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PSICOANALÍTICA”
1
RESUMEN EN ESPAÑOL
ABSTRACT
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I.- LA FORMACIÓN EN PSICOTERAPIA DE GRUPO
3
elaboración de los obstáculos y transferencias que se producen en la relación con el
paciente y compañeros de la institución.
La teoría freudiana da muchísimos elementos para comprender la dinámica
individual y grupal, que muestra la relevancia del inconsciente y sus formaciones
(síntomas/sueños/lapsus), y la sobredeterminación de los síntomas, que se originan en
relaciones conflictivas, del pasado o actuales (relación de pareja, familia, ámbito laboral,
etc). La teoría grupal psicoanalítica permite observar que los síntomas se producen en los
vínculos conflictivos con los otros, manifestándose de múltiples maneras: malentendidos,
incomunicaciones más o menos graves, dolores físicos o psíquicos, angustia, tristeza,
agresividad, ambivalencia intensa con relaciones de amor/odio, pérdida de autoestima,
aislamiento, temor a la soledad, etc.
En estos grupos aprehenden que los síntomas tiene una función para el sujeto, que
siempre se dirigen al otro, y que básicamente están referidos a las problemáticas
siguiente: sexualidad, muerte, dependencia/separación/soledad, pérdidas/duelos, etc. Se
dan en circunstancias de la vida que tiene que atravesar el sujeto y son difíciles y
complejas, por lo que con frecuencia el residente no está preparado para afrontarlas; no
ha tenido esas experiencias de vida, ni formación teórico- técnica. Pretendemos que en
estos grupos aprehendan “cómo hacer con el síntoma, el paciente y la transferencia”, sin
obviar los aspectos biológicos. Un aprendizaje que les permita aprender a observar y
analizar los sentimientos que les transfieren los pacientes
(amor/odio/agresividad/rechazo/violencia…). Para que después puedan elaborar que estos
afectos y sentimientos se dirigen a figuras significativas de su pasado, aunque se
reactualicen en el aquí-ahora en el vínculo con el profesional.
Se trata de que subjetiven la complejidad de la práctica clínica, y por tanto, la
necesidad de instrumentarse para abordar las inevitables situaciones difíciles que surgirán
en su quehacer. La angustia del profesional se relaciona con esta complejidad y con las
limitaciones afectivas, teóricas y técnicas, al no haber tenido una formación pertinente en
la universidad. Ésta al tener paradigmas biologicistas y conductistas no les ha aportado
los instrumentos básicos en la atención al paciente: “saber preguntar y escuchar al
paciente”.
La validez del grupo como instrumento fundamental en el aprendizaje, la realizo a
partir de una reflexión de dos sesiones grupales. Es un grupo de formación/aprendizaje
privado formado por psiquiatras y psicólogos que se forman en teorías y técnicas grupales
con la metodología grupal psicoanalítica operativa. Para este análisis utilizo los
emergentes más significativos que Bauleo3 denominara “emergente inicial”, “emergente
central” y “emergente final” en función de su ubicación en la sesión. El emergente es uno
de los conceptos privilegiados de la teoría y la guía para que el equipo coordinador pueda
realizar un análisis del acontecer grupal, pero siempre en la asociación de unos con otros
(E1, E2….), y por tanto, en el marco de un discurso grupal. La tarea de estos grupos es
trabajar los textos teóricos, y articularlos con la práctica clínica (problemática del
paciente, y relación con paciente/institución). En esta teoría, a través de la cadena de
emergentes se puede realizar una lectura de lo latente grupal (ansiedades, obstáculos y
resistencias en el desarrollo de la tarea). Se privilegia los vínculos y las relaciones
intersubjetivas, con el grupo y la tarea.
1.1.- Dos sesiones (al año de proceso grupal): Emergente inicial, central y final
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Subrayaron de la teoría que los obstáculos eran de dos tipos, epistemológicos y
epistemofílicos, los primeros en relación al conocimiento, y los segundos, referidos a lo
afectivo. Apoyándose también en la teoría reflexionaron que trabajar sobre estos
obstáculos era una de las principales tareas del aprendizaje grupal, ya que su no
resolución paralizaba el proceso de aprendizaje y mantenía múltiples disociaciones
(teoría/práctica, intelectual/afectivo, pensamiento/acción). Nombraron los afectos que les
embargaba la clínica: angustia, bloqueo e impotencia, que coinciden con los síntomas que
Freud4 trabajara en uno de sus principales textos, “Inhibición, síntoma y angustia”, que es
central para pensar la clínica psicoanalítica. Dialogar sobre los síntomas y las dificultades
les permitió explicitar su tarea como grupo, “aprender sobre grupos en grupo”, en un
aprendizaje con los otros.
El Emergente Central es el interrogante, ¿Cómo cambiar cada uno en el grupo?,
que surge después de elaborar los sentimientos de omnipotencia y las exigencias internas
que mostraban un elevado ideal del yo, y un superyó muy exigente en los participantes.
