Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
la heteronormatividad.
El caso de la organización Caribe Afirmativo en la ciudad de Barranquilla
…una forma de poder social que produce el campo inteligible de los sujetos, y un
aparato que instituye el género binario. (Butler, 2004, p. 78).
Siguiendo con el binomio dentro/fuera se puede decir que todas aquellas
identidades transgenerizadas se encuentran fuera del orden político establecido, y
por ende son valoradas socialmente desde la abyección, la anomalía y la patología
deviniendo en un proceso de deshumanización que se manifiesta en todo tipo de
violencias, especialmente la violencia por prejuicio y violencia basada en género, lo
cual si se concibe desde la heterosexualidad no como una opción, sino más bien
como una institución obligatoria (Rich, 1996) se podría decir, que es el cultivo
idóneo para estigmatizar y promover el prejuicio hacia estas identidades trans;
según el informe de Violencia hacia personas LGTB en Colombia (2015) se
manifiesta que son 61 hechos registrados de violencia hacia personas LGTBI, de
los cuales 22 hechos estuvieron motivados por prejuicios hacia su orientación
sexual o identidad de género; donde 57 de estas víctimas eran personas trans, de
las cuales 29 eran mujeres trans.
Objetivo General
Problematizar la heteronormatividad frente a las experiencias de las personas trans
en la organización Caribe Afirmativo.
Objetivos Específicos
Desentrañar los procesos de construcción de identidad y subjetividad de las
personas trans.
Interpretar las formas de subjetividad política que surgen desde las narrativas de las
personas con identidad de género trans.
Identificar formas de violencia que se ejercen institucionalmente (salud, educación
y justicia) contra las personas trans.
4. Marco teórico
Dispositivo teórico-conceptual
Para definir las coordenadas teórico-conceptuales (y metodológicas) en las que se
inscribe esta propuesta tomamos como punto de partida el aporte teórico conceptual
que plantea la filósofa feminista Judith Butler en relación de la categoría de género
y su carácter performativo, para dar cuenta de cómo los sujetos devienen como tal
en la medida en que son interpelados por las normas que permean y mantienen
vigente la heterosexualidad obligatoria. Butler concibe al género como una norma
que funciona bajo un discurso restrictivo concebido bajo el principio de la
normalización, determinando la inteligibilidad social de los sujetos y a su vez, lo que
aparecerá en la esfera social (Butler, 2001) , sin embargo, los que se encuentran
fuera de la norma, al reivindicar su diferencia son definidos en relación con la norma
pero desde la exclusión, la otredad y la anormalidad; precisamente porque el género
sólo concibe la norma establecida desde el binomio masculino/femenino omitiendo
su otra posibilidad de constituirse como el mecanismo a través del cual dicha
normalidad se deconstruye y se desnaturaliza posibilitando su alteración (Butler,
2004) , por lo que para la autora:
En su libro “Deshacer el género” (2004) afirma que el género como ente regulador
de los sujetos funciona como un sistema de poder que limita los campos de acción
de todas aquellas personas que no se encuentran identificadas con el binomio, en
ese sentido podríamos decir, que el género es violento en la medida que impone en
los cuerpos -cirugías correctivas y normalizadoras, que en palabras de Butler, son
llamadas castigos sociales a las transgresiones de género- y subjetividades de las
personas dos únicas posibilidades constreñidas dentro de la heterosexualidad
jerárquica y las formas de heterosexualidad hegemónicas, patologizando las formas
diferentes de sexualidad Queer.
…su binarismo no puede darse por hecho fuera del marco heterosexual, que el
género mismo es eternamente inestable y que las vidas transgenero evidencian la
ruptura de cualquier línea de determinismo causal entre la sexualidad y el género.
(Butler, 2004).
