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LEY DE TIERRAS O LEY 200 DE 1936; UN INSTRUMENTO JURÍDICO Y SU

INCIDENCIA CULTURAL

-Luisa Fernanda Giraldo Guarín

-Santiago García Morales

-Yeny Magaly Gómez Aristizábal

INTRODUCCIÓN.

En el siguiente ensayo se pretende abordar la ley 200 de 1936, considerada por algunos como

la primera reforma agraria del país. No se le dará solo un trato jurídico, sino que, por el

contrario, se abordará el contexto nacional entorno a cuestiones económicas, políticas,

sociales y culturales, implicando esto un análisis socio-histórico. Inicialmente, se presenta un

contexto y unos antecedentes generales de la situación agraria de la época, luego, se exponen

las características de los movimientos campesinos de las décadas de los 20 y 30’s, y sus

principales intereses para las modificaciones agrarias. Un contexto importante que es

transversal a la situación por la que pasaba el país es la república liberal, principalmente el

gobierno de Alfonso López Pumarejo, en la época del reformismo liberal bajo el proyecto del

plan de desarrollo “La revolución en Marcha”, razón por la cual se hace un esbozo de éste en

consecuencia de lo que aquí se aborda, para así, posteriormente, dar un acercamiento

específico a la ley 200 de 1936 como el elemento principal de la reforma agraria de la época,

teniendo en cuenta que esta no fue la única reforma durante el gobierno de Pumarejo.

En aras de un análisis centrado, éste se ubicará en el periodo concreto entre 1926-1938,

temporalidad que cubre los inicios tanto sociales como jurídicos de la consolidación posterior
de la ley 200 durante el periodo gubernamental de Alfonso López Pumarejo en el contexto de

una república liberal elitista posterior a una larga hegemonía conservadora. En este mismo

sentido, se buscará una mirada teórica a esta coyuntura especifica desde un análisis

gramsciano en torno a la hegemonía cultural, apoyada en la interpretación que Daniel Pecaut

le da a dicho análisis en, como el mismo lo denomina, la creación de “campos culturales”.

Por último, se realizará entonces una determinada conclusión en torno a la culminación de

dicho análisis teórico. Commented [j1]: Es una buena introducción, bien escrita y
concisa, pero, no explicitan la pregunta de investigación y sugiero
evitar escribir en primera persona
ANTECEDENTES Y CONTEXTO

“Colombia, uno de los grandes países de Indo américa destacado por su alto nivel

cultural; ha sido paradójicamente el país de más larga época de perturbaciones políticas y

alzamientos campesinos”. Esta es la manera como describe a Colombia el Centro de Estudios

y Documentación Sociales de México, (CEDS México); donde también exponen que desde

1936, año en que se dicta la ley 200, Colombia está preocupada por su problema agrario, sin

que todavía haya podido darle solución. A grandes rasgos, esta ley presentada como fomento

agrícola, propiciaba la ocupación de tierras fiscales entregándolas a quienes las hubieran

trabajado durante cinco años consecutivos. En contraposición, la tierra pasaría a manos del

Estado cuando el propietario no la hubiese explotado económicamente en un lapso de 10

años.

Pero este surgimiento de la Ley de tierras de 1936 y el realce de los conflictos agrarios

y de los movimientos campesinos no se puede entender como un momento individual de la

historia del país, más bien fue un realce jurídico-político del devenir de una gran cantidad de

procesos; antecedentes como la medida de control a la rápida escalada de los precios

agrícolas, que desde 1924 permitió que se expidiera la Ley 74 de 1926, que disponía la

parcelación de las propiedades mayores de 500 hectáreas explotadas por arrendatarios

cercanos a los centros de consumo. (Arango, 1987, pág. 199). Por otra parte, también se

puede ver que los conflictos agrarios se intensificaron (más de lo que ya venían siendo) desde

la crisis económica mundial de 1929, donde muchos campesinos regresarían al campo luego

de la “falsa promesa” de trabajo y buena vida en la ciudad. Al regreso, dichos campesinos

poseían más conocimientos jurídicos sumados a la Ley 83 de 1931, con la cual se les
facilitaba los sindicatos agrarios la lucha campesina por diversas zonas del país;

principalmente en Tolima y Cundinamarca, orientadas generalmente por el partido Liberal1

De la misma manera, previo al desarrollo de la ley 200, se crea una comisión para

investigar y proponer soluciones a ciertos aspectos en la cuestión rural que se habían tornado

en manifestaciones preocupantes tanto para el orden que venía teniendo el país desde el

periodo de la “hegemonía conservadora” como para el reciente regreso del partido liberal al Commented [j2]: A propósito del tema de ustedes y de
Gramsci, recuerden, queda en duda esta hegemonía, más aún en la
República Conservadora
poder y la conformación de lo que posteriormente se llamaría república liberal; dicha

comisión, a partir de la cual se sientan las bases de donde surge esta ley, fue creada en 1933 y

estaba compuesta por aproximadamente 6 personas vinculadas, de alguna manera, al

gobierno de turno, entre ellos resaltando Jorge Eliecer Gaitán y Rafael Escallón, por parte de

quienes deduce Darío Mesa (1972) pudo haberse retomado el concepto de la “función social

de la propiedad” que venía desde años atrás, y su inmediato antecesor correspondía a la ley

74 de 1926, que consistía en darle un carácter social a la propiedad al relacionarla con la

producción económica de ésta, e igualmente desde ésta época, se plasmó la disposición de la

extinción del dominio de las tierras no cultivadas; en última instancia, éste carácter social de

la propiedad que se recogió en la ley 200, se incluyó también como reforma constitucional, es

decir, la ley también respondía a disposiciones constitucionales y no era, como algunos

decían, una traición a la patria por parte del presidente del momento. Desde ésta comisión se

realizó la presentación de un proyecto de ley “sobre dominio y posesión de tierras” (Fajardo,

1986, pág. 55; Mesa, 1972, pág. 63)Varios de los análisis y exposiciones presentadas sobre

esta temática (Ardila D., 2004; Fajardo, 1986; Mesa, 1972), mencionan que este proyecto de

1
Un trabajo más claro para entender la especificidad de la importancia de estos dos departamentos en la
coyuntura de la época la podemos encontrar en el libro escrito por Gloria Gaitán en 1976 titulado: Gaitán, G.
La lucha por la tierra en la década del treinta. Génesis de la organización sindical campesina. Bogotá, Áncora
editores. 1984. pp.92
ley constituía cuestiones más ambiciosas que las que finalmente quedaron consignadas en la

ley 200 de 1936 con una menor determinación.

