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Resumen 3
Introducción 4
Marco teórico 6
Discusión 20
Conclusiones 24
Bibliografía 25
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Resumen
En Chile existen dos tipos de prestadores de servicios de salud, los públicos y los
privados. El sistema chileno permite a los usuarios, a través del financiamiento con
capitales privados o estatales, acceder a alguno de estos dos prestadores. Según
el financiamiento y prestador podemos distinguir un subsector público y uno
privado.
Sin embargo, esta situación tiene una raíz más compleja que el sistema de salud
como tal. En términos de determinantes sociales de la salud, el sistema de salud
es un determinante intermedio, que responde al contexto político, social y
económico del territorio. A grandes rasgos, la privatización y los intereses
económicos que impulsas la división entre ricos y pobres tienen una estrecha
relación con la inequidad, y estos dos factores se introdujeron al sistema de salud
durante la dictadura. La inequidad en salud responde a un abandono del estado
de su rol activo en el bienestar social, y un proyecto político que favorece el
funcionamiento del mercado por sobre el bien común.
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Introducción
El progreso económico de Chile en los últimos años ha sido objeto de elogio por
economistas e incluso un punto de comparación en relación a los países vecinos.
Sin embargo, a pesar de avances como una disminución de la pobreza, el Chile
actual dista mucho del país al que se quiere llegar. En particular, y de manera
dicotómica, a pesar del crecimiento económico del país, éste presenta una de las
tasas de desigualdad más alta de la región e incluso del mundo (Meller, 2000).
En este contexto, las políticas del estado desde la vuelta a la democracia han sido
ineficientes en mejorar la distribución del ingreso. Como consecuencia, aquellos
grupos desfavorecidos por su situación socioeconómica se ven marginados de
igual manera que hace 20 años o aún más.
Sin embargo, para entender el impacto social que tiene es fenómeno es necesario
realizar ciertas precisiones. Primeramente, el estado chileno durante la dictadura
adoptó un rol subsidiario (Labra, 2002), lo cual implicó un abandono de las
antiguas políticas de seguridad social, para dejarle espacio a los privados en áreas
como salud y educación. Esto buscaba que a través de las leyes del mercado se
incrementara la eficiencia y la calidad. Consiguientemente, en materia de servicios
públicos aparecen nuevos actores producto de la mercantilización y se producirá
una coexistencia entre el sector público y el sector privado. Respecto a la salud,
en nuestro país “el sector público está formado por todos los organismos que
constituyen el Sistema Nacional de Servicios de Salud y cubre aproximadamente a
70% de la población, incluyendo a los pobres del campo y las ciudades, la clase
media baja y los jubilados, así como los profesionales y técnicos. El sector privado
cubre aproximadamente a 17.5% de la población perteneciente a los grupos
sociales de mayores ingresos” (Becerril-Monteiko et al, 2011, p.s132). Sin
embargo, a pesar de que el servicio público de salud chileno garantice la atención
para todo el que la necesite y sea éste al cual acude el 70% de la población, no
necesariamente es el que presenta mejor infraestructura o condiciones de
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atención (lo que es paradójico en relación a su demanda). Esto se evidencia en
hechos como el que los equipos de tomografía axial computarizada (TAC)
disponibles para el servicio público sean 41 versus los 69 equipos de los servicios
privados o los 12 equipos de resonancia magnética del sistema público versus los
32 equipos disponibles para privados (sumado a que la mayoría de dichos equipos
se encuentra en la región metropolitana, dificultando aún más el acceso a la gente
de regiones no sólo por la escasez sino que por la lejanía) (Becerril-Monteiko et al,
2011).
Por lo tanto, los sectores más vulnerables por su bajo poder adquisitivo son más
propensos a ser excluidos del acceso a tratamientos de mayor complejidad o a
una mejor calidad de atención, ya que, por un lado, no pueden costear la atención
privada y, por el otro, deben enfrentar la falta de implementos y las largas listas de
espera del sistema público, que colapsa ante el exceso de demanda y la falta de
políticas estatales orientadas a suplir sus deficiencias en pos de las necesidades
de la población.
