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* LA ESTRELLA POLAR

Esta introducción a la reflexión filosófico-política no pretende ser un inventario de los


saberes compartidos y académicamente aceptados ni la descripción neutral de un selecto
repertorio de posiciones rivales ante cada uno de los temas a debate. Pretendemos algo
más aventurado y más comprometido: ofrecer una manera, la nuestra, de ver la política,
de pensar la ciudad, de comprender las condiciones y reglas que hacen posible que los
hombres vivan juntos. Hoy, en el campo de la filosofía, no tiene sentido un manual de
lo que se sabe, y sería un despropósito un manual de lo que se debe saber; lo más
conveniente es exponer la propia leña al fuego del debate, para que caliente a cada uno
en función de la distancia a la que libre, y a ser posible razonablemente, elija situarse.
En la primera parte exponemos la idea de la filosofía política desde la que acometemos
la reflexión. En una tal vez heterodoxa interpretación de los mitos de la caverna, de Ulises
y las sirenas y de Zaratustra, invertimos la tradicional subordinación de la filosofía práctica 1.M. Bermudo
a la especulativa y reivindicamos el momento político como culminación del proyecto
filosófico, quedando el conocimiento de la verdad subordinado a la construcción de la
ciudad.
La segunda parte del libro trata de pensar la política como arte de construir la ciudad;
Filosofía
y, en consecuencia, de formar ciudadanos. La ciudad se diferencia de otras agrupaciones
humanas naturales (etnias, tribus, naciones) en tanto que resultado de una decisión
política
racional, libre y voluBtaria, de una deliberación y acuerdo colectivo de vivir juntos, o sea,
por su carácter político, por ser fruto de la política, y no de pertenencias o adscripciones 1. Luces y sombras
espontáneas e incondicionales. Subrayamos su diferencia como fruto de la política y como
legitimación de ésta.
de la ciudad
En la tercera parte, a través de cuatro reflexiones sobre temas tópicos como la libertad,
la democracia, los derechos y la justicia, tratamos de pensar las "luces de la ciudad».
Argumentamos la necesidad de la libertad positiva; sin despreciar la democracia liberal
apostamos por la superioridad ético-política de la democracia real, que asume la igualación
social como condición de la libertad política; sin menospreciar los criterios de justicia de
las teorías liberales de la justicia distributiva, reivindicamos como imprescindible para
cualquier teoría contemporánea de la justicia que tome como referente la igualdad y que
asuma como universo la comunidad internacional. Sin menospreciar los derechos del
hombre ponemos énfasis en los derechos del ciudadano y resaltamos que ciertas
formulaciones de los derechos del individuo pueden ir no sólo contra un ideal razonable
de comunidad política, sino incluso contra un ideal razonable de hombre.

].M. Bermudo es catedrático de Filosofía Política en la Facultad de Filosofía de la UB. Sus


principales líneas de reflexión han sido la filosofía ilustrada [La filosofía moderna y sus
proyecciones contemporáneas (1983); Historia de la filosofía de l'Encyc/opédie, de Diderot, 2
vols. (1987); El empirismo: de la pasión del filósofo a la paz del sabio (1984)] y el pensamiento
marxista [El concepto de praxis en el joven Marx (1976); De Gramsci a Althusser (1979); Engels
contra Marx (1981)]. Sus preocupaciones actuales versan sobre la ciudad y el orden político
[Eficacia y justicia (1993); Maquiavelo, consejero de príncipes (1994)].

ISBN 847628338-5

Ediciones _ delSerbal
9 788476 283387
FILOSOFÍA POLÍTICA
FILOSOFÍA POLÍTICA
Luces y sombras
I. Luces sombras de
de la
la ciudad
ciudad

Colección «La
Colección «La estrella polar» -- 2277
estrella polar»
Director: Horacio
Director: Horacio Capel
J.M. Bermudo

FILOSOFÍA POLÍTICA
1. Luces y sombras de la ciudad

Ediciones , del Serbal


Índice

Presentación ........................................................................................................ 13

Parte primera
La fIlosofía política

Capítulo 1. La caverna y las sirenas o el momento político de la filosofía ..... 23


1. La caverna y la ciudad .......... ... .................... ............. ........ .............................. 23
1.1 La dimensión política del mito ............................................................ 24
1.2 Pensar las sombras ................................................................................ 27
2. La política y la utopía ..................................................................................... 30
2.1 Ulises y las sirenas ................................................................................. 30
2.2 El mensaje de Zaratustra ...................................................................... 32
2.3 La figura de Zaratustra ......................................................................... 36

Capítulo 2. Una filosofía política para nuestro tiempo ................................... 43


1. De la filosofía de la política a la filosofía política ......................................... 43
1.1 El momento filosófico .......................................................................... 45
1.2 Circunstancias paradójicas ...................... '" ... ............................ ..... ..... 48
1.2.1 Lo político y lo social................................................................... 48
1.2.2 Política y comunicación .............................................................. 52
Primera edición, 2001 2. La crisis filosófica de la filosofía .................................................................... 54
2.1 Crisis del fundamento .......................................................................... 54
Imagen de portada: G.J.A.P. 2.2 Entre el silencio y el ágora. .... .... .................. ..... ...... ....... ...... .......... ....... 56
3. La crisis sociopolítica de la filosofía .............................................................. 60
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 3.1 Filosofía en democracia ....................................................................... 60
3.2 Formas de intervención de la filosofía ................................................ 63
© 2001, Ediciones del Serbal 3.3 Crisis en la ciudad de los hombres ...................................................... 66
Francesc Tarrega 32-34 - 08027 Barcelona 4. El mensaje a los de abajo ................................................................................ 72
Tel. 93 408 08 34 - Fax 93 408 07 92
Apartado de correos 1386 - 08080 Barcelona Capítulo 3. La disciplina ysus fronteras ........................................................... 77
serbal@ed-serbal.es 1. La filosofía política como disciplina ............................................................. 77
http://www.ed-serbal.es 1.1 Entre el rey-filósofo y el filósofo-rey ................................................... 78
1.2 La filosofía en el mercado ........... .................. .............. ........ ......... ..... ... 82
ISBN 84-7628-338-5 2. Saber y poder ............ ...... ...... .............. ................. ................ ... ..... ................... 85
Impreso en España 2.1 El discurso del poder ............................................................................ 85
Depósito legal B-186-2001 2.2 Voluntad de verdad y disciplina........................................................... 87
Impresión y encuadernación: Arts Grafiques Hurope S.L. 2.3 Disciplina y división del saber ............................................................. 89
6 FILOSOFÍA POLÍTICA ÍNDICE 7

3. Los mapas de la disciplina.............................................................................. 92 Parte segunda


3.1 La filosofía y la política ........................................................................ 92 La política
3.2 El mapa filosófico ................................................................................. 95
3.3 El mapa político .................................................................................... 97 Capítulo 6. Concepciones de la política ............................................................ 163
1. Figuras del poder ............................................................................................ 163
Capítulo 4. Fitbsofía política y ontología .......................................................... 101 2. Dos posiciones inquietantes .......................................................................... 165
l. El límite ontológico ..... ....... ....... ............ ........ ..... ........ .......................... .......... 101 2.1 MaxWeber: política y dominación ..................................................... 165
1.1 Crisis de la ontología moderna............................................................ 101 2.1.1 Comunidad y sociedad ................................................................ 165
1.2 La cuestión del referente ...................................................................... 104 2.1.2 De la vida buena a la dominación .............................................. 167
1.3 Autorreferencialismo limitado ............................................................ 106 2.1.3 El mal y su legitimación .............................................................. 169
1.4 Autorreferencialismo y comunidad abierta ........................................ 110 2.1.4 La jaula de hierro ......................................................................... 172
2. El límite de la racionalidad ............................................................................ 112 2.2 Carl Schmitt: la política y la guerra ..................................................... 173
2.1 Proceso a la razón ................................................................................. 112 2.2.1 La identificación del enemigo ..................................................... 173
2.2 Razón analítica y razón dialéctica ....................................................... 114 2.2.2 Lo político y lo social................................................................... 174
2.3 Razón y postmodernidad ..................................................................... 116 2.2.3 La guerra, horizonte de la política .............................................. 176
2.4 Identidad e indeterminación ............................................................... 118 3. Dos posiciones de esperanza ......................................................................... 178
3. La universalidad como ideal .......................................................................... 120 3.1 La política como transcendental del hombre ..................................... 178
3.1 La sociedad de espectadores ................................................................ 121 3.1.1 Fundamentos ontológicos ........................................................... 178
3.2 Discusión y verdad ............................................................................... 123 3.1.2 La vita activa ................................................................................. 180
3.3 Muerte del sujeto .......................................................................................... 125 3.1.3 La acción o vida política .............................................................. 181
3.4 Subjetivización del mundo .................................................................. 128 3.1.4 El espacio público ........................................................................ 184
3.5 Acceso a las reglas ................................................................................. 130 3.1.5 La política y las mediaciones ....................................................... 186
3.1.6 De la acción a la palabra .............................................................. 188
Capítulo 5: Filosofía política y filosofía de la historia...................................... 135 3.2 J. Rawls y las exigencias del pluralismo ............................................... 190
1. El límite de la historia .................................................................................... 135 3.2.1 La política y el ideal mínimo ....................................................... 190
1.1 La historia y la política ......................................................................... 135 3.2.2 Concepción política del orden justo ........................................... 192
1.2 La filosofía y la revolución.. ........................ .................. .......... ............. 136 3.2.3 La sociedad bien ordenada .......................................................... 193
2. Modelos de filosofía de la historia ................................................................. 138
2.1 Filosofía de la historia y modernidad.................................................. 138 Capítulo 7. El ideal político ............................................................................... 195
2.1.1 El modelo kantiano-fichteano .................................................... 138 1. La metáfora de la política............................................................................... 195
2.1.2 El modelo hegeliano .................................................................... 140 2. El mal a combatir ........................................................................................... 196
2.1.3 El modelo marxista ...................................................................... 141 2.1 La política como construcción de la ciudad ....................................... 197
2.2 Filosofía de la historia y postmodernidad ...................... .................... 142 2.2 La ciudad yel mal............ .................... ........................... ............ .......... 199
2.2.1 El modelo heideggeriano ............................................................. 142 2.3 La filosofía y la guerra .......................................................................... 203
2.2.2 El ser, la presencia y la ausencia .................................................. 144 2.4 La filosofía y la despolitización ............................................................ 205
2.2.3 Hannah Arendt: la historia y la contingencia ............................ 146 3. El ideal a construir .......................................................................................... 207
3. Filosofía política y fin de la historia .............................................................. 148 3.1 El ideal político ..................................................................................... 207
3.1 Postmodernismo y fin de la historia ................................................... 148 3.2 La paz perpetua .......... ..................................................................... ..... 210
3.2 El deseo de impunidad ......................................................................... 153 3.3 El Estado y el Orden Internacional..................................................... 213
3.3 Historicismo y relativismo histórico ................................................... 156
8 FILOSOFÍA POLÍTICA ÍNDICE 9

Capítulo 8. La política y la ética ........................................................................ 219 2. La legitimidad del poder ................................................................................ 283
1. Etica y política, de la identidad a la oposición .............................................. 219 2.1 El problema del criterio ....................................................................... 283
1.1 Confusión y paradoja ........................................................................... 219 2.2 Teoría de la legitimidad de Weber ....................................................... 285
1.2 De la ética política a la moral.............................................................. 221 2.3 Fuentes de legitimación: el ideal y el consentimiento ........................ 288
2. La unidad de lo ético-político ........................................................................ 222 2.4 Poder político y sumisión voluntaria .................................................. 292
2.1 El ideal ético-político de Platón .......................................................... 223 2.5 Legitimidad y democracia .................................................................... 295
2.2 El ideal ético-político de Aristóteles .................................................... 226
2.2.1 El bien del hombre y el bien de la ciudad .................................. 226 Capítulo 11. El estado ............. ........................................................................... 297
2.2.2 El fin ético de la política .............................................................. 227 1. El estado y su soberanía ................................................................................. 297
2.2.3 La vida política como culminación de la vida ética................... 228 1.1 Las formas de la soberanía ................................................................... 298
3. La política frente a la ética ............................................................................. 230 1.2 La soberanía moderna y su crisis ......................................................... 302
3.1 Maquiavelo y la cuestión ética ........ ..... ............ .................. .................. 230 2. El estado y el contrato .................................................................................... 305
3.2 Escenarios de la cuestión maquiaveliana ............................................ 232 2.1 Las dos funciones de la teoría .............................................................. 305
4. De lo ético a lo moral-jurídico ...................................................................... 234 2.2 Los dos contratos .................................................................................. 306
4.1 Plan de la naturaleza y praxis política ................................................. 234 3. Las versiones clásicas de la teoría .................................................................. 309
4.2 El sentido del ideal práctico ................................................................. 236 3.1 Hobbes, el contractualismo moderno ................................................. 309
4.3 La república como fin político ............................................................. 238 3.2 Spinoza, la comunidad democrática ................................................... 312
5. La irracionalidad de la ética ........................................................................... 240 3.3 El contrato lockeano entre comerciantes ............................................ 313
5.1 Las dos éticas ......................................................................................... 240 3.4 El contrato rousseauniano entre iguales ............................................. 315
5.2 La cuestión weberiana .......................................................................... 242 4. El estado y la sociedad civil............................................................................ 319
4.1 El estado y la identidad de la sociedad ................................................ 320
Capítulo 9: La política y el derecho ................................................................... 247 4.2 Sociedad civil versus sociedad política ................................................ 323
1. La política, fundamento del derecho ............................................................. 247
1.1 Derecho versus política ........................................................................ 247
1.2 Filosofía política y filosofía del derecho .............................................. 249 Parte tercera
1.3 Iusnaturalismo versus nihilismo ......................................................... 252 La ciudad
1.3.1 Convencionalismo antiguo y moderno ...................................... 253
1.3.2 Contra el historicismo ................................................................. 255 Capítulo 12. La libertad ..................................................................................... 331
1.3.3 Contra el positivismo .................................................................. 256 1. Libertad, política, filosofía.. ........................................................................... 331
1.4 El lugar del derecho en la política ....................................................... 258 1.1 ¿Qué libertad? ....................................................................................... 331
2. El estado yel derecho ..................................................................................... 260 1.2 La paradoja (liberal) de la libertad ...................................................... 332
2.1 El estado de derecho contra el estado ................................................. 260 1.3 La libertad y la razón ............................................................................ 335
2.2 Crítica de la idea de estado de derecho ...... ......................................... 263 2. La idea de libertad política ............................................................................. 337
3. El estado de derecho y la democracia.......... ....................... ........................... 266 2.1 De la comunidad a la sociedad ............................................................ 338
3.1 Versión iusnaturalista del estado de derecho ...................................... 266 2.2 Del estado de naturaleza al estado civiL............................................. 341
3.2 Versión legalista del estado de derecho ............................................... 270 2.2.1 La libertad negativa de los súbditos ............................................ 342
2.2.2 Libertades y derechos de los individuos ..................................... 346
Capítulo 10. El poder y su legitimación ............................................................ 273 2.3 La libertad positiva de los ciudadanos ................................................ 349
1. La cuestión del poder ..................................................................................... 273 3. Dos debates sobre la libertad ......................................................................... 350
1.1 Especificidad del poder político .......................................................... 273 3.1 La libertad de los modernos ................................................................ 351
1.2 Poder político y sociedad ..................................................................... 275 3.2 Libertad positiva y libertad negativa ................................................... 354
1.3 Los poderes no políticos: micro física del poder ................................. 279
ÍNDICE 11
10 FILOSOFÍA POLÍTICA

Capítulo 13. La democracia ............................................................................... 359 Capítulo 15. La justicia ....................................................................................... 425
1. La idea de democracia .................................................................................... 359 1. La justicia, creación de la política .................................................................. 425
1.1 La filosofía y la democracia .................................................................. 359 1.1 La justicia, el cosmos y la polis ............................................................ 425
1.2 El gobierno del populacho ................................................................... 362 1.2 La justicia, el mercado y las circunstancias ......................................... 428
1.3 La democracia y la polis ....................................................................... 365 1.3 «Dar a cada uno lo suyo» ..................................................................... 430
2. La revisión de la idea democrática ................................................................ 368 1.4 Justicia e igualdad ................................................................................. 431
2.1 Sufragios y delegados ........................................................................... 368 2. Teorías liberales de la justicia ......................................................................... 433
2.2 El gobierno de los elegidos ................................................................... 370 2.1 Tres tipos de contractualismo .............................................................. 436
2.3 La voluntad general: de los estados a la nación .................................. 372 2.1.1 Nozick: la justicia del libre cambio ............................................. 436
2.4 El giro democrático .............................................................................. 374 2.1.2 Buchanan: el pacto de las fuerzas ............................................... 439
3. Representación y deliberación ....................................................................... 378 2.1.3 El contractualismo universalista moral ...................................... 441
3.1 Democracia y representación política ................................................. 378 2.2 Rawls: entre el utilitarismo y el intuicionismo ................................... 442
3.2 La regla de la mayoría ........................................................................... 382 2.2.1 El principio de la diferencia ........................................................ 444
3.3 Deliberación y ciudadanía ................................................................... 383 2.2.2 La posición original..................................................................... 445
4. Reflexión final................................................................................................. 387 3. Teorías antiliberales de la justicia .................................................................. 449
3.1 Frente al enemigo común .................................................................... 449
Capítulo 14. Los derechos .................................................................................. 391 3.2 Walzer: la igualdad compleja ............................................................... 452
1. Los derechos del hombre y del ciudadano .................................................... 391 4. Reflexión final: justicia y política .................................................................. 455
2. La crítica liberal-conservadora de Edmund Burke ...................................... 393
2.1 Crítica a la Revolución ......................................................................... 393
2.2 Los derechos sociales del hombre ........................................................ 394
2.3 Los derechos políticos .......................................................................... 396
2.4 Verdaderos y falsos derechos ................................................................ 399
3. La crítica progresista de J. Bentham .............................................................. 401
3.1 Los derechos de los muertos ................................................................ 401
3.2 Derechos políticos versus derechos naturales ..................................... 403
3.3 Los derechos y la comunidad ............................................................... 406
4. La crítica revolucionaria de Marx ................................................................. 409
4.1 La crítica filosófica negativa................................................................. 409
4.1.1 Crítica a los derechos del hombre ............................................... 410
4.1.2 Crítica a los derechos del ciudadano .......................................... 411
4.1.3 Los límites de la Revolución francesa ......................................... 413
4.2 La explicación histórica de los derechos del hombre ......................... 414
4.2.1 Derechos, historia y clases sociales ............................................. 414
4.2.2 El comunismo y los derechos ...................................................... 416
4.3 Los derechos en el análisis económico ................................................ 418
4.4 El comunismo y los derechos .......... ................. ...... ................ ............. 422
Presentación

A Laura, veintinueve años después Este libro, esta introducción a la reflexión filosófico política, no pretende ser un
inventario de los saberes compartidos y académicamente aceptados, ni la
descripción neutral de un selecto repertorio de posiciones rivales ante cada uno
de los temas a debate. Pretendemos algo más aventurado y a la vez más compro-
metido: ofrecer una manera, la nuestra, de ver la política, de pensar la ciudad, de
comprender las condiciones y reglas que hacen posible que los hombres vivan
juntos; pretendemos exponer una representación de la política vista desde una
posición filosófica que, a su vez, ha de ser justificada como posible y actual en los
estrechos límites que dos milenios y medio de filosofía han dejado a la razón. Hoy,
en el campo de la filosofía, no tiene sentido un manual de lo que se sabe, y sería un
despropósito un manual de lo que se debe saber; lo más conveniente es exponer la
propia leña al fuego del debate, para que caliente a cada uno en función de la
distancia a que libre, y a ser posible razonablemente, elija situarse.
En la primera parte argumentamos la posición filosófica, es decir, exponemos
la idea de la filosofía política desde la que acometemos la reflexión. En una tal vez
heterodoxa interpretación de los mitos de la caverna, de Ulises y las sirenas y de
Zaratustra, invertimos la tradicional subordinación de la filosofía práctica a la
especulativa y reivindicamos el momento político como culminación del proyecto
filosófico, quedando el conocimiento de la verdad subordinado a la construcción
de la ciudad (capítulo 1). Abandonamos la perspectiva desde la cual la filosofía
especulativa es conquista-descubrimiento de la idea y la filosofía práctica mera
aplicación de la idea a la vida social para adoptar aquella posición desde la cual la
filosofía práctica decide el modelo de ciudad y las condiciones de la praxis humana
(ética, política o cognitiva) y la filosofía teórica construye la idea de verdad, de
justicia o de moralidad apropiados a dicho ideal.
El capítulo 2 parte de una paradoja que caracteriza nuestro presente: por un
lado, es un momento histórico en que se extiende la auto consciencia de que la
verdad, la justicia, la belleza o el bien son construcciones de la ciudad y para la
ciudad, siendo la política su instrumento imprescindible; y, por otro, nunca como
ahora la política ha sido tan cuestionada, tanto en la consciencia espontánea, donde
tiende a representarse como praxis intrínsecamente corrupta, como en el plano
objetivo, donde el dominio mediático, la sociedad de masas y el individualismo
anticomunitario niegan la posibilidad de la política como actividad de hombres
capaces de pensar por sí mismos y de establecer vínculos voluntarios, de construir
lo común, tanto para sobrevivir como hombres como para llegar a vivir como
ciudadanos. Esta visión del presente nos sirve para defender la necesidad de una
filosofía política que resista tanto la seducción nihilista como la tentación
fundamentalista, y para formular algunos principios de dicha posición filosófica,
14 F1LOSOFÍA POLÍTICA PRESENTACIÓN 15

como la estrecha identificación entre el bien del hombre, el de la ciudad y el de la una deliberación y acuerdo colectivo de vivir juntos; o sea, por su carácter político,
filosofía, siendo la política la condición de posibilidad de todos ellos. La conclusión por ser fruto de la política, y no de pertenencias o adscripciones espontáneas e
que sacamos es que la filosofía ha de defender la política -y la ciudad, y' el incondicionales. La ciudad, en nuestra idea, se diferencia de otras asociaciones
ciudadano- aunque sólo sea por seguir la regla spinoziana de perseveración en el humanas (sociedades recreativas, mercantiles, culturales) en que sin negligir la
ser: la política, en la idea que de ella exponemos, es buena para la filosofía. optimización de las condiciones de paz y bienestar, buenas para la sobrevivencia,
Aunque llevamos a cabo una reflexión filosófica sobre la política y sobre la pretende ofrecer a los hombres la posibilidad de vivir como ciudadanos. Sin duda
ciudad, sobre la estrategia y sobre el ideal, lo que en cierto sentido constituye una la ciudad puede apoyarse en la cohesión e integración que le aportan las
filosofía de la política, no aspiramos a definir una disciplina filosófica regional agrupaciones naturales y las asociaciones particulares voluntarias; pero no es menos
determinada por su objeto particular, lo político; de hecho, argumentamos contra obvio que a veces éstas se transforman en sus obstáculos; en cualquier caso, nosotros
cualquier atisbo de disciplinariedad innecesaria, si bien, en diálogo crítico con subrayamos su diferencia como fruto de la política y como legitimación de ésta.
Foucault, reconocemos la necesidad y utilidad de cierta división del saber, de cierta A través del comentario crítico de una limitada selección de concepciones de
disciplinarización técnica del saber (capítulo 3). En definitiva, en vez de una la política (capítulo 6), o de la reflexión sobre la relación de la política con la ética
disciplina regional de la política, argumentamos que lo político, en sentido amplio, (capítulo 7) o con el derecho (capítulo 8), vamos elaborando nuestra idea de la
es hoy el campo privilegiado de reflexión filosófica, como en otros tiempos lo fue política, contestando implícita o explícitamente a preguntas como las siguientes:
el lenguaje, la existencia humana o el cosmos; entendemos que la filosofía en general ¿por qué la ciudad y no la selva?, ¿por qué el ciudadano y no el enemigo?; incluso
se ha desplazado hacia la política, siendo primordialmente filosofía de la política. ¿por qué el ciudadano y no el hombre? Y, aunque siempre en un plano general,
y si a esta situación empírica añadimos el abandono por la filosofía contemporánea como exige la reflexión filosófica, se contesta también a preguntas como ¿qué
de la vía del fundamento, de los referentes transcendentes, y la aceptación alternativa ciudad?, ¿qué ciudadano?, ¿qué política?
de la autorreferencia y el contextualismo, de la inevitable determinación cultural, Defender la supremacía de la política sobre la ética y sobre el derecho puede
de su pertenencia a la ciudad, se comprende que en lugar de una filosofía de la hoy parecer una impostura; pero la coherencia nos exige pensar la ética y el derecho
política propongamos una filosofía política; si se quiere, una filosofía política de la como productos de la ciudad, como creaciones políticas, como reglas que la política
política. impone a la vida cívica y a sí misma. La política queda sometida al derecho y a las
En fin, en los capítulos 4 y 5 aplicamos las conclusiones de esta idea de la reglas éticas, pero no como determinaciones externas y extrañas, sino en tanto
filosofía política, defendiendo respectivamente la inversión de la tradicional que productos de su autodeterminación. La política, como praxis racional, a
ordenación jerárquica de los saberes filosóficos. En lugar de someterse la filosofía diferencia de la mera acción espontánea y arbitraria, se pone límites a sí misma, se
política a una idea del ser y de la historia elaboradas fuera de ella, argumentamos da reglas y criterios de actuación. Pero, por ello mismo, en circunstancias excep-
la legitimidad y conveniencia de que sea la filosofía política la que elabore esos cionales, el derecho y la ética son legítimamente reformados por la política; y en
conceptos, la que imponga sus exigencias a la ontología y a la filosofía de la historia. casos de conflicto es la política la que debe prevalecer. Obviamente, siempre
Puesto que ha de operar con estos conceptos, que actuarán como límites, en lugar hablamos de una idea concreta de la política, en esencia pensada como deliberación
de aceptarlos como definidores de las políticas posibles se trata de pensarlos de tal democrática entre hombres en condiciones formales y materiales de libertad y
manera que sean compatibles con la idea de la política elegida por razones prácticas. bien dotados para pensar por sí mismos; las situaciones de desigualdad, de
Esta inversión puede sorprender, pero es coherente con la autoconsciencia filosófica dominación, de despotismo, son desde este punto de vista situaciones antipolíticas,
contemporánea. La filosofía política no es ya mera aplicación práctica de unos precisamente las situaciones que la política intenta impedir estableciendo el derecho
saberes o principios especulativos obra de un sujeto pensante; al contrario, los y las reglas éticas. En el caso del «Estado de derecho» (capítulo 10), de forma análoga,
saberes y principios aceptables son reconocidos como obra colectiva de los hombres, lo pensamos como construcción de la política, como límites que la política se
como productos culturales y políticos, que se han ido generando en un proyecto impone, como el marco que elabora para ejercerse y evitar sus perversiones
constantemente renovado de vida. Puesto que, al menos en el orden de la legitima- despóticas antipolíticas. Lo respeta como suyo, como autodeterminación; y, en
ción, la ontología y la filosofía de la historia no son neutrales, fundamentando consecuencia, es legítimamente transformable por la política, pues la hipostati-
unas u otras concepciones de la ciudad y de la política, planteamos abiertamente zación del «Estado de derecho» ( o del «derecho», o de la «ética»), aparte de suponer
su sumisión a la filosofía política. un regreso a posiciones filosóficas fundamentalistas, a nivel práctico puede conducir
La segunda parte del libro trata de pensar la política como arte de construir la a legitimar posiciones antipolíticas y antidemocráticas.
ciudad; y, en consecuencia, de formar ciudadanos. La ciudad, en nuestra idea, se En general, pues, hacemos una reivindicación de la política y del poder político
diferencia de otras formas de agrupaciones humanas naturales (etnias, tribus, (capítulo 9), y del estado como forma histórica de ese poder; lejos de pensar el
naciones) en tanto que resultado de una decisión racional, libre y voluntaria, de poder político como puro poder, pura dominación arbitraria y violenta, e incluso
16 FILOSOFÍA POLÍTICA PRESENTACIÓN 17

como la forma más indigna del poder, intentamos justificarlo, con límites, del ciudadano y, sobre todo, resaltamos que, en determinadas ocasiones, ciertas
contenidos y fines precisos, como esencial a la ciudad y al ciudadano, a la ética y al formulaciones de los derechos del individuo pueden ir no sólo contra un ideal
derecho; y aunque a la filosofía le resulte teóricamente difícil pensar la racionalidad razonable de comunidad política, sino incluso contra un ideal razonable de hombre.
del poder, cuya existencia expresa la insuficiencia o ausencia de la razón, ofrecemos
una justificación práctica del mismo. Sin duda alguna se trata de una reivindicación ***
filosófica, en idea, sin compromiso alguno con sus metamorfosis históricas, con
muchas de las formas que el poder ha tomado. El poder político es el poder de Bajo el orden sistemático, bajo las reflexiones sucesivamente expuestas en los
dominar por medio de la política, y no el poder de imponer la fuerza a lo político, capítulos del libro, laten algunas ideas básicas, que sin duda se revelarán en la
de anular la política; conviene rescatar la cara del poder político de entre las lectura, y que constituyen nuestras preocupaciones de fondo. Se trata de
numerosas máscaras del poder (antipolítico) del despotismo. En última instancia, preocupaciones prácticas elementales, derivadas de nuestra comprensión del
el poder político presupone y crea ciudadanos, el poder sobre la política crea presente como un momento propicio para la perplejidad. En rigor, todas ellas
súbditos; aquel construye una ciudad de hombres libres, éste una masa de hombres apuntan a un mismo problema: la progresiva pérdida de consciencia de la necesidad
sometidas a una voluntad particular y arbitraria. de la ciudad y, en consecuencia, de la política. Con ello no sólo se pierde un ideal
y aunque en la realidad, por ser siempre impura, entre las grietas del poder de vida cívica que, aunque argumentable, siempre puede ser discutible e incluso
político perdura siempre expectante la amenaza de violencia, hay que asumir el sospechoso; además se pone en peligro la simple coexistencia. Es decir, podemos
riesgo y defender la idea del poder político como hegemonía de la política. Los comprender que, frente a cualquier ideal comunitario, clásico o moderno, se
ideales no deben subordinarse a sus fracasos empíricos; los ideales no están hechos reivindique la simple sociedad, la mera agrupación voluntaria y condicionada de
para realizarse, para crear paraísos, sino para determinar nuestra voluntad en un individuos socios que aceptan enfrentarse según unas reglas mínimas; podemos
sentido u otro, para dirigir nuestra práctica. Y el ideal de un poder político entender que los hombres aspiren en el mayor grado posible a vivir como seres
democrático, como el de paz perpetua, o el de ciudadanía universal, siguen siendo privados, que buscan en su relación con los otros bienes y servicios para su consumo
válidos en su idealidad en la medida en que sigan influenciando nuestra praxis y disfrute en la particularidad; lo que resulta preocupante es la ignorancia de que
social. La política no es simplemente defendible como instrumento de sobrevivencia incluso el mercado capitalista sería inviable sin uno mínimo de política que permita
(contra la guerra, contra la anarquía, contra la miseria), como mal menor; en cierto ver en el derecho y en el poder del estado que lo sostienen un ideal ampliamente
modo sigue siendo un ideal de vida, un ideal de hombre, pues no hay reto humano compartido; resulta preocupante que se ignore que incluso la privacidad es una
más audaz y digno que el de crear y ocuparse de las cosas comunes, que el de conquista de la política, y es más extensa y segura donde la política ha sustituido al
intentar conseguir que individuos diferentes (en etnias, culturas, lenguas, creencias, despotismo o a las vinculaciones meramente naturales.
colores, olores y gestos) sean capaces, sin renunciar a sus cualidades, de vivir juntos, Nos preocupa que cuando los hombres están en condiciones de separar
de tolerarse, de comprenderse, de ayudarse, de tejer un proyecto común, de definitivamente la ciudad de diosy la ciudad de los hombres, de aislarlas definitiva-
identificarse en lo racional. mente y convertirlas en recíprocamente indiferentes, renacen las tentaciones de
Esta idea rige toda la tercera parte, dedicada a la ciudad. A través de cuatro mezclarlas y jerarquizarlas; cuando por fin saben que ellos son los autores de su
reflexiones sobre temas tópicos como la libertad (capítulo 11), la democracia ciudad terrestre, que deben construirla sin subordinaciones ni condiciones, surge
(capítulo 12), los derechos (capítulo 13) y la justicia (capítulo 14), tratamos de sorprendentemente la tentación de abandonarla. Éstas son las cosas que provocan
pensar las «luces de la ciudad». Son cuatro reflexiones sobre la ciudad, cuatro nuestra perplejidad. El problema común, por tanto, es la falta de lucidez y decisión
aspectos del ideal de ciudad, del ideal político, con enfoques coherentes con la a la hora de construir la ciudad; o sea, la indiferencia ante la política. Nuestra
posición filosófica y la idea de la política expuestas en los capítulos anteriores. Por preocupación nace de la dificultad de hacer comprender a los hombres los riesgos
eso, sin despreciar la libertad negativa, necesaria para el ideal de hombre, de esta indiferencia, la conveniencia de ser ciudadanos para poder ser hombres; de
argumentamos la necesidad de la libertad positiva, intrínseca al ideal de ciudadano; ahí que quedaríamos satisfechos si estas ideas de fondo propiciaran una reflexión.
sin despreciar el estado representativo o democracia liberal, apostamos por la Una primera idea que configura nuestro enfoque es la contraposición entre
superioridad ético-política de la democracia real, que asume la igualación social naturaleza y ciudad. Podemos pensar la vida -y así lo hacía Hobbes- como esfuerzo
como condición de la libertad política; sin menospreciar los criterios de justicia constante por vivir, tal que si cede el deseo deviene la muerte; la vida es cierto
propios de las teorías liberales de la justicia distributiva, reivindicamos como orden conquistado siempre precariamente y a base de un continuo esfuerzo por
imprescindible para cualquier teoría contemporánea de la justicia que tome como sobrevivir; lo natural es el desorden, según las leyes de entropía. Del mismo modo,
referente la igualdad y que asuma como universo la comunidad internacional. En la ciudad es un orden de vida más sofisticado y frágil, que hay que conquistar
fin, sin menospreciar los derechos del hombre ponemos énfasis en los derechos siempre a la naturaleza, arrancárselo a las fuerzas disgregadoras. Podemos decir
18 FILOSOFÍA POLÍTICA PRESENTACION 19

que la ciudad es un triunfo sobre la naturaleza, en las dos direcciones de ésta. meramente prudencial, sería el argumento de la sobrevivencia: la necesidad de la
Como naturaleza exterior: la ciudad, espacio de civilización, es lo otro de la selva, ciudad -y, en consecuencia, la conveniencia de construirla y defenderla- derivaría
es lo conquistado al desierto. Como naturaleza interior: la ciudadanía, espacio de del deseo de vivir, y de vivir en paz y con posibilidades de bienestar. Como decimos,
humanidad, es el triunfo (siempre precario e inestable) sobre el instinto, sobre el es una buena razón, un ideal mínimo, que no deberíamos despreciar. Otra buena
egoísmo, sobre el deseo. Por tanto, no es la naturaleza la que debe servir de modelo razón, ésta de carácter ético, sería el argumento, de regusto clásico, de la vida buena:
a la ciudad; hablar de la «naturaleza de la ciudad» y, por extensión, de la «ciudad la necesidad de la ciudad -y, en consecuencia, el deber de construirla y defenderla-
natural», arrastrando así un léxico clásico semánticamente contaminado y que derivaría de la voluntad de vivir como hombres, de vivir una vida específicamente
hoy crea confusión, lleva a pensar en modelos perversos. Hemos de asumir con humana, sometidos a normas morales y jurídicas, de acuerdo con valores y virtudes
claridad que la ciudad se construye frente a la naturaleza, que la cultura es inequívocamente humanos; en rigor, la ciudad ha sido tradicionalmente pensada
intrínsecamente represión, que la racionalidad se instaura contra las convulsiones, como posibilidad de purificación, de vida moral, frente al errabundaje ferino, a la
excitaciones, apariciones, misterios y milagros. Si comprendiéramos esto, si vida natural sin normas ni fines. Es también, como decimos, una buena razón,
asumiéramos conscientemente que la ciudad no es la tribu, que la política no es la para muchos el ideal propiamente humano.
selva, que el ciudadano no es el individuo, que lo común es la razón y no lo natural...; Junto a esas dos razones, que delinean sendas y contrapuestas visiones del
si comprendiéramos con Spinoza que el hombre libre es quien no sirve a la voluntad hombre y de la ciudad, nosotros aspiramos a introducir una tercera, que sirva
arbitraria de otro ni a su pasión no menos arbitraria, entonces habríamos dado un para determinar y articular las dos anteriores; es decir, junto a la razón prudencial
gran paso en ese inevitable e inestimable destino de vivir juntos. ya la razón ética, aspiramos a dar relevancia a la razón política. Entendemos que si
La segunda idea es que esa conquista de un espacio propio, ese asentamiento bien la sobrevivencia (paz y bienestar) y la moralidad (vida buena y universal)
en territorio enemigo, en que consiste la construcción de la ciudad, es siempre presuponen la ciudad, no dejan de ponerla como instrumento al servicio de unos
provisional, precaria, amenazada. Maquiavelo señalaba que una característica de fines humanos o divinos; las razones políticas para construir y defender la ciudad,
la naturaleza humana es la de olvidar el rostro del enemigo una vez vencido, olvidar en cambio, piensan ésta sustantivamente, como un bien en sí; se trata de entender
la defensa de las conquistas políticas que habían costado dolor y sangre en cuanto que la vida dedicada al diálogo, a la deliberación, a la superación de las diferencias
se disfrutaban; y advertía el florentino que, como también pertenece a la naturaleza naturales en una segunda naturaleza racionalmente elaborada y voluntariamente
de las cosas humanas la tendencia a la corrupción, en cuanto se bajaba la guardia asumida, es el reto más seductor a que está sometido el hombre; se trata de
se regresaba a la barbarie. Nos advertía así, con lucidez envidiable, que en el mundo comprender que discutir y elaborar normas de educación, formas culturales o
de las cosas humanas, en la ciudad, no hay conquistas definitivas, que la tarea de leyes; construir lenguas y objetivos prácticos comunes; producir reglas y modelos
construir la ciudad y cada uno de sus elementos es inacabable. Hoy debemos recoger compartidos; y descubrir lo poco o mucho en que podemos identificarnos, es algo
esta advertencia: la ciudad no sólo no está acabada, sino que en ella nunca hay sólo al alcance de los hombres, que sólo nosotros podemos proponernos. Se trata,
nada construido de una vez por toda ni en la realidad ni en la idea; la ciudad está en definitiva, de tomar consciencia de que ser capaces de vivir juntos, de toleramos
siempre en peligro, exige siempre, como la vida, el deseo de su existencia. Los y coeducarnos, es la línea divisoria entre lo humano y lo inhumano.
hombres, en cuanto olvidan que la ciudad es obra suya, cuando pasan a relacionarse Por último, tenemos derecho a hacernos la pregunta sobre la ciudad, sobre su
con ella como si de un paisaje natural se tratara, cuando dejan de desearla, pensarla orden y contenido. ¿Comunidad o mera sociedad? ¿Expansión de lo público o
y construirla, inevitablemente dejan de amarla y regresan a lo otro de la ciudad, a defensa de lo privado? La ciudad que ha de construir en idea la filosofía política de
la tribu, a la «barbarie ritornata» que postulaba Vico. Ese peligro no es sólo la nuestros tiempos no puede ser ni la anacrónica «comunidad de alegrías y penas»
posibilidad, ciertamente remota, de la guerra, de la destrucción física; las formas que soñara Platón y que añoran algunos neocomunitaristas, ni la pura sociedad
actuales de desintegración de la ciudad son de otro género. No hay ciudad donde de socios para transacciones mercantiles; ambas formas no son ni posibles ni
los hombres no piensen por sí mismos; no hay ciudad donde el poder político sólo deseables. Los hombres, como decía Hume, son capaces de «benevolencia limitada»,
sea aceptado por miedo a su presencia (violencia de los aparatos del estado) o a su insuficiente para formar una comunidad de santos pero suficiente para trascender
ausencia (anarquía); no hay ciudad donde los hombres no sean conscientes que una hobbesiana vida de lobos. Ha de ser una ciudad donde vivan juntos los
ser ciudadano es superior a ser hombre; no hay ciudad sin la existencia de un desiguales y los diferentes, que resista incluso buenas dosis de indiferencia. Ha de
vínculo político, racional y voluntario, ajeno e indiferente a las determinaciones ser una ciudad de individuos, hoy amenazados por la masa, por el omniabarcante
naturales (etnia, tribu, nación) o culturales (historia, lengua, cultura). discurso mediático; pero de individuos que saben que han de construir lo común,
La tercera idea que nos gustaría transmitir al lector es la referente a la tanto porque es condición para la sobrevivencia como porque es expresión de una
inevitabilidad de la política. Tenemos derecho a preguntarnos, ¿por qué la ciudad vida humana, propia, construida por los hombres venciendo la tentación de la
y no la barbarie? Y la filosofía ha de aportar respuestas, razones. Una buena razón, selva.
20 FILOSOFÍA POLÍTICA

Nos tememos que, acostumbrados a ser socios y vivir como socios, olvidemos
que incluso el ámbito de relaciones sociales más sueltas y espúreas, el mercado,
requiere unos mínimos lazos, unas mínimas leyes y criterios compartidos, una
mínima unidad entre los hombres que es necesariamente fruto de la política.
Reivindicaremos, pues, la política, no ya como arte de crear una especie de
comunidad de los santos ni como técnica de gestión y equilibrio de lo social, sino
como arte de construir lo común entre hombres que nada tienen en común, arte
de vivir juntos hombres diferentes, arte de entenderse y soportarse sin necesidad
de estimarse.

Parte primera
La filosofía política
l. La caverna y las sirenas
o el momento político de la filosofía

«Pero ahora observa, ¡oh Glaucon!, que tampoco vamos


a perjudicar a los filósofos que haya entre nosotros, sino
a obligarles, con palabras razonables, a que se cuiden
de los demás y los protejan. Les diremos que es natural
que las gentes que haya en las demás ciudades no
participen en los trabajos públicos, porque se forman
solos, contra la voluntad de sus respectivos gobiernos;
y cuando alguien se forma solo y no debe a nadie su
crianza, es justo que tampoco se preocupe de reintegrar
a nadie su importe. Pero a vosotros os hemos engen-
drado nosotras, para vosotros mismos y para el resto
de la ciudad, en calidad de jefes y reyes, como los de las
colmenas, mejor y más completamente educados que
aquellos y más capaces, por tanto, de participar en
ambos asuntos [política y filosofía l. Tenéis, pues, que
ir bajando uno tras otro a la vivienda de los demás y
acostumbraros a ver en la oscuridad».
Platón, República, 520a-c

1. La caverna y la ciudad

La filosofía fue política en sus orígenes: nació en la ciudad, en la polis, y asumió


como objetivo propio el de pensar la ciudad como orden de vida racional y ético.
A través de su metamorfosis histórica, la filosofía ha perdido a veces su esencia
práctica, deviniendo un discurso eminentemente especulativo y una actitud
eminentemente contemplativa. En nuestros días, tras la crítica esterilizadora de la
filosofía analítica, que condena todo juicio práctico a mera expresión de la
emotividad del sujeto; tras la lucha obsesiva de los deconstruccionistas contra las
impurezas de la razón, que pone el discurso racional como simple enunciado de lo
oculto inconfesable; tras las tentaciones neopragmatistas de relegar la filosofía a la
privacidad, como peculiar género de ficción literaria, dejando que la vida social
discurra y se organice por simple conjunción de lo irracional; tras éstas y otras
aventuras de la filosofía contemporánea aparece como necesaria la pregunta, en sí
trivial, sobre el porqué de una filosofía política en nuestros tiempos, sobre la
posibilidad y el sentido de la filosofía práctica.
LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO pOLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 25
24 FILOSOFÍA POLÍTICA

Para indagar ese sentido, nada más apropiado que servirse del mito, fondo del bien, pero, una vez percibida, hay que comprender que ella es la causa de todo
constante de constitución de la filosofía. Y, entre los mitos, hay tres que destacan lo recto y lo bello que hay en las cosas (. .. )>>2. Como máximo suele ponerse el
por su potencia filosófica, tal vez las tres metáforas más excelsamente filosóficas punto final en el instante en que, recordando a los «compañeros de prisión», el
de la historia de la literatura: el mito de la caverna, la leyenda de Ulises y las sirenas afortunado filósofo, amigo ya de la luz, se siente feliz por haber cambiado de
3
y el relato nietzscheano de Zaratustra. Los reinterpretaremos -para eso están los condición y compadece a quienes siguen en la oscuridad de la caverna • El recuerdo
mitos, para ser re interpretados- de forma singular, redescribiéndolos a fin de que de quienes continúan bailando con sombras parece apuntalar definitivamente la
expresen las ideas que queremos desarrollar. Con el de la caverna pretendemos voluntad del nuevo habitante del reino de las ideas. La opción por la luz parece un
justificar la filosofía política, la conveniencia y necesidad de que la filosofía se vuelva buen final del mito.
sobre la política y se haga política, y comprometerla en la construcción de un Pero la metáfora sigue. Descrito el proceso de la filosofía, el dramático ascenso
mensaje nuevo. Con el de las sirenas ilustraremos que la política no se agota ni en a la contemplación del paisaje eidético, viene una segunda parte, no menos dolorosa
la mera gestión y administración de lo social ni en el simple ejercicio del poder y difícil de recorrer: el momento del retorno. Platón usa todos sus recursos literarios
para el mantenimiento del orden; defenderemos, en definitiva, la imposibilidad para dramatizar el camino de vuelta, para describirlo tan penoso e insufrible, tan
de la política sin la filosofía, sin la utopía, sin el «canto de las sirenas». En fin, con duro y ascético, como el ascenso a la luz. Es penoso el regreso porque supone
nuestra heterodoxa interpretación de la figura de Zaratustra apoyaremos la idea abandonar un lugar bello y feliz, conquistado tras gran esfuerzo, cuando el filósofo
de que la filosofía política actualmente no puede llevar a la ciudad un mensaje ya se encuentra bien instalado y contento, en el momento en que «sus almas tienden
extraño a ésta, construido extramuros; que el filósofo no puede proponer la ciudad a permanecer siempre en las alturas»4, cuando ya se han acostumbrado a vivir en
de los dioses como modelo de ciudad para los hombres; es decir, que la filosofía ha compañía de la verdad, cuando han gozado del placer divino de la posesión de la
de asumirse como discurso político en tanto que construido en la ciudad. idea del bien; es un retorno contra la voluntad, que se resiste a abandonar la luz. Es
también penoso y no deseable el regreso por la dureza del camino, «pues toda
1.1 La dimensión política del mito persona razonable debe recordar que son dos las maneras y dos las causas por las
cuales se ofuscan los ojos: al pasar de las tinieblas a la luz y al pasar de la luz a las
El mito de la caverna es tal vez la metáfora más hermosa de la filosofía, del ascético tinieblas»5; es un retorno a la ahora dolorosa oscuridad, pues «vuelto allá abajo y
camino hacia la verdad, del desgarro de la victoria sobre uno mismo, sobre la ocupando de nuevo su puesto ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas,
tendencia a creer en las opiniones compartidas, sobre el inmenso atractivo de las como a quien deja súbitamente la luz del sol?»6.
ficciones estables. La huida de la caverna es, en metáfora nietzscheana, la opción N o hay apenas razones para el regreso a la oscuridad. ¿Por qué regresar a las
por el desierto, por la soledad, por la inseguridad. La filosofía, viene a decirnos tinieblas? Tardarían en acostumbrarse de nuevo a las sombras y, para colmo, se
Platón, tiene por origen y fin la ciudad, pero exige salir de ella, romper con las burlarían de ellos por «haber subido arriba y volver con los ojos estropeados>/. La
convenciones de la comunidad, con sus hábitos, con sus sombras familiares; exige misión resulta insufrible por su sin sentido y peligrosa por su incomprensión, ya
el fraccionamiento, la individualización, la salida a lo indeterminado; exige una que no hay esperanza de que los de abajo escuchen su nueva; al contrario, viendo
dura travesía propedéutica en el ascenso al sol, a esa cima desde la cual se ve su torpeza para manejarse en el reino de las sombras, pensarán que «no vale la
intuitivamente la identidad entre verdad, justicia, belleza y bien, con lo que el anhelo pena intentar semejante ascensión»; y no dudarán en matarlos si «intentaran
filosófico queda completamente satisfecho. Así leída, la metáfora de la caverna desatarlos y hacerles subir»8. Hay, pues, mil razones para no volver: «no te extrañes
reproduce la contraposición, tan dramáticamente vivida por los clásicos, entre la de que los que han llegado a ese punto no quieran ocuparse en asuntos humanos;
vida contemplativa (la filosofía) y la vida práctica (la política), las dos únicas vidas antes bien, sus almas tienden siempre a permanecer en las alturas, y es natural,
propiamente humanas, las dos únicas dignas de ser vividas. La ciudad, origen y fin creo yo, que así ocurra (... )>>9.
de la filosofía, queda como una cosa exterior, ya que es necesario abandonarla y el ¿Por qué abandonar el lugar de la felicidad cuando, además, conlleva dolor,
retorno resulta superfluo y problemático; el lugar de la filosofía está fuera de la riesgos y escasos logros? ¿Por qué dejar la vida contemplativa, en sí misma
ciudad, la filosofía misma se representa liberada de la ciudad. reconocida como más perfecta, para embarcarse en un regreso incierto, que no
Pero la metáfora de la caverna contiene una segunda parte, y resulta curioso, si
no paradójico, -al fin curiosidad y paradoja son reclamos psicológicos de la 6 Ibíd., 516e.
República, 516b.
filosofía-, que la exégesis del mito se detenga habitualmente en el final del ascenso, 2 Ibíd., 517b-e. 7 Ibíd., 517a.
en el momento en que se está en condiciones de contemplar «el sol en su propio 3 Ibíd., 516e. 8 Ibíd., 517a.
dominio y tal cual es en sí mismo»l; o cuando, a manera de conclusión, Sócrates 4 Ibíd., 517d. 9 Ibíd., 517d.
dice que «en el mundo inteligible lo último que se percibe, con trabajo, es la idea 5 Ibíd., 517e-518a.
26 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 27

importará a nadie? ¿Por qué dejar ese estado de soledad divina, de limpio juego goce de particular felicidad, sino que se esfuerza porque ello suceda a la ciudad
dialéctico con las ideas eternas, contemplando impasiblemente el orden y la entera; y por eso introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la
necesidad del mundo, para volver al reino de las sombras, de la precariedad persuasión o de la fuerza, y hace que los unos hagan a otros partícipes de los
ontológica, de las pasiones, de las opiniones y de la retórica? beneficios con que cada cual pueda ser útil a la comunidad; y si ella misma forma
Tal vez no haya ninguna razón humana; pero el filósofo sabe que hay que en la ciudad hombres de esa clase, no es para consentir que cada uno se vuelva
bajar; y sospecha que hay que hacerlo por razones semejantes a las que le empujaron hacia donde quiera, sino para usarlos con miras a la unificación del estado»14.
a subir. Antes de la huida hacia la luz, también el camino aparecía doloroso, Vale la pena releer todo este fragmento, que condensa toda una filosofía política.
innecesario y con pocas posibilidades de éxito. No era nada atractivo, pero había El objetivo de ésta, nos dice Platón, es instaurar la armonía entre los ciudadanos,
que recorrerlo. Si natural era el ascenso del alma del filósofo a las alturas de la la unificación del estado; con más precisión, su objetivo es crear ciudadanos,
verdad, natural será el descenso de esa alma para llevar la verdad a los otros: «Tenéis, hombres que puedan vivir como ciudadanos. La ley será el instrumento de ese
pues, que ir bajando uno tras otro a la vivienda de los demás y acostumbraros a arte, expresión de la política, tanto por su origen (al ser elaborada en el ágora por
ver en la oscuridad»lO.
el debate y el acuerdo entre hombres libres) como por su fin (realizar lo pactado
Uno a uno, como dice la cita, hay que bajar a las viviendas de los demás; uno a «por medio de la persuasión o de la fuerza» y garantizar la reproducción de las
uno, tras el viaje a los cielos, ha de emprenderse el camino de retorno a la ciudad. condiciones de posibilidad de la política). La política, en fin, es el arte de unificar
La filosofía no culmina en su fase especulativa, sino que ha de cumplir su recorrido a los hombres y convertirlos en ciudadanos, evitando que cada uno «se vuelva
práctico. Los dioses pueden ser felices con la contemplación, pero los hombres hacia donde quiera». No sorprende, pues, el culto platónico a las leyes.
fuera de la ciudad son desgraciados, si no malvados (como con ironía sugería Claro que Platón está hablando de una ciudad perfecta, de una comunidad de
Diderot a la estética rousseauniana de la soledad); los dioses no necesitan de la vida; una ciudad en la que el filósofo es filósofo gracias a las leyes de la ciudad.
justicia y del derecho para su perfección, pero los hombres han de construirlos Porque, en otra situación, en una sociedad fragmentada en la que los ciudadanos
para su sobrevivencia.
son individuos, que luchan y se forman solos, con su propio esfuerzo y frente al
Es sorprendente la fuerza que Platón trasluce en esta segunda parte del mito. poder político, «contra la voluntad de sus respectivos gobiernos»ls, no debiendo a
Tras considerar con rotundidad que es «labor de los fundadores» de la ciudad nadie su crianza, en esos casos se comprende que no se preocupen en absoluto de
perfecta imponer a los mejores el ascenso a la filosofía: «obligar a las mejores «reintegrar a nadie el importe de ella». Ciertamente, la razón más explícita de
naturalezas a que lleguen al conocimiento (... ) más excelso y contemplen el bien»ll, Platón, a saber, que deben volver porque serán obligados a volver, porque la ciudad
aún con mayor fuerza y entusiasmo el filósofo ateniense defiende la necesidad del que los ha hecho filósofos tiene derecho a recibir de ellos las ventajas derivadas de
retorno: «y una vez que, después de haber subido, hayan gozado de una visión su conocimiento, pierde peso en un orden social desgarrado, en el que el individuo
suficiente, no hay que permitirles lo que ahora les está permitido» 12, a saber, «que no vive como ciudadano, no se reconoce en las leyes y en las instituciones, y en el
se queden allí y no acepten bajar de nuevo junto a aquellos prisioneros, ni a que el poder político no asume su papel de formar ciudadanos en una ciudad
participar en sus trabajos ni tampoco en sus honores, sea mucho o poco lo que justa. No obstante, incluso en esas situaciones del individualismo abstracto,
éstos valgan» 13.
podemos encontrar razones éticas y teoréticas para justificar el retorno a la caverna.
La ciudad perfecta, la ciudad justa, no puede permitir que los mejores gocen
de los placeres de la vida contemplativa, que instalen en el monte de las ideas sus 1.2 Pensar las sombras
observatorios filosóficos, alejando su vista y su corazón de los de allá abajo, «sea
mucho o poco lo que éstos valgan». La ciudad justa exige su regreso a la vida En definitiva, los filósofos han de regresar a la ciudad porque viven de ella y porque
práctica, su regreso a la comunidad. Un regreso doloroso, sin duda, y contra su son productos de ella: porque lo que son se lo deben a ella. El texto platónico,
voluntad, pues quien ha tenido acceso a la contemplación de las ideas deseará poniendo el discurso en boca de las leyes, es tan brillante que merece ser citado en
quedarse allí para siempre; quien ha ascendido a los lugares divinos sentirá la extenso: «Pero a vosotros os hemos engendrado nosotras, para vosotros mismos y
tentación de imitar a los dioses, felices por autosuficientes en su soledad para el resto de la ciudad, en calidad de jefes y reyes, como los de las colmenas,
contemplativa, y de rechazar un regreso que imaginan les perjudicará y les hará mejor y más completamente educados que aquellos y más capaces, por tanto, de
vivir peor. Pero han de volver, han de bajar, pues, como recuerda Sócrates a sus participar de ambos aspectos. Tenéis, pues, que ir bajando uno tras otro a la vivienda
interlocutores, «a la ley no le interesa nada que haya en la ciudad una clase que de los demás y acostumbraros a ver en la oscuridad. Una vez acostumbrados, veréis
infinitamente mejor que los de allí y conoceréis lo que es cada imagen y de qué lo
10 Ibid., 520c. 12 Ibid., 519d.
11 Ibid., 519c-d. 13 Ibid., 519d. 14 Ibid., 51ge-520a. 15 Ibid., 520b.
28 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 29

es, porque habréis visto ya la verdad con respecto a lo bello y a lo justo y a lo En el mito platónico el trayecto filosófico se cumple con el regreso; un ascenso
bueno. Y así, la ciudad nuestra y vuestra vivirá a la luz del día, y no entre sueños, sin regreso, basado sólo en la felicidad que se goza en la cima, carece de obligación
como viven ahora la mayor parte de ellas por obra de quienes luchan unos con moral; y un mito no es sólo un relato descriptivo, sino una exaltación e instancia a
otros por vanas sombras o se disputan el mando como si éste fuera algún gran emprender el camino del conocimiento y de la acción. Hay una exigencia absoluta
bien»]6, del regreso y, a nuestro entender, hay una exigencia del ascenso subordinada. La
No hay en Platón la menor duda de que en la ciudad ideal no cabe una clase de felicidad de la luz es la persuasión; el deber de regresar es la obligación.
filósofos dedicados a la vida contemplativa, pues, «aunque dediquen la mayor parte Tras la travesía del desierto, del viaje fuera de la ciudad, hay que vencer la
del tiempo a la filosofía, tendrán que cargar, cuando les llegue su vez, con el peso propia tentación de eremita y emprender el retorno. Puede hacerse, como dice
de los asuntos políticos y gobernar uno tras otro por el bien de la ciudad y teniendo Platón, por necesidad, como exigencia de la ciudad, como pago al privilegio
esta tarea no tanto por honrosa como por ineludible»]7. Una y otra vez dirá que los recibido. Es una buena razón, sin duda. Tal vez también podría exigirse el regreso
filósofos cumplirán esa tarea contra su voluntad, por mera necesidad. Como desde posiciones éticas, como imperativo moral, para ayudar a los de abajo. Es
Sócrates dirá en otro momento, hay una única razón por la que el sabio debe otra buena razón. Pero, a nuestro entender -y es la dimensión que intentamos
abandonar su vida contemplativa y dedicarse a la política: evitar ser gobernado destacar-, como ligeramente se alude en el propio mito de la caverna, puede y
por otros peores que él; pero ese riesgo estará siempre presente, y un día u otro debe exigirse por razones cognoscitivas y estrictamente filosóficas. Así entendida,
llegará la hora de la filosofía. Y aunque sea la necesidad la que fuerza la irrupción la filosofía política no es el momento práctico de la filosofía (prescripción del
de la filosofía en la política, el hecho es valorado positivamente por Platón, quien deber desde el conocimiento), sino la culminación del proyecto teórico: el momento
confía más en quien llega al gobierno de la ciudad por necesidad, bajo la exigencia de pensar las sombras.
de los demás, que en quien llega por su interés, buscando honras o riquezas: «Mas Porque, en definitiva, hoy sabemos que el reto al pensamiento humano no es
la verdad es, creo yo, la siguiente: la ciudad en la que estén menos ansiosos por ser conocer las ideas, como creía Platón, sino conocer las imágenes, tanto porque éstas
gobernantes quienes hayan de serlo, ésa ha de ser forzosamente la que viva mejor constituyen la realidad del hombre cuanto porque encierran la máxima dificultad.
y con menos disensiones que ninguna; y en la que haya otra clase de gobernantes El verdadero reto del hombre no es escapar de la tierra a los cielos, sino asumir el
ocurrirá lo contrario»]8. proyecto prometéico de divinizar la tierra. La literatura tradicional está llena de
El mito de la caverna, en su desarrollo completo, incluye el regreso a la ciudad. descripciones de ascensos y fugas a Islas de Bienaventurados, pero en ningún caso
Los dos momentos son teóricos; sería un error confundirlos como el momento de se recoge como ideal el de divinización de los infiernos. ¿Y no era eso lo que, en el
la verdad y el de su aplicación utilitaria. A veces se interpreta que el primer fondo, persiguió Prometeo?
momento, el del ascenso a los lugares divinos, representa la dimensión especulativa El verdadero reto del hombre, pues, no es acceder a los lugares iluminados,
de la filosofía, s~ excursión fuera de la ciudad -fuera de las creencias, hábitos y sino iluminar la ciudad, auténtica forma de hacer que «la ciudad nuestra y vuestra
valores compartidos, fuera de las sombras y de las imágenes. Un viaje purificador, viva alaluz del día, yno entre sueños, como viven ahora (... )>>19. El trayecto filosófico
propedéutico, que parece justificarse en sí mismo por el efecto que produce: el no acaba en el monte eidético, sino en la caverna iluminada. La filosofía política
perfeccionamiento y desarrollo de la cualidad más eminentemente humana, la no es sólo una derivación o aplicación técnica de la filosofía; ni siquiera es la
razón o el lenguaje, ellogos; perfección que se traduce, al menos simbólicamente, prescripción de un deber conforme a la verdad descubierta por ellogos; la filosofía
en el placer derivado de la contemplación eidética. En esta perspectiva, el segundo política forma parte de ese discurso, es su momento final, su culminación. Es el
momento, la dimensión práctica de la filosofía, se piensa como aplicación del momento más eminente, que supone el otro, el especulativo; el retorno a la ciudad
conocimiento a la vida; de este modo queda como momento marginal, secundario presupone la huida al desierto, la retirada a la soledad, la liberación de las
y no necesario. A diferencia del primero, sin sustantividad. representaciones compartidas. Como Zaratustra, hay que buscar la buena nueva
Tal distinción es injustificable. Tanto el momento especulativo como el práctico en las montañas. El camino de la filosofía implica abandonar la perspectiva de
son teóricos y racionales. El regreso a la caverna es, sin duda, el momento moral súbdito, romper con la pertenencia a la comunidad y regresar con un mensaje de
del conocimiento; pero también es en sí mismo una aventura cognitiva; a nuestro ciudadano y de ciudad. Pero, ¿qué mensaje? ¿qué decir a los de abajo?
entender, es el momento sustantivo y culminante del proceso de reflexión filosófica,
que quedaría incompleto si se detuviera en la luz, sin regresar a conocer las sombras.

16 Ibíd., 520 a-d. 18 Ibíd., 520d.


17 Ibíd., 540b. 19 Ibíd., 520c.
30 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 31

2. La política y la utopía No deja de ser sorprendente que con elementos tan simples lograra vencer la
seducción de las sirenas. ¿Cómo es posible que nadie antes que él no lo hubiera
2.1 Ulises y las sirenas logrado? ¿Por qué todos los marineros habían de esconderse, alejarse, dar la espalda
a las sirenas, mientras que para Ulises fue fácil, sospechosamente fácil? Todos sabían
Hemos comenzado con un mito, el de la caverna, y queremos seguir con otro, el de que «el canto de las sirenas lo traspasa todo, que la pasión de los seducidos habría
Ulises y las sirenas, pero en la versión de Franz Kafka20 . Hemos dejado al filósofo hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas»21, nos susurra Kafka.
regresando a su lugar, a la caverna, a la ciudad, después de su aventura por el reino ¿Cómo pudo Ulises vencer? ¿Cómo logró el terrible botín de regresar sano y salvo,
de las ideas; y nos encontramos aquí con una situación análoga, la de Ulises pero con el alma vacía? En el relato kafkiano del mito Ulises también tapa con cera
regresando a Ítaca. Ulises dejó su ciudad, abandonó la política, para cumplir con sus oídos.
el deber definido por la filosofía especulativa. El honor, la justicia, la gloria, las Ulises era astuto, pero las sirenas, por definición, son irresistibles en su hechizo;
grandes ideas lo arrancaron de la caverna de su patria, de su oscura entrega a la nadie puede salvarse de sus cantos. El desenlace de la lucha de Ulises y las sirenas
política, vivida como simple administración del poder. Cumplido el viaje, satisfecha es un gran enigma. Porque, además, como dice Kafka, «las sirenas poseen un arma
la consciencia, era el momento del regreso. La Odisea puede ser interpretada como mucho más terrible que el canto: su silencio»22. Nadie nunca, que se sepa, resistió
una gran metáfora de la filosofía política, del regreso a la política tras el viaje por su canto; pero, sobre todo, nadie nunca vencerá su silencio, su desprecio. Nadie
la filosofía; del regreso a la ciudad tras la experiencia de lo exterior. excepto Ulises. A no ser que Ulises, el astuto engañador, nos engañara.
Todo son obstáculos para volver a la ciudad; Ulises se busca mil contratiempos En efecto, sugiere Kafka, «las terribles seductoras no cantaron cuando pasó
para retardar el viaje. ¿Qué sentido tiene la polis cuando se ha vivido la infinitud del Ulises»23. Así se vengaron de Ulises, de su miseria, de su espíritu tramposo, que
universo? ¿Qué atractivo puede tener el regreso a lo cotidiano -representado por el quería vencerlas con medios tan ruines como la cera y las cadenas, que no quería
trabajo penelopeano-, a las pequeñas intrigas, a las miserables pasiones, cuando se conocer su voz, su mensaje, sino sólo ver las formas externas de sus cuerpos. Ante
ha gozado el contacto con el mundo, con sus secretos, sus inmensos poderes, su tan bajos ardides, las sirenas contestaron con su silencio, que hace falsa la victoria
insondable misterio, su infinito atractivo? ¿Por qué renunciar a la utopía para entre- e imposible la vanidad. Ulises quiso gozar el mayor placer concebible, el de la
garse a la gestión? ¿Por qué regresar con los suyos? ¿Por qué volver con los de abajo? vanidad de haberlas vencido por sus propias fuerzas; pero las sirenas se burlaron
Todo ese encanto de la filosofía, como obstáculo para la política, tan presente de él convirtiendo, con su silencio, la victoria de Ulises en imaginaria.
en la cultura clásica, queda magistralmente representado en la seducción de las No, no cantaron. ¿Por qué habían de cantar aquel día? ¿Qué interés podrían
sirenas. Se trata, en rigor, de la prueba reina, que simboliza a todas las demás, que tener las sirenas en seducir a quien se tapa los oídos con cera y se amarra al mástil
plantea abiertamente la alternativa entre filosofía y política, entre vida contem- con cadenas? No cantaron; se burlaron de Ulises, de su ilusoria victoria, de su
plativa y vida activa, entre el mundo abierto y la ciudad cerrada. perverso deseo de placer, pues éste no venía de la contemplación de su belleza,
Ulises se decide a afrontar la batalla abiertamente: sólo si vence, sólo si resiste sino de la resistencia a su hechizo.
la belleza de la utopía, aceptará el regreso a la vida política. 0, para ser más precisos, El burlador fue burlado. Ulises «no oyó el silencio», dice Kafka. Estaba
si vence al hechizo de las sirenas, aceptará la política como arte de gobierno; si no, convencido de que las sirenas cantaban siempre, y creyó que cantaban. Pero las
se verá lanzado definitivamente a esa tentación de trascender la ciudad, de sirenas despreciaron a Ulises. «Más hermosas que nunca, se estiraban y conto-
conectarla con las grandes ideas, de defenderla lejos de sus fronteras, en fin, de neaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando
convertir la política en una tarea prometéica de redención del hombre. la roca»24. Querían que Ulises las viera e, imaginariamente, las oyera. Las sirenas
La leyenda nos dice que Ulises volvió, que venció a las sirenas. Y que lo consiguió ofrecieron a Ulises el peor de sus desprecios, el arma más temible: el silencio. Ulises
recurriendo a su arte, a sus magníficas tretas de embaucador, a su astucia, la virtud no fue digno de las sirenas.
más eficaz para la política penelopeana. Con unos simples recursos técnicos, con Pero si las sirenas son infinitamente seductoras, Ulises es infinitamente astuto.
un poco de cera en los oídos de la tripulación y unas cadenas para amarrarse él «Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino
mismo al mástil, venció la llamada de la belleza y del infinito. De este modo, en la eran incapaces de penetrar en su fuero interno»25. ¿Cómo consiguieron que no
leyenda, vivió su baño utópico, ascendió a las montañas de las ideas, abrió sus ojos oyera su silencio, que imaginara su canto? Es otro gran enigma. Tal vez Ulises oyó
a la luz, sin que le arrancaran de su alma su voluntad de volver a su ciudad. Ulises su silencio, conoció su desprecio y su burla, y fingió oírlas para ocultar su vanidad
tenía que elegir entre la filosofía y la política, y eligió la política.
21 Ibid., 111. 24 Ibid., 112.
20 F. Kafka, «El silencio de las sirenas», en Cuentos fantásticos, Barcelona, Edicomunicaci6n, 22 Ibid., 111. 25 Ibid., 112.
págs. 111-112. 23 Ibid., 111.
32 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 33

herida; tal vez Ulises fingió su victoria ante un enemigo que, por desprecio, no le evidente, sin bien fundamentado. No podemos creer en los mensajes de ayer. Hasta
plantó cara. «Tal vez Ulises supo del silencio de las Sirenas y tan sólo representó Zaratustra -volviendo de nuevo al mito- hubo de cambiar de doctrina.
tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera, a modo de escudo»26. El mito de Zaratustra parece personalizar al filósofo político. Zaratustra,
Tal vez fue así. O tal vez Ulises, el más astuto de los hombres, descubrió que recordémoslo, fue el primero que bajó a la caverna para hacer llegar a los hombres
eran falsas sirenas y así resistió su canto, sólo imaginariamente bello, sólo un pensamiento elaborado en la soledad de la montaña, contenido en el. Zend
virtualmente seductor; descubrió bajo la seducción la figura translúcida y el rostro Avesta; fue el primero que predicó a los hombres las reglas de la moral, el prImero
lúgubre de quienes no tienen adonde ir, no saben qué hacer, no entienden por qué que les enseñó la conveniencia de cumplir con sus deberes y cultivar las virtudes,
seguir; oyó la voz átona de quienes dicen siempre lo mismo, que no hay camino. de practicar el bien y rechazar el mal; en definitiva, el primero que propuso a los
Ulises tal vez comprendió que él tenía un lugar, una ciudad donde regresar, y que hombres un modo de vida en común, un modelo de ciudad. Y sabemos que, tras
abrir el camino era su tarea, sin confiársela ni a los dioses, ni a los hombres ni a las predicar esta doctrina ética entre los hombres se retiró a la soledad de la montaña
híbridas criaturas. Tal vez fue así, aunque nunca sabremos su secreto. a esperar que la semilla germinara en sus corazones. Esperó miles de años, con la
Lo cierto es que Ulises regresó a Ítaca, cerrando así la aventura filosófica y paciencia propia de los dioses; pero todo fue en vano.
reintegrándose a la política, dispuesto a volver a empezar. Aunque, bien pensado, Aunque los hombres conocían el bien y el mal, difícilmente lo practicaban en
ya nada podía ser igual. Al fin, Ulises sintió la tentación utópica y es posible que, sus vidas; y, para colmo, no eran felices. Con profunda tristeza comprendió la
tras su regreso, la política no fuera ya para él una simple gestión del orden; ni necesidad de superar aquella doctrina del bien y del mal, que no había logrado
siquiera la más digna forma de administración de justicia; sino que tuviera algo hacer a los hombres ni buenos ni felices. Y, tras una profunda meditación,
del arte de producir ciudadanos que, en vez de la obediencia a la autoridad y la renovando su mensaje, decidió bajar de nuevo de la montaña con una buena nueva.
lealtad a los usos y costumbres, aspiran a pensar por sí mismos y a transcender los Nietzsche recupera y describe de nuevo el mito de manera provocativa; quiere
límites de la caverna. Una política noble, aunque no sublime; humana, y no ya que Zaratustra pague el error, «el más fatal de todos», el de creer que a los hombres
divina. ¿Cuál sería el mensaje que Ulises llevó a los suyos? Nunca se sabe la huella les basta con conocer el bien para amarlo, realizarlo y ser felices. Por ello, tal y
de las sirenas. como nos explica en Ecce Hamo, ha de pagar por el error, por unas creencias que la
historia rechaza en cada una de sus páginas. Nietzsche hace que Zaratustra pague
2.2 El mensaje de Zaratustra su deuda de la manera más cruel: negando su propio discurso, volviendo a la ciudad
a predicar la verdad en vez de la moral. Una y otra vez hace que suba a la montaña,
Para Platón resultaba obvio que la filosofía era una tarea política. La misión última que elabore nuevos mensajes y que regrese a la ciudad para predicar, no ya la moral
del filósofo, la que completaba y daba sentido a su ser filósofo, era la de llevar un ascética, sino la verdadera moral, la superación de la moral (las ideas de la muerte
mensaje a la ciudad. Desde entonces hasta hoy, ese encargo ha gozado de desigual de Dios, del superhombre y del eterno retorno). Las nuevas predicaciones de
respeto; la seducción de las ideas y de las montañas ha hecho que los filósofos, no Zaratustra eran pasos en la transgresión de la moral; Zaratustra, de este modo,
siempre con la prudencia de Ulises, se hayan dejado seducir por la bella música de purga su pecado de primer moralista y se transmuta en el primer gran inmoralista;
las sirenas; como máximo, se enviaban a la ciudad unos simples mensajeros, los expía su culpa negándose a sí mismo.
filósofos de la moral, del derecho y de la política, mientras el cuerpo principal Este nuevo mensaje o nueva predicación de Zaratustra ha sido de mil maneras
entregaba su espíritu al baile de las ideas. Pero hoy, como al principio, la filosofía interpretado, frecuentemente con prejuicio y recelo. Entendido literalmente parece
ha recuperado su esencia y de nuevo ha devenido política; hoy, de nuevo, el filósofo una provocación perversa, una propuesta de transgredir todos los valores y creencias
parece haber recuperado su compromiso con la caverna. de la moral cotidiana, de liberarse de todos los deberes, de rebelarse contra toda
Esta recuperación de su esencia política por parte de la filosofía actual no lleva autoridad. Pero, no lo olvidemos, esos valores y creencias que la nueva doctrina de
aparejado la recuperación del mensaje; la vocación política del filósofo actual se Zaratustra subvierte son los valores y creencias de su primera doctrina, la moral
ve desgarrada por la inconsistencia del discurso y la inconcreción del mensaje. representada por el camello, ese animal que en silencio y resignación transporta
¿Qué decir a los de abajo? Platón lo tenía muy fácil: bastaba llevarles la idea de sobre sus lomos los pesados fardos del bien y del mal, de las obligaciones, de las
bien «causa de todo lo recto y lo bello que hay en las cosas»27. Pero dos siglos y virtudes, de la justicia, de las costumbres, del orden, de la obediencia. Zaratustra
medio de aventura filosófica han provocado mucho dolor en los ojos y desgarros vuelve ahora de las montañas, de su contacto con las ideas, para predicar que ha
en la consciencia. Después de Hobbes, de Hume, de Marx, de Nietzsche, de Freud, llegado la hora del león, el animal que dice no, que se rebela, que rompe sus ligaduras
de Wittgenstein, la filosofía se ha quedado sin mensaje consensuado, sin verdad con la moral, las leyes, las instituciones políticas y las convenciones sociales, que
no obedece, que hace su santa voluntad, que sólo aspira a vencer pasando por
26 Ibíd., 112. 27 República, 517b-c. encima de todos.
34 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 35

A primera vista, el mensaje de Zaratustra sería el de la rebelión contra todos lo importante es que el mito refleja que los hombres son una necesidad de los
los valores éticos, religiosos y políticos; predicaría la total subversión de la cultura. dioses, que aunque éstos vivan en soledad en las montañas, necesitan la ciudad.
Pero este mensaje negativo lo completa Nietzsche con otro más esperanzador, en Zaratustra decide bajar de la montaña. En su descenso encuentra, en primer
el que, Hperados del deber y de la voluntad de mal que conlleva, se abre el tiempo lugar, a un eremita, que enseguida reconoce al gran moralista, aunque le encuentra
de la pureza y del juego. Es la hora del niño, expresión de la inocencia y la transformado, llevando fuego a los valles sin temor a ser castigado por incendiario:
espontaneidad. El niño no es bueno porque cumpla las reglas morales, porque se «Sí, reconozco a Zaratustra. Puro es su ojo y en su boca no se oculta nausea alguna.
someta a las leyes o porque acepte la autoridad; es bueno porque es inocente, y es ¿No viene hacia acá como un bailarín?»29. El viejo eremita, no obstante su
inocente porque eS espontáneo. Como en su mundo infantil no hay normas, no admiración hacia Zaratustra, manifiesta su perplejidad ante un sabio que decide
incumple ninguna, estando así libre de culpa y de pecado. abandonar su soledad y regresar para salvar a los hombres; no ve en ello ningún
Si el nuevo mensaje de Zaratustra a los hombres se interpreta como el anuncio signo de sabiduría. No le convence la respuesta de Zaratustra: «Yo amo a los
del nihilismo, como la arbitrariedad de cualquier doctrina, entonces la propuesta hombres». Al fin, el viejo eremita, con la sabiduría de la lucidez, puede responderle
invita a la filosofía política a guardar silencio; si, por el contrario, se interpreta que él también amaba a los hombres: «Por qué, dijo el santo, me marche yo al
como la llamada a la afirmación, a la autodeterminación, que invita a los hombres bosque y a las soledades? ¿No fue acaso porque amaba demasiado a los hombres?»3o.
a liberarse de la historia, de las culpas y los pecados, y a atreverse a querer por sí El santo anciano, en su vida misionera entre los hombres, parece haber
mismos, entonces la propuesta nietzscheana nos parece articulable con el mensaje comprendido algo que Zaratustra no ha podido descubrir en la montaña: que los
ilustrado de pensar por sí mismo. Por tanto, hemos de tomar posición, hemos de dioses, los santos y los moralistas no pueden estimar a los hombres. Pueden amar
reinterpretar el mito de Zaratustra desde la filosofía política. No pretendemos entrar a Dios, el bien, la virtud, la felicidad, la perfección, o el ideal de hombre, pero no a
en el complejo debate sobre las interpretaciones de Nietzsche; pero sí aportar una los hombres. Sólo los hombres pueden amar a los hombres, sólo ellos pueden
lectura del relato nietzscheano del mito, tal como se nos ofrece en el texto, sin estimar y tolerar lo que es imperfecto; los santos, sea cual sea la moral que prediquen,
preocuparnos de la fidelidad al sentido que le haya otorgado su autor; una lectura aunque fuera la moral del diablo, siempre quieren transformar al hombre, superar
que no duda ante la posibilidad de transgredir el propio discurso nietzscheano, y al hombre, dictarle su verdad, imponerle su gobierno. No estiman a los hombres;
que busca -como hacía el propio Nietzsche con las metáforas- los efectos estiman las ideas: «Ahora amo a Dios: a los hombres no los amo. El hombre es
pragmáticos en la argumentación de las ideas. para mí una cosa demasiado imperfecta. El amor al hombre me mataría»31, dice el
Todo el simbolismo del Zaratustra nietzscheano refiere a un momento del santo. De la misma manera, podríamos decir, amar a los santos y a los dioses mataría
texto y se revela en instantes sucesivos que culminan en la visión del enigma. Este al hombre.
primer momento privilegiado le encontramos precisamente al comienzo del relato, Zaratustra, exultante de su verdad, es incapaz de aprender la lección del viejo
cuando Zaratustra, tras diez años de reflexión en soledad, comprende que la luz eremita. Cuando rectifica y matiza que, en realidad, no les lleva amor, sino un
del sol no tendría sentido si no tuviera nada que iluminar: «Durante diez años has regalo, el anciano, que está de vuelta de las filosofías redentoras, se permite el lujo
venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente tú te habrías de dar un consejo a Zaratustra: que no lleve nada a los hombres, que vale más que
hartado de tu luz y de este camino»28. El orden ontológico ha sido invertido: ya no «les quite alguna cosa y que la lleves a cuesta junto a ellos -eso será lo que más bien
es el sol quien da sentido a la existencia a las cosas, sino al contrario. Ahora los les hará». De esta manera da a entender que los hombres no necesitan salvadores
dioses sólo tienen sentido por los hombres. ni aduladores, sino compañeros de viaje, gente que padezca, que empuje y construya
Zaratustra, en la soledad de su montaña, auto suficiente y lleno de ser, está con ellos. El viejo anciano ha entendido lo que el sabio redentor parece no haber
harto de su sobrante sabiduría, que pierde sentido en su inmanencia. Necesita aún descubierto: que los hombres «desconfían de los eremitas que viven solos y no
salir de sí, «regalar y repartir»; siente la atracción de «bajar hasta el fondo», de creen que vayamos para hacer regalos. Nuestros pasos les suenan demasiado
vaciarse, de hundirse en su ocaso. Zaratustra, como los dioses, necesita de los solitarios por sus callejas. Y cuando por las noches, estando en sus camas, oyen
hombres para sentirse feliz, para dar sentido a su existencia; y decide bajar a la caminar a un hombre mucho antes de que salga el sol, se preguntan: ¿a dónde irá
ciudad de La vaca multicolor. Es igual si los dioses crean los hombres para ser elladrón?»32. Los únicos santos aceptables en la ciudad son aquellos que viven
estimados o para ser ensalzados por ellos; para sentirse reconocidos o sólo para como los hombres, aquellos que duermen y sueñan como los hombres; quienes
ser escuchados o poder dar y regalar, como resulta en la gaia doctrina zaratustriana; llevan presentes de la montaña son sospechosos.

28 Así habló Zaratustra. «Prólogo», 31 (citamos sobre la edición de A. Sánchez Pascual, 29 Ibíd., 32. 31 Ibíd., 33.
Madrid, Alianza, 1992). 30 Ibíd., 33. 32 Ibíd., 33.
36 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 37

Zaratustra no escuchó los consejos del eremita; no quiso quedarse en el bosque que la ciudad no es su lugar, que el mayor servicio que puede prestar a los hombres
«un oso entre los osos, un pájaro entre los pájaros»; no quiso quedarse a componer es dejarles descubrir por ellos mismos que si los dioses les necesitan, ellos necesitan
y recitar canciones, a reír, llorar y gritar al cantarlas, a alabar a Dios. Al contrario, a los dioses.
compadeció al estúpido viejo que aún no se había enterado de la buena nueva: No podemos extendernos más en la argumentación de esta idea, pero sí hacer
«¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque aún no ha oído todavía nada de que una breve referencia a algunos pasajes de Así habló Zaratustra que inciden en lo
Dios ha muerto!»33. mismo. Antes de su segundo retorn0 34, de nuevo en la soledad de su caverna,
Así acaba el primer momento de su relato; de su interpretación depende el apartado de los hombres, mientras esperaba «como un sembrador que ha lanzado
sentido del mito. Si éste se enmarca en las coordenadas definidas por la moral su semilla», de nuevo siente la necesidad de los hombres, «pues aún tenía muchas
ascética, representada por el eremita, y la doctrina del superhombre que se deriva cosas que darles». De nuevo su saber crece «y le causaba dolores por su abundancia»,
de la muerte de Dios, simbolizada en Zaratustra, la reflexión quedará circunscrita impulsándolo a bajar y regalar. En sus sueños, a la invitación de un niño para que
a la contraposición de contenidos doctrinales, de reglas prácticas, de modelos de se mirara a un espejo, su espíritu de predicador se estremeció: «y al mirar yo al
actitudes y conductas; si, por el contrario, enfocamos el mito desde la tipología espejo lancé un grito y mi corazón quedó aterrado: pues no era a mí a quien veía
montaña-ciudad, simbolizando la primera el lugar donde se tejen los discursos en él, sino la mueca y la risa burlona de un demonio». Zaratustra comprendió el
absolutos de sabios y santos y la segunda el lugar donde los hombres construyen significado: «¡mi doctrina está en peligro, la mala hierba quiere llamarse trigo!»35.
los suyos, entonces el eremita, en su retiro, representa el reconocimiento de que la Había de bajar a consolidar su obra en peligro.
ciudad se ha de construir a sí misma, y Zaratustra, en su apasionada apuesta por el Su necesidad de dar (<<mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia
superhombre, no pasa de ser una nueva forma, aunque atractiva, de mensajero de levante y hacia poniente» ) y su rebaño en peligro (<<He perdido a mis amigos; ¡me
los dioses. ha llegado la hora de buscar a los que he perdido!»), las dos motivaciones de todo
salvador, se suman para justificar su retorn0 36 . Yen este momento, unas reflexiones
2.3 La figura de Zaratustra de Zaratustra parecen advertirnos de que el verdadero objetivo de Nietzsche es
destruirlo en tanto que figura del salvador. Por un lado, Zaratustra reconoce en sí
Podemos aceptar la interpretación tópica según la cual Zaratustra regresaría entre mismo una tensión entre el eremita y el redentor: «Sin duda hay en mí un lago, un
los hombres para pagar su error. Nietzsche, ciertamente, quiere hacer pagar al lago eremítico, que se basta a sí mismo; mas el río de mi amor lo arrastra hacia
predicador el error de haber cargado a los hombres con deberes y culpas, de haberlos abajo consigo - ¡al mar!»37. Y sospecha que este amor que le arrastra a la ciudad a
obligado a mirar hacia los cielos dando la espalda a la tierra; y se venga del gran regalar su «sabiduría salvaje» espantará a amigos y enemigos, pues es una sabiduría
moralista obligándole a llevar nuevos y provocativos mensajes, transgresores de de montaña, no de ciudad: «Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas
su doctrina inicial; le obliga a negar su obra. Pero, bien mirado~ en el marco de esta solitarias; sobre ásperos peñascos parió su nueva, última cría. Ahora corre
interpretación, Nietzsche no conseguiría vengarse del origen del mal, que no es el enloquecida por el duro desierto y busca y busca blando césped»38. Muestra así su
contenido de la moral ascética que Zaratustra llevó originariamente a la ciudad, consciencia de que su doctrina no es de hombres ni para hombres; muestra su
sino el hecho mismo de presentarse como moralista, como salvador. Nietzsche sospecha de que no son los hombres quienes necesitan revelaciones, sino los dioses
conseguiría de ese modo que Zaratustra negara y subvirtiera su obra, pero no quienes necesitan hombres para revelarse.
conseguiría que se negara a sí mismo, que al destruir su primera doctrina destruyera De hecho, ya en su primer retorno Zaratustra tuvo la ocasión de comprender
también la posibilidad de cualquier otra, que se auto destruyera como figura del que su doctrina no era para la ciudad39 . El Zaratustra transmutado en niño, el
desierto o de la montaña. despierto danzarín, no ocultaba su alma de predicador: «Mirad, yo os enseño el
Creemos que el texto nietzscheano nos ofrece suficientes elementos para superhombre», «permaneced fieles a la tierra», «es la ahora del gran desprecio»,
defender que el sentido profundo que el autor atribuye al mito de Zaratustra es «voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre», «si existiese Dios, ¡cómo
éste: simbolizar la destrucción del personaje y no sólo de su primera doctrina. Es podría yo soportar no ser Dios! Luego no hay Dios»40.
decir, el sentido del mito no es tanto la transgresión de la moral ascética y de la En su retorno a la ciudad, Zaratustra sigue llevando un mensaje elaborado en
servidumbre voluntaria, la transmutación de los valores, o la destrucción de todos la montaña, un mensaje de los dioses que es un mandato para los hombres. Por
los ídolos, cuanto el reconocimiento del hombre como su autor. En otras palabras, eso se siente turbado cuando, tras predicar su nueva en la plaza pública, es ignorado.
Nietzsche no se venga de Zaratustra convirtiendo al viejo moralista en el gran 34 Ibíd. II, «El niño del espejo» 127-130. 38 Ibíd., 130.
inmoralista, sino mostrando, en sus sucesivos viajes, que la tierra no es su escenario, 35 Ibíd., 128. 39 Ibíd., «Prólogo», 32-34.
36 Ibíd., 128. 40 Ibíd., 34-40.
33 Ibíd., 34. 37 Ibíd., 129.
38 FILOSOFÍA POLÍTICA LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 39

Se ríen de él cuando les anuncia la llegada del superhombre y les describe el último salvajes». Por eso, tras declarar «Muertos están todos los dioses: ahora queremos
hombre. De nada valen los esfuerzos de Zaratustra; quienes escuchan prefieren al que viva el superhombre. -¡Sea ésta alguna vez, en el gran mediodía, nuestra última
último hombre y le dicen que se quede con el superhombre. Con tristeza reconoce: voluntad! »44, vuelve una vez más a la montaña, a la soledad de su caverna, apartado
«No me entienden, no soy yo la boca para estos oídos». Y añade una reflexión muy de los hombres, esperando como «un sembrador que ha desparramado su
clarificadora de su sospecha de que esta resistencia a su discurso proviene de su semilla» 45.
naturaleza de discurso de montaña: «Sin duda he vivido demasiado tiempo en las Así, pues, son muchos los pasajes que permiten pensar que el Zaratustra de
montañas, he escuchado demasiado a los arroyos y a los árboles: ahora les hablo Nietzsche simboliza que la ciudad no es un lugar para los santos. Por eso Zaratustra,
como a los cabreros»41. En rigor les hablaba como a súbditos, como a seres de forma cada vez más intensa46 , elogia la soledad (<<¡Oh soledad! ¡tú, patria mía,
miserables, inmersos en la indigencia, a quienes se prescribe el deber ser. soledad!») y su deseo inicial de dar y regalar se ve desplazado por la consciencia de
Entristecido por su fracaso, comprende que es inútil hablar al pueblo, y decide que su lugar no está entre los hombres (<<Más peligros he encontrado entre los
cantar su canción sólo a individuos aislados, capaces de escuchar. hombres que no entre las bestias»). Gritando a la soledad dirá: «¡Ha sido demasiado
Nietzsche, ciertamente, parece jugar con Zaratustra, obligándole a destruir su el tiempo que he vivido de modo salvaje en salvajes países extraños como para que
figura, su función. En otro momento, estando de nuevo en el «bosque y el silencio», no retorne a ti con lágrimas en los ojos! Pero ahora amenázame tan sólo con el
lugar simbólico de toda su reflexión, Zaratustra descubre una nueva verdad. dedo, como amenazan las madres; ahora sonríeme como sonríen las madres; ahora
Después de haber enterrado el cadáver del equilibrista, reflexiona: «compañeros di únicamente: ¿Y quién fue el que, en otro tiempo, como un viento tempestuoso
de viaje necesito, compañeros vivos, -no compañeros muertos ni cadáveres, a los se alejó de mí? -que al despedirse exclamó: ¡demasiado tiempo he estado sentado
cuales llevo conmigo a donde quiero. Compañeros de viaje vivos es lo que necesito, junto a la soledad, allí he desaprendido a callar! ¿Esto lo has aprendido ahora acaso?
y que me sigan porque quieran seguirse a sí mismos ... »42. Está claro lo que quiere Oh Zaratustra, yo lo sé todo: ¡y que tú has estado más abandonado entre los muchos,
Zaratustra: discípulos convencidos. Su nuevo mensaje es de liberación: que los tú uno solo, que jamás estuviste a mi lado!»47. Y refiriéndose a los hombres,
hombres vayan donde quieran, que decidan por sí mismos; pero, paradójicamente, reconociéndolos sólo como hombres, dirá: «En ser indulgente y compasivo estuvo
prescribe que decidan por ellos mismos ir hacia donde Zaratustra quiere que vayan. siempre mi máximo peligro; y todo ser humano quiere que se sea indulgente con
Una nueva luz ha iluminado su horizonte y ha dicho: «¡que no hable al pueblo él y se le sufra»48.
Zaratustra, sino a los compañeros de viaje!». A los cosechadores, a los creadores, a Zaratustra parece reconocer que los santos, por el hecho de serlo, han de dejar
los que celebran fiestas, quiere unirse Zaratustra; no a los muertos; a los que sepan solos a los hombres para que éstos sean solamente hombres: «Disfrazado me sentaba
«afilar sus hoces», compañeros en la recolección, pero no para escuchar sus voces, entre ellos, dispuesto a desconocerme a mí mismo para soportarlos a ellos, y
sino para «mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre»43. diciéndome gustoso: ¡tú, necio, tú no conoces a los hombres!»49.
La doctrina del superhombre conviene sólo a algunos hombres, aquellos que No es extraño que el último pecado al cual el adivino pretendió inducir a
son capaces de sentirla. No es una doctrina para la ciudad; sobre todo, no es una Zaratustra fuese el de la compasión por los hombres superioresso . Zaratustra, para
doctrina de la ciudad. Aunque se trate de un discurso radicalmente liberador de la negarse a sí mismo, había de renunciar a amigos y discípulos, había de dejar en
moral ascética y de la sumisión voluntaria, que anuncia a los hombres la muerte paz a los hombres y retirarse a su soledad: «¡Bien!, ellos duermen todavía, esos
de Dios, el final de toda culpa, el desenmascaramiento de las virtudes y los hombres superiores, mientras que yo estoy despierto: ¡ésos no son mis adecuados
ultramundos, de todo cuanto desprecia el cuerpo y ama la muerte; aunque se compañeros de viaje! No es a ellos a quienes yo aguardo aquí en mis montañas»sl.
pregone una moral de vida, de afirmación de la tierra, de voluntad de poder; a Parece, pues, que ha acabado por comprender el mensaje del viejo eremita, cuando
pesar de todo sigue siendo una doctrina de montaña o de desierto, de reformadores le advertía que el lugar de los santos es el bosque y sus animales: «Mis animales
y santos, elaborada en la soledad y traída desde fuera; sigue siendo una doctrina de están despiertos, pues yo estoy despierto. Mi águila está despierta y honra, igual
sumisión de los hombres a los dioses, aunque ahora se trate de dioses niños, dioses
danzarines que dan y regalan en lugar de pedir y exigir. Aunque Zaratustra ordene 44 Ibíd., I, «De la virtud que hace regalos», 123.
a sus discípulos que se olviden de él y se encuentren a sí mismos, sigue fiel a su 45 Ibíd., lI, «El niño del espejo», 127-130.
esencia de predicador que dicta el bien y el mal y les señala el camino que han de 46 Ibíd., lII, "El retorno a casa», 257-26l.
seguir; aunque transmute los valores, aunque incite a la más absoluta afirmación, 47 Ibíd., 257.
48 Ibíd., 260.
sigue actuando como salvador que lleva a la ciudad un mensaje de «extraños países
49 Ibíd., 260.
50 Es el tema de la Parte IV. Ver especialmente "El grito de socorro», 326-330, y «El signo»,
41 Ibíd., 40. 43 Ibíd., 45. 430-434.
42 Ibíd., "Prólogo», 44. 51 Ibíd., «El signo», 430.
LA CAVERNA Y LAS SIRENAS O EL MOMENTO POLÍTICO DE LA FILOSOFÍA 41
40 FILOSOFÍA POLÍTICA

que yo, al sol. Con garras de águila aferra la nueva luz. Vosotros sois mis compañeros divinos, estériles para los humanos; ha descubierto, bajo sus figuras transgresoras,
adecuados: yo os amo»52. la sombra del viejo moralista. Se horroriza al reconocerse mensajero de los dioses,
al descubrir que la cualidad liberadora de un discurso no radica en lo que enuncia,
Mientras tanto, los hombres superiores dormían en la caverna de Zaratustra. Al
despertar y dirigirse hacia el maestro para desearle un buen día, el bramido del sino en el autor; que el único pensamiento emancipador para los hombres es el
pensamiento que ellos elaboran en la ciudad. Por eso el pastor muerde la cabeza
león los dispersó y desaparecieron. Zaratustra, por fin, comprendió que estaba
de la serpiente que tiene dentro de la garganta y la escupe, simbolizando la renuncia
solo y que había de seguir solo: comprendió que su compasión hacia los hombres
superiores había sido la última prueba. «¡Oh vosotros, hombres superiores, vuestra a la palabra redentora, teñida de deseos de predicar y salvar; por eso Zaratustra se
necesidad fue la que aquel viejo adivino me vaticinó ayer por la mañana!; a acudir prepara para retirarse al silencio de su soledad.
La idea del eterno retorno parece aludir al descubrimiento de la verdad del
a vuestra necesidad quería seducirme y tentarme: oh Zaratustra, me dijo, yo vengo
eremita, del viejo anciano de los bosques, el primero que se encontró en su primer
para inducirte a tu último pecado»53. Era la última tentación de un dios: aparente-
retorno a la tierra, aquel que también amaba a los hombres, como Zaratustra, y
mente, su debilidad por el hombre, su deseo de protección, su compasión; en el
fondo, su necesidad de los hombres, especialmente de los hombres superiores. Por por cuya razón marchó al bosque, con los osos y los pájaros, con la soledad. Aquel
santo había aprendido que el lugar de quienes realmente aman a los hombres es la
fin Zaratustra comprende que los hombres han de estar solos y que la ciudad no es
para los dioses ni los santos; tal vez por esta razón siempre se les ha aislado en soledad y el silencio del bosque, componiendo canciones y alabando a Dios. Había
recintos cerrados. descubierto que lo mejor que se puede hacer por los hombres, si realmente se ama
De todas formas, es sólo ante el pensamiento del «eterno retorno» cuando a los hombres y no a representaciones divinas de los mismos, es dejarlos solos y en
parece revelarse el significado de la figura de Zaratustra54; se trata tal vez del paz; en su fracaso había descubierto, incluso, que la mejor manera de matar a los
momento más relevante del relato que nos sirve para nuestra interpretación del dioses es que los santos y los profetas se queden en la montaña: sin los hombres no
mito. La idea del eterno retorno, seguida de la imagen de la serpiente en la garganta son nada.
del pastor, es la idea oscura, el enigma de Zaratustra; es la idea secreta, el misterio Zaratustra, tal vez a pesar de Nietzsche, nos ha enseñado la necesidad de salir
por excelencia, sobre el que han llovido decenas de interpretaciones. A nosotros nuevamente de la ciudad, volver a la montaña y regresar sin verdades, portadores
sólo nos interesa el tema de la serpiente, que tanto conmueve a Zaratustra. Sumido de un mensaje que traspase nuestro tiempo: encargar a los hombres que construyan
en profundos e inquietantes pensamientos, Zaratustra oyó el aullido de un perro, su filosofía, su ciudad y su vida después de un viaje por el desierto del escepticismo,
que los proteja tanto de la tentación de la caverna como de la pasión por las sirenas.
«justo en el instante en que la luna llena, con un silencio de muerte, apareció por
encima de la casa». Giró su mirada y afrontó la escena: «Y, en verdad, lo que vi no
lo había visto nunca. Vi a un joven pastor retorciéndose, ahogándose, convulso,
con el rostro descompuesto, de cuya boca colgaba una pesada serpiente negra. Mi
mano tiró de la serpiente, tiró y tiró: -jen vano! No conseguí arrancarla de allí.
Entonces se me escapó un grito: ¡Muerde! ¡muerde! ¡arráncale la cabeza!
¡muerde!»55. Zaratustra sintió horror, odio, asco, lástima, que se transformaron en
alegría cuando el pastor mordió con fuerza y arrancó la cabeza de la serpiente, la
escupió y se puso a reír, con una risa que Zaratustra siempre añorará.
Nuestra sospecha es que, por fin, Zaratustra ha aceptado la opinión del enano:
«Todas las cosas rectas mienten, murmuró con desprecio el enano. Toda verdad es
curva, el tiempo mismo es un círculo»56. Zaratustra, por fin, se ha mirado a sí
mismo y ha descubierto su esencia contradictoria de un dios ateo, de un predicador
transgresor, de un superhombre demasiado humano; por fin ha comprendido que,
una vez tras otra, los mensajes de montaña que se llevan a la ciudad son mensajes

52 Ibíd., 43l.
53 Ibíd., 433.
54 Ibíd., III, «De la visión y del enigma», 223-228.
55 Ibíd., 227-228.
56 Ibíd., 226.
2. Una filosofía política
para nuestro tiempo

«Hay una notable tendencia entre los pensadores


postmetafísicos profesos a dedicarse a la metafísica de
tipo negativo. Cuando esto ocurre, un conjunto de
hipostatizaciones se intercambia por otro: lo único por
lo múltiple, lo universal por lo particular, la identidad
por la diferencia, la razón por lo Otro de la razón, las
estructuras del pensamiento por las infraestructuras del
pensamiento, la esencia lógica del lenguaje por la
esencia heterológica del lenguaje, etc. Una característica
común de estas metafísicas negativas es la de una
negación abstracta del aparato conceptual del racio-
nalismo individualista: el individuo es representado
como si estuviera completamente sumergido en una
especie de todo y el movimiento histórico del todo es
visto como gobernado por fuerzas sub personales o
suprapersonales más allá del alcance de la razón. La idea
de influir racionalmente en la forma de la vida social
llega a aparecer como ingenua, dépassé y, resumiendo,
desesperadamente moderna».
Th. McCarthy, Ideales e ilusiones

1. De la filosofía de la política a la filosofía política

La fIlosofía política, en tanto que filosofía, tiene una dimensión rigurosamente


teórica; su función es comprender el mundo y, en particular, pensar el presente. A
su vez, en tanto que política, contiene una dimensión rigurosamente práctica; su
función es incidir en la transformación o construcción del mundo y, en particular,
del inmediato futuro. Su dimensión teórica es el elemento que la distingue de
cualquier moral, ideología o religión dogmáticas, de cualquier código de preceptos
a cumplir. Su dimensión práctica es el elemento que la distingue de cualquier
metafísica o ciencia, de cualquier representación contemplativa o meramente
descriptiva de la realidad.
Pero esta dimensión práctica de la fIlosofía política es peculiar, pues no consiste
en ser aplicable ni en ofrecer una guía para la acción; este rostro instrumental o
tecnológico de lo práctico corresponde a las ideologías y a las ciencias, no a la
44 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLíTICA PARA NUESTRO TIEMPO 45

filosofía política. Ésta es práctica en el sentido leibniziano de construir mundos décadas de deconstruccionismo y el presente auge del pragmatismo, parece tomar
posibles, por tanto pensables; o en el sentido kantiano de construir ideales que, si cuerpo esa consciencia desgraciada que no puede ocultar su desgarro ante su
bien intrínsecamente irrealizables, son modelos referenciales que determinan voluntad de reconstrucción y su impotencia.
nuestra voluntad y nuestra acción; ideales que, por ser libremente elegidos, exigen Abordaremos, pues, en apartados sucesivos, algunos aspectos relevantes de la
su seguimiento y posibilitan un discurso prescriptivo. crisis de la filosofía y de la crisis socio-política para acercarnos a los límites y el
Para cumplir con esa doble tarea de pensar el presente y construir el futuro, la sentido de una filosofía política actual; pero, previamente, en el apartado siguie~te
filosofía política ha de liberarse de cualquier anacronismo o, en positivo, ha de reflexionaremos sobre el efecto global de ambas crisis, lo que llamamos la denva
ajustar su discurso a las circunstancias históricas, tanto sociopolíticas como política de la filosofía, o sea, el retorno de la filosofía a la política y el sentido de
filosóficas, de nuestra época; ha de encuadrarse en los límites que la historia ha este retorno. /
/
puesto a la filosofía. Nos ha correspondido pensar después de Marx, de Freud, de
Nietzsche, de Wittgenstein, de Foucault, de las aventuras nihilista, analítica y 1.1 El momento filosófico
deconstruccionista; y después de las guerras mundiales, del holocausto, de
Hiroshima y del Gulag; después del Mayo-68, de la revolución cultural china y del En la Introducción hemos insistido en que en sus orígenes la filosofía fue política;
muro de Berlín; incluso después de las barbaries de Uganda, Sarajevo, Kosovo y y hemos argumentado, reinterpretando el mito, que la filosofía sólo c~mple su
Chechenia. No podemos hacer como si nada de eso hubiera ocurrido o como si programa volviéndose política, regresando a la caverna. En cons~cuenCla, no n~s
hubieran sido simples herejías o perversiones contingentes, cerradas en el tiempo, sorprende que, en el plano de la historia, la filosofía, tras su ascenSIón a la m~ntana
que debieran servirnos como inspiración para mayor ortodoxia. Todo eso ha (metafísica, epistemológica o lingüística), acabe siempre por regresar a la ~lU~a~.
ocurrido en el espacio social y político creado por la razón; podemos pensarlo La interpretación de lo histórico, y no ya del mito, nos servirá ahora para mSI~tH
como su efecto, su error o su impotencia, pero no podemos dejar de pensarlo; en nuestro argumento del origen y destino políticos de la filosofía, a fin de asumlrlo
nuestro destino es comprenderlo. consciente y consecuentemente.
Postular que la .filosofía asuma los límites de su tiempo, se ajuste a su tiempo, Es fácilmente constatable que la filosofía política vive un momento histórico
se comprometa con su tiempo, quiere decir hoy afrontar directamente la privilegiado. El año 1971, con la publicación de A Theory ofJu:~ice, ~e R.awl~, sue~e
característica esencial de nuestro tiempo: su representación como época de crisis. ser considerado como el inicio de una etapa de fecunda reflexlOn e mstltuClOnah-
Una filosofía política actual ha de constituirse desde la consciencia de que vivimos zación en disciplina. Dos décadas han bastado para que una reflexión diseminada
tiempos de crisis. Crisis económica, política, cultural, axiológica, institucional, de cristalice en una región bien definida, con soporte institucional (revistas, cátedras,
civilización; pero, sobre todo, crisis filosófica, crisis de la consciencia contem- congresos, especialistas ... )57. Hoy la filosofía política, como d.isc.ipl~na regio~al, se
poránea. ha ganado de forma definitiva un lugar en el árbol de las dIsClplmas filosoficas;
En cierto modo todas las crisis son crisis de consciencia, crisis subjetivas. Las hoy la filosofía política es un saber plenamente institucionalizado.
situaciones fácticas, objetivas, son indiferentes a las crisis, pues en ellas la lucha, la Pero el asentamiento de la filosofía política como disciplina filosófica regional
destrucción, la muerte, son procesos neutrales que forman parte de su ser; la no es el único signo de su privilegiado momento actual. Hay otro aspecto, a nuestro
caracterización de una realidad histórica como época o tiempo de crisis expresa la entender más determinante y menos divulgado, que revela la actualidad de la
forma de la subjetividad con que son vividas y evaluadas. En concreto, la crisis de filosofía política: el carácter político de la filosofía actual, el desplazamiento de la
nuestro tiempo refiere principalmente a la impotencia de la filosofía para filosofía hacia la política. Entendemos que en las dos últimas décadas, junto a la
comprender el mundo, para imponer un sentido a la vida, para pensar la barbarie, institucionalización como disciplina regional antes aludida, se ha producido un
la injusticia y la sangre desde la astucia de la razón o la providencia divina; en fenómeno cultural de mayor trascendencia: la politización de la filosofía en general.
particular, refiere a la impotencia de la filosofía política para determinar la voluntad La filosofía, en otros momentos desplazada hacia la metafísica, la epistemología o
del hombre y la realidad social, para generar esperanza o para reconciliarse con su el análisis lingüístico, ahora, como si regresara a su origen, se vuelve hacia la política,
tiempo. Los fuertes cambios o transformaciones objetivas son vividos como crisis en sentido amplio del término, denotando lo social, lo ético, lo cultural, en fin, el
sólo desde la impotencia para controlarlos o dirigirlos y, sobre todo, sólo desde la mundo de las cosas humanas, como diría Vico. El desplazamiento del discurso
incapacidad de comprenderlos desde el «ojo de Dios». filosófico hacia la filosofía práctica es, a nuestro entender, una característica
y es aquí indiferente si esa impotencia es efecto de la lucidez, del rechazo a un relevante del momento filosófico. El pensamiento de Popper, por su origen de
nuevo enmascaramiento en una representación ilusoria de la realidad. Lo fuerte impronta epistemológica, acaba desplazado hacia la reflexión político social,
importante es que, querida o no, en gran medida la consciencia de crisis refiere a
la debilidad de la filosofía de nuestra época. Tras la filosofía de la sospecha, las dos 57 Véase Will Kyrnlika, Filosofía política contemporánea. Barcelona, Ariel, 1995.
46 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 47

hacia la preocupación por pensar «un mundo mejor»; el Wittgenstein que hoy todo retorno a neofundamentalismos (universales, místicos, estéticos), la opción
interesa es el orientado a «lo que no se puede decir»; el Heidegger rehabilitado es de la filosofía se revela dramática: entre el nihilismo y la política. Optar filosófi-
el que inspira una reflexión sobre la técnica como esencia de la modernidad. camente por la política es, así, la manera de optar por la filosofía de nuestro tiempo
La filosofía política es, desde esta perspectiva, la filosofía actual, la forma de o, lo que es lo mismo, optar en nuestro tiempo por la filosofía.
ser contemporánea de la filosofía de nuestro tiempo, en fin, la filosofía con sentido, Ahora bien, esta opción de la filosofía por la política implica una opción política,
ajena a todo anacronismo. Sin menospreciar el interés de su reconstrucción en es una clara toma de posición política. Concebir que la filosofía actual, para ser tal,
disciplina, con esta tus académico reconocido, es mucho más relevante el hecho de ha de ser política, presupone una concepción de la política. En el mismo acto de
ser la filosofía de nuestro tiempo. Comprender esta politización de la filosofía, este opción por la política, la filosofía ha de definir la política que le permite optar por
devenir política -en rigor, este regreso a la política- es una tarea que la propia ella, la política que constituye su condición de existencia. Cuando la filosofía hace
filosofía debe asumir con urgencia y rigor, pues está en juego su auto consciencia. de la política su fundamento, toma una posición política, niega la exigencia de
Ahora bien, este devenir político de la filosofía no significa simplemente la neutralidad y toma partido por un orden institucional y un orden social en los
primacía circunstancial de los temas políticos, su dominancia contingente sobre que sea posible esa política. Ese orden, cuyo concepto la filosofía ha de determinar
otros problemas, ni la ocasional subordinación general de la reflexión filosófica en el proceso de su autoconstitución -pues es un orden pensado para la filosofía,
hacia lo político. Con ser importante esta deriva hacia lo político, es más relevante se identifica hoy, de forma laxa, con el concepto común de democracia; y, de forma
y original su propia transformación política, su devenir esencialmente política, estricta, con un determinado tipo de democracia, a saber, aquel que maximice la
característica intrínseca a la filosofía de nuestro tiempo. La filosofía contemporánea vid~'política y permita y promueva el pensar por sí mismo, en la línea del ideal
no es solamente una filosofía de la política, sino una filosofía política. spinoziano de identificación entre la «potencia de pensar» y la «potencia de obrar».
La filosofía actual, tras haber renunciado a los sucesivos referentes externos De esta forma, el carácter intrínsecamente político de la filosofía actual justifica
que, en su historia, fue tomando como instancias de fundamentación, se ha quedado y exige una opción política democrática de la filosofía; pero exige igualmente una
sin otra vía de fundamentación que la política. Según la propia consciencia de la determinación de ese orden democrático en orden a la potencia de pensar de sus
filosofía actual, ésta es, y no puede ser otra cosa que, política. Y esta caracterización, ciudadanos, enfrentándose así radicalmente a la democracia de la opinión. La
hemos de insistir en ello, no le viene de su preferencia contemporánea por lo filosofía opta necesariamente por la democracia, pero sólo en la medida en que
político, del enfoque político de su objeto (perspectiva compatible con una ésta promueva el libre pensamiento; definirá la democracia como el orden que
fundamentación trascendente), sino que procede de una profunda transformación exige pensar y no como el que tolera o promueve el mero opinar.
interna, de un intenso trabajo crítico sobre sí misma, de su autoconstrucción y su Desde este discurso, ni la política, ni la comunidad democrática, tienen que
auto consciencia, viéndose por fin abocada a hacer de la política (la deliberación, ser defendidas por la filosofía en base a un referente trascendente (una teoría del
los acuerdos, los convenios, las decisiones compartidas) el único fundamento de bien, o del deber); ni tampoco deben ser determinadas en base a una idea del
su discurso, descartado ya el ontológico y el epistemológic0 58 • hombre, de sus derechos o sus fines naturales. Sin menospreciar nada de esto, se
Desde esta perspectiva, la política no es un objeto de conocimiento de la filosofía trata de sentar el principio de que la filosofía, una vez ha reconocido la imposibilidad
entre otros, una parte de su campo de reflexión; en rigor, la política pasa a ser de un fundamento trascendente para la verdad, el bien o la justicia, ya sólo puede
condición de posibilidad de la filosofía 59 • Defender la posibilidad de la política ser práctica, proponer ideales, en base a su propia subsistencia. Siempre podrá
-como concepto y como práctica- equivale, por tanto, a defender la posibilidad objetarse la legitimidad de prescribir a los hombres el pensamiento, argumentarse
misma de la filosofía. En consecuencia, la relación de la filosofía con lo político que hay otros fines más deseables, e incluso que, instalados en el nihilismo, la
deja de ser puramente cognitiva para ser constructiva y práctica: la filosofía, para única regla que salva su legitimidad es la weberiana sobre la absoluta libertad de
su existencia, ha de hacer posible la política, ha de construir lo político. Y, para ser cada uno de elegir sus dioses y sus demonios. Son argumentos tal vez irrebatibles
más precisos, ha de construir lo político de tal manera que sea posible la filosofía; por la filosofía; pero ésta siempre podrá decir: son argumentos fuera de la filosofía.
ha de hacer suya la construcción y defensa de la política adecuada a la filosofía. Tal vez los argumentos que mueven el mundo, pero no son filosóficos. Puede
Perdido el fundamento para la verdad, la justicia o la regla moral, cuando renunciarse a la filosofía, y ésta no tiene argumentos definitivos en contra; pero, si
conscientemente se ha renunciado al mismo y explícita y militantemente se niega se opta por estar dentro, no puede cuestionarse con coherencia el ideal del
58 Sobre la situación actual de la filosofía consultar Thomas McCarthy, Ideales e ilusiones.
pensamiento. No puede cuestionarse que la filosofía tienda a perseverar en el ser
Reconstrucción y deconstrucción en la teoría crítica contemporánea. Madrid, Tecnos, 1992; R. (en lenguaje spinoziano), a su sobrevivencia (en lenguaje hobbesiano).
Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza. Barcelona, Cátedra, 1983; H. Putnam, Cómo renovar Por tanto, si la filosofía opta por la democracia no es porque considere este
la filosofía. Barcelona, Cátedra, 1994. orden político bueno en sí, ni porque proporcione a los hombres más igualdad,
59 Es la tesis de N. Tenzer, La Politiqueo París, PUF, Col. Que sais-je?, nO 2583,1991. libertad, felicidad o derechos (argumentos válidos desde fuera de la filosofía).
UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 49
48 FILOSOFÍA POLÍTICA

Defiende la democracia por, y en la medida que, tanto su orden político como sus De todas formas, este aspecto de la paradoja, por basarse en la consciencia
efectos individuales aumentan la potencia de pensar (y, por tanto, de obrar, de psicológica, no es el más relevante; siempre podría ser considerado meramente
crear) de sus ciudadanos. Porque, en definitiva, la filosofía de nuestro tiempo, por contingente y, en el fondo, síntoma más que causa de la situación. En cambio, hay
su renuncia a la fundamentación absoluta, necesita de ciudadanos que piensen, otros aspectos que problematizan la política, que expresan con fuerza el deterioro
necesita que construyan en común lo intersubjetivo y lo universal; necesita de la de los político, y que nada tienen que ver con la consciencia empírica; se trata de
política. Y la democracia, en el concepto determinado por la filosofía, es el régimen nuevos enfoques teóricos que, reformulando los conceptos, acentúan el dramatismo
político más político (y, en consecuencia, más filosófico). En las dictaduras hay de una filosofía que, condenada a ser política y a apostar por la política ha de
ejercicio del poder y gestión de lo social; pero está ausente el lado bueno de la afrontar la sospecha de falta de legitimidad de lo político.
política, su lado democrático y filosófico, su dimensión de deliberación y cons- Uno de esos aspectos se concreta en la creciente oposición, tanto en la filosofía
trucción en común; y, por tanto, también está ausente la filosofía política, sustituida como en la conciencia común contemporáneas, entre lo social y lo político, de la
por filosofías que legitiman o condenan el orden existente desde fundamentos cual se ha hecho eco Hannah Arendt 60 y la corriente de pensamiento por ella
externos. inspirada. Arendt tiene el mérito de haber conceptualizado el problema de forma
brillante y provocativa, como «sustitución de lo político por lo social». Según esta
1.2 Circunstancias paradójicas autora, en el mundo clásico se daría una nítida distinción, y oposición, entre la
política (vida pública, de la ciudad) y economía (vida privada, de la casa). Esta
Hemos de resaltar, no obstante, algunas paradojas del momento filosófico actual. conceptualización de un ideal filosóficamente aceptable tenía su debilidad: describía
Por un lado, la necesidad que la filosofía actual tiene de ser política, y la exigencia una situación que, en la vida real, consolidaba una profunda desigualdad. La vida
implícita del reinado de la política como condición de su existencia, cohabitan política era posible sobre la condena a la esfera privada (<<privada» de lo auténtica-
trágicamente con la dificultad, si no imposibilidad, que la filosofía tiene para mente humano) de amplios sectores de la población (mujeres, esclavos, trabajadores
reconocer la política; por otro, la necesidad de que la política sea hoy esencialmente sin propiedades), descubriendo la no universalidad del ideal.
una política democrática y, en consecuencia, deliberación simétrica y argumen- Esa debilidad, según Arendt, sería superada de forma radical, en la época
tación interpersonal y razonada, coexiste no menos trágicamente con el reinado moderna, por un nuevo ideal basado en la igualdad. Dicho ideal requería una
de una comunicación social con crecientes efectos perversos, que lejos de crear lo nueva conceptualización, que pivotaría sobre el descubrimiento de lo social. Lo
común impone el silencio y el aislamiento. social aparece como superación de esa escisión entre la vida política y la vida
privada; negando ambos opuestos se presentaría como su síntesis y como alternativa
1.2.1 Lo político Ylo social a cada uno de ellos. La irrupción de lo social, característica de la sociedad capitalista
La primera paradoja no es intrínseca a la filosofía, sino peculiar de la filosofía moderna, implicaría, siempre según Arendt, la desaparición simultánea de las dos
contemporánea. Efectivamente, no es paradójico condenar la política desde una formas de existencia incompatibles, la política y la privada; ambas existencias serían
instancia trascendente, sea moral, epistemológica u ontológica; la perplejidad surge sustituidas por lo público y lo íntimo, dos respectivos sucedáneos compatibles entre
cuando se ha asumido la política como única vía de fundamentación; en este caso, sí, que describen elementos marginales y residuales de vida y que, por otro lado,
sospechar de la política, de su posibilidad o de su dignidad, equivale a cuestionar están cada vez más controlados y absorbidos por lo social. Nuestra época se caracte-
la posibilidad y dignidad de la propia filosofía. rizaría por la absoluta hegemonía de lo social.
De esta situación trágica se hace eco la propia situación empírica, determinada La sugerencia de H. Arendt es tan atractiva como su argumentación. Dice, con
por el descrédito actual de la política, de lo político e incluso de los políticos. Hoy la penetrante lucidez, que la traducción habitual del zoón politikón aristotélico por
política y lo político tiene mala imagen y peor juicio. Y no deja de ser paradójico que «animal social» es una trampa que expresa la sustitución de lo político por lo social.
cuando la filosofía decide al fin bajar de la montaña sin doctrina que predicar para De modo semejante, la economía política, ciencia clave de la nueva sociedad,
invitar a los hombres a que construyan (políticamente, democráticamente) su verdad, expresaría la misma contradicción en los términos. Nuevos usos lingüísticos que
su valor, su virtud y su deber, se encuentre una situación en la que cuanto compete expresan la sustitución de un espacio de vida ordenado según la división político/
a la polis o la civitas está bajo sospecha. Sin dioses en el exterior a quienes escuchar y privado por otro hegemonizado por lo social y bordeado en sus márgenes, como
obedecer, y sin hombres en el interior en quienes confiar, todo parece empujar a la residuos de los anteriores, por lo público Ylo personal. En esta nueva constelación,
renuncia a la comunidad de vida política y a la comunidad de pensamiento filosófico, la política, la vida política, pierde eminencia y finalidad. El dominio de lo social, la
aspirando sólo a una asociación comercial pacífica y a un intercambio pluralista de aceptación resignada o apologética del reinado del orden social (que es el de los
opiniones. La conciencia empírica de nuestra época se pone así como obstáculo a
una filosofía de nuestra época; y en esa contraposición radica la paradoja. 60 Hannah Arendt, La condición humana. Barcelona, Seix-Barral, 1974.
50 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 51

derechos individuales, el de la moralidad individual, el de la libertad de mercado, con la finalidad de concertar sus voluntades en las propuestas de objetivos y en la
el de los contratos) no es la situación idónea para la política, que pierde realización de acciones comunes»63.
sustantividad. La cita ilustra la contemporánea reivindicación de la comunidad como espacio
La posición crítica de H. Arendt no sólo constata la amenaza de lo político a de vida, de comunicación y diálogo. La construcción del espacio público pasa a ser
manos de lo social, sino que incluye la reivindicación de la política, la invitación a un fin en sí mismo, el fin de la política; y el objeto de reflexión de la filosofía
reconstruir un nuevo concepto de la misma, a repensarlo y a liberarlo de esa política. Tal fin, tal ideal, se define como «comunidad ética», «comunidad raciona!»,
extensión de su significado que asintóticamente lo identifica a lo social. El proyecto «comunidad de comunicación» o «comunidad política», pensada como espacio
de H. Arendt esconde una dramática llamada a la filosofía para que reconstruya de diálogo sin dominación, es como el mínimo común denominador de las diversas
una idea de la política diferenciada de lo social y con su dignidad moral recuperada, propuestas ético-políticas: lo que cada visión del mundo puede aceptar como base
para que rescate la política de su disolución en lo social; una llamada a la común del pluralismo. Para muchos, ya es suficiente un ámbito donde sea posible
construcción de un espacio público de deliberación y de vida ética alternativo a la dialogar. Para algunos, como Muguerza, no sólo es suficiente sino que no se puede
hegemonía del mercado, expresión de la exterioridad de las relaciones entre los ir más lejos: «Más plausible parece, en efecto, considerar el diálogo político como
hombres, y del estado, expresión del control exterior de los ciudadanos. un fin último, esto es, como un valor social en sí mismo, que no como un medio
No es la única filosofía contemporánea que expresa esta preocupación y apunta para la consecución de otros fines»64.
en esa dirección de reivindicar la política como espacio de relaciones comunitarias La añoranza de la comunidad, expresada de formas diversas en la filosofía
(afectivas y comunicacionales), contrapuesta a la sociedad, esfera de relaciones contemporánea, busca un campo de reflexión genuinamente político, que dispute
mercantiles y exteriores, y diferente a la política gestión, o espacio de la administra- la atracción ejercida por lo social en el pensamiento neoliberal. Esta reflexión filosó-
ción de lo público. Propuestas muy distinguidas, como la habermasiana de una fico política se presenta conscientemente como alternativa a la propia de los sectores
situación ideal, o racional, de diálogo, tienen en común la reivindicación de la liberales, que anteponen el punto de vista moral al punto de vista ético, que ignoran
sustantividad de la política y de su esencia dialógica y, de forma más o menos todo ideal de comunidad política en nombre de ideales de realización individual,
explícita, la denuncia de su acoso por la hegemonía de lo social y del estado exterior. y que condensan el problema en la sociedad justa, es decir, en la distribución justa
De todas formas, la propuesta de Arendt es de las que más ha penetrado en la de la riqueza y cargos públicos entre individuos exteriores. Diferencia filosófica
cultura contemporánea, sembrada de propuestas comunitaristas, todas tendentes que, con frecuencia, no impide una fuerte proximidad ideológica.
a dar mayor sustantividad a la vida política. La posición de Arendt, como la de Bajo el atractivo poético que pueda ejercer su rechazo del liberalismo utilitarista,
Habermas, como las de los neo aristotélicos y comunitaristas6!, se corresponde con las corrientes filosóficas más añorantes de la comunidad (H. Arendt, L. Strauss, E.
el surgimiento, en los últimos años, de lineas de reflexión ético-políticas que, con Voegelin) encubren a veces contenidos políticos muy conservadores. No es difícil
toda su diversidad, coinciden en volver la mirada sobre un ideal genérico: el de constatar que el anhelo de recuperar las excelencias de la vida política como vida
comunidad ética. Frente a la reflexión moral neoliberal, profundamente verdaderamente humana puede llevar al olvido de las relaciones que se establecen
individualista y deontológica, ha ido tomando cuerpo la idea de comunidad ética en lo social (desigualdad, indefensión, no reconocimiento o violación de los
como fin en sí mismo, como instancia de fundamentación de la verdad, de la justicia, derechos sociales); que el menosprecio por lo social como esfera de la sobrevivencia
o del valor. R.P. Wolff ya propugnaba este ideal y, lúcidamente, trataba de deslindarlo frente a lo político como esfera de la «vida buena» convierte a ésta en simple «vida
de sus raíces, hundidas en la ilustrada y moderna idea de la comunidad racional. bella» imaginaria; que el ideal de comunidad, tan atractivo para muchos autores
En este sentido, reconociendo que el ideal de comunidad ética o racional fácilmente de nuestros días, puede ser un mero anacronismo, mera rememoración de una
deviene una reivindicación contra la miseria del liberalismo, una expresión de la polis embellecida, cuando no una versión laica de la comunidad de todos los santos.
aspiración a una forma de vida presidida por la «deliberación y la determinación En cualquier caso, esta reivindicación de la política como forma de vida y
colectiva de los objetivos sociales»62, insiste en que la comunidad racional no debe como fundamento filosófico, que adquiere una dimensión trágica en una época
ser deseada simplemente como instrumento meramente estratégico, sino en que lo social impone su imperio, es la tarea de la filosofía del presente. Podrá
perseguida como fin sustantivo: «(no es) medio eficaz para alcanzar ciertos fines insistirse más en la opción práctica, reconstruyendo en idea el espacio público
políticos deseables tales como la paz, el orden o la justicia distributiva. Se trata de como espacio de vida, en línea con el comunitarismo; o bien en la opción
una actividad, una experiencia, una reciprocidad de consciencia entre agentes epistemológica, replanteando incansablemente los problemas de la imposibilidad
racionales moral y políticamente iguales que libremente se congregan y deliberan
63 Ibíd., pág. 182 ss.
61 C. Thiebaut, Los límites de la comunidad. Madrid, CEC, 1992. 64 J. Muguerza, «Más allá del contrato social», en Desde la perplejidad. Madrid, FCE, 1990,
62 R.P. Wolff, The Poverty of Liberalism. Boston, Harvard UP, 1968. pág. 261.
52 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 53

del fundamento, como en las más provocativas tesis rortyanas; o en el sinsentido y los agentes de la política (partidos, jueces, parlamento, gobierno) y sustituyen la
de buscar racionalidad en el orden social, como en el deconstruccionismo; pero vida política, en lugar de ensancharla. El gobierno de la opinión pública (ya tal
en nuestro tiempo el problema filosófico de base seguirá siendo en gran medida el efecto no es relevante la fiabilidad de las encuestas) es lo otro de la política entendida
mismo, a saber, reconstruir la idea de política en un espacio filosófico dominado como deliberación racional y elección informada de agentes libres. La opinión
por lo social; o, en otras palabras, dar sentido a la vida en común en un momento pública es un producto social, no un producto político. En el mejor de los casos,
de máxima individualización y subjetividad. Sin olvidar, por otra parte, que esa sólo expresa el estado puntual de la confrontación de los deseos privados;
reconstrucción de la idea de la política es un movimiento que ha de incluir la habitualmente, sólo expresa la voluntad de poderosos grupos de poder que, a través
propia auto construcción de la filosofía de nuestra época. de sus comunicadores, suministran simultáneamente las preguntas y las respuestas,
las inquietudes y las consolaciones; los individuos eligen ilusoriamente el discurso
1.2.2 Política y comunicación que el despotismo desilustrado dicta a las masas.
La segunda idea que nos sirve para pensar la dimensión trágica de la filosofía política El problema filosófico de la democracia de opinión es que -a diferencia del
actual se refiere al conflicto entre política y comunicación. La importancia del fascismo, el bonapartismo o las dictaduras- no se presenta como lo otro de la
mismo se realza cuando se entiende -yen nuestros tiempos parece ineludible democracia, sino como lo mismo; más aún, como la forma verdadera y original de
entenderlo así- que la política es en gran medida diálogo, deliberación, consenso, lo mismo. Las carencias de la democracia representativa que siempre han servido
persuasión mediante la argumentación, en definitiva, construcción de lo común de base a las criticas (efectos de la problematicidad de la representación) son ahora
mediante la comunicación. superadas al hacerse posible la consulta instantánea, puntual y concreta al pueblo;
Es difícil negar que estemos en la era de la comunicación; pero hay muchas la encuesta de opinión es así el termómetro de la voluntad popular, su expresión
razones para dudar que sea la del diálogo y de la deliberación, al menos en sus viva, directa, inmediata, pura y precisa. Los ideales confesados imposibles por la
formas ilustradas. La posibilidad tecnológica de la intercomunicación mundial, democracia representativa, ahora parecen haber sido conquistados. Aunque se
como advirtiera MacLuhan 65, determina paradójicamente la pasividad e inhibición olvida que la idea de democracia (incluida la representativa) siempre suponía la
de los hombres; en el límite, incluso se pierde el gusto por la palabra, al menos en existencia de individuos dueños de sí mismos, con autonomía moral, en situación
sus usos más bellos (la retórica, la literatura, la filosofía). La aldea global macluha- real de pensar por sí mismos y, en consecuencia, de dialogar, deliberar, valorar y,
niana es ya una realidad; pero la unificación universal de la experiencia no ha de forma informada y racional, de elegir y expresar su voluntad. La democracia de
engendrado la uniformidad del pensamiento, sino que parece habernos liberado opinión, en cambio, parece conformarse con la estimulada expresión de los deseos.
de la necesidad antropológica de pensar, de dialogar, de vivir en común. El «pensa- La propia filosofía, la propia razón, en la legítima tarea de desatanizar el deseo, ha
miento único» es una forma benévola de identificar la ausencia de pensamiento. contribuido a canonizarlo; como en tantas ocasiones, no se ha tenido en cuenta
Aparentemente, por tanto, hay razones para pensar que comunicación de masas y que la liberación respecto a los dioses no implica la liberación respecto a los
deliberación política son situaciones excluyentes; que sociedad de masas y sociedad hombres; como ya advirtiera Rousseau, la libertad del hombre no exige su
democrática son incompatibles. independencia de la voluntad del pueblo, sino su independencia de toda voluntad
Sin entrar por el momento en estos problemas psicosociológicos 66 , sólo particular.
plantearemos un ejemplo del conflicto que parece darse entre comunicación y La hegemonía de lo social y la apoteosis de la comunicación determinan malos
política en nuestra realidad histórico-social; para ser más precisos, el conflicto tiempos para la política; al menos para la política entendida en ese sentido genuino
entre democracia representativa, cuya esencia es la política, y la democracia de con que la filosofía actual tiende a representársela: como vida en común, como
opinión, fundada en la comunicación mediática. La democracia representativa, debate racional, como proyectos de identidad, en fin, como diálogo orientado a
forma institucional de organizar la práctica política (el debate, la información, la compartir valores, ideales, trabajos, gustos; malos tiempos, si se quiere, para la
toma de posición, la elección informada ... ), parece estar en crisis, tanto funcional vida ética. Y, en el nivel teórico, dificultades para la filosofía si realmente está
como de legitimidad; cada vez más se impone la democracia de opinión, parodia condenada a ser política, a tomar la política como objeto y fundamento, tanto por
de la democracia directa, en la que las opiniones instantáneas, ingenua o malicio- el desprestigio de lo político cuanto, y sobre todo, por esa dificultad de la política
samente erigidas en expresión de la voluntad popular, condicionan las instituciones para constituirse y dignificarse en un momento de neta hegemonía de lo social y
de la comunicación. Claro que, como todas las paradojas de la razón, no pasan de
65 M. MacLuhan, The Medium is the Message. Londres, Penguin Books, 1967. ser figuras de la consciencia, momentos históricos de la misma. Son sólo algunas
66 Puede verse al respecto el espléndido texto de D. Riesman y otros, La muchedumbre soli- de las paradojas que hay que pensar; y pensarlas es el reto de la filosofía (política)
taria. Barcelona, Paidós, 1981 (especialmente, para este tema en concreto, el Cap. 1 de la Parte actual.
Primera: «CarácteT»).
54 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 55

2. La crisis filosÓfica de la filosofía etc.; ha renunciado a cualquier ambición sistemática y ha optado, como única
salida de pervivencia, por cuestionar toda pretensión de verdad y de objetividad
2.1 Crisis del fundamento definitivas de las reglas. Podernos, y debemos, someter a crítica esta filosofía
negativa, que en su celo vengador de la impureza oculta un silenciado amor por la
La cuestión del sentido de una filosofía política actual no puede obviar la reflexión pureza; podemos, y debemos, ajustar con ella nuestras cuentas. Pero lo que no
sobre la posibilidad, sentido y límites de una filosofía tras lo que se ha dado en parece razonable hacer en claves filosóficas es condenar su final por su desvarío,
llamar crisis del fundamento. La actualidad, la superación del anacronismo, implica darle la espalda y mirar de nuevo a oriente. Después de Nietzsche, después de
asumir la situación general de la filosofía en el presente, básicamente caracterizada Foucault, después de Ayer y de Rorty, no podemos volver, sin heridas ni descon-
por la aceptación consciente y definitiva de la pérdida de la fe en la función de la fianzas, la vista atrás con la ingenuidad, según Hume, propia de los poetas y de los
razón, tanto en su capacidad de verdad corno en su capacidad de emancipar. niños.
Cualquier filosofía política con pretensiones de contemporaneidad ha de asumir, Sería, a nuestro entender, absurdo e ingenuo creer que, tras los fuertes cambios
sin duda, la renuncia al fundamento fuerte, tradicional (metafísico, epistemológico en nuestra relación con el mundo y la propia marcha de la filosofía, con las muchas
o moral), aunque para ello deba enfrentarse con una larga tradición historiográfica, y radicales subversiones en su seno, podría mantenerse la filosofía política buscando
pues rara es la filosofía política que se ha escrito sin referencia directa a una candorosamente el régimen justo, la mejor forma de gobierno, la ciudad feliz, como
metafísica, a una teoría moral, a una concepción de la historia o a una teoría del si no hubiera pasado nada. Una filosofía política actual debe asumir consciente-
lenguaje; debe, pues, renunciar al fundamento en sentido estricto, al fundamento mente los profundos cambios que se han producido en ambas relaciones. En ello
ontoepistemológico o teológico trascendente. Y, además, debe plantearse seria y le va su eficacia, su incidencia en la vida de los hombres; pero, sobre todo, en ello
radicalmente, sin auto engaños, la cuestión de otras formas del fundamento, débiles le va su racionalidad, pues no puede haber razón alguna en el anacronismo.
o inmanentes, intersubjetivos, contextuales o convencionales; es decir, debe La filosofía política, en tanto que filosofía, debe pensar el presente. Y, para ello,
plantearse la cuestión del sentido de la filosofía y las condiciones de posibilidad como decía E. Weil, la filosofía política no sólo tiene problemas que reflexionar,
razonable de ese sentido. sino que ha de ponerse a sí misma como problema, ha de «reflexionarse»67. Y una
La tradición filosófica ha puesto siempre la filosofía política como parte de un manera de hacerlo es comprendiendo su actualidad, su respetable crecimiento
sistema, por lo que una filosofía política sin fundamentos sólidos parece a primera relativo en el seno de la filosofía. En este sentido, más que pensar su sólido presente
vista una filosofía política frágil y contingente, arbitraria en última instancia. En la corno fruto de su separación, de su autonomización, de su constitución como
tradición se exigía afrontar con rotundidez la alternativa metafísica o escepticismo, disciplina separada, podría entenderse como efecto del desarrollo de la filosofía
fundamentalismo o nihilismo. Desde esa perspectiva, o bien entendemos que la contemporánea, como la fase actual de ésta. En otras palabras, la filosofía política
filosofía política debe quedar inscrita en un sistema global, sea cosmológico, puede y ha de ser vista hoy como la forma privilegiada de la filosofía. Por tanto, la
teológico, moral o científico, o bien consideramos que no es posible una (y si no comprensión de la filosofía política actual, sus problemas y sus límites, deben
hay una sola no hay ninguna o hay muchas con la misma legitimidad) filosofía contestarse desde la situación de la filosofía en general, ya que la filosofía política
política que rija los asuntos políticos, con lo cual el discurso filosófico sobre lo actual no es más que el devenir político de la filosofía. Más que preguntarnos por
político permanecería en el dominio de la opinión, la pasión, el interés, en fin, de su posibilidad e intentar caracterizar una filosofía política como disciplina
la mera contingencia. autónoma, conviene poner en el centro de nuestra reflexión la pregunta: ¿Por qué
Una filosofía política actual y con sentido pasa por superar esa alternativa la filosofía está actualmente condenada a ser política?
suicida; y esta superación exige de entrada asumir los efectos de la filosofía sobre Esta perspectiva supone, a nuestro entender, cierto desplazamiento de las
sí misma a lo largo de su historia, efectos fundamentalmente negativos, como preguntas y las respuestas sobre el origen, contenido y finalidad de la filosofía
caminos cortados, opciones desautorizadas, ilusiones desmitificadas, ideales política. El mero hecho de plantearnos, en esta perspectiva, la pregunta sobre lo
abandonados. La filosofía es, en gran medida, una lucha constante contra la que podría ser una filosofía política actual, adecuada para nuestros días, supone
tendencia del hombre a creer, a poner un sentido fijo en su vida, a instaurar órdenes un enfrentamiento con las corrientes actuales más relevantes. Efectivamente,
cerrados (cosmos, polis, sistemas). Los pasos dados en esta dirección deben ser autores cognitivistas68 de la línea de Leo Strauss, Carl Schmitt o Julien Freund
asumidos; hay que aceptar la existencia de territorios conceptuales esterilizados y rápidamente nos dirían que es una pregunta trivial, pues la filosofía política es
de ideales políticos deconstruidos. Y, sobre la asunción de esos límites, plantearse
la posibilidad de construcción de algo nuevo.
67 Eric Weil, Philosophie Politiqueo París, Vrin, 1966.
La filosofía, tras una larga historia, tras una compleja y dramática aventura, ha 68 La manera más acertada de definir el «cognitivismo» es como la corriente filosófica que
devenido lo que es: crítica antimetafísica y deconstructiva, análisis, hermenéutica, considera que los juicios éticos son verdaderos o falsos.
56 FILOSOFÍA POLíTICA UNA FILOSOFÍA POLíTICA PARA NUESTRO TIEMPO 57

inmutable en su principio, como corresponde a la esencia inmutable, intemporal la existencia de una filosofía política cuanto el de la posibilidad de una filosofía no
y permanente, de su objeto. La cuestión queda así clausurada antes de ser abierta. política7].
La filosofía política auto definiría su objeto, cerraría el mismo a toda determinación Si contemplamos la historia de la filosofía, con facilidad veremos que la reflexión
histórica, a toda experiencia, bajo el pretexto de que cualquier relativización del filosófica fue en su origen reflexión sobre el conocimiento, sus formas, posibilidades
objeto supone abandonar su esencia filosófica. y límites. Ya en los clásicos, con una concepción de la ~ilosofía prác:ic~ más
Desde la otra orilla, cualquier autor postmoderno y no cognitivista, desde prescriptiva, la misma se apoyaba siempre en u~a concepC1ó~ ~~l con~~lmlento;
cualquiera de las variantes de la atalaya de la deconstrucción69 , el pluralismo o el el conocimiento del bien o de la virtud era prevIO a su prescnpCIOn legItIma. Con
irrealismo70 , consideraría igualmente trivial la pregunta al considerar que no es la modernidad, la reflexión sobre el conocimiento se instaura como origen lógico
pertinente plantear ninguna cuestión de filosofía política, dado que la filosofía e histórico del filosofar: hasta el ser, su posibilidad y sus formas viene determinado
política, como la filosofía en general, no existe. La realidad política, por definición, por las posibilidades del conocer. El esse est percipi de Be~keley es la e~p~e~ión
no puede ser pensada como filosófica, como universal; no hay realidad a la que límite de la aventura iniciada por el cogito cartesiano y amplIada por el prmclplO de
apuntar, sino realidades particularmente construidas, versiones o posiciones. La razón suficiente leibniziano.
filosofía política sería, en rigor, una manera enmascarada de explicitar una opción La preocupación por la posibilidad, límites y condiciones de lo que podemos
política, unos sentimientos políticos. conocer es para Descartes, para Hume, para Kant, para la filosofía moderna en
Como es obvio, ambas corrientes nos han resuelto el problema antes de general, el punto de arranque del filosofar y la reflexión que establece los límites
plantearlo; y lo resuelven desde fuera, definiendo la esencia de lo filosófico para, a del pensar; la metafísica moderna se monta, en general, como respuesta a la
continuación, unos dar la espalda a la realidad por impura y otros despreciar la pregunta sobre las condiciones generales del saber; hasta la exquisita preocupación
filosofía por contagiada de impurezas. Para unos la filosofía no tiene necesidad de de la filosofía moderna por el hombre se comprende como preocupación por el
política; para los otros, la política no tiene necesidad de filosofía; los primeros titular del saber, por lo que la antropología siempre ha estado vinculada a la
imponen abstractamente unos conceptos universales que no permiten ninguna metafísica72 • De Spinoza a Kant la filosofía moral o política ha sido, antes que
mediación; los segundos olvidan que, con todas las impurezas, la política concreta nada, problema del conocimiento moral y político; la filosofía práctica era así
conceptos, es discurso aplicado. reducida a la reflexión sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento del
Podemos, por tanto, partir de la hipótesis de que la filosofía política es la filosofía bien, de lo justo o del deber. La filosofía práctica moderna ha sido, en esencia,
actual; que su posibilidad es, pues, la posibilidad misma del filosofar en nuestro filosofía especulativa sobre la necesidad, posibilidad y legitimidad del juicio de
tiempo; que su sentido, objeto, fines y métodos deben ser explicados desde las valor; su propia timidez prescriptiva, que alcanza su cénit con la filosofía analítica
condiciones generales de posibilidad del discurso filosófico. Que nuestro diálogo del lenguaje moral, proviene en gran medida de las dificultades teóricas para
no ha de establecerse principalmente con autores convencionalmente políticos, con fundamentar los juicios prácticos.
textos que hablen de política, sino con ese debate sobre la filosofía que expresa la En general, a lo largo de su historia, la filosofía política aparece subordinada a
crisis en la filosofía del fundamento y de la razón práctica; debate en el que cada la filosofía moral y, en última instancia, a la teoría del conocimiento. Toda la filosofía
vez se alumbra con mayor intensidad la deriva política de la filosofía. política clásica giraba en torno a un problema gnoseológico: el conocimiento del
bien o de la justicia, desde el cual podía describirse el orden político, ya que siempre
2.2 Entre el silencio y el ágora se operaba con el presupuesto de que el conocimiento del bien generaba la
obligación de perseguirlo y defenderlo. En esa perspectiva, la filosofía política no
Si la filosofía política es el nombre apropiado de la filosofía actual, deberemos aspiraba directamente a construir, aunque fuera en idea, la ciudad política, sino a
preguntarnos cómo y por qué la filosofía ha devenido política; cómo y por qué descubrir su diseño, a encontrar y leer las reglas fijas y eternas escritas en la
todos sus discursos regionales, incluido el de la filosofía del lenguaje, son en nuestros naturaleza de las cosas. El bien, la justicia, la verdad, no eran productos humanos,
días eminentemente políticos; cómo y por qué el problema actual no es tanto el de sino revelaciones al hombre por medio del conocimiento.
En la República de Platón la relación parece invertirse. Aunque comienza según
69 J. Derrida, Posiciones. Valencia, 1977; Márgenes de la filosofía. Madrid, 1989. el orden lógico habitual, proponiéndose el conocimiento de la justicia, se da un
70 Nelson Goodman, Ways ofWorldmaking. Hackett, Indianápolis, 1979 (especialmente el
Cap. 1: «Works, Words, Worlds»). Goodman ha argumentado que no existe una única descripción
de la realidad, y que las diversas descripciones no apuntan a un único referente, es decir, que no 71 Así, el Platón de M.P. Edmond, descristianizado y desmetafisicado, aparece en toda su
hay «mundos» sino «versiones», que no habitamos un mundo, sino que lo hacemos nosotros. pujanza política, la única forma de ser pensado actualmente (Michel-Pierre Edmond, Le
Una alternativa a Goodman, pero en el mismo tono irrealista, la encontramos en Donald philosophe-roi. París, Payot, 1991).
Davidson, De la verdad a la interpretación. Barcelona, Gedisa, 1990). 72 Cf Martin Buber, Le probleme de l'homme. París, Aubier, 1980, págs. 11 ss.
58 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 59

sorprendente giro cuando Sócrates propone la metáfora de las dos pizarras 73 y práctica como fin de cualquier proyecto filosófico, o bien se entregan a la nostalgia
opta por leer la justicia allí donde aparece escrita de forma mas legible, en la ciudad de lo absoluto, escuchando las Sirenas del mundo clásico, o bien de manera
perfecta. En ese momento la filosofía decide «construir en idea» la ciudad: sospechosa se entregan al juego de gozar de la nada, de la indeterminación, de lo
«Edifiquemos con palabras una ciudad desde sus cimientos»74. Y sólo tras haberla ontológicamente débil, moralmente precario y epistemológicamente gratuito.
construido busca en ella, lee en ella, la justicia; y, poseída la idea, por analogía la Ciertamente, la filosofía actual ha descubierto la ilusión; pero nos tememos que
extiende al ser humano y define al hombre justo. quede enredada en sus remolinos.
Aparentemente, pues, el conocimiento (de la justicia) sigue a la construcción Salir de esa doble ilusión es una exigencia del presente; pero conlleva asumir
de la ciudad. Pero, en rigor, dicha inversión metodológica es sólo aparente porque, un postulado verdaderamente restrictivo, a saber, que el discurso de la filosofía
en el origen, la preocupación es por el conocimiento, y la construcción de la ciudad, política no puede recurrir a ninguna garantía última, que la duda acompañará
el momento práctico de la filosofía, no tiene aquí sustantividad en tanto que es un inevitablemente a todos nuestros intentos de definir el bien, la verdad o la justicia.
recurso para acceder al conocimiento de la justicia. La metáfora de las dos pizarras La filosofía política actual debe asumir estos límites y trabajar dentro de ellos.
encubre un hábil juego de planos: para fundar la ciudad justa, como el hombre Como dice Castoriadis, hay que asumir que pensar no es salir de la caverna, ni
justo, es necesario conocer la idea de justicia; las dificultades del acceso a esta idea reemplazar la incertidumbre de las sombras por los contornos perfilados de las
se resuelven construyendo una ciudad perfecta que, como tal, debe ser justa; una cosas mismas, ni el resplandor vacilante de una llama por la luz del verdadero sol.
vez construida, basta leer en ella la justicia, que ha de estar necesariamente incluida Hay que asumir la suficiencia de las creaciones humanas.
en una ciudad perfecta. Lo que Platón no dice, pero presupone, es que sólo quien Debemos extraer la lección de las aventuras nietzscheana, marxista, analítica y
conoce la justicia puede conocer la perfección de la ciudad. O sea, que la inversión deconstructivista de la filosofía, si no queremos perdernos en el anacronismo;
es sólo en el orden de exposición, no en el del descubrimiento; el orden lógico debemos, especialmente, leer en ellos la imposibilidad de cualquier añoranza de
sigue subordinando cualquier prescripción al conocimiento del bien. absoluto, de cualquier nostalgia de fundamentos definitivos. En el fondo no han
La modernidad no rompió este orden, pero en cierta manera lo subvirtió al hecho más que, en su crítica negativa, ser consecuentes con el proyecto ilustrado,
acentuar el pesimismo epistemológico. El programa ilustrado, que en definitiva llevarlo a su culminación incluso desgarrando su alma, poniendo al hombre ante
erigía al hombre en legislador (del mundo, de la moral, de la política), asumía de la única verdad que se infiere con consistencia de la muerte de los dioses: que todo
forma frontal el problema de establecer la posibilidad y límites del conocimiento es humano, que el hombre ha de decidir el ser y el deber ser.
humano. La subjetivización del problema abrió paso a variadas formas, grados y La filosofía política moderna, que culminara en Kant, asumía su función
matices de escepticismo. Se mantenía el orden ideal de fundamentación, pero constructiva y legisladora; pero lo hacía como opción sin fundamento trascendente,
inapelablemente se iría abriendo paso, con resistencias, confusiones e incon- sin retaguardia metafísica o epistemológica. No obstante, la ficción kantiana del
gruencias, la filosofía sin fundamento dominante en nuestro tiempo. Desde el punto teleologismo de la historia abriría las puertas a un nuevo fundamento en el
de vista actual, la filosofía política, tanto clásica como moderna, resultan ilusorias. historicismo. Desde entonces, el proyecto ilustrado era una y otra vez adulterado,
La clásica, doblemente ilusoria: ilusoria porque ninguna regla comúnmente asumiendo la función legisladora pero buscando el apoyo externo, en la historia o
aceptada puede ser a priori revelada; e ilusoria porque lo que daba coherencia al en la naturaleza humana, de la metafísica. Sólo en nuestro presente parece que la
discurso sobre la política era un fin posterior a la política misma75 . La moderna, filosofía haya asumido definitivamente que «pensar no es salir de la caverna»; sólo
no menos ilusoria: aunque el programa ilustrado incluía el objetivo de construir ahora ha tomado cuerpo, de forma irreversible, el proyecto ilustrado de
la verdad, lo común, el bien yel fin, anticipando así la filosofía actual, en el fondo construcción auténticamente humana -en tanto que fruto exclusivo del hombre
eliminaba un fundamento, exterior, a priori y trascendente, pero ponía otro, el de libre- de la ciudad.
la razón subjetiva común. Pero esta consciencia no ha encontrado aún formas positivas en que expresarse,
Pero la auto atribuida lucidez crítica de nuestros tiempos no deja de tener sus fuerza práctica. El problema es que, conseguida la liberación de toda metafísica y
sombras. La filosofía actual, en cierto modo y en sus corrientes más antimodernas, de toda teoría del conocimiento, y conseguida su autonomización de la moral, la
críticas y deconstructivistas, parecen haber culminado por fin la tarea negativa de filosofía se debate entre dos versiones de la renuncia a sí misma: entre, o bien el
la ilustración, corrigiendo sus concesiones; pero, ante la necesidad de la filosofía silencio en la academia, al afirmar la imposibilidad de la filosofía política o, lo que
es lo mismo, la no necesidad de filosofía que tiene la política; o bien el diálogo en la
plaza, al afirmar que la filosofía política debe abandonar no sólo toda pretensión
73 República, 368c-d. Sobre el tema ver T.M. Bermudo, «Platón y Hume, cercanos en lo
importante. 1 y 11», en Agora (Papeles de Filosofia) 10 (1991): 149-162. de sistematicidad y fundamentación trascendente, sino toda esperanza de
74 República, 369c. racionalidad. Entre el pragmatismo y el comunitarismo, dos opciones que, en el
75 N. Tenzer, Philosophie politiqueo París, PUF, 1994, pág. 6. fondo, son de renuncia, ¿no caben más alternativas?
60 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 61

3. La crisis sociopolítica de la filosofía derechos- y no unas elites que en el mundo clásico absorbían las tareas de ciudad.
Este cambio en las relaciones entre los hombres no podía pasar sin efectos en
3.1 Filosofía en democracia la filosofía política. Efectivamente, ésta había de reconocer el carácter autónomo
de dicho campo, su total independencia respecto a toda metafísica o toda moral,
Una filosofía política para nuestro tiempo ha de tomar consciencia de su relación asumiendo la libre decisión como fundamento interno que sustituye a toda
con el orden político contemporáneo por excelencia, con la democracia. Para N. determinación exterior; y, al mismo tiempo, la filosofía política había de asumir la
Tenzer, a quien seguimos de cerca en este apartado, la política tiene dos tareas nueva realidad y su riesgo, la amenaza de una explosión de las pasiones en el campo
esenciales, a saber, organizar la ciudad y regular el debate sobre la organización de conceptual, de una determinación de la racionalidad por el deseo, como decía
la ciudad. «El lugar de la política -dice Tenzer- es el dominio público, donde los Hume, «de un corazón que cree razonar y de una inteligencia que delira»78.
ciudadanos se reúnen para deliberar. ¿De qué han de hablar? Esencialmente de Al superar la filosofía política toda subordinación a un criterio trascendente,
dos aspectos que caracterizan el debate público: la organización de este debate y la consigue liberarse de la sumisión a una verdad única que, por exterior, no podía ni
manera de terminarlo mediante un acto de poder, de una parte; de la gestión de la validar ni falsar; pero, al mismo tiempo, esa liberación de la verdad conlleva dos
ciudad y de los objetivos a asignarle, de otra»76. O sea, del procedimiento en la riesgos perpetuos, que desde entonces le acompañan inexorablemente. En primer
toma de decisiones y del establecimiento de los ideales. Pues si éstos ponen la lugar, el riesgo de devenir mera justificación del reinado de la fuerza, del dominio
unidad y el sentido necesarios a la república, la política nunca puede obviar el del fuerte sobre el débil, de la manipulación del hábil y astuto sobre el ingenuo y
momento de la decisión, y en especial cuando el acuerdo aún no ha sido posible. confiado, de la opresión de la mayoría sobre la minoría; en segundo lugar, el riesgo
El debate político consiste en intercambio de argumentos, expresión de opi- de, mediante la igualación general de las opiniones, acabar en el desprecio al
niones y cristalización de convicciones en el contexto de contraposición de fines o conocimiento. Si se renuncia a la verdad política, ¿cómo tener garantías de no caer
estrategias. Durante siglos se ha aceptado que dicho debate debía de estar presidido en el culto a lo dado y en la falsificación de los hechos?
por la verdad, fuera ésta enunciada por un rey-filósofo 77, fuera expresada en reglas Son dos riesgos a asumir, dos dificultades a vencer; pero la fuerza y complejidad
heredadas de la tradición. En ambos casos, el supuesto de la verdad como criterio de ambos no son excusas para caer en la tentación del regreso a la metafísica, a la
último del debate garantizaba que el resultado del mismo conllevara las mayores tranquilidad de la verdad exterior. En positivo, la filosofía política actual ha de
ventajas para el género humano. Ese supuesto de la verdad afirmaba la necesaria aceptar, junto al rechazo de toda verdad exterior, absoluta, el principio de que
relación entre política y filosofía, la exigencia de una política filosóficamente fundada. dicho rechazo no condena a la filosofía al reino de los conceptos arbitrarios, contra
Cuando ambas formas de presencia de la verdad se abandonan, cuando se lo que han defendido autores de nuestros días 79 : el rechazo de la verdad objetiva
niega al saber la legitimidad para el diseño político de la ciudad y a la tradición su no implica el rechazo de la voluntad de verdad. No compartimos la esperanza
carácter de guía para decidir el futuro colectivo, ¿qué queda? Aparentemente, si mínima arendtiana de Tenzer, en base a la cual la filosofía política puede y debe
creemos a Tenzer, nada sólido, ningún fundamento exterior; sólo los hombres, aspirar a la comprensión de la realidad social actual, sin pretender deducir
cargados de sus pasiones, deseos y opiniones, relacionándose externamente como lógicamente modelos racionales ideales, ya que su función comprensiva es ya
individuos separados que tienen como único fin la satisfacción de sus necesidades condición de posibilidad de la constitución de una política. La filosofía política,
y que convierten la vida social en mero intercambio sin más horizonte que la en tanto que práctica, no puede devenir mera hermenéutica, no puede renunciar a
sobrevivencia personal. la voluntad de verdad, a la pretensión de conocimiento, aunque para asumir la
El desplazamiento de la verdad y la tradición como fundamentos de la política crítica histórico-filosófica se vea obligada una vez más a redefinir verdad y
no es efecto de la evolución autónoma de la filosofía, sino que debe mucho al conocimiento. Una filosofía política resignada a comprender el mundo y que
cambio de escenario de vida humana. El capitalismo ha impuesto un nuevo orden renuncia a su transformación porque no se reconoce a sí misma legitimidad para
social y político. Al imponer unas formas propias de relacionarse los hombres entre imponer el ser o la ley, es una filosofía anacrónica que secretamente adora a un
sí y con las cosas -y con las instituciones, las tradiciones, los rituales-, unas formas dios incognoscible; una filosofía antiilustrada y anteilustrada que no ha
genuinas de vida privada y pública, ha impuesto también una nueva manera de comprendido el sentido de la ,<muerte de Dios» anunciada por el Zaratustra
practicar la política, una nueva manera de reconocerse y comprometerse los nietzscheano. Porque, si Dios ha muerto, la conclusión no es necesariamente el
individuos entre sí, de pactar y convenir, de influirse y compartir. Se trata, en relativismo y la impunidad, sino la exigencia al hombre de ocupar su puesto, de
definitiva, de la aparición de un nuevo espacio para la política, en el que ahora actuar de legislador, de hacerse responsable del bien y del mal en el mundo.
actúan virtualmente todos los hombres -individuos libres, iguales, sujetos de
78 D. Hume, Tratado de la naturaleza humana. Ed. cit., pág. 114.
76 Ibíd., 8. 77 República, 473d. 79 ef G. Deleuze et F. Guattari, Qu'est-ce que la philosophie?, París, Ed. de Minuit, 1991.
62 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 63

