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FUNDAMENTOS DE BIOFILOSOFÍA –

Fundamentos Semánticos y Lógicos

2. FUNDAMENTOS SEMÁNTICOS Y LÓGICOS

La semántica es vista popularmente como un mero asunto de elección de palabras.

Sin embargo, la semántica es una disciplina rigurosa. Es la familia de tres campos

de investigación: semántica lingüística, que investiga los significados de los signos;

semántica matemática, que investiga los modelos (o ejemplos) de teorías

matemáticas abstractas (véase también secciones 3.5 y 9.3.2), y semántica

filosófica, que estudia los conceptos de sentido, referencia, significado, verdad y sus

afines. Estos tres campos, no obstante, tienen poco en común.

Aquí trataremos sólo algunos de los conceptos clave de la semántica filosófica

y, más particularmente, aquéllos relevantes para la filosofía de la ciencia fáctica.

Éstos son los constructos que, a diferencia de los de la matemática pura, se refieren

a cosas reales o al menos putativamente reales, tales como el concepto de

evolución y la teoría de la selección. Estamos interesados principalmente en los

conceptos de significado y de verdad fáctica (a diferencia de la formal.) Por


ejemplo, queremos saber cómo hallar la connotación (sentido) y la denotación

(referencia) del concepto de evolución.

Sin embargo, en el presente capítulo introduciremos sólo algunas nociones

elementales en la medida en que resulten de interés general o sean relevantes para

los temas subsiguientes, tales como la concepción de las teorías científicas. (Más

sobre la semántica de la ciencia fáctica en Bunge 1974a, b.) Como la noción de

verdad también involucra consideraciones epistemológicas, será examinada más

tarde (sección 3.8.1).

2.1 CONCEPTO Y PROPOSICIÓN

Las unidades del significado y por lo tanto los bloques de que está construido el

discurso racional son los conceptos, tales como “totalidad”, “biosistema”, “está

compuesto” y “proteína”. Los conceptos son de dos tipos básicos: lógicos y no

lógicos. Conceptos lógicos son, por ejemplo, “no”, “y”, “todo” y “tiene como

consecuencia” (o su contraparte “se sigue lógicamente de”.) Éstos mantienen

unidos a los conceptos o proposiciones (no lógicos), tal como en “Todos los

biosistemas están compuestos de proteínas” y “p tiene como consecuencia p o q”.

Ejemplos de conceptos no lógicos son “biosistema”, “proteína” y “está compuesto”;

más sobre esto último poco después.


Los conceptos se utilizan para formar proposiciones (enunciados.)

Una proposición “dice” algo acerca de algún o algunos ítems, esto es, es una

afirmación o una negación. En consecuencia, las proposiciones pueden ser

verdaderas o falsas, y sólo ellas pueden ser los sujetos de las pruebas.

Como los conceptos no afirman ni niegan nada, no pueden ser verdaderos o

falsos, y así la categoría de contrastabilidad no se les aplica. Los conceptos sólo

pueden ser exactos o confusos, aplicables o inaplicables, fructíferos o estériles.

Nótense los siguientes puntos sobre proposiciones. Por un lado, las

proposiciones no deberían confundirse con oraciones. En verdad, la misma

proposición, tal como “Yo te amo” puede ser expresada por muchas oraciones, tales

como ‘You are loved by me’, ‘Ich liebe dich’ y ‘Je t’aime’. Más aún, una oración

gramaticalmente correcta, tal como ‘El mundo mundea’ de Heidegger, no

necesariamente desina una proposición. Por otro, las proposiciones no deberían

confundirse con pensamientos: las primeras son objetos conceptuales y por lo tanto

ficciones, los segundos son procesos cerebrales. Así ‘Este libro es tonto y aburrido’,

‘Este libro es aburrido y tonto’, ‘Tonto y aburrido es este libro’, ‘Aburrido y tonto es

este libro’ son diferentes oraciones que expresan pensamientos distintos, pero se

agrupan en la misma proposición. Esto es, elegimos ignorar sus diferencias

materiales y lingüísticas, fingiendo que son lo mismo (una proposición). (Debido a

nuestra distinción cosa-constructo, distinguimos a los conceptos y proposiciones con

comillas dobles, mientras que los signos, símbolos, palabras y oraciones se colocan

entre comillas simples.)


