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2.

El trabajo sistémico
1305colo,L. 9 bey6ndo,1? (200B).
Terap► o 513Elmtco Individual. 100105 A ► rez:
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Este capítulo está dedicado a los aspectos metodológicos


generales de la terapia sistémica individual, es decir, al
marco en el que se desarrolla la terapia. Por lo tanto, nos
ocuparemos de todo aquello que concierne a la organización
de la terapia (indicaciones, diagnóstico, objetivos, dura-
ción), a la posición del terapeuta respecto del cliente y de la
relación con él, y de otras cuestiones más amplias, como los
conceptos éticos y «filosóficos» de la terapia según nosotros
la entendemos.

Indicaciones
En la primera fase de la investigación sobre la terapia de
la familia en nuestro Centro (Selvini Palazzoli et al., 1975),
se hacía una distinción neta entre terapia familiar y terapia
individual y se optaba por la primera siempre que fuera po-
sible. En los casos en los que por diversas razones algunos
miembros de la familia se eclipsaban o no manifestaban
ninguna motivación, finalmente se decidía tratar a una sola
persona, que podía ser la que había planteado la necesidad
de la terapia o, a veces, la que había sido designada como
paciente. De todos modos, los encuentros del terapeuta con
un solo cliente eran definidos como coloquios de terapia fa-
miliar, permaneciendo fieles a la definición tipológica ini-
cial, para no tener que transferir de la familia al individuo
la etiqueta de «paciente».
Las indicaciones para la terapia individual prácticamen-
te se reducían a dos: la primera cuando el cliente no deseaba
venir con su familia y planteaba eso como condición sine
qua non para la terapia; la segunda cuando el cliente no po-
día traer a su familia o a su cónyuge, porque se negaban o

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porque razones logísticas o económicas les impedían partici- complejo, recién puesto a punto, que conecta individuo y re-
par en las sesiones. Sin embargo, esto ocurría muy rara vez, laciones, mundo interno y mundo externo, comportamien-
ya que, al estar nuestro Centro especializado en terapia de tos, significados y emociones.
la familia y de la pareja, los responsables de la derivación En 1990 iniciamos una investigación sobre un tipo par-
motivaban a los clientes a acudir como familia o como pare- ticular de terapia sistémica individual cuya duración es va-
ja. (A diferencia del discurso para los alumnos en formación riable, ya que puede requerir entre una y veinte sesiones.
que, en su contexto de trabajo, desde el comienzo debían Queríamos averiguar si la terapia de familia (o de pareja) y
aceptar compromisos, especialmente aquellos que trabaja- la terapia individual tenían efectos diferentes (en cuanto a
ban en servicios que por lo común admitían las intervencio- calidad, cantidad y duración) sobre el cliente individual —o
nes sobre el individuo más que sobre la familia.) «paciente designado», según el viejo léxico de la terapia fa-
El Centro trabajó durante más de veinte años con las fa- miliar— y también explorar el importante problema de las
milias inspirándose en la epistemología cibernética de Ba- indicaciones y contraindicaciones de una y otra terapia.
teson, según la cual los cambios logrados en el sistema de Con respecto al tipo de clientes a quienes se puede acon-
las relaciones familiares debían necesariamente afectar a sejar en la actualidad la terapia sistémica individual (a car-
todos sus miembros, incluso al así llamado paciente desig- go de terapeutas sistémicos orientados a la familia o la pa-
nado, aun cuando este se hubiera negado a participar en la reja), podemos indicar los siguientes casos:
terapia. Durante muchos arios esta convicción llevó a consi-
derar la terapia de la familia (o de la pareja) como la terapia 1. Adolescentes o adultos jóvenes que, al término de una
de elección, siendo esta una de las razones principales por terapia de familia o de pareja en la cual se han resuelto más
las que se descuidó el trabajo directo con el individuo. o menos completamente los conflictos intrafamiliares, res-
Posteriormente, el Centro llegó a ser más flexible en las ponsables del malestar individual o colectivo, parecen poder
relaciones con los clientes. Se comenzó a aceptar a la familia beneficiarse con un tratamiento individual para afrontar
incluso en ausencia de uno o más de sus integrantes, y tam- las dificultades de la vida externa a la familia y los dilemas
bién a utilizar, entre las intervenciones más importantes, la relativos a la proyección de su futuro (véase el caso de Bru-
convocatoria separada de uno o más de sus miembros, de no K., capítulo 5).2
acuerdo con la hipótesis del momento. A fines de la década 2. Adolescentes o adultos que desde el principio se nie-
de 1980, mientras continuábamos trabajando con las fami- gan a aceptar una terapia familiar (véase el caso de Giorgio
lias y parejas, comenzamos a interesarnos de manera siste- F., capítulo 4). En cambio, los niños son tratados dentro de
mática en la terapia individual,1 movidos por la misma cu- la terapia familiar o, a veces, con una intervención sobre la
riosidad que veinte arios antes había caracterizado la exci- pareja de los progenitores, para evitar la patologización.
tante y proficua incursión del equipo original de Milán en el 3. Un cónyuge que pide una terapia de pareja resistida
entonces nuevo y poco explorado (en Italia) territorio de la desde la primera sesión por el otro cónyuge (véase el caso de
terapia familiar y de pareja. Carla V., capítulo 5).
Así como entonces el equipo se basó, para su investiga- 4. Un cónyuge separado o divorciado que al final de la
ción sobre la terapia familiar, en el nuevo modelo experi- primera sesión de consulta pide una terapia de pareja o de
mentado con éxito por el grupo del MRI de Palo Alto, ahora familia, oficialmente para comprometer al otro cónyuge
podemos ocuparnos del individuo utilizando un modelo más aduciendo el problema (verdadero o falso) de los hijos, pero
con el objetivo secreto de negar la separación.
1 Naturalmente, como ya se mencionó en el capítulo 1, Luigi Boscolo ha-
bía seguido conduciendo terapias individuales por cuenta propia desde co-
mienzos de la década de 1970, experimentando de vez en cuando con las 2 En este capítulo y en el próximo nos referiremos directamente a los ca-
ideas y las técnicas surgidas de la terapia sistémica familiar conducida en sos clínicos descriptos en la Segunda parte, indicando el nombre y la ini-
equipo. cial del cliente.

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5. Los casos, ya mencionados, en los que los familiares se sarrollando consultas entre servicios psiquiátricos o socia-
niegan abiertamente a concurrir a las sesiones, alegando di- les públicos o privados.
ficultades insuperables de tipo económico o logístico (véase Un argumento a menudo desatendido, o desestimado
el caso de Giuliana T., capítulo 5). más o menos deliberadamente, relativo a las indicaciones
6. En el ámbito de nuestra investigación sobre la terapia de terapia, es que las diferencias significativas en la perso-
sistémica individual, además de los casos antes citados de nalidad del terapeuta y la diversidad de los modelos adopta-
terapia individual de «segunda opción» (debida a la imposi- dos deben ser atentamente consideradas, en el sentido de
bilidad o inviabilidad de una terapia de familia o de pareja), que hay ciertas características personales del terapeuta y
también hemos encontrado «casos de primera opción», en ciertas teorías que se adecuan más a algunos casos que a
los cuales desde el comienzo proponemos una terapia indi- otros. Tradicionalmente, los psicoanalistas eran muy cuida-
vidual. Estos últimos comprenden casos de adolescentes y dosos, sobre todo en el pasado, para definir la viabilidad del
de adultos de todas las edades que se presentan en nuestro análisis de los pacientes. Hoy, con la gran masa de profesio-
Centro con la sintomatología más variada y que, en el pri- nales que afluyen al mercado y con la consecuente compe-
mer encuentro, aun en presencia de otros miembros de la tencia, la mayor parte de los terapeutas suelen aceptar a
familia, parecen hallarse en una fase más o menos avanza- todo cliente que se les presente; en los casos en que la tera-
da de desvinculación del sistema familiar. (Es obvio que en pia no evoluciona, después de repetidos intentos de salir de
los casos que no ofrecen estas señales, como en los de psico- una eventual impasse, algunos terapeutas desgraciada-
sis, personalidad infantil, relaciones simbióticas, etc., la te- mente atribuyen el fracaso a las características particulares
rapia de familia sigue siendo para nosotros el tratamiento del cliente (resistencias) más que a sí mismos o a la teoría
de elección.) adoptada. Como ya se ha dicho, las teorías son como las re-
des del pescador: ninguna red es adecuada para atrapar to-
Otra razón importante que nos llevó a interesarnos en la da clase de peces. Los estudios catamnésicos son más bien
terapia individual sistémica fue la frecuencia con que la ma- elocuentes al respecto, aunque deban ser evaluados con
yoría de los alumnos en formación traía a la supervisión ca- prudencia por cuanto, como bien se sabe, reflejan las premi-
sos de terapia individual. Esto ocurría por motivos institu- sas de los investigadores.
cionales, cuando no les era posible utilizar la terapia de fa- Por ejemplo, varios estudios catamnésicos diferenciales
milia porque su servicio no preveía o desalentaba esa pra- indican que algunos tipos de terapia son más útiles que
xis; o bien, en el caso de los alumnos que trabajaban en un otros en relación con las características del problema pre-
contexto privado, porque resultaba más oportuno tratar a sentado por los clientes. Para citar una analogía extraída de
los clientes en forma individual, o porque se sentían más a la investigación sobre la terapia de pareja, ha sido experi-
gusto, o incluso —en algunos casos— porque de esta mane- mentalmente demostrado que, para los problemas de pareja
ra era posible establecer un tratamiento más largo y redi- de intensidad moderada, la terapia conductista es el método
tuable, pero también menos propenso al estrés. Una vez que da los mejores resultados en un tiempo breve; sin em-
más, vale la pena señalar que en el último decenio el interés
por la terapia individual sistémica ha aumentado, no sólo
por estas razones prácticas sino también por el ya citado vi-
1 bargo, cuando los problemas son de mayor gravedad, otros
modelos, como el sistémico ola terapia centrada en las emo-
ciones, dan resultados más estables, mientras que la tera-
raje teórico dentro del modelo sistémico, favorecido por las pia conductista parece ser poco eficaz en el largo plazo (Ber-
contribuciones de la cibernética de orden segundo y del trand°, 1995). Otras investigaciones han demostrado que la
constructivismo, que han vuelto a colocar en primer plano terapia familiar estructural es de probada eficacia en las
al individuo, dejado en la sombra por el modelo sistémico toxicodependencias pero que, en los trastornos de tipo psicó-
precedente. En este período, por efecto de ese mismo viraje, tico, parecerían ser más eficaces los modelos sistémicos o los
se ha comenzado a volver incluso a los sistemas amplios, de- psicoeducativos (Gurman y Kniskern, 1981; Bertrando,

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tercer grupo de operadores, predominantemente psicólogos,
1995). Los estudios de Cancrini (1982) ofrecen otro ejemplo.
asistentes sociales, educadores y, sobre todo, terapeutas de
Observó que el modelo de terapia familiar estructural era
familia y de pareja, no se basa en una idea cierta y probada
más eficaz en los casos de familias moderadamente conflic-
de patología o enfermedad individual o relacional, sino más
tuadas, mientras que el sistémico era más apto en presencia
bien en la presencia de problemas y padecimientos de tipo
de trastornos más graves, en particular de tipo psicótico.
existencial. Obviamente, estos terapeutas y operadores so-
Es importante tener en cuenta que, al hacerse cargo de
ciales no hacen primero un diagnóstico y después una tera-
la terapia y durante su desarrollo, se deben evaluar las va-
pia, sino que su evaluación forma parte del proceso terapéu-
riables individuales relativas al cliente y al terapeuta, ade-
más de las relativas a la tipología (diagnóstico) del cliente y tico.3
A pesar de estas notables diferencias en los puntos de
a la teoría y experiencia del terapeuta. A veces, el conjunto
vista, los operadores, especialmente en los servicios públi-
de estas consideraciones puede indicar obstáculos insupe-
cos, deben saber hacer una evaluación diagnóstica o por lo
rables, de los cuales es conveniente que el terapeuta esté
menos entender el significado de un diagnóstico incluido en
consciente. Por ejemplo, un terapeuta que hace sus prime-
una historia clínica. Para cualquier terapeuta, indepen-
ras armas debe considerar con cautela la posibilidad de
dientemente de su orientación teórica, hacer terapia implica
hacerse cargo de un caso de psicosis. A tal fin, es convenien-
tener en cuenta el hecho de que a veces los clientes (o pa-
te que se dirija a un supervisor experto y que discuta con él
cientes) ya han sido diagnosticados por otros colegas con un
la decisión a tomar; si esto no es factible, probablemente le
diagnóstico psiquiátrico, o de que lo serán en el futuro, o de
convenga renunciar al caso.
que ellos mismos están convencidos de que padecen de una
«enfermedad». Anticipamos aquí un concepto fundamental,
expresado más adelante en este libro: es importante tras-
cender las dicotomías y respetar la pluralidad de los puntos
Evaluación, diagnóstico y terapia: un proceso de vista, tanto en el trato con los colegas como con los clien-
recursivo tes, ya que de este modo se evitan las contraposiciones, las
simetrías y las rigideces que conducen a crear problemas
más que a resolverlos.
Evaluación y diagnóstico

El problema de la indicación de la terapia está estrecha- El diagnóstico en medicina y en psiquiatría


mente vinculado con el del diagnóstico. Las ideas sobre el
diagnóstico varían notablemente de acuerdo con los mode- En medicina, el diagnóstico es «la delimitación de la na-
los teóricos de los operadores. Algunos de estos, en especial turaleza o de la localización de una enfermedad después de
los de formación médica y psiquiátrica, utilizan el modelo la evaluación de los síntomas» (Devoto-Oh). La labor del
médico según el cual primero se hace el diagnóstico, con la médico consiste en evaluar los síntomas que observa, inser-
evaluación de los síntomas subjetivos, la anamnesis y los tarlos en una perspectiva diacrónica a través de la anamne-
eventuales exámenes objetivos, para identificar el tipo y la sis, darles un sentido unitario mediante una hipótesis del
posible etiología de la enfermedad, y después pasar a la ver- síndrome y, por último, establecer la localización (el órgano
dadera terapia. Otros, un grupo que incluye psiquiatras pe- afectado) y la causa de la enfermedad, llegando así al diag-
ro sobre todo psicólogos, se inspiran en un modelo mixto bio- nóstico etiológico. Sólo después de concluir la investigación
psicosocial. Un denominador común entre este grupo y el 3 Algunos evitan al hablar el uso de términos que puedan relacionarse
anterior es la distinción que hacen entre salud y patología, y con la patología y la enfermedad. No usan términos como «terapia», «se-
el acento que ponen sobre la importancia del diagnóstico: el sión», «paciente»; más bien hablan de «consulta», «encuentro», «cliente».
DSM es el modelo diagnóstico más utilizado por ambos. Un

