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Los sermones de Santos del Maestro Ávila

José Luis MORENO MARTÍNEZ


Vicario General de la Diócesis
de Calahorra y La Calzada-Logroño

I. Introducción.
II. San Sebastián (20 de enero).
III. San Nicolás (6 de diciembre).
IV. Santa María Magdalena (22 de julio).
V. Santa Catalina de Alejandría (25 de noviembre).
VI. Conclusión.
I. INTRODUCCIÓN

San Juan de Ávila fue sobre todo un predicador. Bien se ganó el sobre-
nombre de “Apóstol de Andalucía” por sus sermones en las distintas ciuda-
des donde vivió y por sus numerosas misiones por los pueblos, desde 1526
hasta 1569. Su primer biógrafo, Fr. Luis de Granada, lo quiso presentar co-
mo modelo de predicadores y comentó las “virtudes y gracia que nuestro
Señor le concedió para el oficio de predicador”1. Su segundo biógrafo, el
Licenciado Muñoz, lo calificará de “predicador apostólico”2. Fueron miles
los sermones que predicó, habiéndosenos conservado de todos ellos 82,
además de 16 pláticas a sacerdotes y monjas3.
Además de los de la Virgen, los sermones de santos son 10, pero si qui-
tamos tres que son genéricos (de evangelistas, de todos los Santos y de di-
funtos), disponemos de 7 sermones dedicados a siete santos particulares,
que, siguiendo el orden cronológico del santoral, son los siguientes: San
Sebastián, San José, Santa María Magdalena, San Mateo, San Francisco de
Asís, Santa Catalina y San Nicolás.
De los textos que se nos han conservado de los sermones de santos tan
solo dos son autógrafos (San Sebastián y San Nicolás), los cuales son bre-
ves y representan como un resumen o guión del sermón, porque la mayoría
de las veces se contentaba con escribir un esquema de pocas líneas4. De los

1. GRANADA, L. DE, Vida del P. Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener
un predicador del Evangelio, Madrid 1588.
2. MUÑOZ, L., Vida y virtudes del venerable varón el P. Maestro Juan de Ávila, predi-
cador apostólico, Madrid 1635.
3. Sobre San Juan de Ávila como predicador, cf. HUERGA, A., “El ministerio de la pa-
labra en el Beato Juan de Ávila”, en Semana Avilista. IV Centenario de la muerte del Beato
Maestro Juan de Ávila, Madrid 1969, pp. 93-111; SALA BALUST, L., Obras completas del
Santo Maestro Juan de Ávila (en adelante citaremos o.c.), t. I, Madrid 1970, pp. 274-289;
GALLEGO PALOMERO, J.J., Sacerdocio y oficio sacerdotal en San Juan de Ávila, Córdo-
ba 1998, pp. 202-236.
4. El presbítero Juan Vargas, testigo en el proceso de beatificación, refiere que, habién-
dole escuchado un sermón Fr. Luis de Granada, se lo pidió para transcribirlo y el P. Ávila le
respondió: “No hay escrito más que esto; y sacó del seno una dobladura de una carta donde
estaban escritos cinco o seis rengloncillos, en lo que pudiera ocupar una copla castellana”;
Proceso de Madrid, f. 54r-v: MARTÍNEZ GIL, J.L., Proceso de beatificación del Maestro
Juan de Ávila, Madrid 2004, p. 34.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 25