Finalmente, las proposiciones no deberían confundirse con propuestas, tales

como “Comprobaremos esta proposición”. Las propuestas son invitaciones a la

acción y por lo tanto pueden ser aceptadas o declinadas, pero no puestas a prueba

para averiguar si son verdaderas o falsas.

Ahora desarrollemos los conceptos no lógicos. Los conceptos no lógicos pueden

dividirse en individuos tales como “Darwin”; colecciones de individuos

(conjuntos, clases o tipos) tales como “humanidad”; y predicados tales como

“vive” o “está vivo”, y “humano” o “es humano”. En lógica tradicional “es”, como en

“Darwin es humano” se llamaba la cópula y se trataba como un concepto lógico

separado, aunque nunca definido. Se decía que su función era unir o juntar el

predicado (p. ej., “humano”) al individuo o sujeto (p. ej., “Darwin”). Sin embargo,

en lógica moderna o matemática ‘es’/’está’ y sus cognatos (‘son’, ‘estuvo’, etc.)

designan cinco conceptos diferentes, sólo uno de los cuales involucra predicación,

tales como “es humano”. Así la proposición “Darwin es humano” se analiza en dos

conceptos – “Darwin” y “es humano” – no en tres. (En verdad, se simboliza “Hd”,

donde H designa al predicado “es humano” y d al individuo Darwin.) En cambio, el

enunciado equivalente “Darwin es un miembro de [o pertenece a] la especie

humana” sí está constituido de tres conceptos, uno de los cuales, “pertenece a”

(designado por ) era desconocido para la lógica tradicional. (En símbolos, “d  H”,

donde H designa a la colección de todos los humanos, esto es la especie Homo

sapiens.) Lo mismo vale para la inclusión de clases (designada por ), tal como en

“Los humanos son mamíferos”, o más brevemente “H  M”. (Véase también capítulo

7.)
Finalmente, la palabra de aspecto inocente ‘es’ designa dos conceptos más en

lógica matemática, los de identidad (=), como en “1 es el sucesor de 0” y el de

igualdad (:=), tal como en “El coseno de 0 o es 1”, o “cos 0o:=1”. Volviendo a los

predicados, de la sección 1.3 se recordará que un predicado puede ser unario, tal

como en “vive”; binario, tal como en “desciende”; ternario, tal como en “media”, y

así sucesivamente. Un predicado unario denota una propiedad intrínseca de un

individuo (simple o complejo); un predicado binario denota una relación entre dos

ítems; un predicado ternario una relación entre tres individuos y así sucesivamente.

Un tipo particular de relación de relación se señalará aquí porque es

importante y porque la encontraremos en esta ocasión: la de función matemática.

Una función matemática empareja cada miembro de una clase con un solo miembro

de otra. Más precisamente, una función de un conjunto A en un conjunto B asigna a

cada elemento de A un solo elemento de B. Se escribe: : A  B, o y=(x), donde x

pertenece a A e y es la imagen de x en B. Se denomina a A el dominio y a B el

codominio de . Por ejemplo, la edad es representable como una función del

conjunto de las cosas en los números reales positivos (en símbolos obvios, a:  

R+ y, para una cosa particular   , a() = t, donde t  R+.) Si un miembro

arbitrario y de B es un número o una n-upla de números, se denomina a y una

variable (numérica.) (Una n-upla es una lista ordenada de n ítems, donde n es un

entero positivo.).
Desde un punto de viste epistemológico o metodológico podemos distinguir dos

tipos de variable y tres tipos de función. Las variables pueden representar

propiedades observables o inobservables. Las funciones pueden relacionar (a)

variables observables, tales como las entradas y salidas de un sistema; (b)

propiedades inobservables, tales como densidad de población y competencia, o (c)

variables inobservables con variables observables, tales como ajuste con número de

crías. Las funciones de la tercera clase relacionan a la teoría con los datos, y

algunas de ellas funcionan como hipótesis indicadoras (véanse secciones 3.2.2,

3.5.5, y 3.5.7.1.)

