Вы находитесь на странице: 1из 4

Respecto a la construcción del relato de la historia, es necesario

entender que la adopción de un determinado camino en el devenir


histórico fue hecha a cambio de desechar otras alternativas, que
nada está fatalmente determinado de antemano, que los hombres y
mujeres intervienen en la historia y pueden transformarla, y que el
paisaje social, por no ser ni natural ni eterno, es susceptible de ser
modificado. (Fontana, 2003, p. 30).

De Fontana a Gregory; Sensación, percepción y conocimiento:


Teoría del conocimiento y escritura de la historia

Si bien el origen del conocimiento no es un tema que la filosofía aborde por primera vez con el
Empirismo inglés de los siglos XVII y XVIII, pues tal como nos lo cuenta Jean Piaget en su texto
original de 1957 El mito del origen sensorial de los conocimientos científicos, pues su origen se
encuentra al parecer en la Metafísica de Aristóteles, es con los filósofos de la llamada Ilustración
Escocesa, Thomas Hobbes, John Locke y David Hume, con quienes dicha perspectiva se incorpora de
manera intencional como parte de un proyecto totalizante que según el historiador catalán Josep
Fontana Lázaro (1999) “Comenzó como una investigación sobre el entendimiento humano, prosiguió
con una reinterpretación de la historia y acabó cristalizando en una economía política” (p. 82), o en
palabras más sencillas, buscó presentar al capitalismo como un hecho natural propio de la naturaleza
humana y punto culminante del proceso de construcción histórica de nuestra felicidad humana. Esa
visión de la historia construida en la Inglaterra ilustrada de los siglos XVII y XVIII se mantiene hasta
nuestros días y es transmitida en las aulas como parte de la enseñanza de la historia.

De acuerdo con lo anterior, se persigue aquí presentar una posición crítico analítica que permita
conocer la perspectiva de la epistemología genética piagetiana, contraria sin embargo a cualquier tipo
de fundamentalismo empirista, en diálogo con otros autores como el neurólogo de la percepción
Richard Gregory y el filósofo y escritor estadounidense Daniel C. Dennet (y su alusión a las criaturas
de origen “skinneriano, popperiano o gregoriano), quienes desde perspectivas distintas, entran en la
discusión inaugurada por Aristóteles sobre el origen del conocimiento, en textos de finales del siglo
pasado.

1. John Locke y los empiristas Ingleses:

Los empiristas ingleses hacen parte del movimiento filosófico de la Ilustración Escocesa, escuela
filosófica de los siglos XVII y XVIII que realizó aportes muy importantes para la psicología y la teoría
del conocimiento, así como para la teoría política y el pensamiento económico moderno, se originaron
en el proceso de la llamada Glorious Revolution de 1640, proceso incruento durante el cual los Tories,
partidarios de la monarquía, terratenientes por definición o Land Lords, se enfrentaron a los Whigs,
representantes de la burguesía comercial en proceso de consolidación y de espíritu liberal, que
desembocó en la instauración del sistema inglés de gobierno, del tipo Monarquía Constitucional
Parlamentaria en la que los representantes de los Whigs ostentan el poder político con el permiso que
otorga la corona inglesa como último vestigio simbólico del gran poder que durante la edad media
ostentaran los mencionados señores de la tierra.
Esta perspectiva inauguró una manera particular no sólo de considerar el conocimiento del devenir
histórico como lineal e inevitable, sino que tambien construyó una perspectiva particular frente al
origen del conocimiento científico, la cual es patente en la visión elaborada por John Locke en su
Ensayo sobre el Entendimiento Humano de 1690. Allí plantea que el origen de las ideas se encuentran
en la sensación o en la reflexión, al concibir la mente como un “papel en blanco, libre de toda
inscripción y sin ninguna idea” (p. 83), y frente al origen del conocimiento enfatiza en el que frente a la
pregunta sobre de donde saca la mente todo ese material de la razón y el conocimiento?

Contesto con una sola palabra: de la experiencia; he allí el fundamento de todo nuestro
conocimiento, y de allí es de donde en última instancia se deriva. Las observaciones que
hacemos acerca de los objetos sensibles externos o acerca de las operaciones internas de
nuestra mente, que percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos, es lo
que provee a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Esta son las dos
fuentes del conocimiento de donde dimanan todas las ideas que tenemos o que podamos
naturalmente tener. (Locke, 2000, p. 83).