Se ha dicho que, una vez se renuncia a la fundamentación exterior y se quiebra Es decir, filosofía y democracia sólo se oponen como conceptos abstractos; en
el vínculo con la verdad o la justicia, convertimos la filosofía política en un acto concreto, como procesos históricos, como realidades impuras, son fuerzas cuya
arbitrario de poder. En tal situación, por ejemplo, la democracia ya no puede ser dialéctica permite, poca o mucha, la esperanza de que el hombre devenga
defendida por su bondad intrínseca o sus ventajas objetivas respecto a los otros ciudadano.
regímenes respecto a la defensa de valores reconocidos (libertad, derechos,
autonomía moral); sólo podría defenderse, o bien en cuanto expresa nuestros valores 3.2 Formas de intervención de la filosofía
culturales históricamente consolidados (posición contextualista), o bien en cuanto
expresa nuestros deseos, por ser una opción política libremente elegida (posición En el capítulo que dedicamos a la democracia abordaremos con mayor
clásica liberal). Ahora bien, incluso aceptando esta estrecha alternativa, ¿por qué detenimiento la conflictiva relación histórica entre democracia y filosofía; aquí,
habría de renunciarse a la filosofía? Por un lado, la filosofía también forma parte de no obstante, queremos plantear una cuestión que nos parece fundamental: ¿qué
la tradición y el contexto cultural, ha formado parte de los elementos que han razones filosóficas hay para aceptar el marco democrático?; ¿qué razones tiene la
contribuido a fijar los actuales valores dominantes; y tiene por tanto legitimidad filosofía para apostar por un orden político aparentemente hostil, en vez de defender
para seguir presente en su análisis, crítica y renovación, para contribuir en la un régimen autoritario, cerrado, jerarquizado, aparentemente más conforme con
reconstrucción del contexto; si el universalismo es etnocentrista, euro centrista, ¿por la filosofía, a juzgar por las preferencias históricas desde Platón a Weber, pasando
qué habría de renunciar a su ser? Por otro lado, aunque apostáramos por la elección por las ciudades ideales renacentistas y los gobiernos representativos liberales?
individual como única fuente de legitimación, conforme a la tradición liberal Para contestar a esta cuestión, sin duda pertinente, hemos de retomar las dos
contractualista, no vemos razón alguna para eliminar la reflexión filosófica del tareas que Tenzer atribuye a la filosofía política. La primera, la fijación del
proceso de gestión de la elección; al contrario, vemos argumentos diversos, procedimiento, refiere a la ordenación interna del debate colectivo, y consiste en la
pragmáticos, morales y culturales, para preferir las razones -las opiniones infor- enunciación de reglas filosófico-políticas en el seno de un universo democrático.
madas, argumentadas, contrastadas, ampliamente compartidas- al deseo -las opi- La segunda, la fijación de los fines o ideales, refiere a la demarcación estricta del
niones espontáneas y emotivas- como base de la elección y decisión del individuo. espacio político democrático, a su diferenciación respecto a lo exterior a la
Porque, ¿acaso es menos violenta una decisión sin razones que con razones ficticias democracia, es decir, a su distinción y defensa frente a lo otro, pensado como orden
o subjetivas?; ¿aportará el silencio filosófico el perdón o la impunidad a la barbarie? (no político) del poder y rechazo y ausencia de la discusión.
Es cierto que la fundamentación trascendente, que responde a la voluntad de Estas dos tareas son dos formas de intervención irrenunciables de la filosofía
verdad clásica, en apariencias se muestra antagónica con el principio democrático, política en la política democrática; pero, a nuestro juicio, no son las únicas. Hay
que exige la toma en consideración de las opiniones. Formalmente parecería otra que, además de ampliar la relación entre filosofía y democracia determina y
antidemocrático exigir que la toma de posición individual fuera racional; lo precisa el significado y los límites de las dos anteriores, es decir, de la fijación del
racional, en esta función, resultaría imposición autoritaria. No exigirlo, en cambio, procedimiento y de los ideales. Veámoslo con más precisión.
suele interpretarse como legitimación de la opinión arbitraria, del deseo como Las dos funciones señaladas por Tenzer tienen sentido en un marco democrático
base de la acción política. La filosofía tiene legitimidad, razones, para exigir que la previamente elegido: en otro orden político la filosofía tendría una función
elección sea argumentada; y la filosofía actual, que asume la dimensión escéptica formalmente semejante, pero sin compromiso con la democracia. Platón también
intrínseca al pensamiento racional, tiene buenos argumentos para que la exige a la filosofía ambas funciones, el orden interno y el ideal de polis, pero sin
legitimación política se base en la elección. La legitimidad política no tiene -y tal determinación democrática. Por tanto, esas dos tareas o formas de intervención
vez no puede de forma definitiva- que basarse en la verdad; pero no debe -y tal no son específicas de nuestra época, no son exclusivas de la relación entre filosofía
vez no puede- renunciar a la elección informada, argumentada, debatida y amplia- y democracia; no implican la necesidad de la opción democrática de la filosofía
mente compartida. Podría decirse, no obstante, que hoy la democracia es tan incuestionable como
Esa apariencia de contradicción entre racionalidad y democracia deriva de un juicio hipotético asertórico kantiano, tal que hablar de la relación entre filosofía
una dificultad técnica y contingente, a saber, que los hombres reales no son abs- y política equivale materialmente a hablar de la relación de la filosofía con la
tractos sujetos trascendentales, tal que sus decisiones no responden necesariamente democracia; que al hablar de procedimientos o de ideales siempre se da por supuesto
a la racionalidad moral, ni siquiera a la racionalidad instrumental tendente a el horizonte democrático. Incluso puede recurrirse al argumento de la semejanza
satisfacer sus intereses particulares objetivos. La democracia tiene que asumir esos formal entre la filosofía actual y la democracia: los regímenes cerrados, monárquicos
límites y obstáculos, tiene que constituirse desde ellos; pero, lejos de respetarlos y y autoritarios se corresponderían con filosofías sistemáticas, de fundamento
sacralizarlos, debe proponerse como propia, como su esencia, conseguir la metafísico fuerte, que proponían fines y valores eternos; en cambio, la vida
rousseauniana tarea de construcción de la voluntad general. democrática de nuestro tiempo parece corresponderse con una filosof\a no
64 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 65

dogmática, contextualista, en que la verdad y la justicia son dictados por la filosofía que se fija en su tercera función exige pensar este modelo de comunidad
consciencia común; en que fines e ideales son imprecisos, sin pretensiones de de forma completa y coherente, alejado de enunciaciones banales como «régimen
eternidad, eternamente revisables, como exigen tanto el relativismo filosófico de libertades» o «régimen de derechos».
dominante como la idea común de la democracia. En especial, esa opción democrática de la filosofía incluye tanto las reglas y
Estos argumentos, que no dejan de ser contingentes y eurocéntricos, sólo contenidos de la política en condiciones normales de deliberación y decisión, como
pueden aportar verosimilitud, pero no una explicación suficiente. No se argumenta en fases no normales, «excepcionales»80. La filosofía no debe guardar silencio ante
consistentemente por qué la intervención filosófica ha de estar subordinada a la situaciones de guerra, de insurrección, de resistencia, de desobediencia civil, de
democracia, es decir, por qué la intervención de la filosofía en el orden democrático revolución, consolándose con verlas como figuras de la barbarie ante las que la
ha de tender a fijarlo, protegerlo y desarrollarlo; o sea, no se argumenta por qué la razón sólo debe lamentar su impotencia. En rigor creemos que es a esas situaciones
democracia es la mejor opción para la filosofía. Las bondades reconocidas de la posibles a las que la filosofía debe prestar especial atención, en vez de abandonar la
democracia, incluidos los méritos de su idiosincrasia cultural, no son suficientes: política al juego de la fuerza y la destreza. En esas situaciones excepcionales la
la crisis del fundamento trascendente arrastra al nihilismo los valores comúnmente filosofía pone a prueba su capacidad de trascender el marco democrático para
atribuidos a la democracia, incluidos la tradición cultural, su absoluta hegemonía defender la democracia, el marco moral para defender la moralidad, e incluso el
actual y su aceptación libre y pública. marco de los derechos para defender el estado de derecho. La filosofía, en esas
De ahí la necesidad de una tercera tarea, de fijación del orden democrático; es la situaciones en que debe negar su propio orden, pone a prueba la autenticidad de
tarea genuinamente democratizadora. En rigor, las funciones de la filosofía de fijar su no ser ya una filosofía de verdades y valores eternos. Desde Maquiavelo, que ya
el procedimiento y los ideales son políticamente neutrales: podrían cumplirse advertía que a veces el bien se consigue mediante el mal, a Popper, quien con la
respecto a cualquier orden político. Su cualidad democrática les viene de su «paradoja de la tolerancia» apuesta por limitarla ante la intolerancia cuando ésta
subordinación a esta tercera función, que establece los límites y contenidos de la es una amenaza, la filosofía ha llamado a afrontar cara a cara este problema: las
democracia. Esta tarea es la definición y defensa del espacio democrático, su reglas convenientes para la paz no siempre son útiles para la guerra. La opción
distinción y protección frente a lo otro. Pensar lo otro, lo no democrático, es pensar democrática de la filosofía debe contemplar ambas situaciones, sin sacralizar ningún
el límite de la democracia y su negación; es ponerse a distancia, prevenirse frente a ordenamiento, defendiendo siempre aquello que incremente la potencia de obrar
ello, en definitiva, proteger la democracia. (democracia) y la potencia de pensar (filosofía) de los hombres.
La filosofía no puede legitimar su opción democrática desde los valores o los La filosofía política, por tanto, no sólo ha de construir métodos de
efectos exteriores de la misma. Sólo puede justificar su opción por la democracia, razonamiento y de deliberación entre personas civilizadas, que viven en la ciudad,
de acuerdo con nuestra argumentación, por sus consecuencias para la propia sino de contener lo que está en el exterior de la ciudad, lo que amenaza su paz, su
filosofía. Efectivamente, si hay un fin interno a un arte o a una disciplina que orden y su saber. La alternativa no está entre una idea de la política que entiende
aparezca como racional y aceptable, tal fin no puede ser otro que la perpetuación por esencia de la misma la contraposición eterna entre «amigo-enemigo»81 y otra
y perfeccionamiento de ese arte o disciplina, su reproducción, su perseveración en tendente a construir una «ética de la comunicación». La primera, en rigor, anula
el ser. En este sentido, la filosofía política, cualquiera que sea su concepción, su las diferencias entre los diversos regímenes, entre el interior y el exterior de lo
método, su campo de aplicación o sus objetivos, ha de compartir el fin de perpe- político; la segunda, reintroduce el idealismo político, aboga por el pensamiento
tuarse y perfeccionarse. Y como estamos persuadidos, y con buenas razones, de formal, alejado de las condiciones concretas y acaba por reinventar los derechos
que el espacio político democrático es el medio más favorable para que la filosofía naturales aunque ahora sean puestos como resultados de la deliberación política.
política actual cumpla ese fin intrínseco, en su esfuerzo de perfeccionamiento como Como decimos, no hay razones definitivas para aceptar esta alternativa; podemos
reflexión libre y racional ha de defender el medio externo democrático como buscar otras salidas.
condición óptima de su existencia. Creemos que la filosofía política debe explorar y comprender las vías de
Resaltamos la importancia de esta tercera función, que atribuye a la filosofía la constitución de un espacio político democrático y, al mismo tiempo, las vías de
responsabilidad de definir el espacio democrático y defenderlo; y subrayamos el defensa del mismo; o, si se prefiere, debe pensar las reglas de la deliberación y las
efecto de ésta función en las otras, que quedan bien determinadas. Así, el reglas del poder, la creación de un pueblo y la existencia de un príncipe. Cuando,
establecimiento de las reglas procedimentales no puede ser una operación neutral
y meramente formal, sino subordinada a una concepción global de la democracia,
tanto de sus contenidos como de las estrategias válidas para conseguirlos. Por otro 80 Hemos defendido ampliamente esta tesis, aplicada a Maquiavelo, en J.M. Bermudo,
Maquiavelo, consejero de príncipes. Barcelona, PUB, 1994.
lado, la fijación de los fines queda igualmente determinada, tal que no sean válidos
81 Es la linea que va de Cad Schmitt (La notion de politiqueo París, Calmann-Lévy, 1972) a
los ideales genéricamente humanistas y moralizantes. La opción democrática de la Julien Freund (L'éssence du politiqueo París, Sirey, 1965).
64 FILOSOFÍA POLíTICA UNA FILOSOFÍA POLíTICA PARA NUESTRO TIEMPO 65

dogmática, contextualista, en que la verdad y la justicia son dictados por la filosofía que se fija en su tercera función exige pensar este modelo de comunidad
consciencia común; en que fines e ideales son imprecisos, sin pretensiones de de forma completa y coherente, alejado de enunciaciones banales como «régimen
eternidad, eternamente revisables, como exigen tanto el relativismo filosófico de libertades» o «régimen de derechos».
dominante como la idea común de la democracia. En especial, esa opción democrática de la filosofía incluye tanto las reglas y
Estos argumentos, que no dejan de ser contingentes y eurocéntricos, sólo contenidos de la política en condiciones normales de deliberación y decisión, como
pueden aportar verosimilitud, pero no una explicación suficiente. No se argumenta en fases no normales, «excepcionales»80. La filosofía no debe guardar silencio ante
consistentemente por qué la intervención filosófica ha de estar subordinada a la situaciones de guerra, de insurrección, de resistencia, de desobediencia civil, de
democracia, es decir, por qué la intervención de la filosofía en el orden democrático revolución, consolándose con verlas como figuras de la barbarie ante las que la
ha de tender a fijarlo, protegerlo y desarrollarlo; o sea, no se argumenta por qué la razón sólo debe lamentar su impotencia. En rigor creemos que es a esas situaciones
democracia es la mejor opción para la filosofía. Las bondades reconocidas de la posibles a las que la filosofía debe prestar especial atención, en vez de abandonar la
democracia, incluidos los méritos de su idiosincrasia cultural, no son suficientes: política al juego de la fuerza y la destreza. En esas situaciones excepcionales la
la crisis del fundamento trascendente arrastra al nihilismo los valores comúnmente filosofía pone a prueba su capacidad de trascender el marco democrático para
atribuidos a la democracia, incluidos la tradición cultural, su absoluta hegemonía defender la democracia, el marco moral para defender la moralidad, e incluso el
actual y su aceptación libre y pública. marco de los derechos para defender el estado de derecho. La filosofía, en esas
De ahí la necesidad de una tercera tarea, de fijación del orden democrático; es la situaciones en que debe negar su propio orden, pone a prueba la autenticidad de
tarea genuinamente democratizadora. En rigor, las funciones de la filosofía de fijar su no ser ya una filosofía de verdades y valores eternos. Desde Maquiavelo, que ya
el procedimiento y los ideales son políticamente neutrales: podrían cumplirse advertía que a veces el bien se consigue mediante el mal, a Popper, quien con la
respecto a cualquier orden político. Su cualidad democrática les viene de su «paradoja de la tolerancia» apuesta por limitarla ante la intolerancia cuando ésta
subordinación a esta tercera función, que establece los límites y contenidos de la es una amenaza, la filosofía ha llamado a afrontar cara a cara este problema: las
democracia. Esta tarea es la definición y defensa del espacio democrático, su reglas convenientes para la paz no siempre son útiles para la guerra. La opción
distinción y protección frente a lo otro. Pensar lo otro, lo no democrático, es pensar democrática de la filosofía debe contemplar ambas situaciones, sin sacralizar ningún
el límite de la democracia y su negación; es ponerse a distancia, prevenirse frente a ordenamiento, defendiendo siempre aquello que incremente la potencia de obrar
ello, en definitiva, proteger la democracia. (democracia) y la potencia de pensar (filosofía) de los hombres.
La filosofía no puede legitimar su opción democrática desde los valores o los La filosofía política, por tanto, no sólo ha de construir métodos de
efectos exteriores de la misma. Sólo puede justificar su opción por la democracia, razonamiento y de deliberación entre personas civilizadas, que viven en la ciudad,
de acuerdo con nuestra argumentación, por sus consecuencias para la propia sino de contener lo que está en el exterior de la ciudad, lo que amenaza su paz, su
filosofía. Efectivamente, si hay un fin interno a un arte o a una disciplina que orden y su saber. La alternativa no está entre una idea de la política que entiende
aparezca como racional y aceptable, tal fin no puede ser otro que la perpetuación por esencia de la misma la contraposición eterna entre «amigo-enemigo»81 y otra
y perfeccionamiento de ese arte o disciplina, su reproducción, su perseveración en tendente a construir una «ética de la comunicación». La primera, en rigor, anula
el ser. En este sentido, la filosofía política, cualquiera que sea su concepción, su las diferencias entre los diversos regímenes, entre el interior y el exterior de lo
método, su campo de aplicación o sus objetivos, ha de compartir el fin de perpe- político; la segunda, reintroduce el idealismo político, aboga por el pensamiento
tuarse y perfeccionarse. Y como estamos persuadidos, y con buenas razones, de formal, alejado de las condiciones concretas y acaba por reinventar los derechos
que el espacio político democrático es el medio más favorable para que la filosofía naturales aunque ahora sean puestos como resultados de la deliberación política.
política actual cumpla ese fin intrínseco, en su esfuerzo de perfeccionamiento como Como decimos, no hay razones definitivas para aceptar esta alternativa; podemos
reflexión libre y racional ha de defender el medio externo democrático como buscar otras salidas.
condición óptima de su existencia. Creemos que la filosofía política debe explorar y comprender las vías de
Resaltamos la importancia de esta tercera función, que atribuye a la filosofía la constitución de un espacio político democrático y, al mismo tiempo, las vías de
responsabilidad de definir el espacio democrático y defenderlo; y subrayamos el defensa del mismo; o, si se prefiere, debe pensar las reglas de la deliberación y las
efecto de ésta función en las otras, que quedan bien determinadas. Así, el reglas del poder, la creación de un pueblo y la existencia de un príncipe. Cuando,
establecimiento de las reglas procedimentales no puede ser una operación neutral
y meramente formal, sino subordinada a una concepción global de la democracia,
tanto de sus contenidos como de las estrategias válidas para conseguirlos. Por otro 80 Hemos defendido ampliamente esta tesis, aplicada a Maquiavelo, en J.M. Bermudo,
Maquiavelo, consejero de príncipes. Barcelona, PUB, 1994.
lado, la fijación de los fines queda igualmente determinada, tal que no sean válidos
81 Es la linea que va de Carl Schmitt (La notion de politiqueo París, Calmann-Lévy, 1972) a
los ideales genéricamente humanistas y moralizantes. La opción democrática de la Julien Freund (L'éssence du politiqueo París, Sirey, 1965).
66 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 67

como ocurre en la comunidad democrática, se ha renunciado a la verdad, al Como ya hemos dicho, sospechamos que se trata de la crisis de la consciencia
conocimiento en sentido fuerte, como fundamento y guía, la política no tiene por de una época, de una civilización, que a su vez también surgió de otra crisis,
qué convertirse en reino del deseo, sino que sigue descansando en la razón, aunque magistralmente descrita por Paul Hazard en La crisis de la conciencia europea82 •
en un uso de la razón que, consciente de sí, asume ejercerse en el marco de Por tanto, algunas reflexiones sobre aquella crisis en el origen de nuestra civilización
procedimientos argumentativos constantes, renunciando a su estatus de facultad nos ayudarán a introducirnos en la crisis de la nuestra.
proveedora de verdades universales definitivas; una razón que se reconoce en los En efecto, P. Hazard describe en estos términos la crisis en los orígenes de la
límites de la construcción coherente de la experiencia común y que rechaza modernidad: «Primero se alza un gran clamor crítico; los recién llegados reprochan
postularse como deducción sistemática de la realidad. La política democrática, a sus antecesores no haberles transmitido más que una sociedad mal hecha, toda
contra lo que parecen inspirar las experiencias cotidianas en nuestros estados, no de ilusiones y sufrimientos; un pasado secular sólo ha llevado a la desgracia; y ¿por
repugna a la filosofía, sino que la necesita. La tarea de la filosofía política en la qué? De este modo entablan públicamente un proceso de tal audacia, que sólo
democracia no será ya la de aportar la verdad definitiva, sino la de evitar que las algunos hijos extraviados habían establecido oscuramente sus primeras piezas.
opiniones particulares se encierren en la más inexpugnable privacidad. O, lo que Pronto aparece el acusado: Cristo. El siglo XVIII no se contentó con una Reforma;
es lo mismo, si no puede garantizar la universalidad, al menos puede aspirar a lo que quiso abatir fue la cruz; lo que quiso borrar fue la idea de una comunicación
evitar la arbitrariedad, puesto que lo arbitrario es característico del pensamiento de Dios con el hombre, de una revelación; lo que quiso destruir fue una concepción
solipsista. religiosa de la vida»83.
En particular, la filosofía ha afrontar críticamente la tentación actual de sustituir La modernidad surge, según Hazard, como rebelión contra Dios; o, visto en
la voluntad de verdad por la voluntad de consenso; ha de hacer la deconstrucción positivo, como afirmación del hombre. Para decirlo en modelos políticos: la
de esta última, como se ha hecho con la primera desde Nietzsche y Heidegger. El modernidad, en negativo, es el rechazo de la ciudad de Dios; y, en positivo, la apuesta
acuerdo no es indigno sustituto de la verdad cuando no se olvida ésta; como decía por la ciudad de los hombres. Porque los modernos, los hombres del XVIII, de los
Rousseau, la vergüenza de la esclavitud no está en arrastrar las cadenas, sino en que somos directamente herederos, no sólo usaron de la crítica, sino que aspiraban
acostumbrarse a ellas hasta olvidar el deseo de libertad. Por encima de la voluntad a la construcción de un orden nuevo: «Estos audaces también reconstruían; la luz
de consenso la filosofía ha de poner siempre la voluntad de verdad; eso sí, con la de su razón disiparía las grandes masas de sombras de que estaba cubierta la tierra;
máxima tolerancia y con el talante desapasionado de quien sabe que nunca se volverían a encontrar el plan de la naturaleza y sólo tendrían que seguirlo para
dejará ver. Lo que la filosofía no puede aceptar es la democracia como gobierno de recobrar la felicidad perdida. Instituirían un nuevo derecho, que ya no tendría
la opinión, renunciando a la verdad, aunque redefiniendo ésta. nada que ver con el derecho divino; una nueva moral, independiente de toda
teología; una nueva política, que transformaría a los súbditos en ciudadanos. Para
3.3 Crisis en la ciudad de los hombres impedir a sus hijos recaer en los errores antiguos darían nuevos principios a la
educación. Entonces el cielo bajaría sobre la tierra. En los hermosos edificios claros
La crisis de la sociedad y cultura occidentales es una crisis muy genuina, pues la que habrían construido prosperarían generaciones que ya no necesitarían buscar
consciencia de crisis coexiste con la falta de evidencias de la misma, o con evidencias fuera de sí mismas su razón de ser, su grandeza y su felicidad»84.
de su ausencia, al menos en apariencia. Realmente parece insólito hablar de crisis La modernidad expresa la mayoría de edad del hombre, su renuncia a la tutela
de la sociedad occidental cuando los males históricos (guerras, revoluciones divina para asumir conscientemente su autodeterminación. En términos políticos
violentas, hambre, epidemias) parecen alejados de nuestro horizonte, sustituidos la modernidad se expresa en el proyecto de construir la ciudad de los hombres. El
por el progreso científico y tecnológico, el bienestar, la seguridad y la paz; parece pensamiento filosófico moderno nos aparece hoy, recogiendo una metáfora de P.
incluso irónico hablar de crisis política cuando la democracia se ha extendido, Hazard, como un conjunto de «talleres abandonados», restos de proyectos fallidos,
generalizado y consolidado en occidente, garantizando mejor que nunca los derruidos antes de haber acabado de componerse, desplazados por otros que con
derechos y libertades individuales y colectivos; en fin, parece una impostura hablar prisas y audacia les disputaron el privilegio, «dejando tras de sí, en lugar del orden
de crisis cultural cuando se ha generalizado la educación, consagrado el libre que habían soñado, un caos que ha aumentado»85.
albedrío, santificado el pluralismo ideológico, y fomentado indefinidamente la
creación e innovación literaria y artística y las formas de vida más diversas. Cuando
82 Paul Hazard, La crisis de la conciencia europea. Madrid, Revista de Occidente, 1941.
apenas hay razones para hablar de crisis, se ha extendido una consciencia generali-
83 P. Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII. Madrid, Alianza Universidad, 1985,
zada de ella; de ahí que la califiquemos de genuina y que consideremos importante pág. 10.
intentar comprenderla. 84 lbíd., pág. 10.
85 lbid., pág. 10.
68 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 69

La modernidad, insiste P. Hazard, es el triunfo de las «almas secas», en el sentido seguir la línea de P. Hazard, crisis del proyecto de una ciudad de los hombres. Es
de las «inteligencias sin piedad» que «no han querido, cobardemente, dejar el decir, la crisis social y la crisis cultural son tales por la falta de alternativa, es decir,
mundo como lo habían hallado»; la modernidad es el triunfo de las «almas por la impotencia de la política para renovar ese orden social y cultural o construir
combativas», del pensamiento audaz, preocupado obsesivamente por las cuestiones otro, para proponer un nuevo modelo de ciudad y de vida. En Aristóteles la comu-
esenciales (la verdad, la justicia, la vida), aspirando exclusivamente a la luz. En la nidad política era pensada como una forma de vida superior, un fin en sí mismo;
modernidad son desplazados a los márgenes los «corazones turbados», las se sustentaba sobre otras (familia, hogar, tribu) asociaciones, con otros fines, pero
«voluntades inciertas», las «almas nostálgicas», ansiosas de sombras y de «soles de no estaba subordinada a ellas. En el mundo moderno, en cambio, lo político
la noche», sedientas de misticismo y éxtasis; son rechazadas las «almas bellas», adquiere un significado instrumental, subordinado a la sociedad; en el modelo
sedientas de sentimiento y ambigüedad, amantes secretos de lo divino. contractualista dominante, el Estado se fundamenta siempre en necesidades de
No faltan intuiciones para pensar la nuestra, la crisis de la consciencia occidental, sobrevivencia del individuo y de seguridad de sus propiedades y relaciones con los
como el final de la época inaugurada por la crisis de la consciencia europea descrita otros. A la política se le asigna la tarea de crear un vínculo político -por el amor o
por P. Hazard. Ahora la razón es empujada a las fronteras, sustituida por la noche el temor, como diría Maquiavelo- que proteja y refuerce el débil vínculo social de
del deseo; ahora la ciudad de los hombres es negada, como ayer la ciudad de Dios, la esfera productiva y comercial, amenazado siempre tanto por las pasiones
en nombre de la asociación de individuos; el derecho humano, que entonces individuales como por los sentimientos de otros vínculos más fuertes (familia,
sustituyera al divino, ahora es desplazado por la ley. La filosofía da un paso más en tribu, nación, etc.) sobre los que la vida social se construye.
su misión penelopeana, desteje lo tejido, condena a las sombras los espacios por Por tanto, toda crisis de la sociedad implica una crisis de la política; en sentido
ella iluminados, rompe sus propios ídolos, vence su fatal pasión de sustituir la clásico, porque la vida política se apoya sobre la estabilidad y orden de las esferas
creencia en el error por la creencia en la verdad, se salva de su tentación de creer y domésticas y productivas, tal que la crisis de éstas arrastraría a la vida política; en
se enfrenta de nuevo a un espacio indeterminado, una tela limpia donde seguir sentido moderno, porque corresponde a la política la seguridad del orden social,
bordando. tal que la crisis de éste denota su impotencia.
Centrándonos en el momento actual, una característica de nuestra consciencia Sin duda alguna en la crisis social hay factores internos, de desintegración de
de la crisis occidental es su radicalismo y globalidad, al ser vivida como simultá- los lazos en que se funda; pero, en última instancia, toda crisis social expresa la
neamente crisis cultural, social y política. Crisis de la sociedad, como falta de unidad crisis de la política, la impotencia de la misma para garantizar, fortalecer, renovar
y de vínculo común; crisis política, como incapacidad de establecer y legitimar esa o sustituir esos lazos que aportan la unidad necesaria para la vida en común. En
unidad y ese vínculo, como carencia de un espacio público donde generarlo; crisis base a estos argumentos podemos afirmar que la crisis actual es fundamentalmente
cultural, como impotencia del individuo para comprender el sentido del mundo y crisis de la política.
su lugar en el mismo, como desconfianza en los cuadros de referencia sociales e N. Tenzer ha distinguido cuatro aspectos fundamentales de la crisis de la
institucionales. Por tanto, crisis global, que se manifiesta en las distintas esferas política: el estrechamiento del dominio público, el sentimiento de inutilidad de la
como crisis parciales, interdeterminándose unas a las otras: «En efecto, si la política política, la desaparición del sentimiento de comunidad y el agravamiento del
se hunde -y con ella el dominio público-, es porque ya no hay interés por los conflicto entre sociedad y política8? Es difícil cuestionar estos aspectos de nuestra
asuntos comunes y porque la misma sociedad se disgrega. Si la consciencia de la conciencia actual, especialmente desde una perspectiva como la de Tenzer, que
existencia de una sociedad desaparece, la idea misma de cultura común deviene distingue en línea arendtiana entre «público» y «social» y que entiende la política
un sinsentido yel individuo pierde todo punto de referencia. Hay crisis de la política como «deliberación» colectiva y forma de vida en común. De hecho, los cuatro
porque la sociedad ha perdido su cohesión y porque la política se autopresenta aspectos son sólo eso, simples fenómenos de un proceso unitario y bien trabado,
como demasiado ilegítima para volver a darle una; crisis de la sociedad porque la que describe con acentos nostálgicos. Denuncia que ni la derecha con su
cultura que formaba su cemento se ha diluido con los mecanismos de autoritarismo ni la izquierda con su mesianismo o historicismo han optado por la
interrelaciones que constituían su origen; crisis de la cultura, porque es crisis del sustantividad de la política, reduciéndola a instrumento al servicio de los individuos
pensamiento, incluso del deseo de pensar que, a fin de cuentas, dirige al hombre y no viéndola como forma común de vida. El liberalismo triunfante y el marxismo
hacia los otros -ya que no hay nunca pensamiento absolutamente solitario- y crítico, desde posiciones y objetivos diferentes, habrían contribuido, según Tenzer,
contiene la exigencia de un proyecto»86. a afianzar y extender esa idea de la política como forma de opresión, como contraria
Pero tal vez el protagonismo actual de la crisis corresponda a la política; la a la libertad y los derechos de los individuos; o, en el mejor de los casos, como
crisis de la consciencia occidental es eminentemente crisis de la política. 0, por simplemente inútil. Todo ello habría favorecido el debilitamiento del sentimiento

86 N. Tenzer, La société dépolitisée. París, PUF, 1990, pág. 10. 87 Ibid., págs. 11-l2.
70 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 71

de comunidad, de la voluntad de crear un sentido común, un espacio de pensa- lazo, el social, el del intercambio libre y pacífico. Desde el comunitarismo se
miento y de vida compartido; y se habría hecho en beneficio del individualismo, contempla la posición neoliberal como el fin, la inutilidad o la perversión de la
de la elección personal. De esta forma, la elección personal sirve de fuente a la política; desde el liberalismo, a su vez, se desprecia la nostalgia neo aristotélica de
instauración de normas que son vividas como opresivas y aceptadas con resigna- la polis, la añoranza romántica de la tribu o la nación, en fin, la obsesión de crear
ción; los individuos quedan unidos por normas universales, pero sin lazo y sin en la tierra la comunión de los santos. Y, en general, asistimos a la confusión,
comunicación entre ellos; la universalidad de la regla constrictiva queda exenta de desprestigio y desconfianza respecto a la política; y la filosofía debería asumir que
solidaridad. Y esta contradicción en el seno de la relación del individuo con lo los fracasos y miserias de la política son también los suyos.
universal o colectivo se visualiza en la oposición entre sociedad y política. En el momento actual el cuestionamiento de la política procede, en gran
Pero tal descripción ayuda poco a comprender la necesidad del proceso y, sobre medida, de la identificación entre política y poder y del actual rechazo de toda
todo, a definir una posición filosófica consistente. La clarificación del problema forma de poder. Si todo poder -no sólo el de origen divino, o violento, o el de
exige no confundir las relaciones objetivas con los sentimientos o formas de naturaleza tiránica- es declarado ilegítimo y la política es asimilada al poder en
consciencia; ni los elementos de la comunidad natural o histórica con el vínculo cuanto que, en definitiva, siempre conlleva la posibilidad de transformación social,
político racional que exige la democracia. En este sentido, los cuatro rasgos que entonces toda política deviene ilegítima. Lo que en definitiva se cuestiona es la
señala Tenzer, en el contexto que los sitúa y con el sentido que les otorga, no nos legitimidad de cualquier proyecto de transformación de la sociedad que vaya más
parecen significativos; refieren a un enfoque de los problemas actuales desde un allá de los acuerdos de sus socios; o sea, se acepta la legalidad como monopolio de
esquema comunidad/sociedad 88 fecundo para pensar la constitución de la la legitimidad; y se cuestiona la necesidad y la bondad de la política para la
modernidad capitalista, pero anacrónico para nuestro presente. Lo que ahora está perfección de la vida humana más allá de su función de consolidar la vida social. Y
en juego es, por decirlo en términos hegelianos, el paso de la sociedad civil al estado la fIlosofía guarda silencio, como si fuese la inspiradora del holocausto o del gulag.
sustantivo. 0, para decirlo con más compromiso: lo que está en crisis es la esperanza La reducción de la política a poder, su subordinación a la sociedad, se justifica
en ese paso. La sociedad civil, con esa forma de «estado exterior», que se vive como a veces desde la imposibilidad actual de aspirar a una forma de vida política. Se
lo otro, ajeno, enemigo, parece haberse instaurado definitivamente, como final de argumenta, por ejemplo, que la complejidad creciente de nuestras sociedades hace
la historia. Y, al mismo tiempo, la consciencia negativa, crítica, al tiempo que anula imposible la deliberación y tomas de decisión en común. La complejidad de nuestras
su compromiso con el presente al perder la esperanza da entrada a todo tipo de sociedades tiende, ciertamente, a sustituir el debate público por el poder de los
añoranzas áticas de comunidades cerradas. Ése es, a nuestro entender, el contexto especialistas; es el triunfo de la tecnocracia sobre la política, de los criterios técnicos
teórico en que hay que valorar los fenómenos del presente. sobre los criterios con sentido, de la legalidad sobre la legitimidad. La tecnocracia,
Es obvio que la política no tiene sentido si renuncia a construir lo común; su que en sí no es peligrosa cuando es instrumento de la política, deviene tal cuando
fracaso implica su sinsentido. Pero lo común suele ser interpretado de formas muy la sustituye, cuando el ciudadano deja de imponer el proyecto global, cuando las
diferentes. En las corrientes filosóficas comunitaristas se exige de la política la razones instrumentales sustituyen al razonamiento axiológico, cuando lo parcial
construcción de una comunidad cerrada; el liberalismo sólo exige de la misma la
creación y conservación de una sociedad abierta, de un mercado común. Entre
°
oscurece la globalidad. sea, la razón instrumental no expresa la perversión de la
filosofía, sino la ausencia de fIlosofía.
comunidad de alegrías y penas platónica o la comunidad de iguales aristotélica y la Pero también hay otros argumentos contrarios a la política y que proceden de
asociación del miedo hobbesiana o la asociación de mercaderes lockeana cabe una prejuicios privatistas. Si los técnicos acaban por restar campo a la política, los tabúes,
larga lista de opciones, como la comunidad democrática spinoziana, la sociedad de por su parte, al rechazar por principio todo cuanto parezca amenazar los espacios
hombres libres kantiana o la comunidad ética hegeliana, cada una de las cuales juega privados, imponen nuevos recortes al espacio público. De este modo, entre la
con un concepto particular de política. En síntesis, y en nuestros días, o se entiende tecnocracia y el liberalismo (en el momento actual) el espacio público, la política,
como política la deliberación, la construcción de una forma de vida en común, de queda fuertemente amenazado en su existencia.
un proyecto común, de un alma común, o se considera que la política es ejercicio El capitalismo parece incompatible con cualquier política que no sea externa
del poder que garantice la vida social, el intercambio, las transacciones libres. En el y subordinada a lo social. En nuestras sociedades, con desarrollo fuertemente
I
primer caso, sobre el lazo social se instaura un lazo político, sobre la vida social acelerado, junto a la política-poder, cuyo paradigma sería el «estado mínimo» de ,1,

una vida política; en el segundo, lo político es un instrumento al servicio del único Locke y Nozick, cobra cada vez más relieve la política-gestión, que extiende más y
más su función administradora sobre lo social, aunque sin perder el carácter
88 La alternativa comunidad/sociedad exige una referencia a F. T6nnies, Comunidad y instrumental y subordinado. La deliberación, la argumentación en común, las
sociedad. Buenos Aires, Losada, 1947. Ver también E. Durkheim, De la division du travail social. decisiones compartidas, son innecesarias y disfuncionales. Quienes entienden de
París, PUF, 1960. las cosas sociales son los técnicos, los especialistas de las ciencias del comporta-
72 FILOSOFÍA POLÍTICA UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 73

miento, que ponen a punto los recursos sociales, hombres incluidos, parea conseguir aportación de la filosofía a la construcción de la ciudad mediante la liberación (de
la optimización necesaria para sobrevivir en competencia. las ilusiones, de las ataduras de la ignorancia, el prejuicio y la pereza) de los hombres.
En la democracia ateniense, de evolución lenta, la política no era pensada como Llevar la política a la caverna es la manera filosófica de invitar a sobrevivir y
un debate para transformar la sociedad, sino al contrario, para conservar los valores vivir como hombres. Conviene recordar, regresando al mito, que la política es el
e instituciones atenienses. Por eso no era relevante quién ocupara las magistraturas, don con que Zeus corrigió el error de Epimete0 89 . Este, poco sabio, repartió mal
siendo sometidas a sorteo. No se contraponían modelos de ciudad; la política estaba las capacidades entre las distintas especies humanas, dejando al hombre mal dotado
al servicio de una forma de vivir en una ciudad, sin que se pusiera a debate la para sobrevivir.
naturaleza de la polis. Allí el poder era trivial, pues se ejercía de forma itinerante y Epimeteo, no se dio cuenta de que había gastado las capacidades en los animales;
en el marco de instituciones y valores compartidos; el poder no podía autono- entonces todavía le quedaba sin dotar la especie humana, y no sabía qué hacer.
mizarse. Prometeo, al constatar que llegaba el día y que el hombre no estaba preparado
Hoyes diferente. El número y la complejidad social imponen la necesidad de para salir de la tierra a la luz, robó a Hefesto y a Atenea su sabiduría profesional,
la representación y, por tanto, la posibilidad del distanciamiento entre los ciudada- junto con el fuego, y se los entregó al hombre para compensar su debilidad y
nos y el poder político; el fuerte ritmo de desarrollo, pone la posibilidad de modelos posibilitar su sobrevivencia. De este modo el hombre quedó emparentado con los
alternativos. La confluencia de ambos factores pone sobre el tapete el problema de dioses, al poseer su sabiduría; Prometeo pagaría cara su audacia.
la necesidad y la (im)posibilidad de la política. Hoy estamos en sociedades Así pudo el hombre creer en los dioses, esculpir estatuas y construir altares;
heterogéneas; y estamos en sociedades con un poder político institucionalmente después, articuló rápidamente, con conocimiento, la voz y los nombres, desarrolló
separado de los ciudadanos. Las posibilidades de la política, de la existencia de un el lenguaje y el pensamiento, fabricó instrumentos e inventó sus casas, vestidos,
espacio público de deliberación y decisión, pasa por la existencia de un puente, de calzados, coberturas y alimentos del campo. Pero no sabían vivir juntos, habitando
una difícil y problemática comunicación. Tanto más necesaria cuanto que hoy, a en dispersión, siendo fáciles presas de las fieras y los enemigos; no poseían el arte
diferencia de Atenas, el poder político debe decidir constantemente sobre la de la política, a la que el arte bélico pertenece. Intentaban reunirse y ponerse a
construcción renovada de la ciudad, de sus valores e instituciones, de las relaciones salvo con la fundación de ciudades; pero, cuando se reunían, se atacaban unos a
entre los miembros. los otros, al no poseer la ciencia de la política; de modo que de nuevo se dispersaban
Cuando se disuelven las comunidades tradicionales, la política ha de asumir y desaparecían.
como tarea la de establecer una comunicación, un vínculo político entre los Zeus, entonces, temió que sucumbiera toda nuestra raza, y envió a Hermes
ciudadanos, tal que refuerce y consagre el vínculo social y ofrezca un marco de que trajera a los hombres el sentido moral y la justicia, para que hubiera en las
referencia cultural para el individuo. Sin dicho vínculo o proyecto común, la ciudades orden y lazos de amistad. Preguntó Hermes a Zeus de qué modo distribuiría
sociedad no tiene sentido, disolviéndose en una pluralidad heterogénea de entre los hombres el sentido moral y la justicia: «¿La reparto como están repartidos
intercambios particulares ajenos al espacio y al tiempo; igualmente, sin el vínculo los conocimientos? Están repartidos así: con uno solo que domine la medicina
político desaparece cualquier identidad cultural e histórica que sirva al individuo vale para muchos particulares, y lo mismo los otros profesionales. ¿También ahora
para ordenar su vida. Sin ese vínculo, en definitiva, no hay un lenguaje común, no la justicia y el sentido moral los infundiré así a algunos humanos, o los reparto
hay una vida individual o colectiva con sentido. Y surge la conciencia de crisis. entre todos?». «Entre todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues no habría
ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como de los otros conocimientos.
Además, impón una ley de mi parte: que al incapaz de participar del honor y la
4. El mensaje a los de abajo justicia lo eliminen como a una enfermedad de la ciudad»90.
La política, don de los dioses, es enviada y prescrita a los hombres con dos
A pesar del sombrío panorama que hemos descrito, la filosofía política no puede, finalidades. Primera, para su sobrevivencia, para que haya orden, puedan vivir
sin condenarse al silencio, renunciar a elaborar y llevar un mensaje «a los de abajo»; juntos y defenderse juntos de los enemigos comunes; segunda, y por ello el arte de
y, de lo que venimos diciendo, puede desprenderse que el mensaje que la filosofía la política se distribuye igualitariamente, entre todos, a diferencia de los demás
ha de llevar a la ciudad es la política, es decir, el fundamento, las reglas y los conocimientos, para que haya lazos de amistad. Zeus es contundente al afirmar
contenidos del discurso político y de la manera de vivir en la ciudad. Esa es su que la política, además de una necesidad para la ciudad es un deber para los
aportación a la caverna para su iluminación, para que los mudos espectadores ciudadanos: quien sea incapaz de participar en la vida pública, de intervenir en la
atados a sus asientos rompan sus ligaduras, dialoguen, se conozcan y reconozcan, vida de la ciudad, que sea considerado una enfermedad.
descubran a los portadores de objetos, a los tramoyistas simuladores-disimuladores
de la realidad, a cuantos juegan con sombras y dominan con ellas; esa es la 89 Protágoras, 320c. 90 Ibíd., 320c.
UNA FILOSOFÍA POLÍTICA PARA NUESTRO TIEMPO 75
74 FILOSOFÍA POLÍTICA

Pero Zeus lo tenía mucho más fácil que nosotros; en general, a la hora de comunes (política-gestión). La idea que la filosofía se ha ido haciendo de la política
prescribir los dioses tienen todas las ventajas sobre los hombres, ventajas que crecen a lo largo de la historia ha ido cambiando con las circunstancias sociales y
cuando los hombres no sólo no viven ya entre los dioses, como Prometeo, sino especulativas; hoy nos parece sin sentido aspirar a definir una «esencia de la
que viven lejos ellos. En esta situación no se trata de pensar y prescribir una política», como intenta J. Freund en l' essence du politique; sólo ca~e aspirar a
comunidad política buena, justa, perfecta, de acuerdo con ideales externos a la construir una idea de la política ajustada a las exigencias de nuestro tIempo.
ciudad, sino de pensar una forma colectiva de existencia humana que posibilite la Queremos decir, en definitiva, que el mensaje que la filosofía puede hoy llevar
vida política yel debate filosófico, como únicos mecanismos de autodeterminación a los de abajo ha de estar adaptado a nuestro tiempo en el doble sentido de tener
de los hombres y los pueblos. Tal vez no pueda la filosofía decir a los de abajo presente las necesidades y posibilidades, la realidad, de nuestra comunidad, y de
cómo deben vivir, pero aún puede afirmar que necesitan y es bueno vivir juntos y ser elaborado en los estrechos márgenes que a la filosofía le deja su propia historia;
decidir en común la forma de vida. ya no puede definir la idea del bien, ni proponer grandes ideales, pero puede decir
y tal vez algunas cosas más, aunque sean negativas, pueden ser establecidas aún sobre el mismo ciertas cosas con sentido. No podemos creer en los mensajes
con claridad, en línea con lo dicho. El dramatismo de la situación provoca dos de ayer, tras las crisis de las ideologías totalizadoras; pero hay algunas cosas que la
tentaciones que la filosofía política debe controlar: la tentación del regreso a filosofía aún puede decir razonablemente, y desde las cuales construir su discurso
discursos fundamentalistas y la tentación del abandono al pensamiento débil. En político. Entre ellas destacamos cuatro ideas que, en su dependencia recíproca,
cuanto al primero, la filosofía, la filosofía política, no puede permitirse el lujo de configuran un campo de reflexión y un modelo, un ideal práctico, que aún hoy
regresar al anacronismo: ha de pensar en los límites que su propia historia le traza; nos parece con sentido; cuatro ideas, por tanto, que pueden articular el mensaje
no puede reproducir errores e ingenuidades. Hoy pensamos después de Marx, de que el filósofo debe llevar a los de abajo.
Freud, de Nietzsche, de Heidegger, de Wittgenstein, de Foucault... ; y ello nos pone La filosofía puede, aún hoy, decir a los de abajo que el bien del hombre y el de
límites y obligaciones. la ciudad son el mismo bien. Y, por si alguno cuestionara aún la conveniencia del
Pero entregarse al pensamiento débil, sucumbir al nihilismo, no es sino la regreso a la caverna y rechazara la función del filósofo mensajero, la filosofía todavía
versión derrotada del fundamentalismo. Entre el dogmático y el escéptico, decía puede decir hoy que el bien del hombre y el de la ciudad son el mismo bien que el
Hume, cabe la consciencia de quien ha vivido conscientemente ambas experiencias de la filosofía. Es decir, que lo que es bueno para uno, lo que favorece su desarrollo,
y, en consecuencia, sabe la arbitrariedad de la decisión de instalarse definitivamente tiene los mismos efectos positivos en los otros dos ámbitos de la realidad; o sea,
en una u otra; en fin, la consciencia de quien acepta que entre el conocimiento que es buena la filosofía para el hombre y para la ciudad, pero que también es
divino y la ignorancia humana cabe el trabajo humano-cuasi-divino de conocer buena la ciudad para la filosofía y para el hombre; y que, a la inversa, el hombre es
las sombras. bueno para la filosofía y para la ciudad.
Aceptando ese giro antifundamentalista y venciendo la tentación nihilista, la Creemos que la filosofía aún puede afirmar hoy una tercera tesis, a saber, que
filosofía actual ya ha esbozado algunas direcciones. La concepción arendtiana de el bien del hombre, el de la ciudad y el de la filosofía es la política. Es decir, que
la «vida activa», el proyecto habermasiano de «comunidad de diálogo», las defender la política, que definir un hombre y una ciudad en la que la política sea
sugerencias pragmatistas de Rorty, el pacto sin diálogo, bajo el velo de la ignorancia, posible, es bueno para el hombre, para la ciudad, para la filosofía y para la política
de Rawls, la «renovación de la filosofía» en una alternativa entre el cientificismo y misma. Y, para cerrar el argumento, en la medida que se entienda por intrínseco a
el nihilismo de Hilary Putnan ... , entre otras muchas, son reflexiones que constituyen la política no sólo la gestión del poder, la administración de las personas y las
un mapa, que hay que transitar antes de decidir un camino. La consciencia del cosas y la noble tarea de impartir justicia, sino también la práctica de la deliberación,
momento filosófico, de sus límites, sus problemas, sus paradojas y sus alternativas, la construcción de lo común, la génesis y ensanchamiento de la unidad, la
nos parece una buena plataforma de salida; pero hay que saber hacia donde dirigir producción de ciudadanía, la filosofía puede afirmar que es bueno defender la
la mirada. democracia como forma de gobierno que posibilita la política, en rigor, como única
Hemos de encontrar una vía de reflexión entre el fundamentalismo y el forma de gobierno que contiene la política en el sentido aludido.
nihilismo; y hemos de hacerlo partiendo de los intentos actuales en ese sentido, Creemos, por tanto, que aún se puede decir que el bien del hombre y el bien de
aunque sin quedar necesariamente enredados en ello. Hemos de analizar el la ciudad son el mismo bien; que el bien de la filosofía es el mismo bien que el de
significado de la añoranza de la política que contagia la filosofía actual, y las la política; que el hombre, la ciudad, la filosofía y la política tienen el mismo bien
posibilidades de conceptualizar la política como deliberación (política-comunidad); y el mismo mal; que la mala política conlleva el mal social y la mala sociedad, el
pero también hemos de explorar otras vías, como la relación de la política con la mal del hombre y el hombre malo, el mal de la filosofía y la filosofía mala; y
distribución equitativa (política-justicia), o con el mantenimiento del orden y la viceversa; que la mala filosofía va de consuno con la mala política, la mala ciudad
seguridad (política-gobierno), o con la administración eficaz de los recursos y el mal hombre ... Creemos que estas ideas trazan la vereda de la reflexión, de una
76 FILOSOFÍA POLÍTICA

reflexión suficiente para iluminar la caverna; y creemos que, con ellas, pueden 3. La disciplina y sus fronteras
decirse otras muchas cosas particulares, cuyo sentido legitiman, a posteriori, esas
ideas que ahora sólo podemos afirmar dogmáticamente.
Creemos, en fin, que aun pueden decirse con sentido otras muchas cosas, e
incluirlas en el mensaje. La filosofía política hoy, si quiere ser mensaje para los de
abajo, si quiere pensar la caverna, ha de enfrentarse a «la parte oscura del hombre»,
a la guerra, a la masa, a lo irracional; ha de pensar, igualmente, «las sombras de la «La disciplina exige a veces la clausura, la especificación
ciudad», sus partes inquietantes, injustificables, como el poder y su legitimación; de un lugar heterogéneo a todos los demás y cerrado
pero el mensaje a los de abajo también ha de incluir el pensamiento de las luces de sobre sí mismo. ( ... ) Pero el principio de clausura no es
la ciudad, sus espacios de esperanzas, como la libertad, los derechos y la democracia. ni constante, ni indispensable, ni suficiente en los
Las luces y las sombras, pues, tal como nuestra historia, nuestra ciencia y nuestra aparatos disciplinarios. Estos trabajan el espacio de una
conciencia nos permiten representárnoslas; quedarse en añoranzas y utopías, manera mucho más flexible y más fina. Y en primer
ignorando el trabajo de la historia, equivale a condenarse al anacronismo. lugar según el principio de localización elemental o de
Éstas y otras grandes cuestiones serán las que iremos abordando sucesivamente. la división en zonas. A cada individuo su lugar; y en
En conjunto, y con las matizaciones que iremos estableciendo, se enmarcarán en cada emplazamiento un individuo. Evitar las distribu-
una cierta reivindicación de la política, aunque estemos en un momento histórico ciones por grupos; descomponer las implantaciones
en que tiene escaso crédito. Reivindicaremos la política en su dimensión más débil, colectivas; analizar las pluralidades confusas, masivas
como arte y práctica de construcción humana de lo común. Hoy no es necesario, o huidizas. El espacio disciplinario tiende a dividirse
en nuestro mundo occidental, reivindicar la política-gestión, que en términos en tantas parcelas como cuerpos o elementos que
clásicos es más una acción social del gobierno que verdaderamente política; aunque repartir hay».
M. Foucault, Vigilar y castigar
no estará ausente, tampoco concederemos la relevancia que se merecen la
reivindicación de la política-justicia, que es propiamente una acción sociopolítica
(ordenación de la sociedad articulando la esfera de la sociedad civil y una cierta
idea de comunidad); aunque abordaremos esas dimensiones de la política, nos l. La filosofía política como disciplina
preocupa más aquí y ahora constatar el déficit político-comunitario de nuestros
estados y reivindicar la articulación de la política-gobierno y la política-comunidad, La clasificación de las ciencias es una tarea tan antigua y variada como la historia
en definitiva, la articulación del poder político y de la vida política como forma misma del saber. Desde el arbor scientiarum de Porfirio, donde el objeto atribuía la
sustantiva de vida humana. Reivindicamos la política que exige la filosofía actual: especificidad, el rango y la eminencia de cada ciencia: pasa~do ~or l~, clasificaci~n
la política-deliberación, la que tiene por objetivo no tanto la justicia como la ofrecida en l' Encyclopédie, en la cual la facultad del sUJeto (lmagmaclOn, memona,
solidaridad; no sólo los derechos, sino la cooperación; no la armonía, sino la razón) determina la división, el orden y la jerarquía, hasta nuestros días, en que el
identidad. Pero también la política incomprendida o negada por buena parte de aparato institucional de investigación y docencia universitaria imp.o~e.los códigos
esta filosofía, la política-gobierno, la función del poder político, la necesidad de la disciplinares y las líneas preferentes, los esfuerzos humanos por ~IVldlr y ~rdenar
decisión, la legitimidad de la fuerza de la ley. En definitiva, reivindicaremos la el ámbito del saber han sido constantes, y a veces con resultados bizarros. Sm duda
política en tanto que tarea de generar comunidad de hombres en la medida de lo alguna esas diversas y sucesivas clasificaciones responde~ en gran pa~te a
posible por el diálogo y la comprensión mutua y en la medida que no sea así por la determinaciones externas a la producción del saber, aunque no Siempre mezqmnas;
el poder institucional de la ley; hombres que en la medida de lo posible se pero no es menos cierto que la división del saber ?a sido también si:m~:,e ~na
comprendan y en la medida en que no sea así se respeten; que en la medida de lo exigencia interna, de especialización metodológiCa, conceptual y lmgUlstl~a,
posible piensen en común y, en la medida en que así no sea toleren sus ideas. imprescindible cuando el conocimiento adquiere un fuerte desarrollo y tecmfi-
Hombres que caminen juntos y, cuando no se posible, que dejen caminar. Por cación. Tan arbitraria nos parece la sospecha generalizada sobre cualquier frontera
tanto, al mismo tiempo, iremos describiendo esa ciudad, esa política, ese hombre de los saberes como el establecimiento en las mismas de controles aduaneros. La
y esa filosofía, reconstruyendo los conceptos unos en función de otros, sin orden división del saber es hoy un hecho y responde a la necesidad; pero no hay razones
fijo de fundamentación, pero con pretensiones de coherencia y racionalidad. confesables para el cantonalismo científico. . ., . . .
En la actualidad puede apreciarse una potente determmaclOn mstItucIOnal
tendente a imponer una rígida división en disciplinas bien acotadas, pues de la
78 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DISCIPLINA Y SUS FRONTERAS 79

evidencia de los límites depende su instalación académica y las dotaciones experiencia histórica en que se vivió, aunque fuera imaginariamente, el mito del
presupuestarias que posibilitan su cultivo por los especialistas; y, paradójicamente, filósofo-rey: la unidad proclamada por Marx entre la cabeza y el corazón, entre la
esa tendencia a la división del saber en disciplinas coexiste con la llamada creciente filosofía y el proletariado, fue metamorfoseada en la unidad en el militante de la
a la interdisciplinariedad, como exigencia de un método más razonable y una posición filosófica y del compromiso político. Se vivió, además, con la consciencia
práctica científica más eficaz. La filosofía política no podía escapar a esta proble- idealista de una acción política dirigida por la filosofía. Esta determinación histórica
mática, moviéndose entre un esfuerzo de individualización temática, metodológica y sociológica no es indiferente al hecho de que en el actual rechazo de la filosofía
y léxica y otro de contacto e indefinición con disciplinas vecinas en el mapa del resuenen los ecos de una derrota: a veces en el dramático reconocimiento de que,
saber, como la ética, la sociología política o la antropología. al fin, la revolución cultural fue derrotada por el mercado y la esperanza de una
Esta situación fáctica no tendría mayor interés para nosotros si la filosofía comunidad comunista por el afianzamiento del individualismo liberal; otras veces
actual no hubiera planteado y problematizado la legitimidad y la función del saber en la afanosa búsqueda de camuflaje y de perdón, presentando la opción política
convertido en disciplina, sea como saber disciplinado, sea como saber disciplinario. de ayer como una juvenil e inocente opción estética.
Y, sobre todo, porque bajo el planteamiento más bien técnico de la división del De todas formas, no son aceptables las explicaciones basadas en la psico-
saber late un problema filosófico eterno que la filosofía política no puede obviar: patología de la vida cotidiana; hay que buscar elementos teóricos e históricos más
el de la relación de la filosofía con el poder político. relevantes. Y, en este sentido, debemos considerar la tendencia intrínseca a la
Desde la mirada de la modernidad, que es la que está en juego, una filosofía filosofía de pensar la identidad entre el saber y el poder. No podemos olvidar que
disciplinada sugiere inmediatamente la peor forma de perversión, la de una filosofía cuando los hombres pensaron a Dios, en su idea le dotaron de dos poderes:
lacaya, sumisa al poder político; en cambio, una filosofía disciplinaria, que pone el omnisciencia y omnipotencia, capacidad infinita de pensar y poder infinito de
orden y la legitimidad, que crea el cosmos y la polis, parece digna y conforme a su realizar sus ideas. En la tradición filosófica, los rostros más propios de Dios siempre
esencia. Desde la mirada postmoderna se comparte el rechazo del saber discipli- fueron, junto al de Padre y al de Juez, el de Sabio y el de Arquitecto o Creador. El
nado, pero se descarga la crítica contra toda pretensión disciplinaria. Tan inso- filósofo-rey, por tanto, es la figura de Dios en la ciudad.
portable es, al respecto, el saber al servicio del poder como el saber convertido en A su modo, es lo que recoge el célebre pasaje de la República de Platón, donde
poder. La sospecha de que la filosofía es la voz o el lenguaje del poder pone a describe la única situación posible para que la ciudad esté bien ordenada, para que
aquella como problema91 . sea racional y justa: «A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que
ahora son llamados reyes y gobernantes lleguen a filósofos, tal que coincidan en
1.1 Entre el rey-filósofo y el filósofo-rey una misma persona el poder político y la filosofía, no habrá fin de los males para
los Estados ni para el género humano»93.
La opción moderna de la filosofía entre disciplinada y disciplinaria describe la Es fácil ver que la metáfora platónica identifica dos posibilidades, como si se
historia de la relación entre la filosofía y el poder. Su primera formulación la tratara de dos VÍas hacia lo mismo, hacia la unidad final; pero bien reinterpretadas
encontramos en la República de Platón, donde la pasión disciplinadora del filósofo la diferencia de los trayectos expresa y determina la asimetría de las figuras que
ateniense toma cuerpo en la figura del filósofo rey, que expresa la entrada en política cada uno origina. Hoy debemos pensar la metáfora platónica desdoblada en dos
de los filósofos, condición de la ciudad bien hecha. La crisis de esa figura en nuestra figuras: la del filósofo-rey y el del rey-filósofo. Planteado ingenuamente, como hace
época no es ajena a la deserción de los filósofos, al fin arrojados del templo. El Platón, las dos figuras, con distinto origen, se confunden. El párrafo final así lo
creciente cuestionamiento de la función política de la filosofía, la cada vez más testimonia, al poner como relevante para el buen orden de la polis y del mundo no
sonora llamada a la deserción de la política, sólo es comprensible desde la el proceso hacia la identidad -de filósofo a rey o de rey a filósofo-, sino el resultado:
reformulación de la relación entre saber y poder, desde la reinterpretación del que en la misma persona coincidan el saber y el poder.
filósofo rey. Una interpretación menos ingenua, desde la sospecha, nos exige pensar la
La línea de reflexión actual que con mayor insistencia insta a la deserción construcción de esa unidad, tal que aparezcan bien diferenciadas las situaciones
política de la filosofía procede de la militancia filosófica y política de izquierda, en finales. Nos exige distinguir entre «filósofo-rey» como nombre de una situación en
la atmósfera marxista y contracultural del '6892. Procede, por tanto de una que la voz de la filosofía deviene criterio y fundamento de la política; y «rey-filósofo»
como nombre de otra situación en que la voluntad del gobernante deviene filosofía,
91 Algunos textos interesantes pueden encontrarse en AA.VV., Le retrait du politiqueo París,
1983.
92 Entre ellos citamos a A. Badiou, «Contre la philosophie p'olitique», en Abrégé de méta- 93 República, 473d. Hay otras referencias al tema: «antes de que la raza de los filósofos
politiqueo París, Seuil, 1998; y R. Esposito, Confines de lo político. Madrid, Ed. Trotta, 1996, obtenga el control del Estado, no cesarán los males para el Estado y para los ciudadanos» (Ibíd.,
pág. 19. V1, SOle).
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creencia o fe oficiales. La importancia de esta distinción se aprecia bien en Maquiavelo nos ofrece las mejores lecciones del peor maquiavelismo: el rey no
situaciones como la nuestra, en que tanto el sujeto del poder como el del saber son puede ser filósofo porque la filosofía va contra la política, contra la defensa del
institucionales, despersonalizados; en que el poder, variado y diseminado, es pueblo. Maquiavelo, el florentino genial, nos ofrece paradójicamente la lección
resultado de una compleja red de determinaciones; en que los procedimientos y opuesta: la filosofía puede y debe decir cuándo el príncipe debe, para salvar el
sus mediaciones determinan el resultado más que la esencia de los sujetos. Hoy la pueblo, su identidad y sus valores, suspender los compromisos y normas morales
relación entre saber y poder no puede pensarse como relación de dos sujetos válidos en situaciones de normalidad.
sustantivos, como relación entre un cogito o un sujeto trascendental y una voluntad. Aunque Federico hacía lo imposible por convencer de que «se puede ser político
Las forma actual de determinación de la política por la filosofía, por tanto, ha de por deber y filósofo por inclinación», la verdad es que distaba mucho de ser filósofo;
valorarse al margen de la consciencia del filósofo, de su sentimiento de alejamiento apenas pasaba de ser un rey con ciertos intereses literarios y algunos problemas de
e impotencia. Hoy la relación entre filosofía y política se da sin necesidad de la consciencia cristiana. Rousseau podía decir con su genial desenvoltura: «Su gloria
identidad personal entre filósofo y político, como creía Platón; ni siquiera es y su provecho, he ahí su Ley; pues piensa como filósofo y se comporta como Rey».
necesaria la relación interpersonal entre lo filosófico y lo político, como soñaron Tampoco Diderot, a pesar de sus coqueteos iniciales, conservaría la esperanza
los «consejeros de príncipes». en el rey-filósofo. En textos como Páginas contra un tirano, o Conversaciones con
La filosofía nunca se tomó en serio la primera versión platónica del mito, salvo Catalina JI, o Mi ensoñación, muy mía, de Denis el filósofo, da muestras de sus
en alguna versión teológica fundamentalista; las teocracias, en todo caso, no tienen recelos. Su desesperanza avanza con la edad. En su vejez, cuando reconvierte la
hoy presencia en occidente. Más atracción sintió por la segunda versión, tal vez breve Vida de Séneca en todo un tratado histórico-filosófico sobre El reinado de
porque, en tal proyecto, el filósofo pensaba que le estaba reservado un papel sagrado: Claudia y Nerón, llega a decir con amargura que era preferible un déspota sin más
el de educador de príncipes y consejero de reyes. Lo cierto es que esta versión del a un «déspota ilustrado», por la capacidad de éste para neutralizar la rebelión con
mito, menos extravagante, fue cultivada más o menos secretamente durante siglos vanas esperanzas.
en el corazón de los filósofos, que soñaban con una precepto ría real, que escribían Por tanto, rota definitivamente la ilusión del déspota ilustrado, la propia
«espejos de príncipes» y luego discursos o tratados formalmente dirigidos a los modernidad revisa el mito y plantea la relación entre filosofía y política desde la
soberanos; incluso había especialistas en escribir proyectos legislativos y códigos sospecha: ¿puede la voz de la filosofía influir en la construcción de la ciudad?; en
constitucionales por encargo, como Locke, Diderot o Bentham. tal caso, ¿por mediación de los gobernantes o directamente sobre el pueblo?; por
Debieron ser muchas las desilusiones. ¡Cuánto desaire, cuánta traición, cuánta otro lado, ¿cómo controlar el riesgo de que la voz del poder se haga pasar por
concesión inútil! ¡Qué precio tan alto pagó la filosofía por su adúltero amorío con filosofía?; ¿cómo garantizar que la filosofía no simule librepensamiento siendo
los príncipes, de la Monarquía o de la Iglesia! R.R. Aramayo nos relata, con suficiente voz de un amo?
erudición, las desventuras de Voltaire por convencer a Federico II de Prusia que Las filosofías de la historia del XVIII Y el XIX, perdida la inocencia, prefieren
podía ser rey y filósofo, como el mismo monarca deseaba; todo fue en vano. Al reenviar a la historia la realización política de la filosofía, a través del juego de la
final, en el relato la cordura parece estar de parte del rey, que afirma con frívola astucia de la razón; la filosofía confía a la historia lo que no puede confiar al filósofo-
sinceridad la incompatibilidad entre ambas funciones en reflexiones como éstas: rey ni al rey-filósofo. Resultará ser una nueva ilusión. Al final se descubre que la
«Confío en que la posteridad acierte a distinguir dentro de mí al filósofo del príncipe razón no trabaja en la historia, que ésta es un proceso sin sentido, sin verdad,
y al hombre honesto del político. Debo confesar que resulta muy difícil conservar simple reino de indiferentes acontecimientos. Se comprende, pues, la desesperanza
un talante ingenuo y caracterizado por la honestidad al quedar atrapado en el y la tentación ironista.
gran torbellino político de Europa. Expuesto a ser constantemente traicionado De todas formas, esta desesperanza es también una figura de la historia.
por sus aliados, abandonado por sus amigos, avasallado por los celos y la envidia, Interpretarla exige romper con la falsa alternativa de elegir entre el nihilismo ironista
uno se ve constreñido finalmente a escoger entre la terrible resolución de sacrificar y las metáforas del filósofo-rey y de la astucia de la razón para pensar la relación
su pueblo o su palabra»94. entre filosofía y política. Los mismos cambios en la forma de practicarse la filosofía
En esa tesitura, viene a concluir el imposible rey-filósofo, hay que sacrificar el y la política en nuestra época invitan a romper con esas representaciones personales
deber que prescribe el saber al que exige el poder. Porque, «¿acaso vale más que la del poder y del saber, cuyos residuos determinan la mala consciencia de que la
población perezca o que rompa su tratado el príncipe? ¿Quién sería tan idiota filosofía ha de elegir entre la servidumbre y la esterilidad. En el escenario que
como para titubear ante semejante cuestión?»95. Ciertamente, el autor del Anti- impone la metáfora del filósofo- rey ya no es posible pensar la relación entre filosofía
y política; hoy se ha de tener en cuenta la forma difusa del espacio público, la
94 Cf R.R. Aramayo, La quimera del rey filósofo. Madrid, Taurus, 1997, pág. 72. diseminación del poder, los cuadros institucionales en que se ejercen la política y
95 Ibíd., 76. la filosofía, las mediaciones procedimentales en la práctica política y las mediaciones
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mediáticas en la difusión de la filosofía. Sin tener en cuenta el nuevo escenario la consciencia de las masas, de convertir en arma material el arma espiritual). No es
seducción de la llamada a la deserción se hace tan irresistible como el canto de las trivial que, con frecuencia, quienes afirman la indudable e irremediable sumisión
sirenas, y la filosofía no regresará a Ítaca. de la filosofía moderna al poder (elevando lo particular a universal, silenciando
los momentos de rebeldía y convirtiendo la contingencia en esencia), suelen
1.2 La filosofía en el mercado inclinarse por cierta sublimación de la derrota, entonan una semiescatología de
tonalidades estéticas, invitan a apostar por el nihilismo, cuando no por el regreso
Desde el horizonte del filósofo- rey, nuestra época evidencia sin disimulo el divorcio a los clásicos, dos opciones alternativas entre sí, pero bastante coincidentes no
entre el poder político y la filosofía. Los filósofos, siempre aspirantes secretos a sólo en el diagnóstico sino en el mensaje fundamental: invitación al hombre a que
consejeros de príncipes, parecen hoy marginados por una política que se legitima renuncie a escribir su propia historia. Es lo que en realidad se dice, de forma un
en todo menos en una filosofía y que, en gran medida, ha procurado silenciar y tanto barroca, cuando se considera que, en los nuevos tiempos postmodernos, la
someter la filosofía. Ante este dominio de la política sobre la filosofía, ante la filosofía política es imposible como disciplina y como indisciplina, tendiendo a
hegemonía de una filosofía politica disciplinada, se han alzado emotivas voces convertirse en una «postfilosofía postpolítica»98, reconciliada con lo existente.
que, asociando o confundiendo la filosofía como saber disciplinar y como saber Si tuviéramos que hacer un juicio sobre la filosofía contemporánea, asumiendo
disciplinado, se rebelan contra la subordinación declarando a la filosofía «una todos los riesgos de la universalización, sería éste: tentación de fuga, tentación de
disciplina imposible»96. Ciertamente, si por disciplina se entiende la sumisión del deserción. Observamos una tendencia creciente de la filosofía al auto exilio, a
discurso filosófico a las sinrazones del poder político, parece más noble y más enunciar su ostracismo, a asignarse a sí misma lugares ajenos e impropios. Del
filosófico aspirar a una filosofía política como indisciplina, como rebelión o crítica; discurso racional se traslada al diálogo; del diá-logo, aún filosófico, se pasa a la con-
pero la disciplinariedad incluye contenidos ajenos a la relación entre la filosofía y versación y al con-senso; por tanto, tras renunciar al fundamento trascendente se
el poder. renuncia al fundamento racional, como exige el momento; y la filosofía se libera,
Hay, sin duda, razones para decir que «La política de la modernidad se ha al mismo tiempo que de su dimensión epistemológica, de su dimensión práctica,
constituido frente a la filosofía, y lo ha hecho valiéndose de al menos dos y se disuelve en la narratividad.
procedimientos de exclusión combinados, el que con poder de ignorar decreta su Queremos llamar la atención sobre el carácter sospechoso de esta fuga de sí
inexistencia y el que con poder de domesticar absorbe su existencia»97; pero dichas misma de la filosofía política. La declaración de la imposibilidad de una filosofía
razones son insuficientes para afirmar la tesis con carácter de universalidad. La política pura, no perversa, no servil ante el poder, parece la estrategia de la filosofía
historia en general, y no sólo la moderna, está llena de casos de silenciamiento; del poder, el triunfo del rey filósofo; el poder es más arbitrario sin filosofía y sin ley
pero, a nuestro entender, ese silenciamiento expresa zonas de independencia de la que encuadren su ejercicio, aunque las mismas sean dictadas por él. La filosofía no
filosofía, su constitución en zonas de sombra del poder; no es trivial que los mejores puede nunca ver su enemigo en lo otro, en las cosas, en las máquinas, en las
discursos filosóficos se enunciaran casi siempre desde las fronteras, desde la instituciones; su mundo es el de las ideas y el obstáculo de una filosofía política
marginalidad e incluso desde las prisiones. En cuanto a la domesticación de la cualquiera es siempre otra filosofía política. Declarar la disciplina indigna y la in-
filosofía y su servidumbre a la política, parece obvio que, si bien pueden darse mil disciplina imposible es un blando consuelo que la lucidez no permite. El desafío
ejemplos de domesticaciones, no es más difícil aportar otros tantos de rebelión e pasa por aceptar que la in-disciplina siempre es posible y trivial; y que lo
indisciplina. Y, en líneas generales, son éstos los que, por suponer pasos adelante, verdaderamente difícil es una disciplina alternativa.
constituyen la trama de la historia de la filosofía. Es difícil señalar un gran filósofo Y queremos, al mismo tiempo, reafirmar nuestra convicción de que la
sin que, a su manera, no se haya enfrentado o distanciado del poder político; y ello consciencia de fuga viene dada, o al menos favorecida y potenciada, por la ausencia
sin distanciarse de la política, sin abandonar la reflexión política. de un escenario e representación actual y adecuado de las relaciones entre política
Aunque seductora, nos parece ingenua la alternativa filosófica entre sumisión y filosofía, entre poder y saber. Para conseguirlo creemos necesario romper con las
al poder o esterilidad; y nos parece una impostura cargar a la filosofía con el fracaso imágenes históricas del filósofo y del monarca; la figura personal del rey ha de ser
de los hombres. Declarar a la filosofía servil o estéril es una manera ingenua de sustituida por el complejo sistema de instituciones políticas y centros de poder de
condenar a los vencedores (filosofías conservadoras, legitimadoras del orden) y de la democracia, en cuyos límites actúan los gobernantes; y la figura personalizada
justificar las propias carencias (incapacidad de hacer arraigar las ideas en la del filósofo por los complejos medios de producción y difusión de opinión pública.
El esquema filósofo-rey-legislación-ciudadano ha de ser sustituido por otro nuevo,
96 Como hace Pablo Ródenas en «Una definición de Filosofía Política», Revista Internacional de direcciones múltiples y objetivos móviles: como un nuevo gran mercado sin
de Filosofía Política 1 (abril 1993): 53-69.
97 Ibíd., 54. 98 Ibíd., 55.
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finalidad prefijada y cuya potencia se mide por el nivel de intercambio. Incluso la 2. Saber y poder
estructura democrático-parlamentaria, que en cierta manera reproducía de forma
despersonalizada el esquema clásico, se ha constituido en un espacio sin norte ni 2.1 El discurso del poder
sur, indeterminado, donde el poder se dispersa y disemina en direcciones
contingentes: es la democracia de opinión y con sensualista, en que la razón cede el Hemos argumentado que no es inevitable la sumisión de la filosofía política al
puesto a la opinión y la verdad a la decisión del colectivo construida vía mediática. poder; ahora reflexionaremos sobre la relación entre el estatus disciplinar y la
Estos cambios afectan a la forma de presencia de la filosofía en la política. El función disciplinada de la filosofía, que está en el fondo del debate. Corresponde a
viejo ideal de formar ciudadanos, de construir una comunidad de hombres libres Foucault el mérito de haber llamado la atención sobre los efectos perversos
y morales, no es hoy asumido por el poder político, que se limita a la tarea de intrínsecos a la disciplinariedad del saber, a la conversión de un campo de problemas
establecer y garantizar los procedimientos de un intercambio y una elección libres. en una disciplina académica. Y aunque la primera perspectiva está más conforme
La ausencia de filosofía de la política, en tanto fijadora de fines y !imitadora de con nuestro rechazo de la concepción regionalista del saber, no podemos aceptar
medios, es sólo una forma de ausencia: la apuesta por una política sin filosofía es los excesos de ver en la disciplina la esencia del mal. Intentaremos distinguir lo
una opción filosófica, la propia de una filosofía antipolítica o impolítica, acreedora que en su discurso hay de analítico y descriptivo y lo que hay de meras intuiciones
de la sospechosa de servir con su ausencia al poder. El debate sobre el pluralismo y y analogías provocativas, como la expresada al interpretar la disciplinariedad como
la neutralidad del estado, joya de la corona de la reflexión actual, y que reenvía la la explotación capitalista y represiva del saber.
filosofía a la privacidad, no es políticamente inocente. La tesis general y de fondo de Foucault es que la conversión de un campo de
Estos cambios institucionales ejercen efectos en la vinculación entre el filósofo problemas y reflexiones en una disciplina es un mecanismo de dominación política.
y el político. El ordenamiento democrático consensualista relega al anacronismo Es una tesis tan discutible como fecunda y atractiva por su audacia. Foucault pone
cualquier vestigio tanto del filósofo-rey como del rey-filósofo y del consejero de de relieve que la disciplina es uno de los procedimientos de control y exclusión del
príncipes. Las experiencias recientes de identidad sociológica entre filósofos y discurso, que establece principios de limitación que permiten construir objetos,
políticos, simbolizada en las figuras del filósofo militante del '68, o de los filósofos métodos, proposiciones, reglas, definiciones, técnicas, instrumentos en un marco
parlamentarios, son argumentos empíricos de peso. La ilusión de identidad y de limitado, según un modelo en el que el poder es saber99 • Hemos de tener en cuenta
primacía del pensamiento sobre la política en la militancia del '68 fue efímera y que Foucault habla del discurso en general, entendiéndolo como una práctica; en
llevó a severas frustraciones. Por otro lado, los casos que conozco de filósofos el fondo, es la práctica específica de las sociedades humanas, el modo que éstas
parlamentarios, todos se han mostrado inviables, ignorados en la vorágine de los tienen de afirmarse, de determinarse y de relacionarse con lo otro; una práctica,
procedimientos, las comisiones, las jerarquías. de Partidos y las complicidades por tanto, como cualquier otra, sometida a controles, a rituales, a reglas. Esta idea
internas a la clase política. nos parece aceptable y fecunda.
Si el filósofo no asume este nuevo escenario y sigue pensando la fuerza política Nietzsche veía en toda metafísica, en todo discurso sobre el ser, un debate por
de la filosofía en términos de relación personal con los dirigentes como mediación el deber ser y, por tanto, una lucha por el poder. Imponer el ser es siempre imponer
para determinar, a través de las leyes, la consciencia ciudadana, sin duda vivirá su un modo de ser, lo que conlleva imponer un comportamiento y, en definitiva,
praxis filosófica como solitaria y marginal, como estéril. Si asume el nuevo marco siempre según el filósofo alemán, conlleva poder. Foucault, en el fondo, aunque
de representación se verá obligado a analizar y valorar otros elementos para no lo explicite, parte de esta misma concepción. Los discursos, según el filósofo
determinar la relación actual entre filosofía y política. Cuando la filosofía antipolítica francés, definen un orden del ser y de los valores, afirman y niegan, incluyen y
se vende en supermercados y kioscos, goza de reverencia en los medios visuales y excluyen, exigen y prohiben, dibujan espacios de luces y de sombras, determinan
establece complicidades con la moda, la empresa o el espectáculo, no se puede sin lo que se puede decir y lo que no se puede decir, lo que se debe decir y lo que se
cinismo afirmar la impotencia política de la filosofía; a no ser que se busque la debe silenciar. El análisis del discurso, de los discursos, equivale así al análisis del
impunidad de una complicidad inconfesable, o que el gesto antipolítico sea la forma ejercicio del poder en la sociedad que lo ejerce, tesis sin duda atractiva.
de compromiso con la nueva política. Es fácil ver el impacto que esta reflexión general sobre el discurso tiene en el
problema que aquí nos ocupa de caracterizar la filosofía política. Uno de los efectos
derivables de la posición foucaultiana es la distinción, en el seno del discurso
general, de varios discursos especializados, separados, respondiendo a una división
del saber en el seno de la sociedad. Discursos que en sus relaciones de hegemonía,

99 M. Foucault, El orden del discurso. Madrid, Siglo XXI, 1973.


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de jerarquía, de interdependencia, traslucen la realidad de esa sociedad, sus valores divisiones, sin objetivos ... , es bueno y deseable en sí mismo, no pasa de ser una
y sus funciones. La filosofía política constituiría una de esas especializaciones, un respuesta ideológica e ingenua, sin ningún valor moral o de verdad particular;
discurso particular, cuya estructuración interna y competencia externa no son algo así como pretender que la voz humana no tuviera tonos, o el aliento olores. Se
inocentes, sino que reflejan, si creemos al pensador francés, formas de control trataría de un discurso de ángeles, no de hombres. Foucault podría aportar razones,
social de este discurso específico. Ese control social es la garantía de su buen junto a valores ideológicos, para rechazar una forma histórica de «disciplinarización
funcionamiento, de su perfecta adecuación a las finalidades que el todo social le del saben>, la propia de la sociedad capitalista; pero sólo tiene argumentos
asigna. En otras palabras, el discurso particular de la filosofía política, como estetizantes para rechazar la disciplinarización en sí misma. El rechazo razonable
cualquier otro, estaría lógica, epistemológica y axiológicamente determinado a de la disciplinarización del saber debe basarse en razones internas al desarrollo de
cumplir su papel socialmente asignado. éste y, si se aceptan, en argumentos pragmáticos. Pero los que aduce Foucault no
Podemos aceptar que sea así, al menos en gran medida. Pero, ¿por qué habría son convincentes ni seductores: declarar la disciplina como un procedimiento de
de ser malo que así fuera? ¿Por qué ha de ser malo que el saber sea poder? ¿Y que el control del discurso no es en sí mismo racional ni útil; incluso estéticamente sería
saber esté impurificado de poder social o político? Más aún, ¿por qué se identifica discutible.
sin más el poder y el mal? Foucault responde a estas preguntas de forma implícita
y falaz. Muestra que en el capitalismo el poder es siempre dominación brutal y el 2.2 Voluntad de verdad y disciplina
orden social de clases intrínsecamente injusto; y pone así el saber como
contaminado de injusticia e instrumento del poder. Esta descripción empírica y la Entre los distintos procedimientos externos e internos de «control y delimitación
valoración que hace en base a ella, puede ser discutible y matizable, pero del discurso» señalados por Foucault, hay dos que merecen especial atención en
esencialmente es ajustada, razonable y compartible. Ahora bien, ¿qué razones tiene relación con la filosofía política: la voluntad de verdad y la disciplina. La tesis de
para generalizar y extender el modelo a todo orden político? Foucault es que con Platón se produce una cesura en el discurso. En los poetas
En rigor, para que la universalización no resulte burda, el filósofo francés habría griegos del siglo VI la verdad del discurso residía en lo que «hacía»; un siglo más
de plantear el problema en el capitalismo como meramente técnico, como si fuera tarde, en lo que «decía»lOo. En Hesiodo era un discurso que enunciaba la justicia y
propio de la forma de producción industrial y no del modo de producción atribuía a cada uno su parte; profetizaba el porvenir y contribuía a su realización
capitalista y sus relaciones sociales; pero no lo hace, generando confusión. Foucault al recabar la adhesión de los hombres a su destino. Por eso el discurso verdadero
establece una analogía entre la división del saber y la división social y usa la era tan temido y tan valorado; por eso se ejercía en un ritual adecuado. La verdad
dependencia del saber respecto al todo social como crítica a la división y a la de tal discurso era su ritual, su eficacia, su correcta enunciación; el discurso era
dependencia intrínsecas al capitalismo. En rigor, si el origen del problema es técnico una praxis, una acción de determinación, un ejercicio del poder al servicio de un
(división del saber/división del trabajo), no puede ser propio del capitalismo. Tal deseo. Enunciar el ser equivalía a enunciar el deber ser y a forzar a realizarlo; la
análisis debería ser neutral y las tesis deberían servir igualmente para cualquier verdad se confundía con la necesidad, con lo que había que hacer, con lo que se
orden social industrial, al margen de la forma de la propiedad y de la distribución, prescribía; la palabra al mismo tiempo enunciaba una idea y exigía una acción.
al margen de la justicia social. Con Platón, si creemos a Foucault, las cosas cambiaron profundamente. El
Por tanto, o bien hacemos abstracción del rechazo ideológico del orden social discurso parece separarse de la praxis real y transformadora, limitándose a una
capitalista, en cuyo caso la tesis del isomorfismo y la dependencia -dejando de función contemplativa, de representación del ser. Esa separación entre ser y decir,
lado su validez empírica- no debería implicar rechazo alguno de la disciplina- que convierte en principio la intangibilidad del ser por el discurso, como condición
rización; o bien generalizamos la crítica a todo orden productivo con división del de la representación del ser en su pureza, es fruto de la voluntad de verdad. La
trabajo y división del saber, en cuyo caso la crítica es metafísica y dirigida al todo. voluntad de verdad exige la distinción previa entre el ser y las ideas, pues la verdad
Sin duda Foucault no quería acercarse a las posiciones de Weber y Heidegger, ni es sólo su relación de adecuación. La voluntad de verdad, por tanto, pone
siquiera a las de Adorno; el pensador francés prefería limitar el mal al dominio condiciones tanto al discurso, para que cumpla su función de enunciar la verdad,
capitalista. Pero, en tal caso, para ser consecuente habría de haber distinguido con como a la acción, que al ser separada del lagos pasa a necesitar una legitimación.
Marx la necesaria división técnica de la contingente división social del trabajo (y, La tesis es sugestiva y fecunda. Efectivamente, con Platón, con la aparición de
análogamente, del saber). la filosofía, el discurso se manifiesta abiertamente como el alma de la sociedad. En
Es necesario resaltar el miedo a la impureza de la razón, que suele conducir a tanto que enunciador de la verdad, en él se dan las condiciones de ésta, en él y por
posiciones oscurantistas no perseguidas. ¿Por qué la adecuación del saber al orden él la sociedad, mediante limitaciones, controles, exclusiones, etc., impone su verdad;
social habría de ser despreciable? ¿Qué otra forma más legítima de organizar el
saber puede darse? Contestar que el saber sin organización, espontáneo, sin 100 Ibíd., 17.
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el ser de la ciudad pasa a ser la representación que tiene de sí misma. La verdad del una identidad que deba ser repetida, tampoco estará sometida al comentario, control
discurso, ahora, se apoya en la voluntad de saber, que anticipa los contenidos del típico de los discursos literarios y filosóficos en general. Se comprende que así sea,
saber al poner las condiciones de observación, de verificación, de medida; la pues en tanto que disciplina ha de tener la posibilidad «de formular, y de formular
voluntad de saber prescribe unos criterios técnicos y racionales como condiciones indefinidamente, proposiciones nuevas»105.
que ha de reunir la verdad, o sea, prefabrica la verdad, selecciona su verdad. Para nuestra materia, esta limitación disciplinar es trascendental, por diversas
Pero, al mismo tiempo, al haber puesto la verdad como fundamento de la razones, de las que seleccionamos dos. En primer lugar, la reflexión filosófico
acción, es en el discurso donde la sociedad decide e impone su ser, su bien, su política es felizmente heterogénea en sus contenidos, métodos, límites y épocas. Se
justicia, su bienestar. El efecto de la voluntad de verdad tendrá consecuencias trata de una reflexión sin solución de continuidad con otros saberes disciplinados,
especialmente relevantes entre las disciplinas prácticas, como la ética y la filosofía como el sociológico, el antropológico, el ético o el jurídico; una reflexión que igual
política. Como dice Foucault, antes de la cesura radical entre la acción y el discurso, aborda temas abstractos, como los fundamentos del Estado, que sumamente
el sistema penal lo definía la ley, la voluntad del poder político. Después, a medida concretos, como la generalización del sistema público de salud o la extensión y
que el discurso perdía su espontánea legitimidad socavado por la voluntad de gratuidad de la enseñanza obligatoria. Convertir este campo de reflexión en un
verdad, se buscó apoyo en una «teoría del derecho», definidora de la justicia. Pero territorio acotado de propiedades privadas, en un mapa de disciplinas recelosas
las cosas no acabarán aquí; la voluntad de verdad, relativa y móvil, irá cambiando más preocupadas por sus fronteras que por el conocimiento, puede llevar a
el trazado de la línea que separa la verdad del error, la justicia de la injusticia, es resultados perversos si la delimitación está activada por la exclusión y va más allá
decir, irá cambiando de criterios 101 . Pronto la teoría del derecho queda desautorizada de las exigencias técnicas impuestas por la especialización.
como fundamento último y se recurre, desde el XIX, a la sociología, a la psicología, Pero, al mismo tiempo, cierta disciplinariedad parece inevitable por razones
a la psiquiatría ... «Como si la palabra de la ley no pudiese ya ser autorizada, en técnicas, ajena a las estrategias del poder político o a los intereses de la clase
nuestra sociedad, más que por un discurso de la verdad»lOz. dominante. Estos intereses y este poder político pueden tener -y sin duda tienen-
El análisis foucaultiano, insistimos, nos parece tan fecundo como seductor; lo sus efectos en la disciplinarización; pero, al igual que Marx constataba que las
que más nos sorprende es la carga crítica que se le adjunta, tal que esa cesura pasa relaciones sociales se apoyaban en relaciones técnicas como su condición de
a ser entendida como una especie de adámica caída en el mal, que aquí sería la posibilidad, así también aquí la organización de un saber en disciplina obedece en
mutación del saber en poder. Lo que aporta a la auto consciencia queda arropado gran medida a cuestiones metodológicas, lingüísticas y de organización técnica de
por ese rechazo de la razón impura que no parece dejar más alternativas que el la producción intelectual relativamente autónomas del poder. Si, como decía Hegel,
silencio o el cinismo. ¿Por qué ha de ser malo el discurso de la verdad? ¿Por qué no el miedo a la muerte no debe impedirnos vivir, el miedo al error no debe impedirnos
verlo como liberación? pensar y el miedo a no someter el saber al poder no debe llevarnos a ser sus esclavos,
Si la voluntad de verdad es, en sí misma, una limitación importante del discurso, pues nada desea más el poder, cualquier poder, que la ignorancia.
eventualmente el de la filosofía política, no lo es menos la «disciplina»l03, en tanto
que forma peculiar de control del discurso, y que depende fuertemente del anterior. 2.3 Disciplina y división del saber
Foucault tiene razón al señalar que instaurar la Filosofía Política como disciplina
es optar por un tipo' de discurso en menoscabo del otro, por ejemplo, del discurso La filosofía política es un área de reflexión, de investigación y de docencia intuitiva-
filosófico-literario, o sociológico, sobre la materia. Si, como dice Foucault, una mente acotable. Cuantas menos fronteras, cuantos menos controles, cuanto menos
disciplina se define «por un dominio de objetos, un conjunto de métodos, un disciplinada, mayor fecundidad; los únicos límites admisibles son aquellos que, de
sistema de proposiciones consideradas como verdaderas, un juego de reglas y de carácter técnico, impone la necesidad de especialización, de tecnificación del
definiciones, de técnicas e instrumentos» 104; si una disciplina es algo parecido a un lenguaje y de comunicación entre los estudiosos.
sistema anónimo a disposición de quien quiera usarlo, sin autor ni inventor, .Hemos, pues, de optar entre la disciplina posible, o sea, en los límites y servi-
imaginariamente neutral, entonces la filosofía política como disciplina no estará dumbres que la organización política e institucional impone (universidades,
sujeta al control de autor, propio de otros discursos literarios y filosóficos. Si como revistas, congresos), y la indisciplina imposible de una postfilosofía postpolítica,
disciplina no supone en su objeto un supuesto de entrada que debe ser descubierto, la cual, cuando significa algo con sus metáforas móviles, encubre una llamada a
disolverse en narratividades laicas o religiosas (de la ciencia a la poesía), o a
101 Ibíd., 20-21.
102 Ibíd., 21.
contentarse con una prudente y resignada ingeniería social. O eso, o la estetizante
103 Como «disciplina académica» en sentido estricto, pues la «voluntad de verdad» es ya opción, sea de la trágica lucidez de la disciplina imposible o la cómica alucinación
una disciplinarización del discurso.
104 M. Foucault, El orden del discurso, edic. cit., pág. 32. 105 Ibíd., 32.
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de la indisciplina posible, que bajo el lenguaje de la rebelión acaba por contentarse rigor, son discursos difícilmente clasificables en una disciplina exclusiva. El grado
con entroncar con algo tan controlado y domesticado como el «republicanismo de disciplinarización del saber ha ido creciendo progresivamente, y no podemos
democrático de antiguos y modernos»lo6. esperar en Hobbes o Rousseau una auto censura propia del siglo xx.
La verdad es que muchas veces los problemas políticos y culturales son Lo que queremos decir es que la división del saber en disciplinas tiene, sin
problemas sólo para la filosofía, mientras en la vida real se ven solucionados de duda, una base técnica, impuesta por la creciente especialización del conocimiento,
forma menos dramática y más ejemplar. En cierto sentido, esto es lo que ha pasado efecto y causa del desarrollo del mismo. También viene exigida por la exigencia de
con la filosofía política en el mundo anglosajón, poniendo de relieve que los tecnificación del lenguaje y de uniformización de preguntas y problemas. La
problemas son más de competencia entre los hombres que de conflictos entre especialización, con lo que comporta de creación de una comunidad científica
disciplinas. La filosofía política, salvo alguna excepción, no cuenta como disciplina particular, que comparte un lenguaje y un campo de investigación, unos problemas
académica consagrada en las Universidades anglosajonas; su investigación y y unos proyectos, y con lo que se deriva de las posibilidades reales de intercambio
enseñanza se cultiva junto a otras materias tampoco disciplinadas. En los entre sus miembros, de trabajo en común a través de revistas, congresos, seminarios
departamentos de política de las universidades anglosajonas, en los programas de especializados, es una exigencia del desarrollo del conocimiento y una condición
licenciatura en ciencias políticas, han sido habituales los cursos de filosofía política de posibilidad del mismo. No obstante, esta disciplinarización conveniente no
junto a los de teoría política y a los de historia del pensamiento político. Pero, puede ser usada como pretexto para una disciplinarización excedente, innecesaria
como señala John Horton, de la Universidad de York, «no hay un acuerdo muy y de efectos perversos: y, sobre todo, no puede servir de cobertura para un uso de
preciso acerca del significado de estos términos, y lo que se llama teoría política en la disciplina como trinchera al servicio de fines ajenos al del conocimiento.
un departamento puede llamarse filosofía política en otro, e historia del No deja de ser curioso que en un momento en que se da la mayor discipli-
pensamiento político en otro, mientras que dentro de un mismo departamento narización del saber, al mismo tiempo se reactiva la llamada a la interdiscipli-
pueden emplearse estos términos para identificar cursos muy distintos»lo7. Este nariedad. En el buen sentido de la propuesta, esta idea viene a ser una compensación
problema se agrava más si tenemos en cuenta que, en los mismos departamentos, a los efectos negativos de la disciplinariedad; pero no es tanto una superación de
es habitual impartir cursos sobre metodología de las ciencias sociales e incluso las disciplinas, como su nombre indica, cuanto una flexibilización de sus fronteras,
sobre filosofía de las ciencias sociales, junto a cursos de historia o de análisis de la una actitud interdisciplinarista. La alternativa de la interdisciplinariedad reconoce
teoría social. la disciplinariedad, la asume, la complementa y la corrige. Es bueno que la reco-
Esta práctica habitual debería servirnos para desdramatizar el problema de la nozca, pues un estudio que no sea específico o particular, que pretenda mezclarlo
demarcación de las disciplinas, el prejuicio del establecimiento de temas y métodos todo, dará resultados confusos. Nada se gana con confundir los estudios históricos
peculiares y propios. En rigor, en los cursos de teoría política de estos departamentos y filosóficos; es mucho, en cambio, lo que se pierde. Pero, una vez reconocidas las
se recurre de forma general a la lectura y examen de los grandes textos, como la peculiaridades respectivas de los métodos, criterios, procedimientos, etc., hay que
República de Platón, la Política de Aristóteles, el Leviathan de Hobbes, el Segundo superar la tendencia al cantonalismo disciplinar. Creemos que es lo que han hecho
Tratado del Gobierno de Locke, El contrato social de Rousseau, el Sobre la libertad, Q. Skinner 109 , J. Dunn y J. Pocock, mostrando cómo desde una fuerte componente
de Mill, la Filosofía del derecho de Hegel... Son los mismos textos a los que se recurre histórica es posible una fecunda filosofía política. Aunque no sea ésta la línea que
en los cursos de filosofía política y en los de historia del pensamiento político. más nos agrada, comprendemos que pueden llevarse a cabo ricas reflexiones
Podría pensarse que la diferencia entre las distintas disciplinas reside en el método, filosófico políticas desde posiciones apoyadas en la filosofía de las ciencias sociales
pero tampoco eso es nada claro. Por lo general en los tres casos se recurre, de o en la teoría política. Esta flexibilidad debe ser asumida como criterio de tolerancia;
forma indiscriminada y poco precisa, a estudiar los textos buscando la recons- porque, en definitiva, la disciplinar iza ció n del saber restará siempre una open
trucción del sentido histórico de los mismos, o la formulación de verdades generales question.
sobre la naturaleza de la vida política, o las anticipaciones de una ciencia política o
sociología política 108 • De hecho, el dominio de una actitud más historiadora, más
filosófica o más sociológica no dependerá de los titulares del curso sino del profesor
del mismo. Por otro lado, no es extraño que así sea, pues esos grandes textos, en

106 P. Ródenas, op. cit., 67 ss.


107 John Horton, «La filosofía política y la política», en Adrian Leftwich (ed.), ¿Qué es la
política? México, FCE, 1987, pág. 199. 109 Q. Skinner, «Meaning and Understanding in the History ofIdeas», History and Theory 8
108 Ibíd., 201. (1969).
92 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DISCIPLINA Y SUS FRONTERAS 93

3. Los mapas de la disciplina nadie siente la necesidad de, previamente a iniciar su reflexión, fijar límites a su
pensamiento, establecer los espacios de legitimidad, normalizar el lenguaje con
3.1 La filosofía y la política sentido, decidir las preguntas pertinentes y los criterios de las respuestas, etc. Fuera
del ámbito académico nadie se siente obligado, ni teórica ni socialmente, a justificar
La filosofía política, a pesar de una larga tradición como ámbito de estudio, como que la investigación que se propone hacer sea filosófica, jurídica, moral, histórica
especialización del discurso filosófico, es muy joven como disciplina académica o social, ni el método que adopta, ni el lenguaje que usa, ni los objetivos que se
autónoma. Las cátedras, las revistas especializadas de la materia, los congresos propone. En particular, nadie que se proponga hacer una reflexión filosófico política
específicos, surgen en las últimas décadas. El propio proceso de su autonomización, se siente tentado a justificar que su objeto merece tal nombre, ni a establecer unas
de su instauración como materia académica, no pasa de un cuarto de siglo; yesos fronteras a respetar como terrenos de otros; en rigor, ni se preocupa de si la misma
veinticinco años no han sido suficientes ni siquiera para cerrar los puntos más pertenece o no a talo cual espacio del mapa. Al contrario, sin duda prevalecerá la
intrascendentes del debate, como el del lugar académico de la filosofía política, es experiencia de que con frecuencia es más fecundo el diálogo con estudiosos de
decir, de si debe estar instalada en las Facultades de Filosofía o, bajo el nombre otras disciplinas que con los mismo compañeros con quien se comparte nómina y
más neutro de teoría, ubicada en las Facultades de Derecho o Ciencias Políticas llo . despacho. Esas exigencias de identificación son sólo a efectos de distribución de
Ciertamente, el «asunto del despacho», como ha sido denominado por algunos ayudas a la investigación, de titulaciones de cátedras, departamentos o áreas, o de
colegas italianos, sólo es la expresión esperpéntica de una problemática teórica de acceder a alguna Academia.
mayor enjundia; en rigor se trata de decidir si la filosofía política tiene su lugar Es decir, la necesidad de definir los espacios del saber, de ordenar éstos en
propio en el ámbito de las ciencias sociales o si, por el contrario, su condición disciplinas, no pertenece al orden de la producción del saber, sino al orden de la
genuina es la de dimensión política de los sistemas filosóficos ll1 . Se trata de un transmisión del saber y, en particular, al orden académico de enseñanza de ese
debate objetivo y complejo, con las dificultades añadidas que se derivan de las saber. De ahí que, en rigor, sea un problema que preocupa, e incluso acalora, sólo
distintas tradiciones culturales de cuantos nos dedicamos hoya la investigación y a los docentes y en tanto que académicos; y a nadie más que a ellos (nosotros).
a la docencia de la filosofía política, unos con orígenes en el derecho, otros en la De todas formas, no sería correcto, desde estas posiciones, despreciar la
historia de las doctrinas sociales y políticas, otros, en fin, en la filosofía y su historia. polémica por mezquina. Muchas veces, aunque no tantas como ingenuamente
Para acercarnos a algunas de esas dificultades tomaremos como guía la creía Mandeville, de los vicios privados surgen virtudes públicas. En nuestro caso,
propuesta de N. Bobbio de elaborar un mappa de la filosofía política ll2 . La propuesta no sería extravagante afirmar que las relaciones, unas veces benevolentes y otras
tiene el atractivo añadido de haber sido formulada en un congreso directamente conflictivas, entre disciplinas vecinas en el mapa, han propiciado debates fecundos.
enfocado a la delimitación del estatus, teórico y académico, de la filosofía política. Los litigios de fronteras han servido para poner de relieve la variedad, riqueza y
Un congreso, en definitiva, propiciado por la necesidad de dar respuestas a estos complejidad del paisaje eidético de nuestro huerto. Bastaría analizar, por ejemplo,
problemas de auto definición que venimos señalando y que acompañan a todo la guerra abierta, sin cuartel, a cara de perro, durante las dos últimas décadas,
discurso en su proceso de institucionalización, o sea, de constitución en disciplina. entre la filosofía política y la ciencia política, para comprender que, por encima de
La propuesta de mapa que establezca los límites y contenidos de la materia los intereses institucionales y de la miseria endémica a todo dogmatismo, ha servido
sólo tiene interés, sea éste cual fuere, en el ámbito del reparto académico del saber para un fuerte lanzamiento de la reflexión política. No discutimos, con Bobbio,
en disciplinas, en el sentido foucaultiano señalado de «mecanismos sociales de que «muchas de estas polémicas son pretextos y estériles»; pero el desarrollo del
control de la palabra». Efectivamente, en el ámbito del estudio y de la investigación saber ha cabalgado siempre sobre la pasión, y no estamos seguros de que los
conflictos competenciales no sean el instrumento de la astucia de la razón.
Cuando Bobbio se propone elaborar su mappa, la primera dificultad que
encuentra es que no le sirven las superficies planas como sistemas de representación.
110 En Italia, por ejemplo, el problema se plantea abiertamente en el Convegno di Bari de
1971, sobre Tradizione e novitil della filosofia politica, donde participan, entre otros, N. Bobbio,
El debate que antes mencionábamos respecto a si la filosofía política debe incluirse
A. Passerin d'Entreves y G. Sartorio En 1882, en el 1 Simposio Internazionale di filosofia politica, entre las ciencias sociales o bien ser considerada la dimensión política de la filosofía,
sobre La cittil e la paura, organizado por Dino Pasini, casi los mismos interlocutores llegaron a encuentra su raíz en que la filosofía política es filosofía por su tipo de discurso y
semejantes inconclusiones. En fin, que el problema de la caracterización de la Filosofía Política, política por el objeto de su discurso. Es decir, en tanto que filosofía, parece exigir
tanto como disciplina cuanto como tipo de reflexión, sigue pendiente, queda bien reflejado en un método, una manera de acercarse a su objeto, diferenciada de las de otras formas
el Convegno di Certosa di Pontignano (Siena), del 12 al 14 de mayo de 1988. de conocimiento como la historia o la ciencia; y, en cuanto política, parece reclamar
111 Dino Fiorot (ed.), La filosofia politica, oggi. Torino, G. Giappichelli Editore, 1990.
112 Nos referimos a su ponencia en el Convegno de Pontignano, «Per un mappa della filosofia
tanto una diferenciación en el seno de la filosofía (entre teórica o especulativa y
politica», incluido en Dino Fiorot (ed.), La filosofia politica, oggi. Ed. cit., págs. 5-23. práctica) como cierta especificidad en el ámbito de las disciplinas filosóficas
94 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DISCIPLINA Y SUS FRONTERAS 95

prácticas (respecto a la ética, la estética, la filosofía del derecho e incluso de la prácticas, objetivos y reconocimientos. Pero si esas naciones devienen estados,
filosofía de la economía). probablemente durante largo tiempo habrá disputas y conflictos por la demarcación
En consecuencia, para situar la filosofía política en un mapa nos encontra- del territorio; el mapa definitivo sólo puede hacerse tras la consolidación de los
ríamos con la insuficiencia de las dimensiones de superficie. Como mínimo, dirá estados. En nuestro caso, tras la consolidación de las disciplinas. Hoy por hoy la
N. Bobbio ante tal dificultad, se necesitan dos mapas, «diversos y no superponibles»; elaboración del mapa nos parece una pretensión anacrónica.
en un solo mapa de superficie no caben dos formas de diferenciación diversas, Comentando la propuesta de Bobbio sobre el mapa, Matteucci, refiriéndose a
como las que se dan, por ejemplo, entre filosofía política y ciencia política, por un esa familia de disciplinas que se incluyen en el género de la filosofía práctica, observa
lado, y entre filosofía política y ética, por otro. De ahí su propuesta de dos mapas: que «todas estas disciplinas -exceptuada la ciencia política- no tienen en Italia
mappa degli approcci y mappa delle areell3 • En el primero, que recogería la diversidad hoy un estatuto epistemológico bien definido»114. Ni en Italia ni en España y, tras
de enfoques metodológicos o tipología de discursos, se fijarían las fronteras entre la ilusión analítica, ni en Europa ni en América. De todas maneras, viene a decir
lo filosófico, lo científico, lo histórico, etc., es decir, entre las distintas formas de Matteucci, esta situación, «si bien es poco útil a objeto de concursos, no es
aproximación a los objetos de conocimiento; en el segundo, en cambio, se ciertamente un mal cara a la investigación científica, cuyos progresos se deben
recogerían las demarcaciones entre la política, la ética, el derecho, la economía ... , o precisamente a la interdisciplinariedad»lJ5.
sea, una diferenciación en base al objeto o campo. Nos parece una observación acertada, que compartimos plenamente, y que si
La verdad es que Bobbio se limita a reivindicar la necesidad de articular los bien no nos exime de nuestra contingente obligación de reflexionar sobre la
dos criterios clásicos de división del saber. El ontológico, más tradicional, que disciplina, nos libera de la angustia de ver incumplidos plenamente los objetivos
diferencia las ciencias por la diversidad de sus objetos; y el gnoseológico, introducido asumidos o de recurrir ilusoriamente a definiciones dogmáticas e inoportunas.
por Bacon e instaurado por 1'Encyclopédie, que tiene en cuenta el sujeto, es decir, la En definitiva, la investigación y la docencia de una materia no requieren,
cualidad mental (razón, memoria, imaginación ... decían los ilustrados) que produce afortunadamente, de una definición rigurosa de la disciplina; al contrario, la
el conocimiento. Pero, en rigor, el recurso a un doble mapa, si bien ordena, no flexibilidad de sus confines es condición de su fecundidad. El universo de los
soluciona los problemas de fondo. Los mapas, creemos, sólo sirven para representar conocimientos, por usar una metáfora de Matteucci, no es un campo plano donde
descriptivamente un estado de la cuestión. Y el problema es que la cuestión está establecer geométricos confines, sino un bosque en el que, como máximo, pueden
confusa, no estabilizada. construirse itinerarios dispersos, que a veces se cruzan o coinciden dando paso a
Por ejemplo, entre la filosofía moral y la filosofía del derecho también hubo un sendero común. Sólo añadiremos, para redondear la imagen, que dichos caminos
en su tiempo fuertes conflictos fronterizos; pero su larga tradición académica ha de bosque a veces no llevan a ninguna parte, lo que no les quita utilidad y belleza.
permitido que las fronteras disciplinares estén razonablemente bien consolidadas. Destaquemos que esta dificultad de establecer los confines de una disciplina,
La estabilidad de las fronteras es siempre fruto de la tradición, de la consolidación en nuestro caso la filosofía política, no puede ser superada recurriendo a criterios
de convenciones, hasta que llega a sentirse como evidente la diferencia y como débiles, como el mero consenso. Con ello eliminaríamos disputas académicas, pero
natural la identidad. El arraigo de la convención a nivel práctico permitirá, incluso, no obstáculos epistemológicos. Una vez bien definida la materia y aceptada por la
que las fronteras sean poco rígidas, permeables, como una franja compartida. Academia vendría el problema de la investigación: ¿cómo es posible detener la
Reconocida la disciplinariedad parece más fácil tolerar la interdisciplinariedad. reflexión en esos límites?; ¿cómo es posible justificar tal conveniencia? Lo impor-
Las susceptibilidades siempre surgen ante las fronteras nuevas, ante las recientes tante es, como decía Diderot en sus Pensées sur la Nature, abrir claros en el bosque,
limitaciones sociales. ensancharlos, unirlos si es posible, colaborar con los que siguen el mismo camino
La filosofía política es académicamente nueva; tiene la necesidad de acotar un o pasan cerca por los otros. El peligro es el aislamiento, la clausura y la indiferencia.
espacio en disputa con la ética, con la filosofía del derecho, con la ciencia política,
con la historia de las doctrinas políticas ... Cualquier mapa actual sería, como 3.2 El mapa filosófico
máximo, una alternativa de consenso probablemente rechazada por las partes. Si
quiere hacerse un mapa, habrá de ser, para seguir con la metáfora, un mapa de Decíamos que Bobbio propuso, en el Convegno di Bari, dos mapas, que nosotros
guerra, un mapa de posiciones. llamaremos, respectivamente, mapa filosófico, al que pertenece la filosofía política
Es normal que así sea. Si se nos permite recurrir a otra metáfora, apropiada al en tanto que filosofía, y mapa político, al que pertenece en cuanto que política.
tema de la filosofía política, digamos que las naciones pueden existir, como naciones,
sin fronteras fijas, sin territorios definido, compartiendo entre ellas espacios, 114 N. Matteucci, «Alla ricerca della filosofía politica)}, en Dino Fiorot (ed.), op. cit., pág.
125.
113 N. Bobbio, «Per un mappa ... ». Ed. cit., pág. 7. 115 Ibíd., 125.
96 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DISCIPLINA Y SUS FRONTERAS 97

Cada mapa, a su vez, presenta unos límites con otras disciplinas, distintos en cada Curiosamente, tal vez la frontera más inexpugnable del mapa sea la
mapa, y una división interna común a ambos destacando los contenidos y correspondiente a la ciencia política. Como volverem~s luego ~mpl.ia~e~;e sobre
problemas tópicos de la nuestra. Los comentaremos por separado. 1 tema nos limitaremos a un par de breves comentanos. Aqmla distmcIOn entre
En el mapa filosófico habría de estar representada la filosofía política con sus ~losofí~ política y ciencia política es la misma que .entre filosofía y ~i:~cia. Una
fronteras bien determinadas respecto a los discursos no filosófico. Como diría distinción radicalmente excluyente, pues ambos diSCurSOS son antltetlcamente
Foucault, es una primera exclusión 116, al quedar fuera de la legitimidad filosófico- definidos por tres características que los contraponen: general/particular,
política otros corpus del discurso, como la ciencia, la historia o la literatura; una prescriptivo /descriptivo y justificativo! explicativo. N ~ S?~ las únicas li~i.t~ciones,
exclusión que se concreta en prohibición, pues los rasgos formales de estos otros por supuesto; hay otras muchas derivadas de la e~pmCldad, la ~redictlvidad, la
discursos, sus métodos, sus criterios, sus léxicos, quedan relegados y prohibidos falsabilidad, etc., que muestran hasta qué punto el Juego de exclUSIOnes esconde el
como no apropiados. movimiento del deseo y las relaciones de poder.
Tomar consciencia de la arbitrariedad de estas exclusiones -o, para ser más En coherencia con lo expuesto en las anteriores reflexiones sobre Foucault,
correctos, de la convencionalidad de las mismas y de la función social, en última nuestra actitud es la de no forzar las demarcaciones más allá de lo estrictamente
instancia de poder, que juegan- es ya una manera de prevenir sus efectos más necesario. La frontera entre filosofía y ciencia política es móvil y desigual; las
ideológicos y de amortiguar otros. Pues, como hemos dicho, no podemos escapar tradiciones metodológicas e historiográficas señalan ámbitos bien diferenciados y
a estas limitaciones sociales; lo único que podemos hacer es que el sentido de las otros perfectamente identificables. En última instancia, cada autor define y tiene
mismas sea lo más técnico posible y que, en todo caso, sean asumidas con su historia y sus adscripciones preferidas que hace valer.
flexibilidad. Un aspecto particular del problema surge en torno a la teoría política, que
Con esta predisposición, creemos que la distinción entre la filosofía política y viene a complicar el problema en tanto que unas veces tiende a confundirse con l~
la doctrina de las ideas políticas no parece presentar problema alguno de delimitación filosofía, otras con la ciencia y otras, en fin, como distinta de ambas. Para Sarton
de fronteras o conflicto de áreas. Como máximo puede haber un problema de «la teoría es un tercer género entre la filosofía y la ciencia»!19. La teoría sería el
mentalidad, de hábitos y de actitudes entre filósofos e historiadores, tendiendo lugar más elevado de la ciencia, donde ésta se des~rend~ de la. mera experien.cia. ~a
unos a lo constante y otros a lo cambiante; unos con el lema nihil sub sole novi y idea de Sartori queda así concretada: «la filosofla es idea sm hechos; la ClenCla,
otros con el panta rei. Como personalmente nos sentimos atraído por la repetición hechos sin ideas; la teoría, ideas sobre los hechos». Es una salida de trámite, con
y no por lo irrepetible, entendemos que entre estos dos territorios, ya que están una medida oscuridad que permite el acuerdo. Nosotros pensamos que la teoría
disciplinados, es conveniente que haya al menos un mercado común. política es el nombre de la filosofía política usado en el apogeo del. neop?sitivi~mo;
Ni siquiera deberían acentuarse en exceso los límites entre filosofía política e hoy, con la politicología en recesión y la fil.o~ofía en ascens?, la ~istan~i~ se ~lluye
historia general, y mucho menos con la historia social. Creemos que hay un amplio y las cosas de siempre vuelven a tomar su VieJO nombre d~ fllos.ofia pohtlca. Esta es
territorio común cuando no se trata de una historia refugiada en la mera erudición una tesis empírica fácilmente comprobable. En la actuahdad mcluso se abusa del
y la narratividad, sino preocupada por la conceptualización. Viene al caso citar la reclamo publicitario de la filosofía: se ofrece mosofía del teatro, filosofía de la
polémica sobre la historia de las ideas políticas de corte analítica, en la que han gestión, filosofía de la moda, filosofía del átomo ... sin el menor pudor.
intervenido, entre otros, dos de los más prestigiosos historiadores actuales de la
política, John Pocock y Quentin Skinner ll7 • Por suerte, el método analítico no es el 3.3 El mapa político
único, ni el dominante, en la historia de las ideas; pero incluso cuando está en
activo puede ser útil para la filosofía política. Para seguir con la metáfora, en estas El mapa político, donde debería aparecer la representación bien determinada del
fronteras del mapa debe regir como mínimo una unión aduanera. objeto o campo de reflexión de la filosofía política: pres~nta .más proble~~s. ~,as
Matteucci considera que la filosofía política que se refugia en el análisis, como dificultades aparecen desde el principio. El lenguaJe ordmano, con la dist~ncIOn
la que se refugia en la historia, buscando la neutralidad aséptica, es una evasión. poco clara entre política y político, contribuye a la confusión. ¿Cuál es el obJeto de
«El filósofo no puede ser reducido a un agente de tráfico lingüístico: sabe que en la filosofía política, la política o lo político? De igual manera que autores d~ la
política los monstruos existen»ll8. Es una idea brillante, que compartimos. misma cultura hablaban de «filosofia della pratica» (B. Croce) y «filosofia pratlca»
116 M. Foucault, El orden del discurso, ed. cit., pág. 11. (G. Gentile) para referirse a lo mismo, así ha continuado el problema y encontramos
117 Ver M. Viroli, «Revisionisti e ortodossi nella storia delle idee politiche», Rivista di filosofia, indistintamente usados «filosofía política» y «filosofía de la política» en libros,
LXXVIII (1987), págs. 121-126; y F. Fagiani, «La storia del 'discorso' politico inglese dei secoli
XVII e XVIII tra 'virtl!' e 'diritti'», Rivista di storia della filosofia, XLII (1987), págs. 481-498.
118 N. Matteucci, op. cit., pág. 127. 119 G. Sartori, Elementi di teoria politica. Bolonia, IVI Mulino, 1987, pág. 6.
LA DISCIPLINA Y SUS FRONTERAS 99
98 FILOSOFÍA POLÍTICA

revistas, etc., dejando siempre la duda de si la diferencia de expresión expresa dos Distinguir entre lo político y el Estado nos parece un prepuesto fundamental
formas de apuntar al mismo referente con distinto sentido. de una filosofía política ajustada a nuestros tiempos. Por un lado, la sociedad
El uso de «político» y «política» en algunas expresiones de fuerte impacto democrática actual (pluralista y policéntrica) posibilita el surgimiento de asocia-
teórico ayudan a intuir la complejidad del problema. Cuando se habla, por ejemplo, ciones civiles y de la política en ellas, al contrario que la democracia monocrática
de «autonomía de la política», la expresión parece referir de forma inmediata a la de la revolución francesa, que definía la soberanía, que residía en el pueblo, <mna e
posición maquiaveliana de separación entre política y moral; en cambio, cuando indivisible»123, afirmando que «ninguna parte del pueblo puede ejercitar el poder
se afirma la «autonomía de lo político», pz;;-ece referir más a la posición marxista del pueblo entero»J24. Podría decirse, incluso, que el Estado es cada vez menos
de relativa separación de la sobreestructura respecto a lo económico. político y cada vez más un órgano (de control y desarrollo) de la sociedad civil.
Como adjetivos, «político» y «política» no parecen tener más diferencia que el Por otro lado, ya Hegel advertía que el Estado liberal no realizaba la idea del
género. En cambio, el término substantivado «la política» siempre ha significado Estado, sino sólo un momento, la del Estado exterior. La sociedad civil, entre la
tanto una ciencia o un tipo de conocimiento, como el objeto de esta ciencia, es familia y el Estado sustantivo como vida ética, expresa ese momento del Estado
decir, una práctica social, una forma de vida; mientras que el término «político», exterior. Reducir actualmente lo político al Estado equivale, en perspectiva
substantivado en «lo político», en cambio, parece designar sólo un objeto de hegeliana, a reducirlo al Estado exterior, a una forma histórica no desarrollada de
conocimiento, si bien más amplio que la política, al incluir tanto la práctica social la idea del Estado. Y si éste era Estado en tanto que presencia de lo universal en ese
que llamamos política como el orden institucional en que ésta se realiza. El sugestivo reino de lo particular que es la sociedad capitalista, no es en cambio el único símbolo
ensayo de C. Schmitt, El concepto de lo político 120, ha tendido a distinguir la política de lo universal. Sindicatos, partidos, ONG, en fin, el complejo orden institucional
y lo político en términos de la diferencia entre un concepto empírico y una categoría. de la sociedad contemporánea han de verse también como campo de lo político,
En esta misma perspectiva, el problema ha sido ampliamente tematizado y discutido en tanto que lugares y agentes de construcción de lo común.
por el schmittiano Julien Freund, en l' essenee du politiqué 21 , quien ha sostenido En fin, en los últimos años ha aparecido un nuevo problema: el de la diferen-
que «analizar la esencia de lo político no es estudiar la política en tanto que actividad ciación entre política como «polities» y política como «polie}'», es decir, como
práctica y contingente que se expresa en las instituciones variable y en los aconteci- directivas o estrategias políticas, como «políticas» (política económica de la
mientos históricos de todo tipo, sino intentar comprender el fenómeno de lo polí- patronal, política ecológica de los sindicatos, política sanitaria del colegio de
tico en sus características propias y distintivas que le diferencian de otros fenómenos médicos ... ). Desde esta última perspectiva, el sujeto (la patronal, los sindicatos, el
de orden colectivo como lo económico, o lo religioso, y encontrar los criterios colegio de médicos) no es el Estado y las materias (economía, ecología, finanzas,
positivos y decisivos que permiten hacer la discriminación entre las relaciones sanidad ... ) no son en sí políticas. No hay muchos motivos para oponerse a la
sociales que son propiamente políticas y aquellas que no lo son». Es decir, para inclusión de este tipo de reflexiones, directamente orientadas a la formulación de
Julien Freund lo político es una «esencia», como tal invariable; la política es una políticas concretas, dentro de la filosofía política; cuesta en cambio aceptar que
práctica, como tal histórica y variable en el tiempo y en las diversas sociedades. ese sea su lugar propio.
Otra fuente de problemas provienen de que hoy «política/o» refiere a un área En todo caso, y como reflexión conclusiva, entendemos que la filosofía ha de
más extensa que el Estado, rompiendo así con la equiparación que hacían los estar permanentemente abierta a reformular tanto su aparato conceptual y sus
clásicos, tanto Aristóteles como Tomás de Aquino, Bodin, Hobbes, Montesquieu, criterios teóricos como sus temas y problemas. El dogmatismo en estas cuestiones
Rousseau o Hegel. Este tema ha sido puesto de relieve por autores tan distanciados no sólo es extraño a una posición filosófica lúcida, siempre abierta a la tolerancia;
como Carl Schmitt o N. Bobbio, entre otros. Para Schmitt «el concepto de Estado además, es perverso cuando se asume que la función de la filosofía ya no puede ser
presupone el de lo político», ya que lo político es una categoría general y el Estado predicar la verdad o el ideal de justicia, sino contribuir a la construcción de los
una concreción histórica del mismo. Bobbio, por su parte, admite esa mayor mismos. Por tanto, no debe haber más censura ni más disciplina que aquellas sin
extensión de lo político pero con otro sentido. Lo político hoy, según el autor las cuales el discurso filosófico se convierta en un trivial intercambio de opiniones
italiano, habría de reconocer la separación entre la sociedad civil y el Estado, tanto de sobremesa o en una babel de solipsistas. Contra la preocupación de Foucault,
como institución cuanto como aparato, y el surgimiento en aquella de grupos de creemos que hoy la amenaza para la filosofía y para la política no viene de la
intereses contra el Estado, y encontrados entre sí, cuya dinámica interfiere en la disciplinarización del saber; al contrario, viene de la irrupción de una sociedad de
toma de decisiones políticas, es decir, generan actividad política 122 • espectadores, que como tales pueden y deben opinar sin límite y sin consecuencias.
Lo que se oculta es que el individuo, entregado a su esencia de espectador, queda
120 C. Schmitt, El concepto de lo político. Madrid, Alianza, 1987.
121 Julien Freund, L'essence du politiqueo París. Sirey, 1965. 123 Art. 25 de la Declaración de 1793.
122 N. Bobbio, op. cit., pág. 21. 124 N. Bobbio, op. cit., art. 26.
100 FILOSOFÍA POLÍTICA

amputado de cualquier tentación de actor. Lo suyo es opinar, no actuar, no crear. Y y


cuando el espectáculo se presenta como interactivo, generando así la ilusión de
intervención, se optimiza el resultado: los espectadores, cual modalidad de
consumidores de información, forman parte del proceso productivo. No necesitan
pensar ni actuar creativamente; lo suyo es opinar activamente, compulsivamente.
Sin disciplina. Sin clausura. Sin voluntad de verdad. Mientras los otros, desde el «Hay dos maneras de abordar el fenómeno político. La
poder, siguen usando esas cadenas cómoda y eficazmente, sin sentirse castrados. primera, con mucho la más corriente y, ¡oh, paradoja!,
particularmente elogiada entre quienes se ocupan de
la ciencia de la política, consiste en reconstruir ideal-
mente la sociedad, con la intención, confesada o no, de
justificar una cierta política o un régimen social deter-
minado. La segunda, más insólita y muy frecuentemente
vituperada como insolente, se esfuerza en captar y des-
cribir las realidades políticas en sus trazos permanentes,
independientemente de los regímenes contingentes y
variables».
Julien Freund, L'Essence du politique

l. El límite ontológico

1.1 Crisis de la ontología moderna

Si la política persigue la construcción de la ciudad, la filosofía política ha de pensar


la posibilidad y legitimidad de sus modelos, ideales e instrumentos. Pero, previa-
mente a su tarea de prescripción o justificación de la política, ha de pensarse a sí
misma, cuestionar la legitimidad de su discurso. O sea, ha de revisar sus presu-
puestos ontológicos, epistemológicos o lingüísticos, que actúan como sus límites.
Ha de decidir si hoyes posible pensar el mundo como racional, como orden causal;
ha de resolver si la razón puede imponer fines al hombre y a la historia, si tiene
sentido valorar o proponer un ideal. Del resultado de esa reflexión depende tanto
la posibilidad misma de justificar la política como los límites y contenidos de ésta.
Uno de los debates filosófico-políticos más relevantes de nuestro tiempo se ha
dado precisamente en la ontología, y tiene sus raíces en la crítica heideggeriana a
la misma. Dos autores influyentes en la filosofía política actual, H. Arendt y Leo
Strauss, son discípulos de Heidegger que han traducido el debate a la política. La
posición heideggeriana se caracteriza por su rechazo frontal de toda la ontología
occidental, que surgiera con Platón, y que Heidegger define como «metafísica de
la subjetividad». La posición heideggeriana, primero en su búsqueda de una
ontología fundamental y luego en la renuncia por imposible a toda ontología,
puede caracterizarse, de forma genérica, como de rechazo intransigente de cuanto
considera violencia teórica o práctica sobre el ser; en este sentido, imponer al
mundo, o al hombre, fines o valores, es una agresión intolerable al ser; de hecho ya
le parece intolerable convertirlo en objeto de conocimiento, en cuanto supone
102 FILOSOFÍA POLíTICA
-------------------
FILOSOFÍA POLíTICA Y ONTOLOGÍA 103

imponerle categorías ontológica y epistemológicas, en definitiva, someterlo a la


razón. Desde su posición no hay lugar para la ética ni para la filosofía política pues todo conduce a convertir el ser en objeto, sea de conocimiento, de
conven~ionales; el único pensamiento filosófico legítimo sería el que no domine manipulación técnica o de juicio moral. El resultado es siempre el mismo: impedir
el ser m con fines éticos ni con categorías lógicas, el que acepte el ser en su neutral una relación con el ser que respete su neutralidad, imponiéndole una relación de
e indiferente emergencia, el pensamiento que preste aquiescencia a su secreto ya dominación que la oculta; así se carga al ser de legalidad (racional, moral o política),
su milagro, que sea sólo «pastor del ser». impidiendo su manifestación espontánea, de primigenia pureza, siempre
En su deconstrucción de la metafísica de la subjetividad quedan rechazadas sorprendente, siempre creadora, siempre misteriosa, siempre imprevisible.
las diversas ontologías de la tradición histórico-filosófica, en especial esa ontología El rechazo de la metafísica de la subjetividad tiene claros efectos políticos; en
q~e. constru!e un mundo con los principios subjetivos de identidad y de razón. Su rigor, puede pensarse como una lucha política en la ontología. El efecto más
cntlCa. es abIertamente contra el modelo hegeliano, fundado en la concepción de inmediato es la negación o devaluación de las ciencias sociales, de cuantos
la real~dad como. enteramente racional, cargando al ser de leyes y fines; y contra el conocimientos presupongan el principio ontológico de razón. Heidegger considera
carte~I,ano, que Igualmente le carga la racionalidad aunque sin teleología; pero que la representación de la realidad en términos de necesidad causal es una
tambIen contra el kantiano, que se resigna a abandonar el ser contentándose con imposición de la razón instrumental, que se relaciona con el ser en términos de
la repre~entación; y, con más motivos, contra el activismo fichteano, que manipulación y dominio tecnológico; es una representación del mundo apropiada
volu~tanstamente supl~nta al ser por la acción. Heidegger puede aceptar la idea para el cálculo, la predicción, el control, pero inapropiada para el acceso al verdadero
kantIana de que lo en sí SIempre escapa al conocimiento racional, por ser refractario sentido del ser, acabando por convertirse en obstáculo.
a la~ c~tegorías de la razón; pero le parecerá perverso quedarse con la representación Esta crítica romántica y apocalíptica a la sociedad tecnocrática, burocrática,
subJetlva del mundo, con el mundo para nosotros, e instaurarlo como nuestro racionalizada, goza de un alto poder seductor en el actual mercado de bienes
mundo, dando de este modo la espalda a lo en sí, al ser, que queda relegado al estéticos de consumo, propio de la sociedad de espectadores; pero la reflexión
estatus de lo otro. Heidegger considera que lo que vale la pena es lo que se oculta, filosófica debería proponerse el desenmascaramiento de los efectos problemáticos
lo que escapa a la razón; considera que el verdadero ser es por esencia contrario o que la retórica romántica disimula. Porque, a pesar de los disfraces, el discurso
no conforme a los principios de identidad y de razón, por lo cual esa estructura heideggeriano rechaza de plano el sentido de la ética; desautoriza toda política
ontol~gica :n que se le representa no permite el acceso al ser, sino que lo impide. «idealista», es decir, que intente transformar la realidad de acuerdo con un ideal;
La resIstenCl~ ~el ~er a dejars~ racionalizar, viene a concluir Heidegger, no justifica mina el discurso de los derechos del hombre y, en general, cualquier discurso
su. sup~anta~lO~ SIlla que eXIge otra vía de acceso al mismo. Esa vía estetizante y humanista; en fin, desautoriza toda política con pretensiones de racionalidad y,
mIstenosa slgmfica una ruptura radical con toda la metafísica occidental, que al por tanto, iguala en legitimidad todas las opciones. La ontología de la indeter-
pensar el ser desde la representación acabará tomando la representación por el ser. minación que opera silenciosa en la base de su reflexión acaba por ser una promesa
Por lo demás, esta ilusión no es trivial ni inocente, sino que obedece a la esencia de impunidad.
misma del conocimiento occidental, a saber, su voluntad de verdad secretamente Heidegger y algunos heideggerianos han sabido metamorfosear los efectos
al se~v~cio de la voluntad de poder, que se manifiesta en conoci~iento para el políticos de su ontología, asociando las ontologías modernas a las figuras del mal
domIlllO del mundo, en conocimiento como técnica, que transpira la filosofía político, el totalitarismo y el terrorismo. Así, cargar sobre el ser, como hace Hegel,
125
oCcide,n:al • El nuevo conocimiento del ser al que se alude siempre de forma un orden de razones que lo conduzca a la realización inmanente de un fin, aunque
me~afor~ca pasa p~r res?etar su «misterio» y su «diferencia», ya que su trasparente sea la vida ética, equivale para los heideggerianos a abrir las puertas a los
~ac:o~ahdad y su Identldad son exigencias o imposiciones dellogos que violan la totalitarismos; y justificar la legitimidad y el deber de imponer un ideal a lo real
IlltImIdad del ser y fuerzan su ocultamiento. desde fuera, como hace Kant, significa entregarse al terrorismo, aunque sea moral.
Como vemos, Heidegger niega tanto la ontología teórica como la práctica; tan Son menos explícitos a la hora de definir la política de los pastores del ser, pero no
perverso sería convertir al ser en objeto de conocimiento racional como en objeto sería incoherente derivar de la misma la actitud de silenciosa aquiescencia a todo
de valor moral o en objeto de intervención técnica. Dar valor a las cosas, estructurar emerger del ser, aunque sea en forma de nazismo. No es difícil sospechar que bajo
la realidad según fines, categorizarla racionalmente, son versiones de lo mismo, esta defensa del ser frente al depredador hombre racional se enmascara un culto a
lo irracional del hombre, que sería propiamente el ser del hombre; ni es difícil
sospechar que la reivindicación de un conocimiento neutral capaz de captar el
125 El re~erente filosófico de esta posición es M, Heidegger, con textos como «La época de
las concepcIOnes del mundo», en Caminos de bosque (Holzwege). Madrid Alianza 1995 p'
misterio y el enigma del ser oculta la aceptación de lo otro de la razón, la
'd d . ' , , ags.
6 7- 99 ;,Id e~t¡ a y diferencia: Barcelona, Anthropos, 1998 (edición bilingüe); y «La pregunta monstruosidad y la barbarie. Cargar sobre la razón la culpa de los efectos de su
por la teclllca», en ConferenCIas y artículos. Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994. debilidad, de su impotencia para controlar el mal, puede ser una manera secreta
de adorar estos efectos.
FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 105
104 FILOSOFÍA POLÍTICA

1deber de considerarlos humanos, obra de los hombres y, en consecuencia, nunca


1.2 La cuestión del referente :bsolutos, siempre revisables, siempre sometidos a revisión.
Desde la primera perspectiva, la del recurso al referente trascendente, se
¿Qué ontología elegir? Si alguna enseñanza podemos extraer de la experiencia sospecha que la producción inn:anente de ~o pol~tico nunca es estable, sólid~, s~gura:
filosófica de Heidegger es ésta: tras cada política hay una ontología. Y, conforme a al estar todo y siempre sometldo a la eXlgencIa permanente de reconOClmlento,
lo dicho, podemos establecer otra tesis: la ausencia real o imaginaria de una ue los hombres habrían de recurrir, para auto determinar sus vidas y sus vínculos,
ontología implica igualmente una opción política. La no-ontología de Heidegger, ; lo otro, a algo dado, fijo y neutro, si no quieren caer en la subjetividad, en la
aunque sea una ontología de la nada o de la indeterminación, tiene efectos políticos. circunstancialidad y en la precariedad. Desde el segundo enfoque, el autorreferen-
Por tanto, aceptando ese cuadro deconstructivo, hemos de afrontar abiertamente . 1 se asume la libertad del hombre y el riesgo de auto determinarse y de legislar el
Cla, .
la situación, sin refugios angélicos. Ninguna metafísica, gire sobre la voluntad de undo su mundo; se asume la tarea de poner fines y sentido a su vida, de constrUIr
voluntad o sobre la voluntad de nada, es inocente. Si se cuestionan las razones para :nsta~temente la ciudad, pues esa tarea, que exige el pensamiento y la cooperación,
decidir, al menos habrá que aceptar la sanción de las consecuencias. En el límite, la filosofía y la política, es un fin en sí mismo, y no meras condiciones para, sobre
habría que decidir entre una razón travestida en poder y el poder de la sinrazón; ella decidir el propio plan de vida; se asume, en fin, que la política no ha de ser
entre un orden racional tecnológico y burocrático y el desorden irracional del esclava de una yerdad imaginaria, que la ciudad no es un lugar para vivir, sino una
domino del más fuerte. Claro que, en rigor, la opción no es fácil pues las cosas son forma de vivir.
más complejas: previamente hay que hacer el reparto entre César y Dios, decidir si Son dos posiciones excluyentes; dos actitudes filosóficas que conllevan dos
la barbarie y el mal son obras de la razón instrumental, de su uso perverso, o del maneras de entender la política y la filosofía. Aunque a veces pueden aparecer
deseo oculto tras las instituciones. Si se acepta, con los postheideggerianos, que el coincidencias prácticas, su aproximación teórica es ilusoria, en tanto persistan las
mal político y social es efecto de la ontología racional, de una errónea manera de diferencias filosóficas. Por ejemplo, desde las dos opciones puede coincidirse en la
preguntar por el ser, la elección se trivializa; pero hay muchos argumentos en favor defensa de los derechos de los individuos; desde el referente trascendente se dirá
del papel emancipador de la razón que previamente deben ser sopesados. que son derechos naturales del hombre y que, por tanto, el orden 'político debe
De momento ya es un paso adelante tomar consciencia de que tras cada cuidar su respeto; desde la autorreferencia se dirá que son relaClones que los
ontología se oculta una política; y más importante aún es asumir que, en nuestros hombres han acordado y se han impuesto por considerarlas buenas o útiles o justas,
días, los debates ontológicos no tienen por qué ser los lugares donde ocultamente desarrollando las leyes que las definan, sancionen y garanticen. En el primer caso,
se decidan las posiciones políticas, sino a la inversa, es en los dominios de la filosofía la política se somete a una instancia exterior que le dicta la norma; en el s~gun~o,
política donde debemos decidir la ontología apropiada a la política elegida. En la política construye desde sí misma la norma, como un acto de autodetermmaclOn
este sentido, la filosofía política ha de plantearse abiertamente el problema de la de la ciudad. En otras palabras, en el primer caso, responde a una filosofía que se
crisis del fundamento, intervenir en el debate filosófico contemporáneo sobre el auto define capaz de fundar metafísicamente los derechos; en el segundo, de una
mismo e imponer los criterios políticos sobre los epistemológicos. Las dos opciones filosofía que reconoce como único fundamento de los derechos las normas
confrontadas, la que persiste en aferrarse a un referente trascendente y la que decide deliberadas y compartidas por los hombres.
por la autorreferencia, definen otras tantas concepciones contrapuestas de la política Pensamos, por todo lo dicho, que la filosofía política apropiada y pos~ble par.a
y de la relación entre filosofía y política. No podemos aceptar ingenuamente la nuestro tiempo, ajustada al ideal democrático de la ciudad, ha de ser pnma jaCle
neutralidad del debate ontológico en el que se decide, sin explicitarlo, la política y autorreferencial; es decir, no ha de buscar fundamentos fuera de la ciudad o, lo
la comunidad política filosóficamente defendibles; al contrario, hemos de sacar de que es lo mismo, no ha de someterse a ninguna ontología que no haya sido puesta
las sombras lo que en realidad está en juego y decidir por la ontología (o su por ella misma, subordinada a su idea de la política. En consecuencia, la filosofía
negación) que más favorezca nuestro ideal práctico. política ha de rechazar con celo los residuos naturalistas o iusnaturalistas que se
Desde el punto de vista de sus efectos en la política, y con el riesgo de la reproducen en la consciencia social fruto de la historia de nuestra cultura, sea en
simplificación, la opción por el referente trascendente es la opción por la defensa forma de naturalismos biologistas, como el de Hobbes o el Darwin, sea en forma
de la existencia de fines, normas y valores fijos y dados, a los cuales someter la del naturalismo racionalista de la tradición aristotélica; la política se ha de construir
práctica social. La legitimidad de los mismos proviene de su pertenencia al ser frente a la naturaleza y, por tanto, la filosofía política frente a los naturalismos.
Incluso en posiciones lúcidas que pusieran al hombre como autor de los dioses, Igualmente se han de rechazar los historicismos, forma enmascarada de la
como creador del referente, esta opción siempre supone la aceptación de una naturalización de la historia; y la cosificación de las tradiciones y derechos
autoridad externa, la sumisión a lo otro, aunque eso otro sea la alienación de uno históricos, otra forma de naturalizar las convenciones entre los hombres. En rigor,
mismo. La opción autorreferencial, en cambio, al rechazar lo exterior, irrrpone al y en coherencia con la idea de que la comunidad política se construye contra la
hombre la tarea de construir esas normas, fines y valores; pero, sobre todo, le impone
106 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 107

naturaleza, la política ha de negar tanto la naturaleza real como sus propias sus instintos, deseos o sentimientos. La filosofía política debe establecer, en este
construcciones reificadas o naturalizadas. ámbito, límites flexibles, históricos, convencionales; pero límites al fin.
Por la misma razón, una filosofía política autorreferencialista ha de afirmar Una manifestación fenoménica del riesgo que aparece por la transgresión del
que el ser político, el ser que interesa al hombre, es el construido por los hombres, límite se nos ofrece en el actual problema ecológico. El triunfo de la ciudad, la
el que hace posible pensar con coherencia el ideal democrático de comunidad expansión de su ley tecnológica, comienza a tener resultados perversos que nos
política; y el otro ser, lo otro, que en rigor es lo otro del ser, contra el que la ciudad advierten de la necesidad de conservar los límites. Cuando Marx, en el siglo XIX,
se construye, ha de ser pensado como límite. Límite necesario, presencia inevitable, construyó su teoría, en la cual la historia de los pueblos aparece determinada por
pero sólo objeto de negación por la praxis política, y en modo alguno de veneración la dialéctica del desarrollo de las fuerzas productivas, no pudo prever esta situación.
estética o adoración ontológica. Lo enigmático de ese ser, lo misterioso, y tal vez lo Fue capaz de anticipar importantes cambios y problemas internos a la sociedad,
irracionalmente atractivo, radica en su ser negación de la ciudad, perversión del productos de ese desarrollo; pero el mundo natural entraba en su teoría de la
orden, en su ser sinónimo de indeterminación, espontaneidad o barbarie. producción como una constante, como un referente inagotable y, como tal, sin
valor productivo. La sociedad tenía como problema su desarrollo, su limitada
1.3 Autorreferencialismo limitado capacidad para aprovechar los recursos naturales; hoy, en cambio, el problema
son los límites de ese desarrollo, la escasez creciente de esos recursos. Hoy no tiene
Una vez señalada nuestra preferencia por una posición prima facie autorreferen- secretos el dominio sobre la naturaleza; el gran secreto es cómo conservarla cuando
cialista, debemos inmediatamente proceder a su determinación, a ponerle límites, se está en posesión del poder de destruirla.
si no queremos que la política caiga en el mero activismo y la comunidad se hunda El problema ecológico es sólo una manifestación fenoménica del problema
en el ocasionaJismo y la disolución en lo efímero. El autorreferencialismo debe ser del límite exterior de la política, que de manera general refiere a la necesidad de no
limitado en un doble sentido: en primer lugar, estableciendo los límites para la matar o amputar la vida para salvar la sobrevivencia. Otra manifestación de la
acción política, fijando el campo del ser político, que impida la politización problemática del límite exterior es el referente a la naturaleza humana. La idea nos
totalitaria de lo otro; en segundo lugar, y dentro de ese campo del ser político, la ilustra Platón, en la República, cuando define el hombre justo como aquel que
estableciendo límites que garanticen la sustantividad del ser político, impidiendo tiene el alma equilibrada, en que cada una de sus partes ocupa su lugar y cumple
el vértigo de la precariedad, efecto casi inevitable desde una ontología de la su función. No nos dice que el hombre justo sea aquel capaz de eliminar la pasión
contingencia y la indeterminación. o la ira de su alma, sometidas al dominio del entendimiento, sino quien dispone
Aunque defendamos que la ontología ha de ser puesta por la filosofía política, de todas sus partes y las aplica convenientemente 126 • La ciudad, productora de
que corresponde a ésta decidir el ser político, ha de hacerlo respetando lo otro, ciudadanos, había de respetar y cuidar la naturaleza del hombre. Por un lado, porque
poniéndose límites a sí misma. La universalización de lo político, la extensión de no tiene más remedio, pues, según el filósofo ateniense, la índole arrebatada de las
la política más allá de su ámbito, es el totalitarismo, que en rigor es la perversión ciudades de Tracia y Escitia pertenece a la naturaleza de los hombres norteños,
de la política, su autonegación por indeterminación. La filosofía política ha de como la avaricia es natural en los fenicios y egipcios; por otro lado, porque es
aceptar que más allá de esos límites la política no puede dictar la ley, que en el necesaria para la ciudad, de ahí que la educación, lejos de anular lo irracional,
respeto a lo otro, a lo dado, a lo exterior a la ciudad, le va su propia existencia trate de limitarlo y reconvertirlo.
particular, pues la política, como cualquier realidad, sólo es pensable frente a lo Platón, pues, encarga a la política no sólo que respete las dimensiones de la
otro. naturaleza humana, sino que las cuide y proteja; para crear el ciudadano no puede
Esos límites diferenciarán entre el campo de lo político, dominio privilegiado matar al hombre. Debemos dar relevancia a este criterio: lo propio de la política es
de la autorreferencia, y lo que le es externo, sea la naturaleza, sean los sentimientos, crear ciudadanos, no siendo su función crear hombres. Diderot nos ofrece una
sea la vida privada, Estos ámbitos no tienen por qué ser o politizados o negados; bella metáfora para fijar esta idea, al atribuir a la fIlosofía la tarea de formar hombres
sólo han de ser rechazados como fundamento. Son límites que han de ser respetados con coeur et téte, con sensibilidad estética y moral y con capacidad de pensar por sí
y protegidos, en tanto determinaciones de lo político. mismos. Un bello ideal del fIlósofo ilustrado que va más allá de lo que la política
Hay dos límites genéricos de la política: uno interior y otro exterior a la ciudad. puede conseguir; a ésta le basta con conseguir hombres capaces de vivir juntos.
El limite exterior es la naturaleza, sin la cual la ciudad no puede constituirse ni Sin duda alguna la política contribuye a la formación de un tipo de hombre,
sobrevivir. La ciudad nace y vive como victoria sobre la naturaleza, siendo ésta en su lucha contra lo inhumano del hombre para construir el ciudadano; pero
siempre su amenaza; pero, al mismo tiempo, es su condición de posibilidad. sólo debe intervenir en los límites impuestos por la idea de ciudadano. Así, la política
Extender el orden político a la totalidad de la naturaleza es un suicidio, se trate de
la naturaleza exterior, el mundo físico, se trate de la naturaleza interior al hombre, 126 República, 436a-b.
108 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 109

deja fuera de su campo los sentimientos, el amor, la amistad, la sexualidad, salvo , perm . l'ti'dos y cedidos a la )'urisdicción de lo otro, no son ajenos. a' la política,
SIllO
en aquellos aspectos que son obstáculos para la vida en sociedad; por eso, respe-
estan d o su camp o Y sus contenidos influenciados por ella. Los sentimIentos o los
tándolo como exterior, cuida el límite en tanto que deviene obstáculo. En definitiva, íntimos no son ajenos ni indiferentes a la ciudad; pero no han de ser
d eseos
la naturaleza es un límite que la ciudad necesita y sufre, límite que se ha de respetar
p r oados g po r ra la m ,
ciudad· Pertenecen a lo que trasClende lo pu'bl'ICO ,o 1o comun,
'
y cuidar excepto cuando deviene obstáculo; la política ha de respetar en el hombre
Es aquello de lo que no se puede hablar políticamente. Son ,
actos que eX1sten porque
' '1
todo cuanto no obstaculice su vida como ciudadano. O, con expresión más correcta, existe la sociedad política y porque ésta los permite y ahmenta sm co~vertH os en
la política ha de defender una idea del hombre ciudadano, ha de garantizar esta políticos; los consiente, los defie?~e de otras, f~erzas negadoras y, S1 es caso, los
dimensión comunitaria; pero nada más. En consecuencia, ha de aceptar esa frontera te e de sí misma como no POhtICOS. La pohtlca no produce el arte, la belleza, el
conflictiva entre el hombre y el ciudadano, entre los derechos del hombre y los del pro g 1" " 1" t
amor o la amistad; pero puede hacerlos imposible, con la po ltlzaClon tota 1tans a,
ciudadano, sin ahogar aquellos pero sin renunciar a éstos. Como hemos dicho o puede contribuir a su existencia, respetando y protegie?do lo privado., ,
insistentemente, no hay política en el mundo de los dioses ni en el de las bestias, Como vemos, el mundo político ha de tener sus límites; la concepClOn auto-
allí por innecesaria, aquí por imposible. ferencialista limitada no implica el rechazo de todo lo trascendente, simplemente
re , '
El limite interior de la política se concreta en la frontera entre lo público y lo lo excluye como fundamento. Además, sus propias, constru~Cl,ones, aunq~e s1empre
privado. El mundo de lo autorreferencial, el mundo político, es el orden institu- ocasionales, han de tener sustantividad, para evitar el vertlgo de lo eflmero. De
cional, la escena pública. Bastaría pensar la escena pública como determinación
h echo , en su funcionamiento, la política construye constantemente su , otro, 'su
de un en sí oculto para que ya no fuera ni institucional ni pública, para perder su exterior, su referente trascendente; sus creaciones actuales son límites y res1stenClas
condición de creación de la acción o praxis compartida. En esas condiciones, no a su acción futura; su construcción es un orden que actúa como límite a sus nuevas
sería posible la política en sentido genuino, como generación en común de reconstrucciones.
comunidad; sólo sería posible una acción tecnológica o instrumental. La presencia Este carácter de límite contingente de lo político para la política se ve con
de la trascendencia en el pensamiento sobre lo público acaba con la filosofía política, especial claridad, e incluso con aspectos dramáticos, en el o~den ~e las creaciones
entendida como construcción en idea de la ciudad, siendo sustituida por una jurídicas. La constitución y, en general, el derecho, con ongen mmanente en la
teología política, una metafísica política o una ciencia política; y, en el plano político política, pasa a funcionar como exterioridad, como referente externo, cada vez
concreto, equivaldría a acabar con el ciudadano (que crea la comunidad) y más autóriomo, imponiendo reglas a la política e incluso llegando puntualmente a
reintegrar al súbdito (que obedece al déspota o al tecnócrata). Lo público es, por , entrar en conflicto, En rigor, el conflicto abierto expresaría una perversión de lo
definición, lo eternamente en construcción; la sacralización de sus formas o público. Las contraposiciones sólo pueden ser fu~ciona~es y parciale~, no
relaciones, su cosificación, sería la sumisión de la política a una nueva naturaleza ontológicas ni absolutas; la política es su origen, es la m,stanCla que lo CO~~tltuye
(política naturalizada). en referente y, además, su existencia siempre está subordmada a S? aceptaCl~n por
La demarcación entre lo público y lo privado equivale a dividir el mundo la política. En el orden democrático el conflicto se soluciona volv1endo al ongen, a
humano en dos espacios, el de la autorreferencia y el de la trascendencia. Si lo la política, a sus reglas procedimentales e instituciones legítimas. No o?stante, los
público es el espacio construido, lo privado es, para la política y en primera conflictos ocasionales ponen de relieve la sustantividad de las creaClOnes de la
instancia, lo dado, un exterior que le viene impuesto, con el cual ha de fijar fronteras. política, incluso su objetividad. El autorreferencialismo, así entendido, no co~dena
La primera idea a destacar es que lo público se construye sobre lo privado, como al politicismo efímero, sino a una política que, autolimitán~ose en sus cr:a~l~nes
su límite; por tanto, en el mismo sentido que venimos señalando de los demás institucionales y normativas, garantiza la consistencia de la cmdad y la obJet1vIdad
límites, es decir, a la vez como su negación y como su determinación; la desaparición posible de su acción.
total de lo privado supondría la desaparición de lo público por indefinido e En el juego político las leyes aparecen como exteriores; pero se saben producto
innecesario. La política, en consecuencia, ha de conservar lo privado para conservar del juego y modificables por el juego; se sabe que los dioses a los qU,e se rinde c~to
lo público, ha de cuidar del límite. son obra de los hombres, quienes seguirán tratándolos como dlOses y sustItu-
La segunda idea a destacar es que 10 privado no es tanto lo otro de la política yéndolos como obras de los hombres. Lo exterior a la política es a~í pensado en
como su otro; en cierta manera, pues, 10 privado es también creado por lo público, relación con lo interior, pero en una relación abierta, con fronteras Illestables, tal
en el sentido que la libertad negativa es creada por la política, y el individuo por el que por ósmosis el mundo político va integrando a sí mismo -y segregando de sí-
estado. La política construye 10 público con la libertad positiva; lo privado, con la lo exterior a él. Lo que sí excluye la autorreferencia es el mundo cerrado y eterno,
libertad negativa. Así deja una zona (sentimientos, pasiones, arte) en las manos de la sumisión a los muertos, que decía Paine!27.
la trascendencia: la vida, el deseo, el impulso; sin estos actos, la vida no valdría la
pena. Si bien estos actos no pueden estar sometidos a la autorreferencia, a la política, 127 J, Paine, Los derechos del hombre. Barcelona, Orbis, 1987,
1JO FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA III

exterioridad, de mera coexistencia; individuos que negocian, intercambian y se


1.4 y comunidad abierta auto gobiernan con reglas pactadas, por el funcionamiento mecánico de los
procedimientos constitucionales y democráticos. Pero es evidente que este orden,
La referencia a Paine nos introduce en otro aspectos más discutidos del autorrefe- como el universo newtoniano-laplaceano, es abierto en los modos, pero no en las
rencialismo: su implicación de un orden político abierto. leyes; éstas ponen los límites a los fenómenos posibles, están dadas de una vez para
El punto de vista del referente trascendente define siempre un orden cerrado, siempre. Aquí no hay indeterminación ontológica; sólo hay incertidumbre por la
aunque pueda ser ilustrado y progresista; el fin está dado y los criterios de valor limitada capacidad de la mente humana para conocer el orden de las cosas. El
fijados para siempre. La autorreferencia, en cambio, permite -mejor, exige- pensar demonio de Laplace, de mente infinita, vería en esta representación un mundo
el mundo como infinitamente abierto y, al menos parcialmente, indeterminado. formalmente acabado y, por tanto, esencialmente cerrado, sólo abierto en sus
Sólo como mundo abierto, por escribir, no idéntico, puede pensarse la política manifestaciones empíricas.
como deliberación y construcción de la ciudad, y no como mera técnica de gestión En fin, el autorreferencialismo es estructuralmente concordante con la
o ejecución de una verdad dictada desde fuera por lo otro. La concepción representación democrática, que opera con una idea de hombre abierta, indefinida
autorreferencialista limitada del mundo aspira a unificar ambas posiciones: por en sus derechos, sin pasión de identidad personal, en comunidad con los otros,
un lado, un mundo abierto, por decidir, que aporte sustantividad a la deliberación, dispuesto a dejarse determinar por los otros, en constante superación de la parte
al compromiso y a las decisiones compartidas; por otro, ese orden instaurado, oscura de su alma; un hombre que no sólo sale a la esfera pública a pactar, a hacer
artificial, ha de tener consistencia, sustantividad, objetividad. Se trata de pensar, transacciones con vistas a su individualidad, sino a dejarse determinar por los
con Hume, el orden político, institucional y moral como un artificio colectivo; y, otros en la medida en que sus argumentos sean más razonables y sus propuestas
al mismo tiempo, pensar ese artificio no como algo arbitrario o meramente más defendibles.
contingente, sino como resultado de la experiencia colectiva, de la lucha por la Aquí la filosofía política de la autorreferencia es una filosofía de la libertad
vida. El filósofo escocés solía decir que las convenciones sociales que perduran en política positiva, una libertad que no es hueco o silencio de la ley, sino autoafir-
el tiempo expresan su racionalidad, su necesidad, en esa duración; en cambio, lo mación por mediación de lo común. El hombre democrático no aspira a imponer
arbitrario y casual es efímero. o negociar con sus ideas, sino a determinar su voluntad con las mejores, con las
Este carácter abierto, indefinido, del orden político democrático supone en más universales, con las que se impongan y sean aceptadas en un debate informado,
filosofía política una revolución práctica equivalente a la revolución epistemológica simétrico y siempre con decisión provisional, abierta a la revisión. Esa idea del
que ilustrara Koyré en su Del mundo cerrado al universo infinito; si el universo hombre y del espacio democrático parece, obviamente, ajustarse perfectamente a
infinito implicaba el fin de un cosmos jerarquizado en lugares naturales y ontoló- la perspectiva autorreferencialista limitada que venimos describiendo. Desde ella
gicamente moralizado, la idea de una comunidad política abierta conlleva de forma el espacio está siempre infinitamente abierto, en sus modos y en sus leyes, como el
análoga el rechazo de toda axiología que no sea convencionalmente puesta por la espacio posteinsteniano, sustantivamente indeterminado, en construcción.
política. Hay, en consecuencia, diversas opciones políticas compatibles con el autorrefe-
Ahora bien, la perspectiva autorreferencialista de la filosofía política, en la rencialismo; lo que en cada caso variarán serán los límites de lo político. Desde
medida en que sólo exige un espacio político abierto, es compatible con regímenes posiciones liberales, con una idea de hombre compacta e idéntica, siempre se
tan diversos como el contextualismo comunitarista, el orden liberal y el demo- tenderá a ensanchar e inmunizar el campo de lo privado, así como a fijar y eternizar
crático. los derechos y la constitución. Desde posiciones más comunitaristas, con el
De entrada parece que el modelo comunitarista es el más adecuado al reconocimiento de las determinaciones de la totalidad, de la cultura común, sobre
autorreferencialismo, en tanto que idea de una comunidad basada en identidades los individuos, y con el menosprecio al lazo político, racional y voluntario, en favor
prepolíticas, con referentes de racionalidad, moralidad y eficacia internos, fruto de las ligazones naturales e históricas, se tenderá a sustantivar lo público a costa
de la tradición particular; una perspectiva que no busca fuera de sí fundamento del desarraigo y el fraccionamiento que implica la vida privada. En fin, en la
alguno, sino que eleva a criterio su peculiaridad, su diferencia; un enfoque que democracia, con hombres abiertos a la determinación por los otros, con la libre y
preserva la absoluta inmanencia de reglas, criterios y valores. voluntaria decisión de determinarse conforme a la voluntad general, forma de
Pero también es obvia la concordancia de la posición autorreferencialista con crear lo común, los dos campos, el de lo público y el de lo privado, guardarán una
el imaginario liberal, con un orden político en que los individuos libres, sujetos de relación dialéctica, confrontada, tal que en la limitación recíproca encuentra cada
derechos, van construyendo el espacio común por decisiones voluntarias y uno su determinación y su unidad. Toda determinación es, como decía Spinoza,
unánimes, pudiendo hacer y deshacer los pactos; asociación de individuos pensados una negación; pero esa negación es la que da individualidad y, en definitiva,
como seres encerrados en su identidad, manteniendo con los otros relaciones de existencia modal, a las cosas.
FIl.OSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 113
112 FILOSOFÍA POLÍTICA

lleva a lo paradójico: la razón, acusada del delito de racional, acaba siendo


Lo que impone el autorreferencialismo, por encima de las opciones ideológicas
condenado por irracional. En rigor, debería acabar, como buena farsa, en una ritual
que más o menos ajustadamente caben en su seno, es un espacio político común
exculpación, con leve amonestación por no ser quien se suponía.
que no es un escenario donde vivir, sino una obra a realizar, cuyos principios de
Max Horkheimer ya lo advirtió: la racionalización, obra de la razón, no es
construcción han de estar definidos no en función de referentes iniciales,
racional, al contrario, «tiende a destruir la esencia misma de la razón» 128. Pero si la
trascendentes a dicho espacio, sino en función de objetivos fijados colectivamente.
razón es el mal, y se ha suicidado regresando al mito y a lo irracional, ha purgado
Se trata de principios construidos, no revelados; han de ser discutidos, analizados,
su culpa. ¿Por qué abrirle un proceso? Y si no es así, si no es el mal, pero sí culpable
revisados, adaptados. En todo caso, el autorreferencialismo implica una apuesta
de no haberlo derrotado, de no haber conseguido la victoria sobre el dolor, la
por la política entendida construcción racional de lo público, con decisiones
injusticia o la sumisión que prometió; si su deuda procede de no haber logrado
mediatizadas por la deliberación. En su forma más coherente, exige a la vez una
realizar su programa emancipador, entonces, tras la denuncia y desmitificación
apuesta por la política frente a la anarquía, por la comunidad democrática frente a
hay que afrontar el verdadero problema, el del mal en el mundo; hay que revisar o
la asociación de egoístas, por la vida colectiva frente al retiro del eremita.
fortalecer la racionalidad, para que siga adelante; y si se considera que no hay
Queremos dar relevancia a este aspecto: el autorreferencialismo en la filosofía
salida, que la razón no ha errado, sino que el mal es invencible, entonces hay que
política implica una opción radical por la política democrática, por la construcción
exculparla y ofrecer el nuevo rostro del ángel exterminador. Lo que parece oscuro
colectiva de lo común. El riesgo del autorreferencialismo, su apertura a una
y llama a su desciframiento es este prolongado proceso a la racionalidad que domina
ontología de lo provisional y lo efímero, de la contingencia y la indeterminación
el escenario de la filosofía en la segunda mitad del siglo.
permanente, debe ser corregido. La razón ha de dar consistencia a sus propias
Dejando de lado algunas frivolidades de la crítica postmoderna de la razón,
creaciones, ha de someterse a sus propias reglas; la política ha de auto determinarse
reconocemos que en nuestro tiempo se han planteado serios problemas a la
mediante sus propias creaciones, como la ética y el derecho. Un mundo humano
racionalidad, especialmente a la racionalidad política (en la política, en el
no ha de ser necesariamente delicuescente y arbitrario, aunque haya perdido -o se
pensamiento político), que no pueden ser menospreciados. La filosofía política ha
haya liberado de-la eternidad.
de pensar estas críticas y redefinir su racionalidad para constituirse.
Una de las cuestiones puestas es la del ámbito de la razón. Se aprecia empíri-
camente la tendencia a reducir la razón a cálculo o estrategia para conseguir fines,
2. EllímÍte de la racionalidad
negándole legitimidad para establecer estos fines. Unas veces se argumenta desde
la racionalidad, señalando que la razón sólo puede elegir entre opciones parciales,
2.1 Proceso a la razón
pero sin perspectivas de globalidad, con el argumento de que la totalidad es
imprevisible, de que no es posible calcular los efectos globales de las acciones o
La lucha contra la ilustración, de Husserl y Heidegger a Adorno, Horkheimer y un
estrategias, etc. Se trata de la hegemonía del punto de vista microsocial. Otras
postmodernismo que la ha puesto como semáforo del mal, es una constante de la
veces, en cambio, se reconoce a la razón su poder instrumental, de ordenamiento
filosofía de nuestro tiempo. La racionalidad ilustrada, indistintamente caracterizada
de medios para conseguir fines, pero se apuesta por la irracionalidad de éstos,
de técnica, instrumental, analítica, abstracta, mecánica, autoritaria, individualista
como en la oposición weberiana entre ciencia y ética 129 • Esta crítica es mucho más
o patriarcal, ha pasado a ser la explicación de nuestro mal (social, político, moral,
profunda, y está hecha desde la declaración de crisis de la razón práctica.
cultural u ontológico) y, por tanto, el enemigo a batir. Hitler o Stalin, la sociedad
Otra cuestión puesta y con sentido es el agnosticismo contemporáneo, que de
tecnocrática y la anomía social, la burocracia y la alienación económica, la sociedad
una forma u otra proviene de Nietzsche y que suele expresarse en el ya popular
de consumo y el nihilismo, todo es visto como efecto compacto e inevitable de la
aforismo de la Voluntad de poder, «no hay hechos, sólo hay interpretaciones». En la
razón ilustrada. Y como, para bien o para mal, la «razón ilustrada es hoy por hoy
historia de la filosofía -sin excluir, ni mucho menos, el momento ilustrado, con
nuestra razón», la batalla contra la ilustración acaba siendo una rebelión contra la
Hume y Kant-, ya se limitó el campo de la razón, negándose a sí misma el acceso a
razón.
la cosa en sí, limitando su ámbito al mundo de los fenómenos, el mundo para
En realidad, más que rebelión se trata de un proceso. La razón es procesada
nosotros; pero de una limitación en extensión, a una deslegitimación cualitativa de
porque no previó el nazismo, o lo engendró en su seno; porque no previó el
su poder cognoscitivo, hay un salto abismal, que la filosofía contemporánea ha
nihilismo, o fue su perverso instrumento. Por inútil o por perversa, la condena
dado. Si, como pensaba Nietzsche, toda ontología esconde la axiología que la ha
está escrita. Lo único que falta es completar el espectáculo con el ritual de las
pruebas; razones lógicas, económicas, ontológicas, estéticas, morales o místicas,
128 Max Horkheimer, Eclipse of Reason. Oxford UP, 1977, pág. 10.
todo puede ser prueba de la acusación cuando el delito consiste en ser autora del
129 ef M. Weber, El político y el científico. Madrid, Alianza, 1993.
mundo. Y, para dramatizar el espectáculo, pues sin tal no hay catarsis, el proceso se
114 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 115

producido; si tras cada moral hay una biología; en definitiva, si tras la razón se las cosas y respetarlo. Es la racionalidad que pusieron de relieve las filosofías de la
esconde siempre el deseo y tras el saber está el poder, entonces la cuestión que se historia del idealismo alemán, a las que nos referiremos en el próximo capítulo.
pone es de vida o muerte; el problema cognitivo queda sepultado por el dramatismo Las dos formas de racionalidad son cuestionadas en la actualidad: la dialéctica,
del problema práctico, existencial. No obstante, como ha dicho Castoriadis, no porque al historizar el ser e introducir en el mismo una finalidad, menosprecian la
podemos evadirnos de la «cuestión de la verdad»!3O. Si decimos que la política es subjetividad individual y sirven para justificar sistemas totalitarios; la analítica,
deliberación, no podemos obviar la siguiente cuestión: ¿es posible la deliberación porque al ser eminentemente estratégica y técnica olvida la totalidad y permite
entre personas que no compartan un mínimo de racionalidad común?, ¿es posible justificar intervenciones subjetivas terroristas. No parece haber alternativas, pues
la deliberación cuando las palabras son las voces del deseo?, ¿no exige la deliberación los esfuerzos de instaurar una «racionalidad dialógica», intersubjetiva, contex-
un alto grado de racionalidad? tualmente apoyada, encuentran todo tipo de suspicacias. En ese ambiente, casi el
No podemos escapar a estas cuestiones. Y, antes de entrar en la reflexión sobre único consuelo viene de pragmatistas como Rorty, que en su rechazo de toda verdad
algunas de ellas, no queremos pasar por alto un hecho que puede contribuir, si no objetiva dirá que la búsqueda de la verdad no debe aspirar al conocimiento de la
a la decisión del debate, sí a determinar posiciones que propicien acercamientos. naturaleza intrínseca de los objetos, sino a conseguir las creencias que nos permitan
Nos referimos al hecho de que la razón ha jugado a veces -y, a nuestro entender, ha alcanzar nuestros fines y obtener lo que queremos. La distinción cognitiva entre
nacido para ello- un papel importante en la emancipación de los hombres; sin apariencia y realidad se sustituye preferentemente por la distinción práctica entre
duda ha sido usada para la dominación, pero no son menos cierto sus servicios a creencias útiles e inútiles en un contexto determinado. Para Rorty, la racionalidad
la liberación. Por tanto, su condena no puede ser absoluta; como mínimo requiere que tiene que ver con la claridad y distinción, con la coherencia, con la evidencia,
el análisis de las circunstancias que han propiciado esas supuestas metamorfosis ya no interesa nada; la verdad de un discurso es su capacidad de seducción.
perversas. A nuestro entender, el rechazo de la razón es una de las muchas imposturas
que la filosofía se puede permitir; pero sólo la filosofía puede permitirse tales lujos,
2.2 Razón analítica y razón dialéctica sin duda porque los filósofos saben que los otros, los que juegan con el conocimiento
científico y popular, siguen aferrados a la razón al construir la tecnología o el orden
Esquemáticamente, el diagnóstico de la filosofía contemporánea sobre la politico. Una cosa es la crítica de la razón, tarea permanente de la filosofía, y otra
racionalidad puede resumirse así: la razón, que nació como constitutiva del sujeto es la deserción filosófica, la huida a la literatura o al activismo social, que se pretende
de nuestra civilización, se ha rebelado contra su origen, ha destruido el sujeto y ha justificar poniendo la razón en el origen del mal. Sea como fuere, hoy no sabemos
subvertido el orden racional que instauró; la razón, que nació como elemento de pensar sin esa razón tecnológica; el propio discurso antirracional se expresa en
liberación de los individuos y de los pueblos, ha engendrado un orden que somete lenguaje racional; nuestra relación con el mundo se lleva a cabo con su mediación;
a éstos y destruye su individualidad, su diferencia y su autonomía. En consecuencia, es ingenuidad, si no estupidez o mala fe, imaginar que podemos despreciar las
la filosofía, y en particular la filosofía moral y política, o se convierten en mera ciencias.
crítica deconstruccionista, aceptando o no la solución pragmatista, o se retiran a En cambio, parece más razonable la llamada a acotar el campo de la razón y a
la melancolía y al silencio. El juicio, claro y contundente, se apoya en minuciosas distinguir diferentes criterios de racionalidad. Tan injustificable y peregrino es
descripciones y concienzudos análisis reveladores de las perversiones e impurezas defender que la aceptabilidad de una teoría cientifica sea decidida por procedi-
de la razón, que ya Rousseau denunciara en su papel monstruoso de tejer guirnaldas mientos democráticos (¡Marx y Darwin desaparecerían de las escuelas!) como
de flores sobre las cadenas de la dominación. defender que las sanciones del código penal sean decididas científicamente.
La modernidad opera con dos nociones de «razón». Una, que arraigaría en la Distinguir la racionalidad técnica y la racionalidad democrática, delimitar sus
ciencia moderna y, a través de ella, en el discurso común, es la llamada razón campos y, sobre todo, pensar su relación, es una buena tarea para filósofos. Tanto
analítica, «razón cartesiana» o «razón instrumental». Es la razón calculadora de más cuanto que esa frontera no es ni nítida ni fija. Si en lugar del ejemplo de las
Hobbes, la del ars combinandi leibniziano, la del método newtoniano; presupone sanciones penales recurrimos a otro, como el de la puesta en práctica de una medida
una ontología individualista y lo suyo son las relaciones entre átomos-mónadas y de política monetaria, ya no está tan claro si se ha de decidir democráticamente o
la cuantificación de las mismas. Es, por tanto, apropiada para un conocimiento según el criterio de los técnicos.
del mundo orientado al dominio y la manipulación técnica del mismo. La otra es Y es que, como en el caso de la relación entre lo público y lo privado, o entre la
la razón dialéctica, que ya no es una facultad o instrumento del sujeto, sino la ley política y el derecho, la relación entre la racionalidad técnica y la democrática es
de la totalidad, que la consciencia puede y debe captar para conocer el sentido de compleja y no de absoluta exterioridad. Aunque llegáramos a aceptar, con ciertas
corrientes de fIlosofía de la ciencia actuales, que la validez de las teorías económicas
130 C. Castoriadis, Les carrefours du labyrinthe. París, Le Seuil, 1978, pág. 11. en que los técnicos basan sus decisiones tienen, en última instancia, un carácter
116 FILOSOFÍA POLÍTICA
FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 117

democrático o cultural, pues su legitimidad no le viene de ninguna pretendida


puede ofrecer ni un sólo argumento, ni una buena razón, para optar por ella. Si
evidencia de su verdad, sino del hecho político de ser aceptada por una comunidad
creemos al autor francés, todo depende de pulsiones.
o de ajustarse a su sensibilidad y sentido común, aun así habríamos de reconocer
Se ha dicho que no es en modo alguno contradictorio imaginar un mundo
que, en cada situación puntual, la ciencia económica aparece como un límite de la
cuyos habitantes tengan creencias totalmente irracionales y que puedan sobrevivir
política, aunque sea su límite.
juntos; o un mundo en el que las creencias más racionales condujeran a su rápida
extinción. Descartes y Leibniz decían que sólo es lo que puede ser pensado; Berkeley
2.3 Razón y postmodernidad
y Hume, que sólo es lo que puede ser percibido; en el momento postracional parece
que es todo aquello que puede ser imaginado. «La imaginación al poder» es un
Appel ha resumido las críticas postmodernas a la razón del siguiente modo: «La
bello ideal..., para el final de la historia; el problema es que la historia para muchos
voluntad de verdad y, por consiguiente, la exigencia de la validez intersubjetiva, que
no ha acabado.
la razón debe expresar o hacer valer públicamente en el discurso argumentativo,
La filosofía contemporánea ha inventariado y deconstruido los mil y un peligros
no serían otra cosa que la voluntad de poder; el hecho de argumentar (. .. ) no sería
de la razón, tendiendo a mostrarlos como intrínsecos e inevitables, no dejando
otra cosa que una práctica retórica que se usaría para imponerse por la fuerza; la
otra salida que el rechazo a la racionalidad. Pero, dado que Hume nos enseñó que
formación del consenso por vía argumentativa no sería otra cosa que una sujeción
la fuerza y legitimidad de la razón crítica, escéptica, de constructiva, son equivalentes
de la espontaneidad y de la autonomía individuales a las ambiciones de poder
a los de la razón analítica, afirmativa, dogmática, en lugar de optar por una de ella
manifestadas por un sistema social; no sería otra cosa que una alienación de sí»l3l.
hay que ver el enfrentamiento entre ambas como el verdadero escenario de la
Para Appel, la esencia del postmodernismo consiste en poner la razón bajo sospecha,
filosofía. Sin duda son sugestivos los argumentos que ponen la razón en la base del
como figura de la dominación, del poder o del deseo. Se lleva a cabo en nombre de
terrorismo, bajo sus figuras de la disciplina, la técnica o la burocracia; pero el rechazo
un programa liberador, antitotalizador, regenerador; pero su negación de la
de la racionalidad argumentativa abre las puertas al peor terrorismo filosófico, el
consciencia del individuo, su incapacidad para encontrar y justificar criterios
terrorismo gratuito, pues ni siquiera responde al silencio del otro; pues si es
convencionales de organización política, implican de hecho la renuncia a toda
terrorismo imponer al diálogo las reglas de la razón, la voluntad de verdad, no lo
liberación, quedando como una burda representación de la impotencia filosófica
es menos imponerle la ausencia de razones, la negación a dar razones. Deleuze y
enmascarada bajo el rostro de la trágica lucidez.
Guattari no han dudado en afirmar que «discutir es un ejercicio narcisista». Tal
De hecho, fue la razón moderna la que se deshizo de la trascendencia y abrió
vez sí, pero, ¿y dictar?, ¿cómo llamar a este refinado placer del pontificado?
al hombre a la libertad; fue la razón moderna, con su proyecto ilustrado, la que
La política, la política democrática, no tiene en su haber otro bien que el de la
puso al hombre ante la posibilidad de legislar el mundo y crear su ser; fue la
constante exigencia de dar razones, de dialogar de forma argumentada, de una y
racionalidad moderna la que asignó al hombre la tarea de darse a sí mismo
otra vez compartir el diálogo, con la esperanza de crear lo común; en tanto que
identidad, individualidad y autonomía. Fue ese proyecto ilustrado el que, frente a
aspira a ampliar el marco de lo compartido (ideas, actitudes, proyectos), la política
una identidad fija, eterna, externamente determinada, lanzó al hombre a la tarea
consiste en construir razones, a ser posible buenas razones, que, como decía
de elegir y darse su ser, aunque para ello, junto a la libertad, hubiera de poner la
lúcidamente Spinoza, es lo que une e identifica a los hombres. En este sentido, la
inseguridad y la indeterminación; frente a la posibilidad de descubrirse a sí mismo,
filosofía postmoderna es antipolítica por antirracional.
con una naturaleza dada y acabada, conforme a la racionalidad cartesiana, la
Pero no faltan esfuerzos por salvar la racionalidad en política, desafiando la
ilustración puso la posibilidad del hombre de construirse a si mismo.
crítica deconstruccionista. Habermas es quien más fecundos pasos ha dado en
La postmodernidad, como ilustra Lyotard, se representa la filosofía moderna
este sentido, con su «teoría de la razón comunicativa»!33. Se trata de depositar la
como «meta-relatos» buscando la verdad y la legitimidad; y opone a la misma la
racionalidad sobre la subjetividad, pero impidiendo que esta subjetividad degenere
diferencia, el rechazo a todo consenso, acuerdo o pacto 132. La diferencia es la
en un individualismo solipsista; se trata de construir un sujeto que escape a la
alternativa al meta-relato, a la pretensión de verdad; pero, bien mirado, esa
figura del pensador aislado, solitario, separado de todos y de todo; en definitiva, se
diferencia es lo irracional, es la simple insurrección contra la razón; no es la crítica
trata de resolver lo que llama «crisis del individualismo».
de ésta. La postmodernidad, en definitiva, se propone como alternativa, pero no
Habermas propone una racionalidad práctica y constructivista, no una
racionalidad universalista y universalizable; es como si asumiera las críticas de la
deconstrucción y, tras su destrozo, tratara de resurgir entre sus escombros. El trabajo
131 K.O. Appel, «Esquisse d'une théorie philosophique des types de rationalité», Le Débat
49 (1988), pág. 142.
132 Franyois Lyotard, La condition postmoderne. París, MinuÍt, 1979, pág. 7. 133 Asilo entiende T. McCarthy, La teoría crítica de Jürgen Habermas. Madrid, Tecnos, 1987.
Ver tambén AA.VV., Habermas y la modernidad. Madrid, Cátedra, 1988.
FlLOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 119
118 FILOSOFÍA POLÍTICA

miedo al desorden, a la dispersión, a la inseguridad, al sinsentido. La filosofía política


de la reconstrucción, nos dice, no puede tener consecuencias definidas más que a piensa la política como una construcción de la vida social q~e, como la vida n~tural,
partir del momento en que el paradigma de la consciencia de sí, de la autorreferencia es un orden siempre inestable, amenazado por otra ley umversal de entropla que,
de un sujeto que conoce y actúa en el aislamiento, es reemplazado por otro como la que rige el mundo físico, hace que la vida sea siempre efímera, sea
paradigma en el cual tiene lugar la intercomprensión, es decir, la relación propiamente lucha por vivir.
intersubjetiva entre individuos que, socializados a través de la comunicación, se Ahora bien, la seguridad, la identidad y la existencia pacífica pueden conse-
reconocen recíprocamente. Para Habermas, el supuesto filosófico de un mundo guirse, al menos aparentemente, de formas diversas, con diferentes filosofía~ y.con
objetivo, pensable con categorías fijas, va de la mano con el del sujeto aislado; en diferentes políticas; en definitiva, con diferentes filosofías políticas. Con obJetIvos
esta perspectiva la racionalidad se mide por la manera como el sujeto se orienta en puramente ilustrativos, podemos simplificar el universo de posibilidades y
función del contenido de sus ideas. Por el contrario, cuando el saber se considera quedarnos con las dos opciones tipos que estamos contras~ando a lo .largo de t?~O
mediatizado por la comunicación, entonces la racionalidad se mide por la facultad el capítulo, radicalmente opuestas y que polarizan el escenano. Una pnmera opClon,
que tienen las personas, responsables y participantes en una interacción, de a priori legítima y capaz de poner estabilidad, identidad y consistencia en la .idea
orientarse en función de las exigencias de validez que reposan en un reconocimiento de la ciudad, consistiría en asumir una filosofía que fija el orden de la realIdad
intersubjetivo. El saber deja de ser adecuación de las ideas a las cosas para ser como verdad a descubrir y obedecer, el orden de la historia como legalidad a
forma de adecuarse las consciencias interactivas. Ahora es la actividad comunicativa, cumplir, el orden institucional y jurídico como prescripción ontológica y moral-
y no el solipsista conocimiento del objeto, el fundamento del proceso. La razón mente fundamentada a la cual someterse; en definitiva, una filosofía con referente
comunicativa está en el mundo, ligada a la vida. trascendente que, por su objetividad, parece garantía de seguridad y consistencia,
desde la cual deducir las reglas jurídicas y las formas políticas de la ciudad.
2.4 Identidad e indeterminación Una segunda opción, a priori igualmente legítima, pasaría por adoptar una
filosofía que, en lugar de un marco ontológico exterior, se dota simplemente del
H. Arendt ha dicho que, en el espacio político, aceptar la humanidad es asumir la lenguaje y la racionalidad, de un cuadro conceptual, con su carga de convencio-
incertidumbre y la fragilidad. Ciertamente, la incertidumbre, la fragilidad, la nalidad, como medio de comunicación, deliberación y común aprehensión de la
provisionalidad, son características del mundo humano, de lo político; caracte- realidad; con el lenguaje, y siempre de forma convencional, en la vida política se
rísticas intrínsecas, que toda filosofía política debe pensar y asumir. La fragilidad podrán construir reglas, leyes, instituciones, en fin, un cuadro jurídico con que
del mundo humano deriva tanto de la fragilidad del hombre como de la fragilidad comprender, valorar y juzgar las conductas y los hechos sociales.
de la ciudad. Son dos opciones coherentes y, en principio, es racionalmente indecidible la
La fragilidad del hombre qua hombre (no como ser natural) se manifiesta en preferencia de una u otra; en rigor, la decisión sólo puede justificarse a posteriori,
su necesidad de conquistar constantemente su identidad, recurriendo a modelos por las consecuencias que de cada una se deriva. Pero hay que optar previamente
explicativos y a normas y criterios de interpretación que proporcionen unidad, a estar en posesión de las consecuencias y hay que tomar la decisión, si no en base
coherencia y consistencia a la sucesión de acontecimientos en que consiste su a razones definitivas, sí en base a buenas razones. La primera supone una política
conciencia, a las secuencias de acciones y reacciones en que consiste su vida. En de la verdad, en la que el orden institucional a construir y defender está ontológica-
este sentido, la filosofía puede ser considerada como una exigencia de esa fragilidad: mente determinado; una política en la que el diálogo o el acuerdo no son cauces
la filosofía le proporciona la identidad suficiente, la consistencia ontológica de justificación; una política, en fin, subordinada a la ideología (o a la religión).
suficiente para poder resistir la nausea sartreana del ser. También supone una filosofía del ser, desde la cual la acción, la voluntad o la libertad
La fragilidad de la ciudad se manifiesta en la constante inseguridad de sus debe encuadrarse en la estructura de un mundo dado, objetivo, escrito; una filosofía
instituciones, en la siempre presente posibilidad de lucha o de revolución, que se que se piensa descubrimiento y no construcción de la verdad, de la justicia o de la
manifiesta en la continua necesidad de reafirmar el orden, de controlar la unidad, amistad. Tiene el mérito de, aunque sea imaginariamente, dar mayor identidad y
de reiterar el acuerdo, de impedir el caos. En este sentido, la política puede ser eternidad a lo político.
pensada como una exigencia de la fragilidad de la ciudad, como la manera que La segunda opción es, a nuestro juicio, más ajustada a nuestro tiempo, más
ésta tiene de mantenerse, de reconstruirse, de ganar la consistencia y la continuidad compartida. Es, sin duda, la que en menor grado elimina la fragilidad del hombre
suficiente. y de la ciudad; pero esto no es necesariamente una limitación. La huida de la fragi-
La filosofía política, desde esta perspectiva, aparece como el instrumento para lidad' la in~eguridad, el miedo, son puestos por Spinoza y Hobbes, respectivamente,
que el hombre se dote a sí mismo y a su vida de unidad, de coherencia, de en la base de la filosofía y de la sociedad; pero ni la ideología consoladora ni la paz
continuidad y de sentido; y piensa la política como instrumento que permita a la de los corderos son la mejor forma de evadirse del miedo. Si para vencer la fragilidad
ciudad el bien común, entendido como el rostro positivo del verdadero fin: el
120 FILOSOFÍA POLÍTICA
FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 121

ontológica y social el hombre ha de recurrir a lo imaginario y la sumisión, la filosofía


