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IX Congreso Nacional

Didáctica de la Lengua y la Literatura

Universidad Nacional del Nordeste


Facultad de Humanidades
Instituto de Cultura de la Provincia de Corrientes

Corrientes, 27, 28 y 29 de julio de 2017

Escribir en taller en la formación docente, en tiempos de fanfics y booktubers


Beatriz Vottero*
Universidad Nacional de Villa María
e-mail: beatriz.vottero@gmail.com

En ediciones anteriores de este congreso hicimos algunas presentaciones sobre el programa de escritura de ficción
para los estudiantes del Profesorado en Lengua y Literatura, que venimos sosteniendo en la Universidad Nacional
de Villa María (provincia de Córdoba) desde hace algunos años. Al ponerlo en marcha, iniciamos paralelamente
una investigación sobre la enseñanza de la Literatura en el Nivel Medio con el objetivo, entre otros, de revisar
consecuentemente la propuesta de formación de grado de los profesores en Letras, particularmente en relación a
la didáctica de escritura en taller. Esa investigación, que llevó cuatro años, nos mostró que existen algunas
propuestas muy aisladas de escritura de ficción en las escuelas, sin llegar a insertarse en el curriculum
programático. Lo que prevalece, en general, es una modalidad bastante ecléctica donde cada profesor, o cada
escuela, han reciclado a su manera la propuesta del enfoque comunicativo, que desde sus inicios fue tan mezquina
con la literatura. De manera concomitante, hemos observado que en el imaginario general de los profesores, la
problemática de la lectura y de la escritura se corresponde con el área de Lengua, por lo que su abordaje
sistemático se plantea desde un trabajo preferencial con discursos no literarios.
Estos resultados reconfirmaron, para nuestra apreciación, la necesidad de fortalecer la formación docente en la
pedagogía de taller de escritura, sobre la idea de que un lector que experimente con las potencialidades del
lenguaje literario estará mejor preparado para leer y escribir multiplicidad de discursos. Nuestro marco teórico
se sostiene en la proyección y resignificación de la experiencia de Grafein a través de las investigaciones, aportes
y propuestas de Maite Alvarado y de Gloria Pampillo y sus equipos de trabajo. Proponemos, en este sentido, la
posibilidad de una sólida articulación entre la lengua y la literatura, con base en la lectura y la escritura en taller.
El paso siguiente en este proceso, como anticipamos, fue realizar una segunda investigación orientada, esta vez,
a indagar en nuestro propio trabajo. Para ello estamos llevando adelante un proyecto de investigación-acción
donde recogemos y analizamos las respuestas de los alumnos a diversas propuestas de escritura en dos espacios
curriculares significativamente ubicados en los extremos de la carrera: un taller de lectura y escritura en primer
año, y la residencia y práctica de aula en cuarto año, cuyas cátedras se encuentran bajo nuestra responsabilidad.

*
Licenciada y Profesora en Letras Modernas, UNCórdoba. Especialista en Lectura, Escritura y Educación, FLACSO. Diplomada en Educación
y Nuevas Tecnologías, FLACSO. Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Villa María, Córdoba, Argentina.