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diagnóstica se podrá programar el tratamiento y formular diferentes trastornos psiquiátricos se definen mediante cri-
un pronóstico. terios que se suponen «ateóricos» y «operativos» y, por lo
El caso del diagnóstico psiquiátrico es diferente, y plan- tanto, pueden ser universalmente compartidos.4 Gracias a
tea problemas que preocupan a los mismos psiquiatras, aun este planteamiento, el DSM ha llegado a ser la clasificación
cuando recientemente se esté asistiendo a un retorno y de- y la metodología diagnóstica más difundida, adoptada pri-
sarrollo considerables de la psiquiatría biológica y de la far- mero en los Estados Unidos y luego, con la máxima aquies-
macoterapia, en desmedro del diagnóstico psicosocial. Como cencia, en el resto del mundo.
afirma Kendell (1977), autor de una interesante monogra- Diversos autores de formación sistémica y psicoterapéu-
fla sobre el diagnóstico en psiquiatría: tica en general han criticado el DSM por su pretensión de
cientificismo, que tiende a objetivar el proceso diagnóstico,
«En muchas ramas de la medicina jamás se ha puesto en transformándolo en una etiqueta. Otra crítica concierne a
duda el valor del diagnóstico. Su importancia es evidente de la incapacidad de entrever, más allá del diagnóstico, los
por sí, pues del diagnóstico dependen en gran parte el puntos fuertes y los recursos del individuo. Una tercera crí-
tratamiento y la prognosis (. . .) En el caso de la enfermedad tica se refiere a la imposibilidad, en ese modelo, de ir más
mental, la situación es bastante diferente. Un hombre de 40 allá del individuo para llegar a una evaluación incluso de su
años que duerma mal, no logre pensar con claridad y sospe- ambiente significativo (especialmente el familiar) y de las
che que sus colegas hablan mal de él a sus espaldas, puede relaciones que el individuo entabla con él.5 Estas críticas se
tener una esquizofrenia o un estado depresivo. Si es un fundamentan en una visión diferente de los problemas que
esquizofrénico, es probable que sea tratado con fenotiacina, conducen a las personas a la terapia, menos dependiente
pudiendo restablecerse completamente o volverse un en- del modelo médico.
fermo crónico (. . .) Es muy probable que los psiquiatras es-
tén en desacuerdo sobre la naturaleza de su enfermedad,
sobre si es esquizofrenia o depresión, e incluso sobre la defi- Evaluación, tipología y «diagnóstico» en nuestro modelo
nición y el significado de estos dos términos. Incluso podrían
emitir un diagnóstico de "enfermedad esquizo-afectiva", Como ya hemos señalado, la evaluación y el diagnóstico
que a muchos internistas les parecería equivalente a un varían de acuerdo con la teoría a la que adhieren los tera-
diagnóstico.de "tuberculoplasia" asignado a un paciente en peutas, y comprenden una operación de distinción, según
el cual algunos síntomas corresponden a una tuberculosis y algunos entre salud y enfermedad, según otros entre estado
otros a una neoplasia» (págs. 1-2). de bienestar y sufrimiento, y según otros más entre pro-
blema y solución.
Le ahorramos al lector una historia del diagnóstico y de Estas importantes variaciones derivan de los modelos
la clasificación psiquiátrica. Es suficiente pensar en la for- terapéuticos utilizados, los cuales prescriben efectuar en
ma de diagnóstico que hoy ejerce más influencia sobre el primer lugar la distinción entre normalidad y patología (por
pensamiento y la praxis psiquiátrica, o bien en la propugna- ejemplo, el psicoanalítico y el conductista), o bien entre esta-
da por el sistema norteamericano del DSM (Diagnostic and do de bienestar y sufrimiento (por ejemplo, los modelos que
Statistical Manual of Mental Disorders III, 1980, y más re-
cientemente IV, 1994) de la American Psychiatric Associa- 4 Se trata de una derivación del diagnóstico por categorías, tan caro a la
tion. clásica psiquiatría kraepeliniana. Omitiremos aquí entrar en los detalles
El DSM, en su formulación actual, pone el acento sobre de otros modelos diagnósticos, como el diagnóstico por dimensión, y la pro-
todo en la necesidad de establecer criterios diagnósticos que funda crítica al diagnóstico médico de los pensadores de orientación anti-
puedan valer para todos los psiquiatras y operadores, inde- psiquiátrica (Szasz, 1961; Laing, 1959).
5 Al respecto puede consultarse el lúcid.o artículo de Tomm (1993), como
pendientemente de su posición teórica. En el manual, los también las consideraciones de Clerici y Bertrando (1995).

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cepto de patología y enfermedad, basado en lo que es negati-
se inspiran en el pensamiento humanístico, en la narrativa
vo, en lo que quita responsabilidad y competencia a la per-
y en el construccionismo), o bien entre problema y solución
sona. La patología se pone en primer plano, oscureciendo los
(por ejemplo, el modelo estratégico de Palo Alto y los mode-
recursos potenciales del cliente, que a su vez será inducido a
los basados en el problem-solving). La distinción aceptada
ver y objetivar aquello que no funciona en él. Todo esto junto
más a menudo por los terapeutas estratégico-sistémicos es
se puede transformar en una profecía que se autorrealiza
entre problema y no problema, y se trata de una distinción
(Watzlawick, 1984). La consecuencia puede ser una prolon-
efectuada por el cliente y no por el terapeuta. Es a los clien-
gación de la terapia con un agravamiento de la situación y
tes a quienes se les pide que definan los problemas de los
la posibilidad de desembocar en la cronicidad o en una
cuales desean liberarse, y son los clientes quienes deciden,
terapia interminable. (Esta es una de las razones que nos
después de la terapia, si sus problemas se atenuaron o desa-
han llevado a escoger un tipo de terapia a plazo, de veinte
parecieron, definiendo de este modo el grado de éxito de la
sesiones que se celebran con intervalos más bien largos: de
terapia.
dos a cuatro semanas.)
Mantener esta posición es sencillo cuando se consideran
Inicialmente, el grupo de Milán atribuía los síntomas o
problemas fáciles de reconocer y compartir. Pero llega a ser
problemas de uno o más miembros de una familia a un «jue-
complejo en el caso de problemas para los cuales es dificil
go familiar» de naturaleza patológica. Los factores bioló-
encontrar una posición que el cliente y el terapeuta puedan
gicos se consideraban poco importantes, y la patología se
compartir. Por ejemplo, cuando el problema presentado por
atribuía a las relaciones intrafamiliares. Además del diag-
el cliente es que un poder externo trata de controlarlo trans-
nóstico, el grupo se ocupaba ampliamente de la patogénesis,
mitiendo ondas electromagnéticas a su cerebro (en lenguaje
o sea, de cómo surgían determinados síntomas de determi-
psiquiátrico, un delirio de influencia). Aquí el problema vis-
nados conflictos y pautas relacionales. Esto estaba en armo-
to por el cliente será diferente del problema visto por otras
nía con el pensamiento de la primera cibernética, según la
personas, incluso el terapeuta. En un caso de estas caracte-
cual observador y observado eran diferentes y la función del
rísticas es demasiado fácil reconocer los limites de la teoría,
observador-terapeuta era la de «descubrir» los juegos pato-
que se puede aplicar a un cierto grupo o a la mayoría de los
lógicos, donde el término «juego» se refería a una modalidad
clientes que están en condiciones de indicar los problemas
organizativa específica del sistema familiar. A falta de cate-
de los que desean liberarse, pero no a aquellos, como los
gorías diagnósticas aplicables a la familia, el grupo de Mi-
psicóticos, que no están en contacto con la realidad compar-
lán hacía entonces diagnósticos del tipo: familia «con com-
tida y para los cuales la terapia y sus objetivos no tienen
promiso esquizofrénico», o bien «con compromiso anoréxi-
sentido. Estos últimos terminan inevitablemente por
co», y así sucesivamente, desplazando la atención del indivi-
recibir un diagnóstico psiquiátrico de acuerdo con el DSM.
duo a la relación (véase Selvini Palazzoli et al., 1975).
Muchos terapeutas, especialmente los que tienen una
Después, con el advenimiento de la cibernética de orden
formación médica, una vez hecho el diagnóstico e iniciada la
segundo y del constructivismo, las ideas sobre el diagnóstico
terapia suelen buscar la «verdadera causa» de la enferme-
cambiaron de manera significativa. Las ideas de Maturana
dad, empeñándose en una «cacería» que, en el estado actual
(1970) —para quien los sistemas sólo pueden comportarse
de nuestros conocimientos, corre el riesgo de ser vana y per-
de acuerdo con el modo como están constituidos y por lo tan-
judicial, centrando la atención en la «enfermedad» en des-
to no se puede hablar de sistemas normales o patológicos, y
medro de la «normalidad».
la «realidad», por su parte, emerge en el lenguaje a través
En nuestra opinión, comunicar un diagnóstico específico del consenso, por lo cual la patología se co-genera— han he-
a eventuales colegas, y en especial al cliente, requiere mu-
cho evidente la impropiedad del concepto de patología. Tam-
cha sensibilidad y capacidad de transmitir esperanza y fe a
bién Anderson y Goolishian (1988, 1992) se niegan a pensar
través de canales no verbales. De lo contrario, corremos el
en términos de patología o de diagnóstico, basándose en una
riesgo de evocar un escenario futuro dominado por el con-

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visión construccionista, que privilegia el lenguaje y los sis- A mediados de la década de 1970, el grupo de Milán
temas de significado. Esta concepción se puede expresar escribió el artículo «Ipotizzazione, circolaritá, neutralitá: tre
afirmando que no son el individuo, la familia y la sociedad direttive per la conduzione della seduta» (Selvini Palazzoli
los que deberían cambiar, sino los sistemas de significado et al., 1980a), que muy pronto llegó a ser su obra más influ-
transmitidos en el lenguaje, que se crean con el tiempo en yente.6 En él se subraya la importancia de la hipótesis sisté-
relación con el problema presentado (el «sistema creado por mica, con la cual se ordenan los datos observados. La vali-
el problema» o problem-determined system; Anderson et al., dez de la hipótesis es confirmada a través de las preguntas
1986). del terapeuta, y las retroacciones del cliente permiten de-
De acuerdo con estas concepciones, podemos considerar sarrollar siempre nuevas hipótesis. Este modo de pensar y
el proceso diagnóstico sobre todo como un proceso de atribu- de actuar está situado en el extremo opuesto de la formula-
ción lingüística: en efecto, si la «realidad» surge del lenguaje ción de un diagnóstico tradicional, que de por sí es estático:
a través del consenso, también los conceptos de patología y la hipótesis permite enfocar la atención en el tiempo y en un
salud y las categorizaciones diagnósticas son fruto del con- contexto específico.
senso de una comunidad de expertos. Otros autores que po-
nen el lenguaje en la base de todo llegan a conclusiones si- «El diagnóstico es una descripción que pretende ser objetiva
milares: por ejemplo White y Epston (1989), que se inspiran (. .) El psiquiatra cree en el diagnóstico (. . .) Sus instru-
en el concepto del discurso dominante de Foucault (1970); mentos de intervención serán diferentes de acuerdo con el
Anderson y Goolishian, Hoffman, Andersen, que se inspi- diagnóstico efectuado.
ran en la narrativa y en el construccionismo social, y tam- »Con la hipótesis el terapeuta introduce elementos dife-
bién otros, como De Shazer (1991) y en parte nosotros mis- rentes: ante todo, desde el momento que es una conjetura,
mos (Boscolo et al., 1991), que nos inspiramos en la teoría de no es una objetivación. En efecto, si la hipótesis se objetiva,
los juegos lingüísticos de Wittgenstein (1953). llega a ser un diagnóstico. Y, como conjetura, también elimi-
Volviendo a ese juego lingüístico particular que es el na la indefinición temporal: "En este momento tomo los da-
diagnóstico psiquiátrico, nos interesa señalar que lleva a la tos y los reúno de esta forma" (. . .) Lo que nosotros hacemos
objetivación [reification] y la consiguiente simplificación de es poner un signo de interrogación junto a todas las defini-
una realidad compleja. Sobre todo, a una objetivación que a ciones de patología que nos llegan y así pasamos del diag-
veces tiene notables efectos pragmáticos, incluso porque un nóstico a la hipótesis» (Boscolo y Cecchin, 1988, págs. 20-1).
diagnóstico, especialmente en los casos graves, puede intro-
ducir un concepto de atemporalidad, en el sentido de que Desde este punto de vista, el diagnóstico no es ya un con-
una vez que ha sido formulado tiende a convertirse en un cepto que deba aceptarse sin discusión, pero tampoco una
atributo consustancial de la persona, que no puede liberar- idea que se deba combatir, como pretendía la antipsiquia-
se de él (de donde viene el famoso proverbio: «Una vez esqui- tría (véase Jervis, 1975). Es uno de los posibles «tanteos» de
zofrénico, esquizofrénico para siempre»). Además, el diag- la realidad. Nosotros consideramos las posturas más decidi-
nóstico puede traducirse en un concepto totalizador, donde das en favor de la no-patología como tanteos posibles, que
la persona se convierte en la enfermedad y la enfermedad han de considerarse junto con los otros. Con el tiempo, nues-
en la persona. tra actitud con relación a este tema llegó a ser la de no plan-
Precisamente para evitar estos peligros, nosotros y mu- tearnos más el problema de si es o no patología. Nos encon-
chos otros colegas de inspiración teórica diferente utiliza- tramos más a gusto en una lógica que supere todas las dico-
mos un lenguaje despatologizante: por ejemplo, evitamos tomías: psíquico/somático, normal/patológico, emotivo/cog-
las palabras y expresiones que aluden a la enfermedad, y nitivo, biológico/relacional, etcétera.
empleamos más bien palabras y metáforas que evocan la 6 Sobre el proceso de formulación de hipótesis [hypothesizing], véase en

presencia de recursos, de competencias y de autonomía. el capítulo 3 «Principios para la conducción de la sesión».