Habían sido sentimientos compartidos y emergentes significativos durante meses del
proceso, si bien más problemáticos en las primeras etapas del grupo. Reconocer que es un
arduo proceso por la complejidad de la tarea, que a su vez se incrementa por sus altos
ideales y exigencias internas. La elaboración de algunos aspectos de la subjetividad, del
grupo interno les permite aceptar su identidad como psicoterapeutas de grupo. En la
evaluación del trabajo realizado destacan sus resistencias hacia la teoría, a la que se han
enfrentado con sentimientos que oscilan entre la impotencia y la omnipotencia. La
evaluación les ha permitido disminuir los mecanismos de negación y reconocer la
necesidad de acercarse a los textos de manera más articulada con la práctica clínica, es
decir, en una praxis que integre ambas.
En el Emergente Final: “nuestros vínculos con los otros son las verdaderas
experiencias” vivencian la importancia de los vínculos en el grupo, unido a la
comprensión de que es un concepto nuclear en la teoría de grupo operativo, como leen en
el texto de Pichón, que era la lectura para ese día. La clínica no es sin el otro, el vínculo
se transforma en el desarrollo grupal, al principio se daban unos vínculos más confusos e
indiscriminados, y ahora los sienten más discriminados. Es la evolución que también
describiera Bauleo5 en los tres momentos del aprendizaje en grupo: “Indiscriminación,
Discriminación y Síntesis”. Después de un año de dinámica grupal pueden explicitar una
mayor discriminación entre ellos, los momentos de identificación previos, y ahora de
diferenciación les permite un mejor conocimiento de sí y de los otros.
Esta sesión grupal marca un punto de inflexión, un cambio en el que se efectúa el
pasaje desde la angustia que les produce la clínica a la constatación de que es el vínculo
con el otro lo que les produce angustia, que a su vez da la experiencia en la vida. Perciben
cambios en los vínculos entre ellos y con los pacientes, que han sido propiciados por los
movimientos de identificación y desidentificación, y que a su vez han flexibilizado las
relaciones con los otros fuera del espacio grupal.
En la segunda sesión encuentran la estrategia frente a la angustia, el
funcionamiento en “equipo”, que es contenedor de la angustia al posibilitar compartir la
tarea con otros. Pero junto a la necesidad y el deseo de trabajar con esa organización
surgen afectos, sentimientos, temores y vivencias muy intensos y displacenteros. El
Emergente inicial es una pregunta: ¿Cómo trabajar en equipo?, y el Emergente Central es
la expresión de las emociones que suscita el equipo, y que se condensan en el significante
“horror”. Este horror se significa como tensiones entre ellos, conflictos, y temores al daño
y ataque de los otros. Hablan de tiburones, celos, envidias, dentelladas, rivalidad,
competencia, lucha por el poder…., etc. Aunque estos agresiones al inicio las depositan
en el afuera, en los otros, ya que refieren que son “los otros los malos que me quieren
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dañar”; el trabajo de elaboración posterior les permite explicitar y reconocer el
autoritarismo que está en su interior. Así, la portavoz que había nombrado el horror de lo
institucional y que a su vez, había resonado en los otros, lo explicita del siguiente modo:
“yo, en las reuniones de equipo soy un bulldog”.
El reconocimiento de la propia subjetividad permite plantear un nuevo
interrogante en el Emergente Final: ¿Cuál es la tarea de cada uno dentro del equipo?.
Reflexionan que la necesidad de tener un proyecto previo individual requiere preguntarse
acerca del deseo propio, para después pensar en el deseo de hacerlo en común con otros.
Las preguntas y respuestas que van encontrando les lleva a un silencio reflexivo
prolongado para afirmar al terminar que es en ese momento cuando pueden comprender
el proceso de aprendizaje realizado.
En la construcción del discurso grupal que se produce gracias a la asociación de
los diferentes emergentes observamos los tres elementos que Bauleo describiera en el
“Aprendizaje grupal”: “Información, Emoción y Producción”. La propuesta de grupo
Operativo no es un aprendizaje como mera acumulación de conocimientos, si no una
nueva manera de aprender que exige un cambio en la actitud de los psiquiatras y
psicólogos, que supone un posicionarse en otro lugar que no sea el de mero observador de
los fenómenos que manifiesta el paciente; un aprendizaje en el que se busca la integración
entre la teoría y la práctica clínica. Se busca una posición de escucha activa que les
permita significar los síntomas y la función que cumplen para el sujeto y el grupo.
El proceso grupal es un gran instrumento porque facilita ese cambio de posición
que a su vez promueve el del paciente, y pueda asumir el rol protagonista que requiere su
tratamiento. Dicho con otras palabras, la elaboración grupal posibilita desplazarse desde
el lugar de observador que sabe, diagnostica y pone un tratamiento aceptado pasivamente
por el paciente, a la posición en la que se puede observar y analizar la demanda del
paciente y reflexionar acerca del modo de intervención. Es un cambio en la relación entre
ambos que permite incluir los síntomas, sueños, y lapsus del paciente, pero también el
vínculo establecido por el deseo de ambos.
