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B O L E T Í N C U LT U R A L Y B I B L I O G R Á F I C O , V O L . X L I X , N Ú M . 8 7 , 2 0 1 5 [reseñas-77]
r e s e ña s r e s e ña s
nar, desde la literatura, una noción que, de hecho, la mejor poesía tiende de la picaresca española. Asimismo,
de realidad ofrecida por un discurso a ello a través de un intento de pu- se trata del final de un mito, cuando
establecido. En ello cabría, sin duda, rificación del lenguaje. Para hacerle empieza a quedar claro que El Dorado
también la literatura fantástica. justicia a Pineda Buitrago hay que no aparecía por ningún lado.
Otro elemento que Pineda Buitra- decir que más tarde algunos poe- La parte conspiratoria, contra El
go cree que se debe considerar a la tas –pienso en Luis Carlos López y carnero, se vería en el hecho de que
hora de emprender una historia de la Jorge Gaitán Durán– aparecen entre fue un libro que pasó dos siglos inédito
narrativa en Colombia es que en La- quienes podríamos llamar los héroes y solo llegó a ser editado en 1859 por
tinoamérica la política y la actividad de la historia que pretende contar. Felipe Pérez, quien escribió el primer
literaria iban juntas, como lo sostuvo Sin embargo, para lo referente con prólogo a la obra y de quien Pineda
en su momento Pedro Henríquez los siglos coloniales y el siglo XIX, es Buitrago dice, para seguir con la
Ureña, y la literatura era una espe- claro que Pineda Buitrago propone sospecha conspiratoria, que es “el no-
cie de “coronación de la vida social” una especie de dicotomía en la que velista más prolífico del siglo XIX en
[pág. 25]. En el caso colombiano, la ac- la poesía es vista como una especie Colombia” y también “el escritor más
tividad literaria, sobre todo la poesía, de género políticamente correcto, olvidado por el régimen conservador
ayudaba a fortalecer el prestigio social aceptado por las élites, mientras que al entrar el siglo XX” [pág. 46].
y político. Pineda B uitrago menciona la narrativa era relegada a un segundo No obstante, si se lee el aparte de-
los casos de Guillermo Valencia, poeta plano o ignorada por las historias de dicado por Pineda Buitrago a Felipe
y líder político y varias veces aspiran- la literatura. “A lo largo del siglo XIX Pérez en el capítulo sobre el siglo XIX
te a la presidencia de la república, la colombiano –escribe Pineda Buitra- [pág. 99 y siguientes], al final se tiene
cual no alcanzó, y de Miguel Antonio go– se escribieron más de cien novelas, al menos la sospecha de que el olvido
Caro y Rafael Núñez, a quienes llama pero recibieron poca atención en los en que ha caído la obra de ese escri-
“poetas menores”, que fueron presi- primeros manuales de historia de la tor no tiene mucho que ver con una
dentes y además sentaron las bases de literatura colombiana que se centra- posible conspiración, sino con razones
la llamada Regeneración que culminó ban en la poesía, el género socialmente estéticas. Las páginas en cuestión son
con la Constitución de 1886. Después aceptado y políticamente correcto” curiosas porque delatan una relación
hubo, en cierta medida, también una [pág. 26]. de amor-odio de Pineda Buitrago con
simbiosis entre periodismo y política Esa dicotomía sale a relucir en la obra de Felipe Pérez. Por una parte,
como lo muestran los casos de Laurea- otros momentos del libro y a ratos se ve seducido por el personaje y la-
no Gómez y Eduardo Santos. hace pensar en que Pineda Buitrago menta el olvido en que ha caído, si se
Pero –y aquí viene el comienzo de cree que hubo una especie de conspi- hace excepción de la adaptación para
una argumentación que no está exenta ración perversa contra los novelistas telenovela de su obra El caballero de
de problemas– “casi nunca salió elegi- y los narradores, de la que habrían Rauzán que, pese a alcanzar la pan-
do un escritor de novelas o de cuentos” resultado beneficiados los poetas. La talla chica, no fue reeditada. También
[pág. 26]. Tal vez la afirmación pueda tesis es discutible (en la actualidad la subraya como sus temas rompían con
aceptarse en términos generales, pese novela resulta menos sospechosa que el imaginario del costumbrismo y de la
a las excepciones que representan José la poesía desde la dictadura ideológica sociedad católica y, en cierta manera,
Manuel Marroquín y Alfonso López del mercado), pero encuentra aparente pueden hacer de él un antecesor del
Michelsen. A pesar de ello, cuando respaldo en datos históricos. El autor modernismo. Políticamente, terminó
plantea la pregunta acerca de los mo- no alude al hecho, sin duda seductor, en tierra de nadie debido a que sus
tivos de ese fenómeno y sostiene que de que durante buena parte de la Colo- copartidarios liberales se distancia-
“la respuesta está en que la narrativa nia las novelas estuvieron prohibidas, ron de él por el escepticismo ante las
siempre trae consigo cierta crítica pero sí da cuenta de lo problemáticos guerras civiles.
