición de actitudes
y en Ja construcción de "escalas" de actitudes para dicho fin. En este
respecto, niega Lundberg que la manipulación de unidades artificiales
de medida (basadas por lo general en ci acuerdo entre expertos)
difiera fundamentaJmente de la manipulación de unidades físicas in­
tercambiables, y sostiene que toda medida es "artificial”. Además, su
operacionalismo mantiene que la "actitud” (como la "inteligencia”,
la "opinión”, etc.) debe ser, para !os‘ fines científicos, definida como
aquello que es medido por esos instrumentos de investigación. Esta
idea se halla en aguda oposición con las de muchos sociólogos y otros
investigadores.
Las ideas de Lundberg sobre ia medición fueron discutidas en una
controversia con Paul Furfey, quien, en su artículo "Valué Judgements
in Sociology”, cita el hecho de que hay ciencias naturales no cuanti­
tativas, como Ja biología y la geología.4 Lundberg replicó que la
biología es esencialmente cuantitativa, ya que sus generalizaciones
descansan sobre numerosas observaciones confirmadas. Contestó Furfey
que la clase y el grado de cuantificación que Lundberg propugna en
sus escritos (y que aplica su discípulo Stuart Dodd) no es rasgo esen­
cial de toda ciencia. En una carta posterior Lundberg reiteró la opi­
nión de que las generalizaciones que constituyen las ciencias de la
biología, geología, etc., son resultado de la observación de muchos
casos y que ésta ha sido siempre su tesis fundamental en lo que se
refiere a la cuantificación en la ciencia. Creemos que en su crítica
final Furfey demostró convincentemente que Lundberg habla de cuan­
tificación en dos sentidos diferentes: primero, la ciencia es cuantita­
tiva puesto que se basa en múltiples observaciones, tesis débil que no
satisface los criterios formulados por Lundberg en sus principales
obras; segundo, Ja ciencia es cuantitativa porque sus resultados deben
expresarse cuantitativamente, posición sólida de Lundberg. Esta ma­
nera de razonar puede reducirse a un silogismo: puesto que toda cien­
cia es cuantitativa en el primer sentido, debe ser cuantitativa en el
segundo.
- "Operational Dcfioitions in thc Social Sciences” ("L as definiciones operativas
en las ciencias sociales” ) en The America» Journal of Sociology, vol. 47 <19-Í2) . p. 7 3 6 .
3 Segunda edición ( 1 9 4 2 ) , p. 24.
■i Este artículo apareció en la American Catbolic Sociological Review, junio,
1946 (vol. 8 ) ; la discusión subsiguiente apareció en Ibid., octubre 1946 y mar­
zo 1947 (vol. 9 ) .
Como hemos advertido más arriba, Lundberg considera el cuanti-
tativismo como casi inseparable del behaviorismo. Su oposición a la
introspección es franca: palabras como voluntad, sentimientos, fines,
motivos y valores — dice— son "el flogisto de las ciencias sociales”.
Sostiene que el canon científico de parquedad exige, por ejemplo, la
formulación de un solo principio para explicar todos los objetos que
corren, trátese de una hoja llevada por el viento o de un hombre
que huye de una muchedumbre que lo persigue.6
Merece señalarse que la firme actitud de Lundberg en apoyo del
behaviorismo no le impide considerar el estudio de los valores y
los ideales como tarca importante de la sociología. Define el valor
funcionalmente como aquello hacia lo cual se conducen las personas
para conservarlo o para aumentar su posesión de ello, o, negativa­
mente, como aquello hacia lo cual las personas reaccionan para dis­
minuir o evitar el "valor” en cuestión. Por otra parte, en una ocasión
define las instituciones como mecanismos que los hombres han creado
para conseguir o alcanzar sus fines primarios — y aquí vemos la in­
trusión del concepto probablemente acientífico de "fin”— . Lundberg
propone varios procedimientos empíricos para estudiar los valores y
las instituciones, prefiriendo particularmente cuestionarios sobre acti­
tudes informados por técnicas cuantitativas.
De acuerdo con Max Weber, dice Lundberg que la ciencia como
tal no puede o no debe formular juicios de valor; los enunciados mo­
rales y los científicos son irreductibles los unos a los otros. Y la socio­
logía debe ser una ciencia. Rechaza un análisis funcional de los va­
lores que descanse sobre su importancia para la supervivencia de los
individuos o de los grupos; pero, de un modo más bien inconsecuente,
deriva ios valores "del conjunto de la historia evolutiva y social”.
En su larga experiencia, "el hombre ha visto que ciertas formas de
conducta le son ventajosas en conjunto y a la larga, y que otras
conductas desventajosas desde el punto de vista de sus objetivos”.
Esto se halla de acuerdo con las ideas de Sumner; pero, en contraste

5 Este ejemplo (la hoja que vuela y el hombre que huye) lo tomó Lundberg
de la obra de R. M. Maclver. Maclver señala la diferencia cualitativa entre las rela­
ciones físicas y las sociales, actitud que l.undber# considera anticientífica. Esta discu­
sión, en que el ejemplo citado juega un papel principal, puede ser seguida consultando
Society: A Textbook of Sociology (L*i sociedad: texto de sociología), por R. M. Mac-
Iver, Nueva York, Rinehart and O )., Inc., 1957, pp. 4 7 6 -6 7 7 ; Foundations of So­
ciology (Fundamentos do Sociología), por G . A. Lundberg, Nueva York. The Mse­
millan Co., 1939. pp. 12-14; Causación social, por R. M, Maclver. México, Fondo
de Cultura Económica, pp. 2 5 1 -2 ; y Society: An introductory Analysit <lus sociedad:
análisis introductorio), por R. M. Maclver y C. H. Pajee, Nueva York, Rinebart and
Co., Inc., 1949, p. 628.
con el apóstol del laissez faire, Lundberg concluye: "La gran apor­
tación de la ciencia a la ética consistiría en proveer al hombre de un
registro y una interpretación más fidedignos de su experiencia”.6
El tercer componente de la sociología neo-positivista de Lundberg
es su insistencia en definiciones funcionales, lo cual, como hemos
visto anteriormente, está de acuerdo con su epistemología pragma­
tista. Según este punto de vista, los fenómenos son "objetivos” en la
medida en que se ajustan a los conceptos de acuerdo, corroboración
y predicción, adoptados como criterios. Por consiguiente, definiciones
a priori de "naturaleza esencial”, de "sociedad”, "cultura”, "institu­
ción”, etc., en opinión de Lundberg son manifestaciones de una ló­
gica aristotélica anticuada y científicamente inútiles. Según él, la pre­
gunta fundamental para la ciencia es: ¿Cuáles son las definiciones
más "útiles” de esos fenómenos? Ésas son, según cree él, las defini­
ciones funcionales que especifican los procedimientos u operaciones
empleados para identificar y medir los fenómenos estudiados. En con­
secuencia, para Lundberg el espacio es lo que es medido por la regla
u otros instrumentos; el tiempo, lo que es indicado, digamos, por un
reloj; la inteligencia, lo que es medido por las pruebas de cociente
intelectual.
Podemos preguntar: ¿La población humana es lo que es medido
por el censo? Por lo demás, ¿qué son esos instrumentos estandari­
zados: reglas, relojes, pruebas de "inteligencia”, etc.? Esos artificios
se han inventado para medir aspectos o fases específicas de !a realidad
total. Pero nosotros sostenemos que las definiciones conceptuales que
conducen a esos progresos técnicos tan útiles se forman de una ma­
nera no funcional.
No obstante, el operacionismo moderado realiza una tarea cientí­
fica esencial al exigir que las definiciones se refieren a atributos em­
píricamente verificables, trátese de cualquier clase de estudios cientí­
ficos. Pero en la forma extrema en que lo definen Lundberg y
ciertos individuos de su "escuela”, el operacionismo o funcionalismo
tiene por consecuencia dar una forma tosca e incómoda a proposi­
ciones bien conocidas y sobre las cuales ya no se discute.
La vigorosa adhesión de Lundberg a la cuantificación, el behavio­
rismo y el funcionalismo, distingue un número impresionante de
artículos, en menor grado sus libros de texto titulados Técnica de la

6 "Can sciencc ctliics?" (¿Puede la ciencia hacer válida a la ética*’? ) en


Bullen» o} tbe American Associalion of Umversity Professort, vol. 3 6 ( 1 9 5 0 ) , pp.
274-75.
investigación social y Sociology (Sociología 1 9 5 4 ), y de manera es­
pecial los primeros capítulos de Fundamentos de sociología. Pero,
como han observado algunos críticos, la mayor parte de Fundamentos,
su obra sistemática más elaborada, difiere muy poco de otros tratados
generales de sociología. Así, cuando trata de "dinámica social”, de
grupos sociales y de cambios sociales, hace frecuente uso de aporta­
ciones de escritores (¿precientíficos?) como Sumner, Veblen, Cooley,
Park, Mead, Thomas y Sorokin. Esto quiere decir que Lundberg,
como ia mayor parte de los sociólogos con témpora neos, admite y
emplea gran diversidad de orientaciones de su disciplina, de acuerdo
con la característica general de nuestro tiempo, consistente en la con­
vergencia de las teorías sociológicas. Además, como ha dicho Furfey,
su amigo y contrincante intelectual, "Lundberg es uno de los muy
pocos sociólogos norteamericanos que ha procurado exponer sus defi­
niciones, sus postulados y sus métodos franca y claramente y atenerse
a ellos de un modo consecuente”.7

Stuart C. Dodd

El segundo representante destacado del neo-positivismo extremo es


el profesor Stuart C. Dodd, que fue durante algunos años colega de
Lundberg en la Universidad de Washington. Antes de la segunda
Guerra Mundial, Dodd había enseñado y dirigido extensas investi­
gaciones en el Medio Este, donde elaboró también los principios que
incorporó a su obra más importante, titulada Dimensiones de la so­
ciedad, 1942. Según Lundberg, este libro desarrolla las "implica­
ciones metodológicas" de su propia posición teórica y viene, pues, a ser
un compañero de sus Fundamentos de sociología.
Según Dodd, el propósito de Dimensiones es formular una teoría
cuantitativa sistemática de ia sociedad. La teoría se llama teoría-S,
donde el símbolo S quiere decir situación. Las situaciones — explica
Dodd— pueden descomponerse en cuatro clases de componentes:
tiempo; espacio, que es común a todas las ciencias; población, que
se encuentra en toda clase de fenómenos sociales; y finalmente, carac­
terísticas de las personas o de su medio, constituyendo este último una
categoría residual que comprende "todo lo demás”. Tal como la de­
fine Dodd, la clasificación es exhaustiva: nada puede escaparle. Para
designar esos cuatro componentes, Dodd emplea los símbolos T
(tiem po), L (espacio), P (población) e I (indicador). El indicador

7 Paul Furfey, en American Oitholic SocioJogicul Rci'ieu’, vol. 9 , marzo, 1947, p. 4 8 .


puede, por definición, representarlo casi todo, por ejemplo, la filo­
sofía budista, el ruido de la ciudad o la extensión del deseo humano.
Estas designaciones simbólicas representan el primer paso en el
procedimiento de Dodd. El segundo paso adscribe a toda situación
social una "fórmula cuántica", formada por los cuatro símbolos fun­
damentales y exponentes. Si, en una situación concreta, falta uno de
los componentes básicos o no es mensurable, el exponente es cero,
lo cual, según los principios algebraicos, convierte toda magnitud
en 1. En otros casos, los exponentes — 1, 2, 3, ” 1 y ~ 2 — se em ­
plean de la manera que indican los siguientes ejemplos:

L° — situaciones que no incluyen espacio, L1 = las que incluyen lí­


neas, L2 = las que incluyen superficie, L¿ — las que incluyen volu­
men. T 0 = no incluido tiempo; T 1 = duración; T ‘l = cambio;
T'2 = aceleración. P° = sin población; P1 = plurels; P2 — grupos.
/üd = clase de cosas llamadas dólares; /°t> = cociente intelectual de
un individuo; /" = características cualitativas; I'2 = características
relacionadas entre sí.

Según esas indicaciones se elaboran las fórmulas cuánticas. Por


ejemplo, una fuerza social se simboliza como T'2 I P porque, proba­
blemente, comprende aceleración, ausencia de espacio y una pobla­
ción, característica peculiar a cada fuerza particular. Dodd insiste en
que con este tipo de formulación señala el camino para la cuantifica-
ción de las características cualitativas. Estas últimas son tratadas como
si su magnitud fuera 1.
Una fórmula cuántica puede transformarse en un número cuán­
tico simplemente formando una cifra de cuatro dígitos que repitan
los exponentes de la fórmula cuántica. Con fines de simplificación,
si — 2 es sustituido por 8 y — 1 por 9, la fórmula cuántica de " fuer­
za social” se convierte en el número cuántico 8011. Dodd cree que
todas las situaciones sociales que pueden simbolizarse con el mismo
número cuántico deben tener "algo” común.
El tercer paso del procedimiento de Dodd es el establecimiento
de una "matriz interrelacional”, donde la palabra matriz es el nom­
bre matemático de una ordenación de números en hileras y colum­
nas. Se pretende que esta técnica es la más adecuada para describir
un grupo social. Así, en cada célula, compuesta por la intersección
de una hilera y una columna, aparecería una magnitud observada de
un indicador (por ejemplo, la actitud positiva o negativa de una
persona hacia otra). l a matriz puede ser tri-, cuatri- o quinti-dimen-
sional, posibilidades fuera del alcance de la representación gráfica
convencional.
Esta exposición de la teoría S la hace parecer meramente un sistema
de clasificación. Pero Dodd sostiene que la teoría tiene usos analí­
ticos y proféticos. Cree que la aplicación de la matriz interrelacional
puede contribuir grandemente a mejorar las definiciones funcionales
de conceptos como intragrupo, extragrupo, aislamiento, contacto, in­
teracción, jefes, estrellas, plurel, grupo, comunidad, proceso econó­
mico, control social y así sucesivamente. Por ejemplo, una columna
de grandes cifras cuando el indicador celular es de prestigio señala
una estrella, y se hace mensurable el grado de esa cualidad; mientras
que si la hilera y la columna correspondiente contienen grandes
cifras, queda identificado un jefe. La matriz de interpelación permite
definir con exactitud un grupo, mientras que una serie de tales ma­
trices, una para cada característica poseída en común, define una co­
munidad. La exploración de fórmulas cuánticas en células desocupadas
nos permite predecir propiedades de situaciones aún no observadas,
tal como la tabla periódica de elementos le permitió a Mendeleyev
predecir las propiedades químicas de elementos aún no aislados.
Pero esas supuestas ventajas de la teoría-S sólo pueden conseguirse
si el sociólogo se limita estrictamente a definiciones funcionales. Se­
gún Dodd, una definición es "funcional” en la medida en que espe­
cifica el procedimiento para identificar o generar el fenómeno en
cuestión y vence la prueba de veracidad. Mientras la primera parte
de la definición es análoga a la formulación de Lundberg, el segundo
requisito se refiere al grado de acuerdo entre las observaciones suce­
sivas del mismo fenómeno empleando la misma definición funcional.
Ese grado de acuerdo debe medirse estadísticamente, lo cual, para
Dodd, es condición necesaria de todo enunciado científico.
Observa Dodd que su manera de presentar Ja teoría-S puede pare­
cer sobre todo un ejercicio de deducción. Pero insiste en que la teoría
nació de una gran cantidad de estudios inductivos. El procedimiento
inductivo es invocado por la selección de conceptos básicos relativos
a situaciones sociales de entre numerosas monografías y textos socio­
lógicos, y por la asignación a ellos de fórmulas cuánticas. Únicamente
el 13 por ciento de los conceptos que aparecen en esas fuentes no son
adecuados para una presentación simbólica (entre ellos el concepto
de "realidad”, que el autor considera irreal). Pero, según nos dice,
pudo traducir a sus fórmulas cuánticas 1 600 relaciones sociales esco­
gidas en los campos más diversos.
Dodd pretende que su teoría es amplia, fidedigna, precisa, austera
y fructífera. Es amplia por su categoría residual abierta, que designa
con el símbolo I "todo lo demás". Es fidedigna, como lo demostró el
hecho de que las clasificaciones hechas por dos estudiantes cuidado­
samente preparados coincidieron con las de su mentor. Se supone que
es precisa, porque se expresa en conceptos y símbolos funcionalmente
definidos. Y se la considera austera porque sólo se emplean dieciséis
símbolos: cuatro para los componentes básicos; cuatro para las opera­
ciones aritméticas; otros cuatro para la agregación, la clasificación
crucial, la correlación y el exponente; y los cuatro últimos para repre­
sentar el número y la naturaleza de las clases, los intervalos entre
las clases y los casos. Pero la parquedad así obtenida es, a lo que nos
parece, ilusoria. El símbolo residual I es usado con un gran número
de "prescriptos’' y de "posteriptos”, necesarios para concretar las "ca­
racterísticas”, por ejemplo, como advertimos más arriba, para dife­
renciar la filosofía budista del ruido de la ciudad y de la extensión
de un deseo humano. Pero es preciso señalar que no hay más justifi­
cación para ejecutar operaciones matemáticas con el símbolo I do­
tado de varios prescriptos y posteriptos, que la que hay en aritmética
para sumar el número de metros que separan dos puntos y el nú­
mero de paquetes que se llevan de uno a otro. El mismo Dodd reco­
noce que la fecundidad de su teoría sólo quedará demostrada después
que muchos sociólogos hayan empleado su sistema durante algún
tiempo y hayan acumulado material abundante. Es digno de notar que
durante los años transcurridos desde la publicación de Dimensiones de
la sociedad, no han aparecido muchos trabajos con esa orientación.
En artículos posteriores, especialmente en “The Transact Model”
("Transacción modelo") Sociometry and tbe Science of Man (La so­
ciometría y las ciencias del hombre, vol. 18, 1 9 5 6 ), Dodd ha susti­
tuido su cuádruple clasificación de los componentes de situaciones
por una séxtuple, en que los nuevos elementos son conducta o acción
(A) y objetos de valores (V). La teoría, llamada ahora “teoría de
transacción ’, abarca, según Dodd, la conducta probable y los valores
de las personas en un contexto de tiempo, espacio y otras circunstan­
cias, y ha sido aplicada por su autor al esntdio experimental de la di­
fusión de mensajes. Se muestra muy satisfecho de que los resultados
hayan comprobado sus predicciones teóricas; pero la hipótesis some­
tida a prueba no se derivaba de su "fórmula dimensional”, que
se limita a llamar la atención sobre las preguntas: ¿Quién? ¿Qué
hace? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué y cómo?
El ala matemática del neo-positivismo

Entre los neo-positivistas, Lundberg y Dodd probablemente son los


más sistemáticos y claros. Pero el neo-positivismo o algunas de sus
manifestaciones tienden a dominar el escenario de la sociología nor­
teamericana actual. A esta conclusión lleva el examen de la forma y
contenido de los artículos que aparecen en las principales revistas
sociológicas del país. Pero son escasos los rasgos teóricos en la obra
de la mayoría de los colaboradores cuyos escritos e investigaciones se
ajustan a este criterio. Merecen atención especial los escritos de tres
profesores cuyas obras ofrecen considerable desarrollo teórico. Estos
autores son George K. Zipf, Nicholas Rashevsky y Uorncll Ilart,
todos ellos pertenecientes al ala matemática del neo-positivismo.
La obra de Zipf se dirige a "integrar teóricamente cierto número
de mediciones sociales” y a ofrecer “una penetración considerable en
los resortes de la conducta humana” considerada como fenómeno
puramente natural. La obra descansa sobre un postulado tomado del
razonamiento matemático, postulado que se supone que "gobierna la
conducta de los individuos y del grupo colectivo”, y está apoyado
por material empírico que probablemente corrobora esc razonamiento.
La teoría de Zipf está expuesta en el volumen titulado Human Beha-
vior and tke Principie of Least Effort (La conducta humana y el prin­
cipio del esfuerzo mínimo, 1 9 4 9 ), que lleva el engañoso subtítulo
de "An Introduction to Human Ecology”. El carácter "ecológico” de
este libro se encuentra en el tipo de problemas concretos que trata
más bien que en la metodología del autor. (Véase un examen de
la teoría ecológica en el capítulo 16.)
El postulado que sirve de fundamento a la teoría de Zipf es el
"principio del menor esfuerzo”. Este principio dice, en forma simpli­
ficada, que en situaciones que permiten elegir conducta, ios hombres
eligen los procedimientos que tienen por consecuencia "el promedio
mínimo de trabajo probable”. En otras palabras, los seres humanos
tienden a reducir al mínimo el gasto de energía, no con respecto de
las tareas inmediatas, sino más bien en relación con el promedio
de trabajo requerido para alcanzar sus metas. Así, por ejemplo, los
hombres construyen carreteras o túneles porque de ese modo reducen
al mínimo la cantidad de trabajo que probablemente habrán de em­
plear en los transportes.
Este principio es aplicable a la distribución de la gente en di­
versas comunidades. La población puede distribuirse de una de las
dos maneras siguientes. Primero, las personas pueden preferir vivir
en numerosas pequeñas comunidades cada una de ellas próxima a las
fuentes de materias primas, como suele ocurrir cuando son pocas
las clases de materias primas. Los hombres prefieren eso a causa de la
"fuerza” de la diversificación de su habitat. Por el contrario, la pobla­
ción puede* concentrarse en un pequeño número de grandes centros,
lo cual ocurre cuando el número de tipos de materias primas es grande
y es esencial el transporte a los lugares de trabajo; en este caso la
economía de trabajo se manifiesta reduciendo al mínimo los esfuerzos
realizados para llevar hasta los consumidores los artículos acabados.
La fuerza que actúa detrás de esta segunda preferencia se llama "uni­
ficación’'. Zipf reconoce que en la actualidad no se conocen métodos
que permitan a los investigadores calcular la magnitud absoluta de
esas dos fuerzas. Pero la razón entre sus magnitudes puede ser empí­
ricamente establecida, según él cree, de un modo que vamos a ex­
poner brevemente.
Según Zipf, el efecto de las fuerzas de diversificación y unificación
(ambas derivadas del principio dei mínimo esfuerzo) obliga a ios
hombres a reunirse en comunidades de un tamaño preestablecido. El
tamaño de cada comunidad formada en una gran superficie, tal como
una nación, se expresa por la fórmula.8

donde Pn representa la población de la comunidad que ocupa el lu­


gar n en la lista, P es la población de la mayor comunidad del país,
y q la razón de la magnitud de la fuerza de unificación dividida
por la fuerza de diversificación. La fórmula puede expresarse también
de la siguiente manera:

P P P P
C = — + — + — + ... + —
m 2q 3q nq

donde C representa la población total del territorio y los otros sím­


bolos tienen el mismo significado que en la fórmula anterior. Esta

8 Esta fórmula y la siguiente están presentadas con algunas simplificaciones y coa


cienos cambios en los símbolos.
fórmula es de! tipo que se llama en matemáticas “serie armónica
generalizada”.
Las magnitudes teóricamente previsibles de los tamaños de las co­
munidades pueden representarse gráficamente. Zipf aplica este pro­
cedimiento a las poblaciones de las 100 zonas urbanas mayores de los
Estados Unidos, con arreglo al censo de 1940, y encuentra que Jas
posiciones de los puntos que corresponden en su gráfica a esas pobla­
ciones están muy cerca de una línea recta inclinada 4 5 ° respecto de
la horizontal. Este resultado significa que en este país las dos fuerzas
de unificación y d{versificación son casi iguales.
Zipf prosiguió su análisis ''prediciendo" el número y diversidad
de establecimientos de servicio, de fabricantes y de comercios por
menor en las ciudades de los Estados Unidos según su población. Los
números varían en la razón de la cuantía de la población, la diver­
sidad en la razón de sus raíces cuadradas. También "predice" Zipf
la magnitud de los grandes ingresos, el número de empleados de tiem­
po completo y el total de las nóminas de los establecimientos de ser­
vicio, cuando estos establecimientos están dispuestos en orden decre­
ciente de su personal. Zipf volvió a calcular los datos recogidos por
otros relativos a la circulación de periódicos, número de viajes, en­
tregas por tren expreso, las distancias que median entre las residen­
cias de personas que solicitan licencias para casarse, y movimientos
residenciales, siempre con resultados aparentemente satisfactorios para
el autor de este procedimiento matemático.
Pero cuando aplica sus fórmulas a otros países, encuentra dificul­
tades. Declara zonas de "equilibrio inestable” a Alemania, Austria-
Hungría, la Comunidad Británica y Europa en conjunto, porque no
se ajustan a su sistema. La mayor dificultad aparece cuando Zipf trata
de la desmembración del imperio austro-húngaro después de la pri­
mera Guerra Mundial. Poblaciones que pudieron haber encajado en
su fórmula matemática antes de la desmembración, ya no lo hacen
después. Zipf "explica" esta dificultad del modo siguiente: "Muchas
personas reprimidas se separaron del imperio para fundar países inde­
pendientes, resucitando neuróticamente culturas que habían perdido
toda significación económica efectiva hace siglos",9 y lo hicieron en
el siglo xx, cuando (de acuerdo con sus teoremas) las naciones iban
a aumentar de tamaño y a disminuir en número. No intenta el
autor aplicar su fórmula a la población del imperio ruso, por ejem­
plo, que se distingue por una enorme diferencia entre el tamaño de
9 Op. cit., p. 42 9 .
la segunda y tercera de las grandes comunidades, ni a Francia, don­
de la ciudad que sigue en importancia a París es cinco veces menor
que la capital, y la que sigue es sólo el 40 por ciento más pequeña que
la segunda. Estos casos — y quizás otros muchos— difícilmente pue­
den encajar en el sistema matemático de Zipf.
Una fuente de dificultades para Zipf es que el "principio del mí­
nimo esfuerzo” supone que los hombres obran siempre racionalmente
y que de acuerdo con él pueden analizarse sus tipos de conducta. Esta
suposición ha coloreado la teoría social por 150 años o más, de ma­
nera sumamente clara en la economía política clásica; pero repre­
senta una curiosa anomalía en el análisis actual de la conducta hu­
mana.
Por otra parte, la obra de Zipf revela una especie de "obsesión
matemática”; el autor parece dar por sentado que fenómenos muy
complejos deben, por cierta necesidad interior, obedecer a una fórmula
matemática sencilla. La probabilidad de semejante coincidencia po­
demos calcular que es aproximadamente la misma que ofrece la espe­
ranza de que la línea del cielo que uno admira en los Alpes o en las
Rocosas siga una curva matemática.
En obras del tipo de Human Bebavtor, de Zipf, no podemos espe­
rar hallar respuestas a las interrogaciones básicas de la teoría socio­
lógica, salvo quizás a la cuestión relativa a los determinantes funda­
mentales de los fenómenos sociales. Parece que la teoría de Zipf
supone que el estado de la sociedad está determinado por el juego
de una ley matemática. Sin embargo, su obra se distingue acá y allá
por "respuestas” a preguntas relativas a la sociedad y a las relaciones
entre la sociedad y el individuo. Así, leemos que "la sociedad hu­
mana puede ser considerada como un campo que influye en los miem­
bros individuales y es influido por ellos. . . ’'.10 Y también: "El sis­
tema social es un grupo de individuos que persiguen cooperativamente
finalidades iguales por medio de procedimientos iguales, en el su­
puesto de que todos rinden la misma cantidad de trabajo y reciben
la misma recompensa, con un mínimum de trabajo”.11 Creemos que
es éste un supuesto que no tiene nada de realista.
La preocupación matemática de Zipf es superada por Rashevsky
en su Matbematical Theory of Human Relations ( 1 9 4 7 ), obra que
citamos aquí únicamente a título de ejemplo de esta orientación. Pero
Rashevsky sabe muy bien que, por el momento, el tratamiento máte­
lo Ibid., p. 347.
11 The Hypothesis of the Mínimum Equation*’ ("L a hipótesis de li ecuación m í­
nima” ) , por G. K . Zipf, en American Sociological Rwicw, vol. 12 ( 1 9 4 7 ) , p. 6 2 7 .
marico de fenómenos sociales complejos sólo es posible para casos
y situaciones imaginarios y extraordinariamente simplificados. En
otras palabras, lo que se explora matemáticamente son construcciones
mentales que, en contraposición con el ideal de los tipos puros de
Max Weber, están constituidas por características inevitablemente di­
ferentes de las que pueden observarse en la vida social. No obstante
esta reconocida limitación, el análisis que Rashevsky hace de tales
construcciones a veces da por resultado sistemas de ecuaciones que
son matemáticamente insolubles. AI contrario que en la obra de
Zipf, en la de Rashevsky no hay postulado central.
También es adepto del postulado del orden matemático en la vida
social Hornell Hart, profesor de sociología en la Duke University.
Mientras que Zipf y Rashevsky tratan matemáticamente fenómenos
de “estática social”, Hart, por el contrario, intenta dar expresión
matemática a una teoría de dinámica social. No basa, como Zipf, su
obra en un solo postulado, sino que trata de unificar numerosos
resultados hallados por él y por otros investigadores. Dice, por ejem­
plo, que estudios diferentes en el campo de la población, informacio­
nes sobre el número de inventos y patentes, de records de velocidad,
de extensión de los imperios, etc., demuestran que tales fenómenos
pueden ser expresados por una curva logística adecuada. Así, en dife­
rentes campos dp cambios sociales y culturales hay, después de un
comienzo lento, una aceleración, después una declinación y un lento
descenso, todo de acuerdo con una fórmula matemática exacta. Otros
procesos, como el número de inventos tecnológicos, y en especial
el aumento de poder destructor de los explosivos, siguen otra curva
(la llamada ''curva Ioglog”), la cual, a diferencia del tipo temporal
precedente, no muestra declinación ni retardo; en otras palabras,
continúa la aceleración hasta que se alcanza el límite físico.
Mientras otros expositores de teorías matemáticas se contentan
frecuentemente con fórmulas y leyes matemáticas, Hart, como si si­
guiera el consejo de Max Weber, procura descubrir por qué es pro­
bable que en la vida social se obtengan ciertas curvas. Ejemplo de
ese esfuerzo es su explicación general de "la aceleración del des­
envolvimiento de la cultura”: el progreso cultural ha dependido de
invenciones, es decir, de combinaciones nuevas de viejos elementos
culturales. Cuanto mayor es el número de unidades culturales, mayor
es la posibilidad de invenciones. Así, se encontrará una tendencia
general a la multiplicación geométrica de las invenciones. Pero Hart
sabe que en los cambios culturales hay retrocesos, los cuales son
interpretados como supervivencias de elementos mal integrados en el
conjunto de la cultura. Señala la tendencia (que no explica) de los
agentes destructores a aumentar en eficacia con una aceleración que
adelanta a Ja de cualquier otro tipo de cambio cultural. Hart niega
la posibilidad de explicar la conformidad de ciertos procesos sociales
con curvas matemáticas como cosa de puro azar, y pretende que de­
trás de la logística y de otras tendencias hay algo presente a la manera
de leyes subyacentes.12
Pero las leyes de ia naturaleza son siempre proposiciones hipoté­
ticas del tipo "si A, después B ”. Por ejemplo, una ley demográfica
que dice que el crecimiento de la población sigue la curva logística,
requiere que se enuncien las condiciones en que comienza el movi­
miento ascendente, así como la explicación de las circunstancias en
que se "rompe” la curva logística. Puede observarse que el mismo
Hart registra varios casos de este último tipo. Nosotros sostenemos
que ningún razonamiento matemático como tal puede dar el cono­
cimiento de esas condiciones.
Mientras Zipf y Rashevsky por lo general descuidan el aspecto
funcional del neo-positivismo, Hart no; j>ero su defensa del "método
funcional" es cauta y reflexiva. Este método — dice Hart— "consiste
en enunciar de un modo verificable las observaciones y operaciones
específicas por medio de las cuales han de presentarse, identificarse
o medirse variables, y en determinar, con la mayor aproximación po­
sible, las series específicas de operaciones selectivas y causales por
medio de las cuales pueden modificarse las variables en direcciones
deseadas, el grado en que las variables pueden ser controladas y los
márgenes de error probablemente implícito en las conclusiones pre­
cedentes”.13 La mayor parte de los sociólogos indudablemente se­
guirían estas aseveraciones como principio orientador en investiga­
ción empírica.
Por otra parte, Harc no es un "determinista matemático” a la
manera de Zipf. Ha estado de moda — declara— "hablar de deter­
minismo tecnológico”. Pero "la Revolución Industrial tuvo sus raíces
en una serie de inventos que, a su vez, tenían las suyas en ideas ante­
riores. La tecnología misma ha sido conceptualmente determinada.
Si queremos controlar la dirección de la evolución cultural, no debe­
mos dejarnos persuadir por la idea de que la tecnología es la causa

12 "Logistic Social Tronds" ("Tendencias logísticas sociales” ) en American Journal


of Sociology, vol. 50 ( 1 9 4 5 ) , p. 350.
13 "Operarionísm in SocioloRy nnd Psychology” ( " E l operaciónismo en Sociología
y Psicología"), manuscrito inédito, p. 3.
primera de todo”.14 El remedio contra los peligros que representa el
advenimiento de la Edad Atómica, cree Hart que se encuentra en
el rápido desarrollo de la ciencia social, en lo cual coincide con Lund­
berg. Puede dudarse que dicho desarrollo resultara completamente
eficaz; pero al sugerirlo así, Hart se sitúa entre los sociólogos que
creen que el hombre no es un mero objeto movido por procesos so­
ciales impersonales, y no su dueño en cierto grado. No es sorpren­
dente, pues, que Hart se dé plena cuenta de que su ascendencia so­
ciológica se remonta a Comte, quien esperaba formular una ciencia
empírica de la sociedad para salvar a Ja humanidad del desastre.

William F. Ogburn y F. Stuart Chapin

La preocupación por las "altas matemáticas” distingue la obra de sólo


algunos de los sociólogos que incluimos en el grupo neo-positivista.
La mayor parte de los investigadores de este grupo no son matemá­
ticos; pero todos insisten en la necesidad de medir los fenómenos
sociales siempre que sea posible y en el papel fundamental del análisis
estadístico en la investigación social. La mayor parte de ellos tam­
bién señalan la importancia de crear técnicas de investigación empírica
y se inclinan al escepticismo en cuanto a las teorías sociales de ‘'bu­
taca” o gabinete. Estos rasgos caracterizan los escritos de los neo-
positivistas moderados, incluidas las importantes aportaciones de los
profesores William F. Ogburn, de la Universidad de Chicago, y
F. Stuart Chapin, de la de Minnesota. Debe advertirse que Ogburn
y Chapin recibieron sus grados doctorales en la Columbia University
al empezar el segundo decenio del presente siglo, cuando era allí la
figura predominante Giddings, precursor del neo-positivismo contem­
poráneo (como se dijo en el capítulo 1 1 ).
Solo o en colaboración con otros investigadores, Ogburn había
realizado un impresionante número de estudios sobre fenómenos so­
ciales, caracterizados especialmente por la determinación de coefi­
cientes de correlación entre sus diversos aspectos, concediendo par­
ticular importancia a las materias tecnológicas y económicas. The
Social Efjects of Aviation (1 9 4 6 ), obra bien conocida de Ogburn,
lo acercó al ala matemática del neo-positivismo más que sus obras
anteriores. Uno de los temas de ese libro es la necesidad de crear mé­
todo- con los cuales predecir de manera fidedigna las manifestaciones
sociales futuras.
H “Social Science in the Atomic Crisis ("L a ciencia social en la crisis atómica'’) ,
en Journal of Social hsues, Serie de Suplementos, núm. 2, abril, 1949, pp. 13-14.
Pero la aportación mayor de Ogburn a la teoría sociológica está
contenida en su obra anterior, Social Chango ( 1 9 2 3 ), que apareció
simultáneamente con los últimos escritos de Giddings y antes de las
recientes formulaciones de los neo-positivistas más extremosos. Puede
considerarse Social Change como un preludio a las aportaciones pos­
teriores de Ogburn en estilo neo-positivista, preludio importante y
bien meditado que afectó de modo importante al pensamiento socio­
lógico posterior.
Se atribuye a ese libro el haber reemplazado la expresión “evolu­
ción social" por "cambio social”. En una edición de él aparecida en
1950, Ogburn destaca este punto y explica la elección del título por
su interés en superar el evolucionismo psicológico, que aún era po­
deroso en la fecha en que escribió su libro. También se considera a
éste en ocasiones como el primer estudio sociológico que empleó
sistemáticamente el concepto de cultura referido a "los productos
acumulados de la sociedad humana”.16 Pero esto es discutible, ya que
Thomas empleó la palabra "cultura” en ese sentido muchos años antes
(véase capítulo 1 2 ), aunque no de un modo tan consecuente como
Ogburn.
Entre las varias generalizaciones teóricas que contiene el libro
acerca del cambio social y cultural (Ogburn no expone claramente las
relaciones que hay entre los dos), una en particular ha atraído la
atención y provocado muchas críticas: la hipótesis del retraso cultu­
ral. (El autor afirma en la edición de 1950 de Social Change que esa
hipótesis no es de ningún modo fundamental en su obra.) Dicha hi­
pótesis es interpretada a veces como una expresión de determinismo
económico o tecnológico, interpretación que Ogburn niega explícita­
mente.18
La hipótesis del retraso cultural parte del hecho de que una gran
proporción de la herencia social del hombre es cultura material. Para
hacer uso de ésta, son necesarios reajustes culturales, que Ogburn llama
cultura adaptativa. Los cambios en la cultura material preceden a los
cambios en la adtura adaptativa; no pueden operarse reajustes antes
de que hayan ocurrido los cambios que los reclaman. Pero las viejas
costumbres (parres de la cultura adaptativa anterior) persisten, pro­
duciendo "retrasos” que pueden ser sumamente perjudiciales. De ahí
— y en esto es en lo que se revela la posición neo-positivista del autor—
que haya que medir en cada caso el grado de retraso y la gravedad
Cf. Culture (Cultura. 1952), por A. L. Krocbcr y C. Klucfchohm. p. 15.
16 Para una interpretación reciente en esc sentido y una crítica de la teoría del
retraso cultural, véase Socisty . . por Maclver y Page, pp. 574 ss.
de la inadaptación. Este cálculo es el más importante, porque la cul­
tura adaptativa está conectada con otras parres de la cultura y pueden
ramificarse a través del orden social las tensiones sociales que reflejan
retrasos culturales. Así, muchos problemas tienen sus raíces en la
relativa lentitud del cambio de Ja cultura adaptativa: el retraso de
la legislación protectora de Jos obreros en relación con el desarrollo
del sistema fabril, el retraso de las medidas legales para la represen­
tación política en relación con los cambios de la población, quizás
hoy el retraso de la descentralización de las ciudades en relación con
el desarrollo de las armas nucleares, y así sucesivamente. Esta inter­
pretación de los problemas sociales ha sido empleada por muchos
sociólogos y otros investigadores, siguiendo la formulación original
de Ogburn, y del modo más extenso por Barncs.
La teoría del retraso cultural, como algunos investigadores han
observado, suscita las siguientes preguntas: "¿Qué retrasos en rela­
ción con qué?” y "¿La cultura material va siempre por delante de la
no material?". Ogburn ha tenido cuidado en evitar respuestas estricta­
mente unilaterales, y en la primera edición de Social Change sostiene
que puede haber cambios en Ja cultura no material, y aun en la adap­
tativa, aunque no haya cambiado la cultura material. En la última
edición, la hipótesis del retraso cultural está expuesta con especial
cautela; se reconoce la importancia de las invenciones en todas las
partes de la cultura y se destacan sus consecuencias ramificadas. Esta
actitud no debe ser interpretada como determinismo económico o tec­
nológico. En lo que más bien insiste Ogburn es en la necesidad de
medir los "retrasos” y sus consecuencias.
El otro neo-positivista moderado cuyas opiniones estudiamos aquí, F.
Stuart Chapin, ha dedicado su libro más importante a las Contem-
porary American Institutions (Instituciones norteamericanas contempo­
ráneas, 1 9 3 5 ). En él plantea la cuestión de cómo pueden describirse
y definirse las instituciones sociales de un modo más preciso que con
el lenguaje popular. Para Chapin, las instituciones son esencialmente
tipos de conducta humana: redes de reacciones condicionadas, de
hábitos individuales y de actitudes. El estudio de las instituciones es
difícil porque son invisibles las conexiones en que consisten; no son
diferentes de las fuerzas invisibles que están en la base del universo
visible de las cosas materiales. Vuelve a manifestarse aquí la tendencia
del neo-positivismo a apoyarse en las ciencias naturales.
Un método para definir las instituciones de manera más precisa es
el simbolismo gráfico. Muchas páginas de la obra de Chapin están
ocupadas por gráficas que el autor cree que ayudan a percibir tipos
de relaciones invisibles. Pero esas relaciones también tienen que ser
medidas. En sociología, dice pesarosamente Chapin, son aún extrema­
damente escasos los estudios de fuerzas sociales comparables a las
investigaciones en ciencias físicas que utilizan unidades de peso.17
Cree él que la causa de esta situación es que el problema estudiado
consiste en actitudes psicológicas, en reacciones condicionadas, en
acciones recíprocas y en rasgos culturales. El sociólogo tiene que in­
ventar unidades e instrumentos uniformes de medida; esto hará a los
fenómenos institucionales más aptos de lo que son ahora para el
registro y la comunicación exactos. En consecuencia, durante algunos
años Chapin y sus alumnos han ideado numerosas escalas para medir
diferentes formas de "conducta institucional’', por ejemplo, la posición
social, los efectos de la vivienda, el ambiente familiar y la "per­
sonalidad”.18
A los procedimientos del simbolismo gráfico y de la medida por
escalas Chapin ha añadido otro que él llama experimental, pero que,
cuando más, es semi*experimental. La idea básica de este procedi­
miento, tal como aparece expuesto en Experimental Design in Social
Research (El diseño experimental en la investigación social, 1 9 4 7 ),19
es la de emplear la lógica del experimento de laboratorio. En su la­
boratorio, el físico mantiene constantes o controla todas las circuns­
tancias salvo una, y haciendo cambiar ésta observa los efectos de los
cambios. Puesto que el investigador social no puede controlar los cam­
bios sociales con fines de estudio, debe observar dos o más estados de
un sistema social, o dos o más situaciones sociales, que difieren por
la presencia o la ausencia de la circunstancia cuya importancia causal
se estudia. Así, puede observarse una población antes y después de
cambiar de vivienda e investigar la influencia de esto sobre la morbí-

17 Chapín distingue dos tipos de instituciones, el nuclear y el difundido simbólica­


mente, en lo cual se acerca mucho a las ideas de Mautice Hauriou, investigador fran­
cés de instituciones, que las concibe de «cuerdo con la filosofía platónica (véase ca­
piculo 1 9 ) . Como Hauriou, Chapin ha elegido para estudiarlas sólo las instituciones
del primer tipo, en las que predomina el elemento personal, mientras que en las del
segundo tipo predomina el elemento normativo.
18 Para una descripción ( neo-positivista) de tales escalas, véase Técnica do la
investigación social, por Georgc A. Lundberg. Nueva Y ork, Longmans, Green and
Co., 1942, capítulo IX , sobre "Conducta institucional” ; y para un tratamiento rocíente
y más complicado del "método de escalas”, véase Meskods in Social Research (Los mé­
todos en la investigación social), por W . J . Goode y P. K. Hatt, Nueva York, McGraw-
Hill Book Co., Inc., 1952, capítulos X V . X V I y X V II.
19 La ¡dea del procedimiento experimental aparece co un artículo publicado por
Chapin ya eo 1917, pero no se expone en él ninguna técnica. El artículo decisivo apare­
ció en 1940. En 1945 publicó Etnest Greenwood Experimental Sociology (Sociología
experimental), Nueva York, King’s Crown Press, donde aparece muy desarrollad» una
de las modalidades del punto de vista de Chapín.
lidad y la delincuencia. O, para citar un caso más complicado, pueden
estudiarse dos poblaciones con las mismas distribuciones de edad, sexo,
raza, nacionalidad de los padres y situación profesional del padre, pero
diferentes en el número de años de escolaridad; si las dos poblaciones
muestran una diferencia considerable en ingresos o en adaptación a
la comunidad, el experimentador puede pensar que probablemente
ha encontrado una relación causal.
Chapín describe algunas aplicaciones ingeniosas de este procedi­
miento experimental. Pero no abren nuevos horizontes. La concomi­
tancia de las variaciones con toda probabilidad podría predecirse a
base de la observación participante. Además, la validez de las medidas
de fenómenos institucionales, o más exactamente, su expresión en
símbolos matemáticos, sigue, creemos nosotros, sujeta a serias dudas.
De conformidad con la actitud neo-positivista, Chapín apoya la
importancia de las definiciones funcionales en la ciencia social, pero
adopta una posición más bien moderada. "La llamada definición fun­
cional — escribe— no se presenta como solución final o absoluta, sino
simplemente como un movimiento útil en dirección de la objetivi­
dad”.20 La mayor parte de los sociólogos suscribirían hoy esta opinión.
A diferencia de la mayoría de los neo-positivistas, Chapín ha mos­
trado considerable interés por el problema de los movimientos de
gran alcance que ocurren en las civilizaciones consideradas como con­
juntos. Este aspecto de su obra lo examinaremos en el capítulo 20,
dedicado a la sociología histórica.