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Marco teórico
El fundamento teórico de este trabajo recae en la idea de que “las inequidades
sociales fluyen desde un patrón de estratificación social” (OMS, 2010, p.20). Esto
hace referencia a que una distribución desigual ya sea del poder, prestigio o
cualquier otro recurso generará grupos distintos dentro de una misma sociedad
(OMS, 2010). A su vez, la posición que las personas ocupan en la sociedad está
determinada por las circunstancias que las rodean (OPS, 2012). De éstas, hay
dos fundamentales a considerar para este trabajo:
Por otro lado, también según la OPS los determinantes estructurales son
“aquellos atributos que generan o fortalecen la estratificación de una sociedad y
definen la posición socioeconómica de la gente” (2012, p.5). Dentro de los
determinantes estructurales es necesario destacar el nivel socioeconómico o
posición social para estudio de la inequidad en Chile, entendido en el marco de
crecimiento económico experimentado por el país pero no una mejoría en la
distribución de los ingresos y que, por otro lado, “el agotamiento del modelo de
desarrollo neoliberal que ha agudizado la inequidad y consecuentemente hace
resurgir el tema de la justicia social” ( Villar, 2007, p.7).
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desarrollo de este trabajo en cuanto 1) el propio sistema de salud es un
determinante intermedio y 2) los determinantes estructurales actúan a través de
los determinantes intermedios.
Estos conceptos son necesarios para entender el ambiente y situación en que las
personas se desenvuelven y cómo a su vez y de manera recursiva estas
circunstancias inciden en su condición de salud.
A partir del año 1973 se inició un periodo que “se caracterizó por una aplicación
rígida ideológica de un conjunto de reformas económicas y políticas
macroeconómicas” (Ffrench-Davis & Stallings, 2001, p.14). Se puede posicionar
en este periodo el punto de inflexión en relación al antes y después de la
estructura del sistema de salud chileno. Las reformas de la junta militar se
enmarcan en una nueva forma de concebir las políticas económicas y sociales.
Sin embargo, es necesario comentar la postura del estado antes del golpe para
entender la transición. Desde la década del 50’ “se consideraba que el Estado
chileno debía velar por el Bien Común del conjunto de la sociedad” (Bonnefoy &
Schkolnik, 1994, p.11), es decir, satisfacer las necesidades de la población.
Asuntos como vivienda, salud, educación, y nutrición se vuelven ejes centrales de
la preocupación estatal. Producto de esta nueva visión aparecen instituciones en
pos del desarrollo social como la JUNAEB y la JUNJI, además de pensiones,
programas y beneficios para los trabajadores y sus familias (Bonnefoy &
Schkolnik, 1994). A pesar de esto, aparecen principalmente dos problemas: los
principales beneficiados de las medidas estatales fueron los grupos medios y
bajos, dejando de lado a la gente en situación de extrema pobreza y, por otra
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parte, el proyecto de inversión estatal era insostenible a largo plazo considerando
un agotado ”modelo de desarrollo económico basado en la industrialización
sustitutiva de importaciones” (Bonnefoy & Schkolnik, 1994, p.12). Los desbalances
y crisis macroeconómicas tienen causas discutibles y no son tema de este trabajo.
Sin embargo, es necesario precisar que a pesar de que dichas crisis hayan
interferido en la ejecución de las políticas estatales, sí se logró avances en materia
de desarrollo social y se enfocó el esfuerzo en incorporar a grupos
tradicionalmente marginados. En consecuencia, podemos conjeturar que el estado
asume un rol benefactor y aplica políticas universales, al buscar la satisfacción de
las necesidades de la población en todo su conjunto (Bonnefoy & Schkolnik,
1994).
El estado, sin embargo, termina con su rol benefactor a partir del año 1973. Las
políticas sociales de la dictadura se enfocan bajo una mirada neoliberal que
permiten que el mercado y el sector privado tomen una participación activa en el
desarrollo económico del país. Particularmente, los ejes de atención serán la
apertura al exterior y la privatización, sin embargo, para efectos de este trabajo la
privatización toma mayor importancia.
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De esta manera, el estado empezó a distanciarse de la inversión social,
principalmente en salud y educación. Paralelamente a este proceso, el estado
empezó a diseñar una serie de instrumentos estadísticos que ayudaran a formar
un filtro selectivo para definir quiénes deberían recibir apoyo estatal o no (por
ejemplo, la ficha CAS), ya que se había adoptado una política de subisidiareidad
que concentraba el esfuerzo social en los hogares de mayor vulnerabilidad
económica a costa de que éstos accedieran a servicios sociales a través del
mercado. Subsecuentemente, la ayuda estatal llegó en forma de subsidios para
evitar la filtración de fondos hacia aquellos grupos sociales que no encajaran
dentro de la concepción de vulnerabilidad mencionada (dentro de la cual encajaba
prácticamente sólo la gente en situación de extrema pobreza) (Bonnefoy &
Schkolnik, 1994).
