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América : Cahiers du CRICCAL

Los Libros : desacralización o resacralización


Wouter Bosteels

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Bosteels Wouter. Los Libros : desacralización o resacralización. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°15-16, 1996. Le
discours culturel dans les revues latino-américaines, 1970-1990. pp. 421-431;

doi : 10.3406/ameri.1996.1213

http://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_1996_num_15_1_1213

Document généré le 12/03/2016


LOS LIBROS:
DESACRALIZACIÔN O RESACRALIZACIÔN

En dos estudios detallados de la vida intelectual argentina en los anos


sesenta1, se constata que, a pesar de la escasa presencia de intelectuales en la
escena politica concreta, no se puede negar la intima relaciôn que existia
entre el campo cultural y el campo politico. En su anâlisis del discurso
cultural al principio de los aftos sesenta, Jorge Panesi (1985) détecta en las re-
vistas literarias de esta época una nueva politizaciôn de las prâcticas cultura-
les. Los cambios en el piano socio-politico argentino, el Cordobazo, el re-
greso de Perôn, la intensificaciôn de acciones guerrilleras, la sustituciôn de
la dictadura de Ongania por una «dictablanda» caracterizada por una apertu-
ra polftica y una creatividad cultural, la triple A, obligaron a los intelectuales
a tomar posiciôn frente a estos acontecimientos y a expresarla. Panesi
describe, tomando como caso particular la revista Los Libros, las cinco caracte-
risticas de lo que él denomina el discurso de la dependencia : un acercamien-
to entre polftica y cultura, una recuperation del concepto de latinoamerica-
nismo, un acercamiento entre alta cultura y cultura popular, una extension
del campo de estudio y una incomodidad conceptual frente a los modelos
teôricos.
Sin embargo, la revista, fundada en junio de 1969 por Hector Schmu-
cler, no representaba estos rasgos en su primera etapa (n° 1-20). Schmuler,
recién regresado de Parfs donde habîa cursado los seminarios de Roland
Barthes, se rodea en Buenos Aires de crfticos a quienes los nuevos saberes
europeos no les eran ajenos : Josefina Ludmer, Maria Teresa Gramuglio,
Nicolas Rosa, Ricardo Piglia, Oscar del Barco, Oscar Terân, José Aricô,
Eliseo Verôn, etc. Inspirados por los textos de los estructuralistas franceses,
sobre todo los ensayos de Barthes y su famosa polémica con Picard, se pro-

1 . Oscar Terân, Nuestros anos sesenta. La formation de la nueva izquierda intelectual


argentina 1956-1966, Puntosur Editores, Buenos Aires, 1991 ; Silvia Sigal, «la ideologïa
argentina», in Intelectuales y poder en la décoda del sesenta, Puntosur Editores, Buenos
Aires, 1991.
422 Wouter Bosteels

ponen efectuar una nueva critica que falsificara las concepciones literarias
tradicionales :

Una desacralizaciôn de la ilusiôn referential, [...] una desfeti-


chizaciôn de la conception analôgica del mundo que se reva-
lidaba como especîfica de la poética1.

Esta nueva critica utilizarâ las nuevas ideas estructuralistas, adaptân-


dolas a la situation especffica de la literatura argentina y latinoamericana2.
Lo que fundamentalmente se le reprocha a la «literatura burguesa»
(creation y crftica) son sus presupuestos ahistôricos y universalistas, bus-
cando esta en las obras literarias valores transcendentales que, en la prâctica,
se traducen en la soberarrîa del autor como creador privilegiado y la transpa-
rencia del lenguaje3. El escritor constituye el origen de la obra, es dueno del
sentido de su escritura ; su obra es la expresiôn de una «idea», de una
«vision del mundo».
La critica «burguesa» se limitaba entonces a la bûsqueda del sentido
de la obra que necesariamente habrâ expresado el autor4. Datos bibliogrâfî-
cos, entrevistas, anâlisis narrativos servfan pues a la sacralizaciôn del genio
del escritor.