2. Piaget y el Empirismo:

De acuerdo con la anterior cita de Locke, en el origen mismo del empirismo inglés, se anticipa la visión
propuesta por la psicología genética que Piaget desarrollará más de dos siglos después al defender que
“el conocimiento no proviene jamás de la sensación aislada sino de lo que la acción agrega a ese dato”
(Piaget, 1972, p.64), reafirmando la idea del doble origen del conocimiento, con fuente única en los
sentidos y de su abstracción a partir de datos sensoriales, (p.83).

A partir de lo anterior, Piaget plantea su posición frente a la función cumplida por la inteligencia, la
cual no es de simple observación sino de transformación, gracias a su condición de mecanismo
esencialmente operatorio, en el que las operaciones, como acciones interiorizadas de tipo secuencial,
están coordinadas en esquemas, es decir, generalizaciones de esas mismas acciones, las cuales cambian
a lo largo del desarrollo. En ese marco, la experiencia es considerada en términos de las
esquematizaciones con las que el individuo organiza los datos gracias a la intervención de dispositivos
sensorio – motrices.

De esta manera, con Piaget, la cuestión sobre el origen del conocimiento se adentra en el campo de lo
perceptivo, hecho que no se reduce a la simple lectura sensible de la realidad, sino a la organización
que de los componentes mismos de la realidad elabora la inteligencia a lo largo del proceso de
desarrollo. En definitiva, el conocimiento no sería solamente resultado de la experiencia, sino de su
concurso junto con la deducción en la elaboración misma del mundo por parte del individuo por medio
de acciones u operaciones de tipo lógico matemático por medio de las cuales el individuo logra asimilar
intelectualmente los objetos.

3. Conocimiento, percepción, sensación e interpretación.

Por lo anterior, ya que el conocimiento científico es reflejo de la naturaleza de la inteligencia humana y


al ser esta mucho más que el resultado de la simple percepción del mundo, la posición del empirismo
respecto a la unión percepción – operación defendida en la cita de Locke, establece una relación directa
entre el conocimiento y la experiencia, la cual es mediada por las percepciones, frente a lo cual cabe
preguntarse sobre la fiabilidad de las mismas; es decir, sobre la naturaleza misma de sus elaboraciones.
El hecho que es puesto en evidencia por el análisis que de dicha unión hacen autores como Richard
Gregory (1985), para quien la pregunta sobre la inteligencia y su naturaleza no puede ser ajena a
conceptos como percepción y acción en términos piagetianos, pues si bien Gregory acude a conceptos
de la física como potencial y cinético no sólo la inteligencia, sino su producto más elaborado, la
ciencia, termina por afirmar que la inteligencia no reside en el cerebro como tal, sino en sus procesos,
o, volviendo con ello al terreno del autor suizo, de sus operaciones.

En ese sentido al reafirmar la relación entre conocimiento y percepción en términos de interpretación,


Gregory propone que esta última determina la percepción, es decir, volviendo a los empiristas ingleses,
el conocimiento como fruto de nuestras percepciones está determinado antes que por las simples
sensaciones como hechos físicos de entrada, por la interpretación que nuestro cerebro hace de las
mismas. Esta y no otra realidad explicaría la naturaleza de las ilusiones, las cuales son definidas por el
autor como percepciones incorrectas mediadas por limitaciones de origen físico de nuestros órganos
sensoriales; por pérdidas e interacciones neuronales que producen señales distorsionadas, o como
ilusiones cognitivas cuando se originan en el mal uso de suposiciones o del conocimiento mismo.

En ese sentido para Gregory, los fenómenos ilusorios pueden ser del tipo arriba – abajo, cuando se
deben a la percepción (interpretación) distorsionada, o en sentido contrario, abajo – arriba, cuando la
sensación es mediada por algún tipo de agente que la distorsiona.

4. Dennet y la crítica a la Ilustración cartesiana; El poder de las palabras.

Al momento de considerar el origen del entendimiento como característica primordial de la condición


humana, es ineludible la mención del lenguaje. Dicha condición es analizada por el filósofo de la
historia estadounidense Daniel Clement Dennet, cuya relación con la ciencia cognitiva nos permite
regresar de vuelta al pensamiento ilustrado. Nacido en Boston en 1942, como profesor de filosofía,
Dennet ha intentado construir una teoría de la mente basado en la ciencia empírica y que sea de utilidad
para ella. Es así como en su obra de 1969 Contenido y Conciencia, Dennet ha advertido cómo para la
filosofía de la mente es imposible no pendular entre el dualismo alma – cuerpo planteado por Rene
Descartes en tiempos de la Ilustración Francesa y el materialismo del ilustrado escocés Thommas
Hobbes.