La performatividad se convierte para esta investigación en determinante para la
comprensión de la categoría de género como sedimentación de una serie de
producciones discrusivas que funcionan a través del poder del discurso causando
el efecto deseado en los sujetos, que hace realidad lo que nombra a partir de la
reiteración, de la regulación, materializa los cuerpos como un efecto de ese
mandato, en ese sentido el género no es una elección o decisión, sino más bien una
imposición u obligación que marca al sujeto previamente, el cual debe acatarse a
estas normas heterosexuales para edificarse como sujetos viables culturalmente,
es un régimen al que los sujetos son sometidos a través del castigo, el
disciplinamiento, la prohibición y el tabú. La fuerza normativa de la performatividad
establece el binarismo masculino/hombre, femenino/mujer y su respectiva unión
heterosexual, exige la encarnación de ciertos ideales de masculinidad y feminidad;
constituyendo así su carácter y su propia lógica fantasmatica, fantasiosa e
imaginativa, porque dicha estabilidad producen su propia subversión, lo que no se
puede nombrar, su propio exterior constitutivo, demostrando la ingobernabilidad de
dicha matriz heterosexual, ya que en cuanto a ideales no se alcanzan plenamente
por lo que esta incapacidad de acercarse a la norma o al carácter naturalizado de
la heterosexualidad no es lo mismo que la subversión de la norma (Butler,2002).
En este sentido Butler, afirma que los y las homosexuales no son hombres y
tampoco son mujeres, por lo que podríamos decir, que también aplica para todos
los demás géneros ya proliferados, pero no reconocidos, especialmente para las
personas trans, en la medida que se han apartado del género masculino y femenino,
cesan de ser hombres y mujeres, por lo que el género tal y como se conoce
actualmente es radicalmente incompatible con la homosexualidad y la
transexualidad… la autora termina concluyendo que por tal motivo, la
homosexualidad -a lo que también se debe agregar la transexualidad- debe
convertirse en su propio género, desplazando por completo la oposición binaria
entre lo femenino y lo masculino, pero sobre todo transformando lo que entendemos
por ser humano universal y todas sus formas “políticamente correctas” de
manifestarse, es imaginarse lo humano más allá de sus límites convencionales
(Butler, 2004, p. 260).
Este ser humano no será único, no tendrá una forma definitiva, sino que será lo
que está negociando constantemente la diferencia sexual, de forma que no tenga
consecuencias naturales o necesarias para la organización social de la sexualidad
(Butler, 2004, p. 271).
En este mismo sentido es válido mencionar a Adrienne Rich y su texto
“Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana”, escrito en 1978 y publicado dos
años después, en el que la autora plantea la necesidad de cuestionar la
heterosexualidad como institución política que se impone, especialmente sobre las
mujeres, haciendo imposible la visibilizacion de las lesbianas, que a causa de esta
institución ha sido borrada de la historia o en su defecto, han sido representadas
desde la enfermedad y la aberración. Cuestiona fuertemente el movimiento
feminista al no replantarse la categoría mujer más allá del binarismo de género que
da por hecho de que la mayoría de las mujeres son heterosexuales por naturaleza,
dejando de lado la posibilidad de que puede resultar en no ser una preferencia u
orientación innata, sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado,
organizado, propagado y mantenido a la fuerza (1978: 38-39). En esta misma línea
es pertienente considerar los aporte de la lesbofeminista, Monique wittig (1992), la
cual causó revuelo con su afirmación, “las lesbianas no son mujeres”, precisamente
porque planteo la existencia de las mujeres como clase política y económica que
existe en la medida en que es definida por el hombre y vive en función de mantener
el sistema heteropatriarcal, es decir, la idea de mujer madre, mujer esposa,
categorías que presuponen una apropiación de la fuerza de trabajo y la noción de
servidumbre de las mujeres por parte de lo general, es decir, lo masculino. Así que
para Wittig las lesbianas son un producto de la sociedad, un no hombre, una no-
mujer; algo distinto a la mujer en la medida en que busca liberarse del yugo
ideológico heteropatriarcal y constituir un nuevo orden político, social y simbólico;
especialmente porque con la categoría lesbiana se desmonta la diferencia sexual
como causa y justificación de la desigualdad que por décadas ha ubicado a las
mujeres en posición de subordinación y opresión. En este sentido podríamos
considerar si la idea de la clase dominante en tanto hombres y la clase subordinada
en tanto mujeres, encuentra su máxima subversión y transformación en las
identidades transgenero y transexuales, o lo que sería mejor, en esas prácticas
sexuales que determinan la identidad de género de los otros desde el régimen
heterosexual.