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Me referiré en esta instancia a un aspecto del trabajo en el taller. A lo largo de un ciclo lectivo vamos proponiendo
una secuencia de consignas de escritura que irán desembocando, finalmente, en la producción de un cuento
fantástico. Para ello, trabajamos paralelamente los rasgos del género desde la particular concepción de Julio
Cortázar, expresa en algunas de sus conferencias, clases y artículos; y en lecturas profundas de una selección de
sus cuentos.
Haber elegido este autor y este género no fue azaroso. Tiene que ver con el puente que intentamos habilitar para
la escritura de ficción, en la medida en que el propio Cortázar sugiere que todos tenemos experiencia de lo que
él denomina el “sentimiento de lo fantástico”: esos intersticios en escenas de la vida cotidiana donde, por fugaces
instantes, se tensionan las lógicas racionales sobre tiempo, espacio y realidad. Al momento de escribir, ello
proporciona un verdadero anclaje que allana el encuentro con la página en blanco al promover una escritura que
explora la subjetividad a través de la posibilidad de reconocer la propia vivencia (el déjà vu, la celeridad del
tiempo o su morosidad según nuestros estados de ánimo, la súbita extrañeza frente a lo conocido, etc.).
¿Proponemos, con ello, escribir literatura? El taller de escritura o, mejor, la escritura en taller como la concebimos
hoy proyectando la línea teórica adoptada, se ve interpelada a resignificar, a nuestro entender, una pregunta
fundante que se planteó en los ’70: Grafein no era un taller literario. Se diferenciaba (y desde una perspectiva
teórica y metodológica, se oponía) a los clásicos talleres donde se va a aprender a escribir literatura, casi siempre
destinados a personas con alguna formación literaria.
Grafein (del griego) se traduce “yo escribo”, lo cual puede leerse en el marco de los debates de época (la década
heredera de Mayo del ‘68) como “yo puedo escribir”, “todos podemos escribir”, “todos podemos y tenemos
derecho a experimentar con el lenguaje literario”.
María Teresa Andruetto y Lilia Lardone (2003:49), incluso, como expertas talleristas, hacen una explícita
advertencia respecto de no presionar a los chicos sobre la calidad literaria de sus producciones y sobre todo de
no hacerles creer que estarían produciendo literatura, precaución que encuentra su correlato en las conocidas
palabras de Rodari: “no para que todos sean artistas, sino para que nadie sea esclavo”.
Ahora bien, si el taller tiene lugar en un espacio de educación no formal o en la escuela primaria/secundaria, esta
consideración es más fácil de aplicar. Si, en cambio y como es nuestro caso, trabajamos en un taller de escritura
creativa con futuros docentes en Letras que, a su vez, enseñarán a escribir, el desafío de procurar la plena toma
de conciencia del propio proceso de escritura y alcanzar cierta maduración en el trabajo, reflexionando a la vez
acerca de los alcances del concepto de literatura, se torna un imperativo. Estamos, en consecuencia, ante un
delicado dilema cuyos bordes son difíciles de transitar: dar a leer literatura sin obturar la creatividad literaria en
las instancias de escritura. Dar a escribir literatura sin la pretensión de que los alumnos se conviertan en artistas.
Sin embargo, ¿hasta qué punto podemos afirmar hoy, con la contundencia que lo hicieron los jóvenes de Grafein
en los ’70, que los nuestros no son talleres literarios?
Para exponer nuestra posición con mayor claridad, quisiera referirme brevemente a un concepto nuclear del
enfoque comunicativo, que a nuestro parecer produjo un verdadero entuerto, de los que el Caballero de la Triste
Figura se hubiera visto en serias dificultades para enderezar: la clasificación entre textos ficcionales y no
ficcionales. Una mirada obtusa sobre una complejidad que no cabe en una dicotomía que desestima, en su mismo
enunciado, los vasos comunicantes y los grises. ¿Cuál es, en este par, el alcance del concepto de ficción?, ¿se
reduce a los parámetros de una retórica clásica, que, a su vez, exigiría tal vez un tercer lugar para una poética?

