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A modo de (pre)introducción
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un poder fáctico del que depende la tranquilidad (y la suerte) de una
nación. Esta situación es una prueba de la debilidad institucional de
nuestra sociedad, objeto de las ideas de esta reflexión.
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nos mueve otra cosa que llegar a concretar objetivos de fondo, como
el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, y de la calidad
de la democracia y sus instituciones. El aporte deberá venir desde el
lugar de cada uno: desde su vida privada, o en comunidad, en
organizaciones de la sociedad civil, desde el sector privado, o ya sea
formando parte del sector público.
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asignaturas pendientes. No podemos vivir de la nostalgias ni pensar
que son las mismas luchas.
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época era “llegar al poder para vengarse”: los militares contra los
políticos; los antidemocráticos contra los democráticos; los
nacionalistas contra los aperturistas; los movimientos populares
contra las elites, y viceversa; los peronistas contra los antiperonistas,
y viceversa; la izquierda contra la derecha, y viceversa; los peronistas
contra los radicales y viceversa. Todo aquel que haya quedado con la
sangre en el ojo tuvo la posibilidad, en algún momento del siglo, de
tomarse revancha. ¿Para qué? “Para sacarse las ganas”. Este párrafo,
mirado en una perspectiva optimista (y bastante ligero por cierto, y
sin ánimo de ofender a nadie), nos podría llegar a indicar que este
proceso político, el actual, es el último coletazo de los abusos y
rencores del siglo XX. Ojalá sea así. Sólo así podremos comenzar a
construir una sociedad democrática con madurez.
Sin esa enfermedad que nos confunde y divide como sociedad, que
nos lleva a no abordar la erradicación de los problemas centrales sino
a convivir con ellos, para beneficio de pocos y para condena de
millones de argentinos a los que se les arranca la dignidad y
encarcela sus posibilidades de progreso, estamos en condiciones de
encarar la marcha hacia un verdadero cambio de paradigma,
moderno, para un mundo nuevo, en una etapa fundacional que se
avizora apasionante.
Para ello, tenemos que ser consientes de nuestro rol (propio y como
sociedad), tomar las riendas de nuestro destino, como decíamos,
poner a la Argentina en el mundo, desarrollar un estado inteligente, y
abordar la agenda del siglo XXI.
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El verdadero nudo del dilema argentino entrando al siglo XXI es
reconstruir una sociedad democrática a partir de un estado
democrático, o continuar con una sociedad anómica a partir de un
estado autoritario, aún con formas constitucionales. No es esta una
frase vacía o alejada de la realidad si queremos en verdad apuntar al
fondo de nuestros problemas. No podremos lograr la democracia si
los argentinos en su amplísima mayoría no coincidimos en la utilidad
y necesidad de institucionalizar nuestra vida en común sobre la base
del respeto entre nosotros mismos, y de todos, a la Constitución
Nacional. Los tres objetivos centrales planteados (poner la Argentina
en el mundo, desarrollar un estado inteligente y abordar la agenda
del siglo XXI) tienen a su vez su contra relato, y ponen sobre la
superficie una disyuntiva: lo que podemos ser, y lo que hoy somos.
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Primeramente, como sociedad tenemos que vencer la idea de que “el
honesto no sabe gobernar, y el deshonesto roba pero hace”. O eso de
que “el honesto no se mete en política”, o “meterse en política es
para deshonestos o aburridos”. Eso es comprarse el discurso de la
“antipolítica”. Los argentinos hoy tenemos que ser capaces de
demostrarnos primero a nosotros mismos, después a nuestros
vecinos, y finalmente al mundo, que se puede ser honesto, tener
buena fe en nuestro accionar, gobernar en democracia, trabajar por la
inclusión, gestionar respetando la ley erradicando de plano la
ineficacia y la corrupción. Tenemos que ser capaces de confiar en
nosotros mismos, y entre nosotros; y tener confianza en lo que somos
y en lo que podemos ser. Ese es el primer desafío, esencial para
incursionar en la etapa más interesante del debate del mundo: la
nueva agenda global.
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problemas y virtudes, con sus posibilidades y amenazas, tenemos que
estar preparados.
Es claro que hay una notable diferencia generacional que marca una
forma distinta de ver el mundo, producto de haber nacido en una
época muy distinta a lo que era hace 20 años. Hoy lo es digital,
tecnológico, híper conectado y globalizado. Los sujetos sociales de
esta nueva etapa forman parte de otra dinámica, totalmente distinta.
