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FAUSTO (fragmentos) / Johann

Wolfgang von Goethe


[Alemania, 1749-1832]
SUEÑO DE LA NOCHE DE WALPURGIS O
BODAS DE ORO DE OBERÓN Y TITANIA
[…] OBERON: Estén allá donde yo esté,
espíritus, y en esta hora se mostrará cómo el
rey y la reina renuevan sus lazos. […]
Aprendan de nosotros dos, cónyuges que
quieran vivir en armonía. Para que dos se
amen, basta con separarlos.
EL SUEÑO DE UNA NOCHE
DE VERANO (fragmentos) /
William Shakespeare [Reino
Unido, 1564-1616]

OBERÓN (rey de las hadas): […] Yo sólo te


pido el niño robado Para hacerlo mi paje.
TTTANIA (reina de las hadas):
No te esfuerces: ni por todo el País de las
Hadas daría el niño. Su madre me tenía
devoción; en el aire perfumado de la India
conversaba a mi lado muchas noches y,
sentada en la amarilla playa junto a mí,
observaba el navegar de los barcos mercantes.
Reíamos de ver cómo el viento retozón
hinchaba y preñaba las velas. Ella, encinta de
este niño, imitaba los barcos con su andar
grácil y ondulante y en tierra navegaba por
traerme menudencias y, cual de una travesía,
regresaba junto a mí con rico cargamento.
Mas, siendo una simple mortal, murió en el
parto; por ella estoy criando yo a su hijo y por
ella no pienso separarme de él.
LOS DUENDES Y EL
ZAPATERO (fragmentos) /
Hermanos Grimm [ Alemania,
Jacob Grimm (1785 - 1863) y Wilhelm
Grimm (1786 - 1859)]

Como el día anterior, cortó los moldes y los


dejó preparados para terminar el trabajo al día
siguiente. De nuevo se repitió el milagro y por
la mañana había cuatro zapatos, cosidos y
terminados, sobre su banco de trabajo. […] La
historia se repitió otra noche y otra más y
siempre ocurría lo mismo. […] Ya se acercaba
la Navidad, […] y esperaron escondidos detrás
de un mueble para descubrir quién les ayudaba
de esta manera. Daban doce campanadas en el
reloj cuando dos pequeños duendes desnudos
aparecieron de la nada y, trepando por las
patas de la mesa, alcanzaron su superficie y se
pusieron a coser. La aguja corría y el hilo
volaba y en un santiamén terminaron todo el
trabajo que el hombre había dejado preparado.
De un salto desaparecieron […]
EL PRÍNCIPE FURIOSO
(fragmentos) / Eve Leone [
Argentina]

[…] el chambelán entró en el dormitorio del


príncipe para despertarle, como era su
obligación. Y la reacción de éste […] fue la de
tirarle a la cabeza una de sus gruesas botas de
montaña. Como la puntería fue muy mala, el
ariete se estrelló contra un espejo enmarcado
en oro. Al momento se pudo escuchar un
«¡ay!» bastante estridente, mientras el cristal
se quebraba en infinidad de trozos. […]
contempló a un desconocido muy sereno, que
sostenía una flor de tallo alargado con su mano
derecha. […] Lo más curioso de este personaje
hemos de verlo en su minúscula estatura y en
qué rezongaba sujetándose la cabeza con la
mano izquierda. […] voy a agradecerte el acto,
ya que has roto el encantamiento milenario
que me había mantenido encerrado dentro de
ese espejo. […] La hechicera del Sombrero
Rojizo, muy acostumbrada a realizar lo que le
viene en gana, no encontró una diversión
superior a la de encarcelarme en ese espejo.
LOS GREMNLINS (fragmentos)
/ Roald Dahl [Reino Unido, 1916-
1990]