Un esbozo del problema agrario en la Colombia de la época da las siguientes cifras: 30

millones de hectáreas, de las cuales, aproximadamente, seis millones están consagradas a la

agricultura y 24 millones a la ganadería. De estas, 16 millones pertenecen al 3% de la

población, es decir, más del 55% de la tierra está en poder del 3% de los propietarios. Las

peores tierras están en la cordillera, donde está el mayor número de los propietarios; las

mejores en los valles, las cuales están monopolizadas por un reducido grupo de propietarios.

(Michelsen, 1999) . Esto último lo dice el hijo (Alfonso López Michelsen) del máximo

intérprete de la Republica Liberal y artífice principal de la Ley 200 y otra cantidad de

reformas Jurídico-políticas entre 1934 y 1938; Alfonso López Pumarejo2. Los datos Commented [j3]: Muy bien¡

anteriores muestran los principales problemas de la economía rural del país, caracterizada por

un fenómeno de concentración de tierras en manos de unos pocos propietarios. Las

consecuencias de este hecho se reflejan en la existencia de grandes latifundios que no han

sido explotados, incapacidad de los dueños para atender al cultivo y vigilancia de sus predios,

la formación de un proletariado agrícola y separación entre la propiedad de la tierra y el valor

de las mejoras a ella incorporadas por arrendatarios, aparceros, colonos o jornaleros.

(Benítez, 2014)

Las consecuencias sobre el latifundio colombiano que plantea el CEDS, retomando a

Mendieta y Núñez, son: la formación de una aristocracia agraria y política; el ausentismo de

los grandes terratenientes, el atraso de la agricultura a causa del mismo ausentismo; el

aumento del número de campesinos sin trabajo y sin tierra; la baja de salarios en el campo; el

2
A este respecto, la reforma agraria no fue la única llevada a cabo por su gobernación; Una reforma educativa,
otra tributaria y hasta una política también se llevaron a cabo en su primera administración: Giraldo, Cesar.
Primera administración López Pumarejo: ¡la revolución en marcha! Bogotá, 1994. Universidad externado de
Colombia. Cap. I, pp. 99-110
aumento del pauperismo en campos y ciudades; el agravamiento de los problemas educativos

lo cual genera un grave desequilibrio social que se manifiesta con la elevación en el costo de

vida, aumento de la morbilidad y mortalidad, crimen, huelgas y paros.

Darío Fajardo (1968) menciona que desde la década del 20 se venía poniendo en el

centro del debate, la cuestión agraria; puesto que la situación económica del momento, en

cuanto al sector rural como productor de alimentos, se encontraba en crisis; las empresas

urbanas estaban en crecimiento y demandaban una mayor cantidad de mano de obra, lo que

propició que grandes cantidades de trabajadores rurales salieran del campo en búsqueda de

mejores condiciones, por ejemplo, en cuestión de salarios. Moncayo (1986) expresa esto

diciendo que de esta manera se debilitaron las relaciones “pre-capitalistas, que ligaban la

fuerza de trabajo a la tierra dando paso a una migración de trabajadores libres, pero la

agricultura no modificó sus condiciones de producción, ni mucho menos se introdujeron en

ella relaciones capitalistas”, esta década del 20, que significó un aumento en la

industrialización, contribuyó a que los trabajadores rurales, en primera instancia los que

habían migrado del campo (algunos de los cuales regresaron a éste posteriormente),

comenzaran a reclamar un alza en los salarios de las actividades agrarias (Gilhodes, 1974;

Moncayo C., 1986). Desde Gilhodes (1974), los conflictos agrarios de la época giraban

también alrededor de los cafetos, puesto que los colonos cafeteros demandaban la posibilidad

de plantar café en sus parcelas personales, cuestión que les estaba prohibida por parte de los

propietarios. El debate que comenzó a surgir desde ésta década, aumentó en los primeros

años de la década del 30 y, podría decirse se detuvo, o cuando menos se disminuyó, con la

aprobación de la ley 200 de 1936.

CARACTERISTICAS DEL MOVIMIENTO CAMPESINO


Como se mencionó anteriormente, con la caída de la industria en 1930, los obreros

regresaron al campo, pero ya acostumbrados a salarios decorosos y un trato medianamente

más decente de sus patronos, no estaban dispuestos a soportar el trato feudal en las haciendas,

a este suceso se le suma que el Partido Comunista, el UNIR y el Movimiento Agrario de

Sumapaz incitaban a los arrendatarios y peones de las haciendas para que estas levantaran el

trato feudal y cuestionaran la validez de los títulos de los hacendados, ya que estos corrían la

cerca para apoderarse de baldíos y convertían a los colonos en arrendatarios y si éstos se

resistían eran expulsados. Uno de los casos más sonados fue el de la Hacienda Sumapaz, que

con títulos por 9.300 hectáreas había alcanzado 203.000 hectáreas, en las que había sometido

a 5.000 familias de arrendatarios. (Restrepo., 2014)

En las haciendas cafeteras basadas en arrendatarios, características del suroeste de

Cundinamarca, nororiente y sur del Tolima y Rionegro, Santander, hubo movilizaciones

campesinas, en los años de 1925 y 1930, que tendían sobre todo hacia la transformación de la

renta en trabajo de sus parcelas de subsistencia por renta de dinero, la supresión de las multas

aplicadas por las haciendas y el trabajo gratuito en construcción y mantenimiento de caminos

y labores de policía, la nivelación del salario con el de peones transitorios y, lo ya

mencionado antes, el permiso de las haciendas para sembrar café en sus parcelas de

subsistencia.

