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República Bolivariana de Venezuela

Universidad Central de Venezuela


Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Escuela de Estudios Internacionales
Cátedra: Sistema Económico y Político Venezolano

Ensayo

Bachiller:
Mariantonelia Cedeño
CI: V-26.244.522

Caracas, septiembre 2018


a) Influencia del militarismo en el proceso político contemporáneo en
Venezuela. Basar en los textos de: Cardoza, Rivas-Leone, Jácome y;
Rodríguez de Caires y Brito

Para intentar dar respuesta e intentar determinar cuál ha sido la influencia del
militarismo en el proceso político contemporáneo de Venezuela, primero es
importante definir lo que se entiende por militarismo. Definido por la Real Academia
Española, este término hace referencia a la “Preponderancia de los militares, de la
política militar o del espíritu militar en una nación”, es decir, que podríamos
entenderlo como un aspecto primordial en la política o la manera de hacer gobierno
en un Estado, estando incluso por encima de lo civil.
Para entender como se ha venido desarrollando este proceso en Venezuela y como
se manifiesta en nuestros días, primero procuraremos determinar el origen del
mismo en estas tierras. En el artículo Cardoza (2015) “El caudillismo y militarismo
en Venezuela. Orígenes, conceptualización y consecuencias” el mismo autor hace
referencia a la cantidad de opiniones que existen al respecto; como hay algunos
que consideran que este nace con la colonización mientras hay otros que opinan
que es a partir del proceso de independencia que se manifiesta.
Por ejemplo, Kaplan (1976), se marca el inicio del militarismo en América Latina con
las luchas de independencia, con la conformación de los nuevos Estados y las
guerras que se originan para la defensa de estos. No es menos cierto que los
hombres que participaron y contribuyeron al nacimiento de estos nuevos Estados y
posteriormente pasaron a ocupar cargos en el gobierno llegando incluso a la
presidencia, y hablando particularmente del caso de Venezuela, en su mayoría eran
militares. Tal es el caso, por ejemplo, de José Antonio Páez, quien fue General, Jefe
del Ejército Nacional, Jefe Militar del Departamento de Venezuela y Presidente de
Venezuela entre 1830 y 1835.
Desde entonces, (y no descartamos que probablemente desde mucho antes, pero
nos limitaremos a hablar únicamente desde la conformación de Venezuela como
Estado independiente) han venido uno tras otro y han ocupado altos cargos en el
gobierno, desde presidentes, cancilleres, ministros, entre otros, pero siempre
manteniéndose al frente de la política. Esto también lo podemos ver reflejado en lo
expresado por Trejo (2006):