otros sermones se conservan textos apógrafos, que son más amplios y reco-
gen casi al pie de la letra el sermón pronunciado por Juan de Ávila, con sus
lugares y citas e incluso con sus mismas expresiones en lenguaje directo. Él
no los escribía, pero en muchos casos había quienes tomaban notas directas
escuchando el sermón y luego el santo revisaba la redacción5. Así debía de
ocurrir particularmente cuando predicaba en monasterios.
Los sermones del P. Ávila solían durar dos horas y, a pesar de eso no
cansaban, porque tenían la cualidad de captar la atención y el afecto de los
oyentes6. En cuanto a la estructura sus sermones de santos tienen un exor-
dio, dos partes centrales y una conclusión. El exordio, lo mismo que el de
los demás sermones, enuncia el tema y pide gracia a la Virgen para desa-
rrollarlo y asimilarlo, terminando con el rezo del Ave María. La conclusión
es rápida y siempre alude a la gloria del cielo. De las partes centrales la pri-
mera, es el comentario del pasaje evangélico que se lee en la Misa de la
fiesta, mientras que la segunda parte se dedica a ensalzar las virtudes del
santo, refiriendo algún episodio de su vida. Sus sermones de santos están
lejos de pertenecer al género “panegírico”, que se desarrollará en el barro-
co. En este sentido podemos decir que marca la pauta que luego enseñarán
grandes tratadistas de la época sobre la predicación, como el doctor Fran-
cisco de Terrones y Fray Diego de Estella7.
Dada la limitación de espacio, presentamos cuatro sermones, que consi-
deramos significativos para descubrir el estilo de predicador de Juan de Ávi-
la: San Sebastián, San Nicolás, Santa María Magdalena y Santa Catalina8.
5. Cf. Ibid. f. 49r-v: Proceso…, o.c., p. 31. Estos estudiantes amanuenses probablemen-
te tenían también algún interés utilitario, pues era costumbre en la época vender las copias a
otros predicadores a buen precio; Cf. TERRRONES DEL CAÑO, F., Instrucción de predi-
cadores, Granada 1617: Colección Clásicos Castellanos 126, Madrid 1960, p. 52.
6. Cf. testimonios del proceso de beatificación aducidos por SALA BALUST, L., o.c.,
t. I., pp. 275-276. Por esa misma época en Italia el sermón duraba hora y media y poco más
tarde en España duraba ya solo una hora; Cf. TERRONES DEL CAÑO, F., o.c. pp. 122-123.
7. El doctor Terrones, que pone como ejemplo de predicadores al Maestro Ávila, acon-
seja: “Las alabanzas y excelencias del santo es bien tratarlas lo más en un cuarto de hora al
principio o al fin del sermón”; TERRONES DEL CAÑO, F., o.c. p. 47-48. El franciscano
Diego de Estella enseña también: “Advierta el predicador (…) que diga del santo poco y a
la postre, y no diga las cosas apócrifas y vanas, que ofende mucho”; ESTELLA, FRAY D.
DE, Modus concionandi, Salamanca 1576, ed. crítica Pío Sagüés Azcona, Madrid 1951, vol.
II, p. 178.
8. Estos sermones no han sido estudiados en la bibliografía avilista, a excepción de las
referencias necesarias al de San Sebastián en todas las biografías de San Juan de Dios. De
los otros sermones de santos de San Juan de Ávila, han sido brevemente analizados el de
San José: LLAMAS, R., “San José en los predicadores españoles del siglo XVI”, en San Jo-
sé en el Renacimiento: Estudios Josefinos 31 (1977) 397-434, esp. 417-422; y el de San
Francisco: GIL MORENO, A., “Comentario crítico al sermón de San Juan de Ávila sobre
San Francisco de Asís: ‘El que quisiera a Mí, niéguese a sí’”, en PELÁEZ DEL ROSAL, M.
26 JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ

II. SAN SEBASTIÁN (20 DE ENERO)

El texto de este sermón es un autógrafo del santo, en cuatro folios de le-


tra pequeña y de escritura rápida y vigorosa, que se conserva en la Biblio-
teca Valliceliana de Roma9. Parece que se trata de un texto que el Maestro
Ávila ha escrito para enviar a un predicador amigo suyo como ficha bas-
tante desarrollada de un sermón, pero no completa, porque no trae nada de
la vida del santo y se reduce a comentar el Evangelio del día, que es la re-
dacción lucana de las cuatro bienaventuranzas y los cuatro ayes (Lc 6,17-
23). Todo el sermón es un comentario de este pasaje exhortando a la con-
versión de los oyentes. Comienza por destacar el detalle inicial del evange-
lio: que Jesús “descendió del monte”, para interpretarlo alegóricamente y
comentar el “descendimiento de la majestad de Dios para curar nuestra hu-
manidad.
Después comenta las bienaventuranzas como el camino de acercamien-
to a Cristo y de conversión, afirmando como tesis: “que el llanto del discí-
pulo de Cristo es bienaventuranza, y la risa del mundano es gemido, dolor
y vae” (lineas 100s). Para lo primero da tres pruebas, o “salsas” con las que
Dios hace sabrosos el llanto, la pobreza y la persecución: primera porque
son “medio para alcanzar a Dios y venir a gozar de él”; segunda: así se si-
gue a Jesucristo (“ver que éste es el camino de su capitán”); tercera, porque
Dios “suele muchas veces de sus deshonras sacarlos honrados”, como a
Moisés, José en Egipto, Mardoqueo, etc. En la segunda parte de su tesis
afirma que la riqueza, el poder y el disfrute conseguidos pecaminosamente
son cosas llenas de ponzoña y veneno, “que antes que las hagas, sólo que
las quieras, te matan y abrasan el corazón con muerte de pecado, que es la
mayor de las muertes” (líneas 145-145); y como prueba aduce varios ejem-
plos bíblicos: Sísara, Sansón, Esaú, Amán y Holofernes. Y aun la honra, ri-
queza y alegría conseguidas sin pecado pueden ser negativas si se convier-
ten en ocasión de orgullo o de opresión, de lo cual también se pueden en-
contrar ejemplos bíblicos, que el santo invita a su amigo a buscar en la Sa-
grada Escritura.
Éste es el comentario del Evangelio. A la vida y alabanza de San Sebas-
tián o de San Fabián, que se celebra el mismo día, no dedica ningún aparta-
do ni párrafo específico. Tan solo una línea para decir que estos santos tam-