Su cara arrugada de color marrón. Tenía una


nariz de fresa que se parecía a la luna a través
de un telescopio, y su cabeza, con sus cuernos
rechonchos, era lo más calvo posible. […]
Luego habló, y su voz fue sorprendentemente
profunda y ronca. ¿Alguien más no ha oído
hablar de mí? ", Preguntó. Miró alrededor del
grupo de pilotos […] Los gremlins bailaron
hasta la noche y se dieron un festín con los
sellos de correos usados hasta la fecha. […]
(Gus) cantaba muchas canciones y brindó por
sus pequeños benefactores con muchas jarras
de buena cerveza. Y así, con la ayuda de los
gremlins, y porque él tenía una gran
determinación, un piloto fue capaz de volver a
su vuelo. […] Él es, de hecho, un hombre
infeliz que sube al cielo para luchar diciendo:
"No creo en los gremlins"
LAS TRANSFORMACIONES
DE TINYKIN (fragmento) /
Mark Lemon [Reino Unido, 1809-
1870]

Por la noche Titania (la Reina de las Hadas)


mandó a los gnomos que se encargaran de las
hachas, con la intención de deteriorar sus
mangos, de tal manera que cuando las fueran a
utilizar los leñadores se les rompieran en las
manos. Y en esta ocasión nadie intervino para
entorpecer la maniobra. Por otra parte, con la
salida del sol, no sólo se impidió que siguieran
siendo talados los grandes árboles, sino que los
gnomos se encargaron de recoger las astillas
desprendidas de las hachas, para tirárselas a la
cara al Guarda Real. Y ante el ataque, éste
debió correr a esconderse en la cabaña donde
vivía con su familia. Hasta allí le siguió la
Reina de las Hadas, pero convertida en una
vieja mendiga.
EL VELO DE LA SÍLFIDE
(fragmentos) / Ebba
Langenskiöld-Hoffmann
[Suecia, 1897-1981]

Por la noche, procuró dar cuenta de la cena lo


antes posible, dijo que estaba muy cansada y
se fue a la cama. […] su madre y hermano la
siguieron enseguida. Y una vez que se
quedaron dormidos, ella sacó el velo de la
Sílfide de debajo de la almohada y se lo colocó
ante los ojos. ¡Qué sorpresa más extraordinaria
recibió! ¡Porque delante de ella, sentado en la
baranda derecha de la cama de Andrés,
descubrió a un gnomo, que estaba dando
cuenta de una rebanada de pan con
mantequilla que era era tan grande como él! —
¡Vaya! —musitó la niña—. ¡Jamás pude
imaginar que hubiera enanitos en el interior de
mi casa! Al gnomo no le gustó nada verse
descubierto; además, se asustó muchísimo.
[…] procuró ocultarse bajo la cama de Andrés.
«Me parece que está sucediendo algo muy
raro», pensó el personajillo. «Es la primera
vez que una niña consigue verme. Ese don sólo
puede haberlo recibido del velo de una Sílfide.
Esperaré a que se quede dormida y, al
instante, lo cambiaré por una simple tela».
EL GNOMO (LEYENDA
ARAGONESA) (fragmentos) /
Gustavo Adolfo Bécquer
[Sevilla, 1836-1870]

Entre estos espíritus, que, arrojados de las


llanuras por las bendiciones y exorcismos de la
Iglesia, han ido a refugiarse a las crestas
inaccesibles de las montañas […] Los más
peligrosos, sin embargo, los que se insinúan
con dulces palabras en el corazón de las
jóvenes y las deslumbran con promesas
magníficas, son los gnomos. Los gnomos
viven en las entrañas de los montes. Conocen
sus caminos subterráneos y, eternos
guardadores de los tesoros que encierran,
velan día y noche junto a los veneros de los
metales y las piedras preciosas. ¿Veis —
prosiguió el viejo, señalando con el palo que le
servía de apoyo, la cumbre del Moncayo, que
se levantaba a su derecha, destacándose oscura
y gigantesca sobre el cielo violado y brumoso
del crepúsculo—, veis esa inmensa mole
coronada aún de nieve? Pues en su seno tienen
sus moradas esos diabólicos espíritus. El
palacio que habitan es horroroso y magnífico a
la vez.
CAOLITE PÍES LARGOS
(fragmentos) / Anónimo [Relatos
irlandeses de Elfos]