Resumen y crítica
Puede considerarse la obra de la escuela neo-positivista como un vi­
goroso intento para resolver un problema que la sociología tiene
planteado desde su comienzo. La tarea de hacer esta disciplina ple­
namente científica ha sido preocupación fundamental de Comte,
Durkheim, Gumplowicz, Ratzenhofer, Thomas, Giddings y Pareto,
entre otros.
Creemos nosotros que ésa es la meta de casi todos los sociólogos.
Pero el problema de si la cuantificación, el behaviorismo y el fun­
cionalismo son los mejores, o aun ios únicos medios para alcanzarla,
es cosa sometida a debate. La discusión prosigue: en 1955 y 1956
fue ilustrada por la aparición de tres aportaciones muy importantes:
un artículo de Lundberg, otro de Herbert Blumer y un nuevo libro
de P. Sorokin.21
20 Experimental Dcíigns, p. 155.
Natui«il
- I "T h e Síú occ Trcnd in Sociülf.gy” , por G . Luc.-'b.rg, en Amsricjn
HI artículo de Lundberg fue escrito a propósito de otro publicado
por el autor de estas líneas cinco años antes y en el que subrayaba
ja convergencia de tendencias en la sociología contemporánea.22 Lund­
berg parece interpretar esta convergencia como una victoria completa
del neo-positivismo, al que prefiere llamar “tendencia de la ciencia
natural en sociología”. No obstante, se conservan los tres compo­
nentes neo-positivistas.
En primer lugar, según Lundberg, todos los fenómenos pueden ser
cuantificados. Pero, como en el caso de su polémica con Paul Furfey,
sostiene el significado “débil” de la palabra cuantificación, a saber, que
la corroboración y la generalización implican numerosas observacio­
nes, cosa en la que están de acuerdo la mayor parte de los investiga­
dores. Pero en un artículo reciente el profesor P. W . Bridgman, re­
presentante del funcionalismo en física, ha llamado la atención hacia
el hecho de que hay algunas situaciones que no pueden repetirse.23
Por otra parte, muchos, si no la mayor parte, de los neo-positivistas
discutirían la reducción de la cuantificación a la conveniencia de la
pluralidad de observaciones. Ellos quieren que la sociología sea ma­
temática.
En cuanto al behaviorismo, Lundberg afirma que el neo-positivismo
no deseó nunca excluir fenómenos "mentales” como los sueños, las
esperanzas, los temores, en cuanto se expresan en palabras o símbolos
y pueden, por Jo tanto, ser observados, registrados y corroborados me­
diante el estudio empírico de Ja conducta lingüística. Un inteligente
crítico ha advertido que Lundberg concede importancia al acto de
conocer y menosprecia lo conocido.24 Éste es el núcleo de la diferencia
entre los behavioristas y sus opositores.
Lundberg mismo y otros neo-positivistas no observan estrictamente,
a lo que parece, el canon del procedimiento que querrían imponer a
todos los sociólogos.
Finalmente, el artículo de Lundberg da nueva importancia al fun-

Joum al o f Sociology, vol. 61 ( 1 9 5 5 ) ; "Sociologícal Aoatysis and (he Variable”, en


American Sociologícal Review, vol. 21 ( 1 9 5 6 ) ; Fads and Foibles in Conlemporary
Sociology, Chicago, Regnery, 1956.
22 "Sociologícal Theory Today" ("L a teoría sociológica en la actualidad” ) , en Ame­
rican Caiholic Sociology Revine, vol. 11 ( 1 9 5 0 ) . Las ideas expresadas en este artículo
apareced en forma ampliada y modificada en el capítulo 22 de) presente volumen.
23 "Science 3nd Broad Points of Vícw” ("L a ciencia y tos puncos de vista amplios” ) ,
en Procecdingt of tbe National Acadcmj of Science, vol. <12 ( 1 9 5 6 ) , pp. 315-25.
2* "Methodological Convergcnce of Mead, Lundberg and Parsons” ("Convergencia
metodológica de Mead, Lundberg y P arson s"), por John C. McKinney, en Amtrican
Journal of Sociohgj, vol. 59 ( 1 9 5 4 ) . El artículo fue publicado antes de la aparición
del de Lundberg analizado en el texto; pero Lundberg sostiene que su posición no ha
sufrido cambio alguno a través de los años.
cionalismo, y pone el siguiente ejemplo: "Inteligencia es lo que mi­
den las pruebas de inteligencia”. Pero quienes inventaron las pruebas
de inteligencia y las administran ven "en las señales negras que
aparecen en algunos sirios de una hoja de papel y no en otros” algo
que trasciende de la operación de marcar y de contar las marcas; de
otra suerte, nunca hubieran sugerido el hacer esas marcas ni hubieran
seguido ese procedimiento para probar la inteligencia. Porque creen
que, detrás de la operación, hay algo independiente de ella.
T-ads and Foibless, de Sorokin, es una aguda crítica de aberraciones
que, según cree, abundan en la sociología norteamericana contem­
poránea. Aunque no señala explícitamente el neo-positivismo, es su
principal blanco. Sorokin aprueba el uso de métodos cuantitativos en
el estudio de los fenómenos sociales, habiéndolos usado extensamente
en Social and Cultural Dynamics (véanse capítulos 18 y 2 0 ). Pero
rechaza, por infundada, la hipótesis de que puedan localizarse en
continuos matemáticos toda clase de atributos cualitativos, y denuncia
la frecuente sustitución de las verdaderas matemáticas por "símbo­
los y fórmulas taquigráficos”, así como la aplicación sin distinciones
de métodos estadísticos a materias sociales. Según él, esos métodos son
inapropiados para el estudio de la conducta dentro de sistemas socia­
les, porque esa conducta es metódica y puede ser interpretada mejor
por referencia a! orden que prevalece en el sistema. Por otra parte,
los métodos estadísticos son aplicables a fenómenos que dependen
del azar, a los cuales llama él "congeries”, o sea la presencia simul­
tánea de fenómenos irreductibles a ningún orden común a ellos.
Además, Sorokin niega la validez científica de los estudios de "reac­
ciones de lenguaje a conversaciones y cuestionarios usados como
reactivos” y que a menudo se refieren a situaciones hipotéticas o a
cuestiones de las cuales sabe muy poco el interrogado. En todo caso,
las investigaciones de ese tipo no llegan a los hechos mentales ni a la
conducta reales acerca de los cuales las personas hablan o escriben
en conversaciones y cuestionarios. Pero esos estudios forman el gran
volumen de las aportaciones de los neo-positivistas.
Sin atacar directamente al neo-positivismo, Herbert Blumer critica
severamente la práctica del "análisis de variables” que hoy prevalece.
Este tipo de análisis trata de reducir "la vida del grupo humano a
variables y sus relaciones”: se supone que algo influye en la vida del
grupo, y el efecto de ese "algo” es alguna modificación de la activi­
dad del grupo. Blumer observa, en primer Jugar, que la elección de
variables es con frecuencia defectuosa, de suerte que el análisis hecho
a base de ellas no enriquece ni puede enriquecer nuestros conocimien­
tos teóricos. En segundo lugar, y en este aspecto la opinión de Blumer
se acerca a la de Sorokin, el procedimiento es inadecuado en rela­
ción con el núcleo central de la vida del grupo, consistente en
interpretaciones de hechos externos por los individuos del grupo. El
análisis de tales interpretaciones exige sus propios métodos: debe
enfocarse el estudio de la actividad del grupo por los ojos de las
personas que participan en aquella actividad. El procedimiento sim-
plificador y esquematizante del "análisis de variables” (que necesa­
riamente es matemático o estadístico) no hace justicia a las relaciones
reales, aunque el método puede ser eficazmente empleado para estu­
diar aquellos sectores de la vida social que no implican el proceso
interpretativo.
El neo-positivismo domina gran parte de la sociología norteameri­
cana y ha impresionado a muchos sociólogos de Europa (pero que
todavía no han producido ninguna obra de inspiración neo-positivista
de valor comparable a las producidas en este país.) Ese predominio
no deja de ser discutido, y es perfectamente posible que el neo-posi­
tivismo retroceda en beneficio de la sociología funcional y analítica
(véanse capítulos 17 y 1 8 ).
La aportación principal del neo-positivismo ha sido metodológica.
Si su fe en la tríada cuantitativismo-behaviorismo-funcionalismo (deri­
vación del pragmatismo) es injustificada, sin embargo, su insistencia
sobre cada uno de esos tres elementos ha dado fruto. La mayor parte
de los sociólogos contemporáneos coinciden en que las cuantifica-
ciones técnicas son muy útiles, y debieran emplearse como una ayuda
de la investigación siempre que fuera posible.25 También coinciden la
mayor parte de los sociólogos en que las descripciones introspectivas
de los fenómenos sociales debieran completarse con descripciones
behavioristas. Muchos sociólogos despliegan hoy gran cuidado en sus
definiciones, formulándolas menos sobre bases a priori y más sobre
la base de hechos observables de lo que era corriente hace una
generación.
Creemos, desde luego, que el conocimiento conseguido de acuerdo
con los cánones neo-positivistas, seguirá siendo limitado; continuará
en el plano o nivel de la causalidad de Max Weber, sin alcanzar el
nivel de comprensión de Weber. Esta limitación es inherente a la ac­
titud misma de los neopositivistas, quienes consideran la conducta

25 Debe advertirse que los neo-positivistas mismos han contribuido relativamente


poco al desarrollo de las modernas técnicas estadísticas.
verbal como última frontera de la ciencia y adoptan una filosofía
pragmática que lleva consigo un nominalismo extremado. Los neo-
positivistas creen que así se librarán de la metafísica, que en su opi­
nión es incompatible con la ciencia. Como el personaje de Moliére
que no sabía que cuando hablaba hacía prosa, los neo-positivistas
parecen ignorar el hecho de que su punto de vista descansa inevita­
blemente sobre una de las posiciones metafísicas posibles.
El pragmatismo extremo también dificulta mucho a los neo-posi­
tivistas hallar respuestas a las preguntas: ¿Qué es la sociedad? ¿Qué
es la cultura? ¿Cómo se relacionan la sociedad y los individuos? Iden­
tifican la sociedad con la interacción dentro de la sociedad. Así, para
Lundberg, quizás el de mentalidad más filosófica de esos escritores,
un grupo social es una conducta de acciones recíprocas clasificada
desde el punto de vista estructural. Siendo la sociedad una construc­
ción mental, difícilmente puede "interactuar” con el individuo; pero
Lundberg, Zipf y otros suponen una interacción recíproca entre ambos.
Sus opiniones fundamentales no les imponen a los neo-positivistas
la elección de unidades para el análisis sociológico. Pero hay un deno­
minador común fundamental: la unidad de análisis es aquella que
es cuantificable. En este respecto, Dodd realiza un tour de forcé ha­
ciéndolo todo cuantificable y tratando las características cualitativas
como si fueran igual a 1.
En la obra de los neo-positivistas no aparece ningún determinante
particular de la estructura ni del cambio sociales, aunque la teoría de
Zipf se acerca peligrosamente al determinismo económico.
En conclusión, podemos comparar el neo-positivismo con el posi­
tivismo originario de Comte. Ambos muestran la tendencia a adscri­
bir la verdad a la ciencia sola. Ambos destacan la importancia de la
observación y de la inferencia. Pero el método histórico de Comte
es reemplazado por el método estadístico, y el realismo moderado de
Comte ha cedido el lugar a un nominalismo extremado. La moderada
analogía orgánica de Comte y su "física social” han cedido el lugar
a una confianza mucho mayor en la metodología de la física mo­
derna. Por último, ha desaparecido la tesis del progreso, sustentada
por los padres fundadores.
La cuantificación, aunque es atributo esencial del neo-positivismo, no
se limita a esta orientación. Otras dos tendencias por lo menos de la
sociología actual insisten en la cuantificación; la ecológica y la socio-
métrica. Los representantes de estas "escuelas” no comparten necesaria­
mente las opiniones behavioristas y funcionaiistas del neo-positivis­
mo; en realidad, los sociómetras se inclinan a concentrar la atención
sobre procesos mentales específicos.
Sin embargo, las dos tendencias difieren del neo-positivismo menos
porque no suscriben todas sus opiniones que por el hecho de que
cada una de ellas se enfoca sobre aspectos específicos de la vida hu­
mana como objetos de investigación. La ecología humana se interesa
primordialmente por fenómenos sociales que tienen sus raíces en
la dependencia de los hombres respecto de la limitación de existencias
de los medios necesarios para satisfacer sus necesidades. Los socióme­
tras ponen su empeño en la medida de fenómenos que son especial­
mente observables en grupos pequeños e informales. Las dos tenden­
cias representan actitudes altamente especializadas, y como tales no
pertenecen a la provincia de este estudio general; pero al mismo
tiempo llevan implícitas teorías que ofrecen nuevos caminos para
penetrar en aspectos básicos de la interdependencia humana, y por lo
tanto debemos examinarlas, aunque sea brevemente.
En cierto sentido, la ecología humana puede considerarse como
un renacimiento del determinismo biológico que a fines del siglo X I X
estuvo muy bien representado por el darwinismo social. Pero el tipo
particular de fenómenos biológicos que destacan los ecólogos es com­
pletamente diferente; además, la ecología combina puntos de vista
biológicos y geográficos, estableciendo correlaciones entre el fon­
do biológico de los fenómenos sociales y el medio geográfico.
Pueden seguirse las huellas de la sociometría contemporánea hasta
el penetrante estudio de Toennies sobre la comunidad, el análisis
de Simmel de los procesos sociales elementales y el tratamiento de
Cooley respecto de los grupos primarios. La sociometría también
ha tomado algunas cosas de la psiquiatría contemporánea. Estos
diversos elementos se han entretejido con la extremada importancia
concedida a las mediciones, esto último de inspiración neo-posi­
tivista.
Ecología humana

El término ecología fue creado en 1869 por el biólogo alemán Ernst


Haeckel (1 8 3 4 -1 9 1 9 ). La ecología biológica es la ciencia de la inter­
dependencia de las plantas y los animales que viven juntos en una
región natural. Los principales conceptos desarrollados por esa cien­
cia son los de habitat, gradiente, simbiosis (o vida conjunta), com­
petencia, cadena de alimentos, invasión y sucesión. La idea de apli­
car el punto de vista ecológico y esos conceptos a las relaciones
humanas apareció por primera vez a comienzos del siglo x x en la
obra de Charles Galpin titulada Social Anatomy of an Agrarian
Community (Anatomía social de una comunidad agraria, 1 9 1 5 ). G al­
pin, que no usó la palabra ecología, recogió datos acerca de familias
que vivían en un distrito agrario de Wisconsin, relativos a las si­
guientes cuestiones: dónde compraban sus suministros, dónde depo­
sitaban sus ahorros, a qué iglesia asistían y a qué escuela iban sus
hijos. Los resultados fueron señalados en un mapa. La técnica carto­
gráfica iba a hacerse muy corriente en ecología. Aunque los dife­
rentes campos de actividad estudiados por Galpin no coincidían de un
modo exacto espacial mente, sin embargo la prueba justificaba la idea
de que en la sociedad humana existen "zonas naturales’' determi-
nables.
En el mismo año (1 9 1 5 ) de esa investigación, Robert E. Park
(1 8 6 4 -1 9 4 4 ), de la Universidad de Chicago, llamada a convertirse
en el principal centro de investigaciones ecológicas, publicó un artícu­
lo sobre la ciudad, sin emplear tampoco la palabra ecología. Decía
Park que la ciudad es un fenómeno natural, un producto de fuerzas
espontáneas y en gran parte incontrolables, organizadas en zonas
fabriles, comerciales y residenciales. Añadía que la gente con carac­
terísticas económicas y culturales análogas tienden a reunirse en zonas
específicas de la ciudad, y que las características sociales y culturales
de cada zona tienden a imponerse a las vidas de los habitantes. Los
escritos y las enseñanzas de Park fueron el origen de una nueva ten­
dencia del determinismo, en esta ocasión de carácter ecológico. De
1921 a 1923, R. D. MacKenzie, con Park y Ernest W . Burgess, el
tercer fundador de la ecología contemporánea, realizó una investi­
gación sobre las zonas de la ciudad a la manera de Galpin; fue él
quizás el primer sociólogo que usó la terminología concepmal de la
ecología humana en una investigación empírica sistemática. La ex­
presión ecología humana fue empleada por Park en colaboración con
Burgess, su colega en Chicago, en su texto general titulado An Intro-
duction to tbe Science of Sociology (Introducción a la ciencia de la
Sociología, 1 9 2 1 ).
"The Growth of the City'1 ("E l crecimiento de la ciudad” ), clá­
sico artículo de Burgess, apareció en 1923. En ese trabajo estaba
formulada la hipótesis básica de la ecología urbana, a saber: que la
ciudad crea característicamente como una serie de círculos concén­
tricos en torno de la zona que es núcleo del distrito central de los
negocios. Hacia afuera de esa zona central están las de transición,
marcadas por el empeoramiento material y social, de las casas de
trabajadores y de las residencias de la "clase media”, y por último
la zona periférica de gentes que van y vienen todos los días de ella al
centro y viceversa. Pero este tipo básico o ideal en los casos con­
cretos aparece deformado por la topografía local, el sistema de trans­
portes y otras circunstancias.1 La existencia de la zona de transición
fue explicada por la expansión de la zona central; conocedores de ese
crecimiento, los propietarios de edificios en el siguiente círculo con­
céntrico, o zona de transición, no conservan sus propiedades en buen
estado y así proporcionan viviendas malas pero relativamente baratas
a los estratos de la sociedad menos privilegiados económica y social­
mente. Este cuadro de la estructura espacial y social de la ciudad pro­
bablemente es exacto para el primer desarrollo de la mayor parte, o
por lo menos de muchas, de las zonas metropolitanas de los Estados
Unidos, como lo indican gran número de investigaciones ecológica­
mente orientadas.2 Pero el tipo de zonas concéntricas carece de la
validez universal que algunas le atribuyen o suponen los ecólogos
urbanos.
En el segundo cuarto del siglo x x empezaron a multiplicarse las
obras de orientación ecológica, de suerte que puede hablarse legítima­
mente de una "escuela” ecológica. En el decenio 1930-1940 empezó
a subrayarse la diferencia entre interacción estrictamente ecológica e
interacción social, y al mismo tiempo se declaró que la mera descrip­
ción de fenómenos humanos a base de una distribución especial no era
verdadera ecología. La interacción estrictamente ecológica, dijo James
A. Quinn, destacado representante de la escuela, opera a través de la

1 Véase l^tnj Use in Central Boston (El uso J * la tierra en la tona central J e Bos­
ton), por W altcr Firey, Cambridge, Massachusetcs, Harvard University Press. 1947,
para un estudio que revela la extrema distorsión de la hipótesis de los círculos concén­
tricos y para una crítica de la hipótesis misma.
2 Entre otras ciudades norteamericanas de cuyo tipo ecológico se han dado informes
figuran Chicago, St. Louis, Minneapoiis, St. Paul, Fiüdelfia, Nueva Orleáns, Los Ange­
les, Boston, New Haven, y Rochcster, Nueva York.
dependencia de un abastecimiento insuficiente de recursos del medio
ambiente; cada organismo vivo inevitablemente afecta a los demás
aumentando o disminuyendo el abastecimiento de recursos de que los
otros dependen. El proceso es impersonal, y como no implica ningún
cambio de significados, es subsocial; pero su estudio es parte impor­
tante del análisis sociológico.3 Por otra parte, Park, uno de los fun­
dadores de la escuela, sostenía durante el mencionado decenio que en
las sociedades humanas había que distinguir dos planos ecológicos
(o sociológicos): el simbólico, con sus raíces en la competencia im­
personal, y el cultural, basado en la comunicación y el consenso ge­
neral. Pero esta opinión de amplio alcance no la acepta Quinn, para
quien la ecología humana sólo proporciona uno de los modos posibles
de abstracción de la red indivisible de relaciones humanas dentro de
un área de vida en común.
Comenzando con las primeras obras de Park y Burgess, los ecó­
logos han relacionado diversos fenómenos sociales y culturales con las
"zonas naturales" de la ciudad. Han elegido para estudio especial la
zona de transición, la zona de los barrios bajos o miserables, como el
terreno especial donde florecen el delito, el vicio, la enfermedad,
el suicidio, la desorganización familiar y otros tipos de conducta ex­
traviada. En algunas obras probablemente se ha exagerado el papel
del habitat local, llegando en ocasiones a señalársele como el prin­
cipal determinante de la conducta humana en sociedad. Cuando, por
ejemplo, se insiste en que la población de una zona deprimida y pobre
ofrece las mismas tendencias desviadas (manifestadas en la delin­
cuencia, la criminalidad, etc.) a pesar de los sucesivos cambios de
Su composición étnica (mediante el proceso de 'invasión-sucesión” ),
muchas veces se tiene la impresión de que en las mentes de los autores
las mismas paredes y tejados de los edificios arruinados y el repug­
nante polvo de las calles mismas moldean tipos de conducta. El crudo
ambientalismo de esta suerte no se encuentra ya en las obras de los
sociólogos, ya utilicen en sus investigaciones un punto de vista eco­
lógico u otros métodos. Además, existen pocos expositores de una
posición ecológica extremada, que durante algunos años ha sido ata­
cada por ignorar o menospreciar el papel de los factores culturales
y subculturales en la formación de la conducta y el carácter humanos.
A pesar de esas refutaciones de la teoría ecológica en su variedad

3 "Human Ecology and Interactional Ecology" ("Ecología humana y ecología inter-


íctu a m e "), por J . A. Quino, en American Sociológica! Reuiew, V (octubre, 1 9 4 0 ) ;
para una exposición completa de la materia véase Human Ecology (Ecología humana),
por Quinn, Nueva York, Preatice-Hall, Inc., 1950.
radical, la escuela ha hecho aportaciones importantes a nuestro cono­
cimiento de la estructura social — así como del tipo espacial— de la
ciudad norteamericana moderna, del proceso de desarrollo y movi­
miento que caracteriza ia vida urbana (y en cierto grado la rural),
y el papel de esos fenómenos en la producción de formas caracterís­
ticas de conducta convencional y de conducta extraviada. Así, estudios
como Family Disorganization (La desorganización de la familia), de
Emest R. Mowrer, y The Gang (La pandilla), de Frederick M. Thras-
her, publicados ambos en 1927; Delinquency Areas (Zonas de delin­
cuencia), de Clifford Shaw, y The Gold Coast and the Slttm (Jm Costa
de Oro y el barrio bajo), de Harvey Zorbaugh, en 1929; y Mental
Disorders tn Urban Areas (Perturbaciones mentales en las zonas ur­
banas), de R. E. 1. Faris y H. Warrcn Dunham, publicado en 1939,
todos los oíales aplican un enfoque ecológico a materiales recogidos
en Chicago, no sólo proporcionan una información descriptiva reve­
ladora acerca de diversos aspectos de la vida social de las metrópolis
del Medio Oeste, sino que son monografías importantes sobre campos
especializados de estudios sociológicos.
Librados de la falacia del determinismo monista, los hallazgos de
la escuela ecológica representan una aportación importante a nuestro
conocimiento de los determinantes de ia estructura y el cambio de las
sociedades humanas.4 Los métodos ecológicos, frecuentemente en com­
binación con otras técnicas, en la actualidad se aplican muchas veces
a diversos campos de investigación. No puede dudarse que ciertas
características de la vida urbana, tales como las relaciones interétnicas,
pueden hacer uso eficaz de los conceptos de habitat, simbiosis e in­
vasión y sucesión, productos de la teoría ecológica.

Sociometría

La sociometría, según Jacob L. Moreno, su principal promotor


(n. 1 8 9 2 ), intenta dar un sentido exacto y dinámico a las leyes del
desarrollo y de las relaciones sociales. Trata de la estructura interna de
los grupos sociales y estudia las complicadas formas que nacen de las
fuerzas de atracción y repulsión entre los individuos del grupo. Se
dice, además, que la sociometría estudia el grupo humano como una
totalidad: cada parte es considerada en relación con el todo y la tota­
lidad es mirada con relación a cada parte. Se concentra en las rela-
4 Para una presentación recica te a toda escala de la teoría ecológica, que contesta
a las críticas que se le han hecho, véase Human Ecologj (Ecología humana), por Amo*
H. Hawley, Nueva Y ork, The Ronald Press Co., 1950.
ciones entre individuos, dejando el estudio de éstos en cuanto tales
a la psicología y a la psicología social.
Sostiene la sociometría que los grupos sociales son una realidad
sut generis, irreductibles a ios elementos de que están compuestos.
Como veremos más adelante, uno de los problemas que ataca la socio­
metría se refiere al grado de realidad del grupo.
Como indica la palabra sociometría, los que propugnan esta acti­
tud se consagran a la medición no de los fenómenos sociales en ge­
neral, sino que se limitan a las relaciones interpersonales basadas en
la atracción y la repulsión. Los sociómetras advierten que los sistemas
de preferencias humanas que tienen sus raíces en esos procesos no
pueden ser descubiertos por métodos estadísticos, ni pueden ser satis­
factoriamente investigados confiándose únicamente a los métodos que
prevalecen en las ciencias físicas, porque, para obtener resultados vá­
lidos, los sociómetras deben solicitar la cooperación de los sujetos a
quienes investigan.
Nacido en Rumania, Moreno empezó su trabajo profesional en
Austria. Publicó (en alemán) en 1914 el volumen titulado invita­
ción a una conferencia, y después participó en la reorganización de una
comunidad próxima a Viena donde iban en aumento las dificultades
sociales. En 1925 emigró a los Estados Unidos. En este país, des­
pués de haber dirigido algunas investigaciones sociométricas en es­
cuelas públicas y correccionales, apareció en 1934 Who Shall Survive?
(¿Quiénes serán los que sobrevivan?) su libro más conocido. La obra
recibió atención favorable de varios neo-positivistas, entre ellos Lund­
berg y Dodd. En 1942, Moreno y sus colegas abrieron en Nueva
York un Instituto Sociométrico donde se hacen frecuentes demostra­
ciones de sus métodos. Los secuaces de Moreno, aunque pocos en
número, parecen ser discípulos muy fieles. Uno de ellos, Helen Jen-
nings, es autora de Leadersbip and Isolation (Acción directiva y aisla­
miento, 1 9 4 3 ), volumen que muestra con claridad las técnicas y pro­
cedimientos de la sociometría. Bajo la orientación de Moreno se
publica desde 1937 la revista Sociometry, y desde 1947 la revista adi­
cional Sociatry, dedicada al problema del tratamiento terapéutico de
grupos desorganizados. En 1950 su título se cambió por el de Group
Psycbotberapy.
Puede considerarse la sociometría como la combinación de una
teoría sobre la estructura informal de las sociedades y los grupos hu­
manos y un método para investigar esa estructura. Las proposiciones
fundamentales de la teoría pueden resumirse brevemente.
La sociedad humana, según Moreno y sus discípulos, es más que
una red de relaciones intermentales; tiene existencia objetiva por sí
misma, opinión que discrepa en absoluto del nominalismo extremo
de los neo-positivistas. La estructura de la sociedad no es idéntica al
"orden social” ni a la forma de gobierno. Por ejemplo, puede desapa­
recer el Estado y, sin embargo, persistir la "estructura sociodinámica”
subyacente de la sociedad. Esta estructura es evidenciada por el pro­
ceso de opciones o preferencias que hace la gente, basadas en la atrac­
ción o la repulsión, esto es, por una especie de afinidad selectiva
entre los individuos. Esas relaciones selectivas entre individuos dan
su realidad a los grupos sociales. El grado de realidad de una confi­
guración social puede determinarse midiendo las preferencias y los
tipos selectivos. Unos grupos tienen una estructura que los sitúa más
cerca del plano del azar que otros, lo cual quiere decir que la atrac­
ción y la abstención de relacionarse entre los individuos afectados no
son más frecuentes ni intensas que entre individuos elegidos al azar.
Pero otras estructuras se aproximan al nivel de Ja cohesión social
óptima.
Para determinar el tele, término usado en sociometría para desig­
nar las fuerzas de atracción y repulsión entre los individuos, se em­
plea un procedimiento llamado prueba sociométrica. La prueba re­
quiere que oída sujeto de investigación indique sus elecciones de
compañeros en situaciones diferentes, tales como el juego, el trabajo
o el estudio. El número de selecciones o de exclusiones de los sujetos
puede ser restringido o ilimitado, dependiendo de la amplitud de la
investigación.
Para obtener un cuadro total y auténtico de un grupo o sociedad,
deben ser considerados como agentes activos todos los individuos que
lo componen. Una tarea importante del sociómetra consiste en estimu­
lar a las personas estudiadas a obrar y elegirse o rechazarse unas a otras
de acuerdo con los procedimientos sociométricos. Si esa tarea se rea­
liza, serán "excitados” e incluidos en el cuadro de la investigación
todos los dominios de las relaciones sociales: económicos, éticos, cul­
turales. En consecuencia, los sociómetras propugnan un procedimien­
to de "caldeamiento” propio para provocar la mayor espontaneidad
posible de las respuestas de los sujetos a las preguntas y sugerencias
del observador. El investigador debe también coactuar con el grupo;
en otras palabras, debe actuar como observador participante.
Las pruebas en que se usan esas técnicas proporcionan material
para gráficas llamadas sociogramas. Un sociograma es una especie de
mapa de un grupo en el que, con símbolos apropiados, se representan
las elecciones positivas y negativas de los individuos del grupo. Los
sociogramas permiten representar gráficamente los átomos sociales,
definidos como la suma total de relaciones que rodean a cada indi­
viduo, numerosas en algunos casos y escasas en otros. Pero los átomos
sociales sólo son partes de una unidad mayor, la red psicosocial, re­
presentada por el engranaje de numerosos átomos sociales. Este proce­
dimiento gráfico revela un número limitado de configuraciones tí­
picas: el aislado, o cifra solitaria relativa a las elecciones hechas por
él de otros y de las hechas de él por otros; el par; el triángulo que
se basta a sí mismo; la cadena (A elige a B, pero B elige a C, y así
sucesivamente); y la estrella con su grupo. Además de esas configu­
raciones, características de pequeños grupos, los sociómetras señalan
estructuras más extensas: la comunidad compuesta de redes psico-
socialcs, y la humanidad, formada por comunidades. Aunque ni Mo­
reno ni ningún sociómetra destacado han estudiado el asunto, otros,
entre ellos Lundberg,5 han empleado sociogramas para representar
tipos de relaciones sociales en pequeñas comunidades norteamericanas.
Además de la construcción y análisis de sociogramas, los sociómetras
usan el método del átomo cultural, que presenta esquemáticamente
los diferentes papeles sociales en que participan los individuos, activa
o pasivamente, así como la matriz de interrelación propuesta por
Dodd. Los resultados de numerosos estudios sociográficos han ani­
mado a los sociómetras a formular estas conclusiones: en la vida
social hay una concentración de elección humana sobre unos pocos
individuos, lo cual reduce la cantidad de elección invertida en otros.
Esta situación produce un proletariado sociométrico, los aislados, el
más antiguo y numeroso proletariado de la sociedad humana. Ade­
más, existe una correlación entre la inclinación del individuo a hacer
elecciones positivas y su capacidad para ser objeto de la elección de
otros. Los que son muy preferidos en las elecciones de los demás
fácilmente asumen el papel de jefes o líderes.
Otra conclusión de Moreno es que el antagonismo y la tensión so­
ciales aumentan en proporción directa de la diferencia sociodinámica
entre la sociedad oficial y la matriz sociométrica (que expresa rela­
ciones de atracción-repulsión). Los sociómetras han estudiado des­

5 Véase "T he Sociography of Some Community Rclations" ("Sociografía de algunas


relacione» com unitarias"), por G . A. Lundberg y M. Lawsing, en American Sociologicjl
Ret'icw, vol. 2, 1937; y "Social Attraction Paiteras in a Village” (Normas de atracción
social en una poblacióo pequeña"), por G. A. Lundberg y M. Steele, en Sociomttry,
vol. i, 1938.
órdenes producidos en grupos, por ejemplo, en casas correccionales, y
han averiguado las relaciones existentes entre diversas formas de orga­
nización de los grupos y los diferentes tipos de desórdenes. Por ejem­
plo, si los intereses emocionales de la mayoría de los individuos del
grupo de una casa se dirigen principalmente a individuos ajenos
al grupo, el funcionamiento de este se verá perturbado por la falta de
exactitud en el trabajo, la superficialidad de su ejecución, etc. Si, por
el contrario, el grupo es fuertemente introvertido, pero muchos de sus
individuos se rechazan entre sí, aparecerá un desorden de otro tipo,
expresado en disensiones y conflictos entre los individuos sobre la
ejecución de acciones necesarias. Si muchos de los individuos rechazan
a la directora del correccional, pero se atraen entre sí, el retroceso
en el trabajo y la rebelión abierta pueden ser las consecuencias.
Sobre la base de varios estudios de conflictos intragrupales, los so­
ciómetras han creado técnicas para reducir esas tensiones, en especial
el psicodrama y el sociodrama. Estas técnicas pueden usarse también
para otros fines, como preparar a individuos para la jefatura del grupo.
Moreno y sus discípulos, como muchos innovadores, propenden a
sobrestimar la importancia de sus hallazgos. Con frecuencia escriben
como si hubieran encontrado la clave para el conocimiento de las
relaciones interpersonales. Con toda probabilidad, la afinidad selec­
tiva entre los individuos del grupo, que ellos subrayan, opera en com­
binación con una afinidad basada en el parentesco, en la proximidad
espacial y en otros factores. Además, las relaciones interpersonales
son afectadas por las costumbres y las instituciones tradicionales y
por la coacción. No obstante, los sociómetras han abierto un prome­
tedor campo de estudio. Recientemente sus ideas han hallado terreno
propicio en Francia, donde se ha fundado un Instituto Sociométrico.
Gurvitch ha señalado una sorprendente analogía entre las opiniones
fundamentales de los sociómetras y su propia microsociología (véase
capítulo 19)- Las dos tendencias comenzaron independientemente, y
sus analogías pueden considerarse como otro ejemplo de la tendencia
convergente que prevalece en la sociología contemporánea.

Resumen y crítica
Aunque los campos de investigación cultivados por las dos escuelas
estudiadas en este capítulo son completamente diferentes, la ecología
humana y la sociometría tienen mucho de común. Las dos insisten en
la cuantificación y las dos la combinan con procedimientos gráficos.
Los ecólogos dibujan mapas de la comunidad local, especialmente de
Ja ciudad, mostrando diferentes zonas ecológicas y representando
gradientes o indicadores de diferencias de magnitudes de variables ta­
les como el crimen y el suicidio en las diferentes zonas. Los socióme­
tras también trazan mapas, más exactamente, cartas de grupos socia­
les que simbolizan las fuerzas de atracción y repulsión descubiertas
por las pruebas sociométricas.
En sus formas extremas, las dos escuelas se acercan mucho a un
monismo estricto. Aunque los ecólogos no pretenden explicar la tota­
lidad de las relaciones humanas con su teoría, algunos de los primeros
representantes de la escuela dan a veces esta impresión. Presentaban
los hechos ecológicos como si fueran causados por alguna fuerza des­
conocida, de manera parecida a como algunos neo-positivistas tratan
los hechos sociales como si fueran determinados por las exigencias de
ecuaciones matemáticas. Los sociómetras que siguen de cerca a Mo­
reno afirman expresamente que la estructura social es rcducdble al
factor único de la atracción y la repulsión espontáneas entre los indi­
viduos. Pero mientras la fuerza desconocida de los ecólogos es tratada
a veces como si fuera independiente de la voluntad humana, los so­
ciómetras conciben sus configuraciones relaciónales como resultantes
de la composición de fuerzas humanas.
Las dos actitudes dan sólo soluciones parciales a los problemas
básicos de la teoría sociológica. Los sociómetras interpretan la socie­
dad como una red de afinidades selectivas entre los individuos, afini­
dades a las que se atribuye una realidad que trasciende las interaccio­
nes intermitentes entre ellos. Aunque rara vez usan los sociómetras
la palabra sistema, tratan sistemáticamente las relaciones entre la so­
ciedad y el individuo: cada individuo es el centro de un átomo social
en el que otros individuos quedan implicados mediante los procesos
de atracción y repulsión, mientras que la sociedad es una complicada
red de tales átomos. Por la otra parte, los expositores de la ecología
humana han encontrado un nuevo enfoque para el problema de los
determinantes de la estructura social, aunque sus opiniones acerca de
los determinantes de los cambios sociales no son únicas.
Las dos escuelas se lian mostrado propensas a formular exageradas
pretensiones en relación con sus teorías de la vida social y sus méto­
dos de investigación, característica de algunos de los escritos ecoló­
gicos aparecidos de 1920 a 1940 y de algunas publicaciones socio-
métricas más recientes. Por otra parte, el esquema conceptual de la
sociometría está expresado en términos un tanto nebulosos que requie­
ren aclaraciones, cosa que pueden hacer los trabajos actuales.
En germen, el punto de vista funcional para el estudio de los fenó­
menos sociales se remonta a los padres fundadores de la sociología,
y a partir de ellos adelanta, especialmente a través de las obras de
Durkheim, Cooley, Thomas y Pareto. Pero sólo en el segundo cuarto
del siglo x x , bajo la influencia de la antropología cultural, conquistó
esta actitud una posición definida en el campo de la sociología. Sus
avances en ios años recientes han sido tan rápidos, que muy bien se
la puede considerar como un competidor del neo-positivismo por el
predominio en la sociología contemporánea.1 Por otra parte, presenta
notable afinidad con algunas características de la sociología analítica,
otra tendencia importante de la sociología de mediados del siglo xx
(véase capítulo 1 8 ); muchas obras recientes podrían quizás ser clasi­
ficadas al mismo tiempo como funcionales y como analíticas.

Génesis y alcance del punió de vista funcional

¿Qué es el funcionalismo? Es ésta una pregunta que no puede con­


testarse fácilmente, porque las palabras función y funcional, en so­
ciología y en antropología cultural, reciben sentidos diferentes y sin
relación entre sí. A veces, y particularmente en la obra de Sorokin,
se emplea la palabra función en el sentido matemático, significando
una variable cuya magnitud está determinada por la magnitud de
otra. Más frecuentemente, la palabra función se refiere a la aporta­
ción que una parte hace a un todo, por ejemplo a una sociedad o una
cultura; éste es el sentido atribuido muchas veces a '“función” por
antropólogos tan destacados como A. R. Radclíffc-Brovn, Ralph Lin-
tcn y Bronislaw Malinowski, y también, germinalmente, en los escri­
tos de Durkheim. (Nosotros usamos la palabra función en este sentido
cuando decimos que la función del gobierno es asegurar la paz y el
orden en la sociedad.) Como modalidad de este segundo significado,
el término función se amplía en ocasiones para designar también las
1 Ejemplos tle la creciente influencia del funcionalismo son muchos libros de te*to,
entre ellos Human Society (La sociedad humana), de Kingsley Davis, Nueva York,
The Macmillan Co., 1949. Nótese también la importancia concedida al punco de vista
funcional en los siguientes estudios sobre Sociología de la Random House: Sociological
Perspective (La perspectiva sociológica), por Eljr Chinoy, Nueva York, 1 9 5 4 ; The
velopment of American Sociology (Desarrollo de la sociología norteamericana), por R. C
y G . Hinkle, Nueva York, 1954; Interpreting Social Cbange in America (Interpretación
del cambio social en ¡os Estados Unidos), por N . F. Washburne, Nueva York, 1954.
276
aportaciones que el grupo hace a sus individuos (verbi gratia, las de
la familia para la supervivencia de ios bebés), o las de grupos grandes
a grupos pequeños. Además, el punto de vista funcional se refiere fre­
cuentemente a la importancia de la integración de las partes en todos,
o, lo que es casi lo mismo, a la interdependencia de las partes. Tam­
bién se encuentra este uso en las obras de los autores que acaban de
mencionarse. Finalmente, la expresión "análisis funcional" se emplea
para designar el estudio de fenómenos sociales como operaciones o
efectos de estructuras sociales específicas, tales como los sistemas de
parentesco o los do clases; por consiguiente, suele aparecer en la forma
compuesta estructurnl-funcional. Esta fraseología puede encontrarse en
las obras actuales de Parsons y sus discípulos (cuyas opiniones ex­
pondremos en el capítulo 1 8 ), pero se le puede seguir la pista hasta
Spencer. Esta situación terminológica es verdaderamente confusa, y la
confusión aumenta cuando se tiene en cuenta que también se emplean
con frecuencia otras palabras para expresar los diversos significados
de función.2
Sin embargo, la observación de las manifestaciones recientes tanto
en sociología como en antropología cultural revela que el movimiento
conocido por funcionalismo se centra en torno del segundo y tercero de
los cuatro significados de la palabra función anotados arriba. Puede
juzgarse, pues, que el funcionalismo sustenta la hipótesis de que todos
los fenómenos sociales abarcados por esos dos significados van juntos
y que la teoría sociológica debiera concentrarse sobre ellos. En una
forma que no está expresamente manifiesta en ningún escrito determi­
nado, el teorema funcional básico dice así: Un sistema social (los
funcionalistas usan con frecuencia esta expresión) es un sistema real
en que las partes desempeñan funciones esenciales para la subsistencia
(y finalmente para la expansión o fortalecimiento) del todo, y en
consecuencia son interdependientes y están más o menos integradas.
El punto de vista funcional es más antiguo en biología, psicología y
antropología cultural que en sociología. La biología es una ciencia or­
ganizada en torno de la idea de que cada órgano, o parte del sistema
llamado organismo, realiza una o varias funciones esenciales para la
conservación del organismo y/o de la especie a la cual pertenece.
Como corolario, se subraya el principio de la interdependencia de los
órganos. En suma, se concibe el organismo como un sistema de com­
ponentes funcionalmente interrelacionados.

2 Social Theory and Social Structure (La teoría y la estructura sociales), por R. K .
Mcrton, Glcocoe, 111., The Frec Press, l lM 9, pp. 2 2 -2 7 .
En psicología, a fines del siglo x ix y principios del XX diferentes
escuelas analíticas describieron laboriosamente las partes componen­
tes del proceso mental (tales como cognición, emoción y volición),
pero fueron incapaces de captar su unidad, Iniciada con anterio­
ridad, pero llegada a la plenitud de su desarrollo entre 1920 y
1940, surgió la influyente escuela de la Gestalt (configuración), que
sostenía que todo elemento del proceso mental, si ha de obtenerse
un conocimiento verdadero de él, debe ser estudiado en relación con
el todo, porque el sentido de cada elemento varía de acuerdo con la
configuración total de que forma parte.
En etnología o antropología cultural, el punto de vista funcional
fue anticipado por Franz Boas (1 8 5 8 -1 9 4 2 ), quien escribía en 1887:
"El arte y el estilo característico de un pueblo sólo pueden compren­
derse estudiando sus productos como un todo”.3 Pero el funcionalismo
se desarrolló en antropología mucho más tarde, en oposición tanto
con el evolucionismo como con el difusionismo. Hemos expuesto el
evolucionismo en capítulos anteriores, así como su colapso al aparecer
nuevas teorías, entre ellas el funcionalismo. El difusionismo es una
posición adoptada por algunos etnólogos que destacan Ja propagación
o difusión de las invenciones desde un número relativamente pequeño
de centros de cultura y su importancia en el desarrollo cultural. Con­
trariamente a la orientación histórica de esas dos escuelas, que explican
toda manifestación cultural localizándola ya en el esquema evolucio­
nista o en un proceso histórico concreto de difusión, los funcionalistas
declaran que la explicación de toda manifestación de cultura se encon­
trará en lo que supone para el todo y, correlativamente, en relación
con su interdependencia con las otras manifestaciones que forman la
cultura. Como ocurre frecuentemente con los innovadores, los funcio-
nalistas incurrieron en exageraciones, dando la impresión a veces de
que pretenden que toda manifestación de cultura es funcional en el
sentido de que contribuye positivamente al conjunto de la cultura,
olvidando manifiestamente las costumbres dañosas, a la manera de
Sumner. De un modo parecido, los antropólogos funcionales suponen
a veces que todo sistema social está perfectamente integrado, olvi­
dando el bien conocido hecho de la desorganización social.
Las tendencias señaladas de la biología, la psicología y la antro­
pología cultural estimularon grandemente el nacimiento de la socio­
logía funcional. Pero los sociólogos funcionales también pueden re­
montar su genealogía dentro de su propia disciplina. Las ideas de la

3 En un artículo publicado en Science, vol. 9, pp. 485 ss.


integración de las partes en todos y de la interdependencia de los
diferentes elementos de una sociedad están ya en el comensus m i-
versalis de Comte, en la preocupación de Spencer por la integración
como compensadora de la diferenciación, en la teoría orgánica de
Cooley, y especialmente en la concepción sustentada por Pareto
de la sociedad como un sistema en equilibrio. I^is aportaciones hechas
por estructuras sociales particulares al conjunto fueron destacadas por
Durkheim y por Tilomas. El campesino polaco, de este último y de
Znaniecki, puede considerarse como la primera obra importante de la
sociología contemporánea escrita con espíritu funcional.

