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ÍNDICE

Introduccón
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Propósito
3
1. El ciervo en la fuente.
5
2. La paloma.
6
3. Esopo y un ateniense.
7
4. El viejo, el niño y el burro.
8
5. La mano derecha y la izquierda. 1
0
6. El hombre y el asno. 1
1
7. La cabeza y el gorro. 1
2
8. El pelotazo. 1
3
9. El lavatorio del cerdo. 1
4
10. La cicatriz. 1
5
11. El cazador y los conejos. 1
6
1. La leyenda del unicornio. 1
8
2. La leyenda del café. 1
9
3. La leyenda del crespín. 2
0
4. La misión del colibrí. 2
1
5. La pincoya. 2
3
6. El creador de la Patagonia. 2
5
7. Quetzalcóatl 2
8
8. La llorona. 3
0
9. El mito de Europa. 3
3
1
10. El mito de Artemisa. 3
5
11. El mito de Hera. 3
7
12. Las sirenas. 3
9
13. El mito de la formación de la vía 4
láctea. 1
14. mito de la diosa Afrodita. 4
2
15. La leyenda de doña Beatriz. 4
4
16. La señora del salto mortal. 4
6
17. La mujer herrada. 4
8
18. La cierva dorada. 5
0
19. El puma yagüá. 5
2
20. La paloma torcáz. 5
4

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INTRODUCCIÓN
Los cuentos son elementos formativos por excelencia, del carácter,
personalidad y forma de vida. Los cuentos muestran lo bueno y lo malo, lo
digno y lo que corrompe. El planteamiento de estos contrapuntos permite
a los alumnos profundizar en estos como referentes de su actuar cotidiano,
en contraste con los elementos ofrecidos a través de la televisión o
videojuegos.

En los cuentos los fenómenos del mundo y de la vida están sublimados de


tal manera que descubren potencialidades, gestos de significación
implícita y mensajes de valores que servirán por siempre.

Conocerlos y vivenciarlos constituye un acto educativo de gran relevancia


ya que permiten generar una sensibilidad acerca de múltiples
circunstancias de la realidad, tanto concreta como imaginaria. Al mismo
tiempo muestran las actitudes necesarias para cambiar esa realidad a
favor recambios positivos.

La presente antología de cuentos infantiles ha sido recopilada con la


finalidad de brindar material adicional a los ya existentes en el salón de
clases y así favorecer el rol de la literatura infantil como instrumento de
crecimiento y desarrollo integral.

En este material se podrán encontrar cuentos cortos y largos, los cuales


favorecen el trabajo en el aula, permitiendo la exploración libre por parte
de los alumnos, así como aprovechar, por perore del docente los cuentos
largos para realizar lecturas continuadas en varias sesiones. Así mismo el
presente material permite el involucramiento del padre de familia al
invitarlo a realizar lecturas en el aula de su hijo.

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PROPÓSITO

Que los alumnos a través de la lectura de cuentos


infantiles, desarrollen el gusto por la lectura y obtengan
elementos suficientes para desarrollar su sensibilidad
hacia la realidad, tanto concreta como imaginaria, así
como desarrollar las actitudes necesarias para cambiar
esa realidad.

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1. ROSALINA Y EL BOSQUE DE LA LUZ

SAGRARIO MARTÍN MORENO

Había una vez un bosque, que se llamaba BOSQUE DE LA LUZ, en él vivían


duendecillos que habían nacido de las flores, sus alas tenían el mismo
color que la flor de la que habían nacido.
Una rosa blanca estaba a punto de abrirse, todos la miraban y curiosos se
preguntaban
-¿Qué será lo que nacerá?
-¿Será un duendecillo?
-¿Será una duendecilla?
Estaban tan distraídos mirando la rosa que no se dieron cuenta de que el
cielo se había cubierto de nubes muy negras y empezó a llover, tan fuerte
llovía, que la lluvia arrancó la flor y la arrastró hacia el río.
-¡Tenemos que cogerla!
La rosa iba muy deprisa por las aguas del río, y no pudieron alcanzarla por
más que lo intentaron.
Todos se quedaron muy tristes, y decían:

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-Esperamos que algún día, el duendecillo o duendecilla que esté dentro de
la rosa, pueda encontrar el bosque de la luz.
La rosa blanca estuvo mucho tiempo en las aguas del río, hasta que un día
quedó enganchada en unos juncos.
El hada de las flores, estaba en la orilla peinando sus cabellos, y vio la
rosa.
¡Qué rosa más bonita!, la cogeré y en mi pelo la pondré.
Cuando fue a cogerla la rosa se abrió y de ella nació una duendecilla muy
hermosa, sus alas eran blancas y luminosas, como la rosa.
El hada de las flores sonriendo le dijo:
-Ya has nacido y Rosalina te llamarás, el bosque de la Luz tendrás que
encontrar, pues allí está tu felicidad.
-Y ¿cómo lo encontraré?
-Ayudando a los demás el camino encontrarás
-Y ¿cómo sabré que lo he encontrado?
-Cuando tus alas cambien de color al bosque de la Luz habrás llegado
¡Te deseo mucha suerte duendecilla!
Rosalina se despidió del hada de las flores, y empezó a caminar porque el
bosque de la Luz tenía que encontrar.
Fin

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2. ROSALINA Y EL ERIZO PINCHITOS

SAGRARIO MARTÍN MORENO

NARRADOR: -Rosalina llegó a


un bosque, allí se encontró con el erizo Pinchitos que estaba muy triste.
ROSALINA: ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?
PINCHITOS: -No tengo amigos con quien jugar, todos se ríen de mi cuando
me ven llegar.
ROSALINA.-¿Y por qué se ríen de ti?
PINCHITOS: – No lo sé, pero cuando llego, me miran y dicen riendo:
-¡Mirad!, por ahí viene Pinchitos, ¡Que feo es! ¡No jugaremos con él! Con
tantos pinchos nos pinchará y mucho daño nos hará.
ROSALINA: No está bien que te digan eso, pero no te preocupes yo jugaré
contigo.
PINCHITOS: -De verdad ¿quieres jugar conmigo?
ROSALINA: -Claro que sí, lo vamos a pasar muy bien, mira allí hay una
ranita, que está sola, le preguntaremos si quiere jugar con nosotros.
NARRADOR.- Rosalina y Pinchitos fueron donde se encontraba la ranita
Cristina y le preguntaron.
ROSALINA: -¿Estás sola? ¿Quieres jugar con nosotros?
CRISTINA: -Si, no tengo amigos, hace poco que he llegado a este lugar y no
conozco a nadie, por eso estoy sola.
PINCHITOS: No te preocupes, Cristina, Rosalina y yo seremos tus amigos.
CRISTINA: ¿A que jugamos?
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PINCHITOS: Yo sé un juego que me enseñaron mis papás, se llama
BRINCAR Y BAILAR, tienen que ponerse de pie y hacer lo que yo diga.
PINCHITOS: Damos un brinco, otro brinco más.
Las manos arriba y dando tres palmas volvemos a brincar: 1, 2, y 3.
Damos un brinco, otro brinco más.
Las manos en la cintura y dando tres palmas volvemos a brincar: 1, 2, y 3.
Damos un brinco, otro brinco más.
Las manos en la cabeza y dando tres palmas volvemos a brincar 1, 2, y 3.
Cambiamos de ritmo:
Movemos las manos, los pies al compás y moviendo el cuerpo nos
ponemos a bailar, bailamos deprisa, bailamos despacio, bailamos normal
Y después de tantos bailes, nos quedamos quietecitos y a descansar.
NARRADOR: Rosalina, Pinchitos y la ranita Cristina, se divirtieron mucho
con este juego.
Los demás animalitos no podían creer que Pinchitos estuviera jugando, se
acercaron y dijeron:
ANIMALITOS: ¿No les importa jugar con Pinchitos?, es distinto y tiene
pinchos.
ROSALINA: Claro que no nos importa, Pinchitos es nuestro amigo y lo
queremos, pero además tiene un gran corazón y eso es lo mejor.
NARRADOR: Los animalitos comprendieron que Rosalina tenía razón, y le
pidieron perdón a Pinchitos.
ANIMALITOS: Perdónanos Pinchitos, nunca más nos volveremos a reír de ti.
ROSALINA: Me alegra que lo hayan comprendido, todos tienen que ser
amigos y no reírse de los demás.
NARRADOR: Rosalina se despidió de todos y de nuevo empezó a caminar,
porque el bosque de la luz tenía que encontrar.
Fin

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3. ROSALINA Y EL VALLE DE LAS MARIPOSAS.

SAGRARIO MARTÍN MORENO

Rosalina llegó a un valle dónde había muchas mariposas, volaban de flor


en flor y todo lo llenaban de color.
La duendecilla preguntó a una mariposa que volaba cerca de ella.

-¿Por qué estás tan contentas?


-Esta noche hay una fiesta, la mariposa que tenga las alas más hermosas
será la reina de todas nosotras.

Una mariposa se acercó, abrió sus alas y muy orgullosa dijo.


-Mira, como mis alas brillan a la luz del sol, la elegida seré yo.
Otra dijo:
-Seguro que no ganarás, mis alas tiene el color del mar y reina me
elegirán.
Otra mariposa se acercó y dijo:
-Creo que ninguna de las dos ganará, mis alas son rojas como las
amapolas, yo ganaré y la reina seré.
Rosalina en silencio las escuchaba y pensaba:
-Son preciosas, pero muy orgullosas y vanidosas.
Había una mariposa que no decía nada, la duendecilla se acercó y le
preguntó:
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-¿Vas a ir a la fiesta?
-claro que iré, pero no ganaré.
-¿Por qué dices eso? Tus alas son muy bonitas, tienen los colores de la
sencillez y de la humildad, creo que ganarás.
-Seguro que no, nadie se fija en mí, pero estoy contenta y soy feliz.

Las alas de la mariposa, tenían los colores del arco iris, y era la más
hermosa de todas.
-Es la más sencilla y merece ser la reina.
Rosalina tocó las alas de la mariposa y estas empezaron a brillas como
estrellas, tanto brillaban, que no podían dejar de mirarla y esta mariposa
sencilla y humilde fue la que ganó.
Rosalina se acercó a las otras mariposas y les dijo:
-A veces creemos que somos las más hermosas, pero es la sencillez y la
humildad lo que nos hace bonitas de verdad.
Todas comprendieron que tenía razón, y aprendieron la lección nunca más
volvieron a ser vanidosas.
Se dieron cuenta de que la reina elegida fue la mariposa que no era
presumida.

Cuando terminó la fiesta Rosalina se despidió de las mariposas… y


empezó a caminar, porque el bosque de la Luz tenía que encontrar.

Fin

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4. ROSALINA Y LA HORMIGUITA DESOBEDIENTE.

SAGRARIO MARTÍN MORENO

Marisina era una hormiguita muy


hermosa, pero tenía un defecto, era muy
desobediente, si su mamá, le decía:
-Marisina, ¡ven aquí!
Ella no iba.
-Marisina, lleva esto allí.
Ella no lo llevaba.
Un día su amigo Patitas el ciempiés, fue a
buscar a Marisina para jugar.
-Marisina ¿te vienes conmigo a jugar?
-Claro que sí, pero antes se lo preguntaré
a mi mamá.
-Mamá ¿Puedo ir con Patitas a jugar?
-Si, pero no os vayáis muy lejos de aquí.
-Tranquila mamá no iremos muy lejos.
Pero Marisina, una vez más no obedeció y cuando estuvieron solos, le dijo
a su amigo
-Patitas, ¿Quieres que vayamos al valle de las flores a jugar?
-Marisina es mejor no ir, está muy lejos y ya sabes lo que ha dicho tu
mamá
-No te preocupes Patitas, mi mamá no se va a enterar, porque nada malo
nos va a pasar.
Marisina convenció a su amigo, y los dos fueron al valle de las flores a
jugar, se lo pasaron muy bien los dos, jugaron al escondite, y también a las
adivinanzas y pasearon por el valle, que estaba todo lleno de pétalos de
flor. Ya iban a marcharse, cuando una de las patas de Patitas se le quedó
enganchada en un rosal.
-Marisina, Ayúdame, no me puedo mover.
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Marisina intentó desenganchar a su amigo, pero no pudo.
Lo siento Patitas no puedo sacarte de ahí.
Asustada se puso a llorar.
Rosalina, estaba descansando en aquel maravilloso lugar, cuando oyó el
llanto de la hormiguita y se acercó para ver que le pasaba.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
- Mi amigo Patitas se ha quedado enganchado en este rosal y no lo puedo
sacar.
-No te preocupes yo lo sacaré de ahí.
Rosalina con mucha paciencia la patita del ciempiés sacó. Y Patitas libre
quedó
-Muchas gracias duendecilla.
Dijeron los dos amigos, Rosalina miró a Marisina y le dijo:
Espero que hayas aprendido, y que la próxima vez obedezcas a tu máma.
Marisina estaba muy arrepentida
-No volveré a desobedecerla
Y cumplió su palabra, nunca más la llamaron Marisina la hormiguita
desobediente.
Rosalina, siguió su camino, el bosque de la Luz, tenía que encontrar, sabía
que allí la estaban esperando y que encontraría la felicidad.