Tal vez el sexo como categoría deje de ser determinante para el reconocimiento de
las personas y podamos prescindir de la categoría sexo en su totalidad, en la
medida en que no hace manifiesto ninguna verdad sobre quien se nombra o es
nombrado; teniendo en cuanta que según Wittig la categoría sexo es producto del
sistema heterosexual y solo sirve para diferenciar lo particular (las mujeres) de lo
general, de lo universal (los hombres), por lo que hacer evidente las identidades
trans constituye una re significación de lo que se considera universalmente humano
y por ende expande y erradica los parámetros tradicionales de inteligibilidad
humana.
En el intento de problematizar la heternormatividad y las categorías que la
conforman podemos aludir al cuerpo o los cuerpos en la medida en que el sistema
sexo/género de la matriz heterosexual ha sido un atributo indisociable del cuerpo
evidente, tal y como lo plantea Meri Torras, en su texto, “El delito del cuerpo” (1999),
esta autora plantea la necesidad de pluralizar las posibilidades de materializaciones
corporales a la hora de establecer las categorías de identidad que posibilitan el
reconocimiento de los seres humanos como sujetos; ¿ante que permanecemos
ciegos/as al ver un cuerpo por más desnudo que este?, con esta pregunta evidencia
la necesidad de deconstruir la heterosexualidad y el binomio hombre/mujer que la
conforma y llegar a establecer, visibilizar y normalizar lógicas distintas a la patriacal
heterosexista (1999: 11-12). De este modo Torras comparte con Butler que los
cuerpos son materializaciones políticas y culturales, son efecto del poder del
discurso y el lenguaje, así:
No tengo opción en este asunto. Tengo que actuar de esta manera debido a mi
posición (como marido, padre…), la identidad misma (el yo total…) puede reificarse,
tanto el propio, como los otros. Existe pues una identificación total del individuo con
sus tipificaciones socialmente atribuidas. (Berger y Luckman, 1999, p. 119).
Siguiendo con Berger, P & Luckman se establece que los roles como realidades
subjetivas sólo pueden mantenerse en un ambiente que los confirme
constantemente por medio de unas estructuras sociales de plausibilidad o
“realidades vivientes“(Berger y Luckman, 1999, p.194) eficaces que confirmen mi
auto-identificación, es decir, la identidad: …es un fenómeno que surge por la
dialéctica entre el individuo y la sociedad… son productos sociales… elementos
relativamente estables de la realidad social objetiva” (Berguer y Lukman, 1999, p.
217) en este sentido la identidad de un hombre o una mujer, se concibe a partir de
la identidad en cuanto a fenómeno social que se verifica a través de los estereotipos
que la definen y designan.
Los géneros que tengo en mente existen desde hace mucho tiempo, pero no han
sido admitidos en los términos que rigen la realidad. Se trata de desarrollar un nuevo
léxico legitimador para la complejidad de género que siempre hemos estado
viviendo, un nuevo léxico dentro de la ley, la psiquiatría, dentro de la teoría social y
literaria. (Butler, 2004, p. 308).