Algunas obras importantes del estilo funcional

En 1$29 Robert S. y Helen M. Lynd publicaron Middletown, que se


ha convertido en una obra clásica de la literatura sociológica norte­
americana. Ese estudio es un intento bien planeado y bien ejecutado
para conocer una comunidad norteamericana (Muncie, Indiana) más
o menos representativa como un sistema social y cultural relativamente
cerrado y que satisface las necesidades de sus miembros. Esas necesi­
dades están enunciadas en términos dinámicos: ganarse la vida (adqui­
rir los medios necesarios para subsistir); hacerse un hogar (incluidos
el matrimonio y la crianza de los niños); preparar a los jóvenes;
util¡2ar los asuetos; dedicarse a prácticas religiosas; participar en acti­
vidades de la comunidad, en especial el manejo del gobierno; cuidar
de la salud pública; atender a los indigentes, proporcionar informa­
ción. La investigación fue realizada en gran parte por observación
participante, a la manera de los estudios etnológicos contemporáneos,
aunque también se usaron documentos históricos y datos estadísticos.
Los resultados convencieron a los Lynd de que las modalidades en
la satisfacción de necesidades que se manifestaban en Middletown
indicaban un tipo definido de estructura social, a saber, la división
básica de la población en gente de negocios y trabajadores, cada una
de las cuales clases desempeña las funciones sociales esenciales de
maneta un tanto diferente. La hipótesis de la plena integración del
sistema social-cultural no fue comprobada, distinguiéndose la vida
de la comunidad por un laberinto de actividades institucionales engra­
nadas y con frecuencia contradictorias. Los autores encontraron el uno
al lado del otro intentos para emplear la psicología del siglo x ix en la
educación de los niños y la psicología del siglo XX en la práctica de
los negocios, confianza en el laissez faire del siglo xvm y el uso
de máquinas del siglo x x , y así sucesivamente. Sin embargo, se com­
probaron algunas uniformidades en los cambios sociales, por ejem­
plo, el hecho de que las innovaciones materiales hayan sido aceptadas
con mejor voluntad y mayor rapidez que las ideas nuevas concernien­
tes a las relaciones entre maridos y mujeres, entre padres e hijos o
entre las clases sociales. Este resultado parecía corroborar la hipótesis
del retraso cultural de Ogburn.
Middletown, saludado por algunos comentaristas como la primera
demostración importante de la aplicabilidad de los métodos y la teoría
antropológicos a las complejas comunidades modernas, y citado por
otros como un "nuevo tipo de historia”, fue ampliamente leído en las
universidades norteamericanas en el decenio de los 1930. En 1937
los Lynd publicaron Middletown in Transition (Middletown en tran­
sición), continuación del estudio de Muncie durante los primeros años
de Ja crisis que, aunque conservando el penetrante punto de vista del
trabajo anterior, se dedicó más a Ja estructura de Jas clases y a las
relaciones del poder económico y político en aquella localidad. Estos
Jibros lian estimulado muchos estudios similares, tanto en el país
como en otras partes.
El más conocido de ellos es la serie de Ciudad Yanqui (Yankee
C ity), dirigida por William L. Warner, informe en cuatro volúmenes
sobre una pequeña ciudad de la Nueva Inglaterra que señala su es­
tructura de clase y de posiciones sociales, sus cambiantes normas éti­
cas y su sistema industrial. El primer volumen, The Social U fe of a
Modern Community (La vida social en una comunidad moderna), pre­
senta el punto de vista funcional de Warner en relación con las ideas
siguientes: Cuando la interacción recíproca se organiza en relaciones
definidas, produce sistemas de agrupaciones reguladas o irreguladas,
llamadas estructuras sociales, que dirigen la conducta social de los
individuos. Cada una de esas estructuras (la familia, la organización
económica, la iglesia, etc.) se manifiesta por reglas tipificadas im­
puestas por sanciones reguladas o irreguladas. Finalmente, las diversas
estructuras sociales están interrelacionadas de tal manera, que forman
una totalidad dinámica. Esta intcrrelación integrada del sistema social
es producida en todas las sociedades por la importancia dada a una
estructura que da forma a la sociedad total e integra las demás es­
tructuras en una unidad social de un modo muy parecido a como el
esqueleto proporciona un armazón para las demás partes del cuerpo.
En Yankee City y a través de toda la sociedad norteamericana, la
estructura en clases sociales desempeña el papel del esqueleto.
Gran parte de la serie sobre Yankee City, así como otros varios
volúmenes a cargo de Warner o que hacen uso de su teoría y su mé­
todo, pintan en detalle los sistemas de clases sociales y sus relaciones
con la economía, con la posición genealógica y con los factores étnicos
en comunidades de diversas partes de los Estados Unidos. Así, este
aspecto de la sociología funcional está representado, por ejemplo, por
Deep South (Sur profundo, 1 9 4 1 ), dirigido por Warner, Plainville,
U.S.A. (1 9 4 5 ), de James West, y Elmtotvn’s Youth (1m juventud de
Elmtown, 1 9 4 9 ), de A. B. Hollingshead.
En American Soeiety (Im sociedad norteamericana, 1951), de llobin
M. Williams, se persigue un objetivo mucho más ambicioso: el de
describir y explicar en términos sociológicos las relaciones sociales
y las creencias y valores concomitantes que caracterizan al pueblo
de los Estados Unidos. Williams distingue entre organización social
(definida como una trama de interacciones sociales recurrentes) y
cultura, en especial cultura normativa, entendida como "un plano
para la conducta”. Los complejos de normas respaldadas por sanciones
sociales intensivas, que gozan de fuerte apoyo y asociadas con necesi­
dades importantes u orientaciones valorativas, son instituciones. La ma­
yor parte de la obra está dedicada al examen de instituciones impor­
tantes de los Estados Unidos contemporáneos. Pero quizás el rasgo
sobresaliente de este estudio es el modo como trata Williams el pro­
blema relativo a la integración de instituciones parcialmente autóno­
mas. Resuelve el problema mediante una teoría conjetural, pero ge­
neral, de la integración de la sociedad y de la cultura. Según él, los
medios de integración son, primero, la dependencia mutua del bene­
ficio y los intereses individuales; segundo, mecanismos explícitos de
cohesión, incluido el acuerdo sobre las reglas a que debe someterse
la consecución de los intereses, la existencia de organizaciones extensas
que vinculen a las organizaciones menores y a los grupos primarios,
y por último sistemas de representación y de control imperativo; ter­
cero, reacción contra las presiones exteriores, tales como la guerra
o la amenaza de guerra; cuarto, la común aceptación de símbolos y
valores. Cree Williams que empleando estos instrumentos analíticos
podemos comprender "el milagro diario de la sociedad en existencia”.
El conocimiento de esos mecanismos integradores no es estéril: en
nuestro tiempo — dice Williams— la mayor parte de los errores en la
vida pública y privada son consecuencia de no prever las repercusiones
de acciones particulares que tienen lugar dentro de un sistema social
total.
Las obras que acabamos de examinar tratan de sociedades o comu­
nidades consideradas en conjunto; pero hay otras en estilo funcional
dedicadas a aspectos particulares de la vida social. Éste es el caso de
Delinquent Boys (Muchachos delincuentes, 1 9 5 6 ), de Albert K.
Cohén. El autor desarrolla la idea de que, en la sociedad norteame­
ricana, existe una "subcultura delincuente”, andutilitaria, maléfica y
negativista; esta subcultura se encuentra primordialmente entre los
varones jóvenes de la clase trabajadora. Cohén plantea la cuestión
de las causas de tal subcultura, y la resuelve en términos funcionales
demostrando que esa "subcultura'’ satisface necesidades reales de los
jóvenes de familias obreras. Los muchachos pertenecientes a esa clase
están expuestos a problemas de adaptación difícil, especialmente en
escuelas orientadas en gran parte de acuerdo con las tradiciones de la
clase media. Las valoraciones de esta tradición fomentan la adscripción
de un posición social baja a los muchachos de la clase trabajadora, lo
cual les hiere tanto más a causa del ingrediente igualitario de la cul­
tura norteamericana. La pandilla o banda delincuente es una respuesta
a esa situación: en su ambiente, los muchachos son estimados según
normas completamente diferentes de las de la clase media, y estas
últimas son negadas. La delincuencia aislada no es respuesta adecuada
a esas circunstancias (excepto en el plano psicológico de frustración-
agresión), mientras que la actividad en grupo, en este caso la con­
ducta delincuente, opera dentro de la banda para conferir y reforzar
posiciones. Formulada en términos funcionales, la explicación que da
Cohén de la formación y las actividades de bandas delincuentes, es
que contribuyen a solucionar uno de los grandes problemas de los
jóvenes varones de la clase trabajadora norteamericana. Hay, desde
luego, "alternativas funcionales” (véase la sección siguiente): un
"muchacho de la calle” puede tratar de convertirse en un "muchacho
de colegio” (cosa más fácil de decir que de hacer), o puede aceptar su
situación absteniéndose de una conducta delincuente. Desde luego que
los individuos de las bandas delincuentes no suelen tener idea de las
funciones sociales de la banda, pero ésta es una situación frecuente
que se revela en el análisis funcional, punto del que trataremos bre­
vemente.
Si Muchachos delincuentes, de Cohén, puede interpretarse de acuer­
do con el funcionalismo, Religión Among the Primitivos (La religión
entre los primitivos, 1 9 5 1 ), de W . J. Goode, es expresamente fun­
cional. Afirma el autor que su análisis es sociológico (lo cual identifica
él con el análisis a base de la orientación de los valores comunes),
funcional y comparado. El estudio general del funcionalismo que hace
Goode identifica este punto de vista con la concepción de la socie­
dad como un proceso unitario, llegando hasta sostener que la sociedad
tiene metas que no son idénticas a los fines individuales. En su estudio
teórico subraya el autor el aspecto del funcionalismo relativo a la
integración de las partes en el todo. Pero la mayor parte de su obra
está dedicada a un laborioso estudio de la interdependencia del aspecto
religioso de la vida social en cinco sociedades primitivas, con sus
actividades económicas, políticas y familiares. Por ejemplo, muestra
cómo la producción económica se mezcla para el dahomeyano con
el uso de lo sobrenatural; y, en términos más generales, sostiene que,
entre las sociedades estudiadas, lo sobreña tina 1 y sagrado actúa en el
dominio económico fijando una conducta concreta, cambiando los
fines que hay que perseguir y proporcionando móviles o motivos de
acción. El sistema religioso sostiene al político no sólo expresamente,
sino también implícita y simbólicamente, en especial imponiendo ñor*
mas institucionales para evitar conflictos. Y la estructura y situación
de la familia se reflejan con frecuencia en la religión, pues los dioses
forman familias a la manera humana. En esas sociedades, las reglas
religiosas sirven por lo menos — Goode no es aficionado a la extra­
polación— como instrumentos de integración, ofreciendo valores so­
ciales comunes que ayudan a dirigir la sociedad como un todo. Pero
los elementos del sistema religioso no son necesariamente funcionales
por completo, porque pueden inhibir otras zonas de acción que re­
fuerzan el bienestar de la sociedad, de lo cual aparecen diversos ejem­
plos en los detallados estudios de las actividades económicas, políticas
y familiares.

Hacta una teoría funcional sistemática

Esos estudios constituyen una muestra pequeña pero representativa


del enfoque funcional que ahora se usa frecuentemente en sociología.
Pero hasta muy recientemente no se había realizado su codificación
teórica. Un intento de esto fue el del antropólogo Bronislaw Ma-
linowski (1 8 8 4 -1 9 4 2 ). Su Teoría científica de la cultura ( 1 9 4 4 ) pide
para la antropología cultural el papel de ciencia social general izadora
(véase capítulo 1 ), ofrece una definición, no desarrollada, del fun­
cionalismo, y es ejemplo del uso del funcionalismo en la investiga­
ción. Malinowski rechaza la tosca concepción del funcionalismo que
lo reduce al casi inútil enunciado de que todo se relaciona con todo.
Para evitar ese peligro propone Malinowski el procedimiento del ais­
lamiento, según el cual "el aislado funcional es la Institución”. (En la
terminología de Malinowski la palabra institución se refiere tanto a
un grupo social como a los modos consagrados de proceder). Cada
institución desempeña por lo menos una función social, lo cual quiere
decir que satisface una necesidad social reconocida. Malinowski pre­
senta dos axiomas que, según declara, deben servir de base a toda
teoría científica de la cultura. Dice el primero que toda cultura debe
satisfacer las necesidades biológicas del hombre tales como la nutri­
ción, la procreación, la protección contra las fuerzas dañinas del clima,
contra los animales y contra los hombres; pero también debe propor­
cionar descanso y regulación del crecimiento. Dice el segundo que
toda conquista cultural es un refuerzo instrumental de la fisiología
humana y se refiere directa o indirectamente a la satisfacción de una
necesidad corporal. Malinowski expresa la convicción de que es po­
sible "enlazar funcionaimente los diversos tipos de reacción cultural,
tales como la económica, la educativa, la científica, la mágica y la
religiosa”, con necesidades biológicas, elementales o derivadas. Así,
"la explicación funcional del arte, del esparcimiento y del ceremonial
público puede tener que recurrir a reacciones directamente físicas del
organismo al ritmo, al sonido, al color, a la línea, a la forma y sus
combinaciones”.4
Tal como la expone Malinowski, quien, con Radcliffe-Brown, es
considerado como la figura más destacada del funcionalismo en la
antropología cultural, la teoría funcional — aunque no sus famosos
estudios sobre los trobriandeses— casi parece convertirse en una resu­
rrección parcial del determinismo biológico, cosa que pocos de sus
expositores contemporáneos creen que sea funcionalismo.
Los funcionalistas están produciendo actualmente un tipo de teoría,
especialmente aplicable al estudio de la estructura social y de la di­
versidad cultural, que puede resumirse en los términos siguientes. En
primer lugar (y este punto de partida con frecuencia aparece disfra­
zado en los escritos de los funcionalistas), la conservación y la posible
expansión de un grupo y de su sistema social, así como la persistencia
y el posible progreso de la cultura del grupo, se definen, por lo menos
implícitamente, como objetivos o metas del grupo. El estudio empírico
revelará los requisitos funcionales de un sistema dado, es decir, las
condiciones en que esos objetivos pueden ser alcanzados. Puede de­
mostrarse, entonces, que partes específicas de la estructura social y de

4 Malinowski, op. cii., pp. 174, 175.


la cultura del grupo funcionan como mecanismos que satisfacen (o no
satisfacen) los requisitos funcionales. Se siguen nuevas proposiciones
como amplias guías teóricas. Primero, las necesidades funcionales uni­
versales pueden satisfacerse de diferentes maneras, de las que son
ejemplos las diferencias sociales y culturales; y las sociedades indivi­
duales, por así decirlo, han "seleccionado’' sus particulares procedi­
mientos de entre un ancho margen de posibilidades culturales. Pero,
segundo, el número de esas "selecciones” es siempre limitado, limi­
tado por las características biológicas del hombre y por sus necesidades
sociales y psíquicas; de aquí que prevalezcan invenciones indepen­
dientes y paralelas en sociedades diferentes (fenómeno que sirvió a
los evolucionistas como uno de sus argumentos más poderosos). Ter­
cero, el margen de "selecciones” para una sociedad específica es limi­
tado más aún por las interrelaciones y, en cierta medida, por la inter­
dependencia de las selecciones mismas; así, la adopción de un tipo
de sistema de parentesco, por ejemplo, restringe el número de posi­
bilidades en otras zonas institucionales. (Más concretamente, como
se ha observado muchas veces, el desarrollo industrial moderno en so­
ciedades tradicionalmente agrarias indudablemente limita, pero no de­
termina, el número y tipo de posibles manifestaciones políticas e
institucionales de otras clases.) Tarea importante del análisis funcional
es descubrir el número y tipo de posibilidades culturales en diversas
condiciones sociales. Un esfuerzo ambicioso en esa dirección puede
verse en The Structure of Society (La estructura de la sociedad, 1952) ,
por Marión Levy, Jr., influida también por la orientación "estructural-
funcional” de la teoría de Parsons (véase capítulo 18).
El progreso ulterior de la teoría funcional requiere una clara com­
prensión del concepto mismo de función, así como la creación de
una metodología que pueda emplearse para descubrir las interrelacio­
nes funcionales de diferentes sectores de un sistema sociocultural y
su importancia para la persistencia ( o la expansión eventual) de todo
el sistema o de subsistemas contenidos en él.
Merton define la función como “las consecuencias observadas que
contribuyen a la adaptación y reajuste de un sistema dado1'.5 Nos
parece esta definición un tanto errónea. La función de una estructura
parcial, esto es, de un rasgo cultural, de una costumbre, una insti­
tución o un subsistema ( A ) , o más exactamente, de su funcionamien­
to, no es idéntica para el sistema N a las consecuencias del funciona­
miento de A, sino al significado de esas consecuencias o de la

8 Op. di., p. 50.


aportación específica de esas consecuencias para N. Representémoslas
por M. Podemos decir, pues, que la aportación específica que A hace
para la persistencia de N es M. O, dicho de otra manera: una causa
que contribuye a la persistencia de N (digamos, la familia) es A (el
tabú del incesto, por ejemplo) a causa de M (deseo de evitar la con­
fusión de los papeles familiares). Pero no sería razonar funcional­
mente, sino ideológicamente, si se pretendiera que el evitar la confu­
sión de los papeles en la familia es la causa del tabú del incesto. El
problema del origen de los rasgos funcionalmente importantes cae
fuera del alcance del análisis funcional.6
¿Qué procedimientos pueden usarse para aplicar y comprobar hipó­
tesis funcionales? El experimento mental es una posibilidad. A veces
podemos calcular, por lo menos dentro de límites amplios, lo que
ocurriría en una sociedad si una estructura parcial fuera eliminada o
se interrumpiera su funcionamiento. Así, pueden "pensarse ausentes”
(según la idea de W eber) una institución económica determinada,
por ejemplo, o una norma sociocultural, como un deporte organizado,
y calcular las consecuencias probables para la sociedad. Pero no de­
bemos olvidar las advertencias de Max Weber acerca del experimento
mental que él proponía como instrumento legítimo de análisis causal,
sin duda, pero sin embargo señalaba sus limitaciones (véase capí­
tulo 1 4 ).
El método comparativo es otra posibilidad. La comparación puede
hacerse en el plano cualitativo y en el cuantitativo. Cualitativamente,
si se encontraran dos situaciones sociales que difieren por la pre­
sencia o la ausencia de un rasgo particular o de una estructura parcial,
pueden descubrirse las consecuencias diferenciales de esa desemejanza
para la supervivencia y la prosperidad del sistema total. Un cami­
no para la comparación cuantitativa se encuentra en las obras de Soro­
kin (acerbo enemigo del punto de vista funcional, aunque funcio-
nalista extremoso en cierto sentido, como veremos en el capítulo
2 0 ) . Sorokin sugiere métodos para cuantificar las proporciones de
elementos de una cultura funcionalmente contradictorios o congruen­
tes, por ejemplo, el arte religioso en una cultura laica o en una
cultura religiosa. Sostiene Sorokin, primero, que puede determinarse
ia fluctuación de esas magnitudes en el tiempo y su distribución en
el espacio; segundo, que pueden determinarse interrelaciones funcio­
nales de los rasgos o características, si esas fluctuaciones y distribu-
6 Estas proposiciones las ha desarrollado H. C Bredemeyer en su articulo "T h e
Mcthodology of Functionalism” ("L a metodología del funcionalism o"), en Am. Soc.
Rev., vol. 2 0 ( 1 9 5 5 ) , pp. 173 si.
ciones siguen el tipo de cambios concomitantes; pero, tercero, queda
refutada la interconexión funcional si las fluctuaciones y distribucio­
nes se producen al azar. Estas proposiciones están incorporadas a la
sociología histórica de Sorokin.
Otro procedimiento de que se dispone para el análisis funcional es
la observación y el análisis de las consecuencias para una sociedad
de diferentes tipos de desórdenes causados por acontecimientos inte­
riores o exteriores, o por ambos. Así, el estudio de las consecuencias
de una declaración de guerra, por ejemplo, o de un invento revolu­
cionario, como la fuerza atómica, puede revelar persistencias o rela­
ciones funcionales (o debilidades) hasta entonces insospechadas en un
sistema social. En realidad, hoy se están haciendo gran número de
investigaciones siguiendo estos lincamientos, y aunque la mayor parte
de ellas no son expresamente funcionales, es indudable que contribui­
rán al desarrollo ulterior de la teoría funcional.
Estos procedimientos representan sólo algunas de las posibilidades
metodológicas que pueden emplearse en el análisis funcional. (Expe­
rimento mental, método comparativo, y estudio de las consecuencias
de desórdenes han sido y son, naturalmente, empleados por represen­
tantes de otras escuelas.) La interdependencia y acción recíproca de
investigaciones empíricas de diferentes tipos y del progreso de la
teoría funcional, han sido señaladas recientemente por varios investi­
gadores, y quizás con la mayor eficacia por Merton en su Teoría y
estructura sociales.
En ese mismo libro hace Merton algunas aportaciones importantes
a la teoría funcional. Intenta codificar sistemáticamente un proto­
colo o paradigma para el funcionalismo, esfuerzo dirigido a presentar
“el resistente núcleo de conceptos, procedimientos e inferencias del
análisis funcional” .7 En ese intento, Merton hace expresa la dife­
rencia entre funciones manifiestas y latentes, diferencia que se en­
cuentra en forma implícita en las obras de muchos investigadores. Las
funciones manifiestas se refieren a las consecuencias objetivas de una
unidad social o cultural específica que contribuye a su adopción o
adaptación y que fueron deseadas por los participantes; las funciones
latentes se refieren a consecuencias indeliberadas y no reconocidas.
Así, para citar el conocido ejemplo de Merton, una función manifiesta
de consumo económico es el uso, mientras que una de sus funciones
latentes es (o fue en otro tiempo), como señaló Veblen, la conser­
vación o el acrecentamiento de prestigio. En los pocos años transcurri­
dos desde la publicación (1 9 4 9 ) de la obra de Merton, esa diferencia
ha sido extensamente empleada por los sociólogos norteamericanos.
La diferencia, como el mismo Merton indica, y como lo ilustra en un
breve pero magistral ensayo sobre la máquina política urbana en el
cual se dice que esta organización satisface necesidades existentes de
diversos grupos que no son eficazmente satisfechas por las instituciones
oficiales, es particularmente valiosa porque llama la atención hacia
funciones latentes que pueden pasar inadvertidas en el análisis social.
El estudio que Merton hace de la máquina política sirve también
de ilustración al concepto de las alternativas funcionales, esencial
para el análisis "una vez que hemos abandonado el supuesto gratuito
de la indispensabilidad funcional de estructuras sociales dadas”. No
debe suponerse, por ejemplo, que la máquina proporciona el único
modo de satisfacer las necesidades de grupos como el de los hombres
de negocios o el de los individuos ambiciosos de sectores pobres de la
población. El concepto de las alternativas funcionales "enfoca la aten­
ción sobre el margen de variación posible en las manifestaciones que
pueden, en el ejemplo dado, servir a una exigencia funcional. Des­
congela la identidad de lo existente y lo inevitable” .8
Por último, Merton nos previene contra la preocupación por la
"estructura social estática”, tendencia de ciertos representantes de
la escuela funcional: En este respecto, emplea el concepto de disfun­
ciones: "Las consecuencias observadas que disminuyen la adaptación
o ajuste del sistema”. (Puede decirse, por ejemplo, que la discrimi­
nación racial es disfuncional en una sociedad que destaca los valores
de la libertad y de la igualdad de oportunidades.) El concepto de
disfunción — declara Merton— , "que implica el concepto de tiran­
tez, esfuerzo y tensión en el plano estructural, proporciona un enfo­
que analítico para el estudio de la dinámica y del cambio” .9

Resumen y crítica
La teoría y la investigación funcionales representan un punto de
vista joven, pero que se desarrolla rápidamente. Sus resultados son
prometedores, pero todavía no pasan de tanteos. La posición del fun­
cionalismo en relación con los problemas fundamentales de la teoría
sociológica puede resumirse del modo siguiente:
La tendencia adopta la concepción de la sociedad como sistema
social, tal como la sustentó Pareto, pongamos por caso. La mayor
8 Ibid., p. 52.
9 Ibid., p. 53.
parte de los funcionaiistas suponen, si es que no lo dicen expresa­
mente, que un sistema social funciona en determinado sentido. El
funcionamiento del sistema se orienta hacia las necesidades de ios
individuos. Con frecuencia aparece en la literatura funcional la pala­
bra cultura como equivalente de sistema social.
Las unidades de observación varían de un autor a otro. Por ejem­
plo, Malinowski elige, desgraciadamente, el grupo social (que él llama
institución). Los Lynd se concentran sobre las necesidades humanas
que han de ser satisfechas por una sociedad concebida como un nego­
cio en marcha. Merton esboza un esquema muy amplio para la obser­
vación sociológica, pero sus propios estudios se interesan primordial­
mente por la estructura social.
No se estudia expresamente el problema de las relaciones entre el
individuo y la sociedad, aunque Thomas, como vimos en el capí­
tulo 1 2 , inició un trabajo importante sobre las interrelaciones fun­
cionales entre la personalidad y la cultura.
Las cuestiones de los determinantes de la estructura y los cambios
sociales son resueltas en favor de la causación múltiple. Muchos fac­
tores, pero relacionados entre sí funcionalmente, son los que deter­
minan la configuración de una sociedad así como sus cambios. Esta
opinión parece tener aceptación amplia.
Pero los funcionaiistas no comparten una definición común de la
sociología. Algunos de ellos, en especial los que no son sociólogos,
incorporan la sociología a la antropología cultural.
La metodología de la escuela ha sido débil, y con frecuencia ha
estribado sobre la intuición o la capacidad del observador para "ver”
funciones realizadas por estructuras parciales, correlaciones, integra­
ciones, y así sucesivamente. Nosotros hemos indicado algunas ideas
acerca de procedimientos más exactos. En la obra de Merton puede
encontrarse un estudio más completo de los problemas metodológicos.
La experiencia relativamente breve del funcionalismo parece indi­
car que una descripción, con sentido, de las estructuras sociales y de
Jas culturas en términos funcionales, requiere un "tema central” en
torno del cual pueda organizarse inteligiblemente el resto del sistema
socio-culfural.10 Además, como han señalado Sorokin, Merton y otros,
es preciso reconocer que la integración social nunca es completa y
que toda sociedad y toda culmra contienen elementos que no encajan

1° Cf. W arner y Lunt, op. cit. Véanse también Pattorns o f Culture (Patrones cultu­
rales), de Ruth Benedict. Boston, Houfihton M ifflin Co,( 1934, y Social and Cultural
Dytutmks, de P. A. Sorokin, 4 vols., Nueva York, American Booic Co.f 1937-41, par*
intentos en mayor escala de formular temas centrales de las culturas en su conjunto.
bien en el conjunto. La incapacidad para concebir la sociedad como
un equilibrio dinámico e imperfecto caracteriza, desdichadamente,
la obra de algunos funcionalistas, especialmente en antropología
cultural.
Por último, hay buenas razones para creer que la hipótesis de los
funcionalistas radicales, según la cual todas las partes de una cul­
tura tienen funciones positivas, ha sido engañosa. Las formulaciones
más cautas y más realistas del antropólogo Ralph Linton, quien su­
pone la existencia de "elementos sin función” ,11 y de Merton, quien
supone consecuencias no-funcionales12 y disfunciones, debieran es­
timular el desarrollo de una teoría funcional más elaborada.
El funcionalismo quizás es más promesa que realidad. Pero es una
promesa importante. El neo-positivismo, como hemos visto, reduce
la sociología a mediciones. El funcionalismo no excluye la medición
(ni otras técnicas de investigación). Pero el análisis funcional dirige
la atención hacia la significación; se esfuerza en responder a la pre­
gunta: ¿Qué significan fenómenos específicos y diversos desde el
punto de vista del conjunto del orden social?
A veces el funcionalismo se hace semi-filosófico al identificar fun­
ción y objetivo, o sea finalidad transpersonal. Esto se advierte, por
ejemplo, en la afirmación de Goode según la cual las sociedades tie­
nen metas propias. Aun con más fuerza expresa la misma idea el
investigador belga H. Janne, quien entrevé un tipo nuevo de teoría
general unificando en un todo coherente las principales tendencias de
la sociología contemporánea.13 Quien habla de función — dice— admi­
te una finalidad inconsciente y objetiva; en otras palabras, los fenó­
menos o procesos sociales se interpretan como si se desenvolvieran
hacia la consecución de fines definidos. Esta situación es notoria en
educación, Al comunicar conocimientos, las instituciones educativas
persiguen fines propios, mientras que los niños y los jóvenes se es­
fuerzan hacia metas personales. Pero al terminar la educación for­
mal, los jóvenes están con frecuencia bien preparados para adap­
tarse a la vida social, exactamente como si hubiera un centro que
dirigiera consecuentemente las actividades de los grupos y de los indi­
viduos afectados y equilibrara sus tendencias particularistas; análoga­
mente al sistema económico basado en la libre iniciativa, y a la in­

11 Estudio del hombre. Fondo de Cultura Económica, edición, México, 1959,


p. 595.
32 Merton, op. cit., pp. 50-51.
13 "Fonccion et finalicé en sociologie" ("Función y finalidad en sociología*’ ) , en
Cabicrs ¡nterttationaux de Sociologie, vol., 16 ( 1 9 3 4 ) .
vención de instrumentos determinada por las exigencias funcionales
de la adaptación dinámica de los individuos del grupo al medio am­
biente. El proceso histórico, tal como lo muestra Henri Pirenne, puede
interpretarse como si poseyera una finalidad objetiva, metas orientadas
hacia aspectos específicos del presente.
Semejantes ampliaciones del significado del funcionalismo no son
necesarias en absoluto. Un funcionalista puede permanecer en terreno
firme limitándose a resolver cuestiones relativas a las aportaciones
averiguables de las partes a los todos (o viceversa), y a la clase y
grado de unificación de los elementos de un sistema social.
En el periodo que estudiamos, la sociología analítica ha sido cultivada
por muchos hombres de ciencia. Pero es erróneo hablar de una "es­
cuela” analítica, porque el vínculo entre esos hombres consiste pri­
mordialmente en que coinciden en reconocer la necesidad de formular
una teoría sociológica unificada que sirva como medio de análisis,
descripción e interpretación de los fenómenos sociales. A primera
vista, los sistemas de conceptos y las proposiciones que los expresan
parecen ampliamente divergentes, como si expresaran meramente las
opiniones y preferencias de los autores particulares. Pero si se estudian
detenidamente las cosas que representan los símbolos conceptuales, se
hace manifiesto que detrás de las diferencias terminológicas hay un
importante margen de acuerdo. Si esos desacuerdos frecuentemente
superficiales son superados y, cuando ello suceda, si se pone cierto
sentido de unidad entre los cultivadores de la sociología analítica,
entonces será correcto considerarlos como constituyentes de una mis­
ma escuela.
Dos observaciones previas son oportunas en este punto. Primero, a
las escuelas y puntos de vista ya examinados y a Jos que aún hemos
de examinar, se les pueden atribuir aportaciones importantes a la
sociología analítica. Pero, a diferencia de los sociólogos analíticos, los
individuos de esas escuelas se dedican a aspectos particulares de la
teoría sociológica — tal es el caso de las escuelas ecológica, sociomé-
trica, funcional e histórica— ; o destacan métodos o principios espe­
cíficos — como hacen las escuelas neo-positivista, institucional y feno-
menológica— . Naturalmente, los sociólogos analíticos tienen también
sus preferencias, pero generalmente las subordinan a la tarea de for­
mular una teoría unificada y amplia.
Segundo, las estructuras de referencia de los sociólogos analíticos
se reflejan actualmente en muchas monografías sobre investigaciones
y en libros de texto. En el presente estudio sólo excepcionalmente
pueden mencionarse las ramificaciones de ese tipo. Las aportaciones
a la que llamamos sociología analítica son ya tantas, que la selección
es obligada, e inevitablemente incurrirá en la omisión de obras va­
liosas. Limitamos nuestro examen, por la mayor parte, a los escritos
de unos pocos investigadores contemporáneos. Pero los orígenes de la
sociología analítica se remontan a fines del siglo X I X y comienzos
292
del XX. Sin Toennies, Simmel, Tarde y Durkheim (véanse capítulos
8 y 9 ) , no habría nacido la sociología analítica contemporánea.1

Pitirim A. Sorokin

Entre los sociólogos analíticos de nuestro tiempo, creemos que hay


que destacar especialmente a uno y concederle el primer rango en
talento creador, erudición y dominio de los requisitos previos a un
sistema científico de ideas. Este sabio es Pitirtm A. Sorokin (n. 1889).
Sorokin nació en una remota aldea del nordeste de Rusia. Estudió
en la Universidad de San Petersburgo y desde muy joven se dedicó a
la enseñanza, a ia investigación científica y a escribir, así como a la
actividad política. En 1914 apareció su monografía Crimen y castigo,
acto heroico y recompensa, y en 1919 su Sistema de Sociología (dos
volúmenes, en ruso), obra de orientación un tanto behaviorista.
En 1917 Sorokin actuó como secretario de Alejandro Kerensky,
jefe del gobierno provisional de Rusia, y después de la caída de éste
participó activamente en la lucha contra el comunismo. Fue detenido,
procesado, condenado a muerte, pero esta pena fue conmutada por
el destierro. Después de dos años en Qiecoslovaquia, se trasladó a los
Estados Unidos.
En este país Sorokin llegó a ser profesor de sociología en la Uni­
versidad de Minnesota, donde escribió dos obras notables, Social
Mobility (Movilidad social, 1927) y Contemporary Sociological T beo­
ríes (Teorías sociológicas contemporáneas, 1 928). Este último libro es
un estudio crítico sistemático de las principales "escuelas” de socio­
logía, destacando sus diferentes maneras de enfocar el problema de los
determinantes de la estructura de la sociedad y de los cambios so­
ciales. En 1930 Sorokin fue nombrado profesor de sociología de la
Universidad de Harvard, donde fundó el primer departamento de so­
ciología que hubo allí y cuya dirección tuvo a su cargo durante un
decenio. En sus años de Harvard fueron muchas sus publicaciones.
Entre sus escritos principales se cuentan su obra magna, Social and
Cultural D inam ia (Dinámica social y cultural, cuatro volúmenes,

l Entre las obras no estudiadas ea el tt-rto, las siguientes forman una especie de
transición entre ta anterior y la sociología analítica contemporánea: Systematic Sociology
(Sociología ¡¡flemática), por L. von Wiese y H. Bcckcr, Nueva York, John W iJcy and
Sons, 1932; nueva edición, Gary, Ind., Norman Paul Press. 1950 (véase también capí­
tulo 2 1 ) ; Principies of Sociology (Principios de Sociología), por E. T . Hiller, Nueva
York, Hsrpcc and Bros-, 1 9 )3 , y Social Relations and Structures (Relaciones y estruc­
tura] sociales), por el mismo, Nueva York. Harper and Bros., 1947; Estudio del hombre,
por R . Linton, Fondo de Cultura Económica, México, 1959.
1937*41); la monografía Sociocultural Causality, Time and Space
(Causalidad sociocultural, tiempo y espacio, 1 9 4 3 ), que puede consi­
derarse como un suplemento de Dinamics; y un tratado sistemático
de sociología, único en la sociología norteamericana en cuanto a am­
plitud y unidad titulado Soeiety, Culture, and Personality (Sociedad,
cultura y personalidad, 1 9 4 7 ). En 1950 realizó una importante adi­
ción a sus Teorías sociológicas publicando T he Social Ph'dosophies
o f an Age o f Crisis (Filosofías sociales en una época de crisis.) En
1956 publicó Fads and Foíbles in Contemporary Soctology (Noveda­
des y flaquezas en la sociología contemporánea), valoración crítica de
la sociología de mediados del siglo x x (véase capítulo 1 5 ).
Las publicaciones de Sorokin pueden dividirse en dos grupos: las
que son primordialmente aportaciones a la sociología analítica propia­
mente dicha, y las que tratan de sociología histórica. En este capítulo
estudiaremos las primeras. En el capítulo 20 examinaremos la socio­
logía histórica.
Dijimos en el capítulo 1 que Sorokin había definido la sociología
de una manera que parece aceptable a sociólogos de diferentes tenden­
cias y que define con exactitud el alcance de la sociología teórica.
Así, la sociología es, según él, el estudio de las características genera­
les comunes a todas las clases de fenómenos sociales, de las relaciones
entre esas clases, y de las relaciones entre los fenómenos sociales y
lo no sociales.2 En Sociedad, cultura y personalidad da Sorokin una
nueva delincación del campo, señalando con mayor precisión los sec­
tores propios de la investigación sociológica: Sociología es la teoría
generalizadora de la estructura y dinámica de a) sistemas y congeries
sociales [elementos funcionalmente congruentes], b) sistemas y con­
geries culturales, y c) personalidades en su aspecto estructural, tipos
principales, relaciones entre ellas y procesos de la personalidad.® Al­
gunas de las palabras usadas en esta definición requieren explicación,
la cual se da en las páginas siguientes.
De acuerdo con la opinión de muchos sociólogos, hasta Simmel,
Sorokin elige la interacción como la unidad en que deben descompo­
nerse los fenómenos sociales. "En sus formas desarrolladas — dice— ,
lo superorgánico (palabra que ya había empleado Spencer] se
encuentra exclusivamente en la esfera de seres humanos que actúan
unos sobre otros y en los productos de su interacción.” 4 Interacción

2 Contemporary Sociological Tbeoríes (Teorías sociológicas contemporáneas), Nueva


York, H arjw and Bros., 1928, p. 760 .
3 Soeiety, Culture, and Personality, Nueva York, Harpcr and Bros., 1947, p. 17.
4 Ibid., p. 4.
significa aquí “todo acontecimiento por el cual una parte influye
visiblemente en las acciones patentes o en el estado de ánimo de la
otra ".6 Los sujetos de la interacción son ya individuos humanos o
grupos organizados de seres humanos.
Sorokin limita el concepto de interacción afirmando que "el mo­
delo más genérico de todo fenómeno sociocultural es la interacción
con sentido de dos o más. . . individuos” .6 La razón de esta limita­
ción puede verse en el concepto que tiene Sorokin de interacción
sociocultural. Comprende ésta tres componentes inseparablemente re­
lacionados entre sí: ” 1 ) la personalidad como sujeto de interacción;
2 ) la sociedad , como la totalidad de las personalidades que actúan
entre s í . . y 3 ) la cultura, como la totalidad de las significaciones,
valores y normas poseídos por las personalidades que actúan entre sí
y la totalidad de los vehículos que objetivan, socializan y comunican
esas significaciones” .7 O d a uno de esos tres componentes es sometido
a minucioso análisis en la obra de Sorokin. Lo relativo a la cultura es,
sin embargo, su aportación más considerable.
La sociedad cristaliza en grupos o sistemas sociales. De acuerdo con
el carácter de la interacción, los grupos pueden ser organizados, in­
organizados o desorganizados. Dice Sorokin:

Un grupo social, como totalidad de individuos que actúan entre


sí, está organizado cuando la serie central de sus significados y valores,
como motivo para su interacción, es algo consecuente dentro de sí mismo
y asume la forma de normas-leyes que definen exactamente todas las
acciones-reacciones pertinentes de los individuos que actúan entre SÍ en
sus relaciones mutuas, con los extraños y con el mundo en general; y
cuando esas normas son efectivas, obligatorias y, en caso necesario, im­
puestas, en el gobierno de las personas que actúan y reaccionan entre sí.8
Esa complicada exposición puede descomponerse en cuatro propo­
siciones relacionadas entre sí: 1) Cada grupo organizado se carac­
teriza por "una serie central de significados y valores”; aquí la palabra
"significado” es casi sinónima de "idea”. Esta proposición es análoga
a la opinión de los institucionalistas (véase capítulo 19) según la cual
un grupo social se forma alrededor de una "idea directiva”, es decir,
una idea que expresa algún valor que ha de ser realizado por el

5 Ibid., p. 40.
6 Ibid., p. 40.
^ Ibid., p. 63.
8 Ibid., p. 70 (en cursiva en el original),
grupo.0 2 ) La serie central de ideas y valores debe ser consecuente
consigo misma: principio que se acerca mucho a un teorema susten­
tado por muchos funcional istas. 3 ) Esas ideas y valores consecuentes
asumen la forma de normas que deben seguir los individuos del
grupo. 4 ) Esas normas, que Sorokin llama "normas-leyes”, deben ser
efectivas y por lo tanto poder ser impuestas en caso necesario.
Se advertirá que la identificación de las normas de conducta del
grupo con la ley sólo puede sostenerse si se usa la palabra "ley"
en un sentido mucho más amplio que de ordinario. Según el inves­
tigador ruso Petra2hitsky,10 Sorokin define la norma-ley como aquella
que concede derechos a una parte e impone los deberes correspon­
dientes a otra parte. Esta formulación da al concepto un significado
más extenso que el asignado a las normas legales, que exigen ser im­
puestas por una sociedad políticamente organizada.
Afirma Sorokin que de su definición de la interacción, que enfoca
la conducta humana que influye en otras, puede derivarse la propo­
sición de que "todo grupo de individuos que actúan entre sí es ante
todo una m 'ulad causal-funcional, en la cual todos los componentes
son mutua y perceptiblemente interdependientes”.11 En otras palabras,
para Sorokin todo grupo social, aun el inorganizado, es un sistema
social.
¿Cómo trata Sorokin la cultura que, como hemos dicho anterior­
mente, es parte tan importante de su teoría? En Dinámica social y
cultural se define la cultura como "la suma total de todo lo creado
o modificado por la actividad consciente o inconsciente de dos o más
individuos que actúan el uno sobre el otro o que la conducta del uno
determina la del otro ’’.12 Como ya hemos visto, en Sociedad, cultura y
personalidad se define en relación con sus partes componentes: en esa
obra el sentido de la palabra cultura es incorporado a la definición
de interacción social, y cada uno de sus componentes es cuidadosa­
mente definido, a la vez que se hace ver cómo está ínter relacionado
con los otros. Hay, en primer lugar, "sistemas de cultura pura”, que
son sistemas de significaciones o ideas en el sentido más elemental,
por ejemplo, la proposición de que 2 X 2 = 4 . Esos sistemas son
8 Esta proposición es parte importante de la teoría de R. M . Maclver, entre otro
Así. el análisis de grupos que hace Maclver, como se dice más adelante en este capítulo,
se basa en gran parte sobre los tipos de intereses (o valores) que promueven.
10 La obra magna de Petra zhitsky, Teoría de la ley y del Estado (2 vols., 1 9 0 7 ),
puede leerse ahora en traducción inglesa abreviada con el título de Lau> and Morality,
Cambridge, Mass., Harvard Univ. P r« s, 1955.
11 Socivty, Culture, and Personality, p. 147.
12 Social and Cultural Dynamics, Nueva York, American Book Co., 1937-41, 4 vols.,
vol. I, p. 3.
independientes de que los hombres los admitan o los rechacen. En
segundo lugar, un sistema de cultura puede ser "objetivado” o expre­
sado para hacerlo cognoscible a seres humanos. En tercer lugar, los
sistemas de cultura pueden ser "socializados”, llegando a ser operativos
en la interacción social. Un sistema de significaciones que se ex­
presa en términos comunicables y que constituye un elemento impor­
tante de una zona de interacción, es un sistema sociocultural, con­
cepto clave de la teoría sociológica de Sorokin.
La propiedad más importante de los sistemas culturales o sociocul-
turales es su tendencia a integrarse en sistemas de un nivel cada vez
más elevado. El problema de la integración de la cultura aparece
tratado de modos un tanto diferentes en el primer volumen de Di­
námica social y cultural, por una parte, y en el cuarto volumen de la
misma obra, así como en Sociedad, cultura y personalidad, por otra.
En el primer tratamiento, ''las numerosas interreiaciones de los di­
versos elementos de la cultura — declara Sorokin— pueden reducirse
a cuatro tipos básicos”. Así, las interreiaciones culturales se distinguen
por la contigüidad espacial o mecánica, por la asociación debida a
algún factor externo, por la integración causal o funcional, o, final­
mente, por la integración interna o lógico-significativa.13 Aquí la
integración causal-funcional de los fenómenos sociocul tura Ies se iden­
tifica con las relaciones causales-funcionales en la esfera de los fenó­
menos naturales, señalada por la uniformidad de relaciones entre va­
riables. Pero el criterio de la unificación "lógico-significativa” es la
identidad de la significación o la idea central.
En su tratamiento más reciente de las interreiaciones culturales,
muestra Sorokin cierta tendencia a negar o a reducir al mínimo la
aplicabilidad del concepto de causalidad (por lo menos como se usa
en las ciencias naturales) a los fenómenos socioculturales, y a iden­
tificar la causalidad sociocultural y la integración lógico-significativa.
De esta suerte, en Sociedad, cultura y personalidad afirma Sorokin
que "los fenómenos culturales, en sus recíprocas relaciones. . . pueden
ser integrados (solidarios), no integrados (neutrales), o contradicto­
rios (antagónicos). Son integrados.. . cuando dos o más fenómenos
culturales que actúan entre sí, esto es, causalmente conectados, guardan
entre sí una congruencia lógica o, por lo que se refiere a fenómenos
artísticos, estética. Éstos son, pues, los que forman los sistemas socio-
culrurales. Continúa Sorokin: "No sólo las significaciones, los valores
y las normas pueden estar entre sí en la relación de congruencia lógica
o estética, o no tener relación alguna, o ser contradictorios, sino tam­
bién las acciones manifiestas y los demás vehículos materiales, en la
medida en que articulan y expresan las respectivas significaciones,
valores y normas."1*
Sus escritos teóricos revelan el interés de Sorokin por la jerarquía
de los sistemas socioculturales y su grado de integración. El sistema
sociocultural total de una "población” lo concibe como un "super­
sistema'' que puede estar más o menos integrado. Cada supersistema
consta de los cinco sistemas básicos y funcionalmente esenciales del
lenguaje, la religión, las artes, ia ética y la ciencia. Cada uno de ellos,
a su vez, se subdivide en sistemas, subsistemas, subsubsistemas y así
sucesivamente, que también están más o menos integrados.
Advierte Sorokin que su "supersistema” de ningún modo es idén­
tico a la suma total de manifestaciones culturales que se encuentran
en una sociedad dada. Porque la cultura total de una sociedad com-
prende, además de un supersistema, cierto número de congeries.* Las
congeries se relacionan entre sí y con el supersistema mismo por con­
tigüidad mecánica o por asociación debida a factores externos. Al des­
arrollar este punto, Sorokin se opone enérgica y convincentemente
a la opinión que sustentan ciertos funcionaiistas radicales según la cual
todas las manifestaciones culturales tienen funciones positivas en un
sistema dado.
Pero a Sorokin le interesan primordialmente los grandes supersiste-
mas. Cada supersistema se caracteriza por un tema o idea central, que
es el criterio de verdad predominante en una cultura dada. Así, pueden
los hombres atribuir validez definitiva ai testimonio de los sentidos,
caso en el cual Sorokin llama sensible al supersistema. Si los hombres
admiten en general la verdad de la fe y creen que detrás de las im­
presiones de los sentidos hay otra realidad más profunda, el supersis­
tema es ideativo. Pueden combinarse ambas actitudes. SÍ la combi­
nación de lo sensible con lo ideativo es armoniosa, nace un tercer
sistema de verdades, el de la razón, Jo cual significa un supersistema
idealista. Si los dos sistemas básicos de verdades, el sensible y el idea­
tivo, son meramente yuxtapuestos, el sistema es "mixto”.
La clasificación de los cuatro estilos (palabra que no emplea Soro­
kin) fundamentales de cultura: sensible, ideativo, idealista y mixto,

Edición en inglés de Sociedad, cultura y personalidad, p. 314.