A. Badiou y L. Ferry. Ambos han abordado el problema del sentido de la filosofía
política sólo puede guardar silencio. Pensamos, en cambio, que no es grave
práctica en la época de la subjetivización del mundo.
mantener imaginariamente la fragilidad soportable si con ello el hombre conserva
la autoconsciencia y la libertad, si con ello el hombre asume la tarea política como
3.1 La sociedad de espectadores
una acción eterna de construir la ciudad, de resistir la tentación de regreso al caos,
a la naturaleza, al reino de la fuerza. Además, en los límites que hemos marcados,
No compartimos, interpretada literalmente, la tesis de A. Badiou, que enuncia con
esta ?losofí~ no tiene que renunciar a la verdad ni constituirse en ontología de la
dramatismo: «Una exigencia fundamental del pensamiento contemporáneo es la
contmgenCla.
de acabar con la filosofía política»135. Compartimos, eso sí, su idea de que es
Los hombres han optado por la democracia, es decir, por la inseguridad en
imposible una filosofía política neutral, si bien matizaríamos que la neutralidad es
política; dentro de esta opción, buscarán la mayor estabilidad, pero en el ámbito
una cuestión escalar; y estamos de acuerdo en que tras toda filosofía política se
de la incertidumbre intrínsecamente ligado a ella; y han optado por una ontología
oculta una política, aunque con un grado desigual de instrumentación. Estas
de la indeterminación, por el soporte de lo intersubjetivo y contractual, y por las
coincidencias generales, no obstante, no nos llevan a la desautorización de la
ver~ades probables, y por la autorreferencia. Hoy la filosofía política no puede
filosofía política, ni en su dimensión crítica, deconstructiva, ni en su pretensión de
aspirar a lo absolutamente estable e idéntico; mejor dicho, no puede perseguirlo al
instaurar una política (o, si se refiere, de defender y legitimar la política que tras
precio de regresar al dogmatismo del fundamento; el hombre habrá de saber vivir
ella se esconda). La impureza no puede ser un argumento definitivo de deslegiti-
con filosofías constructivistas y con políticas democráticas, habrá de vivir en el
mación, si bien implica la exigencia de comprensión, análisis y valoración de los
artificio, en los equilibrios precarios, en las identidades débiles; en fin, habrá de
efectos concretos.
convivir con sus obras, en un mundo simplemente humano.
Pero, como tantas veces ocurre, la llamada de Badiou a acabar con la filosofía
La filosofía y la política, pues, han de luchar contra la «inestabilidad y el miedo
política se refiere de forma limitada a acabar con la filosofía política de los otros, si
a la nada»!34. El éxito en el empeño no parece ser esperanzador. La consciencia
se quiere, la filosofía política dominante, que el contexto de su reflexión concreta
filosófica actual es de desorden del espíritu, de marcha hacia la nada y el vacío; la
en la propuesta arendtiana. La épica llamada a la batalla contra la filosofía política
consciencia de la política actual es de progresivo desorden, violencia, fragmentación,
acaba por ser la entrada retórica a la manera de entender la filosofía política de H.
guerra. Es decir, la filosofía no ha disminuido la incertidumbre en el individuo; el
Arendt y sus seguidores. De ahí nuestro interés, pues se trata de interpretar y valorar
pluralismo y el circunstancialismo, más que seguridad generan desconcierto. Por
una de las corrientes contemporáneas de pensamiento filosófico político con más
su lado, la política democrática, junto a sus éxitos al ahuyentar la tiranía, la dictadura
incidencia. Una corriente que centra la reflexión en la crisis de la racionalidad y
yel autoritarismo, es obvio que no elimina la inestabilidad que surge de las pasiones
sus efectos políticos y que exalta hasta la apoteosis la deliberación, el diálogo, el
y de la vida económica. No obstante, su relativa ineficacia al reproducir cierto
consenso y el pluralismo, elementos básicos de la concepción de la política que se
grado de inseguridad no puede verse como carencia sino como peculiaridad. La
ha instaurado en nuestros medios culturales como dogma de fe.
paloma de Kant necesitaba del aire para volar, aunque la frenara; el miedo, la
En la crítica de Badiou al carácter especulativo y mediático de las filosofías
incertidumbre, la inestabilidad, son el aire en que navega la política; y el relativismo,
políticas que se disputan, sin enemistad, la hegemonía cultural, hay acentos
la contingencia, la indeterminación, son las dimensiones del espacio por donde
personales relevantes en tanto que simbólicos. Como pensador políticamente
camina la filosofía.
comprometido, le duele especialmente que la filosofía defina la política como
intervención teórica, como construcción de la opinión pública, marginando y
menospreciando el compromiso militante y la praxis política real, las confronta-
3. La universalidad como ideal
ciones revolucionarias. Nosotros también pensamos que reducir la ciudad a opinión
públic~, l~ lucha social a contraste de opiniones y la filosofía política a reglas de
Vamos a cerrar este capítulo con unas reflexiones que ayuden a fijar posición frente
procedImIento del consenso, implica el servicio incontestado a una política que
a esta guerra a la razón desatada en las últimas décadas; reflexiones que simultá-
acepta y legitima el orden existente.
neamente contribuyan a caracterizar nuestro momento filosófico y a esbozar vías
Entiende Badiou que el atractivo que ejerce tal filosofía proviene de su defensa
de r~flexión concordes a la racionalidad, leales a la voluntad de verdad y compro-
de lo~ :ralores políticos dominantes (deliberación, consenso y pluralismo) y de
metIdas con la pretensión de justicia. Lo haremos de la mano de dos autores que,
permItIr al filósofo hacer en lo imaginario de científico, moralista y consejero de
cada uno a su manera, han buscado posiciones protegidas de la deriva irracionalista:
135 A. Badiou, «Contre la philosophie politique», en Abrégé de métapolitique. París, Seuil,
134 N. Tenzer, Philosophie politiqueo París, PUF, 1994, pág. 617.
1998, pág. 19.
122 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 123
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príncipes: «Correspondería a la filosofía producir un análisis de lo político y, Pero no se trata sólo de cuestionar la nueva figura del agente político, con la
obviamente, de someter in fine este análisis a las normas de la ética. Así el filósofo irresponsabilidad e impunidad intrínseca a su amateurismo y a su neutralidad,
tendría el triple beneficio de ser, primeramente, el analista y el pensador de esta propios de su ser no-político (o de su no-ser político); esta nueva figura se
objetividad brutal y confusa que es la empiricidad de las políticas reales; en segundo corresponde con la aparición de un nuevo modelo de orden político: la sociedad
lugar, quien determina los principios de la buena política, de 10 que es conforme a de espectadores. La política de la opinión pública expresa, y al mismo tiempo
las exigencias de la ética; y en tercer lugar, poder hacer esto sin tener que ser militante privilegia, una representación de la comunidad como consumidores pasivos de
de ningún proceso político verdadero, de suerte que podría indefinidamente dar información política (y no política). Los ciudadanos devienen espectadores de
lecciones a lo real, en la modalidad que le es más querida: en la del juicio»136. una escenificación de la política en la que su participación queda levemente
De la posición de Badiou nos interesa destacar dos aspectos: uno referente a la asegurada por el carácter interactivo del espectáculo. La praxis genuinamente
deliberación política y otro a la militancia política. En cuanto al primero, expresa política clásica del militante de partido, del parlamentario, del dirigente sindical,
su rechazo de toda filosofía política que piense la política como ejercicio del libre queda marginada -cuando no devaluada- excepto en la medida en que, como
juicio en el espacio público, como intervención en el juego de las opiniones; reducir personajes de la representación dramática, participan en la deliberación pública.
la política al momento de la deliberación, ignorando el de la decisión y, especial- No tratamos de condenar esta forma contemporánea de la política; tal vez sea,
mente, los momentos excepcionales (insurrección, resistencia, lucha de clases, inevitablemente, la que se instaure como oficial en el siglo XXI. Pero hay razones
revolución), equivale a reducir la ciudad, sus divisiones, sus confrontaciones, sus para llamar la atención sobre este proceso, a fin de que el mismo, si se impone, sea
relaciones complejas, al simple escenario de la opinión pública. consciente y libremente asumido y, a ser posible, tras valorar los efectos previsibles.
Por nuestra parte hemos insistido mucho en que la política, especialmente la La actual crisis de partidos y parlamentos no es una anécdota, ni es mera
política en nuestros estados democráticos, ha de hacer de la deliberación y el contingencia derivada de la maldad de los líderes; la forma oficial democrático-
acuerdo su eje de actuación; pero también hemos dicho, y queremos subrayarlo, parlamentaria del espacio político está dando paso a una nueva configuración, la
que la política no es sólo debate, que la ciudad no es sólo opinión pública y que la democracia de opinión, coherente con la sociedad de espectadores. Y Badiou tiene
filosofía política, además de defender y ordenar las reglas de discusión, ha de poner razón al señalar que la defensa sin límites del debate, del consenso y del pluralismo,
ideales alternativos y ha de tomar posición ante la cuestión maquiaveliana, ante la como virtudes únicas y absolutas de la política, sirve a una representación de la
necesidad de proteger el bien mediante el mal, la libertad con la ley, la tolerancia política y de la ciudad que, como mínimo, ha de ser sometida a crítica. Y la filosofía
con la prohibición, la paz con la fuerza. La deliberación casi agota la política en política que absolutiza esos valores, lejos de propiciar esa crítica, la impide y,
situaciones normales, con reglas, proyectos y derechos compartidos y respetados; conscientemente o no, está al servicio de ese proyecto. Sin dejar de insistir en la
pero en las situaciones excepcionales, cuando se pone en riesgo la unidad e identidad bondad de la deliberación y del acuerdo como elementos fundamentales de la
de la república, cuando la ley y la moral normales muestran su impotencia, la política democrática, hemos de resaltar que la política no es sólo deliberación, ni
política ha de dar respuesta satisfactoria, si no quiere con su fracaso o silencio dar acuerdo; que el consenso es imprescindible, pero no puede ser un ideal ni criterio
paso a la guerra. Y la filosofía política no puede abstenerse de proponer una política. de legitimación política.
Si es esto a lo que Badiou alude, no podemos sino manifestar nuestra coincidencia.
En cuanto a la militancia, Badiou entiende que ese enfoque teoricista y 3.2 Discusión y verdad
académico de la política privilegia al filósofo sobre el político, tal que se degrada la
imagen de éste, se sataniza la militancia y la profesión, y se desprestigia la política A Badiou le parece claro que la concepción arendtiana privilegia ese punto de
real. Desde luego Badiou defiende la figura del militante político, no la del profesional vista del espectador, en política. Destaca al respecto el elogio que Arendt hace de
de la política; pero el problema que plantea afecta a ambas figuras del agente político, Kant porque sus imperativos nos exigen «tomar a los otros en consideración», al
confrontadas a la nueva figura del filósofo opinador político. Este, que hace política tiempo que no nos prescribe «asociarnos con ellos para actuar». Según Arendt, en
desde fuera del espacio político tradicional (gobierno, partidos, sindicatos, Kant el imperativo moral sería políticamente neutral; en rigor, antipolítico, en
parlamentos, instituciones locales), que hace gala de no ser ni profesional ni tanto que no habría en el mismo llamada a la acción, al compromiso colectivo,
militante (incluso de no ser «político»), es, en una representación como la de Arendt dejando indeterminado el posicionamiento político. Sin duda es una lectura sesgada
(lamentablemente fiel al existente en nuestros días) el verdadero agente de la política e ideológica de Arendt, en cuya crítica no entraremos aquí. De todas formas, a
en tanto que configurador de la opinión pública (yen tanto, como es la tendencia Badiou le sirve para argumentar que la posición arendtiana privilegia una represen-
actual, la política institucional esté subordinada a la opinión pública). tación del mundo social perfectamente conservador, legitimador del actual momen-
to del capitalismo consumista, concretado en el «punto de vista del espectador»,
136 Ibíd., 19. en una sociedad cada vez más de espectadores o consumidores de información
FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 125
124 FILOSOFÍA POLÍTICA

constituye en él. La verdad científica es el resultado de un amplio debate público


Esta política cuyo espacio es la opinión pública y cuyo enfoque es el punto de
antes de ser aceptada. Además, se trata de un debate modélico de información
simetría, tolerancia, acuerdo, consenso. La verdad científica, que nada tiene qu~
vista del espectador tiene, según Badiou, unas consecuencias relevantes para la
filosofía política. Por un lado, la política queda en manos de los medios de
ver con esa ficción que el postheideggeriano usa para facilitar su crítica, es modelo
comunicación, que monopolizan de forma creciente la capacidad de intervención
de publicidad y discusión, de claridad de las reglas de argumentación y aceptación.
política; por otro, la política pierde toda relación con el pensamiento de la verdad,
Ciertamente, pueden cuestionarse estas reglas de racionalidad y exigir otras
expresando así la culminación de la crisis de la racionalidad y el rechazo definitivo
favorables para defender extravagancias, desde las cuales pudiera argumentarse
de la «voluntad de verdad» que estaba en la base de todas las ilusiones filosóficas,
igualmente la verdad y la mentira, la honestidad y el engaño; pues, ciertamente, las
de todas las barbaries políticas y de todas las miserias sociales, si creemos a los
reglas de racionalidad del debate científico impiden la defensa de ciertas creencias.
postheideggerianos. Así aparece, en los arendtianos, «el antagonismo entre la verdad
Pero, aunque hubiere cierta arbitrariedad en la elección de las reglas de discusión,
y la opinión, entre el modo de vida filosófico y el modo de vida polítíco»137.
lo cierto es que las dominantes en las ciencias, a diferencia de cualquier otras que
Oposición que, a diferencia de Platón, primer filósofo en tematizarla, es elevada a
se propongan, cuentan con la más larga y amplia deliberación pensable: con la
contradicción eterna e insuperable. A no ser que el filósofo haga de político en el
experiencia histórica de milenios, con la vastísima aceptación de las mismas por
espacio de la opinión pública y el político se limite a hacer de gestor. En ese escenario,
pueblos, culturas y siglos.
el mensaje parece ser: los ciudadanos-espectadores deben preocuparse del debate
El segundo argumento apunta a la esencia misma de la política, que según
político de opiniones, no de la gestión o la toma del poder. Así, la batalla política se
Badiou no sería propiamente la discusión sin más, sino da discusión que lleva a
da donde el poder nunca pierde: en el reino de las opiniones.
una decisión». La política, a diferencia de las conversaciones de café, exigen un
El tema, pues, es la verdad, y su descalificación en la política. Badiou señala,
punto final para la decisión. La filosofía puede dejar abierto el debate, pero la
con lucidez, la diferencia entre la posible «libertad de opinión» y la dudosa «libertad
política ha de cerrarlo, ha de fijar la norma válida hasta una nueva discusión. Esta
de verdad». Y ante la cita de Arendt defendiendo que «Toda verdad exige perento-
necesidad de decisión abre de nuevo el problema del criterio de racionalidad y de
riamente ser reconocida y rechaza la discusión; mientras que la discusión constituye
verdad. Por ejemplo, tanto en las elecciones como en las discusiones parlamentarias
la esencia misma de la vida política», Badiu replica que es la mayor de las banalidades
se acepta la necesidad de la decisión, y se recurre al voto. Aunque el criterio de la
«En la larga serie de banalidades sobre el carácter dogmático, abstracto y constrictivo
mayoría no garantiza la verdad, aunque el voto particular no tenga a veces que ver
de la idea de verdad, banalidades desde siempre investidas en la defensa de
con la verdad, lo cierto es que es incuestionable en política. Y ello al margen de sus
regímenes políticos donde la autoridad del poder (generalmente económico) se
efectos, aunque el voto lleve al poder a Hitler o Milosevic, aunque apruebe una ley
disimula detrás de la libertad de opinión»138. Su idea, por tanto, es que el rechazo a
de control y expulsión de inmigrantes extranjeros o de intervención en Kosovo. El
la verdad viene de quienes no la tienen; el elogio de la opinión se da cuando, como
juego de opiniones no lo es todo; en la política han de tener presencia, con la
diría Lukács, quienes usaron la verdad se dan cuenta de que ya no les sirve, que
redefinición adecuada, la verdad, la justicia y la racionalidad. Y ello, entre otras
beneficia a los otros; en tal situación es un buen objetivo estratégico que se acepte
~osas, p.orque se han de tomar decisiones, porque no es un mero espectáculo
la ilegalidad o esterilidad de la verdad.
mteractlvo de opinión pública.
Realmente nos parece que la tesis de Arendt culmina la crítica heideggerian.l
al pensamiento occidental, en especial, al pensamiento ilustrado y su programa de
3.3 Muerte del sujeto
emancipación. Y cuando de ahí extrae que, en consecuencia, la verdad repugna a
la democracia, por ser dictatorial y despótica, tal que lo propio de la a democracia
Venimos argumentado que la política se ve afectada por la crisis de la razón práctica,
es la opinión, está proponiendo como revolucionario, contestatario y rebelde un
decretada por los postheideggerianos. La soberanía del espectador -del consumidor
punto de vista no sólo conservador y reaccionario, sino filosóficamente falaz y
?e espectáculo- y el primado de la discusión pública responden en el fondo a la
moralmente perverso, en cuanto que usa a su favor la fuerza de la sinrazón: la
Idea de que lo propio de la política es el pluralismo. El pluralismo es hoy un enfoque
mayor facilidad para opinar que para buscar la verdad.
filosófico que va más allá de la política, pues se defiende por igual la pluralidad de
Para acabar, queremos salir al paso de una falsa idea que este discurso se encarga
culturas, de objetivos, de gustos, de religiones, como de epistemologías. Pero con
de inducir, a saber, que la verdad, a diferencia de la opinión, repugna al debate. El
frecuencia no se presenta así, reducido a mera propiedad de la democracia liberal.
mismo Badiou nos ofrece dos argumentos, que recogemos. En primer lugar, la
Nada más engañoso.
verdad más genuina, la verdad científica, no sólo no excluye el debate, sino que se
. ~l parlamen:arismo clásico, ciertamente, expresaba la pluralidad, es decir, la
eSCISIón y la deSIgualdad social; los distintos partidos políticos eran las vías de
137 Ibíd.,23. articulación, definición y articulación de ese fraccionamiento. Pero el Parlamento,
138 Ibíd.,23.
126 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 127

al mismo tiempo y al menos en idea, expresaba la pretensión de universalidad: capacidad que tendrían los hombres para hacer, en alguna medida, su propia
lugar de discusión, de confrontación, de debate de los representantes, con la historia (lo que supone, se quiera o no, la crítica de las simples leyes del mercado),
esperanza de lograr al menos acuerdos, si no convencimientos e identidades. Todos al tiempo que se acepta la tesis según la cual la noción de voluntad sería invalidada
hablaban en nombre del bien común, de la justicia, de la libertad; pero todos creían por el descubrimiento de los diversos rostros del inconsciente?»141. Pregunta
que de estos conceptos sólo su versión era la correcta. Todos toleraban las visiones inquietante, pues abre la sospecha de la oposición de la filosofía, de algunas filosofías
de los otros, pero no reconocían que su proyecto fuera tan verdadero o tan justo vividas como emancipadoras, a la democracia; y, sobre todo, porque pone de relieve
como el propio. Por eso aspiraban a convencerlos, a asimilarlos, aunque en el marco la exigencia de coherencia y la necesidad de afirmar la primacía de la política sobre
de unas reglas de discusión, que constituían el principio de tolerancia. Al menos la ontología y la epistemología, como única manera de salvar al mismo tiempo la
esta era la representación filosófica imaginaria del Parlamento. paradoja y la opción por la barbarie.
El pluralismo suele hoy presentarse como el nombre apropiado del parlamen- Esta ecuación filosófico-política no acepta respuestas de compromiso; tampoco
tarismo actual; pero, en rigor, sólo puede ser pensado como parlamentarismo es posible el regreso a las formas de subjetividad pre-modernas, anteriores al sujet-
postpolítico, como negación del Parlamento moderno. En el límite, el Parlamento, brisé. Se trata, por tanto, de pensar cómo es compatible la política democrática,
en la representación pluralista de la sociedad, pierde su sentido sustancial, quedando actualmente soldada al individualismo liberal, con la «muerte del hombre». Toda
como mero formalismo, como forma anacrónica de sancionar la legalidad. De ahí la corriente antiilustrada -de Tocqueville a Heidegger y Arendt, de Weber a Strauss
su función cada vez más contradictoria, anodina y subordinada: no debaten los y Voegelin-, han destacado los efectos del individualismo en la erosión del universo
representantes, sino los grupos, y se admite -incluso se exige- que previo a los tradicional: desaparición de órdenes, cuerpos y estamentos del Antiguo Régimen,
debates los proyectos se hayan consensuado con las partes «sociales» afectadas. desencantamiento del mundo, fin de la cosmovisión teológico-política, paso de la
Esta práctica, hoy aceptada, es la negación de la idea del parlamentarismo moderno. comunidad orgánica (Gemeínschaft) a la sociedad contractualista (Gesellschaft),
Pues bien, esta crisis de las instituciones del parlamentarismo ilustrado, del mundo cerrado al universo infinito, obsolescencia de las viejas cosmologías,
coherentes con la vigencia en ellas de la voluntad de verdad y exigencia de abandono de las visiones objetivistas y jerárquicas del derecho y de la política,
racionalidad, desemboca en el pluralismo, expresión política y cultural de una olvido del Ser en el acontecimiento de la técnica ... Han, pues, resaltado el precio
filosofía que, bajo la puesta en crisis de la verdad y la racionalidad, ha hecho suyo del Progreso.
el programa de rehabilitación de la opinión, de restaurar su dignidad específica La crisis de todo referente, nos sigue diciendo Ferry, tiene como efecto la
frente a la verdad racional sospechosa. De esta forma, el pluralismo político, el apoteosis del individualismo. Pero un individuo aislado, desconcertado, impotente
culto público a la opinión y la estetización de la política nos aparecen como aspectos para dar sentido a la vida y a la muerte, incapaz de encontrar razones para poner
de un complejo cambio filosófico cultural. Pero aún nos falta otro elemento para orden y determinación. La absoluta indeterminación del mundo, que pone en
comprender esta situación: el proceso de subjetivización del mundo. abstracto la infinita posibilidad de acción del individuo, pone al mismo tiempo su
En un brillante texto sobre la estética moderna 139 , L. Ferry señala como rasgo infinita indecisión, la infinita indiferencia, la absoluta falta de razón suficiente. Lo
de nuestra época la rotura del sujeto. La muerte del hombre, publicada en los años que había de vivirse como emancipación, se vive como desconcierto y vaCÍo.
60 pero advertida ya por Nietzsche, sigue agitando el pensamiento contemporáneo. Ferry concluye su narración considerando que es normal que se viva como
¿Por qué? Porque la rotura del sujeto coincide, paradójicamente, con la más decadencia este paso del orden al caos; pero que la filosofía ha de asumir su papel:
encendida reivindicación del individuo: «Paradoja, pues, porque el sentimiento «ayudar a poner límites y determinaciones». Ciertamente, esa es la tarea. Hoy la
de una pérdida irremediable de sí, tematizada por la filosofía contemporánea como función de la filosofía no es liberar, sino determinar; hoy no es urgente deconstruir,
el efecto de una desmitificación tan subversiva como saludable, se acompaña de sino reconstruir. Conseguida la indeterminación, el riesgo es que sea la fuerza quien
una voluntad sin cesar creciente de reapropiación: en el plano individual, como la escriba en ella su ley arbitraria y veleidosa. La filosofía ha de asumir que hoy poner
tentativa de recuperar para sí mismo un pasado perdido; en el nivel colectivo, a el orden no es colaborar a la dominación, sino proteger la libertad; que poner la
través del éxito de no sucumbir a las infinitas trampas que el mundo mercantil no ley no es someter, sino hacer posible la individualidad; que asegurar la universalidad
cesa de tendernos»14o. no es romper la individualidad, sino hacer posible la identidad. Esta consciencia
No es trivial resaltar el carácter paradójico de la situación. La paradoja impregna relativista, historicista y pragmática, por otro lado, es la que corresponde a una
la vida presente, y reta a la filosofía. Ferry la plantea así de contundente: «¿se puede crítica deconstructiva lúcida. No es, pues, la opinión lo que hoy necesita defensa,
ser demócrata, creer no sólo en las virtudes del pluralismo, sino también en la cuando domina absoluta y despóticamente; es la verdad la que está amenazada; no

139 Lue Ferry, Hamo aestheticus. París, Éditions Grasset & Fasqualle, 1990.
140 Ibid., 12. 141 Ibid., 12.
128 FILOSOFÍA POLíTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 129

es la racionalidad la que ahoga y constriñe, es la sinrazón y la irracionalidad las que le transciende; o, al menos, que su visión del mundo puede llegar a ser
que imponen su ley. Si la apuesta es por la defensa del débil y perseguido, hoy tales compartida por otros, y que entre todas es más verdadera la del genio. Del XVII al
atributos corresponden a la verdad y la razón. XIX el problema filosófico es conciliar la subjetivización del mundo con la existencia
de criterios objetivos, morales o estéticos, que garantizaran la objetividad del mundo
3.4 Subjetivización del mundo para nosotros. Pero, en todo caso, el subjetivismo estético o moral iba ligado a la
aceptación de la posibilidad de cierta objetividad, tuviera ésta soporte intersubjetivo
Si la individualización es un rasgo irreversible de nuestro tiempo, la filosofía política o transcendental.
ha de pensarlo, valorarlo y establecer qué cultura (ética, estética, ciencia) es Ferry cree que esta referencia se pierde desde Nietzsche: ya no hay un mundo
adecuada a las exigencias de la democracia y cómo esa cultura puede determinar unívoco, sino una pluralidad de mundos para cada artista; no hay un arte, sino
el proceso creciente de individualización en que se ha concretado a la liberación estilos individuales. Se llega así a la idea actual: «lo bello es cuestión de gustos». La
de los hombres y los pueblos. El imperativo del individualismo hace impensable diferencia entre el genio y el chapucero tiende a desaparecer, cuestión de
una cultura con referente trascendente, teológico o natural. individualidad. La subjetividad moderna, que no renunciaba a cierta objetividad,
En este sentido, Ferry reivindica una filosofía política que tenga en cuenta la es sustituida por la mera individualidad, tal que ya no tiene sentido la comparación
subjetivización del mundo. Ve ésta como un proceso que va de los antiguos a los y valoración (más allá de poder decir: éste me agrada más). Ferry lo ilustra así:
modernos y a los contemporáneos. Para los antiguos la obra de arte es concebida «existe un mundo romántico; no estoy seguro que exista un mundo post-
como un microcosmos, cuyo criterio objetivo y sustancial está fuera de ella, en el moderno»143.
macrocosmos; en los modernos, las obras toman sentido por referencia a la Sin valorar el proceso como decadencia, se trata de reconocer que el arte
subjetividad; en los contemporáneos, por referencia a la individualidad 142 . moderno tenía pretensiones de conocimiento (no racional) del mundo; el
Una distinción clave es la que Ferry establece entre subjetividad (moderna) e contemporáneo sólo pretende, si acaso, mostrar el alma del artista en un momento
individualidad (contemporánea). En ambos casos, la armonía, belleza, bondad o (artista solitario dedicado a narrar su vida interior). Del mismo modo, en la ética
justicia del objeto o la acción no se establecen desde un orden exterior; en ambos y la filosofía política modernas se confiaba en una norma universal, la voluntad
casos el objeto no se aplaude por ser intrínsecamente bello o justo; al contrario, se general o el bien común, que la filosofía no renunciaba a formular, aunque fuera
llama bello o justo porque produce placer, como fijara Hume. Pero en el primero con fundamento meramente intersubjetivo. En el universo postnietzscheano lo
no renuncia del todo a la universalidad, por tanto, a la razón y a la verdad, mientras que se plantea no es renunciar a lo universal por imposible, sino por indeseable.
que la segunda alude a una visión del mundo fragmentada en perspectivas Como cualquier acuerdo sería incompleto y efímero, como cualquier razón sería
inconmensurables. impura, como cualquier verdad sería parcial y provisional, se renuncia a ellas; en
Efectivamente, la estética moderna, como teoría del gusto entiende la belleza el fondo, esos obstáculos son usados para liberarse de ellas. El mensaje de Nietzsche
como cualidades subjetivas; buscar sus razones es buscar las causas de los placeres a los modernos no es tanto «Dios ha muerto», cosa que ya sabían, sino «el mundo
de nuestra alma. Pero la subjetivización del mundo no implica desaparición del no existe».
mundo. La subjetividad era para los modernos un referente que aportaba alguna Hay acuerdo general en que el proceso de subjetivización moderno se inicia
objetividad, porque refería a la estructura psicológica o a alguna instancia con Descartes y acaba con el perspectivismo nietzscheano expresado en La voluntad
trascendental. Hume defiende la objetividad de lo bello y de lo moral apoyándola de poder: «No hay hechos, sólo hay representaciones»; «La cuestión qué es [es
en una estructura psicobiológica común a la humanidad. Kant, en la Crítica de la siempre] la cuestión qué es para mí», donde ya no se trata de afirmar que toda
facultad de juzgar, dirá que el genio es genial porque sabe expresar inconsciente- visión del mundo es subjetiva, parcial, lastrada, sino de poner el carácter
mente -sin mediación de conceptos-la «idea del mundo»: es ésta la que garantiza inconmensurable de las distintas visiones del mundo y, en el límite, negar el mundo,
la objetividad, la que mide la obra de arte. sustituido por una pluralidad de representaciones efímeras del mismo. En cambio,
El genio clásico no inventa, descubre; la creación artística es imitación de la no suele abordarse con detenimiento las causas de ese tránsito, las dificultades de
naturaleza. El moderno acepta que su visión del mundo es suya, pero de un mundo una filosofía de la subjetividad que proporcione objetividad o universalidad. Y
éste es el gran tema de la filosofía si no quiere verse arrastrada por el nihilismo.
En este sentido, R. Legros resuelve el problema con sospechosa facilidad: «La
142 Aunque Ferry sitúa la reflexión en el campo de la estética, podríamos aplicarla a la ética idea del hombre como razón individual (como sujeto) nace con la modernidad, la
y la política, entre otras razones por dos que señalamos: en nuestros tiempos se ha dado, como
funda Descartes, se extiende en la época de las luces y domina las actitudes en las
hemos dicho, la estetización de la ética y la filosofía política, y de la filosofía en general; además,
el ciudadano, la ciudad e incluso el hombre pueden, a estos efectos, ser consideradas «obras de
arte». 143 Luc Ferry, op. cit., pág. 22.
130 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA 131

sociedades fundadas sobre la igualdad. Lo que significa que la mentalidad moderna, en crisis el racionalismo clásico, que hacía derivar la belleza y sus criterios de la
la que culmina en la época democrática, es el cartesianismo devenido mentalidad»144. razón. Dice Ferry: «El racionalismo clásico y el empirismo sensualista presentan,
Como se ve, con una simple constatación empírica da por resuelto el problema de si bien por motivos inversos, un mismo defecto: los dos conducen a fundar el
saber cómo una razón subjetiva deviene consciencia compartida. Una mentalidad, sentido común que se crea alrededor del objeto bello de manera tal que la
entendida como participación en una racionalidad común, es ciertamente una subjetividad se encuentre, por así decirlo, reificada; y, por ello mismo, negada. La
razón compartida; pero no se ve la necesidad de que sea racionalmente compartida, personalidad propia del autor de un juicio del gusto se disuelve, en los clásicos, en
de que sea una racionalidad política, construida en común. Compartir una una razón universal que se comporta de manera dogmática respecto a lo particular.
racionalidad no es lo mismo que compartir la creación de la razón; en el primer En los empiristas, la particularidad de los sujetos parece, en un primer momento,
caso cabe la unanimidad de la sumisión. bien preservada; pero la intersubjetividad es finalmente reducida a un principio
Tenzer, refiriéndose a las tesis de Legros, comenta: «Este fenómeno (descrito puramente material, a la idea de una estructura psíquica y orgánica común a una
por Legros) explica una subversión de la razón: cesa de ser una facultad ligada a especie de individuos. La experiencia estética no requiere desde entonces nada
un sujeto para devenir una disposición colectiva desconectada de toda actitud que sea específicamente humano, al no ser lo bello más que una variedad de lo
individual. El sujeto parece entrar en un movimiento de racionalización que lo agradable, y el arte culinario el modelo de la estética en general»147.
sobrepasa; la racionalidad no es ya concebida como autorreflexión»145. O sea, O sea, quebrada la razón, la estética -y la moral, y la política- se resuelve en la
entusiasmado por la solución del problema, se limita a elogiarla y a subrayar su cocina, donde cada uno pone los condimentos a su gusto; en todo caso, se confía
transcendencia, llegando a calificar el proceso, paradójicamente, como una en que la dimensión biológica de la especie, o la cultural del hábito, acerque
«subversión de la razón». Lo cierto es que la generalización de la aceptación es la suficientemente los gustos para poder comer todos en el mismo plato, cosa deseable
perfección de la razón, pero no su subversión; la coincidencia de las consciencia aunque sólo fuera por economía. En el campo culinario suele ocurrir así, solucio-
subjetivas en la razón, no subvierte nada. La razón a la que cada vez se suman más nándose sin mayores problemas la relación entre individualidad del gusto y la
conciencias es una razón escrita, dada, externa al sujeto y al mundo. La verdadera comida en común.
subversión exigiría la superación de la democracia exterior, de las mayorías o de El problema suele ser el de la sobremesa, es decir, a la hora de hablar. Para que
las coincidencias de las conciencias en una razón trascendente, y su sustitución ésta tenga sentido, para que podamos hablar, hemos de suponer cierta objetividad
por una democracia constituyente, constructiva de la consciencia y del mundo del gusto, pero no excesiva; de lo contrario la sobremesa resulta imposible.
civil. Imposible es si no hay discusión, cosa que requiere el reconocimiento de cierta
El problema de la construcción de lo universal desde una situación individua- objetividad de las apreciaciones subjetivas, sin cuya condición no hay diálogo, sino
lizada, sigue pendiente, y la importancia del mismo no puede arrastrarnos a pseudo- sólo corta y fragmentada serie de manifestaciones de gustos individuales; pero es
soluciones metafóricas. Mientras se construye esa posibilidad, cabe una defensa igualmente imposible si hay disputa, es decir, pretensión de absoluta racionalidad
negativa, una tarea de deconstrucción de la deconstrucción. Preguntas como la de del gusto, que lleva a una confrontación abierta por imponer a los otros el menú.
R. Legros: «¿de dónde viene que el subjetivismo, que intenta mostrar que lo propia- La sobremesa, por tanto, exige discusión y no disputa; exige, en consecuencia,
mente humano reside en la conquista de la autonomía individual, en la capacidad reconocimiento de la verdad y la racionalidad, pero no absolutas y transcendentes.
de pensar, de juzgar y de actuar por sí mismo, en pocas palabras, en la libertad, Ferry nos ofrece el planteamiento filosófico de la antinomia del gusto -como
conduzca, por una suerte de giro implacable, a una negación de las facultades hemos dicho, expansible a la moral y la política- y la solución al problema de la
propiamente humanas, a un radical antihumanismo?»146, son oportunas en ese sobremesa, de forma clara y precisa: «La cuestión que plantea la antinomia del
sentido: ninguna filosofía puede mantener silencio ante sus paradojas. gusto es la siguiente: ¿cómo mantener la idea de una posible universalidad del
gusto sin que el principio de este sentido común sea generador de la subjetividad
3.5 Acceso a las reglas concebida en un sentido no metafísico, no antropológico, como humanidad del
hombre? En otros términos: ¿cómo pensar la intersubjetividad estética sin fundarla
Ferry, en el dominio de la estética, nos ofrece una atractiva vía de comprensión de ni sobre una razón dogmática ni sobre una estructura psicofisiológica empírica? E
ese acceso a lo común. El problema del acceso a las reglas se plantea cuando entra inversamente: ¿cómo mantener la particularidad absoluta del gusto sin ceder a la
fórmula: «cada cual con su gusto», y destruir así la pretensión a la universalidad
en la ausencia de la cual la simple discusión estética perdería toda significación?148.
144 Robert Legros, L'idée humanité. París, Grasset, 1986, pág. 143. (Cf N. Tenzer, Philosophie
politiqueo Edic. cit., pág. 591).
145 N. Tenzer, Philosophie politiqueo Edic. cit., págs. 591-592. 147 Ibíd., 122-123.
146 Robert Legros, op. cit., pág. 86. 148 Ibíd., 123.
132 FILOSOFÍA POLÍTICA 133
FILOSOFÍA POLÍTICA Y ONTOLOGÍA

o sea, cómo acceder a las reglas universales compartidas sin buscar apoyo ni que los puntos de vista particulares se dejen reducir.a unid~d; Kan.t dice que ~ctúa
en la razón dogmática clásica, ni en la estructura biológica. Nosotros excluiríamos como un «principio de reflexión», que guía la refleXIón haCIa una Idea. Pues esa es
también la complicidad del contexto cultural o etnocéntrico, que mediante el hábito la forma de presencia de lo universal en el origen de la reflexión estética: como
o «segunda naturaleza» garantizara mecánica y no racionalmente esa identidad idea a la que tender, no como concepto desde donde deducir. Lo universal no es,
perdida en el universo individualizado.
aquí, concepto cognitivo, sino idea reguladora. ..
Rechazadas esas fugas, la filosofía política ha de buscar una alternativa que Además, en cuarto lugar, este tipo de presencia de la umversahdad no asegura
pase por conceptos no absolutos ni dogmáticos de verdad y de racionalidad. La su propia posibilidad; nada asegura que la unificación sea posible. S~pon~r tal
racionalidad clásica no es aceptable, pues estaba asociada a la idea del cógito como cosa equivaldría a suponer la racionalidad de lo real, como en el. ra~l~nahsmo
mónada pensante, ensimismada, destinada al solipsismo, cuya coincidencia con clásico; sería situarnos en el ojo de Dios y declarar al mundo mfImtamente
las demás exigía el recurso a una misteriosa armonía preestablecida, de los espíritus inteligible. En la reflexión, la universalización es un objeti:o no garantiza~o: ~ero
o los cuerpos, o a una opaca identidad estructural orgánica. Hay que pensar otra un objetivo irrenunciable. Y reside ahí, en su no neceSIdad, en su pOSIbIlIdad
vía de acceso a la intersubjetividad. contingente, su valor específicamente humano: pues quiere decir que, si se consigue
Pues bien, Ferry nos ofrece una salida aceptable, de la mano de Kant, apoyada la unidad, es obra humana. El hombre cumple su fin pensando el mundo como
en su teoría del juicio estético. Kant había escrito en la Crítica de la facultad de unidad; el grado en que lo consiga mide su poder, la realización de su esencia. ~e
juzgar: «La facultad de juzgar en general es la facultad de pensar lo particular como aquí la llamada a perseguir la universalidad es un deber, aunque no haya garantla
comprendido en lo universal. Si lo universal (la regla, el principio, la ley) es dado, metafísica de su logro. Para Kant, el placer estético reside ahí: en la satisfacción
entonces el juicio que subsume bajo ese universal lo particular es determinante derivada del esfuerzo logrado de acceder a la universalidad, al punto de vista en
[... ]. Pero si sólo lo particular es dado, tal que la facultad de juzgar debe encontrar que coincidiría con los demás hombres empleados en el mismo proyecto de
lo universal (que le corresponde), es simplemente reflexionante»149.
coincidencia del género humano.
Se trata de la afortunada distinción entre juicio determinante o de conoci- La antinomia está resuelta: el juicio del gusto no se funda en conceptos o reglas
miento y reflexivo o del gusto. Con esta distinción Kant se opone al clasicismo, al determinadas; es imposible la disputa sobre el mismo, como si se tratara de un
establecer que no es posible el juicio estético como juicio cognitivo; la estética no juicio científico. Pero, por otro lado, no reenvía ~ la pura ~ubjetividad de~ p,ens~­
es una ciencia; no es un arte de producir lo bello. Pero no por ello niega toda miento, porque responde a la presencia de un obJeto que, SI es bello, por hIpotesIs,
objetividad y racionalidad al juicio estético, que no deja de ser obra de la razón. La alumbra una idea necesaria de la razón que, en tanto que tal, es común a la
clave está en la noción de «reflexión». No entraremos en la complejidad del humanidad. Es esta idea indeterminada (que prescribe la reconciliación entre
problema, ampliamente debatido en la historiografía kantiana. Nos interesa más sensible e inteligible sin fijar en qué consiste esta reconciliación), que hace po~ible
comentar la interpretación que nos ofrece L. Ferry, plausible y, sobre todo, fecunda discutir sobre el gusto y ampliar la esfera de la subjetividad pura para compartIr de
para nuestros propósitos. forma no dogmática la experiencia estética con otros. .
En primer lugar, Kant entiende la reflexión como una actividad intelectual, La genial solución kantiana, reduciendo la estética a un proyecto de humamza-
racional. Marca así una línea de demarcación respecto a cualquier tentación de ción del hombre, no fue extendida a la moral o el derecho por el filósofo alemán.
llevar el juicio estético a una dimensión irracional, expresión pura del placer o el El juicio moral no era un juicio reflexionante, sino prescriptivo, fuerteme?te
deseo. En segundo lugar, el juicio estético va de lo particular a lo universal; por determinante, aunque no cognitivo. Lo que Kant no hizo, nos atrevemos a sugenrlo
tanto, nada de deductivismos dogmáticos, reconocimiento de la particularidad en para nuestro tiempo, donde la larga crítica a la racionalidad práctica a~unt~ más
el origen. Pero, en tercer lugar, esa pretensión de universalidad, que se persigue bien a relegar la ética y la política, junto con la estética, al mundo de lo IrraCIOnal.
mediante la facultad reflexiva, comparando, distinguiendo, buscando lo común Se trataría de pensar los juicios morales y políticos como juicios reflexionantes: ,se
entre los puntos de vista particulares, clasificando, abstrayendo, poniendo trataría de unificar el juicio práctico y pensarlo como producto de una reflexIOn
diferencias e identidades, etc., se hace gracias a que ya en el origen, en el momento que, sin garantías, se orienta irrenunciablemente a la búsqueda de lo común. ~in
de la pura particularidad, está presente lo universal. Pero no está presente como ignorar algunos de los problemas que tal propuesta implica, procuraremos asumIrla
concepto desde el cual deducir, valorar o legitimar lo particular, como ocurre en el y ponerla en práctica en nuestras reflexiones siguientes.
caso del juicio determinante; al contrario, como es propio del juicio reflexionante,
está presente como un horizonte al que tender, como una esperanza o exigencia de

149 Crítica del Juicio. «Introduccióll», IV, 105 [citamos de la edición de M. García Morente,
Madrid, Espasa Calpe, 1991].
5. Filosofía política y filosofía de la historia

«La historia no es el lugar de la felicidad. Los periodos


de bienestar son en ella páginas en blanco».
Hegel, Lecciones de filosofía de la historia

1. El límite de la historia

1.1 La historia y la política

Generalmente es aceptada la fuerte implicación entre la filosofía política y la


concepción de la historia 1So; incluso el aspecto más eminente de la política, la
posibilidad o no de progreso, de justicia, de paz, parece derivarse de la idea de
historia con que implícita o explícitamente opere la filosofía política 1S1 • Cuando,
como en Hobbes o en Hume, la filosofía política se apoya en una teoría de la
naturaleza humana que excluye cualquier dimensión histórica, los males sociales
parecen irreductibles y el orden político sólo puede ser pensado como control
constante de los mismos; cuando, como en Rousseau o en Kant, pueden pensarse
como históricos, como resultados de la obra libre de los hombres, cabe dar entrada
a la esperanza e incluso a la utopía. No es extraño, pues, que tras cada concepción
política se esconda o brille una concepción de la historia; ni que en cada debate
sobre la historia lo que en realidad se enfrentan y están en juego sean diversas
opciones políticas.
Luc Ferry, refiriéndose al proceso contemporáneo abierto a la filosofía de la
historia del idealismo alemán, ha señalado que en el mismo lo que está en juego es
la cuestión del totalitarismo, cuestión política eminente de nuestros tiempos: «la
cuestión política central de nuestro tiempo, la de la democracia y el totalitarismo
(que hoy constituyen dos caras del mismo problema), tiene algunas de sus raíces
en el pensamiento alemán del siglo XIX» 152. Ferry sostiene que la filosofía de la
historia hace de «intermediario» entre la ontología y la política, indicando con
ello la fuerte dependencia de la reflexión filosófica sobre lo político respecto a la

150 Numerosos ejemplos nos son ofrecidos en el libro de R.G. Collingwood, Idea de la historia.
México, FCE, 1984 (especialmente la tercera parte, que cubre el periodo que va de la Ilustración
al positivismo); y en el de H. Vedrine, Les philosophies de l'histoire. París, Payot, 1975
151 Para la relación entre idea de progreso con la fIlosofía de la historia ver J. Bury, La idea
de progreso. Madrid, Alianza Editorial, 1971; y R. Nisbert, Historia de la idea de progreso.
Barcelona, Gedisa, 1981.
152 Luc Ferry, Philosophie politique 2. Le systeme des philosophies de l'histoire. París, PUF,
1987, pág. 8.
136 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 137

concepción de la historia que se profesa. Castoriadis 153 , por su parte, ha ilustrado . inal de la revolución, incluye una justificación moral genuina de la misma
hasta qué punto una política, sea la de Hitler o la de Stalin, descansa en una ong
adecuada a la teoría. En todas se manifiesta con claridad la su b or d'maCIon " d e 1a
concepción de la historia, en la que se legitima. Las políticas totalitarias, nos dice onstrucción filosófica de la historia a una toma de posición política; como tantas
el autor francés, tendrían por cómplice una idea de la historia como proceso reglado, rec . 1 ' d
otras veces, el debate político se daba (también) en el ámbIto de la onto ogIa y e
cuasinatural, rigurosamente racional, desde cuya representación se comprende que la filosofía de la historia.
la política deba dejarse en mano de los especialistas, de los técnicos, de un partido Es bien conocido el fervor especial de los jóvenes filósofos alemanes, ilustrados,
y un líder, que conocen los momentos, fases y giros de la historia y que, por tanto, liberales y románticos, ante la Revolución francesa (fervor compartido de entrada
desde su ciencia pueden decidir lo que en cada momento es posible y conveniente. por pensadores ingleses como Burke o Bentham), que tom~ro.n por símbolo del
Tanto Ferry como Castoriadis, pues, constatan lo que ha sido hasta el presente la triunfo de la subjetividad y de la razón, viendo en ella el cumphmIento de~ programa
relación entre filosofía de la historia y filosofía política. Sus análisis son fecundos del Aujklarung, el momento de la mayoría de edad del hombre, que se lIbera de las
para la crítica de esa relación, y por eso los seguiremos de cerca; pero dicen poco voluntades exteriores para gobernarse a sí mismo, obedeciendo sólo a su
respecto a las salidas posibles de esa situación. consciencia. La revolución era pensada como aliada de la causa del hombre en su
De momento resaltemos la fuerte dependencia histórica de la política respecto lucha por darse su destino, o sea, aliada de la causa de la li?ertad subje:iva..
a la concepción de la historia. Aunque se puede ir más allá de la filosofía de la Pero muy pronto, ante las primeras imágenes de la realIdad revolucIOnana, los
historia y ver el origen del mal político, del totalitarismo, en la tesis netamente intelectuales reconstruyen su relación con la Revolución, que ahora se representan
ontológica, de raigambre hegeliana, que afirma de forma contundente la con el rostro del Terror!55. La argumentación antirrevolucionaria hábilmente
racionalidad de lo real, el efecto se contempla mejor desde su implicación en la aceptaba que la Revolución francesa expresaba la puesta en práctica del frog.rama
concepción de la historia como rigurosamente racional, con leyes y fines ilustrado; pero, insistiendo en su degeneración, la presentaban como.el mevltable
preestablecidos. Como dice Ferry, «el poder absoluto del Partido, la confiscación error de toda política basada en la razón y no en los hechos. El ongen del mal
de toda democracia en provecho de una casta de técnicos, la ausencia de pluralismo, estaba en la filosofía racionalista que, imponiendo a la realidad las leyes de la razón,
etc., son, en tanto que fenómenos políticos, comprensibles, intelectualmente se permitía deducir la política de la teoría. La revolución, por tanto, ponía de relieve
pensables, desde el momento en que se relacionan a esta interpretación (de la la ilusión teórica y la perversión práctica de una filosofía. La máxima a extraer
historia), por una parte heredera del idealismo alemán, según la cual la historia es sería que la política debe abandonar la teoría y regresar a la obs~rvación .de los
a la vez un proceso racional y matrizable, pudiendo en consecuencia ser el objeto hechos adecuarse a la realidad de la época, a las tradiciones y relaCIOnes SOCIales, a
de una ciencia que, sin embargo, a diferencia de todas las otras ciencias que las condiciones históricas y morales de los pueblos. En definitiva, el diagnóstico
conocemos, pretende al mismo tiempo llegar a conocer totalmente su objeto y del mal es claro: la filosofía que dirige la política lleva al terror y la perversión.
poner fines a la acción humana»154. La racionalidad de la historia sólo particulariza Las filosofías de la historia surgen, pues, en la atmósfera de la revolución. Unos
la tesis de la racionalidad de lo real, como su carácter matrizable sólo concreta la ven la historia como desarrollo de la racionalidad, y confían a la misma el programa
idea de la manipulabilidad de lo real. La ontología, pues, es el referente último; emancipador; otros sólo encuentran en la historia. sangre, irra.cionalidad y
pero en la filosofía de la historia, por su condición de «intermediaria», afloran con fanatismo, y se atrincheran en el culto a la exp~rienCIa, en el uso. I~:trume?tal,
más claridad las implicaciones políticas, como enseguida veremos. prudente y contrastado de la razón. En gran medIda, la.toma de poslcIOn f~osofica
ante la historia equivalía a una toma de posición polítICa y, de forma partICular, a
1.2 La filosofía y la revolución una toma de posición ante la perspectiva revolucionaria.

Bien pensado, no debería extrañarnos la fuerte interdeterminación entre filosofía


política y filosofía de la historia, al menos en la modernidad, donde los relatos más
especulativos, los del idealismo alemán, tienen su origen en un hecho político de
incuestionable relevancia, la Revolución Francesa. Puede decirse que estas filosofías
de la historia surgen indisolublemente ligadas al hecho político de la revolución, 155 Dos trabajos destacan en la reacción conservadora y antirrevolucionaria: el de~. B~rke,
necesario para comprender su representación teórica y para justificar su contenido Reflexiones sobre la Revolución Francesa (1790), y el panfleto de A.W. Rehberg, Invest~gac.lOnes
práctico. Por eso cada una de ellas, además de ofrecer una explicación racional sobre la Revolución Francesa (Hannover, 1793); hasta Hegel, cuya filosofía era capaz de Justificar
mares de sangre, revisaría su inicial entusiasmo. En cambio Kant (Id~as para una ~ist~~ia uni:ersal
en sentido cosmopolita, Teoria y praxis, Proyecto de paz perpetua) y Flcht~ (Contnbu.clOn ~estmada
153 C. Castoriadis, L'institution imaginaire de la société. París, Seuil, 1975. a corregir los juicios del público sobre la Revolución Francesa), defimeron sus filosoflas de la
154 L. Ferry, op. cit., pág. 10. historia para pensar y justificar la revolución.
138 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 139

2. Modelos de filosofía de la historia desde el enfoque que adoptamos. En efecto, en el diseño kantiano la subjetividad
avanza según el plan de la naturaleza, más allá de los fines conscientes del individuo,
Los tres modelos modernos de filosofía de la historia son el kantiano-fichteano, el como forma del movimiento de lo real, tal que el modelo kantiano se acerca al
hegeliano y el marxista; las diferencias entre ellos no ocultan su identidad de fondo: hegeliano; en Fichte, en cambio, el sujeto es realmente motor de la historia, con su
los tres ilustrados, los tres afectados de historicismo, los tres confiados a la acción libre y consciente. Pero esa diferencia pierde su carácter cualitativo si se
racionalidad. Frente a ellos, y en nuestro tiempo, se ha afianzado la concepción tiene en cuenta que en Kant, y es su gran diferencia con Hegel, la representación
heideggeriana de la historia, el modelo que impregna el actual debate sobre el final de la teleología de la naturaleza es una mera hipótesis para la reflexión, como un
de la historia. argumento más de la astuta razón que, afirmando la necesidad del fin, concita las
fuerzas en su realización y, así, lo hace posible. Desde este punto de vista, la
2.1 Filosofía de la historia y modernidad representación teleológica de la totalidad, frente a la representación mecánica,
expresa ya la toma de posición moral por la realización práctica del ideal.
2.1.1 El modelo kantiano-fichteano Lo que caracteriza este modelo, y es un rasgo común a las filosofía de la historia
Englobamos las concepciones de la historia de Kant y de Fichte, a las que acabamos de Kant y de Fichte, es la radical exterioridad del ideal, que implica que su realización
de hacer algunas referencias. La idea de la historia de este modelo depende exprese siempre cierta violencia sobre lo real, sobre cuanto se resista a su realización;
fuertemente del peso en el mismo de la ontología práctica; como es sabido ambos violencia por tanto inevitable dada la intrínseca no adecuación entre lo real y lo
autores hicieron una fuerte crítica a la metafísica en su dimensión teórica, ideal. Violencia que puede adoptar figuras y significados variados, como el
declarando su imposibilidad como conocimiento científico; como compensación, maquiavelismo, el jacobinismo, el totalitarismo, el terrorismo, etc. 156 , que merecen
encontraron en el reino de los fines y los ideales un lugar apropiado para la razón, ser distinguidas tanto técnica como moralmente. Violencia cuya legitimidad ha de
ya no en su uso teórico sino práctico. seguir como open question, sin entregarse acríticamente a la tradición heideggeriana
La filosofía crítica de Kant y Fichte, al declarar la imposibilidad de la metafísica que convirtiendo la razón en técnica e identificando ésta con la dominación ha
como ciencia, niega la posibilidad de la historia como una historia del ser, como conseguido volver sospechosa la razón 157 •
un proceso regido por leyes objetivas; es decir, la ontología teórica pierde relevancia, Este idealismo moral siempre tendrá abierto dos flancos de difícil sutura. En el
ya que la realidad en sí sólo es pensada como límite indeterminado de una acción dominio epistemológico, el flanco débil remite a las eternas dificultades de
práctica que al poner la determinación pone la forma de la realidad, su verdadero fundamentación de cualquier ideal ético político, que arrastra sobre sí la sospecha
ser. En cambio, la filosofía crítica concede un lugar privilegiado a la ontología de ilusorio y opcional, tal que su imposición a la totalidad se hace casi siempre con
práctica, que hace referencia a la estructura de los fines universales del hombre o el rostro del totalitarismo. En el dominio práctico, el flanco vulnerable se manifiesta
deberes para con los otros. Puesto que el ser no tiene historia propia, carece de en las dificultades para justificar la realización de cualquier ideal político, siempre
leyes inmanentes, su desarrollo le viene dado exteriormente, por la acción del sujeto; particular y subjetivo, ante los otros, cosa que sería vivida como imposición arbi-
la historia es el resultado de la praxis, de la acción humana libre. En este modelo el traria y sospechosa de terrorismo. Son dos heridas abiertas que la filosofía política
mundo es obra del sujeto, aunque este sujeto construya el mundo con categorías ha de tratar sin cosmética o cierres arbitrarios; tal vez dos heridas que nunca se
trascendentales. puedan cerrar, como dos riesgos que advierten de la debilidad de la ciudad. En
En ambos autores la primacía de la ontología práctica se revela en que lo en sí nombre de estos peligros ciertas filosofías contemporáneas renuncian a cualquier
es trasformado desde el exterior, por la subjetividad, por los hombres, guiados por posición moralista en política y condenan a las filosofías de la historia que las
un ideal moral o por un programa político. Lo importante es que, al ser el ideal legitiman. Sería una posición aceptable si el escenario de los hombres fuera el de
siempre trascendente y subjetivo y al no estar garantizado por una ontología teórica elegir vivir dentro o fuera de la ciudad; cuando, como ocurre en la escena real, se
sino prescrito por una ontología práctica, la realización de dicho ideal es siempre está condenado a estar dentro, la opción por la pureza esconde, al menos objetiva-
problemática, al menos en un doble sentido; problemática porque nunca está mente, la complicidad con que ideales menos filosóficos impongan su ley.
asegurada, con lo cual la historia siempre es incierta; y problemática porque su
elección sólo se justifica como elección del hombre, quedando siempre atrapada 156 Cf H. Arendt, Orígenes del totalitarismo. Madrid, Taurus, 1974; y R. Aron, Democracia y
en la subjetividad, con lo cual la historia siempre es injusta. totalitarismo. Barcelona, Seix Barral, 1967.
Aunque hayamos incluido las filosofías de la historia de Kant y Fichte en el 157 H. Arendt, en su Prefacio a Orígenes del totalitarismo distingue tres formas de terror: normal
mismo modelo, no ignoramos sus diferencias, a algunas de las cuales ya hemos o revolucionario (eliminación de los obstáculos a la revolución en nombre de ideales morales:
aludido. Para nuestras pretensiones actuales algunas de esas diferencia son Robespierre, Saint-Just, Lenin, Trotsky), terror programático, o ideológico (no como necesidad
moral, sino como imperativo científico); y terror totalitario (crímenes nazis, purgas stalinianas o
irrelevantes; y otras, muy subrayadas por los estudiosos, son meramente aparentes
franquistas). La misma clasificación es tomada por R. Aron en Democracia y totalitarismo.
140 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 141

2.1.2. El modelo hegeliano parece derivarse una conducta coherente: el quietismo o inactivismo conservador,
Este segundo modelo, a diferencia del anterior se funda en una ontología teórica pero no el totalitarismo o el voluntarismo. La astucia de la razón, como acertada-
d~sd,e l~ cual lo real es en ~í e íntegramente conforme a los principios de la razón mente nos recuerda L. Ferry, es pariente de la mano invisible, del «laisser faire,
dIalectlca. Ahora es posIble el pensamiento metafísico del ser, que se hace laisser passer», o de la confianza mandevilliana en la máxima «vicios privados,
transparente, que se nos revela en sus leyes y determinaciones; de hecho se hace virtudes públicas». En consecuencia, la única perspectiva política coherente del
autotransparente, pue.s en el nuevo escenario el espíritu no es exterior, sino que filósofo es la de aceptar la historia y ponerse de su lado, si bien el sentido de este
forma parte de la ~otahdad desde el origen. Ha sido la gran astucia de Hegel, quien compromiso siempre es sospechoso de esterilidad, ya que la Idea cumple su destino
acepta toda la crítICa en favor de la imposibilidad de que la res cogitans acceda a la inexorablemente y según su ley inmanente.
res ~xtensa una vez declaradas substancias separadas, pero burla el escepticismo
pomendo en el origen la identidad entre el ser y el pensar. Ya no son extraños; ya 2.1.3 El modelo marxista
no hay problema. El ser y el pensamiento se mueven juntos; lo real es racional. Aparentemente podría pensarse como síntesis imperfecta de los dos anteriores; de
Aplicado a la historia, este principio afirma la absoluta racionalidad de la ahí que tenga una doble fundamentación ontológica, a la vez teórica y práctica,
misma, su esencia de proceso necesario y causal. La historia es tanto del ser como realmente problemática. Frente al voluntarismo implícito en el primer modelo y a
de la consciencia, pues es el lugar donde la totalidad deviene autoconsciente. Y la pasividad del segundo, Marx osciló entre ambos e intentó una articulación con
como .no h.ay nada fuera, como todo lo que ocurre, todo lo que llega a ser, pertenece escaso éxito teórico. Era realmente difícil la articulación de dos ontologías (la
a la hlstona del s~r, en su seno reina la necesidad más absoluta; sus leyes se van primera teórica y hegeliana, afirmando la racionalidad de lo real; la segunda práctica
revelando a medIda que el movimiento se despliega en la historia. Al final la y kantiano-fichteana; afirmando la manipulabilidad de lo real, su revoluciona-
consciencia co~prende. el o.rigen y el proyecto; al final todo queda justificado, rización) y de dos consecuentes filosofías de la historia (una expresada en lo que
todo era necesano. La hlstona, por fin, se manifiesta como historia de libertad de Marx y Engels llamaban «socialismo científico» o «concepción materialista de la
paz y de justicia. ' historia», otra condensada en la concepción de la historia como resultado de la
Si~ d~da alguna, ~sta visión de la historia contrasta con la evidencia empírica, lucha de clases, de la praxis revolucionaria).
que mas bIen proporCIona una historia de sangre, luchas, irracionalidad, fanatismo De la insuficiencia de su proyecto de síntesis da cuenta la inacabable pugna
oscurantismo, arbitrariedad y hechos insólitos o inexplicables; pero el obstácul~ entre los marxistas por establecer la verdadera interpretación de Marx; y sus efectos
se salv~ con el recurso a la figura de «la astucia de la razón», según lo cual lo racional más visibles se manifiestan en las constantes escisiones en la tradición marxista,
se real~z~ ~~r su contrar.i~:, el derecho por las pasiones, la paz por la guerra, la siempre autolegitimadas en función de una u otra concepción de la historia. Las
reconcIhaclün por la eSClSlon. En perspectiva hegeliana, la totalidad es racional, confrontaciones siempre se daban en términos de «evolucionismo»/«volunta-
no así las partes; pero ~omo las partes no son reales, siendo sólo representaciones rismo», «mecanicismo»/ «izquierdismo», «economicismo»/ «activismo», etc., todas
abstractas, puede segUIrse afirmando que lo real es racional. ellas muy estrechamente ligadas a la concepción de la historia, de sus ritmos, de
Hegel, por tanto, ha borrado la relación de exterioridad entre la realidad, como sus fases, y a la necesidad de adecuar la estrategia política a las mismas. Pero, como
lugar del. caos y la cont.radicción, y la razón formal, ámbito del orden y de la dijimos en el caso de Kant y Fichte, aquí también el debate por la concepción de la
c~herenCIa, quedando SImplemente en una distinción de oposición interna; en historia ocultaba el debate político entre concepciones opuestas del socialismo y
ngor: ha borrado la oposición exterior y substancial entre realidad y espíritu, entre de la política hacia el socialismo, unas llamando a la acción revolucionaria, por
ser e Ideal. De esta forma, lo ideal, la eticidad, forman parte de la totalidad en sí en suponer la realidad manipulable y matrizable por la praxis, y otras llamando a
su origen; la realización del ideal forma parte del movimiento de la totalidad· la respetar los tiempos del proceso, sus ritmos, sus formas. Nada sorprendente, pues
etic,i~ad es una cualidad ontológica teóricamente determinada; el mundo étic~ y la mayor aportación de Marx a la política ha sido su teoría de la historia; la mayor
pohtIco resultan del despliegue del Espíritu. parte de su vida política la dedicó al trabajo teórico, a construir y divulgar una
Fácilmente se ven los efectos de esta filosofía de la historia: la visión moral del concepción del mundo y de la historia que permitiera hacer una política revo-
mundo es declarada ilusión, ?ues. todos los ideales tienen su jUstificación ontológica, lucionaria.
como las ~guras de la conSCIenCIa en el proceso de conocimiento; la sustantividad Lo propio del marxismo es, pues, haber unido, aunque de forma poco
de la praXiS se desvanece, pues lo real y lo ideal están en sí, desde la eternidad satisfactoria, la necesidad objetiva del ser y la posibilidad subjetiva del ideal. Su
~ec~n.ciliados; la libertad es simple comprensión de la necesidad; y hasta lo~ idea de «ciencia revolucionaria» expresa ese objetivo problemático, si no
mdlvIduos son meras abstracciones, pues su verdad reside en su momentos contradictorio, de una realidad histórica que, al mismo tiempo que es representada
histórico. Desde esta perspectiva no hay riesgo de terrorismo, de violencia sobre el como estructura de leyes objetivas y necesarias, como proceso causal continuo y
ser; tampoco, en rigor, de totalitarismo, pues de un historicismo tan radical sólo direccional, la pensamos manipulable, transformable por una praxis exterior, por
142 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 143

un ideal expresado en un programa. En Marx se encuentra tanto la idea de una convierte en el concepto clave; la respuesta a la pregunta por el sentido del ser
historia que camina a su cumplimiento con «necesidad de hierro», como la llamada pivota sobre el desciframiento de la temporalidad.
a la praxis revolucionaria para realizar el fin de la historia. La ciencia revolucionaria A nuestro entender en ambos momentos se mantiene un presupuesto y una
marxista pretendía la inteligibilidad de los procesos históricos y la guía de intuición que articulan toda la reflexión heideggeriana. El presupuesto: lo que se
intervención, los fines para los hombres 158 •
deja captar en conceptos y decir en palabras no ~s el. s~~ sino algo sost~nido por el
No es extraño, por tanto, que se haya visto en el modelo marxista el cauce de verdadero ser, que siempre permanece oculto; la mtmclOn: lo oculto, lo impensado,
las dos mayores perversiones políticas: el totalitarismo, que compartiría con Hegel, es el tiempo. Cuando la filosofía ha pensado el ser como eternidad, como constancia
y el terrorismo del ideal, que compartiría con Kant-Fichte. Posiblemente el anti- y duración, sea en claves naturalistas o esencialistas, lo ha sustit~ido por el.lagas y
marxismo triunfante en nuestros días tiene otros motivos, más reales, de oposición sus exigencias de universalidad; cuando lo ha pensado desde el honzonte del tlempo,
al marxismo; pero éstos son más confesables y filosóficamente defendibles. referido a momentos y fases, como el historicismo, lo ha hecho en base a la
representación espacial del tiempo, en que éste aparece como extensión divisible,
2.2 Filosofía de la historia y postmodernidad con cambios reglados. En uno y otro caso, nos viene a decir Heidegger, la razón
impone su orden al ser para poder pensarlo; y, en consecuencia, el ser se esconde
2.2.1 El modelo heideggeriano
como lo impensado.
Si el marxismo buscó la síntesis de los dos primeros modelos, como aspirando a El primer abordaje se lleva a cabo en un escenario antropológico, pues se busca
corregir con cada uno de ellos el peligro del otro, el de Heidegger, fuertemente esclarecer el sentido del ser mediante la analítica existencial del Dasein, del hombre
inspirado en Nietzsche, renuncia a esa estrategia de compensación y opta por recha- como existente en el mundo. Pensaba Heidegger que si cada hombre tiene el habla
zar ambos para liberarse de sus respectivos riesgos. En lugar de buscar la articulación como propiedad intrínseca, y dado que al hablar usa la palabra «es», hay que
entre las ontologías teórica y práctica, optan por de construir la metafísica, por suponer que cada hombre tiene una «pre-comprensión del ser» espontánea; por
rechazar ambas ontologías. En el nivel de la historia rechaza tanto la idea de la tanto, era razonable aspirar a conocerla a través del conocimiento del hombre,
historia causal y necesaria como la idea de la historia manipulable y dirigible; para después elevarse a una concepción más elaborada. No nos detendremos en el
rechaza tanto la «historia-naturaleza» que, regida por leyes ontológicas, cumple análisis, pero es bien conocido el resultado: cree descubrir que el sentido del ser es
su destino, como la «historia-artificio» que, obra de los hombres, expresa el el tiempo; que «la constitución ontológica existencial de la totalidad del ser-ahí se
cumplimiento por éstos de sus fines; tanto la razón teórica como la razón práctica. funda en la temporalidad» 161. No basta con decir que el Dasein existe en el tiempo;
Por ser la concepción de la historia más influyente en la filosofía contem- hay que decir que es temporalidad, que el existir es temporalización. La analítica
poránea, tras la crisis del marxismo, consideramos oportuno detenernos breve- existencial, pues, le exige desembocar en el problema del tiempo: «El tiempo debe,
mente en la argumentación en que se apoya. Al fin, la pérdida de sentido de la en tanto que horizonte de toda comprensión del ser y de cada interpretación de
historia va unida al descubrimiento del sinsentido del ser histórico, de la histori- éste, ser llevado a la luz y ser concebido. Volver esto transparente reclama una
cidad del ser; la pérdida de sentido de la historia es el efecto de haber descubierto explicación original del tiempo en tanto que horizonte de comprensión del ser, a
que la razón, al pensar el ser, lo piensa en una representación subjetiva y que, en el partir de la temporalidad como ser del Dasein que comprende el ser»162.
límite, confunde el ser con su representación, hace de ésta el ser. La temporalidad del ser-ahí cubre la primera etapa del camino hacia «la
Los estudiosos de Heidegger acostumbran a distinguir dos momentos en su elaboración de la respuesta a la cuestión general sobre el ser»; pero no culmina el
filosofía, que se corresponden con las dos tareas a realizar para el esclarecimiento trayecto: «Con esta interpretación del Dasein como temporalidad, la respuesta a la
del «sentido del ser», como nos señala en Ser y tiemp ol59. La primera es «la exégesis cuestión directriz, que capta el sentido del ser en general, no está ya dada; pero el
del ser ahí en la dirección de la temporalidad y explanación del tiempo como suelo para la obtención de esta respuesta está ya bien colocado»163. Falta un segundo
horizonte transcendental de la pregunta que interroga sobre el ser»; la segunda, recorrido, en el cual se pase del tiempo como horizonte del ser-ahí, al tiempo como
una deconstrucción de la historia de la ontología «siguiendo el hilo conductor de horizonte del ser. Heidegger mismo lo plantea al final del libro, cuando se pregunta
los problemas de la temporalidad»160. En ambos frentes, pues, la temporalidad se «¿El tiempo se manifiesta él mismo como horizonte del ser?»164. La pregunta quedó
pendiente de respuesta, pues abandonó el proyecto. Heidegger nunca abandonó el
158 Hemos abordado este problema en «Karl Marx: ciencia normal, ciencia fIlosófica», en objetivo, pero interrumpió el camino y cambió de abordaje. Siguió creyendo que
Enrahonar. Quaderns de Filosofía, 9 (1984): 13-34. el tiempo es el horizonte de toda comprensión del ser; siguió creyendo que lo
159 Ser y tiempo, § 2 (citamos de la traducción de José Gaos en México, FCE, 1944;
reimpresión en Barcelona, Planeta-Agostini, 1993).
161 Ibíd., § 83. 163 Ibíd., § 5.
160 Ibíd., § 8.
162 Ibíd., § 5. 164 Ibíd., § 83.
144 FILOSOFíA POlíTICA FILOSOFíA POlíTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 145

impensado del ser es el tiempo. ¿Por qué abandonó el primer proyecto? Es el enigma El pensamiento platónico inaugura el proceso, el recubrimient~ del co~ienzo,
de Heidegger 165 • que devendrá tradición. Inaugura así la ontología. El ser de Plat~n es la Idea, ,y
aunque la idea se despliega en el espacio de juego ~e l~ presenCla, l~ presenCIa
2.2.2 El ser, la presencia y la ausencia como tal no es ella misma objeto de ninguna expenenCla. Queda retnada entre
El segundo abordaje abandona el escenario antropológico y asume otro histórico. bastidores. En la escena sólo reina la apariencia de lo presente. El camino hacia el
La historia es el lugar donde se ha hablado del ser, la sucesión de distintas formas ser queda barrado; el ser queda como lo impensado. ." .
de decir el ser, de aparecer y de ocultarse el ser. Al sumergirse en la deconstrucción Pero Platón no es el autor de esa ocultación, de esa perverslOn; sIla presenCla
de esas formas de apariencia/ocultación, descubre que en todas ellas está presente se esconde es por causas inmanentes a ella misma. En los textos de Anaximandro
el secreto del ser, su relación con la presencia166 • Heidegger encuentra este elemento y Heráclito nos da la pista: lo propio de la presencia es estar atravesada en su
común a la ontología, desde Platón a Nietzsche: se representa el ser desde la totalidad por la ausencia; lo propio del ser como presencia, por tanto, es ocultarse.
presencia. Unas veces, como lo que aparece, lo que es percibido; otras, como lo Lo que caracteriza a la presencia es darse siempre bajo la modalidad de la carencia,
que se oculta tras las percepciones que provoca; pero siempre el ser se piensa en no de la plenitud. La ausencia es una manera de no ser; pero es en este no-ser
relación con su estar presente. Lo que es, siempre es algo que se hace o muestra donde se descubre la presencia auténtica, en oposición al presente que, a fuerza de
presente, aunque sea la presencia de una ausencia. ser-ahí, no es nunca otra cosa que ente. El secreto está desvelado; el sentido del ser
Las formas de pensar el ser son las formas de representación de su presencia. ha sido al fin revelado: el ser es lo impensado, lo ausente
En el origen de la filosofía, el ser se piensa como physis, como fuerza creadora que La conclusión a que nos lleva es la siguiente: la historia del ser es en realidad la
se hace visible, que se manifiesta; el ser es el hacerse presente. Luego, en la metafísica, historia de la aparición del ser; pero como éste permanece siempre oculto e impen-
se piensa como permanencia de la esencia, como algo (oculto) constante que se sado, la historia del ser es la de su ausencia. La historia del ser es la del no-ser, la de
hace presente en sus formas de aparecer; el ser ahora es lo oculto tras la presencia los entes en los que aparece y se oculta; o sea, sólo hay historia de las representaciones
y que da sentido a ésta. Al final de la filosofía el ser se piensa como eterno retorno, (subjetivas) del ser, es decir, del ser cargado con las reglas y el sentido impuesto
como repetición de la apariencia; el ser es la constancia del aparecer. Heidegger ve por la razón. El ser-histórico es la ocultación del ser bajo una representación del
en estos tres momentos simbólicos de la historia de la filosofía -el de los mismo. El verdadero ser, el que se oculta bajo las representaciones, el incontaminado
presocráticos, el de la metafísica platónica, cartesiana o kantiana y el de Nietzsche- de subjetividad, es irrepresentable, impensable, imprevisible. Lo suyo es po~er el
la inevitable relación del ser con la presencia; y cree descubrir, además, que en esa ser, no el orden; crear vida, no imponer destinos; abrir vías, no cerrar recorndos.
historia del ser desde las metamorfosis de la presencia el ser se ha ocultado .Nos está permitido esperar un nuevo amanecer, un pensamiento liberado de
progresivamente, a medida que la presencia se escondía; es decir, a medida que la la tr~dición, capaz de acceder al ser? Heidegger insiste en la necesidad y posibilidad
representación del ser pasaba del originario pensar la presencia; pensar el ser como de otro pensamiento, pero sólo aporta indicaciones negativas: de construir la me~a­
aparición imprevisible y ajena a las representaciones racionales, a pensar el ser física, liberar al ser de las cadenas del lenguaje, de los principios de razón; en espeClal,
como constancia y permanencia o como repetición regulada. En vocabulario liberar al ser de toda teleología o destino moral. Pero él mismo avanza poco en la
spinoziano podríamos decir que la historia del ocultamiento del ser se manifiesta construcción de la alternativa. Está aún del lado de acá: del lado de la negación o la
en el desplazamiento de una idea del mismo como «natura naturans» a otra como deconstrucción, en que se señalan rupturas y se hacen signos hacia la otra orilla,
«natura naturata». que resta por explorar. Sus aportaciones sobre la esencia de la técnica, ~ sobre la
Así, en la mañana del pensamiento griego, el ser se abre en el espacio de juego necesidad de una reconexión del lenguaje con la poesía, no parecen sufiClentes. La
de la presencia como hacerse presente. No se experimentaba en la duración, sino radicalidad de la crítica sirve para pensar el ocaso, pero no un nuevo amanecer.
en el surgimiento; no como permanencia, sino como irrupción abrupta; no como Desde la posición heideggeriana nos quedamos sin historia y, sobre todo, sin
despliegue horizontal de una extensión temporal (extraña al tiempo auténtico y responsabilidad histórica. Si alguna conclusión práctica es inequívoca, seguro que
dependiente de representaciones espaciales), sino como acontecimiento, como la es ésta: no somos sujetos de nuestras acciones; sólo somos el lugar donde el ser
verticalidad de una abertura. La representación del ser en la filosofía griega no es aparece; el hombre es el ente donde el ser se dice, donde habla. Por tanto, como ya
la permanencia, la subsistencia, la perseveración, sino la irrupción, la abertura, la indicara Adorno en su Dialéctica negativa, bajo la crítica al principio de razón se
proveniencia; no es el estar-ahí sino el venir-al-ser. oculta la liquidación del punto de vista ético. Si, como Hegel advirtiera, el.mi~do a
la muerte puede llegar a impedirnos vivir, el miedo al terrorismo y al totalItansmo
165 Es un debate abierto y acalorado el que mantienen los estudiosos. Seguiremos de cerca del ideal racional puede llevarnos al desarme moral y político. Hay ciertamente
la interpretación de Marlene Zarader (Heidegger et les paroles de l'origine. París. Vrin, 1986). muchas razones para desconfiar del hombre; pero hay muy pocas para confiar en
166 Ser y tiempo, § 6. los milagros del ser.
146 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 147

2.2.3 Hannah Arendt: la historia y la contingencia La fundación es abertura, creación; pone el ser y lo pone como libertad. Pero
La concepción de la historia de H. Arendt es fuertemente deudora de la filosofía la tradición no es reacción o conservadurismo; sólo el pasado sin tradición se
heideggeriana. Asume de su maestro la apuesta por una ontología de la indeter- impone al presente como alud natural. La tradición no tira hacia atrás, sino hacia
minación y por una historia como proceso abierto e incierto, ajeno a cualquier adelante, libera del pasado, hace que éste no sea un fardo a arrastrar, pues la
determinación transcendente, naturalista o historicista. tradición es como la repetición del acto fundador, es la constante presencia de la
Arendt cree que para que la historia tenga sentido es necesario instituir una fundación original.
temporalidad humana, que salve de las ruinas tanto del tiempo histórico como del La fundación es un nuevo comienzo, un nuevo orden de cosas, un nuevo
biográfico. Esa temporalidad humana ha de situarse entre la fugacidad y la sentido; se quiere durable; se afirma creando una tradición. Si no lo logra, será un
repetición, entre el puro acontecer sin sentido y la pura determinación natural. O acto efímero y sin sentido; si lo logra, habrá dado continuidad a lo nuevo y pondrá
sea, hay que buscar un camino entre la contingencia y la necesidad. el sentido. La tradición permite al hombre sentirse heredero de otros hombres y
Pero, de hecho, Arendt no otorga un trato igual a ambos peligros; se centra sentir que tendrá otros herederos. Así asume su responsabilidad. Y, sobre todo, así
fundamentalmente en combatir la necesidad, es decir, en descargar al ser de las consigue la única universalidad que le es dado alcanzar: la de miembro activo de
leyes (naturales o históricas) con que le ha cargado la ontología tradicional. De ahí una obra común.
que sus referentes sean el naturalismo y el historicismo, dos posiciones filosóficas No obstante, la fundación es a veces ruptura de la tradición. El comienzo
a de construir. absoluto, que expresa esa ruptura, sólo vence su intrínseca arbitrariedad creando
Para la institución de la temporalidad humana postula un acto de fundación, otra tradición. En rigor, libre de toda determinación transcendente, una tradición
es decir, la interrupción de la continuidad automática de las leyes y procesos sólo se justifica en el acto de continuidad siempre reiterado; cualquier nueva
histórico naturales, sustituyéndolos por la acción libre que crea lo nuevo; de esta fundación, cualquier nuevo acto creador está legitimado ... si consigue fijarse en
forma la historia pasa a ser obra humana, sin sumisión a legalidad exterior. Pero, nueva tradición.
para evitar que la obra humana, liberada de la legalidad histórica, caiga en manos El sentido de la historia surge, para Arendt, cuando se escapa a dos determina-
de otra sumisión, el azar o la contingencia, lo otro de la repetición, reivindicará, ciones: a la fe en la racionalidad de leyes necesarias que transciendan las decisiones
junto al acto de fundación, junto a la creación de lo nuevo, un acto de continuidad, humanas y a la dominación humana entendida como voluntad soberana que pone
de instauración de la tradición. O sea, Arendt sustrae la historia de las represen- los medios y los fines. Pone así su crítica a las dos versiones de la ilustración: a la
taciones naturalista e historicistas y pone como sujeto la acción humana libre, al hegeliana, que confía a la razón teórica la creación de la comunidad ética, y a la
acto innovador, creador, de la fundación. Entre el ciego y mecánico proceso de kantiana, que confía la creación de la comunidad moral a la razón práctica.
una historia naturalizada y el caos de una historia reducida a hechos atomizados e Sin legalidad transcendente ni transcendental, sin esas dos ilusiones, la historia
incoherentes, busca un camino que permita pensarla como obra del hombre y con queda como lugar de la contingencia. En cada momento, no hay nada que sea
continuidad humana. Fundación y tradición son los dos conceptos que le permiten necesario hacer, nada que obedecer, ningún fin que cumplir; más aún, lo que es
diseñar esa idea. habría podido no ser, nada pasado, presente o futuro es necesario. Arendt busca
La fundación es creación de un nuevo espacio de libertad; representa la restituir a la contingencia la eminencia ontológica que la historia de la filosofía le
irrupción de lo nuevo, el reconocimiento del poder creador del hombre. Expresa ha sustraído en provecho de la universalidad y la necesidad.
también el poder de ruptura y la forma abstracta de humanización de la historia, Pero, como hemos dicho, la temporalidad humana no puede asumir el acaecer
mediante acciones personales. La tradición no significa una nueva autoridad a la sin sentido. Arendt reformulará el concepto de contingencia, quedándose con lo
que respetar, sino la presencia permanente del acto fundador (real o imaginario). que tiene de no necesidad, de libre acontecer, pero eliminando del mismo lo que
Es el poder de continuidad y la forma de humanización concreta de la historia, sugiere arbitrariedad. Lo contingente, nos dice, es libertad, es no necesidad, pero
mediante acciones colectivas e intergeneracionales. no es puro azar, no es pura arbitrariedad. Lo contingente designa la brecha
Los dos conceptos son inseparables. Para Arendt el mundo no es humano introducida en la necesidad causal por el poder humano de comenzar lo nuevo.
porque operemos sobre él, porque lo modifiquemos con nuestra labor o nuestro No es lo irracional y sin sentido; al contrario, es la irrupción del sentido en el
trabajo; es humano por nuestra acción, porque dialogamos con él y le damos sentido. sin sentido del ciego orden legal; sentido y contingencia van de la mano. La
Sólo si los hombres se abren al pasado y al futuro, si al hablar y actuar en el presente contingencia, por tanto, más que una cualidad del ser es una posibilidad de ser
se sienten interpelados por los muertos y las generaciones futuras, sólo así asumen pensado como humano, como creación humana. La contingencia es la condición
la responsabilidad por el sentido de lo que pasa en el mundo. Sólo así se instituye de la libertad humana. Es el precio a pagar por la libertad, por el poder del hombre
una comunidad de sentido. para introducir por sus palabras y sus actos sentido en la historia. La contingencia
designa que, sin la iniciativa humana, el mundo no tiene sentido, no va a ninguna
FILOSOFÍA POLlTICA y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 149
148 FILOSOFÍA POLlTICA

Bajo las distintas subjetividades de cada enfoque se coincide generalmente en


parte, es proceso ciego o pura indeterminación; designa, por tanto, la incertidumbre
pensar las sociedades al margen o en el fin de la historia como sociedades sin alma.
en que toda acción humana se efectúa.
El fin de la historia se utiliza como metáfora para pensar las sociedades sin potencial
Esto no quiere decir que el hombre hace la historia; la acción del hombre
de auto evolución, en línea con la conocida tesis de Lévi-Strauss según la cual las
siembre es desviada, nunca cumple sus intenciones. La acción humana libre
sociedades aisladas están fuera de la historia, carecen de historia o, con más
permanece imprevisible; la historia sigue siendo imprevisible. La libertad produce
precisión, tienen una «historia estacionaria»167, mera repetición infinita, fundada
siempre resultados no queridos; pero éstos, lejos de significar la inutilidad de la
sobre el indeleble respeto a un mito fundador. El fin de la historia, en este sentido,
libertad, son la condición de posibilidad de ésta: el hombre es libre porque los
es la metáfora de la inmersión en lo mismo y en la repetición. Decir que la sociedad
otros no pueden hacer lo que quieren, conseguir lo que se proponen, parece pensar
occidental ha llegado al fin de la historia, en este sentido straussiano, equivale a
Arendt. La historia debe su existencia a los hombres, pero éstos no hacen la historia.
decir que ha salido de la historia, que ha cerrado su horizonte y ha agotado su
O, si se prefieren, hacen la historia, pero no como quisieran.
potencial creador, sucumbiendo en el eterno retorno.
Arendt cree que el miedo a la contingencia lleva a quitar sentido a la historia,
Una sociedad fuera de la historia es una sociedad sin consciencia histórica; es,
a convertirla en un proceso automático o caótico. La contingencia es la condición
en cierta forma, la inmersión en lo absoluto. Ausente la escisión entre ser y deber
de posibilidad de la acción humana libre, que introduce lo nuevo; es la condición
ser, ausente la tensión entre realidad y pensamiento, ausente la posibilidad objetiva
de posibilidad para que el hombre inaugure una historia, aunque no será su autor,
y subjetiva de negación, la sociedad se sumerge en lo mismo. Fuera de la historia,
pues nunca querrá la historia que hace, nunca será la que se propuso hacer.
por consiguiente, no hay posibilidad de creación, innovación o renovación política,
Desde esta concepción de la historia, la política quedará constituida como
cultural, artística o moral. Fuera de la historia no hay ni filosofía ni política; en
diálogo público, como intercambio comunicacional de pensamientos y voluntades.
consecuencia, la filosofía del fin de la historia ha de verse a sí misma como la
La práctica política tradicional queda cuestionada en sus dos frentes: los ideales
última filosofía y gustará presentarse a sí misma como antipolítica.
comprensivos sólidamente argumentados y las instituciones democrático-liberales
Pero al igual que el «último hombre» nietzcheano seguía con los pies en lo
(partidos y parlamentos). Los primeros, al quedar cuestionada toda pretensión de
humano, la última filosofía postmoderna hunde su mirada en la modernidad. El
objetividad de las representaciones políticas, que lleva a sustituir la confrontación
antipoliticismo es la política antiilustrada; el eterno retorno es la lucha contra el
entre ideologías alternativas por debates públicos con temas y alineamientos
progreso; el nihilismo es la batalla contra la esperanza; con el fin de la historia se
puntuales; las segundas, por negar a las instituciones políticas toda legitimidad en
niega en la idea la historia ilustrada, lugar de su ideal emancipador.
la tarea de construir la voluntad general, que es sustituida por los debates de opinión
El carácter político explícito en la versión liberal del fin de la historia está bien
de masas constructores de consensos frágiles. El espacio público de debate, a pesar
representado por el popular relato de Fukuyama, cuya tesis ilustra la idea de que
de las referencias subjetivas al ágora, tiene mucho de mercado comunicacional, en
existe un modelo final deseable y una estrategia hacia el mismo, ambos universa-
el que las opiniones han sustituido a las razones porque a éstas se les exige una
lizables, a los que han de dirigirse las sociedades. Aunque reconoce que el «fin de la
fundamentación que no pueden aportar mientras que a aquellas, por su intrínseca
historia» es un viejo problema filosófico, Fukuyama considera que en nuestros
ilegitimidad, no se les exigen credenciales. De todas formas, como referente a tener
días tiene sentido replantearse la pregunta sobre <<una historia direccional, orientada
en cuenta para ejercer la crítica a la tentación autoritaria y paternalista del estado,
y coherente, que posiblemente conduciría a la mayor parte de la humanidad hacia
la apuesta de Arendt no carece de atractivos.
la democracia liberal»168; y que la respuesta ha de ser claramente afirmativa, pues
«no es posible mejorar el ideal de la democracia liberal» 169. A pesar del justificado
pesimismo que inunda la consciencia occidental, Fukuyama encuentra razones
3. Filosofía política y fin de la historia
para la esperanza: los fascismos y dictadura de la primera mitad de siglo no sólo se
han hundido, sino que nos han hecho ver su intrínseca debilidad, y «los principios
3.1. Postmodernismo y fin de la historia
liberales en economía -el mercado libre- se han extendido y han conseguido
producir niveles sin precedentes de prosperidad material»170. Renace, de manos de
Hay diversas formas postmodernas de decretar el fin de la historia, casi todas ellas
la democracia liberal y sus éxitos, la esperanza en el destino del mundo; la historia
con aroma de liberalismo y romanticismo. Unas veces se entiende de forma
puede ser pensada con final feliz.
optimista que la historia ha terminado su tarea, que las sociedades occidentales
han culminado su evolución; otras, en pesimismo trágico, el fin de la historia se 167 Lévi-Strauss, Raee et histoire. París, Gonthier-Médiations, 1968, pág. 33.
afirma como fin de la ilusión, como descubrimiento del carácter imaginario del 168 F. Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre. Barcelona, Planeta, 1992, pág. 12.
progreso hacia la emancipación, como consciencia desgarrada de que estamos 169 Ibíd., lI.
170 Ibíd.,14.
donde siempre hemos estado.
FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 151
150

En el fondo recoge la idea hegeliano-marxista de la racionalidad e inteligibilidad Con el ideal bien fijado, sigue argumentando Fukuyama, la historia lineal, de
del proceso de desarrollo de las sociedades como un «proceso único, evolutivo, tiempo uniforme, se ofrece como camino a recorrer; la posición en el trayecto
coherente», y redirecciona el final: «Tanto Hegel como Marx creían que la evolución sirve para medir el progreso, la perfección alcanzada; las imperfecciones, los defectos
de las sociedades humanas no era infinita, sino que acabaría cuando la humanidad e irracionalidades de las democracias actuales sólo expresan «aplicación incompleta
hubiese alcanzado una forma de sociedad que satisficiera sus anhelos más de los principios gemelos de libertad e igualdad»!73; en definitiva, no es posible
profundos y fundamentales. Ambos pensadores, pues, postulaban un fin de la mejorar el ideal de la democracia liberal. La política, en ese marco, se justifica por
historia; para Hegel era el estado liberal, mientras que para Marx era una sociedad la línea, por los avances cuantitativos hacia la meta bien señalada; la política queda
comunista. Esto no significa que el ciclo natural de nacimiento, vida y muerte así reducida a instrumento al servicio de un guión trascendente que la filosofía de
llegara a su fin, ni que ya no hubieran de ocurrir acontecimientos importantes o la historia describe.
que dejaran de publicarse los periódicos que informaban sobre ellos. Significaba, Fukuyama, como decimos, reconoce que el modelo occidental de democracia
más bien, que no habrían nuevos progresos en el desarrollo de los principios e liberal no ha alcanzado su perfección, lo que abre un espacio a la política
instituciones subyacentes, porque todos los problemas realmente cruciales habrían instrumental; pero afirma que ha desaparecido toda otra alternativa, con lo que
sido resueltos»l7l. Fukuyama hace suya esta idea y pone la democracia liberal cierra el espacio a la política substantiva, convirtiéndola en una técnica, no en una
norteamericana como el punto de vista de lo absoluto. La historia ha revelado sus actividad creadora. Fukuyama, por tanto, junto al fin de la historia pone el fin de
entrañas; el búho de Minerva puede pasar al Museo de Cera. la filosofía política al declarar el modelo de la democracia liberal la meta final de
Claro, lo que parece olvidar el escritor de los Estados Unidos, de origen japonés, toda sociedad. Aquí el fin de la historia no está ligado a un determinismo estructural
es que tanto en Hegel como en Marx ese final significaba la reconciliación, el fin o escatológico, sino a una metafísica de la voluntad de los individuos, a un destino
de las escisiones, de la división en clases, del dominio del hombre por el hombre; escrito de la libertad individual; el fin de la historia es declarado por los individuos,
los de Hegel y Marx, cuestionables como todo lo humano, eran auténticos ideales que han alcanzado su libertad: la democracia liberal es la voluntad de los individuos
políticos; el de Fukuyama, quien se contenta con el conocido «menos malo de los liberados, que rechazan ir a ninguna parte, que renuncian a darse otro destino.
regímenes posibles», es en sentido estricto un antiideal. Pero hay otros relatos del fin de la historia más pesimistas, e incluso trágicos,
Fukuyama cambia la interpretación de la historia hegeliano-marxista, su en los que el fin de la historia no es la emancipación del hombre, sino la renuncia
dialéctica, su sujeto, sus leyes; en lugar de la dialéctica del Espíritu objetivo o de las a la emancipación, el aburrimiento o la pérdida de toda esperanza. En sus diferen-
fuerzas productivas recurre a otras instancias de reflexión, como el desarrollo de la cias' suelen expresarse en léxicos nihilistas y neorrománticos, repletos de metáforas
ciencia natural y la lucha del hombre por el reconocimiento; pero, sobre todo, cambia y ocultando con sus audaces posiciones culturales su conservadurismo político.
el fin, al poner la democracia liberal como punto final de la evolución ideológica de En esta versión la historia se acaba por deserción. Este fin de la historia limpia su
la humanidad, la «forma final de gobierno», en definitiva, el «fin de la historia». Es mala consciencia afirmando que sólo se renuncia a una ilusión: que la historia
reconfortante saber que todos los pueblos caminan hacia una forma única de nunca ha existido. Si se ha llegado al final y en la meta no había nada, todo ha sido
sociedad y hacia el mismo modelo de hombre individual: «la democracia liberal es una ilusión; si en el final no hay ni emancipación, ni comunidad, ni pensamiento,
la única aspiración política coherente que abarca las diferentes culturas y regiones ni transparencia de las consciencias, sino de nuevo la eterna figura enervante del
del planeta»172; menos entusiasmo promueve saber que ése es el final del trayecto. hombre lobo del hombre, es que el recorrido ha sido imaginario.
La misma elección del ideal responde al color oscuro de un fracaso. Para Es peor aún si se otorga realidad al recorrido, si se sabe que no se está al
Fukuyama la democracia liberal es el único ideal creíble no tanto porque se derive principio, que no queda trayecto por hacer y en el que esperar, ni siquiera el regreso
de una dialéctica económica o metafísica de la historia sino porque los demás se al origen; es peor si se sabe que el final no es imaginario, que su vaciedad es lo real,
han agotado: «no es posible mejorar el ideal de la democracia liberal»; la aceptación pues en tal caso no queda ni siquiera la esperanza de otro tiempo para la historia,
creciente del mismo, a veces de forma resignada, le sirve a Fukuyama para dotar a ni siquiera el consuelo ingenuo de una segunda oportunidad. Por tanto, sea
su tesis del respaldo de la autoridad empírica. Su gran mérito, por tanto, reside en imaginarjo o real el trayecto, el efecto es semejante: la «historia» ha terminado, la
su éxito, en su ser realizable. Seguramente Kant se sentiría desilusionado de un utopía ha mostrado su perversidad al llevarnos a ninguna parte. El ser se sale de la
ideal realizado; Fukuyama aún no ha entendido que no es la verdad, y mucho historia y ya no tiene ningún sentido seguir pensando en claves históricas de
menos como éxito empírico, la buena medida de los ideales políticos, sino su progreso, de tiempos, de direcciones. Con el final de la historia se hunde el sentido
capacidad para llevarnos hacia la construcción de una ciudad, de un nosotros, cada de todos los valores tradicionales, que respondían al esquema de la carrera por la
vez más abierto y universal. historia. Según la consciencia nihilista, la historia se realiza aboliéndose como

171 Ibíd., 12-13 172 Ibíd., 14. 173 Ibíd., 23-24.


152 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 153

historia; pero al abolirse, al perder el ser histórico, ya no se sabe qué ser; descubierta sino sus insuficiencias intrínsecas. No hay, pues, buenas razones para proclamar
la ilusión, sólo queda la locura. un fin de la historia que haría innecesaria la política; y la filosofía.
La belleza literaria de estos relatos, su poder de seducción, no debería distraer-
nos de la exigencia de auto disciplina conceptual que pone la filosofía. El pensa- 3.2 El deseo de impunidad
miento crítico no puede pasar por alto que, en esas atractivas especulaciones sobre
la historia se está dando una lucha política, que el interés contemporáneo por la Ya lo advertía Adimanto en la República: la mayor felicidad corresponde a la
historia es político, y que la autopresentación antipolítica forma parte de su retórica injusticia acompañada de la impunidad. Es difícil no sospechar que la obsesión de
política. El «fin de la historia postmoderno», bien mirado, en sus efectos prácticos la filosofía postmoderna por convencer del fin de la historia encubre un ur~ente y
es la sacralización, la absolutización, del estado neoliberal, de la vida neoliberal, de desesperado esfuerzo por ocultar lo que en la deserción hay de búsqued~ ~e.lmpu­
la norma neoliberal; el fin se ve como acabamiento de un recorrido, como nidad. No sólo la filosofía se libra así, aunque sea imaginariamente, del JUlClO de la
disolución del tiempo y el espacio. La defensa del sinsentido de la historia, de la historia, sino que, cual procedimiento psicoanalítico, borra la culpa redescrib~endo
indiferencia política, en el fondo legitima el orden existente; el argumento del éxito la narración. Sin juez no hay injusticia, afirmaba Hobbes. Y el postmoderms.mo,
empírico para elevarlo a modelo universal y, a partir de ahora, atemporal, es la por fin parece haber descubierto que la manera más adecuada de combatu la
apuesta por la verdad de la fuerza. injusti;ia no pasa por la larga lucha en pos de un hombr~ y una ciudad justos, sino
En el fin de la historia liberal, donde la historia se niega a sí misma deteniéndose por publicar la carencia de juez. El «Dios ha mue~to, v~va el h.ombre» parece ser
en un momento aún determinado por la fuerza, se propone asumir un bien sobre sustituido por el más radical «el Juez ha muerto, VIVa la Impumdad». El final ~e la
la tierra, presentado como racional por su éxito; es el fin de la historia neorro- historia puede leerse como la apología objetiva de la indiferencia epistemológIca y
mántica, donde la historia realiza su sentido vaciándose de sentido, se propone la moral, como el deseo oculto del regreso a la impunidad.
indiferencia del valor, la entrega a la contingencia. Pero, bien mirado, en ambos Baudrillard, Lyotard o Vattimo 174, cada uno con sus metáforas, léxi~os ~ acent~s
casos el fin de la historia es la apertura al nihilismo: indiferencia ante los valores e peculiares, nos ofrecen versiones de lo mismo, de este presente _de la mdIfe;enCl~
indiferencia ante la política. En ambos casos la sociedad se ve como orden arbitrario, que nace de la consciencia de que ya no hay fut~r,o, que el .manana ~a esta aqUl,
como quiebra de la filosofía y de la política; y puesto que la razón y la política es lo que no hay que esperar nada nuevo, ni una revoluclOn emanCl~adora m un des~stre
que une a los hombres, lo que crea el nosotros, los signos de esa sociedad serán la atómico que todo lo que había de llegar ya ha llegado; y que mcluso lo que mas se
defensa de la irracionalidad y el apoliticismo. temía, 1; peor de todo, «el punto final», es algo que ya es pas.ado, que quedó atrás,
La fuerza de los hechos, la densa presencia del sinsentido, potencia la fuerza y que para burla de las consciencias trágicas apenas ha dejado huella. No se ha
persuasiva de estos relatos del fin de la historia; bajo las bellas metáforas no es acabado una etapa, dando entrada a otra; se han acabado las eta?~s, se ~a acab~do
difícil dejarse seducir y desertar de la penelopeana tarea de pOner sentido a la vida la historia. Los hechos ahora ocurren, acaecen, sin relaciones 10glcas, sm sentldo,
aunque desaparezca con la noche. En cierto modo, nosotros lo tenemos más fácil sin finalidades; las cosas existen y coexisten sin funciones intrínsecas; el mism?
que Ulises: no necesitamos amarrarnos al mástil, basta con mirar hacia el sur, con hombre deja de ser el sujeto que pone el mundo, como orden y sentido, par,a deven~r
mirar el espacio de las verdaderas diferencias. Basta mirar a los otros, a los de un lugar de interrelaciones sin teleología. Todo lo bueno y lo malo que podla ocurnr
abajo, para comprender los monstruos de la democracia liberal, las sombras que ya está aquí, y no parece ser ni tan malo ni tan bueno como se esperaba; nada hay
debe construir para afirmarse; basta mirar en los propios márgenes de occidente que esperar; nada hay que temer.
para comprender que se sustenta en la despolitización, en la desigualdad yen la Esta insistencia en que todo ha acabado parece un esfuerzo por n~ llegar, ~orq~e
obscena ritualización de símbolos de poder; en fin, basta mirar alrededor para nqllegue el día de la verdad. El «Juicio de la historia», intrínseco a la Idea de. hIstona
comprender que -si depende de nosotros, y depende de nosotros-- tenemos pocas (no hay filosofía de la historia en que de una u otra forma. n? .fig~re: en ngor un~
razones para decidir el fin de la historia y muchas para redefinir el ideal. filosofía de la historia tiene mucho de relato del gran JUlClO fmal) , queda aSI
Mirando hacia afuera, queriendo ver, puede comprenderse lo que decía E. Weil: imaginariamente disuelto; la filosofía que se siente mezquina se protege y con~uela
que renunciar al deber moral de pensar que la historia es y tiene un sentido es una imaginando que no debe rendir cuentas de su de~erción; el hombre se Sle?te
inmoralidad. Decretar el fin de la historia equivale al obsceno espectáculo de liberado de rendir cuentas respecto a su compromIso con el deber ser. AqUl la
sacralizar la violencia; o al infantil ritual de exorcizar los propios fantasmas. El falacia no va del es al debe, sino del quiero al es; una vez más el deseo acaba
proyecto ilustrado está lejos de ser cumplido; y, si lo estuviera, los hombres no imponiendo, aunque sea imaginariamente, el ser. El deseo de impunidad pone la
pueden renunciar a construir otro. Las convulsiones y los conflictos internacionales, metafísica del fin de la historia.
el militarismo, la desigualdad, la miseria del este o del sur, la sociedad de los tres 1?4 J. Baudrillard, La ilusión del fin. Barcelona, Anagrama, 1993; J.E Lyotard, La con~ición post-
tercios, no sólo significan el insuficiente cumplimiento del ideal democrático liberal, moderna. Madrid, Cátedra, 1998; G. Vattimo, El fin de la modernidad. Barcelona, Gedlsa, 1995.
154 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 155

La muerte de Dios no es completa si se mantiene la historia, pues en tal caso vida justa. Los jueces se dejaban engañar por los vestidos. Además, «también ellos
sigue vivo el Juicio Final, la función eminente de la divinidad. Los grandes juzgan vestidos», oculta su alma tras su toga, metáfora de su estatus, su rango, sus
metarrelatos ilustrados, el ideal kantiano de la paz perpetua, la esperanza hegeliana deudas y sus lealtades. Zeus quiere un juicio justo; quiere que se haga justicia. Y el
en la vida ética en el Estado, la previsión científica del comunismo por Marx, todos primer obstáculo es que los jueces y los juzgados están «vestidos»; es decir, el juicio
incluían el Juicio Final; por eso el nihilismo postmoderno ha tenido que decretar se hace en el dominio del revestimiento, de la cosmética y la retórica, de la culinaria
su carácter ilusorio. Podemos pensar la postmodernidad como una figura de la y la sofística. Es un juicio en el mundo de los signos del deseo, de las convenciones
consciencia filosófica caracterizada por su horror al Juicio Final, a todo momento y las autoridades, de las apariencias empíricas, en fin, un mundo en el que la verdad
decisivo en que se decide la verdad y el error, el bien y el mal, la virtud y la es siempre la voluntad del más fuerte. «Sus ojos, sus oídos y todo el cuerpo son
depravación, el conocimiento y la ilusión, la razón y el deseo; en especial, a ese como un velo con que cubren por delante su alma» 177, sugiere el sabio Zeus.
momento simbólico en que rendimos cuenta de nuestra opción por el ser o por el El primer obstáculo, por tanto, es ese velo. Hay que quitar esa máscara que
deber ser, de nuestro compromiso con el deseo o con la razón. impone un sentido a los signos, que decide según un ritual de procedimientos,
A la consciencia filosófica ese momento siempre le parecerá inquietante y testimonios, formularios y convenciones, a fin de que se recupere la transparencia
temible, se sienta inocente o culpable, pues nunca contará con la evidencia de la de las almas, en las que cada una muestre, deje ver, su biografía moral escrita en
verdad o bondad de su posición; cualquier posición filosófico política incluye zonas sus cicatrices. Para ello, Zeus toma dos medidas. La primera, encargada a Promete o,
ciegas en cuanto a su legitimidad. En consecuencia, el horror al Juicio Final ha de priva a los hombres del conocimiento del día de su muerte, para que no puedan
sentirlo tanto el inocente como el culpable, el creyente como el escéptico. Todos preparar su ceremonia ni su defensa; la segunda establece que el juicio sea después
tienen motivos para sospechar, sea de la justicia y coherencia de su posición, sea de de la muerte, cuando el alma, separada del cuerpo, no puede esconder su ser ni
la clarividencia y la imparcialidad del juez. El tribunal de la historia desempeña el disimular su esencia, cuando el hombre se encuentra solo, sin sus parientes, sin
papel de sembrar la inquietud en la consciencia, y esa inquietud es la tierra de la sus corifantes, sin sus riquezas y sin sus títulos. Zeus impone, además, que el juez
filosofía. también ha de estar desnudo, para que sea su alma la que vea, juzgue y hable sin
Hasta los inocentes, ¡cuánto más los cínicos!, sienten inseguridad, pues tiempo y sin memoria.
cualquier tribunal, y mucho más el de un Juicio Final, es susceptible de sospechas. Zeus ya había detectado el problema y tomado las medidas. Había elegido a
La evidencia y la imparcialidad que se exigen al juez son metas de difícil acceso, de tres hijos suyos para ejercer de jueces. Radamantis juzgará a los de Asia y Éaco a los
imposible logro si creemos a los postmodernos. Esto ya lo había pensado Platón, de Europa, quedando Minos encargado de la sentencia definitiva en caso de alguna
cuando en el Gorgias nos relata su versión del mito del juicio final, en el que se duda por parte de los otros. Tres hijos de Zeus, jueces desnudos sin dependencias
plantean los problemas de la evidencia de las pruebas y de la imparcialidad de las ni preferencias, garantizarán la evidencia y la imparcialidad que exige la justicia. Y
reglas en la aplicación de la justicia. Merece la pena recordarlo. juzgarán a los hombres, tras su muerte, cuando el silencio no deja ocultarse tras la
El relato de Homero, al que recurre Platón, se remonta a los tiempos de Cronos, voz, en el sitio adecuado: «en medio de la pradera, en la encrucijada de la que
de donde procede <<una ley acerca de los hombres según la cual el que ha pasado la parten los caminos que conducen el uno a las Islas de los Bienaventurados y el
vida justa y piadosamente debe ir, después de muerto, a las Islas de los Bienaven- otro al Tártaro».
turados y residir allí en la mayor felicidad, libre de todo mal; pero el que ha sido Este es el relato mítico, que pone sobre la mesa los problemas de la evidencia y
injusto e impío debe ir a la cárcel de la expiación y del castigo, que llaman la imparcialidad. Todo versa sobre la metáfora de un velo, que impide la
Tártaro»175. En aquellos tiempos de Cronos, y luego en los de sus hijos Zeus, transparencia de las consciencias. Ese velo significa que la justicia, antes de la
Poseidón y Plutón, que se repartieron el gobierno, «los jueces estaban vivos y intervención de Zeus, estaba mediatizada por la fuerza, la retórica, el juego de los
juzgaban a los hombres vivos en el día en que iban a morir», hecho que determinaba deseos y las pasiones, las convenciones sociales; el velo es el obstáculo de la justicia,
que los juicios fuesen defectuMos. Plutón, guardián de las Islas de los Bien- que sólo reinará cuando desaparezca. Zeus lo tuvo fácil: puso a sus hijos como
aventurados, expuso a Zeus que con frecuencia le llegaban hombres que no lo jueces. Ellos sí tenían acceso seguro a la evidencia y a la imparcialidad, virtudes
merecían. Zeus, reconociendo que los juicios se hacían mal, reflexionó sobre la que no pueden discutirse a los dioses. Y como la ley justa es, para Platón, la que
causa: «se juzga a los hombres vestidos, pues se los juzga en vida»176. emana de la voluntad de los justos, como los hijos de Zeus, el obstáculo estaba
Juzgarlos en vida, «juzgarlos vestidos», engañaba a los jueces, pues hombres salvado. Pero hoy, aun sin poner en duda su equidad, no creemos que los hijos de
con almas perversas se presentaban recubiertos de cuerpos hermosos, con nobleza Zeus deban juzgar a los hombres; hoy exigimos que los jueces no sean hijos de
y riqueza, yendo al juicio con numerosos testigos y seguidores que aseguraran su Zeus. Aparte de las dudas razonables respecto a que los dioses sean imparciales y

175 Gorgias,523a-b. 176 Ibíd.,523c. 177 Ibíd., 523d.


156 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 157

clarividentes, no creemos que estas virtudes sean suficientes para que un juez dicte Recordemos la carta a Ruge en que Marx describía y justificaba la práctica política
sentencia. Hoy exigimos que los jueces apliquen las leyes de los hombres; exigimos coherente con su filosofía de la historia de aquel momento: «Las dificultades
el derecho a elaborar las reglas y los criterios, a definir la verdad y la justicia, y a internas representan obstáculos casi más serios que las externas. Efectivamente,
definirlas sin dictamen de ningún dios. Por eso lo tenemos más difícil que Zeus siendo cierto el acuerdo con respecto al desde dónde, no ocurre otro tanto en relación
para evitar la ilusión o la arbitrariedad. Y ese miedo al error y a la injusticia, efecto con el hacia dónde. Cada uno tendrá que confesarse a sí mismo que no sólo ha
de la falta de evidencia e imparcialidad tanto en la elaboración de las reglas como surgido una general anarquía entre los reformadores, sino que ni siquiera él mis:n 0
en su aplicación, lo hemos compensado aprendiendo a cuestionar los procedi- tiene una idea precisa de lo que hay que hacer. Por otro lado, en esto estnba,
mientos hasta hacer imposible el juicio. Así evitamos el riesgo de que el inocente precisamente, la ventaja de la nueva orientación filosófico-política: n~sotros no
sea condenado injustamente; aunque podría sospecharse que así se consigue que anticipamos dogmáticamente el mundo, sino que pretendemos deduClr el nuevo
el no inocente permanezca impune. Tentación importante, pues, como relataba a través de la crítica del viejo. Hasta ahora, todos los filósofos tenían preparada,
Adimanto, la mayor felicidad resulta de la unión de injusticia e impunidad. sobre sus cátedras, la solución a cualquier enigma, y el esotérico mundo demente
Por eso cuando se decreta el fin de la filosofía, es decir, cuando se afirma que la no tenía más que alargar el morro para que le vinieran a la boca las palomas asadas
conquista de la verdad, de la evidencia, de la justicia, como relaciones universales de la ciencia absoluta» 178. Acepta, por tanto, que la historia avanza hacia un final y
son ideales imposibles e innecesarios; cuando se afirma que la filosofía es impotente que ese final es desconocido; y, en consecuencia, asume un~ praxis políti~a.q~e se
para la legitimación de criterios o reglas epistemológicas o morales; cuando se le ponga del lado de la historia, que le ayude a avanzar, p.e ro sm prete~?er dlf~gIrla a
niega su capacidad y legitimidad para afirmar un proyecto de emancipación fines transcendentes; una política que será substanClalmente «cntIca radIcal de
humana o de igualdad social, nunca sabremos si se hace desde la melancolía o todó lo existente, radical en el sentido de que la crítica no se asusta ni frente a los
desde el entusiasmo, desde la derrota de la razón o desde la exaltación de la sinrazón. resultados logrados ni frente al conflicto con las fuerzas existentes»179.
y cuando se decreta el fin de la historia, es decir, de la filosofía de la historia, de los Cuando se confía en una teleología histórica y se acepta el desconocimiento
relatos emancipadores, vencidos por una realidad que se ha revelado precaria, del fin, la política se ve convertida en es praxis puramente revolucionaria. Tal
fragmentada, diseminada, evanescente y maleable, nunca sabremos si bajo la forma filosofía de la historia, como se revela en la Contribución a la crítica de la filosofía
trágica de la narración que lo anuncia se esconde el júbilo de la conquista de la del derecho de Hegel, sólo permite una política como lucha contra la alienación de
impunidad. la consciencia y como activación de la historia. Una crítica teórica desmitificadora
que «nos arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre ~op~rte
3.3 Historicismo y relativismo histórico las cadenas sin fantasías ni consuelo», que enfrente al hombre a su mIsena y
provoque su rebelión: «hay que enseñar al pueblo a asustarse de sí mismo. para
La crítica a postmodernos y deconstruccionistas ha de culminar con una tarea infundirle ánimo», «hay que hacer la opresión real más opresora todavía, añadIendo
positiva, con un esfuerzo por redefinir un concepto de historia que haga posible a aquella la consciencia de la opresión, haciendo la infamia más infamante al
pensar la política y, en especial, la política democrática. Es lo que intentaremos en pregonarla» 180; y una crítica práctica que transforme las condiciones materi.al.es de
este apartado. existencia que reproducen la alienación de la consciencia: «¡Guerra a las condICIOnes
La filosofía de la historia, en la tradición filosófica, se nos presenta como un sociales alemanas!, enemigo que «no hay ya que refutar, sino destruir, porque el
límite de la filosofía política; con frecuencia la política ha sido pensada, en su espíritu de aquellas condiciones de vida ya se ha refutado»l8l. La única política
contenido y límites, desde el marco de una filosofía de la historia. Entre ambas se recomendable desde la filosofía de la historia del joven Marx era la que se pone a
han dado unas relaciones de exterioridad y jerarquía que deben ser revisadas. Unas favor de la corriente racional e inevitable de la historia, la orientada a agudizar sus
veces esas relaciones respondían a concepciones ontológicas en que lo político contradicciones y a allanar su trabajo liberador l82 ; cualquier esperanza en una
carecía de sustantividad y autonomía. En este sentido, es sabido que en el marxismo «desviación» ideal es contradictoria y estéril.
no hay cabida para una teoría de la política en sentido fuerte; ello es debido a que
lo político, para Marx, no tiene sustantividad, debiendo buscarse su razón de ser, y
de su movimiento, en la esfera económica, con auténtica historia por gozar de 178 «Marx a Ruge. Kreuznach, septiembre, 1843», en K. Marx y A. Ruge, Los anales franco-
movimiento interno. alemanes. Barcelona, Martínez Roca, 1970, pág. 66.
Que no fuera posible una teoría política en el marxismo no quiere decir que 179 Ibid., 67.
180 Ibid., 102.
no hubiera lugar para la política; pero ésta tenía una estrategia y un fin asignados
181 Ibid., 105 ss.
desde fuera de ella, por una filosofía de la historia, de carácter activista, fichteana, 182 Ver nuestra introducción y notas a K. Marx, La cuestión judia y otros escritos filosóficos.
en los textos de juventud, y de contenido científico y materialista en los de madurez. Barcelona, Planeta-Agostini, 1994.
158 FILOSOFÍA POLÍTICA FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA DE LA HISTORIA 159

Otras veces esas relaciones entre política e historia estaban fundamentadas en Hay, no obstante, otras formas de concebir la historia con tonalidades
el supuesto carácter eminentemente teórico de la filosofía de la historia y en el no historicistas; así el relativismo histórico. A diferencia del anterior, no ve la historia
menos supuesto ni menos eminentemente práctico carácter de la filosofía política. bajo el ángulo de la necesidad ni de la teleología (política, moral o religiosa); pero
Desde posiciones convencionales, los discursos de la filosofía política y de la filosofía asume que la realidad humana no puede ser aprehendida sino en una historia; que
de la historia aparentemente no coinciden ni en el fin (respectivamente práctico y los mismos conceptos filosóficos sólo son inteligibles en claves históricas 183 •
especulativo) ni en el método (respectivamente prescriptivo y descriptivo). Pero, El campo del relativismo es muy amplio. Es posible, en primer lugar, un
desde otras perspectivas, es posible ver que la filosofía política incluye una relativismo histórico «crítico», no escéptico, que considera que la falta de funda-
dimensión especulativa, cierta comprensión o descripción del mundo, junto a su mento racional o trascendente absoluto no conlleva el derecho a interpretar libre-
irrenunciable misión práctica, la de contribuir a construir, a veces sólo fuera por mente la historia; que relativizar la verdad no es degradar su status epistemológico,
vía negativa, la mejor ciudad posible, adaptada a un ideal de vida humana, sino acotar su campo de validez. Un relativismo de este tipo es compatible con la
eventualmente la vida humana dedicada a la política. concepción de la política que estamos exponiendo; la política es compatible con
La filosofía de la historia, que aparentemente es ajena a todo ideal práctico, unos límites históricos; no es compatible, en cambio, con una determinación
que desde su objetivo esencialmente descriptivo parece renunciar por principio y histórica. Queremos decir que, ciertamente, el ámbito de la política es siempre
método a todo ideal, difícilmente puede ocultar, tanto en su origen histórico como relativo a unas condiciones exteriores en y sobre las que ha de operar, sin que estas
en sus implicaciones políticas, como hemos señalado más arriba, su falta de condiciones impongan deterministamente el tipo de política; ponen límites, pero
neutralidad ética y política. Por eso hemos destacado no sólo que las filosofías de no imponen contenidos.
la historia surgen históricamente como respuestas al hecho revolucionario, sino Hay que distinguir este relativismo histórico y crítico de otras formas de
que cada una define una posición política ante el mismo, incluso respecto a la relativismo claramente antipolíticas. Binoche ha señalado que tan ilegítimo es el
posibilidad y legitimidad de la intervención ético-política en lo real. «relativismo conservador», que combate el revolucionarismo reivindicando, en
Pero, sean cuales fueren sus peculiaridades, las diversas formas del historicismo términos burkeanos, que a cada época le corresponden sus instituciones, como el
teleológico tienen similares resultados: el radical rechazo de lo imprevisto. Sus «relativismo radica!», que defiende que nunca puede afirmarse que una institución
consecuencias son: la imposibilidad de concebir la existencia de la política como sea más justa que otra. Entre el historicismo escatológico y el historicismo nihilista,
debate abierto, de resultados imprevisibles; disolución de la política en una ciencia cabe el historicismo relativista y crítico, que afirma que existe una norma empírica
de la historia dependiente de una instancia exterior a la voluntad de los hombres; de lo justo, históricamente determinada, pero distinta del hecho, con lo que
comprensión de los elementos del proceso como necesarios, puestos por un deber conserva su «carga crítica» 184. Un relativismo de este tipo, que no supone la historia
ser a la vez ontológico y moral, que quita todo sentido a la crítica; destrucción de la cerrada, sino que la ve abierta y con posibilidades diversas; que permite una
historia, en lo que esta tiene de creación y libertad, al absolutizarla, al someterla a búsqueda de lo justo, de la mejor política posible; que es compatible con la
un orden cerrado. El historicismo es, por tanto, antipolítico. construcción de la comunidad, en el seno de unos límites; que, en fin, mantiene el
Una concepción así no sólo niega la posibilidad de la política, sino también de «escepticismo democrático» sobre la posibilidad de descubrir la inmanencia en
la filosofía, tal como aquí las entendemos; el historicismo es, por tanto, antifilo- sentido unificado; un relativismo así, decimos, es asumible y productivo para la
sófico. De hecho, el historicismo teleológico es contradictorio, pues su enunciado filosofía política.
es «existencialmente inconsistente». Es decir, el historicismo teleológico es incom- y puesto que, según la idea general que desarrollamos, la filosofía política ha
patible con el visionario esclarecido que lo proclama y llama a asumirlo; si la historia de construir el concepto de historia (y de ontología) más favorable a la idea de
está escrita, ¿por qué exigir sacrificios para que se cumpla? La respuesta que política que se defiende, un concepto de historia como obra de la política sobre la
reintegra la coherencia es de exquisita sofisticación: la historia está escrita y cuenta naturaleza, con periodos y progresos que no obedecen a ninguna ley natural sino
con los animadores. Los revolucionarios cumplen así un papel, que sólo es su papel a la racionalidad de la praxis humana en su tarea de construir un ideal-ideal que,
metafóricamente; son lo que son necesariamente. a su vez, se va reconstruyendo y reformulando en la historia- nos parece aceptable
El segundo problema es que el historicismo teleológico conoce el fin de la por dos razones. Primera, porque permite la política, al poner ésta como su causa;
historia; y, porque lo conoce, no se trata de debatirlo, sino de construirlo. Se segunda, porque permite el ideal, al ponerlo como construcción histórica. Y para
necesitan técnicos, del estado o de la revolución, no hombres libres que sometan a nosotros son buenas razones.
discusión diversas alternativas posibles. La política deviene una ciencia que marca
los tiempos, las estrategias según la razón instrumental, que maximiza, que ejecuta, 183 Ver el artículo de Bertrand Binoche, «L'antihistoricisme et ses mythes: messianisme et
pero que ya no crea, no construye el objetivo. relativisme», La pensée politique, nO 1, pág. 179 ss.
184 Ibíd., 193.
Parte segunda

La política
6. Concepciones de la política

«El estado de paz entre los hombres que viven juntos


no es un estado de naturaleza (status naturalis); éste
más bien es un estado de guerra que, si no es siempre
una abierta hostilidad, al menos es una permanente
amenaza de hostilidades. El estado de paz, por tanto,
debe ser instituido».
1. Kant, Proyecto de una paz perpetua

1. Figuras del poder

Toda la filosofía política gira en torno a la elaboración del concepto de «política».


A pesar de su larga historia, tan larga como la filosofía misma, el concepto continúa
siendo problemático. Ni siquiera se ha conseguido de forma clara y definitiva
distinguir y establecer la relación entre la política y lo político. Sobre el primero,
un texto clásico (La Política, de Aristóteles) y otro contemporáneo (L'éssence du
politique, de Julen Freund), destacan entre los escasos tratados sistemáticos de tipo
filosófico en una historiografía fragmentada y dispersa; sobre el segundo, en cambio,
hay mayor abundancia y calidad de textos, de la altura de la República de Platón; el
Leviathan de Hobbes, la Metafísica de las costumbres de Kant o la Filosofía del derecho
de Hegel.
El término «política» se usa de forma muy polivalente, sea para designar la
política internacional o la política empresarial, la acción legislativa o los forcejeos
internos a un partido, las convocatorias electorales o los nombramiento de un
cargo administrativo, eclesiástico, académico o judicial. Adrian Leftwich 185 en esta
linea, reacciona contra la tendencia a reducir el ámbito de la política a «lo público».
Ante la realidad académica caracterizada por el reparto del campo social en
dominios especializados, cada uno objeto de una disciplina (economía, antro-
pología, sociología, historia ... ), Leftwich defenderá un concepto de política muy
amplio, extensible a la totalidad del campo de lo social: «El propósito principal de
este capítulo es el de objetar los conceptos tan convencionales del carácter y alcance
de la política, ofrecer una definición mucho más amplia de ella y proporcionar
una estructura preliminar de análisis para estudiar la política así definida. En el
corazón del argumento estará la afirmación de que la política está en el centro de
toda actividad social colectiva, formal e informal, pública y privada, en todos los

185 A. Leftwich, «La Politica: gente, recursos y poden>, en ¿Qué es la política? Madrid, FCE,
1986, págs. 122-162.
164 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 165

grupos humanos, instituciones y sociedades, no sólo en algunos de ellos, y que criticando la tesis vulgar «todo es política», que responde a una visión totalitaria
siempre ha estado y siempre estará»186. En cierto sentido todo lo que importa a los del poder que inunda todos los resquicios de la existencia humana, trata de
hombres es o puede devenir objeto de la política. Por otro lado, desde cada posición determinar al poder genuinamente político: «No es cierto que la política sea un
política se define ésta de forma particular, unas veces como ejercicio del poder y elemento inaprensible, extendido por todas partes y confundido con todo. La
otras como arte del equilibrio social; para el marxismo es lucha de clases y para el observación corriente y razonada permite discernir lugares y acciones humanas
utilitarismo ciencia de la optimización del bienestar. de carácter fuertemente o débilmente político o incluso sin relación directa con la
En líneas generales, el concepto de política varía en la historia en función del política, salvo que se considere que el poder político, caracterizado respecto a la
ideal de comunidad que se persigue; así, suele observarse cierta evolución histórica sociedad por su función de globalidad, de totalidad, sea concebido como
del concepto, pasando de una visión ética de la política (fabricación de ciudadanos, totalitario»189. Ciertamente, una cena en vivienda privada puede tener un contenido
realización de la vida buena del hombre), a una visión más jurídica e individualista política; comprar cava en vez de champagne puede tener sentido político; pero ver
(defensa de la libertad y de los derechos, optimización de la elección). Pero la la política en todas partes equivale a convertir la política en una ideología laica.
verdad es que ya en el mundo clásico, con los sofistas, estoicos y especialmente los No simplemente no todo es política, sino que, para Chabot, «no todo poder es
epicúreos, irrumpía una concepción que ponía en el contrato, y no en el ideal político», la cual es una tesis más comprometida. Efectivamente, son muchos los
ético, el fin y el sentido de la política y la ciudad 187 . La política siempre se ha pensado autores que con distintos matices identifican la política con el poder, con cualquier
en función de un ideal de ciudad y de vida humana; incluso hoy, cuando la política influencia o dominio de la voluntad de los otros; otros tantos han rechazado esta
se piensa fundamentalmente como deliberación democrática, responde a un nuevo idea, afirmando la especificidad del poder político y considerando la política propia
ideal, al paradójico ideal de pluralidad de ideales o al de vivir sin ideal. de las sociedades complejas. Así lo ve Raymond Aron 190 , quien identifica la política
Pensar la política en nuestros días quiere decir ajustar cuentas con los esfuerzos con un tipo de poder específico, propio de las sociedades desarrolladas, que agrupan
de la filosofía por poner un ideal político. Cuando esta tarea no se afronta abierta- grupos o unidades más elementales. El poder político no se referiría a las relaciones
mente, situándose en un plano epistemológico, se obtienen nociones insuficientes entre personas sino a la organización política plural, al orden común al que se
e insatisfactorias. A continuación exponemos de forma resumida algunos conceptos someten varios grupos.
de política, sin profundizar en la crítica, que nos servirán de ilustración del
problema y de ocasión para ir perfilando la idea.
La dificultad del problema de clarificación del campo de lo político y el sentido 2. Dos posiciones inquietantes
de la política puede inducir a dos tentaciones, que deberían ser evitadas: mecerse
dulcemente en la permitida ambigüedad u optar por la noción más tópica; con Pasaremos ahora a comentar las concepciones de la política de M. Weber y C.
ello, aparte de traicionar el espíritu filosófico, nos hacemos cómplices de unas Schmitt, próximas entre sí, profundas e inquietantes; dos concepciones por las
consecuencias prácticas impensadas. Nos guste o no, siempre pensamos y actuamos que la filosofía ha de pasar, sin saltos ni rodeos, consciente de que corre el riesgo
en base a una filosofía política espontánea. Peter P. Nicholson nos lo recuerda y de dejar en el trayecto jirones de su esperanza en el ideal democrático. Por ello
nos da un consejo que no conviene olvidar: «( ... ) ningún estudiante de Política trataremos de redescribir con neutralidad las teorías de ambos pensadores alemanes
puede evitar elegir una definición de política, y lo mejor es que lo haga de manera y, aceptando su reto de que la filosofía política ha de pensar lo otro de la política, lo
consciente y explícita» 188. La dificultad no puede esgrimirse para justificar la no humano, buscaremos la posibilidad de una salida de este bajada a la caverna.
indiferencia y evitar el análisis racional. La noción de política que utilicemos,
consciente o espontáneamente, no es neutral ni ingenua; por tanto, hemos de 2.1 Max Weber: política y dominación
seleccionarla críticamente, en base a un criterio racional de elección.
En general, la idea más extendida es que la política tiene que ver con el poder, 2.1.1 Comunidad y sociedad
entendido éste como el medio de mantener cierto orden y unidad entre los hombres Nadie cuestiona a Weber 191 sus méritos como sociólogo; es polémico en cambio su
y los pueblos; pero ni siquiera es fácil definir el poder y, en particular, el poder tratamiento de la política, por la posición política que implícitamente defiende.
político, consecuencia de la falta de distinción de lo político. Jean Luc Chabot,
189 J-L. Chabot, Introduction ¿¡ la politiqueo París, PUF, 1991, pág. 15.
186 Ibíd., 123. 190 R. Aron, Introducción a la filosofía política. Barcelona, Paidós, 1999.
187 Ver John W. Gough, The Social Contracto A Critical Study of its Developments. Londres, 191 De las obras de Weber destacamos Economía y sociedad (México, FCE, 1990); y por su
Oxford UP, 1936, capítulo n. interés filosófico, El político y el científico (Madrid, Alianza, 1993); La ética protestante y el
188 Peter P. Nicholson, «La política y la fuerza», en Adrian Leftwich, ¿Qué es la política?, espíritu del capitalismo (Barcelona, Península, 1975); y Sobre la teoría de las ciencias sociales
edic. cit., págs. 70-121. (Barcelona, Península, 1974).
166 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 167

Unos resaltan su crítica a la burocracia imperial, su reformismo democrático y sus trata de definir el vínculo político, la peculiaridad de la administración y la
compromisos con la socialdemocracia; otros su conservadurismo, su defensa de la dominación políticas, y el contenido especial que toma en el Estado, como forma
política del poder, su crítica a la ideología de los derechos del hombre 192 • En la acabada de comunidad política.
actualidad, y en ello no es inocente la interpretación de Adorno y Horkheimer, Pues bien, la tarea de Weber, como la de cualquier sociólogo de su época, se
Weber es considerado símbolo del destino irracionalista del pensamiento contem- vería contagiada por la afortunada tipología social de F. Tonnies entre Gemeinschaft
poráneo. El Weber liberal antiaristocrático cede el puesto al discípulo de Nietzsche y Gesellshaft!95. La primera refiere a un orden de normas espontáneas o naturales;
que soñaba con ser «el Marx de la burguesía»193. la segunda, a un orden de normas artificiales o elaboradas. La comunidad se
Lo cierto es que Weber, tal vez porque pone el acento en las cuestiones centrales caracteriza por adhesiones unánimes y prereflexivas, y define una realidad social
de la filosofía política moderna (la justificación del poder, la legitimación de la indiferenciada; la sociedad, por adhesiones críticas, voluntarias, condicionadas, y
violencia, la justificación de la sumisión voluntaria), tal vez porque busca soluciones define una unidad de los diferentes. La tipología tenía pretensiones meramente
antirracionalistas (rechazo del contractualismo, crítica de la voluntad general, sociológicas y descriptiva, pero en el mismo Tonnies acabará adquiriendo
desmitificación de la representación), ha sido convertido en lo que no quería ser: connotaciones políticas, convirtiéndose en representación de dos modelos políticos
un filósofo de la política. Y un filósofo polémico. antagónicos y, además, ligados teleológicamente.
Su concepción de la política, único aspecto que aquí nos interesa, pretende ser Weber, mirando más al proceso de instauración del lazo que al estado final,
sociológico y descriptivo. La política es un rasgo de un tipo particular de agrupación definirá dos tipos de asociación política, deudoras de las de Tonnies, ambas bien
humana, que la diferencia respecto a las demás. Rompe con la perspectiva arraigada distinguidas de las pre-políticas y entre sí bien diferenciadas por sus respectivos
de pensar las agrupaciones humanas desde el punto de vista de los fines, cuya vínculos de comunalización y socialización: «Llamamos comunalización (Verge-
jerarquía moral determinaba el de la asociación; su voluntad positivista le lleva a meinschaftung) una relación social cuando, y en tanto que, la disposición de la
eliminar todo juicio de valor del análisis de las sociedades, pretendiendo una actividad social se funda [... ] sobre el sentimiento subjetivo (tradicional o subjetivo)
posición exquisitamente descriptivista. de los participantes de pertenecer a una misma comunidad (Zusammengehorigkeit).
Con esa perspectiva entiende las distintas asociaciones humanas como formas Llamamos socialización (Vergesellschaftung) una relación social cuando, y en tanto
de unificación, de construcción de un colectivo; en definitiva, como organización que, la disposición de la actividad social se funda sobre un equilibrio (Ausgleich)
de unas prácticas. Toda sociedad es el resultado de unas reglas de ordenación de de intereses motivado racionalmente (en valor o en finalidad) o sobre una coordina-
un tipo de acciones, que da como resultado un sistema de relaciones, una ción (Verbindung) de intereses motivados de la misma manera»l96. Dos tipos de
administración. Las distintas asociaciones (domésticas, de vecinaje, de linaje, vínculo que, dentro de la asociación política, configuran los dos modelos de socie-
étnicas, lingüísticas, religiosas, económica, etc.) responden a la regulación de dad objetivamente enfrentados, la comunidad tradicional y el estado. Lo político
distintas prácticas. En todas ellas hay una administración, un sistema de reglas, un queda así diferenciado; y la política pasa a ser lo referente a la construcción y
lazo; y en todas ellas se produce, como efecto inevitable de esa ordenación, unas mantenimiento de ese vínculo, o sea, de la administración y la dominación en esas
relaciones de subordinación, de mando-obediencia, de dominación. Administración formaciones sociales.
y dominación son, para Weber, dos caras de lo mismo: se implican profundamente,
crecen y se metamorfosean juntas, son como el rostro objetivo y el subjetivo de 2.1.2 De la vida buena a la dominación
toda colectividad, de toda asociación. Toda dominación se exterioriza y funciona Como hemos dicho, Weber rechaza la explicación finalista de la constitución del
como administración; toda administración tiene necesidad de algún tipo de vínculo político; una asociación política no responde a ningún fin moral humano,
dominación, porque siempre es necesario que el poder de mando esté en las manos a ninguna determinación ontológica, ni a ninguna teleología inmanente: «No es
de alguno, defiende Weber 194 • posible definir una asociación política, y menos el estado, indicando solamente el
Dentro de esa topografía de formas de asociación, cuya identidad viene dada fin de su actividad. En efecto, no existe fin, desde el aprovisionamiento a la
por la administración y la dominación, Weber ha de establecer la diferencia de las protección de las artes, que la asociación política no tenga ocasión de perseguir;
asociaciones que llamamos «políticas»; y, en el seno de éstas, la peculiaridad de la del mismo modo, no existe fin, desde la garantía de la seguridad personal hasta las
forma contemporánea más extendida y desarrollada, la del Estado. Por tanto, se funciones judiciales, que toda asociación política no haya perseguido»197.

192 W. Mommsen, Max Weber et la politique allemande, 1890-1920. París, PUF, 1986. 195 F. Téinnies, Comunidad y sociedad. Buenos Aires, Losada, 1947. Ver también E.
193 Ver E. Fleishmann, «De Weber a Nietzsche», Archives européennes de sociologie, vol. 5 Durkheim, La división del trabajo social. Madrid, Alkal, 1982.
(1964/2): 190-238. 196 Economía y sociedad. 1, 1, § 9, 33
194 Economía y sociedad, 1, 1, §§ 14-16,41 ss. (citamos sobre la edición de FCE). 197 Ibíd., 1, 1, § 17,44.
CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 169
168 FILOSOFÍA POLÍTICA

Esta pluralidad e instabilidad de fines rompe con la tradición aristotélica, muy son garantizados de manera continua en el interior de un territorio geográfico
extendida en la tradición occidental, según la cual cada modalidad de asociación, determinado por la aplicación y la amenaza de una coerción física por parte de
y su dignidad, quedaban definidas por el fm al que moral u ontológicamente estaban una dirección administrativa»; pues el Estado es «una empresa institucional política
determinadas. Weber, al mismo tiempo que desmoraliza la reflexión sociopolítica, cuya dirección administrativa reivindica con éxito el monopolio de la coerción
rompe con el historicismo e introduce el horizonte liberal de la sociedad abierta, física legítima en la aplicación de sus reglamentos»199.
mediante la pluralidad y contingencia de los fines. Efectivamente, los fines del En otros momentos insistirá en que es propio de la comunidad política, espe-
Estado los deciden libre y voluntariamente sus individuos; el Estado persigue mil cialmente del Estado, estar dispuesta a la «violencia física, es decir, a la violencia de
20o
fines, tomando en cada caso la forma apropiada para ello, de ahí que pueda aparecer las armas» en defensa del territorio y de los hombres que la habitan . Yen el «Ex-
unas veces como Estado-salteador, Estado-providencia, Estado de derecho, Estado cursO»201 insiste con precisión: «el Estado es aquella asociación que reclama para sí
cultural, Estado sociaP98. La pluralidad de fines muestra la potencia de un colectivo el monopolio del uso de la violencia legítima y no puede definirse de otro modo»202.
político, y sin duda sirve para describirlo; pero ninguno de estos fines puede La comunidad política deja de ser superación de la violencia y del mal de la
considerarse propio o intrínseco o distintivo de una comunidad política. La mala particularización para ser pensada como reino de la violencia: violencia externa
política es también política; la dominación cruel es también política; e incluso sobre los otros, enemigos del exterior o disidentes del interior; violencia interior-
induce a pensar que el campo más apropiado de la política es el mal. izada sobre los miembros de la asociación, que se manifiesta en su disposición a
Weber, pues, rechaza los fines como criterio de definición de la comunidad afrontar por la comunidad, en caso extremo, el riesgo de muerte. Como vemos,
política y opta por buscar la especificidad en la función. Y la función de toda hasta en los actos que la consciencia social se presenta como más nobles, hasta el
comunidad política, especialmente en su forma desarrollada, como es el Estado, es heroísmo que lleva a dar la vida por la comunidad, quedan contaminados del mal:
gestionar los conflictos, administrar las luchas, asegurar la firmeza de esa relación dejan de ser entrega generosa a lo universal para ser efecto de una oscura y temible
mando-obediencia, en definitiva, establecer y consolidar la dominación política. dominación del alma humana.
Weber ha dado así un formidable vuelco a la idea de la política: su horizonte
Hemos dicho que la dominación es algo común a toda asociación humana;
por tanto, en una misma sociedad se dan distintos sistemas de dominación, tantos no es la libertad y la emancipación sino la dominación, una dominación tanto
como asociaciones particulares, como sistemas de regulación de prácticas más absurda y sinsentido cuanto no responde a ningún plan, ni siquiera a un plan
específicas. Estos distintos sistemas se interfieren, generando una red compleja de pervers0203. La tesis tiene efectos políticos inquietante, que ha llevado a los críticos
relaciones de dominación, sobre la cual actúa la política. La política sobrepone un a poner a Weber como un ideólogo del Estado-fuerza (Machtstaat), en aquell~s
nuevo sistema de reglas, una nueva administración, que subsume y regula todas días formulado por el historiador alemán Treitschke de forma rotunda: «La esenCla
las anteriores; la política, en definitiva, impone su hegemonía y su orden. La del Estado es en primer lugar el poder; en segundo lugar el poder; en tercer lugar
comunidad política engloba las demás asociaciones y las sobre determina. también el poder». Ya pasar de la distinción, aquí no relevante, entre dominación
Aquí encuentra Weber lo específico de la administración-dominación política, (Herrschaft), poder (Macht) y violencia (Gewalt),R. Aron ha argumentado con
que concreta en dos rasgos explícitos: pretensión de monopolio de la violencia física autoridad que la posición de Weber era de defensa del Estado-poder, la defensa de
y pretensión de legitimidad del uso de la misma. Pero creemos que, de forma la política como fuerza coercitiva (Machtpolitiker)204.
implícita, Weber opera con un tercer rasgo, que es la condición de los anteriores: la
hegemonía. La hegemonía de la dominación política, su capacidad para imponerse 2.1.3 El mal y su legitimación
a las otras formas de dominación, es la condición de existencia de las pretensiones El hecho de que Weber caracterice al Estado por el «uso legítimo de la violencia»
de monopolio y legitimidad. Y esta hegemonía está objetivamente determinada merece un comentario, pues se trata de una idea que ha calado hondo en nuestra
por el desarrollo de la complejidad social, la racionalización tecnológica, con la
profunda división del trabajo y la multiplicación de sistemas de dominación 199 Ibíd., I, 1, § 17,43.
particulares que conlleva; y también está posibilitada por la radical y compleja 200 Ibíd., II, VIII, §§ 1 Y2,661-667.
201 Max Weber, «Excurso. Teoría de los estadios y direcciones del rechazo religioso del
contraposición, en ese marco, de las distintas formas de dominación prepolíticas,
mundo», en Ensayo sobre Sociología de la religión, I. Madrid, Taurus, 1983, págs. 437-466.
tal que se hace necesario un nuevo sistema que las ordene y unifique.
202 Ibíd., 446.
Lo propio de la dominación política es, pues, el uso exclusivo y legítimo de la 203 Weber no concede atención a la idea de libertad, que no figura en el cuadro de categorías
fuerza como forma de dominación: «Diremos de una asociación con dominación sociológicas, salvo en unas breves referencias a la «democracia directa» (Cf Economía y sociedad,
que es política cuando y en tanto que su existencias la validez de sus reglamentos I, Il, § 19; YII, 9, § 2). . .
204 R. Aron, «Max Weber et la polítique de puissance», en Les étapes de la pensée socwlogtque.
198 Ibíd., II, VIII, § 1, 661-662. París, Gallimard, 1967, págs. 642-656.
170 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 171

cultura. Es indudable que, para Weber, «todas las comunidades políticas son La concepción política de la guerra y de la muerte, dice Weber, es distinta de la
formaciones de violencia»; aunque este rasgo lo comparten con toda agrupación que pone la teodicea, que. piensa siempre la muerte .~n cl~v~s ascétic.as, co~o
social prepolítica, como algo intrínseco al ser colectivo, la comunidad política, a renuncia al mundo; es deCIr, la muerte como la expreSlOn maxIma del smsentIdo
diferencia de las demás, no es inocente; por ello necesita legitimación. Bien mirado, del mundo y, por tanto, como apoyo a la mirada transmundana. La muerte y la
no puede necesitar legitimidad por su carácter de dominación. Tampoco por ser fraternidad en la guerra, como efectos políticos, son condenados por la teodicea,
una dominación mediante la fuerza, sea porque el uso de la fuerza no es el medio que ve en ellos la brutalidad y el fratricidio; la esfera política y reli~io.sa se .enfrentan.
normal de funcionamiento de una comunidad política, pues sólo funciona «en Recuperando nuestra argumentación, no es en las formas mas mqUIetantes de
caso de fallar los otros, la ultima ratio»20s, sea porque la fuerza también está presente la política, como en la guerra, donde enraíza la necesidad de legitimidad. Es,
en otros tipos de asociaciones. La necesidad de legitimidad, la falta de inocencia, definitivamente, en la pretensión de monopolio y de hegemonía global intrínseca
ha de buscarse en otro lugar. a la administración-dominación política, tal que diluye, subordina o instrumen-
En absoluto trata de negar importancia a la diferencia cuantitativa, a un uso taliza las otras jerarquías y dependencias humanas. Aparece así la añoranza de una
de la fuerza más pronunciada que en las restantes asociaciones humanas. Weber comunidad con más presencia de lo prepolítico, protegido del potencial igualitario
dic~, que las c~munidades 'políticas incluyen la coerción por la amenaza y la aniqui- (Weber prefiere decir <<uniformizador») de la política democrática.
laclOn de la VIda y de la lIbertad de movimiento tanto de quienes son exteriores La culminación del mal está, precisamente, en la pretensión de legitimidad de
como de quienes forman parte de ella. Se exige al individuo que afronte eventual- ese monopolio y hegemonía en el uso de la fuerza, es decir, en el intento de hacer
mente la muerte por intereses de la comunidad. Esto proporciona su pathos espe- pasar el mal por bien. Es el efecto más perverso de la política: pone la dominación,
cifico a la comunidad política, lo que crea también los sentimientos que son su la más radical, la que recurre a la fuerza, incluso en su forma extrema de la guerra;
fundamento duradero; crean recuerdos comunes que actúan frecuentemente con luego la exige como monopolio, negando las otras jerarquías y depend~n~ias, y
más fuerza que las comunidades de cultura, de lengua o de origen». Por tanto, no afirmándose como hegemónica; y culmina con la aspiración al reconOCImIento,
sólo hay reconocimiento de esta diferencia cuantitativa, sino una fundamentación con cuyo logro impone la legitimidad. ¿De qué manera? En la sociedad política
de la misma, en cuanto que sus expresiones más excepcionales cumplen poderosos desarrollada, el Estado, por medio del derecho; la violencia conforme al derecho
efectos unificadores. es declarada legítima. Pero el derecho es un rostro de la dominación, pues ésta se
Weber hace un tratamiento de la guerra que abre el camino a C. Schmitt. Dice expresa en una administración, en un sistema de reglas que definen cond~c:as y
que «La guerra, en tanto racionalización de la amenaza de violencia, crea precisa- relaciones, o sea, en normas jurídicas. La paradoja es clara: las reglas que obJetlvan
mente en las modernas comunidades políticas un pathos y un sentimiento de la dominación (instrumento) son pensadas como legitimación de la misma (funda-
comunidad, genera una entrega y una comunidad absoluta de sacrificio entre los mento): «La comunidad política monopoliza el uso de la violencia legítima en
combatientes y, como fenómeno de masas, una compasión activa y un amor hacia provecho de su aparato de coerción, y se transforma poco a poco en una institución
el necesitado más allá de todas las barreras de las asociaciones naturalmente dadas; de protección jurídica»208.
tales que las religiones en general sólo han podido producir algo semejante en las Además, son indiferentes las razones por las que se acepta el derecho (o la
comunidades de héroes impregnadas por la ética de la fraternidad»206. La guerra, tradición, o el jefe carismático) como instancia de legitimidad; vale igual si la ley
por tanto, es una forma privilegiada de la política, en función de la identificación se acepta por miedo a la espada. La legitimidad se consigue por la aceptación, pues
colectiva que genera. «en última instancia, el éxito de la violencia y de la coacción con la violencia
La guerra proporciona al guerrero un significado sagrado de la muerte; ésta dependen, naturalmente, de las relaciones de poder y no de un «Derecho» ético,
pasa a distinguirse de la muerte ordinaria, fatal, inevitable e innecesaria. Frente a aun cuando parezca que es posible encontrar criterios objetivos del mismo»209. Si
la muerte ordinaria, contingente en lugar, tiempo y víctima, mero final, aparece la el derecho es la instancia objetiva, lo es en tanto construcción de la política y
otra muerte del campo de batalla, con otro sentido: «por el hecho de que aquí, y subordinada a ella: «El Estado es la única fuente del «derecho» a la violencia. Política
sólo aquí, en esta situación masiva, el individuo puede creer saber que muere por significará, pues, para nosotros, la aspiración a participar en el poder .0 a influir en
algo»207. Al combatiente le parece indudable el sentido de su enfrentamiento a la la distribución del poder entre distintos Estados o, dentro de un mIsmo Estado,
muerte, como escenificación final de una serie de acontecimientos significativos y entre distintos grupos de hombres que lo componen»2lO.
sagrados ..Presumimos que tal idea no es aplicable a la guerra galáctica moderna, Weber no deja salida a la esperanza. La política gira en el circulo del poder:
hecha a dIstancia con tecnología y dinero. «Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de

205 Economía y sociedad, I, 1, § 17, 44. 207 Ibíd., 447. 210 Economía y sociedad, I, 1, § 17, 44.
208 Ibíd.,519.
206 «Excurso», 446.
209 Ibíd., 446.
172 FILOSOFfA POLfTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 173

ot:os fines (idea~is.tas o egoístas) o al poder «por el poder», para gozar del senti- de un ligero manto que a cada instante pudiera arrojarse. Pero la fatalidad ha
~Ien;o ?el pre~tIgIO que él confiere»2l1. Y el Estado moderno no es realización de transformado este manto en una jaula de acero» [... ]. «Nadie sabe hoy quién en el
nmgun Ideal, smo la forma de dominación política ajustada a los nuevos tiempos: futuro habitará la jaula, ni si al fin de este gigantesco proceso aparecerán profetas
«El Estado moderno es una asociación para la dominación con carácter institucional enteramente nuevos, o bien un poderoso renacimiento de pensadores e ideales
~u.e ha t~~tado, con éxit~, de monopolizar dentro de un territorio la violencia antiguos, o incluso -en el caso de que nada de esto ocurriera- una petrificación
fíSIC~ legItIma ~omo medIO de dominación y que, a este fin, ha reunido todos los mecánica, unida a una suerte de vanidad convulsiva. En todo caso, para los últimos
med~os ~atenales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos los hombres de este desarrollo de la civilización, estas palabras podrían volverse verdad:
fun~IOn~nos estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, «especialistas sin visión y voluptuosos sin corazón ... ».
sustltuyendolos con sus propias jerarquías supremas»212.
2.2 Carl Schmitt: la política y la guerra
2.1.4 La jaula de hierro
Acabamos esta ~~flexión sobre los conceptos weberianos de política y Estado con 2.2.1 La identificación del enemigo
una bre~e reflexIOn sobre su filosofía de la historia. Porque, a pesar de su voluntad Desde el punto de vista filosófico, la gran preocupación de Carl Schmitt se centra
de erradICar los fines y los valores de la reflexión social-política, acabó configurando en la elaboración de un concepto de lo político que afirme su especificidad,
una de las teleologías más influyentes. Al fin, la topografía de modelos de sociedad autonomía e irreductibilidad a otros niveles de lo real; y lleva a cabo su análisis
políticos o prep~lít~cos, quedan todos alineados en una serie histórica que culmin~ con plena consciencia de que las diversas concepciones y actitudes políticas prácticas
e~ el e~tado capItalIsta. Una historia ciega, sin auto consciencia, pero con destino. responden estrechamente a otros tantos conceptos de lo político.
HIstona a caballo de la racionalización, que produce el «desencantamiento del La reflexión de Schmitt, que resalta el carácter contemporáneo de la problemá-
mundo» y culmina, en la modernidad, con la sociedad burocrática, que describe tica de identificar lo político, parte de la distinción y relación entre los conceptos
con su la afortunad~ met~for.a de la «jaula de hierro». Historia atravesada por los «político» y «Estado». En El concepto de lo político el problema queda expuesto en
dos e~e.ctos de l.a racIOnalIzaCIón: desarrollo tecnológico y división del trabajo, en las primeras líneas: «El concepto del Estado supone el de lo político»213. Entiende
defiilltlva, creCIente fragmentación de la realidad social, que ha de ser unificada lo político como un elemento o lazo constitutivo de una forma de unificación social,
por ~na adm~nistración burocrática cada vez más densa, más exhaustiva, que reivindicando así su primacía conceptual sobre el Estado, que sería sólo una forma
conVIerte a la Jaula en destino final. histórica de ese tipo de unidad social. Considera Schmitt que a lo largo de la historia,
La conscienc~a: en lo imaginario, conquista su libertad imponiendo la lógica y hasta el siglo XIX incluido, no había problemas en identificar lo político y lo estatal,
al ser en. el dO~;illO del mundo, consagrando el «politeísmo de los valores», la distinguiendo y oponiendo esta esfera a lo otro común, a lo social. Refiriéndose a
voluntar~a eleccIOn por c~da uno «de sus dioses y sus demonios»; al mismo tiempo, esas épocas, nos dice: «Casi siempre lo político suele equipararse de un modo u
en la realI,dad; e~ pensamIento. es ca?a vez más esclavo de la técnica y la consciencia otro con lo estatal, o al menos suele referirse al Estado. Con ello el Estado se muestra
moral mas VlCtlm.a d~ !a cosIficacIón. El programa de emancipación política se como algo político, pero a su vez lo político se muestra como algo estatal; y éste es
desvan~ce; la domI~acIOn se ~xtiende de forma absoluta a los cuerpos y a las almas. un círculo vicioso que obviamente no puede satisfacer a nadie»214.
La ~et~fora de la «Jaula d: hIerro», que cierra la La ética protestante y el espíritu del Con la democracia moderna se vuelven problemáticas las anteriores formas
captt~lzsm.o, es un buen CIerre para esta política pesimista, afectada tanto por la de distinción y representación de la realidad y aparecen dos problemas: el de la
expenenCIa de la barbarie como por la derrota: identificación entre las esferas de lo político y lo estatal, y el de la diferencia entre
«El puritano quer~a ser un ~ombre trabajador, y nosotros estamos obligados a las esferas politico-estatal y social. Con la democracia «( ... ) la ecuación estatal =
serlo. ~uando el ascetIsmo se VIO transferido de las celdas de los monjes a la vida político se vuelve incorrecta e induce a error en la precisa medida en la que Estado
profesIO~al y .~omenzó a dominar la moralidad secularizada, fue para participar y sociedad se interpenetran recíprocamente; en la medida en que todas las instancias
~n la edIficacIOn ~e~ cosmos prodigioso del orden económico moderno. Orden que antes eran estatales se vuelven sociales y, a la inversa, todas las instancias que
lIgad~ ~ las condIclOn~s técnicas y económicas de la producción mecánica y antes eran meramente sociales se vuelven estatales, cosa que se produce con carácter
maqu~ills:a .que deter:nma, de una forma irresistible, el estilo de vida del conjunto de necesidad en una comunidad organizada democráticamente»215.
de lo~ mdlVlduos ~~c~~os en es;e ~ecanismo, y no solamente de aquellos a los que
c~nCIerne l~ adqulSlcIOn economIca [... ] Según la visión de Baxter, el éxito de los 213 C. Schmitt, El concepto de lo político. Madrid, Alianza Universidad, 1987, pág. 49. Para
una visión más amplia del pensamiento político de Schmitt, ver también Sobre el parlamen-
bIenes extenores no debía pesar sobre las espaldas de los santos más que a la manera
tarismo. Madrid, Tecnos, 1990.
214 Ibid., 50-51.
211 Ibid., 1, 1, § 16,43. 212 Ibid., 1, 1, § 17,45. 215 Ibid., 53.
174 FILOSOFÍA POLÍTICA
CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 175

. Ciertamente: el liberalismo del XIX radicaliza la fractura entre el Estado y la


adquieren ese grado particular de intensidad y dramatismo a que refiere la
sOCIedad,.enten~Ie.ndo aquel como una esfera exterior, neutral cuando no enemiga, denotación amigo/enemigo. La distinción política amigo/ enemigo, por tanto, parece
a una sOCIedad CIvIl autónoma en cuyo mantenimiento encuentra su legitimación.
un resultado posible de cualquier otra distinción-oposición (moral, estética,
El desarrollo del capitalismo -la «democracia», dice Schmitt- ha engendrado una
económica), cuando, bajo unas condiciones determinadas, los conflictos propios
nueva situación, en la que la anterior distancia-oposición entre sociedad civil y
de ese ámbito de la realidad social se radicalizan y agravan. Las relaciones de
Estado ha dado paso a una interpenetración totalizadora. Si antes lo otro de lo
oposición, cuando alcanzan cierto grado de radicalismo, desembocan en lo político,
político estaba constituido por las diversas esferas de la sociedad (lo económico lo
generan lo político. . ,
relig~oso, la enseñanza, la moral), ahora es más difícil la distinción, pues hay dna Lo político aparece en un salto cualitativo; y esto quiere deCIr tanto que tIene
polítIca económica, una política religiosa, una política, educativa, ete. El Estado
un origen en lo otro, en algún campo de lo ~eal no polític?, como que ~~ apar~c~ón
está presente en todas partes; en todos los lugares se hace política; al final, todo se
genera una nueva realidad o una nueva cuahd~d de la realIdad. L.a rela~I~n p_olIt~ca,
confun~e. De ahí. que Schmitt considere muy importante repensar lo político, aunque se origine en lo no político, es sustantIva; es como una dImensIOn anadIda:
redefinIr su esenCIa y aislar su especificidad.
«El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; no. es
Pe~o ~la~otar el concepto de lo político requiere aislar las categorías políticas preciso que se erija en competidor económico, e incluso puede tener sus v~ntaps
y las ?IStI~CIOnes y oposici~nes que ellas describen. Schmitt ve cada disciplina,
hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño, y para determmar. su
cada ambIto del saber, definIdo en torno a una diferenciación, expresada por un
esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentIdo
par de cat~g~rías alternativas, y busca las propias de la política: «Supongamos que
particularmente intenso»218.
en ~l. dommIO de lo moral la distinción última es la del bien y el mal; que en lo
De esta forma Schmitt subraya la radical especificidad y autonomía de lo
estetICo es la de lo bello y lo feo; en lo económico la de lo beneficioso y lo perjudicial,
político, a pesar de tener siempre su origen en otros tipos de conflictos. Niega
o tal vez la de lo rentable y lo no rentable. El problema es si existe alguna distinción
cualquier contenido moral, estético o utilitario a la relación amigo/enemigo: «lo
específica, ~omparab~e a esas otras aunque, claro está, no de la misma o parecida
que es moralmente malo, estéticamente feo o económicamente perjudicial no tiene
n~tur~le~a, IndependIente de ellas, autónoma y que se imponga por sí misma como
por qué ser también necesariamente hostil; ni tampoco lo que es n:oralment~
cnter~o s~mple de lo político; y, si existe, ¿cuál es?»216. La pregunta es retórica, pues
bueno, estéticamente hermoso y económicamente rentable se conVIerte por SI
SchmItt tIen~ la respues~a preparada: la distinción política específica, la que resuelve
mismo en amistoso en el sentido específico, esto es, político, del término. La
todas las ~CCIOneS! motIvoS yolíticos, es la. oposición amigo/enemigo. En el magma
objetividad y autonomía propias del ser de lo político quedan de manifiest~ en
de la realIdad sOCIal, lo POhtICO se seleCCIOna con el criterio amigo/enemigo: allí
esta misma posibilidad de aislar una distinción específica como la de amIgo/
d?nde s~ de esta ,r~lació~ ~e oposición, allí se da la diferencia política, lo que
enemigo respecto de cualquiera otras y de concebirla como dotada de consistencia
dIferencIa a la pohtIca; alh tIene su sede natural la política.
propia»219.
. En rigor, dicha relación es la marca de la política, su operación específica, su
Subraya una y mil veces la autonomía de lo político, poniéndolo como
~rred~ctible s~ñas ~e identidad: «Si la distinción entre el bien y el mal no puede ser antagonismo radical: «La oposición o el antagonismo constituye la más intensa y
IdentI?Cada SIn mas con las de belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio, ni ser
extrema de todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximará
redUCIda a ellas de una manera directa, mucho menos debe poder confundirse la
tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la
oposición amigo/enem!g? con aq~ellas ..El sentido de la distinción amigo-enemigo
distinción entre amigo y enemigo»220; y siempre lo pone como radicalización de
es marcar el grado maXImo de IntenSIdad de una unión o separación, de una
otro tipo de antagonismo: «Todo antagonismo u oposición religiosa, moral,
asocia~ión o ~isoci~ción»217. La política, según Schmitt, no tiene por objeto económica, étnica o de cualquier otra clase se transforma en oposición política en
cualqUIer conflIcto, SIllO sólo los antagonismos más radicales, los más insoportables.
cuanto gana la fuerza suficiente como para agrupar de un modo efectivo a los
2.2.2 Lo político y lo social hombres en amigos y enemigos»221. Lo político, pues, no es una esfera más, entre
otras, de la sociedad, como piensa la concepción pluralista liberal; y tampoco es
Un aspecto importante de esta idea de Schmitt es que lo político no es un trozo de
un mero instrumento subordinado a alguna de ellas; lo político es objetivo y
una realidad humana repartida entre lo moral, lo económico, lo cultural, ete.; lo
autónomo, pero indisolublemente ligado a lo social, segregado por lo social. .
polític~ no es una realidad, sino una situación peculiar que puede aparecer en Ahora bien, si lo político, caracterizado por la relación de oposición amIgo/
cualq~Ier.ca~po. confli.ct.ivo de la realidad; cualquier situación de una agrupación enemigo, refiere a un crecimiento cuantitativo de antagonismos en lo moral, lo
-economIca, etnIca, rehgIOsa- humana puede devenir política si sus antagonismos

216 ¡bid., 56. 218 ¡bid., 57. 220 ¡bid., 59.