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Lo cierto es que los alumnos que hoy tenemos en las aulas de los profesorados fueron escolarizados con esta idea
de la que deriva un concepto que, con más o menos variantes, separa la literatura de lo que no es (o no sería)
literatura: periodismo, ciencia, argumentación. El enfoque comunicativo llevó hasta límites tan exacerbados la
caracterización de estos tipos de textos, que les adjudicó a cada uno su respectiva serie de recursos, formatos y
características excluyentes. El texto ficcional o literario, por su parte, recibió el mismo tratamiento con la variable
de que su función no sería ni informar, ni explicar, ni argumentar sino producir un efecto estético, concepto por
demás inasible para cualquier chico de secundaria. No digo “experiencia”, sino concepto.
¿Cómo ha operado este cuadro de situación en propuestas de escritura en taller para el nivel superior? En nuevas
y forzadas dicotomías: la escritura académica contra la escritura creativa. Una propuesta de corte cientificista
(orgánica y eficientista) o un taller de corte lúdico (aventurado y casual). Incluso se ha logrado persuadir a los
alumnos universitarios de que si quieren aprender a escribir, deben dominar la escritura “académica”
(impersonal, técnica, denotativa, cargada de citas).
Esos alumnos, entonces, que nosotros recibimos y acompañamos a lo largo de un ciclo lectivo anual en un taller
intensivo de escritura de ficción conllevan algunos preconceptos muy arraigados en torno a qué sería lo literario
y qué sería escribir bien, que resultan de la asimilación de la enseñanza escolar y se potencian al ingresar a la
universidad a través del cursado de otras asignaturas.
Buena parte de nuestro trabajo en el taller, consecuentemente, se orienta a “desescolarizarlos”. Y para ello,
además de la guía-base de trabajo sobre la propuesta de escribir “a lo Cortázar”, a la que me acabo de referir,
adoptamos un concepto de la teoría literaria que destraba las categorías clásicas de canon, autor, género,
movimiento y nos permite reactualizar la premisa de Grafein en un nuevo contexto. Me refiero a la noción de
literaturas post-autónomas de Josefina Ludmer, propuesta en su libro Aquí América Latina, una especulación
(2010), que ya venía adelantando en diversos artículos y entrevistas, particularmente desde 2007. En la
“Introducción” lo condensa de esta manera: “Para poder entender este nuevo mundo (y escribirlo como
testimonio, documental, memoria y ficción), necesitamos un aparato diferente del que usábamos antes. Otras
palabras y nociones, porque no solamente ha cambiado el mundo sino los moldes, géneros y especies en que se
lo dividía y diferenciaba” (2010:9).
Particularmente en el capítulo “Identidades territoriales y fabricación de presente” (2010:149ss), observa que las
nuevas narrativas adoptan los formatos y características de los medios que ocupan o invaden gran parte de
nuestras horas diarias, cuyos emergentes muestran todo el tiempo identidades en construcción, aleatorias (“Rosita
de Boedo, Martín de Palermo”), que oscilan entre lo real y lo imaginado, tanto de parte del lector/escucha como
de los propios enunciadores. Por ello, para Ludmer, estas literaturas no admiten una lectura literaria en el sentido
clásico que supone un pacto de ficción donde el lector sabe que está frente al producto de la imaginación de un
autor. Hoy, esas literaturas, esas narrativas, “no se sabe o no importa si son o no son literatura” (2010:149) y no
se pueden catalogar ni dentro de un canon ni en sus márgenes porque no hay canon, al no diferenciarse de los
discursos de circulación social. En muchos casos ni siquiera puede identificarse si se está, o no, frente a rasgos
autobiográficos del escritor, aspecto que durante centurias tuvo ocupada a la crítica literaria1.
“Esas escrituras diaspóricas no sólo atraviesan la frontera de la ‘literatura’, sino también la de la
‘ficción’, y quedan afuera-adentro en las dos fronteras. Y esto ocurre porque reformulan la categoría
de realidad: no se las puede leer como mero realismo, en relaciones referenciales o verosimilizantes.
Toman la forma del testimonio, la autobiografía, el reporte periodístico, la crónica, el diario íntimo,