En la zona cafetera de Viotá, en Cundinamarca, también hubo conflictos en las

haciendas, entre 1918-1920. Al igual que en Líbano, ubicado en el norte del Tolima, cuyas

haciendas se basaban en la aparcería. Las luchas indígenas también fueron importantes,

luchas por la tierra, en el Huila y el sur del Tolima, encabezadas por Quintín Lame, entre

1916-1923. Los conflictos Urbanos también se agudizaron por estos años, artesanos, obreros

de las trilladoras de café y de la construcción, maestros, funcionarios públicos; y los obreros


y pequeños propietarios contra la United Fruit Company, en la zona bananera de Santa Marta

entre 1917-1935. (Restrepo., 2014)

Los movimientos campesinos de los años 30’s, Marco Palacios los describe de la

siguiente manera: Campesinos comunistas en Viotá y uniristas y panistas, llamados agrarios,

en Fusagasugá, el oriente del Tolima y el Alto Sumapaz, fueron minorías ruidosas que se

movilizaron por la tierra en Colombia en los años treinta. Las protestas campesinas de los

años 30 formaban pequeñas manchas en la historia social llevadas a cabo por localistas y

personas política e ideológicamente separadas de la enorme masa pasiva de pequeños y

medianos propietarios en Colombia. El movimiento campesino en la época quedo entretejido Commented [j4]: Quedó

a una trama nacional caracterizada por la crisis de transición política en el Estado; la

transición de la hegemonía conservadora a la república liberal. Las propuestas de los

campesinos dieron paso a que la clase política propusiera cambios, gracias a esto fue posible

que la clase política modificara su percepción sobre la vida rural. Aunque estas

movilizaciones tuvieron efectos locales, no se logró lo mismo en las estructuras de la

desigualdad social, atraso técnico y concentración de la propiedad agraria en el país. Las

movilizaciones campesinas de los años treinta limitadas en cantidad de participantes y

cubrimiento geográfico no rompieron los patrones usuales de localización, ningún campesino

dirigente alcanzo liderazgo o proyección nacional, por otro lado, los campesinos del

Tequendama y Sumapaz no se movilizaron por miedo al acoso capitalista o a las instituciones

nacionales del Estado, no condujeron a una gran rebelión agraria, ni dieron base a la

revolución social o política. La “revolución” que buscaban arrendatarios y colonos estaba

orientada por valores de propietario individualista, más que arrancar el cerco capitalista. Los

campesinos en los años treinta se movilizaron en la coyuntura adecuada para acceder a la

propiedad de la tierra, pero no se movilizaron en la defensa de una “comunidad moral” sino

que lucharon para ingresar, por decisión propia y como ciudadanos iguales, a la compleja
sociedad nacional. Querían alcanzar las ventajas del sistema de pequeños cafeteros, que a

partir de 1932 ofrecía, la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia (FNC), que ofrecía

un paradigma de democracia social.

Esta estructura o cohesión tanto de los movimientos como de los propietarios, puede

verse desde el análisis que realiza Gramsci a las “relaciones de Fuerza”, topándonos aquí con

la primera de las relaciones abordadas por éste autor, vista como una relación más primitiva o

básica, en tanto que se refiere a “una relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la

estructura objetiva, independiente de la voluntad de los hombres” (Gramsci, 1980, pág. 56), Commented [j5]: Bien¡

es decir que hay una especie de solidaridad tan sólo en el interior de los grupos específicos,

por ejemplo de los propietarios, porque comparten los mismos intereses, en general,

económicos, como vemos, no hay un interés de colaboración, según la descripción realzada

por Palacios al respecto, el interés se presenta como algo más individual en el que buscaban

su propia ventaja. Commented [j6]: Muy bien¡

Otra importante característica de las esporádicas agitaciones campesinas fue que no

aparecieron en el Occidente colombiano: en Antioquia, Caldas, entre otros departamentos.

Esto porque allí la organización del trabajo cafetero era familiar. No eran personas con poder

económico ausentes de su propiedad como si sucedía en otros lugares más marginales del

país. No hubo conflictos, porque era el grupo familiar el que trabaja directamente, el que

sostenía el flujo económico en esos departamentos, y contribuía, a la vida económica

colombiana. (Benítez, 2014) Commented [j7]: Este punto sobre Antioquia es importante, la
aparente ausencia de conflictos entre movimiento campesino y
Estado, pero, de todas formas hubo violencia, que se acrecentó
años después
LA REPÚBLICA LIBERAL Y EL REFORMISMO POLÍTICO

Partiendo de los antecedentes expuestos, las diferentes características del campesinado Commented [j8]: Expuestos

de la época y el fin de una hegemonía conservadora de más de 4 décadas, se da entonces el

regreso de los liberales al poder político en 1930. Primero sería Enrrique Olaya Herrera el
representante de esta nueva élite política, con un proceso de transición política y de

consociacionalismo entre conservadores y liberales, para el posterior surgimiento de un líder Commented [j9]: La famosa palabrita

político totalmente liberal como lo fue Alfonso López Pumarejo. Ambos procesos fueron

muy distantes uno al otro, e incluso, como lo muestra Álvaro Tirado Mejía, “está claro que la

relación Olaya-López no estaba marcada por la simpatía. Disidentes como nada son las

referencias del uno sobre el otro en momentos de especialísima significación” (Tirado, 1981,

pág. 27).