Estas dos sesiones son paradigmáticas para mostrar lo que genera angustia a los
profesionales, los vínculos que se generan en el quehacer clínico; cuando la angustia les
desborda abandonan la especialidad, que suele ser en los primeros años de la residencia.
Las metodologías grupales al ofrecer la posibilidad de elaborarla disminuyen la tasa de
abandonos y de posibles intervenciones iatrogénicas. La angustia, ese “afecto que no
engaña”, como subrayara Lacan6, se genera por múltiples causas, entre ellas, la patología
y problemáticas latentes, la personalidad del paciente y del profesional, la falta de
formación y apoyo social. La angustia es un afecto que surge en todos los profesionales
aunque tengan experiencia, pero obviamente es más significativa en los primeros años
durante la formación MIR o PIR. Ya señalábamos que la formación universitaria no tenía
en cuenta un aspecto nuclear en el trabajo del médico/psiquiatra/psicólogo, la relación
médico-paciente, psiquiatra/psicólogo-paciente.
El análisis personal, el conocimiento teórico-técnico, y la experiencia clínica son
las tres herramientas imprescindibles en el ejercicio de su profesión, y que les instrumenta
para no entrar en los movimientos transferenciales del paciente. Sabemos que si son muy
intensos, el terapeuta puede perder la distancia pertinente con los pacientes, la necesaria
“neutralidad”. Las metodologías grupales permiten la observación de los fenómenos
inconscientes, de los mecanismos defensivos, resistencias, y de aquellos que son
fundamentales para la comprensión de la subjetividad y grupalidad. Entre ellos
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destacamos la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte en los individuos, los
grupos, las instituciones, y en lo social.
Las metodologías grupales permiten la reflexión sobre las diversas problemáticas,
grupales, intersubjetivas, intrapsíquicas, y transgeneracionales; la reflexión de los hechos
psicopatológicos desde las diferentes perspectivas teóricas y la observación de los
diferentes modos de intervención; y también la integración de lo corporal con los
aspectos teóricos/prácticos e intelectuales/afectivos. El espacio grupal posibilita la
integración de las disociaciones, al tratar las problemáticas de manera dialéctica y no
dilemática, para que en el proceso grupal puedan surgir los interrogantes que permitan
profundizar en la complejidad de la práctica clínica, la teoría, y de todo aquello que
resulta enigmático en la clínica.
En el grupo se suscitan preguntas acerca de uno mismo y de los otros, de la
modalidad de los vínculos que se establecen con los otros, de lo que es común y singular
de cada uno. La emergencia de la angustia que surge en el vínculo con algunos pacientes
y compañeros les permite reflexionar acerca de la necesidad de un cambio personal y
grupal para abordar las problemáticas de diferente manera. Asumir la necesidad del
cambio les lleva a una nueva pregunta en relación a su dirección que se explicita con el
siguiente emergente: ¿Cómo orientar el cambio?, un nuevo interrogante a trabajar en
posteriores sesiones.
En resumen, el trabajo en común con otros ofrece un “plus”, conocer modos de
relación diferentes a los propios y transferencias diversas hacia la coordinación. En el
grupo aprehenden que la angustia en su práctica clínica se origina por tres elementos
íntimamente relacionados, los vínculos con los pacientes, el equipo y la institución.
Respecto a lo institucional, el reconocimiento de las diferentes disciplinas, tareas, y
objetivos dentro del equipo facilita la organización de proyectos individuales, de
subgrupos, y de equipo. Esta elaboración permite pensar formas más eficaces para
organizar lo asistencial, las urgencias, las crisis subjetivas, y las tareas de evaluación,
diagnóstico, y tratamiento, lo que favorece la salud de los profesionales. El logro de estos
cambios posibilita otros, entre ellos, la mejora en las indicaciones e intervenciones
terapéuticas, la incorporación de otros profesionales a la mejor organización y análisis de
las demandas, y al alivio de las listas de espera que tan perturbador es para los pacientes y
el funcionamiento de los centros.
El proceso de formación de los psiquiatras y psicólogos es un aprendizaje lento y
arduo que precisa de la construcción de un esquema referencial teórico/afectivo que
procure un encuadre interno que posibilite la contención y elaboración de las angustias de
los pacientes. La función de los responsables de la formación es instrumentarles para que
consigan un “trato” diferente con el paciente, la “enfermedad” y la institución, para que
no transmiten su angustia en la relación. Se trata de adquirir instrumentos para aprender a
“saber cómo hacer”, y que el paciente no se sienta tratado como un objeto durante el
proceso terapéutico. Y un hecho fundamental es que en estos grupos se promueve la
emergencia de la pregunta acerca del deseo de elegir la profesión, que es muy
significativa para el ejercicio clínico. El surgimiento del deseo de ser
psiquiatra/psicólogo/psicoterapeuta grupal requiere tiempo porque precisa ser vaciado de
otras significaciones; que el deseo sea sólo analizar sin las interferencias de las
transferencias realizadas sobre los pacientes.
