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1.35.

La fundamentación de la ética para la formación de un buen ciudadano y


buena persona desde Husserl

A partir de la fenomenología de Husserl se puede establecer el criterio de


renovación como un factor ético universal de la humanidad que tiene como compromiso
moral la responsabilidad de transformar la cultura determinada por el ser y la sociedad.
Para ello, es necesario unos procesos educativos marcados por la ética, la cual fomenta
ciudadanos responsables para fortalecer y humanizar los avances técnicos de la
civilización.
Husserl realiza un análisis intencional de las vivencias en donde los fenómenos
son conciencia de las situaciones morales, permitiéndole sistematizar los actos que
encierran una fenomenología de lo moral que conlleva a una dimensión trascendental de
la intencionalidad como responsabilidad y como fin práctico. Además, este análisis
fenomenológico se realiza a través de un sentido subjetivo que actúa bajo el signo del
deber que para Husserl conlleva al principio de responsabilidad que renueva la vida
individual y la cultura.
Con lo anterior, Husserl desarrollará una concepción trascendental práctica de la
fenomenología desde una reflexión basada en el ethos, que establece «la comunidad de
quienes viven del espíritu de autonomía, cuya tarea no se agota en una cultura
determinada, sino que es in-finita, es decir, nunca termina» (2002, pág. 4). Dicha
concepción hace que Husserl considere la ética como una autorresponsabilidad del sujeto
y al mismo tiempo que la fenomenología sea una filosofía del presente desde lo histórico.
De manera que, el sentido y el análisis fenomenológico de las vivencias cobra
sentido y no desde un contenido cognitivo de los juicios, sino de una comprensión
valorativa del sujeto que lo determina y lo motiva hacia unos procesos de renovación
social y cultural. De ahí que, la responsabilidad que ha descubierto la fenomenología
pertenece al sujeto y al contexto histórico y cultural que implica un compromiso y una
renovación social.
Para Husserl la fenomenología «hace de los filósofos funcionarios de la
humanidad, pues cargan sobre sus hombros la «responsabilidad» por el verdadero ser de
la humanidad» (2002, pág. 4). Lo anterior provoca una transformación personal dando
paso a la segunda etapa del camino fenomenológico de la ética, la cual es un estado de
transición que consiste en reflexionar éticamente la cultura a partir del ámbito de
pertenencia y de la fuente de motivación que es comprendida de una forma hermenéutica.
Esta segunda etapa implica un cambio de paradigma que parte de una intuición
valorativa a una tematización de la subjetividad como responsabilidad, la cual va ligada a
un fin ético que es transformado desde un sentido metafísico que muestra que el obrar es
libre porque la sociedad está destinada a la libertad.
Sin embargo, Husserl mantiene la postura de que «lo ético como tal es una forma
transpersonal como la misma lógica, así los presupuestos materiales de nuestras
posiciones ético-políticas evidentemente sean muy diferentes» (2002, pág. 5). Así mismo,
el punto de vista moral contiene un sentido integral de la persona por lo que reconstruye
su sentido de asumir su responsabilidad dándole a la cultura una transformación que parte
de ideas dadas por la filosofía para la educación de los pueblos. Por ello, la ética
fenomenológica establece la competencia reflexiva del sujeto y la capacidad de cumplir
responsablemente los quehaceres que transforman la sociedad y la cultura.
Por consiguiente, la captación de las fuentes de reflexión filosófica como
capacidad de tomar conciencia crítica y de responsabilidad del sujeto hacen que la
renovación sea el punto esencial que constituye una búsqueda fenomenológica de un
proyecto filosófico de formación ética de ciudadanos responsables.
En las lecciones de ética de 1920, Husserl tiene gran interés por diferenciar entre
naturaleza y espíritu por lo que contempla la distinción de ambas caracterizándolas
rigurosamente oponiéndolas al principio de causalidad, que tiene una profunda motivación
hacia el ámbito social, dicha motivación es el pilar para
el reino universal de los fines, que no es otro que el mundo de la vida, en el que se nos
da la subjetividad en actividad comunitaria y social, consciente de su responsabilidad y
capaz de asumir tareas de renovación cultural que surgen de dicha conciencia: se trata
del sentido de la intencionalidad como responsabilidad (2002, pág. 6).

Por tanto, la ética no puede ser particular, sino es general, ya que la renovación del
hombre como ser individual y de la humanidad es el tema central de esta. Su concepción
brinda un acercamiento a una filosofía moral, la cual equilibra las conductas practicas
buenas o malas de los seres humanos con sus semejantes, dándole a la ética el sentido de
ciencia que integra la vida activa desde una subjetividad racional con una perspectiva que
regula unitariamente en integridad. De modo que, para desarrollar el sentido cultural de la
ética se debe ver al hombre como un ser libre, con la capacidad de autoconciencia genuina
que funda toda postura reflexiva referente a los actos de autoconocimiento, autovaloración
y autodeterminación. El hombre es consciente no sólo de su libertad, sino de la
responsabilidad que ejerce en sus capacidades de
representar, pensar, valorar y querer, no sólo como actos meramente singulares, suyos
propios, sino que puede realizar todos esos actos también en forma general, es decir,
como casos de representar, del pensar, del valorar, etc.., casos tanto particulares como
universales. Esta es la esencia misma de la intencionalidad. (2002, pág. 7).

Lo anterior, muestra como la vida humana adopta la forma de un esfuerzo positivo


que va encaminado a unos valores positivos, los cuales brindan una teleología de la
intencionalidad que autorregula del sujeto teniendo en cuenta el inicio reflexivo y el
sentido como responsabilidad personal y social. Husserl ubica al hombre en una tensión
doble, la cual trata de determinar heterónomas que puedan autodeterminarse desde unas
valoraciones positivas que hacen que la capacidad ética se comprenda como una
automotivación que se relaciona con el conocimiento práctico. Igualmente da la
posibilidad de asumir el imperativo categórico de Kant en el que constituye al hombre
como auténtico que es capaz de llevar una vida responsable desde su experiencia misma.
Con base a lo anterior, se puede interpretar que el primer avance de la
fenomenología fue rescatar la persona moral, su forma ética y su capacidad de
responsabilidad, que conduce a estar «moralmente bien». No obstante, queda una cuestión
por resolver y es el «por qué una ética individual significa a la vez una ética social y
cultural, no como tarea del individuo, sino como tarea común que se constituye en fuerza
cultural, que incide a la vez en los particulares» (2002, pág. 6-7). Para dar solución a este
interrogante se debe reconocer el significado de cada pertenencia que posee el hombre, ya
que la circunstancia de su vida se enmarca en una vida colectiva y sus consecuencias
determinan su conducta ética, la cual permite apreciar a los otros como parte de su mundo,
pero también los reconoce como valores que aportan al desarrollo de su voluntad ética.
Esa voluntad ética conlleva a una relación de fundación que se establece desde los
actos quienes son fundamento, pero en la nueva realidad, la sociedad es el resultado de las
relaciones entre personas, ya que los actos colectivos se fundan en los individuos
brindando como posibilidad que el sujeto individual pueda devenir del sujeto moral a
partir de la colectividad.

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