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La Psiquiatra es una rama de la medicina que tiene por objeto la patología de la “vida de
relación” a nivel de la integración que asegura la autonomía y la adaptación del hombre a
las condiciones de su existencia.
Esta postula una diferencia entre lo normal y lo patológico en el hombre considerado por el
médico en el plano su humanidad y no solamente en el plano de su vitalidad.
la concepción que predomina entre los psiquiatras, es la que entiende al síntoma como
parte de una enfermedad y como algo a eliminar mediante el uso de un fármaco en el
marco de un dispositivo institucional adecuado. La urgencia finaliza cuando el síntoma se
resuelve. Esto es consecuente con la posición de los psiquiatras respecto de su objetivo en
relación con la resolución de la urgencia: la vuelta al equilibrio o estabilidad, perdidos.
Podemos destacar que, si bien estos basan su intervención en los diagnósticos que propone
el DSM, y, por lo tanto, es una intervención estandarizada, en algunos casos manifiestan la
importancia de considerar la singularidad del paciente, junto con el diagnóstico estándar.
Si para la psiquiatría clásica el síntoma era el signo de la enfermedad, para el psicoanálisis
siempre se trató de un fenómeno subjetivo, expresión de un conflicto inconsciente. Freud
en su conferencia 16 no buscaba oponer su doctrina a la psiquiatría, sino que afirmaba que
ambas disciplinas son complementarias. Sin embargo, alegó que el psicoanálisis tenía
mucho que aportar al esclarecimiento del sentido de los síntomas, porque para el
psicoanálisis los síntomas poseen un sentido, el cual “reside en un vínculo con el vivenciar
del paciente”
En dicha conferencia “Psicoanálisis y Psiquiatría” nos da un ejemplo en donde una señora
cursa con una idea delirante en la cual los celos son el contenido de la misma, dice que si
este caso es tomado por la psiquiatría. El psiquiatra intentara primero caracterizar el
síntoma mediante una propiedad esencial, La señora padece de un delirio de celos, he ahí
la característica esencial de ese caso patológico. La psiquiatría se centrará exclusivamente
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en una sola de las cuestiones, investigara en la historia familiar de la señora y nos aportara
quizás la respuesta de que esta señora ha desarrollado una idea delirante porque estaba
predispuesta a causa de una TRANSMISION HEREDITARIA.
El psiquiatra no conoce ningún camino que lo haga avanzar más en el esclarecimiento de
un caso de esta índole. Tiene que conformarse con el diagnóstico y una prognosis del
desarrollo ulterior.
En cambio el psicoanálisis profundiza en cuanto al esclarecimiento del sentido o del
propósito y en cuanto a la dependencia de algo inconsciente que estaba dado dentro de la
situación.
Freud no plantea una contradicción entre lo que nos arroja la psiquiatría y el psicoanálisis.
Sino que nos muestra que son complementarias.
El psiquiatra, al ocuparse más de curar a sus enfermos, no tiene tanto tiempo para
observarles y discutir sobre la naturaleza de sus trastornos, por lo que las “teorías” han
pasado a un segundo plano en sus preocupaciones. Pero no puede evitar referirse a un
esquema teórico que le obliga a tomar posición con respecto a los problemas difíciles, en
los cuales compromete necesariamente su concepción y su terapéutica de la enfermedad
mental.
Estas posiciones teóricas o escuelas a las que pueden adherir son como cuatro puntos
cardinales que orientan los movimientos psiquiátricos actuales:
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TEORIAS PSICODINAMICAS (o PSICOGENETICAS) DEL INCONCIENTE
PATOGENO
Aquí las enfermedades mentales son consideradas como manifestaciones simbólicas del
inconsciente patógeno.
El modelo teórico que define este movimiento se apoya en dos puntos esenciales: 1º el
inconsciente representa un sistema de fuerzas afectivas reprimidas que no se manifiestan
clínicamente sino por medio de una distorsión simbólica de su sentido, de tal manera que la
formación simbólica del pensamiento onírico constituye el modelo de los mecanismos
psicopatológicos; 2º el inconsciente está constituido por fuerzas instintivas (Ello) o
represivas (Supe-Yo) que en el curso del primer desarrollo libidinal del niño, cuando se
establecieron sus primeras relaciones objetales, formaron sistemas afectivos.
