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ANTOINE PROST
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Reseña Biográfica de Antoine Prost
Cursó estudios para una formación clásica Khâgne (en el argot escolar es el
sobrenombre que se le dio en el siglo XIX, a las clases preparatorias para los alumnos
que deseaban entrar a las escuelas militares) en el Lycée du Parc en Lyon, y después en
la Escuela Normal Superior. Obtuvo el título de Doctor de Estado en 1975, defendiendo
su tesis; “Los ex combatientes y la sociedad francesa”.
Síntesis
Sin hechos no hay historia, y no hay hechos sin preguntas, pues no existen hechos
históricos por naturaleza, y desde el punto de vista epistemológico, la pregunta es la
que funda el objeto histórico. Una historia vale, lo que valen sus interrogantes 1.
La pregunta del historiador no es ingenua, sin huellas hacerse preguntas es inoficioso,
las preguntas se hacen sobre una idea de las fuentes y documentos que le permitan
resolverla. Cuando el historiador hace una pregunta, ya tiene en la mente una idea
preliminar de cómo responderla – escribe R.G. Colingwood-, sus interrogantes
incorporan ideas sobre los documentos y los procedimientos de investigación posibles.
Antes de que las interroguemos, las huellas del pasado no se perciben como huellas
posibles, y la pregunta ocupa un papel fundamental en la construcción del objeto
histórico.
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1.-Antoine Prost. Doce lecciones sobre la historia. Frónesis cátedra Unversitat de Valencia. España. 2001. Pag. 90
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En la medida que el historiador se vaya planteando nuevos interrogantes, abrirá
espacios a nuevos planos de la realidad que le sea accesible a través de las fuentes y
de las huellas. Esta renovación del cuestionario, es el motor de la evolución de la
disciplina. Sin embargo, en cada período histórico hay preguntas que desaparecen y
otras ocupan su lugar, y las preguntas más legítimas para los historiadores, son aquellas
que permiten la evolución de la disciplina.
Hay muchas maneras de hacer “avanzar” la historia; la más simple, colmar las lagunas
de nuestro conocimiento, un vació autentico, se refiere a aquellas preguntas para las
que los historiadores aún no tienen respuestas. Como a menudo, las interrogantes se
renuevan, algunas lagunas desaparecen sin haber sido llenadas. Es por eso, que nunca
terminamos de escribir la historia, y cada época debe escribir la historia de nuevo.
En este contexto, la legitimidad del trabajo del historiador, no se extrae directamente
de los documentos, pues a los ojos de los historiadores, una pregunta es plenamente
legítima si se incluye dentro de un conjunto de otras, paralelas o complementarias, que
se combinan a su vez con sus posibles respuestas. Así, una cuestión histórica es aquella
que se inscribe dentro de lo que llamamos una teoría.
El abanico de preguntas que se consideran legítimas es cambiante, pues las posiciones
de poder dentro de la corporación, permite a quién las detenta decidir cuáles son las
cuestiones pertinentes, y generan conflictos entre distintas escuelas.
Las preguntas que hacen los historiadores no surgen en el seno de la profesión, sino
dentro de una sociedad y a partir de personas concretas. Desde el punto de vista
científico, no todas las producciones históricas son igualmente admisibles; unas
cumplen una función de entretenimiento, otras responden a un término vago como la
“demanda social”.
Toda pregunta histórica está planteada “hic et nunc” (ahora y siempre), por un hombre
que pertenece a una sociedad. De este modo, cada época impone su perspectiva a la
escritura de la historia, reflejando la estrecha relación que existe entre la pregunta del
historiador y el hombre que la plantea.
No podemos dejar de lado, el peso de los compromisos a la hora de definir los
intereses y vínculos de los historiadores y la historia que se escribe; los historiadores
del catolicismo y del protestantismo, son a menudo seguidores convencidos, o los
historiadores del comunismo y su vínculo con dicha ideología. Es una de las posibles
formas de vincularse en las preguntas que se plantea como historiador.
En cualquier oficio, interviene la personalidad de quién lo desempeña, el historiador
establece una relación íntima con sus objeto, a través del cual afirma su identidad. Al
escribir la historia el historiador se crea a sí mismo. Si bien todo historiador, se halla
comprometido con la historia que escribe, eso no significa que haya que concebir su
discurso como opinión subjetiva.
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recolectadas en el trabajo previo de análisis, intuyendo de una manera difusa cual es la
síntesis.
Como si fuera un gran rompecabezas, a menudo se encontrará con piezas que no
corresponden al juego, entonces; ¿cómo identificar las correctas? No precisamente,
encajando las piezas sobrantes a pie forzado o desechándolas sin antes contrastarlas
con la visión general que se tenga del armado final.
En este punto es bueno recordar un antiguo adagio que dice; “la esencia de una jarra,
está en el espacio que encierra”.
Por lo tanto, volviendo al trabajo del historiador, el armado y síntesis final para que
tenga sentido, por las condiciones que dan unidad a los fragmentos, son las hipótesis y
preguntas del historiador.
Cuando fallan las preguntas el resultado y el conocimiento que se obtiene no es
verdadero.
Como decía Marc Bloch; “No hay pues, más que una ciencia de los hombres en el
tiempo (la historia), y esa ciencia tiene la necesidad de unir el estudio de los vivos y
los muertos”2.
Y como dice John Updike; “el historiador sigue siendo el especialista de la tribu, que
tiene el encargo de contarle a los demás lo que todo grupo necesita saber: ¿Quiénes
somos? ¿Cuáles fueron nuestros orígenes? ¿Quiénes fueron nuestros antepasados?
¿Cómo llegamos a este punto o a esta encrucijada de la historia?”3.
2
Marc Bloch - Apología para la historia o el oficio de historiador. México 2001. Pag 73
3
John Updike. El escritor como conferenciante. “La Jornada Semanal”. Mexico. 19 de febrero de 1989.
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Esta función primordial explica el atractivo tan grande que tiene el relato histórico.
Atrae a la gente común porque el relato histórico los transporta a los lugares de los
orígenes, y tiene la seducción del viaje.
En la actual crisis que está afectando el mercado laboral para los historiadores, y en
medio de la preocupación por la contracción del mercado laboral, esta parece ser una
noticia bastante optimista. The Wall Street Journa l ha difundido un estudio de
“Career.cost” (“The 10 best jobs of 2010“), según el cual los historiadores ocupan la
quinta profesión con mejores remuneraciones del 2009 en Estados Unidos. De acuerdo
a la información disponible, la profesión está por debajo de los responsables de
compañías de seguros, ingenieros de software, analistas de sistemas, biólogos. Pero, a
nivel de ciencias sociales, está por encima de los filósofos, sociólogos, antropólogos y
arqueólogos.
Este “ranking” ha considerado factores como ambiente laboral, demanda, ingresos,
esfuerzo físico requerido, entre otros. Además, incluye los valores que permitieron
establecer este posicionamiento y la lista de instituciones que solicitan historiadores.
Y si puede parecer sorprendente que un trabajo como el de historiador pueda tener un
“ranking” tan favorable, en realidad la carrera tiene muchas más aplicaciones que van
más allá del salón de clases. Además del ambiente académico, existe una gran
demanda por historiadores en la industria de defensa y los organismos
gubernamentales como el Departamento de Estado.
GLOSARIO:
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