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TEMA RELEVANTE
MARCO NORMATIVO
Introducción
Sin embargo, nunca me ha parecido satisfactoria la idea de que solo en los contratos
de consumo o administrativos se busque plasmar un equilibrio de intereses o la
concreción de los valores que la sociedad promueve; más aún cuando la excesiva
onerosidad (artículo 1440) y la lesión (artículo 1447) son ejemplos de un
desequilibrio objetivo (a nivel de prestaciones) del contrato; y la asimetría
informativa, por ejemplo, un desequilibrio respecto a la condición de lo sujetos. El
equilibrio, por tanto, es parte de la naturaleza del contrato desde que el mismo es
encuentro de voluntades, de intereses contrapuestos. Estas situaciones siempre se
presentarán por ser parte de la negociación de un contrato y este el producto de
aquella; ya que, si no hubieran intereses a equilibrar, un negocio unilateral sería más
conveniente. En estos términos, acuerdo y equilibrio no parecen términos muy
distantes.
Escollo más concreto y menos aparente significará el hecho de que la teoría moderna
haya concluido en la inexistencia de una causa de la obligación; y su generación a
partir de un título: Contrato-acuerdo.
No debe creerse, sin embargo, que este trabajo ignore, que además del valor
equilibrio, el contrato debe perseguir otros fines, como no causar daño a terceros, a la
salud, y demás bienes jurídicos; no obstante ello consideramos está ya claramente
protegido con las referencias o prohibiciones de contratar contraviniendo las normas
imperativas, el orden público y buenas costumbres. A diferencia de lo que sucede con
el valor equilibrio negocial el cual creemos no consta de manera muy clara a nivel de
regulación; y lo cual es aprovechado por algunas doctrinas para negar el carácter
vinculante del equilibrio, pudiéndose –según estas– pactarse en desequilibrio por la
sola voluntad de las partes. De lo que discrepamos rotundamente; sin negar la validez
de contratos en los que una persona ofrece muchas ventajas a otra, en
contraprestación de unas pocas (ventajas); pero sí su carácter real y naturaleza de
contrato de intercambio u oneroso, concretándose en los hechos, más una donación o
en una liberalidad. Pero sin perder la razonabilidad del desplazamiento patrimonial.
Solo para fines didácticos buscaremos expresar el equilibrio económico del contrato,
en dos planos: (i) en un primer plano, el equilibrio económico del negocio de
intercambio expresa el “valor equilibrio” que el Derecho contractual en general busca
establecer en las relaciones económicas de los particulares, a través de una regulación
y de los principios que a ella inspiran. Por cuanto, “el negocio no es un hecho, es un
valor”5; y ha criterio nuestro, el equilibrio expresa el principal valor en materia
contractual. Para muestra de ello, basta remitirnos a las normas contractuales
supletorias a la voluntad de las partes, cuya lógica representa claramente la
concreción de un valor equilibrio dentro del contrato.
Así, Manuel de la Puente Lavalle; al referirse a esta normativa, señalaba: “Es natural
que dicho ordenamiento obedezca a un criterio de equilibrio entre los derechos y
obligaciones de las partes teniendo en cuenta los intereses que busca tutelar ese
contrato típico. En otras palabras, el legislador al dictar, una por una y todas en
conjunto, las normas dispositivas del contrato típico, busca diseñar el contrato ideal
que en su concepto, proteja armoniosamente los intereses de las partes tomando en
consideración la finalidad del contrato, de tal manera que las partes puedan confiar en
que existe una regulación supletoria a la voluntad común que ha sido elaborada
precisamente para velar por la justicia contractual”6.
Ahora bien, sin embargo, si la mayor expresión legislativa de equilibrio con peso
jurídico: normas supletorias; son fácilmente eludibles al suplirlas con las normas
privadas al pactar en contrario, y más aún cuando los tipos contractuales pueden ser
suplidos por negocios o contratos atípicos. ¿Qué vestigio jurídico me puede inducir u
obligar a contar en equilibrio?; ¿o debo entender, del amplísimo y difuso escenario que
nos ofrece el artículo V del Título Preliminar del CC7; que un contrato en desequilibrio,
es contrario a las normas imperativas, al orden público y las buenas costumbres, y por
tanto nulo? Antes de ensayar una respuesta pasaremos a un segundo plano de
equilibrio.
Estas referencias, sin embargo, si bien nos generan fundadas dudas respecto a la
inmutabilidad del Contrato; no nos crean, por ello, certeza respecto al papel del
equilibrio económico, postulado en nuestro trabajo. Es por ello que ante tal
panorama, de tener por un lado normas que en general expresan un evidente equilibrio
en los contratos, pero la naturaleza supletoria: salvo pacto en contrario; y por otro lado
un limitado campo de acción del equilibrio a través de juicio de equidad: solo para
casos en que la norma expresa lo autoriza o manda. Es que postulamos el equilibrio
económico como parte de la función encargada a la causa del contrato, a fin que el
“negocio no sea la simple expresión de una promesa o de una obligación, sino que
pone de relieve al mismo tiempo la operación económica que constituye el fin de la
promesa o de la obligación, porque parte del principio de que nadie se obliga sino para
una finalidad (…)”15.