217 ¡bid., 57.
219 ¡bid., 57-8. 221 ¡bid., 67.
176 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 177

económico, etc., que produce un salto cualitativo a lo político, el problema es ni siquiera acepta una idea extendida desde Clausewitz según la cual la lucha militar
precisar ese salto. La mera radicalización de un conflicto religioso, por ejemplo, no es en sí misma sino la prosecución de la política con otros medios. En coherencia,
no lo convierte en político; el salto se da, según Schmitt, cuando en el antagonismo para Schmitt la política no es ni lucha ni guerra. Hay luchas económicas, luchas
en cuestión aparece la posibilidad de la aniquilación del otro. Esta es la condición ideológicas, luchas religiosas, luchas étnicas; y hay guerras, sin más, sea cual fuere
del salto político de un antagonismo social o moral: que en la representación de su origen; pero no hay lucha política ni guerra política, a no ser en sentido
una relación de competición o antagonismo aparezca el otro como objeto a destruir, metafórico. Las guerras son políticas, en sentido metafórico, en tanto que tienen
que se contemple como posible su aniquilación. su origen en una decisión política de la comunidad política; pero la existencia de
Pero el horizonte de la aniquilación no es el único elemento de la representación la guerra expresa el fracaso, la ausencia de la política. Las luchas son políticas, en
del enemigo político; la línea de división entre amigo y enemigo, que ha de establecer sentido metafórico, en tanto se dan en un marco institucional político; pero el fin
la política, tiene otros componente. En este sentido, Schmitt no sólo insiste en que de la política es su control y solución, su negación.
el enemigo no debe confundirse ni con el «competidor» económico ni con el Si la política es una actividad definida por la posibilidad de la guerra, es decir,
«oponente» ideológico, sino que, especialmente, no puede identificarse al enemigo por la posibilidad de que los antagonismos degeneren en guerra, ésta no puede ser
privado, aunque en este caso esté presente el deseo de destrucción: «El enemigo no ni contenido ni objetivo de la política: es su presupuesto transcendental, y nada
es cualquier competidor o adversario. Tampoco es el adversario privado al que se más. La posibilidad real de la guerra entre pueblos o grupos sociales determina
detesta por cuestión de sentimientos o antipatía. Enemigo es sólo un conjunto de unas actitudes, pensamientos y aciones peculiares; y esto es lo político, ésta es la
hombres que, siquiera eventualmente, esto es, de acuerdo con una posibilidad real, conducta política.
se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo Por otro lado, la posibilidad de la guerra, la relación amigo/enemigo, no es
público»222. una cualidad intrínseca a los pueblos. Es decir, la relación de amistad o enemistad
Con este sentido de objetividad, de realidad, de publicidad, Schmitt eleva al no es absoluta y eterna; y tampoco es una relación de intensidad constante. La
enemigo a categoría ontológica central de su ffiosofía política. Todos los conceptos historia de la formación de los Estados y de las relaciones entre ellos nos ofrecen
políticos se refieren a él, todos han de tener un sentido polémico: «Palabras como mil ejemplos del movimiento cuantitativo de esta relación, e incluso de su salto
Estado, república, sociedad, clase, o también soberanía, Estado de derecho, cualitativo. Hay pueblos ayer enemigos y hoy amigos; pueblos ayer en guerra y hoy
absolutismo, dictadura, plan, Estado neutral, Estado totalitario, etc., resultan fundidos en un sólo Estado; y, lamentablemente, la inversa también es cierta.
impensables si no se sabe a quién en concreto se trata en cada caso de afectar, de Precisamente por ello, en la medida en que la posibilidad de la guerra es pensada
combatir, negar y refutar con tales términos»223. de forma real y la relación amigo/enemigo como histórica y móvil, en esa misma
medida se comprende la necesidad y el sentido de la política.
2.2.3 La guerra, horizonte de la política En fin, en la concepción de Schmitt tanto la guerra como la política responden
Desde estas concepciones se comprende bien que para Schmitt el lugar propio de a situaciones de excepcionalidad, revelan las tensiones extremas entre los hombres:
la política sea la guerra: «Los conceptos de amigo, enemigo y lucha adquieren su «Pues sólo en la lucha real se hace patente la consecuencia extrema de la agrupación
sentido real por el hecho de que están y se mantienen en conexión con la posibilidad política según amigos y enemigos. Es por referencia a esta posibilidad extrema
real de matar físicamente. La guerra procede de la enemistad, ya que ésta es la como la vida del hombre adquiere su tensión específicamente política»226. Un
negación óntica de un ser distinto. La guerra no es sino la realización extrema de mundo pacificado -en el sentido de la paz perpetua kantiana, es decir, del que se
la enemistad»224. Le parece incuestionable que no tiene sentido la política sino en hubiera eliminado tanto la guerra como su posibilidad- sería ajeno a la distinción
el horizonte de la guerra. Sólo cuando se da la posibilidad real de la destrucción amigo/enemigo, y carecería de política. En el mismo persistirían contradicciones
puede codificarse la realidad en términos de amigo/enemigo; sólo entonces, pues, y rivalidades, continuarían las luchas, pero ya no cabría una oposición que justificase
es posible la política. La guerra es, de este modo, el presupuesto de la política; sin la la guerra, que permitiese exigir a unos hombres que dieran su vida o mataran a
posibilidad de aquella, ésta carecería de necesidad y de sentido. otros. La guerra, por lo tanto, es el momento de lo excepcional, el momento de la
Ahora bien, esto no quiere decir que la existencia de la política implique la verdad; la política, en tanto que sólo tiene sentido en el horizonte de la guerra,
existencia de la guerra; y «mucho menos aún que lo políticamente correcto no expresa también cierta excepcionalidad.
pueda consistir precisamente en evitar la guerra»225. Schmitt insiste en que su Por último, Schmitt nos regala una advertencia: la guerra puede venir de
definición de la política no es «belicista o militarista, ni imperialista ni pacifista»; cualquier parte. Hasta un movimiento pacifista pueda devenir político. Cuando la
oposición pacifista contra la guerra llegara a ser tan fuerte que pudiera «arrastrar
222 Ibíd., 58-59. 224 Ibíd., 63.
223 Ibid., 60-6l. 225 Ibid., 63. 226 Ibid., 65.
178 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 179

a los pacifistas a una guerra contra la guerra», contra los no pacifistas, habría La primera exigencia de este enfoque ontológico es que los seres requieren de
aparecido la escisión amigo/enemigo. «Si la voluntad de evitar la guerra se vuelve un espacio de aparición, que es un mundo común. En el caso de los seres humanos,
tan intensa que no retrocede ya ante la misma guerra, es que se ha convertido en se trata del espacio público, que permite a los hombres acceder a su realidad,
un motivo político, esto es, que ha acabado afirmando la guerra e incluso el sentido autopresentarse a sí mismo y a los otros. Pues el hombre sólo accede a sí mismo
de la guerra, aunque sólo sea como eventualidad extrema»227. por mediación de la mirada de los otros, sólo conoce su ser poniendo sentido en el
Aunque encubre una posición política que no compartimos, la reflexión mundo; es decir, accede a su realidad en tanto que expresa y presenta sus
schmittiana es filosóficamente sugestiva y merece la mayor atención. Su reivindica- sentimientos, pasiones, deseos, sueños, en tanto los objetiva y pone en común. Por
ción de la especificidad, sustantividad y superioridad de lo político, es filosóficamente eso Arendt puede decir que es natural al hombre estar abierto al mundo, comunicar
fecunda y compatible con posiciones ideológicas no schmittianas. Su propuesta de al mundo, salir de su aislamiento para llegar a ser hombre.
ver la política desde lo no político, lo humano desde lo no humano, la construcción El hombre, en el mismo acto de abrirse al mundo, lo conoce y se conoce a sí
de la ciudad como conquista y limitación de lo otro, es compatible con un ideal mismo como parte del mundo; al mismo tiempo se revela al mundo y se le revela
democrático. Por otro lado, situar la política en el horizonte de la guerra no es el mundo; conoce su realidad al conocer el sentido del mundo, es decir, al ponerle
incompatible con un ideal de paz. En todo caso, la reflexión de Schmitt tiene el un sentido. En consecuencia, el debate sobre el mundo es a la vez cognitivo y
atractivo de abandonar el planteamiento epistemológico y adentrarse de lleno en el constitutivo: es la creación de un mundo común y la vía de acceso a la humanidad:
campo de la filosofía práctica. La posición de Schmitt tiene el aliciente de hacer «Iluminar lo oscuro, humanizar el mundo, acceder a la dignidad de la humanitas,
coextensivos los campos político y social, sin restar sustantividad a sociedad civil. son los diferentes aspectos de una sola y misma cosa: la institución del mundo
como mundo común»228. El nacimiento es venida al mundo, aparecer en el mundo,
ser en el mundo, compartida con todos los seres vivos; pero el hombre, por la
3. Dos posiciones de esperanza palabra y la acción, humaniza este aparecer, accede a la humanidad, nace para sí
mismo al hacer el mundo para sí; es un nuevo aparecer o nacimiento.
La política como insumisión, que se desprende de los análisis de H. Arendt, y el Una tesis relevante de Arendt, de la cual deriva su teoría de la política como
liberalismo político, en la afortunada exposición hecha por J. Rawls, son dos debate comunicativo y al servicio de la pluralidad, es que el mundo en sí no aparece
opciones actuales y activas en la filosofía política contemporánea. Aunque al hombre; o sea, que ninguna representación humana del mundo agota su realidad,
responden a fundamentos filosóficos muy diferenciados, sus alternativas prácticas su verdad y su sentido. Porque el mundo, en tanto que es mundo construido por
son muy confluentes: una sociedad donde la igualdad garantice contra la dispersión los hombres, no es más que la infinita suma de representaciones, de apariciones
y la diferencia contra la homogeneidad; es decir, en ambos casos se opta por el particulares de los hombres pasados, presentes y futuros. O sea, la vía de acceso del
pluralismo como valor político. hombre al conocimiento del mundo es a través de esas infinitas apariciones
particulares, que en conjunto constituyen su realidad. Por tanto, dirá Arendt, el
3.1 La política como transcendental del hombre sentido del mundo sólo se revela en el debate comunicacional, en la puesta en
común de las apariciones particulares. Un debate que no pasa por decidir la mejor
3.1.1 Fundamentos ontológicos o más adecuada representación, o construir una síntesis, sino por poner en común
La política en H. Arendt, responde a una concepción ontológica, de raíz la totalidad de representaciones conservando la diversidad.
heideggeriana, según la cual lo común e intrínseco a todos los seres vivos es que Arendt extrae de aquí importantes consecuencias políticas. El espacio público
aparecen; su ser consiste en aparecer, en mostrarse; y la perfección de su ser viene está dominado por la pluralidad, por la diversidad entre los hombres, sus apareceres
determinada por la potencia para ejercitar su aparición o autopresentación. Cada en el mundo, sus representaciones del mundo; eliminarla equivaldría a cerrarse el
ser es lo que revela de sí. En el caso del hombre, su perfección deriva de su capacidad paso al sentido del mundo y de uno mismo. Esta pluralidad ontológicamente
de poner sentido en el mundo; tal función requiere su conocimiento del mundo y fundada ha de ser conservada y extendida, pues es a su través que el mundo se
su intervención en el mismo. Como el mundo sólo se deja conocer en una pluralidad hace visible. Si alguien pudiera imponer a los otros su visión del mundo, su victoria
de puntos de vista, el hombre necesita de las representaciones de los otros para sería un suicidio: así se negaría a sí mismo la comprensión del mundo, pues éste
conocer el mundo; y como su intervención en el mundo presupone manifestarse a sólo se hace visible por mediación de lo particular. Por esto Arendt afirma que
los otros, el hombre necesita de espectadores. O sea, aparecer es coaparecer y todo todo lo que atente contra la diferencia, todo cuanto imponga la uniformidad, va
actor es espectador.
228 A.M. Roviello, Sens commun et modernité chez Hannah Arendt. Bruselas, Ousía, 1987,
227 Ibíd., 66. pág. 26.
180 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 181

contra el hombre, no sólo porque impone a éste una determinación externa, sino comprensión del hombre y de la historia; y supone también que la actividad, y no
porque le lliega el acceso a la comprensión del sentido del mundo, que sólo se la racionalidad, es un lugar más apropiado para la revelación del ser del hombre.
revela a través de puntos de vista particulares. Arendt distingue tres tipos de actividades, que llamará «labor», «obra» y
Esta es una tesis profunda. La unidad de la humanidad y su solidaridad, nos «acción», que constituyen la complejidad de la vida activa. Las dos primeras
dice, no pueden consistir en un acuerdo universal sobre una sola religión, una sola corresponden al animal laborans y al hamo faber; la «acción», pensada como
filosofía o una sola forma de gobierno; han de consistir en la convicción de que lo articulación de praxis y la lexis, corresponde al hombre político. Aunque el
múltiple refiere a una unidad que la diversidad oculta y revela, una unidad tratamiento que la propia Arendt hace de las tres actividades induce a pensarlas
inasequible en una representación particular, pues sólo se manifiesta en una genealógicamente, en rigor configuran una tipología ideal de las tres actitudes del
multiplicidad de rostros. O sea, siempre hay algo oculto; la unidad está siempre hombre ante el mundo. La labor refiere al trabajo orientado a la sobrevivencia,
oculta; y como sólo tenemos de ella sus rostros particulares, hay que respetar éstos, productor de valor de uso y sometido a la naturaleza doblemente: en tanto que
hay que conservarlos y multiplicarlos, y no sustituirlos por la hegemonía de uno responde a necesidades biológicas y en tanto que se somete a las leyes de la
de ellos. No se trata sólo de respetar la diversidad, sino de multiplicarla como naturaleza. Se trata de una actividad totalmente necesaria y determinada, en la
única forma de comprensión del mundo y de autocomprensión de uno mismo. que el mundo permanece como objetividad inhumana. En rigor pertenece a la
El «mundo común» no equivale a compartir ciertos valores, experiencias u labor tanto el trabajo en serie como el arte atrapado en la red de consumo
objetivos. El mundo común es el espacio de aparición de los hombres de una La obra abarca aquellas actividades que transforman el mundo y que no están
comunidad, una unidad de lo diverso realizada por la palabra y la acción; palabra rigurosamente determinadas. Por ejemplo, la producción de mercancías y valor
y acción no definidas por la verdad o la eficacia, sino por la confianza en el otro, en de cambio del capitalismo en tanto que generan un mundo propio de necesidades
que la palabra del otro no es mentira, en que la acción del otro no es peligro. Lo y objetos, en tanto que imponen el mundo tecnológico al natural, etc. Pertenece a
común surge de la fe en el otro, de la confianza de amigo. Es decir, confiar en que la obra el trabajo artesanal, en tanto que objetivación del sujeto; pero, sobre todo,
habla y actúa para manifestarse, no para ocultarse; para ser, no para dominar. pertenece el arte. La obra de arte es el símbolo de esta actividad, en la cual el pro-
ducto logra mayor objetividad, valor y eternidad que el autor.
3.1.2 La vita activa En ambos tipos de actividades el hombre no puede manifestarse qua hombre;
La política, nos dice Hannah Arendt, trata del «estar juntos»229. Su objeto no es la de hecho, no puede devenir hombre, no puede manifestar su ser y reconocerse en
sociedad justa, ni el ordenamiento que permita a los hombres optimizar la él. En este sentido, la labor y la obra tienen el significado, de raíz heideggeriana, de
producción y la distribución, o vivir sin dominación: «El arte de la política enseña existencia inauténtica, de penalidad ontológica232 , de precio a pagar por la vida.
a los hombres cómo sacar a la luz lo que es grande y radiante, ta megala kai lampra, Expresan la alienación del hombre o su ocultamiento tras sus máscaras. Arendt,
en palabras de Demócrito»230. La política, en la concepción arendtiana, define una no obstante, intenta recuperar su valor positivo. Su crítica se centra en la inversión
actividad específica del hombre, orientada a su autorealización, autónoma y del orden en la vida activa del hombre moderno, en la que la obra ha pasado a
separada de otras prácticas sociales, tal que es en amplio grado indiferente al orden dominante expresando la victoria del hamo fabei233 , e incluso anunciando el inmi-
social e incluso al régimen político e institucional. nente triunfo del animallaborans234 • Se cumpliría así el regreso al origen: la historia
La concepción de la política en Hannah Arendt es, más que una reflexión de la humanidad cerraría su ciclo con el regreso a la animalidad. En otras palabras,
práctica, una culminación de la reflexión antropológica, fuertemente influenciada la vida política, tras constituirse, sería derrotada, representado los hombres al
por Aristóteles y Heidegger. La noción clave de esta antropología es la de «vita individualismo gregario regido por determinaciones externas a ellos. Toda la
activa», expresión «tan antigua (aunque no más) como nuestra tradición de pensa- reflexión política de Arendt ha de interpretarse como un esfuerzo por comprender
miento político»231. De hecho pone su origen en el juicio aSócrates, momento del esa historia y una llamada a evitar las barbaries en que se concreta el regreso.
conflicto entre la filosofía y la polis, y su final en la obra de Marx. Arendt pretende
reivindicar las dimensiones técnica y poiética de los hombres, su actividad 3.1.3 La acción o vida política
transformadora y creadora, frente a la clásica hegemonía de la vida contemplativa; Las tres actividades se diferencian por su específica relación con el mundo. La
supone que la actividad humana es un vehículo más fecundo para acceder a la labor forma parte de un proceso vital, de consumo; permite al hombre vivir, pero

232 Ver la excelente interpretación de André Enegrén en La pensée politique de Hannah


229 H. Arendt, ¿Qué es la política? Barcelona, Paidós, 1997, pág. 45. Arendt. París, PUF, 1984, págs. 35 ss.
230 H. Arendt, La condición humana. Barcelona, Paidós, 1993, § 28, 228. 233 La condición humana, §§ 41-42,314-329.
231 Ibid., § 1,23. 234 Ibid., § 45, 344-348.
CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 183
182 FILOSOFÍA POLÍTICA

no deja huella alguna en el mundo. La obra, en tanto que producción de obras que de lo nuevo es siempre algo milagroso, un desafío a las leyes y a las estadísticas: «El
pasan a formar parte del mundo, adquiere permanencia y objetividad; es un proceso hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperar de él lo
artificial que contribuye a la fabricación del mundo. En lugar de producir bienes inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable»237. El
de consumo que son asimilados y destruido en un proceso natural, fabrica objetos, hombre es único; con su nacimiento algo nuevo aparece en el mundo; con su acción
útiles, instrumentos para producir otros instrumentos. Esta permanencia y mantiene siempre abierta la posibilidad, sin la cual nada tendría sentido. El hombre,
objetividad del producto, que convierten al trabajo en una actividad constructora la acción humana, arrancan al mundo humano del orden natural, cerrado y
del mundo, adquiere su máxima expresión en la obra de arte: ésta cuenta con la previsible y siembran en él un constante comienzo. .
presencia y objetividad más potente, transcendiendo a la del propio agente. La Junto a la libertad, y en segundo lugar, la acción implica la constante presencia
obra de arte sobrevive a su autor, e incluso le transciende en valor; de hecho la de los demás; por tanto, se trata de una actividad en la polis, de una actividad
obra oculta la realidad de su autor, sustituida por la de autor de la obra. política. La acción afecta a los demás y ella misma recibe efectos de los otros; la
Pues bien, la acción tendría, según Arendt, la peculiaridad de restituir al hombre acción es interrelación entre hombres, interdeterminación entre ellos; es desvela-
su esencia y su dignidad, por ser precisamente el tipo de actividad en la que es el miento de cada uno a los demás y, a través de los otros, a uno mismo. La actividad
ser del hombre el que se manifiesta. La acción es, para Arendt, la actividad política, actividad en la que se revela quién es el hombre, es la actividad más
propiamente humana: «Sólo la acción es prerrogativa exclusiva del hombre; ni eminente, la propiamente humana. Pues lo propio del ser, siguiendo a Heidegger,
una bestia ni un Dios son capaces de ella, y sólo ésta depende por entero de la es revelarse; y la política es la revelación del ser, del quién, del hombre.
constante presencia de los demás»235. Y es la actividad humana por excelencia La acción política, en tercer lugar, tiene sentido sólo desde el principio de la
porque mediante ella se revela el ser del hombre, su quién. Ni la labor ni la obra pluralidad humana, pluralidad que expresa la igualdad y la distinción entre los
permiten esta revelación, por ser actividades sometidas a la necesidad y, en mayor hombres. Si éstos no fueran iguales no podrían entenderse ni prever un futuro
o menor medida, al orden natural; ni siquiera la obra de arte revela el quién del común; si no fueran distintos, diferentes entre sí, no necesitarían del discurso ni
hombre: revela su qué -con más precisión, sus qué-, sus poderes y cualidades de la acción para entenderse: «Signos y sonidos bastarían para comunicar las
abstractas, que pueden ser superiores en duración y valor al propio agente, necesidades inmediatas idénticas»238. La pluralidad humana funda el sentido de la
sobreviviendo a éste. Pero el quién sólo se revela en la acción; y desde el punto de acción política: sólo los iguales y distintos pueden y necesitan interrelacionarse.
vista antropológico, como el de Arendt, la acción es la actividad más eminente en La labor o el trabajo no exigen la presencia de los otros; pero la acción es siempre
tanto que condición del aparecer del ser del hombre o, si se prefiere, condición de actividad en la ciudad: «Esto no ocurre en ninguna otra actividad de la vita activa.
su devenir hombre. Los hombres pueden vivir sin laborar, pueden obligar a otros a que laboren por
¿Qué permite otorgar a la acción ese carácter antropológico privilegiado? ellos, e incluso decidir el uso y disfrute del mundo sin añadir a éste un simple
Arendt destaca tres rasgos de la acción que le proporcionan su excelencia. En primer objeto útil; la vida de un explotador de la esclavitud y la de un parásito pueden ser
lugar, la acción se rebela como libertad, en tanto que significa un comienzo. Para injustas, pero son humanas. Por otra parte, una vida sin acción ni discurso [... ]
Arendt la aparición del hombre en el mundo significa la sustitución de un suceder está literalmente muerta para el mundo; ha dejado de ser una vida humana porque
sin sentido, eterna repetición de los mismo, por la indeterminación, la ya no la viven los hombres»239.
imprevisibilidad. El nacimiento del hombre introduce la posibilidad de romper la La acción, por tanto, presupone la pluralidad: «La acción, única actividad que
ley natural y deja el mundo abierto; cada momento de vida del hombre reproduce se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materia, corresponde a la
esa posibilidad creadora, pues toda acción humana pone un comienzo: «Con la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre,
creación del hombre, el principio del comienzo entró en el propio mundo, que, vivan en la tierra y habiten el mundo. Mientras que todos los aspectos de la
claro está, no es más que otra forma de decir que el principio de la libertad se creó condición humana están de algún modo ligados con la política, esta pluralidad es
al crearse el hombre, no antes»236. La acción es, así, creadora del mundo, en tanto específicamente la condición -no sólo la conditio sine qua non, sino la conditio per
que ha determinado su ritmo; pero no es autora del mundo, como si éste fuera un quam- de toda vida política»240. y esto quiere decir que, para Arendt, la política,
objeto reificado. Este es, a nuestro entender, el enigma cuyo desciframiento nos para reproducirse, ha de preservar esa pluralidad, esa igualdad y distinción entre
propone Arendt: pensar la política como creación de un mundo sin autor. los hombres, pues la desigualdad y la identidad imposibilitan la acción.
La defensa de la acción por Arendt es la apuesta por un hombre que asume la
tarea de construir una vida, una historia, un mundo de cosas humanas. La aparición 237 Ibid., 24, 202.
238 Ibid., § 24, 200.
235 Ibid., § 4, 38. 239 Ibid., § 24, 200.
236 Ibid., § 24, 201. 240 Ibid., §1, 22.
184 FILOSOFíA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 185

3.1.4 El espado público genuinamente humano, pues, construido por los hombres, es donde los mismos
La estima por la política viene, por tanto, de la convicción de que el hombre qua revelan y autodeterminan su ser.
hombre, el ser que cada individuo es, aparece y se confirma a sí mismo en el discurso El espacio público, lugar de aparición de la política, no es un lugar de
y en la acción. De este modo, Arendt puede añadir una tercera metáfora a las dos intercambio, ni de bienes ni de valores; ni siquiera es un lugar de construcción de
lockeanas y decir que «la esfera pública, el espacio dentro del mundo que necesitan lo común (las leyes, las normas, los criterios). En el primer caso se trataría de un
los hombres para aparecer, es por lo tanto más específicamente el trabajo del hombre mercado, aunque fuera de bienes morales; en el segundo, de un lugar de sacrificio
que el trabajo de sus manos o la labor de su cuerpo»241. Lo más grande que puede de la diferencia a un ideal universal. En ningún caso podría aparecer el ser del
lograr el hombre, su propia aparición y realización, es una creación suya. Para el hombre, único sentido de la política.
animallaborans el mayor bien es la vida, cosa natural; para el horno faber lo más Por tanto, el espacio público arendtiano no se confunde con el concepto común
importante es su obra, la producción de cosas y el dominio del mundo, productos de lo político, lo relacionado con el gobierno, el parlamente, los partidos, los
que llegan a ser más duraderos y de más valor que el propio hombre; para la acción sindicatos, en fin, el orden institucional y organizativo y las prácticas en los mismos
sólo importa el quién del hombre; no sus cualidades o virtudes, sino su ser. Por eso destinadas a construir o imponer un modelo de ciudad. Este espacio político, según
la labor y el trabajo son actividades apolíticas; por eso desde ellas la acción y el Arendt, incluso en sus versiones más democráticas estaría contaminado de lo no
discurso, la política, se ven como ociosidad, pues en ella no se pretende hacer la político, de la violencia y la dominación, por el simple hecho de organizarse según
vida más fácil y larga, ni el mundo más útil y hermoso. la racionalidad instrumental, según el esquema fines-medios. Sería un espacio
En tanto que apolíticas, no necesitan de una esfera pública, pues tienden a conforme al modelo del trabajo, no de la acción; es decir, conforme a la adminis-
realizarse en aislamiento, aunque no prescindan del todo de ella. El horno faber tración y gestión de lo social, no adecuado a lo político como espacio de aparición
necesita del mercado, pero en éste no se reúnen personas, hombres, sino productores del ser del hombre.
del productos. Además, en el mercado se intercambian objetos fabricados que ni Para Arendt la política no aspira a construir una sociedad justa, igualitaria,
siquiera exhiben las habilidades y cualidades de los productores. En todo caso, solidaria o feliz; no aspira a realizar un ideal de vida al que los hombres se sometan,
incluso en el mercado de artesanías y obras de arte, donde podríamos ver en los aunque fuera un ideal democráticamente fabricado. La política sólo aspira a crear
produc~os expresadas algunas cualidades de los agentes, en ningún caso aparecería un espacio público de acción y discusión, es decir, un lugar donde el hombre pueda
su ser. Este sólo se revela en la acción, en la política, en el ágora. manifestarse. No se trata de conseguir que los hombres hagan grandes cosas o
En el mismo movimiento Arendt rompe con dos concepciones filosófico sigan nobles normas; se trata simplemente de que sean ellos, de que se manifiesten
políticas de peso. Por un lado, con la tradición que pensaba la acción como opuesta con su quién. Estar orgulloso de lo que se hace, sea por el producto o por la norma
y pospuesta a la contemplación. Era ésta, la teoría, el momento privilegiado del seguida, es para Arendt «pura y estúpida vanidad», pues «ser esclavo y prisionero
hombre, donde se revelaba su ser racional; la acción era representada como de uno mismo no es menos amargo y quizás más vergonzoso que ser el siervo de
aplicación o realización de la teoría, como paso al acto. Arendt reivindica la actividad algún otro»242. Estar orgulloso de las propias obras y de las propias virtudes equivale
y concede a ésta un especial estatus ontológico. Pero, por otro lado, rompe con la a estar orgullosos de la esclavitud, pues equivale a valorar a la persona por sus
tradición que tiende a pensar la política como un arte o ciencia técnico, que establece hechos, que siempre refieren a normas de valor externos a ella.
fines, medios y estrategias racionales para conseguirlos. Es decir, rompe con una Para entender bien la apuesta de Arendt por la política hay que tener en cuenta
tradición que piensa la política según el modelo del trabajo, como una actividad esta fundamentación ontológica de la misma. La vida política no es una opción
del horno faber, que persigue la ciudad justa o feliz, ciudadanos participativos, posible del hombre, pragmática o moral; es un transcendental del ser humano.
redistribución de riquezas, hegemonía del derecho o cualquier otro ideal racional Sólo se es hombre en la vida política, porque el ser del hombre sólo se revela en la
o moral. acción yen el discurso, en la relación con los otros: «Mediante la acción y el discurso,
Esta doble ruptura se concreta en su concepto de lo político como espacio de los hombres muestran quiénes son, revelan activamente su única y personal
aparición. Actuar, lo hemos visto, significa tomar iniciativa, comprender, comenzar identidad y hacen su aparición en el mundo humano, mientras que su identidad
algo, poner en movimiento; la acción refiere a la puesta en marcha de un proceso. física se presenta bajo la forma única del cuerpo y el sonido de la voz, sin necesidad
y ese proceso requiere un escenario donde desarrollarse; un escenario que no es de ninguna actividad propia»243.
un lugar físico, sino un espacio normativo que permita y posibilite la acción, es Desde esta concepción, la vida política es totalmente ajena a la gestión de lo
decir, la aparición o manifestación del ser de cada uno de los hombres. Ese es el social; el corte radical que establece entre la labor y el trabajo, de un lado, y la
espacio político, que no es el único espacio público o espacio de razón, pero sí el acción política, de otro, lleva a una ruptura igualmente potente entre lo social y lo

241 Ibíd., § 29, 230. 242 Ibíd., § 29, 234. 243 Ibíd., § 24, 203.
186 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 187

político. Una ruptura que Arendt tiende a ver no sólo conceptual, sino práctica: la uno y del todo: de lo unitario y lo totalitario. La política no puede aspirar a unificar,
política no .sólo ~a de pensarse distintamente a lo social (conforme a la tipología a absorber las diferencias; tal cosa arruinaría la ciudad, que es la pluralidad de sus
labor, :raba)o, aCCIón); además, la vida política es indiferente a la forma de organizar gentes. Considera la pasión de unidad como la enfermedad m~~erna .. La ciudad
y gestIOnar lo social; en el límite, indiferente a las condiciones de la vida social. es, para Arendt, lo opuesto a un «Leviathan», a un cuerpo pohtlCO umficado. Lo
Porque, en el fondo, los derechos y el reparto de los bienes responden a una propio de la política es diversificar sin que las diferencias romp~ e.l espacio pú~lic~,
racionalidad práctica instrumental, en tanto que están subordinados a un fin o donde los hombres actúan entre sí y, al hacerlo, se hacen a SI mismos. El cnteno
ideal. Y la acción política responde a una determinación puramente ontológica: la sería el de la máxima diversidad que no impida vivir juntos.
de crear y conservar el espacio público, el espacio de aparición del ser del hombre. El problema de la política, en el enfoque arendtiano, es garantizar contra los
Si el ser del hombre pudiera revelarse en la soledad y el aislamiento, sin requerir efectos perversos, suicidas, de la absoluta defensa de la vida humana como autopre-
la acción ni el discurso, sin requerir la presencia de los otros, la política perdería su sentación, libre de cualquier determinación racional o ideal que justificara la
sentido. La vida política sólo puede ser prescrita al hombre en tanto que limitación de sus impulsos. ¿Cómo hacer compatible esa explosión hacia fuera
trascendental de su ser hombre, no como bien moral. De hecho, esa manifestación con una vida en común, que la tradición filosófica ha pensado siempre como
del quién del hombre no está inmunizada contra la lucha o el dolor: «Aunque represión de la diferencia y subordinación a lo universal?
nadie sabe a quién revela cuando uno se descubre a sí mismo en la acción o la Arendt cree en lo común (realidad ontológica), pero no en lo universal (deter-
palabra, voluntariamente se ha de correr el riesgo de la revelación, y esto no pueden minación conceptual). Lo común está dentro del ser, en su zona oscura. Lo justo,
asumirlo ni el hacedor de buenas obras, que debe ocultar su yo y permanecer en lo verdadero o lo bello es lo común que intenta poner sentido en el mundo; pero
completo anonimato, ni el delincuente, que ha de esconderse de los demás. Los son invisibles, sólo se manifiestan en sus rostros particulares e impuros. La única
dos son figuras solitarias, uno a favor y otro en contra de todos los hombres; por lo manera de acceder a su expresión común es consiguiendo que se expresen a través
tanto, son figuras marginales que suelen entrar en la escena histórica en período de mediaciones compartidas. La tarea de la política consistirá en instaurar esas
de corrupción, desintegración y bancarrota política»244. O sea, la acción moral o mediaciones.
~nmoral, en t.anto que subordinada a una norma u objetivo, está contagiada de Arendt distingue tres mediaciones esenciales: la ley, la acción concertada y el
lllstrumentahdad; por tanto, no es apropiada para la revelación del ser del hombre debate. Son las tres armas de la política, sus tres figuras de la mediación. La
y, en consecuencia, no forma parte de la acción política. mediación de la ley convierte en virtud la bondad de los sentimientos individuales,
La vida política persigue que el hombre pueda ser sí mismo, manifestándose expresión subjetiva e inmediata de lo justo; manifestados como virtudes, como
en su relac~ón con .los otros; momento arriesgado, pues se desconoce el quién, y valores convertidos, conforme a normas que integran el saber del mal, la expresión
puede surgir la amistad o el rechazo; momento al margen del valor y la finalidad, de los sentimientos pierde la tentación del mal inscrita en su individualidad y
pues no se exige que el hombre se identifique con una idea y someta su acción a su ensimismamiento y resulta objetivamente lucha contra el mal.
regla: tal actividad no sería una acción, no sería política, no revelaría su ser. Cada Por mediación de la acción política concertadase consigue que la voluntad
hombre debe revelarse y poner su determinación, su comienzo, en el mundo, en individual, expresión inmediata de la subjetividad, renuncie a su pretensión de
vez de ser sometido a la regla del mundo. La política, por tanto, no tiene fin, ni soberanía indiscutible para abrirse a la intersubjetividad del poder ya la libertad
ideal ni proyecto; es una escenificación de la revelación del ser de los hombres, es compartida. Al «yo quiero» Arendt opone el «yo puedo», que incluye el recono-
el símbolo de la introducción de la libertad en el mundo. cimiento de los otros. Las voluntades particulares, con la metamorfosis política,
acceden a la pluralidad; expresadas sin mediación devienen obstáculos para la
3.1.5 La política y las mediaciones
autopresentación del mismo hombre.
La concepción del espacio político como simple lugar de aparición podría confun- En fin, la mediación de la comunicación y el debate determina que las pasiones
dirse con una defensa de la impunidad; la defensa de la acción como manifestación, y convicciones inmediatas e irreflexivas, cuya expresión espontánea llevaría a la
sin subordinación a ninguna regla o ideal, podría llevar al caos o al dominio del guerra de todos contra todos, vayan construyendo un espacio público común y un
más fuerte. Para evitarlo, Arendt piensa el espacio público como una estructura de sentido del mundo compartido. Mediante la comunicación se consigue, sin ahogar
límites y ~ediacione.s, q~e g~rantice que la expresión de la pluralidad no se destruya la diferencia, la unidad necesaria para un espacio común.
en una umdad totalitana m en el caos o la indiferencia. Es decir, la ley, la acción política compartida y el debate constituyen el espacio
Los límites de la política vienen impuesto, en primer lugar, por la necesidad de público, que no es mero escenario sino sistema de mediación entre los individuos:
conservar la pluralidad entre quienes viven juntos. Ello conlleva el rechazo de lo un espacio que separa y une, que conserva la diferencia y salvaguarda la igualdad.
La institución política que expresan esas figuras transforma la violencia natural
244 Ibíd., § 24, 204.
entre individuos atomizados en intersubjetividad, en espacio común. Obviamente,
189
CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA
188 FILOSOFÍA POLÍTICA

así queda sacrificada la razón fuerte que ha dado sentido a la filosofía occidental. esa comunidad de hablantes. El espacio público es un lugar donde se habla, o sea,
Esa razón que se constituyó contra las doxae, ahora es obligada a reconocer pública- donde se es hombre. . .
mente sus miserias y a ceder el puesto a las opiniones. A Arendt no le interesa el diálogo como construcción de la umdad; no le mteresa
1 verdad ni siquiera la opinión común; al contrario, defiende la coexistencia de la
3.1.6 De la acción a la palabra ~iversid:d, la distinción, la pluralidad, como rasgo intrínseco ~ espa~io público;
Supongamos a los hombres iguales y asambleados en el espacio público, que actúan lo que cree importante es que se potencie al máximo. ~a~ mamfestaclOnes de l~s
y se relacionan entre sí -abstraídas del espacio público las otras actividades, la hombres. Si no fuera por la contaminación mass-medIatlCa, Arendt tal vez habna
labor y el trabajo- mediante su praxis y su lexis, sus acciones y sus discursos. declarado el espacio público como el lugar de la opinión. .
Separado el espacio público del mercado y ausentada del mismo la violencia (que Se comprende que a Arendt le preocupe poco la cuestión cla~e de la polítlC~:,el
exigiría una intervención instrumental), la acción política deviene cada vez más momento de la decisión. Tal actitud parece coherente con su Idea de la aCCIon
debate; en el límite, la acción política es una actividad con palabras, tanto discursiva olítica. Ésta es comienzo, o irrupción de lo nuevo en la corriente natural que
y comunicacional cuanto expresiva y creadora. Arendt califica la acción política ~recipita la vida del hombre hacia la muerte; la acc~ón introduce la dis~ontinuidad
como «discurso», «negociación», «persuasión», «compromiso», todas ellas prácticas y rompe el orden fijo; no detiene la carrera haCIa la ~uer:e, pero mtroduce la
con la palabra. Por eso la acción es intrínsecamente política, porque es el lenguaje innovación, desvía a otros caminos, imprime giros a la hIstona. Pero ~odo lo nuevo
el que entra en juego y el lenguaje hace del hombre un animal político. que introduce es imprevisible; toda elección, por tanto, asume el r~esgo, pue~ el
Es decir, en la medida en que la acción política está comprometida en resultado escapa a las intenciones: «Aunque todo el mun~o comIen~a su VIda
«establecer y conservar el cuerpo político»245, la palabra es el vehículo adecuado: insertándose en el mundo humano mediante la acción y el dIscurso, nadIe e~ aut?r
abre unos hombres a los otros, muestra su ser relacional y revela la unidad entre o productor de la historia de su propia vida. Dicho con otras palabras, las hIstona,
ellos, posibilita que vivan juntos; la existencia misma de la palabra refiere a una resultados de la acción y el discurso, revelan un agente, pero este agente .no es
existencia en común. El carácter imprescindible del lenguaje manifiesta, por tanto, autor o productor. Alguien la comenzó y es su protagonista en el doble sentIdo ?e
la dimensión comunicacional de la comunidad política; no hay comunidad sin la palabra, o sea, su actor y paciente, pero nadie es su autor»247. En consecuenCIa,
comunicación. La actividad política se reduce, en el límite, a actos de lenguaje. los resultados no pueden controlarse, siempre serán diferentes a los esperados; la
Esta función esencialmente política del lenguaje puede ser compartida por acción introduce la incertidumbre en el mundo.
diferentes fIlosofías, en la medida en que sólo se resalta la dimensión instrumental, Desde esta perspectiva, la decisión política, cuyo sentido responde a otro
comunicacional, del lenguaje. Pero Arendt, dejando ver sus raíces heideggerianas, escenario, en el que se disputan fines, medios y estrategias y en el que se cuenta
ve el lenguaje desde otra mirada: como lugar de desvelamiento del ser. Y entenderá con criterios (argumentación racional o regla de la mayoría) ~ara establecer
la actividad política, en el límite actividad lingüística, como el espacio adecuado preferencias, pierde su sentido. La decisión, s~ va. más. ~llá -y SIempre v~-. de
para el desvelamiento del ser del hombre. No le interesa el discurso como forma coincidencias compartidas, sólo puede tener una JustIficaclOn de orden pragmatlCo,
de acceder a lo común, y mucho menos a lo universal; no le interesa el debate instrumental, en suma, apolítico. .
como construcción de la verdad o de la unidad; le interesa sólo como ocasión para Ahora bien, es difícil comprender cómo la reflexión política puede obvI~r.la
que el quién de cada hombre se revele, afirme y realice. cuestión de la decisión; el debate político puede ser eterno y abierto, pero la polItlCa
La palabra en el enfoque arendtiano no es comunicación, sino revelación; al ha de dar entrada a la decisión, so pena de sacar el debate político a los márgenes
nombrar el ser, la palabra lo trae a la existencia, lo saca del olvido. El discurso sólo y dejar a la fuerza la gestión social. Puede compartirse la tesis de Arendt según .la
es una manera de hacer ver. No le interesa la comunicación como medio de cual la decisión no puede basarse en la fuerza o la violencia, sino en actos de lenguaJe.
unificación, sino como manifestación de la individualidad de cada uno y su Pero, dado que estos actos de lenguaje no son consid~rados como u~Froces~ de
coexistencia en la diferencia: «Si la acción como comienzo corresponde al hecho construcción de la verdad o la opinión común, la valIdez de una aCClOn no VIene
de nacer, si es la realización de la condición humana de la natalidad, entonces el de su universalidad, sino de la coincidencia de iniciativas. A diferencia de Haberma:,
discurso corresponde al hecho de la distinción y es la realización de la condición la acción argumentativa carece de valor fundante. Hasta la regla de la mayona
humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único entre iguales»246. expresa restos de violencia. . .,
Para Arendt es el discurso, forma de la acción política, el lugar de revelación Cualquier teoría que no ofrezca argumentos convincentes respecto a la de.CISlOn
del ser del hombre. Toda palabra es un signo del yo que habla, que se descubre política no habrá llegado al final del viaje. La de Are~dt ~arec~ menospreCIa; ese
mediante ella. De ahí que la política tenga como función posibilitar y mantener momento, como si no perteneciera al espacio públIco, Imagmado como agora

245 Ibid., Si 1, 22. 246 Ibid., Si 24, 202. 247 Ibid., Si 25, 208.
191
CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA
190 FILOSOFÍA POLÍTICA

El atractivo de la propuesta rawlsiana es, precisamente, que renuncia a todo residuo


abi~~ta dond~ l~s individuos (sin organización) discuten y opinan por determi- moral (Habermas) o ético (comunitarista), que se auto declara neutral ante toda
n~Clo~ ,0ntol~~lca. En ~~ momento en que las formas de organizar la acción y la doctrina moral, religiosa o filosófIca, buscando una definición del liberalismo
dIscu~l~n poh.tlcas tradlClOnales (partidos, sindicatos, organizaciones diversas) está interna a la política. Los contenidos del liberalismo político, materiales o formales,
en cnSIS, el dISCurSO .de Arendt parece revelador de lo existente. Pero Arendt no no se derivan de una metafísica sino de un acuerdo, un «consenso por superposi-
p:et~nde hacer un dIscursO descriptivo, como prueba su crítica a las figuras del ciÓll» (overlapping consensus), entre individuos con diversas doctrinas compren-
«Jud~o errante)~, que desp~ecia el mundo mirando lo intemporal y eterno, y del sivas, que pueden aceptarlo sin renunciar a las mismas. El liberalismo político,
«pana advenedIzo», que se mtegra en el mismo renunciando a su diferencia· Arendt pues, está subordinado a la aceptación del pluralismo. La racionalidad moderna,
apue~ta po.r el «paria consciente», que lucha por transformarlo, contra la e~clusión ilustrada, con sus pretensiones de universalidad, queda cuestionada; no es suficiente
y ~l aISlamIento, pues el rebelde se siente corresponsable de la opresión y exclusión la tolerancia, que en una forma paternalista de la unidad, sino la diversidad.
eXIstentes en .~l mu~do. Pero, a pesar de su apuesta por la rebelión, nos tememos Para Rawls el problema filosófico político de nuestro tiempo apunta a construir
que s~ ~eflexlOn estlmule posiciones de «judío errante»: huidas a la estética y la un modelo social que respete la pluralidad, garantice la cooperación y trate a los
metaftsIca, a la calma de los espacios privados, al reino impune de la opinión. ciudadanos como individuos libres e iguales. Lo resume así: «¿cómo es posible
entonces que exista, a lo largo del tiempo, una sociedad justa y estable de ciudadanos
3.2 f. Rawls y las exigencias del pluralismo libres e iguales, que se encuentran profundamente divididos por diferentes
doctrinas religiosas, filosóficas Y morales razonables»251. Se trata, por tanto, de
3.2.1 La política y el ideal mínimo encontrar un ordenamiento político que pueda ser aceptado racional o razonable-
La fil~s~fía li~eral, si ,e~iste248, es una filosofía débil, con escasa fundamentación mente por individuos con intereses y fines diversos e irreductibles, pues derivan
o.ntologlCa, epIste~ologlCa o antropológica. Quien más ha contribuido, en nuestros de doctrinas comprensivas alternativas Y de situaciones sociales enfrentadas.
tIe~~os~9 a dar solIdez a la teoría liberal ha sido J. Rawls, con su libro Liberalismo Dicho ordenamiento lo describe por primera vez Rawls en su Teoría de la
253
pol¡t¡cd y el debate que el mismo ha generado, que sin duda puede considerarse justicia252 , con su concepción de la justicia como equidad . Después irá matizando
como e~ gran debate de la filosofía política contemporánea. A pesar de la explícita algunos aspectos, pero en esencia la teoría describe un ideal mínimo, que permita
renu.n.Cla a una funda~entación fuerte -Rawls caracteriza su propuesta como el pluralismo y las desigualdades, que respete la libertad de los individuos, que se
«po[¡t¡cal not m.etaphys¡cal>>-, la misma responde a un momento filosófico al q rija por el principio de aceptabilidad unánime y que garantice la misma con la
hemo~ ref~~Ir~os.
de Un principio sagrado de todas las formas de liberalismo ~: igualdad de oportunidades. En definitiva, los dos principios de su teoría son: a)
r~d~Clr la legI~lm~d.ad de una acción, una política o una institución a su elección Cada persona tiene igual derecho a un esquema de libertades básicas iguales,
factlca por los mdIVI~uoS o, cuando menos, a su aceptabilidad racional. El problema compatible con el mismo esquema de libertades para los demás, y garantizadas
es ~ue, cuando la razon es decla:ada f~ib!e, si no sospechosa, cuando el pluralismo por el orden político; y b) las desigualdades sociales y económicas tolerables deben
dep de s~r un hecho para devemr el cnteno de legitimación adecuado a la falibilidad satisfacer dos condiciones: estar ligadas a empleos y funciones abiertos a todos,
de la razo~, lo aceptable se vuelve irremediablemente particular, subordinado a las bajo condiciones de igualdad de oportunidades; y benefIciar a los miembros más
plurales e mconmensurables concepciones del bien. 254
desfavorecidos de la sociedad .
La ?ri~era conc~.usión relevante es que la política ha de renunciar a construir En el fondo, la teoría refiere a una sociedad que en cierta manera aglutine las
c~alqUler Idea~ de vIda;. ha de renunciar a todo ideal fuerte, sustantivo, ligado dos tradiciones liberal-democráticas occidentales: «por un lado, la tradición
~Iempre a una Idea del bI~n, y li~itarse a conseguir un ideal mínimo, la sociedad asociada a Locke, que concede mayor importancia a lo que Constant llamara las
Justa, que al ser pensaba sm relacIón a un ideal sustantivo vuelve la morada de los libertades de los modernos (libertad de pensamiento y consciencia, determinados
estados de cosas a las reglas procedimentales. derechos básicos de la persona Y de propiedad, y el imperio de la ley) y, por otro, la
. Somos cons~~entes de la complejidad del liberalismo contemporáneo, que tradición asociada a Rousseau, que concede mayor importancia a lo que Constant
mcluye.un~ familIa de teorías perfectamente distinguibles, desde el «liberalismo llamara las libertades de los antiguos (las libertades políticas iguales y los valores de
perfecClomsta»
l"b al" k de. r. Raz al «liberalismo igualitarista» de Dworki n, pasan d o por e1
«I er Ismo antlano» de Habermas o el «liberalismo republicanista» de Walzer250 .
251 J. Rawls, «Ideas fundamentales del liberalismo político», en Ágora. Cuaderno de estudios
políticos, 1 (1994):5-37, pág. 5.
248 R. Dworkin«Elli~eralismo», en Agora. Cuaderno de estudios políticos 1 (1994)· 81-106 252 J. Rawls, Teoría de la justicia. Madrid, FCE, 1978.
249 J. Rawls, Elltberaltsmo político. Barcelona, Crítica, 1996. ' . . 253 Comentamos esta teoría en el capítulo 15.
21~t~ F· VallelsPín, «I~t~oduccióll» a Jürgen Habermas/John Rawls, Debate sobre el liberalismo 254 J. Rawls, «Ideas fundamentales del liberalismo político». Edic. cit., pág. 6.
POIICO. Barce ona, Paldos, 1988, págs. 16-17.
192 FILOSOFÍA POLÍTICA CONCEPCIONES DE LA POLÍTICA 193

la vida pública)>>255. Es decir, unir esas dos tradiciones que 1. Berlin llama «libertades la diferencia» trasluce cierta sensibilidad progresista, a costa del principio liberal
negativas» y «libertades positivas».
paretiano, sin duda más coherente con el escenario de la teoría rawlsiana.
~os dos principios de justicia no agotan la teoría; ésta incluye la argumentación Lo cierto es que la política, en esta concepción, tiene prohibida toda función
que. mtenta convencer de que es razonable la aceptación de dichos principios, es re distributiva y toda misión transcendente: los partidos políticos, en lugar de luchar
dec.Ir, que ser.ían ace~tados y preferidos a los de cualquier otra teoría por individuos por imponer democrátic~mente su pr~yecto, debe~ cultivar el jar~í~ de, la
racIOnales e ImparCIales. La racionalidad se supone y la imparcialidad se muestra pluralidad y escuchar y realIzar las pretensIOnes de los cIUdadanos. La pohtlCa solo
mediante el escenario de la «posición original» y la metáfora del «velo de la tiene legitimidad de acción en la instauración y mantenimiento de la «estructura
ignorancia». De todas formas, ya en la Teoría recurre Rawls a otra vía de argumen- básica», debiendo inhibirse de cualquier intervención en la vida social.
tación de su propuesta, al exigir la prueba del «equilibrio reflexivo», es decir, de la La segunda propiedad se refiere al modo de presentación, es decir, presenta la
consistencia de lo.s principios elegidos en la posición original con valores y creencias teoría como independiente de las filosofías y doctrinas religiosas y morales
profunda y amphamente asentados en la tradición democrática occidental. Con el comprensivas. Consciente de que el estado moderno logró la estabilidad y la paz
tiempo, esta exigencia contextualista irá ganando terreno al artificio de elección cuando consiguió acabar con las reglas de religión, sacándolas de la esfera pública
imp~r~ial, que ~ostraba la presencia de controlada de la razón universal. Aunque y convirtiéndolas en actividades privadas, tal que pudieron convivir juntos hombres
segUl~a mantelllendo. el doble registro de legitimación, el liberalismo político y pueblos con distintas creencias, Rawls da un paso más y trata de liberar la política
rawlsIano pone de reheve que la apuesta por el pluralismo amenaza a la filosofía del pensamiento comprensivo, de todo ideal totalizador. La concepción política de
con su retirada del espacio público.
la sociedad justa es, por tanto, alternativa a toda concepción moral de la misma; la
La exigencia pluralista puesta por Rawls determina que la teoría de la justicia, política es moralmente neutral e independiente de la filosofía.
del ~rdenamiento social justo, renuncie a un fundamento fuerte: no puede derivarse La tercera propiedad trata de restituir a la política ciertos contenidos que
de nmgun~ ~filosofía comprensiva» y tiene que ser coherente con todas o la mayoría parecían desvacenerse desde el pluralismo, el procedimentalismo y el neutralismo
~e ellas. DIra que «resulta deseable que las visiones filosóficas y morales compren- proclamados. Estos contenidos consisten en las ideas, valores y creencias arraigados
SIvas, a las que estamos acostumbrados a recurrir en momento de debatir los temas en la tradición política, en la «cultura política de una sociedad democrática». Se
políticos fundamentales, sean abandonados en la vida pública»256. La razón pública, refiere al constitucionalismo, la estado de derecho, división de poderes, criterios
el debate en el foro, tiene más posibilidad de éxito con esa renuncia a las teorías de interpretación de los textos jurídicos, etc. Le parece que esta cult~ra política es
comprensivas; es posible el acuerdo si se trata de una concepción de la justicia común y compartida sin conflicto, cosa que no ocurre con la cultura social, que
«políti~a y n.o metafísica». Una concepción que pueda ser aceptada por todos sin afecta a las concepciones generales del mundo, el hombre y la vida, los valores y las
~en.unCIar nmguno a sus creencias filosóficas de fondo. El liberalismo político, costumbres, las creencias y los hábitos. La cultura política pone la unidad necesaria;
mSls~e Rawls, h~ de .ofrecer una teoría de la justicia independiente de las ideologías la cultura social, el pluralismo inevitable y conveniente.
totahzadoras, sm lllnguna doctrina metafísica o epistemológica implícita. Sin duda Rawls tiene muchos problemas para aplicar una demarcación estricta
entre lo cultural-político y lo cultural-social; pero al menos logra darnos una idea
3.2.2 Concepción política del orden justo
de esa concepción liberal de la política, que se resume en tres rasgos: la sociedad
Pa~a c?~segu.ir esto, Rawls establece tres propiedades de la concepción política de como sistema equitativo de cooperación a lo largo del tiempo, generación tras
la )UstlCla. Pnmera, ha de tener como objeto no la distribución de bienes entre los generación; los ciudadanos como personas libres e iguales, siendo sus elecciones
i~dividuos sino el orden~miento de las instituciones que inciden en las oportu- la fuente única de legitimación; y el buen orden como el puesto por la concepción
llldades de acceso a los mIsmos, lo que llama «estructura básica» de la sociedad, o política de la justicia, centrada en la igualdad de libertades, oportunidades y trato
sea~ las instituciones políticas, económicas y culturales y la manera que éstas ante la ley yen el elemento solidario introducido por el «principio de la diferencia».
artlc~lan l~ co.ope~ación social. Es decir, el orden justo, lejos de prefigurar las
relacIOnes, mstltucIOnes y formas de vida futuras, lejos de referirse a la distribución 3.2.3 La sociedad bien ordenada
final de bienes, cargos ypoderes, deja todo este espacio social en la indeterminación, Para Rawls una sociedad bien ordenada es aquella en que cada uno «acepta, y sabe
en manos de las libres y legítimas iniciativas de los hombres. La justicia se refiere que los demás aceptan,los mismos principios de justicia»257; en que, además, se
sólo a ~mbitos restringidos, aunque importantes, como la igualdad de oportuni- tienen buenas razones para creer que la estructura básica garantiza el cumplimiento
dades, Igual trato ante la ley, iguales libertades negativas, etc. Sólo el «principio de de los principios; en fin, en que los ciudadanos cuentan con un efectivo sentido de
la justicia y generalmente respetan las instituciones básicas de la sociedad porque
255 Ibíd., 6.
256 Ibíd., 10.
257 Ibíd., 27.
194 FILOSOFÍA POLÍTICA

las consideran justas. En tales sociedades la concepción de la justicia constituye un Elll·'U L'l...UJl
punto de vista compartido desde el que juzgar las actitudes y reivindicaciones.
Rawls sabe que se trata de un modelo idealizado; los supuestos (individuos
racionales), las acotaciones (ámbito estatal cerrado), las contextualizaciones
(democracias occidentales), parecen excesivos para proporcionar realismo al
modelo, y mucho más para ser aceptables en una cultura -¡que es la cultura
democrática y occidental que él sacraliza!- que rinde culto a lo universal. Una «Ahora bien, la razón práctico-moral expresa en
concepción de la justicia tan contextualizada difícilmente resulta satisfactoria a un nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra; ni
sentido común influenciado por la ilustración. guerra entre tú yyo en el estado de naturaleza, ni guerra
Pero, además, el problema del liberalismo político rawlsiano es la indefinición entre nosotros como Estados que, aunque se encuen-
de la ciudad, que convierte la política en una tarea insustancial y procedimental. tran internamente en un estado legal, sin embargo,
El dice que «una sociedad democrática bien ordenada no constituye ni una exteriormente (en su relación mutua) se encuentran
comunidad ni una asociación»258. No es una comunidad porque, aunque Rawls en un estado sin ley; porque éste no es el modo en que
supone la sociedad democrática como sistema completo, auto suficiente y cerrado, cada uno debe procurar su derecho. Por tanto, la
ya que no se ingresa en ella desde fuera, desde otra identidad, sino que se nace en cuestión no es ya la de saber si la paz perpetua es algo o
ella y se adquiere en ella la identidad, no obstante no hay doctrina comprensiva, es un absurdo, y si nos engañamos en nuestro juicio
que entiende como rasgo identificativo de la comunidad. El pluralismo es teórico si suponemos lo primero; sino que hemos de
incompatible con el ideal comunitario. actuar con vistas a su establecimiento como si fuera
Pero tampoco es una asociación, pues una sociedad democrática no cuenta algo que a lo mejor no es, y elaborar la constitución
con fines y objetivos últimos, que orientan y dan sentido a su organización. Toda que nos parezca más idónea para lograrla (tal vez el
asociación es para Rawls finalista; la sociedad democrática no responde a fines republicanismo de todos los Estados sin excepción) y
dados, siendo sólo un espacio donde construir modos de vida. Parece como si la acabar con la terrible guerra, que es el fin al que, como
democracia fuera un ámbito abstracto sin más función que la de posibilitar su fin principal, han dirigido hasta ahora todos los
asociaciones sustantivas plurales, lugares de identidad y acción compartida. De Estados sin excepción sus disposiciones internas».
1. Kant, Metafísica de las costumbres
este modo lo político deviene instrumental e insustancial, al servicio de lo privado.
Lo público es vaciado de sentido -de religión, de filosofía, de moral, de ideología-
a costa de lo privado, donde el hombre toma una existencia con identidad y fines
compartidos. La política democrática sólo se legitima en tanto capaz de mantener 1. La metáfora de la política
esa sociedad justa, esa sociedad de estructura básica justa que permite en su seno
la asociación plural. En el capítulo anterior hemos resumido y comentado algunas concepciones de la
política con más peso específico en nuestros días; no es necesario decir qu~ quedan
fuera muchas más y no con menores méritos filosóficos. Pero las elegidas nos
permiten ver la tendencia dominante de la filosofía contemporánea de alejar la
filosofía de la política, de negarle capacidad y legitimidad para establecer fines y
delimitar contenidos. La razón, especialmente la razón práctica, ha sido declarada
impotente o sospechosa; las ideologías, las doctrinas comprensivas, en definitiva,
las pretensiones de la filosofía de decidir el bien y determinar l~ política a su
realización es cuestionada desde todos los imaginables puntos de Vista.
Montesquieu, y después Hegel y Marx, instauraron la historia y, so~re ella,
sobre la idea del progreso, apuntaron el ideal de reconciliación final, de hb~rtad,
igualdad e independencia de los hombres en un mundo ord~nado y ~oml~ado
por la razón. Kant, menos optimista, confiaba en que la creenCla en la hlstona, en
el ideal final, empuja a los hombres a construirla, como una profecía que su
258 Ibíd., 31. autoverifica. Voltaire, el más pesimista, no podía ver la historia como viaje al ideal,
196 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 197

sino como escenario donde las sombras (barbarie, fanatismo, ignorancia, sangre) Estado, la sociedad civil, la soberanía, la justicia, la igualdad, etc., a lo largo de los
apenas dejaban brotar, de tanto en tanto, rayos de luz (ciencia, arte, libertad, diversos capítulos del libro; pero aquí intentaremos una aproximación a su idea
humanidad). En nuestros días la visión voltairiana ha triunfado y se ha radicalizado: precisando su referente. Por tanto, en lugar de un concepto, partiremos de una
los momentos de luz son imaginarios, pues el mismo triunfo de la racionalidad se metáfora filosóficamente arraigada: la política como construc-ción de la ciudad;
revela ahora como barbarie, dominación y alienación humana. lo político como lo referente a la construcción de la ciudad259.
En este contexto teórico las alternativas van de la simple deserción, evitando
toda contaminación política de la filosofía, a una intervención política limitada a 2.1 La política como construcción de la ciudad
los procedimientos. Es decir, se renuncia a la argumentación del ideal, a cualquier
ética del bien (que se relega a la esfera privada) y se aspira a definir unas reglas de La metáfora nos parece apropiada, porque ni una sola concepción de la política,
acción justas. La misma democracia es vaciada de su contenido histórico; deja de clásica o contemporánea, refiere a algo que no tenga que ver con la construcción
ser un ideal de vida en que los hombres lograban no sólo la libertad y la de la ciudad. El derecho, el estado, la educación, el mercado, el poder, la repre-
independencia, sino la autodeterminación y la entrega a una vida política, a unas sentación política, la guerra, la masificación, la obediencia, los conflictos étnicos,
relaciones nuevas con las cosas, las instituciones y los hombres, en definitiva, a la la libertad de religión, la violencia, la legitimidad, la soberanía, el estado de derecho,
construcción de un nosotros que les permitiera una vida universal; en cambio, pasa el estado del bienestar, la libertad de prensa, la igualdad de oportunidades, la
a ser un sistema de procedimientos formales, que dejan en la indeterminación no identidad nacional, la lucha de clases, todos contenidos habituales de la política,
sólo los fines, sino la elección de los mismos, abandonada al interés individual y en tanto que elementos de la ciudad u obstáculos para la misma, están dentro del
contingente. horizonte de la política, constituyen lo político. En cada caso se tiene en el punto
Hay, pues, pocas razones para seguir aferrándose a un ideal político, a una de mira un modelo diferente de ciudad, una polis o un imperio, una república o
dirección filosófica de la política; ni la historia ni el pensamiento nos permiten una democracia liberal, un orden comunista o capitalista, una sociedad de castas
hoy el menor optimismo; no soplan buenos tiempos para las utopías. De todas o estamentos o una sociedad abierta; en cada caso se piensan las estructuras de
formas, seguimos creyendo que los filósofos han de bajar a la caverna, aunque sea poder, el derecho, la igualdad, los conflictos, con uno u otro contenido; pero parece
sin luz que llevar a ella. Y nos presta confianza aquella representación humeana de obvio que siempre se tiene como fondo la construcción de la ciudad, la creación
la filosofía como escenario de lucha inacabable entre la razón que quiere creer y la de una vida en común, la agrupación de individuos o grupos particulares en una
que busca dudar, la que afirma y la que niega, unidas de tal manera que cuanto sociedad mediante un vínculo nuevo, distinto al del parentesco, la religión, la etnia,
más fuerte es una, cuanto más poderosas son sus argumentaciones, más fortalece la lengua, la cultura o la historia. Como simple metáfora, pues, nos parece un
a la otra. Cuestionada la razón, quedan también afectados los argumentos buen punto de partida.
deconstructivos. Pensada la política como construcción de la ciudad, en tanto que conocimiento
Por otro lado, la filosofía nunca podrá evitar que los hombres se formen persigue definir, y como praxis realizar, una vida en común entre los hombres, sea
concepciones del mundo comprensivas. Los hombres, decía Hume, están creando ciudadanos, como decía Platón, u hombres libres sujetos de derechos, en
condenados por naturaleza a creer. El problema, por tanto, no es entre la creencia el sentido de Kant. En todo caso, se trata siempre de una intervención en la
y la no creencia, sino entre una creencia ciega e ingenua y una creencia crítica y naturaleza del hombre. Queremos acentuar este hecho: la política es siempre una
autoconsciente; entre la fe y la filosofía. Por tanto, puesto que incluso el nihilismo acción contra la naturaleza, un triunfo sobre ella, que se despliega en un doble
práctico deviene una toma de posición no neutral ni angélica, preferimos ámbito: la ciudad opone su orden tecnológico, su sistema productivo, su
argumentar el ideal posible. El silencio es también un mensaje a los de abajo, y organización social, frente a la naturaleza física, dominándola y transformándola,
posiblemente lo interpretan como olvido o indiferencia. o resistiendo su fuerza; la ciudad opone las. costumbres y hábitos de sus ciudadanos,
el desarrollo de sus capacidades intelectuales, morales y afectivas, como su potencial
creativo, a los instintos y determinaciones biológicas del individuo, controlándolos
2. El mal a combatir o transformándolos, construyendo e imponiendo una «segunda naturaleza»,
genuinamente humana, en tanto que elegida y creada por el hombre. Lo social y lo
Trataremos de pensar el contenido de la política desde sus dos vías de fundamen- humano, por tanto, son en gran medida creaciones de la política; y son construidos
tación: la vía negativa, pensando los obstáculos a vencer, el mal a combatir; y la vía contra la naturaleza.
positiva, pensando la realidad a construir, el ideal a realizar. Aspiramos a que el
concepto de la política, que no puede resolverse con una definición dogmática, 259 En el segundo volumen hablaremos de distintos modelos de ciudad, de comunidad
quede caracterizado al pensar la libertad, la democracia, los derechos, el poder, el política, que se han disputado la hegemonía.
198 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 199

Para ello la política intervendrá sobre la educación, la cultura y sobre los valores Queremos acentuar este enfoque prometéico, desechando la cómoda creencia
éticos, pero también sobre las condiciones externas de vida que determinan las en que lo natural es la paz y la comunidad, en que lo natural es el orden y el bien.
relaciones entre los hombres, sobre la propiedad, sobre la división del trabajo, Construir la ciudad es, como señalaba Vico, lo mismo que construir al hombre
sobre la ciencia y la tecnología, sobre el derecho, sobre el mercado, sobre la ideología. como ser racional, cultural y humano. La política como construcción de la ciudad
El objeto mínimo de la política no es otro que conseguir que los hombres vivan exige ser pensada como opción creadora y como compromiso militante, en
juntos; pueden añadirse otros objetivos, que en todo caso han de justificarse, pero definitiva, como transformación de las condiciones dadas, anteriores y externas a
éste parece incuestionable: vivir juntos, si es posible colaborando, si no al menos la ciudad, y como lucha contra todos los obstáculos que ofrezcan resistencia. En
tolerándose o soportándose. rigor, pensar la política como construcción de la ciudad y del ciudadano, de la
Ahora bien, ese objetivo exige formas de intervención diversas, políticas humanidad del hombre, implica asumir la lucha contra lo no humano, contra la
diferenciadas, según las circunstancias históricas; los obstáculos a allanar y los existencia natural.
objetivos parciales a conseguir son históricos. Hobbes reducía la política a la Puede sorprender esta tesis, que enfrenta y antepone la razón a la naturaleza,
conquista de la seguridad, contentándose con un Estado que impidiera la guerra cuando lo «natural» goza de un extendido prestigio, ayudado por la confusión
de todos contra todos; Locke perseguía la igualdad jurídica (que llamaba «natural» ) histórica entre naturaleza y racionalidad. La filosofía, desde Aristóteles, definió la
y la protección del derecho de propiedad, fundamentos de individuos libres; naturaleza humana como racional, pero no como determinación biológica sino
Rousseau añadía la igualación de estatus y de recursos, condición de una democracia como idea a conquistar. La moral natural, el derecho natural, la razón natural,
de ciudadanos; Kant reducía la política a la construcción del derecho, un Estado pasaron a ser nombres del bien, la virtud o la verdad. Cuando, en los dos últimos
en el que, conquistada la seguridad, jurídica los hombres pudieran ejercer su siglos, lo natural pasa a ser pensado como instancia biológica, al atractivo de la
autonomía moral; Hegel veía la política desde la perspectiva de la construcción de reivindicación de la vida frente a la razón, de la espontaneidad frente a la norma,
la vida ética, donde definitivamente se superaran las escisiones entre el individuo une el prestigio de la histórica identidad entre naturaleza y razón.
y lo social, entre el yo y el nosotros, entre la moral y el derecho; Bentham reivindicaba El resultado es que hoy el naturalismo contagia los criterios de valoración de
un orden sociopolítico que optimizara la producción y el reparto, y por su manera unánime, ayudando a cuestionar la compleja y artificiosa construcción de
mediación la felicidad; Marx soñaba con una sociedad comunista, sin clases, donde las humanidades, de lo humano, a lo largo de la historia. Puede, por tanto, resultar
el hombre fuera dueño de sí mismo, sin someterse a la voluntad de otro hombre ni sorprendente la tesis según la cual la construcción de la ciudad y la expulsión de la
a la ley del sistema económico; Schumpeter se conforma con la construcción de naturaleza a los márgenes constituyen el rostro bifronte de la política. Pero hemos
un mercado pluralista, donde la política sea una actividad empresarial encargada de afirmarla con rigor, y matizarla sobre la marcha; hemos de comenzar por pensar
del mantenimiento de las condiciones del pluralismo; Nozick defiende un «estado la naturaleza como el mal de la ciudad, al tiempo que como condición, justificación
míni~o», una especie de empresa privada de seguridad, de libre asociación, que a y límite de la política.
cambIO de una cuota defienda los derechos de los asociados en las condiciones y
límites que se establezcan en la póliza de seguro. 2.2 La ciudad y el mal
Los fines que se asignan a la política son infinitamente variados y móviles;
pero todos ellos, de una u otra forma, apuntan a la construcción de la ciudad, de La filosofía política, para pensar la política, ha de pensar su obstáculo, el mal político;
una organización de individuos unidos por un vínculo político diferente a las ha de pensarlo incluso antes de pensar el ideal, pues ese mal al que nos referimos
determinaciones naturales y, generalmente, antinatural. Esta coincidencia es es absoluto, es un obstáculo para cualquier ideal de vida humana, para cualquier
suficiente como punto de partida para tomar la construcción de la ciudad como ideal de vida que no sea el de vivir en el mal político, es decir, vivir fuera de la
una buena metáfora de la política. política, en cualquiera de sus dos exterioridades: en el derecho natural hobbesiano
Ahora bien, para ir construyendo el concepto desde la metáfora, hemos de o en el totalitarismo. Aunque el mensaje que los filósofos lleven a los de abajo no
explicitar el escenario para la reflexión. Si la política persigue la construcción de la sea el de un modelo acabado de ciudad, sino la humilde prescripción de que
ciu~ad, implíci~amente nos estamos situando en un escenario en que, en el origen, construyan una comunidad política, una «caverna iluminada», como decíamos en
la CIUdad no eXIste; en el origen está lo otro de la ciudad. Si ésta es orden, unidad, la metáfora, ha de incluir dos ideas. Primera, que han de construirla ellos mismos,
paz, lugar de lo humano y del bien ético, razón, en el origen hemos de poner el no en una labor o trabajo instrumental sino, como diría Arendt, en una praxis
caos, la escisión, la guerra, lo inhumano y el mal, la irracionalidad. La política se consciente y mediatizada por la palabra. Arendt ha afirmado que lo insoportable
revela en este escenario con su carácter de intervención contra la naturaleza, contra del totalitarismo, lo que le convierte en el mal absoluto, no es el dolor y la muerte
lo espontáneamente dado; la ciudad, la vida humana en común, es una victoria que pone sobre las espaldas de los hombres, sino su éxito en convertir alos hombres
contra las fuerzas disgregadoras. en superfluo. El aislamiento y la superfluidad son rasgos comunes a toda forma de
200 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 201

existencia apolítica, pues ambos expresan la impotencia de los individuos para la que aportan la unidad a la nación (étnicos, cu~turales, lingüístico~, históri,c~s,
praxis común. El deseo natural y la violencia totalitaria, cuando tienen éxito, sociológicos, etc.) pueden facilitar la construCCIón de una comumdad pohtlca
conllevan el mismo efecto: aislar a los individuos, impedir su comunicación, su cuando su ámbito es la nación; pero cuando el estado incluye diversas naciones,
alianza y su unidad en un nosotros; en definitiva, conseguir que ellos mismos se históricamente diferenciadas y enfrentadas, esos factores de identidad nacional
sientan superfluos, pues en su aislamiento pierden toda opción a intervenir en el pueden ser obstáculos para la identidad política. De hecho, incluso en el esta.do
mundo y a construir la ciudad como el acto de dar sentido al mundo y a sí mismo. nacional la identidad política, diferente a la determinación nacional, eXIge
Segunda, que tendrán que construirla sobre las sombras, sobre la parte oscura transcender ésta; al menos es una exigencia del estado democrático, donde la
del hombre, sobre los cadáveres de los enemigos de la ciudad. Es decir, la actividad pertenencia, la ciudadanía, presupone una elección racional, libre y voluntaria. En
política es una violencia contra uno mismo, contra la parte invisible de nuestro nuestro tiempo, cuando entran en crisis ciertas formas de política basadas en el
ser. No hay ciudad natural; no hay vida humana natural; la ciudad y lo humano poder del Estado, resurge como gran problema de la política reconstituir nuevas
requieren, como decía Freud, la represión y la sublimación de las huellas oscuras. unidades, o establecerlas sobre nuevos fundamentos. La nación, desde este punto
Lo humano, para serlo, ha de reconocerse como artificio, como producto de un de vista, es otro gran obstáculo actual para la política.
arte: el arte de la política. Si la guerra y la agrupación natural son obstáculos externos, la masa y la
La política encuentra muchos y variados obstáculos en la construcción de la benevolencia insuficiente son obstáculos generados por la propia política, derivados
ciudad, en la consecución de la unidad entre los hombres. Pero muchos de ellos de sus carencias e imperfecciones, y que en lugar de manifestarse en conflicto lo
pueden ser representados eficazmente por cuatro obstáculos arquetípicos 26o , cada hace en anomía y despolitización; son como efectos perversos de las ciudades
uno simbolizando una pluralidad de mecanismos disgregadores de la vida en tecnológicas mass-mediáticas. La masa es el obstáculo principal de la política y su
común. Uno de ellos, tal vez el más amenazador y originario, que acompaña a la mayor fracaso; pues, en cierta manera, si no es creación consciente es subproducto
política en su larga historia, es la guerra. Se trata de un límite interno que resume de la política. . .. . .
todos los obstáculos derivados de la propia naturaleza del hombre, donde junto a El cuarto tipo de obstáculos, la insuficiente benevolenCia y soclablltdad, tIene
instintos, sentimientos y pasiones solidarios y comunitarios favorables a la ciudad, rostro bifronte. Por un lado, en tanto que limitación intrínseca a la naturaleza
anidan otros que se resisten a la vida en común, como el egoísmo, el individualismo, humana, es exterior a la política y se manifiesta en conflictos; por otro, en tanto
los fanatismos étnicos, religiosos o ideológicos, etc. Todos ellos se expresan en la que límite histórico, cuyos márgenes son sensibles a la política, sus ef~ctos son en
guerra, como nombre de toda forma de violencia o dominación, con su pluralidad gran medida atribuible s a ella. En la historia esa condición humana ha SIdo pensada
de rostros: sea el más estremecedor y bárbaro, el del conflicto armado, expresando como imperfección y frecuentemente identificada con el pecado. La teología del
obscenamente su poder de destrucción de la naturaleza y de la ciudad, de la vida y pecado original, con el mito de la caída, ha servido de escenario p~ra pe~~ar la
de lo humano, pues a la destrucción física hay que añadir la disolución de los imperfección de la naturaleza humana; ese escenario conceptua~ ha SIdo utllIzado
sentimientos y reglas morales, del derecho y del respeto mutuo, de las virtudes por el pensamiento conservador, de Pascal a Bossuet, de De ~aIstre a D~ Bonald;
cívicas y de la piedad, en fin, de todo ese tejido de valores y sensibilidades que esa escatología adámica ha servido de base para la elaboraClon de una Idea de la
hacen posible que los hombres no sólo se toleren, sino que cooperen entre ellos; política subordinada al mal, dirigida a la corrección o purificación del alma
sea el de las máscaras más familiares y soportables, tal como aparece en la humana.
dominación económica, la opresión política y la sumisión ideológica o cultural, Ahora bien, la misma escatología ha servido de apoyo a representaciones
en todas esas formas de violencia que, sensibles ante la destrucción física, resultan progresistas. Hobbes o Mandeville, Hume o Voltaire, han usado una i~ea de
implacables en cuento convierten a los hombres en instrumentos, en medios sin naturaleza humana esencialmente irracional y pasional, tal que la polítlca era
substancia. La guerra, en este sentido amplio de separación entre los hombres, de pensada como control, como contención: En nuestro siglo, ~al v.ez haya si~o. Carl
imposibilidad de vivir juntos en paz y cooperación y, sobre todo, de manifestación Schmitt quien, como hemos visto, ha umdo con mayor radIc~hs.m? ~a pohtl,c~ a~
impune de lo inhumano, expresa el fracaso de la política; la presencia de la guerra, mal, considerando que un mundo de hombres buenos volvena mutIlla. pohtlca.
aunque sea bajo sus máscaras sociables, expresa la indigencia de la política. «En un mundo bueno, entre hombres buenos, reinan la paz, la segundad y la
Un segundo tipo de obstáculos refieren a las unidades o identidades naturales perfecta armonía entre todos; sacerdotes y teólogos son allí tan superfluos como
o prepolíticas, en particular la nación. Sin duda alguna los factores integradores los políticos y los hombres de Estado»261.
Es un objetivo irrenunciable de la política la ampliación de los márgenes de
260 Sobre estos obstáculos o «parte oscura del hombre», ver N. Tenzer, Philosophie politiqueo
sociabilidad y benevolencia. Hume había dicho que con una naturaleza
París, PUF, 1994 (especialmente el capítulo 1, que aquí seguimos de cerca). Del mismo autor,
ver también La politiqueo París, PUF, Col. Que sais-je?, 1991. 261 C. Schmitt, El concepto de lo político. Madrid, Alianza, 1991, pág. 111.
202 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLíTICO 203

infinitamente generosa o una naturaleza humana infinitamente benevolente, no estamos convencidos que puede serlo de la humana si, como decía Marco Aurelío,
serían necesarias la reglas de justicia262 ; también decía que, a la inversa, en una es un lugar para «educarse y soportarse».
absoluta escasez o con un infinito egoísmo, no era posible la vida en común.
Ciertamente, la ciudad no es propia de los dioses ni de los ángeles, sino de los 2.3 La filosofía y la guerra
hombres. Si éstos gozaran de una virtud natural de benevolencia universal, ¿por
qué habrían de tomarse molestias en poner mojones para cercar sus tierras? Hemos dicho que la guerra simboliza los conflictos en tanto que obstáculos para
Rousseau solía decir que sólo los dioses están solos, sólo ellos, por su autosuficiencia, la politica. Mirado más de cerca, la existencia de la guerra, incluso de su posibilidad,
hacen de la soledad una condición de perfección 263 . En general, está muy extendida constituye la justificación de la política, pues, como hemos señalado, la política es
la idea de que si los hombres fueran perfectos, semejantes a los dioses, la política inútil en un reino de dioses e imposible en un mundo de fieras; pero también
sería inútil. Pensamos que la perfección de los dioses no es la de los hombres, que pone de relieve su fracaso y su indigencia. Si la política es el arte de unir, de establecer
la autosuficiencia de éstos no sería su perfección; si los hombres vivieran como los y conservar lo común entre los hombres y entre los pueblos, en suma, el cuidado
dioses rousseaunianos, seguiría siendo necesaria la política para conseguir que de lo universal y público, su existencia se constituye contra la guerra y legitima su
vivieran juntos y así hacer posible la vida humana más noble. La vida de los dioses existencia como victoria constante sobre la guerra. Esta acabaría cuando la política
no es modelo de perfección para los hombres. La política está indisolublemente venciera el mal definitivamente; por tanto, el fin de la guerra coincidiría con el fin
ligada a la existencia de obstáculos, internos y exteriores, naturales y sociales, que de la política por innecesaria; sería el momento imposible de superación del
impiden que los hombres puedan vivir juntos y vivir como hombres. hombre, de creación de una comunidad de ángeles.
La guerra, la masa, la nación, la insuficiente sociabilidad, pero también la En esa línea, el marxismo ponía el fin del estado al final del mal, de la lucha de
despolitización, el individualismo consumista o la crisis de la razón, son clases, de la política entendida como dominación de unos hombres sobre otros.
simplemente distintos nombres del mal político; su tenaz persistencia pone a la Cuando desaparece el mal pierde sentido la política y la misma filosofía práctica;
orden del día el fracaso de la política. Pero, por otro lado, su existencia es la razón sería el momento del libre juego de las voluntades morales. La guerra es a un tiempo
de ser de la política; sin ellos, ¿qué sentido tendría? La filosofía, para pensar el bien el fracaso de la política y de la filosofía: «No hay mayor escándalo filosófico que la
(del hombre, de la ciudad, de la propia filosofía, de la política), no puede dar la guerra ( ... ). La guerra es igualmente el signo de una impotencia congénita de la
espalda al mal; y como la existencia de la filosofía depende de la existencia de la filosofía política»264. Una situación trágica como la escenificada en el campo de
política, donde no hay política (en la dictadura, en la guerra) no hay filosofía, y los batalla, en la que la alternativa es matar para no ser matado, hace estéril el discurso
obstáculos de la política son obstáculos para la filosofía. Para tener un mensaje filosófico moral o político; esa situación escenifica el sinsentido de la filosofía.
que llevar a la caverna, hay que pensar la caverna. Si recordamos la interpretación Evitar la guerra es una buena y aceptada justificación de la política; pero
que hemos dado del mito platónico, el mensaje que los filósofos habían de llevar a también lo es de la filosofía; las divergencias podrían surgir a la hora de precisar su
«los de abajo» no podía ser su conocimiento de las ideas, sino su posterior contenido. Rousseau distinguía la guerra, una institución social impensable sin la
conocimiento de las sombras; no era un mensaje de liberación, de destrucción de sociedad, de la violencia natural; ésta, por inevitable, no avergonzaba a la raza
la caverna y huida al desierto o a la montaña de la luz, sino de iluminación de las humana; la guerra, en cambio, expresaba la degeneración de la esencia del hombre,
sombras, de construcción de la ciudad allí abajo, entre escombros y límites. su inhumanidad. Rousseau, por tanto, distingue entre la guerra y el estado de
En otras palabras, la bajada a la caverna podemos pensarla ahora como naturaleza, situación que para Hobbes era de «guerra de todos contra todos»265, y
necesidad de conocer el mal y su inevitable existencia. El conocimiento del bien que para Hume era impensable como estado de paz e impensable como estado de
sólo tiene sentido para delimitar y actuar sobre el mal, para controlarlo; el guerra266 . Locke también rechazaba la confusión entre «estado de guerra» y «estado
conocimiento de la verdad sólo tiene sentido para fijar y actuar sobre la ilusión, de naturaleza»267, pensando la guerra como cualquier violación de derechos del
para corregirla. Pero el mal y la ilusión sólo pueden ser eliminados imaginariamente; individuo, sea en estado natural o civil. Pero, además, ensancha el contenido de la
en realidad, hay que construir sobre ellos la ética y la ciencia; la ciudad es una guerra, al defender que el absolutismo no es una alternativa a la guerra; es la guerra
lucha eternamente victoriosa y nunca definitiva sobre la guerra, los particularismos, entre el príncipe y el pueblo. Imponer su voluntad, transgredir los límites de la ley
los localismos, la masificación, la irracionalidad y la despolitización. Tal vez la aceptada por el pueblo, es una declaración de guerra contra éste, y el pueblo tiene
ciudad no pueda ser, ni siquiera idealmente, el lugar de la perfección divina; pero derecho a resistirse2 68 .

262 Enquiry, II, § 14. 264 N. Tenzer, Philosophie politique, 266 Enquiry II. §§ 18 Y 19.
263 Dos espléndidos textos sobre el tema son los de R. Polin, La poli tique de la solitude. edic. cit. pág. 448. 267 Two Treatises, II, cap. III.
París, Ed. Sirey, 1971; y B. Baczko, Rousseau. Solitude et communauté. París, Mouton, 1974. 265 Th. Hobbes, Leviathan. I, XIII. 268 Two Treatises, II, 203-207 Y 239.
204 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL pOLÍTICO 205

Hobbes generaliza más el contenido de la guerra, que pasa a significar estado veces en guerra. De este modo, la guerra resulta un hecho social contingente, en el
de inseguridad; insistía en que la guerra no se circunscribe a los límites del conflicto sentido de algo hecho, llevado a cabo por la sociedad de forma circunstancial. No
armado, sino que, calladas las armas, continúa como peligro, como amenaza, como creemos que sea una forma coherente de pensar la guerra. Esta es un hecho social
posibilidad. Para Hobbes la guerra consiste «no solamente en la batalla o acción porque ocurre, tiene lugar, en los procesos de construcción, reconstrucción y
bélica, sino en el tiempo en que la voluntad de luchar es conocida; en consecuencia, conservación de la sociedad; pero su esencia, su destrucción, no la forman hechos
la noción de tiempo ha de estar contenida en la naturaleza de la guerra, como lo sociales, sino antisociales; no son realizaciones de la sociedad, sino destrucciones
está en la naturaleza del temporal. Del mismo modo que la naturaleza del temporal de la misma. La guerra está en el origen, pero no previamente, sino constituti-
no reside en uno o dos chaparrones, sino en la inclinación a los mismos durante vamente; la guerra es el obstáculo que la ciudad ha de vencer para constituirse; y,
varios días seguidos, así la naturaleza de la guerra consiste no en la acción puntual como obstáculo de la sociedad, no existe ni antes de la ciudad ni en la ciudad;
de la lucha, sino es la conocida disposición a ella, tal que durante todo el tiempo existe en su límite; tal vez podríamos, con Tenzer, a quien seguimos de cerca en
no hay seguridad para el enemig0 269 • este enfoque, que la guerra es «el trascendental de la política».
Hobbes inicia, con el símil entre atmósfera bélica y temporal, un fecundo Desde este punto de vista, en el origen está la división. La guerra, por no ser
ensanchamiento del campo semántico del concepto «guerra» que la filosofía ha humana, no puede ser una obra humana (del hombre racional); la guerra es lo no
continuado, pasando de significar estrictamente el conflicto bélico a incluir la humano sobre lo cual lo humano se constituye y se conserva. Es decir, lo humano
violencia natural, la dominación u opresión político-jurídica, la manipulación es el producto de una victoria sobre lo no humano; lo humano es siempre precario,
psicológica, la sumisión ideológica o la seducción estética. Este significado pues se conserva siempre bajo la amenaza de regresar a lo inhumano. Lo propia-
ampliado, en el que la guerra deviene la metáfora del mal político, nos sirve para mente humano es la lucha por la paz, contra la guerra y sus condiciones de posibi-
una primera justificación de la política como acción por evitar la guerra en tanto lidad; pues lo inhumano, la guerra, reaparece en cuanto lo humano se debilita,
que símbolo del mal político; y, de paso, para una precisión de sus funciones: resurge cuando los hombres dejan de ser hombres, se desarman de su humanidad
eliminar los obstáculos y transformar las situaciones que conducen a la guerra, sea y ceden en su larga lucha por construir la paz.
en su forma bárbara de aniquilación física del enemigo, sea en las más sofisticadas La ventaja de este enfoque, además de poner como exigencia moral la lucha
de eliminación de su dignidad humana. contra la guerra, es que pone la paz y cuanto la hace posible -la tolerancia, el
Puesta en el origen de la comunidad, debemos abandonar la idea de la guerra derecho, la moral, la política, la filosofía- como obra de los hombres; y esto implica
como algo que adviene a la comunidad, como si el estado natural fuera de un mensaje claro: la paz es posible porque es humana, la guerra es el fracaso del
comunidad en paz; y también la idea de la guerra como resultado del devenir proyecto humano. La guerra, queremos decir, no pertenece al hombre; pertenece a
social, inscrito en las leyes de la historia. O sea,hemos de rechazar la posibilidad la parte oscura del hombre; aunque, vale la pena recordarlo, la ciudad hay que
de un concepto de ciudad sin guerra, de una ciudad en paz perpetua; hemos de construirla con sus sombras, pues no puede ser sino reconstrucción de la caverna.
rechazar la guerra como contingencia, como anomalía. Por el contrario, debemos Esta manera de pensar la guerra y la ciudad encierra un profundo compromiso de
pensar la guerra como el fondo oscuro y el límite de la comunidad y ésta como la filosofía con la política.
una victoria continuada sobre la guerra, que así sería su origen, su límite y su
necesidad. La filosofía ha de pensar la guerra como resistencia que la comunidad 2.4 La filosofía y la despolitización
ha de vencer constantemente para constituirse y para no destruirse; ha de pensar
la vida de la comunidad como una victoria constante sobre la disgregación; ha de La despolitización es la figura que resume las carencias y perversiones de la política,
pensar que cada momento de permanencia en la vida en común implica una victoria y su mayor enemigo interno. Ya hemos hecho referencias a la llamada explícita de
sobre la escisión y la lucha. Esta perspectiva filosófica es una opción que acentúa el la filosofía a desertar de la política; aquí mencionaremos las profundas transfor-
carácter activo, creador, de la política; es una opción política maciones que ha sufrido la sociedad actual, los cambios sociales que afectan a los
Muchas confusiones tienen su origen en una concepción esencialista de la individuos y a la ciudad como colectivo, y los cambios en la transmisión y función
comunidad, en la cual la guerra es pensada como un accidente. Dado que la guerra del saber, concretados en el protagonismo de los mass-media. Ese orden social e
no puede pensarse sino como hecho social, se ha caído en la ilusión de verla como institucional, fruto tanto de la política como de sus carencias, es hoy su principal
accidental patología de la sociedad (exculpando implícitamente a la naturaleza). reto; el apoliticismo es en gran medida un fruto perverso de la política.
Tal representación responde a un esquema sofístico, en el que la sociedad es pensada Pero también es fruto de la filosofía, de su impotencia o de su renuncia, que
sustantivamente, como una esencia, como un sujeto que actúa a veces en paz y a parece cerrar los ojos ante el nuevo escenario, o abrirlos sólo para mostrar su horror.
Para comprender el problema de la despolitización, así como la estrecha unidad
269 Leviathan, 1, XIII. entre masificación e individualización, hemos de ir más allá de las profundas
206 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL pOLÍTICO 207

transformaciones políticas e institucionales de las democracias consensualistas y No es extraños que, desde esa consciencia, H. Arendt y sus seguidores hayan
remontarnos al nuevo modelo sociocultural que se está afirmando: la sociedad de redefinido la filosofía política como intervención en la opinión pública. Su nuevo
espectadores. «republicanismo», que incluye la reivindicación de la política entre el mercado y
Se ha dicho con acierto que la nuestra es cada vez más una sociedad de el estado, simula una defensa de la filosofía política, cuando en realidad es la
consumo; y se ha dicho igualmente que la mercancía dominante es la información. banalización de ésta. Han declarado lo político -al menos lo político que interesa
Sin duda la informatización implica una revolución de efectos políticos e a la filosofía- como la esfera del mercado de opiniones, donde el filósofo interviene
ideológicos impredecibles. Ahora bien, pasa más desapercibido otro rasgo de la sin pasar por la mediación política clásica, ahora reducida a esfera meramente
nueva sociedad, que se afirma a marchas forzadas, y que está más visiblemente técnica, de gestión de lo necesario. Así el filósofo interviene en la política sin
relacionado con el problema que nos ocupa: nos referimos a la generalización del militancia, sin organización, sin mediaciones institucionales; sin devenir gobernante
rol de espectador, a la metamorfosis de la sociedad de productores del capitalismo y sin devenir consejero de gobernantes. Su praxis política es ahora su praxis
liberal en la sociedad de espectadores del postcapitalismo. filosófica, su diálogo con los otros, su debate público, en el que la verdad es acuerdo
Los viejos sueños de pensar la ciudad desde el objetivo de la vida buena, la voluntario, la justicia es consenso y el bien es libertad de opinión. En otras palabras:
salvación cristiana, la autonomía moral, etc., han quedado atrás; también comienza la filosofía interviene en la política creando un espacio de distracción y
a parecer extraña la idea de la ciudad como asociación para la producción y la representación en el que filósofos espectadores (sean o no interactivos) simulan
subsistencia, para la lucha contra las necesidades; incluso ya no es dominante pensar construir lo común en el máximo respeto a la pluralidad, sin estar presionados
la misma en claves de emancipación respecto a la sumisión a la necesidad natural por la necesidad de la decisión y del ejercicio del poder, que se ejerce fuera de los
o a la arbitrariedad humana. Conquistados, al menos en la idea, estos objetivos, iluminados espacios del ágora.
cada vez toma más relevancia uno nuevo: la lucha contra el aburrimiento. Ya decía Desde luego que puede resultar sospechosa esta consagración de la filosofía
Pascal, fuera de contexto, que todos los males que advienen a los hombres proceden en el mundo de la opinión, de las doxae; por supuesto que para una filosofía que
del aburrimiento, de su incapacidad de resistir la soledad de unos cuantos días en conserve algo de su antigua pretensión de verdad y racionalidad tal tarea es una
una habitación. sumisión, siendo preferible una renuncia bien ritualizada. Pero muestra al menos
Hoy la sociedad puede ser pensada como una institución contra el aburri- que la filosofía no es impotente ni impune, y que la deserción es vergonzante
miento. Pero ésta es sólo la cara subjetiva de la nueva figura de espectador, en que mientras siga al menos abierto ese frente: el de la lucha contra la santificación de la
la nueva forma de producción y consumo necesita reconvertir al hombre. En la opinión. Y ésa es una lucha política siempre posible, sea cual fuere su resultado.
medida en que el hombre triunfa sobre la necesidad, su problema pasa a ser la
gestión de la libertad. Puesto que la vida política fue pensada en la modernidad
como instrumento para la emancipación, conseguida ésta pierde su sentido. El 3. El ideal a construir
ciudadano de derechos consagrados deviene espectador. La política es para él un
espectáculo; la enfermedad, la guerra, la moralidad, devienen espectáculos; toda Si la justificación de la política como ausencia de guerra es generalmente compar-
la vida social, a escala mundial, se le presenta como un espectáculo; ha de consumirla tida, su justificación positiva es más problemática; es decir, la filosofía política
como espectador, irritarse y sublevarse como activo espectador, olvidar con pre- actual confía más en la fundamentación negativa que en la positiva, declarando
mura como cualificado espectador. Lo que no es representable en forma de espectá- sospechoso cualquier ideal de vida humana, sea la «vida buena» aristotélica, la
culo no es real, es obsoleto; la realidad se mide y valora por su espectacularidad, es «autonomía de la voluntad» kantiana, la «vida ética» hegeliana, el «comunismo»
decir, por su representabilidad según claves espectaculares. marxista o la «auto excelencia» milliana. En consecuencia, hay pocas razones para
La relación del hombre-consumidor con la realidad es cada vez más la de mero afirmar un modelo de hombre o un modelo de ciudad como fines sustantivos de
espectador, hasta que deviene un ser-espectador, a costa de su ser productor, de su la política. Aunque seguimos insistiendo que el filósofo ha de bajar a la caverna.
ser activo. Si acaso, para curar la adicción participativa del antiguo régimen
productor-consumista, se simula el espectáculo como juego interactivo. En tanto 3.1 El ideal político
que espectador, renuncia a las viejas conquistas como sujeto productivo y sujeto
político; la crisis de sindicatos y partidos políticos de militantes, transformados en En la construcción de la ciudad la política no puede guiarse sólo por una norma
colectivos expectantes, responde a estas claves. Maquiavelo ya advertía, como ley genérica y negativa de lucha contra la guerra; necesita un ideal positivo, sustantivo,
de la naturaleza humana, que los hombres tendían a olvidar la defensa de sus aunque de contenidos flexibles y sin pretensiones de absoluta universalidad. Si no
objetivos una vez conquistados. El florentino añadía que tal renuncia solía acarrear puede ser un ideal de estado social final, o de modo de vida individual, al menos
la pérdida de los mismos. ha de ser un ideal político, en cuyo marco sean compatibles distintas formas de
208 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 209

organización social y de maneras de vivir. Lo cual implica, al menos, que dicho El ideal de autarquía es una forma particular de un ideal latente a lo largo de la
ideal político prefigure un tipo de hombre que tolere en los otros la diferencia y un historia: el de seguridad y estabilidad. Mantener la comunidad política, conservar
tipo de ciudad que posibilite y garantice la igualdad y la diversidad. La política, en su unidad, integridad, independencia y soberanía, llegaba a pensarse como un
estos límites, no tendría como objetivo la realización de una idea ética, sino la bien en sÍ. La razón de estado272 es la metáfora moderna de este ideal, en el que la
construcción de las condiciones para que los hombres decidieran, de manera política se justifica por conservar el orden político a cualquier precio y haciendo
reversible, su plan de vida. Sin este ideal político mínimo, la justificación de la abstracción de su contenido. Tal vez el símbolo moderno de esta idea sea el
política se vuelve relativista y arbitraria. Leviathan de Hobbes, que puede llevar al límite los poderes del Soberano con el
La necesidad de un ideal político se revela en todos los grandes textos filosóficos único fundamento de garantizar la sobrevivencia y estabilidad del Estado y la
por encima de las diversas concreciones de ese ideal. Platón, en la República, cuando seguridad de sus súbditos. Hobbes no recurre a una fábula, a mentiras piadosas;
construye en idea la ciudad perfecta, lo hace desde el ideal de autarquía. Para los cree más efectivo un orden legal bien respaldado por la fuerza; pero el significado
griegos la eternidad es símbolo de la perfección; por eso elabora una idea de ciudad es el mismo. Y el mismo ideal, teñido por las distintas condiciones socio-históricas,
en que hay todo lo necesario y con la potencia y límites necesarios, en la que cada encontramos en Maquiavelo. Su reflexión en los Discors¡"273 toma a Roma como
cual está en su sitio, todas las funciones sociales cubiertas y óptimamente atendidas. modelo de comunidad política porque su larga existencia no podía ser debida
Para ello la política ha de saber fijar la división del trabajo, distribuir cargos y sino a la perfección de su ordenamiento polít.ico jurídico; el ideal de una ciudad,
funciones, seleccionar y distribuir adecuadamente la educación, forjar en cada su virtu, es su perduración en el tiempo, y su vicio o perversión no es otra cosa que
clase el carácter y virtudes apropiadas; en ello consiste el difícil arte del gobierno. su fragilidad, su decadencia. Por eso un príncipe que lograra garantizar una larga
Para conseguir ese ideal Platón está dispuesto a acceder a cierta perversión de existencia a la ciudad, aunque para ello hubiera de recurrir a la crueldad y al
la política mediante el recurso a las «mentiras piadosas». Diseñada la ciudad ideal, disimulo, si conseguía su objetivo era un «príncipe de gran virtu».
garantía de la duración, nuestro autor aborda el gran obstáculo: conseguir que los Hoy este ideal no es plenamente satisfactorio, pero no debiéramos despreciarlo
miembros de la ciudad acepten aquel orden y lo valoren como el mejor, que acepten aunque la situación que lo alimentaba (inestabilidad de las ciudades-estado,
la desigualdad y la jerarquía, aunque haya que persuadirlos recurriendo a «una orígenes inseguros de los nuevos Estados) haya desaparecido. Por tanto, nos parece
noble mentira de aquellas beneficiosas». La mentira piadosa a la que recurre Platón que este ideal ha de estar incluido, como una componente, en un ideal político
es una fábula, un mito que haga ver como natural y divino lo que en realidad es aceptable en nuestro tiempo. La política ha de garantizar la unidad, la indepen-
una construcción racional humana: «Voy, pues, a hablar, aunque no sé cómo ni dencia y la estabilidad de la comunidad política frente a las fuerzas disgregadoras;
con qué palabras osaré hacerlo, ni cómo he de intentar persuadir, ante todo a los una comunidad política, como un ser vivo, es siempre un enigmático e inestable
mismos gobernantes y a los estrategas, y luego a la ciudad entera, de modo que triunfo sobre el desorden del universo, algo que merece ser conservado.
crean que toda esa educación e instrucción que les dábamos no era sino algo que Han habido otros ideales políticos, igualmente extendidos en la historia de la
experimentaban y recibían en sueños; que en realidad permanecieron durante todo filosofía, que aportan contenidos irrenunciables. La idea de que el fin de la política
el tiempo bajo la tierra, moldeándose y creciendo allá dentro sus cuerpos mientras es conseguir la libertad entre los hombres cuanta con autores tan relevantes como
se fabricaban sus armas y demás enseres; y que, una vez que todo estuvo Rousseau y Mill. Nadie ha hecho una defensa tan brillante y apasionada de la
perfectamente acabado, la tierra, su madre, los sacó a la luz, por lo cual deben libertad política positiva como Rousseau. La condición que el ginebrino pone al
ahora preocuparse de la ciudad en que moran como de su madre y nodriza, y orden político, defendiendo mejor a los hombres que el estado de naturaleza, cada
defenderla si alguien marcha contra ella, y tener a los restantes ciudadanos por uno <<uniéndose a todos, no obedezca empero más que a sí mismo y quede tan
hermanos suyos, hijos de la misma tierra»270. Pero, sobre todo, debe convencerlos libre como antes»274. La única justificación para pedir al hombre su renuncia a la
de la segunda parte del mito, sin duda el gran reto de la política: «Sois hermanos libertad natural es que gana la libertad moral: «única que hace al hombre dueño de
todos cuantos habitáis en la ciudad -les diremos siguiendo la fábula-; pero, al sí mismo, pues el impulso exclusivo del apetito es esclavitud y la obediencia a la ley
formaros los dioses, hicieron entrar oro en la composición de cuantos de vosotros que uno se ha prescrito es libertad». Y pocos han hecho tan brillante defensa de la
estáis capacitados para mandar; plata en la de los auxiliares, y bronce y hierro en la libertad personal contra los excesos del poder político como J. Stuart Mill,
de los labradores y demás artesanos»271. Si se logra que crean la fábula, si asumen la defendiendo la individualidad necesaria tanto para la moralidad como para la
desigualdad y aceptan el lugar que les corresponde, la ciudad será perfecta, por creación y auto estima humanas: «Este principio consiste en afirmar que el único
auto suficiente y estable, capaz de defenderse contra el exterior y el interior. Ese es
el ideal de ciudad y ese es el papel que la política ha de jugar en el mismo. 272 F. Meinecke, La idea de la razón de estado en la Edad Moderna. Madrid, CEC, 1983.
273 Discorsi, 1, lo
270 República, 414b-c. 271 República, 41Sa. 274 El contrato social, 1, 4.
210 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 211

fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se pensado, y es muy importante que exista»277. Con todo, el mayor mérito del trabajo
entrometa en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros, es la propia del abate es el de haber provocado la reflexión del ginebrino, quien en sus extensos
protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, Escritos sobre el abate de Saint-Pierre ofrece un proyecto alternativo de paz perpetua,
ser ejercido sobre un miembro de una comunidad, es evitar que perjudique a los donde argumenta tesis tan audaces como que el estado de guerra no responde al
demás. Su propio bien, físico o moral, no es justificación suficiente. Nadie puede estado de naturaleza sino el estado social. En fin, la formulación definitiva del
ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos porque ideal de paz perpetua y su fundamentación filosófica será llevada a cabo por Kant,
ello sería mejor para él, porque le haría feliz, porque en opinión de los demás en su Proyecto de paz perpetua278 •
hacerlo fuera considerado más acertado o más justo. Estas son buenas razones Recuperar hoy este ideal exige una opción política definida y concreta. La
para discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún perjuicio filosofía política ha de optar entre las dos alternativas siguientes: o un conjunto de
si obra de manera diferente ( ... ). La única parte de la conducta de cada uno por la comunidades ideales cerradas, locales, o una comunidad del género humano. Los
que él es responsable ante la sociedad es la que se refiere a los demás. En la parte autores clásicos optaron por las polis; el cristianismo recoge la idea de imperio y la
que le concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre adapta a una monarquía universal, con límites coincidentes con los de la cristiandad;
sí mismo, sobre su cuerpo y espíritu, el individuo es soberano»275. la filosofía moderna refuerza la idea de estado, y refiere a la misma su noción de
justicia y legitimidad, al tiempo que esboza el ideal de una ciudadanía del mundo,
3.2 La paz perpetua una república del género humano. ¿Cómo concretar hoy institucionalmente la
propuesta?
No es necesario extendernos más en el complejo tema de la libertad, que trataremos De entrada, parece que la filosofía, conforme a su ideal de paz perpetua, habría
en capítulo aparte; tampoco en otras dos componentes no menos complejas, como de defender una comunidad universal. Una comunidad política local expresa el
la democracia y la igualdad, también con su tratamiento separado. En cambio, nos ideal de la paz perpetua interior y localmente, el fin definitivo de la guerra en su
centraremos en un aspecto más general e incuestionable de un ideal político interior, entre sus miembros, al implicar el fin de toda escisión y el predominio
aceptable: el ideal de paz. Aunque el ideal de paz ha estado implícito en el ideal absoluto de lo universal y común. Pero, si bien esa idea excluye definitivamente la
clásico de comunidad política, el ideal de paz universal y perpetua recibe su guerra de su interior, no la excluye de su exterior, pues su ideal es compatible con
formulación moderna con la Ilustración. El ideal ilustrado de paz perpetua tiene una situación de guerra entre las diversas comunidades. En consecuencia, es un
un alto grado de universalidad, al relativizar los tipos de gobierno y las formas ideal imperfecto, o sea, no es un verdadero ideal. Corregir su imperfección significa
institucionales en función de la idea abstracta de paz perpetua: la política ha de corregir la idea de modo que incluya la paz exterior; yeso lleva a proponer la
asumir como su referente último la paz. Sin duda alguna los ilustrados pensaban comunidad mundial como única manera de pensar la paz perpetua.
la paz universal como resultado de acumular la paz de los estados, unidad política Tomando la comunidad del género humano como ideal la paz perpetua, dos
por excelencia; hoy, con más perspectiva histórica y mayor consciencia de los límites tareas se hacen necesarias: precisar el contenido del mismo y concretar las figuras
de la idea de estado (y no sólo de sus carencias históricas), el ideal de paz ilustrado políticas o el marco institucional que le sirve de soporte material. La falta de
debe ser reformulado en su extensión y en su comprensión; pero es un buen punto concreción del ideal de paz perpetua proviene de la ambigüedad antes señalada
de partida. del concepto de guerra, en cuyo seno tienen cabida, como hemos dicho, y junto a
El pacifismo se extiende en el siglo XVIII de la mano de la religión. William las conflagraciones armadas en sentido estricto, la violencia natural, ese fondo
Penn, fundador de Pennsylvania, de religión cuáquera, en su Ensayo sobre la paz irracional y espontáneo sobre el que se construye la vida social, y los conflictos
presente y futura de Europa (1693), donde argumenta que el cristiano ha de sociales y económicos, tanto los antagonismos (aquellos que la política sólo puede
renunciar al uso de la violencia, escribe: «La paz no es la ausencia de guerra, sino contener, pero no resolver), como las oposiciones que, puntuales o estructurales, se
una virtud que nace de la fuerza del alma»276. Pero será el abate de Saint-Pierre reproducen en las relaciones entre los hombres y que, aunque puedan degenerar
quien, con su Proyecto para conseguir la paz perpetua en Europa (1713), abra la en violencia o guerra, son sensibles a la política.
puerta al discurso moderno sobre la paz. El abigarrado y confuso texto, acreedor Sobre todas estas formas de enfrentamiento puede incidir la política, pero con
de mejores exégesis, arrancó a Rousseau valoraciones como éstas: «Si alguna verdad distinta eficacia y objetivo. La violencia natural, sobre la que se construye y afirma
moral puede ser demostrada, ésta es la utilidad general y particular de este
proyecto»; aunque lo parezca, no es una vana especulación, «es un libro sólido y 277 J-J. Rousseau, «Écrits sur l'abbé de Saint-Pierre», en Oeuvres Completes, vol. III. París,
Gallimard, 1964, pág. 59l.
275 John Sto Mill, Sobre la libertad. Madrid, Alianza, 1986, págs. 65-66. 278 Sobre el ideal ilustrado de paz perpetua ver Roberto R. Aramayo, J. Muguerza y C.
276 Cf Jean Touchard, Historia de las ideas políticas. Madrid, Tecnos, 1969. Roldán (eds.), La paz perpetua y el ideal cosmopolita de la ilustración. Madrid, Tecnos, 1996.
212 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL POLÍTICO 213

constantemente la ciudad, es un límite inseparable de la política; ésta puede incidir protección jurídica. La paz perpetua, así entendida, nos parece un buen ideal para
sobre su base material (la naturaleza humana, las condiciones sociales), pero no la política, que de este modo ve iluminado su campo y su método de actuación.
hay victoria definitiva; es decir, en un ideal político no se puede incluir su Para acabar conviene una reflexión sobre la pertinencia de un ideal en
eliminación. La guerra es, como hemos dicho, condición y límite de la política, apariencia sustantivo en unos momentos en que el único ideal que se admite es el
pero también es su efecto; si la violencia natural expresa la impotencia de la política, procedimental; el mismo ideal democrático, el único que hoy se enfatiza, es reducido
la guerra dice su carencia. Pero, por eso, por ser en gran medida resultado del a una mezcla de libertad negativa y elección individual, sin insistir en la libertad
fracaso de la política, puede incluirse en un ideal, pues basta suponer la eficacia de positiva y en los contenidos participativos. Ciertamente, el ideal de paz perpetua
la política. Los antagonismos también ponen a prueba la política, que habría de que hemos esbozado, y que es una reconstrucción del ilustrado, no coincide ni con
poder disolverlos; estos antagonismos, con base social, miden en cada caso la el ideal de la democracia liberal ni con el de la democracia mass-mediática o del
capacidad de la política. En fin, en cuanto a los conflictos sociales, la política habría deseo; éste, porque no pone contenido ético ni racional alguno; aquel, porque el
de poder mantenerlos en unos límites que no degeneraran en antagonismos y contenido que pone, una peculiar versión de los derechos del hombre, es en todo
guerras; su desaparición equivaldría a convertir el ideal en la comunidad de los caso insuficiente y con problemas de fundamentación. El ideal de paz perpetua es
santos; su mantenimiento político implicaría incluir en el ideal la tolerancia, la compatible con la democracia porque no se fundamenta en ningún referente
diferencia, la individualidad, etc. El crimen, la tiranía, la insurrección, son formas metafísico, sino en la creencia razonable de que, en una democracia efectiva en
de violencia natural; la lucha de clases, el terrorismo, el nqcionalismo, son ejemplos que los hombres en plano de igualdad política y sin diferencias sociales
de antagonismo; la desigualdad social, las diferencias étnicas o religiosas, el determinantes pudieran decidir, eligirían la paz perpetua así entendida. Se trata
desarrollo desigual, pertenecen al orden de los conflictos. de un ideal mínimo, que parece compatible con las aspiraciones históricas de los
La paz perpetua, por tanto, debe pensarse como alternativa a esos factores que pueblos y con las formulaciones políticas de la filosofía; un ideal que, además,
ponen en peligro una vida en común. Sin duda alguna ese ideal debería excluir la tienen el efecto práctico de determinar la política hacia la democracia, pues el
violencia natural a los márgenes, construyendo un hombre y unas condiciones auto gobierno de los hombres es la mejor garantía para buscar la paz; el ideal
sociales refractarias, pero aceptando que la política, como decía Hume, no puede democrático, por tanto, no sólo cabe sino que se confunde con este ideal mínimo
transformar la naturaleza humana; el ideal no puede hacer imposible la violencia de la paz perpetua.
natural, no puede exigir el hombre santo. En cambio, la paz perpetua debe pensarse
como imposibilidad de la guerra, en sentido kantiano; siendo ésta efecto de la 3.3 El Estado y el Orden Internacional
impotencia de la política, es un objetivo alcanzable e irrenunciable; es el reto
principal de la política. Por tanto, ha de exigírsele a la política desde el ideal la En cuanto a las figuras institucionales que expresan mejor este ideal, el debate gira
superación de todas las oposiciones que puedan devenir guerra, de todos los en torno a dos modelos, que llamaremos respectivamente Unión de estados y Estado
antagonismos, los conflictos de clase y nacionales, terrorismo y aquellas oposiciones mundial, que se disputan la mayor eficacia para cumplir el ideal. El primero se
morales, ideológicas, económicas, etc., que, en terminología schmittiana, enfrenten basaría en el estado como garantía de la paz perpetua interior y en una unión
a los hombres los unos a los otros en términos de aniquilación. Controlar los entre estados como medida de coexistencia pacífica, como garantía contra la guerra;
antagonismo es evitar la guerra; eliminarlos es hacerla imposible, es construir la la paz perpetua mundial aparece, desde esta perspectiva, como un ideal inalcanzable.
paz. Eliminar los antagonismos equivale a intervenir sobre la naturaleza humana En el segundo caso se generaliza y extiende el modelo de estado a escala mundial,
y sobre las condiciones materiales de existencia simultáneamente, con la educación esperando así generalizar los efectos pacificadores localmente reconocidos al estado
y con el derecho, con la ética y con la fuerza. nacional. Aunque teóricamente compatibles, pudiendo ser pensadas como fases
Por último, el ideal no tiene necesariamente que exigir la eliminación de los de un mismo proceso, en la práctica pueden llegar a oponerse, pues es muy distinto
conflictos, en el indicado sentido de diferencias individualizado ras; sólo conviene caminar hacia la disolución de los estados en un estado mundial que hacia la
exigir a la política que los controle en términos de que no devengan antagonismos. reafirmación de los estados soberanos en una unión de estados.
Un ideal de absoluta hermandad y amor no es un ideal político, aunque pueda ser Tanto la Unión de estados como el Estado mundial buscan su justificación en la
un buen ideal moral; el fin de la política no es crear el hombre bueno: ¿desde idea del estado, recogiendo el prestigio que este tipo de organización política e
dónde fundar el ideal de bien?; su fin es construir la ciudad, es decir, las condiciones intentando extender su eficacia y corregir sus carencias; ambas alternativas, por
en las que el hombre pueda vivir en paz junto a los otros. Por tanto, en el ideal han tanto, giran alrededor del estado, como dos versiones actualizadas de su idea.
de caber los conflictos potenciales derivados de las diferencias e individualidad Efectivamente, la idea de estado provoca gran atracción en nuestra cultural
que Stuart Mill ponía como base de la autoestima y la propia excelencia; occidental, contando con prestigio filosófico y arraigo histórico; no podemos
desigualdades creadoras, compatibles en un marco político de tolerancia y ignorar que la idea de estado ha significado en la filosofía moderna no sólo la
214 FILOSOFÍA POLÍTICA EL IDEAL pOLÍTICO 215

seguridad, la libertad, los derechos, la posibilidad del mercado e incluso el bienestar, A esta menor tradición filosófica de la idea de unión de estados hay que añadir
sino la condición objetiva de la moralidad, la vida ética y, en el límite, la racionalidad. su supuesta debilidad intrínseca, a juzgar por la experiencia histórica y por razones
Además, el estado ha significado en la filosofía moderna la victoria (momentánea) teóricas. Se piensa, razonablemente, que si la eficacia de la política se mide por sus
sobre la guerra; su mérito indiscutible reside, sin duda, en la supuesta eficacia para éxitos en imponer la unidad, un espacio político mundial será una institución
acabar con la guerra en el interior, que permite la unidad y el intercambio, si no la más frágil por contener en su seno una menor unidad cultural y étnica y una
identidad y la vida ética; que permite el reinado de la ley, si no de la moral; que mayor debilidad política y jurídica; habría insuficiencia de leyes comunes y, sobre
permite, en fin, dirigir un proyecto económico coordinado, si no común. todo, carencia de la «fuerza de la ley». En consecuencia, la unión de estados se ve
Se comprende, por tanto, que en nuestros tiempos cualquier idea de comunidad como un complemento del estado, una cierta instauración de la coexistencia entre
política se apoye en la representación moderna del estado, no pasando de ser una éstos, que siguen siendo las figuras políticas de la paz y la identidad.
actualización de la misma a las nuevas condiciones geopolíticas. Es el caso de los La otra representación del orden internacional en disputa es el estado mundial.
grandes proyectos contemporáneos transestatales orientados a conseguir la paz De la misma manera que en la unión de estados, el referente es el estado, la ideal
perpetua, como la unión de estados y el estado mundial. del cual se generaliza y extiende a la totalidad del universo humano. El estado
La unión de estados tiene a su favor el hecho de respetar y mantener el estado mundial es, por tanto, aparentemente fiel a la idea de estado, como simple expansión
moderno y su soberanía; conserva así la probada eficacia histórica del estado para al límite de la misma; por tanto, aparentemente hereda los éxitos de este modelo
mantener la paz interior, el dominio de la ley y la igualdad formal ante la misma; y de comunidad política y parece legítima su pretensión de consolidarlos y ampliarlos;
la complementa con un orden internacional que elimina el estado de naturaleza el orden político con éxitos reconocidos localmente se presume igualmente
entre los estados y somete las relaciones entre los mismos a pactos y reglas. Es, por adecuado en el plano mundial, y la fuerte unidad particular conseguida se postula
tanto, un paso político más hacia la paz perpetua; pero un paso que siempre contará universalmente. Pero, en rigor, esta argumentación es falaz en su razonamiento
con la resistencia de los estados a ceder parte de su soberanía al derecho inter- abstracto, y conlleva importantes efectos políticos. La falacia nace en el presupuesto
nacional y a aceptar someterse a cualquier poder político que transcienda sus del continuo.
fronteras. La unión de estados es hoy por hoy una idea muy frágil de comunidad La idea de un estado mundial, bien analizada, no es hoy un ideal, sino una
política. pura y extravagante quimera. Inferir de la eficacia del Estado para la paz interior la
Además, la idea de unión de estados, referente ideal de las complejas, difusas y de un estado mundial, es pura fantasía; éste presenta una mayor debilidad y
frágiles relaciones entre los Estados, tiene menor tradición filosófica y menos éxitos fragilidad, tanto cuantitativa como cualitativa, para garantizar la paz internacional.
históricos; las referencias al mismo apenas pasan de ser meras asociaciones de Cuantitativa: por su menor poder coercitivo aunque se llegara a unas leyes únicas
estados basadas en la no agresión; es una idea moderna, que surge en la sociedad universales, un ejército, poder político y judicial efectivos; cualitativa: por la mayor
abierta. En el mundo clásico la política estaba restringida por su ámbito, la hostilidad en su seno, mayor resistencia a la unidad política, fruto de las mayores
comunidad cerrada. Para Aristóteles la política era coextensiva de la ciudad, diferencias étnicas, culturales, económicas, históricas, lingüísticas, etc. Siendo
teniendo fronteras comunes; la paz se define interna a esas fronteras. Fuera de la insuficiente la idea actual de un Orden Internacional como Unión de Estados, la
ciudad no había política; las relaciones entre estado eran de indiferencia o de guerra. de un Estado mundial nos parece actualmente anacrónica; tal ve haya que
Cuando surgen las teorías modernas del estado, en las que éste se representa como transformar fuertemente la idea de Estado antes de mundializarla.
construcción humana (contrato social), como victoria del deseo de paz y seguridad En este sentido, en lugar de idealizar el Estado y su eficacia pacificadora
sobre la situación natural de «guerra de cada uno contra todos», dichas teorías se conviene constatar sus insuficiencias. En la idea moderna del Estado, tal como
representan el orden internacional como puro estado de naturaleza de los estados. aparece en sus más brillantes teóricos, no sólo parece que se ha renunciado al ideal
Efectivamente, carente de un poder común, no hay motivo disuasorio para que de paz local, sino incluso a un ideal exhaustivo de ausencia de guerra interior.
cada Estado no use su poder. Las escasas referencias a un abstracto «derecho Aunque se han dado otras ideas alternativas, la idea del Estado más sostenida por
internacional» no diluyen el verdadero problema de la ausencia de ley; sería un los filósofos y, en definitiva, la que se ha consolidado en nuestra cultura occidental,
derecho sin sanción, cuya existencia parecería utópica. Como ha señalado Hobbes, pone a éste como un instrumento al servicio del orden social, como juez que
en el estado de naturaleza «las nociones de legítimo e ilegítimo, de justicia e garantice los equilibrios inestables del intercambio; que proteja las diferencias y
injusticia, no tienen lugar, pues donde no hay poder común no hay leyes y donde evite sus efectos perversos, que defienda la individualidad y fuerce la mínima
no hay leyes no hay injusticia. La violencia y el engaño son, en tiempos de guerra, coordinación imprescindible; que contemple y garantice el enfrentamiento de los
las dos virtudes cardinales»279 . hombres y las clases en el mercado controlando las perturbaciones. Esa idea del
Estado, se acentúe más el papel de la fuerza (Hobbes) o del derecho (Kant), se
279 Leviathan, 1, XIII. confíe más en el libre y armonioso juego de los egoísmos (Mandeville, Smith) yen
EL IDEAL POLÍTICO 217
216 FILOSOFÍA POLÍTICA

el equilibrio plural (Schumpeter) o en la ingeniería social (Popper), tal vez sea y ser gobernado por un déspota que ser anexionado y perder su soberanía. El estado,
eficaz contra la violencia natural y contra la guerra, pero no lo es contra los como espacio de paz y de moralidad, es puesto como una conquista definitiva.
antagonismos; podrá controlarlos, forzar la aceptación de la dominación económica Pero Kant tienen en mente el «estado nacional». La crisis actual, con el
y la opresión nacional, evitar incluso que no se metamorfoseen en guerra, pero resurgimiento de movimientos nacionalistas que ponen de relieve la no coinci-
nunca conseguirán la paz dencia entre estado y nación, abre nuevas interrogantes. La perspectiva, a nuestro
Por otro lado, ni siquiera esa pacificación limitada puede quedar consolidada. entender, pasa por sincronizar la articulación de estados en uniones de estados y
Sobre la base de esas escisiones activas, los simples pactos de coexistencia entre redefinir éstos como uniones de naciones, con autonomía y márgenes de auto-
Estado no evitan la guerra; baste recordar Somalia, Irak, Uganda, Sarajevo, Kosovo, gobierno. Desde esta perspectiva, las ventajas del estado por su mayor unidad
sin retroceder en el tiempo, para ver cómo la unidad interior se quiebra, al igual interna y facilidad para mantener la paz pierden su base cualitativa; sólo conservan
que ante situaciones como la inmigración del sur. La guerra, los antagonismos - la ventaja histórica del tiempo: los años «obligados» a coexistir, la experiencia
eufemistamente «desequilibrios»- del exterior quiebran la frágil coexistencia común del sometimiento a las mismas leyes. Pero esa distancia es recuperable; la
interior. Por lo tanto, el Estado no puede ser considerado la vía hacia la paz, aunque unión de estados, por tanto, tenderá a presentarse como más adecuado que los
pueda ser un instrumento parcial e histórico para la misma. estados; la unidad política, incluso, parecerá más razonable e igualitaria a los pueblos
Nuestra conclusión es, pues, que la idea de un estado mundial es anacrónica e y naCIOnes.
inapropiada, porque promete menos eficacia que el estado moderno; pero que
éste, a pesar de su eficacia relativa, se presenta actualmente afectado por antago-
nismo sociales y nacionales, y por guerras internacionales, que desbordan sus
posibilidades. En consecuencia, hay que caminar en la idea de transformación de
los Estados en comunidades políticas sin antagonismos; y así se podrá avanzar en
una idea del Orden Internacional como comunidad política de pueblos y naciones.
Hemos de reconocer que tal perspectiva tiene en contra toda la tradición
política de la filosofía moderna, con su embellecimiento del Estado, tanto por su
eficacia frente a la guerra como por expresar un ideal de comunidad. Maquiavelo,
como todos los clásicos, enaltecieron la tarea de los legisladores políticos, de los
forjadores de estados: instituir un estado era un bien tan indiscutible que justificaba
cualquier costo y procedimiento 280. Cicerón no duda en llamar a Escipión para
que se erija en dictador y reconstruya la república281 • Y Kant, en su Proyecto de paz
perpetua, hace una férrea defensa de los estados, de su soberanía, de su
independencia, criticando todo cuanto ponga en cuestión su unidad y su
independencia: «Un estado, en efecto, no es (como, por ejemplo, el territorio en
que está establecido) un patrimonio. Es una sociedad humana y nadie más que él
mismo tiene derecho a imponerle órdenes y disponer de él. Por tanto, incorporarlo
a otro estado, como un injerto, es privarlo de su existencia como persona moral y
hacer de esta persona una cosa; en consecuencia, es contradecir la idea del contrato
primitivo, según la cual no se podría concebir ningún derecho sobre un pueblo;
nadie ignora a qué peligros ha expuesto Europa el prejuicio de este modo de
adquisición, a saber, que incluso los estados pueden casarse entre ellos»282. Kant
llega a pensar que es preferible para un estado carecer de constitución republicana

280 Discorsi, 1, 9. Hemos tratado ampliamente este tema en J.M. Bermudo, Maquiavelo,
consejero de príncipes. Barcelona, PUB, 1995.
281 Cicerón, De Republica, VI, 12.
282 1. Kant, Proyecto de paz perpetua. Edic. cit., pág. 4-5.
La política y la ética

«El hombre moderno necesita algo más que un


conjunto de costumbres y prejuicios que sean cohe-
rentes con la realidad, aunque no los vea así; necesita
una filosofía práctica. Vive en una sociedad cambiante
y es socialmente móvil dentro de ella; no está expuesto
a un cambio tan lento que no pueda percibirlo. Vive en
una sociedad donde los hombres tratan deliberada-
mente de cambiar sus instituciones. Para no sentirse
perdido en la sociedad, necesita situarse dentro de ella,
lo que implica algo más que un entendimiento de lo
que es la sociedad y de cómo está cambiando. Implica
también tener un conjunto coherente de valores y saber
cómo usarlos para estimar lo que está sucediendo;
implica tener una filosofía práctica, la que en el mundo
moderno no puede ser adecuada si no es a la vez una
filosofía social y política».
J. Plamenatz, La utilidad de la teoría política

1. Etica y política, de la identidad a la oposición

1.1 Confusión y paradoja

Dice S. Veca que «ética y política» es <<una expresión solemne, vaga y complicada»283.
Es «solemne» porque alude a una familia de cuestiones recurrentes, de larga historia,
de sucesivas respuestas insatisfactorias; es «vaga» por los muchos y diversos
significados que han recibido los términos, por las múltiples interpre-taciones según
contextos e intereses; en fin, es «complicada» porque es difícil para la filosofía
renunciar a respuestas y soluciones unívocas, a pesar de la consciencia de la esencial
pluralidad de las explicaciones y demostraciones filosóficas.
Aun coincidiendo con la valoración del pensador italiano, hemos de
plantearnos la relación entre ética y política. Y hemos de hacerlo especialmente
acuciados por una situación paradójica: el discurso de la tradición filosófica sigue
resolviendo dogmáticamente la cuestión, afirmando la distinción y prescribiendo
la subordinación de la política a la ética; el discurso filosófico más crítico y actual

283 S. Veca, «Filosofia política e filosofia morale», en Dino Fiorot (ed.), La ftlosofta politica,
oggi. Turín, G. Giappichelli Editore, 1990.
220 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 221

se inclina por declarar la impotencia, cuando no la perversidad, de la determinación En fin, a nivel popular se ha extendido la idea, aceptada con escepticismo y
política de la ética, dejando ésta en manos de la consciencia común y llamando a resignación, de la indiferencia de la política ante la ética. De la constatación empírica
la filosofía a su deserción ética y política; en fin, la opinión social dominante se de la corrupción de los políticos, gobernantes o jueces, se pasa sin la debida
inclina, conforme a la experiencia cotidiana, por considerar inevitable la corrupción argumentación a la afirmación de la intrínseca corrupción de la política, de la
de la política, indiferente ante la ética. Así planteada la cuestión, lo que está en política como práctica ligada con el poder, el tráfico de influencias, la simulación
juego no es sólo la relación entre ética y política, sino el sentido mismo de una y disimulación, cuando no el cinismo y la indiferencia moral. Paradójicamente, se
filosofía política. afirma la inevitabilidad de la corrupción al tiempo que se postula la total supremacía
El discurso académico supone que la Ética y la Política son dos disciplinas con de la moral sobre la política y que se exige a ésta la máxima pureza. El panorama,
objetos y fines diferenciados. Es habitual encontrar argumentos como el de Alan por tanto, no puede ser más confuso.
Brawn, que deslindan los campos con suma facilidad: «Sobre estas bases podemos
distinguir dos ramas de la filosofía práctica, -ética (o filosofía moral) y política 1.2 De la ética política a la moral
(más precisamente filosofía política). La ética se refiere al individuo: cómo debería
éste vivir su vida, qué ideales y valores debería adoptar, qué reglas debería cumplir. Nuestra reflexión sobre la relación entre la ética y la política responde a dos
La filosofía política se refiere al aspecto social de estas cuestiones o, con mayor presupuestos; uno, que dicha relación está fuertemente afectada por la evolución
precisión, al problema de la manera de organizar una sociedad»284. De la misma histórica del concepto de lo ético, y en particular por el paso de una ética de
manera, la idea de que «la política sin ética es politiquería» parece distinguir a los costumbres y virtudes a otra de derechos y deberes (distinción que Hegel tematiza
pensadores con dignidad de los maquiavélicos. como Sittlichkeit y Moralitat); y dos, que el aspecto central del problema es la
Por otro lado, en el marco de la deriva deconstruccionista y pragmática de la cuestión maquiaveliana, es decir, la relación entre ética y política en situaciones
filosofía contemporánea, proliferan las tesis en pro de la deserción ético-política excepcionales, cuando la defensa del bien parece exigir el recurso al mal.
de la filosofía. En un reciente escrito «Contre la phílosophie politique»285, A. Badiou El problema es tan antiguo como la filosofía. Ya la República testimonia los
no duda en afirmar que «Una exigencia fundamental del pensamiento contem- debates respecto a si es preferible hacer el malo sufrirlo; si hay circunstancias en
poráneo es la de acabar con la filosofía política»286. La pretensión de una filosofía que no se debe ser justo; si el bien puede producir el mal, y a la inversa. Aunque, en
política, viene a decirnos, es fruto de la arrogancia y mala fe de los filósofos. De la general, la filosofía tendía a identificar ética y política, a confundir su objeto, el
arrogancia, porque con tal proyecto obtendría un triple beneficio de erigirse: problema de su distinción y relación estaba planteado. No obstante, será siglos
«[primero 1en el analista y pensador de esta objetividad brutal y confusa que es la después, con la modernidad, cuando la Ética (descripción de costumbres y virtudes )
empiricidad de las políticas reales; segundo, en quien establece los principios de la deviene Moral (prescripción de deberes y derechos cuasi jurídicos), y cuando la
buena política, de aquella que es conforme a las exigencia de la ética; y, tercero, no Política (arte de construir la ciudad) suspira por ser Politicología (ciencia de la
tener, para realizar esta tarea, que ser militante de ningún proceso político ciudad), el momento de consagración de la escisión; y, una vez instaurada y
verdadero, de tal modo que podría indefinidamente dar lecciones a la realidad en conceptualizada, aparece la escisión y los problemas de forma aguda.
la modalidad que le es más querida: en la del juicio»287. De la mala fe, porque la La tradición filosófica clásica unía ética y política, junto con derecho yecono-
pretensión de neutralidad y moralidad es la una forma perversa de servir al poder, mía, dentro de la filosofía práctica, de la reflexión filosófica sobre la praxis humana.
de ocultar que «toda filosofía está bajo la condición de una política real»288, en Todas confluían en el objeto: establecer los fines del hombre, fijar el compor-
definitiva, de legitimar y reproducir el orden de cosas existentes. Sea declarando la tamiento que los hombres habían de asumir para lograr su perfección. Cada
política invulnerable y la ética impotente, sea resaltando que toda filosofía práctica disciplina era un arte parcial que aspiraba a regir una esfera de la acción del hombre,
sirve a una política inconfesa, lo cierto es que la filosofía contemporánea ha a formar un aspecto de la personalidad humana; entre todas constituían el arte de
desmitificado la esperanza ética de la política tanto en claves epistemológicas y formar hombres, de forjar su carácter, siendo todas confluentes al mismo ideal de
ontológicas como éticas y políticas. perfección humana. Bajo esta coincidencia de fines, no obstante, aparecía la
distinción y la jerarquía entre ellas.
Cuando, como en el caso de Platón y Aristóteles, la perfección del hombre se
284 Alan Brown, Modern Political Philosophy. Theories of the Just Society. Londres, Penguin veía en la vida política, en su devenir ciudadano, el «arte del gobierno» o «arte de
Books, pág. 1l.
285 En A. Badiou, Abrégé de métapolitique. París, Seuil, 1998.
formar ciudadanos» ganaba eminencia y la política dirigía toda la filosofía práctica,
286 Ibíd., 19. subsumiendo en su seno a la ética y dando a ésta un sentido próximo a lo que hoy
287 Ibíd., 19. llamaríamos ética social; cuando, al contrario, el pesimismo político llevaba a
288 Ibíd., 25. idealizar formas de vida más especulativas e individualizadas, como en el
222 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 223

epicureísmo, la tarea de formar hombres quedaba en ~anos de la ét,i~a, que adquir~a 2.1 El ideal ético-político de Platón
un sentido cercano a lo que hoy llamamos moral, dejando a la pohtlCa la tarea mas
elemental de hacer posible que vivan juntos. Por tanto, ya en el mundo clásico está Platón escribió la República cuando en algunas polis griegas, como Atenas, había
planteado el problema de la relación entre ética y política, con unas posiciones arraigado la democracia, o sea, cuando había aparecido el ideal de ciudadano,
filosófica que tienden a identificarlas y otras a separarlas; y ya en esos mom~~tos cuando la política se había generalizado como ideal de vida, al ser puesto como
aparece una tendencia a pensar lo ético de forma diferente: como ~ostumbres ClVlCas expresión de la perfección humana. Este ideal implicaba que todos los ciudadanos
y comportamientos políticos en las filosofías que afirman la ~~Idad; co~o moral poseían las virtudes o cualificaciones adecuadas, que dominaban el arte del
individual y autodeterminación personal en las que separan etlca y pohtlCa. gobierno, lo que parecía a Platón contradictorio con su concepción del saber, según
Ahora bien, lo que sí es común al mundo clásico es pensar la ética y la política el cual cada uno había de dedicarse al arte para el que estuviera dotado, y hacerlo
como arte, en el sentido fuerte de trabajo artesano, que moldea la materi~ prima. de forma exclusiva. Sentía perplejidad ante tal situación, pues si bien nadie que no
Formar al hombre es forjar su carácter, construir su naturaleza como conjunto de fuera médico o piloto osaba practicar el arte de la medicina o de la navegación, en
disposiciones y cualidades para la acción, de virtudes. Mientras que ~a vid~ buena cambio hasta los zapateros y carpinteros a atrevían a practicar el arte más difícil de
se piense como vida política, la ética y la política confluyen en el mIsm.o Ideal de todos, el de la política. Y veía en ese desorden la fuente de degeneración de la
construir ciudadanos; las virtudes del hombre justo son las del buen cmdadano; política y de la perversión de las leyes, como mostraba el hecho de la condena de
289
en lo ético-político no hay solución de continuidad. No sólo hay concordancia Sócrates, el hombre más sabio y justo.
entre el fin de la ética, la vida buena, y el de la política, la ciudad justa; sino que Para Platón la política era tal vez el arte más noble, pues tenía como misión la
identifican su finalidad al entender por vida buena la vida política, la praxis o producción en el hombre de las virtudes éticas. La política decidía la educación y
virtud del ciudadano. En cambio, cuando se pierde la confianza en la ciudad y se los valores, las leyes que determinaban los hábitos y costumbres, la religión; la
renuncia al ideal de vida pública, es decir, cuando ya no se trata de producir política determinaba la comunidad de mujeres e hijos y vetaba la propiedad a los
ciudadanos sino hombres, el arte de la política pierde protagonismo e interés en gobernantes; la política, en definitiva, creaba el ethos. Por eso cada ciudad se
beneficio de la ética; y como el ideal de hombre supone virtudes diferentes al ideal distinguía por sus virtudes, por su carácter, por su éthos, que se reflejaba en sus
de ciudadano, cambian los contenidos éticos, antes ligados a la praxis social, para instituciones políticas. No tenían el mismo carácter los espartanos que los tebanos
devenir más íntimos y personales, más próximos a la moral moderna. o los atenienses; no tenían los mismos valores y costumbres; en fin, no tenían sus
En todo caso, unidas o separadas, la ética y la política son disciplinas eminente- ciudades las mismas leyes e instituciones. Lo ético-político constituía un continuo,
mente prácticas, prescriptivas. La filosofía del siglo xx, analítica, deconstruc- y la primacía de la política le venía de su carácter ético. Cuando, como en la
tivista o postheideggeriana, argumentará por el contrario el carácter arbitra~i~ ~e democracia, según creía Platón, la política rompía el éthos, era condenada en
cualquier prescripción, sospechando que bajo cualquier norma de deber o JUICIO nombre de la ética y, sobre todo, en nombre de otra política ideal que, como describe
de valor en el fondo se oculta la expresión de gustos, sentimientos o deseos en la República, es respetuosa con las costumbres y valores de la antigua Atenas. En
particulares. El vasto desarrollo histórico desde una idea de la ética y la ~olítica el plano empírico pueden oponerse, por corrupción de una u otra; pero filosó-
con las aspiraciones prácticas de definir y realizar la vida buena hasta otra Idea de ficamente se afirma su unidad, su confluencia e incluso su identidad.
las mismas reducidas a deconstrucción o análisis del lenguaje moral está sembrado No podía ser de otra manera. Para Platón la ética y la política, como las demás
de versiones diferentes de las mismas y de interpretaciones diversas de su relación. disciplinas y praxis o virtudes, tienen por fin, por ideal, la perfección del hombre,
No es éste el lugar para reconstruir su historia; nos limitaremos a seleccionar y su bien; y ésta perfección se logra en la vida política. La condena a muerte de
comentar algunas posiciones arquetípicas con pretensiones ilustrativas. Sócrates, valorada en el Critón, ilustra esta idea platónica. El filósofo es condenado
por las leyes de una ciudad, Atenas, que por su orden democrático no era su modelo;
le dieron la posibilidad de salvar la vida y huir a Esparta o Creta, ciudades con un
2. La unidad de lo ético-político gobierno más en línea con la idea política socrático-platónica, pero se negó. Los
argumentos que Sócrates da a sus interlocutores y amigos son interesantes. En
El momento de mayor indistinción entre ética y política se da en la filosofía clásica; primer lugar, porque había aceptado dichas leyes, como demostraba el hecho de
en coherencia, no se plantea la cuestión maquiaveliana. Veremos el problema en no haber abandonado el país; por tanto, por una especie de contrato o pacto de
sus dos mejores exposiciones, la de Platón y la de Aristóteles. obediencia implícito. En segundo lugar, y es más significativo, porque las leyes le
habían creado y alimentado, le habían hecho ser lo que era; le habían dado, por
decirlo metafóricamente, su alma de ateniense, su ser ciudadano de una polis.
289 Tesis que encontramos en W. Nestle, Historia del espíritu griego. Barcelona, Ariel, 1975. Gracias a ellas no era un bárbaro o un esclavo, alguien sin alma humana; abandonar
224 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 225

Atenas equivaldría a renunciar a su ser ciudadano, a su ser humano, pues en ninguna en él la justicia es, como en la ciudad, que las partes de su alma, la razón, el coraje
otra ciudad sería reconocido como tal, quedando reducido a meteco, a extranjero yel deseo, ocupen cada una su puest0 291 •
sin vida política. El ideal ético es vivir conforme a las leyes y costumbres de su La identidad entre ética y política, como vemos, es completa292 • Las virtudes
ciudad; y el ideal político es participar en la construcción y defensa de esas leyes y de la ciudad vienen de sus individuos, y a la inversa, pues los individuos son forjados
costumbres; así de sencillo. en la ciudad; por eso distinto carácter de individuos determina distintos tipos de
La República, la primera gran obra de filosofía política, incluye dos reflexiones po lis. Aunque Platón tenga sus preferencias, tanto en el tipo de hombre como en el
entrecruzadas: una sobre el hombre justo y otra sobre la ciudad justa. El discurso de ciudad, acepta que, en cada circunstancia, para cada tipo de hombre se requiere
filosófico se inicia en torno a la primera, motivado por la serena felicidad de Céfalos, un tipo de ciudad; no hay una ética universal, sino una ética de cada polis, conforme
que bien pudiera derivar de su alma justa, en paz con los dioses y los hombres. a su ordenamiento.
Pero, para definir el hombre justo, en el esquema platónico, hay que elevarse al Platón, además, funda esta identidad en una metafísica del hombre que le
conocimiento de la justicia, y esta idea se resiste, como prueban los primeros permite resolver con optimismo el mayor problema de la filosofía política.
escarceos del diálogo. Sócrates, por fin, verá una posibilidad de salida: leer la justicia Efectivamente, cuando Platón ofrece una base ética para la sociedad, es decir,
en la ciudad y, en posesión de la idea, definir el hombre justo: «La investigación cuando muestra que la justicia es tanto perfección de la sociedad como del
que emprendemos no es de poca monta; antes bien, requiere, a mi entender, una individuo, nos ofrece una sugestiva propuesta en la que la antropología, la ética y
persona de visión penetrante. Pero como nosotros carecemos de ella, me parece la política confluyen en el mismo ideal, en la misma norma. Su antropología le
que lo mejor es seguir en esta indagación el método de aquel que, no gozando de permite afirmar que cada individuo está, por naturaleza, especialmente dotado
muy buena vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da para un tipo de acción, de función y de producción 293 • Además, el cultivo de esa
cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras facultad específica equivale a su perfección y, por tanto, se presenta como su deber
en tamaño mayor y sobre fondo también mayor. Este hombre consideraría una moral. Y, con la conquista de esa virtud, con el ejercicio de esa facultad, al mismo
feliz circunstancia, creo yo, la que le permitía leer primero estas últimas y comprobar tiempo que alcanza su perfección consigue también su felicidad: felicidad como
luego si las más pequeñas eran realmente las mismas»290. Hay una justicia propia efecto intrínseco de hacer lo apropiado a su naturaleza y felicidad máxima propia
del hombre y otra de la ciudad entera; y Platón presume que es la misma. Por del virtuosismo que adquiere en la misma294 •
tanto, trata de identificarla en el lugar más fácil, donde las letras son más grandes, Ahora bien, la armonía entre antropología y ética se amplía a la política, ya
en la ciudad; descifrado el mensaje, es fácil verla en el hombre. que procurando cada uno su propia perfección y felicidad en el modo descrito es
Pero, ¿cómo captar la justicia en la ciudad si, al igual que en el hombre justo, como mayor ayuda presta a los otros, como mayor es su contribución al orden, la
hay diversos tipos, con diferentes regímenes, todas considerándose a sí mismas paz y el bienestar social; efectivamente, esa perfección individual que se consigue
justas? Sócrates resuelve la dificultad de una manera genial: construyendo en idea al dedicarse cada uno a lo suyo se traduce en división racional del trabajo, en la
la ciudad perfecta, sin referencia alguna a la justicia. Y así lo hace, con una idea de que cada uno produce en aquello en que es más habilidoso y mejor dotado, consi-
perfección basada en la autarquía, en la capacidad de permanecer en el ser y en el guiendo mayor rentabilidad295 • Una sociedad con una división tan racional del
poder de desplegar todas sus potencias. La perfección es plenitud ontológica y trabajo es, sin duda, la más eficaz posible. Y con ese bienestar, con esa racionalidad
eternidad. Descrita la ciudad perfecta, no es difícil aceptar que, entre sus virtudes, y con la justicia que supone que cada uno haga aquello para lo que está dotado,
ha de estar la de la justicia. Se trata, por tanto, de identificarla entre las otras. Y la aquello que constituye su perfección y felicidad, se garantiza el orden más estable296 •
encuentra: justicia es «el hacer cada uno lo suyo», el dedicarse «a aquello para lo 291 Ibíd., 443d-e.
que su naturaleza esté mejor dotada». Por tanto, que manden quienes son aptos 292 C. García Gual, «Platón», ed. cit., pág 87 ss. Subraya que «Las inquisiciones éticas de
para el gobierno, que curen los que dominan el arte de la medicina, que cada cual Platón ... desembocan pronto en una amplia teoría política» (pág. 80).
se dedique a lo suyo y no multiplique sus actividades. 293 Ver Y. Bres, La psychalagie de Platan. París, PUF, 1973. También LM. Crombie, Analisis
Conocida la justicia en la ciudad puede hablarse de un alma de la ciudad, de la doctrina de Platón. 2 vols., Madrid, Alianza, 1979.
resultado de las almas, del carácter de sus miembros; los atenienses y los espartanos 294 Sobre el papel de la división del trabajo en Platón ver L. Robin, Platon, París, 1968, págs.
210 ss.
son diferentes porque tienen distinto carácter, o sea, porque tienen distintas leyes
295 Como bien dice A. Koyré (Introducción a la lectura de Platón. Madrid, 1966, pág. 125),
y costumbres, un ühos distinto; y por ello tienen instituciones políticas diferentes. no es la «solidaridad» la que justifica la división del trabajo en Platón.
El alma de la ciudad y la de los ciudadanos se reflejan mutuamente; las virtudes de 296 El tema de la divisón del trabajo es clave en la fundamentación antropológica de la
la ciudad son las de sus ciudadanos; por eso es fácil definir el hombre justo, porque moral en Platón. Ver República 369c-d y ss.»¿Y cómo atenderá la ciudad ala provisión de tantas
cosas? ¿No habrá uno que sea labrador, otro albañil, y otro tejedor? ¿No será menester añadir a
290 República, 368c-d. éstos un zapatero ... ?» (República 369d). También se refiere al mismo en Cármides 167e.
226 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 227

Para Platón, como para Aristóteles, el principal deber del hombre para con los común. Y no insiste en ello. En definitiva, para Aristóteles la vida ética es obrar
otros es, sin duda, el de vivir conforme a las leyes y costumbres de la ciudad, con vistas a un agathón; y la ciudad está hecha para la virtud, es el lugar de la
conforme a la ética y a la política de su ciudad; y es así porque es la manera de virtud, el lugar de la ética.
conseguir 131 ideal humano, su felicidad y perfección. Hoy, bajo la alienación social Nuestro filósofo dice que la política incluye en su fin los de las demás disciplinas,
y política, viviendo lo universal como exterior y deber abstracto, como imposición, lo que nos induce a pensar la ética como subsumida en la política; dice después
el deber del individuo parece ser interferir el mínimo posible en los otros, estar lo que «es el mismo bien el del individuo y el de la ciudad»; sigue diciendo que «es
más lejos posible de ellos. La filosofía ha .le pensar la génesis y efectos de esta evidente que es mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el (bien)
distancia. de la ciudad»; y después de todo eso concluye: «a esto, pues, tiende nuestra
investigación, que es una cierta disciplina política». Por tanto «nuestra disciplina»,
2.2 El ideal ético-político de Aristóteles es decir, la ética, tiende al bien de la ciudad y al bien del hombre, que coinciden;
tiende a dar preferencia al de la ciudad, que es más grande y perfecto; y por ello,
2.2.1 El bien del hombre y el bien de la ciudad por todo ello, es «una cierta disciplina política».
DeCÍa Aristóteles. que si hay algún fin que queramos por sí mismo, un fin al cual
estén subordinados los otros fines, un fin a cuyo deseo se subordinen los deseos de 2.2.2 El fin ético de la política
las demás cosas, entonces «es evidente que este fin será lo bueno y lo mejor»297. La De toda la obra ética aristotélica, formada por la Magna moralia, Etica eudemia y
existencia de ese fin se fundaba, para Aristóteles, en la necesidad racional del mismo: Etica nicomáquea, esta última, reconstruida con notas y resúmenes de sus clases, y
la razón se veía obligada a postular este fin último y supremo o a elegir el vértigo que en general recoge el contenido de las otras, puede verse como una introducción
de la indeterminación, en una cadena infinita que convertiría el deseo en algo a la Política. Tras el análisis del bien en general y del bien humano, la felicidad, en
vaCÍo y vano. Y, aceptada la existencia de ese fin por vía racional, la principal tarea especial, y tras identificar la felicidad con ciertos tipos de la acción humana, las
del pensamiento filosófico consistiría en «intentar determinar, esquemáticamente propias de determinadas facultades del alma, se establece el nexo entre la vida
al menos, cuál es este bien y a cuál de las ciencias o facultades pertenece». O sea, ética y política, por mediación de su teoría del alma. La teoría aristotélica del alma
por un lado, la naturaleza de ese bien; por otro, la disciplina, el arte, la ciencia o la es fundamental, pues sirve a Aristóteles para dividir las virtudes en dianoéticas,
facultad que lo tiene por objeto propio. que pertenecen a la esfera puramente racional del alma (sabiduría, inteligencia,
En cuanto a esta segunda tarea, que es la que aquí de modo inmediato nos prudencia), y éticas, que pertenecen a esa dimensión irracional del alma comunicada
ocupa, hay que suponer que debe tratarse de una disciplina eminente, «la suprema con la razón (libertad, moderación, amistad)299. Las virtudes éticas se refieren al
y directiva en grado sumo», sigue diciendo Aristóteles. Por su objeto, «lo bueno y carácter del hombre; del mismo decimos que es moderado o humilde, pero no
lo mejor», goza de mayor eminencia que las demás; y por estar los objetos de éstas sabio o inteligente: «Existen dos clases de virtudes, las dianoéticas y la éticas. Las
subordinados al de aquella, ejercerá sobre las mismas su control y dirección. Pues dianoéticas se originan y crecen principalmente por la enseñanza, y por ello
«ella es la que regula qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles ha de requieren experiencia y tiempo; las éticas, en cambio, proceden del carácter (ethos) ,
aprender cada uno y hasta qué extremo»; ella pone los límites y la dirección de las como lo indica el nombre que varía ligeramente del de hábito (éthos)>>. Las
restantes ciencias; ella usa para su fin las otras facultades, como la estrategia, la dianoéticas tienen que ver con el pensamiento, con las cualidades intelectuales del
economía, la retórica: «prescribe qué se ha de hacer y qué se ha de evitar y el fin de hombre; las éticas refieren a las costumbres o manera de vivir del individuo, así
ella incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del como al carácter o manera de ser en que se fundamenta. Pero, enseñadas en la
hombre»298. escuela o en la calle, ambas refieren a la ciudad, ambas han de ser objeto del
¿Cuál es esa ciencia, o arte, o actividad, eminente por su objeto y que tiene a legislador: «y parece también que el verdadero político se esfuerza en ocuparse,
todas las otras como subordinadas? ¿Cuál es esa disciplina cuyo fin es precisamente sobre todo, de la virtud, pues quiere hacer a los ciudadanos buenos y sumisos a las
el bien del hombre, tal que los fines de las otras disciplinas son medios para ese fin, leyes». La ética, por tanto, es obra de la política; es el fin de la política.
instrumentos para ese bien? En nuestros días la respuesta sería con toda La dimensión política de las virtudes éticas proviene del carácter no natural
probabilidad la Ética; Aristóteles, en cambio, respondía que la Política: «Esta es, que Aristóteles les otorga. Relacionadas con el carácter y con las costumbres o
manifiestamente, la política». No tenía, pues, duda alguna: era evidente, de sentido hábitos, las virtudes éticas no son naturales, pues «ninguna cosa que existe por

297 En Ética nicomáquea, 1094a. Citamos de la edición de C. García Gual, Madrid, Biblioteca 299 En Ética nicomáquea, 1102a-1103a, desarrolla la distinción entre éthos (carácter) y éthos
Clásica Gredos, 1985. (hábito). Platón relaciona ambos términos al decir que el carácter procede de la costumbre
298 Ibíd., l094b. (Leyes, VII, 792e).
228 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 229

naturaleza se modifica por costumbre». Han de ser socialmente producidas, en la hemos coleccionado», averiguar qué cosas salvan y qué cosas destruyen las ciudades,
praxis, pues las actividades generan hábitos, y éstos virtudes. Aquí, al contrario de cuáles convienen y cuáles no a los distintos regímenes, y por qué causas unas
las disposiciones naturales, la actividad es primero, y el hábito un efecto de esa ciudades son bien gobernadas y otras no. Y así, hecho todo eso, se estará en
actividad. Nos hacemos citaristas tocando la cítara, y justos practicando la justicia, condiciones de abordar lo que parecen ser los problemas centrales de la filosofía
viriles practicando la virilidad: «Esto viene confirmado por lo que ocurre en las política: «qué forma de gobierno es la mejor, cómo ha de ser ordenada cada una y
ciudades: los legisladores hacen buenos a los ciudadanos haciéndoles adquirir qué leyes y costumbres han de usar». La Política, como disciplina, aparece como
ciertos hábitos, y ésta es la voluntad de todo legislador (... )). Por tanto, el fin ético prolongación y culminación de la Ética. El bien del hombre no puede conseguirse
de la política queda así fundamentado gracias a la tesis de la ética aristotélica por de espaldas a la ciudad; ésta debe ser diseñada tanto para que el hombre sepa su
la cual se puede enseñar la virtud. Y, por eso, y porque la virtud es la perfección, el verdadero fin como para que pueda realizarlo.
bien y el fin del hombre, la polis debe asumirlo como su objetivo. En la Política, cuando aborda el tema de «la educación de los jóvenes»301, aspecto
siempre ligado a la formación moral, insiste en que es deber del legislador: «que el
2.2.3 La vida política como culminación de la vida ética legislador debe ocuparse sobre todo de la educación de los jóvenes, nadie lo
No sólo el fin de la política es ético, según Aristóteles, sino que la política es discutiría». Y aquí aporta razones estrictamente políticas: la educación es esencial
culminación de la ética. El último apartad0 300 , con el que se cierra la Ética nicomá- para la conservación del régimen político. Y es así porque, para Aristóteles, cada
quea, expresa una clara apertura o transición a la política. La ética, como cualquier régimen político tiene un carácter, el de sus ciudadanos, que determina tanto su
disciplina filosófica, es «práctica» en tanto que se ocupa del «deber ser», pero no forma original como su conservación. El carácter democrático engendra la
deja de ser teórica, conocimiento sustantivo de una región del ser (de los bienes, democracia y el oligárquico la oligarquía, «y siempre el carácter mejor es causante
de los deberes, de las virtudes, de los fines humanos, de la amistad, del placer). Ese de un régimen mejor». Por tanto, educar a los hombres, modelar en ellos un tipo
papel teórico ha sido cubierto ampliamente; pero, en una disciplina práctica, «el de carácter, es condición indispensable del mantenimiento del régimen político:
fin no radica en contemplar y conocer todas las cosas, sino más bien en realizarlas». la educación ha de adaptarse a cada uno de ellos.
Y ahí, al plantearse el problema de la «realización», es donde surgen las dudas de Además, otra razón política es que la ciudad tiene un fin único, por lo que «es
Aristóteles: dudas respecto al poder persuasivo del conocimiento, a su capacidad manifiesto también que la educación debe necesariamente ser única y la misma
de determinar la voluntad; dudas en cuanto a la eficacia de la prescripción moral; para todos, y que el cuidado de ella debe ser común y no privado». Y es así porque,
dudas, en fin, incluso respecto de la educación en la virtud. Entonces, como Platón, para Aristóteles, «ningún ciudadano se pertenece a sí mismo, sino todos a la ciudad,
ha de buscar apoyo en la organización de la sociedad, en las leyes. pues cada ciudadano es una parte de la ciudad, y el cuidado de cada parte está
En rigor, Aristóteles no plantea el recurso a la política sólo como refuerzo de la orientado al cuidado del todo»; lo ético revela así su esencia política.
consciencia moral. Al contrario, considera que la tarea de educar a los ciudadanos Si pasamos al Libro VII, donde Aristóteles nos promete la «descripción del
en el bien es obligación del Estado, el fin de éste. «Lo mejor es que la ciudad se estado ideal»302, vuelve de entrada a plantearse el problema de la identidad y la
ocupe de estas cosas pública y rectamente; pero si públicamente se descuidan, diferencia de «el soberano bien para los individuos y las ciudades». Considera una
parece que cada ciudadano debe ayudar a sus hijos y amigos hacia la virtud ... ». Y exigencia racional que «quien se disponga a hacer una investigación adecuada sobre
aunque Aristóteles manifiesta ciertas simpatías por la educación particular en las el régimen (político) mejor, es necesario que determine primero cuál es la vida
artes, se inclina por encargar el «hacernos buenos» al legislador; son las leyes las más preferible, pues si esto es oscuro también lo será forzosamente el régimen
que nos hacen buenos. mejor». En consecuencia, lo primero es «ponernos de acuerdo sobre cuál es la vida
Ahora bien, si para hacer buenos a los hombres hay que conocer la ciencia de más preferible, por decirlo así, para todos, y después de esto (ponernos de acuerdo)
la política, ¿cómo acceder a ese conocimiento si quienes la practican, los políticos, sobre si es la misma para la comunidad y para el individuo tomado aisladamente,
no la enseñan? Recurrir a las colecciones de leyes no es suficiente, dice Aristóteles, o si es diferente».
«para formar un buen juicio». Por tanto, «como .nuestros antecesores dejaron sin Para poder comparar y decidir entre el bien del individuo y el de la ciudad,
investigar lo relativo a la legislación, quizás será mejor que lo examinemos Aristóteles debe remontarse, lógicamente, a la teoría de los bienes, con su división
nosotros ... , a fin de que podamos completar, en la medida de lo posible, la filosofía tripartita entre bienes externos, del cuerpo y del alma. Sin entrar en su exposición,
de las cosas humanas». Y Aristóteles, cuyo gusto por la recolección, inventario, digamos que Aristóteles, identificando perfección y autarquía, viene a defender
clasificación, etc. de las formas empíricas es bien conocido, se propone recoger lo que los mejores bienes son los más estables, los menos sometidos al azar, a la
que sobre el tema han dicho los otros, pasar al estudio de las constituciones «que
301 Política, 1337a y ss.
300 Ibíd., 1179a-1181b. 302 Ibíd., 1323a-b.
230 FILOSOFÍA POLÍTICA
LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 231

contingencia, a la precariedad. «Nadie es justo ni prudente por suerte». Y, por


Se abre así a la filosofía la cuestión maquiaveliana, un insoslayable campo de
analogía, dirá que a la ciudad le ocurre lo mismo y por los mismos argumentos:
reflexión filosófico político. La repuesta de Maquiavelo, ségún sus textos, puede
«la ciudad mejor es a la vez feliz y próspera». La ciudad tiene las mismas virtudes
ser así esquematizada: en determinadas circunstancias, que llamaremos excep-
que el individuo; en el fondo, las virtudes de la ciudad son las virtudes de sus
cionales, está justificada una política que, recurriendo a estrategias y procedimientos
individuos. Por eso la política incluye a la ética; por eso la ética es una cierta
rechazados por la ética comúnmente aceptada, logra sacar a la comunidad de ese
disciplina política. «La belleza, la justicia y la prudencia de la ciudad tienen la
estado de excepción que amenazaba su existencia. Plantea, pues, no tanto la
misma capacidad y la misma forma que las virtudes por cuya participación se
supremacía cuanto la legitimidad de una política sin control ético en determinadas
llama al hombre justo, prudente y moderado». Si para el individuo todos los bienes
circunstancias.
son necesarios, virtudes, sal ud y posesiones, esas mismas cualidades son los bienes
La tesis de Maquiavelo apunta ya uno de los aspectos más importantes de la
de la ciudad.
cuestión maquiaveliana, a saber, la necesidad de contextualizar la validez de las
Así podemos, por fin, plantear la identidad entre el bien del individuo y el de
normas morales, renunciando a su pretensión tradicional de absoluto y univer-
la ciudad y, en consecuencia, entre la ética y la política. El hombre es un «animal
salidad. Está por hacer una teoría de las circunstancias de la moralidad, de los
político» no porque tenga un instinto político, sino porque su naturaleza sólo se
derechos, de la tolerancia, en la línea esbozada por Hume para la justicia, continuada
desarrolla plenamente, sólo alcanza su fin, en la vida política; no es «naturalmente»
en el presente por Rawls 304 ; está por hacer, decimos, una teoría que establezca las
(espontáneamente) político, sino que su naturaleza le impone el deber de ser
condiciones y límites de validez de las normas morales y jurídicas. Esta limitación
político. Se comprende, pues, que la ética, que busca el bien del hombre, sea <<una
puede repugnar a la consciencia moral común, constituida con un imaginario de
cierta disciplina política», como lo es la economía, como lo es la educación. Se
valores absolutos; pero aquí, como en tantos otros casos, los límites son como el
comprende así que la Política sea la más directiva de las ciencias, la que administra
aire para la paloma, que a un tiempo lastra y posibilita su vuelo. La formulación
y coordina los fines de las otras, «porque procurar el bien de una persona es algo
absoluta e incondicionada del deber lleva al pesimismo, por inoperancia de la
deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo y para
ciudades»303. norma. Por otro lado, y dentro de la obligación jurídica, situaciones tan actuales
como la insumisión o la desobediencia civil, que están a la orden del día, están
forzando a la filosofía a desarrollar esa teoría de las circunstancias de las normas
morales y políticas.
3. La política frente a la ética
Maquiavelo, por tanto, adelantó una respuesta: en circunstancias excepcionales
la norma moral pierde legitimidad. Dejemos de lado el problema de la
3.1 Maquiavelo y la cuestión ética
determinación precisa de las circunstancias que convierten una situación en
excepcional; esa cuestión ya se irá resolviendo y, de hecho, las constituciones
Hay una doctrina tan antigua como el pensamiento que tiene la peculiaridad de
democráticas ya contemplan de diversas maneras la posibilidad de declarar un
defender el mal reconociéndolo como mal; no se trata de invertir los valores, en
estado de excepción. El mismo Maquiavelo nos recuerda que en el ordenamiento
cuyo caso se seguiría afirmando el deber de hacer el bien y evitar el mal, sino de
constitucional de Roma la figura del dictador tenía ese significado. En tanto la
defender su transgresión de forma consciente y estratégica, defender la conveniencia
fIlosofía no logre desarrollar la teoría de las circunstancias, la sociedad resuelve el
de ~acer el mal y hacerlo diestramente, es decir, consiguiendo la impunidad y, si es
problema a nivel intuitivo. Para el filósofo florentino la situación de excepción es
posIble, logrando con la simulación-disimulación que parezca una defensa del
bien. Esta doctrina del mal, a la que ya Platón hace frecuentes referencias, será aquella en que un pueblo corre el riesgo de desaparecer como pueblo, sea por
amenaza de conquista, por guerra civil interna, por ausencia de la seguridad y la
bautizada con el tiempo con el nombre de «maquiavelismo», al ser injustamente
paz civil, por la corrupción o pérdida de eficacia de las leyes y de la autoridad
atribuida al humanista florentino Nicolo Maquiavelli. El maquiavelismo como
política, etc. La excepcionalidad, en Maquiavelo, refiere al riesgo objetivo de
doctrina del mal carece de interés para nuestro objetivo; no así la verdadera
formulación del problema por Maquiavelo, planteando la cuestión de si, en destrucción de una comunidad y a la ausencia de vida ético-política.
Pues bien, en tales circunstancias, y sólo en ellas, Maquiavelo considera que
determinadas circunstancias, el bien ha de venir del mal; es decir, de si en
está justificada una política excepcional, que recurra a la mentira, al engaño, a la
determinadas circunstancias la ética ha de ser defendida por la política por medios
contrarios a la moral. crueldad ejemplar, al terror, al incumplimiento de los pactos, en fin, al todo vale.