Son los sectores que conforman las semillas de la Argentina exitosa
en el mundo global, planteado en los tópicos de los objetivos
centrales con los que comenzamos esta nota. Son ellos los que
pueden articular con mayor potencia su protagonismo local con el
nuevo paradigma del mundo globalizado.
Problema institucional
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salida. Entonces aparecen muchos argumentos: que es un problema
argentino, que somos así, que no se puede pretender cambiar, que no
tiene sentido involucrarse. Error. Primero: ningún país de la Tierra
está condenado a ser de una forma para siempre, y segundo: es
hipócrita pensar que la culpa la tiene el colectivo, sin advertir que
somos parte de él.
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Pero que el problema no sea cultural sino institucional no es una
declamación vacía. La institucionalidad requiere de un entramado
complejo y dinámico, de pesas y contrapesas. Es la forma de
incorporar mediaciones que eviten las desmesuras, que enmarquen
los esfuerzos individuales en forma virtuosa, garantizando un marco
de seguridad jurídica, económica, política y personal, y que encauzen
los debates maduros hacia la definición de rumbos comunes.
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homologable con la democracia. Cualquiera sea el partido o grupo
político que le toque gobernar.
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de penetración en los mercados internacionales, y de desarrollar una
política de intercambio y cooperación en los ámbitos cultural y
educativo de excelencia (con programas de pasantías cruzadas de
nuestros jóvenes en ámbitos universitarios y culturales), turísticos y
de promoción (con presencia en los congresos y ferias
internacionales), todo ello con inteligencia, constancia y objetivos
claros. La marca Argentina tiene las condiciones para gravitar en el
ámbito o lugar del mundo donde se lo proponga.
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La posición política expuesta en estos párrafos no es exclusiva de un
partido político, o de la posición política o ideológica de cada uno, por
el contrario: atraviesa diametralmente todo el arco político y social
del país, con gente consciente de las oportunidades y del momento
que nos toca vivir y afrontar. Pero también lo es de gente que sufre
las consecuencias de la falta de ley, que siente que así no se puede
seguir más a menos que se resignen y entreguen su dignidad. La
vulnerabilidad social es falta de institucionalidad.
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Muchos movimientos sociales –los más mediáticos–, en vez de ser los
medios adecuados para la transformación de la sociedad, y ayudarla
a progresar y superarse, se convierten en usinas de odio y bronca,
rayando muchas veces con actitudes totalitarias y fascistas, nada
democráticas.
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en el mundo, hoy le deben a la sociedad mayor rigor científico,
intelectual y aggiornamiento.
No es con odio como vamos a cambiar las cosas. En todo caso, como
mínimo, estamos perdiendo el tiempo (tan valioso como nuestras
vidas).
Entre lo que podemos ser y lo que somos, no hay dudas que las
nuevas generaciones y las ideas frescas de quienes quieren hacer su
aporte traen una fuerza incontenible que nos llena de entusiasmo,
nos impulsa y nos moviliza.
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El mundo del Siglo XXI no es el mundo del Siglo XX. Nadie puede decir
cuál será mejor o peor, sólo que el primero fue el de las dos guerras
mundiales, el exterminio armenio, el holocausto, las bombas en
Hiroshima y Nagasaki, guerras étnicas como las de los Balcanes con
cientos de miles de personas inocentes muertas a manos de
dictadores asesinos, y en nuestra región fue el siglo de la violencia
política y de la pobreza. El Siglo XXI, con todos sus problemas y
virtudes producto de una nueva agenda, comienza a escribirse.
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En los años sesenta y setenta, los jóvenes que luchaban contra los
gobiernos militares en las Universidades solían ser seducidos por el
método de análisis y exposición surgido de las usinas ideológicas
cercanas a las agrupaciones de izquierda, y motorizadas por el
conflicto global bipolar que ritmaba el ordenamiento del mundo en
esos años, convenientemente adaptadas a la “línea” de cada
agrupación.
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reivindican viejas luchas y tratan de aplicar esas consignas a la
coyuntura actual (en una etapa del mundo donde los actores de la
sociedad están cada vez más integrados y entrelazados, lejos de los
típicos antagonismos de los años 70). Lo que en los años 70
significaba una línea de choque, en pleno 2010 la consigna “pueblo o
dictadura” representa una cáscara vaciada de contenido.
