Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
NARRADOR:
Mientras Sansón fue un niño
nadie opuso objeción
a que un pelo tan largo,
así luciera Sansón,
Pero pasaron los años
y crecía el pequeño
y en igual proporción
fue creciéndole el pelo.
Y nuestro drama empieza
con una discusión
que por eso tienen
los padres de Sansón
en la cual, la señora,
tenazmente rehúsa
a permitir que el niño
se corte la tumusa.
EL PADRE:
Pero, mujer, hazte cargo,
ya ese niño no es un nene
ya tiene el pelo muy largo
para la edad que él tiene.
LA MADRE: (CATEGÓRICA)
¡Pues, hombre, digo que no!
Al pelo que Dios le dio,
le tengo tanto cariño
que antes de afeitar al niño,
prefiero afeitarme yo.
EL PADRE:
Pero, comprende, mijita,
ya no va ni a la placita,
ya ni siquiera pasea,
por donde sea que transita
con esa facha tan fea
ya no hay muchacho que lo vea
que no le pegue una pita...
Dirás que soy padre cruel,
porque aquí te lo repito
¡O se afeita el muchachito
o no salgo más con él!
(APARECE SANSÓN A CURIOSEAR)
NARRADOR:
Cansado de las constantes
tomaderas de pelo
a que daba motivo
precisamente el pelo…
Sansón un día dijo
que eso no era para él,
y agarró sus peroles
y se fue pa’ Israel,
y llegó a un pueblecito
donde muy poco a poco
por andar de zoquete
la rasparon el coco.
SANSÓN:
¡Brinca para la sotea!
DALILA:
¡Ay, se me rompe la correa!
SANSÓN:
¡Entonces para el balcón!
DALILA:
¡Ay, se me rompe el pantalón!
SANSÓN:
¡Pues, caramba! ¡Qué tarea!
¿Cómo hallar algo sea
una cosa combinada
que no se te rompa nada
y que el toro no te vea?
DALILA.- (CORRIENDO)
¡Ay, ya viene por el camino!
¡Mira que cosa tan fea,
Es igualito a un cochino
porque igualito berrea!
SANSÓN:
¡Un titán es un majunche
con esta comparación!
(SE SEÑALA A SÍ MISMO)
Hay que comer mucho funche
para vencer a Sansón.
SANSÓN:
Fue que al verme este pelero
el pobre murió de risa
creyó que era un pordiosero…
Acércate a tu Sansón,
y comprueba que aunque rudo
bajo este pecho peludo
también late un corazón.
Contémplame sin recelo
y a la plena luz del día
¿Qué te parece mi pelo?
Respóndeme, amada mía.
ÁNGEL:
Tengo Sansón el deseo
de que con tus fuertes brazos
acabes a trancazos
con el pueblo filisteo.
Aquello más que boxeo,
será gran escaramuza
y toda tu fuerza usa,
que aunque estés solo peleando
tú vencerás siempre y cuando
no te cortes la tumusa
SANSÓN:
Yo, Señor, por estas playas
tan sólo estoy de paseo.
ÁNGEL:
Pero, te ordeno que vayas
hasta el pueblo filisteo
y que armes allí un jaleo
como no se vieron dos
porque al pueblo ahora le ha dado
en vez de adorar a Dios
por adorar un pescado.
SANSÓN:
¡Ah, un pescado!
NARRADOR:
Los filisteos adoraban en su templo
a un pescado, del que nunca se supo
si era fresco o salado...
Lo cierto, es que el pescado
era un gran problemón
y en un buen sancocho
se lo comió Sansón. (SALE)
(ENTRAN SANSÓN Y DALILA CONVERSANDO Y CAMINANDO COMO DOS
NOVIOS POR UN PARQUE)
SANSÓN:
A mí, poco me importa,
mi querida Dalila
que tú seas devota
del pez o de la anguila
en lo que atañe a la alimentación,
pero en lo religioso
ya cambia la cuestión;
pues me parece tan exagerado
es como si idolatraras a un topocho
o aun plantano asado.
Un pescado está bien para un sancocho,
pero como religión, sinceramente,
me parece muy poco convincente.
DALILA: (RETÁNDOLO)
No veo dónde está nuestro delito
adorando al pescado,
pues hay gente que adora al pollo frito
y hasta el plátano asado,
y a nosotros nos tiene sin cuidado.
SANSÓN: (DETERMINANTE)
Entonces, querida, preveo
que con mis robustos brazos
a tu pueblo filisteo
voy a agarrar a trancazos.
