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poder de la resiliencia
Este artículo fue redactado y avalado por la psicóloga Valeria Sabater
· 30 mayo, 2019
Carl Gustav Jung nos explicó en su libro «Símbolos de transformación» que el ser
humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes. Esa emblemática criatura de fuego
capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción,
simboliza también el poder de la resiliencia, esa capacidad inigualable donde
renovarnos en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.
Si hay un mito que ha nutrido prácticamente todas las doctrinas, culturas y raíces
legendarias de nuestros países es sin duda ese que hace referencia al ave Fénix. Se decía
de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control
sobre el fuego y una sabiduría infinita. Era, en esencia, uno de los arquetipos más
poderosos para Jung, porque en su fuego se contenía tanto la creación como la
destrucción, la vida y la muerte…
-Viktor Frankl-
Asimismo, es interesante saber que encontramos tempranas referencias a su mitología
tanto en la poesía árabe, como en la cultura grecorromana e incluso en gran parte del
legado histórico de oriente. En China, por ejemplo, el Fénix o el Feng Huang simboliza
no solo la más alta virtud, el poder o la prosperidad, sino que además, también
representa el yin y el yang, esa dualidad que conforma todo lo existente en el
universo.
Esta capacidad admirable por renovarnos, por recobrar el aliento, las ganas y las
fortalezas a partir de nuestras miserias y cristales rotos pasa primero por una fase
realmente oscura que muchos habrán vivido sin duda en piel propia: hablamos de la
«muerte». Cuando atravesamos un momento traumático todos «morimos un poco»,
todos dejamos ir una parte de nosotros mismos que ya no volverá, que ya nunca será
igual.
De hecho, Carl Gustav Jung establece nuestra similitud con el ave Fénix porque
también esta criatura fantástica muere, también él propicia las condiciones
necesarias para fallecer porque sabe que de sus propios restos emergerá una versión de
sí misma mucho más poderosa.
Así, y de entre todos los mitos alrededor de esta figura, es la egipcia la que nos ofrece
como decíamos esos puntos clave en los que debemos detenerlos para entender mejor la
relación del Fénix con la resiliencia. Veámoslos a continuación.
Ovidio explicaba en sus textos que en Egipto, el ave Fénix moría y renacía una vez cada
500 años. Para los egipcios esta garza majestuosa era Bennu, un ave asociada a las
crecidas del Nilo, al Sol y a la muerte, y que según explicaban, había nacido bajo el
árbol del Bien y del Mal. Esta criatura fantástica entendía que era necesario renovarse
cada cierto tiempo para adquirir mayor sabiduría y para ello, seguía un proceso
muy meticuloso.
Volaba por todo Egipto para construirse un nido con los elementos más bellos:
ramas de canela, ramas de roble, nardos y mirra. Después, acomodado en su nido,
entonaba una de las melodías más bellas que los egipcios habían escuchado jamás para
seguidamente, dejar que las llamas lo consumieran por completo. Tres días más tarde, el
ave Fénix renacía lleno de fuerza y poder. A continuación, cogía su nido y lo dejaba en
Heliópolis, en el templo del Sol para iniciar así un nuevo ciclo con el que ofrecer
inspiración al pueblo de Egipto.
La resiliencia y nuestro «nido» de transformación
Tal y como vemos podido ver, el mito egipcio del ave Fénix es una historia bellísima.
Sin embargo, analicemos ahora alguno de sus detalles. Detengámonos por ejemplo
en cómo construye el Fénix su nido. Busca las materias más ricas de su tierra, esas que
combinan a la vez delicadeza y fortaleza, y que le ayudarán en su transformación, en su
ascensión.
El ser humano debe desplegar sus alas para sobrevolar su universo interior en busca de
las ramas de su autoestima, la flor de su motivación, la resina de su dignidad, la tierra de
sus ilusiones y el agua tibia de su amor propio…
Todos esos componentes le ayudarán en su ascenso pero no sin antes ser consciente de
un aspecto: que habrá un final, que una parte de nosotros mismos se irá también, se
convertirá en cenizas, en los restos de un pasado que nunca más volverá.