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pertenencia, y también sobre el terapeuta y su relación con el equipo y la institución. En
España, a diferencia de otros países, la supervisión de la práctica profesional ha generado
muchas resistencias y temores, por ello ha sido poco demandada por los profesionales en
lo público, aunque en el momento actual observamos algunos indicios de cambio.
Las actividades de supervisión han sido reconocidas en la formación de los
profesionales de los Servicios Públicos de Salud, tanto en Europa como en E.E.U.U;
Sadock y Kaplan ya las recomendaban hace años por sus buenos resultados para la
práctica clínica. En el Programa Docente de la Especialidad de Psiquiatría en nuestro país
se recomienda que los profesionales participen en experiencias de grupos verbales con el
objetivo de explorar la dinámica de sus relaciones interpersonales; asimismo se hace
referencia a la formación del trabajo en equipo.
Las dos metodologías de supervisión grupal que nos parecen de mayor interés son
los Grupos Balint10 y los Grupos Operativos, los primeros llevan el nombre del autor y es
una forma de trabajo que surge a partir de los años 1970 con el objetivo de analizar los
casos de la práctica clínica cotidiana de los médicos. En el grupo se expone la historia del
tratamiento de algún paciente y las dificultades generadas durante el proceso que serán
debatidas por los participantes. Estas experiencias tienen gran interés porque analizan la
transferencia de pacientes y médicos, por lo que se producen efectos terapéuticos en los
participantes, de ahí su potencial de cambio.
Mientras que en los grupos Balint se hace un trabajo individual en grupo, en la
metodología de “Grupo Operativo” se trabaja además de lo individual, lo grupal, y la
articulación entre ambos. Es una forma de trabajo en la que “el grupo” es central y el
principal agente terapéutico y de cambio para los sujetos; se utiliza con todos los
profesionales porque facilita la interdisciplinariedad y el trabajo en equipo. La
metodología operativa es creada por Pichón Riviére a mediados del siglo pasado y
permite trabajar tanto los factores individuales, como los grupales y sociales. El eje
central en estos grupos es la tarea, que en este caso sería trabajar sobre los aspectos
teóricos y afectivos que se movilizan en la relación profesional-paciente y en los vínculos
con la institución. Estos grupos posibilitan la elaboración de los obstáculos afectivos y
epistemológicos que se generan a lo largo del proceso grupal.
Los grupos de supervisión son imprescindibles porque la práctica clínica supone
un contacto diario con la enfermedad, los conflictos, la destrucción y la muerte. De todas
estas problemáticas nos habla Bleger, un autor cercano a Pichón, en su libro “Temas de
Psicología”11. El autor señala que los profesionales se enfrentan a situaciones difíciles que
movilizan sus propios conflictos, lo que genera ansiedad, bloqueo e incremento de los
mecanismos defensivos. Añade que si la ansiedad es intensa, el profesional puede
desarrollar conductas obsesivas o fóbicas para evitar el contacto personal con el paciente.
Estas estrategias defensivas son conscientes o inconscientes, entre ellas, la realización de
entrevistas muy protocolizadas, el uso excesivo de medicamentos, o la realización de
numerosos test. Por ello, aconseja grupos de estudio y discusión con el objetivo de
investigar el trabajo clínico, ya que a través de ellos se disminuye la angustia y se
previene la alienación en la tarea clínica.
Las reflexiones posteriores las realizo a partir de la experiencia en supervisiones
individuales a los MIR de Psiquiatría y Medicina Familiar y Comunitaria, y supervisiones
grupales a residentes de psiquiatría, psicología, médicos de familia y enfermería. A
inicios de los años 80, en el CSM de Parla, con los médicos que trabajaban en el Centro
de Salud Isabel II; un grupo de 10 médicos que coordiné con técnica operativa, cuya tarea
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era trabajar sobre la relación médico-paciente, y las ansiedades que les generaba la
práctica clínica. En este grupo se constató que la angustia estaba en relación con la
enfermedad, pero sobre todo, en función del vínculo establecido con el paciente.
En la segunda mitad de los 80 coordiné unos años un grupo de supervisión con los
MIR y PIR de la Zona Sur de Madrid, en el actual Instituto Psiquiátrico de Leganés, lo
co-coordinaba con el Dr. Melendo, psiquiatra y psicoanalista. Era un grupo que él había
organizado y al que había denominado “Grupo de indicaciones terapéuticas” y que tenía
un encuadre semanal. A finales de los 90 inicié otra experiencia de supervisión grupal en
el hospital de Móstoles con Javier Guindeo también psiquiatra y psicoanalista. Fue un
encuadre muy prolongado con frecuencia quincenal y en él realizábamos la supervisión
del trabajo clínico que realizaban los MIR y PIR del Área X de la CAM. Se trabajaba
sobre la práctica clínica con los pacientes e incluía tareas diagnósticas, terapéuticas y el
análisis de la vinculación con el paciente y la institución.