Así entonces se llega, en 1934 a un gobierno de ideología política totalmente alejada de

conservadurismo conocido como “La revolución en Marcha”. Este proceso vivido entre 1934

y 1938 en Colombia no fue una revolución en el sentido estricto de la palabra, tal como lo

indicaba el nombre dado al mismo (Mora, 2010, pág. 156). En efecto, no era éste el objetivo

que buscaban sus principales promotores, Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo

y Darío Echandía. Sin embargo, sí representó para las condiciones de la época, e inclusive

desde una perspectiva de largo plazo, un esfuerzo importante de iniciar un conjunto de

transformaciones en un país cuyas estructuras todavía se encontraban en parte anquilosadas

en el conservadurismo y el atraso económico y social de finales del siglo XIX. En palabras de

Oliver Mora (2010) Esta nueva concepción del Estado colombiano debía ser reformado para

que creara las condiciones económicas y sociales necesarias para viabilizar un nuevo proceso

de acumulación basado en el mercado interno. Y ese Estado debía ser intervencionista,

defensor de la industria y la agricultura frente a la competencia externa y benefactor de los

sectores populares, introduciendo reformas en la legislación social y en la tenencia de la

tierra. Esto permitiría ampliar la capacidad de consumo de la población en general y crear así

nuevos mercados y nuevas fuentes de acumulación (pág. 157) Commented [j10]: Bien¡

Para este gobierno entonces el problema del subconsumo campesino planteaba una

contradicción a la industria naciente. Zonas industriales habían comenzado a constituirse en


Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla. La industria textil, la de tabaco y cerveza exigían

ampliación de mercado. El consumo de la población productiva se hallaba reducido al nivel

mínimo de subsistencia, mientras que los excesos de los exportadores de café se orientaban

hacia las inversiones industriales. Un 70% de la población dependía de la agricultura y la

productividad de los campesinos era muy baja. Las tierras rentadas por los terratenientes en

relación con las parcelas no solo debían mantener al campesino y a su familia, sino que

debían soportar el peso de la renta a favor del terrateniente, y proveer el pago de las deudas

contraídas por el campesino para poder subsistir. El ingreso del campesino, es entonces,

exprimido por el terrateniente, el Estado, los comerciantes y los industriales existentes para

formar el ingreso nacional producido en torno a la explotación unilateral cafetera,

determinada por el mercado único extranjero, liderado principalmente por Estados Unidos, el

cual imponía al país los precios.

Con la misión de abrir paso al capitalismo, el presidente Alfonso López Pumarejo hace

un gobierno progresista que plantea la distribución de las tierras ociosas, como solución a las

primeras luchas revolucionarias que comenzaban en los campos, especialmente en las

regiones cafeteras de Cundinamarca y Tolima. A diferencia del gobierno anterior, que había

tratado los problemas sociales por medio de la fuerza pública, Pumarejo, con clara visión,

veía en las luchas campesinas un aliado para sus empeños de transformar el país semifeudal

en un país capitalista industrializado, y de esta manera se presenta un proyecto que se

convierte en la ley 200 de 1936. (Cuellar, 1961)

Al salir esta ley del congreso, se encontraba a la cabeza del país, precisamente López

Pumarejo, quien se distanciaba de las anteriores presidencias, especialmente de las de la

hegemonía conservadora por su carrera especial, puesto que los demás habían sido por lo

general, “poetas, gramáticos o abogados (…) López, en cambio, proviene de un mundo que

había permanecido alejado de las palancas del poder, el mundo de los negocios” (Posada,
1969, pág. 93) es decir, pertenecía a una élite, más no a la élite que tradicionalmente se

encontraba en el poder, pertenecía en cambio a la élite económica; autores como Francisco

Posada (1969) le consideran como alguien cercano a un caudillo, por su cercanía al pueblo,

por lo menos en tanto discurso, esto quizá como oposición al conservatismo y en impulso de

las ideas liberales; su oposición al conservatismo, según el antes mencionado autor “giró

alrededor de la convicción de que era indispensable abrirle el camino a nuevas fuerzas

sociales.” (Posada, 1969, pág. 94) Esto se vio reflejado en su período de gobierno con las

reformas implementadas, y para el caso específico que nos convoca, la reforma agraria, la

cual estaba destinada a lograr la modernización del campo y a propiciar el avance del

capitalismo hacia este sector, a diferencia del pensamiento de muchos adversarios de López

en general y de esta ley en particular, que la consideraban como una medida socialista por las

ideas de redistribución de la propiedad que se encontraban en ella y así mismo tildaban a

López de comunista; sin embargo, algunos dentro del debate tenían una noción contraria,

como el senador Gerardo Molina, quien argumentaba la postura liberal de este proyecto y

tenía bastante claro el cambio que ésta ley había tenido desde su presentación por el ministro

Chaux en 1933 hasta 1936, fecha en que se debatía entorno a ella. Molina planteaba que la

ley no resolvía el problema agrario realmente puesto que se centraba en el problema de los

colonos que es un “problema secundario”, sin embargo esta parte de su postura, en relación a

la importancia de la cuestión de la renta de la tierra, fue simplemente puesta de lado;

volviendo al tema de la relación comunista, Molina dice que el proyecto es completamente

liberal, “este proyecto no se sale en nada de lo que dispone la reforma constitucional de este

año [el de 1936]; en ella se habla de que la propiedad es una función social y de que el trabajo

es una obligación también social”3 (Mesa, 1972, pág. 88) de esto se pasa entonces a decir que

3
Cita del discurso de Gerardo Molina en el Senado, tomado de Darío Mesa en El problema agrario en
Colombia.
la idea, quizás oculta, en alguna medida, era, precisamente lo mencionado unas líneas más

arriba, llevar el capitalismo al campo, que implicaba también llevar a este lugar las ideas

liberales. El debate que se llevó a cabo en torno a esta ley, tuvo una cantidad considerable

tanto de promotores como de detractores, ambos lados con diferentes estrategias en búsqueda

de que se aprobara o rechazara el proyecto, según sus intereses como veremos más adelante.