La comadrona se quedó asombrada al verlo, ya


que medía cuatro pies de largo, era tan flaco
como un palo y sus pies resultaban de una
longitud que no recordaba haber visto, ni
leído, que otra criatura los hubiese tenido de
aquel extraordinario tamaño. Todas las
mujeres que lo vieron en la cunita se quedaron
impresionadas, al considerarlo un bebé
excepcional. Diarmuid sirvió aguardiente a sus
invitadas, todas ellas elogiaron al pequeño.
Pero lo hicieron mientras los vasos tenían algo
de licor. Luego hicieron oír sus críticas. […]
Cuando este personajillo cumplió los diez
años, ya había alcanzado los seis pies de
estatura. Era tan flaco como una caña de
pescar, y sus pies median pie y medio desde
los tobillos al extremo de los pulgares. […] En
Irlanda no se conocía hombre, ni galgo, que
corriera más que él. Como hemos de entender,
para Diarmuid y Roise no existía un chico más
hermoso en todo el mundo.
JAMIE Y LA PRINCESA
ADORMECIDA (fragmentos) /
Anónimo [Relatos irlandeses de
Elfos]

Una gran cantidad de elfos se hallaban


sentados ante las mesas, dando cuenta de la
comida o de la bebida caprichosamente. Al
mismo tiempo, unas bellas damitas y unos
minúsculos chiquillos danzaban
incansablemente al ritmo de la música. Jamie
se atemorizó un poco al comprobar que había
sido descubierto, al suponer que aquellos
hombrecitos le castigarían por conocer su
secreto y haber invadido su intimidad.[…]
Algunos elfos le llevaron a la mesa central y,
sin dejar de concederle el trato que se reserva a
un huésped importante, le pusieron delante
unos deliciosos manjares y tentadoras bebidas.
No dudó en comenzar a comer. Tanto llegó a
divertirse que olvidó la hora, sin tener en
cuenta que su madre estaría muy preocupada
al no verle regresar.
LA TRANSFORMACIÓN DE
LOS ELFOS (fragmentos) /
Anónimo [Relatos irlandeses de
Elfos]

Los tres salieron en busca de la pradera, hasta


encontrarse en las cercanías de la antigua
encina. Se escondieron detrás de la tapia, y
tuvieron la suerte de que la luna volviese a
aparecer en aquel instante. […] —¡Observad
atentamente! —exclamó […] muy satisfecho,
porque se estaba produciendo el mismo
espectáculo de la danza de los elfos—. ¿Podéis
decir ahora que son mentiras mis historias? —
Tienes razón —reconoció uno de los
universitarios, luego de reflexionar unos
minutos—. Estoy viendo un numeroso grupo
de hombrecitos blancos. No me asustan. A
pesar de que fueran diez veces más no
cederían mis deseos de encontrarme junto a
ellos […] Los elfos son inofensivos... ¡Pero
yo no! Pienso que podríamos elaborar un caldo
muy apetitoso con estos hombrecitos!
ALFONSO REYES,
ANECDÓTICO (fragmento) /
José Juan Tablada [México, 1871-
1945]

Un día, mediado agosto de 1925, cenábamos al


anochecer, en el jardín, Alfonso Reyes,
Salazar, Pacheco y yo. Para eliminar
inconvenientes del servicio, doña Manuela
había hecho poner cerca de la mesa un
pequeño refrigerio, abastado con cuanto
necesitábamos. De repente sonó un fuerte
golpe, como el de un palmetazo descargado
sobre la tapa del mueble. Alfonso reyes, con
naturalidad, dijo: -Es mi duende... Ronda
cerca de mí. Alguna vez he logrado percibirlo
con el rabo del ojo... Y nos refirió un
cuentecillo sutil, que subrayaba el contenido
poético de la ocurrencia. En Londres, dos
caballeros contemplan el paisaje del Támesis
poco antes de que las primeras luces agujereen
la penumbra crepuscular. Uno de ellos
comenta: -Es la hora de los duendes... El otro
contesta, secamente: -Yo no creo en duendes.
Y el primero replica: -¡Pues yo sí! Y
desaparece en el aire.
EL DUENDE (fragmentos) /
Elena Garro [México, 1916-1998]