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y hasta de la etnografía (muchas veces con algún ‘género literario’ injertado en su interior: policial
o ciencia ficción, por ejemplo). Salen de la literatura y entran a ‘la realidad’ y a lo cotidiano, a la
realidad de lo cotidiano, y lo cotidiano es la TV y los medios, los blogs, el e-mail, Internet. Fabrican
presente con la realidad cotidiana y esa es una de sus políticas. La realidad cotidiana no es la realidad
histórica referencial y verosímil del pensamiento realista y de su historia política y social (la realidad
separada de la ficción), sino una realidad producida y construida por los medios, las tecnologías y
las ciencias. Es una realidad que no quiere ser representada porque ya es pura representación: un
tejido de palabras e imágenes de diferentes velocidades, grados y densidades, interiores-exteriores a
un sujeto, que incluye el acontecimiento pero también lo virtual, lo potencial, lo mágico y lo
fantasmático”.
“La realidad cotidiana de las escrituras postautónomas exhibe, como en una exposición universal o
en un muestrario global de una web, todos los realismos históricos, sociales, mágicos, los
costumbrismos, los surrealismos y los naturalismos. Absorbe y fusiona toda la mímesis del pasado
para construir la ficción o las ficciones del presente. Una ficción que es ‘la realidad’. Los diferentes
hiperrealismos, naturalismos y surrealismos, todos fundidos en esa realidad desdiferenciadora, se
distancian abiertamente de la ficción clásica y moderna” (2010:151-152).
Una extensa cita que sobra para desplomar las categorías de nuestros manuales sobre textos ficcionales y no
ficcionales, sobre la oposición entre lenguaje denotativo y connotativo, sobre funciones y tipologías textuales
aplicables a formatos fijos, todo lo cual es parte del bagaje de compartimentos estancos con que los estudiantes
de Letras llegan al aula universitaria.
De más está decir que Ludmer se refiere a la producción literaria narrativa del siglo XXI, cuyos formatos y modos
de circulación, además, exceden ampliamente el mercado del libro (sobre todo el modelo de libro impreso como
texto literario, con sello editorial, autoría, etc.).
Esta especulación teórica (el término es de Ludmer y está en el subtítulo del libro citado) sobre la difuminación
de los bordes entre la literatura y la cotidianeidad, y entre la realidad y la ficción como síntoma de “lo actual”
admite, en el contexto de nuestro taller, una clara proyección hacia la confesión del propio Cortázar sobre su
incapacidad para distinguir realidad de fantasía y su negativa a aceptar la diferenciación entre literatura fantástica
y literatura realista. No decimos, desde luego, que las categorías de Ludmer se apliquen a la obra de Cortázar,
que por otro lado no alcanzó a conocer la Internet y cuya aldea global era todavía la de Mc Luhan. Pero sí estamos
en condiciones de proponer una interfaz teórica que hilvana con puntadas firmes la revolución de Grafein, que
afirma al sujeto común que escribe; la mirada del propio Cortázar hacia la narrativa, que hace literatura con la
materia misma de la cotidianeidad y alienta una lectura múltiple (basta recordar a Rayuela); y la caída de los
alambrados de la literatura que propone Ludmer en épocas de fanfics, booktubers 2 y novelas corales escritas entre
autor(es) y lectores en blogs que funcionan como borradores de escritura y pruebas de lectura, donde ya no
importa tanto el resultado ni la publicación impresa sino la experiencia misma de escribir un relato siempre en
producción, como el texto barthesiano.
Quizás se trate de resemantizar la literaturidad (o las literaturidades) buscando habilitar una aproximación a las
formas que hoy adopta la literatura. En particular, para nuestro taller, el propósito se orienta a habilitar espacios
de producción a través de propuestas que tonifiquen la voz de quien escribe. Y en ese cotidiano de los alumnos
y de los profesores (ese nosotros que nos reúne como ciudadanos de nuestro tiempo) es innegable que la