(Dir.), El franciscanismo en Andalucía: Conferencias del VI Curso de verano “San Fran-


cisco en la historia, arte y cultura española” (Priego de Córdoba, 28 de julio a 5 de agosto
de 2000), t. II, Córdoba 2002, pp. 459-463.
9. Es el publicado por L. Sala Balust como sermón 74, o.c. t. III, pp. 233-238). Está en
la sección de manuscritos de dicha Biblioteca, en el legajo Ms. H 76, que reúne escritos de
hombres ilustres por su santidad, ff. 533r-535v.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 27

bién escogieron la bienaventuranza de la persecución, como Moisés: “Esto


es lo que hizo a estos santos querer más esto y esto que esto y esto” (línea
114). Y sugiere a su amigo predicador que busque en la vida de estos santos
detalles concretos donde se vea que prefirieron la persecución y el martirio
a los honores y comodidad que les podía reportar la apostasía de la fe.
Se trata, pues de una ficha de sermón sencilla, pero a la vez densa, que
manifiesta el estilo del Maestro Ávila, su carga doctrinal y su constante lla-
mada a la conversión. Si el autógrafo de este sermón quedó oculto entre los
papeles de una biblioteca hasta mitad del siglo XX, sin embargo se hizo
muy famoso el sermón predicado, del que sin duda es un resumen el autó-
grafo comentado. Se trata del sermón que tuvo el santo en Granada en la er-
mita de los Mártires el día 20 de enero de 1537, fiesta de San Fabián y San
Sebastián, patronos del gremio de fabricantes y comerciantes de la ciudad10.
Allí acudió un pequeño comerciante llamado Juan Ciudad, un librero que
tenía su puesto junto a la puerta de Elvira. Y tras escuchar el sermón deci-
dió dejar todo y entregarse a obras de caridad. Habría de ser San Juan de
Dios, el fundador de los Hermanos Hospitalarios, que desde entonces tuvo
por director espiritual al Maestro Ávila. Las ideas del sermón que aparecen
en el resumen del autógrafo son las que menciona el primer biógrafo de
San Juan de Dios11. A este episodio hará referencia también el interrogato-
rio en el proceso de beatificación de Juan de Ávila12.

10. Es la ermita que fundó la Reina Isabel la Católica, tras la conquista de Granada, de-
dicándola a varios religiosos que estuvieron presos en ese lugar y sufrieron martirio bajo los
musulmanes: fray Pedro Nicolás Pascual de Valencia, obispo mercedario de Jaén que fue
degollado en 1300, fray Juan de Cetina y fray Pedro de Dueñas, franciscanos, degollados en
1397 y presos aquí. El elemento de mayor interés artístico de la Capilla era su retablo, con
pinturas, la principal dedicada a San Pedro Ad Vincula, en recuerdo de los cautivos, cuya
festividad se conmemoraba anualmente con una función solemne dedicada a los locales. Las
restantes pinturas eran un Crucificado, un Descendimiento, y los Martirios de San Juan Bau-
tista, San Sebastián, San Marcelo Papa y San Esteban; con la desamortización pasaron en el
siglo XIX al Museo Provincial de Bellas Artes. En 1573 fundaron en ese lugar un convento
los PP Carmelitas y vino a vivir entre ellos San Juan de la Cruz, donde escribió su “Noche
oscura del alma”. Es el espacio que actualmente ocupa el Carmen de los Mártires.
11. “Oídas aquellas razones vivas de aquel varón (Juan de Ávila), en que engrandecía el
premio que el Señor había dado a su santo mártir, por haber padecido por su amor tantos tor-
mentos, sacando de aquí a lo que se debía poner un cristiano por servir a su Señor y no ofen-
delle y padecer a trueque desto mil muertes…”; CASTRO, F. DE, Historia de la vida y san-
tas obras de Juan de Dios y de la institución de su Orden y principio de su Hospital, Grana-
da 1585, reimp., Córdoba 1995, p. 17. Sobre la relación entre ambos Santos, cf. MARTÍ-
NEZ GIL, J.L., “San Juan de Ávila, director espiritual de San Juan de Dios”, Salmanticen-
sis 47 (2000) 433-474; ID. San Juan de Dios, fundador de la Fraternidad Hospitalaria, Ma-
drid 2002, esp. pp. 39-47.
12. Cf. MARTÍNEZ GIL, J.L. (Ed.), Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávi-
la, Madrid 2004: ver en p. 13 la pregunta 23 y, por ejemplo, en p. 858 una de las respuestas,
que cita al biógrafo Castro.
28 JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ

Pero no fue ésta la única conversión notable que provocó el sermón te-
nido en la ermita de los Mártires. Un vecino de Granada testifica que “una
mujer casada con un tejedor de sedas, la cual era muy hermosa galana, ha-
bía salido del sermón tan compungida que en llegando a su casa todas las
redomillas y aderezos que tenía para el rostro las echó por la ventana a un
corral de su casa” y luego siguió vida de penitencia en su casa, con el nom-
bre de la Beata Paz y bajo la dirección del Maestro Ávila, hasta que murió
con fama de santidad13. Como se ve, los sermones de Juan de Ávila no eran
simples piezas de oratoria sagrada.