304 D. Hume, Investigación sobre los principios de la moral. Sección III: «De la justicia».
303 Ética nicomáquea, 1094b. ParteI, págs. 47-72 (citaremos dela edición de Carlos Mellizo, Madrid,Alianza, 1993); J. Rawls,
Teoría de la justicia. México, FCE, 1971. Cap. II, § 24,152-156.
232 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 233

Su argumentación implícita podría ser de este estilo: la política ha de servir siempre maneras de simular cruzadas redentoras como justificación de la barbarie.
a la ética, pero puede hacerlo de dos maneras; una, en condiciones normales, Maquiavelo nos propone una opción sencilla y clara, aunque terrible: ¿por qué es
defendiendo y respetando los usos y costumbres, las leyes y valores, de esa más importante cumplir unas normas éticas, que al fin han sido elaboradas por una
comunidad, o sea, protegiendo y cumpliendo las reglas de moral común; otra, en comunidad política, que salvar esta comunidad?
situaciones excepcionales, cuando el pueblo ha dejado de ser una comunidad ético- En este sentido, Maquiavelo, que tiene una concepción clásica de la ética y la
política y está a punto de desaparecer como pueblo, tratando en este caso por política, que piensa en el horizonte de las virtudes cívicas y no en el de los derechos
todos los medios de salvar la identidad y restaurar la comunidad. Puesto que la y las normas de moral individual, es el primer planteamiento moderno del
comunidad política es el lugar y la condición de posibilidad de la vida ética, viene problema, al admitir claramente situaciones en que objetivamente la ética y la
a decir Maquiavelo, defender y garantizar su existencia es la primera exigencia política se enfrentan. El primero, pero no el último, como enseguida veremos.
ética de la política. Dado que en condiciones excepcionales la vida ética ha Pero la cuestión maquiaveliana, como espacio de reflexión, es más compleja.
desaparecido, no cumpliéndose las normas morales y jurídicas, existiendo por tanto Bien mirado, la respuesta de Maquiavelo se sitúa en lo que llamaremos escenario
una situación de guerra y desintegración, estaría justificado reconstruir la del poder, definido por el conflicto entre las reglas morales, presumiblemente buenas
comunidad política a cualquier precio en base a dos argumentos: primero, en esas y beneficiosas para la colectividad, y los objetivos intrínsecos al poder político. En
condiciones no tienen vigencia las normas éticas, por lo que no hay obligación de ese escenario, Maquiavelo dice sí -otros dirán no- a la legitimidad de que el poder
respetarlas; segundo, el recurso a la crueldad y el engaño persigue reinstaurar un político, en nombre de un ideal superior, la salvación de la patria o la razón de
orden político donde la vida ética sea posible. estado, recurra a cualquier medio que esté a su alcance. Pero el escenario cambia
La tesis es provocativa, pero debe ser pensada. Son muchas las preguntas que si, como hará Kant, planteamos el problema de la Revolución, donde es el pueblo
implica. ¿Hay unas normas morales que obligan a los hombres en cualquier el que se rebela contra el derecho instaurado y recurre a estrategias violentas que
circunstancia, o la vida moral sólo tiene sentido en ciertas condiciones de paz, la moral condena. El escenario de la Revolución también pertenece a la cuestión
seguridad, igualdad, libertad, etc.? Salvar un pueblo, o construir una comunidad maquiaveliana; el tema del terrorismo y de la guerrilla en luchas de liberación
política nueva, una identidad cultural, lingüística, de valores, de vida, ¿justifica nacional, ha de situarse en este escenario.
una guerra, o una dictadura? Una nación oprimida, no reconocida como tal, con Pero no son los únicos escenarios incluidos en la cuestión maquiaveliana. Otro
su identidad en peligro, ¿puede justificar el recurso al terror para salvarse? ¿Está muy relevante es el escenario de la indigencia, es decir, el problema de decidir si
justificado violar los derechos del hombre para mantener el orden político? Tal puede exigirse una vida moral a individuos que viven en unas condiciones
vez pueda pensarse que todas las preguntas apuntan a situaciones límites, que en económicas, sociales, políticas y culturales negativas para la autonomía moral.
la realidad hay fórmulas intermedias; pero hay que reconocer que de esas situaciones Dicho de otra manera, la cuestión de la legitimidad de un orden moral aplicado a
límites la historia nos ofrece un dramático repertorio de casos y que, en todo caso, hombres que viven en la miseria y la opresión; la cuestión de la legitimidad del
es sólo en el límite donde aparece el conflicto entre ética y política. recurso por estos hombres a medios excepcionales de sobrevivencia individual o
Siempre tenemos la oportunidad de esquivar la toma de posición frontal de conquista colectiva de unas condiciones sociales y políticas en las que tenga
argumentando que hay que valorar cada caso, según las circunstancias particulares. sentido la moral.
Tal salida es un poco vergonzante, pues es trivial que los hombres de jacto Como vemos, la cuestión maquiaveliana hace referencia a todas las cuestiones
reaccionarán en cada caso según las circunstancias; lo importante filosóficamente que plantean las condiciones generales que deben darse para que la prescripción
es decidir cómo han de actuar en esas circunstancias, si en las mismas han de moral tenga sentido, tanto para el «constructor de Estados» maquiaveliano, como
determinar su voluntad por un criterio de absoluta validez de las normas éticas o para los movimientos revolucionarios o los individuos y minorías particulares. La
por otro de primacía de la comunidad. Y, en esa alternativa, tan consolador es pregunta weberiana de si la moral del «Sermón de la montaña» es exigible a los
pensar que la actuación ética es la mejor forma de defender la comunidad, aunque hombres o a los santos, nosotros la reformulamos así: ¿es exigible a hombres que
no lo parezca, como creer que el recurso al mal es el instrumento del que se vale la viven en la desigualdad, la sumisión y la miseria, o sólo a ciudadanos libres e iguales
«astucia de la razón» para llevar al bien. en estados de bienestar?
Y si la respuesta razonable exige contextualizar la norma moral, reservar su
3.2 Escenarios de la cuestión maquiaveliana validez universal para las condiciones ideales, la cuestión maquiaveliana nos deja
ver su segundo rostro: la exigencia consecuente de un compromiso por crear las
La tesis de Maquiavelo tiene el atractivo de retamos a. una reflexión valiente y sin condiciones de validez de la moralidad. Se trata de un aspecto ético-político esencial,
prejuicios, afrontando directamente el problema, sin refugiarnos en los enigmas que a veces queda oculto en un escenario en el que aparecen sólo individuos y
de la «legitima defensa», «guerra justa», «fuerza de disuasión» y otras muchas reglas para su conducta, tal que la cuestión se limita a decidir la legitimidad de las
234 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 235

mismas y las circunstancias de su validez o suspensión. Ahora se trata de incluir, de una criatura están destinadas a desarrollarse alguna vez completamente y con
entre las normas morales (o metamorales, si se quiere), la de construir el espacio arreglo a un fim)306; el cuarto: «el medio del que se sirve la naturaleza para llevar a
social, económico, político y cultural en que dichas normas tengan vigencia, en cabo el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas dentro
que puedan ser exigidas porque pueden ser cumplidas. Se trata de tomar en serio de la sociedad, en la medida en que ese antagonismo acaba por convertirse en la
la exigencia rousseauniana de la dimensión económica de la democracia y la causa de un orden legal de aquellas disposiciones»307. Kant distingue derecho y
legitimidad de conquistarla y defenderla por medios excepcionales. moral, así como la posibilidad de construir el derecho sin la moral. El quinto
principio define el problema político: «El gran problema de la especie humana, a
cuya solución la naturaleza constriñe al hombre, es el del establecimiento de una
4. De lo ético a lo moral-jurídico sociedad civil que administre el derecho de modo universa1»308. En consecuencia,
el ideal de una sociedad civil, del reino del derecho, es puesto como determinación
4.1 Plan de la naturaleza y praxis política de la naturaleza, que «quiere que la humanidad se procure este fin, como todos los
demás».
Kant nos ofrece un planteamiento original de la relación entre ética y política, en El sexto principio introduce un fuerte cambio: el optimismo de poner el reino
parte porque de forma definitiva sustituye la ética por la moral moderna y el derecho del derecho en manos de una teleología de la naturaleza queda súbitamente cortado
y en parte porque piensa la política como la instauración y defensa del orden al afirmar que «este problema es el más difícil, y también el último que la especie
jurídico. En su filosofía la distinción entre moral y política es nítida, pero en su humana resolverá»309. El hombre «necesita un señor», pues siempre desea una ley
relación otorga un papel importante a ésta como constructora, si no del reino de para los otros e impunidad para sí mismo; un señor que quebrante y someta su
los fines, si del reino del derecho, condición de posibilidad de la moralidad. Por voluntad. Pero ese señor también será un hombre, y por las mismas razones
eso justificará la política incluso en sus versiones más oscuras, cuando se tiñe de necesitará otro señor. «De cualquier modo que se proceda no se advierte cómo el
sangre en la praxis revolucionaria. En rigor podría decirse que la antigua identidad hombre se podría procurar un jefe de la justicia pública que sea justo por sí mismo»,
ente ética y política es aquí substituida por la moderna identidad entre moral y nos dice en el comentario a este sexto principio; y es lo mismo recurrir a una
derecho. Sin duda alguna en la teoría kantiana la moral es un ideal superior: pero persona individual que a un cuerpo de representantes. Es la tarea más difícil de
no lo es por su contenido, el deber de cumplir la ley, el mismo en ambos; sino por todas, «tan nudosa es la madera de que está hecho el hombre»3lO. La naturaleza no
su interioridad, porque en lugar de una determinación de la voluntad del hombre nos dirige a esa idea; sólo nos aproxima; el resto depende de la experiencia histórica
desde el exterior, impuesta, es una autodeterminación, una adecuación de la y, sobre todo, de la «buena voluntad». Y eso es difícil, y en todo caso necesita muchos
voluntad al deber. ensayos.
El primer problema que nos ayuda Kant a plantear es el de la posibilidad y Vemos que, en este sexto principio, el teleologismo naturalista da paso a un
sentido de la praxis política del hombre en la historia. Se trata, en definitiva, en punto de vista ético-político fuertemente idealista" en el que derecho y moral se
decidir si el ideal ético, la vida moral, se encomienda a la acción política o a una unen; la exigencia de buena voluntad para llegar al orden civil lleva a problematizar
teleología de la naturaleza. La verdad es que Kant muestra ciertas ambigüedades, no sólo la posibilidad de un mundo moral, sino incluso del mundo del derecho;
oscilando entre un punto de vista ético-político, que afirma la legitimidad y el en rigor, al no contar ya con la «astucia de la naturaleza» como imaginario aliado,
deber del sujeto de imponer, mediante la praxis, un ideal a lo real, y un punto de no tiene solución garantizada para el problema político (construcción de la ciudad,
vista naturalista, determinista, concretado en el «plan de la naturaleza» de su de la Constitución republicana) porque no la tiene para la moral (construcción
filosofía de la historia, que aparentemente quita todo sentido a las actitudes ético- del reino de los fines o del reinado de la buena voluntad).
políticas del individuo. Defiende, pues, dos posiciones alternativas; y no lo hace en Tras el pesimismo, resultado de la consciencia de que la astucia de la naturaleza
dos momentos históricos distanciados de su vida, que permitiría interpretar la es una ficción, sólo le queda una afirmación voluntarista que declare que pensar la
aparente contraposición desde la hipótesis de la evolución de su pensamiento, sino historia universal como un plan de la Naturaleza «se debe considerar como posible
en las mismas fechas, incluso en el mismo texto, como si no pudiera renunciar a la y ventajoso para dicha intención natural» (noveno principio). Es decir, afirmar la
paradoja. tesis de que si uno cree en el plan y actúa en consecuencia, si lo hacemos nuestro
En 1784 Kant escribe las Ideas3° s y el texto nos ofrece la aparente paradoja. En plan, nuestro ideal, acabará realizándose. El problema es que sólo la buena voluntad
los cinco primeros principios adopta el punto de vista de una filosofía de la historia
fuertemente teleológico y naturalista. El primero: «todas las disposiciones naturales 306 Ibíd., 5. 309 Ibíd., 12.
307 Ibíd., 8. 310 Ibíd., 12.
305 Ideas para una historia universal en claves cosmopolitas. Madrid, Tecnos, 1987. 308 Ibíd., 10.
236 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 237

quiere el derecho y sólo el derecho crea las condiciones para la vida moral; en recuperarse la esperanza. La insociable sociabilidad lleva a los hombres, pensados
consecuencia, una argumentación en círculo que hace renacer el pesimismo. al modo hobbesiano, adonde deben ir; si su deseo ilimitado de libertad los enfrenta
y arrastra a la destrucción, el orden civil, que es la negación de esa libertad, acaba
4.2 El sentido del ideal práctico garantizándola. El egoísmo los empuja a la constitución justa; la violencia, al
derecho. Por tanto, la mejor defensa del ideal parece ser encomendar su realización
En el Proyecto de paz perpetua (1795)3l!, Kant recupera la esperanza en la conquista a la naturaleza.
del derecho y de la moral, gracias a que vuelve a distinguir netamente moral y El plan de la naturaleza es así un plan trascendental, no ontológico, pues sólo
política y a que vuelve a fingir una visión naturalista y determinista, sacrificando se realiza en tanto que sea asumido como ideal. El filósofo ha de sentarse alIado
el punto de vista ético. Confiando, como en la primera parte de las Ideas, la del cauce de la historia y narrar lo que pasa, incluido el relato del papel de las ideas
realización de ambos proyectos no a la voluntad del individuo, no a la libertad, en la historia; pero no puede intervenir en ella qua filósofo, no puede introducir
~ino al plan de la naturaleza, a la necesidad histórica, soluciona el problema político: en ella nada nuevo, ni afirmar ningún fin que no esté en el plan. Pero la subjetividad,
mcluso un pueblo de demonios llegaría a adoptar el derecho para protegerse, pues en tanto que incluida en el orden natural, está incluida en el plan y afectada por el
desde esta perspectiva no necesitan del sentimiento moral para desearlo. Pero en ideal. La solución de Kant es genuina, pues no afirma este plan de la naturaleza
el Conflicto de las facultades (1798 )312 vuelve al punto de vista ético, a unir derecho como una característica ontológica; al contrario, insistió en que el teleologismo
y moral y, en consecuencia, a considerar insoluble el problema ético-político; sin natural era, por un lado, una hipótesis hermenéutica, una perspectiva subjetiva en
el aliado imaginario, esperar el acabamiento del orden político «es un dulce sueño». modo alguno con referente metafísico, un hilo conductor para dar sentido a la
La alternativa en que oscila Kant es, o bien adoptar una opción mecanicista, historia; por otro, un ideal práctico, cuya aceptación por los hombres implicaría
optimista, que deja en manos del plan de la naturaleza la realización del derecho y que éstos determinarían su voluntad en su dirección, contribuyendo así a crear las
de la moralidad, pero que niega la revolución y la praxis ético-política; o bien la posibilidades de su realización. Por tanto, sea bajo el punto de vista del plan de la
opción moral, que se confía a la praxis revolucionaria, a la transformación de la naturaleza o bajo el de la praxis revolucionaria, Kant parece invitar a adoptar un
realidad desde el ideal, y que conduce al pesimismo tanto por la arbitrariedad punto de vista ético.
intrínseca de un ideal subjetivo como porque parte del supuesto de una naturaleza Se le puede reprochar la arbitrariedad de elegir un plan y no otro, como ya
humana mala, resistente a cualquier ideal moral. Había de elegir entre el deter- hiciera Fichte, quien consideraba el plan, incluso como hipótesis, una burda burla.
minismo y el voluntarismo; pero, con la peculiaridad de que, si bien el determinismo Le reprocha haber convertido la historia en teodicea; haber impuesto a la historia,
fundaba un optimismo ético, al garantizar la revolución, paradójicamente negaba que no es más que un conjunto de elementos neutrales y éticamente indiferentes,
por ilusoria e idealista la praxis revolucionaria; y el voluntarismo, que afirmaba la un sentido, incluido un final feliz; considera que selecciona los hechos históricos,
praxis emancipadora y aplaudía la subjetividad revolucionaria, paradójicamente los ordena a su capricho y elabora con ellos un relato, silenciando que con el mismo
llevaba al pesimismo, al tener que reconocer su impotencia. abecedario puede escribirse la divina comedia y una bufonada.
Por encima de la aparente paradoja, Kant quería justificar la Revolución de La crítica de Fichte va al fondo de la cuestión, pues el carácter hermenéutico
1789 como praxis revolucionaria y como conquista del reino del derecho: por su de la teleología natural evita la ilusión teórica pero no el dogmatismo práctico.
forma, .en tanto que manifestaba que el hombre era el sujeto de la historia; y por su Porque, si el ideal kantiano no está ontológicamente fundado, será intrínsecamente
contemdo, en cuanto que aspiraba a instaurar los derechos del hombre. Pero no arbitrario; y, aceptado el ideal kantiano como un recurso para provocar la acción,
todas las revoluciones tenían el mismo carácter; había que aceptar que otras, en la misma medida que tiene eficacia impone a la historia una determinación
~cep:ables por su forma, no lo fueran por sus contenidos; es decir, que fueran arbitraria. La ficción, pues, no es neutral; acaba imponiendo dogmáticamente su
IrracIOnales. Por tanto, se trataba de fijar un ideal que permitiera al hombre hacer ideal.
la historia de acuerdo con la razón y que al mismo tiempo no fuera un ideal Fichte considera que ese plan es una simple idea feliz de Kant, en que su autor
impuesto, sino suyo, libremente elegido. se satisface en poder pensar como «pensaría la providencia». Cree que podrían
No podía dejar la elección y la realización del ideal en manos del libre arbitrio imaginarse otras ideas tanto o más verosímiles que ésta del «sabio creador», como
del hombre, porque compartía la visión ilustrada pesimista de la historia. Mirando la de un genio maligno enemigo de los hombres que lo hubiera dispuesto todo
hacia atrás, ¿cómo tener confianza en la voluntad de los hombres? Sólo para la mayor corrupción y miseria moral. Pero, frente a esas hipótesis imaginarias,
interpretando la historia como una astucia, de la razón o la naturaleza, puede Fichte destacará que la sola cosa verdadera es que una multiplicidad infinita es
dada, que no es en sí ni buena ni mala, sino que deviene la una o la otra por la libre
311 La paz perpetua. Madrid, Tecnos, 1985. aplicación de los seres razonables, y que no devendrá mejor, sin duda, hasta que
312 El conflicto de las facultades. Buenos Aires, Losada, 1963. no lo seamos nosotros. Tal vez sí, pero la alternativa no presentaba menos
238 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 239

inconvenientes. Fichte, al negar todo sentido finalista a la praxis, se condenaba al de moralidad realizadas, ha de ser moral, rigurosamente de acuerdo con las máximas
activismo irracional, que precisamente Kant trataba de evitar. morales; pero la construcción histórica del Estado y su defensa en situaciones
La idea de praxis política de Fichte niega todo referente moral o jurídico; la excepcionales no se justifica por seguir, sino por perseguir, la ley moral.
libertad de la acción exige no someterla a ningún ideal previo. La de Kant, en Kant distingue los dos planos, el de la razón práctica, que prescribe la norma
cambio, responde a un plan racional, tiene una finalidad inmediata, instaurar el moral, y el de la historia, en que se crean las condiciones de su posibilidad; distingue
reino del derecho, y otra mediata, el reino de la moralidad o de los fines. por tantos dos formas de subordinación de la política a la moral: sometida a sus
prescripciones y construyendo su posibilidad. Este doble escenario se ve con
4.3 La república como fin político claridad en el tratamiento de la guerra. En la Doctrina del derecho adopta el punto
de vista moral, de la forma de vida en el Estado, y considera que el lema «no debe
La posición kantiana, por tanto, subordina la política a la moral; pero no en un haber ninguna guerra» es una prescripción irrevocable de la razón moralmente
sentido instrumental, redentorista, que recurriera a su fuerza para imponer el deber; práctica; en cambio, tanto en las Ideas como en el Proyecto se sitúa en el plano de la
todo lo contrario, pues la moral kantiana no consiste en la práctica de unas virtudes filosofía de la historia, de la construcción del Estado, y defiende la necesidad de la
o el respeto de unas costumbres, sino en una autodeterminación de la voluntad. guerra, su inevitabilidad incluso como instrumento de la astucia de la naturaleza
La manera como la política cumple su fin moral es creando el reino del derecho, es para llegar a la paz: «Demos las gracias a la naturaleza por este humor poco
decir, el Estado. La comunidad política es para Kant el ámbito de la moral: sólo en conciliador, por la vanidad que rivaliza en la envidia, por el apetito insaciable de
el Estado se produce la conversión del hombre, de simple propietario, de burgués, posesi!ón o incluso de dominación. Sin esto, todas las disposiciones naturales
en ciudadano. «Un Estado (civitas) es la reunión de una masa de hombres sometidos excelentes de la humanidad permanecerían ocultas en un sueño eterno»315.
a las leyes del derecho. En la medida en que estas leyes son necesarias a priori, es Aceptada por Kant la imposibilidad de fundar la paz en las disposiciones del
decir, en la medida en que se deducen todas a partir de conceptos del derecho hombre, sólo al antagonismo del plan de la naturaleza puede confiarse la
exterior, su forma es la de un Estado en general, el Estado en la idea, de la manera construcción del Estado y, al fin, la República. La guerra contribuye incluso a
que debe ser según principios puros del derecho, idea que sirve de hilo conductor moralizar al hombres, enderezando sus desviaciones, dirigiendo sus egoísmos y
a toda reunión real tendente a formar una entidad común»313. El Estado se pasiones hacia su autolimitación en el derecho, fundamento del Estado y de la
manifiesta por la ley, por la norma general y abstracta, producida por una voluntad República. Y la República es, según Kant, la mejor garantía de paz, porque su esencia
racional que unifica a los individuos. es el sufragio y los hombres nunca votarán poner en peligro sus vidas. Por tanto,
Según Kant el Estado significa el paso del contrato a la ley. El contrato es la cuanto lleve a la República, cuanto lleve a la paz, está justificado; y como a ella se
forma mediante la cual los individuos privados regulan sus relaciones en estado llega por la guerra, ésta es el instrumento de la naturaleza para llevar al hombre a
de naturaleza; la ley, en cambio, es la forma reguladora de esas relaciones en el la paz. Incluso verá en ella la expresión de la sabiduría divina, pues, por la guerra,
Estado civil. El paso del estado de naturaleza al estado civil, del derecho privado al dividiéndose y uniéndose los Estados, caminarían sin saberlo hacia la adecuación
público, es el paso del contrato a la ley: «El acto mismo por el cual el pueblo se del sistema jurídico a la libertad, acercándose así unos a otros y dirigiéndose hacia
constituye en Estado, que hablando con rigor no es sino la idea que permite pensar un sistema o república del género humano.
su conformidad al derecho, es el contrato original por el cual todos y cada uno Para acabar, maticemos la ya señalada distinción kantiana entre moralidad y
abandonan su libertad exterior para recuperarla inmediatamente como miembros derecho, aunque ambas esferas impongan la paz. La guerra no lleva directamente a
de una república, es decir, de un pueblo considerado como universa1»314. la moralidad; pero sí al derecho. Lo reafirma en las Ideas: «La naturaleza ha utilizado
Por eso, porque el Estado es el lugar de la moralidad, su condición de posibi- la incompatibilidad de los hombres e incluso la incompatibilidad entre las grandes
lidad, su construcción está justificada, sean cuales fueren los medios, aunque sea a sociedades y cuerpos políticos [... ] como un medio para erigir en el seno de su
través de la guerra. Es esta relación entre moral y política la que aquí nos interesa inevitable antagonismo un estado de calma y de seguridad. Así, por medio de la
destacar, pues describe otro escenario de la cuestión maquiaveliana: la construcción guerra [... ], la naturaleza [... ] pone los Estados, para salir del estado anárquico del
histórica de las condiciones políticas de la vida moral. Y en ese proceso histórico salvajismo y entrar en la sociedad de las naciones»316.
nada tiene que decir la razón práctica, que legisla el reino nouménico de la libertad; Por tanto, el plan de la naturaleza no establece el sistema moral; sólo lo prepara,
la historia pertenece al orden natural, de la necesidad. En ese escenario la respuesta creando la paz y la libertad, propiciando nuestro desarrollo hacia fines más nobles
kantiana suena a maquiaveliana: la praxis política en el Estado, con las condiciones y elevados. Separa así el mundo de la política, que queda ligado a la historia, del de

313 Metafísica de las costumbres, «Doctrina del Derecho» § 45. 315 Ideas, Prop 4a •
314 Ibíd., § 47. 316 Ideas, Propos. 7a .
240 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 241

la moral. La historia, en tanto que permanece como natural, sólo puede conducirnos ante unos resultados negativos o perversos de su acción, se refugia en la sacralidad
a la legalidad (conformidad exterior a las leyes de la razón práctica), pero no a la de su norma y culpa al mundo de su sordera: «No soy yo, sino el mundo que es
moralidad (conformidad exterior e interior a la razón práctica, conformidad de estúpido y vulgar; la responsabilidad de las consecuencias no me incumbe, sino a
las intenciones). La historia sólo puede ayudar a preparar la moralidad instaurando aquellos a cuyo servicio trabajo»319.
el Estado, el mundo legal, que determina las acciones en conformidad con el deber. El hombre responsable, que se siente siempre y en cualquier parte compro-
Pero la conformidad de la intención a la ley, la moralidad, requiere un salto, pues metido con las consecuencias de sus actos, que asume tomar decisiones y cargar
supone la libertad. con las efectos derivados de las mismas, suele ponerse un límite a sus decisiones
pragmático-reacionales, tal que su consecuencialismo no va más allá de unos
principios, de unas convicciones: «No puedo actuar de otra manera. Me pararé
5. La irracionalidad de la ética allí».
Una ética para cada tipo de hombre; en el límite, una para el santo y otra para
5.1 Las dos éticas seres humanos; en particular, pues son los dos lugares desde donde se dicta la
moral, una ética de la Iglesia y una ética del estado, una del evangelio y otra de la
La reflexión contemporánea sobre la relación entre ética y política exige ajustar política. Para Weber, en rigor, igualmente legítimas, pues ambas carecen de
cuentas con la posición weberiana y, en particular, con su teoría de las dos éticas, fundamento racional y ambas han de ser elegidas libremente por los individuos;
que desarrolla en La política como vocación317 • Nos dice: «toda actividad orientada ambas recomendables en sus lugares, tiempos y circunstancias.
según la ética puede ser subordinada a dos máximas radicalmente diferentes y La distinción weberiana entre dos tipos de ética es una manera de responder a
opuestas. Puede orientarse según la ética de la responsabilidad o según la ética de la diversidad de dioses y de demonios y de defender la conveniencia de que cada
la convicción. Esto no quiere decir que la ética de la convicción sea idéntica a la uno elija los suyos, por estar la elección al margen de la racionalidad. Más
ausencia de responsabilidad y la ética de la responsabilidad a la ausencia de concretamente, la distinción pers!gue la eficacia política, al evitar la «guerra de los
convicción. De todas maneras hay una oposición abismal entre la actitud de quien dioses». Cuando cada esfera de valores se autoreivindica como absoluto, deviene
actúa según las máximas de la ética de la convicción -en un lenguaje religioso el conflicto; y este conflicto no tiene base natural, sino que procede de la
diríamos: el cristiano cumple con su deber y en lo que concierne al resultado de su irracionalidad de las representaciones. Weber, con sus dos éticas, aspira a una
acción remite a Dior y la actitud de quien actúa según la ética de responsabilidad, racionalidad pacificadora.
que dice: debemos responder de las consecuencias previsibles de nuestros actos»318. Para Weber, la elección entre cuadros de valores es trágica, pues no hay razón
Se trata de una división interna a la ética, pero que refiere a la relación de ésta para elegir una posición más que otra. Considera que nadie podría comprender la
con la política. No fija una distinción material o de contenido, sino metodológica existencia en el mundo de una ética capaz de imponer obligaciones idénticas, en
y de actitud en el mundo. Según las circunstancias serán coincidentes en sus cuanto a su contenido y al mismo tiempo, a las relaciones sexuales, comerciales,
prescripciones, divergentes o contrapuestas; en todo caso, aunque coincidieran privadas y públicas, a las relaciones de un hombre con su esposa, su proveedor de
materialmente en una norma, las dos actitudes morales, las dos éticas, responden legumbres, su hijos, su amigo y su enemigo; considera que nadie puede creer que
a concepciones y racionalidades diferentes. La ética de convicción piensa la norma las exigencias de la ética sean indiferentes al hecho de que toda política usa como
como universal y absoluta; la de responsabilidad liga su bondad y legitimidad a las medio específico la fuerza, tras la cual se perfila la violencia.
consecuencias. Weber considera característica de nuestra época, de nuestras sociedades
Las dos éticas están pensadas tanto para dos posiciones en el mundo como occidentales, la diversificación y autonomía de las prácticas sociales, cada una con
para dos tipos de hombres. Aunque Weber dice que pueden valer para momentos sus reglas y valores, cada una con sus dioses y sus demonios. Y siente simpatía por
diferentes de la vida del hombre, tal tesis es asimétrica: quien se posiciona en la esta inconmensurabilidad, que firma el fondo irracional sobre el que se instaura
ética de convicción no admite ninguna contaminación consecuencialista; en cada una, sin más legitimidad de sus normas que la que procede de haber sido
cambio, quien asume la ética de responsabilidad, puede poner límites a ésta desde elegida. Pues bien, entre todos los cuadros de valores que rigen autónomamente
la ética de convicción. las distintas prácticas, a Weber le interesa individualizar la ética política, por
El hombre de convicciones, que «no puede soportar la irracionalidad ética del entender que la acción política, que coincide con las demás prácticas por su relación
mundo», es un «racionalista cosmo-ético», que se limita a cumplir la norma y que, con la dominación, tiene su peculiaridad.

317 M. Weber, El político y el cientifico. Madrid, Alianza, 1993.


318 Ibíd., 163 ss. 319 Ibíd., 164-165.
242 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 243

Resuelto el tema de los fines -que cada uno elige sin determinación alguna-, de conseguir el bien mediante el mal: «Ninguna ética del mundo puede eludir el
el problema ético se reduce al de la elección de los medios; con más precisión, a las hecho de que para conseguir fines buenos hay que contar en muchos casos con
determinaciones a que ha de someterse dicha elección. Las éticas de convicción, medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la posibilidad e incluso
que cuentan con reglas de acción fijas e incondicionables, disuelven ese problema. la probabilidad de consecuencias laterales moralmente malas. Ninguna ética del
Son éticas teóricamente cómodas, pero prácticamente trágicas, éticas del «todo o mundo puede resolver tampoco cuándo y en qué medida quedan santificados por
nada», que definen una dirección incorregible, un viaje sin vuelta: «La ética del el fin moralmente bueno los medios y las consecuencias laterales moralmente
Sermón de la montaña -la entiendo como la ética del Evangelio- es algo más serio peligrosos»321. .
de lo que creen quienes en nuestros tiempos citan libremente sus mandamientos. Desde esta toma de posición maquiaveliana Weber abre un nuevo escenano,
No se disfruta con ella. Lo que se ha dicho respecto a la causalidad en la ciencia se que merecería el nombre de cuestión weberiana, y que puede describirse así: en
aplica igualmente a la ética: no es un carruaje que se puede hacer parar caprichosa- cualquier situación, y puesto que la elección de los fines es gratuita, puesto que los
mente para subir o bajar según el caso. A menos de no ver en ella más que un sistemas de valores son plurales e inconmensurable, el problema ético es el de la
recuento de trivialidades, la ética del Evangelio es una ética de «todo o nada». elección de los medios; ante este problema aparecen dos opciones con pretensiones
Pero esta ética, con sentido evangélico, es incompatible con la política; «Poner de validez, actuar conforme a reglas o conforme a cálculo de previsiones. Y Weber,
la otra mejilla» es una ética para santos; pero es una ética indigna en política en este escenario, argumenta que la primera es una ética propia de religiones
(aunque digna en otra esfera). La ética acósmica nos ordena: no resistir el mal con fundamentalistas y la segunda la adecuada para la política.
la fuerza; pero el político ha de obedecer otro mandato ético: has de resistir el mal No es posible ni conveniente, afirma Weber, confundir ambas éticas; ni es
con la fuerza, pues de lo contrario te haces responsable de su triunfo». El político ha posible decretar éticamente qué fines pueden santificar tales o cuales medios. Y se
de elegir los medios racionalmente, pues debe rendir cuenta del resultado. Entre el burla de que perdure la idea de que el mal procede del mal, y el bien del bien. La
obrar bien de acuerdo con prescripciones externas y el obrar con prudencia de historia, los libros sagrados, la experiencia cotidiana, muestran lo contrario. Es el
acuerdo con la previsión y el cálculo, hay una distancia insalvable. El argumento gran problema de la Teodicea: «cómo es posible que un poder que se supone infinito
weberiano es persuasivo: «Ustedes pueden explicar elocuentemente a un sindicalista y bondadoso haya podido crear este mundo irracional del sufrimiento inmerecido,
que las consecuencias de sus acciones serán las de aumentar las posibilidades de la la injusticia impune y la estupidez irremediable»322. y la teodicea sigue sin respuestas
reacción, incrementar la opresión de su clase y dificultar su ascenso; si ese convincentes.
sindicalista está firme en su ética de convicción, ustedes no lograrán hacerle mella. Queda, pues, sancionada la incompatibilidad de la política con la ética de
Cuando las consecuencias de una acción realizada conforme a una ética de la convicción: «Aquí, en este problema de la santificación de los medios por el fin,
convicción son malas, quien la ejecutó no se siente responsable de ellas, sino que parece forzosa la quiebra de cualquier moral de la convicción. De hecho, desde
responsabiliza al mundo, a la estupidez humana o a la voluntad de Dios que los ésta no le queda lógicamente otra posibilidad que la de condenar toda acción que
hizo así. Quien actúa conforme a una ética de la responsabilidad, por el contrario, utilice medios moralmente peligrosos. Lógicamente. Pero en el terreno de la realidad
toma en consideración todos los defectos del hombre medio. Como dice Fichte, vemos una y otra vez que quienes actúan según una ética de la convicción se
nadie tiene derecho a suponer que el hombre es bueno y perfecto y nadie está en transforman súbitamente en profetas quiliásticos; que, por ejemplo, quienes
situación de poder descargar sobre otros aquellas consecuencias de acciones que repetidamente han predicado el amor frente a la fuerza, invocan acto seguido la
él pudo prever; se dirá siempre que esas consecuencias son imputables a su acción. fuerza, la fuerza definitiva que ha de traer consigo la aniquilación de toda violencia,
Quien actúa según una ética de la convicción, por el contrario, sólo se siente del mismo modo que, en cada ofensiva, nuestros oficiales decían a los soldados
responsable de que no flamee la llama de la pura convicción, la llama, por ejemplo, que era la última, la que había de darnos el triunfo y con él la paz. Quien opera
de la protesta contra las injusticias del orden social. Prenderla una y otra vez es la conforme a una ética de la convicción no soporta la irracionalidad ética del mundo.
finalidad de sus acciones que, desde el punto de vista del posible éxito, son Es un racionalista cósmico-ético»323. Es una ética inhumana, para santos y mártires,
plenamente irracionales y sólo pueden y deben tener un valor ejemplar»320. pero inadecuada para simples hombres: «para la ética católica, los consilia evangelica
constituyen una ética especial para quienes están dotados con el carisma de la vida
5.2 La cuestión weberiana santa. Entre ellos están, además del monje, que no debe ni derramar sangre ni
buscar ganancias, el caballero cristiano y el ciudadano-piadoso que, respectiva-
Meinecke llamó a Weber el «Maquiavelo alemán». Nos conformamos con afirmar mente, pueden hacer una y otra cosa»324.
que es un pensador que ha hecho suya y reformulado la cuestión maquiaveliana
321 Ibíd., 165. 323 Ibíd., 166.
320 Ibíd.,164-165. 322 Ibíd., 167. 324 Ibíd., 170.
244 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y LA ÉTICA 245

Por otro lado, las religiones reveladas, que según Weber son las que dictan oder»327; «Quien busca la salvación de su alma y la de los demás, que no la busque
éticas con pretensiones universalistas, no son políticamente neutrales; de hecho ~or el camino de la política, cuyas ta~eas, que ~on muy du:~s, só.lo pueden .s,er
prescriben normas distintas para figuras y situaciones distintas. La justificación cumplidas mediante la fuerza. El gemo demomo de la polItlca VIve en tenslOn
teológica se apoya en el mito de la caída, del pecado original, que permite fácilmente interna con el dios del amor, incluido el dios cristiano en su configuración
introducir en la ética la violencia como medio de combatir el pecado y las herejías eclesiástica, y esta tensión puede convertirse en todo momento en un conflicto sin
que ponen el alma en peligro: «Las enseñanzas acósmicas del Sermón de la Montaña solución»328.
que pertenecen a una pura ética de la convicción, y el Derecho natural que en ellas Weber coincide así con el Maquiavelo de las Historias florentinas al decir que
se apoya y que contiene también exigencias absolutas, conservaron, sin embargo, los héroes políticos ponen la grandeza de la patria por encima de la salvación de
su fuerza revolucionaria y salieron furiosamente a la superficie en casi todas las sus almas. Hoy la «patria» es la «paz mundial», el «socialismo», en general "Todo
épocas de conmoción social»325. aquello que se persigue a través de la acción pol~t.ica, que se sirve de. medios violen.t~s
Unas veces llaman a la guerra santa, otras al pacifismo teológico, como el y opera con arreglo a la ética de la responsabIhdad, pone en pelIgro la «salvaclOn
cuáquero, con su existencia trágica en la Guerra de la Independencia, negándose a del alma». Cuando se trata de conseguir una finalidad de este género en un combate
tomar las armas cuando se combate por sus ideales. A veces, la obediencia o la ideológico y con una pura ética de la convicción, esa finalidad resulta perjudicada
insurrección se predican aleatoriamente, en función de la religión del Rey, o de la y desacreditada para muchas generaciones porque en su persecución no se tuvo
relación coyuntural entre la Iglesia y el estado. Lutero exime de responsabilidad presente la responsabilidad por las consecuencias»329.. .
ética a los individuos ante la guerra, al ponerla como cuestión del Estado, siempre El diagnóstico weberiano es terrible: la política pone en pelIgro el alma: «QUlen
que no vaya contra la fe; el calvinismo la sanciona cuando está al servicio de la fe; así obra no tiene conciencia de las potencias diabólicas que están en juego. Estas
el islam también. potencias son inexorables y originarán consecuencias que ~fectan tan~o a su
Ese efecto político de las éticas de salvación es valorado por Weber muy actividad como a su propia alma, frente a las que se encuentra mdefenso SI no las
330
negativamente; y lo explica por la incompatibilidad entre política y ética de ve. El demonio es viejo; hazte viejo para poder entenderlo • .

convicción. Weber considera que quien opte por la política firma un pacto con el La política se hace con la cabeza, dicen los éticos de la re~ponsabili~ad; los ~e
procedimiento, con el uso del poder; y tiene que asumir sus consecuencias, aunque la convicción añaden: pero no sólo con la cabeza. Ambos tIenen razon: «NadIe
sean paradójicas. Quien aspira a instaurar la justicia absoluta en la tierra mediante puede, sin embargo, prescribir si hay que obrar conforme a la ética de la
el uso del poder, necesita seguidores, aparato; para que funcione, necesita ofrecer responsabilidad o conforme a la ética de la convicción, o cuándo conforme a una
premios internos (satisfacción del odio, del deseo de venganza, de resentimiento, y cuándo conforma a la otra. Lo único que puedo decirles es que cua~d? en estos
de la «pasión pseudoética de tener razón») y externos (botín, triunfo, poder, tiempos de excitación que ustedes no creen estéril [... ] veo aparecer subltam~n~e a
prebendas). No se puede querer el fin y no los medios; el resultado de su acción no los políticos de convicción en medio del desorden gritando: «el mundo es estupIdo
está en sus manos. Aunque subjetivamente hubiera en todos buena fe, objetivamente y abyecto, pero yo no; la responsabilidad por las consecuencias no me corres~~nde
se obtendrían los mismos resultados: «los héroes de la fe y la fe misma desaparecen a mí, sino .a los otros para quienes yo trabajo y cuya estupidez o cuya abyecclOn yo
o, lo que es más eficaz aún, se transforman en parte constitutiva de la fraseología extirparé», lo primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe t~as esa
de los pícaros y de los técnicos de la política. Esta evolución se produce de forma ética de la convicción. Tengo la impresión de que en nueve casos de cada dIez me
especialmente rápida en las contiendas ideológicas porque suelen estar dirigidas o encuentro con odres llenos de viento que no sienten realmente lo que están
inspiradas por auténticos caudillos, profetas de la revolución. AqUÍ, como en todo haciendo, sino que se inflaman con sensaciones románticas. Esto no me interesa
aparato sometido a una jefatura, una de las condiciones del éxito es el empobre- mucho humanamente y no me conmueve en absoluto. Es, por el contrario, infinita-
cimiento espiritual, la cosificación. La proletarización espiritual en pro de la mente conmovedora la actitud de un hombre maduro [... ] que siente realmente y
disciplina. El séquito triunfante de un caudillo ideológico suele así transformarse con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a
con especial facilidad en un grupo completamente ordinario de prebendas»326. una ética de responsabilidad, y que al llegar a cierto momento dice: ,mo puedo
Weber es claro y contundente al afirmar que hacer política profesionalmente hacer otra cosa, aquí me detengo». Esto si es algo auténticamente humano y esto sí
supone asumir riesgos; sus textos no necesitan comentario: «Repito que quien cala hondo»33!.
hace política pacta con los poderes diabólicos que acechan en torno de todo
327 Ibíd.,173.
328 Ibíd.,174.
329 Ibíd.,174-175.
325 Ibíd.,170. 330 Ibíd., 175.
326 Ibíd.,173. 331 Ibíd.,176.
246 FILOSOFÍA POLÍTICA

Es difícil saber si Weber recurre a esta consolatio para salvarse con todos; La política y el derecho
defender la imposibilidad del bien es una manera de perdonarnos, o de pedir
perdón. En todo caso, Weber es coherente: al renunciar a la razón y a la historia
como referentes de legitimación, al declarar fuerte el politeísmo de los valores,
estaba dejando el mundo a merced de la fuerza. También aquí el miedo al humo
lleva a elegir el infierno; el rechazo de la razón impura deja al mundo sin razón.
«Qué es el derecho? Si no quiere caer en tautología, o
bien remitir a lo que proponen las leyes de algún país
en algún tiempo, en vez de dar una solución general,
esta pregunta puede muy bien sumir al jurisconsulto en
la misma perplejidad en que se encuentra el lógico ante
el desafío al que está llamado: ¿qué es la verdad? Puede
muy bien indicar lo que es de derecho, es decir, lo que
dicen o han dicho las leyes en un lugar y tiempo
determinados; pero el conocimiento de si es justo lo
que dichas leyes proponían y del criterio general para
conocer tanto lo justo como lo injusto permanecerán
ocultos para él si no abandona durante largo tiempo
los principios empíricos y busca las fuentes de aquellos
juicios en la mera razón para erigir los fundamentos
de una legislación positiva posible. Una doctrina
jurídica únicamente empírica es (como la cabeza de
madera en la fábula de Fedro) una cabeza que puede
ser hermosa, pero que lamentablemente no tiene seso».
I. Kant, «Doctrina del derecho»
Metafísica de las costumbres

1. La política, fundamento del derecho

1.1 Derecho versus política

A través de los tiempos, y contra las arbitrariedades y perversiones del poder


político, los hombres han reivindicado el derecho y han luchado por sus derechos;
frente a las sombras de lo político, frente a sus incertidumbres y degeneraciones, el
derecho era pensado como garantía de regularidad, de seguridad, de racionalidad
y de justicia, como ámbito de luz. A lo largo de la historia, pues, se afirmó la
contraposición entre el mundo de la política y el reino del derecho; y se consolidó
la idea de que la buena política era la que perseguía la instauración del reino del
derecho y la que, en el camino, se mantenía en sus límites. Los hombres confiaban
más en el derecho, que se representaban como estable y racional, que en la política,
que veían voluble y pasional. Como tantas veces, buscaban fuera el ideal que se les
negaba dentro.
248 FILOSOFÍA POLíTICA LA POLíTICA Y EL DERECHO 249

Ahora bien, esta escisión y primacía del derecho, con la alternativa de sumisión escisión, en el enfoque que desarrollamos, refiere a carencias políticas que empujan
de la política a sus reglas, si algo expresa con claridad es el alejamiento del hombre a divinizar el derecho.
de la política; el ámbito histórico en el que se fue tejiendo el conflicto entre la El enfrentamiento entre política y derecho en la consciencia de los ciudadanos
política y el derecho correspondía al de la ausencia de participación de los hombres expresa el alejamiento de éstos de la vida política, su exterioridad respecto al estado,
en la política, a la ausencia de democracia. Sólo cuando los hombres son gobernados que se representan como poder político sin alma (sin derecho), como mero aparato
por otros, y no por sí mismos, cuando están sometidos a una voluntad particular, de la dominación. Si nuestra apreciación empírica es correcta, si hoy más que
temen la decisión política y confían más en el derecho. Bajo el despotismo, los nunca se extiende la desconfianza en la política y se clama por el derecho, si se
hombres recurren al ideal de sus derechos, que irán elaborando en el imaginario menosprecia al legislativo, se desprecia al ejecutivo y se confía en el judicial, hemos
histórico; bajo la dominación arbitraria incluso reivindican el reinado del derecho de sospechar que la actual democracia liberal no ha logrado esa emancipación del
positivo, pues la ley, aunque sea la voz del déspota, siempre es más soportable que hombre que le haría confiar más en la voluntad general, políticamente construida,
su voluntad caprichosa. Sin duda, siendo la misma voluntad, tendrán la misma que en una norma del bien y de la justicia interpretada por el poder, aunque sea
crueldad las normas de derecho que sus decisiones espontáneas, pero la primera por mediación de los especialistas. En consecuencia, la reflexión filosófico política
tiene la ventaja de la claridad y la publicidad, y la previsión aporta alguna seguridad. ha de abordar con urgencia y radicalismo la escisión entre política y derecho y la
Es significativo que la reivindicación del derecho frente a la política sea asumida sacralización de éste.
por los filósofos ilustrados, que no sólo han renunciado al mito del filósofo-rey,
sino que se han visto desengañados por su apuesta por otro mito, el del rey-filósofo, 1.2 Filosofía política y filosofía del derecho
el del déspota ilustrado. Diderot, Rousseau y Kant, miembros de esa primera
generación de intelectuales que viven de su producción intelectual, vendiendo sus Parece evidente que no hay derecho positivo que no haya sido instituido 'por la
libros o sus ideas, pero no su alma, simbolizan frentes distintos de reivindicación voluntad política; también lo es que, en nuestro mundo occidental, la política tiene
del derecho por las clases burguesas frente a un poder político que sigue en manos su forma más excelente de expresión a través de la ley. Toda acción política gira en
de las fuerzas del antiguo régimen. Por eso Kant definirá la Revolución de 1789 torno a la ley, sea instaurando nuevas leyes, sea usando las existentes como medios
como la mayor expresión de la lucha histórica por el derecho. El derecho, en tanto para sus fines. Con frecuencia el orden jurídico aparece como el referente último
que reino de lo universal, es siempre la esperanza de los pueblos frente a la política de lo político, al mismo tiempo obra y límite de la política como actividad. La
despótica. construcción de un estado de derecho y de una sociedad que funcione de acuerdo
El derecho, por tanto, es un ideal mínimo y de resistencia; los pueblos lo anhelan con el derecho parece convertirse en fin último en el culto reciente de las filosofías
en proporción a su miseria política, y llegan a pensarlo como lo otro de la política. políticas al procedimentalismo.
Sería de esperar, por tanto, que a medida que los hombres se hacen dueños de su En todo caso, hoy el derecho positivo ofrece ese rostro bifronte de formar
destino, cuando se afirma y realiza la idea democrática, la oposición entre derecho parte de lo político, ser construcción política, al tiempo que pone límites a la política.
y política pierda realidad. ¿Qué sentido tendría la reivindicación por un pueblo de En nuestro mundo cultural la política (legítima) casi se reduce a la construcción
una norma superior y externa a su propia voluntad? El derecho, en la idea demo- jurídica de la ciudad en el marco del derecho. Una política que ignore el derecho
crática, se representa como un producto de la política; el reinado del derecho es la tiende a ser pensada como mera violencia, como antipolítica; pero pensar el derecho
forma institucional de la política en la democracia. Su objetividad y sustantividad sin mediación política es igualmente arbitrario y peligroso. Ambas representaciones
expresa la auto limitación de la política, su auto exigencia de coherencia y constancia, pueden tener sentido en situaciones excepcionales; pero, como diría Kant, esas
su renuncia a convertir la voluntad general en algo efímero, espúreo y arbitrario; situaciones pertenecen al reino de la historia, no al de la razón práctica; pueden
pero nunca la idea democrática pone el derecho como determinación externa de ocurrir de hecho, pero no conforme a la razón.
la política. La relación dialéctica entre derecho y política parece indiscutible; los problemas
Superada la situación de exterioridad del poder que propiciaba la escisión entre surgen a la hora de fijar la hegemonía, especialmente en los casos excepcionales.
política y derecho, en que aquella estaba en manos de los gobernantes y éste en el Hasta el presente, conforme a lo ya aludido, la filosofía ha primado al derecho
imaginario de los súbditos, en que la política aparecía aliada de la opresión y el sobre la política. No es inocente el hecho de que la filosofía del derecho, a diferencia
derecho de la liberación, aparece la posibilidad y necesidad de una nueva relación, de la filosofía política, lleve décadas de institucionalización académica. Y la reflexión
que hay que pensar y establecer. La filosofía política tiene hoy, en esta relación filosófico jurídica, en parte por determinaciones metodológicas (toda disciplina
entre derecho y política, un tema privilegiado de reflexión, porque hoy más que institucionalizada ha de justificarse fijando la claridad y distinción de su objeto, su
nunca, en plena hegemonía de las democracias liberales, reaparece con fuerza la autonomía y eminencia) yen parte por determinaciones socioculturales y políticas
consciencia de exterioridad y contraposición entre política y derecho. Y esta más complejas, ha tendido a construir (descubrir) el mundo del derecho, de la
250 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 251

norma jurídica, como una realidad sustantiva; en los casos límites, como una fundamentación no política del derecho y, en particular, a la concepción ontológica
estructura lógica resistente a toda contaminación social. del mismo. En consecuencia, la filosofía política ha de rechazar, en primer lugar, la
Hoy la filosofía del derecho está fuertemente cuestionada332 • Sin entrar, ni concepción naturalista del derecho, que mantiene la fundamentación ontológica
mucho menos, en el corpus doctrinal, sí que aquí debemos hacer algunas reflexiones fuerte del mismo; pero ha de rechazar igualmente otras dos concepciones que
sobre el estatus de la filosofía del derecho en su relación con la filosofía política333 • históricamente han aparecido enfrentadas al iusnaturalismo, a saber, el historicismo
Tal como hemos dicho ante la ontología y la filosofía de la historia, el concepto de y el positivismo. La primera relativiza el derecho, pero remitiéndolo a una legalidad
derecho que la filosofía política ha de usar no tiene por qué venir dictado por la metafísica inmanente a la historia; la segunda lo relativiza disolviéndolo en la mera
filosofía del derecho dominante; entre las distintas nociones, la filosofía política contingencia de la decisión política
ha de escoger el más adecuado para su concepción de la política, de la comunidad Hemos de clarificar este rechazo del positivismo, en cuanto a primera vista
política y del hombre, el que aporte mayor consistencia formal y material. Dicho surge frente al iusnaturalismo y hace depender el derecho de la política. Aunque
de otra manera, la filosofía política ha de elaborar su propia noción de derecho, ha podríamos remontarnos a Hobbes, la historia contemporánea del problema
de tomar posición ante el iusnaturalismo y, dentro del convencionalismo o comienza con Hans Kelsen, quien renunció a explicar el derecho positivo en claves
relativismo, ha de optar por pensar el derecho como una realidad autónoma de un derecho natural superior, universal, a reivindicar. El derecho, nos dice, ni es
respecto a la política o como un producto de la misma. Hay que tomar posición, un objeto natural, ni tiene un fundamento natural334 • El derecho real es el formulado
porque en cada caso la filosofía política se auto determina de modo diferente; hay en las leyes; y el derecho ideal, en todo caso, no es el real, no es positivo, y no puede
que valorar los efectos de cada opción. condenarse a nadie por incumplir un derecho en idea. En última instancia, tal
La filosofía política ha de formular una noción de derecho en que la política derecho tendería a confundirse con la moralidad.
recupere su dignidad frente al derecho, ha de pensar un marco de confluencia. Es Kelsen supuso un fuerte atentado a la filosofía del derecho ontológica. De hecho,
razonable afirmar que el derecho es una creación de la política, ya que el derecho él llamó a su reflexión una «teoría»335, rechazando explícitamente el título de
es la voluntad del estado y éste se instaura en un acto político; también es razonable «filosofía», que según el pensador austríaco incluía excesivo subjetivismo y
afirmar que la política se hace en el marco de la ley; no lo es, en cambio, afirmar referencias a valores e ideas de la justicia trascendentes. Kelsen pensaba que la
que toda decisión política es derecho ni que la política es mera ejecución de las filosofía del derecho estaba intrínsecamente vinculada al derecho natural, mientras
leyes. Derecho y política, por tanto, parecen condenados a la confluencia en una que él perseguía una descripción del derecho como un hecho. Renunciar al derecho
filosofía razonable; una política al margen del derecho -excepto en situaciones natural equivalía, a sus ojos, a renunciar a la filosofía del derecho. Lo que plantea
excepcionales, fundacionales o insurreccionales- es terrorismo; un derecho Kelsen es la posibilidad de una filosofía del derecho que, por un lado, no estuviera
autónomo, al margen de la política, es despotismo, incluso si es teológico. Por basada en el derecho natural ni tuviera fundamentación a priori; y que, por otro,
tanto, parece razonable pensar el derecho como el mejor instrumento de trabajo no llevara al relativismo jurídico, a disolver el derecho en la historia o la sociología.
de la política, como tal producido por la política, usado en la política y asumido La solución que encuentra Kelsen, para eludir tanto la fundamentación ontológica
por ésta como límite de su actuación. como el historicismo, es la opción por el positivismo jurídico, tal que el derecho
Ese ideal de confluencia supone y exige una relativa autonomía, que incluya la deja de ser considerado una regla en sí -sea universal y absoluta, sea históricamente
diferencia y el conflicto; si no fuera así, si postuláramos la identidad o perfecta determinada- para ser pensado como reglas contingentes establecidas por la
connivencia, estaríamos subordinando uno al otro o considerándolos expresiones voluntad política (legislador, juez) que las enuncia.
históricas de lo otro. Hablar de confluencia supone distinguir ambos ámbitos, El positivismo jurídico constituye un ataque frontal a la pretensión de
reconocer en ellos sus propias reglas; es decir, ponerlos en una relación dialéctica. fundamentación ontológica del derecho; acogemos, pues, su carga negativa. Pero
Por tanto, hay que afrontar el problema de que la política tenderá a instrumentalizar su alternativa no nos parece satisfactoria ni teórica ni prácticamente. Entre la
el derecho, y el derecho tenderá a regir el proceso social al margen de toda decisión metafísica y la mera positividad cabe la fundamentación política; entre lo absoluto
política; hay que asumir, por tanto, que la articulación no será fácil ni a nivel y lo meramente contingente cabe una intersubjetividad construida razonablemente.
empírico ni en la definición conceptual. La crisis de fundamentación ontológica del derecho no puede llevar a la victoria
¿Qué idea del derecho es la compatible con el concepto de política que venimos pírrica del relativismo; al menos debemos intentar que no sea sí; y debemos
definiendo? Tenemos al menos una exigencia general: hay que renunciar a toda intentarlo sin volver la vista atrás.
332 Ver especialmente los trabajos recogidos en «Définir le droit», en Droits 10 y 11 (1989,
1990), Y «La fonction de jugw> , en Droits 9 (1989).
333 Un buen tratamiento filosófico-político del tema se encuentra en Simone Goyard-Fabre, 334 M. Troper, "Pour une définition stipulative du droit», Droits 10 (1989), pág. 101.
Les fondements de l'ordre juridique. París, PUF, 1992. 335 H. Kelsen, Teoría pura del derecho. México, UNAM, 1981.
252 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 253

1.3 Iusnaturalismo versus nihilismo valores, las relaciones físicas expresan deberes, y en el que todo cuanto se sale de su
lugar genera caos y es malo.
La defensa contemporánea más contundente del derecho natural tal vez sea la que El atractivo de la pretensión filosófica de encontrar un referente neutral desde
nos ofrece Leo Strauss; pero es una defensa anacrónica, que convierte la historia donde decir la verdad y el error, el bien y el mal, lo justo y lo indigno, queda así
de la filosofía en un prolongado error. Entiende que la filosofía política, que busca afectado de sospecha. Strauss parece reconocerlo, pero nos viene a decir que entre
el conocimiento tanto de la «verdadera naturaleza de lo político» como del "orden un fundamento ontológico sospechoso y la arbitrariedad, la filosofía ha de optar
político justo y bueno»336, se juega su posibilidad en la aceptación de una instancia por el primero. Tal vez sí, pero no está claro que no haya terceras vías. En todo
trascendente desde la cual poder decir el bien y el mal políticos; y cree que esa caso, es difícil a finales del siglo xx optar por una filosofía que no sea compatible
instancia sería el derecho natural. Piensa que sin fundamento ontológico la filosofía con la democracia y los derechos del hombre; y el derecho natural clásico no parece
desemboca en la arbitrariedad y la vida en el nihilismo: «La vida política que ignora avenirse con las exigencia igualitarias.
la idea del derecho natural, ignora también la ciencia política [... ]. Inversamente, Parece como si Strauss estuviera dispuesto a sacrificar todos los contenidos
una vida política consciente de la posibilidad de la ciencia política necesariamente políticos a la seguridad, que en el plano filosófico se presenta como fundamentación
se enfrenta al problema del derecho natural»337. transcendente. Por ello somete a fuerte crítica el derecho natural moderno, en
Su punto de partida es fuerte, pues sostiene que no hay ciencia o filosofía cuyas teorías ve la deriva inconsciente hacia el nihilismo. Ciertamente, el iusna-
política, ni hay vida práctica coherente, sin esa instancia del derecho natural desde turalismo moderno refiere a una concepción política individualista, que pone la
la que juzgar el derecho positivo y la acción política: «El abandono actual del subjetividad, es decir, la elección o aceptación libre y voluntaria, como único
derecho natural conduce al nihilismo; aún más, se identifica al nihilismo»338. La fundamento del derecho y de la política; lejos, pues del derecho natural antiguo,
filosofía política es, pues, reflexión sobre el derecho natural, sobre su naturaleza, que refiere a una totalidad acabada, a un orden global de la polis o del cosmos, y
contenido e historia. Su libro Derecho natural e historia es, sin duda, uno de los toma como criterio de legitimidad la coherencia de lo particular con ese orden.
más potentes esfuerzos contemporáneos en la reivindicación del derecho natural. Strauss considera que en la medida en que el iusnaturalismo moderno renuncia al
Pero Strauss, como su maestro Heidegger, menosprecia la historia de la filosofía, referente transcendente y recurre a la subjetividad, se desplaza por la pendiente
cuya deriva conduce a la crisis de la razón práctica; y en su apuesta por el derecho que, de Maquiavelo a Hegel, se precipita en el historicismo o en el positivismo, dos
natural vuelve los ojos al mundo antiguo, particularmente a la filosofía aristotélica, figuras del nihilismo que acechan la crisis del derecho natural.
donde el derecho natural viene a ser el rostro moral de un cosmos acabado, estable
y cognoscible. Strauss encuentra y subraya en el pensamiento clásico una teoría 1.3.1 Convencionalismo antiguo y moderno
del derecho natural que se presenta como verdad, como instancia eterna y legítima Strauss llama convencionalismo a las diversas teorías que, frente al naturalismo,
desde donde prescribir el orden y la praxis de la poUs. Sabe aprovechar el poder defienden el carácter artificial, convencional, de los principios, nociones o valores:
seductor de la retórica histórica que ha presentado la filosofía como opción por la «La tesis según la cual el derecho y la justicia son convencionales significaba que
episteme frente a la doxa, y pone el derecho natural como opción por la verdad, su fundamento no está en la naturaleza, que son en último análisis contra la
como alternativa a las opiniones compartidas, a las tradiciones respetadas, a la naturaleza, que no tienen otra razón de ser que la aceptación arbitraria por las
autoridad aceptada. «La filosofía abandona lo antiguo por lo bueno en sí, por lo comunidades humanas, explicitadas o no: no tienen otro fundamento que el común
bueno por naturaleza», dice Strauss; la filosofía pone la naturaleza como autoridad acuerdo. Pero un común acuerdo tal vez basta para mantener la paz, pero es
suprema, frente a las costumbres, los acuerdos coyunturales y las situaciones fácticas. impotente para que nazca la verdad»339. El convencionalismo, pues, denota
Esa filosofía, que afirma que la esencia de las cosas refiere al deber ser, tiene el impotencia, es hijo del escepticismo. Y a Strauss le parece que el convencionalismo
atractivo de poner la razón sobre los hechos y las convenciones. no es grave en tanto se vea a sí mismo fruto de la impotencia, en tanto se reconozca
Pero esa verdad, a pesar de su vocación universalista y absoluta, está etnográ- que la naturaleza de las cosas es una mejor instancia de fundamentación que el
ficamente determinada; ese orden natural, donde pueden leerse las leyes naturales acuerdo contingente.
del cosmos, de la ciudad y del hombre, no es inocente, pues corresponde a una Es lo que, según Strauss, se daba en el mundo clásico, donde el conven-
naturaleza pensada como mundo cerrado, fijo, jerárquico, de lugares naturales, cionalismo se repartía con el platonismo el campo filosófico. A pesar de la contra-
ordenado a un fin; un mundo en el que las determinaciones ontológicas expresan posición coincidían en lo esencial: «[las dos filosofías adversarias] admiten ambas
que la distinción entre naturaleza y convención es fundamental, porque está
336 L. Strauss, Political Philosophy. Six Essays by Leo Strauss. Nueva York, 1975, pág. 6. implicada en la idea misma de la filosofía»340. Ambas presuponen que filosofar es
337 L. Strauss, Droit naturel et histoire. París, Plon, 1954, pág. 97.
338 Ibíd., 16. 339 Ibíd., 22. 340 Ibíd., 23.
254 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 255

acceder de la caverna a la luz, a la verdad; que la caverna es el lugar de la opinión, de subjetividad, de relativización histórica, de contextualización de los valores.
opuesta al conocimiento; pero una lo cree posible y otra no. El convencionalismo Strauss piensa que, a estas alturas, la universalidad ha dejado de ser un ideal
clásico, por tanto, tiene su lugar donde la filosofía renuncia, o donde todavía no ha inconquistable para ser una idea menospreciable.
llegado; asume que la opinión es variable, y los hombres no pueden vivir juntos
sin estabilizarlas por acuerdos; instauran así la autoridad de un dogma colectivo o 1.3.2 Contra el historidsmo
Weltanschauung, una opinión aceptada que hace las veces de verdad. El historicismo es una de las formas modernas del convencionalismo. Strauss adopta
Tal actitud es comprensible y a veces inevitable; pero Strauss entiende que la una posición antagónica sin reservas: frente a tesis historicistas como «el derecho
filosofía no puede renunciar a su destino de pensar el mundo como un orden y no natural es imposible porque la filosofía, en sentido pleno del término, es imposible»,
puede quedarse en las creencias u opiniones compartidas. Las doxae son la caverna; nuestro autor contesta que «la filosofía no es posible a menos que exista un
filosofar es elevarse del dogma colectivo aceptado al conocimiento de la verdad, horizonte absoluto o natural, por oposición a los horizontes históricos y cambiantes
proceso esencialmente privado que aspira a lo universal; filosofar es pasar de una como el de la caverna de Platón»343. De todas formas, es una crítica exterior, y el
respuesta inadecuada, aunque necesaria, al problema de la verdad o de la justicia, mismo Strauss defiende que, en las alternativas ontológicas, donde por definición
a otra respuesta adecuada; de una respuesta arbitraria, por convencional, a otra no hay instancia común desde la que decidir, hay que tomar posiciones pragmáticas
necesaria, por justificada. o ideológicas. Las batallas ontológicas son, ciertamente, batallas por imponer una
De todas formas, Strauss ve en el convencionalismo clásico una aspiración a la ontología; y como éstas no son inocentes, en el fondo son batallas por imponer
verdad, aunque en su renuncia la sustituya por el acuerdo: «El postulado funda- una ética y una política. Strauss lo sabe, pero se resiste a aceptar que sea imposible
mental del convencionalismo no difiere en nada de la idea de la filosofía concebida encontrar argumentos pragmáticos o ideológicos para apoyar una preferencia sobre
como tentativa de aprehensión de lo eterno»341. La convención responde a la nece- otra.
sidad de una verdad universal, es una manera falsa de fijar la verdad; una manera Un par de textos suyos nos ilustran esta exterioridad del debate y la toma de
filosóficamente inaceptable, aunque políticamente imprescindible. Strauss viene posición straussiana. En el primero plantea problematizada la hermenéutica
a decir que las convenciones, si pudieran fijarse definitivamente, harían las veces historicista: «El historicismo pretende que el recurso del hombre moderno a la
de un derecho natural; la debilidad teórica del convencionalismo, que sustituye la historia implicaba que devenía y eventualmente descubría una dimensión real que
verdad por la opinión, sería menos relevante que su debilidad práctica, es decir, había escapado al pensamiento clásico: la dimensión histórica. Si admitimos este
que la fragilidad de los acuerdos. Para un filósofo conservador el mal político por argumento, acabaremos arrinconados por el historicismo. En cambio, si el
excelencia es el caos, efecto de la debilidad de las normas; por tanto, el fundamento historicismo puede ser puesto en cuestión, estamos conducidos a preguntarnos si
del derecho ha de ser fuerte. lo que ha sido aclamado en el XIX como un descubrimiento no era en realidad una
La crítica del convencionalismo moderno al derecho natural es más radical, invención, una interpretación arbitraria de los fenómenos que han sido conocidos
porque no es una crítica meramente escéptica, que reconoce la existencia de la de todos los tiempos e interpretados con mucho más intención antes de la aparición
cosa pero niega el acceso a su conocimiento, sino una crítica teórica y práctica de la consciencia histórica que después. Lo que se llama el descubrimiento de la
alternativa, que afirma la imposibilidad y el absurdo de lo universal, sea el derecho historia ¿no es en realidad una solución artificial y rápida de un problema que no
natural o la justicia o la verdad, así como su inutilidad o su perversión. Ahora el podía aparecer más que sobre la base de premisas extremamente contestables?344.
c~nvencionalismo ~o aparece como efecto del escepticismo y de la impotencia, El segundo texto expone una concepción filosófica apropiada a sus pretensiones:
SlllO que se afirma positivamente como una ontología de la subjetividad, la «A lo largo de la historia la filosofía es esencialmente filosofía política. Desde
indeterminación y la contingencia, desde la cual los acuerdos convencionales son entonces, lo que llamamos descubrimiento de la historia es debido no a la filosofía
sacralizados en tanto que construcción humana, que expresa la emancipación en general, sino a la filosofía política. Es el mal paso en el que se había hundido la
respecto a la sumisión voluntaria a la transcendencia y a lo eterno: «Mientras que filosofía política del siglo XVIII lo que ha hecho la cama de la escuela histórica. La
en los antiguos filosofar era salir de la caverna, en los contemporáneos toda filosofía política del siglo XVIII era una filosofía del derecho natural. Era una
andadura filosófica pertenece principalmente a un «mundo histórico», a una interpretación particular, específicamente moderna. El historicismo es el desenlace
«cultura», a una «civilización» o a una Weltanschauung, en suma, precisamente a de la crisis del derecho natural y de la filosofía política moderna. Esta crisis ha
lo que Platón llamaba caverna»342. Aquí el planteamiento es dramático: las formas podido extenderse a la filosofía en tanto que tal por la sola razón que ella ha sido
contemporáneas del convencionalismo no se defienden como mal menor ante la en el curso de los últimos años totalmente politizada. En el origen la filosofía era
debilidad de la razón; se defienden como ontología coherente con los principios una investigación del orden eterno, tendente a volver al hombre más humano, o

341 Ibíd., 23. 342 Ibíd., 24. 343 Ibíd., 44. 344 Ibíd., 42.
256 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 257

sea, un cauce puro de inspiraciones y de aspiraciones humanas. Desde el siglo XVIII desde lo universal; los fenómenos individuales o parciales no pueden ser
ha devenido un arma, o sea, un instrumento. En esta filosofía politizada un clérigo comprendidos más que como los efectos de otros fenómenos individuales y
que denunciaba la traición de los suyos pretendía encontrar la fuente de nuestros particulares, y jamás como emanaciones de una totalidad tal como el alma del
males. Pero cometió el error fatal de desconocer la diferencia esencial entre pueblo. La historia es el resultado de las acciones individuales; no hay sentido de la
intelectuales y filósofos y quedó enredado en la superchería que denunciaba: la historia fuera del sentido subjetivo, fuera de las intenciones de los actores, y estas
filosofía ¿no deviene política más que cuando la diferencia entre intelectuales y intenciones nunca se cumplen, quedando el destino incierto, imprevisible,
filósofos -lo que en otras épocas se llamaba diferencia entre gentilhombre y filósofo invitándonos o forzándonos a elegir, a tomar posición, a determinarlo, aun sabiendo
de una parte, y diferencia entre sofistas o retóricos y filósofos, de otra- se hunde y que se nos escapa.
acaba por desvanecerse?»345. Strauss piensa que Weber, partiendo de una crítica al historicismo y de una
Ciertamente, el historicismo es una opción metafísica, una ontología; Heidegger escisión neokantiana entre hechos y valores que comparte, se abocará a una posición
ya mostró que el historicismo cargaba al ser con una ontología teórica (principios también convencionalista, la del positivismo. El error de Weber no reside en su
racionales) y una ontología práctica (valores y fines). Strauss está legitimado para tesis de la escisión entre la esfera de los hechos, regida por la causalidad y susceptible
optar por una ontología aristotélica y desde ella negar el historicismo. De todas de explicación, y la esfera de los valores, reino de la libertad y sólo susceptible de
formas, para que el diálogo fuera posible habría que contrastar las implicaciones comprensión; el error nace de su tesis sobre la intrínseca irracionalidad de las
filosófico-políticas que se derivan de una y otra ontología. Es cierto que en nombre elecciones de valor individuales, lo que llama Weber «politeísmo de los valores»,
del espíritu de un pueblo pueden cometerse barbaridades; pero no menores que que convierte en arbitraria cualquier elección y deja el derecho sin más fundamento
las factibles en nombres de las verdades eternas. Un derecho nacional y un derecho que el de ser arbitrariamente elegido: «Si se rechaza la idea de derecho natural, no
universal pueden ser igualmente totalitarios cuando son impuestos exteriormente, es solamente porque se considere todo pensamiento humano como histórico;
al margen de la política. también es porque se estima que hay una pluralidad de principios invariables del
derecho y del bien que se oponen entre sí, sin que pueda probarse la superioridad
1.3.3 Contra el positivismo de alguno»347.
Las enemigos del derecho natural, dice Strauss, no se encuentran sólo en el Según Strauss, la clave de la deriva weberiana yace en su creencia en la
historicismo; el enemigo del derecho natural no es sólo el derecho histórico y imposibilidad de una opción evaluativa racional, que en última instancia remite a
etnográfico; hay que contar también con las filosofías que niegan toda racionalidad la irreductibilidad entre ser y deber ser. Desde tal supuesto, no hay otra salida que
a las opciones morales y políticas: «Si la noción de derecho natural es rechazada, el nihilismo: «Supongamos que tenemos un conocimiento auténtico del bien y del
no lo es sólo porque se considere todo pensamiento humano como histórico; es mal, del deber ser, del verdadero sistema de valores. Este conocimiento, aunque no
también porque se considera que hay una pluralidad de principios invariables del derivado de las ciencias experimentales, aspiraría a buen derecho a gobernar todas
derecho y del bien que se oponen entre ellos sin que se pueda probar la superioridad las ciencias sociales: constituiría su fundamento. Puesto que la ciencia social tiene
de ninguno»346. la ambición de ser utilizable en la práctica, se esforzará en descubrir medios
El mejor representante de esta posición es Weber, a quien Strauss llama «el apropiados a fines dados. Para hacer esto, deben conocerse los fines. Lo que importa
más grande sociólogo del siglo», obsesivamente volcado al problema del valor en saber es si estos fines son dados de una manera diferente que los medios. Si el fin y
las ciencias sociales. Como es bien sabido, Weber toma posición frente al los medios participan del mismo orden, es porque el fin procede de la misma ciencia
historicismo de la escuela histórica y, en particular, frente a su tratamiento del que los medios. Si hubiese un conocimiento auténtico de los fines, este conocimiento
derecho natural. Aprueba que hayan rechazado el carácter absoluto y universal del esclarecería naturalmente toda investigación de los medios. No habría razón alguna
derecho, pero le parece que le han buscado un nuevo refugio etnográfico, tanto al para remitir el conocimiento de los fines a la filosofía social y la investigación de
referir el derecho al «alma de un pueblo», como al afirmar que la historia de la los medios a una ciencia social autónoma. Apoyados sobre el conocimiento
humanidad tiene un sentido, que está regida por una necesidad inteligible. A Weber auténtico de los fines verdaderos, las ciencias sociales se entregarían a la
le parecen residuos metafísicos y dogmáticos, inaceptables por la ciencia positiva y investigación de los medios apropiados a estos fines; emitirían juicios de valor
políticamente peligrosos. objetivos y específicos en materia de política»348.
Weber aplica lo que se llamará «individualismo metodológico», pero que en En el fondo, dice Strauss, si Weber defiende la neutralidad ética de las ciencias
realidad responde a una ontología, y que se expresa en una ética individualista y sociales, no es por su creencia en la irreductibilidad entre ser y deber ser, sino «por
una política liberal. Lo real es siempre individual; lo particular no puede explicarse su convicción de que no puede haber conocimiento auténtico del deber ser. Negaba

345 Ibíd., 42-43. 346 Ibíd., 45. 347 Ibíd., 52. 348 Ibíd., 50.
258 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 259

al hombre toda ciencia empírica o racional, todo conocimiento científico o elaboración y elección; es decir, la solución parece estar donde no quieren
filosófico del verdadero sistema de valores porque no había verdadero sistema de encontrarla, en la política.
valores. Hay una multiplicidad de valores del mismo rango, que se oponen los Se comprende la tendencia de la filosofía del derecho a salvar el derecho de su
unos a los otros según las exigencias y cuyo conflicto no puede ser resuelto por la disolución en lo otro (moral o político), especialmente por considerar el derecho
razón humana. Las ciencias sociales o la filosofía social pueden a lo más poner en como el orden de la racionalidad y los valores trascendentes. Pero, en rigor, la
claro este conflicto y todas sus implicaciones; la solución debe ser dejada a la filosofía actual es refractaria a todo planteamiento fundamentalista trascendente.
decisión libre, no racional, de cada individu0 349 . La respuesta de Manent a estas tendencias es sugerente. Considera que si bien el
Strauss considera, por tanto, que la posición de Weber lleva «al nihilismo, es derecho no se identifica con la fuerza, la verdad es que el derecho es siempre del
decir, a la idea de que toda preferencia, aunque sea malvada, vilo loca, debe ser más fuerte; quien instaura el derecho es el más fuerte, lo instaure con o sin violencia.
considerada por el tribunal de la razón tan legítima como cualquier otra»350. El derecho positivo es tal derecho si tiene de su lado la fuerza; si no es así, es un
Nihilismo inevitable, que según Strauss habría advertido el propio Weber en sus derecho a extinguir. La insurrección en nombre del derecho, si no es en algún
reflexiones sobre el porvenir de la civilización occidental, condenada a una momento la más fuerte, no creará orden jurídico alguno 352 • Manent, a nuestro
alternativa crucial: o una renovación espiritual (gracias a «profetas enteramente entender, no cuestiona la tesis bien cierta según la cual el derecho del más fuerte es
nuevos o a un poderoso renacimiento de pensadores y de ideales antiguos»); o una contradicción en los términos 353 ; esta tesis simplemente niega a la fuerza como
una «petrificación mecánica agudizada por una suerte de vanidad convulsiva», es fuente del derecho racional, y Manent habla del derecho positivo. La cuestión abierta
decir, imposibilidad de todo proyecto humano que no sea el de los «especialistas es la del sentido de un ideal jurídico más allá de la positividad; y tal cuestión parece
sin alma ni visión y de los voluptuosos sin corazón». razonable en cuanto se piense el derecho como un elemento del ideal político. El
Ante esta perspectiva del derecho natural moderno, que de Maquiavelo a Hegel contenido del derecho positivo es siempre realización parcial de un ideal político,
se aboca al historicismo y de Hegel a Weber al positivismo, ambas figuras del cosa que se entiende mejor si no se olvida que los ideales no son necesariamente
nihilismo, se comprende que Strauss regrese al derecho natural de los antiguos. Si buenos para todos.
el derecho natural moderno, al buscar su apoyo en la subjetividad, lleva a la crisis En conclusión, hemos de insistir, primeramente, en que es tan cierto que no
de la razón práctica, la vuelta al derecho natural clásico se justifica desde la apuesta hay estado, ni política (en sentido propio), sin derecho, como que no hay derecho
por un referente fijo que permita decir el bien y el mal. El problema es decidir si tal fuera del estado. Ahora bien, cuando se trata de establecer el orden de la deter-
regreso implica un orden cerrado, jerarquizado, intrínsecamente asimétrico, donde minación, conviene partir del principio según el cual toda politica concreta siempre
los individuos no son iguales, ni libres, ni soberanos, ni autónomos ... ni individuos. se inscribe en un orden jurídico preexistente, que le marca límites, direcciones y
objetivos. Bien fijado este enfoque, en seguida hemos de resaltar que el orden
1.4 El lugar del derecho en la política jurídico preexistente a toda acción política concreta es a su vez producto de las
acciones políticas anteriores; o sea, que todo derecho efectivo es puesto por la
Todo la argumentación de L. Strauss persigue la aceptación de <<una regla de lo política. En el origen, como ya hemos dicho, el orden lógico exige pensar el derecho
justo y de lo injusto independiente y superior al derecho positivo; un canon con el como efecto de la política, en el acto institucional, constituyente, caracterizado
que podamos juzgar el derecho positivo»351. Hasta cierto punto, la búsqueda de negativamente por la ausencia de derecho y positivamente por la instauración del
esta regla se ha convertido en el objetivo preferido de la filosofía del derecho marco constitucional del derecho.
contemporánea, que busca una regla interna (derecho natural o idea reguladora Hemos de insistir, en segundo lugar, en que la política opera sobre el cuadro
kantiana) que impida recurrir al exterior, a la moral o la política; una norma que jurídico, lo renueva, lo reajusta constantemente; el derecho muestra así su origen
permita volver a hablar con derecho del hecho injusto, totalitario, monstruoso. La político. Podría decirse que el derecho es la forma de auto determinarse la política,
preocupación es sociológicamente comprensible, pero encontrar esa norma general de ir creando sus propios contrapoderes, en los que apoyarse y decidir su futuro.
de justicia desde la cual juzgar el hecho o la ley presenta hoy problemas insuperables, El derecho, creación de la política, es la auto limitación de ésta. La autonomía del
tanto prácticos como teóricos. Efectivamente, a no ser que tal norma fuera derecho, real, le es asignada por la propia política; el estado de derecho, tan
comúnmente aceptada, no tendría efectos prácticos; por otro lado, desde el punto embellecido en nuestros días, es fruto de la política, tan denigrada.
de vista filosófico, y renunciando a la trascendencia, la posibilidad de encontrar En tercer lugar, hemos de insistir en que una política puede entrar en contra-
esa norma pasa por pensar las condiciones y procedimientos de construcción, dicción con el derecho, con la obra de otra política anterior; el derecho se resiste a

349 Ibíd., 50. 351 Ibíd., 15. 352 P. Manent, Naissances de la politique moderne. París, Payot, 1977, págs. 159 ss.
350 Ibíd., 50. 353 S. Goyard-Fabre, «Le droit, tache infini», en Droits 11 (1990), pág. 26.
260 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 261

la transformación, con la fuerza que la propia política le concedió en su fundación; condición. Es decir, la idea del estado moderno se elabora filosóficamente en la
sobre todo, se resiste a transformaciones radicales. El derecho expresa un proyecto ilustración, se constituye con la Revolución francesa y comienza a realizarse a lo
político, está ajustado a él, y se resiste a proyectos alternativos. Cuando la contradic- largo del siglo XIX. La idea de estado moderno, por tanto, corresponde a una idea
ción es fuerte, estamos ante situaciones de excepción, insurreccionales, de uno u del derecho, que incluye una concepción de la relación entre la política, el poder
otro orden. El triunfo de la política alternativa, del proyecto alternativo, supone del estado y el derecho.
un cambio profundo del ordenamiento jurídico, incluso un cambio constitucional. En nuestra época, triunfante esa idea del estado como poder abstracto y
En cuarto lugar, hemos de insistir en que el reconocimiento de la primacía de despersonalizado, expresión de la negación de todas las dependencias personales,
la política no suprime la autonomía del derecho; simplemente, pone esta autonomía se da una circunstancia curiosa: en la consciencia social arraiga la sospecha, si no
como consentida y exigida por una determinada política, como propia de la política el miedo, a ese estado, que de expresión del fin de la dominación personal pasa a
democrática. Política democrática y estado de derecho son caras de la política; el ser considerado símbolo de la dominación universal del individuo o la sociedad.
derecho no es más que una forma, la más esencial, de la realización de la política: Sin duda se trata de una representación compleja y ambigua, pues se reconoce su
de garantizar la unidad, de afirmar la universalidad, de propiciar la deliberación, necesidad al tiempo que se le declara sospechoso, enemigo a controlar si no a
de hacer posible la coexistencia de la individualidad y lo común, de lo privado y lo combatir355 • Esta paradoja suele resolverse de forma tópica: al tiempo que se le
publico, de lo mismo y lo otro. niega el reconocimiento en su universalidad, como estado, se le otorga con énfasis
En fin, hemos de insistir en nuestra idea de que la filosofía contemporánea no el reconocimiento particular de algunas de sus figuras, como la democracia liberal
puede pensar el derecho fundado en un orden exterior; debe pensarlo como obra o el estado de derecho. De este modo, las formas particulares del estado se
humana. Y, si de hecho es así, si es obra de la política, ¿por qué negarle legitimidad? representan como espacios de luz, racionalidad, moralidad y esperanza, mientras
¿Por qué la política ha de ser una fuente del derecho menos digna que otras? En que en su generalidad el estado es pensado como el reino de las sombras, con su
todo caso, la política como tomas de decisiones colectivas por mediación de la constante aureola del poder, de la coacción, de la arbitrariedad, en definitiva, con
deliberación, como verdad del colectivo, como creación de lo común y lo universal, el rostro del Gulag. En el límite, el estado sería, en su representación más abstracta,
es el único fundamento posible. No hay ninguna razón para la aceptabilidad del intrínsecamente sospechoso, terrible y arbitrario, aunque pueda excitar nuestros
derecho que no sea su aceptación efectiva o verosímil; y esto es obra de la política. mejores sentimientos en su existencia particular, en la democracia liberal o el estado
Entre las tres fuentes clásicas del derecho, la religión, la moral o la política, ésta es de derecho, que al fin no son más que formas de estado.
la única pensable cuando la filosofía ha renunciado a la metafísica y ha aceptado No sería extravagante decir que estas dos formas buenas de estado son
los límites humanos. frecuentemente reivindicadas contra el estado. Kelsen decía que la oposición entre
estado y derecho no era teórica, sino política o ideológica, pues «el estado es visto
como una forma autoritaria» y «el derecho como una forma democrática». El estado
2. El estado y el derecho de derecho y la democracia liberal no sólo son vividas como alternativas a formas
de estado despótico o dictatoriales, cosa razonable, sino como espacios de luz
2.1 El estado de derecho contra el estado arrancados a las intrínsecas tinieblas del estado, cosa enigmática. Esta consciencia
subjetiva, dominante en nuestra época y que cuenta con un fuerte apoyo teórico,
Se ha dicho que el estado (moderno) es el régimen político en el que nadie puede es filosóficamente contradictoria, pues se ama el efecto y se odia la causa; y
decir: «L'État, e'est moi»354. Efectivamente, mientras la figura del poder político sea políticamente perversa, pues empuja a cuestionar el estado de derecho y la
un «yo», y no un «nosotros», no puede llamarse «Estado» a un orden político. El democracia liberal cuando dejan ver en sus pliegues su rostro de estado. Se impone,
estado expresa el poder político abstracto; un «yo» soberano, cualquier «yo», en por tanto, la crítica.
cambio, refieren a una adscripción personal del poder. En consecuencia, hay que El esclarecimiento de las relaciones entre el derecho y la política, objeto de este
pensar que el estado moderno se construye en la medida en que adopta una forma capítulo, aborda un aspecto nuclear de este problema. La clave está en la idea
jurídica universalista inspirada en la igualdad de derechos. Así, la idea del estado contemporánea de estado de derecho, que condensa el rechazo del estado y el
del antiguo régimen no coincide con la idea de estado racional moderno, y no por embellecimiento del derecho, que reconoce su oposición y su relación aceptable.
absolutista y despótico, sino porque la forma jurídica en que se expresa reconoce En algunas de sus más extravagantes versiones, esta idea de estado de derecho
aún dependencias personales entre los hombres en función de clase, rango o disimula el rechazo general del estado, las pretensiones de reducirlo a sus mínimas

354 Jacques Ellull, «Remarques sur les origines de l'État», en Droits 15 (abril 1992): 11-17, 355 Ver H. Spencer, El individuo contra el Estado. Barcelona, Orbis, 1984; y Albert Jay Nock,
pág. 11. Our Enemy, the State. Nueva York, A Free Life Editions Books, 1989.
262 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 263

e imprescindibles funciones y de someterlo al control férreo del derecho; y, en la usadas por la teoría del estado de derecho y al orden político social abierta o
mayoría de los casos, manifiesta el menosprecio de la política como praxis sustantiva implícitamente defendido y justificado en ella.
y su reducción a acción técnica regida por normas jurídicas transcendentes.
Sospechamos, por tanto, que la noción de estado de derecho, con sus diversas 2.2 Crítica de la idea de estado de derecho
versiones, es la alternativa al estado político; que la exigencia peculiar de sumisión
del estado al derecho que dicha idea prescribe expresa desconfianza en la política; El estado de derecho goza hoy de una aceptación generalizada, tal vez excesivamente
que la justificación que ofrece de un derecho transcendente se apoya en una filosofía uniforme y dogmática, pues oculta que no siempre fue así y que, a pesar de todo,
fundamentalista anacrónica; que el escenario que supone, el modelo liberal de su bondad no debe estar exenta de crítica. En el XIX alemán el «Rechtsstaat» es un
sociedad, es resistente a la vida política; en fin, que el propio concepto de estado de tema discutido; en el resto de países tardó en incorporarse el concepto, como meras
derecho es ambiguo, designando diversas concepciones del orden político. traducciones literales: «État de droit», «estado de derecho», etc. Hoy, como describe
El estado de derecho resume toda una alternativa político-social; aunque se Michel Troper 356 , es un tema recurrente de discusión (textos, revistas, debates,
presente como una forma de presencia del derecho en la vida política, en rigor congresos), cosa nada sorprendente; es sospechosa en cambio, como decimos, la
configura una posición político-ideológica global. Su origen y justificación gira toma de posición favorable al mismo sin fisuras. Lo exaltan los liberales, cosa
en torno a dos tesis: una, que parece razonable, afirma que la idea de estado, en sus comprensible, y lo aceptan los comunistas, que han reformulado el marxismo-
determinaciones, puede tomar formas totalitarias; otra, sin duda menos convin- leninismo para poner el estado de derecho como la alternativa apropiada en la
cente y totalmente ideológica, sostiene que la única alternativa válida contra ese fase de la economía del mercado. La coincidencia subjetiva entre posiciones
riesgo es un control externo del estado y de la política por el derecho. filosóficas teóricamente contrapuestas introduce una razonable sospecha de que
Decimos que es menos convincente por razones de diverso tipo. En primer llevan el mismo nombre personajes muy diferentes.
lugar, por el escenario en que se formula, pues la imagen de un estado perverso A nivel existencial, el estado de derecho es una representación del orden
que se rebela contra la sociedad y domina a sus individuos implica una represen- político-social que concita todos los amores. En su representación tópica, el estado
tación del orden socio-político en que sociedad y estado aparecen como realidades de derecho es el estado bueno, que ha perdido su maldad intrínseca -ejercicio
exteriores y enfrentadas la una a la otra; es un escenario no neutral, que incluye de arbitrario del poder- gracias a someter su actuación al derecho. De manera poco
antemano la perversión del estado. En segundo lugar, porque la desconfianza en el clara y nada crítica, se identifica con democracia, con libertad, con bienestar, con
estado se extiende a la política, que en lugar de ser pensada como el mecanismo paz, en fin, con un ideal de vida. El inventario de sus bondades, por tanto, no
inmanente de auto control y dirección del estado pasa a ser declarada directa o proviene de ser un estado, sino de su forma jurídica. La fuente del bien -de la
indirectamente impotente para evitar las tendencias totalitarias intrínsecas al estado, democracia, de la libertad, de la paz, del progreso- resulta ser el derecho, que es
cuando no se la pone como cauce de la arbitrariedad y la corrupción del mismo. convertido en una esencia sacralizada, externa al estado, ajena a la política,
En fin, en tercer lugar, la alternativa del estado de derecho como única solución a condensación de la moralidad y la justicia, que impone su norma a ambos; éstos
la arbitrariedad y el despotismo parece poco convincente porque, si bien en sus reciben su bondad de su participación en la divina esencia del derecho.
descripciones habituales se presenta como monopolio del derecho frente a la El fondo de esta apreciación proviene tanto de una idea del poder político
barbarie, es en rigor sólo una forma de pensar y usar el derecho, con grandes como mal intrínseco, falazmente apoyada en experiencias históricas incues-
deficiencias en su justificación teórica y práctica, como enseguida veremos. De tionables, cuanto de una idea del derecho, racionalista y moralista, que pone al
ello concluimos que el recurso al derecho como corrección de la política y control mismo como incuestionable esfera del bien moral ideal. Esta idea del derecho tiene
del estado puede hacerse de maneras diversas, no siendo la única ni la más dos efectos perversos: pone el derecho exterior al estado, en vez de pensarlo como
defendible la argumentada en la teoría del estado de derecho. producto y límite del mismo, como su forma de actuación; y, en segundo lugar,
El riesgo del totalitarismo, en que se fundamenta el miedo al estado y el pone el derecho como entidad ideal y abstracta, sin referencia a sus contenidos y a
entusiasmo por el estado de derecho como antídoto, es real, y toda reflexión teórica la determinación histórico política de los mismos. En base a estos presupuestos de
debe contemplarlo como posible e inminente. Pero la reflexión crítica ha de abrirse exterioridad e idealidad abstracta del derecho, la idea de estado de derecho refiere
a otras concepciones del estado y de la política en las cuales tal riesgo pueda ser a una determinación exterior del estado, a un tipo de estado que nace del derecho
previsto y controlado sin que el estado aparezca como <muestro enemigo»; una (o de los derechos), actúa conforme al derecho (o a los derechos), y cuyo contenido
concepción en que la política ocupe un esta tus más relevante y sustantivo y en el ideal y abstracto se supone canónico. Su justificación filosófica implícita referiría
que el derecho sea pensado de la única manera que la filosofía contemporánea
puede pensarlo, como producto de la ciudad. La crítica, por tanto, no apunta al 356 Michel Troper, «Le concept d'État de Droit», en Droits. Revue Franraise de Théorie
derecho, ni a su importancia social y política, sino a la ideas de derecho y de estado Juridique, 15 (abril, 1992): 51-63. Este apartado se inspira en su interpretación.
264 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 265

necesariamente a la existencia de un orden natural trascendente y a la necesidad mismo crea, recurre a un derecho trascendente al que se sometan el estado y los
de transplantarlo a la ciudad; su justificación política se basaría en su fin: defensa políticos; o sea, la alienación política de los individuos, que el modelo sociopolítico
del individuo respecto a lo arbitrario e imprevisto del poder político, al quedar genera, acaba por exigir y justificar el estado de derecho que, en rigor, consagra esa
éste sometido a una regla fija cuya bondad se supone fundamentada. alienación aunque salva a los hombres del despotismo.
Pero la adhesión fervorosa y purificadora no consigue ocultar que la teoría del Por otro lado, además de mantener a los hombres alejados de la política
estado de derecho presenta debilidades y confusiones teóricas y prácticas, de diversa mediante su devaluación, los libera de la tarea más humana: al confiar a la
índole, que cuestionan su justificación. Estas deficiencias pertenecen al menos a trascendencia la definición de los fines y los deberes, el hombre regresa a su infancia
tres órdenes. En el epistemológico, la debilidad de la teoría procede de que la expre- preilustrada, esquiva esa prometéica responsabilidad de decidir por sí mismo en
sión «estado de derecho» no refiere a un único modelo político, sino que encubre su ciudad su modo de vida. Rousseau tenía razón al decir que era preferible estar
diversas formulaciones o nociones del estado, entre sí alternativas; de ahí que sea sometido a las leyes que a los hombres, que la sumisión a la leyes la libertad política
defendida por liberales y comunistas, por iusnaturalistas y legalpositivistas. Hay ya los hombres es la esclavitud; pero se refería, claro está, a las leyes humanas, a las
ambigüedad en el término «derecho», que refiere indistintamente al derecho o los dictadas por la voluntad general, a las construidas en la praxis política, y no a las
derechos del individuo, pensando uno y otro, a su vez, con contenidos diversos e leyes de los dioses, que implican peor sumisión que la que imponen los déspotas:
incluso antagónicos; y hay ambigüedad en la manera de pensar la exterioridad de la éstos, al fin, son mortales.
relación política-derecho, según se usen claves naturalistas, historicistas o positivistas. La teoría del estado de derecho, gracias a ese escenario en que el estado aparece
En el nivel ontológico o de fundamentación filosófica, la debilidad de la teoría distinto y opuesto a la ciudad o al pueblo políticamente organizados, consigue
aparece en sus insuficiencias perceptibles en la justificación de la existencia objetiva poner una norma por encima del estado; lo hace sin resaltar su carácter de norma
de reglas trascendentes. La larga historia de críticas al iusnaturalismo es un exterior impuesta al pueblo y presentándola como su protección. Ahora bien, esa
argumento de peso. Ni siquiera la transcendentalización del derecho natural norma trascendente a la praxis política es un regreso a la sumisión a los absolutos,
resultaría satisfactoria. Si nos despreocupamos de la existencia del derecho natural aunque sean protectores y benevolentes. En realidad, con el pretexto de su liberación
transcendente y lo consideramos como una mera idea con finalidad práctica, del estado, se somete a los hombres a una regla pretendidamente superior, abstracta,
reducida a un ideal, adquiere sin duda mayor modernidad y aceptabilidad, pero de dudoso fundamento, como prueba el poco consenso que existe en torno suyo, y
sigue presente el obstáculo de su contenido eterno y absoluto. Y si diéramos un de sospechoso contenido. Declarado el estado enemigo del hombre, en lugar de
paso más, historizando o sociologizando el contenido del derecho natural, pensán- exigir su control por los ciudadanos, mediante una política democrática, se protege
dolo como una constante reconstrucción por la praxis política de los hombres a éstos desde otras instancias, desde un poder trascendente expresado en normas
que, al igual que en el trabajo, los instrumentos de producción que crea determinan de derecho. El buen fin de evitar a los hombres el despotismo de la voluntad
las condiciones de su reproducción, en tal caso ya no queda nada de la idea inicial: contingente no justifica el riesgo de someterlos a la racionalidad abstracta, voz de
el derecho natural ya no es ni trascendente, ni determinante, externo de la política. una voluntad escondida, cuando tiene en sus manos la política como vía de
Del estado de derecho habríamos pasado al estado político; de la hegemonía del acercamiento a la voluntad general racional e intersubjetivamente construida.
derecho, a la primacía de la política, en que ésta, lejos de ponerse como decisión Como vemos, el aspecto sospechoso de la teoría del estado de derecho es el
arbitraria y contingente, se pone a sí misma como auto determinada por mediación carácter trascendente que se atribuye al derecho; si éste fuera pensado como simple
del derecho, que es parte de su obra, su producto y su instrumento de trabajo. ideal asumido por los hombres, sus implicaciones teóricas y prácticas cambiarían
En fin, también los efectos políticos que se esperan de la teoría del estado de sensiblemente. A nivel teórico, desaparecerían los problemas de fundamentación
derecho resultan dudosos por la valoración que se hace de los mismos. La teoría de ese derecho exterior; a nivel práctico, resultaría una teoría asimilable por la idea
pone una regla abstracta, por encima del estado, erigiéndola en fuente de democrática. Porque, entre otras cosas, un derecho trascendente ha de ser
legitimación práctica y de actuación del mismo. Su justificación radica en su descubierto, leído, traducido e interpretado por alguien. Si ese alguien no es el
finalidad: garantizar la libertad y seguridad de los individuos y de sus derechos estado, al que se supone un fuerte poder, lo será por otros particulares capaces de
frente a la actuación del poder del estado, poniendo a éste al servicio de la sociedad. imponer su interpretación; quien obviamente está descartado por la propia teoría
En el escenario en que se aplica la teoría, con una topografía que reproduce el es el pueblo, pues si tuviera poder de descubrir e interpretar ese derecho
modelo sociopolítico del capitalismo, la democracia liberal, la regla queda trascendente lo tendría para imponer su voluntad e instaurarla como derecho,
justificada y es atractiva. Ahora bien, puede llegar a tener efectos perversos, haciendo innecesario el recurso a la trascendencia. Entonces, ¿por qué confiar en
acabando por reproducir la situación en que se justifica: el orden liberal, que no esos intérpretes particulares más que en el estado? Pues, aunque en realidad fueran
exige al pueblo la vida política, acaba por alejarlo de la política y, en el límite, pone más benefactores, su mensaje no rompe el horizonte paternalista; o, lo que es lo
a los hombres bajo el riesgo de un poder despótico. Para evitar este peligro que él mismo, no vislumbra la vía democrática.
266 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 267

3. El estado de derecho y la democracia aunque fuera ilustrado, aunque se vistiera de filósofo. ¿No es ésta, en definitiva, la
lección del Platón de Las Leyes?
3.1 Versión iusnaturalista del estado de derecho El estado de derecho, especialmente en sus versiones fuertemente trascenden-
talistas, como la iusnaturalista, tiene en su contra una larga lista de problemas de
Ya hemos señalado que la expresión «estado de derecho» refiere a una pluralidad fundamentación filosófica, como los ya aludidos de demostración de su existencia,
de concepciones político-jurídicas cuyo rostro visible es la prescripción de la de su contenido, de su veracidad, de su diversidad histórica, etc. No es éste el lugar
sumisión del estado al derecho, concebido éste como exterior e ideal-abstracto apropiado para insistir en esta cuestión; digamos solamente que, a estas alturas de
respecto al estado ya la vida social y política. De todas ellas, las dos más actuales la historia de la filosofía, los objetivos prácticos confesados y razonables que se
son la iusnaturalista y la legalista. Aunque en las dos se pone el derecho por encima persiguen con la sumisión del estado al derecho han de conseguirse por vías
de la política, se hace de forma diferente y, por tanto, con implicaciones filosóficas diferentes a la rememoración de cualquier variante del iusnaturalismo.
y políticas distanciadas. Trataremos de la versión iusnaturalista en sentido lato en Ya hemos aludido a las dificultades metafísicas y epistemológicas implicadas
este apartado y de la versión legal en el siguiente. en el iusnaturalismo; aquí nos centraremos en las de carácter político. Y, entre ellas,
Se ha dicho que «un estado (democrático) sometido al derecho es simplemente nos preocupa especialmente la inadecuación de esta idea del estado al principio
imposible»357; y, si no es democrático, más que al derecho obedece a la voluntad democrático de la soberanía popular. Un estado sometido a reglas superiores de
del déspota. En cualquier caso el estado aparece sometido sólo a su propia voluntad, cualquier tipo, incluso presuntamente beneficiosas para la comunidad política,
pues un derecho positivo no es nunca exterior o extraño al estado y un derecho ¿cómo podría pensarse soberano? ¿Por qué la sumisión a lo absoluto, aunque sea
ideal o moral es siempre una creación histórica del pueblo. En este sentido, de un natural o divino, ha de ser preferible a la sumisión a lo contingente, por su carácter
estado puede decirse que es autolimitado, pero no que está sometido a un derecho, humano? Desde luego no es compatible con la idea rousseauniana de que «es
lo que sería una contradicción en los términos. contrario a la naturaleza del cuerpo político que el Soberano se imponga una ley
Contradictoria o no, han abundado las representaciones en que se escenifica que no pueda infringir»359; ni con su concepción del estado como <mna forma de
la ~scisión ~ se prescribe la hege~onía del derecho. N. Bobbio ha señalado que el asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes
ongen de la Idea de un poder POlítICO sometido a una instancia exterior trascendente de cada asociado, y en virtud de la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca
no data. del mund.o clásico, sino del modern0 358 . Es una idea que presupone un empero más que a sí mismo y quede tan libre como antes»360. Estas nociones de la
escenano caractenzado por la individualidad, por la ruptura del comunitarismo soberanía no encajan con la idea iusnaturalista de estado de derecho.
p~o~io. ?el orden medieval, por la escisión entre sociedad civil y estado, por la Es claro que no hay razones absolutas para aceptar estas ideas rousseaunianas
dIstmclOnentre soberanía popular y soberanía parlamentaria, por la contraposición como canónicas; pero es innegable que las mismas refieren a una concepción
entre ~obernantes y gobernados. Para el individuo oprimido es preferible estar democrática fuerte, con lo cual aparece la necesidad de pensar la coherencia entre
sometIdo a una voluntad trascendente, que casi siempre imagina benevolente o, al estado de derecho iusnaturalista y democracia. Para que un estado de derecho
menos, racional, que a la voluntad de un señor, a los caprichos de los gobernantes. como el que describe la versión iusnaturalista caiga dentro de la idea de democracia
Por eso la idea de un orden jurídico trascendente, ajeno a la voluntad del gobernante ha de ser compatible con la teoría de la soberanía efectiva del pueblo, cosa que
y al que ésta debe someterse, ha jugado a veces en la historia de la humanidad una parece cuestionable. En primer lugar, la única argumentación posible que se nos
función e~ancipadora. Los hombres han tendido a confiar más en los dioses que ocurre en favor de tal compatibilidad pasa por pensar un escenario en que el pueblo
en sus vecmos; tal vez porque se soporta mejor el mal absolutamente inevitable y el estado aparecen funcionalmente distinguidos, como en las democracias
que el sólo prácticamente invencible; de las derrotas cósmicas llega más pronto el occidentales, quedando aquel como soberano y delegando la gestión del estado en
consuelo. Por eso, unas veces como resignación a lo dado, otras como justificación unos representantes sometidos a una constitución. Desde tal perspectiva, podría
de la rebelión, los ideales humanos, construidos con sangre a lo largo de los tiempos, pensarse que el pueblo, en tanto que soberano, elige libremente el derecho natural,
fueron pensados como normas absolutas o regalos del Maitre; se afirmaba así la y lo instaura en su constitución; a su vez, el estado sería soberano en tanto que
preferencia de que las leyes positivas estuvieran sujetas a las fijas e inalterables actúe conforme a las leyes del derecho natural que la constitución recoge. Pero, en
leyes de la naturaleza, de los dioses, o de las sagradas tradiciones de los hombres. ese supuesto escenario, ¿por qué razón el pueblo habría de elegir siempre e
Cualquier cosa es preferible a la dependencia de la arbitraria voluntad de un amo, indefectiblemente un derecho natural, con contenido eterno?
Una de dos, o se afirma implícitamente que el derecho natural se impone al_
357 M. Troper, op. cit., pág. 57. estado por el hecho de haber sido elegido por el pueblo, con el mismo rango que si
358 N. Bobbio, Stato, Governo, Socíetá. Per una teoría generale della politica. Turín, Einaudi,
1985, pág. 86 ss. 360 Ibíd., 1, VII.
359 Du Contrat Social, 1, VII.
LA POLÍTICA Y EL DERECHO 269
268 FILOSOFÍA POLÍTICA

lo hubiera elaborado por sí mismo; o se piensa que el pueblo lo elige porque debe es coherente, es ciertamente incompatible con cualquier forma de democracia
elegirlo, por su verdad y bondad intrínsecas. En el primer caso, el derecho natural radical, porque ésta es soberanía del pueblo y el poder soberano es por definición
es sólo un ideal histórico, hoy concretado en las diversas declaraciones de derechos ilimitado.
generalmente asumidas; pero, obviamente, una noción del derecho natural con De todas formas, aunque aceptáramos ese estado de derecho en versión
contenidos históricos implica una perversión de la idea, a la que corresponde iusnaturalista, o sea, un estado sometido a un derecho superior y trascendente y,
intrínsecamente un contenido fijo, eterno y veraz. En el segundo caso, si se supone por tanto, una democracia limitada, en rigor no dejará de ser un estado en el que
que debe elegirlo, entonces no es soberano y se pervierte la idea democrática; sólo de facto los hombres, y no las leyes naturales, tendrían la última palabra. Porque,
una elección libre del derecho natural como constitución es compatible con su como hemos dicho, ese derecho superior supuestamente trascendente ha de ser
soberanía. sucesivamente descubierto, leído, traducido e interpretado. y aquí está la verdadera
En rigor, imponer un derecho natural al estado, a la vida política, equivale a clave del asunto: ¿quiénes y cómo lo leen y reescriben: el monarca, los paterfamilias,
imponer un derecho transcendente al hombre. De hecho el derecho natural es la los jurisconsultos, los lores o el demos? Porque el desciframiento del derecho natural
metáfora con que cada época o corriente de pensamiento ha expresado su verdad, no es más que una metáfora de su escritura; si se entiende que semejante tarea
siempre afirmada como universal y eterna; introducir la historicidad, la sociología pertenece a los expertos, el iusnaturalismo es un simple refugio antiden:ocrático;
o la decisión política en la teoría del derecho natural equivale a prostituirla. si se acepta que el pueblo, en su praxis política, participe y deClda en el
Sería igualmente falaz recurrir a la teoría de la soberanía limitada para hacer descubrimiento y fijación del derecho natural, entonces el iusnaturalismo expresa
compatible democracia y iusnaturalismo. Tales límites, puestos por el derecho la falsa consciencia de la política democrática. Basta romper esa falsa consciencia,
transcendente, van contra la idea radical de democracia, que exige, como decía entender que no se busca un derecho eternamente escrito, sino que en realidad se
Rousseau, pensar la necesidad de un poder supremo, un soberano que todo lo está construyendo o escribiendo la norma jurídica, para que el estado de derecho
pueda, a cuya esencia pertenezca el no poder ser limitado, tal que «o lo puede iusnaturalista devenga estado político, legal y democrático.
todo, o no es nada». Bajo el entusiasmo que le lleva a hablar de la «santidad» del No debemos dejarnos deslumbrar por la belleza de la expresión «estado de
contrato y la exaltación que le empuja a decir, en Del contrato social, que «el sobe- derecho», sino por el contenido y función que se le asigna. La afirmación de un
rano, solamente por serlo, es siempre lo que debe ser», se apunta una tesis profunda, derecho superior y externo al estado debe llevar anexa una explicita ció n de los
que bien contextualizada nos parece irreprochable. Dicha tesis no legitima contenidos y los intérpretes apropiados de ese derecho. Porque la tesis de la
totalitarismos de estado, como sesgadamente se ha dicho, sino que enuncia que exterioridad simplemente afecta a la consciencia filosófica con la que vivimos la
una soberanía popular materialmente condicionada por una norma trascendente política, como acabamos de ver, siendo compatible tanto con la dem~cracia co.mo
es una contradicción. En una perspectiva democrática, la soberanía del pueblo, con el despotismo y las dictaduras fascistas. A fin de cuentas, como es bien conOCIdo,
aun teniendo su origen formal en una constitución que así lo proclama y sanciona, el mismo Hitler usaba la expresión «Rechtsstaatnacional-socialista». Tras la hermosa
no mantiene al pueblo sometido a la constitución; su soberanía incluye poder máscara los mensajeros de la barbarie leían e interpretaban un derecho natural
transformarla. sumamente peculiar y, sin duda, apropiado a sus monstruosos fines.
A nuestro entender, la defensa de la versión iusnaturalista del estado de derecho La cuestión que se oculta bajo el debate sobre la relación entre el estado y el
no sólo lleva a redefinir o renunciar a la idea de soberanía, sino directamente a la derecho es, precisamente, la de la política, la de los lectores, intérpretes o redactores
de democracia. Por ejemplo, cuando se afirma que la inadecuación entre la versión del derecho; lo que se debate es el papel y límites de la política o, si se prefiere, la
iusnaturalista del estado de derecho y la idea de democracia es efecto de una falsa concepción de la política. Es comprensible que así sea, pues parece razonable
idea de ésta como soberanía popular; basta pensar la democracia como gobierno aceptar, en cualquier caso, que el contenido del derecho natural nunca puede ser
representativo y entender por soberanía popular la soberanía del parlamento, tomado como conocimiento cierto, y sólo como opinión más o menos razonable
representante del pueblo, para comprender que el sometimiento del legislativo al y ajustada a ciertas experiencias históricas; de hecho, las propias teorías del der~cho
derecho natural, que presuntamente expresa la voluntad general del pueblo, no es natural muestran esa discrepancias al precisar el contenido. En consecuenCIa, la
incoherencia sino garantía de la soberanía de éste. De esta forma, y para mantener claridad y distinción no será el rasgo de esas normas; su valor les vendrá de la
la doctrina iusnaturalista del estado de derecho, se viene a exigir un cambio en la autoridad de los jueces o intérpretes: Auctoritas non veritas facit ius. O sea, e.sta
idea de democracia, pensando ésta como gobierno representativo o democracia versión iusnaturalista del estado de derecho en rigor no describe un estado sometido
liberal. Esta exigencia, sin duda extravagante, tiene el mérito de la desmitificación: a un derecho exterior, sino a un juez; describe y postula un estado no democrá-
se reconoce la incompatibilidad de fondo entre la idea de democracia presente a lo tico.
largo de la historia en los movimientos de emancipación política y social y la
doctrina del estado de derecho en su versión iusnaturalista. El iusnaturalismo, si
270 FILOSOFÍA POLÍTICA LA POLÍTICA Y EL DERECHO 271

3.2 Versión legalista del estado de derecho de los problemas entre los hombres, incluido el de construcción del derecho y del
estado.
Veamos ahora otra versión de estado de derecho, la que de forma genérica La idea de estado legal piensa al estado sometido a leyes que se da a sí mismo,
llamaremos «legalista». Si la versión iusnaturalista imponía una concepción de pero que no son el resultado de una praxis política, de la deliberación y aceptación
estado de derecho de tipo material, por pensar el derecho como ley trascendente y democráticas, sino de una actividad técnica, de ejercicio de racionalidad. La razón
con un contenido, la versión legal impone una concepción formal, pues no afirma descubre los principios jurídicos, los criterios de elaboración de un código racional
que el estado actúa sometido a una ley exterior, sino que actúa por medio del derecho, universalizable. La figura de Bentham elaborando códigos o constituciones por
por medio de su ley, de forma jurídica. Hay pensadores36 ! que no consideran el encargo es un magnífico ejemplo de ese ideal de racionalidad jurídica al margen
estado legal como un estado de derecho, en la medida en que no se piensa el derecho de la política. No recurre a una instancia ontológica, pero sí a una esfera lógica de
como transcendente al estado. En la versión legalista el estado de derecho designa racionalidad inmanente.
un sistema político en el que el poder se ejerce conforme a la ley (secundum lege); Que el estado político no sea asimilable al estado legal no impide que no pueda
con más precisión, conforme a su ley, reelaborada constantemente. Por el contrario, adoptar algunos de sus elementos, como el principio de juridicidad; del mismo
el estado de derecho iusnaturalista, como hemos visto, se somete él mismo a un modo que su no coincidencia con el estado de derecho iusnaturalista no impedía
derecho externo, se auto determina por reglas, unas que definen derechos reservados que hiciera suya la defensa de los derechos individuales. El principio de juridicidad,
a los ciudadanos, otras que fijan anticipadamente las vías y medios que la básico en la defensa de la libertad y la seguridad, aunque compatible con la
administración podrá utilizar para cumplir sus objetivos. democracia, no agota el contenido de ésta, especialmente su dimensión igualadora.
El estado legal, en rigor, deja abierta la cuestión del fundamento. Si por el La concepción política que está tras la figura del estado legal puede coincidir
mismo se entiende el que sólo opera secundum legem, obligado o autorizado por ampliamente con el proyecto institucional democrático, pero carece de la vocación
una ley, tanto en relación con los individuos como en cualquier otra actuación, en social de la democracia, que tan bien captara Tocqueville 362 , aunque con preo-
el fondo se está hablando de la administración del estado, que en todos sus niveles cupación. La democracia, como forma de estado, aspira desde la política a influir
actúa de acuerdo a normas elaboradas en instancias superiores, sin aclarar el estatus en las relaciones sociales, a generar igualdad económica y social y homogeneidad
de la actuación del último nivel, el de la soberanía. El estado legal referiría a la cultural, a corregir los efectos inmorales de la libertad de mercado.
forma de actuación de un sistema político cuyo efecto principal es la jerarquía Acabamos este apartado con dos reflexiones. La primera orientada a subrayar
funcional de la administración, estando cada nivel sometido al superior, y en la las ventajas y carencias de las dos versiones de estado de derecho comentadas.
cúspide el legislativo o, si se prefiere, la constitución. Pero la teoría del estado legal Hemos de poner en el haber de la idea de estado de derecho su sentido antitotalitario
guarda silencio sobre la acción de la constituyente, sobre sus límites y legitimidad. y liberador del individuo respecto a diversas formas del poder; y, en especial, la
Cabe, por tanto, en la idea de estado político; pero también es compatible con una defensa de los derechos subjetivos del individuo frente a los otros individuos, los
opción transcendente. La crítica más fuerte al estado legal apunta a la absoluta grupos sociales y especialmente el estado. Estos contenidos son compatibles y
libertad que concede a la constituyente, que no está vacunada contra la barbarie. coincidentes con la democracia política. En cambio, ha sido poco o nada sensible
El recuerdo de la situación de Venezuela, mientras escribimos estas líneas, es a la desigualdad social y a la importancia de la praxis política en la vida humana, lo
pertinente: el mundo civilizado no confía en la política ni en las reglas de la que le separa de la democracia. Kelsen enfocó bien el problema cuando, al resaltar
democracia (venezolanas). las complejas relaciones entre estado y derecho y definir su oposición como de
A diferencia del estado de derecho iusnaturalista, el estado legal no parece carácter político, por ser el primero visto como «forma autoritaria» y el segundo
incompatible con el estado político, pues actuar conforme a derecho no contradice como «forma democrática», estimaba que «la subordinación del estado al derecho
ni el origen político de la norma ni el objetivo de la política de actuar por mediación significa la tentativa de transformar un modo autocrático de creación de normas
de la ley. Pero en la medida en que se desconfía de la política el estado legal tiende en un modo democrático». Pero el modo democrático de dotarse de normas, en
a pensarse como alternativa al mal político; y a medida que se diluye el origen tanto que exige la participación política efectiva, por un lado impone la necesidad
político del derecho el estado legal político pasa a ser pensado como una forma de de la igualdad social que posibilite la igual participación política; por otro, esa
estado de derecho. Tal vez se trata de la forma más aceptable contemporáneamente, participación igualitaria reproducirá mediante el derecho condiciones que
por sus menores obstáculos filosóficos, pero que coincide en rechazar el estado potencien la igualdad.
político, es decir, el tipo de comunidad en que se encomienda a la política la solución

361 R. Carré de Malberg, Contribution a la théorie générale de I'État, 2 vols. París, 1922,
tomo 1, pág. 292 362 A. Tocqueville, La democracia en América, 2 vols. Madrid, Alianza, 1980.
272 FILOSOFÍA POLÍTICA

La segunda reflexión apunta a las coincidencias entre la idea de estado de


derecho y la de estado político. Aunque técnicamente un estado de derecho, incluso
1 El poder y su legitimación
en su versión legal, no es nunca una democracia, en cambio, toda democracia
moderna ha de ser un estado de derecho, aunque no sólo eso. Si el estado de derecho
puede existir sin democracia es porque concibe la libertad como obediencia a la
ley justa, al margen del modo de su elaboración; el despotismo ilustrado, o el
gobierno moderado de Montesquieu, eran dos formas del estado de derecho. En «El mayor de los poderes humanos es el compuesto con
cambio, toda democracia es en cierto modo un estado de derecho, ya que no puede los poderes de la mayoría de los hombres unificados
haber democracia sin funcionamiento del estado conforme a derecho, ni libertad por el consentimiento en una persona, natural o civil,
política que no incluya la seguridad jurídica. La esencia de la democracia es que el de cuya voluntad depende el uso de todos los poderes,
pueblo hace la leyy la administración actúa conforme a la ley. El poder democrático, tal como acontece con el poder de una República. O
por tanto, se expresa en una jerarquía de normas; puede decirse, incluso, que la dependiendo de las voluntades de cada particuar, como
máxima democracia coincide con la mayor determinación de la acción del ejecutivo acontece con el poder de una facción, o de diversas
por el legislativo, por la soberanía popular: que deja márgenes mínimos, para que faccionaes aliadas. En consecuencia, tener siervos es
sus acciones sean claramente deducibles de la ley. La máxima democracia, poder; tener amigos es poder. Porque se trata de fuerzas
coexistente con la máxima juridicidad del estado, exige que el ejecutivo no pueda unidas».
ser democrático ni libre, por ser un cuerpo técnico, no deliberativo; por tanto, Th. Hobbes, Leviathan
sujeto a normas.
El derecho, ya lo hemos dicho, en la democracia es el instrumento de trabajo l. La cuestión del poder
de la política; el derecho, como los medios técnicos de cualquier proceso productivo,
al tiempo que son producidos en el proceso marcan las condiciones y límites del En la construcción de la ciudad, como esperanza o amenaza, siempre está presente
mismo. Del mismo modo que los instrumentos de trabajo, en constante revolución, el poder, tema estrella de la filosofía contemporánea y para muchos el verdadero
cambian la relación del hombre con la naturaleza y su vida material, el derecho, objeto de la política. En la medida en que la comunidad política implica siempre
fruto de la política, determina las relaciones entre los hombres, su vida social y cierto orden y unidad entre los hombres y los pueblos, el poder (jurídico,
política. El derecho marca límites a la política; o, con más precisión, la política se administrativo, militar, económico ... ) le es intrínseco; en la medida en que la política
autodetermina creando el derecho, que nunca es un referente absoluto y externo, es siempre lucha contra la naturaleza, contra lo inhumano, el poder es su
sino siempre renovado por la política conforme al derecho. No proponemos, por instrumento; sólo al final, en el ideal realizado, tras volverse a sí mismo innecesario,
tanto, deslegitimar el derecho; sólo reivindicamos que se reconozca que el alma el poder está ausente; pero allí también es innecesaria la política. El poder acompaña
del derecho es la política, que su contenido es la voz de los hombres, sean voces a la política y acaba donde ella acaba, siendo su imprescindible lado obscuro,
solitarias de déspotas, sean voces armonizadas de coros infinitos. siempre reclamado, siempre condenado, siempre enigmático y sospechoso.

1.1 Especificidad del poder político

El poder refiere a un vasto y farragoso campo de relaciones de dominación, de


violencia, de opresión, de fuerza, que la moral común pone como el mal; una tarea
inexcusable de la filosofía política es la de individualizar en ese mosaico de poderes
el poder político, de encontrar su especificidad, de pensar su legitimidad, ya que no
su moralidad; es decir, de aislar el poder humano entre los poderes inhumanos.
En la línea de individuar el poder político respecto a otras formas de poder,
Weber lo definirá como dominación aceptada. Para Weber «poder significa la
probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun
contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad»363.

363 MaxWeber, Economía y sociedad. México, FCE, 1969. Vol 1, pág. 43.
274 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 275

Es pura capacidad de actuación, potencia de obrar, sin atención a los medios ni a ellas en la misma persona -y con frecuencia es así-, si bien se apoyan y refuerzan
los fines. Denota, por tanto, un complejo sistema de relaciones entre los hombres, mutuamente, no se identifican conceptualmente, pues responden a sistemas de
que incluye todas las formas posibles de imponer a otros la propia voluntad. Entre relaciones diferenciados.
esas formas, Weber distingue la dominación, el poder político, modalidad del poder La reflexión de Chabot acaba reivindicando la especificidad del poder político
que implica la obediencia voluntaria: «Por dominación debe entenderse la en base a cuatro rasgos: contingencia, globalidad, complejidad y bien común. Esto le
probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido permite a Chabot defender que el poder político no se daría ni en las sociedades
entre personas dadas»364. Es decir, la dominación o poder político supone la «no humanas» ni en las asociaciones humanas «no políticas»: no habría poder
aceptación, la obediencia voluntaria. Weber en ningún caso cualifica o legitima el político en las «no humanas», porque en ellas las relaciones de jerarquía o de
poder político por su contenido, por sus fines o por sus medios; lo único que mando-obediencia no son contingentes, pues están fijadas, determinadas
cuenta es su aceptabilidad, que se mide por su aceptación fáctica. fuertemente por una ley natural (es otra forma de poder), por una determinación
También Raymond Aron365 identifica la política con un «tipo de poder», propio biológica y de parentesco invariable; tampoco habría poder político en las otras
de las sociedades desarrolladas, que agrupan grupos o unidades más elementales. sociedades humanas, las no políticas, en que se agrupan los hombres con fines
El poder político se referiría a la «organización política plura!», al «orden común» parciales, porque el poder político es global. La globalidad no significa extensión,
al que se someten varios grupos. En las sociedades simples, y entre los individuos pues, según Chabot, hay poder político en un municipio pequeño y no lo hay en
de las sociedades complejas, se darían relaciones de poder, pero no de «poder una multinacional, con mayor extensión; la «globalidad» es una caracterización
político». Desde esta perspectiva, Aron entiende que la filosofía política debe cualitativa y estructural, no extensional. Además, el poder político pertenece a
afrontar los dos frentes del poder: el que impide o destruye la política y el que la sociedades complejas, cuyos miembros no son individuos semejantes, sino grupos
constituye, el de fuera y el de dentro de la ciudad. Y en esa tarea de individuación diferentes que articula y unifica. Por último, el poder político tiene como objetivo
se juega la posibilidad de legitimar el poder político al tiempo que se declara al directo el bien común, a diferencia de las sociedades particulares.
poder ilegitimable. Se trata, en definitiva, de hacer creíble que una forma de poder La caracterización del poder político que hace Chabot, orientada a su
pueda tener una naturaleza opuesta a la del poder, que una determinación del mal individuación, tiene el atractivo de presentarlo indisolublemente ligado a la
sea un bien, que un tipo de irracionalidad sea racional. construcción de la ciudad como totalidad asimétrica y compleja, donde la diferencia
Jean Luc Chabot ha abordado la tarea de individualización del poder político y el conflicto están en el origen. El poder político responde a esa realidad y se
de forma atractiva. Considera que la no distinción entre los poderes implica la diferencia de las relaciones de poder propio de unidades más simples y homogéneas.
idea de que «todo es política», de que el poder aparece y se reproduce en todos los Recordemos que Aristóteles, de la misma manera, distinguía la autoridad política
intersticios de la existencia humana; e interpreta la misma la idea totalitaria del de la autoridad del marido, del padre o del amo; aquella era una autoridad sobre
poder366 . La concepción democrática del mismo, en cambio, exigirá la diferenciación los iguales, y éstas sobre los naturalmente desiguales. Aunque Chabot elude los
del poder político como forma genuina del poder. Según Chabot, no todo es política juicios valorativos, el poder político queda justificado porque no es una dominación
y «no todo poder es político». Considera el poder, de forma weberiana, como algo hombre a hombre y porque su efecto es la ciudad, es decir, un espacio de relaciones
intrínseco a las relaciones entre los hombres. Distingue en las sociedades cuatro entre los hombres donde han sido excluidas, relegadas a los márgenes, las otras
tipos de relaciones: de parentesco, religiosas, productivas y políticas. Aunque todas caras del poder.
ellas encierran o implican poder, interpreta que son formas de poder distintas, y
que sólo en el sistema de relaciones políticas aparece el poder político. Como hemos 1.2 Poder político y sociedad
dicho, Chabot añade un quinto poder: el saber, que corresponde a un nuevo sistema
de relaciones generado en las sociedades más desarrolladas; también en este A pesar de la diversidad de concepciones y valoraciones del poder político creemos
dominio hay quien «dice» y quien «cree» verdades, quien «produce» y quien en la posibilidad de una caracterización mínima, débil pero suficiente, del mismo.
«consume» información. En línea foucaultiana, ve la información y la educación Así, podemos afirmar que se da siempre en un cuadro institucional político-
como elementos que introducen jerarquía, relaciones mando-obediencia. Con el jurídico; es decir, que se ejerce exigido, orientado, posibilitado y limitado por la
poder-saber se completan las cinco figuras o rostros del poder: el padre, el mesías, forma institucional del estado. Esta exigencia del poder político como poder
el patrón, el jefe y el maestro. Cinco figuras que, si bien pueden agruparse varias de institucionalizado tiene dos efectos inmediatos relevantes. Primero, nos exige pensar
que si en un orden político hay espacios no reglados, de libertad negativa, de
364 Ibid., 43. ausencia institucional, las relaciones de dominación que en los mismos se establez-
365 R. Aran, Etudes politiques. París, Gallimard, 1972. can no son de poder político (a no ser en el sentido de que la leyes responsable de
366 J-L. Chabot, Introduction ¿¡ la politiqueo París, PUF, 1991, pág. 15. lo que está fuera de la ley porque es ella la que establece el dentro y el fuera de la
EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 277
276 FILOSOFÍA POLÍTICA

ley). Segundo, nos obliga a pensar que si en un orden político aparece una Así entendido, el poder político no es el mal de la sociedad, sino su condición
dominación que subvierte el sentido institucional, que es ilegal, tampoco pertenece de existencia como comunidad política. Desde el punto de vista del individualismo
al poder político. Tales situaciones son apolíticas, en tanto no dimanan del orden antipolítico el poder político es siempre perverso, pero es posible una co~cep~ión
político, sino de sus límites o de su evasión; lo que no implica que, como límites, razonable del mismo según la cual se reconozca su necesidad y convemenCla al
no preocupen a la política, no exijan la intervención del poder político. tiempo que su posibilidad de perversión, su tentación de dominación. La fro.ntera
El poder político, en tanto que institucionalizado, no se confunde con la pura entre el poder político y la dominación es frágil y permeable, como entre la CIUdad
dominación, como relación hostil de voluntades; al contrario, es una forma de y la naturaleza, lo público y lo privado; pero esos límites, insistimos, son ~a.nto
dominación que excluye toda otra forma. Es la forma que pertenece a la ciudad, negaciones como determinaciones. Borrar los límites para ah.uyentar de~mtlVa­
mientras las otras pertenecen a lo otro de la ciudad, sean sus márgenes (estado de mente el mal es huir de lo humano para soñar un mundo de dioses, etermdades y
naturaleza, anarquía) o en su interior (libertad negativa, asociaciones particulares). purezas. Hemos, pues, de asumir el poder político como intrínseco a la ci~~ad,
y además de ser distinto y distinguible, el poder político, como dominación aunque contenga una amenaza a la misma; el rechazo absoluto del poder pOhtlCO,
políticamente determinada, es la negación de la dominación indeterminada o no aunque se haya bajo la condena de su violencia, con frecuencia esconde un rechazo
política. Tiene su razón de ser en la existencia de la dominación, obstáculo de la de lo colectivo.
ciudad; su justificación es, precisamente, que la dominación impide o destruye la H. Arendt ha subrayado el carácter colectivo del poder político, frente al
sociedad política, excluye la política. individual de la mera violencia. El poder asegura la existencia del dominio público,
El poder político, en su origen, se fundamenta por su función: hacer posible la es la expresión de las relaciones entre los hombres que actúan y se comunican; la
comunidad política y la política. Por eso una característica del poder político, frente fuerza, en cambio, es la cualidad del individuo aislado. El poder brota entre los
a la violencia natural o privada, es su permanencia. Como dijera Rousseau con hombres cuando actúan juntos y desaparece cuando se dispersan. Podemos decir
sentido crítico, el orden político fija la desigualdad, consolida una dominación que su negro rostro no es su cara, sino la de su otro, la de la violencia y la
generada naturalmente, privándole así de su precariedad367 . También Maquiavelo dominación, la del poder socialmente rechazado por el poder político; aunque
comprendió que lo propio del poder político no era la violencia precaria del tirano, nunca debamos olvidar su travestismo, su pasión de dominación.
sino la continuación del poder sin ejercicio de la tiranía; por eso el tirano sólo El poder político, visto así, no es necesariamente, aunque pueda serlo,
devenía príncipe de gran virtu si continuaba príncipe dejando de ser tirano. En organización de la violencia o capacidad de hacer prevalecer mi voluntad sobre la
rigor, todo príncipe probaba su virtu no tanto en su capacidad para imponer su de otros, como creía Max Weber; ni tiene que ser necesariamente, aunque pueda
voluntad a un pueblo cuanto en su capacidad para que su poder fuera aceptado, se serlo, como pensaba Marx del estado capitalista, un instrumento de dominació.n
reprodujera y prolongara en el futuro a través delas instituciones: «No es suficiente, entre clases. Cuando es legítimo, es la expresión de la constitución y persistenCla
para el bien de la república o de la monarquía, tener un príncipe que gobierne de una asociación política. Castoriadis ha insistido en esta concomitancia entre
sabiamente; es necesario que instaure leyes capaces de mantener la república poder político y existencia de la sociedad, considerar:do que importa p~co que la
después de su muerte»368. instancia desde donde se ejerce el poder sea «la tnbu entera, los anClanos, los
El verdadero poder político, por tanto, no es el que detenta el tirano: eso es do- guerreros, un jefe, el demos, un aparato burocrático o no importa qué»369; bajo
minación; el poder político es el que detentan las leyes, el que reside en las relaciones cualquiera de sus formas, el sueño de sociedades primitivas sin estados es eso, una
que protegen las instituciones. Todo ordenamiento jurídico define unas relaciones ensoñación. No hay sociedades sin poder; puede haberlas sin estado, pues el estado
de igualdad y desigualdad entre los hombres; todo orden institucional crea un es una forma institucional del poder; pero no sin poder político. Sólo hemos de
campo de fuerza de la dominación legal. Lo que diferencia a un régimen de otro añadir que la necesaria presencia del poder político en cualquier comunidad no es
no es la presencia o no del poder político, sino la cualidad o el carácter del mismo, el absurdo y terrible precio que han de pagar los hombres por vivir juntos, sino el
su legitimidad; lo que diferencia una política de otra es, en definitiva, si potencia precio de vivir como hombres, de construir la ciudad contra la naturaleza human~.
la igualdad o la desigualdad, lo común o lo privado, la unidad o la independencia, De la misma manera que la vida es una victoria siempre instable sobre la tendenCla
la obediencia o la rebelión, en fin, si sacraliza el 'poder o lo controla como al desorden que reina en el universo, la ciudad es una unidad y un orden que se
instrumento, si llama a su aceptación o a su vigilancia, si tiende a crear ciudadanos construye siempre sobre el fondo de la arbitrariedad y la fuerza; el poder político
críticos o súbditos obedientes, a construir una ciudad o a mantener la caverna. es la manera de vencer al poder.
367 Ver J.J, Rousseau, Discurso sobre la desigualdad entre los hombres, en Escritos de combate.
Madrid, Alfaguara, 1979, págs. 192 ss.
368 N. Maquiavelo, Discursos sobre la segunda década de Tito Livio. Madrid, Alianza, 1987, 369 C. Castoriadis, Le monde morcelé. Les carrefours du labyrinthe nI. París, Seuil, 1990,
pág. 43. págs. 113-139.
EL PODER Y SU LEGITIM ACIÓN 279
278 FILOSOFÍA POLÍTIC A

da en el
define una política más defendible que la huida a la impuni dad inspira
, Sólo m~tafóricamente ~ue~e hablarse de sociedades sin poder político
. Lo que
SI pue~e haber son conSClenClas o representaciones distintas del mismo . Una discurso de Foucault.
impuesto;
con:um dad percib.e el poder político como externo, como algo que le es
1.3 Los poderes no políticos: microfísica del poder
o bIen como algo I~t:rno, emanan do de ella, sin sentirlo como carga
o límite, en
. El poder
cuy~. caso p~e~e VIVlrse como ausenci a o socieda d sin poder político
el poder
~ohtIco es VIVIdo como exterior, como poder, cuando es ilegítim o, arbitrar io e Foucault ha sido la fuente de un intenso debate contem poráne o sobre
político en mera manife stación camale ónica
mefi.c~~, cuando .no consigue crear una conscie ncia de comun idad, cuando la que, en general, ha diluido el poder
ser social. Desde su enfoqu e, el poder
Sun;I.sIOn y la umdad que impone se siente como coerció n; en tal caso el poder del Poder, entidad metafísica constitutiva del
social,
pohtlco es representado como trascendente y vivido como extraño; las
decisiones político en sentido estricto, como fuerza central que mantie ne el vínculo
lugares e instituc iones
del po.~er no se reconocen como propias, sino como imposición, como
amenaz ao pierde relevancia a manos del poder diseminado por todos los
s parcela s de la
negacIOn de la propia cultura. sociales, presente como «micropoderes» esparcidos por las diversa
pueden ser
Por :anto, más que hablar de «sociedades con poder y sociedades sin poder»
, vida social. Aunqu e en última instanc ia todos esos microp oderes
la reflexión
:s prefenble habl.ar de f~rmas de represe ntarse el poder político , que es univers al e pensados como políticos, el desplazamiento que Foucault lleva a cabo en
a otra
~nmanen~e a la VIda s~Clal; y, e~ especial, de las dos formas de ser vivido que
nos sobre el poder puede ser resumido como cambio de una perspectiva política
a ser inmane nte a la socieda d, a la vida
mteresan. como capacIdad propIa y autodetermina ción interior o como imposic ión antropológica. Con Foucault el poder pasa
se genera en la relación social o,
social, sea cual fuere su unidad política; el poder
! d~t:n:1Ínación exterior, ~ue es otra manera de nombr ar la las sociedadesla legitim idad y
con más rigor, es él quien genera la relación social.
Ile?It~~Idad. ~ste planteamIento es apropiado no ya para pensar como
la idea Foucault parte de un acercamiento aséptico al poder, considerándolo
pnmItI,:,a.s, SIllO para nuestra s democ racias. Porque , curiosa mente, por todas
democratlCa -una vez r~chazada toda fundamentación trascendente, todo
derecho algo enigmático, a la vez visible e invisible, presente y oculto, diseminado
sino de
natural: toda moral racIOnal-, se represe nta el poder político como creado por la las relaciones entre los hombres; no trata de aislar las relaciones de poder,
poder. El
c?mum dad, com~ construcción política, si bien la conscie ncia empíric a común lo mostra r que la relación es poder, que toda relación social es efecto del
hombre , pues se necesit a para cualqui er
SIente como exteno r y extraño , al servicio de otros. poder forma parte de la existencia del
r o desped ir a un obrero, mover
, Se 3~Oa dich~ que en nuestras democracias el poder se representa como un
«lugar actividad de la vida: premia r a un escritor, ascende
cotidianas,
vaClO» ,aludIend~ a que nadie posee el poder, a que quienes lo ejercen no lo una máquin a, escribir unos versos. Y es ahí, en las prácticas sociales
r la «micro física del
detentan, ~ que nadIe lo ocupa de forma fija, por ser de renovación constan
te. Y se donde hay que centrar la atención, donde hay que estudia
podere s y,
ha.dramatIzado, s?bre este poder anónimo, sin genealogía ni destino. Dado
que en poden>; después podrá abordarse la cuestión de la relación entre estos
momen to,
l~ Idea democratIca el .poder no ~ertenece a nadie en particular, no pertenece a en última instancia, su vinculación con un poder político central; de
~~nguno, cada cual 1.0 VIve como aJeno y extraño. Por no ser expresión de un orden este es el lugar de partida.
ico
Foucault distingue entre «poderes políticos», concepto que le parece ideológ
fIJO, de unas relaCIOnes consa~radas, inquiet a su carácte r indeter
minado y
podere s», sus efectos discipl inarios y
fragmentado. Se fabula .con su emgma, con su seducci ón, con la infinita fuerza que y vano, e «interv ención política de los
esta nueva anatom ía política
le presta su evaneSCe?Cla. En todo caso, se le asocia al mal, a la barbari e, al terror, ordenadores, aspecto que le interesa: «La invención de
multipli-
cuando no se le conVIerte en principio metafísico de asociación entre los
hombres. no debe entenderse como un repenti no descubrimiento, sino como una
de localiza ción
.Creemos qu: se puede hacer mucha literatu ra trágica sobre el poder,
su cidad de procesos con frecuencia menores, de origen diferente,
otros, se
fascIna.nte atractIVO, s~ f~tal ne~esid ad o sus implaca bles metamo rfosis; pero el diseminada, que coinciden, se repiten o se imitan, se apoyan unos sobre
poco
tratamIen:o confuso ~ mdI~erencIado del poder, viendo el de la natural eza a imagen distinguen según su domini o de aplicación, entran en convergencia y dibujan
. Se les encuen tra actuand o en los colegio s
del ~e la cmdad o a este a Imagen de aquel, haciendo abstracción de
las circuns- a poco el disseño de un método general
escuela s elemen tales; han invadid o lenta-
tanc~as ~ de la legitimidad, es la forma romántica y poética de expresa r una visión desde hora temprana; más tarde en las
ación
to:ah~ana. Cu~n~o se ve por todas partes la mano del poder se acaba, como en el mente el espacio hospitalario, y en unas décadas han reestructurado la organiz
en la fábrica, en los grande s
ammIsmo tradlCIOnal, viendo tras cada máscara un fetiche que adorar o que temer. militar»37]. En la escuela, en la clínica, en el cuartel,
de la discipli na», es
En l~gar de otorgarle un estatus metafísico, es más razonable asumir que
el poder almacenes, en los palacios de justicia, se extiende «la epidemia
, con
polítICO es creación de los hombres, que ellos lo crean, ellos deben
definirlo y decir, la domina ción del cuerpo y del discurso. ,<Técnicas minuciosas siempre
cierto modo
controlarlo y ellos deben hacerse responsables de sus perversiones. Este compro
miso frecuencia ínfimas, pero que tienen su importancia, puesto que definen

págs. 264-269. 371 M. Foucault, Vigilar y castigar. Madrid, Siglo XXI, 1976, pág. 142.
370 C. Lefort, Essais sur le politique xixe-xxe siecle. París, Seuil, 1986,
280 FILOSOFÍA POLÍTICA
EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 281

de adscripción política y detallada del cuerpo, una nueva microfísica del poder
más de cerca todo un material histórico, de avanzar poco a poco hacia otra
( ... ) que no han cesado desde el siglo XVII de invadir dominios cada vez más amplios,
concepción del poder. Se trata de pensar el sexo sin la ley y, ~ la vez, el poder sin el
como si tendieran a cubrir el cuerpo social todo entero »372. La vida social, por
rey»375. Es decir, pensar las relaciones huma~as, al fin relac~ones de pod~r, fuera
tanto, en lo que supone de organización del trabajo, de la ciencia, del pensamiento,
del contexto de la prohibición y fuera del honzonte de la umdad y centrahdad del
del ocio, del parentesco o de la sexualidad, descansa sobre la disciplinarización del
estado.
cuerpo y del alma, sobre la educación de los sentidos y la estandarización del
De esta forma, Foucault se representa el poder expandido por la sociedad,
discurso. «La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos
inmanente a la vida social, diversificado en mil lugares. El poder no es ya visto
dóciles»373. Eso es el poder, que se piensa por sus efectos disciplinarios, por su
efectos en la sumisión y en la obediencia. como el conjunto de instituciones y aparatos oprimiendo al. ciudadano y .sujetá~­
dolo al Estado; ni como una dominación que, en lugar de realizarse por la vlOlenCla,
Una tesis central de la microfísica del poder es la relación de éste con el derecho.
lo hace conforme a la regla; ni una dominación generalizada y abstracta de un
Foucault cree que la representación del poder se ha hecho desde una filosofía
grupo sobre otro, cuyos efectos dominarían el. todo. social. Esas represent~~iones,
política de matriz jurídica, lo que ha impedido ver la naturaleza del mismo. Aunque
ligadas a la idea de soberanía del estado y vlgenCla de la ley, no son ~ahdas al
se han hecho muchos esfuerzos, dice Foucault, no se ha conseguido liberar la política
374 cambiar de ontología. La nueva imagen del poder queda como conJunto de
del derecho • Su propuesta, por tanto, es la de liberarse de la concepción jurídica
relaciones de fuerzas inmanentes a la vida social, que se desarrollan diversificadas
del poder, o del discurso del poder en claves jurídicas; se necesita otro tipo de
en las distintas esferas de las prácticas sociales, en los distintos lugares donde los
crítica, que cuestione incluso la forma jurídica del poder. Pero no una crítica, como
hombres entran en relación. El poder no se impone a los hombres como algo
la que a menudo se ha realizado, de tipo desmitificador, tendente a demostrar que
exterior, sino como constitutivo de su vida social; ésta es efecto del poder y, por
el sistema de derecho positivo no era más que una manera de legitimar el ejercicio
tanto, está condenada a arrastrarlo como su sombra.
de la violencia; dicha crítica al derecho perverso sigue esclava del mismo mal: su
El filósofo francés insiste en la omnipresencia y la indistinción del poder en su
sumisión a la idea de que el poder debe idealmente ejercerse de acuerdo con un
aparición diversificada. Esta omnipresencia no significa tanto que lo englobe todo
derecho fundamental puro y justo. Se necesita otra crítica, que supere todos los
(desde fuera) como que surge de todas partes (desde dentro). En este sentido, la
prejuicios juridicistas y moralistas que subordinan el poder a un referente ideal,
relación ontológica queda confusa: no se sabe muy bien si es ~l fundament.o del
que acabe con la importancia que aún se da en la teoría del poder al problema del
orden social o su efecto intrínseco; si engendra la sociedad al umficar las relaclOnes
derecho y de la violencia, de la ley y de la ilegalidad, de la voluntad y de la libertad
y, sobre todo, del estado y de la soberanía. o si es segregado espontáneamente por ella. Lo que si p~rece claro ~ Foucault es
que el poder no es una institución, ni una estructura, m una capaCldad de ~nos
Sin superar ese discurso jurídico, dice Foucault, es imposible una representación
sujetos, sino que es el nombre que se da a una situación estratégica compleJa de
moderna del poder. Y la razón es que lo jurídico es «absolutamente heterogéneo»
una sociedad dada 376 •
con los procedimientos actuales del poder político, que no funcionan según el
La teoría foucaultiana esbozada es sugestiva. Uno de sus efectos más inmediatos
derecho, sino según la técnica; no conformes a la ley, sino a la normalización; no
es el cuestionamiento de todo el sistema representativo democrático y, en general,
orientados al castigo, sino al control; procedimientos con racionalidad propia, que
de cualquier organización política de la sociedad. Puesto que el po~~r, en la
se ejercen a niveles y en formas que desbordan el estado y sus aparatos. Hemos
representación genealógica y arqueológica, no tiene fundamento met.aflslCo y no
entrado, después de varios siglos, en un tipo de sociedad en que lo jurídica puede
tiene un origen claro, siempre puede ser cuestionado. Todo el trabaJO «a:qu~o­
cada vez menos codificar el poder o servirle de cauce o de sistema de representación.
lógico» de Foucault tiende a deconstruir cuantas instituciones .sirvan para J~s:lfi­
Nuestra dirección nos aleja cada vez más de un reino del derecho; el control técnico
carlo; criticará cualquier «fundamento del poder», contractuahsta o democ:~tlco,
de las instituciones sigue sus reglas, convirtiendo el derecho en obsoleto. Esto exige,
parlamentario o consensual, pues el poder no tiene fundamento. Y al deslegltlmar
según el filósofo francés, deshacernos de la representación jurídica negativa del
todo orden político, iguala a todos en impunidad. .
poder, renunciar a pensarlo en término de ley, prohibición, libertad, soberanía,
Aun aceptando el planteamiento foucaultiano de que el poder no tl.e,ne
etc., para pensarlo en positivo: «Por tanto, al forjar otra teoría del poder, se trata al
fundamento no vemos por qué el parlamento no puede ser una buena elecclOn,
como instru~ento para su regulación; la carencia de fundamento del poder político,
mismo tiempo de formar otro enrejado de desciframiento histórico y, mirando
la imposibilidad de decidir su legitimidad, no implica que no pue~a justificarse su
372 Ibíd.,142.
existencia de forma pragmática, por su eficacia en regular esos mlcropoderes que
373 Ibíd., 142
374 M. Foucault, Historia de la sexualidad, I: La voluntad de saber. Madrid, Siglo XXI, 1976,
págs. 107 ss. 375 Ibíd., 111.
376 Ibíd., 113.
282 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 283

segregan las relaciones sociales. La teoría de Foucault, sugestiva en la tarea 2. La legitimidad del poder
deconstructiv~ y crítica de todas las formas de negación de la emancipación
humana, no Suve para dar un sólo paso hacia la emancipación. Constatar la 2.1 El problema del criterio
e~is~encia del P?der y desmitificar todas las formas de legitimación y embelle-
CImIento del mIsmo, no basta; la gran negación se convierte en conservadora. El La idea de legitimidad, en su vaguedad, refiere siempre a los fundamentos de la
aut~r francés, por «razones filosóficas» de crisis de todo fundamento, cierra todo sociedad política. A lo largo de la historia, se ha recurrido a teorías filosófica y
hOrIzonte de esperanza; con razones filosóficas niega toda legitimidad a cualquier políticamente confrontadas, con presupuestos muy diversos y efectos prácticos
orden político y forma social de vida, por serles intrínseco el poder; y así, declarando contrapuestos. Unas veces Dios, otras la monarquía, o el derecho, o el pueblo, o el
la.~mpure~a universal, quedan igualados todos los órdenes políticos: que cada cual proletariado, han servido de referentes para establecer la legitimidad de una política
elIJa sus ~IOses y sus demonios libre y arbitrariamente. Pero siempre quedará la y un orden social. Parece como si el orden social en sí no pudiera pensarse como
duda de SI, a pesar de todo, y aunque sea con razones impuras, no quedan argu- legítimo, habiendo de recurrir a una instancia exterior al mismo, sea la voluntad
mentos efectivos para elegir razonablemente. del pueblo, la tradición o el procedimiento constitucional de instauración.
Para Foucault, ningún poder es legítimo, ninguno puede ser autorizado. Por Proponer una definición abstracta de la legitimidad sería arbitrario y contrario
tanto, el individuo puede discutir y deliberar sobre todo cuanto le afecta, el alumno a nuestras convicciones filosóficas; preferimos el método de acercarnos al concepto
puede protestar su nota, el acusado recusar al juez, el condenado su sanción. Si la de forma indirecta, mediante el análisis y comentario de algunas definiciones dadas
convención no está en la base del poder, si no hay ningún ideal desde el cual valorar o de algunas teorías clásicas sobre el tema. La verdad es que se acostumbra a operar
y decidir, ninguna institución tiene autoridad (poder legítimo) que ejercer. Todo con conceptos de soberanía que oscilan entre la confusión y la tautología; con
p~ede ser renegoci~do mil veces, todo puede ser protestado; no hay deliberación frecuencia, más que definir o delimitar el concepto con claridad y distinción,
m acuerdo no cuestIOnables; no es posible ninguna dirección política de la sociedad; simplemente formulan su vaguedad; más que resolver el problema, simplemente
por tanto, no es justificable ninguna lucha social contra los poderes fácticos, pues lo enuncian. Por ejemplo, decir que la legitimidad es lo que está fundado en derecho,
¿en nombre de qué se haría? en razón o en valor, por ejemplo, no esclarece la cuestión sino que enuncia un
Esta es, tal vez, una constante del pensamiento de los años 60: siendo una inventario de problemas: ¿cómo decidir entre el derecho, el valor y la razón cuando
filosofía puesta al servicio de la emancipación, acaba siendo sólo crítica de la domi- entre ellos no coinciden?, ¿qué derecho, qué valores, qué razón?, ¿con qué criterio
nación; crítica radical, total, tan fuerte que, para ser más absoluta y contundente, se han elegido? Decir, en otra perspectiva, que la legitimidad evoca el fundamento
se sale de la política. Y, de esta forma, no puede decir nada sobre la política. Quieren del poder y la justificación de la obediencia debida al mismo, apenas es algo más
li.berar al individuo de todos los lazos el poder y acaban liberándolo, imagina- que una insinuación de la problemática. .
rIamente, de los lazos sociales. Para dramatizar el mal social conciben un individuo Tenzer ha situado la reflexión sobre la legitimidad en el ámbito de la democraCIa,
tan ~~nchado por la sociedad que, debidamente purificado y aislado en su exis- y ha dicho que «un poder legítimo es fundamentalmente un poder considerado
tenCIa Ideal, resulta ser un individuo sin necesidad alguna de la sociedad. Querían legítimo»377. Ahora bien, ¿cómo entender la «consideración»? Nos aparecen, como
salvar al hombre y han inventado el ángel. mínimo, dos sentidos, el sociológico y el transcendente. Según el sociológico, la
Tal ve.z todo el p~oblema del análisis de Foucault, por otro lado lúcido, podría legitimidad se derivaría de un hecho ideológico, a saber, la consideración
reconvertIrse tradUCIendo sus «micropoderes» por «microdominaciones» es decir socialmente compartida de un régimen como legítimo (no confundible con
p~r relaciones sociales no derivadas del poder político, en vez de una estr~tegia del aceptable); en el segundo sentido, esa consideración sería la expresión subjetiva de
mIsmo. De este modo, el poder político, incidiendo y administrando esos sistemas un fundamento externo de la legitimidad, un efecto objetivamente determinado,
de poderes, recupera una función positiva. La idea es clásica; la política como como un sentimiento externamente fundado de legitimidad. Como Tenzer rechaza
administración de las pasiones y las alienaciones, susceptible de dirigir a los cualquier referente trascendente (tanto por su posición filosófica como porque la
ho~bres a la emancipación o a la sumisión, es muy clásica; pero no por clásica democracia, ámbito de la reflexión, exige una fundamentación inmanente), habría
deJa de ser razonable. En todo caso, la impotencia de una época para transformar que interpretarlo en el primer sentido. Por tanto, la legitimidad sería una valora~ión
el mundo no puede ocultarse tras una filosofía que decreta el mundo intrans- a posteriori del poder, una aceptación del mismo no basada en la pura necesIdad
formable; la derrota ante el poder no justifica su absolutización, como forma de sino en razones ideológicas de algún tipo. Así entendida, se comprende su carácter
enmascaramiento. Es preferible dejar el espacio abierto a otras generaciones, para a la vez relativo y problemático. Relativo, porque las consideraciones ideológicas
que puedan pensar la esperanza. Las «clausuras» son clausuras incluso cuando son diversas y circunstanciales; problemático, porque el hecho de interrogarse
pertenecen a los que más denunciaron su existencia.
377 N. Tenzer, Philosophie politiqueo París, PUF, 1994, pág. 161.
284 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 285

constantemente por la legitimidad de un orden político expresa la certidumbre de prolongación del orden constatable en la realidad cósmica extrahumana»38o. En
la imposibilidad de una legitimación última y acabada. El problema de la este caso el referente no es un cuadro ideológico sino filosófico. Presupone la
legit~midad en la democracia, viene a concluir Tenzer, sería el siguiente: no se puede existencia de un orden natural y moral, cuyo conocimiento permitiría concebir el
eludIr la pregunta por la legitimidad, pero se sabe que no es posible una respuesta orden social óptimo. La legitimidad ontológica se mediría por la concordancia
definitiva. con esas leyes no escritas; y la dificultad de su aceptación consistiría, precisamente,
¿Quedamos así condenados a la perplejidad? No exactamente, porque la en la no escritura de las leyes. Si la legitimidad ideológica queda relativizada a cada
conclusión que se extrae de esta reflexión es la necesidad de cambiar de método; doctrina, la ontológica lo hace a cada filosofía.
una vez se acepta este punto de vista, se comprende que hay tantas «conside- La verdad es que Chabot no pretende ofrecer formas puras de legitimación
raciones» legitiman tes como posiciones ideológicas; de este modo, las formas de sino procedimientos frecuentemente presentes en la misma, distinguibles y con
legitimación quedan ligadas a las formas políticas. Cada régimen tiene su peculiar peso desigual; en este sentido ofrece un cuadro descriptivo analiticamente útil, si
forrua de legitimidad, una forma de ser aceptado. Y así estamos a dos pasos de bien deja de lado el problema filosófico de evaluarlos, de establecer su bondad
Weber. legitimante; en definitiva, no aborda críticamente el problema del criterio de
El problema es que el liberalismo individualista no reconoce ninguna fuente legitimación, que es realmente el problema filosófico político por excelencia.
de autoridad que no sea la elección, la aceptación subjetiva; y que la filosofía
contemporánea potencia esa posición por su deconstrucción de todo referente 2.2 Teoría de la legitimidad de Weber
transcendente. Todo confluye, pues, en identificar legitimidad y elección. Pero la
tradición cultural, racionalista y moral, por un lado, y las muchas experiencias En cualquier reflexión sobre la legitimidad del poder político hay que ajustar
históricas, por otro, ponen en guardia respecto a esa identificación; hay, pues, una cuentas con la teoría de Max Weber, con su tipología de la legitimidad, que ha
resistencia a reducir la legitimidad a la aceptación individual. devenido tópica. Como antes hemos señalado, Max Weber parte de una distinción
Para J.L. Chabot, la legitimidad del poder político es «su razón de ser, su entre «poder» y «dominación» (o poder legitimado) basada en la obediencia:
justificación, su fundamento último»378; y es, en rigor, el aspecto filosófico del poder. mientras el poder refiere a la imposición de la propia voluntad por cualquier medio,
De manera esquemática nos ofrece una tipología que, cuando menos, nos parece la dominación alude a la capacidad de alguien para que sus mandatos sean
instrumental. Distingue dos criterios de catalogación: según los «actores» y según obedecidos. Cuando esta obediencia es habitual, automática, la llama «disciplina»:
los. <:cu.adros de acción política». En el primer caso aparecen dos tipos de «por disciplina debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia para un
legItImIdad: la democrática, desde el punto de vista de los gobernados, y la mandato por parte de un conjunto de personas que, en virtud de actitudes
tecnocrática, visto desde los gobernantes. En el primer caso la política se entiende arraigadas, sea pronta, simple y automática»381. Es decir, cara a lo que a nosotros
co~o. u~a forma de vida, a la que todos deben tener acceso; la libertad política y el nos interesa, el poder es sociológicamente amorfo, al ser efecto de una infinidad
pnncIpIO de mayoría definen la legitimidad de toda acción política. En el segundo de cualidades y situaciones sociales que permiten a un hombre imponer su
caso, para los otros actores, para los gobernantes, la política es un «arte» o «ciencia», voluntad; la dominación, en cambio, al referir a un mandato obedecido, está
que sólo algunos conocen y dominan, tal que en su cualificación, en su eficacia, relacionada con unas cualidades del hombre y con unas condiciones objetivas
justifican la legitimidad379 • precisas.
Por su parte, desde los cuadros de acción, aparecen otros dos tipos de La dominación, en la idea de Max Weber, no es cualquier posibilidad de ejercer
leg~t~midades, la ideológica y la ontológica. En el primer tipo el poder político se poder o influjo sobre los otros; por eso considera que el poder militar de imponer
legItIma por su conformidad a una representación de la realidad social, repre- la aceptación de la disciplina, o el poder económico monopolista de dictar reglas
sentación axiológica construida por los hombres tanto para conocer esa realidad al mercado, son poderes, pero no formas de dominación, como no lo son otros
con:o para poder act.uar sobre ella; por tanto, la legitimación ideológica del poder tipos de influencias y seducciones (eróticas, deportivas, retóricas) que a su modo
denva de la adecuaCIón de una forma del poder político como instrumento para logran imponer un comportamiento. La dominación exige la presencia de cierta
cumplir un proyecto social, para realizar una voluntad de transformación o conso- obediencia inmediata, ciertos motivos de sumisión; la dominación como autoridad
lidación de un orden social. La político, en este caso, queda subordinado a una requiere un mínimo de voluntad de obediencia, o sea, de interés en obedecer.
idea, a una doctrina. La dominación, que no tiene necesariamente siempre motivos y deter-
La legitimidad ontológica, en cambio, consiste en la conformidad del poder minaciones económicas, requiere normalmente un cuadro administrativo en el que
político con un «orden objetivo inscrito en la realidad humana y social, en la
380 Ibíd., 64.
378 T.L. Chabot, op. cit., pág. 59. 379 Ibíd., 62. 381 M. Weber, Economía y sociedad. 1, 1, § 16,43.
286 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 287

descansa la confianza en la ejecución de los mandatos. Esa certeza en la ejecución como fundamento; es el caso de la legitimidad monárquica. Se apoya «en el carácter
es clave para la obediencia voluntaria, que a su vez lo es para la dominación. Como sagrado de las disposiciones transmitidas por los tiempos»; las formas políticas
dice Max Weber, «obediencia significa que la acción del que obedece transcurre parecen consagradas por prescripciones seculares. Sin duda alguna, esa legitimidad
como si el contenido del mandato se hubiera convertido, por sí mismo, en máxima descansa sobre representaciones ideológicas de los hombres, que atribuyen valores
de su conducta»382. Los motivos de esa obediencia pueden ser diversos, originando y determinan actitudes. Bastará un cambio de mentalidad para que los mismos
otras tantas formas de dominación; pueden ser la costumbre, elementos afectivos, hechos y símbolos perdieran toda entidad legitimante.
intereses materiales, valores ideales. Aunque Weber considera más fuerte los En el de la autoridad carismática se obedece al caudillo carismáticamente
tradicionales, afectivos e ideales que los coyunturales derivados del interés material calificado por sus cualidades; el poder es ejercido por un conductor y galvanizador
y el cálculo racionales, en el fondo considera que todos en conjunto son insuficiente- de masas, en quienes los hombres ven un elegido, un hombre dotado de cualidades
mente sólidos si no se añade otro motivo de obediencia: la creencia en la legitimidad excepcionales, un ungido por los dioses, o por el destino, llamado a realizar una
de la dominación. Por eso toda dominación procura apoyarse en la legitimidad, idea. Max Weber, no obstante, dice que este tipo de legitimidad es frágil en el tiempo,
intenta imponer la creencia en ella, sin confiar en los vínculos afectivos, materiales porque acaba con la muerte del jefe. La legitimidad carismática, además de apoyarse
y racionales que suscita383 . en representaciones simbólicas ideológicas, responde también a un estado de ánimo
No hace falta recordar que Weber llama «dominación» a lo que habitualmente históricamente determinado.
llamamos «poder político»; por tanto, la idea de legitimidad tiene su lugar propio En el caso de la autoridad legal se obedecen las ordenaciones impersonales y
en el ámbito político; el tema estrella es el de la dominación legítima. Para Weber objetivas legalmente estatuidas y a las personas por ellas designadas en mérito a su
la asociación política o asociación con vínculo político coincide con otras formas rol, a la legalidad formal de sus disposiciones. Se funda en una representación
de asociación humana en el frecuente recurso a la violencia para mantener la unidad moderna de la ley, de la constitución, que se piensa como expresión de la
y homogeneidad del conjunto; y se especifica frente a ellas porque no reconoce la racionalidad y de la voluntad del pueblo. Aquí no son la tradición o un hombre
legitimidad de las otras en el uso de la fuerza, sino que quiere para sí el monopolio, providencial los referentes legitimadores, sino la idea del poder como eficaz y bueno.
se otorga a sí misma el uso legítimo exclusivo de la violencia. El Estado es una Weber no considera que ésta sea una forma mejor que las otras; pero sí afirma que
institución política cuyo «cuadro administrativo mantiene con éxito la pretensión es la forma contemporánea, que es la adecuada a las sociedades desarrolladas. Y,
de monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden sobre todo, insiste en que todas ellas son ideológicas, todas orientadas a defender
vigente»384. Por tanto, el poder político se define como uso legítimo exclusivo de la las respectivas formas de ejercicio del poder.
violencia; y «legítimo» quiere decir voluntariamente obedecido. En concreto, refiriéndose a la legitimidad legal, dirá que tras la misma opera el
Ahora bien, hay motivos de obediencia voluntaria diversos, cada uno de los mito de la eficacia de la máquina tecnocrática. No es una ideología del respeto al
cuales aporta una forma distinta de legitimidad e implica un aparato estatal y derecho, sino de la eficacia de la ley; no son los valores de la equidad, la impar-
unos cuadros administrativos diferentes para el ejercicio de esa dominación. Weber cialidad o la solidaridad los que están tras la legitimidad legal-racional, sino los de
contempla así tantas clases de dominación como «pretensiones típicas de eficacia, operatividad y automaticidad. El aparato legal es visto sólo en su dimensión
legitimidad». En concreto distingue «tres tipos puros de dominación legítima», técnico-operativa; es el mito de la máquina, de su racionalidad, claridad y utilidad,
según su fundamento sea: «1. De carácter racional: que descansa en la creencia en lo que opera en esta forma de legitimidad386 .
la legalidad de las ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los En esta síntesis de la teoría weberiana de la legitimidad y sus formas se constata
llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal). 2. De la aparente pretensión teórica, descriptiva, de la posición de Weber. Su discurso
carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las simplemente describe formas de la consciencia empírica, subjetiva, que llevan a la
tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados obediencia voluntaria; incluso las expone de tal manera que incluso parece narrar
por esa tradición para ejercer la autoridad (autoridad tradicional); y 3. De carácter tres momentos históricos del desarrollo de la consciencia social. Esta dimensión
carismático: que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o descriptiva de su discurso no evita que las tres formas de legitimar la dominación
ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ellas creadas o reveladas aparezcan como una tipología con pretensiones regulativas. Como descripción
(autoridad carismática)>>385. empírica tiene su chance; pero el resultado es desolador, en tanto que cualquier
En la autoridad tradicional se obedece al señor puesto por la tradición y forma de dominación existente resulta legítima.
vinculado a ella; en la legitimación se recurre al pasado, a una tradición no escrita,

382 Ibíd., 1, IlI, § 2, 172. 384 Ibíd., 1, 1, § 16,43. 386 Cf C. Colliot-Thélene, Le désenchantement de I'Etat. De Hegel aMarx. París, Minuit,
383 Ibíd., 1, IlI, § 1, 170. 385 Ibíd., 1, IlI, § 2, 172. 1992, págs. 238 ss.
288 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 289

Bien mirado Weber no está abordando el problema filosófico de la legitimidad Desde la perspectiva de la justificación, el poder natural no es problemático:
política. En su planteamiento, la «creencia en la legitimidad» de una dominación pertenece al orden de lo irracional, es el obstáculo a destruir para edificar ese orden
es visto como un factor psicológico más, y de los más efectivos, para mantener la artificial que es la sociedad, por tanto, es indiferente a la legitimidad. Esta refiere
obediencia voluntaria, que define la dominación política. Lo que fundamenta de siempre al poder político, obra humana y racional, única forma del poder
Jacto una dominación política, en particular los estados, es la obediencia; la creencia susceptible de legitimidad o ilegitimidad. Esta legitimidad le vendrá, de acuerdo
en su legitimidad es un factor más de ella, y un factor que no incluye ninguna con lo dicho en el capítulo VI, de su subordinación al ideal de construir una ciudad
connotación moral y que ni siquiera ha de ser necesariamente racional; por eso la en paz perpetua, un nosotros universal; y, orientado a ese ideal final, el más modesto
teoría de Weber es moralmente indiferente al contenido y la forma de la de una ciudad con paz interior y solidaridad exterior, es decir, un nosotros que,
dominación. La legitimidad de la democracia, por tanto, es una opción de valor intrínsecamente excluyente, no ponga la diferencia como relación amigo/ enemigo.
por la forma de dominación democrática; forma diferente, ni mejor ni peor, a la El primer problema que surge es el de precisar el contenido de esa subordina-
de los regímenes fascistas, o fundamentalistas, que tendrán otras formas distintas ción. Si por la misma se entiende el sometimiento del poder a las reglas de esa
de legitimación y otros aparatos para su ejercicio. Es el precio que se paga cuando, sociedad ideal, entonces resultará legitimable el poder político normal; si, en cambio,
en política, la teoría sustituye a la filosofía: los hechos más ingenuos se convierten la subordinación en casos excepcionales, cuando la comunidad se ha roto, significa
en paradigmas de la verdad y, subrepticiamente, en criterios morales. Cuando se dirigir el poder político a la constitución de la ciudad, entonces el poder político
renuncia a un ideal desde donde fundar la legitimidad de un orden político, sólo excepcional o revolucionario también puede ser legitimable. Y, siguiendo esta misma
se puede hacer lo que hace Weber y añadir: «así suele ser, ¡qué lástima que no sea perspectiva, y con las precisiones que fueren necesarias, se abre también la vía de
de otro modo!». O tal vez «las cosas son así, ¿de qué culparnos? Todos somos legitimación del poder político marginal, que actuando en los márgenes y cloacas
inocentes». de la norma tiene por resultado el mantenimiento de la comunidad.
Desde luego hay criterios de legitimidad aparentemente más elegantes, como
2.3 Fuentes de legitimación: el ideal y el consentimiento el sometimiento del poder político al derecho, o a la voluntad general; pero, como
después veremos, inducen otros problemas no fáciles de resolver. La legitimación
Si el poder político es indispensable para la construcción de la ciudad, ha de del poder político desde el ideal de paz perpetua tiene su punto débil en el
distinguirse de todas las formas de dominación naturales, de la simple violencia establecimiento de las circunstancias que legitiman el poder político excepcional
natural; ésta pertenece a lo otro, al mal político (desorden, arbitrariedad, y el poder político marginal. Pero ese problema es similar al que se presenta en la
fraccionamiento), sobre el que la ciudad y la humanidad deben construirse. La aplicación de la ley, y no por ello se desecha el concepto de justicia.
idea del poder político, a diferencia de la dominación, que es puro ejercicio de la Aceptando un punto de vista consecuencialista, desde el cual el poder político
violencia y que puede darse en cualquier lugar social o natural, refiere siempre a se legitimaría a posteriori por sus consecuencias conformes al ideal, y no
un orden social global que como fin lo legitima y como lugar mediatiza su ejercicio simplemente con la intención o buena voluntad de cumplirlo, siempre resta un
por un cuadro jurídico-institucional que actúa como límite. Parece algo trivial momento oscuro: el de la decisión. El poder político ha de ejercerse sin tener una
aceptar la distinción entre el poder natural, exterior a la ciudad, que refiere a las seguridad absoluta de sus resultados; por tanto, en determinadas situaciones, el
distintas formas de violencia y dominación (físicas o psicológicas) entre individuos poder político se ejerce a ciegas. La buena voluntad o las buenas intenciones son
o grupos sin mediación de lo político; y el poder político, dirigido a la construcción políticamente irrelevantes; sólo la historia dictará la sanción definitiva. Pero rehuir
de la ciudad, a la instauración de un orden (jurídico, económico, administrativo) por ello la decisión política o refugiarse en mecanismos procedimentales exculpa-
que haga posible que los hombres vivan juntos. Tampoco presenta dificultades la torios es falaz y vergonzante: los procedimientos, el derecho, el sistema represen-
distinción empírica entre un poder político excepcional, revolucionario, que funda tativo, expresan decisiones políticas previas, son productos del poder. En conse-
un nuevo estado o salva al existente de una crisis que amenaza su destrucción, y cuencia, si la única legitimación posible ha de venir del ideal, sólo los resultados lo
un poder político normal, que se ejerce en el seno de un estado asentado y en los justifican. Por eso el poder político en su ejercicio nunca es absolutamente legítimo;
límites de su ordenamiento institucional jurídico y moral. Ni siquiera es por eso es siempre sospechoso y enigmático.
especialmente complicado distinguir, en situaciones normales, el poder político Las dificultades de legitimación consecuencialista del poder político han llevado
que actúa en la frontera de la ley o en las cloacas de la ciudad con el objetivo de a buscar otra vía en el consentimiento, tal que un poder político sea legítimo si es
garantizar la existencia de ésta, del poder político que se ejerce en el más escrupuloso aceptado (o aceptable). De esta manera la aceptación explíc;ita o implícita, el
respeto del pacto político. Las dificultades surgen si abandonamos el plano consentimiento, se convierte en fuente de legitimación. Y como la esfera de lo
descriptivo y planteamos la cuestión de la legitimidad, que es la cuestión filosófica consentido se recoge en el derecho, la moral y las costumbres, el poder político
del poder. legítimo sería el conforme a las leyes (legitimación jurídica) y a los valores
290 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 291