En la actualidad realizo grupos de supervisión con Emilio Gamo, psiquiatra y
psicodramatista lacaniano en Leganés para los residentes de la Zona Sur de Madrid. En
este caso no sólo con psiquiatras y psicólogos en formación, participan E.I.R. que son las
enfermeras/os que realizan la especialización en Salud Mental. Y también dentro del
Programa de Formación Continuada, junto a Emilio Irazábal, psicólogo y psicoterapeuta
grupal una supervisión grupal con profesionales de los C.S.M. Y en breve trabajaremos
con el equipo de psicólogos de paliativos de la C.A.M junto a Natalia Blein.
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También aprenden a tener en cuenta la complejidad, los diversos ámbitos en los que está
incluido el paciente: pareja/grupo familiar/institución laboral-escolar/comunidad/lo
social. Estos grupos requieren un encuadre claro y explicitado en todos sus elementos, y
al internalizarse funcionará como un instrumento imprescindible en su trabajo clínico.
Experimentan y vivencian el lugar privilegiado de la “palabra” del paciente, que a
su vez exige una “escucha” activa del profesional; una escucha de aquellas palabras que
han sido significativas para el sujeto. Unas palabras que generarán otras, y en su
articulación advendrá el sentido/“sin sentido” de lo que produce sufrimiento al sujeto; una
escucha que está más allá de las palabras, y es del inconsciente del sujeto. Y, por otro
lado, es a través de las intervenciones/interpretaciones de los coordinadores como ellos
aprenderán a escuchar y en algunos casos a interpretar y producir efectos terapéuticos en
los otros. Es decir, los futuros psiquiatras, psicólogos aprenden de los señalamientos,
preguntas, puntuaciones o cortes, y con menor frecuencia, de las interpretaciones/
construcciones, herramienta todas ellas que serán fundamentales en su quehacer clínico.
De la escucha de lo manifiesto aprenderán lo inconsciente, lo latente grupal, y podrán
develar los pensamientos reprimidos y afectos rechazados que están en el origen de los
síntomas y de la “enfermedad”.
La formación/supervisión tienen tareas comunes y diferenciadas, en la formación
además de lo clínico, se incluye una programación teórica que es preciso elaborar,
mientras que en las supervisiones se prioriza la práctica clínica y los vínculos de equipo e
institucionales, aunque también se trabajen algunos textos teóricos. Los grupos de
formación, por sus encuadres y características, se realizan sobre todo en el ámbito
privado; mientras que los grupos de supervisión son de elección cuando hay una práctica
clínica común, y por ello se realizan con más frecuencia en el ámbito público. La
supervisión grupal permite la elaboración de los aspectos teórico-prácticos y personales,
además de posibilitar el trabajo sobre la dinámica institucional. Este hecho es
fundamental porque les prepara para el trabajo en la institución, y les facilita un
posicionamiento más activo para una mejor integración en las tareas de equipo. Y, por
otro lado, también les aporta los instrumentos básicos para realizar las tareas de
coordinación con otras instituciones, entre ellas, Atención Primaria, Hospitalización
psiquiátrica, Servicios Sociales, Rehabilitación, Instituciones escolares en los programas
de infanto-juvenil, CAID, etc.
El grupo funciona como instrumento de cambio si los encuadres son más
prolongados, en éstos el compromiso es mayor y se facilita el conocimiento de algunos
aspectos de uno mismo y de los otros. En el campo grupal es fundamental la “discusión
libre flotante”, como diría Foulkes13 (en lugar de la “asociación libre” en lo individual),
que permite visualizar los obstáculos, resistencias y transferencias que surgen en el
tratamiento, referidas al paciente o al profesional. En las experiencias de supervisión bien
coordinadas, al igual que en los grupos de formación, se observan efectos terapéuticos en
sus participantes, como ya señalara Balint. Se producen cambios personales que
promueven otros grupales y además se generan las condiciones de posibilidad para la
construcción de un ambiente terapéutico en la institución. Los efectos de los grupos de
supervisión se evidencia en la construcción de relaciones, interacciones y vínculos más
saludables y terapéuticos, lo que posibilita la constitución de instituciones más
contenedoras y acogedoras para los pacientes.
Los grupos de supervisión son experiencias de sensibilización a lo grupal y de
iniciación para aquellos que deseen continuar un proceso de formación en psicoterapia de
grupo. Además del aprendizaje de lo clínico e institucional aprehenden los roles
diferenciados que se dan en el interior de los grupos, la dinámica y el funcionamiento de
lo grupal, su influencia sobre los sujetos, las resistencias y mecanismos de defensa, la
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elaboración de la tarea terapéutica, etc. Dicho con otras palabras, la participación en estos
grupos facilita la mejor comprensión de los procesos intrapsíquicos, interpersonales, y
grupales, además de permitir profundizar en el proceso del enfermar en general.