El conflicto de estas fuerzas inconscientes con el Yo y la realidad es el que determina las
enfermedades mentales.
La psiquiatría dinámica ligada al descubrimiento del inconsciente constituyo una reacción
necesaria contra el modelo mecanicista, pero tiende a extender abusivamente su campo,
reduciendo al hombre “llamado normal” o “ llamado enfermo” a un denominador común :
el Inconsciente.
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costos pueden traer como consecuencia un extraordinario empobrecimiento de la persona
en cuanto a energía anímica disponible y, por lo tanto, su parálisis para todas las tareas
importantes de la vida.
Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva
modalidad de la satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han enemistado vuelven a
coincidir en el síntoma; se reconcilian gracias al compromiso de la formación de síntoma.
Es por eso que este es tan resistente, ya que esta sostenido de ambos lados.
Una de las dos partes envueltas en el conflicto es la libido insatisfecha, rechazada por la
realidad, que ahora tiene que buscar otros caminos para su satisfacción, por lo que se ve
precisada a emprender el camino de la regresión y aspira a satisfacerse dentro de una de las
organizaciones ya superadas o por uno de los objetos que resigno antes. En este camino de
la regresión, la libido es cautivada por la fijación que ella ha dejado tras sí en esos lugares
de su desarrollo.
En cambio, el camino de la perversión se separa tajantemente del de la neurosis. Si estas
regresiones no despiertan la contradicción del yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido
alcanzara alguna satisfacción real, aunque no una satisfacción normal.
Pero el conflicto queda planteado si el yo no presta su acuerdo a estas regresiones.
Las representaciones sobre las cuales la libido transfiere ahora su energía en calidad de
investidura pertenecen al sistema del inconsciente y están sometidas a los procesos allí
posibles, en particular la condensación y el desplazamiento.
La subrogación de la libido en el interior del inconsciente tiene que contar con el poder del
yo preconsciente. La contradicción que se había levantado contra ella en el interior del yo
la persigue como “contrainvestidura” y la fuerza a elegir una expresión que pueda
convertirse al mismo tiempo en la suya propia. Así el síntoma se engendra como un retoño
del cumplimiento del deseo libidinoso inconsciente, desfigurado de manera múltiple.
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Continuando con lo desarrollado en los síntomas neuróticos vamos a decir con respecto a
los puntos de fijación , que el neurótico se halla ligado a un periodo de su vida pretérita
durante la cual no se hallaba su libido privada de satisfacción y se sentía por tanto feliz.
El síntoma reproducirá de cualquier manera la infantil satisfacción libidinosa, aunque
deformada por la censura, producto del conflicto, acompañada generalmente por
sensaciones de dolor y asociado a factores correspondientes a la ocasión que provoco la
enfermedad. Esta satisfacción que el síntoma procura es de una singular naturaleza ya que
el sujeto no la siente como tal, sino como algo doloroso y lamentable.
Aquello que en épocas anteriores fue para el individuo una satisfacción despierta hoy su
repugnancia.
Hay en la neurosis una adherencia al trauma, como si este no hubiera pasado manteniendo
identidad y actualidad. Se repite una y otra vez el suceso traumático produciéndose una
descarga más allá de las representaciones. Esta tarea se encuentra en más allá del principio
del placer y es la compulsión a la repetición. Hay repetición en el síntoma.
El trauma luego deja de tener un carácter experiencial, no se trataba de algo acontecido;
podía ser fantaseado. Relaciona la fantasía con el trauma.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas
no siempre son escenas verdaderas, pero si son producto de la fantasía estas poseen
realidad psíquica y en el mundo de la neurosis la realidad psíquica es la decisiva.
Conclusión
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paciente.
Durante el desarrollo del presente trabajo pudimos dar cuenta de la diferencia, pero a la vez
complementariedad de la Psicología y la Psiquiatría, ya que no podemos decir que una
anula a la otra, sino que son como una continuación.
Bibliografía
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- Laplanche, J. & Pontalis, J. B. Diccionario de Psicoanálisis. Labor Editorial, Buenos
Aires. 1997.