(legitimidad moral) ya los hábitos (legitimidad sociológica). Indudablemente estas más fáciles por admitir la evidencia racional de la ley y los derechos naturales
vías de legitimación del poder político tienen una ventaja práctica relevante: evitan universales; el positivismo, que ha roto con la metafísica, ha de contentarse con la
perversiones totalitarias y despóticas del poder, controlan el riesgo de que dictadores evidencia empírica de la existencia de sistemas de derecho positivos particulares.
iluminados en nombre de alguna ciudad celeste vuelvan a los hombres a la caverna. El conocido lema «la leyes la ley», como dice Hart, ha servido tanto para consentir
Por tanto, son fuentes de legitimación razonable y a tener muy presente; pero en sí el nazismo como para combatir la tentación legisladora de los jueces.
mismas son insuficientes, pues su vigencia no siempre garantiza la marcha hacia Kelsen es quien más potencia argumentativa ha derrochado en la definición y
el ideal. Un ejercicio del poder político ausolutamente respetuoso con la ley, la defensa del positivismo jurídic0 388 • Formula su teoría para poner fin a los muchos
moral común y las costumbres puede convertir en ideal el orden socio-político conflictos entre reglas diferentes; pensaba que remontándose a una norma superior
existente; puede, por tanto, tener efectos conservadores e inmovilistas, manteniendo se eliminaban las cuestiones respecto al dictado de las inferiores; dicha norma
las relaciones establecidas. y tal poder político así legitimado es dudosamente superior tiene el carácter de una hipótesis lógico trascendental, con «valor funda-
legítimo al conservar la desigualdad, los antagonismos entre los hombres, las sutiles mental», aunque no serviría para proporcionar al derecho una base incontestable.
formas de segregación y alienación, todo ello obstáculos a la construcción de la La pretensión positivista ideal sería la de sustituir las reglas provisionales, que fija
ciudad, referente último de su legitimidad. el poder en su origen, por una ley superior con autonomía del poder político.
Para cerrar esta reflexión haremos algunas referencias al positivismo jurídico, Kelsen busca la legitimación del poder político en el ámbito de lo jurídico; de
tradición compleja, cuyos teóricos más destacados, como Austin, Hart o Kelsen, hecho identifica el derecho con el estado moderno.. Para él el poder político
mantienen serias diferencias en sus posiciones. Hoy el término «positivismo» refiere moderno es un poder jurídicamente regulado: tanto porque es el derecho el que
a una concepción filosófico jurídica confusa, que aglutinas teorías perfectamente otorga al estado el ejercicio del poder, como porque le marca los límites de ese
distinguibles, que no son globalmente compartidas por los diversos teóricos. De ejercicio, que son los del derecho. En este sentido, el orden jurídico contiene una
hecho Hart distingue cinco sentidos de «positivismo» mezclados en el debate «presunción mínima de legitimidad», que le viene de la aceptación y eficacia del
filosófico jurídico contemporáneo: «1) Las leyes son mandatos de seres humanos. estado; toda norma de derecho es así legítima tanto por su autor, las instituciones,
2) No hay una relación necesaria entre derecho y moral, o entre el derecho existente como por su contenido, su conformidad a los derechos de los hombres. Por tanto,
y el derecho tal como debe ser. 3) El análisis de los conceptos jurídicos (o el estudio el fundamento de la legitimidad política en el estado moderno radica en lo jurídico.
de su significado): a) merece llevarse a cabo; b) debe distinguirse de la investigación El problema es decidir si es el derecho positivo o es la constitución la instancia
histórica sobre los motivos u origen de las leyes, de la investigación sociológica directa de referencia. La primera opción es pensar la legitimidad del derecho por
sobre la relación del derecho con otros fenómenos y de la crítica o valoración del su coherencia con la constitución. Como ésta no es un corpus formal, ni un prin-
derecho desde el punto de vista de la moral, los fines sociales, las funciones, etc. 4) cipio transcendental, sino un proyecto político, no es ciega, tiene contenidos y
Un ordenamiento jurídico es un sistema lógico cerrado, en el que pueden deducirse fines, responde a una política. Es la norma suprema, siempre revisable por el pueblo,
por medios lógicos las decisiones jurídicas correctas a partir de normas legales «indefinidamente revisable», como dice Kelsen, que corresponde a los valores que
preestablecidas, sin referencia a fines sociales, directrices o pautas morales. 5) No se da a sí mismo el cuerpo político.
pueden afirmarse o defenderse juicios morales, aunque esto sea posible en la La segunda opción es apostar por la legitimidad procedimental del derecho.
exposición de hechos, mediante argumentos racionales, testimonio o prueba (ética Dado que la democracia liberal es un estado legal, que asume en su funcionamiento
«no cognitiva» )>>387. Aceptando con Hart la no implicación lógica de estas cinco el principio de juridicidad, se comprende la persuasión de esta tendencia a fundar
teorías, no es menos cierto que, matices aparte, los positivistas tienden a asumirlas; la legitimidad democrática en el derecho. Pero el problema del poder legítimo no
por tanto, configuran un referente teórico útil para una primera aproximación. se resuelve con el derecho: éste es efecto de una política, un aspecto del poder, cuya
En general, por tanto, el positivismo jurídico tiende a considerar el derecho legitimidad ha de estar igualmente cuestionada.
ignorando toda referencia moral, tiende a considerar las normas como meros Por tanto, hacer descansar la legitimidad en la legalidad positiva conduce a
mandatos positivos y tiende a tratar el sistema legal como un sistema lógico cerrado. aporías, pues queda referida a la del poder político cuya legitimidad está en cuestión;
Cara el tema de la legitimidad del poder político, que nos ocupa, nos ponerla en la norma constitucional, lleva a la política. La independencia del
centraremos en la pretensión analítica de pensar el derecho como sistema cerrado constitucional y del legislativo que impone en el estado el reino del derecho no
de normas, que desde fuera prescriben la legitimidad del orden y la acción políticos. oculta el carácter político de su praxis. El problema de la legitimidad, por tanto,
Formalmente es la misma pretensión del iusnaturalismo, si bien éste tenía las cosas no se resuelve poniendo como referente el derecho, que es parte del estado; hay

387 H.J.A. Hart, «El positivismo y la independencia entre el derecho y la moral», en R.M. 388 Ver H. Kelsen, Teoría general del estado. Barcelona, Labor, 1934; Teoría pura del derecho.
Dworkin, Filosofía del derecho. México, FCE, 1980, pág. 37, nota 1. México, UNAM, 1981.
292 FILOSOFÍA POLÍTICA EL PODER Y SU LEGITIMACION 293

que preguntarse por la legitimidad de ese derecho. Y ello lleva a mirar hacia arriba, La aceptación de la sumisión es un «prodigio», un «enigma», a cuyo escla-
buscando algún referente trascendente, o hacia abajo, tratando de comprender el recimiento dedica el libro. Las justificaciones de la filosofía (Grocio, Hobbes,
consentimiento de la dominación, la obediencia política. Aristóteles) no le convencían, pues en nombre de una idea de naturaleza humana
La verdad es que abordar la legitimación del poder lleva a una vía de sombras. (como esencia racional abstracta que condensa principios hegemónicos en otra
incluso hay ecos de inmoralidad en el simple hecho de plantear la cuestión. Pregun~ época, o como dimensión biológica, egoísta y antisocial) acaban subordina.ndo el
tarse por la legitimidad del poder, admitir por tanto la posibilidad de que sea ideal a la imaginaria realidad: «Su forma más constante de razonar consIste en
legítima la violencia, cualquiera que sea su forma, parece encubrir una perversión. establecer siempre el derecho por el hecho. Tal vez exista un método más conse-
¿Cómo es filosóficamente pensable una violencia legítima? ¿No es una contradic- cuente, pero no más favorable a los tiranos»39o.
ción en los términos? La ciencia podrá dar razón de la inevitabilidad del poder, Ni la naturaleza ni la fuerza, ni la realidad física ni la metafísica, pueden explicar
pero la filosofía ¿cómo puede ni si quiera plantearse su racionalidad? La subordina- la sumisión, pues se trata de sumisión voluntaria, vivida como deber. En línea con
ció~ de la e~trategia política al ideal, ¿no exige que la misma sea pacífica, respetando su Segundo Discurso, dirá que «El más fuerte no lo es bastante para ser siempre el
la lIbertad, Igualdad y derechos de los individuos, o sea, que el poder esté ausente? amo si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber ( ... ). La fuerza
Hemos de vencer la tentación romántica de declarar todo poder signo del mal, es un poder físico; no veo qué moralidad puede resultar de sus efectos. Ceder a.la
que nos llevaría a renunciar a la política. Hemos de abandonar la regla escolástica fuerza es un acto de necesidad, no de voluntad; es, a lo sumo, un acto de prudenCla.
que, afirmando la identidad de naturaleza entre causa y efecto y mayor eminencia ¿En qué sentido podrá ser un deber?»391.
de la primera, impide nacer el bien del mal, lo bello de lo feo, los dioses de los Como bien dice Rousseau, si hay que obedecer por la fuerza huelga hacerlo
hombre.s; hem~: de aceptar, .con Maquiavelo, que la crueldad puede llevar a la paz, por deber, y en cuanto uno es forzado a obedecer ya no hay obligaci~n mor~l que
que la sImulaclOn y la mentIra pueden ayudar a la convivencia; hemos de pensar, valga. ¿Qué sentido tendría la máxima «obedeced a los poderes»? SI se entlende
con Rousseau, que la sumisión a todos no es sumisión a ninguno, que la renuncia como mandato de sometimiento a la fuerza, puede ser un consejo prudente y útil,
a ser individuos libres nos hace ser ciudadanos libres. En definitiva, hemos de pero estéril: nunca jamás podrá ser violado. Dado que la fuerza no genera derecho,
pensar el poder político contra el poder, la obediencia política contra la sumisión habrá que entender dicha máxima como «obediencia a los poderes legítimos». Tal
natural. cosa es una trivialidad, pues de lo que se trata es de establecer esa legitimidad.
La sumisión es un enigma, pues va contra el orden natural; el orden político
2.4 Poder político y sumisión voluntaria aparece así como transgresión de ese orden. Por tanto, o se considera una simple
monstruosidad inexplicable, o hay que buscar unas circunstancias de la aceptación
Las insuficiencias de los criterios procedimentales de legitimación no los del poder político que lo hagan pensable, racional. La mera aceptación no es
desautorizan ni impiden reconocerles cierta eficacia. El consentimiento la suficiente: «Decir que un hombre se da gratuitamente es decir una cosa absurda e
aceptación, es una buena manera de determinar inmediatamente la política; p~ro inconcebible: un acto semejante es ilegítimo y nulo sólo por el hecho de que quien
h~y que profundizar en las circunstancias del propio consentimiento, es decir, algo lo realiza no está en sus cabales. Decir eso mismo de todo un pueblo es suponer un
aSI como establecer las condiciones de legitimidad del consentimiento. Si el poder pueblo de locos, y la locura no da derechos)~392. La aceptación de~ poder polít.ico
político es dominación aceptada, con expresión legal, un problema importante de sólo es legítima cuando toma la forma y el contenido del pacto soctal. El contemdo
la filosofía política es el de comprender esta aceptación, así como las circunstancias del pacto, en que la libertad natural es sustituida por la libertad civil, en que se
y los límites en que es válida. El problema filosófico del poder político queda sustituye la sumisión a un amo por la sumisión a la voluntad general, a la ley, son
con~gurado ~~mo el de pens~r la~ circunstancias en que su aceptación es legítima. según Rousseau las circunstancias de la aceptación legítima. .
NadIe defendlO con tanto radICalIsmo como Rousseau una justificación del poder Desde nuestra perspectiva, en que el poder político legítimo es el que se eJerce
político en la aceptación, en el pacto social. Nada más comenzar Del contrato social, en la dirección de un nosotros abierto, el pacto de la teoría rousseauniana es fuente
Rousseau plantea la motivación de este texto, que en realidad es la motivación de legitimación porque se orienta a ese ideal. Por tanto, ni la legitimación
básica de la filosofía política: «El hombre nació libre, y en todas partes se le sociológica, ni la legitimación jurídica son aceptables si no están subordinadas al
encuentra encadenado. Hay quien se cree el amo de los demás, cuando en verdad ideal; tampoco la estabilidad del orden político, con ser una condición importante,
no deja de ser tan esclavo como ellos. ¿Cómo ha podido acontecer este cambio? Lo es fuente de legitimación si se apoya en el control de los conflictos manteniendo el
ignoro. ¿Qué puede legitimarlo? Voy a intentar resolver esta cuestión»389.
390 Ibíd., 1, n.
391 Ibíd., 1, III.
389 Du Contrat Socia~ 1, l.
392 Ibíd., 1, IV.
EL PODER Y SU LEGITIMACIÓN 295
294 FILOSOFÍA POLÍTICA

antagonismo en vez de en la abolición de cuantos impiden la vida en común y en ozando de condiciones sociales suficientemente iguales para ejercitar eficazmente
paz. Aunque la institucionalización es condición de legitimidad del poder político, ~: libertad política) un referente práctico, un ideal universalmente aceptado de
no es suficiente; es necesario que ese orden institucional en que se encuadra sea a paz perpetua. Rousseau rompe así con la tradición liberal que, e~ nombre de la
su vez legítimo, o sea, que además de consentido sea objetivamente orientado a la libertad del individuo, considera legítimo que éste venda sus lIbertades y sus
construcción de la ciudad. Ni siquiera el orden democrático representativo, con derechos, que aliene su soberanía en el príncipe; el ginebrino, para m~jor.d~fender
ser condición necesaria para la legitimidad, es una razón suficiente; al fin, parece a lo individuos y a los pueblos, pone un límite nítido a esa libertad mdlVldual al
evidente que democráticamente pueden tomarse decisiones irracionales. Sólo un declarar que enajenar la libertad y la soberanía son actos contra.naturales,
ideal democrático que contemple una idea de hombre determinada y unas erdaderos actos de locura, de nulo derecho; obliga a los hombres a ser CIUdadanos,
condiciones sociales y políticas igualmente determinadas podría ser tomado como : ser libre. La subjetividad queda controlada de sus posibles perversiones, y referida
fuente suficiente de legitimación; pero esas determinaciones las pone el ideal a un transcendental, el de la libertad, que deja de ser mera posesión alienable del
político, son un nosotros abierto. Toda democracia real, sea el modelo representativo sujeto.
liberal u otro más participativo, en tanto que suponen el conflicto y el antagonismo,
no pueden ser referentes últimos de legitimación. 2.5 Legitimidad y democracia
No es extraño que la pregunta de Rousseau, la que origina el texto filosófico
político más influyente en nuestra cultura, sea por la legitimación del poder. Porque, No queremos cerrar este capítulo sin una breve reflexión sobre una i.dea hab~rma­
en el lenguaje de la selva, del libre juego de la fuerza, la sumisión es comprensible; siana que apunta a un aspecto de la legitimidad en la democracIa peculIar ~e
pero, en el orden civil, resulta extraña la servidumbre voluntaria: «Mientras un nuestros tiempos. Considera Habermas que la persistencia de los problemas filo.so-
pueblo se ve obligado a obedecer y obedece, hace bien; pero tan pronto como ficos de legitimación de la democracia conviven con una situación en que, a nIvel
puede sacudirse el yugo, y se lo sacude, hace todavía mejor; pues recobrando su práctico, la legitimidad de la democracia es universalmen~e acept~da, a~~que sea
libertad con el mismo derecho que se le arrebatara, o está justificado el recobrarla sin ilusión y porque, como diría Max Weber, no hay Ideologla legltlmad?ra
o no lo estaba el habérsela quitado»393. El esclavo no es quien arrastra las cadenas, alternativa. Se acepta la democracia, viene a decir Habermas, porque es prefenble
sino quien se acostumbra a ellas, quien llega a considerarlas suyas. el poder a la anarquía y porque, entre los poderes, el de~ocrático es el más
Rousseau comprende el lenguaje de la fuerza, el juego de la violencia natural, soportable. De este modo la democracia aparece como prefenda, ~~ro con reserv~s
de la lucha por la sobrevivencia; pero se resiste a que el orden civil sea simplemente o suspensión del juicio sobre su legitimidad. Se evade la gran cuestl~n, pues re~~Clr
el mismo juego con otras reglas, pues «el orden social es un derecho sacrosanto su autoridad al hecho de ser considerada el «menos malo» de los regImenes POlItICOS
que sirve de base a todos los demás. Este derecho no proviene, sin embargo, de la es una pobre legitimación. . .
naturaleza; se funda en convenciones»394. Y siendo obra humana racional y libre, En cambio, no ocurre lo mismo si desplazamos la mIrada sobre la democraCla
¿cómo pueden elegir la servidumbre y la obediencia? ¿Y cómo éstas pueden devenir hacia su interior sobre sus instituciones, usos Y prácticas. Los problemas de
legítimas? legitimidad, nos dice Habermas, parecen haberse desplazado de la totalidad a lo
Puesto que el poder político es intrínseco al orden político, a la ciudad, hay particular; no se cuestiona el sistema, pe~o s~ debate e~ torno a cada uno de sus
que poner en primer plano las circunstancias de su legitimidad, hay que pensar aspectos internos, a cada una de las aplIcaCIOnes partICulares del poder, a cada
esas «convenciones» que alteran la ley de la naturaleza, prescribiendo que los más actividad y política puntual. El todo es aceptable y legítimo, pero sus partes son
se sometan a los menos, los fuertes a los débiles, en fin, los iguales a los iguales. exhaustivamente cuestionadas.
Rousseau constata el hecho de la obediencia voluntaria; constata el hecho de la Habermas ha situado el tema en relación con el problema del «privatismo
aceptación, de la legitimidad, concedida por los súbditos a los gobernantes. Pero cívico», término que usa para describir la creciente orientac~ón de~ ~iudad.ano hacia
esta constatación fáctica repugna de entrada a la razón: ésta no puede comprender el consumo, el ocio, el placer, el estatus privad0 395 . Esta onentaClo~ r~dIC~lmente
el poder legítimo si antes no piensa la naturaleza y los límites de la legitimidad. El privada le lleva a desvincularse, si no a burlarlas, .d~ las reglas mstltucIO,nales,
consentimiento no es suficiente, pues la aceptación en ciertas condiciones puede llegándose a una preocupante contradicción: se. leg:tm~a de forma es~ontanea e
ser pensada como perversa; las justificaciones procedimentales sólo remiten el incuestionable el marco general democrático, las mstltuClones en su conJunto, pero
problema de la legitimidad al de las reglas del procedimiento; en consecuencia, al mismo tiempo aparece otro criterio, otro tipo de «legitimidad móvil», que se
hay que incluir, junto a las circunstancias democráticas (individuos libres, ilustrados aplica a las instituciones, acciones o situaciones particulares y que depende

393 Ibíd., 1, 1. 395 J. Habermas, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Buenos Aires, Amorrortu
394 Ibíd., 1, 1. Editores, 1989.
296 FILOSOFÍA POLÍTICA

puntualmente de la satisfacción de las necesidades privadas. Habermas cree que 11. El estado
así se da entrada a un conflicto de legitimidades y, en la confrontación, el efecto
global es el de una creciente pérdida de legitimación del sistema político existente;
lo aprecia, por ejemplo, en la pérdida de la lealtad de las masas al sistema. La
insatisfacción puntual lleva a deslegitimar las instituciones responsables; y como
éstas son cada vez más visiblemente las de orden político, el efecto global es un
debilitamiento de la legitimación de la democracia. <El estado en el sentido de estado racional sólo se da en
El tema que plantea Habermas es de gran interés. Las democracias son, en el < 'fi
occidente. La lucha permanente, en forma paCl lCa o
fondo, los regímenes de legitimidad más débil, porque, aunque se mantenga la bélica de los estados nacionales en concurrencia por el
legitimidad difusa del sistema, de la democracia, ésta se resiente si en su interior poder' creó para el moderno capitalismo o~cidentall~s
sus reglas, procedimientos e instituciones son sistemáticamente cuestionadas. Y, mayores oportunidades. Cada .estado p~rtIc~lar habla
precisamente en el interior, por la esencia misma de la democracia, todo es siempre de concurrir por el capital, no fijado a resldenCla alguna,
revisable; es decir, la democracia internamente requiere de la legitimación perma- que le prescribía las condiciones bajo las cuales le a~da­
nente, con lo cual en ella la legitimidad siempre es débil. ría a adquirir el poder. De la coalición necesana del
Ahora bien, si es así, se comprende la preocupación de Habermas por el estado nacional con el capital surgió la clase burguesa
creciente debilitamiento del juego interno de la legitimidad. El poder político, al nacional, la burguesía en el sentido m~derno ~el :,oca-
extender la posibilidad de las masas de satisfacer sus deseos (económicos, políticos, blo. En consecuencia, es el estado naclOnal a el lIgado
culturales, intelectuales), al mismo tiempo amplía el deseo y la insatisfacción; la el que proporciona al capitalismo las oportunidades de
distancia se amplía; las lealtades de las masas al sistema se debilitan. Por un lado, la subsistir; así, pues, mientras aquel no ceda el lugar a
democracia, intrínsecamente, requiere cada vez más y más constante legitimación; un estado universal, subsistirá también éste». .
por otro, el propio sistema lo impide. Habermas puede argumentar que una crisis M. Weber, Economía y sOCledad
de legitimación puede ser pronosticada en la medida en que el sistema hace nacer
expectativas que no pueden ser satisfechas, sea con la masa de valores disponibles,
sea de una manera general por compensaciones conformes al sistema. 1. El estado y su soberanía
La reflexión de Habermas revela al menos dos paradojas del sistema demo-
crático. Por un lado, la democracia exige que el poder sea constantemente cuestio- Cada vez son más los estudiosos que restringen la idea de «estado» a l~ o.rganiza.ción
nado; pero como el cuadro democrático es inestable, porque el cuestionamiento del poder político de las sociedades modernas. Efectivamente, han :~lstld~ y e~s~e~
de las instituciones es aleatorio, ese cuestionamiento del poder puede devenir contra comunidades sin estado, con otras formas de orga~iz~r el pode.r pOhtlCO y a ~o;t~a,
la democracia. Por otro, es necesario tener criterios para juzgar la legitimidad de éste responde a unas condiciones objetivas y subJetlVas partlCulares, a so~e a. ,es
las acciones futuras, pero los criterios no están ligados a un sistema de reglas com le' as, sometidas a un desarrollo acelerado, con mod~ ,de pro UCClOn
jurídicas fijas, sino a posiciones fácticas. El problema es que el marco democrático, ca i~li~ta con concepción individualista del hombre. La nOClon ~o~e:na del
al contrario que el tradicional comunitario, no es portador de legitimidad, sino esfado res~onde a una idea del poder político abstracta, fuerte~ente Jundlca, c.on
que debe ser constantemente legitimado. En cierto modo, la democracia exige que claras limitaciones institucionales Y con funciones que se extIenden a lo sOClal.
el cuadro legal, fuente de legitimación interna, y su legitimación, sean puestos en Como hemos dicho anteriormente, una característica del estado moderno es que
el mismo acto. Y si esto no refiere a un ideal práctico, que recoja los objetivos
nadie pueda decir «el estado soy yo». . h
históricos mínimos, que justifique el orden democrático como el más apropiado Desde el punto de vista filosófico hay dos problemas que nece~a:lamente e~os
para un nosotros abierto y para la paz perpetua, cortando los árboles destruiremos de abordar: el de la soberanía y el del contrato. Dos problematIcas conecta as,
el bosque. Y hoy sabemos que los bosques son más frágiles que los árboles. pero analíticamente distinguibles. El contrato remit~ al fundam:nto del estado y,
or tanto, a su legitimidad ya sus límites; la soberama refiere n:~s, concretamente
; esa cualidad del poder político como última palabra, como d~Cl~I?n final. Aun~ue
la doctrina contractualista incluye la soberanía del estado, hIstoncament~ a~ as
teorías han mantenido relaciones convulsivas, unas veces configurando una .a~ ~ra
común y otras muchas fundando banderas enfrentadas. En el transcurso h Istonco
299
EL ESTADO
298 FILOSOFÍA POLÍTICA

dio en paralelo, pero de forma asincrónica. Quedaron totalmente superadas en la


?arecen tener destinos divergentes, pues si en los albores de la modernidad parecían representación del estado moderno; el conflicto se clausuró con la instauració.n de
Inseparabl~s, actualmente el soberanismo es cada vez más cuestionado y el una nueva unidad, un cuerpo político en que gobernantes y pueblo, etmas y
contractuahsmo goza de aceptación casi universal. naciones, quedaban simétricamente sometidas al poder soberano del estado. Pero
las escisiones reales permanecen, más o menos desactivadas, hasta nuestros días;
1.1 Las formas de la soberanía de ahí que continuamente se presente el problema de reformular la teoría de la
soberanía. y de ahí que la reformulación siempre se presente ligada a la reforma
Podemos aceptar: con EH. Hinsley, que «el término soberanía originariamente y del estado, a la revisión del encaje en el mismo de sus elementos diferenciados.
durante mu~ho tIemF? expresó la idea de que hay una autoridad final y absoluta El estado, en tanto que forma jurídica e institucional de la soberanía, se presenta
en la comumdad pOlrtIca» y que «el origen y la historia del concepto de soberanía como la articulación objetiva entre la libertad deseable y la unidad necesaria, sea
s: h~yan estrechamente VInculados a la naturaleza, origen e historia del estado»396. de los individuos, sea de las comunidades que lo integran; idealmente, el estado
SI bIen pu~de hablarse de soberanía, al menos metafóricamente, en otras formas aparece como el poder al servicio de la libertad y la identidad. A lo largo de su
de comumdad política, su concepto moderno está ligado a la idea de estado. Si el historia hay quienes han visto en su soberanía la condición de igualdad entre los
estado es un~ forma particular de organizarse la ciudad, en base a un poder político hombres y los pueblos, el buen uso del poder ejercido en la defensa de los derechos
des~ersonahzado y con expresión y límites institucionales, la soberanía es la de los ciudadanos y de la unidad de la comunidad; otros, en cambio, han leído en
cU~Idad del poder político estatal, su característica de referente final situado por ella el rostro moderno del poder injustificable, eterna amenaza de la libertad (del
enCIma de los gobernantes y de los gobernados. De hecho, el estado moderno sólo individuo, de las naciones, de las etnias, dentro del estado), negación de la
pu~de ser ?~ns~do como estado soberano, resultado de una larga lucha entre individualidad Y de la autodeterminación de los pueblos.
qUIenes reIvIndICan la «soberanía popular», en nombre de la libertad de los El pensamiento político moderno, en los orígenes del estado moderno, hizo
hombres, y quienes piden la «soberanía del monarca», en nombre de la necesidad reposar sobre la soberanía la posibilidad misma de la existencia de la comunidad
d.e ord~n. Aunque Bodin definiera ya la soberanía en el XVI, más de un siglo después política. Ya Jean Bodin definía la soberanía (maiestas, potestas) como «recto gobierno
~Igue SIn ser aceptada; de hecho sólo a lo largo del XVIII comienza a aceptarse la de varias familias y de lo que les es común», caracterizándola de poder absoluto,
Ide~ a~stracta de un estado soberano, a medida que va instaurándose el estado indivisible y perpetuo400 • En Hobbes la soberanía, una e indivisible, absoluta, marcaba
capItahsta moderno. la línea divisoria entre el estado de naturaleza y el estado civil. De hecho Hobbes,
Queremos decir que la idea moderna de soberanía acompaña a la idea de estado; como Spinoza, veían en la soberanía, incluso en el ámbito individual, la capacidad
el concepto se desarrolla y acepta a medida que el estado se va construyendo. Y el de ser, de sobrevivir401 . Pero será Rousseau quien con mayor finura defienda el
estado ~?derno se c~nstruye en la medida en que el orden político logra controlar carácter absoluto e indivisible de la soberanía, afirmando que «pertenece a la esencia
tres eSClSlones. La ~nmera ~~ la de las dos ciudades o las dos espadas, la temporal del poder soberano el no poder ser limitado; o lo es todo, o no es nada»402; que en
y ~a. celeste, es deCIr, la eSCISIón entre política y religión, que se resolverá con la todo estado es necesario un soberano, un poder supremo que lo pueda todo; que
laI~I~~d del poder político: reenviando la religión a la esfera privada397 • La segunda ese poder absoluto del soberano en el estado moderno no es opresor, sino liberador:
eSCISIOn :s la resultante de Imponer una unidad política y administrativa uniforme «Al no estar formado el soberano más que por los particulares que lo componen,
y centrah~ada ~ comunidades naturales, particularmente las naciones, diversas en no hay ni puede haber interés contrario al suyo; en consecuencia, el poder soberano
le~g~a, .hIstona y c~ltur~;, el proceso se c~mple con la abolición de fueros y no tiene ninguna necesidad de garante hacia sus súbditos, porque es imposible
?n;I~egIOs, con la dIsoluCIon de las comumdades en individuos, únicos sujetos que el cuerpo quisiera dañar a todos sus miembros, y después veremos que no
JundlCos y políticos ante un poder y una ley comunes398 • En fin, la tercera escisión puede dañar a ninguno en particular. El soberano, por el hecho de serlo, es siempre
c~rre.sponde. a la q~e se da entre súbditos y soberano, y se resuelve cuando los todo lo que debe ser»403. En general, como decimos, la idea moderna de estado
subdüos dev~enen cmdadanos, es decir, cuando la verdad del colectivo, la voluntad
general, ~~stüuye a la voluntad del monarca como expresión de la soberanía399 .
Estas eSCISIOnes se daban tanto en la realidad como en la idea; y su superación se 400 J. Bodin, Los seis libros de la República (1576). Madrid, Tecnos, 1986.
401 «Cada individuo tiene un derecho soberano sobre todo lo que está en su poder, dicho
396 F.H. Hinsley, ~l concepto de soberanía. Barcelona, Labor, 1972, págs. 9-10. de otro modo, el derecho de cada uno se extiende hasta donde llega su poder» (B. Spinoza,
~97 E.H. KantorowlCz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. Madrid
Tratado teológico-político, XVI). . .
AlIanza, 1985. ' 402 J.J. Rousseau, Lettres écrites de la montagne, Lettre 7, en Oeuvres completes. EdIc. CIt., t.
398 S. ?oya:d-Fabre, Philosophi~ politique, XVI-XX siecle. París, PUF, 1987, págs. 39-54.
III,pág.826
399 Ib¡~., pags. 289 ss. Ver tambIén F. Chatelet, Historia del pensamiento político. Madrid 403 Du Contrat Social, 1, VII.
Tecnos, pags. 83-103. '
300
FILOSOFÍA POLÍTICA
EL ESTADO 301

pasa por la idea de soberanía; sin esta idea es i ~ .


moderno, su laborioso camino en 1 d f . . ~ mp~nsable la genesls del estado Constant veía con claridad el problema, y lo exponía sin ambigüedades: la
Ahora bien 1 d a ~ ImCIOn y artIculación de los derechos. voluntad popular no puede ser el sujeto de la soberanía porque la nación no se ha
,e concepto e soberama como cu 1 .
no es unívoco; ni siquiera la función que'se le ha at:i~:Ii~oo~:o ~~n~ept~ filosófico, fundado sobre la renuncia de todos los derechos. «Cuando una asociación política
veces, como «soberanía nacional . b SI o a mIsma. Unas se constituye, no se ponen en común todos los derechos que cada individuo aporta
, », se orIenta a a la constituc" d
po1Itico autónomo, con límites ro i ' . . IOn e un cuerpo a la sociedad, todo el poder de la masa entera de individuos. No se pone en común
identidad y finalidad' otras v p p os, conbmde~endencla, lIbertad, integridad, bajo el nombre de poder público o político más que la menor cantidad posible, y
, eces, como «so eran la po 1 h' d
de alternativa política radical d b' d ,. pu ar», a )uga o el papel solamente lo que es necesario para mantener a cada uno sus derechos y sus deberes.
. ' e cam 10 e re gImen político d '.
revo1uCIOnario. Por tanto la idea d b " ' e mOVImIento Es necesario que esta noción de poder sustituya a las ideas exageradas con que se
radical de un estado co~o en 1 efiso er~~Ia est~ presente tanto en la afirmación reviste lo que se llama la soberanía»405. Cree que el culto a la soberanía absoluta
a a IrmaCIOn radIcal de su ., h
poco no era concebible un proyecto político lob 1 .negacIOn; asta hace procede del espíritu francés, de sus supersticiones y lastres monarquistas, que le
de soberanía. g a que no pIvotara sobre una idea llevan a dotar a esa idea de los pomposos atributos de los poderes absolutos que
Cada idea de soberanía, en tanto d f ' . han visto brillar en el Antiguo Régimen. O sea, ve en la pasión por la soberanía la
poder político, incluye una concepció:;~e 1 e :n~ unos lImItes y ~nas formas del añoranza de la monarquía absoluta, y dice con ironía que «si la soberanía de los
general. Cuando se afirma la sobera' ~ eals a o y de la comumdad política en grandes reyes es tan poderosa, tan terrible, la soberanía de un gran pueblo debía
ma naCIOn se está poniendo 1
d e1 estado sobre todos sus miembros' .d d
s 1 . a um a superior de ser una cosa muy distinta»406.
legitimidad para determinar a las ' te pone a Idea de est~do-nación) su poder y Constant, por tanto, conforme a una concepción lockeana del contrato, en
ar
tiempo, la soberanía nacional defi:e es, pa~a .~utode~ermmarse. Pero, al mismo que sólo se alienan en el estado los derechos mínimos necesarios, defendía la
independencia, la reivindicación del una pO~ICI.on haCIa fuera: la afirmación de la necesidad de determinar la soberanía, de limitar el poder político, de privarle de
los derechos internacionales En est recot~doCIml Ienbto por los otros países, en suma, su carácter absoluto, convirtiéndolo en un poder preservador bifronte, que
.
1a no mjerencia . e sen loa so eranía im l" .
en los asuntos int d ' pone e pnnclplo de protegiera al gobierno de las divisiones internas y a los gobernados de la opresión
· ernos e otros países con lo d
relleve que la idea de soberanía nacional del estad .," que se pone e de los gobernantes. La soberanía, por tanto, se reivindica frente a los otros estados
global, tanto hacia dentro (primacía del estad ~naCIOn, es un 'proyecto político y las comunidades históricas internas, no contra el individuo. En este sentido la
como hacia fuera (primacía del est d . o slof re las comumdades naturales) posición de Constant ilustra la de cierto liberalismo esforzado en limitar el poder
polita). a o naCIOna rente a cualquier idea cosmo-
político con una idea de la soberanía restringida al ámbito de los contenidos del
Cada idea de soberanía por tant d pacto: sólo caen bajo el poder político aquellos derechos alienados para fundar el
organización de su poder en' uno o, con ensa un modelo de estado y de estado; el resto sigue sirviendo de protección del individuo incluso frente al estado.
, s casos es una apuesta por 1 . 'd d
un nosotros, abierto o excluyente; en otros una oc' , ..a .comum a o por La soberanía de éste, el límite del poder político, queda así restringida por los
la soberanía se afirma frente al e t . fr p IOn por el mdlvlduo. Pero siempre derechos individuales inalienables.
pueblos o individuos) y frente a; en~r:, e~te a.los otros estados (nunca los otros
t
étnica, nacional o cultural y por eSClSIOn I~tenor: representada por la diversidad
se afirma contra el individuo' ?lS gfrupos e presIón. La soberanía del estado no
Ahora bien, ¿cómo limitar el poder político del soberano y seguir llamándolo
«soberano»? ¿No alude la soberanía a ilimitación del poder? Podría pensarse que,
,. , so o rente a otros grupos d d efectivamente, la soberanía implica poder ilimitado, pero en un ámbito restringido;
POlItICOS, que obstaculizan o cue t' 1 ' . e po er, naturales o en tal caso, ¿desde qué instancia se establece la restricción? La respuesta tópica
Tanto Burke co C s IOnan e monopolIo legítImo del poder. sería: desde los derechos del individuo. Pero, si no reconocemos tales derechos
mo onstant, por poner dos e)'em 1
la soberanía popular la desintegr ., d d P os entre muchos, veían en como naturales, ¿quién los establece sino el soberano?; y si aceptamos el iusnatura-
de una voluntad abstracta e . aCIOn e un or en de derech os h'IS t'oncos .
a manos lismo, ¿quién los lee y los interpreta sino el soberano? Y así se cierra el círculo.
mmanente. Para Constant (el bl
puede, es también peligroso ' l' . ,< pue o, que todo lo El problema que plantea Constant y, con él, todo el pensamiento liberal-
, mas pe Igroso que un tIrano ( ) 404 L b
popular no es la soberanía nacional' ésta afi 1 d . ,"..» . a so eranía conservador posterior, sospechoso del carácter liberticida de la soberanía moderna,
, . , urna e esta o-naCIOn com 'd d
orgamca, pero en su seno caben t t . , o una unI a nace de su idea instrumental del estado como aparato exterior y subordinado a la
an o concepCIOnes
d e 1a soberanía. De hecho, la defensa de la sob monárq .
' . mcas como populares sociedad, entendida ésta como ámbito de las relaciones libres entre los hombres.
la soberanía popular no porque e' t e~ama n~cIOnal puede enfrentarse a Desde esa perspectiva la soberanía restringida, el poder político limitado por los
, s a no sea naCIOnal smo P 11
una manera particular de entender la nación. ' orque aque a encubre derechos, es una protección contra el peligro de un poder político ilimitado. No es

404 B. Canstant, De la liberté chez les Modernes. París, Le Livre de Pache, 1980, pág. 649. 405 Ibíd., 650.
406 Ibíd., 650.
302
FILOSOFÍA POLÍTICA
EL ESTADO 303

la unidad de la comunidad política la que intenta afirmarse en el interior y frente


soberanía es poder absoluto, sin condiciones ni límites: «la soberanía dada a un
al exterior, sino la libertad del individuo; no es la soberanía como garantía de la
príncipe con cargas y condiciones no constituye propiament~ so~eraní~, ni poder
comunidad política, sino como garantía de la sociedad. Rousseau, en cambio,
absoluto, salvo si las condiciones impuestas al nombrar al pnnClpe den~an ~e las
pensando en la comunidad, volcado hacia la igualdad, defendiendo la libertad
leyes divina o natural»409. Es el único límite al poder político soberan~. «51 deClmos
positiva del ciudadano en vez de la libertad negativa del individuo, verá en la
soberanía sin restricciones el fundamento del estado. que tiene poder absoluto quien no está sujet~ a ~as leyes, n~ se halla~a en ~l mundo
príncipe soberano, puesto que todos los pnnClpes de la tIerra estan sUjetos a las
leyfs de Dios y de la naturaleza y a ciertas leyes hu~anas c.omunes a todos los
1.2 La soberanía moderna y su crisis
pueblos». Poder absoluto quiere decir poder no sometIdo a lllnguna otra persona
o república, a ninguna otra ley positiva, ni siquiera a las de los predeces~res y
L~ so~eranía) como acabamos de ver, fue desde sus comienzos un concepto
«mucho menos estará obligado a sus propias leyes y ordenanzas». Cree Bodm que
dIscUtldo, porque en sus formulaciones concretas subsume toda una concepción
«por naturaleza es imposible darse ley a sí mismo, o imponerse alg~ que depen~e
del estado. Las discusiones sobre la misma tienen dos frentes; por un lado, en su
de la propia voluntad». Por tanto, el poder absoluto es independenCla de cualqmer
relación con los derechos de los hombres; por otro, en su relación con el derecho
otro poder humano, es «el mayor poder de mando», es público y absoluto, es
internacional. Hasta ahora el tercer frente, el de las nacionalidades sin estado, ha
«plenitudo potestatis» para hacer la ley, pero no ausencia de sumisión «a las leyes
gozado de poca relevancia. El debate sobre la soberanía refiere, por sus efectos
divil{as y naturales»4lO. . , .
interiores, al tipo de estado que define, y por sus efectos exteriores, al tipo de orden
mundial que describe. Bodin, por tanto, absolutiza la soberanía pero mantlene un hmIte transcen-
dente. Insiste en que la soberanía es una e indivisible, en que la unidad de la sobera-
Hay coincidencia general en considerar la República (1576) de Jean Bodin407
nía expresa la individualización de la república, es su condición, de exist.enc~a como
como la primera reflexión profunda sobre la soberanía. El planteamiento de Bodin
estado; y separa el concepto de soberanía de la forma en que esta es eJercIda, que
es muy claro: el estado, como el ser leibniziano, o es uno, o no es. El orden político,
depende de las diferentes «formas de gobierno», no implicando la ~on~rqu~a. La
como cualquier otro orden, consiste en reducir lo dispar a la unidad. La forma de
soberanía da «el ser al estado»; el gobierno le da su forma o estructura mstltuclOnal.
est~ reducción o articulación es secundaria; lo importante es que se garantice la
Bodin ha sabido distinguir entre la soberanía y el gobierno, entre el estado y el
ullldad del todo por la unidad del gobierno. Esto se traduce en un concepto de
príncipe; ha sabido comprender que el soberano no es una persona física sino un
soberanía «absoluta, indivisible yperpetua». Sus textos son elocuentes: «Habiendo
«persona civilis o civitatis». Desde Bodin, el gobierno o el príncipe son represent~ntes
dicho que la república es un recto gobierno de varias familias, y de lo que les es
temporales de la «persona pública» perpetua que es el estado. En consecuenCIa, el
común, con poder soberano, es preciso ahora aclarar lo que significa poder
soberano absoluto no está sometido a ningún límite puesto por derechos humanos
soberano»; y la primera aclaración es una defensa de su perpetuidad: «Digo que
o por contratos; la soberanía, como potestad de hacer la ley, icluye la de instaurar
este poder es perpetuo, puesto que puede ocurrir que se conceda poder absoluto a
los derechos; ella es su fundamento y, como tal, no puede tenerlos como límites.
uno o a varios por tiempo determinado, los cuales, una vez transcurrido éste, no
, que su'bd'1tos» 408 . N o seran,
' en tal caso, príncipes soberanos, porque Pero, por otro lado, pagando su tributo a la época, Bo~in no puede evita~ la
son mas
tentación de fundar, y limitar, la soberanía en la trascendenCla, quedando somet1~a
detentan el poder como depositarios o custodios, hasta que place al pueblo
a Dios ya la ley natural, que es su voluntad. Bodin no rompe con la trascendencIa,
r~vocarlos. «.Es é~te qu~en permanece siempre en posesión del poder», como sigue
no da el paso definitivo hacia la secularización de la filosofía polí~~a, aunque apun~a
SIendo propIetano qmen preste o ceda temporalmente sus propiedades. Por eso
el camino. Con el tiempo, encerrados los dioses en los lugares d1vmos, la soberallla
«ni el dictador romano, ni el harmoste de Esparta, ni el esimneta de Salónica, ni el
absoluta, tal como la concibiera Bodin, seguiría iluminando nuestras ciudades,
llamado arcus de Malta, ni la antigua balie de Florencia, que tenían la misma
pero ya sin el respaldo de ningún dios, sustituidos todos por las armas o por el
función, ni los regentes de los reinos, ni cualquier otro comisario o magistrado
pueblo.
con poder absoluto para disponer de la república por tiempo limitado, tuvieron
La crisis contemporánea del fundamento afecta así al concepto de soberan~a.
ninguno soberanía». Por tanto, la soberanía es poder perpetuo, de por vida.
Hoy ha de ser auto instituida; hoy ha de ser puesta en relació~ con la d~mocraCla.
Pero la soberanía no es sólo poder perpetuo; es perpetuo y absoluto: «La
Así lo hizo ya Rousseau, pero con una teoría de la r~presentaclOn que e~lge alg~nas
soberanía no es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo». La
consideraciones. Si entendemos que Hobbes SImplemente culmma la lmea
bodiniana, eliminando la transcendencia y manteniendo la tesis de la soberanía
407 J. Bodin,.Los seis libros de la República (1576). Madrid, Tecnos, 1986. Ver S. Goyard-
Fabre, Jean Bodm et les dro¡ts de la République. París, PUF, 1989.
408 J. Bodin, République, 1, 1. 409 Ibid., 1, VIII.
410 Ibid., 1, VIII.
EL ESTADO 305
304 FILOSOFÍA POLÍTICA

estatal frente a la soberanía popular, Rousseau será el segundo gran teórico moderno 2. El estado y el contrato
de la soberanía, con su apuesta por la soberanía popular. Pensaba que ésta no
puede ser alienada, ni puede ser representada por el monarca o por el parlamento: 2.1 Las dos funciones de la teoría
«Consiste en la voluntad general, y la voluntad general no se representa»411. Esta
idea es posible porque para el ginebrino la soberanía no está en el ejecutivo, sino La teoría del contrato, en cada una de sus concreciones originarias, pretendía dos
en el legislativo. «Por ser la ley la declaración de la voluntad general, es claro que objetivos: la descripción histórica razonable del origen del gobierno, del estado o
en el poder legislativo el pueblo no puede ser representado; pero puede y debe de la sociedad y la exposición de una teoría de la obligación política que explique
~erlo en el po?~r ejecutivo, que no es más que la fuerza aplicada de la ley»412. La la naturaleza, legitimidad y límites del poder del gobierno, que defina tanto los
urepresentabIhdad de la soberanía exige una democracia directa; por tanto, derechos de los individuos y la lealtad que les debe el estado como los derechos de
cuestiona la posibilidad de la soberanía en el estado liberal. Pero, además, ese éste y su legitimidad para intervenir en las vidas de sus súbditos. La primera
cuestionamiento nace de la esencia misma de la democracia. pretensión, la descriptiva, largamente criticada y desacreditada a lo largo ~e la
Efectivamente, Rousseau ha desplazado la soberanía de la república al pueblo; modernidad, carece hoy de todo interés; hoy nadie defiende el contrato como ongen
la soberanía popular implica, en el fondo, la indeterminación de la soberanía. Ésta empírico del estado, conservándose sólo como origen filosófico, como fundamen-
no p~ede t~mar un contenido concreto (en lo interno y en lo externo), sino que se tación moral del mismo. Siguen siendo interesantes, en cambio, defensas prag-
mantlene sIempre como afirmación abstracta de la voluntad general. Desplazar la máticas como la de Kant, argumentando que el contrato como figura histórica era
soberanía de la república al pueblo significa abandonar el referente institucional una ficción útil, válido como «idea de la razón»; pues la prescripción de que los
por el de la voluntad popular. Es cierto que así se abre la posibilidad de lo que B. derechos y los deberes políticos sean pensados «como si» la obligación política se
Constant llamaba la «tiranía del pueblo»; pero ahondar en esa distinción permite fundara en un contrato, aunque éste en realidad no haya nunca existido, servía
tamb~én hablar de «tiranía de las instituciones». Quienes elogian la revolución como garantía de justicia, como defensa contra la opresión.
amen cana, frente a la francesa, haciendo de las mismas expresiones simbólicas de De todas formas, el uso actual de la teoría contractualista es su función
la soberanía institucional y popular, respectivamente, adoptan posiciones legitimadora del poder del estado y de los derechos de los individuos, que fija los
~on~erv~doras. Sin duda la soberanía popular implica más incertidumbre que la límites entre la obligación de los individuos de obedecer las leyes y de la obligación
mstltuclOnal; pero tal incerteza no es el mal político, ni necesariamente desemboca del estado de proteger los derechos de los individuos. La única vía de legitimación
en tiranía. del poder aceptable en nuestros tiempos es la que lo deriva de la voluntad del
El reto d~ una filosofía política actual, por tanto, en este terreno, es el de pensar pueblo; y la interpretación más elaborada de ésta la ofrece la teoría contractualista.
la democracIa, la soberanía popular, sin el riesgo de la tiranía. Todas las constitu- Tal vez el poder siempre conservará su tenebrosa dimensión coercitiva, pero la
ci~nes democráticas toman nota de este problema y ponen al resguardo de movi- mediación contractual permitirá pensarlo como un poder elegido con la mejor de
mIentos extemporáneos de la voluntad del pueblo ciertas formas políticas; todas las razones: la preferencia de la sumisión a la voluntad general respecto a la sumisión
las constituciones tratan de diseñar una estructura del poder equilibrado, dividido a otra persona.
limitado, en fin, muy lejos de la «soberanía absoluta, indivisible e indelegable» d; El contrato social puede ser interpretado de dos formas bien distintas; en la
los modernos. Podrá decirse que, en rigor, la democracia ha recluido la soberanía primera, propia de la tradición democrático liberal, visualiza el principio de que
en el marco de las relaciones internacionales; ahí está plenamente vigente la sólo una autoridad elegida es legítima, de que sólo una obediencia libre y voluntaria
afirmación de la «soberanía del estado»; hacia el interior, en cambio, el estado de puede tomarse como fundamento del estado; en la segunda, propia de la tradición
derecho ha sustituido, o metamorfoseado, la idea de soberanía, que sólo se afirma, democrático republicana, escenifica una situación en que, negando legitimidad a
como hemos dicho, frente a las comunidades históricas en los estados pluri- toda sumisión voluntaria, intenta representar la obediencia como libertad. Siempre
nacionales. puede sospecharse que el contrato es la última máscara del poder, aparentando
legitimar lo ilegitimable; no obstante, el contrato, en su forma democrático
republicana, poniendo la soberanía en el pueblo, impide la dominación de una
voluntad particular y el carácter de dominación a la voluntad general; la posibilidad
de que el estado se convierta en una voluntad autónoma particular contra los
ciudadanos no pertenece a la idea, siendo sólo una degeneración empírica.
El contrato permite a las sociedades pensarse auto constituidas y libres. En el
411 Du Contrat Social, III, xv.
esquema del paso del estado de naturaleza al estado soci~, el contrato se ha visto
412 Ibíd., III, xv. como imagen de sí del poder civil, como su institución, desplazando la
306 FILOSOFÍA POLÍTICA
EL ESTADO 307

independencia y libertad del hombre natural y estableciendo la obediencia y el


primero, con el que los hombres se unen en sociedad, es un .pacto de unión, se
vínculo político. Pero es posible otra representación del mismo, en otro escenario
funda en la reciprocidad y presupone la igualdad; el segundo tIpO de pacto, el que
hermenéutico, estructurado como el del paso de una sociedad de órdenes,
se supone entre una sociedad dada y su dirigente, es un pact.o de sumisión,. en el
privilegios, tradiciones y dependencias apolíticas, a una sociedad moderna de
cual los individuos renuncian a algunos de sus derechos que alIenan en el gobIerno,
hombre libres y emancipados, que ejercen la autodeterminación. En la nueva
instaurando así un poder que resuelva los males del estado de naturaleza.
representación el contrato no es la máscara de la dominación, sino el espejo de la
Históricamente surgió primero la idea del contrato de gobierno, que responde
ciudadanía. El contrato, como nacimiento del poder civil democrático republicano,
a la idea de que la autoridad política se instituye sobre un contrato entre el pueblo
puede así ser pensado como la instauración de una forma de libertad concebida
y los gobernantes. Es una representación del orig~n y fundame~t.ación del poder
como autonomía, que no es espacio sin ley sino vida conforme a la propia ley, en
definitiva, como un acto de autodeterminación colectiva. político cuyo escenario es la existencia de una SOCIedad pre-pohtlC~ que, en unas
circunstancias determinadas, se dota a sí misma de una forma polítlCa externa. Es
Tal vez tenga razón Descombes al afirmar que el contrato social sólo se deja
la representación más antigua, previa a la consciencia indiv~dualista.y ~e~erminada
comprender como mito: «Evocar un contrato (. .. ) es admitir que no se puede
por el conflicto entre el poder del monarca y las comum~ades hIstoncas d~ su
deducir la política ni engendrarla a partir de exigencias de una razón individual.
reino. Y tiene sus referentes empíricos en el contrato explíClto que expresa la Jura
Sólo por un mito podemos introducirnos en lo que no nos ha ocurrido, en lo que
por el monarca del orden constitucional y de los usos y cos~u.mbres ~n el. acto
ya estaba ahí, en un mundo del que ya formamos parte. Ocurre aquí como en las
público de su nombramiento o coronación, y en el contr~to taClt~ que Impl~ca la
cosmogonías, en los mitos de los orígenes de las cosas, donde es necesario darse
aceptación recíproca del vínculo de vasallaje, con su ntual. d~ mtercamblO de
otro lugar, el caos primitivo, para hacer aparecer el mundo en que somos y reconocer
obediencia por protección y paz. En ambos casos el consentlmlento del pu~blo,
las líneas de fuerza de este mundo. El mito mismo declara, por la manera en que
por mediación de instituciones consolidadas, es el fundamento de la autondad
une en sí los contrarios, que no es otra cosa que un paso a lo que ya está allí. Toda
la racionalidad del contrato es la del mito»413. Tal vez sea así, pues aunque no se política. .
El contrato social o contrato de asociación, más moderno en el tlempo, surge
pretenda describir el hecho histórico, es imposible renunciar a un origen. Ya hemos
de la crítica a las insuficiencias teóricas y prácticas del contrato de gobierno y trata
dicho que ningún autor moderno creyó en el hecho empírico del contrato414• Kant
de corregirlas; es decir, trata de pensar qué hace que una multitud sea un p.ueblo y
llegó a considerar peligroso para la estabilidad del estado la discusión sobre si el
en qué condiciones la ley natural puede crear una comunidad. Su escenano es un
contrato era un hecho histórico origen del estado o si primero fue el poder y después
estado de naturaleza, de voluntades individuales divergentes y enfrentadas, en que
la l ey 4l5. Pero aunque la cuestión no sea comprender empíricamente (o
se plantea la necesidad de unificarlas en un fin y una voluntad común; su objet~vo,
metafóricamente) el origen de la sociedad civil, sino la de justificar el poder político,
pensar cómo desde el estado de naturaleza, desde una multitud, pue~e const~~lfse
el modelo evaluativo del contractualismo se apoya en la ficción de un origen. En
simultáneamente un pueblo y un orden político, o sea, una comumdad pohtlca.
concreto, el contractualismo pone ese origen como un acto político y racional, un
Si el contrato de gobierno pone la naturaleza contractual del poder político, es
acto artificial y humano, contra la naturaleza. Por tanto, rompe con cualquier
decir, los compromisos y limitaciones de la autoridad política, sin cuestionar la
referencia del orden y del poder políticos a la naturaleza, para poner su fingido
legitimidad de dicho poder, el contrato social trata de pensar el origen y funda~ento
origen y su fundamento en la voluntad de los individuos o en la política.
de la sociedad política, su legitimidad abstracta; si el primero alude a un mecamsmo
defensivo de las corporaciones y comunidades contra el absolutismo y el despotismo
2.2 Los dos contratos
del poder, el segundo refiere a las condiciones de legitimidad en la .~ons~ru~ción
de la comunidad. Por eso ha de responder principalmente a la cuestlOn slgmente:
La idea de contrato remite simultáneamente a dos referentes, a dos usos históricos
·cómo una multitud de individuos reunidos, cada cual con su voluntad soberana,
del término: como contrato de gobierno o pacto de sumisión y como contrato
deviene un cuerpo único de individuos, una sociedad política, con una identidad
social o pacto de asociación. No faltaron autores que defendieron el doble pact0416:
un primer pacto tenía lugar entre los individuos y originaba la sociedad; el otro y voluntad comunes. .
El hecho de plantearse la cuestión supone romper con la Idea de. qu~ ~l pueb~o
tenía lugar entre el pueblo y sus dirigentes y fundaba el gobierno legítimo. El
existe por naturaleza y aceptar que lo natural es sólo la multitud de mdIvIduos sm
413 V. Descombes, «De la mort du fondement ala philosophie de l'action», en Le Banquet, unidad ni voluntad común; supone aceptar que en el origen está la dispersión, el
3 (1991), pág. 158 (Cf N. Tenzer, Philosophie politiqueo París. PUF, 1994, pág. 184). desorden, la multiplicidad, y que el principal problema filosófico político es el de
414 Ver E. Cassirer, El mito del estado. México, FCE, 1985, pág. 176. pensar la reducción a la unidad política de esas voluntades independient~s: Se
415 1. Kant, Metafísica de las costumbres, 1: Doctrina del derecho, § 52.
trata de un escenario convencional, más. extravagante que el usado por los teoncos
416 La teoría del doble pacto la expone S. Pufendorf en De iure naturae et gentium, VII, Il.
del pacto de gobierno clásico, que partían de una sociedad prepolitica ordenada,
EL ESTADO 309
308 FILOSOFÍA POLÍTICA

estructurada y diferenciada, con factores de unidad naturales satisfactorios. Pero tades sin fin común, cada cual con sus pasiones y apetitos; cómo se pueden unificar
la modernidad no puede pensar la comunidad como un hecho natural ni el hombre los deseos, substancia del nuevo individuo, que ha roto con la razón que ponía los
como un animal político, por dos razones. fines comunes a los hombres de la ciudad. Es decir, el problema es cómo una razón,
Primera, porque el método genealógico de conocimiento que ha instaurado que ya no está autorizada para poner un fin común ni para jerarquizar los deseos,
exige pensar lo complejo como asociación de elementos simples y uniformes que ha quedado relegada a «esclava de las pasiones», a instrume~t~ de. satisfac~ión
conforme a unas leyes claras y estables. El atomismo newtoniano, o la construcción del interés personal, puede justificar la ciudad como la estrategIa optIma de vIdas
lockeana del conoCimiento a partir de las sensaciones, son dos ejemplos simbólicos, individualizadas, puede proponer ese mínimo de racionalidad que es el estado.
que en el orden político toma la forma de construcción de lo social a partir de
individuos aislados y atomizados. Segunda, porque la modernidad se constituye
como triunfo sobre la naturaleza, sobre el mundo, gracias a la razón, con su ciencia 3. Las versiones clásicas de la teoría
y su técnica. Se triunfa sobre la naturaleza alargando la vida, venciendo el dolor,
combatiendo la miseria, imponiendo la fuerza de la tecnología al orden natural, La idea del contrato es antigua417 • Pero remontarse a concepciones clásicas o
instaurando una forma de existencia en la que el hombre dependa cada vez más de medievales del pacto no es nuestra pretensión actual418 • Aun aceptando con Gough
sus propias creaciones, de sus artificios antinaturales. En ese contexto lo natural es que ya en la baja Edad Media se encuentran las primeras formulaciones del contr.ato
lo otro de la sociedad, son los individuos aislados, sin orden moral ni político; el social, y no sólo del contrato del gobierno, lo cierto es que la teoría contractuahsta
orden político ha de presentarse como triunfo sobre la naturaleza, como salida del en su forma moderna nace al ritmo de la sociedad capitalista, con la destrucción
estado de naturaleza y de la ley natural. del antiguo régimen, la disolución de las corporaciones y estamentos que
Con la modernidad el pueblo, la comunidad, dejan de ser datos y pasan a ser configuraban la sociedad civil, la imposición simultánea de una sociedad de
problemas filosóficos, conceptos a construir desde los individuos. Surgirán en con- individuos y de un estado universal. Sólo en esas circunstancias tiene sentido el
secuencia, los problemas de la voluntad general, de la representación, de ese enigma discurso contractualista moderno; las defensas anteriores del contrato responden
que permite que una voz sea tomada como voz de todos, que el representante a connotaciones teológicas y sociológicas muy diferentes, que impiden homologar
actúe en nombre del pueblo, que los deseos individuales confluyan en un interés las teorías. El contractualismo moderno es impensable sin la idea de derechos
común. En un escenario donde el origen se constituye como diferencia e individua- individuales y sin la forma de propiedad capitalista; es incomprensible sin esa
lización, el problema es pensar la identidad y la universalidad y su legitimidad. consciencia social que pone al individuo como sujeto de su destino, enfrentado a
Hay que plantear radicalmente este problema. En la filosofía tradicional se las preguntas: ¿por qué someter mi voluntad a la ley de otros, a la le! natural o a ~a
daba por sentado la unidad natural del pueblo, la coincidencia de los individuos ley divina?, ¿por qué he de obedecer y amar lo unIversal?, ¿por que he de asumIr
en un fin común, gracias al supuesto de una ley natural que todos debían cumplir, un fin común?, ¿por qué no vivir solo como los dioses (Rousseau) o los malvados
o de una naturaleza humana con un fin natural ya dado al que todos deben tender. '(Diderot)?
La ley natural decidía que todos quisieran o debieran querer lo mismo, aunque no
lo supieran, aunque aparentemente tendiesen a fines particulares contrapuestos; 3.1 Hobbes, el contractualismo moderno
la ley natural establecía, por encima de las contingencias y desviaciones accidentales,
el bien inamovible de los hombres, la unidad objetiva de sus fines. Por eso el pueblo La teoría contractualista moderna419 , en el sentido político, enraíza realmente en
podía ser fácilmente representado por sus gobernantes, por los más sabios, por el iusnaturalismo del XVII, de la mano de Grotius y Pufendorf. y será Hobbes quien
quienes descifran e interpretan esa ley natural yesos fines comunes; ellos saben el nos ofrezca el primer modelo de contrato radical, consecuente y moderno. Las
bien de la ciudad y quela ciudad es un bien, un fin natural. La ciudad o el pueblo metáforas (<<bellum omnis contra omnes», «homo homini lupus») de su descripción
en la idea política clásica no denota una multitud de individuos enfrentados y del hombre en el estado de naturaleza radicalizan esa imagen de multitud indivi-
ligados por un poder exterior, sino una unidad orgánica, estructurada, jerarquizada, dualizada, fraccionada, esencialmente irreductible; situación en que la colaboración
donde cada uno debe ocupar su lugar, siendo unos más aptos para mandar y otros será necesariamente efímera, el tiempo justo del interés común en el intercambio,
para obedecer, unos para cuidar de los cuerpos y otros de las almas. De ahí que volviendo al enfrentamiento al no estar sus voluntades sometidas a ninguna otra.
cuando hablan de pueblo o ciudad no se refieren al conjunto de sus miembros 417 Encontramos referencias en Platón, Critón Sle y Leyes 684a.
individuales, sino a su universalidad, a sus representantes naturales. 418 Ver el excelente trabajo histórico de J.W. Gough, The Social Contracto A Critical Study of
Con la modernidad, en cambio, esa unidad se rompe, dando paso a una its Developments. Oxford U.P., 1976. .
multiplicidad de voluntades sustantivas con fines divergentes, irreductibles y con 419 Ver G. Duso, Il Contratto sociale nella filosofia politica moderna. Bologna, n Mulmo,
frecuencia enfrentados. El problema es pensar qué unidad es posible entre volun- 1987.
310 FILOSOFÍA POLÍTICA EL ESTADO 311

~or. s.er «pueblo» el nombre de una multitud, dice Hobbes, significa varios cambio, la fusión de los conceptos de pueblo y soberano, con una sola voluntad y
mdIvIduos, «una multitud de hombres es lo mismo que varios hombres»; en una sola voz, garantiza la paz. Por tanto, la única interpretación razonable de la ley
consecuencia, es impensable que una multitud tenga una sola voluntad, «porque natural es pensarla como la voluntad del soberano, es decir, identificarla a la ley
cada uno de los que la componen tiene la suya propia»; conclusión: «una multitud civil, dejando de ser transcendente.
no puede ser una persona natural»420. Para que una multitud de hombres devenga Queremos insistir en que el pacto hobbesiano es un acto genuinamente político
«una persona» ha de haber un pacto: «Una multitud de hombres deviene una por su forma (renuncia recíproca y concertada a unos derechos) y por su objetivo
persona cuando son representados por un hombre o una persona, con la condición (constitución de una república); un acto sin respeto o sumisión a ningún referente
de que se haga con el consentimiento de cada individuo de esta multitud. Pues es transcendente, poniendo así en la voluntad de los individuos la constitución del
la unidad del representante, no la unidad de lo representado, la que hace una a la orden político. Es una concepción auténticamente moderna de la política, aunque
persona. y es quien representa quien asume la personalidad, y asume una sola. No el contenido positivo del estado contenido en su idea del contrato resulte
podría concebirse la unidad de una multitud de otra forma»421. Es decir, es la sospechoso 422 • Aunque sea una sociedad débil, pues Hobbes la pone en términos
decisión de .cada individuo de alienar sus fuerzas y su voluntad en otra persona la de seguridad y sobrevivencia, su contrato instaura una sociedad política; y aunque
que determI~a que un conjunto de individuos reunidos, una multitud, devenga sea un soberano fuerte, con rasgos de absolutismo, el contrato de Hobbes apunta
un cuerpo umdo con una sola voluntad, una persona artificial con voluntad propia hacia la soberanía popular, pues si es el pueblo el que instaura el soberano, el
para mandar, hacer leyes, conquistar, negociar. poder procede del pueblo. La modernidad de Hobbes reside en esta inmanencia
Ese acceso a la unidad de una pluralidad irreductible no puede ser sino artificial; del poder político, instaurado en un acto primero; su límite «democrático», por
la n.aturaleza sólo pone voluntades individuales enfrentadas; por tanto, el contrato decirlo anacrónicamente, consiste en que la soberanía popular queda reducida a
socIal ~s el fundamen~o del cuerpo político, gracias a la construcción de un pueblo ese acto, a partir del cual se inhibe hasta situaciones de emergencia, se niega en el
a partIr de una multItud. El pueblo, para el pensador inglés, no es una realidad cumplimiento de su función; es, ya lo hemos dicho, como si el pacto hobbesiano
natural, sino resultado de un artificio; y en el mismo acto que se crea el pueblo se fuera un acto sublime de soberanía popular en la que ésta, al instaurar la sociedad,
crea el poder político, la voluntad del cuerpo político: donde está el rey, allí está el se sacrifica a sí misma. A partir de ese momento, es el poder, legitimado de una vez
pueblo. El contrato social constituye el pueblo como pueblo, es decir, como cuerpo por todas, el que asume la tarea de la sobrevivencia del estado. El individuo, el
político, como persona artificial con voluntad propia, o sea, con un soberano que pueblo, sólo resurge de su entrega voluntaria a la obediencia cuando constata que
lo representa. Los sujetos individuales alienan su voluntad en todo lo referente a la su sumisión es estéril: «Nadie está obligado a no resistir a quien va a matarlo, o a
paz y seguridad. La unión, pues, va ligada a la sumisión, contrariamente a la idea herirlo, a pesar de los compromisos pactados. ( ... ) Por la concesión de no resistir,
tradicional que no veía un «pacto de sumisión» en el «pacto de, unión». Hobbes uno se obliga a algo absurdo e imposible, como es elegir el mayor entre dos males
abandona ese ingenuo optimismo naturalista y liga indisolublemente el orden propuestos; porque la muerte es mucho peor que la defensa. Este pacto, pues, a
político a la ley, que es limitación, al contrario que el derecho natural, que es libertad. decir verdad, no obliga a las personas y repugna a la naturaleza de los pactos»423.
La idea hobbesiana del contrato social trata así de poner el orden político como Es una ilusión trascendental entender que Hobbes teoriza lo que el absolutismo
garantía, a?soluta de la pa~ y la seguridad. Cualquier residuo de una idea de pueblo realiza; si acaso, Hobbes teoriza lo que el estado moderno realiza, es decir, la
pre-polItIco, como realIdad natural, con voluntad propia para elegir a sus transferencia de la legitimidad a la política. Y aunque retóricamente es brillante
gobernantes y limitar su autoridad, conduce según nuestro autor al irresoluble afirmar que «Hobbes es el pensador de un fracaso»424, la verdad es que, si lo fue,
problema de la falta de autoridad para decidir los conflictos entre el pueblo y el sólo tuvo lugar en la ideología, en sus preferencias monárquico-absolutistas; en tal
soberano. Sólo viendo al soberano como la voluntad del pueblo, sólo entendiendo caso, fracasó el hombre; pero el pensador no, pues su filosofía no estuvo al servicio
que el.pueblo no es la multitud gobernada sino la unidad de voluntad gobernante, del absolutismo, sino del sujeto. Hobbes no sólo fue el más puro defensor del sujeto
es deCIr, la voluntad del representante, sólo así se evita esa idea jánica, bifronte, del individualista y «posesivo», sino quien de forma definitivamente moderna puso al
poder político, que imaginariamente se condena a recurrir a alguna divinidad para individuo -aunque fuera bajo esa forma trágica de autoinmolación- como
poner los límites del pacto. fundamento del poder político, quien puso la voluntad subjetiva en la base del
Efectivamente, Hobbes piensa el contrato social como rechazo a la ley natural orden político.
transcendente, que en la tradición garantizaba las condiciones del pacto entre
422 Sobre Hobbes ver Y.C. Zarka et J. Bernhart (eds.), Thomas Hobbes. Philosophie premiere,
pueblo y gobernante y que, en consecuencia, condenaba a una interminable batalla
théories de la seienee et politiqueo París, PUF, 1990; YJ. Hampton, Hobbes and the Social Contraet
hermenéutica y a la guerra civil; la ley natural no protege contra la guerra. En Tradition. Cambridge, Cambridge UP, 1986.
423 De eive, II, XVIII.
420 De cive, VI, I. 421 Leviathan, 1, XVI. 424 M. Gauchet, La révolution des droits de l'homme. París, Gallimard, 1989, pág. 19.
EL ESTADO 313
312 FILOSOFÍA POLÍTICA

3.2 Spinoza, la comunidad democrática que el pacto instaura una sociedad que no sólo se justifica porque es útil par~ la
sobrevivencia, sino porque es la más parecida al «estado natural», la que mejor
Spinoza hace suyas las «circunstancias» hobbesianas. Los hombres se han visto respeta la libertad y la igualdad de derechos entre los individuos.
empujados al cuerpo político «para vivir en seguridad y lo mejor posible»; a tal Un último argumento a favor de la idea de comunidad política de Spinoza y
fin, han debido renunciar a sus derechos naturales, «derechos que cada uno tenía de su mayor riqueza política que la de Hobbes es su idea de que la democracia
por naturaleza a todas las cosas». No podía ser de otro modo; los hombres no tiene como uno de sus más eminentes fines el de «sustraer a los hombres de la
pueden saltar por encima de su determinación natural, y Spinoza ha sentado que dominación absurda del apetito y mantenerlos, tanto como sea posible, en los
«es una ley universal de la naturaleza que nadie renuncie a lo que cree ser bueno si límites de la razón, para que vivan en la concordia y la paz»429. Liberarlos de la
no es por la esperanza de un bien mayor o por temor a un daño más grande, ni sumisión a las pasiones es emanciparlos de su particularidad, de sus determina-
acepte un mal sino para evitar otro mayor o por la esperanza de un bien más ciones (que, como se sabe, en Spinoza son «negaciones» ); vivir conforme a la razón
grande»425. Desde este presupuesto, ¿qué contrato social es posible? En rigor, sólo es vivir en lo universal, en lo común. De esta manera, la democracia spinoziana
aquel que no responde a ningún criterio trascendente, sino a la voluntad subjetiva aspira a ser más que individuos que coexisten en paz; pretende idealmente una
que sigue naturalmente al cálculo de intereses. «Ningún pacto puede tener fuerza comunidad de razón. En Spinoza, por tanto, la legitimidad del poder político se
sino en razón a que es útil; y, desvanecida su utilidad, el pacto se desvanece de desprende de la mera sobrevivencia y pasa a apoyarse en el fin racional; sigue siendo
golpe y queda sin fuerza»426. la voluntad del individuo el fundamento, pero ahora como voluntad de comunidad
Spinoza, como Hobbes, entiende el pacto como la cesión de todos los derechos de vida racional.
al soberano, sin limitación; pero no eternamente, sino condicionado al éxito, a
que del mismo se derive la utilidad esperada. Como decía Hobbes, entre la muerte 3.3 El contrato lockeano entre comerciantes
segura y la defensa con riesgo de muerte, este mal es preferible; no hay más razones
para la sumisión que las que se derivan del cálculo de utilidad. La rebelión es siempre El pacto lockeano tiene diversas fuentes, Por un lado, reconoce una soberanía
posible. El derecho a mandar sin límites es, para Spinoza, un derecho que el popular fundada sobre el derecho natural; esto hace que sean los individuos los
soberano tiene qua soberano, en el sentido de que tiene ese derecho en la medida contratantes, los que controlarán el estado, los que detentarán el poder: «Siendo
que ejerce de soberano, que mantiene la unidad, el orden, la paz y la seguridad los hombres, como se ha dicho, por naturaleza todos libres, iguales e independientes,
social; cuando deja de ejercer de soberano y actúa como déspota, actúa como no pueden ser puestos en este estado (civil) y sometidos al poder político de otro
individuo natural; y, entonces, la rebelión será la respuesta. sin su propio consentimiento (consent), el cual se manifiesta en una convención
Ahora bien, Spinoza explicita algunos contenidos que no estaban manifiestos con los demás hombres para juntarse y unirse en una comunidad para vivir juntos
en Hobbes. Además de la mayor insistencia en la idea hobbesiana de que el pacto en paz, seguridad y bienestar, disfrutando cada uno de sus propiedades y bien
cesa cuando no cumple sus objetivos, Spinoza aporta una diferencia cualitativa: protegidos contra aquellos que no son de los suyoS»430. Por tanto, es un contrato
tiene más consciencia democrática que Hobbes. Es decir, para Spinoza el pacto entre individuos, un contrato libre, que crea un nosotros cerrado, defendido contra
crea una democracia: «El derecho de una sociedad de este tipo es llamado los otros, y cuya legitimidad no afecta a quienes libremente quieren quedarse fuera:
democracia y la democracia se define así: la unión de los hombres en un todo que «(El pacto) puede ser realizado por cualquier número de hombres, porque no se
tiene un derecho soberano colectivo sobre todo lo que está en su poder»427. La daña la libertad de los otros, los cuales quedan, como estaban, en la libertad del
democracia es el estado menos alejado de la libertad natural, dice Spinoza; y lo estado de naturaleza»431. Visto así, el pacto no responde a ningún criterio trascen-
afirma porque considera que en la democracia no se trafica con poderes y derechos dente, ni siquiera de comunidad histórica o nacional; entran los que quieren, como
personales, no se generan vínculos de dependencia entre los individuos: «en este en un club privado; y es su libre decisión el fundamento único del orden político.
estado, en efecto, ninguno transfiere su derecho natural a otro, de tal suerte que «Cuando los hombres, en cualquier número, deciden de este modo constituir una
después no tenga que ser consultado; los transfiere a la mayoría de la sociedad de sola comunidad, o un solo gobierno, este mismo acto tiene por efecto asociarlos
la que forma parte; y, en estas condiciones, permanecen iguales, como lo eran instantáneamente y forman desde entonces un cuerpo político unitario, donde la
antes en el estado de naturaleza»428. Es decir, Spinoza tiene mayor consciencia de mayoría tiene el derecho de decidir la acción del resto y de actuar por ellos»432.

425 Ver Tractatus theologico-politicus, XVI. 429 Ibíd., XVI.


426 Ibíd., XVI. 430 Ver Two Treatises, II, VIII, 95.
427 Ibíd., XVI. 431 Ibíd., II, VIII, 95.
428 Ibíd., XVI. 432 Ibíd., II, VIII, 95.
EL ESTADO 315
314 FILOSOFÍA POLÍTICA

Una sociedad, para Locke, es la asociación de un conjunto de individuos que individuos sujetos de derechos. Su razonamiento es importante, y se orienta a
acuerdan regirse por la regla de la mayoría. Insiste mucho en este aspecto: «El mostrar que la idea central, en la cual se apoya la sociedad política contractualista,
punto de partida de toda sociedad política, lo que realmente la constituye, es el de un árbitro imparcial que hace valer el derecho es incompatible con el absolutismo
acto por el cual individuos libres, en cualquier número ( ... ) aceptan reunirse y monárquico. Comienza por establecer un principio, que no es ni más ni menos
asociarse de esta manera. Éste es el origen, el único posible, de todos los gobiernos que el principio que resume su idea del origen de la sociedad política: «Puesto que
legales del mundo»433. Pero el contrato de Locke difiere del de Hobbes por las ninguna sociedad política puede existir, ni subsistir, sin tener ella misma el poder
circunstancias distintas que cada uno contempla, por el diferente escenario en que de preservar la propiedad y, por tanto, el poder de castigar las ofensas cometidas
se sitúan los contratantes. En el caso lockeano se trata de contratantes que no por cuantos a ella pertenecen, no hay sociedad política más que allí, y sólo allí,
están en estado de guerra permanente; la igualdad natural, ahora, no es vista como donde todos los miembros han renunciado a su poder natural y lo han confiado a
fuente de conflictos. Para Locke, en el estado de naturaleza, de «libertad» y no de la comunidad, para que ésta lo ejerza cada vez que alguna circunstancia particular
«licencia», rige un derecho natural que no es el de la fuerza, sino el de la «ley requiere la protección de la ley que ella misma ha establecido»438. Y, con este
natura!», que «se impone a todos», pues «aunque el hombre en estado de naturaleza presupuesto, elabora su argumento, que se basa en una summa divisio: Quienes se
tiene una incontrolable libertad para disponer de su persona y sus posesiones, no han reunido para formar un solo cuerpo, con un sistema jurídico y judicial común,
obstante no tiene libertad para destruirse a sí mismo, así como a ninguna criatura al cual pueden recurrir y que tiene competencias para decidir las diferencias que
de su posesión»; la ley natural gobierna el estado de naturaleza y esta ley, que es la surjan entre ellos y castigar a los delincuentes, «esos viven juntos en una sociedad
razón, enseña a cuantos quieren consultarle que, «siendo los seres iguales e civil»; por otro lado, quienes no tienen en común ningún derecho a que recurrir,
independientes, ninguno debería dañar a otro en su vida, riquezas, libertad o al menos sobre la tierra, quedan en estado de naturaleza, donde cada uno es juez
posesiones»434. Locke se revela menos moderno que Hobbes y Spinoza, por su de su propia causa, porque no hay otros; estos están en «el estado de naturaleza
respeto de la ley natural, que implica la pérdida de sustantividad de la política. bajo su forma perfecta». La conclusión que Locke saca, parece obvia: los hombres
Siguiendo el orden lógico, el contrato no significa el abandono del estado de pasan del estado de naturaleza al estado civil cuando instauran un árbitro, un juez
naturaleza, convenientemente pensado apacible y sociable; más bien tiene por fin competente para resolver los litigios. Lo que caracteriza a la sociedad política es la
completar ese orden. Un pacto entre individuos razonablemente satisfechos, que existencia de un juez; pero, concluye, el juez no tiene lugar en la monarquía absoluta;
incluirá la cláusula de que todo sea por consentimiento. De todas formas, a fin de lo que caracteriza a ésta es la ausencia de sistema judicial autónomo: «la monarquía
que la unidad de la asociación sea operativa, los contratantes deben pactar regirse, absoluta excluye en realidad la sociedad civil»439.
en lo sucesivo, por la regla de la mayoría: «Pues cuando un cierto número de Por eso se opone a Hobbes, porque en el contrato de éste el paso del estado de
hombres, por consentimiento de cada uno, han constituido una comunidad, han naturaleza a la sociedad civil se describe como una renuncia de todos a sus derechos
hecho de esta comunidad un cuerpo, con un poder de actuar como un cuerpo, menos el monarca, que así queda en estado de naturaleza, con su libertad natural
que sólo es por la voluntad y determinación de la mayoría»435. ¿Por qué el individuo y su derecho natural intactos. Poner en manos de un monarca así, dice Locke, la
acepta esta regla? Locke dirá que es libre de no aceptarla, pero que, en tal caso, administración del derecho no es instaurar un juez, es instaurar el peor de los
queda fuera de la asociación; la regla de la mayoría no es una regla constituyente déspotas: el déspota impune. Creer esto posible equivale a creer que los hombres
de la sociedad, es una regla constituida, pactada en el contrato como contenido de son lo bastante estúpidos como para huir de los zorros y entregarse a los leones.
éste. De hecho, es la única regla; y su fuerza radica en que es el criterio de decisión En el planteamiento de Locke, frente al de Hobbes, hay un aspecto que debemos
racional: «Es preciso que cada individuo acepte el consentimiento de la mayoría destacar: su negativa a instaurar una soberanía, ni del monarca ni popular, por
como el equivalente racional de la decisión del conjunto y se someta al mismo»436. encima del contenido mismo del pacto, que instaura el marco de los derechos
Como, en rigor, es la única regla, cae dentro de lo racional la destitución de los individuales. El mismo pacto instaura una división de poderes; y estos poderes, no
gobernantes, cuando actúan contra la misión recibida437. sometidos a una soberanía trascendente e intangible, tienen su límite en los derechos
Desde estos presupuestos se comprende que para Locke la monarquía absoluta privados. Se ha señalado, oportunamente, que el pacto de Locke es, más que un
no sea una sociedad civil, es decir, un estado conforme a un pacto social entre contract, un trust, es decir, un encargo, una misión de confianza que el pueblo
encarga a quienes le representan. La verdad es que en Locke los individuos
contratantes no entregan su soberanía a ninguna institución, no alienan su voluntad
433 Ibíd., II, VIII, 99.
y sus derechos.
434 Ibíd., II, I1, 6.
435 Ibíd., II, VIII, 96.
436 Ibíd., II, VIII, 97. 438 Ibíd., II, VII, 87.
437 Ibíd., II, XIX, 221. 439 Ibíd., II, VII, 90.
316
FILOSOFÍA POLÍTICA
EL ESTADO 317

3.4 El contrato rousseauniano entre iguales una forma de asociación que defienda y proteja de toda la fuerza común la persona
y los bienes de cada asociado, y en virtud de la cual cada uno, uniéndose a todos,
Rousseau vio con lucidez las insuficiencias del contrato de gobierno tradicional no obedezca empero más que a sí mismo y quede tan libre como antes»444.
por su deficiente distinción entre multitud y sociedad. En el tema de la dominación Esa asociación es la que funda el contrato social, cuya cláusula fundamental es
el ginebrino afirma la diferencia entre un amo y un jefe, entre la pura dominación «la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad»,
y el ~oder políti~o, seg~n el referente sea una multitud o un pueblo: «Siempre tal que conserve la igualdad, ya que «dándose cada cual por entero, la condició~ es
habra una gran dIferenCIa entre someter a una multitud y regir una sociedad. En el igual para todos», y la libertad, pues «dándose cada cual a todos, no se da a nadIe».
hecho de qu~ algunos hombres dispersos sean sucesivamente dominados por uno Hay muchas maneras de reunir a los hombres, piensa el ginebrino, pero sólo una
solo, cualqUIera que sea su número, no veo más que un amo y su esclavo, y no un manera de unirlos.
pueblo y. su)efe; ~er~, si s~ quiere, un~ ~gregación, pero no una asociación; no hay El resultado es un pueblo, una persona artificial con voluntad propia, la
en ella m bIen pubhco m cuerpo pohtIco. Ese hombre, aunque haya dominado a «voluntad general»: «Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su
medi~ mundo, no deja de ser un particular; su interés, desligado del de los demás, poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y nosotros recibimos
es úmcamente un interés privado»440. El dominio de la autoridad política sobre el corporativamente a cada miembros como parte indivisible del todo». Se crea así
~ueblo no pued: ser confundido con la violencia natural; el dominio político es un «cuerpo moral y colectivo compuesto por tantos miembros como votos tiene
sIempre consentldo y, por tanto, requiere que la multitud haya devenido pueblo. la asamblea», con unidad propia, con «su yo común, su voluntad y su vida»; se
Comentando ~ Grocio: dirá: «Un pueblo, dice Grocio, puede darse a un rey. Luego trata de una «persona pública», que en otros tiempos llamaron ciudad y ahora
un pueblo, segun GroCIO, es tal pueblo antes de darse a un rey. Esta misma donación república o cuerpo político, «el cual es llamado por sus miembros Estado cuando
es un acto civil; presupone una deliberación pública. Antes de examinar el acto en es pasivo, Soberano cuando es activo y Poder cuando se le compara con sus
virtud del cual un pueblo elige a un rey, sería oportuno examinar el acto en virtud semejantes». Los asociados, a su vez, «toman colectivamente el nombre de Pueblo,
del cual un pueblo es tal pueblo. Pues al ser este acto necesariamente anterior al y particularmente se llaman ciudadanos en cuanto partícipes de la autoridad
otro, es el verdadero fundamento de la sociedad»441.
suprema y súbditos en cuanto sometidos a las leyes del estado»445.
. ~ous~eau no sólo plantea el orden lógico hobbesiano, sino que añade un aspecto Se rechaza, por tanto, el recurso a la ley natural y al pueblo como hecho natural,
sIgmficatIvo: el pacto de gobierno requiere la deliberación política. Porque si no que para el ginebrino son representaciones que persiguen la reproducción de las
hay convención previa, «¿dónde radicaría para las minorías la obligación de some- condiciones de dominación· de los débiles y pobres por los fuertes y ricos, que
ter~e ,a la el~cci~n ~e.las mayorías~ a menos que la elección fuese unánime, y con siempre sabrán imponer sus interpretaciones de esa ley natural. Rousseau afirma
que tItulo CIen mdIVIduos que qUIeren un señor tienen derecho a votar por diez radicalmente el carácter artificial, humano, del contrato social y de la ley que
que. no lo quieren?»442. Todas las leyes de elección de gobernantes y sistemas de enuncia. La ley natural y el contrato de gobierno juegan, según Rousseau, a favor
gobIernos ~r~suponen esa convención fundamental, una toma de decisión por de la sumisión de los débiles; sólo un orden político en el que el hombre no renuncia
una vez unamme.
a la ciudadanía, a la política, a formar parte del soberano, resuelve el problema de
En la búsqueda de las circunstancias de ese contrato social originario, Rousseau la dominación.
recurre a las descripciones hobbesianas del estado de naturaleza como existencia El contrato de Rousseau, a diferencia del concepto liberal, no se apoya en el
de multitud pero ausencia de pueblo. «Supongo a los hombres llegados a un punto interés privado de los individuos; por tanto, no son los derechos subjetivos de
en que los obstáculos que se oponen a su conservación en el estado de naturaleza éstos el referente contractual. El pensador ginebrino monta su teoría sobre una
superan con su resistencia a las fuerzas que cada individuo puede emplear para metáfora, la del «cuerpo», y sobre una idea, la «soberanía del pueblo». La metáfora
ma,nte~erse en dicho .esta~0»443. y en ese instante imaginario dramático, donde es apropiada para expresar su concepto de comunidad política; frente a la imagen
esta en Juego la sobrevIVenCIa, los hombres no tiene otra salida que unir sus fuerzas mecánica del estado hobbesiano, formado por individuos-totalidades irreductibles
«ponerlas en juego mediante un móvil único y hacerlas obrar concertadamente»: externamente interrelacionados y solipsistas, opone la de una totalidad viva en la
Pero como tal proyecto común requiere vencer la tendencia de cada uno a cuidar que los nuevos hombres, con nueva naturaleza, los ciudadanos, se integran como
de su propia conservación por todos los medios, sólo hay una salida: «Encontrar órganos cuya existencia no tiene sentido sino dentro del organismo, del todo.
Considera el cuerpo político como un cuerpo organizado, vivo, semejante al del
440 Ver Du Contract Social, 1, v. hombre, en el que el poder soberano representa la cabeza, las leyes y las costumbres
441 Ibíd., 1, v.
442 Ibíd., 1, v.
443 Ibíd., 1, VI. 444 Ibíd., 1, VI.
445 Ibíd., 1, VI.
FILOSOFÍA POLÍTICA EL ESTADO 319
318

son el cerebro, los ciudadanos son el tronco y los miembros que hacen mover, Hume tenía razón al considerar que el argumento del contrato como origen
vivir y trabajar la máquina. En la analogía organicista, la vida de las partes es la de la sociedad era una mera falacia o superstición y al afirmar que el poder estable,
vida del yo común a todas; si cesa la comunicación y cooperación entre ellas, si la aceptado, es resultado de un largo proceso de aprendizaje de la obediencia. En su
unidad formal se desvanece y las parte contiguas no pertenecen ya la una a la otra origen, el poder siempre hunde sus pies en la injusticia y la violencia; sólo con el
más que por yuxtaposición, entonces el hombre ha muerto o el estado se ha disuelto. tiempo deviene a veces tolerable y consentido. Pero su amigo Rousseau le hubiera
En El contrato social dirá, refiriéndose al pacto social, «este acto de asociación dicho: «iBon David! Si he escrito El contrato social es porque los estados son como
produce inmediatamente, en lugar de la persona particular de cada contratante, tu dices y para que lleguen a ser como yo quiero». El problema no es empírico,
un cuerpo moral y colectivo compuesto de tantos miembros como votos tiene la sino moral y político; la cuestión, por tanto, no es de tipo cognitivo, sino ético.
asamblea, el cual recibe de este mismo acto su unidad, su yo común, su voluntad y Hoy parece imposible cualquier fundamentación no contractualista del estado;
su vida. Esta persona pública, que así se constituye con la unión de todas las demás, aunque así sea, tenemos modelos diferentes y la elección no será inocente. Los
tomaba en otro tiempo el nombre de ciudad»446. tiempos soplan aires lockeanos, y llenan de ruidos las partituras rousseaunianas;
Creemos que P. Manent tiene razón cuando considera que la diferencia entre se valora más un contrato pensado como defensa del individuo respecto a la política
Hobbes y Rousseau, como muestra la crítica de éste, no yace tanto en el absolutismo que un argumento en favor de ésta. Pero este triunfo del enfoque democrático
del poder político instaurado en el pacto cuanto en la sociedad civil, individualista, liberal del contrato tiene como resultado un uso antipolítico del mismo. El escenario
que lo soporta447 . Los individuos-súbditos de Hobbes están unidos sólo por una en que se sitúa ilustra perfectamente sus carencias: los contratantes son situados
relación competitiva, el comercio; el individuo mismo está escindido en el hombre en una situación pre-política y recurren a la política por motivos extrapolíticos (la
privado yen el público; Hobbes funda el estado en los conflictos entre los indivi- seguridad, la vida, el bienestar). Ya ninguna determinación ontológica les empuja
duos, como aparato para controlar a los hombres, que permanecen inevitablemente a la ciudad; pero buscan y construyen ésta como instrumento favorable para su
en su inmutable naturaleza. Rousseau, en cambio, funda el estado para cambiar la vida privada. Han liberado la política de la teología, pero la han atado al egoísmo.
naturaleza del individuo egoísta, por eso en el mismo acto se funda el poder político La idea del contrato, que puso al hombre en el origen de la comunidad política, ha
yel ciudadano: «Aquel que ose acometer la tarea de instituir un pueblo debe sentirse acabado por ponerlo como fin de la misma.
en condiciones de cambiar, por así decirlo, la naturaleza humana; de transformar
a cada individuo, que de suyo es un todo perfecto y solitario, en parte de un todo
más amplio del cual este individuo recibe en cierto modo su vida y su ser; de 4. El estado y la sociedad civil
alternar la constitución del hombre para reforzarla; de sustituir por una existencia
parcial y moral la existencia física e independiente que hemos recibido todos de la Acabaremos esta reflexión sobre el estado proyectándolo sobre su «otro», la sociedad
naturaleza. Es preciso, en una palabra, que quite al hombre sus propias fuerzas civil. Aunque en toda la historia del estado moderno, desde sus orígenes, ha estado
para darle otras que le serán extrañas y de las cuales no podrá hacer uso sin el abierta la cuestión del conflicto entre sociedad civil y estado, en nuestros días, con
concurso de los demás»448. el relanzamiento de la ideología neoliberal, no sólo se ha radicalizado el problema
El pacto rousseauniano no es de simple paz, dejando que los individuos, en el sino que se ha llegado a olvidar que, aunque conflictivas, se trata de relaciones
seno de la constitución, tejan sus destinos; el pacto es ya una opción común, un necesarias. Unos declaran «el hombre contra el estado»449, otros, casi cariñosamente,
proyecto de vida, un destino; el pacto rousseauniano no es meramente de no hablan de <<nuestro enemigo, el estado»450, y cada vez hay más que tantean el
agresión, sino de vida compartida: cada uno se integra con su persona y su poder «derecho sin estado»451, o la «política sin estado»452. En nombre del individuo o,
en la voluntad general y recibe corporativamente a cada miembro como parte más ideológicamente, en nombre de la sociedad, se radicaliza la crítica al estado
indivisible del todo. Es un pacto de cada uno con la totalidad, con el pueblo, lo que que esconde la crítica a la política453 . Porque, a nuestro entender, los liberales lúcidos
convierte al príncipe en mero ejecutante; es, pues, un pacto de constitución de un
organismo superior, en el que se pasa de ser individuo aislado y solitario a ser 449 H. Spencer, The Man Versus the Sta te. Ohio, Caxton, 1960.
parte de una república. Por eso la metáfora organicista es fecunda para expresar la 450 A. JayNock, Our Enemy, the State. Nueva York, A Free Life Editions Book, 1989.
relación entre el ciudadano y el pueblo. 451 Laurent Cohen-Tanugi, Le droit sans I'État. París, PUF, 1985.
452 N. Bilbeny, Política sin estado. Barcelona, Ariel, 1998.
453 Una posición antiliberal, que compartimos ampliamente, en las obras de B. Barret-
Kriegel, Les Chamins de I'État (París, Calmann -Lévy, 1986) YL'État et les esclaves. (París, Payot,
446 Ibíd., 1, VI. 1989); N. Bobbio, Sociedad y estado en la filosofia política moderna. México, FCE, 1986; y de
447 P. Manent, Histoire intellectuelle du libéralisme. París, Calmann-Lévy, 1987, pág. 152. J.R. Cap ella, Los ciudadanos siervos. Barcelona, Trotta, 1993; Materiales para la crítica de la
448 Du Contract Social, II, VII. filosofía del Estado. Barcelona, Fontanella, 1976.
320 FILOSOFÍA POLÍTICA EL ESTADO 321

saben que el estado es necesario, incluso un estado mucho mayor que el mínimo; Desde esta perspectiva histórica hemos de subrayar, primero, y hablando de
lo que les molesta, lo que históricamente han rechazado, es su democratización, es forma muy general, que la instauración del estado y la del individuo (resultado de
decir, la politización del estado. Intentaremos, pues, describir el problema y defender la definitiva desintegración o debilitamiento de las comunidades naturales o
un punto de vista más equilibrado y simétrico. históricas) forman parte del mismo proceso; segundo, que el estado moderno es
eminentemente político, le es intrínseca una fuerte determinación de lo social por
4.1 El estado y la identidad de la sociedad lo político, que configura la sociedad como su obra; tercero, que la unificación que
el estado moderno pone es muy exterior, de mera coexistencia de individuos y
La idea de estado moderno, democrático, como forma política, es la representación pueblos, con una estructuración interna meramente administrativa, pero sin
de la unidad de una sociedad, unidad descrita someramente en la constitución y determinaciones antropológicas fuertes; y cuarto, que el estado estructura
presente en la praxis política. Por eso la crítica al estado refiere siempre a esa unidad políticamente esa asociación de individuos mediante el sufragio y la elección de
que produce y representa; la crítica actual apunta al exceso de unidad, de representantes, pero con ello no se garantiza una unidad sustantiva, ni una «buena
uniformidad, de identidad, que el estado impone. sociedad», orgánicamente trabada, ni una «sociedad buena», funcional y
La idea del estado, como pura expresión del deseo de unidad, responde a una distributivamente justa. Estos, pues, son los límites del estado moderno: pone una
decisión racional, a una voluntad política abstracta, por encima de toda determi- unidad, pone la paz, pone la estructura administrativa y pone el orden político;
nación sociológica; es el sueño de una comunidad de hombres racionales, ilustrados pone, por tanto, las condiciones de la democracia, pero no garantiza la democracia,
y libres que deciden vivir juntos como la opción óptima de vida humana; esa idea que no es sólo eso; pone la unidad mínima, pero no la identidad suficiente; pone
de estado apunta al ideal de «ciudadano del mundo» de Condorcet y los revolu- la universalidad, pero no la comunidad. Algunos dirían: pone una sociedad política,
cionarios del 1789. Pero, como diría Kant, es la necesidad la que ayuda a realizar el pero no una república.
ideal; por eso la idea del estado se refuerza con necesidades de identificación No es extraño que, con el tiempo, y especialmente en el último cuarto de siglo,
cultural, nacional, étnica, histórica, lingüística o económica, que pueden actuar hayan comenzado a surgir las críticas y los rechazos a las insuficiencias políticas de
como factores de cohesión e identidad. Estas fuerzas se cobran su precio, deter- esta forma de estado; a la crítica liberal, que condena al estado por lo que hace, se
minando la forma del estado y, cuando las necesidades se quiebran o divergen y une la crítica estatista, que le condena por lo poco que hace, y la socialista por lo
entran en conflicto, poniendo bajo sospecha el propio estado. Tal vez por eso el poco que hace, por el poco éxito logrado. Desde horizontes diferentes, la crítica
estado ha sido cuestionado desde su origen, siempre sospechoso de uniformizar apunta siempre a la debilidad de la comunidad política que ha conseguido en más
en exceso, de no respetar las diferencias individuales y de las minorías, de no respetar de tres siglos, a una fragilidad que parece visualizarse mejor en nuestros días. Si el
los límites de la nación, la religión o las etnias, de dificultar la propia autodeter- estado surgió para crear una nueva comunidad política, una sociedad integrada y
minación al imponer un orden común universal. justa, parece pensarse, no lo ha conseguido satisfactoriamente; sólo ha conseguido
Se ha dicho, incluso, que el estado en su origen surge ya teñido de la escisión, sustituir la debilidad social con funciones político-administrativas, pero no
sea por el desdoblamiento de la comunidad natural en dos cuerpos, la sociedad y fortalecer el tejido social; ha forzado la unidad, pero ha dado pocos pasos en la
el estado, unidos y relacionados, como pensaba Hegel, sea por la división de la identidad. O sea, el estado ha sido eficaz en cuanto al ejercicio del poder, pero no
sociedad en clases unidas y enfrentadas, como pensaba Marx. Lo cierto es que, en cuanto a la expansión de la deliberación y de la unificación socio-cultural; ha
desde sus orígenes, el estado moderno resultó ser sospechoso de un mal intrínseco, sido exitoso al imponer la coexistencia; pero ha fracasado en cuanto a la solidaridad
el de su inevitable universalidad. La propia tradición liberal que lo inspiró vio ya la vida en común. Tanto es así, se sigue razonando, que comienzan a echarse de
siempre en él el peligro de una excesiva unificación y uniformización, de un exceso menos aquellos elementos comunitarios naturales, especialmente la religión y la
de hegemonía de lo común y universal. Como la mayor parte de los estados nación, que el estado diluyó en su instauración.
europeos surgen de una larga lucha, de una sociedad fragmentada, dividida, falta El fracaso del estado en su tarea de construir la comunidad nacional e instaurar
de unidad, el estado era invocado como idea unificadora; al menos en estos casos, la deliberación, debilita incluso su tercera función, la de decisión, al quedar
el estado configuró la sociedad, y no a la inversa. Por ello, porque surgieron de una deslegitimada por la ausencia de principios comúnmente aceptados. Ya no
larga guerra contra la escisión y la diferencia, los sentimientos comunitarios representa a la nación, y el ciudadano lo vive como exterior e incomprensible. Y,
naturales, diferenciadores, fueron sometidos o diluidos; la unidad del estado se curiosamente, aunque la crisis del estado se debe a sus déficits políticos, como
viviría, de forma desigual pero dominante, como unidad nacional, triunfadora durante largo tiempo ha monopolizado la política y ha llegado a ser identificado
sobre los particularismos, cuerpos y estamentos, pero también sobre las diferencias con «lo político», su caída arrastra la de la política. El fracaso, se dice, es de la
comunitarias y nacionales. Sólo la paz garantizada compensaba malo bien de otros política; la impotencia es de la política; las soluciones han de esperarse de fuera de
anhelos identitarios. la política.
EL ESTADO 323
322 FILOSOFÍA POLÍTICA

La crisis del estado se extiende, pues, a todas sus principales funciones. En con menos escepticismo, sino que comprenderemos -y tal vez nos consolaremos
primer lugar, no ha creado la comunidad política prometida; al contrario, con ello- algunas carencias actuales respecto a ese fin ideal de crear una comunidad
permanece como exterior al individuo y, con frecuencia, ni siquiera parece expresar de hombres libres, iguales, racionales y morales.
la universalidad abstracta, permaneciendo como fuerza al servicio de grupos Porque, efectivamente, para instaurar la libertad y la igualdad hubo de acabar
particulares. Por otro lado, no ha conseguido reconstruir estructuras sociales con la escisión entre vida política y vida (económica) privada; y la manera de
orgánicas, tras haber destruido los «cuerpos intermedios» para su instauración hacerlo fue ésta que tan poco agrada: la anulación de ambas, la fusión de la casa
del estado de los ciudadanos; en fin, no ha conseguido instaurar la deliberación (oikos) privada y de la plaza pública (ágora) en ese híbrido que es el mercado, mezcla
como fuente de una autorreferencia legítima, dejando ésta en manos del de privacidad y publicidad, de intereses particulares y públicos, de estrategias
decisionismo, de la fuerza tecnocráticamente enmascarada. El culto simulado a las individuales y comunes. El mercado, en esencia idéntico a la sociedad civil moderna,
opiniones, escenificado por los medios de comunicación, es sólo una cortina de no sólo sintetiza lo privado y lo público, sino que, como compensación, anula lo
humo que oculta el silencio que se esconde tras el derecho a opinar. estrictamente privado y lo estrictamente público, haciendo que hasta la familia
Todas estas críticas son justificadas, sin duda; pero nos tememos que bajo su sea un espacio legislado y que la política esté subordinada a los intereses del
dramatismo oculten que, en realidad, siguen siendo insuficientes y unilaterales individuo.
por desenfocadas. El desenfoque, a nuestro entender, proviene del supuesto general Hay muchas razones para creer, con Arendt, que, en el fondo, la traducción del
desde el que se hacen: que el origen del estado -y, por tanto, su función esencial- «zoón politikón» aristotélico por «animal social» es el error más expresivo del cambio
es crear una comunidad política, una comunidad de vida ética. Dado el atractivo conceptual: en el estado moderno no hay vida propiamente política (a no ser como
del proyecto, se comprende la fascinación que ejerce y, por tanto, la agudizada residual), sino vida social; la «sociedad» es ese orden híbrido y escindido donde lo
sensibilidad ante sus fracasos. Pero, a nuestro juicio, el estado moderno, como público y lo privado se enfrentan sin reconocerse; pero, insistimos, contando en
orden político histórico, no se instauró para ese fin, a pesar de las representaciones su haber con la instauración del hombre como ciudadano libre e igual.
de Hegel y Marx.
La comunidad política, y su idea, fueron frutos del mundo clásico; pero aquella 4.2 Sociedad civil versus sociedad política
comunidad perfecta se sustentaba en una situación que acabaría siendo considerada
injusta e insostenible: la exclusión de la vida económica y de lo privado de lo que La filosofía política ha de pensar la relación entre el estado y la sociedad; de la
propiamente constituía la vida política, y la exclusión de la ciudadanía de un amplio representación que se haga de esta relación depende su concepción de la política y
cuerpo de individuos. La polis dejaba así a muchos de sus miembros y a gran parte de la comunidad política. En general, la filosofía occidental de corte liberal se ha
de las actividades fuera de la política. Por su parte, el orden político en la época representado esta relación como antagonismo, siendo la sociedad el mundo de las
feudal supuso el deterioro de la vida política; la vida económico-doméstica, lo relaciones de voluntades independientes, de lo privado, y el estado el mundo de lo
privado, mantuvo su indiferencia; la unidad o conexión necesarias era aportada común, de la sumisión a la voluntad general. Para la ideología liberal el estado es
por un poder (anti)político y por una ideología exteriores a las aisladas comuni- un riesgo necesario, que la sociedad ha de sufrir irremediablemente, pero
dades productivas familiares y nacionales. procurando reducir al mínimo sus funciones; desde otras posiciones filosóficas,
Es sobre ese fondo que hemos de pensar el estado moderno. Podemos, desde como la hegeliana o la marxista, menos amantes de lo privado y más preocupadas
la añoranza de la política, pensar que en su constitución sobre la sociedad feudal, por lo común, se han pensado la sociedad y el estado de forma más simétrica, pero
una sociedad fraccionada, particularista, sin más unidad que la proporcionada en general reconociendo la distinción y la contraposición entre ambos. Ahora bien,
por la religión y los vínculos comunitarios naturales, el estado hubo de cumplir bajo esta general aceptación del carácter contradictorio de la relación entre sociedad
dos funciones. Por un lado, una tarea de secularización, de independización del y estado, surge el problema de definir su articulación, apareciendo entonces
poder eclesiástico; por otro, en proporcionar a aquella sociedad no sólo un lazo posiciones muy diferenciadas.
político y una unidad política, sino, en el tiempo, una integración comunitaria. Conocemos la posición liberal bien descrita por B. Constant, que pone la
Como ha dicho Tenzer, en el mismo movimiento el estado había de ser pensado sociedad como el ámbito del bien individual, considerando que el bienestar de la
«como soberano y como uno»454. Podemos pensarlo así, pero sería a costa de ocultar mayoría no se consigue en el ejercicio del poder, sino en la libertad individual.
un aspecto clave de su aparición: la necesidad de imponer la igualdad y la libertad Aunque para los antiguos la praxis política satisfacía al hombre y lo perfeccionaba
entre los hombres, o sea, de convertir a los hombres en ciudadanos. Si tenemos como ciudadano, en los modernos la política es un sacrificio para los individuos,
esto presente, como justamente reclaman los liberales, no sólo veremos su obra cuyo verdadero bien lo encuentran en el goce privado de su libertad individual y
de su propiedad. En Constant el estado es un instrumento subordinado a la social,
454 N. Tenzer, Philosophie politiqueo Edic. cit., pág. 317. siendo éste el verdadero ámbito de la vida buena del individuo.
EL ESTADO 325
324 FILOSOFÍA POLÍTICA

Conocemos también la posición de Rousseau, que ilustra la idea de disolución garantizado naturalmente; en la comunidad de Tonnies no hay escisión de privado
de la sociedad en el estado, pensando la conformación política de la sociedad como y público; en definitiva, en la comunidad de Tonnies no hay estado; pero tampoco
su perfección: «Cuando mejor constituido está el estado, más dominan los asuntos hay sociedad. Ambos, sociedad y estado, son figuras moderna~ que s~rge.n .de la
públicos sobre los privados en el espíritu de los ciudadanos. Disminuyen los asuntos escisión. Sólo la ruptura de la comunidad, con el fraccionamIento e ll1dIVIdua-
privados porque el bien común aporta una parte más considerable a cada individuo, lización que de ella se siguen, produce la posibilidad y la necesidad de la s~cied~d
y éste así tiene menos necesidades particulares que satisfacer»455. Estado y sociedad, civil, como agrupación voluntaria y consciente de individuos para la s~b~evIvenCla,
en Rousseau, aparecen como dominios de lo público y lo privado, respectivamente; y la posibilidad y la necesidad del estado, sea como aparato de sostem~llento de la
dos espacios unidos y enfrentados en unidad dialéctica, tal que uno crece sobre el sociedad civil, sea como instancia de restauración de una nueva umdad. O sea,
otro, desplazándolo y sustituyéndolo. sólo tras el desgarro en la comunidad es posible la política.
Y, en fin, conocemos la de Hegel, que nos proporciona la vía de la reconciliación Queremos decir que la creciente presencia del estado es inseparable de la
posible. Al estar los individuos modernos separados y enfrentados objetiva e creciente afirmación de la sociedad de individuos; que es contradictorio rechazar
irremisiblemente en sus intereses en la vida económica, la unión sólo puede darse el estado en nombre del individuo, pues cuanto más se afirme el individualismo
en las consciencias en la práctica política. Sólo en el estado los individuos unen sus más necesaria y extensa será la presencia del estado. La imagen liberal de la sociedad
voluntades en un consenso que no es abstracto, sino que responde a la división del civil es una representación deformada de la misma, porque la construye desde un
trabajo, a la organización de la vida. Hay qte recordar que, en Hegel, el estado origen ilusorio. En la tradición liberal el punto de partida no es la destrucción de
acabado es resultado de superar la escisión de la sociedad burguesa, entre sociedad la comunidad natural, sino el estado absoluto del antiguo régimen. Ven en este
civil y su estado exterior; el estado es la determinación de la sociedad por lo escenario un dominio asfixiante del estado y una sociedad insuficientemente
universal. La reconciliación imposible en la economía, en la sociedad civil, se individualizada, mediatizada por residuos de universales medios (gremios,
recupera en el estado, por mediación de la política. estamentos, corporaciones) del ancien régime. La tradición liberal, por tanto,
Hay, pues, respuestas diversas; pero ninguna nos exime de la pregunta que hoy reivindica la sociedad civil como una nueva forma de organización política de la
debemos hacer: ¿puede pensarse la sociedad sin el estado? ¿Es posible pensar, con vida que excluyera tanto el poder absoluto del estado como, las adscripc~ones
«claridad y distinción» cartesianas, una agrupación de individuos sin expresión privilegiadas y particulares de órdenes y estamentos. En sus ongenes, la s~Cledad
jurídica e institucional, sin vínculos políticos, sin vida común segura y asegurada? civil no era pensada como alternativa al estado, sino como estado alternatIvq.
Se trata, en otras palabras, de pensar la posibilidad de una sociedad civil moderna Pero la desarticulación de la sociedad civil del antiguo régimen, la génesis de
sin «estado exterior». Sentimos la presión ideológica de la necesidad de pensarla; la sociedad moderna, como sociedad de individuos, iría necesariamente emparejada
pero, ¿es posible? con la universalización del estado y con la extensión de su poder. En el fondo, el
La presión viene en gran parte de la escisión entre sociedad y estado que poder de las corporaciones para regular la vida de sus miemb~os, ~~cios y afi~ia~os,
atraviesa toda la modernidad, que hace que el estado se sienta exterior yexcesiva- pasa al estado, que debe asumir esas tareas. Se rompe la orga:llz~c:on pr~capItahsta
mente presente en la vida cotidiana; se añora, en definitiva, una vida al resguardo del poder y aparece una nueva organización, basada en los ll1d1VIduos hbres y con
del poder. Unas veces se expresa esa insatisfacción como añoranza de la comunidad. derechos y el estado universal soberano. .. .
La distinción de Ferdinand Tonnies entre «sociedad» (Gesellschaft) y «comunidad» El liberalismo vivió como victoria el fin de los partIculansmos de la SOCIedad
(Gemeinschaft) nos sirve para plantear el problema. La comunidad, caracterizada civil del antiguo régimen, la creciente individualización de la sociedad y la
por una voluntad social de concordia, por compartir costumbres, religión, cultura, transformación de un estado realmente débil y con resonancias personales en un
expresa la identidad entre lo privado y lo público, la no existencia de la escisión; la estado fuerte, universal y abstracto. Como ha dicho P. Manent, «en la época de
sociedad, pensada como convención, artificio, política y opinión pública, representa Locke, sociedad civil se contrapone a estado de naturaleza; a partir del siglo XIX,
la escisión interna en las dos esferas. Tonnies, además, situaba ambas en una sociedad civil se contrapone a estado»456. Efectivamente, será en el.XIX c~a~~o la
perspectiva histórica, afirmando que la era de la sociedad sigue a la era de la comuni- sociedad civil se piense como enfrentada al estado. El término «so.Clet~s clvd.IS.» es
dad. La escisión, por tanto, está ligada al progreso, a la evolución de la comunidad la traducción habitual del aristotélico «comunidad política» (komonta polttlke).
primitiva. Por tanto, refiere a una sociedad organizada y regida por una constitución. Hasta
La comunidad de Tonnies es, ciertamente, una comunidad sin estado, en la el XVIII, la sociedad civil es la alternativa al estado de naturaleza; en el XIX, el concepto
que la unidad es puesta por determinaciones naturales e histórico culturales; en la de sociedad civil se identifica ya al de sociedad política y se piensa como lo otro del
comunidad de Tonnies no hay política, no hay necesidad de extender lo común, estado.

455 Du Contrat Social, III, xv. 456 P. Manent, Les libéraux I (anthología). París, Hachette, 1986, pág. 167,
326 FILOSOFÍA POLÍTICA EL ESTADO 327

Desde entonces, la tradición liberal siempre tendió a distinguir y, al fin, a unidad y de su continuidad. Como decía Marx, «La constitución del estado político
contraponer, sociedad civil y estado; siempre vio éste como exterior y subordinado y la disolución de la sociedad civil en individuos independientes (oo.) se cumplen
a aquella, cuando no como su peligro o negación. Esta visión antagónica, esta en un solo y mismo acto» 457 .
obsesión del «estado mínimo», tiene su razón de ser en su punto de vista No es pensable, pues, una sociedad civil, una agrupación de individuos libres
fundamental: no el de la comunidad política, sino el de la actividad económica. En como impone el orden capitalista, sin estado, sin vínculo político. Esto ya lo
otras palabras, el concepto de sociedad civil del liberalismo tiene su fundamento argumentó Hegel, en sus Principios de la filosofía del derecho. En es~e texto Hegel
en que ve al hombre sólo como un comerciante, no como un ser político. El sitúa la sociedad civil entre la familia y el estado; en consecuenCIa, le concede
liberalismo siempre ha negado el estado en nombre de la economía. La distinción sustantividad y autonomía. La familia es «la sustancialidad inmediata del espíritu»458
entre sociedad civil y estado, tesis irrenunciable del liberalismo, tiene su fuente en y el estado es «realidad en acto de la idea moral objetiva»459; la sociedad civil está
la distinción entre el propietario y el ciudadano. El estado no puede tener por en el medio, pero incluida con ambos en la «realidad ética». Hegel, como v~mos,
misión principal la de proteger la propiedad más que si el hombre es propietario separa sociedad civil y estado; en rigor, separa y opone a ambos; p~ro la socledad
antes que ciudadano. civil-si no como tal sí en sus elementos constitutivos-, queda remtegrada en el
Ahora bien, aunque esta concepción del hombre del liberalismo nos ayude a estado, su negación; de este modo, Hegel reintegra en el universal del estado la
explicar su reivindicación de una sociedad civil, la pregunta que nos ocupa sigue individualidad, la libertad subjetiva, de la sociedad civil. Si la sociedad civil está
vigente: «¿es posible pensar la sociedad civil sin estado?». Porque Locke no pensaba dominada por el egoísmo y el individualismo, y el estado por el altruismo y el
la sociedad civil como un hueco de libertad en el estado; la imaginaba como una holismo, son opuestos; pero, en el esquema dialéctico, se trata de una jerarquía,
asociación sustantiva, de relativa autosuficiencia, capaz de propiciar a los hombres pues el estado hegeliano absorbe a la sociedad civil. El estado de Hegel no es sólo
una vida incluso cultural y moralmente digna. No se trata de reivindicar una esfera político, pues engloba la sociedad entera, incluidas sus costumbres y sus vínculos
de la vida humana irreductiblemente individual y privada, que esté por derecho naturales.
fuera de toda competencia social; tal reivindicación es compatible con el estado; Desde esta perspectiva, pensar la sociedad fuera del estado equivale a pensar
más aún, sólo el estado puede crearla y protegerla. Se trata, por el contrario, de éste como una administración; es el estado tecnocrático contemporáneo que
pensar la posibilidad de una sociedad civil autónoma, liberada del estado, sin política. renuncia a la política; pero, entonces, la sociedad civil no puede ser pensada como
La verdad es que todos los esfuerzos por imaginarla apuntan a tipos de unidad. Por el contrario, pensar la sociedad civil dentro del estado, viendo en éste
asociación tradicionales, en el fondo opuestos a la sociedad moderna. Tocqueville, la forma política de la sociedad, implica renunciar a la idea de sociedad civil como
siempre agudo en sus observaciones, nos recuerda que el individualismo no ha esfera de la subjetividad y de la libertad individual.
tenido siempre el mismo sentido, pues en el Antiguo Régimen cada individuo Marx, a su vez, redefinió la relación entre la sociedad civil y el Estado. Define
pertenecía a algún grupo, identificando con él su vida y su esencia esos grupos, la sociedad civil460 como conjunto de relaciones materiales que establecen los
cada uno con su identidad de objetivos, con su razón de ser, constituían la mediación individuos, en el interior de un estado, en una fase determinada de desarrollo de
entre el individuo y la sociedad. Existía una especie de individualismo colectivo o las fuerzas productivas. En la sociedad civil se incluyen la vida comercial e industrial
grupal, anticipación del verdadero individualismo que nosotros conocemos. Según de una etapa; por tanto, es más extensa que la idea de estado o de nación, aunque
la descripción de Tocqueville, en el Ancien Régimen existía una cierta forma de debe necesariamente afirmarse como nación y organizarse como estado». Y añade:
sociedad civil, constituida por asociaciones estamentales o gremiales que cada una «mediante la emancipación de la propiedad privada con respecto a la comunidad,
en sí misma era una «petite société», externas y en gran medida ajenas o de espaldas el estado cobra una existencia particular junto a la sociedad civil y al margen de
al estado absolutista, que sólo soportaban como imposición; tras la individua- ella; pero no es tampoco más que la forma de organizaci~n q.ue se dan
lización, rotos definitivamente esos universales intermedios con los que el individuo necesariamente los burgueses, tanto en lo exterior como en lo mtenor, para la
se identificaba, quedando definitivamente establecido el juego en términos de los mutua garantía de su propiedad y de sus intereses (oo.). Como el estado es la forma
individuos solitarios y el estado como único universal, ¿es pensable la sociedad bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes
civil? y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de a~uí que
El estado moderno aparece con la sociedad civil individualizada; es la forma todas las instituciones comunes tienen como mediador al estado y adqUIeren a
inmanente de ésta. Separados los individuos, reducidos a contrincantes en el
mercado, desaparecidos los restantes universales a los que adscribirse, la sociedad 457 K. Marx, La question juive. París, Aubier, edición bilingüe, 1971, pág. 119.
civil no puede prescindir del estado; existe por el estado y contra el estado; día a 458 Hegel, Principios de la filosofía del derecho, § 198.
día ha de conquistar su existencia y sus límites contra el estado, pero sin poder 459 Ibíd., § 257.
llevar una existencia que prescinda de él, porque el estado es la expresión de su 460 K. Marx, La ideología alemana. Barcelona, Grijalbo, 1970, págs. 71-73.
328 FILOSOFÍA POLÍTICA

través de él una forma política»461. Marx, por tanto, liga indisolublemente la


sociedad civil al estado, desmitificando el planteamiento liberal, mostrando que la
separación y oposición entre ambos es una forma histórica de existencia de ambos;
el estado no es un lastre o un mero guardián, aunque sea ese el rostro que presente;
es la expresión de la vida económica, de la existencia real de los individuos.
Reivindicar una sociedad civil sin estado equivale a reivindicar de forma
enmascarada una forma de sociedad y una forma de estado; equivale a defender la
superioridad de la técnica sobre la política; equivale a preferir la sumisión a
voluntades particulares que a la voluntad general. Cuando, ante una acción política
o ejercicio del poder estatal lamentable, en lugar de defender su corrección se pide
la minimización del estado, en el fondo se están negando otras intervenciones
justas y defendibles. Cuando se consigue poner al estado como <muestro enemigo», Parte tercera
como el enemigo de la sociedad, en el fondo se están abriendo las puertas a los
«viejos amigos» del hombre, el Patrón, el Maestro, el Protector, el Salvador. La
mala política ha de ser combatida, pero con más política; porque, como advirtiera La ciudad
Rousseau, un estado es siempre preferible a un príncipe.

461 Ibíd.,72.
«Art. 33: La resistencia a la opresión es la consecuencia
de los otros derechos del hombre.
Art. 34: Hay opresión contra el cuerpo social cuando
uno solo de sus miembros es oprimido. Hay opresión
contra cada miembro cuando el cuerpo social es
oprimido.
Art. 35: Cuando el gobierno viola los derechos del
pueblo, la insurrección es, para el pueblo y para cada
porción del pueblo, el más sagrado de los derechos y el
más indispensable de los deberes».
Declaración de 1793

l. Libertad, política, filosofía

1.1 ¿Qué libertad?

En el cuadro axiológico dominante en nuestra cultura occidental no hay ningún


valor más incuestionable que el de la libertad. No obstante, como concepto filosófico
es problemático, si no aporético, y como concepto político es ambiguo, si no
confuso. Pues, incluso manteniéndonos en el ámbito estricto de la ciudad, no
podemos obviar la pregunta: ¿qué libertad? ¿la del comerciante? ¿la del consumidor?
¿la del ciudadano? ¿la del funcionario? ¿la del hombre? ¿Es posible pensar una libertad
en general? En rigor, no sólo son distinguibles, sino aparentemente incompatibles;
no es arbitrario pensar que la principal tarea de la política, en su construcción de
la ciudad, sea la de definir y regular esas libertades diferenciadas.
Por otro lado, incluso aceptando un encuadramiento particularizado de las
preguntas por la libertad, hay quienes encuentran razones para hablar de la libertad
como paradoja. La libertad económica es sospechosa, por ser dudoso que haya
conducido a los hombres a la emancipación y, sobre todo, porque parece incues-
tionable que lanza a amplios sectores del reino de la necesidad al de la indigencia;
la libertad política es cuestionada por no haber proporcionado a los hombres la
libertad real; y la libertad sociocultural es cada vez más abiertamente cómplice de
conducir a los hombres a la sumisión; incluso la libertad de información, prota-
gonista indiscutible del progreso y de la emancipación de los hombres, es cada vez
más sospechosa de alianza con los poderes fácticos en la manipulación de las
consciencias. No es extraño que surja el desánimo y la melancolía, como en la
siguiente reflexión de R. Aron sobre nuestras sociedades, con sus libertades políticas
332 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 333

bien asent~da~:, «¿Qué significa esta libertad política para el trabajador, inserto en tiempos cuanto por su propia autopresentación como doctrina de la libertad,
una org~mzaClon, o para el consumidor, atacado con sutiles medios de persuasión esgrimiendo constantemente su radical y frontal rechazo del poder político absoluto
~landestma, o para el espectador de la televisión o el oyente de la radio? (. .. ) el y despótic0 464 •
Ideal moderno es el de la libertad para todos durante toda su existencia. El resultado Hemos de reconocer que la filosofía liberal, en primera instancia, parece acercar
es que la libertad propiamente política se ha convertido en algo sólo aparente y y relacionar estrechamente la política con la libertad, sea en positivo, defendiendo
que, durante la mayor parte de su vida, en el trabajo o en el descanso el hombre de las libertades políticas como fundamento y condición de las demás libertades, sea
la ~ocie~ad industri~l ya. no sab~ lo que significa la libertad, sujeto aquí a la en negativo, con su incansable condena del despotismo y de cualquier forma de
raclOnahda~ de la eficIencIa. colectlva, allá a las potencias comerciales que explotan autoritarismo como degeneración, perversión o ausencia de la política (y, con ello,
el gusto umversa~ ~or e~ oClO y por el consumo»462. Ciertamente, es grave que no de la libertad). Si bien la crítica antiautoritaria, que lleva a poner el despotismo
~ocemos de la maXlma hbertad, pero es trágico que ya no sepamos qué significa la com.o antipolítica, es la más presente y activa en el pensamiento liberal, en modo
hbertad; pues, como decía Rousseau, quien no conoce la libertad, como los esclavos alguno está ausente la afirmación positiva de la conveniencia de la política, al menos
no la necesita para vivir y se olvida de luchar por ella. ' en la retórica del discurso.
,ranto en el terreno de las consecuencias políticas como en el plano más En el despotismo, desde perspectivas liberales, hay ejercicio del poder, relación
estnctamente filosófico la libertad se presenta aparentemente como contradictoria. de dominación-sumisión; pero, al no existir derechos y libertades políticas
No hace falta recordar las antinomias kantianas para comprender que la libertad individuales, no puede haber política como actividad de ciudadanos libres que
parece encerrar en sí misma cierta aporeticidad, que la vuelve resistente a un deliberan, pactan y comparten unas normas y un proyecto común; y, a la inversa,
concepto claro y ~nf:oco. La misma teoría política liberal, que en nuestros tiempos esta carencia de política es a su vez causa de la ausencia de derechos y libertades.
pasa por s~r ~a mas fIrme defensora de la libertad, manifiesta en su ambigüedad la Incluso si se entiende por política al ejercicio del poder, argumentan, el despotismo
problematl~ldad del concepto; queremos decir que la ambigüedad del liberalismo no pasa de ser una «mala política», una perversión de la política. El liberalismo, en
como doctnna, que ha llevado a J. Gray a hablar de «liberalismos» de familia de la medida en que postula la libertad del individuo y sus derechos frente al estado,
d . 4~ • • '
octnnas ,es en gran parte denvada de las ambIgüedades y aporías del propio afirma la necesidad de debate y elección, de la política, como defensa de los mismos;
concepto de libertad. y, a la inversa, puesto que la política es actividad de ciudadanos, de hombres libres,
En esta situación, el esclarecimiento del concepto no es sólo una tarea analítica su afirmación equivale a afirmar la libertad del individuo. Libertad y política, por
tópica de la filosofía política, sino una exigencia de su dimensión práctica. Desde tanto, quedaban así estrechamente implicadas.
nuestra concepción de la filosofía política, el eje de la reflexión ha de ser determinar Ahora bien, el liberalismo identifica libertad y política en un escenario teórico
la r~l.ación entre libe,r~ad y política y optar por la libertad que más favorazca la en que ambos conceptos tienen un contenido determinado; podríamos decir que
po.htlca o por la ~ohtl~a que más asegure la libertad. Opción que, en el fondo, defiende una idea de la política, una idea de la libertad y una idea de la relación
~Xl~e'plant~arse SI la cm dad ha de ser construida para que en ella puedan vivir entre ellas, las tres bien determinadas por su concepción general del hombre y de
mdlvlduos h?res o para ~ue surjan ciudadanos; o, lo que es equivalente, si la política la vida social. La idea liberal de la política es sólo una de las diversas ideas aparecidas
deb,e.subor~l~arse a un Ideal de libertad privada negativa, o a un ideal de libertad en la historia, distinta, por ejemplo, a la idea clásica, recuperada actualmente en
pohtlca pOSltlva. ciertas corrientes comunitaristas, en que la política se piensa como una actividad
humana sustantiva, como fin en sí, de acuerdo con la idea aristotélica del zoón
1.2 La paradoja (liberal) de la libertad polítikón, o de los cives romanos; y distinta, igualmente, a la idea democrática de la
política, que definiremos ampliamente en el próximo capítulo, que también pone
Nuestro examen, de la ~bertad ha de estar enmarcado en nuestro proyecto la política como actividad radical de auto gobierno y autodeterminación. Frente a
general de una filosofía ~olítICa ~ue piense la posibilidad de la política y la filosofía, ambas concepciones, la idea liberal se representa la política como instrumento al
o s~a, que construya en Idea la cmdad en que la política y la filosofía, las dos praxis servicio de un ideal de individuo propietario de derechos, que decide su bien y su
eml.~entes d~l. hombre, ~ean P?sibles. y el modo actual de llevarlo a cabo pasa por felicidad en la elección y ejecución de su vida privada; ideal trascendente, teológica,
el dIalogo cr~tIco con el hbera~smo, ~or la crítica de la idea de libertad que postula. moral o metafísicamente dictado, prepolítico y antipolítico, al cual el orden
Ha de ser aSl tanto por ser el hberahsmo la teoría política dominante en nuestros institucional y la praxis política están subordinados.

462 R. Aron, Ensayo sobre las libertades. Madrid, Alianza, 1965, págs. 143-4. 464 Sobre la problemática de la libertad en el liberalismo ver R. Dahrendorf, El nuevo
4?3 Ver J. Gray, Liberalism. Milton Keynes, Open UP, 1986; YLiberalism. Essays in Political liberalismo. Madrid, Tecnos, 1982; L. Dumont, Ensayos sobre e/liberalismo. Madrid, Alianza,
Phtlosophy. Londres, Routledge & Kegan Paul, 1989. 1987; y Martín D. Farrell, Filosofía del liberalismo. Madrid, CEC, 1992.
334 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 335

En el liberalismo la política siempre aparece subordinada a fines trascendentes El liberalismo, con mayor o menor consciencia, objetivamente expresa las
a ella, a veces muy nobles, como los derechos del hombre o las libertades civiles, paradojas de la libertad. Si la política liberal, como ejercicio de la libertad, aspiraba
otras más discutibles, como los que suelen incluirse en la expresión tópica de a la liberación del hombre de toda sumisión (al déspota, a la tradición, a la religión,
«intereses legítimos»; esa subordinación manifiesta su instrumentalización. y como al derecho natural), esa liberación asustaba, porque una política y una libertad así
los fines siempre son discutibles si no son políticamente establecidos, la política puestas, sin limitaciones, sin subordinaciones, introducía en la sociedad un
instrumental, el uso tecnológico de la política, es el paternalismo, una forma de la horizonte esencial de indeterminación. Y si la indeterminación del futuro es
política-poder, otra figura del despotismo, aunque sea dulce, moral e ilustrado. El intrínseco a la soberanía de la libertad política, filosóficamente hay que aceptar la
liberalismo, así enfocado, parece la faz renovada de la antipolítica; su retórica del posibilidad de su perversión. La libertad abre la posibilidad al desorden; y también
hombre privado esconde la despolitización de los hombres. a la tiranía. La libertad política, como facultad de los hombres para decidir libre y
Desde este enfoque, el liberalismo parece condenado a la ambigüedad. Aunque colectivamente su porvenir, para darse las instituciones que deseen, implica aceptar
frente al despotismo reivindica los derechos políticos, al negar sustantividad a la esos riesgos. La «paradoja de la intolerancia» de Popper se metamorfosea aquí en
política, al someterla a una esfera jurídica trascendente y subordinarla a un ideal «paradoja de la libertad». No hay razones definitivas para pensar que el ejercicio
de vida privado, se abre a una forma suave del despotismo, a una «dictadura de la libertad conserve, amplíe o garantice la libertad. Los hombres democrática-
benévola». En consecuencia, la libertad, al menos en su dimensión genuinamente mente libres pueden elegir el nazismo, el fascismo o el fundamentalismo, de los
política, como participación efectiva de los ciudadanos en el gobierno y como que sobran ejemplos históricos. De la misma manera que en pleno ejercicio de la
poder real de elección y realización de la vida individual queda inevitablemente democracia, cumpliendo con los derechos de los ciudadanos, los países pueden
limitada. La democracia, en cambio, porque entiende la libertad positivamente, aprobar leyes que reintroducen la figura del meteco, ahora con piel oscura y olor
sea como participación política sea como igualación socioeconómica, se presenta del sur465 •
como generalización de la libertad; democracia y libertad parecen así implicarse Por eso, a nuestro entender, el liberalismo -que originariamente estaba llamado
mutuamente.
a reivindicar la libertad política y la política- acabó determinando aquella al
Sería un error y una visión sesgada de la historia menospreciar la reivindicación restringir ésta: mientras el ideal sea una vida privada, la política queda devaluada
liberal de la libertad, aunque sea conveniente la crítica para establecer los límites y entregada a unas élites y las libertades políticas, como participación efectiva en
de la libertad liberal. Ni siquiera debemos ocultar que dicha libertad liberal implica la construcción de la ciudad, limitadas a unas intervenciones controladas. El
objetivamente una fuerte reivindicación de la política como su condición de liberalismo, que tanto teórica como históricamente significó la defensa de las
posibilidad. Las libertades liberales requieren de las libertades políticas como su libertades políticas y de la política, en su presentación contemporánea reconvierte
ecosistema; el liberalismo, en sus orígenes históricos, al poner la libertad como y minimiza la libertad positiva en aras de la libertad negativa466 y sustituye la libertad
ideal de la política, puso la necesidad de la libertad política y de la política. Con el de participación por la libertad de abstención. En rigor, la libertad política del
tiempo se vería que no es exactamente lo mismo practicar la libertad política que hombre político es sustituida por la libertad social del hombre de la sociedad civil,
la política. Esta contradicción se revelaría ya en el debate político de la Revolución que ve el estado (lo político) como algo exterior y ajeno, como el mal necesario a
francesa, cuando unánimemente se defienden los «derechos pasivos» (de carácter restringir. Tal vez sea el límite del programa ilustrado, en otros muchos aspectos
social o moral) mientras muy pocos apuestan por los «derechos activos» (genuina- innovador, que a pesar de su antidespotismo no puede superar el horizonte
mente políticos). El liberalismo podrá llegar a universalizar teóricamente las ideológico del poder del pueblo pero sin el puebl0 467 •
libertades políticas; pero, con formas variadas, tenderá a limitar la praxis política,
reservada a una élite cualificada.
1.3 La libertad y la razón
De ahí que el liberalismo acabará por redefinir la libertad, reconvertida en
libertad negativa, en libertades privadas, como protección de los individuos frente En el fondo, el liberalismo, heredero de la concepción ilustrada de la libertad, tuvo
al estado, o sea, frente a la política. Para conseguir el ideal de las libertades (privadas) que cargar con el problema que, mejor que nadie, ya señalara Spinoza: además de
del individuo, no dudó históricamente en restringir las libertades (políticas) de liberar al hombre del déspota, hay que liberarlo de sí mismo, del riesgo de su
los ciudadanos; la resistencia al sufragio universal y el uso sistemático del
censitarismo encubierto, parecen buenos testimonios. El liberalismo, a nuestro 465 Tal vez quien primero vio este aspecto de la modernidad fue B. Constant, De la liberté
entender, se ve empujado a infravalorar la política al instrumentalizarla; y como lo des Anciens comparée a celle des Modernes. París, Hachette, Le Livre de Poche, 1980 (Escritos
hace en nombre de la libertad, acaba oponiendo libertad y política, que por otr"o políticos. Madrid, CEC, 1989).
lado necesita unir. Es su paradoja. 466 Por usar los términos del célebre ensayo de 1. Berlin, «Dos conceptos de libertad», en 1.
Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid, Alianza, 1988, págs. 187-243.
467 Cf A. Vachet, La ideología liberal. Edic. cit., págs. 161 ss.
336 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 337

libertad; hay que protegerlo del déspota y de su propia bestia. Pero Spinoza encontró útil, y, al contrario, es malo lo que introduce la discordia en el Estado»471; y también:
otra vía, más democrática, que el liberalismo descartó; por ello lo usamos de guía «el hombre que se conduce por la razón es más libre en la ciudad en que vive
para argumentar la identidad entre libertad, política y filosofía. Nadie antes de ' ,. 472
según el decreto común que en la soled ad en que no ob ed ece mas que a SI mIsmo» .
Spinoza puso la política, es decir, la libertad, como fundamento del estado. El lúcido La ciudad permite el acceso a la razón, porque la razón es lo común; ser libre sólo
pensador judío, lejos de considerar la libertad un posible elemento de desestabili- tiene sentido entre los hombres. Spinoza ha comprendido que la razón y la libertad
zación, tuvo la audacia de ponerla como condición, al mismo tiempo, de la política humanas han de construirse y perfeccionarse en la sociedad.
-condición de un orden social estable- y de la filosofía -condición de un pensa- Si el hombre debe construir el estado es sólo en la medida en que el estado es
miento racional. Por eso la reivindicación spinoziana de la libertad es política, y condición de la libertad humana, puesto que la libertad es perfección, es potencia
no meramente moral. En Spinoza es absurda la alternativa entre orden político y de obrar. Razón, libertad, política, son conceptos que en Spinoza están fuertemente
libertad; el orden político es la libertad política. entrelazados. La libertad es efecto y condición de la razón, como la política lo es de
Spinoza comienza por establecer una estrecha relación entre libertad y razón, ambas. «El estado más violento será, pues, aquel en que se niega a cada uno la
para acabar, posteriormente, por ligar la libertad conquistada por la razón a la libertad de decir y enseñar lo que piensa; y será, en cambio, moderado aquel en
existencia social. Para Spinoza la libertad no existe más que en quien vive bajo la que se concede a todos esa misma libertad»473. Spinoza entiende que si los hombres
guía de la razón; vivir conforme a la razón es la forma de evitar los dos tipos de fundan el estado, no puede ser contra su naturaleza, sino para perfeccionarla, por
sumisiones: sumisión a la voluntad del otro y sumisión al propio deseo. En el lo que su fin no puede incluir el dominio de los hombres: «De los fundamentos
Tratado político dice que «cuanto más libre concibiéramos al hombre, más forzados del estado, anteriormente explicados, se sigue, con toda evidencia, que su último
nos veríamos a afirmar que es necesario que se conserve y que sea cuerdo ( ... ). fin no es dominar a los hombres ni sujetarlos por el miedo y someterlos a otro,
Cuanto más libre consideramos, pues, al hombre, menos podemos afirmar de él sino, por el contrario, librarlos a todos del miedo para que vivan, en cuanto sea
que puede no usar la razón y elegir lo malo en vez de lo bueno»468. Libertad y posible, con seguridad; esto es, para que conserven al máximo ese derecho suyo
razón son dos ideales hacia los que el hombre debe tender y en cuya conquista la natural de existiryde obrar sin daño suyo ni ajeno»474. y concluye su reflexión con
ciudad juega un relevante papel; es decir, dos ideales que requieren de la política contundencia: «el fin del estado, repito, no es convertir a los hombres de seres
para su elaboración; dos ideales que exigen la construcción de una comunidad racionales en bestias o autómatas, sino lograr más bien que su alma y su cuerpo
política. Si «la libertad es una virtud o una perfección», argumenta, entonces desempeñen sus funciones con seguridad, y que ellos se sirvan de su razón libre y
«cuanto supone impotencia en el hombre no puede ser atribuido a la libertad»469. que no se combatan con odios, iras o engaños, no se ataquen con perversas
En consecuencia, si el hombre es libre, no lo será en tanto que no puede usar la intenciones. El verdadero fin del estado es, pues, la libertad»475. Libertad frente a
razón, sino en tanto que puede usarla; no en tanto que no existe, sino en tanto que los otros, pero también frente a sí mismo; libertad como actuación conforme a la
existe; no en tanto que no puede obrar, sino en tanto que actúa. razón, conforme a lo universal y común, conforme a lo que une a los hombres, no
En la Etica pone el «perseverar en su ser» como la gran ley de la naturaleza como independencia, diferencia e indiferencia; libertad, en definitiva, como vida
humana: «Cada cosa se esfuerza, cuando está a su alcance, por perseverar en el filosófica y política, no como vida privada.
ser»470; por tanto, la libertad ha de formar parte de esa lucha por ser; y ser es actuar
y poder de actuar, tal que si se puede usar la razón es más perfecto y más libre
usarla que no usarla. Y como el ser racional del hombre se consigue y se conserva 2. La idea de libertad política
en la vida social, podrá decir que «lo que lleva a la consecución de la sociedad
común de los hombres, o sea, lo que hace que los hombres vivan en concordia, es El marco apropiado para plantear la reflexión sobre la libertad política, dimensión
de la libertad que nos afecta, ha de ser el estado; es en sus límites donde hemos de
468 Tratado político, H, § 7, 88-89 (citamos de la edición de Atilano Domínguez, Madrid, pensar la esencia y contenido de la libertad. Y puesto que el estado, como forma de
Alianza Editorial, 1986, indicando capítulo, parágrafo y página de esta edición). organización y actuación del poder político, implica siempre una determinación
469 Ibíd., I, § 7, 88. de la libertad, comprenderemos mejor ésta desde los fundamentos del estado, es
470 Ética, III, VI, 191 (citamos sobre la edición de Vidal Peña, Madrid, Editoral Nacional,
1979, indicando libro, proposición y página de esta edición). La misma idea la encontramos en 47l Etica, IV, XL, 308.
el Tratado político: «no está en potestad de cualquier hombre usar siempre de la razón ni hallarse 472 Ibíd., IV, 1111, 328.
en la cumbre de la libertad humana, y que, no obstante, cada uno se esfuerza siempre cuanto 473 Tratado teológico-político, XX, § 410 (citamos de la edición de Atilano Domínguez en
puede en conservar su ser. Y como cada uno goza de tanto derecho .como poder posee, cuanto Alianza, Madrid, 1994).
intenta hacer y hace uno cualquiera, sea sabio o ignorante, lo intenta y lo hace con el máximo 474 Ibíd., XX, 410-411.
derecho de la naturaleza» (H, § 7, 89). 475 Ibíd., XX, 411.
338 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 339

decir, desde los argumentos sobre su necesidad y su origen. En este sentido, la justicia», en el sentido de que todas las leyes positivas deben derivar y someterse
recogeremos dos interpretaciones distintas que, aunque confluentes en su final, en al derecho natural478 • La inmutabilidad y eminencia del derecho natural tenía una
la caracterización de la libertad propia del estado moderno, por su diferente enfoque consecuencia práctica visible: ninguna autoridad política absoluta podía ser
hermenéutico aportan una justificación y una valoración muy diversa de esa justificada. Esa tradición, de hecho, llega hasta Bodin, que pone al rey absoluto
libertad política. sometido a las leyes divinas y naturales; Hobbes rompería con ella.
En el marco de la absoluta vigencia del derecho natural, la Edad Media, en
2.1 De la comunidad a la sociedad general, pone como fundamento de la autoridad política a la comunidad: el príncipe
está obligado no sólo por el derecho natural, sino por el derecho positivo, por la
Nos referiremos, en primer lugar, a un esquema hermenéutico del origen de estado ley, ya que su autoridad deriva del pueblo. La superioridad del derecho sobre el
y de la génesis de la libertad política que ha perdurado muy oscurecida, en los príncipe es un tópico de la Edad Media, época en que el derecho positivo era la
márgenes de la interpretación dominante. El tópico escenario de un estado de costumbre de la comunidad, las sagradas leyes no escritas que dosmil años antes
naturaleza, reino de la libertad natural, y el estado civil, reino de la ley, unidos por invocaba Antígona. Por tanto, «la forma primera y más importante de la concepción
el puente de un pacto, que sella el carácter artificial e instrumental del poder político, de la libertad política en la Edad Media era, pues, la supremacía del derecho, no en
es sustituido por otro, donde en el origen se contempla la existencia preestatal de cuanto creado por el príncipe o cualquier otro legislador, sino como expresión de
comunidades fuertemente integradas, con alta identificación entre la vida los hábitos y costumbres de la vida de la comunidad»479. Nada más absurdo en la
socio económica y la política, que mediante un complejo proceso de transformación Edad Media que un monarca absoluto; Dios y el derecho estaban siempre por
devienen sociedades civiles, donde la política es reducida a sus formas más encima del rey; sin derecho no había rey.
marginales y espúreas en los aparatos del estado y donde la libertad se afirma En la Edad Media no sólo se mantiene la idea romana, según la cual el propio
fuera de lo político. Es decir, en el nuevo escenario teórico el eje de reflexión no se emperador derivaba su autoridad del pueblo, sino que en coherencia se obliga al
articula sobre el paso del estado de naturaleza al estado civil, sino sobre el tránsito rey a actuar conforme a derecho y a hacer las leyes consultando al pueblo, al menos
de la comunidad a la sociedad; en vez de pensar el cambio de la libertad natural a con el consentimiento general de sus vasallos (generali consensu fidelium suorum).
la libertad política se representa el que va de la libertad política a la libertad social. Los dos pilares de las leyes eran su conformidad a las costumbres y el consentimiento
Esta perspectiva, además del atractivo derivado de la justificación de una por el pueblo; con el tiempo, este último se erigiría en el fundamental: «La
libertad fuertemente política, tiene el aval de su mayor fuerza descriptiva, con supremacía del derecho -derecho que era primeramente expresión de la costumbre
mejores apoyos históricos. Se sabe que el pensamiento político moderno fue, en y después del consejo y consentimiento de la comunidad- fue el primer elemento
gran medida, una sublevación contra la idea de comunidad política (y contra la de la concepción de la libertad política en la Edad Media, porque ello significa que
libertad política que le era intrínseca) de la Edad Media. A.J. Carlyle ha puesto de el rey o príncipe tenía autoridad, augusta ciertamente, pero limitada, no absoluta» 480.
relieve476 , de forma sugestiva, que la Edad Media heredó de los juristas romanos, Un texto de Nicolás de Cusa nos muestra magistralmente el arraigo de esa
por un lado, la idea de una relación indisociable entre la igualdad natural entre los idea de comunidad libre como aquella que vive bajo sus propias leyes, bajo su
hombres y la libertad de los hombres; por otro, la concepción, que los grandes propia autoridad, controlando los aspectos de su vida. «Todo imperio o reino
juristas romanos traspasaron a la Edad Media y a la Edad Moderna, según la cual ordenado tiene su origen en la elección; se reconoce como divina toda autoridad
«no hay otra fuente de autoridad política sino la comunidad misma; no la autoridad que surge del acuerdo común de los súbditos. Las leyes de un país deberían
de Dios ni la superioridad intrínseca del gobernante, sino la voluntad de la proyectarse por hombres sabios, escogidos para este propósito; pero esos sabios
comunidad»477. Son, sin duda, dos ideas relacionadas: afirmar que toda autoridad no tienen poder coactivo sobre los remisos. Los gobernantes, así como las leyes,
política legítima se deriva de la comunidad presupone que los hombres tienen sólo pueden surgir del consentimiento delos súbditos»481. Palabras sorprendentes
algo en común, que son naturalmente iguales y libres. de una época que la historiografía nos ha transmitido con figura oscura y rostro
Ahora bien, la Edad Media traduce esa herencia de forma distinta a la Edad despótico.
Moderna. Siguiendo de cerca a Carlyle, la Edad Media operaría con un principio, Esta supremacía de los hábitos y costumbres, de la vida de la ciudad, sobre la
también de herencia romana, por el cual «toda autoridad política era expresión de voluntad de los gobernantes, indica una peculiar forma de participación política,
ya que la subjetividad no se manifiesta en simples elecciones individuales, libres y
voluntarias, sino mediatizadas por la experiencia histórica, por el debate. Los hábitos
476 A.J. Carlyle, Political Liberty: A History of the Conception in the Middle Ages and Modern
Times. Oxford UP, 1941. Especialmente págs. 22-39. (La libertad política, México, FCE, 1942). 478 Ibíd., 23. 480 Ibíd., 31.
477 . Ibíd., 22. 479 Ibíd., 27. 481 Ibíd.,35.
340 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 341

y las costumbres son cristalización de lo común, de un largo diálogo y una mismo. Es la Maiestas o Soberanía482 • Esta tesis sobre el poder absoluto queda
prolongada experiencia. Sin duda alguna los mismos nunca son resultados puros complementada con otra, más contingente pero con fuertes efectos en la época,
de una racionalidad ejercida en condiciones ideales; sin duda están afectados de referente a que el mejor gobierno es el monárquico; instaura así la sobJranía
asimetría, de poder, de ignorancia; pero estas cosas también pesan sobre las liberadas personal. De esta manera Bodin pone al supremo poder o Maiestas, como fuente
voluntades del individuo moderno. En cualquier caso, esa concepción política única del derecho positivo; eso sí, a diferencia de Hobbes y la modernidad
destaca fuertemente sobre la que históricamente pasó a sustituirla, las del Antiguo consecuente, la Maiestas está sometida a Dios y al derecho natural. Este poder
Régimen y el Estado Moderno, cuyas figuras del monarca absoluto, del parlamento absoluto es indivisible, por tanto, debe recaer sobre un cuerpo personal o político.
representativo, de los derechos individuales y de la regla de mayoría disolverán Sus preferencias por la monarquía y su radical rechazo del gobierno mixto se
esas formas comunitarias. justifican en su idea de que cualquier tiranía es mejor que la anarquía que conlleva
No entramos en la veracidad de este breve bosquejo histórico, ni en evaluar el el gobierno del pueblo.
entus(asmo que Carlyle manifiesta. Los enfoques hermenéuticos no responden a En el esquema de Bodin queda relegada la libertad política positiva; la política
criterios de verdad-falsedad, sino de potencia explicativa; lo hemos expuesto como es ejercicio del poder por el monarca. Como compensación, toma relevancia la
ilustración de un enfoque que no se representa la libertad política en el estado libertad negativa, de la que gozan los súbditos, y que se concreta en el libre uso de
moderno como alternativa a la libertad natural, sino como destrucción y sustitución la propiedad privada483 • La modernidad estaba anunciada: bastaba eliminar esa
de otra idea de libertad, propia de un orden político con fuerte peso de lo comuni- últimas barreras, Dios yel derecho natural, y dotar a la Maiestas de voluntad libre
tario. No debemos olvidar que la idea medieval de comunidad excluía, como la y personalidad abstracta, para entrar de lleno en la moderna teoría de la soberanía.
polis clásica, a amplios sectores sociales; que negaba la humanidad a seres que hoy y bastaba tomar consciencia de que la libertad negativa crecía en la medida en que
consideramos indudablemente hombres. Pero siempre permanecerá abierta la el poder del soberano se limitaba para que la lucha política se confundiera con
cuestión sobre la posibilidad de articular aquel concepto de libertad política positiva lucha por las libertades negativas, es decir, por conseguir un amplio espacio de
con un orden sociopolítico más justo; siempre hay que mantener abierta la sospecha vida privada segura.
respecto al precio a pagar por conseguir las igualdad jurídica y la libertad individual;
siempre hay que preguntarse sobre la posibilidad de hacer compatibles esas dos 2.2 Del estado de naturaleza al estado civil
formas de libertad que se disputan la historia.
El estado moderno supone una inversión en cuanto a la preeminencia de estas El segundo esquema hermenéutico del origen del estado y de la génesis de la libertad
dos concepciones de la libertad. En esa inversión influyeron múltiples factores, sin política es el planteamiento metodológico implícito a la concepción contractualista
duda alguna; y uno de ellos fue la aparición de los monarcas con poder absoluto. del estado. Según este enfoque el estado moderno parece constituirse desde la nada,
Frente a ellos, frente a su voluntad despótica y arbitraria, las libertades individuales desde lo otro del orden social, o sea, el estado de naturaleza, que unos pensarán
acabarán conyirtiéndose en objetivo de urgencia. Efectivamente, a mediados del como guerra y anarquía y otros espontánea convivencia. En ese estado reinaría la
XVI la libertad política estaba desapareciendo en Europa occidental, a medida que libertad natural, que es libertad esencial del individuo, que seguiría operando como
se extendía el absolutismo. Nuevos tiempos imponen una nueva lectura de la referente ideal o instancia fundamentadora del estado: unas veces, como en la visión
tradición. El Corpus Iuris Civilis afirmaba que la autoridad política derivaba del hobbesiana del estado de naturaleza como «guerra de todos contra todos», para
pueblo, de la comunidad; pero, como obra de la época imperial, reconocía la justificar un poder político fuerte que garantice la paz y la vida que la libertad o
alienabilidad de la soberanía, es decir, la legitimidad de transferir al príncipe toda derecho natural amenazan; otras, como en Locke, con una idea de estado de
la autoridad. Esta alienabilidad podrá interpretarse como que el príncipe estaba naturaleza pacífico, virtuoso e incluso laborioso, con una auténtica vida social
legibus solutus: era fuente de la ley y estaba por encima de ella. La modernidad, prepolítica, desde la cual justificar un estado mínimo que respete al máximo la
para reforzar este sentido del derecho romano, sin vigencia en la Edad Media, libertad natural y sólo la limite para protegerla. Aun reconociendo que en el pacto
recurriría a los textos sagrados, en particular a aquellos de los que ya Gregorio se instauran las libertades civiles, en general se pensarán en los límites y bajo la
Magno derivara el origen divino del poder, que hacía al príncipe responsable sólo legitimación de la libertad natural. El aspecto a resaltar es, pues, la aparición de un
ante Dios. Se genera así la teoría de la «no resistencia», que convierte a todos los ideal de libertad natural, de libertad individual, ajena a lo político y que se constituye
ciudadanos en súbditos. contra lo político, como límite de lo político. Desde ese momento la libertad aparece
Bodin, el primer filósofo político de relieve realmente moderno, en sus Seis potencialmente enfrentada a la política y ésta subordinada a aquella.
libros de la República (1576) expondrá de forma sistemática esta nueva teoría.
Partiendo de la idea de que en toda sociedad política ha de haber una autoridad 482 Bodin, Republica, 1, 2, 3, 8; III, 5.
suprema, pone a ésta fuera y por encima del derecho positivo y como fuente del 483 Ibid., III, 4.
342 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 343

Esta libertad sin política cuenta en nuestra tradición filosófica con dos modelos vivo de una sociedad, cuando su tendencia a actuar, tendencia o deseo resultante
perfectamente distinguibles, clásicamente representados por Hobbes el primero y de mil determinaciones naturales, no es obstaculizada por ningún otro hombre.
por Locke y John Stuart Mill el segundo. Son dos maneras de defender la libertad La aplicación de la libertad a los cuerpos -en rigor, a los organismos vivos,
individual, en un caso insistiendo en la seguridad que proporciona el estado, pues pues las cosas inertes sólo se dicen libres por analogía-, permite a Hobbes establecer
los enemigos son los otros, y en el otro reivindicando esa libertad como limitación unas compatibilidades de la libertad que suelen causarnos sorpresa y preocupación.
del poder político, pues el potencial enemigo es el estado. Los comentaremos Para el pensador inglés la libertad es compatible no sólo con determinaciones
sucesivamente. naturales, como el mied0 487 o la necesidad física 488, sino con cualquier tipo de
limitación social o política, incluida la obediencia forzada o el poder absoluto del
2.2.1 La libertad negativa de los súbditos soberano, como aparece en la descripción de su idea del pacto entre los hombres,
Hobbes fue quien, en un discurso sin concesiones, separó la libertad posible en el dirigido a la «paz y la propia conservación»489.
orden político, la libertad de los súbditos, de la política, entendida como ejercicio El pacto político, símbolo de la instauración del orden civil, significa negación
del poder, en las manos exclusivas del soberano, cabeza del Leviathan. Un soberano, de la libertad natural. Aunque el resultado objetivo del pacto es un «hombre artificial
eso sí, que igualmente podía ser «un hombre o una Asamblea de hombres», cosa que nosotros llamamos República», que proporcionará la garantía de vida y la
que indica ya la despersonificación del poder político, su carácter abstracto. Los seguridad en el disfrute de las propiedades, en el mismo acto los hombres optan
súbditos quedan desplazados de lo político a lo social; por tanto, no tiene sentido por la sumisión, crean «cadenas artificiales, llamadas leyes civiles»49o. Esas cadenas
hablar de libertades políticas de los súbditos; éstos sólo tienen libertades sociales, artificiales, que Hobbes se encarga de resaltar como creaciones de los mismos
en las que Hobbes insiste poco, pues daba por sentado que la vida social y privada hombres, son el vínculo político, el lazo entre la libertad (del soberano) y la
no era cuestión del poder político. La intervención del estado del XVII en la vida obediencia (del súbdito), entre el mandato y su cumplimiento; y Hobbes lo expresa
social en nada se parece a los nuestros actuales. con una hermosa metáfora: «ellos mismos, mediante pactos mutuos, las han
Hobbes nos ofrece una fundamentación filosófica de la libertad en general, soldado en un extremo a los labios de ese hombre o asamblea a quien concedieron
que luego aplica a lo político. Define la libertad en general como «independencia» el poder soberano, y en el otro extremo a sus propios oídos»491. Las leyes civiles,
como simple «falta de oposición»484, como ausencia de resistencia de un cuerpo en por tanto, son el vínculo entre los labios del soberano (su voz, su voluntad) y el
su movimiento. Es, pues, un concepto negativo; en positivo libertad equivale a oído de los súbditos (su sumisión, su obediencia). Y aunque son vínculos por
poder realizar ese movimiento, esa acción o ese deseo. Por eso distingue entre naturaleza débiles, como todo lo artificial, se vuelven eficaces si van respaldados
«falta de libertad», obstáculo puesto por los otros, y la «falta de poden>, cuando el con el miedo, sea a la espada que respalda a la ley, sea a la anarquía que sigue a su
origen es interno, como la impotencia del propio cuerpo. Así, un hombre atado a incumplimiento.
la cama es un hombre sin libertad; pero un hombre «atado» a la cama por una Ahora bien, ligados a esas cadenas artificiales, ¿qué libertad es la del súbdito?
enfermedad es un hombre sin poder. Por tanto, «un hombre libre es quien, en las ¿Tiene sentido hablar de una libertad en la obediencia? En rigor, Hobbes sólo
cosas que por su fuerza o ingenio puede hacer, no se ve estorbado al realizar su encuentra un espacio de libertad, el definido por el silencio o las sombras de la ley.
voluntad»485. Allí donde la ley no llega, «los hombres tienen libertad de hacer lo que puedan
Predicar la libertad de los cuerpos, como hace Hobbes, en vez de hacerlo de sugerirles sus propias razones, a fin de extraer para sí lo más beneficioso» 492. Texto
s.u s funciones o facultades, tiene un efecto inmediato en el problema tópico del espléndido en cuanto definición de la libertad negativa, que permitirá a 1. Berlin,
l~bre albedrío: «por el uso de la palabra libre albedrío no puede entenderse ninguna
lIbertad de la voluntad, del deseo o de la inclinación, sino la libertad del hombre, 487 «Así puede pagar a veces un hombre su deuda por miedo a la cárcel, pero puesto que
nadie le impidió abstenerse fue la acción de un hombre libre. Y, por lo general, todas las acciones
que consiste en no encontrar obstáculo alguno a la hora de llevar a cabo aquello a
que los hombres realizan en las repúblicas por miedo a la ley son acciones que estaban en
lo que tiende la voluntad, el deseo o la inclinación a hacer»486. El libre albedrío, libertad de omitin> (Leviathan, I, XXI, 301).
metáfora de la voluntad racional, designa, para Hobbes, al hombre metafísico, que 488 «Como sucede con el agua, que no sólo tiene libertad sino necesidad de descender por
~e r~presenta a sí mismo distinto y enfrentado a su voluntad, sus deseos y sus el canal, así acontece con las acciones realizadas voluntariamente por los hombres, que por
mstmtos; y Hobbes, con lucidez, se limita a poner dentro del hombre lo que es del proceder de su voluntad proceden de la libertad y, no obstante, proceden de la necesidad,
hombre. La libertad se predicará del hombre como totalidad, como organismo porque todo acto de la libertad humana y todo deseo o inclinación proceden de alguna causa... »
(Leviathan, I, XXI, 301).
484 Leviathan, I, XXI, 299 (Citamos sobre la edición de C. Moya y A. Escohotado, Madrid, 489 Ibíd., I, XXI, 301. La teoría del pacto la expone en los capítulos XIV y xv.
Editora Nacional, 1979. Indicamos capítulo y página de esta edición). 490 Ibíd., I, XXI, 301.
485 Ibíd., I, XXI, 300. 491 Ibíd., I, XXI, 301.
486 Ibíd., I, XXI, 300. 492 Ibíd., I, XXI, 302.
344 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 345

afortunado divulgador de este concepto, describirla como «el ámbito en el que un Siempre podrá cuestionarse que el pacto, que dibuja el rostro y la voluntad del
hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otro8»493. La libertad del súbdito, soberano, haya de ser como Hobbes lo pensó; pero, para nuestros objetivos actuales,
la libertad del hombre en el estado moderno, está limitada al espacio de silencio de lo importante es destacar que el soberano hobbesiano recibe toda su legitimidad
la ley. «Allí donde el soberano no ha prescrito regla, el súbdito tiene libertad de de los súbditos. Aunque sea puntualmente, en el origen, Hobbes ha puesto la política
hacer o no hacer con arreglo a su propio criterio»494; «La libertad del súbdito yace como fundamento de la vida social y del estado; el único acto de libertad positiva,
por eso sólo en aquellas cosas que al regular sus acciones el soberano ha omitido»495. de libertad política, es simbólico y se reduce al momento del pacto; y, curiosamente,
Hobbes, de pasada, nos relaciona algunos de esos espacios de libertad: «la es un acto político que niega la política, un acto político perverso, en el que el
libertad de comprar y vender, la de contratar, elegir domicilio, la propia dieta, la hombre, en lugar de instaurarse como ciudadano, se instaura como súbdito, aliena
propia línea de vida, instruir a sus hijos como consideren oportuno y cosas seme- sus derechos naturales, se niega a sí mismo toda otra libertad que no sea la de los
jantes»496. En rigor el soberano del XVII guarda silencio sobre casi todo, a diferencia huecos de la ley e incluso se hace responsable del despotismo del soberano, al
del soberano del xx. Por eso el poder absoluto del soberano hobbesiano es en asumir su paternidad.
extensión un estado mínimo. Hobbes no contempla la posibilidad de un estado El Leviathan, uno de los referentes canónicos del pensamiento liberal, legitima
interventor, o estado beneficencia; no puede anticipar el problema de nuestra época. así la despolitización de la sociedad. La acción política, la libertad positiva, no es la
Ahora bien, esos amplios espacios de silencio, que se dan por sentado, no libertad del súbdito, sino la del soberano. Al quedar incluido como miembro de
quedan protegidos en su teoría. Al contrario, todo hace pensar que la línea que un cuerpo político superior, el hombre deja de ser sujeto de la libertad, fiel a la
circunscribe esas libertades es frágil: «no podemos entender que por esa libertad teoría hobbesiana por la cual ésta se predica de las totalidades, no de las partes. La
el poder soberano sobre la vida y la muerte quede abolido o limitado»497. Hemos «libertad de los atenienses», nos dice, en rigor es la «libertad de Atenas»; y la <<libertad
de pensar la libertad negativa como algo residual y contingente; no es un espacio de los romanos» era sólo la <<libertad de Roma». En general, dice Hobbes con su
de privacidad protegido por el derecho contra la ley positiva; es sólo límite profunda coherencia argumentativa, la libertad política <<no es la libertad de los
contingente y provisional de la ley, límite puesto por la voluntad del soberano y, hombres particulares, sino la libertad de la república, que es idéntica a la que tendría
por tanto, un límite incierto e indeterminado; especialmente si, como dice Hobbes, todo hombre si no existieran en absoluto leyes civiles o República»499, si fueran
el poder del soberano sobre la vida y la muerte sigue intacto e incondicional. La ellos mismos totalidades independientes.
libertad negativa, en consecuencia, aparece como algo frágil e inconcreto, mera Limitada la libertad de los súbditos a la libertad negativa y a ese acto puntual,
ausencia provisional del poder; nuevas circunstancias permitirían legítimamente efímero y perverso del pacto de renuncia, en el que el ejercicio de la libertad conlleva
la restricción del espacio. su auto inmolación, sólo resta por establecer si los ámbitos de la libertad negativa
¿Qué ámbito queda para la política desde esta idea negativa de la libertad? quedan o no a expensas de la voracidad del soberano. Hobbes, tras insistir en que
Absolutamente nada; dicha libertad se construye sobre la expulsión de la política. nuestra sumisión a las leyes, a la voluntad del soberano, es tanto nuestra
Sólo con una interpretación generosa podríamos encontrar una concesión de «obligación» como nuestra «libertad»; es decir, tras redundar en que nuestra
Hobbes para la política: el acto imaginario del pacto, único momento de inter- sumisión deriva de un acto de nuestra libertadSOO , que constituye su legitimación,
vención de los hombres, antes de instituirse a sí mismos como súbditos. Hobbes intenta poner unos límites a nuestra libertad de renunciar a la libertad, conside-
abre así la idea moderna del poder político, caracterizada por representárselo como rando que hay libertades o derechos a los que renunciar es perverso. Su reflexión
creación de los hombres. El Leviathan es un «hombre artificial» construido por el es abstracta: «todo súbdito tiene libertad en aquellas cosas cuyo derecho no puede
hombre. Precisamente por eso, porque es creación humana, el poder es ilimitado e transferirse por pacto»501. Y lo único intransferible es el derecho a la vida y a cuanto
incontrolable: «se ha mostrado ya que nada puede hacer el representante soberano sea necesario para conservarla y protegerla, pues son condiciones de sentido y
a un súbdito, en ningún campo, que pueda adecuadamente llamarse injusticia o validez del pacto; la libertad del hombre no le permite comprometerse a ir contra
injuria, porque todo súbdito es autor de todo acto hecho por el soberano»498. su vida, pues el pacto es para garantizar la vida y cuanto la favorezca. Por eso el
súbdito seguirá teniendo el derecho a defenderse, a no inculparse, a <<no matarse
ni a matar a ningún otro hombre» o a no guerrear 502 . Pocos derechos, ciertamente,
493 1. Berlin, «Dos conceptos de libertad», en Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid,
Alianza, 1988, pág. 191.
494 Leviathan, 1, XXI, 308. 499 Ibid., 1, XXI, 304.
495 Ibíd., 1, XXI, 302. 500 <<no habiendo obligación de hombre alguno que no surja de algún acto suyo, pues todos
496 Ibíd., 1, XXI, 302. los hombres son igualmente libres por naturaleza» (Ibid., 1, XXI, 306).
497 Ibíd., 1, XXI, 302. 501 Ibid., 1, XXI, 306.
498 Ibíd., 1, XXI, 302. 502 Ibid., 1, XIV, 307.
346 FILOSOFÍA POLíTICA LA LIBERTAD 347

pero fundamentales; y con amplios efectos, pues de forma derivada incluye el para la preservación de sí mismo y de otros, dentro de lo que permite la ley de la
derecho a defender lo suyo, los bienes que favorecen su vida y la de los suyos. naturaleza»507; y a castigar los crímenes cometidos contra la ley, tanto si son
directamente perjudicados por la infracción como en tanto que miembros de una
2.2.2 Libertades y derechos de los individuos sociedad que se ve amenazada por la vulneración de su ley. Sólo a estos dos derechos
La segunda forma de reivindicar las libertades individuales negativas queda bien renuncia el hombre cuando se une a una sociedad política particular o privada. El
representada en la modernidad por J. Locke y J. Stuart Mili, el primero insistiendo primero, al aceptar regirse por las leyes de la sociedad, que «limitan en muchas
en los derechos subjetivos y el segundo en el criterio de la excelencia del individuo; cosas la libertad que el hombre tenía por ley de naturaleza»; el segundo, al alienar
las diferencias en el ideal determinan que sus respectivos conceptos de libertad la aplicación de la justicia y el castigo en un juez508 .
tengan sentidos muy diferentes. Sólo hay estas dos renuncias. Y se hacen en un pacto mercantil, en base a lo
La idea lockeana de la libertad está arraigada a su concepción del hombre que se recibirá a cambio, las muchas «comodidades derivadas del trabajo, de la
como sujeto de derechos naturales; como tales, rigen más allá del orden político, asistencia y de la asociación de otros que laboran unidos en la misma comunidad,
en el estado de naturaleza, que en el fondo es un estado de perfecta libertad, es así como de la protección que va a recibir de toda la fuerza generada por dicha
decir, un estado en que «cada uno puede ordenar sus acciones y disponer de sus comunidad»509. Como dice Locke, estas ventajas justifican la renuncia a una parte
posesiones y persona como juzgue oportuno»503. Es, ante todo, libertad como de su libertad; una renuncia, en todo caso, consciente y pactada. Lo demás, todo
independencia respecto a la voluntad de otro hombre: «La libertad natural del aquello a lo que no se ha renunciado, sigue siendo de dominio privado del individuo,
hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior sobre la tierra y en no el campo de su libertad donde el poder no debe llegar.
hallarse sometido a la voluntad o a la autoridad legislativa de hombre alguno, sino La concepción lockeana de la libertad, pues, está construida sobre la sospecha
adoptar como norma, exclusivamente, la ley de la naturaleza»504. De modo análogo de la política, aunque se recurra al poder político para salvar lo más posible la
habla de la libertad política o, en rigor, libertad del hombre en sociedad, consistente libertad natural. Curiosamente, esta sospecha de la comunidad política se justifica
en «no estar bajo más poder legislativo que el que haya sido establecido por en nombre de una comunidad natural prepolítica, donde en lugar de las leyes de
consentimiento en el seno del estado». En el estado de naturaleza la libertad está los hombres regiría la sabia ley de la naturaleza, tal que «si no fuera por la corrupción
limitada por la ley de naturaleza, y en el estado civil, por la ley civil legítima, que y maldad de hombres degenerados no habría necesidad de que los hombres se
implica como condición sine qua non el consentimiento, o, lo que es lo mismo, separasen de esta grande y natural comunidad para reunirse, mediante acuerdos
que haya sido instaurada por el poder legislativo elegido al efecto; en ambos casos, declarados, en asociaciones pequeñas y apartadas las unas de las otras»51O. La vida
pues, se defiende el derecho natural del hombre a no ser sometido a otras política, en consecuencia, no es ninguna perfección, sino un mal menor. Curiosa-
obligaciones que las que voluntariamente acepte. El carácter «negativo» del mente, se sospecha de la política porque pueda pervertirse y devenir despotismo
concepto lockeano de libertad es incuestionable: <<una libertad (social) para seguir (<<guerra» en términos lockeanos), pero se perdona a la ley natural su ineficacia
los dictados de mi propia voluntad en todas esas cosas que no han sido prescritas para impedir la injusticia y la guerra. En este caso son los hombres los que no
por dicha norma ... , del mismo modo que la libertad natural consiste en no tener están a la altura de la ley; en aquel, la ley la que no está a la altura de los hombres.
más trabas que las impuestas por la ley de naturaleza»505. En cualquier caso, lo cierto es que este modelo, con otros léxicos, permanece vivo
La libertad no sólo es un derecho; es un deber. El hombre tiene el deber moral en unos órdenes políticos en que el individuo ve en el estado a su enemigo, en que
de enfrentarse a todo poder arbitrario, a toda dominación no aceptada: «quien lo social se ve en el exterior y amenazado por lo político, en que lo privado se
intenta poner a otro hombre bajo su poder absoluto, se pone a sí mismo en una siente acosado por lo público, en que la naturaleza cada vez se ve más bella que la
situación de guerra con él; pues esa intención ha de interpretarse como una ciudad.
declaración o señal de que quiere atentar contra su vida»506. En el enfoque lockeano, El otro modelo de defensa de la libertad, con su origen en J. Stuart Mili, defiende
el orden político se basa en la renuncia por el individuo a dos de sus poderes la libertad no tanto como derecho cuanto como condición indispensable de la
naturales y en la creación de dos instituciones para asumir los mismos. Según perfección del individuo y de la sociedad. Por eso no duda en aceptar cierto despo-
Locke, el hombre renuncia a dos derechos: a «hacer cuanto le parezca oportuno tismo ilustrado cuando las condiciones del hombre lo requieren: «El despotismo
es un modo legítimo de gobierno tratándose de bárbaros, siempre que su fin sea

503 The Second Treatise of Civil Government, II, § 4, 36. (Citamos sobre la traducción de
Carlos Mellizo, Madrid, Alianza, 1990. Indicamos capitulo, parágrafo y página de esta edición). 507 Ibíd., IX, § 128, 135.
504 Ibíd., IV, § 22, 52. 508 Ibíd., IX, §§ 129-130, 136.
SOS Ibíd., IV, § 22,52-53. 509 Ibíd., IX, § 130, 136.
506 Ibíd., III, § 17, 47. 510 Ibíd., IX, § 128, 135.
348 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 349

su mejoramiento, y que los medios se justifiquen por estar realmente encaminados marcados por el igual derecho de los otros. En tercer lugar, la «libertad de
a ese fin. La libertad, como principio, no tiene aplicación a un estado de cosas asociación», de reunión, para defender los intereses en legítima competencia. «No
anterior al momento en que la humanidad se hizo capaz de mejorar por la libre y es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual
pacífica discusión»511. Es la defensa utilitarista de la libertad, que pone ésta como estas libertades no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo
condición de la perfección, de la felicidad, tal que debe prescindirse de ella cuando si no están en ella absoluta y plenamente garantizadas. La única libertad que merece
las condiciones objetivas no pueden evitar su perversión. Mill no piensa el orden este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro propio camino, en
político como una asociación de competidores egoístas, sino como una comunidad tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo.
de personas que desarrollan en colaboración sus capacidades intelectuales, afectivas Cada uno es el guardián natural de su propio salud, sea física, mental o espiritual.
y morales. La libertad se defiende como el ámbito que posibilita esa realización de La humanidad sale más favorecida consintiendo a cada cual vivir a su manera que
la personalidad; la sospecha de la política se basa en la amenaza de uniformidad y obligándole a vivir a la manera de los demás»512.
de vulgaridad. Mill, como Tocqueville, tienen resabios estéticos de la democracia, Mill pone la libertad como exigencia de la dignidad y de la utilidad humanas;
de las libertades políticas; por ello, aunque en principio la participación pero en modo alguno legitima cualquier uso de la libertad. Está convencido de
democrática, la libertad positiva, parece un aliado de su ideal de un hombre que que los hombres tienen un deber para con ellos mismos de buscar su propia
cultiva sus virtudes en la praxis social, la realidad sociológica y las limitaciones de excelencia, en vez de contentarse con ser «cerdos satisfechos»; y que esa excelencia
su tiempo le hicieron vacilar a la hora de defender el sufragio universal. personal requiere la libertad.
No es éste el lugar de una exposición detallada del pensamiento de Mill. Sólo
pretendemos señalar que en el mismo, aun persistiendo ciertas sospechas respecto 2.3 La libertad positiva de los ciudadanos
a la política, hay cierto reconocimiento del valor ideal de la libertad política; y,
sobre todo, hay una defensa de la libertad individual de contenido ético, como En las primeras líneas de Del contrato social, Rousseau describe de forma tan efectista
condición de la propia excelencia. La defensa de la libertad en lo económico no se el problema central de toda filosofía política que vale la pena repetir la cita: «El
hace como derecho natural del individuo no alienado en el pacto; se basa en la hombre nació libre, y en todas partes se le encuentra encadenado. Hay quien se
racionalidad económica, en la eficacia, en la mayor rentabilidad que proporciona. cree el amo de los demás, cuando en verdad no deja de ser tan esclavo como ellos.
Mill defenderá, en todo caso, que la política, para cumplir su función solidaria, ha ¿Cómo ha podido acontecer este cambio? Lo ignoro. ¿Qué puede legitimarlo? Voy
de intervenir en la distribución; la esfera de la producción, en cambio, exige la a intentar resolver esta cuestión»513. Rousseau renuncia a la explicación o
libertad como condición de la racionalidad económica. conocimiento real de la historia de la servidumbre y afronta el problema de la
En los niveles sociales y culturales, Mill tiene como ideal la individualidad, es legitimación de la misma. ¿Cómo legitimar la pérdida de la libertad? Como el
decir, la afirmación de la propia personalidad; en ello ve la base del desarrollo mismo pensador ginebrino nos dice, si nos situamos en el plano natural, teniendo
científico, de la creación artística y de la riqueza moral de los individuos. En el en cuenta sólo «la fuerza y el efecto que de ella se deriva», no hay legitimación
fondo Mill reivindica que la política no vaya más allá de sus límites, que forme posible: «Mientras un pueblo se ve obligado a obedecer y obedece, hace bien; pero
ciudadanos pero que no asuma la tarea de producir hombres. Entiende «la utilidad tan pronto como puede sacudirse el yugo, y se lo sacude, hace todavía mejor; pues
como la suprema apelación en las cuestiones éticas», pero la utilidad «fundada en recobrando su libertad con el mismo derecho que se le arrebatara, o está justificado
los intereses permanentes del hombre como un ser progresivo», en un ideal de el recobrarla, o no lo estaba el habérsela quitado»514. Ahora bien, lo que no tiene
hombre que incluye la libertad como exigencia de la autoestima. justificación en el orden natural, parece tenerla en el orden social, en las
Desde ese ideal la sociedad puede intervenir en el «control externo de la convenciones establecidas por los hombres; por tanto, es en ellas donde hay que
espontaneidad individua!», pero sólo para proteger a los demás; hay una esfera de indagar las razones de esa renuncia a la libertad natural.
acción que, en cambio, ha de ser siempre un límite de la política. Dicha esfera La única legitimación que Rousseau encuentra aceptable es que esa renuncia,
comprende, en primer lugar, «el dominio interno de la consciencia», es decir, ese paso del estado de naturaleza al estado civil, se haga conforme a un pacto que
libertad de pensamiento, de creencias, de sentimientos, sobre cuestiones morales, cumpla dos requisitos: uno, crear una fuerza común que proteja a las personas y
estéticas, políticas, científicas o teológicas; comprende también la «libertad de bienes de los asociados; y dos, que nadie obedezca a ningún otro, quedando tan
expresión y publicación de las opiniones». En segundo lugar, pertenece a la esfera libre como antes. Para cumplir ambas exigencias el pacto implicará la enajenación
de la libertad humana la independencia en cuanto a gustos y elección de fines, en
la elaboración del propio plan de vida según nuestro carácter, en los únicos limites
512 Ibíd.,69.
513 H. Rousseau, Du Contrat Social, 1, lo
511 J. Sto Mill, Sobre la libertad. Madrid, Alianza, 1986,66. 514 Ibíd.,I,J.
350 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 351

total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad. Como se ve, 3. Dos debates sobre la libertad
radicalmente opuesto al modelo lockeano; aquí el individuo renuncia a sus derechos
de hombre para conseguir los de ciudadanos, es decir, confía su libertad a la política. Para acabar este capítulo queremos hacernos eco de dos debates sobre la libertad
Esa enajenación de los derechos naturales en el estado tiene acentos hobbe- que, históricamente situados en distintas épocas, en el fondo inciden sobre 10
sianos, pero Rousseau no está defendiendo un estado de hombres súbditos, mismo, sobre el conflicto que venimos plateando entre libertad y política, o, pi;a
resignados a una libertad negativa cuyos límites los establece el poder político al ser más precisos, entre una idea de libertad que sospecha de la política y, como
que han renunciado; el ginebrino está intercambiando libertad natural por libertad máximo, piensa ésta como un mal menor a controlar, y otra idea de libertad que
convencional o moral, derechos naturales por derechos políticos; hace, pues, una ve en la política su condición de posibilidad y un fin en sí mismo. Dos concepciones
opción por la política. Considera que es posible la libertad civil tras la total que en sus formulaciones doctrinales resultan contrapuestas e irreductibles, pero
alienación de la natural en base a tres razones: primera, que al darse cada uno por que una y otra incluyen contenidos que deben estar presentes en una idea de libertad
entero todos tienen la misma condición, con lo cual nadie tendrá interés en hacerla que distinguiera y articulara como inconmensurables la libertad social del hombre
onerosa para los demás; segunda, la unión es más perfecta si se hace sin reservas, y la libertad política del ciudadano; idea compatible y apropiada a una política
ya que si se mantiene una esfera privada, sobre la que lo público no tiene derecho que, como hemos dicho, asuma consecuentemente su función de crear ciudadanos
alguno, cualquier conflicto entre esa esfera privada y la esfera pública plantearía y renuncie a la tentación totalitaria de crear hombres.
un grave problema, dado que no hay un árbitro o juez común, «y siendo cada cual
su propio juez en algún punto, pronto pretendería serlo en todo, el estado de 3.1 La libertad de los modernos
naturaleza subsistiría y la asociación se tornaría necesariamente tiránica o vana»;
y tercera, que al darse cada cual a todos no se da a nadie, pues cada asociado tiene Tal vez nadie antes que B. Constant supo ver la novedad de la libertad política
sobre él el mismo derecho que él tiene sobre cada asociado, con lo que «se gana el moderna. A veces su pensamiento se ha interpretado exclusivamente desde el punto
equivalente de todo lo que se pierde y más fuerza para conservar lo que se tiene»515. de vista de su reacción contra las libertades políticas, contra la «soberanía popular»
No podemos entrar en la valoración exhaustiva de la propuesta rousseauniana: rousseauniana, cuyos efectos dramáticos creía ver en el Terror; pero, en rigor, su
se trata sólo de ponerla como paradigma de otra manera de concebir la libertad, pensamiento va más lejos, poniendo también en cuestión las bases de esa libertad
que no pasa por reivindicar el ensanchamiento de lo privado sino la participación moderna, negativa, entendida simplemente como seguridad y libre disposición
en la política. Reconoce que el hombre pierde unas ventajas, pero gana otras: «sus por el hombre de sí mismo y de sus propiedades.
sentimientos se ennoblecen, y a tal punto elévase su alma entera que si los abusos Constant, sensible al liberalismo, se enfrenta a la teoría de la soberanía,
de esta nueva condición no le degradasen con frecuencia, haciéndole caer por debajo legitimadora del poder del estado, e intenta rescatar para el individuo una esfera
de lo que antes tenía, debería bendecir sin tregua el venturoso instante en que la propia: «Hay una parte de la existencia humana que, por necesidad, permanece
abandonó para siempre y en que, de un animal estúpido y limitado, se transformó individual e independiente, y que, por derecho, está fuera de toda competencia
en ser inteligente y en hombre»516. Al sustituir «el instinto por la justicia», el hombre social. La soberanía no existe más que de forma limitada y relativa. En el punto en
accede a la moralidad, que antes desconocía. El hombre pierde su libertad natural que comienza la independencia y la existencia individual, acaba la jurisdicción de
y un derecho ilimitado a todo cuanto le apetece y puede conseguir; a cambio gana esta soberanía. Si la sociedad franquea esta línea, se vuelve tan culpable como el
la libertad civil. Pero, además, el hombre gana la libertad moral: «única que hace al déspota que no tiene por título más que la fuerza»518. Y aquí el «despotismo» ha
hombre dueño de sí mismo, pues el impulso exclusivo del apetito es esclavitud y la ensanchado su figura, incluyendo tanto al monarca como a la asamblea demo-
obediencia a la ley que uno se ha prescrito es libertad»517. Esa libertad como crática: "El asentimiento de la mayoría no es suficiente, en todos los casos, para
obediencia a la ley en cuya elaboración se participa, tan opuesta a la libertad como legitimar sus actos: hay actos que no pueden ser nunca sancionados; cuando
espacio sin ley, es la libertad rousseauniana, la que después redefinirán Hegel y cualquier autoridad comete actos semejantes, importa poco la fuente de la cual se
Marx, la que, en definitiva, no sólo no sospecha de la política sino que reconoce en considere emanada, importa poco que la misma se llame individuo o nación;
ella su condición de posibilidad. aunque fuera la nación entera, menos el ciudadano que ella oprime, no por ello
sería más legítima»519. La cita expresa con toda claridad la primacía de la libertad
individual liberal sobre la decisión democrática; y con toda nitidez expresa la
contundente subordinación de la política a un ideal de libertad individual.
515 Ibíd., 1, VI.
516 Ibíd., 1, VIII. 518 B. Constant, De la liberté chez les Modernes. Edic. cit., pág. 27l.
517 Ibíd., 1, VIII. 519 Ibíd.,271.
352 FILOSOFíA POLÍTICA LA LIBERTAD 353

Ahora bien, la novedad de Constant reside en que esa defensa de un ámbito de que nos parecen más fútiles la autoridad del cuerpo social interpone y domina la
libertad individual no es construida, como en la mayoría de autores liberales, voluntad de los individuos. De todas formas, y sin entrar en el valor descriptivo de
negativamente, por la tosca reivindicación de la limitación del poder político, sino estas observaciones, el tono de Constant al narrar el precio que los antiguos habían
que se esfuerza en construir una libertad nueva, una libertad sustantiva y ajena a de pagar por la libertad parece tener una función consoladora, insistiendo en que
la política. Sitúa su reflexión en la comparación entre la libertad de los antiguos y son las circunstancias las que determinan la opción; nos agrade o no la libertad
los modernos, y no pretente mostrar entre ambas una oposición de principio, sino individual moderna, viene a decirnos, es la única a nuestro alcance. De acuerdo
unas diferencias determinadas por las circunstancias sociales, históricas y culturales. con sus tesis, la extensión de nuestros estados no permite otra opción, impidiendo
Aquí reside, a nuestro entender, su fecundidad. que la mayoría de los habitantes, al margen de la forma de gobierno que se elija,
Efectivamente, Constant no se propone negar la libertad de los antiguos, sino queden fuera de la participación política: «Como máximo son llamados al ejercicio
comprenderla como adecuada a su tiempo e inadecuada para el nuestro. Para el de la soberanía mediante representación, es decir, de manera ficticia. La ventaja
pensador francés, la libertad de los antiguos consistía más «en la participación que procuraba al pueblo la libertad tal como la concebían los antiguos, procedía
activa en el poder colectivo que en el disfrute apacible de la independencia del número de gobernantes; ventaja real, placer a la vez halagüeño y sólido. La
individual»520. La oposición entre participación política e independencia, en rigor, ventaja que procura al pueblo la libertad en los modernos, es la de ser representados
entre vida política y vida social y privada, constituyen para Constant dos alternativas y de concurrir a esta representación por elección. Es, sin duda, una ventaja, puesto
sustantivas contrapuestas. Los antiguos eligieron una, la primera, y con ello, para que es una garantía; pero el placer inmediato es menos vivo; no se compone de
poder ejercer su participación en la vida política, pagaron el precio del empobre- ninguno de los goces del poder; es un placer de reflexión, mientras que el de los
cimiento de su vida individual: «era necesario que los ciudadanos sacrificasen en antiguos era un placer de acción. Y está claro que el primero es menos atractivo;
gran medida su felicidad»521. Pero su opción no fue libre; su elección estaba no es posible exigir a los hombres tantos sacrificios para obtenerlo y conservarlo»524.
históricamente determinada; por tanto, no tiene valor como modelo. Hoy, sigue Como vemos, Constant hace una especie de cálculo utilitarista, de los beneficios
argumentando, es absurdo pretender e inútil reivindicar tal sacrificio: «este sacrifico que se obtienen de una y otra libertad en las circunstancias dadas. El interés de su
es absurdo de pedir, imposible de obtener, en la época a la que los pueblos han discurso es que no recurre a la defensa de la libertad en nombre de unos derechos
llegado»522. naturales, ni de un contrato; ni la soberanía popular ni el individuo le sirven como
Constant justifica su posición en una teoría, bastante tópica, de las circuns- fundamento; plantea el problema en términos de elección y con un criterio de
tancias. Por ejemplo, recurre al argumento de la extensión del territorio, que ya racionalidad utilitarista. ¿Por qué habría el hombre moderno de optar por la libertad
destacaran Rousseau y Montesquieu; pero lo utiliza en un marco de valoración no política si de ella no puede obtener beneficios materiales ni espirituales? Y, sobre
moral, sino utilitarista. Los antiguos eligen la libertad política porque, en sus todo, ¿por qué habría de desearlo precisamente el hombre moderno, que tiene la
circunstancias, el ejercicio de la misma era placentero; los modernos, en sus posibilidad, negada al antiguo, de otra opción más placentera? Pues «el progreso
circunstancias, no pueden elegirlo. «La participación política, el ejercicio de los de la civilización, la tendencia comercial de la época, la comunicación de los pueblos
derechos del ciudadano, constituía la ocupación y, por decirlo así, el divertimento entre sí, han multiplicado al infinito los medios de bienestar particular. Los hombres
de todos. El pueblo entero concurría a la confección de las leyes, pronunciaba los no tiene necesidad, para ser felices, más que de ser dejados en una independencia
juicios, decidía sobre la guerra y la paz. La parte que el individuo tomaba en la perfecta respecto a todo lo que tiene relación con sus ocupaciones, a sus empresas,
soberanía nacional no era, como en el presente, un supuesto abstracto; la voluntad a su esfera de actividad. Los antiguos encontraban más disfrutes en su existencia
de cada uno tenía influencia real; el ejercicio de esta voluntad era un placer vivo y pública, y menos en su existencia privada; en consecuencia, cuando sacrificaban la
repetido; de aquí resultaba que los antiguos estaban dispuestos, para la conservación libertad individual a la libertad política, sacrificaban menos para obtener más.
de su importancia política y de su parte en la administración del estado, a renunciar Casi todos los goces de los modernos están en su existencia privada: la inmensa
a su independencia privada»523. mayoría, siempre excluidos del poder, no consigue necesariamente más que un
Constant se encarga de poner de relieve que una opción es a costa de la otra, interés muy pasajero en su existencia pública. Imitando a los antiguos, los modernos
que una felicidad es a costa de otra, en fin, que siempre se paga un precio. El costo sacrificarían más para obtener menos»525. Constant no critica a los antiguos que
de esa libertad política, de esa vida política, era que todas las acciones privadas son eligieran la libertad política; no tenían otra mejor. Pero los modernos no sólo tienen
s~metidas a una vigilancia severa, <mada se concede a la independencia individual, otra, sino que ya no pueden tener aquella sin pagar un precio no razonable. La
nI en lo referente a opiniones, ni al comercio, ni a la religión», y hasta en las cosas libertad individual es la verdadera libertad moderna.