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desde los más duros e inclinados por seguir el ejemplo de la lucha
armada, incentivados por la derrota norteamericana en Vietnam, y el
éxito de la revolución cubana junto con los avances del Che en África
y Bolivia; hasta los más pacifistas que consideraban que la salida
debía ser política en el marco de la Constitución y la ley como
consecuencia de un triunfo de la sociedad sobre los poderes
antidemocráticos. Los primeros seguían la consigna “el poder deriva
del fusil” y los segundos por una “revolución democrática” que
frenara el dramático manto de sangre que años después se
produciría. Las universidades argentinas se encendían al calor de ese
debate. En otros ámbitos (populares) no los había.
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como la “Triple A” o Alianza Anticomunista Argentina liderada por
José López Rega (Ministro de Perón y de Isabel), que provocó más de
1000 muertos en el periodo constitucional entre 1973 y 1976, y
donde en su juventud militó Hugo Moyano.
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dirigentes políticos e intelectuales muertos (y familias destrozadas),
en una confrontación en la que hubo bajas de los dos lados, y de
mucha gente inocente no involucrada en esa lucha.
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Hasta los intelectuales europeos afines a la teoría del Panóptico de
Bentham y Foucault, que subyacía casi silenciosamente en todas las
concepciones ideológicas sobre el “omnipotente Estado nacional”, y
que justificaba su predominio social y centralidad política, se revirtió
sobre fin del siglo XX: en lugar de ser el poder el que vigilaba la vida y
los movimientos de cada persona (al estilo Orwell en “1984”), la
situación se invirtió al punto de ser las personas las que enfocaron los
más mínimos movimientos del poder, con un juicio cotidiano y
poderoso cuya fuerza podía llegar a derrumbar los gobiernos
aparentemente más estables.
Hoy, el mundo es otro del que era hace 30 años. Se sucedieron crisis,
éxitos y fracasos, todos en un contexto de avance tecnológico que le
imprimió mucha velocidad a los acontecimientos. Pero el mundo, a
través sus actores (políticos, económicos, sociales), con muchos
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tropiezos, han ido tomando nota de las lecciones. Y hoy, con todos
sus problemas y habiendo superados crisis globales de alto impacto,
es otro. Definitivamente otro.
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fomentando el intercambio de pensamiento con jóvenes de otras
partes. Ellos tendrán en común el desarrollo y el abordaje de la nueva
Agenda. Ellos son los más fieles protagonistas de la nueva era.
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medirse con resultados, por eso hay que buscar a los mejores y más
capacitados”.
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finaliza con una reflexión acerca de la política en el nuevo siglo:
"Debemos encontrar un camino superador. Ni el liberalismo, ni el
capitalismo, ni el comunismo, ni la socialdemocracia ni siquiera el
socialismo si no toma la decisión de cambiar, nunca podrán ser
exitosos o viables en el contexto del Siglo XXI. Nadie hoy sea al
espacio político que pertenezca puede estar en contra de los
postulados del bien común, del mejoramiento de la calidad de vida de
todos y de cada uno, de que todos tengamos igualdad de
oportunidades y reglas de juego claras para llegar a cumplir con los
objetivos que nos tracemos. Pero también sabemos, porque lo hemos
comprobado, que son postulados que sólo podremos lograr con
estados sanos y eficientes en sus tareas, y responsables en la
administración de la cosa pública. En estos postulados estamos
incluidos todos".
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Por qué se necesita demonizar todo lo que no está a favor del
gobierno nacional y al que piensa distinto. Por qué se demoniza tanto
al campo, a la oposición y a los medios –sólo a los que critican–, bajo
el argumento de que todo quien me critique representa: la represión,
la dictadura, el antipueblo.
¿No será que todo ese debate inundado por medios oficialistas y de
militantes “anti” (que se esconden detrás de una vieja consigna
nacional y popular que en pleno Siglo XXI ha quedado vacía) forma
parte de un debate estéril, o a lo sumo útil para “sacarse” las ganas,
anacrónicamente?
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Para ser más grafico y sin ánimo de levantar tensiones: En cuanto a lo
económico: mucho se habla de las habilidades que tuvo Néstor
Kirchner en esta materia. Pero, para ser objetivos, durante los años
que duró su mandato, la economía del mundo creció a un promedio
del 10% anual, y el promedio de los países de América Latina en igual
proporción. Bajo esa inercia, la economía argentina durante 2003-
2007 tuvo un crecimiento promedio de casi el 9% (no por mérito K).