En América Latina, el proceso de independencia política del siglo 19, permitió la generación
de los liderazgos de los héroes militares al ejercicio del gobierno y, estos a su vez, fueron
creando grupos o partidos que les permitían el control absoluto de los poderes públicos y
generando mecanismos legales eficientes para perpetuarse en el poder, logrando entonces
el surgimiento de las verdades élites políticas, privilegiados sociales y concentradores de
los grandes elementos de producción económica, especialmente la tierra, como base de la
nueva oligarquía. p 4
Estos nuevos grupos que desarrollan un liderazgo para el gobierno y el control,
pueden relacionarse, como lo hace Cardoza (2015) con el concepto de caudillo o
caudillismo, que según el autor, se vincula casi directamente con el militarismo,
pareciendo incluso que ambos conceptos se desarrollan de la misma manera, en la
historia venezolana e incluso en la de toda Latinoamérica. Además, que ninguno de
los dos conceptos ha desaparecido, ni siquiera en la actualidad, del escenario
político del Estado, aunque no se hable directamente de ellos.
Al revisar el concepto de caudillismo según Francheschi (1979) que nos dice que
“El caudillismo es un fenómeno político caracterizado por el liderazgo que ejerce un
individuo sobre una parte del conjunto social, con el fin de modificar una situación
política, económica o social, que afecta perjudicialmente a esa parte del conjunto.”
p 163. Esta definición nos lleva a considerar y a hacer especial énfasis en el medio
que normalmente hemos evidenciado en la historia venezolana, se ha utilizado para
modificar dicha situación política, social o económica: las armas y el componente
militar.
Como ya hemos mencionado anteriormente este es un fenómeno que se ha repetido
en ya incontables ocasiones y ha sido considerable el número de presidentes que
han llegado al poder por medio del uso de la fuerza; entre ellos podemos hablar de
Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt, quien aunque no
era un militar, participó en el golpe de Estado que derrocó a Isaías Medina Angarita
y lo colocó a él como presidente de la junta cívico militar. Nada más durante el siglo
XX, se dieron al menos unos 11 alzamientos militares que buscaban cambiar el
gobierno de turno o cambiar su dirección política, ya fuera este democráticamente
establecido o no.
Como ya habíamos mencionado, estos golpes de Estado se han dado para sustituir
a un gobierno por otro, o simplemente modificar la forma en la que se lleva la
política, también se han dado para cambiar algún aspecto social o económico
incluso. Es a finales del siglo XX, basándonos en el trabajo de Rivas (2012), cuando
se puede evidenciar como la población empieza a perder confianza en los partidos
políticos tradicionales que hasta el momento habían dirigido la política nacional.
Según este autor, en 1983 la abstención política apenas llegaba al 10%, lo cual es
una cifra bastante baja por lo que podríamos decir que la participación electoral era
bastante importante; pero para el año 1993, es decir, solo una década después,
esta cifra aumento a un 40% en las elecciones nacionales y para las locales era de
un 60%. Estos resultados son realmente alarmantes. Sin contar que el surgimiento
de nuevos partidos políticos provocó la dispersión de un porcentaje considerable de
la población electoral ¿Por qué la población perdió la confianza en estos partidos
que en periodos anteriores se disputaban la preferencia de los electores?
Bien se podrían enumerar muchas causas, el autor entre otras razones señala que
los partidos se alejaron de los intereses de la población, se hicieron más
“inalcanzables”, además que la crisis económica que se vivió para el momento
podría tomarse como un catalizador que llevó a la gente a sentirse más
desprotegida, más aún cuando las medidas tomadas para tratar de contrarrestar la
situación directamente parecía afectarlos.
Según los datos recopilados por Trejo (2006) quien hace referencia a las cifras
obtenidas en PNUD, en el que se indica que para el periodo que va de 1990 a 2000
Venezuela fue el país que registró el mayor incremento en el nivel de pobreza
llegando a un 85%. No sería arriesgado asumir que esto no supuso en un aumento
de la popularidad hacia los partidos ni hacia el gobierno. Así es como, según lo que
señala el mismo autor más adelante, que para 1998 el 96% de la población electoral
quería un cambio y que el 63% veía ese cambio en la salida de los partidos políticos
que hasta el momento habían imperado.
Esta situación aunada a la inteligente estrategia de Hugo Chávez Frías al dirigirse
a esta masa de la población cada vez mayor, la de los desfavorecidos, “los que se
habían visto perjudicados y sus necesidades habían sido ignoradas en los gobiernos
pasados”, lo que da a pie a que se convierta él en esa figura que la población