520 Ibíd., 182. 522 Ibíd., 182.


521 Ibíd., 182. 523 Ibíd., 182-3. 524 Ibíd., 184. 525 Ibíd., 184
354 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 355

Ahora bien, ni aun así la libertad política puede ser despreciada. Constant la 3.2 Libertad positiva y libertad negativa
considera «indispensable» y «garantía de la libertad individual»; del mismo modo
que no le parece razonable pedir a los modernos que sacrifiquen la libertad El debate actual sobre la libertad -al margen de aspectos parciales sobre las
individu,!l a la libertad política, entre otras cosas porque, perdida una, acabarán condiciones reales para la misma en nuestras sociedades informatizadas, masifi-
luego perdiendo la otra, tampoco le parece acertado renunciar a la libertad política. cadas y consumistas, más bien tema de la sociología política- sigue dándose en el
Los antiguos, atentos sólo a disponer y usar de su cuota de libertad política, esquema planteado por Constant. De hecho, la reflexión contemporánea sobre
prestaban poca atención a sus derechos y a su disfrute personal; los modernos, libertad negativa y libertad positiva se encuadra en la matriz constantiana. Aunque
atentos sólo a su vida privada, a sus intereses personales y a su independencia, ha sido 1. Berlin quien ha divulgado la afortunada tipología, devenida clásica, no
renuncian fácilmente al derecho a participar en el poder político. La alternativa destaca ni por la originalidad del tratamiento ni por la neutralidad.
aparentemente sería una articulación equilibrada, pero Constant considera tal cosa El fondo del problema es, a nuestro entender, el deseo eterno del hombre de
imposible; la sociedad moderna impide una vida política como la antigua e impone ser dueño de sí mismo. Pero la metáfora «dueño de uno mismo», significa tanto
una vida privada. A lo más que se puede aspirar es a que algunos de las efectos de no ser siervo de otro, como no ser súbdito de la ley o esclavo de las pasiones. En
la libertad política sigan siendo conservados; pero ahora no ya por una práctica sentido político, ser dueño de uno mismo acaba por concentrar dos aspectos de
política positiva, sino por una tarea crítica y de control a la minoría dedicada a la un mismo ideal de autonomía e independencia: no sumisión a la voluntad de los
política. otros, ni considerados individualmente (de voluntades personales) ni colectiva-
Constant concede ciertos elogios a la política, afirmando que los modernos mente (voluntad general o ley). Pero ocurre que, en el plano concreto, las estrategias
que renuncian a la libertad política, además de que así ponen en peligro la libertad para conseguir cada uno de los aspectos de ese ideal emancipatorio pueden resultar
individual, limitan su propias posibilidades de goce y bienestar: «La libertad política, contrapuestas: defensa del estado como protección contra la dominación personal
al someter a todos los ciudadanos, sin excepción, al examen y el estudio de sus y defensa de las libertades individuales contra la dominación del estado. En el
intereses más sagrados, engrandece su espíritu, ennoblece sus pensamientos, devenir histórico, cada estrategia fue reafirmando la independencia de su aspecto
establece entre ellos una igualdad intelectual que constituye la gloria y la potencia parcial del ideal, acabando por resultar dos ideales frecuentemente enfrentados,
de un pueblo»526. Pero siempre aparece como tarea reservada a una minoría. Incluso dos ideas del orden político-social y de la vida humana en ellos. Y de ellos parte 1.
cuando considera que el poder político no cumple su fin con la pacificación, con Berlin528 •
la seguridad, sino que debe cumplir otra misión, la de hacer que los individuos Ambos ideales son, en realidad, dos sentidos de la libertad, o dos modelos de
estén siempre en condiciones de control y vigilancia de la política, ésta no es pensada libertad que aun naciendo juntos acaban por distinguirse, diferenciarse, divergir y
-no puede serlo- como un espacio público. oponerse: «La libertad que consiste en ser dueño de sí mismo y la libertad que
Dice Constant: «Es preciso que las instituciones lleven a cabo la educación de consiste en que otros hombres no me impidan decidir como quiera, pueden parecer
los ciudadanos. Respetando sus derechos individuales, defendiendo su indepen- a primera vista conceptos que lógicamente no distan mucho uno del otro y que no
dencia, sin perturbar sus ocupaciones, deben consagrar su influencia sobre la cosa son más que las formas negativa y positiva de decir una misma cosa. Sin embargo,
pública, llamarlos a concurrir por sus determinaciones y sus sufragios al ejercicio las ideas positiva y negativa de libertad se desarrollaron históricamente en
del poder, garantizarlos un derecho de control y de vigilancia mediante la manifes- direcciones divergentes, no siempre por pasos lógicamente aceptables, hasta que
tación de sus opiniones (... )527». Esta es toda la política que es posible y deseable al final entraron en conflicto directo la una con la otra»529.
para el individuo: la del control. Por tanto, no es valorada en sí misma, sino como Al analizar estos dos sentidos -entre los muchos que tiene el término
instrumento para evitar el riesgo de perder la otra libertad, la que realmente le es «libertad»- Berlin destaca que: «El primero de estos sentidos que C.. ) llamaré su
querida, la libertad individual. Su pretensión de combinar ambas libertades, no sentido negativo, es el que está implicado en la respuesta que contesta a la pregunta:
pasa de ser un control de los individuos sobre el poder político para evitar que éste ¿cuál es el ámbito en que al sujeto -una persona o un grupo de personas- se le deja
amenace o recorte la libertad individual. A C. Castoriadis no le falta razón al decir o se le debe dejar hacer o ser lo que es capaz de hacer o ser, sin que en ello interfieran
que la de Constant es una «libertad degradada», restringida a la defensa del otras personas? El segundo sentido, que llamaré positivo, es el que está implicado
individuo frente al poder, lo que supone que se ha aceptado la alienación, que se en la respuesta que contesta a la pregunta de ¿qué o quién es la causa de controlo
ha resignado ante la existencia de una esfera estatal separada de la colectividad,
que se ha entregado a la idea del poder como mal necesario.
528 1. Berlin, «Dos conceptos de libertad», en Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid,
Alianza Editorial, 1988, 191-202.
526 Ibíd.,513. 527 Ibíd.,514-5. 529 Ibíd., 202.
356 FILOSOFÍA POLÍTICA LA LIBERTAD 357

interferencia que puede determinar que alguien haga o sea una cosa u otra?»530. En equivale a poder hacer todo cuanto las normas permiten o no prohiben. Es la idea
definitiva, desde el sentido negativo la libertad política es para Berlin el ámbito en hobbesiana de la libertas silentium legis, es decir, la libertad como lo que las leyes
el que un hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otros. El obstáculo, por permiten y dejan al buen criterio de los ciudadanos534 . Pe:o también es .la idea
tanto, han de ser los otros; es un obstáculo social, o sea, una coacción. «Sólo se lockeana de la libertad de los hombres bajo el gobierno, conslstente en una hbertad
carece de libertad política si algunos seres humanos le impiden a uno conseguir que me permite seguir mi propia voluntad en todo aquello. en lo que la n~r~a no
un fin» 531 , nos dice en tono hobbesiano. La mera incapacidad para conseguir un prescribe, así como no estar sometido a la voluntad lllc~nstan~e, lllc~erta,
fin no significa falta de libertad política; podrá hablarse de falta de libertad, desconocida y arbitraria de otro hombre 535 • Y la de Montesqmeu, qmen entlende
entendiendo ésta en sentido metafísico o metafórico; pero la carencia de libertad . 536
como libertad el derecho de hacer aquello que 1as 1eyes permiten .
política implica que el obstáculo sea una coacción hecha por los otros. Por su parte la libertad positiva, según Bobbio, refiere a «la situación en la que
Esta libertad negativa es, en el fondo, la reivindicación de un espacio propio, un sujeto tiene la posibilidad de orientar su voluntad hacia un objetivo, de tomar
privado, reservado frente a la acción política. Es la reivindicación de una vida decisiones, sin verse determinado por la voluntad de otros»537. La libertad positiva
privada, de la individualidad, frente al poder del estado. Loclee, Burke, Paine, se identifica con la autodeterminación o la autonomía. A diferencia de la libertad
Jefferson, Tocqueville ... lo reivindicaron como inviolable. En general, se reivindicaba negativa, que denota la carencia o falta de algo (de una restricción), la libertad
en nombre de unos derechos individuales que el poder político debía respetar y positiva designa la existencia de algo, de una cualidad o poder de la voluntad. Es la
proteger. Pero, respetados éstos, no se impiden gobiernos paternalistas. libertad que Rousseau ponía como intrínseca al estado civil, en el cual el hombre,
Hay, como hemos visto, una forma diferente de reivindicar la libertad como miembro del todo social, del «yo común», no obedecía a ningún hombre
individual, ejemplificada en el ensayo Sobre la libertad, de J. Stuart MilI. Mill pensaba particular, sino al todo, o sea, a sí mismo; la libertad como sumisión a una ley de la
que la civilización no avanzaría a menos que los hombres pudieran vivir como que se es coautor: «La obediencia a la ley que se ha prescrito es la libertad»538.
quisieran, comunicándose libremente sus ideas, desarrollando con espontaneidad También Kant apunta en la misma dirección. Comentando la definición de
su genio; es decir, Mill identifica civilización con creación individual, con origina- libertad jurídica de la Declaración de 1789, según la cual libertad es «la facultad de
lidad, con innovación, por lo cual en la expansión del poder político ve la hacer todo lo que se quiera, sin provocar injusticias a nadie»539, dirá que "es mejor
uniformidad, el dogmatismo, la repetición. Su exigencia de la libertad individual definir mi libertad externa (es decir, jurídica) como la facultad de no obedecer
es estratégica, como condición para que el hombre elija y cumpla sin coacciones otras leyes externas que aquellas a las que yo haya podido dar mi asentim~ento:)540.
sus propios fines, decida su propia vida, y desarrolle su individualidad, pues la Pero, sobre todos, en la defensa de la libertad positiva destaca Hegel, que la ldentlfica
civilización, la verdad, la creación, son pensadas como productos de la libertad, con la libertad en el estado, expresión de la voluntad racional, de la ley: «Pues la ley
del individuo libre. Obviamente, la idea negativa de la libertad milliana no es es la objetividad del espíritu y la voluntad en su verdad; y sólo es libre la voluntad
incompatible con formas autocráticas de gobierno; en otra palabras, no exige que que obedece a la ley, por cuanto se obedece a sí misma y está consigo misma y es
la gente se gobierne a sí misma. Pero, además, no implica la negación de las libre»541.
dictaduras benévolas. Como dice Berlin, «De la misma manera que una democracia Como vemos, Bobbio desarrolla e ilustra la idea, ya presente en Berlin, de que
puede, de hecho, privar al ciudadano individual de muchas libertades que pudiera cada sentido de la libertad acaba configurando una propuesta político-ideológica
tener en otro tipo de sociedad, igualmente se puede concebir perfectamente que diferenciada y alternativa. El origen común no impide su desarrollo conflictivo.
un déspota liberal permita a sus súbditos una gran medida de libertad personal»532. Pero Bobbio, comprendiendo que forman parte de un ideal común, tiende a
Más jugo extrae a la tipología la reflexión de N. Bobbio, quien además añade articular y compatibilizar ambas nociones. Para ello hay que comprender bien. su
el atractivo de ser más política. Su toma de posición es clara: «Por libertad negativa sentido. Si tenemos en cuanta el sujeto histórico de la libertad, parece como slla
se entiende, en el lenguaje político, la situación en la cual un sujeto tiene la libertad negativa y la positiva tuvieran distintos sujetos: «el sujeto histórico de la
posibilidad de obrar o de no obrar, sin ser obligado a ello o sin que se lo impidan
otros sujetos». Se trata de una libertad como «ausencia de impedimento» o
«ausencia de constricción»533. Como, en el ámbito político, los impedimentos y 534 De cive, XIII, 15.
constricciones son puestos por las normas, en sentido lato, la libertad negativa 535 Second Treatise, IV, 22,
536 De l'Esprit del Lois. XII, 2.
537 N. Bobbio, Igualdad y libertad. Ed. cit., pág. 100.
530 Ibíd., 19l. 538 Du Contrat Social, I, VIII.
531 Ibíd.,192. 539 Declaración de 1789, Art. 4; también Declaración de 1793, Art. 5.
532 Ibíd., 199. 540 Proyecto de paz perpetua (nota al Art. 1).
533 N. Bobbio, Igualdad y libertad. Barcelona, Paidós, 1993, pág. 96. 541 Lecciones de filosofía de la historia. Barcelona, 1989, pág. 58.
358 FILOSOFÍA POLÍTICA

libertad como ausencia de impedimento y de constricción es el individuo; el sujeto 13.


histórico de la libertad como autodeterminación es un ente colectivo»542. Efectiva-
mente, las libertades civiles, prototipos de las libertades negativas, son libertades
individuales; se nos presentan como resultado de las luchas por la defensa del
individuo, como persona moral o como sujeto económico, contra algún colectivo,
fundamentalmente el estado, la Iglesia, etc.; con frecuencia potencian una con-
cepción individualista de la sociedad. En cambio, la libertad positiva, como auto- «Hay dos hechos históricos sorprendentes. En primer
determinación, se refiere a una voluntad colectiva, la voluntad del pueblo, de la lugar, hoy en día casi todo el mundo dice ser demócrata,
nación, de la raza, de la patria; no es tanto la capacidad individual de autodeter- ya sean sus posturas de izquierda, centro o derecha. Los
minación como la afirmación de la eminencia de una autodeterminación colectiva. regímenes políticos de todo el mundo (... ) dicen ser
Por eso la libertad negativa suele pensarse como «libertad respecto al estado» y la democracias. Sin embargo, lo que cada uno de estos
libertad positiva como «libertad del estado», dice Bobbio; por eso las teorías regímenes dice, y lo que hace, es radicalmente distinto.
defensoras de la libertad positiva tienen una concepción no individualista, sino La democracia parece dotar de un 'aura de legitimidad'
orgánica del estado, aspirando más o menos secretamente no a una sociedad sino a la vida política moderna: normas, leyes, políticas y
a una comunidad; por eso, en fin, se ha llamado a la libertad negativa la «libertad decisiones parecen estar justificadas y ser apropiadas
del burgués» y a la libertad positiva la «libertad del ciudadano». sin son 'democráticas'. Pero no siempre ha sido así. La
Así distinguidas, su contraposición se disuelve; la filosofía política puede así gran mayoría de los pensadores políticos, desde la
pensarlas como dimensiones de un mismo ideal; y la política debe asumir la tarea antigüedad de Grecia hasta nuestros días, han sido muy
de realizar su compleja articulación. Como tantas veces, cumple a la filosofía evitar críticos con la teoría y la práctica de la democracia. El
la cosificación de las contradicciones. Y si encargamos a la fIlosofía la misión que compromiso conjunto con la democracia es un fenó-
le asignara Diderot, formar hombres con «coeur et tete», equivalente a formar meno muy reciente».
hombres y ciudadanos, vida pública y vida privada, no podemos renunciar a esa David Held, Modelos de democracia
tarea de pensar una articulación entre esas dos libertades que haga a ambas posibles.

1. La idea de democracia

1.1 La filosofía y la democracia

La forma más retórica de definir la democracia ha sido como gobierno del pueblo,
para el pueblo y por el pueblo. La primera caracterización, «gobierno del pueblo»,
es común a todo régimen político; la segunda, «gobierno para el pueblo», le puede
ser disputada a la democracia por todos los regímenes paternalistas; en cambio,
«gobierno por el pueblo» constituye una peculiaridad fuertemente diferenciadora
de la democracia, donde reside su atractivo y su peligro, su belleza y su riesgo.
Argumentaremos que el gobierno por el pueblo es el elemento distintivo de la idea
de democracia; y que las distintas mediaciones o formas de ejercer el poder político
por el pueblo originan los diferentes modelos de democracia.
La idea fuerte de democracia pasa actualmente por su mayor crisis, tras la
pérdida de hegemonía social de la ideología marxista y lejos los ecos utópicos del
anarquismo. Con el pretexto de las dificultades prácticas para concretar en las
sociedades complejas el poder del pueblo, la idea de democracia se ha
metamorfoseado en democracia representativa y, en sus formas más mercantiles,
en democracia electoral. Hoy resulta trivial que, en el orden real, la democracia ha
542 N. Bobbio, Igualdad y libertad. Ed. cit., pág. 108. de ser representativa o indirecta, y no delegativa o directa. El debate sobre las
360 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 361

mediaciones no es un debate sobre la democracia, sino sobre sus modelos; el debate opción democrática implica una opción filosófica. En rigor, la idea de democracia
filosófico sobre la democracia se plantea en torno a la cosificación, a la sustan- supone una «ruptura epistemológica» en la filosofía política, porque quita todo
tivización de los procedimientos, en definitiva, en torno a si la democracia ha de sentido a las cuestiones filosóficas sobre el orden justo, el bien común, el mejor
reducirse a un simple juego de procedimientos electorales y parlamentarios, régimen, etc., cuestiones que se juegan todas ellas en la opción por la democracia.
cosificados y sacralizados, en lugar de pensar los mismos como meros instrumentos Al romper con la trascendencia e instaurar un criterio moral autorreferencial o
técnicos y contingentes subordinados a la idea de autodeterminación popular político, lo bueno, lo justo, lo mejor, pasa a ser lo que decida la voluntad del pueblo
efectiva. en circunstancias a decidir. Lo coherente con esta posición filosófico-política sería,
La reificación de la representación no puede justificarse en la imposibilidad por tanto, abandonar toda tentación paternalista de definir y realizar el orden justo
práctica de la democracia directa y as amble aria, que hoy sólo es un ideal marginal; y considerar como tarea única de la política la de propi~i~r todo aq~e~lo ~~e
ésta limitación objetiva pone la exigencia de un sistema de mediación, eventual- potencie la expresión de la voluntad del pueblo, en defimtIva, la partlClpaclO.n
mente el representativo-electoral, pero manteniendo el carácter técnico, instru- política, renunciando a proponer o imponer fines y bienes. Pensar la democraCIa
mental, del procedimiento, sin sacralizar el representacionismo, el electoralismo y como un instrumento, el más apto, para conseguir ciertos fines morales, jurídicos
el mayoritarismo automáticos. Hoy la batalla contra democracia se da por la vía o teológicos sustantiva y racionalmente establecidos, implicaría mantenerse en
de sustantivación del procedimentalismo. una filosofía apta para una opción predemocrática y anacrónica.
Los argumentos realistas o de necesidad no pueden invalidar el ideal demo- Es obvio que el debate sobre la democracia no es coherente con la toma de
crático de gobierno por el pueblo; simplemente nos obligan a redefinir el nuevo posición filosófica que la opción democrática implica543 • Junto a la defensa de las
orden institucional que, ajustado a las actuales circunstancias, posibilita más y decisiones y procedimientos democráticos como valores en sí, se pone una
mejor el ejercicio del poder -o, mejor, la praxis política- por el pueblo para su justificación de la democracia en base a valores trascendentes (bien común,
auto gobierno. Podemos hoy considerar inviables y anacrónicas las estrategias y las derechos del individuo, equilibrio de los poderes, pluralismo, alternancia, etc.),
formas institucionales de los modelos históricos de democracia, de la ateniense a que se convierten en centro de confrontación. Sin duda alguna esa intoxicación
la bolchevique; pero la inadecuación de sus formas institucionales o procedi- del debate es efecto de la complejidad de los cambios filosóficos, pero también de
mentales no cuestiona lo más mínimo la idea misma de democracia, con su las reticencias a pensar consecuentemente la democracia como gobierno por el
contenido emancipatorio e igualador. pueblo. Cuando se mantiene esta idea y se la interpreta en sentido radical, es decir,
La idea de democracia que ha recorrido los siglos, adquiriendo fuerza práctica depositando en la propia praxis política la tarea de fijar los fines, desaparecen los
en algunos momentos históricos, está indisolublemente unida a las aspiraciones viejos problemas sobre los derechos de los individuos y los límites del poder y son
de los hombres y los pueblos a su auto gobierno, sea como vía de resolución de sus sustituidos por otros nuevos, centrados en las circunstancias o condiciones de la
males (la desigualdad, la dominación, la opresión), sea como realización de sus democracia, en la forma institucional que mejor puede aplicar la idea democrática
derechos y de su ideal de vida. En consecuencia, el pensamiento democrático no de participación y compromisos efectivos a nuestras sociedades complejas.
puede renunciar, sin perversión, a su contenido político más genuino, el gobierno Ese cambio de perspectiva exige un cambio en la concepción de las filosofía y
por el pueblo como poder político detentado y ejercido efectivamente (sin prejuzgar de su relación con la política y la democracia. La resistencia histórica de la filosofía
las mediciones) por el pueblo; como tampoco puede renunciar a pensar ese poder a pensar la democracia como gobierno por el pueblo va ligada a unas concepciones
político como única vía de liberación del hombre en lo social, por lo cual la idea de que esperan que la filosofía imponga a la política desde el exterior sus fines, que le
democracia no refiere simplemente a una forma de gobierno, sino a una forma dicte el modelo de ciudad a construir; desde tales concepciones, la democracia es
sociopolítica de vida. En definitiva, no puede reducirse, sin perversión, a simples siempre sospechosa de antifIlosófica. A la inversa, desde una concepción política
fórmulas de representación y decisión políticas, habiendo de incluir contenidos de la filosofía, ésta defenderá la ciudad como un nosotros políticamente construido
económicos, sociales y culturales. La participación efectiva en el ejercicio del poder,
la igualdad política real, exige unas relaciones sociales y económicas sin las cuales 543 El debate sobre la democracia es uno de los más importantes de la filosofía política
el gobierno por el pueblo deviene soberanía abstracta e imaginaria. La democracia, actual. Sobre el mismo, ver N. Bobbio, El futuro de la democracia. Barcelona, Plaza y Janés,
por tanto, no es simplemente una forma de elegir y deponer gobiernos, un 1986; P. Bachrach, Crítica de la teoría elitista de la democracia. Buenos Aires, Amorrortu, 1973;
procedimiento educado de decisión entre opciones plurales, sino una manera de G. Burdeau, La democracia. Barcelona, Ariel, 1970; C.B. Macpherson, La democracia liberal y
su época. Madrid, Alianza Editorial, 1981, y Democratic Theo?" Oxford, ~laren~on Pre~s, 197;;
entender la vida.
W.N. Nelson, La justificación de la democracia. Barcelona, Anel, 1986; GlOvanm Sarton, Te~na
Esta será la idea que argumentaremos. Pero, antes de entrar en los problemas, de la democracia. Madrid, Alianza Editorial, 1988; John Plamenatz, Democracy and Illuswn.
queremos llamar la atención sobre un aspecto del actual debate filosófico sobre la Londres, Longman, 1973; C. Friedrich, La democracia como forma política y como forma de
democracia que nos parece abocado a la falacia y la esterilidad por ignorar que la vida. Madrid, Tecnos, 1961.
362 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 363

y, en consecuencia, verá en la democracia la condición de posibilidad de su existencia vida política, tanto de sus formas y criterios como de sus objetivos y representa-
teórica (debate racional interno a la ciudad) y práctica (eficacia en la construcción ciones; la filosofía y la política clásicas, que se constituyen respectivamente como
política del nosotros). La democracia pasa a ser pensada por la filosofía como el lucha contra la duda y la inseguridad, han tenido que reconstituirse para superar
mejor régimen, por ser el más político y el más filosófico. Es decir, el que exige y una larga historia de oposición a la democracia. Unas pinceladas de esa historia 546
posibilita la participación política, la vida política, y el que permite que los intereses, nos ayudará a ilustrar y clarificar esta cuestión.
el bien común, los derechos, en definitiva, los fines de la ciudad, sean decididos La democracia es una invención griega. El análisis etimológico del término
pO,líticamente. La democracia es el régimen más político y más filosófico porque desvela la ambivalencia de la expresión en su origen griego: demos significa pueblo,
eXIge y potencia la práctica política de la filosofía y la práctica filosófica de la política pero tanto en el sentido de conjunto de ciudadanos como de populacho; y kratos
en la construcción y defensa de la ciudad. significa tanto gobierno como poder, que no son la misma cosa. No obstante, con
cualquiera de sus sentidos apunta al «gobierno por el pueblo», contenido que
1.2 El gobierno del populacho consideramos intrínseco a la idea democrática, manifiesto en la filosofía política
de los griegos y conservado a través de los siglos, de mil maneras camuflado. Se
Esta reconciliación entre filosofía, política y democracia que acabamos de tomaba posición a favor o en contra, pero con el reconocimiento implícito de que
mencionar responde a una situación nueva y contemporánea; en la historia ha democracia significaba poder del pueblo; se han redefinido mil veces las nociones
dominado la escisión, el no reconocimiento o el rechazo explícito de la democracia de «pueblo» y de «poder», para disimular la repugnancia antidemocrática de la
por la filosofía. Salvo raras excepciones la democracia fue pensada como «gobierno filosofía consiguiendo una idea bella de democracia, pero manteniendo siempre
del populacho», como gobierno de la opinión frente a la razón. Como dice c.E. el referente del gobierno por el propio pueblo.
Macpherson: «Democracia ha sido con frecuencia una palabrota (bad word). Así lo constatamos en su origen clásico. La idea griega de democracia tiene la
Cu~quier persona que era alguien sabía que democracia, en su sentido original de virtud de ser clara y sencilla, tanto porque contaba con una noción precisa de
gobIerno por el pueblo o gobierno en concordancia con la voluntad de la mayor pueblo, como porque la polis gozaba de unas condiciones favorables para el diseño
parte del pueblo, era una mala cosa -fatal para la libertad del individuo y para de un orden institucional democrático. Efectivamente, aunque demos refiriera tanto
todas las ventajas de la vida civilizada. Esta fue la posición adoptada por casi todos al conjunto de los ciudadanos como al populacho, los pensadores griegos acuñaron
los hombres de inteligencia desde los primeros tiempos históricos hasta hace un un uso político preciso del término. En el lenguaje político «demos» denotaba un
siglo. En fin, sólo a partir de los años 50, la democracia deviene una buena cosa»544. grupo social bien definido por dos determinaciones: cuantitativamente, se refería
Castoriadis, comentando la oposición de Sócrates, símbolo de la filosofía occidental, a los más, a la mayoría; y, cualitativamente, a los pobres. Los griegos no tenían
a.la política democrática, dice que su filosofía «transgrede los límites de lo que, en interés alguno en ocultar la diferencia social y económica, la división en clases,
ngor, es tolerable en una democracia»; ésta es el régimen explícitamente fundado con universales taxonómicos mistificado res. Aristóteles nos habla con envidiable
en las doxae, en el debate y construcción de las opiniones compartidas; en la sencillez y sin mala consciencia: hay oligarquía cuando gobiernan los ricos en virtud
democracia está «permitida y legitimada» la refutación de las opiniones de los de su riqueza; y hay democracia cuando gobiernan los pobres547 .
otros, constituyendo la respiración de la vida pública. Sócrates se dedica a mostrar La diferencia se establece por la cualidad (pobreza-riqueza), no por el número
~ue todas las opiniones son erróneas, sin proponer otra alternativa, que lo sería (muchos-pocos); lo que ocurre es que los ricos siempre son pocos y los pobres
Igualmente. ~e este modo hace imposible cualquier régimen político, y en especial muchos, por lo cual resulta obvio para los griegos que la democracia es de facto el
la democraCIa, ya que «no es posible vida social alguna sobre la hipótesis de que gobierno de los muchos y pobres; como les resulta evidente que, por la misma
t~dos los participantes viven en un mundo de espejismos incoherentes, -cosa que lógica de las cualidades asociadas, la democracia es el gobierno de los peor dotados
Socrates demuestra constantemente»545. La filosofía prepolítica sólo reconoce las técnica, moral y políticamente, que genéricamente se denomina gobierno de la
ciudades de los dioses, apoyadas en la verdad y el bien, y no hay nada menos divino masa o del populacho. A la inversa, les resulta igualmente trivial y claro que la
que la democracia.
aristocracia era el gobierno de los pocos, de los ricos, de los bien nacidos y, por
La democracia, en tanto se construye sobre opiniones compartidas exige la ello, de los técnica, moral y políticamente mejores, de los nobles o notables, de la
incertidumbre de cada ciudadano respeto a los fundamentos y a la verdad de la

546 Además del libro de C.B. Macpherson antes citado, seguiremos de cerca en este repaso
544. C.B. ~acpherson, The Real World ofDemocracy. Oxford, CIaren don Press, 1966, pág. 1. a Anthony Arblaster, Democracy. Milton Keynes, Open University Press, 1987, págs. 2-37; M.
La mIsma tesIS desarrolla La democracia liberal y su época. Edic. cit., págs. 20 ss .. 1. Finley, Democracy Ancient and Modern. Londres, Chatto & Windus, 1973; y J.K. Davies,
545 C. Castoriadis, Le monde morcelé. Les carrefours du labyrinthe, In. París, Seuil, 1990, Democracy and Classical Greece. Londres, Fontana, 1978.
pág. 106.
547 Política, 1290b.
364 FILOSOFíA POlíTICA LA DEMOCRACIA 365

elite. J?istinciones obvias de una filosofía que no oculta su legitimación de la es una idea, que entre otras se disputaba la determinación del orden de la ciudad;
esclavItud o su desprecio a la democracia, por carecer de mala consciencia' una idea que sólo llegó a realizarse en cierto grado y a través de sucesivas reformas
distinciones claras y clarificadoras, que sirven para pensar la realidad y no par~ a lo largo del tiempo. En la misma resaltan dos contenidos comunes a todas las
ocultarla. aspiraciones democráticas: la participación de todos los ciudadanos en la política
. Querem.as decir con ello que la democracia-como la monarquía o la aristocra- y la indiferencia política ante las diferencias, es decir, el mantenimiento de las
Cl~- en GreCla es pensada en un cuadro conceptual de conflicto social y de enfrenta- diferencias sin que devengan determinaciones de clase. Efectivamente, la idea de
mIento de clases; la política ha de ser definida como un arte aplicable a la realidad democracia ateniense busca la participación efectiva del pueblo en el ejercicio del
no. como diseño de una ciudad celeste inalcanzable que consuele de las miseria~ poder político; por eso abre la Asamblea a todos los ciudadanos, ocupa las
e~I~:entes ..Por eso pertenecer a la mayoría o a la minoría significa tener una con- magistraturas por sorteo y no mediante elección de los mejores, limita el tiempo y
dICl.on socIal precisa, car~cterizada por la relación con la riqueza y la cultura y, el número de veces que pueden ocuparse los cargos, etc. Es claramente participativa,
denvado de ellas, con la vIrtud, el valor, el conocimiento y las artes. El demos es esa ya ello se orienta; no es ni representativa ni delegativa. Quienes ocupan los cargos
~as.a .de gentes numerosa, pobre, con pocas virtudes, negada para la filosofía y la están en ellos por derecho propio, sin representar a nadie y sin ser delegados de
)UstlCla, c~ndenada a vivir sin las ideas. Por eso los filósofos siempre vieron la ninguna misión. Tal cosa responde a las características de la polis y de su forma de
de~ocraCla como resultado de una lucha, esencialmente una lucha de clases vida, con absoluta primacía ontológica y moral de la comunidad. Por ello, para
sOClales, ,de los pobres plebeyos contra los ricos y bien nacidos. Según Macpherson hacer efectiva la participación, corrigiendo vicios prácticos, se impuso el pago a
«n.o es mn~~na novedad señalar que en la tradición general occidental de pensa- los cargos públicos del Consejo y de los jurados, y más tarde a los asistentes a la
mIento Fol~tlco, desde Platón y Aristóteles hasta los siglos XVIII y XIX, la democracia Asamblea. Eso sí, sueldos modestos, suficientes para hacer efectiva la participación
se de~ma, SI es que se pensaba en ella, como el gobierno de los pobres, los ignorantes de los más humildes pero insuficiente para hacer la política atractiva como negocio.
y los Incompetentes, a expensas de las clases ociosas, civilizadas y ricas»548. En consecuencia, fue una democracia de políticos aficionados, contra cuya situación
Pe~o los grie.gos no sólo inventaron el término «democracia», sino que pensaron escribe Platón su República, dedicada a defender la conveniencia de que la política
l~ realIdad SOCIal adecuada a ella, la comunidad política gobernada por los o arte del gobierno, más incluso que ningún otro arte, debe estar en manos de
cIUdadanos; pensaron el orden institucional ajustado a la idea de democracia; lo hombres cualificados (que serán obviamente los menos, los ricos, los nobles, los
p~~s~ron ~ l~ construyeron, siendo Atenas su más bello y fecundo ejemplo. Y es virtuosos) .
dIflCll deCldIr en qué medida la idea se elaboró ajustada a la realidad o ésta Es sabido que, desde sus orígenes, la democracia contó con el rechazo de los
ma~e.rializó la idea; fue un proceso histórico de reajustamiento, de const;ucción filósofos, de Platón y Aristóteles a Tucídides y Aristófanes. Platón, como máximo,
polItlca de la democracia y construcción filosófica de la idea de democracia. le concederá en el Político el triste mérito de ser el menos malos de los regímenes
L~ cierto es.que ambas, la democracia como orden institucional y la democracia degenerados. Y no es trivial que el hecho más relatado y conocido de la democracia
como Idea, nacIeron, se desarrollaron y florecieron en el mismo espacio social, en ateniense sea su condena de Sócrates por impiedad; ni que Sócrates haya pasado a
un m.arc.o, natural y socioeconómico favorable: el de la polis. Sin entrar en la ser el símbolo del librepensamiento frente a la tiranía de la mayoría, de las leyes y
descr~pcIOn pormenorizada, destaquemos que se trataba de unas sociedades del poder.
espaClalm~nte muy delimitadas (en extensión, población y medios), cerradas (a
los extra~)eros, a los so~stas!, fuertemente autárquicas (en economía y valores) y 1.3 La democracia y la polis
con. un ntmo de cambIO e mnovación tecnológica relativamente lentos. En esa
realIdad era relativamente fácil pensar y realizar la democracia; o, mejor, una forma Hemos aludido a dos rasgos básicos de la democracia ateniense, la participación
de l~ democracia, de ejercicio popular del poder, que conocemos como modelo efectiva de todos los ciudadanos en las tareas del gobierno y el carácter temporal,
atem~~se549. Pensar.on, pues,. el orden institucional de la democracia ajustado a las rotatorio y por sorteo de los cargos entre los ciudadanos; un tercer rasgo que no
condICIOnes matenales de vIda de la polis. debiera pasar inadvertido por ser no sólo esencial a la democracia griega sino
No debem,o~ confundir la polis con la democracia ateniense; en la polis, como intrínseco a la democracia es la práctica de la deliberación política, la cual da sentido
~arco geopohtlco ge~eral, cabían diversos modelos de democracia y de otras a todo el sistema. La Asamblea es el órgano más importante de la democracia
dIversas formas de gobIerno, y así ocurrió históricamente. La democracia ateniense griega, por ser el órgano de debate donde idealmente todos los ciudadanos tienen
cabida. Un orden relativamente cerrado y endogámico como el griego, con poca
548 C.B. Macp~erson, .La democracia liberal y su época. Edic. cit., pág. 20. aceleración de la vida económica y social, exigiendo por tanto una limitada tarea
~49 Sobre los dlVeros tipos de democracia ver David Held, Modelos de democracia. Madrid legislativa, hacía de la Asamblea un órgano de debate de las cuestiones colectivas,
Ahanza, 1991. ' un foro adecuado para potenciar lo común. La Asamblea permitía la identidad
366 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 367

entre vida política y social tanto como la identidad entre gobernante y gobernado. De todas formas, la democracia ateniense tiene sus sombras. El cuerpo de
Era el lugar donde se definían los valores, se valoraban las costumbres, se ciudadanos no agotaba la totalidad del pueblo. Ni las mujeres, ni los extranjeros o
auto determinaba la vida. La Asamblea, por tanto, aparte su función estrictamente metecos, ni los esclavos, eran ciudadanos, que en conjunto apenas llegaban a la
normativa, desempeñaba el papel de engendrar identidad política. cuarta parte de los ciudadanos adultos. Y aunque es bien cierto que los ciudadanos
La identidad potenciada por la deliberación no sólo jugaba como un factor no eran los ricos, sino que en su mayoría eran trabajadores que necesitaban el
fuerte de cohesión de la comunidad, sino que hacía posible que el paso efímero salario político para permitirse dejar el trabajo y asistir a la Asamblea, es evidente
por las magistraturas, sin carácter representativo ni delegativo, no engendrara el que el espacio de luz de la democracia ateniense cabalga sobre las sombras de
caos. La política de la democracia griega no era sólo un mecanismo técnico de negar la ciudadanía a amplios sectores de hombres; más que el gobierno de los
ejercer unas funciones de orden, justicia, paz, etc., sino una práctica de una forma pobres la democracia ateniense era el gobierno por y para los hombres libres.
de vivir lo común y en común, siendo el ágora su lugar más simbólico. Por eso, y El modelo ateniense describe una democracia limitada, no universalista; hoy
sólo por eso, podía gobernar el pobre y rústico demos. no sería considerada democracia. En dicho modelo la política se piensa en una
A. Arblaster recoge un pasaje de la comedia de Eurípides, Las suplicantes, que representación de la actividad humana dividida entre el hogar y la ciudad. Para los
no nos resistimos a reproducir. Es un diálogo entre el heraldo de Tebas y Teseo, rey atenienses las tareas particulares eran lo otro de la política (aunque hoy hablemos
de Atenas. El heraldo del rey Creonte pregunta por el jefe, por el rey absoluto, y de «política doméstica»); ésta era la vida en, y dedicada a, las cosas comunes de la
Teseo contesta: «Este estado no está sujeto a la voluntad de ningún hombre, sino ciudad: del orden político, de la justicia, de las medidas contra el despotismo, del
que es una ciudad libre. El rey aquí es el pueblo, que gobierna por turnos anuales. ejerci~io del poder y sus condiciones, en fin, de una organización y un funciona-
Aquí no damos un poder especial a la riqueza. La voz del hombre pobre manda miento de la ciudad en provecho del demos. La vida política, la verdaderamente
con igual autoridad». El heraldo contesta sorprendido: «La ciudad de donde vengo humana, la que permitía a los hombres realizar su eidos, estaba reservada a los
vive bajo el mando de un hombre, no de una chusma ... ¡Hombres vulgares! hombres libres, a los ciudadanos, a los verdaderos hombres; los otros son mujeres,
Incapaces de razonar llanamente, ¿cómo pueden guiar una ciudad con políticas bárbaros o esclavos, en ningún caso hombres.
estables? La experiencia proporciona conocimientos más útiles que la impaciencia. Estas luces y sombras de la democracia griega habrían de servirnos para dos
Vuestros pobres rústicos, incluso aunque no fueran locos, ¿cómo pueden alternar cosas: para desecharla como ideal, por su exclusión de la ciudadanía de una parte
sus mentes de la labranza a la política?»55o. importante de hombres cuya función apolítica es básica para la ciudad; y para ver
El heraldo de Eurípides piensa como el Sócrates del Protágoras de Platón, quien en ella cómo la aplicación, el procedimiento, el sistema de mediaciones mediante
entiende que si se trata de construir casas, hay que consultar al arquitecto; si navíos, el cual el ideal democrático de gobierno por el pueblo se realiza responde a unas
al ingeniero naval; si salud, al médico; y, por tanto, si se trata de la ciudad, a quien condiciones objetivas y subjetivas que afectan poderosamente su contenido.
domina el arte del gobierno. Protágoras, en cambio, entiende que la política no es Distinguir en cada tiempo y lugar entre los límites necesarios y los arbitrarios,
cosa de especialistas, sino de hombres libres, de cuantos forman parte de la ciudad; forzar siempre la tensión entre la realidad y el ideal, es una buena forma de apostar
todos pueden hacerlo bien en tanto que se identifican con la ciudad. filosóficamente por la democracia. En este sentido, queremos insistir en la
La democracia ateniense se basaba en el debate abierto; no habían partidos ni importancia de distinguir la polis de la democracia. Platón amaba la polis, pero
organizaciones mediadoras. Se cultivaba el principio de isonomía o igualdad ante una polis no democrática; hoy hay añoranzas de la polis, como en las corrientes
la ley, que el breve gobierno de los Treinta Tiranos suprimió, manteniendo sólo a comunitaristas, que tampoco son democráticas. La democracia, como gobierno
3.000 ciudadanos el derecho a juicio. Pero, sobre todo, se entendía el valor sustantivo por el pueblo, se institucionalizó sólo en algunas polis; por tanto, las condiciones
de la política, de la vida política. El ciudadano era miembro en sentido casi orgánico: sociales y la forma de vida de la polis (si es aceptable la generalización) no deben
la ciudad era un todo, los individuos sus partes, en sí no autosuficientes. Un sustituir camufladamente al ideal democrático, a la forma institucional y la vida
ciudadano sólo alcanzaba su perfección como miembro activo de su po lis. Como política de la polis democrática. De la misma manera, el orden institucional y las
decía Tucídides, «no decimos que un hombre que no tenga interés en la política es formas de vida política propias de la democracia ateniense no deben confundirse
un hombre absorbido en sus propios negocios; decimos que es un hombre que no con el ideal democrático de poder político efectivo del pueblo; sería sustituir la
tiene aquí negocio alguno»551 . En la democracia de Pericles el «hombre privado» idea de democracia por un simple modelo histórico de concretarse esa idea, ajustado
era un «idiota», en el sentido actual de irresponsable, en tanto despreocupado de a las circunstancias. Tal confusión supone una ilusión, cuando no es un recurso
los asuntos públicos. para declarar anacrónica o imposible la democracia, como en el pseudo debate
sobre la democracia directa.
550 Anthony Arblaster, op. cit., pág. 20.
551 Tucídides, La guerra del Peloponeso. (Cf A. Arblaster, op. cit., pág. 22).
368 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 369

2. La revisión de la idea democrática tuviera propiedades del tipo o de la cuantía que les permitieran convertirse en una
clase explotadora»552. Por tanto, en su lúcida distinción entre la «democracia
2.1 Sufragios y delegados utópica», como estructura socio-política alternativa a la división en clases, y la
«democracia libera!», como estructura política ajustada a una sociedad con división
La reformulación moderna de la idea de democracia se da propiamente en los en clases aceptada, los Levellers expresarían un momento de transición, un orden
preámbulos de la Revolución francesa. Algunos estudiosos, puestos a buscar raíces, con propiedad y de clase única, con representación popular pero limitada.
han resaltado el espíritu democrático de dos movimientos confluentes: por un Lógicamente, de su idea de democracia ya han desaparecido los residuos del
lado, el igualitarismo de la Reforma, su teorización de la resistencia al poder orden cerrado; no hay condiciones para una democracia directa. Pero, como hemos
establecido; por otro, la herencia ideológica e institucional del feudalismo (los dicho, a la democracia como gobierno por el pueblo no le es consustancial el modelo
privilegios de los estados -aristocracia, clero, comunes- y las ciudades) que ateniense de democracia directa; lo que implica es que el orden institucional posible
arrastraba cierto sentido de la representación y de los derechos de los grupos frente se justifique por su orientación a hacer efectivo el poder político del pueblo. Yen
al poder absoluto monárquico. Ciertamente, son dos temas nuevos, cuyo contenido la doctrina de los Levellers se concibe una representación parlamentaria en la que
asumirá la moderna idea de democracia; pero dicho pensamiento, y las doctrinas los representantes eran considerados agentes o delegados del pueblo, y por tanto
en que se enmarca, no pueden considerarse consecuentemente democráticos. revocables. Proponían elecciones parlamentarias anuales o bianuales y no permitían
Si algún movimiento político e intelectual puede situarse próximo al ideal dos periodos de sesiones sucesivas como representante. Extendieron el electoralismo
democrático, es el de los Levellers, que en la década de 1640 articularon un discurso a los jueces y magistrados, también de forma anual. Todas estas medidas, sean
políticamente radical y que exigía reformas sociales y políticas. Tenían la ventaja cuales fueren sus insuficiencias técnicas o prácticas, constituían una nueva visión
de que habían luchado en la guerra civil, alIado del Parlamento, lo que les hacía del poder popular.
creer en su derecho a estar representado en el mismo. Como decía uno de sus Los Levellers perdieron la batalla, triunfando las tesis de los propietarios de la
líderes, nadie tiene más derecho a la libertad que quien ha luchado siete años contra tierra, que abiertamente ligaban la libertad política a la propiedad. Locke recogería
la tiranía. Ciertamente, el argumento es fuerte: para la lucha no se les exigió ser y formalizaría estas tesis en su Segundo Tratado del Gobierno Civil. Locke es un
propietario; para la participación política, sí. O sea, eran tratados como genuino representante del liberalismo, pero no de la democracia; su teoría permite
mercenanos. sólo el contenido democrático compatible con el ideal liberal. Aunque su pensa-
Los Levellers constituían un movimiento confuso, con posiciones diversas en miento da entrada al modelo habitualmente llamado democracia liberal, más
su seno, que iban desde quienes exigían el sufragio universal a quienes excluían del ortodoxa habría sido la denominación gobierno representativo liberal.
mismo a mendigos y asalariados. En todo caso, en ese movimiento aparecieron Locke defiende el gobierno por contrato y consenso, contra el despotismo. El
con claridad las reivindicaciones de los derechos políticos. Y los exigieron con gobierno es un contrato; si se rompe, el pueblo tiene derecho a resistir al gobierno
argumentos rotundos: puesto que un pobre tiene que vivir su vida en Inglaterra, ya reemplazarlo. Por tanto, defiende el contractualismo, que liga el poder político
como el más rico, es natural que exija el derecho a voto. Les parece claro que quien a los derechos de los súbditos; y defiende el derecho de resistencia, que proporciona
ha de vivir bajo un gobierno debe hacerlo sólo por consentimiento; y no hay otra a su doctrina un buen potencial subversivo; pero no es demócrata. La teoría del
forma de expresar ese consentimiento que mediante el derecho al voto. consentimiento es liberal, antiautoritaria, pero no democrática. El nosotros que
La idea del gobierno legítimo como «libre consentimiento del pueblo» queda construye el contrato lockeano no pone el acento en el gobierno por el pueblo,
así bien establecida. Por eso consideramos que los Levellers anticipan el nuevo sino en el gobierno respetando los derechos individuales. En su teoría el elemento
ideal democrático. Es cierto que, a pesar de su discurso realmente radical, maquillan democrático es débil; y aunque el procedimiento o sistema institucional que diseña
el término «pueblo», tal que excluye las mujeres; incluso hubo divergencias a la sea ampliamente compatible con la democracia, en su teoría cumple una función
hora de exigir la franquicia a los empleados. De todas formas, y a pesar de las instrumental, no sustantiva.
impurezas, perfilaron muchos trazos de la moderna idea de democracia. ASÍ, además Son muchas las ambigüedades de Locke, como sus tesis según las cuales los no
de extender los derechos políticos más allá de los propietarios de la tierra, apuntando propietarios no tienen que consentir nada; quien vive en un país tácitamente
incluso más allá de los propietarios en general, defendieron la superioridad del consiente a su régimen; los niños no son ciudadanos; etc. En rigor, incluso el derecho
pueblo sobre el Parlamento, tesis básica de la democracia. de resistencia se limita a la de los cuadros intermedios. Locke no pasa de las tesis
Estamos ya hablando, claro está, de otro tipo de democracia. Macpherson dirá liberales, como las de Burke, para quien sólo los propietarios de la tierra deberían
que la democracia de los Levellers era una sociedad de una sola clase: «El ideal de gobernar. De hecho, el movimiento ilustrado se mantuvo, en general, en estas
los niveladores era una sociedad en que todos los hombres tuvieran propiedades
suficientes para trabajar como productores independientes, y en la que ninguno 552 C.B. Macphersoll, La democracia liberal y su época. Edic. cit., págs. 25-26.
370 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 371

posiciones: el pueblo era declarado soberano y fundamento del poder, pero por tal Los primeros textos políticos donde aparecen reivindicaciones netamente
se entendían la gente honesta, las clases medias, o sea, como decía Voltaire, los modernas de la democracia son las declaraciones de independencia y textos consti-
hombres que pudiesen vivir respetablemente de sus rentas y propiedades, sin tucionales de los diversos estados norteamericanos, que en general tomaron como
trabajar para otros, libres, virtuosos e independientes; en modo alguno incluían al modelo la de Virginia (1776). En dichos textos la democracia se enfoca fundamen-
estúpido populacho. Mandeville, con su ironía habitual, decía que una nación libre talmente desde la perspectiva de la cuestión política; es decir, sin poner la cuestión
donde fuera abolida la esclavitud tendría su más segura riqueza en una multitud de la propiedad privada, concretándose en la participación popular en el gobierno.
de pobres laboriosos. Los pobres eran económicamente necesarios, pero política- Si bien se aceptaba la inevitabilidad de la representación, se insistía en la rotación
mente molestos y culturalmente despreciables. Podemos decir que, al fin, los pobres de los cargos y en las elecciones anuales que evitaran la corrupción. Paine, consciente
han logrado que sea reconocida la necesidad de su existencia; pero como pobres. de ese límite, exigía elecciones frecuentes para evitar que los intereses de los elegidos
La libertad y la política sigue siendo propiedad de los propietarios. Y la cultura de se separaran de los intereses de los electores. Se exigía que las Constituciones fueran
una élite. aprobadas en referendos y que existiera una cámara única; pero, sobre todo, que
los derechos políticos fueran liberados de la propiedad: la riqueza no era una
2.2 El gobierno de los elegidos cualificación política, la pobreza no había de implicar desventajas.
El espíritu democrático encontró resistencias en el propio espíritu liberal que
Son las revoluciones del XVIII, Yespecialmente la francesa, las que actualizan la idea a su manera lo propiciaba, aferrándose a la tesis de subordinar los derechos políticos
de democracia. Revolucionaron la idea y, además, la pusieron en su agenda política a la propiedad, que de facto era una manera de excluir al populacho, a la «canaille»,
para su realización. La filosofía se estremece: cuanto más posible era, más temida; de la política, pues aunque la propiedad en los nuevos estados estaba más extendida,
cuanto más cercano se veía el poder popular, más rechazado era el populacho. La la mitad de la población adulta masculina quedaba sin franquicia. El mismo
batalla por la democracia y por su idea fue dura. Rousseau, como en tantos otros Jefferson, sensible a esta idea, trataba de corregir sus efectos repartiendo tierras en
aspectos del pensamiento filosófico político, es un referente obligado, al poner la Virginia, para así aumentar la población libre; trataba de ensanchar el pueblo,
igualdad social, y en particular la igualación de la propiedad, como condición de pues seguía preso de la idea clasista del pueblo como las clases medias
la democracia. El ginebrino pensaba que esa igualdad social, y sólo ella, posibilitaba autosuficientes, con intereses materiales que defender, 10 cual garantizaba su
la igualdad política, era condición indispensable de la soberanía de la voluntad honorabilidad y apoyo al gobierno. «Aquí todo el mundo puede tener un terreno
general; veía necesaria una igualdad básica de la propiedad tal que «ni un sólo que labrar por sí mismo, si lo desea; o, si prefiere el ejercicio de cualquier otra
ciudadano pudiera ser, ni tan opulento como para poder comprar a otro, ni tan industria, puede exigir por ella tal compensación que no sólo se puede permitir
pobre como para tener que venderse»553. una subsistencia cómoda, sino los medios para compensar el cese en el trabajo al
En el debate moderno de la democracia, y hasta nuestros días, hay dos ideas llegar a la vejez. Todos, por sus propiedades o por su situación económica
que se reparten el protagonismo. La primera es que los derechos políticos deben satisfactoria, están interesados en defender las leyes y el orden. Yesos hombres
desvincularse de la propiedad, de las relaciones sociales y económicas, extendién- pueden reservarse segura y provechosamente un sano control de sus negocios y
dose a todos los ciudadanos qua seres humanos; la segunda, que acabamos de un grado de libertad que en manos de la canaille de las ciudades de Europa se
referir a Rousseau, es que los derechos políticos para ser efectivos exigen la igualdad verían instantáneamente pervertidos en la demolición y destrucción de todas las
social, el reparto de la propiedad. Las dos ideas reivindican la democracia y las dos cosas públicas y privadas»554. El texto refleja espléndidamente la subordinación de
encontraron fuertes resistencias; pero mientras la primera no exige resolver las concesiones democráticas, incluidas las concesiones económicas, a la estabilidad
políticamente la cuestión social, la segunda pone ésta como exigencia inexcusable del Estado, a la estrategia de impedir que el pueblo acceda efectivamente al poder.
de la política. Con el tiempo, la primera, la cuestión política, se iría aceptando, Entre los fundadores de la nación se tenía por principio que toda comunidad
precisamente a medida que las clases capitalistas fueron capaces de pensar una se divide en los pocos y los muchos; los primeros son los ricos y bien nacidos; los
forma política democrática compatible con la doctrina liberal, un procedimiento otros, la masa del pueblo. Si los muchos tienen el poder, oprimirán a los pocos; si
que les ofreciese garantías de conciliar la extensión del sufragio y de los mecanismos lo tienen éstos, oprimirán al pueblo. La solución pasaría por dar a los ricos una
de participación democráticos con el respeto y defensa de las relaciones de parte distinta y permanente en el gobierno tal que pudieran controlar las
propiedad; la segunda, la cuestión social, en cambio, seguirá viéndose como imprudencias de la democracia. Este papel de control fue confiado al Senado, o
amenaza, seguirá negándose por innecesaria o perversa. cámara alta, que siempre fue visto como el órgano que garantizaba los derechos de

554 Th. Jefferson, «Carta a John Adams, 1813» (Cf C.B. Macpherson La democracia liberal
553 Del Contrato Social, Il, XI. (Citamos sobre la edición en castellano de Alfaguara). y su época. Edic. cit., págs. 28-29).
LA DEMOCRACIA 373
372 FILOSOFÍA POLÍTICA

los propietarios frente a las imprudencias de la democracia. Lo que se cedía al optado por la sociedad como asociación de individuos discretos, que mantienen
avance democrático en el Parlamento, se recuperaba con los privilegios del Senado. relaciones de intercambio reguladas por leyes y aseguradas por una autoridad,
Esta idea cuajó y las Asambleas elegidas fueron limitadas en sus poderes. Rousseau recupera la idea de comunidad política como una realidad irreductible a
Triunfaba la tesis de Hamilton, para quien la democracia representativa la suma de voluntades o intereses individuales. Una comunidad auto regulada por
(<<representativa» de las instituciones, los cuerpos, los estamentos, los rangos) la voluntad general, que no se identificaba ni con la voluntad mayoritaria (del
corregía los peligros de la democracia simple (<<representativa» del pueblo, de los populacho) ni con la eventualmente voluntad unánime, sino con la voluntad
ciudadanos): «Cuando los poderes deliberativo o judicial son depositados total o (ilustrada) que cada ciudadano tendría cuando fuera capaz de elevarse al punto de
parcialmente en el cuerpo colectivo del pueblo, se debe esperar error, confusión e vista moral, de pensar, sentir y actuar desde el punto de vista del bien de la
inestabilidad. Pero una democracia representativa, donde el derecho de elección comunidad, y no del propio.
está bien asegurado y regulado, y el ejercicio de las autoridades legislativa, ejecutiva En el fondo, la voluntad general rousseauniana era un ideal a conseguir por el
y judicial es confiado a personas seleccionadas elegidas realmente y no hombre. La distinción entre la voluntad general y la voluntad empírica tiene ciertos
nominalmente por el pueblo, tiene en mi opinión las mayores posibilidades de ser trazos ilustrados; de hecho, los liberales también menospreciaban esta voluntad
feliz, regular y duradera»555. mayoritaria (democrática) en nombre de la racionalidad, mejor identificada por
La nueva idea de democracia, por tanto, sustituye el «gobierno por el pueblo» los bien nacidos que por la chusma. Pero en el caso de Rousseau no hay desprecio
por el «gobierno por los elegidos del pueblo», en condiciones tales que se garantice de la voluntad empírica; simplemente hay una afirmación del ideal, de la capacidad
que los elegidos sean aquellos que deben ser elegidos por su condición social. y el deber del hombre de determinar su voluntad empírica y llegar a querer lo
Descansa en la idea de que el interés del pueblo no está en gobernarse directamente, común. Por eso, aunque la voluntad general es el ideal, no desprecia la voluntad de
en participar directamente en el gobierno, sino en ser bien gobernado; para ello, le la mayoría, sino que aspira a determinarla; mientras tanto, la acepta como el criterio
interesa, y quiere, elegir a quienes lo harán mejor que ellos mismos, a quienes más democrático. En rigor nos parece que Rousseau piensa que la voluntad de la
saben mejor que ellos mismos identificar los intereses del pueblo y conseguirlos. mayoría será más mayoritaria, y tenderá a ser no sólo unánime (cosa contingente)
El ideal democrático queda sepultado por el del utilitarismo liberal, que pone la sino universal, porque, como pensaba Spinoza, los hombres coinciden en lo común
política al servicio del interés de los individuos. El gobierno representativo (liberal), y lo que tienen en común es la razón.
completado con la división de poderes, y revestido de vocación paternalista popular, Rousseau recupera así la vieja idea de democracia directa, sin representación,
fue así pensado contra la democracia, aunque esos rasgos sean hoy incluidos en el sin asociaciones políticas intermedias, tal y como las pondrían en marcha años
actual concepto de democracia representativa. La idea utilitarista-liberal del después los revolucionarios. El problema de la perspectiva rousseauniana es su
«gobierno representativo» es netamente alternativa a la idea de democracia como inadecuabilidad práctica en sociedades extensas, numerosas y afectadas de una
gobierno popular, como se manifiesta en su resistencia a aceptar con todas sus fuerte división del trabajo. De todas formas, sirvió para recordar la bondad de la
consecuencias el gobierno por el pueblo. En nombre de las instituciones, de los soberanía popular y los rasgos que verdaderamente la expresan; sirvió para recordar
derechos individuales, de los agentes sociales, de las minorías, o simplemente un ideal de vida en que las diferencias entre individuos, grupos y pueblos son
imponiendo la eficacia sobre la democracia, el ideal de la democracia política que superadas, en vez de consagradas en equilibrio y paz; y sirvió para advertir que la
prescribe el derecho a gobernarse por sí mismo es sustituido por el ideal tecno- democracia política era una bufonada sin democracia social. No es extraño que
crático del derecho a ser bien gobernado, enseguida traducido al derecho a ser para muchos liberales la oferta de Rousseau parezca una tiranía; pero tal vez su
gobernado por los mejores, que se pervierte en el derecho de los mejores a gobernar. miedo no procedía tanto del orden político pensado por el ginebrino cuanto de la
Saben, como Aristóteles, aunque no lo confiesen, que los mejores son siempre los revolución social implicada. En todo caso, fueron muchos los demócratas que
menos y los más ricos. comprendieron que los gobiernos representativos, lejos de expresar la voluntad
general, eran la manera de mantener el poder en manos de los ricos en la nueva
2.3 La voluntad general: de los estados a la nación sociedad capitalista. Baste recordar que en las cortes del antiguo régimen se votaba
por cuerpos o estados (nobleza, clero y burguesía), cada uno un voto; de ahí que la
Aunque más oscurecida, en ese proceso también estuvo presente la cuestión social, primera gran reivindicación revolucionaria del tercer estado fuera suprimir esa
inspirada en Del contrato social de Rousseau, y que se abriría paso hasta la división y establecer un voto por cada representante.
Revolución de 1789 por mediación de sus protagonistas más radicales, como Saint- El abate Sieyes, en su panfleto ¿Qué es el tercer estado?556 , venía a desarrollar la
Just y Robespierre. Si la tradición individualista y utilitarista anglosajona había idea rousseauniana. El tercer estado no era un tercero añadido al clero y a la

555 Cf A. Arblaster, op. cit., págs. 40-1. 556 Sieyes, ¿Qué es el tercer estado?, Barcelona, Orbis, 1973.
374 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 375

aristocracia; el tercer estado era la nación. Así decreta el fin del viejo orden, basado una democracia política que abiertamente reconoce, se adapta y protege una
en la articulación de estados o clases con intereses legítimos contrapuestos, y sociedad dividida en clases. Dentro de esa corriente cabrán posiciones con cierta
propone un nuevo orden en el que la idea de nación aparecía como una entidad sensibilidad por lo social, sea en la línea de reformas propiamente burguesas que
simple con voluntad general, que rechazaba cualquier reconocimiento interno de acaben con los residuos aristocratizan tes, sea reivindicando la beneficencia y el
partes con derechos propios. humanitarismo que neutralice las más degradantes miserias de las clases populares;
Lamentablemente, el avance teórico que supone para la democracia la idea de pero la propiedad, clave del problema, resulta en todo caso intocable.
nación queda lastrado a la hora de pensar en concreto el orden institucional. Sieyes, Macpherson ha distinguido tres modelos de democracia liberal, que se habrían
preso de una idea burguesa de pueblo o, si se prefiere, afectado por el rechazo sucedido a lo largo del XIX y el xx. El primero, que llama «democracia como
ilustrado del populacho, pondrá condiciones para pertenecer a la nación: ni las protección», pensaría la democracia no como un bien en sí sino como el orden
mujeres, ni los mendigos, ni maleantes ... , ni los sirvientes, ni los jornaleros, ni político más apto para defender el bienestar, la paz y la seguridad de los individuos.
ninguna persona bajo el dominio de un amo, ni los extranjeros ... Como puede Tanto Bentham como James Mill, teóricos de este modelo, vieron en la democracia
apreciarse, la ciudadanía, la efectiva libertad política, tiene sus límites. Los súbditos un régimen adecuado al mercado (optimizador de la producción) y a la moral
son acreedores legítimos de derechos pasivos, igualdad jurídica, atenciones sociales; utilitarista (optimización de la distribución de la felicidad)557. El segundo sería la
pero no derechos activos, políticos, pues las riendas de la nación no pueden quedar «democracia como desarrollo», idea que aporta cierta dimensión moral al justificar
en sus manos. la democracia como régimen apropiado para favorecer y garantizar el desarrollo
Ciertamente, el movimiento revolucionario no era homogéneo; en su seno se de la personalidad individual. Su más cualificado representante sería J.St. Mill 558 y
dieron las posiciones más radical y consecuentemente democráticas, que casi nunca su principal característica la de implicar la participación política como vía del
triunfaron. Aunque se avanzó más en la idea de democracia que en su institucio- desarrollo personal, idea con la que Mill no fue del todo coherente. En fin, el tercer
nalización, dichos avances perfilaban un horizonte irrefrenable, que iba más allá modelo de democracia liberal sería el de la «democracia como equilibrio», basada
de las propuestas políticas. La democracia comenzaba a vislumbrase como algo en una justificación puramente técnica, el equilibrio de las élites en su lucha por la
más que una forma de gobierno: era una forma de vida. La idea democrática se hegemonía. Su primer teorizador sería Joseph Schumpeter559 y su principio teórico
enriqueció en el proceso revolucionario una nueva concepción del poder, del mal sería la idea de democracia como simple mecanismo de elegir y autorizar gobiernos,
nacido y del trabajador; se vio en ellos nuevos valores más allá de su ignorancia, su sin referencia alguna a la estructura social ni a los objetivos morales. Macpherson,
peligrosidad o su grosería; se comprendió su papel económico y su dignidad como alternativa, propone un cuarto modelo, la «democracia como participación»,
humana bajo su iletrado comportamiento. No es extraño que Tocqueville; en La cuya raíz encuentra en los movimientos estudiantiles de los años 60 y cuya idea
Democracia en América (1836), no nos ofrezca una descripción de las formas del directriz sería que la desigualdad social y la escasa participación política están tan
gobierno democrático norteamericano, sino de la vida social de este estado. Le inextricablemente unidas que una sociedad más humana y solidaria requiere un
preocupaba la igualación económica y social, no la política, y desde su talante orden político más participativo.
liberal temía la aparición y expansión de un nuevo modelo de hombre y de vida, Sin entrar a valorar la tesis de Macpherson, tan audaz como hábilmente
no el sufragio universal o la declaración formal de igualdad de derechos. Tocqueville defendida, nuestra idea es que la democracia propiamente liberal culmina en el
había comprendido que la esencia de la democracia -un nuevo sujeto del poder, tercer modelo. El escenario de la misma consagra la escisión entre las esferas de lo
una nueva forma de ejercer el mismo y una nueva sociedad efecto de esa político y lo social y limita la democracia, cosificada en el procedimiento repre-
determinación- no se confunde con los procedimientos institucionales. sentativo, al ámbito del primero. Se trata de una democracia de contenido exclusiva-
mente política, que libera las libertades políticas de todo condicionamiento social
2.4 El giro democrático y que, a cambio, pone buena parte de las relaciones sociales a salvo de las decisiones
políticas; es decir, se constituye sobre la renuncia a la democracia social, que afectaría
La revolución fracasó y, con ella, el mejor momento del ideal democrático, a los derechos individuales salvaguardados en la idea liberal.
condensado en el lema «libertad, igualdad y fraternidad». Los resabios liberales Esta concepción, generada a lo largo de estos dos siglos, se ha ido radicalizando
ante la democracia reaparecieron, activados con el entusiasmo de ver al rival en lo político y matizando y dulcificando con componentes morales y económicos
vencido. De Burke a Chateaubriand, el conservadurismo y el restauracionismo
557 J. Bentham, Fragmento sobre el gobierno. Madrid, Aguilar, 1976; J. Mili, Ensayos sobre
alejaron del horizonte el elemento más revolucionario, rousseauniano, de la idea derecho y política. Granada, Comares, 1997 (edición preparada por Víctor Méndez).
democrática. Los pensadores liberales que continuaron con el discurso democrático, 558 J. Sto Mill, Del gobierno representativo. Madrid, Tecnos, 1975; y Sobre la libertad. Madrid,
como los utilitaristas Bentham, James Mill o J. Sto Mill, mantienen ya una idea Alianza, 1979.
plenamente liberal, en el sentido de la misma que señala Macpherson, es decir, 559 J.A. Schumpeter, Capitalismo, socialismo y democracia. Barcelona, Orbis, 1988.
FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 377
376

diversos, en función de cada autor, corriente o situación. En general, el avance del mente del egoísmo y brutalidad de las masas»56l. Mill veía en la democracia no un
ideal democrático ha encontrado imponentes obstáculos para su implantación en régimen político, sino una vida gobernada por lo mediocre. Su ensayo Sobre la
la consciencia social. La batalla por la democracia quedó simbolizada en la libertad (1859) es una defensa de la libertad frente a la democracia: «la tiranía de la
reivindicación de un sistema de representación de sufragio universal, máxima mayoría no es generalmente incluida entre los males contra los cuales la sociedad
expresión del ideal democrático en el procedimiento. Las clases capitalistas, necesita estar en guardia»; «en política es casi una trivialidad decir que la opinión
encerradas en su liberalismo, irán haciendo concesiones sucesivas, arrastradas por pública gobierna el mundo»; y entiende que los grupos que confeccionan la
la lucha política y sindical. El liberalismo se fue haciendo cada vez más compatible «opinión pública» son siempre «una mediocridad colectiva»562.
con la democracia, a medida que las clases capitalistas contaban con los medios Esta es la idea que arraiga en el mundo filosófico e ilustrado: la democracia es
necesarios para definir e implementar un sistema representativo cuyo funciona- enemiga de la libertad e incluso de la civilización. Como máximo pueden aceptar
miento democrático cumpliera dos condiciones: primera, que garantizara su una democracia formal y razonable, que es aquella en que el pueblo no se gobierna
control del poder político, al mantener éste en manos de nuevas aristocracias, a sí mismo, sino en que tiene seguridad de ser bien gobernado, de tener el mejor
obreras, administrativas o tecno-jurídicas, que bajo sus distintas ideologías se gobierno, que es obviamente el «gobierno de los mejores, y éstos siempre han de
identificaban con el ideal universalista del estado; y segunda, que no cuestionara ser unos pocos». La posición de Mill es la arquetípica de la filosofía hacia la
el círculo liberal, protector de los derechos individuales y, en especial, de la democracia. Durante una larga época la democracia fue vista, desde el liberalismo,
propiedad privada. Es decir, la democracia liberal se fue construyendo en un proceso como enemiga de la libertad y de la civilización. Se fue aceptando en la práctica,
controlado, tal que en el orden político se marginaban los procesos revolucionarios pero no filosóficamente. El mismo Mill había vislumbrado la estrategia: «Pensaba
y en el orden social se mantenía en suspenso la cuestión social de la democracia. yo que mientras las clases sociales más altas y más ricas ostentaran el poder de
Sin regatear méritos a este proceso, conviene tener presente que la democracia gobernar, la educación y la mejora de la masa del pueblo sería algo contrario a los
liberal es, como la ateniense, otra manera de realizar la idea democrática; y, como intereses de esas clases dominantes, porque tenderían a dar al pueblo más poder
ella, con sus sombras. No deberíamos olvidar que incluso bajo las formulaciones para liberarse del yugo. Pero si la democracia obtuviese una amplia y quizá principal
más humanistas, o las más sufragistas, de la democracia liberal se oculta siempre participación en el poder gobernante, sería del interés de las clases opulentas el
el miedo y el desprecio al populacho; que, en este sentido, la idea democrática ha promover la educación del pueblo para así evitar graves errores, especialmente los
encontrado siempre resistencias elitistas; que la aceptación de la democracia política que llevan a injustas violaciones de la propiedad»563. La aceptabilidad de la
ha estado en función de la ausencia de democracia en lo social. Por tanto, la actual democracia, pues, pasa por la creación de unas élites populares, destacadas del
aceptación generalizada induce a sospechar que ha sido logrado por el fenómeno vulgo, capacitadas técnica y culturalmente y, sobre todo, integradas en los hábitos
de la reificación, que acaba por reformular la idea: de referir al gobierno efectivo y valores de las clases dominantes. La aceptación de la democracia iba acompañada,
por el pueblo pasa a describir un conjunto de procedimientos de elección y depo- por un lado, de una metamorfosis de la idea, que de poder efectivo del pueblo pasa
sición de gobiernos; de ideal de vida pasa a ser mero criterio de decisión política. a representación del pueblo en el poder; en esta línea se reformula el concepto
Es interesante y arquetípica la posición de J. Stuart Mill, por ser un pensador como democracia representativa y, al fin, como democracia electoral. Por otro lado,
de indudable talante liberal que llegó a defender posiciones socialdemócratas. Nos esta reformulación del concepto, que en la práctica permitía que el gobierno por
cuenta que en los años 1820 se habían silenciado las reivindicaciones de la el pueblo fuera sustituido por el gobierno de los representantes del pueblo, se hace
democracia, y que él mismo, que había coqueteado con ella, puso distancias. Relata en paralelo a la creación de unas circunstancias sociológicas que determinan que,
en su Autobiografía su relativización del ideal democrático: «Pronto cesé de en rigor, se diluya el carácter de clase de la representación política; se cambia el
considerar la democracia representativa como un principio absoluto y comencé a objetivo de gobierno por el pueblo por el de gobierno de los mejores, y entre ellos
hacerlo como una cuestión de tiempo, lugar y circunstancias»; y su desplazamiento los representantes populares, ya culturalmente igualados a las clases dominantes.
hacia el gobierno representativo: «cambiar mi ideal político de una democracia En definitiva, la democracia se irá aceptando a medida que la idea se vacía de sus
pura y tal como comúnmente es entendida por sus partidarios, a una forma contenidos más revolucionarios.
modificada de ella, según queda expuesto en mis Consideraciones sobre el Gobierno Esta situación dura hasta la segunda guerra mundial. Tal vez se necesitó la
representativo»560. Y comentando sus ideas en torno a 1840: «Era entonces mucho experiencia del fascismo para aprender la importancia de la democracia. Frente al
menos demócrata que había sido, ya que en la medida en que la educación fascismo, la democracia se convirtió en un bello ideal; la nueva idea de democracia
continuaba siendo muy imperfecta, sentíamos miedo de la ignorancia y especial-
561 Ibíd., 22I.
562 J. Sto Mill. Sobre la libertad. Madrid, Alianza, 1986, págs. 59 ss.
560 J. Sto Mill, Autobiografía, Madrid, Alianza, 1986, 188. 563 Autobiografía. Ed. cit., 172-173.
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representativa, aunque contagiada de resabios liberales, ha ensanchado el carácter destruido»565. El pueblo es pueblo, viene a decir Rousseau, porque ejerce la
democrático de sus procedimientos y, sobre todo, aceptado que la democracia no soberanía, y en tanto que la ejerce; ser pueblo es un acto político, constituyente.
es sólo una forma de hacer política, sino de construir una ciudad; más aún, ha Dejarse representar, ceder la facultad de hacer las leyes a otros, aparte del riego
asumido cierto ideal de ciudad, más igualitario, al comprender que lo democrático cierto de que las mismas expresen particularismos, significa que el pueblo ha hecho
es defender la democracia, el efectivo gobierno del pueblo, y que se defiende dejación de su soberanía, se ha negado como pueblo al abandonar la política y
igualando las circunstancias y condiciones sociales, económicas y culturales de entregarse al negocio privado. La opción democrática es así una opción por la
sus miembros. Asume así, a través del estado de bienestar, un fin que la trasciende, política.
que no puede cuestionar, pero que es su fin, no impuesto desde lo otro. Rousseau pensó la democracia como el orden institucional que se fundaba y
tenía como fin la política, la participación de los ciudadanos en la vida pública.
Por eso rechazaba el gobierno representativo liberal, que negaba el principio básico
3. Rep:resentación y delibe:ración del estado, la soberanía del pueblo, al relegarlo de la política. Define la democracia
como el gobierno de soberanía popular: «El soberano, en primer lugar, puede
3.1 Democracia y representación política delegar las funciones del gobierno en todo el pueblo o en la mayor parte del mismo,
de suerte que haya más ciudadanos magistrados que simples particulares. A esta
La posibilidad de mantener como ideal democrático el gobierno por el pueblo forma de gobierno se da el nombre de democracia»566. Y concede que, tomando el
gira hoy en torno al concepto de representación. La democracia moderna es, y término «democracia» en sentido etimológico, «habría que decir que jamás ha
sólo puede ser, representativa; el problema a debatir es si sólo ha de ser técnicamente existido verdadera democracia y que nunca existirá. Es contrario al orden natural
representativa, operando la representación en un ideal democrático fuerte, o ha que el mayor número gobierne y el menor sea gobernado. No cabe imaginar que el
de ser cualitativamente representativa, definiendo un nuevo ideal, concretado por pueblo esté constantemente reunido para atender a los negocios públicos, y es
el liberalismo clásico en el «gobierno representativo» y en nuestros días en el «estado fácil advertir que no se pueden designar comisiones para ello sin que la forma de
de derecho». la administración cambie»567.
La representación es un concepto ambiguo y polémico, y un punto oscuro de Reconoce, pues, la necesidad técnica de la representación; pero, en lugar de
la democracia; es un límite, a la vez determinación y negación. Rousseau fue de los convertirla en esencia de la democracia, tratará de delimitar su espacio y enmarcar
primeros en detectar estos problemas y en ofrecer un punto de vista arquetípico. su función en un objetivo de defensa de la política y, en consecuencia, de la
La representación, según el ginebrino, no es un objetivo, sino un instrumento democracia. Se aferrará a su tesis de que lo importante es que el pueblo no renuncie
necesario pero subordinado; por tanto, no puede falsificar la soberanía del pueblo. a su soberanía, inalienable e indivisible; no abandone su praxis política. Y ve el
Considera que el fundamento del estado radica en la constitución del pueblo como ejercicio de la soberanía en la acción legislativa, por ser la ley su forma de expresión
soberano, en la conquista de su libertad; en consecuencia, la principal credencial y el parlamento o la asamblea su forma institucional, Otra cosa es el ejecutivo, las
de la democracia radica en ser el régimen apropiado para la soberanía popular. magistraturas, que no pueden ser obra de la voluntad general, sino de personas
Desde esta concepción de la soberanía aborda los problemas de la representa- concretas. Pero, como dice Rousseau, las magistraturas son como un «empleo» o
ción. Con carácter general dirá que «al no ser la soberanía otra cosa que la voluntad «comisión», encargada de ejecutar las leyes y de mantener la libertad, tanto civil
general, no debe enajenarse jamás, y que el soberano, que sólo es un ente colectivo, como política568 .
no puede ser representado más que por sí mismo: el poder puede transmitirse, Ahora bien, aun con esa lúcida distinción entre el poder legislativo, sede
pero no la voluntad»564. La representación es, para Rousseau, no sólo un mal sino irrenunciable de la soberanía, y el ejecutivo y judicial, poderes técnicos y delegables,
una perversión. Es un mal, pues la voluntad particular, aunque pueda coincidir resurge el problema de la representación, de la participación efectiva en la tarea
con la general en algún punto, no coincide en todo ni de forma constante; la legislativa en las sociedades complejas. Se trata de un problema técnico importante,
voluntad particular tiende al privilegio, mientras que la general tiende a la igualdad; pues el soberano «sólo obra por medio de las leyes y, no siendo las leyes sino actos
cualquier delegación de la soberanía es un riesgo innecesario. Por otro lado, además auténticos de la voluntad general, sólo puede actuar el soberano cuando el pueblo
de ser un error es una perversión. «Por tanto, si el pueblo promete simplemente está reunido»569. Aun así, el ginebrino se aferra en tratar los obstáculos prácticos
obedecer, con este acto se disuelve, pierde su cualidad de pueblo; desde el momento de modo que no afecten al ideal, en otras épocas posible, y describe con añoranza
en que hay un señor ya no hay soberano, y con ello el cuerpo político queda
565 Ibid., II, 1, 422. 568 Ibid., III, 1, 451 ss.
566 Ibid., III, III, 458. 569 Ibid., III, XIII, 480.
564 Del Contrato Social, II, 1, 421. 567 Ibid., III, IV, 460.
380 FILOSOFÍA POLÍTICA
LA DEMOCRACIA 381

aquellos tiempos en que el pueblo «no sólo ejercía los derechos de soberanía sino alternativo a la democracia. En cambio, el liberalismo radical democrático, de Paine
una parte de los del gobierno», ya que «trataba ciertos asuntos, juzgaba deter- a Bentham o James Mill, recurre a la representación por razones técnicas, como
minadas causas, y aquel pueblo era en la plaza pública casi tan magistrado como medio de adecuar el principio democrático a estados de gran dimensión y
ciudadano»57o; y, remontándose «a los primeros tiempos de las naciones», dirá que población; por ello determinan fuertemente la función de la representación para
entre ellas encontraremos «que la mayor parte de los antiguos gobiernos, aun que sea democrática. Así, para compensar la tendencia del Parlamento a pensarse
monárquicos, como los de los macedemonios y los francos, tenían consejos soberano, o de los elegidos a constituirse en clase particular, proponían elecciones
semejantes»571. Es decir, acepta limitaciones prácticas del ideal en el orden institu- anuales o bianuales, revocabilidad constante, limitación de periodos, carácter
cional, pero siempre que no afecten a su esencia, a lo irrenunciable por el pueblo: delegativo de la representación, etc. De forma esquemática podríamos decir que
el ejercicio de su soberanía. Podrá renunciar a la gestión del poder, pero no a la las dos corrientes oficiales de pensamiento contemporáneo, el neoliberalismo y la
praxis legislativa, la parte más noble de la política. socialdemocracia, que prolongan respectivamente las anteriores, deben encontrar
La paradoja es que el protagonismo de las asambleas populares, base del ideal en la concepción de la representación uno de sus frentes de demarcación.
de la democracia directa rousseauniana, es tanto más necesario cuanto más difícil La representación política, vista hoy como ineludible, pasa a ser pensada como
técnicamente. Efectivamente, Rousseau acepta que, en las sociedades complejas, el intrínseca a la democracia; en el límite, pasa a ser la esencia de la misma. Hay que
pueblo delegue las tareas de gobierno y de las magistraturas; pero con lucidez tener no obstante en cuenta que los órganos tópicos de representación política
aconseja que «cuanto mayor fuerza tenga el gobierno, más frecuentemente debe (asambleas, cortes, parlamentos) son anteriores al resurgimiento de la idea
dejarse ver el soberano»572, más necesarias son las asambleas. Ahora bien, ¿cómo democrática en el XVIII; la representación no es en sus orígenes un principio
realizarlas técnicamente si se renuncia a la representación? democrático. El propio Burke, con lucidez, constató la diferencia entre el sentido
La única solución que encuentra es la de acotar y subordinar la representación, clásico de la representación y el nuevo que la Revolución francesa intentaba
debilitando su contenido y fragilizando su estatus, o sea, convirtiéndola en imponer. Esta entendía la representación como «mandato» o «instrucción»; y a
«delegación»: «La soberanía no puede ser representada por la misma razón que no los representantes, como meros delegados con funciones concretas y decididas.
puede ser enajenada; consiste esencialmente en la voluntad general, y la voluntad Burke no podía aceptar que el sentido del voto le fuera impuesto al «representante»;
general no se representa: o es ella misma, o es otra; en esto no hay término medio. lo consideraba como ajeno a los usos y costumbre de su patria. Le parecía que el
Los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes; son tan Parlamento no era un «congreso de embajadores de diferentes y hostiles intereses»,
sólo sus delegados; no pueden concluir nada definitivamente. Toda ley que no sino «una asamblea deliberativa de una nación, con un interés, el de la totalidad»;
haya ratificado el pueblo en persona es nula, no es una ley. El pueblo inglés cree le parecía que el «delegado», como tal, representaba lo local, lo particular, un
que es libre, pero se engaña sobremanera; sólo lo es durante la elección de los territorio o un partido, pero no la nación.
miembros del Parlamento; una vez elegidos, es esclavo, no es nada. En los breves La concepción liberal de la representación, en la que se alinea Burke, había
momentos de su libertad, el uso que hace de ella bien merece que la pierda»573. sido teorizada por Locke, quien entiende que el lazo entre el pueblo y los poderes
Podemos pensar hoy que la versión rousseauniana de la representación sigue públicos no es un contractsino un trust, es decir, una misión de confianza o encargo
siendo utópica e irrealizable en nuestras sociedades; y ello es empíricamente cierto, que el pueblo confía a quienes le representan. Se trata, pues, de conservar al pueblo
pero filosóficamente irrelevante. La reflexión de Rousseau, por encima de sus como soberano, con la legitimidad de elegir y sustituir a los representantes; pero
determinaciones históricas e ideológicas, nos pone en la dirección de considerar la éstos no son meros ejecutantes o delegados de la voluntad del pueblo; son elegidos
representación un límite de la democracia, límite que hay que asumir, sin convertirlo y se les confía una actividad, que no estará sometida a control puntual y constante.
en esencia ni fin. Rousseau vio en la representación un peligro; y a nuestro entender «Cuando la sociedad ha confiado el poder legislativo a una asamblea, del tipo que
lo es si se cosifica y sacraliza, en vez de reformular su instrumentalidad y reorientarla sea, para que sus miembros y sus sucesores lo ejerzan en el futuro (... ), no debería
a una función política. jamás volver al pueblo en tanto que el gobierno dure; cuando el pueblo autoriza al
Curiosamente, también los liberales percibieron la representación como poder legislativo a perpetuarse indefinidamente, le entrega su poder político y no
obstáculo para la democracia; pero, en este caso, era motivo de esperanza. El puede retomarlo»574. Por tanto, en Locke el pueblo permanece soberano pero los
liberalismo conservador, de Burke a Hamilton o Madison, vio en la representación representantes reciben un mandato preciso en el tiempo y disponen de autonomía
un medio de limitar el poder popular y de mantener el control en manos de una en sus actuaciones.
elite preferentemente ilustrada; pensaron el gobierno representativo como No es nuestra misión describir las formas concretas que ha de tomar la
representación para que, siendo un obstáculo, sea también un vehículo de la
570 Ibíd., III, XII, 480-1. 572 Ibíd., III, XIII, 481.
571 Ibíd., III, XII, 481. 573 Ibíd., III, XV, 484. 574 Two Treatises, II, XIX.
382 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRAClA 383

democracia. Lo que sí debemos es insistir en que cuanto aleje al pueblo de la que idealmente se llegara a la unanimidad, con votaciones intermedias que
participación política es una forma de sustituir la democracia por la representación; mostraran el avance. Si, tras diversas votaciones y agotados los argumentos, se
y cuanto contribuya a que el pueblo ejerza de forma efectiva y real su soberanía es convenía en la futilidad de seguir la deliberación, se hacía la votación final, se
un modo de convertir la representación en elemento de la democracia. Podríamos contaban los votos, pero no se aplicaba la regla de la mayoría, sino que confiaban
decir, para pasar al otro tema, que el criterio a seguir ha de ser el siguiente: pensar la decisión al azar. Metían en una bolsa bolas de colores, uno por alternativa en
la representación política que más posibilite y estimule la deliberación política. conflicto, y en número igual al de votos obtenidos por cada posición. Y, al azar, se
sacaba una bola, cuyo color otorgaba la victoria575 •
3.2 La regla de la mayoría Bien mirado, el método tiene su coherencia. El punto de partida era cierto
escepticismo respecto al conocimiento del bien de la ciudad. Pensaban, en
La democracia es un régimen que posibilita la deliberación; y como hoy se piensa consecuencia, que la cantidad de votos de una posición no mostraba la mayor
la deliberación como una dimensión eminente de la política, si no la única, la verdad o justicia, sino sólo la mayor probabilidad de la misma. Por tanto, lo
democracia es el régimen político por excelencia, que se funda en la política y la coherente era dejar la decisión en manos del azar, pero en un universo en que la
tiene por fin. Por eso hoyes un tópico que la política democrática es esencialmente probabilidad de ser elegida una posición se correspondiera con la probabilidad
diálogo. que le otorga su número de preferencias. Desde posiciones filosóficas contem-
No obstante, no es sólo deliberación; la política no puede refugiarse en el poránea -y tal vez también desde nuestros prejuicios, que sustantivizan la regla de
diálogo permanente, sino que ha de asumir su momento de decisión, de ejercicio la mayoría y que otorgan a los hombres, y no el azar, la construcción de la ciudad-
del poder. Lo correcto es pensar la democracia como la política fundamentalmente tal recurso nos parece excéntrico. Hoy podemos pensar que el mayor número de
basada en la deliberación y que tiene como procedimiento legítimo de decisión la adhesiones a una propuesta es un auténtico fundamento de la mayor verdad o
regla de la mayoría. Para que la deliberación sea democrática se requiere que sea bondad de una propuesta política; hoy, en consecuencia, elevamos la dignidad del
popular (que intervenga el pueblo, que así ejerce su soberanía), racional (bien procedimiento democrático. No obstante, consideramos que las adhesiones
informada y organizada), simétrica (respetando el principio de igualdad entre los significativas y legítimas son las que siguen a la deliberación; y sólo cuando de la
individuos), y positiva (llegando acuerdos que posibiliten que el ineludible misma no se llegue a posiciones compartidas, y sólo entonces, el uso de la regla de
momento de la decisión no sea arbitrario o particular). Cada uno de estos requisitos la mayoría es democrático.
aporta dificultades al logro práctico de una deliberación democrática, que sólo es
un ideal inalcanzable que, en todo caso, es práctico si lo asumimos, si determinamos 3.3 Deliberación y ciudadania
con él nuestra voluntad.
No entraremos aquí en el análisis de estas dificultades (epistemológicas, Podemos defender la deliberación desde la filosofía, viendo en ella la fuente de la
sociológicas, psicológicas) tema privilegiado de la sociología política y de la racionalidad dialógica y autorreferencial; podemos hacerlo desde la política, como
contemporánea ética comunicativa o dialógica. Nos limitaremos a reflexionar sobre uno de sus momentos más nobles y destacados; y, por fin, podemos hacerlo desde
el criterio de decisión política de la democracia representativa. Hemos de señalar el ideal democrático, viendo en ella la puesta en práctica del gobierno por el pueblo.
al respecto que la regla de decisión de la mayoría sólo es democrática si sigue a la Este es el punto de vista que aquí nos interesa, como praxis política, como manera
deliberación, aunque exprese su insuficiencia, su incapacidad de llevar a acuerdos. eminente de ser hombre; en otras palabras, como la esencia de la ciudadanía.
Convertir la aplicación mecánica de la regla de la mayoría en principio democrático En el ideal democrático, el ciudadano es el hombre que hace política; la
lleva, como en el caso de la representación, a tomar por esencia de la democracia ciudadanía no es un título, un derecho de propiedad, sino una virtud, una actividad,
lo que es su límite. La democracia no se consigue con la instauración del sufragio la que construye la democracia. El ciudadano es el hombre libre, tanto
universal-el cual, como hemos aludido, tuvo que ser arrancado al liberalismo tira negativamente (como liberado, independiente) como positivamente (con plena
a tira y a precio de sangre- y decidiendo conforme a la regla de la mayoría; eso es participación en la política). El ciudadano es el hombre que define su existencia
sólo el comienzo y el fin de un proceso de adecuación imperfecta a la realidad de la consciente y elegida, su praxis, en el espacio público; no agota la esencia del hombre,
idea democrática, expresando respectivamente la imposibilidad real del ejercicio que tiene una vida privada, y gracias a que la tiene puede elegir libre y
del poder por el pueblo y la incapacidad frecuente de llegar a posiciones voluntariamente una vida pública. La ciudadanía no es la única dimensión del
compartidas. hombre, no agota toda su realidad; es sólo la esencia del hombre político, del
Es curioso que los diseñadores renacentistas de ciudades ideales ofrecieran una hombre demócrata.
versión alternativa al principio de la mayoría como regla de decisión política.
Proponían la conveniencia de una intensa y razonable discusión colectiva hasta 575 ef E. Moreno, Las ciudades ideales del siglo XVI. Barcelona, Sendai, 1991.
384 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 385

La consecuencia de esta idea de la ciudadanía, para lo que aquí nos interesa, es participación en las más importantes funciones públicas no está exento de peligros
que hace de la deliberación su mecanismo y su forma de expresión. El ciudadano (su falta de probidad puede arrastrarlos a actos injustos y su irreflexión a errores),
es el hombre en tanto que delibera; la deliberación le hace ciudadano. La rechazar todo acceso y toda participación en el poder es crear un riesgo redoblado
deliberación es, de este modo, la forma de instauración de la democracia. Esta no (cuando en un estado existe un gran número de individuos privados de los derechos
es sólo el régimen político apoyado sobre la deliberación, sino el régimen político cívicos y viviendo en la pobreza, este estado se llena inevitablemente de enemi-
instaurado mediante la deliberación y legitimado por la deliberación. Deliberación goS)>>S81.
que no es el momento débil previo a la decisión, sino que incluye a ésta como su Incluso, más allá de la defensa de la estabilidad, Aristóteles ve en la democracia
momento. De la misma manera que no hay democracia cuyo origen no sea -aunque, no lo olvidemos, se trata siempre de un régimen imperfecto o
deliberativo, la deliberación así entendía es garantía de la democracia. degenerado- dos motivos para su defensa. Por un lado, razones epistemológicas:
Esta concepción tiene lejanos orígenes filosóficos, Aristóteles fue el primero dado que el gobierno de la ciudad es también una perfección para el individuo, la
que puso la ciudadanía como esencia de la vida política y la deliberación como el democracia conlleva el aprendizaje práctico de un arte que no puede aprenderse
atributo de la democracia. Para el filósofo griego la ciudad es una «colectividad de especulativamente. Comentando la opinión común de que «parece absurdo que
ciudadanos»576, Y aunque ciudadano es un concepto multívoco que, como el ser, los ciudadanos mediocres sean soberanos en asuntos importantes»582; y refiriéndose
se dice de muchas maneras, tantas como constituciones, hay una manera eminente al hecho empírico de que en algunas ciudades tales funciones -como elegir
de decirlo: el ciudadano es el hombre político, es decir, el hombre que culmina su magistrados, controlarlos, etc.- se confíen al pueblo «pues la asamblea es soberana
esencia y alcanza su perfección en la vida colectiva de la polis. «Un ciudadano en en todas las materias de este tipO»583, dirá que «no es el juez, ni el consejero, ni el
sentido absoluto no se define por ningún carácter más adecuadamente que por la miembro de la asamblea el que manda, sino el tribunal, el consejo y el pueblo; y
participación en las funciones judiciales y en las funciones públicas en general»S77. cada uno de los mencionados es sólo una parte de éstos (y llamo parte al consejero,
La participación política es el atributo característico del ciudadano. Tanto es así al miembro de la asamblea y al juez). De este modo, es justo que la masa ejerza la
que, constatando que cada constitución describe esa participación con distinto soberanía sobre asuntos más importantes, ya que el pueblo, el consejo y el tribunal
contenido y grados, no dudará en resaltar que «la definición del ciudadano que están compuestos de muchos, y las rentas de todos ellos juntos es mayor que la de
hemos dado es la del ciudadano en una democracia»578. los que desempeñan las magistraturas altas individualmente o en pequeño
Esto quiere decir que hay otros tipos de ciudadanías, es decir, otras formas de número»584.
pertenencia del individuo a la ciudad, que no incluyen su tarea política; en rigor, Por otro lado, razones prácticas. Nos dice: «Pero el que la masa debe ser soberana
tales formas no son democráticas. Por ejemplo, el mismo Aristóteles señala que más que la minoría de los mejores, puede parecer una solución y, aunque tiene
«el hombre que tiene posibilidad de acceder al Consejo o a las funciones judiciales cierta dificultad, ofrece quizá también algo de verdad. En efecto, la masa, cada uno
en un estado, decimos que es un ciudadano de este estado»579. Es un ciudadano, de cuyos miembros es un hombre mediocre, en conjunto puede ser mejor que
pero no de la democracia; tiene posibilidad de iure de acceder a la función política, aquellos; lo mismo que los banquetes a los que han contribuido muchos son mejores
pero de jacto no participa en ella. De este modo, entre la ciudadanía y el ejercicio que los sufragados por uno solo. Al ser muchos, cada uno tiene una parte de virtud
del poder político se abre una fractura. Se trata de una ciudadanía de segundo y de prudencia, y, reunidos, la multitud se hace como un solo hombre con muchos
orden, frente a la ciudadanía plena definida por la participación en el poder y en la pies, muchas manos y muchos sentidos; así también ocurre con los caracteres y la
deliberación. Aristóteles, en este sentido, es rotundo: los ciudadanos, en el ideal inteligencia. Por eso también las masas juzgan mejor las obras musicales y las de
democrático, practican ese arte de la política que implica mandar y obedecer: los poetas: unos valoran una parte, otros otras y entre todos todas»585. Textos
«Mientras que la virtud de un gobernante es diferente de la de un gobernado, es realmente sorprendente, que a pesar del diferente contexto nos empujan a remo-
preciso que el buen ciudadano tenga la ciencia y la aptitud a la vez de mandar y vernos en los estrechos círculos del individualismo apolítico de nuestra existencia.
obedecer, y la virtud de un ciudadano consiste es tener la ciencia del gobierno de Spinoza, en esto como en tantas cosas nuestro contemporáneo, también nos
los hombres libres, en un sentido como en el otro»S80. ofrece una bella reflexión sobre la ciudadanía, expresión de la identidad entre
Además, Aristóteles no está entendiendo la participación política del ciudadano libertad y sumisión a la ley. Para Spinoza sólo el individuo libre concibe la necesidad
como una cualidad individual, como una perfección del hombre; la entiende como de formar parte de un espacio político y de someterse al gobierno; sólo el individuo
perfección de la polis, como un elemento para su estabilidad: «Si admitir su libre, es decir, liberado de la pasión y de los efectos de la ignorancia, liberado del

576 Politica, 1274b. 579 Ibíd., 1275b. 581 Ibíd., 1281b. 584 Ibíd., 1282a.
577 Ibíd., 1275a. 580 Ibíd., 1275b. 582 Ibíd., 1282a. 585 Ibíd., 1281b Y 1292a. Ver también Platón,
578 Ibíd., 1275b. 583 Ibíd., 1282a y 1281b. República, 493a.
386 FILOSOFÍA POLÍTICA LA DEMOCRACIA 387

punto de vista subjetivo, concibe como libertad someterse a la razón. Ese hombre parte de la sociedad, de la que él es una parte. En este sentido, siguen siendo todos
libre, voluntariamente sometido al gobierno (de la razón) es el ciudadano, el iguales, como antes en el estado natural»588. La servidumbre no es someterse a la
hombre que ha comprendido que la razón es lo común y universal, siendo la pasión ley de la razón, no es someterse a lo universal y común; la servidumbre es estar
el elemento disgregador, unificador y diferenciador. Por eso podrá decir que lo sometido a lo particular, sea al propio instinto o sentimiento, sea a la voluntad
realmente absurdo es pensar que un pueblo puede ponerse de acuerdo en ser privada de otro.
esclavo, en estar sometido a la voluntad arbitraria de un monarca: «es casi imposible, Pero hay más, Spinoza hace de la deliberación el rasgo de la democracia y la
en efecto, que la mayor parte de una asamblea, si ésta es numerosa, se ponga de esencia de la ciudadanía: «El espíritu de los hombres es demasiado obtuso para
acuerdo en un absurdo. Lo impide, además, su mismo fundamento y su fin, el cual penetrarlo todo de golpe; en la deliberación, escuchando y discutiendo, se afina y,
no es otro, según hemos visto, que evitar los absurdos del apetito y mantener a los a base de intentos, los hombres acaban por encontrar la solución que buscaban y
hombres, en la medida de lo posible, dentro de los límites de la razón, a fin de que que tiene la aprobación de todos, sin que nadie previamente se hubiera dado
vivan en paz y concordia; si ese fundamento se suprime, se derrumbará fácilmente cuenta»589. Es el acceso a lo común, a lo universal, lo que expresa la liberación y la
todo el edificio»586. ciudadanía.
El planteamiento de Spinoza viene a ser el siguiente: o bien el hombre pretende Sin los prejuicios clásicos, pero con la misma inspiración Spinoza no sólo
no obedecer a nadie excepto a él mismo, en cuyo caso no es propiamente un hombre defenderá la democracia, como es habitual, por ser el régimen que tiene en cuenta
democrático, un ciudadano en sentido activo, y al escuchar sólo a sus pasiones la dignidad de los hombres, sino por ser el régimen que permite a los hombres ser
dará lugar a una sociedad inestable y peligrosa; o bien acepta someterse a las leyes, hombres: desprenderse de su individualidad, o sea, de su servidumbre, y gobernarse
creando así un ser libre en una sociedad democrática estable. Porque, para Spinoza, por lo universaL Para Spinoza la democracia es el fin intrínseco de la política. Si la
la libertad no se opone a la ley ni a la necesidad: la libertad es liberación de un amo política se constituye sobre dos trascendentales, la existencia de un espacio público
irracional, la pasión o el déspota, para servir a un amo racional, la razón o la ley. Se y la existencia de un hombre libre, es absurdo establecer una jerarquía entre ellos.
sorprende de que se cuestione como principio democrático el que los súbditos Un espacio público lo es sólo si está compuesto por hombres libres; y hombres
ejecuten los dictámenes del soberano y no consideren derecho más que aquello libres lo son sólo en la universalidad del espacio público.
que el soberano declara como derecho: «Quizá alguien piense, sin embargo, que
de este modo convertimos a los súbditos en esclavos, por creer que es esclavo quien
obra por una orden, y libre quien vive a su antojo. Pero esto está muy lejos de ser 4. Reflexión final
verdad, ya que, en realidad, quien es llevado por sus apetitos y es incapaz de ver ni
hacer nada que le sea útil, es esclavo al máximo; y sólo es libre aquel que vive con Más arriba afirmábamos que, en la idea, la democracia es el régimen más filosófico
sinceridad bajo la sola guía de la razón. La acción realizadapor un mandato, es y más político, y que esta característica era una buena razón para preferirlo;
decir, la obediencia, suprime de algún modo la libertad; pero no es la obediencia, debemos añadir ahora que, en su existencia, es el más expuesto a destruir tanto la
sino el fin de la acción, lo que hace a uno esclavo. Si el fin de la acción no es la política como el pensamiento, e incluso a sí misma. Si en la idea «democracia» y
utilidad del mismo agente, sino del que manda, entonces el agente es esclavo e «política» resultan sinónimos, en la práctica presentan amplios y agudos frentes
inútil para sÍ. Ahora bien, en el estado y en el gobierno, donde la suprema leyes la de confrontación. Aunque la democracia, además de ser un régimen político en el
salvación del pueblo y no del que manda, quien obedece en todo a la suprema sentido genérico de todo orden social, es el régimen que hace de la política su
potestad no debe ser considerado como esclavo inútil para sí mismo, sino como instrumento y su fin, es decir, que excluye del ejercicio del poder todo elemento
súbdito. De ahí que el estado más libre será aquel cuyas leyes están fundadas en la no político y que tiene por objetivo principal la reproducción de esas condiciones;
sana razón, ya que en él todo el mundo puede ser libre, es decir, vivir sinceramente y aunque la democracia consagra la política como fundamento (de la moral, del
según la guía de la razón, donde quiera»587. derecho, del orden social), no obstante, entre democracia y política se dan relaciones
Obedecer la ley, obedecer la autoridad, no es sumisión; al menos no lo es conflictivas. «La autoinstitución de la sociedad por el gesto democrático puede
cuando, como señalada Spinoza, no se ha renunciado a la participación política: prolongarse en autodisolución de ésta por la continuación irreflexiva de la afirma-
«(en el estado democrático) nadie transfiere a otro su derecho natural, hasta el ción perpetua de las reivindicaciones de los hombres y de los grupos que componen
punto de que no se le consulte nada en lo sucesivo, sino que lo entrega a la mayor la sociedad»590. En la base de esos conflictos está siempre la indeterminación

586 Tratado teológico-político, XVI, 339 (edición de Atilano Domínguez, Madrid, Alianza, 588 Ibíd., XVI, 341.
1994). 589 Tratado político, IX, 14 (edición de Atilano Domínguez, Madrid, Alianza, 1986).
587 Ibíd., XVI, 340-341. 590 N. Tenzer, Philosophie politiqueo Edic. cit., pág. 403.
388 FILOSOFÍA POLÍTICA
LA DEMOCRACIA 389

intrínseca del horizonte de la democracia contemporánea; en ella no hay un límite la misma deviene frágil y cuestionable. Como la decisión política democrática no
de la ciudad, un referente trascendental que regule la política como un fin conocido se fundamenta en los fines, ni se enmarca en la aceptación de un contenido político
y asumido. La democracia afirma el carácter radicalmente abierto de la ciudad, a realizar, es decir, no se inscribe en unos límites, suscita demandas progresivamente
donde todo es posible, donde nada está por principio prohibido; en su espacio, ampliadas, que no pueden ser satisfechas. Esta insatisfacción, no enmarcable dentro
por tanto, caben las exigencias más ambiciosas, y las más extravagantes, e incluso de una estructura de fines limitados, llevará a cuestionar los procedimientos.
las que acaban por poner en riesgo a la ciudad por sobrepasar sus posibilidades. Son las sombras de la democracia, que hemos de tomar como lo que son,
La política clásica tenía como fin la ciudad, una idea precisa y cerrada de ciudad; riesgos a cubrir. Tal vez la única manera de proteger a la democracia de sí misma,
la democracia ateniense no cuestionaba la ciudad, sino que era posible en el seno pues ha de ser una manera democrática, sea profundizar en su idea y recuperar
de una idea común compartida de polis; la contemporánea, si bien podría decirse ciertas dimensiones perdidas; en particular, superar la idea procedimentalista de
que tiene por fin la conservación del estado, en rigor no excluye la vida interna de la democracia, que acaba en el triste «menos malo de los regímenes»; y recuperar
espaldas al estado. En la idea clásica de democracia, la ciudad, la vida política, es sus contenidos de emancipación política, de participación en la vida pública, de
un fin del hombre, inscrito en su naturaleza como su perfección; en nuestros días, vida solidaria, de al menos vida tolerante. En el ideal, la sociedad democrática es la
el estado es un instrumento y la vida política no es necesariamente asumida como sociedad constituida en cuerpo político, compartiendo un espacio público, y no
la mejor de las vidas. La democracia actual es esencialmente la de un orden abierto unas reglas para ensamblar y dirimir conflictos de individuos y grupos.
y, por tanto, indefinido. Esta indeterminación de objetivos, exigencia del carácter En rigor, la democracia es un sistema de organización de la vida colectiva y un
autorreferencial de la política en la democracia, puede favorecer tanto el refor- modo de instauración y ejercicio del poder; pero, además, la idea actual de la
zamiento del ideal de comunidad como el suicidio en la pura indiferencia política. democracia ha asumir la «democracia social», un régimen de progreso económico
Nada se puede hacer democráticamente por imponer la participación política y el y social, pero sobre todo un régimen que da preferencia a la lucha contra la miseria
interés común; no podemos aceptar ni el espléndido arrebato libertario rousseau- y el dolor respecto a la producción de riqueza y felicidad, que potencia la
niano de obligar a los hombres a ser libres; una democracia puede, por carecer de redistribución y el acceso al poder de las capas bajas de la sociedad. Se recupera así
fines trascendentes, olvidarse de la res publica. Y hay muchas razones para pensar la dimensión igualitaria que inspiró la idea en sus orígenes modernos y se introduce
que la democracia en nuestros días ha dado la espalda al cuerpo político, a la un referente sustantivo que corrige el mero procedimentalismo. Lo democrático
pretensión de un espacio político donde vivir una vida política. deja de ser lo que decide la mayoría para ser lo que decide la mayoría cuando
La democracia, exigencia de la filosofía actual ante su renuncia a fundamentos decide bien, un bien autorreferencial, políticamente construido, pero objetivable,
absolutos trascendentes, también pone en riesgo la filosofía. Aceptando que la pues se trata de decidir aquello que favorece y extiende la democracia, o sea, la
tiranía se opone al pensamiento libre y que en principio la democracia lo favorece, política y la filosofía, la deliberación; es decir, cuando su decisión favorece la
hemos de aceptar con Tenzer que, en nuestro horizonte de reflexión, «el filósofo igualdad económica, social, política, educativa, jurídica, etc. Porque, por muchas
sabe que la democracia puede llevar a la desaparición del pensamiento»591. piruetas retóricas que realice el pensamiento, nunca podrá ocultar que, desde sus
Ciertamente, la democracia permite el pensamiento libre, e incluso lo induce; pero orígenes a nuestros días, la palabra «democracia» en los oídos de los hombres, con
no lo garantiza. Si un gran peligro de la democracia es su no absoluta garantía de entusiasmo o recelo, siempre ha sonado a igualdad.
un espacio público, cosa que puede llevar a los hombres a encerrarse en su
privacidad, en su «petite société», otro no menor es su no absoluta garantía del
pensamiento, al permitir que los hombres se liberen a sí mismo de la necesidad de
pensar en el marco de una comunidad científica que pone las reglas y los objetivos.
Queremos decir que la democracia es a un tiempo una garantía y una amenaza
para la filosofía; garantiza la libertad del debate público, pero no que haya debate;
garantiza la libertad de pensar, pero no que haya pensamiento.
En fin, la democracia pone en riesgo a la democracia. La democracia, con la
intrínseca indeterminación de su horizonte, está abierta a todas las perversiones.
La política libre no presupone el acuerdo entre los ciudadanos, sino su desacuerdo;
supone, en cambio, un acuerdo sobre los procedimientos de argumentación,
elección y decisión. Ahora bien, si los resultados de la decisión no son los esperados,

591 Ibid., pág. 399.


1 derechos

«Detengámonos un momento a examinar los llamados


derechos del hombre en su forma auténtica, como los
concibieron sus descubridores, los norteamericanos y
los franceses. En cierto modo, esos derechos del hombre
son derechos políticos, derechos que sólo pueden
ejercerse en comunidad con el resto de los hombres.
Su contenido es la participación en la comunidad, y
concretamente en la comunidad política, en el estado.
Estos derechos del hombre entran en la categoría de la
libertad política, en la categoría de los derechos cívicos... »
K. Marx, La cuestión judía

1. Los derechos del hombre y del ciudadano

En un brillante ensayo sobre los derechos del hombre, B. Barret -Kriegel ha resaltado
el distinto destino de los dos textos pioneros de la larga serie de declaraciones de
derechos, la norteamericana Declaración de independencia de 1776 y la francesa
Declaración de los derechos del hombre de 1789. La diferencia residiría, según Barret-
Kriegel, en que la tablas de derechos que aparecían en las distintas Bills of Rights
que encabezaban las sucesivas declaraciones de independencias de las colonias,
después se recogerían en el preámbulo de la Declaración de Independencia,
quedando al fin incluida en la constitución federal de 1787, y determinando
fuertemente el derecho positivo norteamericano. En cambio, la francesa encontraría
fuerte resistencia en toda Europa, siendo una y otra vez retocada o silenciada, según
la alternancia en el poder de fuerzas progresistas o conservadoras, determinando
que sólo influyera en el derecho positivo de forma indirecta592 •
Sin entrar en los detalles históricos, nos quedamos con la tesis de este desigual
destino de ambos textos. Mientras en tierras norteamericanas los pensadores y
políticos liberales convertían las Bills ofRights en bandera ideológica revolucionaria,
en Europa se alzaban contra la declaración de derechos de la revolución no sólo
las fuerzas integristas y restauracionistas, con teóricos como Joseph de Maistre
(Considérations sur la France, 1796); y De Bonald (La législation primitive considérée
par les seules lumieres de la raison, 1802)593, sino pensadores como E. Burke, de
talante liberal-conservador, que había dado su apoyo incondicional a los rebeldes

592 B. Barret-Kriegel, Les droits de l'homme et le droit naturel. París, PUF, 1987, págs. 10 ss.
593 Ver Jacques Droz, Le romantisme politique en Allemagne. París, 1963
392 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 393

norteamericanos; como J. Bentham, liberal-utilitarista que apoyó la revolución y de los derechos, sino para abrir la reflexión a una concepción de los mismos
mereció los honores de la Asamblea francesa; o como K. Marx, socialista y concorde con la filosofía de nuestro tiempo.
revolucionario, en sus obras juveniles. Es decir, la Declaración de derechos francesa
tuvo en su contra a conservadores, liberales, utilitaristas y marxistas; por tanto,
atrajo las iras de todo el espectro ideológico político. 2. La crítica liberal-conservadora de Edmund Burke
B. Barret-Kriege cree que actualmente la hostilidad no ha desaparecido, que
sólo es más débil, que el rechazo de 1789 está latente; considera que estamos ante 2.1 Crítica a la Revolución
un aggiornamento de Jacto, aunque no de iure. Nosotros creemos que el problema
actual de los derechos no es su negación teórica, sino su cumplimiento práctico. La obra más destacada de E. Burke respecto al asunto que nos ocupa es Reflections
Tras el horror del fascismo, provocando la necesidad de una nueva Declaración on the Revolution in France (1790)596, una obra escrita al calor del debate sobre la
universal de los derechos del hombr¿;9\ los derechos han quedado incluidos de forma revolución de 1789; una obra antiliberal de un liberal, «un libro revolucionario
incuestionable en el ideal de ciudad; los problemas nacen en los perfiles de algunos contra la revolución», según la afortunada expresión de Novalis. Una obra confusa
de ellos, en la jerarquización interna y en su cumplimiento efectivo. Creemos que de un ilustrado, de un defensor de los insurgentes americanos que adopta posiciones
la doctrina de los derechos está tan bien afirmada, es tan espontáneamente aceptada, conservadoras en defensa del statu quo de la monarquía británica. E. Tierno Galván
que incluso induce a olvidar la necesaria crítica que evite que una interpretación ha escrito: «Sólo un conservador propiamente dicho, un conservador inglés, puede
particular de los mismos se ponga como la doctrina universal y legítima. ser a la par defensor de la libertad y reaccionario»597. Ciertamente, la crítica de
Por eso nos ha parecido conveniente exponer, en este capítulo, las críticas Burke es conservadora; pero es lúcida y, además, está basada en una argumentación
clásicas de tres pensadores, Burke, Bentham y Marx, que en cierta manera resumen racionalista, de exquisito gusto ilustrado.
simbólicamente el arco ideológico contemporáneo; tres críticas que tienen en Lo que Burke critica de la revolución es el entusiasmo, la exaltación ante unas
común el cuestionamiento de la concepción liberal de los derechos, sea por sus ideas que, de momento, no han sido puestas en práctica y no se conocen sus
confusos fundamentos filosóficos o por sus sospechosos efectos prácticos; tres resultados: «Yo hubiera suspendido mis felicitaciones a Francia por su nueva
críticas que, en todo caso, se hacen desde otras tantas concepciones de la ciudad, libertad hasta que me hubiera dado cuenta de cómo tal libertad se adecuaba con el
del hombre, de su bienestar y de sus derechos. Consideramos que actualmente la gobierno, con la fuerza pública, con la disciplina y obediencia de los ejércitos, con
doctrina de los derechos no necesita defensa ideológica, dada su aceptación la percepción y buena distribución de los impuestos, con la moralidad y la religión,
generalizada; requiere, no obstante, una crítica filosófica fuerte, que en el plano con la raigambre de la propiedad, con la paz y el orden, con las costumbres privadas
teórico la libere definitivamente de sus residuos naturalistas y subjetivistas, y públicas. Todas estas cosas son también bienes a su manera y, si llegan a faltar, ni
aportando una fundamentación nueva y actual, y en el plano práctico la indepen- la libertad es un beneficio ni tendrá la fortuna de durar mucho tiempo. En efecto,
dice de su uso liberal-individualista, integrándola en una idea democrático-radical la libertad consiste en permitir a los hombres hacer aquello que les plazca. Veamos,
de la política. Por tanto, en vez de su innecesaria defensa595 , hemos preferido exponer pues, qué les place hacer antes de arriesgarnos a repartir felicitaciones que quizás
tres frentes de crítica, cada uno de los cuales pone de relieve las insuficiencias de el tiempo cambiará en condolencias. (... ) Las personas avisadas querrían, antes de
una interpretación naturalista e individualista de los derechos del hombre y del dar su opinión, ver el uso que se hace del poder, sobre todo cuando es algo tan
ciudadano e, indirectamente y por vía negativa, abre el camino a una interpretación delicado como un nuevo poder, confiado a nuevas personas de las que poco o nada
social y política de los mismos. No recurrimos a los críticos para debilitar el ideal se conocen los principios, los caracteres y las disposiciones ... »598.
Por tanto, crítica al entusiasmo, al fanatismo, a la adhesión incondicional y
594 Aprobada por la ONU ellO de diciembre de 1948. ciega a un ideario sin previa crítica. La sospecha de Burke es que los revolucionarios
595 Sobre la problemática general de los derechos ver AA.VV., El fundamento de los derechos ejercitan poco la distinción, metiendo a cuantos no les siguen en el saco del
humanos. Madrid, Debate, 1989; L. Prieto Sanchis, Estudios sobre derechos fundamentales. oscurantismo y la reacción: «Si se atreve usted a defender el principio sucesorio de
Madrid, Debate, 1990; G. Peces-Barba, Derechos fundamentales. Madrid, Univ. Complutense, la Corona, estos sofistas os presentan defendiendo una causa falsa y secundando
1983; A.E. Pérez Luño, Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitución. Madrid, Tecnos,
1984; el monográfico «Droit et politique», en Esprit (marzo de 1980); Luc Ferry et Alain Renaut,
personajes a los cuales usted jamás pensó apoyar. Discuten como si tuvieran ante
Philosophie politique 3. Des droits de l'homme a l'idée républicaine. Paris, PUF, 1985 (México, ellos a algunos de esos retrógrados fanáticos de la esclavitud, que antaño sostenían
FCE, 1990); Jean Rivero, Les libertés publiques, I. Les droits de l'homme. París, PUF, 1984; M.
Willey, Le droit et les droits de l'homme. París, PUF, 1983; R. Dworkin, Los derechos en serio. 596 E. Burke, Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790). Madrid, CEC, 1978.
Barcelona, Ariel, 1984; P. Barcellona, I soggetti e le norme. Milán, Giuffre, 1984; N. Bobbio, Il 597 E. Tierno Galván, «Prólogo» a Edmund Burke, Reflexiones. Edic. cit., pág. 14.
positivismo giuridico. Turin, Giappichelli, 1979.
598 Reflexiones, 36-37.
LOS DERECHOS 395
394 FILOSOFÍA POLÍTICA

esta opinión, hoy día creo yo que abandonada por todos, de que «la Corona se en nombre de estas convenciones de la sociedad civil, derechos que ni siquiera
sostiene por derecho divino, hereditario e imprescriptible». Estos antiguos fanáticos suponen su existencia o que la repugnan absolutamente?>>603.
de la tiranía arbitraria hablaban como si la realeza hereditaria fuese en el mundo La sociedad es convención; por tanto, sus fines son convencionales. Pero, por
la única manera legítima de gobierno; del mismo modo nuestros nuevos fanáticos eso mismo, son incuestionables: todo queda subordinado a ellos. Por ejemplo,
del arbitrario poder popular sostienen que la elección es la única fuente legítima uno de los fines de la sociedad es «que nadie sea juez de su propia causa», dice
del poder»599. Burke siguiendo a Locke. Tal cosa supone el abandono, por parte del individuo, de
Bajo el rechazo del fanatismo y la indistinción, en el fondo Burke denuncia el un derecho natural fundamental, el de hacer justicia por sí mismo y defender su
proyecto revolucionario, con su diseño abstracto de sociedad utópica, optando propia causa. La convención determina el derecho natural, y no a la inversa; si el
por una vía reformista de cambio e integración: «Un estado en el que no se puede individuo tiene derecho a la justicia es porque la sociedad ha asumido esa función,
cambiar nada carece de medios para su conservación. Sin tales medios se corre el y esto es posible porque el individuo ha renunciado a tomarse la justicia por su
riesgo de perder aquellas partes de la constitución que se querrían conservar con mano; por tanto, no puede invocarse un derecho natural al que se ha renunciado
religioso cuidado. Estos dos principios, de la conservación y de la corrección, para constituir la sociedad.
actuaron grandemente en los dos periodos críticos de la restauración y de la En general, el individuo «ha abdicado a todo derecho a ser gobierno de sí
Revolución, cuando Inglaterra se encontró sin rey. En cada una de estas épocas mismo, e incluso, hasta cierto punto, ha abandonado el derecho de auto defensa, la
fueron disueltos los vínculos de unión del viejo edificio nacional: la nación no primera ley de la naturaleza. Los hombres no pueden gozar a la vez de los derechos
destruyó por esto la totalidad del edificio. Al contrario, en ambos casos se logró que les da la sociedad y de aquellos que tendrían si vivieran aislados. Para poder
regenerar las partes enfermas de la vieja constitución sin tocar aquellas que no obtener justicia han renunciado al derecho a determinar cuál sea esta justicia en
habían sufrido menoscabo. Se conservaron estas partes antiguas tal cual eran, con aquello que les concierne esencialmente. Para asegurarse algunas libertades, ponen
el fin de que aquellas que se reconstruyesen pudieran series adaptadas»60o. La crítica toda la libertad en manos de la sociedad»604.
de Burke a la Revolución se hace, pues, desde posiciones reformistas conservadoras, Burke es lúcido al destacar que la instauración de un Gobierno implica la
pero no oscurantistas; y esta actitud se refleja en su crítica a los derechos que la sustitución del derecho natural, a pesar de la perfección que pueda tener, pues
Revolución instaura. «esta perfección abstracta es su defecto práctico. Teniendo derecho a todo se tiene
falta de todo»605. Burke sabe que el Gobierno es un artificio, una convención, una
2.2 Los derechos sociales del hombre construcción de la sabiduría humana «para subvenir a la necesidad humana». Los
hombres, sigue diciendo, tienen derecho a que su sabiduría provea sus necesidades;
Burke sabe que uno de los argumentos claves de los revolucionarios es, precisa- se dotan de un instrumento a su servicio y tienen derecho positivo a su servicio.
mente, el carácter natural de los derechos del hombre, su esencia prepolítica, su En esta línea de reflexión Burke podrá decir que los hombres tienen derecho a
validez previa y al margen de la instauración del orden socia160I ; son derechos que que el Gobierno los gobierne, a que «ejerza suficiente contención sobre sus
tienen en tanto que hombres, que el estado civil no puede abolir. En consecuencia, pasiones>>606. Por tanto, en lugar de ver el control político de las pasiones, de las
la crítica de Burke insistirá en distinguir los derechos naturales, de los que no se voluntades, de las inclinaciones humanas, como un freno a su libertad, Burke lo
ocupa, de los derechos civiles: «porque me ocupo del hombre social y no de ningún considera un derecho de los súbditos, porque es una necesidad para satisfacer su
otro». Y estos derechos civiles «al fin y al cabo son cosas a decidir por convención»602. derecho al bienestar. Y, en este sentido, «es necesario contar entre los derechos de
Entender la sociedad como producto de una convención es una posición los hombres no solamente sus libertades, sino también las presiones que habrán
progresista y moderna, que ningún contractualista -y los revolucionarios franceses de ejercerse sobre ellos»607.
lo eran- podía cuestionar. La convención, el pacto, es el único fundamento de la Resulta sorprendente este derecho a ser controlado, educado, dirigido,
ley, viene a decir Burke. Entonces, ¿por qué ha de respetar el derecho natural? Sólo contrapuesto tanto al ideal moralista de libertad negativa como al ideal ético de
respetará lo que acuerde respetar; y no puede acordar cosas incompatibles. El participación política. A Burke le sirve también para criticar toda política de
hombre, reflexiona Burke, no puede exigir gobernarse por sí mismo y, a un tiempo, principios abstractos, pues tanto las libertades como los controles varían con las
que la sociedad le procure el bienestar; no puede exigir derechos sociales y conservar circunstancias, lo cual invalida cualquier generalización; la política, por tanta, no
los naturales. «¿Cómo se comprende, entonces, que haya hombres que reclamen, puede someterse a reglas abstractas universales, sino que es un conocimiento

603 Ibid., 153. 606 Ibíd., 155.


599 Ibíd., 77-78. 601 Ibíd., 153-159. 604 Ibid., 154. 607 Ibid., 155.
600 Ibíd., 66. 602 Ibíd., 153. 605 Ibíd., 154.
396 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 397

práctico, ligado a la experiencia y a la prudencia. La alternativa, en términos reivindicados en el seno de la Monarquía; éstos suponen una alternativa popular,
radicales, es, o bien admitir el principio del derecho pleno del hombre a gobernarse revolucionaria, al Antiguo Régimen.
por sí mismo, en cuyo caso ya nada hay que decir en política (de hecho implica el La estrategia crítica de Burke pasa por no caer en la discusión abstracta sobre
supuesto de un estado de naturaleza); o bien renunciar al mismo por convención, los derechos del hombre, su existencia y naturaleza, y llevar al debate al terreno de
por limitación artificial, en cuyo caso la política deviene un asunto de conveniencia. la utilidad. Como lo que en realidad le indigna es que los franceses no hablen de
Y, en cuestiones de conveniencia, lo que vale es la experiencia y el sentido común, «derechos de los franceses», sino de «derechos del hombre», cosa que implica el
no las aventuras retóricas. Desde este punto de vista, discutir de los derechos riesgo de que la revolución se extienda a Gran Bretaña, Burke intentará demostrar
abstractos es gratuito y sofístico. «El estado ha de cuidar de su fuerza y remediar que los ingleses no los necesitan: la Gloriosa Revolución de 1688, que utiliza de
sus debilidades; pero ¿qué utilidad tiene discutir sobre el derecho abstracto de un referente, no los contempló como necesarios ni deseables y, no obstante, Inglaterra
hombre al alimento y a la medicina? La cuestión está en saber cómo procurarle los es la sociedad más libre, más ordenada y más eficaz. Intenta, obviando el debate
alimentos, cómo administrarle los remedios. En esta deliberación, yo siempre teológico-metafísico, desacralizar los derechos y subordinar su aceptación a sus
aconsejaría recurrir a un granjero o a un médico, en lugar de a un profesor de efectos prácticos.
metafísica»608. Burke era consciente del prestigio que tenía la constitución inglesa, admirada
Su consejo final, por tanto, es que si el verdadero derecho de los hombres es por los ilustrados franceses como modelo de libertad, y juega con ese prestigio
vivir bien, el problema del modelo político, del orden civil, es técnico, y no de como argumento fundamental contra la constitución francesa revolucionaria,
principios. Y, en cuestiones técnicas, no valen las especulaciones. Una ciencia resaltando que los principios de esa Revolución de 1688, recogidos en su
práctica, como el arte de gobierno, aconseja que «sólo con infinitas precauciones Declaración de derechos, no hacen referencia alguna a los derechos políticos: «Así,
se podría uno aventurar a destrozar un edificio que durante siglos ha cumplido de pues, en esta declaración llena de sabiduría, de moderación y de prudencia, hecha
manera conveniente los fines generales de una sociedad; o a volver a edificar este por expertos juristas, estadistas eminentes y no impetuosos e inexpertos aficionados,
edificio sin tener ante los ojos modelos y ejemplos de probada utilidad»609. Frente no hay ni una sola palabra, ni una sola alusión, sobre un derecho general a elegir
a los derechos naturales, en cuyo nombre la revolución niega el orden existente y nuestros propios gobernantes, a deponerlos por causa de indignidad ni a constituir un
construye otro igualitario, Burke opone el carácter convencional, político de los Gobierno por nosotros mismos»612. Al contrario, en dicha constitución la Monarquía,
derechos; pero frente a la convención, al acuerdo de la Asamblea del nuevo orden el régimen, tiene su orden de sucesión y excluye toda participación popular: «Es,
jurídico, Burke reivindica los valores políticos de la experiencia y la prudencia. En pues, indiscutible que la revolución no nos ha otorgado el derecho a elegir nuestros
el fondo eran los revolucionarios quienes, bajo la falsa consciencia de instaurar los reyes. y aun admitiendo que hayamos tenido antes ese derecho, la nación inglesa
derechos naturales, hacían efectivo el carácter político de los derechos: ponían los hizo en su momento solemnísima renuncia a tal derecho, tanto para aquel tiempo
derechos de las capas populares donde hasta entonces hubo derechos históricos, como para siempre jamás»6J3. Cualquier pretendido derecho natural es válido en
ponían la voluntad popular en el lugar de la voluntad de los notables. estado de naturaleza, considera Burke; en el orden civil sólo cuentan los derechos
civiles que la constitución consagra. Y la constitución inglesa, tan generalmente
2.3 Los derechos políticos aceptada y admirada, no contempla entre los derechos de los súbditos la elección
del príncipe.
Aunque Burke somete a crítica un amplio repertorio de aspectos de la Revolución, En su entusiasmo por la Revolución de 1688, Burke llega a formular el
aquí nos limitaremos a la Declaración de derechos de 1789, que en el fondo es la sorprendente «derecho a una monarquía hereditaria», cuyo aroma sofista anticipa
clave de la Revolución y, por tanto, de la crítica de Burke. El autor inglés está la extendida idea liberal del «derecho a tener buenos gobernantes». Efectivamente,
especialmente preocupado por los «derechos políticos»610, de ahí que dedique Burke considera que el súbdito tiene derecho al carácter hereditario de la Corona61 4,
muchas páginas a criticar lo que los defensores de la Revolución llaman «los tres lo cual de entrada parece sorprendente: «El pueblo inglés -dice Burke- no quiere
derechos fundamentales» conseguidos por los franceses: «l°. El derecho a escoger imitar modas desconocidas y no caerá en aquellas que la experiencia le ha
nosotros mismos a quienes nos gobiernan. 2°. El derecho a deponerlos por conducta demostrado dañosas. La ley de transmisión hereditaria de la Corona se le presenta
indigna. 3°. El derecho a establecer un Gobierno por nosotros mismos»611. Como como uno de sus derechos, no como una de sus cargas; como una ventaja, no
vemos, no le preocupan tanto los derechos a la libertad, a la vida, a la búsqueda de como un abuso; como una garantía de sus libertades y no como marca de esclavitud.
la felicidad, cuanto los que tienen una dimensión política. Los otros pueden ser Considera la estructura de la comunidad, tal cual existe actualmente, un bien de

608 Ibíd., 156. 610 Ibíd., 53-62. 612 Ibíd., 54. 614 Ibíd., 75-80.
609 Ibíd.,157-8. 611 Ibíd.,53. 613 Ibíd., 62.
398 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 399

inestimable valor, y concibe la sucesión pacífica de la Corona como una prenda de que haya grandes abusos del gobierno y gran anarquía social antes de soñar con
la estabilidad y perpetuidad de todas las demás partes de nuestra constitución»615. derribarlos. La opinión acerca del futuro debe ser tan mala como la experiencia
Esta posición, esta defensa del derecho a una monarquía hereditaria, sólo puede del pasado;) 618. Son las circunstancias, las ocasiones, las que determinan la necesidad
defenderse, con coherencia, desde una posición utilitarista y con la dudosa premisa de deponer gobiernos; nunca el derecho.
empírica de que la monarquía satisface las necesidades de los hombres más eficaz El último de los derechos políticos es el de «constituir un Gobierno por nosotros
y adecuadamente. mismos». La línea de crítica es la misma que en las dos ocasiones anteriores, pero
Burke rechaza, por abstracto y aventurero, el principio de la soberanía popular, Burke aporta un nuevo frente de argumentación, centrado en la distinción entre
ya que no garantiza una mejor elección del gobierno; intenta, pues, evitar un debate «derechos del hombre» y «derechos de un pueblo»619. Refiere a una ley del tercer
de principios y llevarlo al terreno pragmático, desde el cual lo importante no es año de reinado de Carlos 1, la llamada Petición de derechos, en la que el parlamento
elegir a los gobernantes, sino estar bien gobernados. Desde este planteamiento, lo dice al rey: «Vuestros súbditos han heredado esta libertad». Los derechos del pueblo
que se requieren no es un criterio racional sino empírico: y la experiencia inglesa inglés, pues, son heredados; no son derechos del hombre, sino derechos de los
muestra que la corona hereditaria es una opción satisfactoria, mientras que la ingleses. El derecho es una herencia, un legado histórico de padres a hijos, de
Revolución francesa es cuando menos una incógnita. De poco sirve elegir al príncipe generación a generación. No es necesario el derecho abstracto a elegir gobierno
cuando el criterio aceptado es el de ser bien gobernado. por el pueblo; a éste le basta que sus libertades, sus derechos hereditarios, les sean
Algo similar ocurre con el segundo derecho político, el que se refiere a poder respetado: «Adoptando este principio de la herencia, hemos dado a la trama de
«disolver los gobiernos por causa de indignidad».También aquí la argumentación nuestra política el carácter de una relación consanguínea, uniendo a la constitución
se hace desde los mismos supuestos. ¿Qué quiere decir eso de «por causa de de nuestro país con nuestros vínculos familiares más queridos. Hemos hecho a
indignidad»?, se pregunta Burke, a quien parece un concepto demasiado vago y nuestras leyes fundamentales un sitio en el seno de nuestros sentimientos familiares.
abstracto para fundar la estabilidad de los gobiernos. Burke toma el ejemplo del Hemos guardado celosamente, para amarlos con el calor de todos sus combinados
rey Jacobo II. Su abdicación no fue forzada por «motivo de indignidad», sino por y recíprocos afectos, nuestro estado, nuestros hogares, nuestros sepulcros y nuestros
indignidades concretas y precisas: por haber roto el contrato entre el rey y el pueblo, altares»620.
por atentar contra la iglesia protestante, por violar las leyes y las libertades de sus Burke defiende así lo que llama «método de la naturaleza», el cual debe ser
súbditos: «Esto era algo más que indignidad. Una necesidad grave e irresistible les imitado en la acción política: «lo que nosotros mejoramos no es jamás comple-
obligó a tomar la determinación que tomaron y lo hicieron con una repugnancia tamente nuevo, y lo que conservamos no es nunca completamente viejo»621. Burke
infinita, bajo la presión de la más rigurosa de todas las leyes»616. Es decir, Burke define su posición como «tradicionalismo liberal» y llega a ver en los conflictos un
acepta que, en casos de emergencia, realmente excepcionales, es legítimo forzar el mecanismo positivo del diálogo y del progreso: «Estas oposiciones y estos conflictos
cambio de gobierno; pero considera que no se trata de un derecho, sino de una de intereses que ustedes consideran como una gran imperfección en vuestra antigua
necesidad. El verdadero derecho de los súbditos es el de tener un gobierno que, constitución y en la actual nuestra, imponen un freno salvador a todas las
por satisfacer sus necesidades, no les ponga en el difícil trance de cambiarlo. Se resoluciones precipitadas. De este modo se hace de la deliberación no una cuestión
tiene derecho a ser bien gobernado; y, en caso de necesidad extrema, es legítima la de elección, sino de necesidad. Hacen de todo cambio objeto de un compromiso
resistencia, como hecho puntual. Pero la necesidad excepcional no debe ser elevada del que nace, naturalmente, la moderación»622. El debate desapasio-nado, la
a derecho, que por naturaleza sería eterno; lo que las constituciones deben hacer, deliberación simétrica, el consenso estable, que en nuestros días definen el
en cambio, es sentar las bases para que resulte «casi imposible a cualquier futuro pluralismo político, eran así reclamados por este conservador progresista ilustrado;
soberano poner el reino en la necesidad de recurrir a estos violentos remedios»617. pero, paradójicamente, lo hacía frente a los derechos políticos de los ciudadanos.
Como siempre, la revolución de 16881e sirve de modelo y aporta aceptabilidad
a su argumento. «La Revolución de 1688 nació de una guerra justa, en el único 2.4 Verdaderos y falsos derechos
caso en que una guerra, y más una guerra civil, puede ser justa: Justa bella quibus
necessaria. La cuestión de destronar o, si estos caballeros lo prefieren, de deponer a La posición de Burke ante los derechos es sumamente clara y trivial: defiende los
los reyes, será siempre, como siempre lo ha sido, una cuestión de estado de excepción verdaderos y desprecia los falsos: «Estoy bien lejos de negar, en teoría, la existencia
y completamente ajena a la ley. Será siempre una cuestión" de circunstancias, de de los verdaderos derechos de los hombres, y estoy completamente lejos de prohibir
medios y de consecuencias probables, más que de derechos positivos (. .. ) Es preciso
618 Ibíd., 87. 621 Ibíd., 95.
615 Ibíd.,75-76. 617 Ibíd.,80. 619 Ibíd., 95-98. 622 Ibíd., 98.
616 Ibíd.,80. 620 Ibíd., 95.
400 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 401

que se lleven a la práctica (... ). Denegando sus falsos derechos, no pretendo atacar sería justo repartir igual beneficio a dos socios que han invertido cantidades
a los verdaderos, que quedarían completamente destruidos de triunfar los que diferentes: «En esta asociación todos los hombres tienen iguales derechos, pero no
ellos defienden» 623. todos tienen derecho a las mismas cosas»628.
El problema, por tanto, se reduce a identificar unos y otros, a establecer el y así llegamos al final: los derechos verdaderos, sociales, son contradictorios
criterio. Y aquí es donde Burke derrocha esfuerzo y finura teórica. Tras aclarar que con los políticos, con los democráticos. Si la sociedad tiene con todos la deuda de
sólo habla de «derechos civiles», y no de «derechos naturales», pues éstos no tienen facilitarles su bienestar, dice Burke, nada que se oponga a ello puede ser un derecho.
valor en la sociedad, defiende que los derechos han de estar ligados a los fines de la Para que la sociedad pueda cumplir su fin, que es satisfacer los «verdaderos»
sociedad, pues no parece lógico que se puedan tener derechos contrarios a los derechos de los individuos, éstos no pueden tener ciertos «falsos» derechos que
fines constitutivos de la sociedad: «Si toda sociedad civil tiene como objeto impiden el cumplimiento de tal fin. Por eso «la participación en el poder, la
beneficiar al hombre, todas las ventajas que la sociedad consiga son derechos que autoridad y la dirección que cada individuo debe tener en los negocios del estado»
adquieren»624. El resultado es obvio: los derechos civiles de los hombres apuntan no es un verdadero derecho. En general, los derechos políticos de los revolucionarios
todos a su bienestar, a su beneficio; los derechos son en rigor los fines de la sociedad. le parecen contradictorios con el fin de la sociedad, con los verdaderos derechos.
Por tanto, en lugar de pensar en abstracto los derechos e idear una sociedad utópica Viene a decir que exigir a la sociedad que proporcione a sus miembros una vida
a su servicio, cosa que conduciría a la esterilidad, Burke aconseja limitar la segura, cómoda, pacífica, ordenada, integrada, honesta, es incompatible con
imaginación de los derechos a los fines sociales posibles. La sociedad tiene como prescribirle una organización política como la derivada de la soberanía popular.
fin el bien del hombre y el hombre tiene derecho al bien. ¿Qué bien, podríamos ¿Qué garantías tendríamos de su eficacia? Ni la historia ni la experiencia parecen
preguntar? Sin duda alguna, el bienestar, como el sentido común lo presenta, nos avalarla.
diría Burke. ¿Por qué no identificar el bien con el disfrute de los derechos, podría
objetar un kantiano? Burke contestaría que lo acepta, siempre que se entienda que
el bien es idéntico a los verdaderos derechos, pero no a los falsos. Y así se cierra el 3. La crítica progresista de J. Bentham
discurso.
Burke identifica el bien del hombre con la vida tranquila de familias cultas, 3.1 Los derechos de los muertos
piadosas y propietarias. Los derechos sólo intentan potenciar esa vida y paliar los
efectos negativos de su ausencia. En definitiva, los derechos son «una institución Thomas Paine, uno de los más apasionados defensores de los «derechos del hombre»
de beneficencia, y la propia ley no es sino la beneficencia reglamentada»625. La contra los derechos históricos que, de una u otra manera, reaccionando contra la
sociedad misma es una organización benefactora de los hombres, que debe Revolución de 1789, defendían autores como Burke o Bentham, ponía el debate
procurarles su bien salvaguardando sus derechos básicos, como el derecho a la en el escenario de la lucha entre los vivos y los muertos. Considerando que la
vida, a la justicia, a los frutos de su trabajo, a «conservar lo que sus padres han presunción de querer gobernar más allá de la tumba era la más ridícula e
adquirido», a «alimentar y educar a la prole», a «recibir instrucción» durante su insoportable de las tiranías, el revolucionario Paine lanzará su lema: «Defiendo los
existencia y a «recibir consuelos en el momento de morir»626. No se trata de un derechos de los vivos». Lo lanza contra Burke, quien presuntamente se ponía del
inventario riguroso; debemos tomar esta serie como ejemplo de lo que Burke lado de la «autoridad de los muertos» contra los derechos y contra la libertad de
entiende por derechos verdaderos, a saber, todos aquellos que, siendo razonables, los vivos. En Paine, esta metáfora expresaba su rebelión contra la tradición, contra
es decir, estando al alcance de la sociedad el proporcionárselos, favorecen una vida toda fuente de autoridad que no fuera la voluntad explícita de los vivos 629 •
digna y decente, una vida de familias honestas, un ideal de vida avalado por el Pero Bentham, por su parte, recurre a la misma metáfora y creía apostar por
sentido común, por la experiencia y por la historia. los vivos 630 . Se horroriza del «lenguaje terrorista» que reparte de forma abstracta y
En definitiva, «todo lo que un hombre puede hacer por sí mismo, sin dañar a dogmática derechos entre los hombres sin subordinarlos a la utilidad social de los
los demás, es un derecho para él; y tiene derecho a recibir su parte en todo lo que mismos; denuncia la «vieja vanidad que lleva a creerse más sabios que la posteridad,
la sociedad puede hacer en su favor, por medio de la combinación de la inteligencia más sabios que quienes habrán tenido más experiencias»; critica el oculto «viejo
y de la fuerza»627. La sociedad está en deuda con sus miembros, con todos, pues deseo de reinar sobre la posteridad; la vieja receta que usan los muertos para
todos tienen iguales derechos; pero no con todos tiene la misma deuda, pues no encadenar a los vivos». Y opone la alternativa de someter las reglas, incluidas las de