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configuración de nuestro presente y de nuestra mirada sobre el mundo se cataliza a través de las redes sociales,
de las que tan generosamente ha abrevado la narrativa de pantalla, como el cine y las series de TV.
No vamos a entrar acá en ninguna discusión pedagógica sobre sus bondades o sus riesgos, sino que simple y
contundentemente reconocemos su omnipresencia y decidimos adoptar, para nuestro taller, los textos que
circulan, se comentan, se megustean y se reproducen en sus complejos juegos de intersubjetividades. Para
seleccionarlos, nos valemos sencillamente de la caza furtiva, que ya anticipaba De Certeau como la ruta del lector
desde la posmodernidad.
Elegimos posteos (muchas veces de personas conocidas para el grupo) preferentemente narrativos (en realidad,
habría que decir, en tiempos de desinhibición de las intimidades y de exposición abierta de la nimiedad de lo
corriente, que todo post es narrativo, como la foto instantánea que proyecta un relato traspasando los bordes del
cuadro, como proponía Cortázar), y diseñamos consignas de escritura a partir de diversas propuestas de
reformulación. Algunas más lúdicas (tanto de la vertiente surrealista como de la oulipiana, cuya herencia nos
transmite Grafein), otras más “formales”, siempre con restricciones referidas, por ejemplo, al género discursivo,
al cambio de narrador, de tono, a la inserción de otras voces, etc., proponiendo sucesivamente una variedad de
recursos como la expansión, la continuación del relato, la reconversión en un género determinado (terror, enigma,
ciencia ficción, maravilloso, policial, etc.). En este sentido, los posts funcionan como microrrelatos que sugieren
a cada lector escribir las lecturas de las historias que, según la tesis de Piglia, no aparecen en la superficie pero
dan verdadero sentido al texto emergente.
Entendemos que, como las literaturas post-autónomas, las escrituras en las redes sociales (trabajamos por ahora
con Facebook) han naturalizado un nuevo y singular pacto de ficción: desde los perfiles (siempre más o menos
verdaderos y más o menos falsos) hasta la perspectiva de lo que fotografiemos o grabemos y la audacia de lo que
contemos, todo está sujeto a la evidencia de ser visto-leído-oído. Esa clara conciencia del lector (que nos lleva a
contar los “likes” cuando publicamos algo, y a decepcionarnos cuando no lo conseguimos), no riñe, en rigor, con
la verdad o la falsedad de lo que se cuenta o se muestra, sino con la estrategia para lograr su verosimilitud y
significancia frente al público al que se dirige. En el taller, auscultar esta dimensión contribuye a esa toma de
conciencia del trabajo de escritura literaria (o exploratoria de lo literario) que se pretende.
Tomaré un ejemplo que estoy convencida hubiera fascinado a Cortázar. Seguramente muchos de nosotros hemos
visto esos extraños mensajes que se envían a los amigos muertos cuya cuenta de Facebook permanece abierta, a
veces incluso en cada aniversario de la muerte o en festejos donde se añora su presencia. El propio Facebook se
ocupa de recordarnos su cumpleaños, instándonos a celebrarlo. ¿Será que nadie sabe cómo anular esa cuenta, o
quizás nadie se atreve a cerrarla? ¡Cuánto te extraño, amiga! ¿Son los epitafios 3.0? ¿Y qué pasaría si de pronto
el comentario obtiene una respuesta? Allí, en el suspiro echado a la promiscua Internet, germina un gesto
profundamente literario.
Pero no hace falta ponernos en modo seducción por el relato de terror. Transcribo algunas perlitas posteadas en
la red, sobre las que nuestros alumnos del taller han hecho maravillas:
Viajo de regreso por la autopista. Todo el ómnibus a oscuras. En la butaca de adelante, un
celular suena con insistencia. Alguien lo dejó olvidado. Pienso en la historia que nadie va
a escuchar. Afuera, la llovizna ignora la angustia.

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No es frecuente que un ladrón intente romper la vidriera de una librería en situación de
robo. Tampoco es muy común que la policía lo atrape. Casi nunca ocurre que el mismo
supuesto ladrón (masculino, 39 años) una vez recuperada su libertad, acuda a la librería a
efectuar su descargo y pedir perdón. Pero convengamos en definir como absolutamente
extraordinario el hecho de que lo haga acompañado de su madre!!! No es ficción, es
realidad y nos pasó en las últimas 24 hs.

Un joven antes de bajar. Una mano en el pantalón. Busca algo que no encuentra y algo se
le resbala del bolsillo, Un golpe seco sobre el piso del vagón. Todos levantamos la cabeza.
No se asusten, dice. Soy policía. Se agacha y levanta del piso lo que se le cayó. Es un arma.
Nos pudo haber matado a todos, dice un muchacho cuando el policía se baja. Todos los
pasajeros mueven la cabeza, se ríen.

Un tipo solo en un café. Entra una mujer con una bebé en brazos vendiendo bolsas de
residuos. Le ofrece al hombre. El tipo le contesta que no de forma grosera. La bebe saca
una 45 Magnum y le vuela la cabeza.

Chico consultándome en la feria:


-“¿qué onda con esto, de dónde son?”
YO: somos de la librería que está acá a la vueltita, bla, bla, bla. LOS LIBROS ESTÁN A LA
VENTA.
Chico: “Ahh, y no me puedo llevar éste, sacarle fotocopia y devolverlo?”

Piropo:
Sos la xuxa de los jipis.
Gracias.

Entonces chau a la culpa de los submarinos de medianoche :)

No hay espacio en esta ponencia para mostrarles las consignas de escritura y las producciones de los alumnos.
Pero sí quisiera cerrar con una breve referencia a que, cuando vencen la primera resistencia a esta modalidad de
trabajo que no parece tan “académica” y empiezan a jugar en serio (como debe ser todo juego), las producciones
son increíbles y ayudan a potenciar, asimismo, el trabajo de lectura indagatoria de otros textos, como los cuentos
de Cortázar. Se cumple lo que proponía Piglia: cuando alguien comienza a escribir cambia su modo de leer,
comienza a leer para aprender a escribir.
Podemos decir con toda certeza que los alumnos logran aproximarse a la ficción con más libertad, sin la presión
de tener que optar por expresar la realidad o imaginar una fantasía, preguntando cada vez menos si en la
resolución de la consigna de escritura “tiene” que ir esto o aquello o si “pueden” poner esto o lo otro, y se olvidan
también, poco a poco, de la clásica pregunta acerca de qué quiso decir el autor para potenciar ellos mismos su
imaginación creadora. Logran un lenguaje menos ornamentoso y más fluido, más acorde con lo que se dice que
con la idea escolar de que “redactar” es usar palabras cultas y elegantes3.