1. LosLibros, 1 : 14.
2. Me limito aqui a los anâlisis literarios que se publicaron en Los Libros. Como indicaron
Avellaneda (1990), Speranza (1990) y Panesi (1985), la revista mostraba también en otros
dominios una actualizacion de las ultimas evoluciones cientïficas (marxismo, psicoanâlisis,
antropologïa, filosofïa, etc.).
3. Como lo formula German Garcia a proposito de Silvina Bullrich : «El lenguaje es para S.
B. como para tantos de sus colegas, una mediaciôn muerta que obedece a la omnipotencia
de quien lo maneje, o sea, el escritor "para quien cada palabra es como un trozo de arcilla o
de mârmol en manos de un escultor" [...] Si la palabra es "arcilla", su materialidad es
insignificante hasta que trabajada por el novelista Dios que otorga la significaciôn, a la vez
que usa de este sentido para construir su estatua» (Los Libros 11 : 10).
4. Hector Libertella describe la crïtica de «obras» y «autores» de la manera siguiente :
«aquel cuadro sinôptico que congelaba la producciôn de Latinoamérica era, en fin, la co-
modidad instrumental para seguir estudiando "obras" y "autores", pidiéndoles informacio-
nes contextuales, cualesquiera que fueran. Todo era vâlido para esa crïtica : reportajes al
autor donde este presentara explïcitamente su campo consciente y sus "claves" ; datos sobre
la época en que viviô ; verificaciones sobre la clase social en que milité ; rastro de "temas"
prefijados y de mitos de la antiguedad (en su "recreaciôn" latinoamericana) para ilustrar la
tarea crïtica ; o rastreo de "técnicas". [...] Esto, mas el ancestral hâbito de combinar vida y
obra del autor, mas la rutina de encubrir toda mecânica productiva, convirtiô efectivamente
a la Literatura en un espacio sagrado : zona de signos asï codificado por cierto procedi-
miento y/o juicio de valor» (Hector Libertella, Nueva escritura en latinoamérica, Monte
Âvila, Caracas, 1977, p. 59-60). La crïtica «burguesa» se encuentra segûn Los Libros, sobre
todo en la revista Sur, pero también en Libre, Mundo Nuevo, Nueva Critica y Primera
Plana.
LOS LlBROS : DESACRALIZACIÔNO RESACRALIZACIÔN 423

Estos presupuestos permitfan, segûn Los Libros, que se colocara el


campo cultural y el campo literario en particular en un espacio autônomo
ajeno o cualquier determination ideolôgica. La buena literatura estaba escri-
ta (y leida) por una élite que gozaba del privilegio divino de escribir bien ;
«sacerdote(s) del culto de las letras preparado(s) por la sensibilidad «innata»
y el buen gusto adquirido»1.
Si segûn las «concepciones burguesas», el sentido de la obra literaria
estaba determinado de antemano por el autor, la nueva critica que propone
Los Libros opina que es la «materialidad» del texto, de la escritura la que
genera la signification :

Es obvio que hay quien escribe y hay quien lee, pero lo que se
discute es la posesiôn del sentido, o, en otras palabras, la onto-
logia de la obra. La palabra «texto» debe significar esa des-
construcciôn crftica del soporte ontolôgico (ideolôgico) idea-
do por el Sistema.2

No existe una relation unfvoca entre el contenido de la obra y el


mundo, el lenguaje no posée la cualidad representativa que le atribuia la
critica traditional.
La escritura esta concebida en Los Libros como una prâctica inde-
pendiente, autoconstitutiva y dinâmica. En varias ocasiones se pueden leer
enunciados taies como «escribiendo inventamos nuestra vida»3 «la cadena
indefinida de signification»4 o «el texto autorrealizândose»5. La escritura,
prâctica rundadora del texto, créa un espacio autônomo, una realidad propia
cortada de toda referencialidad real(ista). En un artfculo sobre los textos del
Marqués de Sade, Oscar del Barco indica precisamente donde, segûn él, se
ubica la escritura al rechazar las categorîas de autor-lector :

i Pero si no hubiera mensaje alguno al margen de la


escritura ? i Si no hubiera autor ni lector ? i Si en realidad tuviéra-
mos que ingresar a un nuevo espacio, precisamente el espacio
de la escritura ? Esto no quiere decir que la escritura existe en
un absoluto sï-mismo. Pero sabemos ahora que existe un
espacio propiamente textual y que los textos no representan na-
da [...] Desde cierto punto de vista, el mundo es un texto que
se escribe en el acto de escribir, nada significa al margen de