LEY 200 DE 1936; REFORMA AGRARIA

Esta reforma, es la primera de este tipo llevada a cabo en la historia del país, incluyó

normas sobre la explotación de la tierra, los derechos de los arrendatarios y colonos sobre las

tierras de los patronos, así como el mejoramiento de las condiciones laborales para los

jornaleros (Mora, 2010, pág. 161). La cuestión que en apariencia pretendía resolver la

reforma era encontrar un mecanismo que permitiese romper con el monopolio de la tierra y

las relaciones atrasadas de trabajo en el campo, así como establecer formas de indemnización

a los grandes propietarios rurales por la pérdida de sus rentas. El propósito fundamental era

entonces transformar el modelo de producción casi colonial en un modelo agrario capitalista.

Mediante este intento de la transformación de la hacienda, la Ley buscaba acabar con el

latifundio y permitir que la tierra se vinculase al proceso productivo, disminuyendo de esta

forma el poder político y económico de los terratenientes, la forma en la que se pensó para

hacer esto, era mediante la posibilidad de otorgar tierras a todos aquellos campesinos que

hubiesen trabajado y cultivado territorios que no les pertenecían. Igualmente, prohibió los

desalojos de los campesinos que invadían territorios ajenos y facultó al Estado para expropiar

tierras en caso de que fuera necesario. Además, decretó la extinción del dominio a los 10

años, es decir, que, si una propiedad no estaba debidamente explotada a los 10 años a partir
de la expedición de la ley, podía ser expropiada por el Estado y entregada a campesinos sin

tierra; ardua y utópica labor era la que se debatía en el congreso desde 1933.

La ley 200 de tierras de 1936, no fue, como lo dice Otto Morales Benítez “lo que,

casualmente, les dio a nuestros legisladores por entregar justicia al pueblo colombiano”; esta

ley nace de una movilización campesina entre los años 20 y 30´s, las cuales fueron

sumamente beligerantes. (Benítez, 2014, pág. 14). Alfonso López y su ministro de hacienda

Darío Echandía consideraban que el desarrollo agropecuario debía hacerse en grandes

explotaciones, con técnicas modernas, y asalariados, transformando las haciendas de corte

feudal en grandes empresas capitalistas, para lo cual era de suma importancia sanear los

títulos de propiedad a fin de que pudieran acceder al crédito los hacendados, y con esto poder

tecnificar las haciendas. (Restrepo., 2014). En esta medida, lo que proponía el proyecto

reformista era básicamente la pérdida del dominio o propiedad privada de la tierra a favor del

Estado, cuando permanecía abandonada, más concretamente sin producción económica. La

cerca no da prueba de que se esté explotando económicamente, la prueba es el cultivo. El

proyecto exigía que se estuviera cumpliendo la función social de la tierra, esto quería decir

que la concepción de la propiedad sería uno de los puntos más importantes de la reforma de

1936 a la Constitución de 1886 (La Regeneración), pues se trataba de romper la teoría de

algunos pensadores clásicos —para quienes la propiedad es un derecho natural que se

adquiere antes de cualquier acuerdo— por la nueva noción de la función social influenciada

en gran medida por el pensador francés León Duguit, que se basaba en un concepto del

Estado como una entidad que tenía obligaciones frente a los ciudadanos. La pretensión de

esta nueva doctrina en torno a la propiedad estaba centrada en el tránsito y connotación

jurídico-social que brinda el hecho de dejar de ser un mero derecho subjetivo para pasar a

tener una función social, que, como lo establece claramente Duguit, consiste en que “todo

individuo tiene la obligación de cumplir en la sociedad cierta función en razón directa del
puesto que ocupa en ella. Por consiguiente, el poseedor de la riqueza, por el hecho de tenerla,

puede realizar cierta labor que él solo puede cumplir. Él solo puede aumentar la riqueza

general, asegurar la satisfacción de las necesidades generales, al hacer valer el capital que

posee”(Batista, 2010, pág. 64)

Esto solo mostraba, según Batista y Coral (2010) que lo más importante de la

exposición de motivos de la mayoría liberal se presenta con la lectura dada a Duguit en el

sentido de la interdependencia social, haciendo referencia a la finalidad que debe buscar el

Estado, en pro de la sociedad, es decir, que el Estado pasaba a tener obligaciones frente a la

sociedad, ya no como un simple regulador de las relaciones privadas, sino como un verdadero

agente que promueve políticas sociales (pág. 66). Esto último, en contraposición al

argumento de la minoría conservadora que vería el concepto de la función social de la

propiedad bajo el supuesto de que la Constitución de 1886 no tenía el grado de

individualismo que se le imputaba. Por consiguiente, la función social se encontraba implícita

en la utilidad pública, y esto hacía que la reforma fuera inútil (pág. 66) Bajo estos preceptos

de la función social de la propiedad, La ley 200 entonces suprimió el requisito de

adjudicación formal de la tierra y de esta forma los artículos 1 y 2 del proyecto proponía que

el predio cultivado no es baldío y es propiedad de quién lo trabaja. (Benítez, 2014) . También

la ganadería extensiva creció, porque la reforma no hizo referencia a esta forma de tenencia,

si bien la reforma castigaba la no explotación de la tierra, no hacía nada frente de la sub-

explotación. El decreto reglamentario 059 de 1938 permitió el uso extensivo de tierra, puesto

que consideraba tierra económicamente explotada a las fincas con una hectárea por cabeza de

ganado en tierras planas de primera calidad, dos por cabezas en tierra medianas y tres en la de

inferior calidad. (Restrepo., 2014)

La ley 200 que se aprobó en 1936 y se puso en funcionamiento en 1937, recogía

decretos anteriores a la fecha; aspectos que en la década del 20 se adelantaron para solucionar
los conflictos que desde ésta época se venían dando, por ejemplo la resolución de aclarar la

legalidad de la propiedad privada frente a los terrenos del Estado, en 1926 se resolvió que

para demostrar la legalidad de un predio, se requería el título donde se constaba que la tierra

ya no pertenecía al dominio público, en este momento, los campesinos escucharon con

atención pues “sabían que las haciendas donde trabajaban no tenían éstos títulos, porque se

habían formado a través de adquisiciones ilegales de terrenos baldíos” (LeGrand, 2009, pág.