Ese crecimiento fue también impulsado por el natural rebote producto
de la gran depresión de la actividad económica post crisis y que –
mediante reactivación mundial- llegaría a sus niveles habituales.
Gozó de los altos precios internacionales de la soja y el trigo
(tampoco mérito K). Durante esos años, el estado se encontraba en
default, por lo tanto no tuvo el peso enorme y dramático en la
economía nacional que conlleva el pago de deuda externa, que
hubiese ahogado la economía. El “secreto” aplicado en esos primeros
años fue implementar un dólar alto para aprovechar las divisas
producto de las exportaciones, con la contrapartida de sueldos bajos
en pesos para los trabajadores (que vieron el costo de vida
multiplicarse). Si bien se produjeron aumento de sueldos, la inflación
real (no reconocida por haber trastocado los índices) licuaría el sueldo
de los trabajadores, como ocurre hoy.
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caja discrecional para evitar su desplome. Siendo así el caso, peor
aún es la falencia institucional que hay que transparentar y curar.
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la recuperación de la democracia). Y en los hechos no es cierto que se
hayan adoptado medidas legislativas y de gobierno con la seriedad
que el caso requiere, porque veríamos resultados más claros. Es
verdad que hay acciones que ayudan, ellas son bienvenidas y es
responsabilidad del estado hacerlas. Todos estamos a favor de la
enorme tarea de las Abuelas de Plaza de Mayo por la recuperación de
los nietos desaparecidos. Pero no puede haber utilización política de
ellas.
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esgrima el otorgamiento de aumentos reiterados) cobra un ingreso
que no les alcanza para cubrir la canasta básica de subsistencia; la
política laboral se centra en los acuerdos sindicales de cúpulas, pero
ahoga al pequeño emprendedor con libertad creadora. Se declama
una ley de medios plural y democrática pero en su articulado esconde
los peores mecanismos de manipulación y censura que no ha habido
ni siquiera en épocas de dictadura. Un gobierno que está sostenido
por la CGT de Moyano (patotera, violenta y autoritaria) y por las
mafias que manejan el conurbano y que inundaron de delito,
narcotráfico, violencia e inseguridad la provincia más importante del
país; y por medios de comunicación utilizados como propaganda al
estilo del nacionalismo alemán de los años ´20, es un gobierno
reaccionario.
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Por eso, retomando la línea argumental, y sin ánimo de personalizar
la crítica sino de confrontar modelos, hoy el choque de visiones es
“Populismo o nueva Agenda”. De un lado están los que se aferran a
un mundo que se muere, que necesita irremediablemente construir
discursos de confrontación permanente sin que les asista la razón.
Con la nueva Agenda están la mayoría de los pueblos del mundo,
construyendo el marco normativo de su convivencia. Con la nueva
agenda están los ciudadanos, que en su amplia mayoría es abierta,
dialoguista, que respeta los derechos y las libertades públicas, y que
sueña con una sociedad dónde todos tengamos la posibilidad de
tener las mismas oportunidades. Donde sea posible el progreso. Una
sociedad donde los ciudadanos sean más importantes que el poder.
Donde los problemas se resuelvan institucionalmente y en paz, y no
con violencia, intolerancia y aprietes.
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mazorca, patrimonialista, prebendaría y autoritaria. Son los que a lo
largo de la historia nacional han propugnado el cercenamiento de
derechos y coartado la libertad de expresión en todos sus sentidos.
Ya está probado, no se construirá nada con ellos. Son claramente lo
que hay que dejar atrás.
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comunicaciones), establecer entramados comunitarios que acerque
cultura y herramientas para su superación personal.
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La principal riqueza de los países es su capital humano. Si ese capital
humano está dañado el país no tiene futuro.