* Eo páginas anteriores alguna vez hemos traducido ya la palabra congeries del texto
inglés por esa misma voz, de origen latino, recibida en nuestro idioma con la signifi­
cación de cúmulo o conjunto de cosas, aunque no tengan entre u ninguna afinidad.
(N . del T .)
forma la base de su teoría del cambio social, materia que estudiaremos
en el capítulo 20 .
El principal teorema de Sorokin, desarrollado y extensamente ilus­
trado con ejemplos en los cuatro volúmenes de Dynamics y en otros
libros, puede exponerse en los términos siguientes. El tema central
del supersistema sociocultural impregna la fábrica de la sociedad y
de la cultura. Si se conoce el sistema de verdades que prevalece en
una sociedad, podría deducirse el carácter general de su arte, litera­
tura, música, filosofía y ética, así como los tipos predominantes de
relaciones sociales. De este modo según Sorokin, el estilo de una cul­
tura — materia tratada por otros investigadores de un modo más bien
impresionista— puede ser enfocado científicamente y hasta ser estu­
diado cuantitativamente. (Más abajo examinaremos las opiniones me­
todológicas de Sorokin.)
Y a hemos advertido que Sorokin define la sociología como la teoría
generalizadora de la estructura y la dinámica de los sistemas sociales,
de los sistemas culturales y de la "personalidad”. El estudio de la per­
sonalidad es el menos desarrollado y quizás el aspecto menos influ­
yente de su obra, aunque están dedicados a este tema dos capítulos
enteros de Sociedad, cultura y personalidad y otros muchos pasajes de
sus demás obras. Las siguientes palabras indican el punto de vista
sociológico, bastante convencional, de Sorokin:

La personalidad es un microcosmos que refleja el macrocosmos socio-


cultural dentro del cuaj el individuo nació y vive. La vida de un indi­
viduo es un gran drama determinado primero por su universo social y
después por las propiedades biológicas de su organismo. Aún antes de
nacer el organismo, el universo sociocultural empieza a influir en él
y a determinar sus propiedades, y mantiene incesantemente este pro­
ceso de moldeamiento hasta la muerte del individuo y aun más allá .15
Aunque señala enérgicamente la influencia del ambiente sociocul­
tural en la formación de la personalidad, Sorokin, como la mayoría
de los sociólogos actuales, evita una interpretación "sociologística”
unilateral de la conducta humana. Ve al individuo y a la personalidad,
de una parte, y a la sociedad y la cultura, de la otra, como elementos
interdependientes e interactuantes de una totalidad. Ni supone una
correspondencia punto por punto entre la cultura y la personalidad.
Pero destaca el carácter "pluralista” de la estructura de la persona­
lidad, considerando el pluralismo de "yoes” en el individuo como un
JE ibid., p. 714.
reflejo del pluralismo de los grupos, y los "egos sociales” múltiples
del individuo como una consecuencia de su pertenencia a varios gru­
pos.16 En Movilidad social, lo mismo que en sus obras más recientes,
Sorokin señala también interconexiones entre los tipos y los cambios
socioculturales y la desorganización de la personalidad. Análogamen­
te, sostiene que cada uno de los grandes sistemas socioculturales: el
sensible, el ideativo y el idealista, produce tipos característicos de per­
sonalidad.
Aunque Sorokin emplea la expresión "alma empírica” (que iden­
tifica con el "yo” o el "ego”), advierte prudentemente que el análisis
del "alma superempírica o transcendental” cae fuera del estudio so­
ciológico: "Su análisis corresponde a la religión y la metafísica.” 17
Sorokin desarrolla más por extenso sus opiniones metodológicas en
el cuarto tomo de Dinámica y en Causalidad sociocultural, tiempo y
espacio. Se declara partidario de una "escuela integralista” en socio­
logía que investigue los fenómenos sociales de tres maneras. En su
aspecto empírico, los fenómenos sociales son estudiados mediante la
percepción sensible y la observación empírico-sensorial. En segundo
lugar, el aspecto "lógico-racional” de los fenómenos socioculturales
debe ser comprendido mediante la lógica discursiva de la razón
humana. Finalmente, "la realidad sociocultural tiene su aspecto su­
prasensible, suprarracional y metalógico. Está representado por las
grandes religiones, por la ética absolutista y por las bellas artes
verdaderamente g ran d es... E s te ... aspecto de la realidad socio-
cultural . . . debe ser aprehendido mediante la verdad de la fe, es
decir, mediante un acto de intuición o experiencia mística supra­
sensible, suprarracional y metalógica” 18
Todo esto es, realmente, muy discutible. La intuición no equivale
a un acto de fe, que supone la aceptación de alguna revelación. El
concepto que Sorokin tiene de la intuición se acerca mucho al procedi­
miento fenomenología) de la "abstracción ideativa”, que veremos en
el capítulo 19- Por consiguiente, el pluralismo metodológico de Soro­
kin no abarca tanto como a primera vista sugiere. Además, nos pa­
rece que su posición metodológica no convierte su teoría sociológica
(en el sentido definido en el capítulo l ) en una teoría filosófica.
Uno de los aspectos que más decepcionan de la metodología de

16 Véase espeo¡alíñeme la «lición en inglés de Sociedad, cultura j personalidad,


caps. X IX y X LV IU .
H ¡bid., p. 345 n.
18 Edición en ¡ngl¿-s de Causalidad sociocultural, tiempo y espacio, Duchara, Duke
Univm ity Press, 1943, pp. 227-28.
Sorokin es la falta de precisión concerniente a lo que él llama mé­
todo lógico-significativo. En la medida en que este método es pura­
mente lógico, es comprensible; y quizás lo es también (aunque algunas
autoridades lo discuten) cuando se comparan entre sí fenómenos ar­
tísticos. Pero la correlación de los fenómenos intelectuales y estéticos
suscita una cuestión grave. ¿Cómo puede establecerse sólidamente,
a base de concomitancia en el tiempo y en el espacio, que ciertas
configuraciones de fenómenos intelectuales están “internamente” o
significativamente integradas con configuraciones especificadas de fe­
nómenos estéticos? Los ejemplos que aduce Sorokin de tal integración
son totalmente plausibles muchas veces, pero brilla por su ausencia
la prueba convincente.
Aunque Sorokin está en fuerte desacuerdo con las pretensiones de
los expositores extremados del cuantitativismo en sociología, hace uso
abundante de métodos cuantitativos. Así, a fin de determinar el estilo
de un subsistema sociocultural particular, por ejemplo la filosofía,
computa listas de los fenómenos culturales que manifiestan más cla­
ramente el subsistema (en este caso concreto, las obras de los filó­
sofos de la época), distribuye cada manifestación entre los tres tipos
fundamentales de cultura y atribuye a cada uno un grado de autoridad
(que depende del número de discípulos de los filósofos, del número
de sus ediciones y traducciones y de otros criterios objetivos). Sen­
cillos cálculos aritméticos dan resultados que toman la siguiente forma:
En el siglo N, el A por ciento de la filosofía occidental era empirista
y el B por ciento idealista. Esos resultados apoyan la teoría del cambio
social de Sorokin, pero también demuestran una posibilidad limitada
de cuantificar datos sobre estilos de cultura. De un modo análogo,
se mide la intensidad variable de fenómenos como las guerras y las
revoluciones. Las mediciones son toscas, indudablemente, cosa que el
mismo Sorokin reconoce. Pero, con raras excepciones, no conducen a
conclusiones que se aparten mucho de las opiniones expresadas en
términos cuantitativos por muchos historiadores. Por otra parte, las
correlaciones de Sorokin abren a veces perspectivas inesperadas sobre
regiones inexploradas del pasado sociocultural del hombre.

Talcott Parsons

Pasamos de la obra de Sorokin a la de Talcott Parsons (n. 1 9 0 2 ),


colega suyo en Harvard y también sociólogo analítico de mucha au­
toridad. Aunque hay analogías importantes entre las teorías de estos
dos profesores, como veremos, no obstante se les considera con fre­
cuencia rivales sociológicos.
Aunque nacido en los Estados Unidos y graduado en el Amherst
College, donde su interés primordial fue la biología, Parsons fue
muy influido por sabios europeos. Como estudiante graduado en la
Escuela de Economía de Londres, estudió con los sociólogos L. T.
Hobhouse y Morris Ginsberg y con el antropólogo Malinowski, que
despertó su interés por el punto de vista jfuacjonaLf Posteriormente,
en Heidelberg, estudió los investigadores sociales alemanes, y escribió
una tesis doctoral sobre El concepto del capitalismo en las teorías de
Max W eber y W em er Sombart; a los pocos años tradujo La ética pro­
testante y el espíritu del capitalismo, de Weber. En 1926-27 fue ins­
tructor de economía en Amherst, y al año siguiente desempeñó el
mismo cargo en Harvard, para ser después miembro del recién creado
departamento de sociología bajo la dirección de Sorokin. Como pro­
fesor de sociología, Parsons fue nombrado jefe del departamento de
relaciones sociales de Harvard en 1946, cargo que sigue desempeñando.
En Harvard no tardó Parsons en entrar en relaciones con un grupo
de economistas distinguidos y fue asiduo estudiante de la obra del
teórico clásico Alfred Marshall (1 8 4 2 -1 9 2 4 ). También estudió las
obras de Durkheim, adversario del individualismo spenceriano y ex­
positor de una ciencia de la sociedad como realidad sui generis (véase
capítulo 9 ) , y cayó bajo la influencia del fisiólogo L. J. Henderson,
admirador de los escritos de otro gran sociólogo europeo: Pareto. De
esos varios maestros, las obras de Weber y de los economistas Durk­
heim y Pareto tuvieron especial importancia en la formación de las
opiniones teóricas de Parsons, como lo indica su primera obra impor­
tante, The Structure o f Social Action (La estructura de la acción social),
publicada en 1937. A partir de esa época, Parsons se ha interesado
cada vez más por la teoría psicoanalítica, como lo prueban todas sus
obras recientes.
Durante muchos años Parsons ha insistido consecuentemente en la
necesidad de formular una teoría general sistemática de la conducta
humana. Considera el desarrollo de la teoría abstracta como indicio
principal de la madurez de una ciencia. Esa teoría facilita la descrip­
ción, el análisis y la investigación empírica. Esas actividades — dice
Parsons— requieren una estructura general de referencia (como el
espacio tridemensional y la fuerza en mecánica) y exigen Ja compren­
sión de la estructura del sistema teórico como tal. Según él, la teoría
sociológica debe ser estructural-funcional. (Como veremos después,
Parsons emplea con frecuencia la palabra "funcionar’ en un sentido
que difiere del de otros funcionalistas.)
Los primeros escritos de Parsons se basaban en el convencimiento
de que la materia apropiada de la sociología es la acción social, opi­
nión que refleja la fuerte influencia de Max Weber y quizás, en
cieno grado, de la obra de Thomas.19 En La estructura de la acción
social presenta Parsons una teoría extremadamente complicada de la
acción social, en la que se sostiene que esta es conducta voluntaria.
El estudio se basa en gran parte en el esquema medios-fines. Esta
complicada formulación de una teoría de Ja acción social, que repre­
senta un ambicioso pero prematuro esfuerzo de Parsons, se entreteje
con un detallado análisis de las teorías de Weber, Durkheim, Pareto
y Alfred Marshall (y como tal constituye una importante fuente de
segunda mano sobre esos autores), y además se la ha considerado con
frecuencia como demasiado difícil o excesivamente abstracta para ser
usada en la investigación. Bajo la influencia de Henderson, Parsons
volvió a exponer su teoría en una forma más apropiada para pre­
sentarla aquí.
La teoría en su nueva forma fue expuesta por primera vez en una
serie de trabajos reunidos en Essays in Sociological Theory, Puré and
Applied (Ensayos sobre teoría sociológica, pura y aplicada, 1 9 4 9 ), pero
sufrió nuevas modificaciones en The Social System (El sistema social,
1 9 5 1 ). Y mientras escribía este libro, ciertas opiniones teóricas de
Parsons estuvieron sometidas a un proceso de cambio, en parte por
el influjo de la colaboración con varios colegas.20 La obra reciente
de Parsons se acerca de un modo especial a la de Edward A. Shils, con
quien escribió un extenso trabajo titulado "Valúes, Motives, and Sys­
tems of Actions ("Valores, motivos y sistemas de acción”) , publicado
en una colección de artículos editada por los dos y titulada Totvard
a General Theory o f Action (Hacia una teoría general de la acción,
1 9 5 1 ). El punto de vista teórico expuesto en este trabajo, que es una
de las manifestaciones más recientes del pensamiento de Parsons,21
19 Znaniecki, coautor con Thomas; Parsoos; R. M. Maclver y Howard Becker hao
sido tratados como lo» principales teóricos de la "acción social" por R. y G . H¡rífele
en The Dei’slopmtnt of American Sociology (Studics in Sociology) (Desarrollo de la
sociología norteamericana. Estudios sociológicos), Nueva York, Random House, 1954.
20 Víase T . Parsons: The Social System. Glenoe, III., The Free Press, 1951,
pp. 537-38.
21 Parsons ha publicado después nuevas modificaciones de sus puntos de vista, a
saber: Working Papers in tbe Theory of Action (Papeles de trabajo sobre la teoría de
la acción) (con E A. Shils y P. Bales, 1 9 5 3 ) ; “ Some Comments on the State of the
General Theory oí Action", en Amor. Soc. Rev., vol. 18 ( 1 9 5 3 ) ; y Pamily, Socializaron
and ¡nteraction Procets (Familia, socialización y proceso de interacción) {con F. Bales
y otros, 1 9 5 5 ).
comparado con La estructura de la acción social es aun más com­
plicado en ciertos respectos; no obstante, en muchos aspeaos se acerca
a la opinión sociológica más ampliamente compartida. Pero aquí
vuelve a conceder la mayor importancia a la acción social, en con­
traste con la concedida al asunto que expresa el título en El sistema
social.
Según Parsons, la estructura de referencia de la “acción’' supone
un actor, una situación y la orientación del actor hacia la situación.
El foco de su teoría es la orientación del actor (concepto análogo a la
"definición de la situación" de Thomas). Pueden distinguirse dos com­
ponentes orientadores: la orientación por motivos y la orientación
por valores. La orientación por motivos, que proporciona la energía
que ha de emplearse en la acción, es triple: 1 ) cognoscitiva, corres­
pondiente a lo que el actor percibe en la situación, en relación con
su sistema de necesidades-disposiciones (lo cual, quizás, en el pensa­
miento de Parsons coincide con las actitudes) ; 2 ) catéctica, que im­
plica un proceso mediante el cual un actor confiere a un objeto un
sentido afectivo o emocional; 3 ) evaluativa, por medio de la cual
el actor dirige su energía a varios intereses entre los que debe elegir.
La orientación por valores señala a la observancia de ciertas normas
o principios sociales, en contradicción con "necesidades”, centrales en
la orientación por motivos. También hay tres modos de orientación
por valores: cognoscitivo, estimativo y moral.
Este esquema sirve de fondo a la construcción de tres sistemas ana­
líticos: el sistema social, el sistema de la personalidad y el sistema
cultural. Parsons subraya que, aunque los tres modos son abstracciones
de la conducta social concreta, los referentes empíricos de los tres
tipos de abstracción no están en el mismo plano.
El sentido que Parsons da a la expresión sistema social varía de un
lugar a otro de su análisis. Primero es definido como una pluralidad
de actores individuales que reobran entre sí. En otros lugares se dice
que es una red de relaciones entre actores o una red de relaciones
interactiva. Esta diversidad de definiciones suscita una importante
cuestión conceptual: ¿Los “puntos materiales" del sistema social son
los actores mismos o las relaciones sociales?
Otras veces el sistema social se presenta como una pluralidad de
individuos movidos por la tendencia a la satisfacción óptima y cuya
relación con esa situación se define de acuerdo con un sistema de
normas culturalmente estructuradas y compartidas. Esta proposición,
como tantas de la obra de Parsons, requiere largas explicaciones guia-
das por una referencia continua a los precedentes análisis de la acción
social. Los individuos "son movidos por la tendencia a la satisfacción
óptima" de necesidades que, como se ha advertido más arriba, domi­
nan la orientación por motivos. Además, la relación de ios individuos
con sus situaciones sociales se define de acuerdo con normas culturales
específicas. Probablemente la palabra "relación’' se refiere a lo que
en otros lugares se llama "orientación”, caso en el cual esta parre de la
proposición de Parsons apunta al otro componente fundamental de
la orientación del actor hacia la situación, la orientación por valores.
En este lugar, la palabra "valor" no aparece expresamente en el aná­
lisis; pero puede suponerse que las normas implican valores. Esas
normas son culturalmente estructuradas y compartidas. Este aspecto
del sistema social puede servir como una especie de puente entre los
sistemas social y cultural: el sistema social comprende algo que per­
tenece a la cultura.
El sistema social en el sentido expuesto en el párrafo anterior y
el sistema social como pluralidad de individuos que reobran entre sí,
son dos cosas diferentes. Muchas pluralidades de individuos interactuan-
tes no poseen las características comprendidas en el primero y más
complicado enunciado. Puede alegarse que Parsons todavía no ha dis­
tinguido de un modo fijo los elementos de un sistema social, falta
que priva al estudio sociológico de un enfoque riguroso. Todo caso
de interacción humana puede considerarse como un sistema social, de
acuerdo con la definición más sencilla de Parsons. Frecuentemente se
refiere éste a "sistemas sociales estables”; en realidad, su teoría del
sistema social puede decirse que más bien es una teoría del sistema
social estable,22 Pero estas críticas, proclamadas por diferentes crí­
ticos, no hacen desmerecer el esfuerzo en gran escala y quizás prome­
tedor de Parsons tanto para distinguir conceptualmente como para
unificar en un esquema teórico los sistemas sociales, la cultura y la
personalidad.
Parsons considera la cultura como "por una parte el producto de,
y por otra parte el determinante de, sistemas de interacción social
humana” .23 De acuerdo con el punto de vista antropológico conven­
cional, sostiene que la cultura es transmitida, aprendida y compartida.

22 Parsons se refiere también a los sistemas estables como ' ‘estructuras” en algunos
lugares, palabra que usa igualmente para designar agrupaciones de papeles sociales,
como se verá más abajo. Emplea, asimismo, la palabra "colectividad” (que prefiere
a la frase "grupo social”, más frecuentemente empleada) para referirse a actores que
comparten tipos axiológicos comunes, el sentido de la responsabilidal para el cumpli­
miento de (papeles) obligaciones, y la solidaridad del grupo.
23 Edición en ingles de The Social System, p. 15.
Según sus tres modos de orientación por motivos (descritos más
arriba), Parsons distingue tres clases fundamentales de normas de cul­
tura: 1 ) sistemas de ideas o creencias, caracterizados por la primacía
de los intereses cognoscitivos; 2 ) sistemas de símbolos expresivos,
tales como las formas artísticas, caracterizados por la primacía de los
intereses catárticos (adhesión a objetos o rechazo de ellos); y 3 ) , sis­
temas de orientación por valores, o "normas unificadoras”. Las normas
de cultura tienden a convertirse en sistema a base de la congruencia
lógica de los sistemas de creencias, de la armonía estilística de las
formas artísticas, o de la compatibilidad racional de un cuerpo de
reglas morales. No prosigue Parsons el análisis de los sistemas cul­
turales, y parece considerarlo tarca propia de la antropología cultural.
Le interesan primordialmente los sistemas culturales en cuanto afec­
tan a los sistemas sociales y a la personalidad.
El tema central de la teoría sociológica de Parsons es "el funciona­
miento de estructuras”. El análisis estructural-funcional requiere un
tratamiento sistemático de las posiciones y de los papeles de los acto­
res en una situación social, así como de las normas institucionales
implicadas. La posición se refiere al lugar del actor en un sistema de
relaciones sociales considerado como una estructura; el papel, que en
todo caso concreto es inseparable de la posición y representa el aspecto
dinámico de esta (de ahí el concepto posición-papel), se refiere a la
conducta del actor en sus relaciones con los otros, cuando se la con­
sidera en el contexto de su importancia funcional para el sistema
social. Las normas institucionales se consideran como expectativas nor­
madas (o "estructuradas”) que definen culturalmente la conducta
apropiada de personas que representan diversos papeles sociales. Una
pluralidad de normas de papeles interdependientes forman una ins­
titución.
En otras ocasiones Parsons identifica las "instituciones” con un
complejo de normas institucionales que es "conveniente” analizar como
unidad estructural en el sistema social. Esta actitud transfiere el con­
cepto de institución del plano de un símbolo que representa una rea­
lidad social al del estudio de la realidad social, porque dicha con­
veniencia es científica, no social. Pero esta opinión aparentemente
nominalista parece haber sufrido modificaciones en los escritos más re­
cientes de Parsons. Porque en estos últimos se dice que una "institu­
ción” es de importancia fundamental en todo sistema social sometido a
estudio. Esto probablemente significa que la existencia y el funciona­
miento más o menos eficaz de las instituciones son requisitos previos
de la estabilidad que selecciona una estructura o un sistema estable
del sistema social en general.
Las instituciones — sostiene Parsons— son el punto focal de la so­
ciología. Define este autor la sociología o teoría social (en contra­
posición con la antropología, que considera como la teoría de la cul­
tura) como aquel aspecto de la teoría de los sistemas sociales que
trata de la institucionalización .
Según Parsons, la "institucional ización debe ser considerada como
el mecanismo unificador fundamental de los sistemas sociales”.2* Por­
que la institucionalización comprende a la vez la estructural ización o
conversión en normas de las orientaciones por valores en el sistema
social y la "interiorización” de los sistemas de valores en la perso­
nalidad humana. La institucionalización, pues, es el proceso integrador
y estabilizador por excelencia; forma un sólido vínculo entre la so­
ciedad y la cultura de un lado, y la personalidad y la motivación de
otro. "Expresado en relación con la personalidad, esto significa que hay
un elemento de organización del superego correlativo con toda norma
de papel-orientación del individuo en cuestión. En todos los casos, la
interiorización de un elemento de superego significa motivación para
aceptar la prioridad de los intereses colectivos sobre los personales,
dentro de límites apropiados y en ocasiones apropiadas” .25 Este enun­
ciado, cuya esencia es largamente ilustrada en "Valores, motivos y
sistemas de acción”, y en El sistema social, es un ejemplo de por qué
a la teoría más reciente de Parsons se la considera con frecuencia tan
psicológica (y hasta cierto punto psicoanalítica) como sociológica.
Parsons sabe muy bien, naturalmente, que su manera de tratar el
sistema social lleva a la sociología muy cerca de la psicología. Las
siguientes palabras expresan su opinión sobre las relaciones de estas
dos ciencias: "Las relaciones de la psicología con la teoría de los sis­
temas sociales parecen ser muy análogas a las de la bioquímica con
la fisiología general. Así como el organismo no es una categoría de
química general, así un sistema social no lo es de psicología. Pero
dentro de la estructura de la concepción fisiológica de lo que es un
organismo que funciona, los procesos son de naturaleza química. Aná­
logamente, los procesos de la conducta social, como los de cualquier
otra, son psicológicos. Pero sin el sentido que les da su contexto

24 Toward a General Theory of Action (Hacia una teoría general de la acción), por
T . Parsons y E. A. Shils, editores. Cambridge, Mass.. Harvard University Press, 1951,
p. 150.
25 ibid.
institucional-estructural pierden su importancia para la comprensión
de los fenómenos sociales” .26
Entre las muchas ramificaciones de la teoría que acabamos de
esbozar, una ha llamado más poderosamente la atención de los colegas
sociólogos de Parsons. Es la que él llama "las variables normativas”.
Según él, este descubrimiento es el núcleo de su aportación teórica.
Las variables normativas denotan las alternativas que aparecen tan­
to en las normas, o tipos de expectativas de un papel, como en las
preferencias individuales. En El sistema social presenta Parsons cinco
pares de alternativas, y los considera exhaustivos en cierto nivel de
generalización. Pero en un trabajo posterior (citado en la nota 21
de la pág. 3 0 3 ) señala la posibilidad de constituir un sexto par,
aunque no ha desarrollado este punto en sus trabajos más recientes.
Las cinco variables normativas son delineadas del modo siguiente:
1) Afectividad contra neutralidad afectiva: la norma es afectiva si
permite la satisfacción inmediata del interés del actor, pero afectiva­
mente neutral si impone disciplina y pide el renunciamiento en favor
de otros intereses; 2 ) Egoísmo contra interés colectivo: las normas
sociales pueden definir como legítima la persecución de los intereses
privados del actor, u obligarlo a actuar en interés del grupo; 3 ) Uni­
versalismo contra particularismo: aquél se refiere a las normas de
valor que están altamente generalizadas, éste a las que tienen valor
para un actor particular en relaciones particulares con objetos par­
ticulares; 4 ) Realización contra cualidad (originariamente "logro
contra adscripción” ) : puede atribuirse importancia ya a la conse­
cución de ciertos fines (realización), o a los atributos de la otra
persona, por el hecho de que es esto o lo otro, por ejemplo, padre del
actor, médico, etc.; 5 ) Especificidad contra difusión: puede definirse
específicamente un interés, de suerte que no se suponga que existe
ninguna obligación fuera de los límites así señalados; o de un modo
difuso, de suerte que pueda suponerse que las obligaciones van más
allá de la definición expresa.
Como, en principio, estas alternativas son independientes las unas
de las otras, podría decirse que hay treinta y dos combinaciones posi­
bles de "normas de expectativas de un papel”. En El sistema social
Parsons mismo ha examinado dieciséis de esas combinaciones; aquí

25 Edición en inglés de Essays in Sociological Theory, Puré and Applied, Glencoe,


111., The Free Press, 1949, p. 38. En su obra posterior E¡ sistema social. Parsons subraya,
que su teoría sociológica no se basa en la psicología, sino más bien en una teoría
general de la acción cuyo esbozo presentan Parsons y sus colaboradores en la Parte 1
do Hacia una teoría general de la acción.
ha sido "colocada en el medio” ia segunda alternativa a causa de su
especial importancia para la unificación. En Working Papers la mis­
ma alternativa se aplica sólo a relaciones entre sistemas y no a la
constitución interna de los sistemas, mientras que las demás alterna­
tivas se emparejan de tal suerte, que sólo quedan cuatro combinacio­
nes, a saber: especificidad y universalismo, afectividad y realización,
difusión y particularismo y neutralidad afectiva más cualidad.
Este sistema revisado de variables normativas se empica en Familia,
socialización y proceso de interacción, obra dedicada a ia socialización
del niño en la familia. En ella se expone una teoría de ‘'fisiones
binarias" sucesivas mediante las cuales nace una personalidad plena­
mente socializada. Dícese que este desarrollo está marcado por fases
preestablecidas y universales, cosa que está de acuerdo con la teoría
freudiana. Durante las fases más elevadas de desarrollo, cuando la
socialización dentro de la familia es complementada por otras expe­
riencias, el proceso de fisión binaria es afectado por las alternativas
normativas descritas en Papeles de trabajo. El fondo empírico de
este estudio parece ser Ja observación participante de la familia nor­
mal de la clase media, que quizás es algo más autoritaria que la ma­
yor parte de las familias norteamericanas. En un capítulo especial
escrito por Morris Zelditch, Jr., se compara la distribución de pape­
les en Ja "familia nuclear” de 56 sociedades, y el autor concluye que
en 46 de ellas la socialización se verifica de acuerdo con Ja teoría
de Parsons. Si este resultado es válido, anula, desde luego, la hipó­
tesis de que el proceso de diferenciación, tal como lo describe Par­
sons, tenga validez universal.27
No es fácil situar la teoría de Parsons en el universo de teorías
sociológicas contemporáneas. Parsons no es neo-positivista, y cierta­
mente no es behaviorista. Expone un punto de vista funcional, que
ofrece quizás su mejor ejemplo en la opinión de que las estructuras
sociales parciales funcionan como mecanismos a través de los cuales
se cumplen los requisitos previos funcionales de la continuidad de
ios sistemas sociales. Pero Parsons parece a veces identificar este sen­
tido de la función con la función como acción social, de la cual el
observador infiere la existencia de una estructura social.
La teoría de Parsons, como hemos visto, destaca el aspecto 7iorma-
tivo de la vida social. La acción social es considerada como conducta
que implica orientación por valores y como comportamiento diri­
gido por normas culturales o códigos sociales. La sociedad es, pues,

27 P. M. Blau en Am. Jour. Soc., vol. 6 1 , marro de 1936, estudia eíte punto.
en esencia un “orden moral" en el sentido de que tiene sus raíces en
normas moralmente sancionadas. Con respecto a esta actitud norma­
tiva de Parsons, su ascendencia se remonta a Durkheim, Thomas y
Sumner.
Parsons ha producido ya un cuerpo de escritos teóricos que ha
estimulado extensa e intensamente el comentario en los círculos so­
ciológicos. Entre las críticas hechas a su obra que nos parecen par­
ticularmente acertadas se cuentan las siguientes. Primera: la teoría de
Parsons se basa en el supuesto arbitrario (y, desde nuestro punto
de vista, incorrecto) de que la teoría sociológica es un aspecto par­
cial de una teoría general de la conducta humana. Segunda: la teoría
sociológica de Parsons, no obstante sus explicaciones limitadoras, como
hemos observado más arriba, es inseparable de la teoría psicológica.
Tercera: Aunque la teoría de la cultura sustentada por Parsons res­
ponde a esas objeciones, él, como muchos antropólogos culmrales,
considera la cultura como sistemas normados de símbolos que son
objetos de la orientación de actores, y la interpreta, no como un sis­
tema empírico, como describe la personalidad y la sociedad, sino
como una especie de abstracción de elementos de esos sistemas. Pero
si reducimos la cultura a símbolos, "no queda nada para que lo sim­
bolicen los símbolos culturales” .28 Por otro lado, la cultura es más
que una construcción mental (como lo son todas las abstracciones).
La cultura, como dice Parsons con frecuencia, es interiorizada por
quienes la comparten; y cuando una norma de cultura es interiori­
zada, se convierte en una tendencia aprendida de la conducta, que es
tan real como cualquier clase de energía potencial. No hay, pues,
diferencia esencial entre cultura y sistema social si, como Parsons sos­
tiene, este último se identifica con una red de expectativas de papeles.
Finalmente, las obras teóricas de Parsons están escritas en un estilo
muchas veces extraordinariamente difícil para el lector, en particular
para los estudiantes no iniciados, y se distinguen por empleos de pala­
bras en que a viejos conceptos se les dan nombres nuevos y en oca­
siones materias bastante sencillas resultan oscuras.
No está completamente claro si Parsons se propone presentar un
sistema teórico general de sociología (si no de todas las “ciencias
de la conducta” ) o simplemente un programa para la formulación de
dicha teoría. En Papeles de trabajo leemos: "Concebimos el esquema
conceptual de la teoría de la acción como aplicable en un margen

28 Tbeoretkal Antbropologj (Antropología teórica), por David Bidney ( 1 9 5 3 ) .


p. 157.
que va desde los sistemas de conducta de los organismos elementales
hasra los sistemas sociales y culturales más complejos, y en el plano
humano, desde los elementales procesos de aprendizaje del niño hasta
los procesos de producción de cambios históricos en las sociedades
más complejas.” (p. 172) Puede interpretarse que esta afirmación
significa, desde luego, que la teoría general de la acción sólo poseerá
la generalidad descrita en ella cuando revista una forma más des­
arrollada que aquella en que ahora la presentan Parsons y sus colabo­
radores.
Como quiera que sea, cada vez más y más obras sociológicas hacen
uso de las orientaciones teóricas de Parsons. Son ejemplo de ello
libros como Human Society (Im sociedad humana, 1 9 4 9 ), de Kingsley
Da vis, American Society (La sociedad norteamericana, 1 9 5 1 ), de R.
M. Williams, estudiado en el capítulo 17, Structure of Society (La es­
tructura de la sociedad, 1 9 5 2 ), de Marión J . Levy, Science and ¡he
Social Order (l¿ t ciencia y el orden social, 1 9 5 2 ), de Bernard Darber,
y posiblemente Character and Social Structure (Carácter y estructura
social, de Hans Gerth y C. W . Mills, 1953), que estudiaremos en
una sección posterior de este capítulo. La influencia de Parsons se
refleja también en recientes artículos alemanes y en el hecho de que
algunos de sus escritos hayan sido traducidos al francés. Pero las ideas
de Parsons no son de ningún modo una innovación absolutamente
única en la sociología actual, sino que, en realidad, presentan diversas
afinidades con las obras de otros autores contemporáneos, entre ellos
Sorokin.

Florian Znaniecki
El tercero de los grandes representantes de la tendencia analítica en
la sociología norteamericana es Florian Znaniecki (n. 1 8 8 2 ), conocido
ya de nuestros lectores como coautor de El campesino polaco en Europa
y en Estados Unidos (véase capítulo 12). Znaniecki nació en Polonia
y comenzó su actividad académica en su país natal como filósofo
y como sociólogo. Vino a los Estados Unidos durante la primera Guerra
Mundial, y colaboró con Thomas en su famoso estudio. Regresó des­
pués a Polonia, pero en años subsiguientes visitó este país como pro­
fesor en las Universidades de Columbia y de Chicago. Se estableció
aquí permanentemente durante la segunda Guerra Mundial y en
1953 fue presidente de la American Sociological Society. Sus aporta­
ciones más importantes a la sociología general, además de El cam­
pesino polaco, son T he Latos o f Social Psychology (Las leyes de la
psicología social, 1 9 2 5 ), The Níethod of Sociology (El método de
la sociología, 1 9 3 4 ), Social Actions (Las acciones sociales, 1 9 3 6 ), y
Cultural Sciences: Their Origin and Development (Las ciencias de la
cultura, su origen y desarrollo, 1952). El breve examen que sigue se
basa en gran parte en la última de esas obras, que representa el pen­
samiento más maduro de Znaniecki.
El sistema teórico de Znaniecki puede ser bien comprendido consi­
derándolo como un desarrollo del postulado del orden cultural uni­
versal. La aceptación de este postulado es esencial para la compren­
sión sociológica de los fenómenos sociales y culturales.
Esta proposición presupone definiciones conceptuales precisas y
que puedan aplicarse en general de Jos fenómenos sociales y cultura­
les. La cultura, según Znaniecki, es un concepto muy amplio que
simboliza la religión, el lenguaje, la literatura, el arte, las costum­
bres, las normas morales, las leyes, la organización social, la produc­
ción técnica, los cambios económicos, la filosofía y la ciencia. Las
sociedades son consideradas como conjuntos independientes, territo-
rialmente localizados, que incluyen seres humanos y culturas siste­
máticamente unificadas.
Znaniecki, como Parsons, especifica la acción como unidad del aná­
lisis sociológico. Define la acción como conducta "consciente”, opinión
que contrasta con la posición behaviorista y, en este respecto, con la
de Pareto. Pero no todas las acciones humanas tienen significación so­
ciológica. La acción social de primordial interés para la sociología
es la conducta que tiende a influir en seres humanos o en colectivida­
des conscientes. En otras ocasiones la palabra "interacción” se emplea
para designar aproximadamente esa misma clase de fenómenos. Las
acciones sociales se clasifican en tres tipos: creador, reproductor y des­
tructor, clasificación que se basa en la obra muy anterior de Tarde.
Los individuos cuya acción es mutua se relacionan frecuentemente
por consenso o acuerdo mutuo. Este hecho indica que los valores
sobre los cuales se basan los juicios de individuos relacionados de esa
manera son compartidos en algún grado. Ese acuerdo puede tener
sus raíces en la aceptación común de modelos ideológicos, caso en el
cual las acciones son "axionormativamente ordenadas”. La observación
revela que la mayor parte de las acciones de los participantes en toda
colectividad siguen por coacción normas culturales definidas. Zna­
niecki explica esta ubicuidad normativa de la conducta social haciendo
ver que las normas culturales de acción tienden a satisfacer necesida­
des humanas fundamentales. En otras palabras, las acciones son ñor-
madas culturalmente de tal manera que, si se siguen las normas, sus
respectivas finalidades pueden ser realizadas con regularidad. Esta
explicación sirve para dar cuenta del “orden cultural universal’' pos­
tulado al principio del estudio de Znaniccki. Ese orden está cristalizado
en "sistemas limitados" (expresión que Znaniccki prefiere ahora a
"sistemas cerrados”, empleada en sus anteriores obras). Las acciones
sociales funcionalmente interdependientes de seres humanos o de
'agentes" se unifican en sistemas axionormativamente organizadas.
El orden cultural tiene, pues, un doble significado: es un orden de
conformidad (con las normas sociales) y un orden de interdejKínden-
cia funcional.
Esta opinión es* consecuente con el concepto que tiene Znaniecki
del carácter de la sociología (parecido al de Simmel). La sociología
— dice— concentra su atención sobre relaciones sociales o humanas
y sobre grupos dentro de los cuales o entre los cuales existen esas re­
laciones.29 La limitación de la sociología a las relaciones sociales y a
los grupos en general es consecuencia del rápido avance de la investi­
gación social; porque los resultados de las investigaciones permiten
ahora a los sociólogos generalizar acerca de las bases sociales comunes
a todas las categorías de orden cultural. La importancia de la socio­
logía para las demás ciencias sociales ha aumentado, según Znaniecki,
en la proporción en que se ha limitado al estudio de los sistemas so­
ciales de que depende la existencia de toda esfera cultural.
La posición metodológica de Znaniecki no aparece expuesta en su
libro sobre Las ciencias de la cultura; pero sus publicaciones anterio­
res, especialmente El método de la sociología, lo sitúan en un grupo
de sociólogos que comprende a Weber, Coolcy y Maclver. Como estos
dos últimos autores, Znaniecki se opone fuertemente a la psicología
behaviorista en el análisis sociológico, y considera el behaviorismo
extremado como una especie de superstición científica. Destacó esta
opinión en El método y repite su argumento en Las ciencias de la
cultura. Según él, quienes condicionan la conducta humana proceden
así para hacer que los objetos de su actividad condicionante se con­
duzcan como si ellos mismos fueran agentes conscientes, y esas acti­
vidades son con frecuencia eficaces en alto grado. En el pensamiento
de Znaniecki está implícito que el éxito de dichas actividades condi-

29 Para un trabajo reciente sobre este punto, vease "Social Group* in Uic Modera
World'* ("Los grupos sociales en el mundo m oderno"), de Znaniecki, capítulo V de
trccdom <tnd Control in Modem Society (Libertad y control en la sociedad moderna),
de M. Borger, T . Abel y C. H. Pagc, editores. Nueva York, D . V*n Nostrand Co..
Inc., 1954.
donantes es un argumento a favor de la proposición fundamental se­
gún la cual los objetos humanos de condicionamiento son seres cons­
cientes con capacidad para comprender acciones simbólicas dirigidas
hacia ellos.
La metodología de Znaniecki, así como su concepción de la natu­
raleza del orden social, encarna su concepto del "coeficiente huma­
nístico”, que señala las relaciones sociales y manifiesta la importancia
de la conciencia humana en las vidas de los individuos y de la socie­
dad. Esta convicción presta apoyo a la defensa que hace Znaniecki
del uso de autobiografías y otros documentos personales — que reve­
lan las actitudes y las valoraciones de las personas— en la investi­
gación. También proporciona apoyo a su oposición a una confianza
sin distinciones en los métodos cuantitativos. Finalmente (y también
en esto se parecen sus opiniones a las de Cooley y M aclver), la im­
portancia que Znaniecki concede a la acción humana consciente y
selectiva lo lleva a opinar que la sociología y la psicología social son
disciplinas inevitablemente muy relacionadas entre sí, si es que no
interdependientes. Su propia obra representa una importante aporta­
ción a los dos campos.30

Robert Af. Maclver *


Como se ha indicado más arriba, Ja sociología de Znaniecki se parece
en varios respectos a la de su amigo y antiguo colega Robert Maclver
(n. 1 8 8 2 ), a quien elegimos como el último representante de gran
importancia del punto de vista analítico. Escocés de nacimiento y edu­
cación, Maclver ha enseñado en su país natal, en el Canadá y, desde
1927 hasta su retiro hace pocos años, en la Columbia University. Como
Znaniecki y Parsons, lia sido presidente de la American Sociological
Society.
Maclver es autor de una larga lista de libros notables sobre teoría
política, economía y sociología. En este último campo sus obras más
sistemáticas son Community (Comunidad, 1 9 1 7 ), Society (Sociedad,
1 9 3 1 ), — revisada en 1937, y de nuevo en 1949 en colaboración con
Charles H. Page— y Social Causation (Causación social, 1942). Una
reciente valoración de los escritos sociológicos de Maclver considera
cuádruples sus aportaciones:

30 Este punto así como las analogías metodológicas entre W eber, Cooley, Znaniecki
y Maclver, los estudió brevemente George Simjwon en Man in Sochty (StudicS in
Sociology) (El hombre en la sociedad • Estudios sociológicos), Nueva York, Random
House, 1954, capítulo IV.
• Esta sección sobre Robert Maclver fue escrita por Charles H. Page.
En primer lugar. . . ha desarrollado sistemáticamente y explorado con
fruto una red impresionante de conceptos sociológicos fundamentales. En
segundo lugar, ha contribuido a contener la marea del positivismo exce­
sivo y de tosco empirismo. En tercer lugar, ha reafirmado el concepto del
hombre como ser humano creador con esperanzas, sentimientos, aspiracio­
nes móviles y valores subjetivos. Por último, ha demostrado positiva­
mente que los escritos sociológicos pueden ser bellos, claros, artísticos y
literarios.31
La mayor fuerza de Maclver está en la síntesis, en el talento para
interpretar y unificar diferentes materiales del gran legado de la cien­
cia social y piira formular un claro sistema de teoría sociológica. Insis­
tiendo en que una sociología madura requiere un plena comprensión
de los conceptos organizadores que guían sus esfuerzos, Maclver
define con precisión conceptos claves como sociedad, comunidad, aso­
ciación, institución, actitudes e intereses, códigos sociales, clase social
y muchedumbre, cultura y civilización. Estos y otros conceptos son uti­
lizados en sus obras con desacostumbrada consecuencia. Además, la
taxativa distinción conceptual que establece entre diferentes aspectos
de fenómenos empíricamente relacionados — por ejemplo, entre in­
tereses parecidos (individualizados) y comunes (compartidos), entre
Estado y sociedad, entre fenómenos "interiores” (que implican cons­
ciencia humana) y "exteriores” (biológicos, geográficos y tecnológi­
co s)— forma la armazón básica de su teoría de la estructura social y
de los cambios sociales.
A la mayor parte de los conceptos fundamentales de Maclver se
Ies puede seguir la pista hasta los primeros sociólogos, aunque en
manos de este autor se refinan y se relacionan lógicamente entre sí.
Así, su concepto de la sociedad como una red de relaciones sociales,
materia de primera importancia para la sociología, se parece al de
Simmel y otros. La distinción de Toennies, muy anterior, entre Ge-
meinsebaft y Gcsellschaft (véase capítulo 8 ) proporciona la base para
el contraste que señala Maclver entre comunidad, el grupo social más
extenso y con raíces territoriales, y asociaciones, organizaciones que
fomentan un número limitado de intereses específicos. De acuerdo con
esta distinción, la comunidad es la matriz de toda organización social,
mientras que el Estado y la familia, lo mismo que otras muchas aso­
ciaciones menores, son inevitablemente limitados en su margen de
actividades. El concepto que sustenta Maclver de los intereses sociales
31 "R o b m M. Macjver's Gomributions to Socio lo^ical Theory" ("L as contribuciones
de Roben M. Maclver a la teoría sociológica"), por Harry Alpcrt, capítulo X III de
Freedo-m and Control in Modcrn Socictv (/jhertad y control en la sociedad moderna),
de Bergcr, Abel y Pifie, editores, pp. 286-87.
7 de su papel esencial en moldear tipos de relaciones y la organi­
zación del grupo, tiene afinidades con las opiniones de diferentes teó­
ricos, entre ellos Spencer, Giddings, Small y Durkheim; pero su cla­
sificación de los intereses y su análisis de lo que socialmente implican
va más allá de la obra de esos primeros investigadores. Para poner
un ejemplo definitivo (hay otros muchos), la distinción de Maclver
entre intereses objetivos, “objetos” hacia los cuales se orientan las
personas (por ejemplo, "amigo”, “enemigo”, paz, dinero), y actitudes
subjetivas, “estados de conciencia dentro del ser humano individual
con relación a objetos ”,32 es conceptualmente muy próxima a la dis­
tinción de Thomas entre valores objetivos y actitudes subjetivas (véase
capítulo 1 2 ). Tanto Thomas como Maclver insisten en que las defi­
niciones completas de relaciones sociales deben incluir siempre acti­
tudes e intereses o valores, y que en consecuencia una teoría completa
de la conducta humana necesariamente comprende las dos discipli­
nas de la sociología y de la psicología social.
Hemos señalado más arriba que la sociología de Maclver tiene
también semejanzas con las opiniones de Cooley. No sólo hay entre
ellos analogías metodológicas, sino que Maclver destaca y desarrolla
el tema de Cooley relativo a la interdependencia del individuo y de
la sociedad, pero sin hacer de esta relación fundamental y recíproca
una relación de completa armonía. Así, en su estudio del tantas veces
olvidado aspecto normativo de la vida social, analiza en detalle no
sólo la naturaleza de las normas sociales y de los "códigos sociales fun­
damentales” (religión, moral, costumbres, derecho, moda), sino las
relaciones tanto positivas como negativas entre el control social nor­
mativo y la vida del individuo.88
En Sociedad, que expone de manera más completa su teoría socio­
lógica general, el tratamiento que da Maclver a las normas sociales
forma parte del largo estudio sobre la estructura social (se refiere a las
normas como “las fuerzas sustentadoras del derecho y de la costum­
bre” ). El resto del estudio de la estructura social está dedicado en
gran parte a diversos tipos de grupos sociales, incluidos la familia, la
comunidad, la clase social y la casta, los grupos étnicos, la muche­
dumbre y las grandes asociaciones políticas, económicas y "culturales”.
Aunque gran parte de este estudio, especialmente en la edición más
32 Edición en inglés de Society: An Iniroductory Analyiis (La sociedad: anáüsit
introductorio), por R . M. Mac í ver y C. H. Page, Nueva York, Rinehart and Co., Inc.,
1949, p. 24.
3S Esc estudio comprende un breve pero fundamental ensayo sobre "T h e Problem
o/ Moral Liberty" { ”EI problema de la libertad m o ra l"); véase Maclver y Page, op. cit.,
Parte II.
reciente de Sociedad, está concebida como un libro general de texto
sobre sociología, el sistema teórico de Maclver es, no obstante, utili­
zado en todo él y sus definiciones conceptuales básicas son aplicadas
de un modo consecuente a una gran diversidad de materiales saca­
dos de la investigación social moderna. Por otra parte, la insistencia de
Maclver sobre el papel fundamental de los sentimientos, las aspira­
ciones y las actitudes subjetivas en la vida social se entreteje todo a
lo largo de su interpretación con la arraigada convicción de que el
hombre es un ser creador tanto como un ser social y culturalmente
creado.
Esa convicción se manifiesta agudamente en Causación social, obra
de Maclver un tanto olvidada, pero quizás la más madura del autor.
Creemos que en esc libro Maclver ha encontrado el áureo medio
entre la posición de muchos neo-positivistas, que identifican la cau­
salidad social con la causalidad natural, y la opinión escéptica, recien­
temente proclamada por Sorokin entre otros, que niega la aplicabili-
dad del concepto de causa a los fenómenos sociales. No mantiene
Maclver que podamos conocer las circunstancias o causas determinantes
de toda la conducta del hombre; pero insiste en que es posible formu­
lar una concepción general de la causalidad que comprenda las rela­
ciones psicológicas y sociales tanto como las asocíales. Pero estas úl­
timas, por ejemplo la relación causal entre el viento y la ola o el
suelo y la producción, deben ser entendidas como relaciones de "ca­
rácter invariable” de la naturaleza exterior, que reflejan leyes naturales
no sociales. Las proposiciones y los métodos empleados para estudiar
esas relaciones (por físicos y biólogos) no bastan, como sostiene un
neo-positivista del tipo de Lundberg, para comprender la causalidad
de los fenómenos sociales. Porque esta última incluye un elemento
psicológico: hay una fundamental "distinción entre el tipo de causa­
lidad que implica que un papel salga despedido por el viento y el
que se revela cuando un hombre se escapa de un grupo que le per­
sigue. . . 'el papel no tiene ningún miedo ni el viento odio, pero sin
miedo y ni odio ni el hombre se escaparía ni el grupo lo perse­
guiría’ ” .84
Afirma Maclver que la conducta humana es influida por una gran
diversidad de circunstancias, tanto sociales como asocíales. Distingue
tres "grandes esferas dinámicas”: la de lo físico, la del ser orgánico
y la del ser consciente. Aunque cada una tiene sus propios atributos
distintivos (que requieren métodos distintivos de investigación), están

84 Causación social. Fondo de Cultura Económica, México, 1949, p. 251.


esencialmente relacionadas entre sí. Pero "la esfera del ser consciente”,
constituida por los órdenes cultural, tecnológico y social, es la que
primordialmente interesa a Maclver; es ahí donde pueden descubrirse
las peculiaridades de la causalidad social. Dice Maclver:

En toda conducta consciente hay. . . un doble proceso de organización


selectiva. Por una parte el sistema de valores del individuo, su activo com­
plejo cultural, su personalidad, se enfocan en una dirección particular,
hacia un objetivo particular. . , Por otra, ciertos aspectos externos de la
realidad son selectivamente relacionados con la valoración dirigente, se
distinguen del resto del mundo externo, en cierto sentido, son sacados
de él, ya que ahora llegan a ser factores valiosos, medios, obstáculos o
condiciones que tienen que ver con el valor dirigente. El sistema interior,
o subjetivo, se enfoca en virtud de una valoración dinámica; y el sistema
exterior, o externo, es "iluminado” por ese enfoque, y la parte que cae
de mera exterioridad en algo que
dentro del haz luminoso se transforma
también pertenece al mundo de los valores, como vehículo, accesorio,
obstáculo y costo de la obtención del valor.3"

Estas palabras sugieren la significación del concepto estratégico de


Maclver: el avaluó dinámico, acto consciente por el cual los seres hu­
manos relacionan los medios con ios fines y pesan las alternativas.
Los avalúos dinámicos de los hombres concentran en un solo foco
"todos los factores que determinan la conducta consciente”, social y
asocia 1; representan la singularidad y la inevitable variación de la ac­
ción social. El estudio de la causalidad social (a diferencia del de la
motivación psicológica) se centra sobre ‘'ponderaciones dinámicas pa­
recidas o convergentes a que están sujetas las actividades de los gru­
pos de los órdenes institucionales, las maneras de ser populares, en
general, los fenómenos de la conducta social” .36
Avalúos convergentes se encuentran en la base de tres tipos dife­
rentes de fenómenos sociales dinámicos. En primer lugar, cambios
distributivos, tales como modificaciones de las normas morales y de
los estilos de vida y fluctuaciones de los índices de natalidad, de delin­
cuencia, de matrimonios, etc., representan una ‘'suma de muchas
acciones individuales”, pero no implican objetivos conscientes del
grupo. Estos últimos son fundamentales en el segundo tipo, fenóme­
nos colectivos, tales como movimientos sociales organizados, políticas
administrativas y revoluciones políticas. Finalmente, fenómenos con­
jeturales son persistencia o cambios en gran escala de la estructura

as ibid., p. 246.
36 Ibid., p. 252.
social, por ejemplo, fluctuaciones del ciclo económico o el paso de una
sociedad agraria a una sociedad industrial, que no son planeados por
los hombres pero que, sin embargo, representan consecuencias impor­
tantes de miríadas de avalúos individuales. Sin duda varía el modo de
análisis de estos tres tipos de fenómenos; pero debe estudiarse el
papel fundamental de la acción selectiva consciente en los tres si
hemos de captar la dinámica de la causalidad social. De acuerdo con
su idea de la interdependencia de los individuos y la sociedad, Mac­
lver enuncia su tesis clave:

No es posible separar la ponderación individual de la ponderación


del grupo. No obstante, cada uno guarda su propia coherencia. 'leñemos
la personalidad individual, por una parte, y las costumbres {mores) del
grupo por otra. El esquema de valores es imperfectamente coherente en
ambos niveles, se desvía en ambos de las normas profesadas y está sujeto
constantemente al cambio. Pero estos esquemas interdependientes de valo­
ración constituyen juntos el sistema ponderador por medio del cual los
diversos factores son canalizados dentro del orden único de la causación
social .37
El estudio de Maclver sobre la causalidad social está estrechamente
relacionado con su tratamiento de los cambios sociales y de la evo­
lución social. Sus aportaciones en esas materias las examinaremos en
el capítulo 2 1 .
En estos diversos campos de investigación sociológica — control
social y regulación normativa, estructura social y grupos sociales, cau­
salidad social y cambios sociales— Maclver escribe con desacostum­
brada pericia y fino conocimiento de las complejidades de la vida
social. Pero su envidiable estilo literario oscurece a veces la marcha
de su argumentación. Además, sus escritos sociológicos son sumamente
difusos, y constituyen un problema para el lector empeñado en seguir
el esquema del sistema sociológico de Maclver. La sociología misma
(aunque menos que su igualmente famosa teoría política, que no es­
tudiamos aquí) resulta manifiestamente teñida de sus convicciones
sociales y políticas, en especial por su decidida defensa de la demo­
cracia política y por su idealista filosofía social. Pero, cualesquiera
que sean las insuficiencias de su obra, Maclver es figura de la mayor
importancia en la sociología analítica de la actualidad.

