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Nada de esto deja de lado una afirmación sobre el proceso operativo que tienen las
neuronas, más bien pone en tela de juicio la operación que lleva a cabo. Considera
entonces que el proceso neuronal es el resultado de una correlación y no la causa, dicho
de otro modo, que las neuronas trabajan como las transmisoras entre dos puntos, logrando
transmitir pensamientos y emociones de la mente al cuerpo.
Todo esto da al por qué muchos científicos y filósofos se refieren a “una de las más
grandes supersticiones de la ciencia” al reducir la conciencia como un epifenómeno. La
creencia de causa descendente sugiere que las neuronas determinan y generan nuestra
mente, lo cual da soporte para ver la mente como un epifenómeno. La considera un
producto inesperado de la actividad cerebral e incluso podría decirse incluso que vendría
siendo un producto casi irrelevante. En ese orden de ideas entonces, al cerebro, a la
materia, le corresponden aquellas actividades que se ligan más a su diario vivir como la
cuestión de la supervivencia y la mente representa sólo un producto, epifenómeno, que se
comporta según la materia se desenvuelve.