DALILA: (TÍMIDAMENTE)
¿Son tus brazos tan forzudos?
SANSÓN:
Como tú ni lo supones,
como si fueran zancudos
yo he destripado leones.
DALILA: (COQUETEÁNDOLE)
¡Ay, Sansón, cómo te admiro!
Lo malo es que aunque te quiero,
me disgusto y me retiro
con sólo verte el pelero.
A veces pienso: ¡Ay, ese mozo!
¡Me derrite y me deleita!
¡Tan robusto, tan buen mozo!
¡Lo malo es que no se afeita!
SANSÓN: (DRAMÁTICO)
¡Oh, Dalila! ¡Por piedad!
Si ya sabes que te quiero,
no desprecies mi amistad
por culpa de mi pelero.
DALILA:
Tienes razón al respecto,
pero no lograrás mi afecto
Si no cambias ese aspecto
que es el de un Judas perfecto.
SANSÓN:
Es cierto que yo podría
darle trabajo al barbero.
Tengo viril coquetería
y no me falta dinero,
mas lo que ocurre, alma mía,
es que afeitarme no puedo
por no dejar mi energía
en donde deje el pelero.
DALILA:
¿Así es la cosa, Sansón?
Pues, vaya revelación...
SANSÓN: (INGENUO)
¿A dónde vas?
DALILA:
Allí en frente,
voy a contarle a mi gente
que descubrí la cuestión. (SALE)
ÁNGEL:
¡Sansón, Sansón!
¡Ten cuidado!
No accedas a sus deseos,
que si te ven afeitado
se alegran los filisteos.
(SIGUE CONFUNDIDO, SE ACARICIA EL CABELLO Y SE VA QUEDANDO
DORMIDO SOBRE LA SILLA).
NARRADOR:
Dalila corre al templo filisteo
en donde, para variar, hay un jaleo,
y allí el secreto de Sansón divulga,
entonces le aconseja un amigote
que le eche encima una pulga
y que se la suelte a Sansón en el cogote
y fingiendo que quiere sacársela después
le deje la cabeza como un queso holandés.
Con ese plan, Dalila regresa
y encuentra a Sansón sentado en una silla
durmiendo como un lirón.
DALILA:
¡Ah! ¡Qué excelente ocasión!
Señores, no falta nada:
un cliente en el sillón
y una barbera graduada.
(MUESTRA LAS TIJERAS)
Pero basta ya de explicación...
“Tijeritas”, tienen oficio.
Lo dejaremos pelón
¡Y sin cobrarle el servicio!.
SANSÓN:
¡Oh, Dalila, estoy pelón!
¡Oh, Dalila! ¡Qué tristeza!
¡Como pepa de mamón
me has dejado la cabeza!
NARRADOR:
Y viéndolo tan tranquilo,
los bandidos filisteoslo
amarran con un fideo
que recogieron del aseo.
SANSÓN: (QUEJÁNDOSE)
¿En qué han parado mis músculos?
FILISTEOS:
¡En crepúsculo! (RISAS)
SANSÓN:
¡Ay! ¿Dónde quedó mi vigor?
FILISTEOS:
¡En vapor! (RISAS).
ÁNGEL:
¡Oh, Sansón, Sansón!
¿Qué has hecho?
Como un tigre te domaron
y hasta los pelos del pecho
todos te los arrancaron...
SANSÓN:
¡Santo Dios! Si tú me amas...
Haz que me renazca el pelo,
Pues ya me están entrando ganas
de echar esta casa al suelo.
ÁNGEL:
¡Yo te dije al comenzar
que conservaras tu pelo!
SANSÓN:
¡Perdóname, Santo Cielo!
Yo no me vuelvo a afeitar
Mis fuerzas todas perdidas
las quiero otra vez ganar…
ÁNGEL:
Tengo una que es una maravilla:
Aguas de barbas de coco
que es un remedio casero.
En lo que espabila un loco
te hará crecer el pelero.
NARRADOR:
Sansón pacientemente
soportó su prisión
y a diario se aplicaba
la receta en cuestión
hasta que cierto día
de modo casi instantáneo
vio que otra vez de pelo
se le cubría el cráneo
DALILA:
¡Oh, perdóname, Sansón!
Te pelé el coco a traición!
¡Y estoy bien recompensada!
¡Como si fuera un ratón
aquí yo muero aplastada!...
FIN