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I. Introducción.
II. San Sebastián (20 de enero).
III. San Nicolás (6 de diciembre).
IV. Santa María Magdalena (22 de julio).
V. Santa Catalina de Alejandría (25 de noviembre).
VI. Conclusión.
I. INTRODUCCIÓN
San Juan de Ávila fue sobre todo un predicador. Bien se ganó el sobre-
nombre de “Apóstol de Andalucía” por sus sermones en las distintas ciuda-
des donde vivió y por sus numerosas misiones por los pueblos, desde 1526
hasta 1569. Su primer biógrafo, Fr. Luis de Granada, lo quiso presentar co-
mo modelo de predicadores y comentó las “virtudes y gracia que nuestro
Señor le concedió para el oficio de predicador”1. Su segundo biógrafo, el
Licenciado Muñoz, lo calificará de “predicador apostólico”2. Fueron miles
los sermones que predicó, habiéndosenos conservado de todos ellos 82,
además de 16 pláticas a sacerdotes y monjas3.
Además de los de la Virgen, los sermones de santos son 10, pero si qui-
tamos tres que son genéricos (de evangelistas, de todos los Santos y de di-
funtos), disponemos de 7 sermones dedicados a siete santos particulares,
que, siguiendo el orden cronológico del santoral, son los siguientes: San
Sebastián, San José, Santa María Magdalena, San Mateo, San Francisco de
Asís, Santa Catalina y San Nicolás.
De los textos que se nos han conservado de los sermones de santos tan
solo dos son autógrafos (San Sebastián y San Nicolás), los cuales son bre-
ves y representan como un resumen o guión del sermón, porque la mayoría
de las veces se contentaba con escribir un esquema de pocas líneas4. De los
1. GRANADA, L. DE, Vida del P. Maestro Juan de Ávila y las partes que ha de tener
un predicador del Evangelio, Madrid 1588.
2. MUÑOZ, L., Vida y virtudes del venerable varón el P. Maestro Juan de Ávila, predi-
cador apostólico, Madrid 1635.
3. Sobre San Juan de Ávila como predicador, cf. HUERGA, A., “El ministerio de la pa-
labra en el Beato Juan de Ávila”, en Semana Avilista. IV Centenario de la muerte del Beato
Maestro Juan de Ávila, Madrid 1969, pp. 93-111; SALA BALUST, L., Obras completas del
Santo Maestro Juan de Ávila (en adelante citaremos o.c.), t. I, Madrid 1970, pp. 274-289;
GALLEGO PALOMERO, J.J., Sacerdocio y oficio sacerdotal en San Juan de Ávila, Córdo-
ba 1998, pp. 202-236.
4. El presbítero Juan Vargas, testigo en el proceso de beatificación, refiere que, habién-
dole escuchado un sermón Fr. Luis de Granada, se lo pidió para transcribirlo y el P. Ávila le
respondió: “No hay escrito más que esto; y sacó del seno una dobladura de una carta donde
estaban escritos cinco o seis rengloncillos, en lo que pudiera ocupar una copla castellana”;
Proceso de Madrid, f. 54r-v: MARTÍNEZ GIL, J.L., Proceso de beatificación del Maestro
Juan de Ávila, Madrid 2004, p. 34.
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otros sermones se conservan textos apógrafos, que son más amplios y reco-
gen casi al pie de la letra el sermón pronunciado por Juan de Ávila, con sus
lugares y citas e incluso con sus mismas expresiones en lenguaje directo. Él
no los escribía, pero en muchos casos había quienes tomaban notas directas
escuchando el sermón y luego el santo revisaba la redacción5. Así debía de
ocurrir particularmente cuando predicaba en monasterios.
Los sermones del P. Ávila solían durar dos horas y, a pesar de eso no
cansaban, porque tenían la cualidad de captar la atención y el afecto de los
oyentes6. En cuanto a la estructura sus sermones de santos tienen un exor-
dio, dos partes centrales y una conclusión. El exordio, lo mismo que el de
los demás sermones, enuncia el tema y pide gracia a la Virgen para desa-
rrollarlo y asimilarlo, terminando con el rezo del Ave María. La conclusión
es rápida y siempre alude a la gloria del cielo. De las partes centrales la pri-
mera, es el comentario del pasaje evangélico que se lee en la Misa de la
fiesta, mientras que la segunda parte se dedica a ensalzar las virtudes del
santo, refiriendo algún episodio de su vida. Sus sermones de santos están
lejos de pertenecer al género “panegírico”, que se desarrollará en el barro-
co. En este sentido podemos decir que marca la pauta que luego enseñarán
grandes tratadistas de la época sobre la predicación, como el doctor Fran-
cisco de Terrones y Fray Diego de Estella7.