133), esto generó acciones por parte de los arrendatarios quienes llegaron a decir que no eran

arrendatarios sino colonos y que la tierra en la que laboraban era propiedad del Estado, y

comenzaron a vivir como colonos construyendo chozas, cultivando sus parcelas y pidiendo

ser protegidos de quienes habían, según ellos, usurado la propiedad del Estado; con esta idea

de convertirse en colonos buscaban la independencia económica que “implicaba producir

para mercados comerciales y participar de los beneficios del crecimiento económico”

(LeGrand, 2009). La agudización de los conflictos entre los propietarios y los arrendatarios

fue lo que llevó al desarrollo de la ley 200 de 1936, sin embargo, según LeGrand (2009), ésta

terminó por favorecer a los propietarios puesto que anulaba la sentencia de 1926 de la Corte

Suprema, a pesar de esto la ley apoyaba firmemente la función social de la propiedad al

exigir la producción continuada de la tierra, aspecto a revisar pasados diez años de la puesta

en marcha de dicha ley. Le ley permitió calmar los ánimos de conflicto pues “tanto los

propietarios como los campesinos interpretaron la nueva ley como favorable a sus intereses”

sin embargo, la autora explica que los conflicto continuaron bajo nuevas modalidades

(LeGrand, 2009).

Aunque además de lo mencionado anteriormente y en conexión con la complicada

situación entre colonos y propietarios, López pretendía, entre otras cosas, “contrarrestar los

efectos de la acción de los latifundistas que, al desalojar a los campesinos de sus parcelas,

estaban creando un problema social de grandes consecuencias” (Posada, 1969, pág. 95), es
decir, pretendía disminuir la pugna entre ambos. Esta pugna se intentaba solucionar, en

general, con la propiedad según lo establecido en el primer artículo de la ley 200 de 1936,

que describe los parámetros que, en esencia, diferencian la propiedad privada de los terrenos

baldíos, siendo de propiedad privada los pertenecientes a un particular y especificándose

como posesión, “la explotación económica del suelo”4 dándose la posibilidad de adjudicación

de los terrenos baldíos a quienes los trabajaran por un tiempo estipulado, además de que en

varios de los artículos se exponen las especificidades de extinción de dominios, el más

concreto de ellos es el artículo 6, el cual expresa que después de tres años continuos a partir

de la vigencia de la ley en los cuales se deje de “ejercer posesión” del terreno, éste pasa

nuevamente a manos del Estado, y en el parágrafo de éste mismo artículo se menciona que

esto no afecta la disposición de “extinción del dominio, cuando a la fecha en que empiece a

regir la presente norma, hubiere transcurrido un lapso de diez (10) años de inexplotación del

inmueble”, estos aspectos respecto a la extinción de dominio en algunos casos específicos

como la improductividad de la propiedad o la apropiación ilegal de terrenos baldíos, sumado

a la posibilidad de adjudicación, fue lo que propició que los campesinos tuviesen alguna

esperanza frente a lo que con esta ley se podría lograr, puesto que, por un lado pensaron en

vengarse de los terratenientes intentando denunciar el proceso de apropiación de terrenos

baldíos, que ellos sabían era ilegal, y por otro lado, declarándose en algunos casos como

colonos de una tierra “baldía” que antes estaba enclavada en una gran propiedad o en una

hacienda (Posada, 1969).

Así entonces en aras de formular un análisis sociológico de la diversidad de

características, tanto de los procesos anteriores a la reforma, como la reforma misma,

resaltamos un análisis de Marco Palacio sobre la ley 200 como parte de una denominada

4
Ley 200 de 1936, publicada por primera vez en enero de 1937 en el “Diario Oficial” (Mesa; 1972). Ley
recuperada de http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=16049.
“superestructura jurídica” donde menciona que: hay un papel mistificador del discurso Commented [j11]: ¿marxismo?
Commented [j12]: Sin mayúscula después de dos puntos, a
alrededor de los textos legales y constitucionales, como en el artículo 10 de 1936 sobre la menos que sea textual

función social de la propiedad. Si bien la ley 200 contribuyó a sacar los baldíos del ámbito

multisecular de los bienes fiscales y los dejó en el campo de la legislación social orientada a

resolver problemas campesinos-económicos, esto no fue suficiente para transformar la

mentalidad propietaria, que en Colombia se puso del lado de los terratenientes y del

capitalismo rapaz. La ley 200 de 1936 no logró ninguno de sus propósitos, lo único que trato

fue de contener otro estallido social. Nuevamente las soluciones se quedaron en el papel. La

violencia sepultó los retoños de la “función social de la propiedad”. Los grandes propietarios

que enfrentaban conflictos posesorios contaban con las ventajas de la cultura legal privatista

de jueces y abogados, u con su fácil acceso a esa mezcla de gamonales y policías en las

localidades, durante la violencia, un enjambre de intermediarios ahuyento, cuando no asesinó

a los propietarios acomodados y sometió a los campesinos a sus reglas de poder. La ley de

tierras legalizó y legitimó un modelo agrario rentista de gran concentración y desigualdad con

dos grandes consecuencias, una fue que se premió el atesoramiento visto como un medio de

“hacer patria” haciendo patrimonio y la segunda que se fomentó la violencia rural al desatarse

una febril carrera empresarial por acaparar baldíos en zonas geográficas con baja protección

local. Esto dejó a los campesinos al margen del sistema, los puso a representar el papel del

elector tradicional y el de meros objetos de reformas legales que se emitían en su nombre y

del progreso nacional.