La supervisión grupal de los residentes y profesionales debería ser un objetivo
prioritario en los servicios públicos porque permite la integración en lo corporal del
pensamiento/afecto/acción, aspectos que en la formación tradicional están muy
disociados. La mayor cooperación e integración en el encuentro con los otros favorece la
articulación de los aspectos disociados en los pacientes, que es de gran interés en los más
graves porque padecen graves fragmentaciones en su estructuración psíquica y
funcionamientos muy disociados.
Los Centros de Salud Mental que han propiciado el trabajo con supervisores
externos a la institución han conseguido mejorar la dinámica institucional y la atención a
los pacientes, por ello, es de gran interés que estas iniciativas sean más frecuentes en los
Servicios de Salud Mental públicos, ya que logran mejorar la atención sanitaria y
disminuir el sufrimiento que conlleva la práctica clínica y el difícil trabajo en equipo
interdisciplinario. Si no pueden realizarse actividades de supervisión, han de potenciarse
las sesiones clínicas, ya que permiten compartir el trabajo clínico entre los distintos
profesionales y mejorar la dinámica institucional; pero siempre y cuando sea una tarea
compartida por todos los miembros del equipo.
La formación, supervisión y análisis se anuda en el momento de la supervisión,
que para Sopena14 precisa de tres momentos:
- La aproximación teórica al inconsciente a través de los textos de Freud.
- El acercamiento al propio inconsciente en el análisis personal.
- La cercanía al inconsciente del otro en la práctica clínica, que se moviliza en la
transferencia.
En síntesis, la supervisión permite observar cómo se incorpora el pensamiento
analítico y las dificultades con la transferencia; el supervisor se centra en el análisis y las
dificultades que plantea cada caso particular. Y el supervisado aporta los decires del
paciente e incluye sus pensamientos y sentimientos en el curso de la sesión. Todo ello,
teniendo en cuenta que en la supervisión se trata de articular el discurso del inconsciente
con el lenguaje teórico.
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ideología muy diferente a la de otros países en los que seguir tratamiento con un
psicoanalista formaba parte de la cultura.
El análisis personal ha de estar marcado por el deseo de tener esa singular
experiencia, ya que implica un cambio y sólo se producirá si el profesional está dispuesto
a transitarlo. En lo público nos parece de gran interés que se realicen con metodología
grupal, y preferentemente en una etapa previa a iniciar el ejercicio de la función
psicoterapéutica, aunque fueran experiencias breves de uno o dos años. Una de las
ventajas de que se realice en grupo es que al mismo tiempo se les instrumenta para el
ejercicio de la psicoterapia grupal.
Frente a las actitudes de recelo y ocultación se agradece la orientación del
“Documento marco de acreditación de psicoterapeutas de la AEN” 16 que fue elaborado en
colaboración con la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas) y la
FEATF (Federación Española de Asociaciones de Terapeutas Familiares). Este
documento del año 2012 subraya que el análisis personal ha de ser un requisito necesario
para el ejercicio de la psicoterapia, aunque en este documento pactado se exija sólo 50
horas. Fuera de nuestro país esta duración varía desde el límite inferior de las 50 a las 100
horas que aconseja Yalom y otras asociaciones de grupo conocidas, hasta otras
organizaciones que solicitan más de 300 horas.
El análisis personal en las instituciones privadas es muy valorado sobre todo en
las instituciones psicoanalíticas, en las que figura como uno de los requisitos
imprescindibles de la formación. Se piensa como el instrumento que mejor capacita para
el ejercicio clínico, ya que posibilita reflexionar y analizar las dificultades, conflictos,
fijaciones, y resistencias. Es una elaboración imprescindible porque si no se efectúa la
transferencia del profesional puede obstaculizar el trabajo con los pacientes. El análisis
facilita la denominada “neutralidad” que nombrara Freud, que hace referencia a la
distancia terapéutica con el paciente pertinente que permita realizar las intervenciones
adecuadas durante el tratamiento.
Desde nuestra formación psicoanalítica y grupal proponemos que el análisis
personal se realice primero en grupo terapéutico y una vez finalizado éste, y sólo para
quien desee profundizar más sobre si mismo, iniciar un psicoanálisis individual.
Pensamos en el análisis grupal como paso previo al individual porque el trabajo sobre las
defensas y resistencias se realiza en menor tiempo si se trabaja en encuadres grupales, es
decir, cuando se trabaja con otros en una tarea terapéutica. Es fundamental que el grupo
terapéutico sea coordinado por un profesional con sólida formación grupal y
psicoanalítica. Por otro lado, sugerimos que se inicie con la mayor prontitud posible, en el
período de la residencia o una vez que se haya finalizado la formación como psiquiatra o
psicólogo.