Fin

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5. ROSALINA

SAGRARIO MARTÍN MORENO

Rosalina llegó a un lugar muy bonito, había árboles, flores, plantas y un río
de aguas muy claras. Tenía sed y fue a beber, mientras bebía oyó a un
pajarillo que se había caído del nido. Se acercó y con mucho cariño lo
cogió.

-No llores chiquitín, que tu mamá pronto va a venir.

El pajarillo se había hecho daño en una de sus alas.


Rosalina con mucho cuidado, lo curó:

-¡Ya está!, pronto podrás volar.

-Muchas gracias duendecilla, ¿Dónde vas?

-Voy al bosque de la luz, ¿Sabes dónde está?

-Muy cerquita de aquí lo encontrarás, hay muchos duendecillos, igual que


tú, están tristes, porque la lluvia arrancó una flor que estaba a punto de
abrirse y el río se la llevó.

-Yo soy la duendecilla que nació de esa flor.

Cuando llegó la mamá del pajarillo, Rosalina se despidió de ellos, y siguió


caminando, en su camino, había ayudado a la hormiguita Marisina, al erizo
Pinchitos, había hecho ver a las mariposas que no hay que ser vanidosas ni
orgullosas, y había ayudado el pajarillo, sus alas ya no eran blancas, ahora
tenían todos los colores y eran muy hermosas.

Rosalina no tardó en llegar al Bosque de la Luz, allí todo brillaba, había


muchos duendecillos que curiosos la miraban y le preguntaban:

¿Quién eres? ¡Qué hermosas son tus alas!


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-Soy Rosalina, estaba a punto de nacer cuando la lluvia arrancó mi flor y
muy lejos de aquí la llevó.

-¡Que alegría! Sabíamos que algún día volverías, por eso te esperábamos,
ven con nosotros, te llevaremos hasta nuestro rey.

Cuando el rey vio a Rosalina, se fijó en sus alas y sonriendo dijo:

-Querida duendecilla, tus alas tienen el color de la amistad, de la bondad,


de la caridad, eso es lo que necesitabas para llegar.

Rosalina contó todo lo que había pasado hasta llegar al Bosque de la Luz,
el hijo del rey que estaba allí, miraba muy atento a Rosalina, y mientras la
escuchaba, de ella se enamoraba y pensaba:

¡Qué hermosa, y qué buena es! Cuánto ha pasado, para llegar a nuestro
lado! Me gustaría conocerla más y que de mí se llegara a enamorar.

Se hicieron muy amigos, siempre ayudaban a los demás y eran muy


queridos en aquel lugar.

Se enamoraron y después de un tiempo se casaron, todos los duendecillos


a la boda fueron invitados, les prepararon una bonita fiesta y vivieron muy
felices rodeados de todos sus amigos en el maravilloso BOSQUE DE LA
LUZ.

Fin

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6. LA CORDERITA LOLA.

BEGOÑA DÍAZ GARCÍA

Amanecía en la granja y como cada día el gallo Kiko despertaba a todos


con su canto: Kikiriquiiiiiiiiiiiiii
De pronto la gallina Tina salió corriendo a la cuadra gritando: “¡Ya están
aquí!” y volvió a entrar. Todos los animales se acercaron a mirar y vieron
en un rincón a la oveja Gilda y a su lado había dos pequeños corderitos.
-Les presento a mis bebés -dijo Gilda-
-Este es Toni
Y el pequeño corderito se levantó dando saltos por encima de su mamá
-Y esta es Lola
Pero la corderita, al contrario que su hermano, no podía levantarse
-¡Ánimo Lola! –La decía su mamá-
Pero Lola no podía levantarse, había nacido con las patitas delanteras
torcidas y no se podía sujetar.
Todos estaban muy tristes por la cordertita y más pensando lo que haría su
amo Rober, cuando la viese.
Al cabo de un rato llegó Rober para sacar las ovejas al pasto y vio a los dos
corderitos. Se acercó y se dio cuenta de que Lola no se ponía en pie,
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frunció el ceño y dijo:
-“No sobrevivirás si no puedes andar”.
Pensando en cómo podía ayudarla, Rober, puso unas pequeñas tablas en
sus patitas para que se pudiese poner de pie, pero no podía andar.
Pasaban los días y la pobre Lola se esforzaba por caminar.
-¡Venga Lola, tu puedes! –La animaba su hermano- ¡Primero una patita y
después la otra!
Lola iba muy despacio y enseguida se cansaba, pero no se daba por
vencida, ella lo intentaba una y otra vez.
Un buen día, su amo Rober, decidió llevarla a pastar al monte con las otras
ovejas, la llevaba en brazos, ya que Lola, no podía seguir el paso de las
demás.
Después de estar toda la mañana paciendo, llegaron a un prado, donde se
tumbaron a echar la siesta. Hasta Camilo y Rulo, que eran los perros
encargados de cuidar el rebaño, se tumbaron debajo de un árbol a dormir.
Mientras tanto, Lola seguía haciendo ejercicios y dando pasitos, quería
andar como las demás. A veces, en sueños, se veía corriendo por el monte,
sin necesidad de que su dueño la ayudase, por eso se esforzaba, cada día
más, quería que su amo Rober, se sintiese orgulloso de ella.
Seguía dando pasitos, cuando oyó un ruido entre la maleza, al mirar, vio
un animal enorme acechando a las ovejitas, tenía unos dientes enormes y
se relamía. Fue entonces, cuando Lola se dio cuenta, de que era un lobo,
su mamá, la había hablado de él, ¡¡Era un ser malvado y venía a
comérselas!! Entonces Lola, sin pensarlo, comenzó a dar saltos con todas
sus fuerzas y a gritar:
-“¡Camilo, Rulo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”
Todos se despertaron y empezaron a correr de un lado a otro, mientras
Camilo y Rulo espantaban al lobo con sus ladridos y enseñando los dientes,
muy enfadados.
El lobo, al ver que eran dos perros contra él, se dio la vuelta y se marchó.
La pobre Lola estaba en el suelo, agotada, no podía ni ponerse en pie, pero
estaba contenta, el lobo se había marchado. Sintió que la levantaban del
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suelo y miró hacia arriba: ¡Era su amo, que la cogía en brazos!
Su amo la había visto dar saltos alrededor de los perros y comprendió que
gracias a eso, ella les había avisado y el lobo, no había atacado al ganado.
El amo Rober, la llevaba en sus brazos y la miraba con dulzura, mientras
decía:
-¡Estoy muy orgulloso de ti!, ¡Has hecho un esfuerzo muy grande y has
sido muy valiente!
Al llegar a la granja, todos felicitaron a Lola por su valentía, ella se sentía
muy feliz, pero no por eso, dejó de esforzarse y siguió dando saltos, hasta
que sus patitas, se hicieran fuertes.
Tiempo después, se podía ver a Lola subir con sus compañeras a pastar, no
tenían que llevarla en brazos, iba dando saltos, cuando la gente la veía,
les hacía mucha gracia, pero su amo Rober exclamaba:
-¡Es mi mejor oveja!
Lola, vivió muchos años feliz en su granja.

Fin

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7. LAS HADAS DE COLORES.

SAGRARIO MARTÍN MORENO

Había una vez un país, llamado Fantasía, donde vivían hadas de colores,
duendecillos, brujos y brujas que no querían que el reino de la Fantasía
estuviera lleno de color y alegría.

Lumilda, era una bruja, que vivía sola en su castillo, Se enfadaba mucho,
cuando contaban cuentos a los niños.

-No quiero que cuenten cuentos a los niños, porque aprenderán a


escuchar, tendrán imaginación, fantasía, ilusión, y lo que es peor, buenos
sentimientos en su corazón.

-¡No dejaré que ocurra eso!, ¡Tengo que hacer algún hechizo!

Entró, en su castillo, y cogió su libro embrujado y con voz muy fuerte dijo:

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-Brujos y brujas que queréis el mal, que mi voz podáis escuchar, nuestra
magia, tenemos que unir, para que en el mundo de la realidad, cuentos no
se vuelvan a contar.

Cuando dijo esto, en el cielo, se vieron relámpagos y se escucharon


truenos, la magia de los brujos se había unido y el hechizo de Lumilda se
había cumplido.

Y desde ese momento, en el mundo de la realidad, no se volvieron a contar


cuentos.

El Hada Arco Iris, había visto lo que había hecho Lumilda y fue a contárselo
al hada Naranja que era el Hada de los niños.

-Hada Naranja, Lumilda y los brujos del mal, han unido su magia, y han
hecho que en el mundo de la realidad, cuentos no se vuelvan a contar.

-Eso no puede ser!, llamaré a las hadas de colores, para ver qué podemos
hacer.

Cogió su campanilla mágica y empezó a tocarla:

TILÍN TILÍN, TALÁN TALÁN


TILÍN TILÍN, TALÁN TALÁN

Cuando las hadas de colores escucharon la


campanilla mágica, fueron al palacio del hada Naranja, y allí se enteraron
de lo que había hecho Lumilda.

-¡No dejaremos que se salga con la suya! - Dijeron enfadadas.

-¡Claro, que no la dejaremos! -Dijo el Hada Naranja.

-Nosotras, al mundo de la realidad iremos, y cuentos a los niños


contaremos, de este modo, no perderán la fantasía, la ilusión, la
imaginación y los buenos sentimientos en su corazón.

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Todas las hadas, hicieron un coro, y con una voz muy dulce cantaron:

-Somos hadas de colores,


que al mundo real iremos,
y allí a los niños,
muchos cuentos contaremos.

Mientras cantaban, iban colocando una piedra de color en el centro, de las


piedras de colores salieron muchos caminos, y cada hada cogió uno
distinto, que las llevaría al mundo de la realidad, para contar cuentos a los
niños.

Gracias a las Hadas de colores, los niños pudieron seguir escuchando


cuentos.

Fin

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8. LA LILA

DOLORES ESPINOSA

Inspirado en unas simples palabras leídas en unos deberes de mi enana, a


saber: hila, lila, ala, ola… Ellas inspiraron esta pequeño jugueteo con
palabras. Bueno, ellas y “ella”, mi enana : )

Para ella, para todos.


Hila la lila gotas de rocío, el hada Clara sacude sus alas y se eleva
apartando los frágiles hilos que hila la lila.

Vuela el hada Clara sobre el río y el lago y, de puntillas sobre las olas,
hace reverencias a las elegantes grullas y recogiendo las burbujas que tras
sí los peces dejan, se hace un collar, una pulsera y hasta un fular.

Hila la lila gotas de rocío, el duende Vicente – nadie dijo que los seres
fantásticos tuvieran nombres fantásticos… – da tres volteretas, una
pirueta, cinco zapatazos y, de un salto, atraviesa los frágiles hilos que hila
la lila.

Corre el duende Vicente hacia el prado dorado por el sol de la mañana y,


trepando a la flor más cercana, la más alta, la más galana, grita, arma
jarana, despierta a las perdices, las alondras, los gorriones… Y entre trinos

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y aleteos, gritos y jaleo, el duende Vicente recoge plumas y se hace un
sombrero.

Hila la lila gotas de rocío, la bruja Maruja se arregla la falda, se ajusta el


corpiño y, moviendo la escoba de izquierda a derecha, con delicadeza y
sumo cuidado, acaricia los frágiles hilos que hila la lila.

A grandes pasos se acerca Maruja la bruja al claro del bosque y, barriendo


las hojas caídas, recogiendo las ramas partidas, cantando y bailando, da
los buenos días a conejos y ardillas, al lobo que vigila, al búho que se
adormila. Y recoge la bruja Maruja hierbas y flores, y setas y cosas
misteriosas que lleva a su casa y guarda en potes y botes.

Hila la lila gotas de rocío, la Luna da los buenos días al Sol y, como cada
aurora, se lleva los hilos que hila la lila para tejer, en la noche, su manta de
estrellas. El Sol, entretanto, juguetea y se recrea con el frío rocío.

Hila la lila gotas de rocío y, mientras se agotan las últimas gotas,


aumentan los gritos, los cantos, los ruidos.

Hila la lila las últimas gotas de rocío y la vida retoma a su rutina.

Y así, mientras la lila hila los últimos hilos, comienza la mañana en este
pequeño mundo, con la Luna que se retira, con el Sol que aparece, con el
hada que revolotea, el duende que corretea, la bruja que “recolectea” y,
sobre todo, con el continuo hila que te hila de la lila.