37 Ibid., p. 261.
Homans, Gerth y Mills
La presentación de las opiniones de los cuatro sociólogos analíticos
más importantes de nuestros días quizás deba complementarse con un
breve examen de las aportaciones de otros autores con puntos de vista
análogos. Entre los muchos posibles, seleccionamos dos libros, The
Human Group (El grupo humano, 1950), de George C. Homans, y
Carácter y estructura social (1 9 5 3 ), de H. Gerth y C Wright Mills.
La proposición inicial del primero de esos libros es que el grupo
humano, que para Homans es el punto central de la sociología, es un
sistema. El concepto de sistema es fundamental para la teoría cientí­
fica, y así la sociología queda conceptualmentc vinculada a las cien­
cias teóricas más antiguas y más adelantadas. Considerando que el
estudio de la conducta del grupo es la tarea propia de la sociología,
Homans empieza por descomponerla en cierto número de elementos
mutuamente dependientes. Pasa después a estudiar el grupo como un
sistema social que sobrevive en un medio ambiente. El grupo es defi­
nido funcionalmente: A, B, C . . . forman un grupo si, dentro de deter­
minado periodo, A ínteractúa con B y C con mayor frecuencia que
con M o N, y si es posible decir lo mismo de la conducta de B y C.
Explica Homans que los elementos de la conducta del grupo son,
primero, actividades, lo que hacen los hombres, movimientos muscu­
lares; segundo, interacción, que tiene lugar si la actividad de uno sigue
a la actividad de otro o es estimulada por ella (definición dudosa, ya
que la mera sucesión en el tiempo es criterio insuficiente de interac­
ción); tercero, sentimiento, o estado interno del cuerpo del actor. El
"sentimiento" recuerda a Pareto, una de las principales fuentes teó­
ricas de Homans, cuyas opiniones son asunto de un libro anterior de
Homans. Según éste, los sentimientos pueden inferirse del tono de la
voz, de la expresión facial, de las posturas del cuerpo y de lo que el
individuo dice de sus sentimientos interiores, palabras que tienen sen­
tido porque nosotros podemos reconocer en nosotros mismos las cir­
cunstancias a que los demás se refieren. (Esta opinión recuerda las de
Max Weber y C. H. Cooley y, como ellas, no es behaviorista.)
Esos tres elementos y sus recíprocas relaciones constituyen el sistema
social, formando los demás fenómenos parte del ambiente social. Ho­
mans distingue en el sistema social un sector externo y un sector
interno. El sistema externo es el estado de actividades, interacciones y
sentimientos, más sus relaciones recíprocas, en la medida en que ese
estado contribuye a la solución del problema de cómo sobrevive el
grupo en su medio ambiente, enunciado que manifiestamente pide un
análisis en el estilo funcional- También implica análisis funcional el
estudio del sistema interno, compuesto de la conducta de detalle del
grupo más allá de los requisitos funcionales, pero que nace simultá­
neamente del sistema externo y reacciona sobre él.
Homans demuestra estas proposiciones teóricas con el análisis de
una serie de casos de estudio, análisis en el cual se emplean también
otras proposiciones concernientes a la vida del grupo. Se concede
especial importancia a las normas y al control sociales. El control
social es casi idéntico a la concepción do Pareto relativa al restable­
cimiento del equilibrio, entendiéndolo como proceso por el cual,
si la conducta de una persona se desvía atípicamente de una norma
(Homans observa que las desviaciones ligeras de las normas son co­
munes), vuelve a ajustarse al grado típico de conformidad.
Carácter y estructura social, de Gerdi y Mills, es digno de atención
por el intento de usar el papel social como un concepto central que
unifica los puntos de vista psicológicos y sociológicos, empresa por
el estilo de la de Parsons. La palabra carácter (la primera del título)
designa al individuo como una entidad total, pero en la cual pueden
distinguirse el organismo, la estructura psicológica y la persona u
hombre como representante de papeles. Se hace resaltar la importancia
del papel en el concepto de la sociedad como estructura compuesta de
numerosos papeles institucionales. Según los autores, la estructura so­
cial total puede descomponerse en órdenes institucionales, por ejem­
plo, el económico, el político y el religioso. Dichos órdenes son reco­
nocibles como combinaciones de instituciones (palabra vagamente
definida, como es tan frecuente) que tienen consecuencias, fines o fun­
ciones análogas. El grado de autonomía de los órdenes institucionales
es materia qua ha de investigarse en toda sociedad dada. Pero en todas
partes hay varios aspectos o esferas de conducta social que caracterizan
a todos los órdenes institucionales, a saber, Ja tecnología, los sím­
bolos, la posición social y la educación. Por otra parte, algunos as­
pectos de la vida social no son identificables desde el punto de vista
de la estructura ni del orden institucional: hay también modos de
interacción amorfos o efímeros.
Dado este fondo teórico, Gcrth y Mills estudian un problema que
preocupa tanto a los sociólogos funcionalistas como a ios analíticos;
¿Cómo está integrada la sociedad? Se ofrecen cuatro alternativas:
1) La correspondencia se refiere a la unificación de la sociedad por la
aparición de un principio estructural común que opera de un modo
paralelo en cada orden institucional, de lo que es ejemplo el caso de la
sociedad norteamericana en la primera mitad del siglo xrx. 2 ) Se
obtiene la coincidencia si diferentes principios estructurales elaborados
en diversos órdenes producen una unidad parcial, pero nunca com­
pleta, de lo que es ejemplo el nacimiento del capitalismo moderno
mediante la combinación de la caída de los privilegios feudales con
la creación de una estructura jurídica y una estructura administrativa
(interpretación que difiere de la de Max W eber). 3) La coordinación
implica la unificación de la sociedad por uno o más órdenes institu­
cionales que llegan a predominar, como en las sociedades totalitarias
contemporáneas. 4 ) La convergencia tiene lugar cuando dos o más
órdenes institucionales coinciden hasta el punto de fusionarse (proceso
que parece una especie de inversión de la diferenciación social) .
Carácter y estructura social ofrece atisbos interesantes, en especial
porque las proposiciones teóricas se entretejen con la presentación de
materiales históricos (en este respecto el libro difiere esencialmente
de El grupo humano, de Homans, que estudia casos particulares).
Indudablemente, el método histórico implica el peligro de concentrarse
sobre lo concreto y único, lo cual no constituye la finalidad del estudio
sociológico. Pero Gerth y Mills persiguen la meta sociológica de
formular proposiciones de aplicabilidad general.

Resumen: Convergencia en la sociología analítica


¿Forman las teorías examinadas en este capítulo una "congerie”, para
emplear una palabra usada con frecuencia en las obras de Sorokin?
¿O representan esfuerzos convergentes en dirección a la meta de una
teoría sociológica unificada?
Con relación a las teorías de Sorokin y de Parsons, estas cuestiones
dieron lugar a un documento por demás desacostumbrado. Tras la
publicación de El sistema social y de Hacia una teoría general de
la acción en 1951, de Parsons, Sorokin puso en circulación un memo­
rándum sobre "Similaritics and Dissimilarities berween Two Sociolo-
gical Systems1' ("Semejanzas y diferencias entre dos sistemas socioló­
gicos”) ; parte del cual fue reproducido, en traducción alemana, y
comentada por Leopold von Wiese, sociólogo muy destacado, en la
Kblner Zeitschrijt für Soziologie). En él alega Sorokin que hay una
concordancia sorprendente entre el esquema básico de Parsons y sus
colaboradores y su propia estructura conceptual, expuesta en una serie
de obras de fecha anterior a las publicaciones teóricas de Parsons.
El alegato va apoyado por una sinopsis de extractos de los escritos de
ambos autores. Sorokin concluye que las analogías entre los dos siste­
mas son mayores que las que hay entre las opiniones de Parsons y las
teorías de Weber, Pareto, Durkheim y Freud, que son francamente
reconocidas por Parsons, mientras que las obras de Sorokin son cita-
radas una sola vez en El sistema social. Señala también que la estruc­
tura básica de este libro difiere notablemente de la del libro anterior
de Parsons, titulado Estructura de la acción social, habiéndose operado
un cambio en dirección hacia su propio esquema teórico.
No nos interesa aquí averiguar si están justificados los alegatos de
Sorokin. Pero la tendencia hacia la convergencia en la sociología
contemporánea es un tema control de este volumen. Parece caber
poca duda en que dicha tendencia está representada por importantes
analogías entre las teorías de esos dos autores rivales. Son ellas, en
parte, consecuencia de que Sorokin haya pasado muchos años corri­
giendo y sometiendo a prueba las teorías de muchos eminentes pen­
sadores sociales anteriores, sistematizándolas y enriqueciéndolas con
valiosas aportaciones personales. Más recientemente, Parsons se ha
dedicado a una empresa análoga y expone proposiciones teóricas que
son similares en contenido a las de Sorokin, aunque claramente dis­
tintas en la forma (y decididamente contrapuestas en estilo). Las apor­
taciones creadoras de Parsons, aunque no tan espectaculares como las
de Sorokin, son, como hemos dicho, considerables. Pero las afinidades
teóricas entre Sorokin y Parsons — y hasta cierto punto entre sus opi­
niones y las de Znaniecki y Maclver— requieren un estudio más
detenido que el que se Ies ha dedicado.38 El siguiente resumen indica
brevemente la dirección que podría tomar dicho estudio.
En primer lugar, todos los autores cuyas obras sistemáticas han sido
estudiadas en este capítulo coinciden en un problema básico para la
teoría sociológica, a saber, la cuestión de la naturaleza de la sociedad.
Porque esos sociólogos analíticos, y muchos otros, conciben la sociedad
como un sistema, o más exactamenre, como un sistema de sistemas.89
Los componentes primarios de los sistemas sociales son los actores, las
personalidades humanas, cuya conducta social necesariamente implica
selección o avaluación, pero es también normada por las expectativas
de los otros y por valores culturales. Pero la unidad básica para el
análisis sociológico no es el actor mismo, sino su "acción”, como Par­
sons propone, o, quizás más exactamente, la interacción o acción
38 Volvemos a llamar la atención sobre la reciente obra de los Hinkle, T h e De-
trelopmcnt o f American Sociology (Desarrollo de la sociología norteamericana), en que
se analizan las analogías teóricas entre Znaniecki, Maclver y Parsons. Desgraciada­
mente, los autores omiten el estudio de Sorokin.
39 Gerrh y Mills sustentan una opinión un tanto particularista sobre la significa*
ción de la frase "sistema social".
recíproca. Las "relaciones sociales” de Maclver implican también un
punto de vista interactivo.
Sorokin, Parsons, Znaniecki y Maclver están de acuerdo, asimismo,
en que la cultura es un sistema de sistemas. Pero el concepto de cultura
no se refiere a las interacciones sociales como tales, sino a sus pro­
ductos duraderos, tanto materiales como inmateriales. ( Maclver iden­
tifica la "cultura” con los productos humanos señalados por valores
de fines, diferenciando la cultura en este sentido de los productos uti­
litarios o instrumentales, tales como la tecnología, que él llama "civi­
lización”. Esta diferenciación, aunque con otra terminología, aparece
también en los escritos de Sorokin y de Parsons.) 40
Los dos sistemas, el de la sociedad y el de la cultura, están en una
complicada relación de interdependencia. Aunque esa relación ha sido
aclarada en parte por los sociólogos analíticos, en especial por la
teoría conceptual de Sorokin y Parsons, aún les queda un gran pro­
blema a los demás analistas de cuestiones sociales y culturales.
Los sociólogos analíticos parecen estar fundamentalmente de acuer­
do sobre el problema de las relaciones entre la sociedad y el individuo.
El individuo, por una parte, es un agente activo y creador en los
sistemas de la sociedad y de la cultura, y por otra es un producto de
esos sistemas. Es digno de notarse que Sorokin, Znaniecki y Maclver
reconocen expresamente su acuerdo fundamental con la opinión de
Cooley, muy anterior pero muy parecida, sobre la interdependencia del
individuo y de la sociedad.
Entre nuestros principales sociólogos analíticos, Znaniecki en El
método de la sociología y Maclver en Causación social han estudiado
extensamente problemas metodológicos. Pero todos, expresa o tácita­
mente, se oponen al behaviorismo extremado; y tres de ellos, Sorokin,
Znaniecki y Maclver, se oponen decididamente al neo-positivismo
radical. Pero todos coinciden en que la teoría abstracta debe ser some­
tida a prueba por la investigación empírica. En ese empeño, Sorokin
ha hecho amplio uso de los procedimientos histórico y cuantitativo,
Gerch y Mills hacen uso abundante de material histórico, en tanto que
Homans prefiere inferir sus proposiciones teóricas del estudio de casos
particulares. De acuerdo con la calificación de "analíticas” que hemos
dado a su obras, todos muestran poseer las virtudes de razonamiento
lógico y de fino conocimiento en relación con las complejidades socia­
les. En un sentido muy amplio de la expresión, todos son insuperables
"observadores participantes” del mundo que les rodea.

<0 Homans y Gcrth y Mills sólo incidental mente estudian U cultura.


ESCUELAS FILOSÓFICAS

La escuela institucional: Etapa platónica

La rama institucional de la escuela filosófica nació en Francia a me­


diados del decenio 1920-1930. Esta actitud se distingue por dos pecu­
liaridades: primera, todos sus miembros son católicos romanos y, con
excepción del fundador de la escuela, intentan formular un sistema
de sociología sobre la base de la filosofía tomista; segunda, la mayor
parte de los miembros de la escuela son juristas, y la teoría socioló­
gica que presentan es un subproducto de sus esfuerzos para resolver
un problema jurídico, a saber, el problema de la naturaleza de la
personalidad corporativa.
En contraste con la tradición romana y con el pensamiento anglo­
americano, que niegan la realidad de tales personalidades, y con las
ideas de Otto Gierke (1 8 4 1 -1 9 2 1 ), el gran jurista alemán de fines
del siglo x j x , quien, en la esfera de la jurisprudencia, profesaba un
realismo social extremado (a la manera de Durkhcim), atribuyen a
los grupos sociales, entre ellos a las sociedades por acciones, una rea­
lidad sui generis, que puede ser o no ser reconocida por la ley, pero
que es independiente de ese reconocimiento.
El padre de este punto de vista fue Maurice Hauriou, uno de los
más ilustres juristas franceses. Pueden encontrarse huellas de la que
habría de llegar a ser la "teoría institucional” en sus primeras obras;
pero la Teoría de la Institución y de la fundación, que apareció en
1925, poco antes de ia muerte del autor, es una expresa y vigorosa
exposición de este punto de vista. Hauriou estaba influido por Henri
Bergson y por Claude Bernard; pero encontró el meollo de su teoría
en el redescubrimiento de unas palabras de San Agustín: "Un pue­
blo es una reunión de seres racionales unidos por un común acuerdo
en cuanto al objeto de su amor”.1
El punto de partida de Hauriou es la proposición platónica: "Exis­
ten ideas objetivas anteriores al vasto mundo que nos rodea". Entre
esas ideas están las relativas a tareas que hay que realizar. Éstas no
pueden "vagar al azar” en una sociedad amorfa; tienen que ser cap­
turadas y encarnadas en instituciones.
Hauriou distingue dos tipos de instituciones, constituido el primero
1 Tal como lo expone Moorhouse I. X M illa r en “Hauriou, Suartz and Marshall” , en
Tbougbt, mareo de 1932.
por cosas que corresponden a sistemas de reglas de conducta, y el
segundo formado por personas o grupos sociales. Hauriou se interesó
ante todo por las instituciones del segundo tipo.2 Por consiguiente, sus
escritos sociológicos son principalmente una teoría del grupo social,
campo en su tiempo sorprendentemente descuidado por los sociólogos
profesionales.
Según Hauriou, la institución (o grupo social) comprende tres
elementos: la idea organizadora, el gobierno organizado y la inter-
comunión de los individuos en torno de la idea. La idea organizadora,
la idea de la tarea que hay que ejecutar, penetra en las mentes de un
número indeterminado de individuos. En un estilo verdaderamente
platónico, subraya Hauriou que, aunque la idea común recibe formas
algo diferentes en las mentes individuales, "objetivamente” sigue sien­
do la misma. Las ideas organizadoras confieren a las instituciones
existencia propia y son significativamente diferentes de las de los
individuos constitutivos de los grupos.
El segundo elemento institucional de Hauriou es la organización,
análoga al gobierno en el Estado. El gobierno es una manifestación
de voluntad humana. El ejercicio de la voluntad es, por lo tanto, un
elemento esencial de la realidad social de una institución; pero es apor­
tada por los miembros individuales y, así, no es la "voluntad” de la
institución misma.
El tercer elemento institucional es la intercomunión de los indi­
viduos. Hauriou rechaza todo concepto de mentalidad colectiva. Su
idea de la intercomunión se refiere al hecho de que los individuos
son afectados de un modo análogo por el contacto con la misma idea
organizadora, de que reconocen espontáneamente la analogía de sus
estados mentales, y de que, de esta suerte, son inducidos a la ac­
ción común.
Este análisis de los elementos interactivos de los grupos sociales o
instituciones se completa con la teoría de Hauriou acerca de cómo
nacen, viven y mueren las instituciones. Como era jurista, identificaba
las fases de la vida del grupo con procesos jurídicos. Así, las insti­
tuciones nacen mediante "actos de fundación” y mueren por "diso­
lución”. Sus vidas, según Hauriou, consisten principalmente en los
funcionamientos legales de sus "gobiernos”, en las elecciones y las
2 Varios teóricos contemporáneos, entre ellos Parsons y Maclver. distinguen taxativa-
mente entre grupos sociales concretos, colectividades a las que pertenecen la gente, e
instituí ¡enes, procedimientos consagrados y socialmente impuestos que distinguen la vida
de grupo. Hauriou, como Sumner unos años antes, incluye ambos sentidos en la palabra
"institución", aunque su concepto del primer tipo •—sistemas de conducta— corres­
ponde ai uso más comúnmente admitido.
deliberaciones del grupo y en la adhesión gradual de nuevos miembros.
La duración de una institución no depende tanto de la voluntad de sus
fundadores como de la persistencia de la idea organizadora esencial.
Porque los iniciadores de una institución siembran una idea viva en
una sociedad amorfa, la cual, una vez sembrada, se desarrolla por
sí misma.

La escuela institucional: Etapa tomista


No obstante su fundamento filosófico platónico y la excesiva impor­
tancia que daba a los aspectos jurídicos, Hauriou produjo una suges­
tiva teoría del grupo social. Otro institucionalista, George Renard,
desarrolló la teoría de Hauriou, pero trasladó su base del platonismo
al tomismo en la Teoría de la institución (dos volúmenes, 1930-39).
Para Renard, una institución o grupo social es "comunión de hom­
bres en una idea”. Renard subraya que en su concepción son cosas
idénticas institución y grupo social. Pero con frecuencia amplía la
significación de este concepto sociológico clave. Así, menciona la posi­
bilidad de “instituir la paz”, y en una ocasión aun expresa la idea
de que la naturaleza humana es una institución primaria. Pero la ma­
yor parte de Teoría de la institución se limita al análisis del grupo
social, constituyendo el cuerpo de principios que nos interesa aquí.
Según Renard, la "idea generadora" produce cierto grado de solida­
ridad entre las personas que sostienen o sostendrán al grupo social.
Así, el grupo o institución une a las personas, pero no anula su
individualidad como seres racionales. La estructura interna de una
institución se compone de relaciones sociales. Pero mientras otras rela­
ciones unen a las personas como individuos en cuanto tales de di­
versas maneras, dentro de las instituciones el grupo es resultado del
hecho de que los individuos participan en una entidad que los domina.
En el segundo volumen de su obra principal, que es más filosófico
que el primero, Renard desarrolla las siguientes ideas: cada persona
tiene el concepto de un yo distintivo y la creencia en la vinculación
del yo con el nosotros.3 El vínculo mismo no es puramente lógico;
es real o existcncial. El objeto del estudio sociológico es mostrar cómo
esos individuos y elementos sociales se adaptan mutuamente. En opi­
nión de Renard, la institución, como un organismo, unifica a sus
miembros en un todo, pero no de modo tan completo que destruya
su individualidad. Por el contrario, la institución proporciona a los
3 Esta opinión es similar en lenguaje y, en cierto grado, eo contenido, a las teorías
de Cooley y Mead, estudiadas en el capítulo 12.
seres individuales propiedades que de otro modo no poseerían. En
otras palabras, el grupo no es reductible a la suma total de sus partes.
Renard afirma que la vida interior de un grupo social o una ins­
titución se caracteriza por tres cosas: intimidad, autoridad y objetivi­
dad. La intimidad institucional es un "vínculo de confianza’', pero esa
confianza está socialmente normada u organizada, y en este respecto
difiere de la amistad individual. En un grupo social es esencial algún
tipo de autoridad; ella es, en realidad, la condición de su existencia,
su manera de ser, y es inseparable de las exigencias de la vida social.
(Como han observado algunos críticos de Renard, olvida éste la posi­
bilidad de agrupaciones igualitarias en las que la autoridad es ejercida
por todos los individuos con arreglo a un principio de justicia.) La
autoridad está enraizada en el todo, pero es ejercida por individuos
en cuanto sirven al "bien común”; éste último, en esta ocasión, pro­
bablemente se identifica con la idea generadora de una institución
particular. Las relaciones mutuas entre las personas que constituyen
una institución son esencialmente relaciones entre órganos de un orga­
nismo jurídico; su estabilidad requiere la existencia de reglas y san­
ciones de grupo. Esas reglas y sanciones esenciales forman lo que
Renard llama la objetividad de una institución.
Finalmente, estudia Renard la cuestión de los cambios instituciona­
les. Las instituciones se originan por un "acto de fundación" que
manifiesta una comunión de voluntades. Una vez formadas, las insti­
tuciones escapan, por decirlo así, a la voluntad de sus fundadores. Así,
pues, las instituciones tienen su vida propia, que se desenvuelve a
través del tiempo según su particular naturaleza.
En general la teoría de Renard acerca de !a estructura y los cam­
bios institucionales es muy parecida a la de Hauriou, pero está libre
del platonismo de éste. Según Renard, la voluntad común de los
individuos, consecuencia del apoyo común a una idea, es la fuerza
instigadora del desarrollo institucional. Pero esa voluntad común crea
una especie nueva de ser social que difiere de los individuos ajenos a
la vida del grupo. Este punto de vista general caracteriza los escritos
de otros varios sociólogos, entre ellos los institucionalistas Andrés
Desquéyrat y René Clémens.4 Estos autores, cuyas obras principales
aparecieron entre 1930 y 1940, conceden especial importancia a la
persistencia de las instituciones o grupos sociales, subrayando el hecho

4 L'lnstitution: Le Droit objeciif el la technique positive (La institución: el derecho


objetivo y ¡a técnica positiva, 1 9 3 3 ) . por A. Desquéyrat; Personalité moróle et personaliti
juridique {Personalidad moral y personalidad jurídica, 1 9 3 5 ), por R . Clémens.
de que la duración de su vida excede característicamente a la de sus
miembros originarios así como a sus intereses iniciales.
Mas original que esas concepciones es lo que dice J. T. Délos en
El problem a de la civilización: La nación (dos volúmenes, 1 9 4 4 ).
Según Délos, los grupos sociales son engendrados por relaciones so­
ciales y poseen su propia realidad. Los grupos son entidades es­
peciales constituidas por la totalidad de las relaciones entre los hombres
y los objetos que unifican a los hombres. Mas, como las relaciones
son "accidentes”, en la terminología filosófica, la realidad de los gru­
pos sociales es de un orden inferior a la de Jos nombres, que son
substancias.
En contraste con Renard, cree Délos que las relaciones sociales
nunca se extienden directamente de una persona a otra, sino que
atraviesan el medio de un "objeto”. Tales objetos pueden ser de natu­
raleza material o pueden consistir en fines o ideas. L i ciencia, por
ejemplo, es una realidad objetiva aunque inmaterial que unifica a
maestros y estudiantes.
En un respecto corrige Délos lo que consideramos como un error
común a sus predecesores filosóficos en la escuela institucional. En­
tiende Délos que los grupos sociales no siempre son instituidos por
la aceptación común de ideas directivas; en algunos casos, los indi­
viduos están vinculados el uno al otro como consecuencia de la in­
fluencia que ejerce sobre ellos un objeto antes de la aparición de
todo propósito consciente. En este caso, el propósito individual es
consecuencia de alguna influencia objetiva, como la que procede
de compartir un suelo y una tradición comunes. En grupos de esta
clase el propósito colectivo domina al propósito individual. En otros
casos, el propósito individual precede al hecho social y a la formación
de un grupo. Uno o varios individuos conciben la idea de una tarea
común. La propagan y ganan partidarios. Surge una voluntad común,
indudablemente; pero la ha precedido el propósito individual.5
Recientemente las teorías de los institucional istas han empezado a
penetrar en algunos tratados generales de sociología. Tal ocurre con
el libro titulado Ensayo de sociología (1 9 4 6 ), del investigador belga
Jean Haesaert, quien, quizás de un modo significativo, es hombre de
preparación jurídica, como los demás individuos de la escuela insti­
tucional. Según Haesaert, las estructuras sociales que nacen del con­
tacto y la cooperación son "sistemas sinérgicos”. Estos sistemas pueden
S La distinción J e Dclos entre los dos tipos de grupos se parece mucho a la dis­
tinción conceptual de Maclver citada en e] capítulo anterior; pero es dudoso que Dclos
haya tomado esa distinción del citado sociólogo.
ser estructuras simples o complejas, constituidas estas últimas por
cierto número de sistemas más sencillos. El sistema sinergico es un
fenómeno absolutamente original y trasciende a los individuos cuyas
actividades le dieron ser. Tiene su "realidad” propia, aunque secun­
daria y artificialmente creada. Los elementos básicos del sistema si­
nergia) comprenden una idea directiva, los medios para realizarla
mediante las actividades de los miembros del grupo, y normas de
acción consagradas compatibles con la idea.
Esta formulación de las características de las estructuras sociales
parece tener poca influencia sobre el contenido del extenso ensayo
sociológico de Haesaert, excepto en su parte final. En ella estudia el
autor el concepto de disergia, suma total de los fenómenos mediante
los cuales empeora y decae la sinergia o estructura social. Ese em­
peoramiento puede ser total o parcial; pero los elementos de la diso­
lución virtual están siempre presentes en todo sistema sinergico. Si el
sistema absorbe esos elementos, se restablece el equilibrio, idea muy
parecida a la de Pareto (a quien Haesaert cita). Si las fuerzas de
disergia no son absorbidas, el sistema se disuelve.
L i obra de Haesaert representa un progreso sobre las opiniones
de los institucionalistas anteriores, ya que se despoja de la fachada
jurídica de las teorías de aquellos. Dicha obra identifica también ins­
titución y grupo y se esfuerza en describir su naturaleza.

La escuela institucional: Resumen y crítica


La mayoría de los individuos de la escuela institucional dicen que sus
obras han sido inspiradas por la filosofía tomista. Pero las autorida­
des en tomismo dudan que hayan conseguido sus propósitos.0 Mas
debe advertirse que, independientemente de toda inspiración filosó­
fica, las enseñanzas de los institucional istas ofrecen valiosos atisbos
acerca de la naturaleza de los grupos sociales. Las aportaciones de las
escuelas institucionales pueden resumirse del modo siguiente:
Primero, las opiniones metodológicas individuales difieren amplia­
mente. La actitud de Hauriou es un tanto intuitiva, y descansa en la
observación impresionista (pero perspicaz) de los fenómenos socia­
les. Renard. Clémens y Délos emplean el método deductivo, y derivan
sus enunciados más importantes de la filosofía tomista o de lo que
dicen serlo. Renard propugna también la inducción, pero no demues­
tra cómo se derivan de la experiencia sus proposiciones; en esen­
cia, su inducción equivale a la intuición de Hauriou.
« Véase, por ejemplo, T be Inncr Laws of Soeiety (Las leyes internas d e la sociedad),
por Don Luigi Sturzo, 1944, p, 24 3 .
Segundo, los institucionalistas están de acuerdo en cuanto a la rea­
lidad de las instituciones, que todos se inclinan a identificar con ios
grupos sociales. Pero al mismo tiempo todos rechazan el tipo tosco
de analogía orgánica y Ja idea de una mente colectiva. También coin­
ciden en sostener que la realidad de los grupos sociales es la de un
todo que trasciende a sus partes, pero sin eliminar la existencia real
e independiente de ellas.
Tercero, la tesis de Hauriou según la cual la idea organizadora o
directiva une a cierto número de individuos en un todo colectivo, ha
sido adoptada por los institucionalistas posteriores, después de haber­
la librado de su sabor platónico inicial.
Cuarto, los institucionalistas han contribuido a nuestra compren­
sión de la duración de los grupos sociales independientemente de la
persistencia de las circunstancias iniciales que los engendraron. Tam­
bién han sugerido un método para el análisis de diferentes tipos de
grupos sociales no comprendidos por lo general en las definiciones
corrientes de comunidad y asociación.7 La obra de Délos representa
una nueva y sugestiva formulación de la teoría de las relaciones so­
ciales.
Quinto, por ser juristas, los institucionalistas tienden a dar excesiva
importancia al aspecto jurídico de la vida social y a identificar el
orden jurídico y el orden social. Pero esta identificación no se sigue
de sus premisas fundamentales.
Sexto, en general las obras de los institucionalistas contienen mu­
chas ideas estimulantes; pero ninguno de ellos ha conseguido ofrecer
una teoría coherente de los grupos sociales o de las instituciones so­
ciales que cubra todos sus aspectos y variantes.

La escuela fenom enológica


Una perspectiva filosófica particular proporciona también la base de
la escuela fenomenológica. Hsta escuela refleja la filosofía de Edmund
Husserl (1 8 5 9 -1 9 3 8 ), cuya obra más importante, Ideas para una
fenom enología pura y filosofía fenomenológica, apareció en 1913. La
manifestación sociológica de la posición filosófica de Husserl fue ini­

7 Sin embargo, como hemos señalado en el capítulo 18, los sociólogos analíticos
han formulado teorías de diferentes tipos de grupos sociales. Véanse en especial Socitty:
An Introductor? Analyjts, por R. M. Maclver y C. H. Page, Nueva York, Rinehart and
Co., Inc., 1949, capítulo X ; "Social Groups in the Modero W orld", por F. Znaniecki,
capítulo V de Freedom a tul Control in Mod&rn SocUty, de M. Bcrgcr, T . Abel y C. H.
Page, editores, Nueva York, D. Van Nostrand Co., Inc., 1 950; y The Human Group,
por C. C. Homans, Nueva York, Harcourt, Bruce and Co., 1950.
ciada por Thcodor Lítt, cuya principal aportación teórica es Individuo
y sociedad (1 9 1 9 ). Según Lite, la fenomenología es aplicable a los
fenómenos de naturaleza psíauica constituidos de tal suerte que en
una sola experiencia cognoscitiva del observador es perceptible una
estructura, una ordenación interior, y señala el camino para el análi­
sis. Tal es el caso de los fenómenos estudiados por las ciencias socia­
les. En esto, el punto de vista de Litt se parece al de Max Weber.
La obra más conocida de sociología que sigue esta orientación es
la Teoría de la sociedad, de Alfred Vierkandt ( 1867-1952). Vierkandt
nació en Hamburgo, estudió en Leipzig con el psicólogo Wundr y
publicó su primera obra, Pueblos naturales y culturales, en 1895. De
1921 a 1934 fue profesor de ciencias sociales en Berlín. Su Teoría
de la sociedad apareció por primera vez en 1922 (revisada en 1 9 2 8 ),
y en los años siguientes las opiniones expuestas en este libro fueron
ampliadas en numerosos libros y ensayos. En 1949 fue publicada
una nueva versión de la Teoría.
Según Vierkandt, la misión de la sociología es la formulación de
una teoría de la sociedad y de la cultura. Define la sociedad como
la suma total de interacciones humanas, idea que recuerda a ia teoría
de Simmel, que Vierkandt cita. Entre los diversos modos posibles de
enfocar la sociología, el más adecuado, según Vierkandt, es el basado
en el método fenomenológico. Este método, llamado "abstracción
ideativa”, se orienta hacia conceptos primarios que no pueden ser re­
ducidos a otros conceptos. Pero los conceptos básicos pueden ser
captados por "un mirar a” (Ansicht) la vida social, en otras palabras,
aclarando su naturaleza específica mediante la contemplación interior
de ejemplos, o aun de un solo ejemplo, que puede ser imaginario.
Esto no obstante, es un procedimiento conveniente la comparación
de conceptos derivados de esa manera con otros.
Por medio de esa contemplación interior, es posible la comprensión
de las disposiciones innatas de los hombres, que comprenden el "sen­
timiento de sí mismo” y la dependencia de las personas del juicio
de las demás. La sociedad es, pues, un "estar juntos” de hombres que
se encuentran ligados por una dependencia mutua. Advierte Vierkandt
que esta opinión no constituye un concepto psicológico de la sociedad.
Los miembros individuales de ésta experimentan una especie de coac­
ción interior; pero los lazos entre los individuos se basan en la inter­
comunicación, que puede tener lugar en ausencia de movimientos
físicos o de reflexiones conscientes.
Vierkandt subraya las propiedades básicas de las sociedades huma-
ñas. En primer lugar, cada sociedad posee integridad, en el sentido de
que es un sistema, una estructura en la que todo lo que acontece en
una parte afecta a los demás sectores del todo. Este principio funcional
se completa con una segunda teoría, a saber, que las familias, las
tribus, las naciones y otras organizaciones sociales tienen hasta cierto
punto "vidas propias”: lo que hacen, cómo se desenvuelven, lo que
realizan, no puede ser arbitrariamente determinado por los individuos.
Las sociedades tienen su propio estilo, sus leyes, sus órdenes, que mol­
dean la conducta de las personas, quienes muchas veces no perciben
su dependencia del todo. Los individuos vienen y van, pero la estruc­
tura y el orden y, en realidad, los propósitos y las realizaciones de los
grupos sociales, perduran.
Los grupos sociales — añade Vierkandt— muestran grados diversos
de solidaridad. En la Gemeinscbajt o tipo de comunidad los lazos son
estrechos y cálidos; la conciencia del ego se amplía más allá de los
límites de lo individual. Pero hay gradaciones de dicha solidaridad
entre los diferentes tipos de comunidades o Gemeinschaften. Por otra
parte, las asociaciones, en el sentido de las Gcsellschaften de Toennies
(muy parecido al concepto de asociación de Maclver, como expusimos
en el capítulo 1 8 ), también se distinguen por grados diversos de
cohesión del grupo.
Según Vierkandt, cada grupo social posee su propio espíritu, que
es "superior” al espíritu subjetivo de sus miembros individuales. La
inconsciente intencionalidad de la vida del grupo es casi un "mila­
gro”. Pero el individuo y el grupo no están en oposición, ya que cada
persona está impregnada de las características del grupo, y la actitud
del individuo hacia el grupo es fundamentalmente de amor y admira­
ción. Debe advertirse que la concepción sustentada por Vierkandt de
una armonía fundamental entre el individuo y el grupo y del ,*amor‘’
de aquel por éste, es consecuente con una orientación intelectual tra­
dicional en Alemania, expresada, por ejemplo, en las obras del filó­
sofo Hegel y sus discípulos y en el movimiento romántico.
Nacida, pues, en Alemania, la sociología fenomenológica se exten­
dió a Francia, donde su principal figura ha sido Georges Gurvitch
(n. 1 8 9 6 ). Gurvitch nació en Rusia, vivió en Alemania, Checoslova­
quia y los Estados Unidos, y finalmente se estableció en Francia, donde
es ahora profesor en la Sorbona. Es autor de varios libros, entre los
cuales sus Ensayos sobre sociología (1 9 3 6 ) pertenecen al campo de
esta investigación. En 1950 apareció una nueva versión de los En­
sayos con el título de La vocación de la sociología .
Gurvitch formula una "sociología en profundidad”, en que el pun-
to de partida son fenómenos inmediatamente dados, y pasa a planos
cada vez más profundos. Estos planos comprenden: 1) la base geo­
gráfica y demográfica de la sociedad; 2 ) el plano simbólico manifes­
tado, por ejemplo, en el hecho de que la gente responda de un
modo definido a símbolos tales como las banderas y las señales de
tráfico; 3 ) las "superestructuras organizadas” de la sociedad; 4 ) los
hábitos y prácticas sociales (más correctamente, las costumbres);
5 ) los fenómenos revolucionarios o reformistas ( la relación entre este
plano y el anterior es la misma que hay entre invención e imitación
en la teoría de Tarde); 6 ) los valores que están en la base de las
actividades observables en el plano anterior; y 7 ) , la realidad social
inmediata, o mente colectiva, que es indicio de la aceptación por
parte de Gurvitch de ciertos aspectos de la teoría de Durkheim. La
mente colectiva — dice— se siente en la profundidad de la concien­
cia individual, opera a través de las mentes individuales y propor­
ciona al hombre el conocimiento íntimo de la reciprocidad de las rela­
ciones de valor en la vida social.
Hay que destacar dos clasificaciones en la sociología de Gurvitch
La primera es su distinción entre microsociología y macrosociología,
que indica dos tipos principales de sociología, cada uno de los cuales
usa métodos completamente diferentes de investigación. (Niegan esta
distinción metodológica muchos sociólogos, entre ellos neo-positivistas
y funcionalistas como Merton, quienes sostienen que debe emplearse
el mismo procedimiento lógico para estudiar todos los fenómenos
sociales.) La microsociología estudia, por ejemplo, los pequeños gru­
pos irregulados, mientras que la macrosociología se interesa por fenó­
menos de grandes dimensiones, como los estados y las civilizaciones.
En segundo lugar, Gurvitch ha formulado una complicada clasificación
de las formas de sociabilidad, un poco al estilo de von Wiese (véase
capítulo 2 1 ) ; pero su enumeración de nada menos que 162 tipos de
sociabilidad es, esencialmente, un penetrante ejercicio de técnica de la
definición y aporta poco al desarrollo teórico.
En dos obras recientes, aparecidas ambas en 1955, Gurvitch hace
valiosas aportaciones a los problemas básicos de la teoría socio­
lógica: primero, las relaciones entre la sociedad y la cultura por una
parte y la personalidad por otra, y segundo, la naturaleza de la so­
ciedad.
La primera de esas obras es la titulada Determinismo social y liber­
tad humana. En ella ya no cita Gurvitch la filosofía fcnomenológica
como punto de partida de su razonamiento (en La vocación de la so­
ciología, 1950, ya había renunciado a su adhesión a esa escuela
filosófica). Pero, como señaló otro sociólogo francés, A. Cuvillier,8
este cambio de orientación — llamado ahora por Gurvitch "dialéc­
tica hiperempírica”— 9 no se refleja en el contenido sustantivo de sus
opiniones sociológicas. Esto mismo puede decirse en gran parte de
Determinismo social.
En este libro, sostiene Gurvitch que no pueden establecerse leyes
causales, leyes evolutivas ni leyes funcionales en el campo de la socio­
logía. Si es que puede encontrarse algún determinismo, sólo puede
serlo en forma de leyes estadísticas (enunciados de probabilidad), de
covariación y variables, de tendencias uniformes en diversas manifes­
taciones sociales, y la integración de las partes en todos. Después de
examinar varias definiciones, Gurvitch identifica la Jil>ertad con las
acciones espontáneas y voluntarias que tienden a modificar situaciones
y a vencer resistencias. Este concepto de la libertad es empleado para
someter a prueba formas sociológicas de determinismo, sobre un fon­
do de una sociología en profundidad que reproduce, con ligeras modi­
ficaciones, la expuesta más arriba. Ninguno de los niveles de pro­
fundidad suprime la libertad humana, ya que actúan entre sí y se
limitan el uno al otro. Situación análoga prevalece respecto de las
"formas de sociabilidad”, importante objeto de estudio de la micro-
sociología.
Quizás la parte más interesante de Determinismo social es el estu­
dio del determinismo y la libertad en las "sociedades omnímodas”, esto
es, en las grandes sociedades en cuya estructura pueden ser satisfechas
la inmensa mayoría de las necesidades humanas. Según Gurvitch, no
se sabe que exista ningún principio universal de integración de esas
sociedades, falta que exige un estudio tipológico preliminar. Así, el
autor describe cuatro tipos "arcaicos” o primitivos, seis tipos históri­
cos (por ejemplo, el despotismo ilustrado en combinación con el
capitalismo naciente, y la sociedad democrática combinada con el capi­
talismo de competencia comercial), y cuatro tipos modernos (entre
ellos el "capitalismo organizado” de los Estados Unidos contemporá­
neos y el "pluralismo colectivo” de la Gran Bretaña y de Suecia).
En relación con cada tipo se esboza brevemente la importancia relativa
de los niveles de profundidad y de las formas de sociabilidad, y se