Para el acto legislativo N°1 de 1936 en su artículo 10°, surgieron para su formulación

en el parlamento dos tesis opuestas; una que sugería conservar el concepto tradicional de la

propiedad como derecho particular y la teoría socialista, borrándose toda noción de derecho.

Como ambas teorías no se pudieron conciliar, llegaron al acuerdo de consignar en una misma

norma ambas teorías. Por tanto, en este artículo se reafirma que no es la propiedad una
función social del Estado, pues si fuera así se estaría negando la propiedad privada, lo cual no

estuvo en la mente de los reformadores del 36; ellos simplemente querían que la propiedad

implicara para el dueño el uso económico de ella. (Arzuaga)

De esta forma entonces los reformadores de 1936 no querían realmente dar una función

social de la tierra, puesto que dejaron en una misma norma dos tesis que son mutuamente

excluyentes; en este sentido podemos evidenciar la configuración de un campo cultural,

donde el discurso queda en lo ideológico, pero no pasa a la praxis. Solo se puede hablar de

función social de la tierra cuando es privada, porque cuando es publica es, en esencia, una

función social, debido a que el dominio público tiene que estar directa o indirectamente

relacionado con el bien común.

Los izquierdistas colombianos que seguían los pasos de los izquierdistas españoles,

enmendaron la constitución para colocar la expresión de que la “propiedad es una función

social” como si la mera enmienda conceptual pudiera cambiar el contenido de la propiedad

privada. “Es sabido que la propiedad privada sobre los medios de producción no puede tener

jamás una función social, pues está destinada a generar plusvalía que es el trabajo no pagado

y refleja la contradicción entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de

los productos”. Así entonces los opositores se equivocaron al pensar que se podían hacer

revoluciones meramente jurídicas y se enredaron en la discusión de fórmulas que hicieron del

bien intencionado proyecto de ley de tierras, un instrumento para detener la insurrección

campesina, sin cambiar la estructura de las relaciones sociales.

Sin esta ley, que llenó de ilusorias esperanzas al movimiento campesino en lucha por la recuperación

por la tierra, tal vez el proceso revolucionario habría avanzado. Si los dirigentes de entonces no nos

hubiéramos equivocado de camino siguiendo las huellas enredadas de la República Española donde

también acogieron la reforma agraria que dejo vivo al latifundio. (Cuellar, 1961, pág. 35)
Aún en las implicaciones jurídicas, el proyecto de ley fue desviado, por el izquierdista

Darío Echandía, quién como ministro de Pumarejo, aceptó en el Senado una transacción con

la furiosa oposición liberal-conservadora de terratenientes, que dejó vivos e invulnerados los

títulos registrados. Así el concepto de posesión basado en la explotación económica y las

prescripciones adquisitiva y extintiva de dominio quedaron sin efecto. “La ley 200 no ha

dado tierra a ningún colono; en cambio sirvió de alerta a los latifundistas que limpiaron de

arrendatarios y aparceros sus posesiones territoriales” (Cuellar, 1961)

Benjamín Ardila (2004) dice que, por su parte, la clase terrateniente se fue volviendo en

contra de la “revolución en marcha” ya que éste tocaba el agro, con el cual tenían

ensamblados sus capitales y se encaminaba a una ruptura o transformación de las estructuras

atrasadas de producción, cuestión que les perjudicaba económicamente; lo que esta ley

prometía no eran todo ventajas, por ejemplo, muchos terratenientes, comenzaron a expulsar a

los arrendatarios de las tierras que producían hacía algunos años, en general, por el temor a

que éstos se apropiaran de ella y terminaran ejerciendo además de la posesión, la propiedad

de las ya mencionados tierras; a pesar de tener que pagar las mejoras realizadas por el

trabajador en el predio según lo establecido en el artículo 22 de la ley, cuestión que decidirían

los jueces de tierras, los propietarios preferían pagar dichas mejoras con tal de poder

expulsarlos de la tierra y, en algunas ocasiones con acciones como el de incendiar sus

parcelas o los ranchos que ellos mismos habían construido (Mesa, 1972); además de estas

medidas, podían acudir a los jueces de tierras para detener la “ocupación de hecho” en su

propiedad, siempre y cuando se pudiese demostrar la posesión del terreno, aspecto del que

algunos se aprovecharon para apoyarse en el Estado y sacar a los ocupantes. Una de las

cuestiones más problemáticas a la hora de ver la ley por parte de los terratenientes y en

general de los grandes propietarios, era que la ley pretendía dividir o parcelar algunas de las

grandes extensiones, Fajardo (Fajardo, 1986, pág. 57) menciona que “la ley de Tierras hizo
posible calmar la agitación social en el campo y se legalizó la subdivisión de ciertos dominios

que habían estado en este proceso durante años, sin aplicar una redistribución de la

propiedad”, es decir que realmente, lo logrado con esta ley no fue una distribución más

equitativa de la tierra, sino permitir calmar los ánimos a partir de la esperanza de mejorar este

aspecto, al menos por parte de los colonos; mediante el discurso del gobierno aparentemente

cercano a las masas populares, puede decirse, gracias al populismo de López es que se logró

la “desactivación de las organizaciones populares y en particular las campesinas, debido a su

absorción por las consignas del liberalismo” (Fajardo, 1986, pág. 57), es en este punto donde

se hace presente la teoría gramsciana, en tanto que se hace presente una fuerte ideología de

partido, buscando la obediencia de los dirigidos (Gramsci, 1980), que se da, para este caso,

dentro del partido liberal luchando por una hegemonía consistente en “el liderazgo cultural

ejercido por la clase dirigente”. (Ritzer, 1997, pág. 162), liderazgo que fue empleado para

disminuir las presiones que se estaban presentando en el sector rural desde años anteriores, y

que López como dirigente, aun perteneciendo a un partido de élite, consiguió aproximarse a

los dirigidos con ciertos fines mediante un discurso, Gramsci menciona que “la masa es

simplemente de “maniobra” y se le mantiene “ocupada” con prédicas morales, con estímulos

sentimentales, con mesiánicos mitos de espera de épocas fabulosas, en las cuales todas las

contradicciones y miserias presentes serán automáticamente resueltas y curadas” (Gramsci,

