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Jeffrey Sachs (Detroit, Míchigan, 1954) es un economista estadounidense,

formado en la Universidad de Harvard, donde obtuvo su graduación (1976),


máster (1978) y doctorado (1980). Fue profesor de Harvard entre 1980 y 2005, y
posteriormente se incorporó a la Universidad de Columbia como director del
Instituto de la Tierra (The Earth Institute). También el director del Proyecto del
Milenio de las Naciones Unidas, y asesor especial del Secretario General de las
Naciones Unidas Ban Ki-Moon sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los
acuerdos internacionales para reducir la pobreza extrema, el hambre y las
enfermedades para el año 2015. Es colaborador de agencias internacionales
(Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y otras) en la lucha por la
reducción de la pobreza y la enfermedad.

Jeffrey Sachs es pues un activista ambiental reconocido en el mundo que ha


tenido una participación trascendental en los foros internacionales en que se ha
discutido el tema del desarrollo sustentable. De ahí que un libro escrito por el
cobre gran relevancia y sea imprescindible el leerlo para quien estudia el
Desarrollo Sustentable.

Sachs plantea el desarrollo sostenible desde dos puntos centrales: el


académico-intelectual y el político-operacional. Se ocupa entonces de los 3 pilares
del desarrollo sustentable: economía, medio ambiente y sociedad. Por ello, en su
libro es posible hallar un análisis de las grandes transformaciones que se han
experimentado a lo largo de los últimos siglos en materia de ecología, los cuales
son debidos principalmente a la industria y mismos que tienen un impacto directo
en la sociedad. A lo largo de su obra nos presenta un análisis sobre diversas
realidades: las desigualdades en el mundo, la historia del desarrollo económico, el
atraso en el desarrollo de ciertas regiones, la pobreza extrema, la inclusión social,
la educación, la salud, los límites planetarios, la seguridad alimentaria, las
ciudades, el cambio climático, la biodiversidad y, por supuesto, los Objetivos de
Desarrollo Sostenible.
El enfoque empleado por el autor estudia las interacciones y desavenencias
entre los sistemas económico-social y el medioambiental; es decir, reflejan una
respuesta directa a la interrogante sobre cómo se vinculan el ser humano y la
naturaleza, y qué consecuencias tienen para ambos dichas relaciones.

De esta manera nos invita a cuestionarnos acerca de cuál ha sido el impacto del
nivel de bienestar alcanzado por la humanidad en los ecosistemas. Y dado que los
recursos del planeta no son infinitos cabe cuestionarse si también existen límites
para el crecimiento económico. Dicho de otra manera, el estudio científico del
desarrollo sostenible conlleva a un estudio de las capacidades globales si se
desea continuar con el desarrollo económico, y como se ha venido comentando,
dichas capacidades están acotadas por los capitales creados por la humanidad
(educación y tecnología), y por los capitales que brinda el planeta (biodiversidad y
ecosistemas).

Ya la Agenda 2030, aprobada en septiembre del 2015 por jefes de Estado y de


gobierno en el seno de la ONU señalaba: “La presente Agenda es un plan de
acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad. También tiene por
objeto fortalecer la paz universal dentro de un concepto más amplio de la libertad.
Reconocemos que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y
dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío a que se enfrenta el
mundo y constituye un requisito indispensable para el desarrollo sostenible. Este
plan será implementado por todos los países y partes interesadas mediante una
alianza de colaboración. Estamos resueltos a liberar a la humanidad de la tiranía
de la pobreza y las privaciones, y a sanar y proteger nuestro planeta. Estamos
decididos a tomar las medidas audaces y transformativas que se necesitan
urgentemente para reconducir al mundo por el camino de la sostenibilidad y la
resiliencia. Al emprender juntos este viaje, prometemos que nadie se quedará
atrás”.
A este respecto, la lectura de Economía para un planeta abarrotado, nos
presenta el estado en el que se encuentra el desarrollo económico del mundo. Por
una parte, podemos ver avances sin precedentes en la generación de riqueza y
disminución de la pobreza, pero por otra, ese mismo nivel de progreso hace
insostenible e injustificable que aún exista pobreza extrema. Consecuentemente
existen enormes desigualdades a nivel global y al interior de los países y regiones;
ese mismo estadio está amenazando el medio ambiente desde distintos frentes y
con múltiples efectos negativos tanto en las ciudades como en las zonas rurales:
inundaciones, sequías, alta contaminación y el propio cambio climático.

Pero este autor considera que es posible hallar una solución a los problemas
que nos aquejan, y nos dice que es factible tomar las decisiones de política
pública en dirección al desarrollo sostenible; por ejemplo, el fin de la pobreza
extrema, conseguir crecimiento económico sostenido dentro de los límites
planetarios o la urbanización sostenible mediante el aprovechamiento de las
economías de aglomeración e infraestructura inteligente para aumentar la
productividad, la inclusión social a través de fomentar la movilidad individual y la
integración comunitaria y la sostenibilidad ambiental con una adecuada planeación
urbana. Aunque todo ello es verdad, advierte que aunque el desarrollo sostenible
es posible aún hace falta mucho trabajo que conlleve a la creación de liderazgos,
la participación, la cooperación y el cumplimiento de compromisos por parte de la
comunidad mundial.

Llegados a este punto, nos damos cuenta que los cambios que ambicionamos
alcanzar dependen en gran medida de la participación y compromiso de los
gobiernos en el mundo. La política internacional viene nuevamente a jugar un
papel imprescindible, y es necesario cuestionarse acerca de las diversas aristas
en que interviene la política pública de cada país. ¿Qué acciones deberían
plantearse y ejecutarse para que el desarrollo sea sostenible?, ¿cómo, en
concreto, se lleva a la operación —al campo— la realización progresiva de un
desarrollo que signifique bienestar en todos sus ámbitos?
A este respecto Jeffrey comenta que está en nuestras manos ver cómo
podríamos tener éxito con los ODS, tal como el mundo ha logrado tremendo
progreso con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Sachs cree que, a pesar del
cinismo, la penumbra, la confusión y la política miserable sobre muchos de estos
temas, podemos trascender. A pesar de que pareciera que los sistemas políticos
no responden, las cosas pueden cambiar.

En 2012, la ONU había llegado a la conclusión de que, aunque se avanzaba


ante los retos globales como la lucha contra la pobreza, el hambre, el acceso a la
educación y la lucha contra las enfermedades, no era suficiente. De este modo, se
trabajó para que los ODS involucraran a gobiernos, empresas y sociedad y
abordaran la lucha contra la pobreza, la creación de sociedades más inclusivas y
la preservación del medio ambiente. Los ODS suponen una esperanza para lograr
un desarrollo sostenible global. Por eso, el desarrollo económico tiene que ayudar
a frenar la pobreza y la desigualdad y a combatir el cambio climático. El mundo
necesita acabar con la pobreza, hacer nuestras vidas más inclusivas y una
economía sostenible.

Otro punto a destacar es la invitación que hace Jeffrey a las universidades y a


los estudiantes a que se involucraran para hacer suyos los 17 ODS y trabajen por
su desarrollo. Las instituciones educativas a nivel superior tenemos una gran
oportunidad para hacer las cosas bien, y si las universidades no participan, nadie

lo va hacer. El desarrollo sostenible es el reflejo de una necesidad urgente, pero

también de una oportunidad: aprovechar nuestro conocimiento y los avances


tecnológicos para enfrentarnos a esta crisis y ayudar a la humanidad.

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