III. SAN NICOLÁS (6 DE DICIEMBRE)

El texto del sermón de San Nicolás es también un autógrafo. Se conser-


va en el Archivo de los Jesuitas de Oña (Burgos) y es un esbozo de sermón
que ocupa cuatro páginas en la edición crítica14. El manuscrito lo titula: “In
Missa nova, ad sacerdotes” y, efectivamente, por el contenido se trata de un
sermón de cantamisa el día de San Nicolás, en el que aprovecha el Maestro
Ávila para exponer una síntesis de espiritualidad sacerdotal, que ha de vivir
el neopresbítero.
Su punto de partida y la referencia de todo el desarrollo es el texto bíbli-
co de Ecco 44,16, “éste es el sumo sacerdote”, texto bíblico del Común de
Confesores Pontífices con el que comenzaba la Epístola de la fiesta de San
Nicolás.
Sin ningún exordio, comienza directamente la exposición teológico-
doctrinal. Comenta que hay cuatro tipos de sacerdocio: el primero es el “es-
piritual”, que “conviene a chicos y grandes, casados, hombres y mujeres”
(líneas 5-6), es decir, lo que hoy llamamos el sacerdocio común de los fie-
les, para lo que trae dos citas clásicas de este tema: Ap 5, 10 y 1 Petr 2, 9.
El segundo es el sacerdocio “natural”, que hay en todos los pueblos y cul-
turas, como cita la Escritura a Melquisedec (cf Gen 14, 18) y los sacerdotes
de los egipcios (cf Gen 47, 26). El tercero es el sacerdocio “legal”, es decir,
el de la Ley judía, cuyo primer sacerdote fue Aarón (cf Ex 28-29). El cuar-
to es “nuestro sacerdocio evangélico”, del que es figura el sacerdocio del
Antiguo Testamento.
A continuación expone las exigencias espirituales del sacerdote y del
obispo, interpretando alegóricamente las prescripciones sobre el sacerdocio
en el Antiguo Testamento. Comenta las condiciones del Levítico: no ha de

13. Cf. Proceso de beatificación…, o.c., pp. 233-234.


14 . Es el sermón 73: cf. o.c., t. III, pp. 229-233.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 29

ser ciego, es decir, indocto; ni cojo, es decir, no pusilánime en la vida espi-


ritual (cf. Lev 21, 18ss). De igual modo los ritos y las vestiduras sacerdota-
les de Aarón (cf. Ex 28-29): lavado de los pecados por la penitencia; rasu-
rado de negocios temporales; con la vestidura blanca de la gracia y la túni-
ca de la caridad; ceñido con la cinta de la castidad, que está ungida con el
óleo de la sobriedad; lleva en el humeral escritos los nombres de los hijos,
es decir, la preocupación y el celo por las almas encomendadas; la medalla
de la frente con el nombre de Dios significa la intención a Dios en todas sus
obras; las granadas con las campanillas en el borde del manto significan la
perseverancia; la piedra del pectoral con la cadenilla de oro significa que la
doctrina ha de ir unida a las obras.
En la interpretación alegórica de las vestiduras del sumo Sacerdote sigue
San Juan de Ávila las huellas de la tradición cristiana. Menciona expresa-
mente a Jerónimo y a Ambrosio, que tienen ideas parecidas sobre las virtudes
sacerdotales, aunque no la misma interpretación15. Tampoco interpretan de la
misma manera otros autores bien que él sigue en la doctrina sacerdotal como
Juan Crisóstomo y Gregorio Magno16. Probablemente se inspira en el teólogo
del siglo XV Juan Gerson, a quien muestra mucho aprecio y en otro lugar re-
comienda como autor a tener en cuenta para estos temas17.
Por lo demás en otros lugares de sus obras hace referencia genérica a
Aarón para comentar las virtudes que ha de tener el sacerdote cristiano18 o
para explicar algún aspecto de la misión de Cristo como Sumo Sacerdote19.