1. Los Libros, 15/16:5.


2. Ibtd., 9 : 14.
3. Ibld., 4 : 7.
4. Ibid., 3 : 6.
5. Ibid, 8 : 22.
424 Wouter Bosteels

este acto, que no es un decir de alguien que esta detrâs, que no


presupone un alma-que-dicta, o un dios-que-dicta.1

Hay varias interpretaciones de cômo se relaciona este espacio textual


con el espacio real, con el mundo2, pero todas proclaman la autonomia de
aquél : importa en primer lugar el universo creado dentro del lenguaje, sin
tomar en cuenta si este corresponde con un espacio real.
La autonomizaciôn del texto produce varios efectos discursivos como
la creation de algunas metâforas récurrentes ; un primer enunciado metafori-
zante es la comparaciôn entre texto y cuerpo. El texto se personaliza,
adquiere rasgos humanos. Parece que, ahora que el autor ha muerto, la nueva
cntica lo recompensa por una personalization del ûnico elemento
susceptible de signification : el texto habla, dice, escribe, es cuerpo.
Esta corporalizaciôn forma el tema de una resefla sobre Escrito sobre
un cuerpo de Severo Sarduy. Dice Nicolas Rosa que la crftica de Sarduy es
como un discurso perverso, sus objetos (los textos) como fetiches de su en-
cuentro erôtico con la literatura. La resena misma esta llena de comparacio-
nes y metâforas entre texto y cuerpo : la escritura vista como un coito, las
letras como tatuajes, toda una erotica del lenguaje. «Una erotica del
lenguaje» es precisamente el tftulo de un articulo de Nestor Garcia Canclini quien
propone una critica erôtico-hermenéutica que, en vez de interpretar, «trata de
captar lo que es la obra por un acercamiento sensorial a su forma [...] que
récupère la inmediatez de nuestra sensualidad, nuestra mejor capacidad para
ver, ofr y sentir mâs»3 y en un reportaje de Schmucler a Tomâs Eloy
Martinez, dice este ultimo «el texto es como un cuerpo con su carne, sus dedos,
sus huesos, sus pelos [...] el libro es un cuerpo vivo que va cambiando
pagina a pagina»4.
La personification llevada al extremo la encontramos en el ensayo de
Oscar del Barco sobre Georges Bataille5. Del Barco no quiere hablar de «los

1. Ibid., 1 : 13.
2. El articulo inaugural que ya mencioné termina diciendo que la revista constituye «el
texto donde el mundo se escribe a si mismo»» (Los Libros, 1 : 3). Como veremos, Los
Libros se ubica también en este espacio autônomo de la escritura. Algunas paginas después,
se lee que «el mundo que difunde la existencia de la escritura es reestablecido por ella
misma, redimensionado» (Los Libros 1 : 3). Schmucler, en una resena de 62, modelo para
armar, resume al final sus ideas sobre el estatuto de esta novela que funciona como modelo
consagrado de la nueva crîtica en Los Libros : «el texto de 62 «dice» la verdad de si mismo
y no 'représenta' al mundo exterior : participa de ese mundo y proclama — negândola — la
ideologïa que lo piensa» (Los Libros 2 : 11).
3. Ibid., 1 : 15.
4. Ibid, 4 : 18.
5. Ibid, 9 : 14-15.
LOS LIBROS : DESACRALIZACIÔN O RESACRALIZACIÔN 425