venezolana estaba esperando. Chávez entra entre las concepciones que hemos
venido estudiando hasta ahora, en la figura del caudillo como el líder carismático
que busca influir en un grupo social (en este caso, los más pobres), para cambiar la
realidad que les afecta, es decir, darles más participación en la sociedad, política,
en la producción económica, siguiendo la línea de lo que él llamaba el Socialismo
del Siglo XXI.
Y por supuesto, era militar. Y en todo utilizaba su formación de militar, como lo cita
Rey (2017): “durante años estuve pensando y actuando [en política] en función de
lo que es un combate. Me siento un combatiente en la guerra política” p 28. Al
respecto cabría recordar como Chávez en su discurso político casi siempre buscaba
hacer hincapié en las diferencias de clases, en las ideológicas, políticas, sociales y
económicas, y buscaba enmarcarlo en un enfrentamiento entre dichas partes.
Otra característica del modo de hacer política que tuvo Chávez fue el de aumentar
cada vez más la presencia militar en los cargos representativos del gobierno. Si bien
ya es común hablar, como hemos mencionado hasta ahora que los presidentes que
ha tenido Venezuela en su mayoría han sido militares, ahora no solo se limita a esto,
sino que la gran mayoría de los cargos más altos en el gobierno son ocupados por
militares, llegando estos a ser gobernadores, alcaldes, ministros, cancilleres,
embajadores, directores de grandes empresas, en fin. Sin mencionar que desde
hace mucho son las mismas caras que vemos ocupando un cargo tras otro,
cambiándose cada tanto de, por ejemplo, un ministerio a otro, o de este a una
gobernación, en fin, las posibilidades parecen infinitas.
Ya esto se ha hecho tan común en nuestros días, que en realidad lo que parece
inusual es ver a un civil ocupando esos cargos, los que otrora estaban reservados
para este sector. Llama la atención también el papel de la Fuerza Armada Nacional,
e incluso podríamos hablar de la Guardia Nacional Bolivariana y de cualquier otro
cuerpo de seguridad, no solo el hecho de que cada vez más los hombres
pertenecientes a alguno de estos ocupe algún cargo en el gobierno, sino como
también, estos están cada vez más presentes en cualquier ámbito de la vida
cotidiana, en cualquier esquina, establecimiento o cualquier lugar que este
medianamente concurrido de la ciudad.
La Fuerza Armada Nacional a partir del periodo de Chávez pierde el carácter
apolítico de la institución, la distinción y limitación a lo que corresponde al ámbito
militar y al ámbito civil en la nación, se pierde el deber de respetar y velar por las
instituciones, por el cumplimiento de la Constitución como norma fundamental y
simplemente se le da la potestad a este cuerpo de seguridad de intervenir en todos
los aspectos del Estado. Ya la Fuerza Armada Nacional ni ningún otro parece
encargado de velar por la seguridad de la población, sino del gobierno y su
ideología. En palabras de Rivas (2012): “Se quiso hacer de la institución armada un
ejército revolucionario, una institución al servicio de un proyecto político fuertemente
ideologizado”. p 22
Esta ha sido una tendencia que se ha continuado en el actual gobierno del
presidente Nicolás Maduro, parece la forma de legitimar, o por lo menos por la
fuerza, el gobierno establecido, haciendo que los militares ocupantes de los cargos
a los cuales se han asignado se sientan involucrados también con el Socialismo del
Siglo XXI, cargados además de un fuerte “nacionalismo” con especial devoción a la
“Patria” y sobre todo a la figura del líder político de todo ese sistema, Chávez.
Llama la atención que, como lo señalan autores como Rivas, mencionado
anteriormente, que la población civil se ha habituado ya a esta presencia y
preponderancia militar en los aspectos políticos (sociales y económicos incluso) en
el Estado, y que además, no lo ven del todo con malos ojos. El autor señala que
esto posiblemente se deba a que la presencia militar en la política también ha
servido para devolver el hilo constitucional cuando en ciertos periodos de nuestra
historia se ha considerado “amenazada” (como en 1958 el golpe de Estado que
derrocó a Marcos Pérez Jiménez).
Por lo que podríamos pensar que la población solamente espera el momento de
una nueva insurrección militar que derroque al actual gobierno, pues considera esta
la vía más efectiva para recobrar el hilo democrático como otrora, o simplemente ya
la presencia militar ha calado lo suficiente en el sentido de las personas. De
cualquier manera, lo cierto es que el militarismo es lo que rige (y probablemente lo
siga haciendo) el destino del Estado venezolano.
b) Importancia del rentismo dentro de la consolidación socio-política de la
“Revolución Bolivariana” a partir de 1999. Basarse en las lecturas de: Lander,
Peña, Pérez y Arenas

