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Selección de Poemas

ODA A LA PAPA FRITA


Pablo Neruda

Chisporrotea
en el aceite
hirviendo
la alegría
del mundo:
las papas
fritas
entran
en la sartén
como nevadas
plumas
de cisne
matutino
y salen
semidoradas
por el crepitante
ámbar de las olivas.
El ajo
les añade
su terrenal fragancia,
la pimienta,
polen que atravesó los arrecifes,
y
vestidas
de nuevo
con traje de marfil, llenan el plato
con repeticiones
de su abundancia
y su sabrosa
sencillez de tierra.

La Higuera

Porque es áspera y fea,


porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,


ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste


con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,


cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa

Retrato

(Antonio Machado)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,


y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido


?ya conocéis mi torpe aliño indumentario?,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética


corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos


y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera


mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo


?quien habla solo espera hablar a Dios un día?;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.


A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,


y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar
Poema XX

Pablo Neruda

PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,


y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.


La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.


Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.


Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos


árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.


Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis


brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

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Autoretrato

Nicanor Parra

Considerad, muchachos,

Este gabán de fraile mendicante:

Soy profesor en un liceo oscuro,

He perdido la voz haciendo clases.

(Después de todo o nada

Hago cuarenta horas semanales).


¿Qué les dice mi cara abofeteada?

¡Verdad que inspira lástima mirarme!

Y qué les sugieren estos zapatos de cura

Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros

No reconozco ni a mi propia madre.

¿Qué me sucede? -¡Nada!

Me los he arruinado haciendo clases:

La mala luz, el sol,

La venenosa luna miserable.

Y todo ¡para qué!

Para ganar un pan imperdonable

Duro como la cara del burgués

Y con olor y con sabor a sangre.

¡Para qué hemos nacido como hombres

Si nos dan una muerte de animales!


Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,

Oigo carreras locas,

Risas, conversaciones criminales.

Observad estas manos

Y estas mejillas blancas de cadáver,

Estos escasos pelos que me quedan.

¡Estas negras arrugas infernales!

Sin embargo yo fui tal como ustedes,

Joven, lleno de bellos ideales

Soñé fundiendo el cobre

Y limando las caras del diamante:

Aquí me tienen hoy

Detrás de este mesón inconfortable

Embrutecido por el sonsonete

De las quinientas horas semanales


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Niño del futuro


Adela Vettier

Si la Tierra es pequeña para tus pies Pero no vayas a olvidar


arriba te esperaran la Luna las flores de la Tierra en primavera,
y los soles brillantes en el cielo oscuro, y habla con tu madre por el telestar,
niño del futuro. ella siempre te espera.

Si amas los senderos espaciales, En tu mochila astronauta


en los montes azules de la altura pon un violín, una rosa,
tendrás estaciones terminales y entre el radar y la antena,
para vivir tu sueño de aventura. dos alas de mariposa.

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LOS PELEGRINITOS
Federico García Lorca

Hacia Roma caminan Le ha preguntado el Papa


dos pelegrinos, de dónde eran.
a que los case el Papa, ella dice de Cabra,
porque son primos. y él de Antequera.
Sombrerito de hule Le ha preguntado el Papa
el mozuelo, que si han pecado.
y la pelegrinita, él le dice que un beso,
de terciopelo. que le había dado.

Al pasar por el puente Y la pelegrinita,


de la Victoria, que es vergonzosa,
tropezó la madrina, se le ha puesto la cara,
cayó la novia. como una rosa.
Han llegado a palacio, Y ha respondido el Papa
suben arriba, desde su cuarto:
y en la sala del Papa ¡Quién fuera pelegrino,
los desaniman. para otro tanto!

Les ha preguntado el Papa Las campanas de Roma


cómo se llaman. ya resonaron
él le dice que Pedro porque los pelegrinos,
y ella que Ana. ya se casaron.
Le ha preguntado el Papa
que qué edad tienen
ella dice que quince,
y él diecisiete.

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