textos de Bataille», expresiôn donde todavïa se considéra el texto como


subordinado a su autor. «Bataille no existe ; existe esa série de escritos /de/
Bataille», dice del Barco y en adelante utiliza «el texto (de) Bataille», «leer
a (Bataille)» o «(su) texto». Santiago Funes utiliza el mismo procedimiento
en la resefia de Sagrado : habla de «la novela (de) Tomâs Eloy Martfnez»1.
Esas frases expresan formalmente la «muerte del autor-creador», la coinci-
dencia en un mismo espacio del texto y del escri(p)tor y el surgimiento del
texto como organismo autônomo, sin orfgenes (humanos).
En general, son las experiencias lfrnites las que forman el nûcleo
comûn de la metâfora. Se acerca la escritura a la muerte, al suicidio, a la
locura, a la droga puesto que estas experiencias, igual que la escritura en la
concepciôn de Los Libros, se sitûan en un espacio sin tiempo, ruera de pasa-
do o futuro, en un présente eterno : «Droga, santidad, regreso a la naturaleza,
violencia sexual, delirio : estos "refugios" son experiencias privadas, caen
afuera de la racionalidad»2. Como dice Piglia en un estudio sobre la nueva
narrativa norteamericana, «el escritor no es otra cosa que el intermediario
entre la droga y la escritura : lugar de pasaje entre dos experiencias lfmites»3.
No es el sujeto humano (el drogadicto, el autor) el que recibe la atenciôn,
sino las experiencias (la droga, la escritura) que se superponen a sus orfge-
nes. El héroe de estas novelas norteamericanas, el marginalizado,
drogadicto, loco o pervertido, se retira en zonas de aislamiento, en sus experiencias
lfmites excesivas, prohibidas por la sociedad «burguesa». Se encuentra en el
mismo espacio de la escritura, sin lôgica, sin lazo referencial, un vacfo.
La nueva narrativa norteamericana représenta para la revista un mode-
lo posible de literatura vanguardista, quiere decir una literatura que por su
forma pone en evidencia la autonomfa del texto y que tiene como tema
principal la escritura misma, obras autorreferenciales que contfnuamente se
pliegan sobre si mismas y niegan la racionalidad del mundo exterior. Los
textos de William Burroughs, Jack Kerouac, John Barth, Thomas Pynchon,
J.-P. Donleavy o Joseph Heller poseen la capacidad de combinar varios gé-
neros, varios tipos de lenguaje creando pastiches, parodias y collages que
finalmente tienen una funciôn autorreflexiva. Experimentan con las formas
preestablecidas con el objetivo de cuestionarlas :

Los textos de Burroughs, Barthelme, Pynchon, Barth, Heller,


quiebran las leyes convencionales de la novela
norteamericana ...1 al quebrar la continuidad estas novelas (de los autores

l.IbUL, 7:23.
l.lbid., 11 :11.
3.1b(d., 11 :12.
426 Wouter Bosteels

mencionados) hacen del intercambio y del consumo de relates


partiales la clave de su estructura : en su interior los géneros,
las técnicas, los estilos circulan interminablemente, en un es-
pacio ficticio desarticulando cualquier posibilidad de admitir
una lôgica narrativa.1

Esta «contaminaciôn» entre concepciones crfticas y temas literarios la


encontramos comparando la lista de colaboradores con la lista de autores
estudiados en las cuales hay varios nombres idénticos. La transgresiôn de las
fronteras epistémicas que precisamente garantizarian la «objetividad» del
sujeto en la critica traditional tiene dos consecuencias principales. Por un
lado, aparece un critico que va identificândose con su objeto, al utilizar el
lenguaje (la forma) usado en el texto analizado. Se publican entonces en-
sayos y resenas casi ilegibles por su opacidad, por su estructura extremada-
mente densa : una critica «literaria» en la que el adjetivo cobra un sentido
radicalmente nuevo2. Por otro lado, se puede recuperar las ideas literarias de
Los Libros a través de las obras resefiadas. Los conceptos, pues, sobre la
desapariciôn del autor, la autonomfa textual etc. no constituyen solamente
principios literarios que se pueden deducir de los textos, sino que forman al
mismo tiempo los temas principales de las obras vanguardistas. En este
sentido Panesi senala la interaction en El beso de la mujer arana de Puig, o la
diferencia que sépara Yo el supremo de los escritos anteriores de Rosa Bas-
tos, precisamente como consecuencia del contacte con el discurso critico
téorico de Los Libros3. Dice Oscar Steimberg a propôsito de El Fiord de
Osvaldo Lamborghini :