Como vimos líneas atrás, la relación entre predicados e individuos es de

predicación o atribución. Los predicados se atribuyen a individuos, pares, tríos o n-

uplas. (Nótese que no todos los individuos son necesariamente irreductibles:

algunos de ellos pueden ser analizables en colecciones. En otras palabras, la

distinción individuo-colección puede depender del nivel de análisis o del contexto.

Nótese también que estamos hablando del concepto de individuo lógico-semántico,

no del ontológico.)

La atribución del predicado F al individuo b resulta en la proposición Fb, que se

lee “b es un F” (recuérdese sección 1.3). La atribución del predicado G al par

ordenado a, b resulta en la proposición Gab, y el resultado de atribuir el predicado

H a la n-upla a, b,…, n es la proposición Hab…n.


Asimismo, podemos decir que la proposición Fb es el valor de la función F en

b; y de igual modo Gab es el valor de la función G en a, b, etc. En general, un

predicado puede concebirse como una función de individuos a proposiciones. (Más

en la sección 2.2.)

La relación entre individuos y colecciones es la de pertenencia, designada por

el símbolo . Por ejemplo, la proposición “Darwin es un ser humano” puede

analizarse como “Darwin pertenece a (es un miembro de) la clase de los seres

humanos”, o brevemente “d  H”. Nótese que en matemáticas los términos

‘conjunto’ y ‘colección’ son sinónimos, y toda colección tiene una membrecía fija.

Esto no es así en las ciencias fácticas, donde a menudo se estudian colecciones con

una membrecía variable: piénsese en un taxón biológico.

Semejante colección variable es un conjunto propiamente dicho sólo en un

tiempo dado, ya que puede contener diferentes miembros en tiempos diferentes. Es

más, en el caso de taxones extintos, la membrecía de una colección variable puede,

en algún momento, ser incluso igual al conjunto vacío. (Más sobre colecciones

variables en sección 7.2.1.3.)

Finalmente, tenemos la relación entre predicados y clases. Sin embargo, este

tema merece una sección propia porque abre el camino a la elucidación de la noción

semántica de significado.
2.2 EXTENSIÓN Y REFERENCIA

Todo predicado determina una clase llamada extensión del predicado. Ésta es la

colección de individuos (parejas, tríos, etc.) que poseen la propiedad designada por

el predicado en cuestión. Por ejemplo, la extensión del predicado unario

“metaboliza”, tal como ocurre en la proposición “Todas las cosas vivientes

metabolizan”, es la clase de las cosas vivientes (o biosistemas.)

En símbolos obvios, E(M) = {x    Mx}, o sea: la extensión de M es la colección de

individuos en el conjunto  (de los sistemas) que tienen la propiedad M.

La extensión del predicado binario “desciende”, tal como ocurre en el esquema

proposicional “x desciende de y”, o brevemente “Dxy”, es la colección de pares

ordenados organismo ancestral, organismo descendiente. Brevemente: E(D) =

{x, y  A  D  Dxy}, donde A  D es la colección de pares antepasado,

descendiente, también llamada producto cartesiano de A por D. (En el caso de la

reproducción sexual la extensión es más compleja, y consta de antepasado

materno, antepasado paterno, organismo descendiente.)

No hace falta decir que la extensión de un predicado ternario es un conjunto de

tríos, el de un predicado cuaternario un conjunto de cuartetos, y así sucesivamente.

Sin embargo, algunos predicados tienen una extensión vacía, es decir no se aplican

verazmente a nada. En otras palabras, algunos predicados no corresponden a

propiedades sustanciales de cosas (recuérdese la distinción propiedad-predicado de


la sección 1.3). Ejemplos: “fuerza vital”, “fantasma”, “inmortal”. Cuando la

extensión de un predicado F es vacía, se escribe: E(F)=.