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Nací en 1976, en un contexto político de miedo y represión. Formo
parte de una familia política. Me formé al lado de un padre que es un
referente radical y fue protagonista de la política nacional en la épica
etapa de recuperación de la democracia y la reconstrucción de la
institucionalidad, como legislador por la UCR, y luego como
Embajador en España (y que en su juventud estuvo preso por pintar
paredes reclamando elecciones libres como la gran mayoría de los
estudiantes de los 70, y secuestrado y desaparecido por expresar sus
ideas y militar en política, pero también por el absurdo de enseñar a
sus alumnos con libros prohibidos de autores como Saint Exupery,
Borges, Cortazar, José Ingenieros); soy nieto de un abogado y docente
del interior, simpatizante radical que se inclinó por las ideas
desarrollistas de Frondizi y admirador de Arturo Illia; y soy bisnieto de
uno de los primeros abogados de Entre Ríos que llegó a ser diputado
provincial por el radicalismo en los años ´20, amigo de Don Hipólito.
Tanto mi padre como mi abuelo y mi bisabuelo, desde la sociedad
civil o ámbitos públicos, promovieron y fundaron escuelas y
establecimientos educativos, mérito que distingue a quienes
reivindicamos la educación como herramienta de transformación de
la sociedad pero también para ser mejores personas.
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Alfonsín (todos ellos tuvieron una visión progresista y modernizadora
en sus presidencias, respetando la Constitución), pero también como
lo piensan muchos intelectuales de la izquierda democrática y no
necesariamente de inclinación radical, con quien me identifico
mayormente.
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En 2008 fui convocado por Baltazar Jaramillo, a integrarme al
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para trabajar en el equipo de
Hernán Lombardi, actual ministro de Cultura. La impronta de
Lombardi a la gestión es reconocida por todo el arco político de la
ciudad y vista por el país: diálogo, apertura, pluralidad y
participación, llevando excelencia a la actividad artística y cultural
con el objetivo de mejorar el acceso de todos los porteños a los
eventos culturales de calidad (fundamentalmente a los de mayor
vulnerabilidad social). Los festivales como Ciudad Emergente con el
arte popular de vanguardia; como la experiencia del Polo Circo en
Barracas que pasa a cumplir una función social increíble para los
chicos del sur (y que en el último Festival Internacional se hicieron
funciones con grupos de primer nivel mundial en el Espacio Cultural
de la Villa 21-24 para los chicos del barrio que nunca hubieran tenido
la oportunidad de disfrutar un espectáculo de esas características), o
como Barenboim y Zubin Mehta en el Obelisco gratis para todo
público, haciendo participar a los chicos de las Orquestas Juveniles de
las Zonas de Acción Prioritaria de la Ciudad junto a los músicos de la
Sinfónica de Berlín, la Filarmónica de Munich y la Scala de Milán, son
ejemplos que emocionan. Desde allí logramos imponer un ritmo de
gestión donde pese a lo mucho que resta por hacer se han podido
lograr muchas metas.
Debo decir que reivindico y comparto con ellos esos valores, tanto en
la política como en la gestión pública, comparto su preocupación por
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la agenda social, comparto sus inquietudes por la austeridad y
eficiencia en el gasto público sin que ello signifique desviar la
atención de los sectores que más necesitan la contención y presencia
del estado, comparto su visión modernizadora, abierta y de inserción
en el mundo.
Comparto la visión de abordar la agenda del siglo XXI que es hoy una
demanda de la sociedad. Comparto con ellos valores y conductas
que, sin lugar a dudas, no comparto con muchísima gente de la
política, que vive de ella y de la burocracia, y no aporta nada bueno.
En la Ciudad de Buenos Aires no hay Ministro del Gabinete del
Gobierno de la Ciudad que no comparta estos principios y valores, y
que no sean ejes de su gestión. Doy fe de ello.
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sociedad que busca su destino como Nación, y sólo lo vamos a
encontrar con el aporte de todos.
El PRO, por poner un ejemplo puntual, corre con esa ventaja. También
los partidos nuevos o aquellos donde hay ciudadanos que por primera
vez participan y se comprometen (bienvenido sean, y los hay a
montones). En este caso vale mucho más equivocarse por ingenuos
que hacerlo por haber claudicado ante los vicios de la política. No
importa si no pensamos igual, lo que importa es el dialogo y las
coincidencias en las cosas buenas en las que se pongan de acuerdo.
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Por todo esto, cómo no entusiasmarse con pensar una ciudad pujante,
abierta y con oportunidades para todos. Cómo no pensar en lo mucho
que se ha hecho, lo mucho que queda por delante hacer.