El Fiord dificulta en cada linea la division de tareas que con-


fiere solo al critico la condition de privilegiado «bricoleur»

l.Ibtd.,3: 12.
2. Speranza, Montaldo y Jarkowski senalan como Nicolas Rosa, en su libro Los fulgores del
simulacro, promociona la autonomïa del discurso critico y como insiste, al mismo tiempo,
en el hecho de que la critica comparte el mismo estatuto que su objeto, es decir la ficciona-
lidad. La critica serîa entonces un «simulacro», «la prâctica de una escritura ficcional que
produce un determinado saber sobre el mundo» (Graciela Speranza, Graciela Montaldo,
Anîbal Jarkowski, «El estado de las cosas : veinte anos de critica argentina», in Revista
critica lietraria latinoamericana, 31/32, 1990, p. 15-16). Los fulgores del simulacro fue escri-
to en 1987, casi veinte anos después de los artïculos de Rosa publicados en Los Libros.
Casos ejemplares de una critica literaria en Los Libros se encuentran en «Heller, la carcaja-
da liberal» por Ricardo Piglia (Los Libros 1 : 11-12), «El enigma Sade» por Oscar del Bar-
co (Ibid., 1 : 12-13), «Miguel Barnet : el montaje de las palabras» por Iris Josefina Ludmer
(Ibid., 3 : 6), «Los silencios significativos» por Hector Schmucler (Ibid., 4 : 8-9), «Entre el
destierro y la ironîa» por Alfredo Veiravé (Los Libros 4 : 14-15), «La motocicleta : fetiche
y muerte» por German Leopoldo Garcia (Los Libros 4:16-17).
3. Panesi Jorge, «La critica argentina y el discurso de la dependencia», in Filologia XX,
1985, p. 187.
LOS UBROS l DESACRALIZACIÔNO RESACRALIZACIÔN 427

de signos ya plasmados, hablados, organizados en discurso.


Aquf la crftica parece haberse iniciado antes de tiempo ; in-
vadiendo la escritura literaria en su mismo dominio, y llevan-
do la reflexion sobre los signos ya existentes.1

La contamination se encuentra también al interior mismo de la obra


literaria, leemos en una reseîia de Cicatrices de Juan José Saer :

El lector [...] encuentra que en otro nivel del relato, los per-
sonajes o el narrador se explayan sobre la novela, hablan ex-
plicitamente de la técnica o aluden a ella.2

Finalmente, en un ensayo sobre la neo-vanguardia italiana Juan Carlos


de Brassi escribe :

Sin embargo, aunque el plan general de la obra sea inexis-


tente, subyace una compresiôn novelistica que diluye los
limites convencionales entre ficciôn y realidad.

La contamination entre crftica y literatura-objeto se muestra mâs ob-


viamente en las pequefias resenas que se publicaron en los numéros 5, 6 y 7
de la revista. Se trata de resefias de media pagina en las que varios autores
comentan libros recién publicados4. Estas resefias parecen constituir un es-
pacio privilegiado en el que los escritores de cierta estirpe (del «post-boom»
podnamos decir) tienen la ocasiôn de presentarse, un espacio absolute donde
la literatura se realiza hablando ûnicamente de sf misma. En taies resenas y
en otras partes de Los Libros, como dice Jorge Panesi, existe un «intente de
vanguardia explfcito en prôlogos y artfculos que hacen inteligible para el
pûblico el nuevo côdigo»5.

