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José Dahab
Si bien los seres humanos transitamos realidades complejas y cambiantes que nos
demandan permanentes esfuerzos de adaptación, la mayoría de las situaciones por
las que rutinariamente atravesamos nos resultan familiares y poco problemáticas.
Nos hemos habituado a ellas a lo largo de nuestras historias de aprendizajes.
Nuestros cerebros, incansables máquinas de otorgar sentido, han detectado las
regularidades de nuestros entornos y, anticipadamente, movilizan recursos en favor
de nuestra adaptación sin que nosotros tengamos noticia de ello.
http://revista.cognitivoconductual.org/
Por: Lic. Carmela Rivadeneira, Lic. Ariel Minici y Lic. José Dahab
El proceso de estrés se inicia cuando nuestro cerebro decodifica una situación como
potencialmente peligrosa. En un plano neural esto significa que se activa la
amígdala, núcleo que subyace en la parte profunda de los lóbulos temporales de los
hemisferios cerebrales y que posee una suprema capacidad de regular las
respuestas autonómicas y endocrinas.
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Por: Lic. Carmela Rivadeneira, Lic. Ariel Minici y Lic. José Dahab
Por lo expuesto, parte del tratamiento del estrés radica en técnicas del control de la
activación, como la Respiración Abdominal o la Relajación Muscular Profunda, cuyos
mecanismos fisiológicos son antagónicos a los del estrés. De esta manera, el
restablecimiento de una respuesta cardiorrespiratoria adecuada a corto plazo, fruto
de la respiración abdominal, irá incrementando a largo plazo el equilibrio en el
organismo mediante la activación de la rama parasimpática del sistema nervioso
autónomo; esto a su vez decrementa el nivel de estrés.
La práctica regular de la relajación provoca cambios estables en el cuerpo, los cuales ayudan
a amortiguar futuras situaciones estresantes. En suma, las técnicas de manejo de la
activación, entrenan al organismo a reaccionar de manera menos intensa ante los estresores.
Pero lo que a nosotros más nos interesa destacar es el poder inhibitorio que el
cortisol posee sobre el sistema inmune. De alguna manera, se trata de un ahorro de
energías pues, en un momento de estrés, resulta más importante defenderse de un
peligro externo que de uno interno.
A largo plazo, vale decir, con un proceso de estrés crónico, ello puede conducir a
inmunosupresión, consecuencia altamente peligrosa pues deja expuesta a la
persona a la proliferación de virus y bacterias. Esto explica por qué en las personas
estresadas hallamos tan típicamente manifestaciones difusas como dolores
musculares, febrículas, irritación recurrente de garganta, ganglios inflamados,
El impacto del estrés sobre la salud física 3
Revista de Terapia Cognitivo Conductual n° 18 | Marzo 2010
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decaimiento, fatiga, cansancio. Todos ellos son síntomas muy similares a los de una
infección viral o a sus efectos recientes. No obstante, en este caso, más se deben a
la alteración en el funcionamiento inmunológico resultante del estrés.
Los psicólogos clínicos deberíamos estar entrenados en detectar no sólo los signos y
síntomas “estrictamente” psicológicos, sino también las señales corporales consideradas
tradicionalmente campo de la medicina. Por supuesto, la inversa también vale; esto es,
los médicos deberían saber leer las variables psicológicas de muchos trastornos físicos.
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