Pero sabemos que para todo esto es muchísimo lo que queda por
hacer. Mirando en perspectiva lo que se ha hecho parece
insignificante. Pero cómo no entusiasmarse si lo que hacemos se
encuentra, en líneas generales, con las políticas de gestión de
muchas administraciones “amigas”. Nos sentimos muy cerca (además
de trabajar en conjunto) de Rosario, de Tigre, de la provincia de Salta,
de San Luis, pero también de Montevideo en Uruguay, de Sao Pablo,
de Río de Janeiro en Brasil. También de ciudades de las que tenemos
mucho que aprender como Paris, Berlín, Madrid, Barcelona, Quebec,
Montreal. Todas tienen un mismo espíritu y una característica: todas
pertenecen a orientaciones políticas distintas (socialistas,
justicialistas, comunistas, socialdemócratas, populares de centro, de
centro o de izquierda). Los gobiernos de todas ellas son conscientes,
como sus ciudadanos, de la nueva agenda global.
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Sabemos que este es el camino de los exitosos. Y la buena noticia es
que dentro de él caben la izquierda y la derecha modernas y plurales.
Allí está el espacio de José Mujica y de Sebastian Piñera; de Fernando
Enrique Cardoso y de Lula da Silva; de Juan Manuel Santos y de Alan
García.
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Hoy estamos pisando sobre el nuevo escenario: no hay más bloques
mundiales enfrentados en un mundo bipolar… No hay más guerra
fría... No hay más economías nacionales aisladas exitosas... No hay
espiral armamentista… No hay “insurgencia” ni “contrainsurgencia”…
El petróleo va camino a perder terreno frente a la conciencia mundial
por del cuidado del planeta y ser causante éste del calentamiento
global y guerras tecnológicas… No hay lugar para seguir con
esquemas rígidos de pensamiento cuyo molde fueron hechos entre
los años 1920 y 1960.
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Es evidente nuestra raíz cosmopolita y que con esa consigna se
presentó ante el mundo en sus etapas fundacionales. Desde la
creación del virreinato en 1776, la revolución de 1810, la
independencia de 1816, las corrientes inmigratorias de todas las
épocas dónde el mundo fue hostil y expulsante, en los siglos XIX y XX.
Nunca es reiterativo recordar la proclama de San Martin en Lima al
declarar el triunfo revolucionario y la independencia del Perú: “La
causa de la revolución es la causa del género humano”, del derecho a
la libertad, a la igualdad, a la fraternidad de los seres humanos y de
los pueblos del mundo.
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marcas, etc.), alejarse de los “Estados terroristas” y de la destructiva
prédica de los autoexcluidos”, reforzar la seguridad jurídica para
estimular la inversión, el comercio, los emprendimientos y el trabajo.
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Por otra parte, una crisis en la demanda externa de nuestros
productos agropecuarios, aún en la primaria fase en la que se
exportan, lleva a la crisis a toda la economía. La dimensión de
nuestra producción en este campo supera en diez veces las
necesidades de consumo interno.
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déficit en temas centrales, como la problemática de generación de
alimentos, los problemas ambientales y desarrollo científico –
tecnológico. En esto, Argentina tiene los recursos tanto humanos (en
sus científicos y técnicos de excelencia en los centros más avanzados
del mundo) como de posibilidad de desarrollo de infraestructura a lo
largo y a lo ancho del país (cuyos recursos naturales y geográficos
son únicos en el mundo). Somos el país de la generación de alimentos
que puede abastecer al planeta. Somos, en palabras de Juan Pablo II,
el continente de la esperanza.
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ingreso universal o el trabajo social remunerado, que implica la
profunda rediscusión sobre la titularidad última de los beneficios del
progreso científico-técnico que está provocando la inexorable
disminución del trabajo asalariado y ampliando la desocupación
estructural.
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Cívica, incluso hasta con diputados oficialistas cuando no llega una
orden cerrada (signo de ruido institucional) desde Olivos.
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a hacerlo con la firme convicción de que podemos trabajar para ser
protagonistas de un cambio de paradigmas. Desde el espacio donde
estemos, la actividad que hagamos, o el pensamiento político que
tengamos. En definitiva, estar a la altura del momento histórico que
nos toca vivir. Reformulemos el comportamiento político. Volvamos a
construir una sociedad abierta, dialoguista, tolerante. Tenemos todo
por ganar. Y tenemos con qué.
--
Emilio Lafferrière
6 de noviembre de 2010
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