1. Los Libros 5 : 24.


2. Ibid., 5.
3. Ibid., 8 : 22.
4. Los crïticos son Oscar Steimberg, German Garcia, Augusto Roa Bastos, Carmen Sgros-
so, Alberto Perrone, Rodolfo Benasso, Jorge Rivera, Eduardo Romano, Virginia Erhart,
Daniel Ortiz, Juan Carlos de Brasi y Alfredo Veiravé. Los autores resenados son Osvaldo
Lamborghini, Hermilo Borba, Rubén Tizziani, Boris Vian, Mario Szichman, Fernando de
Giovanni, Rubén Vela, Enrique Gonzalez Tunon, Eduardo Gudino Kieffer, Daniel Defoe,
Jorge Luis Borges y Antonio Dal Masetto. De los autores estudiados en esas resenas, son
Osvaldo Lamborghini y Eduardo Gudino Kieffer quienes escriben como crïticos en Los
Libros. De los crïticos son German Garcïa, Augusto Roa Bastos, Eduardo Romano y Jorge
Rivera quienes han escrito textos de ficciôn.
5. Jorge Panesi, «La crïtica argentina y el discurso de la dependencia», in Filologia XX,
1985, p. 171-195, p. 185.
428 Wouter Bosteels

En el numéro 7 de la revista se publica una encuesta a algunos escrito-


res argentinos1. Aparté del hecho de que muchos entre ellos escriben en Los
Libros, se destaca la influencia que las respuestas de los escritores entrevis-
tados ejercen sobre la revista misma. A la cuestiôn «i Existe crftica literaria
en la Argentina», Jorge Onetti responde : «queda mal que lo exprese en estas
paginas [...] pero la intention de Los Libros es encomiable en cuanto a la
creation de una crftica. Lâstima que sean tan estructuralosos (sic), dirfa yo»2,
y Osvaldo Lamborghini dice : «tengo unas énormes ganas de enterarme a
que se debe semejante hibridaje entre estmcturalismo y esa otra cosa que ha
invadido sus paginas, especialmente las dedicadas a la crftica de libros»3.
En el numéro siguiente de Los Libros, al anunciar su «latinoamerica-
nizaciôn», la redaction siente la necesidad de reaccionar frente a estos
reproches :

El momento es propicio para algunas reflexiones. Elogios y


crîticas se sucedieron en estos diez meses de vida [...]. Ciertas
coincidencias resultaron inquiétantes : Los Libros fue acusada
de criptica, elitista, extranjerizante y estructuralista [...], sus
colaboradores fueron senalados como imitadores serviles de
movimientos exôticos y pretenciosos usurpadores de una jerga
incomprensible. En realidad, lo ûnico que se intentaba era in-
troducir un discurso especifico, un método riguroso.4

La contamination no es obstâculo a crîticas y modificaciones


internas : los escritores-crîticos no solamente resefian a colegas-escritores pero
hasta comentan a colegas-crfticos.
El texto como silencio constituye la segunda metâfora caracterfstica
de la autonomizaciôn. Desaparece el sujeto (el autor) en la crftica literaria de
Los Libros, pero los nuevos objetos sacralizados, el texto y la escritura, en
realidad, poseen la misma ahistoricidad que el autor burgués. Parece que,
por la ausencia de un referente fuera del texto, el texto mismo también se
calla. Dentro del hay (la) nada5. Surgen entonces comparaciones entre el
texto o la escritura y el silencio, la muerte, el suicidio, el vacio :

1. Los Libros 7 : 12-22. Los entrevistados son Beatriz Guido, Eduardo Gudino Kieffer,
Tomâs Eloy Martinez, German Garcia, Osvaldo Lamborghini, Jorge Onetti, Nestor
Sanchez, Marta Lynch y Emilio Rodriguez.
2. Los Libros 10 : 12.
3. Ibid., 10 : 12.
4. Ibid., 8 : 3.
5. Lo dice explicitamente Santiago Funes en su resena de Sagrado de Tomas Eloy
Martinez : « suma de formas sucesivas, el lenguaje de esta novela carece de existencia. Sim-
plemente, no
"ocuridos" para
es. dejar
[...] Seensustrae
la lectura
a la algo
materia
masdescriptible,
que perdurable
"historificable",
y atormentante
de esos
: lalenguajes
nada de
LOS LIBROS : DESACRALIZACIÔNO RESACRALIZACIÔN 429

El inconsciente considerado como un lenguaje (Freud-Lacan),


el «fondo» de la obra considerado como un vacfo (el silencio :
Mallarmé-Blanchot), o el «contenido» como metafora de la
ausencia (Barthes) nos liberan de la tentation realista1.