1980, pág. 31),este es el mecanismo utilizado por el gobierno López al adelantar la reforma

agraria de la época, a pesar de que llegó a ser visto como comunista, sus pretensiones reales

estaban encaminadas a dos cosas, una disminuir la pelea entre propietarios y campesinos y

dos, hacer que el capitalismo llegara al campo y, por ende modernizar las relaciones de

producción, para esto, Darío Mesa (1972) hace un análisis de lo que pretendía López

presentando una análisis desde Lenin, con respecto a la posibilidad del desarrollo capitalista

en el sector rural, presentando dos caminos que serían el prusiano y el americano, que
llevarían al desarrollo burgués, esto es, “por reforma o por revolución” (Mesa, 1972, pág.

55),según el autor, la idea del presidente era el desarrollo mediante la vía revolucionaria en la

medida en que López consideraba al Estado como “el mayor latifundista”, y veía a su cargo

la disposición de una distribución de la propiedad en la que el número de propietarios rurales

se elevar y esto, en última instancia propiciara un desarrollo “por el camino de granjas

capitalistas”, sin embargo, las relaciones de poder y económicas existentes no le dieron paso

sino a la posibilidad de desarrollo por reforma. A pesar de lo que llegó a pensarse, López no

pretendía en ningún momento la desintegración de la propiedad privada, al contrario, la

fortaleció y es en esto en lo que se encontró medianamente cercano a los propietarios.

CONCLUSIONES

Antonio Gramsci (1980), dentro de su análisis de las “Relaciones de fuerza”, dice que

el Estado es visto como un instrumento de expansión para un grupo específico, a través del

cual éste se garantiza una existencia más ampliada; si pasamos esto al caso colombiano y

como ha habido en el país más de un grupo que se ha disputado estar en el poder, siendo

concretos los partidos políticos liberal y conservador con sus respectivas características y

contradicciones, para el período que aquí nos ocupa, encontramos que el período entre los

años 1926 y 1930 pertenece aún a la hegemonía conservadora y, ya en la década del 30

regresan los liberales al poder, pasando por una serie de sucesos que marcan este período de

12 años, es decir, entre 1926 y 1938, donde podemos encontrar a nivel nacional un acelerado

desarrollo industrial, la crisis económica de 1929 a nivel internacional y con repercusiones en

lo nacional, sucesos que marcarán las dinámicas en lo referente al sector rural del país;

cuando el liberalismo, y más específicamente Pumarejo tiene que enfrentarse al resultado de

procesos anteriores, se encuentra frente al reto de mantener su hegemonía como grupo


dominante y, con las reformas de “La Revolución en Marcha” queda ratificado cómo López

Pumarejo hace uso del elemento Gobierno, para, por un lado, la expansión de sus intereses de

élite como lo es la modernización económica, y para el tema aquí referido se habla

específicamente de una modernización del campo y de las relaciones de producción (Mesa,

1972); y, por otro lado, con esto facilitó, de algún modo, el mantenimiento de la hegemonía y

orden de poder que había en el momento, puesto que se venían presentando pugnas entre

propietarios y trabajadores del campo, que amenazaban dicha hegemonía de poder.

En este sentido, con la ley 200, entonces, se buscaba y, así mismo, se logró beneficiar

principalmente a los hacendados con un discurso de función social de la propiedad, que

privilegiaba a la propiedad privada, esta es una de las principales contradicciones, además

para solventar las protestas campesinas, que tenían como una de las principales exigencias la

autorización de sembrar café en sus parcelas, lo consiguieron a través de la ley 200 de 1936.

Una vez más los cambios estructurales importantes en las relaciones sociales se redujo a un

cambio de producción accediendo a la siembra del producto que en su tiempo tuvo un gran

auge y que pudo dar una falsa ilusión a los campesinos, vuelve sobre estos la falsa conciencia

de clase. En esta medida, consideramos pues entonces que la ley 200 de 1936 fue, en su

concepción misma, un mecanismo de dominación cultural con el que se buscó el Commented [j13]: Este análisis es bien interesante, pero,
desafortunadamente no lo desarrollan en el cuerpo del ensayo,
solamente lo dejan para las conclusiones; el concepto de
mantenimiento del orden social rural, más que una herramienta jurídica para solucionar dominación cultural estuvo ausente, o por lo menos, no fue
explícito en el desarrollo del ensayo.

verdadera y estructuralmente el conflicto que se venía dando en el agro colombiano, y cuya

ineficiencia se remarcaría mucho más aun en el posterior gobierno llevado a cabo por

Eduardo Santos, conocido como “La pausa”, donde todo este proceso superestructura-

reformista seria detenido, para luego, en lo que se conocerían como las dictaduras

conservadoras, darse un verdadero desate de violencia que la ley 200 solo contendría por un

breve periodo de tiempo.


BIBLIOGRAFÍA

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Bogotá: Instituto colombiano de cultura.


Observaciones y calificación:

Hacen un buen trabajo, está bien escrito y sobre todo, posee un alto nivel analítico. Lo más

interesante es el estilo expositivo, pues se hace entretenida la lectura del proceso de ley 200;

creería que si les interesa pueden ahondar en este tema. Igualmente, debo reconocer el

importante abordaje de fuentes secundarias.

Como observaciones, les diría que siempre deben explicar la pregunta de investigación, no

escribir en primera persona y me quedé esperando el análisis gramsciano, des la categoría

Dominación Cultural, que apenas vienen mencionar en la conclusiones

Calificación: 4.6

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