social, cierta relatividad del mundo que resultaban ciertos textos para la Cuando entra a hacer una conside-
que no le permite concesiones tan fá- verdad oficial de las autoridades co- ración de la calidad literaria de algu-
ciles con el poder” [pág. 26] se entra loniales. nas de sus veinte novelas, en cambio,
ya en un terreno minado, sobre todo La parte del libro dedicada a los la condena es implacable. Así, en una
cuando le agrega una afirmación de siglos coloniales está centrada en El nota de pie de página sobre El caba-
González Echevarría según la cual en carnero de Juan Rodríguez Freyle, llero de Rauzán afirma que, aunque
Venezuela, cuando Rómulo Gallegos aunque hay también aproximaciones Pérez podría ser visto como un pre-
fue elegido presidente “los militares a la madre Josefa del Castillo, a las cursor del modernismo, “su técnica
–sin duda descendientes de Facundo Elegías de varones ilustres de Indias folletinesca, dedicada a llenar páginas
Quiroga y de los encantadores que de Juan de Castellanos y a otros auto- y páginas sin preocuparse por la ila-
importunaban al Quijote– derrocaron res, El carnero es el caso perfecto para ción de la historia agota la paciencia
a don Rómulo un año después de su ejemplificar las tesis de Pineda Buitra- de cualquier lector” [pág. 101]. Una
elección” [pág. 26]. go en la medida en que se trata de un frase parecida le aplica a las cuatro
Sin duda, las afirmaciones ante- desmonte a través de la parodia, de la novelas dedicadas al imperio inca y su
riores invitan a iniciar una polémica visión de la realidad que intentaba dar destrucción por parte de los españoles
al señalar que la poesía también puede el lenguaje notarial y jurídico. El autor y publicadas entre 1856 y 1858. Los
cuestionar el discurso predominante y ve este libro en parte como heredero jigantes (1875) es descrita por Pineda
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Buitrago como un “vasto fresco de la de Bogotá” [pág. 118]– y su rechazo ca reverenció sino que sintió temor del
Independencia, con tantos claroscuros a la modernidad. A partir de ello, Pi- vasto público que pudiera capturar el
que la novela completa se pierde en de- neda da un salto para afirmar que la género de la novela” [pág. 215]. En una
talles inexactos y difíciles” [pág. 101]. Regeneración, representada por Caro nota de pie de página, además, recoge
Las páginas dedicadas a Felipe Pé- y Rafael Núñez, además de la repre- una afirmación de Patricia Trujillo,
rez, en las cuales se tiene la permanen- sión de los liberales en tres guerras según la cual ese prejuicio contra la
te sensación de que Pineda creyó que civiles, trajo consigo “la censura o el novela solo acabó cuando, en 1957,
el autor en cuestión escribía mejor, son olvido –que es lo mismo– de la obra de la Academia de la Lengua premió el
sintomáticas de dos perspectivas críti- aquellos ilustrados y librepensadores ensayo de Antonio Curcio Altamar.
cas que atraviesan el libro, que a veces que estaban al margen del poder y que, A lo largo de la novela también
se complementan y en otras ocasiones además de incursionar en la poesía, aparece latente otra tesis que parece
entran en pugna entre ellas. Digo esto lo hicieron en la novela” [pág. 120]. A contradecir la anterior. Si la novela
sin ánimo alguno de censura. Por el partir de ello, Pineda Buitrago cree tardó mucho en tener aceptación
contrario, creo que esa pugna es una poder considerar su capítulo sobre el en Colombia no se debió tanto a los
muestra de que a lo largo de la escritu- siglo XIX, al menos en parte, como recelos de las élites –pese a que haya
ra del libro Pineda revisó posiciones y una especie de arqueología literaria. podido haberlos– sino porque, como
creció de un modo intelectual y al final Más adelante, toma a Rafael Uribe en el caso de Felipe Pérez, durante
su mirada sobre la narrativa no fue la Uribe como una especie de testigo de mucho tiempo la mayoría de las no-
misma que tenía al principio. cargo a favor de la idea de la poesía velas fueron demasiado malas. Así,
En otras palabras, puede decirse como un género acaso políticamente Pineda constata que la mayoría de las
que al inicio Pineda tiende a tener correcto y socialmente inocuo ante la novelas colombianas de mediados de
una mirada sobre la novela que apun- novela, como un género que algo pue- siglo carecen de interés en el contexto
ta a su significación como documento de aportar para el mejor conocimiento hispanoamericano y que no aguantan
político y social o como una forma de del país. Pineda Buitrago sostiene la comparación con las obras de Rulfo,
cuestionar los discursos existentes. que en 1907, en un viaje que lo llevó a de Sábato o de Cortázar (Rayuela es
Eso es importante y sigue siéndolo Brasil y Argentina, Uribe Uribe que- de 1963).