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La superación de las dicotomías es útil en la praxis. Co- evolución conectado recursivamente con el efecto terapéuti-
mo terapeutas que actuamos en diferentes contextos, esta- co de la investigación del terapeuta sobre una o más perso-
mos conscientes de la necesidad de comunicarnos con otros nas consideradas en su contexto relacional y emotivo. El
expertos, que creen en las etiquetas diagnósticas y se valen diagnóstico se identifica con las hipótesis que se formulan
de ellas continuamente, sin ser descalificados por esos ex- a medida que el proceso terapéutico avanza. Al respecto
pertos, como sucedería si simplemente ignorásemos sus escribe Ronald Laing (1969), anticipándose treinta años a
diagnósticos. En efecto, coherentemente con la posición que las descripciones hechas por los terapeutas (incluidos noso-
hemos elegido, de ponernos por encima de las dicotomías, tros mismos) que se inspiran en el construccionismo y en la
no nos oponemos a los diagnósticos clínicos hechos por cole- narrativa:
gas o aportados por los clientes. Respetamos los diferentes
puntos de vista diagnósticos, no sólo porque a ningún punto «El diagnóstico comienza en el momento en que se entra en
de vista en el campo de los problemas de conducta se le pue- contacto con el cliente y no finaliza nunca. La manera como
de dar status de verdad incontrovertible, sino también por- se discierne la situación modifica la situación. En cuanto co-
que un mayor número de puntos de vista hace justicia a la municamos de algún modo (con un gesto, un apretón de ma-
complejidad de las teorías y los lenguajes de los componen- nos, un acceso de tos, una sonrisa, una inflexión de voz) lo
tes de un sistema terapéutico dado. Naturalmente, si todos que vemos o creemos ver, se produce un cambio, aun en la
los operadores intervinientes respetasen los puntos de vista situación más rígida (. . .) Lo que se ve cuando se examina
ajenos, la situación sería ideal, y de seguro aumentaría la una situación se modifica cuando se escucha el relato de los
eficacia terapéutica de un servicio psiquiátrico. hechos. En el lapso de un año (. . .) la historia habrá experi-
Al respecto nos parece conveniente que el terapeuta, es- mentado una serie de transformaciones (. . .) Así como la
pecialmente si trabaja en los servicios públicos, conozca los historia se modifica con el paso del tiempo, del mismo modo
sistemas y las categorías diagnósticas más en boga, en par- aquello que se ve sufre algunas modificaciones. En un mo-
ticular el DSM, que ya se ha convertido en el manual de re- mento particular se tiende a definir la situación de un modo
ferencia. El conocimiento de más de un sistema diagnóstico particular (. . .) Una definición particular de la situación
no sólo permitirá dialogar con colegas de orientación dife- puede generar historias diferentes. Las personas recuerdan
rente, sino que impedirá adoptar y objetivar definitivamen- cosas diferentes, las relacionan de modos diferentes (. .)
te un determinado sistema diagnóstico, quedando prisione- Nuestra definición es en sí misma una intervención que, al
ro de él. introducir un factor nuevo, transforma la situación, la cual
A veces nos preguntan, en reuniones o seminarios, si exige ser nuevamente definida»7 (págs. 46-7).
creemos en la patología. En nuestras repuestas, además de
subrayar lo que ya dijimos sobre la superación de las dicoto- Estamos totalmente de acuerdo con esta idea de recursi-
mías, procuramos enfatizar el concepto de «patologización» vidad entre diagnóstico y terapia —vista en una perspectiva
como un proceso que se establece con el tiempo a través de diacrónica— y con el cambio de la historia del cliente en el
la comunicación entre expertos, miembros de la familia, transcurso del proceso terapéutico. Hay dos conceptos que
coetáneos, servicios, etc., y que llega a adquirir el valor y los en los últimos diez años han adquirido para nosotros una
efectos de un discurso dominante (Foucault, 1966) en el con- posición central en el proceso evaluativo y terapéutico: la
texto específico con el cual el cliente está conectado. Este «despatologización», que se realiza tanto a través del len-
discurso a veces termina por ser totalizador y llega casi a co- guaje usado con el cliente como mediante el comportamien-
brar vida propia, favoreciendo así más la persistencia del
problema que su resolución. 7 Esta última frase nos hace pensar en la conclusión del artículo sobre la
Si tuviéramos que resumir nuestro punto de vista sobre formulación de hipótesis (Selvini Palazzoli et al., 1980a), en el cual se
planteaba la posibilidad de que las hipótesis se convirtieran en una inter-
el diagnóstico, diríamos que es un proceso estimativo en
vención.

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to del terapeuta, y la creación de un contexto en el cual pre- proseguir la terapia. Las vicisitudes de los objetivos del
valece una visión positiva de posible evolución y superación cliente tienen que estar en relación con los objetivos del te-
de las dificultades.8 rapeuta. Por ejemplo, un terapeuta estratégico breve o con-
ductista tiene como objetivo exclusivo ayudar al cliente, pri-
mero, a establecer por sí mismo los objetivos de la terapia, y
luego, a liberarse de sus problemas en el tiempo más breve
Objetivos posible; un terapeuta psicodinámico breve tiene el objetivo
de ayudar al cliente a resolver conflictos particulares (inter-
Los objetivos de la terapia obviamente reflejan la teoría, vención focal: Balint et al., 1972; Malan, 1976) y temáticas
las experiencias y los prejuicios del terapeuta. Sin embargo, emergentes en el curso de la terapia, que se consideran la
al definirlos, ante todo debemos tener en cuenta los objeti- fuente de su sufrimiento. En estos casos, el objetivo es la re-
vos del cliente. La intención de este puede ser sólo salir de solución de la crisis y de los problemas presentados, y el
una crisis y liberarse de los síntomas. Otras veces puede análisis de la realidad actual tiene prioridad sobre el del pa-
buscar respuestas a dudas existenciales que lo han ator- sado lejano.
mentado durante mucho tiempo. O bien tener la sensación En los casos en que el terapeuta, basado en sus teorías y
de que el síntoma representa la punta de un iceberg, «de al- sus prejuicios, cree que el problema presentado no es el pro-
go que no funciona», cuya naturaleza desconoce. O incluso blema principal sino un epifenómeno de alguna otra cosa
esta sensación puede aparecer cuando, una vez resuelto el que es necesario explorar (y modificar), sus objetivos cam-
problema presentado, persiste o se acentúa un estado de bian. Tratará de crear con su cliente un contexto terapéutico
ansiedad e inseguridad difusa. El cliente también pue- de exploración e investigación común en el cual la globali-
de desear modificar una situación relacional familiar o de dad de la persona del cliente ocupará una posición central.
trabajo, buscando en la terapia claves para cambiar a los En estos casos, la terapia por lo común es más prolongada y
demás. Por último, es posible que solapadamente pida la te- los síntomas pierden importancia y llegan a ser considera-
rapia no para sí, sino para aplacar la angustia de un parien- dos el resultado de conflictos internos o relacionales, mien-
te preocupado por un supuesto problema suyo. Es impor- tras asume una importancia fundamental la naturaleza de
tante que el terapeuta preste constante atención y que la relación que el cliente tiene consigo mismo, con su mundo
evalúe cuidadosamente los objetivos del cliente y su evolu- interno y con el mundo externo, pero también la naturaleza
ción en el tiempo. de la relación que se establece entre terapeuta y cliente. La
Está muy difundida la convicción de que el objetivo prio- pasividad, la dependencia, la seducción, los intentos de con-
ritario del cliente es la eliminación de su estado de malestar, trolar la relación por parte del cliente, además del interés
de su sufrimiento. Como ya observó Freud, cada uno de no- por su historia, llegan a ocupar el centro de la escena en lu-
sotros vive del mejor modo posible, en el sentido de que tra- gar de los síntomas iniciales.
tamos constantemente de evitar la ansiedad. Es evidente En nuestra modalidad de trabajo, el objetivo es crear un
que a medida que evoluciona la relación terapéutica, tam- contexto relacional de deutero-aprendizaje, es decir, de
bién pueden evolucionar los objetivos, como ocurre cuando, aprender a aprender (Bateson, 1972), en que el cliente pue-
desaparecidos los síntomas, el cliente siente la necesidad de da encontrar sus soluciones, sus vías de salida de las dificul-
tades y sufrimientos. Con ese fin, se explora el contexto en el
8 Naturalmente, en los casos graves no se ocultará la gravedad ni la po- que vive y en el que se han manifestado sus problemas. Se
sibilidad de que se requiera un tiempo prolongado para la superación de presta particular atención a algunos aspectos significativos:
los problemas presentados y, en caso de que ya se hayan hecho diagnósti-
cos preocupantes (por ejemplo, esquizofrenia, graves trastornos de la per-
¿los problemas se presentaron en el contexto familiar, en el
sonalidad, etc.), estos serán considerados a la luz de su gravedad pero tam- laboral o en las relaciones con coetáneos? ¿En qué etapa de
bién de la posible y probable evolución positiva en el tiempo. su vida? ¿En qué circunstancias? Tratamos de conocer y

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profundizar en el sistema que se ha organizado en torno del De hecho, en nuestra experiencia nos hemos encontrado
problema presentado (Anderson et al., 1986), es decir, los con diversos casos de personas que nos pidieron una terapia
acontecimientos, los significados y las acciones que inicial- después de haber abandonado otra porque no se entendían
mente se organizaron en torno de él, y las relaciones con los con el terapeuta (como acabamos de mencionar) o porque no
sistemas significativos del cliente (en primer lugar con sí estaban satisfechas con los resultados obtenidos. Las. razo-
mismo, después con la familia, los coetáneos, los expertos, nes para la interrupción a menudo se relacionan con la téc-
etc., incluso, naturalmente, con el terapeuta) que contribu- nica del terapeuta (recurre demasiado al silencio, no accede
yen a la evolución y a la persistencia de los problemas. a los pedidos del cliente, se escucha demasiado a sí mismo,
Aquí deseamos poner de relieve, dada nuestra larga ex- es demasiado vago), o con su orientación a una terapia de
periencia de investigadores y terapeutas de la familia, la largo plazo contrariamente a las expectativas del cliente o,
atención particular que prestamos a las relaciones familia- por fin, con la escasa simpatía o participación frente a las
res, no sólo en la familia nuclear sino también en la extensa: instancias de este último. Es obvio que muchos de estos
podríamos decir que muchas de nuestras terapias indivi- abandonos deberían hacernos reflexionar sobre los even-
duales se pueden considerar en cierto sentido como terapias tuales errores y rigideces del terapeuta, y ponen de relieve
familiares indirectas. Sin embargo, debemos recordar que la prioridad que debe darse a la posición de interlocutor y la
la mayor atención está dirigida a la conversación interna importancia de adaptarse a las modalidades de comporta-
del cliente, a sus premisas, prejuicios y emociones, a las re- miento y comunicación del cliente.
laciones entre su mundo interno y el mundo externo, y al Otros casos de interrupción precoz por decisión del clien-
efecto que todo eso tiene sobre los pensamientos y emocio- te se registran cuando se propone y se inicia la terapia sin
nes del terapeuta, que a su vez influyen recursivamente en haber profundizado suficientemente en las razones del
el cliente. pedido de ayuda. Como escribe Lyman Wynne (Wynne et al.,
En el primer encuentro es oportuno detenerse en las ex- 1986), a veces un cliente se dirige a un experto no con la idea
pectativas y eventuales urgencias del cliente, que se pueden de iniciar una terapia, sino para esclarecer algún aspecto de
manifestar como una necesidad exclusiva de liberarse rápi- su vida, o para obtener un consejo profesional, es decir, ha-
damente de un problema específico, tal como un estado de ciendo un pedido que puede ser satisfecho más adecuada-
ansiedad, una fobia, un ritual obsesivo intolerable o una cri- mente por medio de una consulta que por medio de una te-
sis de pánico, para volver a la situación de relativo bienestar rapia (Boscolo y Bertrando, 1993, págs. 111-3).
previa a la aparición de los síntomas. En tal caso puede ser Es interesante señalar que muchos estudios catamnési-
oportuno no adentrarse demasiado en la historia del cliente cos llevados a cabo en los Estados Unidos concuerdan en
ni en su mundo interno y ocuparse más bien de los sínto- afirmar que los clientes en general no esperan tener más de
mas, tratando de ayudarlo a liberarse de ellos mediante las cinco o seis encuentros con el experto a quien se han dirigi-
técnicas apropiadas, provenientes de otros modelos, como el do. En efecto, en ese país la duración media de la mayoría de
estratégico, el estructural, el conductista, el ericksoniano, las psicoterapias no supera las diez sesiones; además, la
etc. (véanse los casos de orientación estratégico-sistémica mayor parte de los clientes espera que la terapia no dure
expuestos en el capítulo 4). El hecho de no reconocer la ur- más de tres meses y declara que el mayor impacto positivo
gencia o, más generalmente, las expectativas del cliente se registra entre la sexta y la octava sesión (Budman y Gur-
puede comprometer el «enganche» y favorecer la ruptura de man, 1988). Esto puede reflejar la tendencia de la psicote-
la relación terapéutica. Al respecto, a menudo hemos escu- rapia en el panorama norteamericano a ser cada vez más
chado el relato de clientes que habían interrumpido precoz- breve por problemas económicos y políticos. Si en este con-
mente una terapia porque el terapeuta parecía dar excesiva texto las expectativas del experto son las de una terapia a
importancia a la historia de la persona o a la relación tera- largo plazo, se pueden producir interrupciones precoces de-
péutica, desentendiéndose de los síntomas. cididas por los clientes cuyas expectativas difieren de las del