15. San Jerónimo en Epistola 64 ad Fabiolam (PL 22,612-622) hace un comentario de-
tallado de las vestiduras sacerdotales judías, pero sin aplicación al sacerdocio cristiano; en
la Epistola 69 (PL 22,662) alude de manera genérica. El escrito De dignitate sacerdotali (PL
17,567), que no es propiamente de San Ambrosio, aunque se le atribuía a él, comenta las
cualidades del obispo o sacerdote según 1 Tim 3, pero sin relacionarlas con las vestiduras
sacerdotales.
16. El Crisóstomo en De sacerdotio, III, 4 compara genéricamente las vestiduras del sa-
cerdote del Antiguo Testamento con la realidad del Nuevo. Gregorio Magno en la Regla
Pastoral II, 2 comenta alegóricamente el pectoral del sumo sacerdote con los nombres de
los doce patriarcas y lo aplica al sacerdote cuyo corazón ha de estar sujeto a razón y juzgar
a los fieles según criterio de Dios. Como se ve, tampoco son fuentes de la interpretación de
Juan de Ávila en este sermón, aunque él recomiende estas dos obras para hablar del sacer-
docio (cf. Carta 233: o.c., t. V, p. 771).
17. Cf. En la Carta 233 cita el sermón 41 de Gerson: o.c., t. V, p. 771.
18. “Muchas piedras preciosas tenía el sumo sacerdote de la vieja Ley en sus vestiduras
(…); toda razón demanda que lo que allí eran piedras terrenales y engendradas de la tierra,
sean en nuestros sacerdotes preciosas virtudes venidas del cielo, infundidas de Dios”; Tra-
tado sobre el Sacerdocio, 14: o.c., t. III, p. 507; cf. Lecciones sobre la Epístola a los Gála-
tas,16: o.c., t. IV, p. 45.
19. “Si de fuera lleva el gran sacerdote escritos los nombres de los doce hijos de Israel so-
bre sus hombros y también en su pecho, muy mejor los lleva el nuestro encima sus hombros,
padeciendo por los hombres, y los tiene escritos en su corazón” (Audi Filia, 78: o.c., t. I, p. 758).
30 JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ

Y las cualidades sacerdotales de ciencia, santidad, caridad, castidad, so-


briedad, rectitud de intención, constancia y coherencia de vida son temas
frecuentes en sus escritos sacerdotales, en su epistolario y en sus tratados
sobre la reforma que necesitaba el clero de la época20.
La doctrina hasta aquí expuesta con el apoyo de los textos bíblicos, se
refuerza con el ejemplo de San Nicolás, en cuya fiesta predica en este can-
tamisa. De su vida recoge dos episodios que narra la Leyenda Dorada21: el
primero le sirve para subrayar la virtud de la sobriedad y la abstinencia, ne-
cesaria para guardar la castidad y simbolizada en la cinta dorada y ungida
con óleo con que se ciñe el sacerdote: San Nicolás de niño “no mamaba el
miércoles y el viernes sino una vez”; la explicación la da Juan de Ávila: por
recuerdo del día en que el Señor fue vendido a sus enemigos. Con el se-
gundo episodio quiere reforzar la virtud de la misericordia y de las obras de
la caridad, simbolizadas en la túnica que se viste el sacerdote: a un hombre
pobre que estaba dispuesto a prostituir a sus tres hijas, porque no tenía di-
nero para mantenerlas, San Nicolas le “echó tanta cantidad cuanta era sufi-
ciente para el dote de la una; y esto tres veces encubiertamente”, sin darse a
ver, porque así ha de ser la caridad (líneas 86-107).
El “Flos sanctorum” o “La Leyenda Dorada” que el Maestro Ávila
manejaba sería alguna de las traducciones en español editadas en la prime-
ra mitad del siglo XVI22. Este libro traía muchos más milagros de San Ni-
colás, pero nuestro predicador es sobrio y comedido, no le gustan las ala-
banzas y elogios del santo, en cuanto tales, y menos las fantasiosas, sino
que busca el bien de los oyentes, seleccionando los ejemplos del santo que
mejor se pueden aplicar a la vida concreta de cada uno.
El epílogo del sermón es una exhortación a la vigilancia de los pastores,
porque el lobo está amenazando a la grey como león para comérsela (cf. 1
Petr 5, 8), refiriéndose al peligro de “esta herejía”, que es sin duda, el pro-
testantismo que se estaba extendiendo. Juan de Ávila es muy sensible a es-

20. Cf. Tratado sobre el sacerdocio: o.c., t. III, pp. 490-535; Plática 2: o.c., t.. III, pp.
376-394; Carta 6: o.c., t. V, pp. 57-62; Memorial 1º para Trento: Reformación del estado
eclesiástico, esp. 1-25: o.c., t. VI, 33-56; Memorial 2º: Causas y remedios de las herejías,
esp. 8-17; 91: o.c., t. VI, pp. 86-104; 181-186; Advertencias al Concilio de Toledo, 1-46:
o.c., pp. 231-279.
21. Cf. VORÁGINE, S. DE LA, La Leyenda Dorada; traducción del latín: Fray José
Manuel Macías, Alianza Editorial, Madrid 2006, t. I, p.p. 37-38.
22. Bien pudo ser la traducción de Juan Varela editada en Sevilla en 1520, que ha sido
reeditada recientemente: Leyenda de los santos. Beato Iácopo da Varazze, O.P. Introducción,
transcripción y anotaciones por Félix Juan Cabasei, MHSI, nova series III, Madrid 2007.
Otra muy famosa fue la del monje jerónimo Pedro de la Vega impresa en Sevilla en 1540.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 31

te asunto, que le duele sobremanera, y lo abordará ampliamente en su Me-


morial segundo al Concilio de Trento23.
Como se ve, el escrito de este sermón no ha sido improvisado, sino bien
preparado y con búsqueda de documentación bíblica, patrística y hagiográ-
fica, aunque no sea más que una ficha del contenido fundamental.