al final pero, a medida que se avanza dó “indignado cuando escuchó que De antes, si se revisan los juicios
en el libro, es claro que la dimensión se consideraba a Colombia como un particulares de Pineda Buitrago, se
estrictamente estética gana terreno en ‘país de poetas’” [pág. 192], cuando la salvan, en el siglo XIX, Manuela, has-
la mirada de Pineda. mitad de la población era analfabeta. ta cierto punto, y María, para lo que no
Sin embargo, la idea de que hubo “Él hubiera preferido que se hablara se requería recurrir a la arqueología li-
una especie de persecución conserva- de un país de novelistas o cuentistas teraria, y De sobremesa de José Asun-
dora contra la novela es recurrente, –conjetura Pineda Buitrago– pues al ción Silva, además de toda la obra de
al menos durante la primera parte menos la narrativa aportaba detalles Tomás Carrasquilla. Ya en el siglo XX
del libro. El epílogo del capítulo sociales sobre Colombia y requería de hay una reivindicación de Diana caza-
dedicado al siglo XIX –titulado “La mayor esfuerzo, algo de lo que Tomás dora de Clímaco Soto Borda, de Pax
Regeneración combatió la libertad de Carrasquilla podía dar un buen ejem- de Lorenzo Marroquín. En el caso de
la novela”– es un ejemplo de ello. “En plo” [pág. 193]. Soto Borda tal vez pueda hablarse de
los sectores más conservadores de la El que la novela fuera sospechosa que su revaloración, que ha empezado
sociedad –escribe– se la combatió (a para las élites es algo de lo que Pine- hace ya algunos años, tenga que ver
la novela) como un género ‘decadente’ da Buitrago cree seguir encontrando con una lucha contra un olvido injusto,
y se valoró ante todo la poesía”. Para indicios ya bien entrado el siglo XX. lo mismo que ocurre con Cosme (1927)
fundamentar la afirmación, recurre a Así, cuando revisa los títulos de la de José Félix Fuenmayor. No pasa lo
una carta de José Eusebio Caro en la Selección Samper Ortega de Litera- mismo con La vorágine (1924), que
que expresa su “convicción profunda tura Colombiana –editada como parte forma parte de cualquier lista de lec-
de que si se desterrase del mundo toda de un programa de difusión de lectura turas recomendadas sobre la novela en
novela… el género humano haría una de la primera presidencia de Alfonso Colombia, ni con La casa de vecindad,
ganancia envidiable” [pág. 117]. López Pumarejo (1934-1938)– consta- la única novela de José Antonio Oso-
José Eusebio Caro veía en la novela ta que “el 50% son memorias, tratados rio Lizarazo que a Pineda Buitrago le
un vehículo de “frivolidad e irreligión” y discursos de políticos letrados, el parece literariamente rescatable.
y algo que propagaba, expresa Pine- 20% son crónicas de conquistadores, En el marco de esta nota no es
da Buitrago, “una concepción laica y obispos y aventureros decimonónicos; posible entrar a considerar cada una
profana del mundo”. Esa concepción otro 20% colecciones de poesía de al- de las valoraciones que se hacen en
habría sido heredada por Miguel gunos vates consagrados y sólo el 10% el libro –que arranca con las crónicas
Antonio Caro, quien en buena parte de la colección son títulos de novelas de Indias y termina con Juan Gabriel
representa algo así como el villano por como tal” [pág. 215]. A continuación, Vásquez– ni abordar en detalle las
excelencia en este libro. A su despre- Pineda ve eso como una constatación discusiones sobre las distintas épocas
cio por la novela, está su aislamiento de una tesis de Raymond Williams, y los diversos problemas tratados. Por
del resto del país –Pineda recuerda “para quien la élite tradicionalista, ello, tengo que limitarme a indicar que
que “jamás salió del área periférica tanto liberal como conservadora, nun- Pineda Buitrago tiende a convencer-
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se de que la literatura –hablo aquí de páginas dedicadas a García Márquez apoderó de Colombia a partir de los
modo consciente de literatura y no habría que olvidarse del resto del libro, años ochenta.
solo de narrativa– no cumple con su por eso voy a prescindir dolosamente No sé si he logrado, al menos par-
tarea si se limita a ser un sucedáneo de hacerlo. Algo interesante, no obs- cialmente, hacer justicia con este libro.