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terapeuta. En Europa, sin embargo, las expectativas de los ducido a unas pocas páginas, porque "tenía la mente en
clientes sobre la duración de la terapia son diferentes, aun blanco, solamente se me ocurrió esto".
cuando se estén difundiendo las terapias breves. Por lo co- »En estas dos sesiones, el humor del cliente había co-
mún la expectativa es que la duración de la terapia, y a ve- menzado a ser más vivaz. Después dejó de hablar de la nece-
ces incluso la frecuencia de las sesiones, sean superiores, co- sidad de tener más de una sesión por semana, ya que había
mo ilustra este ejemplo que hemos extraído de I tempi del empezado a sentirse mejor. Probablemente la mejoría se
tempo. relacionaba con el hecho de que se había aceptado su necesi-
dad de tener más sesiones; y había dejado de escribir y de
«Un hombre de veinticinco años se presentó en nuestro leer las "sesiones" domiciliarias porque esto le quitaba la po-
centro aquejado de un estado depresivo. Al final del primer sibilidad de hablar con el terapeuta: ¡incluso se podría de-
encuentro de evaluación, el terapeuta, uno de los autores, cir que cuantas más sesiones tenía, menos sesiones hacía!»
aconsejó al cliente una terapia individual con una frecuen- (Boscolo y Bertrando, 1993, pág. 122).
cia de una sesión por semana. El cliente aceptó, pero des-
pués de un par de meses de terapia, comenzó a manifestar
un empeoramiento de los síntomas depresivos y en cierto Creemos que nuestra predilección actual por un marco
momento estalló: "¡Me siento cada vez peor porque no me temporal breve-largo en la terapia individual (breve en rela-
basta con venir una vez por semana!". Replanteó la frecuen- ción con el número de sesiones, largo en relación con la du-
cia hablando de una joven tía y de un amigo que estaban en ración total de la terapia) obedece a una serie de factores co-
terapia y asistían a dos o tres sesiones por semana, y pare- mo: la orientación hacia una terapia más exploratoria que
cían menos deprimidos que él. Naturalmente, el terapeuta «tecnológica» (de problem-solving), la larga experiencia con
opinó que, de acuerdo con su evaluación del caso, una sesión el modelo de terapia familiar sistémica basada en sesiones
semanal era lo más indicado. De no ser así, habría optado con intervalo mensual, el interés por la totalidad de la per-
por una frecuencia diferente. Observó, además, que el tim- sona y no sólo por los problemas presentados y las solucio-
ing del cliente no coincidía con el del terapeuta y que, por lo nes relativas, nuestra investigación sobre tiempo y cambio
tanto, ambos se encontraban en una impasse. Para el tera- (Boscolo y Bertrando, 1993) y, finalmente, nuestra condi-
peuta, aceptar la propuesta del cliente hubiera implicado ir ción de europeos, un tanto pragmáticos pero de todos modos
en contra de su propio juicio clínico; no aceptarla, por otra especulativos.
parte, hubiera implicado rechazar las exigencias del cliente. Nos agrada pensar y actuar dentro de un marco más
»Por lo tanto propuso que, para salir de la impasse y sa- bien amplio, que en ciertos casos nos permita ocuparnos
tisfacer las exigencias de ambos, el cliente añadiera a la prioritariamente de resolver problemas específicos, y en
sesión semanal con el terapeuta otras dos sesiones, efectua- otros, ayudar al cliente a superar las dificultades de su
das en casa, apartado en una habitación, con un reloj que le mundo interno y externo que le impiden alcanzar un nivel
indicase el final a los cincuenta minutos y con un bloc de no- de autonomía y autoestima satisfactorio. En otras palabras,
tas en el cual debía escribir todo lo que se le ocurriese, sin aun cuando en algunos casos nuestro objetivo pueda consis-
censura alguna, pensando que estaba hablando con el tera- tir en hacer desaparecer uno o más síntomas en un tiempo
peuta. Debía llevar lo escrito a la sesión siguiente. Una se- breve, no superior a cinco o seis sesiones, con frecuencia la
mana después el cliente se presentó con un voluminoso plie- naturaleza de los problemas presentados —como en los ca-
go, que entregó al terapeuta, quien inmediatamente se lo sos de anorexia crónica posterior a la adolescencia, bulimia,
devolvió pidiéndole que leyera lo que había escrito. El clien- trastornos borderline de la personalidad o psicosis— requie-
te leyó durante los cincuenta minutos, sin que el terapeuta re tiempos más largos y un mayor énfasis en el proceso de
lo interrumpiese. La sesión siguiente el pliego se había re- exploración de las emociones y de los significados emergen-

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tes en la sesión, más que en las técnicas y estrategias aptas
para cambiar comportamientos específicos. Al respecto, Cade y O'Hanlon (1993) muestran cómo los
distintos terapeutas ven cosas diferentes y, lamentablemen-
te, a menudo ignoran las ideas y las prácticas de otros cole-
gas. Dicen lo siguiente:
Tiempo y cambio
«Los terapeutas conductistas "descubren" problemas de
conducta; los analistas "descubren" problemas intrapsíqui-
«El tiempo define los enfoques [terapéuticos] y, del criterio
cos, cuyo origen se atribuye a la infancia; los psiquiatras de
asumido con referencia al tiempo, se define cada enfoque
orientación biológica "descubren" problemas neurológicos y
(. . .) Aunque cada enfoque terapéutico tenga su propia idea
déficit de naturaleza bioquímica; los terapeutas estructura-
del tiempo y a menudo una posición no muy definida con listas "descubren" ambigüedades en las jerarquías y en las
respecto al rol del tiempo en la formación y la resolución de coaliciones; los terapeutas contextuales "descubren" los
los dilemas humanos, ninguna teoría logra alcanzar de mo- efectos de la explotación y de la injusticia intergeneracional;
do adecuado una visión general del tiempo en relación con los terapeutas breves "descubren" pautas de pensamiento y
la teoría y la práctica terapéutica» (Gibney, 1994, pág. 61). acción que se refuerzan a sí mismas» (pág. 50).

En realidad, como lo hemos manifestado en el capítulo 1,


Una relación crucial Luigi Boscolo ya había trabajado durante muchos años co-
mo terapeuta individual de orientación psicodinámica, y
La relación entre el tiempo y el cambio en la terapia es más tarde, en la década de 1970, siguió experimentando, en
un tema que hemos desarrollado ampliamente en I tempi casos de terapia individual, con las ideas y técnicas vincula-
del tempo (Boscolo y Bertrando, 1993). En esa obra sostuvi- das a la terapia de la familia: en primer término las del mo-
mos que la teoría del terapeuta respecto del tiempo que se delo estratégico-sistémico del MRI, y luego las del modelo
necesita para que la terapia concluya con éxito puede tener sistémico-cibernético de inspiración batesoniana. Estas ex-
un notable efecto pragmático en el cambio, favoreciéndolo, periencias con las familias tuvieron un profundo efecto en
acelerándolo o retardándolo. Los terapeutas orientados ha- nuestra visión y filosofia de la terapia, tanto en lo que con-
cia las terapias breves tenderán a crear un contexto tera- cierne a los objetivos como al tiempo requerido para alcan-
péutico que facilite la conclusión de la terapia en un tiempo zarlos. Recapitulamos a continuación las ideas y experien-
limitado, mientras que los terapeutas habituados a terapias cias que ejercieron mayor influencia sobre nosotros.
de larga duración tenderán a crear las premisas para una
terapia prolongada, y a observar signos de «curación» sólo 1. En la terapia se puede tener como objetivo la solución
después de un larguísimo período de trabajo y de innumera- de los problemas presentados si estos tienen un carácter de
bles sesiones. urgencia para el cliente, si han surgido durante una crisis
Obviamente, de las dos variables, tiempo y cambio, esta que no parece grave, si no han estado precedidos por una
última depende en gran medida de las ideas de los terapeu- historia de problemas psiquiátricos importantes y si el
tas sobre lo que se puede considerar cambio, ideas que se cliente no presenta trastornos graves de la personalidad.
modifican notablemente de acuerdo con la teoría que sirve En estos casos la terapia se puede concluir en pocas sesio-
de referencia. Por ejemplo, algunas teorías apuntan a cam- nes, apelando a intervenciones centradas en la solución de
biar los comportamientos sintomáticos; otras, las premisas los problemas presentados.
epistemológicas; otras, los conflictos inconscientes; otras Pero si los síntomas parecen ser la punta de un iceberg y
más, la historia del cliente, y así sucesivamente. su solución no es suficiente para poner fin a las dificultades
del cliente, entonces el terapeuta se ocupa de la «persona»,

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de sus premisas y de su historia. En estos casos la terapia terapéuticos incluso por tiempo indeterminado, o quizás in-
requiere más tiempo y se caracteriza por una exploración, terminables, si bien separados por largos intervalos.
junto con el cliente, de su historia y de las perspectivas pre-
sentes y futuras. Como se describirá con más detalle en otro 4. La investigación sobre el tiempo y el cambio (Boscolo y
lugar, la terapia individual que hacemos ahora se inspira en Bertrando, 1993) ha destacado la importancia que tiene
este último tipo de experiencia, aunque también utilicemos para el terapeuta la conciencia del tiempo y de los ritmos de
intervenciones del primer tipo. la terapia. La coordinación de su tiempo individual con el
tiempo del cliente, la «danza» terapéutica, es un proceso a
2. Una idea que ha tenido y tiene todavía una influen- veces dificultoso, por ejemplo en los casos de personalidad
cia significativa en nuestro pensamiento clínico es que los obsesiva hipomaníaca o psicótica del cliente. Naturalmente,
síntomas surgen en contextos en los cuales una persona no el terapeuta también debería estar consciente de la coordi-
logra encontrar sentido a su relación consigo misma y con nación del tiempo de su cliente con el de las personas signifi-
las personas significativas de su entorno (esta situación es cativas de su entorno.
comprobable en máximo grado en las psicosis). De esto se
deduce que los síntomas, incluidos aquellos de los que el 5. En la mayoría de los modelos de terapia breve, el tera-
cliente puede estar vagamente consciente —como en los peuta se interesa por el tiempo presente y futuro, mientras
casos de conflicto de identidad o de duda existencial—, pue- que nosotros nos ocupamos de todo el arco de la vida del
den considerarse como dilemas relacionales, y disolverse cliente, incluso de su pasado. Nos interesan las conexiones,
aun repentinamente, como la nieve al sol, cuando se actúa los vínculos que con el tiempo han conducido al cliente a
sobre un nudo relacional particular. Este tipo de cambio construir la historia que ha construido. Como se verá en el
(cambio discontinuo por saltos) ha sido descripto detallada- capítulo 3, la concepción del terapeuta que conecta las tres
mente (Selvini Palazzoli et al., 1975; Boscolo y Bertrando, dimensiones del tiempo —pasado, presente y futuro— en
1993) y es una de las principales características del pensa- un círculo autorreflexivo entra en juego por contraste con la
miento sistémico, que ha alentado nuestro optimismo te- visión lineal-causal y determinista que el cliente adopta al
rapéutico. explicar —y explicarse— su propia historia.

3. El optimismo, que se basa también en los éxitos y la


brevedad de la terapia de la familia, ha hallado confirma- Terapia breve-larga
ción asimismo en la idea de que el sistema (individuo y fa-
milia) tiene dentro de sí las informaciones sobre cómo evolu- Después de haber realizado las diversas experiencias ya
cionar. Podemos ilustrar este punto con una analogía, si mencionadas en la terapia familiar e individual, a fines de
bien aproximativa: si un río se bloquea, un terapeuta de la década de 1980 decidimos emprender una investigación
orientación psicodinámica trabajará para desbloquearlo y sobre una terapia individual sistémica que pudiera satisfa-
luego para reconstruir el lecho del río; un terapeuta sistémi- cer las presuntas necesidades de la gran mayoría de los
co, en cambio, una vez desbloqueado el curso del río, proba- clientes, y también nuestra necesidad como terapeutas de
blemente se detendrá, contando con que el río tenga en sí operar coherentemente con el modelo que habíamos desa-
las «informaciones» que necesita para fluir hacia el mar. Sin rrollado en las dos décadas precedentes. Por toda una serie
embargo, hay que tener en cuenta que esto puede no ser de consideraciones, la modalidad que nos pareció más idó-
válido en todos los casos. Por ejemplo, los clientes con graves nea para los fines descriptos fue la de una terapia cerrada
trastornos de personalidad o psicóticos podrían ser «deses- desde el punto de vista del tiempo: una terapia que com-
tructurados» de esta manera, ya que necesitarían contactos prendiese veinte sesiones separadas por intervalos de dos a

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cuatro semanas, y cuya duración total fuera aproximada-
Freud utilizaba a veces técnicas que en la actualidad se re-
mente de un año y medio. Esta terapia se puede definir co-
lacionan con las terapias estratégicas, como la de prescribir
mo «breve-larga»: breve por el número de sesiones y, por lo
a los clientes, cuando el insight no había surtido efecto, que
tanto, por el tiempo que pasan juntos el terapeuta y el clien-
enfrentaran directamente los objetos fóbicos. Pero han sido
te, y larga por su duración total, que supera en mucho la
sobre todo algunos psicoanalistas de la posguerra (Malan,
prevista por los diversos modelos de terapia breve.
Sifneos, Mann, Davanloo, etc.) quienes desarrollaron —par-
En el contrato inicial, celebrado con el cliente en la pri-
ticularmente en Inglaterra y los Estados Unidos— algunos
mera sesión, se le comunica a este que la terapia tendrá una
tipos de terapia breve y de orientación psicodinámica que
duración máxima de veinte encuentros, separados entre sí
pudieron responder a las exigencias de las masas de usua-
por intervalos de dos a cuatro semanas, y que la mayoría de
rios que se dirigían a los servicios psiquiátricos. Estas tera-
los clientes logra completar la terapia en las primeras sesio-
pias se consideraban adecuadas para cierto tipo de clientes
nes o, en todo caso, antes de la vigésima. Si en la última se-
y de problemas (terapias breves focales o temáticas),
sión el cliente tuviera aún necesidad de terapia, el terapeu-
mientras que para otros clientes se consideraban indicadas
ta considerará la posibilidad de serle todavía útil, y si no lo
las terapias o análisis de largo plazo.
creyera así, le aconsejará que se dirija a otro colega. Es
La técnica de las terapias breves de orientación psicodi-
esencial que el terapeuta, en lugar de responsabilizar al
námica se diferencia de la que se emplea en las terapias de
cliente, se atribuya a sí mismo la falta de éxito, comunican-
largo plazo por la mayor actividad del terapeuta, el interés
do que un terapeuta no puede resolver todos los casos que se dirigido a temas o conflictos específicos, la preferencia que
le presentan.
se concede al análisis de las relaciones reales en el aquí y
Esta forma de terapia es «cerrada» en lo que concierne a
ahora respecto del análisis del transfert (que favorece la re-
su duración, pero «abierta» en lo que respecta a la opción
gresión) y, finalmente, por el énfasis puesto más en el pre-
que concede al cliente, quien puede decidir terminar la tera-
sente que en el pasado. Es significativo que en esta descrip-
pia en el momento en que se siente capaz de hacerlo. Esta
ción sintética se puedan advertir elementos técnicos simila-
modalidad se puede incorporar al discurso de la despato-
res a los de otros modelos de terapia breve; entre ellos, el
logización y de la visión positiva, que permite al cliente asu-
nuestro.
mir en primera persona una posición activa, responsable y
A propósito de las terapias breves, resulta necesario
competente al hacer sus propias elecciones existenciales.
señalar que:
¿Por qué recurrir a la terapia breve? ¿Y por qué utilizar
largos intervalos entre las sesiones, cuando la mayoría de
«(. . .) la mayor parte de las investigaciones (. . .) destacan
los terapeutas usan intervalos más breves, comúnmente de
dos puntos interesantes. En primer lugar, las pruebas su-
una semana? Comencemos por responder a la primera pre-
gieren que la terapia breve tiene la misma eficacia que la te-
gunta.
rapia de largo plazo y, en segundo lugar, los beneficios obte-
A la primera opción llegamos a través de la experiencia
nidos de la terapia breve son tan duraderos como los obte-
directa con la terapia familiar breve de diez sesiones, donde
nidos de las terapias de largo plazo» (Gibney, 1994, pág. 63).
en la mayoría de los casos los cambios más significativos
ocurrían entre la sexta y la novena sesión. También las lec-
En lo que concierne a los intervalos largos entre las se-
turas sobre terapias breves familiares e individuales tuvie-
siones, el artículo «Why a long interval between sessions?»
ron una influencia significativa. En la vertiente psicoanalí-
(Selvini Palazzoli, 1980) explica las razones que indujeron
tica, el primer nombre que se impone es el de Freud, cuyos
al grupo originario de Milán, pionero en el campo de la tera-
análisis no se prolongaban más allá del año, y a veces du-
pia, a pasar sistemáticamente de los intervalos de una se-
raban incluso mucho menos (por ejemplo, el análisis de
mana entre sesiones a los intervalos de un mes. Este cambio
Sándor Ferenczi duró apenas seis semanas). Es sabido que
temporal sucedió de manera casual, y los efectos produci-