La cuestión de si realizar un psicoanálisis individual o grupal ha sido muy
discutida y defendida con posturas radicalmente diferentes. Entre ellas, subrayo las
posturas diferentes de dos autores, la de Foulkes17, creador del Grupoanálisis que
aconsejaba iniciar el análisis personal de manera grupal, y Guimón que defendía la
postura contraria, y mostraba sus preferencias para iniciarlo con psicoanálisis individual.
Foulkes consideraba que se debía participar en un grupo terapéutico al menos durante tres
años para obtener un mayor conocimiento de sí, de las defensas y resistencias, y de ese
modo, interrogarse sobre el deseo de realizar grupos terapéuticos. Y añadía que aquellos
que desearan profundizar en la experiencia analítica podían iniciar un psicoanálisis
individual posteriormente.
Más allá de las diferencias, consideramos que cada uno ha de optar por la
modalidad de análisis que mejores resultados le ofrezca, ya que tanto el psicoanálisis
individual como el grupal son dos instrumentos muy valiosos para el psicoterapeuta
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grupal de orientación psicoanalítica. No obstante somos conscientes de las dificultades
para realizar un análisis en grupo, ya que en nuestro país apenas existen instituciones
privadas que oferten grupos terapéuticos. Situación muy diferente a la del psicoanálisis
individual, que es ampliamente ofertado por numerosas instituciones psicoanalíticas
privadas. Respecto a la duración proponemos que al menos sea de dos años, unas 100
horas, ya que el tiempo actual requerido de 50 horas nos parece muy limitado. Este
tiempo permite acercarse a algunos mecanismos intrapsíquicos e intersubjetivos, y
hacerse consciente de las dificultades en la relación con los otros, ya sean éstos
pacientes/familiares/compañeros/dinámicas institucionales.
Estas tres experiencias grupales: análisis, formación y supervisión son
complementarias y posibilitan aprender sobre la práctica clínica, la condición humana, los
otros y sobre sí mismo. El análisis personal unido a las experiencias en grupos de
formación y supervisión potencian el autoconocimiento, lo que es fundamental para
prevenir la iatrogenia en el ejercicio de nuestra profesión, es decir, las posibles
actuaciones en el vínculo con los pacientes.
El análisis personal, si coincide con el de algunos compañeros, mejora la
comunicación y previene las dinámicas patológicas de las instituciones. De todos es
conocida la grave incomunicación que se da entre los profesionales en algunas
instituciones, llegando a no dirigirse la palabra, o comunicarse sólo por escrito cuando se
precisa intercambiar información acerca de los pacientes. La experiencia analítica
personal facilita el trabajo en equipo, y cuando no es posible, al menos promueve un
menor sufrimiento en las relaciones, para cumplir el objetivo de un mejor desarrollo del
quehacer clínico, y el establecimiento de vínculos más terapéuticos con el paciente.
Estos espacios grupales requieren la presencia de un equipo coordinador que
canalice las pulsiones agresivas y destructivas del colectivo. La paradoja es que con
frecuencia se nombran coordinadores en la institución que por estructura de personalidad
las potencian, llegando a ser influencias muy patógenas si carecen de formación. Es decir,
la falta de formación y algunas actitudes/aptitudes de ciertos coordinadores han
promovido y potenciado algunas respuestas fóbicas en los profesionales. Por ello, hemos
asistido a la reclusión de los profesionales en sus despachos, a la evitación de los espacios
organizativos para la asistencia, y a la exclusión de las sesiones clínicas, hecho
impensable en los servicios de otras especialidades médicas. La exclusión y aislamiento
ha producido efectos de alienación que transmiten a los pacientes potenciando de ese
modo su propio aislamiento.
En resumen, el análisis personal facilita los vínculos, hecho de interés con
aquellos pacientes “difíciles”, no por la gravedad de su patología sino por las dificultades
en el trato (demandantes, sucesivos cambios de terapeuta, agresivos, dependientes,
querulantes, negativistas, reprochantes, etc). La experiencia analítica personal es
imprescindible porque se trabaja con sujetos, relaciones, y vínculos que pueden ser
prolongados en el tiempo. El análisis disminuye la compulsión a la repetición, es decir, la
reedición de situaciones más o menos traumáticas de la infancia en el aquí-ahora; por otro
lado, el conocimiento de las propias transferencias evita su depositación en los pacientes,
y permite abordar la de éstos en su diferencia.
Finalmente señalo los dos emergentes finales de las dos últimas sesiones de un
grupo de supervisión con los residentes en el Instituto José Germain de Leganés que
acaba de terminar:
- “¿Realmente quiero que mi vida sea tratar a personas con trastorno mental
grave?,
“Ser un buen terapeuta, es de lo que trata en nuestra formación”.