8 Oá va la tociologie fraftfaise? (¿A dónde va ¡a sociología francesa?, 1 9 5 3 ).


9 Teoría filosófica sobfe cinco posibles relaciones dialécticas de conceptos, expuesta
por el autor en Cahiers Intcrtiationaux d t Sociologje, vol. 15 ( 1 9 5 3 ) . Una de ellas
es la tríada hegeliana tesis-antít«is-síntes¡s.
plantean estos problemas: ¿Qué tipo de determinismo social preva­
lece? y ¿Cuáles son las "posibilidades de libertad”? La conclusión
general de Gurvitch es que en todo tipo de sociedad existe una plura­
lidad de determinismos, mientras el grado de libertad fluctúa pero
nunca desaparece por completo. No se dan soluciones empíricamente
fundamentadas a dichas cuestiones en ese libro, relativamente breve,
pero que merece atención y que sugiere cuánto estudio empírico sería
necesario para responder científicamente a esos problemas de las
relaciones entre la sociedad, la cultura y Ja personalidad.
La otra obra de Gurvitch publicada en 1955 es un extenso artículo
sobre "estructura social”,10 materia que él considera uno de los con­
ceptos más importantes de la teoría sociológica y que cada vez atrae
más la atención de los sociólogos. Después de examinar brillante­
mente las causas de esa atracción, Gurvitch toma del durkheimiano
Mauss (véase abajo, capítulo 2 1 ) el concepto del "fenómeno social
total”, que parece referirse a la sociedad como es dada en la expe­
riencia inmediata. Entre las características de ese fenómeno se cuen­
tan el predominio de las fuerzas centrípetas sobre las centrífugas, una
regulación de la conducta, ciertas actitudes colectivas y la acentuación
de los niveles de profundidad (tal como los trata en Determinismo
social). Gurvitch intenta mostrar lo que añade a este objeto de expe­
riencia más bien amorfo, la estructura, que, según él, se encuentra
sólo en el plano macrosociológico, nunca en el microsociológico. Esas
adiciones — en otras palabras, la diferencia entre fenómenos sociales
estructurados y no estructurados— están contenidas en las siguientes
proposiciones: 1) hay jerarquías de los niveles de profundidad, de
los símbolos y de las formas de regulación de la conducta humana;
2 ) las unidades que forman esas jerarquías están siempre en equilibrio
dinámico; 3 ) existe alguna conciencia colectiva de esas jerarquías y
equilibrios; 4 ) también hay "fuerzas" que sostienen el equilibrio;
pero, 5 ) , la estructura no es nunca, en realidad, factor estático, porque
siempre está sometida a procesos de formación, destrucción y recons­
trucción. Gurvitch pone en guardia contra toda interpretación está­
tica de las estructuras sociales: en su opinión nada es estable en la
sociedad, que experimenta movimiento y cambio perpetuos. Como ha
advertido un crítico benévolo, la importancia concedida por Gurvitch
al movimiento incesante le obliga a concentrarse en lo único y sin­
gular. Pero si la sociología sigue esa dirección, se arriesga a perder

10 G. Gurvitch: "L e concept de la structure sociale" (" E l concepto de la estructura


to c ia !"), ibid., vol. 19 < 1 9 5 5 ).
su propia materia; porque la sociología, por lo menos la sociología
general, es una ciencia teórica, y como tal debe tratar de fenómenos
recurrentes.11
Aunque no adscrita ya a la fenomenología, la última obra de Gur­
vitch se centra aún en torno de la "sociología en profundidad”, cuyo
principal resorte es fenomenológico. Veamos ahora la obra de algu­
nos otros sociólogos influidos por la filosofía fenomenológica. Uno
de ellos es Julio Monnerot, autor de Los hechos sacudes no son cosas
( 1 9 4 6 ). El título del libro indica el punto de vista anti-durkhcimiano
del autor.
Sostiene Monnerot que sólo pueden ser realmente comprendidos
(en el sentido de la verstehen de Max Webcr, o aun mejor, de la
"abstracción ideativa”) fenómenos de atracción, que constituyen el
punto de partida de la sociología. En general, "comprendemos” cier­
tos acontecimientos, mientras "explicamos” otros. Comprendemos cuan­
do estamos en presencia de una prueba que es válida per se. Esa prueba
se encuentra en la experiencia inmediata, y los intentos de basar la
comprensión en la inducción falsean la prueba misma.
Contrariamente a la opinión de Durkheim, Monnerot insiste en
que los hechos sociales no son cosas. Porque esos hechos se presentan
a la mente de un modo claramente distinto del modo como lo hacen
las cosas. Aquellos son "circunstancias humanas”, localizadas y fecha­
das. El material primario de la sociología consiste en secuencias de
tales circunstancias, lo cual significa que los datos fundamentales de la
sociología son los mismos que los de la historia. El objeto de la socio­
logía misma es dar un nuevo sentido a fenómenos ya estudiados por
otras ciencias. La sociología, pues, es un modo de tener en cuenta a
las demás ciencias humanísticas, de comparar sus elementos y de bus­
car un nuevo conocimiento de la vida social. Pero la sociología no es
la ciencia de la sociedad, ya que, según Monnerot, no hay "socieda­
des", sino sólo estados de sociedades, situaciones sociales experi­
mentadas por los hombres.
Los hechos sociales o las circunstancias humanas (que en la obra
de Monnerot parecen referirse a la situación de los hombres cuando
se enfrentan con experiencias inmediatas) no explican por sí mismos
fenómenos como los movimientos sociales. Para comprender estos
últimos, por ejemplo, una persona debe sentir primero la presión del
movimiento particular y en seguida librarse de ella; únicamente en­
tonces puede obtener un conocimiento objetivo.
11 "Foocfion ct finalicé cu sociolofiie", "Función y finalidad en sociología” , por
H. Jfaone, ibid., vol. 16 ( 1 9 5 4 ) .
Estos intentos de describir el acto de comprender y sus metas se
completan con el examen que hace Monnerot de lo que él llama
representaciones fundamentales. La más importante de ellas es que
todo individuo "trasciende sus limites naturales”, y por lo tanto pro­
duce consecuencias en el orden social. Esas consecuencias se encuentran
y oponen unas a otras; mantienen duelos entre sí (reminiscentes de
los "duelos lógicos” de Tarde). Pero no hay sociedad sin atracción.
La sociedad, en realidad, es primordialmcnte una agregación humana
que desarrolla lazos de coordinación y cooperación (lo cual está en
oposición con el enunciado de Monnerot citado más arriba, que niega
la existencia de la sociedad). Dentro de esta agregación nacen tipos
de estructuras a base de la proximidad espacial y de la afinidad. Pue­
den distinguirse tres grandes tipos de estructuras sociales, que Mon­
nerot designa con las palabras alemanas Gemeinscbaft, Gesellschaft
y Bunci, basándose esta última sobre la afinidad de experiencias afec­
tivas comunes. Las dos primeras categorías, como hemos visto, se lian
convertido en conceptos casi normativos de la sociología contem­
poránea.
La sociología fenomenológica también está representada en los Es­
tados Unidos, en la persona de Friedrich Baerwald (n. 1 9 0 0 ), nacido
en Alemania y desde 1935 profesor en la Universidad de Fordham.
Las opiniones teóricas de Baerwald pueden resumirse del modo si­
guiente:52
Realidad social — sostiene Baerwald— equivale a sociedad. La
sociedad no es fenómeno psicológico que se manifiesta en el descubri­
miento de la reciprocidad de relaciones en la propia conciencia del
individuo. Los datos fundamentales de la experiencia comprenden la
existencia real de otra gente que nosotros mismos, y nuestra de­
pendencia de ella. Pero tenemos que entender no meramente el
hecho de la coexistencia, sino su modo general. La dependencia huma­
na se basa en la insuficiencia del individuo para asegurarse su pro­
pia supervivencia. Su "marco temporal” se limita a su existencia y
experiencia propias; el "marco espacial” del individuo es igualmente
limitado. Estas limitaciones son superadas mediante la coexistencia.
El proceso de coexistencia en el tiempo — dice Baerwald— crea
tipos de grupos sociales en los cuales se integran los individuos y

12 Nuestro resumen de la teoría de Baerwald se basa en grao parte en dos de sus


artículos: "Society as a Process" ("L a sociedad como proceso” ) , en American Catholic
Socioloft¡cal Ret'Prw, diciembre de 1944, y “A Sociological View oí Depersonalization"
("U n punto de vista sociológico de la despersonalización"), en Thought, primavera
de 1956.
mediante ellos se encuentran en situación de unir sus esfuerzos con
los de los otros. La participación social unifica a los individuos en
una cadena de acontecimientos pasados importantes; por ese mismo
hecho, les asigna una participación en la proyección hacia lo futuro
de la existencia del grupo. Mediante esta inclusión en una trama
transpersonal, el individuo experimenta una ampliación de su hori­
zonte en el tiempo e íntegra en su conciencia destrezas, costumbres,
significados y valores desarrollados en largos |periodos.
La coexistencia es asimismo un proceso interaccional en el espacio.
Produce la ampliación del horizonte individual instituyendo sistemas
transpersonales de "dominio del espacio" en los que participan los
individuos, que contribuyen a ellos y se benefician de ellos.
Las instituciones sociales no representan a la sociedad en el plano
existencial. Dado que las instituciones deben hundir sus raíces en
alguna otra cosa, y ésta es el proceso de coexistencia mismo, la cons­
tante proyección de los horizontes tempo-espaciales de los individuos
en sistemas transpersonales más grandes. La coexistencia implica la
constante transformación del tiempo astronómico en un pasado y un
futuro llenos de sentido, así como una transformación constante del
habitat geográfico en espacio social.
Aunque la coexistencia es el modo de existencia de los individuos
— prosigue Baerwald— , los sistemas reales de vivir y de cooperar no
son ni automáticos ni instintivos. La sociedad es un requisito previo
para la supervivencia, sin duda alguna; pero requiere una activación
incesante mediante la creación y conservación de extensos marcos
sociales temporales y espaciales. La sociedad no se continúa por sí
misma en lo que se refiere a las formaciones sociales específicas. Por
consiguiente, inherente a todas las estructuras sociales existe la posi­
bilidad de su empeoramiento y desintegración por la debilitación
de los lazos en la trama temporal y espacial de la sociedad.
Aunque son muy sugestivas, estas ideas elevadamente abstractas de
Baerwald aún no han atraído la atención de muchos sociólogos en
este país, ni han sido sometidas a prueba empírica. Esto último puede
aplicarse, en gran medida, a la escuela filosófica en general.

La escuela fenom enológica: Resumen y crítica

Cuando so la abstrae de las premisas filosóficas y de las peculiaridades


metodológicas, pueden encontrarse algunos atisbos interesantes en
la obra de la escuela fenomenológica. Por lo menos se hacen ver dos
nuevos tratamientos del concepto de sociedad: en la sociología en pro­
fundidad de Gurvitch y en la ampliación de los horizontes temporal
y espacial del individuo, de Baerwald. En lo que respecta a las rela­
ciones entre sociedad e individuo, se ofrecen tres puntos de vista: la
duración independiente de la sociedad, la relativa independencia de
la conducta del grupo respecto de los actos e intenciones de los miem­
bros individuales del grupo, y el peligro inherente a toda estructura
social de su empeoramiento y desintegración. Como unidad para el
análisis sociológico, se señala todo el grupo, más bien que el actor
individual o la interacción social. El problema de ios determinantes
del orden y de los cambios sociales cae fuera de las principales pre­
ocupaciones de la escuela.
El enfoque fenomenológico está abierto a diferentes críticas. En
primer lugar, los fenomenologistas pretenden que los conceptos bási­
cos de la ciencia, incluida la sociología, deben ser formulados por la
filosofía (de su escuela). Aceptar esta pretensión haría imposible un
universo común de pensamiento, requisito previo para el desarrollo de
la ciencia empírica. En segundo lugar, ios enunciados sociológicos
de los fenomenologistas, que ellos creen resultado de "abstracción
ideativa”, con toda probabilidad se basan realmente en conocimientos
previos que han acumulado mediante la observación participante de
la vida social. Por último, los fenómenos que los fenomenologistas
pretenden "ver” en la sociedad parecen estar seleccionados arbitra­
riamente y hasra con prejuicios. La descripción que Vierkandt hace de
la actitud del individuo hacia el grupo, por ejemplo, puede expresar
con bastante exactitud el punto de vista alemán, pero difícilmente
el de los norteamericanos o los franceses. Además, la interpretación
de los niveles de profundidad que hace Gurvitch es arbitraria y con­
funde estructuras sociales y procesos sociales.

Karl Mannheim

Para terminar el examen de las teorías sociológicas contemporáneas


de inspiración filosófica, estudiaremos algunas de las opiniones de
Karl Mannheim (1 8 9 1 -1 9 4 7 ), profesor alemán que, después del
ascenso ai poder de Hitler, se estableció en Inglaterra, donde halló
nueva inspiración. Las obras más conocidas de Mannheim son Libertad
y planificación social (1 9 4 6 ) e Ideología y utopía (1 9 3 6 ), esta últi­
ma considerada con razón como una de las piedras angulares de una
rama especial de la sociología, la sociología del conocimiento. Más
importantes para la sociología teórica general son dos colecciones
póstumas de trabajos: Essays on Sociology and Social Psychology (En­
sayos sobre sociología y psicología social, 1953) y Essays on the So-
ciology o f Cidture (Ensayos sobre sociología de la cultura, 1 9 5 6 ).
Es indudable que la sociología de Mannheim está filosóficamente
fundamentada, aunque quizás de un modo un tanto ecléctico. En la
primera fase de su obra puede percibirse "una creencia metafísica,
semi-religiosa, en la función creadora de ia historia”, que lucha siem­
pre por armonizar las tendencias antagónicas.18 En la última fase
concedió que uno no puede dejarse guiar sólo por la historia y que
esa guía debe completarse con criterios tales como razón contra sin­
razón, paz contra agresión, etc. Esta nueva actitud introduce mani­
fiestamente juicios de valor y va, por lo tanto, en contra de la tenden­
cia dominante en la sociología contemporánea. Para Mannheim, esta
actitud tuvo por resultado la adopción de la idea de 1a planeación
social, que desarrolló breve pero brillantemente en Ubertad, poder
y planificación democrática ( 1 9 5 0 ), gran parte de cuya obra perte­
nece al campo de la sociología política. En vez de estudiar las últimas
manifestaciones del pensamiento de Mannheim, estudiaremos algunas
de sus ideas pertenecientes al dominio de la teoría sociológica propia­
mente dicha.
Para Mannheim la sociología es una ciencia que busca la coordina­
ción de los estudios en los campos de las diversas ciencias sociales.
Esta opinión parece volver a Spencer; pero no es así, porque Mannheim
define la sociología como teoría general de la sociedad o del proceso
social total (lo que coincide con la definición de Sorokin, tal como
la expusimos en el capítulo 1 ). Esa teoría no puede limitarse al estu­
dio de los procesos de "asociación” o de coalescencia de los hombres
en grupos estructurales; debe incluir también el estudio de los sig­
nificados que unen o dividen a los hombres, en su relación con las
estructuras sociales. Este aspecto de la investigación sociológica debe
realizarlo una sociología de la mente, o sociología de la cultura.
Uno de ios conceptos fundamentales que hay que usar en el estu­
dio sociológico es el de estructura social, que, en opinión de Mann­
heim, es la característica que abarca más realidad. En esto el punto
de vista de Mannheim se parece al de Gurvitch, pero el concepto de
estructura del primero se acerca más al de sistema. Para Mannheim,
el concepto estructura es aplicable a todo objeto de cierta complejidad
que uno concibe como formado por elementos de menor compleji­
dad. Una estructura puede ser estática, pero con frecuencia es dinámi­
ca, y presenta una configuración de fuerzas antagónicas que luchan por
l3 Como dicc Paul Keczkerneti en su excelente introducción 3 Ensayos sobra socio-
logia y psicología social de Mannheim.
la supremacía, por ejemplo, una sociedad con fuertes conflictos de
ciases. En sus obras anteriores suponía Mannheim que las estructuras
son por lo común intrínsecamente perseguidas como metas; en los
últimos escritos reemplazó esa consecución impersonal por una pla-
neación consciente.
Ningún aspecto del proceso social que consista en gran medida
en la construcción y modificación de estructuras, puede ser indepen­
diente de las significaciones. Las significaciones socialmente relevan­
tes se originan en situaciones cooperativas. Pero con frecuencia sur­
gen diferentes significaciones, y la gente puede captar primero una
y después aceptar otra, situación que es facilitada cuando los hombres
cambian fácilmente sus papeles sociales. En esas circunstancias, hace
su aparición el razonamiento abstracto, y, finalmente, la meditación
sobre "la significación de las significaciones” expresa con frecuencia
la lucha entre diferentes ideales sociales. Así, debe rechazarse toda
concepción de la estructura social como un principio que se despliega
inexorablemente. Porque ese "despliegue” en realidad es una sucesión
de preferencias limitadas en que la función catalítica de la persona­
lidad, en especial del líder, juega a veces papel importante. Encon­
traremos otras opiniones más deterministas cuando estudiemos la so­
ciología histórica (en el capítulo 2 0 ).
Como Max Weber, Mannheim propugna un estudio dual de los
fenómenos sociales, pero discrepa en cuanto a la composición de la
dualidad. Weber completa el análisis causal con el estudio interpre­
tativo en el plano de la motivación. Para Mannheim el suplemento
del análisis causal es el análisis funcional: lo que ha sido explicado
causalmente también debe ser conocido en relación con su función
en el mantenimiento del equilibrio del conjunto del sistema (esta fra­
seología aparece en el texto de Mannheim como para corroborar la
identificación que hemos hecho de sus conceptos de estructura y de
sistema). En otras palabras, el significado subjetivo que Weber asigna
a la acción o al proceso es reemplazado por su significado objetivo
para el grupo o sistema en conjunto.
Planteo ahora una cuestión que quizás ha tenido confundido al
lector de este capítulo. ¿Cómo es posible la sociología filosófica?
¿No es la sociología el estudio de fenómenos en el plano empírico,
mientras que en filosofía se busca otro plano de abstracción: el de una
concepción unificadora de la realidad total?
En principio, la pregunta está justificada. Pero en ocasiones los in­
vestigadores usan premisas filosóficas sólo como una especie de anda-
mía je, después de retirado el cual siguen en pie sus proposiciones
válidas en el terreno empírico. Ésta fue, digámoslo de paso, la idea
de Spencer concerniente a la evolución cósmica y a la analogía orgá­
nica (véase capítulo 3 ) . Pero la proposición de Spencer que quedaba
una vez retirado el andamiaje, no podía ser comprobada empírica­
mente, como ahora sabemos.
Volviendo a los institucionalistas contemporáneos, a los fenomeno-
logistas (incluso Gurvitch, a pesar de su declaración de independen­
cia respecto de la fenomenología) y al “solitario" Mannheim, puede
suponerse que algunas por lo menos de sus proposiciones son plausi­
bles y fructíferas independientemente de sus premisas filosóficas. Una
de las diferencias con Spencer puede advertirse en que los sociólogos
filosofantes de nuestros días tienen a su disposición un vasto cuerpo
de conocimientos acumulados durante el siglo que ha pasado desde
la génesis de las ideas del segundo padre fundador de la sociología.
En otras palabras, han "interiorizado” numerosas generalizaciones e
interpretaciones teóricas incorporadas en las obras de sus predece­
sores. Por otra parte, la curiosidad filosófica de un sociólogo puede
abrir perspectivas nuevas, y éstas pueden ser importantes en el plano
empírico. En este capítulo hemos hecho un esfuerzo para resumir
esas perspectivas.
El segundo cuarto del siglo x x fue un periodo de intensa actividad
en el campo do la sociología histórica. Con estas últimas palabras se
designan los intentos para descubrir uniformidades en el movimiento
de las sociedades, culturas o civilizaciones, y los principios que las
gobiernan. Aunque la sociología comenzó su existencia como socio­
logía histórica en este sentido — en la obra de Comte y en la de Vico,
predecesor del siglo xvm — , la tarea fue abandonada cuando se hizo
manifiesto que la teoría evolucionista no se ajustaba a los hechos.

Spengler y el estudio del cambio cíclico

Sin embargo, en el primer cuarto del siglo X X hizo un nuevo intento


para definir la norma del desenvolvimiento histórico el alemán
Oswald Spengler (1 8 8 0 -1 9 3 6 ). Su Decadencia de Occidente (1 9 1 8 )
fue, durante varios años, quizás la obra más ampliamente discutida
sobre uno de los grandes problemas de la sociología; el problema
de las uniformidades en el curso vital de las culturas o civilizaciones.
Traducida del alemán a diversos idiomas, el éxito temporal de esta
ambiciosa obra se debió en gran parte a que sus sombríos pronósticos
cuadraban bien con el desaliento de una generación abrumada por
la catástrofe de la primera Guerra Mundial.1
Las opiniones de Spengler, expuestas en términos más o menos
adecuados para el estudio de la teoría sociológica, pueden expresarse
del modo siguiente: La historia de la humanidad como un todo no
tiene sentido ninguno perceptible. Además, la división convencional
de la historia en antigua, medieval y moderna es altamente desorien-
tadora y no tiene valor interpretativo. La gran significación reside en
las historias de las culturas independientes, mientras que sus mutuas
relaciones son accidentales y, relativamente, carecen de importancia.
Cada cultura independiente es propiedad de un pueblo (o de un
1 Un examen cuidadoso revela que las ideas de Spengler reproducen, embellecidas,
Jas de Danilevsky (véase supra, capítulo 4 ) . J-a semejanza es tan sorprendente que, en
opinión de H. E. Barnes y H. Becker, “el paralelismo es demasiado estrecho pira set
accidentar* (Social Thought {rom Lore to Scicnce, 1933, vol. II. pp. 1 0 3 2 -3 3 ). Spengler
no menciona n¡ cita nunca a Danilevsky; pero pudo haber leído su obra en la traduc­
ción abreviada francesa, o quizás también en ruso. En todo caso, un sociólogo ruso
informó a Sorokin que había visto el libro de Danilevsky en la biblioteca de Spengler
en 1921. (Véase The Social PhUosophies of an Age of Crisis, por P. A. Sorokin,
Boston, Beacoa Press, 1950, p. 3 4 9 .)
grupo de pueblos) que participa en una Weltanscbauung (filosofía
de la vida) común.
Insiste Spengler en que cada cultura tiene su propio estilo o ethos,
irreductible al estilo de cualquiera otra cultura (lo cual significa
que los hombres pertenecientes a diferentes culturas no pueden en
realidad entenderse entre sí). Pero Spengler sólo caracteriza los esti­
los de unas pocas culturas, y eso de un modo sumamente impresio­
nista. Por ejemplo, el símbolo de la cultura clásica es la estatua des­
nuda, el de la árabe (magos, cristianismo primitivo) es la basílica, y
el de la fáustica (occidental) es la música instrumental y el cálculo.
La cultura misma es concebida como un organismo. Su desenvol­
vimiento obedece más al "destino” que a la causalidad. l<ns culturas
pasan por las mismas etapas de desarrollo y decadencia que los indi­
viduos; cada una de ellas tiene su infancia, su juventud, su madurez
y su vejez propias. Esta imagen de las cuatro edades la sustituye a
veces Spengler por la de las cuatro estaciones: primavera, verano,
otoño e invierno. También imagina un preludio y un epílogo del ciclo
vital de las culturas. Así, antes del despertar, o iniciación de la prima­
vera, ios pueblos viven en una fase precultural; en realidad, la mayor
parte de los pueblos no salen nunca de esa fase. Pero una vez iniciada
la cultura, se siguen ordenadamente las cuatro etapas. La última de
tales etapas, el invierno, se convierte imperceptiblemente en una "civi­
lización” moribunda. En el vocabulario de Spengler la palabra "civili­
zación” tiene un sentido peyorativo. Li civilización es el epílogo de
toda cultura: la muerte que sigue a la vida, la rigidez que sucede
a la capacidad intelectual creadora.
El extenso estudio de Spengler se limita en gran parte a ocho cul­
turas: la egipcia, la mesopotámica, la hindú, la china, la clásica (o
apolínea), la árabe (o de los magos), la maya y la occidental
(o fáustica) . 2 (También tiene en cuenta una novena cultura: la na­
ciente cultura rusa, pero no hace de ella un estudio completo.) Según
Spengler, cada cultura posee un tiempo de vida de unos mil años
aproximadamente. Para ajustar los hechos a este aspecto de su con­
cepción organicista de la cultura, Spengler trata las culturas de un
modo muy artificial. La cultura árabe o de los magos, por ejemplo,
comienza, según él, en los tiempos del cristianismo primitivo, continúa
en Bizancio y llega a su término con el califato árabe, con lo cual

2 Las categorías apolínea y fáustica de Spengler son empleadas por Ruth Benedict
para describir el etbos de diferentes tipos de culturas iletradas en su conocida obra
Putttms of Culture (Patrones culturales), Boston, Houghcon Mifflin Co., 1934.
priva a la cultura occidental de toda continuidad respecto del cris­
tianismo primitivo.
Sólo una de esas culturas, la maya (en su fase mexicana), fue des­
truida por fuerzas exteriores. Las demás murieron o están moribundas
de la senilidad de la civilización urbana. Sostiene Spengler que la
cultura clásica no fue destruida por las invasiones germánicas, ya que
en aquel tiempo hacía siglos que había muerto la civilización greco-
romana. La cultura occidental — dice— nació hacia el año 900 d. c.,
y por lo tanto su ciclo debe cerrarse ya. De ahí el título de la
obra: La decadencia de Occidente, y la sensación que causó.
La popularidad del libro de Spengler alcanzó su punto máximo
entre 1920 y 1930. Desde entonces, los sociólogos, los antropólogos
culturales y los historiadores, basándose en los conocimientos socioló­
gicos acumulados, han hecho nuevos intentos para formular teorías
en gran escala de las fluctuaciones de las culturas o civilizaciones. Dos
de esos intentos han despertado universal atención, los de Toynbee
y de Sorokin, aunque también se han publicado otros trabajos un
tanto análogos.
Merece observarse que las dos obras más importantes en este cam­
po han aparecido casi simultáneamente. El historiador Arnold Toynbee
(n. 1889) publicó seis volúmenes de su Estudio de la Historie!, en
1934-39; en 1954 publicó cuatro volúmenes más. Dinámica social y
cultural, en cuatro volúmenes, del sociólogo norteamericano Sorokin,
apareció en 1937-41. Sorokin ha estudiado críticamente con frecuen­
cia la obra de Toynbee; pero Toynbee parece haber ignorado las
teorías de Sorokin.

Arnold Toynbee
La sociología histórica de Toynbee es un intento de descubrir uni­
formidades en el desarrollo y decadencia de las civilizaciones y de
exponer los principios de esa norma dinámica. Basa sus conclusiones
en el estudio de veintiún civilizaciones que supone que han recorrido
su ciclo histórico natural completo, o casi completo, más otras cinco
"detenidas” y otras varias "abortadas”. Las civilizaciones plenamente
desarrolladas son la occidental, dos ortodoxas cristianas, la irania, la
árabe, la hindú, dos del Lejano Oriente, la helénica, la siriaca, la índi­
ca, la sínica o china, la minoica, la sumeria, la hitita o hetea, la babi­
lónica, la andina, la mexicana, la yucateca, la maya y la egipcia. Las
cinco civilizaciones "detenidas” son la polinesia, la esquimal, la nó­
mada, la otomana y la espartana.
Toynbee considera la civilización, que es su unidad de estudio,
como un campo inteligible y esencial de estudio histórico. Parecido
al de "cultura” en Danilevsky y Spengler, el concepto "civilización”
se refiere a cierto número de pueblos que poseen numerosas caracte­
rísticas comunes. Las civilizaciones pueden ser "originales", habiendo
brotado espontáneamente de un nivel preciv ilibado, o "afiliadas”,
cuando han sido estimuladas por civilizaciones ya existentes. Concluye
Toynbee que han surgido y florecido cuatro o cinco civilizaciones
originales: la egipcia, la sumeria, la china, la maya y quizás la índica.
Todas las demás han sido afiliadas a civilizaciones anteriores. 1:1 con­
cepto de civilizaciones "afiliadas” separa la opinión de Toynbee de la
teoría de Danilevsky y más aún de la de Spengler. Algunas de
las civilizaciones —<lice Toynbee— se distinguen por un estilo defi­
nido: estético en el caso de la helénica, técnico en la occidental,
religioso en la rusa; pero, como en la obra de Spengler, no está des­
arrollado el concepto de estilo.
La solución de Toynbee a la cuestión de Ja uniformidad en el mo­
vimiento de la cultura es análoga, en general, a las de sus dos prede­
cesores. En cierto momento y en cierto lugar — dice— nace una civi­
lización. En determinadas circunstancias (cuyo carácter se describe
más abajo) la civilización se desarrolla, si no es detenida o no perte­
nece a uno de los tipos abortivos, como la espartana o la polinesia.
Finalmente, ese desarrollo trae consigo un "colapso” o paralización
seguido de la decadencia. A diferencia de Spengler, Toynbee no em­
plea las imágenes poéticas de las cuatro estaciones o de las cuatro
edades del hombre para describir ese ciclo. Pero Toynbee se une a
Spengler en creer que el curso de cada civilización (con las excepcio­
nes mencionadas) es uniforme, que pasa por predeterminadas etapas
y que desaparece. A diferencia de Spengler, no atribuye una duración
definida a la vida de las civilizaciones.
El estudio del origen y desarrollo de las civilizaciones es la parte
más brillante de la obra de Toynbee. Una de sus tesis principales es
que los procesos del origen y el desarrollo están dominados por la
pauta reto-resptmta. El reto puede proceder de fuerzas naturales,
como un clima duro, o de los hombres, en especial de vecinos beli­
cosos. Nace y se desarrolla una civilización si, por una parte, el reto
no es demasiado riguroso, y si, por otra parte, existe una minoría
inteligente que halla respuesta adecuada al reto.3 Esta opinión repre­

3 Interesante aplicación de esta idea a América es la explicación de Toynbee al


nacimiento de la Nueva Inglaterra: sos colonizadores, enfrentados con los retos de un
senta un importante progreso sobre la teoría del destino sustentada
por Spengler como explicación dei origen de las civilizaciones.
Las civilizaciones en desarrollo, según Toynbee, presentan caracte­
rísticas definidas. Cada una de ellas contiene una minoría creadora,
a la que sigue la mayoría del pueblo. Este último se compone de un
"proletariado interno” de la misma sociedad, y de un "proletariado
externo”, vecinos bárbaros influidos por la civilización creciente. Cada
civilización en desarrollo se extiende como un todo, más en términos
cualitativos que numéricos; el gran tamaño no es de ningún modo
síntoma de civilización en desarrollo. El proceso de desarrollo abarca
los importantes rasgos de integración progresiva y autodeterminación
de la civilización, y su diferenciación de las otras mediante la adqui­
sición de un estilo único.
Pero el desarrollo de la civilización es interrumpido por el colapso
o la paralización, que sobreviene cuando la minoría no encuentra
respuesta adecuada a un reto grave. Es éste un hecho inexorable: en
ningún caso histórico ha encontrado la minoría creadora respuestas
apropiadas a todos los retos a que lia tenido que hacer frente su civi­
lización. Por lo general, el colapso tiene lugar sólo pocos siglos des­
pués del nacimiento de una civilización. Así, la mayor parte de la
historia comprende civilizaciones decadentes.
Al colapso o paralización — continúa Toynbee— siguen la desinte­
gración y la disolución. La decadencia y la muerte se producen como
una "necesidad interna”, mediante el funcionamiento de las fuerzas
internas de la civilización misma, como, por ejemplo, las disensiones
entre la élite o minoría y el proletariado, y no por la acción de ene­
migos ni por decadencia de la técnica, ni por ninguna necesidad
cósmica. Durante el período de desintegración la cultura ya no se
desarrolla como un todo o conjunto, sino por partes sueltas, produ­
ciendo, por ejemplo, manifestaciones artísticas, religiosas o económi­
cas. La minoría, incapaz ya de respuestas adecuadas y perdiendo su
facultad creadora, se convierte en una minoría gobernante que se im­
pone por la fuerza. Crece el tamaño de las unidades políticas, por
ejemplo, se forman imperios, proceso que Toynbee cree más bien
perjudicial para el bienestar de la civilización. Y las guerras son fre­
cuentes entonces. Pero el proletariado interno se escinde de la mi­
noría y se le opone; los proletariados externos pueden atacar a la

clima bastante riguroso, la limitación de recursos y U despoblación de I* tierra, peto


contando con una minoría inteligente, produjeron una civilización que al final Htgó
a dominar todo un continente.
civilización decadente, cosa que Gumplowicz señaló mucho antes, como
vimos en el capítulo 5. Después de un "periodo de disturbios”, que
puede ser prolongado, la minoría gobernante crea un "Estado uni­
versal’’, universal en el sentido de dominar todo el campo de la civi­
lización particular; al mismo tiempo, el proletariado puede crear una
"iglesia universal”. Vemos aquí cómo emplea Toynbee la historia
clásica (su especialidad profesional), representando el imperio político
romano un Estado universal y el cristianismo naciente una iglesia
universal.
En la etapa final del ciclo de la civilización aparecen cuatro tipos
de personalidad: la arcaica, que busca la salvación en el retorno al
pasado (el "salvador con la máquina de tiempo”) ; la futurista, que
se manifiesta como el "salvador con la espada”; la estoica indiferen­
te, y el salvador religioso. En esta etapa, la única posibilidad de sal­
vación reside en la transfiguración, a base de la religión. Una orien­
tación religiosa generalizada no salva a la civilización decadente, pero
puede preparar el camino para la aparición de un nuevo modo de vida
que tenga buen éxito, afiliado a la misma civilización predestinada.
Son ampliamente reconocidas la brillantez y erudición, así como la
cualidad sugestiva, de la obra de Toynbee. Pero ese ambicioso sistema
interpretativo plantea algunas cuestiones fundamentales. En primer
lugar, ¿qué es una cultura o una civilización? Toynbee no propor­
ciona criterios objetivos para este concepto básico que constituye su
misma unidad de estudio. ¿Por qué, por ejemplo, se considera que
Rusia constituye una civilización exclusivamente suya? ¿No es arbitra­
rio creer que Esparta ha producido una civilización independiente, e
interpretar la historia de Roma en su totalidad casi sólo como una
parte de la fase decadente de la civilización helénica? ¿La "nómada’'
es realmente una civilización, o, como se pretende a veces, simple­
mente un grupo nominal? Los críticos de Toynbee, tanto sociólogos
como historiadores, han formulado muchas preguntas de este orden.
Un segundo tipo de cuestiones se refiere a su concepto del colapso
o parálisis de la civilización y al periodo subsiguiente de decadencia y
muerte. ¿Cómo podemos estar seguros de cuáles fueron los "momen­
tos” de colapso al mirar el pasado? Y después de un colapso, ¿por
qué es una civilización forzosamente incapaz de reanudar su movi­
miento ascendente? Difícilmente puede considerarse como una virtud
de su teoría general el que Toynbee encuentre necesario catalogar dos
civilizaciones chinas diferentes y otras dos civilizaciones hindúes dife­
rentes para explicar el hecho indudable de florecimientos sucesivos.
Por último, las uniformidades que halla Toynbee en el desarrollo
de las civilizaciones son "justificadas” en gran parte con ejemplos
sacados de la historia griega y de la occidental. Sus amplias generali­
zaciones probablemente no hubieran podido ser derivadas de la histo­
ria egipcia o de la china; en realidad, Toynbee sólo presenta afirma-
ciones sueltas acerca de la mayor parte de las civilizaciones, que ni
confirman ni refutan su teoría (en el caso de la civilización árabe,
reconoce que se aparra de la norma general). Es manifiesto que la
teoría de Toynbee no ha nacido (ni ha sido sometida a prueba) por
estudio inductivo, sino que es en esencia producto de ideas obtenidas
en la investigación de las civilizaciones griega y occidental. Podemos
concluir que esa teoría fue sobrepuesta arbitrariamente a la historia
de otras civilizaciones.
Estas críticas convienen en cierto grado a la mayor parte de los
intentos para formular una teoría general y amplia de los cambios
sociales. La inmensidad misma de la tarea disuade a muchos inves­
tigadores de emprenderla. Es gloria perdurable de Toynbee el haber
realizado un serio esfuerzo para registrar los principios que rigen los
cambios culturales. Lo mismo puede decirse de Sorokin, el otro gran
sociólogo histórico.

Dinámica cultural de Sorokin


La dinámica cultural de Sorokin se basa en su teoría analítica, que
hemos estudiado en el capítulo 18. Coincide con los historiadores en
que hay aspectos de los cambios sociales no recurrentes y únicos. Pero
los procesos sociales no están tejidos de materiales absolutamente úni­
cos, sino que presentan elementos recurrentes y repetidos, que deben
ser aislados y estudiados por la sociología.
Según Sorokin, la tendencia general del cambio social es el avance
en línea recta hasta determinado límite; cuando casi se ha llegado
a ese límite, tiene lugar la inversión de la tendencia lineal (o, en
algunos casos, el estancamiento cultural). El movimiento invertido
avanza hacia otro límite, y de nuevo está sujeto a la inversión. Así,
la pauta del cambio es una fluctuación entre las culturas que Sorokin
JJama ideativa y sensible, señalada por oscilaciones en una dirección
a través del tipo mixto de cultura y en la otra a través del tipo idealista.
Sorokin hace ver cómo esa pauta caracteriza el conjunto de la his­
toria de la cultura occidental, la cual, según este autor, puede seguirse
hasta los tiempos de la anticua Grecia. La cultura griega es descrita
como ideativa desde el siglo vin hasta fines del vil a. c.; porque
durante el siglo y medio siguientes, incluso la Edad de Oro de Atenas,
fue idealista. Desde la última parte del siglo iv a. c , hasta el si­
glo iv d. C., época en que nació y floreció el imperio romano, la cul­
tura fue evidente. A los dos siglos siguientes de cultura mixta los
sucedió un largo periodo de cultura ideativa. Desde fines del siglo x ii
hasta principios del Xiv la cultura fue idealista; ésta es la época tic las
catedrales góticas, de Dante y de Santo Tomás de Aquino. A partir
de fines del siglo xiv la cultura se hizo cada vez más sensible, basta
llegar a la culminación en los últimos decenios. Hoy pueden perci­
birse algunos síntomas de un cambio inminente en dirección del polo
ideativo.
Sorokin completa esta descripción, basada en laboriosos estudios
realizados con ayuda de veinte colaboradores, con breves excursiones
por la historia egipcia, china e hindú. Pero estos últimos materiales
no tienen ningún valor fundamental en la teoría de Sorokin, y sólo
sirven de base a algunas afirmaciones cautelosas. Finalmente, supone
Sorokin que la polaridad entre lo ideativo y lo sensible se remonta
también a la cultura primitiva.
El resorte motor del tipo de cambio que dejamos descrito — dice
Sorokin— está localizado en el mismo sistema de cultura; está en la
naturaleza de la cultura el cambiar, porque el cambio es la ley de toda
vida. No quiere esto decir que el cambio de la cultura no sea afectado
por factores externos, como el clima y el suelo, pero éstos juegan
un papel secundario. El cambio imnanente es una especie de destino
o de carrera vital de todo sistema sociocultural; es un despliegue de
Jas potencialidades inmanentes del sistema. Aunque la principal di­
rección y las fases principales de este proceso de despliegue están
predeterminadas por las fuerzas internas del sistema, aún queda un
margen considerable para la variación.
Como hemos visto, Sorokin declara que el movimiento histórico en
una sola dirección se acerca al límite que alcanzaría si la culmra se
hiciera perfectamente ideativa o perfectamente sensible. Pero esta si­
tuación extrema no se produce nunca: todo supersistema cultural está
incompletamente unificado. Cuando el desenvolvimiento cultural se
acerca al límite teórico, la tendencia se invierte (aunque es una posi­
bilidad el estancamiento cultural). Pero la cultura como tal no muere
nunca; algunas partes de ella quizás sean rechazadas, pero otras son
absorbidas por diferentes culturas y sobreviven. En esto se muestra
Sorokin mucho más optimista que Spengler y que Toynbee.
La teoría de Sorokin relativa a la dinámica cultural, de la cual
sólo hemos presentado un breve esbozo, se presta a diversas críticas.
En primer lugar, dicha teoría parece simplificar en exceso los hechos
que han de explicarse. Por ejemplo, la Edad de Oro de Grecia y la
época de Dante probablemente fueron idealistas; pero se diferencia­
ron en muchos aspectos. En tales casos, debieran tenerse en cuenta
elementos adicionales y de contraste, de suerte que puedan determi­
narse situaciones culturales concretas por la coincidencia de aspectos
específicos en procesos diferentes. Sorokin no ignora esto, pero cuan­
do expone sus ideas lo mantiene siempre tras el telón.
En segundo lugar, la distinción entre elementos culturales que cam­
bian o fluctúan conjunta o interdependientemente y elementos que no
lo hacen así, es el criterio de Sorokin para reconocer los ''sistemas”
socioculturales. Cuando atribuye la propiedad de fluctuar interde­
pendientemente a los elementos de esos sistemas, Sorokin razona, por
lo menos en parre, dentro de un círculo vicioso.
En tercer lugar, la elección del concepto cultural de verdad, defi­
nido en términos sensibles, ideativos o idealistas (según dijimos en el
capítulo 1 8 ), como determinante básico del desenvolvimiento socio-
cultural, no es muy convincente. Puede argüírse que es posible volver
a escribir la obra de Sorokin tomando elementos contrapuestos como
determinantes fundamentales del desarrollo cultural y llegar casi a
los mismos resultados.

Chapín y Kroebcr

En Cultural Change (Cambio cultural, 1928 ) , 4 F. Stuart Chapin


señala que la primera obligación de los sociólogos es poseer un cono­
cimiento profundo de la "principal corriente de cultura” que marca la
historia humana desde la Edad de Piedra hasta la presente Edad de
la Máquina. Pero no es una corriente única, sino que más bien con­
siste en varias corrientes independientes que corresponden a "culturas
de grupo” en que pueden distinguirse ciclos de desarrollo y decadencia
nacionales. Cada ciclo, en definitiva, debe ser entendido como pro­
ducto de un complejo de fuerzas constituido por los aspectos particu­
lares de la cultura, tales como el económico, el político, el religioso
y el intelectual. Estos componentes particulares de la cultura se carac­
terizan a su vez por un ciclo de desarrollo y decadencia. Cuando los
ciclos de diferentes formas culturales son cronológicamente correla­

4 Las aportaciones de Chapin a la sociología neo-posit¡vista han sido estudiadas


más arriba, capítulo 15.
tivos o coincidentes, cuando se desarrollan juntos y alcanzan un alto
grado de desarrollo al mismo tiempo, el resultado es una época de
madurez de la nación o grupo.
Después de exponer este concepto de la maduración cultural, Cha­
pín concluye que es imposible determinar los rasgos culturales par­
ticulares ni el número de formas sociales componentes del complejo
total que se necesitan para producir el florecimiento de una cultura
nacional. No obstante, aplica su teoría a algunos casos concretos, por
ejemplo» al progreso de la civilización griega, a la lucha de clases
y a los problemas agrarios en Roma, a ciertos cambios en la cultura
material inglesa en la Edad Media, así como a algunos aspectos de
la civilización occidental de nuestros días. Pero, por falta de suficien­
tes pruebas, la teoría de Chapín sigue siendo una brillante conjetura.
En 19-44 publicó Alfred L. Kroeber (n. 1 8 7 6 ), eminente antropó­
logo, Configurations o f Culture G routb, investigación de la manera
como cambian las culturas de elevado nivel. Se basa esta obra en un
laborioso estudio del desarrollo y la decadencia de aspectos culcúrales
particulares dentro de cierto número de culturas y, adicional mente,
dentro de naciones que lian participado en esas culturas.
Pero las conclusiones de Kroeber no dan apoyo a una teoría gene­
ral de los cambios culturales. Sostiene que no existen "leyes” de acuer­
do con las cuales pueda predecirse el desarrollo (o la decadencia) de
una cultura. En oposición con las teorías de Spengler y de Toynbee,
Kroeber declara que una misma cultura puede florecer muchas veces.
No encuentra una correlación estricta entre el desarrollo de diferentes
aspectos de una cultura, aunque sostiene que pueden determinarse
periodos de un alto nivel de capacidad creadora cultural en los que
muestran un maduro desarrollo al mismo tiempo diversas ramas cul­
turales. Kroeber arguye que no puede atribuirse la determinación del
desarrollo o de la decadencia culturales a ningún factor específico
único ni a ninguna serie de factores, salvo, quizás, la tendencia gene­
ral de los movimientos a agorarse por sí mismos.

Alfred W eber
De los estudios sobre sociología histórica escritos en otros idiomas
que el inglés, quizás los más importantes son los de Alfred Weber,
hermano de Max. Su obra más importante de sociología histórica es
La historia de la cultura como sociología de la cultura (1 9 3 5 ). Las
ideas fundamentales contenidas en este volumen (y en publicaciones
sueltas anteriores) pueden resumirse en los siguientes términos:
La vida es fundamentalmente histórica. El carácter dinámico de la
historia depende del apremio inmanente para dar existencia a una
forma espiritual, apremio que Weber llama "voluntad cultural”. Ésta
ha de considerarse como un hecho que el sociólogo debe admitir.
(La sociología, para Weber, es una ciencia cultural, no una ciencia
natural.) El sociólogo cultural se encuentra ante esta pregunta: ¿Cuál
es nuestro lugar en la corriente de la historia? Su respuesta será
sociológica si es capaz de captar el proceso histórico en su totalidad.
Según Weber, puede conseguirse ese resultado si se divide el com­
plejo total de la historia en tres procesos fundamentales: el social, el
civilizacional y el cultural. Cada uno de estos procesos sigue diferentes
leyes de desarrollo y movimiento, pero, no obstante, están estrecha­
mente relacionados entre sí.
El proceso social se manifiesta en el despliegue de acontecimientos
concretos que tienen lugar en las sociedades. Es propulsado por las
fuerzas humanas-de ímpetu y voluntad, aunque en parte está limitado
y determinado por condiciones físicas. Tiene por resultado la forma­
ción de la organización social de familias, tribus y naciones, y sus
luchas. Aunque el proceso social consiste en acontecimientos especí­
ficos y distintos, dentro de éstos pueden descubrirse pautas generales
típicas de forma y desarrollo. Esta última tarea se simplifica usando
el principio del tipo ideal: Alfred Weber tiene en gran estimación
las teorías de su hermano Max.
La civilización consiste en el arsenal de armas del hombre en su
lucha por la existencia mental y material; el proceso civilizacional
equivale al dominio y explotación de la naturaleza. Se manifiesta
especialmente en el desarrollo de la tecnología y de las ciencias natu­
rales. Está dominado por finalidades deliberadas, por la racionalidad
y por consideraciones utilitarias. Como los productos de la civilización
son transferibles y acumulativos, el proceso civilizacional es unilineal
y progresivo. Por otra parte, en opinión de Weber, el proceso civili­
zacional es irreversible y últimamente conducirá a una civilización
unificada.
Pero la cultura es cosa diferente, diametral mente opuesta en muchos
aspectos a la civilización. El proceso cultural se caracteriza por la
capacidad creadora. Los productos culturales son exclusivos y únicos,
y por lo tanto no fácilmente transferibles de un periodo histórico a
otro. Fundamentalmente, la cultura es una síntesis del mundo y de la
personalidad individual. Se expresa en el arte, en Ja religión y en
la filosofía, campos de auténtica capacidad creadora. En estas esferas
no hay normas predeterminadas, ni criterios universalmente válidos y
necesarios (como en la tecnología de la civilización), ni leyes apli­
cables de manera general al desarrollo ni a Ja decadencia.5 Pero en
la esfera de la cultura pueden observarse dos periodos de productivi­
dad y de inercia, así como ‘'edades” y conflictos culturales diferentes.
Sin embargo, los procesos social y civilizacional se entretejen inva­
riablemente con movimientos culturales e influyen en ellos; en rea­
lidad, la capacidad creadora y la espontaneidad de estos últimos se
caracterizan por el hecho de que el hombre se da cuenta de su lugar
en la ordenación social y civilizacional de las cosas y por sus diferentes
esfuerzos individualizados para modificar y dirigir el proceso social.
Los tipos culturales de organizaciones históricas y sociales específicas
se fijan muy pronto en su historia. Esto crea una unidad de estilo
cultural que informa la religión, la filosofía y el arte, y que a su vez
contribuye a moldear a los hombres y las sociedades.
En una obra posterior, Principios de sociología histórica y cultural
(1 9 5 1 ), Weber ha elaborado y elucidado esas opiniones. Desarrolla
también el tema de que la cultura se desenvuelve de acuerdo con una
pauta de ondas recurrentes. Esta concepción se parece algo a la teoría
de la dinámica cultural de Sorokin, aunque, en el uso que Weber
hace de ella, la palabra cultura designa una clase de fenómenos
mucho más restringida que en el de Sorokin. El proceso cultural — pro­
sigue Weber— es sólo indirectamente afectado por los otros dos
procesos fundamentales, o sea el social y el civilizacional. Los pro­
ductos de estos dos procesos proveen al hombre en cuanto creador
de cultura de materiales nuevos que pueden y deben ser "dominados’'
(bewáltigt) espiritualmente.