Dada la limitación de espacio, presentamos cuatro sermones, que consi-
deramos significativos para descubrir el estilo de predicador de Juan de Ávi-
la: San Sebastián, San Nicolás, Santa María Magdalena y Santa Catalina8.
5. Cf. Ibid. f. 49r-v: Proceso…, o.c., p. 31. Estos estudiantes amanuenses probablemen-
te tenían también algún interés utilitario, pues era costumbre en la época vender las copias a
otros predicadores a buen precio; Cf. TERRRONES DEL CAÑO, F., Instrucción de predi-
cadores, Granada 1617: Colección Clásicos Castellanos 126, Madrid 1960, p. 52.
6. Cf. testimonios del proceso de beatificación aducidos por SALA BALUST, L., o.c.,
t. I., pp. 275-276. Por esa misma época en Italia el sermón duraba hora y media y poco más
tarde en España duraba ya solo una hora; Cf. TERRONES DEL CAÑO, F., o.c. pp. 122-123.
7. El doctor Terrones, que pone como ejemplo de predicadores al Maestro Ávila, acon-
seja: “Las alabanzas y excelencias del santo es bien tratarlas lo más en un cuarto de hora al
principio o al fin del sermón”; TERRONES DEL CAÑO, F., o.c. p. 47-48. El franciscano
Diego de Estella enseña también: “Advierta el predicador (…) que diga del santo poco y a
la postre, y no diga las cosas apócrifas y vanas, que ofende mucho”; ESTELLA, FRAY D.
DE, Modus concionandi, Salamanca 1576, ed. crítica Pío Sagüés Azcona, Madrid 1951, vol.
II, p. 178.
8. Estos sermones no han sido estudiados en la bibliografía avilista, a excepción de las
referencias necesarias al de San Sebastián en todas las biografías de San Juan de Dios. De
los otros sermones de santos de San Juan de Ávila, han sido brevemente analizados el de
San José: LLAMAS, R., “San José en los predicadores españoles del siglo XVI”, en San Jo-
sé en el Renacimiento: Estudios Josefinos 31 (1977) 397-434, esp. 417-422; y el de San
Francisco: GIL MORENO, A., “Comentario crítico al sermón de San Juan de Ávila sobre
San Francisco de Asís: ‘El que quisiera a Mí, niéguese a sí’”, en PELÁEZ DEL ROSAL, M.
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10. Es la ermita que fundó la Reina Isabel la Católica, tras la conquista de Granada, de-
dicándola a varios religiosos que estuvieron presos en ese lugar y sufrieron martirio bajo los
musulmanes: fray Pedro Nicolás Pascual de Valencia, obispo mercedario de Jaén que fue
degollado en 1300, fray Juan de Cetina y fray Pedro de Dueñas, franciscanos, degollados en
1397 y presos aquí. El elemento de mayor interés artístico de la Capilla era su retablo, con
pinturas, la principal dedicada a San Pedro Ad Vincula, en recuerdo de los cautivos, cuya
festividad se conmemoraba anualmente con una función solemne dedicada a los locales. Las
restantes pinturas eran un Crucificado, un Descendimiento, y los Martirios de San Juan Bau-
tista, San Sebastián, San Marcelo Papa y San Esteban; con la desamortización pasaron en el
siglo XIX al Museo Provincial de Bellas Artes. En 1573 fundaron en ese lugar un convento
los PP Carmelitas y vino a vivir entre ellos San Juan de la Cruz, donde escribió su “Noche
oscura del alma”. Es el espacio que actualmente ocupa el Carmen de los Mártires.
11. “Oídas aquellas razones vivas de aquel varón (Juan de Ávila), en que engrandecía el
premio que el Señor había dado a su santo mártir, por haber padecido por su amor tantos tor-
mentos, sacando de aquí a lo que se debía poner un cristiano por servir a su Señor y no ofen-
delle y padecer a trueque desto mil muertes…”; CASTRO, F. DE, Historia de la vida y san-
tas obras de Juan de Dios y de la institución de su Orden y principio de su Hospital, Grana-
da 1585, reimp., Córdoba 1995, p. 17. Sobre la relación entre ambos Santos, cf. MARTÍ-
NEZ GIL, J.L., “San Juan de Ávila, director espiritual de San Juan de Dios”, Salmanticen-
sis 47 (2000) 433-474; ID. San Juan de Dios, fundador de la Fraternidad Hospitalaria, Ma-
drid 2002, esp. pp. 39-47.
12. Cf. MARTÍNEZ GIL, J.L. (Ed.), Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávi-
la, Madrid 2004: ver en p. 13 la pregunta 23 y, por ejemplo, en p. 858 una de las respuestas,
que cita al biógrafo Castro.