623 Ibíd., 15l. 626 Ibíd., 152. 628 Ibíd., 152.


624 Ibíd.,151-2. 627 Ibíd., 152. 629 Cf Th. Paine, Los derechos del hombre. Barcelona, Orbis, 1984.
625 Ibíd., 152. 630 Cf B. Binoche, Critiques des droits de l'homme. París, PUF, 1989, págs. 26-27.
402 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 403

los derechos, a la utilidad social, calculada racionalmente en cada momento: «¿qué al hombre de su tentación dogmática, que es la forma filosófica del deseo de
dice, al respecto, el discurso de la razón y del buen sentido? Que en la medida en dominación.
que sea justo o conveniente, es decir, ventajoso para la sociedad considerada, que
talo cual derecho, teniendo por objeto talo cual fin, sea establecido y mantenido, 3.2 Derechos políticos versus derechos naturales
en la misma medida es injusto que sea suspendido; pero que, del mismo modo
que no hay derecho que no deba ser mantenido tanto tiempo como su Con minuciosidad, artículo por artículo, Bentham somete a una crítica violenta
mantenimiento sea ventajoso para la sociedad, del mismo modo no hay derecho los textos de las Declaraciones de derechos de 1789 y 1795 631 , con la pretensión de
que no deba ser abolido cuando su abolición es ventajosa para dicha sociedad». mostrar «los errores teóricos que contienen» (falacias) y «los perniciosos efectos
Bentham rechaza la tradición, tanto en sus versiones teológicas como empiristas; prácticos que implican» (anarquía). En rigor, Bentham ya había tomado posición
pero también rechaza la revolución con el mismo argumento: ningún criterio de crítica ante la Declaración Americana de Independencia (1776), que había
autoridad, ni la tradición ni la revolución, ni la experiencia ni la voluntad, puede declarado con pomposidad que los hombres habían sido creados iguales, dotados
imponerse al de simple utilidad. Por tanto, apuesta por los vivos, por el derecho de de derechos naturales inalienables como a la vida, a la libertad y a la búsqueda de
los vivos a no estar encadenados a derechos instaurados por los muertos; apuesta la felicidad, y que los gobiernos fueron instituidos por contrato o por
porque cada época, cada sociedad, cada generación, pueda organizarse y ejercer su consentimiento para proteger esos derechos. Rechaza la teoría de los derechos
racionalidad. Pero apostar por los vivos exige cuestionar sus decisiones y poner naturales por teóricamente contradictoria y por políticamente peligrosa: «Si el
límites a sus deseos. derecho a la búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable, ¿por qué están
Entre los revolucionarios y Bentham hay coincidencia subjetiva en apostar castigados los ladrones al buscarla mediante el robo, los asesinos mediante el crimen
por los vivos; no obstante, y de ahí que la crítica de Paine no sea irrelevante, son y los rebeldes mediante la rebelión ... ?»632. Es decir, Bentham critica a la Declaración
dos opciones que pueden entrar en conflicto. Bentham ve en la afirmación americana de ser una «falacia política», un cauce de corrupción de los argumentos
revolucionaria, junto a una liberación de los vivos respecto a los muertos, de los políticos, y una «confusión conceptual», al pensar que el hombre tiene derechos
hombres frente a la tradición, un exceso de celo que los arrastra a encadenar el antes y al margen de la ley que puede usar para criticar ésta.
futuro, a impedir a los vivos del mañana los derechos que se otorgan los de hoy. La misma crítica, pero más detallada y refinada, es la que aborda en Anarchícal
No ve la necesidad, ni la conveniencia, ni la racionalidad, de establecer leyes Fallacies. Sus frentes principales siguen siendo los mismos: la teoría de los derechos
fundamentales universales, con una legitimidad que trascienda su puntual utilidad. naturales es contradictoria y lleva a la anarquía permanente; es «absurda en lógica
Pues así se apuesta por los muertos, como hacen los revolucionarios, que con sus y perniciosa en moral». Pero su radicalismo es mayor, considerando a los derechos
leyes universales y abstractas tratan de controlar el futuro. El filósofo utilitarista naturales como «derechos a la anarquía», como «orden del caos»; y a sus defensores,
creía que al poner los derechos del hombre como naturales y eternos no sólo se como «elementos subversivos de todo gobierno» o «asesinos de la seguridad».
limitaba el derecho de los hombres de cada época y pueblo al autogobierno, sino Bentham siempre tendió a pensar que los derechos naturales, por alegales e incluso
que se traicionaba algo más importante para Bentham: el principio de utilidad, la «anti-legales», eran un «crimen mora!», que «no inmerecidamente podría ser
exigencia de guiarse por una racionalidad que en cada situación optimice resultados. declarado un crimen legal»; ahora afirma rotundo que la revolución, en el momento
Desde la posición utilitarista, negadora de toda máxima transcendente y del Terror jacobino, está cometiendo un «crimen legal», una acción «hostil a la paz
absoluta, no había razones definitivas para la aceptación sin condiciones de los pública». Se trata tal vez de la crítica más terrible que nunca se haya hecho a los
derechos del hombre o de la revolución; el entusiasmo era para Bentham derechos del hombre. De todas formas, bajo la crítica prolija y exaltada se mantienen
sospechoso de fanatismo e irracionalidad. El horizonte de la política es racionalizar líneas de reflexión filosóficamente relevantes 633 , todas ellas concluyentes en la
lo que hay; la alternativa abstracta entre conservar y destruir es falsa. Ni conservar confrontación entre derechos naturales y derechos legales o políticos, entre una
ni destruir por principio, sino conservar lo racional y destruir lo irracional, concepción de los derechos iusnaturalista o intuicionista y otra utilitarista.
tomando como criterio de racionalidad la felicidad, el bienestar, el progreso real Bentham entendía que los derechos eran creaciones del derecho, éste de la ley
de los hombres y los pueblos. Bentham adopta así una posición estratégica y ésta del poder político. Por tanto, los derechos naturales, pretendidamente ajenos
reformista, sin ningún culto a la tradición, sin lastres conservadores, sin más límites
que la racionalidad. Su crítica a los derechos está hecha desde un nuevo escenario, 631 Ver el folleto de J. Bentham, «Anarchical fallacies (1816)>>, en The Works off. Bentham.
Edimburgo, Ed. Bowring, 1838-1843, t. II, págs. 489-534, donde se recogen estas críticas.
en el cual los derechos son instrumentos sometidos, como cualquier otro elemento
632 «An Answer to the Declaration of the American Congress», carta a J. Lind de 2 de
social, a la hegemonía del principio de utilidad, que entiende como principio de septiembre de 1776. Collected Works ofJeremy Bentham. Vol. 1. Londres, 1968.
racionalización práctica. En la defensa de los vivos frente a los muertos Paine sólo 633 Seguimos muy de cerca el texto inédito de J. Montoya «Bentham y los derechos humanos»
aspira a liberarse de la autoridad de la tradición; Bentham, en cambio, quiere liberar (presentado al III Congreso Iberoamericano de Estudios Utilitaristas. Mayo, 1994).
404 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 405

y anteriores al derecho positivo, eran una contradicción en los términos, tan políticamente estériles: (dos derechos son fruto de las leyes y sólo de las leyes; no
incomprensible y aberrante como hablar de ((calor frío», ((cuadrado redondo», hay derecho sin ley -ni derecho contrario a la ley, ni derecho anterior a la ley». Por
((humedad seca» u wbscuridad resplandeciente»: ((Si se prescinde en este tema de tanto, ((derecho y derecho legal son la misma cosa»; una noción de derecho no
la idea del derecho, todo lo que se consigue, con el uso de la palabra ((derecho», es creado por la leyes una contradicción como (mn hijo que nunca tuvo padre»,
un sonido discordante». (mna especie de frío caliente», (mna resplandeciente oscuridad».
Además de una manifiesta confusión, Bentham incluso cree descubrir en el Otras veces no subraya tanto la contradicción cuanto la indeterminación o
discurso sobre los derechos cierta perversión. Según nuestro autor, los hombres confusión política a que conduce: si se admiten derechos fuera de la ley, el problema
recurren a los derechos cuando quieren conseguir sus propósitos sin querer será la falta de criterio para inventariarlos, determinarlos y aplicarlos. Sin ese
argumentar; en el fondo ponen como derecho su propio deseo. Y si la misión última criterio, el debate sobre los ((derechos naturales» se eterniza yno faltarán ocasiones
del derecho y de los derechos es la seguridad de los individuos y de la colectividad, en que se confundan con ((caprichos políticos»; ((Cuando empleas palabras tales
los derechos naturales son perversos, porque introducen el debate filosófico como ((derecho» [... ], ningún concepto puede adjudicársele sino por medio de
indecidible y la confrontación política permanente. una ley o algo a lo que la fuerza de la ley sea aplicado (something to which the force
Comentando el Artículo II de la Declaración de 1789, que pone como fin de la oflaw is given) [... l. El único caso en que la palabra ((derecho» tiene algún significado
sociedad política la conservación de los derechos naturales del hombre (libertad, determinado e inteligible es cuando lleva adjunto el calificativo ((político».
propiedad, seguridad y resistencia a la opresión), Bentham dirá que dicho plantea- Podría objetarse que esta fuerte sujeción del derecho a la ley va contra la
miento pone los derechos naturales por encima de la ley, como límite y fundamento experiencia, pues es notorio que los hombres pueden crear derechos-obligaciones
de ésta; pero, de este modo, hacen imposible la vida en común, pues las Declara- al margen de la ley. Por ejemplo, podemos conceder a un vecino el derecho a que
ciones ponen los derechos de forma absoluta, ilimitada, tal que son inconsistentes use nuestro teléfono a cambio de que nos recoja cada día el correo; mientras cumpla
entre sí. Si la libertad absoluta es un derecho, ninguna leyes posible; si la igualdad su parte del trato, explícito o no, tiene derecho a usar mi teléfono, y yo tengo
absoluta es un derecho, no es posible la libertad ni la propiedad; o sea, en su obligación de permitírselo. Pero probablemente desde posiciones benthamianas
formulación absoluta e ilimitada los derechos son entre sí contradictorios y hacen se contestara que el acuerdo, en el ámbito restringido, hace las veces de una ley.
imposible toda ley. Además, así formulados generan el conflicto permanente, cada Porque, en definitiva, lo que se discute no es el formalismo legal; el problema de
cual reivindicando en cada caso el derecho que más le convenga, sin posibilidad de fondo es decidir si los hombres tienen derechos naturales prepolíticos o si, por el
decidir entre ellos por la ausencia de un criterio. Bentham pone así de relieve el contrario, todos sus derechos derivan de acuerdos entre los hombres, o sea, de la
gran problema filosófico de la visión intuicionista de los derechos: la falta de criterio política. Desde esa perspectiva parece obvio que el derecho de mi vecino le viene
de decisión o jerarquización en caso de conflicto entre ellos (conflicto inevitable de nuestro acuerdo. Mi vecino no tenía derecho alguno antes del pacto; por tanto,
en cuanto traten de concretarse en leyes). en sentido amplio, la tesis por la que no hay derecho sin ley, puede ampliarse a (mo
Bentham, cuya filosofía utilitarista estaba dirigida a conseguir un criterio de hay derecho sin ley política o moral», pues ambas son artefactos o convenciones
racionalidad para poder decidir en las polémicas políticas y morales, sin el cual se de los hombres, ambas implican sanción y coacción, aunque de desigual eficacia.
condenaban a la eternidad y esterilidad, ve en los derechos naturales un recurso En definitiva, el argumento de Bentham del carácter legal de todo derecho,
para la indecisión permanente, para la inseguridad política constante; un entendido en este sentido de que no hay derechos que no provengan de acuerdos
argumento peligrosamente anárquico. Formulados absolutamente, impedirán toda entre los hombres, que no sean productos de la ciudad, es fuerte.
legislación positiva; si se aceptan limitaciones -como de hecho hacen las La doctrina de Bentham según la cual no hay derechos no legales se formulaba
constituciones, que afirman la libertad, o la igualdad, añadiendo algo así como como netamente opuesta a los derechos naturales de las Declaraciones de derechos.
((determinada por las leyes», ((regulada por las leyes», ((excepto en los casos o límites No se oponía a los derechos, sino a su (maturalidad», a la concepción apolítica de
que marcan las leyes»-, resultan estériles. Estas confusiones permiten o generan los mismos, a su imposición exterior sobre las relaciones libres y racionales entre
situaciones paradójicas en que la igualdad es compatible con la propiedad y la los hombres. Lo que critica Bentham es la concepción de los derechos, implícita
libertad con la esclavitud. en las Declaraciones, tal que éstos están por encima de la política y de la voluntad
No se cansa de insistir en que la doctrina de los derechos se apoya en una racional de los hombres; defiende en cambio los derechos como acuerdos políticos,
((confusión conceptual»; en que un derecho es genuinamente una creación de la como convenciones sancionadas o no por leyes, como obligaciones morales o
ley; en que su realidad, su efectividad, exige la protección y garantía de la ley. jurídicas, en fin, como criterios racionales de dirigir la vida social. Desde esta
Cualquier otro origen del derecho es problemático, gratuito, difícil de establecer y, perspectiva, Bentham podría haber mantenido, sin violentar sus presupuestos
sobre todo, imposible de garantizar. Repite mil veces que se incurre en contradicción filosóficos, su rechazo a los derechos naturales sin rechazar los derechos morales,
al hablar de derechos no legales, que serían filosóficamente impensables y incluyendo a éstos, junto a los derechos legales, dentro de los derechos políticos,
406 FILOSOFíA POLÍTICA LOS DERECHOS 407

considerados como creaciones de los hombres, basados en la convención coercitiva en tanto ventajosos, sean garantizados mediante la formulación legal y el respaldo
y el reconocimiento social. Que no lo hiciera, tal vez porque los derechos morales del poder político. De este modo los derechos, como las leyes en general, prescriben
comúnmente se confundían con el derecho natural, no es relevante para decidir la acciones conforme al principio utilitarista, es decir, sancionan un cálculo, en cuya
cuestión del carácter político o transcendente de los derechos. elaboración se han tenido en cuenta todas las consecuencias posibles en base a la
racionalidad, coyuntura y experiencia. Para Bentham la doctrina de los derechos
3.3 Los derechos y la comunidad va contra el proyecto de emancipación humana, que pasa por la racionalización
social. Los derechos naturales, como cualquier instancia metafísica, son un límite
La doctrina de los derechos, además de las cuestiones lógico-filosóficas que plantea, a la acción humana, una sumisión y, además, un factor de irracionalidad.
tiene implicaciones filosófico políticas importantes, como el concepto de soberanía. Por eso su crítica va contra lo que llama los «derechos anti-legales» del hombre,
Bentham toma de Hobbes la idea de que el hombre es por naturaleza un lobo para es decir, los derechos con fundamento transcendente, que no han sido construidos
hombre; por tanto, cree que una condición imprescindible para la paz social es un en la política sino que pretenden imponerse a la política. N o cuestiona el contenido
estado soberano. El poder soberano, en última instancia, deriva de su capacidad de los derechos, que accidentalmente podría ser correcto; cuestiona el fundamento
para generar obediencia; la disposición a obedecer es el fundamento de la sociedad de los mismos, su exterioridad. Bentham reconoce que su reivindicación responde
política. Pues bien, la teoría de los derechos naturales va contra esta disposición a a una necesidad de rebelión contra una ley injusta, pero cree que es una forma
la obediencia, excitando la individualidad y llamando al hombre a elevarse sobre irracional de luchar por la razón, una forma equivocada. Piensa que, entre tanta
el estado. confusión, hayal menos una cosa clara: no saben de qué hablan cuando se refieren
El contexto de la reflexión es el planteado por la Revolución francesa: la a los derechos naturales y, en cambio, quisieran que fueran imprescriptibles, al
subversión contra el orden político establecido, la legitimidad de rebelarse contra abrigo de cualquier poder legal, ocasionalmente fecundos para «llamar a los
el derecho y, en todo caso, las condiciones de esa rebelión legítima. Bentham no miembros de la comunidad a la rebelión contra las leyes». Bentham cree que, bajo
está defendiendo la aceptación pasiva de la ley injusta; de hecho él mismo combatió esta retórica vacía, bajo tanto «sofisma anárquico», no late un impulso constructivo,
siempre la defensa indiscriminada de la obediencia a la ley, cosa que, en el marco de sociedad alternativa, sino la mera pretensión de mantener vivo el espíritu de
de los argumentos políticos habituales, suele considerarse equivalente al derecho resistencia contra la ley, contra cualquier ley; el deseo de excitar y entretener un
de resistencia; pero nuestro autor pensaba que una cosa es oponerse a la ley injusta espíritu de resistencia contra todas las leyes, de conservar «un espíritu de insu-
y otra muy distinta creer que se tiene un derecho a ello. La función de los derechos rrección contra todos los gobiernos».
es, según Bentham, la de legitimar o deslegitimar unas acciones, y cree que esa Bentham entiende que el fundamento teórico de las Declaraciones se halla en
función la cumple mejor el principio utilitarista: con mayor eficacia y con menores los supuestos contractualistas. El escenario es el de un estado de naturaleza pre-
implicaciones metafísicas. La ley opresora no genera un derecho a la rebelión, sino político, con individuos adornados de derechos, que libre, voluntaria y condicional-
que simplemente fuerza a la desobediencia. mente pactan unas condiciones de vida en común; los derechos naturales son
En el escenario del despotismo caben dos actitudes: una, conforme al principio exigidos por el contrato. Se trata de un escenario imaginario, apropiado para la
utilitarista, hacer un cálculo de las consecuencias de la sumisión y de la rebelión y evaluación y legitimación política, y Bentham ridiculiza la confusión del mismo
decidir en función del mismo; otra, repasar el inventario de derechos para ver si como descripción histórica de la realidad escenario. Cuando proclaman que los
alguno de ellos justifica o prescribe la rebelión en la situación dada. Las dos opciones hombres son iguales, dice con ironía, no se sabe si afirman que ya lo son o que
implican otras tantas concepciones de la moral y la política; ninguna es inocente. deben serlo; y tras imaginarlos iguales en el estado de naturaleza infieren, sin
Si Bentham critica la doctrina de los derechos no es por oposición formal a los consciencia de la falacia naturalista, que deben serlo en el estado civil. La experiencia
mismos, sino porque la teoría iusnaturalista se opone al utilitarismo, exige actuar que tenemos, dice Bentham, de situaciones de vida similares al estado de naturaleza
conforme a reglas exteriores en vez de conforme a cálculo racional. Para Bentham no permiten deducir ninguna salida pactada, pues no encontramos allí <mingún
la doctrina de los derechos implicaría la irracionalidad política, pues al conceder hábito de obedecer, ningún gobierno, ninguna ley, ningún derecho, ninguna
derechos a los hombres al margen de las leyes se les legitima para actuar sin cálculo, seguridad, ninguna propiedad»; allí encontramos una libertad absoluta frente a la
sin responsabilidad y sin previsión de las consecuencias. autoridad, frente a las leyes, frente al gobierno, pero no encontramos «libertad
Hemos subrayado intencionadamente «al margen de las leyes» porque Bentham alguna frente al dictado de los individuos más fuertes». Desde esa situación
no critica los derechos como institución social, sino la versión de los mismos cualquier hipótesis contractualista es una ilusión: el contrato como origen del
abstracta y universalista, tal como se establecen en las Declaraciones de derechos gobierno es «pura ficción», «puro engaño». La pretensión de derivar los derechos
de la época; acepta y lucha por los derechos legales concretos y ajustados a la realidad del ciudadano desde los derechos del hombre, en vez de derivarlos de la ley, condena
sociopolítica, respaldados por el cálculo de utilidades; y defiende que los mismos, a éstos al mismo carácter imaginario que su fundamento.
LOS DERECHOS 409
408 FILOSOFÍA POLÍTICA

4. La crítica revolucionaria de Marx


Para Bentham los derechos naturales del hombre no son, como pensaba Burke,
ideales abstractos en tanto que tales inaplicables; son simples sofismas incoherentes
E. Bloch nos ha ofrecido una redescripción de la historia occidental basada en un
cuya esterilidad se deriva de esa incoherencia. ¿Qué sentido tiene un derecho de
diálogo entre dos corrientes: la corriente del derecho natural, que funda la dignidad
propiedad para quien no es propietario?, se pregunta. Si los derechos no prescriben
humana en la libertad, y la corriente de la utopía social, que busca el bienestar del
y garantizan situaciones de hecho, ¿de qué sirven? ¿Qué vale el derecho a la vida si
hombre en la construcción de una comunidad pacífica. Dos revoluciones
uno se muere de hambre o enfermedad? Porque si no es así, si el derecho se entiende
culminarían dichas corrientes, como si fueran sus símbolos, respectivamente las
como reglas que obligan al poder político a determinar los hechos de acuerdo con
de 1789 y 1917. Bloch consideraba que un marxismo auténtico debía asumir como
su contenido, entonces los dos primeros artículos de la declaración de 1789 exigen
tarea la reconciliación de ambas líneas, porque «no hay verdadera instauración de
un reparto efectivo e igualitario de la propiedad: «De acuerdo con el primer artículo,
los derechos del hombre sin poner fin a la explotación, y no hay verdadero fin de la
las criaturas humanas son y deben ser, sin excepción, iguales respecto a todo tipo
explotación sin instaurar los derechos del hombre»634. Para Bloch este sería el
de derechos. Por el segundo artículo, la propiedad figura entre estos derechos. Por
ve~dadero marxis~o, el que no ve en el socialismo la libertad real que niega pura
los dos en conjunto, todos los hombres son y deben ser iguales respecto a la
y SImplemente la hbertad formal burguesa, sino una auténtica superación dialéctica
propiedad: en otras palabras, toda propiedad de la nación es y debe ser dividida en
de la misma. La reflexión pendiente, no obstante, refiere a la posibilidad de ese
porciones iguales». Y Bentham sospecha que los defensores de los derechos del
marxismo capaz de integrar en su teoría los derechos del hombre y del ciudadano,
hombre no están por esa política.
dada la dura crítica de Marx a la Declaración de derechos francesa.
Sin pasar a detallar sus críticas, unas más afortunadas que otras, pero siempre
Para analizar el tratamiento que hace Marx de los derechos del hombre
orientadas a mostrar las confusiones y falacias (¿cómo conciliar el derecho a la
distinguiremos tres momentos que simbolizan los tres aspectos de la crítica de
igualdad eterna con el respeto a la propiedad de cada uno?), subrayamos que para
Marx. En primer lugar, una crítica filosófica negativa, tendente a mostrar el carácter
Bentham la teoría de los derechos está en contradicción consigo misma. El igualita-
abstracto y las contradicciones de la Declaración; después, la comprensión y
rismo que prescriben los derechos, viene a decir Bentham, si se intenta aplicar,
explicación histórica de su contenido y de sus necesarias insuficiencias; en fin, la
además de contradicciones resulta perverso, pues anularía la desigualdad intrínseca
comprensión de los derechos como exigencias de la economía capitalista.
a todo orden social: «La diferencia en los derechos es precisamente lo que constituye
la subordinación social. Estableced derechos iguales para todos y no habrá más
4.1 La crítica filosófica negativa
obediencia, no habrá ya sociedad».
Sin duda alguna, Bentham es más hábil a la hora de encontrar «sofismas» en la
Ya en las obras de juventud, como La cuestión judía, Introducción a la crítica de la
teoría de los derechos que a la de percibir los suyos. Confundir los derechos con
filosofía del derecho de Hegel, La Sagrada Familia, Marx aborda la crítica de las
las condiciones sociales le permite este juego de reducción al absurdo de la teoría.
sucesivas Declaraciones, especialmente la más radical de ellas, la de 1793; los matices
Pero, mirado retrospectivamente, creemos que a Bentham no le faltaban razones.
de su crítica son paralelos a la consolidación de su concepción materialista de la
Si la declaración Americana de 1776 había declarado en la teoría la libertad y la
historia. Cuando escribe, junto con Engels, La ideología alemana, ya puede pensar
igualdad entre los hombres, en la realidad la mayoría de las constituciones de las
el comunismo como «movimiento real que suprime el estado actual», aboliendo
trece colonias rebeldGs, y luego la constitución de su unión (1787), fueron poco
los derechos del hombre, que pretenden fijar abstractamente el estado actual en
fieles a dichos principios, no sintiendo escrúpulos al aceptar jurídicamente la
tanto que estado inhumano. Desde entonces, Marx no renunciará a la propuesta
esclavitud. La marcha hacia el sufragio, exigencia mínima de la igualdad, fue lenta
de superación del orden político de los derechos, que entendía ligados al estado
y costosa entre los hombres de raza blanca, y una verdadera odisea para las mujeres
burgués y a la producción capitalista, sino que acumuló sucesivos argumentos. El
y para los negros. Bentham, que tras ciertas vacilaciones acabaría siendo un gran
problema a dilucidar, por tanto, es el lugar que ocupan los derechos del hombre en
defensor de la democracia, del sufragio y del progreso, no podía sino burlarse de
una filosofía materialista como la de Marx; el status que tiene la individualidad en
tanta «vociferación sobre el papel», de tanto «disparate pedante». Bajo su áspero
una representación materialista de la historia; en definitiva, la posibilidad misma
desprecio de la doctrina de los derechos apenas se deja ver otra forma de pensar
de pensar el humanismo.
los derechos, no sólo más concreta y efectiva, sino compatible con la política.
En La cuestión judía Marx aborda la crítica a los derechos del hombre en
Bentham, a su modo, supo ver que determinado uso de los derechos podía ser un
polémica con Bauer. El contexto era el siguiente: Bruno Bauer defendía la tesis de
uso antipolítico; lo que no supo hacer de forma convincente fue una descripción
que la emancipación política sólo era posible previa emancipación religiosa. En
de la comunidad utilitaria inmunizada contra el otro vicio, el de menospreciar la
dignidad y autoestima de los individuos; y es éste el riesgo que intentaban evitar
634 E. B1och, Droit naturel et dignité humaine. París, Payot, 1976, pág, 13.
los defensores de los derechos.
410 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 4ll

concreto, un creyente, y eventualmente un judío, no puede obtener los derechos daños para el otro, está determinado por la ley, igual que dos campos son separados
del ciudadano, ni los derechos del hombre en tanto que ser universal, más que a por las estacas de un cercado»638.
condición de que renuncie a su particularidad religiosa. La respuesta genérica de Es decir, la libertad es una metáfora de la propiedad privada; se define a partir
Marx es que la Declaración de derechos, entendida como carta de emancipación de ésta en expresiones como «libre de poseerme», «libre de poseer lo mío», <dibre
política, no excluye teóricamente la religión. «Los hombres, nos dice Marx, no de usar a mi antojo mis posesiones»: «La aplicación práctica del derecho del hombre
cesan de ser religiosos por el solo hecho de que sean religiosos a título privado». a la libertad es el derecho del hombre a la propiedad privada», definida (Art. 160)
Además, insiste Marx, «el privilegio de la fe es un derecho universal del hombre»635 , como el derecho a gozar y disponer a su gusto de sus bienes, ganancias, fruto de su
contemplado en la Declaración de derechos. Marx, por tanto, ve en la Declaración trabajo y de su industria»639. En conclusión, la libertad que se afirma como derecho
de derechos dos aspectos. Por un lado, la consideración del hombre como sujeto es la libertad de la propiedad privada; es el derecho del interés personal.
político, como ciudadano, como fundamento de un estado que ha dejado de ser Los demás derechos reproducen e intensifican esta visión egoísta del individuo
confesional; por otro, al contrario, el reconocimiento del hombre como ser privado, burgués. Respecto a la igualdad, la Declaración simplemente declara la igualdad
con su culto privado. Lo primero es una elevación del hombre; lo segundo, un de las mónadas, la relación horizontal entre los individuos. La igualdad se articula
descenso, una sumisión. Se libera de la alienación religiosa como ciudadano, pero sobre la libertad: la igualdad sólo quiere decir igual libertad, es decir, que el libre
cae en la alienación religiosa como individuo privado. arbitrio de uno no irrumpa en la esfera del otro. En su sentido civil-no político,
Para Marx, la presencia de la religión revela una tara, cuyo cauce no puede ser no como derecho a la participación igual en lo público, que es un derecho del
buscado más que en la naturaleza misma del estado, con más precisión, en la ciudadano, no del hombre-la igualdad se define analíticamente desde la libertad.
Declaración de derechos, verdadero principio filosófico del estado. Y allí aparece Quiere decir simplemente igual derecho a la protección de la ley.
como representación de la existencia humana dividida, escindida, alienada. Tal La seguridad, el tercer derecho, es la consecuencia de la igualdad ante la ley y
escisión se expresa en el propio título de la Declaración, donde se distinguen y expresa la «seguridad del egoísmo». Puede verse como la relación vertical entre los
separan los derechos del hombre respecto a los derechos del ciudadano. individuos, sin más sentido que asegurar el egoísmo de cada uno: «La idea de
Los derechos del hombre como tal consagran y legitiman una existencia seguridad no saca a la sociedad burguesa de su egoísmo. La seguridad es más bien
abocada a la particularidad, a la privaticidad, fijada frente a los otros: «Constatemos la garantía de su egoísmo»64o. En fin, la seguridad refiere al cuarto derecho, la
ante todo el hecho de que, a diferencia de los droits du citoyen, los llamados derechos propiedad, que ella protege; y ésta es vista como condición de la libertad, con lo
del hombre, los droits de l'homme, no son otra cosa que los derechos del miembro que se cierra el círculo de los derechos del hombre. Marx cree que los cuatro se
de la sociedad civil burguesa, es decir, del hombre egoísta, separado del hombre y resumen en uno: en positivo, el derecho igual a disfrutar sin temor la propia
de la comunidad»636. Los derechos del ciudadano deben entenderse como derechos propiedad; en negativo, el derecho a ignorar la miseria del otro. O sea, «Ninguno
políticos, es decir, que sólo pueden ejercerse en la vida en común; por tanto, su de los llamados derechos del hombre va por tanto más allá del hombre egoísta, del
contenido lo constituye su participación en la comunidad y, más concretamente, hombre en tanto que miembro de la sociedad civil burguesa, individuo replegado
en la comunidad política. En definitiva, los derechos del ciudadano reenvían a la sobre sí mismo, su interés y su libre arbitrio, privado y disociado de la comunidad
comunidad política -cuya realidad se ha de definir; los derechos del hombre [... ] El único vínculo que los mantiene unidos es la necesidad natural, apetencias e
reenvían a la sociedad civil, al individuo egoísta burgués. intereses privados, la conservación de su propiedad y de su persona egoísta»641.

4.1.1 Crítica a los derechos del hombre 4.1.2 Crítica a los derechos del ciudadano
Tomando como base la Declaración de 1793, la más popular y radical, Marx se fija Los derechos del ciudadano son de otra naturaleza. Por un lado, dice Marx, «no
en los cuatro derechos fundamentales del hombre: igualdad, libertad, seguridad y pueden ser ejercidos más que en comunidad con otros hombres»; por otro, su
propiedad 637. La libertad, señala Marx con acierto, es definida negativamente, como contenido «es la participación en la comunidad, más exactamente, en la comunidad
libre arbitrio, limitado exteriormente por el del otro, considerando al individuo política, en el estado. La categoría que los comprende es la libertad política, los
libre como «mónada aislada y replegada en sí misma». Así puede decir que «El derechos políticos»642; en consecuencia, los derechos del ciudadano aparecen a
derecho humano a la libertad no se basa en la vinculación entre los hombres, sino primera vista como la negación de los derechos del hombre, como la negación de
al contrario, en su separación»; y «el límite, en el cual cada uno puede moverse sin su carácter egoísta y privado: «El estado suprime a su modo las distinciones de

635 K. Marx, La cuestión judía (y otros escritos). Barcelona, Planeta-Agostini, 1993, págs. 43. 638 K. Marx, La cuestión judía. Ed. cit., 45. 641 Ibid.,47.
636 Ibid.,44-45. 639 Ibíd., 46. 642 Ibid.,43.
637 Art. 2, Declaración de 1793. 640 Ibíd.,47.
412 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 413

nacimiento, de rango social, de cultura, de profesión, declarándolas no políticas, escarnecidas y el derecho del hombre a la libertad deja de ser un derecho cuando
prescribiendo, sin tener en cuenta estas diferencias, que cada miembro del pueblo entra en conflicto con la vida política, aunque en teoría la vida política no es más
participe por igual de la soberanía popular»643. que la garantía de los derechos del hombre y debe ser suspendida desde el momento
Marx radicaliza esta contradicción interna a la Declaración, que aglutina mismo en que sea contraria a su objetivo, a esos derechos del hombre. Refiriéndose
confusamente los derechos del hombre y los derechos del ciudadano, caracterizando a Robespierre como expresión de esa paradoja dirá: «la libertad de prensa no debe
cada tipo de derechos a un individuo diferente, es decir, dibujando dos figuras ser permitida cuando puede comprometerse la libertad pública»647. Marx, en todo
contrapuestas, ambas alienadas y abstractas, del individuo real: las figuras del caso, encuentra una contradicción entre esta subordinación confesada en el
hombre universal y del ciudadano universal. Pero Marx interpreta esta escisión, articulado y la llamada a «superar el egoísmo» y a conquistar la «fraternidad
esta contradicción, no como un error del legislador, sino como su verdad; cree que patriótica». Son los enigmas de las Declaración de derechos; o tal vez los enigmas
la representación escindida del hombre que tiene el legislador burgués corresponde del Terror. Pues es en sí enigmático que «un pueblo que comienza justamente a
a la existencia escindida del individuo burgués, es la determinación de su punto de liberarse, a derribar todas las barreras que separan a sus diferentes miembros del
vista: «Allí donde el estado político ha alcanzado su verdadera madurez, el hombre pueblo, a fundar una comunidad política, que un pueblo así proclame solemne-
lleva, no sólo en el pensamiento, sino en la realidad, una doble vida: una vida mente la legitimación del hombre egoísta, separado de sus semejantes y de su
celeste y otra terrestre; la vida en la comunidad política, en que se afirma como ser comunidad (Declaración de 1791)>>; y es no menos incomprensible que «repita
comunitario, y la vida en la sociedad burguesa en que actúa como hombre privado, esta declaración en el momento preciso en que sólo la más heroica entrega de
considera a los otros hombres como medios, se degrada a sí mismo al rango de abnegación puede salvar la nación» (Declaración de 1793), es decir, en el crucial
medio y deviene el juguete de poderes exteriores»644. momento en que es inevitable «poner como orden del día el sacrificio de todos los
Esa escisión es, para Marx, la negación del hombre total, unitario, integrado, intereses de la sociedad burguesa y castigar el egoísmo como un crimen»648.
reconciliado consigo mismo. Ha de vivir entre «un valor sin realidad», como es en ¡El Terror y sus enigmas! Contradicciones en la Declaración de derechos que
el orden burgués la vida cívica, el cielo de la existencia real, y «una realidad sin no escapan al ojo filosófico de Marx, sea entre la teoría y la práctica: «A decir ver-
valor», como es su vida privada, sin verdad. Los derechos del hombre y los derechos dad, su práctica revolucionara está en flagrante contradicción con su teoría. Mien-
del ciudadano, así puestos, son a la vez la negación de los derechos y la negación tras que, por ejemplo, la seguridad es declarada como un derecho del hombre, la
del hombre. violación del secreto de la correspondencia es oficialmente puesta al orden del
Marx, profundizando sutilmente en el análisis de la Declaración, encontrará día»649; y contradicciones internas a la teoría, invirtiendo los medios y los fines, la
además que entre ambos tipos de derechos no hay simetría. Por tanto, la relación entre derechos del hombre y derechos del ciudadano: «si se quiere ver
contradicción entre ellos queda relativizada al existir una jerarquía, una relación también la praxis revolucionaria como la posición verdadera de esa relación, queda
de subordinación: los derechos del ciudadano son tratados como medios y los aún por resolver el enigma de saber por qué ésta se halla invertida en la consciencia
derechos del hombre como fin; unos están dirigidos a la conservación de los otros 645 . de los emancipadores políticos, apareciendo el fin como medio y el medio como
Para Marx resulta paradigmático que los «emancipadores políticos reducen la fin»650.
ciudadanía, la comunidad política, a mero medio para la conservación de los
llamados derechos del hombre», ya que «el ciudadano es declarado servidor del 4.1.3 Los límites de la Revolución francesa
hombre egoísta» y el «ámbito en que el hombre se comporta como comunidad Lo que interesa a Marx no es la inadecuación de la práctica a la teoría; eso es una
queda degradado por debajo del ámbito en que se comporta como ser parcial»646. contingencia; lo que le interesa es pensar el enigma de la falsa consciencia -no de
Por tanto, los derechos del hombre priman sobre los derechos del ciudadano, que la mala fe- de los emancipadores. Para pensar esa inversión se remonta a la sociedad
sólo son instrumentos al servicio de aquellos. feudal, donde la sociedad civil tenía un carácter inmediatamente político: el estatus
La sociedad burguesa, de este modo, erige el egoísmo en principio; pero el social era un estatus político, confería derechos y deberes específicos; lo público y
torrente revolucionario de la historia, dice Marx, castiga y purifica este exceso; la lo privado se confundían: el estado era asunto particular de un amo.
práctica invierte la jerarquía teórica; la seguridad y la libertad privadas son El individuo aquí no estaba escindido entre súbdito y ciudadano; lo estaba
entre súbdito y creyente, pues la religión, la ideología, era el reino donde las
643 Ibíd., 34.
644 Ibíd., 34-35. desigualdades se compensaban. El poder, a su vez, no se dividía en civil y político,
645 «El objetivo de toda constitución política es la conservación de los derechos naturales e sino en temporal y espiritual. La función de éste era garantizar y dar soporte a
imprescriptibles del hombre» (Art.2, Declaración de 1791). Similar es el Art. 3, Declaración de
1793. 647 Ibíd., 48. 649 Ibíd., 48.
646 La cuestión judía. Ed. cit., 47. 648 Ibíd., 47. 650 Ibíd., 48.
414 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 415

aquel; pero inevitablemente pretendía subordinarlo. La cuestión esencial era, pues, derechos del hombre». Es decir, los derechos del hombre son un efecto del desarrollo
la emancipación del estado respeto a la religión. de la sociedad, que en cada fase determina una forma de estado apropiada. No
La Revolución francesa introduce una nueva situación. Al eliminar, con la tienen su origen en la razón política, universal, sino en la vida social, en el dominio
Declaración de derechos, el carácter político de la sociedad civil, la política de los de lo privado; no tienen su origen en el cielo, sino en la tierra. Los derechos del
derechos del hombre libera «aparentemente» los asuntos del pueblo de los intereses hombre, ahora se comprende, reflejan y reproducen la sociedad burguesa. Según
particulares; y libera «realmente» el dinamismo egoísta de este interés de todo Marx, es un error pensar, como Robespierre o Napoleón, que los derechos del
lazo universalizante. La cuestión de la relación de la emancipación política respecto hombre son una conquista de lo político que se impone -por el terror, por la fuerza
a la religión deviene ahora para nosotros la cuestión de la relación de la emanci- o por la razón- a la sociedad; es ésta la que, llegado el momento, hace que el estado
pación política respecto a la emancipación humana. O sea, si bien en el mundo se configure desde los derechos del hombre.
moderno ya se ha cumplido la liberación de lo político respeto a lo religioso, aparece Esto supone un cambio importante en la reflexión. De entrada, los derechos
otra escisión, interna al estado, a saber, la que se da entre lo social y lo político. Una pasan a ser pensados por Marx como un producto histórico, como conquistas
alienación ha dado paso a otra: la religiosa a la política; el estado político, nos dice sociales que tienen su tiempo apropiado, y no como construcciones racionales
Marx, mantiene con la sociedad civil burguesa la misma relación que el cielo con eternas de la subjetividad abstracta. Así, la burguesía liberal «en 1830 realiza por
la tierra. El conflicto entre poder temporal y poder espiritual es sustituido por el fin sus aspiraciones de 1789, con la diferencia de que, entonces, al haber adquirido
que se da entre sociedad civil y estado, lo que Marx llama la contradicción profana plenamente sus luces políticas, ya no creía encontrar en el estado representativo
general entre el estado político y la sociedad civil burguesa. constitucional el ideal de estado, la salvación del mundo y los fines universales de
Marx ve al individuo burgués escindido en hombre y ciudadano; la Revolución la humanidad, sino, al contrario, había reconocido en este estado la expresión oficial
francesa sólo hace iguales al hombre abstracto y al ciudadano abstracto, despojados de su poder exclusivo y la consagración política de sus intereses particulares»654. Es
de sus características particulares como hombre y de sus cualidades sociales. Es decir, en 1830 la burguesía es consciente de sí, sabe su poder y realiza sus derechos:
una revolución sólo política; para Marx la otra, la verdadera revolución ha de ser «se ha acabado para los derechos del hombre el existir sólo en teoría»; ahora la
«radical», ha de consistir en la inmersión en lo social de la universalidad política: burguesía realiza su reino, al fin «la sociedad burguesa es positivamente represen-
«Sólo cuando el hombre individual real reabsorba en sí mismo al ciudadano tada por la burguesía». La burguesía se reconoce y afirma en los derechos del
abstracto y, como hombre individual, exista a nivel de la especie en su vida empírica, hombre y, con esa nueva consciencia, se satisface a sí misma; pero se satisface sólo
en su trabajo individual, en sus relaciones individuales (... ) se habrá cumplido la la burguesía; la otra parte de la sociedad queda insatisfecha. Marx concluye que
emancipación humana»651. Pero Marx ve más utópica la revolución política que los derechos del hombre son necesariamente los derechos burgueses; que el sujeto
enuncian los derechos burgueses que esa revolución social radical que llevaría a la de los derechos no es «el hombre», ni «el pueblo», sino la clase burguesa dominante
emancipación humana: «La revolución radical no es un sueño utópico para en la sociedad civiL
Alemania; tampoco lo es la emancipación humana en general. Sí lo es en cambio Pero, si es así, ¿por qué la burguesía no presenta los derechos del hombre como
una revolución parcial, meramente política, revolución que deja intactos los pilares sus derechos? ¿Por qué los presenta en forma universal, como «derechos del
de la casa»652. hombre»? Marx ya sospecha, como explicará en su Contribución a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel, que una clase no puede devenir dominante,
4.2. La explicación histórica de los derechos del hombre revolucionar el orden político, sin dirigir a toda la sociedad, como si fuera su
representante; una clase particular sólo puede reivindicar la superioridad general
4.2.1 Derechos, historia y clases sociales en nombre de los derechos generales de la sociedad. La burguesía no puede sino
En La Sagrada Familia pone Marx a los derechos del hombre en relación con la presentar sus valores, su visión del mundo, como universal; no puede sino pensar
sociedad65 3, lo que significa un cambio epistemológico importante, ya que hasta los derechos del burgués como derechos del hombre; no se trata, pues, de un
ahora su lugar teórico indiscutible era el de lo político. Los derechos del hombre, enmascaramiento maquiavélico de la verdad, sino de su verdad, de su limitación
nos dirá Marx, no los ha creado el estado. Del mismo modo que el estado es el como clase históricamente determinada. Los derechos del burgués, por tanto, son
producto de la sociedad burguesa empujada por su propia evolución más allá de presentados de la única manera posible: como derechos del hombre universaL Y
las antiguas trabas políticas, este estado se reconocía a sí mismo al proclamar estos dado que, como dice Marx en Carta a Ruge (1843), para el burgués sus derechos
651 Ibíd., 53. son en el fondo los derechos de la propiedad de las cosas, se presenta como
652 K. Marx, «Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción», «soberanía de los hombres» lo que en rigor es simple «soberanía de la propiedad».
en La cuestión judía (y otros escritos). Edic. cit., pág. 80.
653 La Sagrada Familia, VI, 3, b-c. 654 Jbíd., VI, 3, c.
416 FILOSOFÍA POLÍTIC A
LOS DERECH OS 417

Ahí radicaría la contradicción que anida en ellos. Los derechos del hombre
burgués niegan al hombre lo que le hace ser hombre: su independencia y la recupe ración del ser genérico no pasa de ser una exigencia abstrac
su libertad ta de la
no limitad as por ningun a particu laridad . Los derech os del hombr human idad referida a la sociedad burguesa. En rigor, esta propuesta es la
e. de las alternativa
Declaraciones burguesas otorgan al hombre una libertad que es lo contran marxista equivalente a la Declaración burguesa de los derechos del hombre
o de la ; y tan
libertad: «la libertad del hombre egoísta y el reconocimiento de esta libertad abstracta como ella.
son a La diferencia está, desde el punto de vista de Marx, en que se trata
su vez el reconocimiento del movimiento desenfrenado de los elementos de una
espirituales alternativa no ilusoria ni contradictoria; una alternativa no suscept
y materiales que constituyen el contenido de su vida. Así .que, el hombre ible de una
.no se crítica como la hecha por él a los derechos del hombr e y del ciudadano.
liberó de la religión: sólo obtuvo la libertad de culto; no se lIbero de la Aunque,
propIed.ad: eso sÍ, deberá esperar a su tiempo de verdad; ha de esperar al fin del orden
sólo obtuvo la libertad de la propiedad; no se liberó del egoísmo de los burgués,
negocIOS: a la emancipación y hegemonía de una nueva clase social a la que corresp
sólo obtuvo la libertad de oficio»655. Los derechos del hombre sólo garanti onderá,
zan una por su determinación social, la tarea de realizarla. La existencia realmen
libertad imaginaria, una ilusión de elección en el seno de un orden de te human a,
det:rn: ina - pues, pasa por la negación radical de la sociedad burguesa; no por una
ciones absolutamente fijadas. Con radicalismo Marx dirá que el reconO negación
ClmIento abstracta, filosófica, sino efectiva e interna ; y no por una acción volunta
de los derechos del hombre por el estado modern o tiene la misma signific ria y
ación anacrónica, sino con sincronía histórica. Para Marx en el propio orden
que el reconocimiento de la esclavitud por el estado antiguo. L~ base burgués se
natural del genera la negación del mismo: «cuando el proletariado proclam a la disoluci
estado antiguo es la esclavitud; la del estado modern o es la sOCl~dad b~rgues ón del
a. El orden actual del mundo no hace más que pronun ciar el secreto de su propia
hombr e de la sociedad burguesa, es decir, el hombre independIente, existencia,
lIgado a los ya que él es la disolución de hecho de este orden del mundo . Cuando el proleta
otros hombres por el único lazo del interés privado y de la ciega necesid riado
ad natur~, exige la negación de la propied ad privada , no hace más que elevar a princip
es un nuevo esclavo, un esclavo del trabajo parala ganancia, un esclavo de io de la
su propIa sociedad lo que la sociedad ha elevado ya a principio del proletariado
necesidad egoísta y de la necesidad egoísta del otro. Los derechos del y se ha realizado
hombre , en él sin intervención propia como resultado negativo de la sociedad»657.
concluye Marx, contradicen al hombre ; donde hay derechos del ~ombre
no hay Esta negaci ón de la socied ad burgue sa es radical , incluye ndo su
hombres, ¡tal es la paradoja! Y ese sería el error de Bauer, confun~Ir el. esfera
:stado ,c~n productiva, su forma de estado y su consciencia; incluye tambié n la negació
la human idad, los derechos del hombre con el hombre , la emanClpacIOn n de
polItlCa los derechos del hombr e burgueses, que son la esencia del orden burgué
con la emancipación human a. s. Esta
negación significa la negación de una existencia inhuma na. El comun
ismo, por
tanto, tal y como lo entiende Marx, niega los derechos del hombr e de
4.2.2 El comun ismo y los derech os forma real y
Se cierra así la crítica a Bruno Bauer, con que iniciara el recorrido. Si positiva, en el sentido de «el movim iento real que abole el estado actual»6
para éste la 58. A la
solución al problem a judío era la emancipación política, que a su vez necesit crítica filosófica de los derechos del hombr e se une la crítica práctica
a?a la del proleta-
previa emancipación religiosa, para Marx la emancipación política e~ indepen riado, del movimiento real de la sociedad.
dIente Es La ideologfa aleman a el texto en que, al formul ar la teoría marxis
de la emancipación religiosa y, como añadido, aquella no es sufiCle~te: ta de la
la ema~­ ideología, nos ofrece la explicación última de los derechos del hombre
cipación política no basta, es una ilusión, es un ideal abstracto; se neceslt , al situarlos
ala emanCl- como quintaesencia de la ideología burguesa. Efectivamente, se descalif
pación humana , es decir, social. ica toda
. ., ? concepción voluntarista del origen de los mismos, al situarlos, como todas
¿En qué consiste? ¿Qué entiend e Marx por emanClpaCl~n h~~ana las ideas
. Las de la clase domina nte, en la dialéctica materialista de la historia. Marx
primeras repuestas nos las ofrece en el marco de su teoría de la ahenacI ya había
On, cuando insistido en que tanto los derechos como el estado eran efectos de la división
dice que el hombr e real, individual, ha de reabsorber al hombre abstrac social;
to, a su ~er pero en La ideología alemana, dueño ya de las bases conceptuales de
genérico: «sólo cuando, habien do reconocido y organizado sus fuerzas su nueva
propIas teoría, puede ser más equilibrado y dialéctico. Por ello insistirá tambié
como fuerzas sociales, ya no separe de sí la fuerza social en forma de fuerza n en el lado
polít~ca; activo de los derechos del hombre ; es decir, que junto a su carácter de
sólo entonces se habrá cumplido la emancipación humana»656. La recuper expresión
acIón ilusoria de una existencia alienada, Marx destacará ahora, al mismo
del «ser genérico» es, para Marx, la recuperación de la human~dad, ente~~i tiempo, su
da c~mo carácter de instrum entos y su eficacia en su papel ideológico, reprod uctor
una existencia sin apropiación individualista de las cosas, sm una aCCIOn de unas
fimta y forma social atravesada por la división en clases: «El estado no existe como
parcial. Sólo aSÍ, sólo recuperando la existencia genérica, se consigue una expresión
existencia de una volunta d soberana abstracta; al contrar io, el estado exterior al mundo
total. Pero esto no puede alcanzarlo la sociedad burguesa; de momen de la
to, por tanto,

655 La cuestión judía. Edic. cit., 50. 657 «Crítica de la filosofía del derecho de Hegel», en K. Marx, La cuestión
judía y otros escritos.
Ed. cit., 84.
656 Ibíd., 53.
658 K. Marx, La ideología alemana. Barcelona, Grijalbo, 1970, págs.
82 ss.
418 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 419
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existencia material de los individuos es el que toma también la forma de una La tesis esclarece su posición. No se trata de, partiendo de dos valores idealmente
voluntad soberana»659. El estado, y los derechos, no son expresión de un «querer» reconocidos, proyectarlos al mercado, en el momento del intercambio, como un
libre de los individuos, de una voluntad racional; son un producto social, nacido complemento moral; no se trata de prescribir que el intercambio sea libre e igual
de la vida. Marx da así un golpe duro a la consciencia de sí de la sociedad burguesa, por ser la libertad y la igualdad dos valores, dos derechos de los individuos; se
que en su ideología de los derechos del hombre se contempla moral y legítima. trata, por el contrario, de reconocer que la libertad y la igualdad en el intercambio
De forma definitiva, Marx pone los derechos del hombre como expresión son esenciales, intrínsecas al mercado capitalista; hasta el punto de que su ausencia
ideológica de unas contradicciones reales de la sociedad burguesa, al tiempo que impediría la producción capitalista. De este modo, la representación se invierte; la
acentúa la función reproductiva de la ideología. Los derechos del hombre son la igualdad y la libertad político-jurídicas son ahora puestas como exigencias ideales
auto afirmación ideológica del «hombre del derecho», del burgués, que vive de la libertad e igualdad reales que el mercado impone. Los derechos, por tanto,
imaginariamente en ellos la universalidad y la humanidad que le es negada en su aparecen como dictados del mercado.
vida privada. En La ideología alemana, pues, donde Marx define de forma definitiva En otro momento, en El Capital 660 , Marx habla de las condiciones que deben
su crítica a los derechos del hombre, y a todo derecho en general, queda establecida darse para que el capitalista, poseedor del dinero, pueda encontrar en el mercado,
la oposición entre comunismo y derechos, «tanto político y privado como bajo la como mercancía, la fuerza de trabajo que necesita comprar para poner en marcha
forma más general de los derechos del hombre». los medios de producción. Y una de ellas, esencial, refiere a la libertad del obrero.
Éste, vendedor de la fuerza de trabajo, ha de ser libre poseedor de la misma: «la
4.3 Los derechos en el análisis económico fuerza de trabajo no se puede presentar como mercancía en el mercado sino porque
y en la medida en que la ofrece o vende como mercancía su mismo propietario
Aunque el núcleo de la crítica de Marx a los derechos del hombre queda bien (. .. ). Para venderla como mercancía, su propietario tiene que poder disponer de
recogido en los textos que acabamos de comentar, es cierto que en sus obras de ella, o sea, ser libre propietario de su capacidad de trabajo, de su persona»661. Es la
madurez, tanto políticas como económicas, Marx ha dejado reflexiones que primera forma de la libertad que la producción capitalista requiere: libertad del
abundan en la misma línea, con el valor añadido de una conceptualización vigorosa propietario, libertad de uso de la propiedad, cada uno la suya, el capitalista el c;:tpital
y genuinamente marxista. Ahora su reflexión se orientará a mostrar que la apuesta yel obrero la fuerza de trabajo.
de la burguesía por los derechos no es una conquista del espíritu sino una exigencia La segunda forma de la libertad corresponde a la libre contratación. El capitalista
del capitalismo. El capital, nos dirá, no nace más que allí donde el poseedor de los y el obrero, el poseedor del dinero y el poseedor de la fuerza de trabajo, han de
medios de producción y de subsistencia encuentra en el mercado al trabajador encontrarse «en el mercado y entrar en relación en condición de condignos
libre, vendedor de su fuerza de trabajo, y esta única condición histórica encierra poseedores de mercancías, distinguidos sólo por el hecho de que el uno es
una historia universal. Tesis que encierra su reflexión más madura, donde las formas comprador y el otro vendedor; jurídicamente son, pues, ambos personas iguales»662.
jurídicas e ideológicas son pensadas como determinaciones económicas y de clase. Es la libertad del contratante, base del mercado. Libertad de posesión y libertad de
En los Grundrisse de 1857-1858 dirá que la igualdad y la libertad prescritas en contratación, son intrínsecas al mercado capitalista. Y es en esas dos libertades
los derechos del hombre tienen su origen en el proceso productivo. Su tesis, ya donde reside, al mismo tiempo, la igualdad: capitalista y obrero son iguales en
expuesta, de poner el origen en la sociedad, sustrayéndolos a su «lugar natural», al libertad de poseer lo suyo y de intercambiar lo suyo. Hecha abstracción del
estado, ahora se concreta haciendo depender los derechos del proceso productivo. contenido, quedan libres e iguales, como proclaman las Declaraciones. Marx,
La aportación teórica más relevante de Marx es su argumentación de que la igualdad incluso, puede ironizar con una tercera forma de la libertad, la que proporciona la
y la libertad no son «derechos» que el estado capitalista declara sino determina- pobreza, que nos hace recordar la de la indigencia o el desempleo: «Así, pues, el
ciones que la economía capitalista impone. Por tanto, poner como objetivos la poseedor del dinero, para convertir dinero en capital, tiene que hallar en el mercado
conquista de estos derechos expresa la falsa consciencia. Dice Marx, si la forma de mercancías al trabajador libre, libre en el doble sentido de que, en cuanto persona
económica, el cambio, supone siempre la igualdad de los sujetos, del mismo modo libre, dispone de su fuerza de trabajo como mercancía suya, y de que, por otra
el contenido, el material que se cambia, sea hombre o cosa, pone la libertad. Igualdad parte, no tiene otras mercancías que vender, está expedito y exento, libre de todas
y libertad no son solamente respetadas en el cambio que se basa en los valores de las cosas necesarias para la realización de su fuerza de trabajo»663.
cambio, sino que el cambio de los valores de cambio es la base productora, real, de 660 Ver El Capital, 1, IV, 3, «Compra y venta de la fuerza de trabajo». Edición de M. Sacristán,
toda igualdad y libertad. Barcelona, Grijalbo, 1976, citamos capítulo, parágrafo y página.
661 Ibíd., 1, IV, 182.
662 Ibíd., 1, N, 182-183.
659 Ibíd., 71 ss. 663 Ibíd., 1, N, 184.
420 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 421

En otro momento, hablando del trabajador reducido a su valor de uso y del necesario que el propietario de la fuerza de trabajo no la venda nunca más que por
capitalista que le ha desposeído de sus condiciones objetivas de producción, un tiempo de trabajo determinado; si la vendiera en bloque, de una vez por todas,
resaltará cómo esa determinación de la ideología por la producción tiene un efecto se vendería a sí mismo y de ser libre pasaría a ser esclavo; de mercader, pasaría a ser
imaginario. Dirá que igualdad y libertad se revelan como desigualdad y despotismo; mercancía. Si quiere mantener su personalidad, sólo debe poner su fuerza de trabajo
los derechos del hombre niegan idealmente las contradicciones que la producción a disposición del comprador temporalmente, de tal manera que, al alienarla, no
genera. Con ironía dice Marx: «la esfera de la circulación o del intercambio de renuncia por ello a su propiedad sobre ella»665.
mercancías, dentro de cuyos límites se mueve la compraventa de la fuerza de trabajo, El esclavo no tiene derechos; el proletario sí, pues es propietario de su persona
era en realidad un verdadero Edén de los derechos innatos del hombre. Lo único y de su fuerza de trabajo; el capitalismo determina que todos sean propietarios,
que impera allí es libertad, igualdad, propiedad (... )>>664. libres e iguales en el mercado. Ahora bien, esa libertad podría ser perversa si el
Nos parecen textos que exponen fielmente la concepción marxista del trabajador libremente decide no vender su propiedad. Pero la necesidad se encarga
capitalismo. Para Marx lo que caracteriza al capitalismo como modo de producción de llevarlo libremente al mercado. La libertad de los cambistas, por tanto, queda
particular es la forma en que se realiza la explotación, a saber, mediante el restringida por la necesidad de comprar o vender. Para que el trabajador pueda
movimiento de la mercancía, cuyo valor de uso es la fuente de su valor de cambio. vender su fuerza de trabajo debe ser libre, ciertamente; pero es una libertad
Es decir, en el capitalismo la fuerza de trabajo es una mercancía sometida a metafísica, sin positividad, al estar obligado a vender para sobrevivir. Propietario
compraventa en el mercado; la libertad del mercado exige la libertad de la fuerza y trabajador son libres e independientes; pero, en la misma medida, ambos quedan
de trabajo, exige que el trabajador sea libre para que así, libremente, pueda vender como «esencias irrealizadas», no objetivadas, imposibles de ponerse en acto. El
su fuerza de trabajo. Por ser la fuerza de trabajo una mercancía especial, cuyo trabajador, por carecer de los medios de producción; el capitalista, por carecer de
valor de reproducción es inferior al valor que produce una vez introducida en el la fuerza de trabajo; en ambos casos, la libertad les niega la existencia como seres
proceso productivo, el poseedor real de la misma tiene en sus manos la fuente de humanos. De ahí que estén condenados a encontrarse en el mercado de trabajo
toda productividad. Pero el trabajador, que es su propietario, no es su poseedor como seres libres e iguales: uno buscando vender su fuerza de trabajo, que solo no
efectivo, porque, privado de los medios de producción, no puede hacerla productiva; puede usar para reproducirse; otro buscando comprar la fuerza de trabajo para
por eso la vende. El comprador, que pasa a ser su poseedor real temporal-en las poner en marcha sus máquinas. De la unión sale, aunque sea momentáneamente,
condiciones del contrato-, podrá beneficiarse del plusvalor. el bien: bueno para ambos, bueno para que ambos sobrevivan, para ser ellos
Marx es muy radical en este punto: lo propio del capitalismo es la libertad del mismos, cosa que sólo consiguen en su unión. Marx lo ha entendido muy bien: la
mercado de trabajo, la libertad del propietario y del comprador de la fuerza de rotación del capital exige doblemente la libertad y la igualdad: iguales y libres como
trabajo para realizar, en pie de igualdad en tanto que mercaderes, el intercambio. propietarios y como contratantes; iguales y libres en títulos, en la voz de la ley.
El capitalismo no es posible sin libertad, sin igualdad, sin propiedad, sin libertad Libre de todo, dice Marx con ironía, incluso libre de los medios para ser libre,
de la propiedad, sin libertad de empresa. Y esta libertad y esta igualdad en el ámbito para vivir. Pero, ¿qué importa esto al derecho? Los derechos del hombre afirman la
de la producción capitalista se refleja en la superestructura jurídica, cuyas normas libertad, la igualdad y la propiedad, pero no dicen en qué manos y proporciones
se orientarán a protegerlas y fijarlas. Los derechos, pues, lejos de ser reivindicaciones ha de estar la propiedad, los medios de producción. La propiedad de estos no está
ideales, son exigencias impuestas por la producción. El contrato, puesto como sometida a la ley; queda en manos de la contingencia: de la «libre» adquisición.
fundamento de toda obligación, no hace más que reflejar la necesidad del contrato Marx sabe, y así lo señala, que bajo la contingencia y la libertad opera otra ley, la de
de trabajo, del contrato de compraventa de la fuerza de trabajo, que incluye, sin la necesidad económica. Y cree que algún día se entenderá, y que ese día un nuevo
enunciarlo, el derecho a la explotación al fijar el derecho a la utilización de la derecho se opondrá al derecho; ese día tal vez se combatirá contra todo derecho.
fuerza de trabajo y el derecho a la apropiación del producto de esa fuerza de trabajo.
Marx insiste en que sin «trabajador libre» no puede haber capitalismo; es decir,
este modo de producción no es compatible con la esclavitud o la servidumbre
feudal, donde el trabajador no es propietario de sí mismo y de su fuerza de trabajo.
El capitalismo libera a los individuos; la doctrina de los derechos es el reflejo
ideológico de esa liberación. Los derechos afirman y prescriben lo que el capitalismo 665 Marx se inspira aquí en Hegel: «Puedo alienar en otro, por un tiempo determinado, el
uso de mis aptitudes corporales e intelectuales, así como mi posible actividad, porque en estos
necesita. Para Marx, en el capitalismo sólo Se puede vender la fuerza de trabajo; el
límites dichas cualidades sólo mantienen con la totalidad y generalidad de mi ser una relación
trabajador no puede venderse a sí mismo: «Para que es~a relación persista, es de exterioridad; pero la alienación de todo mi tiempo realizado en el tabajo y de la totalidad de
mi producción, convertiría cuanto hay en mi ser de substancial, es decir, mi actividad general
664 Ibíd., I, IV, 191. y mi persona, en propiedad de otro» (Hegel, Filosofía del derecho, § 67).
422 FILOSOFÍA POLÍTICA LOS DERECHOS 423
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4.4 El comunismo y los derechos reivindicado en ocasiones. Marx cree que habrá un día en que sea posible un derecho
socialista, que consagre el pleno desarrollo de la libertad de la persona y de los
Sin vaciar la tesis central de Marx, de los textos de madurez, según la cual los derechos efectivos: «La imagen del proceso social de vida, esto es, del proceso
derechos del hombre son la condición de posibilidad del capitalismo, el ideal material de producción, no depone su velo místico nebuloso más que si se presenta
particular del burgués, hemos de insistir en que de la condena moral de los textos como producto de los hombres libremente puestos en sociedad y que lo someten
de juventud se pasa a un esfuerzo positivo de comprensión y explicación, que le a su control consciente según plan. Pero eso requiere un fundamento material de
permite a Marx señalar aspectos positivos de los derechos. En cierto modo su la sociedad, es decir, una serie de condiciones materiales de existencia que son, a
rechazo juvenil provenía de una determinación política: su convicción de que ya su vez, producto espontáneo de una historia evolutiva larga y dolorosa»667. Marx
no era el momento de luchar por los derechos, por la reforma política, sino de no cierra la puerta a la esperanza; aunque no fije el día.
realizar la emancipación humana. En ocasiones habla más bien de «realización de los derechos». Es decir, cuando
En general, en Marx hay una crítica constante a toda reivindicación de los la sociedad, tras su largo y doloroso camino hacia el comunismo, ha negado los
derechos del hombre, por su carácter abstracto, por la confusión entre el hombre derechos del hombre en su forma (idealidad moral) y en su contenido (hombre
yel ciudadano, por su función mistificadora, en definitiva, por su carácter de clase. abstracto), esa negación es vista como realización de la libertad, la igualdad y la
La idea de los derechos sólo puede ser pensada, por Marx, en concreto, como apropiación del mundo, como construcción del hombre socializado. Ahora cada
reivindicaciones bien determinadas (jornada laboral, edad laboral), que entre otras uno de los derechos fundamentales del hombre es realizado por la negación de su
cosas sirven para que los trabajadores se organicen; en abstracto, le parece una contenido y su forma. La libertad deja de ser negativa, defensiva, pura separación
ideología hipócrita y nociva. No obstante, Marx considera que los derechos del del otro, para devenir culminación del poder positivo de cada uno por y en la unión
hombre son una conquista, del mismo modo que considera que el capitalismo con los otros. La igualdad como simple comparación abstracta de individuos
supone un fuerte progreso material y espiritual. Debemos profundizar, por tanto, privados es sustituida por la comunidad en la que todos participan totalmente. La
en el sentido de su crítica, que no es un simple rechazo moral de los derechos del propiedad deja de ser limitación para cada uno de una porción de la riqueza, reparto
hombre, sino la crítica de una determinada consciencia de los derechos, crítica de bienes, para asegurar el poder de cada individuo sobre la masa productiva,
que unifica una valoración y una explicación. sobre la propiedad común668 .
El análisis crítico y desmitificador de Marx viene a decir que no es el derecho Los derechos, pues, son realizados cuando el hombre consigue la reconciliación
ni la filosofía quienes fundan la libertad; al contrario, es la existencia real, concreta, de la humanidad universal con la singularidad individual. Esa reconciliación hace
la que funda un cierto tipo de derecho y de filosofía. La libertad y el derecho quedan innecesarios los derechos, cuyo origen estaba en esa escisión; desaparecen por inútil,
así rebajados de estatus: de coronas ideales pasan a ser signos de un modo de por haber sido realizada su prescripción. Con el comunismo las cualidades humanas
producción, aunque no signos estériles, sino funcionales, operativos, sirvientes de dejan de ser objetivos a conquistar, «derechos», para ser realidades positivas.
una función. Todo parece salir de la compraventa de la fuerza de trabajo, de la En consecuencia, en Marx los derechos del hombre son siempre tratados
esfera de la circulación o del intercambio de mercancías, de ese Edén de los derechos negativamente: o son ideología abstracta a negar, o son realidades concretas
innatos del hombre, donde impera la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham: conquistadas. Su existencia, pues, o es ilusoria o es superada. El problema de la
«¡Libertad! Porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo, la inclusión de los derechos en la teoría marxista permanece. Al final de El Capital
fuerza de trabajo, no están determinados más que por su libre voluntad. Contratan nos habla Marx del «hombre socializado»: ¿es una negación de los individuos como
como personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el tales, que la declaración de los derechos del hombre contempla? ¿Abandona Marx,
cual sus voluntades se dan una expresión jurídica común. ¡Igualdad! Pues sólo se junto con el «socialismo científico» de La Ideología Alemana, el «humanismo real»
relacionan entre ellos como propietarios de mercancías, e intercambian equivalente y su principio, el «hombre individual real» de los textos de juventud? El
por equivalente. ¡Propiedad! Pues cada cual dispone estrictamente de lo suyo. «humanismo rea!» , que Marx oponía al falso humanismo de los derechos del
¡Bentham! Pues cada uno de los dos se interesa exclusivamente por sí mismo»666. hombre en 1845, ¿habría de ser arrojado, con otras abstracciones, ante el
Ahora bien, aunque Marx, conforme a su teoría, ha de insistir en el carácter cientificismo? En fin, ¿es incompatible el pensamiento de Marx y los derechos del
sobre estructural del derecho, sin destino ni historia propios, no deja de reconocer hombre? Son preguntas difíciles de contestar, y que marcan las condiciones de
sus aspectos positivos. Sin duda, al insistir en su necesidad histórica, roba a los posibilidad de una reactualización del marxismo.
derechos su estatus de ideal absoluto; al explicar su función, muestra su limitación.
De todas formas, los considera una conquista histórica y él mismo los ha
667 Ibíd., 1, 1, 4, 90 (<<El carácter de fetiche de la mercancía»).
668 Marx describe esta realización de los Derechos del Hombre en su Crítica al programa de
666 Ibíd., 1, IV, 191. Gotha.
15. La justicia

«La justicia está sometida a disputa; la fuerza es fácil-


mente reconoscible y está exenta de disputa. Así, no se
ha podido dar fuerza a la justicia, porque la fuerza ha
negado la justicia y ha dicho que ésta era injusta, y que
ella misma era justa. Y así, no pudiendo hacer fuerte lo
que es justo, se ha hecho justo lo que es fuerte».
B. Pascal, Pensamientos, 285/298

l. La justicia, creación de la política

1.1. La justicia, el cosmos y la polis

En sus orígenes la filosofía pensó la justicia referida a alguna totalidad limitada,


cerrada y perfecta. La más tópica fue el cosmos, representación clásica del mundo
cerrado, acabado y pleno de sentido. Si la perfección del cosmos yacía en su potencia
para ser y mantenerse, en su eternidad, la justicia refería al funcionamiento
equilibrado de sus partes, a su orden, garantía de su estabilidad y de su imper-
turbable existencia a lo largo del tiempo. El afortunado fragmento de Anaximandro
nos habla ya de la injusticia como desajuste de las cosas en el todo, como
individualización y desorden, y de la justicia como restitución de la armonía de la
totalidad: «De allí de donde todas las cosas proceden, hacia allí tienden en su
destrucción, según la necesidad; de este modo las cosas expían sus culpas y reparan
las injusticias comedidas contra el todo según el orden del tiempo». Y el pitagórico
Filolao nos describe igualmente de la justicia como unidad y equilibrio de las partes
en una totalidad: «La armonía, que es la justicia, se genera a partir de los contrarios;
la armonía, que es la justicia, consiste en la unificación de las cosas diferentes y en
el consenso de las cosas que disienten».
Con metáforas diferentes, siempre se expresa la misma idea de justicia como
forma de una totalidad, como la regla que articula y preside el funcionamiento de
los elementos de un todo garantizando así su perfección, es decir, su independencia
y su perduración. La justicia no se predica de las partes, sino del todo; las relaciones
entre individuos aislados no son en sí mismas justas e injustas, sino por referencia
a su articulación con la totalidad. La justicia es la regla que subordina la función y
los fines de las partes a la perfección y el fin del togo. Ese todo fue el cosmos en los
presocráticos; pero pronto se exportaría a totalidades más pequeñas, como la polis
y el hombre, sin variar su significado de regla que articula, unifica, aprovecha y
dirige las potencias de los particulares hacia el bien, la autosuficiencia, la
426 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 427

perduración en el ser, del conjunto. Platón es el mejor exponente de este su naturaleza esté mejor dotada»676. La justicia es la cualidad de una ciudad que
desplazamiento, por lo cual nos detendremos en su propuesta. permite y exige que cada uno ocupe su lugar: «hacer cada uno lo apropiado a su
. La Repúblic~ platónica se estructura como una reflexión sobre la justicia; y la alma y no multiplicar sus actividades»677. La justicia de la ciudad reside en que
cm dad es la totalIdad sobre la que Platón define la justicia. Para el filósofo ateniense cada una de sus partes se ordene a su fin: «la posesión y práctica de lo que a cada
la justicia es lo que hace que una ciudad esté bien construida. La perfección depende uno le es propio será reconocida como justicia»678. De este modo se logra la
de muchos elementos, todos necesarios para la autarquía (riquezas, recursos, perfección ontológica del hombre y, en consecuencia, su virtud y su felicidad, y la
virtu.des y cualidades de sus hombres, prudencia de sus gobernantes); pero también perfección de la ciudad, su autarquía y estabilidad.
reqmere del buen ordenamiento de esos elementos. Esta última función es la obra Conocida la justicia como propiedad de la totalidad social, no es difícil, por
de la justicia. analogía, encontrar el concepto de justicia aplicado al hombre como totalidad,
.El diálogo se inicia con el debate en torno a la idea del hombre justo; las pues las tres facultades del alma se corresponden con los tres linajes de la ciudad,
nOClones de justicia que se manejan refieren a las relaciones entre los hombres: ya que a ésta no le llegan de otra parte sino de nosotros mismos. «En el alma de
«dar a cada uno lo que se debe»669, «dar a cada uno lo que se merece»670, «hacer cada uno hay las mismas clases que en la ciudad y en el mismo número»679. El
favores a los amigos y daños a los enemigos»671, «no hacer daño a nadie»672, «lo que hombre justo es el bien ordenado, aquel en cuya alma el entendimiento, el valor y
conviene al más fuerte»673, etc. Todas resultan insuficientes, no resistiendo la crítica. el deseo, ocupan cada uno su lugar. Desde luego que la ciudad justa, como en el
Sócrates, con astucia, sugiere que el fracaso de la investigación se debe al escenario hombre justo, no son ideales finales; la ciudad perfecta tiene otras virtudes que la
escogido, las relaciones entre los hombres, un lugar sin substancia, entre dos justicia; y el ideal humano no puede acabarse en ser justo; pero en ambos casos es
totalidades, la sociedad y el hombre. Con la ingeniosa y fértil metáfora de las dos su condición de posibilidad. Por ello la virtud de la justicia es una cierta salud,
pizarras, somete a reflexión una tesis audaz: la justicia se lee en las totalidades, sea belleza y bienestar del alma.
la ciudad o el hombre, y se lee mejor en la ciudad que en el hombre. Es más Esta concepción que acabamos de redescribir no es propiamente platónica,
co~p.li~ado ponerse de acuerdo en lo que hace que un hombre sea justo que sino común al mundo de las comunidades cerradas. Cuando Aristóteles aborda el
COlllCldu en lo que hace que llamemos justa a una ciudad. Dice literalmente: «La tema de la justicia en la ciudad680, dirá que ésta tiene fines ontológicamente fundados
investigación que emprendemos no es de poca monta; antes bien, requiere, a mi y que habrá tantas formas de justicia como modelos de ciudad. La justicia no es el
entender, una persona de visión penetrante. Como nosotros carecemos de tal visión, fin de la ciudad, ni la instancia que marca a ésta sus fines. Al contrario, es sólo la
me parece que lo mejor es seguir en esta indagación el método de quien, no gozando adecuada ordenación de sus partes para mejor cumplimiento del fin común a
de muy buena vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da toda ciudad, la autarquía, y el propio de cada una, expresado en su régimen. Por lo
cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras tanto, la justicia queda subordinada a los fines de cada ciudad: no es la misma en
en tamaño mayor y sobre fondo más destacado. Este hombre consideraría una las democracias que en las aristocracias.
feliz circunstancia, creo yo, aquella que le permitiera leer primero estas últimas y Así, puesto que la justicia es siempre una especie de igualdad -una polis es
comprobar luego si las más pequeñas eran realmente las mismas»674. para Aristóteles una «comunidad de iguales»- concluye que la justicia democrática
. El objetivo es leer la justicia en la pizarra grande, en la idea de sociedad justa o, consiste en la «igualdad numérica» y la justicia aristocrática en la «igualdad de
SIlo pr:fi~r:~, en la ciudad just.a construida idealmente; luego, conocido el mensaje, méritos». En las ciudades democráticas lo justo es «que cada ciudadano tenga una
~o ~e:a dIfícil releerla en la pIzarra pequeña, en la idea del hombre justo. Así, la parte igua!», pues sólo así esa ciudad cumple su fin de que gobiernen los más;
JustlCla queda subordinada, en el orden lógico, a la ciudad; es un elemento más de otras ciudades con otros gobiernos deberán tener otra regla de justicia681 . La justicia
la perfección de ésta. queda así establecida como una ordenación de los bienes, cargos y funciones
S~n ~ntrar en la reconstrucción del concepto de justicia, que pasa por la adecuadas al fin de la ciudad, a su ideal.
d.escnpClón de la ciudad ideal, digamos que refiere al orden de las partes en la Del mismo modo, Aristóteles subordina la justicia al ideal de hombre.
~mdad y en el hombre, a que cada cosa esté en su lugar: «la ciudad nos pareció ser Aristóteles distingue entre la justicia en el hombre y la justicia en la comunidad682 ,
Justa cuando los tres linajes naturales que hay en ella hacían cada uno lo propio la primera como virtud del individuo, referida por tanto a la vida moral, y la segunda
suyo»675; «y lo que establecimos y repetimos muchas veces, si bien te acuerdas, es como virtud del ciudadano, referida por tanto a las relaciones sociales y políticas.
que cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a aquello para que
669 República, 331d. 673 Ibíd., 338e ss. 676 Ibíd., 433a. 680 Política 1317b.
670 Ibíd., 332 c. 674 Ibíd., 368 e-d. 677 Ibíd., 423b. 681 Ibíd., 1131b.
671 Ibíd., 332d. 675 Ibíd., 435 b. 678 Ibíd., 433e. 682 Etica nicornáquea, 1129a-1l31a.
672 Ibíd., 335e. 679 Ibíd., 441 e.
428 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 429

De este modo se construyen y separan dos ideas de la justicia; se distinguen e Puesto que la ley instaura la sociedad y la justicia, ya que sin ley no hay orden
incluso se oponen, pues, como decía el filósofo de Estagiria, «quizá no sea lo mismo social y «donde no hay ley, no hay injusticia», se comprende que Hobbes haga
en cada caso ser hombre bueno y ser buen ciudadano»683. pivotar la justicia sobre la ley que regula la propiedad y su movimiento, es deci:,
Aristóteles también distingue entre la ciudad perfecta, ajustada al carácter de sobre la ley que regula los contratos de intercambio. La justicia se reduce a cumphr
sus hombres y capaz de posibilitarles el buen vivir; y la ciudad justa, como ideal los contratos. Hobbes pone esta máxima como la tercera ley de la naturaleza, que
mínimo, como condición de estabilidad de la ciudad. Y reconoce que la justicia, prescribe «que los hombres cumplan los pactos que han celebrado»; y ve en ella la
como virtud moral, en cuanto a perfección es incluso inferior a otras como la fuente y fundamento de la justicia, pues «la injusticia no es otra cosa que el no
amistad: «Cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia, cumplimiento del pacto; y todo aquello que no es injusto es justO»688. Claramente
pero, aun siendo justos, sí necesitan de amistad»684. se ve que la noción hobbesiana de justicia refiere a una sociedad .de ind~vid~~s
organizada sobre el principio del consentimiento, tal que la úlllc,a o~hg.a~lOn
1.2 La justicia, el mercado y las circunstancias legítima es la de cumplir los compromisos libremente pactados. Aqmla )UstlCla es
también un ideal mínimo, que garantiza la sobrevivencia y el disfrute en paz de las
En el mundo moderno la justicia sigue referenciada a la sociedad. Pero ahora ésta posesiones. El reinado de la justicia será una mera condición para que cada uno
no es pensada como totalidad sustantiva, con un orden ideal fijo, sino como un pueda definir, buscar y realizar su ideal de vida. ., .
mero sistema de relaciones de intercambio entre los individuos 685 . La justicia, por Pero quien con mayor claridad comprendió este estatus de Ideal mllllmo y
tanto, referirá a esas relaciones, a su orden y estabilidad, a su perfección. Y como subordinado de la justicia y quien mejor mostró que su existencia y su necesidad
las relaciones de intercambio perfectas en el pensamiento moderno son los acuerdos estaban estrechamente ligadas a las circunstancias imperfectas, fue el escocés David
establecidos libre y voluntariamente y cumplidos en todos sus términos, la justicia Hume. La justicia, nos viene a decir 689 , no tiene su reino ni en la abundancia ni en
hará referencia a esa libertad de pactar y a esa obligación de cumplir los pactos. la perfección humana; su lugar es la escasez y la indigencia. En un orden natural
Hobbes es el mejor exponente de esta idea de la justicia que da la espalda al de sobreabundancia, la justicia es inútil: «Parece evidente que, en un estado tan
orden natural y asume como campo propio el del artificio social. Con radicalismo feliz, todas las virtudes sociales florecerían y se duplicarían; pero no se habría soñado
pone la justicia como cosa de los hombres en la ciudad: «La justicia y la injusticia nunca en la cauta y celosa virtud de la justicia. ¿Para qué repartir los bienes allí
no son una facultad ni del cuerpo ni de la mente. Si lo fueran, podrían estar en un donde todos tienen más que suficiente? ¿Para qué hacer nacer la propiedad donde
hombre que estuviera solo en el mundo, como sus sentidos y pasiones. Son no es posible el daño? ¿Para qué llamar mío a este objeto si, cuando alguien lo
cualidades relativas a hombres en sociedad, no en soledad»686. La justicia se refiere toma, no necesito más que alargar la mano para poseer algo igualmente valios~?
a las relaciones convencionales entre los hombres; en rigor, apunta ya Hobbes, la En este caso, siendo la justicia totalmente inútil, no sería sino una vacía ceremOllla
justicia se refiere a las relaciones de intercambio entre los hombres. Donde no hay y nunca podría tener sitio en el catálogo de las virtudes»690. En un orden social de
propiedad, no hay intercambio; y donde no hay intercambio no hay propiedad ni hombres absolutamente benevolentes, la justicia sería superflua: «¿Por qué habría
sociedad. Si en sentido ordinario la justicia se define como .«la voluntad constante yo de ligarme a otro hombre por contrato o promesa para que me hiciera un bue~
de dar a cada uno lo suyo», sólo donde hay mío y tuyo, donde hay propiedad, en oficio, sabiendo que él está dispuesto con la mayor inclinación natural a buscar mi
definitiva, donde hay sociedad, tiene sentido hablar de justicia; sólo en la república felicidad y a realizar espontáneamente el servicio deseado (... )? ¿Por qué alzar
«los nombres justo e injusto pueden aceptarse»687. mojones entre el campo de mi vecino y el mío, cuando mi corazón no ha hecho
división alguna entre nuestros intereses, sino que participa de todas sus alegrías y
683 Ibíd.,1129a-1l31a.
684 Ibíd., 1155a.
tristezas con la misma fuerza y vivacidad que si fueran mías»691.
685 El comunitarismo contemporáneo, así como el contextualismo, han recuperado la idea Pero, a la inversa, en una situación natural de absoluta penuria, donde ni la
clásica de justicia como cualidad ligada a la totalidad social. Michael Walzer escribe que «Una mejor distribución consigue la sobrevivencia, ¿cómo sería posible la justicia? «El
sociedad determinada es justa si su vida esencial es vivida de cierta manera, esto es, de una uso y tendencia de esa virtud es procurar felicidad y seguridad, conservando el
manera fiel a las nociones compartidas de sus miembros»; y refiriendo claramente la idea de orden de la sociedad; pero allí donde la sociedad está a punto de perecer por una
justicia al orden propio de la comunidad dirá que «la justicia está enraizada en las distintas necesidad extrema, de la violencia y de la injusticia no puede venir un mal mayor;
nociones de lugares, honores, tareas, cosas de todas clases, que constituyen un modo de vida
compartido. Contravenir tales nociones es (siempre) obrar injustamente» (ef Esferas de la 688 Ibíd., 1, xv, 243-244.
justicia. México, FCE, 1993, pág. 322-325). 689 D. Hume, Investigación sobre los principios de la moral. Madrid, Alianza Editorial, 1993.
686 Leviathan, 1, XIII, 226 (edición de C. Moya y A. Escohotado, Editora Nacional, Madrid, Sección 3a : «De la justicia», págs. 47-72.
1979) . 690 Ibíd., § 13,48.
687 Ibíd., 1, xv, 241. 691 Ibíd., § 14,49.
430 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 431

y cada hombre queda entonces autorizado a proveer para sí por todos los medios injusticia consistía en pretender apoderarse de lo que no le corresponde a uno por
que le dicte la prudencia o le permita la humanidad»692. 0, para cerrar el cuadro de su condición, de las riquezas, honores y funciones propias de otro rango; la justicia
las hipótesis, en una situación social de un hombre virtuoso entre malvados, una regula que cada uno ocupe su lugar social, ejerza las funciones de su rol y reciba el
situación sin ley ni gobierno, en situación de guerra de todos contra todos: ¿qué reconocimiento y compensación atribuido al mismo. En la sociedad capitalista,
hacer? Hume cree que, aunque sea consciente de que al abandonar la justicia se formada de individuos con iguales derechos, «dar a cada uno lo suyo» refiere a
camina hacia la destrucción, en esa situación hay que optar por la sobrevivencia una distribución de bienes, cargos y reconocimientos en función de sus méritos,
inmediata: «y como su propio concepto de justicia ya no tiene utilidad para sí de su trabajo, de sus capacidades, en igualdad de oportunidades. Pero en ambos
mismo ni para los otros, sólo debe consultar los dictados de su auto conservación, casos la función de la norma de justicia es la misma: conseguir un orden socio
sin tener en cuenta los que ya no merecen su cuidado ni su atención»693. político aceptado y cohesionado.
En consecuencia, la justicia responde siempre a unas circunstancias, a lo que Ahora bien, en las comunidades cerradas y estamentales la justicia refería a un
es útil en esas circunstancias, fundamentalmente la seguridad y la felicidad. Si orden fijo, ontológica y moralmente fundado, con leyes sagradas y eternas que
cambian las circunstancias, si la justicia se vuelve inútil, se habrá destruido su ponían lo justo y lo injusto. Cuando se desarrolla la moderna sociedad de individuos
esencia, su razón de ser, y habrá dejado de ser obligatoria para la humanidad. Las y se instaura el subjetivismo jurídico, que hace depender los derechos de la voluntad
circunstancias que hacen posible la justicia, pues, son las intermedias a ambos de los ciudadanos, las cosas cambian. No hay ya ningún referente objetivo natural,
extremos, que por fortuna son las más comunes: una naturaleza escasa, pero no ningún orden social fijo, cerrado, legitimado como fuente de la justicia; el nuevo
insoportable, y una naturaleza humana incapaz de amar a la humanidad pero capaz orden, artificial, de instancia legitimadora pasa a sujeto de cuestionable legitimidad.
de cierto altruismo limitado. Ahora es el orden construido el que ha de ser valorado conforme a la justicia. El
Para que el problema de la justicia se plantee, es preciso que haya escasez, nuevo referente, el nuevo origen, son las decisiones de los individuos; el criterio de
egoísmo y desigualdad; para que sean necesarias leyes justas han de haber justicia queda así desplazado al procedimiento. El orden político o sus partes son
necesidades que satisfacer, bienes escasos que repartir, egoísmo que combatir y justas si, y sólo si, se ha construido respetando escrupulosamente el procedimiento,
desigualdad (diferencia, diversidad, pluralidad) que medir, comparar y regular. La las normas aceptadas. La justicia del orden político no refiere al contenido sustantivo
justicia justifica su existencia por su ausencia; la realización de su ideal, haciendo del mismo, sino a su genealogía; las acciones en su seno serán justas sólo si se
desaparecer las circunstancias que dan sentido a su existencia, la convertirían en ajustan a derecho, expresión de la voluntad subjetiva de los ciudadanos.
innecesaria. Como decía Hume, la justicia no es natural; por tanto, pertenece al En la sociedad abierta, donde el estado final es por definición indeterminado,
artificio, a la prescripción. éste no puede fundar los criterios de justicia. Las partes de la totalidad (acciones,
Vemos, pues, que en el pensamiento moderno la idea de justicia sigue referen- reglas, instituciones) no pueden justificarse por su fin. En compensación, tenderán
ciada a la de ciudad; si, a pesar de ello, la justicia se aplica a las relaciones particulares, a hacerlo por su fidelidad al procedimiento; y la justicia del procedimiento se
se debe a que la sociedad ha perdido su sustantividad a favor de las partes, de las decidirá por su respeto de las subjetividades individuales, únicos referentes sustan-
relaciones de intercambio; la justicia ya no define el orden, la autarquía y la tivos en la representación política liberal. La justicia, por tanto, irá renunciando
estabilidad del todo social, sino el orden, la independencia y la fiabilidad de los progresivamente a su dimensión material para devenir justicia procedimental.
contratos. Por tanto, el ideal de justicia se desvincula de todo contenido ético y se
muestra claramente como ideal mínimo. 1.4 Justicia e igualdad

1.3 «Dar a cada uno lo suyo» Tras reconocer la determinación sociohistórica de la justicia social, su referencia a
un orden político concreto, y su carácter de ideal mínimo, del cual sin duda deriva
La idea tradicional de justicia nos llega acuñada por la norma general y abstracta su aceptación universal, queremos resaltar otro aspecto, a saber, que en su aplicación
del derecho romano f<dar a cada uno lo suyo» (suum cuique tribuere)694. Esta a la distribución e intercambio de bienes, cargos, poderes, reconocimientos, etc.,
formulación de la justicia, aparentemente universal en su formulación abstracta, siempre refiere a la idea de igualdad. En sociedades como las nuestras, donde la
tiene diferentes significados en sociedades diversas. En su origen refería a una justicia distributiva se erige en la justicia por excelencia, esta referencia a la igualdad
sociedad de órdenes, como sistema de lugares-funciones; y, en ese contexto, la se convierte en el aspecto filosófico político por excelencia.
Al me~os en las sociedades modernas se comparte el principio de que la
692 Ibíd., § 15, SI. distribución y el intercambio han de responder de forma genérica a la igualdad,
693 Ibíd., § 16,52. que así aparece como el ideal al que la justicia queda subordinado. La justicia será
694 Que ya encontramos en Aristóteles, Ética nicomáquea, 1131a. siempre un tipo de igualdad; la igualdad es su referente ideal. Podemos decir que
432 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 433

el problema filosófico de la justicia consiste en esclarecer y fijar sus relaciones con Se comenzó de forma retórica, con las solemnes proclamaciones de las
la igualdad; en otras palabras, en definir la igualdad justa. declaraciones de derechos del hombre y del ciudadano, que comenzaron a abundar
Aristóteles distinguía entre dos tipos de igualdad, la numérica o algebraica y la ~n los pueblos libres: «los hombres nacen libres e iguales en derecho», se repetía
proporcional o geométrica. En una sociedad democrática, donde sólo cuenta el mcansablemente; se reconocía que no eran sólo hombres, sino «ciudadanos»; que
número, «la justicia democrática consiste en la igualdad numérica y no en la no sólo tenían «derechos pasivos», sino «derechos activos» o «políticos». No faltaron
igualdad de méritos», pues «en esto consiste lo justo, en que cada ciudadano debe quienes (Meslier, Mably, Babeuf) pusieron más lejos la vista y comenzaron a
tener una parte igual». En otras sociedades, donde el principio del orden político reivindicar otros derechos, tal vez el que más duele a la clase que había desen-
responde a otra forma de pensar la igualdad, habrá otra idea de justicia. Desde la cadenado la conquista de los derechos del hombre y del ciudadano: los derechos
perspectiva de la igualdad geométrica, propia de sociedades aristocráticas que se económicos, el reparto de los bienes de producción. La justicia, por tanto, quedó
organizan en torno al criterio de igualdad como proporción entre el bien y el mérito, así planteada en la sociedad de individuos en el marco de «los derechos del hombre
«lo justo e.. ) es proporción y lo injusto es lo que va contra la proporción»695. Tan y del ciudadano»; un marco flexible, donde caben posiciones muy individualistas
injusto es, en la sociedad democrática, tratar desigualmente a los iguales, como en y posiciones muy igualitaristas. El debate sobre la justicia adquirió su perfil
la sociedad aristocrática tratar igual a los desiguales. El problema de la justicia, por contemporáneo: como el enfrentamiento de dos maneras de entender el «dar a
tanto, es el de la igualdad justa. cada uno lo suyO», según que «lo suyO» se entienda en claves del individualismo
En nuestras sociedades de capitalismo liberal, fundadas en la individualidad y autoposesivo (Locke) o en claves igualitaristas (Babeuf).
en el culto a la diferencia, la idea de justicia no puede renunciar a su referencia Como enseguida veremos, el renacimiento del debate sobre la justicia en
igualitaria, que se reivindica bajo dos figuras privilegiadas: igualdad jurídica, nuestro tiempo sigue arraigado en el problema de la igualdad; una vez se ha
igualdad de oportunidades e igualdad de derechos. Se trata de igualdades formales, conseguido incluir en el ámbito de lo justo la igualdad de derechos del hombre y
que refieren más a las reglas procedimentales que a los estados de hecho. El «dar a ~os derechos políticos del ciudadano, el problema se desplaza a otros espacios de la
cada uno lo suyO» pasa a significar el derecho de cada uno a salir al mercado en Igualdad, especialmente el económico (reparto de los bienes sociales) y el del
condiciones competitivas (igualdad de oportunidades), en ser tratado en sus reconocimiento por él influido (dignidad, auto estima, propia excelencia). Con la
estrategias de vida de forma imparcial (igualdad ante la ley) yen ser reconocido crisis d~l marxis~o ha perdido fuerza la noción de injusticia como desigualdad en
como legítimo propietario de su cuerpo, de su alma y de todo lo conseguido la propIedad de los medios de producción, en las relaciones sociales de producción
mediante el uso de ambos (derechos de libertad y de propiedad). o en la posición de clase; el debate, en el marco del pensamiento liberal, prefiere
A pesar del carácter formal de la justicia liberal, que mira al procedimiento o circunscribirse a las desigualdades en la distribución de los bienes y oportunidades.
genealogía en vez de al estado final, históricamente se verá contaminado de Como enseguida mostraremos, bajo las diversas posiciones hay un presupuesto
contenido material. A medida que los derechos se amplían ya los políticos se añaden común: la reflexión filosófica sobre la justicia tiene por objetivo establecer las
los sociales, el concepto de justicia irá incluyendo elementos de redistribución e desigualdades justas. Se supone, por tanto, que la igualdad es un ideal genérico que
igualdad sustantivos. Tocqueville supo percibir que la igualdad democrática, en el sólo puede ser corregido con razones suficientes; y esa razones suficientes suelen
origen formal, se iría ensanchando y deviniendo igualación económica, social y ser otros supuestos ideales, como el de la felicidad, la eficacia, la estabilidad o los
cultural: «la igualdad aparece como un hecho social; (... ) se desarrolla en la historia, derechos individuales. Hay un reconocimiento de que la desigualdad ha de ser
se puede seguir su progreso a través de circunstancias diversas; es irresistible; ( ... ) justificada, de que en determinadas circunstancias puede ser justa. El problema
la igualdad crece naturalmente y parece natural a los hombres»696. Tocqueville surge a la hora de la justificación, cuando se recurre a referentes de cuestionable
describe como devenir natural, es decir, imparable, el proceso que va desde la racionalidad y moralidad, que hacen sospechar que la igualdad sigue siendo el
igualdad jurídica, a la igualdad en derechos políticos, a la igualación creciente de buen ideal y la justicia sólo una garantía de sobrevivencia de la comunidad, que
las condiciones de vida material, a la igualación de la vida espiritual (educación, debe. cu~d~rse en vistas a aquel; en definitiva, que la justicia ideal sería la igualdad
artes). Con su fina observación, y su nostalgia aristocrática, supo captar esa y la }UstlCla razonable la igualdad justa, siempre relativa al orden social y sin más
«pendiente natural hacia la igualdad» en la historia moderna. La idea de justicia se justificación que su general aceptación.
irá cargando de igualdad y, en el límite, en la sociedad democrática radical, la justicia
es la igualdad, sin matizaciones ni particularizaciones.
2. Teorías liberales de la justicia

695 Ibid., 1131b.


En la década de los 70 asistimos a una rehabilitación de la teoría de la justicia,
696 A. de Tocqueville, La democracia en América. Madrid, Alianza, 1980. Vol. 2, IV, 1. respuesta al rechazo al sistema del Mayo 68. Se trata de pensar una idea de la justicia
434 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 435

adecuada a los regímenes occidentales, que legitimara como justos los fundamentos determinante de éste. Las liberales, en cambio, no admiten ideales éticos, son
y principios esenciales de los mismos y, a un tiempo, que avanzara sus :efo.r~as «neutrales» respecto a cualquier modelo de vida moral, renunciando a su valoración
parciales, renovando así la esperanza perdida; se trata de mostrar que JustiCIa y y jerarquización (lo que Habermas denomina irónicamente «el punto de vista
capitalismo son compatibles, que el mundo capitalista, convenientemente postmetafísico»). Las liberales, a su vez, se caracterizarían técnicamente por la
reformado, puede cumplir un ideal razonable de justicia; en otras palabras, se trata adopción del «individualismo metodológico», fundado en tres principios: 1/
de argumentar que la desigualdad intrínseca al capitalismo no es necesariamente atomismo: el interés general sólo es suma de los particulares; 21 privatismo: la
injusta, que hay desigualdades justas (o justificables) que la racionalidad filosófica legitimidad y la justicia de una norma o de un estado de hecho provienen de su
puede asumir y defender. libre elección por los individuos; y 31 pluralismo: o neutralidad ética, es decir,
Las dos teorías de la justicia hegemónicas, intuicionismo y utilitarismo, han indiferencia o insensibilidad a las diferentes propuestas de «buena vida».
cumplido su papel. Bajo su confrontación tenaz, irreductible, permitían dos El esquema sirve para distinguir las teorías liberales respecto a las teorías éticas
discursos que satisfacían razonablemente las necesidades respectivas de la academia de la justicia, pero es débil para una diferenciación de las distintas posiciones
y de la gestión política, del foro y del mercado. Pero a fina~es de los ~O no .d~ban liberales; y, como éstas son la mayoría, su efecto global es poco clarificador. Con
para más: el intuicionismo, siempre filosóficamente débIl, no podIa resIstu la este criterio las teorías liberales pueden incluir la vasta gama que va de Nozick a
avalancha crítica antimetafísica; y el utilitarismo no lograba maquillar su tez grosera. Rohemer pasando por Hayek, Gauthier, Dworking, Rawls, Barry y Habermas. Las
Ante la crisis de la consciencia occidental del 68 se hizo evidente que el capitalismo, teorías «perfeccionistas» (marxistas, ecológicas y comunitaristas), en consecuencia,
a pesar de su éxito técnico, perdía fuerza moral. Surgió así la necesidad urgente de quedan marginalizadas.
fundamentar su modo de vida, de mostrar que las desigualdades y sufrimientos Gauthier70 1, por su parte, nos ha ofrecido una clasificación de las teorías de la
que genera son justos. justicia sencilla y clara, tomando como referente dos tipos de racionalidad práctica,
Se ha producido una auténtica eclosión de teorías de la justicia, todas de corte que llama respectivamente concepciones «maximizante» y (<universalista», según
liberal, preocupadas de la distribución de bienes y de los equilibrios de fuerza tome en cuenta la satisfacción de intereses personales o de todos. Gauthier rechaza
entre individuos, y ajenas a cualquier orden sustantivo de la ciudad. El debate ha ésta, que atribuye a Kant, y se alinea con la primera, que atribuye a Hobbes. De
sido tan fecundo que incluso la clasificación de las teorías ha devenido un problema todas formas, lo relevante es que asume los presupuestos liberales de atomismo,
filosófico. privatismo y pluralismo del individualismo metodológico.
Philip Pettit697 ha distinguido cuatro líneas contemporáneas de reflexión sobre En la propuesta de Gauthier se inspira la más elaborada de B. Barrio2, que ha
la justicia: a) Justicia como bienestar, o nuevo utilitarismo (John C. Ha~s~nyi698 y dividido las teorías de la justicia en dos tradiciones, según dos conceptos de justicia:
Amartya Sen699 ; b) Justicia como equidad, representada por Rawls; c) JustICIa como a) la justicia como ventajas mutuas (de los sofistas a Hobbes y a Gauthier); y b) la
legitimidad, representada por R. Nozick; y d) Justicia como consenso, representada justicia como imparcialidad (de Kant a Rawls). Aunque parecen contrapuestas, en
por Habermas. Considera que todas ellas tienen como presupuestos comunes el el fundo comparten los principios liberales. La diferencia entre ambas reside en
individualismo ético, que conduce al pluralismo o neutralismo moral, y el que en las primeras se tiene en cuenta lo que los individuos deberían elegir si
individualismo metodológico. Todas, en consecuencia, renuncian al referente fueran racionales (razón instrumental) yen las segundas se tiene en cuenta lo que
metafísico y al referente social como vías de fundamentación; todas son, en sentido deberían elegir si fueran razonables (razón moral).
laxo, liberales. Por tanto, el criterio taxonómico es poco eficaz. Esta panorámica puede servir para poner de relieve el predominio absoluto
Van Parij s700, a su vez, clasifica las teorías de la justicia en -perfeccionistas y de las teorías liberales. Las comunitaristas apenas sirven de contrapunto para
liberales. Las perfeccionistas suponen una idea de vida buena, a cuyo fin ético están acentuar los déficits de sus rivales; las de ascendencia marxista expían aún la derrota
subordinadas; suponen, por tanto, un ideal ético distinto al ideal de justicia y ideológica del comunismo; y las ecologistas, interesantes en aspectos particulares,
siguen en el mar de la indefinición. Las teorías liberales son, sin duda, las mejor
697 Philip Pettit, Judging Justice. An Introduction to Contemporary Political Philosophy. adaptadas a las nuevas condiciones teórico-ideológicas de vida; y, en buen
Londres, Routledge & Kegan Paul, 1980. darwinismo, son las que sobreviven.
698 J.C. Harsanyi, Essays on Ethics, Social Behavior, and Scientific Explanation. Dordrecht,
Reidel, 1976; Rational Behaviour and Bargaining Equilibrium in Games and Social Situations.
Cambridge UP, 1977.
699 A. Sen, Sobre la desigualdad económica. Barcelona, Critica, 1974; Elección colectiva y
bienestar social. Madrid, Alianza, 1976; Poverty and Famines. Oxford UP, 1981; On Ethics and
Economics. Oxford; Blackwell, 1987; y Inequality Reexamined. Oxford UP, 1992. 701 D. Gauthier, La moral por acuerdo. Barcelona, Gedisa, 1994.
700 Van Parijs, ¿Qué es una sociedad justa? Barcelona, Ariel, 1993. 702 B. Barry, Teorías de la Justicia. Barcelona, Gedisa, 1995.
436 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 437

2.1 Tres tipos de contractualismo social», porque, en primer lugar, implica la presencia de un agente o mecanismo
distribuidor, a su entender incompatible con una sociedad libre; y, en segundo
Todas las teorías liberales recurren a la subjetividad, a la elección individual, como lugar, porque es imposible decidir racionalmente qué producir y cómo distribuirlo
instancia fundamentadora. Cada una de ellas argumenta su concepto de justicia sin violar la libertad de los individuos. Nos centramos en Nozick, el más difundido
en que sería necesaria o previsiblemente el elegido por los individuos en deter- de esta corriente. Su posición es de rechazo de cualquier concepto de justicia de
minadas circunstancias. Todas, pues, justifican las normas en un contrato hipotético «estado final», es decir, que tenga en cuenta la ciudad como totalidad acabada, que
entre individuos libres. Las diferencias entre ellas derivan de las circunstancias refiera al equilibrio y razón de la misma: Prefiere recurrir a la «historia», viendo la
que cada una imagina, en particular de su manera de pensar a los individuos en la justicia de una situación como función de la justicia de su genealogía, o sea, como
posición inicial. Así, la mayor parte de las teorías caerían en uno de los siguientes resultado de la aplicación de un procedimiento justo. En este sentido, no es marginal
tres tipos de contractualismo: legitimista, de ventajas mutuas y universalista. al problema que nos ocupa que Nozick resucite la vieja teoría de los derechos
La teoría legitimista de la justicia piensa ésta como desenlace de la negociación naturales; los individuos son supuestamente titulares de derecho previamente y al
entre individuos titulares de derechos, que aceptan un procedimiento en base al margen de la sociedad; los derechos naturales son límites a la justicia. Por tanto,
respeto a los mismos, por suponer que es más importante el derecho individual no hay justicia si no se respetan esos derechos: la justicia así da la espalda a la
que la justicia. La justicia como normas de ventajas mutuas, lleva a describir una ciudad.
situación de «negociación racional» en dos fases entre los individuos en situación Polanyi ha distinguido entre «liberalismo económico» y «laissez faire»706. El
real; en una primera fase de la negociación se finge estar en estado de naturaleza o rasgo más característico del primero es el mercado autorregulador. La libertad de
situación no cooperativa, y se intenta establecer qué decisión o criterio de reparto mercado, por sí misma, no es necesariamente injusta, y puede defenderse por
sería aceptable por los competidores desiguales; a continuación, en una segunda razones y objetivos muy diferentes. Por ejemplo, por razones de maximización de
etapa de negociación, se finge una situación de colaboración en la que se define el la productividad, como en el caso de los utilitaristas 707 ; o para minimizar el peligro
incremento de producción o excedente debido a la productividad. El criterio de la tiranía, al considerar que conceder al gobierno poder de intervenir en el
racional (aceptable por ambas partes), expresado en reglas de justicia, habrá de mercado es el primer paso hacia «the road to servdom» de Hayek708 • Ellibertarismo,
reflejar la desigualdad de los individuos, pero también habrá de ser sensible al en cambio, más que el liberalismo económico defiende ellaissez faire; defiende la
excedente por colaboración. En fin, el contractualismo universalista finge la elabora- libertad, la de mercado y las otras, como valor en sí. En consecuencia, se opone a
ción de las normas de justicia en una situación de negociación racional entre cualquier redistribución mediatizada por el estado como violación de derechos.
individuos, o bien morales, o bien colocados en condiciones de imparcialidad; el El problema de los libertarios es el de convencer que el laissez-faire es una
resultado es la elección de unas normas bastante coincidentes con la moral común. opción justa; y, en particular, elaborar una idea de la justicia conforme a ese modelo
Destaquemos que todas estas corrientes contractualistas entienden las reglas de individualismo autoposesiv0 70 9 • Su teoría del Estado condiciona fuertemente
de justicia como reguladoras de las relaciones de intercambio; se refieren poco o su teoría de la justicia. Opera con un «estado mínimo (minimal Sta te) , limitado a
nada a los estados finales, a la situación efectiva de la distribución de bienes, cargos funciones de justicia como protección del individuo contra la fuerza, el robo, el
y funciones. El neocontractualismo tiende a dejar en la indeterminación el mayor fraude, la violación de contratos, etc.; el estado sólo puede forzar al individuo a
campo posible de la sociedad; trata de establecer y fijar el mínimo posible la acción hacer aquello a lo que éste libremente se ha comprometido; a nada más puede ser
social. forzado sin que sean violados sus derechos. Por tanto, el estado no tiene derecho a
imponer impuestos ni para infraestructuras, servicios públicos, educación, salud,
2.1.1 Nozick: la justicia del libre cambio vejez, minusválidos, etc., si libremente no lo acepta el individuo. Con este estado
Dentro del contractualismo legitimista, dejamos de lado a furibundos libertarianos mínimo, sin ningún papel redistributivo,su reflexión sobre la justicia ha de centrarse
como M. Rothbard 703 o David Friedman704, de escaso interés teórico; tampoco más que en el reparto de los bienes en la protección de los derechos. Al negar
comentaremos la posición de Hayek705 y su rebelión contra el «mito de la justicia
706 M. Polanyi, La gran transformación. Barcelona, La Piqueta, 1989.
707 N. Barry, On Classical Liberalism and Libertarianism. Londres, Macmillan, 1986,
703 M. Rothbard, Por a New Liberty. The Libertarian Manifesto. Nueva York-Londres, Collier, cap. 2-4.
1978; The Ethics ofLiberty. Atlantic Hithlands (NJ), Humanities Press, 1982. 708 F.A. Hayek, Camino de servidumbre. Madrid, Alianza, 1990.
704 D. Friedman, The Machinery ofPreedom. Guide to Radical Capitalismo La Rochelle (NY), 709 La expresión está inspirada en C.B. Macpherson, Teoría política del individualismo
Arlington House, 1962. posesivo. Barcelona, Fontanella, 1979. Hemos modificado ligeramente la acertada expresión
705 F.A. Hayek, Derecho, legislación y libertad, 3 vols. Madrid, Unión Editorial, 1985; y Los «individualismo posesivo» para acentuar que la teoría libertaria se fundamenta obsesivamente
fundamentos de la libertad. Madrid, Unión Editorial, 1987. en que el individuo es propietario de sí mismo.
LA JUSTICIA 439
438 FILOSOFÍA POLÍTICA

clásica es que el origen de la propiedad privada de los bienes externos es la fuerza.


cualquier referencia a la comunidad, será justo -justificado- cuanto el individuo
Pero, entonces, o tal medio de apropiación es ilegítimo, en cuyo caso nada impide
libremente haga, sin más límites que el de no imponer a los demás nada que no
al estado la confiscación, según la tercera regla de Nozick; o bien es legítima, en
acepten libremente. Como ya dijera Hobbes, lo justo es cumplir los pactos.
cuyo caso nada impide que otro use la fuerza en cualquier ocasión713 • Nozick acepta
Efectivamente, la teoría de la justicia nozickiana resuelve con facilidad el
la ilegitimidad de la fuerza como fundamento de la propiedad714 ; e insiste en que
problema del reparto justo o de la desigualdad justa, por considerar justo todo
se debe rectificar toda situación de ilegitimidad de la propiedad. Si el legítimo
intercambio libre entre individuos y negar al estado cualquier intervención
propietario fuera conocido, recomienda devolvérsela; si no fuera conocido, acepta
distributiva. A Nozick no le preocupan las desigualdades, de fondo o superficiales,
una solución de redistribución de la propiedad ilegítima de acuerdo con el principio
pues la justicia sólo hace referencia a los derechos individuales, especialmente al
de la diferencia de Rawls. Nozick es sorprendentemente riguroso en este aspecto,
de propiedad. Cualquier recorte o violencia sobre estos derechos es injusto;
pues su teoría se lo exige: toda transferencia hecha sobre la base de una posesión
cualquier intercambio libre y consentido es justo. Para Nozick la fuente mayor de
ilegítima, es ilegítima, y lo serán todas las transferencias que se sucedan
injusticias suele venir del estado, con sus limitaciones a los derechos individuales,
indefinidamente; el uso histórico continuado de un bien no otorga derecho sobre
sus tasas, sus regulaciones. Pero, paradójicamente, la suya es una teoría de la
el mismo.
legitimación de la propiedad o del justo título (entitlement theory) que requiere el
Su defensa en abstracto es válida; viene a decir que él no defiende ninguna
estado como imprescindible para instituir la propiedad y para protegerla.
posesión actual injusta; que el cargo de la prueba corresponde al acusador, que ha
Su argumento de fondo se resume así: si aceptamos una posición inicial o rest
de demostrarlo; y que, en tal caso, su teoría tiene la solución: el principio de
position en la que suponemos la legitimidad de las posesiones corrientes de cada
rectificación. Pero deja como cuestión abierta la siguiente: las dificultades en
uno, podemos establecer el criterio de «distribución justa» como aquella que resulta
demostrar alguna ilegitimidad en la cadena de transmisiones ¿pueden estar al
del libre cambio. Como es lógico, si su criterio (justicia del libre cambio) es
servicio de la justicia? Y, dada la dificultad en aplicar el principio de rectificación
discutible, su supuesto (legitimidad de la posesión actual) es más sospechoso. Pero
en la distribución histórica de la propiedad, ¿puede aceptarse un principio que en
Nozick encuentra argumentos para defender la justicia de la posición inicial y del
concreto acaba consolidando la injusticia? No parece irracional pensar que la actual
criterio contractual.
distribución de la propiedad está contaminada de injusticias; y parece más razonable
Formulada de forma más precisa, su teoría de la distribución o de la propiedad
exigir a cambio una compensación a los desposeídos que clamar por el todo o
legítimas se apoya en tres principios 71 o. Uno, el principio de la adquisición inicial
nada, es decir, por exigir o bien la aplicación radical del principio de rectificación,
justa, que establece las condiciones de legitimidad de la primera adquisición; el
o bien dejar las cosas como están; porque tal alternativa es una apuesta por el
segundo, el principio de libre cesión o «regla de transferencia», que afirma que lo
estado actual.
justamente adquirido puede ser libremente cedido; en fin, el tercero, el principio
Una posición como la de Nozick, que de hecho no se preocupa de la equidad
de rectificación de la injusticia, que autoriza al estado a intervenir en las posesiones
del punto de partida ni del de llegada, piensa la. justicia como reglas de juego, de
adquiridas o transferidas injustamente. Según Nozick, estos tres principios definen
un juego cruel en el que la seducción de que todo está por decidir, que la redistri-
una idea de justicia exquisitamente respetuosa con los derechos del individuo, que
bución está siempre abierta, no pasa de ser una ilusión o puro cinismo. Lo más
supone naturales y anteriores a cualquier noción de justicia; derechos pre-políticos,
probable es que el juego simplemente reproduzca una aventura cuyos resultados
pre-sociales, pero que el estado debe respetar y defender sobre todas las cosas.
la razón sabe descifrar con anticipación; tal vez por eso se desee silenciarla.
Estos tres principios de justicia contribuyen a legitimar un criterio particular y
genuino de distribución que, cual parodia del marxista «de cada uno según sus
2.1.2 Buchanan: el pacto de las fuerzas
capacidades, a cada uno según sus necesidades», formula como «de cada uno según
James Buchanan71s también adopta la estrategia contractualista de argumentación
su elección, a cada uno según haya elegido» (From each as they choose, to each as
de la justicia, pero aquí no se pone la negociación en los límites de los derechos,
they are chosen)711.
Nozick es consciente de que el punto débil de su teoría es la necesidad de un
712 Ibíd., 160.
punto de partida justo; en rigor, se ve arrastrado a justificar la primera apropiación 713 G.A. Cohen, Hístory, Labour, and Freedom: Themes from Marx. Oxford, Oxford U.P.,
de los bienes externos, a dar cuenta de la legitimidad de una apropiación de un 1988, págs. 253 ss.
elemento natural cuya existencia nada debe a los talentos de su poseedor712 • Como 714 R. Nozick, op. cit., pág. 231.
es habitual en estos casos, dialoga con las alternativas vigentes. La respuesta más 715 J.M. Buchanan, The Límits ofLiberty: Between Anarchy & Leviathan. Chicago, Univ. of
Chicago Press, 1975; The Bases for Collective Action. Nueva York, General Learning Press, 1971.
J.M. Buchanan & G. Tullock, El cálculo del consenso. Fundamentos lógicos de una democracia
710 R. Nozick, Anarquía, estado y utopía. México, FCE, 1988, págs. 149 ss. constitucional. Madrid, Espasa Calpe, 1980.
711 Ibíd., 160.
440 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 441

sino que se simula una situación real, donde los hombres luchan con todos sus re- fruto de la lucha, no cae bajo la moral; lo pactado pertenece al orden de la naturaleza.
cursos para lograr sus intereses. Se describe una situación original en analogía con Ese orden premoral pone la moral: sus reglas determinan la acción justa en el
la realidad del mercado, sin recurrir a contratantes angélicos tras el velo que fuerza mercado y en la política. Los agentes deben actuar en ese marco para modificar
su moralidad. En el escenario de Buchanan los individuos negocian y contra-tan sus posiciones relativas y obtener nuevas ventajas: por intercambios de bienes
en situación de «desigualdades múltiples» (fuerza, información, destreza, astucia, privados (contratos bilaterales) o por creación de bienes públicos (contratos
inteligencia ... ), cada cual buscando su interés. El resultado de esa lucha desigual multilaterales). Esta nueva red de contratos elaborada en el seno del contrato
por los bienes es una situación de equilibrio, que se alcanza cuando se igualan utilidad constitucional es llamada por Buchanan contrato postconstitucional. De éstos ya
y costos marginales. Esa situación surge de la anarquía y es alternativa a la anarquía: puede predicarse la justicia, según su concordancia con el contrato constitucional.
indica una distribución de los bienes escasos estable, que aceptarían los negociantes. Como se ve, la justicia se reduce a los equilibrios de fuerza entre participantes
Es una distribución natural, que responde a las dotaciones naturales de los egoístas racionales que buscan sus intereses. Sólo son justas aquellas instituciones
contendientes. Para Buchanan, esa distribución natural describe una situación de aceptadas por el individuo en una lucha desigual. Dirá que es aceptación libre y
partida en la que son posibles los contratos o acuerdos entre los participantes voluntaria; y lo es, en sentido hobbesiano; pero esa situación inicial no incluye
acerca de sus derechos recíprocos. Todos reconocen que, a partir de ahí, perseguir una idea que suele ser común en la mayoría de versiones del contractualismo:
más botín es dilapidar esfuerzos. Todos comprenden que es mejor pactar, pues así igualdad de derechos de los sujetos. Al menos en Hobbes la «igualdad natural» se
se aseguran sus propiedades y se posibilitan intercambios recíprocos. La necesidad reflejaba en una igualdad en la renuncia.
del pacto expresa el fin de la fuerza y el momento de las reglas.
El primer pacto es un «acuerdo de desarme»: cada cual «renuncia» a la defensa 2.1.3 El contractualismo universalista moral
o al ataque, en la medida en que los demás hacen lo propio. Se establecen ciertos La tercera línea contractualista, más cercana al contractualismo clásico, pretende
límites a la libertad de los participantes; por tanto, comienza a aparecer la posesión que el resultado de la negociación refleje las nociones comunes de moralidad. En
efectiva constante, cuasi el derecho de propiedad. La ventaja no es sólo la posesión esta perspectiva la aplicación del método constructivista lleva a describir una
en paz de la dote, sino poder utilizar en la producción de bienes los recursos que situación que garantice la incorporación del elemento de universalidad. Para ello
antes cada cual usaba en la lucha por la posesión. hay quien recurre, como J.c. Harsanyi716, J. Rawls 717 o J.P. Sterba71s , a la escenografía
El segundo pacto es el establecimiento del derecho de propiedad: establece el de la «posición original», en la que cada agente busca su interés bajo el «velo de la
reparto inicial y las reglas de intercambio de bienes. No hay, como en Locke, derecho ignorancia» que, al impedirle conocer sus circunstancias particulares, le lleva a
al producto del trabajo; la situación de distribución natural no lo garantiza; la elegir neutralmente. Otros, como G.H. Mead 719 o L. Kohlberg 720 , cuyas tesis las
negociación entre desiguales permite pensar que logren acuerdos asimétricos. En hace suyas J. Habermas, tratan de definir un «juego de roles» en que cada uno se
rigor, se admitirá que cada cual tenga unos derechos de propiedad que sean pone en la situación del otro.
beneficiosos a los demás, o que sea más beneficioso concedérselos que discutírselos. Un caso a destacar es el de B.A. Ackerman 721 , que busca la universalidad como
Es decir, la distribución será una cuestión fáctica; su estabilidad dependerá de la resultado de un «diálogo neutro» sometido a reglas que imponen el respeto igual,
relación entre la utilidad en caso de conseguirlos y el costo marginal para ello. Si la insensibilidad ante la vida buena y el igual trato. Para Ackerman los derechos se
no hay acuerdo, habrá una situación anárquica, que exigirá una redistribución, en entienden como pretensiones legítimas sobre bienes escasos, y emergen del «diálogo
un nuevo ciclo. Buchanan, por tanto, admite la posibilidad de una fuerte neutral» (semejante a la libre comunicación de Habermas). El principio de
desigualdad social; incluso de la esclavitud o de una fuerte opresión de los fuertes neutralidad, unido al de racionalidad y al de coherencia, excluye toda referencia a
sobre los débiles. las preferencias o a la utilidad. Por tanto, para que las acciones e instituciones sean
El tercer pacto es la instauración de un poder estatal que, con su coacción,
disuada de cuestionar la distribución y sus reglas; o sea, aumente los costos 716 J.e. Harsanyi, Essays on Ethics, Social Behavior and Scientific Explanation, Dordrecht,
marginales. Sólo así la situación gozará de estabilidad. El estado, por tanto, tiene Reidel, 1976.
por función simplemente la protección imparcial de los derechos acordados; no es su 717 J. Rawls, Teoría de la justicia, México, FCE, 1976.
misión redistribuir ni reformar esos derechos. Las reglas son siempre pactos de 718 J.P. Sterba, The Demands ofJustice. Notre Dame y Londres, University ofNotre Dame
guerra, y el estado es un mero árbitro que garantiza los acuerdos. Press, 1980.
719 G.H. Mead, Mind, Self and Society from the Standpoint of a Social Behaviourist. Chicago
Los acuerdos constituidos forman el contrato constitucional, que define el orden UP,1934.
social, o sea, su estructura básica de derechos. Expresa siempre correlaciones de 720 L. Kohlberg, «The Claim to Moral Adequacy of a Highest Stage of Moral Judgement»,
fuerza, a diferencia del rawlsiano, que detentaba el carácter de instancia moral, de Journal ofPhilosophy 70 (1973). .
verdadero referente de la justicia. En la teoría de Buchanan el orden constitucional, 721 B. Ackerman, Social Justice and the Liberal Sta te. New Haven (Conn.), Yale UP, 1980.
442 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 443

justas deben ser capaces de superar el test del diálogo neutral, que aporta la legiti- la ausencia de un criterio de ordenación de estos principios, cosa que genera
mi dad; en este diálogo no se admiten argumentos referentes a deseos, intereses, indecisión moral y política. Como dice Rawls, el «salario justO» se establece en
utilidad, preferencias ... Las instituciones deben ser sensibles al hecho de que los base a diversos criterios independientes e inarticulables, que simplemente se
individuos tengan derechos, no al hecho de que tengan preferencias. contrapesan: criterio de la cualificación, de la dureza del trabajo, de la responsa-
También destacamos la posición de Dworkin 722 , que poniendo el énfasis en los bilidad, de la productividad, de la necesidad familiar, etc.; ninguno de ellos aislados
derechos, como Nozick, formula una teoría de la justicia fuertemente distributiva. puede legítimamente servir para la decisión correcta, por lo cual se requiere algún
Dworkin, para describir la sociedad de derechos, recurre a la metáfora de un club compromiso entre ellos. Estas carencias ante las situaciones de conflictos son, según
de ciudadanía en la que sus miembros tienen la misma dignidad y el mismo derecho Rawls, el punto débil del intuicionismo común; una teoría del bien que jerarquizara
a una igual consideración y respeto. Esta concepción positiva de los derechos estos principios solucionaría los problemas.
justifica, y exige, la intervención redistributiva de la autoridad. Intervención que La posición peculiar de Rawls se deriva, por tanto, de que debe operar simultá-
no tiene por objeto el bienestar, la utilidad o la satisfacción de las preferencias, neamente con dos teorías: una teoría de lo correcto o de la justicia y una teoría del
sino garantizar el pleno cumplimiento de ese derecho mínimo a la igual dignidad, bien. Rawls aporta como novedad la articulación de dos teorías que, en la tradición
consideración y respeto. Los derechos deben ser respetados por encima de cualquier filosófica, suelen aparecer como alternativas. Para poder reconciliar los opuestos
argumento de eficacia. Dworkin coincide con Nozick en que evaluar la política se ve llevado a reformular una teoría del bien y otra de la justicia de manera genuina,
tiene que ver con cuestiones de derechos, no de resultados, de preferencias o de adecuadas ambas a la conciliación, pero irreductibles la una a la otra. Han de tenerse
utilidad; pero los derechos se piensan como elementos de igualación, no como ambas en cuenta, pues una teoría consecuencialista que no tuviera en cuenta ciertos
instrumentos para la desigualdad. contenidos absolutos de justicia sería mero pruden-cialismo; y una teoría deonto-
La bondad de estas propuestas contractualistas, por tanto, estará en función lógica que no tuviera en cuenta las consecuencias sería simplemente «irracional»,
de su eficacia para conseguir la ficción de elección con carga de universalidad. Lo una docura».
cierto es que, a pesar de la diversidad y sofisticación de las mismas, no conseguimos Rawls parte de la existencia de unos bienes útiles por sí mismo, al margen de
ver sus ventajas respecto al método simple del «espectador imparcial», defendido los fines particulares que se propongan las personas, que llama «bienes sociales
actualmente por Nagel. Estas escenificaciones del constructivismo, como ocurre primarios» (social primary goods) , y que comprenden las libertades, oportunidades,
con las encuestas de opinión, en el mejor de los casos confirman el sentido común. ingresos y propiedades y la auto estima (self-respect). Son, para Rawls, bienes
Lo pondremos de relieve en el autor más destacado de esta corriente, J. Rawls. universalmente deseables y socialmente controlados. La justicia refiere al reparto
de esos bienes, a la distribución correcta y equitativa de los mismos; ha de hacerse
2.2 Rawls: entre el utilitarismo y el intuicionismo la asignación en base a principios o reglas morales y sin pensar en las consecuencias
que de tal distribución se deriven. Como la distribución de los bienes depende de
La teoría rawlsiana de la justicia es formalmente una respuesta crítica simultánea las estructuras e instituciones básicas de la sociedad, la distribución justa refleja y
al utilitarismo y al intuicionismo. Critica al utilitarismo la subordinación de lo legitima una estructura social como justa. La justicia se predica, en rigor, de la
«correcto» (right) al «bien» (good), haciendo en rigor imposible una teoría de la estructura institucional que determina la asignación de los bienes sociales primarios
justicia: «Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la justicia a la que y, por mediación de éstos, de los bienes de consumo, cargos y funciones sociales.
incluso el bienestar de la sociedad como un todo no puede imponerse»723. Rawls Es decir, una sociedad no es justa porque maximice la producción y el disfrute de
no sólo defiende la «prioridad de lo correcto sobre lo bueno», sino su irreducti- los bienes primarios, como cree el utilitarismo, sino en cuanto los distribuye
bilidad; lo correcto ha de ser establecido independientemente de si es bueno o correctamente, según principios morales de imparcialidad (fairness). Y esta
favorece el bien. distribución correcta la garantiza su orden institucional justo.
Pero, ¿cómo se decide lo correcto? La respuesta más tradicional y fuerte es la El concepto rawlsiano de la justicia como imparcialidad tiene un fondo
intuicionista, que pone los principios morales y de justicia como objetos de fuertemente igualitario725 ; pero, como teoría liberal y procedimental, se preocupa
intuición racional. Pero Rawls criticará a esta filosofía 724 sus dificultades para decidir, menos de la igualdad de superficie. Ni siquiera exige el reparto de esos «bienes
en caso de conflicto entre los principios, el que ha de predominar; es decir, critica sociales primarios» de forma igual, pues aceptará que se matice la igualdad de
722 R.M. Dworkin, Los derechos en serio. Barcelona, Ariel, 1984; y «What is Equality? Part 1:
fondo, que se acepten ciertas desigualdades en determinadas circunstancias, para
Equality ofWelfare; Part II: Equality ofResources», Philosophy and Public Affairs, 10/3-4 (1981): no dar igual a los desiguales, para hacer justicia al mérito o a los derechos. En
185-246,283-345; «Part III: The Place ofLiberty», en Iowa Law Review, 73/1 (1987): 1-54. palabras de Rawls: «Todo bien social primario -libertad y oportunidad, ingresos y
723 J. Rawls, Teoria de la justicia. México, FCE, 1985, § lo
724 Ibíd., § 7. 725 Ibíd., §§ 46 Y47.
LA JUSTICIA 445
444 FILOSOFÍA POLÍTICA

que suene más convincente. Mantiene como marginal o indiferente a la justicia la


riquezas y las bases de la autoestima- tiene que ser distribuido con igualdad, al
igualdad de superficie, exigencia de su procedimentalismo y de su concepción del
menos que una desigual distribución proporcione ventajas a cada uno de ellos»726.
hombre como sujeto de derechos individuales, y acepta desigualdades de fondo
Frente al igualitarismo social, que haría de la igualdad distributiva, de fondo y de
justas en las libertades básicas, en las oportunidades de promoción y en los ingresos
superficie, el criterio de decisión política, Rawls apuesta por dejar libre de control
y posesiones, siempre que ello conlleve ventajas para todos los contratantes.
moral el reparto final de bienes y por establecer una igualdad de fondo matizada;
Junto a los dos principios, Rawls establece dos reglas de prioridad. La primera,
es decir, acepta que una distribución desigual puede ser justa si es justificada. El
o regla de prioridad de la libertad, prescribe que «los principios de justicia tienen
criterio de justificación que utiliza es que dicha distribución mejore la situación
que ser jerarquizados en orden léxico (lexical order) y de modo que la libertad sólo
de los menos favorecidos. Desde este igualitarismo matizado, la desigualdad no es
pueda ser restringida para la defensa de la libertad». El orden léxico quiere decir
el mal a combatir por todos los medios; la desigualdad no es intrínsecamente mala,
que sólo cumplido uno de ellos puede pasarse al siguiente. En consecuencia,
sino simplemente injusta en determinadas situaciones, pero justificable en otras.
absoluta prioridad de las libertades individuales, sólo restringibles cuando ello
Rawls tiene el mérito de establecer con claridad las situaciones sociales y las
conll~ve. un reforzamiento de la libertad compartida por todos. La segunda regla
políticas injustas, a saber, las que promueven desigualdades inaceptables por no
de pnondad, la regla de prioridad de la justicia sobre la eficacia y el bienestar, establece
beneficiar a los más desfavorecidos; pero este concepto presenta flancos muy débiles,
que «el segundo principio de justicia es léxicamente anterior al principio de eficacia
que al menos deben ser resaltados. Efectivamente, podemos pensar en políticas
y al de maximización de sumas de ventajas; y el de igualdad de oportunidades es
que cumplan con el criterio del igualitarismo matizado, por beneficiar a los más
anterior al principio de la diferencia»728. Es decir, la desigualdad de oportunidades
desfavorecidos, y que impliquen poderosamente el aumento de las desigualdades
sólo se justifica si aumenta las oportunidades de aquellos que tengan menos.
sociales, por beneficiar más a los ricos, situación difícil de justificar incluso desde
Estos principios y estas reglas definen la «concepción especial de la justicia»
un punto de vista de la moral común. Además, está el problema de calcular la
de Rawls, consistente en distribuir los bienes sociales primarios de modo igual a
condición justificativa, las «mayores ventajas a los más desfavorecidos». Supon-
menos que una distribución desigual de uno o varios de esos bienes redunde en
gamos una política que incrementa el nivel de vida de las clases bajas pero que
beneficio de los menos aventajados. El efecto global de estos principios es el de
disminuye su participación política; o que favorece a los más marginados pero
configurar una concepción de la justicia en la que las libertades del individuo se
menos que a los poderosos, tal que la desigualdad absoluta y relativa se agravan.
constituyen como los bienes más sagrados y en la que la política productiva debe
¿Es realmente justa esa política? Podemos apreciar la buena voluntad rawlsiana,
satisfacer ese requisito de beneficiar al más desfavorecido.
pero su formulación de la igualdad justa, que es el fondo de su concepto de la
Si el punto fuerte de la teoría de la justicia de Rawls reside en el esfuerzo por
justicia, genera muchas sospechas. Tal vez por eso decidiría una segunda formu-
proteger los derechos políticos y civiles del individuo, cosa compartida en nuestro
lación de la teoría.
mundo occidental, el punto débil radica más bien en los derechos sociales y
económicos, es decir, en la aplicación de sus principios a la distribución social de
2.2.1 El principio de la diferencia
los bienes materiales. Su reivindicación puede parecer oportuna para nuestras
Para evitar los problemas del cálculo implicados en su formulación general de la
sociedades occidentales, donde la distribución de bienes económicos, con ser
teoría de la justicia, Rawls ofrece una exposición más desarrollada y estructurada
desigual y en abundantes ocasiones injustificable, cubre de manera bastante
de la misma, en que establece dos principios de justicia y dos reglas de prioridad.
satisfactoria las necesidades básicas. La sociedad que Rawls quiere justificar es la
De estos principios, el primero, o principio de la libertad compatible, sostiene que
occidental, capitalista y de libre mercado, regulada por el estado mediante técnicas
«cada persona tiene que tener un igual derecho al más extenso y completo sistema
y estrategias macro económicas orientadas a promover razonables cuotas de empleo
de libertades básicas iguales compatible con un similar sistema de libertad para
y de baja inflación; una sociedad que prevé, para los marginados, los parados, los
todos». El segundo principio, comúnmente conocido por principio de la diferencia,
incapaces de autosustentarse, una sólida y generosa seguridad social (financiada
afirma que «las desigualdades económicas y sociales deben ser estructuradas de
por tasas) que garantice unos ingresos decentes.
manera que: a) sean para el mayor beneficio de los menos favorecidos, consistente
con el principio del ahorro justo; y b) los cargos y posiciones estén abiertos a
2.2.2 La posición original
todos bajo condiciones de igualdad equitativa de oportunidades (fair equality of
Los dos principios y las dos reglas exponen el concepto rawlsiano de justicia. En la
opportunity) »727.
teoría de la justicia, en cambio, se incluyen otros elementos, algunos de los cuales,
Como vemos, Rawls no ha rectificado lo esencial a su teoría, la defensa de la
siendo de hecho marginales, han llegado a ser los verdaderos identificadores de la
igualdad justa; sólo ha hecho una reformulación de la misma, con la esperanza de
728 Ibid., § 46.
726 Ibid., § 46. 727 Ibid., §§, 46-47.
446 FILOSOFÍA POLÍTICA
LA JUSTICIA 447

misma. Hoy nadie creería que se puede hablar de la teoría rawlsiana de la justicia
sin comentar la «posición originah, el «velo de la ignorancia» y el «equilibrio (reflective equilibrium) , una especie de método de reajustamiento, tal que la posición
reflexivo». originaria se corrige para acoplarse al concepto de justicia y éste para poder ser
Hemos dicho que la posición rawlsiana se acomoda bien a nuestra idea común elegido desde ella, en un proceso de reajuste razonable que nos evite caer tanto en
de la justicia, uniendo la defensa de la libertad con cierto contenido igualitario, el dogmatismo como en el puro adecuacionismo: «podemos modificar las
con la igualdad de oportunidades, con el elemento solidario de beneficiar a los características de la situación inicial o revisar nuestros juicios actuales, pues incluso
desfavorecidos. También se adecua correctamente a la sociedad capitalista y su los juicios que provisionalmente tomamos como fijos son susceptibles de revisión.
ideología individualista y meritocrática. Pero esa adecuación intuitiva no es Yendo adelante y atrás, unas veces alterando las condiciones de las circunstancias
filosóficamente relevante; Rawls tiene la necesidad de fundamentar su posición y, contr~ctuales, otras revisando nuestros juicios y acomodándolos al principio,
en el marco democrático-liberal, el único fundamento legítimo es la elección asumImos que eventualmente encontraremos una descripción de la situación inicial
individual. que exprese condiciones razonables y a un tiempo apoye principios· que fortalezcan
Ha de convencer de que el concepto de justicia que propone sería el elegido nuestros considerados juicios como completamente coherentes yajustados»729.
por los individuos si eligieran racionalmente. O sea, como parece obvio que son . ~ua~quier de~ostración de lo que los individuos eligirán en la posición
posibles elecciones irresponsables y aberrantes, hay que establecer las circunstancias ongmana resultara sospechosa; la descripción del escenario siempre será gratuita
o escenario de la elección racional, las condiciones que garantizan que la elección y adaptada al resultado que se pretende esperar. No obstante, esa ficción es esencial
será ilustrada, informada, moral, en definitiva, racional. Por tanto, Rawls ha de a ~?a :eoría de la justicia cuando, habiendo renunciado al intuicionismo y al
describir un escenario que garantice la elección racional y que convenza de que en utIlItansmo, hay que apoyar la justicia en la elección individual y poner como
el mismo los hombres eligirían el concepto rawlsiano de justicia; si lo logra, habrá justo el deseo empírico, la elección real de individuos reales, como hace Buchanan
demostrado la racionalidad de su propuesta. siguiendo a Hobbes. Rawls paga en su teoría el precio de su desconfianza en la
El escenario imaginado pone a los hombres en una situación peculiar, de política, que sólo entiende como elección individual. Viendo ésta como simple
hipotético estado presocial y ante la necesidad de elegir la forma de estado. Para elección de individuos libres, no quiere dejar la justicia en manos del deseo; pero
ser más precisos, imagina a la gente reunida para formular unos principios que tampoco puede renunciar a ponerla como elección, por lo cual ha de fingir unas
gobernarán la distribución de los bienes sociales primarios y para elegir las condiciones irreales en que individuos autómatas eligen lo que el autor les pro-
estructuras básicas de la sociedad, el orden institucional, adecuado para cumplir grama.
tales principios. Los supone egoístas y racionales, con intereses pero sin envidia ni Rawls parece adoptar el escenario propio de la teoría de juegos. Jugadores
bajos sentimientos; los imagina con conocimientos científicos, incluso de ciencias debidamente informados y racionales tratan de maximizar ventajas y minimizar
humanas, pero ignorando sus cualidades naturales y sus peculiaridades sociales; desventajas. El diseño de las circunstancias tiene por objeto convertir el egoísmo
no conocen ni su dotación natural ni su condición social en la sociedad que en moralidad. En ese cometido eligirán unas reglas y no otras, piensa Rawls, porque
instaurarán. Esa «posición origina!», por tanto, está caracterizada por un «velo de quien hace las reglas no puede desearlas injustas si tiene las mismas posibilidades
la ignorancia», que garantiza la imparcialidad. Y, en esas condiciones, a Rawls le que los demás de padecerlas. Si quien parte el pastel se obliga a coger el último, su
parece evidente que eligirán los principios de distribución que él ha establecido egoísmo racional le empujará a hacer partes iguales, se piensa. El «velo de la
como leyes de justicia, su concepto de justicia como imparcialidad. Rawls viene a ignorancia» es el factor disuasorio. «Existe una relación entre los dos principios y
decir que los individuos, en la posición original, movidos por el interés y guiados la regla maximin para escoger en condiciones de incertidumbre. Esto es evidente a
por la racionalidad, elegirían los principio de cooperación social de su teoría, y no partir del hecho de que los dos principios son aquellos que escogería una persona
los de la cooperación egoísta. Cree que, en tal situación, lo racional es ser prudente al proyectar una sociedad en la cual su enemigo hubiera de asignarle su lugar. La
y asegurar que, sea cual sea lo que nos depare la vida, es preferible garantizar unos regla maximin nos dice que debemos jerarquizar las alternativas conforme a sus
mínimos. peores resultados posibles: habremos de adoptar la alternativa cuyo peor resultado
Son muchas las críticas hechas a esta estrategia de la teoría, por no encontrar sea superior al peor de los resultados de las otras alternativas»730.
razones suficientes para decidir que los individuos tras el velo de la ignorancia El supuesto de garantizar mínimos es razonable, pero no apodíctico. Se ha
eligirían los principios de la justicia rawlsiana. Nosotros encontramos la elección dicho, con razón, que la estrategia de elección maximin, que considera eligirán los
verosímil, si bien no necesaria. De todas formas, nos parece un problema irrelevante. jugadores, no es tan evidente; como mínimo, no es la única racional. Una solución
Rawls no tiene que deducir sus principios de un escenario dado, sino que ha de más liberal, como la paretiana, que sólo garantiza la posición inicial, le disputaría
construir un escenario desde donde elegir sus principios; si no parece verosímil, se
cambia y en paz. Es lo que nos viene a decir con su idea del «equilibrio reflexivo» 729 Ibíd., § 4.
730 Ibíd., § 26.
448 FILOSOFÍA pOLfTICA LA JUSTICIA 449

ese privilegio; basta imaginar unos contratantes más amantes del riesgo. Una opción 3. Teorías antiliberales de la justicia
socialista, propiciando la igualdad no sólo en el origen, sino a lo largo del proceso
de vida, también es razonable y cuenta con fuertes argumentos. 3.1 Frente al enemigo común
En general, puede aceptarse que lo más razonable -entre jugadores o
contratantes egoístas y racionales- sería elegir una distribución igualitaria de los Aunque sea brevemente, hemos de hacer mención a teorías de la justicia que, sea
bienes so.ciales primarios, pues esta opción asegura a cada uno frente a situaciones cual sea su peso social, forman parte del panorama actual. En primer lugar, las
de desigualdad, frente a la posibilidad de victoria del enemigo; y como los bienes teorías utilitaristas, sin duda la filosofía política oficial y no siempre confesada del
de superficie están por distribuir, ya tendrán los más audaces ocasiones para juegos weljare state, que en las últimas décadas ha sido la teoría a batir y que ella,
de riesgo. Por tanto, esa tendencia a la distribución igualitaria de bienes básicos defendiéndose y contraatacando, ha generado en su seno diversas líneas de
puede ser ampliamente compartida; lo que no es tan evidente ni tan generalmente evolución. No entramos en su exposición y comentario por haberlo hecho amplia-
aceptado es la «condición de la desigualdad justa» que en cada caso se acepta. Ni mente en otro lugar?32; diremos aquí solamente que su criterio de «la mayor felicidad
tampoco la justicia de la desigualdad sin límite en la superficie, en los estados para el mayor número», tanto si es entendido como «maximización de la produc-
finales. ción y de la distribución del bienestar», cuanto si es interpretado como «disminu-
La condición de desigualdad rawlsiana, como hemos visto, consiste en ción de la miseria y del dolor» (en el utilitarismo negativo), nos parece un criterio
considerar racional -y, por tanto, moral- aquella distribución desigual que hace razonable de orientación de la política hacia una sociedad más igualitaria. Aunque
que todos, especialmente los más desfavorecidos, salgan ganando. La condición en el utilitarismo caben posiciones muy diversas, creemos que si en su principio
paretiana sería menos exigente y consideraría racional y justa toda distribución de de utilidad se acentúa su segunda maximización, la del mayor número, y si se
bienes, o cambios en la misma, que mejora al conjunto y no empeora la situación pondera adecuadamente la mayor importancia de disminuir la desigualdad (fuente
de ninguno de los afectados. Desde el principio de libertad compatible de Rawls del dolor y la miseria) respecto a la maximización de la riqueza absoluta o de las
hay pocas razones para oponerse a esta condición de desigualdad?3!. ¿Por qué, tasas medias, el resultado es un criterio fuertemente igualitario y democratizador,
entonces, Rawls define un principio de desigualdad justa tan restrictivo? Desde su que va más allá de los límites del liberalismo, aunque tradicionalmente ambas
propia descripción de la posición original y de los actores de la misma hay pocas doctrinas se asocien por compartir la adhesión al liberalismo económico.
razones para suponer que una persona racional, no envidiosa, eligiera la negación En segundo lugar, dos líneas profundamente antiliberales son el marxismo y
de ventajas para los otros si no suponían alguna ventaja para ella. Y si no es racional, el ecologismo. En ambos casos se trata de teorías que ligan la justicia a un ideal
si en la elección interviene el deseo y la pasión, cualquier previsión de elección es ético-político, a un ideal de ciudad. Ambas defienden la legitimidad de una
gratuita. redistribución fuerte; ambas subordinan el reparto de los bienes a otros valores;
Pero Rawls, con su plus de sensibilidad social, tiene en cuenta que, de jacto, en ambas, con distinto grado y forma, entienden la justicia más allá del intercambio y
nuestra sociedad de mercado, no mejorar es empeorar; sabe que, en nuestra los pactos, teniendo como referente un orden social sustantivo y una forma de
sociedad, las pérdidas relativas se convierten en absolutas. Por ejemplo, el supuesto vida que incluye nuevas formas de relación entre los hombres y de éstos con las
grupo de desfavorecidos que no se ven beneficiados por las mejoras del conjunto, cosas, con la naturaleza y la tecnología.
sufre pérdidas absolutas en algunos de sus bienes sociales primarios, los que fundan El marxismo, con escasa presencia en el debate contemporáneo, ha expresado
su autoestima: quien tiene menos éxitos porque hace las cosas menos bien se siente siempre cierto desdén por la justicia distributiva, considerando esos conceptos
inferior a los demás. Sabe, en fin, que en nuestra sociedad competitiva, si unos ideológicos, propios de un orden social que habría de desaparecer. Marx, más que
llegan a estar mejor, otros pasarán a estar peor, porque perderán poder adquisitivo la ética de la distribución defendió una ética de la emancipación. Realmente Marx
en el mercado. siempre pensó que de poco servía redistribuir los bienes si no se cambiaban las
condiciones que reproducían su desigual distribución; y que la «igualdad de dere-
chos» no garantizaba la «igualdad de resultados», sino la reproducción de la situa-
ción. Con igual derecho a la propiedad, Rockefeller seguiría siendo amo de una in-
mensa riqueza y poder y el obrero seguiría siendo amo sólo de su fuerza de trabajo?33.
732 J.M. Bermudo, Eficacia y justicia. Posibilidad de un utilitarismo moral. Barcelona, Horsori,
1995.
733 Ver A.E. Buchanan, Marx and Justice: The Radical Critique of Liberalism. Londres,
Methuen, 1982; y M. Cohen, Th. Nagel & Th. Scanlon, (eds.), Marx, Justice, and History.
731 Alan Brown, Modern Political Philosophy. Londres, Penguin Books, 1986, pág. 62. Princeton (NJ), Princeton UP, 1980.
LA JUSTICIA 451
450 FILOSOFÍA POLÍTICA

Por último, hemos de hacer una breve referencia al comunitarismo, familia de


En consecuencia, si bien Marx consideraba que los derechos y la justicia doctrinas que agrupa a autores diversos, de neo aristotélicos a marxistas, coinci-
distributiva eran medios de paliar la miseria social de las capas oprimidas, criticaba diendo fundamentalmente en la reivindicación de una comunidad integrada,
la reflexión filosófica que tendía a situarla como ideales absolutos y eternos. La orgánica, frente al fraccionamiento de la sociedad civil capitalista y la exterioridad
justicia distributiva tenía sentido sólo en tanto que existía la desigualdad 734 ; por de su orden político. Coinciden, pues, en lo negativo, en la crítica al liberalismo y
tanto, estaba intrínsecamente ligada a un orden social en que dicha desigualdad a su concepto frío de la justicia, ajustada a una concepción de la vida social como
era su esencia. La alternativa radical a la situación no era un ideal redistributivo, relaciones mercantiles y competitivas entre individuos extraños entre sí, sin nada
sino un cambio en la distribución, o sea, en el sistema productivo. Como expone que compartir excepto el temor a la norma que regula su intercambio; y coinciden
en su Critica del Programa de Gotha, la alternativa a la desigualdad injusta es la en cuestionar la justicia como única y más importante virtud social, como garantía
revolución, la abolición del modo de producción capitalista735 • suficiente de las instituciones y la vida pública. Bajo estas coincidencias se ocultan
Los ecologistas, a nuestro entender, aún no han elaborado un aparato concep- profundas diferencias, desde quienes añoran la polis, la nación, el comunismo o la
tual y una teoría de la justicia diferenciados; sus rechazos de la justicia liberal suelen comunidad de los fieles.
hacerse recurriendo a teorías externas. De todas formas, en la medida en que se El comunitarismo contemporáneo, que agrupa una pluralidad de familias
centra especialmente en la posesión de los bienes materiales, nos parece llamada a diversas, ha alzado su voz contra el liberalismo de manera persistente, pero con
jugar un papel crítico relevante. Algunas de sus reivindicaciones, como las orien- más sentimientos que argumentos. Unas veces (A. MacIntyre 737 , B. Williams 738 )
tadas a que en el reparto de los bienes se tenga en cuenta a las generaciones futuras, critican la separación de la justicia de la ética, del ideal de vida. Entienden que el
afectan de lleno a la justicia distributiva liberal. Sus críticas radicales a la producción liberalismo se centra en los derechos y obligaciones y se olvida de la virtud, de los
capitalista afectan no sólo a su poder destructivo sino a su proteccionismo selectivo modos de ser del hombre y la ciudad. La crítica es razonable, pero no es difícil
del entorno, guiado por la lógica industrial, por lo que a través de los siglos no sólo compartir que una concepción de la justicia no es más que una parte de una visión
no ha solucionado la escasez, sino que la ha instaurado definitiva-mente, moral.
destruyendo los bienes comunales y convirtiendo el planeta en un depósito de Otras veces (M. SandeF39, Ch. Taylor 740 ), la crítica apunta al enfoque liberal, al
recursos en disputa ... ; críticas como ésta, decimos, cuestionan frontalmente y de presupuesto de una persona como individuo sin ataduras, desencarnado, sin
raíz el modelo capitalista de apropiación 736 . identidad ni compromisos no elegidos. Esta crítica afecta directamente al
Aunque radical en sus críticas, el ecologismo no parece afrontar las estrategias individualismo metodológico, que supone la elección como obra de sujetos sin ethos
que las mismas implican. Parte de un supuesto: la expansión productiva no elimina ni sexo. Pero Rawls podría contestar que sólo rechaza los fundamentos ontológicos,
la escasez, sino que la agrava; y sugiere una alternativa: cambiar las relaciones con cosa razonable en el siglo xx, y que no excluye las determinaciones culturales de
la Tierra y con las cosas. Pero, en concreto, tal cambio supondría una redistribución los individuos. Al contrario, Rawls ha insistido en que la suya es una teoría de la
y unas renuncias que difícilmente estarían dispuestas a asumir amplias capas de la justicia para las democracias occidentales, para hombres occidentales.
población. Pacífico o revolucionario, parece evidente que tal cambio exige unas Un tercer frente de críticas (del aristotélico MacIntyre a los radicales Bowles y
profundas transformaciones en el sistema de propiedad y distribución. Las Gintis 741 , pasando por M. Walzer) critican al liberalismo su defensa del pluralismo,
metáforas del «crecimiento cero», «economía sostenible», etc., no pasan de expresar su llamada a los individuos a elegir su propia concepción de la vida. El pluralismo,
esperanzas sin querer pensar los medios. En todo caso, la reflexión ecologista apunta según estos comunitaristas, unido a las circunstancias socio económicas (movilidad,
a esa necesidad de reintegrar la justicia a su sentido originario de cualidad de la identidades frágiles, fidelidades precarias, compromisos efímeros ... ) lleva a una
totalidad. ruptura del individuo con la comunidad, a una sociedad atomizada, de constante
734 John Roemer, Teoría general de la explotación y de las clases sociales. Madrid, Siglo xxI, competencia y ocasional y frágil cooperación. Una crítica de este tono tiene sin
1989; Free to Lose: An Introduction to Marxist Economic Philosopy. Cambridge (Mass.), Harvard
UP, 1988; y A Future for Socialismo Camdridge (Mass.), Harvard UP, 1993. 737 A. MacIntyre, Tras la virtud. Barcelona, Crítica, 1987; WhoseJustice?, WhoseRationality?,
735 Cf E. Cohen, Karl Marx Theory of History. Oxford UP, 1978; J. Elster, Making Sense of Londres, Duckworth, 1988.
Marx. Cambridge UP, 1985; Milton Fisk, Ethics and Society. A Marxist Interpretation ofValue. 738 B. Williams, Ethics and the Limits ofPhilosophy, Londres, Fontana, 1985.
Brighton, Harvester Press, 1980; yA. Callinicos (ed.), Marxist Theory. Oxford UP, 1989. 739 M. Sandel, Liberalism and the Limits ofIustice. Cambridge UP, 1982.
736 Ivan Illich, Gender. Londres, Marions Boyars, 1983; W. Sachs, «The Gospel of Global 740 Ch. Taylor, Sources of the Self The Making of Modern Identity. Cambridge (Mass.),
Efficiency», IFDA dossiers 68 (1988): 33-39; H. Achterhuis, «La critique de la société industrielle Harvard UP, 1989.
comme histoire de la rareté: l'itinéraire d'Ivan Illich», Revue philosophique de Lovaine 89 (1991/ 741 S. Bowles y H. Gintis, Democracy and Capitalism, Londres, Routledge, 1986. Ver al
1): 47-62; y P. van Parijs, «Ivan Illich, de l'équivoque a l'espérance», La Revue Nouvelle 45 respecto M. Walzer, «The Communitarian Critic ofLiberalism», Political Theory 18 (1990):6-
(1989/1): 97-106; «In Defence of Abundance», Canadian Journal of Philosophy, Supl. vol. 15 23, secc. II -IV.
(1989): 467-495.
452 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 453

duda fuerza seductora, pero esconde las sobras inherentes a la identidad que existencia de diferentes razas y sexos) lo que origina las demandas populares de
reivindican. abolición de las diferencias sociales y políticas, sino lo que los aristócratas hacen
con las personas comunes, lo que los funcionarios hacen a los ciudadanos ordi-
3.2 Walzer: la igualdad compleja narios: lo que individuos con poder hacen a otros sin poden/42 • En definitiva, las
diferencias cuya abolición exige el ideal de igualdad son sólo las que generan poder
Situado a caballo entre el comunitarismo y el liberalismo, aspirando a salvar las político, las que restringen la libertad política, los derechos políticos y la democracia,
tesis básicas de ambas perspectivas, la propuesta de Michael Walzer nos parece o sea, las que impiden una ciudad de iguales y diferentes.
interesante por el enfoque y por la alternativa. Por el enfoque, pues Walzer asume El ideal igualitario, como ya dijera Marx, no es el «comunismo vulgar», o envidia
abiertamente la igualdad como referente de cualquier teoría de la justicia razonable, en acción; sino una sociedad sin dominación. Tal vez no haya razón alguna para
tal que es la desigualdad la que hay que justificar, la que soporta la carga de la que todos tengamos la misma cantidad de las mismas cosas; en todo caso, tampoco
prueba. Por su alternativa, pues si bien su propuesta acepta la desigualdad, la somete hay necesidad alguna de que no sea así; pero hay razones poderosas para que esas
a límites muy estrictos y originales, que convierten su idea de justicia en la más diferencias no sean convertibles en poder político. «La cuna, la sangre, la riqueza
igualitaria que las liberales. Su concepto de igualdad compleja elimina algunos de heredada, el capital, la educación, la gracia divina, el poder estatal: todo ello ha
los efectos injustos de la desigualdad. servido en unas épocas u otras para que unos dominasen a otros. La dominación
Criticando a los antiigualitaristas que ven la sociedad de iguales imposible y es siempre propiciada por un conjunto de bienes sociales dados»743. Por tanto, la
perversa, Walzer reconoce que «literalmente entendida, la igualdad es un ideal que política ha de asumir como justa aquella sociedad en que ninguna diferencia,
incita a la traición», aludiendo a ese carácter paradójico de la lucha política por la ningún bien social, sirva para dominar a los otros hombres. Sólo pueden aceptarse
igualdad que, para ser eficaz, debe estructurarse en una división del trabajo que las diferencias neutras políticamente.
introduce la desigualdad; o el de la propia vida social, que aun imaginando un Puesto que la justicia es una defensa de la igualdad que permita la desigualdad,
punto cero igualitario, en que cada uno partiera con el mismo equipamiento, pronto Walzer ha de acotar con precisión la igualdad justa744 • Su presupuesto es común al
generaría la desigualdad como intrínseca al intercambio entre los hombres. de las teorías liberales: la justicia hace referencia a la distribución de los bienes en
Ciertamente, éste suele ser un argumento de las posiciones antiigualitarias. El una sociedad, «la sociedad humana es una sociedad distributiva», «los hombres
igualitarismo exigiría un complejo sistema político de control de la igualdad; pero, nos asociamos a fin de compartir, dividir e intercambiar»745. Pero cree que no hay
junto a la imposibilidad técnica para conseguirlo, en el seno del propio estado se un sólo bien al que los demás sean reductibles, ni una sola sociedad de individuos
daría inevitablemente la desigualdad. libres e iguales. Recusa así el universalismo de Rawls y el comunitarismo de A.
La paradoja, no obstante, desaparece si distinguimos, con Marx, entre desigual- MacIntyre y Charles Taylor. Como hay distintos bienes y distintos tipos de comuni-
dades técnicas y desigualdades sociales, según respondan a la inevitable división dades, ha de haber distintas distribuciones y distintos criterios.
técnica del trabajo o a la arbitraria división social; o, como dice Walzer, entre Para cumplir el objetivo de una distribución justa, Walzer cree que, en el juego
desigualdades con origen y efectos indiferentes a la dominación y desigualdades de los bienes sociales, se han de evitar dos perversiones: el predominio y el monopolio.
basadas en la dominación. Conseguir la primera es imposible, innecesario y mons- La situación de predominio se da cuando un bien adquiere una relevancia social
truoso; conseguir la segunda es un objetivo político razonable. Tienen razón los respecto a los otros, tal que proporciona a quien lo posee otros muchos bienes,
antiigualitaristas al argumentar que una sociedad de iguales sería un mundo como es el caso del dinero en nuestros días; el monopolio es la situación social en
ilusorio, donde individuos de hecho no iguales se obligan a verse y decirse iguales; que el bien dominante es acaparado por un grupo social. El juego entre predominio
donde la vigilancia de la falsa igualdad correría a cargo de alguna élite de desiguales y monopolio determina la forma de organizarse toda una sociedad. Son las dos
fingiendo ser iguales. Pero negando la igualdad total, la diferencia, que nadie perturbaciones u obstáculos de la justicia; su eliminación abre la vía a la sociedad
razonable discute, en el fondo combaten la igualdad política y protegen desigual- justa.
dades cuya función efectiva es mantener la dominación de unos hombres por otros. Walzer distingue tres actitudes ante la justicia que corresponden a otras tantas
Históricamente la igualdad ha sido siempre un ideal negativo, no orientado a actitudes ante el predominio y el monopolio de los bienes. La actitud conservadora
la igualación absoluta sino a la eliminación de desigualdades concretas, propias de consiste en defender el statu quo de distribución de los bienes, aceptando la situación
un orden político social y cuyos efectos confluían en la dominación. Unas veces
742 M. Walzer, «Prefacio» de Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo y la igualdad.
iba contra los privilegios aristocráticos de la sangre, otras contra los del dinero, o México, FCE, 1993, 10-11.
contra los de la burocracia o los del sexo; pero siempre porque los mismos reper- 743 Ibíd., 12.
cutían en la dominación. En general «no es la existencia de aristócratas y personas 744 Cosa que lleva a cabo en el capítulo 1, págs. 17-43, cuya lectura recomendamos.
comunes, o de funcionarios y ciudadanos ordinarios (y, por supuesto, tampoco la 745 Ibíd.,17.
454 FILOSOFÍA POLÍTICA LA JUSTICIA 455

de predominio y monopolización existentes. La actitud revolucionaria rechaza la la realidad y considera que bienes sociales distintos han de repartirse con criterios
existencia de un bien dominante, en nombre de un bien alternativo (por ejemplo, distintos y por agentes distintos.
rechazo de la propiedad en nombre de la igualdad); no contesta la distribución del Sin entrar aquí en los detalles de su análisis, sí podemos decir que la posición
bien, sino el bien predominante, la ordenación de la sociedad en torno al mismo; de Walzer es realmente renovadora. Si Rawls partía del individuo para elevarse a
pero la actitud revolucionaria comparte con la conservadora la teoría de un sólo una justicia universal y de criterio único, Walzer parte de las instituciones para
bien, principio ordenador de la sociedad, en torno a cuya distribución se define la llegar a los individuos. Walzer acepta cierto relativismo de la justicia, reconociendo
justicia. Por su parte, la actitud reformista acepta el bien existente, cuestionando que «la idea del bien no rige nuestra argumentación acerca de la justicia»747. Tanto
su distribución (por ejemplo, la redistribución de la propiedad o de las riquezas). si se toma el criterio clásico de «dar a cada uno lo suyo», como si se toma el
En este caso, la base de la injusticia no es la existencia de un bien dominante, sino walzeriano de «distribuir los bienes por razones internas», en ambos casos se
el monopolio del mismo; en este cuadro se incluirían buena parte de las teorías reconoce el carácter relativo de la justicia. Ninguno de los dos criterios sirve si no
contemporáneas. Por último, Walzer propone la actitud que él prefiere, que es referido a una situación histórico social, si no sabemos cómo se relacionan las
llamaremos renovadora, basada en el principio de que la causa de la injusticia es la personas en su comunidad. «Una sociedad determinada es justa si su vida esencial
existencia de un bien dominante y monopolizador del criterio de ordenación social. es vivida de cierta manera -esto es, de manera fiel a las nociones compartidas de
Ni las actitudes conservadoras, ni las revolucionarias ni las reformistas ofrecen, sus miembros»748. La justicia, por tanto, refiere a la comunidad; recibe su sentido
según Walzer, salidas a la injusticia por estar matrizadas por el mismo mal: el desde la totalidad concreta. Walzer reconoce este etnocentrismo de forma explícita:
supuesto de una teoría del bien único (aunque se enfrenten en cuanto a la elección «La justicia está enraizada en las distintas nociones de lugares, honores, tareas,
de ese bien o en cuanto a su distribución). cosas de todas clases, que constituyen un modo de vida compartido. Contravenir
La tarea que su alternativa renovadora prescribe es la de repensar el orden tales nociones es (siempre) obrar injustamente»749.
social, distinguir en él distintas «esferas» y establecer el bien de cada una; es decir, La única regla abstracta, universalmente válida, que Walzer defiende es que
acotar los dominios donde debe regir la riqueza, la igualdad, el mérito, la «mientras más amplitud tenga la justicia, más cierto será que la igualdad compleja
competencia, etc., aunque de hecho Walzer da preferencia a tres esferas, regidas será la forma que la justicia asuma»750. Lo que equivale a decir que cuanto mayor
por tres «principios distributivos»: libre cambio, mérito y necesidad. Se trata de sea la diferenciación interna de esferas, bienes y criterios de distribución, más
distinguir, en el seno de la sociedad, distintas «comunidades», lo que exige elaborar posible será articular el pluralismo y la igualdad, esa igualdad sin dominación que
un concepto de «igualdad compleja» contrapuesto al de «igualdad simple» implícito define lo justo.
en las teorías universalistas. Partiendo del hecho empírico de la desigualdad en
dotaciones naturales, en habilidad, fuerza, inteligencia, valor, bondad, etc., entiende
que la igualdad simple, como igual acceso a los diversos bienes (dinero, cargos, 4. Reflexión final: justicia y política
educación, fama, ocio, reconocimiento, poder político, etc.), es injusta, coincidiendo
con Aristóteles en que no es justa la igualdad para los desiguales; esfuerzos y méritos Desde un punto de vista general, el renacimiento de las teorías de la justicia
diferentes deben ser premiados de diferente manera. expresan al mismo tiempo una necesidad y una carencia, ambas explicables desde
La igualdad compleja exige no sólo distinguir distintos méritos para los un aspecto de la filosofía política que las enuncia, que podemos caracterizar como
distintos bienes de las distintas esferas, sino en cada una de éstas distintos criterios un cierto déficit de comunidad. Efectivamente, parece que la necesidad de pensar
de justicia. Su estrategia consiste en distinguir las distintas esferas sociales, cada la justicia, y los resultados limitados del intento, se derivan de una filosofía que ha
una con su lógica, y repartir los bienes característicos de cada una de acuerdo con apartado definitivamente sus ojos de la totalidad social para asumir el punto de
esa lógica, sin concesiones a determinaciones externas; es decir, repartir los bienes vista del individuo; que ha dejado de hablar desde la comunidad para hablar desde
de cada esfera conforma a los méritos que cada uno tenga según el criterio propio el hombre. De este modo, la justicia aparece como una exigencia suprapolítica; no
a dicha esfera, sin que ninguno se convierta en dominante. Su propósito, dado que como algo que el estado haya de ordenar, sino como algo que los individuos deben
«la dominación siempre es propiciada por un conjunto de bienes sociales», es resolver. Parece como si la reivindicación de la justicia fuera contra el estado, que
describir «una sociedad donde ningún bien social sirva o pueda servir como medio en la representación aparece como incapaz de crearla y defenderla; y que, por tanto,
de dominación»746. Se trata de que ninguna esfera domine sobre las demás, queda desautorizado para servir como referente. La justicia es vista así como un
imponiendo su lógica a las otras. Walzer no recurre a situaciones ideales; parte de suplemento o superación de la política.

747 Ibid., 322 ss. 749 Ibid., 324.


746 Ibid., 18-19. 748 Ibid., 322. 750 Ibid., 326.
456 FILOSOFÍA POLÍTICA

La actual efervescencia de la reflexión filosófica sobre la justicia, sea desde el


derecho o desde la moralidad, refleja la negación de la política como el lugar
Colección «La estrella polar»
adecuado de la justicia. El resurgimiento de cierto iusnaturalismo difuso debe ser
interpretado en esa misma dirección: el derecho natural expresa el rechazo, o la
1. Huellas en la playa de Rodas. Naturaleza y cultura en el pensamiento
desconfianza, en la política. Incluso cuando se simula una posición constructivista,
al hacer derivar los principios de justicia de un acuerdo o pacto entre agentes occidental desde la antigüedad hasta finales del siglo XVIII
contratantes, se trata siempre de una actividad racional, de individuos pensados Clarence J. Glacken
aislados, egoístas, ensimismados; las mismas circunstancias que describen la 2. Geografía, estadística y catastro en España: 1856-1870
posición inicial son marcadamente individualistas y desocializadas. La justicia que J.1. Muro, F. Nadal y L. Urteaga
tiende a confundirse con la elección racional es una justicia apolítica, cuando no
3. La industria del gas en Barcelona: 1841-1933
antipolítica; una justicia que huye de la deliberación empírica, real, condicionada,
Innovación tecnológica, territorio urbano y conflicto de intereses
de sujetos socialmente determinados y comprometidos, capaces de generar formas
(valores, prácticas, instituciones, derechos) que compartir. Mercedes Arroyo
Tal vez una buena manera de acabar esta reflexión sea recordando un 4. Los ingenieros de montes en la España contemporánea: 1848-1936
pensamiento de Pascal, cuando decía: «La justicia está sometida a disputa; la fuerza Vicente Casals
es fácilmente reconocible y está exenta de disputa. Así, no se ha podido dar fuerza
5. Ciudades del mañana. Historia del urbanismo en el siglo xx
a la justicia, porque la fuerza ha negado la justicia y ha dicho que (la justicia) era
Peter Hall
injusta, y que ella (la fuerza) era justa. Y así, no pudiendo hacer fuerte lo que es
justo, se ha hecho justo lo que es fuerte»751. Lo fuerte, en nuestro tiempo, es el 6. Democracias desiguales
deseo del individuo; lo justo, un orden social en que poder vivir como seres univer- Cultura política y paridad en la Unión Europea
sales, compartiendo lenguaje, sentimientos, intereses, alegrías y penas y tolerando María José Aubet
diferencias y conflictos.
7. La geografía de la vida cotidiana
De los mapas cognitivos al prejuicio regional
Constancio de Castro
8. Historia de la filosofía 1: la antigüedad
Juan Carlos García-Borrón
9. Historia de la filosofía 11: edad media, renacimiento y barroco
Juan Carlos García-Borrón
10. Historia de la filosofía II!: siglos XVIII, XIX Y xx
Juan Carlos García-Borrón
11. Didáctica de la geografía
Problemas sociales y conocimiento del medio (2a ed.)
Xosé M. Souto González
12. ¿Qué es la filosofía?
Jean Pierre Faye
13. El siglo de las ideologías
Jean Pierre Faye
14. El tabaco que fumaba Plinio. Escenas de la traducción
751 B. Pascal, Pensamientos. Madrid, Alianza, 1984. (Ed. J. Chevalier, n° 285; Ed. de en España y América: relatos, leyes y reflexiones sobre los otros
Brunschvics, nO 298). Nora Catelli y Marietta Gargatagli
15. El descubrimiento de la evolución
David Young Colección «Delos»
16. Nombrar la materia
Una introducción histórica a la terminología química
Antonio García Belmar y José R. Bertomeu Sánchez 1. La palabra hendida
Vicenzo Vitiello
17. El arte de la modernidad
Estructura y dinámica de su evolución; de Goya a Beuys
2. La voluntad de poder como amor
Sandro Bocola
Manuel Barrios
18. La ciudad y otros ensayos de ecología urbana
Robert Ezra Park 3. Heidegger: la voz de tiempos sombríos
Félix Duque (comp.),
19. El espectro de Demócrito. Atomismo, disidencia
y P. Cerezo, A. Leyte, P. Peñalver, F. Martínez Marzoa, R. Rodríguez
y libertad de pensar en los orígenes de la ciencia moderna
Prólogo de José Luis Aranguren
Pedro de la Llosa

20. Forma y dimensiones de la Tierra. Sintésis y evolución histórica 4. Sobre los espacios. Pintar, escribir, pensar
Mario Ruiz Morales y Mónica Ruiz Bustos José Luis Pardo
21. Raza, identidad y ética
5. Holderlin y la Revolución Francesa
Eduardo Teillet Roldán
Pierre Bertaux
22. Metodología y práctica de la Biogeografía
Guillermo Meaza (coord.) 6. El otro cabo. La democracia, para otro día
Jacques Derrida
23. Materialismo y religión: ciencias de la vida en la Europa ilustrada
Javier Moscoso
7. El mal: irradiación y fascinación
24. El amor en la adolescencia Félix Duque (comp.),
Hablando de sexualidad y de relaciones personales en la escuela y E. Barjau, R. Bodei, A. Fabris, E. López Castellón, E. Lynch, J.L. Pardo,
Erik Centerwall ]. Pérez de Tudela, V. Rühle, J. Sádaba, ].L. Villacañas, V. Vitiello
25. Los océanos
8. El Dios venidero. Lecciones sobre la Nueva Mitología
Medio ambiente, recursos y políticas marinas
Juan Luis Suárez de Vivero (coord.) Manfred Frank

26. Una Historia Natural de Filipinas. Juan de Cuéllar, 1739?-1801 9. El mundo por de dentro. Ontotecnología de la vida cotidiana
María Belén Bañas Llanos Félix Duque
27. Filosofía política I. Luces y sombras de la ciudad
].M. Bermudo 10. Los tiempos de la libertad
Emilio J. García Wiedemann (coord.),
28. Filosofía política JI. Los jalones de la libertad y F. Ainsa, M. Alpuente, M. Bernardi, S. Bonfiglioli, C. Castoriadis,
J.M. Bermudo E. Colombo, 1. Escudero, P. Fadón, A. García Calvo, J.L. García Rúa,
29. Filosofía política JII. Asaltos a la razón E. González Duro, A. Gorz, E. Huelbes, L. Khor, L. Litvak,
].M. Bermudo A. López Campillo, F. Maiello, B. Martín Patino, E. Petrassi, G. Rendueles,
D. Romero, P.M. Toesca
Colección «üdós»

1. De camino al habla
Martin Heidegger

2. Serenidad
Martin Heidegger

3. La proposición del fundamento


Martin Heidegger

4. Sileno. Idea y validez de la simbología antigua


Friedrich Creuzer

5. Conferencias y artículos
Martin Heidegger

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