Los nominalistas, entre ellos Woodger (1952), sólo admiten individuos. Así,

desconfían de los conceptos, en especial de los predicados. Por eso creen que toda

propiedad debe entenderse como la colección de los individuos que la poseen. Esto

es, confunden a las propiedades con sus extensiones. Este enfoque extensionalista

está abierto a la siguiente objeción. Denoten P1 y P2 dos propiedades de entidades

de un tipo K, por ejemplo ‘emplumado’ y ‘poseyendo una unión intertarsal’. Como

todos los Ks (aves recientes) poseen tanto P1 como P2, de acuerdo con el

nominalismo P1 es idéntica a P2, lo que contradice la hipótesis de que P1 y P2 son

diferentes (véanse también Bunge, 1974a, 1983a; Sober, 1981).

En suma, la expresión en lenguaje ordinario ‘b es un F’ puede concebirse como

‘Fb’, donde F es una función, o como ‘b es un miembro de la extensión de F’, esto

es b  {x  Fx}. Ordinariamente la última concepción de los predicados, que se

denomina extensional, presupone a la primera, llamada intensional. Esto es porque

debemos saber de qué predicado estamos hablando y qué propiedad conceptualiza

antes de poder investigar su extensión. Sin embargo, ambas construcciones son

matemáticamente equivalentes.

¿A qué se refiere una proposición de la forma “b es un F” o, más brevemente,

“Fb”? Obviamente, Fb es sobre b: atribuye F a b. Ahora bien, hemos visto que Fb

puede concebirse como el valor de la función F en b. Sin embargo, el individuo b

puede pertenecer a más de una colección: puede ser un organismo, un animal, un


insecto, un parásito, un antepasado, etc. (Nótese que una colección puede contener

un solo miembro. Tal colección se denomina colección unitaria; pero ésta no es lo

mismo que su miembro solitario, esto es {b}  b.) Entonces, el predicado F puede

concebirse como una función de la colección D de individuos en el conjunto P de

todas las proposiciones de la forma Fb; en resumen, F: D  P.

A continuación asumimos que el predicado unario F se refiere a cualquiera y a

todos los miembros del dominio D de F. En otras palabras, la clase de referencia del

predicado F es igual a su dominio D, o en resumen R(F) = D. Por ejemplo, la clase

de referencia del concepto de energía es la colección de todas las cosas materiales

actuales y posibles, y la de ontogénesis (desarrollo) es la totalidad de los

organismos. Nótese que, dado que todas las cosas (materiales) poseen energía, la

extensión y la clase de referencia de “energía” coinciden. En contraste, como

aparentemente no todos los organismos se desarrollan (p. ej., algunos organismos

unicelulares no parecen sufrir un desarrollo propiamente dicho: véase capítulo 8), la

extensión de “ontogénesis” (O) está propiamente incluida en su clase de referencia,

esto es: E(O)  R(O).

A fin de hallar las clases de referencia de predicados de orden superior, tales

como “come” (binario) o “media” (ternario), debemos identificar sus respectivos

dominios. Como son los animales que comen, y como lo que comen son otros

organismos o partes de ellos, el predicado “come” (E) se aplica a cualquier par

ordenado animal, organismo, (alimento).


En términos técnicos, el dominio de la función E es el producto cartesiano de la

colección A de los animales por la colección F de los organismos alimento.

Estipulamos que la clase de referencia de E es la unión de los factores A y F, esto es

R(E) = A  F. En general, la clase de referencia de un predicado n-ario P con

dominio A  B  …  N será R(P) = A  B …  N.

Nuestra próxima suposición es que la clase de referencia de una proposición, o

cualquier otros constructo en que los predicados aparecen, es la unión de las clases

de referencia de dichos predicados. Por ejemplo, la clase de referencia de la

proposición “Algunos organismos viven en agua dulce” es la unión de la colección de

los organismos y la colección de los cuerpos de agua dulce. Nótese que la negación

de una proposición dada tiene la misma clase de referencia. Lo mismo vale para las

clases de referencia de “P y Q”, “P o Q”, “Si P entonces Q” y las demás

combinaciones de P y Q mediante conectivas lógicas: todas tienen los mismos

referentes. En resumen, la función de referencia R es insensible a las conectivas

lógicas.