Es por ello que, para superar la yuxtaposición entre aquellos términos, es necesario
entender el rol que el equilibrio cumple a nivel de causa, desarrollando posteriormente
nuestra idea respecto al equilibrio económico, como base del negocio de intercambio.
Pero primero, algunas referencias al tema de la causa.
En términos generales, toda acción del hombre-persona tiene una razón, un propósito,
el cual no se puede ignorar, sin renunciar también a la comprensión cabal del
fenómeno en sí. En términos del negocio jurídico si este es un sistema de valores
autónomo; no podrían ignorarse las razones del negocio jurídico, sin dejar de lado el
contenido de los valores que se busca concretizar, y por tanto el entendimiento del
negocio en sí.
A diferencia del Code, que si bien hacía referencia a la causa del contrato; veía en la
causa la justificación o razón de la obligación (la causa de la obligación); la concepción
unitaria de la causa, en cambio, entiende que la obligación y la correlativa pretensión
acreedora, no tienen propiamente una causa, sino un título; y que siendo la obligación
contractual: su título será el contrato; el cual tiene ciertamente su causa (la causa es
elemento del contrato no de la obligación), de lo cual se derivaría que el “actor debe
probar el hecho constituido (el título) de su crédito”24, y no la causa de su obligación.
A Betty, sin embargo, no se le debe solo la teoría objetiva más influyente de su tiempo,
sino también el haber hecho patente, un problema aun hoy en discusión; el hecho de
que el negocio jurídico necesitaba de una razón objetiva para ser merecedor de tutela,
aquello que lo hace negocio jurídico. Para esta teoría, el negocio debía cumplir una
función económico-social para ser merecedor de tutela, era este criterio económico
social; parte fundamental del juicio de merecimiento. Del cual aún hoy se discute y
se buscan los elementos que lo constituyen; a fin de determinar aquello que hace al
negocio ser tal y por tanto merecedor de protección.
V. El equilibro económico
Lo hasta aquí dicho busca ponernos en aptitud de hacer patente una necesidad; la de
buscar un elemento que complete el sistema del negocio jurídico. Por ello
postulamos: al equilibrio económico como fundamento del negocio, como
principal valor mediante el cual la causa empalma y armoniza los intereses de los
particulares entre sí; y de estos, con los valores superiores de derecho contractual.
Siendo el equilibrio económico la justificación económica y razonable para la tutela del
negocio de intercambio así como la respuesta ante los vacíos del contrato, al regular
una relación de sacrificios económicos recíprocos e interdependientes que hacen
razonable el contrato y por lo tanto el desplazamiento patrimonial32.
En ello se entiende la relación entre el propósito práctico y concreto que persiguen los
sujetos con el negocio, y la economía u operación económica de este, por cuanto el
acuerdo de voluntades para ser jurídico (y tutelable) debe contener aspectos
económicos en equilibrio: repartición de costos y beneficios.
Queda claro que ante las objeciones de que, al intervenir la declaración de voluntad es
esta la que determina si el negocio es oneroso o gratuito (al declarar que se dan los
bienes y demás elementos económicos, en donación), y no la simple atribución
patrimonial, ante lo cual tendríamos que contestar que ello solo expresa un aspecto
excepcional: de no retribución al patrimonio. Cuando la regla general (sobre la que
legisla el Derecho) y natural, ordena una retribución al sacrificio y costo que significa
un negocio o una inversión.
Si al dinero que invierto en una compra, le sumo, por ejemplo, el trabajo de buscar un
precio más bajo, no hay duda que mi dinero tendrá una mayor retribución: un precio
más bajo; al fin y al cabo a mi dinero le estoy sumando tiempo-dinero. Es lo que
lógicamente puede distinguir un contrato de intercambio y uno de sociedad. En el
primer recibo, y lógicamente en correspondencia con el dinero invertido (como medida
de valor de los factores patrimoniales) el equivalente a mi dinero (precio) mientras
que en uno de sociedad empresarial, gracias al valor agregado que otorga el trabajo;
obtendré un beneficio mayor. Si bien la voluntad puede ser en apariencia la de formar
a un título-contrato oneroso, dicha forma puede verse degenerada en una simulación
o un fraude del acto jurídico (del art. 195 del CC); si un esfuerzo o sacrificio
económico no recibe una retribución “equivalente”34 (y no nos referimos a una
equivalencia como un grado de exactitud, sino en una medida de valoración subjetiva,
en principio; pero objetivada, en consecuencia, por la razonabilidad del Derecho y las
necesidades del mercado). Así mediante el anticipo de legítima, que se basa en una
liberalidad a un heredero forzoso, muchas veces se finge disponer de bienes, que no
nunca salen del ámbito de influencia real del anticipante, realizándose solo para evadir
la responsabilidad patrimonial de deudor. El fraude a los acreedores y su regulación
específica, la cual inspira en la finalidad ilícita del negocio, que en su teoría general se
presenta como un requisito de validez en el artículo 140 del Código Civil.