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Pero no fue ésta la única conversión notable que provocó el sermón te-
nido en la ermita de los Mártires. Un vecino de Granada testifica que “una
mujer casada con un tejedor de sedas, la cual era muy hermosa galana, ha-
bía salido del sermón tan compungida que en llegando a su casa todas las
redomillas y aderezos que tenía para el rostro las echó por la ventana a un
corral de su casa” y luego siguió vida de penitencia en su casa, con el nom-
bre de la Beata Paz y bajo la dirección del Maestro Ávila, hasta que murió
con fama de santidad13. Como se ve, los sermones de Juan de Ávila no eran
simples piezas de oratoria sagrada.
15. San Jerónimo en Epistola 64 ad Fabiolam (PL 22,612-622) hace un comentario de-
tallado de las vestiduras sacerdotales judías, pero sin aplicación al sacerdocio cristiano; en
la Epistola 69 (PL 22,662) alude de manera genérica. El escrito De dignitate sacerdotali (PL
17,567), que no es propiamente de San Ambrosio, aunque se le atribuía a él, comenta las
cualidades del obispo o sacerdote según 1 Tim 3, pero sin relacionarlas con las vestiduras
sacerdotales.
16. El Crisóstomo en De sacerdotio, III, 4 compara genéricamente las vestiduras del sa-
cerdote del Antiguo Testamento con la realidad del Nuevo. Gregorio Magno en la Regla
Pastoral II, 2 comenta alegóricamente el pectoral del sumo sacerdote con los nombres de
los doce patriarcas y lo aplica al sacerdote cuyo corazón ha de estar sujeto a razón y juzgar
a los fieles según criterio de Dios. Como se ve, tampoco son fuentes de la interpretación de
Juan de Ávila en este sermón, aunque él recomiende estas dos obras para hablar del sacer-
docio (cf. Carta 233: o.c., t. V, p. 771).
17. Cf. En la Carta 233 cita el sermón 41 de Gerson: o.c., t. V, p. 771.
18. “Muchas piedras preciosas tenía el sumo sacerdote de la vieja Ley en sus vestiduras
(…); toda razón demanda que lo que allí eran piedras terrenales y engendradas de la tierra,
sean en nuestros sacerdotes preciosas virtudes venidas del cielo, infundidas de Dios”; Tra-
tado sobre el Sacerdocio, 14: o.c., t. III, p. 507; cf. Lecciones sobre la Epístola a los Gála-
tas,16: o.c., t. IV, p. 45.
19. “Si de fuera lleva el gran sacerdote escritos los nombres de los doce hijos de Israel so-
bre sus hombros y también en su pecho, muy mejor los lleva el nuestro encima sus hombros,
padeciendo por los hombres, y los tiene escritos en su corazón” (Audi Filia, 78: o.c., t. I, p. 758).
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20. Cf. Tratado sobre el sacerdocio: o.c., t. III, pp. 490-535; Plática 2: o.c., t.. III, pp.
376-394; Carta 6: o.c., t. V, pp. 57-62; Memorial 1º para Trento: Reformación del estado
eclesiástico, esp. 1-25: o.c., t. VI, 33-56; Memorial 2º: Causas y remedios de las herejías,
esp. 8-17; 91: o.c., t. VI, pp. 86-104; 181-186; Advertencias al Concilio de Toledo, 1-46:
o.c., pp. 231-279.
21. Cf. VORÁGINE, S. DE LA, La Leyenda Dorada; traducción del latín: Fray José
Manuel Macías, Alianza Editorial, Madrid 2006, t. I, p.p. 37-38.
22. Bien pudo ser la traducción de Juan Varela editada en Sevilla en 1520, que ha sido
reeditada recientemente: Leyenda de los santos. Beato Iácopo da Varazze, O.P. Introducción,
transcripción y anotaciones por Félix Juan Cabasei, MHSI, nova series III, Madrid 2007.
Otra muy famosa fue la del monje jerónimo Pedro de la Vega impresa en Sevilla en 1540.
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23. Cf. Causas y remedios de las herejías, esp. n. 1-30: o.c., t. VI, pp. 79-117. De su
preocupación por el tema son señal también los numerosos libros de controversia que tiene
en su Biblioteca: cf. SALA BALUST, L., “La bilioteca controversista del Maestro Ávila”,
en o.c., t. I, PP. 213-214.
24. ROA (DE), M., Vida de doña Ana Ponce de León, Córdoba 1604, pp. 151-173.
25. Lo cuenta Fr. Luis de Granada en su Vida del Padre Maestro Juan de Ávila…, o.c.,
p. 3ª, c. 3.
26. O.c., t. III, pp. 269-280.
27. En el proceso de beatificación de Juan de Ávila un testigo de Montilla, Pedro Luis
de León, declara: “Se acuerda este testigo que el dicho Maestro Ávila predicó la conversión
de la Magdalena y en este sermón convirtió en esta villa muchas mujeres públicas, que fue
caso notable, y muchas vivieron hasta su muerte bien”; Proceso de beatificación…, o.c., p.