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dos fueron tan positivos que desde entonces los intervalos portante que el terapeuta se lo recuerde, para evitar que se
mensuales han llegado a ser de rutina en las terapias de la llegue al término de la terapia sin que se haya resuelto el
pareja y de la familia. La explicación que dio dicho grupo fue problema de la separación (véase al respecto el caso de Su-
que el encuentro con el terapeuta podía tener el efecto de sanna C., capítulo 5).
perturbar el sistema-familia y desatar cambios a nivel indi- Mann (1973, en Hoyt, 1990) ha desarrollado un intere-
vidual, que se habrían reflejado a través de un remolino de sante modelo de terapia breve, cerrada, de doce sesiones,
circuitos cibernéticos en todos los miembros de la familia. denominada «psicoterapia de tiempo definido» (time-limited
Naturalmente, este proceso habría requerido cierto tiempo psychotherapy), basada en un modelo psicodinámico-expe-
para que el sistema familiar alcanzara un nuevo equilibrio. riencial. El cree que en este tipo de terapia:
De manera arbitraria se consideró que este tiempo corres-
pondería a un intervalo de aproximadamente un mes. De «(. . .) controlar la ansiedad de separación llega a ser el mo-
ahí la idea de que si el terapeuta hubiera permanecido en delo para controlar las otras ansiedades neuróticas (. . .) To-
escena en este intervalo, fijando una fecha más próxima pa- das las formas breves de terapia —lo sepan o no quienes las
ra la sesión siguiente, habría interferido negativamente, practican— hacen revivir el horror del tiempo (. . .) Un modo
obstaculizando con su presencia el proceso espontáneo de para comprender la incapacidad de dar al tiempo una im-
cambio que se estaba desarrollando. Esta es una de las ra- portancia fundamental reside en el deseo de negar el horror
zones que llevaron a los colegas anglosajones a denominar a del tiempo por parte de los mismos terapeutas» (Mann, en
la terapia «milanesa» hit and run therapy («terapia muerde Hoyt, 1990, pág. 130).
y huye»).
Durante muchos años, en las pocas terapias individua- Estas reflexiones de Mann son congruentes con la im-
les conducidas, se mantuvo el intervalo de una sesión por presión que hemos obtenido de nuestra experiencia: en los
semana, ya que se pensaba que un intervalo más largo ha- casos en que los clientes no deciden terminar antes de la de-
bría disminuido la posibilidad de compromiso o de desarro- cimoquinta sesión, se entra en una fase final, en la que el te-
llo de la relación terapéutica. En la sesión familiar este peli- ma principal llega a ser la separación de la terapia y del te-
gro es mínimo porque la relación es poliádica y, por lo tanto, rapeuta, con todas las angustias asociadas con ello. La habi-
su intensidad se distribuye entre todos los miembros del sis- lidad y la resonancia emotiva del terapeuta en esta última
tema terapéutico. fase son elementos cruciales para resolver los dilemas de la
Sin embargo, con el tiempo la curiosidad se impuso y co- separación. En una de estas sesiones hemos notado que
menzamos a usar intervalos largos también en las terapias cuando se utilizan terceros detrás del espejo, su presencia
individuales sistémicas. Aquí podemos anticipar que los re- constituye una contribución muy positiva para concluir esta
sultados fueron favorables. En la mayoría de los casos se fase final con éxito.
produjo un efecto contrario al temido, en el sentido de que Paralelamente a esta investigación sobre una terapia
los pensamientos y las emociones del cliente con respecto al breve-larga, tuvimos que conducir terapias individuales
terapeuta se revelaron más intensos a medida que trans- fuera de los vínculos de tiempo descriptos. A esta altura sur-
curría el tiempo y se aproximaba la fecha del próximo en- ge una pregunta: ¿este modelo de terapia breve-larga es fá-
cuentro. cilmente transmisible? Creemos que el terapeuta que desee
Según nuestra experiencia, cuando los problemas no se utilizarlo debe tener, en primer lugar, alguna experiencia
resuelven en las primeras sesiones, el cliente se comprome- en el campo de la terapia y, en segundo lugar, tiene que ha-
te cada vez más con el terapeuta, y —como también lo han ber utilizado marcos temporales diferentes y adquirido cier-
señalado otros terapeutas que adoptaron un marco de tera- ta seguridad y flexibilidad.
pia breve a plazo (en particular Mann)— es significativo Por último, como investigadores y como terapeutas, su-
que el cliente tienda a olvidar el número de la sesión. Es im- gerimos tener presente que nuestras técnicas y teorías son

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útiles para darle un sentido a lo que hacemos, pero también ese período, la máxima atención se concentró en la familia y
pueden resultar falaces para las necesidades y emociones no en el terapeuta y sus emociones. Aun cuando (raramen-
de nuestros clientes. Al respecto, escribe Hoyt (1990): te) nos ocupábamos de casos de terapia individual, la aten-
ción se concentraba en los problemas del cliente y en las in-
«Lo más importante al decidir la duración de un tratamien- tervenciones capaces de modificarlos, ignorando completa-
to es atender a las necesidades de ese paciente individual en mente el análisis del self del terapeuta. La cibernética de or-
ese momento particular (. . .) Las duraciones "preestable- den segundo y el pensamiento constructivista, al poner en
cidas" no deberían convertirse en un lecho de Procusto, con primer plano la autorreflexión, han reorientado la atención
algunos clientes que se adaptan a él perfectamente, mien- hacia el individuo, sus prejuicios, premisas y emociones. El
tras que para otros [el tiempo de la terapia] resulta inútil- interés se ha dirigido no sólo hacia las relaciones del indivi-
mente truncado o estirado (. . .) Los terapeutas también de- duo con su mundo externo sino, sobre todo, hacia la relación
berían conocer sus propios puntos fuertes y débiles, pero no del individuo consigo mismo y con su mundo interno. Esto
deberían imponer sus preferencias o predilecciones en rige tanto para el cliente como para el terapeuta: de tal mo-
nombre de la "política" o del "estilo"» (pág. 125). do que el self de este último ha vuelto a ocupar una posición
de primer plano (véase el capítulo 1, págs. 27-9).
Si bien estamos esencialmente de acuerdo con estas con- También por esta razón, el pensamiento batesoniano ha
sideraciones, creemos que el modelo terapéutico que propo- sido importante para nosotros. De Bateson (1951, 1972,
nemos tiene en cuenta las necesidades y emociones mencio- 1979) se consideran con más frecuencia las contribuciones
nadas por la mayoría de los clientes (¡aunque no por todos!). sobre el ecosistema y sobre las relaciones externas, pasando
Dado que corresponde al cliente decidir cuándo ha de fina- por alto el hecho de que él no había subestimado al indivi-
lizar la terapia, es él quien elige su duración, dentro del duo, ni mucho menos al inconsciente: es más, creía que el in-
vínculo de las veinte sesiones. Para los que tienen necesidad consciente constituía la parte más importante de la mente y
de un tiempo más largo, se tomarán en consideración, como que el consciente era poco más que un epifenómeno.
ya se ha dicho, sus necesidades y los recursos del terapeuta. Como antropólogo, se había ocupado ampliamente del
estudio del mundo interno del individuo (consciente e in-
consciente), de la formación de los hábitos, de las metáforas,
de la producción artística y de los estados patológicos, en
El terapeuta especial del pensamiento esquizofrénico. Un aspecto de par-
ticular relevancia en su pensamiento es justamente el in-
consciente, aunque en una acepción muy diferente de la
El self del terapeuta en la relación
freudiana: no estaría constituido por pulsiones (entendidas
como fuerzas instintivas) sino por hábitos (habits) y, sobre
La teoría es la lente a través de la cual vemos la realidad
todo, por el conjunto de premisas individuales, formadas a
en torno de nosotros y en nosotros mismos. Ella influye en el
modo de considerar el propio self en la terapia: por ejemplo, través de un proceso de deutero-aprendizaje. El conocimien-
en el curso de la experiencia psicoanalítica de Luigi Boscolo, to del self del terapeuta se convierte entonces en el conoci-
citada en el capítulo 1, el self del terapeuta y sus emociones miento de sus premisas, aun cuando se trate inevitable-
eran el principal objeto de interés, y estaban sometidos a un mente de un conocimiento inasequible, porque nadie puede
monitoreo constante, a través del análisis de la contratrans- llegar a estar plenamente consciente de sus premisas. Por
ferencia o, a veces, con la ayuda de un supervisor. muchas razones, las premisas son como las plantas de los
Después, en el período de la terapia estratégico-sistémi- pies; dado que nos apoyamos en ellas, es imposible obser-
ca de la década de 1970, la prioridad cambió claramente. En varlas.

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«(. . .) nuestra vida es tal que sus componentes inconscien- la alianza terapéutica y la empatía del terapeuta, es decir,
tes están continuamente presentes en todas sus múltiples la capacidad y la sensibilidad de ponerse en la posición del
formas. Sucede que en nuestras relaciones intercambiamos otro; parafraseando a Borges (1952) cuando hace mención a
continuamente mensajes sobre estos materiales inconscien- Shakespeare, un buen terapeuta debe esforzarse por «ser
tes, e incluso llega a ser importante el intercambio de meta- igual a todos los hombres».
mensajes para decirnos el uno al otro cuál orden y especie ¿Cómo es posible adquirir conocimiento de sí mismo en
de inconsciente (o conciencia) es inherente a nuestros men- la práctica terapéutica? Con los años hemos encontrado una
sajes» (Bateson, 1972, pág. 170). respuesta en la dialéctica que caracteriza el trabajo en equi-
po. En este se constituye un sistema de tres: cliente, te-
Si bien manifestaba el máximo respeto por la ciencia, rapeuta, observador(es). La función del equipo es proporcio-
Bateson (1972) se sentía atraído por las expresiones del nar al terapeuta la supervisión del caso y un punto de vista
inconsciente: del arte, de los ritos, de lo sagrado. El incons- externo capaz de favorecer un mayor conocimiento de sus
ciente y su lenguaje metafórico han sido continuamente prejuicios, premisas y emociones dentro del sistema tera-
enfatizados en su obra. péutico. Esta supervisión puede ser directa, como cuando el
equipo observa detrás de un espejo, o indirecta, a través del
«Es un lugar común entre los pueblos anglosajones creer comentario sobre el material videograbado o la presenta-
que sería en cierto modo mejor si lo que es inconsciente se ción verbal del caso. Con tal fin, en la formación para la te-
tornara consciente. También se dice que Freud afirmaba: rapia sistémica los alumnos frecuentemente presentan al
"Donde eso era, debo yo advenir", como si un desarrollo tal grupo —que hace las veces de equipo de supervisión— casos
de la conciencia o del control consciente fuese posible y, na- de terapia individual y familiar, algunos más bien comple-
turalmente, también ventajoso. Esta opinión (. . .) es una jos a causa de las conexiones que se han creado con el tiem-
opinión totalmente desvirtuada de lo que jamás haya sido po entre los diversos operadores y servicios intervinientes.
un hombre o cualquier otro organismo» (págs. 170-1). El desarrollo de las ideas producidas por el equipo genera
una «pauta conectiva» (Bateson, 1972) que puede ayudar a
El terapeuta que no desee ser ingenuo en su trabajo quien presenta el caso a salir de los dilemas y de la rigidez
debería adquirir un mayor conocimiento de sus propias que limitan su comprensión y su accionar.
premisas, o bien de las tesis fundamentales que lo guían en En efecto, el equipo tiene la función de generar hipótesis:
su proceder: cuánto de ese proceder es dictado por los prejui- hipótesis sobre el cliente, pero también sobre el terapeuta,
cios sociales y culturales; cuáles pueden ser las premisas del sobre sus pensamientos y emociones y sobre la relación en-
cliente (sus tesis individuales, familiares, sociales y cultura- tre terapeuta y cliente. Esta práctica requiere el análisis de
les); de qué modo la relación terapéutica obedece a esta rela- la contratransferencia en una supervisión de tipo psicodiná-
ción entre epistemologías (sistemas de premisas) diferen- mico, con la diferencia de que el proceso se desarrolla en vi-
tes. Un conocimiento tal por parte del terapeuta lo pone en vo, en el «aquí y ahora» de la sesión, por lo que la retroacción
condiciones de mantener una perspectiva co-evolutiva en el es más inmediata y vívida. La interacción entre terapeutas
tiempo, evitando objetivar [reify] las relaciones, considerán- y clientes es examinada por una o más personas que apor-
dolas en su contexto en constante evolución bajo la presión tan un segundo nivel de reflexión, que se integra a la refle-
de los cambios personales y sociales. xión del terapeuta, contaminada por sus prejuicios.
En este proceso evolutivo, es importante que el terapeu- Uno de los principales riesgos para el terapeuta es el de
ta coordine su propio tiempo con el del cliente, abriendo es- «caer» dentro de la relación, perdiendo la distancia necesa-
pacios a las diferentes perspectivas y evitando anclarse en ria para pensar en términos de diferencias que permitan sa-
una visión particular de su historia. Para que esto pueda lir del atolladero de la rigidez. En la Pragmatica della comu-
realizarse, son de fundamental importancia el desarrollo de nicazione umana (1967) Watzlawick y sus colaboradores