Fin

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9. EL HADA CELESTE Y LOS INMIGRANTES

SAGRARIO MARTÍN MORENO

El hada Celeste era el hada


de los cuentos. Vivía en un
palacio de color azul, cerca
de allí vivía el brujo
Malacabrú que odiaba los
cuentos.
Tengo que destruirlos. -Decía

Para poder entrar en el


palacio del Hada tuvo que
hacer un hechizo, durmió a todos los que estaban dentro, entró y destruyó
todos los cuentos.

¡Por fin los he destruido! Ahora no habrá fantasía.

Cuando el hada Celeste se despertó y vio lo que había hecho el brujo se


quedó muy triste

¡Tengo que hacer algo!, los niños no pueden quedarse sin la magia y la
fantasía de los cuentos.

El Hada Celeste cogió una bolsa mágica y se fue a recorrer el mundo, y a


todos los que se encontraba les preguntaba:

¿Saben cuentos? ¿Saben historias?

Y cosa curiosa todos se sabían cuentos y todos se sabían historias. El


hada lo escuchaba, lo guardaba todo en su bolsa mágica y después lo
contaba, ella decía:

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Mientras haya alguien que cuente y alguien que escuche, no habrá
servido de nada que el brujo Malacabrú haya destruido todos los cuentos.

El hada siguió su camino, y llegó a un pueblecito, allí se encontró con una


niña que estaba llorando,

-¿Por qué lloras?, le preguntó.

La niña respondió.

-Lloro porque los niños no querrán jugar conmigo

-¿Por qué dices eso? Le preguntó el Hada

Hace poco tiempo que he llegado a este país, no entiendo lo que dicen ni
me entienden a mí, soy diferente

¿Y crees que eso importará a los demás niños?, ven siéntate que voy a
contarte un cuento. Y el hada empezó a contar el cuento de ZORAIDA

Zoraida era una niña árabe, que hacía poco tiempo había llegado a aquel
pueblecito a vivir, un día estaba en el parque, sola, estaba muy triste,
lloraba y decía:

¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color? ¿Y las costumbres de mi país
tan distintas a las de este lugar?, conmigo no querrán estar y tener amigos
muy difícil será.

María Clara, era una niña mexicana, hacía un tiempo que vivía en ese
pueblecito, se acercó a Zoraida y le dijo:

No llores, mira yo vengo de México, al principio a nadie conocía y mis


costumbres nadie las entendía, pero ahora me alegro de estar aquí, tengo
muchos amigos y soy feliz.

Zoraida miró a María Clara, pero no le hizo ningún caso ella siguió
llorando y diciendo:
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¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color y las costumbres de mi país
tan distintas a las de este lugar?, conmigo no querrán estar y tener amigos
muy difícil será.
Yu-Lan era una niña china, hacía un tiempo que vivía en ese pueblecito se
acercó a Zoraida y le dijo:

No llores, mira yo vengo de China, al principio a nadie conocía y a nadie


entendía, pero ahora estoy muy contenta de estar aquí tengo muchos
amigos y soy feliz.

Zoraida miró a Yu-Lan, pero no le hizo ningún caso, ella siguió llorando y
mientras lloraba decía:
¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color? Y las costumbres de mi país
tan distintas a las de este lugar¿, conmigo no querrán estar y tener amigos
que difícil será.

Javier era un niño que vivía en ese pueblecito desde que nació, se acercó
a Zoraida y le dijo:

No estés triste, vente con nosotros a jugar, si sigues aquí sola, sólo
pensarás en llorar y lo pasarás mal.

Zoraida lo miró pero no le hizo caso, la mamá de Zoraida lo había visto


todo se acercó a su hija y le dijo:

Hija mía, no debes de llorar, piensas que estas sola, que no tienes amigos
pero eso no es verdad, he visto como tres niños te han ofrecido su
AMISTAD y a ti te ha dado igual

Zoraida miró a su mamá y comprendió que tenía razón por eso a los tres
niños se acercó, y les pidió perdón.
Perdóname, me he portado muy mal me han ofrecido su amistad y no lo
he querido ver, muy feliz seré si su amiga puedo ser.

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Los tres niños abrazaron a Zoraida y fueron amigos, y Zoraida en aquel
pueblecito vivió feliz hasta que un día pudo regresar a su país.

El hada terminó de contar el cuento, la niña había dejado de llorar y le


dijo:.

Me ha gustado mucho tu cuento gracias por contármelo me iré a jugar


con los niños, seguro que no les importará que yo sea de otro lugar.

El hada Celeste, estaba contenta, guardó este cuento en su bolsa mágica


y siguió buscando mas cuentos para contárselo a los niños.

IRINA

El Hada Celeste llegó a la plaza de una ciudad, en ella había un grupo de


chicos, hablaban discutían, uno de ellos que se llamaba Carlos decía

Vamos a ver ¿Por qué, tenemos que ser amigos de la gente que viene de
otro país, ellos vienen a este pueblo a trabajar nos dejarán sin trabajo a los
demás.

Lucas le contestó:

Carlos, no tienes razón, ellos vienen a trabajar, pero trabajo para todos
habrá, lo que pasa es que a los que vienen de fuera los tratas muy mal.
Silvia otra amiga de Carlos le dijo:

¿Te acuerdas? De cuando Irina llegó a nuestro pueblo de ella siempre te


reías y nos decías:

¡Mirad! Cómo habla, nunca la vamos a entender, que regrese a su país,


allí estará mejor que aquí.

Carlos enfadado les contestó:

Yo le decía eso porque no nos entendía, no se enteraba de nada.

26
No te entendía Carlos pero se enteraba del odio que veía en tu mirada.

Carlos muy enfadado dijo:

Está bien, no me van a convencer, ¡Déjenme en paz! La gente de otro país


no tendrán mi amistad.

Los niños dejaron solo a Carlos, el Hada Celeste lo había oído todo.

¡Tengo que hacer algo!, Carlos tiene que comprender que se está
portando mal.
Miro en su bolsa mágica y sacó de ella muchas estrellas de colores, las
colocó en su mano y se las envió a Carlos.
Por la noche cuando Carlos se durmió, en el sueño las estrellas de colores
que el Hada le había enviado lo llevaron a un lujar muy lejano.

Lo llevaron a una casita muy pobre, muy pequeñita, en ella vio a Irina a
sus padres a sus hermanos, estaban muy tristes, el papá decía:

Querida familia, nos tenemos que marchar de aquí, no tengo trabajo ni


nos queda dinero para vivir, tengo unos amigos que han encontrado
trabajo en otro país, me han dicho que también lo hay para mí.

Irina con lágrimas en los ojos decía:

Papá, yo no me quiero ir, todos mis amigos están aquí.

Carlos vio como Irina lloraba cuando se despedía de sus amigos con los
ojos llenos de lágrimas les decía:

Nos tenemos que marchar de aquí, no os preocupéis donde vamos la gente


será buena y nos querrá, algún día regresaré y nos volveremos a ver.

Carlos cuando despertó se dio cuenta de lo mal que se había portado y


pensó en Irina.

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Pobrecilla que mal lo habrá pasado, tan lejos de su país sin conocer y sin
tener amigos aquí.

Y ese día cuando llegó al colegio buscó a sus amigos y les dijo:

Sabéis teníais razón con la gente de otros países me he portado muy mal,
pero no lo volveré a hacer más.

Después buscó a Irina y le dijo:


-Irína perdóname, contigo me he portado muy mal, pero tu amigo quiero
ser y en lo que pueda te ayudaré.

Carlos e Irina se hicieron amigos y el sueño que había tenido nunca lo


olvidó y cuando alguien llegaba de otro país, decía:

Hay que tratarles bien, cuando dejan su país es porque no tienen trabajo
allí y no tiene dinero ni para vivir.

EL Hada Celeste, guardó esta historia en su bolsa mágica, estaba contenta


Carlos había comprendido, y siguió su camino en busca de mas cuentos.

Fin

28
10. LA PEQUEÑA CASA DE GASTÓN

MÓNICA ESPARZA

Gastón era un niño que soñaba con tener una pequeña casa de madera en
el árbol de su patio.

Todos los días le pedía a su papá


que le ayudara a construir una,
pues era muy pequeño para
intentar hacerlo solo.

- Papá, ¿cuándo vamos a construir


mi casa?

- Dentro de poco, hijo.

- Pero papá, siempre me dices lo mismo y hasta ahora no te das tiempo


para ayudarme.
- Ya Gastón pronto tendré vacaciones en el trabajo para complacerte.

- Lo prometes.

- Palabra de papá.

- Gracias papá.

Un día el papá de Gastón llegó a la casa de noche y aprovechando que


Gastón dormía, su esposa le comentó:
- Gastón está muy ilusionado con construir su casa del árbol contigo.
- Si mi amor, pero bien sabes que no tengo tiempo, llego cansado de
trabajar y mis fines de semana son para descansar.
- Pero, es la ilusión de tu hijo, de hacer algo contigo, si quieres yo también
puedo ayudar a diseñar la casa.
- Está bien, tienes razón, debemos de darle calidad de tiempo a nuestro

29
hijo para compartir con él. Pediré vacaciones en el trabajo y lo ayudaré a
construir su casa.

A los pocos días, llegó el papá de Gastón a su casa y dijo:


- Gastón, hoy empiezan mis vacaciones y las voy a dedicar por completo
en ayudarte a construir tu casa en el árbol.
- En serio papá.
- Si hijo y la haremos juntos, como siempre la has imaginado.
- Pero yo soy muy pequeño, ¿qué voy a hacer?

- Yo haré la parte peligrosa como es clavar y cortar la madera y tu harás la


parte más difícil que será diseñar tu casa del árbol, hacerla como siempre
la has soñado. Mamá te ayudará a hacer el diseño.
- Ya papá, será la casa más linda de todo el mundo.

- Cuenta conmigo Gastón, le dijo con entusiasmo su madre. Hace tiempo


que no dibujo pero igual te ayudaré en todo lo que necesites.
- Gracias mamá, nos divertiremos mucho dibujando.
- Claro que si hijo.
En un principio parecía una tarea fácil dibujar la casita que tanto anhelaba,
pero poco a poco Gastón empezó a preocuparse y angustiarse porque el
dibujo que haría tendría que ser perfecto, sin ningún error y no debería
olvidarse de ningún detalle.

Se dio cuenta que crear algo requería de mucha imaginación y al mismo


tiempo de inspiración, por lo que le dijo a su mamá:

- Mamá, no tengo idea de cómo poder empezar.

- Mira Gastón, primero haz una lista de todo lo que deseas que tenga tu
casa, empezando por lo esencial.

- Pero y si me olvido de algo, y si por mi culpa fracasa nuestro proyecto.

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- No te preocupes hijito, todo va a salir bien. Tienes que tener fe en ti
mismo, cree en lo que tu corazón te manda y verás que encontrarás la
mejor forma para diseñarla. En la vida, cuando hacemos algo con amor
siempre encontramos una solución. Además, yo te voy a ayudar.

- Así lo haré mamá.

Gastón fue al patio de su casa y en medio del jardín floreado con la mirada
hacia el cielo y el árbol frente a él imaginó una pequeña casa muy sencilla
y hermosa, con un techo triangular, una puerta rectangular y dos ventanas
circulares a los costados.

- Que lindo está quedando tu dibujo, hijo.


- Mamá, ¿te parece bien si le dibujo dos ventanas circulares?
- Que gran idea, para que haya mucha iluminación. No sabía que en la
familia había un gran dibujante.
- Dos, diría yo.

Gastón abrazó a su mamá con todas sus fuerzas y continuaron trabajando


en equipo. Ella le ayudaba amorosamente y le daba ánimo en todo.
Cuando terminó de dibujarla su rostro resplandecía y una enorme sonrisa
se dibujaba en él, pues había conseguido diseñar la casa de sus sueños.

Fue corriendo para mostrar el dibujo a su papá:

- Papá, Papá mira, lo logré, lo logré, gritaba lleno de alegría.

Su papá vio un dibujo muy sencillo y a la vez muy valioso pues se trataba
del esfuerzo de su hijo y le dijo:

- Muy bien Gastón, ahora si podremos construir la casa que siempre has
soñado.

Trabajaron juntos por dos semanas con mucho entusiasmo y esmero,


Gastón estaba impresionado de ver a su papá como clavaba con tanta

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precisión en los tablones de madera, hasta que la casita quedó terminada,
luciendo reluciente y colorida. Entonces Gastón lleno de felicidad,
preguntó:

- Papá, ¿mi casa durará para siempre?

- Si hijo, porque esta casa del árbol la construiste primero en tu corazón.