Resumen y comentario
Las opiniones de los sociólogos históricos de nuestros días parecen
divergir ampliamente. Sin embargo, pueden conciliarse en gran me­
dida sus principales concepciones.
S La distinción de Alfred W eber entre civilización y cultura, expuesta por primera
vez en un artículo publicado en 1920, está estrechamente emparentada con la de
Maclver y sus discípulos. Según dijimos en el capítulo 18, Maclver, como W eber, iden-
tiíica civilización y actividades instrumentales del hombre, en especial la tecnología; pero
su concepto de la cultura es •más amplio que el de W eber, pues comprende todos los
productos y procesos humanos que el hombre dota de un valor J e fin. También, como
W eber, Maclver emplea esta distinción conceptual en el análisis; de las afinidades entre
éste y las obras de W eber, véase Soeiety: An Introdmtory Analytis (T^i sociedad: análisis
introductorio), de R. M. Maclver y C. H. Page, Nueva Yorlc, Rinehart and Co„ 1949,
capítulos X X I y X X II. La teoría de Maclver volvemos a estudiarla en el capítulo si*
guíente.
La proposición fundamental puede tomarse de la teoría de Alfred
Weber. Es el teorema según el cual el desarrollo de la "cultura’' (tal
como suele concebírsele) en su totalidad está dirigido por más de un
tipo de uniformidad de principio. Weber (y Maclver entre otros cuyas
opiniones no han sido tratadas en este capítulo) sostiene que, en lo
relativo al dominio dei hombre sobre la naturaleza, especialmente en
tecnología y en las ciencias sobre las cuales se basa la tecnología, la
principal uniformidad es la acumulación. El proceso acumulativo "civi-
lizacional" (para usar la palabra de Weber y de Maclver) es, no
obstante, interrumpido accidentalmente por retrocesos y por catástro­
fes humanas, y su curso modificado por el contacto y la difusión
culturales. Este principio del desarrollo acumulativo representa una
versión parcial y limitada del evolucionismo (véase capítulo 2 1 ) .
Los aspectos más específicamente creadores de la actividad huma­
na, como la religión, la filosofía, las humanidades y las bellas artes
(la "cultura” de W eber), así como la organización política y eco­
nómica, no revelan, según la opinión común de los sociólogos histó­
ricos, una evolución unilincal hacia el progreso, ni es aplicable en
esos campos la pauta de desarrollo-colapso-decadencia tal como la
formularon Spengler y más tarde Toynbee. Pero pueden observarse
diferencias entre periodos de florecimiento y de colapso cultural, entre
la eficacia y la ineficacia económicas. La pauta general del cambio
en esos casos es quizás la que formularon Chapín y Kroeber: curvas
de actividad semi-independientes en diferentes campos sociales y cultu­
rales, que pueden ser o no ser sincrónicas, pero que sugieren, durante
los periodos de alto desarrollo, un florecimiento interdependiente de
la cultura en genera!. Pero aún hay que determinar las condiciones
en que se inician las tendencias del desarrollo de los diferentes aspec­
tos de la cultura y en que llegan a sincronizarse. En la obra de Toyn­
bee se manifiesta una penetración considerable en estos problemas.
Por otra parte, Sorokin ha abierto un nuevo campo al llamar la
atención hacia el punto de vista cualitativo en sociología histórica y
al formular una teoría de oscilación de ondas entre los estilos cultu­
rales más importantes. Su teoría necesita ser refinada y, como todas
las teorías científicas, está sujeta a correcciones. Pero los objetivos de
su dinámica cultural y la estructura de referencia de sus investigacio­
nes son una desviación importante de los de Danilevsky, Spengler
y Toynbee.
Si las conjeturas de esos autores son correctas, puede surgir una
teoría del desarrollo social y cultural que permita el análisis de toda
configuración sociocultural concreta situándola en un esquema tridi­
mensional que comprende, primero, la evolución tecnológica; segun­
do, el movimiento cíclico en las actividades creadoras y en la organi­
zación política y económica; y tercero, la oscilación de ondas de los
grandes estilos culturales. Quizás se descubra que el segundo de esos
procesos es un racimo de procesos relacionados entre sí. Lo más
probable es que se halle una interdependencia entre los diferentes pro­
cesos. Sorokin ya ha hecho ver que con toda probabilidad fases dife­
rentes en la fluctuación del estilo de cultura determinan la intensidad
de la actividad creadora en campos específicos del esfuerzo humano.
Desgraciadamente, son hoy relativamente pocos los autores que
trabajan siguiendo los lincamientos indicados por la investigación de
los sociólogos históricos, cosa especialmente lamentable en un mundo
tan dinámico como el nuestro. Indudablemente, la sociología, y tam­
bién la sociedad, necesitan una teoría general empíricamente com­
probada de los cambios sociales y culturales, teoría que se relaciona
— y la completa— con una teoría general de la estructura y la orga­
nización socioculturaies.
La constelación de escuelas estudiadas en los capítulos que preceden
no agota la complejidad de la sociología de mediados del siglo.
Quedan por examinar ciertas tendencias, para que el cuadro sea más
completo.

Neo-evolucionismo
El evolucionismo social en su forma clásica está muerto: nadie sus­
tenta hoy la teoría de que la sociedad humana se desenvuelve uni-
lincalmente hacia el progreso siguiendo etapas preestablecidas. Aun­
que en un tiempo estuvo de moda rechazar la idea evolucionista en
su totalidad, siempre ha habido sociólogos y antropólogos culturales
que propugnaron un evolucionismo moderado. En la actualidad su
influencia va aumentando.
Entre los sociólogos, Charles A. Elhvood (1 8 7 3 -1 9 4 6 ), cuyas opi­
niones sociológicas generales se parecen mucho a las de Cooley,1 con­
tinuó hasta muy entrado el segundo cuarto de nuestro siglo la tradi­
ción del evolucionismo psicológico (véase capítulo 6 ), modificada
para responder a las objeciones formuladas contra esa teoría y enri­
quecida por la incorporación del concepto de cultura. En su Cultural
Ei'olution (Evolución cultural, 1 9 3 7 ), sostiene Elhvood que la teoría
de la cultura debiera ser una explicación psicosociológica de la cultura
atendiendo a características distintivamente humanas. La evolución
cultural — dice— procede por invención, la cual, ya sea material o
social, es imposible sin la formación de normas mentales o concep­
tos. De allí se sigue, según Ellwood, que las etapas por las cuales pasa
la cultura son necesariamente equivalentes a etapas del proceso de
aprendizaje. En oposición con las enseñanzas de los primeros evo­
lucionistas, reconoce la ausencia de una línea típica única de evolución
cultural, pero supone la existencia de etapas inevitables de aprendi­
zaje. Así, el hombre primitivo no sólo era analfabeto, sino que aún
no había descubierto el arte del cultivo; en la etapa siguiente todavía
era analfabeto, pero ya había descubierto dicho arte; en la etapa más
reciente ya conocía la escritura.
Al mismo tiempo, sostiene Elhvood que la evolución cultural es
l Especialmente en Sociology in Its Psychological Aspects (La sociología en sus aspee -
tos psicológicos, 1 9 1 2 ).
un producto de la evolución social, la cual es a su vez un aspecto par­
ticular de la evolución universal. Identifica el nacimiento de la cul­
tura con una "mutación” en la evolución social, proceso que existe
entre animales no humanos. Estos enunciados son un tanto consonan­
tes con la teoría de la evolución cósmica sustentada por Spencer.2
Mucho más limitado es el ingrediente evolucionista en la teoría
sociológica de Maclver, cuyas ideas sobre estructura y causalidad so­
ciales hemos esbozado en el capítulo 18. En su Soeiety (Sociedad,
1 9 3 1 ), 8 Maclver renueva la teoría de la diferenciación, de Spencer,
pero librándola de las referencias a leyes cósmicas, al paralelismo
con la evolución orgánica y al progreso inevitable, frecuentes en el
padre fundador. Según Maclver, la evolución es el despliegue de la
naturaleza de una cosa, proceso en el cual se adapta mejor al medio;
pero no es progreso inevitablemente, el cual es la aproximación de la
realidad a un ideal humano. Cada una de estas dos cosas pertenece
a diferentes categorías de ideas: la evolución a la ciencia, y el pro­
greso a las humanidades, esfera de los ideales humanos.
Existe evolución social, afirma Maclver, siempre que la historia de
la sociedad se señala por una creciente especialización de órganos
o unidades dentro del sistema para servir a la vida del conjunto. De
esta suerte, la evolución social es esencialmente diferenciación, pro­
ceso que se manifiesta en una mnyor división del trabajo, en el aumen­
to del número y variedad de asociaciones e instituciones funcionales
y en la diversidad y refinamiento mayores de los instrumentos de
comunicación social. La línea general de la evolución social ha avan­
zado desde la sociedad primitiva, caracterizada por la fusión de usos
políticos, económicos, religiosos y culturales, a través de instituciones
públicas diferenciadas (en el lenguaje de Maclver las instituciones son
los modos de proceder consagrados), hasta asociaciones diferencia­
das, tales como el Estado, la corporación económica, la familia, la
escuela y la Iglesia. La diferenciación de "grandes asociaciones” de
la vida política, económica y "cultural”, ha ido acompañada de una
gran diferenciación dentro de sus respectivas estructuras.
Pero Maclver niega que la evolución abarque la totalidad de los
cambios sociales. Distingue entre civilización, que es "el mecanismo
com pleto.. . que el hombre ha inventado en su esfuerzo para domi­

2 En años posteriores publicó Ellwocxl muchos artículos en que modificó su posición,


conviniendo en símbolos la característica distintiva de la cultura. Véase, por ejemplo,
"Culture and Human Soeiety" ("L a cultura y la sociedad hum ana") en Social Forcéi,
vol. 23 ( 1 9 4 4 ). pp. 6 ts.
3 Tercera edición, en colaboración con Charles H. Pagc ( 1 9 4 9 ) .
nar las circunstancias de su vida”, y comprende la organización social,
las técnicas y los instrumentos materiales, y cultura en cuanto "expre­
sión de la naturaleza [del hombre] en [sus] modos de vivir y de
pensar, e n . . . las relaciones cotidianas, en la literatura, la religión,
ios recreos y placeres”/ Sólo la civilización está sometida a evolución.
Según Maclver, la cultura "únicamente puede avanzar si {la expresión
delj espíritu humano es capaz de esfuerzos más finos, si tiene algo
más que expresar. La civilización es el vehículo de la cultura: sa
mejoramiento no es garantía de una calidad más fina de lo que trans­
porta” .6 Como advertimos en el capítulo 20, esta distinción entre
civilización y cultura se aproxima a la de Alfred Weber. Maclver
reconoce la analogía de sus ideas con las expresadas por Weber en
uno de sus primeros artículos, publicado antes de aparecer Sociedad:
pero reclama "independencia de invención” respecto de su Modern
State (El Estado moderno) donde la distinción fue desarrollada antes
de que el aucor conociera el trabajo de Weber.
La distinción de Maclver entre cultura y civilización (o tecnología,
palabra que parece preferir en sus publicaciones recientes) destaca la
cualidad terminal o el valor de fin de los productos culturales y el
contrastante carácter instrumental de los fenómenos civilizacionales.
Emplea esta distinción de medios-fines al tratar de los tipos de grupos
sociales y al estudiar la difusión de los productos humanos y los
cambios sociales consiguientes, así como en su análisis de la evolución
social.
Un evolucionismo limitado se halla también presente en El grupo
humano (1 9 5 0 ), de George C. Homans. Este libro, aunque es en
gran parte un análisis detallado de los sistemas sociales de grupos
pequeños, muestra que la sociedad no sólo sobrevive, sino que al
sobrevivir crea condiciones nuevas que le permiten existir en un nivel
más elevado. ¿No es este superávit emergente — pregunta Homans—
el secreto de la capacidad de evolucionar tan característica de la vida
orgánica?
Entre los antropólogos culturales, Malinowski, aunque figura muy
destacada de la escuela funcional (véase capítulo 1 8 ), ha apoyado
vigorosamente un evolucionismo moderado. Los supuestos principales
del evolucionismo — dice— no son sólo válidos, sino indispensables,
para el etnólogo. Y también sigue siendo útil el concepto de etapas.
"Ciertas formas preceden definidamente a otras; un ambiente tecno-
4 D e la edición cu ingles ¿c Sociedad, Nueva Y ork, Ray Long and Richard Smith
Corp. ( 1 9 3 1 ) , P- 2 2 6 .
6 tbid., p. 228.
lógico como el que expresan las frases 'Edad de Piedra’, 'Edad de
Bronce', ‘Edad de Hierro’, o las fases de la organización del clan
o de la gens, de grupos numéricamente pequeños y muy diseminados,
por contraste con ios establecimientos urbanos o semi-urbanos, tienen
que ser consideradas desde el punto de vista evolucionista.. . ” .6 Sin
embargo, Malinowski no ha formulado una teoría de la evolución.
Pero lo han hecho otros dos autores: Leslie A. White y V. Gordon
Childe (1 8 9 2 -1 9 5 7 ). En un incitante libro titulado The Science of
Culture ( 1 9 4 9 ) , intenta White llevar adelante el evolucionismo de
Spencer, Tylor y Morgan desde el punto en que hizo crisis en 1900.
En su opinión, los antropólogos culturales y muchos sociólogos han
abandonado la filosofía del evolucionismo juntamente con los errores
de ciertos evolucionistas.7 Puede comenzarse de nuevo enfocando el
evolucionismo sobre la cultura, que debe ser cuidadosamente definida.
Puede definirse la cultura como conducta simbólica, entendiendo por
símbolo una "cosa cuyo valor o significación le es conferido por quie­
nes la usan”.8 Merece señalarse que el símbolo así definido es casi
lo mismo que el 'Valor” tal como lo conciben Max Weber, Thomas y
Sorokin, entre otros, y que la "cultura” tal como la conciben Mac­
lver, Alfred Weber y, hasta cierto punto, Parsons. He aquí otro ejem­
plo de convergencia en la teoría social contemporánea.
La cultura, según White, constituye una clase de acontecimientos
suprabiológicos y suprasociológicos; es un proceso sui generis que di­
ferencia al hombre de los demás animales. La cultura puede y debe
describirse según principios y leyes exclusivamente suyos; las expli­
caciones y las interpretaciones psicológicas son insuficientes porque no
explican casi nada. En la demostración de esta tesis White hace nu­
merosas referencias a Durkheim.
Para seguir la evolución de la cultura desde sus mismos orígenes
hasta los tiempos presentes, es preciso admitir tres subdivisiones cul­
turales: tecnológica, sociológica e ideológica. La subdivisión tecnoló­
gica está formada por instrumentos materiales juntamente con la
técnica de su uso; el sistema sociológico está constituido por relaciones
interpersonales expresadas en normas de conducta; el sistema ideoló­
gico se compone de ideas, creencias, conocimientos, todo expresado
en forma simbólica. El papel evolutivo primario corresponde al sis­

6 A $ cien tifie T heory of Culture (Teoría científica de la cultura), por B. M alinowski,


Chapel H ill, T h e University o f N orth Carolina Press, 194<í, p. 16.
7 The Science of Culture (La ciencia J e la cultura), por L. A. W hite, Nueva York,
Parrar, Straus and Youog, Inc., 1949, p. 20.
8 Ibid., p. 25.
tema tecnológico; ios sistemas sociológicos son secundarios y dependen
del tecnológico; los sistemas ideológicos expresan fuerzas tecnoló­
gicas y reflejan sistemas sociológicos. Así, pues, la clave para com­
prender el desarrollo de la cultura es tecnológica. Es indudable que
el neo-evolucionismo de White está teñido de determinismo econó­
mico y tecnológico.
El grado de desarrollo de la cultura — prosigue White— puede
medirse por la cantidad de energía empleada por los individuos per
capita y por la eficacia de los medios técnicos. La primera fuente
de energía explotada por los sistemas culturales primitivos es la ener­
gía del organismo humano mismo. No pudieron hacerse grandes pro­
gresos hasta que los hombres domesticaron plantas y animales; a con­
tinuación, en algunos miles de años, tuvieron existencia las grandes
civilizaciones antiguas, tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.
Pero después de un periodo de rápido desarrollo, la curva ascendente
dei progreso se estancó en una meseta, hasta que tuvo lugar una nueva
revolución tecnológica que inició la Edad del Combustible hacia
1800. Después de una rápida ascensión, la curva del desenvolvimien­
to cultural volvió de nuevo a retardarse. Finalmente, ha sido descu­
bierta la energía atómica, que puede — o no puede— anunciar una
nueva era tecnológica.
Cada etapa tecnológica — dice W hite— corresponde a caracterís­
ticas particulares del sistema social. Si las gentes son cazadores nóma­
das, deben tener un tipo de sistema social; si hacen vida sedentaria,
tendrán otro. Indudablemente, las instituciones sociales se relacionan
con la tecnología de un modo más bien indirecto; y las instituciones
de pueblos que han alcanzado un nivel tecnológico bastante alto
varían enormemente. Pero todos los sistemas sociales que descansan
sobre la energía humana pertenecen a un solo tipo común; todas
las sociedades pastoriles y agrícolas en las primeras etapas de des­
arrollo tecnológico pertenecen a otro tipo. White pasa rápida revista
a las líneas principales de la evolución posterior de las instituciones
sociales, destacando su dependencia de los progresos tecnológicos.
Esta exposición difícilmente resuelve las numerosas y graves obje­
ciones formuladas contra el antiguo evolucionismo, en especial las
críticas que suscita la creencia en la existencia de etapas necesarias y
bien relacionadas entre sí en el desenvolvimiento de las sociedades
y las culturas. Por lo demás, White no intenta relacionar las manifes­
taciones ideológicas con el progreso tecnológico, e insiste en que la
ideología es una parte importante de la cultura. Pero si esta parte
esencial de la cultura no obedece a ninguna ley evolutiva, no está
justificada su pretensión de ofrecer una opinión unificadora sobre la
evolución cultural.
En Social Evolution (Evolución social, 1951) Childe discrepa de la
sugerencia de Wliite para revivir en una forma nueva las teorías de
Spencer y de Tylor; pero, sin embargo, encuentra valiosas algunas
proposiciones de Morgan (véase capítulo 4 ) . El único tipo fidedigno
de prueba acerca de la evolución social y cultural, a saber, el arqueo­
lógico, según Childe, confirma la idea de que por lo menos el pro­
greso tecnológico de los hombres pasa por etapas idénticas en lugares
diferentes. Salvajismo, barbarie y civilización — las categorías de
Morgan— realmente representan Jas etapas sucesivas del progreso
humano. La civilización primitiva — dice Childe— fue muy diferente
en cada caso concreto. Pero en todas partes se encuentran pruebas
definidas de grandes ciudades, la diferenciación entre los productores,
la concentración efectiva del poder político y económico, el uso de
símbolos convencionales para registrar acontecimientos, medidas tem­
porales y espaciales, el cultivo de cereales y la cría de algunos anima­
les. Pero el autor concede que las etapas intermedias no presentan
ni siquiera un paralelismo abstracto. Este hecho no invalida el uso del
concepto de evolución para describir el desenvolvimiento social como
un proceso ordenado y racional. Pero hay una gran diferencia entre
evolución social y evolución orgánica. La evolución orgánica se basa
en la divergencia y la diferenciación; la evolución social sigue esas
mismas pautas, pero manifiesta también convergencias a través de
los contactos culturales, hecho sin paralelo en la evolución orgánica.
No obstante esas diferencias, Childe sostiene que la fórmula dar-
winiana de la variación — herencia, adaptación y selección— puede
transferirse de la evolución orgánica a la social, y aun tiene más sen­
tido aplicada a esta última que a la primera. La variación corresponde
a la invención; la herencia social, o la transmisión de la cultura de
una generación a otra, es una fuerza familiar. La adaptación se verifica
más rápidamente en la historia humana que en la historia natural.
La selección se manifiesta en el hecho de que sólo una fracción de las
invenciones sobrevive por resultar beneficiosas a largo plazo. En esta
supervivencia selectiva hay afinidad con la selección de mutaciones
en la naturaleza; pero el proceso selectivo en la sociedad difiere de
manera importante, porque se produce sin destruir ni reemplazar un
tipo de ser por otro.
Estos enunciados son muy del estilo de Societal Evolution (Evolu-
c'tón societaria), de Keller, publicada 35 años antes (véase capítulo
1 1 ). Quizás las críticas formuladas anteriormente contra la interpre­
tación que Keller hace del darwinismo social son igualmente aplica­
bles a la teoría de Childe.
A pesar de las deficiencias de estas obras escritas en estilo neo-
evolucionista, algunas de sus proposiciones y parte de sus argumentos
pudieran incorporarse a una teoría general de los cambios sociales.
En el capítulo 20 presentamos a título de ensayo un esbozo de dicha
teoría.

Determinismo geográfico y demográfico

El monismo geográfico, perceptible en la obra de Buckle, como se


dijo en el capítulo 4, persiste como tendencia sociológica, pero nunca
ha podido conquistar prestigio teórico muy extenso.
Una llamativa variante de determinismo geográfico tomó el nom­
bre de geopolítica, "teoría” poco estimada que inició durante la pri­
mera Guerra Mundial Halford J . Mackinder y que después se incor­
poró a la doctrina oficial del nacionalsocialismo alemán en la forma
que le dio Karl I laushofer.9
También la ecología humana, en uno de sus aspectos, aunque no
la variedad que cultivaron Park y sus discípulos (estudiada en el
capítulo 1 6 ) , puede considerarse como una rama de la teoría socio­
lógica geográficamente orientada. En una forma relativamente pura,
este tipo de enfoque ha sido incorporado a las numerosas obras de
Ellsworth Huntington, empezando por The Pulse o f Asia (1 9 0 7 ) y
continuando hasta Las fuentes de la civilización (1 9 4 5 ), su última
obra. Pero este volumen atempera el monismo geográfico puro con
alguna mezcla de determinismo biológico.
Las fuentes de la civilización comienza con algunos enunciados en
un estilo moderadamente evolucionista. Durante miles de años — dice
Huntington— la civilización ha avanzado persistentemente a lo largo
de líneas definidas. Pero la mayor parte de los comienzos evolucio­
nistas han llevado a callejones sin salida, y sólo unos pocos han se­
guido direcciones que permiten un gran progreso. Los factores que
producen variaciones en el avance de la cultura y de la civilización
comprenden la herencia biológica, el medio físico y las dotes cultura­

9 Démocralic Ideal and Real'tty (Ideal democrático y realidad), por H. J. Mackinder,


Londres. Constable, 1919; Erdkunde, G eopolitik und Wehnvissen jebaft , por K . Hausho-
fer, Berlín, Mnx Hoeber, 1934. L i palabra "geopolítica'' fue acuñada por Rudolph
K jelien, investigador sueco en el campo de la ciencia política.
les. Pero las dotes culturales son producto de efectos anteriores de
los factores primero y segundo; y la herencia biológica del hombre
varia poco, en tanto que las diferencias raciales están determinadas
en gran parte por el medio físico. Así, la geografía juega el principal
papel en el desenvolvimiento evolutivo.
Eí vigor físico — dice Huntington— es fundamental en el pro­
greso humano. Permaneciendo iguales las demás cosas, el progreso
cultural es favorecido por la buena salud, que tiene por consecuencia,
una gran capacidad de trabajo. Entre los factores que influyen en la
salud, el clima tiene la parte decididamente mayor. La alta "eficacia
climática” es rara y coincide con la alta eficacia económica. En con­
secuencia, Huntington somete la eficiencia climática a detallado
estudio. Característico de ese estudio es la afirmación siguiente: "La
humanidad trabaja en general con mayor eficacia cuando la tempera­
tura del mediodía.. . fluctúa desde los 17° hasta los 21 0.’' 10 Afirma
también Huntington que el clima explica las diferencias religiosas
y de carácter nacional. Sintetiza sus resultados declarando que la efi­
cacia climática juega el papel fundamental en la determinación de
la pauta geográfica de la civilización.
Pero Huntington titubea en declararse decididamente partidario del
monismo geográfico. Afirma, por ejemplo, que el invento de la má­
quina de vapor requirió, además de un clima adecuado, la concurren­
cia de las siguientes circunstancias: personas con una capacidad innata
relativamente elevada, móviles poderosos para la acción en pos de
niveles de vida más elevados, y grandes existencias de combustible.11
Reconoce también la importancia de las diferencias en la alimentación.
Aunque las separan noventa años, la comparación de las obras de
Buckle y de Huntington revela que en el punto de vista que Ies sirve
de base no hay entre ellas diferencia esencial. Clima y suelo en Buckle,
clima y alimentación (que depende del clima y el suelo) en la obra
de Huntington: tales son los principales determinantes del progreso
cultural. Pero desde el punto de vista de la técnica, la diferencia es
enorme: Huntington hace uso abundante de métodos estadísticos y
geográficos, que no existían en los días de Buckle, y maneja datos
incomparablemente más diversificados. Sin embargo, no demuestra
mejor que Buckle que el clima o la geografía en general sea uno de
los determinantes importantes de la cultura.

10 Las fuentes da la civilizdáón, por E. Huntington, M íxico, Fondo de Cultura Eco­


nómica. 1949, p. 291.
U ibid., p. 4 3 9 .
Entre las teorías sociológicas que ponen en primer término el m o­
nismo demográfico, es represen cativa la que exponen Alexander y
Eugene Kulisher en su obra Guerras y migraciones (publicada en
alemán en 1 9 3 2 ). Según estos autores, el rasgo más sobresaliente de
la historia humana es el proceso de migración (los autores conside­
ran la guerra como una de sus formas). La migración es producida
por las diferencias de densidad de la población en las diferentes
partes del mundo. Pero la densidad es importante no en su sentido
aritmético más simple de la población en proporción con el tamaño
del territorio, sino más bien por Ja relación entre el número de ha­
bitantes y los medios de subsistencia disponibles. A esto lo llaman
los Kulisher densidad social. Parece que la "tendencia natural” es
hacia la igualación de la densidad social; pero el proceso se complica
por el hecho de que hay que tener en cuenta no sólo los medios reales
de subsistencia, sino también las potenciales, a saber, aquellos de que
podrá disponerse después de la migración y de la aplicación de téc­
nicas perfeccionadas. Por otra parte, el proceso está sujeto a las limi­
taciones impuestas por la existencia de grandes acumulaciones de
agua y por la resistencia política y militar a la migración. Sin em­
bargo, el mecanismo de la migración es una fuerza natural como
cualquiera otra.
Esta teoría de los Kulisher subraya un aspecto importante del cam­
bio social, pero no explica el cambio social en su integridad. Su de­
fecto más importante es la imposibilidad de determinar empíricamente
la "densidad social”. Los autores llegan a este fenómeno ex post jacto,
sobre la base de que la migración tiene lugar. Por otra parte, exage­
ran la importancia de la disponibilidad inmediata de los medios de
subsistencia. Las naciones pueden vivir cambiando productos indus­
triales por alimentos.
El factor de la migración es señalado con frecuencia en la literatura
histórica reciente. Por ejemplo, la proposición fundamental de Henri
Pirenne (1 8 6 2 -1 9 3 5 ), formulada en Ciudades medievales ( 1 9 2 5 ),
dice que la historia de Europa desde el siglo vm al x n estuvo deter­
minada por el cierre y la reapertura subsiguiente de las rutas comer­
ciales a consecuencia de migraciones. Frederick J. Teggart, en Roma y
China ( 1 9 4 0 ), considera también que los aspectos más importantes
tanto de la historia romana como de la china en los primeros si­
glos de la era cristiana, pueden reducirse a las diferencias de pre­
sión de las tribus fronterizas, como consecuencia de la migración
de pueblos.
La sociología durkheimiana en Francia
Durkheim murió en 1917. Pero hasta tiempos muy recientes su espíritu
siguió dominando la sociología francesa. Con la excepción de los
institucional istas y de unos pocos fenomenólogos (véase capítulo 1 9 ),
puede decirse que la sociología francesa ha mantenido la tradición
durkheimiana, especialmente en la forma que él le dio en Las formas
elementales de la vida religiosa (véase capítulo 9 ) -
La mayor parte de los sociólogos franceses han concentrado su
atención sobre el estudio de la sociedad primitiva, y en los Estados
Unidos se les clasificaría como antropólogos culturales. Su trabajo,
por lo general, va más allá del plano de la descripción (no son mu­
chos, entre ellos, los que han hecho trabajo de campo entre pueblos
primitivos), y se dedican más bien a la interpretación teórica de los
datos de la etnología. En este respecto han permanecido fieles a la
creencia de Durkheim de que en la sociedad primitiva los fenómenos
sociales básicos se manifiestan en la forma más sencilla y, en conse­
cuencia, son más fácilmente comprensibles.
Marcel Mauss (1 8 7 2 -1 9 5 0 ), el discípulo más renombrado de Durk­
heim, en un ensayo sobre El concepto de persanalidtul ( 1 9 3 8 ) , 12 que
en su mayor parte trata la historia de dicho concepto según los linca­
mientos usuales en cualquier historia de ideas, dice que la escuela
francesa de sociología eligió como materia de estudio "la historia so­
cial de las categorías fundamentales de la mente humana”. Pero los
durkheimianos tienen ante sí otro problema, a saber, las relaciones
entre la sociología y la psicología. Éste es el problema que tan agu­
damente plantea la afirmación de Durkheim según la cual los hechos
sociales son "cosas" y, como tales, son irreductibles a los hechos de
la psicología individual. En esta opinión ha tenido lugar un cambio
interesante. En 1924, Mauss, a la ofensiva, dijo a los psicólogos que
en la sociedad hay muchas cosas esenciales, además de "representacio­
nes colectivas”, que pertenecen a la provincia de la sociología. Hay
también cosas materiales y hombres, fenómenos morfológicos (estruc­
turas sociales como la familia y el clan), hechos estadísticos (por
ejemplo, el número de errores cometidos por el servicio de correos,
o el número de crímenes), y, finalmente, historia, tradición, lenguaje,
costumbres. La sociología — proclamaba Mauss— es el estudio del
hombre total, mientras que la psicología estudia únicamente sus pro­
cesos mentales.

t2 Reimpreso en Sociología y etnología ( 1 9 5 0 ) de M. Mauss,


Veinticinco años más tarde, en una introducción a Sociología y etno­
logía, de Mauss, otro durkheimiano, Claude Lévi-Strauss, expone el
siguiente punto de vista: El hecho social total es real cuando forma
parte de un sistema que trasciende los aspectos particulares de la vida
social, tales como la familia, la tecnología y la organización política.
Puede ser incorporado a la experiencia personal de dos maneras: a la
historia de una vida concreta y única, y a la "dimensión físico-psíqui­
ca”. Sólo en un individuo se reúnen esas dos dimensiones y la socie­
dad. Esto es quizás una nebulosa repetición de la idea de los analistas
norteamericanos relativa a la tríada interactiva de sociedad-cultura-
personalidad. Nunca — añade Lévi-Strauss- podemos estar seguros de
que hemos comprendido el significado y la función de una institución,
a no ser que podamos averiguar su efecto sobre la conciencia indivi­
dual. Por otra parte, en ciencia social el observador forma parte de
lo que está siendo observado. Estos enunciados tienen estrecha seme­
janza con las opiniones de Max Weber sobre el versteben (véase ca­
pítulo 1 4 ). Sólo al final de su estudio vuelve el escritor francés a
sustentar una proposición verdaderamente durkheimiana al afirmar
que los objetos de la sociología son cosas y representaciones.
Otro sociólogo francés, M- Dufrenne, sigue la misma corriente :11
La sociología — dice— se divide entre la tendencia a deshumanizar
los hechos sociales estudiándolos según los lincamientos de la "física
social”, y la tendencia opuesta a reintroducir lo humano en lo social
y, de esta suerte, comprender esto último como experiencia humana.
Las tendencias pueden resumirse como explicación y comprensión,
otra idea al estilo de Max Weber. Se considera como la principal
tarea de la sociología contemporánea conciliar las dos tendencias.
Para promover esa tarea, Dufrenne vuelve al estudio de las rela­
ciones entre cultura y sociedad, en gran parte bajo la forma de un
comentario sobre las obras norteamericanas recientes de antropología
cultural. La cultura — dice — es el aspecto humano de lo social. La
sociedad es la realidad definitiva a causa de su carácter morfológico,
externo y coercitivo, opinión que cae manifiestamente dentro de la
tradición durkheimiana. En la experiencia del individuo, la sociedad
parece ser una máquina enorme. En este sentido, la sociedad precede
a la cultura: la sociedad tiene una cultura que puede dirigir su propia
vida sólo en medio de la sociedad. Se concibe la cultura como aproxi­
madamente idéntica a las instituciones. La cultura — dice Dufrenne—

13 "Coup d’oeil sur 1'anrhropclogie cuItu relie amcricamc” ("O jeada a la antropología
cultural norteamericana” ) , en Cahitrs intornaítonaux d t sociología, vol. X II ( 1 9 5 1 ) .
sólo puede comprenderse como conducta humana: la cultura es la
sociedad encarnada en la conducta humana. Por consiguiente, el estu­
dio de la cultura da a la sociología un sabor psicológico, concepción
que discrepa de la teoría de Durkheim.
Podemos concluir que la sociología francesa se halla actualmente
en una encrucijada. Y a no se acepta sin discusión el realismo socio­
lógico de Durkheim. Fuentes diversas, entre ellas las opiniones teóricas
de Max Weber, los sociólogos analíticos y los antropólogos cultura­
les de los Estados Unidos, están estimulando nuevas desviaciones.

La sociología form al en Alemania

Durkheim fue uno de los cuatro sociólogos de fines del siglo X I X que
fundaron la sociología analítica, como vimos en los capítulos 8 y 9 ;
como acabamos de ver, su actitud teórica ha sobrevivido hasta el
tiempo presente en Francia. En Alemania ha persistido la teoría de
Simmel, otro de los cuatro fundadores. Pero Simmel no domina la
sociología alemana, porque sus continuadores forman un pequeño,
aunque muy activo, grupo localizado en Colonia y dirigido por Leo­
poldo von Wiesc (n. 1 8 7 6 ).
Von Wiese nació en Glatz, Silesia. Recibió su doctorado en filo­
sofía en la Universidad de Berlín, y poco después inició su carrera
académica. En 1915 fue nombrado profesor de economía de la Es­
cuela de Comercio de Colonia, que en 1919 se convirtió en univer­
sidad, y allí siguió como profesor de sociología, con una larga inte­
rrupción durante el régimen nazi. Durante muchos años dirigió von
Wiese la revista alemana más importante de sociología, que ahora
aparece con el título de Kólner Zeitschrift für Soziologie. Su obra
fundamental es Sociología general, en dos volúmenes que aparecieron
en 1924 y 1929; una segunda edición, revisada y en un solo volumen,
apareció en 19 3 2 .14
Von Wiese ha tomado por su cuenta e! objetivo de Simmel: hacer
de la sociología una ciencia independiente. Como Simmel, ve el aspec­
to específicamente sociológico de la realidad en forma de hechos so­
ciales, pero, a diferencia de Simmel, ha dado a la palabra forma una
interpretación más bien dinámica, concentrando su atención sobre la
acción y el movimiento. Cree, también como Simmel, que la socie­

14 El título alemán de esta obra es AUgcmeine Soziologie ah I.ehre der Bcziehungen


und Bnicbunwgebild» des Men teh en. En 1932 apareció una traducción hecha por
Howard Bccfcer, con el tirulo de SysitmaiU Sociology. La traducción fue adaptada a los
puntus de vista norteamericanos, y por lo tanto lleva las dos firmas: von Wiesc-Becker.
dad es una abstracción, un cierto punto de vista acerca de las accio­
nes humanas que enfoca las relaciones entre ios hombres. Contraria­
mente a Max Weber y a los fenomenólogos, von Wiese limita su
estudio a lo que es cognoscible mediante la observación externa, un
poco a la manera de los behavioristas norteamericanos.
Para von Wiese, la unidad fundamental de la investigación socio­
lógica es la relación social o proceso social. El primer plano de la
investigación sociológica tiene por objeto la clasificación de esos fenó­
menos. Pueden reducirse a dos tipos fundamentales, asociativo y diso­
ciativo, y a un tercer tipo mixto que contiene elementos de los dos.
Común a todos los procesos sociales es el hecho de que afectan a la
distancia social, disminuyéndola o aumentándola (no debe confun­
dirse la distancia social con la distancia en sentido espacial). Cada
una de las principales clases de procesos se divide en subclases a base
del grado del efecto asociativo o disociativo del tipo particular del
proceso. Aunque von Wiese formula definiciones muy sutiles de las
subclases, éstas son consideradas esencialmente como posiciones a lo
largo de un continuo que se extiende desde el grado más elevado de
asociación (o amalgamación) hasta el grado más elevado de disocia­
ción (o conflicto). Von Wiese también clasifica los procesos sociales
de acuerdo con las categorías contrapuestas de integración y diferen­
ciación, y con los procesos constructivo y destructivo.
Sobre la base de las relaciones o procesos sociales surgen las estruc-
turas sociales, cuyo estudio, según von Wiese, forma el segundo plano
de la investigación sociológica. Una estructura es un número de rela­
ciones sociales unidas de tal suerte en la vida diaria, que pueden con­
siderarse unidades o substancias, definición que atestigua la concepción
nominalista que von Wiese tiene de la realidad social. Las estructuras
sociales se clasifican por la duración y el grado de abstracción. Así
se forman cuatro tipos fundamentales de estructuras: muchedumbres
concretas, visibles y de corta vida; muchedumbres abstractas, invisibles
y de duración indefinida (por ejemplo, los públicos); grupos, carac­
terizados por la afiliación y la organización personales; y colectivida­
des abstractas, tales como el Estado y la Iglesia, en las que se presta
relativamente poca atención a los individuos concretos.
Von Wiese y sus discípulos aplican estas clasificaciones, a veces de
manera muy sugestiva, a la descripción de diferentes configuraciones
sociales; pero, en general, parecen desconocer un importante criterio
de adecuación científica de toda clasificación. Una clasificación es
adecuada si, en relación con cada clase y subclase, pueden formu-
Jarse proposiciones que no están contenidas en la respectiva clase o
subclase, pero que pueden aplicarse a todos los conceptos que abarca
la definición y a ninguno fuera de ella. Hay, naturalmente, varias
proposiciones sociológicas generales consagradas relativas a la com­
petencia, la rivalidad, etc.; pero esas proposiciones ya eran conocidas
mucho antes de que von Wiese comenzase sus intentos clasificado­
res. Por otra parre, el examen de las subdivisiones de von Wiese su­
giere que su actitud formalista es más bien estéril. Las relaciones y
Jas estructuras son objetos importantes de estudio sociológico; pero no
cubren todo el campo de la sociología y, desconectados de considera­
ciones funcionales, normativas y dinámicas, muy poco conocimiento
pueden proporcionar de la realidad social.
Entre los sociólogos de otras escuelas, Gurvitch (véase capítulo 19)
de un modo especial ha sido fuertemente influido por la actividad
clasificadora de von Wiese. Las obras de Gurvitch abundan en clasi­
ficaciones complicadas, pero, como von Wiese, rara vez continúa el
análisis de los fenómenos sociales representados por las subclases más
allá de sus definiciones formales.