El concepto del rentismo ha estado presente en el modelo económico venezolano


desde el siglo XX, cuando se podría decir que en cierto modo tuvimos un avance al
pasar de un país agro productor y agroexportador a uno (rentista) petrolero. Se
habla de avance puesto que los ingresos que este producto genera superan por
mucho a cualquier otro producto antes extraído o elaborado en el territorio, y esto
ha sido lo que desde el inicio ha resultado tan atractivo para su explotación y
aprovechamiento.
Este recurso natural tan preciado y codiciado por su utilidad, ha resultado tanto una
bendición como una maldición para el Estado venezolano, llegando incluso a ser
comparado, entre otros casos, con la llamada “enfermedad holandesa”. Pero lo que
sí es posible es que en todo caso este recurso tan valioso no ha sido administrado
de la manera más idónea o en función a no crear la dependencia que desde su
explotación ha imperado.
Al respecto, Arenas (2010) comenta que:

Y es que, ante la incapacidad de asumir las tareas, tanto técnicas como gerenciales,
que la explotación petrolera le exigía, la única opción posible para el país era el
camino rentista, el mismo que ha transitado desde las primeras décadas del siglo
XX hasta hoy. p 77

En primer lugar, podría decirse, porque Venezuela no contaba con el aparato


necesario para hacerse cargo enteramente de la explotación, refinamiento y
exportación del producto, y porque tampoco tenía verdadera experiencia en el
manejo de esta industria, por lo que el camino más fácil siempre ha resultado ser el
rentismo, el permitir que sean las empresas extranjeras quienes directamente
realicen el trabajo y recibir simplemente el pago por el uso de las tierras petrolíferas.
Sin embargo, a pesar de que el negocio se ha desarrollado de esta manera, no se
ha perdido la oportunidad de insistir y recalcar que el petróleo pertenece a
Venezuela, y en que “ninguna potencia extranjera o transnacional vendrá a
apropiarse de este recurso”, pues esto simplemente es un discurso que se ha
repetido en innumerables ocasiones en la política venezolana; han sido muchos los
mandatarios que han insistido en este aspecto, muy a pesar de que no se ha hecho
ningún esfuerzo considerable por reducir la tendencia al rentismo y a la dependencia
a este.
Muchas han sido las ocasiones en las que con el inicio de algún nuevo periodo
presidencial, o con el cambio de la línea de gobierno, o algún plan de
“reestructuración económica” (o cualquier otro nombre que se le haya dado), se ha
hablado de la importancia de reducir la dependencia al rentismo petrolero y de
desarrollar las otras industrias, de potenciar y diversificar la producción, y de invertir
en infraestructura y capital que permita alcanzar un mayor desarrollo económico y
que a futuro no dependa este de la renta petrolera, sin embargo, ninguno ha
perdurado ni ha logrado los resultados deseados, en cambio cada vez más
pareciera que se ha reforzado el sentido de dependencia a los ingresos que entran
por concepto de petróleo y a su vez el gasto exacerbado.
Según Arenas (2012): “Habiéndose impuesto la idea del petróleo sólo en su
dimensión rentista, el desenlace natural era la cristalización de una relación política
entre el Estado y la sociedad necesariamente populista, sellada por la acción de
distribuir más que de producir.” p 139. Esta es una tendencia que se manifestaba
en el siglo XX, en específico la autora hace referencia al periodo posterior a 1945,
sin embargo, parece aplicable incluso al ámbito actual político.
El gobierno ha venido manteniendo una relación con la población donde el, como
parte de un discurso político, los nombra poseedores de las riquezas que la nación
se encuentran, en especial del petróleo, por lo que todos los ingresos que por su
concepto entran, muchos de ellos se convierten, entre otras cosas en programas
sociales, ayudas, becas, bonos, dotaciones, entre otras.
Toda esta mecánica ha generado que la población poco a poco vea al Estado como
una figura que debe proveer de todo, y es decir todo, solo por concepto que por la
exportación de petróleo los ingresos del Estado han sido cuantiosos, haciéndola
cada vez más dependiente. A partir de 1999 con la llegada de Chávez se sigue
creando un interés alrededor de la importancia de la pertenencia del petróleo,
destacando que “aún no se ha podido obtener una verdadera y completa
independencia de la potencias extranjeras las cuales siguen queriendo meter sus
manos para aprovecharse de las riquezas de nuestro país”. Esto es a grandes
rasgos lo principal del discurso populista chavista que ha dominado los últimos
tiempos.
Según Martuccelli y Svampa (1998), parafraseado por Arenas (2012), es lo que se
llama “el tercero incluido” en el cual básicamente se busca hacer responsable a otro
por los problemas y las dificultades que tiene un determinado líder de un grupo
social para conectarse con su pueblo, por lo que es necesaria la lucha contra este
enemigo.
Retomando el tema de los programas sociales, entre otras “estrategias” que han ha
creado el gobierno venezolano a partir de 1999 con Chávez (y que algunos de ellos
se mantienen hasta nuestros días), con el objetivo de ayudar, brindar apoyo al más
desfavorecido y de alguna manera intentar contrarrestar las deficiencias y carencias
que con las instituciones oficiales y pertinentes quedan aún “pendientes”. Es así
como se han creado las llamadas “misiones” pertinentes para temas de educación,
salud, alimento, vivienda, entre otros.
Estas “misiones” que están pensadas principalmente para las personas con menos
recursos, son algo así como la alternativa más económica (por no decir casi gratuita)
para poder tener acceso a los aspectos más básicos de la vida. El problema ha
radicado, y me arriesgo a emitir mi opinión basándome en lo leído en Arenas (2010),
en que esto más que ayudar a estas personas a salir de su situación, las ha
sumergido más, pues cada vez más se han hecho dependientes de estas
“misiones”, de estos programas de ayuda social, haciéndolos ver innecesario
trabajar por conseguirlos, sino más bien llevándolos a creer que se lo merecen y
están en todo el derecho de tenerlos solo por el hecho de ser venezolanos, es lo
que les corresponde gracias al rentismo petrolero, ya que el petróleo “ahora si es
nuestro”.
El discurso de Chávez estaba muy enfocado en este aspecto a hacer ver a este
sector de la población que los culpables de que ellos no hayan tenido acceso antes
a estos servicios, que hayan podido satisfacer muchas de sus necesidades, eran
los que el denominaba “las potencias extranjeras”, “imperialistas”, “injerencistas”, de
la mano de la “ultraderecha oligarca”, “burguesa”, entre otros adjetivos y calificativos
que siempre usaba, pero siempre con la misma línea, buscando hacer ver que con
el como líder y con el Socialismo del Siglo XXI si iban a ser escuchados y sus
necesidades atendidas, como en anteriores gobiernos no lo fueron.
A esto también hace referencia Arenas (2012): “Pese a esta necesidad incesante
de consolidación de la libertad-patria, Chávez ha intentado mostrarse como el líder
que puede rematar la faena emancipadora que ni el propio Bolívar pudo culminar.”
Es decir, la de terminar de expulsar del Estado a todas las fuerzas extranjeras que
pretenden apropiarse de la riqueza de la nación, tal como el mismo Chávez lo diría.
d) Venezuela y un modelo de desarrollo integral: entre la visión liberal y el Estado
paternalista. ¿Qué hacer? Basarse en las lecturas de Oriol Prats, Rivas y Lander.