Ahora solo la has plasmado materialmente, pero esta casa vivirá siempre
dentro de ti pues la hiciste con todo tu amor.
- Tienes razón papá, que feliz me haces, muchas gracias por ayudarme a
hacer mi sueño realidad. Mil gracias a ti también mamá.

- De nada hijo.

- Estamos orgullosos de ti.

- Y yo de Ustedes, son lo máximo.

Gastón, su papá y mamá se abrazaron y besaron, ese fue el día más feliz
de Gastón quien descubrió la verdadera felicidad al compartir sus sueños
y alegrías con unos padres tan buenos y comprensivos.

Fin

32
11. ESTRELLAS EN EL TECHO

MÓNICA ESPARZA

Minsy y Katsy eran unas hermanitas muy


hermosas y amorosas, les encantaba
mirar el cielo lleno de estrellas desde la
ventana de su casa de playa, mientras su
madre les contaba un cuento a la hora de
dormir.
Un día al llegar a la ciudad se dieron
cuenta que en las noches no se veían las
estrellas en el cielo y se pusieron muy
tristes.
- Mamá, preguntó Katsy, ¿a dónde se
fueron las estrellas?
- Si, mami, ¿por qué ya no están pegadas en el cielo?, preguntó Minsy.
- Es que aquí en la ciudad, las nubes tapan a las estrellas, queridas hijitas.
Al otro día, la mamá de Minsy y Katsy le comentó a su hermana Vivi la
pena que tenían sus niñas de no tener un cielo estrellado al dormir.
Sucedió que a Vivi se le ocurrió una gran idea:
-Espera y verás que felices estarán.
Cuando se hizo de noche y Minsy y Kaysy fueron a su cuarto para dormir,
su mamá apagó la luz y se llevaron una enorme sorpresa, sus rostros
resplandecían de emoción.
El techo de la habitación parecía un cielo estrellado pues habían muchas
estrellas de diferentes tamaños que brillaban a su alrededor.
Las niñas saltaron de alegría sobre sus colchones tratando de tocar las
estrellas con la palma de la mano.
Y agradecieron a su tía con todo el corazón. Desde ese día las estrellas las
iluminaron y velaron sus dulces sueños de la niñez.
Fin

33
12. LOS PLUMONES DE JUAN

MÓNICA ESPARZA

Juan era un niño que siempre estaba contento y al que le encantaba pintar
con plumones.

Un día su mamá notó que sus plumones estaban muy gastados y quiso
darle una sorpresa a su hijo comprándole unos plumones gruesos.

Cuando Juan llegó a su casa le dijo su mamá:

. Toma hijo, espero que te gusten,


- Gracias mamá, son los plumones más lindos del mundo.
. Puedes pintar todo lo que quieras con ellos mi tesoro.

De pronto, a Juan se le ocurrió que podía pintar las paredes de su casa con
plumones, pues su madre le había dicho que pintara lo que quisiera.

- Pintaré un arcoiris por acá y un sol para que mamá esté feliz.

Juan estaba muy emocionado pintando por todos lados, así sentía que le
daba vida a las paredes de la casa y con tanto color su madre se pondría
muy contenta y orgullosa de él.
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Cuando su mamá llegó a la casa se dio con una ingrata sorpresa,
todas las paredes de la casa habían sido pintadas por Juan con sus
plumones nuevos.

- Juan, lo llamó muy disgustada.


- Te gusta mamá, era una sorpresa.
- Como has podido hacer eso.
- Pero mamita, me dijiste que podía pintar lo que quisiera.
- Me refería a que lo hicieras en un papel.
- Lo lamento mucho mamá, lo arreglaré te lo prometo.

Juan se puso a limpiar las paredes con agua y jabón.


- Ahora si está como antes.

Cuando su madre volvió se llevó una gran sorpresa, todo estaba como
antes.
- Gracias hijo lamento haberme enfadado contigo.
- No te preocupes mamá.
- Juan tengo una idea, que te parece si pintas tu habitación como quieras.
- Estás segura.
- Si hijo, así podrás plasmar toda tu alegría y amor.
- Gracias Mamá.

Juan abrazó a su mamá y entendió que ella lo alentaba siempre a


desarrollar su arte y que ponerle límites era importante para su desarrollo
personal.

Fin

35
13. MUMU LA VAQUITA CANTORA

MÓNICA ESPARZA

En una granja vivía mumu una vaquita muy grande con enormes manches
negras a la que le gustaba cantar bajito mientras la ordeñaban.

Ella era muy feliz cantando y movía las patitas de arriba a abajo y de
derecha a izquierda siempre bailando.
Sin embargo, ningún animal la podía escuchar porque se melodía la
entonaba bajito a propósito para que nadie la oyera.
Un día una paloma que hizo su nido cerca de la granja pudo escuchar a
mumu cantar:
- mumu qué divertido es vivir bailando y disfrutar la alegría de jugar
cantando.
La paloma no lo podía creer, era la canción más linda que había oído
jamás, pues tenía mucho ritmo.
Era tan bonita que sus pajaritos bailaban dentro de su cascarón al compás
de la música.
De inmediato se le acercó y le dijo:
- Mumu, por qué escondes tu dulce voz.
- Es que soy un poco tímida, respondió escondiéndose.
- Pero vale la pena vencer la timidez, hazlo y verás que bien te va.

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- tu lo crees.
-Claro que si, estás privando a todos de escuchar tu linda voz.
-Está bien así lo haré.
Un día cuando el gallo Paco cantó como de costumbre su kikiriki temprano,
mumu lo acompañó en su canto a viva voz.
De todos lados venían animales admirados por tan linda melodía y
la felicitaban con aplausos:
- Mumu cantas muy bien.
- Deberías despertarnos tú con tu lindo canto, le dijo el cerdo.
Al que no le dio mucho gusto fue al gallo Paco al que nadie felicitó.
El gallo cogió sus maletas y se fue lejos de la granja pues pensó
que ya nadie lo necesitaba allí, ahora tenían a su vaquita cantora.
Mumu se puso muy triste y corrió en busca de su amigo a quien le dijo:
- Por favor no te vayas, tu canto es muy valioso para nosotros, nos encanta
oírte cantar cuando sale el sol.
- ¿Estás segura?
- Si, todos queremos que vuelvas.
Paco regresó a la granja y cantó en compañía de mumu quienes fueron
muy
felices llevando alegría a los corazones de todo los animales del mundo.

Fin

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14. EL NIÑO POSITIVO

MÓNICA ESPARZA

Juan era un niño al que le encantaba ayudar a los demás, tenía un espíritu
muy positivo y siempre encontraba una solución a cualquier problema que
se le presentara. Se pasaba todo el día viendo quien andaba en problemas
y sin que le pidan su ayuda se ofrecía a ayudar.
Un día llegó a su casa de la escuela y le dijo a su papá:
- Que afortunado que soy papito, puedo ir a la escuela y aprender algo
diferente cada día.
- Y que has aprendido hoy
- Que debemos ir en busca de nuestras metas y no olvidarnos nunca de
quienes no tienen nuestras mismas oportunidades.
Su padre sonrió con orgullo por la respuesta de su hijo, le dio un fuerte
abrazo y le dijo:
- Yo estoy muy orgulloso de ti Juan, porque desde niño ya conoces el
significado de la verdadera felicidad, dar sin esperar recibir, y tu siempre

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estás dispuesto a dar mucho amor, por eso es que tienes tantos amigos y
todos te quieren a dónde vas.

- Pero, papi me gustaría ayudar a muchos niños como yo que no pueden ir


a la escuela a aprender a leer.
- Juan aunque eres aun muy pequeño se que encontrarás la forma de
ayudar a muchos niños como tú y que aprenderán a leer, de eso no tengo
dudas.
Juan se fue contento al jardín y se echó a descansar apreciando el bello
atardecer y las inmensas nubes de color blanco que parecían algodones de
azúcar que flotaban en la inmensidad del cielo.
Las observó con atención y vio formas de animales diversos, vio un
cocodrilo, un alce y una gaviota en lo alto del cielo y se le ocurrió una idea.
Haré historias sobre los animales y como ellos con positivismo superan
cualquier obstáculo en sus vidas, pues estoy convencido de que quien es
positivo alcanza todo lo que se propone.
Pronto, las historias de Juan y sus animales recorrían todo el pueblo pues
eran muy bonitas y llevaban grandes mensajes para todos. Los niños muy
pequeños querían aprender a leerlas. Así también los ancianos que no
habían aprendido a leer se esforzaban por hacerlo.
En el pueblo todos leían las historias y compartían el positivismo de Juan
en cada hogar y a donde quiera que iban. Ya nadie era pesimista, sino por
el contrario vivían con optimismo y mucha alegría.
Pronto, en el pueblo no había nadie que no supiera leer y tuviera ganas de
aprender. Juan estuvo muy contento por haber ayudado a tantas personas
y entendió que en la vida cuando uno más ayuda más grande tiene el
espíritu.

Fin

39
15. DONDE ESTÁ EL ABUELO

MÓNICA ESPARZA

Rodrigo era un niño muy inocente y amoroso, quien vivía con sus padres y
todas las tardes lo venía a visitar y a llevar al parque su abuelo para volar
su cometa por el cielo azul.
El era muy feliz en compañía de su abuelo con quien disfrutaba
conversando sobre su vida pues era muy ameno y gracioso. Su abuelo
compartía con él la alegría de vivir y siempre le contaba historias sobre su
vida, las que eran muy emocionantes para Rodrigo.
- Abuelo, como quisiera volar como mi cometa.
- Algún día todos volaremos por el cielo, solía decirle su abuelo.
- Tú crees.
- Estoy seguro Rodrigo.
Una tarde de otoño Rodrigo se acercó a buscar a su mamá en la cocina y la
encontró muy triste.
- Qué te sucede mamá, le preguntó confundido.
- El abuelo se ha ido hijito.
- ¿A dónde?, le preguntó con curiosidad.
- Al cielo.
- Y cuándo regresa el abuelo.
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- Cuando reciba sus alas de ángel, respondió su mamá.
- Que bueno mamá, entonces el abuelo será el ángel que me cuidará
desde el cielo.
Rodrigo se dirigió a su cuarto y mientras miraba por la ventana a los
pajaritos volar con sus pequeñas alas, se le ocurrió una gran idea.
- Haré mis propias alas de papel, se dijo con entusiasmo.
Empezó a recortar el papel de su cometa que tanto apreciaba y una vez
que terminó, las colocó en sus brazos y empezó a correr.
- Mamá, mira ahora estoy listo.
- ¿A dónde vas con esas alitas?
- ¡Al cielo a visitar al abuelo!
Su mamá se enterneció por la respuesta inocente de su hijo y le dijo:
- Mira Rodrigo, en esta vida cuando nos llega la hora de partir si nos
portamos bien y nos amamos los unos a los otros, como tu abuelo lo hacía,
vamos directo un lugar muy bonito donde cada uno hace lo que más le
gusta y hay alegría y paz y a ese lugar le llamamos cielo.
- Yo quiero ir al cielo mamá.
Si, pero la vida aquí en la tierra también es muy hermosa y para todo hay
tiempo, hasta para partir.
- ¿Eso quiere decir que no voy a poder estar junto a mi abuelo?
- Con tu abuelo siempre vas a estar porque él vive en tu corazón.
- Tienes razón mamá yo siempre lo voy a querer.
- ¿Y cómo sabré que ya está en se lugar bonito y está feliz?
- Cuando escuches sonar las campanas.
Ese día al medio día sonaron las campanas de la iglesia del pueblo y
Rodrigo abrazó a su madre de felicidad al saber que su abuelo estaba bien
y feliz, y que desde el cielo los veía y cuidaba.

Fin

41
16. EL PINTOR

ELIZABETH SEGOVIANO

Las bulliciosas calles de San


Rzptikutnik eran igual a cualquier
bulliciosa calle de cualquier otra
ciudad, la gente iba y venía con
prisa, enormes edificios se
levantaban por encima de las nubes
y miles de autos zumbaban igual
que abejas en su panal; sin
embargo algo era muy peculiar en
San Rzptikutnik, porque todo estaba pintado en blanco y negro, lo cual
hacía que la ciudad pareciera un gigantesco juego de dominó, incluso las
personas sólo vestían de blanco o negro, y aunque se veían contentos, rara
vez alguien sonreía, jamás se escuchaban risas, ni en los cines ni en los
teatros … ¡ni siquiera en las escuelas a la hora del recreo! Si bien era
cierto que los San Rzptikutenses eran gente muy educada y amable, nunca
se les veía realmente felices, ni siquiera en los programas de televisión,
que por cierto, también eran en blanco y negro, nada en San Rzptikutnik
tenía color, y algo aún más extraño era que el cielo que cubría la ciudad
siempre estaba poblado de inmensas nubes blancas que no dejaban pasar
la amarilla y cálida luz del sol, pues todo se veía iluminado por una luz un
tanto pálida y blanquecina.