Finalmente, estipulamos que la clase de referencia de un sistema de

proposiciones, tal como una teoría, es igual a la unión de las clases de referencia de

todos los predicados que aparecen en la teoría. Como al concebir una teoría se

puede introducir y definir tantos predicados como se necesite, la tarea de encontrar

la clase de referencia de la teoría parece a primera vista abierta y por lo tanto

desesperanzada. Éste es, en efecto, el caso con las teorías desordenadas.


En el caso de las teorías axiomatizadas, sin embargo, se puede identificar

fácilmente el conjunto de los predicados básicos o definientes, que es un pequeño

subconjunto de la colección de todos los predicados que aparecen en la teoría.

A la clase de referencia de una teoría o modelo se la llama a veces su

‘ontología’. Advertimos acerca de este uso de ‘ontología’. Por un lado, entendemos

que el término ‘ontología’ denota una disciplina filosófica, la metafísica, o designa

una teoría metafísica. Así, ni el mundo como un todo ni la colección de objetos en el

mundo (es decir su composición) es una ontología. Más aún, si usásemos ‘ontología'

también ‘como clase de referencia’, deberíamos hablar de la ontología de una

ontología. En cambio, conceptos con una extensión vacía, tales como “unicornio” sí

hacen referencia, esto es, a objetos ficticios, aunque éstos no tienen estatus

ontológico.

Permítasenos volver a subrayar la importancia de distinguir entre la extensión

de un predicado y su clase de referencia, aunque apenas si los filósofos hacen esta

distinción. (Después de todo, la mayoría de los filósofos no hace caso de la

distinción propiedad-predicado.) Un biólogo que critica la noción de élan vital por no

tener contraparte real, esto es, por tener una extensión vacía, se refiere al élan

vital para considerarlo pura invención. Y un científico que hipotetiza la existencia de

un objeto que aún no se ha encontrado asigna una clase de referencia no vacía al o

a los predicados definientes, aun admitiendo que, hasta el momento, la extensión

correspondiente ha demostrado ser vacía.


Las diferencias principales entre la extensión y la clase de referencia de un

predicado son las siguientes.

En primer lugar, el concepto de extensión presupone al de verdad (fáctica),

mientras que la noción de clase de referencia no. Esto es, incluimos en la extensión

de un predicado sólo los ítems para los que se cumple realmente.

En segundo, mientras que la extensión de un predicado binario es un conjunto

de pares ordenados (y en general, la de un predicado n-ario es un conjunto de n-

uplas), la clase de referencia correspondiente es un conjunto de individuos.

En tercero, mientras que la función de extensión es sensible a la negación,

disyunción, conjunción y las conectivas lógicas restantes, la función de referencia no

lo es. Por ejemplo la extensión de “no fotosintetizante” es el complemento de la de

“fotosintetizante”, mientras que la clase de referencia de ambos predicados es la

misma, o sea todo el conjunto de los organismos (presentes, pasados y futuros.)

De nuevo, la extensión de “P o Q” es la unión, esto es E(P  Q)=E(P)  E(Q), y

la de “P y Q” es la intersección de las extensiones de P y Q, esto es E(P & Q) = E(P)

 E(Q). En contraste, la clase de referencia de ambos predicados compuestos es la

misma: la unión de las clases de referencia parciales, esto es R(P  Q)=R(P &

Q)=R(P)R(Q). (Para detalles véase Bunge, 1974a, b.)


Aunque los biólogos no necesitan formalizar los conceptos de referencia y

extensión, deberían conservar en la mente la dimensión entre ellos, y esto por dos

razones. Una es que a veces no resulta para nada obvio cuál es la clase de

referencia, menos todavía la extensión, de una teoría o modelo dado. Por ejemplo,

¿la teoría de la selección se refiere a genes, genotipos, organismos, grupos o

poblaciones, o quizá a todos ellos juntos? Así, el cuidadoso análisis semántico de

teorías y modelos es una importante tarea de la biología teórica.

Otra razón de la pertinencia de la distinción es que ayuda a detectar la

falsedad de ciertas afirmaciones subjetivistas e instrumentalistas, tales como la que

sostiene que “[la teoría de la selección] se refiere a la flora, la fauna y a agentes

cognitivos que teorizan sobre ellas” (Rosenberg, 1994:15, cursivas del original).

