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-Maximiliano Larraín
Dada la necesidad intrínseca del ser humano por otorgar significado a los sonidos que le
rodean, es que hoy nos encontramos con una serie de ideas sonoras preconcebidas,
incorporadas casi subliminalmente en nuestra percepción del sonido. Resulta lógico
entonces que este entramado de ideas traspase lo meramente sonoro para llegar a lo
tradicionalmente comprendido como “musical”, definiendo así la forma en la que el
compositor utiliza los sonidos y el oyente ideal los interpreta. Entonces nos encontramos
con una serie de códigos sonoros que dan pie a la formación de un lenguaje donde los
significados son determinados por los ritmos, la variación de las alturas, los timbres, las
dinámicas, entre muchos otros elementos musicales.
Si bien las barreras entre ambos estilos no son tan rígidas y encontramos constantemente
piezas que se debaten entre los dos, podemos advertir que la música programática es más
“familiar” para la mayoría de las personas, ya que maneja conceptos con los que incluso un
oyente no letrado en el lenguaje meramente musical puede comprender. Por esto mismo
es que se puede establecer relaciones entre la música popular (que comúnmente se vale
del canto para expresar ideas extra musicales) y la música programática, aunque este
último concepto suele reservarse para la música “académica” o “docta”.