Muchos han sido los estudios, análisis, trabajos que han surgido en la literatura
venezolana, también las opiniones, sugerencias y críticas que han surgido en
relación al modelo económico venezolano, el que ha imperado prácticamente desde
el inicio del siglo XX, es decir, sobre Venezuela como país mono productor, extractor
y dependiente del petróleo, o mejor dicho de la renta que este ha producido.
Bien sabemos que, así como lo hemos desarrollado ya anteriormente en este mismo
trabajo pero que nunca parece estar de más recordar, desde el inicio de la
explotación petrolera en Venezuela el Estado se vio seducido por la riqueza que
este único recurso natural por si solo empezó a generar a las arcas del país. Esto
permitió el crecimiento económico y debido a los elevados ingresos que entraban al
país por la explotación petrolera, más que incentivarse la inversión que permitiera
desarrollar el aparato productivo de la nación, o simplemente una estrategia con la
que pudiera alcanzarse un desarrollo integral, lo que dio paso en cambio fue a un
aumento del gasto público sin ningún retorno considerable.
No han sido pocos los gobernantes que han llegado al poder y han dicho una y otra
vez que este modelo no puede continuar, que es necesario un cambio, una
reestructuración del aparato productivo, que el petróleo no es eterno y que como
país no podemos seguir dependiendo de él. Sin embargo, esto se ha quedado en
palabras y por mucho que se han creado planes y estrategias que seguir para poder
abandonar esta realidad, finalmente pareciera que acabamos cediendo y a la
facilidad de la renta petrolera hasta que nuevamente se convierte en el centro de la
economía.
Pero es que al detenernos a considerar, ¿cómo podemos efectivamente dejar de
depender de la renta petrolera?, es cierto que hemos vivido tanto bajo este esquema
que nos resulta difícil pensar cómo surgirá la economía sin el vital recurso que la ha
sostenido por más de un siglo. Esta lucha por acabar con este modelo económico
no se ha dado únicamente en Venezuela, en realidad, parece una característica
propia de los países latinoamericanos, en especial los de sur América, a partir más
o menos del fin de la Segunda Guerra Mundial.
La tendencia de los países del sur era una económica basada en la exportación de
materia prima a los países del centro, o mejor dicho, las potencias del norte. Y de
estos, a su vez, obtenían los bienes manufacturados. Este intercambio se hizo
insuficiente, puesto que el valor de la materia prima exportada era mucho menor a
los bienes manufacturados importados, y ni aún con un aumento de la producción
se podía asegurar una paridad y satisfacción para cada una de las partes.
A partir de entonces los países latinoamericanos intentaron adoptar un nuevo
modelo, impulsado por Raúl Prebish, basado en la industrialización por sustitución
de importaciones. Es decir, los países iban a buscar desarrollar sus propias
tecnologías y sus propios bienes manufacturados, los mismos que anteriormente
importaban, haciendo uso incluso de su propia materia prima para tal fin, para así
alcanzar cierta independencia en incluso un mayor desarrollo económico.
Este modelo no resultó como se esperaba, de hecho, podría decirse que fue un
completo fracaso. La mayoría de los países en Latinoamérica, incluida Venezuela,
aparte de no lograr la industrialización, terminaron con grandes deudas casi
imposibles de pagar. En el caso venezolano, el auge de los precios del petróleo
llevó a que el país elevara su gasto público a niveles exacerbados, aumentaron
también sus deudas y la mayoría de los productos continuaban siendo importados,
sin contar que la inversión en capital para alcanzar la industrialización fue casi nulo.
Al respecto, Oriol (2006) agrega que:

Además, la planificación económica a medio y largo plazo cada vez resultaba más
difícil de aplicar, puesto que resultaba demasiado rígida ante los acontecimientos
imprevistos derivados de factores internacionales o de la propia dinámica interna
de los países. Todo ello contribuyó al agotamiento de este modelo de desarrollo.
p 10

Este “intento” de Venezuela por salir de este modelo económico basado únicamente
en la extracción y exportación de petróleo nada fructífero nos lleva hoy en día a
vernos en la misma situación, con el mismo modelo y repitiéndonos siempre que no
podemos permanecer dependiendo de este recurso. Al respecto, Lander (2014)
manifiesta que ninguno de los objetivos que se planteó el gobierno de Chávez y
podríamos decir que mucho menos los actuales podrán ser realizables:

(…) no son realizables sobre la base de la afirmación del modelo de la


monoproducción petrolera. Sin una transformación profunda de este patrón
productivo, si no se abandona el imaginario del crecimiento sin fin, si no reconocen
los límites del planeta y la profunda crisis civilizatoria que confronta la humanidad,
si el proceso de cambio no se tiene como eje medular la transición hacia una
sociedad post petrolera, como condición de la posibilidad misma de una sociedad
post capitalista, los objetivos principales que han sido propuestos por el movimiento
bolivariano no tienen posibilidad alguna de realizarse. p 11

Una transición hacia un nuevo modelo económico, una diversificación de la


producción, una economía de mercado abierta es absolutamente necesaria si se
quiere lograr el desarrollo, y un verdadero desarrollo que se pueda mantener en el
tiempo y que no sea vulnerable a los cambios de precios en el mercado internacional
como lo que ocurre al ser un país dependiente a la exportación de un solo producto.
Sin embargo, en el periodo actual, estamos muy alejados a esta posibilidad. La
llegada de Chávez al poder con un discurso en el cual resaltaba a la población el
derecho que tenían sobre los ingresos por la exportación del crudo, siendo a su vez
estos reflejados en la gran cantidad de misiones y programas sociales, ayudas,
viviendas, dotaciones de electrodomésticos, tecnologías (tablets, las laptos
llamadas “canaimas”), entre otras formas que ayudaron a formar y a fijar en los
sectores menos favorecidos, pero también los menos instruidos, la imagen del
gobierno y del Estado como un padre que es el que posee, administra y distribuye
los recursos entre sus hijos.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que al querer llevar a un cambio uno de los
aspectos más complicados será cambiar esta percepción a nivel social que se ha
arraigado tanto, ya que un Estado que subsidie a la población todas sus
necesidades básicas cuando en realidad lo necesario es que se ataque el problema
de fondo y se creen las oportunidades para que las personas mismas sean capaces
de suplirlas, se convierte en un modelo insostenible que terminará generando aún
más pobreza, dependencia y decadencia en la sociedad. La transición debe ser
paulatina, buscando afectar los menos posible a este sector, el más vulnerable de
la población y recurriendo a las estrategias necesarias para que estos mediante su
acción pueden transformar y mejorar su situación.
El Estado debe impulsar el desarrollo de la nación y sus ciudadanos, tomando en
cuenta que no solo es un elevado ingreso económico que sea distribuido entre la
población, sino que sea invertido realmente en el capital y los mecanismos
necesarios para lograr que el avance sea conjunto, que se alcance un desarrollo
integral del Estado venezolano.
g) ¿Considera usted que el proceso llamado “Revolución Bolivariana” es un ejemplo
de lo que algunos autores han denominado como “sistemas híbridos” y/o
“autoritarismos competitivos”? Analice su respuesta a la luz de al menos tres (3) de
los textos desarrollados por: Camero, Diamond, Aponte y/o Szmolka.