—¡Te vas a caer! —le gritaba Leli cuando la


veía columpiarse de las hojas altísimas de las
palmeras.—Si me caigo me detiene el Duende
—explicaba Eva cuando bajaba a tierra. El
Duende, el dueño del jardín, era muy amigo
suyo. […] —Estrellita, dime ¿tú has visto
alguna vez al Duende? —¿Qué duende? —El
del jardín. —No. Yo estoy en los tejados. —
¿Y desde allí no ves al Duende? —No. Desde
allí solo te veo a ti y veo a Eva. —¿Siempre
nos ves? —Siempre […] —Fue el Duende,
que estaba enojado conmigo —afirmó Eva con
desvergüenza. —¡Es cierto! ¡Es cierto! Él les
puso el veneno […] —Tú sabes que no fui yo.
¿Verdad? —¡Claro que lo sé! Eva es una
mentirosa y Leli es una matona. No les hagas
caso —dijo Estrellita con voz segura y ya
acostumbrada a los crímenes de su familia.
[…] El Duende se quitó el gorro rojo, se
limpió el sudor de la frente con el dorso de la
mano y desde el espacio libre de la teja
levantada, miró con alivio a su única amiga:
Estrellita Garro.
EL CASTILLO DE LOS
DUENDES (fragmento) / Rosa
Quirós [Panamá]

…Mi abuelo dice que es cosa bonita verlos


salir en fila larguísima del fondo del agua se
van agrupando hasta el bosquecito de flores;
van danzando y se pierden entre el monte, de
manera muy ligera. Tienen los cabellos
dorados y los pies muy chiquitos. Bajo la
sombra de los cornosuelos, gustan mucho de
pasar las horas de calor. A veces, cuando están
de humor, enseñan una totumita de oro, que es
la que usan para engañar a las pobres
criaturitas.
TERMINACIÓN DE LA
FIESTA. DESPEDIDAS Y
QUEJAS. LLUEVE.
DESFILE DE LA
CONCURRENCIA (fragmentos)
/ Julio Herrera Reissig [Uruguay,
1875-1910]

Suenan galanteos y besos y adioses: Se


marchan los Papas de ceño fruncido. Las
Brujas, los Duendes de acento fingido, Se
marchan los Reyes, se marchan los Dioses,
[…] Pasaron volando las cuatro Estaciones,
Los bellos Ocasos, las bellas Auroras,
Endriagos, Quimeras, Esfinges, Dragones,
Hidras y Centauros y Furias traidoras Y
Gnomos y Faunos y Meses y Horas. Se apagan
las luces. El viejo Castillo Se esfuma, se borra.
[…] Los viejos Ciclones tocan en sus flautas,
las Sirenas lloran, las Ninfas se quejan. (El
viejo Patriarca se queda dormido). Pasan
Unicornios, Monstruos y Argonautas […] Se
quejan se alejan... Se han ido...!
CONTIGO (fragmentos) / Amado
Nervo [México, 1870-1912]

Espíritu que no hallas tu camino, que hender


quieres en el cielo cristalino y no sabes que
rumbo has de seguir, y vas de tumbo en
tumbo, llevado por la fuerza del destino. […]
Y el agitado corazón latiendo, en cada golpe te
lo está diciendo, y un misterioso instinto, de tu
alma en el obscuro laberinto ¡te lo va noche a
noche repitiendo! ... ¡Más tú sigues buscando
lo que tiene! Dios en ti, de tus ansias es
testigo, y, mientras pesaroso vas y vienes,
como el duende del cuento, El va contigo.

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