Todo aquello le parecía verdaderamente increíble a Vin-Van Brush, un joven


pintor que había quedado varado en San Rzptikutnik por mera casualidad,
cuando el tren en el que viajaba se descompuso, sin embargo nuestro
joven amigo pensaba que todo lo que ocurría tenía un motivo mucho más
grande y profundo, razón por la cual decidió bajar su equipaje y a su fiel

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gatito llamado kitchen dispuesto a recorrer la extravagante ciudad de San
Rzptikutnik.

A medida que avanzaba por las calles, Vin-Van Brush notó que las personas
se le quedaban viendo atónitas, con las bocas totalmente abiertas y lo
señalaban como si estuvieran viendo a un extraterrestre; esto asustó un
poco a Vin, que pensó que tal vez tendría algún moco colgando de la nariz,
por lo que de inmediato sacó un pañuelo y se limpió el rostro, pero esto
sólo logró llamar aún más la atención de los San Rzptikutenses quienes
comenzaron a rodearlo.
- ¿De dónde sacó eso? –Preguntó finalmente un ancianito de largas barbas
y brillante bastón–
- ¿Sacar qué? –Respondió contrariado el muchacho–
- ¡Eso! –Dijeron todos al unísono señalando su pañuelo–
- ¿El pañuelo? … ¿nunca habían visto un pañuelo?
- Claro que hemos visto pañuelos… pero… es que… no es blanco… ni
negro… ¿por qué es así?
- ¿Así cómo? … ¿quieren decir por qué es rojo?
- ¿Qué es rojo? –Decían todos los lugareños completamente absortos–
- ¡ROJO NO ES NI BLANCO… NI NEGRO! –Gritó entusiasmado el ancianito–
- … pues… si –decía Vin– rojo no es blanco ni negro.
- Y… su gato –preguntaba otra persona– ¿también es rojo?
- ¿Rojo?… no, kitchen es amarillo.
- ¿Kitchen? ¿Así se llama su gato?
- Si, así se llama.
- En San Rzptikutnik todos los gatos se llaman bicho o bicha… según el
caso.
- Eso es algo extraño –decía Vin–- … entonces ¿amarillo no es rojo, ni
blanco ni negro?
- Amarillo es otro color, como el azul, verde, violeta, anaranjado, rosa o
púrpura… ¿acaso nunca habían visto colores?
- ¡Nunca! –Decía el ancianito– aquí sólo hay blanco y negro.

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Entonces Vin-Van Brush sacó de su maletín un montón de dibujos que
había hecho en su viaje y se los mostró a la multitud, en ellos había
paisajes, flores, animales, gente paseando y otras cosas que Vin había
imaginado, las hojas estaban llenas de color y todo mundo se quedó
absolutamente impresionado, a todos les había encantado lo que Vin hacía
y todos, pero todos querían tener al joven pintor en sus casas como
invitado.

Vin no quería herir los sentimientos de nadie y sintiéndose profundamente


agradecido con la gente les prometió que pasaría al menos un par de días
con cada uno de ellos. Así fue como poco a poco el pintor descubrió que en
San Rzptikutnik jamás habían visto un cielo estrellado, tampoco sabían
como reír, eran demasiado serios y se dedicaban a administrar empresas,
abrir negocios y bancos, a hacer todo tipo de complejos cálculos y nunca,
pero de verdad nunca soñaban, sus noches eran tranquilas pero nadie
soñaba.

Vin-Van Brush pensaba que aquella gente era muy buena, muy inteligentes
y cultos, pero no sabía por qué sus vidas eran así, en blanco y negro.

El pintor quería regalarles algo que los animara, así que en cada visita les
obsequiaba sus dibujos y cuadros llenos de color que decoraban las
paredes.

El tiempo pasaba y Vin comenzó a extrañar los cálidos rayos del sol y la
inspiración de la luna y sobre todo extrañaba las estrellas, también a su
familia, y supo que ya era hora de regresar a casa, pero no quería dejar
San Rzptikutnik sin haber hecho algo por la gente.

Así que tomó todas sus pinturas y pinceles y se dirigió al centro de la


ciudad y comenzó a pintar sobre los blancos muros de los edificios un
enorme mural lleno de verdes y amarillos vibrantes que imitaban
hermosas plantas, y más lejos pintó un atardecer con cientos de tonos
cambiantes, y en otro muro pintó un cielo cargado de estrellas, pintó todas
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las constelaciones, ahí estaban las Hiadas y Aldebarán, Vega y Orión, la
osa menor, las pleyades, Mizar, Aries, Draco y cientos mas, Vin-Van Brush
quería regalarle a San Rzptikutnik todos los colores del mundo, todo el
brillo, toda la alegría, toda la pasión de la vida, la energía de un arco iris
después de una tormenta, el abrasador calor de un verano refrescado por
la brisa del mar, quería darles la alegría y el aroma de las flores, lilas,
rosas, margaritas, dalias, girasoles … ¡todo! El pintor dejaba toda su alma
y alegría en cada pincelada, mientras gritaba a todo pulmón: “¡Para pintar
el cielo con estrellas hay que vivir con la cabeza en las alturas, la mirada
fija en el horizonte, no en el pavimento! ¡Para pintar el cielo con estrellas
debe uno recordar todo lo que sueña, dejarse llevar de vez en cuando por
el viento, no por el paso del tiempo! ¡para pintar el cielo con estrellas, hay
que saber encantar a las nubes para que adornen el cielo con sus
cambiantes matices, no para que lo cubran con su escala de grises! ¡para
pintar el cielo con estrellas, nada más hay que subir allá al firmamento y
sentirse libre de crear todo lo que eres capaz de imaginar!”

Con aquellas palabras despertó a toda la ciudad que se apresuró a ver lo


que sucedía, y mientras llegaban Vin les entregaba un pincel y les pedía
que pintaran una estrella en su mural, una estrella para cada uno, niños,
ancianitos, jóvenes, adultos, incluso los bichos y las bichas, todos pintaron
una estrella, y, de repente, como por arte de magia las densas nubes que
cubrían el cielo de San Rzptikutnik comenzaron a dispersarse abriendo
paso al intenso índigo de la noche y a la luna llena que iluminaba los
murales y todo cobró vida, las flores, el arco iris, todo lo que Vin había
pintado había dejado de ser sólo un dibujo en la pared, se olía la lluvia y
las rosas y las estrellas brillaban ¡TODAS! Titilaban, se estremecían como
queriendo despegarse de la pared, hasta que lo lograron para irse volando
al firmamento.

Desde entonces la vida cambió en San Rzptikutnik, ya no era sólo en


blanco y negro, había risas y alegría, había gente que pintaba o escribía,

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que hacía cálculos y tenía bancos, gente que viajaba o cocinaba… gente
que soñaba y que por primera vez se atrevía a convertir en realidad lo que
soñaba… ésa había sido la magna obra de Vin-Van Brush, un joven pintor
que soñaba con regalarle a la gente un trocito de la magia de la vida en
cada una de sus pinceladas.

Fin

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17. LA GÁRGOLA VERDE.

ELIZABETH SEGOVIANO

Entre inmensos y
grises nubarrones se alzaba altivo el gótico castillo.
Con sus altísimos y coloridos vitrales y las amplias torres rodeadas de
oscuros retorcidos corredores.

Pero lo que daba de verdad escalofríos no eran las extrañas sombras, los
relámpagos ni truenos; tampoco el tenebroso eco que recorría los rincones.

Lo que hacía temblar hasta a los huesos eran los lastimeros gritos de
una gárgola que cada noche en punto de las doce comenzaba su concierto
de alaridos.

Mas no eran causados por un embrujo, maldición o hechizo …


Las eternas quejas e interminables lloriqueos eran causa de la hora de la
cena.

Pues a nuestra gargolita no le gustaba el menú; porque entre la sopa de


Ñu, las chuletas de cocodrilo, el asado de avestruz y uno que otro filete de

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búfalo distraído, la gárgola se sentía infeliz.
Ya que sus tripitas chirriaban igual que una lombriz en el pico de una
perdiz.

Su fría lenguita de gárgola no apetecía los viscosos platillos que


cocinaba su tío, ni las chuletas ahumadas de su abuela malvada; tampoco
la hirviente sopa que su mamá le daba en la boca.
¡No!
La gargolita pálida y gris añoraba cosas crujientes, jugosas, sabrosas …
algo que pudiera comer con un mondadientes.

Cosa más extraña no podía imaginar la familia Gárgola al notar que su


hijita no era como los demás.

Así que una noche de torrencial tormenta el papá Gárgola voló hasta
llegar a una montaña, hogar de una bruja hermitaña.
Allí la bruja le leyó los caracoles, la baraja, las runas, el té, el café ¡y
hasta la planta de los pies!

Pero todo apuntaba sólo a una posible solución …


¡Algo verde! –decía la anciana- muchas hojas, un par de tomates, berros
silvestres, unos cuantos champiñones, un poco de brócoli, ramitas de apio,
un diente de ajo; usted sabe, todo limpio, bien cortado y en un taco.

¡Cosa más rara!-exclamaba el papá-pues él no sabía cómo ni dónde


buscar los vegetales que a su hijita podrían consolar.

Mas viendo la bruja la angustia del papá, su corazón añejo se ablandó


igual que el queso, y tomando una canasta salió a su mágico huerto
escogiendo vegetales grandes, jugosos y frescos.

Gracias miles-decía alegre el papá- ahora si su niña podría dejar de


llorar.
De regreso en el castillo con los ingredientes, y pelando los dientes por el

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frío, papá gárgola se puso sus lentes, tomó el cuchillo y comenzó a picar
un pepino muy fino.

Con un toque de sal, un chorrito de limón, y una pizca de comino en un


elegante platón sirvió la verde ensalada sobre la enorme mesada.

Alrededor de los candelabros la familia entera rezaba por un milagro.


¡Que la niña comiera algo! Cualquier cosa ¡lo que fuera, incluso un nabo!

Entonces se sentó la pálida gargolita lista para llorar en cuanto le


ofrecieran un costillar.
Pero enorme fué su sorpresa al ver sobre la mesa la verde y apetitosa
ensalada, y más allá había dulsísimas rodajas de piña para contentar a la
niña, y también un poco de kiwi y cerezas para la dulce princesa que
gustosa engullía lechuga, pepinos, espinacas y albahaca.
Risas y cantos se escucharon por todo el castillo ¡viva! ¡viva! ya no
había alaridos ni llanto.
La gárgola era feliz con su barriguita llena de germen de trigo y té de anís.

Y felices eran todos porque la hora de la cena ya no era una tortura ni


una pena.

Entre inmensos y grises nubarrones se alza altivo el gótico castillo.


Hogar de la única y original gárgola verde que no tiene igual.

Fin

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18. QUIERO MONTARME EN UNA ESTRELLA.

ELIZABETH SEGOVIANO

Quiero montarme en una estrella,


domarla y cabalgar junto a salvajes
cometas, llegar a donde sé que sólo
yo puedo ir y ver lo que nadie más
podrá.

Quiero montarme en una estrella y


darle la vuelta a este mundo y a mil
más, recorrer la azul inmensidad y
tomar por sorpresa a astronautas y
alienígenas por igual.

Quiero hacerme amigo de todas las


constelaciones para que me cuenten todos sus secretos y canciones ¡ya
imagino a mi fugaz estrella volando cual saeta iluminando con su fulgor
cada rincón del universo, dándole brillo a cada nube y un beso a cada flor!

Quiero montarme en una estrella y luego domarlas a todas para darle una
a todo aquel que sea como yo, valiente, sediento de aventuras, lleno de
deseos de ver aquello que los demás afirman como inexistente.

Quiero regalarle a toda la gente triste un puñito de polvo estelar para que
puedan volver a soñar.

Quiero montarme en una estrella, domarla y cabalgar en ella hasta donde


todos dicen que no se puede, y más allá, hasta llegar a ése lugar en donde
nacen todos los sueños y donde sé que se hacen realidad.

Fin

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19. AMOR DURADERO.

LIANA CASTELLO

En Puertas del Cielo, un


pueblito con árboles de manzanos, naranjos y viñedos, en donde vive
gente pobre y honrada, hay un castillo en el que vive un príncipe apuesto,
caballeroso, valiente, guapo y gentil que parece un ángel. En este pueblo
vive una joven muy bonita que vive sola en una casa muy humilde.
Ella, para no tener problemas con la gente del pueblo, casi no sale de su
casa y no se arregla para que las mujeres no la envidien.