568. Y en el edicto para la información sumaria se lee: “Las mujeres de la casa pública de
Sevilla en un sermón que las hizo se convirtieron con solas dos palabras que les dijo”; Pro-
ceso informativo para la Beatificación del V.P. Juan de Ávila -Manuscrito del Archivo Vati-
cano-, f. 26v. En general sobre los sermones de los predicadores de la época en esta fiesta,
cfr. SALUCIO, FRAY AGUSTÍN, Avisos para los predicadores del santo Evangelio: Ed. de
Álvaro Huerga, Barcelona 1959, col. Espirituales Españoles, pp. 183-184.
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28. El famoso tema luterano de la justificación por la sola fe, lo aborda en varios mo-
mentos Juan de Ávila, defendiendo que es la fe que obra por la caridad, la que salva: cf. Au-
di, Filia, 23; 44: o.c., t. I, pp.613; 664; Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas, 52 (Gal
5,6): o.c., t. IV, pp. 104-107.
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29. Esto aparece en la vida de Santa Marta: Cf. La Leyenda Dorada, o.c., t. I, p. 420.
30. Cf La Leyenda Dorada, o.c., pp. 382-392, donde, además, se habla de la conversión
del gobernador, el milagro de que su mujer tuviera un hijo, la resurrección de la mujer; el
descubrimiento de la Magdalena por parte de un sacerdote eremita, el anuncio de su muerte.
Lo que no refiere es las 110 veces que la visitó Jesucristo.
31. Primeramente Lutero habló de reforma de la vida religiosa, como otros muchos au-
tores de la época, pero acabó atacando a la vida religiosa en sí misma, yendo en contra de los
votos, como lo hace en su libro “De votis monasticis”. Sobre el tema cf. GARCÍA-VI-
LLOSLADA, R., Martín Lutero, BAC, Madrid 1976, t. II, pp. 47-55.
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32. Sabemos que este santo obispo ya de estudiante en Salamanca entró en contacto con
discípulos de Juan de Ávila, se carteaba con él y cuando lo nombraron obispo de Badajoz le
pidió sacerdotes para que misionaran en su obispado, ruego al que el Maestro Ávila accedió.
Para más datos, cf. LLIN CHÁFER, A., “San Juan de Ávila y los arzobispos Santo Tomás
de Villanueva y San Juan de Ribera”, en El Maestro Ávila. Actas del Congreso Internacio-
nal (Madrid 27-30 noviembre 2000), Edice, Madrid 2002, pp. 373-396.
33. Este tema lo repite el santo con frecuencia: sacerdotes y predicadores tienen que
cuidar su propia vida espiritual para poder cuidar de la de los fieles: cf. por ejemplo Carta
136: o.c., t. V, pp. 508-510.
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pasó el golpe del espada y salió un chorro de leche, para denotar que era
limpia, que era castísima y que era toda blanca como paloma. Fue sepulta-
do su cuerpo en el monte de Sinaí. Salió un arroyo de olio. ¿No os parece
que había recibido olio la bienaventurada?” (líneas 438-442). La Leyenda
Dorada afirma que de los huesos de la santa emana permanentemente un
delicioso óleo que devuelve la salud a cuantos enfermos lo aspiran. Pero el
Maestro Ávila explota el detalle del óleo en otro sentido: es signo de virgen
prudente y fiel, ejemplo para los cristianos. Porque una constante de sus
sermones es que presenta a los santos sobre todo como modelos.
VI. CONCLUSIÓN
Los sermones de santos San Juan de Ávila nos muestran la talla del fa-
moso predicador de Andalucía. De gran vigor expresivo y lenguaje directo,
más que piezas literarias de oratoria sagrada, son la manifestación de un
corazón enardecido del amor a Jesucristo y de la pasión por exhortar a la
conversión de los pecadores y a la vida cristiana. Por ello su elemento cen-
tral es el comentario al Evangelio; de ahí que sean sermones eminentemen-
te bíblicos. Las referencias a la vida de los santos son breves, sin perderse
en anécdotas o episodios más o menos fantasiosos. Y propone a los santos
no tanto como intercesores y protectores, que hacen milagros y curaciones,
sino como testigos del Evangelio y modelos para la vida cristiana. De esa
manera su predicación en lugar de alimentar una religiosidad superficial,
da doctrina profunda y solidez a la devoción popular. También en este sen-
tido es un verdadero reformador, que se adelanta a lo que Trento establece-
rá para corregir los defectos que había en el culto a los santos34.
34. Cf. Sesión XXV, Decreto sobre la invocación, veneración y reliquias de los Santos
y de las sagradas imágenes.