Una vez cortado el lazo mundo-objeto, la autorreflexividad del texto


parece provocar en la nueva crftica de Los Libros un malestar al hablar del
«sentido». El recurso a los conceptos del vacfo, el silencio, la nada aparece
entonces como un mas alla que compensa — el problema de — la ausencia
de una referenda exterior.
En un ensayo sobre los graffiti, Eduardo Gudino Kieffer relaciona
precisamente la ausencia del autor y del lector, caracteristica fundamental de
los graffiti2, con el silencio del texto :

La desapariciôn de autor y lector hacen que los graffiti valgan


como puro lenguaje, gracias a la ausencia de un detestable
«yo» y de un no menos detestable «tu». Son asf absoluto si-
gnificante, arte del tatuaje, pictograma equidistante de la li-
teratura y de la pintura, puerta abierta hacia una escritura (o
«escriptura») casi somâtica, todo dentro de si misma. (El
grafitômano) esta inaugurando un monumental silencio, o
formulando una pregunta que nadie contestarâ acerca del
mundo y de su estar-en-el-mundo.3

Otra vez podemos citar a Oscar del Barco quien, en su resefla de El


espacio literario, trata precisamente del texto como vacfo. En efecto, des-
pués de la desapariciôn de los esquemas tradicionales de la literatura bur-
guesa autor-obra-lector y realidad-representatividad, «el espacio literario
esta allf como un vacfo incalificable»4. El acto de escribir, dice del Barco,
citando a Bataille, es :

La aproximaciôn a ese punto donde nada se révéla [...]


lenguaje que nadie habla. Ese punto que es como la presencia de
la ausencia de todo. Pero en este punto del espacio literario el

estos textos pequenos que se han autoagredido hasta la ausencia. [...] en lugar de darse
como friso, existiendo incluso como "afiche", aparece solo un hueco donde resuena un
ladrido. Que este hueco sea invisible, que el ladrido no haya sido oïdo por ciertos lectores,
quizâ no sea mas que una conformation del carâcter irremediablemente futuro de una lectu-
ra capaz de adherirse a la libertad del texto» {Los Libros, 7 : 24).
1. Ibid., 2 : 5.
2. Dice Gudino Kieffer : « los graffiti ese gran libro universal cuyo autor son todos los
hombres y ninguno, cuyo destinatorio son todos los hombres y ninguno» {Ibid., 1 : 26).
3. Ibid., 1 : 27.
4. Ibid, 5 : 20.
430 Wouter Bosteels

lenguaje es sin sentido. El poeta es el que entiende un


lenguaje sin sentido. La poesfa es una palabra sin remisiôn.1

El silencio es uno de los temas de El silenciero de Antonio di


Benedetto, novela mencionada por Augusto Roa Bastos en su reseîla de otra no-
vela de Benedetto, Los suicidios2 y Hector Schmucler da como titulo a su
resena de Boquitas Pintadas de Manuel Puig «Los silencios significativos»
y trata de explicar cômo, en esta novela, los silencios van generando
sentido3.
Se entienden ahora las metâforas del suicidio o de la muerte vincula-
das a la metâfora bâsica del texto como cuerpo : estas se relacionan con la
palabra sin sentido. La muerte, el suicidio, la droga, la locura o el sexo son,
como la escritura vacia, experiencias que se liberan del mundo y abren es-
pacios donde se corta el lazo referencial, donde la racionalidad se suprime a
sf misma en un vacio incalificable. Hemos visto cômo Nicolas Rosa o Ri-
cardo Piglia, al comparar la escritura con varias experiencias lfmites, como
son la droga, el sexo o la locura, las sitûan en un espacio absoluto ; la
escritura, al hablar de si misma, créa «una superficie blanca sin antes ni des-
pués»4 igual que las experiencias limites de la droga, la locura, el suicidio o
el erotismo.
Si al principio las metâforas de cuerpo y silencio sirvieron para com-
pensar la ausencia del autor en la literatura, notamos ahora una recuperaciôn