En términos más amplios de una operación económica, se entiende que incluso una
donación encuentra su justificación en una razón económica, no apreciable si se
observa solo el negocio jurídico particular de donación y no toda la operación.
Así la donación puede constituir una promoción que obtiene una especie de
compensación en la publicidad y el potencial consumo de nuevos usuarios; este tipo
de sacrificios no exige una retribución a un obligado por cuanto su retribución
económica es inmediata: la publicidad tiene un precio. En términos más precisos la
sola realización de la promoción satisface el interés publicitario del donante.
Esta causa del contrato o razón para promocionar o dar en donación dista mucho de lo
que puede entenderse por enriquecimiento incausado o enriquecimiento sin causa; sin
embargo, y aun cuando es “bueno captar las diferencia conceptuales entre causa del
contrato (…) causa del enriquecimiento (…) causa de la prestación (del pago) (…) es
bueno también captar los nexos sistemáticos que conectan las figuras y los fenómenos
apenas evocados, reducibles todas a un único fundamental principio inmanente del
sistema: El principio de racionalidad de los desplazamientos de riqueza, por el
cual ningún desplazamiento patrimonial puede producirse y mantenerse firme, si
no está sustentado por una adecuada razón justificativa (…)”35 (el resaltado es
nuestro).
No existe, sin embargo, una referencia en el derecho peruano a la causa, por lo menos
no expresa. El artículo 140 del Código Civil hace referencia al fin lícito, lo que para
muchos autores es una referencia a la causa36. Creemos nosotros que esta alusión al
fin lícito se inclina más a una finalidad subjetiva, matizada de objetividad si se hace
referencia a la finalidad del negocio, lo cual no encuentra pocas objeciones; pero que
no tiene otra salida si se recuerda la irrelevancia de los motivos particulares o intereses
no causalizados. La idea licitud o ilicitud como límite nos ofrece, sin embargo, solo
una coherencia conceptual de la validez de un contrato, como reflejo de la autonomía
privada excepcionalmente limitada por normas expresas. Pero no nos ayuda a
comprender aquello que hace merecedor de tutela a un negocio (atípico, por ejemplo);
lo cual es trascendente cuando se cuestiona su validez, una parte de su contenido, o
ante la falta de estipulaciones. La licitud parece referir más a un límite (estático) a la
autonomía privada, en correspondencia al deber general del neminen laedere, de no
hacer daño al resto dentro de un orden estático; pero resulta insuficiente ante nuevas
formas de daño, frente a nuevos bienes no regulados y a manifestaciones del orden
público y las buenas costumbres aun no juridizadas.
El equilibrio como valor, a través de la causa, busca ser dinámico en las relaciones
contractuales de los sujetos, y si bien no existe una norma que expresamente haga
referencia a la causa, por la formación anticausalista del autor del libro II del Código
Civil peruano; y la opinión de que el tema de la causa se soluciona con un buen
planteamiento del objeto del acto jurídico (opinión que no compartimos por constituir,
objeto y causa; dos en entidades totalmente distintas, no siendo este el momento de
aclararlo), basta decir que la causa37 no desaparecerá de la teoría y realidad del
negocio, por no encontrar una referencia expresa en la legislación peruana; porque es
parte del fenómeno (negocio jurídico) que se pretende regular y porque los valores con
que juzga y justifica al negocio entre particulares: El equilibrio; es el que inspiran al
derecho de los contratos. El equilibrio, como todo fundamento, busca explicar y
comprender el fenómeno del negocio y aún más allá el de la operación económica en
su total amplitud. Siendo aquel, en principio,aquello que lo hace jurídico entre las
partes; desde el momento en que a una prestación corresponde una contraprestación
(un intercambio razonable).
Conclusiones
___________________________
4 “El articulado del Código Civil peruano vigente (Libro II) es el producto de una
denominación seudofrancesa (acto jurídico), de una definición germana (‘manifestación
de voluntad destinada a crear…’) y de buena parte de las normas del Código Civil
italiano sobre el contrato en general”. En: LEÓN HILARIO, Leysser. “Vigencia y papel
central del negocio jurídico en la parte general del Derecho Civil”. En: El sentido de la
codificación civil. Estudios sobre la circulación de los modelos jurídicos y su influencia
en el Código Civil peruano. Prólogo de Paolo Grossi. 1ª edición, Editorial Palestra,
Lima, 2004, p. 122.
7 Artículo V (TP): “Es nulo el acto jurídico contrario a las leyes que interesan al
orden público o a las buenas costumbres.
19 Ibídem, p. 342.
20 La causa, sin embargo, no era precisamente la causa del contrato, sino que era
entendida como la causa de la obligación; así cada prestación del contrato conmutativo
tenía su causa en la contraprestación asignada a la prestación de una parte.