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sostienen que el «período de gracia» de que dispone el tera- Es sabido que en muchas formas de terapia, principal-
peuta para favorecer el cambio no es infinito: habrá un mo- mente el psicoanálisis y las terapias de orientación psico-
mento en el que en el diálogo entre terapeuta y cliente, se analítica, el haber hecho una terapia personal es una condi-
intercambiarán las mismas informaciones, es decir, en que ción sine qua non para alcanzar el status de terapeuta. Si
ya no se crearán más «diferencias que hacen una diferen- bien nuestro modelo no prevé una formación personal seme-
cia». La terapia entrará en una impasse. La intervención de jante, considera que esa función la cumple el aprendizaje en
un tercero, asesor o supervisor, introducirá diferencias o grupo (en equipo).
nuevos puntos de vista que podrán desbloquear la impasse.
En el modelo estratégico, siendo la terapia muy breve y «Al principio los alumnos básicamente se formaban para
centrada en los problemas presentados, la supervisión se desarrollar una habilidad técnica; de manera gradual, la
ocupa predominantemente de las técnicas más adecuadas formación fue asumiendo una característica más acentuada
para liberar al cliente de los síntomas. En cambio para no- de formación personal a través de los grupos de aprendizaje.
sotros, que operamos con un modelo sistémico donde la Dentro de la formación sistémica, es posible para el alumno
atención está dirigida a la totalidad de la persona y al desa- hacer un trabajo sobre sí mismo, una tarea que no obstante
rrollo de un proceso de exploración en el que los resultados conserva un amplio margen de libertad (no es una obliga-
no son previsibles, la dialéctica de tres, que se desarrolla ción, y tampoco se aconseja vivamente a los alumnos desa-
trabajando en equipo, llega a ser muy importante. rrollar una formación personal), y que de todos modos tiene
El trabajo en equipo nos ha llevado a considerar diversos siempre su sostén en el "aquí y ahora" de los grupos de for-
puntos de vista. El intercambio de ideas y de emociones mación.
detrás del espejo nos ha habituado a tener una pluralidad »Estas actividades de grupo permiten (. . .) la constitu-
de perspectivas. Y sobre todo nos ha proporcionado un en- ción de una "mente colectiva" (en el sentido que Bateson
trenamiento que, cuando trabajamos solos, nos permite sa- atribuye a este concepto) que elabora el trabajo teórico y la
lir de la inmediatez de la relación con el cliente para refu- práctica clínica conectándolas de manera circular» (Boscolo
giarnos momentáneamente detrás de un «espejo» de visión et al., 1995, págs. 757-8).
unilateral virtual y analizar la relación entre el cliente y no-
sotros mismos. En cierto sentido se puede decir que la for- En el período de formación, sea trabajando con los clien-
mación sistémica favorece un proceso de internalización e tes «en vivo» o en las situaciones simuladas, el alumno con
introyección del equipo y de sus «voces», que representan el tiempo ocupará diferentes posiciones en el macrosistema
una polifonía en la mente del terapeuta. representado por el grupo en relación con sus clientes ver-
Además, deseamos destacar que a través del trabajo en daderos o virtuales. O sea que se encontrará en la posición
equipo, con el tiempo cada uno de sus miembros aprende a del cliente, en la del terapeuta, en la de miembro del equipo
ubicarse en los diferentes puntos de observación del sistema terapéutico y, finalmente, en la de miembro del grupo de
significativo en el que el cliente y el terapeuta están inmer- observación que observa al equipo terapéutico que ayuda al
sos. Cada miembro podrá situarse en un momento dado co- terapeuta en su trabajo con el cliente. La realidad contem-
mo observador del supuesto mundo interno del cliente, o plada desde estos diferentes puntos de observación, situa-
bien de sus relaciones externas, del mundo interno del tera- dos a diferentes niveles, cambia no sólo por la posición, sino
peuta, del vínculo terapéutico o del nexo entre las ideas del también por la tarea que se asigna a cada miembro del gru-
cliente y las propias, en relación con los modelos culturales. po. Por ejemplo, la atención del cliente se dirige hacia su
Esta modalidad de trabajo, desarrollada en la investiga- propia historia y hacia las expectativas del terapeuta; la
ción, la formación y la terapia de la familia, ha llegado a ser atención y las emociones del terapeuta se orientan a las des-
un método que naturalmente influye sobre nosotros, aun cripciones y las emociones del cliente, así como a la relación
cuando trabajemos solos con un cliente individual. con él; la atención del miembro del equipo terapéutico se

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concentra en el proceso terapéutico en evolución, en par- más fantasía y que no pensaran más críticamente en lo que
ticular en la relación entre terapeuta y cliente; finalmente, sucede en torno de ellos. Habló de los terapeutas a quienes
en la posición del grupo de observación, la atención se con- les parece interesante el drama de sus historias. Quieren
centra en todo eso y además en el proceso de supervisión de- conocer los detalles y hacen preguntas al margen del dra-
sarrollado por el equipo terapéutico en relación con el tera- ma, pasando por alto lo que es significativo para la persona.
peuta. Todo este complejo procedimiento tiene como objetivo Qué significa estar solo en una situación, porque solo es
enseñar a los alumnos a pensar y actuar de acuerdo con el como verdaderamente estás» (pág. 159).
modelo sistémico.
De este modo, incluso cuando trabajamos solos con el Para evitar estos peligros, una modalidad dialogal que
cliente, no sólo tenemos nuestro «equipo interno» que nos nos ha resultado muy útil consiste en verificar de vez en
asiste, sino que a veces nos preguntamos: si hubiera colegas
cuando con el cliente si lo que le preguntamos tiene sentido
detrás del espejo, ¿qué advertirían? ¿Qué opiniones se for-
para él. Esta simple pregunta, planteada sobre todo en las
marían sobre lo que está sucediendo en el aquí y ahora? Es-
coyunturas centrales del diálogo, permite al cliente señalar
ta perspectiva nos libera temporalmente de los vínculos cog-
si el terapeuta está siguiendo un rumbo que tiene importan-
nitivo-afectivos que nos ligan al cliente, y nos permite tener
cia para él. Al comentar la siguiente pregunta formulada
una visión «desde el exterior». Se puede decir que la pers-
por el primer autor a un cliente: «¿Usted piensa que mis
pectiva sistémica lleva a que el encuentro de dos personas,
cliente y terapeuta, esté densamente poblado. No sólo por la preguntas dan la impresión de que yo de algún modo la
comunidad que constituye el self del terapeuta, formada por comprendo?», Ron Perry (1993) escribe:
las figuras significativas de su vida personal y profesional y
por sus colegas reales (el que hizo la derivación y otros even- «[La pregunta] implica que el terapeuta está en sintonía con
tuales colegas conectados con el problema presentado), sino las preocupaciones del sistema cuando lo que pregunta es
también por las personas del mundo interno y externo del interesante para este, digno de respuesta o al menos de
cliente, y por las «voces» de la cultura en la que ambos están reflexión (. . .) Para hacer una pregunta parecida es necesa-
inmersos. rio estar en contacto con el sistema y con su vida interior»
El aspecto más relevante de este proceso es la capacidad (pág. 70).
del terapeuta de entrar en sintonía con el cliente, de poner
toda su atención en lo que el cliente dice, permitiendo así En el proceso continuo de interacción con los clientes, los
que este señale a su vez la importancia de las comunicacio- colegas y las diferentes teorías, el terapeuta no sólo acre-
nes del terapeuta. Al respecto, Anderson (en Holmes, 1994) cienta sus conocimientos sino que también se enriquece per-
comunica la siguiente observación (aguda y utilísima para sonalmente. Con el tiempo su self se «llenará» de más voces
los terapeutas): significativas: las de su familia, sus maestros, sus clientes,
en un proceso que evoluciona constantemente.
«Un paciente sueco llegó a la conclusión de que existen dos
tipos de terapeutas: los previsibles y los que desean que se
los entretenga. Al referirse a los terapeutas previsibles, dijo El poder en la relación terapéutica
que estos, que ya conocen la historia de los clientes en gene-
ral, se aferran a esa imagen y no comprenden lo que signifi- Dentro del enfoque sistémico-relacional, desde hace
ca esa historia para los clientes. Dijo que sabía lo que le iban algún tiempo tiene lugar un animado debate sobre el pro-
a preguntar y qué tipo de respuesta deseaban. Dijo que eso blema del poder en las relaciones familiares y terapéuticas
es fastidioso y hace que uno se sienta cansado y triste. Pen- (los contenidos de dicho debate se ilustran en el capítulo 3,
saba que era lamentable que los terapeutas no tuvieran págs. 132-4). Aquí nos limitaremos a hacer un breve comen-

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tario sobre la orientación de los diferentes enfoques con res- La orientación estructuralista (Minuchin, 1974), muy
pecto al problema del poder en la relación terapéutica. sensible al problema de las jerarquías, atribuye al terapeu-
Cada modelo teórico asigna al terapeuta una posición ta un poder menos acentuado, que sin embargo se ejerce de
particular dentro de la relación con el cliente. Como han manera más evidente que en el modelo estratégico. El tera-
destacado algunos autores, entre ellos Foucault (1970) y peuta opera con la noción de cuál es la estructura deseable
Jervis (1975), la posición del terapeuta es siempre —y no que los clientes deben alcanzar y, en sesión, ejerce abierta-
puede dejar de serlo— una posición de poder respecto del mente el poder necesario para alcanzar el objetivo. En el
cliente. Es una posición de poder porque le corresponde a él «aquí y ahora», cuenta incluso con una delegación de autori-
definir las reglas de la conversación terapéutica, y ese poder dad que le permite imponer ciertas maniobras a los clientes.
le es dado por el contexto. Esto es así aun cuando adopte la En el psicoanálisis clásico, el analista se encuentra en
posición de mero oyente, y permita al cliente la más amplia una posición de escaso poder aparente, por cuanto intervie-
libertad de expresarse, ya que le corresponde a él permitir- ne sólo con interpretaciones de las conductas, las fantasías,
la, y por eso está en la posición de poder. Por otra parte, es los sueños y las asociaciones libres del cliente, y no trata de
evidente que ejerce ese poder con la conformidad del cliente: dirigir explícitamente sus comportamientos. En realidad,
desde este punto de vista; su posición es muy distinta de la su posición de aparente pasividad le asegura un poder que
del psiquiatra de una institución, que a menudo debe em- para el cliente es dificil de desafiar, ya que nunca es afirma-
plear la coacción con los pacientes refractarios. do con tono de reto (véase Haley, 1963).
De todos modos, dentro de este marco las diferentes La orientación sistémica que nosotros seguimos conside-
orientaciones admiten variados grados de poder explícita- ra al terapeuta en una posición moderadamente directiva
mente ejercido por el terapeuta. Podemos intentar clasifi- en cuanto a la conversación en el aquí y ahora de la sesión.
carlos siguiendo un orden decreciente. A veces adopta la posición de oyente y permite que el cliente
En la orientación conductista, incluidas las variantes exprese —incluso por períodos más bien largos— sus pen-
psicoeducativas, el terapeuta está en una posición predo- samientos y emociones; o bien puede decidir guiarse por
minantemente directiva (Falloon, 1991). Posee la compe- una hipótesis y de acuerdo con ella dirigir la conversación a
tencia suficiente para sugerir e imponer directamente de- través de la selección de las preguntas, los temas y los tur-
terminados comportamientos a los clientes, que aceptan nos para hablar. Tratamos de crear, en colaboración con el
transferirle en gran medida la facultad de elegir. Cabe des- cliente, un contexto de deutero-aprendizaje que le permita
tacar que ni siquiera en estos modelos el terapeuta se pre- salir de los sufrimientos y de la rigidez, abriéndose a nuevas
senta como omnisciente, y que los clientes mantienen la li- opciones y soluciones. En vista de que el conocimiento y el
bertad de acción. Pero el contexto en el cual se ejerce esa li- poder están íntimamente conectados (Foucault, 1966), utili-
bertad es controlado de manera explícita por el terapeuta. zamos nuestros conocimientos teóricos y prácticos ad-
La orientación estratégica, en especial según la concep- quiridos en tantos arios (véase el capítulo 1) y nos valemos
ción de Jay Haley (1963), es tradicionalmente una de las de las preguntas más que de las afirmaciones, dejando así al
más atentas a las relaciones de poder: para Haley, el tera- cliente el poder de escoger los significados que tienen más
peuta tiene la responsabilidad de ejercer un poder benévolo, sentido para él.
que conduzca al cliente a aceptar una posición one-down La orientación terapéutica que atribuye una posición de
necesaria para la solución de los problemas. La diferencia menor poder al terapeuta es probablemente la de «no cono-
respecto del conductismo es que el poder no es ejercido cimiento», cuya teoría fue formulada por Goolishian y su es-
abiertamente sino a través de estrategias (posición seudo- cuela (Anderson y Goolishian, 1992; Holmes, 1994). En ella
complementaria), usando, por lo tanto, medios indirectos el terapeuta no sigue ni una teoría que pueda ser una buena
que no desafien la posición one-up del cliente, sino que de al- salida para el cliente, ni una hipótesis propia para guiar la
gún modo lo lleven a aceptar el poder del terapeuta. conversación: se limita a mantener abierta la conversación,

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aceptando los cambios de dirección y las decisiones de los Estos tres puntos concuerdan con nuestro modo de pen-
clientes. sar y de actuar, salvo en lo que respecta a la palabra «inter-
No compartimos algunas posiciones extremas de los pretar» del punto 2, que sustituimos por la palabra «adver-
terapeutas conversacionales, en particular la afirmación de tir». Aquí nos limitaremos a observar que la concordancia
que la teoría constructivista implica obligatoriamente el con la posición de Macarov se refiere al período «sistémico»
abandono de la posición de experto, y por lo tanto del poder, de nuestra actividad terapéutica, ya que antes nuestro en-
por parte del terapeuta. Al respecto se puede afirmar que la foque era predominantemente de tipo estratégico, basado
perspectiva constructivista no admite verdades absolutas, en el control y el aspecto instructivo más que en la empatía
pero acepta las verdades (relativas, construidas) que deri- de la relación terapéutica.
van del consenso. La posición de experto deriva del consen- Debemos reconocer sobre todo a los psicoanalistas el mé-
so de una comunidad. El hecho de que algunas personas rito de haber analizado el concepto de empatía y de haber lo-
acepten que otras asuman el rol de «terapeutas» (y sean re- grado profundos insights al respecto. La empatía ha sido
muneradas por desempeñarlo) tiene efectos pragmáticos. ampliamente estudiada por diversos psicoanalistas, entre
Negar el rol compartido de expertos significa, más que insti- ellos Kohut (1971, 1977), que le asigna un rol fundamental
tuir un modo diferente de hacer terapia, negar la posibili- en el proceso de curación,9 y Schafer (1983).
dad misma de hacer terapia (véase al respecto Efran y Clar- Además de su componente emotivo, la empatía posee
field, 1992). también un componente cognitivo no despreciable. Roy
Schafer (1983) ha destacado este último aspecto: la relación
terapéutica crea un campo emotivo en el que tanto el tera-
Empatía, visión positiva y relación terapéutica peuta como el cliente presentan lo que Schafer define como
un «segundo self;, o bien un self que existe sólo en conexión
Independientemente de la orientación teórica que se con esa relación. Este proceso explica la observación de
profese, hay consenso en afirmar que en la terapia es esen- Fliess (1942), quien había notado que a menudo los psico-
cial o por lo menos importante un comportamiento empático analistas resultan bastante más sensibles y comprensivos
por parte del terapeuta. Cabe señalar, de todos modos, que en el contexto clínico que en el de la vida cotidiana, y expli-
unos pocos enfoques (como el estratégico y el conductista) caba ese hecho recurriendo al concepto del «yo laboral»
han descuidado o relegado a un segundo plano el elemento (work ego) del analista.
empático. Jay Haley, por ejemplo, cree que el control de la La teoría sistémica enfatiza menos esta diferencia entre
relación por el terapeuta es más importante que la empatía. la persona del terapeuta en el momento en que hace terapia
Como sucede a menudo con los conceptos que se suelen respecto de la vida de todos los días. Lo que la terapia sisté-
dar por sentados, la empatía no es fácil de definir. Goldstein mica pone de relieve es la importancia del contexto: para no-
y Michaels (1985), en un libro dedicado al tema, registran sotros, el terapéutico no es más que un contexto particular
dieciséis definiciones diferentes, antes de detenerse en la de la vida, en el que el terapeuta suele asumir una posición
definición simple y lineal de Macarov (1978): particular de comprensión y curiosidad. Al comprender em-
páticamente al cliente, el terapeuta crea un modelo interior
«1. Asumir el rol del otro, ver el mundo como este lo ve y ex- de este, y es a ese modelo a quien responde. En otras pala-
perimentar sus sentimientos. bras, incluso la comprensión empática es influida por las
»2. Estar dispuesto a leer las comunicaciones no verbales premisas, los prejuicios y las teorías del terapeuta, que re-
y a interpretar los sentimientos que las sustentan. sultan determinantes para orientar y delimitar su campo de
»3. Comunicar interés, y preocuparse (caring) sincera- observación.
mente por comprender, ofreciendo ayuda y absteniéndose 9 Siani (1992, cap. 9) analiza ampliamente los puntos fuertes y los lími-
de juzgar» (pág. 88). tes de la empatía según la concepción y la práctica clínica de Kohut.