Resumen
Las diversas tendencias examinadas en este capítulo tienen dos deno­
minadores comunes. En primer lugar, cada una de ellas continúa en
el presente una tendencia originada en el siglo X I X , y se propone dar
la explicación de la realidad social. En segundo lugar, cada tendencia
acentúa y exagera una de las cosas siguientes: un determinante par­
ticular (geográfico o demográfico) de la realidad social; un posible
mecanismo del devenir social (neo-evolucionismo); o un punto de
vista exclusivo concerniente a los fenómenos sociales (sociología durk­
heimiana, escuela de sociología de Colonia). Liberada de una anticua­
da unilateral idad, cada una de las tendencias supervivientes o resu­
citadas contiene aportaciones valiosas al tesoro de los conocimientos
sociológicos. Es indudable que las configuraciones sociales son afec­
tadas de manera importante por situaciones o procesos geográficos o
demográficos, o que debieran describirse sistemáticamente los tipos
de relaciones y estructuras sociales. También es probable que, den­
tro de límites definidos, el evolucionismo sea una sólida concepción
de un aspecto importante del devenir social.
Los actuales representantes de las opiniones que hemos examinado
en este capítulo bajo el encabezado de "supervivencias y renacimien­
tos”, comprenden cada vez más las limitaciones de sus respectivos
puntos de vista. Esa comprensión es particularmente señalada entre
ios exponentes del neo-evolucionismo, de los estudios sociogeográficos
y de la sociología durkheimiana. Pero el reconocimiento de esas li­
mitaciones es imperativo, si esas tendencias han de ser partes valio­
sas del todo que algún día formará una teoría sociológica general
utilizable.
SEXTA PARTE

CONCLUSIÓN
Durante la primera mitad del siglo x x , la sociología hizo progresos
decisivos, y de ser un programa de tanteos y un racimo de controversias
sobre el alcance y método de una ciencia todavía no constituida, pasó
a ser un cuerpo firmemente establecido de conocimientos basados en
un gran número de observaciones comprobadas y de inferencias saca­
das de ellas. Sin embargo, la meta no ha sido alcanzada del todo.
Los puntos de vista dispares en materias sociológicas aún no se han
fundido en una teoría sociológica equivalente del tipo de teoría que
forma parte de cada una de las ciencias naturales. Aún no se ha
alcanzado esa meta a pesar de las vigorosas exhortaciones a seguir los
métodos de las ciencias naturales y de los numerosos intentos de ha­
cerlo (de que pueden servir de ejemplo las obras de Thomas, de Pa-
reto y de los neo-positivistas), y a pesar de las prometedoras aporta­
ciones de los sociólogos analíticos.
No obstante, se han conseguido algunos resultados positivos.
En primer lugar, mientras la sociología anterior contenía largas
discusiones sobre lo que debía ser la ‘'sociología”, hoy la discusión
versa sobre lo que realmente es la sociología. De las cuatro respues­
tas fundamentales a la primera pregunta formulada en el capítulo 1 ,
ha prevalecido la cuarta, la que, según se recordará, define la socio­
logía como el estudio de las características generales de todas clases
de fenómenos sociales y de las relaciones existentes entre esas clases.
Aunque la mejor formulación la dio Sorokin, el camino hacia esta con­
cepción lo prepararon Simmel, fundador del tercer enfoque o punto
de vista, que identificó la sociología con el estudio de la forma de los
fenómenos sociales, y Giddings. La ascendencia puede remontarse a
Comte, cuya idea de que la sociología iba a ser la ciencia teórica
general de los fenómenos sociales ha sido desarrollada en la defini­
ción ampliamente aceptada de Sorokin.
En segundo lugar, los fenómenos sociales, materia de la sociología,
se consideran ahora por lo común como fenómenos stti generis o. dicho
en otros términos, irreductibles a hechos no sociales, por ejemplo
a hechos psicológicos o físicos. En este respecto, ha prevalecido la
opinión de Durkheim contra la de los sociólogos psicológicos. Éstos,
a su vez, tuvieron razón en oponerse a los que veían en la sociedad
la acción de fuerzas impersonales o, por así decirlo, sobrehumanas.
375
Los fenómenos sociales son sui generis, pero, no obstante, son el re­
sultado de la combinación de acciones humanas.
Pero puede advertirse una opinión particularista, que se deriva
de Max Weber y de Thomas y que hoy representa principalmente
Parsons. Esta opinión vuelve a introducir la confusión entre la socio­
logía y la psicología a causa de su preocupación por la "acción”.
Por otra parte, como corolario de la irreductibilidad de los fenó­
menos sociales a cualquiera otra clase de fenómenos, la opinión co­
mún entre los sociólogos rechaza las analogías biológicas en todas
sus formas (organicismo, darwinismo social, etc.), así como la inter­
pretación de los fenómenos sociales de acuerdo con un modelo teórico
destinado al estudio de fenómenos físicos, modelo que desempeñó
papel importante en el sistema de ideas de Spencer. El intento de
Lundbcrg para interpretar la sociedad humana en relación con la es­
tructura del átomo es un notable anacronismo.
En tercer lugar, el fenómeno social básico, la unidad para el aná­
lisis sociológico, por lo general se identifica con la interacción entre
dos o más seres humanos. La interacción requiere dependencia inteli­
gible de la acción de un ser humano de la existencia o la acción
— pasada, presente o prevista— de otro ser humano. La interacción
es directamente observable, ya que la acción es movimiento en el
mundo exterior. La dependencia se infiere fácilmente, bien por la
interpretación de un observador participante que utiliza la capacidad
del hombre para hacer reproducciones mentales de procesos que le
sugieren las acciones de otros hombres — esto es el verstehen de Max
Weber— , o bien estableciendo correlaciones estadísticas entre uni­
versos de acciones considerados como antecedentes y subsecuentes.
Cuando hay interacción, se dice que los participantes están en rela­
ción social. Interacción y relación social son, pues, dos puntos de
vista relativos al mismo hecho fundamental; la relación es estática
(o estructural), la interacción es cinética (llamada común, aunque
incorrectamente, funcional o dinámica).
En cuarto lugar, cuando las relaciones sociales perduran forman
grupos sociales en los cuales los hombres se ordenan o disponen de
muchas maneras. El grupo social es considerado, en general, como
una de las principales materias de estudio sociológico, de manera
especial y expresa por los sociólogos analíticos, los institucionalistas
y los sociómetras. Las principales proposiciones que en el estudio de
los grupos han sido firmemente establecidas son las siguientes:
El grupo social es un sistema., es decir, una estructura formada por
partes que, sin perder su identidad y su individualidad, constituyen un
todo que las trasciende. En otras palabras, el todo posee propiedades
que no pueden encontrarse nunca en las diferentes partes. Esta con­
cepción refleja el realismo sociológico moderado que ahora preva­
lece, y se percibe claramente en las obras de Pareto, de los funcio-
nalistas y de los institucionalistas, así como en las de los sociólogos
analíticos contemporáneos, salvo, quizás, la de Parsons. No compar­
ten esa opinión los neo-positivistas, cuya posición nominalista es pa­
riente cercana de la de Simmel y von Wiese. También difiere mucho
del realismo sociológico extremo de los marxistas, de Gumplowicz y
de Durkheim, todos ellos, desde luego, sociólogos del siglo X I X .
Los individuos que forman el grupo social están en relaciones re­
guladas, de suerte que a cada persona se le adscribe una posición
social definida, llamada a veces status* A los individuos que tienen
posiciones sociales diferentes se les asignan papeles diferentes.
La interacción dentro de los grupos sociales tiende a la satisfacción
de las necesidades humanas. Las actividades de los grupos sociales
encaminadas a satisfacer esas necesidades, son sus funciones. Las nece­
sidades que deben ser satisfechas dentro del marco de- los grupos so­
ciales se distribuyen entre varios grupos; existe un número casi ili­
mitado de esquemas del modo de disponer esa distribución. Este aspecto
de la vida del grupo lo destacaron en primer plano los funcionalistas,
pero, como dijimos en el capítulo 17, tuvieron muchos predecesores.
La interacción dentro del marco de los grupos está regulada por
normas o principios que determinan la conducta que se espera de los
individuos en circunstancias específicas. Las normas del grupo suelen
ser aceptadas por los individuos, pero también son impuestas me­
diante sanciones que se aplican en caso de violación o infracción.
El aspecto normativo de Jos fenómenos sociales fue señalado por
Toennies y por Sumner, independientemente el uno del otro. Entre
los sociólogos posteriores, han concedido la mayor importancia a este
aspecto de la vida del grupo Thomas, Parsons y Maclver.
El sistema que constituye el grupo social posee la propiedad de
restablecer el equilibrio o estado normal cuando sobrevienen pertur­
baciones o desórdenes. Esta idea se remonta a la teoría de Pareto.
Existen muchas variedades de grupos sociales. Las diferencias más
importantes entre tipos de grupos son las que existen entre comuni­
dades y asociaciones, y entre grupos primarios y secundarios. La dife-
• Esta palabra latina es de uso muy frecuente en los países de lengua inglesa con
la significación que le atribuye el texto; pero es desconocida en los países de habla
española (N . del T . ) .
renda entre comunidad y asociación, prevista por Comte, la enunció
de manera expresa Toennies y la afinaron Maclver y Sorokin. Ha reci­
bido un nuevo tratamiento por parte de los institucionalistas, cuyas
enseñanzas llevan a identificar la asociación con los grupos sociales
organizados en torno de una idea directora. La segunda diferenciación,
entre grupos primarios y secundarios, fue señalada primeramente por
Cooley y ha recibido nuevos desarrollos en la teoría de Maclver.
Los sociólogos emplean cada vez más otra diferenciación, concer­
niente a grupos irregulados y grupos regulados. Los sociómetras, cier­
tos sociólogos de la industria y otros, se han dedicado al estudio de los
grupos irregulados dentro de las organizaciones reguladas; indepen­
dientemente, Gurvitch ha hecho algunas aportaciones en esa misma
dirección. Éste es un aspecto de la sociología que avanza rápidamente.
Los grupos sociales manifiestan la tendencia a formar jerarquías
en que un grupo único, la sociedad omnímoda, constituye la cima.
Dentro de una sociedad hay una tendencia perceptible a ordenar los
grupos menores y sus individuos en estratos horizontales a los que
se asignan socialmente participaciones diferentes en la riqueza, el
poder y el prestigio. Pero las sociedades varían en el grado de rigi­
dez de la distribución de los hombres y de los grupos sociales en la
escala social y en las posiciones sociales diferenciales de los grupos
y de las personas afectados. Actualmente la estratificación social, nom­
bre dado a esos fenómenos, es otro campo de intensa investigación.
En quinto lugar, otro campo fundamental de estudio en sociología
lo constituyen los procesos sociales. En este tipo de investigación, los
fenómenos fundamentales de interacción son ordenados de acuerdo
con un plan diferente del que se usa en el estudio de la estructura
social. Los procesos sociales se clasifican atendiendo a las orientaciones
hacia ciertos fines de las acciones que los componen.
Entre los procesos sociales, es básica en la vida social la cooperación.
La cooperación es interacción orientada a la consecución de metas
comunes y dimana de la naturaleza misma de los vínculos que man­
tienen unidos a los individuos de los grupos sociales. Se manifiesta
en la solidaridad intragrupal, que suele ser reforzada por el antago­
nismo con otros grupos sociales. Comte conoció este fenómeno fun­
damental de la cooperación; su estudio avanzó señaladamente gracias
a Durkheim, y en la actualidad lo fomenta principalmente Sorokin.
La correlación entre la solidaridad intragrupal y el antagonismo extra-
grupal fue señalada por Sumner y ha llegado a convertirse en un
bien conocido principio de la sociología.
El contrario lógico de la cooperación, el antagonismo, se manifiesta
en dos formas principales: competencia y lucha. En algunos casos apa­
recen tan estrechamente entrelazados elementos de cooperación y de
lucha, que en el estudio sociológico se hace necesario el concepto
de "procesos mixtos”.
Además de esos procesos fundamentales, pueden observarse muchos
procesos sociales secundarios. Los procesos fundamentales han sido
estudiados por muchos autores, entre ellos Simmei y los ecólogos so­
ciales. Pero el análisis de los procesos secundarios no está suficiente­
mente avanzado, debiéndose las principales aportaciones hasta ahora
a von Wiese y a Gurvitch.
En sexto lugar, otro campo de primordial importancia en los estu­
dios sociológicos es la cultura, a la cual suele considerarse como la
suma total de modos de pensar y de obrar relativamente estables y
normados que operan en una sociedad dada. En relación con la cul­
tura, están establecidas por lo menos las siguientes proposiciones
fundamentales:
Todos los elementos de la cultura están funcionalmente rela­
cionados entre sí; en otras palabras, las manifestaciones culturales
particulares se unifican en sistemas. Pero esa unificación nunca es
perfecta, como lo han demostrado de manera especial Sorokin y algu­
nos funcionalístas moderados, como Merton.
Entre los muchos determinantes de la cultura se cuentan el clima,
el suelo, la densidad de población, el nivel del progreso técnico y la
"vecindad social”, es decir, el tipo de cultura que prevalece en la so­
ciedad o las sociedades con las que está en contacto una cultura
dada. Pero no hay un solo determinante de la cultura al que pueda
atribuirse el predominio. Este punto de vista representa un cambio
decisivo respecto de las ideas que aún prevalecían a principios del
siglo. Las sociologías monistas o de factor único, ya sea económico,
racial, geográfico, demográfico, etc., están muertas ahora, o andan
muy cerca de estarlo. Se admite que casi todos esos factores en otro
tiempo predominantes desempeñan papeles definidos en la formación
y desenvolvimiento de la cultura; pero esos papeles son desempe­
ñados en complicada interacción unos con otros. A los diversos deter­
minantes ya señalados en la sociología del siglo x ix se ha añadido
el factor ecológico.
Pero esos diversos determinantes de la cultura no suponen una
determinación estricta de la vida social. Las sociedades poseen un
amplio margen de libertad, aunque las posibilidades de elegir no
sean ilimitadas. Las cosas elegidas durante las primeras fases de des­
arrollo de una cultura reducen el margen de libertad relativa para
elegir otras cosas; las cosas elegidas en un aspecto de la cultura limi­
tan el margen de libertad relativa para elegir en otros aspectos.
Los rasgos que constituyen una cultura son instrumentos para la
satisfacción de necesidades social y culturalmente admitidas de los
individuos de la correspondiente sociedad y de los grupos que la
forman. (Pero, como han señalado Merton y otros, la investigación
puede revelar que ciertos rasgos no son funcionales o son disfun­
cionales.)
Los sociólogos suelen señalar una especie de interacción circular
entre el individuo y su cultura (y también su sociedad). La persona­
lidad del individuo es moldeada por la cultura que distingue a la
sociedad a la cual pertenece. Ese moldeamiento se realiza a través
de ciertos agentes de socialización, el más importante de los cuales
es la familia. Pero la socialización nunca es completa. Además, la
mayor parte de las culturas — si no todas en cierto grado— dejan
a los individuos cierto margen de libertad e iniciativa. A base de
esta última, los hombres ejecutan acciones que tienen por consecuen­
cia cambios en la cultura.
En séptimo lugar, el cambio en la cultura y en la estructura social
constituye el cuarto campo importante de estudio de la sociología.
Los mecanismos del cambio social y cultural son bien conocidos
desde los días de Tarde, y consisten en la invención, en la aceptación
de la invención y en su difusión. Muchas proposiciones de detalle
concernientes a las circunstancias de la invención, así como de la
aceptación y difusión de las invenciones, pertenecen al dominio co­
mún de la sociología y de la antropología cultural contemporáneas.
Puede definirse cada cultura como una acumulación de invenciones
tecnológicas, ideológicas y sociales. En cada sociedad esta acumu­
lación es selectiva y por lo tanto única, y no repite nunca exacta­
mente las acumulaciones hechas en otras sociedades. Por esto cada
cultura tiene su propio estilo, así como cada hombre tiene su perso­
nalidad distintiva.
No existe acuerdo general en cuanto a las uniformidades que ca­
racterizan a las tendencias de gran alcance en el cambio social y
cultural. Pero una cosa está definitivamente establecida: el evolucio­
nismo anticuado, que requería el estudio de un proceso único e irre­
versible formado por etapas predeterminadas, lia desaparecido del
trabajo sociológico. Sin embargo, es posible la fusión de las opi­
niones expuestas por diversos sociólogos, ateniéndose a las premisas
siguientes: Los aspectos tecnológicos y económicos de la cultura se
desarrollan de acuerdo con la norma de la acumulación interrumpida
por retrocesos; otros aspectos de la cultura, en especial el intelectual
y el estético, están sujetos a fluctuaciones cuantitativas a la manera
de altibajos, y a fluctuaciones cualitativas en el estilo. Sugieren estas
generalizaciones las obras de Sorokin, Alfred Weber y otros, estudia­
das en nuestro capítulo 20 .
En octavo lugar, los anteriores enunciados no forman una teoría
sociológica. No hacen más que esbozar una zona de acuerdo que, en
algunos respectos, comprende las opiniones de la mayor parte de los
sociólogos más destacados actualmente, pero que, en orros respectos,
sólo es una opinión mayoritaria no compartida por las minorías,
minorías que en algunos casos ejercen gran influjo.
La existencia de una zona de acuerdo o, cosa muy parecida, de con­
vergencia entre las diferentes tendencias de la sociología, ha sido
reconocida muchas veces en los últimos años. El autor de estas líneas,
por ejemplo, citó este hecho en 19 5 0 ;1 en 1955 fue secundado por
George Lundberg, que se refirió a "la convergencia... de puntos
de vista que hasta tiempos muy recientes eran considerados como
absolutamente inconciliables por muchos estudiosos” .2 La "conver­
gencia” de Lundberg está formada en gran parte por proposiciones
formuladas por neo-positivistas (en especial las suyas y de Dodd),
por funcionalistas (en particular por M erton), y por los sociólogos
analíticos que se agrupan en torno de Parsons. Según Lundberg,
Merton y Parsons se han dedicado durante algún tiempo a investi­
gaciones plenamente comparables a la posición y los programas pro­
pugnados por todo neo-positivijta bien informado, y que constituyen
aportaciones a esa posición y esos programas. Además, Lundberg
parece ansioso por establecer un universo común de entendimiento
entre él mismo y un autor católico tan destacado como Paul Furfey;3
lo que, según Lundberg, les separa es la aceptación o la exclusión
del "alma”, la cual equivale ai antiguo flogisto para Lundberg, pero
no para Furfey.

i —Sodological Theory Today” ("L a teoría sociológica en la actualidad") por N. S.


Timasheff. en Am. Cath. Soc. Rev., vol. 11 ( 1 9 5 0 ) .
2 "T h e Natural Science Trend in Sociology1' ( ’Tendencia de la ciencia natural en
la Sociología") en Am. Jovr. Soc., vol. 61 ( 1 9 5 5 ) , pp. 191-202; véase también ”Some
Convergence in Sociologicaí Theory’1 ("Algunas convergencias en la teoría sociológica")
en Am. Jour. Soc., vol. 6 2 ( 1 9 5 6 ) , pp. 21-27.
3 Tho Scope and Metbod of Sociology (Horizonte y método de ¡a Sociología)
Nueva York, Harper, 1953.
Pueden presentarse más ejemplos del movimiento de convergen­
cia. Así, se ha hecho por lo menos un intento para comprobar y
desarrollar por razonamiento matemático algunas de las hipótesis de
Gcorge Homans.4 Por otra parte, según lo ha señalado Lundbcrg,
Parsons y Bales han formulado cuatro "leyes” de acción social, tres
de las cuales son prácticamente idénticas a las de la mecánica clá­
sica, cosa muy consecuente con "la tendencia de la ciencia natural
en sociología”.
Pero debemos mirar con precaución esas tendencias. Porque aun
en "la zona de acuerdo” existen muchas diferencias en la presen­
tación de los resultados fundamentales. Los cuatro campos principales
de estudio sociológico esbozados arriba, y sus subdivisiones, forman
un sistema unificado, de suerte que no es posible entender una cual­
quiera de sus partes sin conocer las otras. Es posible, no obstante,
destacar algunos aspectos o sectores del sistema a expensas de los
demás, por ejemplo el interactivo (cinético), o el normativo, o el
funcional, o una combinación de dos de ellos o de los tres; o, como
hacen muchos antropólogos, puede partirse del concepto de cultura
como concepto clave. De esta manera pueden aparecer, y aparecen,
variedades de teoría sociológica que, a primera vista, tienen poco
en común, pero que, sin gran dificultad, pueden reducirse las unas
a las otras.
Por otra parte, persiste la confusión en la terminología. Se em­
plean las mismas palabras para designar aspectos diferentes de la
realidad social y cultural; en otros términos, las mismas palabras
muchas veces expresan conceptos diferentes, y el mismo aspecto de
la realidad sociocultural en ocasiones es designado por dos o más
palabras distintas; es decir, que un mismo concepto recibe a veces
nombres diferentes. Esta confusión terminológica se encuentra con
frecuencia hasta en los escritos de un mismo autor. Además, rara vez
están definidos los conceptos de acuerdo con las exigencias lógicas:
en las definiciones aparecen muchos rasgos redundantes. Por otra
parte, en muchos casos es difícil saber si un autor expone una defi­
nición que ha de usarse como instrumento para la identificación y
el análisis de fenómenos sociocul tura les, o si predica las propiedades
de fenómenos definidos en algún otro lugar.
Estas dificultades terminológicas podrían superarse fácilmente. Más
graves parecen los desacuerdos concernientes a métodos. Hasta el
4 ”A Formal Theory of Interaction in Social Groups" ( “Teoría formal de la in ­
teracción en loa grupos sociales") por Herbert Simón, en Am. Soc. Rep., vol. 17
(1 9 5 2 ).
tiempo presente, no se han resuelto los altercados entre los cuaneita-
tivistas y sus adversarios, ni las discusiones entre los behavioristas y
sus rivales. Las desavenencias se acentúan, además, por problemas
relativos a las definiciones funcionales y al procedimiento del vers-
tehen. Pero estas diferencias no parecen ser insuperables.
Muy pocos son los sociólogos que niegan hoy que la enumeración,
la medición y los procedimientos estadísticos refinados sean técnicas
deseables para usarlas en toda investigación, cuando puedan apli­
carse razonablemente. Los cuantitativistas, con raras excepciones, están
de acuerdo en que una fórmula matemática o un coeficiente de co­
rrelación no es la meta final de la investigación. En ciencias sociales,
como en ciencias naturales, debemos estar capacitados para interpre­
tar los resultados expresados en esos términos. Creemos que, en este
punto, el espléndido análisis que hace Max Weber de la comprensión
en el plano de causalidad y de la comprensión en el plano de la sig­
nificación, podría producir la reconciliación, si fuera bien entendido
y ampliamente conocido.
Muy pocos sociólogos desconocen la importancia de las descrip­
ciones behavioristas de la conducta humana, en la medida en que
son sociológicamente significativas. Pero hoy sólo una minoría de
sociólogos está en desacuerdo con la proposición según la cual los
estados mentales se revelan recíprocamente el uno al otro mediante
el proceso de Ja comunicación simbólica, punto tan brillantemente
expuesto por Znaniecki. Siempre que Jos estados mentales son socio­
lógicamente significativos y pueden expresarse sin ambigüedad en
forma verbal, parece casi absurdo recurrir a subterfugios behavioristas.
El funcionalismo extremado es raro; pero muchos sociólogos están
de acuerdo en que las definiciones sociológicas debieran ser modera­
damente funcionales, conteniendo rasgos directa o indirectamente ob­
servables, ya en el plano de la conducta exterior, ya por introspección.
Es verosímil, por lo tanto, que con buena voluntad y un esfuerzo
continuado, pueda formularse una teoría sociológica comúnmente
aceptable en un futuro no demasiado remoto. No quiere decir esto
que llegará un día en que todos los sociólogos estarán de acuerdo
entre sí. Situación semejante no existe en las ciencias naturales, ni
es de desear en ninguna ciencia. Pero quizás no esté lejano el tiempo
en que todos Jos sociólogos hablen el mismo lenguaje y, en conse­
cuencia, compartan un universo real de razonamiento, lo cual es un
requisito de toda ciencia.
Aún ahora, a pesar de que todavía no ha llegado a ser una ciencia
plenamente madura, la sociología teórica ha avanzado lo suficiente
para proporcionar una base mucho mejor que hace cincuenta años
a la investigación en campos especializados. Han aparecido nuevas
especialidades, como la sociología del conocimiento, la sociología de
la religión, la sociología del derecho y la sociología de la industria.
El hecho de que hayan aparecido como ramas de la sociología, y no
como encabezados nuevos en la lista de las ciencias sociales concretas,
atestigua la existencia de un cuerpo central de conceptos, de un punto
de vista generalmente admitido, de una perspectiva prometedora. La
teoría sociológica mantiene juntas esas especialidades.
La convergencia de las tendencias es un hecho en sociología, pero
la unificación de la teoría sigue siendo una meta, un ideal. Sin
embargo, orro movimiento unificador, aunque en un plano diferente,
ha estado en marcha durante varios años. Es el llamado enfoque
interdisciplinario, o de aproximación entre ciertas disciplinas, que
tendía a conseguir el entendimiento y la colaboración entre la socio­
logía y las ciencias vecinas, en especial la psicología social y la antro­
pología cultural. Ese movimiento fue estimulado por la creación en
1947, de un Departamento de Relaciones sociales en la Universidad
de Harvard, departamento que comprendía esas tres disciplinas (y la
psicología clínica). Bajo la dirección de Parsons, presidente del de­
partamento hasta tiempos recientes, algunos de sus miembros han
colaborado en la colección de artículos titulada Hacia una teoría ge -
neral de la acción (véase capítulo 1 8 ), cuyo objeto fue la formu­
lación de una teoría que sirviera de base común a las tres ciencias.
Pero, como han observado algunos críticos, salvo el extenso trabajo
de Parsons y Edward Shils, las demás colaboraciones del volumen no
son ejemplo de un alto grado de unificación teórica. Por lo demás,
es muy dudoso que la psicología ceda en favor de una disciplina
nueva una parte tan extensa de su provincia como es la teoría de
la acción.
Actitud más modesta caracteriza a otra colección de trabajos titu­
lada For a Science of Social Man (Para una ciencia del hombre social,
1 9 5 4 ), editada por John Gillin. En este caso, los colaboradores, dos
sociólogos (Parsons y Howard Becker), dos psicólogos y dos antro­
pólogos culturales, además del editor, intentan evaluar las influen­
cias interactivas, tanto cooperativas como antagónicas, entre la socio­
logía y la antropología, la sociología y la psicología, y la psicología
y la antropología. Gida capítulo por sí es informativo, pero el con­
junto revela que la meta de la teoría interdisciplinaria de aceptación
común probablemente no se alcanzará pronto, porque no sólo en
sociología hay escuelas y tendencias diferentes, sino también en psi­
cología y en antropología cultural. Por consiguiente, los esfuerzos
encaminados a la unificación se hallan ante muchas posibilidades
contrapuestas, especialmente difíciles en los dos campos en que el
unificador no se encuentra del todo en su casa. Gillin cree que una
teoría general puede hacer uso de aportaciones seleccionadas de las
teorías más especiales. Pero, ¿sería sólida una unificación conseguida
de esa manera ecléctica? Por otra parte, la determinación de 1^ com­
patibilidad y la complementariedad de teorías diferentes formuladas
en los tres campos puede desempeñar un papel importante en la com­
petencia entre las varías tendencias dentro de la sociología misma:
las tendencias más adecuadas para la unificación interdisciplinaria
recibirían especial atención y prevalecerían sobre las más particu­
laristas. De este modo, la actitud interdisciplinaria, aunque quizás
un poco prematura, podría contribuir a formular una teoría socio­
lógica unificada.
APÉNDICE

N ota para el m a estro

Existe en los medios académicos una antigua y venerable tradición


según la cual el estudiante debe conocer el desenvolvimiento his­
tórico de la disciplina en la cual se especializa. Una de las finalidades
de este libro es ayudar al estudiante a cumplir con ese requisito y
ayudar al maestro a llevar a los estudiantes ese conocimiento. De­
pendiendo en parte del grado a que aspiren (bachiller, licenciado,
doctor), todo el material contenido en este volumen debe ser estu­
diado o leído seleccionando las partes que estén de acuerdo con las
preferencias teóricas del maestro.
Independientemente del nivel de los estudios, el libro de texto debe
ser complementado con lecturas directas de las fuentes primarias,
esto es, de las obras examinadas e interpretadas en este volumen.
Un modo eficaz de realizar este aspecto del programa es hacer que
los estudiantes lean varias obras clásicas o con algún valor represen­
tativo en el campo de la especialidad.
El número de lecturas recomendadas no puede ser grande y de­
pende también del nivel de los estudios. Las lecturas deben distri­
buirse entre obras escritas durante los diversos periodos de la historia
de la teoría sociológica, de suerte que cada estudiante perciba direc­
tamente la diferencia entre las teorías más antiguas y las posteriores.
Además de leer las fuentes primarias, los estudiantes que aspiran a
grados avanzados debieran leer algunas fuentes secundarias relativas
a los autores seleccionados para estudio especial. Numerosas lecturas,
tanto de fuentes primarias como secundarias, van consignadas en las
Indicaciones para lecturas de ampliación que siguen a esta nota.
Mientras los estudiantes candidatos a grados superiores deben ha­
ber leído completas algunas obras clásicas o representativas por algún
concepto, para los que aún no van a graduarse pueden bastar algunas
partes seleccionadas de libros de lecturas, los cuales serán de utilidad
también a los estudiantes graduados para familiarizarse con la manera
de pensar y de escribir de los autores cuyas obras no han estudiado
en los textos originales. Entre los libros de lecturas de que puede
disponerse ahora se cuentan Sociological Theory: Present-Day So*
ciology jrom the Past (Teoría sociológica: la Sociología actual y sus
antecedentes) (Nueva York, Knopf, 1 9 5 6 ), por E. F. Borgatta y
H. J . Meyer, el cual, como indica el subtítulo, estudia las aporta-
dones de los siglos y Sociological Theory: A Book o f
X IX y XX;
Readings (Teoría sociológica: Textos) (Nueva York, Macmillan,
1 9 5 7 ), por L. Coser y B. Rosenberg, que contiene selecciones de los
iniciadores, de sus sucesores y de nuestros contemporáneos. Ninguno
de los dos libros de lecturas está ordenado de acuerdo con el plan de
este volumen; pero ni el maestro ni el estudiante hallarán ninguna
dificultad para usarlos como material auxiliar de estudio.
Como la teoría sociológica es materia de difícil estudio, son muy
convenientes las recapitulaciones o resúmenes. Es aconsejable dispo­
ner algunas veces la recapitulación en un orden diferente al que se
siguió en el curso. Este orden puede ser cronológico, geográfico o
sistemático. Para facilitar la recapitulación, se ofrecen en este volu­
men dos sinopsis, una cronológica y otra geográfica. La cronológica
puede emplearse para oganizar discusiones en torno de temas como
éstos: ¿Qué ideas nuevas aparecieron en el horizonte de los soció­
logos entre 1901 y 1905? ¿O entre 1946 y 1956? Tomando como
base la sinopsis geográfica, puede pedirse a los estudiantes que, por
ejemplo, relacionen ios puntos de vista sociológicos con las condi­
ciones de vida en las diferentes naciones en que nacieron y subsisten.
Especialmente con estudiantes de cursos avanzados pueden ob­
tenerse excelentes resultados con el examen del desenvolvimiento
histórico de las ideas concernientes a los problemas fundamentales
de la teoría sociológica que presentamos en el capítulo 1. Para asig­
nar a los estudiantes este tipo de tarcas pueden usarse con buenos
resultados los índices de autores y de materias de este libro.

S u g e s t io n e s para lectu ras c o m p l e m e n t a r ia s •

El propósito de las lecturas que se indican a continuación es ayudar


a los estudiantes a seleccionar las obras de los maestros de la socio­
logía que siguen siendo particularmente importantes, y ciertas fuen­
tes secundarias que constituyen estudios inteligentes y críticas ade­
cuadas, o ambas cosas a la vez, de las teorías individuales.

Capitulo 2 ( C o m t f ) . N o existe hasta ahora u n a versión española


completa del Curso de Filosofía Positiva, de Comte. Será útil, sin
embargo, la lectura de sus Primeros ensayos (F.C.E., México, 1942.
Trad. de Francisco Giner de los R íos). Para todo el pensamiento de

• En la adaptación de esrts sugestiones a la bibliografía existente en español hemos


fincado con 1* valiosa colaboración del D r. Frsocisco López Cámara. [E.J
Comte, es fundamental el libro de F. S. Marvin, Comte ( F.C.E., Méxi­
co, 1941. Trad. de Salvador Echevarría). Pueden verse, igualmente:
G. Gurvitch, Tres capítulos de la historia de la Sociología: Comte,
Marx y Spencer (Ed. Galatca, Buenos Aires, 1955. Trad. de Horacio
Crespo); Fausto Squillace, Las doctrinas sociológicas. T. II, 3^ parte,
cap. I (La España Moderna, Madrid, s.f. Trad. de Eduardo Ovejero);
y, en fin, II. E. Barncs y H. Becker, Historia del pensamiento social.
T. I, cap. X V (F.C.E., México, 1945. Trad. de Vicente Herrero).

Capitulo 3 (S p e n c e r ). Los estudiantes interesados en la teoría


de Spencer deberán leer sus Primeros Principios, así como la Abre­
viatura de sus Principios de Sociología (Revista de Occidente, Buenos
Aires, 1947. 2 vols. Preparada por Fernando V ela). Es fundamental
el libro de J. Rummey, Spencer (F .C E , México, 1944. Trad. de
Tomás Muñoz M olina). Léanse igualmente: G. Gurvitch, op. cit.,
9^ Conf.; Barncs y Becker, op. cit., cap. X V III.

Capitulo 4 (O tro s Sobre Le Play, puede verse el


in ic ia d o r e s ) .
capítulo que le dedica P. Sorokin en su obra Teorías sociológicas
modernas. (Buenos Aires, Ed. Depalma, 1951.) Sobre el marxismo,
habrá que leer: Manuscritos económ ico'filosóficos de 1844. No
existe hasta hoy una versión española completa de este trabajo fun­
damental. La edición publicada bajo el título Economía política y
filosofía, Ed. América, México, 1939, no puede utilizarse por ser
incompleta y sumamente defectuosa. No incluye, desde luego, el
capítulo sobre El trabajo enajenado, que es decisivo para la com­
prensión de la sociología marxista. Dicho capítulo puede leerse, sin
embargo, en una primera versión completa, aunque provisional, en
la revista Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México, N? 22, octu­
bre-diciembre de 1960, traducido por Francisco López Cámara. El
texto de Marx va precedido de un estudio, también de Francisco
López Cámara, sobre El concepto de enajenación en los orígenes de la
sociología marxista. La tercera parte de los Manuscritos ha sido tra­
ducida al español bajo el título Crítica de la dialéctica y la filosofía
/hegelianas en general [Cf. K. Marx, La Sagrada Familia y otros escri­
tos. Ed. Grijalbo, México, 1959. Trad. de Wenceslao Roces]. Debe
verse también: K. Marx y F. Engcls, La ideología alemana (Ed. G ri­
jalbo, México, 1 9 5 9 ); K. Marx y F. Engels, El Manifiesto Comunista:
en fin, F. Engels, El origen de la fam ilia, la propiedad privada y el
Estado (hay varias ediciones españolas). Sobre Morgan, habrá que
leer su Sociedad Primitiva (Ed. Pavlov, México, s.f. Edición preparada
por Alfredo L. Palacios). Sobre Morgan y Tylor, es conveniente leer:
Roberc H. Lowie, Historia de la Etnología, caps. V I y VII (F.C.E.,
México, 1946. Trad. de Paul Kirchhoff).

Capítulo 5 ( D a r w i n í SM O s o c i a l ) . D e Bagehot existe en español


su obra Leyes científicas del desarrollo de las naciones (La España
Moderna, Madrid, s.f.). Sobre Bagehot consúltese también: Barncs y
Becker, op. cit., T. I, p. 690. D e Gumplowicz habrá que leer: Lucha
de razas y Compendio de Sociología (editadas ambas por La España
Moderna, Madrid, s.f.). Sobre Small puede verse, F. Squillace, op.
cit., T. II. cap. único). Sobre Ratzenhofer, cf. Barnes y Becker, op. cit.,
cap. X IX .

Capítulo 6 ( E v o l u c i o n i s m o p s i c o l ó g i c o ) . De Lester F. Ward


véase: Compendio de Sociología ( Francisco Beltrán ed., Madrid, 1929-
Trad. por Adolfo Posada). De F. H. Giddings existen en español:
Principios de Sociología y Sociología inductiva (publicadas ambas
por La España Moderna, Madrid, s.f.). Sobre estos dos grandes soció­
logos norteamericanos será conveniente leer a F. Squillace, op. cit.,
T. II, 3? parte, cap. I ) .

Capítulo 7 (O tro s e v o l u c io n is m o s y el o r g a n ic is m o ). Es
fundamental la lectura de Th. Veblen, Teoría de la clase ociosa
(F.C.E., México, 1951. Trad. de Vicente Herrero). Sobre Veblen
debe leerse: J. A. Hobson, Veblen. (F.C.E., México, 1941. Trad. de
Adolfo Sánchez Vázquez.) De Novicow existen en castellano: El
porvenir de la raza blanca y Conciencia y voluntad sociales (editadas
ambas por La España Moderna, Madrid, s.f.). Sobre el pensamiento
de los organicistas Scháffle y Lilienfeld, puede leerse F. Squillace,
op. cit., T. II. 2;i parte, cap. único) y Barncs y Becker, op. cit., T. I,
cap. X V III. Sobre Fouilléc, habrá que ver su obra: La ciencia social
contemporánea (La España Moderna, Madrid, s.f.).

Capítulo 8 ( C o m i e n z o s d e l a s o c i o l o g í a a n a l í t i c a ) . Hay
versión castellana de las obras de Toennies: Principios de sociología
(F.G E., México, 1942. Trad. de Vicente Llorens) y Comunidad y
Sociedad (Buenos Aires, Avellaneda Anscghino, 1 9 4 7 ). De G. Sim-
mel debe leerse su Sociología. Estudios sobre las formas de sociali­
zación. 2 vols. ( Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires, 1939. Trad.
de J . Pérez Bances). Sobre la sociología formalista de ToennÍes
y Simmel, cf. Leandro Azuara Pérez, El formalismo sociológico (Cua­
dernos de Sociología. Instituto de Investigaciones Sociales. UNAM,
México, s.f.).

Capitulo 9 ( D u r k h e i m ) . De las obras de Durkheim, habrá que


leer: Las reglas del método sociológico, La división del trabajo social
y El suicidio. Es fundamental el libro de Harry Al per t, Durkheim
(F.C.E., México, 1945. Trad. de José Medina Echavarría).

Capitulo 10 ( E l Sobre la escuela subjeti-


s u b je t iv is m o ru so ).
vista rusa puede leerse el trabajo de M. Laserson, "La sociología
rusa”, en La sociología en el siglo XX, publicada por Gurvitch y
Moore (El Ateneo, Buenos Aires, 1 9 53).

Capitulo 13 (P a retoSobre Pareto, es fundamental la lectura


).
del libro de Franz Borkenau, Pareto (F.C.E., México, 1941. Trad. de
Nicolás Dorantes). De la propia obra de Pareto, bastará con leer su
Tratado de Sociología General.

Capitulo 14 (M a x W De Weber puede leerse, desde lue­


e b e r ).
go, su obra monumental, Economía y Sociedad (F.C.E., México, 1944.
Trad. de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eduardo Gar­
cía Máynez, Eugenio Ím3z y otros). Para una interpretación de
conjunto sobre la obra de Weber, véase el libro de Raymond Aron,
I¿t sociología alemana contemporánea. Cap. III (Editorial Paidos,
Buenos Aires, 1953. Trad. de Carlos A. Fayard), así como el de
R. H. Tawney, La religión en el orto del capitalismo.

Capítulo 15 (N bo Hay versión española del libro


P O S IT IV IS M O ).
de Lundberg, Técnica de la investigación social (F.C.E., México,
1949. Trad. de José Miranda).

Capítulo 17 ( E l pu n to de V IST A Para conocer


f u n c io n a l ).
una versión importante del punto de vista funcional, pueden leerse
las obras de Malinowski: Teoría científica de la cultura y Argonautas
del Pacífico Occidental, así como la obra fundamental de Robert
Redfield, Yucatán: una cultura de transición (F.C.E., México, 1944.
Trad. de Julio de la Fuente).
Capitulo 18 ( S o c i o l o g í a a n a l í t i c a ) . De Sorokin pueden leerse
sus libros: Sociedad, cultura y personalidad, Estratificación y movi­
lidad social (Instituto de Investigaciones Sociales, tíNAM, México,
1956. Trad. de Ángela Müller Montiei) y Estructura mental y ener­
gías del hom bre (lbídcm ). De Znaniecki existen en español: El papel
social del intelectual (F.C.K., México, 1944. Trad. de Ernestina de
Champourcin) y luts socitflades de cultura nacional y sus relaciones
(El Colegio de México. Jornadas, 24. México, 1944). De Maclver,
Sociología (Buenos Aires, Ed. Tecnos. 720 pp.) y Causación social
(F.C.E., México, 1949- Trad. de Moisés González y Eugenio Im az).
En fin, de C. W . Mills, L j ¿lite del poder (F.C.E., México, 1960.
Trad. de Florentino M. Torner y Ernestina de Giampourcin) y La
itnagiruición sociológica (F.C.E., México, 1961. Trad. de Florentino
M. Torner )

Capitulo 19 ( E s c u e l a s l i l o s ó I í c a s ) . Sobre Vierkand, t í . Barncs


y Becker, op. cit., T. II. cap. X X IIÍ. IX- Gurvitch pueden leerse en
español: Sociología del derecho (Argentina, 1945) y La vocación
actual de la sociología ( F.C.E.» México, 1953. Trad. de Pablo Gon­
zález Casanova, Max Aub y Sindulfo de ía,Fuente).

Capítulo 20 (S o c io l o g ía De A. Toynbee existe en


h is t ó r ic a ).
español la edición abreviada de su obra Estudia de la Historia (Ed.
Emecé, Buenos Aires, 1956) IX* Alfred Weber, puede leerse su
Historut de la cultura (F.C.E., México, 1948. Trad. de Luis Recaséns
Siches).

Capitulo 21 (S u p e r v iv e n c ia s y Sobre el neo-


r e n a c im ie n t o s ) .

positivismo y la sociología francesa posterior a Durkheim, debe verse


Barnes y Becker, op. cit., T. II, cap. X X II. De Wiese puede leerse su
Sociología. Historia y principales problemas (Ed. Labor, Barcelona-
Buenos Aires. 1932. Trad. do Rafael Luengo Tapia). Sobre Wiese:
Luis Recaséns Siches, Wiese (F.C.E., México, 1 9 4 3 ).
ÍN D IC E G E N E R A L

Prefacio . . ................................................................... 9

Primera parte

In t r o d u c c ió n

Capítulo 1. El estudio de las teorías sociológicas . . . 15


¿Qué es la teoría s o c io ló g ic a ? ...................................................22
Cómo estudiar teorías so c io ló g ic a s........................................... 25

Segunda parte

Los in ic ia d o r e s

Capítulo 2. Augusto C o m t e ..........................................................31


Francia a principios del siglo x i x ........................................... 31
Vida de C o m t e ............................................................................... 32
Premisas fundamentales ................................................................34
La ciencia de la s o c io lo g ía ..........................................................36.
M e to d o lo g ía .................................................................................... 37
Sociología estática y d i n á m i c a ...................................................39
Estática: consenso, 40; Estática: estructura social, 41; Dinámica:
los factores del progreso; 43; Dinámica: las etapas del pro­
greso, 44
Juicio retrospectivo de C o m t e ...................................................45

Capítulo 3■ Herbert S p e n c e r ..........................................................49


Obras de Spencer . ........................................... 4 9
La teoría ev o lu cio n ista................................................................. 51
La ciencia de la s o c i o l o g ía ..........................................................53
La analogía o r g á n i c a ................................................................. 55
La sociedad y las fases de lae v o lu c ió n ............................. 58
El principio de no i n t e r v e n c i ó n ........................................... 60
Juicio retrospectivo de S p e n c e r .................................................. 61

Capitulo 4. Otros in ic ia d o r e s ..........................................................64


Quételet: El enfoque e s t a d ís t ic o ........................................... 64
Le Play: Primeros estudios de casos particulares . . . 65
Marx: Determinismo e c o n ó m ic o ........................................... 68
Tylor y Morgan: Monismo te c n o ló g ic o ............................. 71
Gobineau: Determinismo r a c i a l ........................................... 72
Buckle: Monismo g e o g r á f ic o .................................................. 74
Danilevsky: Una primer alternativa respecto del evolucio­
nismo ............................................................................................75
Conclusión de la segunda parte...................................................78

Tercera parte

A p a r ic ió n de esc u ela s r iv a l e s

Capítulo .5. Darwinismo s o c i a l ...................................................83


B a g e h o t ............................................................................................ 84
G u m p lo w icz .................................................................................... 85
R a tz e n h o fe r .....................................................................................88
S m a l l ........................................................................................ 89
S u m n e r .............................................................................................91
Juicio retrospectivo del darwinismo s o c i a l ............................. 96
Capitulo 6. Evolucionismo p s ic o ló g ic o .....................................99
Vida y obra de W a r d ................................................................. 99
Postulados fu n d a m e n ta le s..........................................................101
Sociología: Su división y m é t o d o ........................................... 102
Génesis y t e l e s i s ......................................................................... 104
Juicio retrospectivo de W a r d ...................................................107
Conceptos fundamentales de G id d in g s ....................................109
Sociología: Su naturaleza y sus m é t o d o s ............................. 111
Estática y c i n é t i c a ........................................................................ 113
D i n á m i c a ....................................................................................... 114
Juicio retrospectivo de G id d i n g s .......................................... 116
Capitulo 7. Otros evolucionismos y elorganicismo . . . 118
Loria: Evolucionismo e c o n ó m ic o .......................................... 118
Veblcn: Evolucionismo te c n o ló g ic o .......................................... 119
Coste: Evolucionismo d e m o g rá fic o ..........................................121
Kidd: Evolucionismo r e l i g io s o ................................................ 122
N o v ic o w ............................................................................................122
Versiones del o r g a n ic is m o ..........................................................124
R e s u m e n ........................................................................................... 127
Capitulo 8. Comienzos de la sociología analítica . . 129
T o e n n i e s ............................................................................................ 12 9
S i m i n c l .............................................................................................132
T a r d e ............................................................................................... 136
Juicio retrospectivo de las primeras teorías analíticas . 139
Capitulo 9. Émilc D u rkheim ............................................... . • 141
Estudio de ios hechos s o c i a l e s .................................................. 141
Fuerzas colectivas en la vida s o c i a l .................................... 144
Interpretación social de la r e l i g i ó n .................................... 148
Aportaciones a la m e to d o lo g ía .................................................. 150
Tipología s o c i a l ............................................................................. 153
Juicio retrospectivo de D u r k h e im ........................................... 154
Capítulo 10. El subjetivismo r u s o ........................................... 156
L a v ro v -M irco v ............................................................................... 156
M ik h a ilo v sk y ...................................................................................158
Yuzhakov y K a r e y e v ................................................................. 159
Juicio retrospectivo del s u b je tiv is m o .................................... 160
Conclusión de la tercera p a r t e .................................................. 161

Cuarta parte

B oga de la s o c io l o g ía p s ic o l ó g ic a

Capítulo 11. Decadencia del evolucionismo y aparición del


neopositivism o............................................................................. 169
Últimas manifestaciones del pensamiento evolucionista . 169 ,
El reto empírico al e v o lu cio n ism o ........................................... 173
Las raíces del neopositivism o.................................................. 176 )
Evolucionismo y neopositivismo combinados: Últimas ideas
de G i d d i n g s .............................................................................17S
Capítulo 12. Charles H. Cooley y W . I. Thomas . . 181
Charles H. C o o l e y ........................................................................181
Teoría orgánica de Cooley, 183; El yo, el grupo primario, la
clase y la casta, 185; Resumen y perspectiva, 186
William I. T h o m a s ....................................................................... 188
Metodología, i 89; El enfoque situacional y el estudio de la
acción, 190; Desorganización individual y social, 193; Los cua­
tro deseos, tipos de personalidad, documentos personales, 194;
Resumen y crítica, 197
Capítulo 13. Vilfredo P a r e t o ..........................................................202
Pareto y sus e s c r i t o s ................................................................. 202
La sociología y sus m é t o d o s .................................... 203
El sistema social: Su estructura y dinámica . . . . 204
La circulación de minorías o "élites” ......................209
Resumen y c r í t i c a .......................................................................... 210
Capitulo 14. Max Weber ...........................................................213
Weber y su obra . . . . ..................................... 213
El fondo de la sociología deWeber . . . 214
La comprensión causal y el proceso histuriiu 216
La comprensión en el plano de la significación y la acción
h u m a n a .......................................................................... 220
Relación entre la causación y la significación . . . . 224
El tipo ideal o puro: Su naturaleza y aplicacioncs . 225
P ro b a b ilid a d ....................................................................... 2 2 9
Sociología de W eber; En los principios y en la práctica 230
Resumen y c r í t i c a .......................................................................... 231
Conclusión de la cuarta p a r a - .................................................... 233

Quinta parte

C onvergencia de las teorías sociológicas


en la época CONTEMPORANEA

Capitulo 15. N eo p o sitiv ism o ............................................................241


George A. L u n d b e r g ....................................................................2 42
Stuart G D o d d ..................................................................................247
El ala matemática del neopositivismo ......................................251
William F. Ogburn y F. Stuart Chapin . . 257
Resumen y c r í t i c a .......................................................................... 261
Capitulo 16. Ecología humana y sociometría. . . . 266
Ecología h u m a n a ........................................................................... 267
S o c io m e tr ía ........................................................................................ 270
Resumen y c r í t i c a .......................................................................... 274
Capitulo 17. El punto de vista f u n c i o n a l ..................................... 2 7 6
Génesis y alcance del punto de vista funcional 276
Algunas obras importantes del estilo funcional 279
Hacia una teoría funcional s is te m á t ic a .............................. 283
Resumen y c r í t i c a ...........................................................................288
Capitulo 18. Sociología a n a l í t i c a .................................................... 292
Pitirim A. S o r o k i n ..........................................................................2 93
Talcott P a r s o n s ..............................................................................301
Florian Z n a n i e c k i ........................................................................ 311
Roberc M. M a c lv e r ........................................................................314
Homans, Gerth y M i l l s .......................................................... 320
Resumen: Convergencia en la sociología analítica . . 322
Capítulo 19- Escuelas f i lo s ó f i c a s .................................................. 325
La escuela institucional: Etapa p la t ó n ic a ............................. 325
La escuela institucional: Etapa t o m i s t a ................................327
La escuela institucional: Resumen y crítica . . . . 330
La escuela fen o m en o ló g ica ......................................................331
La escuela fenomenológica: Resumen y crítica . . 339
Karl M a n n h e im .............................................................................340
Capítulo 20. Sociología H i s t ó r i c a .................................................. 344
Spengler y el estudio del cambio c í c l i c o .............................344
Arnold T o y n b e e ............................................................................. 346
Dinámica cultural de S o r o k i n .................................................. 350
Chapin y K r o e b e r ........................................................................352
Alfred W e b e r ................................................................. 353
Resumen y c o m e n ta r io ................................................................355
Capítulo 21. Supervivencias y re n a c im ie n to s.............................358
N eo ev o lu cio n ism o ........................................................................ 358
Determinismo geográfico y d e m o g r á fic o .............................364
La sociología durkheimiana en F r a n c i a .............................367
La sociología formal en A l e m a n i a ........................................... 369
R e s u m e n .......................................................................................... 371

Sexta parte

C o n c lu s ió n

Capítulo 22, La Sociología de mediados del siglo x x . 375

Apcndict'. Nota para el m a e s t r o ..................................................387


Sugestiones para lecturas co m p lem en tarias.............................388

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