Además, todo el sector salud fue descentralizado. El sistema fue divido en un total
de 27 servicios de salud de menor tamaño y la gestión de la atención primaria
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pasó a control municipal. Paralelamente, el Servicio Nacional de Salud (SNS) fue
reemplazado por el Sistema Nacional de Servicios de Salud (SNSS) (Bonnefoy &
Schkolnik, 1994). El proceso de descentralización (tanto en administración y en
financiamiento) según Titelman (2000, p.11):
Sin embargo, producto de la reducción del gasto fiscal entre los años 1975 y 1983
implicó que los fondos disponibles para gastos en salud se redujeran
drásticamente. Subsecuentemente, el servicio público se vio debilitado, y su
calidad en términos de infraestructura, capacidad, servicios de mantención y
personal se deterioró.
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capital humano priorizando a los pobres, ya que son quienes más lo necesitan. En
este contexto, se ejecutó un aumento significativo de recursos para aquellos
ámbitos de preocupación estatal que empezaron a considerarse como
preocupación principal, vale decir salud, educación y vivienda. Sin embargo, las
medidas asistenciales no se abandonan y la mayor disponibilidad de recursos
permitió aumentar los subsidios, además de reajustar pensiones y asignaciones
familiares. En el sector salud, particularmente, se destinaron recursos a fortalecer
la atención primaria y la prevención, junto a la implementación de programas para
la protección de grupos más vulnerables como mujeres y adultos mayores. En
base a estos antecedentes, es posible afirmar que desde el retorno a la
democracia empezó un proceso en el que se retoma el gasto social, integrando el
desarrollo social y el económico, resultando a corto plazo en la reducción de la
pobreza (Bonnefoy & Schkolnik, 1994).
A pesar de los avances, sin embargo, en materia de salud Titelman afirma (1999,
p.187):
“Al analizar lo ocurrido en los últimos diez años en el sector salud en Chile, se
evidencian tanto avances, como problemas persistentes y otros emergentes.
Ciertamente al iniciar la década pasada existían importantes deficiencias de
infraestructura y equipamiento en la red asistencial pública, así como escasez
de recursos humanos calificados, aspectos en los que se han verificado logros
debido al esfuerzo de gasto público realizado en el sector. No obstante, a
pesar de los avances, en el año 2000 persisten importantes problemas
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referidos a la equidad en el acceso de la población a la atención de salud, a las
coberturas de las prestaciones, a la insatisfacción mayoritaria de los usuarios
del sistema, y a ineficiencias en la gestión administrativa y en el uso y
rendimiento de los recursos.”
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Figura 1. Diagrama con la división del actual sistema de salud. FONASA corresponde a Fondo
Nacional de Salud, ISAPREs a Instituciones de Salud Previsional FFAA a Fuerzas armadas.
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secundaria, al ofrecer un mayor grado de resolutividad permite resolver casi todas
las dolencias que una persona pueda presentar sin necesidad de recurrir al
siguiente nivel (Vignolo et al, 2011).
En Chile, el sistema público cuenta con todos los niveles de atención. Sin
embargo, es curioso notar que el sistema privado no cuenta con atención
secundaria, sino que sólo con los niveles secundario y terciario. A raíz de esto, y
en relación al “financiamiento cruzado” mencionado, es posible que una persona
ingrese al sistema a través de la atención primaria (pública) y al ser derivado, elija
salir del sistema público para optar por la atención secundaria privada. Así mismo,
también es posible “saltarse” la atención primaria, ya que al tener los recursos
suficientes las personas pueden directamente consultar especialistas en centros
privados sin previa consulta en niveles de menor complejidad que los deriven a
dichos especialistas.
Dentro de las leyes que median en la convivencia entre los subsectores público y
privado, existe la Ley de Urgencias, que asegura la atención médica en cualquier
establecimiento (ya sea público o privado) para cualquier persona que se
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encuentre en una emergencia o urgencia (Tay & Becerra, 2011). Respecto a estas
últimas, Pereda et al las definen como (2001, p.182):
Finalmente, existen las Garantías Explícitas de Salud (GES). Al año 2005, existían
“25 patologías que debían ser cubiertas con costos mínimos para los pacientes si
accedían al prestador que recibió la asignación de dicha patología” (Fernández,
2006, p.362) Inicialmente, este plan recibió el nombre de AUGE. Posteriormente,
se implementó el sistema GES, agregando 15 patologías más. De esta manera,
las personas pueden, a través de sus prestaciones (FONASA o ISAPRE) acceder
a tratamientos para enfermedades GES a un costo menor que si este plan no
existiera, producto de las asignaciones a prestadores que el estado otorga para
esto.