En opinión de Dennet, la aproximación de la ciencia al problema mente – cuerpo, ha llevado a


reformular la cuestión central de la filosofía de la mente, pues considera que el dualismo cartesiano
debe se reformula en términos de la actual ciencia cognitiva en términos mente – cerebro, en la que los
cerebros son básicamente máquinas de anticipación, en tanto su principal función sería la de rastrear y
prever los rasgos más significativos del entorno, y dicha habilidad no haría parte de nuestro arsenal
genético heredado, sino de otro construido a partir de la experiencia (Velez, 2008, p. 68). Es así como
frene a la oposición cartesiana mente – cuerpo, Dennet sugiere que no es tan evidente que por un lado
estén las mentes y los hechos mentales, y por el otro los cuerpos y los hechos físicos.

Frente a lo anterior, continuando con la relación lenguaje – inteligencia, Dennet plantea la existencia de
una función de control cognitivo de nuestros proyectos por parte del lenguaje.

En efecto, según Dennet, somos ante todo Criaturas Darwinianas dotadas de plasticidad fenotípica, en
nuestra condición de seres inmersos en el devenir evolutivo, y dentro de esa condición darwiniana
hemos sido Criaturas Skinnerianas, poseedoras de niveles de plasticidad condicionada para elegir entre
conductas posibles; Criaturas Popperianas que sobrevivimos gracias a que somos inteligentes y a
poseer un entorno interno (cerebro) capaz de dotarnos destrezas preselectivas para seleccionar la
información que nos sirve para solucionar situaciones. Finalmente, y, de vuelta a Richar Gregory,
somos Criaturas Gregorianas pues poseemos inteligencia cinética al poder utilizar instrumentos que
entre más diseñados, más inteligencia nos confieren.

Al respecto, Dennet nos muestra cómo Richard Gregory ha sostenido que el lenguaje nos aporta el
poder cognitivo necesario para controlar nuestros proyectos, pues las palabras, especie de invasores
externos de tipo viral, cuentan con antelación con moradas construidas para ellas y que luego, gracias a
la riqueza interna preselectiva del cerebro, permiten que ese entorno interno popperiano nos permita
prever las consecuencias futuras, crear escenarios que nos permitan planificar acciones posteriores
evidentemente ventajosas, cadenas largas para diseñar y mantener nuestros proyectos.

En esa medida, el lenguaje nos brindaría un sinnúmero de objetos que contemplar para examinarlos en
cualquier momento, orden y al ritmo que queramos, para aprender de nuestros propios errores, para
rehacer día a día nuestra condición de seres con conciencia sobre nuestros actos, y sobre las
consecuencias de ellos en la perspectiva de analizarnos permanentemente para construir proyectos de
realización personal y social, para comprender que como hombres y mujeres intervenimos en la historia
y podemos transformarla, y para entender que el paisaje social, por no ser ni natural ni eterno, es
susceptible de ser modificado.

Bibliografía:

Betancourt D., william (2013). La filosofía como modo de saber Aristóteles, metafísica, a, 1 y 2, (980 a
21 - 983 a 24). Praxis Filosófica, núm. 37, junio-diciembre,pp. 29-55 Universidad del Valle Cali,
Colombia.

Dennet, D. (1999). Lenguaje e Inteligencia. En: Qué es la Inteligencia. Jean Khalfa (de). Alianza
editorial.

Dennet, D. (1969). El lenguaje de la mente. En: Contenido y Conciencia. Editorial Gedisa S.A.

Fontana, J. 2003. La Historia como esperanza crítica. En ¿Para qué sirve la historia en un tiempo de
crisis?. Ediciones Pensamiento Crítico. Bogotá.

Fontana, J. (1999). Capitalismo e Historia: La Escuela Escocesa. En: Historia: Análisis del pasado y
proyecto social. Crítica, Barcelona.

Gregory, R. (1999). La Inteligencia y la vista. En: Qué es la Inteligencia. Jean Khalfa (de). Alianza
editorial.

Locke, J. (2000). Ensayo sobre el entendimiento humano. Fondo de Cultura Económica. Bogotá.

Piaget, J. (1972). El Mito del origen sensorial de los conocimientos científicos. En Psicología y
Epistemología (pp. 63-84). Buenos Aires: Emecé.

Vélez, J. (2008). Teoría de la mente y estrategia intencional. Praxis filosófica, (26), 63-82.

Вам также может понравиться