IV. SANTA MARÍA MAGDALENA (22 DE JULIO)

El sermón que conservamos de Santa María Magdalena no es ya una fi-


cha, sino un sermón apógrafo, prácticamente completo, trascrito por alguno
de sus oyentes mientras lo predicaba. Lo predicó el 22 de julio de 1554 en
el monasterio de las clarisas de Montilla en la toma de vela de la Condesa
de Feria, doña Ana Ponce de León, dirigida suya, que, al quedarse viuda a
los 24 años del Conde de Feria Don Pedro de Córdoba y Figueroa, entró en
el convento. El sermón fue publicado en una biografía de esta monja edita-
da en 160424, pero de él habían corrido ya copias manuscritas, entre ellas
una que envió la misma monja a la Emperatriz de Portugal por mediación
de Fr. Luis de Granada25. Es el sermón nº 76 de la edición crítica, en la que
ocupa doce páginas26. No es ésta la única vez que el Apóstol de Andalucía
predicó en la fiesta de la la Magdalena. Nos consta que el menos en otras
dos ocasiones lo predicó a un público bien distinto, a las prostitutas de
Montilla y a las de Sevilla, pues era uno de los sermones clásicos que tení-
an los predicadores el día en que las mujeres públicas celebraban la fiesta
de su patrona27.

23. Cf. Causas y remedios de las herejías, esp. n. 1-30: o.c., t. VI, pp. 79-117. De su
preocupación por el tema son señal también los numerosos libros de controversia que tiene
en su Biblioteca: cf. SALA BALUST, L., “La bilioteca controversista del Maestro Ávila”,
en o.c., t. I, PP. 213-214.
24. ROA (DE), M., Vida de doña Ana Ponce de León, Córdoba 1604, pp. 151-173.
25. Lo cuenta Fr. Luis de Granada en su Vida del Padre Maestro Juan de Ávila…, o.c.,
p. 3ª, c. 3.
26. O.c., t. III, pp. 269-280.
27. En el proceso de beatificación de Juan de Ávila un testigo de Montilla, Pedro Luis
de León, declara: “Se acuerda este testigo que el dicho Maestro Ávila predicó la conversión
de la Magdalena y en este sermón convirtió en esta villa muchas mujeres públicas, que fue
caso notable, y muchas vivieron hasta su muerte bien”; Proceso de beatificación…, o.c., p.
568. Y en el edicto para la información sumaria se lee: “Las mujeres de la casa pública de
Sevilla en un sermón que las hizo se convirtieron con solas dos palabras que les dijo”; Pro-
ceso informativo para la Beatificación del V.P. Juan de Ávila -Manuscrito del Archivo Vati-
cano-, f. 26v. En general sobre los sermones de los predicadores de la época en esta fiesta,
cfr. SALUCIO, FRAY AGUSTÍN, Avisos para los predicadores del santo Evangelio: Ed. de
Álvaro Huerga, Barcelona 1959, col. Espirituales Españoles, pp. 183-184.
32 JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ

Por lo que hace al sermón que conservamos, dirigido a la monja clarisa


de Montilla, aparte del contenido, es un sermón modélico en cuanto a es-
tructura: exordio, comentario de evangelio, comentario de la vida de la san-
ta y epílogo. Comienza enunciando en latín el texto de Jer 31,31, que luego
traducirá: “Con amor eterno te amé y por eso te atraje a mí, habiendo mise-
ricordia de ti”. Éste es el tema que declara en el exordio, ponderando que
Dios es amor y amor de misericordia. Y concluye el exordio con la acos-
tumbrada invocación a la Virgen y el rezo del Ave María.
La parte primera es un comentario detallado y bien construido del evan-
gelio del día: Lc 7, 36-50: la escena de la prostituta que se acerca a Jesús,
cuando está comiendo en casa del fariseo Simón, y le lava los pies con sus
lágrimas y los seca con sus cabellos. Hay que tener en cuenta que en el si-
glo XVI y ya desde la Edad Media en Occidente hasta el siglo XX, se iden-
tificaban María Magdalena, la prostituta arrepentida y María la hermana de
Lázaro como la misma mujer. Actualmente los exegetas se inclinan a que
son tres mujeres distintas.
Nuestro santo predicador alude a distintos detalles de comentaristas del
pasaje, que conoce, lo que indica que es un sermón bien preparado, como lo
requería la ocasión. Presenta la escena como “un acto de juicio, una au-
diencia formada, donde hay reo y actor y acusación y sentencia” (líneas 43-
44). El juez es Jesús, “nuestro verdadero Salomón”, como él lo llama. El
reo es la mujer pecadora. El actor o acusador es Simón el fariseo: acusa en
su interior a la mujer de ser sucia, pero más sucias son las murmuraciones
y envidias; acusa a Jesús de no ser profeta.
El abogado es Jesús, que defiende a la mujer y a la vez se convierte en
Juez, que “examina la causa y, aunque halla culpa, halla razón para absol-
verla”, sentenciando que “no puso Dios la santidad en eso (rezar, ceremo-
nias, ayunos), sino en el amor” (línea 237), calificando al fariseo de “santo
seco, santo sin caridad y sin jugo” y perdonando a la mujer porque ha ama-
do mucho, ya que “un poco de oro vale más que mucho cobre”.
Y concluye: “¡Gran doctrina que por el amor se perdonan los pecados!”.
Defiende esta tesis frente a la “sola fe” de los protestantes: “Error es de
esos necios de los luteranos, a lo menos de algunos de ellos, que se perdo-
nan los pecados sin movimiento del corazón. Menester es movimiento de
amor, movimiento de dolor, movimiento de vergüenza. No ha de nacer el
hijo durmiendo la madre” (líneas 250-254)28.