El hecho de que todas las teorías son teorías de algunos agentes cognitivos, así

como el hecho de que las teorías pueden contener convenciones, supuestos

simplificadores o aparatos estadísticos, no implica que traten, por lo tanto, acerca

de agentes cognitivos; en otras palabras, que los agentes cognitivos se cuenten

entre sus referentes.


2.3 SIGNIFICADO

La palabra ‘significado’ tiene muchos significados tanto en lenguaje ordinario como

en biología. Se habla del significado de la información genética, del significado de la

evolución o del significado de la vida. Evitaremos estos equívocos y adoptaremos

sólo la noción semántica de significado. Esto es, sólo admitiremos constructos, así

como signos simbolizando constructos, como portadores de significado. (Así, ni las

moléculas ni los procesos tienen significado; y la mayor parte de las cosas y

procesos no tienen tampoco propósitos o metas: véase capítulo 10.) Con esto,

analizaremos el concepto de significado en “sentido” y “referencia”, o qué se dice

sobre qué.

Como el concepto de referencia ha sido elucidado previamente, procedemos a

analizar la noción de sentido (connotación o comprensión.) En vez de referirse

directamente a un individuo, una proposición puede “decir” algo en una manera

indirecta. Por ejemplo, el enunciado “Darwin es un biólogo inglés” presupone la

existencia de Inglaterra y de la biología. Más aún, el enunciado implica “Algunos

ingleses son biólogos”. Así una proposición “contiene” potencialmente todas sus

consecuencias lógicas, de manera que éstas deben contarse como pertenecientes al

sentido total de la proposición dada. Llamamos a esto las consecuencias de una

proposición. Más aún, tiene completo sentido sólo en relación con las proposiciones

que ella implica.


Llamamos a los generadores o precursores lógicos de una proposición sus

premisas. (Nótese que, si una proposición es una suposición inicial, esto es, un

postulado o un axioma de una teoría científica, o si un predicado se presenta en una

teoría como concepto primitivo, esto es indefinido, no tiene otra premisa que ella

misma.)

En suma, el sentido total de una proposición es el conjunto de todas las

proposiciones que trae aparejada o la traen aparejada a ella, es decir, la unión de

sus premisas y sus consecuencias. Sin embargo, debemos ser cuidadosos aquí

porque la misma fórmula puede tener sentidos diferentes (o ningún sentido) en

diferentes contextos. Por ejemplo, una proposición sobre la tasa de crecimiento

bacteriano no tiene sentido en sistemática; y el sentido del predicado “está vivo”

depende de si se le define o no en la teoría dada. Si no se le define, su sentido es

igual a sus consecuencias, mientras que en un contexto en el que se le defina, su

sentido es igual a la unión del conjunto de sus predicados definientes (p. ej.,

“metabolizante”) con el de los predicados que se siguen de él (p. ej., “mortal”.) Así,

siempre que exista el riesgo de ambigüedad, deberá hacerse explícita la indicación

del contexto.

Habiendo definido la referencia y el sentido de un constructo arbitrario,

podemos introducir el concepto semántico de significado. Definimos al significado de

un constructo c como su sentido junto con su referencia: en símbolos obvios,

M(c)=df S(c), R(c).


En otras palabras, dos constructos tienen el mismo significado si y sólo si son

cointensivos y correferenciales. Estipulamos además que todo constructo tiene un

significado, esto es, un sentido (aun si se conoce sólo parcialmente) y una clase de

referencia no vacía (aunque posiblemente indefinida.) Su extensión, en cambio,

puede ser vacía.

Estipulamos incluso que un signo o símbolo es significante con tal que designe

a un constructo propiamente dicho o denote un hecho actual o posible. (Nótese que

llamaremos la relación semántica entre un signo y un constructo ‘designación’, y a

la relación semántica entre un signo y un ítem fáctico ‘denotación’. Así, los signos

viales denotan pero no designan, y los signos de puntuación no designan ni

denotan.) Los signos o símbolos pueden tener significado sólo de manera colateral

designando a un constructo significante. En otras palabras, un signo o símbolo

adquiere significado indirectamente representando por poder a un constructo.