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Descubren que la literatura o lo literario no está concluso en los estantes de una biblioteca ni es patrimonio
exclusivo de los grandes autores sino que puede atravesar muy diversos textos y dialogar con ellos en un
permanente ida y vuelta, permeando la experiencia y ayudándonos a ver y sentir, como decía Ludmer (2007a) de
sí misma: “Leo la literatura como si fuera un tarot, como borra de café, como instrumento para ver el mundo”.

Bibliografía:
ALVARADO, Maite (2013) Escritura e invención en la escuela. Buenos Aires, FCE.
ANDRUETTO, María Teresa y LARDONE, Lilia (2003) La construcción del taller de escritura. En la escuela,
la biblioteca, el club… (reeditado en 2011 con el título: El taller de escritura creativa. Córdoba, Comunicarte)
LUDMER, Josefina (2007) “Elogio de la literatura mala” (entrevista) Revista Ñ, sábado 1 de diciembre de 2007
LUDMER, Josefina (2007). Literaturas postautónomas. Disponible en
http://www.lehman.edu/ciberletras/v17/ludmer.htm
LUDMER, Josefina (2009). Literaturas postautónomas 2.0. Revista Propuesta Educativa N° 32. Dossier Pensar
la cultura. Saberes, imaginarios y sujetos de la contemporaneidad. FLACSO-Argentina, noviembre de 2009.
LUDMER, Josefina (2010) Aquí, América latina. Una especulación. Buenos Aires, Eterna Cadencia.
PAMPILLO, Gloria et al (2010) Escribir. Antes yo no sabía que sabía. Buenos Aires, Prometeo.
VOTTERO, Beatriz (2012) La literatura en la red: nuevos modos de lectura y de escritura que dan cuenta de
nuevas configuraciones culturales que recrean y resignifican algunas categorías tradicionales. III Jornadas
Internacionales de Investigación y Prácticas en Didáctica de las lenguas y las literaturas. Universidad Nacional
de Río Negro, Bariloche, 1 y 2 de noviembre de 2012.
VOTTERO, Beatriz (2013) La escuela frente a nuevas prácticas de lectura y escritura literarias en el marco de
configuraciones culturales atravesadas por las TIC. Un debate pendiente. Jornadas de Investigación, Universidad
Nacional de Villa María, Villa María, Córdoba, noviembre de 2013.
Villa María, Córdoba, julio de 2017

1 Remitimos al libro los casos y ejemplos que Ludmer menciona y analiza como emergentes de esta nueva literatura.
Considerando que Aquí América Latina se publicó en 2010 y luego Ludmer pasó por una penosa enfermedad que la llevó a la
muerte en diciembre de 2016, podemos afirmar que las categorías de las que hablaba son fácilmente aplicables a las
producciones narrativas de la década actual. Consideramos un caso paradigmático los textos orales de Hernán Casciari. Entre
las muchas referencias a su legado, mencionamos: https://www.pagina12.com.ar/10501-la-profesora-de-anti-literatura
2 Los fanfics son tribus o grupos virtuales fanáticos de una saga o de un autor, generalmente muy jóvenes, que -entre otras

cosas- reescriben los textos originales, agregando diálogos, cambiando escenas, etc. Se rigen por un concepto de lectura que
potencia al máximo la recreación, al punto de difuminar los límites entre el autor y el lector, a través de un particular copyleft.
Los booktubers leen y recomiendan sus lecturas (sobre todo de libros) en la web, tarea que tradicionalmente estuvo replegada
a la experticia de la crítica académica o al periodismo cultural.
3
Una breve anécdota: un alumno había escrito, en un primer borrador, “bebieron infusión colombiana” porque, según dijo, le
parecía poco literario decir simplemente “tomaron un café”.

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