28. El famoso tema luterano de la justificación por la sola fe, lo aborda en varios mo-
mentos Juan de Ávila, defendiendo que es la fe que obra por la caridad, la que salva: cf. Au-
di, Filia, 23; 44: o.c., t. I, pp.613; 664; Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas, 52 (Gal
5,6): o.c., t. IV, pp. 104-107.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 33

La segunda parte del sermón es un comentario a la vida de la santa, con


episodios tomados de La Leyenda Dorada: Magdalena, juntamente con sus
hermanos Lázaro y Marta, estaba a cargo del obispo Maximino y fueron a
predicar a un país de donde los expulsaron poniéndolos en alta mar en un
barco sin velas ni remo para que perecieran; pero arribaron a Marsella,
donde María Magdalena predicó con tanta gracia que convirtió a toda la
población. Luego, aunque su hermana santa Marta había edificado un mo-
nasterio de monjas29, ella se retiró a un monte a la vida eremítica y los án-
geles la llevaban al cielo siete veces al día para cantar las horas canónicas y
Jesucristo la visitó ciento diez veces.
Muchos otros episodios fantasiosos cuenta La Leyenda Dorada30, que
no menciona el predicador, porque San Juan de Ávila va a lo esencial: la
valoración de la vida contemplativa, que es la que había escogido la conde-
sa de Feria retirándose al monasterio. Jesús ya había dicho a Marta que Ma-
ría había escogido la mejor parte (cf Lc 10, 42). Hermosa página la del san-
to sobre la teología de la vocación a la vida religiosa: se escoge el tesoro
del Reino de los cielos, que es el amor de Dios; se evitan los peligros que
hay en los negocios del mundo; hay paz para dedicarse solamente al Señor,
como el ungüento derramado por la Magdalena a los pies de Jesús. Pero no
es vocación para todos, “porque, aunque el estado de la religión sea mejor,
no para todos es mejor” (líneas 401-402). La doctrina del Maestro Ávila es
equilibrada y clara en unos momentos en que Lutero había atacado a la vi-
da religiosa31 y era preciso poner alerta a los fieles frente a sus ideas.
Acaba el sermón con un epílogo modélico: recoge el tema inicial del
amor eterno de Dios, al que la religiosa profesa le ha de corresponder y ter-
mina con la acostumbrada frase: “que os dará aquí su gracia y después su
gloria, ad quam nos perducat. Amen”.

V. SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA (25 DE NOVIEMBRE)

El sermón de Santa Catalina es también “apógrafo”, copiado por algún


oyente. Por el contenido se deduce que fue predicado en un monasterio de

29. Esto aparece en la vida de Santa Marta: Cf. La Leyenda Dorada, o.c., t. I, p. 420.
30. Cf La Leyenda Dorada, o.c., pp. 382-392, donde, además, se habla de la conversión
del gobernador, el milagro de que su mujer tuviera un hijo, la resurrección de la mujer; el
descubrimiento de la Magdalena por parte de un sacerdote eremita, el anuncio de su muerte.
Lo que no refiere es las 110 veces que la visitó Jesucristo.
31. Primeramente Lutero habló de reforma de la vida religiosa, como otros muchos au-
tores de la época, pero acabó atacando a la vida religiosa en sí misma, yendo en contra de los
votos, como lo hace en su libro “De votis monasticis”. Sobre el tema cf. GARCÍA-VI-
LLOSLADA, R., Martín Lutero, BAC, Madrid 1976, t. II, pp. 47-55.
34 JOSÉ LUIS MORENO MARTÍNEZ