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El sistema de salud como determinante intermedio
Los factores sociales tienen un impacto medible en el estado de salud de distintos
grupos de la población. Particularmente, la posición socioeconómica es un factor
clave de la inequidad en salud. Factores como la expectativa de vida y la causa de
muerte varían notablemente acorde varía el estatus socioeconómico, así como
también los índices de mortalidad, morbilidad y de casi todas las enfermedades.
La inequidad en salud producto de factores socioeconómicos es evidente en las
causas de algunas enfermedades, invalidez, suicidio, muerte prematura y
accidentes. La asociación entre factores socioeconómicos y resultados en salud
es transversal a las clases sociales: no ocurre sólo bajo la línea de pobreza (OMS,
2010).
Debido a que existen estos factores no biológicos que inciden en la salud de las
personas, es posible realizar intervenciones sociales para mejorar la calidad de
vida de la gente, en consideración de que dichas intervenciones actúan sobre los
determinantes sociales de la salud. Según la OMS (2009), algunas de estas
intervenciones son:
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● Velar por que las políticas económicas y sociales que se apliquen para
afrontar el cambio climático y cualquier otro tipo de degradación
medioambiental tengan en cuenta la equidad sanitaria.
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En este contexto, el sistema de salud como un determinante intermedio cobra una
gran importancia, ya que éste se puede configurar como un instrumento para
amortiguar el efecto inequitativo de los determinantes estructurales. En Chile se
ha buscado lograr esto a través de la implementación de las GES, pero además
existen otras medidas de FONASA con el mismo fin. Algunas de estas medidas se
describen a continuación.
● Préstamos médicos
● Seguro Catastrófico
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● Programa del Adulto Mayor
Este programa tiene como fin el disminuir las largas listas de espera. Además, se
da sólo dentro de la Modalidad de Atención Institucional: cuando un médico indica
una intervención que esté incluida dentro del programa, el beneficiario ingresa a
éste, mientras que FONASA asegura que dicha intervención se realizará en un
plazo máximo de 3 meses o 30 días para el caso de cáncer (León & Martínez,
2011).
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Discusión
Es imposible separar la evolución del sistema de salud chileno de la historia social
y política del país en los últimos 70 años en consideración del contexto
socio-político como un determinante social de la salud. Los gobiernos, sus
políticas sociales y la dictadura han inducido cambios en el sistema tanto en su
estructura como su impacto social.
Durante las políticas universales, es interesante destacar la meta del bien común.
A pesar de las deficiencias del sistema de inversión social respecto a su
compatibilidad con el sistema económico de la época, es importantísimo destacar
el valor simbólico de que el estado se responsabilice del bienestar social y de la
inclusión de los grupos marginados: a grandes rasgos, es evidente que al estado
chileno le interesa el bienestar y calidad de vida de su gente, especialmente de los
más desprotegidos, como si fuera una especie de “padre protector”. Producto de
esto, la dictadura es un gran punto de inflexión en cuanto 1) el estado abandona la
responsabilidad social previa y 2) permite la mercantilización de la salud. La
mercantilización de la salud es, de alguna manera, una consecuencia del
abandono de la búsqueda del bien común, ya que los privados tienen como
principal incentivo para entrar a un mercado el beneficio económico que pueden
obtener de éste. A raíz de esto, surge la pregunta ¿Por qué se permite que
actores con intereses económicos participen de un ámbito social cuyo mayor
objetivo debería ser el bienestar de las personas? Esta pregunta se agrava
cuando se considera que en salud se trata constantemente con la dignidad
humana, la cual pierde importancia bajo una mirada netamente económica.
Constantemente se habla del mercado de salud, cuando este rubro no debería ser
considerado un mercado, en vista de sus implicancias éticas. El mejor ejemplo de
esto es el caso de Nicolás Melipil y la Ley de Urgencias. Nicolás ingresó en
Noviembre del año 1997 al sistema público por apendicitis. El Hospital Félix
Bulnes no contaba con camas disponibles para su hospitalización, ante lo cual sus
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padres lo llevaron a la Clínica Hospital del Profesor. En este lugar, sin embargo,
no se le hospitalizó, porque sus padres no disponían de un cheque para dejar
como garantía para el pago. Ante la imposibilidad del sistema público para
entregar la atención oportuna debido a su sobrecarga y la negativa de la atención
del sector privado por limitaciones económicas, Nicolás agravó y falleció 11 días
después. Este hecho gatilló el nacimiento de la Ley de Urgencias. ¿Por qué fue
necesario esperar a que un menor de 2 años muriera esperando a ser atendido
para que la legislación chilena aceptara que no se puede negar la atención médica
a quien no puede pagarla?