Como los nombres son símbolos, tienen significado (indirecto) sólo si

representan constructos. Si un nombre designa sólo a un individuo, tal como un

nombre propio que denota a una persona en particular, no tiene significado. Así,

‘Jones’ no tiene significado. Este punto resulta relevante para las tesis

neonominalistas en taxonomía, de acuerdo con las cuales (a) los taxones biológicos

serían individuos concretos (clados) antes que clases o tipos de organismos, y (b)

los nombres de los taxones serían entonces nombres propios antes que nombres de

clases (esto es, de conceptos).


Sin embargo, al mismo tiempo, algunos autores neonominalistas (como de

Queiroz, 1994) hablan del significado de los nombres de los taxones, la

comprensión de los nombres de los taxones y la definición de ellos. Todo esto está

errado: si los nombres de los taxones no designan constructos sino denotan

individuos concretos, no tienen una comprensión ni un significado, y no pueden ser

definidos. Sólo se puede asignar o adjuntar un símbolo a un objeto, pero esto no es

definir al primero, y por supuesto, tampoco al segundo: las definiciones son

identidades signo-signo o concepto-concepto, y no puede haber identidad entre un

nombre y su nominátum. (Más sobre definición en sección 3.5.7.1, y más sobre

neonominalismo en sección 7.3.)

De acuerdo con la teoría positivista del significado, una proposición es

significante sólo en el caso de que sea testeable o, más precisamente, sea

verificable (véase, p. ej., Carnap, 1936-1937.) Esta postura se denomina

usualmente ‘teoría verificacionista del significado’. Ahora bien, aunque la

testeabilidad es ciertamente una condición suficiente para la significación de las

proposiciones, no es necesaria. Así, la proposición “La vida es un don divino” puede

perfectamente tener sentido en un contexto teológico, aun cuando es intesteable.

Más aún, constructos diferentes de las proposiciones tienen sentido aunque no

sean testeables. Por ejemplo, la orden “¡Pásenme el azúcar!” y la máxima moral

“No debemos ser sexistas” son perfectamente significativas aunque no sean

proposiciones y por lo tanto no testeables. En consecuencia, damos vuelta a la

teoría verificacionista del significado para leer: si una proposición es testeable,

entonces tiene significado.


En otras palabras, la posesión de significado es necesaria para la testeabilidad.

No es suficiente, sin embargo, porque los tests requieren medios de prueba, tales

como dispositivos de observación y métodos de algún tipo. (En otras palabras,

resulta que “es verificable” es al menos un predicado binario y no unario, porque se

presenta en proposiciones de la forma “p es verificable por el medio m”.)

Finalmente, debemos distinguir entre significado fáctico y empírico.

Obviamente, un constructo tiene significado fáctico si y sólo si se refiere a ítems

fácticos. En cambio, un constructo tiene significado empírico únicamente en el

caso de que se refiera al menos de manera parcial a experiencias humanas de

alguna clase, tales como percibir, pensar o hacer. Así, mientras que el enunciado

“Los primeros organismos se autoformaron a partir de precursores abióticos” es

fácticamente significativo (e incluso, cierto) es empíricamente carente de significado

porque no tenemos experiencia alguna del autoensamblaje de cosas vivientes en el

pasado. Como la experiencia es propiamente una parte del mundo real (véase

postulado 1.10), todo constructo empíricamente significativo es también

fácticamente significativo, pero no a la inversa. Si es necesario, podemos llamar a

un constructo que es fáctico pero no empírico, estrictamente fáctico u objetivo. Por

ejemplo, “temperatura” es un concepto estrictamente fáctico, mientras que

“caliente” es uno empírico. La distinción entre significado o contenido fáctico y

empírico resultará provechosa cuando examinemos el problema de si las teorías

científicas tienen contenido fáctico o empírico, o ambos (véase sección 3.5).


2.4 LÓGICA

Mientras que la semántica estudia el contenido de los constructos, la lógica estudia

la forma de los conceptos, proposiciones, sistemas de proposiciones (teorías) y

argumentos deductivos. (Una introducción accesible a la lógica elemental para

biólogos es van der Steen, 1993; libros de texto más extensos y técnicos son, p.

ej., Suppes, 1957 y Copi, 1968.)