104 105
De cualquier modo, si bien construye su propio «cliente no. De esta manera, el mundo interno es visto en términos
modelo», el terapeuta empático también está en condiciones de comunicación intrapersonal, y el externo, en términos de
de comprender (y de ver positivamente) los dramas y las comunicación interpersonal. Son muy interesantes las des-
heridas del cliente sin erigirse en juez. cripciones que hace Bateson de la comunicación intraperso-
Harlene Anderson (en Holmes, 1994) ha presentado una nal (es decir, de la autoobservación), de la comunicación
interesante concepción de la empatía: entre dos personas y sobre todo de la comunicación sobre la
comunicación que puede ocurrir entre ellas (es decir, de la
«La intimidad es un concepto importante: sentirse conecta- metacomunicación). Dado que se basa esencialmente en la
dos a otra persona, sentirse cercanos y sentirse aliados. comunicación intrapersonal, la autoterapia es prácticamen-
Cuando trabajo con las personas me siento unida a ellas. te imposible, por la ausencia de un punto de vista externo
Me agradan, me siento bien con ellas, me siento a mis an- como el que puede ofrecer un terapeuta, del mismo modo
chas. A menudo hablo de establecer una relación "C" que que una experiencia transcultural permite tener un conoci-
comprenda conexión, colaboración y construcción.1° miento más pleno de la propia cultura.
»No pienso en la empatía como en una experiencia inte- La comunicación entre dos personas, como ocurre tam-
rior del terapeuta. Pienso en ella como en algo que existe en bién en la terapia individual, depende de las premisas co-
la relación. Pienso que si uno se muestra respetuoso con munes y de lo que surge en el diálogo:
otra persona, si la escucha, si trata de sentir lo que ella de-
«(. . .) cuando se trata de sistemas de dos personas, se produ-
sea que uno sienta, procurando encontrar una lógica en lo
ce una nueva especie de integración (. . .) Si yo sé que la otra
que ella dice, entonces se está en una interacción empática.
persona me tiene en cuenta y ella sabe que yo la tengo en
No pienso que se pueda enseñar a nadie a ser empático, pe-
cuenta, este conocimiento recíproco llega a ser un aspecto
ro se puede aprender a través de la experiencia» (pág. 157).
determinante de cada una de nuestras acciones e interac-
ciones. En el momento en que se forma este conocimiento,
Incluso en lo que respecta a la visión de la empatía y de
ella y yo formamos un grupo bien determinado, y las carac-
la relación terapéutica acude en nuestra ayuda el pensa-
terísticas del proceso dinámico que se desarrolla continua-
miento de Bateson, quien fundamenta sus ideas en su con-
mente en esta entidad más vasta controlan en cierta me-
cepto favorito de comunicación. Como hemos destacado al
dida a ambos individuos: aquí influirán nuevamente las
hablar del self del terapeuta, la relación del individuo con sí
premisas culturales comunes» (Bateson, 1951, págs. 233-4).
mismo, con sus semejantes y con el mundo que lo rodea
—analizada por Bateson con los instrumentos teóricos que De esta manera, el diálogo permite la metacomunicación
ofrecen la teoría general de los sistemas, la cibernética y la (factor esencial de todo proceso terapéutico), que según Ba-
teoría de la comunicación— ocupaba una posición central teson dependerá de cómo y hasta qué punto cada partici-
en su modelo, si bien relegada por gran parte de los terapeu- pante en el diálogo logre estar consciente de la percepción
tas (sobre todo familiares) que se han inspirado en su pen- del otro.
samiento. Estos sustituyeron la psique y el individuo por el
sistema y la familia, respectivamente. En cambio, en el pen- «De ello resulta que varias características atribuidas al otro
samiento batesoniano original esta dicotomía era superada individuo llegan a ser importantes para plasmar y motivar
por la idea de que la comunicación conecta los elementos del el comportamiento de quien envía la señal. Las señales se
mundo interno entre sí y con los elementos del mundo exter- hacen sobre medida para adaptarlas a las ideas que el emi-
sor tiene sobre el destinatario.11 De aquí en más la evolu-
1° Se podrían plantear objeciones a esta concepción idílica de la relación
terapéutica que, como bien saben quienes han practicado la terapia de los 11 En esta afirmación de Bateson (de 1951) ya está contenida, en em-
esquizofrénicos (Searles, 1965), no siempre es tan agradable con todos los brión, la idea de Maturana y Varela (1980) de que le corresponde al recep-
clientes, ni se tienen sentimientos tan positivos. tor decodificar el mensaje.

106 107
ción de muchos hábitos y características humanas —intro- Institute en la década de 1970, la visión positiva (positive
yección, identificación, proyección y empatía— prosigue de view) se refería no sólo a la naturaleza de los problemas
modo comprensible» (ibid., págs. 235-6). presentados, considerados como expresión del vivir juntos
(y no de la patología), sino también al uso de ciertas inter-
Esta visión sistémica de la relación diádica sigue siendo venciones terapéuticas, como el reencuadramiento positivo
la base de nuestro modo de «leer» y de experimentar el pro- (positive reframing) de los comportamientos sintomáticos.
ceso terapéutico. En efecto, en esa visión se pueden advertir Esto llevaba a concentrar la atención en los recursos más
aspectos fundamentales de la relación humana (y terapéu- que en los déficit del cliente.
tica) que surgirán más tarde, expresados en un lenguaje y El grupo de Milán, en los primeros años de la década de
con un sesgo teórico diferentes, en la obra de los ya citados 1970, añadió a este concepto la connotación positiva de to-
autores constructivistas y construccionistas. dos los comportamientos, sintomáticos y no sintomáticos, de
En cuanto a la relación terapéutica y las emociones del los miembros de la familia. La connotación positiva tenía la
terapeuta, un concepto útil es el de «felicidad», introducido función de conectar los comportamientos de todos los miem-
por el psicoanalista Giampaolo Lai, quien escribe (1985) al bros de la familia y de aceptar, connotándola positivamente,
respecto: la solución intentada por la familia para los problemas pre-
sentados por uno de sus miembros. De esta manera se crea-
«Me interesa sobre todo un buen desarrollo, un desarrollo ba un doble vínculo terapéutico, por cuanto en un contexto
feliz de la conversación. De acuerdo, evidentemente, con (terapéutico) cuyo objetivo era —por definición— provocar
mis criterios subjetivos, ya que no puedo saber con certeza el cambio, se comunicaba y prescribía (prescripción del sín-
cuál es, para mi interlocutor del momento, una buena con- toma) no cambiar. La paradoja se resolvía introduciendo
versación, una conversación feliz (. . .) Y desde mi punto de una «contraparadoja» por medio de una secuencia temporal,
vista, la convivencia que me interesa, que me satisface, es la como, por ejemplo: «Por el momento, continúen así. . .» (Bos-
que me hace sentir más feliz o —ya que hay que saber con- colo y Bertrando, 1993).
tentarse— lo menos infeliz posible. En cuanto a mi inter- La connotación positiva y la conexión de todos los com-
locutor, si mientras se encuentra conmigo, que trato de es- portamientos otorgaban un sentido a las relaciones familia-
tar bien con él, procura a su vez estar bien, lo mejor posible res y, en especial, a los síntomas presentados, a los que se
o lo menos peor posible, puede ser que se sienta satisfecho veía como expresiones de un problema existencial más que
así. Para mí sería estupendo» (págs. 10-1). de una enfermedad. De esta manera, las posibilidades de
compromiso de la familia aumentaban notablemente y en
Este concepto relativo a la «felicidad» del terapeuta, que forma paralela se reducían las eventuales resistencias.
a menudo reiteramos en los cursos de formación, es muy im- Parte de este modo de pensar y de actuar persiste en noso-
portante, por cuanto un terapeuta contento tiene mayores tros, e incluso en las actuales terapias individuales (como se
posibilidades de ayudar a un cliente que un terapeuta tris- podrá apreciar en muchos de los casos clínicos de la Segun-
te, aburrido o frustrado. Una pregunta formulada con fre- da parte) utilizamos a veces la prescripción del síntoma,
cuencia en terapia es: «¿Qué puedo hacer para estar mejor, destacando su transitoria función positiva para el cliente y,
para estimular mi curiosidad y creatividad?». eventualmente, para las personas significativas relaciona-
Así como el concepto de empatía ha sido analizado de das con este.
manera profunda y exhaustiva por los psicoanalistas, el El conocimiento lingüístico básico adoptado por el grupo
concepto de visión positiva —junto con el concepto estre- también era una expresión de la importancia de las relacio-
chamente asociado de connotación positiva— ha caracteri- nes en el modelo sistémico. Efectivamente, una de las pri-
zado la investigación y la práctica de la terapia familiar. Ya meras decisiones consistió en cambiar el lenguaje usado en
en el modelo estratégico que utilizaba el Mental Research las discusiones entre los miembros del equipo, sustituyendo

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—al referirse a los clientes— el verbo «ser» por «mostrar»: «buen cliente», este simple mensaje puede tener por sí
de esta manera, ya no se describía a un cliente afirmando mismo importantes efectos terapéuticos.12
«es agresivo», sino más bien, «se muestra agresivo». Este re-
curso retórico eliminaba al mismo tiempo el predicado exis-
tencial e implicaba una acción comunicativa por parte del
cliente (¿«mostrarse» a quién? ¿y por qué?, y así sucesiva- Cuestiones éticas
mente), registrada y descripta por un observador. La elimi-
nación del verbo ser evitaba sobre todo la visión lineal cau- Recientemente ha adquirido gran relevancia la discu-
sal y moralista de los comportamientos problemáticos (Sel- sión sobre las cuestiones éticas en la terapia, incluso a la luz
vini Palazzoli et al., 1975). de los postulados del movimiento feminista, que ha puesto
El interés por el lenguaje también ha caracterizado la la- en el centro de su propia reflexión el problema de la ética y
bor posterior del Centro Milanese di Terapia e Consulenza de los valores (Hare-Mustin, 1986; Doherty y Boss, 1991).
Sistemica. Esta actitud se concreta en el instrumento lin- A fines de la década de 1980, una serie de críticas oportu-
güístico, además de conceptual, de la despatologización, un nas provenientes de varias agrupaciones, en primer lugar
concepto importante surgido a mediados de la década de de los operadores que se ocupan de los efectos traumáticos
1980: se trata de usar un lenguaje no patológico, que ofrezca de los abusos fisicos y sexuales y del movimiento feminista,
mayores posibilidades de liberar al cliente del rol de «dife- han cuestionado el «justificacionismo» de los terapeutas sis-
rente», y de hacer surgir descripciones, historias, que abran témicos de la familia, cuyas explicaciones, basadas en una
caminos evolutivos de «normalidad». Es en este sentido que visión circular-causal, en cierto sentido parecían poner en
Goolishian describe la acción terapéutica como una «di-so- un mismo plano la contribución del agresor y la de la vícti-
lución» del sistema patologizante, es decir, del sistema crea- ma, pasando por alto la desigualdad y la asimetría de su re-
do por el problema, que comúnmente incluye al paciente, a lación. En el transcurso de una terapia familiar, los miem-
la familia y a los expertos que formulan diagnósticos de «en- bros de una familia, incluyendo obviamente al agresor, po-
fermedad». Para el lego, un lenguaje técnico basado en pala- dían sentirse justificados en sus comportamientos por los
bras y conceptos clínicos implica la existencia de una posi- comportamientos ajenos y legitimados por el terapeuta,
ble enfermedad del sistema nervioso que puede tener el quien, después del descubrimiento del abuso, en vez de tra-
efecto de desresponsabilizar al cliente y favorecer los así lla- tar de cambiar el «juego familiar», habría tenido el deber de
mados beneficios secundarios de la enfermedad, pero tam- interrumpir la terapia y tomar iniciativas de control so-
bién representar una profecía que se autorrealiza. cial.13 Entonces se formularon duras críticas al pensamien-
Incluso se puede decir que una visión positiva y un diálo- to batesoniano que había tornado marginal el concepto de
go despatologizante no son más que dos aspectos particula- poder, lo que fue considerado simplificadoramente como un
res de una actitud más general de aceptación del cliente, de error epistemológico. Ese pensamiento influyó en los tera-
su mundo y de sus problemas, pero también de sus recursos peutas sistémicos y los insensibilizó frente a los efectos, a
y de las posibles perspectivas futuras. Creemos que entre veces devastadores, que tiene el abuso sobre las víctimas.
las principales fuentes de ansiedad, de inseguridad y de sus Según los críticos, la relación de poder (y de violencia) es
equivalentes sintomáticos, están las relaciones presentes y
pasadas en las que los gestos de descalificación, disconfor- 12 Varios estudios experimentales sobre la psicoterapia han demostrado
midad y negación por parte de los otros significativos han que la empatía es de por sí uno de los factores terapéuticos más importan-
conducido a una parcial o total deslegitimación del sujeto. Si tes (Green y Herget, 1991; Bertrando, 1995).
13 Creemos que esa eventualidad debe considerarse virtual o que se dio
el terapeuta es capaz de experimentar empatía, es decir, si muy rara vez, ya que el «buen sentido» no puede haber dejado de sugerir
actúa como una persona que acepta al cliente de manera in- una línea de conducta diferente incluso de los terapeutas más propensos a
condicional, sin siquiera pretender que se demuestre un acatar estrictamente los postulados teóricos.