El caso de Nicolás nos lleva además a la pregunta ¿dónde está la ética del
conjunto de profesionales de la salud a enfrentarse a esta situación? ¿Está tan
implantada e invisibilizada la mercantilización en nuestra cultura que ignoramos el
valor de la vida sin darnos cuenta? ¿qué rol cumplen los profesionales de la salud
al enfrentarse a casos como éste?
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pensar que la gente que se mantiene a lo largo de los 3 niveles del sistema
público son principalmente aquellos con mayores dificultades para costear la
atención privada. Sabiendo que la mayor parte de la población chilena no puede
costear la atención privada, tenemos un exceso de demanda en el sector público
que lleva a que éste se sature, disminuyendo la calidad de la atención y
aumentando las listas de espera. Por otro lado, hay que recordar que el sector
privado no consta de atención primaria, y debido a la amplia cobertura del sector
público, toda la población tiene acceso a ella. En este sentido, el sector público es
muy poco excluyente, lo que permite que los grupos marginados por el sector
privado (aquellos que presentan altos factores de riesgo y por lo tanto costosos
tratamientos como los adultos mayores o las mujeres en edad fértil) sean más
dependientes de las prestaciones públicas. En base a esto, es posible pensar que
la inequidad se centra en la atención primaria principalmente, ya que el sector
privado tiene a factores económicos como filtro selectivo que reduce la cantidad
de personas que acuden a él. Al acudir menos personas al sector privado, la
cantidad de dinero per cápita que se dispone para insumos y personal será mayor,
en contraste con el sector público, del cual se tiene una percepción de fuerte
empobrecimiento.
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a las prestaciones privadas, y que, idealmente, la opción de elegir un sector u otro
no sea en base a su calidad de atención o disponibilidad de equipo y personal.
Conclusiones
El sistema de salud chileno presenta dos subsectores, uno público y uno privado.
Debido a la forma en que estos interactúan, la legislación presente y la opción que
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tienen algunos usuarios para optar e incluso moverse de uno a otro, éstos no son
antagónicos, caracterizando al sistema completo como más híbrido que dual. El
sistema actual es producto de los cambios que ha sufrido el sistema de salud en
relación a la historia social del país y su avance. Particularmente, la dictadura
representa un gran punto de quiebre, debido a que sus políticas mercantilistas
permiten la privatización del sistema. Este sería el origen de importantes
características de la estructura actual. En general, las reformas de la dictadura y el
ingreso de privados al sistema decantaron en una fuerte segmentación entre ricos
y pobres, lo que genera inequidad en el acceso a la salud al poner a la condición
socioeconómica como filtro selectivo. En general, el sistema privado tiene mayores
costos para los usuarios por lo que no todos pueden acceder a él, a cambio de
una mayor disponibilidad de recursos per cápita, lo que se traduce en atención
más rápida, con mejor tecnología y mayor personal. El sistema público, por otro
lado, es poco excluyente y tiene mayor cobertura, sin embargo al tener exceso de
demanda, tiende a saturarse, disponiendo de menos recursos y personal per
cápita. Por otra parte, los privados participan del sistema de salud principalmente
por incentivos económicos, lo que margina a grupos que representan altos costos
para ellos. Dichos grupos se vuelven más dependientes del sistema público ya
que éste no les pone barreras de acceso.
Ante esto, los gobiernos desde 1990 han impulsado reformas que buscan aplacar
la inequidad. Si bien esto ha mejorado el sistema, el estado aún no asume
completamente la responsabilidad por el bienestar social; una prueba de esto es el
caso de Nicolás Melipil, que evidencia que la mercantilización ha desplazado en
prioridad al bienestar de las personas. Lograr la equidad completa requiere un
nuevo rol y cambio en el proyecto político-social del estado chileno. Esta idea se
refuerza cuando consideramos que los determinantes estructurales actúan a
través de los determinantes intermedios; para este caso, el sistema de salud
inequitativo responde a un proyecto estatal inequitativo.
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