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Los agentes causantes de la acidificación son el dióxido de azufre, los óxidos de nitrógeno y el
amoníaco, provenientes de las emisiones de las grandes centrales térmicas que queman
combustibles fósiles, los motores de los coches, las calefacciones, las plantas industriales y el
amoníaco aportado en grandes cantidades en el estiércol en zonas con elevado número de
explotaciones ganaderas intensivas. De entre estos contaminantes los principales responsables
son el dióxido de azufre (SO2) y los óxidos de nitrógeno (NOx).
Estos contaminantes provocan una disminución en el pH (mesura con la que se mide la acidez. A
menor numero superior es la acidez) del agua de la lluvia. El pH de la lluvia normal suele estar
entre 5 y 6. En cambio en las zonas con la atmósfera contaminada por estas sustancias
acidificantes, la lluvia tiene valores de pH de hasta 4 o 3 y, en algunas zonas en que la niebla es
ácida, el pH puede llegar a ser de 2,3.
Además, hay que tener en cuenta que las partículas contaminantes pueden ser transportadas a
largas distancias por las corrientes atmosféricas, lo que supone que el problema de la acidificación
no reconoce ninguna frontera. Esto se produce sobretodo cuando son emitidos a la atmósfera
desde chimeneas muy altas que disminuyen la contaminación en las cercanías pero la trasladan a
otros lugares. Un ejemplo de esto ha sido el Reino Unido. Ha sido acusado por los países
escandinavos de ser el principal causante de la acidificación de sus lagos, debido al transporte de
sus emisiones a través de los vientos.
La lluvia ácida es una de las consecuencias de la contaminación del
aire. La lluvia siempre es ligeramente ácida, ya que se mezcla de forma
natural con óxidos en el aire, pero cuando aumenta la contaminación
ambiental se acentúa esta acidez. De ahí el término: lluvia ácida.
Por tanto, hablamos de lluvia ácida cuando contiene cantidades más altas de lo
normal de ciertas partículas contaminantes: ácidos nítrico y sulfúrico. Todos
nosotros vivimos rodeados de sustancias como el monóxido de carbono, el ozono,
polvo, etc, ya sean de origen natural o por la actividad del hombre. Cuando el nivel
de esas sustancias aumenta puede suponer un peligro, ya que los mecanismos
habituales de la naturaleza para eliminarlas no son suficientes.
La lluvia ácida se mide utilizando una escala llamada "pH" que mide cuánto de
ácida o básica es una sustancia y varía de 0 a 14. De este modo, un pH de 7 es
neutro; si es inferior a este valor es ácido y si es superior, es básico. El agua pura
tiene un pH de 7.0. Sin embargo, la lluvia normal es un poco más ácida, debido a
que el dióxido de carbono (CO2) se disuelve formando un ácido carbónico débil.
En consecuencia, el pH resultante estará comprendido entre 5 y 6.
Este problema puede llegar a ser mucho más grave durante las lluvias fuertes o al escurrimiento de la nieve
cuando se derrite en la primavera. Estos tipos de aumentos breves se conocen como acidificación episódica.