l.IbkL, 5:20.
2. Dice Roa Bastos : «La novela misma es negada, no concluye ; es puesta entre paréntesis,
relegada al mutismo de lo innombrable que la reenvïa al silencio, como la ûnica manera de
afirmar su victoria sobre el ruido, a costa de su mudez, de su propia muerte [...] (Los
Suicidios) sufre esa suerte de "degradacion" deliberada del lenguaje a un término neutro de la
escritura, de que habla Roland Barthes [...]. Este grado zero de la escritura que, segûn
Barthes, realiza un estilo de ausencia que es casi una ausencia de estilo ; una escritura
reducida a una suerte de modo negativo en el cual los caractères sociales o mïticos del
lenguaje se aniquilan en un estado neutro o inerte de la formai. "El instrumenta formai —
anade el crïtico francés — es el modo de una nueva situacion del escritor, es el modo de
existir de un silencio". Y también : "Este arte tiene pues la estructura del suicidio"» (Los
Libros 3:3).
3. «Los dos personajes centrales de Boquitas Pintadas ofrecen la ausencia de sus vidas
como polos entre los que se tiende el eje de significaciones del relato : diâlogo de silencios
enunciados por un lenguaje cuyo sentido se constituye, justamente, en el ocultamiento [...]
El lenguaje de Boquitas Pintadas habla para vallar, para ocultar [...] Las paginas podrîan
constituir un catâlogo de silencios (...) Los personajes son silenciosos espaciales recorridos
por los hechos que los rodean (...) El lenguaje se hace simbôlico, représenta lo ideolôgica-
mente permitido, mientras se calla la transgresion que es de lo que se trata. (...) En
Boquitas Pintadas no hay hacedores, todos son hablados por un mundo cuyo lenguaje simula la
vida, pero que exterioriza, en los silencios que significa, la muerte irremediable que contie-
ne» (Los Libros 4 : 8-9).
4. Ibid., 8 : 7.
LOS LlBROS : DESACRALIZACIÔN O RESACRALIZACIÔN 43 1

del escritor, por las semejanzas entre las caracterfsticas inhérentes a la


escritura y al texto y las experiencias propias del autor. La desacralizaciôn que
consistia en demostrar las «falsas» pretensiones ahistôncas que proclamaba
la crftica tradicional, recae en una nueva sacralizaciôn. Los Libros reproduce
una exaltaciôn del texto y de la escritura, situados en un vacfo, tuera de toda
racionalidad. Créa, como indica el tftulo del artfculo inaugural, un espacio
pero este représenta los mismos rasgos ahistôricos y absolutos que las con-
cepciones literarias «burguesa» o como lo dijo Foucault a propôsito de la
crftica literaria francesa en esa época :

I would simply like to say this : in order to break with a


number of myths, including that of the expressive character of
literature, it has been very important to pose this great principle
that literature is concerned only with itself. If it is concerned
with its author, it is so rather in terms of death, silence, disap-
pearence even of the person writing. [...] But it seems to me
that this was still only a stage. For by keeping analysis at this
level, one runs the risk of not unravelling the totality of sa-
cralizations of with literature has been the object. On the
contrary, one runs the risk of sacralizing even more. And this is
indeed what happened, right up until 1970. You will have
seen how a number of themes originating in Blanchot or Bar-
thes were used in a kind of exaltation, both ultra-lyrical and
ultra-rationalizing, of literature as a structure of language
capable of being analyzed in itself and on its own terms.1

Wouter BOSTEELS
K.U. Leuven

1. Michel Foucault, Politics, philosophy, culture : interviews and other writings 1977-1984,
Lawrence D. Kritzman (éd.), Alan Sheridan (trad), Routledge, Londres-Nueva York, 1988,
p. 309 [Énfasis nuestro].

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