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LA MORTANDAD DE LOS DATOS

Nuestra época está asistiendo a una explosión sin igual de la información, pero al
mismo tiempo, vivimos una destrucción sin precedentes de publicaciones,
imágenes y sonidos.
Esa pérdida es lenta, silenciosa y pasa casi inadvertida.
Los soportes de la información son como seres vivos: cada uno de ellos tiene su
esperanza de vida, envejece y finalmente muere.
Todo lo que se ha escrito o impreso en los últimos 150 años, desde que se introdujo la
producción mecánica del papel, tiene como soporte papel ácido, y éste resiste, en
condiciones normales, solamente entre 50 y 80 años.
La fotografía puede acudir en nuestro auxilio, para salvar los libros y publicaciones
periódicas ya afectados, pero también ellas se deterioran bajo el influjo de la luz.: las
partículas negras de plata, que constituyen los tonos grises de una foto en blanco y
negro, se oxidan y descomponen, entre los 50 y los 100 años.
Las fotos en color tienen una esperanza de vida mucho más baja, sobre todo si se
encuentran expuestas a la luz, aunque, al parecer, una temperatura homogénea de 18
grados bajo cero, una humedad relativa del aire del 30% y la oscuridad absoluta
podrían prolongar su vida más de mil veces.
El microfilm, desde hace algún tiempo, es el medio preferido para conservar, si no los
libros y documentos, al menos su imagen.
Las películas de mejor calidad, las de poliéster recubierto de halogenuro de plata,
tienen una esperanza de vida de entre 500 y 1000 años. Sin embargo, el poliéster se
viene utilizando desde hace relativamente poco tiempo. Antes, la película más utilizada
era la de acetato de celulosa, la que se corroe a sí misma.
El 50% de los filmes producidos entre 1930 y 1950 se ha destruido a sí mismo.
Los soportes magnéticos, tales como los casettes y las cintas de video sufren
problemas similares. Además del peligro que implica su desmagnetización, los
materiales empleados para su fabricación hacen que no quepa esperar de ellos una
duración superior a los 10 o 20 años.
Teniendo en cuenta tal inestabilidad de los soportes de la información, nuestros
nietos no sabrán ya nada de nosotros.
Cabe preguntarse lo siguiente ¿soluciona la digitalización de la información el
problema de la conservación?
Eso, según Zimmer, es precisamente lo que NO hace.

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La información analógica es muy frágil, porque su reproducción exige aparatos
electrónicos muy específicos, y necesita un software especial para ser descifrada.
El optimismo es en esta materia es peligroso: lo sabe cualquiera que haya guardado
hace algunos años un archivo en un disquete de 5 ¼ pulgadas. Para leerlo, necesitará
por un lado, una disquetera capaz de leer en ese formato extinguido y, por otro, el
programa que le permita descifrar el archivo.
Y aquí se produce este hecho destacable: a la inversa del papel, los microfilms,
casettes y videos, y mucho antes de que se produzca el envejecimiento físico del
soporte digital, ya se han vuelto obsoletos el hardware y el software que
necesitan los datos para ser interpretados.
Se ha propuesto como solución un museo de la técnica: además de los datos en sí,
habría que conservar los aparatos y los programas que los han producido.
Pero es una alternativa ilusoria: los aparatos electrónicos, con sus circuitos integrados,
que no pueden repararse, están muertos en el mismo momento en que no puedan
conseguirse los repuestos originales.
Otro modelo propuesto en la actualidad es el de la migración, es decir, el traslado de
la información de un soporte al siguiente.
Ello a través del disco compacto (CD) y su sucesor, el DVD. Un compact a prueba de
oxidación (esto es lo que prometen los fabricantes) podría durar hasta 200 años.
Zimmer termina su trabajo estableciendo esta regla: cuanto más nuevos sean los
medios, y cuanto más densas sean las informaciones que almacenan, tanto
menor será su esperanza de vida.
Es decir, comparada con los medios de grabación digital, la película es un medio
duradero; comparado con la película, un libro de papel tiene mayor expectativa de
vida. Y aquí la paradoja: precisamente el papel, en sus variantes no ácidas, podría ser
el cronista fiel de la era de Internet.
Nota de la Hemeroteca: este artículo, que hemos resumido, fue escrito por el
periodista alemán Dieter E. Ziemmer, y apareció en el número 129 de la revista
Humboldt en el año 2000.

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