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En estos emergentes se plantean el objetivo de su formación y se preguntan sobre
su deseo de ser psicoterapeutas y de trabajar con estas patologías.
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- El Grupo familiar y la “enfermedad mental”.
- El Grupo: “estructura” y “dinámica grupal”, Grupo interno/externo.
- La Teoría del “Vínculo”.
- Los grupos terapéuticos:
--- El equipo terapéutico. Roles de coordinación/observación
--- Encuadre grupal.
--- Tarea: Manifiesta/latente.
--- Roles: teoría de la depositación, asunción y adjudicación, liderazgo, portavoz, chivo
emisario, expiatorio…
--- Las transferencias grupales y las resistencias.
--- Interpretación
--- Emergente. Lectura de emergentes.
- Patologías neuróticas,
- Patologías psicóticas (esquizofrenia y trastornos bipolares),
- Patologías de personalidad (límites, narcisistas, paranoides, dependientes…)
- Patología en la infancia y adolescencia
- Patología en la vejez (básicamente para trabajar las experiencias de duelo).
- Adicciones
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- Compendio de psicoanálisis
- Casos clínicos: Juanito, Dora, Schreber, el hombre de los lobos y el hombre de las ratas.
- Duelo y Melancolía
- Fragmento de análisis de un caso de histeria
- Obsesiones y fobias
- Paranoia y Neurosis obsesiva
- Las neuropsicosis de defensa
- Neurosis y Psicosis
- La pérdida de la realidad en las neurosis y psicosis
- Técnica psicoanalítica:
Sobre psicoterapia, iniciación del tratamiento, consejos al médico en el tratamiento
psicoanalítico, la dinámica de la transferencia, puntualizaciones sobre el amor de
transferencia, el uso de la interpretación, trabajos sobre técnica psicoanalítica, el carácter
y el erotismo anal…
- El encuadre, la asociación libre, la atención flotante, interpretación…
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las multifamiliares. Además de organizar las actividades psicoterapéuticas grupales en el
Centro estructuraría la formación en psicoterapia de grupo de los residentes y del resto de
profesionales en los programas de formación continuada.
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individuales y grupales también son importantes dentro del programa de formación
continuada para mejorar el vínculo con el paciente y la dinámica institucional; y para que
emerja el deseo de ser psicoterapeuta.
6.- Las sesiones clínicas son el eje de la formación continuada, el espacio donde
pueden compartir las experiencias terapéuticas grupales (modo de selección de los
pacientes, tipos de encuadre, obstáculos y resistencias al cambio, principales emergentes
y evolución de los procesos terapéuticos grupales).
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1
Un psicólogo de los grupos de formación.
2
GAMO MEDINA, E., GÓMEZ ESTEBAN R., Grupos Terapéuticos y Asistencia Pública”, Madrid, AEN, 1997.
3
BAULEO, A., “Ficha” del Centro Internacional de Investigación en Psicología Social y Grupal(CIR), Boletín interno del
CIR, nº 1.
4
FREUD, “Inhibición, síntoma y angustia”, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1975.
5
BAULEO, A., “Ideología Grupo y Familia”, Buenos Aires, Ed. Kargieman, 1975.
6
LACAN, J., Seminario 10, Barcelona, Paidós, 2006.
7
IRAZÁBAL MARTÍN, E., “Supervisión y Grupo”, Rev. Área 3, nº 20.
8
SAIDON, 0., “Supervisión y formación en Instituciones Públicas”, Boletín nº 5 del Centro Internacional de Investigación
en Psicología Social y Grupal, Madrid,1984.
9
MORTON REISER EDUCATORS, ¿"Losing the mind"?, Rev. American Journal Psychiatry, 1988; 145: 2.
10
BALINT, M., El médico, el paciente y la enfermedad, Buenos Aires, Libros Básicos, 1961.
11
BLEGER, J., Temas de Psicología, entrevista y grupos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1980.
12
PICHÓN RIVIÉRE, E., El proceso grupal. Del psicoanálisis a la psicología social, Buenos Aires, Nueva Visión, 1975.
13
FOULKES, S.H.; Psicoterapia Grupo-Analítica. Métodos y Principios, España, Ed. Gedisa, 1981.
14
SOPENA, C., “Acerca de la supervisión: Entrevista con Carlos Sopena”, Rev. AEN, 1981, nº 0: 73-81.
15
POSTER, QUETEL, “El oficio de psiquiatra y la enseñanza de la Psiquiatría”, Historia de la Psiquiatría, Fondo de
Cultura Económica.
16
RODRIGUEZ VEGA, B.; ÁVILA, A.; PEREIRA, R., “Documento marco de consenso de acreditación de
psicoterapeutas”, Rev. A.E.N., vol. 32, núm. 116, 2012, pp. 917-920.
17
MARTÍ TUSQUETS, J.L., SATNE, L., La formación en psicoterapia de grupo y psicodrama”, Barcelona, Ed. Argot,
1994-1996.