Un día el príncipe salió a cazar y se cayó del caballo, y cuando ella salió a
recoger la leña, lo encontró desmayado en medio del bosque. Ella lo cuidó
y lo curó. Cuando él despertó la vio y se enamoró de su belleza a pesar de
que sus vestidos estaban sucios, estaba sin peinarse y sin maquillarse. Ella
también se enamoró al ver sus ojos claros y su sonrisa como de ángel. Pero
cuando quisieron platicar para conocerse, llegó la bruja del castillo quien
traía de mascota a una hormiga grande y roja. La bruja, muy enojada de
ver que la joven había curado al príncipe, lanzó un conjuro, se hizo mucho
humo y se llevó al príncipe rápidamente al castillo.
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En el castillo, la bruja le dio un brebaje al príncipe para que olvidara a la
joven porque querían que el príncipe se casara con una mujer de mucho
dinero que hiciera más rico su reino.
A la joven, la bruja le mandó a la hormiga para que la picara y la durmiera
para llevársela a una cueva oscura, húmeda y terrorífica.

Sin embargo, la bruja, cuando le dio el brebaje al príncipe, estaba tan


enojada, que había olvidado ponerle las patas de araña a la bebida y el
hechizo no duró mucho tiempo, por lo que el príncipe, cuando despertó,
recordó a la joven que lo había encontrado en el bosque.
Enseguida mandó a todos sus guardias a buscarla, pero no la encontraron.
Entonces, fue con la bruja y le dijo que él amaba a la joven y que no le
importaban las riquezas sino la felicidad que iba a tener con ella, y que
sólo así él podía ser feliz y el pueblo también.

La hormiga, que quería a la bruja, y por eso hacía todo lo que la bruja le
ordenaba, entendió al príncipe y lo llevó donde estaba la joven.
Cuando llegaron, la bruja trató de impedir que el príncipe rescatara a la
joven. Pero la hormiga, con tristeza picó a la bruja y la hizo dormir. De esta
manera el príncipe pudo entrar a la cueva y liberar a la joven con un beso.
El príncipe se casó con la joven, tuvieron dos lindos hijos y vivieron felices
por siempre y todos los del pueblo de Puertas del Cielo también estaban
felices.

Fin

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20. UNA MÁGICA LECCIÓN.

ELIZABETH SEGOVIANO
Ser una persona ordenada es la
cosa más divertida del mundo… o por
lo menos eso piensa mamá… y
seguramente cientos de miles de
mamás alrededor del mundo
concuerdan con ella; también sé que al igual que yo, hay cientos de miles
de niños y niñas que saben que ordenar nuestra recámara es un acto casi
imposible de llevar a cabo, porque mantener ordenados los libros, los
juguetes, la ropa y los útiles del colegio ¡¡¡es increíblemente aburrido!!!
¿Quién tiene tiempo para tal cantidad de vanidad? ¡bah! en estos tiempos
donde podemos descargar quinientas mil canciones en fracciones de
segundo, jugar en línea con gente que está en otro continente o inventar
cohetes espaciales que pueden llegar a Marte, nosotros seguimos
obligados a asear nuestras recámaras … ¡¡¿cómo es posible que a ningún
científico en todo el mundo se le pueda ocurrir algo para dejar de hacer
ésta horrible tarea!!? Y yo, estaba dispuesto a encontrar alguna solución
que no solamente me ayudara a mí ¡sino a todos los niños del mundo!
Porque ya estaba harto de ésta situación.
Sin embargo los días transcurrían y no se me ocurría absolutamente
nada; así que, como de costumbre, llegó el momento en que mi mamá,
con su tono más amenazador posible dijo: “¡ponle orden a esto o se lo
pongo yo!” como podrán imaginarse no tuve más remedio que obedecer;
aunque al entrar a mi recámara sólo pude horrorizarme porque, para
empezar ¡no sabía ni donde estaba mi cama! … toda la ropa que se
supone debía estar en el armario se encontraba en todas partes menos
ahí, tampoco había pista alguna de mi escritorio, mis libros o la
computadora; lo que sí podía ver por doquier eran docenas de telarañas…
¡y es que hubieran visto qué clase de telarañas había! no crean que eran

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simples telitas colgando de las paredes ¡no señor! ¡Aquellas arañas se
fueron a lo grande! ¡Eran verdaderas fortalezas de lana! Y para que una
araña pueda hacer eso debe ser enorme; como ésas que viven en la jungla
brasileña y que pueden percibir a su presa a metros de distancia, y
cuando menos lo esperan… ¡zaz! Se les van encima y se convierten en la
cena. ¡Eso era todo! ¡Yo no iba a convertirme en la cena de ninguna araña
exótica! Así que sacando valor de quién sabe dónde, tomé una escoba y
con sumo cuidado fui explorando la zona hasta que encontré mi
computadora, y luego de intensas horas de búsqueda y varias latas de
refresco de uva, hallé un sitio de lo más interesante,
hechizosmarrulleros.com ¡cómo no se me había ocurrido! ¡Claro! ¡Si la
ciencia no tenía una solución para mi problema la encontraría en las
ciencias ocultas! Pero cómo no estaba seguro de que hechizo necesitaba,
le mandé un correo a la dueña de la página solicitando su asesoría, y en
menos de dos minutos ya me había llegado mi respuesta… y quizá si
hubiera sido un chico ordenado y hubiera obedecido a mi mamá, ningún
ratoncito entrometido habría hecho de mi habitación su hogar, y no habría
mordido el cable de la computadora, por lo que no pude terminar de
imprimir el correo, aunque por lo menos tenía casi todas las instrucciones,
y con mi natural impaciencia pronuncié el hechizo que decía algo así :
“inanimatus et obscurita clamus dominos otorgus transformus revolvus
locus etcétera etcétera vita”. Pero como no pasó absolutamente nada, y yo
había bebido demasiados refrescos de uva, salí corriendo al excusado y
me olvidé de todo el asunto pensando que la magia y los hechizos no eran
nada más que tonterías.
Mi sorpresa fue inmensa cuando aquella noche, al regresar a mi
recámara encontré todo perfectamente ordenado y brillando de limpio,
cada libro y juguete, cada crayón y libreta e incluso los calcetines que
habían desaparecido misteriosamente hacía más de un año se
encontraban en su cajón ¿acaso de verdad había funcionado el hechizo?
¿O mi mamá finalmente se había rendido y ordenado todo? Yo aún no salía
de mi asombro cuando escuché la dulce voz de mamá decir que me
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merecía un premio por ser tan obediente y limpio… entonces eso
significaba ¡QUE EL HECHIZO HABÍA FUNCIONADO! Ésa noche no pude
conciliar el sueño pensando todo lo que podría lograr con aquel inmenso
secreto.
A la mañana siguiente, en el colegio comencé a ofrecer mi sabiduría… a
un precio justo claro está; por lo que, en pocos minutos ya me había hecho
de un reluciente videojuego portátil, un par de patines, alguien que me
aseguraría una buena dotación de pastel de chocolate por el resto del año,
y hasta quién me hiciera la odiosa tarea de matemáticas y la de geografía.
¡Ah! ¡La vida era buena y dulce! ¡Muy dulce!
Lo que yo no sabía era que tratándose de magia las cosas no son tan
dulces, y que todo lo que hiciera regresaría a mí tres veces más fuerte; de
eso me di cuenta el día que repararon la dichosa computadora y pude leer
la advertencia de la bruja, advertencia que había llegado demasiado tarde,
porque ése mismo día todo el desorden había regresado, no sólo a mi
recámara, sino también a la de mis amigos, y los muebles que solamente
cobraban vida para limpiarse ahora exigían ser tratados con respeto.
Por más que le supliqué a la ciberbruja que me ayudara, las únicas
palabras que obtuve de ella fueron que no podía hacer nada porque ésas
eran las consecuencias de mi flojera y mi avaricia.
Debo decir que mi mamá no se molestó cuando supo lo que había hecho,
ni tampoco las mamás de mis amigos, ya que ahora los mismísimos
muebles se encargan de que hagamos la limpieza y los cuidemos bien, de
lo contrario las puertas se cierran y no hay poder humano que nos permita
entrar a casa.
Que la lección que tan duramente he aprendido le sirva a otros chicos
para comprender que aunque la ciencia esté tan avanzada, aún debemos
obedecer a nuestras mamás y ser más limpios y ordenados… y sobre todo
darnos cuenta de que con o sin magia todo tiene una consecuencia!
Fin

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21. UNA ENORME RESPONSABILIDAD.

ELIZABETH SEGOVIANO

Dicen que para resolver los


problemas, el primer paso es
admitir que se tiene uno…
pues yo soy Lirón (sí, ése es
mi nombre, pero no es el
mayor de mis problemas) y
admito que tengo un
problema, el segundo paso
es hablar de ello, así que
ésta es mi historia:

Todo comenzó cuando tenía cuatro años y ví en televisión un programa de


competencias caninas, por supuesto quedé fascinado y al instante le pedí
a mis padres que me compraran un cahorrito, sin embargo, al vivir en un
diminuto apartamento mis padres me lo negaron alegando que no había
espacio, que yo era muy pequeño para sacarlo a caminar, que ellos no
tenían tiempo, y claro, la frase que todo padre digno de llamarse padre
usa: “es una enorme responsabilidad”; así que decidí pedirles algo más
pequeño, un gatito, a lo cual me respondieron con la misma cantaleta
agregando que los gatos no son muy buenas mascotas porque son muy
huraños; entonces pensé bajar un poco más mis expectativas y pedí un
hamster, desde luego que mi madre se horrorizó tanto con la simple idea
de tener un roedor en la casa que de inmediato se trepó a una silla, se
aferró a su falda y comenzó a gritar “¡un hámster no!”.

Yo seguía intentando y les rogué que me dejaran tener un par de


pececitos dorados, pensé que ya los tenía asegurados pero mis padres me
miraron de pies a cabeza y me dieron un rotundo ¡NO! A lo que respondí

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indignado con un muy buen discurso, les dije que los peces no ocupaban
mucho espacio, ni había que sacarlos a pasear, que tampoco comían
mucho y que no ensuciaban, no hacían ruido, eran bonitos, no morderían
los muebles y que no asustarían a mamá. Y su respuesta fué: “¡pues por
eso! ¡los peces no hacen nada! ¿cómo vas a tener unas mascotas tan
aburridas?” .
Debo admitir que ésa respuesta nunca me la esperé, y que por ser tan
originales y tramposos, mis padres habían ganado la batalla… pero no la
guerra.

Ante tal escenario no me quedaba más que acatar sus órdenes… o jugar
mi último as bajo la manga.
Así comenzó mi obsesión por tener mascotas; primero fueron unas cuantas
hormiguitas que alimentaba en el alféizar de la ventana, pero luego de
unos días fueron llegando más y más y más, hasta que el apartamento
completo se convirtió en un hormiguero gigante y tuvimos que irnos a un
hotel mientras fumigaban el lugar, porque además nos dijeron que entre
tanta hormiga había unas caníbales de raza africana sumamente
peligrosas… ¿cómo llegaron hasta el apartamento hormigas africanas? Aún
no lo sé. Con eso debió bastarme para darme cuenta de que tener
mascotas no era lo mío… ¡ah pero no! Yo estaba terco conque encontraría
una mascota digna de mí.

Después de aquel día todo fue de mal en peor, porque cuando me


encontré un ratoncito … o lo que parecía serlo, cerca de una alcantarilla,
se me ocurrió llevarlo a escondidas a casa, pero al pasar de los días el
ratoncito fue creciendo y creciendo hasta que un día al volver de la escuela
mis padres me veían con ojos de furia cuando tuvieron que llamar a los
cuidadores del zoológico para que se llevaran a mi ratón, que había
resultado ser un canguro y que le había quebrado en tres partes la nariz a
mi papá con tremenda patada cuando quiso entrar a mi habitación.

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Después de dejar pasar un tiempo luego del desafortunado incidente, volví
a las andadas, aunque ésa vez fue por pura suerte… mala suerte, porque
al estar caminando por el parque me topé con un chico muy peculiar, con
el cabello de colores y bien puntiagudo, gafas oscuras y pantalones de
cuero, una camiseta agujerada y una chaqueta toda vieja y apestosa
sobre la cual cargaba una guitarra eléctrica muy bien cuidada.
- oye niño-me dijo el extraño chico- ¿no podrías quedarte con mi gato? Es
que me voy de gira y ya no podré cuidarlo, quisiera que encontrara un
hogar en el que sea querido.
- ¡Seguro!-respondí más rápido que un rayo- … pero ¿si es un gato verdad?
Digo no es un cachorro de tigre o de león o alguna cosa rara o sí?
- No, sólo es un gatito común y corriente. ¡Ah! se llama aullido, le gusta
escuchar música y por favor ve que no le falte su leche…
- ¡Claro!-dije de lo más contento mientras me enfilaba a casa para cuidar al
gato.
Desde que el chico me dijo el nombre del animal debí sospechar que algo
raro pasaba ¿qué clase de gato se llama “aullido”?