Para formar una postura al respecto del tema en cuestión, se hace necesario
primero conocer a que se refieren los autores cuando habla de “sistemas híbridos”
y “autoritarismos competitivos”. Diamond (2004) denomina a los sistemas híbridos
como una combinación de los elementos que constituyen a una democracia
incluyendo también elementos que están presentes en un gobierno autoritario.
Camero (2017) hace referencia a estos regímenes denominándoles como una
“pseudo-democracias”, cuando hablamos de un gobierno que fue
democráticamente formado y que dice ser democrático, pero en el interior alberga
procederes que podríamos identificar fácilmente con regímenes autoritarios.
“Conserva rituales, procedimientos típicos de los sistemas políticos democráticos,
pero estos procedimientos están intervenidos, penetrados, condicionados,
impidiendo que se conviertan en un cambio efectivo en la correlación y
funcionamiento del poder.” p 3. Ibid.
Basándonos en esta caracterización, sería posible afirmar que en Venezuela cada
vez más nos encontramos en camino a un régimen híbrido, esto lo podemos
evidenciar en el hecho de que al ser nominalmente una democracia se deben llevar
a cabo, y de hecho es así, elecciones periódicas en el cual la población tiene el
deber y el derecho de participar para elegir a sus gobernantes o en todo caso
también se deben realizar consultas en las cuales la población votante decida sobre
cuestiones de vital importancia que afectan al Estado.
Desde 1999 con la llegada de Chávez hasta la actualidad, el chavismo se ha
enorgullecido al decir que se han llevado a cabo al menos unos 20 procesos
electorales, entre nacionales, regionales, municipales y referéndums, y más aún, en
la mayoría han salido victoriosos. Lo que simplemente para ellos significa que el
pueblo se siente completamente arraigado y se afianza en el modelo de gobierno y
en la figura de Chávez como líder y del mandatario que dejó, asegurando su
capacidad para continuar con su “legado”, Nicolás Maduro.
Pero, ¿cómo tener plena certeza de que estos es así?, cada vez existen más dudas
dentro de la población e incluso internacionalmente de la fiabilidad de las elecciones
que se han llevado a cabo en los últimos años, pues en primer lugar los resultados
no parecen corresponder al grado de descontento que cada día crece y se hace
sentir en las calles y cada rincón del país; segundo, cada vez más se constatan
irregularidad en los procesos electorales, como es por ejemplo, en las últimas
elecciones presidenciales del presente año (2018) en el cual hubo poca presencia
de representación internacional como observadores, también se evidenció un
control por parte del gobierno en el cual se instalaron cerca de los centros de
votación los llamados “puntos rojos” o “puntos tricolor” que tenían como objetivo
registrar que aquellos que poseían el “carnet de la patria” hayan ejercido el voto.
Y como punto más resaltante de estas últimas elecciones, fue el gran porcentaje de
abstinencia de la población, la cual según cifras oficiales llegó a un 54%, sin
embargo, por parte de la oposición se señala que esta fue mucho mayor. En
cualquier caso, basándonos en las cifras oficiales, hablar de una abstinencia en la
participación del 54%, es decir, que solo un 46% de la población se dirigió a votar,
es una cifra alarmante y a la cual es necesario prestar atención. Entre aquellos que
se abstenían a votar se escuchaba que la mayoría consideraban las elecciones
como un “fraude” y que sin importar si salieran a votar o no, ya la reelección a
Nicolás Maduro como presidente estaba asegurada.
Por lo que para muchos no resultó ser una sorpresa cuando, efectivamente, los
votos se inclinaron a su favor. Y, si bien no es información oficial, lo cierto que es
que el hecho de que en una democracia haya tal nivel de abstención y desconfianza
hacia el gobierno central y los mecanismos electorales, habla mucho de esa
supuesta “democracia”. Y es cuando volvemos a hacer referencia a lo expresado
por el autor mencionado anteriormente, cuando se refiere a la existencia de
mecanismos propios de una democracia pero que en su fondo esconden elementos
de un régimen autoritario.
Camero, también hace referencia a lo que llama un “autoritarismo electoral”,
expresa que: “En el autoritarismo electoral el proceso de sufragio funciona
exclusivamente como una fachada de legitimación del poder autoritario, y no es
posible que modifiquen ni la correlación real ni mucho menos el funcionamiento
mismo del poder”. p
En relación a lo anterior, podríamos decir que los procesos electorales que se han
llevado a cabo, sobre todo al último al que hemos hecho referencia, más que para
que la población electoral realmente elija lo que considera mejor para el Estado y
para que se evidencie que existen una pluralidad de actores políticos que pueden
optar a llegar a ocupar los cargos de gobierno mediante elecciones libres,
universales y secretas, parecía más bien que su objetivo era reafirmar y legitimar el
gobierno de Nicolás Maduro.
Además, como lo señalan Aponte y Gómez (2009) y que podría tomarse como otra
de las irregularidades que en realidad se ha presentado y se ha marcado desde
hace mucho tiempo con Chávez y se mantiene con Nicolás Maduro, y es que el
autor señala que:

(…) se está ante un ventajismo que emana de la propia integración de la directiva


del Consejo Nacional Electoral en el que, desde el 2003, hay una mayoría de
miembros claramente inclinados en favor del gobierno, quienes desde esa
posición reciben las solicitudes, principalmente de la oposición, para que se
cumpla con reglas de juego electoral mínimamente satisfactorias. p 8

Lo ideal en una democracia y sobretodo en el órgano pertinente de realizar, vigilar


y resguardar los procesos electorales es que no presente, al menos no directamente
una tendencia política favorable a uno u otro bando. Esta situación también termina
por crear desconfianza en la población electoral a la hora de llevarse a cabo los
procesos pues se teme que esto pueda determinar los resultados sin importar cuál
sea la verdadera tendencia de los votantes.
En cuanto al papel de la oposición, Diamond (2004) señala que: “Si bien una victoria
de la oposición no es imposible en un régimen híbrido, ésta necesita un nivel de
movilización de oposición, unidad, destreza y heroísmo mucho mayor del que
normalmente necesitaría para lograr la victoria en la democracia.” p 122 en este
caso, podemos hacer referencia a cuando en el año 2015 la oposición tuvo una
victoria en las elecciones parlamentarias logrando la mayoría de los puestos en la
Asamblea.
No obstante, a partir de ahí también se presentaron muchas irregularidades, un
gobierno chavista con una Asamblea de mayoría opositora no hubo posibilidad de
convivir. Poco a poco el gobierno en alianza con el Tribunal Supremo de Justicia
empezó a truncar las vías a la Asamblea, y todo lo que de esta salía era declarado
nulo por uno u otro, basados en que “la oposición estaba buscando que las
potencias extranjeras invadieran Venezuela” poco a poco las funciones de la
Asamblea fueron tomadas o por el Presidente o por el Tribunal.
Aunado a esto, la fuerza opositora paulatinamente ha ido desintegrándose producto
de las diferencias entre sus miembros, además que han perdido la credibilidad por
parte del electorado que se encuentra en descontento con el gobierno por lo que se
considera que “no hay quien tome las riendas”. Situación de la cual el oficialismo ha
sabido aprovecharse para legitimarse.
Al respecto, el autor añade que para que la oposición logre realmente una victoria
en un régimen híbrido necesita de la ayuda extranjera o de la intervención
internacional, y cita los casos de Nicaragua en el 90 y el caso de Filipinas en el 86.
Sin embargo, en la actualidad, la ayuda que desde el exterior ha podido surgir no
puede hacer más que “rechazar” las acciones del gobierno venezolano, ante lo cual
este solo señala el “carácter intervencionista” de las afirmaciones y ocasiona que
poco a poco Venezuela vaya quedando aislada del escenario político de la región e
incluso del mundo, con solo muy pocos países que le respaldan o que simplemente
se abstienen a opinar.
Por lo que en conclusión, lego de haber hecho las lecturas correspondientes y
teniendo en cuenta todo lo anterior, podemos señalar que en Venezuela estamos
ante la presencia de un régimen híbrido.
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