Es así como la reiteración de normas hegemónicas constituyen la marca del sexo y
del género que preceden al sujeto, confirmando que no hay ningún yo previo a su
asunción de sexo (Butler, 1993, p. 153), la autora complementa afirmando que toda
formación discursiva debe entenderse en relación con aquello que tal formación no
puede acomodar dentro de sus propios términos discursivos o simbólicos. (Butler,
1993, p. 273). Ninguna categoría sea la de mujeres, homosexuales o hombres
debería presumir de un esencialismo radical de género, ni mucho menos asumirse
como categorías descriptivas totalizadoras porque implica imposibilitar un futuro
para el significante político, entendiendo por este como un conjunto de
intersecciones de relaciones sociales que no se puede resumir mediante los
términos de identidad (Butler, 1993, p.306); la eficacia política de las categorías
radica entonces, en la incapacidad del significante de producir la unidad prometida,
por lo que para un fin realmente democratizador las categorías deben permanecer
abiertas a la rearticulación de aquello que excluye, para lograr su determinación, si
se tiene en cuenta que toda simbolización respalda el antiesencialismo en la medida
en que se basa en una carencia, en sus propias exclusiones constitutivas. (Butler,
1993, p. 307).
Han sido varias las investigaciones, generalmente de tipo cualitativo, que intentan
abordar desde categorías políticas objetivadas socialmente, el proceso de
subjetivación por medio del cual las personas trans subvierten y evidencian la
necesidad de pluralizar las instituciones que regulan el devenir sujeto digno de
derecho y estatus de ciudadano pleno en Colombia; categorías como, entrevista
laboral, visita conyugal a personas trans privadas de la libertad… son muestra de
cómo todo cuanto nos permite vivir dignamente está condicionado y contemplado
desde el régimen político de la heterosexualidad cuya base ontológica se encuentra
en el determinismo biológico, dejando vidas humanas excluidas, en estado
permanente de precariedad. En este sentido cabe mencionar la tesis, ““Trans el
muro: Mujeres trans en condiciones inframurales en Colombia. Una perspectiva
desde los principios de igualdad y no discriminación” (2015), de Diana Prado
Mosquera, donde se evidencia como estas categorías políticas materializadas en
derechos humanos han sido reconocidos y concedidos sólo por la Corte CC,
mientras que los congresistas que conforman los grupos políticos de mayor o menor
aceptación popular constituyen una rémora para el devenir sujetos de derechos a
las personas trans al no querer proferir una ley de identidad de género que
trascienda la categoría mujer y hombre en cuanto a sexos biológicos. promoviendo
que sean más vulnerables a todo tipo de violencia… por prejuicio y discriminación,
además, concluye que para que las personas trans sean incluidas en todas las
formas de expresión del Estado no se debe hablar de identidad sexual o de sexo
por su connotación dicotómica y bilógica, sino de género, o explícitamente de
expresión e identidad de género, tal y como expreso la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en el 2003: “No se admiten tratos discriminatorios en perjuicio
de ninguna persona por motivos de género, raza, color, idioma…este principio
(igualdad y no discriminación) forma parte del derecho público internacional
general…”
Según este recorrido podemos afirmas que las identidades trans han sido
abordadas en relación con el marco jurídico y legal que posibilita o no a las personas
devenir sujetos de derecho y ciudadanos de primera clase; desde los tratados
internacionales hasta la Constitución de 1991, sentencias y la ley antidiscriminación
1752 del 2015. No obstante, no se perciben esfuerzos por romper, subvertir los
estereotipos basados en los géneros hegemónicos o identidades de género
heterocentradas, es decir, apuntar hacía la verdadera transformación, ya que si bien
la identidad trans implica la reflexión desde las categorías institucionalizadas desde
la heterosexualidad obligatoria, no se plantean una convergencia entre las
categorías mujer/hombre y mujer/hombre trans para deconstruir los mandatos
esencialistas de género, los cuales constituyen una limitación para todas las
identidades en general. Así los hombres trans serían el motor de cambio hacia
nuevas masculinidades más allá de la significación obsoleta del sexo biológico y las
mujeres trans constituirían la nueva autodeterminación femenina donde ningún rol,
conducta y expectativa basada en género estaría relacionada con ser mujer en su
sentido más tradicional. Para esto el análisis estaría fundamentado desde la teoría
Queer y la teoría de la performatividad del género de Butler, la primera desde su
desidentificación profunda con el binarismo hegemónico; y la segunda, desde el
travestismo de todo género, entre otros aspectos.