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una relación asimétrica de desigualdad, y se puede descri- pias vidas, que asuman responsabilidad por sus vidas: esta
bir mejor como una causalidad lineal entre un agresor y una es una base ética.
víctima, que eventualmente requiere la intervención de un »Ser abiertos y públicos más bien que cerrados y priva-
control social que haga cesar de inmediato el abuso. dos en nuestros pensamientos de terapeutas, permitir que
Paul Dell (1989), uno de los más destacados teóricos del nuestros puntos de vista y nuestras éticas sean cuestiona-
modelo sistémico, reconoció en un importante artículo la dos por los demás, reflexionar continuamente sobre nues-
validez de estas críticas al concepto de poder en la teoría sis- tras premisas axiológicas y morales: esta es una base ética»
témica, la que, desgraciadamente, solía inducir a los tera- (pág. 156).
peutas a privilegiar, entre los tres niveles del conocimiento,
el de la descripción y la explicación en desmedro de la expe- En nuestro modelo, la cuestión de la apertura se plantea
riencia (traumática) de la víctima de una agresión. Como de otro modo: por muchas razones preferimos ser parcial-
escribe Nichols (1987) con referencia a un famoso ejemplo mente «cerrados» más bien que abiertos y públicos. Tam-
de Watzlawick y sus colaboradores (1967), el de la mujer bién debe señalarse que a veces, cuando un cliente vacila en
gruñona y el marido que se retira: sincerarse y revelar ciertos acontecimientos o pensamien-
tos, el terapeuta puede invitarlo a reflexionar y decidir en
«Los terapeutas de la familia han aprendido a ver el enojo y otro momento la línea a seguir. De este modo, respeta la pri-
el repliegue como circulares, pero también deberían apren- vacy del cliente y sus decisiones, y admite la posibilidad de
der a verlos como humanos. Los clínicos sagaces deberían que existan áreas no compartidas entre terapeuta y cliente
entrever el dolor que hay detrás del enojo, y comprender la (como efectivamente sucede en gran parte de las transaccio-
ansiedad que hay detrás del repliegue. En otras palabras, a nes humanas).14
la actitud del pensador sistémico debemos añadir la actitud En cambio, estamos de acuerdo con Harlene Anderson
de compasión y ayuda» (pág. 20). cuando destaca la importancia, dentro de la terapia, de res-
petar genuinamente a la persona, su dignidad y la respon-
Entre las muchas cuestiones éticas en discusión, una de sabilidad que asume por su propia vida. Nuestra manera de
las más importantes para la terapia es la que se refiere a la ser fieles a estos principios éticos consiste en crear un con-
apertura o el cierre, la claridad o la reticencia del terapeuta texto terapéutico en el cual se fomente la atención, la empa-
respecto del cliente; otra es la que se refiere a la posible ma- tía y el respeto del terapeuta por el cliente, junto con un diá-
nipulación de este último por parte del terapeuta. A estas logo centrado más en las preguntas que en las respuestas, a
cuestiones los terapeutas que adhieren a la perspectiva con- las cuales el cliente podrá dar sus significados. Además, en
versacional han respondido invocando una apertura casi to- concordancia con el pensamiento de Von Foerster sobre la
tal, que recuerda la de los terapeutas que se inspiran en una ética, en la terapia tratamos de «actuar de un modo que au-
visión humanística (Carl Rogers, Rollo May), pero también mente las opciones posibles» y, coherentemente con este
un respeto genuino por el cliente, que torna impracticable principio, procuramos mantener la debida distancia respec-
cualquier manipulación. Harlene Anderson (en Holmes, to de nuestras teorías de referencia y de cualquier otra idea
1994) ha sintetizado de esta manera las bases éticas de su que pueda condicionar nuestra libertad y creatividad y, en
modelo: consecuencia, las del cliente.
Un problema ético muy debatido concierne a la manipu-
«Para mí, una posición ética tiene que ver con el modo en lación deliberada del cliente por parte del terapeuta. En
que manifestamos nuestro respeto al otro, y con aceptar la
existencia del otro sin invalidarlo a él ni a su historia. Res-
14 Hemos notado con frecuencia los efectos desastrosos de las relaciones,
petar genuinamente a las personas, permitirles que experi- especialmente intrafamiliares, condicionadas por premisas rígidas cen-
menten dignidad en la relación con nosotros y en sus pro- tradas en el dilema: ser abiertos (buenos) o ser cerrados (malos).

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nuestra opinión, es ético evitar manipular a las personas consciente, además naturalmente de cierto grado de solida-
hacia un resultado determinado, o sea, condicionar cons- ridad, seducción, control, etcétera.
cientemente el resultado de la terapia en términos de cómo Con su característica lucidez, Haley también aborda el
las personas deberían vivir su propia vida. Esta posición es aspecto ético de las prescripciones de conductas, como por
similar a la de muchos otros colegas que se inspiran en el ejemplo la prescripción del síntoma.
modelo constructivista, en el construccionismo y en la na-
rrativa (véase también Boscolo y Bertrando, 1993). «Las maniobras terapéuticas que prevén la incitación del
En cambio, Watzlawick (véase Nardone y Watzlawick, comportamiento sintomático no son simples embustes sino,
1994) cree que es ético liberar al cliente de la mejor manera más bien, mentiras benévolas. La pregunta no es tanto si el
posible de los problemas que lo afligen, y de los que pide ex- terapeuta está mintiendo, sino si se está comportando de
plícitamente ser liberado, aun cuando eso implique inevita- modo no ético. Aun cuando se engañe al paciente por su
blemente un cierto grado de manipulación. Por otra parte, bien, ¿es ético engañar a un paciente? (. . .) También es nece-
en un nivel más general, según Watzlawick es imposible no sario preocuparse por el efecto a largo plazo de que una per-
manipular dentro de una relación, y la relación terapéutica sona considere al terapeuta como un individuo no digno de
no constituye una excepción. confianza, algo que puede ser más perjudicial que la persis-
Esta posición, por lo demás, es la posición de todos los te- tencia del síntoma. Este modelo plantea una cuestión aún
rapeutas estratégicos, que con frecuencia desafían algunas más básica: ¿alentar un síntoma significa engañar al clien-
de nuestras tesis implícitas sobre la ética. Evaluemos, por te?» (ibid.).
ejemplo, lo que afirma Haley (1977). En su opinión, la cues-
tión de la ética en la terapia se relaciona con la polaridad en- Para concluir, a propósito de la apertura y la reticencia
tre ocultamiento (concealment) por un lado, e intimidad y del terapeuta, Viaro y Leonardi (1990), en su interpreta-
compartimiento (intimacy and sharing) por el otro: «La in- ción, según la teoría conversacional, de la terapia sistémica
dividuación y el hecho de compartir sin reservas las infor- del grupo de Milán, aceptan entre las características princi-
maciones son incompatibles. El acto de ocultamiento entre pales de la entrevista circular dos principios seguidos por el
terapeuta y cliente define un límite entre ellos y de este mo- terapeuta: el de normalidad y el de reticencia. Según el
do los individualiza» (pág. 198). Haley se refiere a continua- principio de normalidad, todo lo que se dice en la sesión es
ción a- lo dificil que es en la terapia estar completamente dicho por personas dotadas de una capacidad normal para
consciente de todo lo que se está haciendo: expresarse, para comprender lo que dicen los demás, para
hacer libres elecciones, y así sucesivamente. En el curso de
«Las videograbaciones han dejado cada vez más en claro lo la plática no se abandona este supuesto, ni siquiera cuando
complejo que es todo intercambio entre un terapeuta y su una persona habla de un modo incomprensible: el terapeuta
cliente. A cada momento se intercambian centenares de mi- establece que habla de esa manera para comunicar algo. No
les de bits de información a través de las palabras, los movi- utiliza la enfermedad como principio explicativo. En cam-
mientos del cuerpo y la entonación de la voz. Tanto el cliente bio, el principio de reticencia admite que los interlocutores,
como el terapeuta sólo pueden estar conscientes de una pe- clientes y terapeuta, no revelen todo lo que piensan. No se
queña porción de un intercambio tan complejo» (pág. 200). da por descontada ni se pide una apertura recíproca total.
También el terapeuta mantiene una reticencia respecto de
Por lo tanto, como el terapeuta está sólo parcialmente sus hipótesis y, más aún, continúa haciéndole al cliente pre-
consciente de los orígenes y objetivos de cada uno de sus ac- guntas que sólo se relacionan de modo indirecto con esas
tos (como ya hemos indicado al hablar de lo «no dicho»), una hipótesis (capítulo 3).
total autorrevelación suya es naturalmente imposible. En
consecuencia, es inevitable cierto grado de manipulación no

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Filosofia de la terapia que debemos obedecer son intrínsecamente contradictorios
y conducen a graves laceraciones interiores. En esta visión
Roy Schafer (1976), retomando una distinción que el tiempo es lineal e irreversible, cada elección se consuma
Northrop Frye (1957) había propuesto en la crítica literaria, de una vez por todas y es imposible volver atrás. Lo trágico
distingue cuatro posibles visiones del mundo y de la vida implica la dolorosa aceptación de esta presencia de polari-
que pueden aplicarse también a las personas que acuden a dades inconciliables en la vida: «Todo lo que existe es justo e
terapia y a los efectos que la terapia tiene (o puede tener) injusto, y en ambos casos igualmente justificado» (Nietzs-
sobre ellas: esas visiones son la cómica, la romántica, la trá- che, 1871, pág. 71).
gica y la irónica. Esta distinción nos parece interesante y Por último, la visión irónica implica la misma aceptación
útil para situar nuestro modelo terapéutico en un marco de las contradicciones, las ambigüedades y las paradojas de
más amplio y definirlo en relación con otros modelos. la existencia. Pero es una aceptación que no está inspirada
La visión cómica16 establece una neta distinción entre en el mismo pathos presente en la visión trágica. Mientras
«buenos» y «malos», un mundo donde los buenos podrán al- lo trágico presupone participación plena e intensidad emo-
canzar sus objetivos una vez superados los obstáculos (ex- tiva, lo irónico presupone desinterés. La visión irónica im-
ternos) que se interponen entre ellos y la realización de sus plica un distanciamiento de la adhesión acrítica a un punto
fines. Dado que en esta visión cualquiera se identifica con el de vista. Es el reconocimiento de que todo punto de vista es
héroe bueno, se trata de una visión optimista, en la cual to- relativo y susceptible de trocarse en su contrario. Aunque
dos tienen la posibilidad de alcanzar la felicidad plena: «La humorístico a veces, lo irónico es «algo muy serio» (Schafer,
virtud es el saber; se peca sólo por ignorancia; el virtuoso es 1976, pág. 51): quiere decir que está siempre dispuesto a po-
feliz» (Nietzsche, 1871, pág. 96). ner en duda las certezas.16
En la visión romántica, la vida es una continua búsque-
da, al término de la cual, a pesar de las muchas peripecias Como psicoanalista, Schafer relaciona estas cuatro vi-
inevitables, el héroe siempre puede superar los obstáculos y siones con el proceso analítico (1976):
llegar a la plena realización, a la unión con lo absoluto. Es
interesante que las visiones cómica y romántica compartan, «La visión cómica, con su acento sobre el optimismo, el
en el análisis de Schafer, dos características. En primer lu- progreso y la resolución de las dificultades, y la visión ro-
gar, la idealización de los fines últimos y de la figura heroi- mántica, con su acento en la búsqueda de aventuras, están
ca, siempre desprovista de matices (todo lo positivo está de relacionadas sobre todo con el aspecto curativo, liberador y
un lado, y todo lo negativo está del otro lado). En segundo aloplástico del proceso analítico. La visión trágica, que des-
lugar, una concepción cíclica del tiempo: por más serios que taca el compromiso profundo, el conflicto inevitable, el te-
sean los obstáculos y las peripecias afrontadas, los protago- rror, las fuerzas demoníacas, la desoláción y la incertidum-
nistas siempre pueden resurgir impolutos y recuperar toda bre, y la visión irónica, que pone el acento en la conciencia
la pureza original, borrar todo cuanto ha sucedido y reco- de la ambigüedad y de la paradoja y en la arbitrariedad de
menzar desde el principio. los absolutos, están relacionadas sobre todo con los aspec-
En la visión trágica, por el contrario, se advierten las tos investigativos, contemplativos y evaluativos del proceso
contradicciones insuperables y la duplicidad de la vida: en analítico» (págs. 55-6).
la victoria está presente el germen de la derrota; en la felici-
dad, la infelicidad, y a menudo los imperativos categóricos
16 Para Schafer, lo irónico es la otra cara de lo trágico. O, como afirma
15 En este contexto, el término «cómico» no tiene nada que ver con el hu- Nietzsche en El nacimiento de la tragedia: «Deberíais aprender a reír, mis
morismo con el cual se lo asocia comúnmente: aquí se entiende por «cómi- jóvenes amigos, siempre que deséis seguir siendo pesimistas» (1871, págs.
co» lo que es pertinente al género de la «comedia». 14-5).

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Más allá del hecho de que no sólo el proceso analítico si- cuando se enfrentan síntomas simples, o lo trágico, como
no cualquier proceso terapéutico contiene necesariamente cuando se trabaja con vínculos inextricables de lealtad y do-
(o puede ser interpretado según) estas cuatro visiones, en lor, como en los casos de incesto o violencia y de psicosis.
nuestra opinión hay terapias que responden sobre todo a
una de ellas.
Es fácil apreciar que una visión «cómica» caracteriza
muchas versiones de terapia breve basadas en el síntoma y
en el problem-solving. Están entre ellas todas las que presu-
ponen que la eliminación del síntoma, del comportamiento o
de la atribución de significados indeseados puede restituir
plenamente un estado de bienestar al menos potencial: las
terapias del MRI de Palo Alto y las otras terapias estraté-
gicas, las terapias ericksonianas y, en general, todas las
terapias fundadas en un optimismo básico, muy arraigado
en la visión tradicional de la sociedad norteamericana.
Del mismo modo, una visión romántica es propia de las
terapias como la junguiana y, en el campo familiar, de la bo-
weniana: en ambas el proceso terapéutico es considerado
como una búsqueda continua y un esfuerzo hacia un abso-
luto (la individuación y la autorrealización) entendido como
distante pero, al menos tendencialmente, alcanzable.
Schafer atribuye una gran conciencia del elemento trá-
gico al psicoanálisis freudiano (fruto de una sociedad y de
una generación en la cual el gran optimismo de la preceden-
te titubeaba), donde el analista y el analizado están cons-
cientes, en una medida cada vez mayor, de la imposibilidad
de eludir las contradicciones y las neurosis inherentes a la
vida misma.
Según la interpretación de Schafer, podemos encontrar
una visión irónica no solamente en el psicoanálisis, sino
también en la terapia experiencial de Whitaker (definida
por algunos comentaristas como «terapia del absurdo»), en
la cual la locura misma es aceptada como un modus vivendi
dotado de una cierta dignidad. Y nos agrada pensar que
también nuestro modelo se coloca en una posición irónica: al
aceptar muchas visiones, incluso contradictorias, del mun-
do, sin que esto sea vivido como una carencia o un límite
trágico; y también por alentar —tanto en el cliente como en
el terapeuta— una aceptación análoga de las contradic-
ciones como visiones del mundo o como modos alternativos
de existir, todos posibles aunque irreconciliables. Lo cual no
significa que en nuestras terapias falte lo cómico, como

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