religiosos. Se nos ha trasmitido gracias al interés del arzobispo de Valencia,


San Juan de Ribera, por poseer en su biblioteca personal los sermones del
Maestro Juan de Ávila. En la biblioteca del Colegio del Patriarca se con-
serva el manuscrito 1049 con 82 sermones de Ávila. El de Santa Catalina
ocupa los ff. 147 r.-154 r. y Juan de Ribera lo tituló en el índice que escri-
bió de su puño y letra: “De virgine et martyre”32. En la edición crítica de las
obras de San Juan de Ávila corresponde al sermón 80.
El predicador parte del texto evangélico que se lee en las Misas de vir-
gen y mártir: la párabola de las diez doncellas (Mt 25, 1-13), y particular-
mente de la exhortación final: “Velad, pues”. Esto le da pie al exordio, ani-
mando a estar despiertos e invocando con el Ave María a la Virgen, que
“desde el instante que fue concebida, siempre estuvo velando”.
La parte primera del sermón es un comentario de la parábola: Cristo ex-
horta a velar desde su nacimiento -pues nace a la media noche- y durante
toda su vida con la predicación. Para que entendamos mejor pone las pará-
bolas. Compara a las cinco vírgenes necias, que olvidan el aceite, con los
que se dedican a los negocios mundanos y descuidan las cosas del alma. La
actitud de las cinco prudentes la aplica a los predicadores, que han de ense-
ñar y predicar a los demás, pero les tiene que quedar algo a ellos, es decir,
tienen que alimentar en ellos mismos el fervor espiritual33. Y dirigiéndose a
los novicios, les recuerda que, una vez que han sido llamados a la vida reli-
giosa, han de mantenerse vigilantes y despiertos en el camino de la perfec-
ción y del servicio al Señor.
La segunda parte es una breve referencia a la vida de Santa Catalina,
afirmando que era una doncella que llevaba aceite en su lámpara, es decir,
que se mantuvo fiel. Hace una síntesis de su personalidad tomada de La Le-
yenda Dorada: “doncella muy rica, muy sabia, muy hermosa y de gran li-
naje” (líneas 419s); pero nada trae de su disputa con el emperador y los fi-
lósofos de Alejandría, de la conversión de la emperatriz o del episodio de la
rueda de garfios preparada para su martirio, sino tan solo lo esencial: que
“cuando la sacaban a las navajas, díjole Cristo: ‘no te desampararé’” y fi-
nalmente su invocación a Cristo su esposo y lo que ocurrió en su muerte: “y

32. Sabemos que este santo obispo ya de estudiante en Salamanca entró en contacto con
discípulos de Juan de Ávila, se carteaba con él y cuando lo nombraron obispo de Badajoz le
pidió sacerdotes para que misionaran en su obispado, ruego al que el Maestro Ávila accedió.
Para más datos, cf. LLIN CHÁFER, A., “San Juan de Ávila y los arzobispos Santo Tomás
de Villanueva y San Juan de Ribera”, en El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacio-
nal (Madrid 27-30 noviembre 2000), Edice, Madrid 2002, pp. 373-396.
33. Este tema lo repite el santo con frecuencia: sacerdotes y predicadores tienen que
cuidar su propia vida espiritual para poder cuidar de la de los fieles: cf. por ejemplo Carta
136: o.c., t. V, pp. 508-510.
LOS SERMONES DE SANTOS DEL MAESTRO ÁVILA 35

pasó el golpe del espada y salió un chorro de leche, para denotar que era
limpia, que era castísima y que era toda blanca como paloma. Fue sepulta-
do su cuerpo en el monte de Sinaí. Salió un arroyo de olio. ¿No os parece
que había recibido olio la bienaventurada?” (líneas 438-442). La Leyenda
Dorada afirma que de los huesos de la santa emana permanentemente un
delicioso óleo que devuelve la salud a cuantos enfermos lo aspiran. Pero el
Maestro Ávila explota el detalle del óleo en otro sentido: es signo de virgen
prudente y fiel, ejemplo para los cristianos. Porque una constante de sus
sermones es que presenta a los santos sobre todo como modelos.

VI. CONCLUSIÓN

Los sermones de santos San Juan de Ávila nos muestran la talla del fa-
moso predicador de Andalucía. De gran vigor expresivo y lenguaje directo,
más que piezas literarias de oratoria sagrada, son la manifestación de un
corazón enardecido del amor a Jesucristo y de la pasión por exhortar a la
conversión de los pecadores y a la vida cristiana. Por ello su elemento cen-
tral es el comentario al Evangelio; de ahí que sean sermones eminentemen-
te bíblicos. Las referencias a la vida de los santos son breves, sin perderse
en anécdotas o episodios más o menos fantasiosos. Y propone a los santos
no tanto como intercesores y protectores, que hacen milagros y curaciones,
sino como testigos del Evangelio y modelos para la vida cristiana. De esa
manera su predicación en lugar de alimentar una religiosidad superficial,
da doctrina profunda y solidez a la devoción popular. También en este sen-
tido es un verdadero reformador, que se adelanta a lo que Trento establece-
rá para corregir los defectos que había en el culto a los santos34.

34. Cf. Sesión XXV, Decreto sobre la invocación, veneración y reliquias de los Santos
y de las sagradas imágenes.

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