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Pero la Biblia enseña que el pecado es devastador. No olvidemos que la paga del pecado
es la muerte (Rom. 6:23); el precio pagado por la redención del pecado es la muerte
(Rom. 5:6); la realidad para el creyente es que están muertos al pecado (Rom. 6:11); y la
prioridad actual para los cristianos es matar el pecado (Rom. 8:13; Col. 3: 5; Heb. 12:1-
2). Esto incluye todo pecado y cada uno de ellos. Todos. Y cada uno.
Seamos honestos: sabemos lo que es el chisme. Es hablar de alguien de una manera que
difame, deshonre, o que perjudique su carácter. A veces es sutil, como quejarse de
alguien; otras veces es visible, como cuando criticamos sin consideración a una persona.
Adicionalmente, a veces el contenido de lo que se dice es verdadero; otras veces no lo
es. De cualquier manera, la persona que escucha no necesita saber la información, no se
beneficia de ella. La mayoría de las veces no producen una acción; no van a ir y ayudar
a la persona, sino que solo van a almacenar la información para su uso egoísta.
No creo que tenemos que convencer a la gente de qué es el chime, pero sí podemos
crear conciencia de cómo se siente Dios al respecto y lo destructivo que es en la vida de
la iglesia. Tenemos que saber qué hacer al respecto. Necesitamos saber cómo pararlo.
Si esto se hace fielmente, entonces la gente notará el chisme cuando les llegue o tal vez
cuando se encuentren rascándose la aparentemente insaciable comezón de divulgar un
poco de algo a alguien. También van a pensar dos veces antes de verbalizar sus quejas
acerca de otra persona a otros. Si son convencidos de la vileza de la práctica ante los
ojos de Dios entonces van a evitar cuidadosamente a los “busca-chismes”. Esta es la
práctica cuando alguien piensa que otra persona puede tener cierta información acerca
de otro individuo o situación. Luego sutilmente comienzan hablando de ello,
masajeando suavemente el perímetro del tema, a la espera de ver si la persona va a
tomar el anzuelo y dar rienda sueltas al chisme.
Por ejemplo, como pastor alguien puede venir a mí y decir: “Tengo que hablar con usted
acerca de algo”. Normalmente contesto, “¿De algo o de alguien?”. Si dice “alguien”, le
digo: “¿Ya hablaste con ese 'alguien'?”. Yo les redirijo la pregunta. No quiero oír hablar
de alguien si ese alguien no lo ha oído primero.
Esto puede ser diferente para un laico. Tal vez alguien venga y te diga: “Estoy
realmente frustrado con la actitud de ______. Ellos se pasean como si fueran dueños del
lugar. Ella nunca dice 'hola' y ni siquiera me mira. ¿Cuál es su problema?”. Puede que
seas tentado a decir: “Sí. Tienes razón. Nunca me había dado cuenta, pero ella me
ignora también”. Déjame animarte a que pienses como Dios lo haría. Rechaza el
chisme. En su lugar, responde algo como: “¿Has hablado con ella sobre esto? Por favor
no me metas en tus problemas con ella. Es necesario resolver esto (lo que sea que fuera)
por el bien de Cristo”. Esto rechaza la carnada de la queja y arroja algo de luz sobre el
tema.
(2) Repréndelo
Digamos que alguien está hablando de otra persona. Pueden haber comenzado
lentamente, pero muy pronto van rellenando a tal personaje como a un pavo de Acción
de Gracias. A medida que te controlas y tratas de interrumpir el ataque, debes decir algo
así como: “Hermano/hermana, ¿es esto cierto? Esto es chisme. ¿Has hablado con ellos
acerca de esto?”.
(3) Redirígelo.
Hay tres aspectos para esto: primero a Cristo, segundo a la persona, y tercero a los
demás con los que han chismeado.
Primero, redirige a la gente de nuevo a Cristo. La razón por la que la gente chismea es
porque están creyendo una mentira acerca de Dios y de sí mismos. Recuerda, Satanás
fue el primer chismoso al hablar mal de Dios. Muéstrale cómo Jesús murió por sus
pecados, incluso los pecados cometidos después de la conversión. Este pecado debe ser
un imán para regresarlos a la persona y obra de Cristo para el arrepentimiento, el
perdón, y refrigerio. (En esto cabe señalar que su problema no es solo con otra persona
sino con Cristo. Jesús es el Señor de la iglesia; y por lo tanto están pecando contra Él).
En tercer lugar, también deben ir con humildad a las otras personas con las que han
chismeado. Esto cierra el círculo y refuerza la necesidad de rechazar el pecado del
chisme. Recuerda, o tal vez educa, a los que han estado expuestos a este pecado, de la
naturaleza y el peligro del mismo.
Conclusión
El chisme es desagradable. Nunca es bueno y debe ser despreciado por todos los que
aman a Cristo y su iglesia. En lugar de ser pasivo y tolerantes de algo que está
propagado, debemos estar atentos para eliminar algo que es destructivo y vil. Demos el
primer paso y, empezando por nosotros mismos, trabajemos para parar el chisme.