de la sociología, pero tampoco lo hace tante, es la tesis que plantea de que la Empecé diciendo que era más que una
si entra en una estética meramente altura literaria y el éxito universal de historia de la narrativa. Ahora hay que
fingida –de eso acusa al modernismo–. Cien años de soledad, al contrario de aclarar que también es una historia de
El reto es juntar las dos pretensio- lo que ocurre muchas veces, favoreció la narrativa en Colombia, que puede
nes, la de contar el mundo circundan- a los narradores posteriores. servir de guía y de obra de referencia,
te, en parte negado por los discursos En lo referente a la literatura poste- pero que, además, es una provocación
oficiales, y hacerlo con un lenguaje y rior a García Márquez, Pineda registra permanente al lector. Es un libro que
en unas formas literariamente dignas. el curioso éxito del nadaísmo, que le invita a revisar sus afirmaciones y,
Aquí Pineda Buitrago es especialmen- parece una muestra de la mediocridad en ocasiones, a llevarle la contraria y
te lúcido; en el intento de convertir la del mundillo periodístico colombiano, eso lo digo desde un ángulo positivo.
novela en una herramienta sociológica y rescata a tres escritores –Pedro Gó- Es estimulante, ojalá tenga muchos
o política se puede caer, como ocurrió mez Valderrama, por sus cuentos, Ál- lectores.
con la mayoría de las llamadas novelas varo Mutis y Germán Espinosa– que
de la violencia, en el panfleto. estuvieron al margen de ese fenómeno Rodrigo Zuleta
En el caso de las novelas de media- y que crearon una obra digna de ser
dos de siglo, Pineda Buitrago atribuye tenida en cuenta. De los tres, la obra
de manera expresa su fracaso y su falta de Espinosa es la que a mi parecer sale
de transcendencia en el contexto la- mejor librada, lo que confirma una
tinoamericano, que solo terminaría sensación que viene creciendo desde
con la aparición de García Marquéz, hace tiempo y es que se trata de un
a “cierta falta de independencia o escritor cuya imagen e importancia va
deslinde con respecto al discurso creciendo con el tiempo. Tal vez sea
sociológico” [pág. 216] y a continua- el único novelista colombiano cuya
ción, lo que no deja de ser sorpren- obra sea digna de ser comparada con
dente, recurre como testigo de cargo la de García Márquez, aunque su éxito
a Nicolás Gómez Dávila quien, refiere, comercial haya sido mucho menor.
se dio cuenta muy pronto del proble- Después vienen consideraciones
ma desde su idea de que las buenas sobre algunos escritores a los que Pi-
novelas –el ejemplo que se propone es neda trata con cierta reserva. El aparte
Proust, tienden a ser reaccionarias en dedicado a Rodrigo Parra Sandoval lo
la medida en que proponen restablecer titula “La saturación academicista”
lo abolido. [pág. 320] y en él acusa al escritor de
María (1867), para Pineda Bui- que nunca tomó en serio el oficio de
trago, es un ejemplo de una buena novelar. Acabo de leer Faraón Angola
novela reaccionaria en la medida en y no puedo compartir del todo esa re-
que vuelve al esclavismo, que había serva. De R. H. Moreno Durán afirma
abolido el gobierno de José Hilario que “tiene mejores ensayos sobre la
López una década atrás, para, a la vez, novela que novelas en sí” [pág. 322],
criticar el fenómeno desde otro ángulo lo que equivale a liquidarlo. De Luis
y, en forma simultánea, cuestionar “lo Fayad rescata Los parientes de Ester
precipitado y perverso de ciertas inno- (1973) como retrato crítico y melancó-
vaciones liberales” [pág. 217]. En cam- lico de la clase media bogotana.
bio, a mediados del siglo XX no hubo Hacia Fernando Vallejo, como nos
una novela que criticara con rigor la ocurre a muchos, Pineda parece tener
democracia masificada ni, menos, “la una mezcla de atracción y repulsión.
ingenuidad de la sociología marxista De La virgen de los sicarios, por ejem-
al pensar que el comunismo anularía plo, escribe que “está llena de ideas
las diferencias de clases y de razas” estúpidas sobre la historia” [pág. 335];
[pág. 217]. llega a acusar al autor de fascista, pero
No es de extrañar que en un libro luego admite que es imposible no re-
sobre la narrativa en Colombia haya conocer la belleza intrínseca de esa
un extenso capítulo dedicado a Ga- novela. En Vallejo, probablemente
briel García Márquez. Es algo inevi- hay cierto antihumanismo. Pineda lo
table y, a la vez, difícil de integrar en emparienta con Foucault. Al comien-
un libro de esa naturaleza porque lo zo, manifiesta que su obra tal vez es
desborda. Si se entran a discutir las la mejor expresión de la locura que se
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