Desde un punto de vista lógico, las proposiciones pueden ser simples (atómicas) o

compuestas (moleculares.) De una proposición que contenga una o más operadores

lógicos, tales como “o” o “no”, se dice que es compuesta o molecular. Un ejemplo es

“p o no-p”, o “p  p” en forma abreviada, donde p es una proposición arbitraria.

Otro ejemplo es “no-(p y no-p)”, o “(p&p)”. A la primera de estas proposiciones se

le denomina principio del tercero excluido (o tertium non datur), y a la segunda

principio de no-contradicción. Ambas valen en la lógica clásica u ordinaria para

todas las proposiciones, sin que importe su contenido o valor de verdad. De modo

semejante, la regla básica de la deducción “A partir de p, y Si p entonces q, se

infiere q” (o, en símbolos, “p, p  q  q”.) Este principio, llamado modus ponens,

vale para cualesquiera proposiciones p y q más allá de lo que “digan” y sean o no

(formal o fácticamente) verdaderas: la lógica no tiene compromisos con respecto al

valor de verdad de las fórmulas no lógicas.


Las leyes del tercero excluido y de no contradicción son epítomes de

tautologías, esto es, proposiciones que son (lógicamente) verdaderas por virtud de

su forma, de manera que se cumplen sin importar el estado del mundo. Las

tautologías son así radicalmente diferentes de las verdades matemáticas, químicas

o biológicas, cada una de las cuales depende de la naturaleza de sus referentes y

del contexto. Mientras que todas las tautologías son verdades formales, no todas las

verdades formales son tautologías. Por ejemplo, “2 + 3 = 5” es verdadera en

aritmética pero no pertenece a la lógica, que no involucra números.

Las tautologías nada dicen en particular sobre el mundo, aunque son

necesarias para razonar correctamente sobre él. Es más, la lógica, canon del

razonamiento válido, consiste en tautologías infinitas con un puñado de reglas de

inferencia. Uno de los usos principales de la lógica es la de herramienta para

identificar trivialidades lógicas, esto es, tautologías y sus negaciones, es decir,

contradicciones o falacias lógicas.

Una falacia lógica incluye un predicado auto-contradictorio o contiene un par

de proposiciones mutuamente contradictorias. Un ejemplo del primer caso es

“herbívoro carnívoro” y “La agresión es innata y adquirida” ejemplifica al segundo.

Al ser lógicamente falsos, no se necesita de operaciones empíricas para rechazarlos.

Como la máxima generalidad e independencia del tema son característicos de

la lógica, ninguna otra ciencia tiene tal amplitud, o si se prefiere, tal falta de

profundidad. Por eso es que la lógica se utiliza para analizar toda forma de discurso.

Y por eso es que expresiones tales como ‘lógica del proceso’ o ‘lógica de la
situación’, a veces usadas en el discurso científico, pueden referirse a cualquier

tema menos a la lógica. La lógica no maneja procesos o situaciones más de lo que

se ocupa de la fotosíntesis o la evolución. En suma, la lógica es la teoría básica del

discurso racional. Es el estudio de la forma de los conceptos, proposiciones y

argumentos deductivos. Nos enseña cómo distinguir al argumento correcto del

incorrecto, no cómo explorar el mundo y mucho menos cómo cambiarlo; de manera

similar a la matemática, que tampoco está comprometida con ningún tema fáctico.

Por eso también la matemática puede moverse de un campo de investigación a

otro.

Para concluir, por necesarias que sean, la lógica y la matemática resultan

insuficientes para estudiar el mundo. Esto se debe a que la lógica trata acerca de

forma y consecuencia: es una ciencia a priori, que no necesita operaciones

empíricas tales como la observación, la medición o la experimentación. Y la

matemática trata de constructos y, por lo tanto, tampoco tiene necesidad de

procedimientos empíricos. Por eso es que llamamos a la lógica y a la matemática

ciencias formales, en oposición a las ciencias fácticas, que estudian al mundo. (Más

sobre la filosofía de la lógica y la matemática en Carnap, 1939; Bunge, 1985a,

1997.)

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