Llegué a casa y muy cuidadosamente oculté al gato, y cuando mis padres


se durmieron lo solté en mi habitación, el minino estuvo explorando un
rato y cuando se se cansó se encaramó sobre el monitor de mi
computadora y se quedó profundamente dormido, yo no dejaba de
admirarlo y ya soñaba en que sería mi mejor amigo por largos años, y con
ése pensamiento me fui a dormir tranquilo; pero justo a las dos de la
mañana el condenado gato me dejó saber porqué se llamaba aullido, se
me trepó encima y comenzó su extenso repertorio de alaridos, aullaba
como si lo estuvieran torturando, jamás antes había escuchado de un gato
que aullara pero ahí lo tenía, lo cargué, lo acaricié para tratar de calmarlo
y sólo empeoré las cosas, pues con cada segundo sus aullidos se hacían
más fuertes y agudos, entonces pensé que debía tener hambre y corrí a la
cocina a buscar leche, pero justo cuando tenía la botella en las manos mis
padres se despertaron al escuchar al loco gato, y antes de que pudieran

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interrogarme o yo defenderme, el gato lanzó tal aullido que todos los
cristales del edificio estallaron en mil pedacitos, aterrando a todos los
vecinos, activando todas las alarmas de los autos y atrayendo a cientos de
policías a mi casa.
Claro que no opuse resistencia cuando el ejército vino por el gato para
ponerlo en un entrenamiento militar y usarlo como un arma aturdidora.

Sé que ahí debí aprender mi lección y quedarme en paz… ¡y por un tiempo


lo hice! Pero cierto día fuimos de excursión a unas cuevas y escalando
unas rocas encontré un pequeño huevo, por más que busqué no encontré
el nido y se me hizo fácil llevarlo a casa, lo puse en una cajita y por días lo
mantuve abrigado usando una lámpara, las semanas pasaron y el huevo
seguía igual, pero seguí cuidándolo de todas formas, al llegar de la escuela
me gustaba contarle de mi día y sé que suena tonto, pero pienso que me
escuchaba; resulta que una tarde el cascarón comenzó a quebrarse y algo
emergió de él … sólo que no era un ave, tenía alas, pero parecía una
especie de lagartija, como no sabía que era me dirigí a la biblioteca, y
luego de varias horas y docenas de libros llegué a la conclusión de que mi
extraño amiguito ¡era nada más y nada menos que un auténtico y genuino
dragón! Tenía un par de alas muy flexibles, brillantes y duras escamas,
garras, colmillos, cola y con el paso de los días parecía que intentaba
escupir fuego, de inmediato busqué toda la información que pude acerca
de los dragones y me enteré de que adoran guardar objetos, sobre todo si
son brillantes, y están obsesionados con comer rocas, que según creo las
usan para poder escupir fuego. Como podrán imaginarse yo no sabía qué
hacer, por un lado sabía que no podría cuidar de un dragón en mi
habitación y por otro … ¡era mi amigo! Así que decidí cuidarlo lo mejor que
pude hasta que ya no tuviera más remedio que decirle a mis padres.

Junté cientos de rocas y las forré con papel aluminio y otras las pinté con
colores metálicos para que mi dragón, que por cierto llamé Dorito, se
mantuviera entretenido mientras yo iba a la escuela, pero con el paso de

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las semanas Dorito notó que aquellas rocas no eran un verdadero tesoro y
una mañana cuando la casa estaba vacía se le hizo fácil meterse al
guardarropa de mamá y tragarse todas sus joyas. Pero eso no fue todo,
también su apetito se incrementaba y los emparedados de jamón y queso
o jalea y crema de maní que le daba ya no le eran suficientes, así que
también se comió todo lo que había en la despensa y el refrigerador… ¡se
tragó el refrigerador completo! ¡Con cubitos de hielo y todo! Y también un
buen trozo de las paredes de la casa, que además resultaron ser de la
piedra exacta que Dorito necesitaba para escupir bocanadas de fuego … y
como nunca antes lo había hecho no pudo controlarse y chamuscó todo el
apartamento, ése día cuando iba saliendo de la escuela y vi los camiones
de bomberos ir a toda prisa por la calle supe sin ninguna duda que se
dirigían a mi casa; así que con más miedo que otra cosa corrí hacia allá
para encontrar a los bomberos y mis vecinos completamente boquiabiertos
mirando a través del boquete en los muros cómo mi dragón se disponía a
sentarse en el sofá a ver televisión como lo hacíamos todas las tardes.
- ¡Que alguien llame a la guardia nacional!-gritó una señora-
- ¡No!-dije yo a todo pulmón-¡Dorito no es malo! Sólo es un bebé dragón …
Cuando Dorito escuchó mi voz se alegró tanto que salió volando a toda
prisa para encontrarme sin darse cuenta que en su desenfrenada carrera
volteó el camión de bomberos, abrió otros dos enormes boquetes en el
edificio, aplastó los autos de mis vecinos y nos chamuscó a todos un
poquito dejándonos sin cejas.
Como ya podrán imaginarse la ciudad entera, incluyendo a mis padres
estaban sumamente furiosos conmigo y con Dorito, claro está, y aunque el
dragón sigue siendo mi amigo ahora vive en el campus de la universidad,
donde puede volar a sus anchas y es vigilado por los mejores y más
reconocidos científicos … y yo … pues tengo que trabajar todos los fines de
semana vendiendo las hamburguesas al carbón que prepara Dorito para
poder reparar todos los daños que causó, causa y muy seguramente
seguirá causando.
Que mi historia sirva de lección para todos aquellos niños que se empeñan
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en no escuchar los sabios consejos de sus padres; porque sin duda alguna
tener una mascota ¡es una enorme responsabilidad! No importa si estamos
hablando de unos pececitos, un gato o un perrito… y mucho menos de un
dragón que apenas está aprendiendo a ser dragón.
Yo soy Lirón, sí, ya sé… pero ése no es mi mayor problema ¡porque mi
mascota es un dragón!

Fin

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22. CORAZÓN DE PIEDRA

LIANA CASTELLO

Corazonada era una ciudad muy pequeña habitada sólo por ratones,
todos bigotudos y orejones. El nombre de la ciudad se debía a que, si bien
en apariencia todos los ratones eran igualitos, se distinguían por su
corazón.
Los había con corazones grandes, otros pequeños, algunos más
enamoradizos, otros un poco más duros y algunos más blandos.
Corazón de Piedra era un ratón de mediana edad al que todos llamaban
así porque realmente daba la impresión de tener una roca en lugar de
corazón. No era que fuese malo, sino que parecía siempre enojado y tenía
muy pocos amigos. Todos decían que, con el tiempo, su corazón se había
endurecido y era cierto.
Corazón de Piedra no siempre había sido así. Cuando era un pequeño
tenía el corazón blandito, tierno y de color rosa. Era un ratoncito como
todos, excepto por un problema: no sabía perdonar.
Cuando tenía apenas un añito, un amiguito –sin maldad alguna y sólo por
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hacer una travesura- le escondió su chupete preferido que tenía sabor a
queso Roquefort y era de color azul. Nuestro ratoncito lloró mucho al no
encontrar el chupete, tanto que hubo que sacar el agua de su cuevita con
veinte baldecitos.
Como su amiguito vio que la cosa se estaba complicando, fue en
búsqueda del chupete de Roquefort y se lo devolvió.
–¡Pensé que lo había perdido! ¡Sos un tonto! Gritó Corazón de Piedra
enfurecido, mientras chupaba el chupete y se secaba las lágrimas.
–Perdón amigo, no pensé que te pondrías tan mal, sólo quise hacer una
broma. Se justificó Corazón de Chocolate (así le decían porque era un ratón
de color marrón oscuro).
– ¡Qué perdón, ni perdón! Ya no soy más tu amigo y no te voy a perdonar
jamás. Volvió a gritar el ratoncito que seguía muy enojado.
Corazón de Chocolate se fue muy triste, pues realmente no había querido
dañar a su amigo. Pensó que, con el tiempo, el enojo pasaría pero no fue
así. Corazón de Piedra jamás volvió a dirigirle la palabra.
Cuando empezó el colegio, un compañerito un poco atolondrado tropezó
con nuestro ratoncito, quien con el golpe dejo caer los útiles al piso. La
cartuchera con aspecto de quesera que Corazón de Piedra tanto amaba,
quedó aplastada y muy sucia. Inútil fue tratar de hacerle entender que
había sido un accidente y que nadie había querido dañarlo a él o a su
amada cartuchera.
Como una vez más, nuestro ratón no quiso perdonar a su compañero,
perdió así otro amigo más y fueron muchos los que quedaron en el camino.
El tiempo fue pasando y parecía que con cada perdón no dado, su
corazón se convertía más y más es una roca. Perdió su color rosa, se volvió
gris, duro y seco, como si no tuviese vida.
Corazón de Esponja, en cambio, era un ratón que siempre perdonaba y
que tenía muchísimos amigos. Decía que en cada poro de esa hermosa
esponjita que era su corazón, había un amor y sus poros eran muchos
realmente.

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Como era muy bueno, pensó en que algo debía hacer por Corazón de
Piedra. No se resignaba a que el corazón de este ratón siguiera
endureciéndose más y más cada día.

Ideó un plan. Debía hacer que Corazón de Piedra entendiese realmente el


valor del perdón.
Llamó a todos aquellos ratoncitos a quienes nuestro amigo no había
perdonado. Eran muchos por cierto. Les pidió su ayuda para solucionar el
problema de Corazón de Piedra y como por suerte, ninguno era rencoroso,
todos aceptaron ayudar. Faltaba muy pocos días para el cumpleaños de
nuestro amigo, ésa sería una oportunidad ideal llevar a cabo su plan.
El mismo día del cumpleaños, reunió a todos los ratones que no habían
sido perdonados en la plaza de la ciudad que tenía forma de corazón, como
podrán imaginarse.
A cada uno le puso un sombrerito de cumpleaños y un globito atado en la
colita y les pidió que no trajeran regalo alguno.
Cuando estuvieron todos reunidos, fue a buscar a Corazón de Piedra.
Primero le dijo “Feliz Cumpleaños” y luego le tapó los ojos, pidiéndole que
lo acompañara a la plaza.
Cuando llegaron, Corazón de Esponja con una seña les indicó que todos
juntos cantaran el feliz cumpleaños, cosa que así hicieron. Al terminar la
canción, destapó los ojos de su amigo.
Corazón de Piedra no podía creer lo que veía, Todos aquellos ratones a los
que él había dado la espalda y les había cerrado su corazón estaban allí
agitando globitos con sus colitas y cantándole el feliz cumpleaños. Se
sintió realmente conmovido. Pero eso no era todo.
– Todos ellos tienen un regalo especial para darte- Dijo Corazón de Esponja.
– Un … regalo… no …. No …. Hace falta- Contestó un poco avergonzado
Corazón de Piedra.
– Sí que hace falta y mucha. A ver ahora todos juntos y en forma clara
¿qué tienen para darle al cumpleañero? Preguntó el noble ratón.
- Nuestro perdón – Dijeron todos.

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- Creo que no entiendo – comentó confundido Corazón de Piedra.
- Es evidente que no entendés. En distintas oportunidades no perdonaste
a cada uno de estos ratoncitos. Les cerraste las puertas de tu corazón y los
alejaste de tu vida. Ninguno de ellos, por más que quisiera, pudo volver a
ser tu amigo. Dijo muy firme Corazón de Esponja. Luego continúo.
– Espero hayas aprendido con la soledad de todos estos años, que el
perdón nos acerca al otro, nos une y nos hace más buenos. Perdonar a un
amigo ablanda nuestro corazón, le da energías, lo hace brillar más.
Corazón de Piedra escuchaba atento y con la cabeza baja. Su amigo
siguió hablándole.
– Son ellos los que ahora tienen que perdonarte y como te quieren y
desean tener corazones rosas y mulliditos lo hacen justamente desde lo
más profundo de su corazón.
Parecía raro, él que jamás había perdonado, ahora deseaba con toda el
alma ser perdonado por los demás.
Ahora sí que Corazón de Piedra había entendido Agradecido y
emocionado aceptó el regalo de sus amigos: el perdón.
El ratoncito jamás olvidaría ese cumpleaños. Había recibido el mejor de
los regalos pues también se perdonó a si mismo. Así, dándose una nueva
oportunidad, volvió a tener muchos amigos, aprendió a ser feliz y su
corazón de a poquito fue cambiando de color, de textura y de forma.
Con el tiempo nadie recordaría su viejo nombre, ahora todos los llamaban
Corazón Algodón de Azúcar. El nombre era largo pero a él no le importaba,
lucía muy orgulloso un corazón rosa, grande, blandito y muy dulce.

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23. BONETE UN PAYASO POCO FELIZ

LIANA CASTELLO

El Circo Estrellado, era un circo con todas las de la ley, o sea hecho y
derecho o si prefieren, como Dios manda dirían las abuelas. Iba de pueblo
en pueblo llevando diversión y asombro a la gente. Como todo circo, tenía
equilibristas, magos, animales que hacían proezas impensadas, mujeres
barbudas, un maestro de ceremonias y por supuesto payasos. Peluquín y
Bonete, eran payasos que hacían reír mucho a los niños y a los grandes
también. Peluquín disfrutaba mucho su trabajo, sin embargo no pasaba lo
mismo con su amigo, que nunca estaba conforme con nada.
Bonete no entendía por qué debía tener esa ropa floja, colorinche, con
botones grandes, mientras todos los demás vestían mucho mejor que
ellos. Los equilibristas y malabaristas tenían brillos y sus ropas estaban
confeccionadas con telas finas y bellas. El maestro de ceremonias lucía un
saco negro de larga cola y moñito colorado que le quedaba pintado. Sin
embargo, él debía andar con zapatones más que grandes y con agujeros
que permitían que sus dedos gordos saludaran a la gente.
El mago, como el maestro tenían galera, él en cambio un sombrero del
cual colgaba una flor que parecía marchita y se le metía en el ojo a cada
rato.

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A Bonete le molestaba mucho lo que él consideraba –equivocadamente-
injustas diferencias. Siempre creía que lo que tenían los demás era mejor
que lo suyo y no vivía feliz.
Protestaba porque a todos los demás artistas del circo, el público los
aplaudía sin necesidad de caerse, recibir cachetazos (aunque no fuesen
reales) o resbalarse con cáscaras de bananas de utilería.
De nada servía que todos sus compañeros del circo trataran de explicarle
cómo eran las cosas. Simplemente Bonete no lo entendía.
– Vos hacés reír a la gente, lo cual no es poco – le decía el mago
– Si pero a vos todos te miran con admiración – contestaba Bonete
Peluquín, por otro lado, disfrutaba mucho de su vocación de payaso. Le
parecía que era el mejor de los trabajos. No se quejaba porque su ropa no
brillase y porque sus zapatos fuesen ocho números más.
Intentaba convencer a su amigo de lo valioso de la labor que realizaban,
divertían a la gente y pocas cosas hay tan importantes como esa- decía
siempre Peluquín.
Sin embargo, Bonete no pensaba igual. Miraba siempre a los demás
artistas con cierto recelo o tristeza.
Veía que los malabaristas hacían su número con pelotas que brillaban y
bolos fluorescentes, mientras que ellos hacían su rutina con pelotas de
trapo o a veces ni siquiera eso.
Bonete siempre tenía la mirada en lo ajeno, y todo lo ajeno le parecía
mejor que lo suyo, se tratara de ropa, utilería, aplausos, etc.
Un día, más disgustado que nunca con su realidad de payaso, escapó del
circo.
Peluquín y todos los demás artistas lo buscaron por todos los lugares
posibles, pero no aparecía. Como no podían abandonar a la gente que ya
había comprado sus entradas, decidieron que Peluquín lo siguiera
buscando y comenzaron a hacer las funciones sin los payasos.
El espectáculo no fue el mismo. Si bien la gente se seguía sorprendiendo
con el mago y maravillando con los trapecistas y malabaristas, ya no se
reía pues no había payasos que los hicieran reír.
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Los animales se esforzaban por hacer aún más increíbles sus proezas
para sacarle una sonrisa al público, pero no lo lograban. El maestro de
ceremonias improvisó algún que otro chiste, pero no hizo reír ni siquiera a
su esposa.
El circo empezó a perder espectadores pues ya se había corrido la voz
que los payasos no estaban y, aunque a algunos les cueste creerlo, una de
las cosas que más necesitan las personas es reír.
Tal fue la reacción de la gente que el maestro de ceremonias y dueño del
circo, suspendió las funciones hasta que volvieran los payasos. No se
trataba sólo de perder espectadores, nada era igual sin Peluquín y Bonete.
Ni las funciones, ni los momentos que los artistas compartían en sus
carromatos.
Peluquín volvió muy triste al circo, sin haber encontrado a su amigo.
Mientras tanto, Bonete se había quedado en un pueblito muy alejado de
donde estaba el circo. Tampoco allí encontró nada que lo hiciera feliz pues
también en ese lugar comparaba todo el tiempo lo que tenían o hacían los
demás con lo que tenía o hacía él.
Sin duda Bonete creía que en algún lugar estaba lo que a él lo
conformaría, lo que realmente lo haría feliz. Lo que no terminaba de
entender el payasito era que sólo dentro de sí encontraría lo que él
buscaba.
Siempre vamos a encontrar alguien que tenga algo mejor que nosotros, o
que haga mejor las cosas, que sea más lindo o más gordo o tantas otras
cosas que serían imposibles de enumerar. Por eso, uno debe buscarse a
uno mismo y ser feliz con lo que le ha tocado en suerte. No es que no se
pueda mejorar, sino que, más allá de los errores o defectos que se tenga,
uno debe amarse, respetarse y valorarse como Dios nos ha creado.
Bonete volvió al circo, tan triste como lo había dejado. Tampoco afuera
había encontrado nada que lo conformase y lo dejara contento.
Todos sus amigos lo recibieron con mucha alegría, cosa que al payaso lo
sorprendió. Le contaron que habían tenido que suspender las funciones
pues la gente ya no iba, que por más esfuerzos que habían hecho, no
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habían podido hacer reír al público.
Bonete se quedó pensando. Seguía sin entender qué extrañaba la gente:
¿sus ropas colorinches? ¿la flor caída que no le dejaba ver bien? ¿los
cachetazos que recibía? No, realmente no entendía.
– ¿Sabes qué ocurre Bonete? Le dijo la mujer barbuda, mientras hacía
rulitos con su larga y espesa barba- Al irte te llevaste la risa y la risa era lo
más importante que le podíamos ofrecer a la gente.
– Yo puedo hacer el truco más espectacular de todos y seguro la gente
quedará boquiabierta, pero no reirá y eso nada puede cambiarlo – intervino
el mago.
– Puedo sostener diez bolos apilados en la punta de mi nariz, pero no
hago reír a nadie, los payasos están para eso, lástima que no lo hayas
podido ver.
Bonete escuchaba atento las palabras de sus amigos, esta vez
empezaba a entender.
Por último, le habló el maestro de ceremonias, quien además, era el
mayor en edad de todos los artitas.
– Por mirar siempre lo que eran o tenían los demás, perdiste de vista que
lo que vos ofrecías era realmente lo más importante. Pensabas más en
comparar la ropa que lucían los otros, que en cuanto divertías a la gente.
La risa vale mucho más que una flor en un sombrero que se cae y molesta
en el ojo.
Por primera vez Bonete entendió y valoró el inmenso don que tenía de
hacer reír. Ya no comparó quien tenía más que el otro, ya no le importó si
sus zapatones dejaban sus dedos afuera. Ahora miró su interior, quién era
verdaderamente y cuánto podía darle a los demás y ¿saben qué? se sintió
tan feliz que empezó a reír como nunca y allí, recién allí terminó de
entender de qué se trata la vida.

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24. UNA JIRAFA ESTIRADA

LIANA CASTELLO

En el zoológico de la ciudad, había un animal que


llamaba la atención más que cualquiera. Todo el mundo
la miraba porque era muy bella y muy, pero muy alta.
La jirafa -de quien estamos hablando- se llamaba
Estirada y ya veremos que su nombre, no sólo se debía
a su larguísimo cuello.
Estirada era una jirafa soberbia. Se jactaba de llegar a
las copas de los árboles más altos y a la vez, poder bajar su cuello
cómodamente para comer el pasto que tanto le gustaba. Podía hacer
muchas cosas pues era una jirafa muy ágil. Decía no necesitar de nadie,
pues estuviese alto o bajo, podía alcanzar lo que quería.
Como era tan bonita, era la mayor atracción del zoológico. Sus pestañas
eran largas y curvas, parecían muchas letras “c” pegaditas a sus ojos
marrones. Su pelaje parecía un helado de vainilla salpicado con miel o
viceversa, como más les guste a ustedes.
Sin embargo, por más bella, atractiva y ágil que fuera, no tenía amigos.
Nunca jugaba con los demás animalitos y siempre consideraba a sus
compañeros del zoológico inferiores a ella y no precisamente porque fuera
más petizos. Sin embargo, los animales querían ser amigos de Estirada.
Todos menos Biruta y Chicharrón, dos cotorritas mellizas, verdes y
charlatanas. A ellas dos en particular, les dolía mucho la actitud de la
jirafa.
– Te damos una ducha fresquita- le decían los elefantes cuando hacía calor.
– No gracias, yo sé refrescarme muy bien solita – contestaba en tono
despectivo Estirada.
– ¿Jugamos a quién trepa más alto los árboles? – le preguntaban los
inquietos monitos.
– A mi no me hace falta trepar a ningún lado, yo con mi largo cuello llego
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donde se me da la gana y sin esfuerzo alguno- respondió la jirafa.
– Déjenla muchachos, no vale la pena- Decía Biruta.
– ¿y cuánto vale la pena? Preguntó Chicharrón que solía hacer preguntas
insólitas o de difícil respuesta.
Estirada creía que todo lo podía. Era bella, ágil, admirada ¿por qué tendría
que necesitar de otro animal? Sin embargo, la vida muchas veces nos
demuestra qué tan equivocados estamos.
No siempre uno se da cuenta solo de sus errores o defectos. A veces tiene
que ocurrir algo que nos haga tomar conciencia de aquello que no estamos
haciendo bien. Eso fue lo que le pasó a Estirada.
Un día caminando en búsqueda de hojas frescas de la copa de un árbol, se
raspó el lomo con una rama muy puntiaguda y comenzó a sangrar. La
herida era profunda realmente.
Se asustó mucho, no sólo porque el dolor era muy intenso, sino porque no
encontraba la manera de detener la sangre que seguía saliendo. Quiso
curarse sola, como hacía todo siempre. Fue allí cuando se dio cuenta que
muchísimas veces necesitamos de los demás.
Trató de girar su largo cuello para lamerse la herida, pero casi se lo
quiebra. Restregó su cuerpo sobre las plantas recién regadas para ver si el
dolor cedía, pero minúsculos bichitos se metían por la herida causándole
más dolor aún.
Fue entonces cuando decidió pedir ayuda a los otros animales que sí
podían llegar a su lomo sin esfuerzo y curarle la herida. No es fácil para
alguien soberbio pedir ayuda, pero es bueno aprender a hacerlo.
Por suerte los demás animalitos no eran rencorosos y se apresuraron a
ver qué podían hacer por Estirada.
– Hay que sanar esa herida cueste lo que cueste – dijo Biruta.
– ¿Costará muy caro? – Preguntó Chicharrón.
– No hay tiempo para preguntas tontas amigos- intervino
el elefante y alzando su trompa echó un chorro gigante de agua para lavar
la herida de la jirafa.
Hecho esto, un monito tití trepó al lomo de Estirada y la vendó con una
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red que ellos tenían para treparse, no sin antes pedirle al elefante que la
lavara muy bien.
– ¡Quedó una pinturita! – Exclamó contento el monito.
– ¿Pinturita o crayón? – Preguntó Chicharrón. Y nadie contestó.
Estirada realmente parecía un dibujo, no sé si de pinturita o crayón, pero
se quedó quieta, inmóvil mirando a todos los animales que la habían
ayudado. No era el dolor lo que la inmovilizaba y la dejaba muda, sino la
vergüenza, el pensar cómo se había comportado con sus compañeros y
cómo, a pesar de eso, todos la habían ayudado.
– No merezco tanta ayuda- dijo triste Estirada.
– Todos merecemos ayuda- contestó el elefante- Aún cuando algunos
consideren que son más que otros. Creo que es hora que entiendas que
tener el cuello más largo del zoológico no te hacer mejor que nadie
¿verdad?
– ¿Y qué tiene nadie para ser peor que una jirafa? es más… ¿quién es
Nadie? Preguntó Chicharrón.
– Nada hermanito, nada – contestó Biruta – nos harías un gran favor si te
callaras la boca.
– Yo pregunté por Nadie, no por nada- insistió Chicharrón.
Por suerte Chicharrón se calló la boca.
Estirada aprendió la lección, ayudó y se dejó ayudar por los demás. Una
cicatriz quedó en su lomo. A Estirada no le molestaba, por el contrario, no
dejaba de mirarla. Sentía que de ese modo, jamás olvidaría lo que había
vivido y no volvería a ser soberbia nunca más.

Fin

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REFERENCIAS

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